sin realidad - tragedia de familia

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Un encuentro casual entre Miguel y Ana, da paso a varias circunstancias que llevan a Miguel a descubrir la verdad sobre dos hechos que marcaron profundamente su juventud ... Todo comenzó tras la trágica muerte de los padres de uno de los amigos del grupo y la repentina separación de su amada. Los cambios de realidad se producen de forma repentina y sin sentido alguno. Durante toda la trama Miguel intenta descubrir qué es lo que ocurre sin pedir nada más que recuperar su vida junto a su amada y amigos.

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I. SIN REALIDAD

La tarde empezaba ventosa, los árboles se balanceaban al son de las ráfagas que parecíanquerer arrancarlos de sus raíces. En la calle, no se veía ni un alma. Miguel, un hombre robusto, deestatura media, en su cabeza el pelo moreno empezaba a escasear por el paso de los años y aunque suapariencia era la de un tipo rudo, en realidad, era un bonachón. Estaba sentado en su viejo pero aúnfirme sillón orejero, cuando se sobresaltó al escuchar las sirenas de la policía que se acercaban a suportal.

La puerta de entrada a su piso era maciza y aún así, pudo escuchar los pasos rápidos yrotundos de las botas de los agentes mientras subían las escaleras, su pulso empezó a latir con fuerza,respiró profundo y exhaló un suspiro cuando esos pasos se detuvieron en el piso inferior. Sabía que susvecinos de abajo eran un matrimonio y su hija. Ana; una chica bastante peculiar, por cierto, ya quecuando se cruzaban en la escalera y sus padres no la acompañaban, le saludaba con sigilo y acontinuación seguía su camino. Era en esas escasas ocasiones cuando podía observar por unos instantesel brillo de sus ojos castaños.

Escuchó a continuación, que Ana, la chica de la voz sigilosa, en esos momentos gritaba a supadre con voz desgarradora "hijoputa, asesino, cabrón, chupasangre" y pudo ver a través de la ventana,como un policía se llevaba al padre esposado y sin levantar la cabeza ante lo que a su hija le parecíadoler más que a él. Después de un rato todo eran entradas y salidas de gente con papeles, maletines,rollos de cinta policial y personas que tomaba notas y llamaban a las puertas preguntando si alguienhabía oído algo o sabía algo de lo ocurrido, además hacían referencia a si se oían discusiones a menudo,también llamaron a la puerta de Miguel, pero éste no abrió. Sentía una fuerte presión en el pecho y surespiración se paró de repente, como si no pudiera contener el oxígeno, los golpes en la puerta, dejaronde sonar y unos pasos le indicaron que el agente se alejaba.Pasaron un par de horas, y cuando todo el jaleo pareció tranquilizarse, decidió asomarse a la puerta,pero un policía que estaba bajando la escalera, le vio.

­ Buenas tardes, ¿ya le han tomado declaración?­ Oh, no, yo estaba…. estaba dormido.­ ¿Con este jaleo?, bueno, entonces supongo que no le importará contestar a unas preguntas, señor…­ Miguel, me llamo Miguel.­ ¿Escuchó usted o vio algo fuera de lo normal en el día de hoy, que tenga que ver con el caso?­ ¿Caso? ¿Qué caso? ­Respondió con cara de duda para que el policía no sospechara.­ Ah, es verdad, estaba durmiendo. ­Dijo el agente con cara de incredulidad y tomó su libreta. ­¿Dedónde es usted?­ De Valencia, ¿lo conoce? señor…

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­ Ramírez, sargento Ramírez, y no, no lo conozco. ¿Qué hace usted tan lejos de casa? ¿Negocios?¿Placer quizás?­ Nada de eso, no me adapté al clima, por alergias, ya me entiende.­ No, no le entiendo, pero eso no viene al caso, dígame Miguel, ¿ha oído alguna disputa familiar en casade sus vecinos de abajo últimamente?­ No, para nada, creo que son un matrimonio normalmente bien avenido.­ Bien, eso es todo por el momento, no se aleje del barrio, hablaremos en otro momento.­ Hablaremos en otro momento, Pero ¿qué se ha creído ese sargentucho? Y ¿a dónde voy a ir con elfrío que hace? Bueno, no tengo nada que ver con este asunto. ­ pensó mientras regresaba a su sillón ypermitía que un profundo sueño se apodere de él.

