tortolero: mitos de la antigua grecia que tratan sobre música
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Notas sobre los mitos griegos y la música para el cutso de Historia I.TRANSCRIPT
Mitos de Grecia Antigua que refieren a la Música Por Numa Tortolero
Walter Otto, estudioso de la filología clásica, se dedicó especialmente al estudio de la
religión griega antigua ya que consideraba al mito como una forma de revelación de las
verdades fundamentales del ser humano, a las cuales las ciencias empíricas y formales,
como la física y las matemáticas, no pueden dar acceso.
Este punto de vista coincide perfectamente con las consideraciones esenciales del
romanticismo alemán del siglo XIX, las cuales alcanzaron una clara definición en el
siglo XX, en la filosofía de Martin Heidegger, según las cuales el arte era la actividad
humana a través de las cuales se revelaban las verdades esenciales del hombre: es en el
arte donde podemos encontrar un camino hacia el sentido de la historia y el ser humano.
Aunque estas consideraciones se intensifican en el siglo XIX, ya estaban presentes en
los griegos antiguos, tal como podemos deducir de algunos textos filosóficos y de sus
propios mitos. De hecho, un vistazo a los mitos griegos relativos a la música permiten
entender incluso textos filosóficos de aquella época.
Consideraremos aquí algunos mitos griegos relativos a la música: el de las musas y el de
Orfeo. También agregamos alguna información sobre Apolo y Dionisos, dioses cuyas
celebraciones propiciaron la creación de himnos y cantos.
Las Musas
De acuerdo a la mitología olímpica griega, las musas son ninfas, deidades benefactoras
femeninas que habitan en los arroyos de los bosques solitarios, generalmente en las altas
cumbres. El nombre ninfa significa muchacha o novia, en el sentido de feminidad que
hace feliz al hombre en un noviazgo que le permite consumar su virilidad.
Las musas son hijas de Zeus y de Mnemosine, diosa de la memoria. Curiosamente,
Mnemosine no sólo tiene la capacidad de hacer recordar, pues el tipo de memoria de la
cual es patrona es recuerdo de lo majestuoso y divino que conduce al olvido de las
desventuras y de las desgracias.
El mito cuenta que Zeus tomó a Mnemosine, y se retiró con ella a un alejado lugar de
reposo donde yacieron nueve noches. Al paso de un año, Mnemosine dio a luz a nueve
hijas, todas dedicadas al canto y desinteresadas de lo demás. Se creía que las musas
marchaban graciosamente en procesión hacia el Olimpo, emitiendo cantos inmortales.
En la cúspide del monte Helicón, acostumbraban a bailar cerca del altar e Zeus.
Las nueve Musas son:
Clío, la que da fama, patrona de la historia.
Euterpe, la que alegra, patrona de la flauta.
Talía, la festiva, patrona de la comedia.
Melpómene, la que canta, patrona de la tragedia y el canto coral.
Tersípcore, la que gusta de bailar, patrona de la lira y el canto lírico.
Erato, la que despierta placer, patrona de la danza.
Polimnia, la de muchos cantos, patrona de la narrativa.
Urania, la celeste, patrona de la astronomía.
Calíope, la de bella voz, patrona de la épica.
Como puede observarse, la mitología griega incluye a la historia y a la astronomía entre
las artes musicales. Para entender el aspecto musical de la historia, hay que notar
primero que esta ciencia es en el mito asociada con la fama. Siendo las musas hijas de la
memoria, es comprensible que la fama esté unida a lo memorable y que la historia es la
ciencia de la rememoración. En este aspecto, se nota también que las musas andan
tomadas de la mano, pues no basta realizar grandes proezas para pasar a la historia,
también es necesario el poeta o el aedo que, bajo el impulso de Calíope, canta las gestas
o, bajo la inspiración de Polimnia, las narra.
El carácter musical de la astronomía se remonta a creencias mesopotámicas que
describen los astros y sus movimientos en términos de armonías musicales.
En general, el mito de las musas refiere al significado especial que los griegos
asignaban al canto y al habla. Un relato famoso cuenta que, cuando Zeus ordenó el
mundo, los otros dioses, encantados en aquella magnificencia, le comentaron que aún
faltaba una voz para alabarlas grandes obras con palabras y música y le pidieron a Zeus
que creara las musas: no hay entonces sentido ni magnificencia antes de un lenguaje que
lo enuncie, sin una hermosa voz que glorifique el mundo y lo relate. Entonces el canto y
el habla son ocupaciones divinas que corresponden esencialmente a las deidades. Esta
sería la labor que correspondía a las musas: cantar la alegría de Zeus, de los dioses y su
feliz circunstancia de ser inmortales, su aparición en el mundo, el origen del ser y el
destino de los mortales.
