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Tesis Felipe Soto Uah, Patas de Perro, Carlos Droguett, animal, animalización, limitrofía, devenir-animal, Gilles Deleuze, Foucault, Derrida, Agamben, etcTRANSCRIPT
FACULTAD DE FILOSOFÍA Y HUMANIDADESDEPARTAMENTO DE LENGUA Y LITERATURA
“SALIR CORRIENDO: DEVENIR ANIMAL EN PATAS DE PERRO”
TESIS PARA OPTAR AL GRADO DE LICENCIADO EN LENGUA Y LITERATURA
Felipe Natanael Soto Miño
PROFESOR/ES GUÍA/S: Juan José Adriasola
Santiago, Chile(2014)
ÍNDICE
Introducción……………………………………………………………………………........3
Marco teórico………………………………………………………………………………..8
Capítulo I: En el territorio del poder……………………………………………………….16
Capítulo II: El devenir-animal de Bobi…………………………………………….…..…..32
Conclusión………………………………………………………………………………….49
Bibliografía…………………………………………………………………………………
52
1
INTRODUCCIÓN
La presente tesina abordará la novela Patas de Perro (1965) del escritor chileno Carlos
Droguett (1912-1993). El objetivo principal es realizar una indagación crítica en torno a los
fenómenos del animal y la animalización. En primer lugar, se trata de comprender la experiencia
del cuerpo animal de Bobi, a partir de su recepción social e individual. A su vez, proponemos una
lectura actual de la novela, inserta en el contexto de la llamada “cuestión animal” y la crisis del
sujeto. .
Inicialmente advertimos una dificultad en la interpretación del cuerpo de Bobi; sus patas
generan un conflicto de lectura. No es clara ni inmediata la manera en que se da y se comprueba el
cuerpo canino en la novela. A partir del texto nos es imposible extraer una razón de su cuerpo más
allá de la “desviación”. Desde una mirada crítica, la opción por simbolizar o alegorizar su figura
escolla con una construcción literaria que se configura internamente, como el testimonio de una
realidad extra-límites, es decir, de una experiencia animal. Por lo tanto, es necesario volver a leer
el fenómeno literario de “patas de perro”, atendiendo su calidad de texto experiencial, centrando en
el foco la narración de las vivencias de Bobi y la tensión que articulan tanto él como Carlos, el
Narrador de la historia. .
Una de las características del texto es la de su inquietud, junto a ella cabe posicionar,
también, la de su ambigüedad. Las posiciones alternativas en que puede mostrarse Bobi gracias a
su cuerpo mixto hombre-perro, resultan en un cuestionamiento de las categorías sociales de lo
normal y lo permisible, a la vez, complican las definiciones de lo humano por oposición al animal.
Esto provocará una incertidumbre constante en torno a qué se entiende por hombre y por animal.
2
Por otro lado notamos una ambigüedad en la recepción de las patas de perro, lo que da pie a
valoraciones disímiles en torno al sentido de su huída final. Estos son los conflictos específicos
que nos orientan a dirigir una exploración acabada del bloque que conforma Bobi y las patas.
De manera programática, se trata de comprender globalmente la naturaleza de esta tensión,
por medio de dos conceptos diversos: limitrofía y devenir-animal, de Jacques Derrida y Gilles
Deleuze respectivamente. Esta problematización nos permite pensar la compleja proximidad entre
lo humano y lo animal que realiza Droguett en Patas de perro. El asunto descrito requiere de una
explicación hipotética que permita, de forma más clara, avistar su génesis y supuestos. Hipótesis
de trabajo que desarrollaremos a continuación.
Desde el concepto de limitrofía puede ser leída la condición bifronte de Bobi como una
operación crítica y deconstructiva. Su cuerpo muestra la diferencia animal del hombre, inscrita
como un otro: una alteridad interna a su mismidad1. Las patas de perro logran fragmentar las
formalizaciones de lo humano como ente separado del animal. Las definiciones de hombre dadas
por la sociedad disciplinaria resultan, por ende, cuestionadas y deben ser comprendidas a la luz de
un dispositivo de producción discursiva que opera trasladando la carencia de determinación propia
del hombre a una carencia en el animal. Por otro lado, reconocemos que será ésta operación -de
larga data en la historia- la que se reconfigura en los diversos mecanismos del poder-saber, tales
como los ha descrito Michel Foucault. Estos mecanismos de poder están destinados a juzgar la
normalidad/anormalidad, humanidad/animalidad de Bobi y tendrán una presencia importante en la
1 Emmanuel Levinas es quien ha acuñado esta idea crítica de la ontología del ser. Él opone una alteridad –el rostro del otro- que antecedería a la conciencia. La relación con el otro es diacrónica, implica la diferencia y es imposible de tematizar. Dicha diferencia o alteridad máxima es singular, no es la nada o negatividad como antítesis de una producción de conciencia –el ser-. De ahí que Levinas asocie el gesto de totalización al logos griego y oponga la idea de infinito que representa la alteridad singular del rostro que no siendo –yo- traspasa al yo solipsista de la epistemología. Parte de esta idea nosotros la recogemos a través de Derrida apropósito de la relación de Bobi con sus patas.
3
novela. Dichos mecanismos serán puntualizados en aparatos e instituciones claves de la sociedad
moderna, en el Chile del siglo XX.
Desde esta visión, Patas de perro abordaría la animalidad de forma radical, desplazando una
escritura de tipo simbólico o metafórico, donde el animal sería signo de un sentido mayor o de un
pretexto didáctico o panfletario. Bobi y en particular sus patas, forman una realidad material mixta
de hombre y perro que no debe ser tomada inmediatamente como portadora de sentido, sino, como
un elemento extraño y disruptivo que genera una experiencia que no es exclusivamente
antropocéntrica. Por el contrario, vemos un cuestionamiento a las categorías tradicionales con las
que se afronta al animal en la literatura. .
Desde otro ángulo, el potencial de Bobi como animal inquieta, pues, amenaza con la
atracción y desfiguración/descentralización de la subjetividad y la significación. En la narración se
asiste una experimentación perruna de Bobi que está en las antípodas de algún significado
humanista-antropológico; se vivencia como huída e inmediatez. Tal ausencia de metaforicidad y
simbolismo, es contrastada con la recurrencia de una heterogeneidad por lo pronto irreductible,
referente a las patas. Sin embargo, dicha parte del cuerpo que se logra diferenciar del niño, no es
absolutamente inaccesible ni está incomunicada, pues estará disponible, específicamente como una
experiencia del ser arrastrado, de un devenir-animal, es decir, como la virtualidad de una
coexistencia, de una simbiosis en la cual, tanto la parte humana como la canina encuentran en la
conjunción una vía de realización que rebasa la subjetividad centrada2. Creemos que la novela
puede ser vinculada con cierto tipo de literatura animal o zooliteratura3 que se plantea las
cuestiones mencionadas de la experiencia animal y de la que Kafka, sería un ejemplo pionero,
2 Debemos aclarar inmediatamente que no vemos contradicción alguna entre irreductibilidad y comunicación, por cuanto los términos en relación deben permanecer como puntos de partida del nexo, que aquí enfatizamos.3 Una académica latinoamericana que se ha ocupado de este tema es Julieta Yelin. Puede leerse su posicionamiento frente al tema en el artículo: Para una teoría literaria posthumanista. La crítica en la trama de debates sobre la cuestión animal.
4
según los análisis de Deleuze-Guatari en su texto Kafka, por una literatura menor.
.
No obstante, y así dispuesto todo, la recepción de las patas de perro va a estar inserta en un
movimiento polémico por parte del mismo niño y de su compañero Carlos. El texto articula una
tensión respecto a esta experiencia animal que a cada paso debe ser revisada, puesto que
reintroduce elementos de resistencia contra su animalidad específica. Patas de perro es una novela
compleja que se configura entre la experiencia disolutiva del yo a la que arrastra el devenir-animal
y un fuerte componente de subjetividad centralizadora que valora ambiguamente dicho devenir.
En definitiva nuestra hipótesis general es que, Patas de perro puede considerarse como la
experiencia de una subjetividad puesta en crisis por la alteridad animal coexistente con el
niño, y que este proceso puede valorarse de una manera propositiva y no como el fracaso de
su humanización.
Estructuramos nuestro análisis a partir de la necesidad de dar cuenta de 3 movimientos
consecutivos que condensan la argumentación central de la tesina. 1) La normalización y la
disciplina del cuerpo de Bobi; 2) la interiorización de dicho discurso; 3) la activación de una
experiencia animal, bajo un flujo de deseo paralelo a la subjetividad que trata de levantar Bobi. De
esta manera segmentamos el desarrollo en torno a algunos desplazamientos paradigmáticos que se
operan en el texto en relación a la animalidad de Bobi. La organización –en rigor- sigue una
secuencia de cuatro grandes ejes divididos en dos capítulos. El primer capítulo aborda la
normalización social/institucional y lo que de ella se desprende: la conciencia normalizada. El
segundo capítulo en cambio, se ocupa de la desterritorialización y el tipo de reorganización que se
efectúa entre Bobi y sus patas, teniendo como base la conceptualización del deseo propuesta por
Deleuze-Guattari. .
Uno de los desafíos centrales para esta investigación es articular de forma pertinente los
5
conceptos teóricos, pues, no siempre van de la mano ni aluden a los problemas planteados por la
tesis en el mismo grado. En este sentido, ha sido de cierta facilidad la compartimentación entre
conceptos de Foucault y Deleuze o Foucault y Derrida. No obstante a lo largo del desarrollo puede
apreciarse algunos quiebres respecto a los conceptos de limitrofía y devenir-animal. La cuestión se
resuelve de modo operativo y en vista de los problemas tratados por cada capítulo, por lo que se
señala en cada caso la opción que nosotros tomamos para continuar con el desarrollo del análisis.
Investigar Patas de perro de Droguett, desde la perspectiva propuesta es relevante, no solo
porque se efectúa una actualización crítica frente a las formas ya realizadas de análisis de la
novela, sino porque empalma con una problemática actual que dice relación con los teóricos del
post-humanismo y la cuestión animal en la crítica literaria. Nos interesa extender algunos de estos
problemas hacia la obra. No solo el título Patas de perro alude a una animalidad patente, sino la
forma de tratar el problema en Droguett anuncia un resquebrajamiento de algunas nociones de
literatura tradicionales que deben ser puestas de plano bajo un marco teórico pertinente para
fomentar una discusión posterior. Nos referimos específicamente, al problema del realismo social
en literatura por un lado, y las innovaciones modernistas que, en Droguett pueden observarse en su
tratamiento estilístico de la obra a lo largo de su carrera. Ambos anclajes pueden verse
sobrepasados en Patas de perro, debido al cuestionamiento realizado, mediante la marginalidad
corporal de Bobi, del problema del sujeto. Como hemos señalado, la novela logra poner en tensión
el estatuto del sujeto a través de la experiencia corporal de la animalidad y esto abre un campo de
problemas que suenan particularmente actuales.4 .
4 Nos desmarcamos inmediatamente de valorar la anterioridad de Patas de perro, como una superioridad respecto al pensamiento filosófico. Si bien no puede negarse la influencia de la filosofía en Droguett, quien cita ocasionalmente a pensadores europeos ya clásicos (Nietzsche entre ellos), creemos firmemente que sus influencias están en la literatura, y en este sentido, Droguett es un lector ávido tanto del medio nacional y latinoamericano, como del modernismo europeo del que nutre sus temas. El pensamiento crítico y filosófico ha desarrollado estos problemas, con un pie en la literatura, de modo que es superfluo resaltar este aspecto.
6
Cuando acudimos a la recepción inmediata de Patas de perro por parte de la crítica, notamos
un balance desigual. Tuvo una valoración negativa, se le tildó de novela confusa. Una gran
excepción a dicha recepción fue la del escritor Manuel Rojas, quien prologó la novela y la
describió como una de las cimas de la literatura chilena del siglo XX. La impresión de Manuel
Rojas fue reafirmada desde el extranjero, y solo posteriormente se le ha reconocido el mérito a esta
novela. No obstante caben excepciones. En un artículo escrito por Ariel Dorfman cinco años tras la
publicación de Patas de perro se hacía una pregunta que hasta hoy merece seguir siendo analizada
en la novela: “¿De qué medios dispone la sociedad (especialmente la chilena) para encajonar al
hombre, cuales son los métodos que se utilizan para atraparnos? (Dorfman, 167). Para Dorfman el
problema de Bobi es el problema del encierro de la nueva sociedad moderna en Chile, en ella Bobi
se transforma en la bestia inclasificable, nada lejos de nuestro tema por cuanto focaliza claramente
el problema del encierro en conexión con el orden social moderno.
Por otro lado –y en otro contexto- el Coloquio Internacional sobre la obra de Droguett
(1981) celebrado en la Universidad de Poiters es uno de los documentos de crítica literaria más
relevantes de la obra de Droguett, en él se efectúan análisis detallados del conjunto de su obra. En
el documento publicado del Coloquio, críticos como Bianchi, señalarán que Droguett es ante todo
un cronista de la sangre y la explotación en Chile, un escritor de la historia no contada y en
definitiva, de un escritor de la memoria (Bianchi, 31-32). Pero en su mayoría los análisis serán
abordados desde el estructuralismo, observando funciones de los modos narrativos y el punto de
vista temporal de los textos, como los de Cecilia Zokner y Teobaldo Noriega. Otros análisis
enfocarán en la génesis de la poética de Droguett (Jacqueline Covo). Especial mención cabe al
texto de Renaud, en el que sostiene que Patas de perro se construye desde la idea de la metáfora-
metonimia, dentro de la cual las patas de perro de Bobi significarían la asunción de parte de
Droguett de un rasgo residual resistente a la violencia de la unificación, de ahí el elogio a la
7
animalidad que haría el escritor chileno (Renaud, 45). Para nosotros el interés que reviste esta
lectura, es justamente su afirmación del carácter simbólico de la obra, cuestión que nosotros nos
proponemos desmentir.