Eran las nueve de la noche y puso las noticias, no le cogió por sorpresa escuchar que una mujerhabía sido asesinada a manos de su marido, que la hija de ambos, descubrió el cadáver y denunció a supadre como presunto asesino. Se preparó un café y desconectó el sonido del televisor pero cuando sesentó tuvo que levantarse nuevamente para ir a la puerta, unos golpes llamaron su atención. Abrió lapuerta y allí estaba Ana, de pie, en el umbral de la puerta, con los ojos enrojecidos.

La policía ha precintado mi casa. ­Dijo la joven de veintiocho años que en aquel momentoparecía no tener más de cinco y estar sola y perdida en el mundo. Sus ojos estaban decaídos, tristes ysin brillo, su cuerpo flojo, como si su alma la hubiese abandonado.

­ Ana, entra por favor, acabo de preparar café. Dijo cortésmente.

Cuando habían cruzado la puerta, ofreció a Ana el café y se sentó en una silla frente a ella,mirándola fijamente; estaba cabizbaja, silenciosa.­ Puedo ayudarte en algo?­ Nadie puede.­ Vamos, tómate el café, luego si quieres puedo ir a tu casa y coger lo que necesites si me dices dóndeestá exactamente. Sin romper los precintos, claro. ­Dijo esto para tranquilizarla pues sabía que ella nopodía volver a entrar en esa casa después de ver allí a su madre muerta.­ Gracias. En otras circunstancias no habría aceptado su invitación, lo sabe ¿verdad?­ Lo sé, pero no me trates de usted, soy Miguel, solo Miguel. ¿Tienes dónde pasar la noche?­ No. Dijo cabizbaja en tono casi inaudible.­ Lo suponía, bueno, puedes quedarte conmigo, dormirás en mi cuarto, el colchón no es muy cómodo,pero estarás bien; yo dormiré en el sofá.­ No quiero molestar, de verdad.­ No es molestia. Bueno, pues no se hable más, ¿qué te traigo de tu casa?

Y a continuación, Ana le dijo unas cuantas cosas que necesitaba y dónde estaban, él cogió lasllaves que ella le dejó encima de la mesita y se dirigió a la puerta, antes de salir, ella le agarró del brazo.

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­ Por favor, que no te vea nadie.

Asintió con la cabeza y se fue escaleras abajo. Introdujo la llave en la cerradura y la giró. Trasabrir la puerta, y esquivando los precintos policiales, se metió en la casa. Todo estaba muydesordenado, los trozos de cristales cubrían los muebles y un gran charco de sangre en la alfombra delsalón que además dejaba ver en qué posición estaba el cuerpo; incluso la policía se había encargado deponer la cinta blanca a modo de plano corpóreo.

Parecía como si hubiese pasado un tornado. La habitación de Ana estaba a la derecha delsalón, así que no tenía que andar mucho por el escenario, la verdad, no sabía si había sido un errorofrecerse para lo que estaba haciendo. Entró en la habitación. Todo estaba en su sitio, orden y limpiezaen todos los muebles, todo lo contrario a lo que había en el salón. La decoración era barata, paredesempapeladas con un rosa pastel y objetos decorativos hechos a mano con latas, cartones y otras cosasrecicladas, pero todo puesto con buen gusto.

Cuando hubo terminado de recoger en la mochila que estaba encima de la cama la ropa yenseres del baño, cayó en cuenta de que Ana no le pidió ropa interior y haciendo un ademán de pasar,cambió de idea. Buscó en los cajones de la cómoda y encontró braguitas y sujetadores, cogió unpuñado de cada uno.

Ya se disponía a salir, cuando una foto llamó su atención; era una Ana más joven, de unosdieciséis años, con un chico de más o menos su edad. En la foto, aparecían sonrientes,despreocupados, ajenos a lo que el futuro les deparará. Dejó la foto en su sitio y salió de la habitación,echando un último vistazo. Quería volver a su casa y asegurarse de que Ana estaba bien.

