thomas mann - conferencia sobre la montaña mágica (1939)
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7/31/2019 Thomas Mann - Conferencia sobre La montaa mgica (1939)
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Introduccin a La montaamgica.
Thomas Mann
Conferencia dictada a los estudiantes de la Universidad de Princeton (USA) el 10 de
mayo de 1939.
(Texto facilitado por Rubn Lpez Rodrigu)
La posteridad deber decidir si habr de contarseLa montaa mgicaentre las "obras maestras" en el sentido en que se define el resto de los
objetos clsicos de sus estudios. De cualquier modo, tal posteridad s podr
ver en ella un documento del ambiente y de cierta problemtica espiritual
europea del primer tercio del siglo veinte, y por ello tal vez acoja con
benevolencia un par de observaciones del autor acerca del surgimiento del
libro y las experiencias a que dio pie.
Hay autores cuyo nombre va ligado al de una nica gran obra, que
llegan a identificarse con ella, y cuya esencia llega a expresarse cabalmente
en esta, nica, obra. Dante con la Divina Comedia. Cervantes con el Don
Quijote. Pero hay otros ~entre los que me cuento~ para los que la obra
aislada no posee de ningn modo una representatividad perfecta, no pasa de
ser el fragmento de un todo mayor, de la obra de sus vidas, e incluso de su
vida y su persona [...]. Del mismo modo, tambin la obra de una vida en
cuanto todo posee sus leitmotiv, que sirven al propsito de conferir unidad,
de hacer palpable tal unidad y resaltar el todo en la obra aislada. Pero
precisamente por este motivo no haremos justicia al fragmento si lo
consideramos aisladamente, sin atender a sus vnculos con la obra global y
al sistema de relaciones en que se encuentra. Resulta, por ejemplo, muy
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difcil y casi impracticable hablar de La montaa mgica sin referirse a las
relaciones que ~en un sentido restrospectivo~ guarda con mi novela de
juventud Los Buddenbrook, con el tratado crtico~polemizante Reflexiones
de un apoltico y con La muerte en Venecia, as como con ~en sentido
prospectivo~ las novelas del ciclo de Jos.
Quiz sea mejor que les cuente algo de la historia y de las ancdotas
que rodearon la concepcin y el surgimiento de la novela, tal y como se
produjeron en el transcurso de mi vida.
En al ao 1912 ~casi ha transcurrido una generacin, sin contar con
que quien hoy es estudiante en aquella poca an no haba nacido~ mi
esposa contrajo una dolencia pulmonar ~nada grave~ que, sin embargo, la
oblig a permanecer durante medio ao en la montaa, en un sanatorio de
la regin suiza de Davos. Entretanto, yo permanec con nuestros hijos en
Mnich y en nuestra casa de Tlz an der Isar; pero en mayo y junio de
aquel mismo ao visit a mi mujer durante varias semanas y, si leen
ustedes el primer captulo de La montaa mgica titulado "La llegada", en
el que el invitado Hans Castorp cena con su primo enfermo Ziemssen en el
restaurante del sanatorio, probando no slo la excelente cocina del lugar,
sino tambin la atmsfera del mismo y de la vida "aqu arriba", si leen este
captulo obtendrn una descripcin relativamente precisa de nuestro
encuentro en dicho ambiente y de mis propias extraas impresiones deentonces.
Una de sus experiencias ~y en realidad la principal~ es una
transposicin exacta de una experiencia del autor, a saber, la auscultacin
de un invitado ajeno, procedente de tierras llanas, y el descubrimiento de
que est enfermo.
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Haca aproximadamente diez das que haba llegado cuando contraje,
a causa del fro y de la humedad reinantes en el balcn, un catarro de las
vas respiratorias superiores. El director, que, como pueden imaginarse, se
parece en ciertos detalles externos a mi consejero Behrens, golpe mi
pecho y constat con extraordinaria celeridad cierta amortiguacin, como
suele denominarse, un punto enfermo en mi pulmn que, de haber sido yo
Hans Castorp, tal vez habra dado a mi vida un rumbo enteramente distinto.
El mdico me asegur que sera sensato que permaneciera all arriba
durante medio ao sometindome a una cura y, de haber seguido su
consejo, quin sabe?, tal vez ahora seguira all. Pero prefer escribirLa
montaa mgica haciendo uso de las impresiones que acumul durante las
breves tres semanas que permanec all y que bastaron para darme una idea
de los peligros que entraa tal ambiente para los jvenes ~y la tuberculosis
es una enfermedad de jvenes. El mundo de enfermos que se respiraba all
arriba es de una cerrazn tal y posee la fuerza envolvente que seguramente
habrn experimentado ustedes al leer mi novela. Se trata de una especie desucedneo de la vida que logra, en poco tiempo, enajenar al joven y alejarlo
completamente de la vida real y activa. Todo es, o era, suntuoso all arriba,
tambin la nocin de tiempo.
