tiempo muerto
TRANSCRIPT
Resumen Tiempo Muerto
La historia de un negro no le interesa a nadie. Y menos si es un viejo
que nada notable ha hecho en su vida. Solo a ti se te ocurre echarme.
Se que lo que me pides. Pero de nada va a servir lo que te diga. Por
que de nosotros lo único que ha interesado es nuestro trabajo.
Después más nada. Y, a cambio nos han devuelto muchos rechazos,
muchos desprecios por ser negros. Para mí, en este país, todo
comenzó en el muelle de san pedro de Macorís el día que llegamos.
Fue un domingo por la tarde. Había mucha gente mirándonos, nos
dijeron que estaban ahí por que era su día de descanso. Nos miraban
fijamente con curiosidad. Tal vez esperaban la llegada no anunciada
de algún familiar. O quizás solo pretendían encontrarse con un
conocido para tener noticias de esos seres que dejaron en la isla, y de
los que jamás volvieron a saber. La verdad era que ninguno de
nosotros tenía quien nos esperaba, a un negro que llega en busca de
mejorar su destino únicamente lo espera el trabajo. Más nadie. Y solo
cuenta con la suerte que lo acompaña.
Fue en ese muelle donde sentí por primera vez el olor que siempre
hay en los ingenios. Allí iba a parar el azúcar, el melado y todo lo que
se sacaba de la caña. Y ahí también se quedaba pululando
infinitamente un intenso olor con mezcla de amargura y del sudor de
los trabajadores.. Algo te puedo afirmar: A nosotros, lo que veníamos
de otras tierras, con el paso de los años, solo nos ha quedado ese olor
edificado en el recuerdo.
Como si fuera el olor del dolor, el mismo olor que me recibió el día
que llegue de Saint Kitts. Me ha penetrado hasta quedarse dentro de
mí para el resto de la vida. Imagínate, cuando no lo tenemos en el
falto aparece en la memoria. Por que el guarapo de la caña, el melado
del que se hace el azúcar, es así, penetrante.
Al llegar, teníamos ya tres días de retrasos. Goletas, mar adentro, no
tenía ninguna forma de mandar mensaje para decir lo que sucedía. A
demás, abordo no venia ninguna gente de importancia. Era el mismo
sistema que nos acongojaba desde hacia mas de cuatros siglos y
sobre el mismo mar caribe. Con los años solo había cambiado la
forma de cargar a los negros. El fin seguía siendo el mismo: negocio,
ganancia, generar riquezas con nuestras fuerzas.
Esa gente que estaba en el muelle mirándonos desembarcar asistía,
mas bien, a uno de los escasísimos modos de dispersar la mente en el
único tiempo libre de toda la semana. Esa erala otra forma de revivir
su llegada, de renovarla, de comenzar de nuevo para renovar el
cansancio. En la goleta, lo recuerdo como ahora, veníamos setenta y
nueve hombres y cuatro mujeres. Ochenta y tres en total. Todos
negros fuertes, en edad de trabajar. La mayoría tenia equipajes
numerosos; cachivaches que serviría para emprender una nueva vida.
El mió no, El mió era escaso, a penas tres mudas de ropas. Por que yo
siempre pensé en volver. Los que traían sus mudanzas aparatosas
llegaban para quedarse, pero yo pensaba resueltamente en que
volvería uno o dos años después. A demás, otra cosa iba a traer si
esas tres piezas eran todo lo que yo tenía. Antes de que la goleta
llegara al muelle, alcanzamos a ver el caserío. En la ciudad, dijo el
capital. El poblado estaba sentado a la orilla del mar. Cualquiera diría
que dormitaba. Parecía tener siglos aguardando por nosotros. Tenia
una quietud tan grande que ni los árboles se movían. El capital de la
goleta era u hombre extraño. Hablaba estrictamente lo
imprescindible, como si las palabras se les hubieran ahogado en las
profundas del mar caribe. Lo demostró cuando nos vio adivinar el
nombre en san pedro de Macorís. Solo eso dijo. No dio más
explicaciones. Total, para nosotros daba lo mismo. Retrataba de una
ciudad tan pequeña que de una sola mirada se atravesaba por
completo. El cielo ya había dejado ese color de mar que nos hartaba;
de depende se lleno de nubes blancas. Más allá de la pequeña ciudad
se divisaban tres enormes chorros de un humo negros. Fue algo tan
impresionante que jamás lo he podidito olvidar. Tenían un recorrido
irregular; parecía un rió de agua turbia salidos del corazón de la
tierra, que subían hasta ensuciar esas nubes tan impecablemente
blancas. Los tres chorros estaban lejos uno de otros; se veían
estáticos, inmóviles. El con su escasez de palabras y gestos; son los
tres ingenios más cercanos del pueblo, pero hay otro, dijo. El humo
era la muestra ineludible de lo que el dijo a seguridad: ya comenzó la
zafra por fin termino el tiempo muerto después, cuando me oriente,
supe que se trataba de los ingenios colon, por venir y santa fe. No
sabía por que nos miraban tanto todas esas gentes que estaban ahí
en el puerto. Pero no solo recibíamos las miradas, también nos daban
ordenes que ningunos de nosotros entendíamos. El desembarco nos
había llenado de felicidad. Arribábamos al fin de una travesía difícil.
