sin rastro

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    SIN R STRO

    Das Despus. Ao de La Grata.

    Vienen a mi mente figuras difusas que, podran o no ser de una camilla. Estoy

    sobre ella en un cuarto completamente blanco, mis manos estn atadas, siento como si

    estuviesen hurgando o tal vez, removiendo algo de mi interior. Antes de eso, hay cientos

    de imgenes imprecisas de das y noches, risas, llantos y rias; todas pasadas, todas

    reales e imposibles de ordenar coherentemente. Sin embargo, no me esfuerzo tanto,

    porque ninguna de esas fotografas merece la pena, ninguna merece repeticin y anlisis

    las veinticuatro horas del da como si pudiera hacerlo despus de todo.

    No recuerdo los sucesos con lujo y detalles, pero hay algo que tengo clarsimo:

    ese fue el momento que marc un antes y un despus en mi vida: me convert en mujer.

    Por derecho, por decreto, por virtud.

    Dar a luz, convertirme en madre es una transicin de suma importancia en

    nuestra sociedad, o eso me dicen todos. Sin embargo, no puedo engaarme, y a pesar de

    slo tener reminiscencias del alumbramiento, s que parir fue de vital importancia para

    m, an si de todo el proceso slo me qued la satisfaccin de 'algo' que fue y... el dolor

    de 'algo' perdido.

    Y luego no hay nada, nada salvo La Grata y las mujeres que en ella habitan.

    Nada, salvo mantener la comunin entre hermanas, nada salvo olvidar que fui mam.

    No lo deseaba, por lo tanto no debera importarme. Fin del asunto.

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    Me miro los zapatos, son azules, no cualquier azul, sino ail, lo s porque es mi

    color favorito, como mis ojos, como los de mi hija o eso me gusta imaginar. No

    recuerdo nada sobre ella, de hecho no tengo la certeza de si la vi o volver a ver alguna

    vez. No s si tendr ya todos sus dientes, ni a qu edad aprendi a caminar.

    Un kilo de valeriana por tus pensamientos.

    Mi ceo se frunce de forma involuntaria, me pasa seguido. Es molesto, porque

    con ese gesto, tiendo a enviar mensajes equivocados, me hace ver como si estuviera

    enojada las veinticuatro horas del da, a pesar de no ser as, tal vez es como un tic que

    no puedo controlar, salvo cuando sonro, claro est. Pero no puedo estar haciendo

    muecas de felicidad todo el da slo para verme agradable ante las dems. Por otro lado,

    trato de equilibrar porque he aprendido que los extremos tienden a sacar lo peor de las

    personas. O sea, no son buenos.

    Sigo con mi ceo fruncido.

    No lo vale.

    Para dar nfasis a mi respuesta, abandono la silla donde estaba sentada y camino

    hacia el escritorio sintiendo como la mirada de Anaya quema mi espalda. Es fcil

    imaginarlo, porque mi amiga tiene unos ojos violeta similar a los cambios bruscos del

    fuego cuando va del rojo al azul.

    Vamos Emil, ningn zapato puede ser tan interesante. No me trago que ests

    slo mirndolos porque s.

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    S que no me cree, pero es mi amiga as que se limita a sonrer, me besa en la

    cara y regresa a la cama a escribir en su diario, dado que yo estoy ocupando el escritorio

    otra vez.

    No te parece una prdida de tiempo?digo despus de unos minutos. Me he

    quitado los zapatos y tengo una ua sin pintar, as que tomo el esmalte y comienzo a

    pasar la brocha.

    El qu?

    Me demoro en contestar, porque estoy concentrada en mis uas, pero cuando lo

    hago me sorprende lo que veo: Anaya est escribiendo. Est bien, no es novedad, lo ha

    hecho siempre, pero en esta ocasin tiene una mano en sus labios, cierra los ojos como

    evocando un recuerdo. La observo curiosa cmo delinea su boca con los dedos. Cuando

    se siente observada me ve, niega con su cabeza y vuelve a escribir. Tampoco me pasa

    desapercibido el brillo acuoso en sus ojos, pero lo dejo pasar.

    El diario.

    Todo lo contrario. Imagnate, si no fuera por este diario, no tendra idea que

    ayer fuimos reprendidas por Nissa.

    Bueno, ahora estoy interesada. Contina.

