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Historia de la Iglesia MOD y CONT. Tema 2: Lutero y la Reforma Protestante (1483-1546) 1 TEMA 2: LUTERO Y LA REFORMA PROTESTANTE (1483-1546) 1.- LAS PREMISAS DE LA REFORMA PROTESTANTE 2.- MARTÍN LUTERO (1483-1546). 3.- LOS PRINCIPIOS DEL LUTERANISMO: PREMISAS TEOLÓGICAS E IMPLICACIONES POLÍTICAS. a) Pasos dados por Lutero 1º.- La justicia de Dios 2º.- La justificación por la sola fe 3º.- Elevación de categoría de la Sagrada Escritura b) Eclesiología c) Implicaciones políticas d) Ruptura con la Iglesia 4.- DIFUSIÓN DE LA REFORMA EN ALEMANIA 5.- DIFUSIÓN EN EL RESTO DE EUROPA 5.1.- Calvino y el calvinismo 5.2.- La Reforma en Inglaterra -----oOo----- Imprecaciones del dominico Savonarola contra la iglesia pecadora En una predicación inflamada, Jerónimo Savonarola emprende la reforma de las costumbres de los florentinos y ataca con violencia los abusos del papado (estamos en tiempos de Alejandro VI). Las circunstancias políticas, las rivalidades religiosas hacen que los florentinos, seducidos hasta entonces por sus palabras, se vuelvan contra él. Muere en la hoguera el 23 de mayo de 1498. ¡Ven acá, iglesia infame! Oye lo que te dice el Señor: Yo te he dado hermosas vestiduras, y tú has ejercitado con ellas la idolatría. Con los vasos preciosos has alimentado tu orgullo. Has profanado los sacramentos con la simonía; la sensualidad ha hecho de ti una desvergonzada ramera. ¡Eres peor que una bestia; eres un monstruo re- pugnante! Antes te avergonzabas, por lo menos, de tus pecados; ahora has perdido la vergüenza. Antes los sacerdotes llamaban sobrinos a sus hijos; ahora no los llaman ya sobrinos, sino hijos; ¡sencillamente hijos! Has levantado una casa de inmoralidad, y te has convertido en todas partes en una casa de perdición. ¿Qué hace la venal ramera? Toma asiento en el trono de Salomón y atrae a todos a sí; quien tiene dinero, entra, y puede hacer todo cuanto quiera; pero quien desea el bien, es arrojado de ella. ¡Así tú, iglesia venal, has revelado tu vergüenza ante todo el mundo, y tu hálito pestífero ha subido hasta el cielo! ¡Por todas partes, en Italia, en Francia, en España, has extendido tu inmoralidad! Citado en A. Fliche-V. Martín, Historia de la iglesia, t. XVII. Edicep, Valencia 1974, 132

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Historia de la Iglesia MOD y CONT. Tema 2: Lutero y la Reforma Protestante (1483-1546) 1

TEMA 2: LUTERO Y LA REFORMA PROTESTANTE (1483-1546)

1.- LAS PREMISAS DE LA REFORMA PROTESTANTE 2.- MARTÍN LUTERO (1483-1546). 3.- LOS PRINCIPIOS DEL LUTERANISMO: PREMISAS TEOLÓGICAS E IMPLICACIONES POLÍTICAS.

a) Pasos dados por Lutero 1º.- La justicia de Dios 2º.- La justificación por la sola fe 3º.- Elevación de categoría de la Sagrada Escritura

b) Eclesiología c) Implicaciones políticas d) Ruptura con la Iglesia

4.- DIFUSIÓN DE LA REFORMA EN ALEMANIA 5.- DIFUSIÓN EN EL RESTO DE EUROPA 5.1.- Calvino y el calvinismo 5.2.- La Reforma en Inglaterra

-----oOo-----

Imprecaciones del dominico Savonarola contra la iglesia pecadora En una predicación inflamada, Jerónimo Savonarola emprende la

reforma de las costumbres de los florentinos y ataca con violencia los abusos del papado (estamos en tiempos de Alejandro VI). Las circunstancias políticas, las rivalidades religiosas hacen que los florentinos, seducidos hasta entonces por sus palabras, se vuelvan contra él. Muere en la hoguera el 23 de mayo de 1498.

¡Ven acá, iglesia infame! Oye lo que te dice el Señor: Yo te he dado

hermosas vestiduras, y tú has ejercitado con ellas la idolatría. Con los vasos preciosos has alimentado tu orgullo. Has profanado los sacramentos con la simonía; la sensualidad ha hecho de ti una desvergonzada ramera. ¡Eres peor que una bestia; eres un monstruo re-pugnante! Antes te avergonzabas, por lo menos, de tus pecados; ahora has perdido la vergüenza. Antes los sacerdotes llamaban sobrinos a sus hijos; ahora no los llaman ya sobrinos, sino hijos; ¡sencillamente hijos! Has levantado una casa de inmoralidad, y te has convertido en todas partes en una casa de perdición. ¿Qué hace la venal ramera? Toma asiento en el trono de Salomón y atrae a todos a sí; quien tiene dinero, entra, y puede hacer todo cuanto quiera; pero quien desea el bien, es arrojado de ella. ¡Así tú, iglesia venal, has revelado tu vergüenza ante todo el mundo, y tu hálito pestífero ha subido hasta el cielo! ¡Por todas partes, en Italia, en Francia, en España, has extendido tu inmoralidad!

Citado en A. Fliche-V. Martín, Historia de la iglesia, t. XVII. Edicep,

Valencia 1974, 132

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1.- LAS PREMISAS DE LA REFORMA PROTESTANTE1 Una reforma como la de Lutero no nace de la noche a la mañana. Necesita un largo período de gestación en el que se aúnan los factores más diversos hasta llegar a explotar en un determinando momento. La Reforma es sinónimo de ruptura en la Iglesia de Occidente, y una división es siempre una desgracia cuyas causas y responsabilidades hay que examinar. Y por eso, antes de presentar la figura de los reformadores, es importante acercarse a lo que el historiador Ricardo García-Villoslada llama “las raíces de la Reforma”, o lo que el historiador francés Delimeau ha llamado “las causas”. Otros les llaman premisas de la Reforma porque algunas de ellas lo fueron tanto para la Reforma católica como para la protestante, como por ejemplo la necesidad de la Reforma en la Iglesia en la cabeza y en los miembros, tal como se había invocado insistentemente en el Concilio de Constanza (1414-1418). En el fracaso de la Reforma en la cabeza y en los miembros hay que ver la causa principal de la Reforma Protestante. El humanismo había introducido en el papado el mecenazgo y el nepotismo, los placeres sensuales y el gusto por la guerra. También había una decadencia moral que desde el papado se extendía a la curia romana, a los obispos titulares de numerosos beneficios y ausentes con mucha frecuencia de sus diócesis, y finalmente al clero, que destacaba por su ignorancia, el afán de lucro, la avaricia y hasta la superstición. También hay que subrayar la crisis de la teología escolástica y la incertidumbre teológica que ésta llevó consigo. A ello intentó poner remedio Guillermo de Ockam con su Vía moderna del conocimiento, que sin embargo acababa devaluando la capacidad de la razón y desorbitaba la omnipotencia de Dios (fideísmo), que habría podido hacer santo a un pecador incluso sin su renovación interior. A todo esto se añadían las quejas continuas al excesivo fiscalismo de la curia romana. La Dieta de Frankfurt de 1436 se dirige al Legado Pontificio, Juan de Carvajal, para pedirle que la curia romana fuese reformada en materia de simonía, porque “los beneficios se venden como los puercos y las vacas en el mercado” y para indicarle al Papa Eugenio IV que dejase de exprimir toda la sustancia de la nación alemana. Ante esta situación, Diether de Isemburg (teólogo alemán) abogaba por la celebración de un concilio, “único medio de defensa que nos queda contra la tiranía de la Santa Sede”. Paralelas a estas propuestas, iban el Estado, la Administración y la Hacienda pública alemanas. La Iglesia del Imperio no era una iglesia pobre, pues en ningún país era tan poderosa y opulenta la nobleza eclesiástica: seguía manteniendo sus señoríos feudales y una tercera parte del territorio nacional les pertenecía. Muchos eclesiásticos vestían trajes lujosos, asistían a banquetes profanos y a 1 Al principio, el término Reforma hacía referencia a la iniciada por Lutero. Después designará solamente al calvinismo.

