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    Si Somos Americanos. Revista de Estudios Transfronterizos 15

    Volumen XIII / N 1 / enero - junio 2013 / pp. 15-38

    UNA VISIN ESTRUCTURAL DE LA POLTICA EXTERIORARGENTINA Y EL ROL DE CHILE DESDE EL PROCESO DE

    DEMOCRATIZACIN DE 1983*

    A structural view of Argentinas foreign policy and the role of Chile sincethe democratization process of 1983

    Alejandro Simonoff**

    Recibido: 8 de octubre de 2012. Aprobado: 4 de marzo de 2013.

    RESUMEN

    El artculo analiza la poltica exterior argentina de los ltimos 30 aos y en donde seconstruy una estructura triangular entre Washington y Brasilia. El balanceo que realizla Argentina entre estos dos polos ue producto de las innovaciones ocurridas en el pri-mer gobierno democrtico: el giro realista hacia los Estados Unidos y la poltica de coo-peracin hacia los vecinos que permitieron buscar mrgenes de maniobra en el escenariointernacional. Aunque durante la dcada de 1990 hasta la crisis de 2001, este esquemacontinu buscando la vinculacin acrtica con la gran potencia y que esto contrapesara

    el lugar de Brasil, y desatendiendo la bsqueda de mrgenes de maniobra. Con poste-rioridad a la crisis, los lineamientos seguidos en diversos planos que atendieran tantolas demandas internas como externas permitieron, no sin dicultades y contradicciones,volver hacia el sendero de la autonoma. A pesar de estar uera de esta estructura, Chilecumpli un rol undamental en esa poltica exterior en los diversos momentos, como sedetalla en el texto.

    PALABRAS CLAVE: Poltica exterior, historia reciente, relaciones internacionales.

    * Este artculo es resultado de investigacin del Programa de Incentivos a docentes investigadores de la Admi-nistracin Nacional proyecto 11/J116 Anlisis de los lineamientos principales de la insercin argentina en elmundo actual, a travs de su poltica exterior, la cooperacin regional y la agenda de seguridad.

    ** Universidad Nacional de La Plata (UNLP), Instituto de Relaciones Internacionales, Instituto de Investigacionesen Humanidades y Ciencias Sociales, La Plata, Argentina. Correo electrnico: asimonoff [email protected].

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    ABSTRACT

    Te article analyzes Argentinas oreign policy over the last 30 years and how a triangularstructure was built between Washington and Brasilia. Te balance that Argentina createdbetween these two poles was the result o innovations that occurred during the rst dem-ocratic government: the realistic shif towards the United States and the policy o coop-eration with their neighbors, which allowed them room to maneuver in the internationalarena. Although during the nineties up to the 2001 crisis, this approach continued to lookor an uncritical alliance with the great world power that this counterbalanced the riseo Brazil, and neglected the search or room to maneuver. Afer the crisis, the new lineso work in various arenas, that could meet both internal and external demands allowed,not without difficulties and contradictions, signaled a return to the path o autonomy.

    Despite being outside o this structure, Chile played a role in that oreign policy at varioustimes, as detailed in the text.

    KEYWORDS: Foreign policy, recent history, international relations.

    I. INTRODUCCIN

    El n de la Segunda Guerra Mundial marc un nuevo escenario internacional conel desplazamiento denitivo de los europeos y el ascenso de la Unin Sovitica y los Esta-

    dos Unidos que impuso nuevos rumbos en la poltica exterior argentina.

    Los proyectos de incorporacin al nuevo escenario internacional estuvieron mar-cados por una puja entre los esquemas autonomistas llevados casi siempre por adminis-traciones democrticas y esquemas de alineamiento hacia los Estados Unidos llevadosa cabo por gobiernos de facto; son las nuevas polticas exteriores (1946-1983) que sedierenciaron claramente de la ase anterior que giraba en torno a la prioridad britnica.E incluso, las pretensiones de alineamiento no ueron acompaadas en gran medida porEstados Unidos, como ocurri en la Revolucin Argentina (1966-1973); y en otras queenrentaron su agenda global, como en el ltimo gobierno militar (1976-1983).

    La alta de continuidad institucional reej cambios constantes al ritmo de la su-cesin de gobiernos civiles y militares, e incluso en algunos casos dentro de un mis-mo gobierno. En aquel contexto operaron tanto la polarizacin poltica interna (pero-nismo-antiperonismo), y externa (la cruzada anticomunista y el recelo a las posicionesnacionalistas desde lo econmico por parte de Washington) como la econmica (cam-

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    po-industria), en donde existieron mltiples y cruzadas combinaciones, entre ellas, quecondujeron a la incapacidad de denir un rumbo sostenido. Estos constantes cambiosllevaron al pas a una errtica situacin internacional que incidi en su prdida de posi-cin internacional y en las oportunidades que el mundo oreca.

    La poltica hacia la regin tampoco estuvo exenta de oscilaciones, aqu los gobier-nos civiles apostaron a reorzar la estrategia de cooperacin hacia los vecinos en general,y particularmente con Brasil, con el intento de crear un nuevo ABC en tiempos de Pern,los Acuerdos de Uruguayana con Frondizi y los de la Cuenca del Plata con Illia, y Chile,as como acuerdos de complementacin econmica de 1964, son ejemplos de esto.

    En cambio, las dictaduras privilegiaron los supuestos geopolticos en estas relacio-

    nes y generaron enrentamientos con ellos, como la discusin en torno a la construccinde Itaip con Brasil en la segunda mitad de los 60, o la creciente tensin con Santiagopor la cuestin del Canal de Beagle, que casi puso a ambos pases al borde de la guerraen 1978.

    Otro elemento que le agreg complejidad a la cuestin es que la evaluacin del pro-

    ceso de insercin fue controvertida, mientras en Puig y sus sucesores1las decisiones auto-

    nmicas fueron ponderadas como positivas (Puig 1988), los occidentalistas2las calicaron

    de aislacionistas, Carlos Escud, como heredero de este ltimo sector, las evalu como

    desafos con costos, e incluso como victorias prricas (Cisneros y Escud 1998:17).

