semejanza y diferencia entre economÍa de libre mercado e intervencionismo. ejemplos en el perÚ

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ARIBL BCONOMÍA ANDREW SCHOTTER LA ECONOMÍA DE LIBRE, MERCADO Una valoración crítica EDITORIAL ARIEL, S. A. BARCELONA \

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ARIBL BCONOMÍA ANDREW SCHOTTER

LA ECONOMÍADE LIBRE, MERCADO

Una valoración crítica

EDITORIAL ARIEL, S. A.BARCELONA

\

Para Anne

Título original:Free Market Economics

Traducción deGoNz¡t.o HEnNANoEz Onr¡<;,c

1." edición: noviembre 1987

O 1985: St. Martin's Press, Inc.

Derechos exclusivos de edición en castellanoreservados Para todo el mundoy propiedad de la traducción:O 1987: Editorial Ariel, S. A.

Córcega, 270 - 0U008 Barcelona

ISBN: 84-344-2021-X

DePósito legal: B. 36.838 - 1987

Impreso cn España

1987.- Talleres Gráficos HUROPE, S. A.Recaredo, 2 - 08005 Barcelona

Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede ser reprodu-cida, almácenada o transmitida en manera alguna ni por ningún medio, ya sea eléctrico,

químico, mecánico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo del editor'

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PREFACIO

Escuchando lo que dicen mis alumnos y las personas quefrecuento en reuniones sociales, cuando hablan del sistemade mercado libre, he llegado al convencimiento de que seproducen muchos malentendidos al argumentar sobre estaluestión. El mundo parece dividirse entre quienes ven elmercado como el remedio de todos nuestros problemas yquienes le responsabilizan de todos los males'

Este libro responde al criterio de que la verdad se hallaen algún lugar intermedio. En él pretendo aplicar las tesisclel mercado libte a una amplia gama de situaciones sociales,destacando al hacerlo algunas de sus cc¡ntradicciones. Percrmi intención no es refutar la ecclnomía de mercado libre,sino cuestionar su v¿rlidez como solución para todos losproblemas sociales. Las críticas que expongt.r son inmanen-i"t,

"r decir, no invalidan los supuestos en que se fundamen-

ta el mercado librc, sino que los aceptan y se valen de ellospara demostrar que pucden cclnducir a resultados socialesinadmisibles para sus mismos defensores. He llegado, pues,

a la conclusión de que, aun cuando es cierto que el mercadofunciona satisfactoriamentc en muchc¡s aspectos, no es unapanacea, y que para dar solución a determinados problemasserían preferibles instituciones que le son ajenas; institucio-n". qré el Estado debería organizar y coordinar, ya que- lainiciátiva privada es incapaz dc crearlas y de mantenerlasbaic¡ control .

El libro va dirigido a lectores muy diversos. Lo escribí enprimer lugar como complt:mento de los libros de texto quesc utilizan en un sinnúmero de cursos universitarios deCiencias Económicas. Todos los que tienen como base teó-

IO ANDREW SCHOTTER

rica la econc¡mía competitiva (mercado libre) sacarán pro-vecho si dedican algún tiempo a las ideas que aquí expongo.Me refiero a esos cursos que no sólo se ocupan de principitlseconómict-is (tanto macro como microprincipios) sino tam-bién de microeconomía intermedia y de organización indus-trial. Este libro puede también resultar de utilidad en loscursos que versan sobre economía política, economía asis-tencial, y los que se imparten en las Escuelas de Admi-nistración de Empresas sobre la naluraleza del procesocompetitivo. Debería obligarse a los estudiantcs -y, conse-cuentemente, a los profesores- a hacer un alto en su ca-mincl y a reflexionar acerca de las sutilezas que encierranIos supuestos económicos en que suelen basar sus discusio-nes académicas y sus análisis políticc-rs.

Existen pocos libros que traten de todo esto de un modológico, exentc¡ de polémica y aplicandc¡ modernas ideas so-bre economía. Y eso es lo que yo pretendo aquí. Por l<ldemás, confío en quer este libro lo lean profanos inteligentes,hombres de gobierno v lídercs políticos dispuestos a sacarconclusiones de mi línea argumental, lógicamente rigurosa,pero, por lo general, no matemática. Tengo la sensación deque la teoría del mercado libre se esgrimc en el actualdebate social de un mcldc¡ excesivamente arrogante, invo-cándola para justificar determinadas políticas, sin verificarla idoneidad de tales invocaciones. Una mejor comprensiónde la teoría del mercado libre redundaría en un análisis másracional de la rrolítica en general.

+ Este libro va descle io general a lo específico. En elcapítulo I describo <las razones de la economía de mercadolibre> explicando detalladarnente sus supuestos fundamen-tales y buscando sus raíces en la historia del pensamientcreconómico. El capítulo 2 expone ciertas críticas convencio-nales a la teoría en cuestión, pero, como algunas son inma-nentes, no las repetiré en los siguientes capítulos. En elcapítulo 3 presento algunos ejemplos demc¡strativos de lasventajas de organizar la sociedad con arreglo a las líneasgenerales del mercado libre. El capítulo 4 pretende concre-tar cuándo y dónde fracasa el sistema de mercado libre,mostrando cómo la racic-rnalidad individual -piedra angulardel mercado libre- es la responsable de muchos de los

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lallos del sistema. A modo de ilustración, paso revista avarios casos, nuevos y antiguos, en los que el mercado noacierta a alcanzar resultados sociales óptimos, destacandoel efecto que ejercen sobre él lo que ha dado en llamarseasimetrías informacionales, externalismos y bienes públicos,en los que la egoísta lógica individual de los agentes ope-rantes en el mercado acaba destruyend<l sus lclgros en lugarde conducirlo <como una mano invisible> a resultados so-cialmente deseables. El capitulo 5 nos traslada desde laesfera teórica a la política, prestando atención a cuestionesde política general tales como delito, salarios mínimos, ac-ción afirmativa, leyes antidiscriminatorias y bonos educacio-nales. El capítulo ó expone una teoría de la justicia quedebería ser de recibo para quienes se identifican con losideales del mercado libre tal como se relacionan en el ca-pítulo 1, incluso cuando provocan resultados no apetecidos.El capítulo 7 contempla un reciente y coherente supuestode racionalidad utilizado por el mercado libre -el supuestode expectativas racionales-, destacando algunas dificulta-des lógicas potencialmente presentes en é1, que, de ser cier-tas, alterarían scriamente muchas de las conclusiones a quehan llegado en política macroeconómica los representantesmás conspicuos de la escucla de las expectativas racic¡nales.El capítulo 8 expone razoncrs para la pervivencia en Nor-teamérica del sistema de mcrcado libre. El capítulo 9 resu-me los puntos polémicos y ofrece conclusiones. Confio enque al llegar a este punto, el lector tenga ya una visión másdetallada y objetiva de las ventajas y de los inconvenientesde la economía dc l ibrc mercad".-*J

