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La ciencia es de dos maneras. O bien conocemos una cosa directamente, o bien sabemos dónde nos podrán dar informes acerca de ella. Samuel Johnson, Remarks, 1775; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 1226 La ciencia apenas sirve más que para darnos una idea de la extensión de nuestra ignorancia. Félix Lamennais, Pages et pensées catholiques; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 1227 La felicidad no está en la ciencia, sino en la adquisición de la ciencia. Edgar A. Poe, Poder de la palabra; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 1236

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La ciencia es de dos maneras. O bien conocemos una cosa directamente, o bien sabemos dónde nos podrán dar informes acerca de ella.

Samuel Johnson, Remarks, 1775; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 1226

La ciencia apenas sirve más que para darnos una idea de la extensión de nuestra ignorancia.

Félix Lamennais, Pages et pensées catholiques; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 1227

La felicidad no está en la ciencia, sino en la adquisición de la ciencia.

Edgar A. Poe, Poder de la palabra; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 1236

No basta la ciencia para comprender el lenguaje de la naturaleza. Para mucha gente, el arte y la poesía son los intérpretes más inteligibles.

F. Ratzel, cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 1237

La falsa ciencia crea ateos; la ciencia verdadera inclina al hombre ante la divinidad.

Voltaire, Dialogues, XXIV, 10; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 1247

[Ficheros]La precisión en el citar es un talento mucho más raro de

lo que se cree.

Bayle, Dictionaire, art. Sánchez: Remarques; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 1248

No creemos que el arte de citar esté al alcance de cualquier espíritu mezquino que, no encontrando nada en sí mismo, acude a espigar en los demás. La inspiración es la que proporciona las citas felices.

Chateaubriand (en Chateaubriand et son groupe littéraire, de Sainte-Beuve, II, p. 384); cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 1249

La prudencia de los sabios y la experiencia de las edades acaso puedan ser preservadas para la posteridad merced a las citas.

D’Israeli, Curiosities of Literature; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 1250

Si no hubiera más piedad entre los pobres que entre los ricos, los mendigos hubieran muchas veces muerto de hambre.

William Langland, The Visiono f William concerning Piers the Plowman, passus 12, v. 49; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 1352

La conciencia del hombre es el oráculo de Dios.

Lord Byron, The Island, canto I, estr. 6; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 1369

[Ímpetu, rebeldía, garra]Mi conciencia tiene para mí más peso que la opinión de

todo el mundo.

Cicerón, Epistulae, ad Atticum, XII; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 1372

La buena conciencia es tan alegre, que hace alegres todas las molestias de la vida.

Fr. Luis de Granada, Guía de pecadores, lib. I; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 1378

En la mayoría de los hombres, la conciencia es la opinión anticipada de los demás.

Henry Taylor, The Statesman, 63; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 1397

[Para comprobar texto y autor]La regla de las cosechas es recoger más de lo que se

sembró. Sembrar un acto y cosechar un hábito; sembrar un hábito y cosechar un carácter; sembrar un carácter y cosechar un destino.

Atribuido a Geo. Dana Boardman; cit. [sic] por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 1409

Basta un instante para forjar un héroe, pero es precisa toda una vida para hacer un hombre de bien.

P. Brulat, Pensées, 2; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 1410

El que no pierde de vista la meta, aunque camine muy lentamente, va siempre más veloz que el que va errante sin objeto.

G. Ephraim Lessing, cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 1419

Dos cosas hay que quien seriamente las busque rara vez dejará de hallar. el conocimiento de sus obligaciones y un pretexto plausible para hacer lo que le dé la gana.

Archbishop Whateley, Sayings; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 1428

El que confiare en sí mismo será caudillo del enjambre.

Horacio, Epístolas, lib. I, 19, vv. 22-23; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 1440

No nos falta valor para emprender ciertas cosas porque son difíciles, sino que son difíciles porque nos falta valor para emprenderlas.

Séneca, Epistulae ad Lucilium, CIV, sec. 26; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 1449

Es fácil, terriblemente fácil, hacer tambalear la confianza de un hombre en sí mismo. Aprovecharse de esta ventaja para conmover el espíritu de una persona es una labor diabólica.

G. B. Shaw, Cándida; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 1451

No llegamos a alcanzar ningún conocimiento exacto por falta de perspectiva.

Emerson, Essays, second series: Nature; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 1467

A medida que tenemos más luz, vemos que somos peores de lo que creímos.

Fr. Fénélon, Cartas espirituales a las mujeres, n.º 8; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 1490

Es igualmente peligroso para el hombre pretender conocer a Dios sin tener conocimiento de la propia miseria que tener conocimiento de su miserable estado y no conocer al Redentor que puede sanarlo.

Pascal, Pensées, II; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 1495

Para penetrar cómo puede ser cualquier hombre, no necesitamos salir de nosotros; miremos cómo somos y cuáles hemos sido o querido ser muchas veces, y veremos cómo es posible que sean los demás.

Quevedo, Epístolas a imitación de las de Séneca, LXXV (ed. Rivadeneyra, 1859, vol. XLVIII, p. 393); cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 1500

Entretenerse en buscar defectos al prójimo es prueba suficiente de no ocuparse apenas de los propios.

S. Francisco de Sales, Introducción a la vida devota; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 1503

[Para comprobar autor]Solamente la perseverancia es coronada.

Sta. Catalina de Siena, Pensieri e sentenze, 22; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 1564

[Para comprobar autor]La constancia es la virtud por la que todas las otras

virtudes dan su fruto.

Arturo Graf, Ecce homo, 467; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 1565

He ahí dos piedras preciosas, una falsa y otra legítima, difíciles de distinguir: la firmeza y la obstinación.

J. G. Kohl, Kleine Essays, 1875; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 1566

[Constancia]Gutta cavat lapidem.

Ovidio, Ex Ponto, IV, 10, 5; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 1570

Todas las demás cosas (fuera de Dios) pueden ocupar el alma y el corazón del hombre, pero no lo pueden hartar.

S. Bernardo, Tract. de deligend. Deo (trad. P. Alonso Rodríguez); cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 1631

Colmado de felicidad o de sufrimientos, el corazón tiene necesidad de un segundo corazón. Alergría compartida es doble alegría, dolor compartido es medio dolor.

C. A. Tiedge, Urania, 4 Gesang.; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 1649

El castigo toca al juez, y la reprensión a todos.

Cervantes, Persiles y Sigismunda, lib. II, cap. XII; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 1652

Tienen derecho a censurar los que tienen corazón para ayudar.

William Penn, Some fruits of Solitude, p. 15; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 1665

El hábito es una máxima viviente que se ha hecho instinto y carne.

H. Fr. Amiel, Fragments d’un Journal intime, I, 12; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 1720

Desconfía siempre del subordinado que nunca critica a su superior.

Churton Collins, Aphorisms; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 1794

Guarde para su regaloesta sentencia un autor:si el sabio no aprueba, malo;si el necio aplaude, peor.

Tomás de Iriarte, Fábulas literarias, III; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 1802

La patria se puede fiar más de un crítico que trabaja que de un entusiasta que vocifera.

Eugenio D’Ors, U-turn-it: Croce; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 1809

Hay un remedio para toda clase de culpas: reconocerlas.

Franz Grillparzer, cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 1844

Los hombres son tan propensos a contentarse con las cosas más comunes y su espíritu y sentidos se tornan tan fácilmente insensibles a las impresiones de la belleza y de lo perfecto, que cada uno de nosotros debía esforzarse en alimentar en su inteligencia la facultad de percibir estas sensaciones… Por eso cada cual, una vez todos los días, debe escuchar una corta canción, leer una hermosa poesía, ver una buena pintura y, si posible fuera, hablar unas pocas palabras sensatas.

Goethe, Wilhelm Meister, lib. V, cap. I; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 1855

Cumplir el propio deber vale más que el heroísmo.

C. Cantù, Attenzione, 38; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 1921

El hombre vive para cumplir con su deber y morir. El tener siempre presente esto último hace más ligero lo primero.

Theodor Fontane, Cécile (1887); cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 1928

La enseñanza que se proponga fijar en los espíritus la idea del deber, como la de la más seria realidad, debe tender a hacerla concebir al mismo tiempo como la más alta poesía.

José Enrique Rodó, Ariel; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 1937

Nada vale el que se nos enseñe cuál es nuestro deber, si no se nos hace amarlo.

A. Vinet, Essais de philosophie morale; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 1944

El que comienza una cosa ya tiene hecha la mitad de ella.

Horacio, Epístolas, lib. I, 2, v. 40; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 1959

Son poquísimos los hombres que sepan tolerar en otros los defectos de que ellos mismos adolecen.

Arturo Graf, Ecce homo, 278; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 1969

Los defectos en la vida crían los errores en el cerebro.

William Cowper, The Progress of Error, v. 563; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 1970

Hay algunos defectos tan estrechamente relacionados con las buenas cualidades, que apenas podemos extirpar los vicios sin arrancar también las virtudes.

Oliver Goldsmith, The Good-Natured Man, act. I; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 1976

¿Quieres saber cuál es el punto débil de una persona? Advierte qué faltas nota más rápidamente en otros.

J. C. y A. W. Hare, Guesses at Truth; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 1977

Si no tuviéramos defectos, no hallaríamos tanto placer en advertir los ajenos.

F. La Rochefoucauld, Maximes, 31; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 1980

La democracia tuvo su origen en la creencia de que, siendo los hombres iguales en cierto aspecto, lo son en todo.

Aristóteles, Política, lib. V, cap. I, sec. 2; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 1987

Democracia significa gobierno por los sin educación, mientras que aristocracia significa gobierno por los mal educados.

G. K. Chesterton, en New York Times, 1.º de febrero de 1931; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 1993

El arte de la política, en las democracias, consiste en hacer creer al pueblo que es él quien gobierna.

Louis Latzarus, La politique; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 1997

La democracia sustituye el nombramiento hecho por una minoría corrompida por la elección hecha merced a una mayoría incompetente.

G. B. Shaw, Maximes for Revolutionists; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 2001

[Tentaciones]Está a salvo de cualquier peligro aquel que, aun estando

seguro, se mantiene en guardia.

Publilio Siro, Sententiae; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 2033

Desconfía del hombre que te aconseja que desconfíes.

Ella Wheeler Wilcox, Distrust; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 2036

Los hombres casi siempre creen fácilmente aquello que desean.

J. César, De bello gallito, III, 18; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 2067

[Felicidad]Dos tragedias hay en la vida: una es no lograr aquello

que el corazón ansía, la otra es lograrlo.

G. B. Shaw, Man and Superman, acto IV; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 2095

[Felicidad]La desgracia depende menos de los males que sufrimos

que de la imaginación con que los aguantamos.

Fr. Fénélon, Télémaque, V; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 2125

[Dolor]Aquel a quien Dios aflige tiene a Dios consigo.

Walter Savage Landor, Imaginary conversations: Essex and Spenser; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 2135

[Felicidad]La mayoría de nuestras penas nos llegan porque

andamos la mitad del camino a su encuentro.

Duque de Levis, Maximes et réflexions sur différents sujets; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 2136

[Felicidad]El Destino puede seguir dos caminos para causar nuestra

ruina: rehusarnos el cumplimiento de nuestros deseos, y cumplirlos plenamente.

H. Fr. Amiel, Journal, 10 de abril de 1881; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 2157

En la mayoría de los hombres las dificultades son hijas de la pereza.

Samuel Johnson, The Rambler, n.º 129; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 2207

Todos dejamos para más adelante, y todos nos arrepentimos de nuestras dilaciones.

Georg Chistoph. Lichtenberg, Vermischte Schriften; cit. [sic] por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 2220

Obró mucho el que nada dejó para mañana.

Gracián, Oráculo manual, 53; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 2232

Por la belleza circunscrita de la criatura nos da Dios a entender su belleza increada, que no puede circunscribirse, para que vuelva el hombre a Dios por los mismos vestigios por donde se apartó de Él, de tal suerte, que a quien por amor a la belleza de la criatura se apartó de la forma del Creador, le sirva la misma hermosura terrenal para elevarse de nuevo a la hermosura divina.

S. Isidoro, Libri sententiarum; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 2315

No diferir nada es el secreto más excelente del que conoce el valor del tiempo.

Edouard Laboulaye, Études morales et politiques (1862); cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 2236

Es preferible ser dueño de un duro a ser esclavo de dos.

Proverbio griego, según Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 2279

No hay sino dos clases de personas a quienes se puede juzgar razonables: aquellos que sirven con todo su corazón a Dios, porque le conocen, y aquellos que le buscan con todo su corazón porque no le conocen.

Pascal, Pensées, 194; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 2335

Justo es que un Dios purísimo no se revele sino a quienes han purificado su corazón.

Pascal, Pensées, 737; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 2336

Muchos edificios de Dios empiezan siendo derribados, y tienen por fundamento la ruina. El mundo levanta para derribar, Dios para levantar derriba.

Quevedo, Vida de San Pablo Apóstol (ed. Rivadeneyra, vol. XLVIII, p. 18); cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 2340

La razón rehusaría rendir homenaje a un dios que pudiera ser comprendido totalmente por ella.

M. F. Tupper, Proverbial Philosophy: Of a Trinity; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 2351

Cuando se discute demasiado, se pierde la verdad.

Publilio Siro, Sententiae, n.º 326; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 2398

Todo su cuidado lo pone el hombre en olvidarse de sí mismo y en dejar correr, sin reflexionar, un tiempo corto y precioso, ocupándose únicamente en cosas que lo aparten de pensar. Tal es el origen de todas las tumultuosas ocupaciones humanas y pasatiempos en los que, efectivamente, no se busca otra finalidad sino dejar correr el tiempo sin sentirlo, o, mejor, sin sentirse a sí mismo, y evitar, mientras perdemos esa porción de nuestra vida, la amargura y el disgusto interior que necesariamente habían de seguirse de una atención introspectiva durante todo aquel tiempo.

Pascal, Pensées, XXVI; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 2401

[Para comprobar autor]El divorcio es el sacramento del adulterio.

Jean E. Guichard, Maximes; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 2407

Nos buscamos en la felicidad, mas sólo nos hallamos en el sufrimiento.

Henry Bataille, L’enfant de l’amour; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 2411

No hay grito de dolor que en lo futurono tenga al fin por eco una alegría.

Campoamor, Los grandes problemas, canto 3.º, II; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 2414

El dolor tiene un gran poder educativo: nos hace mejores, más misericordiosos, nos vuelve hacia nosotros mismos, nos persuade de que esta vida no es un juego, sino un deber.

Cesare Cantù, Attenzione, 32; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 2415

[Felicidad]Si permaneciereis en la santa fe, jamás la tristeza

ocupará vuestro corazón. Pues la tristeza no procede sino de la fe que ponemos en las criaturas; y las criaturas son cosa muerta y caduca que viene a menos; nuestro corazón, empero, no puede reposar sino en algo estable y firme.

Sta. Catalina de Siena, Pensieri e sentenze, 4; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 2416

El dolor es por sí mismo una medicina.

William Cowper, Charity, v. 159; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 2419

El que no ha sufrido no sabe nada; no conoce ni el bien ni el mal; ni conoce a los hombres ni se conoce a sí mismo.

Fénélon, Aventures de Télémaque, XV; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 2424

Toda lágrima enseña a los mortales una verdad.

U. Foscolo, Epistolario, I, 58; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 2425

Vos me herís, Dios mío; éste es el motivo de mi esperanza.

Alphonse de Lamartine, Méditations poétiques, XXX, La poésie sacrée; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 2434

Cuando el corazón es bueno, el dolor es saludable.

Alfred de Musset, La confesión d’un enfant du siècle, III, 2; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 2443

El hombre a quien el dolor no educó siempre será un niño.

N. Tommaseo, Pensiere morali; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 2462

Pequeño mundo soy, y en esto fundoque en ser señor de mí, lo soy del mundo.

Calderón, La gran Cenobia, jorn. I, esc. 1; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 2467

El que no sabe nada no duda de nada.

George Herbert, Jacula Prudentum; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 2488

Un hombre honrado no puede nunca renunciar a una duda honrada.

Walter Malone, The Agnostic’s Creed; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 2489

Del hombre que duda al que niega no hay apenas distancia.

Alfred de Musset, La Confession d’un enfant du siècle, IV, 6; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados

en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 2493

Por el camino de la duda mortal no es posible llegar más que a la realidad de la decepción que ella anticipa y de la sombra que ella prefigura.

José Enrique Rodó, Motivos de Proteo: Regeneración; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 2498

La duda prudente es reputada como la antorcha del sabio.

Shakespeare, Troilus and Cressida, I, 2; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y

paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 2500

El secreto de la educación está en el respeto al discípulo.

Emerson, Lectures and Biographical Sketches: Eduction; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 2533

La educación pública no puede dar buenos resultados sino con la condición de que sea la familia quien la prepare, la sostenga y la complete.

O. Gréard, Extraits de ses lettres, avis, entretiens et proverbes sur l’éducation (1884); cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 2542

[Educación]Amigos míos, retened esto: no hay ni malas hierbas ni

hombres malos. No hay más que malos cultivadores.

Víctor Hugo, Les miserables, I, 5, 3; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 2548

Enseñar es aprender dos veces.

J. Joubert, Pensées, titre XIX, 68; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 2551

La mejor parte de la educación de un hombre es la que cada cual se procura para sí mismo.

James R. Lowell, My Study Windows: Lincoln; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 2554

Cuando educáis a un hombre, educáis a un individuo; cuando educáis a una mujer, educáis a toda una familia.

Charles D. McIver, Address; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 2555

El más pequeño dolor en nuestro dedo meñique nos causa más preocupación e inquietud que la destrucción de millones de nuestros semejantes.

William Hazlitt, Works, vol. X, p. 324; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 2577

Longum iter est per praecepta; breve et efficax per exempla.

Séneca, Epístolas, lib. I, 16; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º2598

La magia del lenguaje es el más peligroso de los encantos.

Bulver Lytton, Eugene Aram, I, 7; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 2607

¿Puede haber en el mundo algo más espantoso que la elocuencia de un hombre que no dice la verdad?

Thomas Carlyle, Address, University of Edinburgh, 1865; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 2608

Ninguna cosa grande fue llevada a cabo sin entusiasmo.

Emerson, Essays. Art; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 2622

Simplificar, he ahí el principal secreto de la enseñanza.

A. Fouillée, cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 2709

La verdadera enseñanza no es aquella que infunde nociones bien definidas, sino la que capacita para que cada uno se forme por sí mismo buenas nociones.

De Gerardo, cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 2710

Amamos los preceptos por causa del maestro.

Oliver W. Holmes, A Rhymed Lesson, v. 191; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º2711

Muchos maestros de juicios estólidos y depravados, a quienes no fiarías tus gansos, gobiernan las escuelas de niños nobles.

Luis Vives, De subventione pauperum, lib. I, Necessitates hominum (trad. Juan de Gonzalo Nieto Ivarra, 1781); cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 2720

Un error es tanto más peligroso cuanto mayor cantidad de verdad contenga.

H. Fr. Amiel, Journal intime, 26 dic. 1852; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 2754

La mayoría de nuestras equivocaciones en la vida nace de que cuando debemos pensar, sentimos, y cuando debemos sentir, pensamos.

Churton Collins, Aphorisms; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 2759

En filosofía, como en moral, no hay errores inocuos. La vuelta del error a la ignorancia es un progreso.

A. Manzoni, Morale cattolica; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 2778

El discutidor falaz, ¿cuántas veces pasa, sin transición consciente, de la artificiosidad de sus sofismas al apasionamiento cierto y a la ilusión de que rompe lanzas por la verdad?

José Enrique Rodó, Motivos de Proteo: Las convicciones¸ cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 2786

La libertad excesiva conduce a los pueblos y a los particulares a una excesiva esclavitud.

Cicerón, De Republica, lib. I, esc. 44; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 2804

El escritor original no es aquel que no imita a nadie, sino aquel a quien nadie puede imitar.

Chateaubriand, Pensées; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 2827

Sabiendo y entendiendo bien las materias en que escribe, está seguro de que escribirá bien, siempre que no se empeñe en escribir mejor.

Jovellanos, Cartas a Don José Vargas Ponce (ed. Rivadeneyra, vol. II, p. 265); cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 2842

Gloria y mérito es de algunos hombres el escribir bien, de otros es el no escribir nada.

Jean de la Bruyère, Les caracteres, cap. I; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 2844

Decir las cosas bien, tener en la pluma el don exquisito de la gracia y en el pensamiento la inmaculada linfa de la luz donde se bañan las ideas para aparecer hermosas, ¿no es una forma de ser bueno?

José Enrique Rodó, El mirador de Próspero: Decir las cosas bien; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 2858

Quien escribe tiene antes que leer mucho, meditar, ensayar y corregir, pero publicar muy poco; la proporción entre estos actos debe ser, a nuestro juicio, la siguiente: la lectura, como cinco; la reflexión, como cuatro; el escribir, como tres; las enmiendas reducirán lo anterior a dos partes, y de éstas, una es la que debe salir a la publicidad.

Luis Vives, De tradendis disciplinis, V (ed. Basilea, 1555, p. 526); cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 2866

El que habla diáfanamente tiene diáfano su espíritu.

S. Bernardino de Siena, Prediche; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 2938

[Verdad]Es más fácil negar las cosas que enterarse de ellas.

Larra, art. Vuelva usted mañana, cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 2962

[Pobreza]Si quieres dedicarte al cultivo del espíritu, sé pobre o

como pobre.

Séneca, Epístolas, 17; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 2968

[Muerte]Todo número es cero ante el infinito.

Víctor Hugo, Les travailleurs de la mer, II, p. 2.ª, 5; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 2982

[Muerte]Nada se pierde en el mundo moral, del mismo modo que

en el mundo material nada se destruye tampoco. Todos nuestros pensamientos y todos nuestros sentimientos no son aquí abajo sino el comienzo de sentimientos y pensamientos que han de completarse en otro lugar.

J. Joubert, Pensées, titre I, 25; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 2983

Excusa siempre a los demás; nunca a ti mismo.

Publilio Siro, Sententiae, n.º 208; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 2993

En muchas empresas, para alcanzar gloria no importa vencer, basta combatir.

C. Dossi, Note azzurre, 4.890; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 3002

Yo considero dichoso a aquel que, cuando se habla de éxitos, busca la respuesta en su trabajo.

Emerson, Conducto f Life: Worship; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 3004

La experiencia y la filosofía que no conducen a la indulgencia y a la caridad son dos adquisiciones que no valen lo que cuestan.

A. Dumas, hijo, Pensées; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 3022

Los años enseñan muchas cosas que los días desconocen.

Emerson, Essays, Second series: Experience; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 3023

Cada hombre apaleado vale por diez no apaleados.

Proverbio ruso, cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 3035

Los hombres son sabios, no en proporción a la experiencia recibida, sino a su capacidad de experiencia.

G. B. Shaw, Maximes for revolutionists; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 3038

La experiencia de la desgracia me enseñó a socorrer a los desgraciados.

Virgilio, Eneida, I, v. 630; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 3040

Nadie sabe de lo que es capaz hasta que lo intenta.

Publilio Siro, Sententiae, n.º 786; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 3047

Possunt quia posse videntur.(Creen porque creen poder.)

Virgilio, Eneida, V, 231; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 3048

El aplauso es el acicate de los ánimos nobles y la meta y fin de los débiles.

C. C. Colton, Lacon, I, 334; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 3059

No ser útil a nadie equivale a no valer nada.

Descartes, Discours de la méthode, p. 6.ª; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 3116

Nada hace tantos incrédulos como los malos argumentos en apoyo de la verdad.

A. de Gasparin, cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 3157

[Verdad]¡Qué fácil de persuadir

quien tiene amor suele ser!Y ¡qué fácil en creerel que no sabe mentir!

Juan Ruiz de Alarcón, La verdad sospechosa, acto II, esc. 10; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 3177

El único sentido de esta vida consiste en ayudar a establecer el reino de Dios.

Tolstoi, El reino de Dios, XII; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 3179

[Felicidad]El placer puede estribar en la ilusión, pero la felicidad

descansa sobre la verdad.

Chamfort, Maximes et anecdotes; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 3206

El mejor medio para asegurar nuestra futura felicidad es ser ahora lo más felices que honradamente podamos ser.

Charles W. Eliot, The Happy Life; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 3213

Tu primer deber es procurar tu propia felicidad. Siendo dichoso, harás también dichosos a los demás. El hombre dichoso no puede ver más que gente dichosa en torno suyo.

Ludwig Feuerbach, Philosophische Kritiken und Grudsätze, II, 1846; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 3218

Un gran obstáculo para alcanzar la felicidad es el prometerse una felicidad demasiado grande.

B. Fontenelle, cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 3221

La falsa felicidad vuelve duros y soberbios a los hombres, y no se comunica a otros. La felicidad verdadera los torna dulces y sensibles, y halla siempre manera de hacer nuevos participantes de ella.

Montesquieu, cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 3253

Nuestra única felicidad es consecuencia de la que a otros hemos procurado.

Edouard Pailleron, Noël; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 3260

La vida no se nos ha dado para ser felices, sino para merecer serlo.

A. Palacio Valdés, Testamento literario; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 3263

Nadie puede ser perfectamente feliz mientras no sean felices todos.

Herbert Spencer, Social Statics, p. 4.ª, cap. XXX, sec. 16, Palabras finales; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 3279

Ningún deber menospreciamos tanto como el deber de ser felices.

R. L. Stevenson, An Apology for Idlers; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 3281

No hay más que una manera de ser feliz: vivir para los demás.

L. Tolstoi, Ana Karenina; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 3283

[Virgen S.ma/Esclavitud mariana]Por su señor debe el hombre soportar aun los mayores

sufrimientos y tolerar fríos y calores; por él debe perder su sangre y su carne.

Chanson de Roland, III, 7-19; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 3290

[Virgen S.ma/Apostolado mariano. Dejo también en Ideal.]El que tiene siempre ante sus ojos un fin hace que todas

las cosas le ayuden a conseguirlo.

R. Browning, In a Balcony; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 3350

[Ideal. Dejo también en Virgen S.ma/Apostolado mariano]El que tiene siempre ante sus ojos un fin hace que todas

las cosas le ayuden a conseguirlo.

R. Browning, In a Balcony; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 3350

Proponeos un fin tal que pueda serlo durante toda vuestra vida.

Diderot, cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 3351

No tardará en transigir en lo referente al fin quien está dispuesto a transigir en lo referente a los medios.

Arturo Graf, Ecce homo, 762; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 3353

No existe, en verdad, fracaso si no fracasa el ánimo; a menos que hayáis sido derrotados en ese terreno, vuestra victoria es cierta.

Henry Austin, Perseverance Conquers All; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 3426

Esta voz sonó dentro de mi alma, oh Peschiera, cuando cruzaba tu puente: “Es mejor haber peleado y perdido que no haber peleado nunca.”

Arthur Hugh Clough, Peschiera, estr. 10; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 3429

No es vencido sino el que cree serlo.

F. de Rojas, La Celestina, acto IV (ed. Rivadeneyra, 1846, vol. III, p. 24); cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 3435

El genio, ese poder que deslumbra a los ojos humanos, no es a menudo otra cosa que perseverancia bien disfrazada.

Henry Austin, Perseverance conquers all; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 3473

Toda superioridad es un destierro.

Mme. de Girardin, L’esprit, 19; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 3478

La semilla que esparcen las naturalezas geniales germina lentamente.

Theodor Mommsen, Römische Geschichte, III (1855); cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 3488

Apeteceríamos menos el aprecio de los hombres si estuviéramos más seguros de ser dignos de él.

Luc de C. Vauvenargues, Réflexions et maximes, 499 (ed. 1857); cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 3544

He de gobernar de acuerdo con el bien general, no de acuerdo con la voluntad general.

Jaime I de Inglaterra, Address en la Cámara de los Comunes, 1621; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 3570

No es conveniente hacer con leyes lo que se puede hacer por medio de las costumbres.

Montesquieu, Pensées diverses; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 3584

[Educación]El porvenir de un hijo es siempre la obra de su madre.