­ Ya estoy aquí ­ dijo con voz firme al entrar, para que ella supiese que era él quien entraba y no seasustase.­ Gracias, de veras, esto nadie lo habría hecho, nadie. Has corrido un gran riesgo, gracias. ­Contestómientras revisaba en la mochila, levantó la mirada hacia Miguel al ver que le había traído ropa interior sinhaberla pedido.­ No hay de que, el baño está a la izquierda ­ Dijo señalando hacia el pasillo. ­ Date una ducha, tepondré sábanas limpias. Y se fue a la habitación.­ Ya me siento mejor, ­ dijo después de ducharse y ponerse un chándal de algodón azul oscuro consudadera a juego, pues con el frío que hacía, no le apetecía otro atuendo.­ Bien, ¿quieres hablar de lo ocurrido?­ No sé, quizás no me creerías.­ Pequeña, dijo en tono cariñoso, no te imaginas la capacidad de comprensión que tengo, empieza y yaveremos, si no lo entiendo, por lo menos te habrás desahogado.

Ana respiró profundamente y comenzó un relato que helaba la piel de cualquiera, pero que a élno parecía conmover. Durante una hora habló sin tapujos y parecía revivir en ese momento, cosas del

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pasado que ahora contaba a un extraño.

­ ¿Más café pequeña?­ Si, por favor. Voy al baño un momento.­ Bien, ya sabes dónde está. Mientras traeré algo para picar, tendrás hambre ¿no? ­En poco tiempopreparó un plato de queso cortado en triángulo, dispuestos en círculos rodeando el jamón que lequedaba en la nevera.­ Si gracias, tenías razón, me siento cada vez mejor. ­Se había remojado la cara, tenía el rostrosonrosado, como si los nervios la estuvieran afectando de nuevo, pero siguió hablando con la mismanaturalidad de antes en cuanto se hubo sentado.­ Son las cuatro de la madrugada, será mejor que descansemos un poco, mañana tienes que hacercosas que no te gustarán mucho.

Se levantaron y Ana se fue a la habitación, no cerró la puerta, solo la entornó. Ella dejó la luz dela mesilla encendida y recorrió la habitación con la mirada. No había fotografías ni cuadros, ningún tipode adorno, tan solo un reloj digital en la mesilla acompañaba a la lamparilla. Las paredes parecían reciénpintadas ­ Será por eso por lo que no hay cuadros ­ pensó.

Se levantó y abrió con cuidado el armario de dos puertas estilo clásico que hacía juego con lacama y la mesilla. ­Veamos, dos trajes en sus bolsas protectoras, un chándal, unas deportivas y unoszapatos de vestir en su caja, hmm que extraño ­ esta vez lo dijo en voz baja, se dirigió al baño contiguoen busca de otros detalles referentes a la personalidad de aquel hombre desconocido, pero no fue así.Un cepillo de dientes, pasta dentífrico, una maquinilla de afeitar y un espejo de aumento, ¿quién es estehombre que no necesita más que esto? Estaba extrañada y fue a la cocina a seguir buscando.

­ ¿Tampoco puedes dormir pequeña?­ No, iba a por un vaso de agua. ¿Puedo hacerte una pregunta?­ Por supuesto, dime, ¿qué quieres saber?­ Pues… ¿de dónde eres? ¿Por qué no tienes fotos o algo más de lo que tienes a la vista? y si no esmucho preguntar, ¿a qué te dedicas?­ Eh, eh, espera un poco, despacio pequeña, vamos a ver, soy de Valladolid, no tengo fotos quemerezcan la pena ver, nada que recordar y no necesito más de lo que tengo, no trabajo, estoy jubilado¿algo más?­ Bueno… ¿cuántos años tienes?­ Cincuenta y nueve, me jubilaron por enfermedad profesional, ah, y estoy aquí por un asunto familiar,quizás te lo cuente.­ No te mosquees, pero me parece justo saber algo de ti, yo te estoy contando mi vida, mis secretos yno sé más que tu nombre.