Walter Otto considera que, si bien las cosas no alcanzan su realidad y su sentido antes
de ser nombradas, es en el canto donde aparece el sentido de su ser, más allá de las
necesidades utilitarias y las exigencias prácticas de la comunicación. El mito de las
musas es justamente el medio que permite a la cultura griega antigua manifestar estas
circunstancias. Sólo un reflexión profunda sobre el mito de las musas nos ilumina el
sentido de textos filosóficos que exige del habla que sea melodiosa, que el filosofar sea
emisión de bellos discursos.
Orfeo
De acuerdo a un mito o leyenda, Orfeo es hijo del rey Tracio Eagro y la musa Calíope.
Apolo le regaló una lira y las Musas le enseñaron a tocarla. Acompañó a los argonautas
en su travesía y al regresar se casó con Eurídice y se retiró a Tracia.
Eurídice, en un día de paseo, fue acosada por una serpiente y fue mordida en su huida,
muriendo en el acto. Al enterarse, Orfeo decide descender a los infiernos en busca de su
amada. Fascina con su música a los monstruos del Tárrano y a Hades y Perséfone,
dioses del oscuro inframundo, donde habitan las almas de los muertos. Acceden
devolverle a Eurídice con la condición de que, al volver a la luz del día, Orfeo no vuelva
su mirada a ella antes de salir del inframundo. Lamentablemente, poco antes de alcanzar
la luz, sin poder resistir, Orfeo se vuelve hacia Eurídices quien en seguida se desvanece.
Orfeo lloró desesperadamente.
De regreso, Orfeo, decide llevar una vida asceta. Sin embargo, termina siendo
despedazado por un grupo de mujeres. La leyenda afirma que su cabeza y su lira fueron
empujados por las olas hasta la isla de Lesbos, hogar de grandes poetas líricos como
Safo.
El descenso a los infiernos le dio a Orfeo conocimientos y revelaciones sobre el trayecto
que el alma debía seguir en el más allá. Este mito dio pie a la teología órfica de la
salvación del alma, del más allá, de reencarnaciones y purificaciones, de prohibiciones
de comer carne, etc.
Junto con Dionisio, Orfeo es considerado fundador de los misterios de Eleuisis.
Apolo Apolo, conductor del coro de las musas, es uno de los dioses más importantes de Grecia
antigua, contando con un gran número de santuarios en todos los lugares. Desde
tiempos remotos se le asocia una personalidad moral todopoderosa, de contextura
humana, caracterizada por principios clásicos de equilibrio y la precisión. En muchas
representaciones aparece ejecutando la lira, instrumento que se asocia con el arco.
El templo apolíneo más importante estaba en Delfos, donde según la leyenda venció al
dragón Pitón que azotaba a los pobladores de la región. Apolo es asociado también con
la predicción del futuro y lo oscuro. Había en el santuario un oráculo que era
interrogado por las sacerdotisas de Apolo, llamadas coloquialmente las pintonisas.
Antes de comenzar sus consultas, las sacerdotisas masticaban laurel y aspiraban los
vapores que surgían de una grieta, haciendo que se sumieran en una especie de éxtasis
divino. Un sacerdote escuchaba las murmuraciones de las pitonisas y con ellas formaba
versos que cantaba.
En honor a Apolo se celebraban las fiestas píticas, que consistían en concursos donde
poetas competían con formas poéticas y declamaciones épicas en honor a Apolo. Entre
las formas poéticas cantadas en estos festivales, destaca el nomo pítico, que era una
composición sobre el tema de la victoria de Apolo sobre Pitón.
Fragmentos sobre Apolo
[...] Zeus le envió a Delfos <y> a las corriente de la fuente Castalia, para que desde allí profetizase a los griegos la justicia y la equidad. Pero él [Apolo] montó en su carroza y mandó a los cisnes que se dirigieran a [el país de] los hiperbóreos. Pero los habitantes de Delfos, al darse cuenta, compusieron un peán con música [melos], organizaron danzas de jóvenes en torno al trípode e invocaron al dios para que regresase de [el país de] los hiperbóreos.
