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0 EL NIÑO ANTE LA TIRANÍA DE LA SOCIEDAD DE CONSUMO III Concurso Joaquín Guichot Antonio Cortés Cortés Moriles, abril 1988

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EL NIÑO ANTE LA TIRANÍADE LA SOCIEDAD DECONSUMOIII Concurso Joaquín GuichotAntonio Cortés CortésMoriles, abril 1988

Page 2: Sociedad de consumo

El Niño ante la tiranía de la Sociedad de Consumo

1

SUMARIO………………………………………………….1

PROEMIOEducación y consumo……………………………….……...2

CAPITULO PRIMEROOpresión y progreso en la historia………………………….3

CAPITULO SEGUNDOConsumismo y propaganda………………………….……...71.- La nueva Sociedad de Consumo………………….……..72.- La Propaganda, medio de difusión consumista………....10

CAPITULO TERCEROEl Niño ante la Propaganda y la Sociedad de Consumo......131.- El Niño y la Propaganda…………………………..…....132.- El Niño y la Sociedad de Consumo……………..….…..18

CONCLUSIÓNUn nuevo Compromiso entre escuela y sociedad………….22

BIBLIOGRAFIA…………………………………….....…..23

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Antonio Cortés Cortés

2

PROEMIO

EDUCACIÓN Y CONSUMO

Consciente de la dificultad de afrontar una investigación en la temática de la Educación y

el Consumo, tema que me ha preocupado hondamente en mi tarea de educar en los ambientes

deprimidos y pobres de las zonas rurales de Andalucía, he pensado precisamente en contribuir con

estas páginas a desenmascarar la cruel situación de consumo desmedido en que se encuentra el

pueblo y la clase trabajadora en nuestra sociedad. Quiero fijarme más concretamente en la situa-

ción del Niño, como víctima más indefensa y objeto principal de los intereses consumistas, que le

acosan, desde su nacimiento hasta la edad escolar pasando por el seno de la familia, intentando

"tragárselo" y ganárselo pera el "sistema" o bien hundirlo y convencerlo de su situación de infe-

rioridad, de su condición de "oprimido".

Es necesario, pues, educar para el consumo a nuestra sociedad; educación que debe co-

menzar entre nuestra población infantil. Al tiempo que acuso como culpables de ese acoso a los

intereses económicos del sistema capitalista, defenderé y expondré como base de la didáctica de

una educación para el Consumo, la independencia del Niño, su originalidad y su creatividad, que

es, al fin y al cabo, lo que, en teoría, pretenden los diez Principios de la Declaración de los Dere-

chos del Niño del 20 de noviembre de 1959, proclamada por la O.N.U.

Es, pues, necesaria una nueva pedagogía que salga de abajo, una pedagogía que nazca de

la investigación didáctica de quienes día a día estamos en contacto con la realidad social en la

Escuela, no una pedagogía oficial, de gabinete, impuesta desde arriba por unos intereses políticos

y económicos. Según la Pedagogía Tradicional el Niño ha sido siempre un "receptáculo vacío",

una "tabula rasa" que hay que ir llenando conforme a los intereses de la sociedad, que siempre han

sido los de la clase dominante. El sociologismo pedagógico, termina anulando al Niño mediante la

masificación. La Pedagogía Social, desde Durkheim a Natorp, al considerar realidades sociales

tanto al sujeto como el contenido de la educación, hace de ésta un proceso tendente a realizar al

hombre no conforme lo ha hecho la Naturaleza, sino como la sociedad quiere que sea. Pero los

intereses de la sociedad son intereses económicos, de dominio, de poder, de control y de opresión.

Esa es la palabra: opresión. Realmente el consumismo como doctrina, como nueva reli-

gión para la sociedad de masas no es más que una nueva forma de opresión. Como dice Paulo

Freire en la "Pedagogía del Oprimido" citando "El pensamiento político de la derecha" de Simon-

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El Niño ante la tiranía de la Sociedad de Consumo

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ne de Beauvoir, lo que pretenden los opresores es "transformar la mentalidad de los oprimidos y

no la situación que los oprime."1

La propaganda será el arma, el catecismo de esta nueva doctrina en manos de una minoría

dispuesta a drogar, a adormecer las mentes y a fabricar una sociedad masificada, totalmente inma-

nentista, materia apta para la manipulación; dispuesta, en suma, a tiranizar, porque ya no habrá

verdaderas libertades sino servidumbre y opresión en aras de unos intereses económicos.

Comenzaré el estudio partiendo de la hipótesis de que la sociedad ha progresado gracias al

sometimiento de unas clases por otras, hasta llegar a la sociedad actual, sociedad tecnológica, con

una nueva forma de opresión: la doctrina consumista impuesta por la propaganda de los medios de

difusión de masas; luego situaremos al Niño, como víctima, ante dicha propaganda y ante la mis-

ma sociedad consumista analizando, por fin, las situaciones concretas en que es sometido por

ellas.

Aquí están, pues, mis reflexiones sobre estos temas. Denunciaré igualmente todos los fac-

tores sociales, económicos, culturales y educativos que tratan de oprimir al Niño, de alienarlo, de

matar en él lo que la Naturaleza ha puesto como base del progreso y el desarrollo: la creatividad y

la originalidad. Como toda denuncia aparecerá triste y amarga, pero creo que la sinceridad cruda

debe ser la premisa de toda investigación didáctica.

1 Freire P. Pedagogía del Oprimido. Siglo XXI de España Editores. Madrid 1978, p. 79

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Antonio Cortés Cortés

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CAPÍTULO PRIMERO

OPRESIÓN Y PROGRESO EN LA HISTORIA

La historia del hombre y su progreso va íntimamente unida a la historia de la opresión y si

unas clases sociales han ido progresando ha sido gracias a la opresión de las más débiles. Actual-

mente, en la sociedad industrial una minoría en poder de los medios de producción ha dominado y

oprimido al mismo productor que ha quedado así reducido a un elemento más en la cadena de

producción.

Este sistema de opresores y oprimidos ha sido precisamente le clave del progreso en la

historia. Naturalmente un progreso clasista que pretende el desarrollo de unas clases a costa del

subdesarrollo de otras, a costa de la opresión de los más débiles. Y esta cadena comienza con el

Niño, la clase más débil, a merced siempre de los intereses de la sociedad expresados en la familia

que se convierte así en sistema transmisor de unos valores y una cultura opresores.

Históricamente la forma más primitiva de opresión ha sido la esclavitud, cuya definición

damos como "estado de la persona (esclavo) que es propiedad de otra y se halla bajo su total

dominio."2

La importancia de la esclavitud ha sido clave para el progreso económico de las diversas

culturas. El esclavo, desposeído de todo derecho, sólo tenía la obligación de trabajar para el señor.

