semanario: la laguna necesita terapia

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PERIODISMO DE INVESTIGACIÓN VANGUARDIA | LUNES 4 DE MARZO DE 2013 | NO.364 | Ansiedad, depresión, estrés, trauma, paranoia y pánico, están conformando el estado emocional de los habitantes, alertan especialistas. LA LAGUNA NECESITA TERAPIA EDICIÓN ESPECIAL

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Ansiedad, depresión, estrés, trauma, paranoia y pánico, están conformando el estado emocional de los habitantes, alertan especialistas

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P E R I O D I S M O D E I N V E S T I G A C I Ó N

VANGUARDIA | LUNES 4 DE MARZO DE 2013 | NO.364 |

P E R I O D I S M O D E I N V E S T I G A C I Ó N

Ansiedad, depresión, estrés, trauma, paranoia y pánico, están conformando el estado emocional de los habitantes, alertan especialistas.

LA LAGUNANECESITATERAPIA

EDICIÓN

ESPECIAL

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Semanario visitó las instituciones de salud para conocer los estragos psicológicos, emocionales y mentales que está sembrando la violencia. El eco de los especialistas es unánime: Aquí no sólo se disparan balas sino trastornos postraumáticos, crisis de ansiedad, estrés, depresiones y una lista de enfermedades con las que los laguneros intentan vivirP O R F R A N C I S C O R O D R Í G U E Z

LA LAGUNA

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4 VANGUARDIA Lunes 04 de marzo de 2013

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La mayoría de las personas que desarro-llan éste tipo de enfermedades, coinciden los especialistas entrevistados, viven en un con-texto ambiental de peligro o presenciaron un hecho violento: levantones, balaceras, secues-tros, asesinatos, robos.

Tan sólo en los dos últimos años, la Procu-raduría de Justicia en la Laguna ha documen-tado mil 500 homicidios y cientos de robos violentos.

Estas enfermedades, en semejante con-texto, son democráticas, afirma Helena Vi-llarreal García, médico psiquiatra del Cen-tro de Salud Mental de Torreón: no respetan condición cultural, ni posición socioeconó-mica, ni escolaridad, ni edad (hay casos des-de pediátricos hasta geriátricos).

Marcos Viera, el único psiquiatra del ISSSTE en Torreón, reconoce que la violencia en la región ha impactado de forma notable el estado emocional de la población.

El trastorno de estrés postraumático, expli-ca, afecta el estado mental y emocional de las personas:

“Son experiencias de estrés agudo y bási-camente un estado de urgencia en el aspec-to de hacer frente a su vida cotidiana.

“Las personas, en un momento dado, han cambiado sus hábitos, modos, horarios, para no verse afectados por ese tipo de fenóme-nos. Una gran parte de la población vive momentos de crisis, de angustia, de temor

y de depresión”, expone.Ahonda en que los casos más intensos

son los de quienes han vivido un síndrome de angustia, de temor, pesadillas; quienes están en un estado de alerta constante pa-decen insomnio e incluso delirio de tipo persecutorio o paranoide. “Hay casos en donde las personas piensan que no pueden volver a su vida anterior”, ahonda.

Existen casos en donde personal del DIF ha tenido que acudir a los hogares a atender pacientes por la fobia que les da salir a la ca-lle, afirma Paulina Vega García, la encargada del área de psicología del DIF Torreón.

Por los pasillos de esta institución, des-filan casos de personas en crisis, con inse-guridades, con rasgos de ansiedad, crisis de fobias, ideas paranoides.

Yolanda Medina, la única psicóloga del Hospital General de Torreón, menciona que no hay un solo paciente que no conoz-ca un caso cercano de violencia, lo que es suficiente para sentirse amenazados y que pueden invadir nuestro hábitat.

Esto, dice la psicóloga, basta para desa-rrollar ansiedad, descontrol o problemas más graves como el propio estrés postrau-mático.

“Se ha disparado mucho, sobre todo en niños. Cómo les explicas que no te va a pa-sar una bala o que no venían contra ti. El susto es susto. Necesitaríamos realmente un

verdadero entrenamiento militar para tole-rar una situación así y aún así los militares también padecen esto”, sostiene.

SíntomaSHelena Villarreal, psiquiatra del Cisame, en-lista los primeros síntomas de una persona enferma por este origen violento: ansiedad, miedo, insomnio, intranquilidad, cambios dramáticos de rutina, síntomas cognitivos como pensamientos de muerte, violencia, miedo.

