sindicalismo amarillo en espaÑa 1900-1939

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SINDICALISMO AMARILLO EN ESPAÑA (1900-1939)

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Page 1: SINDICALISMO AMARILLO EN ESPAÑA 1900-1939

SINDICALISMO

AMARILLO

EN

ESPAÑA

(1900-1939)

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CATOLICISMO y MOVIMIENTO OBRERO EN

ESPAÑA

Cuando se plantea la relación del catolicismo con el mundo obrero

industrial en España saltan a la vista dos características peculiares de

la reacción de los católicos: desenfoque al abordar la cuestión y retraso

al percibirla.

Con la única excepción de Jaime Balmes, la lucha de clases en la

época industrial es interpretada en toda la literatura católica como un

episodio más de los ancestrales e inevitables conflictos entre ricos y

pobres, en que sola la generosidad, por una parte, y la resignación, por

otra, podían aportar algún atenuante.

Balmes, en los inicios de la industrialización, observó que los

datos del problema en el conflicto entre obreros y patronos eran

nuevos. Subrayó, en efecto, que en la industria había aparecido la

capacidad de producir bienes en forma indefinida sin que al propio

tiempo se hubiera encontrado la manera justa de distribuirlos de forma

que no se atentara contra el derecho "natural" de propiedad

(Consideraciones generales sobre los efectos del desarrollo de la industria en las

sociedades modernas, en ”La Sociedad", 7 de septiembre de 1844).

La clarividencia de Balmes no tuvo ninguna influencia en el ámbito

católico, en el que se siguió parcheando con consignas, acciones e

instituciones benéficas un problema con raíces en las instituciones

mismas de la sociedad. Las palabras que tal vez reflejan en forma más

llamativa la cortedad de la visión predominante en el mundo católico son

las del obispo de Barcelona, José Domingo Costa y Borrás, en su carta

pastoral de 28 de abril de 1852: Los libros santos recomiendan y prescriben la

limosna, y esto no se concibe ni puede practicarse sin que haya ricos y pobres en mayor o

menor escala.

Sólo después de la encíclica Rerum Novarum (1891) puede decirse

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que la lucha de clases mereció una atención específica por parte del P.

Antonio Vicent y del grupo de intelectuales católicos que él logró

movilizar. En realidad, desde 1840, había transcurrido más de medio

siglo durante el cual en la clase obrera industrial se había

experimentado la lucha reivindicativa organizada por asociaciones

clasistas, se había llegado a la convicción de la endeblez de la línea

reivindicativa y de la necesidad de lograr una legislación favorable a

través de la influencia política conseguida por la clase obrera, y se

habían radicalizado los planteamientos de la lucha de clases gracias a

los contactos de los dirigentes obreros con los círculos marxistas y

bakuninistas de la I Internacional.

A la obra del P. Vicent y a las iniciativas de Arboleya, Gerard,

Safo, Palau, etc., les ha aplicado Juan José Castillo un modelo de

interpretación que pone de manifiesto, con gran precisión, los resortes

profundos de la actividad social católica: la intervención de los católicos

en la lucha de clases se presenta, según Juan José Castillo, como la

práctica de una ideología, con el acompañamiento de los

enmascaramientos que traen aparejados estos casos.

Aproximación crítica

Haber dado con una clave de interpretación que se revela fecunda

no impide a Juan José Castillo aproximarse críticamente a los aconte-

cimientos históricos, como queda patente en los trabajos que se

publican a continuación. Por afortunada y rigurosa que haya sido su

interpretación necesitamos todavía más estudios monográficos con

aportaciones matizadas sobre las características de las iniciativas

surgidas en el campo católico con relación al mundo obrero y que

ofrezcan tal vez base para que el rigor historiográfico reclame

interpretaciones suplementarias.

Nuevos matices los aportan ciertamente los estudios de Salvador

Carrasco, aunque su colaboración en este número se limite a ofrecer

datos sobre el tema que se le ha señalado. En su tesis doctoral, en vías

de elaboración, llega a la conclusión de que es preciso distinguir entre

varios modelos de acción social que, desde el extranjero, gravitan

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sobre las obras sociales católicas en España: el modelo francés, el modelo

belga y el modelo alemán.

La incidencia que la Iglesia, en su conjunto, ha tenido dentro de la

vida española de la época contemporánea está bien que la recuerden los

historiadores ahora que, seguramente por motivos muy serios y respetables,

se ha hecho norma entre los políticos no sacar a colación los recuerdos del

pasado. Los datos que en sus trabajos aporta e hilvana Juan José Castillo

suenan, a veces, a alegato, en su contundente veracidad. La cita de la compra

de armas por parte del marqués de Comillas en las complejas circunstancias

de los años que discurrían en torno a 1918, hace caer en la cuenta de que

toda monografía está al servicio de una historia total. Angel Pestaña, en

sus memorias Lo que aprendí en la vida, Madrid, 1972), analiza y execra el

terrorismo que se infiltró en el interior de la C.N.T. Un estudio monográfico

de esta organización sindical en el mencionado periodo podría parecer una

pieza acusatoria, si no se tuviera en cuenta el clima de violencia que afectó

globalmente a la sociedad en aquellos años.

Sobre la base de monografías, inevitablemente parciales, la historia

total trata de comprender una época en su conjunto, contando con todos los

factores que la caracterizan y la condicionan.

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SINDICALISMO CATÓLICO,

SINDICALISMO AMARILLO

Hasta hace pocos años el conocimiento científico del papel jugado

por los sindicatos católicos de obreros en España era muy precario. Los

manuales repetían algunas fechas, algunos nombres, sin prestarle gran

atención a un tema que parecía irrelevante. Más tarde, en la década

actual, comenzaron a aparecer estudios que cubrían ese vacío, pero que,

en la mayoría de los casos, intentaban reconstruir una imagen

"centrista" y moderada de la actuación de la Iglesia católica en la

política, de la democracia cristiana, del catolicismo social, del

sindicalismo católico.

El argumento central de esos estudios era la pretensión de que la

debilidad de la democracia cristiana peninsular fue un factor fundamental en la imposibilidad de convivencia pacífica que tuvo su desenlace en 1936. Por esto, argumentaban, tan

importante factor de equilibrio podía ser “imprescindible" en la

transición desde un régimen autoritario a la democracia, empeñándose

para ello en mostrar que el catolicismo español no ha tenido única y exclusivamente una tradición proclive al integrismo.

La tesis de la moderación, del predominio del centro,, es

insostenible históricamente, como han mostrado ampliamente los

estudios sobre la CEDA, de José R. Montero. Pero es, además, un

obstáculo de primer orden para el conocimiento de la compleja inserción

de los diversos aparatos que componen la Iglesia católica en la España

contemporánea. Sus actuaciones, se puede afirmar, constituyen un

factor fundamental en nuestro devenir histórico: no sólo se ha de

pensar en la función de aparato organizador y movilizador de la iglesia

en la última guerra civil, sino que hay que poner en primer lugar el papel

jugado por los católico-sociales en la conformación y organización del

nuevo Estado surgido de dicha guerra. Para entenderlo es necesario

preguntarse en qué medida el catolicismo social español colaboró al

establecimiento de las bases para que España conociera por muchos años no el

silencio de la paz, sino el silencio de la muerte.

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Los sindicatos católicos, en la interpretación moderada, necesitan ser

presentados como una fracción más de la clase obrera que adopta esa

ideología por propia iniciativa y no inducida, apoyada y financiada por los

patronos. Y aunque en algún momento se puedan preguntar si verdaderamente

cumplían con el requisito de ser sindicatos, lo normal será que argumenten

como Alzaga que "es obvio que el estigma de ’’amarillismo" se ha venido

empleando contra el sindicalismo católico en fechas en las que ya era muy

difícil encontrar alguna base objetiva para formular tales tachas",

El caso es que, aun siendo difícil encontrarla, hay base objetiva "para

formular tales tachas" y para mostrar a una amplísima parte del sindicalismo

católico en vinculación directa, por no decir prácticamente a las órdenes, de

los patronos, como es el caso del Secretariado Ferroviario y Minero de

Valladolid, financiado y orientado por el marqués de Comillas.

Para calificar de '‘amarillos" a los sindicatos católicos he seguido un

método recomendado por sus propios defensores; por los hechos los

conoceréis: como los frutos denuncian la calidad del árbol, así las obras del catolicismo social, en los momentos de conflicto, revelan mejor que todas las declaraciones su (...) disposición respecto de los obreros. He dedicado algunos años a esa investigación y creo que pueden Servir

aquí, para el argumento, algunos ejemplos escogidos.

Sindicatos amarillos

La orientación general de los sindicatos católicos va a venir dada en

función de ser, en frase de Díaz del Moral, fuerza patronal lanzada contra sindicalistas y socialistas en función de combatir las organizaciones obreras, de lo que

genéricamente llamarán “socialismo". Juan José Morató señalaba ya en 1918

que los católicos creaban sus sindicatos precisamente allí donde ya había

organizaciones obreras.

El verdadero papel jugado por este sindicalismo tiene quizá su mejor

ejemplo en el Sindicato Católico Ferroviario: su auge y verdadera

consolidación sólo será un hecho a partir de sus intervenciones en las huelgas

generales de 1916 y 1917, por supuesto en contra de las mismas. 5

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Es a partir de esta última fecha, gracias a la generosa financiación del

marqués de Comillas y de otros personajes vinculados a las compañías

ferroviarias, cuando alcanzará su mayor esplendor (1919- 1920), contando,

junto a los mineros, con un tercio de los afiliados globales, Revista de

Trabajo, n° 51, 1976).

Hallar datos sobre la financiación patronal es siempre difícil,

especialmente por las precauciones que se tomarán en la correspondencia

consultada, eliminando nombres o utilizando paráfrasis alusivas. Ahora lo que se precisa es una reserva juramentada para que nadie más que tú, don Juan sepamos de dónde viene auxilio, escribe Agustín Ruiz, presidente del Sindicato Católico Ferroviario,

al jesuita Sisinio Nevares, uno de los principales organizadores del

sindicalismo católico, el 29 de junio de 1926.

