strauss, leo - meditacion sobre maquiavelo instituto de estuidios politicos madrid 1964

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LEO STRAUSS MEDITACION  SOBRE MAQ UIAVELO  TRADUCCION DE CARMELA GUTIERREZ DE GAMBRA INSTITUTO DE ESTUDIOS POLITICOS MADRID 1964

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  • LEO STRAUSS

    M E D I T A C I O N

    S O B R E M A Q U I A V E L O

    TRADUCCION DECARMELA GUTIERREZ DE GAMBRA

    INSTITUTO DE ESTUDIOS POLITICOS MADRID 1964

  • Copyright 1958, by The Free Press, Glencoe, Illinois,

    Depsito legal. M. 15.648. 1963F. Domenech, S. A. Los Pajaritos, 47.Maariu-7

  • La traduccin de esta obra fundamental en la filosofa poltica contempornea es una labor llena de inters; pero difcil y necesariamente Imperfecta por varias razones.Ante todo, no es un libro fcil de leer ni de comprender. El mismo autor reconoce haber imitado en l las voluntarias oscuridades de Maquiavelo.Una de estas oscuridades consiste en el doble plano en que se desenvuelven muchos pasajes : un plano inmediato y obvio, otro plano ms profundo y de desarrollo ms lento que slo se interpreta con justeza cuando se alcanza la visin total de la obra. Adems, tiene Strauss el prurito de utilizar palabras muy simples y populares en la expresin de sus matizadislmas ideas, lo cual produce a primera vista una impresin de desconcierto. De todo ello resulta, para el lector, una exigencia de atencin y meditacin, evidentemente buscada por el autor; para el traductor, una exigencia an ms estricta de fidelidad, que debe sobreponerse a toda tentacin de interpretar o facilitar.Me he esforzado en conseguir un castellar no correcto; no he conseguido, ni creo que en este caso sea lcito procurarlo, un castellano fluido y grato. La noble retrica de Strauss me veda toda concesin a la retrica vulgar.Agradezco al Profesor Wilmoore KendalL gran conocedor de esta obra v He su au'.or, sus valiosos consejos y su cuidadosa y desinteresada supervisin de mi trabajo.

    NOTA DEL TRADUCTOR

    C. G. G.

  • P R E F A C I OEste libro es una versin ampliada de cuatro conferencias que

    yo di en la Universidad de Chicago en el otoo de 1953, bajo los auspicios de la Fundacin Charles R. Walgreen.

    Agradezco a la Fundacin Charles R. Walgreen y especialmente a su presidente, el profesor Jerome C. Kenvin, el haberme dado oportunidad de presentar mis observaciones y reflexiones sobre el problema de Maquiavelo. Tambin agradezco a la Fundacin Walgreen su generoso apoyo en forma de servicios de oficina.

    El captulo II de este estudio ha sido previamente publicado en la Revista Americana de Ciencia Poltica (American Political Revierte), mayo 1957.

    L. S.Chicago, Illinois, diciembre 1957.

  • Si nos declaramos partidarios de la anticuada y simple opinin segn la cual Maquiavelo fue un maestro del mal, no escandalizaremos a nadie; nos expondremos meramente a un ridculo benvolo o, por lo menos, inofensivo. Y, en verdad, qu otra descripcin convendra a un hombre que da lecciones como stas?: los prncipes deben exterminar a las familias de los gobernantes de aquellos territorios que deseen poseer en seguridad; los prncipes deben asesinar a sus detractores mejor que confiscar sus propiedades, ya que los robados pueden pensar en la venganza, y los muertos, no ; los hombres perdonan el asesinato de sus padres m8 pronto que la prdida de su patrimonio; la verdadera liberalidad consiste en ser tacao con los bienes propios y generoso con lo que pertenece a otro; no es la virtud lo que conduce a la felicidad, sino el prudente uso de la virtud y el vicio; las ofensas deben infligirse todas de un golpe porque, as, menos paladeadas, daan menos, mientras que los beneficios deben ser conferidos poco a poco para que sean sentidos con ms fuerza; un general victorioso que teme que su prncipe no le recompense adecuadamente est autorizado a castigarle por su prevista ingratitud alzando bandera de rebelin; si uno tiene que elegir entre inferir injurias graves o injurias leves, debe optar por inferirlas graves; cuando quieras matar a otro, no debes decirle: Dame tu arma que quiero matarte con ella, sino solamente: Dame tu arma,

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  • 10 LEO S TRAU S S

    porque una vez que tengas el arma en la mano ya puedes satisfacer tu deseo. Si es verdad que slo un hombre malo puede reba. jarse a predicar mximas de pblico y privado gangsterismo, nos vemos obligados a decir que Maquiavelo era un hombre malo.

    Ciertamente, no fu Maquiavelo el primer hombre que expres opiniones como las mencionadas. Tales opiniones pertenecen a una manera de pensar y actuar polticamente que es tan vieja como la misma sociedad poltica. Pero Maquiavelo ha sido el nico filsofo cuyo nombre ha pesado tanto sobre una manera de pensar y actuar polticamente tan vieja como la sociedad poltica misma, que ese nombre es usado comnmente para designar dicha tendencia. Es conocido como el clsico del mal camino en el pensamiento poltico y en la accin poltica. Calicles y Trasmaco, que, a puerta cerrada, defendan la mala doctrina, son personajes platnicos, y los embajadores atenienses que expusieron la misma doctrina en la isla de Me-

    lo8, en ausencia del pueblo, son personajes de Tucdides, Maquiavelo proclama abierta y triunfalmente una doctrina corruptora que ciertos escritores antiguos haban enseado secretamente o con marcados signos de repugnancia. El dice en su propio nombre cosas escandalosas que los antiguos escritores haban dicho por boca de sus personajes (1). Maquiavelo es el nico que ha osado expresar la mala doctrina en un libro y en su propio nombre.

    Pero, aunque verdadero, el anticuado y simple veredicto no es exhaustivo. Su deficiencia justifica, en cierta medida, los puntos de vista, ms rebuscados, que han sido defendidos por los entendidos de nuestro tiempo. Maquiavelo, nos dicen, estaba lejos de ser un malvado maestro del mal ya que, en realidad, era un apasionado patriota, o un cientfico de la sociedad, o las dos cosas. Pero podemos preguntarnos si los estudiosos al da no yerran mucho ms gravemente que los anticuados y sencillos, y si lo que escapa a los estudiosos al da no es muchsimo ms importante que lo que escapa a los anticuados y sencillos, aun cuando pueda ser verdad que esa nica cosa necesaria que ignoran los rebuscados ha sido inadecuadamente articulada y, por lo tanto, mal nter-

  • INTRODUCCION 11

    pretada por los hombres de noble simplicidad. No sera el nico caso en que un poco de filosofa** (2) engendra prodigiosos errores a los cuales es inmune la multitud ignorante de la filosofa.

    Es engaoso describir al pensador Maquiavelo como un patriota. Es un patriota de una clase especial: le preocupa ms la salvacin de su tierra que la de su alma. Su patriotismo, pues, presupone una reflexin de amplio alcance referente al status de su patria, por un lado, y al de su alma, por otro. Esta reflexin de amplio alcance, y no el patriotismo, es la mdula del pensamiento de Maquiavelo. Esta reflexin de amplio alcance, y no el patriotismo, es lo que estableci su fama e hizo de l el maestro de muchos hombres en todos los pases. La sustancia de su pensamiento no es florentina, ni aun italiana, sino universal. Concierne, y se propone concernir a todos los hombres reflexivos, sin tener en cuenta el tiempo ni el lugar. Hablar de Maquiavelo como de un cientfico es al menos tan engaoso como calificarle de patriota. El estudioso cientfico de la sociedad no quiere o no puede hacer juicios de valor**, mientras que las obras de Maquiavelo abundan en juicios de valor**. Su estadio de la sociedad es normativo.

    Pero aunque nos viramos obligados a admitir que Maquiavelo era esencialmente un patriota o un cientfico, ello no nos obligara a negar que Maquiavelo fu un maestro del mal. El patriotismo tal como lo entiende Maquiavelo es egosmo colectivo. La indiferencia hacia la distincin entre el derecho y el abuso es menos repulsiva cuando brota de la devocin al propio pas que cuando brota de la exclusiva preocupacin por la propia comodidad o gloria. Pero, precisamente por esta razn, es ms seductora y, por tanto, ms peligrosa. El patriotismo es una clase de amor a lo propio. El amor a lo propio es inferior al amor de lo que es a un tiempo propio y bueno. Por ello, el amor a lo propio tiende a preocuparse de que lo propio sea bueno o conforme a las exigencias de la moralidad. Justificar los terribles consejos de Maquiavelo recurriendo a su patriotismo significa ver las virtudes de ese patriotismo mientras se permanece ciego a lo que est por encima del patriotismo, a lo que a un

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    tiempo santifica y limita el patriotismo. Al recurrir al patriotismo de Maquiavelo no se descarta una mera semblanza del mal; lo que so hace es, simplemente, enmascarar algo verdaderamente malo.En cuanto a la consideracin cientfica de la sociedad que muchos de sus adictos atribuyen a Maquiavelo, sta se deriva de la abstraccin de las distinciones morales mediante las cuales regulamos nuestra conducta como ciudadanos y como hombres^ La condicin indispensable del anlisis cientfico es, pues, el embotamiento moraI| Este embotamiento no es idntico a la depravacin moral, pero esta destinado a robustecer las fuerzas de la depravacin. En el caso de hombres de menos categora, podramos atribuir tal embotamiento a la ausencia de ciertas virtudes intelectuales. Esta caritativa explicacin no puede ser admitida en el caso de Maquiavelo, que era demasiado reflexivo para no saber lo que estaba haciendo y demasiado magnnimo para no admitirlo ante sus amigos comprensivos.

    No dudamos en afirmar, como otros muchos han afirmado antes que nosotros, y como trataremos de probar ms adelante, que la doctrina de Maquiavelo es inmoral e irreligiosa. Nos son familiares las pruebas que aducen los estudiosos en apoyo de la asercin contraria; pero recusamos su interpretacin de las pruebas. Sin decir nada de ciertas otras consideraciones, nos parece que los estudiosos en cuestin se dan muy fcilmente por satisfechos.\Estn convencidos de que Maquiavelo era amigo de la religin porque subrayaba la utilidad y el carcter indispensable de la religin. No tienen en cuenta el hecho de que su alabanza de la religin es slo el reverso de lo que podemos llamar provisionalmente su completa indiferencia hacia la verdad de la religin.") Esto no es sorprendente, ya que ellos mismos se inclinan a considerar a la religin nada ms que un sector estimable de la sociedad, cuando no una atractiva o, por lo menos, inocua manifestacin folklrica, y eso sin hablar de esas personas sinceramente religiosas que se dan por satisfechas con cualquier aparente concesin que se haga a la religin. Interpretan mal el juicio de Maquiavelo concerniente a la religin e igualmente su

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    juicio concerniente a la moralidad, porque son discpulos de Maquiavelo. Su estudio del pensamiento de Maquiavelo, en apariencia abierto de miras, est basado en la aceptacin dogmtica de sus principios. No ven el carcter malfico de su pensamiento, porque son los herederos de la tradicin maquiavlica; porque ellos, o los olvidados maestros de sus maestros, han sido corrompidos por Maquiavelo.