- ¿Qué puede desencadenar en caso de no atenderse?, le pregunto.

- Como toda enfermedad, tiende a com-plicarse. Puede desembocar en síntomas depresivos, en ideas de muerte, ideas suici-das, en una planeación suicida y luego en un gesto suicida. Otra complicación son los síntomas psicóticos: cuando se pierde con-tacto con la realidad, alucinaciones, ideas delirantes; se puede generar en ciertos in-dividuos, posterior a la exposición de todos estos eventos traumáticos.

Para María de Jesús Torres Carrillo, Jefa del departamento de Atención a Víctimas de la Procuraduría General de Justicia en la Laguna, actualmente el contexto de violen-cia está ocasionando que las personas sean menos tolerantes.

“El ser humano actualmente vive en el estrés, en conflictos sociales que cambian su estabilidad emocional. Es complicado manejarlo porque las personas tienden a desprenderse de esa angustia, de esa an-siedad, lo que desemboca, además de los trastornos, en padecimientos físicos. Ese es-tado de intranquilidad y zozobra constante repercute en nuestro organismo: problemas estomacales, dolores de cabeza, trastornos del sueño, trastornos de apetito, gripas con-tantes”, menciona.

Otros padecimientos físicos que se están presentando con frecuencia en los centros de salud, son los problemas de columna, dorsalgias que aparecen de tanta tensión; enfermedades gastrointestinales, úlceras por presión, desnutrición.

DueloS DeScarrilaDoSAna Margarita Garnier Morgan, médico te-rapeuta familiar y de pareja y tanatóloga del Hospital Universitario, explica que cuando surge la pérdida de un familiar por un hecho violento, el proceso de duelo se complica. Asegura que hay familias enteras afectadas, con diferente sintomatología.

Ahonda en que muchas veces depende del lugar que ocupaba la persona, pero en general despierta un sentimiento de culpa

La violencia en La Laguna está dejando a su paso secuelas en la salud de sus habitantes. En los arrinconados departamentos de psicología y psiquiatría de los hospitales de la región, retumba un ejército de casos de personas con traumas psicológicos producto del contexto violento que se vive.En el Centro Integral de Salud Mental de Torreón

(Cisame), de cuatro mil 913 pacientes que se atendieron en 2012, el 70 por ciento padecía trastornos por estrés postraumático, trastornos agudos por estrés (trastorno reactivo), trastornos depresivos mayores y trastornos de ansiedad. En el hospital del ISSSTE de Torreón, de un caso que se presentaba al mes hace cinco años, ahora la cifra es de 30 en el mismo periodo. En el hospital Universitario, las consultas por padecimientos emocionales se han disparado 40 por ciento. En el hospital Municipal, los casos de estrés, ansiedad y depresión se han incrementado en un 60 por ciento. En los dos últimos años, seis de cada 10 personas que acuden a terapia psicológica en el DIF municipal, llegan por problemas desencadenados por la violencia.

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que se va acentuando. Esto influye en la di-námica de una familia y cuando éstas son disfuncionales, “es como una bomba”, dice la especialista.

María del Refugio Márquez González, psicóloga y tanatóloga del Hospital Mu-nicipal, explica que parte de estos duelos, es querer buscar venganza, por lo que es indispensable tratar el duelo para brincar esa etapa. Surgen depresiones, intenciones de suicidio.

Helena Villarreal, psiquiatra del Cisa-me, afirma que estos duelos patológicos no están sirviendo para integrar la experien-cia a la vida. Además, dice que se le tiene que sumar los juicios y estigmas de una sociedad, que sin duda trasciende a la per-sona que queda de pie.

Y hablando de juicios, está el tema de los desaparecidos. Decenas de familias que buscan a sus seres queridos que un día no regresaron a casa. “Tenemos muchos des-aparecidos y eso complica el duelo, porque no puede elaborarlo. Siempre queda con una esperanza de que pueda aparecer y eso retarda mucho la elaboración del duelo y las personas se afectan mucho en su as-pecto emocional, laboral, social, se desen-cadenan depresiones muy fuertes, pacien-tes que se han llegado a psicotizar por esta desesperación de no saber qué pasó con el familiar”, explica la tanatóloga del hospital Universitario, Ana Margarita Garnier.

En los niños, dicen los especialistas, existe una mejor capacidad para elaborar los duelos; sin embargo, pueden presentar insomnio, agresión en la escuela, baja en el rendimiento escolar, o problemas de con-ducta que deben atenderse.