    Russell y okatlian ueron ms sensibles a esta apreciacin, como se observ ensu paradigma globalista.3No result casual que el primer elemento de dicho paradigma

    1 Ellos conormaban los llamados latinoamericanistas o autonomistas, quienes analizaron las asimetras existentesen la relacin entre Amrica Latina y Estados Unidos, los eectos negativos de ellas, pero tambin de los mrge-nes de maniobra que permitiran la consecucin de los objetivos nacionales por parte del Estado-nacin, siendoeste, su variable de anlisis. La ideologa que lo sustent ue de tipo nacionalista y mercadointernista, asimilable alos populismos existentes en esta poca. Y percibi a la integracin como la expansin de su modelo econmicoorientado a avorecer la autonoma. Esta ltima ue percibida como el desarrollo del inters nacional, objetivadopor un uso racional y no por deseos y pasiones (Simonoff 2012).

    2 Este sector que propiciaba un alineamiento con Estados Unidos y su enrentamiento con el tercermundismo olatinoamericanismo, en el que se inscriba Puig y su escuela (Figari 1985:24), ya que percibieron estas accionesautonmicas como aislacionistas. El aporte de este grupo no ue signicativo desde el punto de vista terico,muchos de sus trabajos terminaron siendo tendenciosos y con un juicio crtico no undamentado en uentesprimarias o secundarias relevantes. (Rapoport 1990:556).

    3 Estos autores encuentran a partir del n de la Segunda Guerra Mundial, una nueva realidad externa e internasignada por las polaridades Este-Oeste, Norte-Sur, y la necesidad del pas de poner en marcha una nueva estra-tegia de desarrollo conguraron un nuevo modelo de insercin internacional que denominaron globalista. En el

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    uese el no alineamiento con Estados Unidos, si bien esto ue reconocible en algunosgobiernos del perodo, no ue aplicable para todos; lo mismo pudo sostenerse con el restode los elementos aportados (2002:414).

    II. LAS POLTICAS EXTERIORES DE LA DEMOCRACIA

    La guerra de las Malvinas ue el punto terminal de esta crisis de insercin delpas que puso de maniesto su debilidad, la equivocada imagen que se tena de l y delmundo; como as tambin signic el alejamiento del poder de los militares y tras l, laposibilidad de conjugar un sistema poltico estable.4

    Desde la instauracin de la democracia en la Argentina, los objetivos estuvieronconcentrados en la reinsercin en el mundo que marcaron la nueva agenda.5

    La llegada de la democracia tambin ue un punto de inexin para la disciplina,el concepto de autonoma que haba resultado articulador de un primer momento para-digmtico, y que se expresaba en la conrontacin entre autonomistas y occidentalistas delos aos 60 y 70, dej su lugar a la aparicin de un escenario ms complejo.

    A partir de aqu se constituyeron al menos cuatro conceptualizaciones tericasdistintas, tres desde un anlisis eminentemente poltico y otra, con una prevalencia de lo

    socioeconmico. Dentro de las primeras encontramos a la puigiana o autonmica clsi-ca, la escudeana o neoconservadora, otra de inspiracin neoliberal o relacionalista, y laltima expresada por Mario Rapoport y Ral Bernal Meza, entre otros.

    eje Este- Oeste, Argentina se deni como un pas occidental. Aunque todos los gobiernos procuraron mantenercierto margen de decisin propia, la creciente dependencia econmica del pas en reerencia a EE UU atenu enocasiones este perl autonomista; mas acosados por la conveniencia que por conviccin, los gobiernos argenti-nos se mostraron menos dispuestos a conrontar con la potencia del norte, a dierencia del perodo anterior. Enel mbito sur-sur, Argentina dio prioridad a los vnculos horizontales con sus vecinos, aunque no logr estable-cer un patrn de relaciones duradero. En una primera ase la visin de Brasil, principal reerente de la regin,

    estuvo signada ms en la competencia que en la cooperacin. Sin embargo, llegando al nal de este perodo, lainclusin de la democracia como un aspecto de la poltica exterior en el gobierno de Alonsn, permiti abrir unnuevo captulo de relaciones con la regin, y en particular con Brasil, en donde la visin cooperativa con el pasvecino se mostr claramente predominante (Russell y okatlian 2002).

    4 Este ltimo dato, la estabilidad institucional, aport un rasgo de previsibilidad de estas polticas, cosa que tam-poco ue desdeable si tenemos en cuenta la historia argentina desde 1930.

    5 Para Roberto Russell, la idea de la reinsercin internacional es un mito que necesit desde un tiempo mslejano la nocin de aislamiento para sostenerse como rasgo secular (2010:296).

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    La interpretacin neoconservadora, prxima a las lecturas occidentalistas, encon-tr en la oleada neoliberal y neoconservadora del n de la Guerra Fra un impulso sin-gular. Mientras el modelo clsico vio en el sistema internacional las asimetras, este sesustent en la aceptacin del orden poltico (de caractersticas unipolares), econmicoy nanciero internacional (marcados por la globalizacin). Su ideologa naveg entre elneoconservadurismo poltico y el neoliberalismo econmico. La agenda poltica con lasgrandes potencias est marcada por el programa neoconservador en materia de seguri-dad (donde los pases periricos no deben poseer tecnologas sensitivas) y en lo econ-mico se concentr en el rol que las uerzas del mercado internacional le otorgaron al pasy el rol de la integracin regional estuvo en uncin de la apertura econmica. El intersnacional ue denido solo en trminos econmicos, haciendo de la autonoma, a travsde un proceso de diseccin conceptual en consumo e inversin, un elemento cuyo uso

    ue dierido permanentemente hacia el uturo, hasta hacerlo desaparecer como prctica(Simonoff 2003:136-42).

    La corriente que denominamos neoliberal est ormada principalmente por Ro-berto Russell y Juan Gabriel okatlian, sus inuencias estuvieron vinculadas al construc-tivismo de Alexander Wendt (idealismo estructural) y para los anlisis de alianzas regio-nales a Kenneth Waltz (realismo estructural) y a Stephen Walt (origen de las alianzas)(Russell y okatlian 2002:405).

    La escuela socio-histrica estuvo denida por entender el anlisis de la poltica

    exterior no solo en trminos polticos, sino que estos no podan desentenderse de la in-uencia decisiva de los modelos de acumulacin en la evolucin del Estado, los regme-nes polticos y en la ormacin de la poltica exterior (Rapoport y Spiguel 2003:170-71).

    Se present como un un abordaje multidimensional y complejo, es decir, de unahistoria social Para la construccin de esta opcin ue importante la convergencia conla Escuela de Brasilia, conducida por Amado Cervo. A dierencia de las otras escuelassiguientes, esta se propone una mirada propia de la disciplina, uera de la inuenciaanglosajona. Esta perspectiva posee dos caractersticas: una, metodolgicas, inspirada enla obra de Jean-Baptiste Duroselle y otra, su enoque histrico-estructural, del sistema

    mundo de Emmanuel Wallerstein (Bernal Meza 2005:350-51).