En definitiva, la clasificación operativa de los críticos que nosotros hacemos es agruparlos
en dos vertientes no excluyentes 1) Críticos de lecturas humanistas y 2) críticos de lecturas
estructuralistas. Con ello damos cuenta del sitial al que se circunscribe Carlos Droguett y el
alcance que tienen su obra. En definitiva, todas las lecturas que se han hecho, han conservado en
menor o mayor grado, una perspectiva antropológica o subjetivista en lo que refiere al sentido de
Patas de perro, sin poner en cuestión el fenómeno animal particular que estima la novela. En el
caso de las lecturas que se orientan hacia el estructuralismo, atienden en general a la descripción de
elementos que, si bien son relevantes, no pretenden proponer un modo de lectura del fenómeno
que nos interesa. Nosotros hemos querido desplazar estos acercamientos hacia un tema diferente
dentro del espectro de los estudios literarios, que creemos, puede revelar aspectos poco explotados,
sobretodo en referencia a los conflictos identitarios de Bobi. .
MARCO TEORICO
GIRO ANIMAL Y POST-HUMANISMO
La pregunta por el animal se inserta en los actuales desarrollos de lo que se denomina “ la
cuestión animal”.” o “giro animal” (Weil, 4). El surgimiento de esta coyuntura crítica del
antropocentrismo tiene en cuenta algunas referencias intelectuales y culturales relevantes. En las
últimas décadas, a partir de las críticas de Jacques Derrida, Gilles Deleuze-Félix Guattari, Giorgio
Agamben, Michel Foucault, entre otros, se habla de una crisis del discurso humanista y la
necesidad de volver a pensar el rol del animal en dicho discurso.
8
Foucault insistió en la imposibilidad de hablar de una esencia humana, sin comprender
antes, la historicidad de su discurso. La pregunta kantiana por el hombre, que según Foucault
habría dado paso a la antropología decimonónica, se hallaría incluso, fuera de lugar. Foucault
afirmó polémicamente el acontecimiento de la muerte del hombre. El estructuralismo en
lingüística, antropología, psicología, habrían hecho a un lado al hombre, que no sería sino efecto
de superficie. De ahí en más el humanismo ha sido duramente criticado como un tipo específico de
discurso occidental auto-justificante5. .
Por otro lado Derrida ha cuestionado la función otorgada al animal en la filosofía, de
Descartes a Heidegger y Levinas en su libro El animal que estoy siendo (Derrida, 48). Muestra en
qué medida el animal sirve a una conceptualización que define lo propiamente humano. Este es un
nuevo rasgo que habría que sumar al logocentrismo de la tradición filosófica occidental, dando pie
a un antropofalogocentrismo activo en la construcción discursiva de lo humano como todo aquello
que no es animal y viceversa. La idea de un límite claramente establecido entre lo animal y lo
humano descuella no por su carácter de impermeabilidad, sino por cercanía que dificulta la
determinación de un lado u otro. .
Más recientemente Giorgio Agamben se ha ocupado en específico del mecanismo de
producción de lo humano que ha denominado máquina antropológica. Agamben ha rastreado este
dispositivo desde Aristóteles hasta la Modernidad y en cada caso estudia los vuelcos que ha tenido
este dispositivo discursivo que se establece sobre el hecho indeterminable de la frontera. Está
indeterminabilidad es la que permite una barrera móvil que consigna lo humano como aquello que
se define como tal. De ahí que Agamben hable de una carencia propia de lo humano, una falta de
propiedad distintiva para definirlo.
5 Cabe recordar la crítica de Peter Sloterdijk a propósito del humanismo bajo el concepto de antropotécnicas en el ensayo Reglas para un parque humano. Sostiene que la humanitas que designa el esfuerzo por el cultivo de lo propio del hombre y que ha encontrado su expresión material en la lectura, no tiene que ver sino con la domesticación de unos hombre por otros.
9
El conjunto de críticas contra la idea de hombre han dado pie al post-humanismo
movimiento que ha agrupado las críticas al humanismo en torno al tema hombre/animal. Matthew
Calarco, entre otros6, ha retomado la tradición filosófica continental crítica frente a una “naturaleza
humana” (Nietzsche, Heidegger, Deleuze, Derrida) a fin de posibilitar un cuestionamiento desde la
cuestión animal7. Calarco ha extraído dos preguntas compartidas por los diversos teóricos en el
contexto post-humanista ¿Se puede mantener la carencia como definición para el animal? y
¿Existe solo una línea divisoria entre hombre y animal o debería hablarse de una multiplicidad de
límites? Ambas preguntas remiten a algunos de los desarrollos teóricos enunciados más arriba y
pretenden resumir la crítica a la historia de las relaciones hombre-animal desde las
transformaciones técnicas ideológicas y culturales del dispositivo antropocéntrico, en particular
desde Agamben (Lo abierto) y los planteamientos derridianos (El animal). Dispuesto el panorama
teórico actual de la crítica literaria, pasamos a discutir los conceptos específicos que serán
abordados a lo largo de esta tesis.
LIMITROFIA
El discurso occidental ha consignado decretar la animal como un otro sin rostro. Derrida
sostiene que en el límite que separa lo humano y lo animal, en primer lugar, se comete una
violencia de generalización. En efecto hablamos de un otro, sin embargo lo que entendemos por
animal es una falsa alteridad unificada. No existe un único límite que defina lo humano/animal.
Derrida trabaja este problema desde el concepto de limitrofía con el que refiere el pensamiento del
6 Mathew Calarco (Zoographies), Neil Badmington (Posthumanism), Cary Wolfe (Animal Rites) 7 Un extracto de entrevista a Calarco donde expresa claramente su propuesta: “This approach to philosophy takes as its point of departure the notion that traditional notions of human nature (based on unified subjectivity, full self-presence, sovereign agency, and so forth) are no longer tenable (and they arrive at this position through a long chain of argumentation that I can’t reconstruct here). If we follow the line of thought opened up by these philosophers, then we have to rethink in a fundamental way what it means to be human .” http://human-nonhuman.blogspot.com/2012/06/we-are-made-of-meat-interview-with.html
10
límite en lo que tiene éste de complejo. Derrida no plantea desdibujar el límite, ni eliminarlo, sino
que en torno al pensamiento del límite, plantea un conjunto de tesis que apuntan a mostrar la
multiplicidad heterogénea de los seres vivos y no un corte único, definitivo. Uno de los motivos
históricos de dicho corte es la incapacidad lingüística de los animales. Estos son incapaces de
repetir el “heme aquí” abrahámico o el “yo soy” (Derrida, 47). La incapacidad lingüística, de
autobiografiarse, es el resorte primero de la conformación de su otredad: el animal no responde, no
puede nombrarse, entonces, puede y debe ser nombrado. Ahora bien, El Animal, con artículo
singular y “a” mayúscula, será reemplazado por l’animot (Derrida, 49). Con esta operación Derrida
pretende deconstruir el concepto de animal como universo simple de oposición a lo humano e
introducir la multiplicidad en el lexema singular. Plantea la violencia del gesto contra el animal,
l’ani-mot que signa la arbitrariedad del nombramiento. Por otro lado Derrida sostendrá esta
transformación sobre la base de la crítica al nombramiento al lenguaje referencial, se trata del
lenguaje mismo deconstruyendo su prejuicio contra l’animot. .
. El problema del nombramiento es relevante, el animal siempre será expulsado por la
(in)capacidad lingüística, ya no es solo un carente de lenguaje, es un retirado de la zona humana
mediante el lenguaje y luego se le recusa la falta. Nosotros retenemos esta idea del nombrar,
signar al animal es conferirle un espacio determinado, es ponerlo en la frontera mediante una
primera violencia que es el gesto de nombrar y la experiencia de individuación que ella trae
consigo.
.
DEVENIR-ANIMAL, ANOMAL Y CONTAGIO, DESTERRITORILIZACIÒN. -
Deleuze-Guattari han desarrollado una teoría del animal en su texto Mil mesetas que, como
Derrida, también involucra la multiplicidad. No obstante, la multiplicidad a la que refieren no solo
11
atiende a la diversidad de especies, da un paso más, ellos se refieren al carácter múltiple intrínseco
a cada animal en particular y a la realidad en general. Para ellos animal es ante todo manada8.
“Todo animal es en primer lugar una manada. Los hombres no devienen animal sin fascinarse por
la manada, por la multiplicidad” (Deleuze-Guatarri, 246). El presupuesto es que toda singularidad
es antes multiplicidad, debajo del animal hay agitaciones múltiples y, la misma, no es sino un
componente dentro de un agenciamiento plural mediante el cual realiza su potencia. La lógica tras
los cruces múltiples es rizomática (Deleuze-Guatarri, 13, 25), se trabaja desde la diferencia, como
diferenciación y no como clasificación de lo idéntico de la lógica arborescente. Ahora bien, a la
vez, Deleuze-Guattari sostienen que todo individuo humano es cruzado por ambas lógicas. Por un
lado las líneas molares o rígidas y por otro líneas moleculares o flexibles, es decir, todo individuo
pertenece a una línea segmentaria rígida en la medida que está organizado bajo roles duales. No
obstante siempre se construyen sobre la posibilidad de líneas flexibles o moleculares que se
constituyen como flujos que perforan constantemente la molaridad. ,
El planteo incluye una especie de desplazamiento o vaivén en ambos sentidos. Deleuze-
Guattari han transformado el problema de la dicotomía en problema de movimientos. La cuestión
alude directamente al problema del territorio y la desterritorialización. Todo agenciamiento es
territorial, se establece como un territorio con un dentro, un afuera y una línea fronteriza. No
obstante también alude a la posibilidad de reterritorializaciones que reconvienen los
desplazamientos disolventes de la desterritorialización.
El problema del territorio no es solo de Deleuze-Guattari, recordemos la instrumentalización
teórica del poder que realiza Foucault en Microfísica del poder. El poder no existe como tal en un
lugar determinado, sino que se manifiesta como red, es decir, sobre un plano de pugnas de poder
8 Deluze y Guatarri no obstante, determinan otras funciones que puede adoptar el animal: Hay 1) animales individuados, domésticos, edípicos 2) animales de carácter o atributo, de género, en definitiva, animales de Estado 3) animales salvajes, demoníacos de manadas. Los últimos son los que interesan, el resto son modos impropios del animal, antropologizantes.
12
múltiples inscritas temporal y espacialmente: sobre un territorio (Foucault, 113). Para Foucault el
poder no es algo que refiera a un tener sino a una posibilidad realizada cada vez en cada lugar,
demarca espacios, por lo que si se habla de poder en general es sólo para referir la activación
permanente de los ejercicios de poder. Deleuze-Guattari han preferido hablar en términos de
deseo9. Es el deseo el que descubre un territorio para el agenciamiento que se lo apropia (Deleuze-
Guattari, 513). De ahí que se entienda el territorio más bien como una acción que como una cosa.
La demarcación del territorio de algunos animales es ejemplificar al respecto, es algo que se hace
en relación a, y un ritmo que se repite. El concepto de territorio que aquí ocupamos dialogará
constantemente a esas dos dimensiones de consideración, poder y deseo.
Desde la perspectiva dinámica se integra el devenir vinculado al fenómeno anómico y la
desterritorialización (Deleuze-Guattari 224, 243). Devenir significa ante todo transformación,
metamorfosis. El producto del devenir no es otra cosa que sí mismo, constituye un bloque de
devenir. No implica imitación ni semejanza ni identificación, es el proceso mismo de trocarse otro.
Un devenir-animal en específico es ante una manada, ahora bien, toda manada está en posesión de
un borde fronterizo que lo rodea, su anomal. Deleuze-Guattari sostienen que un devenir-animal es
posible solo en virtud de la anomalía de la manada, anomal/animal preferente con cual se realiza la
alianza de devenir. Este fenómeno de borde10 ya no es el del animal preferido, sino del individuo
excepcional de la manada en virtud del cual se penetra hacia ella. Los autores dejan una puerta que
a nosotros nos interesa particularmente: “Otras todavía el borde es definido o redoblado por un
ser de otra naturaleza, que ya no pertenece a la banda, o que nunca ha permanecido a ella y que
representa la potencia de otro orden, que actúa como amenaza, pero también como cabecilla,
9 Deseo se entiende desde el concepto de fuerza nietzscheano. Todo deseo es una fuerza productiva por cuanto busca salidas para la realización material de una fuerza. Deleuze comienza a trabajar su propia idea de deseo desde esta idea que investiga en su texto Nietzsche y la filosofía 10 Deleuze se refiere a este fenómeno de borde en estos términos “no [es] el centro sino la línea envolvente, la extrema dimensión en función de la cual se pueden contar las otras” (Deleuze-Guattari, 250).
13
outsider…” (Deleuze-Guattari, 251). .
En este sentido, nosotros hemos querido emplear el concepto de anomal a Bobi en la medida
que ocupa el lugar bifronte entre la manada de perros y la humanidad. El fenómeno de contagio11
mediante el cual se explica el devenir requiere de esta dimensión limítrofe que funciona como
portal de paso que une regiones heterogéneas. Ahora bien, el contagio es índice sintomático tema
visible en Carlos narrador-personaje, de ahí que tenga relevancia retomar la conceptualización de
Deleuze-Guattari en la secuencia anomal-contagio-devenir-animal-desterritorialización, pues
explica de forma interesante un abanico de fenómenos que se presentan en Patas de perro.
.
BESTIALIDAD Y ANORMALIDAD .
