sistema preventivo de don bosco

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Biblioteca Virtual del Diplomado Aprendizaje Cooperativo en Estilo Salesiano y Nuevas Tecnologías en Educación El Sistema Preventivo en la Educación de la Juventud (1877) Pedro Braido en Juan Bosco, El Arte de Educar. Escritos y testimonios Ed.CCS, Madrid,1994

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El Sistema proporcionado por Don Bosco para educar a la Juventud

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Bibl ioteca Vir tual del DiplomadoAprendizaje Cooperat ivo enEsti lo Salesiano y Nuevas Tecnologías en Educación

El Sistema Preventivo en la Educación de la Juventud (1877) Pedro Braido en Juan Bosco,El Arte de Educar.Escri tos y test imoniosEd.CCS,Madrid,1994

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I Introducción ....................................................................................................................................................... 3

1.1 Génesis del texto

1.2 La composición del texto 1.3 Contexto Histórico-Literario

II Textos ......................................................................................................................................................... 15

2.1 El Sistema preventivo en la Educación de la juventud

2.1.1 En qué consiste el sistema preventivo y por qué debe preferirse 2.1.2 Aplicación del sistema preventivo

2.1.3 Utilidad del sistema preventivo

2.1.4 Una palabra sobre los castigos

INDICE

El Sistema preventivo en la Educación de la juventud (1877)

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I Introducción

La fama de educador-pedagogo de Don Bosco, en los Institutos fundados por él y en círculos más amplios de conocedores e imitadores, ha quedado especialmente anclada en su opúsculo sobre el «sistema preventivo».

El interés por el texto y las modestas vicisitudes de su redacción pueden constituir una aportación inicial a una investigación más amplia, enriquecida ya con muchas sólidas reflexiones de la experiencia educati-vo-pastoral general del activo «amigo de la juventud».

1.1 Génesis del texto

Desde el punto de vista estrictamente literario y de su redacción, el «apunte» sobre el sistema preventivo, «índice de una obrita» nunca escrita y que Don Bosco ofrece inesperadamente en el verano de 1877, presenta las características de absoluta novedad y encuentra precedentes sólo en brevísimos apuntes (especialmente en los «Artículos generales» del Reglamento para las casas) redactados con toda probabilidad en las mismas semanas.

Sin embargo, la seguridad y la lucidez del escrito, resultado habitual de su dificultoso proceso de redacción, no admiten suponer una «improvisación». Supone ideas y experiencias lentamente maduradas y fínalmente brotadas casi con naturalidad espontánea en una tierra cultivada desde mucho tiempo antes en unidad de intención y de métodos con los discípulos-colaboradores.

Existen, en efecto, antecedentes seguros, aunque de algunos, de clara fecha, siguen siendo problemáticos los contenidos, el significado y la interpretación.

A la cristalización de las ideas expresadas en el «sistema preventivo» pueden haber contribuido también los trabajos preparatorios de la publicación de los Reglamentos, por los que se advierte un acentuado interés precisamente las mismas semanas que ven el nacimiento del opúsculo pedagógico. Adquieren un significado especial en este contexto los «Artículos generales», estilística y cronológicamente próximos al opúsculo, editados en este mismo volumen.

De las circunstancias que determinaron la aparición del texto de la Inaugurazione y del importante appendice hay documentación esencial y preciosa que permite establecer las grandes líneas de la génesis y del desarrollo de las tres «secciones» que constituyen el texto en su totalidad: la crónica, el exposé de Don Bosco, las páginas sobre el sistema preventivo.

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Fuentes directas, además de los documentos escritos examinados en el apartado siguiente, se pueden considerar: la invitación-programa enviada con ocasión de la ceremonia inaugural, varias cartas casi todas editadas en el Epistolario di S. Giovanni Bosco, interesantes referencias de la Cronichetta inédita de don Barberis.

Fuentes indirectas, reconstruidas en general a partir de los datos indicados, se basan en lo que escribe E. Ceria en las Memorias Biográficas y en los Annali y en lo que se obtiene de la monografía de Francis Desramaut: Don Bosco á Nice.

Después de varios contactos en Noviembre de 1875, dos sacerdotes, un clérigo y un coadjutor salesianos comenzaban en Niza una modesta actividad Juvenil: oratorio e internado para artesanos y estudiantes. Don Bosco se encuentra puntual en Niza para algunas iniciativas dirigidas a lograr ayuda económica; llamado telegráficamente, acudió al sermón de chanté que hizo mons. Mermillod el 23 de Febrero de 18767.

El lunes, 12 de Marzo de 1877, se hace la inauguración solemne de la nueva sede, más amplia (antes villa Gautier, Place d’Armes).En la primera parte del programa estaba, pues, previsto un exposé de Don Bosco sobre la finalidad de la obra de Niza. De la lengua en que habló da testimonio, en el Proceso informativo para la canonización, don Francesco Cerruti, entonces director de Alassio: «Recuerdo muy bien el relato que él mismo hizo de su primera conferencia en Niza marítima, cuando se inauguró en aquella ciudad el primer Oratorio, es decir, el Patronato de S. Pedro.-”Comencé en francés, después me fui al italiano, pero yo, seguía bromeando, astutamente seguí y terminé alternando italiano y francés. Y pensar, añadía, que tengo mi buen diccionario de francés en el bolsillo”». No se sabe si Don Bosco siguió un texto escrito -en una otra lengua- o al menos un esquema preparado con antelación. No es fácil entonces establecer lo que de lo publicado se dijo efectivamente. Son, con toda probabilidad, añadidos, correcciones, reelaboraciones; de todos modos, algunos episodios no se pudieron contar, porque se refieren a hechos que tuvieron lugar los días siguientes (el 13 y el 14 de Marzo).

Don Bosco regresaba a Turín al día siguiente, martes 13 de Marzo, deteniéndose sucesivamente en Vallecrosia (13-17 de Marzo), en Alassio y en Varazze (17-23 de Marzo), en Sampierdarena (23-26-28 de Marzo) y llegando a su destino entre el lunes y el miércoles de la semana santa (26 ó 28 de Marzo).