Napoleón I, cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 3706

Donde no se conserva piadosamente la herencia de lo pasado, pobre o rica, grande o pequeña, no esperemos que brote un pensamiento original ni una idea dominadora. Un pueblo nuevo puede improvisarlo todo menos la cultura intelectual. Un pueblo viejo no puede renunciar a la suya sin extinguir la parte más noble de su vida y caer en una segunda infancia muy próxima a la imbecilidad senil.

Menéndez y Pelayo, Dos palabras sobre el centenario de Balmes (Obras completas, ed. 1918, vol. IX, p. 364); cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 3747

Fecisti nos ad te [Domine] et inquietum est cor nostrum, donec requiescat in te.

S. Agustín, Confesiones, lib. I, cap. I

La humanidad (se ha dicho con justeza) está compuesta más de muertos que de vivos; nuestro cuerpo, los productos de nuestro trabajo, nuestra lengua, nuestros pensamientos, instituciones y artes, todo ello es nuestro a título de herencia y de tesoro lentamente acumulado por nuestros antepasados.

Léon Bourgeois, Solidarité (1897); cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 3789

El hombre es una paradoja hecha carne, un manojo de contradicciones.

C. C. Colton, Lacon, I, 408; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 3797

Un buen hombre feliz es un bien común.

George Chapmann, Revenge of Bussy d’Ambois, IV, I; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 3802

Limitado en su naturaleza, infinito en sus ansias, el hombre es un dios caído que se acuerda del cielo.

Alphonse de Lamartine, Méditations poétiques: L’homme, v. 69; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 3835

La sociedad no es otra cosa que una turba de fugitivos de sí mismos.

Mme. de Lambert, Réflexions; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 3836

Establecemos reglas para los demás y excepciones para nosotros.

Charles Lemesle, Misophilanthropopanutopies; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 3839

¿Qué es el hombre dentro de la Naturaleza? Nada con respecto al infinito. Todo con respecto a la nada. Un intermedio entre la nada y el todo.

Pascal, Pensées, I; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 3849

He procurado diligentemente no reírme de las acciones humanas, ni llorarlas, ni abominar de ellas, sino comprenderlas.

Spinoza, Tractatus politicus, cap. I, sec. 4 (1677); cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 3866

Homo sum: humani nihil a me alienum puto.

Terencio, Heautontimorumenos, acto I, esc. 1, v. 77; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 3873

No hay pendencia tan violenta como la que surge entre los que aceptaron alguna idea ayer y los que la aceptarán mañana.

Christopher Morley, Religio Journalistici; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 3979

Una fe o convicción de que sinceramente participas es, en lo más honrado de su carácter, una originalidad que a ti solo pertenece; porque si las ideas que arraigan en ti con fuerza de pasión te impregnan el alma con su jugo, tú, a tu vez, las impregnas del jugo de tu alma.

José Enrique Rodó, Motivos de Proteo: La esencia y su rótulo; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 3980

Gran distancia va de convencido a convertido. Conversión dice tanto como moción profunda que trastorna el orden del alma; como idea ejecutiva que, operando sobre la voluntad por intermedio del sentimiento, que es su seguro resorte, rehace o modifica la personalidad. Convicción es dictamen que puede quedar, aislado e inactivo, en la mente.

José Enrique Rodó, Motivos de Proteo: La idea y el sentimiento; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 3981

Todo se termina mediante una transacción entre el optimismo de nuestros ensueños y la aspereza de la realidad, por una nueva fórmula de esperanzas.

Maurice Barrés, Les déracinés, XIV; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 3988

El héroe del ideal debe huir de (esas) soluciones prosaicas, no mirar más que de frente, concebir una empresa de tal modo ligada con su vida, que o ambas sean glorificadas en la victoria, o perezcan juntas en el vencimiento.

Ángel Ganivet, La Conquista del Reino de Maya, cap. XXII; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 3994

Si nuestro ideal no nos inspira el sacrificio de nuestra vida, no es digno ya de que nos molestemos en propagarlo o imponerlo a los hombres.

Ángel Ganivet, La Conquista del Reino de Maya, cap. XXII; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 3995

Tal vez en ninguna cosa le es dado al hombre llegar al fin; su única gloria es encaminarse a él.

François Guizot, cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 3997

La enfermedad del ignorante es ignorar su propia ignorancia.

A. B. Alcott, Table-Talk: Discourse; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 4009

La ignorancia no es inocencia, sino pecado.

Robert Browning, The Inn Album, canto V; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 4011

Puede afirmarse, con cierta verosimilitud, que existe una ignorancia abecedaria que precede a la ciencia, y otra ignorancia doctoral que sigue a la ciencia.

Montaigne, Essais, I, LIV; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 4031

En un mundo superior puede ser de otra manera; pero aquí abajo, vivir es cambiar, y ser perfecto equivale a haber cambiado muchas veces.

Beato Card. John Henry Newman, Development of Christian Doctrine, p. 40; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 4093

Cuando se sabe que la justicia está de una parte, es indecoroso mantenerse neutral.

J. F. Castelli, Sprichwörter; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º4104

Es defecto propio de las personas felices, y del que nunca se corrigen, el creer que los desgraciados lo son siempre por su culpa.

E. P. Beauchène, Maximes, réflexions et pensées diverses; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 4125

Aquel a quien es fácil morir nunca es desgraciado.

Séneca, Hercules Oetaeus; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 4138

El primer grado de injusticia es alegrarse viendo hacer daño; el segundo es hacerlo uno mismo; y el tercero, no impedir que se haga, pudiéndolo.

Michael de L’Hôpital, Pensées; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 4213

No es fácil opinar contra los propios intereses.

Balmes, Pensamientos (Obras completas, vol. XIV, p. 209); cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 4270.

Sin un poco de fanatismo no se hacen milagros en filosofía ni en otra ninguna ciencia humana.

Menéndez y Pelayo, De los orígenes del criticismo y del escepticismo, Obras completas, ed. de 1918, vol. IX, p. 205; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 4289.

Juez que ha sido delincuente¡qué fácilmente perdona!

Calderón, La vida es sueño, jorn. III, esc. 10; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 4332.

La juventud que más motivos da para inquietar es aquella que no tiene ideas extremistas.

Henry Bordeaux, La criose des chemins, lib. I, cap. II; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 4411.

Demasiada sensatez en los jóvenes es mala señal.

B. Castiglione, Il Cortegiano, I; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 4414.

Casi todo lo grande ha sido llevado a cabo por la juventud.

Benjamin Disraeli, Coningsby, III, 1; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 4417.

Las iniciativas de la juventud valen tanto como la experiencia de los viejos.

Mme. de Knorr, Pensées du soir, 6; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 4424.

La divina juventud siempre ha creído y todavía hoy cree que es empresa fácil el remover el mundo.

Alfredo Panzini, Santippe, 66; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 4430.

La juventud no es un tiempo de la vida, es un estado del espíritu.

Samuel Ullman, From the Summit of Four Score Years; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 4435.

Las alturas logradas por los grandes hombres no fueron alcanzadas en un rápido vuelo; sino que durante la noche, mientras sus compañeros dormían, ellos fueron abriéndose el camino hacia arriba.

Henry W. Longfellow, The Ladder of St. Augustine; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 4442.

El que lee mucho intentará algún día escribir.

William Cowper, Tales, XI: Edward Shore, v. 109; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 4465.

En cierta manera, debe hacerse la lectura con la finalidad de tomar notas.

Guyot-Daubes, Art de classer les notes et de garder le fruit de ses lectures et de ses travaux; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 4470.

La lectura es a veces una ingeniosa estratagema para eludir el pensar.

Arthur Helps, Friends in Council, lib. II, cap. I; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500

frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 4471.

Mediante la lectura nos hacemos contemporáneos de todos los hombres y ciudadanos de todos los países.

Lamotte-Houdard (en Voltarie, Conseils à un journaliste, vol. IV, p. 17); cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 4475.

Ya que la vida es corta y las horas de descanso pocas, no debemos malgastarlas en leer libros sin valor.

John Ruskin, Sesame and Lilies: Preface; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500

frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 4480.

Las leyes, la lógica y los suizos pueden alquilarse por cualquiera en pro de su causa.

Thomas Nash, Christ’s Tears; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 4530.

Todo aquel que no reparte a los pobres lo que sobra de los usos necesarios de la Naturaleza es un ladrón, y como tal es castigado, si no por las leyes humanas, aunque también por algunas de éstas, ciertamente lo será por las divinas.

Luis Vives, De subventione pauperum, lib. VI; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 4558.

La libertad sin ideales es más dañina que provechosa.

Arturo Graf, Ecce homo, 786; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 4582.

Discreto amigo es un libro:Qué a propósito que hablasiempre en lo que quiero yo;y que a propósito callasiempre en lo que yo no quierosin que puntoso me hagacargo de por qué le elijo,o por qué le dejo. Blandasu condición, tanto quese deja buscar si agrada,

y con el mismo semblantese deja dejar si cansa.

Calderón, ¿Cuál es mayor perfección?, jorn. II, esc. 2; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 4630.

Lo que es causa de éxito de buen número de libros es la relación que se establece entre la mediocridad de las ideas del autor y la mediocridad de las ideas del público.

Chamfort, Maximes et pensées, VII, 438; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 4638.

Escribo no para enseñar, sino para instruirme.

Jean Dolent, Façons d’exprimer, 29; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres

célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 4643.

Los que leen muchos libros son como los masticadores de hachís. Viven como en sueños; y el veneno sutil que penetra en su cerebro los hace insensibles al mundo real.

Anatole France, La vie littéraire, I; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 4651.

Los libros guiaron a algunos a la sabiduría, y a otros a la locura.

Geyler, Navicula fatuorum, turba I; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 4653.

Escribir un libro es menos que nada, si el tal libro no reforma a quien lo lee.

G. Giusti, Epistolario; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 4654.

El gran inconveniente de los nuevos libros es que nos privan de leer los antiguos.

J. Joubert, Pensées, titre XVIII, 57; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 4667.

Los mejores libros son aquellos que quienes los leen creen que también ellos pudieron haberlos escrito.

Pascal, De l’esprit géométrique, II, in fine; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 4682.

Libro que no vale mucho no vale nada.

John Ruskin, Sesame and Lilies, I. Of Kings’ Treasures (Londres, 1907, p. 30); cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 4694.

Hay muchas personas que leen, pero pocas que sepan leer.

Mme. de Warens, Les pensées; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 4708.

Lo que sobra a los ricos es patrimonio de los pobres.

S. Agustín, cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 4711

El que da a los pobres presta a Dios.

Víctor Hugo, Les feuilles d’automne; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 4715.

Las riquezas que dieres serán las únicas que siempre poseerás.

Marcial, Epigramas, V, 43; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 4716.

Litterature is the effort of man to indemnify himself for the wrongs of his condition.

Emerson, Natural History of Intellect: Landor; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 4725.

Cuando uno tiene razón veinticuatro horas antes que el común de la gente, pasa por no tener sentido común durante esas veinticuatro horas.

Antoine Rivarol, Maximes et pensées: Morale; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 4755.

Cerramos nuestros ojos a los comienzos del mal porque son pequeños, pero en esta su aparente debilidad reside el germen de nuestra derrota. Principiis obsta: esta máxima, seguida al pie de la letra, es la que nos preservará de casi todos nuestros infortunios.

H. Fr. Amiel, Journal, 23 de febrero de 1870; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 4792.

Soy de opinión que los malvados son siempre menos fuertes para hacer daño cuando, en vez de aguardarlos, nos encaramos osadamente con ellos.

Rudolphe Topffer, Rosa et Gertrude, XX; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 4851.

Durante la juventud creemos amar; pero sólo cuando hemos envejecido en compañía de otro conocemos la fuerza del amor.

Henri Bordeaux, La criose des chemins, lib. I, cap. VIII; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 4863.

Ordinariamente, el hombre que se casa sólo por amor es una persona de débil carácter.

Samuel Johnson (Boswell, Life, 1776); cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores

del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 4898.

Hay ciertas cosas en las que la mediocridad es intolerable: la poesía, la música, la pintura, la oratoria.

Jean de la Bruyère, Caractères: Des ouvrages de l’esprit; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 4999.

La retentiva es el sello de la capacidad.

Gracián, Oráculo manual, 179; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 5016.

Todo el mundo se queja de su memoria, pero nadie de su inteligencia.

F. la Rochefoucauld, Maximes, n.º 89; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 5020.

Mas la mentira Trevlez, que es mortalmente engañosa, es la quel’miente et le engaña diciéndole la verdat.

Don Juan Manuel, Libro de los enxemplos, ejemplo XXVI; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 5044.

- El que miente una vez ha de acostumbrarse muchas veces a la mentira; porque para ocultar una mentira hacen falta otras siete.

- El que lanza una mentira no sabe bien qué carga tan grande toma sobre sí, puesto que ha de verse forzado a inventar otras veinte para mantener la primera.

F. Rückert, Weisheit des Brahmanen. Young, Thoughts on various subjects. Cits. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), núms. 5050 y 5055.

El miedo del peligro es diez mil veces más terrorífico que el peligro mismo cuando éste se manifiesta ya claramente; y hallaremos que el peso de la ansiedad es mucho mayor que el mismo mal que nos tiene ansiosos.

Daniel Defoe, Robinson Crusoe, p. 161; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 5089.

Para muchos, la moral no es otra cosa que las precauciones que se toman para transgredirla.

A. Guinon, Rémarques, 8; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 5177.

Si no existiera una ley santa inviolable, no creada por los hombres, ¿qué norma tendríamos para juzgar si un acto es justo o injusto?

Giuseppe Mazzini, Opere, XVIII. Doveri dell’uomo, 2; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 5182.

Tema el alma su propia muerte y no la del cuerpo.

S. Agustín, Sermón 67; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 5187.

Para los buenos, la muerte es un puerto de descanso; para los malos, es un naufragio.

S. Ambrosio, De bono mortis, 8; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 5189.

El que piensa continuamente en la muerte no muere de repente.

S. Anselmo, cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 5190

Con vent’anni nel corepare un sogno la morte e pur si muore.

(Con veinte años en el corazón, la muerte parece un sueño, y, sin embargo, se muere.)

Teobaldo Cicconi, Ode in morte della contessina Vittoria Florio (1853); cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 5208.

Nacer no es sino comenzar a morir.

T. Gautier, Poésies: L’Horloge; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 5239.

Oficio es el bien morir que conviene aprender toda la vida.

Fr. Luis de Granada, Guía de pecadores, lib. I, cap. XXVI, 1; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 5245.

Es fuerte cosa que todos sepamos que tenemos que morir, y que todos vivamos como si estuviéramos ciertos de vivir eternamente.

Francesco Guicciardini, Ricordi, 160; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 5249.

La muerte no viene más que una vez, pero se deja sentir en todos los momentos de la vida.

Jean de la Bruyère, Caractères: De l’homme; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y

paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 5264.

Olvidamos presto la muerte de los demás para no pensar en la nuestra.

D’Yzarn-Fraissinet, Pensées grises; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 5287.

No podremos comprender la vida si no nos explicamos, en alguna manera, el significado de la muerte. El criterio rector de nuestras acciones, el hilo que ha de guiarnos para salir de este laberinto, la luz (en resumen), debe venirnos de allá, de la muerte.

L. Pirandello, Il fu Mattia Pascal, X; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 5305.

Si nos ofrecieran la inmortalidad en la tierra, ¿quién querría aceptar esta triste dádiva?

Rousseau, Émile, II; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 5315.

La muerte está en todas partes. Por un favor insigne de los dioses, si cualquiera puede arrancarle al hombre la vida, ninguno, empero, puede arrancarle la muerte; mil caminos conducen a esta meta.

Séneca, Thebaida, I, 1, 151; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 5328.

Sólo con la confianzavivo de que he de morir;porque muriendo, el vivirme asegura mi esperanza:Muerte do el vivir se alcanza,no te tardes, que te espero,que muero porque no muero.

Sta. Teresa, cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos

los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 5344

La muerte nos da más de lo que perdimos en el paraíso. Esta reina del terror es la reina de la paz.

Edward Young, Night thoughts, noche 4; cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 5361.

La muerte nos reúne con la mayoría.

Edward Young, Revenge, acto IV, esc. 1 (1721); cit. por Cesáreo Goicoechea Romano, Diccionario de citas (Verdades y semiverdades, axiomas y paradojas, flores del genio y del ingenio de los grandes pensadores, escritores y hombres célebres de todos los tiempos, compilados en 8500 frases y ordenados según sus materias), Barcelona: Labor, 1952 (2.ª reimpr., 1955), n.º 5362.

Nosotros leemos las Sagradas Escrituras. Yo pienso que el Evangelio es el Cuerpo de Cristo; yo pienso que las Sagradas Escrituras son su enseñanza. Y cuando Él dice: “Quien no como mi carne y bebe mi sangra” (Jn 6,53), aunque estas palabras puedan entenderse como referidas también al Misterio [eucarístico], sin embargo, el cuerpo de Cristo y su sangre es realmente la palabra de la Escritura, es la enseñanza de Dios. Cuando acudimos al Misterio [eucarístico], si cae una partícula, nos sentimos perdidos. Y cuando estamos escuchando la Palabra de Dios, y se nos vierte en el oído la Palabra de Dios y la carne y la sangre de Cristo, mientras nosotros estamos pensando en otra cosa, ¿cuántos graves peligros corremos?

S. Jerónimo, In Psalmum 147: CCL 78, 337-338; cit. por Benedicto XVI, exhortación apostólica postsinodal Verbum Domini (30-IX-2010), n.º 56.

La homilía constituye una actualización del mensaje bíblico, de modo que se lleve a los fieles a descubrir la presencia y la eficacia de la Palabra de Dios en el hoy de la propia vida.

Benedicto XVI, exhortación apostólica postsinodal Verbum Domini (30-IX-2010), n.º 59

Quienes por ministerio específico están encargados de la predicación han de tomarse muy en serio esta tarea […]. Se requiere que los predicadores tengan familiaridad y trato asiduo con el texto sagrado [hay nota al pie]; que se preparen para la homilía con la meditación y la oración, para que prediquen con convicción y pasión. La Asamblea sinodal ha exhortado a que se tengan presentes las siguientes preguntas: “¿Qué dicen las lecturas proclamadas? ¿Qué me dicen a mí personalmente? ¿Qué debo decir a la comunidad, teniendo en cuenta su situación concreta?” [Hay nota al pie]. El predicador tiene que “ser el primero en dejarse interpelar por la Palabra de Dios que anuncia” [ídem], porque, como dice san Agustín: “Pierde tiempo predicando exteriormente la Palabra de Dios quien no es oyente de ella en su interior” [al pie: Sermo 179, 1: PL 38,966].

Benedicto XVI, exhortación apostólica postsinodal Verbum Domini (30-IX-2010), n.º 59

Que tus actos no desmientan tus palabras, para que no suceda que, cuando tú predicas en la iglesia, alguien comente en sus adentros: “¿Por qué, entonces, precisamente tú no te comportas así?”… En el sacerdote de Cristo la mente y la palabra han de ser concordes.

S. Jerónimo, Epistula 52, 7: CSEL 54, 426-427; cit. por Benedicto XVI, exhortación apostólica postsinodal Verbum Domini (30-IX-2010), n.º 60. Los puntos suspensivos parecen ser elisión de texto.

Se recomienda que cada penitente se prepare a la confesión meditando un pasaje adecuado de la Sagrada Escritura y comience la confesión mediante la lectura o la escucha de una monición bíblica, según lo previsto en el propio ritual […]. Al manifestar después su contrición, conviene que el penitente use una expresión prevista en el ritual, “compuesta con palabras de la Sagrada Escritura”.

Benedicto XVI, exhortación apostólica postsinodal Verbum Domini (30-IX-2010), n.º 61. Remite la cita a: Rito de la Penitencia. Praenotanda, 17.

…comunicar de manera vital la historia de la salvación y los contenidos de la fe de la Iglesia, para que todo fiel reconozca que también su existencia personal pertenece a esta misma historia.

Benedicto XVI, exhortación apostólica postsinodal Verbum Domini (30-IX-2010), n.º 74

Tu oración es un coloquio con Dios. Cuando lees [la Sagrada Escritura], Dios te habla; cuando oras, hablas tú a Dios.

S. Agustín, Enarrationes in Psalmos, 85, 7: PL 37, 1086; cit. por Benedicto XVI, exhortación apostólica postsinodal Verbum Domini (30-IX-2010), n.º 86.

Orígenes […] sostiene que entender las Escrituras requiere, más incluso que el estudio, la intimidad con Cristo y la oración. En efecto, está convencido de que la vía privilegiada para conocer a Dios es el amor, y que no se da una auténtica scientia Christi sin enamorarse de Él […]. “Para comprender las cosas de Dios te es absolutamente necesaria la oratio. Precisamente para exhortarnos a ella, el Salvador no solamente nos ha dicho: ‘Buscad y hallaréis’, ‘llamad y se os abrirá’, sino que ha añadido: ‘Pedid y recibiréis’.”

Benedicto XVI, exhortación apostólica postsinodal Verbum Domini (30-IX-2010), n.º 86. Remite la cita a Orígenes, Epistula ad Gregorium, 3: PG 11, 92.

En cierto sentido, la lectura orante, personal y comunitaria [de la Sagrada Escritura], se ha de vivir siempre en relación a la celebración eucarística. Así como la adoración eucarística prepara, acompaña y prolonga la liturgia eucarística [al pie: Cf. Exhort. ap. postsinodal Sacramentum caritatis [de Benedicto XVI] (22 febrero 2007), 66: AAS 99 (2007), 155-156], así también la lectura orante personal y comunitaria prepara, acompaña y profundiza lo que la Iglesia celebra con la proclamación de la Palabra en el ámbito litúrgico.

Benedicto XVI, exhortación apostólica postsinodal Verbum Domini (30-IX-2010), n.º 86

[La lectio divina] Se comienza con la lectura (lectio) del texto, que suscita la cuestión sobre el conocimiento de su contenido auténtico: ¿Qué dice el texto bíblico en sí mismo? Sin este momento, se corre el riesgo de que el texto se convierta sólo en un pretexto para no salir nunca de nuestros pensamientos.

Benedicto XVI, exhortación apostólica postsinodal Verbum Domini (30-IX-2010), n.º 87

Como dice San Ambrosio, cuando tomamos con fe las Sagradas Escrituras en nuestras manos, y las leemos con la Iglesia, el hombre vuelve a pasear con Dios en el paraíso.

Benedicto XVI, exhortación apostólica postsinodal Verbum Domini (30-IX-2010), n.º 87; al pie: Cf. Epistula 49, 3: PL 16, 1204 A.

Invito a promover […], sobre todo en la vida familiar, las plegarias marianas, como una ayuda para meditar los santos misterios narrados por la Escritura. Un medio de gran utilidad […] es […] el santo Rosario [hay nota al pie], que recorre junto a María los misterios de la vida de Cristo [ídem] […]. Es conveniente que se acompañe el anuncio de cada misterio con breves pasajes de la Biblia relacionados con el misterio enunciado, para favorecer así la memorización de algunas expresiones significativas de la Escritura relacionadas con los misterios de la vida de Cristo.

El Sínodo, además, ha recomendado […] el Angelus Domini […]. Sean fieles a esta plegaria mariana, que la tradición nos invita a recitar por la mañana, a mediodía y en el

ocaso […]. Pedimos a Dios que, por intercesión de María, nos sea dado también a nosotros el cumplir como Ella la voluntad de Dios y acoger en nosotros su Palabra.

Benedicto XVI, exhortación apostólica postsinodal Verbum Domini (30-IX-2010), n.º 88

Pensemos en el episodio del Areópago de Atenas narrado por los Hechos de los Apóstoles (cf. 17,16-34). En efecto, el Apóstol de las gentes entra en diálogo con hombres de culturas diferentes, consciente de que el misterio de Dios, conocido o desconocido, que todo hombre percibe aunque sea de manera confusa, se ha revelado realmente en la historia: “Eso que adoráis sin conocerlo, os lo anuncio yo” (Hch 17,23). En efecto, la novedad del anuncio cristiano es la posibilidad de decir a todos los pueblos: “Él se ha revelado. Él personalmente. Y ahora está abierto el camino hacia Él. La novedad del anuncio cristiano no consiste en un pensamiento, sino en un hecho: Él se ha revelado.”

Benedicto XVI, exhortación apostólica postsinodal Verbum Domini (30-IX-2010), n.º 92. Remite la cita final a su discurso en el encuentro con el mundo de la cultura en el Collège des Bernardins de París (12-IX-2008): A.A.S., 100 (2008), 730.

La misión de la Iglesia no puede ser considerada como algo facultativo o adicional de la vida eclesial. Se trata de dejar que el Espíritu Santo nos asimile a Cristo mismo, participando así en su misma misión: “Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo” (Jn 20,21), para comunicar la Palabra con toda la vida. Es la Palabra misma la que nos lleva hacia los hermanos; es la palabra que ilumina, purifica, convierte. Nosotros no somos más que servidores.

Benedicto XVI, exhortación apostólica postsinodal Verbum Domini (30-IX-2010), n.º 93

La religión nunca puede justificar intolerancia o guerras. No se puede utilizar la violencia en nombre de Dios.

Benedicto XVI, exhortación apostólica postsinodal Verbum Domini (30-IX-2010), n.º 102. Hay nota al pie: “Cf. Mensaje para Jornada Mundial de la Paz 2007 (8 diciembre 2006), 10: L’Osservatore Romano, ed. en lengua española (15 diciembre 2006), 5-6”.

Donde las palabras humanas son impotentes, porque prevalece el trágico estrépito de la violencia y de las armas, la fuerza profética de la Palabra de Dios actúa y nos repite que la paz es posible y que debemos ser instrumentos de reconciliación y de paz.

Benedicto XVI, homilía al final de la Semana de oración por la unidad de los cristianos (25 de enero de 2009): L’Osservatore Romano, ed. en lengua española (30 de enero de 2009), p. 6. Cit. por Benedicto XVI, exhortación apostólica postsinodal Verbum Domini (30-IX-2010), n.º 102.

Quien deja entrar a Cristo no pierde nada, nada –absolutamente nada- de lo que hace la vida libre, bella y grande. ¡No! Sólo con esta amistad se abren las puertas de la vida. Sólo con esta amistad se abren realmente las grandes potencialidades de la condición humana… Queridos jóvenes: ¡No tengáis miedo de Cristo! Él no quita nada, y lo da todo. Quien se da a Él recibe el ciento por uno. Sí, abrid, abrid de par en par las puertas a Cristo, y encontraréis la verdadera vida.

Benedicto XVI, homilía en el inicio del ministerio cetrino (24 de abril de 2005): A.A.S., 97 (2005), p. 712. Cit. por Benedicto XVI, exhortación apostólica postsinodal Verbum Domini (30-IX-2010), n.º 104

El auténtico sentido religioso puede promover entre los hombres relaciones de hermandad universal. Es de gran importancia que las religiones favorezcan en nuestras sociedades, con frecuencia secularizadas, una mentalidad que vea en Dios Todopoderoso el fundamento de todo bien, la fuente inagotable de la vida moral, sustento de un sentido profundo de hermandad universal.

Benedicto XVI, exhortación apostólica postsinodal Verbum Domini (30-IX-2010), n.º 117

Adviertan, pues, aquí los que son muy activos, que piensan ceñir al mundo con sus predicaciones y obras exteriores, que mucho más provecho harían a la Iglesia y mucho más agradarían a Dios, dejado aparte el buen ejemplo que de sí darían, si gastasen siquiera la mitad de ese tiempo en estarse con Dios en oración […]. Cierto, entonces harían más y con menos trabajo con una obra que con mil, mereciéndolo su oración, y habiendo cobrado fuerzas espirituales en ella; porque, de otra manera, todo es martillar y hacer poco más que nada, y a veces nada, y aun a veces daño.

Porque Dios os libre que se comience a envanecer la sal (Mt 5,13; Mc 9,50; Lc 14,34-35) que, aunque más parezca que hace algo por de fuera, en sustancia no será nada, cuando está cierto que las buenas obras no se pueden hacer sino en virtud de Dios.

S. Juan de la Cruz, Cántico espiritual, B, estrofa 29. Cit. por Jacques Philippe, Tiempo para Dios (Guía para la vida de oración), Madrid: Rialp (Patmos,217), 112007, pp. 30-31.

El mundo está ardiendo y no se trata de ocuparnos de cosas de poca importancia.