La goleta se lo mas que pudo del muelle. De ahí nos pasaban a una
embarcación pequeña, una yolita que nos ponía en tierra firme. Al
mirar hacia atrás, vi la goleta; tenía un nombre de esos que son para
recordarlos siempre: Warspite. Ese aparato nunca se detenía; no
tenia días fijos para partir ni para llegar. Su ruta era hacia el de venir
de la vida. Esta vez venia de un recorrido que se inicio en Saint
Johns, antigua. De antigua traía pocos negros. Al pasar por nevis,
donde esperábamos desde muy temprano, nos sumamos como
treinta puntos. Subimos rápido. Partimos de inmediato y como a la
hora estábamos en Saint Kitts. Allí esperaban casi cuarenta
personas. También ellos abordaron con rapidez. Parecía como si
tuviéramos prisa por llegar a un destino que nadie sabia si era mejor
o peor. Nuestros propios rostros reflejaba la mezcla de una alegría y
tristeza que no se sabía cual iba a imponerse. Yo siempre había visto
las goletas desde lejos. Pero nunca llegue a viajar en ellas. Ni siquiera
fui en ella de nevis a Saint Kitts, pues esa ruta se hacia en pequeñas
yolas; desde esos tiempos soñaba con hacer un viaje lejos en una de
esas embarcaciones. Cuando vine a este país fue la primera y única
vez que me subí en una para hacer un recorrido tan largo. Era grande
como las que a veces alcanzábamos a ver mar adentro. Tenía dos
palos bastantes altos, en las que se sostenían las velas que el viento
llevaba para que las goletas pudieran moverse.
De tanto usarse, las velas estaban remendadas y curtidas; se
parecían bastante a las faldas que las abuelas usaban en su faena. En
la parte de adentro no cabían más de tanta personas. Por las noches
muchos teníamos que dormir en la cubierta. ¿ y que iba uno a dormir
cayéndole encima el agua de los oleajes en cualquier momento?. La
travesía debió hacerse en siete u ocho días pero duramos once. De
ellos, uno entero fue perdido entupidamente por un guardacostas
norteamericano que cuidaba las aguas territoriales de puerto rico. El
pital, un americano alto y colorado, con kepis negros, insistía en que
la goleta transitaba en aguas territoriales prohibidas. Ahí comencé a
comprender que en este mundo todo estaba repartido; hasta el mar
ya tenía dueño. Interceptaron la goleta casi al amanecer y fue solo al
final del día, después de un largo tiempo perdido, que decidieron
dejarnos ir. Fue un arreglo entre capitanes, con la diferencia que uno
era blando y el otro era negro. Eso mismo pensaba entre ambas
tripulaciones.
Durante la travesía hacia un sol de esos que nunca dejan de quemar
todo el cuerpo. Nos seguía por todo el cuerpo. Nos ardía en la piel
hasta cuando nos escondíamos en el interior de la embarcación. Por
las noches, cuando ya no hacia sol, se sentía el resplandor que se
quedaba pegado al mar y luego seguía y nos ponía pegajoso. Pero por
fin llegamos. Lo mas diestros en eso de navegar y pescar pensaban
que se dieron vueltas de mas. Decían que tal vez el capital se
extravió. No sé. Desde la goleta la ciudad de san pedro de Macorís se
veía triste como las que habíamos dejado en nuestras islas. A lo mejor
era por esa gente que sin sonrisa estaban permanentemente
mirándonos. Tal vez ese parecido tenía mucho que ver con nuestro
estado de ánimo. O es posible que fuera por el hambre y el cansancio
de venir amontados como sardinas nos tuvieran ya la vista
acostumbrada a la tristeza. Prácticamente parecíamos momias
negras. Fueron once días comiendo mal y durmiendo peor, cuando
acertábamos a dormir. La comida que teníamos a bordo nos las
comimos en los primeros cinco días, pensando que íbamos a llegar en
el tiempo normal. Pero nos demoramos tanto, que el mar comer no
nos mato por que éramos negros, y el negro pasa tanta hambre
durante toda su vida que puede morir sin comer; pero no muere de
hambre. Por eso la llegada nos arranco un pequeño aliento de
felicidad aunquela ciudad se viera triste. En el muelle se percibía un
movimiento, un correcto, algo que comenzó con nuestro arribo. Solo
eso diferenciaba este puerto de los otros que habíamos dejado atrás
hacia unos concedías. Allí dejamos las lágrimas y aquí encontramos la
tristeza. Recuerdo que me entretuve mirando el paisaje del entorno
mientras desembarcábamos. Todos lo comparaban con nebis. De
tantas vueltas que dimos, yo creí que habíamos caído en el mismo
lugar, en el punto de partida. Solo que aquí todo tenia un tamaño
mayor. Entonces oí que dijeron algo diferente a mí. Por el tono
deduje que no era agradable. Yo solo entendí la palabra ´´ Cocolo ´´.
Esa palabra andaba de boca en boca por toda nebis. Pero aquí fue la
primera vez que la escuche pronunciada por un nativo. Al oírla me
sofreí por que me pareció gracioso, aunque el tono no lo fuera. Fue
así como recordé que estaba en un lugar donde se hablaba una
lengua distinta a la mía y yo no la conocía. Eso hacia que me sintiera
más idiota de la cuenta. Después del chequeo nos iban dividiendo.
Hacían operaciones matemáticas con nosotros. Hicieron cuatros
grupos y a mi me mandaron al mayor de todos. Estaba formado
como por treinta y cinco personas. Cuando termino la repartición nos
llevaron a una locomotora. Se trataba de una nave extraña: era
totalmente negra, tenía el frente parecido al de un submarino de esos
que ahora es fácil ver en laspelículas y en los museos de algunos
países. Delante, en el centro, tenía un tubo grueso que se elevaba; de
ese tubo salía un tubo infernar, una combinación de piezas se le
recubría por debajo, por donde también le brotaba tanto humo que
abecés le envolvía por completo. Se veía como si se estuviera
quemando. Cerca del extremo delantero quedaba la caceta donde iba
el conductor el que todos llamaban maquinista. Por fuera, en otra
parte que estaba mas hacia atrás, por donde se le depositaba la leña,
tenía un letrero en el lado que estaba en frente a nosotros. Lo leí pero
no entendí nada hasta que pasaron unos meses. Ingenio consuelo,
eso decía. La loco motora era una maquina de vapor. Decía. Tenia
tres vagones; mas adelante pude ver que se usaba para cargar caña;
y parece que para cargar negros también. Nos montaron en el
primero y en el segundo. En el tercero subieron todos los motetes que
no se podían levar en las manos, esa locomotora a la que todos les
decía maquina, nos llevaría hacia nuestro destino final. A los otros
grupos no los volví a ver jamás. Se los llevaron por rumbos distintos.
