sancho panza en la sima: un avatar de la penitencia del rey rodrigo
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CRITICÓN, 102, 2 0 0 8 , pp. 153-159 .
Sancho Panza en la sima: un avatar de la penitencia del rey Rodrigo
P i e r r e t t e P e l l e n - B a r d e
Universidad de Paris X I I
El Quijote ofrece diversas resurgencias de aquellos «romances antiguos» evocados
por Sancho Panza ante la duquesa y doña Rodríguez en el capítulo x x x m de la segunda
parte 1 . Resurgencias entre las cuales destacan la derrota y la penitencia del último rey
visigodo. Se sabe que la leyenda elaborada en torno a Rodrigo pasó de la desaparición
de éste tras el desastre de 7 1 1 al descubrimiento de un misterioso sepulcro en Viseo,
hecho que aparece mencionado por primera vez en la Crónica de Alfonso III el M a g n o ,
hacia 8 8 0 , y que seguirá figurando en las historias, por ejemplo en la Estoria de España de Alfonso X y la Crónica de 1344. Mientras tanto, la tradición popular en torno al
sepulcro de Viseo se había enriquecido con la penitencia del rey dentro de su propia
sepultura. Mot ivo que, en esta leyenda compleja , no es oriental , sino cr is t iano,
portugués, y que aparecerá por primera vez en el ámbito literario hacia 1 4 3 0 , en la
Crónica sarracina de Pedro del Corral . A partir de la mina que representó esta última
obra, fuente en prosa de la casi totalidad del Romancero viejo de Rodrigo, un juglar
anónimo del siglo x v compuso el Romance de la penitencia de don Rodrigo. En el Quijote, nos llaman la atención unos ecos del ciclo de Rodrigo, cuya función
estriba primero en rendir homenaje a una tradición romanceril que Cervantes conocía
perfectamente. Así, por ejemplo, la evocación, en el capítulo x x x m de la segunda parte,
del labrador W a m b a pasado a rey y, a continuación, de Rodrigo decaído y «comido de
culebras» (p. 9 0 7 ) ; así, también, unos versos del Romance de la derrota puestos en boca
1 Don Quijote de la Mancha, p. 907 . Entre las citas textuales, unos versos del «romance viejo de Lanzarote», como dice don Quijote, figuran en varios pasajes de la novela, a veces readaptados para el héroe, por ejemplo: «Nunca fuera caballero / de damas tan bien servido / como fuera don Quijote...» (I, II, p. 52) . En cuanto al sintagma «cuando estaba tendido en el val de las estacas» (I, xvu , p. 177) , es una adaptación del romance viejo «Por el val de las estacas / el buen Cid pasado había...».
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de maese Pedro ante su retablo destruido (II, x x v i , p. 8 5 1 ) ; así, finalmente —y
llevándonos la t rama compleja de la novela a incursiones por otros campos que el que
venía anunciado por el tema inicial—, el episodio de la cueva de Montesinos, a la vez
espacio de ilusiones como Barataría y espacio subterráneo c o m o la sima en que caerá
Sancho en el capítulo LV de la segunda parte. Pero, antes de llegar a él, fijémonos en un
guiño de Cervantes, porque prueba que él conocía, hasta en sus variantes, el Romance
de la penitencia: en el capítulo x x n de la primera parte (p. 2 4 0 ) , el minucioso distingo
con que uno de los galeotes le explica a don Quijote el motivo de su condena ( « Y o voy
aquí porque me burlé demasiadamente con dos primas hermanas mías y con otras dos
hermanas que no lo eran mías») muestra que, a todas luces, Cervantes se divirtió en
injertar en su novela una variante tradicionalizada del Romance de la penitencia, en que
la violación de la Cava va sustituida por unas prohibiciones familiares: «Que dormí con
una hermana, / y también con una pr ima» 2 .
Estas coincidencias en las situaciones y estas referencias textuales no sólo atestiguan
que Cervantes conocía, con todo detalle, el ciclo de Rodrigo; también parecen preparar
el capítulo L V de la segunda parte en que Sancho destronado nos ofrece, a su modo, una
como representación de la penitencia de Rodrigo en su sepultura, y Cervantes un avatar
del Romance de la penitencia2'.