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torneos caballerescos, y de cura de almas prácticamente nada. Las continuas y cada vez más gravosas tributaciones, el negocio de los eclesiásticos y su poca o nula manera evangélica de vivir, junto con el descaro de la predicación de las indulgencias, levantaron agrias protestas contra Roma. Decían: “el Papa es un bandido y la cuadrilla de ese bandido es la Iglesia. ¿A qué aguardamos? ¿Es que Alemania no tiene honor, no tiene fuego? Si Alemania no lo tiene, lo tendrán los turcos”. Identificado el ladrón con el Papado, humanistas como Ulrico de Hutten, le desean una triple maldición: peste, hambre y guerra. A esto se unía la oposición de los príncipes al centralismo de los Habsburgo, la situación crítica de los caballeros que habían perdido su función medieval de protectores de los débiles, y la de los ciudadanos, oprimidos por sus amos, aldeanos y habitantes de las ciudades que encontraban algo de alivio en la exagerada devoción a los santos, con prácticas que rozaban frecuentemente la superstición. Se trataba, pues, de una serie de premisas de orden religioso, económico, social y político, que cuando menos habían de facilitar la obra del reformador. Por último, cabe también recalcar la falta de concordatos con Roma, lo que posibilitó una revuelta además de contra la Iglesia, contra el Papado. Resumiendo, podríamos decir que las causas de la Reforma Protestante serían:

1. Necesidad de reformar la Iglesia, en la cabeza y en los miembros, tan insistentemente invocada en el Concilio de Constanza (1414-1418), en los decretos Haec Sancta y Frecuens.

2. En el fracaso de esta reforma “in capite” hay que ver la causa principal tanto de la Reforma Protestante como de la Católica.

3. Decadencia moral, que desde el Papado se extendía a la curia romana, a los obispos y al clero.

4. Crisis de la teología escolástica. La sutil teología parisina, tal como la llamaba Paolo Gustiniani y Piero Querini, dos camaldulenses venecianos2 creadores de Libellus ad Leonem X, que llegaron a discutir problemas como el sexo de los ángeles y omitía profundizar en graves problemas como la justificación por la presencia real de Cristo en la Eucaristía, estableciendo así aquella incertidumbre teológica que según Joseph Lortz fue una de las causas principales de la Reforma. A ello intentó poner remedio Guillermo de Ockam.

En definitiva, la Iglesia Romana no supo sacar de su seno soluciones ni dejar que otros pacientemente alumbrasen una religión y una espiritualidad realmente adaptadas a sus necesidades y al estado de ánimo de unas masas inquietas que buscaban una religión clara, sencilla y eficaz. Este esfuerzo lo realizó un inquieto fraile agustino que supo hacerse intérprete de las necesidades y aspiraciones de sus contemporáneos: Martín Lutero. 2 Camaldulenses: MIEMBROS DE LA Orden De la Camálldula, nacida de la reforma benedictina, fundada por san Romualdo en el siglo XI.

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2.- MARTÍN LUTERO (1483-1546). Para Ricardo García-Villoslada la Reforma no hubiese nacido y mucho menos crecido, si no hubiese contado con un hombre como Lutero, capaz de provocar sin pretenderlo el estallido de una revolución que torció el curso de la civilización europea. Para Heiko Oberman, la Reforma tampoco hubiese salido del círculo de unos cuantos iniciados si no hubiese contado con un hombre excepcional, siempre entre Dios y el diablo,

que le dio una impronta tan especial como nadie le hubiese dado. Más significativas que estas dos cualificadas opiniones parecen las circunstancias históricas que determinaron el curso de los acontecimientos venideros. Tal vez si las circunstancias históricas hubiesen sido otras, y si Carlos V hubiese llevado a la práctica el Edicto de Worms de 1521, que proscribía a Lutero del Imperio, obligándole a huir o perecer en la hoguera, la Reforma no hubiese salido adelante en esos momentos, aunque sí andando el tiempo, habría aparecido un movimiento de reforma de un signo u otro. Martín Lutero nace en Eisleben, de una familia sencilla y con pocos recursos. Muere en Sajonia el 18 de febrero de 1546. A los 16 años ingresa en la escuela de la catedral de Magdeburgo, donde enseñan los Hermanos de la Vida Común. A partir de 1501 estudia en Erfurt, obteniendo en 1505 el grado de Doctor en Filosofía y en Arte (gramática, retórica y aritmética). Esta época se caracteriza por su dedicación a la cultura y la despreocupación propia de la juventud. Sus compañeros le llamaban “el filósofo”. Unos treinta años después, en 1530, dirá que “Erfurt se había convertido en un prostíbulo y una cervecería” y que era la mejor lección que recibían los estudiantes. Es significativo el episodio de la tormenta de Sttortenheim. Volviendo de Erfurt a casa de sus padres, cayó un rayo cerca de él y Lutero exclamó: “sálvame santa Ana y me haré monje”. En contra del parecer del padre, a finales del verano entró en el convento de los Agustinos reformados de Erfurt. Llevó una vida austera hasta llegar a sacerdote en 1507. Durante los dos años siguientes, estudiará teología en Erfurt y en Wittenberg. La jornada de Lutero estaba marcada por la oración el estudio y la mortificación, la recitación solemne del Breviario, misa comunitaria, examen de conciencia con acusación pública de faltas, comidas en silencio, confesión sacramental al menos una vez por semana, ayuno desde la fiesta de Todos los santos hasta Navidad, y desde la quincuagésima hasta Pascua, excepto los domingos.

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Todos los viernes y en otras ocasiones como la víspera de san Agustín, abstinencia de carne. En la celda un lecho sencillo, una mesa y nada de calefacción. Silencio riguroso y todos obligados a caminar con la mirada baja y guardar una constante reserva. A todo esto, que a Lutero le parecía poco, añadía fuertes penitencias, no contempladas en la regla, y que él inflingía a su cuerpo. Pero todo esto en lugar de darle paz y tranquilidad psicológica, le producía un sentimiento de frustración y una honda desesperación. Otra característica del convento de Erfurt era su empeño por el estudio. Lutero respira una atmósfera cultural poco común. Al cabo de los años es ordenado sacerdote, y durante su primera misa se siente sobrecogido por una excitación psíquica y nerviosa tan intensa que casi no pudo terminar la celebración. Es llamado a Wittenberg para enseñar, haciendo al mismo tiempo una rápida carrera dentro de la orden. El problema principal para Lutero podría expresarse en dos interrogantes:

1. ¿Cómo puede ser el pecador justificado ante Dios? 2. ¿Cómo puede tener certeza psicológica de que ha sido justificado?

La Reforma de Lutero está ligada en su contingencia histórica a la experiencia personal interior, conocida como la experiencia de La Torre, y a su toma de posición pública en la cuestión de las indulgencias entre 1517-1521. Ambas experiencias están relacionadas con la práctica y la teología de la penitencia: el pecado, la culpa, la confesión, el perdón, la justificación y el sacramento, tal y como se sostenía y practicaba en la Edad Media tardía. Pero también influirán la educación recibida, primero en su familia y luego en el ambiente estudiantil de su juventud, y su decisión de entrar en el convento de los Agustinos reformados de Erfurt. 3.- LOS PRINCIPIOS DEL LUTERANISMO: PREMISAS TEOLÓGICAS E IMPLICACIONES POLÍTICAS.

a) Pasos dados por Lutero

1º.- La justicia de Dios A lo largo de la Edad Media, no se entendía por Justicia de Dios el perdón de los pecados por Jesucristo, es decir, la justicia de Cristo no justifica ante Dios, sino que nos coloca en la condición de ser justificados. En consecuencia, la Justicia de Dios, se aplicaba a todos los hombres, repartiendo los premios y castigos según se hubiese obrado en la vida, en correspondencia a los méritos contraídos.

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En la práctica, el hombre de fe sabía que un día tendría que enfrentarse al Juicio de Dios, que lo juzgaría conforme hubiese usado el don de Cristo: si lo había hecho bien entonces se salvaría, si lo había hecho mal sería condenado, es decir, no justificado.

Lutero afirma que la Justicia de Dios está unida a la de Cristo y confluye en ella. Por el mero hecho de tener fe y creer en Cristo y en su Evangelio, el hombre se salva, está totalmente justificado. Por eso en ese Juicio Final, todos aquellos que hayan recibido el don de la Justicia de Cristo se mantendrán firmes. A Lutero se le abrieron las puertas cuando comprendió lo que quería decir san Pablo al citar a Habacuc (2,4): el justo vivirá en su fe. Se eliminaban radicalmente el acicate de la recompensa y de los medios. Las buenas obras que según la doctrina de la Iglesia eran fundamentales para la salvación eran radicalmente represivas sin base para apoyarse.