Así se han formado las culturas de la antigüedad en que los pueblos vencedores dominaban y es-

clavizaban a los vencidos. Una teocracia antigua, el Israel del Antiguo Testamento, permitía es-

clavizar al extranjero, al tiempo que pide buenos tratos para el esclavo de la misma raza.3 En otro

lugar de la Ley se lee que al esclavo judío se le dé libertad a los seis años, así como que se acoja al

esclavo huido.4 La situación del niño en el seno de la familia patriarcal era de privilegio siempre

que el hijo fuese respetuoso can sus mayores. Si, por el contrario, el hijo era rebelde debía ser

maldecido y castigado.5 Se garantizaba así la autoridad paterna como expresión de la autoridad

divina.

2 Moderna Enciclopedia Ilustrada. Ed. Nauta, Barcelona, 1969. Tomo 3º, p. 6583 Levítico, 241, 39 y ss.4 Deuteronomio, 15, 12-18 y 23, 15-165 Sabiduría, 3, 13; Levítico, 20, 5 y Proverbios, 20, 20

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Grecia y Roma tenían ideas semejantes con respecto a la esclavitud y al sometimiento y

dependencia de unas clases a otras. En Esparta era tal esta dependencia del Estado que éste pro-

cedía a una "depuración" de los recién nacidos para conseguir una sociedad de "superhombres",

una raza superior. Las corrientes estoicas y el cristianismo mitigan estas ideas, hasta la Edad Me-

dia en que el poder económico, de acuerdo con el religioso, admite la esclavitud para los infieles y

herejes.

En la economía agraria feudal, la esclavitud se extiende a la servidumbre de la gleba en

que el siervo formaba parte de las tierras del señor, y por tanto, era propiedad suya. De igual ma-

nera el Niño ha sido considerado en muchas culturas propiedad de los padres que podían venderlo

o comerciar con él. Y no digamos nada de la mujer, cuyo contrato matrimonial ha llegado a ser,

incluso en culturas muy cercanas a la nuestra, un auténtico contrato de compra-venta.

Con la penetración europea en el continente africano a partir del siglo XVI y las confusas

ideas religioso-culturales sobre las razas (en el seno de la Iglesia se llegaba incluso a discutir si los

negros tenían alma), comienza la trata de negros deportados a América, y los Estados de América

del Norte vieron crecer su economía gracias a tan valiosa ayuda en mano de obra y material

humano. Durante más de tres siglos se mantuvo la institución de la esclavitud, hasta que la guerra

civil de Secesión puso fin a tan inhumana situación hace poco más de cien años.

Pero no termina la esclavitud con el presidente americano Abraham Lincoln, sino que

otras formas más solapadas se han extendido hasta nuestros días. El colonialismo del siglo XIX

dio como resultado unos pueblos muy desarrollados a costa de otros que lo perdieron todo y que

hoy justificamos llamándolos "países del Tercer Mundo”. Los imperialismos continúan aún explo-

tando con su intervencionismo a los países “intervenidos” evitando que éstos se desarrollen por sí

mismos.

Esta escalada de opresión a nivel mundial dio como resultado una concienciación de los

pueblos de las Naciones Unidas que reafirmaron su "fe en los Derechos fundamentales del hom-

bre, en la dignidad y valor de la persona humana, en la igualdad de derechos de hombres y muje-

res y de las naciones grandes y pequeñas.”6 Fruto de esta concienciación fue la Declaración Uni-

versal de los Derechos Humanos el 10 de diciembre de 1948 y, como un paso más en el respeto

universal de los pueblos y de las libertades fundamentales, los Pactos Internacionales de Derechos

Humanos, firmados el 16 de diciembre de 1966.

6 Del Preámbulo a la Carta de Fundación de las Naciones Unidas, firmada en San Francisco el 26 de junio de 1945.

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Antonio Cortés Cortés

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La base de las libertades estaba puesta, y hoy la esclavitud llega a horrorizarnos. Pero a

pesar de todo, el sistema opresor no descansa y sigue inventando nuevas formas de mantener el

poderío económico mundial. Según la tesis defendida por el francés Jean Jaques Servan-Schreiber

en su libro "El desafío americano", Europa se está convirtiendo en satélite económico, político y

cultural de los americanos. Pero no solamente Europa; en todos los países en vías de desarrollo se

supeditan al imperialismo todos los derechos que el hombre y los pueblos han ido conquistando a

fuerza de romper cadenas. Cuando las próximas generaciones tengan que juzgar nuestra cultura y

nuestra civilización, la civilización de las multinacionales, del consumismo y la publicidad, cuan-

do tengan que juzgar nuestra sociedad, como comentaba Manuel Alcántara en un reciente artículo

periodístico, quedarán igualmente horrorizados ante las lacras actuales del tráfico de drogas, la

trata de blancas, el mercado clandestino de trabajadores, el desempleo, el subdesarrollo, la tortura,

la explotación de los débiles, el lavado de cerebros, las depuraciones, etc. Una civilización de

bárbaros, dirán. Y nosotros ante esto no sentimos ni siquiera lo que Valle-Inclán llamaba "ver-

güenza fisiológica", no nos extrañamos de vernos tan cercanos (a pesar de lo que hemos llamado

progreso y a pesar de los Derechos Humanos) a nuestros antepasados bípedos a quienes orgullo-

samente llamamos hombres primitivos.

Nuestra falta de creatividad -que es la base natural del progreso y que poco a poco van

anulando en la sociedad masificada a través de la publicidad, los eslóganes y otros tipos de propa-

ganda que nos ahorran el esfuerzo de pensar- la suplimos adoptando lo que los lacayos del poder

nos ofrecen ya hecho, sin someterlo a la más mínima elaboración crítica. Así adoptamos en nues-

tras escuelas los sistemas de clasificación, de medida, de evaluación y promoción que nos vienen

de otras fronteras con unos oscuros intereses sin darnos cuenta de que estamos privando al Niño

de su capacidad más fuerte: la creatividad, la originalidad, y que estamos seleccionando niños,

como lo harían los espartanos, en busca de una sociedad masificada y esclava. Nos sometemos a

los imperialismos sin darnos cuenta de que al cobijarnos bajo los poderosos vamos a pagar el alto

tributo de nuestra libertad como pueblo. El consumismo se ha revelado hoy como la nueva forma

en que el capital va a seguir colonizando al hombre.

El hombre coloniza al hombre. Y el Niño crece en esta sociedad colonizada y se hace in-

sensible a la opresión y al dominio; los ve como algo natural. Por eso se oprime al Niño. Una ni-

ñez crecida en la opresión se convertirá en una sociedad de buenos esclavos, obedientes y sumi-

sos. Es el ideal del opresor. Por eso denunciamos el peligro del Niño que, poco a poco, se va "do-

mesticando" en esta sociedad opresora que terminará, como otro Saturno, devorándole en la vorá-

gine del consumismo, indefenso, adormecido y anestesiado por el opio de la propaganda.