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    1. La poltica exterior del gobierno de Ral Alfonsn (1983-1989)

    La idea de que un nuevo rgimen democrtico impuso una nueva poltica exteriorresult controvertida, salvo en los sectores autonomistas, los cuales rescataron el cambiode orma de gobierno con la llegada de una estrategia autonomista, heterodoxa, expre-sada en orma coherente, como lo destac en su momento Juan Carlos Puig (1988:45),el resto observ continuidad con la dictadura, o ms generalmente con el resto de laspolticas exteriores de la Guerra Fra.

    Cierto ue que estos sectores crticos tambin apuntaron a los cambios que la bs-queda de mrgenes de maniobra posea en el escenario del n de la Guerra Fra, sobretodo a partir del llamado giro realista de mediados de los 80.6

    Para la de inspiracin neoliberal, el giro le permiti denir a esta ase como unatransicin entre dos ciclos uertes, uno largo (el de la Guerra Fra, o tambin llamado pa-radigma globalista) y otro corto (el de los 90, o de la victoria temporaria del paradigmaliberal) (Russell 2010), aqu no se vio ese hecho como un ajuste, como en el caso de laescuela puigiana, sino como un cambio.

    Podemos agregar adems que la lectura de Russell hizo hincapi en que la polticaexterior de Alonsn se construy sobre la necesidad de ortalecer la democracia (2010), yque el anlisis de Rapoport incluy otro elemento: la bsqueda de instrumentos para salir

    de la crisis econmica a los cuales critic por su orientacin, cada vez menos heterodoxay ms ortodoxa (2009).

    El debate se concentr en la orma de encarar una relacin con Washington, me-nos conrontacional y ms cooperativa que en la etapa anterior. Mientras para los here-deros del autonomismo, como Figari, existi desde 1983 una continuidad en la eleccintemtica, la relacin con Washington se bas en la reactualizacin del principio de nointervencin a travs de negociaciones maduras y moderadas con Estados Unidos (Fi-gari 1993:220) que le permitieron a Alonsn llevar a cabo una poltica de autonomaingenua, aunque esta actitud no constituy ningn inconveniente para que reconociera

    una realidad insoslayable no comprendida en el pasado: con los Estados Unidos debanexistir relaciones maduras (Figari 1997:130).

    6 Se llam as a la rejerarquizacin de la poltica hacia Estados Unidos, dado el peso de las cuestiones econmicas,que hicieron que esta relacin tuviese una relevancia mayor al diseo original. Como seala Figari, en los pri-meros aos de Alonsn se produce una sntesis entre las tesis occidentalistas y latinoamericanistas, que pujabanpor determinar los lineamientos de nuestra relacin con el mundo en los 60 y los 70 (1997:21).

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    Para los continuadores de la tradicin occidentalista, como Escud, el corte nose produjo en 1983, ni en 1985, sino con la poltica de Menem que represent un girobrusco respecto de la poltica del gobierno de Alonsn y un viraje de 180 grados dela poltica altamente conrontacionista de la dictadura militar. Las dierencias que en-contr estuvieron en las polticas de Alonsn y su equipo que condujeron siempre a laconrontacin con los poderosos y que habra generado costos. Las de Menem, Cavalloy Di ella partieron de la aceptacin realista del liderazgo de los Estados Unidos y porlo tanto no tienen costos y pueden eventualmente, generar benecios signicativos (Es-cud 1992:36-8).

    Result claro que Escud impugn la existencia del giro realista, ya que la valo-racin de este concepto ue central para la caracterizacin de la poltica exterior radical,

    como parte de la Argentina subordinada,7

    y escondi el verdadero objetivo de su crtica,la estrategia multilateral y de carcter autonomista, rente a un alineamiento con Wash-ington.8

    Empero no existi discusin sobre el cambio de la poltica exterior iniciada en1983. Fue en la relacin con los vecinos, undamentalmente Brasil y Chile, que los sec-tores neoliberales no dudaron en calicarla como notoria (Russell 2010:268), como astambin sus acrrimos crticos neoconservadores que lo evaluaron como un corte con elpasado (Cisneros 1998:73-6).

    En el caso de la relacin con Brasil, el racaso del Consenso de Cartagena para eltratamiento de la deuda externa permiti el paso a un proceso de integracin selectiva.Esta integracin con Brasil tuvo su origen en los tratados rmados por Sarney y Alonsn.La rma del acuerdo de 1985 marc el denitivo alejamiento del aislamiento regional yla bsqueda de una estrategia para enrentar los desaos de la creciente integracin eco-nmica mundial.

    En relacin al pas transandino, haba que desactivar los conictos limtroes pen-dientes para pasar a una ase ms cooperativa. El ratado de Paz y Amistad con Chile

    7 Para Escud, la Argentina subordinada ue una etapa histrica marcada por el ascenso de Estados Unidos al po-der mundial. El nuevo esquema de insercin internacional estuvo determinado por la conrontacin de nuestropas con Washington y en donde, producto de esto, la Argentina ingres en un perodo de declinacin (Cisnerosy Escude 1998).

    8 Los detractores realistas lo que buscaban no era una relacin madura y equilibrada, sino que lo aconsejable erarepetir la rmula con Estados Unidos como lo haba sido con Gran Bretaa a nes del siglo pasado y principiosdel actual. (Paradiso 1993:195).

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    ratic la propuesta del papa Juan Pablo II no sin ciertas resistencias.9El canciller DanteCaputo consider que: el proceso de negociacin que culmin con el ratado de Pazy Amistad, signic establecer un lmite cierto y denitivo en la zona de litigio, peroadems signic un triuno de la racionalidad y de la sensatez (Caputo 1986:4). En esemismo sentido apunt Oscar Fuentes Lazo, al sealar que el Acuerdo reej la voluntadde gente sensata de jugarse por la paz y dar la espalada a los que invitaban a aventurasratricidas (2007:52).

    Si bien Chile gan la soberana de las islas en disputa, el nuevo tratado supuso nosolo un nuevo paradigma para la resolucin de los conictos pendientes, aspecto recla-mado por la Argentina desde los aos 50 del siglo XX, sino tambin abri las posibilida-des de concertar una poltica ms cooperativa.