He estudiado con detenimiento casos como las Forjas de los Corrales

de Buelna (Santander):Los Quijano están dispuestos a cerrar antes que a permitir la sindicación socialista y por indicación mía quieren entenderse con Agustín Ruiz y con el P. Nevares para organizar un plan y contrarrestar la sindicación socialista con una sindicación católica (carta

de Francisco Herrera a Ángel Herrera Oria, Santander, 20-VII-1919); la

Riotinto Company en Huelva: he hablado con el director de estas minas del propósito que nos anima de fundar una sección del Sindicato Católico y me ha ofrecido prestarle su más decidido apoyo (carta de J. Domínguez a I. Arroyo, 24-11-1918); la Minero Siderúrgica

de Ponferrada, Pedro Alvarez Velluti, que me dice que mandará mañana o pasado las dos y desde el año próximo las quince (carta de I. Arroyo a S. Nevares, 29-XI-1920).

Un caso típico puede constituirlo la actuación católica en las minas

de Udias (Santander), que explota la Real Compañía Asturiana. El Socialista

cuenta así la implantación (19-VII-1919): hace años, quizá seis, se declararan en huelga los mineros de Udias. El movimiento parecía que iba a terminar con una gran victoria. (Pero intervinieron unos frailes misioneros ofreciendo 2.000 pesetas para formar un Circuía Católico, especie de panacea contra los sinsabores de las pobres gentes, y a favor de los hermanos se declararon la Empresa explotadora, la guardia Civil, y los caciques, hundiendo

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entre todos la huelga, propinando a aquellos trabajadores una derrota y tras ella las consiguientes represalias. Desaparecieron entonces de la escena los católicos y no volverían a

aparecer, como portadores del amarillismo, hasta mediados de 1919, cuando se organizan los mineros de Udias. La actuación católica que había comenzado en 1918 tiene un

buen valedor en el sacerdote Aurelio Peña, quien escribe al Secretariado

Ferroviario y Minero, católico, de Valladolid el 9 de julio de 1919 para decir

que sigue haciéndose propaganda entre los obreros y que de todo está enterado el director de la mina; dice que le parece muy bien y que está dispuesto a hacer lo que pueda por el Sindicato Católico. También desde Cabezón de la Sal, y en la misma fecha, a un

propagandista católico, especialmente pagado para actuar sobre el terreno,

le ha dicho el ingeniero de las minas que a los socialistas que se han declarado enemigos inconciliables de los patronos no podemos ni debemos favorecerlos, en camino, fiaremos todo lo que podamos por favorecer a los sindicatos católicos que son hoy una necesidad: que harán una casa

social; que concederá una subvención al Sindicato Católico y que hará todo lo que pueda por nosotros.

Estos propagandistas católicos del Secretariado de Valladolid, financiado

por el marqués de Comillas, van armados y no es extraño leer declaraciones

como la del propagandista Genaro Martínez, a propósito de la implantación

católica en Los Corrales: no se escandalicen (los lectores) porque siendo católicos viajamos siempre provistos de pistolas automáticas con sus tres a cuatro cargadores (Burgos Social y Agrario, 22- IV-1920). En última instancia no era otra tampoco la actitud del patrono ejemplar, Comillas: integración paternalista de obreros, a quienes se

considera menores de edad, o represión armada de las hordas del terror y la anarquía son aspectos de una misma actitud básica. Comillas no sólo dará sus millones

para casas sociales (como la de Madrid, en la plaza de la Paja), sino que, como

cuenta su autorizado biógrafo, el jesuita Bayle, en la previsión o represión eficaz por el gobierno no siempre confiaba y por ello en 1918 organizó la defensa ciudadana; de su bolsillo compró armas, más de seis mil, entre fusiles, tercerolas y pistolas que repartió gratis entre los afiliados, gastándose en ello grandes sumas que no podemos estimar con

precisión, pues de dinero, Comillas no lo 7

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contaba cuando lo ofrecía a la patria, pero el general Guillén, quien en más te ayudó en la organización, calcula los gastos alrededor del millón de pesetas.

También se puede afirmar que desde el poder político, los sindicatos

católicos se vieron favorecidos, como testimonia la respuesta del ministro de

la Gobernación, Joaquín Fernández Prida, en enero de 1920, a una consulta

que le hace el gobernador de Albacete: Recibidas su carta y la relación que a ella acompaña, parece deducirse que excepto la sociedad de Almansa, titulada “ El despertar del obrero", todas las demás son asociaciones de carácter católico, por lo cual, con la excepción indicada, parece que no hay inconveniente en que se autorice su funcionamiento (...); en efecto, las incluidas en la relación son de índole católica y, por consiguiente, de las que lejos de ser peligrosas conviene fomentar.

De los círculos católicos a las semanas sociales

Los Círculos Católicos de Obreros son el primer intento de captación que se

verifica en nuestros país, apoyado en la estructura eclesiástica, al igual que

en el resto de Europa, tras la Comuna de París de 1871. El principal

organizador de esos Círculos, donde se reúne a patronos y obreros, será el

jesuita Antonio Vicent, con el apoyo económico de Claudio López Bru, segundo

marqués de Comillas. Los Círculos nacían, como dice en 1883 El Obrero

Católico de Manresa, porque son alarmantes los progresos que hacen ciertas asociaciones de carácter marcadamente socialista. La década final de siglo conocerá una cierta

implantación de estos organismos y la creación de un Consejo Nacional de las

Corporaciones Católicas de Obreros, cuya presidencia va a recaer en

Comillas, observándose una cierta correlación entre el desarrollo de las

organizaciones obreras autónomas y los intentos de los católico- sociales por

ampliar su alcance. Como escribe el conocido católico- social Severino Aznar

en 1911, lo que se gastó en Círculos se tendría que contar por millones, sin que los

resultados compensaran este esfuerzo. Ello indujo a un cambio fundamental

de estrategia que se opera en los primeros años de este siglo y que será

motivado, como escribe en 1912 José María Boix, también católico social,

porque a la revolución hay que vencerla esgrimiendo armas adecuadas. Y el arma propia, característica de

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nuestros tiempos, es la asociación profesional, esto es, el sindicato puro de obreros, que se llamará en esta primera etapa Unión Profesional

Si se lee atentamente la Estadística de la Asociación Obrera de 1904 se

aprecia que el número de obreros presuntamente inscritos en los Círculos era

muy inferior a los 25.000. Si además se tienen en cuenta las repeticiones por

doble contabilidad de las estadísticas católicas y el hecho de que podemos

encontrar diferencias de uno a ocho entre los socios “inscritos" y los

"asistentes", se puede deducir la consecuencia del necesario cambio de

orientación católico que quería librar a los proletarios de la peste del socialismo con las

Uniones Profesionales, la primera de las cuales, de albañiles, se creó en

Bilbao en 1905 sobre el modelo de los Syndicats Jaunes franceses -como reseña la

revista católica La Paz Social (1907, página 26)-, extendiéndose con cierta

rapidez la nueva forma a una serie de ciudades. En 1909, Avila, Barcelona,

Burgos, Cartagena, León, Madrid, Manlleu, Orense, Santander, Valencia y

Zaragoza.

Hay bastantes razones para tomar, simbólicamente, la fecha de 1912

como un punto de inflexión en el estudio del sindicalismo católico: es el año

en que los católicos realizan por primera vez una huelga; se celebra en él la

última de las Semanas Sociales, que venían teniendo lugar desde 1906 hasta

la segunda República; muere este año el padre Antonio Vicent; tiene cierta

repercusión la intervención en la Semana Social de Pamplona el P, Serard, que

va a ser uno de los inspiradores del sindicalismo católico-libre hasta su

muerte en 1919: se publican, auspiciadas por el cardenal Aguirre, las "Reglas

sobre Federación de las Obras Católico-Sociales", que permiten un marco

más adecuado a la nueva realidad, a la vez que fundan, sobre el papel, la

"Federación Católica Nacional de Sindicatos Obreros", que nunca llegó a

tener entidad real alguna, pero que se propugnaba porque hoy más que nunca en España hace falta que arranquemos al obrero de las garras del socialismo. Consolidación de los sindicatos católicos.

Consolidación de los sindicatos católicos

Un momento importante en la consolidación de los sindicatos

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católicos será la reunión propiciada en noviembre de 1915 con motivo de la

inauguración de la Casa Social Católica de Valladolid, fiestas que, según una

Memoria de la propia Casa, de 1939, abrieron horizontes nuevos de resurgimiento social y patriótico, en oposición a las deletéreas doctrinas antirreligiosas, antisociales y antiespañolas de los corifeos socialistas.

En efecto, aprovechando la presencia de los más calificados

propulsores del catolicismo social se celebraron varias reuniones que dieron

como fruto una serie de acuerdos, entre los que se hallaban unas Bases Provisionales de unión de todas las tendencias católicas y que debían abocar a la

creación de una entidad denominada Unión General de Trabajadores Católicos de España. El nombre fue cambiado a instancia del cardenal Primado por su excesivo

mimetismo, pero nada se avanzó en esa unión por reticencias y desacuerdos

en la forma de llevar a la práctica las Bases, especialmente la de no crear

sindicatos donde ya los hubiera de la otra tendencia ("libres", “católicos").

Sin embargo, creo que no es exagerado calificar a esta reunión y este

intento como primer Congreso de los Sindicatos Católicos, máxime si se tiene

en cuenta que, al menos, los ferroviarios van a potenciar desde entonces su

organización, siendo así que este sindicato, junto a los mineros que van a

nacer por su inspiración y apoyo, representa en 1919 más de la tercera parte

de todos los asociados a sindicatos católicos de cualquier índole.

Una muestra de la importancia que tuvo la inauguración de la Casa

católica la da la intervención de Pablo Iglesias en el Parlamento, denunciando

el apoyo oficial a los actos y por la manifestación de asociaciones católicas que realizan campaña contra la organización obrera independiente. Los socialistas vallisoletanos

organizarán un mitin de protesta el 28 de noviembre que también contará con

la presencia de Pablo Iglesias.

En abril de 1919 se celebra el Congreso de Fundación de la Confederación Nacional de Sindicatos Católicos, del que, pese a llegarse a elaborar un programa

conjunto -que va a coincidir con el del grupo de la Democracia Cristiana-, no

saldrá fortalecida la unidad de los católicos. La misma prensa católica

tardará en dar cuenta del Congreso reservándole escaso espacio.