Un ribete diferente de la cuestión fronteriza o limítrofe de Bobi es su valoración social dentro
del texto. En este caso su cuerpo mixto, mitad bestia, mitad humano es entendido como
transgresión, como un exceso o suplemento fuera de los márgenes. Uno de los grupos aludidos por
el concepto de anormalidad foucaultiano, más específicamente, uno de sus antecedentes es
justamente el del monstruo. Monstruo es aquel sujeto que no solo contraviene las normas
jurídicas, sino también las leyes biológicas: doblemente transgresivo, el monstruo representa la
negación por antonomasia de la ley. Clasifica dentro de lo peligroso, combinando a su vez lo
prohibido y lo imposible. Los mecanismos de control que se harán cargo de esta condición
oscilarán por tanto entre la codificación legal e instituciones anexas, criminológicas y médicas que
logren dar cuenta de la rareza específica del monstruo. La alusión biológica de la condición
monstruosa eleva su pesquisa finalmente al quebrantamiento de la máxima humana de filiación
11 La noción de contagio es una exigencia al tratamiento de la heterogeneidad de los polos conectados. No puede hablarse de filiación por ejemplo, porque los ordenes no son similares y siguiera tienen algo en común. Todo fenómeno de contagio es del orden de la creación y no de la reproducción, razón por la cual los autores
14
homogénea, es decir, logra su amparo en la transgresión de la relación sexual entre hombre/mujer
y bestia. La cuestión no trata tanto de su irregularidad sino de su dificultad de lectura desde el
plano legal. ¿Qué hacer con un monstruo? En Patas de perro, la cuestión del monstruo está
presente todo el tiempo, no solo como el fenómeno de feria, sino también como aquel que es
perseguido por la ley, como aquel a quien se le niega el derecho de ocupar el espacio como
humano: “No se admiten perros” rezaban todos los anuncios de arriendos que buscaba Carlos y
Bobi. El “patas de perro” volverá a poner en juego las categorizaciones de lo monstruoso del
medievo a través de los tratamientos bio-políticos modernos que lo han re-elaborado como los
“incorregibles”, de este modo Bobi acreditará como sujeto peligroso. .
Hasta aquí, hemos dispuesto del marco conceptual sobre que alumbra nuestro problema de
investigación y la vez, introducido de manera específica los conceptos que articularán nuestro
análisis. Todo ellos comportan una dimensión social y cultural traducida en la codificación sobre
el elemento animal. No solo eso, sino que critican abiertamente dichas codificaciones y
reintroducen posibilidades de pensar las políticas de encierro que se practican de forma sistemática
contra lo que consideramos la animalidad o bestialidad. Estos autores permiten –en parte- permiten
que elaboremos una propuesta positiva de la animalidad que se inscribe dentro de una resistencia
contra los mecanismos de dominación, centros molares de distribución de roles, sintetizaciones
violentas contra la multiplicidad. -
Por lo tanto, nuestro siguiente paso es seccionar estos fenómenos para mostrar su relación,
su condicionamiento parcial. En primer lugar analizaremos las prácticas de dominación sobre el
cuerpo de Bobi a través de la institución familiar y educacional: sus razones, motivos y efectos. En
segundo lugar abordaremos la resistencia de la animalidad de Bobi frente al poder social y la salida
creativa que efectúa de su cuerpo bifronte. ,
15
CAPITULO I: EN EL TERRITORIO DEL PODER: EL PERRO DOMESTICADO
“(…) Bien sabes que yo no salgo mucho, murmuró con amargura, me hicieron odiar detenidamente la calle, con
lo hermosa que es” (77)
“Una tarde (…) se lo llevaré, pensaba yo con odio. Al profesor y al padre, a lo dos visitaríamos juntos” (78)
Este capítulo va a analizar y conectar los siguientes temas 1) La inadecuación de la
corporalidad fronteriza de Bobi respecto a los mundos que limita: humano/animal; 2) Los
procedimientos de normalización y disciplinamiento que suprimen su animalidad bajo la lógica
del encierro y la función que adquiere la animalidad de Bobi para la política de cercamiento a la
que está sujeto; 3) La conciencia doméstica que adquiere el niño a propósito de sus patas. Todas
estas cuestiones están ligadas a la pregunta identitaria que formula Bobi respecto de sí y que
vivencia conflictivamente respecto a los “deseos caninos”. El cuerpo de Bobi será cuestionado y
normalizado sistemáticamente por el poder social, además, por su propia conciencia que no
acaba de orientarse inmediatamente hacia su animalización impulsiva, sino, que intenta
configurar una identidad doméstica de su mitad perro. Cuestiones como la objetualización, la
marginalización y la identidad conflictuada de Bobi, serán temas frecuentes del capítulo.
Decidimos dirigirnos sobretodo a los personajes de Dámaso y Bonilla ya que a nuestro juicio,
16
son las instancias donde más explícitamente se muestra el trato normalizador que se aplica sobre
Bobi antes de la reconsideración propositiva que logra con sus patas.
I.-
Desde el nacimiento, Bobi y sus patas dificultan el reconocimiento de lo humano. Su
cuerpo, por lo pronto, avergüenza a su familia y a los hombres (Droguett, 30, 39, 55, 93). Lo
harán de principio a fin. Las patas eclipsan la racionalidad habituada, sustrayendo forma y
función humanas por exceso de una corporalidad animal. ¿Tienen las patas de perro algún
destino humano? Dilema del niño y del hombre que aún están entrampados en la dicotomía que
plantea el cuerpo bifronte, produciendo especialmente en Bobi, la conciencia avergonzada:
“¿Qué soy yo, por qué estoy aquí, qué he hecho?”(Droguett, 27)12. Esta pregunta por la propia
identidad será la enunciación constante de dicha vergüenza. ¿De dónde emerge este problema
identitario del niño? Reconstruyamos este circuito. Bobi es percibido por la sociedad como una
degradación del orden humano, una introducción criminal e ilícita del animal. El niño dirá de sí
mismo: “no eran las patas de un cristiano, del hijo de un honrado obrero” (Droguett, 32),
aclarando de paso en qué consistía la falta: hallarse por debajo de la infraestructura social, pues,
“cristiano” es una forma de referirse cualquiera que participe de la civilidad, él no participa de
ella como “cualquiera”, sino como excluso. .
Ni la miseria ni la condición explotada serán las razones de vergüenza para su familia;
muy contrariamente, ellas son motivo de un tipo de orgullo de clase que se ha venido a menos
con Bobi13, puesto que aún, esa clase parecía conservarle humanidad. La vergüenza que provoca 12 Otras formulaciones de esta pregunta por parte de Bobi, son: “¿Soy yo un ser humano?”, “¿Pero es que nací hecho para el matrimonio yo? (111). Estos cuestionamientos aporéticos se moverán entre el drama y la ironía. 13 Frente a Bobi la esclavitud de Dámaso en el trabajo resulta superflua, el niño es la maldición y no la condición social, puesto que por causa de él, la otra le es negada. Por otro lado, su familia es funcional al capitalismo: recupera el cuerpo brutalizado de Dámaso para una nueva jornada de explotación: “No, Dámaso, ahora no, (…) esta noche pégale si es necesario, llegarás cansado, llegarás rendido (…) porque la fábrica te entrega desecho y nosotros te mandamos nuevo y ella te muele a palos para que tu muelas al Bobi” (55) ¿Qué pasa con Bobi, con ese cuerpo inasumible para el capitalismo sedentario? Es despreciado, es el material de descargo del hombre negado que niega al interior de su núcleo, porque las patas siquiera le permiten ser como él, trabajador, siquiera prepararlo para ello.
17
el niño perro tendrá que ver con lo que podría ser el último reducto de participación social para la
familia, su normalidad y su condición trabajadora. La incapacidad de cargar con el peligroso
resultado del que son partícipes14 lleva a la generación de un bloqueo familiar auto-inmunitario
en torno a Bobi que encapsula al cuerpo extraño. Dámaso puede ser miserable, explotado,
alcohólico; con todo, aún permanece hombre. .
Contrariamente, las patas son inhumanas e indignas, le quitan al niño lo que tiene de niño
y a la familia obrera lo que tiene de honesta, él los vuelve a todos ellos canallas, tramposos.
Bobi será percibido como quien se abre paso por medios inmorales (Droguett, 34) y violando las
normas, motivo por el cual será le considerará vergüenza familiar, la presencia humillante
(Droguett, 30, 32). Ser híbrido dará pie, entonces, a una primera violencia en la sujeción de la
casa paterna -que no será sino una entre otras- expulsando al niño de la participación y la
comunicación humanas a fin de cercar los límites de lo humano por oposición a lo animal.
Por otro lado, su cuerpo no solo es íntegramente rechazado por la familia humana sino
también por el mundo animal. Los perros tanto domésticos como vagabundos son incapaces de
vincularse a su excentricidad física, no pueden reconocerlo uno más. El episodio con el Rial que
recuerda el niño, cuando el perro –cuenta- “como que me quería reconocer” (Droguett, 30), no
es más que un alcance equívoco, porque el perro no lo reconoce, de ahí en más no se vuelve a
leer del Rial y Bobi juntos, solo de la muerte envenenada del primero y ninguna relación vital
entre ellos durante su estancia en la casa paterna. Los episodios de este rechazo animal contra
Bobi son consecutivos. En un momento Bobi sale corriendo tras la pista de un perro vagabundo,
digamos que se ha estado buscando la pista de un devenir animal, explorando una posibilidad. El
Bobi se vuelve chivo expiatorio. Carlos dirá “¿Trabajaría Bobi? ¿Qué trabajo podría cumplir su cuerpo lisiado? (…) Su destino era una maldición” (107) 14
? Varias veces Bobi remite la condición de sus patas a su padre, “debían preguntarle a el” (40).
18
viaje termina cuando se topa con un maltrecho perro callejero que le gruñe y aúlla, que se hunde
en sus piernas y que parecía “estar insultándolo y reconviniéndolo”. De inmediato se acercan dos
perros mastines que le aúllan y de los que debe huir. Rex el perro de su vecina es mucho más
activo y no le deja de ladrar hasta que lo derriba en el suelo solo para olerle sus patas, desde tu
cintura en adelante el perro no puede sino escandalizarse y aullar. Lo mismo sucede con el perro
caniche de la profesora Encarnación que tras el acto de ladrarle sale corriendo y muere
atropellado (Droguett, 98-100). Cuando Bobi intenta liberar a los perros encadenados de la
Quinta regresa con las manos ensangrentadas, los perros que intenta soltar le atacan. Los
carabineros lo encuentran tirado en el piso con un perro mordiéndole la mano y otro ladrándole
furioso (Droguett, 105). No hay posibilidad de función humana para el niño, -y por el momento-
tampoco conciencia posible de arreglo con los perros. .
Aquella ambigüedad por la que Bobi es un ser imposible tanto a unos y a otros, demarca
por primera vez el espacio vital del niño-perro como territorio fronterizo, ni hombre ni perro.
Bobi es una “bestia inclasificable” como bien señala Dorfman (167). Es intimidante, pues siendo
cercano oculta una potencia desconocida en sus patas. La ignorancia total, el vacío que provocan
las patas será evitado de alguna forma. La cercanía de Bobi es la que –para la sociedad- está por
fuera del cerco humano, inmediatamente puesta a un lado, “en el patio”, es decir, llega a ser
parte del núcleo familiar, como lo inferior, lo doméstico. Su mixtura le cuesta las reacciones que
en la crisis de los discursos del poder social se practican como procedimientos de exclusión de la
sociedad15 vía normalización. Se trata una política de cercamiento. Queremos decir que, de
alguna forma, esas patas destructoras de lo establecido deben ser limitadas. Esto se logrará
fundamentalmente como la reposición en el encierro, del fracaso programado de la
15 La organización social, así como la casa, no permite aquello que no sigue el patrón y la norma intrínseca; si no sigue la lógica de identidad y homología al hombre debe ser apartado, vigilado y luego dominado, de no ser posible la sujeción, entonces se practica el encierro, una política de cerco
19
normalización. Cuando Foucault analiza el poder distingue claramente que el poder opera no
solo reprimiendo, sino construyendo subjetividad. Esta tesis del poder que escaparía a la
ideología y la represión como tal, consigna en cambio que la forma en que la sociedad capitalista
clasifica a sus miembros pasa por la norma. Ahora bien, cuando un individuo queda fuera del
dictamen de lo normal, automáticamente se justifica a nivel del saber las prácticas aplicables a
dicho individuo anormal. .
Los conceptos de Foucault nos permiten cuadrar perfectamente en el esquema de
normalización, las instancias de formación en las que vive el niño, y cómo él a su vez transgrede
las normas –en este caso- biológicas y jurídicas que la sociedad asume. De ahí que para Bobi la
primera instancia de este cercamiento normalizador sea su propia casa, en la que está prisionero.
Bobi “(…) no podía salir, le habían prohibido que se asomara a la puerta” (Droguett, 33). Hablar
de exclusión puede resultar contradictorio, a Bobi no se lo excluye sin más, se le busca recluir.
En esto radica que su exclusión pase por un movimiento de a/cercamiento, es decir, de
domesticación de su animalidad potencial; se excluye lo que se tiene cerca y se cerca para excluir
una parte de la otra. Por fuera Bobi sería una completa amenaza, como la del lobo que viene pero
no llega16. En cambio, por dentro puede transformarse en una anormalidad, una diferencia que se
puede contener, mostrándola otra y confinándola como otra. En ese sentido querríamos acuñar el
término política de cerco para vincular los conceptos de anormalidad de Foucault y limitrofía de
Derrida en una manera específica: Esta práctica es ante todo discursiva y política, consigna las
partes estableciendo un cerco, un límite ficticio que acerca dos extremos hombre/animal para
otorgar derechos de domesticación de uno sobre el otro, estableciendo sobre el animal un lugar
específico marcado simbólicamente. El objetivo primero de esta política animal es detener,
16 Hacemos esta referencia puesto que entendemos la lógica del corte, o de la frontera, como aquella que solo piensa un afuera en relación a un adentro. Muy en la lógica de Derrida este pensar la limitrofía solo es posible como un dispositivo intrínseco
20
ralentizar, fijar las rejas para limitar los movimientos posibles del animal. Hay que enjaular al
perro, para ello se lo debe a/cercar17. Por otro lado, esta política interior generará claramente un
prototipo de hombre, pero también uno de animal, aquel que separa no es sin más el animal
salvaje, el perro salvaje, coyote o lobo, sino un tipo particular de canino neutralizado: el perro
doméstico. .
II.-
Tomemos un ejemplo del tiempo en que Bobi aún permanecía en el encierro familiar. Los
diferentes grados de distancia que Bobi tiene con sus padres y sus hermanos están cercados por
la diferencia entre dos mundos que conviven pero que no se confunden. Cuando el niño recuerda
a sus hermanos con Carlos enfatiza: “No, no jugaban conmigo, conversaban, sí, claro que
conversaban y me contaban sus cosas y yo le contaba las mías, pero a medias palabras, sin
decirlo todo, sin mostrar todos sus deseos y sus intenciones” (Droguett, 31). Y si sus hermanos
no comparten todo con él es porque Bobi tiene su lugar más allá de la línea trazada por su padre.
