tu + yo = imposible - andrea smith
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Luca y Carina son dos personas totalmente diferentes. Él nunca pensó que podría enamorarse de ella. A ella jamás se le pasó por la cabeza que pudiese fijarse en un chico como él. Mientras ella es una adolescente cabezota, mandona y seguidora de las normas, él es un transgresor de todo lo que le rodea. Sin embargo hay más cosas que les unen que cosas que les separen.TRANSCRIPT
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Para todas aquellas personas que lean esta historia, ya sea ahora, durante su
producción o en el futuro.
Nunca sabes lo mucho que tus actos pueden influir en la vida de las personas.
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ÍNDICE
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 19
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26
CAPÍTULO 27
CAPÍTULO 28
CAPÍTULO 29
CAPÍTULO 30
CAPÍTULO 31
CAPÍTULO 32
CAPÍTULO 33
CAPÍTULO 34
CAPÍTULO 35
CAPÍTULO 36
CAPÍTULO 37
SOBRE LA AUTORA
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SINOPSIS
No tenías nada que yo buscase. De hecho, eras lo contrario a mi tipo. Estoy
completamente seguro de que en la vida me hubiera fijado en una chica como tú,
nunca. Y ahora, mírame. Soy como un perro vagabundo y hambriento, pero en vez de
buscar un hueso que morder, busco la más mínima y mísera de tus miradas. Estoy
rendido ante ti, y ya no se qué hacer para tratar con esta jodida mierda.
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CAPITULO 1
Narra Carina
Las luces de la discoteca Benidorm me estaban abrumando. Rocky y yo
llevábamos como una hora ahí metidas, y ella ni siquiera me había dejado sentarme en
un taburete a tomar un Dr. Pepper. Bueno, esa era una de sus reglas: “de fiesta, solo
alcohol y baile”. Aun siendo tan diferentes, de verdad que no sé cómo podíamos ser
amigas.
—Estoy agotada, Rocky, necesito sentarme o salir a tomar el aire.
—¡Vamos Cari! ¡Que la noche es joven!
Rodé los ojos mientras me daba la vuelta y comenzaba a caminar hacia la barra.
Ella me agarró de la muñeca y fue conmigo hacia uno de los taburetes.
—Dos vodkas con cola —pidió al camarero.
—¡Que sea solo uno! —Me apresuré a corregir—. Para mí un Dr. Pepper.
Rocky me lanzó una mirada envenenada. Esa era la segunda de sus reglas de
oro de salir de fiesta que rompía, ¡y en menos de cinco minutos!
—Sabes que mañana tengo que ir a cuidar al hijo de la señora Moore. No es
bueno presentarse con resaca el primer día de trabajo.
—Aburrida —farfulló mi amiga mientras el camarero la traía su bebida—.
Dentro de poco cumplirás los diecisiete, y entonces no te escaparás. Te emborracharé
como una cuba y no llegarás viva a casa.
—Te tomo la palabra —me reí mientras tomaba el primer sorbo de mi bebida
con sabor a cereza.
—Dios, ¿has visto esos bombones de ahí? Señor, como adoro esta discoteca.
Dirigí mi vista hacia donde ella señalaba, en la pista, a un grupo de tres chicos.
Dos rubios y uno moreno. Todos demasiado cliché para mí. Altos, fuertes y bien
vestidos. Y para completar con lo estadístico, una chica también alta, rubia y con tetas
enormes (vamos, todo lo que yo querría ser), se acercó al moreno. Visto y no visto, a
los dos segundos ya debía tener la lengua metida hasta dentro de su campanilla,
mientras sus otros dos amigos vitoreaban como locos.
Rocky resopló a mi lado.
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—Caso perdido, si ese son el tipo de chicas que están en su liga, no hay nada
que podamos hacer.
Sonreí suavemente. Sinceramente, ella sí tendría alguna posibilidad, al menos
más que yo. Sin embargo no podía decírselo, estaba segura de que jamás me daría la
razón y no quería iniciar ninguna discusión. Rocky era preciosa. Su pelo negro, liso y
brillante. Sus ojos verdes oscuros con mirada felina, como la decía mi hermano Jake
para tomarla el pelo. Tal vez pesase un kilo o dos de más, pero en eso se quedaba. No
se podía considerar siquiera “rellena”, y mucho menos gorda. Aunque tenía una insana
obsesión con su culo, yo mataría por tener sus tetas. De verdad. Pero, ¿quién querría
ser como yo? Yo, el tipo de nadie. Mi pelo no era negro brillante, sino esa combinación
entre castaño y oscuro, demasiado soso. Mis ojos oscuros no podían llamar la
atención, y era tan baja y tan plana que no tenía ningún atractivo físico. Aun no
entendía como mi carnet falso funcionaba conmigo… ¡Ni siquiera tenía culo!
—¡Santa madre! ¿No es ese Dan Watson? —Gritó Rocky tan alto, que me
extrañó que el susodicho no se girase—. ¿Qué demonios está haciendo aquí?
Reí por lo bajo mientras mis ojos se posaban sobre él. Hacía unos años era el
chico que mejor me conocía del mundo. Algo así como mi mejor amigo, pero lo fastidió
todo. ¿Y cómo lo hizo? Pretendiendo ser algo más que eso, amigos. Pero ya había
cruzado la frontera hacia la amistad hacía tanto tiempo que se me hacía imposible
mirarle de otra forma. Cuando le rechacé él simplemente dejó de quedar conmigo, se
alejó y ahora solo hablamos de vez en cuando.
—Oh, Dios, no, se está acercando —susurró por lo bajo Rocky con voz
dramática.
Rodé los ojos mientras, efectivamente, Dan caminaba hacia nosotras.
