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Tema 2. Liberalismo, revolución política
y nacionalismo (1789-1871)
El ciclo revolucionario, abierto, como acabamos de ver, con la independencia de las
colonias inglesas norteamericanas, tuvo su prolongación en Francia donde la
revolución logra romper el orden estamental y sustituir el Antiguo Régimen por una
sociedad más igualitaria y libre, donde la burguesía logra hacerse con el poder político.
1. LA REVOLUCIÓN FRANCESA (1789-1799)
1.1. Causas de la Revolución.
Los factores o causas que determinaron la revolución en Francia son complejos. Aun
así, podemos reducirlas a tres fundamentales: el malestar prerrevolucionario, la difusión
de las ideas ilustradas y las contradicciones socio-políticas.
a) El malestar prerrevolucionario.
El descenso generalizado de los precios agrícolas, la subida de los precios de los
productos textiles por la escasez de lana y la firma de un tratado comercial con Gran
Bretaña para facilitar la entrada de productos industriales ingleses, que afectó
gravemente a la industria y a los obreros, agravaron la situación económica de
Francia.
Entre 1778 y 1787, la monarquía francesa se ha de enfrentar a una reforma fiscal para
sanear la Hacienda real, agobiada por los gastos de la Corte y la ayuda en la guerra de
independencia americana. Desde 1781, a través de los informes del ministro Necker, el
pueblo francés conocía la deuda de la Hacienda real y que muchos nobles recibían una
paga del Estado. Además, la nobleza terrateniente restablece viejos impuestos y
derechos señoriales en desuso. Los sucesores de Necker, entre ellos Calonne, acabaron
fracasando en su intento de hacer pagar a la nobleza y al clero. El descontento quedó
recogido en los “cuadernos de quejas” (cahiers de doléances) que se redactaron en los
primeros meses de 1789 para ser analizados en los Estados Generales, asamblea
representativa de los tres estados que no se reunía desde 1614.
b) El pensamiento de los filósofos ilustrados.
Desde la publicación del primer tomo de la Enciclopedia en 1751, dirigida por Diderot
y D’Alambert, los filósofos ilustrados –que se basan en la razón- desarrollan un nuevo
marco de ideas que suponía una ruptura con el Antiguo Régimen. Dos características
definen a estos pensadores:
Por una parte, la crítica a la Iglesia Católica y la intolerancia religiosa situaron la razón
por encima de las creencias (Voltaire).
Por otra parte, la general aceptación por los ilustrados de las teoría del “contrato
social” (Rousseau), que cuestiona el absolutismo de los reyes y la división de poderes
(Montesquieu) negación de los poderes totales del rey separando el ejecutivo, legislativo
y judicial.
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c) Las contradicciones socio-políticas.
Antes de la Revolución no había ningún grupo social en Francia contento: la nobleza
y el clero estaban descontentos porque el Estado les quería hacer pagar impuestos. La
burguesía tenía el poder económico pero se le negaba el político. El campesinado,
debido a la crisis económica, sufría más opresión por parte del Estado y del grupo
privilegiado con lo que pasaba mucha hambre. En las grandes ciudades cada vez había
menos trabajo y aumentaba la delincuencia.
Pero para estallar la Revolución tuvo que producirse una crisis política grave. El rey
Luis XVI era un hombre débil de carácter, aislado en la Corte de Versalles, cerca de
París, de los problemas reales de Francia. Los continuos cambios de gobierno, causados
por la crisis económica y los enfrentamientos con el Parlamento de París controlado por
la nobleza, condujeron a un gran debilitamiento de la monarquía que comenzó a sufrir
críticas generalizadas, sobre todo hacia la reina Mª Antonieta, considerada como la
culpable principal.
1.2. Etapas del proceso revolucionario.
a) El estallido revolucionario de 1789.
Ante el fracaso de la reforma fiscal, el ministro Necker acelera la convocatoria de los
Estados Generales (enero de 1789). Una serie de problemas se plantean: la forma de
reunión (conjunta o por separado de cada estamento); el número de representantes (un
tercio de cada estamento o mitad nobleza-clero y mitad Tercer Estado); voto por
estamento o por número de representantes.
Desde ese momento se inicia la redacción de los “cuadernos de quejas”, en los que se
pedía –entre otras cosas- la total igualdad civil de los tres estados y que el voto fuera por
cabeza. A lo primero accedió el rey, pero no a lo segundo. Y ésa sería la chispa que
desencadenaría la revolución. También recogían peticiones de supresión del régimen
feudal y sus abusos.
Los Estados Generales se inauguraban el 5 de mayo de 1789 en Versalles. El 16 de
junio propuso el diputado Sieyés que el Tercer Estado se declarase en Asamblea
Nacional, depositaria de la soberanía. Era el primer acto revolucionario. El día 20, ante
el cierre de la Sala de Sesiones del Tercer Estado, los diputados se reúnen en la Sala del
Juego de Pelota, en donde juraron solemnemente no disolverse hasta haber dado a
Francia una Constitución. El rey tuvo que aceptar los hechos, pero la presión de la
nobleza produjo la destitución de Necker.
A los tres días de esta destitución, el 14 de julio de 1789, Luis XVI se enfrenta a la
primera gran revolución popular urbana, la toma de la Bastilla, prisión de Estado, que
impide la vuelta al Antiguo Régimen y exige el reconocimiento de la Asamblea
Nacional. La revuelta en el campo aún fue más violenta en el verano de 1789, conocida
como el “Gran Miedo” (Grande Peur). La idea de un complot aristocrático creó una
situación de pánico en el campesinado francés que armado de escopetas, hoces y palos
fue al castillo del señor reclamando la abolición de los derechos señoriales y realizando
la quema de las escrituras que les reconocían esos derechos.