Este libro caerá en manos de le-ólc¡res muy diversos; portanto existen diferentes maneras de leerl<¡. El lector común,interesado en una rápida ojeada a las tesis que sc exponen,debería leer los capítulos 1,3,4,5 y 9. Pero los profesoresque pretendan citar y recomendar este libro deberían hacerlrso de una estrategia algo más compleja, encajándolo en elcurso que imparten y adaptándolo al nivel medio de susalumnos.

Los capítulos 3, 8 y 9 son los menos complicados y norequieren una especial preparación en materia económica.Los capítulcts 1,2, 4, 5 y 6 requieren una exposición previa

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de las generalidades de la ciencia económica, como sería,por ejemplo, un curso sc¡bre sus principios generales. Elcapítulo 7 exige un conocimiento más que mediano deciencias económicas y disciplinas afines. Es, con mucho, elmás dificultoso del libro, y únicamente recomendable paralc¡s cursos más avanzados o para los posgraduados. Sinembargo, creo que, al igual que ocurre con las materiasdesarrolladas en los restantes capítulos, cualquier estudian-te lo suficientemente atento podrá entenderlo sin dificulta-des. Todos deberán leer los capítulos I,2 y 3 con indepen-dencia del curso que sigan, mientras que los demás capítulospueden seleccionarse con arreglo a las características espe-cíficas de cada curso. Excepción hecha del capítulo 7, en estelibro no se haccn planteamientos matemáticos. No obstante,el análisis es lógicamente riguroso y a veces llega a resultarabsorbente. Lo he decidido así con intención de que losestudiantes de cursos inferiores se esfuercen, al tiempo quesatisfago las demandas de los más avanzados.

Durante el tiempo en que una versión anterior de estelibro, titulada CapitalLsm and Corner Solutions: Some Pro-blems with the Consert,atit,e Argumenl circuló entre amigosy colegas de la Universidad de Nueva York, llegué a darmecuenta de que lo que yo sometía a examen en aquel escritoen cierto mt-¡dc¡ polémico no eran las tesis conservadoras,que presentan diferentes connotaciones políticas, filosóficase incluso religiosas, sino las tesis más libertarias* del libremercado.

Deseo expresar mi agradecimiento a Jess Benhabib, CliveBull, Ray Canterbery, Roman Frydman, Lewis Kc¡rnhauser,Janusz Ordover, Petcr Rappoport, Mark Schankerman yBernard Wasow por la franqueza de sus comentarios sobreel original, franqueza que mc decidió a introducir algunoscambios drásticos en el presente libro durante los dos úl-timos años. También quisiera dar las gracias a Clive Bull ya Lewis Kornhauser por sus observacioncs sobre algunos

* El lector cspañol está acc¡stul'nbradc¡ a asociar la palabra libcrtariocon la ideología anarquista. En los EE. UU., sin cmbargo, se aplica alliberalismo clásic<-r v radical, anc:lado en los planteamientos decimonónicos.(N. del t.l

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LA ECoNoMÍA DE LIBRE MERCADO

capítulos de la redacción final. También manifiesto mi re-conocimiento a Roman Frydman y Gerard O'Driscoll, encuyos trabajos me baso para tratar el problema NewCombcn el capítulo 7. Deseo agradecer asimismo a Michael We-ber, jefe de ediciones de St. Martin Press, su estímulo ypaciencia y que me proporcionase varios informes excelen-tes (anónimos) que facilitaron mi tr:abajo. Como todas misobras, este libro ha sido posible, en parte, merced a la ayuda-que deseo destacar de modo especial- de la Office ofNaval Research, contrato n.q N00 14-78-C-0598. Finalmente,doy las gracias a mi esposa Anne Howland Schotter por sucuidada revisión estilística.

At¡¡Rsw ScnorrpR

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CnpÍrulo PRIMERo

LAS RAZONES DEL LIBRE MERCADO

Es importante dejar sentado desde un principio que lo(luc yo denomino (razones del librc mercado> difiere deIo que se ha dado en llamar <las tesis conservadoras>. Y elloporque estas últimas son una amalgama de razonamientos¡llc¡ralcs, económicos y políticos que presenta perfiles múl-tiples cn cuestiones sociales. George Nash, en su obra TheConserttative Intellectual Movement in America Since 1945,clivide a los ct-rnservadores en tres grupos: los <libertarios>o liberales clásicos, los <tradicic¡nalistasr¡ y los <anticomunis-tas cvangélicr-rs>, y sostiene que una explicación completa delas tcsis cc¡nservadoras debe englobar los tres grupos. Mirrrgumentación de las razones del libre mercado se encuen-lr'¿r muy cerca del punto de vista <libertari<-¡>, al destacar losvalores liberales clásicos de los derechos individuales y evi-tar las preocupaciones emocionales o morales de k¡s <tra-rlicionalistas> y de los <anticomunistas evangélicos>. Mi in-It'nción es separar las razones del libre mercado de las tesis,. ouscrvadoras e investiearlas aisladamente.