No es que fuese feo, sino… Es difícil de explicar. Podría pasar por un chico
estándar. Ojos marrones, pelo castaño, estatura media, tal vez tirando a delgado… Y
además era muy agradable, aunque un poco pesado. El problema era que estar en el
equipo de matemáticas y física del instituto le quitaba todo el encanto. Y más cuando
se ponía hablar de formulas químicas, como si fuesen algo alucinante que tú deberías
saber por el mero hecho de existir. Vamos, que terminaba aburriéndote.
—¡Carina! —Me saludo.
Oh, señor, ya empezamos. Sólo mi madre y él me llaman por mi nombre
completo. Cuando éramos amigos acabé por desistir en mis intentos.
—¿Cómo tú por aquí? —Preguntó Rocky con voz falsa.
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Dan la ignoró. Me mordí la lengua tratando de no reírme. Ellos dos no se
aguantaban. Francamente, creo que él la tenía algo de celos ya que se convirtió en mi
amiga cuando se alejó de mí porque le rechacé. Y en cuanto a ella… No sé, pero
comentaba algo de malas vibraciones sobre él.
—Cuanto tiempo, Dan —le saludé dando otro sorbo a mi bebida—. ¿Tomas
algo?
—No, he venido solo un rato —contestó negando con la cabeza—. Además un
exceso de alcohol puede hacer que las neuronas se quemen porque los
neurotransmisores…
—Oh, Dios, yo sí que necesito otro vodka —le cortó Rocky llevándose las manos
a la cabeza con un ademán exagerado—. Con esas palabras tú sí que conseguirás
quemar las mías.
—No es de extrañar que esa afirmación venga de tu parte, Lane.
Y ya empezaban. Me lo estaba viendo venir. Mis ojos volaron de nuevo a la
pista. La gente seguía bailando, bebiendo, y podía decir acertadamente que más de la
mitad de los presentes éramos menores de edad con carnet falso. Entonces vislumbré
al grupo de chicos de antes. Pero en aquel momento eran menos. Sólo quedaban los
dos rubios, hablando con una chica parecida a la anterior. El moreno seguramente
habría ido a hacer cosas que no quería saber con la otra a algún lugar apartado. Nota
mental: solo por precaución, no poner un pie en los baños de este local.
—Cari, creo que ya es hora de irse —interrumpió Rocky mis pensamientos—.
Tu madre quería que estuviésemos pronto en casa.
—¿Queréis que os lleve? Mi coche está aparcado ahí fuera.
Miré a Dan y su cara de cachorrito. Detrás de él, Rocky me hacía señas
negativas con las manos. Una de ellas era meterse un dedo a la boca como si
pretendiera vomitar.
—No, Dan, no hace falta. Mi madre nos dejó el coche y debemos llevarle.
Muchas gracias de todos modos.
—¿Y ya te vas? ¿Tan pronto?
—Oh Dios mío —bufó Rocky—. Dame las llaves, que te espero en el coche.
Le pasé mi bolso entero a mi amiga y desapareció escaleras arriba. Ahora me
dejaba con Dan. Solo rezaba para que no se pusiese en plan…
—Entonces, ¿todavía vienes aquí con tus amigas?
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Me mordí el labio inferior, sabiendo lo que eso significaba.
—Sí, Dan. Vengo aquí con Rocky y no con un chico, porque todavía no he
encontrado al indicado.
—Eres demasiado exigente.
Elevé una ceja divertida. Sólo pensaba que era exigente porque le había dicho
que no. Y no pensaba tratar ese tema en ese momento. Además, Rocky tenía razón y
ya era hora de irme a casa.
—Ha sido un placer hablar contigo, Dan —comencé a despedirme,
levantándome de la silla—. Pásatelo bien, ya nos veremos otra noche.
—¿Te acompaño hasta la puerta?
—No, no hace falta, gracias —le grité alejándome a grandes zancadas de él.
La verdad, llegaba un momento en el que se podía poner incluso pesado.
Caminaba hacia la salida tan rápido que no me di cuenta de que tropecé contra alguien
hasta que la bebida de ese “alguien” quedó esparcida por todo mi pelo y ropa. Sí,
contras de ser tan baja, las bebidas van primero a la cabeza y luego a la ropa. En otras
circunstancias seguramente me habría disculpado y salido de esa situación lo más
rápido posible, pero hablar con Dan me había alterado, y mi capacidad de paciencia y
estrés había mermado desde que Rocky me había hecho pasar más de una hora dentro
de ese antro. Por eso, y mil disculpas más que ahora no tengo cabeza para pensar,
acabé gritando:
—¿Es que no puedes siquiera sostener bien tu bebida?
Y cuando alcé los ojos hacia la persona, me di cuenta de que era un chico, pero
no uno cualquiera. Uno cuyos ojos azules consiguieron instalarme en ellos, paralizarme
momentáneamente, y olvidarme del resto del mundo. Oh, bueno, eso hasta que la
chica rubia que llevaba de la mano me lanzó también su copa directa a mi pelo. Sí,
exactamente, era el moreno del grupo de chicos.
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CAPÍTULO 2
Narra Luca
—¿Vendrá esta noche Amy?
Me giré hacia Shawn mientras tomaba un trago de mi cerveza. ¿Y por qué
demonios le importaba a él si vendría o no Amy? Que yo supiera, la chica solo estaba
interesada en ligar conmigo, no con ellos. Además, no era mi novia, así que no había
razón alguna para que yo lo supiese. Opté por encogerme de hombros.
—Me da a mí que la respuesta viene hacia aquí —contestó entonces Alan, su
hermano.
Me giré justo a tiempo para verla. Amy, con su pelo rubio, opaco por las luces
de la discoteca. Sus piernas de modelo largas y esa camiseta que dejaba el alma al
descubierto. La clase de chica que era mi estilo. La clase de chica que me besaría sin
decirme ni un “hola”. Y eso era lo que Amy Randle estaba haciendo. Ciertamente, yo
tenía unos cánones muy establecidos: guapas, altas y rubias. Bueno, lo último podía
variar un poco. Especialmente a pelirroja.