    Ya ves, deberas ser ms agradecida, este beb dice dando golpecitos con el

    lpiz sobre su diario, nos ayuda tanto a ti como a m.

    No es mi culpa ser lo ms importante en tu vida y que escribas slo de m

    bromeo, pero ella se calla y muerde sus labios. Muy bien, oculta algo, es tan

    ridculamente obvia que me molesta.

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    Dejo el esmalte en el escritorio y camino con cuidado hasta la cama de Anaya,

    cuidando que la pintura de mis pies no se corra.

    Primero, quiero saber por qu nos retaron ayer. Segundo, sobre quin has

    estado escribiendo aparte de m.

    No deba sonar tan autoritaria o celosa, rayos!, yo no era as, eso quedaba para

    Marta y Patrinix, yo slo quera No lo s.

    Ac dice que nos metimos al sector sureste deLa Grata.

    La gobernacin? otra vez me sorprende el tono de mi voz, sueno ms y

    ms molesta a medida que corren los segundos. Por qu? Qu tan importante es lo

    que sucedi ayer? Ya aconteci, es pasado, no es natural estar atadas a l.

    No, a las residencias de prvulas.

    Prvulas?

    Y as de fcil, as de rpido, todo tuvo sentido, podr no recordar, podr tener

    fisuras en mi memoria, pero no necesito ser una genio para saber qu hice ayer.

    Habl con ella?

    Anaya niega, porque me conoce, porque entiende, intuye sin recordar, que ella

    existe. Ambas, Aya y yo compartimos eso, el terror por lo olvidado, el anhelo por lo

    prohibido, esa cosa extraa y anmala que est mal, que no puede recuperarse, pero que

    de algn modo, de alguna forma, sigue ah, patente, incitndonos a intentar lo

    imposible: recordar.

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    Por eso Aya lleva un diario y yo me aferro a sus recuerdos, a esa nia sin rostro,

    al llanto mudo, a esas manitas que debieron ser frgiles, pequeas y suaves, a ese

    contacto clido y que, de ser posible, perpetuara eternamente. Me grabara su olor, su

    risa, su gimoteo.

    Nunca dese ni ped ser madre, odiaba la sola idea de albergar una nia en mi

    interior. Anaya quera olvidar y yo nunca lo supe, nunca lo not, pensaba que era

    normal vivir el momento, ahora s que lo normalno es lo mejor.

    Noresponde mi amiga, no lo s. Ac dice que fuimos a la gobernacin y

    me pediste que esperara fuera.

    Trago. Eso significa

    Tal vez la vi.

    Tal vez no estaba.

    Ambas sabemos que slo lo dice para no darme falsas esperanzas, pero es tarde,

    ya he comenzado a tenerla.

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    ***

    Estoy a un par de metros del edificio cuando comprendo lo fcil que ha sido, lo

    simple que es llegar ac; encontrar el camino correcto, el horario indicado, saber cul es

    la curva exacta que debo tomar para que no me sorprenda alguna hermana de rango,

    como la encargada de piso o alguna de las vigas. Yo no recuerdo, mi instinto s. Y una

    vez que lo dejo tomar el control para que me gue, todo es diez veces ms sencillo.

    Por suerte, a los pocos minutos de trayecto, aparece ante m un pequeo edificio

    color ocre, como la mayora de las construcciones de La Grata. He llegado pienso

    aliviada. La imagen es seguida por una serie de sonidos: un coro de risas, griteros e

    incluso berrinches.

    Otra vez usted? me dice una mujer alta y morena que est sentada detrs

    del escritorio de lo que parece ser el hall de la residencia. Tiene unas cejas demasiado

    gruesas para considerarse atractiva, pero no es como si yo fuera objetiva, me desagrad

    desde que puse mi atencin en ella, y por lo que me dijo cuando me vio, la

    animadversin no viene slo de ahora, sino de tiempo atrs. Probablemente ayer.

    S, me temo que dej un par de cosas ac.

    Mi hija, mi deseos de vivir, la vida misma.

    Qu cosas?

    Cosas privadas.

    Seorita

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    Escuche, no me tomar ms de diez minutos. Adems, usted no puede

    prohibirme la entrada, soy mayor de edad.