I rs rezotles y sus cARACTERisrt( AS

Son varios los atributos que caracterizan los plantea-rnicntos del libre mercado, y no todos ticnen consistencialr'rgica. En primer lugar, son invariablemente individualistasrrl alirmar que toda acción social debe verse sancionada porlrrs voluntades de los individuos que componen la sociedad.l)r'sde esta óptica, la sociedad no es sino la yuxtaposición,lr' los individuos que la integran. Normativamente, estcr

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implica la no aplicación a las decisi<¡nes sociales de éticaexterior alguna, si no es por voluntad del pueblo' Normastales como igualdad I' equidad sólo tienen trascendencia enel debate social si son invocadas por todos Ios individuos queforman la sociedad. Dichas normas no debe imponerlas ala sociedad un gobierno o un planificador social que lasvalore a su libre arbitrio. Esta filosofía individualista enlazacon la idea lockiana de que el pueblo tienc un derechoinviolable a conservar sus ganancias. Según este plantea-miento, ncl cxiste autoridad exterior con derecho a expropiartales ganancias por medio de impuestos.

Las tesis del libre mercado afirman que los agentes so-ciales y económicos sc¡n raci<,rnales en cuanto conocen per-fectamente sus preferencias, y están en condiciones de efec-tuar todos los cálculos necesarios para alcanzar eficazmentelas metas que se proponen. Este supuesto de racionalidadha sido llevado últimamente a sus últimas consecucnciaspor la escuela de la expectativa racional, cuyas tesis estu-diamos cn el capítulo 7. El supuesto consta de dos compo-nentes: máxima potenciación de la utilidad y egoísmo. Segúnel primero, la razón de ser de los agentes sociales es laadopción de decisiones que les procuren la mayor satisfac-ción posible. A tenor del segundo, los agcntes sociales veconómicos contemplan toda fc¡rmulación sc¡cial (por ejem-plo, Ia distribución de rentas) en función de su propia asig-nación de bienes, sin tomar en cuenta las consecuencias quetal formulación pudiera tener para las asignaciones der otrosagentes. Adarn Smith sostenía que Ia sociedad sólo necesitadel egoísmo para obtener resultados st-¡cialcs óptimos:

Nucstro almuerzo no depcnde dc [a benevolcncia del carni-ccro, del crcrvccero o dcl panadcrc¡, sil- lt.¡ del cuidado qucponen cn sus propi<-rs intercscs. No apelarnos a su humani-tarismo sino a su cgoísmo, ,y nunca mcncionamos nuestrasnecesidades sino su provecho. Nadic que no sca un mendigcropta por depenclcr básicamente dc la btrnev<¡lencia de susconciudadanos. Ni siquiera un mendigo depende por com-pleto de ella. Es cierto que la caridad de las genles dadivosaspone a su alcance todo lc.¡ neccsario para subsistir, peroaunque cste principio le provea en última instancia de tod<llo necesari<¡ para vivir, no lo hace, ni puede hacerlo, del modc¡

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que él lo desea. La mayclr parte de sus auténticas necesidadeslas satisface del mismo modo que otras personas, mediantetratu, t rucque o comPra.r

El supuesto de egoismo nc¡ descarta la posibilidad de unt ornportamiento intencionadamente social entre agentes so-. i¿rles racionales.2 Lcl único que afirma es que dicho com-

¡rortamiento no es condición necesaria ni suficiente para que.'l mercado potencie al máximo el bienestar social.

El supuesto de racionalidad, combinado con la idea de..¡,-rc exisie un gran número de agentes económicos, conclcida( ()rno supuesto competitivo, desemboca en la ficción de unar'conomía compuesta de agcntes individuales aislados, quepcrsiguen sus propios intereses sin importarles el modo en..1r," trs actc¡s afecten las vidas de otros, pues interdepen-tlcncias de esta clase se verían como generadoras de pro-lrlcmas para el funcionamiento del mercado libre. Históri-t ulncnte, estas interdependencias han servido de base paralu rnavor oarte de las cr'íticas que se hacen al mercado libre.

La dialéctica del libre mercado es utilitaria o lo que yollamaría <paretiano (del nombre del sociólogo del siglo

¡usado Vilfredo Pareto, quc ideó un conocido patrón para

irrz.gar la eficacia de las formulaciones sc¡ciales),-es decir,,,r' ientada en sus cálculos a la consecución de la eficacia' Si,' l individualismo dictamina que al adoptarse decisiones so-, i¿r.les únicamente deben considerarse las preferencias indi-r irluales, habría que globalizar dichas preferencias. Por,'jcmplo, en todo análisis de costes-beneficitls se añaden los( ()stes y bcneficios sociales del proyecto de que se trate, para, oncluir si debe o no ponerse en marcha. Si se aplica unrrroclel<-¡ utilitario, lo único que hay que hacer es sumar lasrrrtcnsidades preferenciales (quizá expresadas en dólares). Sisc aplica un modelo <paretiano>, se optará exclusivamente

¡,,,, ' la alternativa que refleje la elección unánime de todall socicdad. Por ejemplo, si la sociedad necesita construirrur¿r carretera, y ésta ha de atravesar una reserva ornitoló-rica o un barrio suburbano, la decisión se adoptará enI trrrción de cuál sea el grupo -de naturalistas o de vecinos-(lr.rc pague más por alterar el trazado. Si los naturalistas, stán dispuestos a pagar un millón de dólares para librarse

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de la carretera, y los habitantes del barrio sólo consientenen pagar 800.000, éstos están admitiendo, en cl fondo, queaceptarían la carrctera en cl barrio si se lcs sobornara conuna suma equivalcnte. Sabcmos que los naturalistas estándecididos a pagar como mínimo un millón dc dólarcs, can-tidad más que suficientc para sobc¡rnar a los vccinos. De ahíque se considere beneficioso para la sociedad que la carre-tera pase' por el barricl, pucs los naturalistas sc hallan cncondiciones de compensar a los vecinos, de modc¡ que am-bas partes salgan bcneficiadas. Obsérvese que estc cálculc¡utiliza solamente información sobrc prefercncias individua-les, y que, por tantt-r, cncaja cn la tcnclcncia individu¿rlistadcl mercado librc. No sc inv<-rca ótica exterior alguna, comopudiera ser <la protección del medio natural>. Si los indivi-duos implicados quieren destruir la vida animal, ósta sc cles-truve.3

Él problema pone cle manificst<-¡ una tensión intrínsecaentre los aspectos <libertarios) y util itarios implícitos cn ladia[óct ica dcl l ibre nlcrc 'ado. Al pl t -ryccrar la carr-el( ' rA através del barrio se lesionan intereses individu¿rles, sobr.etodo si los vecinos tienen que mudarscr. Un individualistaconsecuente no lo aceptaría por mero cálculc¡ util itaric¡. Sóloconstruiríamos la carrctera por aqucl lugar si ¡odcrs admi-tieran voluntariamente que es lo mejor, o bien si podcn-rossobornarlos para que lo acepten así.