    No se puede ver el verdadero carcter del pensamiento del Maquiavelo sino es librndose de la influencia de Maquiavelo. En la prctica, esto significa que no se puede ver el verdadero carcter del pensamiento de Maquiavelo, sino buscando por s mismo y en si mismo la herencia pre-moderna del mundo occidental, tanto bblica como clsica. Hacer justicia a Maquiavelo requiere mirar de atrs hacia adelante, desde un punto de vista pre-moderno, hacia un Maquiavelo completamente inesperado y sorprendente, que es nuevo y es extrao; y no mirar hacia atrs desde nuestro tiempo, hacia nn Maquiavelo que se ha convertido en algo antiguo y propio, y, por consiguiente, en algo casi bueno. Este procedimiento es indispensa, ble an para la comprensin puramente histrica. Maquiavelo conoca el pensamiento pre-moderno, que estaba delante de l. No pudo haber conocido el pensamiento del tiempo presente, que emergi, como si dijramos, a sus espaldas.

    Nosotros, por lo tanto, consideramos la opinin sencilla sobre Maquiavelo como indudable y decisivamente superior a las vigentes opiniones rebuscadas, aunque an insuficiente. Y aunque nos veamos forzados a admitiro precisamente por elloque su doctrina es dia- blica y que l mismo es un diablo, tendremos que recordar la profunda verdad teolgica de que el diablo es un ngel cado. Reconocer el carcter diablico del pensamiento de Maquiavelo significara reconocer en l una pervertida nobleza de un orden muy elevado. Esta nobleza fu discernida por Marlowe cuando adscribi a Ma- quiavelo las palabras: Yo sostengo que no existe pecado, sino ignorancia/ El juicio de Marlowe es confirmado por lo que indica el mismo Maquiavelo en las Epstolas Dedicatorias de sus dos ms

  • 14 LEO S T R A U S Sgrandes libros, respecto a sn ms preciosa posesin. Simpatizamos con la opinin sencilla respecto a Maquiavelo, no slo porque es sana, sino sobre todo, porque si no se toma en serio esta opinin es imposible hacer justicia a lo que en Maquiavelo es realmente admirable : la intrepidez de sn pensamiento, la grandeza de su visin y la graciosa sutileza de su palabra. No es el desprecio ni el olvido de la opinin sencilla, sino el meditado ascenso a partir de ella, lo que nos llevar al meollo del pensamiento de Maquiavelo. No liay ms segura proteccin contra la comprensin de cualquier cosa que dar por sabido, o desdear en cualquier otra forma, lo obvio y la superficie. El problema inherente en la superficie de las cosas, y slo en la superficie de las cosas, es el corazn de las cosas.

    Hay buenas razones para tratar de Maquiavelo en una serie de conferencias Walgreen. Se puede decir que los Estados Unidos de

    . Amrica son el nico pas del mundo que fu fundado en explcita oposicin a los principios maquiavlicos. Segn Maquiavelo, el fundador de la ms renombrada comunidad del mundo fu un fratricida : las bases de la grandeza poltica se apoyan necesariamente en el crimen. Si creemos a Tilomas Paine, el origen de todos los gobiernos del viejo mundo responde a esta descripcin; este origen fu conquista y tirana. Pero la independencia de Amrica (fu) acompaada de una Revolucin en los principios y la prctica de los gobiernos : los fundamentos de los Estados Unidos se apoyaron en la libertad y en la justicia. El gobierno fundado en una teora moral, en un sistema de paz universal, en los irrevocables y hereditarios Derechos del Hombre, est ahora avanzando de Occidente a Oriente, por un impulso ms fuerte que el que llev el gobierno de la espada de Oriente a Occidente (3). Este juicio est lejos de haber prescrito. Aunque la libertad ya no es coto exclusivo de los Estados Unidos, los Estados Unidos son hoy el baluarte de la libertad. Y la tirana contempornea tiene sus races en el pensamiento de Maquiavelo, en el principio maquiavlico de que el fin, si es bueno, justifica los medios. Al menos en la medida en que la realidad americana es inseparable de les aspiraciones americanas, es imposi-

  • INTRODUCCION 15

    ble entender el americanismo sin entender el maquiavelismo, que es lo opuesto a l.

    Pero no podemos ocultarnos el hecho de que el problema es ms complejo de lo que aparece en la presentacin de Paine y sus seguidores. Maquiavelo podra argir que Amrica debe su grandeza, no slo a su habitual adscripcin a los principios de libertad y justicia, sino tambin a sus ocasionales desviaciones de los mismos. No vacilara en sugerir una maligna interpretacin de la compra de Luisiana (4) o de la suerte de los pieles rojas. Concluira que hechos como stos son una prueba adicional de su tesis de que no puede existir una grande y gloriosa sociedad sin algn equivalente al asesinato de Remo por su hermano Rmulo. Esta complicacin hace an ms necesario que consigamos una adecuada comprensin de la cuestin fundamental planteada por Maquiavelo.

    Puede parecer que damos por sentado que Maquiavelo es el clsico exponente de una de las dos alternativas fundamentales del pensamiento poltico. De hecho, damos por sentado que existen alternativas fundamentales, alternativas que son permanentes o coexistentes con el hombre. Esta asercin es frecuentemente negada hoy da. Muchos de nuestros contemporneos son de opinin de que no existen problemas permanentes ni, por tanto, permanentes alternativas. Ellos argiran que precisamente la doctrina de Maquiavelo ofrece amplias pruebas en favor de su negativa de la existencia de problemas permanentes: el problema de Maquiavelo es un problema nuevo; es un problema fundamentalmente diferente del problema que preocup a la filosofa anterior. Este argumento, adecuadamente elaborado, tiene cierto peso. Pero expresado crudamente, prueba, sencillamente, que los problemas permanentes no son tan fcilmente accesibles como piensan algunas personas, o que no todos los filsofos polticos se enfrentan con los problemas permanentes. Nuestro estudio crtico de la doctrina de Maquiavelo puede no tener, en ltimo trmino, otro propsito que contribuir a la recuperacin de los problemas permanentes.

  • CAPITULO I

    EL DOBLE CARACTER DE LA DOCTRINA DE MAQUIAVELOMaquiavelo present su doctrina poltica en dos libros: El Prn

    cipe y los Discursos sobre los primeros diez libros de Livio. Tambin Platn present su doctrina poltica en dos libros, La Repblica y Las Leyes. Pero Platn aclar perfectamente que el tema tratado en Las Leyes era de rango inferior al de La Repblica o que Las Leyes est subordinado a La Repblica. Hobbes lleg basta a presentar su doctrina poltica en tres libros. Pero es fcil advertir que estos tres libros corresponden a tres sucesivos esfuerzos por exponer la misma doctrina poltica. El caso de los dos libros de Maquiavelo es diferente. Su relacin es oscura.

    Al principio del Principe, Maquiavelo divide todos los estados en dos clases: repblicas y principados. Por el ttulo, por la Epstola Dedicatoria y por las cabeceras de captulo del Prncipe, parece que este libro est dedicado a los principados. Sobre todo, Maquiavelo dice explcitamente que en el Principe tratar solamente de principados y no discutir aqu las repblicas, puesto que esto ya lo ha hecho largamente en otro lugar (1). La referencia a una obra sobre las repblicas se adapta a los Discursos, y no se adapta a ninguna otra obra de Maquiavelo, ni existente, ni de la que se sepa que haya existido; ni completa, ni fragmentaria. Por consi-

  • 18 LEO S T R A V S S

    guente, parece razonable describir la relacin entre los dos libros como sigue: el Prncipe est dedicado a los principados y los Discursos a las repblicas.

    Pero, si el caso es tan simple, por qu Maquiavelo no titul su tratado sobre las repblicas simplemente De Repblica? Puede sugerirse que, cuando escribi Maquiavelo, las repblicas no estaban en boga en Florencia, ni en Italia, ni en ningn otro lugar de la tierra; los principados predominaban; las repblicas eran ms bien cosa del pasado. Maquiavelo poda encontrar en sus tiempos modelos de prncipes gobernantes como Csar Borgia o Fernando de Aragn, pero el modelo de gobierno republicano le fu proporcionado por la antigua Roma (2). De acuerdo con esta sugerencia, encontramos lo que se puede llamar una preponderancia de ejemplos modernos en el Prncipe y una preponderancia de ejemplos antiguos en los Discursos (3). Con esto podramos comprender por qu el Prncipe termina o culmina con una apasionada llamada a la accin: Maquiavelo exhorta a un principe italiano de su tiempo a liberar a Italia de los brbaros que la han subyugado; en cambio, el fin de los Discursos es extraamente desapasionado. En pocas palabras: tiene sentido, a primera vista, describir la relacin entre los dos libros en trminos de diferencia del tema tratado.

    Pero casi inmediatamente nos vemos obligados a cualificar esta descripcin. No es verdad que Maquiavelo mirase las repblicas como cosa del pasado. Escribi los Discursos con objeto de estimular a la imitacin de las antiguas repblicas. Tena su esperanza puesta en el renacimiento, et> un futuro prximo o lejano, del espritu del antiguo republicanismo (4). Por consiguiente, el que escribiera Discursos sobre Livio en lugar de De Repblica no puede ser explicado por su desesperanza en un futuro republicano. Aparte de esto, es indudable qti* los Discursos tratan tanto de repblicas como de principados. El propsito declarado del libro es abrir camino a la imitacin, no slo de las antiguas repblicas, sino igualmente de los antiguos reinos (5). En cuanto al Prncipe, abundan en l las referencias a las repblicas. Maquiavelo incita a los prncipes

  • EL DOBLE CARACTER DE LA DOCTRINA DE MAQUIAVELO 19

    a tomar como modelo a la repblica romana en lo referente a la poltica exterior y a las cuestiones militares (6). El decir que el Prncipe trata principalmente de los principados y los Discursos principalmente de las repblicas es oscurecer la dificultad. Ser mejor decir que Maquiavelo trata en el Prncipe todos los temas desde el punto de vista del prncipe, mientras que en los Discursos trata numerosos temas, tanto desde el punto de vista principesco como desde el republicano. Por consiguiente, nos inclinamos a sugerir que en los Discursos Maquiavelo presenta el total de su doctrina poltica, mientras que en el Prncipe presenta slo una parte de ella, o quiz discute slo un caso especial; nos inclinamos a sugerir que el Prncipe est subordinado a los Discursos. Esta sugerencia parece ser generalmente preferida hoy da. Aunque, por la razn expuesta, esta idea es superior a la de que la relacin entre los dos libros corresponde literalmente a la relacin entre principados y repblicas, es inferior a ella por el hecho de no estar basada en las propias declaraciones de Maquiavelo. La relacin entre los dos libros sigue siendo oscura.

