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EL DES FÍO DE L IGLESI L M U N D O
F E R N N D O M O R E N O
1. La Iglesia como desafío para el mundo
La existencia misma de la Iglesia comporta para el mundo un desafío,
el cual se expresa, «mínimamente», como
tolerancia,
«máximamente», co
mo apertura al don de Dios, que pasa por la Iglesia, y, «medianamente»,
como colaboración en misiones y tareas de humanización, o como integra
ción
cultural
de los valores cristianos, por parte del mundo.
Independientemente de la mayor o menor conciencia que se tenga
de ellos, y de su importancia relativa, estos cuatro aspectos del desafío en
cuestión han estado siempre presentes desde el comienzo de la institución
histórica de la Iglesia. Y esto, porque son constitutivos de la relación mis
ma Iglesia-Mundo, aun cuando el historiador deba distinguir acentuacio
nes, según las épocas o los lugares. Así, la misión clásica plantea a las «tie
rras de misión» un desafío máximo, allí donde el desafío planteado a los
países socialistas, desde 1917, se define más bien por la tolerancia. La cola
boración humanista y la integración cultural hoy cuestionada), constitu
yen, por otra parte, desafíos al mundo contemporáneo occidental, que pa
recieran comenzar a proyectarse en el mundo socialista.
2.
Momentos contemporáneos
del
desafío eclesial
En este plano, el del desafío cultural y hum anista, se pueden destacar,
en primer lugar, dos momentos
contemporáneos
«fuertes»: Rerum
Novarum
1891),
y el
Segundo
Concilio
Vaticano
1962-1965).
SCRIPTA THEOLOGICA
22
1990/1) 157-167
157
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F E R N A N D O M O R E N O
1 . Rerum Novarum es un desafío que tiene tres «referentes» principa-
les: los obreros los patrones y los gobernantes
a El desafío planteado a los primeros, es el de no dejarse tentar y
llevar por la ideología socialista marxista en su reivindicación socio-
económica, de suyo justa. El socialismo marxista es un «remedio» injusto
y subversivo
1
.
b El desafío planteado a los segundos, es, sobre todo, el de cumplir
con la justicia en toda su profundidad: justicia legal no sólo privada o
conmutativa , en su relación empresarial con los obreros, los cuales deben
ser respetados en sus fundamentales derechos.
c El desafío planteado al Estado y a los gobernantes, es el de velar
por el cumplimiento de esa justicia, protegiendo al mismo tiempo, y pre-
ferentemente, a la «clase pobre» y desamparada , puesto que la «clase de
los ricos», pudiendo protegerse con sus propios recursos, necesita menos
«del amparo de la pública autoridad»
2
.
En realidad, aquí el desafío se amplía, ya que el Estado debe asumir
activamente su papel de rector del bien común, respetando, al mismo
tiempo, «la facultad de obrar» de los particulares en todo aquello que, sal-
vo el mismo bien común y sin perjuicio de nadie, puedan hacer
3
. Así,
la clara y explícita oposición al liberalismo clásico, cuyas fuentes raciona-
listas habían sido criticadas por León XIII tres años antes
4
, no implica
ninguna concesión al estatismo o al totalitarismo.
2. El Concilio último comporta para el mundo un desafio que pue-
de resumirse en un juicio: aceptar que la Iglesia es experta en humanidad,
y que, porque nada de lo humano le es ajeno, tiene «derechos» sobre ella;
derechos que la sociedad civil debe reconocerle.
Este desafio conciliar tiene antecedentes no sólo en la convocatoria
de Juan XXIII, sino aun en Pío XII y en Pío X I
5
. «El poder de la Igle-
1 .
C f. № 2-4; 9 y 1 1 . El juicio de León X T sobre el socialismo —como el
de P ío
XI,
más tarde— tiene un vigor y una radicalidad, que reflejan la gravedad
del mal que es preciso denunciar.
2 . № 25 .
3 .
H e aquí el primer enunciado del principio de subsidiaridad, hecho por el
Magisterio eclesial.
4.
En la Encícl ica
Libertas Praestantissimus
1888 .
5.
E l estudio de l proyecto para convocar un Conci l io Ecuménico fu e encarga-
do ya por P ío
X n
a una comisión especial en 1948, como lo mostró el Padre Ca-
prile en la
Civiltà Cattolica
1966 . Véase,
R I M O N D O E .