Pero de varias cartas se sabe que él se siente obligado a redactar ya en el viaje de vuelta y a enviar al director del Patronage de Niza el texto del exposé. El 23 de Marzo, probablemente a punto de salir de Varazze hacia Sampierdarena, escribe entre otras cosas a don Ronchail: «[...] Vayamos a lo nuestro. Mi exposé está terminado; lo voy a dar a copiar y antes de salir de S. Pierdarena te lo enviaré [...]. Al

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enviarte el exposé añadiré también otras cosas sobre las que quedamos de acuerdo» n. Finalmente, un día, que debería situarse entre el 3 y el 10 de Abril, anuncia a don Ronchail: «l.° Te envío el Exposé de quo. He estado ocupadísimo, retrasé mi vuelta a Turín; estuve algo indispuesto; esa es la razón por la que no he sido diligente. Ahora busca o mejor ruega al abog. Michel y a B. Héraud que procuren hacer la traducción con todas las notas necesarias. Para la impresión, que digan si tenemos que imprimirlo aquí o en Niza. No hace falta que se devuelva el cuaderno, ya que tenemos copia. 2.° Ha sido dolorosísima la muerte inesperada del benemérito Sr. Abog. Ferrant. Añádase lo que parezca oportuno en la nota de la exposición...».

De por sí, la referencia es siempre al discurso inaugural, el exposé previsto en el programa. Nada se deduce en cuanto al escrito sobre el sistema preventivo. Sobre ello arroja bastante luz la «croniquita» de don Barberis.

El 6 de Abril, el cronista anota: «6 de Abril - Me llamaron hacia las 7 para pasear con Don Bosco en la biblioteca. Se habló especialmente de Marsella. D. Bosco estuvo en el colegio de los hermanos de las escuelas Cristianas. Los jóvenes habían oído ya hablar de él. Se entretuvo un poco con ellos y fue maravilloso el efecto que logró: en seguida le rodearon los jóvenes que se esforzaban por oírlo; e inmediatamente sus palabras afectuosas, su aire alegre y jovial, su modo de actuar familiar, su dulzura le ganaron los corazones [...]. Me preguntaban los directores cómo hago para ganarme allá donde voy la benevolencia y la simpatía de todos; que con pocas miradas que eche, no se puede resistir y queda uno como atraído a la fuerza... Yo les expliqué un poco de nuestro sistema preventivo, del cariño, etc., mientras que en los colegios, generalmente, se usa sólo el sistema represivo -los superiores serios, ásperos...» .

Con fecha 21 de Abril se evocan más distendidamente la experiencia francesa y la consiguiente redacción de las páginas sobre el sistema preventivo: «Estando él en Niza, se hizo la apertura del Patronato, muy solemne, él tuvo el discurso y se quiso hacerlo imprimir para que se conociese mejor la obra del Patronato en Francia. Describió después todo sobre la fiesta y el discurso, e hizo que a ello siguiese un resumen de lo que él consideraba respecto al sistema de educación que tenemos nosotros, llamado preventivo. Este trabajo le costó varios días seguidos; lo hizo y lo rehizo 3 veces y se quejaba de sí mismo porque no encontraba ya sus escritos a su gusto. Alguna vez salía todo de una vez y ya estaba; ahora, después de hecho, rehago algunas veces y no me gusta todavía y también lo rehago por tercera vez y más... Este trabajito, sin embargo, creo que podrá hacer mucho bien en Francia: allí no son prácticos como aquí; pero hablan en seguida, ponen entusiasmo; aceptan con más gusto cosas nuevas..., además nosotros ahora necesitamos que nos conozcan mas uc cerca. -El sistema preventivo especialmente lo recibirán, lo repetirán los periódicos, hará ruido» .

El cronista, no obstante, escribe de cosas que se evocan, que suponen un trabajo terminado algún tiempo antes; lo que induce a pensar que en el cuaderno enviado a Niza se encontraban todos los elementos esenciales del texto en cuestión, excepto las notas a las que se refiere Don Bosco y la página de crónica

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añadida por alguno, tal vez el mismo don Ronchail, en el documento que llamamos D.

1.2 La composición del texto

Como se ha indicado, el texto no nació y creció de golpe como unidad compacta y unitaria. Presenta tres tipos de contenidos. Algunas paginitas breves, al principio, contienen una crónica sumaria de la inauguración del Patronage Saint-Pierre. A continuación, y precisamente en conexión con el documento D, el último antes de imprimirlo, la crónica recibe un añadido que informa sobre lo que sucedió después del discurso-exposé.

No se sabe quién compuso en su origen los elementos de la crónica. Pero están construidos con documentos de varias fuentes: noticias sobre la inauguración, invitación-programa, carta de don Ronchail a Don Bosco el 1 de Abril siguiente, notas. De éstas es difícil decir si se introdujeron en Turín o son las que Don Bosco pide a don Ronchail en la carta sin fecha de primeros de Abril: «Añádase lo que parezca oportuno en la nota de la exposición» 15.

Una segunda «sección», tal vez la más antigua, tiene un origen autónomo, como demuestra el documento A; reconstruye y amplía el discurso que tuvo Don Bosco con ocasión de la inauguración, estructurándose alrededor de tres temas: historia, fin, recompensa. Es obvio pensar que ésta fue la primera ocupación de Don Bosco durante el viaje de regreso, mientras que la crónica fue redactada probablemente por alguien que estaba en Niza.

Es difícil, en cambio, fijar las fechas y las circunstancias de la composición de la sección más importante, que contiene el texto del «Sistema preventivo». De ella no existe, ni siquiera en esbozo, ninguna redacción autógrafa de Don Bosco.

Hablando en rigor, no se puede excluir que Don Bosco tuviese preparada alguna nota, tal vez redactada en conexión con el exposé de Niza. Pero es también posible que las páginas sobre el sistema preventivo se redactasen por la inspiración de un momento al mismo tiempo o inmediatamente después del exposé. Se puede hacer la hipótesis de que, esbozadas durante el viaje y hechas copiar, se terminaran después del regreso a Turín, a donde llega cansado, con la voz débil y pasa algunos días «algo indispuesto» 16 y más bien retirado en su habitación. Se explicaría así que no exista ninguna copia autógrafa, que pudo quedar en otra parte y se perdió. El fiel don Berto, de quien es la copia caligráfica completa de todo el texto, como inteligente archivero, no habría destruido naturalmente un documento de tanta importancia; de todos modos, su copia, el documento B, es la primera que nos da el texto de una redacción sustancialmente terminada para someter a ulteriores revisiones de Don Bosco.