    Para lograr alguna claridad, volvamos una vez ms a la superficie, al principio del principio. Ambos libros empiezan con Epstolas Dedicatorias. En la Epstola Dedicatoria del Prncipe, Maquiavelo dice que el libro contiene todo lo que l ha descubierto por s mismo o aprendido de otros; es decir: todo lo que l sabe. En la Epstola Dedicatoria de los Discursos dice que el libro contiene cuan- to l sabe y cuanto ha aprendido de las cosas de este mundo. Por tanto, la relacin entre los dos libros no puede entenderse en trminos de diferencia del tema tratado. El Principe trata un tema tan amplio como los Discursos: cada uno de estos libros contiene todo lo que Maquiavelo sabe. Podemos aadir que Maquiavelo slo hace esa atribucin en favor del Prncipe, por una parte, y de los Discursos, por otra, como puede verse en las Epstolas Dedicatorias de sus otras obras.

    En la ambigua frase de la Epstola Dedicatoria de los Discursos puede parecer que Maquiavelo presenta su conocimiento como limi-

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    tado a las cosas del mundo . El conocimiento de las cosas del mundo es distinto del aprendizaje libresco, por una parte, y del conocimiento de las cosas naturales y sobrenaturales, por otra. En una ocasin parece que Maquiavelo descarta explcitamente el cono* cimiento de las cosas naturales y sobrenaturales. Las cosas del mundo son distinguidas en particular de la suerte y Dios y de el Cielo. Son idnticas a las res humanae, las cosas humanas o asuntos humanos. En lugar de las cosas del mundo, Maquiavelo usa tambin la expresin las acciones del mundo. Pero las cosas del mundo no consisten exclusivamente en acciones; los estados y las re- ligiones o cuerpos compuestos como distintos de los cuerpos simples (es decir, los cuerpos naturales) estn tambin incluidos entre las cosas del mundo. Alguien dijo de los florentinos que no entendan nada de las cosas del mundo. Los sermones de Savona- rola estn llenos de acusaciones e invectivas contra los sabios mundanos. Por otra parte, Maquiavelo quiere hacer a sus lectores mejores conocedores del mundo (7). Porque las cosas del mundo se distinguen tambin, desde luego, de las cosas celestiales; o, ms bien, se las distingue como cosas de este mundo frente a las cosas del otro mundo (8). En la Epstola Dedicatoria del Prncipe, Maquiavelo no habla de las cosas del mundo, sino de cosas modernas y cosas antiguas. Las cosas del mundo son variables; por lo tanto, las cosas modernas difieren de las cosas antiguas. Pero las cosas del mundo es una expresin de ms amplio alcance que las cosas antiguas y modernas, porque no todas las cosas del mundo estn afectadas por la diferencia entre antigedad y modernidad. Como Maquiavelo nos informa en la Epstola Dedicatoria del Prncipe, hay una naturaleza de los principes y una naturaleza de los pueblos, las cuales naturalezas son invariables. Hay una naturaleza que es la misma en todos los hombres. Hay caractersticas naturales de las naciones, inclinaciones naturales, necesidades naturales, con las que los estudiosos de los asuntos humanos deben familiarizarse completamente. Teniendo en cuenta la significacin poltica de los milagros, es, al menos, deseable que el hombre de

  • EL DOBLE CARACTER DE LA DOCTRINA DE MAQUIAVELO 21estado y, por tanto, a fortiori, el maestro de hombres de estado, sea siempre un conocedor de las cosas naturales, es decir, de aquellas realidades naturales que no pertenecen necesariamente a la naturaleza del hombre en particular (9). Maquiavelo conoce, pues, no slo las variables cosas del mundo, sino tambin el mismo invariable mundo. El sabe que el cielo, el sol, los elementos y el hombre tienen siempre un mismo movimiento, orden y poder. Sabe que las cosas del mundo siguen un curso que ha sido ordenado para ellos por el cielo de tal modo que las cosas del mundo estn, en todas las pocas, en fundamental acuerdo con los antiguos tiempos. En cierto modo, pues, Maquiavelo posee conocimiento de todas las cosas naturales. No puede saber que todas las cosas del mundo dependen del cielo para su orden a no ser que tenga algn conocimiento del cielo. No puede conocer los cuerpos compuestos, como tales, a no ser que tenga algn conocimiento de los cuerpos simples. Es verdad que lo que l conoce de los cuerpos simples lo ha aprendido de los fsicos, entre otros, mientras que lo que sabe de los cuerpos compuestos lo ha aprendido por s mismo. Pero esto no quita que posea conocimientos as de los cuerpos simples como de los compuestos. Las cosas del mundo estn, en cierto modo, gobernadas por la suerte y por Dios. Maquiavelo est, por ello, obligado a pensar en el carcter de este gobierno y a llegar a un juicio sobre este carcter, lo mismo que est obligado a pensar en si el mundo, es decir, el universo visible, fu creado o es eterno (10). En materias como sta, su juicio no se apoya en las enseanzas de otros hombres, o en una ciencia que precede a la suya en el orden de las ciencias, como en el caso de los cuerpos simples; en materias como sta, est obligado a juzgar por s mismo. En resumen, es difcil asignar lmites precisos al conocimiento de Maquiavelo sobre las cosas del mundo. Es, ciertamente, imprudente dar por supuesto que su conocimiento de las cosas del mundo est limitado a las cosas polticas y militares en sentido estricto. Es ms prudente dar por sentado que su conocimientoy, por tanto, su enseanza, tanto en el Prncipe como en tos Discursoses Omnicom-

  • 22 LEO S T R A U S Sprensivo. En otras palabras, es prudente dar por supuesto que, de temas que puedan ser pertinentes para la comprensin de la naturaleza de las cosas polticas, slo quedan fuera de su consideracin aquellos temas a los que explcitamente excluye de la discusin. Y slo hay un tema al que excluye explcitamente de la discusin. Cun arriesgado es hacerse cabeza de una cosa nueva que concierne a muchas gentes, y cun difcil es manejarla y llevarla a su consumacin y, despus que ha sido llevada a su consumacin, mantenerla, sera materia de discusin demasiado amplia y elevada; por lo tanto, la reservo para un lugar ms conveniente (11). Los dems temas importantes, por consiguiente, no son suficientemente amplios y exaltados para excluir su discusin. Debe suponerse que todos los dems temas importantes han sido tratados, aunque slo sea de paso o en alusiones, en cada uno de los dos libros. Esta conclusin es perfectamente compatible con el hecho de que ambos libros estn evidentemente consagrados, en su mayor parte, a los temas polticos en sentido estricto: de Scrates hemos aprendido que las cosas polticas, o las cosas humanas, son la clave para la comprensin de todas las cosas.

    Para saber cmo Maquiavelo puede tratar todas las cosas en cada uno de los dos libros, slo necesitamos acordarnos de su tema ms visible. El tema eje del Principe es el nuevo prncipe. Pero la ms importante especie de nuevos prncipes son los fundadores de sociedades. Al discutir el nuevo prncipe, Maquiavelo discute la fundacin de toda sociedad, sin tener en cuenta si es meramente poltica o poltico-religiosa. El tema de los Discursos es la posibilidad y desirabilidad de revivir antiguas virtudes. Maquiavelo no puede mostrar la posibilidad y desirabilidad de tevivir antiguas virtudes sin entrar en la cuestin total referente a los antiguos y los modernos, la cual incluye la cuestin del paganismo y la Biblia.

    Si los dos libros no se distinguen claramente uno del otro por el tema tratado, tenemos que considerar si no se distinguen claramente por sus puntos de vista. Las Epstolas Dedicatorias nos informan sobre los destinatarios de ambos libros, sobre las cualidades de esos

  • EL DOBLE CARACTER DE LA DOCTRINA DE MAQUIAVELO 23hombres a los cuales, ms que a todos los otros, los libros van dirigidos. Las Epstolas Dedicatorias eran de uso comn, pero, aunque no todos puedan hacerlo, un hombre fuera de lo comn puede investir un uso comn de una significacin fuera de lo comn. El Prncipe est dedicado a un prncipe; los Discursos estn dedicados a dos jvenes que eran ciudadanos privados. Se puede pensar por un momento que el Prncipe trata de todo lo que Maquiavelo conoce desde el punto de vista de un prncipe, mientras los Discursos tratan de todo lo que Maquiavelo conoce desde un punto de vista republicano. Se puede pensar, en otras palabras, que Maquiavelo es un supremo tcnico poltico que, sin ninguna predileccin, sin ninguna conviccin, aconseja a los prncipes cmo preservar y acrecer su poder principesco, y aconseja a los republicanos cmo establecer, mantener y promover un modo de vida republicano. Al dedicar el Prncipe a un prncipe y los Discursos a ciudadanos privados, habra, pues, prefigurado a los cientficos polticos del inminente futuro que dedicarn su tratado sobre la democracia liberal a un sucesor del Presidente Eisenhower, y su tratado sobre el comunismo a un sucesor del primer Ministro Bulganin. Pero Maquiavelo no es un cientfico poltico de esta clase. No se propone ser neutral hacia temas cuya comprensin es incompatible con la neutralidad. En principio, l prefera, en su calidad de analista de la sociedad, las repblicas a las monarquas. Adems, no es verdad que en los Discursos considere sus temas solamente desde un punto de vista republicano; en numerosos pasajes de este libro considera el mismo tema as desde el punto de vista republicano como desde el principesco (12). Y, sobre todo, los ciudadanos privados a los cuales se dedican los Discursos son descritos en la Epstola Dedicatoria como hombres que, aunque no son prncipes, merecen ser prncipes, o como hombres que comprenden cmo gobernar un reino. Se los presenta, con respecto a los prncipes de hecho, en la misma relacin en que estaba Hiern de Siracusa, mientras era todava un ciudadano privado, respecto a Perseo de Macedonia, cuando ste era Rey: Hiern era un ciudadano privado al cual no le faltaba para ser

  • 24 LEO ST RAD S Sprincipe o rey nada ms que el poder de nn prncipe o de un rey. El mismo Hiern es presentado al destinatario del Prncipe como el modelo de un principe comparable a Moiss y a David (13). Lo mismo qne el destinatario del Prncipe es exhortado a imitar no slo a los antiguos prncipes, sino igualmente a la antigua repblica romana, los destinatarios de los Discursos son exhortados a imitar no slo a los antiguos republicanos romanos, sino igualmente a loe antiguos reyes. Por tanto, el Prncipe y los Discursos concuerdan no slo en lo referente al tema tratado, sino tambin en lo referente a su ltimo propsito. Intentaremos, pues, entender la relacin entre ambos libros suponiendo que el Principe es la presentacin de la doctrina de Maquiavelo dirigida a los prncipes efectivos y los Discursos son la presentacin de la doctrina de Maquiavelo dirigida a los prncipes en potencia.