Después de meditar unos instantes…

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­ De acuerdo, me llamo Miguel, eso ya lo sabes.­ Si. ­Dijo mientras se encendía un cigarrillo y se sentaba como si quisiera escuchar un relato, le hacíafalta una historia que no fuera la suya.­ Vine a parar aquí cuando recibí una extraña carta de mi hijo Gonzalo, en ella me decía que menecesitaba, eso no era normal en él.­ ¿No? y ¿por qué no?­ Pues, porque siempre me decía que me echaba de menos, y cuando era pequeño, le enseñé que esasería nuestra contraseña; si algún día le pasaba algo malo, me lo haría saber mediante la frase " a veceste necesito papá" así que vine en cuanto la leí, pero cuando llegué aquí, él no estaba en su apartamento,no había ido a trabajar y nadie sabía nada de él desde hacía varios días, así que esto confirmó misospecha, algo le ha ocurrido y quiero descubrirlo. Mira, llevo una foto suya en mi cartera, está un pocodesgastada, pero es reciente.­ ¿Dónde trabajaba? ­Dijo Ana con cara de sorpresa al ver la imagen.­ Era conserje nocturno en el Museo Central, decía que le encantaba su trabajo, que así podía observarel arte en todo su esplendor, sin ruidos ni gente molestando, además era un poco chistoso y se creía eldueño de las bellezas que le rodeaban por unas horas, tenía su gracia; en fin, la única pista que tengo esuna supuesta novia de la que me habló en una de sus cartas, pero tampoco he podido dar con ellatodavía.­ ¿Has acudido a la policía? ¿Ellos no pueden ayudarte a encontrarlos?­ Ah, la policía, si jajaja, dicen que tienen un montón de denuncias de desaparecidos y que si los buscoy no aparecen, será porque se fugaron juntos, ¿te parece una buena respuesta?­ Bueno, yo lo único que puedo decirte es que le conocía, la foto no es muy buena pero creo que leconocía bastante, pasaba por delante del Museo algunas veces de vuelta a casa, pues para llegar, tengoque atravesar el parque y ya se sabe que no es un camino muy seguro.­ Si, algo he oído, por allí sólo frecuentan prostitutas y maleantes, ¿no tenías otro camino por dondevolver?­ No. Es ese, o la avenida; y como sabrás que allí solo hay ladrones así que prefiero ir por el parque,por lo menos los drogatas van a lo suyo y las putas a las de los tíos que pasan por allí, nadie se metecon alguien con mi pinta.­ ¿Tu pinta?­ Si, ¿ves como visto?, tengo veintiocho años y parezco mayor, voy tapada hasta el cuello, siemprellevo deportivas baratas y nunca bolso, solo unos euros en el bolsillo y un paquete de tabaco ademásdel carnet por si hay una redada. Mis amigas dicen que parezco una fugada, que voy como camufladaen el jersey.­ Jajaja, eso tiene gracia.­ Si, dicen que están esperando que llegue el verano y me lo quito para ver si tengo cuerpo debajo de laropa, qué graciosas, pues claro que tengo, solo que no me gusta llamar la atención. En fin, yo me visto

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como visto y así estoy bien, además ya me he acostumbrado.­ Bien, retomando el tema, dime pequeña, ¿por qué llamaste a tu padre chupasangre?­ Porque lo era, verás. ­Ana prosiguió su relato donde lo habían dejado, mientras hablaba, Miguel laescuchaba con atención, ella se encontraba más segura y tranquila, lo que contaba parecía sacado deuna mala novela, pero era su vida real, él no se levantaba más que cuando les apeteció otro café ycuando se les acabó el tabaco, momento en el que cogió otro paquete de un cajón de la cocina.

Pronto se vio entrar por la ventana el resplandor tenue del sol que avisaba el comienzo delamanecer. Tras una larga y entretenida conversación, los dos se quedaron poco a poco dormidos en elsofá, el cenicero se había llenado de colillas y el salón de humo, pero como la ventana estaba un pocoabierta, no tardó en disolverse.Los ruidos de los coches y el murmullo de la gente empezaron a sonar en la calle, era la señal de que eldía daba comienzo.

Miguel y AnaHacía calor y Elena, una joven de treinta y dos años, cuerpo escultural y gran belleza, para lo

cual se había gastado gran parte de sus ahorros y había pasado por los mejores cirujanos plásticos de laciudad, melena abundante de cabello moreno recogido en una cola de caballo, estaba aprovechando unrato de sol para tostar su piel tras la ventolera del día anterior. Así podría lucir un bronceado acordecon sus curvas cuando llegara el verano. Sonó el teléfono y cuando acudió a cogerlo, dejó de sonar,pasados unos minutos cuando ya se había acomodado, volvió a sonar y al cogerlo, ocurrió lo mismo.Tras unos minutos, sonó de nuevo.

