teresa de jesús - santa inquieta y andariega

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PLIEGO En el marco del V Centenario del nacimiento de santa Teresa de Jesús, es deseo del autor ofrecer una ayuda a quienes tienen el interés de entender mejor a la religiosa abulense y, así, crecer en experiencia de Dios y saciar la sed de absoluto que experimentamos en nuestro cotidiano vivir. De paso, nos permitirá conocer un poco mejor su incidencia en la renovación de la Iglesia a lo largo de estos casi cinco siglos, gracias a su ejemplo de vida y a la profunda espiritualidad de sus escritos. TERESA DE JESÚS, LA SANTA INQUIETA Y ANDARIEGA Claves para la lectura de sus escritos ANDRÉS PÉREZ GARCÍA, SM 2.952. Agosto de 2015

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Pliego de Vida Nueva sobre santa teresa

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Page 1: Teresa de Jesús - Santa Inquieta y Andariega

PLIEGO

En el marco del V Centenario del nacimiento de santa Teresa de Jesús, es deseo del autor ofrecer una ayuda a quienes tienen el interés de entender mejor a la religiosa abulense y, así, crecer en experiencia de Dios y saciar

la sed de absoluto que experimentamos en nuestro cotidiano vivir. De paso, nos permitirá conocer un poco mejor su incidencia

en la renovación de la Iglesia a lo largo de estos casi cinco siglos, gracias a su ejemplo de vida y a la profunda espiritualidad de sus escritos.

TERESA DE JESÚS,LA SANTA INQUIETA

Y ANDARIEGA

Claves para la lectura de sus escritos

ANDRÉS PÉREZ GARCÍA, SM

2.952. Agosto de 2015

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Mística, doctora… y mujerEl Lazarillo, Juan de Herrera, Diego de Siloé, El Greco… realizaron sus mejores obras. Tuvo relación directa o epistolar con Felipe II, virreyes, príncipes, nobles, banqueros, mercaderes, arrieros… Entre los eclesiásticos, trató a cardenales, nuncios, obispos, teólogos, confesores, beatas pícaras, poderosas abadesas, sin olvidar a santos contemporáneos suyos: Pedro de Alcántara, Juan de Ávila, Luis Beltrán, Francisco de Borja, Juan de Ribera, Juan de la Cruz. Algo excepcional, y más ¡siendo monja de clausura!

En el ámbito religioso es una época convulsa, de insólita inquietud espiritual y, a la vez, de dura persecución de ideas. La hostilidad entre cristianos viejos y nuevos, erasmistas, protestantes, alumbrados, brujas creó un clima angustioso de sospecha y miedo. Los inquisidores extremaron la vigilancia sobre la moral, costumbres y escritos de clérigos y rezadores. Cualquiera podía ser acusado, estigmatizado como hereje y condenado sin piedad. Quizás aquí radique la clave del último suspiro liberador de la santa en el momento de morir: “Al fin, muero hija de la Iglesia”.

II. TERESA DE JESÚS POR TERESA DE JESÚS

Teresa de Jesús va tejiendo su propia autobiografía: desde los análisis de los mecanismos contemplativos, la mística, a las peripecias de acción, la empresa reformadora. Con su pluma, ella misma esbozó un admirable cuadro configurado por su condición de mujer, de enferma, de conversa, de mística, de reformadora, de escritora, de monja.

Más que una biografía cronológica al uso, rescataremos aspectos que

nos ayuden a mejor comprender sus escritos. Conocemos el personaje de Teresa desde niños, la conocemos a ella desde niña, sabemos de sus ideales, de sus juegos con su hermano Rodrigo, de su fuga fallida para “hacerse descabezar por los moros”, de su fascinación porque en los libros que leía pena y gloria eran para siempre, como gustaba repetir a modo de divisa en su vida: “Para siempre, siempre”.

1. VidaEn el Libro de la vida da cuenta

de hechos objetivos: número de hermanos (doce, diez del segundo y dos del primer matrimonio); la muerte de su madre; el matrimonio de su hermana; la preocupación de su padre al verla crecer guapa, simpática y coqueta y sin ninguna mujer “que mire por ella”; el envío como interna a las agustinas, hasta que una enfermedad aconseja sacarla para su recuperación; la visita a un tío, gran amigo de lecturas espirituales. Y cómo, ya curada, toma “la determinada determinación” de hacerse monja en la Encarnación. Desde aquella huida de casa al convento, en la madrugada del 2 de noviembre de 1535, hasta la llamada “su segunda conversión”, que describe como verse ante un “Cristo muy llagado” y que también coincide con la lectura de las Confesiones de san Agustín, han pasado casi 20 años. Los años largos de mediocridad espiritual representaron para Teresa su tormento secreto ante Dios: la voz del monasterio la declaraba una monja ejemplar, “hermosa, discreta y santa”. Más tarde, llamó “falsos testimonios” a estos tres elogios. La hermosura, “porque cuando oyendo esto se miraba en el espejo no acababa de atinar por qué le levantaban tan gran mentir”. Respecto a lo de santa, “siempre entendía que se engañaban. No soy tan boba que ni siquiera una vez me lo haya creído, aunque no sea más que un tantito”.