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La actitud de los católicos-libres, presentando un voto particular para

que no se creará una nuevo entidad, afiliándose los sindicatos a la Federación

"libre" parece haber sido una de las causas del fracaso relativo de este

intento.

Se difundió entonces la cifra de 60.000 afiliados representados y ese

número se ha venido repitiendo sin crítica alguna. Tras un trabajo de

elaboración sobre el Censo Electoral Social de 1919, podemos afirmar que la cifra

máxima, para todo tipo de sindicatos católicos, incluidos los femeninos, no sobrepasa en

este año los 40.000 afiliados.

Es muy importante delimitar la verdadera implantación conseguida por

el sindicalismo católico, pero no debe creerse que toda su fuerza está en el

número de afiliados: el hecho de disponer de fondos ajenos a las cuotas

obreras permite, con el apoyo de la “buena prensa", una acción ideológica de

mucho más amplio alcance, cuestión ésta que por su complejidad no puede ser

tratada aquí en profundidad, pero que merece ser resaltada.

La Dictadura de Primo de Rivera será recibida por los sindicatos

católicos con alborozo, viendo en el programa del Directorio el suyo propio.

Aunque todo van a ser facilidades (por ejemplo, Agustín Ruiz será nombrado

diputado directo por Valladolid se puede estimar que en 1924 los efectivos

de los sindicatos católicos se habían reducido a la mitad respecto a 1919. En

1928, La Unión Patriótica dará a la Confederación “unos 35.000 afiliados", cifra a

todas luces excesiva (quizá más del doble de la real), incluso para 1932, año

en que se celebra el V Congreso de la Confederación de Sindicatos Católicos

de Obreros.

De la República al “alzamiento"

Durante la segunda República la estrategia de los católicos acabará

confluyendo -con una aceleración especial a partir de los hechos de octubre

de 1934- en un organismo unitario que aglutina a todos los sindicatos

"antimarxistas", organismo que recibirá el nombre de

Confederación Española de Sindicatos Obreros, CESO, que dice constituirse 11

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con más de 275.000 afiliados en diciembre de 1935.

Los sindicatos católicos no sólo secundaron y apoyaron el alzamiento

militar de julio de 1936, sino que colaboraron activamente en su preparación.

Valgan dos ejemplos como muestra: la Casa Social Católica de Valladolid dice

en su Memoria de 1939, al llamamiento nacional de la salvación de la Religión y de la Patria, para el cual venía preparándose la sección activa de los socios de la Casa Social, y a cuya perfección en el tiro, en adecuada habitación de la misma, contribuía ( . . . ) el capitán del Ejército don Gonzalo Ortiz.

En el libro de Actas del Sindicato Católico de los Ferroviarios

Españoles (Archivo Novares) se puede leer en la correspondiente del 30 de

octubre de 1941: desaparecido el peligro que entonces suponía tratar de estos asuntos, procedía ultimar lo referente a la adquisición de las ciento seis pistolas, verificada como preparación del Glorioso Movimiento Nacional, para cuya compra habían aportado, con carácter de anticipo, tres mil pesetas cada uno de los señores que integraban el Comité, Agustín Ruiz entre ellos.

La CESO se reorganizará en un "Comité Nacional Circunstancial' 1 una

vez iniciada la guerra, y tras mantener una lucha por la orientación del

sindicalismo vertical naciente con los falangistas, aceptará disolverse como

tal organización el 15 de mayo de 1938, no sin que sus postulados fueran

decisivos en la orientación ideológico-organizativa que nacía. Alberto Martín

Artajo dirá en 1941 ( Ecclesia, 15-V-1941) que a la corriente ideológica

inspirada en la Doctrina Social Católica pertenecieron los hombres que redactaron el Fuero (del Trabajo) y los que le promulgaron, afirmación corroborada por José

Cuadrado Díez, último secretario general de la CESO, tanto en declaraciones

públicas como en la correspondencia “sindical'1, donde llega a afirmar que lleva el sello inconfundible de lo nuestro, como fruto de una amplia participación católica en

el enfoque de los asuntos sindicales del Nuevo Estado, informando de las

distintas reuniones a las que han asistido él mismo y Vicente Madera, por

ejemplo, o Severino A z n a r , el padre Azpiazu y otros.

En el momento de disolución de la CESO, Luis Legaz Lacambra y

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Bartolomé Aragón, publicistas vinculados al Ministerio de Organización y

Acción Sindical, constataban que es una realidad que debemos reconocer que el 98 por 100 de los españoles ignoran lo que es el sindicalismo vertical. Un porcentaje mucho más amplio

conocía, tras una larga historia y los medios propagandísticos a su

disposición, la actuación del sindicalismo católico, cuyo peso y hombres serían

núcleo de importancia de los sindicatos verticales. Y ello aunque fuera como

“falangistas", ya que uno de los acuerdos del Congreso de mayo de 1938 fue,

precisamente, pedir el ingreso como militantes de Falange de todos los

católicos. Por ello no debe extrañar que cuando, en 1944, la Delegación

Nacional de Sindicatos proponga la creación de la Asesoría Eclesiástica de

Sindicatos afirme haber tomado sobre si la tarea asignada históricamente a los sindicatos confesionales.

Conclusión

El sindicalismo católico nace y está vinculado a una opción política e

ideológica patronal, lo que le impide desarrollarse como opción autónoma de

la clase obrera. El drama de los "auténticos" sindicalistas cristianos va a

estar, precisamente, en esos límites que les impone la orientación exterior a

la clase, incluso cuando existan mediaciones, como Secretariados, Acción

Católica o jerarquías eclesiásticas, y no se vea directamente la mano del

patrono.

Como forma de lucha patronal, su desarrollo estará en función del

desarrollo organizativo y de la conflictividad obrera, pues, como escribirá El Debate, diario católico, el dinero de las clases pudientes es la clave de los éxitos y de los fracasos a que asistimos. Cuando el apoyo ceda se asistirá a derrumbamientos

estrepitosos, como sucederá a la muerte de Comillas, en 1925, con el

Secretariado Ferroviario y Minero: el propio padre Nevares reconocerá que

entonces pasó el Sindicato Minero Católico de más de 2.200 socios a 700.

Como diría el jesuita Narciso Noguer, la lucha contra “los socialistas" y

contra las organizaciones autónomas de los trabajadores ha sido en la práctica la fundamental o, si parece demasiado, una de las fundamentales (razones) para la formación de sindicatos católicos de obreros.

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El catolicismo social exacerbó la lucha de clases sirviendo de

cobertura ideológica y medio de captación de masas a posiciones

intolerantes, cuya última forma de actuación, la guerra civil, resumía muchos

años de apostolado y de cruzada. Posiciones patronales intransigentes de

sometimiento de la clase obrera por medio de organismo-; controlados o por

medios directos de represión y destrucción de las organizaciones autónomas

proletarias que sintonizarán inmediatamente con los sublevados de julio de

1936. Como decía un manifiesto de lo CESO, distribuido ampliamente en

septiembre de 1936: ya comienza a fructificar la semilla tantos años tapada.

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SINDICALISMO CATÓLICO AGRARIO

EL carácter del sindicalismo católico agrario es bien distinto del de

otros sectores productivos. En primer lugar, por la implantación conseguida:

en su época de mayor desarrollo contara con más de medio millón de afiliados

frente a las parcas cifras que consiguen los sindicatos "amarillos" católicos.

En segundo lugar, por el tipo de organización: pese al nombre, lo que van a

ser estos "sindicatos" tiene más que ver con las cooperativas y afecta -nota

decisiva- mucho más a pequeños campesinos que a trabajadores asalariados.

Por otro lado, desde el punto de vista de las consecuencias históricas,

parece cada vez más aceptada la tesis de que en el apoyo del pequeño

campesinado castellano y navarro a los militares sublevados en 1936 jugó un

importantísimo papel de organización, encuadramiento y movilización

ideológicos la Confederación Nacional Católico-Agraria, institución que atravesará la

guerra civil para metamorfosearse, ya en los años cuarenta, en la Unión Nacional de Cooperativas del Campo, que ha sobrevivido hasta nuestros días y cuyo

último presidente en 1976 era el terrateniente Domingo Solís Ruiz.

Las primeras acciones de los católicos hacia el campo se pueden

fechar a principios de este siglo, defendiendo Cajas Rurales sistema

Raiffeisen, de responsabilidad ilimitada, y contaron entre sus más ardientes

propulsores al zamorano Luis Chaves Arias.

Será a partir de la Ley de Sindicatos Agrícolas de 1906 y de su

posterior reglamento de 1908 cuando realmente se inicie un proceso

significativo de ampliación y captación de esos pequeños campesinos que

atraviesan, como dice una publicación católica de 1900, "desde hace algunos

años una situación de privaciones y miserias".

Dos notas fundamentales van a orientar la creación de sindicatos

agrícolas católicos desde sus comienzos: en primer lugar, un esfuerzo

contrarrevolucionario que quiere "ganar el campo al socialismo", sirviendo de

antídoto contra la posible (o real) organización reivindicativa de los 15

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campesinos jornaleros, arrendatarios, aparceros, pequeños propietarios...),

aunque su trabajo se centrará en los pequeños cultivadores- no asalariados. En

segundo lugar, los sindicatos-cooperativas servirán (con sus compras y ventas

en común, exenciones para importación de maquinaria o abonos y semillas más

baratos) para paliar el impacto del desarrollo del capitalismo en España, y sus

repercusiones en la agricultura (fundamentalmente en cuanto a la

proletarizados endeudamiento y ruina del pequeño campesinado),

manteniéndole así "al borde del abismo" o dosificando su caída para no

provocar una eventual reacción de lucha junto a los demás trabajadores.

Sobre “la experiencia de la ruina progresiva del campo castellano",

como ha escrito Fontana, habrá de articularse un programa político con una

orientación de clase que no corresponde a la base social que va a nutrir

mayoritariamente la CNCA, sino a la clase de los grandes terratenientes.