—¿Vamos al baño, Luca? —Me susurró ella, después de separarse de mí.
Torcí el gesto. El baño no era buena opción. Aparte de ser sucio y levemente
asqueroso, por mucho que me gustasen las chicas, yo desde luego no era del tipo que
se enrollaba con una en el baño.
—Mejor fuera, dulzura.
Les di un guiño a mis amigos, quienes vitorearon mientras me la llevaba hacia la
salida del antro. Sin embargo nada más salimos fuera unas amigas de Amy nos
rodearon. Comenzaba ya a aburrirme de la situación y aquello parecía extenderse, por
lo que agarré a Amy del brazo y la dije que volvería dentro.
—Espera, Luca, voy contigo.
Así, Amy agarró uno de los vasos de sus amigas y me siguió al local. Fui a beber
un sorbo de mi cerveza cuando un cuerpo colisionó contra el mío, provocando que mi
cerveza se callera sobre él. Iba a decir algo cuando reparé en que era una chica. O una
cría, por su estatura. No tenía ni idea de cómo la habían dejado entrar, pero de todos
tenía otra regla y esa era no pelear nunca con mujeres. Y entonces ella habló.
—¿Es que no puedes siquiera sostener bien tu bebida?
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Unos ojos negros y avispados me miraron fijamente. Sus mejillas sonrosadas y
su cara redonda le daban un aspecto lamentablemente infantil. Debía de tener quince
años o algo así. Pero no pude decir nada, porque entonces Amy tiró con ganas su
bebida contra aquella chica.
—Un poco más de respeto a tus mayores, mocosa —le dijo, dándome la
sensación de querer iniciar una pelea de gatas.
Las mejillas de la chica se encendieron más aun. Parecía que se iba a poner
interesante, cuando uno de los tíos fuertes de la puerta se dio cuenta de lo que pasaba
y se acercó a nosotros.
—Vosotros, los carnet.
Maldición. No era que me importase mucho, tenía 18 años y esa ya era la edad
legal para entrar al bar, pero no para sostener la bebida que llevaba en la mano.
—No hay problema, tío —traté de tranquilizar la situación levantando una
mano en son de paz—. Ella ya se iba.
Dirigí mi mirada a la chica. Sus ojos eran realmente oscuros, pero de una
manera que la hacía bonita. Ella me miró momentáneamente, rodó los ojos como si
aquella situación la molestase, y asintió con la cabeza. Me lanzó una última mirada
antes de irse, de esas que podrían atravesarme de lado a lado y deshacer mis órganos
por el camino, y desapareció fuera del local.
Amy me agarró de la mano y me llevó de nuevo dentro a continuar la noche.
Acabé mi cerveza, pedí otra, besé a Amy más veces, muchas más veces de hecho, y
bebí aun más. Así que cuando me desperté en mi habitación a la mañana siguiente, el
dolor de mi cabeza y la necesidad de agua de mi organismo eran inaguantables.
Miré el reloj. Eran las dos del mediodía. Mi madre ya se debía de haber ido a
trabajar. Sin molestarme en ponerme más encima salí en mis bóxers y descalzo a la
cocina, dispuesto a agarrar un bote de zumo, bebérmelo lo más rápido que pudiera, y
salir un rato a correr. Me eché el jugo de naranja en un vaso de esos de medio litro.
Bostezando, me deslicé hacia el salón para comprobar que decía el periódico. Y
entonces colisioné, como la noche anterior, contra alguien. Y tiré mi todo mi zumo
sobre esa persona. Pensando que se trataba de Sarah, mi hermana pequeña, estaba a
punto de lanzar un grito, cuando mis ojos descubrieron unos negros y oscuros. Negros
y oscuros como…
¡Santa mierda! ¡Era la cría de ayer!
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CAPITULO 3
Narra Carina
Me levanté somnolienta a las nueve de la mañana y perdí al menos quince
minutos de mi tiempo tratando de despertar a Rocky, quien dormía en la cama
supletoria del suelo de mi cuarto. Mamá nos esperaba con el desayuno preparado, de
forma que no perdiera mucho tiempo. Aprovechó para darme la típica charla mientras
desayunábamos.
—Si hay algún problema, no dudes en llamarme. O llamar a Clare. Dylan tiene
ya siete años y los niños son muy revoltosos.
—Recuérdame de nuevo por qué hago esto —resoplé apurando mis cereales.
—Porque Clare es amiga de tu padre, tenía una cosa urgente que hacer hoy…
—… hoy domingo, que quede dicho.
—… y no se fía de ninguno de sus hijos.
Rodé los ojos mientras Rocky reía por lo bajo. Claro, como ella no tenía que
hacer de canguro gratis… Además, no sé qué tenía que ver que fuese amiga de papa.
Mis padres llevan divorciados como ocho años, y casi ni se hablan. Yo tampoco le veía
mucho. Lo único que le agradecemos es que esté pagando la universidad de Jake y
luego me la vaya a pagar a mí.
—¿No tenía un hijo de mi edad? —Suspiré, llevando mi taza al fregadero.
—Un año mayor, pero tengo entendido que no es muy responsable. Y Sarah
tiene quince años.
—Lo que sea…
Bufé. Vale, el mayor no era responsable. ¿Pero y la de quince años? Ya tenía
edad para cuidar de un niño…
Rocky y yo montamos en el coche de mi madre. La dejé primero a ella en casa y
se despidió suerte con el día de hoy. La tenía envidia de poder pasar el domingo tirada
en la cama. Me dirigí pesarosa a la dirección que mi madre me había dicho.
Era una casa bonita, con un pequeño jardín y las paredes color pastel. El porche
amplio tal vez fuese lo que más me gustó. Aparqué el coche y caminé hacia la puerta.