La idea de transformar mis impresiones y experiencias de Davos en un
relato pronto se apoder de m. [...] El relato que planeaba escribir ~que
desde el primer momento recibi el ttulo de La montaa mgica~ no deba
ser ms que la contrapartida humorstica deLa muerte en Venecia, tambin
en cuanto a su extensin, por lo que deba adoptar la forma de una short
storyi[i] un poco larga. La haba concebido como un juego satrico
relacionado con la trgica novela corta que acababa de concluir. Su
ambientacin deba ser una mezcla de muerte y diversin, mezcla que
haba percibido en aquel extrao lugar de la montaa. La fascinacin por la
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muerte, el triunfo del embriagador desorden sobre una vida dedicada al
orden ms excelso, descrito en La muerte en Venecia, deba plasmarse en
clave humorstica. Un hroe simple, el cmico conflicto planteado entre
ciertas macabras aventuras y la honorabilidad burguesa, as rezaban mis
intenciones. El final era incierto, pero ya se encarrilara; el conjunto pareca
poder adquirir cierta ligereza y divertir, y no ocupara muchas pginas. Al
regresar a Tlz y Mnich comenc a escribir el primer captulo.
No tard en asaltarme una secreta sospecha de los peligros de la
ampliacin de la historia, de la inclinacin de aquel material por la seriedad
y la vaguedad intelectual. No poda ignorar que me encontraba en una
encrucijada difcil. La subestimacin de una empresa es una experiencia
recurrente que tal vez no slo me afecte a m. Durante el proceso de su
concepcin, un trabajo suele presentrsenos bajo una luz inocua, sencilla y
prctica. No parece exigir excesivo esfuerzo, y su ejecucin parece simple.
Si fuera posible representarse de antemano todas las posibilidades y
dificultades de una obra, si uno conociera la voluntad de sta, a menudo
muy distinta de la del autor, probablemente renunciaramos y no
tendramos siquiera el valor de comenzar. Una obra tiene en muchos casos
sus propias ambiciones, que pueden sobrepasar con mucho las del propio
autor, lo que no est mal. Porque la ambicin no debe ser la de una
persona, el autor no debe anteponerse a la obra, sino que la obra debe
extraerla de s misma y forzarse. De este modo, creo, han surgido las
grandes obras, y no del afn previo de crear una.
En pocas palabras, pronto not que la historia de Davos tena esta
ambicin y que sus intenciones eran muy distintas a las mas. Esto era as
incluso en lo exterior, puesto que el ampuloso estilo humorstico ingls con
el que pretenda recuperarme del rigor de La muerte en Venecia reclamabapara s el espacio y el tiempo necesarios. Luego lleg la guerraii[ii], cuyo
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estallido me proporcion un fcil final para la novela, y cuyas experiencias
enriquecieron el libro de un modo insospechado, pero que interrumpi su
redaccin durante aos.
Retom La montaa mgica, interrumpiendo su redaccin
continuamente con ensayos crticos que la acompaaban, y de los cuales
los tres principales eran, por su contenido, vstagos espirituales directos de
la gran novela madre: los titulados "Goethe y Tostoi", "De la repblica
alemana" y "Experiencias ocultas".
Finalmente, en otoo de 1924, aparecieron los dos volmenes
surgidos del proyecto original deshort story y que, a fin de cuentas, no me
haban tenido atado a su yugo siete, sino doce aos; aun si su recepcin por
parte de los lectores hubiera sido mucho ms negativa, habra superado con
creces mis expectativas. Estoy acostumbrado a entregar una obra acabada
con callada resignacin, sin albergar la menor esperanza de xito mundano.
Los encantos que sta irradi, embargndome a m, su tutor, se han diluido
ya en ese momento de tal manera que su terminacin no pasa de ser un
deber tico de produccin, en realidad, de obstinacin. En general, todos
esos aos de tesn me parecen tan marcados por la obstinacin, siendo ste
un placer excesivamente privado y problemtico como para que pueda
confiar lo ms mnimo en la posible participacin de muchos en la huella
que dejan mis extraas maanas.