S P I Z Z I
Quante falsità
su quel Pontefici
p . 46 . En «30 giorni», № 3 , marzo de 1988 , pp . 40-46. H ay más
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E L D E S A F I O D E L A IG L E S IA A L M U N D O
sia —decía Pío XII— abarca al hombre entero, su interior y su exterior,
en lo que concierne a la obtención de su fin sobrenatural». Y es que, así
como Dios mismo «no es nunca neut ro frente a las cosas humanas», tam
poco la Iglesia podría serlo
6
. Como se ha señalado en otra parte, es aquí
donde reside «el fundamento más radical del derecho de la Iglesia a pro
nunciarse sobre las actividades económicas y sociales»
7
.
A este respecto, ya Pío XI, en Quad r a g es imo Ann o , precisaba que
el derecho de la Iglesia es un derecho a intervenir «en todo lo que toca
a la ley moral». «En estas materias, en efecto, —sigue diciendo Pío XI—
el depósito de la verdad que nos ha sido confiada de lo alto, y la gravísi
ma obligación que nos incumbe de promulgar, de interpretar y de predi
car, a pesar de todo, la ley moral, someten igualmente a Nuestra suprema
autoridad, el orden social y el orden económico»
8
.
El Segundo Concilio Vaticano se sitúa en esta perspectiva, y procede
de este dinamismo. Con mayor precisión, se puede afirmar que este desa-
fío
conciliar tiene al menos tres aspectos que deben destacarse aquí.
a) La Iglesia debe ser aceptada como
interlocutor,
se debe aceptar su
invitación al
diálogo.
A pesar de su condicionamiento ideológico, el juicio
y título de libro) del neo-marxista francés, Roger Garaudy hoy musul
mán): «del anatema al diálogo», dice, a su manera, algo cierto; es, si se
quiere, una simplificación no totalmente errónea.
b) La Iglesia debe ser aceptada como un «agente colaborador» en la
misión y desafío humanizador. Y esto, tanto en el orden de las ideas, de
la orientación de la acción, y su regulación normativa, como en el orden
de la
asistencia
y
promoción
socio-económica y, en alguna medida, tam
bién política).
c) Ahora bien, aquí está el núcleo más «revolucionario» y, por con
siguiente, más problemático de la «reforma» conciliar
{Ecclesia semper
r e -
formando)
9
. ¿Qué podemos constatar a este propósito?
aún: Pío X I I preparó «más o menos inconscientemente» el Concilio Vaticano I I ,
en sus
temas;
«basta leer bien
lo s
textos conciliares para volver
a
encontrar allí
mucho de su enseñanza, aun en cuanto a la novedad de sus planteamientos, del
método,
de l
estilo»
(p .
4 6 .
6 . Ci t . en, JE A N Y V E S C A L V E Z y J A C Q U E S P E R R I N , Eglise e t société économi-
q u e ,
Paris,
Aubier-Montaigne,
1 9 5 9 , p . 3 7 .
7 . Ibid.
8 .
Ci t. en
Ibid.
p .
4 1 .
9 . L O U I S B O U T E R , L Eglise d e D i e u , Paris , Cerf, 1 9 7 0 , pp . 6 1 2 - 6 1 7 .
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Ante todo, que el
aggiornamento
conciliar, cuyos misteriosos impul
sos y riquezas, no están aquí en discusión, significó de hecho, y en dere
cho, una «ampliación» del campo de aplicación de la fe y la doctrina, y,
por consiguiente, de la práctica eclesial de la prudencia.
Para decirlo brutalmente pero refugiándome en el juicio a la vez sa
bio y filial de mi maestro: Jacques Maritain), esta «ampliación», en su di
mensión prudencial, ha como
delatado
o dejado al desnudo) el hecho de
que la Iglesia de Cristo no sólo existe en su «personal», sino también a
pesar de su «personal».
Sirviéndonos del lenguaje del teólogo, y considerando más bien el
ámbito de la «palabra» y del «pastoreo» particular y, en cierto sentido,
«intermedio») del rebaño, se puede afirmar que la causalidad propia ha
operado en una proporción muy superior a la
causalidad instrumental.