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CAPÍTULO SEGUNDO

CONSUMISMO Y PROPAGANDA

1.- LA NUEVA SOCIEDAD DE CONSUMO.

En este apartado vamos a analizar nuestra sociedad tecnológica, sus orígenes y su doctrina

consumista como nueva ideología que aporta a la sociedad unos nuevos valores. Valores que,

vamos a ver, desgraciadamente están al servicio del poder económico y que, ya de por sí, son ellos

mismos fuente de opresión.

La economía de producción, base de la sociedad tecnológica, implica dinamismo y expan-

sión so pena de ahogarse y perecer. En otras palabras, necesita crear mercado, y no hay mercado

sin consumo. La sociedad tecnológica se polariza desde ahora en torno a la producción y al con-

sumo. Naturalmente es el capital quien acapara la producción. Los primeros destinatarios de los

bienes de consumo fueron la aristocracia, las clases altas y la burguesía; el obrero era sólo traba-

jador explotado sin acceso a dichos bienes.

Pronto la concentración de masas proletarias en los núcleos industriales hizo posible am-

pliar el campo de los consumidores a esas mismas masas. Ello supuso una elevación del nivel de

vida del proletariado y el aumento de sus recursos materiales y de cualificación profesional. La

gran masa trabajadora entra así a engrosar el mundo del consumo, al tiempo que las mejoras sala-

riales retornan de nuevo al capital ya que el precio de los bienes de consumo supera el poder ad-

quisitivo de los salarios, con lo que aquél puede lanzar cada vez más productos al mercado. El

proletario-consumidor se convierte así en mano de obra, trabajador asalariado y consumidor de

sus propios productos a los que no tiene acceso sino después de pagar por ellos lo que había reci-

bido en concepto de salario por su trabajo en la producción.

Consumir y producir es la nueva necesidad. El consumo no se reduce a los bienes materia-

les, sino que se extiende a la inteligencia, el arte, la política, el ocio, etc. Todo se convierte en bien

de consumo; por eso hablamos de consumo material, intelectual, artístico, del ocio, etc.

Consumismo material: los bienes materiales como medio de alcanzar el confort y el

bienestar son la primera droga da la sociedad actual. El pluriempleo camuflado, en un mundo de

parados, la estafa y la delincuencia son los medios habituales de conseguir todo aquello qua ya

sentimos como una necesidad: piso, coche, televisor, electrodomésticos al último grito, cámara

fotográfica, ordenador, vídeo… Justas aspiraciones del hombre pero al alto precio de "prostituir-

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se" ante cualquier tentación de bienestar material. Y no hablemos de los conflictos, casos para el

siquiatra, que esto provoca en familias de economía modesta con aspiraciones de “ascender” de

clase social.

Consumismo intelectual: En nuestra sociedad de consumo hemos llegado a una superva-

loración de la instrucción que llega a ser la medida intelectual de la persona. No se tiene en cuenta

la formación, la capacidad de crear, de enfrentarse ante la ciencia, sino sólo los conocimientos

transmitidos. De ahí el triunfo del sistema de oposición pera ocupar algún puesto en la sociedad.

Este consumismo intelectual nos lleva a la "titulitis”, al consumo de títulos académicos. Los test y

otras técnicas sicométricas se convierten en medidas infalibles para catalogar a las personas, para

dividirlas en dos clases sociales: los cualificados y los no cualificados, los titulados y los no titu-

lados, los llamados a triunfar o al fracaso.

Consumismo artístico: coleccionismo, música, cinematografía, fotografía… todo el arte

es objeto de consumo, lo que supone que el auténtico arte quede fuera del alcance de las masas. El

artista y la obra de arte son algo esporádico, aislado y reservado para unas minorías. Los intereses

económicos fabrican un nuevo arte de consumo de masas, producido en serie para satisfacer la

gran demanda. El cine abunda en obras de este tipo y la televisión nos ofrece programas "cultura-

les", deportivos y musicales o de actualidad y entretenimiento que van drogando a la gente con

sus ídolos de la moda, del deporte o de la canción. Se impone así una forma de vida, un estilo

masificado y acrítico que va matando toda iniciativa personal auténticamente artística.

Consumismo del ocio: El tiempo libre, la primera y autentica conquista del trabajador,

también es objeto de consumo. Aparece así el "boom" de los deportes de masas, de las salas de

diversión, del turismo de masas… Estas actividades no pretenden un desarrollo armónico y libre

de la persona en su tiempo libre sino que lo que les interesa es crear unos estereotipos de ocio

capaces de captar el mayor número de seguidores y consumidores.

Se comercia ya con la persona y con todos sus valores que sufren una inversión: sobre

ellos se coloca el interés del mercado; el pueblo, la gran masa de consumidores, sigue sin acceder

a los auténticos valores, y entre aquél y éstos se establece un nuevo y todopoderoso valor como

barrera infranqueable: la estructura económica con una nueva medida de las cosas, el dinero. El

dinero es incluso la medida del hombre: "tanto tienes, tanto vales". El dinero se presenta como la

panacea que curará todos los males de la clase oprimida, que le abrirá las puertas a la adquisición

de bienes. Aparece así el crédito como forma más fácil de acceder al consumo. Ya no hay pro-

blemas para consumir: todo está al alcance de todos. Y el trabajador cae de lleno en la trampa del

crédito o de la hipoteca…

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El dinero hace también de medida del nivel profesional, y la profesión se medirá por los in-

gresos económicos, habiendo tantosniveles comosueldosdistintos.Cada profesión establece y lucha

por unas tablas reivindicativas que se ven totalmente satisfechas con un simple aumento salarial.

El tiempo también se mide con dinero: es la época de las prisas; todos tenemos prisa, va-

loramos nuestro tiempo y media hora de trabajo de un profesional supone una cantidad no muy al

alcance de las economías modestas.

La autoridad también es medible con dinero: a más sueldo más autoridad dentro de la

misma escala social y viceversa. El dinero se convierte así en símbolo de algo sagrado, de algo

que hoy el hombre de la sociedad de consumo respeta y venera por encima de su persona: los ni-

veles jerárquicos y de clase. La estructura de la sociedad de consumo queda, de este modo, perfec-

ta y encuadra perfectamente con la estructura de la opresión y el dominio.

Al hablar de la sociedad de consumo lo hago en el sentido en el que Max Weber habla de

"tipos ideales" de sociedad, o en el de "modelos conceptuales" que dice Margaret Mead. No exis-

ten tipos puros de sociedad consumista o sociedad tradicional. Se dan más bien subtipos, mezclas,

en los que estas características están más o menos presentes. Comte también hablaba de tres tipos

o estados distintos de sociedad en la historia. Al primitivo estado teológico, en que todo tenía una

razón de ser, una explicación superior, trascendente, sucede el estado metafísico de encuentro del

hombre con el hombre, y a éste, por fin, el estado positivo o sociedad positiva que encontrará en

la ciencia y en sus métodos la respuesta a todos los problemas del hombre. En este estado positivo

es donde aparece la industria que dará origen a la sociedad tecnológica. Para Marx y Engels el

hombre es un ser de necesidades, lo que implica la búsqueda de una producción de bienes que

satisfagan esas necesidades, apareciendo así las fuerzas productivas.