No me importó. Después supe que se trataba de caminos que nos
conducirían de la misma ruta de la amargura.
Basto con que me lo pidieras, papabuelo, para yo callar. Fue duro.
Fue penoso verlos a todos preocupados y tener que hacerme yo
también la preocupada. Fue cruel saber lo que ellos querían saber y
no decir nada. Era imposible. Te lo prometí y no podíafaltar a la
confianza que me tenías. Papabuelo por que confianza es confianza. Y
cuando no se hace lo que se promete, se traiciona esa confianza. Por
eso no dije nada, aunque lo sabía. Solo por mama estuve a punto de
hablar. Pero no, los deje que siguieran buscándote para disimular, me
hacia la preocupada, la que estaba ayudando a buscar aunque, en
realidad, tenia en mi adentro una profunda pena. Sentía como que
me exprimía la alegría y me sacaban para siempre. Tú no te imaginas
cuanto llore esa noche. Repetí mil veces esas palabras tal y como me
las dijiste, con ese giro que ustedes los cocolos siempre le daban al
hablar a la lengua local y que yo tuve que cotejar en todo lo que me
contaste. Tienes en ti toda la confianza del mundo y no puede
esconderte nada. Yo te lo dice por que tu no hablo nada. Pero la tierra
donde nací me llama. A mama hubo que suministrarle unos
medicamentos para que se calmara. Se calmo un poco con las fuerzas
de esas capsulas, aunque después de tu partida se transformó en
otro. Desde que lo supo, ya no sigue siendo la misma; se le notaba
una inconformidad que la acorralaba. Con los días comenzó a cantar.
Cantaba a cualquier hora. Parase que cuando se acordaba de ti,
acudía al canto para refugiarse en algo. En los últimos días cantaba
mucho más Sus cantos, no se por que, me hacia recordarte. En la
casa más nadie se enteraba de que ella cantaba tanto. Solo yo lo
sabía por que me pasaba más tiempo con ella. Yo seguía viniendo de
la capital todos los días libres. Venia a acompañarla por que le
faltabas tú y también le faltaba yo. Pero sentía que todo iba de mal
en peor. Las tías no lo sabían por que venían por la noche y a esa
hora mama no cantaba. Tampoco lo sabían las que venían nada mas
los fines de semana y menos las que llamaban por que el que habla
por teléfono tiene que dejar de cantar para hablar. Mama seguía
igual; casi ni paraba en la casa. El tío Jacob, como siempre no viene.
Después de que te fuiste nos dimos cuenta que con el ni siquiera para
decírselo. Entonces, comos e iban a dar cuenta de que mama
cantaba. Cecilia fue la primera que lo supo todo. Tubo una magnifica
idea, la ejecutó y logro averiguarlo. Lo consigue con un vecino de ella
que trabaja en el aeropuerto. Ella le dio tu nombre y apellido
completo y el vecino lo averiguo. Le detallo en día, la hora y el
número de vuelo en el que saliste. Le dio que partiste hacia Saint
Kitts con escala de puerto rico. Inclusive dio el nombre de otros dos
que llevaban esa misma ruta. En principio nadie sabía a quienes
pertenecían esos dos nombres. Después se supo que se trataba de
los nombres y apellidos completos de Fefo y de Papolo, los dos
vecinos del barrio. Así fue que los demás se enteraron, yo, aunque ya
lo sabia, me quede con la satisfacción de haber sido fiel a lo que me
pediste. La maquina no demoro en partir. Hizo lo que queríamos para
que la gente aglomerada allí dejara de mirar tanto como si fuéramos
bichos raros. Yo, que siempre aprovecho todo, buscaba entre ellos
haber si reconocía a mi tío, un hermano de mi madre. Durante unos
diez años oí decir allá en Nebis que vino para este país. Fue por esa
razón que me decidí a venir a esta tierra. No sabía su dirección y
nunca la pregunte. Además, allá en las islas nadie sabia la forma de
localizar a los parientes que tenían aquí. Decían el nombre de los
ingenios donde Vivian cuando lo recordaban, y ya, con eso era
suficiente. Yo siempre pensé que era igual que en todas partes. Que
los ingenios, aunque eran varios, estaban en un solo poblado y que
podría encontrar al tío por las cales y por referencias. Como sucedía
en Nebis en eso falle. Es que si me ponía a averiguar una dirección
iban a sospechar de mi viaje. Y no quería que nadie supiera de mi
partida. Por eso no le deje nada a nadie cuando Salí. La maquina
partió dejando un humo parecido al de las chimeneas que habíamos
visto desde el mar, esta vez ese humo se nos metía por la boca y la
nariz. Los vagones donde íbamos no tenían techo; los lados eran
hileras de barras de hierro. Pronto dejamos el muelle y
atravesábamos las ciudades. Entonces volvíamos a sentir el sol. Por
suerte ahora ya se había puesto amarillento y solo nos miraba de
forma calmada desde el oeste. Nos miraba comocondoliente de todo
lo que habíamos pasado y, sobre todo, de lo que nos esperaba. Al
final de los viajes, se pierde la noción del tiempo, pero para mí ya
pasaba del Cuzco de la tarde. La ciudad iba quedando atrás con el
penetrante olor a melado,. A azúcar. Yo todavía seguía sintiéndolo de
forma remota. Por que ya se había depositado en mi interior ahí
donde se quedaría el resto de la vida. La maquina tomo velocidad.
Con un pito ensordecedor que no cesaba penetró a un carril cubierto
de caña. Eran cañaverales interminables como yo jamás había visto.