Es
decir, dicho más simplemente, la palabra episcopal —y esto no es ninguna
crítica, es una simple constatación— ha llegado a ser, más la opinión de
«Juan Pérez», que es obispo, que la enseñanza magisterial) del «Obispo de
Atlántida», que es «Juan Pérez».
Tal vez esta «inflación» de lo opinable, de la doxa, y de la «praxis»
prudencial misma, sea algo normal, a partir del momento en que la Iglesia
se asigna a sí misma el cometido del aggiornamento, y de la aplicación so
cial de la fe, en términos de «acompañamiento» y de diálogo.
En todo caso, esto le da al desafio de la Iglesia al mundo un carácter
particular; digamos, una problematicidad a la medida de su osadía.
Tratemos de precisar más a este respecto. Tal como nos aparece el
problema, no podemos dejar de constatar que, a pesar de la diversidad de
motivos, la dificultad de algunos, así como la facilidad de otros, para acep
tar boy en este tiempo conciliar) a la Iglesia, se encuentran en un punto:
la
opacidad,
o falta de transparencia que comporta la
aplicación
particu
lar
10
de la fe a
todo
lo humano no sólo a la «cuestión social»; no sólo
a la relación Iglesia-Estado, o a la educación, etc.).
Ahora bien, esta
opacidad
no es la del m isterio; es una opacidad «me
todológica», en cierto sentido normal, pero que puede ceder el paso a la
1 0 . Somos conscientes, y al mismo tiempo asumimos la ambigüedad que com
porta aquí este término: lo particular del Magisterio episcopal, y lo particular co
mo singularidad y referencia objetivas.
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anormalidad, a una opacidad tenebrosa, producida no por la aplicación de
la fe en cuanto tal, sino por su i d e o l o g i za c i ó n .
Cuando esto ocurre, el dinamismo eclesial-doctrinal-pastoral ha sido
suplantado por un dinamismo político-ideológico-«práxico». Al mismo
tiempo, se habrá pasado de la a p l i c a c i ó n de la fe, a la g én e s i s de una acción
que encierra en sí misma su
principio,
en comunión explícita o implícita
con la pretensión marxista de una teoría-praxis. Es la «lógica» que subyace
en esta pretensión, la que, desde hace casi un siglo y medio, viene reivin
dicando la inmanencia praxológica de un «principio» autopropulsivo y ge
nético: la
dialéctica.
Cuando un cierto «personal» de lá Iglesia resbala hacia esta dinámica
práxico-ideológica, o simplemente cuando la ambigüedad, que suele parasi
tär la aplicación social de la fe, no es permanente y decididamente purifi
cada, o rectificada, con el
r e c u e r d o
del
d e p o s i t u m fi d e i
el cual es, él mis
mo, a menudo, manipulado ideológicamente), la Iglesia, en su dimensión
humana, tiende a perder su rostro.
Para unos pasará a ser un aliado fácil; para otros, una instancia ten-
tacular, si no totalitaria, intrusa, o competitiva en el plano político. En
tonces, para el mundo, la Iglesia comporta un desafío político más que
eclesial; en el mejor de los casos, puramente humanitario. Aquí, la tras
cendencia se ha esfumado.
El desafío que entonces se plantea, tanto para bien de la Iglesia, co
mo para bien del mundo, es el de evitar la alteración político-ideológica
del dinamismo eclesial, conservando, al mismo tiempo, su legítimo impul
so evangelizador, y, e n é l , la aplicación social de la fe según el espíritu
propiamente conciliar.
3. L a d o c t r i n a y l a e x ho r t a c i ó n e c l e s ia l qu e d e s a fía n a l m u n d o
El desafío va de la ju s t i c ia s o c i a l a la s o l i d a r i d ad ; de León XIII a Juan
Pablo II. Pasando por la paz, la democracia, los derechos del hombre y
el desarrollo. A estos y otros) tópicos, el Magisterio pontificio y conciliar
da una profundidad y una especificidad propiamente cristianas. Desde allí
exhorta, a tiempo y destiempo.
1 .
La paz social encuentra en la paz del corazón del hombre) su
raíz y su energía más profunda. Una energía que se confunde con la fuer
za del amor, de la caridad. Y que exige la práctica de la jus t i c i a , pero al
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mismo tiempo la supera, y en cierto sentido la «corrige» Dives in Miseri
cordia).
Es ésta una paz que se «construye», además, en la verdad y en
el ejercicio de las libertades Pacem in Terris).
