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DOMINGO XXX DEL TIEMPO ORDINARIO Lectura del Éxodo 22, 20-26 No oprimirás al forastero, porque forasteros fuisteis vosotros en Egipto. Sal 17, 2-3a. 3bc-4. 47 y 5lab (R.: 2) R. Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza. Primera Tesalonicenses 1, 5c-10 Sabéis cuál fue nuestra actuación entre vosotros para vuestro bien. + Lectura del santo evangelio según san Mateo 22, 34-40 En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús habla hecho callar a los saduceos, formaron grupo, y uno de ellos, que era experto en la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?» Él le dijo: «"Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser. " Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: “Amarás a tu pró- jimo como a ti mismo." Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas.» Palabra de Dios SíGUEME ¿Quieres recibirlo en tu email? [email protected] Publicación semanal de la Parroquia Ntra. Sra. de los Dolores de Genovés Curso 2011-2012 Nº 109 Semana del 17 al 23 de Octubre Amarás al Señor, tu Dios, y a tu prójimo como a ti mismo El Evangelio nos recuerda que el amor es el compendio de toda la Ley. San Mateo narra que los fariseos, después de que Jesús respondiera a los saduceos dejándolos sin palabras, se reunieron para po- nerlo a prueba. Uno de ellos, un doctor de la ley, le preguntó: "Maestro, ¿cuál es el mandamiento mayor de la Ley?". La pregunta deja adivinar la preocupación, presente en la antigua tradición judaica, por encontrar un principio unificador de las diversas formulaciones de la voluntad de Dios. No era una pregunta fácil, si te- nemos en cuenta que en la Ley de Moisés se contemplan 613 preceptos y prohibiciones. ¿Cómo discernir, entre todos ellos, el mayor? Pero Jesús no titubea y responde con prontitud: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el mayor y el primer mandamiento". En su respuesta, Jesús cita el Shemá, la oración que el israelita piadoso reza varias veces al día, sobre todo por la mañana y por la tarde: la proclamación del amor íntegro y total que se debe a Dios, como único Señor. Con la enumeración de las tres facultades que definen al hombre en sus estructuras psicológicas profundas: corazón, alma y mente, se pone el acento en la totalidad de esta entrega a Dios. El término mente, diánoia, contiene el elemento racional. Dios no es solamente objeto del amor, del compro- miso, de la voluntad y del sentimiento, sino también del intelecto, que por tanto no debe ser excluido de este ámbito. Más aún, es precisamente nuestro pensamiento el que debe conformarse al pensamiento de Dios. Sin embargo, Jesús añade algo que, en verdad, el doctor de la ley no había pedido: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo". El aspecto sorprendente de la respuesta de Jesús consiste en el hecho de que establece una relación de semejanza entre el primer mandamiento y el segundo, al que define también en esta ocasión con una fórmula bíblica tomada del código levítico de santidad. De esta forma, en la conclusión del pasaje los dos mandamientos se unen en el papel de principio fundamental en el que se apoya toda la Revelación bíblica: "De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los Profetas" ( Mt 22, 40). La página evangélica sobre la que estamos meditando subraya que ser discípulos de Cristo es po- ner en práctica sus enseñanzas, que se resumen en el primero y mayor de los mandamientos de la Ley divina, el mandamiento del amor. También la primera Lectura, tomada del libro del Éxodo, insiste en el deber del amor, un amor testimoniado concretamente en las relaciones entre las personas: tienen que ser relaciones de respeto, de colaboración, de ayuda generosa. El prójimo al que debemos amar es también el forastero, el huérfano, la viuda y el indigente, es decir, los ciudadanos que no tienen ningún "defensor". San Pablo, escribiendo a los Tesalonicenses, les da a entender que, aunque los conozca desde hace poco, los aprecia y los lleva con cariño en su corazón. Por este motivo los señala como "modelo para todos los creyentes de Macedonia y de Acaya" . Por supuesto, no faltan debilidades y dificultades en aquella co- munidad fundada hacía poco tiempo, pero el amor todo lo supera, todo lo re- nueva, todo lo vence: el amor de quien, consciente de sus propios límites, sigue dócilmente las palabras de Cristo, divino Maestro, transmitidas a través de un fiel discípulo suyo. La lección que sacamos de la experiencia de los Tesalonicenses, ex- periencia que en verdad se realiza en toda auténtica comunidad cristiana, es que el amor al prójimo nace de la escucha dócil de la Palabra divina. Es un amor que acepta también pruebas duras por la verdad de la Palabra divina; y precisa- mente así crece el amor verdadero y la verdad brilla con todo su esplendor. ¡Qué importante es, por tanto, escuchar la Palabra y encarnarla en la existencia personal y comu- nitaria! (cf. Benedicto XVI, Homilía en la conclusión del Sínodo de los Obispos, 26-X-2008).