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Tras la toma de la Bastilla, los líderes de París (Desmoulins, Danton, Marat) movilizan
a las masas y las incitan a armarse. Se forma una milicia por la Comuna de París, pronto
llamada Guardia Nacional de 48.000 hombres.
b) La Asamblea Nacional Constituyente (1789-1791)
Ante la propuesta popular, el rey titubea, pero quiere evitar un derramamiento de sangre
y acaba cediendo, ordenando la reunión de los tres estados para dar una Constitución a
Francia. Así nacía la Asamblea Nacional Constituyente, que decreta en la noche del 4 de
agosto una serie de medidas para acabar con el sistema feudal. El 26 de agosto
aprueba la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano, en la que se
garantizaba la libertad individual, la propiedad y la igualdad de derechos ante la ley.
Eran actos auténticamente revolucionarios: la nobleza quedaba desprovista de sus
privilegios y el rey de su soberanía.
La obra legislativa de la Asamblea se completa con la expropiación y venta de los
bienes del clero para hacer frente a la crisis financiera. Se aprobó la Constitución Civil
del Clero (julio 1790) que crea una Iglesia nacional, desamortiza los bienes del clero y
convierte a los religiosos en funcionarios del Estado. La norma fue condenada por el
Papa Pío VI y produjo un conflicto religiosos que solo se resolvió en parte en la época
de Napoleón.
Por último, en septiembre de 1791 se aprueba la Constitución de 1791, la primera que
conoció Francia. Ésta establecía el principio de soberanía nacional; Francia se convertía
en una monarquía constitucional, basada en la división de poderes: el ejecutivo (en
manos del rey), el legislativo (en una Asamblea unicameral, llamada Asamblea
Legislativa) y el poder judicial (ejercido por los tribunales del Estado). El sistema
electoral que se aprobó era censitario (solo podían votar los ciudadanos que tuviesen un
mínimo de riqueza).
Con todo, consolidar una monarquía constitucional no iba a ser fácil. El
comportamiento de la familia real tampoco contribuyó a ello. Además, los exiliados
franceses conspiraban y presionaban a los monarcas y a las cortes europeas para que
interviniesen. A todo esto, meses antes de aprobarse la Constitución, la familia real
intentó huir de Francia con la intención de reunirse con los nobles emigrados y para
conseguir el apoyo de las potencias extranjeras. Descubierto en Varennes, Luis XVI fue
devuelto a París, creándose un clima de desconfianza hacia la monarquía y
contribuyendo a radicalizar a los sectores más revolucionarios.
c) La Asamblea Legislativa.
En septiembre 1791 el rey juraba la Constitución. De acuerdo con ella se celebraron
elecciones a la nueva Asamblea Legislativa. Entre los diversos partidos o “clubes” que
se dieron cita en la Asamblea pronto destacaron dos: por un lado, los girondinos, que
representaban a la alta burguesía, con ideas moderadas, defensores del sufragio
censitario y la monarquía constitucional, sentados en el ala derecha de la Asamblea; por
otro, los jacobinos, liderados por Robespierre, que agrupan a la baja burguesía, a favor
del radicalismo revolucionario, del sufragio universal y de medidas sociales en favor de
los más desfavorecidos, sentados en el ala izquierda de la Asamblea. A estos dos grupos
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hay que añadir un grupo de diputados, conocidos como la llanura, que daban su apoyo
a unos u otros según las circunstancias, y a las masas populares de París, los sans-
culottes, que cobrarán protagonismo en la etapa siguiente.
La política de la Asamblea estuvo marcada por los problemas en el exterior con las
monarquías europeas, especialmente con Austria y Prusia, donde iban reuniéndose los
emigrados del país (sobre todo nobles y clérigos).
La Asamblea, por iniciativa de los girondinos, decidió declarar la guerra a Austria
(abril de 1792), conflicto que se extendería pronto a toda Europa y que se planteó como
una guerra ideológica: por un lado, Francia pretendía extender el espíritu revolucionario
a toda Europa; por otro, los monarcas absolutos y la aristocracia unidos en defensa del
Antiguo Régimen.
Aunque la guerra enervó el sentimiento patriótico (por entonces se compuso La
Marsellesa), las primeras actuaciones bélicas fueron desastrosas para Francia. El
manifiesto del duque de Brunswick, general de los ejércitos prusianos, que amenazaba
al pueblo de París si era maltratada la familia real y las tropas austriacas también
amenazando con ocupar la ciudad hicieron que el rey fuera acusado de connivencia con
el enemigo invasor. La situación dio lugar a una insurrección popular protagonizada
por las clases populares, los sans-culottes (agosto de 1792): el palacio real de las
Tullerías fue asaltado, el rey fue encarcelado con su familia, se puso fin a la Asamblea
Legislativa y se convocaron elecciones, por sufragio universal, para una asamblea
llamada Convención.
d) La Convención (otoño 1792-1794). La proclamación de la República.
La Convención proclamó la República (septiembre de 1792). Esta etapa ofrece dos
momentos distintos: en el primero gobiernan los girondinos y en el segundo los
jacobinos.
Convención girondina. Estaban a favor de un gobierno moderado, pero se vieron
desbordados por los jacobinos, partidarios de adoptar medidas radicales. Los girondinos
preferían salva al monarca, pero no lo consiguieron. Acusado de colaborar con los
enemigos de Francia, es juzgado y condenado: Luis XVI es guillotinado el 21 de enero
de 1793 (la reina Mª Antonieta sufrirá el mismo destino meses después). Ahora bien, la
ejecución del rey contribuyó a crear divisiones dentro de la Convención y a que, la
guerra, que ya tenía abierta Francia con Austria y Prusia, se ampliara con la
incorporación de países como España e Inglaterra. La situación se agravó con una
insurrección campesina, animada por el clero y los nobles, en la región de la Vendée
contra las levas y el hambre provocado por la guerra.