Como la velocidad de la maquina y el bailoteo de los vagones, el calor
disminuyo un poco, no mucho. Nosotros casi ni hablábamos. Yambos
aturdidos por el ruido, por el hambre y por el cansancio. Nos
entretenía lo nuevo que iba presentándose ante nuestras visitas.
Todos notamos cuando apareció un poblado pequeño, muy pequeño.
Tal vez ocho o diez casitas de una madera envejecida y cansada; una
madera que el tiempo se iba tragando poco a poco. Estaban todas
techadas de un zinc acidado o con yaguas. Es un batey, dijo alguien
en ingles; pero lo dijo como si tuviera adivinando. Es un batei
repetimos. Sentados bajo los aleros se veían hombres sin camisas.
Estaban cabizbajos y silenciosos. En la tierra jugando a no se sabe
que, estaban dos o tres niños. Tampoco sonreían. Todo aquello solo
parecía el reinado de la tristeza. Así los veíamos hasta que los
caseríos se quedaban perdidos en la distancia. Pasamos por otro
batei, aquí, más que las casuchas tenia tristeza la tarde misma. El sol
terminaba de acostarse y solo un resplandor amarillento caía sobre
los cuñados de casas que aparecían sumergidos en la quietud. El
humo seguía llenándonos, entrándonos por todas partes. La maquina
comenzó a reducir velocidad. En vez de cañaverales empezaron a
aparecer casas mas variadas donde se reafirmaba la miseria de la
mayoría y el bienestar de la minoría. Era el ingenio consuelo, donde
por fin llegamos. Entonces, de repente apareció ante nuestra vista
esos edificios gigante tan grande como una enorme montaña de
hierro en medio del cañaveral. Nos dio la bienvenida el humo que
salía de las dos chimeneas. Eran los tubos más inmensos que
habíamos visto en nuestras visas. Poco a poco nos fuimos acercando.
La velocidad del aparato se redujo casi al mínimo. Luego se paro
totalmente. Llegaron al ingenio, dijo alguien que se acerco. Fue en
ese momento que lo reafirmamos, el ingenio no era más que un
montón de motores que trabajaban sincronizados. Como ya había
comenzado las zafras, todos estaban encendidos al mismo tiempo
produciendo un ruido verdaderamente infernal. Que viva el ingenio,
dijo uno que estaba a mi lado con una voz que se perdió entre la
bulla. No solo notamos que era el ingenio por el ruido.
La Zafra comenzaba esparcía el mismo olor intenso a melado que nos
recibió en el muelle. Es el olor del procreo, pensé. Luego reafirme,
que también era el olor del dolor. La maquina separo frente a un
espacio tan grande que parecía un lugar techado para jugar pelota.
Bajen y entren al piso de azúcar ´´, ordeno la maquinista que nos
trajo. ¿Puede hacer un piso de azúcar ´´?, me pregunte. Era un
almacén enorme y estaba vació; solo esperaban que la zafra
comenzara a dar resultado para llenarlos de saco de azúcar. Por eso
su nombre. Quedamos justo a frente a dos hombres que guardaban
sentados junto a una mesa solitaria con papeles encima. Yo, de
inmediato, me fijaba en cualquier persona que veía. En todo buscaba
un parecido con el rostro de mi tío. Pero nada. Solo pude identificar
de nuevo el olor intenso a melado, a azúcar. Iba a ser difícil apartarse
de el. Nos remontábamos los que traíamos los que traíamos sus
pocos motetes los bajaron con rapidez. Cuando termino de bajar el
ultimo, la maquina se alejo arrastrando ese ruido infernal que
llevábamos dentro. Uno de los hombres que estaba junto a la mesa
nos hizo una señal para que dejemos los paquetes. Hicimos una fila
frente a la mesa. Nos hablaban en español. Entendíamos, más bien,
por las señales que nos hacían, por intuición o por puro milagro. El
grupo restante repetía lo que hacia el primero. Por el supimos que
preguntaban los nombres para ir anotándolos. En unos de los papeles
vi la fecha del día, la capté por que estaba abreviada: dieciséis de
octubre de 1932. Era domingo. Ese hecho me hizo recobrar la noción
del tiempo. Después de dar el nombre, nos entregaban un paquete.
Con el mío en la mano me aparte y pude ver de lo que se trataba: un
saco de arenque vació, una lata de sardinas con un pan, una mocha y
tres centavos. Mientras se hacia en reparto llego un hombre. Vino
caminando con cierta prisa. Hablo algo con los de la mesa. Se acerco
a nosotros y nos hablo. Articulaba la lengua de una forma pésima;
pero era ingles. Con la explicación que las latas de sardinas y el pan
eran las cenas de esa noche, y el desayuno del día siguiente. Con los
tres centavos íbamos a hacer la compra de la semana en la bodega
del batey; esa compra tenia que rendirnos hasta que cobráramos. La
mocha era para cortar caña. El saco había que usarlo como colchón.
Finalmente advirtió la obligación de levantarnos temprano. Lo dijo
como si se tratara de una sentencia. Tuvimos que esperar muchísimo.
Algunos entrenaron sus ´´ camas allí mismo. Se durmieron sobre el ´´
piso de azúcar ´´ se dieron cuenta de que aquel piso no tenia nada de
dulce cuando la maquina vino a buscarnos cerca de la media noche.
La dureza del piso se impuso a los cuerpos frágiles de aquellos
hombres. La maquina se detuvo nos indicaron que volviéramos a
subir a los vagones cuya entrada quedaba justo a la altura del piso de
azúcar. Subimos. Los dueños subieron sus cachivaches. La maquina
volvió a partir. Comenzó su marcha muy lenta, casi desganada. Iba
me rodeando el ingenio. Se detuvo de lado en que estaba las dos
grandes chimeneas. La oscuridad se la tragaba aya arriba, donde ya
no se les veía ni la altura ni el humo. Mirándolas, el ruido del ingenio
nos dejaba que no escucháramos. En ese momento, la maquina en
retroceso, sentimos un golpe que nos estremeció a todos.