Este es el enfoque más <libertario> o contractual delindividualismo, que más adelante tr¿rtaremos de iustific:rraplicándole el principio de Pareto.a En r.calidad, se trata dcun conflicto qLlc cncaja perfcctantcntc cn cl lcn-ra utilitario<lo mejor para los ntás>. La dccisión sc¡cial de potenciar almáximo el mavor bicn, o la rnavor suma de utilidadesindividuales, pucde cn muchos cait-¡s bcneficiar a una mi-noría de la poblaci<in intensamente concicrnciada sc¡bre ladecisión que se plantea. Por tanto, el mayor bien, pcro nopara los más. Los planteamientos del mcrcado libre son lcrque Robert Nozick denomina planteamientos <de orienta-ción proccsual>, oponiéndolos a lc¡s <dc orientación tcrmi-nal>.s Por <¡rientación procesual entendentc.ls que al analizarlos resultados de las institucioncs sociales, n<-¡ debemos con-centrarnos en sus cualidades éticas, sinc¡ en el proceso ins-

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titLrcional que conduce a tales resultados' Por ejemplo, unatlistribución desigual de las rentas en los Estados Unidos ncr('s pr-ueba, prinm t'rtcie, de que las rentas deban redistribuir-'t ', sicmpre que el proceso que las determinó no implicarallar-rcle ó coacción alguna y hubiesc sido honr-ado (lalr). Si'r' llcgó al resultado voluntariamente por consenso mutut-r..1.' l¿rs partes implicadas, está justificado, porque, dada-laI rre rtc tendencia individualista de las tesis dcl libre mercado,rrrrc[a que Ias personas collsideradas individualmente acep-It'rr de buen giado, puede ser malo. Existe otro supuest-o delliblc mercadt, qr.t" yo denomino tel supuesto de la fe enl,ri.ssaz"-fuire a la manc¡ invisible>, el cual vicne a decir que'i ¡rcrmitimos quc los individuos contratcn libremcnte,rrunrentará el biencstar de la socicdad, y que cualquierirrtcrvcnción cn el proccso empet-rraría las cclsas.

El supuesto finál de las tesis del mercado cs el del trade-,,11" efié'acía-equidad. Los dcfensores del libre mercado sos-trcncn que si la s<;ciedad aplica una ética social, no individua-lrsti.r, pára definir la equidad de lc.¡s resultados sociales, se

1,,ocluce algo así como un dropolf o caída en picado en la.'l icacia de las institucic¡nes existentcs. La socicdad se veIorz¿rda a elegir entre un sistema económico que potencie:rl rnáximo el output social (cual es cl libre mercado) y otro(luc potencie al máximt-r objetivtls éticos no individualistas,,1.,'rrt., la ética socialista dc <cada uno según su capacidad,:r Lacla uno según sus necesidaclcs), o bien la ética rawlsiana,1.' la iusticia <maxi-mini>,6 que rccibe su nombre del filósofol,,lrn'Rawls. Éste, en su libro A Theorv ol Justice, aboga porrrrra ética segúr-r la cual las clecisiones sociales se adoptanrlt' rnodo qué potencicn al máximo la satisfacción de las

l)('r'sonas peor situadas cn la sociedad, cs dccir, el critcric-r,rr urxi-mini>.

l-as tesis del librc ntercado sc basan, pues, en los derechos,1.'l individuo, toman en cuenta las preferencias de éstc al. icctuar sus cálculc¡s utilitarios o parctianos, y partiendo de

,. El tirr.rnint) trutla-of I c.a|c.cc de tr-aducción cxacta al castcllartt¡. La ide a

, \ ( l ( ( r -cgaleo>, dc t ransacció l l c t r la quc las dos pat tes t iencn quc hacet '

, , ¡ r r r t ,s i r ¡ l tcs o ceclcr en sus ¡ tosic ioncs in ic ia lcs pa|a l legar a un acuerdo.

l r r lcr- rgr-ra je coloquial lo t racluci r íamos por (un t i ra v af lo. iar , (Ltna conl-

l , ( ) r rer l r l¿ lD. (N. del t . )

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20 ANDREw scHorrER

su fe en la racionalidad individual, confían plenamente enla capacidad del sistema de libre empresa, sin trabas, parapotenciar al máximo la suma de aquellas preferencias.

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Lns neÍc¡,s TNTELECTUALES DE LAS RAZoNESDEL LIBRE MERCADO

Un somero examen de la evolución histórica experimen_tada por los supuestos precedentes, arroiaráluz iobre lospuntos fuertes y débiles del libre mercado desde una ópticaactual.

Individualismo

Aunque el ccincepto individualismo signifique muchascosas para mucha gente, aquí destacaré sólo dos de susacepciones. Para Hayek, el individualismo es ante todo unateoría de la sociedad y de las instituci,nes s,cialcs, queexplica la naturaleza, evolución y funciones de dichas ins_tituciones, sobre la base de la acción nc¡ intencionada y sinplanificación previa de agentes individuales libres.T H énfa_sis que pone Hayeks en la planificación de las institucionescontrasta con el estudio que hace de su creación o diseñopor un planificador controlado centralmente:

Se ha pretendido que, siguiendo el rastro de l<¡s efectoscombinadc-¡s de las acciones individuales, llcgamos a descu_brir que muchas cle las institucioncs sobre las*que descansanlos éxit<-¡s humanos, surgieron y funcir-inan sin una inteliecn-cia que los discñe y dirija; que, como dijo Adam Ferguion,<las nacic¡nes tr-opiezan con situacit¡nes de hccho uri" ,unciertamente resultadcl de la acción humana, peró nó resul_tado de un proyecto humano>. También la^ colaboraciónespontánea de los hombres libres crea a menudo cosas deTayo-r envergadura de lo que sus mentes individuales pue_den alcanzar a discernir.e