NIÑOS ATERRADOSEn el Hospital Infantil de Torreón, la con-sulta de pequeños se ha incrementado cer-ca de un 70 por ciento, asegura Adriana Aguilera Aguirre, la psicóloga del hospital. Explica que antes las visitas eran por pro-blemas de déficit de atención, principal-mente; mientras que ahora son niños que llegan aterrados, con síntomas de estrés postraumático.

Así llegó “Marcela”. Su caso es singular, pues no vivió del todo el hecho violento. La historia, cuenta la psicóloga, es que su madre sufrió un robo violento en casa y la hija escuchó cuando su madre narraba los

hechos a una vecina. Además, miraba las heridas en los brazos de la madre.

La niña empezó a subir de peso. Acudió con una nutrióloga pero no hubo resulta-dos. Entonces la canalizaron con la psicó-loga. El diagnóstico: una crisis de ansiedad que orillaba a la niña a comer y comer.

“Tengo otra paciente que vive en una colonia conflictiva. Le ha tocado presen-ciar hechos muy violentos, tiene miedo ya de salir, miedo de dormir sola, ha dejado de jugar en el parque. Se ha vuelto más de-pendiente de la figura materna y cómo ella muchos casos”, asegura la psicóloga del hospital Infantil.

Otro síntoma. Niños que llegan con cierta agresividad: “Voy a matar al ladrón, yo voy a ser el policía”, narran los peque-ños. La psicóloga Adriana Aguilera explica que la forma de expresar los niños su de-presión, es diferente a los adultos. En los menores, amplía, hay irritabilidad, agre-sión.

Paulina Vega García, psicóloga del DIF, encuentra dos extremos en los niños que han vivido hechos violentos: menores en-fermos de odio e ira, con deseos de vol-verse sicarios para vengar a sus padres y niños que se aíslan, que quieren encerrarse en sus casas.

“Los niños empiezan a manejarse con violencia. Si viven en una sociedad que resuelve los problemas por medio de vio-lencia, los niños van a actuar así. Esos pa-trones se aprenden de la casa y de la es-cuela. Es parte de una sociedad donde se está gestando mucha violencia”, añade la especialista del DIF.

MENORES DESAMPARADOS Paulina Vega García cuenta que existen casos donde niños han visto cómo los pa-dres son acribillados, asesinados.

Existen casos como el de “Perla”, una niña que vio cuando mataron a su papá y su mamá. Fue un caso que llegó al hospital Universitario de Torreón. Una noche, su-jetos armados entraron a la casa y acribi-llaron a los padres. La mamá de “Perla” se volteó hacia la pared y protegió a la niña de apenas ocho años. La madre murió encima de la menor y a unos metros el padre.

Perla dejó de comer, no dormía, se sol-taba gritando en cualquier momento. La niña fue diagnosticada con un trastorno

Los niños empiezan a manejarse con violencia. Si viven en una sociedad que resuelve los problemas por medio de violencia, los niños van a actuar así. Esos

patrones se aprenden de la casa y de la escuela. Es parte de una sociedad donde se está gestando mucha violencia”, añade la especialista del DIF.”.

PAULINA VEGA GARCÍA, PSICÓLOGA DEL DIF.

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de ansiedad postraumático. “Se retrajo, se encerró, era un miedo intensísimo. Alteró toda su dinámica, dejó de ir a la escuela. Tuvo que ser medicada. Decenas de casos como esos”, describe la terapeuta del hos-pital Universitario, Ana Margarita Garnier.

Instancias como el DIF y la Procuraduría de la Familia reportan un aumento en el nú-mero de huérfanos, sobre todo los que que-dan desamparados por un hecho violento. Sin embargo, no existen estadísticas reales. La Procuraduría de la Familia sólo tiene do-cumentados 10 casos en el último semestre (pueden ser varios menores).

El último, cuenta el delegado Gabriel de Jesús González Aguilera, fue el de dos her-manitos que vieron el homicidio de sus pa-pás y su hermana. Uno de ellos se escondió en una maleta y otro bajo el lavadero, cuan-do entraron a acribillar a la familia.

Aparentemente, cuenta González Aguile-ra, los niños están bien porque no expresan nada; sin embargo, esos menores son una bomba que en cualquier momento estallará, advierte el funcionario.