ALCEO, fr. 142 Apolo coronado de hiedra; Baco, el adivino
ESQUILO, fr. 86
Oh Baco dominador, amigo del lauro; oh Peán Apolo, maestro de la lira
EURÍPIDES, fr. 477
Realmente Apolo descubrió el arte del tiro con arco, la medicina y la adivinación.
PLATÓN, Banquete 197a Pues bien, los bienes más grandes nos llegan por medio de la locura, que se nos concede por un don divino. De hecho, la profetiza de Delfos y las sacerdotisas de Dodona, estando presas de la locura, han procurado a Grecia, tanto a los individuos como a la comunidad, incalculables beneficios, pero, estando en sus cabales, muy poco o nada.
PLATÓN, Fedro 244 a-c En cuanto a la [locura] divina, la hemos dividido en cuatro partes, refiriéndolas a cuatro dioses: la mántica (=adivinación) la atribuimos a inspiración de Apolo; la iniciática, a [inspiración de ] Dionisos; la poética, a [inspiración de] las Musas; y la cuarta, a [inspiración de] Afrodita y Eros [...]
PLATÓN, Fedro 265b Hay un signo que muestra suficientemente que el dios ha dado la mántica a la debilidad cognoscitiva del hombre. En efecto, nadie, estando en sus cabales llega a alcanzar una adivinación inspirada por el dios y auténtica, sino que, más bien, eso sucede cuando el poder de su inteligencia se ve entorpecido por el sueño o por la enfermedad, o desviado por una posesión divina.
PLATÓN, Timeo 71e – 72a [...] cuando en el sueño el alma se presenta por sí misma, recupera su naturaleza y profetiza el futuro.
ARISTÓTELES, Sobre la filosofía fr. 12a En general, parece que la antigua sabiduría griega estaba especialmente vinculada a la música. Por eso, se pensaba que el mejor músico y el sabio por excelencia era, entre los dioses, Apolo, y entre los semidioses, Orfeo.
ATNEO, 14, 632c
Dionisos
Dionisos, como otros dioses del panteón olímpico, es un dios bárbaro de origen Tracio
que llegó a Grecia en época relativamente reciente. Es un dios niño, hijo de Zeus y
Sémele. El mito cuenta que en un encuentro entre estos dioses, Sémele fue
accidentalmente alcanzada por uno de los fulgurantes rayos de Zeus, quedando reducida
a cenizas. Zeus logró recuperar al hijo no nato y lo escondió en su muslo, de donde
nació Dionisos transcurrido el tiempo de su gestación.
Una teogonía órfica narra que los titanes sorprendieron a Dionisos, lo despedazaron y lo
ingirieron. Al enterarse, Zeus fulminó a los titanes con sus rayos, tomó las cenizas y las
usó para modelar a los hombres. Este mito es el tema principal de los himnos dedicados
a Dionisos, conocidos como ditirambos y que constituyen el origen de lo que en algún
momento será la tragedia.
Los ditirambos eran cantados y danzados al son del aulos por un coro de hombres y
niños. Los primeros poetas clásicos llevaron los ditirambos a una forma estrófica y
superaron los límites del tema tradicional.
Dionisos siempre aparecía en las ciudades griegas acompañado de un cortejo de mujeres
que formaban el coro de las ménades o bacantes. Su presencia era anunciada con una
danza extática y gritos de entusiasmo.
Se considera un dios de la fertilidad, por lo que siempre está acompañado por el falo, un
madero de gran tamaño que representa el órgano reproductor masculino. Esta era la
circunstancia que se celebraba en las llamadas procesiones fálicas, una de las cuales es
descrita por Aristófanes en su comedia Arcaniences: el héroe cómico, posiblemente
llamado el comos, dedica una plegaria a Dionisos, da gracias y pide celebrar en paz las
celebraciones dionisíacas; lego organiza la procesión haciendo llevar a un esclavo el
falo, detrás del cual irán los participantes cantando himnos fálicos. Aristóteles ve el
oprigen de la comedia en las procesiones fálicas.
Los ditirambos eran cantados durante la realización de un sacrificio en el que se
rememoran los mitos de su despedazamiento y resurrección. En estas celebraciones, el
entusiasmo y la locura (manía) eran estados que distinguían a los adoradores de
Dionisos. Buscaban alcanzar un éxtasis, que permitiera que la deidad se apoderara de
ellos con el objeto de llegar a una unión mística que les permitiera llegar a un clima
anímico que era la experiencia de la inmortalidad del alma.