La CNCA, organismo interclasista

Estudiar la CNCA aporta algunos elementos de explicación a esa

subordinación política de tan grandes repercusiones en nuestra historia más

reciente: esta organización va a reunir en su seno a todo tipo de labradores,

pequeños, grandes, propietarios, arrendatarios, etc., apoyándose tanto en la

religiosidad popular campesina como en el mito de la unidad de intereses de

todos los que “trabajan" en el campo frente a la ciudad explotadora, de la

cual, por arte de la lucha ideológica, sólo va a quedar frente a los campesinos

explotados por el capitalismo, un polo de esta relación social, los trabajadores, y

junto a ellos la ideología que les acompaña, el “socialismo". Contra “los obreros

socialistas de las ciudades" van a dirigir sus armas, literalmente, estos

campesinos organizados por la Confederación Nacional Católico- Agraria. Con una

organización única las posibilidades de orientación autónoma de los pequeños

campesinos quedan bloqueadas. La dirección en todos sus niveles (Sindicatos,

Federaciones, Confederación) estará controlada por ricos propietarios o

representantes de éstos, siendo así que la masa de “sindicados" son pequeños

campesinos.

16

Page 18: SINDICALISMO AMARILLO EN ESPAÑA 1900-1939

De esta manera, las categorías fundamentales del “orden agrario

liberal" se encuentran reunidas en un solo organismo. Y habrá

reivindicaciones que servirán para soldar esa unión: por ejemplo, la defensa

de precios mínimos agrícolas, garantizados por el Estado, que pueden ayudar

a sobrevivir al pequeño campesino, pero que son la base de la enorme

acumulación de los grandes, merced a las economías de escala; un mecanismo

semejante al que está en la base de la explicación del Servicio Nacional del

Trigo franquista, De esta manera, un beneficiario real (los grandes terratenientes, hablando siempre de los pequeños, conseguirá articular una política de clase

con el apoyo de masas del pequeño campesinado e incluso sectores populares,

pues, como ha escrita Juan Velarde, si la presión para el alza de precios la

ejerciesen los grandes “provocarían una repulsión social que no se genera

cuando se pide ayuda para los agricultores de tipo familiar, y más aun cuando

a éstos se les otorga la condición de base de la estructura sociopolítica

tradicional de la Patria".

Este interclasismo será tan amplio que, en 1923, la Revista Social y Agraria, órgano de la CNCA, se vanagloria de que “desde el Rey hasta el más humilde

obrero, todas las clases sociales se han agrupado con nosotros"; y, en efecto,

el propio Rey Alfonso XIII fundará y será presidente del "Real Sindicato

Católico-Agrario de El Pardo", que costará a la Confederación -si se cree al

que fuera su presidente Antonio Monedero- grandes sumas de dinero, aunque

le sea también de gran utilidad como fórmula propagandística.

Una nueva etapa de desarrollo de la sindicación católico-agraria

arranca de 1912, año en que Antonio Monedero, propietario de tierras en

Dueñas (Patencia), y el padre jesuita Sisinio Nevares, apoyados por Angel

Herrera y la Asociación Católica de Propagandistas, organizan un fracasado

mitin en Palencia que tendrá, sin embargo, una importancia simbólica, pues de

ahí arrancan una serie amplia de campañas que culminarán en una primera

organización confederal que cubrirá Castilla la Vieja.

En 1915 se crea el Secretariado Nacional Católico-Agrario con

17

Page 19: SINDICALISMO AMARILLO EN ESPAÑA 1900-1939

financiación oficial eclesiástica y en cuya presidencia y vicepresidencia

hallaremos a dos ricos terratenientes: el duque de Bailén y Trifino Gamazo.

El cardenal Guisasola dirá, al crearlo, que quiere servir para "defender a los

agricultores del capitalismo y de la ruina".

A partir de este Secretariado y de la Confederación Castellana, y no sin

tensiones y discrepancias graves, se constituyó en abril de 1917

la Confederación Nacional Católico-Agraria, siendo elegido como primer

presidente Antonio Monedero.

Auge de la sindicación católica agraria

De 1917 a 1919 conoció su mayor desarrollo la sindicación agraria

católica y, aunque las cifras deban someterse a crítica y contrastación,

tenemos a fines de 1919-1920 algo más de 500.000 socios distribuidos por

toda la geografía peninsular, pero con tres áreas principales: en Castilla la

Vieja y León, núcleo que será duradero; Valencia-Murcia y Navarra -Rioja-

Zaragoza.

En 1919, Antonio Monedero -presidente hasta la V Asamblea, en

noviembre de 1921, de la CNCA- es nombrado director general de

Agricultura, continuando una camparía por Andalucía, en la que, sobre la base

de una situación de represión violentísima de las organizaciones de los

trabajadores, se manifestará con claridad uno de los ejes que definen a la

CNCA, su carácter contrarrevolucionario, de "arma patronal lanzada contra

sindicalistas y socialistas". Más de 150,000 pesetas, según sus propios

datos, gastó la CNCA en esa “lucha de apóstoles" en 1919, buscando para ello

subvenciones entre aquellas personas que más intereses podrían tener en la

desarticulación de las organizaciones campesinas: suscripciones públicas de

periódicos como El Debate, reuniones de terratenientes en el palacio

arzobispal de Sevilla, llamamientos patrióticos a los ricos para que cedieran,

algunas tierras para

hacer pequeños propietarios .......... Para que todo ello pueda realizarse se

exageran los peligros de la revuelta y se escriben Manifiestos, como el que

lanza la CNCA en Málaga en ese mes de marzo de 1919: "En muchos pueblos

sabemos que se tiene ya estudiado el reparto de las

18

Page 20: SINDICALISMO AMARILLO EN ESPAÑA 1900-1939

tierras, el reparto de las mujeres e hijas de los ricos hechas las listas de

todos los terratenientes cuyas cabezas han de rodar por los suelos" ( El

Debate 30-IV-1919)

Pasado el miedo a la revolución, las limosnas y dádivas para la

propaganda cesaron en gran medida y, consiguientemente, desaparecieron

determinados núcleos de implantación totalmente coyunturales, como en el

caso andaluz, donde se había ido a predicar la doctrina de León XIII de

“crear muchos pequeños propietarios" con escasa adecuación a la realidad

social imperante. A finales de la década de 1920 apenas quedaba rastro de

aquellas campañas. En cambio, en Castilla la Vieja la permanencia de la

implantación proseguiría, ampliándose su peso relativo como correspondía a

una estructura campesina de predominio de la pequeña propiedad.

La CNCA recibió la dictadura de Primo de Rivera como una "magna

obra de saneamiento y regeneración de España", cifrando todas sus

esperanzas en ella. Muchos de los que ocupaban puestos de dirección en la

Confederación, en el órgano central o en las Federaciones pasaron a ocupar

puestos de responsabilidad en el aparato estatal: gobernadores, Alcaldía de

Madrid, etc. Sea porque la política católica era llevada desde el Estado, sea

porque un mayor control sobre las masas campesinas hacía menos necesaria

su labor, el caso es que en 1929 la CNCA contaba, aproximadamente, con la

mitad de socios que en 1919. Ya nunca volvería a aquellas cifras, pero

tampoco, contrariamente a la propaganda que quería mostrar la saña con que

era perseguida por la República, reduciría sus efectivos, fluctuando entre

175.000 y 200.000 afiliados, cifra con la que llegará a la guerra civil.

La posición de la CNCA ante la República será de "accidentalismo",

propiciada sin duda por quien era entonces su secretario general, José María

Gil-Robles. Sin embargo, su movilización junto a otras organizaciones

patronales permite afirmar que colaboró en socavar las instituciones

republicanas a la espera de un combate frontal, contribuyendo, como dirían

en su Exposición al Generalísimo en 1937, a "librar a gran parte de la

población rural del contagio marxista con la 19

Page 21: SINDICALISMO AMARILLO EN ESPAÑA 1900-1939

esperanza, hoy realizada, de que las reservas del campo, encuadradas en

nuestras organizaciones, habían de ser el elemento decisivo en la lucha y

vencimiento del marxismo y en la gloria y resurgimiento de España".

Para poder profundizar en las causas que orientaron al pequeño

campesinado castellano y navarro al apoyo a la rebelión militar es necesario

conocer estas importantes actuaciones de la Iglesia católica. La

Confederación Nacional Católico-Agraria, que en su pugna con los falangistas

resistirá el paso de la etapa populista de aquélla, supuso una de las bazas más

importantes de la inmediata posguerra, alrededor de la cual se traman las

principales medidas legislativas en punto a organización de las masas

campesinas.

Hacia la Unión Nacional de Cooperativas del Campo

Gerardo Salvador Merino destacará la importancia de la CNCA cuando

en la pugna por asimilarla a la Delegación Nacional de Sindicatos dirá el 31 de

diciembre de 1940 que se trata de "conseguir la definitiva consolidación del

régimen, puesto que no en vano la guerra de liberación fue una guerra, como

se ha dicho ya muchas veces, del campo contra la ciudad. Y un mínimo sentido

de justicia obliga a dar satisfacción a los que hicieron posible la victoria'1.

Transformada, finalmente en Unión Nacional de Cooperativas del Campo

en 1942, y sobre una estructura muy semejante a la originaria, lo que fuera

la CNCA llegará a contar con un millón y medio de “afiliados" (!) en 1975.

Hoy que asistimos a la organización y a las luchas del pequeño

campesinado con un sentido completamente diverso, hay que dotarse de los

elementos teóricos e históricos necesarios para romper con el tópico de los

campesinos incapaces de luchar por reivindicaciones semejantes o paralelas a

las de los demás trabajadores. Hay que acabar con el tópico de que los

pequeños campesinos fueron beneficiados por el régimen franquista; como ha

escrito Martínez Alier: “Si antes de la

20

Page 22: SINDICALISMO AMARILLO EN ESPAÑA 1900-1939

guerra estaban mal, después estuvieron peor". Si se acepta que el

sistema capitalista también les detrae sobre trabajo, no parecerá

sorprendente encontrar una reivindicación pequeño-campesina como la de

la Unió de Pagesos: "contra los monopolios, junto a los trabajadores de las

ciudades en un frente antimonopolista".

La sindicación católico-agraria permite conocer una de las

mediaciones más importantes en la orientación política del pequeño

campesinado con una dirección que respondía a los intereses de los

grandes terratenientes. Estudiándola se puede avanzar en la comprensión

de lo que sigue siendo uno de los problemas políticos más importantes de

nuestro tiempo.