El gesto de demarcación es claro cuando uno de sus hermanos lo empuja contra la pared
para negarle su participación del cortejo de sanitización del Guaina, recién asesinado (Droguett,
32). Se lo empuja con firmeza, recordándole su lugar, recordándole que, estando en casa -casa de
un obrero-, es un criado, un doméstico animal, algo de segundo o tercer orden18. Es cierto que
Bobi presiente cierta envidia y temor de parte de Augusto y Chepo (sus hermanos), no obstante,
el temor no impide que se le ponga a un lado, “me sentían distinto a ellos” (Droguett, 174).
Mientras tanto Dámaso no concibe a un niño ni a un hijo, se limita a ignorarlo
intencionalmente y a golpearlo cuando hace falta. “Hay muchos perros en esta casa” dice
17 Decimos todo esto en función del proceso de domesticación general frente a lo que denominamos “lo animal”18 En efecto, la cuestión de la cría, de la crianza es la operación práctica de la domesticación. No solo se neutraliza el componente salvaje, sino que se cría y mantiene. En Normas para el Parque Humano, Sloterdijk ha trabajo esta tesis sistemáticamente referida a la crítica de Nietzsche a Platón y San Pablo, él lee la crítica de Nietzsche al pensamiento del resentimiento en la clave de la crianza como una forma de enfermedad y debilitar el instinto y la fuerza.
21
Dámaso, luego envenena a Rial y se deja solo un perro… Bobi (Droguett, 32). Ese ignorar pasa
sobre todo por restarlo de palabra, sacarlo de la comunicación familiar y someterlo al llamado
del dueño para limitar su humanidad, “no hablaba si no le hablaban” (Droguett, 34), se lo
subordina a hacer presencia solo bajo el imperativo. Bobi es el nombre del niño que hace
presencia cuando se le requiere, no le está permitido dirigirse desde sí, sino solo reaccionar. Esta
violencia del nominar, de llamar al otro sin permitirle contestar, es el gesto de animalización
absoluta, mediante el cual –como hemos mencionado anteriormente respecto a Derrida- el
hombre se autodetermina como un sujeto frente al animal. .
No obstante, la desidia con Bobi no se limita a negarle la palabra, Dámaso hacía algunas
más, “cosas que yo [Bobi] no podía olvidar” (Droguett, 32). Dámaso golpea ferozmente al niño:
“Jamás olvidaba el olor del bronce metiéndoseme por los labios…” (Droguett, 170), recuerda
Bobi. La violencia de la exclusión y el encierro se complementa activamente con los golpes. Son
los golpes los que reiteran y acostumbran la jerarquía interior de la casa. La violencia física a que
se acostumbra Bobi es en general, gratuita, pues no tiene que ver con castigos instructivos, sino
con descargas de furia por su condición animal. De ahí que los golpes los reciba por culpas
falsas: no traer carne a la casa o actuar como un niño normal. .
Las razones de la violencia física y simbólica se sustentaban en una particular forma de
querer considerar a Bobi. Ese modo en el que está puesto, es más próximo a los bienes inmuebles
y al utensilio, siendo ésta una de las raíces de la confusión identitaria de Bobi, en la medida en
que le provee de una identidad asociada al maltrato. Si él formaba parte de la casa paterna lo
hacía en calidad de objeto, no de niño, no de mascota. Esa perspectiva particular se descubre más
adelante de forma literal –ya en el contexto de la tenencia y apresamiento del niño-“… hablaban
entre ellos de su cuerpo como si fuera un mueble que estuvieran restaurando para enviarlo a
remate” (Droguett, 181).
22
Todos los episodios relativos a la exposición especulativa de Bobi por parte de su padre y
los compadres de éste (Droguett 35-38), surgen de esta consideración en la cual es transformado
en objeto de entretención, admiración, temor o repulsión a la mirada (Droguett, 34). Ya fuera de
la casa sucede primero con la intervención de Marmentini, el boticario, que anunciará todas las
categorías que después serán aquellas que subyacen al limosneo al que lo lleva Dámaso y al
show en el colegio al que lo somete el profesor Bonilla: “perfecto monstruo”, “hermoso
desgraciado”, “magnífico escándalo de la naturaleza” (Droguett, 35).
En esta línea también está el episodio en la clínica, donde Bobi es examinado a fin de
explorar su anatomía monstruosa, su transgresión biológica. En estos exámenes es tratado
íntegramente como objeto biológico, es minuciosamente observado y tocado por los doctores de
la clase alta. El niño define a los médicos con la sinécdoque de la mano y el ojo “solo con ojos,
con montones de ojos y muchísimas manos” (Droguett, 40). Esta definición de la mirada médica,
será la misma en todos los hechos de violencia al niño19. A Bobi se lo observa, si no se lo ve, se
le echa la mano encima, siempre serán los ojos y las manos las herramientas del poder y así el lo
entenderá. Por ejemplo, Marmentini lo primero que hace es tomar a Bobi de la cabeza y darlo
vuelta para mirarle bien las piernas (Droguett, 35) y el compadre Ansaldo se cerciora en la
oscuridad tocándole las peludas patas (Droguett, 37).
La sensación de ser un objeto de mirada y tacto, de resultar un fenómeno anormal es
constante, será uno de los tópicos caros en la novela para retratar la violencia de la normalización
y que siempre irá vinculado a la vergüenza de Bobi: “Pero las palabras no lo iban a buscar, solo
las miradas”; “Solo las miradas venían hacia ti, no te buscaban a ti, sino al otro, lo buscaban a él,
a tu compañero silencioso” (Droguett, 87, 90). Ahora bien, en la medida en que Bobi se sabe un
19 Carlos escribe “Pero las palabras no lo iban a buscar, sólo las miradas, sólo los ojos violentos, malvados, llenos de duda y de miedo de su padre, los ojos tristes y avergonzados de su madre, los despiertos ojos cínicos, prácticos del compadre Ansaldo, los ojos humildes y perseguidos de la señorita Estefanía, los ojos enojados, impregnados de antigua rabia…” (87)
23
objeto visual defectuoso, falta estadística a la normalidad, se sabe por tanto prescindible. Esto
resulta evidente cuando él se refiere a su familia: “No puedo decir que no me querían (…), sí, un
poco, si me moría no me echaban demasiado de menos y seguro que respiraban mejor”
(Droguett, 32). La vergüenza por su cuerpo se disemina en todas las dimensiones.
Retornemos a ese encierro paradigmático que es su familia, su casa, y especifiquemos ese
lugar al que pertenece el niño, ya que él tiene un lugar concreto al que está destinado. Este lugar
es el suelo, la tierra o el piso de la casa (Droguett, 38, 55, 174). En este contexto se sitúa otro
episodio, esta vez, uno que incluye a toda su familia y que pone en ofensiva al padre. Dámaso
vuelve a casa con regalos para sus hijos, su esposa y Bobi. Luego de entregar pasteles a los
niños y las frutas a su mujer, al niño le lanza un pedazo de carne cruda al suelo. Todo el mundo
calla, todos los aceptan, incluso él: “me fui a mi rincón y empecé, sentado en el suelo, echado no,
no creas, a comerme la carne cruda” (Droguett, 56). La familia asume que él está en la casa
como un otro infrahumano, un animal que tiene espacio diferenciado. “Tu lecho el suelo, tu
familia el suelo” Eso le habría dicho Dámaso (Droguett, 55). Esa será una de las prácticas que
conformarán la personalidad del niño, con la que luego podrá decir apocadamente: “claro es que
yo puedo hablar mejor de la comida que andaba en el suelo (Droguett, 30).
Quitarlo de la familia y cambiar aquella por el piso es colocarlo al nivel de cualquier
mueble de la casa que no interactúa con el hombre por la palabra, sino, por la posición y la
utilidad que le preste. Ahora bien, lo que sucede en la segunda mitad del episodio es clave para la
conciencia avergonzada de Bobi. Dámaso aparta a su madre y lo invita a subirse a la cama –hasta
el momento el niño siempre ha dormido en el piso-, mirando sus patas le dice: “no creas que te
han de dar impedimento (…) habrás leído en los libros, habrás visto en la películas que los perros
suelen dormir en la cama de sus amos” (Droguett, 56). Bobi por un momento imagina ser el
perro de la casa, pero un perro especial, el perro familiar, la mascota. Bobi se tapa y cuando va
24
dormir, repentinamente, vienen los azotes20. Los gritos de los niños y sus risas burlonas anuncian
el engaño, en la casa de Dámaso no hay mascotas, hay perros que se patean en el estómago hasta
morir o perros que se envenenan (Droguett, 30), pero no perros que duermen en las camas.
Reiteramos: Dámaso no tiene mascotas.
Esta negación de su cuerpo viviente y de su conciencia generará en Bobi una necesidad
más allá de la animal, una necesidad humana de aceptación por aquello que es. ¿Pero que es
Bobi para Bobi? “Yo no soy un niño normal, soy un monstruo” se sentencia a sí mismo
(Droguett, 137). La conciencia avergonzada de Bobi se aclara rápidamente como lo que en el
fondo es, una culpa: “no era culpa de nadie, sino tal vez mía, misteriosamente mía” (Droguett,
55) y abre el camino de sus propios cuestionamientos contra sí: “Ellas son yo pensaba y se
llenaba de vergüenza” (Droguett, 32). Bobi lleva paralelamente a los deseos caninos, un camino
de autoafirmación qué tomará el rumbo de un devenir en dirección del hombre, bajo una mirada
extrínseca de su animalidad, es decir, adopta la forma de la mascota. Comienza a querer ser
reconocido humanamente como animal y no devenir la inmediatez del animal. Podríamos decir
que el perro doméstico es un animal mediado por la voz humana. Bobi: nombre propio y singular
de la generalidad abstracta que es el perro doméstico, cualquier perro.
Nos preguntarnos ¿Quién/es se afirma(n) realmente en el niño? ¿El humano, la mascota,
un perro salvaje, una manada de perros salvajes? así estaríamos haciendo una pregunta de fondo,
pues, de forma equidistante se manifiestan otras posibilidades que vienen de parte de las patas,
unos deseos irrefrenables por romper con toda atadura.. Sin embargo, en este momento, Bobi
20 Dámaso es incapaz de golpear las patas, siente pánico de ellas, no se atreve a dirigírseles: “creo que les tenía miedo” (57) Condenado en su casa, impedida la vida nómada del perro, y negada su condición animal, Bobi es maltratado solo en lo que tiene de humano, es extorsionado y humillado en su mitad humana, su mitad animal es inspira temor. Dámaso se abalanza contra el humano defectuoso, no a las patas de perro, sino al torso y la cabeza humana que deben ser tratadas como perro, deben domesticárselas para inmovilizar sus patas. El padre percibe desde siempre todo el potencial de esas patas nómadas, no solo él, muchos, excepto Bobi, percibirán ese potencial dinámico con el que amenazan las patas.
25
determina su espacio bajo una cuadra limitante, las cuatro paredes de la casa. “Su rincón”
(Droguett, 174) es la asunción de que la tierra está circunscrita por las paredes de una casa que
posee fronteras, y junto a un amo que lo regenta –situación análoga que veremos con el
profesor Bonilla-. Por ahora Bobi sólo se concederá un rincón de la casa a la vez que se esfuerza
en tener una función de perro doméstico. Así orientará su comportamiento: “no hablaba si no le
hablaban, no se movía de su rincón si no lo llamaban y no salía a calle (Droguett, 34).
Por otro lado, esta conciencia del espacio encerrado y disciplinado no solo se limitará a la
casa. Bajo la misma lógica, pero en otra circunstancia, Bobi debe permanecer inmovilizado en el
colegio. Casa y colegio, dos sitios cooperativos uno y otro contra el niño. Los pocos
movimientos de Bobi serán durante mucho tiempo los del tránsito entre estos dos lugares, su
desplazamiento será pendular y por lo tanto ambos extremos casa-colegio, un mecanismo de
auto-potenciación. Una represión suficiente para inmovilizarlo y para que Bobi pueda decir con
justicia que le hicieron odiar detenidamente la calle (Droguett, 78). Dicho de otra forma, que el
procedimiento normalizador pasaba por plegar su espacio para que no usara las patas.
En el colegio se va o se vuelve a la rutina disciplinaria. En la sala de clases Bobi tiene su
sitio marcado con tiza (Droguett, 72). Esta violencia simbólica de tizar su límite, su cerca, tiene
un objetivo preciso: no dejarle salir al recreo (Droguett, 77). A Bobi se lo disciplina de forma
especial por parte del profesor Bonilla, le dan tiene un trato diferenciado. Dicha diferenciación es
constante, lo demuestra el pasaje donde Bonilla imparte su lección sobre los bichos inmundos y
las alimañazas espantosas, descendencia de padres alcohólicos (Droguett, 81). Sin mirar a Bobi,
Bonilla hace que todo el resto lo mire. Este tipo de actividades son las más recurrentes, obligar a
Bobi a ir al pizarrón y quedar mirando fijamente sus patas obligando el resto a dirigir su atención
a ellas, enseñándoles de paso a emplear la vista contra la diferencia, haciendo de Bobi “un
26
muchacho extraño” como dice su compañero de sala, que, de paso le pide a Carlos retirar a Bobi
del colegio antes de que lo maten (Droguett, 84).
El ejercicio de poder del profesor es en todo momento disciplinante, pero como venimos
diciendo, lo disciplinan en un modo aún más estricto. No se trata en su caso, de la
uniformalización, sino, bajo de la diferenciación de la anormalidad, el objetivo es la exclusión al
interior de la norma21. Por eso el pupitre es un cerco dentro de un cerco mayor que es el colegio,
como su rincón es el cerco dentro de su casa.