. 2º.- La justificación por la sola fe Despreciada la fe escolástica, recuperada la obra y el espíritu de san Agustín, y ensalzadas las Sagradas Escrituras, como una fundamentación por la que conocer a Dios y su divina voluntad, se hacía necesario profundizar en ellas, obedecerlas por medio de la fe para ser así justificado por ellas y asegurar la salvación. Este paso comportaba una serie de riesgos no pequeños:

a) El hombre por ser tal, se resiste y opone a la Palabra de Dios contenida en las Escrituras.

b) El hombre, cuanto más santo aspira ser, más se resiste a creer en las escrituras, porque su vida es un continuo esfuerzo personal de purificación interna y ascética que, si no está bien orientada, no le lleva a Cristo y a Dios. Superar este segundo punto exigía reconocer que por muy santo que se aspirase a ser, el hombre era radicalmente pecador. En consecuencia se tenía que hacer siguiendo Rm 5, 123 y sentir pecador, practicando una humildad y penitencia nacida de su consecuencia pecadora. Solo por la humildad se enaltecía, honraba, glorificaba y justificaba a Dios. Justificar a Dios quiere decir darle la razón en la sentencia por Él dictada. Lutero llama a ese “hacer justicia a Dios” obediencia de la fe que precede a cualquier justificación establecida. A partir de ese momento, para Lutero hacer penitencia no se reduce únicamente a la práctica intensa de una vida ascética, sino al

3 Rm 5, 12: Así pues, por un solo hombre entró el pecado en el mundo y con el pecado la muerte, y como todos los hombres pecaron, a todos llegó la muerte.

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reconocimiento de la oquedad personal en el ejercicio continuo de la propia humildad que continuamente le remitiría a Dios, el único humilde y santo. La humildad y la vida de penitencia se convierten en el centro de su predicación y de su teología. El hombre debía reconocerse pecador y confiarse ciegamente a la palabra de Cristo, que justifica solo por la fe en él. La fe sería entonces la confianza ciega en el amor inquebrantable de Dios.

3º.- Elevación de categoría de la Sagrada Escritura La Escritura alcanza así la importancia que Erasmo de Rótterdam, Juan Gersou, Juan Huss, Lorenzo Valla, Nicolás de Cusa y Savonarola habían querido darle un siglo antes. Este sistema teológico construido por Lutero entre 1517 y 1521 se fue perfeccionando hasta su muerte.

b) Eclesiología Para Lutero todos los que viven de la fe, todos los justos, todos los que han sido salvados, forman parte de la Iglesia. Esta no es un institución visible y ordenada desde fuera, sino más bien de carácter invisible y dentro de ella no hay lugar para una autoridad interpuesta y mediadora entre creyente y Dios. La Iglesia es la congregación de los que han sido salvados por la Gracia divina y viven únicamente de la Palabra de Dios. Dentro de la Iglesia todos son creyentes y participan del mismo sacerdocio: no hay grados ni distinciones. La Iglesia es pues un cuerpo místico invisible cuya única cabeza es Cristo. La norma exclusiva es la Palabra de Dios y los únicos sacramentos instituidos por Cristo son el bautismo y la cena. Los sacerdotes lo son en cuanto han sido designados por la propia comunidad. El sacerdocio ministerial no es pues más que una simple designación de empleo.

El descubrimiento de la misericordia Al final de su vida, Lutero contó lo que había sido para él su experiencia fundamental: la

salvación por la fe sola. Muchos historiadores piensan que hay que fechar ese acontecimiento en los últimos días de 1514.

Me sentí acuciado por un deseo extraño de conocer a Pablo en la carta a los Romanos;

mi dificultad estribaba entonces no en la entraña, sino en una sola palabra que se halla en el cap. primero: «La justicia de Dios está revelada en él». Odiaba la expresión «justicia divina», que siempre había aceptado, siguiendo el uso y costumbre de todos los doctores, en un sentido filosófico de la llamada justicia formal y activa, en virtud de la cual Dios es justo y castiga a los pecadores e injustos.

A pesar de que mi vida monacal era irreprochable, me sentía pecador ante Dios, con la conciencia la más turbada, y mis satisfacciones resultaban incapaces para conferirme la paz. No le amaba, sino que cada vez aborrecía más al Dios justo, castigador de pecadores. Contra este Dios me indignaba, alimentando en secreto, si no una blasfemia, sí al menos una violenta murmuración: «¿No bastará, me preguntaba, con que los pecadores miserables y eternamente perdidos por el pecado original fuesen castigados con toda suerte de males

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por la ley del decálogo? ¿Por qué es necesario entonces que por el evangelio añada Dios nuevos sufrimientos y lance contra nosotros, también a través del evangelio, su cólera y su justicia?». En estas circunstancias estaba furioso, con la conciencia agitada y rabiosa. No obstante, volvía y revolvía este pasaje, espoleado por el ardiente deseo de escudriñar lo que san Pablo quería decir en él.

Hasta que al fin, por piedad divina, y tras meditar noche y día, percibí la concatenación de los dos pasajes: «La justicia de Dios se revela en él», «conforme está escrito: el justo vive de la fe». Comencé a darme cuenta de que la justicia de Dios no es otra que aquella por la cual el justo vive el don de Dios, es decir, de la fe, y que el significado de la frase era el siguiente: por medio del evangelio se revela la justicia de Dios, o sea, la justicia pasiva, en virtud de la cual Dios misericordioso nos justifica por la fe, conforme está escrito: <<el justo vive de la fe>> Me sentí entonces un hombre renacido y vi que se me habían franqueado las compuertas del paraíso. La Escritura entera se me apareció con cara nueva. La repasé tal como la recordaba de memoria, y me confirmé en la analogía de otras expresiones como «la obra de Dios es la que él opera en nosotros», «la potencia divina es la que nos hace fuertes», «la sabiduría de Dios es por la que nos hace sabios», «la fuerza de Dios», «la salvación de Dios», «la gloria de Dios».

Desde aquel. instante, cuanto más intenso había sido mi odio anterior hacia la expresión «la justicia de Dios», con tanto más amor comencé a exaltar esta palabra infinitamente dulce.

Lutero, Prólogo a sus Obras completas. en Lutero, Obras, J. Sígueme, Sala manca 1977,370-371.

LA FE Y LAS OBRAS

Lo mismo sucede con el creyente, colocado de nuevo en el paraíso y creado otra vez por su fe: no necesita las obras para justificarse; las tiene que hacer para no estar ocioso, para tener su cuerpo en forma y para conservarse, con la intención única de agradar a Dios... De ahí la exactitud de estas dos sentencias: «No hacen bueno y justo a un hombre las obras buenas y justas, sino que es el hombre bueno y justo el que hace obras buenas y justas... «Malas acciones no hacen nunca malo a un hombre, es el hombre malvado el que realiza obras malas». Lo primero que, por tanto, se requiere, la condición previa para las buenas obras, es que la persona sea buena y justa; después llegarán las buenas obras que han de salir de una persona justa y buena. Es lo que dice Cristo: "Un árbol malo no produce buenos frutos; un árbol bueno no da frutos malos».

Lutero. La libertad del cristiano (1520), en Obras. Sígueme, Salamanca 1977,165.

c) Implicaciones políticas Las implicaciones que estas doctrinas tuvieron sobre la sociedad política no son desdeñables. De entrada, el gobierno, la dirección y la elección de los gobernantes formada por los justos y por los salvados por Dios, pertenece únicamente a la comunidad de los justificados; no pertenece ni a la comunidad civil ni al grupo de los eclesiásticos. La consecuencia es el aumento formidable del poder secular, que a partir de este momento se constituirá en la nueva autoridad, tendrá como misión alcanzar, castigar y llegar a todas las partes en las que la represión se haga necesaria sin tener en cuenta al Papa ni a los obispos. d) Ruptura con la Iglesia