    La bruja se puso de pie, cruz sus brazos sobre su pecho y enarc una ceja. Era

    tan alta como yo, pero mucho ms delgada, imposible pasar por alto su similitud con las

    escobas. Imposible.

    Me temo que se equivoca, cuando las hermanas se encaprichan con una de las

    nias se les prohbe la entrada.

    Est usted insinuando? Incapaz de crermelo, intent reformular mi

    afirmacin. Las calumnias son un tipo de difamacin que, si se denuncian son

    penalizadas.

    La escoba abri los ojos ofendida, tom varias bocanadas de aire antes de hablar.

    Tengo una foto de usted en nuestro expediente, ya van cinco veces que

    olvidaalgunas cosas ac en lo que lleva del ao. Me temo que

    Imposible, lo recordara.

    No, no es parte de su memoria, son slo sucesos sin importancia.

    Sin importancia? Mi pequeita puede considerarse un suceso sin importancia?

    Al parecer s, porque la olvid Vine antes, al menos cinco veces y cada una de ellas,

    la olvid.

    Es importante me oigo susurrar avergonzada, culpable y de alguna forma

    me las arreglo para no decir una palabra ms, para tragarme el dolor y aparentar

    tranquilidad, incluso apata. Un trmite aado luego, para evitar otro rechazo

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    mientras siento mi pecho arder de vergenza, un trmite que no puede esperar,

    necesito encontrar esos papeles que perd

    Ayer?

    S, ayer.

    Muy bien, pero tiene cinco minutos, no diez ni quince.

    Siete

    Tres.

    Est bien, cinco.

    Ya empezaron.

    Justo antes de cruzar la puerta que me separa del eco que provocan las risas y

    gritos de las nias, me pregunto cmo ser ella. La reconocer, me reconocer? Hay

    ms de un centenar de pequeas. Cmo sabr cul de todas es ella?

    Cierro la manija tras de m y apoyo mi cabeza en la puerta, al instante mis

    hombros se tensan, cada msculo de mi cuerpo se contrae y algo similar al fro se

    apodera de m.

    No me dejes, no me dejes

    Sacudo mi cabeza e intento enfocar mi vista en un punto determinado, pero es

    difcil, si no imposible Las nias parecen multiplicarse cada vez que pestaeo. Son

    tantas y corren por doquier, me marean.

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    Me dirijo a un columpio, est vaco y me siento en l sin despegar nunca mis

    pies del suelo.

    Y es as como pierdo los minutos, sentada en un juego infantil, esperando un

    milagro en forma de manito plida tocando mi rodilla, algo similar a un te quiero

    asomando en sus labios.

    Cun irreal e idealista!

    Sacudo mi cabeza para espantar esos pensamientos, abandono el columpio entre

    molesta y destrozada, y antes de partir definitivamente, la veo: pequea, callada y

    regordeta, viste una jardinera rosa y zapatillas a juego, tiene el cabello rubio platinado y

    encima de su cabeza lleva una enorme flor rosa que intenta controlar sus rebeldes

    tirabuzones, se encuentra a mis espaldas, a escasos centmetros del columpio observa

    sus manitos como si quisiera mirar sin ser vista, como si temiera mi respuesta.

    Y lo s, sin necesidad de una seal en el cielo, sin otra pista ms que los latidos

    frenticos de mi corazn, s que esta criatura de tres aos es mi hija. Acabo de ponerle

    rostro a mi bebe.

    La nia mira sus palmas con una concentracin fingida, muda y confusa.

    Ninguna nia debera mirar as.

    Viniste me dice boquiabierta y yo caigo de rodillas a su pies,

    literalmente, estoy de rodillas frente a ella y quiero acunarla entre mis brazos, quiero dar

    nombre a esto, a lo que siento, a la situacin.

    Parir Cun diferente es eso de dar a luz? Cunto ms puedo

    despersonalizarme del sentimiento? Cunto ms puedo fallarle?

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    Claro que vine respondo y ella sonre. Esta pequeita, esta desconocida

    acaba de sonrer y yo me siento viva, tanto que olvido todo: donde estoy, qu debo

    hacer, incluso deja de importarme la hora, ya que toda mi atencin ha ido a parar a su

    pequea boca de labios regordetes y dientes irregulares; algunos son slo puntitas en

    proceso de crecimiento y otros ms grandes, separados a una distancia

    desproporcionada, tpico de la edad, lo que en conjunto, transforma su sonrisa en un

    gesto tierno e inocente, an ms, se vuelve inolvidable.