Para Hayek, el individualismo se encuentra íntimamen_te relacionado con el supuesto de la fe en el laissez-faira amano invisible. Ambas creencias santifican al individuo al

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r-r EcoNouÍa DE LrBRE MERCADo 2l

torrfiar en su capacidad para crear, espontánea e incons-lierrtemente, instituciones sociales que fomenten los objeti-r t,s de la sociedad mejor que las instituciones consciente-nrr'ntc diseñadas por el pueblo mismo.ro El individuo librert'sulta indispensable, y precisamente para generar lo quelllvck llama <un orden espontáneo>, superior en términosrlt' bienestar social a cualquier otro orden social previamen-tt' planificado. Más adelante me extenderé sobre la concep-t irlr teórica del individualismo, al relacionarlo con el su-¡rtrcsto de la fe en el /aissez-faire a la mano invisible. Last'gunda visión del individualismo deriva de una filosofía¡rolítica que contempla al individuo como el último baluarterlr' clerechos y deberes en la sociedad. Esta visión se percibet luramente en el famoso análisis que hace John Locke det tlno cl Estado p<tlítico surge de un <estado naturab. Locker t' la humanidad en su estado natural como totalmente libre,r ¡rcrtrechada con la serie completa de los derechos huma-rros.rr El Estado político se crea por voluntad de los indivi-tlrros existentes cn el cstado natural, y con Ia única finalidadtlt'preservar sus derechos y propiedades. Si tal propósito no\(' consigue, el pueblo tiene derecho a rebelarse y cambiar;rl gobierno.

Donde termina la ley comienza la tiranía si la ley se vulnerapara daño ajeno, y todo aquel que se exceda aut<,¡ritariamen-te en Ia potestad que le c<¡nficre la ley, usando de la fuerzade que dispone para conseguir lo que la ley no permite, cesacomo magistrado. Al actuar sin autoridad, se le puede oponerresistencia como a cualquier hombre que por la fuerza in-vada el derecho de otro.12

De ahí que, una vez instituidos, ni el Estado ni Ia sociedadlit'ncil derechos propios, sinc-r que son meros servidores del,¡s individuos que los crearon.

¿Qué consecuencias tiene para la política social esta no-, irln lockiana del individuo? Implica que el Estado no tienet lt'r'ccho a juzgar o alterar un resultado social alcanzado porlil.¡r'e acuerdo de los individuos, siempre que a él se hayallr'gado sin violar ningún derecho, y es así porque ese resul-trrclo refleia la voluntad colectiva de los individuos que

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22 ANDREW scHorrgR

componen la sociedad y constituye la secuencia equilibradade aquel <orden natural> que tiene su origeñ en losindividuos libres. Según Locke, los individuos tienen dere-cho a conservar todo lo que obtengan con su trabajo:

Aunque la tierra y todas las criaturas inferiores sean comu-nes para t<¡dos los ht¡mbres, cada cual ejerce la propiedadde su persona, s<¡bre la que nadie tiene derechos exceptoél mism<1. P<¡demos decir quc el esfuerzo de su cuerpo v cltrabajo de sus manos son propiamente suyos. A cualquiercosa a la que altere el estado de que le dotó la naturaleza,incorporándole su trabajo, le agrega algo de sí mismo, porIo que la hace de su prc;piedad.rs

Como veremos más adelante, esta noción del derecho depropiedad que examinamos aqui es una característica nu-clear del mercado libre.

Utilitarismo y el criterio Prtreto

Si el individuo es el núcleo santificado de la vida social,a partir del cual se configuran las células sc¡ciales, es insos-layable hacer algunos cálculos que nos permitan sabercuánd<t la sociedad, definida como una agrupación de in-dividu<¡s, mejora o empeora en función dc una políticadeterminada. Jeremy Bentham escribía:

La felicidad de los individuos que componcn [a sociedad o,lo que es igual, su placcr y scguriclad, constitr,rye cl fin, clú¡rico fin quc dcbc perscguir el legislador, el úr-rico patrónal que cada indivicluo, si cr-rcnt¿r con el lcsislador. dcbcacomoda¡ su conducta . la

Fueron los filósofos utilitaristas dc los siglos xvur y xtx, Je-remy Bentham (1748-1832), James Mill (1773-1836) y JohnStuart Mill (1806-1873), quienes propusieron esre cálculo,conocido como el t'elicilic calculus. Hoy se sigue pensandoen el utilitarismo como en una apologia filosófica del statusquo, pero cuando se expuso por primera vez fue tildado demuy radical, y la verdad es que Bentham lo utilizó como pa-lanca para forzar reformas legales. Vino a contradecir lospuntos de vista más libertarios de Locke, Adam Smith v

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LA ECONOMÍA DE LIBRE MERCADO 23

otr<-¡s individualistas, quienes sostenían que Dios había crea-tlc¡ un orden natural en el que los gobiernos, por lo general,rrt-¡ debían interferirse. Para Bentham y los utilitaristas, el s/a-tt$ quo no es sagrado, puesto que la intervención guberna-rrrcntal cncuentra justificación si incrementa la felicidad dela sociedad. Pero ¿córmo medir esa felicidad? Bentham res-

l)onoe:

La comunidad cs un cucrpo fictici<t compuesto de personasindiviclualcs que forntan sus distintos micmbr<¡s. ¿Cuál es,pues, el intcrés de la comunidad? La suma de los interesesdc l t¡s dist intos miembros quc la componen'15