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La ruptura de Lutero con la Iglesia y su maduración como teólogo son dos hechos coincidentes con su nombramiento como vicario de los conventos Agustinos reformados de la región de Turingia (1514) y con la elección del príncipe Alberto de Brandeburgo como Arzobispo de Maguncia (1515). La candidatura de Alberto y su posterior elección como arzobispo son considerados por Lutz como un enfrentamiento más en la larga lucha entre las casas de Brandeburgo y Sajonia. Sin embargo, en dicha elección había algo más: Alberto se comprometió a liquidar con Roma la deuda y desembolsos que vencían con ocasión

del nombramiento y elección de un nuevo prelado, y cuya suma se elevaba a la nada despreciable cantidad de 29000 florines de oro. La curia romana propuso que podría liquidarse en cuanto el nuevo arzobispo promulgase para los próximos ocho años la Indulgencia para la reconstrucción de San Pedro de Roma (Bula), quedándose por obra y gracia del Papa con la mitad de lo recaudado. La predicación de la bula supuso la irrupción una vez más de los predicadores y recaudadores de indulgencias. El dominico Tetzel y sus predicadores, convertidos en buhoneros y mercachifles de la salvación, repetían sin cesar que conforme sonaban y caían las monedas en los cepillos de las Iglesias, salían las almas del purgatorio. Ante esta nueva cruzada de indulgencias, Lutero tomará posición la víspera de Todos los Santos de 1517. Siguiendo viejas costumbres universitarias, clavó sus 95 tesis reformistas, escritas en latín, en la puerta de la iglesia de la Universidad de Wittenberg. Lo que pretendía era dejar claro en qué consistía la verdadera penitencia, subrayando que las indulgencias tenían un valor muy relativo. Catorce días después, las 95 tesis corrían en alemán por gran parte del Imperio. Sin embargo, no fueron estas las que propiamente dichas encendieron el caso Lutero, sino sus críticas y juicios sobre la infalibilidad de los Concilios, el poder universal del Papa y el derecho a invitar a la Iglesia a la conversión apelando a las Escrituras, contenidas estas en las 95 tesis. A esto se añadió la publicación en febrero de 1518 de su Sermón sobre la indulgencia y la gracia, que levantó una gran polvareda. En él se encontraban ya sus tres grandes principios teológicos: sola gracia, sola escritura, sola fe (sola gratia, sola scriptura, sola fides). Tanto las 95 tesis como el Sermón dieron lugar a la primera disputa teológica dentro de la misma Orden, la llamada Controversia de Heidelberg en abril de 1518. Dicha controversia se saldó con un éxito rotundo para Lutero. Solo unos meses más tarde dio comienzo el proceso romano. En la Dieta de Augsburgo, Lutero se enfrentó con el legado pontificio, cardenal Cayetano, discutiendo sobre las indulgencias, justificación y el poder del Papa. Carlos V, recién elegido emperador, intervendrá por vez primera en la llamada

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Controversia de Leipzig (1519). Lutero disputó con Eck, negando en esta ocasión el primado papal. Según Lutero, ninguna autoridad de la Iglesia puede interpretar la Sagrada Escritura. La respuesta del Papa no se hizo esperar: en 1520, León X, publica la Bula Exurge Domine, donde se condenan 41 errores de Lutero, amenazando con la excomunión si no se retracta en el plazo de dos meses. Entonces Lutero, con el apoyo de Federico de Sajonia, Ulrico Hutten y de Spalatin, envalentonado y convencido de poseer la verdad, quemó la Bula y los libros de Derecho Canónico, dando comienzo a uno de sus períodos más fecundos literaria y teológicamente hablando. Solo en la segunda mitad de 1520 escribirá tres de sus grandes obras:

1. Discurso A la nobleza cristiana de la nación alemana. Se hace portavoz de las quejas nacionales germánicas contra Roma. Describe las tres barreras que el Papado opone a la reforma de la Iglesia, es decir, la distinción entre sacerdocio y laico, la pretensión papal de ser el único intérprete de la Sagrada Escritura, la exclusividad del Papa para convocar concilios. Lutero afirma el sacerdocio universal de todos los cristianos, aceptando solamente una diferencia de función. Mantiene igualmente que cualquier cristiano puede interpretar la Sagrada Escritura y puede convocar un concilio, y especialmente el emperador. Hace también una llamada a la nobleza para que facilite la predicación del Evangelio y propone la creación de escuela para que todos los cristianos puedan leer la Biblia.

2. La cautividad de la Iglesia en Babilonia. Se dirige a los teólogos y ataca todo el sistema sacramental católico. Para Lutero, el Papa y sus discípulos son los que, con gran avaricia, han reducido al pueblo cristiano a un cautiverio, convirtiendo los sacramentos en cadenas. Afirma que los sacramentos no son signos eficaces que proporcionan la Gracia, ya que exigen la fe personal en la Palabra. Los reduce a dos: bautismo y cena, los mismos instituidos por Cristo y los únicos que pueden salvarnos.

3. Sobre la libertad del cristiano. El más desapasionado y sereno de sus escritos. Se refleja cómo Cristo carga con nuestros pecados y nos da la Gracia. Es entonces cuando liberado del afán de ganar la salvación, el hombre es capaz de hacer lo que agrada a Dios.

A la publicación y propagación de estas obras, responde Roma con la Bula de excomunión Decet Romanum Pontificem en 1521. Lutero, en cumplimiento de esta Bula, es citado meses más tarde en la Dieta de Worms. Interrogado en

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presencia del Emperador y del Imperio, dejando todo en manos de Dios, no se retracta en ningún momento. Finalmente es condenado y proscrito. La Dieta y el Edicto de Worms de 1521 han sido juzgados de manera muy diversa. Mientras que para García-Villoslada, Delimeau, Chanu y Lortz, el fracaso de Worms se debió a unas dificultades políticas más que a aciertos propiamente teológicos, para Oberman, uno de los últimos apologistas de Lutero, la Bula tuvo efectos muy distintos a los esperados, ya que convirtió el programa de reforma de Lutero en una aspiración nacional, e impidió que la reforma se hundiese en un pantano de teólogos locales, tal como ocurrió en la baja Edad Media con muchos movimientos de renovación. El desafío de Lutero en Worms se completó con su famoso secuestro, que lo tuvo encerrado en el castillo de Waltburg durante un año, y que, entre otras cosas, le salvó la vida, aunque cambió el curso de la Reforma, dándole un tinte político con el que no había nacido.

Lutero ante la Dieta de Worms (1521) A pesar de todas las amenazas que pesaban sobre él, incluso la de la pena de muerte,

Lutero se reconoce obligado por su conciencia y por la palabra de Dios.

A menos que se me convenza por testimonio de la Escritura o por razones evidentes –puesto que no creo en el papa ni en los concilios solo, ya que está claro que se han equivocado con frecuencia y se han contradicho entre ellos mismo-, estoy encadenado por los textos escriturísticos que he citado y mi conciencia es una cautiva de la palabra de Dios. No puedo ni quiero retractarme en nada, porque no es seguro ni honesto actuar contra la propia conciencia. Que Dios me ayude. AMEN.

Lutero, Discurso pronunciado en la dieta de Worms, en Obras, 175.

El edicto de Worms El texto del edicto, redactado definitivamente los días 20 y 21 de mayo, fue leído ante los Estados el día 22. Todos asintieron. La clausura solemne de la Dieta tuvo lugar en la casa municipal el sábado por la tarde del 25. Asistieron los españoles de la comitiva de Carlos V y otros extranjeros. Tras un discurso preliminar del elocuente Joaquín I de Brandeburgo, habló, en nombre del emperador, el consejero imperial, Dr. Gregario Lamparter, agradeciendo a todos los favores y subsidios que habían prestado a Su Majestad cesárea; dio a conocer los nombres que formarían parte del Reichsregiment y de la Corte suprema de justicia; presentó a su hermano D. Fernando como lugarteniente del Imperio (Statthalter) mientras Carlos estuviese ausente y les rogó que no partiesen inmediatamente, sino que se quedasen todavía tres días para el despacho de algunos negocios. En el Receso (Abschied) de la Dieta no se hizo mención del asunto luterano ni se incluyó el edicto, porque no pertenecía directamente a la finalidad de la Dieta. Concluida la sesión, dejó Carlos la Rathaus y se volvió a palacio acompañado de numerosos príncipes y señores. Entraron también los dos nuncios apostólicos, que le hicieron entrega de varios breves de León X, especialmente de uno muy encomiástico del emperador, después de lo cual se retiraron. Cuando Carlos V quedó solo con los príncipes, mandó le trajesen el edicto contra Lutero y les dijo con autoridad verdaderamente cesárea: «Este es el edicto que me propongo ejecutar en la cuestión luterana; vais a oírlo». Y el Dr. Jacobo Spiegel lo leyó en voz alta. Era largo, mas todos lo escucharon con suma atención. Y, al fin, el elector Joaquín de Brandeburgo dijo consensu et nomine omnium: (El edicto nos place y mándese ejecutar sin cambiar una jota, pues tal es la mente y la conclusión de todos los Estados del Imperio».