    El principe efectivo en un estado determinado slo puede ser un hombre: el Principe est dirigido a slo un hombre. Pero puede haber ms de un prncipe en potencia en un determinado estado: los Discursos estn dirigidos a dos hombres (14). Se puede suponer que un prncipe efectivo est muy ocupado: el Prncipe es un libro corto, un manual que, aunque contiene todo lo que Maquiavelo sabe, puede ser comprendido en muy breve tiempo. Maquiavelo realiz esta proeza de condensacin renunciando a toda clase de adornos y privando al libro de toda gracia, excepto la inherente a la variedad de su materia y a la importancia de su tema. Los prncipes en potencia tienen tiempo libre. Los Discursos son ins de cuatro veces ms largos que el Principe. Por aadidura, ni siquiera es seguro que los Discursos estn completos: su fin parece una cesacin ms bien que una culminacin; y, adems, tenemos el hecho de que Maquiavelo casi prometi una continuacin. De acuerdo con esto, en el Prncipe, la discusin extensa se limita a temas que son de la mayor urgencia para un prncipe efectivo, y Maquiavelo especifica en seguida el tema del libro en la Epstola Dedicatoria. Los Discursos, en cambio, continen extensas discusiones de muchos detalles y la Epstola Dedicatoria no especifica ningn tema, sino que con-

  • EL DOBLE CARACTER DE LA DOCTRINA DE MAQUIAVELO 25tiene una referencia a escritores clsicos (15). Dado que el Prncipe se dirige a un prncipe efectivo, desemboca, como es de razn, en una llamada a la accin; es decir, a la accin ms apropiada aqu y ahora: puede suponerse a un prncipe reinante italiano en sita* cin de liberar Italia. En cambio, los Discursos, que estn dirigidos a prncipes meramente potenciales, no desembocan en una llamada a la accin: no se puede saber si un prncipe en potencia llegar a serlo efectivo, ni en qu circunstancias ser. Por consiguiente, Los Discursos delinean ms bien un proyecto a largo plazo, cuya realizacin requiere pausada preparacin y una recuperacin o renacimiento del espritu de la antigedad, que podra exigir mucho tiempo. A esta luz podemos comprender mejor por qu existe una cierta preponderancia de ejemplos modernos en el Prncipe y una cierta preponderancia de ejemplos antiguos en los Discursos.

    El prncipe efectivo al cual est dedicado el Prncipe es el seor de Maquiavelo, Lorenzo de Mdicis. Maquiavelo se acerca a l con las apariencias y la actitud de un pedigeo. El es un humilde sbdito, que habita en las ms hondas profundidades, hacia el cual no parece probable que el prncipe, situado en la cumbre de la vida, vuelva su mirada, a no ser que sea inducido a ello por alguna resonante o extraa accin del pedigeo. Maquiavelo trata de atraer la atencin de su seor sometindole humildemente un regalo poco usual: su Prncipe. El regalo no ha sido solicitado: la iniciativa de escribir el Prncipe es enteramente de Maquiavelo. Pero Maquiavelo acta impulsado por la grande y continua malignidad de la suerte que le oprime. Los Discursos estn dirigidos a amigos de Maquiavelo. Estos amigos le impulsan a escribir el libro; Maquiavelo no lo escribi por su propia iniciativa. Mientras que en el Prncipe solicita un favor, en los Discursos expresa su gratitud por favores recibidos. El sabe que sus amigos le han hecho favores, mientras que no sabe si su prncipe le conceder ninguno. Del mismo modo, sabe que los Discursos interesarn a sus destinatarios y sern tomados en serio por ellos, mientras que no sabe si el Prncipe interesar a su destinatario y ser tomado en serio por l. Maquia-

  • 26 LEO S TRAU S Svelo nos deja en duda, y l mismo puede estarlo, sobre si hay probabilidades de que el destinatario se interese por este libro, ni, a decir verdad, por ningn pensamiento serio, y si no le agradara ms recibir un hermoso caballo. En fin : mientras que los destinatarios de los Discursos merecen ser prncipes, aunque no lo son, es cuestin no resuelta si el prncipe efectivo al cual va dedicado el Prncipe merece ser un prncipe. Hay mejor perspectiva de que Maquia- velo sea comprendido por sus probados amigos que por su no probado seor.

    Para entender el significado de estas diferencias slo necesitamos poner atencin a lo que Maquiavelo dice explcitamente sobre cmo se habla de losprncipes efectivos. De los pueblos, todo el mundo habla mal sin miedo y libremente, incluso cuando reinan; de los prncipes siempre se habla con mil temores y mil respetos. Los pocos que son capaces de discernir la acerba verdad acerca de un prncipe efectivo no osan enfrentarse a la opinin de los muchos que son incapaces de discernir tal verdad; por consiguiente, cuando refiere la escandalosa deslealtad de un prncipe contemporneo, Maquiavelo se niega a mencionar su nombre: No es bueno nombrarle (16). Lo que es verdad respecto a hablar de prncipes efectivos lo es con ms razn respecto a hablar a un prncipe efectivo que es el propio y temido seor del que habla. En cambio, no hay que decir que hablar a amigos significa hablar libremente. Es de esperar, pues, que Maquiavelo se mueste reservado en el Prncipe y franco en los Discursos (17). La reserva se acomoda bien con la brevedad. En el Prncipe, el modo en que Maquiavelo trata todo lo que sabe es lacnico. Como el ser reservado significa seguir la convencin o la tradicin, el Prncipe es ms convencional o tradicional que los Discursos. El Prncipe prolonga un gnero convencional o tradicional ; los espejos de prncipes. El libro empieza como un tratado acadmico o escolstico. Corno dice Maquiavelo en la Epstola Dedicatoria, su intencin es regular el gobierno de los prncipes, o dar reglas para el mismo; es decir, continuar la tradicin de la filosofa poltica, especialmente la tradicin aristotlica (18). Quiz el ttulo

  • EL DOBLE CARACTER DE LA DOCTRINA DE MAQUIAVELO 27

    del Prncipe, y ciertamente los encabezamientos de sus captulos y hasta el de la Epstola Dedicatoria, estn escritos en latn, el lenguaje de las escuelas y de la Iglesia. Es verdad que el Prncipe, a diferencia de un tratado escolstico, termina con una cita italiana de un poema patritico. Pero tambin la poesa patritica italiana tena un carcter tradicional: el Prncipe se desenvuelve entre tratados escolsticos y poemas patriticos; es decir, entre dos gneros tradicionales. La primera palabra del Prncipe es Sogliono (Es costumbre). Pero la primera palabra de los Discursos es lo (yo) : el Maquiavelo individual hace acto de presencia. En la Epstola Dedicatoria del Principe, Maquiavelo indica que se desva de la costumbre en dos aspectos: no ofrece al prncipe, como hacen la mayora de los suplicantes, ornamentos dignos de la grandeza del prncipe, sino que ofrece el Prncipe; y tampoco usa ornamentos externos dentro del mismo libro. Pero en la Epstola Dedicatoria de los Discursos desdea incluso la costumbre de dedicar los libros a prncipes, costumbre que haba cumplido en el Prncipe. El cuerpo de los Dis~ cursos se abre con nn desafo a la tradicin, con una declaracin que proclama la total novedad de la empresa de Maquiavelo. Su paralelo en el Prncipe est escondido en cierto lugar en el centro del libro. Las cabeceras de captulo del Prncipe no expresan ningn pensamiento nuevo ni dudoso, mientras que s lo hacen algunas cabeceras de captulo de los Discursos. En dos encabezamientos de captulo de los Discursos, Maquiavelo pone en duda abierta y explcitamente opiniones aceptadas (19). En los Discursos encontramos, al menos, nueve indudables referencias a escritos modernos; en el Prncipe slo encontramos una de dichas referencias (20). En el Prncipe todas las citas de escritores antiguos estn dadas en latn ; en los Discursos hay varios casos en que las citas de escritores antiguos estn dadas en italiano (21). Es casi superfino decir que en los Discursos tanto el ttulo y las cabeceras de captulo como la Epstola Dedicatoria estn en lengua vulgar. La forma de los Discursos, mezcla de tratado poltico y de algo parecido a sermones sobre los

  • 28 LEO ST HA U SS

    textos de Livio, no era, ciertamente, convencional, aunque di origen a un convencionalismo.

    Las precedentes observaciones no pretenden negar que el Prncipe es un libro revolucionario, aunque s pretenden negar que el Prncipe es ms revolucionario que los Discursos. De momento, sostenemos simplemente que el aspecto ms externo o superficial del Principe, tal como Maquiavelo lo proyect, es ms tradicional que la superficie de los Discursos, y, tambin, que la superficie de un libro, tal como lo proyect su autor, pertenece al libro tanto como su sustancia. En lo referente a la sustancia, el Prncipe no est menos animado de admiracin por la antigedad que los Discursos y, tanto como los Discursos, debe su existencia al estudio de la antigedad (22).

    Hemos llegado a la conclusin provisional de que el Prncipe es ms reservado que los Discursos. En el Prncipe, Maquiavelo deja frecuentemente de mencionar importantes hechoshechos muy relacionados con el tema del libroque menciona en los Discursos. En los Discursos encontramos cierto nmero de declaraciones en el sentido de que las repblicas son superiores a los principados; en el Prncipe no encontramos una sola declaracin en el sentido de que los principados sean superiores a las repblicas (ni viceversa), aunque la primera frase del Prncipe, a diferencia de la primera frase de los Discursos, llama nuestra atencin sobre la diferencia fundamental entre repblicas y principados. Maquiavelo guarda silencio en el Prncipe sobre si (y en qu medida) el gobierno principesco es superior al gobierno popular, pregunta que no vacila en contestar, explcita y claramente, en los Discursos: los prncipes son superiores a los pueblos cuando se trata de la fundacin de estados; los pueblos son superiores a los prncipes cuando se trata de la preservacin de estados; en el Principe se limita a responder a la cuestin de qu clase de prncipe es necesaria para la fundacin de estados y qu clase de prncipe es preferible para la preservacin de estados (23). Habla en el Prncipe de las ventajas de los principados hereditarios (para los prncipes hereditarios), pero suprime la discusin, trans-

  • EL DOBLE CARACTER DE LA DOCTRINA DE MAQUIAVELO 29mitida a travs de los Discursos, de los defectos esenciales de los principados hereditarios. En el Prncipe se contenta con mencionar el hecho de que la preservacin de los principados hereditarios no requiere virtud ni distincin: trata de dos diferentes duques de Ferrara como si fueran numricamente idnticos o totalmente imposibles de distinguir (24). Discute de modo coherente en ambos libros a los emperadores romanos. En los Discursos subraya la diferencia entre los emperadores que eran propiamente herederos y aqullos que eran hijos adoptivos de sus predecesores, con objeto de mostrar los defectos de la sucesin hereditaria; en cambio, en el Prncipe se limita a aludir a esta diferencia. En los Discursos declara explcitamente que de los 26 emperadores mencionados, 16 fueron asesinados y 10 murieron de muerte natural, mientras que en el Principe deja al lector el trabajo de computar por s mismo que de los 10 emperadores mencionados all, slo dos tuvieron buen fin, mientras que ocho tuvieron mal fin. En los Discursos extiende la lista de los emperadores romanos de modo que incluye la edad de oro desde Nerva a Marco Aurelio, mientras que en el Prncipe no hace empezar la lista hasta Marco Aurelio: coloca el acento tcitamente, slo tcitamente, sobre los malos emperadores (25). En los Discursos insiste en la diferencia fundamental entre reyes y tiranos; en el Prncipe abandona silenciosamente esta distincin; individuos que en los Discursos son designados como tiranos, son designados como prncipes en el Prncipe (26); el trmino tirano nunca aparece en el Prncipe; tirano es una palabra demasiado dura para usarla delante del prncipe. En los Discursos, Maquiavelo acta algunas veces explcitamente como un consejero de tiranos (27); en el Prncipe, slo tcitamente acta con tal carcter. Lo mismo que en el Prncipe nunca menciona la distincin entre reyes y tiranos, as tampoco menciona nunca en este libro el bien comn (28), ni tampoco, dicho sea de paso, la conciencia. Al discutir las diversas clases de principados, usa el tiempo pasado slo en la cabecera del captulo que trata de los principados adquiridos mediante crimen: no deben ser puestos en duda ni el ttulo ni la buena reputacin de

