tipologías de la enunciación literaria en la prosa … paradigma del historiador, ateniéndose a...

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TIPOLOGÍAS DE LA ENUNCIACIÓN LITERARIA EN LA PROSA ÁUREA. SEIS TÍTULOS (Y ALGUNOS MÁS) EN BUSCA DE UN GÉNERO: OBRA, LIBRO, TRATADO, CRÓNICA, HISTORIA, CUENTO, ETC. (IV) Víctor Infantes UNIVERSIDAD COMPLUTENSE Han pasado cinco años desde que nos acercamos críticamente a la titulación de la prosa de ficción en el Siglo de Oro, tiempo de sobra para darnos cuenta de al- gunos problemas, ciertas sorpresas y, desde luego, algunos resultados. Las de- nominaciones ya tratadas, «libro» y «crónica», 1 nos han deparado unas perspec- tivas de trabajo a la hora de abordar las que faltan todavía; especialmente porque partíamos de unas hipótesis generales que la investigación ha demostra- do a todas luces distintas. Como es evidente que no podemos cambiar los datos, que están ahí sin posible manipulación, hemos tenido que cambiar los axiomas que creíamos tener, no sé sabe muy bien tampoco por qué, perfectamente asu- midos; parece que la realidad no es siempre como nosotros queremos que sea y algo hay que atender a la objetividad de lo que la propia época se empeñó en dejarnos expuesto. Con esta breve declaración de enmiendas vamos a entrar en el territorio de la titulación de «historia», que como más de uno puede sospechar a nada que haya leído alguna de las obras áureas que así se denominan, tiene una cierta comple- jidad dado el uso general que se hace del sustantivo. Empecemos, entonces, por delimitar alguna de sus muchas acepciones actuales, herederas de la mayoría de las que tuvo a lo largo y ancho del Siglo de Oro. 2 Esta cuarta entrega continúa las dedicadas a los planteamientos generales (hoy ya tan lejanos), «Tipologías de la enunciación literaria en la prosa áurea. Seis títulos (y algunos más) en busca de un género: obra, libro, tratado, crónica, historia, cuento, etc. (I)», Studia Áurea. Actas del III Congreso de AISO (Toulouse, 1993), Pamplona: GRISO-LEMSO, 1996, III, págs. 265-72 y las dedicadas al «libro» (II), Actas del XII Congreso de la A1H(Birmingham, 1995), y a la «cróni- ca» (III), Actas del IV Congreso de AISO (Alcalá de Henares, 1996), ambas en prensa. Es de cita ineludible para todo el periodo anterior el estudio de Karl Keuck, Historia. Geschichte des Wortes in der Anticke und in den romanischen Sprachen, Emsdetten: H. & J. Leichte, 1934 y para el contexto medieval Bernard Guenée, «Histoires, annales, chroniques. Essai sur les genres historiques au Moyen Age», Annales ESC, 28 (1973), págs. 997-1016. 641

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TIPOLOGÍAS DE LA ENUNCIACIÓN LITERARIAEN LA PROSA ÁUREA. SEIS TÍTULOS (Y ALGUNOS MÁS)EN BUSCA DE UN GÉNERO: OBRA, LIBRO, TRATADO,CRÓNICA, HISTORIA, CUENTO, ETC. (IV)

Víctor InfantesUNIVERSIDAD COMPLUTENSE

Han pasado cinco años desde que nos acercamos críticamente a la titulación dela prosa de ficción en el Siglo de Oro, tiempo de sobra para darnos cuenta de al-gunos problemas, ciertas sorpresas y, desde luego, algunos resultados. Las de-nominaciones ya tratadas, «libro» y «crónica»,1 nos han deparado unas perspec-tivas de trabajo a la hora de abordar las que faltan todavía; especialmenteporque partíamos de unas hipótesis generales que la investigación ha demostra-do a todas luces distintas. Como es evidente que no podemos cambiar los datos,que están ahí sin posible manipulación, hemos tenido que cambiar los axiomasque creíamos tener, no sé sabe muy bien tampoco por qué, perfectamente asu-midos; parece que la realidad no es siempre como nosotros queremos que sea yalgo hay que atender a la objetividad de lo que la propia época se empeñó endejarnos expuesto.

Con esta breve declaración de enmiendas vamos a entrar en el territorio de latitulación de «historia», que como más de uno puede sospechar a nada que hayaleído alguna de las obras áureas que así se denominan, tiene una cierta comple-jidad dado el uso general que se hace del sustantivo. Empecemos, entonces, pordelimitar alguna de sus muchas acepciones actuales, herederas de la mayoría delas que tuvo a lo largo y ancho del Siglo de Oro.2

Esta cuarta entrega continúa las dedicadas a los planteamientos generales (hoy ya tan lejanos),«Tipologías de la enunciación literaria en la prosa áurea. Seis títulos (y algunos más) en buscade un género: obra, libro, tratado, crónica, historia, cuento, etc. (I)», Studia Áurea. Actas del IIICongreso de AISO (Toulouse, 1993), Pamplona: GRISO-LEMSO, 1996, III, págs. 265-72 y lasdedicadas al «libro» (II), Actas del XII Congreso de la A1H (Birmingham, 1995), y a la «cróni-ca» (III), Actas del IV Congreso de AISO (Alcalá de Henares, 1996), ambas en prensa.

Es de cita ineludible para todo el periodo anterior el estudio de Karl Keuck, Historia. Geschichtedes Wortes in der Anticke und in den romanischen Sprachen, Emsdetten: H. & J. Leichte, 1934y para el contexto medieval Bernard Guenée, «Histoires, annales, chroniques. Essai sur lesgenres historiques au Moyen Age», Annales ESC, 28 (1973), págs. 997-1016.