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A la mañana siguiente, 26 de mayo, fiesta de la Santísima Trinidad terminada la misa solemne con sermón, se acercó el emperador al nuncio, y en medio de la catedral, tomando con alegre semblante la redacción latina y la alemana, les puso su firma: Carolas. Sonriendo, le dijo en francés a Aleandro: «Ahora estaréis contento. ¿No? Y respondió el nuncio, igualmente en francés: «Ciertamente, Sire; pero mucho más satisfecho está el papa, la Santa Sede y toda la cristiandad, y agradecerán a Dios el que les haya dado un em-perador tan bueno, santo y religioso». Aleandro no cabía en sí de gozo, y con razón, porque el edicto de Worms, primer paso de la autoridad civil contra Lutero, era en realidad obra suya. Escribiendo ese mismo día a Roma, prorrumpía en estas líricas efusiones: «yo quería comenzar cantando los versos de Ovidio que aprendí de niño: Dicite, ia, paean et io bis dicite paean: - Decidit in casses praeda petita meos. Pero, recordando que se trata de una obra religiosa..., diré con la liturgia de hoy: Benedicta sit sancta Trinitas atque indivisa Unitas, confitebimur ei, quia fecit nobiscum misericordiam suam... Ilustrísimo Señor: no puedo menos de escribir de este gloriosísimo césar, el cual, según tengo escrito en todas las mías, es la mejor persona del mundo; cada día más se manifiesta sumo en prudencia y en bondad. Cada día se ve brillar en sus actos un juicio más que humano y tratar los negocios tanto más prudentemente cuanto que lo hace sin pedagogo, corno se ve al presente... Una sola cosa me dice el confesor que encuentra poco buena en él: que no se olvida fácilmente de las injurias». Aunque firmado el 26 de mayo, el edicto de Worms lleva la fecha del 8 de mayo, en que fue elaborado su texto y traducido al alemán. Contenido y trascendencia del edicto ¿Cuál es su contenido? Carlos empezaba declarando que al oficio de emperador de romanos pertenece el defender a la Iglesia católica romana contra los infieles y contra los herejes, como lo habían hecho sus predecesores los monarcas alemanes. Y si tal hicieron sus mayores, ¡cuánto más debía hacerla él, que había recibido de Dios mayores reinos y señoríos para tutela y aumento de la santa fe católica! Él traía su origen y nacimiento, por parte de padre, de los cristianísimos emperadores y archiduques de Austria y duques de Borgoña, y por su madre, de los católicos reyes de España, Sicilia y Jerusalén, cuyas ilustres hazañas por la fe cristiana jamás se pondrán en olvido. (Aquí se transparenta la pluma de Aleandro, que quería estimular al joven emperador.) Refería luego cómo «un cierto Martín Lutero, fraile de la Orden de San Agustín, había procurado inficionar la religión cristiana, principalmente en esta ínclita nación germánica», y cómo el papa lo había amonestado paternal y blandamente, y, viendo su contumacia y desobediencia, lo había al fin, después de escuchar a sabios varones, juzgado y condenado. Si el emperador lo había citado a Worms, no era para juzgado de nuevo después de la sentencia romana, sino para quitarle todo pretexto de decir que le habían condenado injustamente por algunos escritos que él no hubiera compuesto. Pero Lutero en Worms había admitido como suyos los libros heréticos, sin querer retractarlos; libros en que se enseña perniciosa doctrina contra los siete sacramentos, contra las leyes matrimoniales y contra los ritos eucarísticos; se menosprecia el orden sacerdotal, extendiéndolo también a los seglares y aun a los niños y mujeres; se rechaza la autoridad del sumo pontífice, verdadero vicario de Cristo, y se le infama con palabras afrentosas; se niega el libre albedrío y el santo sacrificio de la misa; se habla contra los ayunos, contra los sufragios y el purga-torio; se destruyen las leyes y preceptos de la santa madre Iglesia; se incita al pueblo a sediciones y tumultos contra los señores espirituales y temporales; se defienden otras herejías y se desdeña la autoridad de los Santos Padres y de los concilios.' Refiere el emperador cómo se le ha dado tiempo para reflexionar y cómo él personalmente le prometió interceder ante León X, a fin de que, arrepentido de sus errores, recobrase la gracia y el favor del papa y alcanzase la aprobación de las cosas buenas contenidas en algunos de sus escritos. Como, a pesar de todo, persevera Martín Lutero en defender sus herejías, diciendo que sólo se somete a la Sagrada Escritura, «como si nosotros le pidiésemos el cambiar la palabra de Dios», y se obstina cada vez más en su error, expresándose «con palabras imprudentes e impudentes con el gesto y la voz, pareciendo cualquier cosa (quodvis potius) más bien que hombre religioso y sano», Cados V ordena se aplique y ejecute la bula pontificia en el Imperio, proscribiendo al hereje de todo el ámbito imperial. Por tanto, «a honra de Dios omnipotente y debida reverencia del romano pontífice y Santa

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Sede Apostólica.., con consejo y voluntad de los electores y príncipes del Sacro Romano Imperio y de las Ordenes y Estados», reunidos en la Dieta de Worms, declara a Martín Lutero miembro separado del cuerpo de la Iglesia, cismático y hereje, y manda que nadie le reciba, ni ampare, ni encubra, ni favorezca, bajo pena de incurrir en crimen de lesa majestad y de perdimiento de bienes, feudos y dominios, «y que, pasado el término de los veinte días, procedáis contra él dondequiera que fuese hallado y pudiere ser habido..., o a lo menos le tengáis preso hasta tanto que has podáis avisar, para daros el orden que se ha de tener en su castigo». Finalmente se prohíbe a todos, bajo iguales penas, imprimir, comprar, leer o poseer los libros heréticos del dicho Lutero, los cuales deberán ser quemados en pública hoguera, lo mismo que las pinturas contumeliosas para el romano pontífice y la Sede Apostólica. Tal es la sustancia del edicto de Worms, con el que se pretendía poner un dique al aluvión que desde Wittenberg iba inundando las tierras de Alemania y traspasaba ya sus fronteras. La trascendencia del edicto radica en que desde ahora existe una base para perseguir legalmente al luteranismo. De su valor jurídico no se puede dudar. Aunque no se incluyó en el Receso de la Dieta, fue no solo un edicto del emperador, sino de todos los Estados alemanes, ya que éstos habían anteriormente encargado a Carlos V procediese contra Lutero, si éste no se retractaba. Por lo pronto, este decreto imperial fue como un repudio oficial de la nación germánica a Martín Lutero, con lo que se anulaba o desvirtuaba la impresión nacionalista causada en muchos príncipes y caballeros por el manifiesto luterano A la nobleza cristiana de la nación. La responsabilidad del edicto de Worms -dirá poco después Lutero- recae sobre toda Alemania: «el pecado de Worms fue un pecado de toda la nación germánica». García-Villoslada, R.: Martín Lutero I. El fraile hambriento de Dios. Ed. Bac. Madrid, 1973. pág 577-580

4.- DIFUSIÓN DE LA REFORMA EN ALEMANIA Cuatro momentos cabría distinguir dentro del progreso de la Reforma en Alemania:

1º. [1521-1529] Es significativo el secuestro de Lutero en el castillo de Waltburg, que salvó la vida de este y propició la redacción de sus más importantes escritos contra los votos religiosos y contra la misa, además de la traducción del Nuevo Testamento al alemán. Contó con la protección de Federico de Sajonia, que marcaría las pautas de la reforma y que la hipotecaría hasta identificar la reforma con el poder de los príncipes temporales. La coyuntura política y social contraria a los intereses del emperador, y marcada por las interminables guerras con Francia por las oscilantes relaciones y alianzas con el Papado, y el inminente peligro turco, facilitaría la irradiación de la reforma por las regiones del Norte y Este del Imperio. La reforma avanzó e medio de divisiones y alteraciones. Lutero pronto perdió el control enfrentándose con teólogos de personalidad fuerte como la suya, tales como Karlstad, Zwinglio, Bucero, Müntzer, que querían reformas más radicales y religiosas. El más importante fue el enfrentamiento con Müntzer y sus seguidores.