  • 30 LEO STR AU S Sningn prncipe contemporneo. El captulo explcitamente dedicado al tema de los aduladores est, de hecho, dedicado principalmente al tema de los consejeros. En el Prncipe habla de la grandeza y los xitos de Agatodes sin aludir siquiera a su lamentable inal; habla de los extraordinarios xitos de Nabis, que fueron debidos a su poltica popular, sin aludir al hecho de que pereci a causa de una conspiracin (29). En su discusin de las conspiraciones, en el Prncipe, se limita enfticamente a mencionar un solo ejemplo, que, por supuesto, no es un ejemplo florentino; el ejemplo sigue a la asercin de que nadie se atrevera a conspirar contra un prncipe popular; pero el ejemplo desmiente tcitamente la asercin. Alaba las leyes francesas que son la causa de la libertad y la seguridad del rey o de la seguridad del rey y del reino : no dice nada sobre la libertad del reino diferencindola de la libertad del rey (30). En el Prncipe omite, dentro de los lmites de lo posible, todo aquello que que no sera adecuado mencionar en presencia de un prncipe. Dedic el Prncipe a un prncipe, porque deseaba lograr un empleo honorable; el libro, por consiguiente, presenta y se propone presentar a su autor como un perfecto cortesano, un hombre que posee el ms delicado sentido del decoro. Rasgos como los mencionados nos proporcionan el apoyo ms fuerte para la opinin, sostenida por hombres de la competencia de Espinosa y Rousseau, segn la cual el Prncipe es una stira sobre los prncipes. Tambin pueden apoyar la opinin, ms caracterstica de nuestra poca, segn la cual la completa expresin de la doctrina de Maquiavelo se encuentra en los Discursos, de modo que debemos leer siempre el Prncipe a la luz de los Discursos y nunca por s solo. Yo no creo que podamos seguir estas lneas de interpretacin: la opinin antigua es insuficiente, y la nueva es enteramente engaosa.

    Si es verdad que de un prncipe se habla siempre con mil miedos y mil respetos, los Discursos no ptieden estar del todo libres de reserva. Aunque no debemos olvidar que el hablar a un prncipe est sometido a reglas ms estrictas que el hablar acerca de un prncipe, debemos recordar tambin que los Discursos fueron escritos por el

  • EL DOBLE CARACTER DE LA DOCTRINA DE MAQUIAVELO 31sbdito de un prncipe. Los Discursos se nos presentan a primera vista como un libro republicano acerca de la repblica, pero pronto notamos que este carcter est envuelto en otros caracteres. El libro parece dedicado, en primer trmino, a la repblica romana, a una repblica que haba existido en un remoto pasado; su tema principal podra parecer de un inters meramente arqueolgico o humanstico. Pero tambin Florencia haba sido una repblica hasta poco tiempo atrs, y en las repblicas existe mayor vida, ms odio y mayor deseo de venganza, y la memoria de la antigua libertad no les permite y no puede permitirles permanecer inactivos. De perfecto acuerdo con esta soterrada pasin republicana, Maquiavelo dedica a las conspiraciones aquel captulo de los Discursos, que es, con mucho, el ms extenso y el meollo de este captulo a las conspiraciones contra los prncipes. Tras subrayar los grandsimos peligros en que incurren aquellos que conspiran contra un prncipe, contina mostrando de qu manera pueden tales intentos (de asesinar a un rey o a un tirano) ser conducidos a feliz consumacin. El captulo sobre las conspiraciones puede ser descrito como un manual sobre el tiranicidio. Un llamativo ejemplo de conspiracin fracasada fu la conspiracin de los Pazzi contra Lorenzo y Julin de Mdicis, en 1478. Fracas porque los conspiradores slo consiguieron asesinar a uno de los dos prncipes. Esta famosa conspiracin florentina recuerda a Maquiavelo dos conspiraciones similares, una en Atenas y otra en Ileraclea, las cuales fracasaron de la misma manera. En el ejemplo de Heraclea (que es el ejemplo central), los conspiradores eran discpulos de Platn, lo mismo que en el caso de Galeazzo, duque de Miln, los conspiradores eran discpulos de un humanista que les ense que todos los hombres famosos se criaban en repblicas y no sometidos a prncipes. Pero Maquiavelo discute los fallos de las conspiraciones con objeto de mostrar cmo podran haber triunfado. De acuerdo con esto, muestra que las conspiraciones contra dos, o incluso contra ms tiranos, no estn en modo alguno destinadas al fracaso: una conspiracin en Tebas contra diez

  • 32 LEO STRATJSS

    tiranos tuvo e] ms feliz desenlace, porque el consejero de los tiranos era, en el fondo de su corazn, su enemigo (31).

    Pero volvamos una vez ms a la superficie. 1 Prncipe est escri. to para un prncipe o para prncipes. Segn el Prncipe, un prncipe debe ser capaz de actuar como una bestia; no debe ser enteramente humano o humanitario; no puede permitirse ser un perfecto caballero. Maquiavelo desea ser tomado en serio y escuchado por un hombre de esta clase. Debe, pues, hablar el lenguaje de los prncipes, diferenciado del de los sbditos: Los grandes hombres llaman deshonra a perder; no llaman deshonra a ganar con trampa." Arruinara toda posibilidad de demostrar su capacidad como competente consejero de prncipes si hablara el lenguaje de un santo, un caballero o un profesor de filosofa moral. Porque un prncipe, para poder en algn modo beneficiarse de los consejos de Maquiavelo, tiene que tener alguna conciencia de lo que significa ser un prncipe en el sentido que da Maquiavelo a la palabra. Necesita haber sido corrompido en cierto grado por el ejercicio del poder principesco antes de poder ser capaz de escuchar a Maquiavelo. Pero vamos a suponer que hay algo de verdad en el modo principesco de entender las cosas, o que puede atribuirse a los prncipes el conocimiento de ciertas speras verdades que en los caballeros no puede suponerse. En este caso, Maquiavelo puede ser ms franco al dirigirse a un prncipe efectivo que al dirigirse a hombres a quienes falta la experiencia de la vida principesca. Mientras que los caballeros han de ser primero iniciados en los arcana imperii, o ser llevados gradualmente hacia la comprobacin del carcter problemtico del bien comn, o de la conciencia, o de la distincin entre rey y tirano, los prncipes pueden dar por sentado que estas idead generalmente aceptadas, son meramente populares o provisionales. Es, pues, estrictamente posible que el Prncipe sea, en algunos aspectos, ms franco que los Discursos. Podemos encontrar un sntoma de esto en los hechos de que el ttulo del Prncipe revela el tema tratado en el libro en mayor grado que el ttulo de los Discursos, y de que el plan del Prncipe es menos oscuro que el de los Discursos.

  • LX DOBLE CABACTEJR de l a d o c tk in a de m a q u ia v e lo 33Basta con mencionar aqu un solo ejemplo obvio. Maquiavelo excluye de la discusin explcitamente slo un tema: Cun arriesgado es hacerse cabeza de una cosa nueva que concierne a muchas gentes y cun difcil es manejarla y llevarla a su consumacin y, despus que ha sido llevada a su consumacin, mantenerla, sera materia de discusin demasiado amplia y elevada; por lo tanto, la reservo para un lugar ms conveniente. Esto se dice en los Discursos. Pero en el Prncipe, donde discute los ms exaltados ejemplos, no vacila en discutir lo que en los Discursos califica de materia demasiado amplia y elevada para ser discutido. Abre la discusin como sigue: Debemos considerar cmo no hay nada ms difcil de tratar, de xito ms dudoso y ms peligroso de manejar que hacerse a s mismo cabeza de nuevos rdenes. Maquiavelo, pues, discute en el Prncipe y no en los Discursos el nico tema del cual dijo que es demasiado elevado para discutirlo. Pero ni aun en el Prncipe lo discute completamente: omite el discutir cmo pueden ser mantenidos los nuevos rdenes despus de la muerte del fundador (32).

    Resumiendo, Maquiavelo presenta en cada uno de sus dos libros una doctrina que es sustancialmente la misma, desde dos puntos de vista que pueden describirse provisionalmente como el punto de vista del prncipe efectivo y el punto de vista de los prncipes en potencia. La diferencia de puntos de vista se muestra con la mxima claridad en el hecho de que en el Prncipe omite el distinguir entre prncipes y tiranos y no habla nunca de] bien comn ni de la conciencia, mientras que en los Discursos distingue entre prncipes y tiranos y habla del bien comn y de la conciencia. Nos vemos, por ello, impulsados a plantear la siguiente cuestin: considera l la distincin entre prncipes y tiranos como vlida en ltimo trmino, o no? Considera al bien comn como criterio ltimo, o no? O bien piensa que estas cuestiones no permiten una respuesta simple, sino que requieren una distincin para ser contestadas? Nos vemos impulsados a plantear la cuestin de si la perspectiva de Maquiavelo es idntica a la del Prncipe o a la de los Discurs/os, o si es diferente de ambas perspectivas. Bajo ningn pretexto estamos autorizados 3

  • 34 LEO STR AU S Sa asumir dogmticamente, como lo hacen la mayora de los estudiosos contemporneos, que el punto de vista de Maquiavelo es idntico al de los Discursos como diferenciado del del Principe,

    La cuestin que hemos planteado no puede resolverse ms que leyendo los libros de Maquiavelo. Pero cmo debemos leerlos? Debemos leerlos de acuerdo con aquellas reglas del leer a las que l conceda autoridad. Dado que nunca estableci aisladamente estas reglas, debemos observar cmo las aplicaba al leer a aquellos autores que l miraba como modelos. Y siendo Livio el principal autor para l, debemos mirar con especial atencin la forma en que lee a Livio. Su modo de leer a Livio puede ensearnos algunas cosas sobre su modo de escribir. El no ley a Livio como nosotros estamos acostumbrados a leerlo. Para Maquiavelo, la obra de Livio tena autoridad indiscutible; era, como si dijramos, su Biblia. Su forma de leer a Livio estaba ms prxima a la forma en que lean la Biblia todos los telogos del pasado que a nuestra forma de leer ni a Livio ni la Biblia. Alguien puede objetar que, precisamente, si Livio era una autoridad para Maquiavelo, ste, al ser una especie de comentarista de un texto dotado de autoridad, escribira de un modo diferente a como lo hizo su autoridad. Esta objecin pasa por alto la posibilidad de que Maquiavelo se propusiera que su Prncipe y sus Discursos se convirtieran en textos dotados de cierta especie de autoridad.