Pero aquí, el desafío tiene la «dimensión» del testimonio: la Iglesia
misma se ha hecho instrumento de paz en el orden político internacional.
Juan Pablo II evitó la guerra entre Chile y Argentina.
2. La democracia, como institución y régimen político, es profundi
zada en los valores democráticos de las culturas, y en las virtudes demo
cráticas del ciudadano, y del hombre, simplemente.
Pío XII sabía que no hay democracia sin demócratas, y que en defi
nitiva la democracia, más allá del régimen político, se confunde con la
normal organización de la relacionalidad social en vistas al bien común;
con la «buena sociedad», en el sentido griego de la expresión.
Pablo VI precisa que la democracia actual se define por la doble
ten
dencia a la igualdad y a la
participación,
lo cual equivale a una
profundiza-
ción y a un aggiomamento de la «moderna» democracia que, al menos de
hecho y paradógieamente, asume una aspiración, y aun una exigencia, pre
sente ya en la antigua Grecia, y que constituye como el núcleo de la refle
xión filosófica de Aristóteles, en su Política.
3. La defensa, y aun la promoción de los derechos del hombre, no
es de suyo, ni para la Iglesia, una cuestión política, ni menos una cuestión
de «coyuntura»; su «lógica» no es o, no debiera ser) ni la del «oportunis
mo», ni la del «afán de novedad» Juan Pablo II, Discurso
de
Puebla,
JJ¡,
3). Es, muy precisamente, porque la Iglesia es «experta en humanidad»
Pablo VI) por lo que se hace «defensora de los derechos humanos»
Dis
curso
de Puebla, ELI, 3), en especial de los derechos de los más pobres, de
los marginados, de los pequeños, de los necesitados.
No se puede olvidar, a este propósito, que la preocupación y la soli
citud eclesiales se refieren al hombre que como imagen de Dios es una per-
sona Laborera
Exercens, 6 ; es decir, una «naturaleza dotada de inteligencia
y de libre albedrío», según lo definió Juan XXLU en su encíclica Pacem
in
Terris
n°
9 .
Es en cuanto
persona
cuando el hombre es sujeto de dere
chos, pero también de correlativos deberes
11
. Es porque es persona por
lo que el hombre exige ser respetado en toda la gama, jerárquica y corn
i l . Si la Iglesia no es superficial, tam po co es dem agógica.
162
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EL DESAFIO DE LA IGLESIA AL MUNDO
p le m e n t a r ia , d e s u s d e re c h o s ; d e s d e e l d e re c h o a l a v id a h a s t a e l d e re c h o
a p ro f e s a r p r iv a d a y p ú b l i c a m e n t e u n a re l ig ió n Pacem in Terris, n° 11 y
1 4 )
u
. P a ra l a I g le s ia , lo s d e re c h o s d e l h o m b re t i e n e n , e n e l o rd e n s o c ia l ,
l a f u e rz a d e lo s « d e re c h o s » d e D io s .
4 .
F in a lm e n t e , e l t e m a d e l d e s a r ro l lo e s e l c a s o t í p i c o d e u n a c u e s
t ió n q u e p a r t i e n d o d e l d e s a f í o q u e e l m u n d o le p la n t e ó a l a I g le s ia , q u e
f u e a s u m id o y p ro f u n d iz a d o p o r e l l a , s e h a c o n v e r t id o lu e g o ( e s p e c ia lm e n
te desde
Mater et
M agistra, 1 9 6 1 ; h a s t a
Sollicitudo rei
socialis, 1 9 8 7 ; p a s a n d o
p o r Populorum Progressio, 1967) en un desa f ío de la Ig les ia a l mundo.