Esta respuesta es insatisfactoria para los economistas del'iglo xx qut: no ven con claridad cómo se puede medir elinterés de un individuo. La solución ofrecida por los prime-r()s economistas neoclásicos -Jevons, Edgeworth y Mars-lrall- fue construir una función de utilidad para cada in-,lividuo, que explicase la satisfacción que le proporciona,. rtda bien concreto o combinación dc bienes consumidos.lrsta función se reguló en unidades de satisfacción llamadas¡r¡ils. Posteriormente,los economistas John Hicks y R' G. D.Allcn reconocicron que quizá no fuese posible una medición.rlrsoluta de utilidades, por lo que ofrecieron como sustitu-tivo una función ordinal más relativa. De ahí proviene eltlogma utilitarista según el cual es deseable <la mayor fe-lrticlad para el mayor númerc-¡>. Esto significa disponer lasIt'\ 'cs e instituciones de la sociedad de manera que potencien,rl rnáximo la suma de utilidades individuales. Sin embargo,lrrs cstimaciones utilitaristas llevan aparejado un problemaIt'tl l ico de envcrgadura al afirmar que los niveles de satis-llcción individual son compatibles entre sí. Por ejemplo, enntrcstra anterior alusión a la carretera que debía cruzar una| ('scrva ornitológica o un suburbio, tuvimos necesidad de unruótodo operativo para cstablecer comparaciones entre lautilidad que perdía un grupo y la que ganaba el otro. El mé-todo propuesto fue, simplcmente, construir la carretera portlonde era menor la intención de pagar para conseguir que'.' lanzase por otro sitio: en nuestro caso, el suburbio. Perosi la rentabilidad no se distribuye de manera <óptimo, y siIos ccologistas son ricos y los vecinc.¡s del barrio, pobres, un

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dólar tendrá menor valor para aquéllos que para éstos.Como consecuencia, los dólares de <utilidad barata> ofer-tados como soborno por los ecologistas, no serían compara-bles a los dólares de <utilidad cara)) que ofreciesen ó,r-osclbornc¡ los vccinos. Habría que haccr ic,mparaci t ,nes inter-personales de utilidad en dólares. Vilfredo pareto ofrecióuna salida a este punto muerto al proponer el criterio quelleva su nombre, y que permite clasilicar los resultaáossociales y las decisiones que los determinan, sin necesidadde recurrir a comparaciones interpersonales de utilidad. Loilustraremos con el siguiente ejemplo: Considcremos unmundo con dos pcrsonas, A y B, y dos mercancías, manza-nas y naranjas. Mientras que a A le gustan las naranjas yaborrece las manzanas, a B le gustan las manzanas y abo-rrece las naranjas. Estamos ante dos posibilidades. La pri-mera sería entregar todas las naranjas a A (porque le gus-tan) y todas las manzanas a B (porque le gustan), y lusegunda, proceddr a una asignación a la inversa. podemosafirmar sin ambigüedades que la primera distribución espreferible a la segunda puesto que todos los agentes de lasociedad la prefieren unánimemente: quien prefiere manza-nas obtiene manzanas y quien prefiere naranjas obtienenaranjas. Parece innecesaria toda comparación interperso-nalde ut i l idades, pucsto que existc unanimidad. La si túaciónsocial resultante de una determinada distribución o decisiónse denomina <óptimo de Pareto> si no existe otra situacióndiferente que se prefiera unánimemente. El resultado eseficaz gracias a la unanimidad de opiniones en que se basa.Este criterio es el más coherente con el individualismoimplícito en la tesis libcrtaria del mercado libre. Si todo elmundo prefiere la situación primera, nadie tiene derecho anegársela. El critcrio Pareto suponc un gran avance en eltratamiento de estos problemas, pero presenta inconvenien-tes al no ser aplicable a todas las comparaciones posiblesentre situaciones sociales. Como únicamente puede clasifi-car de mejor a peor las decisiones aceptadas de formaunánime, el resto quedaría en una situación ambigua. parasolventar este problema los economistas han hecllo uso delo queseconoce como el principio de compensación,r6 segúnel cual el estado social X es superior al éstado social f si,

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LA ECONOMIA DE LIBRE MERCADO

¡rasando de Y a X, los que ganan en ello pueden compensarl los que pierden. Este criterio presenta varios inconve-nientes. En primer lugar, no resuelve el problema de lat omparación interpersonal de utilidades al obligarnos a( omparar el incremento de utilidad de los que ganan conla merma de utilidad de los que pierden.lT En segundo lugar,n() cs necesario pagar realmente las compensaciones exigi-tlas por el principio, con lo que los perdedores siguen siendoperdedores. Lo único quc se exige cs que los ganadores esténr'rr condiciones de compensar.

Este principio de compensación ha irritado siempre a losrrtrdernos liberales que lo consideran desleal (unfair).Pen-serrlos en un edificio de apartamentos de renta limitada,,cupado por personas de la tercera edad. El propietariotlccide que, como los ingresos producidos por las rentas sonlrajos y los precios del petróleo, altos, no merece la pena( ()nservar el edificio, y lo convierte en una cooperativa.,,l)ebe permitir tal acción la política social? Los defensorestlcl principio de compcnsación sugerirían que preguntásc-nlos a los potenciales compradores de los apartamentos{ganadores) cuánto estarían dispuestos a pagar por ellos.lgr,ralmente, deberíamos preguntar a sus actuales ocupantes( rr¿rnto estarían dispuestos a pagar por conscrvar sus vivien-tlrrs (lo que reflejaría tanto sus ingresos como el coste denrudarse a otras). Si el precio que están dispuestos apagarIos potenciales propietarios es mayor que cl que pagarían'rrs actuales ocupantes (es decir, los ganadores pueden com-l)r'nsar a los perdedores), entonces el edificir¡ debe conver-tirse en cooperativa. El principio de compensación no exige(lrre los compradores abonen realmente la compensaciónlx)r'que, en el plano individualista, la sociedad no tiene de-rt'ch<-¡ a decidir si la felicidad de los inquilinos es más im-¡rortante que la de los propietarios en régimen de coopera-tiva. En una sociedad individualista, tal juicio de valor sólo't'r-ía tolerable en el casr¡ de que los cooperativistas lo sus-t ribicran. De ahí que la utilización del criterio de compen-'ación a la hora de adoptar decisiones sociales, únicamente\('ir bien visto como mero complemento de Ia ética indivi-tlr-r¿rlista propia de quienes abogan por el mercado libre.