Una chica morena de mi edad, Sarah supuse, me abrió la puerta.
—¡Mamá! —Gritó cuando me vio—. ¡Ya llegó la niñera!
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Se apartó hacia un lado dejándome espacio para entrar y pasé el umbral de la
casa. Dentro olía a ambientador de vainilla.
—Me llamo Cari —me presenté mientras Sarah cerraba la puerta.
—Lo que sea —torció el gesto la chica, desapareciendo por el pasillo.
Me quedé sola en el salón mientras esperaba. Era una habitación amplia y muy
bien iluminado, con un sofá que tenía toda la pinta de ser muy cómodo.
—¡Oh! ¡Tú debes ser la hija de Jason! Yo soy Clare, y este pequeño es Dylan.
No les había visto llegar, así que me quedé sorprendida al ver a aquel niño
pequeño y rubio, con cara de que iba a darme muchos problemas, cogido de la mano
de una mujer igualmente rubia.
—Un placer, señora Moore.
—Te pareces tanto a tu padre… —suspiró ella, como si hiciera falta
recordármelo.
Parecerme a mi padre era un horror. ¿De quién había sacado yo el ser baja? Sí
señor, de él. Jake, por el contrario, se llevó lo mejor de ambos padres. El pelo rubio y
los ojos azules de él, y la altura de mama. A veces le odiaba solo por eso.
—Tengo algo de prisa, pero supongo que puedas arreglártelas bien. Volveré por
la noche. Sarah va a salir a comer a casa de una amiga y Luca está durmiendo. No sé
cuando despertará. Si tienes algún problema no dudes en llamarme.
¿Luca? ¿Eso era un nombre? ¿No le faltaba…? No sé, ¿una “s” final? La señora
Moore se despidió de su hijo apresuradamente con un beso en la mejilla, agarró las
llaves del coche y salió de lugar. Me dejó preguntándome a dónde se dirigiría con tanta
prisa. Sacudí mi cabeza. De todos modos no era de mi incumbencia.
Miré a Dylan barajeando las posibilidades que tenía de salir viva de ese día.
Parecía que él también estaba observando lo mismo.
—¿Quieres jugar conmigo a los coches?
Una sonrisa se escapó de mis labios. Así que este niño jugaba a los coches.
Coches de juguete en miniatura, como descubrí cuando trajo al salón una caja llena de
ellos. Nada de videojuegos o consolas. Eso me gustó. Y tal vez fue por aquella buena
impresión que tuve de él que en poco tiempo el crío parecía haberme cogido cariño.
Tanto, que cuando su hermana Sarah salió de la casa la riñó por no haberme dicho
adiós.
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A la hora de la comida le preparé unos macarrones con queso, mi especialidad.
Comimos en la mesa del salón, y él se las arregló para poner todo pringado de salsa.
—Voy a por una servilleta, no te muevas.
Y estaba entrando en la cocina cuando una figura llamó mi atención. Pero lo
hizo demasiado tarde. Un cuerpo de chico semidesnudo y adormilado chocó contra mí.
Y de pasó me bañó derramando el zumo de naranja que llevaba en el vaso. ¿Dos veces
en menos de veinticuatro horas? ¡Aquello tenía que ser una broma! E iba a decirle
algo, cualquier cosa, cuando sus ojos azules se encontraron con los míos. Y no tarde en
reconocerle.
—¡Tiene que ser una jodida broma! —Dijimos los dos a la vez.
¿El chico de ayer? ¿El imbécil, inmaduro, ególatra y estúpido de anoche? Oh, y
como no, me tiraba otra bebida encima.
—¿Qué demonios estás haciendo aquí? —Me preguntó parpadeando, incapaz
de ocultar su asombro.
—Primero se dice “disculpa”, ¿no crees? Lástima que no esté tu novia para
rematarlo y tirarme zumo ella también.
Me pasé una mano por el pelo empapado. Dios, en breves estaría pegajosa
entera. Justo como ayer. Al menos esto no era cerveza.
—Amy no es mi novia.
Bufé. Aquello era de esperar. Seguro era uno de esos gigolós que se enrollan
con cualquier chica rubia que tenga dos tetas bien puestas. Y entonces llegó Dylan con
la cara cubierta de más salsa aún. Lanzó sus brazos hacia mí, abrazando una de mis
piernas.
—Cari es mi canguro —regañó a su hermano—. Y ella es mía, así que no la
trates mal.
No pude evitar reírme ante aquello. Mientras el niño parecía haberme cogido
cariño, su hermano abrió los ojos, mirándonos sorprendido. Y entonces me di cuenta.
¡Madre del amor hermoso! ¿Cómo no lo pude ver antes? ¡Pero si solo llevaba unos
bóxers!
—Que, ¿unas vistas bonitas?
Estoy segura de que mi tez se volvió tan roja como la mitad de la manzana de
Blanca Nieves. No estaba acostumbrada a tales placajes… Pero tampoco me iba a
amedrentar por aquel chico, que destilaba aires de superioridad por sus poros.
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—Las he visto mejores —apunté tratando de aparentar aburrimiento mientras
rozaba su pecho desnudo con el dedo índice—. Me parece a mí que necesitas más
horas de gimnasio.
Sentí mi mano temblar ligeramente. No estaba acostumbrada a acortar tanto la
distancia con los chicos. Sí, vale, lo admito: casi diecisiete años y mi experiencia en el
sector era tirando a nula. ¿Qué le iba a hacer? Tenía un hermano muy excesivamente
protector. Y a pesar de estar en la universidad, Jake se había asegurado de que su
estela de miedo quedase impregnada sobre muchos de los chicos que quisieran
acercarse a mí, que lamentablemente tampoco eran un exceso. Lástima que no
surgiera efecto sobre Dan…
—Lo que sea… Yo me voy a largar en breves y…
¿Qué iba a hacer qué? Mi camiseta estaba prácticamente nadando en jugo de
naranja, no me iba a dejar así. Ayer ya me tragué mi orgullo cuando su amiguita me
armo el cisco tirando ella también su copa. Hoy no iba a pasar lo mismo.