Los problemas que se planteaban enLa montaa mgica no afectaban
por su naturaleza a la gran mayora del pblico, pero la masa del pblico
culto s se vea acuciada por ellos, y la miseria general haba conferido a la
receptividad del gran pblico precisamente esa "gradacin" alqumica que
constitua el ncleo de la aventura del joven Hans Castorp. Sin duda, el
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lector alemn se volva a reconocer en el sencillo, aunque algo "travieso"
hroe de la novela; poda y quera seguirle.
Qu puedo decir sobre el libro y sobre cmo hay que leerlo?Comienzo haciendo una exigencia muy arrogante, a saber, la de leerlo dos
veces. Esta exigencia se retirar naturalmente de inmediato en el caso de
que la primera lectura haya resultado aburrida. El arte no debe ser tarea
escolar ni aburrimiento [...], sino que quiere y debe deparar alegra, debe
entretener y dar vida, y aquel sobre el cual una obra determinada no ejerza
efecto debe dejarla y volcarse en otra. Pero a quien haya llegado al final de
La montaa mgica le recomiendo leerla de nuevo, porque su forma
especial, su carcter en cuanto composicin, implica que el placer del lector
aumentar y se profundizar en la segunda lectura ~del mismo modo que
hay que conocer una pieza de msica para poder disfrutarle plenamente. No
he utilizado casualmente la palabra "composicin", que normalmente suele
reservarse a la msica. La msica siempre ha ejercido un influjo notable
sobre el estilo de mi obra. Los escritores suelen ser "en realidad" otra cosa,
pintores o ilustradores frustrados, escultores o arquitectos. En lo que a m
respecta, debo incluirme entre los msicos que han engrosado las filas de
los escritores. Desde siempre, la novela ha sido para m una sinfona, una
obra de contrapunto, un entramado de temas en el que las ideas
desempean el papel de motivos musicales. En alguna ocasin ~incluso yo
mismo lo he hecho~ se he reparado en la influencia que el arte de Richard
Wagner ha ejercido sobre mi produccin. No niego la existencia de tal
influencia, y sobre todo sigo a Wagner en la utilizacin del leitmotiv, que
apliqu en la narracin y no, como era el caso en la obra de Tolstoi y de
Zola y tambin en mi novela de juventud Los Buddenbrooks,de un modo
meramente naturalista con fines de caracterizacin, es decir,
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mecnicamente, sino de acuerdo con los aspectos simblicos de la msica.
Ensay tal prctica por primera vez en Tonio Krger.
Vuelvo sobre algo ya conocido, a saber, sobre el misterio del tiempo,que la novela trata de diversos modos. Se trata de una novela temporal
en un doble sentido: primero en el histrico, ya que se trata de trazar
un cuadro de los aspectos internos de una poca, de Europa en vsperas
de la guerra; pero tambin porque se ocupa del propio tiempo y no
slo en cuanto experiencia de su hroe, sino tambin en s misma, como
novela, y a travs de s. El mismo libro es aquello que cuenta; porque,
al describir el hermtico encantamiento que hace al joven hroe
sucumbir a la atemporalidad, aspira a anular el tiempo gracias a sus
medios artsticos, mediante el intento de conferir una presencia total en
todo momento al mundo ideo~musical que abarca [....]. Sin duda opera
con los medios de la novela realista, pero no lo es, traspasando
continuamente el elemento realista, dndole un alcance simblico y
hacindolo inteligible en la esfera de lo espiritual y lo ideal. Esto es as
incluso en el tratamiento de sus personajes, que para el lector son ms
de lo que parecen: todos ellos son exponentes, representantes y
enviados de mbitos, principios y mundos espirituales. Confo en que no
sean por ello meras sombras o alegoras en peregrinacin. Por el contrario,
me tranquiliza la experiencia de que el lector perciba a estar personas, a
Joachim, Claudia Chauchat, Peeperkorn, Settembrini, etc., como personas
reales que recuerda como si de autnticos conocidos se tratase.
Pero la crtica de la terapia practicada en los sanatorios no es ms que
la fachada, una de las fachadas, del libro, cuya esencia es ms bien lo
oculto. El doctoral aviso sobre los peligros morales que entraa la cura de
reposo y todo aquel siniestro ambiente queda en realidad a cargo del seorSettembrini, ese parlanchn racionalista y humanista que no pasa de
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ser un personaje ms, un personaje humorstico que despierta
simpatas, aunque a veces tambin sea portavoz del autor, aunque no el
propio autor.