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2726 ANDREW SCHOTTER

Supuesto de la fe ezl laissez-fairea la mano invisible

Probablemente,la mayor aportación de Adam Smith a laciencia económica fue su insistencia en que la libertad delindividuo para potenciar al máximo sus propicrs interesesacaba -como guiada por una mano invisible- promovien-do un fin que no formaba parte de su intención. En Lariqueza de kts naciones, el resultado no deseado del trabajoindividual -al que conduce la mano invisible- es la con-secución del mayor producto posible en economía. Ya en laTeoría de los sentimientos tnorales, escrita diecisiete añosantes, Smith contemplaba la adecuada distribución dc esteproducto social:

Una mano invisible les lleva a alcanzar pcrco más o menosla misma distribución de las neccsidades vitales ouc se hu-biese conseguido de haber sido asignada la tierra en porcio-nes iguales a t<¡dos sus habitantes, y así, sin proponérselo, sinsaberlo, priman el interés de Ia sociedad y aportan los mediosnecesaric¡s para la multiplicación de la especie.ls

Las convicciones de Smith eran, naturalmente, resultadomás de la fe que de la lógica, y encajaban perfectamcnteen las creencias religiosas del siglo xvm, coincidentes en queel orden natural se preservaría si el hombre no pusicraobstáculos a las leyes divinas. Este artículo de fe constituyela base de la moderna creencia en la economía del lctksez-faire. Pero ya ha dejado dc ser una simple cuestión de [e.El mayor logro de la moderna teoría matemática de laeconomía consistió en transformar esta fe de Adam Smithen un modelo matemáticr-¡ dc¡tado dc consistencia lógica yde equilibrio competitivo general. Demostró también losllamados teoremas fundamentales de la economía del bie-nestar,le los cuales establecen que una economía de mer-cado libre perfectamente competitiva, que satisfaga ciertossupuestos, daría por resultado un equilibrio competitivoconsiderado como óptimo de Pareto. En otras palabras: sipartimos de unos recursos limitados, no existen otros resul-tados que beneficien a todos los miembros de la sociedad

LA ECONOMIA DE LIBRE MERCADO

rrrírs que los resultados de una economía libremente com-

¡retitiva, y ni siquiera tanto como aquéllos.En los últimos años, F. A. Hayek ha llegado a la conclusión

tle que la misma mano invisible que potencia al máximo el

¡rroducto social global puede hacer que el individuo desarro-llc una amplia gama de instituciones sociales no previstas,(lr.rc potencie al máximo el bienestar social.2O El <orden('spontáneo, de la sociedad resultante, según Hayek, seríat or-r toda probabilidad más coherente con la libertad y pro-tlLrctividad individuales que cualquier otro orden planeado, r cclntrolado centralmente.

Itt.stificación de los estados procesual y terminal

Desde un enfoque procesual de la justicia social, comot'l expuesto en Anarchy State and (ltopin, de Robert Nozick,st' tiende a juzgar la bondad de resultados sociales tales( ()mo distribución de rentas, estrictamente en función de la,lr'scabilidad del proceso que los determina, y no en funcióntlc los resultados mismos (tales como disparidad de rentas,, valor acumulado). Para la mentalidad libertaria, un pro-r'eso Será deseable si respeta la propiedad y otros dere-..lros de los individuos implicados sin ct¡artarlos. Pensemosr'r) un mundo en el que existen tres personas: la perso-rn A, Joe Frazier y Muhammad Ali. Cada uno recibe100 dólares. Frazier y Ali deciden disputar un combate entrerrrnbos, cobrando 50 dólares a la persona A por presenciarlor rcpartiéndose las ganancias arazón de 30 dólares para Alir 20 para Frazier. La persona A, que es un entusiasta delIroxeo, se muestra de acuerdo y entrega satisfecha los50 dólares. Al finalizar el combate la distribución de rentas('s ¿r razón de 130 para Ali y 120 para Frazier, además deIos -50 que conserva la persona A. Aunque un defensortlc lcrs principios de justicia end-state (terminal) podría ob-jr'1ar que esta situación es injusta al no haberse distribuido('quitativamente las rentas, Nozick afirmaría todo lo contra-ricr, ya que estos agentes negociaron voluntariamente, par-tiendo de una distribución equitativa de rentas; por tanto,¡\li y Frazier están en su derecho de quedarse lo que ganaronsin coacción alguna. O sea, que el proceso justifica el resul-

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28 ANDREw scHorrER

tado y no al revés; o sea que los medios justifican el fin. Estaorientación procesual ha inducido a muchos investigadoressociales a ver la justicia social como un asunto del gobierno,gue diseña las instituciones sociales o establece reglas justasde interacción social. Una vez hecho esto. Ios resultados vano deben alterarse.

Este enfoque, claramente expuesto por Hayek en Law,Liberty and Legislation,indujo a James Buchanan, GeoffreyBrennan y otros a estudiar un proyecto de estatutos socialesóptimos, que contribuyesen a organizar nuestras vidas socialy económicamente. Pero ¿cómo calibrar la justicia de losprocesos sociales? El mercado libre responde -y ello nodebe sorprendernos- que un procesojusto es aquel que losagentes hubiesen aceptado o c<-rntratado unánimcmente dchaberse hallado en un estado natural lockianc¡. Al ser estaóptica de la justicia social probablemente la única compa-ginable con lc-¡s demás supuestos del mercad<¡ libre, no esde extrañar que saliese a relucir en debates sobre cuestionestan importantes como la distribución de renlas y el derechode propiedad.

Trade-off eficacia-equidad

El supuesto del trade-off eficacia-equidad es un conceptosurgido en publicaciones recientes sobre microeconomía yhacienda pública, el estudiarse los aspectos inccntivantes déprecios e impuestos. Probablemente uno de los ejemplosmás llamativos del deseo de los economistas neoclásicos pordistinguir entre cuestiones de eficacia y cuestiones de equi-dad, se encuentre en The Theory of Public Finance, deRichard Musgrave, quien atribuye al gobierno tres funcio-nes de promoción diferentes:la promoción de la eficacia, dela equidad y de la estabilidad económica. La política quepromueve la equidad a menudo entra en conflicto con laque promueve la eficacia y la estabilidad, lo que obliga a losplanificadores sociales a hacer trade-of t's en la formulaciónde su política.