España celebra el V Centenario del nacimiento de santa Teresa de Jesús, ocurrido un 28 de marzo de

1515 en Ávila. Instituciones religiosas, académicas y culturales se han implicado en actividades diversas para acercarnos más al conocimiento de una gran santa, muy mujer y muy española.

Santa Teresa ha sido muy conocida, leída y ponderada por santos, místicos y papas. Sería fascinante conocer la incidencia que Teresa ha tenido en la renovación de la Iglesia en estos casi cinco siglos, gracias a su ejemplo de vida y a sus escritos. ¿Tiene hoy algo que decirnos a quienes vivimos en un mundo tan distinto, tan sumido en el consumismo, tan apegado a lo terrenal y tan ajeno e indiferente a lo espiritual?

En una de sus últimas audiencias, nuestro venerable papa emérito, Benedicto XVI, nos decía: “En nuestra sociedad, a menudo carente de valores espirituales, Teresa nos enseña a ser testigos incansables de Dios, de su presencia y de su acción, nos enseña a sentir realmente esta sed de Dios que existe en lo más hondo del corazón humano, ese deseo de buscar a Dios, de dialogar con Él y de ser sus amigos. Que el ejemplo de esta santa castellana, profundamente contemplativa y eficazmente activa, nos impulse también a nosotros a dedicar cada día un tiempo adecuado a la oración, a buscar a Dios, para verlo, para encontrar su amistad y así la verdadera vida”.

I. MARCO HISTÓRICO

Teresa de Cepeda y Ahumada vivió en el siglo XVI. Entre otros, fue contemporánea de Erasmo, Lutero, Carlos I y Felipe II. Una época compleja, en la que la monarquía española alcanzó el máximo poderío económico, militar y político. Salamanca y Alcalá eran referentes culturales en Europa. El arte conoció un desarrollo sin precedentes: Garcilaso, Lope, Cervantes,

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Sale a cuidar a su padre “estando yo más enferma en el alma que él en el cuerpo”. Queda confundida ante la virtud de su padre. Las visitas en el locutorio, las salidas continúan por demasiado tiempo. “Así comencé de pasatiempo en pasatiempo, de vanidad en vanidad, de ocasión en ocasión, a meterme en tantas ocasiones y andar tan estragada mi alma. En mí escarmienten. Huyan de semejantes recreaciones”. Cumple trabajosamente su ejercicio diario de oración aunque le cueste un mundo. “Pasaba una vida trabajosísima porque en la oración entendía más mis faltas; por una parte, me llamaba Dios, por otra, yo seguía en el mundo, dábanme gran contento las cosas de Dios, teníanme atadas las del mundo”. “Dejar la oración es perder el camino. El abandono de la oración arrastra tras sí toda la vida”.

Comprende las deficiencias suyas, sus aplazamientos, su sordera… y la misericordia de Dios: “Fue tanto lo que sentí de lo mal que había agradecido aquellas llagas, que el corazón me parece que se me partía y arrrojéme cabe Él con grandísimo derramamiento de lágrimas, suplicándole me fortaleciese ya de una vez para no ofenderle”. Este proceso lo asemeja a la peripecia del gusano de seda que, de “grande y feo…, se acaba y sale del mesmo capullo una mariposa blanca muy graciosa”. “Comenzando a quitar ocasiones y darme más a la oración, el Señor me regalaba mercedes”.

2. Entre el prodigio y el milagroTeresa de Jesús experimentó vivencias

extraordinarias que describe con detalle: éxtasis, visiones, cogniciones, audiciones, arrobamientos. Entre los 42

y los 48 años, estos sucesos eran casi a diario y ocurrían también en público. “Se han tornado los arrobamientos y hame dado pena; porque algunas veces es en público. Quedo tan corridísima que me querría meter no sé dónde”. Algunas veces quiso ocultarlos, diciendo que se trataba de ataques cardíacos.