Lo que aprende [Hans Castorp] es que la salud ms perfecta se
adquiere mediante las profundas experiencias de la enfermedad y la muerte,
del mismo modo como el conocimiento del pecado constituye una
condicin previa para la redencin. Para vivir, dice en una ocasin Hans
Castorp a Madame Chauchat, para vivir hay dos caminos: uno es el
comn, el directo y correcto. El otro es tremendo, conduce a travs de la
muerte y es el camino genial. Esta concepcin de la enfermedad y la
muerte como estacin de paso necesaria en el camino hacia el
conocimiento, la salud y la vida, convierte a La montaa mgica en una
novela de iniciacin.
Este vnculo no es de mi cosecha. La crtica me lo ha proporcionado, y
yo hago uso de l, ya que debo hablarles de La montaa mgica. Desde
luego, acepto la ayuda de la crtica ajena, porque es un error creer que el
propio autor sea el mejor conocedor y comentador de su propia obra. Tal
vez lo sea mientras permanece y trabaja en ella. Pero una obra terminada y
distante en el tiempo cada vez se convierte ms en algo separado, ajeno a
l, en algo de lo que otros con el tiempo podrn saber mucho ms que l, de
forma que podrn recordarle mucho de lo que olvid o incluso de lo quenunca supo a ciencia cierta. Es necesario que se lo recuerden a uno. Por que
uno nunca es dueo de s mismo, nuestra autoconciencia es dbil en la
medida en que nunca podemos tener presentes a un tiempo todos los
elementos que nos conforman.
Sea como fuere, tiene su encanto dejarse ilustrar por los crticos sobre
uno mismo, aleccionar en relacin con obras ya lejanas en el tiempo y
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volver a adentrarse en ellas, proceso que probablemente no excluir ese
sentimiento que se expresa de un modo incomparable con las palabras
francesas: Posible que j'ai eu tant d'esprit?. Mi frmula de
agradecimiento perpetuo para tales muestras de afecto reza: Les agradezco
enormemente que hayan tenido la amabilidad de recordarme a m mismo.
Hace poco lleg a mis manos un manuscrito ingls redactado por un
joven erudito de la Universidad de Harvard. Se titula "El hroe buscador.
El mito como smbolo universal en las obras de Th. M.", y su lectura no me
ha refrescado menos el recuerdo y la conciencia de m mismo. El autor
sita a laMagic Mountain y su simple hroe en una gran tradicin no slo
alemana, sino universal: los incluye en un tipo de gnero que denomina
"The Quester Legend"y que se remonta a las primeras obras escritas de los
pueblos. Su forma alemana ms conocida es elFausto de Goethe.
Hans Castorp sera otro hroe buscador, segn explica el autor de este
anlisis ~y acaso con razn? El buscador del Grial, sobre todo Perceval, es
descrito al principio de sus aventuras como un idiota, un completo idiota,
un cndido. Estos eptetos equivalen a la "sencillez", simplicidad y
ausencia de amaneramiento que se atribuyen constantemente al hroe de mi
novela, como si cierta tradicin me hubiera obligado a persistir en este
rasgo.
En una palabra, la montaa mgica es una variante del templo
inicitico, sede de una peligrosa investigacin que persigue el misterio de
la vida, y Hans Castorp, el "viajero que se ilustra", cuenta con harto
distinguidos predecesores mtico~caballerescos: es el tpico, el ms curioso
nefito que abraza voluntariamente, demasiado, la enfermedad y la muerte,
porque ya su primer contacto con ellos le proporciona la promesa de una
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comprensin extraordinaria, de increbles aventuras ~naturalmente unidas a
un riesgo equiparable.
Hans Castorp como buscador del Grial [...] seguramente no lo vieronas al leer su historia, y si yo mismo lo pens, no fue otra cosa que
pensamiento. Tal vez vuelvan a leer el libro bajo esta perspectiva. Se darn
cuenta entonces de lo que es el Grial, el conocimiento, la iniciacin,
aquello que no slo constituye el objetivo del necio hroe, sino del propio
libro. Lo encontrarn en el captulo titulado "Nieve", donde Hans Castorp,
perdido en mortales alturas, suea su poema~sueo sobre el hombre. El
Grial que, a pesar de no encontrarlo, intuye en el sueo provocado por la
cercana de la muerte, antes de que se vea arrastrado, desde sus alturas,
hasta la catstrofe europea, es la idea del hombre, la concepcin de una
humanidad futura que haya atravesado el conocimiento ms profundo, la
enfermedad y la muerte. Porque el hombre mismo es un secreto, y toda
humanidad descansa en el respeto al secreto del hombre.
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