—¿Y piensas dejarlo así? —Le amenacé, subiendo mi dedo índice de su pecho a
su barbilla—. ¡Esta es la segunda vez que me mojas! ¡Y ni siquiera te has disculpado
aun!
Él rodo los ojos, moviendo lentamente la cabeza, de forma que su naciente y
corta barba hizo cosquillas en mi yema. Aparté rápidamente la mano, confusa por
aquella sensación.
—Vale, lo siento. Ahora me…
—Ahora me das algo para que me cambie. No quiero enfermar porque algún
idiota me tiró el zumo de naranja mientras cuidaba de su hermano pequeño.
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CAPÍTULO 4
Narra Luca
¿De dónde demonios ha salido esta jodida cría? Primero se pone en mi camino
haciendo que, por segunda vez, se me caiga la bebida encima de ella. Y ahora me
insulta. Hay que tener un poco más de respeto, ¿no?
—¿Me acabas de llamar idiota?
—¿En serio tienes que preguntarlo? —Resopló, pero no me dio tiempo a
replicarla—. Entonces, ¿podrías darme alguna camiseta para poder cambiarme?
Bufó mientras me daba la vuelta y hacía un movimiento con la mano para que
me siguiese. Tenía ganas de salir de allí, ir a correr y acercarme donde Alan y Shawn a
pillar algo de hierba para que se me pasase la resaca. Lo último que quería era perder
el tiempo. Sentía como me seguía mientras yo la guiaba hasta mi cuarto. Por su parte,
parecía que Dylan había optado por volver al salón. Chico listo. Le aprecio a pesar de
ser un chaquetero que me cambió por una niñera nueva.
Ella, a quien Dylan llamó Cari, se quedó parada en puerta, indecisa. Me
encontré a mi mismo sonriendo tontamente ante su timidez mientras sacaba del
armario la primera camiseta limpia que encontré. Nunca salía con chicas como ella, por
lo que no estaba acostumbrado a esa clase de pudor.
—Toma —la dije mientras la lanzaba la camiseta—. Hay un baño al fondo del
pasillo para que puedas cambiarte.
Asintió con la cabeza. Sus ojos oscuros desaparecieron cuando se giró, haciendo
volar su pelo castaño alrededor de su cuerpo. Volví al salón dándola tiempo para
cambiarse. Encontré a Dylan inmerso en el intento de comer un plato de pasta.
Desechando la idea de correr, agarré mi móvil y envié un texto a Alan. Al poco tiempo
ya había recibido una contestación: en media hora, en la parte trasera del pabellón del
instituto. Por fin algo que fumar para relajarme.
Me volvía a dirigir a mi habitación para cambiarme cuando ella volvió a
aparecer. Bueno, para ser una cría no estaba tan mal. Seguro que algo de mi hermana
Sarah le hubiese valido, pero ella me mataría si dejara su ropa a alguien. No me dí
cuenta de que Cari llevaba mi camiseta favorita, de tonos grises y con el emblema de
los Beatles en ella, hasta que se la vi puesta. La verdad la quedaba enorme, casi de
vestido. Y sus diminutos brazos colgaban inertes a los lados. Además aquella tela
conseguía esconder sus shorts vaqueros, haciendo parecer sus piernas más largas. Sin
embargo no lo suficiente.
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—Gracias —me dijo.
No la contesté. Mi mente se había convertido en un trabalenguas ilegible.
Estaba pensando cosas que no debería estar pensando. Abandoné el salón decidido,
yendo a mi cuarto. En menos de media hora estuve reunido con mis amigos, fumando
la hierba que empezaba a necesitar con desesperación, y tratando de olvidar sus ojos
negros enfadados, sus ojos negros diciendo aquel gracias, sus ojos negros tan
expresivos y diferentes a los que acostumbraba a ver. Cuando regresé por la noche,
ella ya se había ido. Sin embargo, algo me decía que la volvería a ver de nuevo, cuando
Dylan requiriese de otra niñera.
El lunes llegué tarde a clase, cosa no extraña en mí. De hecho, lo extraño era
que apareciese. Esta era la segunda semana de clase y el primer día que asistía a
primera hora. También el primer día que asistía a esa asignatura: literatura II. Como
estaba repitiendo era una de las pocas que me obligaban a cursar de nuevo, y el señor
Skitter ya me conocía del año anterior, por lo que apenas me lanzó una mirada
reprobadora mientras me deslizaba hacia un asiento libre al fondo de la clase.
No le presté demasiada atención. Mi mirada vagaba entre la ventana y mi
mesa, cansado. Aún así logré enterarme de pequeñas cosas. Este año la nota se iba a
basar en… Un trabajo de literatura, sobre algún autor. Me pareció entender que él
escogería el libro. Y también las parejas. Oh, genial, por parejas. La clase entera se
revolucionó cuando dijo que serían al azar por papelitos. Original, ¿cierto?
Me incorporé en mi asiento mientras los emparejamientos empezaban.
Macbeth… Clare Simpson con Derrik Stuart. Madame Bobary, Sarah Swan con Erik
McMillan… Sueño de una noche de verano…
Bostecé hasta que de pronto oí mi nombre, y mi vista se clavó en el señor
Skitter, cuya mano llevaba un papel sacado de una urna, el cual suponía tenía escrito
mi nombre.
—Luca Moore, tu estudiarás Romeo y Julieta —qué típico, pensé mientras él
volvía a hundir sus dedos en la urna y sacaba otro papelito—… Con Carina Anderson.