A q u í , l a I g le s ia n o s ó lo enseña, s ino que a l enseñar exhorta, y aun
s e im p l i c a e l l a m is m a , e n c i e r t o m o d o , e n la s t a re a s d e h u m a n iz a c ió n o
d e p r o g r e s o h u m a n o q u e s u p o n e u n a u t é n t i c o d e s a r r o l l o . E s t o n o q u i e r e
d e c i r q u e d e b a a s u m ir t a re a s t é c n ic a s o p o l í t i c a s , p e ro s í q u e e n s u p e rs
pect iva evangel izadora y sa lv í f ica , e l la , que t iene e l encargo de todo e l
h o m b re , e n u n c ia s u « p ro y e c t o » y re a l iz a t a re a s q u e a p u n t a n d o a l d e s a r ro
l l o i n t e g r a l , a l d e s a r r o l l o d e t o d o e l h o m b r e y d e c a d a h o m b r e Populo
rum Progressio,
1 4 ) , p r o m u e v e n e l p a s o d e c o n d i c i o n e s d e v i d a m e n o s h u
m a n a s , a c o n d ic io n e s m á s h u m a n a s ( n ° 2 0 ) . L a o s a d í a y l a f id e l id a d d e la
I g le s ia a s u m is ió n p ro p ia ( l a p r im e ra a p a r t i r d e l a s e g u n d a ) , n o s e l a s
c o m p re n d e b ie n s i n o s e h a a s u m id o q u e e l d e s a r ro l lo e s p a ra l a I g le s ia
u n a c u e s t i ó n a n t r o p o l ó g i c a , a n t e s d e s e r u n a c u e s t i ó n e c o n ó m i c a , y q u e
e l
q u e e l
h omb r e l l e g u e
«a ser lo que es» , es a la vez é l fin y la
norma
d e l in c re m e n t o d e lo s b ie n e s m a t e r ia le s , o d e l s im p le c re c im ie n t o d e la
p r o d u c c i ó n y d e l a p r o d u c t i v i d a d .
L a p ro f u n d iz a c ió n y e l d e s a f í o s e p u e d e n re s u m ir a q u í e n la p r im a c í a
( n o e x c lu y e m e ) d e l se r m á s s o b re e l tener m á s , t a n f re c u e n t e m e n t e re c o rd a d a
p o r J u a n P a b l o I I , e n e l s u r c o d e l C o n c i l i o V a t i c a n o I I
Gaudium
et Spes,
3 5 ) ,
d e P a b l o V I Populorum
Progressio,
6 y 15 ) , y de la sab idu ría cr is t iana ,
s i m p l e m e n t e . « E l h o m b r e v a le m á s p o r l o q u e es q u e p o r l o q u e t ie n e » .
4 . Conclusión
E n t é rm in o s g e n e ra le s , s e p u e d e d e c i r q u e la I g le s ia s e p o n e a l d í a
— y
desafía
al m u n d o e n e s t e p o n e rs e a l d í a — s ie m p re a p a r t i r d e lo « v ie -
12.
Juan Pab lo II ha insistido especialmente —y de manera recurrente— en los
derechos del h o mo r e l ig i o s u s .
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jo»
v e t e r a ) ,
no de la novedad
p o r s í m i sm a .
Y es que lo «viejo», aquí, no
se confunde con lo caduco y lo «superado»: es lo que permanece, lo per en-
n e , lo que está s u p r a t e m p u s , y que por eso «sirve» diversamente) para t o -
dos los tiempos.
Así,
no basta hoy con decir que desde el Evangelio la Iglesia vive
de las cosas nuevas y de las viejas
Nova e t Ve t e r a ) .
Es preciso agregar en
seguida que lo «nuevo» los «signos de los tiempos») no tiene sentido para
la Iglesia, ni es asumido por ella sino a partir de lo «viejo».
Aquí se encuentra tal vez el desafío más s ign i f i c a t ivo
13
que la Igle
sia plantea al mundo contemporáneo, tanto en su natural mundanidad co
mo en lo que de esa mundanidad ha venido a parasitär y polucionar a
la Iglesia a través de las debilidades de su personal
14
. Precisemos. La in
veterada superficialidad del
relativismo
en sus expresiones gnoseológica,
moral o histórica), que hoy le da a la «crisis de la inteligencia». J. Mari-
tain) un sello historicista y dialectizante, dificulta, desde luego, la com
prensión de la «estructura» propia de la «oferta» eclesial, y el desafío espe
cífico y sobrenatural que ella comporta. La depreciación, y aun el
desprecio del
dogma
y de la
autor idad,
constituyen a este propósito un
buen indicador. También lo es, la incapacidad para ver en la
l e y n a t u r a l
algo más que una especie de «fijismo» esencialista y arbitrario. Sin percibir
que, en profundidad, la permanencia dinámica que ella comporta es como
la «estructura» misma del orden creado que debe ser restituido en Cristo,
y, especialmente, de la humanidad de la que la Iglesia tiene el encargo
salvífico.