El temor a que la Revolución pudiera verse anulada y la crítica situación económica
contribuyeron a movilizar a los jacobinos, quienes, dirigidos por Robespierre, y con el
apoyo de los sans-culottes, expulsaron a los girondinos de la Asamblea (junio de 1793),
dando paso al dominio de los jacobinos o montañeses.
Convención jacobina. Es la etapa en la que dominan los jacobinos, apoyados por los
sans-culottes, el campesinado y una parte de la burguesía. Se aprobó una nueva
Constitución de 1793 que nunca entró en vigor y contenía una Declaración de
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Derechos más amplia que la de 1789 en sentido democrático y social. Proclamaba la
soberanía popular e instauraba un gobierno democrático elegido por sufragio universal
masculino.
No obstante, ante las derrotas militares y la presión de los sans-culottes, se suspenden
las garantías constitucionales y se entrega el poder a un Comité de Salvación Pública,
instaurándose el Terror. Los opositores políticos son guillotinados y la represión de
Robespierre no respeta ni a los miembros de su propio partido. Siguieron las medidas de
descristianización, supresión del culto y adopción del calendario revolucionario. En el
plano económico se adoptaron medidas a favor de los sectores populares urbanos, como
la ley que limitaba los precios, la educación primaria gratuita y obligatoria o la
redistribución de la propiedad agraria.
La guerra se torna favorable para la República y los ejércitos franceses empiezan a
extender los ideales de la revolución. Así, una vez conjuradas las amenazas
revolucionarias, la dictadura de Robespierre comenzó a sufrir ataques de todos los
frentes. El 9 Termidor (27 de julio), el líder revolucionario y algunos de sus seguidores
fueron detenidos y ejecutados al día siguiente. Acababa así la etapa radical de la
revolución.
e) La Convención termidoriana y el Directorio (1794-1799)
La reacción termidoriana (nombre tomado de la fecha del golpe del 9 de Termidor)
supone el fin de la experiencia democrática en la revolución. La burguesía conservadora
vuelve a hacerse dueña de la situación. La legislación jacobina fue desmantelada y se
aprueba una nueva Constitución del año III de la República (septiembre de 1795), de
ideología claramente liberal moderada, que sitúa la propiedad como la clave del sistema
y continúa el modelo de 1791. Es el triunfo del ideal burgués de 1789, que consideraba
que sólo eran responsables y aptos para gobernar quienes poseían bienes (sufragio
censitario). El poder ejecutivo recaía en un Directorio de cinco miembros.
En el exterior, Francia iba logrando victorias, pero en el interior el gobierno se veía
atacado por los realistas, a favor de restablecer la monarquía, y por sectores radicales,
como los jacobinos, los sans-culottes y, sobre todo, la “Conspiración de los iguales”,
liderada por Babeuf, cuyo objetivo era establecer una sociedad igualitaria.
Para compensar su debilidad, el Directorio terminó buscando el apoyo en el ejército,
que venía adquiriendo importancia creciente por las victorias en el exterior.
2. LA FRANCIA NAPOLEÓNICA
2.1. El Consulado (1799-1804)
Aprovechando la inestabilidad interior, uno de los militares de mayor prestigio, el
general Napoleón Bonaparte, decidió acabar con el Directorio dando un golpe de
Estado el 9 de noviembre de 1799 (18 de Brumario) y estableció como forma de
gobierno el Consulado. El poder ejecutivo recaía en tres cónsules (Sieyés, Ducos y
Napoleón), el primero de ellos, cargo que ostentaba Napoleón, concentraba todos los
poderes. Con este acto la revolución había terminado.
En 1802 se da otro avance en la consolidación de su poder personal al ser proclamado
cónsul único y vitalicio. En 1804, se culmina este proceso, cuando se proclama a
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Napoleón Emperador de los franceses. El acto de coronación tuvo lugar en París ante
el Papa Pío VII. Napoleón, apoyado por el ejército y la burguesía adinerada, consolidó
los principios básicos de la Revolución y anuló cualquier intento de restauración
monárquica o de radicalismo jacobino.
Su actuación en política interior sirvió de modelo a otros países europeos. Con el Papa
Pío VII firmó el Concordato de 1801 por el que el Estado francés se obligaba a
mantener los gastos del clero, se aceptaba la venta de sus bienes y se reconocía que la
religión católica era la mayoritaria del pueblo francés.
Se promulgó un Código Civil (1804), imitado luego en otros muchos países, en el que
se recogían muchas de las aspiraciones de la burguesía (la libertad individual, la
igualdad ante la ley y la propiedad privada).
A pesar de toda su obra, su sistema político fue personal y autoritario; el régimen
constitucional con separación de poderes logrado por la Revolución se olvidó. En
resumen, para unos, la etapa napoleónica fue el epígono glorioso de la Revolución; para
otros, una verdadera contrarrevolución.
2.2. El Imperio Napoleónico (1804-1815)
Napoleón pretendió extender por Europa las ideas revolucionarias de libertad y de
igualdad, pero sus conquistas despertaron sentimientos nacionales en contra de
Francia. Su proyecto albergaba una contradicción: pretendía llevar la libertad a los
pueblos, pero éstos defendían su propia soberanía para decidir por ellos mismos.
El objetivo final de Napoleón era establecer una Europa unida, bajo la hegemonía de
Francia, mediante la creación de reinos satélites que encomendó a miembros de su
familia (Nápoles, Holanda, Westfalia, España). A estos proyectos se opusieron distintas
potencias (Austria, Prusia, Rusia y Gran Bretaña) agrupadas en diversas coaliciones. Se
impuso a Austria y Prusia, pero fracasó ante Gran Bretaña y Rusia.