De la misma forma que con Dámaso, la violencia acá no solo se limita a lo simbólico o a
lo verbal, Bonilla efectivamente golpea al niño en varias ocasiones (Droguett, 65, 87, 100, 164) y
llega a inventar una peligrosidad que está totalmente suprimida en Bobi. Para Bonilla el niño
promueve desórdenes “dentro y fuera de clases”, dichos que solo pueden poner en guardia a
Carlos: Bobi está limitado a la silla, no puede ser un agitador (Droguett, 85). No obstante la
creación de una peligrosidad potencial del animal es una de las herramientas fundamentales del
profesor que solo así puede ejercer confiadamente su dominio. El conjunto de estos actos
represivos ocasionará en Bobi un daño mayor que repercute en un conflicto identitario. Carlos no
se equivoca cuando concentra su odio sobre Bonilla y sobre Dámaso, entiende perfectamente que
son justamente ellos quienes más agresiva y activamente han intentado subjetivar a Bobi como
una cosa, o como perro-objeto, bajo el contexto del poder social y los roles que les ha asignado:
el padre de familia, el pedagogo de la nación .
21 La capacidad misma de la institución escolar es defectuosa para incorporar la anormalidad juzgada a Bobi. Bonilla no comprende como es posible que las autoridades hayan permitido el ingreso del niño a la sexta preparatoria: “El reglamento no contemplaba el patético caso y (…) a él le extrañaba que se hubiera pasado por la claras disposiciones para admitirlo como alumno regular…” (85). Así visto, toda la violencia que recae en el niño no es una práctica prescrita, es en todo momento, acción voluntaria de Bonilla quien ha replicado el protocolo de cercamiento en torno a los anormales, la dirección del colegio no hace nada. Cuando Carlos amenaza a Bonilla de acusarlo, el afirma no tener ningún miedo ( ). El tratamiento contra el animal implica por lo tanto, el tener que salirse de la norma. Contra el animal el mismo soberano se permite la animalidad para sí. Esta tesis es sostenida por Derrida en “La bestia y el soberano” y no es casual, por ejemplo, que Carlos recuse a Bonilla de ser él, el verdadero animal que tanto pretende perseguir y juzgar (65).
27
IIII.-
Resultado del trato con Dámaso y el profesor Bonilla es que los impulsos y deseos animales
en Bobi cobrarán una orientación a favor de su sumisión, de su propia domesticación. Bobi
padece una confusión que le hace ver en el trato despectivo hacia el animal una especie de
reconocimiento de su condición y una configuración posible de identidad.
Con Bonilla se reitera una escena muy similar a la de Dámaso, escena en la que ellos
producen un efecto psicológico de sumisión en el niño. Bonilla trae obsequios a los alumnos de
su clase, particularmente dulces y caramelos. A Bobi –como siempre- se le reserva carne, está
vez son trocitos de carne que el profesor se saca del bolsillo y le lanza al suelo. Patas de perro
siempre los recoge y se los come (Droguett, 101). El niño cree que con ese gesto Bonilla le
demuestra simpatía y Carlos escribe “… (Bobi) hubiera dado cualquier cosa por estar seguro de
esta idea”. En efecto, la forma en que mastica la carne acusa el esfuerzo del niño por parecer un
perro delante de la mirada de Bonilla, comer como lo haría un perro sin mediar gesto humano,
sino, adoptando cabalmente una posición de animal, solo eso daría gusto a Bonilla, solo así
tendría la posibilidad de recibir la estima del profesor :“… se lo echaba a la boca y lo mascaba
con fruición, no con alegría, sino con naturalidad, no quería enojar al profesor” (Droguett, 101).
Bobi cae en la misma trampa que le tiende Dámaso quien aparentemente le reconoce como perro,
alegrándolo en cierta forma, pues, experimenta esa vez un alivio en ver como su padre lo
aceptaba. Pero la trampa resulta en la humillación, ambos le recuerdan que ser un perro para la
sociedad no es sinónimo de ser querido, pero sí de cumplir como subordinado, las escenas de
bofetadas de Bonilla solo pueden multiplicarse. .
Este perro en que Bobi pone sus esperanzas, no es cualquier perro, se encuentra
humanizado. Perro amistoso al hombre, perro feliz con dos colas, perro que ladra pero no
28
muerde, en cualquier caso: el perro mutilado de su hocico y sin patas de perro. ¿En qué medida
Bobi participa de este perro platónico, de este perro modelar, ejemplar? Por supuesto Bobi no es
del orden de la familia, no es un perro doméstico. Bobi no deviene animal sino en relación al
canis lupus y el canis familiaris, es solo una trampa tendida contra Bobi de parte de quienes
quieren cercar su devenir salvaje, sus trayectorias y metamorfosis otras, es decir, lo hacen
devenir en relación al hombre como una mascota. Todo el tiempo Bobi deberá medirse entre esta
función doméstica dada al perro y aquella que ha desconocido durante su vida, la de un perro
nómada y salvaje. El final abrupto de la novela materializa esta opción nómada que apuntamos.
El preludio de este desenlace será el tema que nos ocupe posteriormente. .
El tipo de perro que quiere Dámaso, Bonilla y el conjunto de la sociedad disciplinaria, está
muy bien descrito en escena de la muerte del Guaina. El padre de Bobi llama al Guaina, el perro
oye el llamado y camina lentamente hacia su dueño con ánimo doméstico –cariñoso-.
Suponemos que el perro se echa en el suelo y así tendido espera la muerte, soportando las
patadas que le propina en el estómago el hombre (Droguett, 31). Este perro que oye el llamado
humano tiene un devenir, pero en un sentido inverso, un devenir molar y no molecular 22, un
devenir que lo sitúa, que lo fija a una pareja: hombre (amo)/ perro (esclavo). El Guaina –así
como Bobi- oyen la voz humana que los nomina, que les singulariza y solo así pueden
interactuar. Estos cuerpos salen de la multiplicidad animal y el instinto, para individualizarse y
dejar de operar como deseo23, por el contrario, responden a la llamada del amo y obtienen hábitos
y rutinas caseras, dentro de las casas. Esta función doméstica del perro será, no obstante, la que
22 Deleuze-Guattari definen lo molar y lo molecular en relación a los movimientos. Por un lado la molaridad tiene hacia los grandes conjuntos determinados de forma dicotómica, se trata de una unidad generalizada. Lo molecular responde al devenir-menor, es decir a la perforación de los moldes molares por los cuales se filtran los devenires que no son sino, líneas de fuga. 23 Deleuze ha pensado el deseo no en calidad de un inconsciente psicológico, sino ontológico –el deseo mismo- cuyo proceso universal de producción se llama régimen-molecular o bien, se trata de pensar la multitud como deseo, a su vez también se explica por el devenir. Todos estos términos son cooperativos en Deleuze: Molecular, menor, devenir, intenso, etc.
29
asuma Bobi durante un tiempo. .
Otro lugar donde puede percibirse este trato con Bobi es en las calles del matadero. Los
carniceros aceptan la presencia de Bobi, lo alimentan, incluso le regalan carne para llevar a su
casa. Sin embargo, esa relación amistosa tiene la contrapartida ventajosa, la de la aglomeración
afuera de la carnicería donde Bobi se ponía a comer la carne como “un verdadero perro”
(Droguett, 170), por lo tanto, se lo vuelve a funcionalizar como perro-objeto, como mercancía
publicitaria. Bobi no logra darse cuenta del trato que le dan, por el contrario, les agradece sin
percibir el trato domesticante que se le da (Droguett, 171).
El carnicero Mercurio es quien mejor expresa esta actitud de los carniceros del barrio en lo
que tienen de egoístas. Él no deja comer a Bobi en la calle para ser mirado por todos, pero si lo
hace pasar a su casa para ser observado exclusivamente por su mujer, para provocarle un
espectáculo privado de catarsis a costa de verle comer desesperadamente sobre el plato de su
perro (Droguett, 172). Cuando ella no está no solo deja de dar la carne a Bobi, además lo
amenaza con un cuchillo para que no se aparezca por su carnicería.
Peor que todos juntos es Cruz Meneses, es quien peor trato de este tipo le da al niño, lo
obliga a comer hasta el hastío y el vómito (173), lo hace comer los nervios y huesos hasta
romperse la boca. Cruz Meneses apuesta con sus amigos para saber cuánta carne puede comer.
Vemos como Bobi suele confundir el hecho de darle carne con una suerte de cariño, se confunde
con Dámaso, con Bonilla y con Cruz Meneses, los tres le dan carne y los tres lo golpean y lo
humillan, con todo, sigue queriendo creer que no son personas viles, sino en el fondo, muy
buenas. Bobi quiere ser perro, insistimos, pero se confunde con el perro doméstico. Respecto a
Cruz Meneses piensa, “Me dijo que era un sucio asqueroso y me echo a empujones, pero yo no
lo veía enojado, más bien preocupado” (Droguett, 175). El mismo hombre que le hace comer
hasta el vómito y por ello lo golpea, sin embargo, está preocupado. Esa preocupación que dice
30
Bobi, es la lástima de que él no sea totalmente perro, inmediatamente Bobi concibe una de sus
obsesiones, cree que Cruz Meneses lo quiere ver como un gran Mastín. Pero ese Mastín no es
sino un perro de casa, de patio de casa y ningún perro salvaje. A Bobi le costará dejar de ver en
ese gran Mastín negro, perro señorial, “verdadero perro”. .
La última arremetida sobre Bobi, el último triunfo del poder social y disciplinario sobre el
niño domesticado, será llevarlo a presentarse como fenómeno de circo y como objeto mercantil
ante una multitud de apoderados en la fiesta del colegio –luego serán otros aparatos y otro
Bobi-. Bonilla retira a Bobi del baile, lo lleva a sala de clases, lo presenta y lo sube a la tarima
engañado a una rifa de sí mismo. “Bobi comprendió que en ese momento se sellaba la definitiva
paz entre él y el profesor Bonilla” (Droguett, 161) ¿Por qué? Bonilla ha logrado su objetivo,
animalizar humanamente al niño, logra que Bobi suba y se asuma el mismo como bestia y deje el
pupitre en el que hasta segundos antes estaba sentado, logra que deje de pretender ser un niño y
estar en la sala de clases como cualquier otro. Bonilla se saca de encima a Bobi y le augura un
destino, el circo o el zoológico (Droguett, 160), encierro animal móvil y mercantil o encierro
animal estático y educativo. Entonces las miradas cambian, los ojos judiciales de todos dejan de
mirar para acusarlo, ahora todos son capaces de mirar a Bobi como lo mira Dámaso, Bonilla y
Cruz Meneses, deja de ser el niño que vacía las categorías de lo normal para desestabilizar lo
dado y se transforma en el espectáculo de una bestia que no tiene nada que ocultar al resto, un
animal expuesto, sin oscuridad: “Se sentía avergonzado (…) mirado por tantos ojos. Los ojos lo
miraban directamente a la cara, ya no sentía odio por los ojos” (Droguett, 162). Bobi se
transforma en la bestia incorporada como producto de entretención. Una disposición anímica en
particular definirá este periodo de la vida de Bobi. Él dice a Carlos: “No necesitaremos comprar
un perro, [Carlos responde]: no comiences a pensar como ellos, como tu padre, como el
boticario, como el profesor Bonilla…” (Droguett, 82).
31
CAPITULO II: El DEVENIR-ANIMAL DE BOBI
“Las quiero y ellas me quieren (…)
somos los palos de una cruz”. (57-58)
Frente a las dos instancias analizadas anteriormente (normalización e interiorización),
debemos considerar el factor de desterritorialiazación a la que es lanzado Bobi por razón de las
patas. Este movimiento se destapa contra el carácter específicamente humano que Bobi les ha
conferido como sujeto y es el nudo argumentativo de este capítulo. Nuestros objetivos serán: 1)
Discutir la relación entre deseo y subjetividad; 2) Determinar la heterogeneidad de las patas y el
estatuto que poseen frente a la conciencia de Bobi; 3) Analizar el devenir de Bobi y las patas 4)
Exponer la posición anomal que adquiere Bobi en su devenir-perro. Este ítem final, debería
proyectar la razón por la que afirmamos que el texto en general, expresa la experiencia de un
devenir-animal a través del niño patas de perro24.
I.-
Los deseos incontenibles que fluyen por el cuerpo “perro-niño” (Droguett, 80), tienen una
historia propia. Este “instinto canino” lo recuerda Bobi a propósito de algunos episodios de su
vida; otros los vivirá ya estando con Carlos. La forma en que se expresan no siempre es
24 Argumentar a favor de ello, no obstante, nos excede en el espacio de esta investigación. Reconocemos claramente que dicha tesis pasaría por el análisis de una instancia clave desdoblada en dos niveles: Carlos como personaje y como Narrador.
32
transparente, pues por las confusiones del niño, muchas veces terminan por adquirir una fisonomía
doméstica. Sin embargo, podemos afirmar que las veces en que se presentan los deseos, a Bobi se
lo trata de abrir por medio de su “condición canina” y los modos en que él niño se les enfrenta,
determinan el conjunto de acciones posibles para dicho deseo25: su apertura o represión.