Los que estaban de pie, perdieron el equilibrio y cayeron encima de
los otros o en el piso del vagón. Nos dimos un susto enorme. Nadie
sabía que había pasado. Nos tranquilizamos por que los trabajadores
que oyeron el ruido se quedaron diferentes. La maquina se devolvió y
pudimos ver en la semí oscuridad que había enchuchado una
cantidad inmensa de vagones y ahora los remolcaba. Al pujar,
arrastrando todos esos vagones, la maquina soltaba un humo tan
copioso que la envolvía totalmente y al mismo tiempo nos la hacia
tragamos. veíamos todos el humo; pero lo sentíamos ahogándonos,
así, arrastrando esa larga cadena mecánica, fue alejándose del ruido
del ingenio, de las casitas con luces tenues y de todo el poblado que
rodeaba ese enorme caserón de metal habitado por una maquinaria
verdaderamente monstruosas. Salir del poblado significaba volver a
entrar a los cañaverales. Pero apenas vivimos el inicio, pues de
inmediato nos envolvió una oscuridad total, unas tiniebla absolutas
que se había tragado todo el paisaje. Fue un viaje largo, monótono,
tal vez con un recorrido tan extenso como el que nos trajo desde el
muelle hasta el ingenio. Algunos dormitaron en medio de esa
oscuridad espantosa que nos azotaba. Por fin llegamos. Al menos, eso
intuimos cuando sentimos que la maquina fue reduciendo la
velocidad hasta que se detuvo. Era un lugar incierto por desconocido
y por la oscuridad. Había gente. Lo supimos por que escuchamos
voces. También habíamos una o dos luces muy pobres que se
divisaban apenas por aquel infierno de oscuridad, nada se podía ver.
Sin embargo todos teníamos la corteza, sin que nos lo dijeran, de lo
que se trataba: el batey. Seguido vino alguien con un foco en la mano
que nos dio la orden de desmontar. Soy el capataz, dijo, y de
inmediato dio su primera orden. Bajen. Fue caritativo, nos ilumino
para que pudiéramos ver por donde bajáramos, la maquina, con su
parafernalia de vagones, siguió su rumbo, como si todavía hubiera
mas mundo entre esa inmensidad de tinieblas. El hombre con el foco
en la mano y con la cara de alguien que ha dormitado, nos hizo una
señal para que lo siguiéramos. Caminamos en silencio y casi sin
ánimos. A pocos metros pudimos divisar, a duras penas, dos hileras
largas, una en frente de la otra, de una edificación en madera.
Estaban divididas en muchas habitaciones pequeñísimas, cuando
entre al cuadro que me asignaron pude percibir que era estrecho y
caluroso. Mientras caminaba sentí el piso de tierra apisonada. Luego
supe que a esas viviendas le llamaban barracón.
En medio de la oscuridad solo atendí a abrir la lata de sardina. La abrí
con la moche; fue una operación hecha a tienta. Tenía tanta hambre
que me comí de un tirón la sardina con todo y pan. Después de comer
pensé que acababa de reponer varios almuerzos atrasados. Sabía que
había cenado y, como si fuera poco más adelante el desayuno del día
siguiente. Todo eso con una pequeña lata que tenía tres o cuatro
sardinas y apenas un pan.
No importa, pensé, al otro día había a comenzar a trabajar. Además
tenía tres centavos en los bolsillos. Pensando en eso tendí el saco y,
de inmediato, pude palpar con la espalda lo severa que se sentía la
tierra; parecía que con su dureza quería anunciarnos lo que no
esperaba. El cansancio era tan grande que venció esa hostilidad
inicial, y me doblego con suma facilidad ayudándome a dormir
profundamente.
En esos días lo vi muy preocupado. Yo sabía que estaba preparando
algo. Ya tenía la seguridad sin que me lo dijera. Lo comencé a
sospechar poco a poco, desde que el se quedaba por las tardes bajo
el laurel hablando con Fefo y con Papolo y, cuando yo llegaba
cambiaban el tema. Lo notaba por que los varones en eso son torpes.
Bueno, en realidad, son torpes en muchas otras cosas, pero en eso
también. Nosotras somos más astutas. Entonces, si ellos estaban
hablando de algo y yo llegaba, cambiaban el tema de la conversación.
Pero el tema nuevo se les agotaba de inmediato. Casi al instante y se
quedan callados. Mudos, no volvían a pronunciarpalabras. Papabuelo,
para disimular el silencio repetía una y otra vez esa frase que con
tanta frecuencia usaba. Mirando a un punto fijo el horizonte decid:
pues si señor. Pues si señor.
Con tanta frecuencia se repetía esa escena en aquella época que
llegue a percibir un distanciamiento; sentía que ya no era como
antes. Por que antes, por las tardes, muchos de los muchachos del
barrio venían y se quedaban hablando con papabuelo. Hablaban de
todo. Le hacían preguntas extrañísimas, y el respondía todo como si
fuese una enciclopedia. Pero últimamente era distinto. Siempre
estaba con Fefo y con Papolo, los vecinos esos.
Ellos creían haber encontrado la oportunidad de sus vidas y la
estaban paleados, todo fue culpa de esa gana de irse del país que se
le ha metido a la gente. Nada mas viven pensando, buscando la
forma de salir. Desde que encuentran cualquier brecha, paf se van.
Por que la gente, con su afán de irse para nueva Cork piensa que
cualquier otro país es más fácil llegar a esa ciudad de acero.
Hubo otro hecho que confirmo mi sospecha. Papabuelo siempre me
reiteraba su cariño pero comenzó a hacerlo con más frecuencia. Me
decía: tu papabuelo siempre te va a quiero mucho. . Me decía: tu
papabuelo siempre te va comprendo. Pero de repente cambio la
forma. Entonces me decía: tu papabuelo te voy a comprendo donde
quiera que estoy.