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En 1523 se produjo la “Rebelión de los caballeros”, acaudillados por Ulrico von Hutten, que se apoderaron de los bienes de la Iglesia, aunque fueron derrotados por los príncipes. En 1525 se produjo la “Rebelión de los campesinos” que se sublevaron contra los abusos de los impuestos. Exigían la restauración de los bienes comunales y la libertad para elegir su propio clero. Ante las atrocidades que cometieron, Lutero se declaró contra ellos y exhortó a los príncipes a exterminarlos sin piedad. Su cabecilla, Tomás Müntzer, fue ejecutado. Entre tanto, la tercera Dieta de Nüremberg (1524) remitió a la ejecución del Edicto de Worms, y la primera Dieta de Spira de 1526 estableció que en las cuestiones religiosas cada uno se comportase hasta la convocatoria de un Concilio Ecuménico, como creyera que debía responder delante de Dios y su majestad imperial. En 1529, en la segunda Dieta de Spira, Carlos V, que se encontraba entonces en una posición de fuerza, abolió la disposición de 1526, que anticipaba en cierto sentido la iglesia del estado (cada príncipe la que quisiese). Los estados adheridos a la Reforma, protestaron contra esta decisión y de ahí les viene el nombre de Protestantes a los seguidores de Lutero. Y de aquí también surge lo que se conoce como el derecho de resistencia estamental – confesional”. Esta teoría atribuía a los estados del Imperio el derecho de afirmarse también frente al emperador por ellos electo, en aquellos asuntos referentes a la religión de sus súbditos.

THOMAS MÜNTZER (1490-1525) La pobre gente necesitada se ve engañada de mala manera. Con todas sus palabras y todos sus actos, los doctores actúan de manera que el hombre pobre, preocupado por la ne-cesidad de alimentarse, no pueda aprender a leer, y tienen la desvergüenza de predicar que tiene que dejarse despellejar y desplumar por los tiranos. ¿Cuándo van a poder aprender a leer?... Los doctores hacen de la Escritura un velo que impide a la verdadera naturaleza de la fe cristiana brillar a los ojos del mundo entero... Siendo así que, aunque uno durante toda su vida no haya visto jamás la biblia ni haya oído hablar de ella, sería capaz, sin embargo, gracias a la verdadera enseñanza del Espíritu, de tener una fe auténtica, como la tuvieron todos los que sin ayuda de ningún libro escribieron la santa Escritura. Por eso hay que derribar de su trono a los poderosos, a los orgullosos y a los impíos, porque son un obstáculo ellos mismos y en el mundo entero para la santa y verdadera fe cristiana, desde que ésta quiere extenderse con toda su auténtica naturaleza original... ¡Ah, si los pobres campesinos supieran esto! iCómo les aprovecharía! Dios despreció a los grandes señores como Herodes, Caifás y Anás, y acogió en su servicio a los humildes, como María, Zacarías e Isabel... No eran doctores ilustres con títulos prestigiosos, como los impíos que posee hoy la iglesia. La fuente sucia de la usura, del robo y del bandolerismo son nuestros príncipes y señores, que se apropian de todas las criaturas: los peces del agua, las aves del cielo, las plantas de la tierra: todo tiene que ser suyo (Is 5, 8). Y luego hacen proclamar entre los pobres el mandamiento de Dios y dicen: «Dios ha ordenado: no robarás...; quien cometa el menor delito debe ser colgado», y el doctor Mentiras (Lutero) dice: «iAmén!». Duerme tranquilo, querido montón de carne *. Si el diablo tiene que comerte (Ez 24, 3-13), preferiría que fuera en el asador y al horno (¡Ah, qué buen olor!) en tu orgullo por la cólera divina (Jr 1, 13), más bien que cocido en tu propia salsa. Pero tu carne es la de un asno y tardarías mucho en cocerte, y el manjar sería una suela de cuero para los dientes de leche de tus amigos.

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Textos sacados de Thomas Müntzer, Escritos teológicos y politicos.

2º. Desde la Paz de Cambrai [1529] hasta la Paz de Crepy [1544]

Firmada la paz entre Carlos V y Federico I (1529), Carlos V convocará una Dieta en Augsburgo en 1530. El Emperador pretendió una concordia teológica que pusiera fin a las diatribas y divisiones religiosas, y que consolidara interiormente su poder dentro del Imperio. Frente a él, los protestantes, bajo la dirección de Felipe Melanchton (1497-1560) expusieron la Confessio Agustana. Se componía de dos partes:

⇒ los artículos doctrinales (1-21) marcan la distinción con otros reformadores (Zwinglio, anabaptistas, antitrinitarios) y aceptan el Credo de Nicea. Faltan los puntos doctrinales afirmados o negados por Lutero: el purgatorio, el valor de las indulgencias, la jerarquía eclesiástica, el sacerdocio universal en relación con el sacerdocio jerárquico y ministerial, y el Papado en cuanto a los puntos negados. Y el sacerdocio común y el Papa como anticristo, entre los puntos afirmados.

⇒ los artículos sobre los abusos (22-28) se refieren al valor

sacrificial y expiatorio de la misa, la comunión del cáliz por los laicos y no solo por los presbíteros, la confesión, la libertad de contraer matrimonio con los curas y el voto monástico.

Esta Confessio fue contestada por la Confesión Católica, y el enfrentamiento entre estas dos confesiones hizo imposible acuerdo alguno. Carlos V, decepcionado por unos y otros, rechazó la Confessio Agustiniana, ratificó el Edicto de Worms e invitó a los reformadores a volver al seno de la Iglesia. Los estados protestantes, con el apoyo de Francia, Baviera e Inglaterra, y con el temor al poder turco, le respondieron creando la Liga de Esmalcalda, un estado dentro del Estado, que comportaba la creación de un ejército federal permanente, una hacienda común y un consejo de guerra. Se produce una réplica católica con la creación de la Liga de Nüremberg, que resultó incapaz para contener los avances del protestantismo. Las confesiones protestantes crecieron hasta 1545. en esta fecha, coincidiendo con la Paz de Crepy, y con la inauguración del Concilio de Trento (1545), la actitud del Emperador cambió radicalmente, iniciándose la tercera fase.

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3º. [1545] Paz de Crepy hasta la batalla de Mülhberg [1547]

Este tiempo es de afirmación del triunfo del Emperador, y fue una hecatombe para las fuerzas protestantes y para la Liga de Esmalcalda. La muerte de Lutero en 1546 coincide con una espiral de violencia y de luchas militares con las que el Emperador trató de resolver el problema religioso por la fuerza, llegando en 1547, como ya se ha indicado, a la derrota de los protestantes en Mülhberg, a pesar de lo cual el Emperador quiso llegar a un acuerdo entre protestantes y católicos.

4º. [1548] Interim de Augsburgo – Paz de Augsburgo [1555] Fruto de los esfuerzos del Emperador fue el Interim de Augsburgo. El Emperador trató de imponer en Alemania una camisa de fuerza concediendo a cambio a los reformados la comunión bajo las dos especies (o cáliz de los laicos) y la abolición del celibato de los clérigos, hasta que fuese posible que los protestantes se aprestasen a obedecer y vinculasen a las normas y leyes que emanasen del Concilio de Trento, que estaba en proceso. Finalmente, en medio de enfurecidas batallas, se llegó a una nueva Dieta en Augsburgo en 1555. En ella se quería resolver de una vez el problema religioso y llegar definitivamente a la paz entre católicos y reformados. Presidió la Dieta Fernando, rey de romanos, y hermano y sucesor de Carlos V. Como la paz se hacía difícil, se llegó a una tregua indefinida, prohibiendo las hostilidades de una confesión con otra. Cada príncipe obtenía el ius reformandis, o sea, el derecho a imponer por la fuerza en sus estados el protestantismo. Al pueblo se le negaba el derecho de escoger la religión que le pareciese. Así se protestantilizaron bastos territorios de Alemania. “Ubis unus Dominus, ibi sic una religio” (Donde haya un Señor, allí habrá una religión) fue una frase muy repetida entonces, que en el siglo XVII se simplificaría en “cuius regius, eius religio” (a tal rey, tal religión). Se repartía Alemania entre luteranismo y catolicismo. Dos terceras partes del Imperio pasaron a ser luteranas. Pero más que una paz, fue un modus vivendi muy quebradizo y provisional que olvidó otras confesiones y que acabaría estallando años después en la llamada Guerra de los Treinta años (1618-1648). La Paz de Wetsfalia (1648) definiría totalmente el panorama religioso de Europa con la fórmula ya mencionada de “cuius regius, eius religio”.