Pero lo más singular es el registro de imágenes o palabras divinas, comunicación fluida con Dios, sin el apoyo de elementos sensibles. “Con los ojos y los oídos del alma, mas entendía que era el Señor el que me hablaba. No se puede hablar, no los ojos abrir, manos extendidas como palos, cuerpo en pie o de rodillas, cuerpo desasistido o desamparado con la muerte de las cosas exteriores y la pérdida de los sentidos”. He aquí algunas: “Parecíame estar en el cielo… y las primeras personas que vi fue a mi padre y madre”.

“Le dije al confesor que Jesús andaba siempre a mi lado. Preguntóme en qué forma lo veía. Yo le dije que no sabía cómo, mas que no podía dejar de entender que estaba cabe mí y lo veía claro. ¿Y quién dijo que era Jesucristo? Él me lo dice muchas veces, respondí yo; mas antes que me lo dijese, se imprimió en mi entendimiento que era Él”.

“Todo lo que he dicho lo entendí hablándome, algunas veces, otras sin hablarme, con más claridad algunas cosas que las que por las palabras me lo decían”.

Su experiencia mística más celebrada se conoce como transverberación. Una visión corporal, la ve con “los ojos de la cara”. Un ángel pequeño que llevaba en sus manos un dardo largo de oro acabado en punta de fuego. “Me parecía meter este por el corazón algunas veces y que me llegaba a las entrañas… y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. No es dolor corporal, sino espiritual, aunque no deja de participar el cuerpo en algo y aun harto”.

Al comienzo de estas experiencias, Teresa se vio atormentada por una duda dramática: no sabía si se trataba de un engaño de sí misma, de una tentación del demonio o de una merced de Dios. También ella participa de la tradición popular de su época, que atribuía a Satanás un influjo especial sobre

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El éxtasis de Santa Teresa

(1647-1651), de Gian Lorenzo

Bernini

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primera Regla y obedecer a la Orden”. Los confesores frenaban su ímpetu de renovación, considerando que era obra del demonio. Pedro de Alcántara la ayudó a afirmarse en su proyecto. Uno de los tantos mensajes divinos fue concluyente: “Mandóme mucho su Majestad lo procurase con todas mis fuerzas, haciéndome grandes promesas de que no se dejara de hacer el monasterio y se serviría mucho de él, que se llamase San José y que Cristo se andaría con nosotras; que dijese a mi confesor esto que me mandaba y que le rogaba Él que no fuese contra ello ni me lo estorbase”.

Teresa sabía que iba a encontrar dificultades, pero no pudo calcular lo costoso que le resultará vencerlas. En la Encarnación la acusan de ir contra el convento, de darse importancia. Es la irrisión de la ciudad, los alborotos se multiplican. Por esta época, acosa la amenaza de la Inquisición. Sus diálogos con la “voz interior” tienen acentos de queja: “Señor mío, ¿cómo mandáis cosas que parecen imposibles?, atada por todas partes, sin dineros, sin adónde los tener, ni para Breve, ni para nada. ¿Qué puedo hacer yo, Señor?”. Desde el principio, Teresa se sintió fortalecida

3. ReformaDesde sus primeros años de monja,

vivía acongojada por el ambiente de la Encarnación. La disipación mundana ahuyentaba el recogimiento espiritual e imposibilitaba la unión con Dios. La libertad de entradas y salidas era grande, podían comunicarse con el exterior a discreción, recibir visitas, enviar mensajes. Muchas no habían ingresado por vocación, sino por razones afectivas, familiares, económicas, sociales. Las relaciones suponían donativos para el sostenimiento del monasterio, cuyos recursos eran escasos. Había monjas de familia acomodada con criadas o parientes a su servicio y disponían de celda propia con cocina incluida. Mientras, las menos favorecidas habían de contentarse con un dormitorio común y comida insuficiente. El número de monjas era muy alto (hasta 180) y el edificio escaso y mal acondicionado.

La necesidad de la reforma estaba también en el ambiente eclesial. Juan de Ávila, Pedro de Alcántara, Ignacio o María Jesús Yepes son ejemplos de ello. En Teresa surgió la idea de fundar conventos cerrados, en los que se debía “orar sin cesar, sujetarse a la

las personas. Los demonios fueron una constante en la vida de Teresa, sabiéndolos presentes con mayor certeza que si los estuviese viendo. “Pocas veces lo he visto tomando forma y muchas sin ninguna forma, como la visión, que sin forma se ve claro está allí”. “Son tantas veces que estos malditos me atormentan”.