Reconocer esos deseos adecuadamente requiere pensar de forma esquemática la
composición de Bobi, es decir, considerarlo diferente de sus patas. Si los separamos, es para
comprender mejor el potencial desterritorializador que ellas tienen. Más allá de la conciencia de
Bobi, las patas saben agitarse bien a causa del deseo26. Pero primero nos toca clarificar el estatuto
de este deseo. ¿Es tal que proviene del niño o bien del perro? Hemos evitado extraerlo de Bobi,
más aún, la cuestión así planteada, nos remite a una deliberación arbitraria sobre a quién
inculparlo. Además nos abre una pregunta automática por el objeto del deseo que le corresponde. 27
Sostenemos que el deseo del que hablamos no tiene traducción a un sujeto ni humano ni –
metafóricamente- animal, puesto que el deseo no pertenece a un alguien, sino que en tanto fuerza,
es lo que fluiría bajo la rigidez de un alguien, del cuerpo niño-perro. Entendemos el deseo como un
flujo latente que se singulariza permanentemente en nuevas formas y por tanto adquiere la
25 Esto es lo que hemos trabajado como funcionalización en el capítulo anterior. Se puede expresar de otra forma diciendo que, la animalidad puede construirse o pensarse en diversos modos de acuerdo a los intereses que estén operando tras ella. Dos modos rastreados acá responden a la priorización de la conciencia sobre el instinto, la mediación sobre la inmediatez. La última vía que postulamos es la que ofrecen las patas de perro como devenir.26 La necesidad planteada por este párrafo se debe a que, como hemos mostrado, la irrupción de la conciencia domesticada del niño, hace surgir un espacio totalizador que opera contra su alteridad animal, por lo tanto, desvía el deseo canino hacia la identidad humanizada de su condición, y no ayudan a comprender cómo es posible el devenir-animal de Bobi en relación al perro que coexiste con él?, y que –a nuestro juicio- el texto insiste en corroborar bajo la figura de un deseo contenido, que accede a la manifestación debido al desestancamiento de la animalidad de las patas. 27 Deseos objetuales -su sentido tradicional-, podemos encontrar muchos. Ya argumentamos que Bobi deseaba ser integrado como perro doméstico, que deseaba ser un niño normal pensando en el matrimonio por ejemplo?. Frente a eso Carlos especulará en torno al deseo del perro ¿Querría colonizar al niño y exiliarlo? (Droguett, 82). Este tratamiento del tema esquiva las señales narrativas que deja el texto cada vez que se toca el problema del deseo
33
característica del proceso, no la de un querer simple volcado hacia esto o aquello. En la novela,
Bobi mismo no tendrá la más mínima idea de lo que quieren de él sus patas. Su enigma queda
ilustrado en la novela bajo la idea de la oscuridad: “no sabía qué era lo que ellas pretendían que
hiciera” (Droguett, 36) y dice de sus piernas “[ellas] estaban ahí abajo, en la penumbra y les tenía
un poco de envidia (…) desconfianza y desdén” (Droguett, 37). El perro y los deseos se le
sustraen porque lo están mirando desde un territorio negro, en donde todo es indiscernible, se
desea a su vez algo más que simples objetos, se desea la experiencia, el viaje. Es más, cuando el
deseo se materializa en la novela, casi siempre lo hace bajo la forma narrativa de la confusión entre
objetos, paisajes y sensaciones (Droguett, 95, 165), lo que nos habla bien de ese flujo, de un
devenir.
Esta característica de indistinción, de irrepresentabilidad del deseo a lo largo del texto, nos
permite introducir la noción de deseo que Deleuze y Guattari articulan en El anti-Edipo y en Mil
Mesetas. Esto es un anclaje necesario a nuestra propuesta completa, en especial al apartado del
devenir-animal de Bobi. El anti-Edipo propone la figura del inconsciente como fábrica y del deseo
como producción28 . Se trata de un plano más general que el psicológico, es una producción
ontológica de la realidad guiada por el deseo y concretizada en la individuación de los seres
(Deleuze-Guattari, 36). En primera instancia el deseo no proviene de un sujeto idéntico a sí y
originario, sino, que es ya está cruzado por una multiplicidad que lo constituye anónimamente, que
fluye hacia lo distinto de sí. Ahora bien, el deseo se considera bajo dos modos que traducen
distintos movimientos a) Uno molar, estructural y totalizante: movimiento de (re)-territorialización
b) Otro molecular, inconciente y singularizador: desterritorializador. Ambos parten de la premisa
de que la multiplicidad es anterior a lo uno, por lo tanto, la modelización molar no viene, sino, a
28 Los autores oponen esta visión a aquella que concibe el inconsciente y el deseo como el teatro y la representación de un objeto por un sujeto
34
estratificar y solidificar el flujo del deseo pre-consciente y productor de realidad.
.
Esta definición –acotada- permite fundar nuestro cambio de énfasis respecto al problema.
No preguntaremos quien desea, pues no hay ningún sujeto que esté activamente deseando, no hay
cogito que separe el sujeto de enunciación del sujeto del enunciado, sujeto remisor del lenguaje y
de los deseos. Por la exodinámica del deseo lo que hay es multiplicidad 29. Sin un ego cogito, no
podemos hablar de un deseo que provenga de Bobi o del perro, ya sea pensado metafórica o
analógicamente como sujeto. ..
En el caso de Bobi y las patas, podemos notar que el deseo ensaya un proceso de
articulación novedoso del niño patas de perro, que primero debe pasar por un movimiento de
desterritorialización de su subjetividad antropocéntrica, esto sucede en ocasiones claves. El primer
episodio donde se refiere este deseo es cuando Bobi le señala a Carlos sobre su experiencia animal,
allí cuenta Carlos que: “sintió un hervor en el pecho, un estallido sollozante que pugnaba por salir
pero que no salía” (Droguett, 33). Esta confidencia de Bobi nos introduce de alguna manera a esa
experiencia. Se habla de un estallido sollozante - que se mostrará luego, como el aullido del perro
que lucha por salir. En el relato completo de la muerte del Guaina, se explicará en detalle que
dicho deseo se manifiesta como una ascensión de las patas a su cabeza, que lucha contra los
miedos de Bobi para abrirse paso (Droguett, 33). .
Dicho episodio da cuenta al menos de dos cosas que están sucediendo entre Bobi y sus patas
que pueden ser pertinentemente abordadas desde la postura sostenida aquí. 1) Se asiste a un
proceso, por cuanto el niño experimentará el deseo como la emergencia de un movimiento
29 El deseo, tal como es postulado por Deleuze, no se vincula al placer ni al goce -que más bien serían formas de interrupción de aquél-. Por el contrario el deseo es ante todo el proceso de desear.? Toda resolución definitoria del deseo, es decir, la consumación en el placer, sería constantemente pospuesta hacia un regreso constante sobre sí mismo, pues el deseo ahí se vincula con la falta. De ahí que Deleuze critique abiertamente toda una tradición que comienza con Descartes pero que no termina sino en Lacan.
35
ascendente, revelado como una huída, un escape; 2) El deseo fluido intenta re-construir las
posiciones entre el niño y el perro funcionalizando sus miembros de modos nuevos y caninos (sus
manos, su cabeza, su boca). Por esta razón es que de inmediato encuentra resistencias desde la
memoria subjetiva del niño. El punto (1) puede registrarse en otro momento en el que Bobi, en
sueños, siente como un perro le hurgaba desde las piernas, sus caderas (Droguett, 34). Se trata del
perro que está explorando y observando todo el tiempo la otra mitad de su territorio (Droguett, 56).
Más claramente en el episodio de Bonilla (Droguett, 165) y en los encuentros con el teniente
(Droguett, 153). El punto (2) se demuestra en la medida que la retención consciente de su
humanidad, se le dificulta al niño inmediatamente con el crecimiento del perro. En el episodio se
trataba de no confundir un ladrido involuntario con el “¡Papá!” “¡Mamá!”, temor que se traduce en
la obstrucción de cualquier llamado que, accidentalmente, se transformara en un feroz ladrido
(Droguett, 33).
II.- .
Este atasco se traduce en que las patas de perro se hallaron en estado silencioso, sin expresar
asiduamente el deseo latente, pues, el niño contra ellas, requirió integrarse al mundo humano
cargándolas a cuestas –cuestión paradójica, pues ellas lo sostenían a él-. Esa oposición frente a las
patas es la que nos lleva a hablar de una heterogeneidad entre ambas partes, lo que desarrollaremos
en este apartado. . .
Otro registro del “deseo canino” en la novela, es cuando Bobi cuenta su fascinación por
comer de los restos de carne, huesos y nervios que quedaban de la mesa. El niño relata como
emerge desde sus patas un deseo por salir corriendo, por huir: “sentía que sus piernas se apartaban
un poco de él mismo y se alzaban en su cintura” (Droguett, 33). Esta separación entre Bobi y el
perro se entiende siempre que el refiere las patas como algo otro, algo que “tiene deseos propios”.
Las patas se apartaban de él, no el junto a ellas, sino ellas de él. Será Carlos quien declare la
36
complejidad de esta situación, dice: “no eres hombre ni perro, pero lo eres dos veces, eres hombre
y perro al mismo tiempo” (Droguett, 64). Bobi tendrá alguna noción de esto al decirle a Carlos que
“en lo posible” deseaba ser el mejor perro y también el mejor niño: “para que se vean mejor
nuestras personalidades” (Droguett, 58); aunque aún no comprendiera lo que estaba diciendo
realmente30 ni se definiera respecto a ello. El pasaje de Carlos podría ser entendido en forma de
una unión simple. No es el caso, él mismo apunta “pero lo eres dos veces”, es decir, concibe cierta
autonomía entre cada parte y no una síntesis favorable a su humanidad. Creemos que al juntar este
pasaje con el otro (donde habla Bobi), se podría evitar simplificar en exceso estos problemas,
obviando las resistencias creadas por Bobi gracias a su exclusión y al maltrato que son los que
configuran este espacio de heterogeneidad como oposición. Cuando Carlos habla de “los distintos
valores” que representan los dos ordenes humano-animal, apunta la misma idea, la de una
complexión con modos de ser distintos (Droguett, 43). .
También se reconoce una especie de comunicación con las patas en las que ellas pueden
estarle “agradecidas” y Carlos dice que: “estaban orgullosas de él y él lo sabía…” (Droguett, 37);
porque Bobi las alimentaba: “(…) yo estaba comiendo por ellas, para ellas” (Droguett, 56).
Cuando el niño es maltratado (Dámaso, Bonilla, los niños de la calle, etc.) recibe los golpes en su
anatomía humana, jamás en las patas, esto le hará decir que “ellas” crecieron “a plena libertad,
límpidamente tranquilas” porque era él quien estaba ahí para ser golpeado en lugar de ellas
30 A propósito le preguntará a Carlos si la inteligencia no odia a la bondad. La pregunta era por las características que el asumió para definir al “mejor niño”; se responderá “¿No hay algo de blando en la bondad, no estás retrocediendo cuando eres bueno? (…) Hay algo de ferocidad en la inteligencia”. ¿Qué hay en esa pregunta y en esa súbita respuesta? Bobi reconocería que “ser bueno” es adaptarse a las convenciones de otros, a lo permitido, e intuye que la inteligencia parece más cerca del instinto, es feroz, no retrocede ni es reactiva, por el contrario es afirmativa y busca su despliegue. La inteligencia, entonces, estaría del lado del animal, del perro. Ser bueno es ante todo ser feroz, rápido, ágil y activo, su antípoda como bondad, reacción, o respuesta, implica ser domesticado. Bobi nos recuerda la tesis de Nietzsche que asume que el hombre para ser un sujeto responsable debe ser previamente domesticado, vuelto reactivo y despojado de su naturaleza primaria que es la actividad como auto-despliegue de sí (Nietzsche) La operación que se deja ver en este pasaje puede ser la de un traslado de la oposición inteligencia/bondad en un plano de conciencia, a un plano exterior que juzga la conciencia en virtud de su capacidad de integrar o rechazar el instinto vital, primario y por tanto, animal. Esta idea de fuerza es trabajada por Deleuze en Nietzsche y la filosofía ( ) y que en otros términos Deleuze a tratado como deseo.
37
(Droguett, 57). ¿Por qué el niño haría esta separación yo/ellas, sino gracias a esa conciencia que
también lo obliga a limitar las patas? Esta situación, antes obviada, es crucial, determina la
posibilidad misma de un devenir-animal de Bobi, pues separa a través de la conciencia aquello que
luego deberá disolverse en el devenir: El sujeto centrado. .
Más aún, la conciencia subjetiva de Bobi tiende a reconocer en las patas un otro maldito. Al
respecto Bobi le dirá a su madre: “Sabes (…) compro muy caro mi derecho a tener estas piernas”
(Droguett, 60). Esta idea de pertenencia31 de las patas debe ser vinculada, necesariamente, a los
momentos donde él se avergüenza de tener las patas, es decir, en todos esos instantes en que asume
que ellas son una maldición: “Ellas son yo (…) y se llenaba de vergüenza”. En la misma página
dirá: “y ahí estaban mis piernas insolentes cayendo desde mi cintura” (Droguett, 32). Esto se
confirma en diversos pasajes, pero en especial cuando se refiere a ellas directamente como “lacra”,
“maldición” y “abyección” (Droguett, 80).
La pertenencia abyecta se distingue claramente de la otra visión, en la cual, a través de las
patas se vehicula un deseo incógnito traducido en una animalización funcional de sus miembros.
Este modo de ver las patas también le otorgan cierta diferencia frente al niño, pero en particular
una autonomía de tal carácter que intenta coexistir. Ambas formas de referir las patas, la
pertenencia abyecta y la autonomía misteriosa del perro, se yuxtaponen en el relato, razón por la
cual lo hemos caracterizado antes como ambiguo.32 Dicho de otra forma, la pertenencia
identificatoria de las patas a Bobi y la coexistencia de Bobi con las patas son dos modos
completamente incomunicables, que sin embargo corren –en algunos momentos- de forma paralela
31 Las patas son en efecto, la única pertenencia a la que podría referirse Bobi, ya que otro tipo de forma del “tener” le estaba completamente prohibida. En un pasaje se lee: “ cuando veían que yo no tenía nada, que no podría tener nada (…) y que no era culpa de nadie (…) Pág. 55
32 Acá tenemos una de las razones de la confusión respecto a cómo se puede comprender el cuerpo múltiple niño/perro. La primera de ellas es fondo sobre el cual Bobi puede emprender un proyecto de integración canina de tipo humanizante que trata de obviar la experiencia del perro como otro, más aún, de obviar el deseo que fluye por el perro y que se manifiestan de una forma incógnita
38
en la novela. Dicha pertenencia indeseada, se entiende siempre y cuando se le observe desde el
fondo de las presiones exógenas que recaían sobre Bobi y el tipo de conciencia que adquiere frente
a ella. .
Carlos nos ayuda a descubrir parte de la escasez comunicativa del perro que está tras la
ventaja con la que corre el niño conflictuado: “Ese deseo irreprimible, deseo de ladrar y aullar, lo
sintió muy pocas veces (…) en fugaces momentos de desesperación y soledad” (Droguett, 34). La
expresión explosiva, irreprimible, será retrasada hasta el episodio con Bonilla, donde se descubrirá
primero, como deseo de fundirse en un mordisco con el profesor y luego de ser parte de la multitud
de la jauría. Esas –pocas veces- demuestran hasta que punto la conciencia de Bobi oscilaba la
mayor parte del tiempo en su polo de humanidad. A diferencia de todos, las patas no le hablan, no
dicen lo que debería ser, no interpretan nada, ni tampoco se lamentan con él: “El niño perro que
era el otro al que apenas yo conocía y por el cual Bobi sufría y penaba, era un ser silencioso
(Droguett, 80). .