Contra Gran Bretaña ideó, inicialmente, su invasión para lo que contó con la armada
española. Sin embargo, este plan se vino abajo tras la derrota franco-española en la
batalla de Trafalgar (1805). Napoleón pensó entonces en la guerra económica contra
Gran Bretaña. Se trataba de impedir su comercio con Europa: en 1806 publicó un
decreto prohibiendo la importación de artículos británicos en cualquier parte de Europa.
Para aplicar el bloqueo Napoleón tenía que ocupar Portugal (1807), país aliado de
Inglaterra. Tropas francesas atravesaron España rumbo a Portugal; ahora bien,
Napoleón, aprovechando la crisis interna de la monarquía española, decidió ocupar
también España y tras lograr la abdicación de Carlos IV y Fernando VII entregó la
corona española a su hermano José, que empezó a reinar como José I. La respuesta fue
la Guerra de la Independencia (1808-1813), comenzada cuando el pueblo de Madrid
decidió levantarse contra las tropas francesas el 2 de mayo de 1808, ejemplo que fue
seguido por el resto de España.
En 1810 el Imperio francés abarcaba la mitad de Europa. Pero su estabilidad dependía
de los triunfos militares. Así, el principio del fin del Imperio se inició con la campaña
de Rusia, cuando Napoleón decide invadir este territorio (1812) y ese fue su gran error.
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En 1813, ante el fracaso francés en Rusia y la derrota en España, se organiza otra
nueva coalición que derrotó a Napoleón en la batalla de Leipzig (octubre de 1813).
Desterrado a la isla de Elba, en el trono de Francia se reinstaura a Luis XVIII, hermano
el guillotinado Luis XVI. Sin embargo, en 1815, Napoleón regresó a Francia y
restableció el Imperio (el Imperio de los Cien Días) pero fue definitivamente derrotado
en la batalla de Waterloo (Bélgica, junio de 1815). Desterrado a la isla de Santa Elena,
en medio del Atlántico Sur, allí morirá en 1821.
La derrota de Napoleón no significó la derrota de su legado y de la Revolución
Francesa, ya que las ideas revolucionarias y el liberalismo habían sido extendidos por
sus ejércitos. La destrucción de las estructuras del Antiguo Régimen había facilitado la
aparición de procesos revolucionarios y regímenes liberales (como en España en 1812)
que dejarán su semilla para el resto del siglo XIX.
Otra de las grandes fuerzas de transformación del siglo XIX, potenciada por Napoleón,
fue el nacionalismo. Este sentimiento se producirá como reacción a su conquista (caso
de España) o bien como un movimiento de unidad al eliminar los poderes que dividían
ciertos territorios (casos de Italia y Alemania).
3. LA EUROPA DE LA RESTAURACIÓN
Entre 1815 y 1830 se desarrolla un período histórico en Europa conocido como la
Restauración, considerado como un paréntesis entre los cambios habidos en Europa
durante la Revolución Francesa y el Imperio napoleónico que habían derrocado al
Antiguo Régimen, y las nuevas oleadas revolucionarias, particularmente las de 1830 y
1848, con las que el liberalismo se fue afianzando en la Europa occidental.
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A raíz de la derrota de Napoleón, las grandes potencias vencedoras (Austria, Rusia,
Prusia y Gran Bretaña) promovieron la restauración de las monarquías absolutas en la
Europa continental.
Desde el punto de vista político, la Restauración significa el intento de restablecer la
situación anterior a 1789. Sin embargo, pronto esta pretensión de volver al pasado se
enfrentaría con la oposición tanto del liberalismo como del nacionalismo.
Desde el punto de vista ideológico, se basa en una ideología reaccionaria, el
tradicionalismo, corriente que defiende la autoridad, el orden, la jerarquía, la religión
católica y la legitimidad de las monarquías absolutas que se traduce en “trono y altar”.
Desde el punto de vista histórico, intentó pasar por alto las conquistas políticas y
sociales alcanzadas durante la Revolución y el Imperio.
Los resultados fueron variados en Europa occidental. En Francia se restauró la dinastía
de los Borbones en Luis XVIII. Allí se mantuvo la supresión del régimen feudal y el
reparto de la tierra. En Gran Bretaña, el rey siguió estando controlado por el
Parlamento. En el caso español, el rey Fernando VII anulaba la obra de las Cortes de
Cádiz y restauraba el absolutismo en 1814.
3.1. El Congreso de Viena y el nuevo mapa de Europa.
Una de las tareas de los dirigentes políticos de las grandes potencias europeas que
vencieron a Napoleón, reunidas en el Congreso de Viena (1814-1815), fue reorganizar
el mapa europeo. Los principios que inspiraron este Congreso, cuyo objetivo era
restaurar el Antiguo Régimen, fueron:
a) El de la legitimidad de los reyes frente a la soberanía nacional, es decir, el
retorno al absolutismo.
b) El equilibrio entre las potencias vencedoras.
c) La solidaridad entre los Estados. El Tratado de la Santa Alianza que sólo
firmaron las potencias absolutistas (Rusia, Austria y Prusia) enunciaba ese
principio de solidaridad en defensa de la religión y de la monarquía absoluta
contra cualquier brote de liberalismo con la posibilidad de intervención militar
en caso de levantamientos liberales.