    Pero adems la rma tuvo dos eectos para la poltica radical: uno interno y otroexterno. El primero para la administracin de Alonsn, la solucin de la disputa ron-teriza estaba indisolublemente ligada a la viabilidad de la consolidacin democrtica enla Argentina y el desplazamiento de los sectores autoritarios (Rodrguez 2011:122). Yexternamente, si bien se tenan relaciones cordiales con el rgimen chileno, se recha-zaba la posibilidad de una integracin ms prounda (Rodrguez 2011:122-23). A pesarde la persistencia de la dictadura pinochetista, como lo seal Pablo Lacoste, lentamentequedaban atrs las tensiones diplomticas y militares, para dar paso a un ciclo comple-tamente nuevo de asociacin y cooperacin que continu y se proundiz con Menem

    (2004:75). Pero adems exista otro objetivo adicional: colaborar con la oposicin a n deaportar al proceso de democratizacin chilena (Rodrguez 2011:153).

    Con respecto a las Malvinas, el gobierno radical conorm una respuesta multila-teral e institucionalista, llevando su reclamo a los oros internacionales para demandarla discusin por soberana rente al Reino Unido, ante el allido intento de acercamientobilateral en Berna (1984), mientras por otro lado busc en los polos de poder interna-cional cambiar la situacin de posguerra, a travs de la mediacin norteamericana parael restablecimiento de relaciones y los acuerdos pesqueros con la Unin de RepblicasSocialistas Soviticas(URSS).

    9 Un dato curioso ue que durante la dictadura, los partidos polticos nucleados en la Multipartidaria habanaceptado esta propuesta; sin embargo, una vez llegado el radicalismo al gobierno, el justicialismo se alej de ellay oblig a la administracin de Alonsn a que realizara un plebiscito no vinculante (en el cual vot casi 74 porciento del padrn electoral y positivamente 78 por ciento contra 22 por ciento), con el n de presionar al Senado,con mayora peronista, y poder aprobarlo en el Parlamento.

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    Como ya lo hemos sealado, todos los autores hablan de limitaciones en las pol-ticas autonmicas de Alonsn, pero salvo los casos de la escuela puigiana, este cuestio-namiento tuvo y tiene un doble lo: no apuntaron solo a las estrategias, sino tambin, ysobre todo, a esa teora.

    2. La poltica exterior de Carlos Menem (1989-1999)

    Durante el gobierno de Carlos Menem, las interpretaciones se concentraron condiversas valoraciones, en sus caractersticas de novedad. Aqu la lectura neoconservadoralogr imponer uno de los anhelos de los occidentalistas: que la autonoma era sinnimode aislamiento y conrontacin.

    Aunque no queda muy claro cules ueron las condiciones de ese aislamiento ex-puesto por Ferrari, ya que cuando lo describi, lo hizo como una cuestin geogrca dela Argentina agroexportadora y no por su naturaleza poltica, como habra emergido enla segunda mitad del siglo XX (1979:9-12).

    El dato ue que el realismo peririco, ante las evidentes inconsistencias del con-cepto de aislamiento como crtica a los eectos de la autonoma, lo reemplaz por el deconrontacin intil. Fue precisamente su abandono, junto con la adscripcin a un r-gimen democrtico y la economa de mercado, lo que constituy, segn esta lectura,

    una nueva ase histrica: la Argentina postmoderna (1989-2001) (Cisneros y Escud1998:18-9).

    Podemos inerir que las estrategias que conrontaban en algn plano con Wash-ington ueron consideradas como desaos a un alineamiento automtico, cuando en rea-lidad ue lgico que los pases disputasen entre s, ya que representan intereses diversos;la cuestin est en el grado de esa conrontacin, o como seal Juan Carlos Puig, cuan-do los intereses de la potencia dejan de ser cotidianos para ser vitales (1980:153).

    Los neoliberales adoptaron tambin estas crticas, cuando armaron que ya no

    importaba quin gobernara, pues el camino a seguir con respecto a Estados Unidos serael mismo (Russell 1994).

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    Luego pasaron a tipicar ese tiempo como de aquiescencia pragmtica que sedistingui de las polticas exteriores anteriores, el llamado paradigma globalista, comode las posteriores (Russell y okatlian 2003).10

    En el caso de la escuela puigiana y la sociohistrica sus anlisis ueron margina-dos, sobre todo por el acento puesto en las asimetras, cosa que el discurso del nuevoorden internacional releg y que llev a un acercamiento importante entre ellas.

    En el diseo del gobierno de Menem, la vinculacin con Washington busc, ade-ms de generar una subordinacin autoimpuesta, segn la eliz expresin de Jos Pa-radiso (1993:200), resolver la puja por el liderazgo sudamericano con Brasil a avor deArgentina. Un momento interesante ue la uerte apuesta, a travs de este alineamiento y

    la participacin en las uerzas de paz de Naciones Unidas para potenciar a la Argentinacomo reerente regional, adems de la incorporacin del pas como aliado extra OAN.Pero este esquema se conront con otras iniciativas como las diversas propuestas dereorma al Consejo de Seguridad, donde Brasil busc ocupar un silln permanente endicho organismo, generando tensiones con nuestro pas.

    El Mercosur, como acuerdo de unin aduanera y mercado comn principalmente,a dierencia de los de 1985, estuvo inuido por la ideologa neoliberal de los suscriptores,ya que ue pensado como un instrumento comercialista para sumarse a la globalizacin,ms que como uno alternativo a esta. La alta de coordinacin de estrategias de insercin

    no alej las tensiones entre sus miembros, por la alta de adecuacin de polticas exterio-res y econmicas comunes, y por la prioridad otorgada a la relacin con Estados Unidospor Argentina, rente a cierto alejamiento de Brasil de este.

    Pero estas dicultades no impidieron que ganase en importancia como instru-mento para la negociacin con otros espacios regionales como el rea de Libre Comerciode las Amricas bajo la rmula cuatro ms uno, o el acercamiento con la UninEuropea con la cual se arm la voluntad de crear una asociacin interregional, o con

    10 El modelo de aquiescencia pragmtica ue denido por Russell y okatlian, como aqul que se inici en los

    aos 90 del siglo XX hasta diciembre de 2001. La aquiescencia es un tipo de conducta que se caracteriza porla conormidad autoimpuesta por parte del Estado, cuando ante la alta de alternativas realistas se adopta unapoltica exterior subordinada a un actor externo. En este perodo el inters nacional ue denido en trminosde desarrollo econmico y en consecuencia el modelo de insercin seguido por el gobierno de Argentina, tuvoa Brasil y a Estados Unidos como principales protagonistas: Brasil ue visto instrumentalmente como una con-traparte uncional en trminos econmicos y disuncional en trminos polticos, dado que el vnculo estabasubordinado a la relacin con Washington; mientras que Estados Unidos ue racionalizado como el reerente delalineamiento estratgico, siendo la piedra angular de la poltica exterior argentina (Russell y okatlian 2002).