Sea cual fuere su origen y se dé con más o menos pureza, el caso es que estamos inmersos

de lleno en un nuevo tipo de sociedad que atraviesa su fase de "consumo de masas" o "sociedad de

consumo" y que se caracteriza por "una elevación general del nivel de vida en la población, au-

mento de trabajadores cualificados y aumento de inversiones a la Seguridad Social y Salud

Pública".7

La doctrina está, pues, perfecta, y como toda doctrina, se presenta con un sentido sote-

riológico, de salvación del hombre. Y el hombre de hoy ha puesto en el consumismo, en el dinero,

toda su esperanza y deseos de liberación.

7 Rocher Guy. Introducción a la Sociología general. Herder, Barcelona, 1979, p. 571

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¿Estará aquí, por fin, en esta sociedad tecnificada, masificada, la liberación del hombre? Y

una vez más la desilusión viene a responder a tan tremenda incógnita, porque ninguno de los bie-

nes de consumo han podido sacar al hombre de su indigencia, de su opresión. Al contrario, cada

vez se esclaviza más, se ata más a ellos y aquellas ansias de liberarse se ven frustradas, y el hom-

bre cae de nuevo en la alienación o en la angustia. El consumismo no salva, no es doctrina libera-

dora, sino ms bien una doctrina opresora puesta en manos de los poderosos para mantener a las

masas oprimidas, convertidas en una sociedad de esclavos.

2.- LA PROPAGANDA, MEDIO DE DIFUSIÓN CONSUMISTA

¿Qué medios usa esta doctrina que acabamos de exponer para imponerse con su sentido

universalista en la sociedad? Esta doctrina se impone, sin darnos cuenta, desde cualquier hecho

social y a todos los miembros de la sociedad. Los medios de comunicación de masas son el vehí-

culo de expansión que nos la presentan atrayente, sugestiva, para terminar anulando nuestra capa-

cidad crítica y de defensa ante ella.

Le propaganda no es sólo aquélla abierta, de carácter imperativo, que nos obliga a consu-

mir tal o cual artículo. Hay otra mucho más sutil y oculta, algo así como aquella otra subliminal

usada en las proyecciones cinematográficas, ya prohibida por no considerarse conforme con la

ética comercial. Pero ésta sí está permitida y se nos mete en todas partes, en la televisión, el cine,

los espectáculos, los comics, la literatura, la escuela… Es un tipo de propaganda que sugiere, que

propone, para terminar imponiendo unos ideales, unos valores, unos modelos y unos estilos de

vida en un contexto emotivo tal que inhibe todo juicio crítico, toda capacidad de defensa. Nuestro

comportamiento está, pues, a merced de la propaganda y por ende, de los que la dominan y con-

trolan.

Podemos, pues, decir que propaganda es “el conjunto de técnicas y medios de comunica-

ción social tendente a influir con fines ideológicos en el comportamiento humano."8 Precisamente

en esa influencia en el comportamiento humano, en esa violación de la intimidad de la persona, es

donde reside la fuerza de la propaganda. La demanda se crea a través de la publicidad, o lo que es

lo mismo, dicho en forma de eslogan: al consumismo por la publicidad. Y aquí se centra la teoría

actual del mercado con la aparición de una nueva ciencia, la mercadotecnia, auxiliada de la sico-

logía, la sociología, la estadística y la prospectiva, poderosos aliados que han puesto en manos del

8 DICCIONARIO ENCICLOPÉDICO ABREVIADO, Espasa Calpe. Madrid 1975, apéndice II

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El Niño ante la tiranía de la Sociedad de Consumo

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consumismo las voluntades de las masas, creando un nuevo estilo de vida burgués, acrítico e in-

manentista.

La publicidad comercial no es más que una forma de propaganda tendente a despertar la

demanda en el consumidor. Según la nueva ley sobre Consumo, la publicidad establece un contra-

to entre el empresario y el consumidor. Actualmente, y en boca del profesor Juan Ignacio Font

Galán, catedrático de Derecho Mercantil de la Universidad de Córdoba, la voluntad del legislador

es que en ese contrato prime "la defensa del consumidor y el intento de garantizar que el mensaje

publicitario coincida al final con su contenido inicial, es decir, que no sea engañosa, que no con-

duzca a error y que no exista un matiz de omisión que pueda provocar ese posible fraude al usua-

rio".9 Con todo, como veremos en el capítulo tercero, la publicidad sigue siendo engañosa y pro-

vocando ese fraude encubierto al usuario con el único fin de creer mercado.

Por el contrario la propaganda es algo más amplio, sus fines ideológicos no se concretan a

nivel de mercado, sino que abarcan todas las manifestaciones de la sociedad: economía, política,

ideologías, educación costumbres, cultura… En este sentido siempre ha habido propaganda y por

eso unas ideologías han prevalecido sobre otras, unas culturas sobre otras y unas clases sobre

otras. Pero a partir de la aparición de los medios de comunicación de masas la propaganda cobra

verdadero significado por la rapidez de difusión y la eficacia de sus mensajes. De Guttemberg a

las modernas rotativas informatizadas, de Marconi a la radiodifusión, de Lumière al mercado ci-

nematográfico, de John Logie Baird al mundo de la televisión actual, hay un verdadero abismo; y

las técnicas de comunicación de masas no han superado aún su prehistoria con la aparición de la

informática.

¿Pero en qué se funda el poder y la eficacia de la propaganda? Intentaremos hacer un bre-

ve estudio de sus fundamentos que radican en lo más profundo del hombre, tanto en su evolución

bio-sicológica como social y cultural. Hablaremos, por eso, de fundamentos sico-sociológicos, de

valor, antropológicos y semióticos.

Fundamentos psico-sociológicos: En el hombre existe un sentido social de generaliza-

ción y pertenencia a un grupo. Cada individuo se siente identificado con un grupo social en el que

ve reflejados una serie de valores que le diferencian de otros grupos. La propaganda tiende a des-

pertar ese sentido de pertenencia a un grupo que usa o consume un determinado producto. Este

fenómeno se da igualmente con una determinada persona que ha conseguido una situación de pri-

vilegio en el grupo; en ese caso esa persona encarna los valores del grupo. La preocupación por el

9 "Nuevo Diario". Córdoba, jueves7deabril de1988. p.6

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papel que desempeña dentro del grupo social (el llamado “rol social") es muy acusada en el hom-

bre que siempre pretenderá estar a la altura de las circunstancias, desempeñar un papel correcto en

el grupo, aunque no sea personal sino simplemente imitado.