    Y sin pensarlo, sin sospesar los riesgos, la atraigo hacia mi cuerpo y la envuelvo

    en mis brazos.

    Ma

    Sip. Ayer me dijistemusita bajito contra mi cara, y su aliento calentito me

    hace cosquillas en la mejilla. Es el cielo en la tierra, me dijiste que venias.

    Eso te dije?

    Sp

    Y no lo olvidaste? suelto por mera cordialidad, demasiado perdida en el

    confort de su abrazo, intentando grabar cada nfimo detalle, memorizar su olor.

    Nop, yo no olvido. Nunca.

    Lentamente, comienzo a alejarme. Procuro no hablar de inmediato para que ella

    no note cuan perturbada me ha dejado su pequea confesin. Mientras pienso qu decir,

    me entretengo acariciando su cabello, es claro como el mo, pero no ha sacado mis ojos

    como tanto lo haba imaginado, los de ella son mbar, como el sol, ojos enigmticos y

    dormilones. Ojos que han visto mucho y no han olvidado, ojos con recuerdos.

  • 5/28/2018 Sin Rastro

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    Eres muy especial

    Sira, ya te dije que me llamo Sira

    Lo s, es que

    Se te olvida, no te preocupesdice y luego aade: ya te perdonpero es

    interrumpida por un bostezo que arruga toda su carita, abre su boca de forma exagerada,

    dejando otra vez sus dientes disparejos al descubierto y esa naricita pequea y

    respingada parece saludarme desde el centro de su faz. Sin poder evitarlo, sin querer

    detenerme, me inclino y la beso ah, en la cresta puntiaguda de su corta nariz.

    Gracias por perdonarme, Sira.

    Seorita Emil.

    Ya voydigo cortante, porque s de quin es esa voz, la hermana con cuerpo

    de escoba. Slo un momento.

    Ningn segundo msdice otra vez, y esta vez me pongo tensa.

    Hermana Adel

    Trago girndome y mostrando la reverencia correspondiente.

    Mami, cuidado! grita Sira aferrando sus pequeos bracitos a mis rodillas,

    mi hija Mi hija acaba de llamarme mam!, pero no tengo el tiempo suficiente para

    disfrutar del momento, ya que acaban de arrojarme algo en la cara, algo diminuto y a la

    vez espeso, algo que parece multiplicarse por todas partes de mi rostro y hace que mis

    ojos lloren, comienzo a marearme y perder la visin.

    Polvo de valeriana, comprendo demasiado tarde.

  • 5/28/2018 Sin Rastro

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    ***

    Cuando despierto, me pregunto si se puede tener ms mala suerte, los

    almohadones estn tan altos que mi cuello protesta inmovilizando dolorosamente mi

    cabeza. La parte buena es que, sin siquiera abrir los ojos, s que empezar el da con el

    pie derecho.

    Desayuno en la cama?pregunto, todava sin ver, no es necesario, mi olfato

    no miente.

    Es la una de la tarde, no tengo cara para desayunar abajo dice Anaya, con

    un tono de preocupacin tan fingido que da pena en lugar de risa, en serio, se le da fatal.

    Comienzo a enderezarme en mi cama cuando oigo los pasos de Anaya

    acercndose y los utensilios sobre la bandeja tintineando.

    Se supone que haramos dieta.

    Quin lo dice?

    Jarvia suelta Anaya con tono de asco, lo comprendo, la hermana es

    insufrible.

    Y desde cundo te importa lo que ella dice?

    Aya deja la bandeja en mis rodillas y se lleva una tostada a la boca, se la zampa

    en tres mordiscos.

    Vale, no respondas.

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    Cuando sonre se ve ms bonita, es bueno verla sonrer, es algo contagioso, as

    que tambin ro, disfrutando del dulzor de la miel sobre mi tostada mientras hago nota

    mental de formular una oracin ms tarde, una oracin de gratitud.

    No existe nada ms hermoso que las segundas oportunidades, la opcin de

    empezar de cero cada da, sin ataduras, sin traumas ni dolor.

    Toda leccin requiere un sacrifico. Pide perdn, da las gracias y ofrece un

    favor, antes que el da acabe