El manuscrito B debería ser posterior al 1 de Abril, desde el momento en que reproduce también la carta

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enviada a Don Bosco por el director de Niza con fecha 1 de Abril, en la que le comunica la muerte del cooperador Auguste Faraut. En cambio, puede haber pasado un espacio de tiempo sin posibilidad de precisar, que pudo ser largo, entre la copia de Berto y la siguiente que depende de aquélla, transcrita por otro: el manuscrito D. Entre la redacción B, en efecto, y la inmediatamente sucesiva D, se puede observar un cambio interesante en un detalle sumamente significativo. En el exposé, como la hemos recibido en los manuscritos A y B, se hace referencia explícita a la concesión de locales del Patronage a los obreros del Círculo Católico. En una carta desde Niza del 22 de Marzo de 1877, don Ronchail escribe a Don Bosco a propósito de ello: «Amadísimo Padre: 1.° El asunto del Círculo Católico ha despertado rumores en la Ciudad y ha originado diversas opiniones sobre nosotros. El Clero en general, con una parte de los Canónigos, no lo ve con buenos ojos y por eso hablan de los curas de Don Bosco diciendo que son del partido de Chambord y que quieren meterse en política. Creía oportuno, con los que me hablan, hacerles ver que nosotros no nos metíamos para nada y que si usaban el local era provisionalmente. También hizo mala impresión ver en la carta de invitación los nombres de Gignoux, Béthune, Michaud, La Ferté y Michel. Y esto y lo dicho todo, porque estos Señores no aprueban a los Canónigos en el asunto del Laghetto».

Efectivamente, el Círculo Obrero Católico había sido inaugurado por el obispo, mons. Sola, el 19 de Marzo. Sin embargo, por incompatibilidad entre las dos obras, de acuerdo con los salesianos, después de seis meses, trasladaron su sede a la villa Pauliani18.

En el documento D no aparece ningún local asignado al Círculo y los locales que ellos habían usado antes resultan claramente destinados a fines juveniles, como toda la obra. El cambio entre B y D ¿se hace por las indicaciones de la carta del 22 de Marzo o, como parecería más probable, después de las ampliaciones concretas que vinieron más tarde?

1.3 Contexto histórico-literario

Como fuentes de las páginas sobre el Sistema preventivo se pueden considerar con cierta aproximación, algunos escritos que Don Bosco pudo tener entre manos en distintos momentos de su vida y que pudieron contribuir a crear o a confirmar una determinada mentalidad o a acentuar experiencias e intuiciones especiales.

No es difícil encontrar documentos, antiguos y recientes, que muestran evidentes coincidencias o analogías con el Sistema preventivo de Don Bosco. Se pueden encontrar en la milenaria tradición pedagógica, pastoral, ascética cristiana. Algunos pueden haber influido directamente o indirectamente sobre rasgos significativos de su estilo educativo20. Aquí, en cambio, se trata de identificar posibles fuentes próximas o remotas, que pudo haber tenido presentes Don Bosco y que pudo utilizar en la redacción de las páginas de 1877 sobre el «sistema preventivo». Tal vez poco hay que resulte constatable con seguridad histórica rigurosa. Sin embargo, en su itinerario práctico se pueden destacar encuentros con otras experiencias,

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de modo que no se deban excluir tampoco contactos con determinadas fuentes literarias, que pueden haber favorecido la recogida de conceptos comunes al sistema, como la antítesis prevención-represión, el trinomio razón-religión-amor, la asistencia-presencia, la paternidad, la familiaridad, la sobriedad de los castigos, etc.

En Francia, el «Moniteur» del 13 de Abril de 1844 se refería a una intervención del católico liberal de Broglie en la Cámara del Senado sobre la «educación pública más bien represiva» (es decir, rígida, austera) y sobre la «educación doméstica esencialmente preventiva» (dulce, comprensiva). En cambio, en otra perspectiva, M. Thiers hablaba de «systéme préventif» y «systéme répressif» a la Cámara de los diputados franceses el 13 de Julio de 1844, refiriéndose al principio de la libertad de enseñanza que había que introducir en la instrucción secundaria. En este caso, la terminología adquiere un significado censorio-policíaco y deriva de la legitimidad subrayada de la vigilancia del estado sobre las instituciones de instrucción privada a las que se concediese la libertad de enseñar: renunciando al «sistema preventivo» (es decir, a la represión preventiva de la libertad), el estado se reserva usar el «sistema represivo» (es decir, de intervenir en caso de abusos e infracciones de la ley): «II s’agit d’examiner, de surveiller, d’avertir, d’exercer une simple censure disciplinaire».

Ochenta años antes, el concepto de prevención lo había usado explícitamente en el campo penal-educativo C. Beccaria en su libro Dei delitti e delle pene (1764). En él escribía: «Finalmente, el medio más seguro de prevenir los delitos es perfeccionar la educación, objeto demasiado vasto y que excede los límites que me he fijado, objeto, oso decirlo también, que atañe demasiado intrínsecamente a la naturaleza del gobierno para que no sea siempre, hasta los más remotos tiempos de la felicidad pública, un campo estéril sólo cultivado allá y acá por pocos sabios».

No es improbable que llegaran a Don Bosco ecos de la contraposición entre sistema preventivo y sistema represivo en una perspectiva más precisa de lo educativo a través de hechos y discusiones en ambientes conocidos y, más aún, frecuentados por él: la «Casa de educación correccional» (es el término técnico que se encuentra en los documentos oficiales), «llamada la Generala» de Turín. Se había abierto con Decreto Real el 12 de Abril de 1845 y se confió a los Hermanos de la Congregación francesa de S. Pedro in Vinculis, fundada por el can. Charles Fis-siaux (1806-1867) para el apostolado entre los corrigendos, para que se aplicase el sistema de educación correccional. Esta fórmula asume un signifícado muy preciso en la acción práctica y en las formulaciones de los Hermanos y de su director, el mismo Fissiaux, como se puede comprobar en el 1.° y 2.° Rapport de 1846 y 1847. Sobre todo en el primero se ofrece con marcado relieve. El cometido de la «Maison céntrale d’Education correctionnelle» para con los «jeunes délinquants» es «leur préparer un meilleur avenir, les sauver du milieu du naufrago, les punir sans doute, mais surtout les corriger»23. Después de los comienzos, dificilísimos, en los que -confiesa el canónigo- «malgré nous il nous fallut déployer la plus grande sévérité, et laisser pour un temps les voies de la douceur pri-ses alors pour de la faiblesse», «nous púmes enfin appliquer á nos enfants le systéme

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d’éducation correctionnelle employé par notre Société dans les autres maisons pénitentiaires confiées á ses soins»24. Dando «un aper^u de notre systéme», se detiene, entre otros puntos, en la disciplina, que no está muy lejos de las connotaciones que Don Bosco atribuye al sistema educativo represivo. «La discipline de 1’Etablissement est severo, elle doit 1’étre, il faut que tout rappelle que c’est un lieu de pénitence et de correc-tion [...]. Partant de ce principe nous ne laissons aucune faute sans puni-tion, mais aussi auncun acte de vertu n’est laissé sans recompense».