Parpadeé confundido. Aquel nombre me sonaba. Aquel nombre… Un segundo,
¿no se llamaba Cari la niñera de Dylan? Pero no podía estar en esta clase. Seguramente
no se trataba de ella. Esa cría debía tener como tres o cuatro años menos que yo, no
podía estar en mi clase.
Sintiendo una acorazonada mi vista paseó alrededor del resto de compañeros
que miraban atentos como el señor Skitter sacaba otro papel. Todos menos uno, o más
bien una. Un par de ojos negros consternados colisionaron con los míos. Ella parecía
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enfadada, desolada, enfurecida y… ¡Santa mierda! De nuevo debo decir… ¡Era la cría
de ayer!
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CAPITULO 5
Narra Carina
Luca Moore. Estaba emparejada con Luca Moore. Aquello tenía que ser una
broma. Una gran y horrenda broma. Pero no, ahí estaba él, mirándome como si no
debiera encontrarme en esa clase. ¡Pero si el que la repetía era él! Aparté la vista
rabiosa. ¡Luca Moore era una de las personas más vagas que jamás había conocido!
Estaba segura de que si fuera por él suspendería de nuevo. Y yo no quería hacer sola el
trabajo. Por eso mismo me i en la obligación de correr tras él al acabar la clase. Como
si el universo se hubiese puesto en mi contra, cosa que comenzaba a dudar cada vez
menos, Luca se escabulló como alma que lleva el demonio por la puerta, y Rocky vino
en mi búsqueda, impidiéndome seguirle.
Lo volví a intentar de nuevo a la salida, y esta vez tuve más suerte. Estaba
apoyado contra su moto fumando un cigarrillo. ¿Por qué los chicos como ellos
siempre, recalco, siempre, tienen moto? Remangué las mangas de mi sudadera,
nerviosa. Cuando estuve a dos pasos de él, elevó su cabeza repentinamente, casi
asustándome. Sus ojos azules se clavaron en los míos tal como había sucedido
momentos antes en clase, y sus cejas se alzaron.
—Vaya, vaya… —Musitó a la par que expulsaba el aire del tabaco de sus
pulmones—. Así que asistes al instituto…
Fruncí el ceño sin entender a qué venía esa pregunta.
—Claro que vengo al instituto, ¿dónde iba a estudiar sino?
Tiró el cigarrillo al sueño y alzó una ceja en mi dirección.
—¿Pero tú tienes edad para dar clase aquí?
Sentí mis mejillas encenderse al mismo tiempo que una sensación de rabia e
impotencia me inundaba por dentro. ¿Qué si tengo edad? ¿Qué si tengo edad? Sé que
esa pregunta no debería ofenderme en esos momentos… Es decir, aunque tuviese casi
diecisiete años, no es el primero en pensar que no debo pasar de los quince. Es
horrible ser tan bajita. Y estar tan plana. Y tener cara aniñada. Pero hubo algo en el
tono y la expresión en el que me lo preguntó, como asombro mezclado con arrogancia
que… Simplemente me sacó de mis casillas.
—¡Tengo sólo un año menos que tú, capullo!
Sus ojos se abrieron ampliamente, sorprendido, pero no tardo en recuperar su
pose brabucona y presuntuosa.
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—Vaya, parece que la adolescencia no ha dejado mucho paso en ti.
Y eso ya era demasiado, ya no aguanté más. Vale, sí, era la niñera de su
hermano. Sí, casi no le conocía. Sí, él me sacaba casi dos cabezas. Sí, estábamos en el
aparcamiento lleno de estudiantes. Pero…
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CAPÍTULO 6
Narra Luca
Aquello juro que no me lo esperaba. Con la cara de niña buena que tiene, que
me pegara tal monumental tortazo… Increíble. Anonadado me llevé una mano al
lateral izquierdo de mi cara. En cualquier otra situación la hubiera pedido explicaciones
o exigirla que rogara perdón. Sin embargo, todo cuanto salió de mi boca fue:
—Buen gancho.
Unos tacones resonaron a mi lado, y poco después unas manos tocaron mi
rostro con delicadeza. El pelo rubio de Amy me hizo cosquillas en la nariz. No me dio
tiempo a asimilar bien lo que estaba pasando cuando ella se apartó de mí y apuntó con
su dedo índice a Carina, gritándola.
—¡Tú! ¡Asquerosa zorra! ¿Quién te crees que eres para pegar a Luca?
Contrario a lo que Amy esperaba, Carina alzó las cejas con aire divertido. Miró a
la chica rubia que tenía delante y luego a mí. Me daba la sensación de que estaba a
punto de echarse a reír, y eso descolocó completamente a Amy.
—¿Asquerosa zorra? —Se burló finalmente la chica—. Para estar en último año
de instituto, tienes un repertorio muy poco variado de vocabulario.
Reí por lo bajo, pero no pude ocultarlo y Amy se percató de ello. Supe en ese
momento que acababa de cometer un grave error. Como si de una gata en celo se
tratase, Amy saltó sobre Cari tirándola del pelo con tanta fuerza que, de haber llevado
extensiones, se las hubiese arrancado.
Estaba preparado para separarlas, apartándome de mi moto, cuando me fijé en
que no hacía falta. Contrariamente a lo que pudiera parecer, a pesar de que la rubia
era mucho más alta y fuerte que Cari, ésta se defendía bastante bien. Consiguió soltar
su cabello de Amy, y cada vez que esta contraatacaba se agachaba o se apartaba a un
lado con una gran agilidad. Ser tan baja debía de tener sus ventajas. Pero el
aparcamiento estaba empezando a llenarse de gente, y en breves podría aparecer el
director.
Divisé a Shawn y Alan, y les hice un aspaviento, animándoles a acercarse. Alan
no tardó ni medio segundo en comprender y, con un gran alarde de su fuerza, separó a
Amy, agarrándola por la cintura.