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    posterioridad a la crisis de 2001 cuando se institucionalizaron misiones conjuntas con elsello comunitario.

    Para Chile en esta ase existi un plano de una mayor cooperacin, ya que el proce-so de apertura y liberalizacin iniciado en Buenos Aires permiti una mayor convergen-cia de sus economas, y en Argentina, producto de la privatizacin y la convertibilidad,transorm su estructura productiva convirtindose en exportador de energa (debido ala explotacin irracional de los recursos naturales y la cada de la produccin industrial).

    La mayor complementacin de los modelos econmicos no impidi la existenciade cierta puja con Chile ante la integracin a la economa norteamericana, ante la am-bigedad que el gobierno de Menem tuvo en la materia, y como pudo observarse en las

    discusiones del Grupo Ro de 1997.

    ambin en este plano, el n de la dictadura de Pinochet en 1990 y la posteriorincorporacin de Chile al Mercosur poltico en 1996, reorzaron la az cooperativa entreambos Estados. Fue lo que Lorenzini denomin la superacin de los obstculos de lavieja poltica a la nueva poltica (2011:183).

    Pero la subsistencia de la vieja poltica estuvo concentrada en los problemas delmites y por ello se rm un primer acuerdo con el presidente Patricio Aylwin para so-lucionar los 24 puntos en disputa, dejando de lado el conicto de Laguna del Desierto y

    el de Hielos Continentales, segn lo establecido en el ratado de Paz y Amistad de 1984.

    El primero ue llevado a un arbitraje internacional que all en avor de las preten-siones argentinas y en el segundo se intent una solucin poltica a travs de la demar-cacin de una poligonal consistente en jar una lnea equidistante entre las pretensionesde ambos pases.

    A nes de 1996, el presidente de Chile, Eduardo Frei, y su par argentino, CarlosMenem, al no encontrar ninguno de los dos gobiernos acuerdo por parte de sus par-lamentos, avanzaron en uno nuevo que estipul la conormacin de una comisin in-

    terparlamentaria que analiz la debatida poligonal. En 1998 emiti un dictamen queue acordado por ambos congresos, y ue aprobado al ao siguiente, en donde el 70 porciento de los reclamos argentinos ueron considerados (Simonoff 1999).

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    El cierre de las disputas ronterizas con Chile marc la apertura hacia una agendaeconmica entre los dos pases y aprovechamientos de recursos en comn, como asimis-mo el encuentro de una salida al Pacco para el Mercosur.

    Durante las Presidencias de Menem, con respecto a Malvinas trat el tema en sin-tona con los deseos de los poderosos, y estableciendo dos planos: uno bilateral, con losbritnicos en el cual se busc allanar sus intereses econmicos y polticos, e implemen-tando una peligrosa estrategia llamada de seduccin hacia los isleos.11

    3. La poltica exterior de Fernando de la Ra (1999-2001)

    La gestin de Fernando de la Ra ue ubicada en el marco de una continuidad de lagestin de Menem, aunque existieron ciertos elementos dierenciales, estos no llegaron aplasmarse en una poltica dierente. Evidentemente la atadura a la convertibilidad resultel principal impedimento para realizar cambios en la estrategia de insercin aliancista.

    Las vinculaciones entre el modelo econmico de la convertibilidad y el de inser-cin internacional del realismo peririco, los vuelven inescindibles, no existiendo po-sibilidad para que cada uno uese utilizado independientemente del otro.

    Durante esta administracin se continu pensando en conciliar la prioridad Mer-

    cosur con la poltica hacia Chile, postulando su incorporacin al bloque regional, ademsse buscaron coincidencias con respecto al ratado Antrtico al margen de los conictosexistentes entre los dos pases, y para que Buenos Aires sea la sede del mismo (Simonoff2007).

    Esta ampliacin del Mercosur busc evitar la presencia gravitatoria de Brasil, perotermin racasando cuando, a nes de 2000, la nacin trasandina decidi integrarse alratado de Libre Comercio con Estados Unidos.

    De hecho sectores del gobierno, undamentalmente su ltimo ministro de Econo-

    ma, Domingo Cavallo, recomendaba salirse del Mercosur e iniciar conversaciones para

    11 La Argentina considera a los kelpers como poblacin implantada y por lo tanto su reclamo de autodetermina-cin sera consagrar el colonialismo, ms que terminar con l. La estrategia de seduccin llevada adelante por laadministracin menemista puso en riesgo este principio sostenido por Argentina y contenido por la ResolucinN 2.065 de la Asamblea General de Naciones Unidas.

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    incorporarse [al NAFA], siguiendo el modelo de negociacin que lleve adelante Chile(Cavallo 2001:264-65).

    Los gobiernos posteriores a Menem buscaron un alejamiento de la estrategia deseduccin. A pesar de las diversas estrategias de insercin internacional en general, y conrespecto a Malvinas en particular, en los aos posteriores a Menem encontramos ciertacontinuidad, o lo que ms ampulosamente se llama Polticas de Estado.

    La continuidad de la convertibilidad, que aectaba la competitividad de la econo-ma argentina y repercuti en vastos sectores de la sociedad, llev los ndices de pobrezaa trminos nunca vistos, que se tradujeron en una prdida de legitimidad del gobierno,el cual colaps, y tras una serie de sucesores, nalmente Eduardo Duhalde qued a cargo

    del Ejecutivo.

    4. Las polticas exteriores tras la crisis de 2001

    Las lecturas de la crisis de 2001 en el sentido de un corte con el pasado ue mayori-tario, pero lo cierto ue que sus sentidos no ueron los mismos. Mientras para Rapoport,el alejamiento de la convertibilidad result central para una nueva poltica exterior, quetermin expresndose en la gestin de Nstor Kirchner (2009), los autonomistas marca-ron la valoracin de la bsqueda de mrgenes de maniobra (Figari 2004), rente al mode-

    lo anterior que privilegi la insercin, ms errticas resultaron las lecturas neoliberales yneoconservadoras.

    La lectura de Russell (2010) consider la reaparicin de elementos del segundoncleo, o modelo globalista, y el desplazamiento de los del tercero, en una idea un tantopositivista de la evolucin de las cuestiones polticas, lo que condicion su visin de esteperodo como de otros.