“A los familiares de apoyo se les sugirió que siguieran trayendo a los niños para que en el futuro ellos no sean un arma letal. Pero hay casos de padres que fueron desmem-brados, cómo les decimos eso a los niños. Niños esperanzados por sus papás, estos niños tienen bloqueada esa situación, pero qué va a pasar a razón de unos años. Hay niños que son casos de psiquiatría y son graves, no hay muchos hospitales y mucho menos enfocados a menores”, expone el de-legado.

Adriana Aguilera Aguirre, psicóloga del Hospital Infantil de Torreón, explica que el proceso de sanación de un niño dependerá de su entorno, del apoyo de su familia y de la propia actitud del niño.

COLONIAS ENCERRADAS: REFLEJO DEL MIEDOEn Torreón, como en otras partes de Mé-xico, ha surgido el fenómeno del cierre de calles, de colonias; la obstrucción de vías, bajo un argumento simple: altos índices de delincuencia. Pero además, según los espe-cialistas, es el reflejo del miedo y la descon-fianza de una sociedad.

Para el psiquiatra Marcos Viera, existe un estado de incertidumbre, de temor que ha orillado a la población a protegerse. No duda en opinar que las autoridades han perdido el control: más de 10 colonias han cerrado u obstaculizado sus accesos y hay cerca de 40 solicitudes para hacer lo mismo.

Yolanda Medina, psicóloga del Hospital General de Torreón, explica que la gente, ante este miedo, tiende a convertir su resi-dencia en una casa sitiada, una fortaleza o una simple reja que proteja su patrimonio; “una jaula de vida”, como lo describe la es-pecialista.

Helena Villarreal, psiquiatra del Centro de Salud Mental, opina que estos fenóme-nos de encerrarse son actitudes regresivas, como si volvieran a las épocas medievales donde las ciudades estaban amuralladas.

“Veo sinónimo de una sociedad más avan-zada las menos restricciones posibles, sin ba-rrotes, casas sin sistemas de seguridad, donde

no se vea esta situación de miedo. Las barre-ras significan ese miedo y una manera de ac-tuar como hace muchos años”, comenta.

- ¿El hecho de aislarse qué puede provo-car en términos de salud?, le pregunto.

-Es una desconfianza hacia todo, hacia todos, son expresiones de miedo. Lo com-plicado es cuando el miedo se combina con ignorancia, con enojo. No podemos saber qué va a pasar.

María del Refugio Márquez, psicóloga del hospital Municipal, explica que estos encierros pueden generar irritabilidad, eno-jo; pero también, una especie de psicosis: “Las personas están en sus calles y ven a una persona ‘diferente’ o de bajos recursos y la hacen enemiga, sin que tenga culpa. Crea-mos fantasmas donde no los hay. La psicosis a la que estamos llegando es alta”.

Ana Margarita Garnier, terapeuta familiar, habla de que la gente vive en una “hiper vigi-lia” continua; un estado de alerta que provoca

un aumento de estrés. “Es adrenalina y esto puede ocasionar una gastritis y una colitis y una serie de sintomatologías”, dice.

Para María del Refugio Márquez, es ne-cesario que se confronten los miedos de otra forma y no aislándose. La psicóloga Yolanda Medina explica que ante el hecho de que la justicia y la fuerza policíaca están rebasadas, surge la necesidad de tejer redes ciudadanas y de protegerse entre la misma población, pues sin esa organización, añade, agarran a todos asustados. “La gente tiene que darse cuenta que la sociedad civil es la única que puede participar”, opina.

ALTERACIONES EN EL SENO FAMILIARYolanda Medina, especialista del Hospital General de Torreón, reflexiona sobre una sociedad amenazada, dañada, donde le qui-tan sus espacios de liberación. Califica a la

Estar recluidos en la casa, casi como secuestrados, esta sociedad se desborda porque le faltan sus espacios para desbordarse. Esta protesta es mayor en los jóvenes. A dónde vamos, a dónde salimos. Son signos de esta sociedad desbordada”

YOLANDA MEDINA, PSICÓLOGA DEL HOSPITAL GENERAL DE TORREÓN

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11sociedad local como muy contenida, sin po-sibilidad de desahogo, sin espacios sanos.

“Y a dónde van a parar. Paran en el seno familiar, sobre todo conductas intolerantes, una gama de depresiones, de situaciones de cansancio, desgaste”, menciona.

La especialista cree que esta situación, que llama de indefensión, está ocasionando demasiada violencia de pareja, sobre todo hacia la mujer. A su consultorio llegaron en 2012 al menos mil 600 casos de atención por problemas de divorcio.