Inclusive, hubo algo con lo que pude confirmarlo todo. Desde ese día
ya no necesite mas pruebas. Recuerdo que una tarde, con los ojos
clavados en el infinito, me preguntó: ¿Qué sensación se puedo sentir
al vuelvo a ver la tierra natal, después de cincuenta y ocho años de
ausencia?
Yo sabia que el no necesitaba respuesta. Tampoco yo no necesite
más. Por que el siempre insistía en que quería morir en el país que
nació... En su tierra. Siempre lo repetía. Para consolarlo le decía que
yo iba a hacer ese viaje con el. Pero cuando yo se lo comentaba el no
lo veía tan cerca como lo quería.
Llegue esa tarde y volví a notar que cambiaron la conversación. A
Fefo y a Papolo les brotó una pequeña sonrisa. Eso me hizo sentir un
poco mal, no dije nada. Me quede callada hasta que se fueron.
Entonces les hablé: papabuelo, ¿Qué te sientes? ¿Qué tienes que
reprocharnos como familia?_ de ti nada _me dijo. _ni de la abuela
tuya. Pero me siento solo- me siento como si no hubiera tengo hijos,
ni nietos ni nada.
Le brotaron unas lagrimas trasparentes que iban recorriendo poco a
poco las arrugas de su rostro envejecidos.
Sentí que eran las lágrimas mías y sin saborearlas pude sentir su
sabor amargo. Comprendí que no debí ser insistente; tampoco necia.
_papabuelo, no me voy a poner a tu deseo. Solo te voy a pedir una
cosa. No te vayas a ningún lugar del mundo sin despedirte de mí.
Las lágrimas se le habían detenido, pero cuando le hice esapetición
no pudo contenerse. En sus ojos se reanudo el llanto. Los dos chorros
le corrieron más pronto; parecían goterones de una lluvia que me
contagiaba también a mí. Y mi dolor se unió con el suyo. Entonces lo
abrace y sentí que sus lagrimas y las mías se unieron para formar el
mismo dolor y caer con mas prisa.
Mamá todo el tiempo me decía que la mujer que se deja poner la
mano de un hombre en los senos inmediatamente es vencida.
Termina dándole todo. Yo siempre lo tenía pendiente y en muchos
casos me hice la fuerte. Pero ya nuestras conversaciones habían
avanzado y ese cocolo me enloqueció el día que me toco. Me venció.
Primero fue su mirada. Después esa sonrisa de masa de coco seco
recién partido, esos dientes tan blancos que brillaban en la oscuridad.
Ese día, cuando se me acerco, influyo lo poco que me dijo y la
profundidad de su mirada, finalmente se agregó ese olor a sudor
recién brotado del cuerpo, tan eróticamente convincente que me
penetro en el brevísimo momento en que sucedió todo.
Comenzó rozándome los brazos, luego la espalda. Lo hacia con una
suavidad angelical, y yo nada de resistirme. Parecía que sus manos,
al tocar a una, la untaban de la pasión del amor. Luego me beso,
después me toco los senos y, ya, mamá no se equivocó, caí. Me rendí
entre sus brazos. Que tiernos y que calidos ahí, no es que yo sea tan
puta. Sin embargo, lespuedo asegurar que con el parecía estar en un
paraíso de nubes. Lo juro. El me hizo sentir como una mujer. No joda,
que frágil fui.
Ese cocolo me tiene que nadie puede imaginarse. Yo se que le gusto.
Pero el me tensorcita con su cercanía. Lo noto por la nota en que me
mira mienta estamos observando el ensayo; cuando el entra
disfrazado con ese traje revestido decolorado, lleno de espejitos, y
ese gorro con esa pluma de pajuil macho, y va marcando cada paso al
ritmo de ese redoblante.
Ay, que bien se ve ese negrito así, de gulilla con esa hacha en el
hombro y con los espejitos brillándoles en el tiraje tan enloquecido
como el ritmo de sus movimientos, esas noches, entre sus brazos, el
me explico todo mientras esperábamos a renovar las ganas. Y así, en
ese paraíso de nubes y colorido en que yo estaba quien no entendía.
Oyéndolo pude percibir también que los bulillas constituyen una
verdadera expresión de la cultura popular.
Se preparan para celebrar con la gente la llegada de una libertad mas
autentica, cuando el presidente electo tome posesión. Para ese
momento están montando el drama que llaman David And Goliat.
De los gulotas, me explicaba Jacob conmigo entre sus brazos, la más
popular de las representaciones, la q ha sobrevivido y la única que
existe hasta ahora, es el baile de los indios o Wild India. Es un grupo
que va vestido con unos trajes llenos de coloridos, adornados con
múltiples lentejuelas y espejitos. Los cascabeles les suenan por
doquier. Sobre la cabeza llevan un penacho confeccionadocon plumas
de pavo real. Las plumas tienen en uno de los extremos unos ajazos
parecidos a una mirada salida de un arco iris.
La música, sumante contagiosa, es producida apenas por un tambor
base, un tambor redoblante, una flauta de bambú, y un instrumento
muy artesanal y estruendoso, llamado tingalin.
Ese instrumento se hace con un trozo de la varilla de construcción.
Durante la ceremonia simulan unas peleas en la que los bailadores
marcan el paso haciendo un rejuego con la punta de uno de los pies
hacia ambos lados. Al mismo tiempo van moviendo las cinturas y
lagándose entre si con el hacha.
Lo que mas miedo me da es cuando comienza la pelea. Por que creo
que le van a dar un mal golpe, que pasos también calculados en ese
baile que yo desconocía totalmente.
Con su aliento cargado de guaba veri me dijo que, salvo el wild India,
las demás expresiones de los gulotas se habían extinguidos. Existió
con gran parecido al baile de los indios, o a la pelea del pajuil. Fue
muy bailado durante los años treinta y cuarenta en el siglo veinte.