    Casi exactamente en el centro de los Discursos, Maquiavelo intenta probar, como indica desde el principio en el encabezamiento del captulo en cuestin, que el dinero no es el nervio de la guerra, como cree la comn opinin. Despus de haberse as enfrentado con la comn opinin en el mismo principio del captulo y de haber refutado tal opinin en el captulo mismo, recurre, cerca del final del captulo, a la autoridad de Livio: Pero Tito Livio es, en esto, testimonio ms verdico que ningn otro. En el lugar en que discute si Alejandro Magno, en el caso de que hubiera venido a Italia, habra vencido a los romanos, expone que en la guerra son necesarias tres cosas: muchos buenos soldados, prudentes capitanes y buena

  • EL DOBLE CARACTER DE LA DOCTRINA DE MAQUIAVELO 35suerte. Examinando entonces quines, si los romanos o Alejandro, eran superiores en estas cosas, llega a su conclusin sin siquiera mencionar el dinero. Livio no menciona e] dinero en un contexto en el cual deba haberlo mencionado si lo hubiera considerado im* portante. Este hecho, por s solo, establece no ya una vaga presuncin en favor de que Livio haba mantenido la opinin sana respecto al tema del dinero, sino que hace de l el ms verdico testigo, la m9 importante autoridad en favor de dicha opinin. El silencio de Livio es ms notorio que lo hubiera sido su explcita declaracin, si la hubiera hecho (33). Livio revela una importante verdad del modo ms efectivo, mediante su silencio. La regla que Maquiavelo aplica tcitamente puede ser expresada como sigue: si un hombre prudente guarda silencio acerca de un hecho que es comnmente considerado importante para el tema que l discute, nos da a entender con ello que tal hecho carece de importancia. El silencio de un hombre importante es siempre significativo. No puede explicarse por el olvido. La opinin de la cual se desva Livio es la opinin comn. Se puede expresar la discontinuidad con la opinin comn omitiendo, sencillamente, el darse por enterado de ella; esto es, de hecho, el medio ms efectivo de mostrar la desaprobacin.

    Apliquemos esta leccin a la obra de Maquiavelo. En el Prncipe omite mencionar la conciencia, el bien comn, la distincin entre prncipes y tiranos, y el cielo. Nos resistimos a decir que olvid mencionar tales cosas o que no las mencion porque no era preciso mencionarlas, dado que su importancia se da por supuesta o es conocida de los ms medianos intelectos. Porque si estas razones son verdaderas, por qu las menciona en los Discursos? Sugerimos que omiti mencionarlas en el Prncipe porque las consider sin importancia dentro del contexto del Prncipe. Hay, sin embargo, algunas cuestiones que omite mencionar no slo en el Prncipe, sino igualmente en los Discursos, mientras que las menciona en sus otras obras. No menciona en ninguno de los dos libros la distincin entre este mundo y el otro, ni entre esta vida y la otra; mientras frecuentemente menciona a Dios o a los dioses, nunca menciona al de-

  • 36 LEO S TR AU S S

    monio; mientras frecuentemente menciona al cielo y una vez al paraso, nunca menciona el infierno. Y, sobre todo, no menciona jams el alma. Con este silencio sugiere que estas cosas carecen de importancia para la poltica. Pero, como cada uno de estos dos libros contiene todo lo que l conoce, sugiere con este silencio que estos temas carecen de importancia sinipliciter; o sea, que la opinin comn, segn la cual estos temas son extremadamente importantes, es errnea. Sin embargo, esta misma tesis es evidentemente de la ms grande importancia. Es decir: su silencio en lo referente a temas que, segn la opinin comn, son muy importantes, muestra que l considera a la cuestin referente al status de estos temas o a su verdad o realidad como muy importante. Expresa su desaprobacin de la opinin comn del modo ms efectivo mediante el silencio.

    El captulo 65 de los Discursos (11 5) se abre con una referencia al grave problema de la eternidad del mundo, al problema de si el universo visible existe de eternidad a eternidad o si ha tenido principio. Maquiavelo hace referencia a un argumento en pro de la opinin de que el universo visible tuvo principio, es decir, de la opinin comnmente mantenida, e indica que este argumento no tiene fuerza. Y asi lo deja, sin dedicarle ms que cuatro o cinco lneas. No es posible evitar el preguntarse qu pudo haber pensado Maquiavelo de los dems argumentos en favor de la creencia ortodoxa en la creacin y qu pens de esta creencia ortodoxa en s misma: consider esta creencia como verdadera o como falsa? El no responde a estas preguntas. Ni siquiera las plantea explcitamente. Pero las plantea con su silencio. Atrae nuestra atencin hacia ellas con su silencio, su semisilencio. El lector debe tenerlas presentes; es decir, debe tener presente la posibilidad de que Maquiavelo creyera en la eternidad del universo visible, de que se pusiera del lado de Aristteles, frente a la Biblia. Abriendo su mente a esta posibilidad y enfrentndose audazmente con ella, el lector podr ser capaz de entender pasajes que de otro modo no podra apreciar. No ser tan negligente como para pasar por alto la declaracin que hace Maquiavelo en lo que queda de captulo, de que todas las religiones, incluido el cristia-

  • EL DOBLE CARACTER DE LA DOCTRINA DE MAQUIAVELO 37

    nismo, son de origen humano y no celestial y que tienen un lapso vital comprendido entre 1666 y 3000 aos. Existe una obvia conexin entre la cuestin concerniente a la duracin del mundo a parte ante y la cuestin concerniente a la fuente de la religin revelada : la respuesta ortodoxa se apoya en la creencia en el origen sobrehumano de la Biblia.

    En el primer captulo del Prncipe, Maquiavelo dice que los principados son o hereditarios o nuevos. La distincin es evidentemente incompleta: pasa en silencio los principados electivos. Lo que este silencio significa se deduce de una observacin que hace Maquiavelo en el captulo decimonono: cuando, al mencionar el reino del Sultn, dice que no es hereditario ni nuevo, sino electivo, y, por consiguiente, no se parece a ningn otro principado, excepto al Pontificado cristiano. El Pontificado cristiano es, puede decirse, el tema de un captulo especia] del Principe (capitulo 11). El silencio de Maquiavelo en el primer captulo respecto al gnero a que pertenece el Pontificado cristiano dirige nuestra atencin hacia el captulo que trata del Pontificado cristiano, captulo que al lector superficial puede parecerle producto de una reflexin posterior. Al sealar silenciosamente hacia ese tema desde el mismo principio del libro, nos hace apreciar la significacin que tal tema tiene en el total argumento del Prncipe (34). Casi no hace falta decir que Maquiavelo no se refiere en el captulo 11 al hecho de que el reino del Sultn y el Pontificado cristiano pertenecen a un mismo gnero de principados.

    Maquiavelo es justamente conocido o famoso por la extraordinaria osada con que atac opiniones generalmente aceptadas. No se le ha hecho la debida justicia sobre la notable moderacin que ejercit al mismo tiempo. Esto no significa negar que tal moderacin le fu, en cierto sentido, impuesta. En el dcimo captulo de los Discursos, que precede inmediatamente a su explcita discusin de la religin, llama edad de los buenos emperadores romanos al perodo desde Nerva a Marco Aurelio, la edad de oro en la que cada uno poda mantener y defender la opinin que quisiera, cualquiera que

  • 38 LEO ST BAU S Sfuese. As indicaba, no slo cun gran valor asignaba a la libertad de pensamiento y de discusin, sino tambin cun raras veces se encuentra esta libertad. Ciertamente, no se encontraba en su tiempo, como lo demuestran suficientemente las dificultades con que tropez Pietro Pomponazzo a causa de su libro sobre la inmortalidad del alma. Esta libertad no habra que buscarla, segn Maquiavelo, en una repblica bien ordenada; en el centro mismo de las Historias Florentinas alaba a Catn por haber dispuesto que ningn filsofo fuera recibido en Roma (35). Podemos preguntamos si, segn l, la libertad de discusin poda encontrarse en ninguna sociedad: en el mismo captulo en que alaba la era de los buenos emperadores romanos como la poca de la perfecta libertad de discusin est la retractacin de esta alabanza, cuando dice que mientras mandaron los emperadores romanos no se permita a los escritores tratar libremente sobre Csar, dado que Csar era la fuente de la autoridad de los emperadores. En el mismo captulo ilustra cmo afectan las restricciones sobre la libertad de palabra a los escritores cuyas mentes son libres. Como bajo los emperadores romanos los escritores libres no podan censurar a Csar, censuraban a Catilina, prefiguracin sin fortuna de Csar, y celebraban a Bruto, enemigo de Csar. Despus de haber indicado el principio, Maquiavelo procede inmediatamente a aplicarlo alabando la religin pagana, enemiga de la religin bblica: su alabanza de la religin pagana, en tanto era sbdito de la iglesia cristiana, es casi la exacta reproduccin de la alabanza de un republicano romano, en tanto era sbdito de los emperadores, al asesino de Csar (36). Porque lo que es verdad respecto a la situacin bajo los emperadores romanos es igualmente verdad respecto a todas las otras situaciones: en todos los tiempos existe un poder gobernante, un victorioso poder que ofusca las miradas de la mayora de los escritores y que restringe la libertad de los otros pocos, que no desean convertirse en mrtires. La restriccin de la libertad de discusin obliga a aquellos escritores cuyas mentes no se someten a la fascinacin o a la amenaza del poder, a presentar sus pensamientos por un camino oblicuo. Es demasiado

  • EL OOBLE CARACTER DE LA DOCTRINA DE MAQUIAVELO 39peligroso para ellos atacar abiertamente o de frente las opiniones pro* tegidas. Estn incluso obligados, en cierto grado, a expresar como propias las opiniones protegidas. Pero adoptar opiniones de las que se est seguro que son falsas quiere decir hacerse ms estpido de lo que se es o representar el papel de tonto: Haces el papel de tonto suficientemente cuando alabas, hablas, miras y haces cosas contra tu opinin con objeto de agradar al prncipe. Porque decir la verdad slo es sensato cuando se habla a hombres sabios (37).

    Maquiavelo estaba obligado a contenerse, porque era osado. Su osada consista en discutir los modos y rdenes establecidos y en buscar nuevos modos y rdenes. Compara la bsqueda de nuevos modos y rdenes con la bsqueda de mares y tierras desconocidos, pero indica una diferencia entre las dos clases de investigacin: en el caso de los nuevos modos y rdenes, no es tanto la bsqueda como el hallazgo lo que es peligroso. El peligro es causado por la envidia de ciertos hombres que regatean la gloria de aque] que descubri los nuevos modos y rdenes. No es, pues, tanto el descubrimiento como la comunicacin del descubrimiento lo que es peligroso. Estas indi* caciones con las que Maquiavelo abre los Discursos dan una idea insuficiente de los riesgos que corre el que propone nuevos modos y rdenes. Hacia el fin de los Discursos, Maquiavelo declara que no discutir cun peligroso es hacerse cabeza de novedades que son de inters pblico: e] discutir esos peligros los acrecentara. Se muestra ms aclaratorio en el Prncipe, en el cual no dice que ha descubierto nuevos modos y rdenes y en el cual, por consiguiente, la cuestin del peligroso carcter de tal descubrimiento no est ligada explcitamente a su propio caso. En el Prncipe dice que los oponentes de los nuevos modos y rdenes tienen de su parte a las leyes, a la majestad de las leyes y a lo que da majestad a las leyes. El innovador provoca la indignacin de la poderosa multitud, la cual se adhiere al orden establecido. Su situacin sera desesperada si no existiera desacuerdo en cuanto a cmo deben ser interpretadas las leyes vigentes o si los defensores de lo antiguo no estuvieran divididos en opuestos partidos. Cuando es este el caso, Maquiavelo expresa

  • 40 LEO STR AU S S

    con la mayor osada aquellas opiniones que son tolerables para uno de los partidos, pero es muy precavido cuando se trata opiniones que no tienen ningn apoyo razonable. Mas precisamente, oculta las razones por las cuales est de acuerdo en parte con uno de los partidos. Siendo su empresa muy difcil, dice, debe llevarla adelante de tal modo que a otros les falte poco camino para llegar a su destino: Maquiavelo no va hasta el final del camino; la ltima parte del camino debe ser recorrida por el lector que comprende lo que omite el escritor. Maquiavelo no va hasta el final; no revela el final; no revela del todo su intencin (38).