El nuevo mapa europeo diseñado por el Congreso de Viena fue utilizado en provecho
de los grandes Estados. Rusia se expansionó a costa de Polonia (de la que obtuvo dos
tercios), retuvo Finlandia y Besarabia, tomada al Imperio Turco, y se convirtió en la
mayor potencia continental. Austria renunció a su antigua parte de los Países Bajos,
demasiado lejanos, y se anexionó la Iliria napoleónica, así como el reino de Lombardo-
Véneto en el área italiana, y ejerció su influencia también sobre los ducados de Parma,
Módena y Toscana. Prusia obtuvo parte de Sajonia y Renania, con lo que pasaba a
tener frontera común con Francia. Esta última retrocedió a sus fronteras de 1792,
sólidamente comprimidas por una barrera de nuevos Estados que se vieron
engrandecidos, tales como el reino de los Países Bajos (Holanda y Bélgica), Prusia y
Piamonte-Cerdeña.
Gran Bretaña reivindicó pocos territorios para seguir controlando los mares. Se
apoderó de las islas Heligoland y de la isla de Malta. También ocuparía las islas Jónicas.
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4. LIBERALISMO Y REVOLUCIONES LIBERALES
4.1. El liberalismo
El liberalismo político hunde sus raíces en el siglo XVIII. Estuvo influido por la
Ilustración y los acontecimientos revolucionarios de Estados Unidos y Francia en 1776
y 1789, respectivamente; con posterioridad cobró auge en el seno de las clases medias,
particularmente sus capas más elevadas, en un periodo de creciente industrialización.
El término liberalismo se remonta a comienzos del XIX, cuando en las Cortes de
Cádiz de 1810, los revolucionarios defensores de la monarquía constitucional
comenzaron a llamarse liberales frente a los serviles o absolutistas.
Las principales características del liberalismo son:
a) La defensa de la igualdad civil y la libertad individual.
b) El concepto de libertad se extiende también a la libertad religiosa. Por ello, se
abogaba por una separación Iglesia-Estado. Igualmente es partidario de la
libertad económica frente a la intervención del Estado.
c) El liberalismo representa una postura que defiende al hombre y al ciudadano de
las arbitrariedades o de los abuses del poder, por ello propugna instituciones que
aseguren la legalidad, la libertad y el derecho a la propiedad privada.
d) Estos derechos y libertades tienen que estar recogidos en una ley fundamental
llamada Constitución.
e) Todos los liberales europeos quería una Constitución basada en la soberanía
nacional y con división de poderes, la representación política en un Parlamento
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elegido y un régimen electoral precisado. Rechazaban los poderes absolutos del
monarca y los privilegios de las antiguas clases dominantes, la aristocracia y el
clero.
Pero para la mayoría de los liberales, la igualdad significaba la igualdad de todos ante la
ley, pero no en otro sentido, y se distinguía entre liberalismo doctrinario o
conservador del liberalismo democrático. Para el primero el derecho a de voto debía
limitarse a los más capacitados, es decir, los propietarios (sufragio censitario). Los
segundos, defensores de la democracia, exigían un sufragio universal masculino.
4.2. Las revoluciones de 1820.
Las primeras revueltas liberales consistieron, sobre todo, en insurrecciones armadas
de militares con el apoyo de la burguesía. Su objetivo era acabar con el absolutismo y
establecer monarquías liberales y constituciones moderadas.
El ciclo revolucionario vino precedido por la agitación universitaria en el área alemana
contra el absolutismo. En los Estados italianos, los liberales habían constituido
sociedades secretas como los carbonari. Los levantamientos alcanzaron Piamonte y al
Reino de Nápoles. Los liberales triunfaron, también, en Portugal.
El punto culminante tuvo lugar en España con el éxito del pronunciamiento militar de
Rafael de Riego, que obligó al rey a jurar la Constitución de 1812. Pero fracasó en todos
los países por la intervención de las potencias de la Santa Alianza, como en el caso de
España con la intervención del ejército de los Cien Mil Hijos de San Luis.
Pero será en los Balcanes donde el pujante nacionalismo altere el orden impuesto por la
Restauración. En Grecia, liberales y nacionalistas, con el apoyo de la Iglesia ortodoxa y
de la burguesía, emprendieron una agitación nacionalista. En 1822 una Asamblea
Nacional Griega elaboró una constitución. Aunque la insurrección fue condenada por la
Santa Alianza, la lucha desigual contra los turcos contó con la simpatía de Rusia,
Francia y Gran Bretaña que decidieron intervenir. En la Conferencia de Londres de
1830 se reconocía la independencia de Grecia y Serbia.
4.3. Las revoluciones de 1830.
En Francia, a pesar de la restauración de Luis XVIII, éste se esforzó en lograr un
compromiso entre la monarquía absoluta y las conquistas de la Revolución. Concedió
una Carta Otorgada (1814), por la que se autolimitaba el poder absoluto.
Con la llegada al trono de su sucesor y hermano Carlos X, en 1824, iba a triunfar la
reacción. Una serie de causas desencadenaron la revolución:
a) Tras la fuerte expansión del periodo (1821-25) una crisis financiera que estalló
en Londres se transmitió rápidamente a Francia. Esto coincidió con una crisis
agraria, debido al hundimiento de la producción de patatas.
b) La burguesía vio disminuir sus beneficios y los obreros su poder adquisitivo,
abocados al paro.
c) A ello se sumó la crisis política ante la postura reaccionaria de Carlos X, quien
impuso sucesivas leyes de censura de la prensa.
En julio de 1830, se inició la revolución tras una serie d revueltas en París durante tres
días (las “Tres Gloriosas”), que obligaron a Carlos X a huir del país. Mientras el pueblo
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parisino proclamaba la República desde las barricadas, los diputados liberales imponían
una monarquía constitucional, eligiendo a Luis Felipe de Orleans. La burguesía
olvidaba así sus principios liberales y adoptaba una posición cada vez más
conservadora.