Si nos fiamos de su relato, la movió a la segunda conversión una visión del infierno: “Entendí que quería el Señor que viese el lugar que los demonios allá me tenían aparejado y yo merecido por mis pecados. Parecíame la entrada a manera de un callejón muy largo y estrecho a manera de horno muy bajo, escuro y angosto; el suelo me pareció de un agua como de lodo muy sucio y de pestilencial olor y muchas sabandijas malas en él… Sentí un fuego en el alma… Dolores corporales tan incomparables y ver que habían de ser sin fin y sin jamás cesar. Agonizar el alma, un apretamiento, un ahogamiento, una aflicción tan sensible y con tan desesperado y afligido contento. Me sentí quemar y desmenuzar y digo que aquel fuego y desesperación interior es lo peor. Fue una de las mayores mercedes que el Señor me ha dado”. Aquí, dice, encuentra la energía para comenzar las fundaciones y así salvar almas.

Rara es la carta en la que no menciona los engaños de los demonios. Tanto el Libro de la vida como Las fundaciones contienen pasajes sobre ellos. En varias ocasiones dice haberla provocado contusiones “en el cuerpo, cabeza y brazos”. Para protegerse, se defendía con agua bendita, santiguándose o entregándose a la oración. También tenía fe en la eficacia de los exorcismos.

A su vez, era muy entusiasta de los milagros, y en vida tuvo fama de milagrera. Se sentía favorecida y asistida por Dios con el don de la curación o en el traslado del alma de un difunto del purgatorio al cielo. “En esto de sacar Nuestro Señor almas de pecados graves por suplicárselo yo, es muchas veces. Y de sacar almas del purgatorio y otras cosas señaladas son tantas las mercedes que el Señor me ha dado que sería cansarme y cansar a quien lo leyese, si las hubiese de decir y mucho más en la salud de almas que de cuerpos”.

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Estatua de la santa en la capital abulense

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por el mandato divino recibido: “¿No sabes que soy poderoso? ¿De qué temes?”.

4. FundacionesPara la fundación de San José tuvo que

vencer muchas dificultades: trabas tanto de la autoridad civil como religiosa para los permisos, el motín ciudadano en contra de la vida encerrada, la penuria de medios, la compra del local y agresiones de congregaciones del lugar. Estas dificultades se repetirán en las futuras fundaciones. El mayor escándalo público aconteció en Ávila con el estallido de un hostil pronunciamiento masivo favorecido por las autoridades, apoyado por la población y hostigado por un amplio sector de las monjas de la Encarnación. La firme postura del obispo libró al convento de ser desmantelado.

Teresa implementó el mandato del Señor con la creación de pequeñas comunidades, con un número de monjas no superior a trece, regidas por la entrega a la oración y sometidas a la Regla primitiva. Añadía, además, la exigencia de las siguientes virtudes cristianas: la humildad auténtica, el amor al prójimo, el desasimiento del

mundo y, como principio supremo, la vinculación con el divino Esposo.

En 1567, el superior del Carmelo le otorgó licencias para fundar conventos femeninos solo en las dos Castillas, con el apoyo de algunas monjas voluntarias de la Encarnación. Entre la primera ola de fundaciones (1563-1569), se crearon nada menos que nueve conventos, y la segunda (1574-1576) la encargaron de gobernar el monasterio de la Encarnación en decadencia. La recibieron con abucheos. Ella no se arredró y, con habilidad y humildad, consiguió su adhesión al prometer su sometimiento a acuerdos consensuados y presentarse como compañera, ya que la priora sería Nuestra Señora.

Se reanudaron las fundaciones a partir de 1574, pero, en 1576, Teresa tuvo que abandonar Sevilla por obediencia y recluirse en Toledo, apartada de toda actividad fundadora.

En los tres últimos años de su vida, con la salud muy deteriorada, tuvo arrestos suficientes para acometer las últimas fundaciones. Para las de Soria y Burgos, a punto de abandonar, recibió este mandato: “¿Qué temes? ¿Cuándo te he fallado yo? El mismo que he sido, soy ahora; no dejes de hacer estas

dos fundaciones”. Y comenta a reglón seguido: “Así quedé determinada y animada, que todo el mundo no bastará a ponerme contradicción, y comencé luego a tratar de ello y comenzó nuestro Señor a darme medios”.

5. Descalzos y calzadosMención aparte merecen los

enfrentamientos entre calzados y descalzos. Sus Cartas ofrecen una buena información sobre la guerra intestina carmelitana durante seis años. Los del paño hostigaron sin piedad a los descalzos con revocación de documentos, excomuniones, calumnias, mentiras, insultos, golpes, amenazas, reclusiones en el calabozo del convento. En 1576, la conflagración había llegado al máximo nivel jerárquico. Los calzados contaban con el apoyo del Papa y del superior general; los descalzos, con el de Felipe II y el nuncio en España. Teresa decidió escribir al Rey y sugerir la separación de los carmelitas en dos ramas. A mediados de 1580, terminó la contienda mediante la escisión de los calzados y descalzos. La independencia fue otorgada a los descalzos por un Breve emitido por el Papa el 22 de junio de 1580.