Fundamentos de valor: Para comprender el fenómeno de identificación con el grupo hay

que entender el mundo de los valores. Los valores son una manera de ser ideal y estimable y a la

que se aspira. Los percibimos organizados en una escala, con una jerarquía que depende del me-

dio socio-cultural en que se vive y dotados de una carga afectiva que nos hace estimarlos como un

bien, tender hacia ellos. Naturalmente estos valores influyen en nuestra conducta y, en último

término, en la configuración de nuestra personalidad. Para Allport los valores constituyen un im-

portante elemento de la unidad síquica de las personas. Nos demuestra cómo la madurez síquica

se realiza en aquellas personas que logran identificar el conjunto de su siquismo con "un estilo de

vida" inspirado en un conjunto de valores dominantes en el grupo.10

Fundamentos antropológicos: Los valores dependen del entorno cultural del grupo. El

individuo llega a integrarse en el grupo a través de una cultura aprendida; el aprendizaje le integra

en su entorno cultural y ello le supone adherirse a los valores culturales como ideales del grupo.

Fundamentos semióticos: Pero los valores como bienes estimables y patrimonio de un

grupo cultural quedarían en el terreno de lo abstracto si no se manifestaran en conductas observa-

bles; necesitamos un nexo entre esos valores ideales y todo aquello que se ofrece como bien con-

creto y realizado en la comunidad. Ese nexo lo dan los fundamentos semióticos.

Semiología es la ciencia de los signos y símbolos, y símbolo es todo aquello que evoca y

sustituye a otra cosa. En todo simbolismo se dan como elementos integrantes el significante, o

elemento material; el significado, o cosa que simboliza, y la significación o relación entre ambos;

por último hay que añadir el código convencional de significación.

Esta relación simbólica es importantísima para comprender la teoría de los valores. Los

valores ideales son simbolizados a nivel concreto por conductas observables. Pongamos por caso:

el bienestar como bien deseable, la felicidad, es algo que se concretiza en unos bienes materiales

como son, por ejemplo, los electrodomésticos que se convierten así en símbolos de la sociedad del

confort. El código convencional de significación lo da cada sociedad, cada cultura.

El caso del lenguaje como sistema de signos es un buen ejemplo de lo que estamos expo-

niendo. El simbolismo que nos relaciona el mundo de los valores con el mundo de lo concreto es

10 Allport, Gordon, La Personalidad: su configuración y desarrollo. Herder. Barcelona

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El Niño ante la tiranía de la Sociedad de Consumo

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también una forma de lenguaje. Y considero tendencioso el que todos los medios de comunica-

ción de masas, sobre todo la televisión, no use más que el lenguaje propio de la clase dominante

en la sociedad, un simbolismo burgués y consumista. Para alcanzar los valores de dicha clase hay

que usar aquello que simboliza al mismo valor: traje, coche, casa, muebles, forma de vida… En

otras palabras, se obliga al sujeto a adoptar unos valores impuestos, superiores a su entorno socio-

cultural. Esto va a provocar el problema de los llamados "medios de referencia”, es decir, el con-

flicto de las clases inferiores (niños incluidos) entre su adhesión a los valores de su clase y la

aceptación de los valores “superiores” de la clase propuesta como clase de referencia. En el mun-

do del Niño el conflicto es especialmente peligroso puesto que éste se ve continuamente impelido

a usar la simbología propia del adulto, grupo con el que tiende a identificarse: el uso del alcohol y

el tabaco, las relaciones sexuales precoces o la delincuencia juvenil, vienen impuestos por la mis-

ma sociedad que exige del Niño la aceptación de los valores del adulto.

Recordemos, para terminar, a Piaget. La segunda etapa del desarrollo de la inteligencia en

el niño (que corresponde a los años de edad escolar), es la de la función simbólica y semiótica: el

niño capta la realidad a través de símbolos que irán configurando su forma de ser, de pensar y de

ver las cosas.11 Y este es precisamente el auténtico drama del Niño situado frente a la propaganda

de adhesión simbólica a unos valores que definen la cultura del mundo del adulto como grupo de

referencia. Ésta le asedia por todas partes sin tener en cuenta que el Niño no es un hombre en pe-

queño, sino un ser distinto que forma un grupo con un mundo diferente al de los mayores. El gran

problema de educadores, escritores y cuantos se preocupan por el mundo infantil ha sido el encon-

trar unos símbolos adecuados mediante los cuales hacer realidad el universo ideal de sus valores

como grupo social distinto. Encontrar esos símbolos, reconocerlos y respetarlos, debería ser el

principal objetivo que la escuela debe establecer en su tarea actual de reforma.

11 Piaget, J. El Nacimiento de la Inteligencia en el Niño. Aguilar, Madrid 1965

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CAPÍTULO TERCERO

EL NIÑO ANTE LA PROPAGANDA Y LA SOCIEDAD DE CONSUMO

Vamos a investigar en este capítulo cuál es la situación actual del Niño frente a las distin-

tas formas de propaganda que le acosan -unas veces con intencionalidad propia y otras de forma

indirecta- y frente a la misma sociedad de consumo, analizando las situaciones concretas a las que

ésta va a someterle desde su nacimiento hasta que se integre en la sociedad competitiva y capita-

lista del adulto, o bien la rechace, marginándose en esa misma sociedad.

1.- EL NIÑO Y LA PROPAGANDA

Tenemos al Niño frente el complejo mundo de la propaganda que le oprime con sus exi-

gencias. Podemos decir que el lenguaje publicitario lo aprende al mismo tiempo que la lengua

materna (sonidos, imágenes, eslóganes y símbolos de la publicidad). Es más, va a ser éste quien

determine ciertos aspectos semánticos en la adquisición del lenguaje.

Dentro de la propaganda visual (murales, carteles, revistas, tebeos…), tal vez sean los

comics y tebeos los que más influyan en él de una manera permanente. Denunciamos en primer

lugar esos comics de superhéroes que trasladan al Niño a un mundo irreal que terminará en la

frustración cuando no en la valoración de la fuerza y la astucia por encima de todos las demás

valores humanos y sociales; esas historias suelen exaltar el individualismo y el poder del más

fuerte, que se convierten así en virtudes al servicio de una clase dominante, ya que abunda el su-

perhombre-robot, fácilmente dominado por una mente superior y maligna que institucionaliza la

violencia como forma de progreso personal o de mantener el orden social y el desprecio de las

clases débiles y humildes como forma de afianzamiento social.

El mural y la revista tienen más bien una influencia de choque, de impacto esporádico que

sitúan al Niño, de golpe, ante un estilo de vida distinto al del medio en que debe desenvolverse,

presentado como un bien necesario; se crea así el imperativo de la moda y los estilos burgueses

de vida, tanto en los medios urbanos como rurales a los que tiranizan exigiendo a sus víctimas

renunciar a un estilo personal para adaptarse a unos estereotipos impuestos por los intereses

económicos.