El preludio a las penitencias de Rodrigo y de Sancho lo constituye una escena en que
uno y o tro acaban de perder el poder. Pérdida debida a un desastre militar para
Rodrigo, y causada, para Sancho, por lo que el duque anunció de antemano en su carta
a su gobernador c o m o un «asalto furioso» (II, X L V I I , p. 1 0 0 8 ) , pero que, en la
perspectiva paródica del episodio, sólo fue una horrible paliza, con la programada salida
de Sancho 4 . A partir de allí, el recorrido de uno y otro personaje toma el aspecto de una
marcha solitaria y cansina: un vía crucis más bien para Rodrigo, quien, desesperado,
sólo puede huir al azar, mientras que Sancho, salido de Barataría «entre alegre y triste»,
va a dar residencia al duque y a reunirse con su a m o . A los dos trayectos corresponden
etapas paralelas, idénticamente marcadas por notaciones temporales: se t ra ta , para
Sancho, de su encuentro con el morisco Ricote y de la venida de don Quijote; para
Rodrigo, de los episodios con el pastor y el ermitaño. Pero con una diferencia esencial:
para el rey, los dos encuentros preceden a su entrada en la cueva, mientras que, para
Sancho, sus encuentros se sitúan cronológicamente antes y después de su caída en la
sima. Igual pasa para la acción de caminar: termina para Rodrigo con la entrada en la
cueva, mientras que Sancho camina antes de lo de la sima y también —entonces empieza
su vía crucis— dentro.
A Sancho, quien creía que su viaje iba a ser «tan c o r t o » , le retrasa su encuentro con
Ricote en el capítulo LIV, hasta tal punto que para buscar un sitio en que pasar la noche,
va a dejar el camino, y algo parecido hace Rodrigo, respondiendo entonces al «métese
por las montañas» del romance el «se apartó del camino» de Cervantes (II, L V , p. 1 0 7 6 ) .
2Menéndez Pidal, 1973, II, p. 18. 3 II , LV, pp. 1076-1084. En el volumen complementario de la misma edición, en las pp. 611-613,
dedicadas a este capítulo LV, no se señala ninguna puesta en relación entre la cueva de Sancho y la del rey Rodrigo. Sólo se menciona el paralelismo efectuado por Arturo Marasso con la caverna de Platón, y otro paralelismo, por parte de Joaquín Casalduero y Michel Moner, con un «imaginado descenso a los infiernos».
4 «... dieron orden entre sí cómo despacharle del gobierno» (II, LI, p. 1052).
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Coinciden pues, aquí, en esta fase inicial, las aventuras del rey y de Sancho, cuyos
desplazamientos ocurren idénticamente en un momento crepuscular y por un lugar
desierto 5. Y así acaban llegando a sus respectivas cuevas.
Palabra ésta —la « c u e v a » — que aparece tres veces en la aventura de Sancho 6 , así
c o m o en ciertas variantes del Romance de la penitencia. L a «cueva» de Sancho, en
efecto, lejos de remitir a la de Montesinos, lugar p a r a don Quijote de «visiones
hermosas y apacibles» (II, L V , p. 1 0 7 7 ) , es centro, para él, de «sapos y culebras» (ibid.,
p. 1 0 7 8 ) , precisamente los que él mismo y doña Rodríguez evocaban, c o m o ya dijimos,
en el capítulo x x x m de la segunda parte , y que son los que pueblan la cueva de
Rodrigo 7 . Y una misma —aunque parc ia l— analogía podemos observar entre la
«penitencia» de Sancho y la de Rodrigo, dolorosas ambas 8 , y que nada tienen que ver
con la penitencia amadisiana que se autoinflige don Quijote. La del rey es una penitencia
ejemplar, en la que se insertan el tópico de la huida del culpable y el tema obsesivo de la
expiación. Y , aunque la palabra «purgatorio» no figura en ninguna versión del romance
—mientras que se emplea, metafóricamente, para la cueva de Sancho (II, L V , p. 1 0 8 1 ) — ,
se reconoce en sentido propio el tema previsible del purgatorio, pero de un purgatorio
de unos días solamente , e invertido, por preceder a una muerte redentora que
desemboca en la «salvación» evocada en el romance juglaresco.