6. InquisiciónSu familia sufrió el rigor de la

Inquisición en la generación anterior. El secreto de su linaje judío se lo llevó a la tumba. Secreto que salió a la luz a mitad del siglo XX y provocó un tembladeral en el entorno teresiano. Hoy nadie discute su ascendencia judía. No llegó a vivir el castigo humillante infligido a su abuelo paterno: confesión pública y paseos por Toledo con el temido sambenito durante seis meses. Pero sí tuvo repercusiones en su vida. Nació en Ávila y renunció a llamarse Teresa Sánchez, apellido de su padre. Seguramente, la sombra terrorífica de la Inquisición la persiguió durante toda su vida. Hasta los 42 años no se topó de frente con su amenaza. Su vulnerabilidad ante una posible delación era extrema: sus visiones y éxtasis fueron interpretados como manifestaciones del diablo. En 1575, la Inquisición procedió contra ella por considerar el Libro de la vida “doctrina nueva, supersticiosa y de embustes,

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muchos libros de romance, que no se leyesen, yo lo sentí mucho, porque algunos me daban recreación; yo no podía ya por dejarlos en latín, me dijo el Señor: ‘No tengas pena, que yo te daré libro vivo’. Sería el trato con Jesucristo, el libro verdadero donde he visto las verdades”.

Aunque la sombra de la Inquisición intimidaba, Teresa no se dejó amilanar. Se inició como escritora en 1562, siempre con el visto bueno del confesor de turno. Por cierto, la lista de sesudos varones es inacabable: desde su segunda conversión se pueden enumerar más de 35; de ellos, nueve jesuitas, diez dominicos, carmelitas como Juan de la Cruz y Jerónimo Gracián. En unos buscó el estímulo para crecer en su vida interior; y en otros, la aprobación, el níhil óbstat de la autoridad eclesial.

Su mayor mérito literario reside en un autoanálisis psíquico y espiritual describiendo con finura y precisión sus vivencias. Para conocer la experiencia teresiana, es recomendable leer con detenimiento sus libros más significativos: Camino de perfección, Las Moradas, Libro de la vida, Fundaciones y Epistolario. La autobiografía, Libro de la vida, es una lectura necesaria, pero insuficiente. Retazos de su historia personal se encuentran dispersos en varios libros. Sus escritos brotan de su experiencia vital, pero no solo en diálogo con el Señor, sino con la realidad de su tiempo y sus coetáneos.

Escribe desde la cátedra de la vida por obediencia. Sus miles de páginas son vida comunicada, carta íntima al lector. A veces se excusa por la falta de tiempo y es consciente del desorden que ofrece su relato: “Escribo sino a pocos a pocos. Pueden ser algunas cosas mal declaradas y otras puestas dos veces”.

Observamos en bastantes de los escritos de la santa un emisor doble, ella y el Espíritu Santo: “Porque veo claro que no soy yo quien lo dice; que ni lo ordeno con el entendimiento ni sé después cómo lo acerté a decir… Aclaró Dios mi entendimiento, unas veces con palabras y otras poniéndome delante cómo lo había de decir”.

El receptor en muchos casos es múltiple: uno inmediato, el confesor; pero, además, habla a Jesucristo, a sus

mano, solo un dedo me parece podía menear de la mano derecha”. Teresa estuvo casi siempre enferma: terribles dolores de cabeza, fiebres cuartanas, males de garganta y bronquios, vómitos casi constantes, padeció también dolores agudos de corazón, “de quijadas” (¿trigémino?), amén de parálisis y temblores espasmódicos. Sin hablar de sangrías, del cáncer uterino o la terrible hemorragia de la que murió.

Resulta difícil explicarse cómo pudo desarrollar una actividad incesante, recorriendo miles de leguas por caminos polvorientos, dificultades, trabajos intensos, comiendo poco y durmiendo dos o tres horas diarias durante años. Aunque la medicina de hoy arriesga diagnósticos variopintos, nadie discutirá en ella una voluntad de hierro, su fe inquebrantable y un amor incondicional a Jesús, su “divino Esposo”.

III. TERESA, ESCRITORA

Teresa de Jesús, la primera escritora española en prosa y en verso con todos los honores, no alcanzó a serlo por azar. Desde niña mostró afición por los libros. Si bien fue autodidacta, su inclinación a la lectura se la debió a sus padres. La madre se interesaba por las novelas de caballería; y el padre, por los textos religiosos. Ella se decantó más por la lectura seria y profunda de temática religiosa. Las Confesiones fue, sin duda, el libro que más la impactó: “Como comencé a leer las Confesiones, parecíame que me creía yo allí”.