21

Page 23: SINDICALISMO AMARILLO EN ESPAÑA 1900-1939

LOS SINDICATOS CATÓLICOS LIBRES

La historia de los Sindicatos Católicos Libres está estrechamente

vinculada a la personalidad de los dominicos Pedro Gerard (1871-1919) y José

Safo (1881-1936). Fundador y propagandista infatigable el uno, mentor

teórico y continuador de la obra el otro. Los Sindicatos Católicos Libres

nacían en 1912 y existieron formalmente, como tales, hasta 1921, fecha en

que se disolvía, en Azcoitia, la Confederación de Sindicatos Libres. Los

restos de aquella Confederación seguirían presentes en el mundo sindical

hasta 1936, bajo la orientación del P. Gafo .

Pedro Gerard, hombre estudioso de las ciencias naturales, en las que

estaba licenciado, permaneció dedicado al ministerio de la predicación, propio

de su Orden en aquellos años, hasta 1910. Pero en esa fecha, siendo Superior

del convento de los dominicos de Jerez de la Frontera, entró en contacto con

el mundo social y político de la ciudad de modo inesperado. Llegado el mes de

octubre anunciaba la tradicional procesión del Rosario para el día 7 por la

tarde. Aquel anuncio fue interpretado por los liberales como una protesta

contra la política del Gobierno Canalejas, y por los republicanos como un

intento católico de boicotear una manifestación republicana, convocada para

el mismo día y hora de la mencionada procesión. Se celebró aquel acto

religioso, pero acabó en un serio incidente que provocó la intervención de las

fuerzas de orden para calmar los ánimos, apaciguar los desórdenes y

proteger durante la noche los conventos de franciscanos y dominicos. Fue la

explosión de un arraigado anticlericalismo reflejado, también, en los cantares

populares, como el que citara el conde de los Andes en el Congreso al hacerse

eco de aquellos sucesos:

Señor Alcalde Mayor no

prenda usté a los ladrones si

permite que anden sueltos los

frailes de cualquier Orden.

Gerard fue el protagonista principal de la jornada, el responsable

22

Page 24: SINDICALISMO AMARILLO EN ESPAÑA 1900-1939

último del acto religioso en cuestión. Un incidente anticlerical en una vieja

ciudad andaluza de larga tradición revolucionaria. Una ciudad víctima de la

actuación del descompuesto caciquismo de la Restauración, con el que estaban

implicadas las altas dignidades eclesiásticas locales carentes de sentido social

y alejadas de los problemas reales que se vivían.

Tras estos incidentes latía una seria problemática económica y social.

La baja en las exportaciones de vinos repercutió en la falta de empleo,

vagabundeo e inmigración a la ciudad, desde la campiña y la sierra, con los

consiguientes problemas de vivienda y sanidad en las barriadas obreras. En

suma, una situación de miseria obrera y campesina que explotaba con

detonantes anticlericales.

Por si aquella situación fuera insuficiente, una plaga de langosta

agravaba las cosas en el mes de junio de aquel año 1910. Y el año siguiente, de

junio a agosto, se registró un fuerte movimiento huelguístico en Jerez,

llegándose a una situación de huelga general que asustó a los patronos y la

clase conservadora de la ciudad. Este sería el marco social en el que nacía la

experiencia sindical católica libre.

Por estos meses de 1911 realizaría el P. Gerard un viaje a Bruselas para

solucionar algunos asuntos familiares. Allá tuvo ocasión de conocer la marcha

de los Sindicatos Católicos y Libres de Bélgica, que entonces dirigía el P. Rutten. Los

Sindicatos Católicos y Libres de Bélgica habían nacido, entre 1884 y 1890, con

“el fin de combatir el socialismo, resistir al sindicalismo antirreligioso y

alcanzar de los patronos, por medios razonables, las reivindicaciones justas

que exigían los socialistas valiéndose de procedimientos indefensibles". Desde

1890 aquellos sindicatos irían evolucionando hasta crear un programa propio,

definir sus objetivos y darse una mayor complejidad organizativa, perdiendo

parte de ese carácter de reacción frente al socialismo. El componente básico

de los sindicatos libres belgas sería la creencia en la posibilidad de un orden

social cristiano, como verdadera alternativa frente al liberalismo y al

socialismo.

23

Page 25: SINDICALISMO AMARILLO EN ESPAÑA 1900-1939

Cuando Gerard conoció la Confederación belga, ésta contaba con

71.000 asociados, habiendo crecido el número de socios un 20 por 100

respecto del año anterior. El P. Rutten, también dominico, dirigía el

Secretariado de la Confederación de Sindicatos Católicos y Libres desde

1904. Aquella experiencia entusiasmó a Gerard y le hizo pensar en la

situación jerezana. De regreso a España, en unas conferencias pronunciadas

en Jerez, presentaría el modelo belga de sindicación cristiana. Un grupo de

patronos animó al orador a realizar algo semejante en aquella ciudad,

comprometiéndose a respetar la independencia de la obra y facilitando los

medios materiales indispensables para ponerla en marcha. Así, en abril de

1912 se fundaba la Casa del Trabajo, de Jerez de la Frontera, En ella radicarían

los siete sindicatos que formarían la primera Federación local de Sindicatos Católicos Libres.

Aquel primer núcleo tuvo 70 socios. Durante un año se llegó a la cifra

de 526, bajando en 1914 hasta 418. Puede ayudarnos a comprender el

significado de esta cifra el cotejarla con los 5.000 socios que en aquel

tiempo tenía la Casa del Pueblo de Jerez. El entusiasmo y la tenacidad del

fundador no se correspondía con el espíritu sindicalista que se respiró en la

Casa del Trabajo, puesto en evidencia de modo contundente en el

"desbarajuste" que se armó en el centro social cuando los socios se

enteraron, en 1919, del fallecimiento del P. Gerard. Los propios socios

saquearon el local.

La experiencia fue dada a conocer en Pamplona, en 1912, en la VI Semana Social. Las tres intervenciones que tuvo Gerard en aquella ocasión

fueron el inicio de una implacable persecución por parte de los grupos

integristas del catolicismo español, en especial de los sectores vinculados a

las obras sociales protegidas por el marqués de Comillas. El mismo Gerard

hablaría de "una persecución impalpable, indefinida, que no se sabe de dónde

viene, que empezó en Pamplona y me sigue a todas partes". En aquella Semana

Social había denunciado “el divorcio del pueblo y de la Igles ia" y había

afirmado, también, que la clase obrera “llegaba a la convicción de que la

Iglesia católica y sus ministros son burgueses". La VI Semana Social sería la

plataforma de lanzamiento de una campaña propagandística por el norte de

España.

24

Page 26: SINDICALISMO AMARILLO EN ESPAÑA 1900-1939

Reconquista del proletariado

Pronto hubo que defender la experiencia jerezana contra las denuncias

de que fue objeto ante las autoridades eclesiásticas. Pedro Gerard

argumentaría que el único modo de abordar el problema social no es otro que

"partir directamente de la realidad tal cual es". Y eso llevaba a una denuncia y

crítica de los círculos y patronatos obreros, en boga entre los católicos

sociales de aquellos años, Frente a ellos había que construir verdaderas

sociedades de resistencia, puramente obreras, que incluyeran el derecho de

huelga como recurso legitimo de defensa de la clase; unos sindicatos libres , al

margen de los patronos y del influjo de las organizaciones socialistas; unos

sindicatos inspirados en la doctrina social católica, en la concepción cristiana

del hombre y de la sociedad (así entendía Gerard la confesionalidad de los

sindicatos).

En el trasfondo de esta concepción había un propósito apologético y

proselitista mezclado con un sincero deseo de contribuir a la mejora de la

condición de vida del obrero. En un informe escrito para la Secretaría de

Estado del Vaticano, Gerard comentaría: "El tiempo apremia para reconquistar

a los obreros que han pasado a otro bando y retener a los pocos que nos

quedan. Es grave la obligación de los católicos, decía León XIII, de procurar

que el proletariado salga de su tristísimo estado y alcance mejor suerte. Para

ello el medio más apto es la formación de sociedades puramente obreras o

sindicatos profesionales, inspirados y dirigidos según la doctrina católica".

Santiago Laoz, uno de los dirigentes más cualificados del Sindicalismo Católico

libre y colaborador entusiasta del fundador, presentaba el sindicato con estas

palabras: "Formado y gobernado única y exclusivamente por obreros y ajeno a

toda tutela o injerencia extraña tiene como fin, principalmente, la defensa de

la clase, apelando para ello a todos los medios justos que sean necesarios".

Una larga y activa campaña durante 1913 en Barcelona, Zaragoza,

Oviedo, Orense, Valencia, Salamanca, Madrid, Gijón, Bilbao, Tolosa y Palencia

fue el punto de partida de diversos núcleos sindicalistas católicos libres,

especialmente en el norte de España. Poco después, en 1915, se daban los

primeros pasos hacia lo que sería la Federación

25

Page 27: SINDICALISMO AMARILLO EN ESPAÑA 1900-1939

Nacional de Sindicatos Católicos Libres. En diciembre de 1916, en Pamplona,

se celebraba el primer Congreso. Su presidente sería Amaro Martínez (de

Bilbao) y su vicepresidente Santiago Lanz (de Madrid). La segunda Asamblea

Nacional se celebraría en marzo de 1918, en Palencia. La Federación había

pasado de 21 a 53 federaciones locales de sindicatos, ubicados en zonas de

alta práctica religiosa en todos ellos.

Tensiones y enfrentamientos

Entre los años 1915-1918 hubo varios intentos de lograr la fusión de los

diferentes grupos sindicales cristianos: los Católicos Libres, los Sindicatos

Obreros Católicos (calificados entre los libres de "comillistas"), los

Independientes (creados por Arboleya), los del P. Palau en Barcelona y los

agrarios presididos por Monedero. Los más duros enfrentamientos tuvieron

lugar entre los Libres y los Católicos ("comillistas").