Sta. Teresa de Jesús, cit. por Jacques Philippe, Tiempo para Dios (Guía para la vida de oración), Madrid: Rialp (Patmos,217), 112007, p. 84

Un acto de puro amor beneficia más a la Iglesia que todas las obras del mundo.

S. Juan de la Cruz, cit. por Jacques Philippe, Tiempo para Dios (Guía para la vida de oración), Madrid: Rialp (Patmos,217), 112007, p. 84

La meditación también tiene sus riesgos, pues puede llegar a ser más un ejercicio de la inteligencia que del corazón; y llegar, en ocasiones, a estar más atentos a la que hacemos sobre Dios que ¡al mismo Dios! O también a empeñarnos sutilmente en el trabajo propio del espíritu por el placer que encontramos en él.

Jacques Philippe, Tiempo para Dios (Guía para la vida de oración), Madrid: Rialp (Patmos,217), 112007, p. 96

Con frecuencia nos inquietamos y nos alteramos pretendiendo resolver todas las cosas por nosotros mismos, mientras que sería mucho más eficaz permanecer tranquilos bajo la mirada de Dios y dejar que Él actúe en nosotros con su sabiduría y su poder infinitamente superiores. Porque así dice el Señor, el Santo de Israel: En la conversión y la quietud está vuestra salvación, y la quietud y la confianza serán vuestra fuerza, pero no habéis querido (Is 30,15).

[…] San Vicente de Paúl, la persona menos sospechosa de pereza que haya existido, decía: “El bien que Dios hace lo hace por Él mismo, casi sin que nos demos cuenta. Hemos de ser más pasivos que activos”.

Jacques Philippe, La paz interior, Madrid: Rialp (Patmos,224), 132009, p. 14

Adquiere la paz interior, y una multitud encontrará la salvación a tu lado.

San Serafín de Sarov, según Jacques Philippe, La paz interior, Madrid: Rialp (Patmos,224), 132009, p. 15

El hecho de conseguir y conservar la paz interior, imposible sin la oración, debiera ser considerado como una prioridad para cualquiera, sobre todo para quien desee hacer algún bien a su prójimo. De otro modo, generalmente no hará más que transmitir sus propias angustias e inquietudes.

Jacques Philippe, La paz interior, Madrid: Rialp (Patmos,224), 132009, p. 16

El combate espiritual del cristiano […] es el combate del que lucha con la absoluta certeza de que ya ha conseguido la victoria, pues el Señor ha resucitado: “No llores, ha vencido el león de la tribu de Judá” (Ap 5,5). No combate con su fuerza, sino con la del Señor que le dice: “Te basta mi gracia, pues mi fuerza se hace perfecta en la flaqueza” (2 Cor 12,9) […]. “Todo

lo puedo en Aquel que me conforta” (Flp 4,13). “El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?” (Sl 27).

[…] Ese combate es tanto más eficaz cuanto más sereno está su corazón. Porque […] es justamente esa paz interior la que le permite luchar no con sus propias fuerzas […], sino con las de Dios.

Jacques Philippe, La paz interior, Madrid: Rialp (Patmos,224), 132009, p. 17

Frecuentemente, el combate espiritual consiste precisamente en eso: en defender la paz interior contra el enemigo que se esfuerza por arrebatárnosla.

En efecto, una de las estrategias más habituales del demonio para alejar a un alma de Dios […] consiste en intentar hacerle perder la paz interior.

Jacques Philippe, La paz interior, Madrid: Rialp (Patmos,224), 132009, p. 18

Puede suceder que […] nos equivoquemos de combate […]. Y ése es uno de los grandes “secretos” de la lucha espiritual: no equivocarnos de combate, saber discernir, a

pesar de la astucia del enemigo, cuál es el auténtico campo de batalla, contra qué hemos de luchar realmente, y dónde debemos centrar nuestro esfuerzo.

Jacques Philippe, La paz interior, Madrid: Rialp (Patmos,224), 132009, pp. 18-19

Creemos que vencer […] significa librarnos de todos nuestros defectos, no sucumbir nunca a la tentación y dar fin a nuestras debilidades y nuestros fallos […]. ¿Quién puede pretender no caer jamás? Ciertamente, eso no es lo que Dios exige de nosotros, pues Él conoce de qué hemos sido hechos, se acuerda de que no somos más que polvo (Sl 102).

[…] El auténtico combate espiritual, más que la lucha por una victoria definitiva o por una infalibilidad totalmente fuera de nuestro alcance, consiste sobre todo en aprender a aceptar nuestros ocasionales fallos sin desanimarnos […] y a saber aprovechar nuestros fracasos para saltar más arriba… Eso siempre es posible, a condición de que no nos angustiemos y conservemos la paz…

[…] El objeto fundamental […] no es conseguir siempre la victoria […], sino, más bien, aprender a conservar la paz del corazón en cualquier circunstancia, incluso en caso de derrota. Sólo así podremos alcanzar el otro objetivo, que consiste en la eliminación de nuestras caídas, defectos, imperfecciones y pecados. Debemos aspirar a esta

victoria y desearla, pero siendo conscientes de que no la obtendremos gracias a nuestras fuerzas, y por lo tanto, que no hemos de pretender alcanzarla inmediatamente. Sólo la gracia de Dios nos conseguirá la victoria, gracia cuya acción será más poderosa y eficaz siempre que mantengamos nuestro interior en la paz y el abandono confiado.

Jacques Philippe, La paz interior, Madrid: Rialp (Patmos,224), 132009, pp. 19-20

Todas las razones que tenemos para perder la paz son malas razones.

Ciertamente, esta convicción no puede basarse en consideraciones humanas […]. Jesús nos ha dicho claramente que no se apoya en las razones del mundo: “La paz os dejo, mi paz os doy; no como el mundo la da yo os la doy. No se turbe vuestro corazón, ni se acobarde…” (Jn 14,27) […].

Cuando el Señor afirma que nos deja la paz, que nos da la paz, sus palabras son palabras divinas, palabras que tienen la misma fuerza creadora que las que hicieron surgir el cielo y la tierra de la nada, el mismo peso que las que calmaron la tempestad, las palabras que curaron a los enfermos y resucitaron a los muertos. Y puesto que Jesús nos declara en dos ocasiones que nos da su paz, creemos que esta paz no se

nos retirará jamás. “Los dones y la vocación de Dios son irrevocables” (Rom 11,29).

Jacques Philippe, La paz interior, Madrid: Rialp (Patmos,224), 132009, pp. 20-21

Cuando un hombre está cerca de Dios, ama a su Señor y desea servirle, la estrategia habitual del demonio consiste en hacerle perder la paz del corazón, mientras que, por el contrario, Dios acude en su ayuda para devolvérsela. Pero esta ley cambia radicalmente para una persona cuyo corazón está lejos de Dios, que vive en medio de la indiferencia y el mal: el demonio tratará de tranquilizarla, de mantenerla en una falsa quietud, mientras que el Señor, que desea su salvación y su conversión, agitará e inquietará su conciencia para intentar inducirla al arrepentimiento […]. “Nos hiciste para ti, Señor, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti” (San Agustín).

Jacques Philippe, La paz interior, Madrid: Rialp (Patmos,224), 132009, pp. 22-23

Esto es la buena voluntad. No es la perfección […], pero es el camino […].

El hombre que ha entregado su voluntad a Dios, en cierto modo ya le ha entregado todo. No podemos estar realmente en paz

mientras nuestro corazón no encuentre su unidad; y el corazón sólo estará unificado cuando todos nuestros deseos se subordinen al deseo de amar a Dios, de complacerle y de hacer su voluntad […].

Podemos afirmar recíprocamente que esta buena voluntad basta para tener el derecho de conservar en paz el corazón, incluso si, a pesar de eso, aún tenemos muchos defectos […].

En efecto, ¿qué nos pide Dios, sino esta buena voluntad? […] “Nuestro Señor le había respondido [a Sta. Gertrudis]: ‘En todo

y sobre todo, ten buena voluntad: esa sola disposición dará a tu alma el brillo y el mérito especial de todas las virtudes. Todo el que tiene buena voluntad, el deseo sincero de procurar mi gloria, de darme gracias, de compadecerse de mis sufrimientos, de amarme y servirme como todas las criaturas juntas, recibirá indudablemente unas recompensas dignas de mi liberalidad, y su deseo le será en ocasiones más provechoso que a otros les son sus buenas obras’.”

Jacques Philippe, La paz interior, Madrid: Rialp (Patmos,224), 132009, pp. 23-24. Toma la cita de “un episodio de la vida de Santa Teresa de Lisieux relatado por su hermana Céline” en Consejos y Recuerdos de Sor Genoveva.

“¡Ah!, ¿dónde hay un alma que no desee alcanzar la virtud? ¡Es la vía común! ¿Pero qué poco numerosas son las que aceptan caer, ser débiles, que se sienten felices de verse por los suelos y que las demás las sorprendan en ese trance!”

[…] El concepto que Teresa (la santa más grande de los tiempos modernos, en palabras del Papa Pío XI) tenía de la perfección no es en absoluto el que nosotros tenemos espontáneamente.

Jacques Philippe, La paz interior, Madrid: Rialp (Patmos,224), 132009, p. 26. La cita es de Sta. Teresa de Lisieux según su hermana Céline en Consejos y Recuerdos de Sor Genoveva.

El medio más seguro de perder la paz es precisamente tratar de asegurar la propia vida con la única ayuda de medios humanos, de proyectos y decisiones personales, o apoyándose en otro. Dada nuestra incapacidad, la limitación de nuestras fuerzas, la imposibilidad de preverlo todo o las decepciones que pueden procurarnos las personas con las que contamos, el que trata de “salvarse” así se debate entre tormentos e inquietudes […].

Éste es nuestro gran drama: el hombre no tiene confianza en Dios, y entonces, en lugar de abandonarse en las manos dulces y seguras de su Padre del Cielo, busca por todos los medios arreglárselas con sus propias fuerzas, haciéndose así terriblemente desgraciado […].

Sin embargo, todos llegamos al mundo marcados por esta desconfianza: eso es el pecado original. Y toda nuestra vida espiritual consiste precisamente en un largo proceso de reeducación con objeto de recuperar […] esa confianza perdida.

Jacques Philippe, La paz interior, Madrid: Rialp (Patmos,224), 132009, pp. 28-31

¿Por qué no confías en mí, tu Creador? ¿Por qué te apoyas en ti? ¿No soy fiel y leal contigo?... Redimido, y recuperada la gracia en virtud de la sangre de mi Hijo único, el hombre puede, pues, decir que ha experimentado mi felicidad. Y sin embargo, parece que todavía duda de que yo sea lo

bastante poderoso como para socorrerle […] o de que tengo la clemencia necesaria como para querer darle lo que precisa para su salvación. Parece creer que no soy lo bastante rico como para hacer su fortuna, ni lo bastante hermoso como para hacerle hermoso.

Sta. Catalina de Siena, Diálogo, cap. 14. Cit. por Jacques Philippe, La paz interior, Madrid: Rialp (Patmos,224), 132009, p. 30. Los puntos suspensivos que no van entre corchetes pueden ser elisión de texto por Philippe.

Dios nos da en la medida en que esperamos de Él.

S. Juan de la Cruz, cit. por Jacques Philippe, La paz interior, Madrid: Rialp (Patmos,224), 132009, p. 32

La medida de la Providencia Divina para nosotros es la confianza que tenemos en ella.

S. Francisco de Sales, cit. por Jacques Philippe, La paz interior, Madrid: Rialp (Patmos,224), 132009, p. 32

Mientras no hayamos experimentado concretamente esa fidelidad de la Divina Providencia […], nos cuesta creer y abandonarnos en ella. Somos obcecados, no nos bastan las palabras de Jesús: ¡para creer, queremos ver por lo menos un poco! Ahora bien, no la vemos actuar claramente entre nosotros… En ese caso, ¿cómo experimentarla?

[…] Sólo experimentaremos el apoyo de Dios si le dejamos el espacio necesario para que pueda manifestarse […]. Mientras el paracaidista no salte al vacío, no podrá comprobar que le sostienen las cuerdas, pues el paracaídas aún no ha tenido la posibilidad de abrirse […]. Muchos no creen en la Providencia porque nunca la han experimentado, pero no la han experimentado porque nunca han dado el salto en el vacío, el salto de la fe […]: lo calculan todo, lo prevén todo, tratan de resolverlo todo por sus propios medios […].

No queremos decir que ser previsor […] sea mala cosa […]. Depende del estado de ánimo con que lo hagamos […]. Hay una enorme diferencia entre la actitud del corazón del que –[…] no creyendo en la intervención divina a favor de los que cuentan con ella- programa anticipadamente hasta los menores detalles […] y la del que […] hace todo lo que es legítimo, pero se abandona confiadamente en Dios para emprender todo lo que le pide y que supera sus posibilidades.

Jacques Philippe, La paz interior, Madrid: Rialp (Patmos,224), 132009, pp. 31-33

Dios no permite sufrimientos inútiles.

Sta. Teresa de Lisieux, según Jacques Philippe, La paz interior, Madrid: Rialp (Patmos,224), 132009, p. 34

Dios es lo bastante bueno y poderoso como para utilizar a favor nuestro todo el mal, cualquiera que sea, y todo el sufrimiento, por absurdo e inútil que parezca. No podemos tener una certeza matemática o filosófica de esto: sólo puede ser un acto de fe, […] el que nos invita a proclamar la Resurrección de Jesús […] como la victoria definitiva de Dios sobre el mal.

El mal es un misterio, un escándalo, y lo será siempre. Hay que hacer lo posible por eliminarlo, por aliviar el dolor, pero está siempre presente […]. Su lugar […] compete a la Sabiduría de Dios, que no es la sabiduría de los hombres […].

Y ¡afortunadamente no siempre podemos comprender! […] ¿Cómo sería posible dejar que la Sabiduría de Dios actuara según sus designios? ¿Habría entonces lugar para la confianza? […] ¡No habríamos elegido la locura de la Cruz como medio de Redención! Afortunadamente, no es nuestra sabiduría, sino la Sabiduría de Dios la que dirige todas las cosas […].

Y si la sabiduría de Dios es incomprensible […], y a veces desconcertante […], es la prenda, que será también incomprensible, de lo que prepara para los que esperan en ella y que sobrepasa infinitamente en gloria y belleza a lo que podamos imaginar […].

La sabiduría del hombre únicamente puede producir obras a la medida humana; sólo la Sabiduría divina puede llevar a cabo cosas divinas […].

Ésta debe ser, pues, nuestra fuerza frente al problema del mal: no una respuesta filosófica, sino una confianza filial en Dios […]. La certeza de que “todas las cosas contribuyen al bien de los que aman a Dios”, y que “los sufrimientos del tiempo presente no son comparables con la gloria que se ha de manifestar en nosotros” (Rom 8,18).

Jacques Philippe, La paz interior, Madrid: Rialp (Patmos,224), 132009, pp. 34-36

¿Cómo crecer en esta confianza total en Dios […]? No sólo por especulaciones intelectuales y consideraciones teológicas que no se sostendrán en el momento de la prueba, sino por una mirada de contemplación hacia Jesús.

Contemplar a Jesús […] y alimentarnos de ese “amor demasiado grande” que nos manifiesta en la Cruz. ¿Cómo esta prueba suprema de amor –nadie tiene amor mayor que el de dar la vida por sus amigos (Jn 15,13)- incansablemente contemplada, embargada por una mirada de amor y de fe, no ha de fortalecer poco a poco nuestro corazón con una confianza inquebrantable? ¿Qué se puede temer de un Dios que nos manifiesta su amor de un modo tan evidente? ¿Cómo no ha de estar por nosotros, plena y absolutamente a favor nuestro, cómo no ha de hacer todo por nosotros ese Dios amigo de los hombres que “ni a su propio Hijo perdonó, sino que

lo entregó por nosotros”? Y “si Dios está por nosotros, ¿quién contra nosotros?” Si Dios está con nosotros, ¿qué mal podrá acaecernos?

[…] Son demasiadas las personas que se sienten intranquilas porque no son contemplativas […]. Para resistir al temor […], es preciso […] “gustar y ver qué bueno es el Señor” (Sl 34) […].

¿Cómo abandonarse en Dios y confiar en Él, si sólo lo conocemos de lejos, de oídas? “Sólo de oídas te conocía, pero ahora te han visto mis ojos” (Job 42,5).

Jacques Philippe, La paz interior, Madrid: Rialp (Patmos,224), 132009, pp. 36-37

Creo que ahí radica la verdadera respuesta al misterio del mal y del dolor, una respuesta no filosófica, sino existencial: ejercitándome en el abandono, adquiero la experiencia concreta de que, efectivamente, “eso funciona”, que Dios hace que todo coopere a mi bien, incluso el mal, incluso el dolor e incluso mis propios pecados. A fin de cuentas, cuando llegan ciertas situaciones que temía, después del primer impacto doloroso me parecen soportables y beneficiosas. Lo que consideraba en contra mía se revela como hecho a mi favor. Entonces me digo: lo que Dios, en su infinita Misericordia, hace por mí, tiene que hacerlo igualmente por los demás, y también por el mundo entero, de un modo misterioso y oculto.

Jacques Philippe, La paz interior, Madrid: Rialp (Patmos,224), 132009, pp. 38-39

La medida de nuestra paz interior será la de nuestro abandono.

Jacques Philippe, La paz interior, Madrid: Rialp (Patmos,224), 132009, p. 39

Si le dejamos actuar libremente, Dios es infinitamente más capaz de hacernos felices de lo que somos nosotros, pues nos conoce y nos ama más de lo que nosotros nos conocemos y nos amamos.

Jacques Philippe, La paz interior, Madrid: Rialp (Patmos,224), 132009, p. 40

El abandono […] es preciso que sea pleno; […] no tratando de organizar, de “salvarnos” por nosotros mismos en ningún terreno: material, afectivo o espiritual […]. Cualquier realidad que no abandonemos, que pretendamos organizar por nuestra cuenta sin dar “carta blanca” a Dios, continuará inquietándonos de un modo u otro. La medida de nuestra paz interior será la de nuestro abandono, es decir la de nuestro desprendimiento.

El abandono implica así una parte inevitable de renuncia, y eso es lo que nos resulta más difícil. Tenemos una tendencia natural a “apegarnos” a multitud de cosas: bienes materiales, afectos, deseos, proyectos, etc., y nos cuesta terriblemente abandonar la presa, porque tenemos la impresión de perdernos, de morir […]. “Quien pierde gana” […]: “Quien quiera salvar su vida la perderá, pero quien pierda su vida por mí, la encontrará” (Mt 16,25) […]. El hombre que quiere salvaguardar su dominio sobre alguna porción de su vida para administrarlo a su conveniencia sin abandonarlo radicalmente en manos de Dios […] se carga de preocupaciones inútiles y se expone a la inquietud de perderlo. Al contrario, el que acepta dejar todo en manos de Dios […] encuentra una paz y una libertad interior inexplicables. “¡Ah, si supiéramos lo que se gana renunciando a todas las cosas!”, dice Santa Teresa de Lisieux […]. Si le dejamos actuar libremente, Dios es infinitamente más capaz de hacernos felices de lo que somos nosotros, pues nos conoce y nos ama más de lo que nosotros nos conocemos y nos amamos.

Jacques Philippe, La paz interior, Madrid: Rialp (Patmos,224), 132009, pp. 39-40

¿QUÉ HACER CUANDO NO CONSEGUIMOS ABANDONARNOS?A Marthe Robin le plantearon esta misma pregunta. Su

respuesta fue: “¡Abandonarnos de todos modos!”

Jacques Philippe, La paz interior, Madrid: Rialp (Patmos,224), 132009, pp. 41-42

Suele ocurrir que, por donde cree perder, el alma gana y aprovecha más.

S. Juan de la Cruz, según Jacques Philippe, La paz interior, Madrid: Rialp (Patmos,224), 132009, pp. 44-45

…una tentación […] que paraliza […].Creer que falta algo esencial en nuestra situación

(personal, familiar…) y que, a causa de eso, se nos niega el avance y la posibilidad de desarrollarnos espiritualmente.

Por ejemplo, carezco de salud, y entonces no consigo rezar del modo que me parece indispensable; o bien el entorno familiar me impide organizar mis actividades espirituales como quisiera; o también, no tengo las cualidades, la fuerza, las virtudes y los dones necesarios […]. No estoy satisfecho con mi vida, con mi persona o con mis condiciones, y vivo con la constante sensación de que, mientras las cosas sigan así, me será imposible vivir real e intensamente. Me siento en inferioridad respecto a los otros, y llevo conmigo la continua nostalgia de una vida distinta […].

Según la expresión de Rimbaud, tengo la sensación de que “la verdadera vida está en otra parte” […], y que ésta no es una verdadera vida […]. Estoy concentrado en lo negativo […], en lo que me falta para ser feliz, y eso me vuelve descontento, envidioso y desanimado […].

No obstante, a veces bastaría […] una mirada de confianza y esperanza […]. Y entonces, las puertas se abrirían delante de mí: unas posibilidades inesperadas de crecimiento espiritual.

A menudo vivimos en medio de una ilusión: queremos que cambie lo que nos rodea […]. En primer lugar ha de cambiar nuestro corazón […]: “Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios” (Mt 5,8) […]. Dirigen hacia su vida una mirada iluminada por la certeza de que, a pesar de las apariencias desfavorables, Dios está presente, atiende a sus necesidades esenciales y que, por lo tanto, nada les falta. Entonces […] experimentarán la presencia de Dios, que les acompaña y les guía; comprenderán que todas aquellas circunstancias que les parecían negativas y perjudiciales […] son, de hecho, medios poderosos para hacerles avanzar y crecer. San Juan de la Cruz dice que “suele ocurrir que, por donde cree perder, el alma gana y aprovecha más” […].

En algunas ocasiones estamos tan obnubilados por lo que no funciona, por lo que (¡según nuestros criterios!) debería ser diferente en nuestro caso, que olvidamos lo positivo, además de que no sabemos aprovechar todos los aspectos de nuestra situación, incluso los aparentemente negativos, para acercarnos a Dios y crecer […]. “El amor de Dios saca provecho de todo, del bien y del mal que se

encuentra en mí” (Santa Teresa de Lisieux, inspirándose en San Juan de la Cruz). En lugar de lamentarnos y de querer librarnos a toda cosa de nuestras imperfecciones, podríamos convertirlas en unas ocasiones espléndidas para avanzar en humildad y confianza en la misericordia de Dios y, como consecuencia, en santidad.

El problema de fondo es que estamos demasiado apegados a nuestras opiniones sobre lo que es bueno y lo que no lo es, y no confiamos suficientemente en la Sabiduría y el poder de Dios. No creemos que sea capaz de usar de todo para nuestro bien […]. Si tuviéramos más fe, muchas circunstancias que consideramos perniciosas podrían convertirse en unas ocasiones maravillosas […].

Cuando lleguemos a convencernos de esto, obtendremos una fuerza inmensa.

Jacques Philippe, La paz interior, Madrid: Rialp (Patmos,224), 132009, pp. 43-45

La compasión de los santos, por dispuesta que esté a compartir y aliviar la miseria, siempre es dulce, pacífica y reconfortante. Es un fruto del Espíritu Santo.

Nuestra compasión suele ser inquieta y confusa. Tenemos un modo de implicarnos en el dolor ajeno que no siempre es el adecuado, que a veces procede más del amor propio que de un amor verdadero al prójimo.

Creemos que está justificada nuestra preocupación por alguien que está en dificultades, que es una prueba del amor que sentimos por esa persona. Pero eso es falso. Generalmente, en esta actitud se oculta un gran amor propio. No soportamos el sufrimiento ajeno porque tememos sufrir nosotros: también en este caso nos falta confianza en Dios […].

Para que la compasión sea verdaderamente una virtud cristiana, debe proceder del amor (que consiste en desear el bien de la persona a la luz de Dios y de acuerdo con los planes divinos) y no del temor (miedo al dolor, miedo a perder algo). De hecho, con demasiada frecuencia nuestra actitud ante los que sufren en nuestro entorno está más condicionada por el temor que fundada en el amor.

[…] Dios ama a nuestros prójimos infinitamente más e infinitamente mejor que nosotros. Desea que creamos en ese amor […]. Y, con frecuencia, nuestra ayuda será así más eficaz.

Nuestros hermanos y hermanas que sufren necesitan a su alrededor personas tranquilas, confiadas y alegres, que las ayudarán con mayor eficacia que las angustiadas y preocupadas. Nuestra falsa compasión no hace más que añadir una tristeza a otra.

Jacques Philippe, La paz interior, Madrid: Rialp (Patmos,224), 132009, pp. 47-48

La razón definitiva que nos ayudará a afrontar serenamente el drama del dolor es la siguiente: […] Jesús tomó nuestra carne, tomó realmente sobre sí nuestros sufrimientos, y de este modo está en todo el que sufre […]. En todo dolor hay un germen de vida y de resurrección, ya que Jesús en persona está en él.

[…] ¿Acaso no ha resucitado Cristo? ¿No es redentora su Pasión? “No os aflijáis como esos otros que no tienen esperanza” (1 Tes 4,13).

Jacques Philippe, La paz interior, Madrid: Rialp (Patmos,224), 132009, pp. 49-50

Suele suceder que perdamos la paz […] a causa del comportamiento […] de una persona o un grupo de personas. En ese caso, lo que está amenazado […] es […] el bien de nuestra comunidad, de la Iglesia o la salvación de una persona determinada.

[…] ¡Cuánto nerviosismo provoca este tipo de situaciones!

[…] He de hacer todo lo que se me ocurra para ayudar […], serena y tranquilamente, y dejar el resto en las manos del Señor, que sabrá sacar provecho de todo.

[…] Querríamos enunciar un principio general, muy importante para la vida espiritual […]. Por otra parte, su campo de aplicación es mucho más amplio que el tema de la paciencia con los defectos del prójimo.

[…] Debemos velar no por desear únicamente cosas buenas en sí mismas, sino también por quererlas de un modo bueno […]. Frecuentemente pecamos así: deseamos una cosa que es buena, […] pero la deseamos de un modo que es malo […]. Como la cosa que deseamos es buena, […] nos creemos justificados para desearla de tal modo que, si no se realiza, nos impacientamos y disgustamos […].

Nuestro querer debe seguir siendo sereno, pacífico, paciente, desprendido, abandonado en Dios. No debe ser un querer impaciente, demasiado precipitado,

inquieto, irritable, etc. […]. Deseamos cosas buenas […] de un modo que no es “el modo de Dios”, es decir, el del Espíritu Santo, que es dulce, pacífico y paciente, sino a la manera

humana: tenso, precipitado, y defraudado si no logra inmediatamente aquello hacia lo que tiende.

[…] Si deseamos al modo […] descrito, el alma […] pierde la paz y obstaculiza las actuaciones de Dios en ella y en el prójimo.

Eso se aplica a todo, incluso a nuestra propia santificación […]. San Francisco de Sales llega hasta decir que “nada retrasa tanto el progreso en una virtud como el desear adquirirla con demasiado apresuramiento” […].

La prueba de que […] deseamos según el Espíritu Santo no es sólo que la cosa ansiada sea buena, sino también que conservemos la paz […]. Hay que desear […] abandonando en Dios la realización de esos deseos como Él lo quiera y cuando lo quiera. Es de gran importancia educar el corazón en este sentido para progresar espiritualmente. Dios es quien hace crecer y quien convierte, no nuestra agitación, nuestra precipitación o nuestra inquietud.

Jacques Philippe, La paz interior, Madrid: Rialp (Patmos,224), 132009, pp. 51-54

¡Cuántas personas pierden la paz al pretender cambiar a toda costa a quienes les rodean! […] Por el contrario, el Señor nos pide que soportemos con paciencia los defectos del prójimo.

[…] Si el Señor no ha transformado todavía a esa persona […], ¡es que la soporta como es! Espera con paciencia el momento oportuno, y yo debo actuar como Él […]. ¿Por qué ser más exigente y más precipitado que Dios? En ocasiones creo que mi prisa está motivada por el amor, pero Dios ama infinitamente más que yo, y sin embargo, ¡se muestra menos impaciente! […]

Esta paciencia es tanto más importante cuanto que opera en nosotros una purificación indispensable. Aunque creemos desear el bien de los otros o nuestro propio bien, ese deseo suele estar mezclado con una búsqueda de nosotros mismos, de nuestra propia voluntad, del apego a nuestros criterios personales estrechos y limitados, a los que nos aferramos y que queremos imponer a los demás, y a veces, incluso a Dios

[…]. Que no se realice el bien que imaginamos, sino el que corresponde a los designios divinos.