La debilidad de la inteligencia moderna, relativista e historicista,
arriesga diluir, y aun anular el desafío eclesial en su especificidad sobre
natural. Como por efecto de feed back, aquélla ha venido a engendrar tal
vez la mayor tentanción para el «personal» eclesial de nuestro tiempo. Y
esto, en la medida misma en que éste esté más preocupado de acomodarse
al mundo y de adoptar su «lógica»), que de «escucharlo» y «solidarizarse»
1 3 .
Decimos «significativo», pero no el más importante . El desafío más impor
tante ha sido, es y será siempre en cuanto es el de la Iglesia de Cristo, que predi
ca a Cristo, el Dios encarnado, crucificado y resucitado) el del e s c á n d a l o y la l o c u -
r
Cristo crucificado) es «escándalo para ¡os Judíos, y locura para los paganos»
I Cor. 1,23).
14.
Pecador, aunque ella, como Iglesia de Cristo, es sin pecado;
sine macula e t
s i n e r u g a San Pablo .
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c o n é l p a ra o f re c e r le u n t e s o ro q u e e s e n d e f in i t iv a lo ú n ic o q u e p u e d e ,
a la vez , l levar lo a la pleni tud de su desarrol lo na tura l y e levar lo por enc i
m a d e s u s n o m e n o s n a t u ra le s f ro n t e ra s .
La «oferta» ec les ia l que desa f ía a l mundo es una ofer ta de grac ia , y
d e v e r d a d ; n o u n a o f e r t a p o l í t i c a , n i m e n o s i d e o l ó g i c a . T o d a a c o m o d a c i ó n
in d e b id a , a s í c o m o c u a lq u ie r re b a j a m ie n t o d e la o p e ra t iv id a d p ro p ia d e l a
fe , c o n s t i t u y e n u n a t r a i c i ó n a l
envío
y a l encargo; a l e n v í o d e lo s A p ó s t o
les (y sus sucesores ) , y a l encargo de preservar y comunicar e l
depósito
(el
depositum fidei): Los «enviados» , en quienes se funda la Ig les ia peregr ina ,
lo s o n a p re d ic a r e l E v a n g e l io y a b a u t iz a r
Marcos
16 , 15 y 16 ) ; lo c ua l
s u p o n e p r e s e rv a r e l d e p ó s i t o : « ¡ O h T i m o t e o , g u ar d a e l d e p ó s i t o a t i c o n
f iado, ev i tando las vanidades impías y las contradicc iones de la fa lsa c ien
c ia que a lgunos profesan , ex trav iándose de la fe» ( I
Timoteo
6 , 20 y 21 ) .
M á s a ú n : « P re d ic a l a p a la b ra , in s i s t e a t i e m p o y a d e s t i e m p o , a rg u y e , e n s e
ñ a ,
e x h o r t a c o n t o d a l o n g a n i m i d a d y d o c t r i n a , p u e s v e n d r á u n t i e m p o e n
q u e n o s u f r i rá n la s a n a d o c t r in a ; a n t e s , d e s e o s o s d e n o v e d a d e s , s e a m o n t o
n a rá n m a e s t ro s c o n f o r m e a s u s p a s io n e s , y a p a r t a rá n lo s o í d o s d e l a v e r
d a d p a ra v o lv e r lo s a l a s f á b u la s . P e ro t ú , v e la e n t o d o , s o p o r t a lo s t ra b a
j o s ,
h a z o b ra d e e v a n g e l i s t a , c u m p le t u m in is t e r io » ( I I
Timoteo
4 , 2 -5 ) .