Con la publicación del Índex experimentó una profunda contrariedad: “Cuando se quitaron

análoga a los alumbrados”. La princesa de Éboli la denunció por venganza. Varios de sus primeros manuscritos fueron destruidos. En Sevilla los inquisidores investigaron el interior del convento debido a acusaciones de brujería e inmoralidad, sin resultados. No obstante, el nuncio ordenó el encierro de Teresa en un convento castellano y la tildó de “fémina inquieta, andariega, desobediente y contumaz que, a título de devoción, inventa malas doctrinas, andando fuera de la clausura, contra el orden tridentino y prelados, enseñando como maestra, contra lo que san Pablo enseñó mandando que las mujeres no enseñasen”. Para sortear los riesgos que se cernían sobre ella, esgrimió gran entereza y habilidad difíciles de superar. Remitía sus escritos a consultores desde una postura ingenua, presentándose como una “monja ignorante”. “En todo me sujeto a lo que tiene la Madre Santa Iglesia Romana, y antes que vengan a vuestras manos, hermanas mías, los verán letrados y personas espirituales”.

7. EnfermedadesLa santa nunca dejó de sentirse frágil

en su salud. Se vio afectada “por una gran enfermedad, con graves desmayos” al llevar año y medio interna en las agustinas. Ya en la Encarnación, se inició la espectacular enfermedad entre los 22 y los 41 años: “Comenzáronme a crecer desmayos y diome un mal de corazón tan grandísimo que ponía espanto a quien lo veía”. “Estaba tan abrasada que se comenzaron a encoger los nervios, con dolores tan incomparables que, día ni noche, ningún sosiego podía tener; una tristeza muy profunda”. Un ataque cataléptico la mantiene aparentemente muerta durante cuatro días. La sepultura del convento espera abierta mientras su padre repite desesperado: “Esta hija no está para enterrar”. Describe el momento de su vuelta en sí: “Tenía la lengua hecha pedazos de mordida; la garganta de no haber pasado nada, que me ahogaba, que aún el agua no podía pasar, todo me parecía estaba descoyuntada, con grandísimo desatino en la cabeza; toda encogida, hecha un ovillo, sin poderme menear, más que si estuviese muerta, ni brazo ni pie, ni

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Monasterio de la Encarnación, en Ávila

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monjas y a todos sus lectores. No pocas veces parece que escribiera a un lector docto, varón, letrado, que debe velar por su ortodoxia.

Su estilo –humilde, espontáneo, detallista, fácil de leer, de pluma ocurrente y creativa, uso de un lenguaje llano, familiar, engarzado con una sintaxis sencilla– busca la eficacia comunicativa. Con sus vivencias quiere servir de guía a quienes desean adentrarse por los caminos del encuentro con Dios.

Teresa es muy consciente del reto permanente al que se enfrenta como mística: “Una merced es dar el Señor la merced, y otra es entender qué merced es y qué gracia; otra es saber decirla y dar a entender cómo es”. Por eso se nutre de comparaciones, símbolos, metáforas, alegorías para paliar la insuficiencia del lenguaje. “Habré de aprovechar alguna comparación, aunque yo las quisiera excusar por ser mujer y escribir lo que me mandan; este lenguaje del espíritu es tan malo de declarar a los que no saben letras, como yo”. “Las groseras comparaciones para tan preciosa causa no me contentan, pero no sé otras”.

1. ‘Libro de la vida’Su inauguración como escritora y su

obra más famosa. Figura hoy como una de las grandes obras universales. Es el primer libro escrito por una mujer que forma parte del patrimonio cultural de Occidente. El único libro suyo que contiene referencias a la etapa infantil. Lo escribió a petición de su confesor. Lo envió al P. Báñez y prohibió su lectura.

Años más tarde, por mandato del mismo Báñez, ahora su confesor, escribió una segunda versión más estructurada y ya dividida en capítulos. Comenzaron a circular copias manuscritas. Con una de ellas, la princesa de Éboli la denunció a la Inquisición. El expediente abierto se perpetuó en el tribunal de la Inquisición y nunca obtuvo sentencia. El cardenal Quiroga, inquisidor general, en 1580 se refirió a él muy favorablemente.