“Son parejas amenazadas, parejas que están relacionadas con cuestiones ilícitas. Hay mucha amenaza. El contexto en el que vivimos no es el más idóneo como para que la violencia intrafamiliar disminuya. Está entrando de una manera muy fina, subte-rránea”, cuenta.

“Hay como un reciclado, un aumento de violencia, si a mí me agredieron yo me armo y me defiendo. Hay un estrés aumentado en

general, donde hace que la violencia fami-liar también esté aumentando porque están los papás estresados, los niños alterados y nadie tiene la paciencia porque en resumen vivimos con miedo. Por eso hay periodos de explosión y se recicla”, describe la terapeu-ta familiar, Ana Margarita Garnier.

Gabriel de Jesús González Aguilera, De-legado de la Procuraduría de la Familia, respalda este fenómeno. Para su oficina, la violencia intrafamiliar es cada vez más alar-mante.

- Considero que el encierro provoca ese estrés. Provoca estrés extremo y genera vio-lencia y en algunos casos se acentúa y llegan a los golpes. Provoca una situación de rispidez entre los integrantes de la familia y el ver las noticias nos estresa demasiado. Cuando se limita la salida de los hijos por parte de los papás, los hijos se ponen rebeldes y actúan de manera agresiva. En la actualidad ya hay niños agresores a los papás.

Para González Aguilera, la violencia está generalizada. Casos de niños maltratados: de 20 a 25 casos de violencia a menores lle-gan mensualmente tan solo a esta Procura-duría. Son niños, dice el delegado, que de no atenderse se convierten en sujetos violen-tos e incluso maltratadores de sus propias familias o bien en jóvenes aislados.

Por tal motivo, para María del Refugio Márquez González, psicóloga y tanatóloga del hospital Municipal, la inseguridad que vive hoy la población, tiene su origen en una violencia dentro del seno familiar.

-Hay mucha inseguridad acumulada des-de el núcleo personal, relación interper-sonal con sus iguales hasta ahora con este contexto. Por eso tenemos más depresio-nes, duelos que no se han resuelto, duelos viejos, acumulados con lo que se ha vivido en la infancia, en la juventud.

Según Márquez González, la violencia ambiental impacta más porque no existe un equilibrio en casa que ponga en balan-ce la salud mental de un niño, por ejemplo. Asegura que ya hay casos de niños de cinco años con problemas de ansiedad.

SOCIEDAD ENFERMAAna Margarita Garnier Morgan, médico te-rapeuta familiar y de pareja y tanatóloga del Hospital Universitario, opina que la socie-dad lagunera está dando mucha sintomato-logía social de una sociedad enferma.

Para Helena Villarreal, médico psiquia-tra de Cisame, actualmente la sociedad predispone a la enfermedad mental. Con-sidera que hasta cierto punto es esperado, pues una persona que vive en una situación donde siente que su vida está amenazada, desemboca en todos los síntomas mencio-nados.

Considera que la responsabilidad de los pro-motores de salud mental es alertar a la pobla-ción, pues esto se puede atender y tratar.

Marcos Viera, psiquiatra del ISSSTE, afirma que sí ve una sociedad enferma que entró en shock al experimentar una nueva forma de vida. María del Refugio Márquez, la especialista del Hospital Municipal, tam-bién ve una sociedad enferma, lo que se refleja en la inquietud constante y el estrés que se vive todos los días. Paulina Vega del DIF, sintetiza en que si un solo golpe provo-ca reacciones como tirarse al suelo o aga-charse, es ya una secuela del estrés que vive la región.

Yolanda Medina, psicóloga del Hospital General de Torreón, cree que más que una sociedad enferma, es una sociedad desbor-dada que está sufriendo y cosechando mu-chas consecuencias sociales.

Expone que la desconfianza, la falta de espacios públicos, de convivencia, están generando una contención social que va a alimentar una crisis. Todo mundo, ahonda, requiere de una libertad, una comunicación con los demás.

“Estar recluidos en la casa, casi como se-cuestrados, esta sociedad se desborda por-que le faltan sus espacios para desbordarse. Esta protesta es mayor en los jóvenes. A dónde vamos, a dónde salimos. Son signos de esta sociedad desbordada”, explica.