Naturalmente se ponen en notable evidencia los factores positivos: la emulación, el trabajo, las clases, la música, el potencial religioso y moral. Abundan, sin embargo, también los tonos de moderación y comprensión ante la fragilidad juvenil. De los corrigendos se habla como de «pauvres enfants plus malheureux que coupables, de jeunes étres que Fon s’est trop habitué á regarder comme de criminéis incorrigibles, et qu’on a entouré d’injustes préventions, d’un mépris peu mérito», de «enfans victimes seulement de la fragilité de leur age et du malheur de leur naissance». En el segundo Rapport llegan a aflorar elementos que demuestran lo cercano que está el sistema represivo del preventivo. El director, en efecto, pretende que «en donnant une vraie éducation correctionnelle á ees enfans, qu’il faut plutót corriger avec douceur, que punir avec rudesse, notre Société a deja réalisé, en partie au moins, des bons resultáis que vous étes en droit d’attendre de son zéle dévoué» e insiste en declarar que «la plupart de ees jeunes détenus» son «plus mal-heureux que coupables» y han reaccionado positivamente al «systéme d’éducation employé á leur égard» .

Se ha aludido en otro lugar, problemáticamente, a las relaciones del ministerio sacerdotal y de amistad de Don Bosco con los Hermanos de las Escuelas Cristianas, que dirigían en Turín las escuelas elementales de Santa Pelagia. Son, sin duda, muchos los elementos pedagógicos y espirituales que acercan idealmente al sistema preventivo con la praxis educativa de los lasalianos, aunque con diferencias de cierto relieve, debidas a la diversidad de los tiempos, de los orígenes, de los contextos socio-culturales, de la inspiración teológica. Lo que puede confirmar, sobre todo, la lectura de un importante escrito de espiritualidad pedagógica, como son las densas Méditations pour le tems de la Retraite (hacia 1730) y algunas de las Méditations pour toutes les dimanches de Fannée (1730?), de J.-B. de La Salle, que no hacen más que explicar lo que se vivía en la experiencia educativa cotidiana: «employez selon la grace qui vous a été donnée, le don destruiré en enseignant, et d’exhorter, en excitant ceux qui son confíez á vos soins, les conduisant avec attention et vigilance; afín de remplir envers eux le principal devoir des Peres et des Meres á 1’égard de leurs enfans». Además de los conceptos de paternidad y maternidad educativa, aparecen los términos vigilance, guides vigilans, vei-ller, dirigidos a impedir, preservar, prevenir el mal y promover el bien; se insiste sobre el amor, la paciencia, la dulzura y el amor que se note. Se invita a tener en cuenta la ligereza natural de los niños y su congénita irreflexión ; se exhorta a intervenciones iluminadas por razón y la sensatez.

Mucho más cercanos a las posibilidades reales de lectura por parte de Don Bosco parecen dos opúsculos,

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familiares en el ambiente lasaliano del Piamonte: la clásica obrita del Fr. Agathon (1731-1798), superior general de los Hermanos de las Escuelas Cristianas al final del siglo XVIII, Les douze vertus d’un bon maítre, que Don Bosco pudo encontrar en la edición que hizo en Turín Marietti en 1835, y el librito, calcado del escrito citado, del hermano Théoger.

En el conjunto de las doce virtudes (gravedad, silencio, humildad, prudencia, sabiduría, paciencia, recato, dulzura, celo, vigilancia, piedad, generosidad; Théoger añadirá constancia, firmeza, buen ejemplo) aparecen muchos elementos perfectamente congruentes con los de Don Bosco, aunque algunos con diferente acento (por ejemplo, los temas de la gravedad, del silencio, de la humildad...). El maestro «procura ganarse el cariño de los alumnos con sus atrayentes cualidades», «les inspira afecto, estima y respeto hacia sí». «La prudencia lleva al maestro a tomar todas las cautelas necesarias para anticiparse al mal, bajo cualquier forma que se presente, y con él, al arrepentimiento, siempre tan amargo, u ordinariamente demasiado tardío». «El amor se conquista con amor. Por tanto, un maestro, antes de nada y sobre todo, tiene que revestirse de sentimientos de padre y debe mirarse siempre como si hiciese las veces de los que se los han confiado: es decir, tener hacia ellos las visceras de bondad y ternura que tienen los mismos padres. Ahora bien, éstas se las inspirará la dulzura, que le dará hacia ellos afecto, sensibilidad, benevolencia, maneras sugerentes y persuasivas; quita el mando todo lo que tiene de demasiado duro y penoso y allana sus dificultades».

«Su efecto principal (de la firmeza) es el de llevar a los alumnos a abstenerse del mal movidos por temor y, por tanto, no puede ser verdaderamente útil sino cuando tiene como compañera a la dulzura, que es la única que logra que amemos el bien por amor [...]. De aquí que un buen maestro aprecie y alabe no sólo la firmeza, sino también y especialmente la dulzura [...]. La dulzura es la forma exterior de la caridad, de la bondad [...]. Es importante, pues, que el maestro ame a sus discípulos, y los ame por motivo sobrenatural; que cada paso suyo, cada palabra, su observar, en una palabra, cada acción esté inspirada por ese amor; si no, no podría ganarse su afecto y lograr autoridad; y, por tanto, le resultaría imposible entregarse con fruto a educarlos». Es el cuadro en el que adquiere una fisonomía característica la vigilancia-presencia y encuentra solución moderada el problema de los castigos. «La vigilancia es la perseverante atención del maestro a lo que hacen los alumnos. Esta cualidad produce consoladores efectos, no sólo porque reprime el desorden en cuanto aparece e impide así que llegue a grave, sino también y especialmente porque lo previene [...]. Por tanto, el maestro estará atentísimo a todo lo que se hace en aquel momento en la clase; además, dado que es mucho mejor impedir un mal que castigar por él una vez cometido, procurará, en lo que pueda, eliminar ante los alumnos cualquier medio y ocasión de caer en falta y transgresión de la regla; se conducirá de modo que se den cuenta de que están vigilados continuamente»41. «La dulzura impone especialmente al maestro: 1.° Castigar poco [...]; 2.° Castigar sólo movido con certeza por la caridad [...]; 5.° No pegar nunca a los niños, ni zarandearlos, ni forzarlos, ni tratarlos con aspereza [...]; 15.° Ser, en cuanto de él depende, de acceso agradable, que demuestre bondad y cordialidad [...]; 20.° Intentar ganarse con la moderación el ánimo de los alumnos, a quienes el rigor Írrita y desanima».