5.- DIFUSIÓN EN EL RESTO DE EUROPA

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5.1.- Calvino y el Calvinismo Calvino nace en Noyon, en la Picardía francesa en 1509. Desde el principio gozó de una esmerada educación y de una protección encomiable por su familia. Destinado por su padre a la carrera sacerdotal, pasó por los mejores colegios de la región. A los doce años le fue concedido un beneficio eclesiástico en la catedral de Sorbona y fue pupilo del colegio de Montaigú, corazón y centro de la más dura escolástica, desde 1524 a 1528. Se gradúa en Artes y deja para siempre los estudios de Filosofía y Teología de su tiempo. Inicia estudios de derecho en la universidad de Orleáns, donde se licenció en 1532. Vuelve a Paris y se matricula en

la Sorbona en Humanidades. Al final de sus estudios publicará un comentario al libro De Clementia de Séneca. Durante estos años es cuando Calvino se convertirá a las ideas de Lutero y a la Iglesia Reformada, ya que en los años veinte del siglo XVI, París y La Sorbona andaban embebidas en las obras de Lutero. Algunos adelantados del protestantismo francés, como Jean Leclerc, los evangelistas de Meaux y unos cuantos seguidores del reformador católico Lefebvre D´etaples, después de sus juicios, fueron quemados públicamente para escarmiento de teólogos y público en general. Parece ser, según sus biógrafos, que fue en 1533 cuando Calvino tomó la opción por la Iglesia Reformada. Cuatro años antes, en 1529, ya había leído la obra de Lutero y su conversión no tuvo nada que ver con la de este. Para él se trataba de “vero religio” contra la idolatría de la Iglesia Católica, y quería trabajar como laico por la pietas contra los impii. Los giros decisivos de su vida están determinados por la experiencia íntima de que Dios ponía su mano sobre él y lo llamaba al servicio de la Iglesia. Calvino no caería bajo sospecha hasta 1533, año en que el encargado de la lección inaugural en La Sorbona fue su rector Nicolás Cop. En el discurso lanzó algunas ideas luteranas que indignaron al claustro de profesores, viéndose obligado a huir de Paris. Parece ser que esta lección fue redactada por Calvino, y ambos tuvieron que salir huyendo. Cop se fue a Basilea y Calvino, primero a Estrasburgo y después a Basilea, donde de nuevo se encontraron. Posteriormente fueron a Noyon, donde renunció a todos sus beneficios eclesiásticos. Volvió a Paris, donde el llamado Affaire Desaffiches 4 provocó que tuviera que huir otra vez de ahí, refugiándose en Basilea, donde escribió la primera redacción de su gran obra “Institución de la religión cristiana”, especie de catecismo reflexivo inspirado en Lutero que tuvo seis redacciones hasta la 4 (“asunto de los carteles”: aparecieron por todo Paris carteles provocadores con alusiones ofensivas a la misa y sobre todo, prácticamente empapelaron el Palacio Real de París, iniciándose así en Francia la llamada Guerra de Religión)

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definitiva en 1559. Fue escrito para desenmascarar la injusticia cometida contra los mártires franceses del evangelio (Evangelistas de Meaux). Dedicado a Francisco I, es un libro cálido, clásico, con seis capítulos, en formato de bolsillo, y por tanto apto para su difusión clandestina entre cultos y no cultos. Fue editado en francés y latín, lo que hizo que se difundiera rápidamente, y que su autor se convirtiera en una de las personalidades más actualizadas de la Reforma. La inseguridad le llevó primero a Ferrara, después a distintas ciudades de centro Europa, hasta llegar a Ginebra, donde sería captado en 1536 por el reformador Guillermo Farel. En Ginebra permaneció la primera vez dos años, donde ambos comenzaron la reforma, suspendiendo la misa y anunciando que deseaban vivir según el Evangelio y la Palabra de Dios. En Ginebra redactó dos obras: “Los cuatro artículos” e “Instrucción y confesión de fe en uso” para la Iglesia de Ginebra. Estas obras le granjearon muchos enemigos porque en ellas apelaba a la excomunión y a la regulación de la existencia de los ginebrinos por medio de rigurosísimos artículos. Perdidas las elecciones de 1538, tuvo que huir de la ciudad y refugiarse en Estrasburgo hasta 1541. Allí su estancia fue fecunda. Se casó con la viuda Ideleete de Bure. Se ganó la vida como profesor de Biblia, participó en debates teológicos, se reeditó “Instrucción y confesión de fe en uso” y publicó un comentario a la Carta a los Romanos, un tratado sobre la Santa Cena, donde manifestaba una posición intermedia entre Lutero y Zwinglio. Se distinguió de Lutero por subrayar la predestinación, y sobre todo por su concepción de la Eucaristía, con cuya recepción el fiel, a través de la acción del Espíritu Santo, comulga espiritualmente con Cristo, dispensador de vida. También se distinguió por una traducción de la fe en la vida pública, a la que considera una bendición y un don de Dios. Pero su principal mérito fue la organización de la comunidad cristiana a través de las “ordenaciones eclesiásticas”, donde explicará su eclesiología. Calvino construye una eclesiología distinta a la de Lutero. Para él, la Iglesia no es solo la comunidad invisible que honra la Palabra de Dios, sino una comunidad visible, organizada, que necesita de una férrea disciplina eclesiástica; y hace todo lo posible para que el Estado participe de esta disciplina. Introduce un cuerpo de pastores y laicos en el gobierno de las ciudades. La reforma protestante evoluciona a grandes pasos hacia una eclesiología diferente. Resulta complicado enlazar la parte invisible de Lutero con la Iglesia visible de Calvino. Este último opta por el orden, la disciplina y la presencia de clérigos en el gobierno de las ciudades. En 1541 emprende la organización de la Iglesia de Ginebra, creando una fuerte disciplina contenida en sus ordenanzas eclesiásticas. Distinguía cuatro ministerios:

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1. Pastores: debían anunciar la Palabra de Dios y administrar los sacramentos. Los candidatos debían ser elegidos por los otros ministros y con el acuerdo previo del gobierno de la ciudad.

2. Doctores: enseñan a los fieles la sana doctrina y organizan las escuelas. 3. Ancianos: hacen respetar la disciplina, amonestar amablemente e

informar a la corporación municipal sobre los que debían ser amonestados. Constituían el consistorio doce ancianos.

4. Diáconos: asisten a los pobres y cuidan a los enfermos. Calvino se orienta hacia un clericalismo estatal. Los pastores debían prestar juramento ante el magistrado de la ciudad. Dio a la Iglesia de Ginebra un fuerte armazón que creyó haber encontrado en el libro de los Hechos y en las epístolas de san Pablo. Su Iglesia no era una comunidad libre, sino una organización obligatoria en la que debían integrarse todos los habitantes de la ciudad. En las nuevas elecciones de 1538 lo vuelven a expulsar de la ciudad, pero pronto será llamado de nuevo y nunca más será expulsado. A partir de entonces culminará su labor, depurará su doctrina teológica y hará más perfecta su organización. En 1559 funda la Academia de Ginebra, universidad para los pastores reformados y para la preparación técnica de los burgueses en el mundo moderno. Calvino busca el encauzamiento político y religioso de un mundo que pensaba como bien le parecía.

EN TODOS LOS ACTOS DE LA VIDA, HEMOS DE CONSIDERAR NUESTRA

VOCACIÓN También hemos de observar

diligentemente que Dios nos manda a cada uno mirar su vocación en todos los actos de la vida. Porque conoce bien cómo el entendimiento del hombre arde en inquietud, con cuánta ligereza se inclina a una parte y a otra, con cuánta ambición y solicitud se inclina a abrazar todas juntas varias cosas diversas.

Así, pues, para que no lo estropeemos todo con nuestra locura y temeridad, Dios, distinguiendo esos estados y maneras de vivir, ordenó a cada uno lo que tiene que hacer. Y para que nadie superase ligeramente sus límites, llamó de esa manera a vivir las «voca-ciones». Por tanto, cada uno ha de pensar por su parte que su estado es para él como un lugar asignado por Dios, para que no cavile ni vaya inconsideradamente de acá para allá todo el curso de su vida.

DISTINCIÓN ENTRE LA IGLESIA INVISIBLE Y LA

VISIBLE La sagrada Escritura habla de

la iglesia de dos maneras. A veces, usando este nombre, entiende la iglesia tal como es de verdad y en la que están comprendidos los que por la gracia de adopción son hijos de Dios y por la santificación de su Espíritu son verdaderos miembros de Jesucristo. Y en-tonces no sólo habla de los santos que habitan en la tierra, sino de todos los elegidos que han existido desde el comienzo del mundo.