Dispuesto esto, debemos mostrar como mediante el devenir, el deseo logra arrastrar a Bobi
fuera de la subjetividad centrada y le obliga a transformar su limitrofía conflictuada, en un límite
permeable, flexible y simbiótico entre lo humano y lo animal. En otras palabras, en un devenir
positivo que se logra agenciar en conjunto con la jauría de perros. Bobi es un caso único y muy
específico dentro del campo del devenir-animal en la literatura, puesto que deviene en relación a
una parte de su cuerpo, que en propiedad y como venimos argumentando, no es plenamente suya.
Debemos sumar a esta particularidad que su devenir implica, además, un posicionamiento anomal
respecto a la jauría y la humanidad.33 Esta cuestión la trataremos luego. Bobi puede operar como
33 Esta idea que aquí hemos concentrado demasiado, puede servir para abordar un problema mayor dentro de la novela y que no podemos abordar ahora bajo el mismo contexto. Se trata de la experiencia del Cristo que repite Bobi. Pensamos que la clave de lectura de la interpretación cristológica que realiza Droguett, se basa en esta complejización de la bifrontalidad o mixtura. Bobi incluye dos naturalezas que no le permiten conformar un ego pleno volcado hacia la identidad, muy por el contrario, lo impelen a disminuir su actividad humana en virtud de su actividad animal, debe encontrar un equilibrio en el que encuentren comunión. De ahí que la idea del Cristo-Bobi incorpore un conflicto
39
sujeto e intentar reprimir infructuosamente su propia corporalidad o bien Bobi puede ceder frente
al deseo que canalizan las patas y que le instan a experimentar que comparte un mismo territorio
con un animal. Son dos las posibilidades para el cuerpo niño-perro, uno como flujo: la
coexistencia; Otro como coágulo, la retención agresiva del hombre que implica la conciencia
marginalizada de Bobi. .
La retención angustiosa que ha estado en tensión por el cuerpo bifronte, quedará perforada
en su esterilidad, esto queda patente cuando Bobi descubre súbitamente esta verdad: “Había en el
rostro de Bobi (…) una especie de descubrimiento, de adivinación, de constatación a plena
conciencia de que todo lo que ocurría (…) no era una injusticia (…) sino más bien una
consecuencia fatal” (Droguett, 156). El lugar destinado a discernir lo humano de lo animal,
sostenía un corte y una relación que no podía salir de la dicotomía. De la misma forma el concepto
de limitrofía de Derrida escolla en que muestra la represión pero no la sortea. Aún cuando la
limitrofía mostrara la exasperación del poder social y su discurso, no deja de retener la cuestión
como aporía. La crítica del corte dificulta la distinción antropocéntrica pero no sale del atolladero
del conflicto y no explica el devenir-animal de Bobi del que somos testigos en la novela.
El uso que hicimos del concepto de Derrida, se debió a una cuestión de enfoque respecto a
problemas particulares levantados por los objetos de estudio. Nuestro objetivo anterior era
observar y analizar a Bobi desde las instancias de domesticación y la resistencia de su cuerpo a la
normalización genérica. Deseamos dejar atrás el problema de la limitrofía, aunque sigamos
dialogando siempre con las cuestiones implicadas por ella –sobre todo en lo que respecta a la
consigo mismo, un reconocimiento de la diferencia interna (es decir, un momento tardado respecto a su historia personal), un devenir en virtud de dicha diferencia y luego, un posicionamiento de portal y reconciliación entre dos órdenes diversos e incomunicados por la conciencia centrada en el yo. Naturalmente esta lectura sobrepasa el eje de la tesina, no obstante alumbra con potencia lo que podría ser una interpretación del motivo cristológico en Droguett y explica de mejor manera (que hasta ahora), la presencia de estos elementos, pues desarrolla en detalle el modo. Lo que aquí se expone representa a todas luces, una nueva forma de experimentar el motivo de la descentralización cristiana a partir de la literatura, motivo que encuentra su prójimo y su salvación, ya no en la humanidad explotada, sino en un eslabón aún más bajo para la sociedad: el animal.
40
conciencia de Bobi-. Decimos que su cuerpo es un límite, pero ahora de forma deleuziana34, es
decir, ya no será el espacio de lo indiscernible –por la cual contravendría los discursos del poder
social y articularía su conciencia- sino que será la frontera entre dos mundos otros que son
efectivamente permeables a los transcursos y flujos de poblaciones múltiples y heterogéneas entre
sí. De esta forma, el límite ya no solo es aquello que separa, sino, aquel espacio por el cual se
cruza otra zona, un linde: Bobi como anomal. .
Este cambio de registro conceptual desde Derrida a Deleuze es necesario para explicar la
transformación que se operará en la personalidad de Bobi respecto a las patas. Si el niño tiene un
devenir gracias al perro con el que coexiste es porque ha superado la limitrofía como barrera y
como cuestionamiento al poder social, este devenir no solo critica sino que deshace las oposiciones
binarias y le otorga una vía de escape a Bobi y una posibilidad de realización que no era posible
por ningún discurso social ni humanista que pretendiera simplificar, unificar o limitar algunas de
las partes del cuerpo fronterizo. .
III.-
La sensación de un ascenso del perro desde su cintura es la nota constante de las
experiencias que apuntan a un devenir, patentando que hay una separación previa: a Bobi se le
escapa el perro. Retomemos el episodio del Guaina. Bobi expresa esa sensación de estallido hacia
fuera y siente como su boca se alarga en un hocico de perro: “palpitaciones de angustia (…) le
ascendían por la garganta hacia los labios” (Droguett, 33). Esta figura del hocico alargándose debe
ser distinguida con otra que le sigue inmediatamente, aquella en la que el niño teme que el hocico
–ya conformado- se le escape desde los pantalones (Droguett, 34). La diferencia fundamental entre
estos modos es que uno es un devenir real y otro una proyección del miedo del niño. Los miedos
34 Hacemos un paso sucinto obviando la discusión formal que hay detrás entre Derrida y Deleuze. Las diferencias a propósito de la betise de la cual Deleuze dirá: La tontería no es la animalidad ( ) en abierta oposición a Derrida, que tiende a pensar más bien desde el conflicto operado de forma trascendente por la conciencia, es decir, la constatación de un abismo entre la animalidad y la humanidad.
41
del niño crean una cabeza de perro que no existe, la virtualidad de esa cabeza es el cambio de
función que haga de la suya cuando le corresponda experimentar la animalidad canina.
No se trata de que Bobi se parezca o haga las veces de un perro. Tampoco que el niño se
transforme en perro, sino, que el niño tiene un devenir junto al perro en el que es
desterritorializado de su humanidad.35 En el episodio mencionado encontramos una sujeción, por
lo que definimos este modo de devenir como incompleto, puesto que Bobi lo reprime: aún no
desea con el perro el devenir. .
Dijimos que lo que caracterizaba el deseo animal era el salir corriendo, el huir, a su vez, ese
escape se manifiesta como deseo informe, por ende, sin finalidad, es un deseo ilimitado y volcado
hacia fuera, al flujo y no a la forma. A esto nos referimos cuando hablamos de un devenir-animal.
Esto quiere decir por lo pronto, que no se trata solamente de desear escapar, sino de una ebullición
del deseo mismo que se proyecta indeterminadamente hacia fuera: ese el deseo mismo el que
escapa, que es fuga. Por lo mismo, la alteridad del perro siempre es registrada por Bobi como una
gran incógnita amenazante. .
Ilustremos qué es eso que “quieren” los perros con una escena en la que Bobi describe los
viajes de uno de ellos: (…) se huelen con fruición, con verdadera ciencia y verdadero arte,
abarcándose totalmente, reconociéndose, recordándose, sin gruñir, sin mostrarse los dientes, solo
esgrimiendo los olfatos como una lupa para buscarse y encontrarse y recordar calles, plazas
basurales, conventillos, zaguanes, cementerios, huertas, mendigos, ciegos, refugios, hospitales,
35 Deleuze ha referido el concepto de devenir como bloque en el cual ningún elemento tiende hacia otro como en una progresión o regresión (Deleuze-Guatarri, 244). Así se sustraen del dominio de la dialéctica y de la generación de términos formalizados que emergen desde la lógica de la identidad. Si no hay transformaciones de un término en otro es porque de hecho no hay términos en un devenir, hay coexistencia: bloque, rizoma. En la medida que esto sucede se trata ya no de la nueva forma adquirida o adquirir en virtud de lo conocido, la identidad, sino de la cuestión de la desformalización o desterritorialización.
42
líneas de tren, orillas de río (…)”36 (Droguett, 83). La cita aclara perfectamente la consistencia de
ese deseo como devenir. Esta “estructura de flujo” si podría nominarse así paradójicamente,
aparece en momentos claves en lo que se hace la experiencia del perro de forma narrativa. Bobi
discurre como discurre el deseo animal, de forma nómada y en constante disolución en nuevos
episodios. No existe la forma del recuerdo en la narración, sino una repetición de la experiencia de
viaje, significa precisamente olvidarse en el flujo, en el ponerse en marcha.37
Retornemos a Bobi. Su devenir pasa por un momento previo de acercamiento hacia los
perros. Nosotros hemos querido decir que esta iniciativa tiene como fondo la violencia y el
maltrato. (Bonilla, Dámaso, etc.). Detrás de esta actitud Bobi pretende que “alguna noche un perro
desconocido (…) lo descubriera a él.” (Droguett, 94). No obstante, ese perro desconocido
(reprimido) está escondido en sus patas y solo lo descubrirá luego del ataque a Bonilla. Para ser
más exactos Bobi no será descubierto por ningún otro perro “totalmente desconocido”, sino que
abrirá los ojos respecto a sus propias patas como aquel perro que estaba esperando. La policía será
a su vez, uno de los agentes importantes en arrinconar y acelerar este proceso de inmersión cada
vez más desesperada (Droguett, 104, 152).
36 Proseguimos parte cita acá: “(…) casas cerradas, puertas cerradas, cerrojos, candados, cadenas, alambradas, espinales, collares, lazos, bozales, balas, botas, laques, cuerdas, horcas, insultos, escándalos, maldiciones, trozos de pan duro, toses, llantos, aullidos, nubes, lloviznas, barro, ciudades, aldeas, humos que se van volando, humaredas, llamas que se arrastran, gritos, insultos, alaridos, rezos, procesiones, banderas, lavazas, ollas, huesos, huesos, hocicos abiertos, colas que se van huyendo, patas que se van cojeando, tarros, vidrios, sangre (…)” y un largo etc. 37 Esta misma experiencia narrativa del flujo la hace Carlos -hablando por él mismo- en múltiples ocasiones (Droguett, 51-52, 59, 67-68, 95, 131, 142-143). Nos hubiese gustado incluir en el análisis este problema que juzgamos central en la novela. Si se considera las declaraciones del personaje en el comienzo de la novela se abriría una puerta para comprender por qué él puede decir que escribe para olvidar, para olvidar de la misma forma en que olvidó Bobi: discurriendo en un devenir. Emprender un análisis del personaje requiere concentrar todos nuestros análisis expuestos desde ese prisma, así, podría aventurarse una tesis que plantee la totalidad de Patas de perro como una experiencia del devenir-animal. Una de las temáticas centrales en ella, sería trabajar sobre dos modos de enfrentar la existencia, el modo del arte y el modo de la crítica, cuestión tematizada constantemente por Droguett en Patas de perro. Asumo que esto no tendría que entrar necesariamente en conflicto con las lecturas que remarcan la perspectiva cristiana de Droguett, siempre y cuando, no se le considere sencillamente una metáfora, sino la repetición de una experiencia limítrofe. Lo que habría más bien acá es una conexión entre ambas experiencias vistas bajo el prisma de un devenir-otro y una afirmación de la inmediatez como respuesta al conflicto de la conciencia. Quizás pueda investigarse desde este punto la propia visión de Droguett respecto a su interpretación del tema cristiano que constituye parte de su horizonte como escritor.
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¿Cómo se comunica este perro que descubrirá a Bobi? Hemos visto, se muestra en la
oscuridad (Droguett, 102, 109) y se comunica con los sollozos, los aullidos. Esa es la forma con la
que interrumpe a Bobi y así también responde a la jauría (Droguett, 145). El “sollozo” también
forma parte del episodio de la muerte del Guaina, ahí Bobi escucha el sollozo interior que “lo
buscaba a él” (Droguett 33-34). Las relaciones entre Bobi y sus patas emprenden un giro a partir
de esos intentos que desatan las patas. Carlos dirá: “Me parecía, sí, me parecía estar sintiendo
nítido lo otro, eso otro (…) flotando alrededor de su rostro, alargándolo” (Droguett, 146).
Finalmente será el aullido angustiado el catalizador del devenir, el que comience la
desterritorialización, es al momento de oírlo que Bobi comienza a sentir su boca como hocico. La
dinámica del aullido y el hocico es la forma en la que se patenta el devenir perro junto con la
movilización de las patas que ya hemos mencionado en varias oportunidades.
El episodio en que Bobi se clava al cuello de Bonilla resulta un hito para el devenir-animal,
de ahí en adelante la relación cambia completamente. Bonilla golpea a Bobi, luego le corta con una
cuchillada en la cara, finalmente, se decide a enterrar el cuchillo en su patas (Droguett, 163-164).
Esta es la primera vez que se agreden físicamente las patas en la novela. El contexto de la situación
cambia violentamente. Bobi escucha una voz trocada y distinta, otra, que viene de su sangre y que
dice: “es a él al que deben acudir [socorrer]” (Droguett, 165). Por primera vez el aullido se
manifiesta en la mente de Bobi con una claridad categórica, y el deseo está ad portas de transcurrir
libremente. El deseo encuentra una expresión lingüística en boca de Bobi que no es ni desviado ni
retenido en actitudes humanas, se ha transparentado en él mismo. .