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Aún más: «Haced todo lo que se pueda para que los alumnos encuentren en las prácticas religiosas un cierto gusto: catequesis, funciones parroquiales, cantos de iglesia, sermones, etc.; y hablad siempre de ellas como de cosas que se hacen por aprecio y amor [...]. Acostumbradlos a acercarse con frecuencia a los sacramentos, haciéndoles apreciar los grandes bienes que produce en sus almas usar de ellos con frecuencia; enseñadles bien el modo de confesarse, de prepararse a la comunión y de dar gracias [...]. No inspiréis en los alumnos una piedad austera movida por temor; sí una piedad dulce, cimentada principalmente en el amor». Y no faltan, finalmente, llamadas a la razón: «No conducirse según opiniones atrevidas, sino tomar como fundamento de los propios juicios y regla de las propias acciones las máximas cristianas, las leyes divinas y humanas, los principios de la sana razón [...]. Hablar siempre con equilibrio, siempre razonadamente a los alumnos, cualquiera que sea su edad, y acostumbrarles a que también ellos actúen así en las ocasiones que se les presenten [...]. La firmeza, en sí misma, no es otra cosa que la fuerza y la constancia aplicadas a la oposición al mal, la prevención y la represión del desorden [...] una fuerza de ánimo usada por la razón para mantener a los alumnos en el camino del bien».

Teóricamente accesibles a Don Bosco y con elementos pedagógicos análogos a los suyos, hay textos en escritos de autores de diversa inspiración; pero sería muy problemático identificar sus posibles aportaciones a la redacción de las páginas del «sistema preventivo».

Mayor probabilidad parece tener la hipótesis de una dependencia mediata de E Dupanloup y de su De Féducation, El obispo de Orléans es uno de los autores de quienes se declara deudor por sus Appunti di Pedagogía sacra (1903,1 edic. litogr. 1897) don Giulio Barberis. La traducción italiana del De Féducation46 no era desconocida en Valdocco y se hacen palpables las convergencias de contenido con el sistema preventivo y muy próximas las fórmulas referidas a la distinción entre sistema preventivo y represivo.

En Dupanloup la antítesis entre sistema represivo y preventivo se concreta ante todo en la oposición entre las magistraturas civil y penal que se ejercen en la sociedad civil y la magistratura educativa: «En todas las sociedades civilizadas se ha sentido siempre la necesidad no sólo de reprimir el mal, conteniendo las pasiones humanas con el freno del castigo, sino también de prevenirlo dotando de virtudes a los hombres mediante la Educación; y por eso los pueblos más sabios han creado muy frecuentemente un magistrado del institutor y un magistrado del más alto grado». Pero la diferencia de sus intervenciones se da también en el espacio educativo, por la realidad juvenil que hay que transformar y el concepto mismo y las articulaciones de la «disciplina» («disciplina tiene su raíz en discere, aprender, y la palabra no expresa sólo una disciplina exterior, sino también una enseñanza y una virtud»).

La del niño es «una edad curiosa, inconstante, inquieta, ávida de diversión, enemiga de consejos [...], la niñez es ligera, desaplicada, presuntuosa, violenta, rebelde [...], defectos de su naturaleza; al menos no tiene todavía defectos adquiridos [...]. En los niños todo es flexible y nuevo, y es fácil enderezar estas tiernas plantas y hacerlas tender hacia arriba [...]. Por eso aun en medio de sus defectos no hay nada tan

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agradable de ver en ellos como la razón y la virtud que nacen [...], a pesar de las apariencias de ligereza y un deseo demasiado ardiente por la diversión: un niño puede ser sensato, razonable y sensible a la virtud [...]. No tengo, pues, dificultad en reconocer que el niño, sin excluir al que tuvo la suerte de nacer con un carácter privilegiado, es un ser ligero, voluble, que vuela de deseo en deseo, juguete de su propia inestabilidad [...]. Pero sabemos bien los institutores piadosos que precisamente la gloria y la tarea de la Educación está en saber vencer la ligereza y en saber convertir en estado firme esa inconstancia».

Nervio del proceso educativo es, para Dupanloup, la educación disciplinar, que «mira más atentamente a la voluntad y al carácter», acompañada por la educación intelectual y física y coronada por la educación religiosa, Pues bien: esa es precisamente la disciplina, entendida en sentido fuerte, pedagógicamente rico, que se expresa en empeño articulado, llegando a modalidades diferentes de acción. Alcanza su meta: «lo. Manteniendo el cumplimiento constante del reglamento mediante la firme exactitud de su dirección. 2°. Previniendo la violación del reglamento con el celo de la vigilancia. 3°. Reprimiendo su transgresión con la puntualidad de la justicia, que hace corregir el desorden apenas se dé. Por tanto, la disciplina tiene tres cometidos principales que cumplir: mantener, prevenir y reprimir. La premura por no dejar nada que sea punible sin corrección es deber de la Disciplina represiva. La premura por alejar las ocasiones peligrosas es tarea de la Disciplina preventiva. La premura por mostrar siempre y en todas partes el camino que se debe seguir es oficio de la Disciplina directiva. Es fácil entender que es mejor sin comparación prevenir que reprimir; pero la exactitud en mantener el bien y la vigilancia para impedir el mal hacen menos urgente la necesidad de reprimir. Por tanto, la mayor importancia es la de la Disciplina directiva, que mantiene el bien; es secundaria la importancia de la Disciplina preventiva, que impide el mal; e inferior es la importancia de la Disciplina (siempre necesaria) represiva, que lo castiga».

Ya Antonio Rosmini (1797-1855), con el que Don Bosco tuvo relaciones no superficiales, había desarrollado ideas análogas y aún más precisas que las de Félix Dupanloup en una carta a don Paolo Orsi el 6 de Mayo de 1836: «... Hace falta que el institutor no ponga mucha confianza en los medios externos y diría mecánicos, que pueden obtener dos bienes pero nada más, esto es: 1.° remover las ocasiones del mal; 2.° disponer indirectamente el ánimo hacia el bien. Pero estos medios no dan el bien mismo; no producen más que una cierta preparación para recibir el bien, que consiste en la verdad y la gracia. Ahora bien: el modo de educar que pone toda su confianza en los medios llamados materiales y dispositivos, de modo que, por lo mismo, descuida precisamente los medios inmediatos y formales, engendra, sin darse cuenta, dos males gravísimos en los años de la juventud. En la medida en que se limita a los medios preventivos y prohibitivos, en una palabra, a los medios negativos, produce una bondad aparente, postiza, que bien se puede llamar una bondad de colegio; y que se va apenas el joven no se siente encerrado en sus muros sagrados y no está ya arropado por su protección que, sin poder hacerle bueno, le ponían desde fuera en la imposibilidad de hacer el mal. En la medida en que esa educación usa medios positivos, sí pero puramente dispositivos hacia el bien, como son la dulzura de las maneras de los preceptores, las caricias, los procedimientos, por lo que se hacen también materialmente dulces las obras buenas, la emulación, etc., limitándose a esto,