Por otro lado, muchas veces con el nombre de «iglesia» significa toda la multitud de hombres que, estando dispersa en diversas regiones del mundo, hace una misma profesión de honrar a Dios y a Jesucristo, tiene el bautismo como testimonio de su fe, participando en la cena afirma tener unidad en doctrina y en caridad, y es obediente a la palabra de Dios, cuya predicación desea guardar según el mandamiento de Jesucristo. En esa iglesia hay

LAS SEÑALES DE LA IGLESIA VISIBLE

Así es como tenemos la iglesia

visible. Pues donde vemos que la palabra de Dios se predica y se escucha puramente, se administran los sacramentos según la institución de Cristo, allí no hay que dudar de que hay iglesia (Ef 2, 20), dado que la promesa que se nos ha dado no puede fallar: «en donde haya dos o tres reunidos en mi nombre, allí estaré en medio de ellos» (Mt 18, 20)

La iglesia universal es toda la multitud que está de acuerdo con la verdad de Dios y la doctrina de su palabra, a pesar de la diversidad de naciones, con tal que estén unidas por el vínculo de la religión.

Las iglesias que hay distribuidas por cada ciudad y aldea están comprendidas bajo esta iglesia universal, de manera que cada una tiene el título y la autoridad de iglesia.

Institución cristiana, IV, 1, 7 y 9.

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Institución cristiana, 111. X, 6.

hipócritas mezclados con los buenos...

Así, pues, lo mismo que necesitamos creer en la iglesia que es invisible para nosotros y conocida sólo por Dios, así se nos manda honrar a la iglesia visible y mantenemos en su comunión.

La teología de Calvino

Con respecto a la cristología hay que decir que en nada se diferencia de la católica, salvo en algunos puntos en los que sí hay diferencia: la existencia y la esencia de Dios.

- Sobre la existencia según su teología acerca de la naturaleza de Dios, este está siempre presente en todos lados, condicionando las relaciones entre Dios y el hombre. Llega a una especie de panteísmo: por todos lados está la presencia de Dios, al que llama Absoluto. Todo está orientado a demostrar la existencia de Dios, que es clara y evidente. Dios imprime en el hombre el conocimiento de él, hasta tal punto que Dios se encuentra hasta en la médula de nuestros huesos. La existencia de Dios no se aprende en la escuela, sino que él se vale de su fuerza para estar siempre presente en el hombre. - Respecto a la esencia, Calvino se pregunta cómo llegar a ella; y dice que a Dios le pertenece existir por sí mismo, por su esencia alejada del resto de la creación. Dios es indescriptible y etéreo. Y según Calvino tendría los siguientes atributos divinos.

La sapiencia: la sabiduría divina que está presente en la justicia, en el

juicio, la misericordia y la potencia de Dios.

La santidad: es la verdadera fuente de toda verdad y es contraria a la miseria humana. Todo lo que se dice de Dios está dicho desde el hombre para hundirlo y contrariarlo, para humillarlo e infundir temor reverencial, y orientarlo hacia la fecunda actuación de sus convicciones religiosas.

La predestinación: predestinación y providencia hacen que se eleve el poder de Dios, se corrompa el hombre y su libertad e iniciativa. Hay dos sujetos enfrentados: Dios y el hombre. Y este es cada vez más pequeño ante Dios, y Dios cada vez más grande ante el hombre. Para Calvino, el hombre solo tiene un valor instrumental; instrumento del que se sirve Dios para su mayor gloria. La providencia es la acción divina por la que se muestra la acción de

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Dios en el hombre. Para Calvino el hombre es el culpable del mal, no Dios. Es del corazón del hombre desde donde surge la concupiscencia que va en contra de los planes de Dios. El mal existe porque Dios se sirve de él para demostrar su domino sobre la naturaleza y para probar la paciencia de sus elegidos. La predestinación sería el decreto eterno con el que la voluntad de Dios, en su majestad, ha querido hacer con los hombres, destinando a algunos a la vida eterna y a otros a la muerte eterna. El Decreto eterno es aquel que expresa públicamente la voluntad del soberano, en este caso, Dios, dado desde su majestad, que revela lo que él quiere hacer con los hombres: unos a la vida eterna y otros a la muerte eterna. De aquí se deducen dos principios teológicos: # El domino de Dios sobre el hombre: Dios es el único dueño y juez de todo, y según su querer no es un padre, sino un dictador. # Hay una paradoja en la condena querida por Dios, que realiza el decreto supremo de la predestinación: Dios se vale de la predestinación para demostrar su poder absoluto, pero cebándose en el hombre, que no puede hacer nada ante Dios, pues eso mermaría su soberanía absoluta y divina. Por tanto, la acción de Dios según Calvino se parece más a la crueldad del tirano, que a la acción de un juez misericordioso. Es un Dios tirano que actúa cruel y sanguinariamente.

5.2.- La Reforma en Inglaterra

Enrique VIII (1509-1547) se casó por intereses políticos con Catalina de Aragón, viuda de su hermano Arturo, al ser tía de Felipe II. Enrique, de sentimientos católicos, combatió la difusión del Luteranismo en Inglaterra, e incluso escribió un libro De Septem Sacramentis contra Lutero, que le mereció de parte de León X el título de defensor de la fe. Tuvo cinco hijos con Catalina, pero solo sobrevivió María Tudor. En 1527 inicia el proceso de separación de Catalina para casarse con Ana Bolena. El cardenal Wolsey,

primer ministro, se puso de parte del rey, mientras que el obispo de Rochester, Juan Fisher, se decantó por Catalina, defendiendo la validez del matrimonio.

Catalina

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Clemente VII envió en 1528 al cardenal Lorenzo Campegio como Legado para presidir el Tribunal Eclesiástico que juzgaría el caso. También por estas fechas, en 1530, Tomás Moro fue nombrado Canciller del reino. Por consejo de Tomas Cranmer, capellán de la familia de Ana Bolena, Enrique pidió el parecer de las Universidades, y la mayoría fue contraria a la nulidad. Enrique, viendo que la nulidad era imposible, optó por el camino del Cisma. En la Asamblea del Clero de 1531 puso en vigor el estatuto Praemunire de 1353, que prohibía la apelación a los tribunales romanos sobre prebendas y beneficios eclesiásticos. Enrique lo amplía a toda clase de apelaciones. En 1533 se casará con Ana Bolena y en mayo de ese año Cramer declaró nulo el matrimonio con Catalina. En agosto nació Isabel I. El Papa declaró nulo el matrimonio con Ana. El parlamento inglés, en noviembre de 1534 promulgó el Acta de Supremacía, por el que se declaraba al rey cabeza suprema de la Iglesia de Inglaterra. El que no prestase el juramento de supremacía y el de sucesión, que implicaba el reconocimiento del matrimonio con Ana, sería considerado reo de alta traición. Moro y Fisher fueron ejecutados pagando con su vida la fidelidad a la Iglesia Católica. Enrique encontró una gran oposición entre el clero regular y muchos frailes fueron ejecutados. Y desde 1535 hasta 1540 todos los monasterios fueron suprimidos, incautándose el rey de sus bienes. El Papa Pablo III excomulgó a Enrique en 1535. La doctrina de la Iglesia permaneció inmutable, incluso se castigaba con la pena de muerte a los sacerdotes adictos al luteranismo. El Estatuto de Sangre de 1539 imponía bajo pena de muerte, la aceptación de los seis artículos de fe de la Iglesia anglicana:

1. La transubstanciación 2. El celibato considerado como de origen divino 3. Los votos monásticos 4. La comunión bajo una sola especie 5. La confesión 6. Misa por los difuntos

En 1546 se prohibió al pueblo la lectura privada de la Biblia y bajo el reinado de Eduardo III, hijo del matrimonio con su tercera esposa Juana de Seymour, entra el protestantismo en Inglaterra, a lo que contribuyó sobre todo Cranmer. Calvino envió instrucciones por escrito. Se prohibió la misa privada y el celibato eclesiástico, se eliminó el carácter sacrificial de la misa y la ordenación

Ana

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sacerdotal, y se autorizó la comunión bajo las dos especies. Esto está escrito en el libro La Oración Común de 1549. En 1553 se compuso una profesión de fe de 42 artículos, influida por el calvinismo, sobre todo en lo referente a la Eucaristía.

A Eduardo VI le sucedió María Tudor, y con ella se instauró de nuevo el catolicismo. Los obispos legítimos volvieron a sus sedes y los ministros protestantes se sustituyeron por obispos y sacerdotes católicos. Pero María murió pronto y le sucedió Isabel I, que ya le dio definitivamente un toque protestante a la Iglesia de Inglaterra.

La Revolución Gloriosa de 1688 y Guillermo de Orange, promulgaron una ley que excluía del trono a los católicos, permaneciendo estos en inferioridad hasta la Revolución Francesa.

------------------00000000000------------------ LAS CONFESIONES RELIGIOSAS EN EUROPA