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El Niño ante la tiranía de la Sociedad de Consumo

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La propaganda sonora se difunde a través del disco y de la radio; el mundo del disco re-

presenta para nuestros niños un valor aprendido en la cultura del adulto. Éste les presenta infini-

dad de conceptos indescifrables y sin sentido para ellos relativos al amor y el sexo. Estos concep-

tos, a fuerza de repetidos, pierden su valor al tiempo que alrededor de le estrella de la canción se

crea un mundo artificial, mítico, que trasladan al Niño a un mundo alienante.

Con respecto al cine y al actual mercado del vídeo, ni que decir tiene que es un arma po-

derosísima en manos de le sociedad de consumo. Dejemos a un lado las películas clasificadas "S"

o "X" (de las que tampoco se ven libres los niños). Hablemos de los telefilmes americanos con su

escalada de violencia, sexo y corrupción; hablemos de las "inocentes" películas de niños o, inclu-

so, de los dibujos animados. Al niño se le presenta la sociedad organizada de los adultos con sus

normas, su moral burguesa y sus leyes; el Niño aprende que para sobrevivir en esa sociedad he de

ser competitivo, precavido, astuto, falso; el Niño aprende a mentir y a mentirse; aprende que la ley

del más fuerte es la que priva, que la violencia e incluso el crimen son métodos naturales de lucha

en la sociedad. Al cine se le imputa tradicionalmente el aumento de delincuencia juvenil y la rela-

jación de costumbres.

Completando esta visión de la propaganda audiovisual, vamos a analizar el complejo

mundo de la televisión, el más cercano a los niños y el que más influencia ejerce sobre sus con-

ductas. Cuanto se ha dicho del comic, el disco o el cine, es igualmente aplicable al campo televi-

sivo que los abarca; pero el poder de persuasión es mayor, dada la situación de privilegio que el

televisor goza en las hogares; colocado en el puesto más digno de la casa, casi entronizado, el

televisor cobra fuerza de dios, de un nuevo y moderno lar.

Todo está así dispuesto para un adoctrinamiento de las mentes infantiles. Sólo queda que

unos intereses capitalistas, ayudados de una programación adecuada, inicien el proceso. Y no nos

cabe duda de que quien ostenta la propiedad de tan poderoso medio lo use precisamente para im-

ponerse y justificarse como clase dominante, para extender los valores y los intereses propios de

su clase.

Además de la propaganda indirecta, pasiva, negativa en el sentido de que no presenta va-

lores apropiados al Niño, tenemos la propaganda directa, la publicidad dirigida al Niño a través de

la televisión. En este sentido vamos a considerar dos aspectos: el lenguaje y el propio mensaje

publicitario; el lenguaje lo vamos a considerar en su aspecto literario (guion) y simbólico, y así

resumiré el fruto de algunas horas de observación y estudio ante la pequeña pantalla tanto en las

semanas anteriores al día de Reyes como en los espacios dedicados a programación infantil.

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Antonio Cortés Cortés

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Naturalmente, lo que el publicista pretende no es que el Niño comprenda la correcta utili-

zación del lenguaje sino obligarle a pedir el juguete de turno. De ahí que este lenguaje se exprese

en forma imperativa, enfática y deíctica, sin dar posibilidad a un juicio crítico: "compra", “pide",

"adquiere ahora mismo"… Esto se refuerza con el empleo de superlativos a mansalva y de los

prefijos "súper-", "maxi-", de los comparativos absolutos "el más'', "el mejor", y con el empleo de

adverbios de intensidad: "muy, sólo, siempre, nunca, jamás", o bien con el uso de los artículos

"el" y "la'' con valor semántico de individualidad: "el juguete" será "el único juguete"; también

aparece el posesivo "tu” en sentido de intimidad y afectividad: “tu juguete", "tu compañero de

juego". Igualmente se alude con muchísima frecuencia al sentimiento de pertenencia e identifica-

ción con un grupo: "la gente joven", "gente encantadora", "cosa de hombres", "los audaces leo-

nes", "únete a la gente tal"… También se explota la identificación con un personaje que encarne

los valores del grupo: "Vive las aventuras de…", "siéntete como…”, "fulano usa tal producto"… y

se falsea la imagen que sobre sí mismos se van formando los pequeños.

Los símbolos influyen tanto o más que el lenguaje oral, pues el Niño capta la realidad a

través de símbolos. El lenguaje publicitario es pródigo en ellos: música, voces, sonidos estriden-

tes, colores, imágenes en gran movimiento, trajes, vestidos o disfraces llamativos… así como la

sensación de felicidad que muestra el rostro de los protagonistas del anuncio una vez conseguido

el artículo anunciado. Otro tipo de símbolos usado en la mayor parte de los anuncios televisivos es

la composición exagerada de la imagen con el fin, no ya de informar de las características del pro-

ducto, sino de producir la necesidad de poseerlo. Así, por ejemplo, se falsea el tamaño del juguete;

se exageran sus posibilidades de movimiento y articulación; se rodea al juguete de un marco, de

un escenario maravilloso, que luego el Niño no lo va a encontrar en la realidad, con lo que la in-

formación que el anuncio trasmite está totalmente manipulada. El niño se presenta así ante el fas-

cinante mundo del juguete no como creador sino como "protagonista-víctima", llamado a la des-

ilusión y a la frustración.

Terminemos hablando de otro tipo de propaganda, tal vez la más cruel; me refiero a la

propaganda indirecta que en forma de adoctrinamiento recibe el Niño en las escuelas. El adoctri-

namiento se ha usado siempre con fines ideológicos en los regímenes totalitarios con ayuda de los

medios de comunicación y el conocimiento de la sicología. Es como una guerra sicológica que

nos hace caer primero en la autocrítica, rompiendo con nuestros convencimientos más firmes para

llegar a aceptar otros valores. Es un sistema de lavado de cerebro camuflado pero eficaz. Como

tal, es una forma más de opresión y tortura que denunciamos con tanto más dolor cuanto que lo

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El Niño ante la tiranía de la Sociedad de Consumo

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vemos instalado aún en nuestras escuelas dividiendo a los niños en dos clases: los triunfadores y

los fracasados.

Analizando las manifestaciones que Paulo Freire señala como relaciones concretas en lo

que él llama "Educación Bancaria"12, vemos que ese tipo de educación permanece aún vigente, si

no por una legislación expresa, sí al menos por la práctica más o menos inconsciente de algunos

educadores que, al decir del mismo Freire, "no saben que están al servicio de la deshumaniza-

ción". Estas manifestaciones las podemos resumir en

- Distancia educador-educando: El acto educativo es considerado como una donación

del sabio al necio en sentido vertical que elimina el diálogo. La misión del educador consiste en

"llenar depósitos vacíos". Él posee la verdad y en un acto de generoso paternalismo la transmite al

educando que se irá llenando de conocimientos aceptados a priori por la autoridad del maestro.