“Hazlo, hazlo hazlo” es la traducción en sus labios del aúllido de las patas. Bobi deviene
perro, se metamorfosea fiera, crece, se hace ágil (Droguett, 166). De esta forma las manos del niño
adquieren una función canina, se usan como garras, a su vez, su rostro se alarga y prepara a su
boca para actuar como hocico. Este devenir desfigura todas las funciones habituales del cuerpo
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humano de Bobi y encuentra su coronario en la función nueva de los dientes: atacar y morder
carne viva (Droguett, 56)38, sujetar y matar una presa. En ningún caso Bobi planea imitar a un
perro para hacer como que muerde a Bonilla, Bobi lo va a matar porque su boca es usada como
arma.
Lo que ahora obtenemos es un conjunto perro/niño hecho de dientes y garras que se hunden
en el cuerpo de Bonilla. Son en un mismo espacio un agenciamiento de dos fuerzas sinérgicas. El
niño no está más solo en su conciencia, sale de ella y se encuentra como cuerpo humano unido a
un cuerpo de perro que se revela como realización de deseo, devienen una unidad intensiva39 por lo
que refiere a su fusión, y un conjunto molecular por lo que refiere a la multiplicidad animal de la
que participa al devenir-perro. .
Este devenir tendrá otra característica, hará circular una serie de afectos que no corren por el
cause de la subjetividad. Cuando Bobi reflexiona sobre el hecho no censura a Bonilla. “Cuando
estuvo junto a él sentía su cuerpo tan aterrorizado y al mismo tiempo tan delgado, adelgazándose
hacia la muerte…” y “se separó finalmente de él como si hubiese estado conversando en voz baja,
pasándose susurros”, y explica que ya no puede odiarlo (Droguett, 166). Los afectos de Bobi han
sobrepasado la dialéctica de amo y esclavo, no se trata de amor o de odio, se trata de aquello que la
multiplicidad canina ha deseado y ha visto desear en Bonilla, un animal enfermo que pedía la
muerte.
Quisiéramos mencionar una última característica de este devenir-animal. Bobi comienza un
proceso de desterritorialización irrevocable que solo puede hallar término en la desaparición.40
38 La cita alude al momento en que Bobi le cuenta a Carlos que detesta comer carne cocida, la considera carne muerta, carne que no sangra, que no palpita, carne que no tiene ninguna peculiaridad más que estar despojada de su esencia. Bobi plantea –curiosamente- que la mejor carne a comer será la que se le arrebata a la presa viva. 39 Lo intenso refiere al conjunto de fuerzas disyuntivas que se desenvuelven en acción recíproca, unas sobre otras actuando en devenir. 40 A juicio de Deleuze los devenires animales no pueden durar indefinidamente. Kafka por ejemplo, habría dejado de explorar la vía del devenir animal en sus cuentos para configurar en sus novelas otras formas de devenir sin caer en el fracaso del devenir-animal. La sugerencia de Deleuze es importante. Pero la forma en que Droguett resuelve el
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Desde el hito con Bonilla será imposible volver al territorio humano, era imposible en lo que
concernía a su integración social; tampoco era posible ya, regresar al territorio –aún- muy humano
que le ofrecía Carlos. No era factible una re-territorialización. En efecto, el hombre trata por todos
los medios de conservar la humanidad de Bobi, empecinado por mantenerlo tibio (Droguett, 23),
por comprarle ropa (Droguett, 24). Carlos acompaña durante el tiempo más crudo a Bobi, el
tiempo en que debe abandonar su niñez y articular de alguna forma el cuerpo que comparte con el
perro. Por otro lado, Carlos sufrirá de los mismos temores que Bobi respecto a la patas. Cuando lo
observaba transformado, no podría sino temer (Droguett, 92), cuando: “(…) aullaba como un
verdadero perro (…) y cuando miraba súbitamente sus piernas, el terror me golpeaba el pecho y
sentía verdadero pavor cuando lo veía reír, reírse de mí, olvidado, felizmente olvidado de todo, de
su situación, de mi situación, especialmente su cuerpo” (Droguett, 24). ,
No obstante, el miedo que tiene Carlos no es solo por el deseo desatado, no le teme a Bobi,
teme perder a Bobi. Carlos no logrará sortear su soledad y no logrará encontrar la compañía
permanente de Bobi, el niño elegirá la manada: “Creo que me quedaré con el perro” (Droguett,
193), será la frase lapidaria que sellará la relación con Carlos. El camino tomado por Bobi le
muestra, a pesar de todo, una forma de escapar de la conciencia solitaria. En el comienzo de ese
camino está Bobi mismo, transformado en el portal de acceso, como el individuo preferente con
quien se debe pactar para devenir animal y desterritorializar la identidad solitaria, es Bobi el que
podrá ser ese anomal preferente para Carlos y los hombres. .
IV.-
La multiplicidad señalada dos párrafos atrás, no solo alude al hecho de que Bobi se
comporte extático y genere una relación asesina con Bonilla. Fundamentalmente es porque en la
devenir-animal de Bobi es una vía que Deleuze no podría aceptar. Hace a Bobi desaparecer. No se da noticia del destino de Bobi que se convierte por lo tanto en una paradoja y que acentúa aún más la repetición de la experiencia cristológica que hemos seguido en notas al pie: El fatum de Bobi es desaparecer intacto de la misma forma que en el procedimiento cristiano
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escena con Bonilla se escucha formando parte de una jauría, una que más allá de las paredes del
colegio le aulla “(…) aullaban los perros, aullaban hacia la escuela, cuando sonó la bocina de la
ambulancia se alejaron trotando hacia la línea del tren y aullaban todavía” (Droguett, 166). El
nuevo Bobi entra a formar parte de la manada y por su condición particular asume una posición,
una posición anomal, de límite y borde que acerca o aleja a la jauría sobre el mundo humano. Los
perros que se acercan son muy poco domésticos, perros más salvajes y vulpinos: canis lupus. La
posibilidad de hablar en estos términos, se debe a que la novela establece el límite geográfico de
lo humano al comienzo. La línea del tren configura el territorio fronterizo, fuera del cual se haya la
jauría (Droguett, 25). Los perros estaban entrando a la ciudad, cruzando la línea del tren. Solo se
han detenido por el sonido de la sirena de la ambulancia que anunciará el fracaso de la embestida:
no habrá cadáver. .
Dijimos que una vez que Bobi cambia su visión respecto a las patas y comienza a coexistir
con ellas, adquiere una posición anomal en el grupo, es decir, una lugar dentro de la manada que se
caracteriza por ser el más extremo, la frontera más lejana al grupo y que, por ende, lo rodea. Bobi
por tanto, ocupa un lugar que la define, que le otorga una cohesión. La progresiva asunción de
Bobi como capitán de la jauría, prosigue su crecimiento inmediatamente después de permanecer
encerrado en la cárcel. El niño vigilado y perseguido por la policía comienza un ir venir desde la
casa de Carlos, va hacia las calles y parques, comienza a dormir afuera y a experimentar el vivir
como perro: “y ahí estaba, mirándome con un rostro desconocido, sucio, flaco, acorralado, parecía
afiebrado y sin embargo, había cierta seguridad en sus gestos, en su fiebre, en el modo de coger el
brazo de Horacio. (Droguett, 262). .
Bobi se vuelve íntimo amigo de los perros, los perros le siguen donde quiera que él va.
. “(…) lo seguían dos, tres perros, que se miraban, uno de ellos vino a olerme” (Droguett, 262).
Esos perros que siguen a Bobi lo van protegiendo, escoltando. Esta afirmación que puede parecer
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forzada, no lo es si notamos que unas páginas más adelante veremos a otros dos perros que están
apostados afuera de la casa que Gándara les consiguió a Bobi y Carlos. El hombre le pregunta al
niño por qué están ahí esos perros y Bobi sin darle importancia a su pregunta, le responde “deben
estar ahí”, por alguna razón Bobi les ha pedido estar ahí o bien los perros lo han seguido, pero se
entiende que están resguardando el perímetro. Bobi le contará a Carlos parte de este acercamiento:
“He estado con ellos, tú ves, son mis amigos, son realmente mis amigos ahora ya no son ilusiones
mías, he dormido en el parque con ellos, todos juntos, abrazados, y no creas, los perros son muy
calurosos, dan mucho abrigo y yo solo un poco, lástima que solo lo soy a medias” (Droguett, 264).
La flauta que Bobi se lleva de las cosas de Carlos será el símbolo que le entregue a Carlos respecto
de su nuevo destino. .
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CONCLUSIONES
Tras el análisis de las cuatro coyunturas determinantes que sostuvimos como ejes de
abordaje para la figura del niño patas de perro, arribamos a la conclusión fundada de que el
devenir-perro de Bobi se explica fundamentalmente en el contexto de persecución y represión
activa que el niño padece tras el proyecto de una subjetivación fracasada. Su fisonomía híbrida, en
efecto, cuestionó hasta la última instancia del poder social, haciendo caer sobre sí el despliegue su
familia, de la escuela, de la policía y la Justicia. El fuerte contraste que se deriva de la re-
articulación con sus patas y su opción nómada con el modo de vida citadino, explica hasta qué
punto la coerción contra Bobi debía pasar por un procedimiento de atadura psicológica que lo
regresara hacia el problema de su origen. En este sentido, la identidad de Bobi queda como una
gran incógnita abolida por el devenir-animal y la experimentación de la vida canina.
Hemos mostrado como el devenir-animal de Bobi debía pasar primero por la
descentralización del proyecto identitario, que se fundaba en retener memoria de una identidad
forzada. “Salir corriendo” es la acción real y no metafórica, mediante la cual Bobi opera un olvido
activo de su pasado. El ejercicio de los miembros caninos señala el nomadismo que adopta Bobi en
su devenir-animal junto a ellos. A su vez, hemos mostrado que el devenir-animal de Bobi pasaba
justamente por el motivo del viaje, que encontraba su expresión literaria en una sintaxis abundante
de experiencias episódicas en las que se fundían diversos elementos y, sobre todo, en los que el
sujeto de enunciación se hacía indistinto de los paisajes fluidos. .
La abolición del problema identitario del que hablamos, se muestra en la forma en que Bobi
se posiciona frente a la manada de perros. Podemos observar como se transforma en el líder de la
jauría y cómo encuentra un lugar en el que se disuelven los conflictos del yo centrado. Las
49
características positivas de dicha experimentación se dan cuando consideramos que Bobi se deja ir
con los perros, junto con ello, abandona la necesidad de rescatarse en una memoria que solo podía
traerle episodios de frustración y tristeza. La valoración que se extrae de esta situación atiende, por
tanto, a que todas las resistencias a este devenir-animal implicaban la restitución de una memoria
de humanidad que -en rigor- debía construirse a cada instante y que en el caso de Bobi, siempre
chocaría con su cuerpo animal. De este modo, la resolución del niño debe observarse como una
solución creativa que le libera del encierro y la sujeción. .
Las conclusiones que se extraen de nuestra argumentación, no obstante, plantean una serie
de otras preguntas que proyectamos como posibles líneas de investigación futuras. La primera es la
continuación del análisis en el personaje de Carlos. .
En esta investigación hemos omitido deliberadamente un análisis de este personaje que, por
constituirse el mismo como narrador del la historia de Bobi, significa la vertiente del diálogo con
algunas de las reflexiones más hondas de la novela. Si hemos hablado de resistencias y
contradicciones en Bobi, esos mismos problemas deben considerarse respecto a Carlos. Las
inquietudes y ambigüedades de este personaje acompañaran todo el tiempo a Bobi. En relación a lo
mismo, creemos también que es posible analizar específicamente las resistencias contra la
animalidad de Bobi, en este caso, anotamos que son de carácter muchísimo más complejo por
prestarse a variadas formas de tratar las relaciones entre hombre y animal. Estas reflexiones serán
contradichas muchas veces por el mismo personaje, de modo, que puede efectuarse una lectura
deconstructiva de su discurso de forma particular. .
Por otro lado, desde un punto de vista más amplio y literario, el fenómeno de devenir-animal
puede leerse más allá del personaje Bobi. Si la novela tiene por meollo al niño y las patas de perro,
es porque la misma narración hace una experiencia de este fenómeno. Nosotros hemos pasado de
largo a este problema, pero es posible aplicar el mismo esquema que hemos usado hasta ahora,
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para mostrar cómo, a nivel narrativo existe también una experimentación animal. En este caso el
enfoque debería ser puesto sobre el Narrador. .
Las suposiciones que hemos aplicado a nuestra lectura de Patas de perro pueden,
eventualmente, transportarse a otras obras de Carlos Droguett. Creemos que es posible estudiar el
motivo de la experiencia de un devenir literario en una obra cercana a Patas de perro como lo es
Eloy. De la misma manera, esto nos abre a una pregunta general acerca de la poética de Droguett
¿Cuál es la idea de literatura, de escritor y de novela que se lee entrelíneas en su obra? Un trabajo
de este tipo debería considerar el total de sus publicaciones y el material periodístico disponible.
No creemos estar errados en decir que el Norte de Droguett en algunas de sus novelas es,
justamente, trabajar sobre la idea de la realización activa de una experiencia marginal, limítrofe en
la cual no solo se habla del sujeto oprimido, marginal o monstruoso, sino que se hace una vivencia
de ellos, se los conoce en el sentido del trato, es decir, se vive con ellos. La elección de Bobi como
protagonista de la novela no podría dejar de ser acompañada de un testigo que se ha visto
involucrado y que ha debido experimentar junto a él sus sufrimientos.
Dicho esto, creemos posible hacer dos proyecciones más. 1.- Durante la novela hemos
insistido en el desarrollo del tema cristológico mediante notas al pie. Esta investigación abre la
posibilidad de reinstalar dicho énfasis en unos términos completamente novedosos. Cuando
hablamos del devenir y la anomalidad, conscientemente traemos conceptos que, en un uso herético
de Deleuze, pueden echar luz en la forma que Droguett construye este personaje con fuertes guiños
a la narración bíblica. Bobi hace una experiencia de la marginalidad que lo posiciona como una
esperanza para el mundo humano y le revelan una experiencia positiva de la animalidad, de
aquello que ha sido negado y reprimido. Su cuerpo mismo comporta el problema de mezcla entre
órdenes, que para la sociedad, son completamente ajenos uno del otro. La animalidad y la
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humanidad seria tan imposible como lo es el problema de la humanidad y la divinidad. Hemos
dado suficientes guiños para proseguir una investigación de ese tema en particular.
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