    La lectura de Escud que pas de determinar primero la del Estado parasitario,categora en la cual la poltica exterior se convierte en un instrumento de la poltica

    interna y por lo cual:

    es improbable que el uturo depare polticas exteriores racionales, pensadas en un-cin de los intereses de largo plazo en un contrato social democrtico. Por lo menoshasta que la condicin de parsito sea superada, no volvern a implementarse polticas

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    exteriores como las de Menem y Alonsn que ms all de sus aciertos o errores, ueronpor momento admirables en su disposicin al sacricio electoral... (Escud 2005:117)

    Pero no solo el cambio de la situacin interna aectaba el anlisis escudeano. am-bin el alejamiento del horizonte de un mundo unipolar que lo llev a sostener que en losltimos aos producto del caos sistmico, se han reducido los costos de las conronta-ciones con la potencia hegemnica que tuvo como consecuencia que las ecuaciones delrealismo peririco se ha(ya)n transormado (Escud 2004:199).

    Es extrao que en un artculo reciente, y ante el surgimiento de China como unade las principales potencias mundiales, continu planteando los mismos condicionantesque para los escenarios anteriores, a pesar del cambio de las ecuaciones (Escud 2011).

    Esta transormacin de las ecuaciones del realismo peririco lo llevaron a unarevisin del proceso, al considerar que las polticas exteriores de las administracioneskirchneristas son una expresin de realismo peririco blando, rente a una supuesta apli-cacin ortodoxa de su teora en los 90 (Escud 2009).

    En cierto sentido existen puntos de continuidad de algunas polticas iniciadas enlos 90, y reclamadas por Escud, como la rma del ratado de no Prolieracin de Ar-mas Nucleares (NP), de latelolco, por ejemplo, pero nos preguntamos: son sucientespara establecer la vigencia del realismo peririco, o estamos claramente en otra instancia

    terica y de la prctica de la poltica exterior?

    Como ha sostenido Mario Rapoport, con la llegada de Nstor Kirchner estara-mos viviendo un nuevo modelo de poltica exterior sustentado en la reindustrializacin,desendeudamiento y desarrollo econmico que todava estamos transitando (2009:26),claramente distinto al de la anterior dcada. Aunque no nos deja de ser extrao que am-bos autores, dos de los principales polemistas de la disciplina desde los aos 80, hoycoincidan en su evaluacin sobre la administracin kirchnerista.

    Frente a las estrategias adoptadas por los sucesivos gobiernos desde 2001 no po-

    dramos suponer la existencia de una continuidad ante el cambio de modelo econmicoy de insercin que obedeci a la propia supervivencia del Estado-nacin y de la sociedadargentina.

    En uncin de la importancia que para Argentina tienen Brasil y Estados Unidos,se ueron constituyendo ejes como la securitizacin de la agenda mundial, los vnculos

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    con la regin y el Mercosur, la negociacin de la deuda externa, la reinsercin internacio-nal del pas y la crisis nanciera internacional de 2008.

    La securitizacin de la agenda internacional llev a los gobiernos argentinos enmedio de la crisis a evitar compromisos directos con la poltica de Washington, aspirandoa mecanismos de carcter multilateral, como mantener y reorzar las misiones de paz,buscar ciertoslinkagescon la lucha contra el terrorismo, como el avance judicial sobreciudadanos iranes en la causa de los atentados en los aos 90, pero jando distancia delunipolarismo.

    Existieron coincidencias con Chile en torno a la intervencin norteamericanaen Irak, aunque como seal Mara Elena Lorenzini, esto ue una simple coincidencia,

    puesto que no tuvo lugar un proceso previo de concertacin y coordinacin de poltica(2011:177).

    Volviendo a la Argentina, debemos sealar que la llegada de los demcratas per-miti observar cierto agotamiento de la estrategia multilateral y la necesidad de un re-planteo de la misma que an no lo vemos aparecer con claridad.

    El marco externo trajo aparejados desaos que sumados a la crisis de 2001, hicie-ron que Argentina proundizase su rol regional. ras ciertos titubeos iniciales, la estrate-gia de insercin internacional tuvo un vuelco hacia la opcin de Brasil, y un tratamiento

    razonable hacia la gran potencia del norte del continente.

    El impacto sobre la regin redund en una mayor autonoma en muchos aspectos,pero tambin trajo aparejadas nuevas responsabilidades, como lo demostr la interven-cin en la Misin de Estabilizacin de las Naciones Unidas en Hait MINUSAH y en lasdiversas crisis polticas que tuvieron lugar principalmente en el Cono Sur.

    En este plano, y dentro del marco de la regionalizacin de las Operaciones deMantenimiento de la Paz (OMP) ueron, tras Aganistn e Irak, o ormas de compen-sacin en contra de la legalizacin de la segunda, como podra ser el caso de Chile, o la

    orma de aporte indirecto de tropas, como puede ser el de Argentina, lo cierto que ue unmbito de convergencia y que puede convertirse en una oportunidad para un comporta-miento autonmico.

    En este esquema debemos sumar a Brasil, que no qued reducido al envo de tro-pas, sino que tambin a la articulacin de polticas para cumplimentar el tipo de mandato

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    de la operacin entre los tres pases en el ABC sobre Hait, lo que ue un dato por demsauspicioso.

    Otro dato para nada menor ue el avance en el plano de la integracin de tropaspara este tipo de misiones entre Argentina y Chile, los que en el marco de la reunin bi-lateral conocida como el 2 + 2 (ormado por los cancilleres de Argentina y Chile, Jorgeaiana y Alejandro Foxley, y los respectivos ministros de Deensa, Nilda Garr y VivianneBlanlot), en diciembre de 2006, anunciaron la puesta en uncionamiento de una uerzabinacional de paz combinada conocida como Cruz del Sur que:

    Se trata de la primera experiencia de integracin entre uerzas armadas que, en estecaso, tendr por cometido la conormacin de una uerza militar disponible para mi-

    siones internacionales de paz de las Naciones Unidas. La uerza Cruz del Sur actuarbajo mandato de la ONU y conorme a los parmetros y procedimientos del SistemaUNSAS (United Nations Stand-by Arragement System) (Simonoff et al.2007).

    Adems, est la uncin de estabilizador regional que se haba desarrollado con-juntamente con Brasilia, como por ejemplo en los casos de crisis polticas en Bolivia yEcuador; tras la creacin de la Unasur, estas se realizaron en un marco ms instituciona-lizado y tambin ms limitado al espacio sudamericano que al latinoamericano.