Jacques Philippe, La paz interior, Madrid: Rialp (Patmos,224), 132009, pp. 54-55

No se trata de hacer unos esfuerzos sobrehumanos para eliminar totalmente nuestros defectos y pecados (¡algo que, en cualquier caso, está fuera de nuestro alcance!), sino de recuperar lo antes posible la paz, evitando la tristeza y el desaliento cuando caigamos […].

Esto no significa dejadez ni resignación ante nuestra mediocridad: al contrario, es el medio para santificarnos más rápidamente. Y así lo demuestran numerosas razones.

La primera es el principio fundamental al que ya hemos aludido […]: Dios actúa en el alma en paz […].

La tercera razón es que la angustia, la tristeza y el desaliento que sentimos después de nuestras faltas y fracasos raramente son puros y no suelen deberse al simple dolor de haber ofendido a Dios: en ello se mezcla una buena parte de orgullo […]. Escuchemos a Lorenzo Scupoli […]:

“[…] Esa caída […] le enseña a desconfiar todavía más de sus fuerzas y a confiar cada vez más en la ayuda del Único que tiene el poder […]; siente un vivo dolor de haber ofendido a Dios, pero ese dolor, siempre sereno, no le impide volver a sus ocupaciones anteriores, a soportar las pruebas […].

“Existe además la ilusión, muy común, de atribuir a un sentimiento de virtud el temor y la turbación que se siente después del pecado […]. La persona que se crea asentada en la virtud […] se asombra ante un hecho que no debía haber sucedido y, privada del débil apoyo con el que contaba, se deja invadir por el disgusto […].

Esta desdicha no sucede nunca en el caso de los humildes, que […] solamente se apoyan en Dios […], pues l luz

de la verdad […] les hace ver que su caída es un efecto natural” (Combate espiritual, caps. 4 y 5).

Jacques Philippe, La paz interior, Madrid: Rialp (Patmos,224), 132009, pp. 56-59

No debemos tomar trágicamente nuestras propias faltas, pues Dios es capaz de sacar un bien de ellas […].

Cuando San Agustín cita la frase de San Pablo: “Todo coopera al bien de los que aman a Dios”, añade: “Etiam percata”: ¡incluso el pecado!

[…] Ruysbroek […] dice lo siguiente: “En su clemencia, el Señor ha querido volver nuestros pecados contra ellos mismos y a favor nuestro; ha encontrado el medio de hacer que nos sean útiles, de convertirlos en instrumentos de salvación en nuestras manos. Que esto no disminuya nuestro temor a pecar, ni nuestro dolor por haber pecado. Pero nuestros pecados se han convertido, para nosotros, en una fuente de humildad.”

Añadamos que también pueden convertirse en un manantial de ternura y misericordia para con el prójimo […].

El auténtico arrepentimiento, el verdadero deseo de corregirnos […] siempre es tranquilo, apacible y confiado […]. ¡No todos los reproches que proceden de nuestra conciencia están inspirados por el Espíritu Santo! Algunos provienen de nuestro orgullo o del demonio, y tenemos que aprender a discernirlos. Y la paz es un criterio esencial en el discernimiento del espíritu. Los sentimientos que inspira el Espíritu de Dios

pueden ser poderosos y profundos, pero no por ello menos sosegados […].

Para la persona de buena voluntad, la gravedad del pecado no radica tanto en la falta en sí, como en el abatimiento que provoca. El que cae, pero se levanta inmediatamente, no ha perdido gran cosa; más bien ha ganado en humildad y en experiencia de la misericordia divina […]. La prueba del progreso espiritual no es la de no caer, sino la de ser capaz de levantarse rápidamente de las caídas.

Jacques Philippe, La paz interior, Madrid: Rialp (Patmos,224), 132009, pp. 59-62

Al caer en cualquier falta, generalmente sentimos la tentación de relajarnos en nuestra vida de piedad […]. “¿Cómo yo, que acabo de […] ofender al Señor, me voy a presentar ante Él en este estado?” […] No es más que la falsa humildad inspirada por el demonio […]. Todo lo contrario. ¿Dónde encontraremos la curación de nuestras faltas sino junto a Jesús? Nuestros pecados son un mal pretexto para alejarnos de Él, pues cuanto más pecadores somos, más necesitamos acercarnos al que dice: “No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos… No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores” (Mt 9,12-13).

[…] ¡Querríamos presentarnos delante del Señor únicamente cuando estamos limpios y bien peinados, además

de satisfechos de nosotros mismos! […] Nos gustaría no necesitar de su misericordia […].

Citaremos un último pasaje del Combate espiritual [de Lorenzo Scupoli]:

“[…] Abandonaos en su misericordia divina y continuad vuestras prácticas con la misma tranquilidad del que no ha cometido falta alguna […]. Practicad lo que os digo la segunda, la tercera y la última vez como la primera […].”

Jacques Philippe, La paz interior, Madrid: Rialp (Patmos,224), 132009, pp. 62-65

[…] Es cierto que es peligroso hacer el mal, y que debemos hacer todo lo posible por evitarlo. Pero reconozcamos que, tal y como somos, ¡lo peligroso sería que no hiciésemos más que el bien!

[…] Nos es difícil, incluso inevitable, hacer algún bien sin apropiárnoslo […]. Si el Señor no permitiera […] errores, […] caeríamos inmediatamente en la vanidad, en el desprecio hacia el prójimo […].

Y nada como esta soberbia impide el amor verdadero. Para preservarnos de ese gran mal, el Señor permite en ocasiones un mal menor, como el de caer en algún defecto; y debemos darle las gracias por ello, pues, sin ese parapeto, ¡correríamos un gran peligro de perdernos!

Jacques Philippe, La paz interior, Madrid: Rialp (Patmos,224), 132009, pp. 65-66

…el principio que nos da Sor Faustina [supongo que se trata de Sta. F. Kowalska]:

“Cuando no se sabe qué es lo mejor, hay que reflexionar, estudiar y pedir consejo, porque no tenemos derecho a actuar en medio de la incertidumbre. En la incertidumbre (si continúa) hay que decir: haga lo que haga, estará bien, puesto que intento hacer el bien. Lo que nosotros consideramos bueno, Dios lo acepta y lo considera bueno. No nos entristezcamos si, después de cierto tiempo, vemos que esas cosas no son buenas. Dios mira la intención con la que empezamos y nos concederá la recompensa de acuerdo con esa intención. Es un principio que debemos seguir” (Diario, n.º 799. Ed. Padres Marianos de la Inm. Congregación de la Santísima Virgen María).

A menudo nos atormentamos excesivamente a propósito de nuestras decisiones. Así como hay una falsa humildad, una falsa compasión, podríamos decir lo mismo en lo que concierne a las elecciones. A veces hay lo que podríamos llamar una “falsa obediencia” a Dios: querríamos tener siempre la plena seguridad […], pero en esta actitud hay algo que no es correcto. Por distintos motivos:

Por una parte, ese deseo […] oculta a veces nuestra dificultad para soportar […] incertidumbre: querríamos estar dispensados de tener que decidir por nosotros mismos. No obstante, la voluntad del Señor suele ser la de que sepamos decidir, incluso si no estamos absolutamente seguros […]. En esta capacidad de decidir […] sin pasar horas dándole vueltas, existe una actitud de confianza y abandono: “Señor, […] decido tal cosa, porque, bien estudiado, me parece lo mejor que puedo hacer. Y dejo todo en tus manos. Sé muy bien que, incluso si me equivoco, Tú no te enfadarás conmigo, pues he actuado con recta intención; y si me equivoco, sé que sabrás sacar un bien de este error mío […]”. Y me quedo tranquilo…

Por otra parte, nos gustaría ser infalibles […], pero en ese deseo hay mucho orgullo, además del temor de vernos juzgados por los demás […]. El que acepta serenamente sus frecuentes equivocaciones, así como que los demás las

adviertan, manifiesta una auténtica humildad y un verdadero amor de Dios.

No tengamos, tampoco, una falsa idea de lo que Dios exige de nosotros: Dios es un Padre bueno y compasivo que conoce las enfermedades de sus hijos y la limitación de nuestros juicios. Nos pide buena voluntad […], pero ¡en modo

alguno nos exige que seamos infalibles ni que nuestras decisiones sean las perfectas!

[…] Para terminar, el Señor ama más al que sabe decidir sin atormentarse demasiado aunque se sienta inseguro, y que se abandona confiadamente en Él […], que al que se tortura indefinidamente para saber lo que Dios espera de él, y no se decide jamás. Porque en la primera actitud hay más abandono […]. Dios ama a los que caminan con libertad de espíritu y no se entretienen demasiado en detalles nimios. El perfeccionismo tiene muy poco que ver con la santidad…

Es importante también el hecho de saber distinguir el caso en el que es necesario que nos tomemos el tiempo para discernir y decidir, por ejemplo, cuando tales decisiones afectan al conjunto de nuestra vida, o a la inversa, el caso en que sería estúpido […] el tomarnos demasiado tiempo […]. Como dice San Francisco de Sales, “si es normal pesar cuidadosamente los lingotes de oro, cuando se trata de monedas menudas nos limitamos a hacer un cálculo rápido”. Siempre intentando intranquilizarnos, el demonio nos hace preguntarnos, ante la menor decisión, si actuando de un modo u otro obedecemos la voluntad del Señor, y suscita en

nosotros inquietud, escrúpulos y remordimientos de conciencia por algo que realmente no merece la pena.

Hemos de tener el deseo profundo y constante de obedecer a Dios. Pero este deseo será fruto del Espíritu Santo si va acompañado de paz, de libertad interior, de confianza y de abandono, y no cuando sea una especie de angustia.

Jacques Philippe, La paz interior, Madrid: Rialp (Patmos,224), 132009, pp. 69-72

Dios ama a los que caminan con libertad de espíritu y no se entretienen demasiado en detalles nimios. El perfeccionismo tiene muy poco que ver con la santidad…

Jacques Philippe, La paz interior, Madrid: Rialp (Patmos,224), 132009, p. 71

Se da también el caso de personas escrupulosas por temperamento: es una prueba extremadamente dolorosa de la que el Señor no siempre libra totalmente en esta vida.

[…] El demonio trata insistentemente de intranquilizarnos: es astuto y, para inquietarnos, utiliza el deseo que tenemos de cumplir la voluntad de Dios […]. Cuando una persona […] está cerca de Dios […], aunque el demonio le tienta por medio del mal (¡y qué fácil es detectarlo!), lo tienta aún más por medio del bien […]. Se sirve de nuestro deseo de actuar bien para angustiarnos, para hacernos perder la paz y desanimarnos suscitando escrúpulos […]. Quiere persuadirnos de que no hacemos lo suficiente, de que lo que hacemos no lo hacemos realmente por amor de Dios, que el Señor no está contento de nosotros, etc. Por ejemplo, nos hará creer que el Señor nos pide determinado sacrificio del que somos incapaces, y eso nos conturbará extraordinariamente; nos inspira toda clase de preocupaciones

y de escrúpulos de conciencia que, pura y simplemente, debemos ignorar arrojándonos en brazos de Dios como niños pequeños. Cuando por razones parecidas a las citadas perdemos la paz, digámonos claramente que el demonio debe de estar enredando, y tratemos de recobrar la calma; y si no lo

conseguimos solos, abrámonos a una persona de vida interior. Generalmente, el simple hecho de desahogarnos con alguien bastará para hacer desaparecer totalmente la angustia y nos devolverá la paz.

Jacques Philippe, La paz interior, Madrid: Rialp (Patmos,224), 132009, pp. 72-73

“Bienaventurados los pobres de espíritu […]”: bienaventurados los que, iluminados por el Espíritu Santo, han aprendido a no hacer un drama de su pobreza […]. Dan a Dios una ocasión maravillosa para manifestar la inmensidad de su Amor y su Misericordia. Alcanzaremos la santidad el día en que nuestra impotencia y nuestra nada no sean un motivo de tristeza y de inquietud para nosotros, sino un motivo de paz y de alegría.

[…] Este camino […] no es en absoluto una resignación […] ni una abdicación de nuestras aspiraciones a la perfección; es la vía más rápida y más segura que nos conduce a ella, porque […] nos ponemos plenamente en las manos de Dios, cuya gracia puede actuar entonces conduciéndonos, por pura misericordia, a esa perfección que en ningún caso podríamos alcanzar por nuestras propias fuerzas.

Jacques Philippe, La paz interior, Madrid: Rialp (Patmos,224), 132009, pp. 75-76

Llevaré a cabo mis tareas cotidianas sin nervios y con serenidad, empeñándome en hacer bien cada cosa en el momento presente, sin preocuparme por la siguiente.

Jacques Philippe, La paz interior, Madrid: Rialp (Patmos,224), 132009, p. 77

Por nada os inquietéis […]. Y la paz de Dios, que supera toda inteligencia, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.

Flp 4,6-7

La paz, que inundará vuestra alma con la caridad, el amor a Dios y al prójimo, es el camino recto hacia la vida eterna […].

No penséis alcanzar en un día esa paz […]. Y el que tiene que construir es el mismo Dios: sin Él, vuestro trabajo sería inexistente.

Considerar, por otra parte, que este edificio tiene como fundamento a la humildad.

Juan de Bonilla, Breve Tratado donde se declara cuán necesaria sea la paz del alma, Alcalá, 1580. Cit. por Jacques Philippe, La paz interior, Madrid: Rialp (Patmos,224), 132009, pp. 79-80

El amor sólo mora en la paz.

S. Francisco de Sales, carta a la abadesa del Puy d’Orbe, cit. por Jacques Philippe, La paz interior, Madrid: Rialp (Patmos,224), 132009, p. 81

Todos los pensamientos que nos causan inquietud […] no son en absoluto de Dios, que es el Príncipe de la Paz. Son tentaciones del enemigo.

S. Francisco de Sales, carta a la abadesa del Puy d’Orbe, cit. por Jacques Philippe, La paz interior, Madrid: Rialp (Patmos,224), 132009, p. 81

Dios no es tan terrible con los que ama; se contenta con poco porque sabe muy bien que no tenemos mucho.

S. Francisco de Sales, carta a la abadesa del Puy d’Orbe, cit. por Jacques Philippe, La paz interior, Madrid: Rialp (Patmos,224), 132009, p. 82

Hagamos tres cosas, muy querida hija, y conseguiremos la paz: tengamos la completa y pura intención de buscar en todas las cosas la honra de Dios y su gloria; hagamos lo poco que podamos con este objeto siguiendo los consejos de nuestro padre espiritual, y dejemos que Dios se encargue del resto. ¿Por qué se angustia el que tiene a Dios como objeto de sus intenciones y hace lo que puede? No, no; Dios no es tan terrible con los que ama; se contenta con poco porque sabe muy bien que no tenemos mucho. Sabed, querida hija, que en la Sagrada Escritura el Señor recibe el nombre de Príncipe de la Paz, y que, por lo tanto, donde es el dueño absoluto reina la paz. No obstante, es cierto que, antes de poner paz en un lugar, es preciso luchar, separar el corazón y el alma de los afectos más queridos, familiares y ordinarios, es decir el amor desmesurado de uno mismo, la confianza en uno mismo, la complacencia en uno mismo y afectos semejantes.

S. Francisco de Sales, carta a la abadesa del Puy d’Orbe, cit. por Jacques Philippe, La paz interior, Madrid: Rialp (Patmos,224), 132009, p. 82

Nada nos altera como el amor propio y la estima que tenemos de nosotros mismos. ¿Qué significa si no el hecho de que nos sorprendamos, nos sintamos confusos e impacientes cuando caemos en alguna imperfección o en algún pecado? Indudablemente, creíamos ser buenos, firmes y sólidos; y, en consecuencia, cuando comprobamos que no hay nada de eso y que hemos dado con nuestros huesos en el suelo, nos sentimos

engañados, y en consecuencia alterados, ofendidos e inquietos. Si supiéramos bien quiénes somos, en lugar de sentirnos sorprendidos por vernos por los suelos, nos sorprenderíamos de poder permanecer en pie.

S. Francisco de Sales, cit. por Jacques Philippe, La paz interior, Madrid: Rialp (Patmos,224), 132009, p. 83

“Todo coopera al bien de los que aman a Dios”. Y en realidad, si Dios puede y sabe sacar el bien del mal, ¿por quién lo haría, sino por los que se han entregado a Él sin reservas?

Sí, incluso los pecados, de los que Dios en su bondad nos defiende, contribuyen al bien de los suyos. David no hubiera estado nunca tan lleno de humildad si no hubiera pecado, ni Magdalena tan amante de su Salvador, si Él no le hubiera perdonado tantos pecados, y nunca se los hubiera perdonado si ella no los hubiera cometido.

Ved, querida hija, a ese gran hacedor de misericordia: convierte nuestras miserias en gracia y fabrica la medicina que cura nuestra alma de la víbora de nuestras iniquidades.

Decidme, os lo ruego, ¿qué no hará de nuestras penas, de nuestros trabajos, de las persecuciones que sufrimos? Si, pues, en alguna ocasión os afecta algún disgusto, de la clase que sea, asegurad a vuestra alma que, si ama a Dios, todo se convertirá en bien. Y aunque no veáis los caminos por los que ese bien ha de llegaros, tened la completa seguridad de que llegará. Si Dios os arroja a los ojos el barro de la ignominia, es para daros una

vista magnífica y ofreceros un espectáculo de honor. Si Dios os hace caer, como tiró a San Pablo por tierra, es para elevaros hasta su gloria.

S. Francisco de Sales, cit. por Jacques Philippe, La paz interior, Madrid: Rialp (Patmos,224), 132009, pp. 83-84

Solamente a Dios hay que amar de un modo pleno, invariable, inviolable; pero hay que desear serenamente y débilmente los medios de servirle.

S. Francisco de Sales, cit. por Jacques Philippe, La paz interior, Madrid: Rialp (Patmos,224), 132009, p. 84

Los niños no piensan tanto en sus asuntos porque tienen quien piense por ellos.

S. Francisco de Sales, cit. por Jacques Philippe, La paz interior, Madrid: Rialp (Patmos,224), 132009, p. 85

No preveáis los accidentes de esta vida con temor, sino prevedlos en medio de una profunda esperanza, pues Dios, al que pertenecéis, os librará de ellos a medida que se presenten. Os ha guardado hasta el momento; manteneos firmemente en manos de la Divina Providencia, y os asistirá en todas las ocasiones, y cuando no podáis caminar, Él os llevará. ¿Qué vais a temer, querida hija, siendo de Dios, que nos ha asegurado firmemente que todo contribuye al bien de los que le aman? No penséis en lo que ha de suceder mañana, pues el mismo Padre Eterno que os cuida hoy os cuidará mañana y siempre; no os dará mal alguno, y si lo hace, os dará el valor invencible para soportarlo […].

Los niños no piensan tanto en sus asuntos porque tienen quien piense por ellos.

S. Francisco de Sales, cit. por Jacques Philippe, La paz interior, Madrid: Rialp (Patmos,224), 132009, p. 85

Cualquier clase de precipitación oscurece la razón y el juicio, y nos impide incluso hacder bien la cosa que emprendemos…

[…] “Marta, Marta, te preocupas e inquietas por muchas cosas”. Mirad, si ella hubiera sido simplemente cuidadosa, no se hubiera alterado, pero como estaba preocupada e inquieta, se apresuraba y se angustiaba, y por eso la reprendió el Señor…

[…] Recibid serenamente, pues, las ocupaciones que os lleguen y tratad de hacerlas por orden, una tras otra…

S. Francisco de Sales, cit. por Jacques Philippe, La paz interior, Madrid: Rialp (Patmos,224), 132009, pp. 85-86

No hay nada que conserve más nuestras taras que la inquietud y la prisa por arrancarlas.

S. Francisco de Sales, cit. por Jacques Philippe, La paz interior, Madrid: Rialp (Patmos,224), 132009, p. 86

El esfuerzo y la reserva encierran el alma, mientras que un dulce descanso, una manera serena de actuar y un comportamiento interior reposado, ponderado y tranquilo, la ensanchan.

François-Marie-Jacob Libermann, Lettres du Vénérable Père Libermann, L. Vogel, DDB, París, 1964. Cit. por Jacques Philippe, La paz interior, Madrid: Rialp (Patmos,224), 132009, p. 91

Haced las cosas con toda la calma y tranquilidad posible y por el grandísimo, purísimo y santísimo amor de Jesús y de María.

François-Marie-Jacob Libermann, Lettres du Vénérable Père Libermann, L. Vogel, DDB, París, 1964. Cit. por Jacques Philippe, La paz interior, Madrid: Rialp (Patmos,224), 132009, p. 94

Uno de los mayores obstáculos que aparecen en el camino de la perfección es el deseo precipitado e inquieto de avanzar y llegar a poseer las virtudes de las que somos conscientes de que carecemos. Al contrario, el verdadero medio de avanzar sólidamente y a grandes pasos consiste en ser paciente, tener calma y apaciguar esas inquietudes… No os adelantéis a vuestro guía, pues corréis el riesgo de desviaros y salir del camino que os traza, y, en lugar de llegar sano y salvo, caer en el precipicio. Ese guía es el Espíritu Santo. Con el pretexto de avanzar con mayor rapidez, os adelantáis a Él con vuestro trabajo y vuestras inquietudes, con vuestra angustia y vuestra precipitación. Y ¿qué sucede? […] Lejos de avanzar, retrocedéis o, por lo menos, perdéis el tiempo.

François-Marie-Jacob Libermann, Lettres du Vénérable Père Libermann, L. Vogel, DDB, París, 1964. Cit. por Jacques Philippe, La paz interior, Madrid: Rialp (Patmos,224), 132009, pp. 94-95

Cuando Dios se complació en crear el universo, trabajó desde la nada, y ¡mirad las cosas hermosas que hizo! De igual modo, si quiere trabajar en nosotros para realizar cosas infinitamente superiores a todas las bellezas salidas de sus manos, no es necesario que nos pongamos en movimiento para ayudarle… Dejémosle hacer; le agrada trabajar desde la nada. Mantengámonos serenos y tranquilos en su presencia y sigamos sencillamente las indicaciones que nos hace… Conservemos, pues, nuestra alma en paz y nuestras potencias espirituales en reposo, esperando sóo de Él la vida y el movimiento. Y tratemos de no tener otro movimiento, otra voluntad u otra vida que no sea en Dios y por el Espíritu de Dios...

François-Marie-Jacob Libermann, Lettres du Vénérable Père Libermann, L. Vogel, DDB, París, 1964. Cit. por Jacques Philippe, La paz interior, Madrid: Rialp (Patmos,224), 132009, p. 95

Deseáis avanzar en el camino de la santidad. Él es quien os concede este deseo y es también Él quien debe cumplirlo. San Pablo dice que Dios nos concede el querer y el hacer. En el orden de la gracia, no podemos nada por nosotros mismos: Dios nos da ese querer, y cuando lo tenemos, no podemos llegar a hacerlo realidad por nosotros mismos.: Dios nos concede el hacer. A nosotros nos corresponde el ser fieles a la voluntad de Dios dejándole efectuar en nosotros lo que considera bueno. Ajetrearnos, apresurarnos a ejecutar los buenos deseos que nos inspira, es echar a perder la gracia en nosotros, retroceder en nuestra perfección. No tratemos de ser perfectos inmediatamente; cumplamos lo que nos pide con calma y con serena fidelidad. Si le complace dirigir nuestra barca más lentamente de lo que nosotros deseamos, sometámonos a sus divinos designios.

Cuando seguimos viendo los mismos defectos en nosotros, mantengámonos en nuestra bajeza en su presencia, abrámosle nuestra alma a fin de que vea nuestras llagas y nuestras cicatrices, y las cure cuando y como le plazca;

intentemos solamente no seguir el impulso de esos defectos y, para ello, empleemos un único medio: mantenernos humildemente prosternados ante Él y, a la vista de nuestra pobreza y nuestra miseria, soportar los asaltos de dichos defectos con calma, con paciencia, con serenidad, confianza y humildad delante de Dios, firmemente decididos a ser todos suyos en medio de ellos, a no prestarles atención y a soportarlos hasta el final de la vida, si tal es Su voluntad. Enteraos bien, una vez que nuestra alma no consiente en ellos, ya no es culpable, no ofende a Dios y, al contrario, saca un gran provecho para su avance.

François-Marie-Jacob Libermann, Lettres du Vénérable Père Libermann, L. Vogel, DDB, París, 1964. Cit. por Jacques Philippe, La paz interior, Madrid: Rialp (Patmos,224), 132009, pp. 96-97

Sed dócil y flexible en las manos de Dios. Ya sabéis lo que es necesario para ello: mantenerse en paz y completo sosiego; no inquietarse jamás y no alterarse por nada; olvidar el pasado; vivir como si el futuro no existiera; vivir para Jesús en el momento presente, o más bien, vivir como si no hubiera vida en vos, sino

dejando a Jesús vivir a su gusto; caminad así en cualquier circunstancia y en cualquier ocasión, sin temor ni preocupación, como conviene a los hijos de Jesús y de María; jamás penséis voluntariamente en vos mismo; abandonad en Jesús el cuidado de vuestra alma, etc. Él nos la ha arrebatado, le pertenece, Él se cuidará de ella, pues es su dueño. No temáis el juicio de tan dulce Dueño. Apartad todo temor y reemplazad por el amor semejante sentimiento; actuad en todo serenamente, suavemente, ponderadamente, sin precipitación, sin arrebatos; mantened la calma cuando sea preciso, caminando con completo sosiego, abandono y plena confianza. El tiempo de este exilio dará fin, y Jesús será nuestro y nosotros suyos. Entonces, cada una de nuestras tribulaciones será una corona de gloria que depositaremos en la cabeza de Jesús, para quien es toda la gloria.

François-Marie-Jacob Libermann, Lettres du Vénérable Père Libermann, L. Vogel, DDB, París, 1964. Cit. por Jacques Philippe, La paz interior, Madrid: Rialp (Patmos,224), 132009, pp. 97-98

El tiempo de este exilio dará fin, y Jesús será nuestro y nosotros suyos. Entonces, cada una de nuestras tribulaciones será una corona de gloria que depositaremos en la cabeza de Jesús, para quien es toda la gloria.

Jacques Philippe, La paz interior, Madrid: Rialp (Patmos,224), 132009, p. 98

La conciencia de nuestra incapacidad y de nuestra nulidad ha de ser para nosotros motivo de paz, convencidos de que es Dios mismo quien quiere poner manos a la obra para llevar a cabo en nosotros y con nosotros todas las grandes cosas a las que nos ha destinado. Él conoce, mejor que nosotros, nuestra pobreza y nuestra miseria. Entonces, ¿por qué nos ha elegido, sabiendo que no podemos nada, sino para mostrar con claridad que Él es quien actúa y no nosotros?

No obstante, en mi opinión hay un motivo de gozo aún mayor: el hecho de que nuestra extremada miseria y maldad nos hacen ver la necesidad absoluta de recurrir siempre a Dios y de mantenernos bien unidos a Él en todos los momentos y circunstancias de nuestra vida. Dependemos de Él más que el cuerpo depende del alma. ¡Pues bien! ¿Acaso molesta al cuerpo esa continua dependencia del alma, y de recibir de ella su vida y sus movimientos? Al contrario, le resulta glorioso y grato, porque, gracias a eso, participa de una vida mucho más noble y más elevada que la que tendría por sí mismo. Lo mismo sucede en relación con nuestra dependencia de Dios, pero de un modo muy superior; cuanto más dependemos de Él, más grandeza, hermosura y gloria adquiere nuestra alma, de tal modo que

podemos glorificarnos audazmente de nuestras enfermedades; cuanto mayores son, mayor ha de ser también nuestra alegría y nuestra felicidad, pues nuestra dependencia de Dios se hace entonces más necesaria. Así pues, querido hijo mío, no os inquietéis si os sentís débil; al contrario, regocijaos porque Dios será vuestra fuerza.