Otra forma de baile que esta muy enclavada en la mente de la gente
es el drama conocido como David And Goliat, que no se escenificaba
desde el año 1958 y lo estamos rescatando ahora para celebrar la
libertad que por fin pensamos llega al país en una forma mas
autentica. Este drama se basa enla leyenda bíblica donde se
representa una lucha entre el bien y el mal. Los bailadores también
van vestidos con trajes llenos de coloridos, donde no faltan las
lentejuelas, los espejitos y los cascabeles, pero en su penacho no
llevan plumas de pavo real. Es David, es pequeño y apenas esta
armado con una honda. El Goliat es grande, fuerte, feo y de barbas
blancas. Lleva un foete en la mano y en la otra una enorme caña de
bambú.
Por fin llegamos. Al menos, eso intuimos cuando sentimos que la
maquina fue reduciendo la velocidad hasta que se detuvo. Era un
lugar incierto por desconocido y por la oscuridad. Había gente.
Lo supimos por que escuchamos voces. También habíamos una o dos
luces muy pobres que se divisaban apenas por aquel infierno de
oscuridad, nada se podía ver. Sin embargo todos teníamos la corteza,
sin que nos lo dijeran, de lo que se trataba: el batey. Seguido vino
alguien con un foco en la mano que nos dio la orden de desmontar.
Soy el capataz, dijo, y de inmediato dio su primera orden. Bajen. Fue
caritativo, nos ilumino para que pudiéramos ver por donde
bajáramos, la maquina, con su parafernalia de vagones, siguió su
rumbo, como si todavía hubiera mas mundo entre esa inmensidad de
tinieblas. El hombre con el foco en la mano y con la cara de alguien
que ha dormitado, nos hizo una señal para que lo siguiéramos.
Caminamos en silencio y casi sin ánimos. A pocos metros pudimos
divisar, a duras penas, dos hileras largas, una en frente de la otra, de
una edificación en madera.
Estaban divididas en muchas habitaciones pequeñísimas, cuando
entre al cuadro que me asignaron pude percibir que era estrecho y
caluroso. Mientras caminaba sentí el piso de tierra apisonada. Luego
supe que a esas viviendas le llamaban barracón. En medio de la
oscuridad solo atendí a abrir la lata de sardina. La abrí con la moche;
fue una operación hecha a tienta. Tenía tanta hambre que me comí
de un tirón la sardina con todo y pan. Después de comer pensé que
acababa de reponer varios almuerzos atrasados. Sabía que había
cenado y, como si fuera poco más adelante el desayuno del día
siguiente. Todo eso con una pequeña lata que tenía tres o cuatro
sardinas y apenas un pan.
No importa, pensé, al otro día había a comenzar a trabajar. Además
tenía tres centavos en los bolsillos. Pensando en eso tendí el saco y,
de inmediato, pude palpar con la espalda lo severa que se sentía la
tierra; parecía que con su dureza quería anunciarnos lo que no
esperaba. El cansancio era tan grande que venció esa hostilidad
inicial, y me doblego con suma facilidad ayudándome a dormir
profundamente. En esos días lo vi muy preocupado. Yo sabía que
estaba preparando algo. Ya tenía la seguridad sin que me lo dijera. Lo
comencé a sospechar poco a poco, desde que el se quedaba por las
tardes bajo el laurel hablando con Fefo y con Papolo y, cuando yo
llegaba cambiaban el tema. Lo notaba por que los varones en eso son
torpes. Bueno, en realidad, son torpes en muchas otras cosas, pero
en eso también. Nosotras somos más astutas. Entonces, si ellos
estaban hablando de algo y yo llegaba, cambiaban el tema de la
conversación. Pero el tema nuevo se les agotaba de inmediato. Casi
al instante y se quedan callados. Mudos, no volvían a
pronunciarpalabras. Papabuelo, para disimular el silencio repetía una
y otra vez esa frase que con tanta frecuencia usaba. Mirando a un
punto fijo el horizonte decid: pues si señor. Pues si señor. Con tanta
frecuencia se repetía esa escena en aquella época que llegue a
percibir un distanciamiento; sentía que ya no era como antes. Por que
antes, por las tardes, muchos de los muchachos del barrio venían y se
quedaban hablando con papabuelo. Hablaban de todo. Le hacían
preguntas extrañísimas, y el respondía todo como si fuese una
enciclopedia. Pero últimamente era distinto. Siempre estaba con Fefo
y con Papolo, los vecinos esos. Ellos creían haber encontrado la
oportunidad de sus vidas y la estaban paleados, todo fue culpa de esa
gana de irse del país que se le ha metido a la gente. Nadamas viven
pensando, buscando la forma de salir. Desde que encuentran
cualquier brecha, paf se van. Por que la gente, con su afán de irse
para nueva Cork piensa que cualquier otro país es más fácil llegar a
esa ciudad de acero.
Hubo otro hecho que confirmo mi sospecha. Papabuelo siempre me
reiteraba su cariño pero comenzó a hacerlo con más frecuencia. Me
decía: tu papabuelo siempre te va a quiero mucho. . Me decía: tu
papabuelo siempre te va comprendo. Pero de repente cambio la
forma. Entonces me decía: tu papabuelo te voy a comprendo donde
quiera que estoy. Inclusive, hubo algo con lo que pude confirmarlo
todo. Desde ese día ya no necesite mas pruebas. Recuerdo que una
tarde, con los ojos clavados en el infinito, me preguntó: ¿Qué
sensación se puedo sentir al vuelvo a ver la tierra natal, después de
cincuenta y ocho años de ausencia? Yo sabia que el no necesitaba
respuesta. Tampoco yo no necesite más. Por que el siempre insistía
en que quería morir en el país que nació... En su tierra. Siempre lo
repetía. Para consolarlo le decía que yo iba a hacer ese viaje con el.
Pero cuando yo se lo comentaba el no lo veía tan cerca como lo
quería.