    Fue muy interesante en este nuevo plano la reunin entre las presidentas Michelle

    Bachelet y Cristina Fernndez con motivo de la crisis que aquej a Bolivia, en septiem-bre de 2008, previa a la reunin de la Unin de Naciones Sudamericanas (Unasur), paracoordinar el rechazo a los sectores separatistas.

    El eje de la integracin regional tuvo al Mercosur como actor central. Este pro-undiz su perl como mercado comn al sancionar su Cdigo Aduanero en 2011 yestablecer como meta nal del proceso el ao 2019. Pero no ue menos cierto que suprincipal desempeo ue como instrumento de insercin econmica internacional parasus miembros (misiones comerciales conjuntas, participacin en el G22 de la Organiza-cin Mundial de Comercio, OMC, el rechazo al rea de Libre Comercio de las Amricas,

    ALCA, entre otros).

    En el marco de la integracin con Chile, en octubre de 2009, ambas presidentassuscribieron el ratado de Maip de Integracin y Cooperacin, el cual para el entoncescanciller argentino, Jorge aiana, constituye el nuevo marco programtico en el cual se

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    desarrollar la dinmica de la relacin bilateral en las prximas generaciones (Simonoffet al.2010).

    En el plano de la integracin sica, a los pasos abiertos en la dcada de los 90,como el de Jama o Cardenal Samor, por ejemplo, se le sumaron la conormacin deentidades binacionales para la construccin del nel Internacional en el Paso de AguaNegra y el ren rasandino Central previstos en el ratado de Maip.

    Pero obviamente que no podemos desatender en el marco de la estrategia de in-tegracin las relaciones con Brasil. Estas pasaron de un buen momento, marcado por lasolidaridad de ese pas en la crisis de 2001, y reorzado con la llegada de Lula da Silva,hasta que a nes del 2004 empezaron a mostrar ciertas tensiones, como lo ueron las

    discusiones en torno al rediseo del Consejo de Seguridad y el rechazo inicial a la Co-munidad Sudamericana de Naciones. Sin embargo, sobre el nal de la gestin de NstorKirchner estos aspectos parecan olvidados.

    A dierencia de lo ocurrido en esa administracin, la agenda con Brasilia de Cris-tina Fernndez estuvo marcada principalmente por los eectos de la crisis de 2008. Lavariante carioca permiti mejorar los trminos de negociacin internacional, tanto en laintegracin regional como en las negociaciones en el marco de la Organizacin Mundialde Comercio.

    La relacin con Brasil ue menos eectiva en la relacin con los organismos mul-tilaterales de crdito, y en este plano Argentina dependi primero de la ayuda de Wash-ington desde la segunda ase de la administracin duhaldista, en mayo de 2002, (en laconsecucin de este apoyo los gobiernos de Ricardo Lagos y Vicente Fox resultaron cen-trales), y a pesar del compromiso de establecer una estrategia conjunta en la Declaracinde Copacabana (2004), y luego, entre 2005 y 2007, dependi del aporte venezolano.

    Precisamente, la estrategia de desendeudamiento ha sido exitosa, ya que virtual-mente Argentina sali del defaultdeclarado a nes de 2001. Se sustent en dividir a losdeudores en dos tipos: los tenedores privados, quienes tras dos ases de reestructuracin

    con una importante reduccin en 2005 y 2010, sumaron un 92 por ciento del total, ylos institucionales, con los cuales se avanz en una esquema de negociacin de costosrecprocos, a partir de mayo de 2002, y que en 2005 termin con la cancelacin de lasacreencias con el Fondo Monetario Internacional.12

    12 Para los datos sobre el desendeudamiento, vase:http://www.mecon.gov.ar/nanzas/snan/documentos/inorme_deuda_publica_31-12-11.pd

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    Restan aun unos 7.000 millones de dlares en manos defondos buitres, que inten-taron a lo largo de todo el proceso obstaculizarlo, y rente a las acreencias con el Clubde Pars que dilat la esperanza del gobierno de mejorar las notas de las calicadoras deriesgo y el retorno de la inversin para permitir la continuidad del crecimiento a tasaschinas.

    Desde el n de la convertibilidad, Argentina se ue alejando del paradigma eco-nmico neoliberal por otro ms heterodoxo. Algunos lo denominan neodesarrollista, yaque gracias a un tipo de cambio competitivo, la utilizacin de la capacidad ociosa y losprecios de loscommoditiesse pudo entrar en una ase de crecimiento econmico.

    La alta de acceso a los mercados internacionales, producto del default, ue suplida

    tanto por la recuperacin de las instalaciones industriales como por el doble supervit enmateria scal y con los intercambios comerciales con el mundo.

    En este ltimo plano se produjo un crecimiento asombroso, ya que se pas de34.600 millones de dlares en 2002 a 157.000 en 2011, con un saldo ampliamente posi-tivo que supera holgadamente los 10.000 millones anuales. La nica retraccin de estecrecimiento se observ en 2009 y 2010, en que los intercambios cayeron levemente, peroampliando el saldo a unos 16.000 en el 2009, por ejemplo. 13

    Fue evidente la proundizacin y diversicacin de destinos de las exportaciones.

    Las principales reas de comercializacin ueron el Mercosur, que oscil entre 20 y 25por ciento, mientras que las otras zonas importantes (Sudeste asitico, NAFA y UninEuropea) rondaron entre 12 y 20 por ciento. Asimismo, las importaciones estn menosequilibradas, con una preeminencia del Mercosur, aproximadamente un tercio del total,y el creciente aumento de llegada de productos de origen chino.

    En el caso de Chile, la participacin en las exportaciones mostr un signo decre-ciente en esas echas, ya que en 2002 rond 12 por ciento y el ltimo ao en 6 por ciento,en el caso de las importaciones se mantuvieron constantes en todo el perodo, 2 por cien-to, pero en 2011 cayeron a 1 por ciento.