François-Marie-Jacob Libermann, Lettres du Vénérable Père Libermann, L. Vogel, DDB, París, 1964. Cit. por Jacques Philippe, La paz interior, Madrid: Rialp (Patmos,224), 132009, pp. 98-99

La paz es el camino de la perfección, o mejor, la perfección se encuentra en la paz. Y el demonio, que sabe muy bien todo esto, pone todo su esfuerzo en hacernos perder la paz.

S. Pío de Pietrelcina, carta, cit. por Jacques Philippe, La paz interior, Madrid: Rialp (Patmos,224), 132009, p. 100

Cuando te abandones de verdad en el Señor, aprenderás a contentarte con lo que venga, y a no perder la serenidad, si las tareas –a pesar de haber puesto todo tu empeño y los medios oportunos- no salen a tu gusto… Porque habrán “salido” como le conviene a Dios que salgan.

S. Josemaría Escrivá, Surco, n.º 860

Paradoja: desde que me decidí a seguir el consejo del Salmo: “arroja sobre el Señor tus preocupaciones, y Él te sostendrá”, cada día tengo menos preocupaciones en la cabeza… Y a la vez, con el trabajo oportuno, se resuelve todo, ¡con más claridad!

S. Josemaría Escrivá, Surco, n.º 873

No hay cosa mejor que contarle a Él las pensas, para que dejen de ser penas.

S. Josemaría Escrivá, Forja, n.º 54

- La Iglesia y la Eucaristía se hacen la una a la otra todos los días: la idea de la Iglesia y la idea de la Eucaristía deben apoyarse y profundizarse recíprocamente, la una con la ayuda de la otra.

- La Eucaristía hace la Iglesia, y la Iglesia hace la Eucaristía.

Henri de Lubac, cit. por Pablo Blanco Sarto, Benedicto XVI (El Papa alemán), Barcelona: Planeta (Testimonio,s/n), 2010, p. 128. La primera, de Corpus Mysticum. L’Eucarestia e la Chiesa nel Medioevo (1949), Milán: Jaca Book, 1996, p. 13. De la segunda, Blanco sólo dice que es posterior.

Para mí la teología es la búsqueda para poder conocer mejor al que se ama.

Joseph Ratzinger, 1954. Cit. por Pablo Blanco Sarto, Benedicto XVI (El Papa alemán), Barcelona: Planeta (Testimonio,s/n), 2010, p. 142.

En estas circunstancias, ¿puede hacer todavía algo el cristianismo? Sí, el cristianismo todavía puede volver a transformar el mundo, siempre y cuando se mantenga como lo que es: una religión con Cristo en el centro.

Joseph Ratzinger, Introducción al cristianismo, introd. a la ed. de 2000; cit. por Pablo Blanco Sarto, Benedicto XVI (El Papa alemán), Barcelona: Planeta (Testimonio,s/n), 2010, p. 208

En el prólogo a la primera edición [de Introducción al cristianismo], […Joseph Ratzinger] se preguntaba si los teólogos no habrán hecho lo mismo que le ocurrió en un cuento a Hans con suerte […], quien cambió todo el oro que tenía por vulgares baratijas. Con este cuento quería expresar lo que le parecía una evidencia. En efecto, a veces hemos cambiado el tesoro de la fe por vulgares espejuelos contemporáneos. Sin embargo, […] este trueque tenía un aspecto positivo: el que el oro se haya relacionado con las baratijas. La teología habría bajado entonces un poco de las nubes.

Pablo Blanco Sarto, Benedicto XVI (El Papa alemán), Barcelona: Planeta (Testimonio,s/n), 2010, p. 209

La fe es de esta forma el alimento más idóneo para la inteligencia: es darnos cuenta de que lo recibido es más

importante que lo hecho, y de que lo invisible es más real que lo visible.

Pablo Blanco Sarto, reproduciendo pensamientos de Joseph Ratzinger en Introducción al cristianismo. Benedicto XVI (El Papa alemán), Barcelona: Planeta (Testimonio,s/n), 2010, pp. 209-210.

[Homilética, oratoria; dejo otra en Teología.]La tensión interna de la predicación sujeta el arco que

forman el dogma, la Escritura, la Iglesia y la actualidad; y no puede quitarse ninguna de estas columnas sin que todo el conjunto se derrumbe. Siendo esto así, la teología no puede contentarse con reflexionar sobre la fe en un paraíso científico, y dejar abandonado a sus propias fuerzas al que tiene que predicar. Debe proporcionarle señales claras para llegar a la vida misma, y ha de encontrar modelos de transición de la reflexión a la predicación: la idea sólo es válida cuando es comunicable.

Joseph Ratzinger, La palabra en la Iglesia (1973), Salamanca: Sígueme, 1976, p. 9. Cit. por Pablo Blanco Sarto, Benedicto XVI (El Papa alemán), Barcelona: Planeta (Testimonio,s/n), 2010, pp. 226-227

[Teología. Dejo otra en Homilética, oratoria.]

La tensión interna de la predicación sujeta el arco que forman el dogma, la Escritura, la Iglesia y la actualidad; y no puede quitarse ninguna de estas columnas sin que todo el conjunto se derrumbe. Siendo esto así, la teología no puede contentarse con reflexionar sobre la fe en un paraíso científico, y dejar abandonado a sus propias fuerzas al que tiene que predicar. Debe proporcionarle señales claras para llegar a la vida misma, y ha de encontrar modelos de transición de la reflexión a la predicación: la idea sólo es válida cuando es comunicable.

Joseph Ratzinger, La palabra en la Iglesia (1973), Salamanca: Sígueme, 1976, p. 9. Cit. por Pablo Blanco Sarto, Benedicto XVI (El Papa alemán), Barcelona: Planeta (Testimonio,s/n), 2010, pp. 226-227

La Eucaristía no es, en sí misma, el sacrificio de la reconciliación, sino que presupone este sacramento. Es el sacramento de los reconciliados.

Joseph Ratzinger, Mitte der Kirche (1978). Cit. por Pablo Blanco Sarto, Benedicto XVI (El Papa alemán), Barcelona: Planeta (Testimonio,s/n), 2010, p. 238

La oración es la respiración de la Iglesia.

Pablo VI, cit. por Pablo Blanco Sarto, Benedicto XVI (El Papa alemán), Barcelona: Planeta (Testimonio,s/n), 2010, p. 245

En mi juventud, yo era más bien severo. Decía: los sacramentos son los sacramentos de la fe; por tanto, donde no hay fe, donde no hay práctica de la fe, los sacramentos no se pueden impartir […]. Con el tiempo también yo he comprendido que debemos seguir siempre el ejemplo del Señor, que […] era un Señor de la misericordia, según muchas autoridades oficiales demasiado abierto hacia los pecadores, a los que acogía o permitía que lo acogieran a Él en sus cenas, atrayéndolos hacia sí en su comunión. / Así como Jesús comía

con los pecadores, así el pastor debe acoger a las ovejas perdidas de Israel, hasta que puedan ser acogidas en la “mesa de los elegidos” de la Eucaristía.

Benedicto XVI, encuentro con sacerdotes de Bolzano-Bresanona, 6 de agosto de 2008; seguido de la glosa de Pablo Blanco Sarto al citarlo en Benedicto XVI (El Papa alemán), Barcelona: Planeta (Testimonio,s/n), 2010, p. 246.

Al magisterio se le confía la tarea de defender la fe de los sencillos contra el poder de los intelectuales. El deber de volverse la voz de los sencillos, allí donde la teología deja de explicar la profesión de fe para apoderarse de ella (…). Proteger la fe de los sencillos, es decir, de los que no escriben libros, ni hablan en la televisión, ni escriben editoriales en los periódicos: ésa es la tarea democrática del magisterio de la Iglesia.

Joseph Ratzinger, predicación en la catedral de Munich, rec. en “Contra el poder de los intelectuales”, 30 días, núm. VI, 2 (1991), pp. 68-69. Cit. por Pablo Blanco Sarto, Benedicto XVI (El Papa alemán), Barcelona: Planeta (Testimonio,s/n), 2010, p. 249

No son los intelectuales los que dan la medida a los sencillos, sino los sencillos los que mueven a los intelectuales.

No son las explicaciones eruditas las que dan la medida a la profesión de fe bautismal. Al contrario, en su ingenua literalidad, la profesión de fe bautismal es la medida de toda la teología […].

Al magisterio se le confía la tarea de defender la fe de los sencillos contra el poder de los intelectuales. El deber de volverse la voz de los sencillos, allí donde la teología deja de explicar la profesión de fe para apoderarse de ella (…). Proteger la fe de los sencillos, es decir, de los que no escriben libros, ni hablan en la televisión, ni escriben editoriales en los periódicos: ésa es la tarea democrática del magisterio de la Iglesia.

El credo sabe más que los teólogos que lo ignoran.

Joseph Ratzinger, predicación en la catedral de Munich, rec. en “Contra el poder de los intelectuales”, 30 días, núm. VI, 2 (1991), pp. 68-69; la frase en cursiva es comentario de Pablo Blanco Sarto al citarlo en Benedicto XVI (El Papa alemán), Barcelona: Planeta (Testimonio,s/n), 2010, p. 249

Considero importante –y diría también que necesario- para mi ministerio saber ver el lado divertido de la vida y su dimensión alegre, sin tomarse todo de un modo demasiado trágico. Un escritor dijo que los ángeles pueden volar porque no se toman demasiado en serio.

Benedicto XVI, entrevista televisiva, Castel Gandolfo, 5 de agosto de 2006. Cit. por Pablo Blanco Sarto, Benedicto XVI (El Papa alemán), Barcelona: Planeta (Testimonio,s/n), 2010, p. 267.

Dios tiene un agudo sentido del humor.

Joseph Ratzinger, Dios y el mundo (Una conversación con Peter Seewald), Barcelona: Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores, 2005, p. 19. Cit. por Pablo Blanco Sarto, Benedicto XVI (El Papa alemán), Barcelona: Planeta (Testimonio,s/n), 2010, p. 267.

En esta visión subjetiva de la teología, el dogma es considerado como una jaula intolerable, un atentado contra la libertad del investigador. Se ha perdido de vista el hecho de que la definición dogmática es un servicio a la verdad, un don ofrecido a los creyentes por la autoridad querida por Dios. Los dogmas –ha dicho alguien- no son murallas que nos impiden ver, sino, muy al contrario, ventanas abiertas al infinito.

Joseph Ratzinger, Informe sobre la fe, Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 2005. Cit. por Pablo Blanco Sarto, Benedicto XVI (El Papa alemán), Barcelona: Planeta (Testimonio,s/n), 2010, p. 276.

Gran parte de la teología parece haber olvidado que el sujeto que hace teología no es el estudioso individual, sino la comunidad católica en su conjunto, la Iglesia entera. De este olvido del trabajo teológico como servicio eclesial se sigue un pluralismo teológico que es, en realidad y con frecuencia, puro subjetivismo, individualismo que poco tiene que ver con las bases de la tradición común. Parece como si el teólogo quisiera ser a toda costa “creativo”; pero su verdadero cometido es profundizar, ayudar a comprender y a anunciar el depósito común de la fe, nunca “crear”.

Joseph Ratzinger, Informe sobre la fe, Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 2005. Cit. por Pablo Blanco Sarto, Benedicto XVI (El Papa alemán), Barcelona: Planeta (Testimonio,s/n), 2010, p. 276.

Existe una continuidad que no permite ni retornos al pasado ni huidas hacia adelante, ni nostalgias anacrónicas, ni impaciencias injustificadas. Debemos permanecer fieles al hoy de la Iglesia, no al ayer o al mañana; y este hoy de la Iglesia son los documentos auténticos del Vaticano II. Sin reservas que los cercenen. Sin arbitrariedades que los desfiguren.

Joseph Ratzinger, Informe sobre la fe, Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 2005, pp. 37ss. Cit. por Pablo Blanco Sarto, Benedicto XVI (El Papa alemán), Barcelona: Planeta (Testimonio,s/n), 2010, p. 276.

La fe estaría antes de la teología: “No es la fe bautismal la que debe justificarse ante la teología, sino que es la teología la que debe justificarse ante la realidad, ante la “ciencia de la verdad” concedida en la confesión de la fe bautismal”. Por eso, “los fieles deben oponerse a toda disolución de la fe en teorías que la ahogan en nombre de la autoridad de la pura razón”. Es decir, se propone “el primado de la fe sobre las teorías didácticas o teológicas”.

Pablo Blanco Sarto, Benedicto XVI (El Papa alemán), Barcelona: Planeta (Testimonio,s/n), 2010, p. 281, aludiendo a una conferencia de Joseph Ratzinger pronunciada en París y Lyon en enero de 1983

El hombre (…) debe abandonar la mentira de la independencia que no conoce vínculo alguno; debe reconocer que no es un ser autárquico ni autónomo. Debe abandonar la mentira de la arbitrariedad. Debe aceptar su dependencia, su

necesidad de los otros y de la Creación, sus límites, el destino del propio ser (…). Libre es aquel que se ha identificado con su propia esencia, con la verdad misma (…). Una vez más se pone en evidencia que la doctrina cristiana de la libertad no es un moralismo mezquino. Está guiada por una visión integral del hombre en una perspectiva histórica y, al mismo tiempo, superior a toda la historia.

Card. Joseph Ratzinger, comentario a la instrucción Sobre la libertad cristiana y la liberación, de la S. C. para la Doctrina de la Fe (1986), rec. en Iglesia, ecumenismo y política. Nuevos ensayos de eclesiología, Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 1987, pp. 300-301; y cit. por Pablo Blanco Sarto, Benedicto XVI (El Papa alemán), Barcelona: Planeta (Testimonio,s/n), 2010, p. 285.

¿Qué pensarán los cristianos de las próximas generaciones y épocas de la aquiescencia de la Iglesia de nuestros días al aborto, la eutanasia, las manipulaciones genéticas? No tenemos derecho a callar.

Joseph Ratzinger, cit. por Pablo Blanco Sarto, Benedicto XVI (El Papa alemán), Barcelona: Planeta (Testimonio,s/n), 2010, pp. 286-287

[En La vocación eclesial del teólogo, de la Congregación para la Doctrina de la Fe (1990)] Se pedía una teología en comunión con toda la Iglesia. Hace falta fe y espíritu de comunión a la hora de hacer teología, no basta con la mera razón o el espíritu crítico. El teólogo no debe olvidar que su misión no consiste en adquirir un protagonismo personal, sino en servir a la Iglesia […].

La fe es lo primero y el punto de partida, y por eso la teología ha de ser también un ejercicio creyente y eclesial: el teólogo ha de pensar y argumentar de modo personal, pero en la Iglesia, dentro de sus límites visibles y fácilmente reconocibles. La teología ha de nacer también de la oración y de la escucha. La buena teología no se hace sólo en las bibliotecas, sino también en los reclinatorios […].

Por eso los “guardianes de la fe” no serán los teólogos, sino los pastores y, de modo especial, los obispos.

Pablo Blanco Sarto, Benedicto XVI (El Papa alemán), Barcelona: Planeta (Testimonio,s/n), 2010, p. 290

Sólo Él puede decir: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”; todos los demás nos pueden mostrar partes del camino, pero no son el camino. Pero sobre todo, en Jesucristo están unidos Dios y el hombre, el Infinito y lo finito, el Creador y la criatura. Solamente Él, que es hombre y es Dios, es el puente existencial entre el uno y el otro.

Joseph Ratzinger, conferencia, Murcia, 2002; cit. por Pablo Blanco Sarto, Benedicto XVI (El Papa alemán), Barcelona: Planeta (Testimonio,s/n), 2010, p. 300.

El que habla de Jesucristo como salvador de todos, también para todos los tiempos, no puede ocultar que Cristo está […] siempre presente y que no se ha detenido en el pasado. Y esta presencia cristológica se denomina Iglesia.

Joseph Ratzinger, conferencia, Murcia, 2002; cit. por Pablo Blanco Sarto, Benedicto XVI (El Papa alemán), Barcelona: Planeta (Testimonio,s/n), 2010, p. 301.

Me contaron que unos delegados de una aldea visitaron al obispo, para comunicarle que se habían pasado a una

comunidad evangélica. Aprovecharon la ocasión para agradecerle todos sus esfuerzos sociales, todas esas cosas tan bonitas que habían hecho por ellos en todos esos años […]. “Pero además necesitamos –añadieron- una religión, y por eso nos hemos hecho protestantes.”

Joseph Ratzinger, Teoría de los principios teológicos (Materiales para una teología fundamental), Barcelona: Herder, 1985, p. 157; cit. por Pablo Blanco Sarto, Benedicto XVI (El Papa alemán), Barcelona: Planeta (Testimonio,s/n), 2010, p. 302.

No olvido la expresión de sorpresa cuando le pregunté [al Card. Joseph Ratzinger] si dormía bien […]. “Una vez hecho el examen de conciencia y rezadas mis oraciones, ¿por qué no voy a dormir tranquilo? Si me quedara intranquilo no me tomaría en serio el Evangelio que nos recuerda, sin adulación, que cada uno de nosotros es un ‘siervo inútil’. Hemos de hacer nuestro deber, pero siendo conscientes de que la Iglesia no es nuestra: es de aquel Cristo que quiere que seamos sus instrumentos, pero que Él permanece como el Señor y como nuestro guía. Se nos pedirán cuentas por nuestro esfuerzo, no por los resultados.

Vittorio Messori, “Messori ed il quarto anniversario dell’ascesa al trono di Pietro di Benedetto XVI”, Corriere della Sera, 20-IV-2009; cit. por Pablo Blanco Sarto, Benedicto XVI (El Papa alemán), Barcelona: Planeta (Testimonio,s/n), 2010, pp. 302-303.

[El Card. Joseph Ratzinger, en La fiesta de la fe (1981)] Manifestaba tener un sentimiento algo estremecido ante “los excesivos discursos, las escasas palabras y la carencia de belleza” en nuestras celebraciones litúrgicas. Al analizar las causas de esta supuesta carencia, llega a la conclusión de que existe un exagerado protagonismo del celebrante y de la comunidad, por lo que sería necesario recordar de vez en cuando la dimensión vertical y histérica, la prioridad de Dios en la liturgia, sin olvidar la irrenunciable dimensión comunitaria.

Pablo Blanco Sarto, Benedicto XVI (El Papa alemán), Barcelona: Planeta (Testimonio,s/n), 2010, p. 304. Refiere la cita a Joseph Ratzinger, La fiesta de la fe, Bilbao: DDB, 1981, P. 195.

Detrás de las diversas maneras de concebir la liturgia hay, como de costumbre, maneras diversas de entender la Iglesia y, por consiguiente, a Dios y las relaciones del hombre con Él. El tema de la liturgia no es en modo alguno marginal: ha sido el concilio [Vaticano II] quien nos ha recordado que tocamos aquí el corazón de la fe cristiana.

Card. Joseph Ratzinger, Informe sobre la fe, Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 2005, pp. 132ss.; cit. por Pablo Blanco Sarto, Benedicto XVI (El Papa alemán), Barcelona: Planeta (Testimonio,s/n), 2010, p. 305.

- La liturgia no es un show, no es un espectáculo que necesite directores geniales y autores de talento. La liturgia no vive de sorpresas “simpáticas”, de ocurrencias “cautivadoras”, sino de repeticiones solemnes (…). En la liturgia opera una fuerza, un poder que ni siquiera la Iglesia entera puede arrogarse: lo que en ella se manifiesta es el absolutamente Otro que, a través de la comunidad (la cual no es dueña, sino sierva e instrumento), llega hasta nosotros.

- [De este modo, lo importante en la liturgia no es lo que hacemos, sino lo que allí acontece.] Para el católico, la liturgia es el hogar común, la fuente misma de su identidad: también por esta razón debe estar “predeterminada” y ser “imperturbable”, para que a través del rito se manifieste la santidad de Dios. En vez de eso, la rebelión contra lo que se ha llamado la “vieja rigidez rubricista”, a la que se acusa de ahogar la creatividad, ha sumergido a la liturgia en la vorágine del “hazlo-como-quieras” y así, al ponerla al nivel de nuestra mediocre estatura, no ha hecho otra cosa que trivializarla.

- [Frente a ciertas tendencias falsamente populistas, el prefecto [Ratzinger] pide una solemnidad en el culto que supone una manifestación sincera de las propias creencias religiosas.] No es ciertamente triunfalismo la solemnidad del culto con el que la Iglesia expresa la belleza de Dios, la alegría de la fe, la victoria de la verdad y de la luz sobre el error y las tinieblas. La riqueza litúrgica no es propiedad de una casta sacerdotal; es riqueza de todos, también de los pobres, que la desean de veras y a quienes no escandaliza en absoluto.

- El drama de nuestros contemporáneos es (…) tener que vivir en un mundo que se sumerge cada vez más en una

profanidad sin esperanza. La exigencia que hoy se respira no es la de una liturgia secularizada, sino –muy al contrario- la de un nuevo encuentro con lo sagrado a través de un culto que termina por reconocer la presencia del Eterno.

Card. Joseph Ratzinger, Informe sobre la fe, Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 2005; entre corchetes, palabras de Pablo Blanco Sarto al citarlo en Benedicto XVI (El Papa alemán), Barcelona: Planeta (Testimonio,s/n), 2010, pp. 305-306.

Debemos encontrar el justo medio entre el ritualismo donde el sacerdote realiza la acción litúrgica de modo ininteligible y aislado, y un afán de comprensibilidad que al final lo disuelve todo en obra humana y escamotea la dimensión católica y la objetividad del misterio.

Card. Joseph Ratzinger, Un canto nuevo para el Señor (1995), Salamanca: Sígueme, 1999, p. 93; cit. por Pablo Blanco Sarto, Benedicto XVI (El Papa alemán), Barcelona: Planeta (Testimonio,s/n), 2010, p. 307.

La liturgia (…) debe ser, como opus Dei, el lugar donde desembocan y se subliman todas las opera hominum, y donde aflora una nueva libertad.

Card. Joseph Ratzinger, Un canto nuevo para el Señor (1995), Salamanca: Sígueme, 1999, p. 93; cit. por Pablo Blanco Sarto, Benedicto XVI (El Papa alemán), Barcelona: Planeta (Testimonio,s/n), 2010, p. 307.

La Eucaristía es, desde la Cruz y la Resurrección de Jesús, el punto de encuentro de todas las líneas de la Antigua Alianza, e incluso de la historia de las religiones en general: el culto verdadero, siempre esperado y que siempre supera nuestras posibilidades, la adoración “en espíritu y en verdad”. El velo rasgado del templo es el velo rasgado entre la faz de Dios y este mundo: en el corazón traspasado del Crucificado queda abierto el corazón del mismo Dios; en él vemos quién es Dios y cómo es Dios. El cielo ya no está cerrado: Dios ha dejado de estar oculto.

Card. Joseph Ratzinger, El espíritu de la liturgia (Una introducción) (2000), Madrid: Cristiandad, 2001, desconozco la p.; cit. por Pablo Blanco Sarto, Benedicto XVI (El Papa alemán), Barcelona: Planeta (Testimonio,s/n), 2010, p. 308

El nuevo templo ya existe y también el sacrificio nuevo y definitivo: la humanidad de Jesucristo que se ha abierto en la Cruz y la Resurrección; la oración del hombre Jesús se ha hecho una sola cosa en el diálogo intratrinitario del amor eterno. A través de la Eucaristía, Jesús introduce a los hombres en esta oración, que es la puerta siempre abierta de la adoración y del sacrificio verdadero, el sacrificio de la Nueva Alianza, el “culto espiritual” (Rom 12,1).

Card. Joseph Ratzinger, El espíritu de la liturgia (Una introducción) (2000), Madrid: Cristiandad, 2001, desconozco la p.; cit. por Pablo Blanco Sarto, Benedicto XVI (El Papa alemán), Barcelona: Planeta (Testimonio,s/n), 2010, p. 308.

…Se trataba sobre todo de dignificar la liturgia y de acentuar el sentido del misterio, pues –al ser el centro de la Iglesia- la solución a la crisis de ésta pasaba, en opinión de Ratzinger, precisamente por la liturgia.

Pablo Blanco Sarto, Benedicto XVI (El Papa alemán), Barcelona: Planeta (Testimonio,s/n), 2010; hace referencia a Joseph Ratzinger, El espíritu de la liturgia (Una introducción) (2000), Madrid: Cristiandad, 2001.

Lo que más necesitamos en este momento de la historia son hombres que, a través de una fe luminosa y vivida, hagan a Dios creíble en el mundo […]. Sólo a través de hombres que hayan sido tocados por Dios, Dios puede volver entre los hombres.

Joseph Ratzinger, cit. por Pablo Blanco Sarto, Benedicto XVI (El Papa alemán), Barcelona: Planeta (Testimonio,s/n), 2010, pp. 336-337

Joaquín Navarro Valls […] calificaba el pontificado de Benedicto XVI como una gran “pastoral de la inteligencia”. “Es decir –constataba-, tiene una gran riqueza conceptual y de

contenido en su modo de explicar, que está ilustrando a toda una generación.” El papa profesor es también un papa catequista. Enseña “de un modo extraordinario –añadía-, dirigido a la inteligencia de la gente, y yo creo que la reacción que se ve en muchísimos ambientes de todo el mundo es sencillamente decir: ‘Esto es lo que queremos oír, lo que es actual en este momento, lo que este momento cultural necesita’.”

Pablo Blanco Sarto, Benedicto XVI (El Papa alemán), Barcelona: Planeta (Testimonio,s/n), 2010, p. 376

Señor Jesucristo […], rostro humano de Dios y rostro divino del hombre,…

Benedicto XVI, Brasil, 2007; cit. por Pablo Blanco Sarto, Benedicto XVI (El Papa alemán), Barcelona: Planeta (Testimonio,s/n), 2010, p. 381.

La solución –según Benedicto XVI [Brasil, 2007]- estaba en poner en el núcleo del mensaje cristiano las cuestiones definitivas: éstas solucionan tanto las necesidades materiales como las espirituales del modo más radical y más profundo. No en vano Cristo es verdadero Dios y verdadero hombre.

Pablo Blanco Sarto, Benedicto XVI (El Papa alemán), Barcelona: Planeta (Testimonio,s/n), 2010, p. 381

“El gran error (…) de los sistemas marxistas tanto como de los capitalistas” consiste en “amputar la realidad fundante, y por esto decisiva, que es Dios”.

Pablo Blanco Sarto, Benedicto XVI (El Papa alemán), Barcelona: Planeta (Testimonio,s/n), 2010, p. 383; citando palabras de Benedicto XVI en su viaje a Brasil en 2007.

Si la Iglesia comenzara a transformarse directamente en sujeto político, no haría más por los pobres y por la justicia, sino que haría menos, porque perdería su independencia y su autoridad moral, identificándose con una única vía política y con posiciones parciales opinables […]. La Iglesia es abogada de la justicia y de los pobres, precisamente al no identificarse con los políticos ni con los intereses de partido.

Benedicto XVI, Brasil, 2007; cit. por Pablo Blanco Sarto, Benedicto XVI (El Papa alemán), Barcelona: Planeta (Testimonio,s/n), 2010, p. 384

La resignación de cara a la verdad constituye el núcleo de la crisis de Occidente, de toda Europa.

Benedicto XVI, Mariazell, septiembre de 2007; cit. por Pablo Blanco Sarto, Benedicto XVI (El Papa alemán), Barcelona: Planeta (Testimonio,s/n), 2010, p. 393

Nuestra fe se opone de modo decidido a esta resignación que considera al hombre incapaz de encontrar la verdad (…). Si para el hombre no existe una verdad, no podrá ni siquiera distinguir entre el bien y el mal.

Benedicto XVI, cit. por Pablo Blanco Sarto, Benedicto XVI (El Papa alemán), Barcelona: Planeta (Testimonio,s/n), 2010, p. 393

No tiene futuro la Tierra en la que se apaguen las fuerzas del corazón humano y de la razón iluminada por el corazón, cuando Dios no vuelva a brillar sobre la Tierra. Allá donde esté Dios, allí hay futuro.

Benedicto XVI, Mariazell, septiembre de 2007; cit. por Pablo Blanco Sarto, Benedicto XVI (El Papa alemán), Barcelona: Planeta (Testimonio,s/n), 2010, p. 394

…la paciencia, hermana pequeña de la esperanza, como decía Paul Claudel.