Mientras que Sancho, por su parte, no tiene nada que expiar, y es el único, a la
inversa de Rodrigo y de don Quijote, en encontrarse en su sima por casual idad
—«fortuna de la caída» escribe Cervantes (II, L V , p. 1 0 7 8 ) — , en una pasividad total 9 , lo
cual implica una perspectiva terrenal, en franco contraste con la perspectiva espiritual de
Rodrigo y la, novelesca, de don Quijote. A la aceptación alegre del rey se oponen el
terror muy humano de Sancho y unos rezos radicalmente distintos de los rezos
fabricados de don Quijote y de los rezos de contrición de Rodrigo. L o que quiere éste es
«acabar su vida» en la cueva, lo que quiere Sancho es salir de la suya.
Así las cosas: Sancho sólo aspira a acabar con una reclusión impuesta, mientras que
es voluntaria la de Rodrigo. Sancho se moverá en busca de una salida, y andará más de
media legua dentro de la sima; Rodrigo se quedará tendido, inmóvil ya c o m o un
yacente, dentro de la que será su propia sepultura. Una sepultura de verdad, c o m o lo
5 Sancho, quien salió al amanecer de Barataría, caerá en la sima al anochecer (II, LV, p. 1076: «le tomó la noche, algo escura...»), momento en que Rodrigo se acerca a la ermita: «ya cerca el sol se ponía...». En cuanto a la palabra «desierto», figura en los dos relatos: «en todo aquel desierto / sola una ermita había», dice el romance, mientras que los gritos de Sancho en la sima serán «voces dadas en desierto» (II, LV, p. 1078) .
6 Siendo sin embargo «sima» la palabra más empleada para el teatro de la penitencia de Sancho. 7 Quizás procedan tal desmultiplicación del bestiario y el plural del verso citado por la dueña — « Y a me
comen, ya me comen» (p. 9 0 7 ) — de variantes inspiradas por la serpiente de siete cabezas del romance tradicionalizado (Menéndez Pidal, 2 0 0 0 , p. 54: «siete cabezas tenía»). El romance tradicionalizado había tomado en la Crónica sarracina el motivo de la serpiente multicéfala desdeñado por el romance juglaresco inicial. El cual sólo evocaba a una culebra sin característica particular. Véase Menéndez Pidal, 1973, II, p. 16; Duran, 1945, pp. 410- 4 1 1 , núm. 606; y Díaz Roig, 1989.
8 Una penitencia con preliminares en la renuncia del rey a sus últimos bienes en provecho del pastor, y en la cena grosera compartida con éste, en una especie de comunión evangélica (que parece tener un eco en la donación por Sancho de todas sus provisiones, a favor de Ricote y los peregrinos, y a favor del asno en la sima).
' Lo cual explica su sentimiento de no merecer tal prueba, comenzada con su destronamiento: «no merecía yo, a mi parecer, salir de esta manera», según le dice al estudiante (II, LV, p. 1082) .
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confirman los vocablos «sepultura» y «tumba» de las diferentes versiones del romance ,
siendo «tumba» el vocablo empleado también por doña Rodríguez. En cambio , este
campo semántico resulta únicamente metafórico para Sancho, dándose a veces el caso de
que para éste se emplea una fórmula aplicable en sentido propio a Rodrigo: el que
Sancho se defina a sí mismo c o m o un «pecador enterrado en vida» (II, L V , p. 1 0 8 0 )
señala el cruce operado por Cervantes entre la penitencia del escudero y la del rey.
Tal cruce reaparece en los encuentros providenciales que permiten a Rodrigo acceder
a su cueva y, a la inversa, a Sancho salir de la suya. Dos son los encuentros del rey, uno
con el pastor y, debido a une feliz simplificación por parte del autor del romance
juglaresco inicial con relación a la Crónica sarracina, otro con un único ermitaño, en vez
de los dos y del obispo de Viseo de la Crónica. N o actúan ermitaños en el Quijote, pero
están presentes en forma alusiva, ecos lejanos al de Rodrigo y a los de las novelas de
caballerías. Así, en la nostalgia de don Quijote, quien echa de menos la presencia de un
ermitaño capaz, al igual que el que asistía a Amadís en su penitencia en la Peña Pobre,
de hacer o tro tanto por él en su penitencia teatralizada de la Sierra M o r e n a 1 0 . Así,
también, en la evocación de ese ermitaño «que está en opinión de ser un buen cristiano
. . . y caritativo» (II, x x i m , p. 8 3 1 ) , y en cuya ermita don Quijote y sus compañeros
proyectan hacer alto tras la expedición de la cueva de Montesinos, proyecto abortado,
desde luego, pero en el cual se reconoce la permanencia del tema del ermitaño. Así,
finalmente, con aquel ermitaño , metafór ico , con quien Sancho, en penitencia en
Barataría según sus propios términos, se compara en su carta a don Quijote 1 1 . Queda,
sin embargo, que lo que esperará el escudero, cuando llame desde el fondo de su sima a
«algún crist iano . . . o algún cabal lero cari tat ivo» —usando entonces los mismos
calificativos que los que se aplican al ermitaño citado más arriba, según una semántica
común a todos estos episodios—, será su salvamento aquí abajo.