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La verdad es que el término, de etimología latina tomada del griego, con lasformas de «estoria», «ystoria», «hystoria», «istoria», etc.,3 es un cajón de sastreléxico donde caben los suficientes significados como para tener que recurrir confrecuencia al contexto en donde se produce si queremos entender las precisionesnecesarias.4 En el ámbito que pudiéramos denominar estrictamente historiográ-fico, es decir en los márgenes de la disciplina de su estudio, es «narración y ex-posición verdadera de los acontecimientos pasados y cosas memorables», y elprimer adjetivo será el arma de batalla de buena parte de la verosimilitud de al-gunos textos áureos; por extensión: «conjunto de los sucesos referidos por loshistoriadores»; y como metonimia «obra histórica». Pero la significación se am-plía a otros territorios más imprecisos que afectan a usos más generales, entran-do a formar parte del lenguaje común, y así puede conceptuarse como «fábula,cuento o narración inventada», «chisme, enredo» y, en general, «relación decualquier género de aventura o suceso». Evidentemente, y sumando bastantes delas locuciones admitidas («así se escribe la historia», «hacer historia», etc.), eltérmino ofrecerá en las obras muchas intenciones por parte de los autores que loenuncian y no menos interpretaciones para quienes las leen.

En el periodo cronológico en el que nos desenvolvemos, los perfiles semán-ticos del sustantivo «historia», aplicado a la titulación de una abundantísimaproducción textual, libra una batalla editorial, pero también (aunque no siempre)ideológica y digamos argumental, con los rótulos de «crónica» y «vida», hastael punto que resulta en muchas ocasiones imposible delimitar los campos deaplicación a determinadas obras, que deberían nominarse de una manera, cuan-do la realidad aséptica de los datos ofrece la titulación contraria. No vamos a re-petir todo lo que ya expusimos a este respecto al tratar de la titulación de «cró-nica», con la competencia de historiar por periodos o tramos cronológicos, ni lapolémica que atraviesa la conceptualización de la «historia» en las Crónicas deIndias, con bibliografía propia y ajena a nuestro territorio disciplinar,5 o todoslos argumentos que ofrece Luis Cabrera de Córdoba en su De historia para en-tenderla y escribirla [1611], en su intento de ordenar los pormenores dogmáti-cos de la producción historiográfica áurea,6 sino acercarnos ahora a las obras li-

3 Valga remitir al Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico de Joan Corominas y JoséA. Pascual, Madrid: Gredos, 1980, III, pág. 370.

4 Vid. Diccionario de la lengua española, Madrid: Real Academia Española, 1984, II, págs. 738-739.5 Resultan especialmente representativas de este problema las palabras de Walter Mignolo, «El

metatexto historiográfico y la historiografía indiana», Modern Language Notes, XCVI (1981),págs. 358-402, seleccionadas, con otras de Agustín Millares Cario (1951) en Lina RodríguezCacho, «Historias y experiencias», Historia y crítica de la literatura española. Siglos de Oro:Renacimiento. Primer suplemento, ed. de F. Rico y F. López Estrada, Barcelona: Crítica, 1991,2/1, págs. 124-127; entre una selva de bibliografía que no hace al caso.

6 Vid. la edición moderna de S. Montero Díaz, Madrid: Instituto de Estudios Políticos, 1948, conrepaso déla concepción historiográfica de los principales tratadistas áureos, págs. XI-LII.

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terarias (y algunas no literarias) que ofrecen este rótulo identificativo, muchasde ellas, espejos literarios de compañeros editoriales llamados de otra manera.7

Empecemos por quitarnos de en medio las demarcaciones menos literarias, lahistoria propiamente dicha, la (que llaman) de los «hechos reales y verdaderos»,y el ámbito religioso.

Baste recordar para el primero las palabras de Sebastián de CovarrubiasOrozco,8 auténtica declaración de principios de lo que se entendía por «historia»en la época

Es una narración y exposición de acontecimientos pasados, y en rigor es deaquellas cosas que el autor de la historia vio por sus propios ojos y da fe dellas,como testigo de vista, según la fuerza del vocablo [...], quod est spectare vel cog-noscere. Pero basta que el historiador tenga buenos originales y autores fidedig-nos de aquello que narra y escribe, y que de industria no mienta o sea flojo enaveriguar la verdad, antes que la asegure como tal. Cualquier narración que secuente, aunque no sea con este rigor, largo modo se llama historia, como historiade los animales, historia de las plantas, etc.

Claro está que una cosa son los propósitos (y las fuentes) y otra muy distinta losresultados (y los textos). El paradigma del historiador, ateniéndose a estos pro-pósitos, denunciados por casi todos los teóricos áureos, sería (obligatoriamente)el de la participación en los hechos, y ante la previsible ausencia en la mayoríade ellos, especialmente de los acontecidos siglos atrás, el de la veracidad, tantopor no mentir e intentar indagar en la verdad, como por fiarse de las fuentes quemaneja y de la autoridad de los historiadores anteriores. Estos principios guia-ron, sin duda, a muchos escribientes de la historia en el Siglo de Oro, pero en laimposibilidad de cumplir alguno de los requisitos y especialmente por las mu-chas oportunidades que a otros brindaba la complejidad de esta operación, fue-ron apareciendo los falsarios,9 pero también, y son más importantes literaria-mente para nosotros, los que quisieron mostrar en sus obras los vericuetosincomprobales de todos estos elementos.

Una relación suficiente de los historiadores de la época, metidos de lleno enla conciencia de las «historias y experiencias»,10 no puede olvidar títulos como

Dado el espacio, y la paciencia del lector (prudente), no incluyo lugares de edición, impresores ytradición editorial de las obras, así como ediciones modernas de todos los textos, salvo en loscasos necesarios; detenemos el estudio en los aledaños de 1600, siguiendo el marco cronológi-co ya impuesto, y que en esta ocasión es suficiente.

En su Tesoro de la lengua castellana o española (1611), ed. de F. C. R. Maldonado, Madrid:Castalia, 1994, pág. 639.

9 Estas aventuras quedan lejos de nuestro interés ahora, pero vid. el estudio de J. Caro Baroja, Lasfalsificaciones de la Historia (en relación con la de España), Barcelona: Seix Barral, 1992.