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causa en el ánimo del jovencito una falsa dirección de intención, que es el ojo del alma, del que depende la lucidez de todo el cuerpo, como dice el maestro de Dios, porque no produce en el fondo del alma del jovencito ningún verdadero amor por la virtud en sí misma, por su inefable belleza e intrínseca justicia; sino que produce únicamente afectos humanos hacia sus preceptores, un deseo de ser alabado, de ser acariciado, de ser premiado, una cierta vanagloria, una estima de sí, la ambición, el deseo de sobresalir por encima de los semejantes, que aprende así a envidiar en vez de amar, amor en el que sí estaría la virtud a la que se debe desear conducirlo. No es que no se deban cuidar estos medios que solos hacen mal, pero que usados junto a los medios mejores preparan el proceso de hacer bueno al joven; al contrario, hace falta atenderlos, como se hace con el seto que defiende el campo de los rebaños. El mal está, como decía, en creer que únicamente está todo en ellos o lo principal de la educación o que la educación ya ha comenzado con solo estos medios. El campo bien defendido, pero sin semilla, no produce más que mala hierba. No, no valen ni siquiera para poner el cimiento, ni para dar la primera semilla de la educación; no pueden ser, lo diré otra vez, más que los preludios de la gran obra de hacer bueno al jovencito. Esta obra comienza y progresa y se completa únicamente: 1°. haciendo conocer al espíritu del niño la verdad que salva, confortada por la gracia; 2°. haciéndole contemplar la belleza de esa verdad que conoce; 3°. haciendo que se enamore de la belleza de la verdad que contempla, y 4.° obteniendo que actúe de acuerdo con la belleza de esa verdad de la que se ha enamorado. Para conseguir todo esto sólo hace falta una cosa, y es: que ante su mente se ponga bien clara la visión de la verdad moral de la que se trata; la luz omnipotente de esta verdad no viene más que de la gracia divina. Pero para que se ponga delante de los ojos de la inteligencia de los niños la verdad moral, conviene exponerla con sencillez y coherencia, no con melindres o artificio».

Merece atención especialísima el librito del barnabita P. Alessandro Teppa (1806-1871), Prepósito general los años 1867-1871, Avvertimenti per gli educatori ecciesiastici delta gioventü, que Don Bosco conoce y recomienda. Teppa intenta recoger en el «pequeño librito aquellos avisos y normas generales que la experiencia de muchos años y la autoridad de los escritores más célebres [...] han demostrado que son más necesarios y más importantes para todos para salir airosos en la difícil tarea de la educación»; se dirige especialmente «a los que son todavía inexpertos en el difícil arte de educar». Y aparece también sustancialmente la antítesis o complementariedad de sistema preventivo y represivo, considerada como oposición entre autoridad material y autoridad moral: «Para aceptar en la obra de la educación antes de nada hace falta que quien recibe ese encargo sepa ganarse y mantener la necesaria autoridad moral sobre los jóvenes y, por tanto, que sepa valerse de esa autoridad como conviene. Ahora bien: esta autoridad moral no es sino la capacidad de adueñarse de los ánimos de otros y hacer que hagan de buen grado lo que nosotros queremos para su bien [...]. Y no se quiera confundir con la autoridad material que otros consiguen con la firmeza de la voluntad y la severidad de sus modales, por lo que se hacen temer y obedecer a toda costa. Esta autoridad material podrá acudir alguna vez útilmente en ayuda de la autoridad moral, cuando no se escuche la voz de la razón; podrá también ser útil, de ordinario, y aun necesaria para mantener la disciplina entre los alumnos, especialmente donde haya muchos reunidos; pero si no la atempera la

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autoridad moral, sólo podrá inspirar un temor servil, podrá constreñir por fuera, no podrá vencer y gobernar los ánimos, que no se rinden más que a la voz de la persuasión, ni se dejan gobernar más que por la autoridad moral. Ahora bien, ésta no se puede tener si no se merece y no se merece más que haciéndose estimar, respetar y amar». Se otorga, pues, privilegio al camino «de la dulzura y de la persuasión». «Quien quiera enseñorearse del corazón de los jóvenes, procure sobre todo hacerse amar. El que es amado es siempre escuchado con gusto y obedecido. Pero para hacerse amar no hay otro medio que amar. Si vis aman, ama; y no ya sólo con palabras o por inclinación natural, sino amar con amor sincero y cordial y por motivos de caridad [...]. Quien quiera, pues, hacerse amar por sus alumnos, sea él el primero en amarlos con corazón verdadero y con afecto de padre y amigo.» De ahí brota el esfuerzo por comprender a cada alumno, el conocimiento de la índole de cada uno y, por tanto, la presencia positiva, constructiva y estimulante, nunca «represiva» ni siquiera en las correcciones y castigos. «Como la disposición es diversa, y diversos los temperamentos de los jóvenes, el primer esfuerzo de quien se dedica a educarlos es conocer bien la Índole de cada uno para poder acomodarse a ella [...]. Pero para que el Institutor pueda conocer bien cuál es la índole peculiar de cada uno de sus alumnos y cuál el modo más oportuno de conducirse con ellos según su diversa condición y circunstancias, hace falta que los observe muy atentamente en todos sus dichos y hechos, en especial cuando hablan y actúan con mayor libertad, como sucede especialmente en el tiempo del recreo». «Sepa demostradles, con razones adecuadas a la capacidad de sus alumnos y con ejemplos apropiados, la belleza de la virtud y la deformidad del vicio». «A las instrucciones y exhortaciones deben seguir los avisos y las correcciones amables; porque los jóvenes son por naturaleza inestables, inconsiderados y distraídos, por eso tienen necesidad frecuente de que les llamen a su deber y no conviene reprenderles inmediatamente y castigarles por cualquier mínima falta [...]. Y para que pueda realizar esta parte tan importante de su oficio, está claro que debe estar continuamente atento y vigilante sobre sus alumnos y al mismo tiempo también debe estar lleno de celo y de caridad, mirando más a su beneficio que a la propia comodidad y sabiendo compadecer en su corazón los defectos de la edad juvenil, sin impacientarse fuera de propósito, como si esperase que se puedan corregir de golpe a nuestro gusto».