Espoleada por el ejemplo francés, Bélgica emprendió un movimiento revolucionario de
liberación nacional. La desigual representación de los belgas en el Parlamento de los
Países Bajos, la intervención holandesa en la Iglesia católica belga y la enseñanza,
fueron los motivos de la sublevación de los belgas. Con la Constitución de 1831,
Bélgica alcanzaba la independencia y se convertía en una monarquía constitucional.
Sin embargo la revolución fracasó en otros lugares. En Polonia, los patriotas
nacionalistas que se oponían a la amputación de su Estado por Prusia y Austria, se
sublevaron. Pero al no contar con el apoyo del campesinado, ante la negativa de la
nobleza a repartir tierras, hizo que fracasara. El ejército ruso ocupó Varsovia y Polonia
perdió su autonomía. En los estados alemanes también aplastaron las revueltas
políticas. En Italia fueron los Estados del centro los que iniciaron la revolución que fue
aplastada por las tropas austriacas. A raíz de este fracaso los nacionalistas se integraron
en la organización “Joven Italia”, dirigida por Mazzini.
4.4. Las revoluciones de 1848.
El ciclo revolucionario se cierra con las revoluciones de 1848 de inspiración liberal y
democrática. Este ciclo es conocido como la “primavera de los pueblos”. Las causas
fueron:
a) La extensión de los principios democráticos. En 1848 se demanda no sólo el
derecho al voto para todos los ciudadanos (sufragio universal masculino) y la
plena garantía de las libertades individuales, sino también reformas sociales que
atenúen las desigualdades. Pensadores como Marx y Engels darán su apoyo
intelectual a estas demandas con la publicación del “Manifiesto Comunista” en
1848. Los revolucionarios consideran la República como la forma más adecuada
de asegurar la democracia.
b) La crisis económica. Al principio se trata de una crisis agraria y textil, pero se
extiende también a la industria.
c) La crisis social. La burguesía ve disminuir sus beneficios; los obreros y
campesinos sus salarios. Se recrudece el paro, el hambre y la miseria de las
clases trabajadoras.
En Francia, el 23 de febrero de 1848 se produjo en París una manifestación contra el
gobierno de Luis Felipe de Orleans. El levantamiento de barricadas y la pasividad de la
Guardia Nacional obligaron a abdicar al monarca. Bajo la presión popular que invadió
la Asamblea, se proclamó la Segunda República, una república de carácter social. Se
formó un gobierno provisional que aglutinaba a todas las fuerzas de la oposición. Este
gobierno elaboró un programa de reformas políticas (sufragio universal masculino,
libertad de prensa, derecho de reunión, supresión de la pena de muerte y de la esclavitud
en las colonias) y sociales (derecho al trabajo, a la huelga, jornada laboral de 10 horas y
creación de los Talleres Nacionales de Louis Blanc para dar trabajo a los parados).
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La Segunda República evolucionó hacia posiciones cada vez más conservadoras y
hostiles a la República social. En junio estalla una insurrección de las masas populares
que fue aplastada por el general Cavaignac. El triunfo del llamado partido del orden en
la Asamblea y la aprobación de la Constitución con un ejecutivo fuerte, impuso una
república conservadora.
En este contexto se produce el ascenso de Luis Napoleón Bonaparte, sobrino-nieto de
Napoleón, que fue elegido presidente de la República con el apoyo de la burguesía
orleanista. El desprestigio de la República, la escasa popularidad de los políticos y el
temor a la revolución social favorecieron el golpe de Estado de Luis Napoleón en 1851,
instaurando en 1852 el Segundo Imperio.
En Italia, los austriacos fueron expulsados de Lombardía-Véneto, pero pronto
restablecieron su dominio. En Roma los revolucionarios dirigidos por Mazzini
expulsaron al Papa Pío IX y proclamaron la República, pero su autoridad fue
restablecida con la ayuda de Napoleón III.
El Imperio Austríaco se vio desbordado por la movilización de los húngaros y de los
demócratas checos que reclamaban una mayor autonomía. Las tropas imperiales
tomaron Praga y aplastaron a los nacionalistas húngaros.
5. EL NACIONALISMO
Hasta finales del siglo XVIII, el concepto de nación tenía un significado más
geográfico que político, ya que solo hacía referencia a las personas nacidas en un mismo
lugar. La dimensión política del término surgió con las ideas de la Ilustración, que
defendía los derechos de la nación, entendida como el conjunto de ciudadanos libres.
Esta nueva visión de nación se puso de manifiesto en las experiencias revolucionarias
francesas y norteamericana, que establecieron una nueva concepción del Estado basado
en la soberanía nacional.
Así pues, el nacionalismo inició su desarrollo como una corriente ideológica
relacionada con las revoluciones liberales. Sus defensores proclamaban el derecho a
constituir un Estado-nación, es decir, los límites estatales debían coincidir con aquellas
colectividades que tenían en común la lengua, la cultura, la historia, el territorio, etc. De
ahí que los sentimientos nacionalistas no surgieran hasta que las colectividades tuvieron
conciencia de formas un grupo humano diferenciado.
La irrupción del nacionalismo como ideología política dio lugar a movimientos de
separación, como sucedió en los imperios plurinacionales austríaco u otomano; a
movimientos de unificación de naciones divididas en varios Estados, como en el caso
de Italia o Alemania; y también fue utilizado para homogeneizar cultural, lingüística y
políticamente a Estados preexistentes, como sucedió en Francia o España.