Así titulé mi aportación en Historia y Crítica de la literatura española. Siglos de Oro: Renaci-miento, ed. F. Rico y F. López Estrada, Barcelona: Crítica, 1980, 2, págs. 225-70, y aún (pien-so que) sirve de panorama general; hemos citado la revisión de Lina Rodríguez Cacho, supra.

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los siguientes, con divisiones de materias que están en las nóminas más exigen-tes y que son recuerdo necesario, y no sé si por comparación posterior, con losotros títulos que ofrecieron los barbechos literarios. (Valga recordar que al lec-tor le llega la obra a través del libro, y el manuscrito es otra opción diferentecuando hablamos con la estadística áurea en las manos de estos temas, pero ellibro tiene que comprarse (rara vez se debe esperar el regalo generoso y conti-nuado) y su referente está marcado en un autor y un título (y un impresor, y uneditor); después vendrá la lectura y el entendimiento del texto, pero hasta llegara ese momento, donde su juicio otorgaba (¡por fin!) la realidad de lo que leía,varios sintagmas le habían expresado ya una realidad previa e intencionada,además de algún que otro «preliminar» para su orientación).

Mamotretos de la visión universal, como los de Pero Mexía, Historia univer-sal y cesárea [1543]; Gaspar de Baeza, traduciendo a Paulo Jovio, Historia ge-neral de todas las cosas sucedidas en el mundo [1562], con una Segunda parte[1563] y una tercera titulada, en cambio, Libro de las historias [1582]; Pedro deSalazar, Historia Victrix [1570] o Andrea Pescioni, traduciendo una misceláneade autores y textos en sus Historias prodigiosas [1586]; y valga recordar el Marde istorias de Fernán Pérez de Guzmán [1512], traducción del famoso Mer deshistoires [1475]. Historias del Mundo Antiguo debidas a Valerio Máximo, Delas historias romanas y carthagienenses [1514], traducida del francés o a JaimeBartolomé, traduciendo a Apiano, Historia de las guerras civiles de los romanos[1592]; junto a las historias de personajes y autores relevantes, casos de QuintoCurcio Rufo y su Historia de Alexandre Magno [1496], luego vuelta a editarcomo Quinto Curcio de los hechos del magno Alexandre [1534], pero indicandoen el colofón: «Aquí haze fin la hystoria»; o las traducciones de Fernán Floresde Xerez, Historia de Herodiano [1532], Juan Martín Cordero, La historia deFlavio Eutropio [1561] y Diego Gracián, Historia de Thucídides [1564]. Obrasque traían al lector hispano las historias de otras civilizaciones, como la de AmaroCenteno, Historia de las cosas de Oriente [1595]; la traducción de Hernán Ló-pez de Castañeda, Historia del descubrimiento y conquista de la India [1554];Juan González de Mendoza, Historia del Reyno de China [1585]; Bujeda deLeiva, Historia del Reyno del Japón [1591]; la traducción de Tomás de Padillade la Historia de las cosas de Ethiopía [1557]; o de la cercana Historia de laguerra y presa de África [1552] de Pedro de Salazar; junto a los turcos: VicenteRoca, Historia en la qual se trata de la origen y guerras que han tenido losTurcos [1556] y Antonio de Herrera, Historia de la guerra entre turcos y per-sianos [1582], traducida del italiano, o los moriscos: Luis del Mármol Carvajal,Historia de la rebelión y castigo de los moriscos del Reyno de Granada [1600].

Recopilaciones de otros temas muy atractivos en la época, como las de Ro-drigo Ximénez de Rada, Historia gótica [1495] y Julián del Castillo, Historia delos Reyes Godos [1582], o vinculadas a los países más representativos del con-texto europeo: La historia de Bohemia [1509] de Pío II, traducida por Hernán

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Núñez de Toledo; Bernando Pérez, Historia de las cosas que han pasado enItalia [1536], traducida del latín, y Juan Vázquez del Mármol, Historia del Rey-no de Ñapóles [1584], traducida de Pandulfo Colenucio, y Antonio de Herrera aquien debemos la Historia de lo sucedido en Escocia e Inglaterra [1589], losCinco libros de la Historia de Portugal [1591] y la Historia de los sucesos deFrancia [1598]. Igualmente las historias dedicadas a personajes significativos,casos de Alonso de Orozco, Historia de la Reina Saba quando disputó con elRey Salomón [1565]; la traducción de Antonio Flórez de Benavides de La histo-ria del Señor Francisco Guichardino [1581]; el Maestro Valles y su Historiadel fortísimo y prudentísimo capitán Don Hernando de Ávalos [1557], PedroAguilón, Historia del Duque Carlos de Borgoña [1586], bisabuelo de Carlos I;Bernardino Gómez Miedes, La historia de Jaime de Aragón [1584] o el maestrode Cervantes, Juan López de Hoyos, con su Historia y relación de Isabel deValois [1569]; que llegan a la poesía con la Historia Parthenopea de AlonsoHernández [1516], y las que así se titulan al abrigo de la corografía de la segun-da mitad del siglo XVI:'' las de Pedro de Alcocer, Historia o descripción de laImperial cibdad de Toledo [1554] o Alonso Morgado, Historia de Sevilla[1587], sin olvidar la (muy anterior) de Gonzalo de Ayora, Muchas historiasdignas de ser sabidas que estaban ocultas [1519], sobre Ávila.

Algún ejemplo se escapa de unos contenidos rigurosamente históricos, a ca-ballo entre la verosimilitud incomprobable y los ribetes de una ficción literariacercana en otros modelos; casos de la Historia del Gran Tamorlán o Itinerario yenarración de la Embaxada [1582] de Ruy González de Clavijo, que en sus tes-timonios manuscritos medievales se denominaba: «Historia del Emperador» (A),«Historia del Gran Tamorlán» (D) y «Vida y hazañas» (B y C);12 la continua-ción de la famosa Crónica sarracina de Pedro del Corral, debida a Miguel deLuna, ahora titulada La verdadera historia del Rey don Rodrigo [1592] y la cu-riosa Centuria o Historia de los famosos hechos del gran Conde de Barcelona,don Bernardo Barcino de Fray Esteban Barellas [1600], con fama de más au-téntica que la genealogía de los modorros (con perdón de Quevedo, y si es de suingenio).13

Sentimos no ver impresa la comunicación de Richard Kagan, «La producción de textos históri-cos» (que oímos) en el el XII Seminario Internacional sobre literatura española y Edad de Oro(Madrid, 1992); no conocemos otro trabajo específico sobre la materia, que allí recibió mereci-do tratamiento.