Medina comenta que una de las reaccio-nes es desplazarse. Ni en Torreón ni en la

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Nos ha rebasado a las instituciones, no hay suficientes especialistas,

yo tengo llena la agenda de todo el mes. No está preparado para atender esos disparos. No hay institución que tenga el personal, que alcance.

Yolanda Medina, psicóloga del Hospital General de Torreón.

Sí lo tiene. Es multidisciplinario, la atención tendrá que ser conforme los parámetros.

Lo que es necesario es incrementar el número de especialistas y el número de instituciones en materia de salud mental porque se satura la consulta.

Marcos Viera, psiquiatra del ISSSTE.

No, nos falta mucha educación. Primero la gente no asistía a un psicólogo.

Ahora la gente ya asiste. Hay una crisis como sociedad que parte de las ideas paranoides. Hay una histeria colectiva, pero lamentablemente nos tenemos que hacer a la idea de tomar precauciones.

Elisa Paulina Vega García, encargada del área de psicología de DIF Torreón.

Laguna se tienen datos sobre el número de personas que se han ido de la región. Sin embargo, la especialista comenta que se está perdiendo el contacto social, esa oportuni-dad de socialización.

La especialista también reflexiona sobre una sociedad con mucho reclamo hacia las autoridades. Una sociedad que ya tiene sig-nos de hacer justicia por su propia mano; gente que quiere ver sangre; “ahí veo los pa-rámetros desbordados, hay mucha indigna-ción, mucha ira, tanta como la de los propios delincuentes. Sólo falta que pidan que los linchen”, comenta.

Para muestra, los comentarios de la pobla-ción en las redes sociales: “¿Quieren armar-se? En Internet hay páginas de cómo hacer armas caseras indetectables… ustedes deci-den, le dejan su seguridad al gobierno o la re-cuperan”, escribió un usuario ante una nota sobre robo de autos. Otro comentario ante la nota de una detención: “Pinches puchadores, los deben colgar de los huevos…”.

SOBREVIVIR A LA TRAGEDIAHay dos cosas que siempre estarán en la mente de ‘Diana’: la madrugada de aquel 18 de julio de 2010, cuando sujetos armados entraron a la Quinta Italia Inn y mataron a quemarropa a 17 jóvenes e hirieron a por lo menos otros 18 (según la cifra oficial) y la es-tampita de Cristo que le regaló horas antes su mamá: “Nada te pasará, ninguna mano te hará daño. Todo estará bien para ti”, rezaba la oración.

‘Diana’, nombre ficticio de esta joven vein-teañera que prefiere el anonimato, fue una de las sobrevivientes (se desconoce cuántos) de aquella masacre, de aquellos minutos que se encapotaron de terror y continuaron con lar-gos días de silencio luctuoso; porque, ¿quién dice que se puede vivir cuando te acuchillan el corazón y la cabeza te retumba en noches de insomnio?

Diana se había graduado de la universidad apenas un mes antes y en su calendario de vida, me cuenta, existía una lista de planes que la hacían soñar despierta. A un lado de esos planes estaba ‘Erika’ (también nombre ficticio), su amiga, casi su hermana. Pero todo cambiaría.

Aquella tarde Diana y su amiga Erika em-pezaban a tejer los planes del viaje de gra-duación. Así corrió la tarde hasta que arriba-ron a la quinta, a la fiesta de Carlos Mota, aún con un sol esplendoroso. “Ni está tan fregona la quinta”, fue lo primero que dijo al llegar. Ahí se encontró con ‘Roberto’, su novio.

La Banda “Ríos”, a la cual ella y su grupo de amigos ya conocían, empezó a tocar. “En-tre que nos mandaban saludos y hacíamos bromas de nosotros como pareja, así pasó la noche; cantábamos, bailábamos, reíamos, todo era perfecto”, platica Diana.

Diana no recuerda en qué momento el cie-lo se cubrió de luto. Pasaba la medianoche, la banda había concluido de tocar pero la gente se cooperó para otra hora. El güisqui se había terminado, pero Diana guardaba una botella para su novio. La fiesta continuó. Las ganas de diversión no faltaban. Diana bailaba con su pareja y le pidió que bailara con su amiga ‘Erika’; “enséñale otra cosa que no sean cum-bias”, le dijo. Segundos después un amigo de Diana la sacó a bailar. En segundos cambió todo.