­ Bah, ya no me levanto más, que dejen mensaje en el contestador. ­Y así fue, pero nadie dejó ningúnmensaje.

Después de un rato, se levantó para beber un poco de agua y el teléfono sonó, esta vez sí llegóa tiempo de contestar.­ ¿Diga?­ ¿Elena?­ ¿Quién es?­ Marina ha muerto, ahora todo se sabrá ­ Contestó la voz al otro lado del teléfono y nada más.

Elena se quedó paralizada, como si hubiese visto a un fantasma en ese momento. Cuandoreaccionó, lo hizo para vestirse deprisa y se calzó unas deportivas, cogió su bolso y se dirigió a lacómoda del salón, abrió el último cajón y sacando un revólver, lo metió en su bolso saliendo de su casapocos segundos después. Vivía en un tercer piso, pero no esperó el ascensor y bajó por las escalerassin fijarse siquiera en que su vecina del bajo, una señora mayor que ocupaba los ratos vigilando por la

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mirilla, hoy no parecía estar, pues siempre que alguien pasaba, abría la puerta y se interesaba sobrequién era y dónde iba. Llamó a uno de los taxis que pasaban libres por la calle y subió a él.

­ A la calle Término Medio, por favor.­ Pues allá vamos. Dijo amistosamente el conductor pero se quedó callado cuando vio por el espejoque Elena era uno de esos pasajeros que no quieren conversación. Cuando llegaron al destino indicado,le pagó y se bajó del taxi, cruzó la calle y se dirigió a un portal situado enfrente, llamó a un timbre, hastaque a la tercera vez obtuvo respuesta.­ ¿Quién es?­ ¡Pedro! ¡ Soy Elena, abre la puerta!.

Cuando la puerta se abrió, subió las escaleras del portal y golpeó enérgicamente la puerta de suderecha.­ Ya va, ya va, ¿qué tiene tanta urgencia Elena? ­Abrió la puerta, un hombre de unos cuarenta años,delgado y mal afeitado, estaba en el umbral que al verla palideció. ­ ¿Qué….qué haces aquí? ¿Quéocurre?­ Ya sabes por qué estoy aquí, sabes que juramos no reunirnos nunca, a menos que pasara algo comolo que ha pasado.­ ¿Y qué ha pasado? ¿Es tan importante como para que te presentes en mi casa sin importar que tevean? anda pasa, cuéntame. ­Se dirigieron a la cocina, se sentaron uno enfrente del otro. La mesaestaba en el centro, había platos sin fregar, parecían llevar allí mil años, pues tenían hasta telarañas y elhedor del fregadero se filtraba por todo el piso, pero a ella no le pareció importante, lo que sí eraimportante era el tema que la había llevado allí.­ Marina, es Marina.­ ¿Qué pasa con ella? ¿Les ha pasado algo a sus hijos?­ Ha muerto, Marina ha muerto.­ ¿Cómo lo sabes?­ Por una llamada. ­ A continuación le contó lo ocurrido y la insistencia del que la avisó.­ Bien, por lo pronto, vuelve a tu casa, intentaré averiguar cómo está la situación y te llamaré.­ No puedo volver, ¿y si ese hombre vuelve a llamar?­ ¿Hombre? ¿Te dijo quién era o algo más?­ No, sólo lo que te he contado, pero ¿qué hago si llama otra vez?­ No llamará, estoy seguro, si quería avisarte, pues ya lo ha hecho, vuelve a casa, en cuanto yo sepaalgo, te llamaré, créeme y quédate tranquila.­ Está bien. Y salió de la casa, pero en el portal, decidió que fiarse de Pedro podía ser un error, puesno sabía si con los años él podía haber cambiado o podía seguir siendo un cretino, así que se escondióen la esquina de enfrente. Cuando vio salir a Pedro, que no tardó mucho, y se fue tras él.

Pedro era un tipo vulgar, no trabajaba en nada durante mucho tiempo, lo justo para pagar el

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alquiler unos meses y después encontrar otro trabajo. No vestía muy bien y desde luego cualquiera quese acercara a él pensaría que era un drogadicto sin remedio, aunque en realidad solo era un hombre delmontón, borde, pero del montón. Después de andar un buen rato, entró en una tienda de ropa, hablócon la dependienta, compró un traje y una camisa, salió y continuó andando. Cuando llegó a una casaajardinada, se acercó al portón y llamó al telefonillo.