P a b l o V I — c o m o o t r o s P a p a s — f u e t e r r i b l e m e n t e f i e l a l a e x h o r t a
c i ó n p a u l i n a . T a m b i é n l o h a s i d o , d e sd e l u e g o , J u a n P a b l o I I . E l p r i m e r o ,
e n Ecclesiam
Suam,
r e s p o n d e c o n u n s a b io e q u i l ib r io a l in t e r ro g a n t e ( y d e
s a f í o ) q u e s e l e p la n t e a p r im e ro a l a I g le s ia m is m a : « ¿ H a s t a q u é p u n t o d e
be la Ig les ia aco m od ars e a las c i rcu nsta ncia s h is tór ic as y loca les en las que
d e s a rro l la s u m is ió n ? ¿ C ó m o d e b e p re c a v e rs e d e l p e l ig ro d e u n re la t iv i s m o
q u e l l e g u e a a f e c t a r s u f id e l id a d d o g m á t i c a y m o ra l? ¿ P e ro , c ó m o h a c e rs e
a l m is m o t i e m p o c a p a z d e a c e rc a rs e a t o d o s p a ra s a lv a r lo s a t o d o s , s e g ú n
e l e j e m p lo d e l A p ó s t o l : « m e h e h e c h o t o d o a t o d o s p a ra s a lv a r lo s a t o d o s »
( I Cor. 9 , 2 2 ) ? D e s d e f u e r a n o s e s a l v a a l m u n d o . C o m o e l V e r b o d e D i o s
q u e s e h a h e c h o h o m b re , h a c e f a l t a h a c e rs e u n a m is m a c o s a , h a s t a c i e r t o
p u n t o , c o n la s f o rm a s d e v id a d e a q u é l lo s a q u ie n e s s e q u ie re l l e v a r e l
m e n s a j e d e C r i s t o ; h a c e f a l t a c o m p a r t i r — s in q u e m e d ie d i s t a n c ia d e p r iv i
l e gi o s o d i a fr a g m a d e l e n g u a je i n c o m p r e n s i b l e — la s c o s t u m b r e s c o m u n e s ,
c o n t a l q u e s e a n h u m a n a s y h o n e s t a s , s o b re t o d o d e lo s m á s p e q u e ñ o s ,
s i q u e re m o s s e r o í d o s y c o m p re n d id o s . H a c e f a l t a , a u n a n t e s d e h a b la r ,
o í r l a v o z , m á s t o d a v í a , el c o r a z ó n d e l h o m b r e ; c o m p r e n d e r l o y r e s p et a r
lo e n la m e d id a d e lo p o s ib le , y c u a n d o lo m e re c e , s e c u n d a r lo . H a c e f a l t a
h a c e r s e h e r m a n o s d e l o s h o m b r e s e n e l m o m e n t o m i s m o q u e q u e r e m o s
s e r s u s p a s t o re s , p a d re s y m a e s t ro s . E l c l im a d e l
diálogo
es la amis tad. Más
a ú n , e l servicio. D e b e m o s r e c o r d a r t o d o e s t o , y e s f o r z á n d o n o s p o r p r a c t i -
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F E R N A N D O M O R E N O
c a r io s e g ú n e l e j e m p lo y e l p re c e p t o q u e C r i s t o n o s d e j ó Jn 1 3 , 1 4 - 1 7 ) .
P e r o ,
q u e d a u n p e l ig ro . E l a r t e d e l a p o s t o la d o e s a r r i e s g a d o . L a s o l i c i t u d
p o r a c e rc a rs e a lo s h e rm a n o s n o d e b e t ra d u c i r s e e n u n a a t e n u a c ió n o d i s
m in u c ió n d e la v e rd a d . N u e s t ro d iá lo g o n o p u e d e s e r u n a d e b i l id a d re s
p e c t o a l c o m p r o m i s o c o n n u e s t r a f e . E l a p o s t o l a d o n o p u e d e t r a n s i g i r c o n
u n a e s p e c i e d e c o m p r o m i s o a m b i g u o r e s p e c t o a l o s p r i n c i p i o s d e p e n s a
m ie n t o y d e a c c ió n q u e d e b e n d e f in i r n u e s t ra p ro f e s ió n c r i s t i a n a . E l i r e -
n i s m o y e l s i n c r e t i s m o s o n e n e l f o n d o f o r m a s d e e s c e p t i c i s m o r e s p e c t o
a la f u e rz a y a l c o n t e n id o d e la P a la b ra d e D io s q u e q u e re m o s p re d ic a r .
Só lo e l q u e e s t o t a lm e n t e f i e l a l a d o c t r in a d e C r i s t o p u e d e s e r e f i c a z m e n
t e a p ó s t o l . Y s ó lo e l q u e v iv e c o n p le n i t u d la v o c a c ió n c r i s t i a n a p u e d e e s
t a r i n m u n i z a d o d e l c o n t a g i o d e l o s e r r o r e s c o n l o s q u e s e p o n e e n
c o n t a c t o .