Le salvará don Quijote, cuya llegada da pie a una escenificación dialogada que va
lanzando o tro puente entre la aventura de Sancho y el Romance de la penitencia.
Escenificación, primero, en la presentación de sí mismo, centrada en el motivo del poder
perdido: al «Rodrigo / yo soy, que rey ser solía» del rey al ermitaño responde este pasaje
en que Sancho se presenta a don Quijote desde la s ima 1 2 . Y escenificación física, con
estas voces que caen desde arriba hacia abajo. Unas voces en cascada en el romance con
la revelación por Dios al ermitaño de la penitencia que se le debe imponer a Rodrigo 1 3 ; y
luego, en la etapa siguiente, con la voz del ermitaño, sustituto de Dios aquí abajo, que
recae desde la superficie del suelo sobre Rodrigo en su cueva. Se nota un mecanismo
análogo, pero sólo en parte, con la voz de don Quijote —sustituto del ermitaño de
Rodrigo— la cual cae también desde la superficie del suelo sobre Sancho en su sima.
Sea lo que sea, los episodios de estancia bajo tierra terminan por ascensiones. Una
ascensión en sentido espiritual para Rodrigo santificado, cuyo cuerpo queda, según la
1 0 I, xxvi, p. 291: «Amadís ... se redro a la Peña Pobre en compañía de un ermitaño...», y p. 292: «Y lo que le fatigaba mucho era no hallar por allí otro ermitaño que le confesase y con quien consolarse». Véase el romance: «... comenzóle a consolar / ... el ermitaño le esfuerza...».
1 1II, LI, p. 1051: «he venido a hacer penitencia, como si fuera ermitaño...». C I I , LV, p. 1080: «¿ Quién puede estar aquí ... sino el asendereado de Sancho Panza, gobernador, por sus
pecados ... de la ínsula Barataría, escudero que fue del famoso caballero don Quijote de la Mancha?». 1 3 En particular en el romance tradicionalizado: «Estando en estas razones, / voz de los cielos se oía...».
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tradición de Viseo, en la cueva que será su sepultura, mientras sube su alma hasta el
cielo. Y otra ascensión, mecánica, para Sancho —se realiza con sogas—, y que termina
en la superficie de la tierra. Hasta tal punto que si la salida de Sancho de su sima, salida
llamada «milagro» en el relato de Sancho al huésped de Barcelona (II, L X I I , p. 1 1 3 4 ) ,
suena a resurrección 1 4 , no participa en ella lo maravil loso. N a d a de lo maravil loso
caballeresco a lo don Quijote encontramos en ella, nada tampoco de lo maravilloso
cristiano propio del romance . En la perspectiva puramente terrenal de la ascensión de
Sancho no pueden oírse aquellas c a m p a n a s que, por sí solas, en las variantes
tradicionalizadas del romance —lo cual procede directamente de Corral como la culebra
multicéfala—, tocan a vuelo por Rodrigo perdonado. Sí hubo campanas por Sancho,
pero no en el desenlace: t o c a r o n a rebato , en preludio —inversión cronológ ica
relevante— a la invasión simulada y a la paliza que le determinaron a irse de
Baratar ía 1 5 . Asimismo, la única voz caída desde arriba hasta la sima no fue la de Dios,
sino la de don Quijote, y sólo desde la superficie de la tierra.