—Ya la acerco yo a casa en coche —me susurró, mientras la rubia gritaba
blasfemias.
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Poco a poco la gente se fue disipando, hasta que solo quedamos Cari y yo, que
me miraba con los brazos en jarras.
—¿Y ahora qué? —Pregunté divertido.
—Tenemos que hablar —elevé una ceja, esa era conversación de rupturas—.
Del trabajo de literatura.
Sonreí ante la aclaración. Luego pensé en el libro. Romeo y Julieta. Lo había
leído. Sí, increíblemente, yo lo había leído. Y algo me decía que ella también.
—No te vas a escabullir de hacer el trabajo —continuó—. Vamos a pactar unos
horarios, y deberás leer el libro y…
—Ya lo he leído —la corté—. Y si tú también lo has hecho, que me da la
sensación que es así, podemos empezar cualquier día.
Cari parpadeó. La había sorprendido. ¡Punto para Luca! Entonces, por el rabillo
del ojo, vi pasar el autobús amarillo. Y ella también, pero no dijo nada. Le había
perdido, estaba seguro.
—Sube, te llevo a casa —la ofrecí entregándola mi casco de la moto.
Dudó. Y no pude evitarlo, tenía que hacerla rabiar. Algo en mí me obligaba a
ello.
—¿Qué pasa? ¿La niñita pequeña tiene miedo de subir a una moto? Apuesto a
que nunca lo has hecho antes. Correr riesgos, tomar decisiones prematuras…
Y eso bastó para que arrancara el casco de mis manos y se le amarrara. Sonreí
malicioso al verla. Se veía graciosa, con sus pantalones cortos, la sudadera verde y el
casco cubriendo su cabeza. Me dijo su dirección y la ayudé a subirse a la parte trasera
de la moto. Sus manos se posaron indecisas sobre mis caderas.
—Tienes que agarrarte más fuerte —la avisé, encendiendo la moto—, o no
tardarás nada en caerte.
Y bastó la primera curva para que ella me hiciera caso. Sus brazos me rodearon
fuertemente, casi uniendo las manos por mi estómago. Sentía contra mi espalda su
cuerpo diminuto usándome como escudo para protegerse del viento. Cuando llegamos
a su casa, frené delante del camino hacia la puerta.
Ella se bajó rápidamente en cuanto saqué las llaves de la moto. Demasiado
rápido. Se tambaleó fuertemente, casi cayendo al suelo, por lo que alargué una mano
para ayudarla. Se sostuvo a ella fuertemente, juraría que sin percatarse que era mía.
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Cuando recuperó el equilibrio la miró horrorizada, soltándola como si fuera una rata
mutante. Eso certificaba mi teoría.
—Gracias por traerme —susurró, notablemente incómoda, mientras me
devolvía el caso—. Ahora si no te importa, yo ya me voy y…
Así que yo la ponía incómoda. Eso no podía dejarlo pasar así como así.
Actuando como si realmente no fuese yo mismo, y he de admitir que incluso
sorprendiéndome, me bajé de la moto, siguiéndola hacia la puerta de la casa.
—¿Qué estás haciendo? —Exigió mirándome recelosa.
—Pensaba que estaba bastante claro: seguirte.
Rodó los ojos. No me soportaba.
—Tenemos que hacer un trabajo sobre Romeo y Julieta, ¿verdad? Entonces,
¿qué mejor momento que ahora? Yo no tengo nada que hacer, y algo me dice que tú
tampoco.
Me miró dubitativa. No quería, lo notaba en sus ojos.
—En algún momento habrá que hacerlo, ¿no? Además, no puedes huir de mí
para siempre, y menos si cuidas de mi hermano.
Para rematarlo la guiñé un ojo. Eso la sacaría más de quicio, y efectivamente así
sucedió. Su cara se volvió roja, e iba a hablar cuando la puerta de la casa se abrió. Una
mujer salió de ella, y supuse que sería su madre.
—¡Carina! —Exclamó al vernos—. ¿Has traído un amigo?
—Es Luca, mamá, el hermano de…
—Ya me lo explicarás después, ahora tengo mucha prisa —habló ella muy
precipitadamente, mientras salía corriendo hacia un coche aparcado en la acera—. Hay
mucho trabajo en la oficia y te he dejado cena en la nevera, pero… Si se queda a cenar
él también, pide una pizza.
—¡Mamá! —Protestó Cari—. ¡Él no…!
—Invítale a algo de beber, ¡y toma protecciones, cariño!
Si las personas pudieran echar humo por los oídos, Carina se hubiese
convertido en una chimenea en ese momento. Sus mejillas subieron a un tono rojizo
nada natural, pero en cierto modo lo entendía. ¡Su madre había gritado eso en medio
de la calle a todo volumen! Que diera gracias a que vivíamos en un pueblo y no había
mucha gente por la calle.
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—Ni sueñes que te voy a invitar a algo de beber —dijo finalmente Carina,
abriendo la puerta para que entrase en su casa—. No quiero terminar con Dr. Pepper,
cerveza o cualquier cosa líquida en la cabeza.
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CAPÍTULO 7
Narra Carina
Aun seguía escandalizada. ¿Qué no olvidara las precauciones? ¿¡Que no
olvidara las precauciones!? “Asghghslfkdkls”, pensé mentalmente contra mi madre.
—Te chirrían los dientes —comentó Mr. Idiota, dando un sorbo a su Dr. Pepper.
Sí, efectivamente, a pesar del alto riesgo a acabar siendo regada por su bebida,
acabé dándole un Dr. Pepper. Y sí, también le había apodado como Mr. Idiota, pero es
que eso era él: un idiota compulsivo.
—Muy bien, tú dirás, ¿alguna idea para el trabajo? —Pregunté, cruzando mis
brazos.