En el caso de que amoneste, «considérese a sí mismo, es decir, sus disposiciones interiores y vea si se encuentra en disposición de hablar con el cariño y la eficacia de razonamientos que valgan para persuadir y mover el ánimo del alumno»61. «Cuando la necesidad lo pida verdaderamente y la utilidad lo aconseje, ahorrar un castigo a quien lo merece sería debilidad culpable y piedad cruel [...]. La necesidad y la utilidad deben ser la norma para determinar la calidad y la cantidad de los castigos y el modo de imponerlos. Y en primer lugar, la mejor calidad de castigo que pueda dar un Institutor, cuando los alumnos le aman y respetan de verdad, será siempre demostrarles el disgusto por la culpa cometida, o bien abiertamente, reprendiéndoles con mucha gravedad, o tácitamente, adoptando con él una actitud seria y reservada y absteniéndose de los signos de benevolencia y familiaridad que solía darse antes [...]. Pegar a alguno, tirar de los pelos, de las orejas o actos parecidos debe desterrarse como impropio de personas bien educadas; siempre es inútil, y casi siempre nocivo, no sólo físicamente, sino también moralmente». Y, por

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fin, aparece la coincidencia explícita en la llamada a la caridad, con la misma referencia a 1 Cor 13, como fundamento y vértice de la misión del educador: «cualquiera que sea destinado a ese oficio debe tener siempre presentes las bellas palabras del apóstol s. Pablo a los Corintios, allí donde enumera las dotes y condiciones de la verdadera caridad».

En conclusión: los Avvertimenti del P. Teppa pueden considerarse con buenas razones la fuente literaria más próxima a las páginas sobre el Sistema preventivo de Don Bosco.

II TEXTOS

2.1 El Sistema Preventivo en la Educación de la Juventud

(Se recoge el texto publicado en la Inauguración del Patronato de S. Pedro en Niza.)

Se me ha pedido varias veces que exponga de palabra o por escrito algunos pensamientos sobre el llamado sistema preventivo que se suele aplicar en nuestras casas. No he podido satisfacer este deseo hasta ahora por falta de tiempo y paso ahora a hacer un bosquejo del mismo, que espero pueda ser como el índice de lo que tengo intención de publicar en una obrita preparada para ello, si Dios me concede vida para poderlo llevar a cabo; y esto únicamente para ayudar en el difícil arte de la educación de los jóvenes. Diré, pues: en qué consiste el sistema Preventivo y por qué debe preferirse: su aplicación práctica v sus ventajas.

2.1.1 En qué consiste el sistema Preventivo y por qué debe preferirse

Los sistema que se han usado en todos los tiempos para educar a la Juventud son dos: Preventivo y Represivo. El sistema Represivo consiste en hacer conocer la ley a los súbditos y vigilar después para conocer a los transgresores e imponerles, si procede, el castigo merecido. En este sistema, las palabras y la actitud del Superior deben ser severas, más bien amenazantes, y él mismo debe evitar toda familiaridad con los dependientes.

Para dar más valor a su autoridad, el Director deberá encontrarse raras veces con sus súbditos y esto casi sólo cuando se trata de castigar o de amenazar. Este sistema es fácil, menos trabajoso y vale especialmente en el ejército y, en general, para personas adultas y juiciosas, que deben estar en grado de saber y recordar por sí mismas lo que se acomoda a las leyes y a sus prescripciones.

Distinto, y diría que opuesto, es el sistema Preventivo. Consiste en hacer conocer las prescripciones y

El documento H.texto impreso de la primera edición italiana

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reglamentos de un Instituto y vigilar después de modo que los alumnos tengan siempre sobre sí el ojo atento del Director y de los educadores, que, como padres amorosos, hablan, orientan en toda ocasión, dan consejos y corrigen amablemente, que es lo mismo que decir: poner a los alumnos en la imposibilidad de cometer faltas.

Este sistema se apoya totalmente en la razón, la religión y el cariño; por tanto, excluye cualquier castigo violento y trata de evitar hasta los castigos ligeros. Parece que es preferible por las razones siguientes:

. El alumno, al que se avisa preventivamente, no se siente envilecido por las faltas cometidas, como sucede cuando se le acusa de ellas al Superior. No se irrita por la corrección recibida o por el castigo con que se ha amenazado o se ha impuesto, porque en él hay siempre un aviso amistoso y preventivo que los razona, y de ordinario logra ganarse el corazón, de modo que el alumno reconoce la necesidad del castigo y casi lo desea.

. El motivo más profundo es la ligereza juvenil, que olvida en un instante las reglas de la disciplina, los castigos que aquéllas imponen: por ello, un muchacho se hace culpable y merecedor de castigo muchas veces, sin darse cuenta de ello y sin recordar para nada la falta cometida y que habría evitado sin duda si una voz amiga le hubiese llamado la atención.

. El sistema Represivo puede impedir un desorden, pero difícilmente hará mejores a los que faltan; y se ha observado que los Jovencitos no olvidan los castigos que han sufrido y la mayor parte conserva con amargura el deseo de sacudirse el yugo y vengarse de él. A veces parece que no les afecta, pero quien les sigue, sabe que los recuerdos de la juventud son terribles; y que olvidan fácilmente las sanciones de sus padres, pero muy difícilmente las de sus educadores. Se cuentan hechos de algunos que en su vejez se vengaron brutalmente de castigos recibidos con justicia en los años de su educación. Por el contrario, el sistema Preventivo hace amigo al alumno, que ve en el educador a un bienhechor que le avisa, desea hacerle bueno, librarlo de disgustos, de castigos, del deshonor.

. El sistema Preventivo hace adicto al alumno, de modo que el educador podrá hablar siempre con él el lenguaje del corazón tanto mientras educa como después. El educador, una vez que se ha ganado el corazón de su pupilo, podrá ejercer sobre él una gran influencia, avisarle, aconsejarle y aun corregirle cuando se encuentre ya en el trabajo, en funciones civiles o en el comercio. Por estas y otras muchas razones parece que el sistema Preventivo debe preferirse al Represivo.

2.1.2 Aplicación del sistema Preventivo

La práctica de este sistema se apoya enteramente en las palabras de S. Pablo, que dice: Chantas benigna est, patiens est; omnia suffert, omnia sperat, omnia susíinet. La caridad es benigna y paciente; sufre todo,

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pero espera todo y soporta cualquier molestia. Por eso, sólo el cristiano puede aplicar con éxito el sistema Preventivo. La Razón y la Religión son los instrumentos de los que tiene que servirse constantemente el educador, enseñarlos, practicarlos él mismo si quiere que le obedezcan y obtener su objetivo.

. El Director, por tanto, debe consagrarse totalmente a sus educandos y no puede asumir compromisos que le alejen de su deber; más aún, debe estar siempre con sus dependientes siempre que no estén obligatoriamente dedicados a alguna ocupación, excepto si están debidamente atendidos por otros.

. Los maestros, jefes de taller, los asistentes deben ser de moralidad probada. El desvío de uno solo puede comprometer a un Instituto educativo. Hágase de modo que los alumnos no estén nunca solos. En cuanto sea posible, precedan los asistentes en el lugar al que deben ir; estén con ellos hasta que otros puedan asistirlos; no se los deje nunca desocupados.