Pablo Blanco Sarto, Benedicto XVI (El Papa alemán), Barcelona: Planeta (Testimonio,s/n), 2010, p. 397

La teología y la filosofía forman una peculiar pareja de gemelos, en la que ninguna de las dos puede separarse totalmente de la otra y, sin embargo, cada una debe conservar su propia tarea y su propia identidad.

Benedicto XVI, discurso para la universidad de la Sapienza (Roma), para ser pronunciado el 17 de enero de 2008; la visita se suspendió, pero el Papa envió el texto; cit. por Pablo Blanco Sarto, Benedicto XVI (El Papa alemán), Barcelona: Planeta (Testimonio,s/n), 2010, p. 400.

Cada vez más la fórmula etsi Deus non daretur [como si no hubiera Dios] se convierte en un modo de vivir que trae origen de una especie de “soberbia” de la razón –realidad creada y amada por Dios- que se considera autosuficiente y se cierra a la contemplación y a la búsqueda de una verdad que la supera.

Benedicto XVI, discurso al Pontificio Consejo de la Cultura, 8 de marzo de 2008; cit. por Pablo Blanco Sarto, Benedicto XVI (El Papa alemán), Barcelona: Planeta (Testimonio,s/n), 2010, pp. 401-402.

Benedicto XVI había presentado esta sociedad como “un mundo cansado de su propia cultura”.

Pablo Blanco Sarto, Benedicto XVI (El Papa alemán), Barcelona: Planeta (Testimonio,s/n), 2010, p. 417; alude a un diálogo de B. XVI con sacerdotes de Aosta, 11 de julio de 2008.

Dado que la fe en el Creador es una parte esencial del credo cristiano, la Iglesia no puede y no debe limitarse a transmitir a sus fieles sólo el mensaje de la salvación.

Benedicto XVI, cit. por Pablo Blanco Sarto, Benedicto XVI (El Papa alemán), Barcelona: Planeta (Testimonio,s/n), 2010, p. 421

Hay momentos en los que podemos sentir la tentación de buscar una cierta satisfacción fuera de Dios (…). Alejarnos de Él es sólo un intento vano de huir de nosotros mismos (cf. S. Agustín, Confesiones, VIII, 7). Dios está con nosotros en la vida real, no en la fantasía. Enfrentarnos a la realidad, no huir de ella: es esto lo que buscamos.

Benedicto XVI, Jornada Mundial de la Juventud, Sidney (Australia), 19 de julio de 2008; cit. por Pablo Blanco Sarto, Benedicto XVI (El Papa alemán), Barcelona: Planeta (Testimonio,s/n), 2010, p. 425.

“La búsqueda de Dios requiere, pues, por intrínseca exigencia una cultura de la palabra.” Al Ratzinger prefecto le gustaba citar a San Benito, cuando afirmaba que la gramática es necesaria para amar a Dios.

Pablo Blanco Sarto, Benedicto XVI (El Papa alemán), Barcelona: Planeta (Testimonio,s/n), 2010, p. 432; las palabras entrecomilladas proceden del discurso de B. XVI a representantes del mundo de la cultura pronunciado en el Collège des Bernardins (París) el 12 de septiembre de 2008.

Benedicto XVI es también “el papa de la razón”, “el papa de la palabra”, pues –según él- ambas pueden combatir todo fundamentalismo, arbitrariedad y tiranía. La razón y el diálogo son una garantía para la libertad. “Con la Palabra sobre el Espíritu y sobre la libertad se abre un vasto horizonte, pero al mismo tiempo se pone una clara limitación a la arbitrariedad y a la subjetividad, un límite que obliga de manera inequívoca al individuo y a la comunidad y crea un vínculo superior al de la letra: el vínculo del entendimiento y del amor.”

[…] El Dios cristiano es Logos, Razón creadora y Razón-Amor […]. Dios es el fundamento de toda razón, de toda palabra, de toda verdad […]. Este Logos […] imprime un Logos interno en todas las cosas y a las personas: la verdad. Se trata del orden de la Creación, que da a su vez sentido al trabajo humano.

Pablo Blanco Sarto, haciendo referencia al discurso de Benedicto XVI a representantes del mundo de la cultura en el Collège des Bernardins (París), 12 de septiembre de 2008, al cual pertenecen las palabras entrecomilladas. Benedicto XVI (El Papa alemán), Barcelona: Planeta (Testimonio,s/n), 2010, pp. 432-433. La palabra Espíritu probablemente es en realidad espíritu (no el Espíritu Santo).

Una cultura meramente positivista que circunscribiera al campo subjetivo como no científica la pregunta sobre Dios sería la capitulación de la razón, la renuncia a sus posibilidades más elevadas y consiguientemente una ruina del humanismo, cuyas consecuencias no podrían ser más graves.

Benedicto XVI, discurso a representantes del mundo de la cultura pronunciado en el Collège des Bernardins (París) el 12 de septiembre de 2008; cit. por Pablo Blanco Sarto, Benedicto XVI (El Papa alemán), Barcelona: Planeta (Testimonio,s/n), 2010, p. 433.

Como entonces [en el Imperio romano], tras las numerosas imágenes de los dioses, estaba escondida y presente la pregunta acerca del Dios desconocido, también hoy la actual ausencia de Dios está tácitamente inquieta por la pregunta sobre Él.

Benedicto XVI, discurso a representantes del mundo de la cultura pronunciado en el Collège des Bernardins (París) el 12 de septiembre de 2008; cit. por Pablo Blanco Sarto, Benedicto XVI (El Papa alemán), Barcelona: Planeta (Testimonio,s/n), 2010, p. 433.

En su sonrisa [la de María] se encuentra misteriosamente oculta la fuerza para para continuar la lucha contra la enfermedad y por la vida.

Benedicto XVI, Lourdes, septiembre de 2008; cit. por Pablo Blanco Sarto, Benedicto XVI (El Papa alemán), Barcelona: Planeta (Testimonio,s/n), 2010, p. 440.

El lugar privilegiado donde resuena esta Palabra divina es la liturgia, en la celebración de la Misa y de la liturgia de la Palabra. “En ella se ve que la Biblia es el libro de un pueblo y para un pueblo (…). El pueblo no subsiste sin el Libro, porque en éste se encuentra su razón de ser, su vocación, su identidad.”

Pablo Blanco Sarto, recogiendo la homilía de Benedicto XVI en la Misa de clausura del Sínodo de los Obispos, 26 de octubre de 2008. Benedicto XVI (El Papa alemán), Barcelona: Planeta (Testimonio,s/n), 2010, p. 446.

Lo que la Iglesia rechaza es el evolucionismo radical que proponga el caos o el puro azar como primer principio, pero no la idea de una evolución relativa, que integre la acción creadora de Dios. En el principio era el Logos y el amor. En este sentido, el papa [Benedicto XVI] ha señalado que la evolución no opera sobre el caos, sino conforme al Logos, es decir, sobre un mundo creado por Dios. “En el principio era el Verbo” (Jn 1,1), no el azar o el caos. Dios, su verdad y su amor están ahí desde el principio de cualquier evolución.

Pablo Blanco Sarto, refiriendo ideas de Benedicto XVI: Benedicto XVI (El Papa alemán), Barcelona: Planeta (Testimonio,s/n), 2010, p. 448

La Iglesia considera su misión prioritaria en la cultura actual mantener despierta la búsqueda de la verdad y, consecuentemente, de Dios; llevar a las personas a mirar más allá de las cosas penúltimas y ponerse a la búsqueda de las últimas.

Benedicto XVI, Lisboa, mayo de 2010; cit. por Pablo Blanco Sarto, Benedicto XVI (El Papa alemán), Barcelona: Planeta (Testimonio,s/n), 2010, p. 549.

Haced cosas bellas, pero, sobre todo, convertid vuestras vidas en lugares de belleza.

Benedicto XVI, Lisboa, mayo de 2010; cit. por Pablo Blanco Sarto, Benedicto XVI (El Papa alemán), Barcelona: Planeta (Testimonio,s/n), 2010, p. 550.

[La aparición de la Santísima Virgen en Fátima fue] Un designio amoroso de Dios; no depende del papa, ni de cualquier otra autoridad eclesial […]. No fue la Iglesia quien impuso Fátima, sino que fue Fátima la que se impuso a la Iglesia.

Benedicto XVI, Lisboa, mayo de 2010; cit. por Pablo Blanco Sarto, Benedicto XVI (El Papa alemán), Barcelona: Planeta (Testimonio,s/n), 2010, p. 550.

La principal preocupación de cada cristiano, especialmente de la persona consagrada y del ministro del altar, debe ser la fidelidad, la lealtad a la propia vocación.

Benedicto XVI, Fátima, 12 de mayo de 2010; cit. por Pablo Blanco Sarto, Benedicto XVI (El Papa alemán), Barcelona: Planeta (Testimonio,s/n), 2010, p. 552.

En nuestro tiempo, en el que la fe en amplias regiones de la Tierra corre el riesgo de apagarse como una llama que deja de ser alimentada, la prioridad, por encima de todas, consiste en hacer a Dios presente en este mundo y abrir a los hombres la entrada a Dios.

Benedicto XVI, Fátima, 13 de mayo de 2010; cit. por Pablo Blanco Sarto, Benedicto XVI (El Papa alemán), Barcelona: Planeta (Testimonio,s/n), 2010, p. 552.

[A los enfermos] Hermano mío y hermana mía, tú tienes un valor tan grande para Dios, que se hizo hombre para poder com-padecer con el hombre [¿…?]. Con esta esperanza en el corazón, podrás salir de las arenas movedizas de la enfermedad y de la muerte, y permanecer de pie sobre la roca firme del amor divino. En otras palabras: podrás superar la sensación de la inutilidad del sufrimiento que consume interiormente a las personas y las hace sentirse un peso para los otros, cuando, en realidad, vivido con Jesús, el sufrimiento sirve para la salvación de los hermanos.

Benedicto XVI, Fátima, 13 de mayo de 2010; cit. por Pablo Blanco Sarto, Benedicto XVI (El Papa alemán), Barcelona: Planeta (Testimonio,s/n), 2010, p. 554.

Si vosotros no sois sus testigos [de Cristo] en vuestros ambientes, ¿quién lo hará por vosotros?

Benedicto XVI, Oporto, 14 de mayo de 2010; cit. por Pablo Blanco Sarto, Benedicto XVI (El Papa alemán), Barcelona: Planeta (Testimonio,s/n), 2010, p. 554.

La frase que se refiere al cáliz […] es de una densidad teológica extraordinaria […]. En las pocas palabras de esa frase se entrecruzan a la vez tres textos del Antiguo Testamento, de manera que toda la historia de la salvación queda reasumida y se hace presente de nuevo.

Encontramos en primer lugar Éxodo 24,8, la estipulación de la Alianza del Sinaí; después Jeremías 31,31, la promesa de la Nueva Alianza en medio de la crisis en la historia de la Alianza, una crisis cuyas manifestaciones más relevantes fueron la destrucción del templo y el exilio en Babilonia; y finalmente Isaías 53,12, la promesa misteriosa del siervo de Dios que carga con el pecado de muchos, y así obtiene la salvación para ellos.

Tratemos ahora de entender estos tres textos, cada uno en su significado propio y en su nuevo contexto. La Alianza del Sinaí, según la descripción de Éxodo 24, se fundaba en dos elementos. Por un lado, en la “sangre de la alianza”, la sangre de animales sacrificados, con la cual se rociaba el altar –como símbolo de Dios- y el pueblo; y, en segundo lugar, en la palabra de Dios y la promesa de obediencia de Israel: “Ésta es la sangre de la alianza que hace el Señor con vosotros, sobre todos estos mandatos”, había dicho solemnemente Moisés después del rito de la aspersión. Inmediatamente antes el

pueblo había respondido a la lectura del libro de la alianza: “Haremos todo lo que manda el Señor y le obedeceremos” (Éx 24,7).

Esta promesa de obediencia, que era constitutiva de la alianza, se rompía inmediatamente después con la adoración del becerro de oro mientras Moisés estaba en la montaña. Toda la historia que sigue es una historia de reiteradas violaciones de la promesa de obediencia, como muestran tanto los libros históricos del Antiguo Testamento como los libros de los profetas. La ruptura parece irremediable en el momento en que Dios abandona a su pueblo al exilio y el templo a la destrucción.

En aquellos moemtnos surge la esperranza de la “nueva alianza”, no basada ya en la fidelidad siempre frágil de la voluntad humana, sino grabada indestructiblemente en el corazón mismo (cf. Jr 31,33). En otras palabras, el nuevo pacto debe basarse en una obediencia que sea irrevocable e inviolable. Esta obediencia, fundada ahora en la raíz de la humanidad, es la obediencia del Hijo que se ha hecho siervo y asume en su obediencia hasta la muerte toda desobediencia humana, la sufre hasta el fondo y la vence.

Dios no puede simplemente ignorar toda la desobediencia de los hombres, todo el mal de la historia, no puede tratarlo como algo irrelevante e insignificante. Esta especie de “misericordia” y “perdón incondicional” sería esa “gracia a bajo

precio” contra la que protestó con razón Dietrich Bonhoeffer ante el abismo del mal de su tiempo. La injusticia, el mal como realidad concreta, no se puede ignorar sin más, dejarlo estar. Se debe acabar con él, vencerlo. Sólo esto es verdadera misericordia. Y que ahora lo haga Dios, puesto que los hombres no son capaces de hacerlo, muestra la bondad “incondicional” divina, una bondad que no puede estar en contradicción con la verdad y la correspondiente justicia. “Si somos infieles, él permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo”, escribe Pablo a Timoteo (2 Tim 2,13).

Esta fidelidad suya consiste en que Él no sólo actúa como Dios respecto a los hombres, sino también como hombre respecto a Dios, fundando así la alianza de modo irrevocablemente estable. Por eso, la figura del siervo de Dios que carga con el pecado de muchos (cf. Is 53,12) va unida a la promesa de la nueva alianza fundada de manera indestructible. Este injerto ya inconmovible de la alianza en el corazón del hombre, de la humanidad misma, tiene lugar en el sufrimiento vicario del Hijo que se ha hecho siervo. Desde entonces, a toda la marea sucia del mal se contrapone la obediencia del Hijo, en el cual Dios mismo ha sufrido y cuya obediencia es, por tanto, siempre infinitamente mayor que la masa creciente del mal (cf. Rom 5,16-20).

La sangre de los animales no podía ni “expiar” el pecado ni unir a los hombres con Dios. Sólo podía ser un signo de la esperanza y de la perspectiva de una obediencia más grande y verdaderamente salvadora. En las palabras de Jesús sobre el cáliz, todo esto se ha reasumido y convertido en realidad: Él da la “nueva alianza sellada con su sangre”. “Su sangre”, es decir, el don total de sí mismo en que Él sufre todos los males de la humanidad hasta el fondo, elimina toda traición asumiéndola en su fidelidad incondicional. Éste es el culto nuevo, que Él instituyó en la Última Cena: atraer a la humanidad a su obediencia vicaria. Paticipar en el cuerpo y la sangre de Cristo significa que Él responde “por muchos” –por nosotros- y, en el Sacramento, nos acoge entre estos “muchos”.

Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazaret (Segunda parte: Desde la Entrada en Jerusalén hasta la Resurrección), Madrid: Encuentro, 2011, pp. 157-160

El teólogo protestante Ferdinand Kattenbusch trató de demostrar en 1921 que las palabras de Jesús en la Última Cena serían el acto fundacional propiamente dicho de la Iglesia. Jesús habría dado con ello a sus discípulos la novedad que los unía y hacía de ellos una comunidad. Kattenbusch tenía razón: con la Eucaristía quedó instituida la Iglesia misma. Se convierte en una unidad, llega a ser ella misma a partir del cuerpo de Cristo y, desde su muerte, queda abierta a la vez a la inmensidad del mundo y de la historia.

La Eucaristía es el acontecimiento visible de reunión que –en un lugar y más allá de todos los lugares- es un entrar en comunión con el Dios vivo, que acerca desde dentro a los hombres unos a otros. La Iglesia nace de la Eucaristía. De ella recibe su unidad y su misión. La Iglesia proviene de la Última Cena, pero precisamente por eso se deriva de la muerte y resurrección de Cristo, anticipadas por Él en el don de su cuerpo y su sangre.

Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazaret (Segunda parte: Desde la Entrada en Jerusalén hasta la Resurrección), Madrid: Encuentro, 2011, pp. 164-165

Máximo el Confesor (+662) ha elaborado la respuesta […] en su esfuerzo por comprender la oración de Jesús en el Monte de los Olivos […]. Esta incontestable dualidad de la voluntad humana y divina en Jesús no debe, sin embargo, llevar a la esquizofrenia de una doble personalidad […]. Hay en Jesús la “voluntad natural” propia de la naturaleza humana, pero hay una sola “voluntad de la persona”, que acoge en sí la “voluntad natural”. Y esto es posible sin destruir el elemento esencialmente humano, porque, partiendo de la creación, la voluntad humana está orientada a la divina. Al asumir la voluntad divina, la voluntad humana alcanza su cumplimiento, y no su destrucción. Máximo dice a este propósito que la voluntad humana, según la creación, tiende a la sinergia (a la cooperación) con la voluntad de Dios, pero, a causa del pecado,

la sinergia se ha convertido en contraposición. El hombre, cuya voluntad se cumple en la adhesión a la voluntad de Dios, siente ahora comprometida su libertad por la voluntad de Dios. No ve en el “sí” a la voluntad de Dios la posibilidad de ser plenamente él mismo, sino la amenaza a su libertad […].

El drama del Monte de los Olivos consiste en que Jesús restaura la voluntad natural del hombre de la oposición a la sinergia, y restablece así al hombre

en su grandeza. En la voluntad natural humana de Jesús está, por decirlo así, toda la resistencia de la naturaleza humana contra Dios. La obstinación de todos nosotros, toda la oposición contra Dios está presente, y Jesús, luchando, arrastra a la naturaleza recalcitrante hacia su verdadera esencia.

Christoph Schönborn dice que “la transición de la oposición a la comunión de ambas voluntades pasa por la cruz de la obediencia. En la agonía de Getsemaní se cumple este paso” (El icono de Cristo, p. 114). Así, la petición: “No se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lc 22,42) es realmente una oración del Hijo al Padre, en la que la voluntad natural humana ha sido llevada por entero dentro del Yo del Hijo, cuya esencia se expresa precisamente en el “no yo, sino tú”, en el abandono total del Yo al Tú de Dios Padre. Pero este “Yo” ha acogido en sí la oposición de la humanidad y la ha transformado, de modo que, ahora, todos nosotros estamos presentes en la obediencia del Hijo, hemos sido incluidos dentro de la condición de hijos.Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazaret (Segunda parte: Desde la Entrada en Jerusalén hasta la Resurrección), Madrid: Encuentro, 2011, pp. 189-191. El libro de Schönborn es El icono de Cristo, Madrid: Encuentro, 1999.

A la pregunta de Pilato: “Conque ¿tú eres rey?”, Él responde: “Tú lo dices, soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz” (Jn 18,37) […].

Si Jesús basa su concepto de reinado y de reino en la verdad como categoría fundamental, resulta muy comprensible que el pragmático Pilato preguntara: “¿Qué es la verdad?” (Jn 18,38).

Es la cuestión que se plantea también en la doctrina moderna del Estado: ¿Puede asumir la política la verdad como categoría para su estructura? ¿O debe dejar la verdad, como dimensión inaccesible, a la subjetividad y tratar más bien de lograr establecer la paz y la justicia con los instrumentos disponibles en el ámbito del poder? Y la política, en vista de la imposibilidad de poder contar con un consenso sobre la verdad y apoyándose en esto, ¿no se convierte acaso en instrumento de ciertas tradiciones que, en realidad, son sólo formas de conservación del poder?

Pero, por otro lado, ¿qué ocurre si la verdad no cuenta nada? ¿Qué justicia será entonces posible? ¿No debe haber quizás criterios comunes que garanticen verdaderamente la justicia para todos, criterios fuera del alcance de las opiniones

cambiantes y de las concentraciones de poder? ¿No es cierto que las grandes dictaduras han vivido a causa de la mentira ideológica y que sólo la verdad ha podido llevar a la liberación?

¿Qué es la verdad? La pregunta del pragmático, hecha superficialmente con cierto escepticismo, es una cuestión muy seria, en la cual se juega efectivamente el destino de la humanidad. Entonces, ¿qué es la verdad? ¿La podemos reconocer? ¿Puede entrar a formar parte como criterio en nuestro pensar y querer, tanto en la vida del individuo como en la de la comunidad? […]

Con otra afirmación de santo Tomás ya nos acercamos más a las intenciones de Jesús: “La verdad está en el intelecto de Dios en sentido propio y verdadero, y en primer lugar (primo et proprie); en el intelecto humano, sin embargo, está en sentido propio y derivado (proprie quidem et secundario)” (De verit. q. 1, a. 4 c). Y se llega así finalmente a la fórmula

lapidaria: Dios es “ipsa summa et prima veritas, la primera y suma verdad” (S. Theol. I, q. 16, a. 5 c).

[…] Verdad y opinión errónea, verdad y mentira, están continuamente mezcladas en el mundo de manera casi inseparable. La verdad, en toda su grandeza y pureza, no aparece. El mundo es “verdadero” en la medida en que refleja a Dios, el sentido de la creación, la Razón eterna de la cual ha surgido. Y se hace tanto más verdadero cuanto más se acerca a Dios. El hombre se hace verdadero, se convierte en sí mismo, si llega a ser conforme a Dios. Entonces alcanza su verdadera naturaleza. Dios es la realidad que da el ser y el sentido.

[…] Dios es la medida del ser. En este sentido, la verdad es el verdadero “Rey” que da a todas las cosas su luz y su grandeza. Podemos decir también que dar testimonio de la verdad significa hacer legible la creación y accesible su verdad a partir de Dios, de la Razón creadora, para que dicha verdad pueda ser la medida y el criterio de orientación en el mundo del hombre; y que se haga presente también a los grandes y poderosos el poder de la verdad, el derecho común, el derecho de la verdad.

Digámoslo tranquilamente: la irredención del mundo consiste precisamente en la ilegibilidad de la creación, en la irreconocibilidad de la verdad; una situación que lleva necesariamente al dominio del pragmatismo y, de este modo, hace que el poder de los fuertes se convierta en el dios de este mundo.

Ahora, como hombres modernos, uno siente la tentación de decir: “Gracias a la ciencia, la creación se nos ha hecho descifrable”. De hecho, Francis S. Collins, por ejemplo, que dirigió el Human Genome Project, dice con grata sorpresa: “El lenguaje de Dios ha sido descifrado” (The Language of God, p. 99). Sí, es cierto: en la

gran matemática de la creación, que hoy podemos leer en el código genético humano, percibimos el lenguaje de Dios. Pero

no el lenguaje entero, por desgracia. La verdad funcional sobre el hombre se ha hecho visible. Pero la verdad acerca de sí mismo –sobre quién es, de dónde viene, cuál [es] el objeto de de su existencia, qué es el bien o el mal- no se la puede leer desgraciadamente de esta manera. El aumento del conocimiento de la verdad funcional parece más bien ir acompañado por una progresiva ceguera para la “verdad” misma, para la cuestión sobre lo que realmente somos y lo que de verdad debemos ser.

¿Qué es la verdad? Pilato no ha sido el único que ha dejado al margen esta cuestión como insoluble y, para sus propósitos, impracticable. También hoy se la considera molesta, tanto en la contienda política como en la discusión sobre la formación del derecho. Pero sin la verdad el hombre pierde en definitiva el sentido de su vida para dejar el campo libre a los más fuertes. “Redención”, en el pleno sentido de la palabra, sólo puede consistir en que la verdad sea reconocible. Y llega a ser reconocible si Dios es reconocible. Él se da a conocer en Jesucristo. En Cristo, ha entrado en el mundo y, con ello, ha plantado el criterio de la verdad en medio de la historia. Externamente, la verdad resulta impotente en el mundo, del mismo modo que Cristo está sin poder según los criterios del mundo: no tiene legiones. Es crucificado. Pero precisamente así, en la falta total de poder, Él es poderoso, y sólo así la verdad se convierte siempre de nuevo en poder.

[…] El centro del mensaje hasta la cruz –hasta la inscripción en la cruz- es el Reino de Dios, la nueva realeza que Jesús representa. La raíz de esto, sin embargo, es la verdad. La realeza anunciada por Jesús […] es precisamente el reinado de la verdad. Lo que importa es el establecimiento de este reinado como verdadera liberación del hombre.

Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazaret (Segunda parte: Desde la Entrada en Jerusalén hasta la Resurrección), Madrid: Encuentro, 2011, pp. 222-228. El libro de Collins es (en su ed. esp.) ¿Cómo habla Dios?, Madrid: Temas de Hoy, 2007.

Ecce homo, “¡Aquí tenéis al hombre!” (Jn 19,5) […].Esta palabra adquiere espontáneamente una profundidad

que va más allá de aquel momento. En Jesús aparece lo que es propiamente el hombre. En Él se manifiesta la miseria de todos los golpeados y abatidos. En su miseria se refleja la inhumanidad del poder humano, que aplasta de esta manera al impotente. En Él se refleja lo que llamamos “pecado”: en lo que se convierte el hombre cuando da la espalda a Dios y toma en sus manos por cuenta propia el gobierno del mundo.

Pero también es cierto el otro aspecto: a Jesús no se le puede quitar su íntima dignidad. En Él sigue presente el Dios oculto. También el hombre maltratado y humillado continúa siendo imagen de Dios. Desde que Jesús se ha dejado azotar, los golpeados y heridos son precisamente imagen del Dios que ha querido sufrir por nosotros. Así, en medio de su pasión, Jesús es imagen de esperanza: Dios está del lado de los que sufren.

Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazaret (Segunda parte: Desde la Entrada en Jerusalén hasta la Resurrección), Madrid: Encuentro, 2011, pp. 233-234

Esta combinación entre docta erudición y profunda ignorancia debe hacer reflexionar. Revela lo problemático de un saber que se cree autosuficiente, y por eso no alcanza la verdad misma que debería transformar al hombre.

[…] La palabra de Jesús sobre la ignorancia, con sus aplicaciones en las distintas situaciones de la Escritura, debe sacudir también, precisamente hoy, a los presuntos sabios. ¿Acaso no somos ciegos precisamente en cuanto sabios? ¿No somos quizás, justo por nuestro saber, incapaces de reconocer la verdad misma, que quiere venir a nuestro encuentro en aquello mismo que sabemos? ¿Acaso no esquivamos el dolor provocado por la verdad que traspasa el corazón, esa verdad de la que habló Pedro en su

discurso de Pentecostés? La ignorancia atenúa la culpa, deja abierta la vía hacia la conversión. Pero no es simplemente una causa eximente, porque revela al mismo tiempo una dureza de corazón, una torpeza que resiste a la llamada de la verdad. Por eso es más consolador aún para todos los hombres y en todos los tiempos que el Señor [alude a Lc 23,34], tanto respecto a los que verdaderamente no sabían –los verdugos- como a los que sabían y lo condenaron, haya puesto la ignorancia como motivo para pedir que se les perdone: la ve como una puerta que puede llevarnos a la conversión.

Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazaret (Segunda parte: Desde la Entrada en Jerusalén hasta la Resurrección), Madrid: Encuentro, 2011, pp. 243-244

No hay más amor que el que sabe sangrar.

Yo, 26-V-2012

[Sobre Jn 19,25-27] Ahora [Jesús] pone a su lado al discípulo amado, lo pone, por decirlo así, en lugar suyo, como su propio hijo, y desde aquel momento él se hace cargo de ella,

la acoge consigo. La traducción literal es aún más fuerte; se podría expresar más o menos así: la acogió entre sus propias cosas, la acogió en su más íntimo contexto de vida […]. No deja sola a su madre, la confía a los cuidados del discípulo que le había sido tan cercano. De este modo se da también al discípulo un nuevo hogar: la madre que cuida de él y de la que él se hace cargo.