Tres eran las grandes cuestiones debatidas entre los sindicalistas

cristianos españoles: la confesionalidad de los sindicatos, el modo de entender

el contenido de clase de los sindicatos y su postura ante el socialismo. La

disputa sobre la confesionalidad fue la más aguda y duradera, no habría

acuerdo hasta la creación de la CESO (Confederación Española de Sindicatos

Obreros), en 1935. Sobre el particular, el P. Gafo escribiría en 1915: En cuanto al título de católicos no hacemos de él cuestiones de gabinete, nos pagamos más de las realidades que de los nombres y creemos que eso debe ser fruto de las circunstancias y del ambiente social ¿ Por qué, después de todo, no se denominan católicas las empresas capitalistas y patronales? Por otra parte, creemos que ese furor por las etiquetas nos llevaría lógicamente a hablar de “agricultura católica" ‘‘industria católica’’, “comercio católico“ y hasta “taberna católica".

Para los Católicos Libres, la composición puramente obrera de los

sindicatos era condición indispensable de toda organización sindical de clase

obrera; el interclasismo de los sindicatos mixtos era rechazado de manera

categórica. Para otros sectores, en especial para los sindicatos dependientes

del marqués de Comillas, la sindicación obrera libre de toda presencia

patronal era un peligro, casi una herejía social, en

26

Page 28: SINDICALISMO AMARILLO EN ESPAÑA 1900-1939

definitiva, obra socialista. Así lo comentaba Gafo en una de sus celebres

crónicas sociales: El señor marqués de Comillas honradamente opina, como es público y notorio, que los sindicatos de obreros solos, de obreros libres de toda injerencia patronal, son un peligro. Por socialistas o casi socialistas tiene al ilustre señor Monedero y no digamos al P. Gerard En algunos

escritos de la prensa católico-libre se mantenían posiciones favorables a una

futura reconciliación entre socialistas y católicos -el día que la clase obrera y los propagandistas serios y desinteresados piensen seriamente- y se relativizaba el derecho de

propiedad. Así se leía en un escrito del P. Gafo: Afirmar la superioridad de la forma colectiva de la propiedad sobre la forma individuad de la misma no lo creemos una herejía, sino un asunto de libre discusión (....) En este punto cabe una aproximación y hasta una fusión entre el socialismo puramente económico y las doctrinas de la democracia cristiana o catolicismo social. Los

"Libres" estaban en posiciones "antisocialistas", pero no aceptaban posturas

"antisocializadoras". De ahí las acusaciones de que fueron objeto por

sospechosos de socialismo.

Los intentos de entendimiento de 1915 fueron un fracaso. Se ha dicho

que el año 1916 fue para los sindicatos católicos un “colapso": los hombres de

acción con mayor dinamismo y sentido de la realidad fueron alejados de sus

obras. Una campaña bien orquestada haría imposible el trabajo a Gerard,

Arboleya y Palau. Personas "respetabalísimas y de todo crédito", en expresión

del Núncio, habían formulado serias denuncias y objeciones. De hecho

quedaba frenada la obra de quienes constituían el ala avanzada del catolicismo

social español de aquellos años.

Pocos meses antes de la muerte del P Gerard, acaecida en enero de

1919, se intentaba, a iniciativa del Primado, un nuevo proceso de convergencia

de los sindicatos católicos, que culminaría en el I Congreso Nacional de

Sindicatos Obreros Católicos de España. El Congreso se inauguró en febrero.

Los “Libres" decidieron retirarse y el acuerdo no fue posible tampoco en esta

ocasión.

Se volvería sobre el asunto en posteriores circunstancias y con

similares fracasos. Así ocurría en 1922-1923, con motivo de la 27

Page 29: SINDICALISMO AMARILLO EN ESPAÑA 1900-1939

inauguración de la Casa Social Católica de Madrid. En 1927, por iniciativa del

P. Gafo, que veía una situación propicia para una ofensiva sindical, se llegó a

redactar unas bases de acuerdo mínimo, pero no cuajó aquel intento de unión

por la oposición del consiliario de los católicos, S. Nevares. En 1931-32 se

crearían nuevas perspectivas con el intento de organización del sindicalismo

profesional. Pero la unión -como señalamos al principio- no llegaría hasta 1936,

con la Confederación Española de Sindicatos Obreros (CESO), que acabaría

integrándose en la CENS en 1938.

Al IV Congreso de la Confederación Católica Libre, celebrado en

Huesca, en septiembre de 1920, asistieron representantes de 126 sindicatos.

Un año más tarde, en Azcoitia, se declararía la disolución formal de la

Confederación, quedando unos núcleos aislados de sindicatos católicos libres

en Pamplona, Guipúzcoa y Bilbao, que constituyeron la Confederación Regional de

Sindicatos Libres del norte de España. Pronto entrarían en contacto con la

Corporación General de Trabajadores, que en Cataluña dirigía Ramón Sales,

para proceder el 1 de enero de 1924 a la creación de la Confederación Nacional

de Sindicatos Libres de España.

Disolución de los "libres"

El P. Gafo continuaría su actuación en la nueva Confederación Libre,

inspirando la acción de los “Libres" del norte de España y formando parte, en

representación de los “Libres", de los Comités (Paritarios y del Consejo Superior de

Corporaciones creados por la Dictadura de Primo de Rivera. La caída de la

Dictadura y la proclamación de la República llevarían al extranjero a Ramón

Sales tras la disolución de la organización. Sería entonces cuando las

relaciones entre Gafo y los "Libres'1 de Barcelona se enfriarían y alejarían.

Gafo creyó más oportuno, ante el recelo con que se recordaba a los “Libres"

de Barcelona, rotular los sindicatos obreros simplemente '’Profesionales".

También realizó una serie de gestiones ante la jerarquía católica, entre 1931 y

1932, tendentes a lograr una desconfesionalización de los sindicatos católicos

y constituir un sindicalismo de nuevo cuño, fiel, en el fondo, al pensamiento

que había animado a los Católicos Libres durante la vida del P. Gerard. 28

Page 30: SINDICALISMO AMARILLO EN ESPAÑA 1900-1939

Esto fue ocasión de disgustos con Sales y los "Libres". De hecho, en

noviembre-diciembre de 1932 se creaba la Confederación Vasco-Navarra de Sindicatos Obreros profesionales, que celebró su II Congreso en julio de 1934.

Cuando, en 1935, Ramón Sales regresaba a España y asistía a la

Asamblea constitutiva de la Unión Provincial de Obreros Profesionales de

Guipúzcoa, celebrada en Azcoitia, El Pueblo (semanario portavoz de los

sindicatos profesionales) le saludaba reivindicando la memoria de una

organización que existió en el pasado y dándole su "adhesión moral".

La ruptura definitiva y violenta, que hizo sacar a la luz las divergencias

entre Gafo y los “Libres" de Barcelona, se dió en 1936 cuando los

profesionales vasco-navarros, y Gafo en su nombre, comenzaron el

acercamiento que llevó a la CESO. En unos duros comentarios se criticaba a

Gafo por codearse con personajillos de ciertas derechas tontilocas (se referían a A. Herrera),

por ser un "mudacasacas", un “eterno entremetido", una "vulgar figura" y un

“ingrato" (por no haberse ni dignado contestar a las cartas escritas por Sales

desde el exilio). En esta ocasión sacaron los "Libres" catalanes sus

discrepancias con la manera cómo Gafo había llevado las relaciones con Largo

Caballero durante la Dictadura y por haberse presentado a las elecciones de

1933, cosa que para los "Libres" implicaba una aceptación de la República.

Quisiera, para terminar esta breve presentación del Sindicalismo

Católico Libre, poner de relieve el influjo que sobre este sindicato tuvo el

modelo belga y su carácter excesivamente marcado de clericalismo. La

historia que hemos relatado pone en evidencia dos maneras de atender el

papel de la Iglesia en la sociedad española (podríamos hablar de integrismo y

reformismo). Las claves políticas desde las que habría que analizar e

interpretar esta experiencia sindical serían las del tradicionalismo español y

el reformismo demócrata cristiano del Primer tercio del siglo XX español.

Cuestiones éstas abordadas en otra parte del Informe.

29

Page 31: SINDICALISMO AMARILLO EN ESPAÑA 1900-1939

EL SINDICALISMO LIBRE (1919-1931)

Se ha comentado mucho la singularidad del movimiento obrero español

del siglo XX. España fue el único país europeo en el cual las organizaciones

sindicales se dividieron en dos grandes bloques, separados tanto por

geografía como por ideología. En el Norte y en Castilla dominaba la UGT,

central “política" ligada al PSOE. En Andalucía, Levante y Cataluña la

"apolítica" CNT, de tendencia anarcosindicalista, eclipsó a todos los

competidores. Pero la importancia y singularidad de esta división sindical no

debe hacernos olvidar otros movimientos obreros no tan importantes como

los mencionados, pero igualmente originales y dignos de investigación. Entre

estas otras organizaciones destacan, por su tamaño relativamente grande y

el importante papel desplegado durante los años veinte, los Sindicatos Libres

de Barcelona, que han recibido un tratamiento histórico escaso y superficial.

Escritores de todos los matices políticos, desde la derecha católica

hasta la izquierda anarquista, se unieron en sus conclusiones: los Sindicatos

Libres fueron Sindicatos "amarillos" que organizaron grupos de choque al

servicio de las autoridades gubernamentales y de la Patronal. No merecían

más atención que a nivel de pistolerismo callejero. En esta síntesis de la

historia de los “Libres" intentaremos demostrar que estas viejas

concepciones ya no bastan. Hace falta una nueva interpretación del fenómeno

del Sindicalismo Libre, tan importante como desconocido.

Se fundó el Sindicato Libre Regional el 10 de noviembre de 1919, en el

Ateneo Obrero Legitimista de Barcelona, dato signif¡cativo, puesto que este

Ateneo era una sede jaimista. Los fundadores del Sindicalismo Libre

procedían, en gran parte, del tradicionalismo catalán y muchos de ellos eran

requetés; los carlistas, más jóvenes y agrupados en una organización

paramilitar. Entre los líderes iniciales se destacan Ramón Sales y José

Arquer, requetés; José Baró, presidente de las Juventudes Tradicionalistas

de Cataluña, y Feliciano Baratech y Juan Laguía, ambos procedentes de

círculos tradicionalistas y los principales “teóricos" de los “Libres".