12 Vid. ed. de F. López Estrada, Madrid: CSIC, 1943, págs. LXXXV-XCIII.Antonio Palau en su Manual del librero hispanoamericano, Barcelona: A. Palau/The Dolphin

Book, 1949, II, en el n.° 24138, con la cuidada descripción de la obra, añade: «Sus patrañasllegaron a ser populares y a raíz de las mismas se formó la proverbial palabra de barellades pa-ra designar una exagerada falsedad»; la comparación con don Francisco, Prosa festiva com-pleta, ed. C. C. García-Valdés, Madrid: Cátedra, 1993, págs. 511-24, que nos la perdone ellector prudente, citado (ya) supra.

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Las muchas obras que eche de menos el lector, piense que se acogen mayo-ritariamente bajo el título de «crónica», y en menor cantidad bajo los rótulos de«sumario», «suma», «compendio», «descripción», «relación», etc.; aunque prác-ticamente todas sean tan historias como las así llamadas.

El segundo gran compartimento, el de las obras de temas y motivos religio-sos, vuelve a presentar un panorama de una cierta significación para nuestrosintereses, pues el muestreo cuantitativo, y especialmente la lectura de bastantesobras, depara un gusto por la titulación de «historia» en los amplios márgenesde ciertas consideraciones literarias de la época, singularmente las de las vidas,no siempre tan comprobables históricamente como fuera deseable. Así, tan sóloalgunas grandes obras sobre las Órdenes religiosas se llaman específicamente«historia», pues, en general, prefieren otras denominaciones, en especial la de«crónica»,14 casos de Fray Hernando del Castillo, Primera parte de la Historiageneral de Sancto Domingo [1584, con una Segunda parte de 1592]; Fray Feli-pe de Guimerán, Breve Historia de la Orden de Nuestra Señora de la Merced[1591]; Fray Agustín de Ávila Padilla, Historia de la Provincia de Santiago deMéxico, de la Orden de Predicadores [1596] y Fray Francisco Diago, Historiade la Provincia de Aragón de la Orden de Predicadores [1599] o Fray José deSigüenza, Segunda parte de la Historia de la Orden de San Gerónimo [1600,postuma, la primera se llamaba Vida, 1595]; o las que tratan hechos históricoscontemporáneos, como las dedicadas al problema inglés: Pedro de Rivadeneyra,Historia eclesiástica del scisma del Reyno de Inglaterra [1588] y Fray Diego deYepes, Historia de la persecución de Inglaterra [1599]. Un caso curioso, entreotros, que unifica ambas denominaciones es el de la obra de Juan Sánchez Val-dés de la Plata, Crónica y historia general del hombre [1598].

A cambio, existe una predilección (casi unánime) en titular «historia» a unbuen número de hagiografías más o menos legendarias e ¿históricas? que se pa-searon por los libros áureos, con textos que yo mismo no me atrevo a catalogarcon acierto en ninguna celdilla retórica definida; especialmente porque no sa-bemos bajo qué concepto entendía el lector del Siglo de Oro estas biografías,tan cercanas en la mayoría de las ocasiones a la mejor ficción literaria, plagadasde milagros, hechos sobrenaturales y sucesos extraordinarios historiados comola más verídica de las realidades posibles. Baste mencionar el flos sanctorumgeneral de Fray Juan de Marieta, Historia eclesiástica y flores de santos de Es-paña [1594, con segunda parte de 1595 y tercera de 1596], en competencia con

14 Cf. Víctor Infantes, «Tipologías de la enunciación literaria en la prosa áurea. Seis títulos (y algu-nos más) en busca de un género: obra, libro, tratado, crónica, historia, cuento, etc. (III)», yacitado; todavía (es útil) una de las escasas recopilaciones generales sobre estas obras, la de JuanPío García y Pérez, titulada precisamente Indicador de varias crónicas religiosas y militares enEspaña, Madrid: Est. Tipág. de la Viuda e Hijos de Manuel Tello, 1899, aunque apareció endiferentes entregas de la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, entre 1899 y 1901.

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Villegas y compañía, aunque no titulados «historia», y la tropa santoral que seinicia con un incunable, el de Andrés Gutiérrez de Cerezo, Historia del gloriosomártir Sant Víctores [c. 1487], mal titulado a veces por anteceder una «Carta delBachiller»,15 y sigue con obras como Están en este libro la historia nueva delbienaventurado doctor y luz de la Iglesia Sant Iherónimo, con el libro de sutránsito y la historia de su translación [1510]; la Historia de la bendita Mag-dalena [1514, perdida, aunque conocemos la de 1521]; Lucas de Tuy, Libro delos miraglos de Sant Isidoro [...] con la historia de su vida [1525]; la Historiadel virtuoso caballero don Tángano [1526], la Historia de Sant Juan Baptista[1527]; Fray Gutiérrez de la Magdalena, La vida y historia de la gloriosaSancta Helena, madre del Emperador Constantino [1576]; Fray Diego Mas,Historia de la vida de San Hyacintho [1594]; Antonio de Cianea, Historia de lavida de San Segundo [1595]; Fray Juan de Castañiza, Historia de San Romualdo[1597] o Fray Francisco Diago, Historia de San Vicente Ferrer [1600]; con al-gún otro texto que mezcla la vida del santo con la advocación geográfica: Histo-ria de cómo fue hallada la imagen del santo Cricifixo que está en el monesteriode Sancto Agustín de Burgos, con algunos de sus milagros [1554], que contieneademás la vida de San Nicolás de Tolentino o Fray Atanasio de Lobera, Historiade las grandezas de la muy antigua e insigne ciudad y Iglesia de León, y de suobispo y patrón Sant Froylán [1596].