. Dése amplia posibilidad de saltar, correr, gritar a placer. La gimnasia, la música, la declamación, el teatro, las excursiones son medios eficacísimos para lograr disciplina, favorecer la moralidad y la salud. Atiéndase sólo a que el contenido de las diversiones, las personas que toman parte, las conversaciones que se tienen no sean rechazables. Haced todo lo que queráis, decía el gran amigo de la juventud, S. Felipe Neri, a mí me basta con que no cometáis pecados().

. La confesión frecuente, la comunión frecuente, la misa diaria son las columnas que deben sostener un edificio educativo del que se quiera mantener lejos la amenaza y el castigo. No se aburra nunca ni se obligue a los jóvenes a que frecuenten los santos Sacramentos, sino comodidad para valerse de ellos. En el caso de ejercicios espirituales, triduos. novenas, sermones, catequesis hágase sobresalir la belleza, la grandeza, la santidad de esa Religión que propone medios tan fáciles, tan útiles a la sociedad civil, a la paz del corazón, para la salvación del alma como son los Sacramentos. De este modo, los muchachos se sienten atraídos por esas prácticas de piedad y se acercarán a ellas con gusto.

. Procúrese la máxima atención para impedir que entren en el Instituto compañeros, libros o personas que tengan conversaciones malas. Elegir a un buen portero es un tesoro para una casa de educación.

. Todas las noches, después de las oraciones de costumbre y antes de que los alumnos vayan a descansar, el Director o uno por él, dirija algunas palabras afectuosas en público, dando algún aviso o consejo sobre cosas que hay que hacer o evitar; y trate de sacar moralejas de hechos acaecidos durante el día en el Instituto o fuera de él. Pero su charla no pase nunca de dos o tres minutos. Esta es la clave de la moralidad, de la buena marcha y del éxito de la educación.

. Manténgase lejos, como la peste, la opinión de alguno que querría diferir la primera comunión a una

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edad demasiado avanzada, cuando generalmente el demonio ha tomado posesión del corazón de un joven con daño incalculable de su inocencia. Según la disciplina de la Iglesia primitiva se solían dar a los niños las hostias consagradas que sobraban en la comunión pascual. Esto sirve para que nos demos cuenta de que la Iglesia desea que los niños sean admitidos a la santa comunión muy pronto. Cuando un jovencito sabe distinguir entre pan y pan y demuestra suficiente instrucción, no se tenga ya en cuenta la edad y entre el Soberano Celestial a reinar en esa alma bendita.

. Los catecismos recomiendan la comunión frecuente , s. Felipe Neri la aconsejaba cada ocho días y aún con más frecuencia4. El Concilio Tridentino dice claro que desea mucho que cada fiel cristiano cuando va a oír la santa Misa haga también la comunión. Pero esta comunión sea no sólo espiritual, sino también sacramental, para que se saque mayor fruto de este augusto y divino sacrificio. (Concilio Trid., ses. XXII, cap. VI).

2.1.3 Utilidad del sistema Preventivo

Alguno dirá que este sistema es difícil de poner en práctica. Hago notar que por parte de los alumnos resulta mucho más fácil, más agradable, más beneficioso. Y por parte de los educadores encierra algunas dificultades, pero quedan reducidas si el educador se pone con celo a cumplir su misión. El educador es un individuo consagrado al bien de sus alumnos, y debe estar dispuesto a afrontar cualquier molestia, cualquier fatiga para conseguir su fin, que es la educación cívica, moral y científica de sus alumnos.

Además de las ventajas expuestas más arriba, se añade aún que:

. El alumno siempre será amigo del educador y recordará siempre con agrado la dirección recibida, considerando siempre a sus maestros y a los demás superiores como padres y hermanos. Allá donde van estos alumnos son el consuelo de la familia, útiles ciudadanos y buenos cristianos.

. Cualquiera que sea el carácter, la Índole, el estado moral de un alumno en el momento de su admisión, los padres pueden estar seguros de que su hijo no podrá empeorar; y se puede dar por cierto que siempre obtendrá algún mejoramiento. Más aún: algunos muchachos que durante mucho tiempo fueron el tormento de sus padres y hasta los expulsaron de casas correccionales, cultivados según estos principios, cambiaron de índole, de carácter, empezaron una vida honesta y ahora ocupan funciones honradas en la sociedad, habiéndose convertido de ese modo en apoyo de su familia y gloria del pueblo en que viven.

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Nota: El presente documento ha sido reproducido por la Universidad Católica Silva Henríquez para fines didácticos y de investigación. Su empleo es de uso exclusivo de los alumnos del Diplomado en Aprendizaje Cooperativo en Estilo Salesiano y Nuevas Tecnologías en Educación y su regulación se encuentra circunscrita a lo expresado en el Artículo 38 de la Ley Nº 17.336 de la República de Chile.

. Los alumnos que por ventura entrasen en un Instituto con costumbres torcidas, no pueden dañar a su compañeros. Y los jóvenes buenos no pueden recibir de aquéllos ningún mal, porque no hay ni tiempo, ni lugar, ni oportunidad, ya que el asistente, al que suponemos presente, pondría inmediatamente remedio.

2.1.4 Una palabra sobre los castigos

¿Qué regla hay que seguir al imponer castigos? Cuando sea posible, no se usen nunca castigos; cuando la necesidad pidiese alguna represión, téngase en cuenta lo que sigue:

. Trate el educador de hacerse amar por sus alumnos si quiere hacerse temer96. En este caso, la reserva en la benevolencia es un castigo, pero un castigo que anima a emularse, produce estímulo y no envilece nunca.

. Para los jóvenes es castigo lo que se hace pasar por castigo. Se ha observado que una mirada no cariñosa produce en algunos más efecto que un cachete. El elogio, cuando se ha hecho bien alguna cosa, la corrección, si ha habido descuido, son ya premio o castigo.

. Exceptuados rarísimos casos, las correcciones, los castigos no se den nunca en público, sino en privado, lejos de los compañeros, y úsese máxima prudencia y paciencia para hacer que el alumno comprenda su error con la razón y la religión.

. El Director haga conocer bien las reglas, los premios y los castigos por las normas de disciplina, para que el alumno no pueda excusarse diciendo: No sabía que eso estuviese prohibido.

Los Institutos que pongan en práctica este sistema, podrán obtener, creo yo, grandes beneficios sin recurrir ni al látigo ni a otros castigos violentos. Desde hace cuarenta años trato con la juventud, y no recuerdo haber usado nunca ningún castigo, y con la ayuda de Dios he obtenido siempre, no sólo lo que parecía un deber, sino también lo que sencillamente deseaba, y eso de los mismos muchachos de los que parecía que se había perdido la esperanza de éxito.

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