Llegue esa tarde y volví a notar que cambiaron la conversación. A
Fefo y a Papolo les brotó una pequeña sonrisa. Eso me hizo sentir un
poco mal, no dije nada. Me quede callada hasta que se fueron.
Entonces les hablé: papabuelo, ¿Qué te sientes? ¿Qué tienes que
reprocharnos como familia?_ de ti nada _me dijo. _ni de la abuela
tuya. Pero me siento solo- me siento como si no hubiera tengo hijos,
ni nietos ni nada.
Le brotaron unas lagrimas trasparentes que iban recorriendo poco a
poco las arrugas de su rostro envejecidos.
Sentí que eran las lágrimas mías y sin saborearlas pude sentir su
sabor amargo. Comprendí que no debí ser insistente; tampoco necia.
_papabuelo, no me voy a poner a tu deseo. Solo te voy a pedir una
cosa. No te vayas a ningún lugar del mundo sin despedirte de mí.
Las lágrimas se le habían detenido, pero cuando le hice esapetición
no pudo contenerse. En sus ojos se reanudo el llanto. Los dos chorros
le corrieron más pronto; parecían goterones de una lluvia que me
contagiaba también a mí. Y mi dolor se unió con el suyo. Entonces lo
abrace y sentí que sus lagrimas y las mías se unieron para formar el
mismo dolor y caer con mas prisa.
Mamá todo el tiempo me decía que la mujer que se deja poner la
mano de un hombre en los senos inmediatamente es vencida.
Termina dándole todo. Yo siempre lo tenía pendiente y en muchos
casos me hice la fuerte. Pero ya nuestras conversaciones habían
avanzado y ese cocolo me enloqueció el día que me toco. Me venció.
Primero fue su mirada. Después esa sonrisa de masa de coco seco
recién partido, esos dientes tan blancos que brillaban en la oscuridad.
Ese día, cuando se me acerco, influyo lo poco que me dijo y la
profundidad de su mirada, finalmente se agregó ese olor a sudor
recién brotado del cuerpo, tan eróticamente convincente que me
penetro en el brevísimo momento en que sucedió todo.
Comenzó rozándome los brazos, luego la espalda. Lo hacia con una
suavidad angelical, y yo nada de resistirme. Parecía que sus manos,
al tocar a una, la untaban de la pasión del amor. Luego me beso,
después me toco los senos y, ya, mamá no se equivocó, caí. Me rendí
entre sus brazos. Que tiernos y que calidos ahí, no es que yo sea tan
puta. Sin embargo, les puedo asegurar que con el parecía estar en un
paraíso de nubes. Lo juro. El me hizo sentir como una mujer. No joda,
que frágil fui.
Ese cocolo me tiene que nadie puede imaginarse. Yo se que le gusto.
Pero el me tensorcita con su cercanía. Lo noto por la nota en que me
mira mienta estamos observando el ensayo; cuando el entra
disfrazado con ese traje revestido decolorado, lleno de espejitos, y
ese gorro con esa pluma de pajuil macho, y va marcando cada paso al
ritmo de ese redoblante.
Ay, que bien se ve ese negrito así, de gulilla con esa hacha en el
hombro y con los espejitos brillándoles en el tiraje tan enloquecido
como el ritmo de sus movimientos, esas noches, entre sus brazos, el
me explico todo mientras esperábamos a renovar las ganas. Y así, en
ese paraíso de nubes y colorido en que yo estaba quien no entendía.
Oyéndolo pude percibir también que los bulillas constituyen una
verdadera expresión de la cultura popular. Se preparan para celebrar
con la gente la llegada de una libertad mas autentica, cuando el
presidente electo tome posesión. Para ese momento están montando
el drama que llaman David And Goliat. De los gulotas, me explicaba
Jacob conmigo entre sus brazos, la más popular de las
representaciones, la q ha sobrevivido y la única que existe hasta
ahora, es el baile de los indios o Wild India. Es un grupo que va
vestido con unos trajes llenos de coloridos, adornados con múltiples
lentejuelas y espejitos. Los cascabeles les suenan por doquier. Sobre
la cabeza llevan un penacho confeccionadocon plumas de pavo real.
Las plumas tienen en uno de los extremos unos ajazos parecidos a
una mirada salida de un arco iris.
La música, sumante contagiosa, es producida apenas por un tambor
base, un tambor redoblante, una flauta de bambú, y un instrumento
muy artesanal y estruendoso, llamado tingalin.
Ese instrumento se hace con un trozo de la varilla de construcción.
Durante la ceremonia simulan unas peleas en la que los bailadores
marcan el paso haciendo un rejuego con la punta de uno de los pies
hacia ambos lados. Al mismo tiempo van moviendo las cinturas y
lagándose entre si con el hacha.
Lo que mas miedo me da es cuando comienza la pelea. Por que creo
que le van a dar un mal golpe, que pasos también calculados en ese
baile que yo desconocía totalmente.
Con su aliento cargado de guaba veri me dijo que, salvo el wild India,
las demás expresiones de los gulotas se habían extinguidos. Existió
con gran parecido al baile de los indios, o a la pelea del pajuil. Fue
muy bailado durante los años treinta y cuarenta en el siglo veinte.
Otra forma de baile que esta muy enclavada en la mente de la gente
es el drama conocido como David y Goliat, que no se escenificaba
desde el año 1958 y lo estamos rescatando ahora para celebrar la
libertad que por fin pensamos llega al país en una forma mas
autentica.
Este drama se basa en la leyenda bíblica donde se representa una
lucha entre el bien y el mal. Los bailadores también van vestidos con
trajes llenos de coloridos, donde no faltan las lentejuelas, los espejitos
y los cascabeles, pero en su penacho no llevan plumas de pavo real.
Es David, es pequeño y apenas esta armado con una honda. El Goliat
es grande, fuerte, feo y de barbas blancas. Lleva un foete en la mano
y en la otra una enorme caña de bambú.