- Clases de tipo verbalista y memorístico: La escuela se reduce a la fiel transmisión de

los conocimientos y la cultura burguesa, y el acto educativo a la narración de unos contenidos

petrificados, la presentación de una realidad estanca, no comprometedora, organizada de antema-

no y ajena a la experiencia existencial de los educandos. La palabra cobra su importancia por su

sonoridad y no por su fuerza formadora; la enseñanza se convierte en un "verbalismo alienado y

alienante”.

Otras manifestaciones de los sistemas educativos actuales nos hacen pensar en que la edu-

cación es un arma más en manos del opresor:

- Criterios de evaluación y promoción: Estamos de nuevo ante la clase dominante que

impone unos niveles que separarán infranqueablemente, con la fuerza separadora que supone le

posesión o no de la cultura, a las dos eternas clases de opresores y oprimidos.

Al hablar del consumismo intelectual ya dijimos que nuestro sistema educativo divide a

los hombres en dos clases: los cualificados y los no cualificados, los que superan los niveles edu-

cativos y los "torpes", eternos repetidores de curso. ¿Pero quién ha establecido esos niveles y los

criterios para superarlos? Los intereses de clase han estado siempre presentes a través de los dis-

tintos sistemas educativos.

-Sistema de premios y castigos: es la base para que el sistema capitalista, en que se pre-

tende instalar al Niño, mantenga la división de la sociedad en las dos clases de dominantes y do-

minados a través de la emulación, la competitividad y la superación de los demás. Se premia el

12 Freire, P. Op. Cit., pp. 75 y ss.

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)

acierto de los que saben asimilar los valores propuestos y se castiga el error de los que no dan la

talla en la adquisición de conocimientos.

Una educación así no es más que un medio de propaganda que termina institucionalizando

la incultura. Inhibiendo el poder de crear, el opresor controla el pensar y la acción, llevando a los

hombres a la aceptación de un mundo previamente organizado. Se trata, por tanto, de "domesti-

car" al Niño, mantenerlo en su opresión y convencerlo de su inferioridad.

2.- EL NIÑO Y LA SOCIEDAD DE CONSUMO

En una sociedad como la que hemos analizado en que el hombre coloniza al hombre me-

diante una doctrina opresora impuesta y unos medios de difusión a su servicio, el Niño es la prin-

cipal víctima.

El Niño es un ser acosado por la sociedad actual; pensar en otra cosa sería engañarnos con

fantasías e idealismos necios que tratan de hacernos creer en una infancia feliz y sin problemas.

La realidad es otra; echemos mano a las estadísticas. Tomo datos referidos al año 1976 en la Re-

pública Federal Alemana y, según afirma el cronista, los expertos aseguran que las cifras han sido

superadas generosamente en años sucesivos.13

Pues bien, en dicho año la Oficina Federal de Estadística contabilizó los siguientes datos

en la población infantil: más de 3.000 niños fueron objeto de violencias que abarcaron desde la

violación a la tortura. Hubo 500 casos de suicidio de menores de 15 años y varios miles de inten-

tos de suicidio. 25.000 jóvenes de 14 y 15 años fueron juzgados y sentenciados por tribunales,

siendo también frecuentes los delitos cometidos por menores de 14 años. Cerca de 70.000 meno-

res resultaron, ya en 1977, muertos o heridos en las calles de le R.F.A. En España 30.000 menores

se fugan o desaparecen de sus hogares anualmente. La familia y la casa les resultan insoportables

y sólo regresan un 10 %. El resto pasará a engrosar el mundo de la delincuencia, la prostitución o

la droga.

Este es nuestro mundo competitivo y desarrollado; el Niño sufre las consecuencias del

consumismo. El colegio, las notas, los exámenes, se convierten en una pesadilla y el temor al re-

proche de los padres les lleva al borde del suicidio. El abandono, la miseria y la explotación, en el

seno de una sociedad que nada en la abundancia, les lleva a la delincuencia. De los 1.600 millones

13 SANTOS, CÉSAR. Diario “Córdoba”, 30 de enero de 1979. Crónica desde Bonn.

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de niños con que cuenta actualmente la población mundial, muy pocos serán los que recuerden

más tarde su infancia con nostalgia.

Y hablo de toda la población infantil mundial porque, aunque este estudio se centre en el

Niño de la sociedad de consumo y en los problemas que el consumismo le ocasiona, no podemos

olvidar al Niño del subdesarrollo ya que éste es una consecuencia del súper desarrollo: para que

unos pueblos naden en la abundancia, otros han de debatirse en le indigencia. Mientras los niños

de nuestra sociedad sufren por el consumismo y la plutocracia, los niños del Tercer Mundo sufren

el subdesarrollo y la indigencia: ceguera, avitaminosis, desnutrición, hambre, desescolarización…

Esta es la situación. Ahora nos vamos a fijar en las diversas formas que la sociedad de

consumo tiene de oprimir y alienar al Niño desde que nace, con su estructura capitalista.

La sociedad comercia con el Niño que es considerado un objeto más de consumo. Desde

su nacimiento el Niño es tomado por un muñequito que hay que adornar y exhibir. -¡"Qué bebé

tan mono!" –suele comentar la gente. Mientras tanto, una gran industria de tejidos, artículos de

regalo, artículos para el bebé, lanzan nuevos productos que las mamás se sienten obligadas a con-

sumir; infinidad de modelos, cada vez más sofisticados, se hacen imprescindibles para aquel pe-

queño ser que se merece ya lo mejor del mundo. Los papás se sienten orgullosos no sabemos si

del bebé o de tantos objetos con que han rodeado aquel ser que parece ni siquiera notarlos.

Y empieza el colegio. Un nuevo martirio pera los padres. ¡Cuánto necesita el niño! El re-

cibo del colegio, la cuota de la asociación, las clases particulares, el uniforme, la colecta para los

"negritos", los libros nuevos cada año… El material escolar se encarece más y más, pero hay que

comprarlo: "Mi hijo no va a ser menos". Naturalmente ellos deben compensar tanto sacrificio

obteniendo buenas notas. Y comienza el martirio del niño que no es capaz de superar esos niveles

mínimos que han impuesto desde la metrópoli unos señores que dicen que entienden de niveles

educativos, de test, de coeficiente intelectual, de normalidad y de subnormalidad. Y, claro, el niño

no "sale" muy normal; no sirve para estudiar y ha de hacer "Formación Profesional". Y ya tene-

mos une nueva clase inferior, la clase de los que fracasaron en los estudios.