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Aunque los Sindicatos Libres nacieron del tradicionalismo barcelonés y

su reclutamiento inicial se hizo entre obreros jaimistas, sería simplista

clasificar a la organización como un sindicato carlista. Muchos militantes no

parecen haber tenido filiación alguna con el carlismo organizado. Esta

diferencia -entre un núcleo de fundadores y dirigentes carlistas y una base

de militantes mucho más variada- se intensificaría más tarde y supondría un

problema grave para la cohesión interna del Sindicato.

Los primeros planteamientos ideológicos de los “Libres" reflejan esta

relación ambigua con el carlismo Resulta un poco artificial hablar de la

ideología de los Sindicatos Libres, puesto que éstos nunca formulaban sus

ideas de una manera sistemática o coherente. Sin embargo, dentro de la

palabrería confusa que caracteriza las declaraciones del Sindicato se pueden

extraer unas ideas de base ideológica fundamentalmente tradicional

combinada con algunas posiciones societarias bastante modernas.

Bases ideológicas

Tal vez, la decisión inicial más importante fue el rechazo total de

cualquier etiqueta confesional. Los fundadores recordaban vivamente que los

intentos de formar un sindicato católico fuerte e independiente en Barcelona

habían fracasado. La Acción Social Popular del Padre Palau había terminado

siendo un instrumento de las clases capitalistas y de la Iglesia no de los

obreros. Esta experiencia desprestigió tanto la idea del sindicalismo católico

en Barcelona que, cuando en el mitin del Ateneo alguien sugirió la formación

de un sindicato confesional, Ramón Sales rebatió el propósito diciendo que en

Barcelona no se debe ni hablar de ello, por haber fracasado repetidas veces y por ser

sindicalismo amarillo.

En la misma línea de su aconfesionalismo estuvo el propósito de crear

un sindicato puramente obrerista y profesional sin ninguna filiación política ni

intervención religiosa, donde caben todos los obreros ... Pero los "Libres" nunca

llegarían a realizar esta intención. Su base de valores tradicionales siempre

permanecería, sufriendo cierta disminución, pero surgiendo de nuevo, como

veremos, durante la dictadura de Primo de

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Rivera.

Los elementos más relevantes de este sustento tradicionalista son la

defensa de la familia, la nación y la religión frente al amor libre, el

internacionalismo y el ateísmo, supuestamente propagados por los

anarquistas. En vez de aceptar el capitalismo como sistema y luchar dentro

de él para lograr mejoras obreras como, por ejemplo, la American Federation of Labor de los EE.UU., postulan deseos de evolución rápida e intensa hacia otro régimen más perfecto de sociedad, formulados en una retórica excesivamente anticapitalista

para esta organización en teoría puramente profesional, declaraciones que,

en principio, resultan tan generales que podían haber servido tanto para

atraer a obreros vagamente influidos por ideas anarquistas como para

articular un auténtico anticapitalismo tradicionalista.

Relación con la Patronal

El problema del grado y autenticidad del anticapitalismo de los

"Libres" nos lleva al asunto más tenebroso de su historia: sus relaciones con

los patronos. Inmediatamente después de su creación, los “Libres" fueron

acusados por sus enemigos cenetistas de ser un sindicato ‘amarillo", fundado

por los patronos y subvencionado por ellos para enfrentarse a la CNT. En un

intento de ocultar su realidad y hacer creer su "obrerismo", tenemos la

palabra del mismo Ramón Sales, presidente del Sindicato, a propósito de este

asunto. Así habló a un periodista de La Voz el 19 de noviembre de 1921:

Todo lo que pasa es culpa de la burguesía. Los patronos, al crearse el Sindicato Libre, creyeron que íbamos a ser sus lacayos. Y nada más lejos de la realidad. Nuestro espíritu y nuestra labor han de ser siempre obreristas, porque obreros somos todos los que militamos en esta organización, Además, la mayoría de nuestros hombres ha formado antes en las filas del Sindicato Único. Y no por ideal sindicalista precisamente, sino por los beneficios obtenidos en la lucha coactiva contra la clase burguesa.

A pesar de las matizaciones posteriores, este lapsus confirma lo que

evidencia la actividad huelguística y el análisis de la propaganda del

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Sindicato: los “Libres" nacieron con apoyo de la Federación Patronal, al

esperar ésta que la nueva organización actuase de manera “amaril la".

Esta esperanza fue realizada. Durante la primera época de su

existencia -desde 1919 hasta mediados de 1921-, la actividad huelguística

del sindicato fue casi nula (como es lógico, en un sindicato “amarillo"). Pero

unos meses después de iniciarse el general Martínez Anido como

gobernador civil de Barcelona parece que los "Libres" se sintieron

suficientemente fuertes para demostrar y dar a conocer su auténtica

realidad: un sindicato de pistoleros al servicio de la patronal, con el apoyo

de los militares y policías.

El primero y más acérrimo de los “enemigos" de los "Libres", lo

formaban los anarcosindicalistas de la CNT. Según los Sindicalistas Libres

ellos intentaron cooperar con la CNT, pero ésta rechazó todas los ofertas de

cooperación ya que según los cenetistas los "Libres" nunca fueron más que

un grupo de pistoleros, con escasísima implantación entre la clase obrera,

que, amparados por la Patronal y el Gobierno, abrieron fuego

repentinamente contra la CNT.

La guerra con la CNT

Había una larga historia de terrorismo en Barcelona antes de la

aparición de los Sindicatos Libres, contra los obreros de la CNT por la

Patronal y las autoridades. No se puede culpar al Sindicato Libre de haber

provocado este terrorismo, solo fueron uno de los métodos o armas que

emplearon para practicar ese terrorismo. Baste decir que los "Libres" nunca

ocultaron sus intenciones de tomar represalias violentas contra el Sindicato

Unico de la CNT. Hasta el mismo ayudante de Martínez Anido, y

simpatizante de los “Libres", Oller Pinol, reconocería que éstos habían

advertido a CNT que por cada uno de ellos que cayera (al defenderse CNT)

le seguirían tres del Único, y la advertencia se convirtió en realidad, la

respuesta del "Libre“ fue contundente y mayor que el agravio... (Se calcula

que en esta “guerra", fueron asesinados unos 500 obreros de la CNT, y unos 50

pistoleros del “libre", empresarios, policías y demás jauría criminal)

Uno de los atentados más notorios, habitualmente atribuido al

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"Libre" por CNT, fue el asesinato del abogado Francesc Layret. También lo

atribuye el “Libre" René Llanos de Niubó, un viejo militante del Sindicato

Libre y conocido del asesino. Así fue el atentado:

*El matador de Layret fue un pistolero, llamado Fulgencio Vera, yerno de Ginés Mirete, obrero tintorero de la casa Cascante y presidente del Comité del Sindicato Libre de aquella fábrica, y lo mató porque había defendido a obreros detenidos, que logró sacar absueltos. El atentado lo realizó solo, sin protección alguna, disparando a corta distancia sobre él que por una parálisis infantil tenía atrofiadas las dos piernas, por lo que, además de con muletas, iba acompañado de un criado, que al ver que el agresor sacaba la pistola salió huyendo, dejando a Layret, vacilando sobre sus muletas y expuesto a los disparos de Fulgencio Vera, que al verle caer se marchó tranquilamente sin ser perseguido por nadie, cruzando la doble vía del tren eléctrico de Sarriá.

Otro famoso atentado de aquellos tiempos fue el asesinato, en marzo

de 1923, del “Noi del Sucre", Salvador Seguí, destacado militante cenetista

(que llegó a ser Secretario General de la CNT).

No faltan amenazas, de los "Libres", en el crimen contra la vida del

“Noi" en el semanario del Sindicato “Libre'1, Unión Obrera. El 3 de diciembre

de 1921, cuando Seguí estaba encarcelado, el periódico libreño escribió que

...a un hombre (Seguí) que está detrás de las rejas de una cárcel no se le debe decir nada. Esperan todos liquidar cuentas el día que no tenga unos grilletes en las manos!

La lucha callejera entre líbrenos y cenetistas fue importante no

solamente porque creó una rivalidad de sangre entre los dos sindicatos que

nunca desaparecería, sino porque quitó al “Libre" el poco apoyo que habrá

tenido entre los elementos católicos de Barcelona. Al establecimiento

católico de Barcelona tal vez hubiera gustado apoyar a los "Libres" contra la

CNT como mal menor, a pesar de la aconfesionalidad tajante del Sindicato.

Pero la adopción por parte del «Libre» de las mismas tácticas y

procedimientos de los Ganster, le privó de la confianza de la comunidad

católica. Los "Libres" manifestaron muy temprano, al menos en forma

embriónica, una cierta exaltación de la violencia en sí. Esta posición

difícilmente podrá reconciliarse con el pensamiento social 34

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católico. Católicos de todos los matices, desde el diario integrista. El Siglo Futuro hasta los representantes de la Democracia Cristiana, nunca dejarían

de tachar al Sindicato Libre de asesinos a sueldo.

La protección de Martínez Anido

Desprovisto del apoyo de la Iglesia, y batallando diariamente contra

la CNT, es sorprendente que el Sindicato lograse sobrevivir su primer año y

medio de vida. Pero su situación precaria terminó con el nombramiento del

general Martínez Anido "el carnicero de los obrero"

como gobernador civil de Barcelona. Hasta entonces no los "Libres'1 gozaran

plenamente del apoyo gubernamental. Los gobernadores civiles Amado y

Bas se mostraron amigos del ala moderada sindicalista de la CNT y el conde

de Salvatierra basó su política en la represión gubernamental de todos los

sindicatos. Con el advenimiento de Martínez Anido todo cambió. Los

dirigentes del “Libre" establecieron una estrechísima relación personal con

el nuevo gobernador. Gratitud y alabanzas a Martínez Anido son, tal vez, los

hilos más constantes en la propaganda de los “Libres". La historia oficial del

Sindicato está dedicada al general y, ya en vísperas de la guerra civil, Juan

Laguía dedicaría un capítulo entero de un libro a elogiar desmedidamente a

Martínez Anido. Los "Libres" tenían a su diestra el poder personal del

general Martínez Anido y casi puede calificarse su actuación durante su

mando como la de policías-obreros.