Al lado de estas obras se pasean otras similares y cercanas en intención ycontenidos, por ejemplo, la divulgada Historia de los santos Corporales de Da-roca de Gaspar Miguel de Cuenca [1523, con muchas ediciones: 1539, 1553,etc.]; Fray Rodrigo de Yepes, Historia de la muerte y glorioso martirio delSancto Inocente, que llaman de la Guardia [1583]; la traducción de Franciscode Sotomayor de la Historia sacra de la Legión Tebea [1594]; Fray HierónimoRomán, Historia de los dos religiosos Infantes de Portugal [1595], Don Fer-nando y la Princesa Juana; Joseph Creswell, Historia de la vida y martirio delPadre Henrique Valpolo [1596]; Fray Dimas Serpi, Historia del Beato FraySalvador de Horta [1600] y, por fin, la traducción de San Juan Damasceno de laHistoria de los dos soldados de Cristo, Barlaam y Josafat [1608], titulada un si-glo antes La vida de Barlaam y Josafat [1506-1510]. [Valga recordar que estatitulación se amplía en el campo poético con textos como Historia de la Sagra-da Pasión de Diego Ramírez Pagan [1564]; Primera parte de la Historia deLuis Beltrán de Fray Luis Martí [1584]; Historia del gloriosos mártir San Vice-nte de Luis de la Cruz [1585]; Historia de Santa Catherina de Phelipe Ponce[1585]; y tantos otros entre los que cabe Juan Timoneda, Comienca la Historiade Judith [s. a.] y demás falange de cordel.

Podemos sumar también las obras dedicadas a los santuarios y lugares de

15 Vid. Víctor Infantes, «Los ejemplares incunables de la Historía del glorioso mártir Sant Vícto-res», Dicenda, 16 (1998), en prensa.

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devoción local, con la aparición de muchas reliquias, de enorme importancia enla segunda mitad del siglo XVI,16 como las de Francisco de Padilla, Historia dela santísima casa y devotísimo santuario de Nuestra Señora de Loreto [1588];Fray Antioco Brondo, Parte primera del libro llamado Historia y milagros deNuestra Señora de Buenayre, en la ciudad de Callar [1595, con Segunda partede 1595]; Jaime Prades, Historia de la adoración y uso de las sanctas imágenesy de la imagen de la Fuente de la Salud [1596] y Fray Gabriel de Talavera,Historia de Nuestra Señora de Guadalupe [1597].

Una característica común parece envolver a todas las obras de estos dosgrandes apartados, independientee del uso en el título de la designación de«historia», y que pensamos tiene una especial significación al enfrentarse conlos textos literarios denominados con el mismo término: la aclaración inmediatade su contenido, salvando los epítetos retóricos de todas las titulaciones. En to-das ellas se expresa enseguida, y creo que con suficiente nitidez, los rasgosesenciales de su argumento, con el fin de indicar patentemente el asunto del queva a tratar el texto; por supuesto, existen casos en los que el desconocimiento delo que se indica en la titulación puede producir alguna mixtificación en lectoresdesprevenidos, pero no olvidemos (nunca) que los libros se publican precisa-mente para paliar esta carencia y es aconsejable superar la página de la portada.Por ello queremos pensar que en esta ocasión no importa tanto el uso de esteprimer lexema identificativo, demasiado común y demasiado manido, como lasaclaraciones nominales y semánticas que vienen a continuación y que sitúan allector, al menos de momento y en este primer instante, ante la {verdadera) signi-ficación retórica de la obra.

Si esto ocurre, en sus rasgos más generales, en los ámbitos históriográfico yreligioso, en el amplio territorio de la prosa de ficción literaria se va a utilizar eltítulo de «historia» para designar específicamente un grupo determinado, el gé-nero editorial de la narrativa caballeresca breve,17 dentro del grupo de los caba-llerescos, con algunos otros textos asimilables a sus características editoriales (yliterarias), y de paso contaminar ocasionalmente otros géneros, que aunque setitularon de otras maneras: «tratado», «libro», crónica», «vida», eran en el fondoy en el sentir del lector áureo (también) historias.

En el primer caso, el de las obras caballerescas donde se agrupan diferentescompartimentos literarios, voy a resumir los datos más significativos dada la

16 Vid. William A. Christian, Local Religión in Sixteenth-Century Spain, Princeton: Princeton Uni-versity Press, 1989, especialmente los «Appendix B. Distric and Regional Shrines, 1575-1580,New Castile» y «C. Locations and Sources of Relies, 1575-1580», págs. 211-21.

17 Vid. Víctor Infantes, «La narración caballeresca breve», Evolución narrativa e ideológica de laliteratura caballeresca, Bilbao: Universidad del País Vasco, 1991, págs. 165-81 y Nieves Ba-randa, «Compendio bibliográfico sobre la narrativa caballeresca breve», id., págs. 183-191 yNieves Baranda, «I. Las historias caballerescas breves [en] La literatura caballeresca. Estado dela cuestión», Romanistisches Jahrbuch, 45 (1994), págs. 272-94.

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cantidad de textos, manuscritos y ediciones que hay que manejar.18 En la narra-tiva caballeresca de origen artúrico (testimonios medievales, pero de 1499 a1557), los llamados «libros caballerescos»,19 de 5 obras, con 8 ediciones más losfragmentos manuscritos, ninguna se titula «historia». En los «libros de caballe-rías» (1490-1602), de 30 títulos, unos 50 si contamos las continuaciones, conunas 160 ediciones, sin contar las continuaciones, y cerca de 20 manuscritos,«historia» aparece en 10 obras con 27 ediciones, frente a 10 de «libro», pero con125 ediciones, y 7 de «crónica» con 11 ediciones. En las «traducciones caballe-rescas» (1489-1597), de 9 títulos, con unas 60 ediciones más los manuscritosmedievales, «historia» se utiliza en 3 casos en 12 ediciones. En estos tres gruposno se puede establecer ningún modelo de titulación más o menos consecuente,con la excepción del de «libro» (lógicamente) para los «libros de caballerías», nipor periodos cronológicos ni por contenidos temáticos o estructurales ni por im-prentas o impresores; siguen en algunas ocasiones sus modelos literarios o lastitulaciones de los originales traducidos o la simpatía hacia textos similares deparecidas fechas. En la «narrativa caballeresca breve» (1492-1600), de 22 títu-los, con cerca de 200 ediciones más los testimonios manuscritos medievales,«crónica» aparece en 2 obras con 10 ediciones; la alternancia de «crónica» e«historia» afecta a 3 textos con 51 ediciones, 35 con «crónica» y 11 con «histo-ria»; «libro» en 2 casos con 22 ediciones; la combinación «libro» e «historia» seda en 1 caso con 11 ediciones, 1 con «libro» y 10 con «historia»; en cambio«historia» se titulan 11 obras con 83 ediciones. Es decir, que 15 obras de las 22en 109 ediciones de unas 200 existentes, un poco más de la mitad global de laconsideración estadística, se denominan sistemáticamente en la época «histo-ria», formando un género unitario en sus características literarias y editoriales.