El que los duques identifiquen la sima de Sancho —una «gruta» de existencia notoria
(II, LV, p. 1 0 8 1 ) — demuestra una indudable voluntad de racionalidad terrestre, opuesta
a las quimeras de don Quijote y a la transfiguración sobrenatural de Rodrigo. Sancho,
quien vagó entre dos mundos, creyéndose «camino de la otra vida» (ibid., p. 1 0 7 9 ) en
una sima que a don Quijote se le figuró que era purgatorio de su escudero (ibid.,
p. 1 0 8 1 ) , y quien estuvo a dos pasos de ser un Rodrigo por fuerza 1 6 , vuelve al mundo de
los vivos. Pero, para este Rodrigo superviviente, la sima —suplemento imprevisto a sus
diez días de penitencia en Bara tar ia— tuvo su funcionalidad. Tras una c o m o gestación
acelerada en esta «concavidad», vocablo que figura en el episodio (ibid., p. 1 0 7 9 ) , el ex
gobernador sale fortalecido —pese a unas veleidades ulteriores— en la idea de que no le
corresponden las grandezas, mientras que su a m o salió de la cueva de Montesinos
aferrado a sus quimeras. De ahí el leitmotiv «no nací para ser gobernador» lanzado, al
dejar la ínsula, por Sancho, quien lo irá repitiendo con variantes, en particular en su
discurso a los duques al final del capítulo LV. L o que simboliza la caída física de Sancho
es el derrumbamiento de sus ilusiones. Cae en la sima desde esas «torres de la ambición»
—el gobierno de Bara tar ia— evocadas en su discurso de salida (II, L U Í , p. 1 0 6 5 ) , y aun
desde las supuestas alturas adonde Clavileño, cuyo aterrizaje ya se concluyó por una
caída, los había elevado, a él y su amo. Alturas simétricamente opuestas a su sima, al
igual que Rodrigo había caído desde et trono hasta su propia cueva.
El destronamiento carnavalesco de Sancho y el cariz burlesco de su caída y de su
salvamento no impiden, pues, que el tema que comparte con Rodrigo sea el de una
penitencia consecutiva a una pérdida de poder 1 7 , a pesar de innegables diferencias de
1 4 La ascensión de Sancho, quien pensó morirse ahí, destaca como el paso de las tinieblas a «la luz del sol». Véase p. 1082: «sacaron al rucio y a Sancho de aquellas tinieblas a la luz del sol». Luz que Cervantes pinta en su aspecto más benéfico, ligado con la idea de renacimiento, por ser la luz de la mañana («esta mañana, con la luz del sol, vi la salida», dice Sancho en p. 1083), y la del verano evocado al empezar el capítulo LV. Una luz evocada pues con insistencia, pero una luz nada sobrenatural.
1 5II, LIII, p. 1061: «... oyó tan gran ruido de campanas y de voces...». 1 6 Lo cual se nota en su relato a los duques: «... a no depararme el cielo a mi señor don Quijote, allí me
quedara hasta la fin del mundo» (II, LV, p. 1083). 1 7 Mientras que la cueva de Montesinos y Barataria iban ligadas por el tema de la ilusión.
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perspectiva. T e m a prefigurado ya en el capítulo x x x m en que el mismo Sancho,
anticipando el LV, evocaba a Rodrigo decaído, y en las aprensiones de don Quijote antes
de B a r a t a r í a . Y tema relacionado con el de la For tuna inconstante quien, según
Cervantes en el capítulo x x x (p. 8 7 5 ) , justo antes del encuentro con los duques, iría al
traste con los proyectos de deserción de Sancho. Esta misma Fortuna va invocada en
conclusión al monólogo del escudero, recién caído en la sima, lamentándose él en unos
términos que ya conocemos: «¿Quién dijera que el que ayer se vio entronizado
gobernador de una ínsula, mandando a sus sirvientes y a sus vasallos, hoy se había de
ver sepultado en una sima, sin haber . . . criado ni vasallo que acuda a su socorro?» (II,
L V , p. 1 0 7 7 ) . ¿ C ó m o no reconocer en tal énfasis, así c o m o en el adverbio de tiempo
«ayer» asociado con un verbo en pasado, y en la evocación de estos criados y vasallos
perdidos, unos ecos de versos del Romance de la derrota y del Romance de la penitencia:
«Ayer era rey de España, / . . . Ayer tenía criados / y gente que me servía», para el
primero, y «El desdichado Rodrigo / yo soy, que rey ser solía», para el segundo? Ahora
bien, Cervantes ya había lanzado en el capítulo x x v i de esta segunda parte (p. 8 5 1 ) una
pasarela análoga entre su novela y la leyenda de Rodrigo. Maese Pedro, llorando por su
retablo destruido, operaba el mismo nexo flagrante con el Romance de la derrota ya
parcialmente identificado más arriba, recitando casi textualmente tres versos de éste:
«Ayer fui señor de España, / y hoy no tengo una almena / que pueda decir que es mía».