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Page 1: SíGUEME - parroquiagenoves.org109,+17... · sigueme_genoves@hotmail.com Publicación semanal de la Parroquia Ntra. Sra. de los Dolores de Genovés Curso 2011-2012 Nº 109 Semana

DOMINGO XXX DEL TIEMPO ORDINARIO Lectura del Éxodo 22, 20-26 No oprimirás al forastero, porque forasteros fuisteis vosotros en Egipto.

Sal 17, 2-3a. 3bc-4. 47 y 5lab (R.: 2) R. Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza.

Primera Tesalonicenses 1, 5c-10 Sabéis cuál fue nuestra actuación entre vosotros para vuestro bien.

+ Lectura del santo evangelio según san Mateo 22, 34-40

En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús habla hecho callar a los saduceos, formaron grupo, y uno de

ellos, que era experto en la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento

principal de la Ley?» Él le dijo: «"Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con

todo tu ser. " Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: “Amarás a tu pró-

jimo como a ti mismo." Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas.» Palabra de Dios

SíGUEME ¿Quieres recibirlo en tu email? [email protected]

Publicación semanal de la Parroquia Ntra. Sra. de los Dolores de Genovés

Curso 2011-2012 Nº 109

Semana del 17 al 23 de Octubre

Amarás al Señor, tu Dios, y a tu prójimo como a ti mismo El Evangelio nos recuerda que el amor es el compendio de toda la Ley. San Mateo narra que los

fariseos, después de que Jesús respondiera a los saduceos dejándolos sin palabras, se reunieron para po-nerlo a prueba. Uno de ellos, un doctor de la ley, le preguntó: "Maestro, ¿cuál es el mandamiento mayor de la Ley?". La pregunta deja adivinar la preocupación, presente en la antigua tradición judaica, por encontrar un principio unificador de las diversas formulaciones de la voluntad de Dios. No era una pregunta fácil, si te-nemos en cuenta que en la Ley de Moisés se contemplan 613 preceptos y prohibiciones. ¿Cómo discernir, entre todos ellos, el mayor? Pero Jesús no titubea y responde con prontitud: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el mayor y el primer mandamiento".

En su respuesta, Jesús cita el Shemá, la oración que el israelita piadoso reza varias veces al día, sobre todo por la mañana y por la tarde: la proclamación del amor íntegro y total que se debe a Dios, como único Señor. Con la enumeración de las tres facultades que definen al hombre en sus estructuras psicológicas profundas: corazón, alma y mente, se pone el acento en la totalidad de esta entrega a Dios. El término mente, diánoia, contiene el elemento racional. Dios no es solamente objeto del amor, del compro-miso, de la voluntad y del sentimiento, sino también del intelecto, que por tanto no debe ser excluido de este ámbito. Más aún, es precisamente nuestro pensamiento el que debe conformarse al pensamiento de Dios.

Sin embargo, Jesús añade algo que, en verdad, el doctor de la ley no había pedido: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo". El aspecto sorprendente de la respuesta de Jesús consiste en el hecho de que establece una relación de semejanza entre el primer mandamiento y el segundo, al que define también en esta ocasión con una fórmula bíblica tomada del código levítico de santidad. De esta forma, en la conclusión del pasaje los dos mandamientos se unen en el papel de principio fundamental en el que se apoya toda la Revelación bíblica: "De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los Profetas" (Mt 22, 40).

La página evangélica sobre la que estamos meditando subraya que ser discípulos de Cristo es po-ner en práctica sus enseñanzas, que se resumen en el primero y mayor de los mandamientos de la Ley divina, el mandamiento del amor. También la primera Lectura, tomada del libro del Éxodo, insiste en el deber del amor, un amor testimoniado concretamente en las relaciones entre las personas: tienen que ser relaciones de respeto, de colaboración, de ayuda generosa. El prójimo al que debemos amar es también el forastero, el huérfano, la viuda y el indigente, es decir, los ciudadanos que no tienen ningún "defensor".

San Pablo, escribiendo a los Tesalonicenses, les da a entender que, aunque los conozca desde hace poco, los aprecia y los lleva con cariño en su corazón. Por este motivo los señala como "modelo para todos los creyentes de Macedonia y de Acaya" . Por supuesto, no faltan debilidades y dificultades en aquella co-

munidad fundada hacía poco tiempo, pero el amor todo lo supera, todo lo re-nueva, todo lo vence: el amor de quien, consciente de sus propios límites, sigue dócilmente las palabras de Cristo, divino Maestro, transmitidas a través de un fiel discípulo suyo. La lección que sacamos de la experiencia de los Tesalonicenses, ex-periencia que en verdad se realiza en toda auténtica comunidad cristiana, es que

el amor al prójimo nace de la escucha dócil de la Palabra divina. Es un amor que acepta también pruebas duras por la verdad de la Palabra divina; y precisa-

mente así crece el amor verdadero y la verdad brilla con todo su esplendor. ¡Qué importante es, por tanto, escuchar la Palabra y encarnarla en la existencia personal y comu-

nitaria! (cf. Benedicto XVI, Homilía en la conclusión del Sínodo de los Obispos, 26-X-2008).