5.1. La unificación de Italia
El territorio italiano se hallaba dividido en varios Estados. En 1815, tras el Congreso
de Viena, volvió a quedar fragmentado en ocho países: en el Norte, el reino del
Piamonte-Cerdeña y el reino de Lombardía-Véneto, éste último bajo dominio austriaco;
en el Centro, los ducados (Parma, Lucca, Módena y Toscana) y los Estados Pontificios
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(las Marcas, las Legaciones y la ciudad de Roma),
gobernados por el Papa; y en el Sur, el reino de las
Dos Sicilias o reino de Nápoles. La influencia
austríaca se extendía por el norte de Italia y
alcanzaba también a los Estados del Centro.
Hacia medidas del XIX, la burguesía italiana,
influencia por la oleada nacionalista, se vio obligada
a actuar en la clandestinidad (sociedades secretas
como los carbonari). Paralelamente surgió una
corriente cultural, el Risorgimento. Movimiento
integrado por historiadores (Balbo), escritores
(Leopardi), músicos (Verdi, Rossini) que reflejan en
sus obras un interés por el pasado histórico italiano y
su deseo de independizarse del dominio austriaco.
A raíz de las revoluciones de 1848 se habían forjado
las principales posturas nacionalistas en Italia.
Unos, como Mazzini y su organización Joven Italia,
defendían una República democrática, unitaria y
centralista; otros eran partidarios de un nacionalismo católico bajo la presidencia del
Papa. Finalmente, otros defendían que la unidad debía hacerse en torno a la casa de
Saboya (Piamonte), pues éste reino era el único que contaba con un régimen liberal y
una monarquía constitucional.
Las etapas de la unificación son:
1. Creación del Reino de Italia (1859-1861). La unificación se llevó a cabo
durante el reinado de Víctor Manuel II de Saboya, quien, en 1852, nombra como
primer ministro a Cavour. Piamonte participó en la Guerra de Crimea para crear
una alianza con la Francia de Napoleón III y conseguir así ocupar Lombardía y
Véneto (en manos austriacas), lo que consiguió en el Tratado de Plombières
donde se acordó la guerra contra Austria. Sin embargo, tras ocupar Lombardía,
el Emperador francés retiró su apoyo a Piamonte. Las agitaciones nacionalistas
en Parma, Módena, Toscana y Romaña concluyeron con su incorporación al
Piamonte. Así, en 1860 se formó un Parlamento para el Reino de la Alta Italia.
Las sublevaciones campesinas en Sicilia serán aprovechadas por Garibaldi quien
dirigirá una expedición con sus “Mil Camisas Rojas” para hacerse con toda la
isla y Nápoles. El Reino de las Dos Sicilias sucumbía y, tras una entrevista con
el rey Víctor Manuel, Garibaldi lo reconoció como rey de Italia. Un nuevo
Parlamento proclamó a Víctor Manuel rey de Italia (1861).
2. La incorporación del Véneto (1866). La anexión del Véneto fue el resultado de
la guerra entre Prusia y Austria de 1866. Italia se alió con Prusia y, aunque
fueron derrotados, al ganar Prusia (batalla de Sadowa), Austria reconoció la
cesión de Venecia.
3. La anexión de Roma y la cuestión romana (1870). El Papa contaba con el
apoyo de Napoleón III, pero en la guerra que los prusianos inician contra Francia
en 1870, éstos son derrotados en Sedán. Mediante un plebiscito los Estados
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Pontificios se integraban a Italia y se proclamaba a Roma como capital del
Estado. Sin embargo, el Papa Pío IX no reconoció esta anexión y se inició un
conflicto entre el nuevo Estado italiano y el Vaticano que no se resolverá hasta
1929.
5.2. La unificación de Alemania
El antiguo I Reich o Imperio alemán, quedó reconstituido después de 1815 en una
Confederación Germánica formada por 39 Estados independientes, en el que el más
poderoso era el reino de Prusia.
Un hecho de crucial importancia para la unificación de Alemania fue la culminación en
1834, bajo la iniciativa prusiana, del Zollverein o Unión Aduanera, que englobaba a 25
Estados alemanes. La Unión impulsó los intercambios comerciales y promovió la
mejora de la red de transportes. Además afirmó la hegemonía de Prusia gracias a su
superioridad económica y disminuyó la influencia de Austria en los Estados alemanes
del sur.
A partir de ese momento se definieron las posturas sobre la unificación: los defensores
de la Gran Alemania (Reformverein), que quería incluir en el futuro Reich a todo el
Imperio Austriaco, y, por otro, los partidarios de la Pequeña Alemania (Nationalverein),
que deseaban integrar sólo las religiones alemanas del Imperio Austriaco. Pero Austria
se negaba a romper sus lazos con los diversos Estados del Imperio, por ello Prusia
orientará su política a aislar a Austria, evitando su entrada en el Zollverein.
En 1862, Otto von Bismarck se convirtió en canciller de Prusia. Con su política se
afirmación de la hegemonía de Prusia en Alemania se inicia el proceso de la
unificación:
1. La crisis de los ducados daneses (1864). La muerte de Federico VII de
Dinamarca motivó esta crisis, ya que los ducados de Schleswig y Holstein
(administrados por Dinamarca desde 1852) se negaron a reconocer al nuevo rey.
Austria y Prusia decidieron declarar la guerra a Dinamarca y Holstein quedó
bajo administración austriaca y Schleswig prusiana.
2. La guerra austro-prusiana de 1866. La tensión entre ambos países desembocó
en la guerra. El ejército austriaco fue derrotado en Sadowa y Austria tuvo que
aceptar la incorporación de Holstein a Prusia, creándose la Confederación
Alemana del Norte (1867). Napoleón III consideró que este proceso podía llegar
a la hegemonía prusiana en el continente.