    Pero la insina. Es indispensable que discutamos algunos ejemplos de los modos cmo Maquiavelo insina lo que no puede declarar. Casi al final de los Discursos (III 48) nota, despus de haber citado un solo ejemplo, que el jefe de un ejrcito no debe creer en un error que el enemigo comete de un modo evidente, porque siempre habr algn fraude detrs de l, ya que no es razonable que los hombres sean tan incautos . Inmediatamente despus de haber establecido esta regla, que se presenta como universal, cita un ejemploe] ejemplo central de este captuloen el que un enemigo cometi un desatino manifiesto sin sombra de fraude; el ejemplo muestra, en efecto, que los enemigos cometen a veces graves desatinos a causa del pnico o de la cobarda. Lo absurdo de la regla universal de Maquiavelo queda subrayado por el contraste entre cmo se establece la regla dentro del captulo y cmo se la establece en la cabecera del captulo. La cabecera dice, con moderacin, que cuando se ve que un enemigo comete un desatino grave, se debe creer que existe algn engao detrs de l ; porque creer no significa ms que asumir provisionalmente . Adems, Maquiavelo haba usado antes el ejemplo crucial con objeto de mostrar que la fortuna algunas veces ciega la mente de los hombres : el manifiesto desatino en cuestin no fu causado por el clculo humano, sino por la humana ceguera (39). No tiene importancia para nosotros el que Maquiavelo restablezca la regla en otro lugar de tal modo que resulte razonable: si un prudente y fuerte enemigo comete un

  • EL DOBLE CARACTER DE LA DOCTRINA DE MAQUIAVELO 41

    manifiesto error, siempre existir algn fraude detrs de l (40). Lo importante es el hecho de que Maquiavelo, en el acto de hablar de desatinos manifiestos, comete l mismo un desatino manifiesto. Hace lo que, segn l dice, hacen a veces los enemigos. Su accin cesa de ser absurda si l mismo es un enemigo, un inteligente enemigo. Y podemos dudar que es un enemigo? Como partidario o padre de nuevos modos y rdenes, es, por necesidad, enemigo de los viejos modos y rdenes y, con ello, enemigo tambin de sus lectores, que no necesitaran aprender de l si no fueran adictos a los viejos modos y rdenes. La accin de Maquiavelo es una especie de accin de guerra. Algunas cosas de las que dice sobre la estrategia y la tctica en la guerra ordinaria se aplican a su propia estrategia y tctica en lo que podemos llamar su guerra espiritual. Al cometer un manifiesto desatino cuando est hablando de desatinos manifiestos que encubren un fraude, nos da a entender que existe engao detrs de sus propios manifiestos desatinos o que sus manifiestos desatinos son intencionados: indica su intencin.

    Llegamos a esta solucin porque tomamos muy en serio lo que Maquiavelo dice en el mismo principio de los Discursos: que l ha descubierto nuevos modos y rdenes, que tal descubrimiento es peligroso si se comunica y que l comunicar, sin embargo, su descubrimiento. Esta declaracin concerniente a su intencin, sumamente obvia y explcitaaunque inicial y provisional, nos guia hacia la adecuada comprensin de su intencin sin ms que sumar 2 y 2, c pensar un poco por nuestra cuenta. En lo referente al ejemplo, llegamos as a una solucin que absuelve a Maquiavelo de la ignominia de cometer un desatino que avergonzara a un alumno inteligente de segunda enseanza. Algunos lectores considerarn esta solucin rechazable, porque no acredita la moralidad de Maquiavelo. Como hemos indicado desde el principio, nosotros dudamos de su moralidad. A los lectores que nos planteen la dificultad mencionada, podemos replicarles con las propias palabras de Maquiavelo: Durante algn tiempo yo nunca digo lo que creo y nunca creo lo que digo; si alguna vez se me ocurre decir la verdad, la oculto entre

  • 42 LEO S TR AU S Stantas mentiras que es muy difcil de encontrar (41). Descubrir en sus escritos lo que l consideraba como la verdad es difcil: no es imposible.

    La obra de Maquiavelo es rica en desatinos manifiestos de varias clases: citas errneas, errneas declaraciones referentes a nombres o acontecimientos, generalizaciones precipitadas, omisiones indefendibles, etc. Es norma de prudencia elemental el creer" que todos esos desatinos son intencionados y plantearse en cada caso la cuestin de cul puede ser el significado que se quiere dar al desatino. El caso ms simple de desatino manifiesto es el de la auto-contradiccin del autor, especialmente la auto-contradiccin dentro de una misma pgina. En Discursos I 28, Maquiavelo plantea la cuestin de por qu los romanos fueron menos ingratos para con sus conciudadanos que los atenienses. Su respuesta est basada en cierto nmero de premisas, entre las cuales la siguiente es particularmente importante en el presente contexto: Atenas fu privada de su libertad por Psstrato durante su ms floreciente perodo, mientras que Roma no fu nunca privada de su libertad por ninguno de sus ciudadanos desde la expulsin de los reyes hasta el tiempo de Mario y Sila. Siete captulos ms tarde dice que diez ciudadanos elegidos por los libres votos del pueblo romano para hacer leyes se convirtieron en tiranos de Roma. De momento, no nos interesa el hecho de que esta explicacin hace dudosa la explicacin de Maquiavelo sobre la gratitud romana y la ingratitud ateniense (42). Nos limitamos a plantear la cuestin preliminar referente a la ms obvia implicacin del obvio desatino de Maquiavelo, El pasajero desprecio hacia el decenvirato equivale a una pasajera exageracin en cuanto a la bondad de la repblica romana; porque la larga y continua duracin de la libertad es, segn Maquiavelo, un gran bien (43). Nos vemos obligados, pues, a preguntarnos por qu Maquiavelo exagera temporalmente su apreciacin a favor de la repblica romana. Observamos que en el mismo corto captulo (I 28), llama al perodo de Pisstrato, primero, el tiempo ms floreciente de Atenas y, aproximadamente una pgina ms adelante, la primera poca de la historia de Atenas y an-

  • UL DOBLE CARACTER DE LA DOCTRINA DE MAQUIAVELO 43lerior a su crecimiento. Sugiere as que el ms floreciente perodo de una ciudad es el perodo que precede a su crecimiento, es decir, el primer tiempo o su principio. Esto concuerda con su anterior observacin de que en el nacimiento de una repblica, a diferencia de lo que sucede en los posteriores perodos, los hombres son buenos y con su enftica alabanza, en el primer captulo, de los reyes de Egipto que gobernaron aquel pas en la ms remota antigedad . La alabanza de los principios u orgenes, que, como veremos ms tarde, se desmiente en otra parte de los Discursos, es el contexto en el cual debe entenderse la deliberadamente exagerada alabanza de Maquiavelo hacia la repblica romana. Se enfrenta con los modos y rdenes establecidos cuyo primer ttulo a la reverencia se apoya en la antigedad, en primer lugar, mediante la apelacin no al bien como tal, sino a una ms remota antigedad, cuando a la ms remota antigedad. Porque aquel que desea introducir nuevos modos y rdenes est obligado a conservar, al menos, una sombra de los antiguos modos y rdenes si no quiere, o no puede, usar la fuerza y nada ms que la fuerza (44).

    Un autor puede revelar su intencin por el ttulo de sus libros. Los ttulos de los libros de Maquiavelo no son nada reveladores a este respecto. Y casi lo mismo sucede con los encabezamientos de los captulos, que ocupan un lugar intermedio entre los ttulos de los libros y su sustancia. Hemos notado que los encabezamientos de captulo de los Discursos, y no digamos los del Principe, apenas revelan nada de la osada de su pensamiento (45). Al discutir un pasaje de los Discursos (III 48) observamos una llamativa diferencia entre la regla de conducta establecida en el encabezamiento y esta tegla tal como se la establece dentro del captulo: la regla establecida en el encabezamiento no estimula el pensamiento, mientras que su reestablecimiento aguijonea el pensamiento, cuando no la indignacin. El encabezamiento de I 48, dice: Aquel que desea que una magistratura no sea concedida a alguien bajo o malo, induce, bien a alguien extremadamente bajo y extremadamente malo, o a alguien extremadamente noble v extremadamente bueno, n que la preten-

  • 44 LEO STRAUSda. El argumento del captulo lleva a la conclusin de que si bien el pueblo se engaa en cuanto a las generalidades, no se engaa en cuanto a las particularidades. Pero al final del captulo precedente, Maquiavelo dice que I 48, tiene intencin de mostrar cmo el senado romano se las compuso para engaar al pueblo respecto a la distribucin de rangos y dignidades entre los candidatos, es decir, respecto a particularidades. El encabezamiento del captulo 1 13, reza: Cmo los romanos usaron la religin para reordenar la ciudad y proseguir sus empresas y detener los tumultos ; el encabezamiento no da la ms ligera idea de que el argumento del captulo trata de cmo la nobleza romana usaba la religin para controlar a la plebe. En el encabezamiento de I 26, Maquiavelo habla de un nuevo prncipe ; ni en el encabezamiento ni en el argumento del captulo dice lo que dice al final del captulo precedente: es decir, que I 26, est dedicado al fenmeno generalmente conocido por el nombre de tirana. En el encabezamiento de I 30 usa la expresin el vicio de la ingratitud ; al principio de ese captulo reemplaza esta expresin por la necesidad... de ser ingrato : la idea de que los vicios (y virtudes) de los hombres son debidos a necesidad ms bien que a eleccin no est en modo alguno sugerida en el encabezamiento. En el encabezamiento de I 9, dice que es necesario estar solo si se quiere ordenar de nuevo una repblica ; no existe aqu la ms ligera indicacin de que estar solo puede conseguirse asesinando al propio nico hermano, como queda ampliamente explicado en el captulo; de hecho, puede decirse que el tema principa] del captulo es la leccin que debe aprenderse del acto de Rmulo al matar a su hermano.