­ Buenas, ¿quién es y qué quiere?­ Eh, buenas, soy Pedro, quiero ver a Gonzalo.­ Disculpe, ¿tiene usted cita?­ No, no me hará falta, usted dígale que estoy aquí, eso bastará.­ Un momento.

Esperó y después de unos minutos, se abrió el portón, un guardia de seguridad estaba al otrolado, le dijo que cumplía órdenes y que le esperaban en el interior de la casa. Pedro fue a la casa y unmayordomo le abrió, le indicó que le siguiera hasta un gran comedor; al final de la mesa, unos hombresestaban sentados mirándole.­ Hola Pedro, pasa, te esperábamos. ­Dijo Faustino, un hombre mayor, cuerpo robusto tirando másbien a gordo, bigote abundante y un puro habano encendido en la mano.­ Ya bueno, ¿quiénes son ustedes si puede saberse?­ Es Faustino, mi asesor financiero. ­Dijo Gonzalo, un hombre de treinta y cuatro años trajeado, bienpeinado y perfumado, parecía un adinerado.­ Bueno, da igual, ya sabes por qué he venido ¿no? He hablado con Lorenzo y no le gusta nada elasunto, dice que sale en la tele, que pronto saldrá en los periódicos, que viniera a verte.­ Si bueno, algo he oído en las noticias, parece que la mujer fue asesinada por su marido, eso es asuntoresuelto ¿no es así?­ Lo es, pero ¿qué va a pasar con la hija?­ ¿Qué va a pasar? No tiene que pasar nada, que empezará una vida sin sus padres y ya está.­ Sabes que eso no va a ser así, Miguel está cerca, todo se sabrá, hay que impedirlo a toda costa y losabes, estás tan implicado como yo.­ Sí, ­dijo Faustino indignado ­y así se hará, nada del asunto que nos concierne se sabrá nunca, porsupuesto si nadie dice nada, no es así señor….­ Pedro, me llamo Pedro, amigo.­ No era necesario que me dijera su nombre, solo quería saber si lo había entendido.­ Lo entiendo amigo.­ Bien, pues haga el favor de irse y no volver, ah, y usted y yo no somos amigos ¿entiende?­ Tranquilo, de todos modos Gonzalo, algún día tendrás que hablar y estos pollos no podrán evitarlo.

Salió de la casa y al acercarse al guardia no levantó la mirada, éste le saludó, pero norespondió, estaba demasiado enfadado. Retomó el camino de su casa y cuando casi había llegado,

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Elena se le echó encima.­ Pedro, ¿qué ha pasado? ¿Qué has averiguado?­ Elena, ¿qué haces aquí? te dije que te fueras a casa ¿no?­ Si, bueno, no lo he hecho, pero dime ¿qué sabes?­ Nada, no sé nada así que vete a casa y olvida el tema.­ ¿Cómo que lo olvide? No puedo hacerlo, ¿qué va a pasar ahora?­ ¡Nada! ¿Me oyes? Nada, vete a casa y olvida todo, no hables con nadie y olvida el tema ¿te haquedado claro? ­El la sujetaba por el brazo con bastante fuerza.­ Pero… Pedro, sabes que eso no va a ser posible.

Pedro cerró de un portazo tras de sí y Elena volvió a casa sin mediar palabra excepto paradecir al taxista su dirección. Subió en el ascensor, su vecina del bajo seguía sin estar cotilleando perotampoco esta vez se fijó en ello, entró en casa y se tiró encima de la cama, después de un rato se metióen el baño y se dio una ducha, pero cuando el agua caliente empezó a relajarla, sonó el teléfono, dudóen si debía cogerlo o no, pero fue a contestar, podía ser Pedro con noticias.­ Elena, todo se sabrá, no podéis ocultarlo, Gonzalo podrá esconderse, pero le encontrarán, lo harán yentonces, todo cambiará.

La llamada se cortó, a Elena le pareció que la voz era la misma que le había dicho lo de Marina,pero le asustó más lo que dijo, se puso el pijama y se metió en la cama. Se durmió enseguida, pero sedespertó repentinamente empapada en sudor, tenía el pelo mojado y estaba temblando, le pareciórecordar de quién era la voz del teléfono.

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