-Yo era de la idea de que si les pasa algo es porque algo malo hacen y andan movidos, como coloquialmente se dice y ese día en-tendí que pagan justos por pecadores. No sé cómo fue; sólo sé que empecé a notar cosas extrañas: una pared de la que salía tierrita, tontamente pensé. No era tierra, eran los im-pactos de las balas y en un segundo más dos impactos de bala que entraban por la espalda de mi amigo que solo sentí que me retum-baron en todo el cuerpo. No supe qué hacer, simplemente lo solté y me le quedé viendo su cara de asombro, que ni él mismo se expli-caba qué le había entrado. Todo en cuestión de segundos. Tu cabeza piensa mil cosas.

Sólo Dios sabe, pero Diana no se tiró al suelo, tomó la mano de otro amigo y luego se escondió cerca de una caja de zapatos, inun-dada de escalofríos. Alcanzaba a ver cómo entraba por la puerta la lumbre del rugido de las armas. Abría y cerraba los ojos, como si en ese tiempo todo fuera a desaparecer.

-Pensaba en mi novio y en mi amiga. Em-pecé pedirle a Dios, a San Juditas, a medio cielo que nos cuidara, que no nos pasara nada. No sé cuántos rosarios me aventé en ese momento. Después de un rato que a mí se me hizo eterno, se empezaron a escuchar los gritos de ¡mátalos a todos y vámonos! Sólo escuchaba gritos de dolor, quejidos; nunca escuché un grito de miedo o quizá el estruendo de las balas no me lo permitió.

Por un momento sólo escuchó el eco fúne-bre de la tragedia. Después empezaron a salir amigos del baño. Ella se asomó con el miedo de encontrar muerto a quien no quería en-contrar. Diana empezó a gritar por su novio, por su amiga. A lo lejos miró a ‘Roberto’ sin camisa, sangrando, caminando lentamente hacia ella. Entonces el grito de ¡Erika! Y el sonido de la no respuesta.

“Nos tenemos que ir”, le decía su novio. “No me voy sin ella”, le contestó. Y entonces la respuesta que no quería escuchar: “Ella ya está con Dios”. “No sé cómo llegamos en cin-co minutos al hospital, entre gritos y llantos de mi parte y de más amigas que yo había invitado a la fiesta. Ahí empezó el miedo, la culpa, el por qué, Dios, por qué paso eso. Qué hicimos. Por qué nosotros”, rememora.

Diana vio a su novio en silla de ruedas, sangrando. Ella, tirada con tranquilizantes. Seguía preguntando por Erika. Sus papás llegaron al hospital y entonces se dio cuen-ta que no podía caminar porque un dolor le aguijoneaba la pierna. Estaba descalza. Subió al coche con sus papás, llegó a casa y la no-che la abrumó.

-Esperaba que amaneciera para marcar y saber que Erika estaba bien, que estaba hos-pitalizada y lamentablemente desperté con la realidad: que no volvería estar con mi herma-na, porque era más que una amiga. Mi vida se derrumbó, no podía dejar de llorar, no podía dejar de gritar, de renegar, de decirle a mis papás que me dijeran que no era verdad.

LA CARGA, LOS ESTIGMAS, EL TEMOR, EL ENOJO…Para Diana, luego de la masacre, vino lo más espantoso. Ir al funeral de la persona que creía sería su amiga toda la vida. Vino la dis-criminación, los estigmas y las noches en que se derrumbaba todo.

- Empiezas a escuchar que tus amigos eran

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“Deberían de entenderlo, pero nos hemos dado cuenta que a veces las autoridades no se responsabilizan de lo que les toca. No se involucran en todo. Aquí en la Procuraduría hemos tratado de unifi car las dependencias para tratar el tema en conjunto”.

María de Jesús Torres Carrillo, Jefa del departamento de Atención a Víctimas de la

Procuraduría General de Justicia en la Laguna.

“Se hacen esfuerzos por tratar de

atender, pero aún la salud mental es vista como un lujo. Primero se atienden los hipertensos, diabéticos. Estoy seguro que hay mucha gente que no se atiende. Por cada institución apenas hay un psiquiatra”.

Helena Villarreal García, Psiquiatra del Centro de Salud Mental.

“Están empezando a darse cuenta. Entenderlo ciertas personas lo pueden hacer, pero no se alcanza a dimensionar.

Como ha sido tan rápido y tan abrupto, no se alcanza a elaborar esto”.

Ana Margarita Garnier Morgan, médico terapeuta familiar y de pareja y tanatóloga del Hospital

Universitario.

“Es un problema epidemiológico, de derechos humanos, de ciudadanía, de gobierno, de seguridad. No es solo del sector salud”.