    Esto ue producto del cambio de modelo econmico e insercin internacional ar-gentino que aect las pautas de cmo se haban desarrollado las vinculaciones argenti-no-chilenas desde los aos 90. Argentina en ese entonces, producto del achicamiento de

    13 Para los datos reeridos al intercambio comercial argentino, tanto a sus monto como por su composicin, vase:http://www.indec.gov.ar/

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    su economa, se haba convertido en un exportador de energa, pero la reactivacin de laltima dcada lo volvi nuevamente en importador. Como lo sealamos oportunamente:

    Ambos pases tienen necesidades energticas que sus mercados internos deben satisa-cer y, pese a la complementariedad, es inevitable que existan dicultades y dierenciassobre las tarias del gas que la Argentina le vende a Chile. Este conicto se arrastradesde los recortes al envo de gas argentino decididos por el gobierno en 2004, duranteel gobierno del presidente Ricardo Lagos. Se reavivaron en julio de 2006, cuando la cri-sis energtica se hizo tan clara como la dependencia regional de lo que ocurra polticay econmicamente en Bolivia, pulmn gasero del Cono Sur. Entonces, el gobiernodecidi aumentar en un 45 por ciento el impuesto al gas que se vende a Chile, despusde que Bolivia aumentara el precio del combustible que a su vez vende a la Argentina

    (Simonoff et al.2007).

    En general, los eectos en Sudamrica de la crisis de 2008 ueron ms reducidosque en los pases desarrollados, por su menor dependencia del comercio y las inversionesde estos, y una mayor relacin con China e India. En el caso especco de la Argentina,adems de ello, al tener la inversin extranjera una escasa inuencia en el proceso decrecimiento, su reduccin global no ue un problema inicialmente, lo que le permiti a laPresidenta decir en la Bolsa de Nueva York en 2008: No necesitamos Plan B (Fernndezde Kirchner 2008). Aunque en la nueva dcada del milenio la necesidad de inversinexterna para sostener el crecimiento se hizo ms notoria, sumado al hecho de que la

    crisis no supuso hasta el momento, como inicialmente se crea y el gobierno argentinoapostaba uertemente a un cambio de paradigma econmico a nivel global, esta situacincomplic no solo el crecimiento, sino tambin los modos en los cuales la Argentina debeinteractuar con el mundo.

    Argentina con posterioridad a la crisis de 2001 desarroll un perl internacionalen el cual privilegi dos planos: uno geogrco y otro conceptual. El primero es clara-mente conosureo, y de alineacin con las naciones de la perieria; el otro es multilateraly de armacin del derecho internacional.

    Estos dos aspectos, la condicin peririca y el multilateralismo, ayudan en mu-chos oros a la comprensin del problema de Malvinas, pero resultan insucientes. Nece-sitamos que nuestro pas involucre en su causa a otros jugadores relevantes del escenariointernacional, como lo hizo oportunamente con Rusia o China, y que hoy se pueda ex-tender a los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudrica).

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    El rol chileno, ms all de la continuidad del apoyo en los reclamos argentinosdesde 1990, result relevante para la rma de los acuerdos de 1999, sobre comunicacio-nes entre las islas y el continente, como asimismo en su apoyo, en diciembre de 2011, ala medida adoptada por el Mercosur de no permitir el arribo a sus puertos de naves conbandera de Malvinas, a pesar de los intentos de las autoridades britnicas por revertirla.

    III. CONCLUSIONES

    Para concluir, creemos que a lo largo de estos 30 aos, la poltica exterior argentinaha construido una estructura triangular en donde sus principales variantes son las rela-ciones con Washington y Brasilia.

    El balanceo que realiz Argentina entre estos dos polos ue producto de las in-novaciones ocurridas en el primer gobierno democrtico: el giro realista hacia EstadosUnidos y la poltica de cooperacin hacia los vecinos, que permitieron buscar mrgenesde maniobra en el escenario internacional.

    Para nosotros, desde la restauracin democrtica y los cambios acaecidos desdenes de los 80 en el escenario internacional, las estrategias de las polticas exteriores tu-vieron como marco la estabilidad de un rgimen, dentro del cual se produce una conjun-cin de las pretensiones de autonoma e insercin que estara caracterizando a un modelo

    reciente desde 1983.

    Estas polticas exteriores se construyeron a partir de un interesante juego de equi-librios entre las tendencias autonomistas, que privilegiaron a la regin como escenarioprincipal de su agenda, y los de insercin restringida con la potencia hegemnica. Lasdierencias entre estas tendencias estuvieron en la eleccin de su alianza principal. Mien-tras los primeros apuntaron a generar mrgenes de maniobras en el sistema internacionalsobre las alianzas con pases con similares recursos y valores, los occidentalistas conti-nuaron por una poltica de seguimiento hacia la potencia hegemnica.

    Estos elementos nos permitieron delinear una presencia de cierta estructura trian-gular, donde el impacto de las tendencias autonomistas buscaron centrar su prioridaden Brasil, y las otras, las dependentistas, en Estados Unidos. De acuerdo a qu lado deltringulo se apoy la estrategia principal de vinculacin de Argentina con el mundo, ueel resultado obtenido. Existieron uertes condicionantes, como el endeudamiento quegener la necesidad de acercarse a Washington para conseguir apoyo nanciero, ya sea

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    unilateralmente o a travs de los organismos multilaterales que controla, lo que ocasionuna tensin en la bsqueda de un mayor marco autonmico. La primera opcin tambintuvo sus dicultades, ya sea por las transormaciones del sistema internacional, o los deBrasil, y que puede llevar hacia una doble dependencia (Figari 1997:195-96).

    Salvo en el caso de Brasil, no existe otro pas con el que se tenga tal grado de in-teraccin e interrelacin, de reuniones intergubernamentales en todos los niveles, comoel que ocurre con Chile, siendo el caso ms notable los avances en la integracin de ladeensa, incluso en un grado mayor que con nuestro principal socio.

    El racaso de la integracin comercialista que llevaron adelante ambos pases des-de los 90 y que tuvo un revs con la crisis del gas desde comienzos de 2004, no debe ser

    vista como una calamidad. Podramos decir que Argentina y Chile han ensayado unaestrategia ms prounda, sostenida por lo que Jos Morand ha subrayado como unaconstante histrica: la bsqueda permanente de niveles mayores de autonoma y ejer-cicio de sus soberanas que debe ser el ncleo de nuestra asociacin (Morand 2007:43).

    As lo han comprendido sus gobiernos y sus sociedades que, como dijera RalBernal Meza, es imprescindible el diseo de una agenda poltica que, por cierto, debetomar en consideracin la poltica exterior y las relaciones regionales e internacionales deambos pases como su teln de ondo (Bernal Meza 2007:28).

    Seguramente la conjugacin de estrategias autonomistas, sern mucho ms satis-actorias para ambos y que tambin la comprensin de nuestras dierencias requieren yrequerirn de muchos desaos, obstculos y puestas a prueba que resultarn en una tareaque por desaante, no deja de ser posible.

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