En los restantes territorios de la ficción áurea el título de «historia» apareceocasionalmente, desde luego no definiendo un género específico, pero sí deforma muy significativa. En los libros de pastores es inexistente, parecen prefe-rir sistemáticamente «libro», pero ello no impide que en Los siete libros de laDiana se incluya a partir de 1561, en el título, la indicación de Añadídose agorade la Historia de Alcida y Silvano y más tarde la Historia de Píramo y Tisbe;20

aunque en este caso, como en El arte poética de Miguel Sánchez de Lima en1580 donde al final de la obra «Comienca la historia de los amores que uvo en-

Nos ocupamos monográficamente de estas obras en «Nominar las caballerías o de la titulación deun género», como participación en Ritterliche Erzahlliteratur in ltalien und Spanien (1460-1550) International Kolloquium (Colonia, 1997), en prensa.

Vid. las oportunas clasificaciones y diferencias en Víctor Infantes, «El género editorial de la na-rrativa caballeresca breve», Voz y Letra, VII/2 (1996), págs. 127-33.

20 Vid. ed. de J. Montero, Barcelona: Crítica, 1996, págs. LXXX-XC; además, Elizabeth R. Prima-vera, «Introducción a la «Historia de Alcida y Silvano» de Jorge de Montemayor», Dicenda, 2(1983), págs. 121-34.

650 VÍCTOR INFANTES

tre Calidonio y la hermosa Laurina» que mezcla verso y prosa,21 nos encontre-mos con textos poéticos al modo pastoril que narran una historia.

En el caso de la llamada «novela sentimental» dos obras acuden a esta titula-ción, aunque con ciertas (y curiosas) características. Así, la breve narración deAeneas Silvio Piccolomini se titula Estoria muy verdadera de dos amantes en elincunable [1496] y también Historia en la edición sevillana [1512], aunque en elcolofón, quizá como remembranza del grupo al que pertenece se indique: «Findel presente tratado». En el caso de una de las obras de Juan de Flores, el Grisely Mirabella,22 el incunable ofrece el título de Tractado compuesto por Johan deflores a su amiga [c. 1495], con la existencia de un manuscrito fragmentario dela «Historia de Torrellas y Brianda», pero ello no impide que a comienzos delsiglo XVI se titule La historia de Grisel y Mirabella, con la disputa de Torrellasy Bracayda [1514] y como Historia se seguirá editando todo el siglo [1524,1526, 1529, etc.]; las traducciones tampoco ofrecen dudas, la primera francesaLe Iugement d'amour [1520, etc.], pero la segunda Histoire [1546], la italianaHistoria [1521] y la franco española que más pervivirá editorialmente Historiade Aurelio e Isabel [1556].

Los llamados «libros de aventuras peregrinas» utilizan en muchas ocasionesel rótulo de «historia», no en vano lo son, y así se entendían en la época. Empe-zando por dos de las obras clásicas que dan origen al género, la traducción anó-nima de Aquiles Tacio, Historia de los amores de Leucipe y Clitofonte [1544],luego denominada en la traducción de Diego Agreda Vargas, Los más fielesamantes Leucipe y Clitofonte. Historia griega [1617], y la Historia de Heliodo-ro, que termina con «Este es el fin de la Historia ethiópica de Theágenes y Cla-riclea» [1554], que más tarde en la de Fernando de Mena se titulará, Historiaethiópica de los amores de Theágenes y Clariclea [1581] y La Historia de losleales amantes Theágenes y Clariclea [1587]; al lado del texto liminar de Alon-so Núñez de Reinoso, Historia de los amores de Clareo y Florisea y de los tra-bajos de Iseo [1552]. Esta nomenclatura hizo fortuna en el grupo, aunque no to-das las obras indiquen el sustantivo «historia» expresamente en la titulación,23

pero baste recordar que la obra de Miguel de Cervantes, aparecida el mismo añoy en la misma imprenta que la traducción antes citada de Aquiles Tacio, se titula«historia» en aposición, Los trabajos de Persiles y Segismundo. Historia seten-trional [1617] o, por citar algunos ejemplos más tardíos, la Historia de Hipólitoy Aminta de Francisco de Quintana [1627], Eusturgio y Clorilene. Historia mos-

21 Vid. ed. de R. de Balbín Lucas, Madrid: CSIC, 1944, págs. 111-16.22 Vid. Barbara Matulka, The Novéis ofJuan de Flores and Their European Diffusion. A Study in

Comparative Literature, New York: Institute of Frech Studies, 1931, págs. 459-75.23 Un panorama general del grupo ofrece Antonio Cruz Casado en la «Introducción» de Los aman-

tes peregrinos Angelia y Lucenrique: un libro de aventuras peregrinas inédito, Tesis Doctoralde la Universidad Complutense, Madrid, 1989,1, págs. 306-549.