Fue durante el bienio 1921-1922 y bajo la protección de Martínez

Anido, cuando los “Libres'1 se hicieron una fuerza criminal importante en

Cataluña. Y aunque posiblemente llegaron a afiliar (por la coacción y el

terror) a bastantes obreros en toda Cataluña. Pero el Sindicato no echó

raíces en la masa obrera catalana. Los nuevos adheridos se afiliaban en el

Sindicato, principalmente porque el Gobierno había clausurado a CNT, y por

mucho miedo, y no a causa de una repentina conversión a los ideales del

Sindicalismo Libre. Este vacío moral y ético impidió que el Sindicato se

enraizase en la masa obrera catalana.

Tampoco resultaban positivas las relaciones que el Sindicato

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mantenía con Martínez Anido. Parece que la unión forjada fue casi

exclusivamente con el general y sus seguidores y no llegó a esferas más

altas del Gobierno. Martínez Anido había gobernado Barcelona como si fuera

su feudo personal; con su desaparición, los "Libres1' tenían que afrontar

problemas que antes les habían sido solucionados, por el escudo protector

de impunidad del general. Los nuevos gobernadores civiles liberales que

siguieron a Anido hicieron un esfuerzo especial por permanecer neutrales en

la lucha entre los "Libres" y la CNT. El gobernador Pórtela Valladares

informó al titular de la Gobernación, en julio de 1923, que los “Libres1' eran

tan revolucionarios como la CNT, pero hacia la ultra-derecha, y que el Sindicato

Libre deseaba apoderarse por el terror de la ciudad. Portela temía perturbaciones

tanto por parte del "Sindicato Rojo'1 (CNT) como del "Sindicato Blanco" (los

"Libres").

Desde la destitución de Martínez Anido en octubre de 1922 hasta el

golpe de Estado del 13 de septiembre de 1923, los "Libres“ tenían que

hacer frente a las autoridades y a la CNT y hay muchas indicaciones de que

no era una organización suficientemente fuerte para tan difícil tarea.

Los “Libres" intentaron extenderse fuera de Cataluña. Muy deprisa

montaron un Sindicato bancario madrileño y, entusiasmados por el éxito de

una pequeña huelga bancaria en Barcelona, declararon la huelga general de

todos los establecimientos de banca y bolsa de Madrid. La causa de la

huelga fue una pequeña rencilla de despido, por lo que lanzar al paro total a

un sector tan vital como el bancario fue, como mínimo, un desacierto. La

huelga, como era de prever, fracasó rotundamente y culminó en la

disolución total de los sindicatos bancarios madrileños. Los "Libres", habían

levantado el Sindicato madrileño más sobre una base de demagogia

gansteril que sobre una fundación societaria sólida.

Incluso en Cataluña hay también indicios de la falta de solidez del

Sindicato, dado su final de terror, aprovechado por muchos obreros para

irse a los nuevamente surgidos Sindicatos de CNT. No es fácil que el edificio

estuviera a punto de derrumbarse por completo, pero

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parece probable que en el último verano de la Monarquía Constitucional el

sindicato Libre empezaba a desmoronarse. Pero este proceso se invirtió con

el advenimiento de la dictadura de Primo de Rivera.

El apogeo de la dictadura

Fue bajo el régimen dictatorial cuando el Sindicato Libre alcanzó su

mayor influencia “laboral1'. Unos meses después del pronunciamiento del

13 de septiembre, en enero de 1924, los Sindicatos Libres de Barcelona se

fusionaron con los Sindicatos Católicos Libres del Padre Gafo Los Católicos-

Libres habían sido criticados por la Iglesia y los Sindicatos Católicos del

marqués de Comillas a causa de su relativa autonomía de la jerarquía y sus

intentos de formar sindicatos totalmente independientes de los patronos.

Con la entrada de los Católicos libres en la organización barcelonesa se

formó la Confederación Nacional de Sindicatos Libres de España. Por

primera vez (si se exceptúa el fracaso bancario madrileño), los "Libres"

salieron fuera de Cataluña, principalmente al País Vasco, donde los ex

Católico-Libres tenían su mayor implantación, pero también a Madrid,

Aragón, Levante y Andalucía. Sin embargo, el peso principal de la nueva

Confederación siempre estaría en Cataluña.

Durante la dictadura los "Libres" aumentaron paulatinamente su

número de afiliados. En 1925, la Confederación dijo tener unos 111.252

dineros inscritos, el 95 por 100 en Cataluña. Esta cifra se elevó a casi

200.000 al llegar el IV Congreso de la Confederación en 1929, con lo que se

colocaba, después de la UGT, como la fuerza “laboral" más potente del país.

Este crecimiento obedece a la ilegalidad de la CNT durante la época de

Primo de Rivera. Los “Libres" reclutaron esa masa tambaleante y miedosa,

y lo mismo que durante el mando de Martínez Anido en Barcelona el

Sindicato creció no a causa de organización y administración superiores a

las de la CNT, sino porque era junto con la UGT, los únicos sindicatos

"legales".

Hay otro importante paralelismo con el bienio de Martínez Anido en

Barcelona, quien ocupaba el importantísimo cargo de ministro de la

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Gobernación durante la dictadura. Desde su posición poderosa, el antiguo

amigo de los "Libres" volvió a apoyar al Sindicato e hizo todo lo que pudo

para marginar a la CNT y a la UGT. Esto se ve reflejado claramente en el

siguiente telegrama del ministro al gobernador civil de Vizcaya del 18 de

julio de 1924:

Me entero de que Jacinto Baltasar y Severiano Vila, socialistas de Aranguren, ejercen tal presión sobre presidente Sindicato Libre dicha punto. Eusebio de Burgo, que puede dar lugar a un conflicto de gravísimas consecuencias. Le ruego apoye este último, pues es gente que yo protejo, siendo necesario hacer frente a los socialistas y hasta ir violentamente contra ellos para mantener la autoridad del Sindicato Libre, única fuerza de que disponemos para contrarrestar la de aquéllos.

También, como durante 1921-1922 en Barcelona, los Sindicatos

libres no parecen haber establecido mucho más que una relación especial

con Martínez Anido y sus aliados. El general intentó convencer a sus colegas

de Gobierno de patrocinar al "Libre" como contrapeso de la UGT en el Norte

y en Madrid, y además como sustitutivo de la CNT en Cataluña, pero en este

empeño fracasó. El Gobierno de Primo de Rivera siempre respetó a la UGT.

Durante toda la Dictadura los "Libres" se quejaban de que nosotros no tuvimos el honor de ser oficialmente considerados como los más genuinos representantes de la clase obrera. Esto explica por qué los «Libres» recibieron simplemente con cortesía a

Primo de Rivera cuando viajó a Barcelona, pero cuando el visitante fue

Martínez Anido hubo festejos especiales y un gran banquete en su honor.

Durante la Dictadura, la vieja ideología tradicionalista del "Libre"

volvió a la superficie. El Sindicato siempre había favorecido la colaboración

de clases: superaba a los Sindicatos Católicos en aceptar los modernos

métodos de extorsión obrera. El Sindicato defendía la obra corporativa

patronal hasta -y después de- la proclamación de la República, cuando ya

no era políticamente oportuno hacerlo. Los socialistas y la UGT también

habían colaborado con la Dictadura, pero con un espíritu de puro

oportunismo, no de lealtad ideológica. Al primer

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signo de debilitamiento se distanciaron del régimen. Los "Libres"

permanecieron al lado de la Dictadura hasta el amargo final.

La supresión de la CNT no fue suficiente para garantizar al "Libre"

monopolio total de los Comités Paritarios establecidos por el régimen

corporativo. Los “Libres" siempre habían sido anticatalanistas y tuvieron

otro enemigo en los sindicatos de empleados de oficina agrupados en torno

al Centro Autonomista de dependientes de Comercio e Industria (CADCI).

Este Centro fue clausurado por la Dictadura en 1923 a causa de su

catalanismo, pero se permitió su reapertura, esta vez sin “autonomista" en

su nombre y bajo el control del Sindicato "Libre", en 1926. Los sindicatos

perjudicados por esta apropiación se unieron a otros sindicatos de tipo

profesional en 1927 para oponerse a la candidatura "Libre" del Comité

Paritario de Comercio. Esta coalición antilibreña derrotó a sus enemigos,

pero nunca pudo tomar sus posiciones como vocales en el Comité, puesto

que los “Libres" acudieron al Gobierno y procuraron que éste anulase los

resultados de la elección. Esta tendencia del Sindicato Libre de buscar el

apoyo del Gobierno, que se remontaba a los tiempos del mando de

Martínez Anido en Barcelona, se acentuó durante la dictadura. El tener más

fuertes raíces en el aparato dictatorial que en la masa obrera catalana

supondría resultados desastrosos para el Sindicato.

Fin del Sindicato Libre

La actitud prodictatorial, la disputa con el CADCI y el anti-

catalanismo del "Libre" le perdió el poco apoyo que tal vez podía haber

tenido entre las clases conservadoras ligadas a la "Lliga Regionalista".

El apoyo de la Iglesia ya lo había perdido hace mucho tiempo. Los

anarquistas se mostraron tan opuestos al Sindicato Libre como siempre. Y

con la caída de Primo de Rivera y la salida de Martínez Anido del Ministerio

de la Gobernación, los “Libres" se vieron desprovistos de su único aliado

importante y en 1930 casi no toman amigos, salvo en algunos sectores del

carlismo catalán.

Dada su débil implantación entre los obreros no sorprende que

durante todo 1930 los "Libres" fueran perdiendo afiliados y sindicatos

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enteros se pasaran a la nuevamente legalizada CNT, No poseemos cifras,

pero parece que solamente quedaron en el “Libre" los elementos

tradicionalistas que siempre habían constituido el núcleo de la organización

(o sea los auténticos ganster y matones). Con la implantación de la

República se añadió al proceso de descomposición natural del Sindicato la

persecución sistemática de que fue objeto por parte de las autoridades

barcelonesas (en manos de la Esquerra, viejo enemigo del “Libre") y de la

CNT-FAI. Durante el mes posterior al 14 de abril de 1931 murieron

asesinados 24 dirigentes del “Libre". El Sindicato mismo fue prontamente

disuelto por el nuevo régimen y Ramón Sales y otros jefes huyeron a

Francia, donde les había precedido el general Martínez Anido.

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Publicaciones Ácratas: EL SEMBRADOR

Agosto del 2011