E n e l m i s m o s e n t i d o , J u a n P a b l o I T, r e c o r d a n d o q u e J e s ú s r e c h a z a
la t e n t a c ió n d e l p o d e r a q u e lo s o m e t e Sa t a n á s , y « n o a c e p t a l a p o s i c ió n
d e q u i e n e s m e z c l a b a n l a s c o s a s d e D i o s c o n a c t i t u d e s m e r a m e n t e p o l í t i
c a s » ,
a f i rm a q u e e s d e s d e la « f e e n C r i s t o » , y d e s d e e l l a m is m a , c o m o la
I g le s ia e s c a p a z « d e s e rv i r a l h o m b re » y a lo s p u e b lo s , « d e p e n e t ra r c o n
e l E v a n g e l i o s u c u l t u r a , t r a n s f o r m a r l o s c o r a z o n e s , h u m a n i z a r s i s t e m a s y
e s t ru c t u ra s » Discurso de Puebla, 1 , 4 y 5 ) .
Y e s q u e t o d o d e s a f í o e c le s ia l s e d e f in e p o r e l c a m b io in t e r io r . L a
I g le s ia e x h o r t a a q u e e l c a m b i o — c u a n d o e s t e p r o c e d e — s e r e a li c e p r i m e r o
( y s o b r e t o d o ) e n e l h o m b r e m i s m o p a r a b i e n s u y o . « N o h a y humanidad
nueva
s i n o h a y e n p r i m e r l u g a r
hombres
nuevos, c o n la n o v e d a d d e l b a u
t ismo y de la v ida según e l Evangel io» Evangelii Nuntiandi, 1 8 ) .
A h o r a b i e n , e st a p r i m a c í a d el h o m b r e s o b r e la « e s t r u c t u r a » , n o i m
p l i c a d e n i n g ú n m o d o d e s p r e o c u p a r s e d e l o s « a m b i e n t e s c o n c r e t o s »
Evan
gelii Nu ntiandi, 1 8 ) e n q u e l o s h o m b r e s v i v e n y m u e r e n . E s as í c o m o
J u a n P a b l o I I l l a m a a l o s laicos a c o m p r o m e t e r s e e n l as t a r ea s « t e m p o r a
l e s » c o n l a e n e r g í a d e l E v a n g e l i o
1 5
, pe ro s in o lv idar qu e « la fe c r is t ia na
n o a p o r t a s o lu c io n e s y a d a d a s a lo s c o m p le j o s p ro b le m a s d e la s o c ie d a d
c o n t e m p o r á n e a » ( H o m i l í a a l o s O b i s p o s . N a i r o b i , 7 d e m a y o d e 1 9 8 0 ) . A
lo s o b i s p o s , l e s re c u e r d a — u n a v e z m á s — q u e «la m is ió n d e C r i s t o n o e ra
15. «Los laicos son llamados ho y a un fuerte com pro m iso cristiano: penetrar
la sociedad con la levadura del Evangelio». Homilía en Limerich (Irlanda), 1° de
octubre de 1979.
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E L D E S A F I O
DE LA
I G L E S I A
A L
M U N D O
de orden social, económico
o
político»,
y que £1 no le
«dio
a la
Iglesia
una misión económica o política, sino religiosa»
16
.
Vemos
así, por
todo
lo que
llevamos dicho,
que el
desafío
que la
Iglesia
le
plantea
al
mundo
no es
independiente
del
desafío
que a
ella
se
le plantea en el interior de sí misma. Dicho en otra forma, su credibilidad
está
en
función
de la
fidelidad
a su
propio
ser y a su
misión. «Evangeliza-
dora, ella comienza por evangelizarse a sí misma», como dijo Pablo VI
Evangelü Nuntiandi, 15 .
La Iglesia será capaz de hacer «nuevas todas las cosas» Hechos, 21,5
—al
ser
creída
y
aceptada
en lo que
ella
es
propiamente— sólo
si es
fiel
a
su
Cabeza
y
Esposo. Todo
lo
puede
en
Cristo.
Sin El, se
traiciona
a
sí misma
y se
priva
de su
específica eficacia.
F. Moreno
Instituto Jacques Maritain
S A N T I A G O E C H I L E
16.
En Nairobi, 7 de mayo de 1980.
167