[…] El término “mujer” recuerda al mismo tiempo el relato de la creación, en el cual el Creador presenta la mujer a Adán. Adán reacciona ante esta nueva criatura diciendo: “¡Ésta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne!” (Gén 2,23). San Pablo ha presentado a Jesús en sus cartas como el nuevo Adán, con el cual la humanidad recomienza de un modo nuevo. Juan nos dice que al nuevo Adán le corresponde nuevamente “la mujer”, que él nos presenta en la figura de María. En el Evangelio eso queda como una alusión callada de lo que se desarrollará después poco a poco en la fe de la Iglesia.

Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazaret (Segunda parte: Desde la Entrada en Jerusalén hasta la Resurrección), Madrid: Encuentro, 2011, pp. 257-258

…la Iglesia esposa y Madre, en la cual el misterio de María se prolonga en la historia.

Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazaret (Segunda parte: Desde la Entrada en Jerusalén hasta la Resurrección), Madrid: Encuentro, 2011, p. 259

En la Pasión de Jesús toda la suciedad del mundo entra en contacto con el inmensamente Puro, con el alma de Jesucristo y, así, con el Hijo de Dios mismo. Si lo habitual es que aquello que es impuro contagie y contamine con el contacto lo que es puro, aquí tenemos lo contrario: allí donde el mundo, con toda su injusticia y con sus crueldades que lo contaminan, entra en contacto con el inmensamente Puro, Él, el Puro, se revela al mismo tiempo como el más fuerte. En este contacto la suciedad del mundo es realmente absorbida, anulada, transformada mediante el dolor del amor infinito. Y puesto que en el Hombre Jesús está el bien infinito, ahora está presente y activa en la historia del mundo la fuerza antagonista de toda forma de mal; el bien es siempre infinitamente más grande que toda la masa del mal, por más que ésta sea terrible.

Si tratamos de reflexionar un poco más a fondo sobre esta convicción, encontramos también la respuesta a una objeción suscitada repetidamente contra la idea de expiación. Tantas veces se dice: ¿Acaso no es un Dios cruel el que exige una expiación infinita? ¿No es ésta una idea indigna de Dios? ¿No debemos quizás, en defensa de la pureza de la imagen de Dios, renunciar a la idea de expiación? […] El perdón real que se produce partiendo de la cruz tiene lugar precisamente de

manera inversa. La realidad del mal, de la injusticia que deteriora el mundo y contamina a la vez la imagen de Dios, es una realidad que existe, y por culpa nuestra. No puede ser simplemente ignorada, tiene que ser eliminada. Ahora bien, no es que un Dios cruel exija algo infinito. Es justo lo contrario:

Dios mismo se pone como lugar de reconciliación y, en su Hijo, toma el sufrimiento sobre sí. Dios mismo introduce en el mundo como don su infinita pureza. Dios mismo “bebe el cáliz” de todo lo que es terrible, y restablece así el derecho mediante la grandeza de su amor, que a través del sufrimiento transforma la oscuridad.

Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazaret (Segunda parte: Desde la Entrada en Jerusalén hasta la Resurrección), Madrid: Encuentro, 2011, pp. 269-270

Siempre queda también una cierta impresión de insuficiencia. Nuestra obediencia es siempre deficiente. La voluntad personal se antepone una y otra vez. Sin embargo, el profundo sentido de la insuficiencia de toda obediencia humana a la Palabra de Dios hace que irrumpa continuamente de nuevo el deseo de expiación, aunque, dada nuestra condición y nuestros escasos “resultados” en cuestión de obediencia, no pueda llevarse a cabo. Por eso, en medio del discurso sobre la insuficiencia de los holocaustos y los sacrificios surge también una y otra vez el deseo de que éstos puedan hacerse de manera más perfecta (cf. p. ej. Sl 51,19ss.).

En la versión que la palabra del Salmo 40 ha encontrado en la Carta a los Hebreos se contiene la respuesta a dicho deseo: el deseo de que se dé a Dios lo que nosotros no podemos darle, pero que, no obstante, el don sea nuestro, encuentra su cumplimiento […]. El verdadero Logos, el Hijo, dice al Padre: “Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado un cuerpo”. El Logos mismo, el Hijo, se hace carne, asume un cuerpo humano. Así es posible una nueva forma de obediencia, una obediencia que va más allá de todo cumplimiento humano de los

Mandamientos. El Hijo se hace hombre, y en su cuerpo le devuelve a Dios toda la humanidad. Sólo el Verbo que se ha hecho carne, cuyo amor se cumple en la cruz, es la obediencia perfecta. […] Su obediencia “corpórea” es el nuevo sacrificio en el cual nos incluye a todos y en el que, al mismo tiempo, toda nuestra desobediencia es anulada mediante su amor.

Dicho de nuevo con otras palabras: nuestra moralidad personal no basta para venerar a Dios de manera correcta […]. El Hijo que se ha hecho carne lleva en sí a todos nosotros y ofrece de este modo lo que no podríamos dar solamente por nosotros mismos […].

Con eso, no sólo se ha elaborado una interpretación teológica de la cruz, como también de los sacramentos cristianos fundamentales –a partir de la cruz- y del culto cristiano, sino que abarca también la dimensión existencial: ¿Qué comporta esto para mí, qué significa para mi camino de persona humana? Pues bien, la obediencia “corpórea” de Cristo se presenta precisamente como espacio abierto en el que se nos acoge a nosotros y a través del cual nuestra vida personal encuentra un nuevo contexto. El misterio de la cruz no está simplemente ante nosotros, sino que nos afecta y da a nuestra vida un nuevo valor.

Esta vertiente existencial de la nueva concepción del culto y del sacrificio aparece particularmente clara en el capítulo 12 de la Carta a los Romanos: “Os exhorto, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, a ofrecer vuestros cuerpos como una víctima viva, santa, agradable a Dios […]” (v. 1 [Rom 12,1]) […]. Pablo, que tanto resalta la imposibilidad de la justificación fundándose en la propia moralidad, presupone indudablemente en esto que el nuevo culto de los cristianos, en el cual ellos mismos son “víctima viva y santa”, sólo es posible participando en el amor hecho carne de

Jesucristo, ese amor que, mediante el poder de su santidad, supera toda nuestra insuficiencia.

Si debemos decir, por un lado, que con esta exhortación Pablo […] no desmiente para nada su doctrina acerca de la justificación mediante la fe –y no por las obras-, por otro queda claro que con esta doctrina de la justificación no se condena al hombre a la pasividad: no se convierte en un destinatario meramente pasivo de la justicia de Dios […]. La grandeza del amor de Cristo se manifiesta precisamente en que Él, a pesar de toda nuestra miserable insuficiencia, nos acoge

en sí, en su sacrificio vivo y santo, de manera que llegamos a ser realmente “su Cuerpo”.

[…] Pablo retoma una vez más la misma idea […]: Os he escrito “en virtud de la gracia que Dios me ha dado, de ser ministro de Jesucristo para los gentiles, ejerciendo el oficio sagrado de anunciar el Evangelio de Dios, para que la oblación de los gentiles sea agradable, santificada por el Espíritu Santo” ([Rom] 15,15s).

[…] El culto verdadero es el hombre vivo que se ha convertido completamente en respuesta a Dios, modelado por su Palabra sanadora y transformadora. Y el verdadero sacerdocio, por tanto, es ese ministerio de la Palabra y el Sacramento que transforma a los hombres en una entrega a Dios y convierte el cosmos en una alabanza al Creador y Redentor […].

Si bien podemos ver el centro del culto cristiano en la celebración de la Eucaristía, en la participación, nueva cada vez, en el ministerio sacerdotal de Jesucristo, hay que tener siempre presente, sin embargo, toda su magnitud: su finalidad es atraer constantemente a cada persona y al mundo dentro del amor de Cristo, de modo que todos lleguen a ser, junto con

Él, una ofrenda “agradable, santificada por el Espíritu Santo” (Rom 15,16).

[…] En las tribulaciones de la vida se nos purifica lentamente al fuego, podemos transformarnos en pan, por decirlo así, en la medida en que en nuestra vida y en nuestro sufrimiento se comunica el misterio de Cristo, y su amor hace de nosotros una ofrenda para Dios y para los hombres.

Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazaret (Segunda parte: Desde la Entrada en Jerusalén hasta la Resurrección), Madrid: Encuentro, 2011, pp. 272-279

[…] En las tribulaciones de la vida se nos purifica lentamente al fuego, podemos transformarnos en pan, por decirlo así, en la medida en que en nuestra vida y en nuestro sufrimiento se comunica el misterio de Cristo, y su amor hace de nosotros una ofrenda para Dios y para los hombres.

Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazaret (Segunda parte: Desde la Entrada en Jerusalén hasta la Resurrección), Madrid: Encuentro, 2011, p. 279

...la importancia que tiene la fe en la resurrección de Jesucristo para el mensaje cristiano en su conjunto: es su fundamento […].

Si se prescinde de esto, aún se pueden tomar sin duda de la tradición cristiana ciertas ideas interesantes […], pero la fe cristiana queda muerta. En este caso, Jesús es una personalidad religiosa fallida; una personalidad que, a pesar de su fracaso, sigue siendo grande y puede dar lugar a nuestra reflexión, pero permanece en una dimensión puramente humana, y su autoridad sólo es válida en la medida en que su mensaje nos convence. Ya no es el criterio de medida; el criterio es entonces únicamente nuestra valoración personal que elige de su patrimonio particular aquello que le parece útil. Y eso significa que estamos abandonados a nosotros mismos. La última instancia es nuestra valoración personal.

Sólo si Jesús ha resucitado ha sucedido algo verdaderamente nuevo que cambia el mundo y la situación del hombre. Entonces Él, Jesús, se convierte en el criterio del que podemos fiarnos. Pues, ahora, Dios se ha manifestado verdaderamente.

Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazaret (Segunda parte: Desde la Entrada en Jerusalén hasta la Resurrección), Madrid: Encuentro, 2011, pp. 281-282

[1] Si la resurrección de Jesús no hubiera sido más que el milagro de un muerto redivivo, no tendría para nosotros en última instancia interés alguno […]. Para el mundo […] nada hubiera cambiado […].

En la “resurrección del Hijo del hombre” ha ocurrido algo completamente diferente. La resurrección de Jesús ha consistido en un romper las cadenas para ir hacia un tipo de vida totalmente nuevo, a una vida que ya no está sujeta a la ley del devenir y de la muerte, sino que está más allá de eso; una vida que ha inaugurado una nueva dimensión de ser hombre. Por eso, la resurrección de Jesús no es un acontecimiento aislado que podríamos pasar por alto y que pertenecería únicamente al pasado, sino que es una especie de “mutación decisiva” (por usar analógicamente esta palabra, aunque sea equívoca), un salto cualitativo. En la resurrección de Jesús se ha alcanzado una nueva posibilidad de ser hombre, una posibilidad que interesa a todos y que abre un futuro, un tipo nuevo de futuro para la humanidad.

[…] La resurrección de Cristo es un acontecimiento universal o no es nada, viene a decir Pablo […].

Él ha entrado en una vida distinta, nueva; en la inmensidad de Dios y, desde allí, Él se manifiesta a los suyos.

[…] Él era completamente diferente, no un cadáver reanimado, sino alguien que vivía desde Dios de un modo nuevo y para siempre […].

En los testimonios sobre la resurrección se habla de algo que no figura en el mundo de nuestra experiencia […], de algo único hasta ese momento; […] de una dimensión nueva de la realidad que se manifiesta entonces […]. Hay otra dimensión más de las que conocemos hasta ahora. Esto ¿está quizás en contraste con la ciencia? ¿Puede darse sólo aquello que siempre ha existido? […] Si Dios existe, ¿no puede acaso crear también una nueva dimensión de la realidad humana, de la realidad en general? La creación, en el fondo, ¿no está en espera de esta última y suprema “mutación”, de este salto cualitativo definitivo? ¿Acaso no espera la unificación de lo finito con lo infinito, la unificación entre el hombre y Dios, la superación de la muerte?

[…] Así es como la resurrección ha entrado en el mundo: sólo a través de algunas apariciones misteriosas a unos elegidos. Y, sin embargo, fue el comienzo realmente nuevo; aquello que, en secreto, todo estaba esperando.

[2] Según todos estos datos bíblicos, ¿qué podemos decir ahora realmente sobre la naturaleza peculiar de la resurrección de Cristo?

Que es un acontecimiento dentro de la historia que, sin embargo, quebranta el ámbito de la historia y va más allá de ella. Quizás podamos recurrir a un lenguaje analógico, que sigue siendo impropio en muchos aspectos, pero que puede dar un atisbo de comprensión. Podríamos considerar la resurrección (como ya hemos hecho […]) algo así como una especie de “salto cualitativo” radical en que se entreabre una nueva dimensión de la vida, del ser hombre.

Más aún, la materia misma es transformada en un nuevo género de realidad. El hombre Jesús, con su mismo cuerpo, pertenece ahora totalmente a la esfera de lo divino y eterno […].

Es esencial que, con la resurrección de Jesús, […] se ha producido un salto ontológico que afecta al ser como tal, se ha inaugurado una dimensión que nos afecta a todos y que ha creado para todos nosotros un nuevo ámbito de la vida, del ser con Dios.

A partir de esto hay que afrontar también la cuestión sobre la resurrección como acontecimiento histórico. Por una parte, hay que decir que la esencia de la resurrección consiste precisamente en que ella contraviene la historia e inaugura una dimensión que llamamos comúnmente la dimensión escatológica. La resurrección da entrada al espacio nuevo que abre la historia más allá de sí misma y crea lo definitivo. En este sentido es verdad que la resurrección no es un acontecimiento histórico del mismo tipo que el nacimiento o la

crucifixión de Jesús. Es algo nuevo, un género nuevo de acontecimiento.

Pero es necesario advertir al mismo tiempo que no está simplemente fuera o por encima de la historia. En cuanto erupción que supera la historia, la resurrección tiene sin embargo su inicio en la historia misma y hasta cierto punto le pertenece. Se podría expresar tal vez todo esto así: la resurrección d Jesús va más allá de la historia, pero ha dejado su huella en la historia. Por eso puede ser refrendada por testigos como un acontecimiento de una cualidad del todo nueva.

Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazaret (Segunda parte: Desde la Entrada en Jerusalén hasta la Resurrección), Madrid: Encuentro, 2011, pp. 283-288 [1], 317-319 [2]

Jesús es arrancado de ese tipo de muerte que proviene del pecado original del hombre, como consecuencia de querer ser como Dios; una presunción que debía terminar con el hundimiento en la propia miseria, marcada por el destino de la muerte.

La muerte de Jesús es de otro tipo: no proviene de la presunción del hombre, sino de la humildad de Dios. No es la consecuencia inevitable de una hybris, de un orgullo desmesurado y contrario a la verdad, sino obra de un amor en el que Dios mismo desciende hacia el hombre para elevarlo de nuevo hacia Sí. La muerte de Jesús no forma parte de la sentencia a la salida del Paraíso, sino que se encuentra en los cantos del siervo de Dios. Por tanto, es una muerte en el contexto del servicio de expiación.

Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazaret (Segunda parte: Desde la Entrada en Jerusalén hasta la Resurrección), Madrid: Encuentro, 2011, pp. 294-295

Al final, sin embargo, permanece siempre en todos nosotros la pregunta que Judas Tadeo le hizo a Jesús en el Cenáculo: “Señor, ¿qué ha sucedido para que te muestres a nosotros y no al mundo?” (Jn 14,22) […]. ¿Por qué no les has demostrado con vigor irrefutable que Tú eres el Viviente, el Señor de la vida y de la muerte? ¿Por qué te has manifestado sólo a un pequeño grupo de discípulos, de cuyo testimonio tenemos ahora que fiarnos?

Pero esta pregunta no se limita solamente a la resurrección, sino a todo ese modo en que Dios se revela al mundo. ¿Por qué sólo a Abraham? ¿Por qué no a los poderosos del mundo? ¿Por qué sólo a Israel y no de manera inapelable a todos los pueblos de la tierra?

Es propio del misterio de Dios actuar de manera discreta. Sólo poco a poco va construyendo su historia en la gran historia de la humanidad. Se hace hombre, pero de tal modo que puede ser ignorado por sus contemporáneos, por las fuerzas de renombre en la historia. Padece y mere y, como Resucitado, quiere llegar a la

humanidad solamente mediante la fe de los suyos, a los que se manifiesta. No cesa de llamar con suavidad a las puertas de nuestro corazón y, si le abrimos, nos hace lentamente capaces de “ver”.

Pero ¿no es éste acaso el estilo divino? No arrollar con el poder exterior, sino dar libertad, ofrecer y suscitar amor […].

Si escuchamos a los testigos con el corazón atento y nos abrimos a los signos con los que el Señor da siempre fe de ellos y de Sí mismo, entonces lo sabemos: Él ha resucitado verdaderamente. Él es el Viviente. A él nos encomendamos en la seguridad de estar en la senda justa.

Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazaret (Segunda parte: Desde la Entrada en Jerusalén hasta la Resurrección), Madrid: Encuentro, 2011, pp. 320-321

La observación sobre la nube [en el relato de la Ascensión de Jesús] tiene un carácter claramente teológico. Presenta la desaparición de Jesús no como un viaje hacia las estrellas, sino como un entrar en el misterio de Dios. Con eso se alude a un orden de magnitud completamente diferente, a otra dimensión del ser.

El Nuevo Testamento […] describe el “lugar” al que Jesús se ha ido con una nube como un “sentarse” (o estar) a la derecha de Dios. ¿Qué significa esto? Este modo de hablar no se refiere a un espacio cósmico lejano, en el que Dios, por decirlo así, habría erigido su trono y en él habría dado un puesto también a Jesús. Dios no está en un espacio junto a otros espacios. Dios es Dios. Él es el presupuesto y el fundamento de toda dimensión espacial existente, pero no forma parte de ella. La relación de Dios con todo lo que tiene espacio es la del Dios y Creador. Su presencia no es espacial, sino, precisamente, divina […].

El Jesús que se despide no va a alguna parte en un astro lejano. Él entra en la comunión de vida y poder con el Dios viviente, en la situación de superioridad

de Dios sobre todo espacio. Por eso “no se ha marchado”, sino que, en virtud del mismo poder de Dios, ahora está siempre presente junto a nosotros y por nosotros. En los discursos de despedida en el Evangelio de Juan, Jesús dice precisamente esto a sus discípulos: “Me voy y vuelvo a vuestro lado” (14,28 [Jn 14,28]. Aquí está sintetizada maravillosamente la peculiaridad del “irse” de Jesús, que es al mismo tiempo su “venir”, y con eso queda explicado también el misterio acerca de la cruz, la resurrección y la ascensión […].

Puesto que Jesús está junto al Padre, no está lejos, sino cerca de nosotros. Ahora ya no se encuentra en un solo lugar del mundo, como antes de la “ascensión”; con su poder que supera todo espacio, Él no está ahora en un solo sitio, sino que está presente al lado de todos, y todos lo pueden invocar en todo lugar y a lo largo de la historia […].

Después de la multiplicación de los panes, el Señor ordena a los discípulos que suban a la barca […]. Luego se retira “al monte” para orar. Por tanto, los discípulos están solos en la barca […]. Están amenazados por la fuerza de las olas y la borrasca. El Señor parece estar lejano, haciendo oración en su monte. Pero como está cerca del Padre, Él los ve. Y porque los ve, viene hacia ellos caminando sobre el mar, sube a la barca con ellos y hace posible la travesía hasta su destino.

Ésta es una imagen para el tiempo de la Iglesia […]. El Señor está “en el monte” del Padre. Por eso nos ve. Por eso puede subir en cualquier momento a la barca de nuestra vida. Y por eso podemos invocarlo siempre, estando seguros de que Él siempre nos ve y siempre nos oye. También hoy la barca de la Iglesia, con el viento contrario de la historia, navega por el océano agitado del tiempo. Se tiene con frecuencia la impresión de que está para hundirse. Pero el Señor está presente y viene en el momento oportuno. “Voy y vuelvo a

vuestro lado”: ésta es la confianza de los cristianos, la razón de nuestro júbilo.

[…] Nuestra vida está ya escondida con Cristo en Dios; en nuestra verdadera existencia ya estamos “allá arriba”, junto a Él, a la derecha del Padre (cf. Col 3,1ss). Si nos adentramos en la esencia de nuestra existencia cristiana, entonces tocamos al Resucitado: allí somos plenamente nosotros mismos […].

El Cristo junto al Padre no está lejos de nosotros; si acaso, somos nosotros los que estamos lejos de Él; pero la senda entre Él y nosotros está abierta […].

La desaparición de Jesús a través de la nube no significa un movimiento hacia otro lugar cósmico, sino su asunción en el ser mismo de Dios y, así, la participación en su poder de presencia en el mundo.

Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazaret (Segunda parte: Desde la Entrada en Jerusalén hasta la Resurrección), Madrid: Encuentro, 2011, pp. 328-332

La fe en el retorno de Cristo es el segundo pilar de la confesión cristiana. Él, que se ha hecho carne y permanece Hombre sin cesar, que ha inaugurado para siempre en Dios el puesto del ser humano, llama a todo el mundo a entrar en los brazos abiertos de Dios, para que al final Dios se haga todo en todos, y el Hijo pueda entregar al Padre al mundo entero asumido en Él (cf. 1 Co 15,20-258). Esto implica la certeza en la esperanza de que Dios enjugará toda lágrima, que nada quedará sin sentido, que toda injusticia quedará superada y establecida la justicia. La victoria del amor será la última palabra de la historia del mundo.

Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazaret (Segunda parte: Desde la Entrada en Jerusalén hasta la Resurrección), Madrid: Encuentro, 2011, p. 333

El miércoles de la primera semana de Adviento, el breviario ofrece una interpretación tomada de las homilías de Adviento de San Bernardo de Claraval […]: “Sabemos de una triple venida del Señor. Además de la primera y de la última, hay una venida intermedia (adventus medius)… En la primera venida, el Señor vino en carne y debilidad; en esta segunda, en espíritu y poder; y, en la última, en gloria y majestad” (In Adventu Domini, serm. III, 4.V, 1: PL 183, 45A.5050C-D). Para confirmar su tesis, Bernardo se remite a Juan 14,23: “El que me ama guardará mi palabra y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él” [Jn 14,23].

[…] Esta presencia anticipadora forma parte sin duda de la escatología cristiana, de la existencia cristiana.

[…] Las modalidades de esta “venida intermedia” son múltiples: el Señor viene en su Palabra; viene en los

sacramentos, especialmente en la santa Eucaristía; entra en mi vida mediante palabras o acontecimientos.

Pero hay también modalidades de dicha venida que hacen época. […] Francisco y Domingo […,] Teresa de Ávila, Juan de la Cruz, Ignacio de Loyola, Francisco Javier, llevan consigo nuevas irrupciones del Señor en la historia confusa de su siglo, que andaba a la deriva alejándose de Él. Su misterio, su figura, aparece nuevamente; y, sobre todo, se hace presente de un modo nuevo su fuerza, que transforma a los hombres y plasma la historia.

[…] ¿Podemos orar por la venida de Jesús? ¿Podemos decir con sinceridad: “Marana tha!: ¡Ven, Señor Jesús!”? Sí, podemos y debemos. Pedimos anticipaciones de su presencia renovadora del mundo. En momentos de tribulación personal le imploramos: Ven, Señor Jesús, y acoge mi vida en la presencia de tu poder bondadoso. Le rogamos que se haga cercano a los que amamos […]. Pidámosle que se haga presente con eficacia en su Iglesia.

Y ¿por qué no le pedimos también que nos dé hoy nuevos testigos de su presencia, en los que Él mismo se acerque a nosotros? Y esta oración, que no apunta directamente al fin del mundo, pero que es una verdadera súplica de su venida, conlleva toda la amplitud de aquella oración que Él mismo nos ha enseñado: “Venga a nosotros tu reino”, ¡Ven, Señor Jesús!

Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazaret (Segunda parte: Desde la Entrada en Jerusalén hasta la Resurrección), Madrid: Encuentro, 2011, pp. 336-338

Virgen, en vuestro fruto el alma espera;Cristo es el fruto y de esa flor redunda;

sin Cristo no hay salud, sin flor no hay fruto.

Lope de Vega, cit. por Nazario Pérez, S. I., Vida mariana (Exposición y práctica de la perfecta consagración a la Santísima Virgen) (1910), Santander: Sal Terrae, 71951, p. 11

Qui cerca el bon gralo troba en l’espiga;qui vol or del filo cerca en la mina:qui vol a Jesúsque cerqui a Maria.

Mn. Jacinto Verdaguer, cit. por Nazario Pérez, S. I., Vida mariana (Exposición y práctica de la perfecta consagración a la Santísima Virgen) (1910), Santander: Sal Terrae, 71951, p. 14

Idolatría fuera obsequiar a nuestra Señora, aun con más fiestas y oraciones que a su Santísimo Hijo, si no hubiera entre ambos esa admirable unión, por lo cual se complace el Señor en los obsequios tributados a su Madre no menos que en los exclusivamente dirigidos a Él […].

Callen, pues, […] (sólo para con la Santísima Virgen escrupulosos) y dejen que la Iglesia, acostumbrada a buscar a Jesús en María, la confunda en cierto modo con Él, como con la fuente se confunde el río, y […] la llame su dulzura y su esperanza, y, sobre todo, la [sic] pida que nos muestre a Jesús, fruto bendito de su vientre.

Nazario Pérez, S. I., Vida mariana (Exposición y práctica de la perfecta consagración a la Santísima Virgen) (1910), Santander: Sal Terrae, 71951, p. 17

¿No hubiera podido Dios darnos sin María al Salvador de la humanidad y Fundador de la fe? Mas habiendo querido la Providencia divina que tuviésemos al Hombre-Dios por María […], nada nos resta a nosotros sino recibir a Cristo de las manos de María.

S. Pío X, enc. Ad diem illum; cit. por Nazario Pérez, S. I., Vida mariana (Exposición y práctica de la perfecta consagración a la Santísima Virgen) (1910), Santander: Sal Terrae, 71951, p. 20

…que por Ella [María] subamos a la gracia del que por Ella bajó hasta nuestra miseria.

S. Bernardo, “S. 2” [¿Sermón 2?], cit. por Nazario Pérez, S. I., Vida mariana (Exposición y práctica de la perfecta consagración a la Santísima Virgen) (1910), Santander: Sal Terrae, 71951, p. 22 (que añade la versión latina).

Si queréis convertir a los pecadores, empezad por traérselos a María; ya se encargará Ella de llevárselos a Jesús.

Nazario Pérez, S. I., Vida mariana (Exposición y práctica de la perfecta consagración a la Santísima Virgen) (1910), Santander: Sal Terrae, 71951, p. 23

Sucede a los que ponen inmediatamente los ojos en Cristo para sacar su retrato lo que sucedió a un famoso pintor que envió el rey Abagaro, para retratar a ese mismo Cristo: que tomando el pincel en la mano y queriendo comenzar a pintalle, era tan grande el resplandor que salía del rostro de Cristo, que, deslumbrado de aquella luz, no fue posible salir con lo que pretendía; por lo cual fue necesario que tomando Cristo un lienzo en sus manos le llegase al rostro, y de esta suerte imprimiese allí su figura para sacar su retrato […]. Y sacando al vivo el retrato de la figura que imprimió Cristo, es cierto que aquel traslado fuera verdadero retrato del mismo Cristo […]. Sacó Cristo en su Madre, de su propia mano, un retrato suyo como estampado, tan al natural […] que jamás se ha sacado en alguna criatura traslado tan al vivo ni tan perfectamente acabado… Y aunque es verdad que en la Virgen tiene también sus rayos de resplandor, porque sus virtudes son eminentes y excelentísimas; pero es la luz más templada (que por esto se llama luna) y así mejor se puede poner la vista en ella para imitalla. Y el que lo hiciere con perfección, imitando a ella, se hallará hecho un retrato de Cristo; y esto con tanta facilidad, que aun en lo muy dificultoso hallará particular suavidad y gusto: porque esto trae consigo el pensar en la Virgen, que es toda dulce y toda suave.

Fray Diego Murillo, Vida y excelencias de Nuestra Señora, cit. por Nazario Pérez, S. I., Vida mariana (Exposición y práctica de la perfecta consagración a la Santísima Virgen) (1910), Santander: Sal Terrae, 71951, pp. 25-26 (“poco importa, dice el P. Nazario, que sea apócrifo el hecho a que alude; lo admitimos sólo como parábola”).