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LA ECoNoMiA DE LIBRE MERCADo 29

Racionalidad y egoísmo

La idea de que el hombre con sentido económico esinteresado y racional se remonta a Adam Smith, que veíala economía como un conjunto de agentes interesados cuyosegoísmos compiten con los ajenos:

El deseo de mejorar nuestra condición es por lo generaltranquilo y desapasionado, pero nacemos cc¡n él y no nosabandona hasta la tumba. En el tiempo que media entreambos momentos, quizá ncl exista ni un scllo instante en elque el hombre se considere tan perfecta y plenamente sa-tisfecho de su situación como para no desear alteración crmejora de ningún tip<-r.21

El mercado libre moderno asocia su fe en este egotbmoeconómico con su fe en que los agentes económicos soncalculadores racic¡nales capaces de resolver los implícitosproblemas matemáticos de máxima potenciación que hande afrontar en su vida diaria. Esta visión proviene de losprimercls micrcleconclmistas que plantearon la teoría de lautilidad: Dupuit, Jevons y Menger. Al desarrollar la teoría dela demanda (ausente en los planteamientos de la economíaclásica), l<¡s econ<-rmistas representan a los agentes econó-micc.rs afanánd<-¡se en potcnciar al máximo su utilidad (me-diante el cálculo de placer y sufrimiento) al optar entre muyvariadas ofertas de bienes por las que mejor le cuadran. Alequiparar utilidades marginales, se describía al hombre eco-nómic<-r como a un autómata racional cuyo papel en la vidaconsistía en resolver problemas ineludibles de potenciaciónal máximo, supuestos unos precios fijos. De ahí que, enecc¡nomía, la racionalidad quedase encadenada a un concep-to de pura maximización.

Placer y sufrimiento -escribía Jevons- son sin duda losobietos últimos del cálculo económico: satisfacer nuestrasnecesidades al máximo y con el mínimo esfuerzo para pro-curar la mayor cantidad de lo que se desea al menor costede lo que no es deseable; en otras palabras, potenciar almáxim<¡ el placer. He aquí el problema para Ia ciencia eco-nómica.22

3 130 LA ECONOMIA DE LIBRE MERCADO

I B. Adam Smith: T/rer-rr1, of Moral Sentünent.s, Oxford, Clarendon Pless,1976.

19. Véase Gerard Debreu: The Theory ol Valtre, Nueva York, Wile¡r,1959; y Kcnneth Arrow -v Frank Hahn: Gatterul Competit ive Analysis,SanFrancisco, I 970.

20. Hayek: Law, Legislat i tnt and Libcrtt ' . Véasc también Schotter: Z/zcEttmttttic Tlrcory Ltl Sociul lnstitutions.

2l. Ada¡n Smtth: WealLh ol Nation-s.22. William Jevc¡ns: The TheL¡ry ol Politicul Ec'ortottt,-, Middlescx, Ingla-

tcr-r-er, Pcnguin, 1970. Esta cita no cs opoltuna, porquc Jcvons af irma que[¡s incl ividuc¡s buscan cl rnayor placcr al mcnor costc, mientras que elauténtico ploblcrn: i clc máxima potenciación irnpl ica potenciar al máximola difercnci¿r cntrc pl iLccl y costo.

Este supuesto de racionalidad y máxima potenciación esel que presta a la teoría económica su peculiar elegancia,situándola, en lo tocante a rigor, muy por encima de lasrestantes ciencias sociales, carentes de aquella base racional.Pero, como veremos, precisamente el piincipio de raciona-lidad crea tal multiplicidad de problemas a la tesis delmercado libre que acaba por hacerla flaquear.

ANDR.EW SCFIOTTER

NOTAS

l. Adarn Smith: I /rc Wealth of Nutiotts,r 9 8 t .

2. Véasc H<¡"r,ard Mar-gol is: Sel l ishness,va York, Carnbridge Univcrsity prcss, 1982.

Indianápolis,

A l t ru i .s tn and

Libcrtv Classisc,

Rrll ir.¡¡¡r.¿ /i/r,, N ue-

Cusc lor Optitrnl3. Vóase William F. Baxter-: Peopla or penguitts; TltaPolbtt ion, Nueva Yc¡rk, Coluntbia Univcr.si tv press. 1974.

4. Véasc James Buchanan: (A Contraclar. ian paradisc for Applving Eco_nomic Theory>, Atnericutl Econontic Rct, ict¡, , mayo dc I975, pp ñS-ly.

5. Robcrt Nozick: Atnrclt,-, State und U/t.,¡ria, Nueva york, Basic B<_¡<_¡ks,1976.

6. Véase John Rarvls: Thatry ol Jrrst ica, Cambridgc, MA, Har.varcl Uni_vcrsity Press, 1971.

- 7. F. A. Hayek: Indivi¿ltnlisnt urd E)t'orortit'Onler, Chicago, Univcrsitvof Chicag, Prcss, 1948. Para un enf.que si¡-nilar al cle H:ryek, ií,asc Anclr.cwSchotter: The Econontic Theorl, of Sociul [nstitution.s, Nucva yc¡rk. Ca¡n-bridge University Press, 1981.

8. Este enfoque está también presentcHuman Nature, Oxfc¡rd, Oxford Universitv

9. Hayck: IndiviJtrul i .snt pp. o i 710. F. A. Hayek: Law, Legislat i tn and

Chicago Press, 1976.

en David Humc: ,4 Trcatist' t¡ttPress, 1896.

Libert ,-, Chicago, Univcrsitv i_¡f

I l. Para un análisis mc¡dernc¡ de cór¡o un minimal S1rrl¿ cmcrge clc uncstado de naturaleza, de manera quc prescrva l<-¡s derech.s indiv ic lualcs.véase Robert Nozick: Anarchy, State and \ltopia.

12. John Lockc: hrro Essays o, Got¡ernntent, Cambridge, Inglatcrra,Cambridgc Univcrs i tv Press, 1960, pp. 418-419.

13. Ibid., pp. 305-30ó.14. Jeremy Bentham: Principles ol Morals and Legislutio¡r, Oxford,

Wilfried Harrison, 1948, capírulo 3, sccción I.15. Ibid., secciór.r IV.16. N. Kaldor: nWeifare Propositions of Ec<¡nomics and Intcrpcrson¿rl

Ccrmparisons c¡f Uti l i ly>, Ecr¡nontic Jountal,49, 1939, pp. ,s49-552.17. Véase William Baumol: Welt'are Ect¡ttr.tntics and the The<trt ol tht:

Sla/¿, Londres, Longmans Grccn, 1952.

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