3. La guerra franco-prusiana y la fundación del II Reich. El tenso clima entre
Francia y Prusia estalló como resultado de la candidatura de Leopoldo de
Hohenzollern al trono español. Napoleón III rechazó esta posibilidad y las
negociaciones entre su embajador y el rey de Prusia en Ems no hicieron sino
enturbiar el asunto. En julio estallaba la guerra con las derrotas francesas en
Sedán y Metz. El fervor nacionalista de la victoria promovió la proclamación del
II Reich (Imperio) en Versalles al que se integraron los Estados alemanes del
sur. Nacía como un Estado federal, bajo la presidencia del rey de Prusia
Guillermo I, que se convirtió en emperador.
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5.3. La independencia de Hispanoamérica.
Hacia 1810, las colonias españolas de América y el Brasil portugués se sublevaron
contra sus metrópolis. En el trasfondo de la emancipación de las colonias americanas
actuó la influencia de la revolución e independencia de Estados Unidos y la Revolución
Francesa de 1789. Pero el ideario liberal de ambas revoluciones sólo caló en algunos
círculos de la minoría criolla (americanos descendientes de los españoles).
El descontento de los criollos se debió, sobre todo, a su exclusión del poder y de los
puestos de la administración española en América así como al cada vez más rígido
control de las riquezas de las colonias, en particular del comercio, en manos de
españoles. La emancipación no fue una revolución social, sino la obra de una minoría,
la burguesía criolla, mientras los indígenas y los negros sólo tuvieron un papel marginal.
La crisis peninsular de 1808, a raíz de la invasión napoleónica, facilitó la formación de
Juntas en las principales ciudades americanas en las que desde 1810 se proclamó la
independencia. A partir de la restauración absolutista de Fernando VII en 1814, la
revuelta de las colonias adquirió el carácter de una guerra colonia en la que se intentó
someter militarmente a los americanos, dirigidos por Simón Bolívar y José San Martín.
La revolución liberal de 1820 desbarató las operaciones militares hacia América y
facilitó la última fase de la guerra.
La independencia de las colonias españolas (excepto Cuba y Puerco Rico) concluyó
con las derrotas de los ejércitos españoles en 1824. También Brasil, colonia portuguesa,
lograba la independencia en 1822. El éxito de la independencia se debió también a los
intereses de Gran Bretaña y de los Estados Unidos, que vieron la ocasión de controlar
comercialmente América.
6. Arte y cultura de la época de las revoluciones
6.1. El espíritu romántico
El movimiento romántico domina la cultura y el are de la primera mitad del XIX.
Aparece primero como una reacción y una rebelión contra la Ilustración dominada por
el clasicismo y la exaltación de la razón. En 1830, el novelista francés Víctor Hugo dijo:
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“El romanticismo es el liberalismo en literatura”. Los escritores se enfrentan a las reglas
heredadas: frente a una prosa clara y lógica, oponen su gusto por la poesía libre; los
filósofos prefieren el estudio del individuo y su espíritu. Y si los enciclopedistas
pretendían hacer un balance completo de los conocimientos de la época, los románticos
no aceptan el presente y buscan refugio en un pasado idealizado y mítico, especialmente
la Edad Media.
El Romanticismo inspira todas las artes, pero tiene especial importante en la
literatura, la pintura y la música. La corriente romántica está marcada por la
exaltación de los sentimientos y la pasión: el dolor, la melancolía, la soledad expresan
un estado de insatisfacción. El héroe romántico representan todas estas características:
muchos personajes y autores se suicidan o mueren jóvenes (Schubert, Géricault,
Chopin, Larra), o se comprometen con causas nacionales y luchas políticas (Byron,
Shelley, Leopardi).
En toda la Europa central y mediterránea, el romanticismo se identifica con la lenta
maduración del sentimiento nacional y con la lucha de los liberales contra la
opresión, pues es en esta zona donde el mensaje revolucionario ha calado más y donde
surge la reacción a la invasión napoleónica.
El vehículo de expresión artística fundamental para los románticos fue la música, medio
idóneo para comunicar experiencias y sentimientos (amor, tristeza, dolo, felicidad).
Destacan las obras de Schumann, Chopin, Schubert o Brahms, aunque también
Beethoven es un precedente. También la literatura en obras de Goethe, Byron o Víctor
Hugo.
6.2. El Romanticismo en el arte
Tal y como sucede con los escritorios y poetas, los pintores románticos rechazan el
clasicismo y sus normas, que limitan la creatividad del artista. Los románticos pintan o
esculpen la vida y el movimiento, reflejan la belleza y también la fealdad, se preocupan
de recoger la visión interior y los sentimientos.
Con la presentación en 1819 de La balsa de la Medusa, de Géricault, la pintura
romántica recurre a la metáfora y la alegoría. Muchas obras literarias inspirarán a
pintores, mientras que en otros países –como Alemania o Inglaterra- el paisaje y la
naturaleza idealizada inspiran a pintores como Constable; Turner elabora cuadros de
atmósferas brumosas, que anuncian el impresionismo de fines del XIX; por su parte,
Friedrich es el pintor romántico más sombrío y basa sus obras en la belleza negativa
que invita a la introspección. De gran influencia fue el francés Eugéne Delacroix, quien
en 1831 pinta uno de los más célebres cuadros del siglo XIX, La libertad guiando al
pueblo.
La gran producción pictórica del Romanticismo no tiene equivalente en la escultura o la
arquitectura. Los escultores continúan cultivando los modelos clásicos. Sólo el francés
Rude, autor de los relieves del Arco de Triunfo de París, aporta una visión romántica.
Por su parte, la arquitectura está inspirada en los modelos historicistas, sobre todo
medievales (por ejemplo, el Parlamento de Londres, neogótico); o bien siguen la estela
del neoclasicismo, como la Gliptoteca de Múnich.