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covita de Enrique Suárez de Mendoza [1629] o la Historia de las fortunas deSemprilis y Genorodano de Juan Enríquez de Zúñiga [1629]. Otra de las obrasmás importantes de este grupo, la Selva de aventuras de Jerónimo de Contreras[1565], y en este caso justifica el frondoso título hasta el impresor,24 se traduceal francés como Etranges aventures contenant l'histoire [1580]. Ello parece in-dicar que en la titulación, pero también en el sentido literario de estas obras, lostextos más representativos del siglo XVI y comienzos del siglo XVII, con lasexcepciones de El peregrino de Lope [1604] y El Poema trágico de Gonzalo deCéspedes y Meneses [1615], se entendían como historias, evidentemente litera-rias.

Quiero mencionar como coda necesaria un pequeño grupo de obras de es-quiva clasificación y que por ello merecen (al menos) su cita singular. La anó-nima Historia de Gabriel de Espinosa, el Pastelero de Madrigal, si es que deverdad se editó a finales del siglo XVI [1595], aunque contamos con edicionesdel siglo siguiente [s. a. y 1683], y la recientemente aparecida edición exentadesconocida del famoso cuento de Boccaccio, vía Petrarca, La historia de Gri-seldis, Marquesa de Salaces [c. 1544];25 ambas, por sus contenidos, brevedad y,desde luego, titulación, no podemos por menos que definirlas como «historias».A su lado quedan los testimonios de la llamada «novela morisca». El del precio-sísimo Abencerraje, titulado por su mejor editor como El Abencerraje, con elsubtítulo de «novela»,26 pero del que los testimonios de su tradición impresa ymanuscrita se niegan a reconocer como tal, pues en las dos Crónicas impresasdonse encuentra [1561 y s. a.] indican: «Dize la Chrónica», su inclusión en laDiana de Montemayor [1562]: «ora fuese historia o algún acaescimiento [...]acabada la historia»27 y en el Inventario de Villegas [1565]: «Dize el cuento»28

y el manuscrito: «Historia del Moro y Nárvaez»;29 la Historia de los vandos delos Zegríes y Abencerrajes de Ginés Pérez de Hita [1595], que es (teórica)«Primera parte» de una Segunda parte de las guerras civiles de Granada[1619], en la misma portada se incluye: «Agora nuevamente sacado de un libroarábigo», al igual que en el colofón: «impresso», aunque la siguiente edición

4 Vid. ed. de M. Á. Teijeiro Fuentes, Zaragoza: Institución «Fernando el Católico», 1991, págs. 6-9.Vid. Juan Carlos Conde López y Víctor Infantes, «Noticia de una versión castellana desconocida

de la Historia de Griseldis (Sevilla, c. 1544)», Cultura Neolatina, en prensa.6 Vid. El Abencerraje (Novela y romancero), ed. de F. López Estrada, Madrid: Cátedra, 1985, es-

pecialmente, págs. 91-94, con descripción de los testimonios.Vid. El Abencerraje pastoril, ed. de E. Fosalba Vela, Barcelona: Universidad Autónoma, 1990, el

texto en págs. 1-25, con paginación aparte.Vid. ed. de F. López Estrada, Madrid: Joyas Bibliográficas, 1956, II, pág. 65.Vid. las ediciones, con distinta titulación, de George I. Dale, «An Unpublished Versión of the

Historia de Abindarráez y Jarifa», Modern Language Notes, XXXIX (1924), págs. 31-33 y Ma

Soledad Carrasco Urgoiti, «El relato Historia del Moro y Narváez y el Abencerraje», RevistaHispánica Moderna, 34 (1968), págs. 242-255.

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[1597] vuelve a titular «Historia [...] sacada» y todas las restantes respeten elnombre de «Historia»30 y, por último, el relato intercalado por Mateo Alemán enel Guzmán de Alfarache [1599]: «Guzmán de Alfarache refiere la historia de losdos enamorados Ozmín y Daraja, según se la contaron [...] Comenzó el buen sa-cerdote la historia prometida [...] Con gran silencio veníamos escuchandoaquesta historia».31 ¿Cómo mejor denominar estas tres «historias» que por sutítulo?

Por último se debe citar una de las obras que transmite la ¿historia? de losSiete Sabios de Roma, la Historia lastimera del Príncipe Erasto de Pedro Hur-tado de la Vera [1573], que aunque traduce del texto italiano titulado / com-passionevoli avvenimenti d'Erasto, a buen seguro tuvo presente la versión fran-cesa, Histoire pitoyable du prince Erasto, al designar su traducción.32 (Incluso,y aunque se sale de nuestra cronología y de nuestra denominación, en el génerode la «novela» barroca,33 perfectamente titulada en la mayoría de los testimo-nios, se cuela en dos ocasiones el rótulo de «historia», casos de Gonzalo deCéspedes y Meneses con sus Primera parte [de las] Historias peregrinas yexemplares [1623] y Luis Pacheco de Nárvaez con sus Historia exemplar de lasdos constantes mugeres españolas [1635], pero son (alguna de) las excepcionesque confirman una titulación bastante uniforme de casi todos los testimonios;podríamos añadir, porque casi nadie la incluye en ningún sitio la Historia de losdos verdaderos amigos [1625] de un desconocido «Señor de M.», narración enforma epistolar, con mezcla de prosa y verso y de no mala factura).

Falta un caso muy significativo. Ya se ha demostrado lo aleatorio de la titu-lación del Lazarillo, muy cercana a la hagiografía de la La vida del buenaventu-rado San Amaro, y de los peligros que passó hasta llegar al parayso terrenalque andaba por la imprenta en aquellos momentos,34 pero no queremos olvidarque El Buscón de Quevedo se titula: Historia de la vida del Buscón, llamadodon Pablos, exemplo de Vagamundos, y espejo de Tacaños [1626]. «Historia»figura consagrada sin la más mínima duda en todos los «Preliminares» de laprinceps, en la tradición impresa posterior, en parte de la manuscrita, en B se

Vid. Ginés Pérez de Hita, Guerras civiles de Granada. Primera parte, ed. de S. M. Bryant,Newark: Juan de la Cuesta, 1982, págs. XX-XXIII.