Es un escrito original: conjuga aspectos narrativos con predicación, tratado espiritual, diálogo, oración… Este tema ocupa once capítulos: la oración, puerta por la que Dios se coló una y otra vez en la vida de Teresa. Se sirve del símil de las cuatro maneras de regar el huerto (agua del pozo, agua de la noria, agua del río y agua de lluvia) para explicar los cuatro grados de la oración, desde los primeros pasos hasta la unión con Dios.

Su contenido es un compendio de enseñanza en la práctica de la oración mental. Una descripción de la propia alma y sus más subidas experiencias. Se estructura sobre la antítesis misericordia de Dios/miseria humana, simbolizada mediante el contraste luz/oscuridad: Dios es fuente de luz, de vida y alejarse de Él equivale a morir. Esta oposición es el telón de fondo del libro y de su historia personal: la misericordia infinita de Dios frente a su miseria.

No es un frío manual, sino una constatación viva de hechos acompañada de la interpretación de unos fenómenos que marcan el camino por donde Dios lleva a las almas a la unión con Él.

2. ‘Camino de perfección’Es un libro de mujer para mujeres,

algo inaudito en tiempos de preponderancia masculina. “No diré cosa que no tenga por experiencia”. Sin duda, una humilde justificación de su audacia por escribir sobre oración. Ha nacido el “librito” por ruegos de sus jóvenes novicias. Son “avisos” para aprender a orar orando. Es válido para el cristiano de todos los tiempos, también para los actuales. La esencia de la experiencia teresiana tiene su centro en Jesús, el Hijo, como camino y maestro de toda verdadera oración y del trato filial con el Padre.

Maestra de oración, nos trasmite su mensaje perenne y actual: “No es otra cosa, a mi parecer, sino tratar de amistad estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos que nos ama”. Pero habla, además, de los condicionamientos también actuales de la oración personal, como la determinada determinación, la soledad, el silencio y actitudes existenciales que la favorecen. “Diré algunas cosas que son necesarias tener las que pretendan llevar camino de oración. Solas tres me extenderé en declarar: la una, es amor unas a otras; otra, desasimiento de lo criado; la otra, verdadera humildad, que aunque la digo a la postre, es la principal y las abraza a todas”. “El progreso en la oración no está tanto en el pensar mucho sino en amar mucho”. Es curioso constatar que, para explicar a sus monjas en qué consiste la oración, acuda a comentar el Padrenuestro con detenimiento.

Además, refleja la problemática de España, la Inquisición y la marginación de la mujer en la sociedad y en la Iglesia.

3. ‘Las Moradas’ o ‘Castillo interior’En el prólogo confiesa que se ve

obligada a obedecer tres mandatos: uno, al “vidriero”. No es otro que el mismo Dios que, según Ana de Jesús, “hasta el nombre de poner en el libro le había dicho en particular”. Pero también forcejea con el P. Gracián y su confesor de turno, el P. Velázquez, que se lo ordenan. Considera “recia” la obediencia de escribir “sobre cosas para las que me pueden enseñar a mí”. “Que me dejen hilar e ir al coro.

Estancia del convento de la Encarnación

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sus casas, sino también de su familia, demostrando excepcional agudeza en el manejo de dinero, rentas, préstamos, inversiones y compras. Los economistas de hoy se quedarían maravillados. “Habla de Dios como de rentas y renteros”. El libro de cuentas que se conserva en el Carmelo de Medina es un ejemplo único de esta mujer innovadora, práctica y eficaz.

Otras publicaciones menos conocidas son: Constituciones, Exclamaciones del alma, Avisos, Modos de visitar los conventos, Relaciones y Poemas. Fray Luis de León se ocupa de la publicación de todas ellas de 1584 a 1588.

El reconocimiento de la Iglesia fue casi inmediato: beatificada en 1595 y canonizada en 1622. La proclamación como doctora de la Iglesia, antes rechazada por Roma a principios de siglo “por ser mujer y vivir en tiempos recios”, el 27 de septiembre de 1970, significó una ocasión de oro para conocer sus escritos y su espiritualidad. Quiera Dios que este V Centenario de su nacimiento impulse también a leer sus obras, profundizar en su espiritualidad y vivir su amor a Cristo y a su Iglesia.

Concluyo haciéndome eco de las palabras del P. Martín: “Son páginas de mujer, escritas con tan fina y conmovedora suavidad, que para escribirlas no basta ser escritora, ni doctora mística, es preciso ser mujer”.

Y de Gabriel y Galán:Mujer de inteligencia peregrinay corazón sublime de cristiana.Fue más divina cuanto más humanamás humana cuanto más divina”.

corte, etc. Por ellas corre, además, la vida de la Iglesia española.