Page 2: SíGUEME - parroquiagenoves.org109,+17... · sigueme_genoves@hotmail.com Publicación semanal de la Parroquia Ntra. Sra. de los Dolores de Genovés Curso 2011-2012 Nº 109 Semana

Avisos

COMIENZAN LOS GRUPOS Martes, 18 h. Primero de Infancia Martes, 20:30 h. IDR en Ontinyent Miércoles, 18 h. Tercero de Infancia Miércoles 18:15h. Reunión padres de Infancia Miércoles 22 h. Consejo de Pastoral Jueves 18 h. Segundo de Infancia Jueves 22 h. Catequistas Confirmación Viernes, 20:30 h Padres de Confirmación. Viernes 21:30 h. Confirmación

Y MUY PRONTO S.PASCUAL, SCOUTS, ORACIÓN, LITURGIA, CÁRITAS, SALUD….

¡Cuántas co-

sas debe ha-

cer un cris-

tiano en su

vida! Pero hoy podemos hacernos una pre-

gunta: en definitiva, ¿qué es lo importante?

Jesús nos dice que lo importante, por en-

cima de todo, es amar. Amar tiene dos di-

recciones: Dios y el prójimo. Si no amamos a

nuestro prójimo, nuestro amor a Dios es pa-

labrería. Si no amamos a Dios, nuestro amor

al prójimo es egoísmo. Ahí está toda la ley:

Amar a Dios y al prójimo.

Dios instaura con los hombres una comunión de pensamiento, de voluntad y de sentimientos. Así se puede

llegar a “pensar con el pensamiento de Dios”, a “querer con la voluntad de Dios” y a “mirar con los ojos y los

sentimientos de Cristo”. El amor a Dios y al prójimo son dos vertientes del amor cristiano que se implican

mutuamente, como dos caras de la misma moneda. Ambos son inseparables, pero todo comienza por el amor

de Dios. Él ha tomado la iniciativa en esa “experiencia de amor” que es la vida cristiana vivida plenamente, y

que pide ser comunicada a otros. De este modo el amor divino transforma a las personas singulares en el

“Nosotros” de la Iglesia, que tiene un horizonte universal.

Por eso, el Papa en su argumentación de la encíclica Deus Cáritas Est, la caridad es una dimensión constituti-

va de la misión de la Iglesia. La caridad, o sencillamente el amor, es una manifestación irrenunciable de la

esencia de la Iglesia o de su estructura fundamental. El trinomio constituido por el anuncio de la Palabra de

Dios, la celebración de los sacramentos y el servicio de la caridad, se ha ido confirmando con el paso de los

años y la difusión progresiva de la Iglesia, familia de Dios en el mundo. ¿Cómo se unen entre sí esos dos fo-

cos de luz de la encíclica, el amor cristiano y su papel en la misión de la Iglesia? Por el Espíritu Santo. Él es

el protagonista inmediato del amor: la potencia interior que armoniza el corazón de cada uno de los creyentes

con el corazón de Cristo, y les mueve a amar como Él los ha amado. Y resulta que el mismo Espíritu es la

fuerza que transforma el corazón de la Iglesia, para que dé testimonio del amor en el mundo, en la medida en

que busca el bien integral del ser humano.

Todo ello está impregnado de consecuencias prácticas. La Eucaristía introduce a los cristianos en la dinámica

de la entrega de Cristo, el Logos que se hace agapé, para seguir actuando en ellos y por ellos. No hay amor

sin Cruz. Especialmente en los hambrientos y sedientos, los forasteros, los desnudos, enfermos y encarcela-

dos… ahí está Cristo. Sin el contacto personal con Dios no se puede ver en

los otros la imagen divina. Y viceversa, sin el servicio a los demás no se re-

conoce a Dios como Dios-amor. No habría culto cristiano donde cupiera una

indiferencia por los pobres y necesitados. En sentido propio, no hay cristia-

nos donde falta la oración y la Misa (¡el domingo!). La Iglesia entera está

implicada en el amor y la justicia. Y dentro de la Iglesia, los laicos, por su

propia vocación y misión, están convocados a participar en la vida pública y

política con la diversidad de sus dones y opiniones, en libre concurrencia con

las de los demás. Sin amor, decía Juan Pablo II, todo podría quedarse en pa-

labras. La lógica cristiana del amor conduce a los hechos. ¡El amor es posi-

ble! Hay que convencerse e impulsar este convencimiento entre los amigos y

los colegas, en el interior de las familias y los vecindarios, en los proyectos

científicos y en las empresas, en las noticias y en los espectáculos, en las po-

líticas locales y en los organismos internacionales. ¿Cómo? A amar se apren-

de amando. Éste es el desafío: creer en el amor y vivir el amor.