El tema de la Fortuna inconstante convoca, por supuesto, al del desengaño, cuya idea
lanzara ya Sancho, de modo premonitorio, en el barco a la deriva sobre el Ebro en el
capítulo x x i x (p. 8 6 9 ) , otra vez justo antes del encuentro con los duques. Se puede decir,
pues, que sí es al gobernador efímero de Barataría , este anti-Rodrigo, a quien Cervantes
ha encargado ilustrar una versión sabrosa, pero no por eso menos ejemplar, del
desengaño.
Concluyendo: el relacionamiento de la leyenda de Rodrigo y de los sinsabores de
Sancho se justifica, a nuestro parecer, tanto por el episodio de la sima (con traza de
nueva versión de las desgracias del último rey visigodo) como por las señales textuales
precursoras que le abrieron el camino. Pero esta acumulación de coincidencias con las
cuales Cervantes nos sugiere la clave del capítulo L V nos llevaría, en definitiva, más que
a asociar estos episodios, a oponerlos. La aventura de Sancho puede tomar pie en la
derrota y la penitencia de Rodrigo, pero es —en un efecto de comparación selectiva—
para mejor distanciarse de ellas, al igual que va desfasada con relación a la cueva de
Montesinos. Por una parte un rey vencido, santificado por una penitencia y una muerte
voluntarias, cuyo cuerpo queda en la cueva, y por otra parte un Sancho quien escapa
por milagro de la suya, destronado también, pero aferrado a la vida, y quien ha
conocido en esa penitencia suplementaria la culminación de un desengaño que anticipa
al de su amo.
Interpretada por Sancho, esta nueva versión del destronamiento y de la penitencia de
Rodrigo le permite, por supuesto, a Cervantes expresar su vena cómica . Le permite
sobre todo ofrecer una imagen atípica de un gobernador desilusionado, pero cuya
profunda humanidad sobrepasa las grandezas efímeras. Y a la par que se dedica a su
placer de c o n t a r , Cervantes rinde homenaje a uno de los más bellos ciclos del
Romancero viejo.
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Referencias bibliográficas
CERVANTES, Miguel de, Don Quijote de la Mancha, ed. Francisco Rico, Barcelona, Crítica, 1998,
2 vols.
DÍAZ ROIG, Mercedes (ed.), El Romancero viejo, Madrid, Cátedra, 1989.
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La Edad media. T. II, La Edad moderna, Madrid, Espasa Calpe, 1973.
, Flor nueva de romances viejos, Madrid, Espasa Calpe, 2000.
PELLEN-BARDE, Pierrette. «Sancho Panza en la sima: un avatar de la penitencia del rey
Rodrigo». En Criticón (Toulouse), 102, 2008 , pp. 153-159.
Resumen. Puesta en relación de la aventura de Sancho Panza en la sima después de Barataría y de la historia del destronamiento y penitencia del rey Rodrigo (capítulo LV de la segunda parte de Don Quijote —y en unos capítulos anteriores— y Romancero del rey Rodrigo). Cervantes parece establecer correspondencias entre Sancho y Rodrigo (con citas textuales y paralelismos en las situaciones), pero es para mejor diferenciarlos.
Résumé. Mise en relation de l'aventure de Sancho Panza dans sa fosse après Barataría et de l'histoire du détrônement et de la pénitence du roi Rodrigue (ch. LV de la seconde partie de Don Quichotte —et quelques chapitres antérieurs— et Romancero de Rodrigo). Cervantes semble établir des correspondances entre Sancho et Rodrigo (avec des citations textuelles et des parallélismes de situation), mais c'est pour mieux les différencier.
Summary. In this article, we seek to put into perspective the adventure of Sancho Panza in the ravine after Barataría in comparison with the defeat and the penitence of the king Rodrigo. We have based the study on chapter LV of the second part of Don Quijote —and also on some earlier chapters— and on our knowledge of the Romancero of Rodrigo. It seems that Cervantes establishes correspondences between Sancho and Rodrigo (with citations and parallelisms in the situations), but this done in order to highlight the contrasting features.
Palabras clave. CERVANTES, Miguel de. Cueva. Penitencia. Quijote. Romancero of Rodrigo. Sima.
CERVANTES Y EL QUIJOTE
EN LA MÚSICA Estudios sobre la recepción de un mito
Begoña Lolo (ed.)
Ministerio de Educación y Ciencia Centro de Estudios Cervantinos
2007