Se ha perdido una gran mayoría; unas, por pedido expreso de la santa, al exigir la aniquilación de documentos comprometedores; otras, fenecieron en el camino o a manos de los ladrones o “funcionarios”; y por incuria de los destinatarios, otras. Conservamos solo unas 440 cartas. Al carmelita Efrén de la Madre de Dios, el número de 15.000 le parece corto.

Escribir cartas era un rito martirizante pero sagrado. Repite lo trabajoso que le resulta y la imposibilidad de zafarse del martirio de despachar la correspondencia. “Que es muy de noche y se va el mensajero mañana”. Todas ellas comienzan con el anagrama de

Jesús: Jhs, coronada la h con un rasgo horizontal que convierte su asta en cruz. El contenido es inabarcable. No faltan alusiones a la Reforma, necesidades materiales, consejos, orientación espiritual y hasta intimidades femeninas. Al principio, firmaba como Teresa de Ahumada y, después, Teresa

de Jesús. En ellas palpita una Teresa llena de humanidad.

5. ‘Libro de las Fundaciones’Es el último de los escritos de Teresa.

Lo escribió a ratos perdidos y robando horas al sueño. El más natural, más espontáneo y accesible. Lo comienza a los 58 años en Salamanca y lo termina diez años después en Burgos. Es la historia de su entrada en la geografía española, en la sociedad de su siglo y en la dramática evolución de los carmelitas. Relato lleno de personajes de todas las clases sociales, de caminos y carromatos, de posadas y palacios, peripecias de viaje y aventuras simpáticas. Todo, ensamblado con vivencias místicas.

Si en lo espiritual trató con teólogos, en lo terrenal aprendió de los mejores comerciantes el arte de utilizar los bienes materiales con mano hábil. Para sus conventos buscará la supervivencia económica, porque a sus monjas quiso pocas, libres de problemas materiales para rezar en paz y pobres. Ella se encargó de la economía no solo de

Que escriban los letrados que han estudiado… que soy una tonta y no sabré lo que me digo… que no soy para escribir ni tengo salud ni cabeza para ello”. Será una obra maestra de la mística de todos los tiempos. Desde el símbolo central, nos dice a los lectores, que cada hombre es como un castillo, que su interior es el alma y la puerta de ingreso es la oración. “Jamás nos acabamos de conocer, si no conocemos a Dios: mirando su grandeza, acudamos a nuestra bajeza. Mirando su limpieza, vernos nuestra suciedad. Considerando su humildad, vemos cuán lejos estamos de ser humildes”.

Más que un libro, es un símbolo maravilloso del misterio del hombre, la historia personal de su encuentro con Dios. Encuentro que arranca de las tinieblas del pecado, pasa por los difíciles caminos de la ascética y llega, al final, al abrazo transformador de Dios. Para explicar esa experiencia del encuentro, construye una espléndida alegoría: “Considerar el alma en gracia como un castillo todo de diamante o muy claro cristal adonde hay muchos aposentos”.

Su argumento: el alma de Teresa se va elevando de morada en morada, con deliciosos ejemplos como el del gusano de seda, el símbolo del amor conyugal; hasta llegar a la séptima, donde deposita lo mejor de su saber, la morada habitada por la divinidad y consagrada por el matrimonio espiritual con Jesucristo.

Afortunadamente, el manuscrito original de Las Moradas se ha custodiado como un tesoro en el Carmelo de Sevilla y allí permanece en la actualidad.

4. ‘Cartas’Son el espejo donde mejor se refleja

su humanidad, su inteligencia y su habilidad para la comunicación, un tesoro de sencillez y realismo. Cuando escribe, bromea, informa, aconseja, riñe y narra los acontecimientos ocurridos en los veinte años de correspondencia. De ellas brota un sinfín de amistades que llega a monjas, teólogos, mercaderes, arrieros, familiares, clérigos, nobleza,

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B I B L I O G R A F I A

→ ALONSO-FERNÁNDEZ., Francisco, Historia personal de la monja Teresa de Jesús, La hoja del monte, Madrid, 2013.

→ DE LA MADRE DE DIOS, Efrén y STEGGINK, Ottger, Tiempo y vida de Santa Teresa, BAC, Madrid, 1996.

→ GARCÍA VALDÉS, Olvido, Teresa de Jesús, Omega, Barcelona, 2001.

→ IZQUIERDO, Montserrat, Teresa de Jesús. Con los pies descalzos, San Pablo, Madrid, 2006.

→ JIMÉNEZ, Lydia (dir.), Santa Teresa al habla con el hombre de hoy. Preparando un centenario, Fundación Universitaria Española, Madrid, 2014.

→ TERESA DE JESÚS, Obras completas, Monte Carmelo, Burgos, 1977.