31 Vid. ed. de F. Rico, Barcelona: Planeta, 1983, págs. 193-242.32 Vid. ed. de A. J. Farrell y G. PÁG. Andrachuk, Salamanca: Universidad de Salamanca, 1996,

págs. 25-27.33 Vid. panorama bibliográfico general de Begoña Ripoll , La novela barroca. Catálogo bibliográfi-

co (1620-1700), Salamanca: Universidad de Salamanca, 1991.34 Vid. Francisco Rico, «La princeps del Lazarillo. Título, capitulación y epígrafes de un texto apó-

crifo», Homenaje a Eugenio Asensio, Madr id : Gredos , 1988, págs. 417-46; luego recogido ensus Problemas del Lazarillo, Madrid: Cátedra, 1988, págs. 113-51; y para el otro texto ci tado laed. de C. A. Vega, Hagiografía y literatura. La vida de San Amaro, Madrid: El Crotalón, 1987,págs. 84-87.

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llama «Historia de la vida del Buscón, llamado don Pablos» (y en S y en C: «LaVida del Busca Vida Por otro nombre D. Pablos» y «La Vida de el buscón, lla-mado Don Pablos»)35 y en las traducciones al italiano, Historia della vita[1634], al inglés, The Ufe [1657] y no al francés, L'aventurier [1633], hasta elsiglo XIX, Histoire. El Guzmán de Alfarache se titula Primera parte de Guzmánde Alfarache [1599] y quizá por culpa de la aparición a cargo del falsario Luxánde Saavedra de una Segunda parte de la vida de Guzmán de Alfarache [1602]Alemán tituló igual su auténtica Segunda parte de la vida de Guzmán de Alfara-che, atalaya de la vida humana [1604], aunque de la primera «vida» nos se ha-ble en ningún momento en los «Preliminares» ni en la capitulación del libro; pe-ro veamos lo que dice el autor como «Declaración para el entendimiento destelibro»: «Tenía escrita esta poética historia [...] En lo que adelante se escribierese dará fin a la fábula».36 A estas alturas no voy a explicar el sentido de «fábu-la» en el entendimiento de la ficción áurea37 (el de «historia» lo estoy intentan-do), pero, desde luego, en las tres obras básicas de la llamada «novela picares-ca» el concepto (y la titulación) de «historia», y de «vida» en relación con otras(más santas) «vidas» de la época, me parece harto elocuente; especialmentedesde el entendimiento literario de los lectores de su momento, que es paraquienes se escribieron, se publicaron y a quienes van dirigidas.

En la búsqueda que tenemos emprendida de una norma o al menos de laexistencia de unas pautas comunes de entendimiento en la forma de denominarlos textos narrativos en el Siglo de Oro, el término «historia» ocupa tres aparta-dos muy definidos. En el lado historiográfico, a pesar de las polémicas y justifi-caciones de la verdad histórica y de la autoridad de las fuentes empleadas,compite con «crónica» desde perspectivas ajenas al tratamiento literario, preci-samente por la indicación expresa de sus argumentos y de sus intereses temáti-cos; en el terreno de la ficción, designa, por un lado, un género editorial muyconcreto, que además será el único de los de el Siglo de Oro que pervivirá a tra-vés de los siglos,38 y por otro, permite determinar un interés en indicar el sentidoliterario de determinadas obras, aunque sea en competencia con otros textoshistóricos relativamente similares en su enunciación, pues para disociar esta

Para nuestras precisiones sobre el primer lexema, sobran las aposiciones del «exemplo» y «el es-pejo», vid. ed. de F. Lázaro Carreter, Madrid: CSIC, 1965, págs. XL-XLII.

36 Vid. F. Rico, ed. cit., págs. 95-96.7 Lo ha explicado convenientemente Nieves Baranda, «En defensa del Amadís y otras fábulas. La

carta anónima al caballero Pro Mexía», Journal qf Hispanic Philology, XV (1991), págs. 221-236.

38 Como «historias» figuran mencionadas ya en la época, vid. Jaime Molí, «Los surtidos de roman-ces, coplas, historias y otros papeles», Actas del Congreso Romancero-Cancionero UCLA(1984), Madrid: José Porrúa, 1990,1, págs. 205-16; vid. esta pervivencia en Ma Angeles GarcíaCollado, Los libros de cordel en el Siglo Ilustrado. Un capítulo para la historia literaria de laEspaña Moderna, Tesis Doctoral de la Universidad del País Vasco, Vitoria, 1997, págs. 27-84.

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ambigüedad ya están las aclaraciones posteriores que designan el hipotéticocontenido por medio de una onomasiología que denuncia literariamente los ar-gumentos; en esta ocasión, las excepciones, los casos contradictorios y la sin-gularidad sin explicación (aparente) posible son muestras significativas del de-seo de asimilar «historia» con «narración inventada» o, al menos, con unasimple «relación de cualquier género de aventura».

Los ejemplos de definiciones, justificaciones y, claro está, de los errores deperspectiva y conocimientos retóricos, por parte de autores, editores y amigosprohemiales abundan sobremanera en los «prólogos» y «advertencias» al lector,pero baste traer a la memoria de todos las continuas aclaraciones que ofreceCervantes y su perturbado hidalgo por leer y distinguir las clases de historias,queriendo encaminar al lector en los rumbos de la «historia del famoso donQuijote de la Mancha», aunque por supuesto no se llame así en el título del li-bro.39 Buena parte de la ficción literaria en la prosa áurea parece definirse en-tonces (habitualmente) desde la titulación (y la designación) de «historia», aun-que siempre sujeta a algunos factores y personas antes de llegar al lector, que esel único que otorga al fin la (digamos) verdadera naturaleza literaria de los tex-tos que le ofrecen. Como ocurre con frecuencia, y no sólo en esta época, la lec-tura es la única operación que desvela la constitución retórica de una obra; yaunque en el Siglo de Oro se produjeron bastantes «historias», los lectoresaprendieron enseguida a distinguir las diferencias literarias (y no literarias) queexistían entre muchas de ellas.

39 Vid. ed. de F. Rico, Barcelona: Crítica, 1998, con anotación correspondiente a la que se remite enel «índice».