    El encabezamiento de Discursos III 18 hace esperar que Maquiavelo discutir en ese captulo as la importancia como la dificultad de comprender las intenciones del enemigo. Sobre la base de nuestras previas observaciones, ya no nos sorprende ver que abandona este tema inmediatamente despus de haberse referido a l, y lo reemplaza por la dificultad de conocer las acciones del enemigo, y no meramente sus acciones en el pasado y en remotos lugares, sino sus

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    acciones presentes y prximas. Cita cuatro ejemplos para demostrar este punto. Existe un estricto paralelismo entre los ejemplos: por dos veces un ejemplo antiguo va seguido de un ejemplo moderno. Los dos primeros ejemplos tratan de derrotas causadas por errores respecto a las acciones presentes y prximas del enemigo; los dos ltimos ejemplos tratan de victorias debidas a correcta informacin en cuanto a las acciones presentes y prximas del enemigo. En ambos ltimos ejemplos, la posesin del verdadero conocimiento fu la sola causa decisiva de la victoria. En ambos ltimos ejemplos la victoria careci de esplendor y la adquisicin del conocimiento careci de mrito. La victoria antigua tuvo este carcter: haba habido una batalla indecisa entre los romanos y los equos; cada ejrcito pensaba que el enemigo haba vencido y cada uno se retir hacia su tierra; accidentalmente, un centurin romano supo por unos equos heridos que los equos haban abandonado su campamento; en vista de ello, saque el desierto campamento de los enemigos y volvi a su tierra vencedor. La victoria moderna tuvo este carcter: un ejrcito florentino y otro veneciano haban estado frente a frente varios das sin que ninguno de los dos se atreviera a atacar al otro; como ambos ejrcitos comenzaron a sufrir la falta de vituallas, cada uno de ellos decidi retirarse; accidentalmente, los capitanes florentinos supieron, por una mujer que, sintindose segura debido a su edad y a su pobreza, haba venido a visitar a algn pariente en el campamento florentino, que los venecianos estaban retirndose; en vista de esto, los florentinos se sintieron valientes, fueron tras los enemigos y escribieron a Florencia que haban rechazado al enemigo y ganado la guerra. En el ejemplo antiguo, pues, encontramos una batalla sangrienta, soldados enemigos heridos y el pillaje del campamento enemigo; en el ejemplo moderno encontramos un batalla ficticia, una pobre vieja y una carta jactanciosa. El contraste, que no se hace explcito, entre el antiguo ejemplo y el moderno no nos ensea, acerca de la superioridad de los viriles antiguos sobre los afeminados modernos, nada que Maquiavelo no nos diga del modo ms explcito en muchos otros pasajes de los Discursos. Por consi-

  • 46 LEO STR AUS Sguenle, este silencioso contraste no nos ensea nada nuevo respecto a su primordial intencin, que es contribuir al renacimiento del espritu de la antigedad. Sin embargo, este silencioso contraste cumple una funcin; o mejor dicho, cumple dos funciones diferentes, aunque relacionadas. En primer lugar, dirige nuestra atencin hacia el hecho de que el captulo que estamos considerando est secretamente dedicado a algn aspecto del problema central referente a la diferencia entre los antiguos y los modernos. En segundo lugar, presenta la leccin general de un modo que es, todo a lo largo de los Discursos y del Prncipe, menos visible que el modo opuesto. Todo lector, por superficial que sea, de cualquiera de los dos libros, no puede menos de darse cuenta de la seriedad de Maquiavelo como maestro de prncipes y jefes de estado. Es, pues, de cierta importancia comprobar que el espritu de comedia, por no decir de ligereza, no est ausente de sus dos ms serios libros. De hecho, la gravedad y la ligereza estn combinadas en estos dos libros en una combinacin quasi-ipiposible, igual que lo estaban en Maquiavelo como hombre (46). Si es verdad que toda sociedad completa necesariamente reconoce algo de lo cual est absolutamente prohibido rerse (47), podemos decir que la decisin de transgredir tal prohibicin sansa alcuno rispetto entra en la esencia de la intencin de Maquiavelo.

    El no revela esta intencin. Incluso se niega a revelar las dificultades que estorban la comprensin de la intencin del enemigo. Pero bosqueja estas dificultades al sugerir una jerarqua de las dificultades que impiden conocer las acciones presentes y cercanas del enemigo. En el ltimo de los cuatro ejemplos nadie cometi ningn error, porque no se llev a cabo ninguna accin durante la noche. En los tres primeros ejemplos se cometieron errores, y en los dos primeros desastrosos errores, porque haba sobrevenido la oscuridad. En los dos ltimos ejemplos, acciones presentes, cercanas v diurnas del enemigo fueron descubiertas de un modo completamente accidental. Los cuatro ejemplos tratan de acciones cercanas y presentes. Las dificultades aumentan infinitamente cuando se trata

  • EL DOBLE CARACTER DE LA DOCTRINA DE MAQUIAVELO 47de descubrir la verdad sobre las acciones nocturnas del enemigo, realizadas en remotos pases en un remoto pasado. Pero incluso estas dificultades son sobrepasadas por las que se oponen al descubrimiento de las intenciones de un enemigo inteligente: stas no pueden nunca ser descubiertas por accidente (48). Lo cual no significa negar que los escritos accesibles de enemigos inteligentes compartan parcialmente el carcter de las acciones presentes prximas y diurnas del enemigo.

    En una auto-contradiccin deliberada, un autor dice cosas incompatibles o, dicho de un modo ms general, cosas diferentes sobre el mismo tema a gentes diferentes, y en algunos casos a las mismas gentes en diferentes niveles de comprensin. Pero el hablar de modo diferente a gentes diferentes es lo que podemos llamar irona en el sentido primario de la palabra (49). Cualquiera que sea la relacin entre la irona y la parodia, ciertas sutiles parodias pueden llenar las exigencias de la irona propiamente dicha. Discursos I I 12, es una parodia de esta clase, una parodia disimulada de las disputaciones escolsticas. Maquiavelo discute aqu la cuestin de qu es mejor cuando se teme un ataque, si asaltar al enemigo en su pas o esperarle en el propio. La discusin consta de cuatro partes: argumentos de autoridad de un lado y de otro, argumentos de razn de un lado y de otro, una solucin basada en una distincin y una defensa de la solucin contra un argumento adverso. Es una parodia de una disputacin escolstica, tanto porque aplica el procedimiento escolstico a un tema no escolstico como porque la autoridad central invocada a favor de la alternativa superior es una fbula potica : las fbulas poticas ocupan el lugar de la Biblia. Podra parecer que Maquiavelo ha inferido, del humano y no celestial origen de la religin bblica al cual haba aludido siete captulos antes, que la enseanza dogmtica de la Biblia tiene el status cognoscitivo de las fbulas poticas (50). Al presente, sin embargo, nos interesa mucho ms la circunstancia aparentemente trivial de que vacila, en Discursos II 12, en llamar a los argumentos de autoridad por este nombre: en ese lugar oscurece en cierto modo la diferencia entre

  • 48 LEO STR AUS S

    autoridad y razn (51). Seis captulos ms adelante subraya esta diferencia de un modo llamativo. En el encabezamiento de 11 18, se refiere a la autoridad de los romanos y el ejemplo de la anti- gua milicia, pero en la primera lnea del captulo reemplaza esta expresin por muchas razones y muchos ejemplos. Poco despus cita una frase latina, una frase latina extremadamente simple, y en seguida aade a la cita su traduccin italiana, cosa que no hace en ninguna otra parte de ninguno de los dos libros; despus de haber reemplazado autoridad por razones, reemplaza el lenguaje de la autoridad por su propio idioma nativo (52). En la inmediata continua* cin, dice: Si hay que seguir la autoridad... Aparte de la autoridad, existen manifiestas razones. Despus de haber establecido su opinin, mediante la sola razn, se refierey tambin esto ocurre slo una veza la autoridad de aquellos que regulan las cosas polticas, es decir, a la autoridad de los retricos polticos tradicionales. Debemos tener en cuenta la presencia de este problema de autoridad en esta parte de los Discursos, parte que podemos decir se abre con la observacin antes discutida respecto al silencio de Livio. Si no, no lograremos entender, entre otraB cosas, las irregularidades siguientes, que aparecen en un captulo intermedio. Discursos I I 13 tiene por objeto demostrar que se asciende de una posicin baja a una alta ms bien mediante el fraude que mediante la fuerza. Maquiavelo da algunos detalles concernientes slo a dos individuos que se elevaron desde una abyecta o baja condicin a un gran poder poltico. Ambos individuos eran sobrinos (nepoti) de los gobernantes absolutos que les precedieron; no puede decirse que se elevaran hasta las alturas del mando desde un lugar abyecto o bajo. Es decir, que los ejemplos no son adecuados: esto nos impulsa a preguntarnos cules eran los ejemplos adecuados que Maquiavelo tena en la mente. En el mismo captulo afirma que no slo los prncipes, sino tambin la repblica romana, se elevaron inicialmente a la preemi* nencia mediante fraude, y lo demuestra citando de Livio un discurso de un enemigo de los romanos; se nos presenta a Livio revelando la verdad sobre el fraude de Roma por el procedimiento de poner

  • EL DOBLE CARACTER DE LA DOCTRINA DE MAQUIAVELO 49ciertas palabras en boca de un enemigo de Roma. Ser que un romano respetable no poda decir la verdad sobre Roma, a no aer haciendo portavoz a un enemigo de Roma, lo mismo que un sbdito de los emperadores romanos no poda decir la verdad sobre Csar a no ser alabando al enemigo de Csar? Ser que un ciudadano de la repblica Cristiana no poda decir lo que l consideraba la verdad sobre el cristianismo, a no ser empleando a un enemigo del cristianismo, o a un pagano, como Livio, en calidad de portavoz? Ciertamente, Maquiavelo trata de establecer la verdad sobre la conquista hebrea de Canan refirindose a un relato 6obre Josu, que recurre a los enemigos de los hebreos y que contradice de modo flagrante el relato hebreo (53).

    Cuando un autor se contradice deliberadamente de un modo sutil, puede decirse que est repitiendo una anterior declaracin suya y cambindola en forma que, por alguna razn, no pueda ser fcilmente advertida. Maquiavelo discute en Iob Discursos ms de una vez la poltica de Florencia respecto a Pistoia. En la primera declaracin (II 21) dice que la ciudad de Pistoia se coloc voluntariamente bajo el imperio de Florencia porque los florentinos haban tratado siempre a los pistoyanos como hermanos. En la segunda declaracin (II 25) dice que la ciudad de Pistoia qued bajo el imperio de Florencia por medio del siguiente artificio pacfico . Estando Pistoia dividida en partidos, los florentinos favorecan, ahora a uno, ahora a otro de dichos partidos, y as hicieron que los pistoyanos llegaran a estar tan cansados de la lucha de partidos que se arrojaron voluntariamente en brazos de Florencia. El arte pacfico usado por los florentinos se califica en el contexto como el arte de dividir y conquistar. En la segunda declaracin, Maquiavelo llama nuestra atencin hacia la diferencia entre las dos descripciones de la poltica florentina respecto a Pistoia refirindose a lo que haba dicho sobre este tema en otro captulo y con otro propsito. Esta referencia retrospectiva es notable, porque es la nica de este carcter que se encuentra en los Discursos. Maquiavelo tuvo que haber tenido, sin duda, ms de un propsito para describir la misma poltica, pri- 4

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    mero, como una expresin de liberalidad y fraternidad y, despus, como una aplicacin de la regla divide y vencers'*. Lo que apare* ce primero a nuestros ojos como fraternidad y libertad se revela, tras la reflexin, como una hbil poltica de poder. La primera exposicin concuerda con la opinin comn segn la cual la moralidad puede y debe controlar la vida poltica; la segunda e