Yolanda Medina, psicóloga del Hospital General de Torreón.

¿Está preparado el sistema de salud para afrontar estos padecimientos?

No está tan preparado pero está haciendo el intento. No estábamos preparado para todo esto. Ya está aquí y tenemos que buscar

opciones.

María de Jesús Torres Carrillo. Jefa del departamento de Atención a Víctimas de la Procuraduría de Justicia.

A nivel Laguna creo que el sistema de salud no está preparado. Esto está empezando a rebasar la capacidad de las autoridades. Somos

pocas las unidades que ofrecemos el servicio de atención de salud mental.

Helena Villarreal García, médico Psiquiatra del Cisame de Torreón.

¿ESTÁ COMPROMETIDA LA AUTORIDAD A QUE ESTO ES UN PROBLEMA DE SALUD PÚBLICA?

Page 11: Semanario: La Laguna necesita terapia

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narcos y que por eso les pasó aquello. Que las autoridades en su supuesto afán de esclarecer las cosas nos pusieran como los peores, como que nosotros lo habíamos planeado, y entre la psicosis, el miedo y las estúpidas autoridades perdía mi otro gran apoyo. Se dijo hasta lo que no y yo con las manos en el fuego te puedo asegurar que ninguno alguna vez tuvo algo raro, al contrario, siempre defendieron el no meterse en problemas.

A Diana la convencieron de ir al viaje de graduación. No disfrutó nada. Sólo llora-

ba. Regresó con un miedo enfermizo. Duró meses dormida de la mano de su madre. Es-tar en la sala de su casa le infundía pavor, porque se imaginaba que llegarían a tirotear su casa. Por noches su mente deambuló sin conciliar el sueño. Se quedó sin trabajo. No salía de su casa. Perdió amistades. Su novio se fue de la ciudad por temor.

-Ver llorar a mis papás; un sentimiento de coraje, de tristeza, de impotencia de por qué a mi hija, por qué a sus amigos. Sentirme culpa-ble de por qué a mí no me pasó nada, ni una

gota de sangre derramé. Ver sufrir a la familia de mi amiga, no poder hacer nada, sentir su enojo conmigo y con las demás personas. Y así ver a cada uno de mis amigos en la misma situación, con el mismo miedo, coraje, triste-za. Todos teníamos ahora sí que los mismos síntomas de esta epidemia.

A dos años y medio de aquella trage-dia, a Diana aún le carcome la angustia; la angustia de escuchar una sirena y pensar qué puede estar pasando, de escuchar un estruendo y seguir saltando. Es algo, me asegura, que difícilmente se le quitará.

-No puedo más que agradecer que estoy viva. Completa físicamente, emocionalmen-te dudo mucho que algún día lo esté. Son cosas que te marcan la vida para siempre. Estoy inmensamente agradecida con Dios, me siento una persona sumamente bende-cida y cuidada por él. Mucha gente, entre ellos mi propia familia, me dicen que no saben cómo no quedé loca y siempre les contesto que sí estoy, porque ni yo misma entiendo cómo logré salir adelante. Claro, hay días malos donde todo se derrumba y vuelven recuerdos, imágenes, sonidos, pero ya no vivo con el temor porque yo misma me lo propuse. Soy más precavida; no quie-ro volver a pasar una vez más por eso.

Diana me asegura que pudo salir adelan-te porque su familia no la dejó caer ni la co-locó en la figura de víctima. Le pidieron que aprovechara esta segunda oportunidad, que la valorara. Optó entonces por no navegar con la bandera de mártir. Hoy Diana tiene un nuevo empleo que le gusta. Recuperó a su novio y junto a la familia, buscan tra-zar un nuevo camino, nuevos planes; queda siempre como referente aquel 18 de julio, la madrugada en la que perdió a su amiga y se esfumaron otros planes e ilusiones.

Sentirme culpable de por qué a mí no me pasó nada,

ni una gota de sangre derramé. Ver sufrir a la familia de mi amiga, no poder hacer nada, sentir su enojo conmigo y con las demás personas. Y así ver a cada uno de mis amigos en la misma situación, con el mismo miedo, coraje, tristeza. Todos teníamos ahora sí que los mismos síntomas de esta epidemia”.

DIANA, SOBREVIVIENTE DE UNA MASACRE.

NOTA: El Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) se negó a dar información sobre el fenómeno y prohibió a sus especialistas dar entrevistas sobre el tema.