No es de extrañar que San Germán llame a Nuestra Señora “respiración de los cristianos”, indicándonos que hemos de vivir en ella como en nuestra propia atmósfera; o como da a entender otro Santo Padre, a la manera que el pez vive en el agua.

Nazario Pérez, S. I., Vida mariana (Exposición y práctica de la perfecta consagración a la Santísima Virgen) (1910), Santander: Sal Terrae, 71951, p. 29. Atribuye la última referencia a Mauritius de Villa Probata, Corona Virginis.

Nací para ser tuyo,viviré si esta gloria conservare.La libertad rehúyo;y mientras yo reinare,olvídeme de mí, si te olvidare.

Fr. Luis de León, A la Santísima Virgen. Cit. por Nazario Pérez, S. I., Vida mariana (Exposición y práctica de la perfecta consagración a la Santísima Virgen) (1910), Santander: Sal Terrae, 71951, p. 30.

En el Evangelio, las dos veces que [María] se nombra a sí misma se llama la esclava […]. ¡Cuán entrañada tenía la idea de la esclavitud, pues tan espontáneamente brotó de sus labios el nombre de esclava, cuando por vez primera veía en torno suyo la aureola de Esposa y Madre del Eterno, y sentía en sus sienes el peso de la diadema de Reina de los Ángeles y los hombres!

Nazario Pérez, S. I., Vida mariana (Exposición y práctica de la perfecta consagración a la Santísima Virgen) (1910), Santander: Sal Terrae, 71951, pp. 32-33

Con razón Mgr. Gay y el Padre Lhoumeau5 [al pie: La vie Spirituelle à l’école du Bx. L. M. Grignion de Montfort. L. 3, c. 2, a. 3; es obra de Lhoumeau] hacen notar que la frase ecce ancilla Domini [He aquí la esclava del Señor], “no sólo la dijo la Santísima Virgen, sino que la vivió”, y a la verdad en ella parece que nos dejó escrita su historia y retratada toda su alma […]. Veía muy claro que aun para la más alta de las criaturas es excesiva honra ser esclava del Señor; y aun el título de Madre, lejos de desligarla de la esclavitud, le [sic] ataba con nueva cadena […]. ¿Cómo no hacerse esclava tal [esclava] por amor, si veía en sus brazos a Dios hecho esclavo por amor de Ella? […] Aparece María […] no haciendo milagros, sino pidiéndolos con frase de esclava, cuando como tal6 servía en las bodas de Caná; no participando de las ovaciones que se tributan a su Hijo, cuando multiplica los panes y cuando entre ramos de oliva

recorre las calles de Jerusalén, ni siquiera de los goces espirituales del Tabor y de la Resurrección; pero sí, de pie junto a la cruz, bebiendo todas las humillaciones y amarguras del Calvario. Hasta en el Cenáculo, donde los pintores la representan en medio de los Apóstoles como Reina, el pintor divino la describe como esclava, citando su nombre el último entre las mujeres7.

Nazario Pérez, S. I., Vida mariana (Exposición y práctica de la perfecta consagración a la Santísima Virgen) (1910), Santander: Sal Terrae, 71951, pp. 33-34.- Notas: 5/ La vie Spirituelle à l’école du Bx. L. M. Grignion de Montfort. L. 3, c. 2, a. 3; es obra de Lhoumeau. 6/ Según la costumbre hebrea, en estos casos los hombres comían en lugar separado de las mujeres. De aquí deducía un sabio profesor de Sagrada Escritura […] que la presencia de la Santísima Virgen en la sala en que comían los hombres sólo se explica fácilmente suponiendo que sirviera a la mesa. 7/ Cum mulieribus et Maria matre Jesu (Act. Ap., 1, 14) [Hch 1,14].

El Catecismo del Concilio de Trento exhorta a los párrocos a que enseñen a los fieles cuán justo es que […] “nos entreguemos y consagremos para siempre como esclavos a Cristo, nuestro Redentor y Señor”.

Nazario Pérez, S. I., Vida mariana (Exposición y práctica de la perfecta consagración a la Santísima Virgen) (1910), Santander: Sal Terrae, 71951, p. 36. Remite al Catecismo, P. 1, art. 2, párr. 19.

Sabéis qué es ser espirituales de veras. Hacerse esclavos de Dios, por quien (señalados con su hierro, que es el de la cruz, porque ya ellos le han dado su libertad) les pueda vender por esclavos de todo el mundo, como Él lo fue; que no les hace ningún agravio ni pequeña merced, y si a esto no se determinan no hayan miedo que aprovechen mucho; porque todo este edificio, como he dicho, es su cimiento humildad.

Sta. Teresa de Jesús, Moradas, VII, cap. 4. Cit. por Nazario Pérez, S. I., Vida mariana (Exposición y práctica de la perfecta consagración a la Santísima Virgen) (1910), Santander: Sal Terrae, 71951, p. 36

Escríbeme por esclavo de quien dijo que era esclava:que ya el nombre de Maríalo tengo escrito en el alma.

Lope de Vega, cit. por Nazario Pérez, S. I., Vida mariana (Exposición y práctica de la perfecta consagración a la Santísima Virgen) (1910), Santander: Sal Terrae, 71951, p. 37

Jesucristo […] le ha dado [a María] por gracia […] los mismos derechos y privilegios que Él posee por naturaleza [:] quidquid Deo convenit per naturam, Mariae convenit per gratiam [todo lo que puede decirse de Dios por naturaleza, puede decirse de María por gracia].

Nazario Pérez, S. I., Vida mariana (Exposición y práctica de la perfecta consagración a la Santísima Virgen) (1910), Santander: Sal Terrae, 71951, p. 37. Remite la cita a S. Luis María Grignion de Montfort, Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen, Totana: Tipografía de S. Buenaventura (PP. Capuchinos), 21918, p. 61, pero no estoy seguro de que sea literal, y, desde luego, me parece que la sentencia no es original de S. Luis María.

Jesucristo […] le ha dado [a María] por gracia […] los mismos derechos y privilegios que Él posee por naturaleza [:] quidquid Deo convenit per naturam, Mariae convenit per gratiam [todo lo que puede decirse de Dios por naturaleza, puede decirse de María por gracia].

Si por naturaleza somos esclavos de Dios, hemos de serlo también de su Madre.

Nazario Pérez, S. I., Vida mariana (Exposición y práctica de la perfecta consagración a la Santísima Virgen) (1910), Santander: Sal Terrae, 71951, p. 37. Remite la cita a S. Luis María Grignion de Montfort, Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen, Totana: Tipografía de S. Buenaventura (PP. Capuchinos), 21918, p. 61, pero no estoy seguro de que sea literal, y, desde luego, me parece que la sentencia no es original de S. Luis María.

¿Quién más esclavo que lo es un pequeñuelo de su madre? Aunque a la verdad tal vez sea más devoto, porque es más sólido, que a los principios de la vida espiritual nos consolemos más en llamarnos esclavos; después la misma Virgen nos invitará a que nos llamemos hijos […]. Aunque, por dicha nuestra, seamos con toda verdad hijos de María, ¿cómo nos atrevemos a tratarla como tales, cuando estamos llenos de pecados? Mejor fuera quizá decir como el hijo pródigo: “No soy digno de llamarme hijo; cuéntame por uno de tus criados.”

Nazario Pérez, S. I., Vida mariana (Exposición y práctica de la perfecta consagración a la Santísima Virgen) (1910), Santander: Sal Terrae, 71951, p. 38

Yo no sé quien sirvehermosuras locas,flores de la tierra,que la muerte corta,y deja de amaros,divina Señora,a cuya bellezalos cielos se postran.

Lope de Vega, cit. por Nazario Pérez, S. I., Vida mariana (Exposición y práctica de la perfecta consagración a la Santísima Virgen) (1910), Santander: Sal Terrae, 71951, p. 40

La Iglesia […] el acto esencial del sacrificio de la misa, […] el acto más grande que puede celebrarse en el mundo, lo llama consagración.

Nazario Pérez, S. I., Vida mariana (Exposición y práctica de la perfecta consagración a la Santísima Virgen) (1910), Santander: Sal Terrae, 71951, p. 45

Nuestra consagración es principalmente homenaje de amor […]. lo cual no es abdicar nuestra libertad […], sino sencillamente ponerla por completo al servicio de Nuestra Señora, “a quien servir es reinar”.

Nazario Pérez, S. I., Vida mariana (Exposición y práctica de la perfecta consagración a la Santísima Virgen) (1910), Santander: Sal Terrae, 71951, p. 54

Nuestra esclavitud [mariana] no es solamente aquella consagración general que se acostumbra hacer […]. Algunas de las fórmulas usadas en estos casos pudieran entenderse en nuestro sentido; pero de ordinario no se entienden así […]. Consagrarla [sic, a la Santísima Virgen], en términos generales,

nuestro cuerpo y nuestra alma y todos nuestros bienes suele ser, como si dijéramos, una especie de cortesía piadosa, como cuando ofrecemos a un amigo nuestra casa, sinceramente y con cariño, pero sin ánimo de que acepte, al menos por completo […]. La consagración de que aquí tratamos es verdadera, completa, universal; más universal que la consagración […] en una Orden […], porque […] se extiende aun a los bienes espirituales […], aunque, por otros conceptos, menos perfecta.

Nazario Pérez, S. I., Vida mariana (Exposición y práctica de la perfecta consagración a la Santísima Virgen) (1910), Santander: Sal Terrae, 71951, pp. 54-55

Si conforme a esta consagración [la de la Esclavitud Mariana] vivimos y obramos, no será ella acto de devoción pasajero, ni homenaje más o menos frecuentemente renovado, sino que llegará a ser principio de un estado del alma, forma de toda nuestra vida interior.

Nazario Pérez, S. I., Vida mariana (Exposición y práctica de la perfecta consagración a la Santísima Virgen) (1910), Santander: Sal Terrae, 71951, p. 56

- Decíamos que el nombre de esclavo no está reñido con el de hijo, cuando se trata de esclavitud de amor, y que tomando la esclavitud en el sentido de completa dependencia, el infante es esclavo de su madre; pues está por la misma naturaleza tan puesto en sus manos, que sin continua sujeción a ella apenas puede vivir.

- Así la idea de esclavo se dulcifica y se idealiza confundiéndose con la de hijo. El esclavo de María es para San Luis María [Grignion de Montfort] un niño; mejor dicho, un infante. No es un niño mayor, que acaricia más a su madre, pero depende menos de ella; es un pequeñuelo, que sin ella no acierta a vivir.

Nazario Pérez, S. I., Vida mariana (Exposición y práctica de la perfecta consagración a la Santísima Virgen) (1910), Santander: Sal Terrae, 71951, pp. 61 y 66

…títulos que a un tiempo mismo despiertan en nosotros el respeto de esclavos y el amor de hijos. Si es Madre de Dios, ¿cómo no arrojarme a sus pies? Si es mi Madre, ¿cómo no abrazarla?...

Nazario Pérez, S. I., Vida mariana (Exposición y práctica de la perfecta consagración a la Santísima Virgen) (1910), Santander: Sal Terrae, 71951, p. 62

La gracia de Cristo […], según el común sentir de los teólogos, apoyado en los Santos Padres y proclamado por León XIII y Pío X en sus encíclicas, nos viene […] de Jesús como de fuente, de María como de canal; de Jesús como de cabeza y de María como de cuello del cuerpo místico.

Nazario Pérez, S. I., Vida mariana (Exposición y práctica de la perfecta consagración a la Santísima Virgen) (1910), Santander: Sal Terrae, 71951, p. 63

No es menester detenernos a probar esta verdad [la maternidad de María respecto de nosotros]; pues fuera eso hacer injuria a los piadosos lectores, que la sienten sin duda profunda y tiernamente, por un como instinto de la gracia, así como por la voz de la naturaleza conocen a sus madres los pequeñuelos.

Nazario Pérez, S. I., Vida mariana (Exposición y práctica de la perfecta consagración a la Santísima Virgen) (1910), Santander: Sal Terrae, 71951, p. 64

En una palabra (como suele decir el Santo [Luis María Grignion de Montfort]), María debe ser, delante de Dios, nuestro suplemento.

“Para penetrar toda la fuerza de esta palabra (escribe la revista Annales du B. Pierre Canisius, de Friburgo), sirvámonos de una comparación. Un niño pequeño quería, un día de fiesta, hacer oír en una catedral sus cantos de júbilo en alabanza del Señor; mas su voz delicada se pierde en las inmensas bóvedas. Pero, felizmente, tiene delante de sí un magnífico órgano, de dulces y potentes sonidos, y lo sabe manejar. Ved qué pronto llena las naves del templo de ondas de armonía. María Santísima es ese órgano magnífico, que suple nuestras débiles voces, haciendo que todas nuestras obras resuenen en los oídos de Dios como acordadas notas de un salterio, que entona siempre el Magnificat.”

Nazario Pérez, S. I., Vida mariana (Exposición y práctica de la perfecta consagración a la Santísima Virgen) (1910), Santander: Sal Terrae, 71951, pp. 73-74

[A María] Que sea yo todo vuestro y nada mío, como si no tuviese ser.

S. Alonso Rodríguez, Obras espirituales de San Alonso, vol. 1, pp. 261, 263, 275, etc., cit. (con estas referencias) por Nazario Pérez, S. I., Vida mariana (Exposición y práctica de la perfecta consagración a la Santísima Virgen) (1910), Santander: Sal Terrae, 71951, p. 75

Cuando, a fuerza de vivir con María y de copiar sus virtudes, llega el alma a hacerse a la condición de tan buena Madre, y de tal modo se encariña con ella que la trae presente largos ratos, puede decirse que vive no sólo con María, sino también de María; y a su vez, que María vive en ella, al modo que de Cristo decía el Apóstol: Vivo yo, ya no yo, sino Cristo es quien vive en mí [Gál 2,20]. Amortiguadas las pasiones con la dulce presencia de María, comienza el alma a olvidarse de sí para no pensar más que en María y en Jesús. Está el corazón del pobre esclavo (como diría el Padre Hoyos) encorazonado con el de su Señora.

Nazario Pérez, S. I., Vida mariana (Exposición y práctica de la perfecta consagración a la Santísima Virgen) (1910), Santander: Sal Terrae, 71951, p. 81

…la frase vulgar que describe el carácter de algunos niños, diciendo “que no salen de entre las faldas de su madre”.

Nazario Pérez, S. I., Vida mariana (Exposición y práctica de la perfecta consagración a la Santísima Virgen) (1910), Santander: Sal Terrae, 71951, p. 82. Explica qué es vivir en María, como pide la espiritualidad montfortiana.

Mariam induite, quotquot diligitis eam; haec luceat in moribus, splendeat in actibus.

(Vestíos de María, todos los que la amáis; que ella brille en vuestras costumbres, resplandezca en vuestros actos.)

S. Buenaventura, cit. (sin dar la ref.) por Nazario Pérez, S. I., Vida mariana (Exposición y práctica de la perfecta consagración a la Santísima Virgen) (1910), Santander: Sal Terrae, 71951, p. 82

Es, pues, vivir en María, no sólo reflejar de alguna manera la luz de sus virtudes, sino también girar de continuo en la esfera de su influjo, con más o menos habitual presencia y amor.

Nazario Pérez, S. I., Vida mariana (Exposición y práctica de la perfecta consagración a la Santísima Virgen) (1910), Santander: Sal Terrae, 71951, p. 83

Sí; la esclavitud y la vida mariana es para todos, hasta para los pecadores. Así lo entendía el mismo San Luis María [Grignion de Montfort], que predicaba esta devoción aun en sus misiones, y según él nos dice, “con fruto” […]. “Al principio, por la multitud y gravedad de los pecados y aflicciones [sic, por aficiones] secretas que te ligan, sólo imperfectamente entenderás esta devoción.” De manera que San Luis sentía de su Secreto lo que San Ignacio de sus Ejercicios, que por entero es para pocos; pero para llegar “hasta cierto grado de contentar al ánima” es para muchos.

Nazario Pérez, S. I., Vida mariana (Exposición y práctica de la perfecta consagración a la Santísima Virgen) (1910), Santander: Sal Terrae, 71951, p. 86. La cita de Montfort es de El Secreto de María, 3. La cursiva es del P. Nazario.

…se figuran que el vivir por María, con María y en María es estar siempre actualmente pensando en la Santísima Virgen […]. Aunque cuanto más se acerque a eso más perfecta será […] basta que sea habitual e implícita […].

…los escrúpulos de las almas aún poco instruidas, que reen necesario para conformarse con el espíritu de nuestra devoción pensar explícitamente en la Madre cada vez que se dirigen a su Divino Hijo. Con tal que conservemos el sentimiento habitual de nuestra dependencia de la Santísima Virgen y tengamos la intención general de acudir a Dios por Ella, ya es bastante; pues entonces […] nuestros actos […] están hechos implícitamente en unión con María […]. Los

anteojos, […] el que los lleva no piensa actualmente que está mirando a través de ellos.

Nazario Pérez, S. I., Vida mariana (Exposición y práctica de la perfecta consagración a la Santísima Virgen) (1910), Santander: Sal Terrae, 71951, pp. 91-92

¿Por qué muchos comienzan [en la Esclavitud Mariana] […] y se desprenden […]? Es que se consagran casi sólo con los labios, sin darse cuenta de la importancia de la consagración.

Nazario Pérez, S. I., Vida mariana (Exposición y práctica de la perfecta consagración a la Santísima Virgen) (1910), Santander: Sal Terrae, 71951, p. 93

…la conveniencia de esta devoción [la Esclavitud Mariana], que enlazando admirablemente la ascética con el dogma, hace brotar toda la vida espiritual de las raíces de la teología mariana.

Nazario Pérez, S. I., Vida mariana (Exposición y práctica de la perfecta consagración a la Santísima Virgen) (1910), Santander: Sal Terrae, 71951, p. 96

Ganar un solo sacerdote para esta noble causa de la Santa Esclavitud de María es un apostolado maravilloso, es ganar millares de almas […]. Cualquier sacerdote o director de almas, sean cualesquiera sus aptitudes naturales, puede formar de esta manera para Dios y para la Iglesia un ejército de santos, procurando buscar almas que abracen esta práctica sin igual.

En Boletín de la Obra Expiatoria, julio de 1910; cit. por Nazario Pérez, S. I., Vida mariana (Exposición y práctica de la perfecta consagración a la Santísima Virgen) (1910), Santander: Sal Terrae, 71951, p. 103.

Contra las “libertades de perdición” que inscriben en su bandera el satánico non serviam, ¿qué mejor estandarte podemos oponer que el ecce ancilla Domini, lema de la Santa Esclavitud?

Nazario Pérez, S. I., Vida mariana (Exposición y práctica de la perfecta consagración a la Santísima Virgen) (1910), Santander: Sal Terrae, 71951, p. 114. Alude a la Esclavitud Mariana.

Aunque esta práctica [la Esclavitud Mariana] puede dar alas para subir a la cumbre de la vida espiritual, no menos sirve para llevar de la mano a los que comienzan.

Nazario Pérez, S. I., Vida mariana (Exposición y práctica de la perfecta consagración a la Santísima Virgen) (1910), Santander: Sal Terrae, 71951, p. 121

Dios me ha criado. Por consiguiente, soy todo suyo, incomparablemente más suyo que un esclavo es de su dueño. Todo artífice tiene absoluto derecho sobre sus obras, y eso que no les da más que la forma: ¿qué derecho no tendrá Dios sobre mí, que no sólo me ha dado la forma, sino que por completo me ha sacado de la nada? Soy, pues, completamente suyo, porque me ha dado todo cuanto soy y tengo; y no sólo me lo ha dado, sino que continúa dándomelo a cada instante; puesto que sin su concurso no podría un solo instante conservarme. Soy, pues, lo más esclavo que darse puede. O Domine, quia ego servus tuus [“Señor, yo soy tu esclavo”, Sl 116,16].

Nazario Pérez, S. I., Vida mariana (Exposición y práctica de la perfecta consagración a la Santísima Virgen) (1910), Santander: Sal Terrae, 71951, pp. 124-125

[Virgen Santísima/Corazón de María]El mundo mismo, que no puede entender a los santos, los

admira sólo por los resplandores que su santidad a veces despide, que nada valen en comparación de la luz y del fuego que en su interior se oculta; que “adentro es donde está toda la gloria de la hija del Rey Eterno” [Sl 44,14, en la versión de la Vulgata].

Nazario Pérez, S. I., Vida mariana (Exposición y práctica de la perfecta consagración a la Santísima Virgen) (1910), Santander: Sal Terrae, 71951, p. 130. Sl 44,14 se lee en la Vulgata: Omnia gloria filiae regis ab intus; en cambio, la traducción litúrgica reza: “Ya entra la princesa, bellísima”.

Vivas, vivas para siempre y gózate por la eternidad, oh santo, oh amabilísimo Corazón [de María], en el cual se inició la salvación del mundo, en el cual, trayendo la paz al mundo, la divinidad besó a la humanidad.

Llénate de gozo sempiterno, tú, copa de esmeralda cuyo verde color nunca palideció, que al supremo Rey, sediento de nuestra salvación, brindaste primorosamente la dulce bebida de la fe en aquella hora en que al saludarte el ángel, proferiste la palabra buena, al decir: He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra.

Entonces cautivaste y embriagaste su corazón de tal manera que en ese mismo instante clamó desde el cielo, diciendo: “Mis delicias se cifran en estar con los hijos de los hombres”.

Que te glorifiquen todas las almas, oh madre de dulzura, y que todas las lenguas piadosas alaben a porfía la beatitud de tu Corazón, de donde manó nuestra salud, por los siglos de los siglos. Amén.

Eckbert de Schönau, Salutatio Eckeberti ad Sanctam Mariam, según el texto del s. XIV, más auténtico, al decir de Carlos E. Mesa al citarlo en Heraldos del Corazón de María, Madrid: COCULSA (Cor Mariae,20), 1963, p. 30

Imaginando, pues, a Cristo Nuestro Señor delante y puesto en cruz, hacer un coloquio cómo de Criador es venido a hacerse hombre y de vida eterna a muerte temporal, y así a

morir por mis pecados. Otro tanto mirando a mí mismo, lo que he hecho por Cristo, lo que hago por Cristo y lo que debo hacer por Cristo; y así viéndole tal y así colgado en la cruz, discurrir por lo que se ofreciere.

S. Ignacio de Loyola, Ejercicios espirituales; cit. por Nazario Pérez, S. I., Vida mariana (Exposición y práctica de la perfecta consagración a la Santísima Virgen) (1910), Santander: Sal Terrae, 71951, p. 174.

[Virgen Santísima/Esclavitud mariana, etc.]“Imaginando, pues, a Cristo Nuestro Señor delante y

puesto en cruz, hacer un coloquio cómo de Criador es venido a hacerse hombre y de vida eterna a muerte temporal, y así a morir por mis pecados. Otro tanto mirando a mí mismo, lo que he hecho por Cristo, lo que hago por Cristo y lo que debo hacer por Cristo; y así viéndole tal y así colgado en la cruz, discurrir por lo que se ofreciere.”

Y mirando también al pie de la cruz a la Dolorosa Madre, […] asimismo he de preguntarme “qué he hecho por María, qué hago por María, qué debo hacer por María.” Poco será hacerme esclavo, cuando Jesucristo se ha hecho esclavo y ha muerto como esclavo por mí.

Nazario Pérez, S. I., Vida mariana (Exposición y práctica de la perfecta consagración a la Santísima Virgen) (1910), Santander: Sal Terrae, 71951, p. 174. Toma el primer párrafo de los Ejercicios espirituales de S. Ignacio.

Dondequiera que trabajemos por amor está el taller de Nazaret, pues Jesús y María nos acompañan y sonríen.

Nazario Pérez, S. I., Vida mariana (Exposición y práctica de la perfecta consagración a la Santísima Virgen) (1910), Santander: Sal Terrae, 71951, p. 215

Y aunque en el exterior realicen aparentemente cosas grandes, estiman mucho más las que adelantan en el interior de sí mismos en compañía de la Santísima Virgen. En efecto, allí van realizando la obra importantísima de su perfección, en comparación de la cual las demás obras no son sino juego de niños.

S. Luis María Grignion de Montfort, Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen, n.º 196: Bogotá, Eds. Montfortianas, 2003, p. 466

Sí, en efecto, la santa Iglesia hace repetir todos los días con sobrada razón: El mundo no lo conoció99. El mundo no conoce a Jesucristo, la Sabiduría encarnada. Y, hablando razonablemente, conocer lo que Nuestro Señor ha padecido por nosotros y no amarlo con ardor –cosa que hace el mundo– es algo moralmente imposible.

S. Luis María Grignion de Montfort, El Amor de la Sabiduría Eterna, 166: Bogotá, Eds. Montfortianas, 2003, p. 233. Parte de la nota 99 dice: “Jn 1,10; antes de la reforma litúrgica introducida por el Concilio Vaticano II, al final de la misa se rezaba Jn 1,1-14.”

Ésta es la voluntad de Dios, que quiso que todo lo tuviéramos por María; y, por tanto, si algo de esperanza, si algo de gracia, si algo de salud hay en nosotros, entendamos que de Ella nos redunda.

S. Bernardo, cit. (sin dar la ref.) por Nazario Pérez, S. I., Vida mariana (Exposición y práctica de la perfecta consagración a la Santísima Virgen) (1910), Santander: Sal Terrae, 71951, p. 230

“El nombre de María despliegue nuestros labios”, como dice un Santo Padre. Cuando uno está entusiasmado con una persona o con una idea, su recuerdo es lo primero que al despertar cruza por su mente. Los verdaderos esclavos, enamorados de María, que se duermen con el pensamiento en su Señora, en Ella piensan al despertar. Ya adoran con Ella la majestad de Dios rezando el cántico del Magnificat […], ya besan su escapulario, […] ya se levantan con el entusiasmo de quien corre a pelear por su Reina.

Nazario Pérez, S. I., Vida mariana (Exposición y práctica de la perfecta consagración a la Santísima Virgen) (1910), Santander: Sal Terrae, 71951, p. 232

…Todo se arreglará si llevamos a un tiempo el examen sobre la pasión dominante y sobre la Santa Esclavitud [Esclavitud Mariana]; no en manera que el examen verse sobre dos cosas (que entonces no sería particular), sino sobre una sola: la virtud que se trata de alcanzar, informada por el espíritu de la Santa Esclavitud.

Nazario Pérez, S. I., Vida mariana (Exposición y práctica de la perfecta consagración a la Santísima Virgen) (1910), Santander: Sal Terrae, 71951, p. 235

Muchas almas piadosas hallan eficaz motivo de contrición en pensar las lágrimas que el pecado hizo derramar a la Santísima Virgen. Nadie después de Jesús derramó tantas y tan amargas, porque nadie entró como Ella en el misterio de la Redención. Ciertamente que el haber hecho llorar así a una criatura tan inocente, tan santa, tan buena como es la Madre de Jesús y nuestra es para derretir de dolor a las almas que tienen la gracia de sentir lo que es Ella. Mgr. Gay, cit. (sin más referencias ) por Nazario Pérez, S. I., Vida mariana (Exposición y práctica de la perfecta consagración a la Santísima Virgen) (1910), Santander: Sal Terrae, 71951, p. 266

Con la muerte de Jesús, parecía fracasar la esperanza de cuantos confiaron en Él. Pero aquella fe nunca dejó de faltar

completamente: sobre todo en el corazón de la Virgen María, la madre de Jesús, la llama quedó encendida con viveza también en la oscuridad de la noche.

Benedicto XVI, mensaje Urbi et orbi, 8 de abril de 2012

No se puede pasar a otras ciencias si no es por la puerta de la gramática.

Cervantes, El Licenciado Vidriera, en Novelas ejemplares-II, ed. de Juan Bautista Avalle-Arce, Madrid: Castalia (Clásicos Castalia,121), 31986, p. 138

El sacerdocio está colocado como entre la naturaleza divina y la humana, para que dé culto y reverencia a la divinidad, y haga que la humanidad sea mejor.

S. Isidoro Pelusiota, Epistula 3, 20; cit. por S. Josemaría Escrivá, carta a los sacerdotes numerarios del Opus Dei, Roma, 8 de agosto de 1956, n.º 2.