También hay que cumplir con los deberes religiosos. Al niño hay que bautizarlo y ha de

hacer la Primera Comunión. Por supuesto el reportaje fotográfico que reviva esos momentos ha de

ser espléndido, como el carísimo traje blanco en que le han metido, mientras –extrañado y diverti-

do al mismo tiempo- asiste a todo el ceremonial -primero en la iglesia, luego en el salón del res-

taurante- que se ha formado a su alrededor.

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20

Parece como si la sociedad estuviera pendiente de hacer feliz al niño, que no le falte un

detalle, que consiga los máximos niveles, que tenga las mayores distracciones, los mejores cuen-

tos, las más preciosas colecciones de cromos. La sociedad propone al Niño unos estereotipos y

éste, inconscientemente, los va adoptando y se va identificando con ellos. La familia, que en la

sociedad tradicional era unidad de producción, se ha convertido hoy en unidad de consumo, y los

hábitos consumistas se transmiten al Niño por imitación del ambiente. Tanto los padres y educa-

dores como la misma sociedad, esperan que el Niño responda siempre como un “hombrecito”, por

lo que éste tratará siempre de copiar -aunque no comprenda- los modelos y estereotipos de los

mayores. Si pedimos a un niño en la escuela que dibuje una casa o un árbol, no creará una forma

personal de ver el árbol o la casa, sino que imitará -lastimosamente­ los esquemas aprendidos del

adulto, quien quedará satisfecho ante los progresos que va haciendo. Si ponemos a un niño a hacer

trabajos manuales tratará de imitar al adulto en vez de crear formas personales de expresión. La

música y la moda, son otras tantas formas estereotipadas que la sociedad propone para que el Ni-

ño viva según sus modelos y renunciando al riquísimo mundo de su libre expresión y creatividad.

La sociedad adoctrina, pero no educa. Lo que la sociedad pretende es “mantener el orden

establecido” pero no enfrentarse a la gran aventura del cambio, por lo que hace del Niño un “per-

fecto hombrecito”, un ser adaptado a la sociedad ya constituida del adulto.

La sociedad margina al menor. Todo el cúmulo de opresión y violencia de que es objeto

hace que el menor rechace a la misma sociedad e incluso actúe contra ella. Surge así la delincuen-

cia juvenil con todo el aparato represivo que le acompaña: Tribunal Tutelar y Correccional de

menores. La delincuencia juvenil no es más que la respuesta que los chicos dan ante la opresión

de que son objeto por parte del consumismo y la propaganda. Es por tanto la misma sociedad con

sus intereses económicos quien crea el campo propicio para la delincuencia y quien empuja a los

menores que se sienten explotados y engañados. No todos terminan aceptando esos valores im-

puestos por los adultos, sino que algunos los rechazan y prefieren quedar marginados, fuera de

ellos, para sentirse dentro de su mundo, un mundo que ellos quieren encontrar porque lo sienten y

no lo ven. A su alrededor sólo ven el mundo todopoderoso del adulto.

Y para completar el estudio, vamos a detenernos en el análisis del mundo del juguete,

aparte de las consideraciones que ya hicimos al hablar del Niño ante la propaganda televisiva.

Creo que es relevante si decimos que en Norteamérica se vendían hace diez años 5.000

millones de dólares anuales en juguetes y se invertían 160 millones en su publicidad. Y en lo que

a España respecta, la producción juguetera de 1978 fue de 18.000 millones de pesetas, cantidad

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considerable comparada con los escasos 2.000 millones que el Ministerio de Cultura dedicó du-

rante el año 1979 (Año Internacional del Niño) a la Dirección General de Libros y Bibliotecas y

Difusión Cultural; el juguete es considerado un negocio y la Cultura, un lujo.

El juguete está pensado, en economía de consumo, para fabricar unos "perfectos hombre-

citos", para acostumbrar al Niño a asumir su papel en la sociedad. La función del juguete -que

debe ser entretener y divertir estimulando la libre creatividad- se convierte así en motivo de

aprendizaje de conductas adultas. Así, la niña pasará su infancia entre maravillosas muñequitas

polifacéticas que andan, lloran, ríen y hablan, dándoles el biberón y limpiándoles todas las por-

querías que las lindas muñequitas saben hacer. En sus modernas cocinas prepararán la "comidita"

a su bebé adiestrándose en conductas de sumisión y servicio que la sociedad califica de "femeni-

nas".

Al niño, por el contrario se le ofrecerá la posibilidad de “vivir las maravillosas aventuras”

de tal o cual fantástico y todopoderoso muñeco. La agresividad y la competitividad serán sus

compañeros de juego con esos bólidos súper veloces, y el niño se prepara así para ocupar en la

sociedad un puesto competitivo y agresivo totalmente “masculino”.

Clasismo sexual, alienación y violencia -hemos pasado por alto el juguete bélico-. Pero no

queda ahí todo el mal del juguete como artículo de consumo, sino que el final de todo ello es la

frustración y la desilusión. Una vez conseguido el juguete, el Niño comprueba que "aquello" no es

como vio en la tele; que la muñequita apenas se mantiene en pie; que el muñeco todopoderoso no

es más que un pobre muñeco; que el mecanismo de aquel cacharro no funciona… Es triste con-

templar la mirada de un niño ante su juguete, su grande y poderoso juguete, roto, inútil, en el sue-

lo. Y el Niño no sabrá qué hacer ante aquellos despojos, porque su creatividad, su imaginación, se

paralizaron ante aquella maravilla que todo lo sabía y todo lo podía. Solamente encontrará el re-

proche de los padres que gastaron todo su presupuesto en la "felicidad" del hijo.

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CONCLUSION

UN NUEVO COMPROMISO ENTRE ESCUELA Y SOCIEDAD

La sociedad actual sufre un rápido y continuo cambio; estamos comprometidos en esa gran

aventura, pero los esquemas de la sociedad de consumo se nos imponen -llegados de otras fronteras-

frenando los cambios que buscan un sentido de auténtica humanización y canalizándolos hacia for-

mas consumistas y deshumanizadas.

Pero ese compromiso no debe ser sólo político, que responda a unos postulados impuestos

por la ideología de un partido o de intereses económicos de un grupo; debe ser el compromiso de

toda la comunidad. Por tanto la escuela juega un papel importante en la evolución de dicho cambio

social.

La escuela no puede verse marginada de él, ni auto marginarse, sino que con su tarea conti-

nua, y cada día nueva, de programación, ha de ir marcando unas pautas sociales de renovación. Pero

el caso es que la escuela se ve desbordada por el cambio social; de ahí la necesidad de la Renovación

Pedagógica, necesaria hoy para lograr ese nuevo compromiso con la sociedad.

Un pueblo educado en la libertad estará preparado para enfrentarse a una clase social que

pretende que el poder económico que controla la producción y el mercado termine controlando tam-

bién el poder político haciendo que el bienestar social a que aspira nuestra sociedad termine siendo

privilegio de unos pocos.

Antonio Cortés Cortés

Moriles, abril 1988

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