Él se llevó una mano a la barbilla fingiendo estar pensativo. Debía de admitir
que en esa pose resultaba condenadamente sexy. Pero por muy atractivo que fuese,
no estaba aportando ninguna idea. Suspirando, decidí empezar yo.
—Elijamos un tema a tratar del libro. Tenemos la del destino y el azar, como en
la serie de eventos desafortunados que les suceden. O el tiempo y como transcurría en
aquella época. O la luz y…
—Tratemos el amor —me cortó de pronto, interrumpiéndome—. Sé que está
muy visto, pero es el principal de la historia, y se puede sacar mucho de él.
Rodé los ojos. El amor era demasiado típico en el libro, y se veía que él no tenía
muchas ganas de trabajar. Pero si eso le motivaba y no era un vago todo el tiempo,
habría que hacerle caso.
Durante un tiempo estuvimos discutiendo como plantear el trabajo. Por escrito,
un vídeo, una obra, pintura… Todo muy convencional, según Mr. Idiota.
—Bueno, si tan creativo eres, da una idea —acabé soltando, desesperada.
Y entonces me sorprendió.
—Hay que vivirlo —dijo convencido—. La única forma de hacer un buen
trabajo, es vivirlo.
Rodé los ojos.
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—¿Y bien? ¿Cómo se supone que vamos a vivir Romeo y Julieta? Por si no te
has dado cuenta, estamos hablando de una época en la que dos familias no dejaban
enamorarse a sus hijos por estúpidas rivalidades.
—Abre un poco más la mente, Carina —susurró Luca.
Le miré confundida. ¡Yo era una persona de mente abierta! Sin embargo, lo que
más me sorprendió fue oírle llamarme por mi nombre completo. Generalmente eso no
me gustaba. Sólo lo hacían Daniel y mi madre, pero… En él sonaba… distinto…
—Iremos a una fiesta —dijo de pronto.
—¿Qué? —Le miré anonadada. ¿De dónde sacaba esas ideas?
—Romeo y Julieta se conocieron en una fiesta, ¿verdad? —Empezó a
explicarme—. Eso haremos. Hay una fiesta el sábado que viene. Iremos y viviremos la
noche lo más parecido a como Romeo y Julieta lo hicieron.
¿Viviremos? ¿Nosotros? ¿Los dos? No pude evitar torcer el gesto, y entonces él
se echó a reír.
—¡No me refiero a nosotros dos! Seguro que habrá algún chico que te interese
con el que quieras hablar y tener tu propio cuento. Tienes pinta de ser una de esas
chicas romanticonas que habitan su propio cuento de hadas.
Si las miradas matasen, Luca Moore sería el zombie más sexy del mundo. No,
espera, yo no dije eso. Nada de usar calificativos como sexy seguido del nombre de
Luca. Nunca. Jamás.
—Pasaré a recogerte a tu casa a las once —dijo poniéndose de pies—. Si hay
algún cambio de planes me llamas. Ahora tengo que irme.
—¡Oye! —Protesté—. ¡No he accedido a ir!
Luca se giró hacia mí, mirándome con una sonrisa torcida en el rostro.
—Oh, sí que lo has hecho.
¿Cómo? Tan solo estuve cinco segundos tratando de descifrar que significaba
aquello, cuando Luca se acercó y agarró mi teléfono móvil de mi bolsillo delantero.
—¡Ey! —Grité, tratando de atraparle.
Él me esquivó con facilidad y luego se llevó el teléfono al oído. De su chaqueta
salió música.
—Me he llamado para guardar tu número —me comunicó—. Ya tienes el mío.
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Me devolvió el móvil y luego le acompañé hasta la salida, con los labios
apretados, consternada.
—Y… Carina —Me llamó antes de que cerrase la puerta.
—¿Qué…?
Pero no pude acabar la frase. Un líquido con sabor a cereza impactó contra mi
pelo, escurriéndose por la cara y llegando a mi ropa. Mis ojos se abrieron con sorpresa
mirando directamente a Luca. La botella de Dr. Pepper que había estado tomando
antes se encontraba ahora en su mano, vacía. ¡Lo había vuelto hacer! ¡El maldito
condenado lo había vuelto a hacer! ¡Y encima a posta!
—Es para no perder las costumbres, ya sabes…
Y se fue. Corrió hacia su moto y salió huyendo, dejándome mojada y pegajosa
en la puerta de casa. Ni siquiera había salido del shock cuando su moto desapareció de
mi vista. ¡Maldito “ashjgfhjjkjsñnfioelsnlwe”!
Me di una ducha larga tratando de sacar la sustancia de mi pelo. Mr. Idiota no
se merecía ser Mr. Idiota. Aquello en verdad se quedaba corto ante tal nivel de
“payasería” suprema.
Por la noche, a eso de las diez, mi madre llegó a casa.
—¡Hola mamá! ¿Qué tal en el trabajo?
Pero ella no contestó. En vez de eso, me miró con los ojos sombreados y el
rostro torcido. Oh, no. Eso no podía ser bueno.
—Carina —me dijo, sujetando mi mano y llevándome al sofá con ella—.
Tenemos que hablar.
Montones de cosas se me pasaron por la cabeza. Sin embargo, solo se me
ocurrió decir:
—Luca y yo solo estábamos haciendo un trabajo de clase. ¡Jamás tendría que
hacer nada!
Pero ella negó con la cabeza. ¿Qué pasaba? ¿No me creía?
—No se trata de… Luca —me dijo ella mirándome con recelo, pero luego su
expresión cambió a una que llegó a preocuparme—. Ha pasado algo.
Me mordí el labio, nerviosa. ¿Algo malo?
—Tu abuela ha enfermado, y debo ir a cuidarla a la ciudad.
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¡Oh, Dios! Eso era horrible. No es que estuviese muy unida a la abuela.
Tampoco la veía mucho, pero sabía que mamá sí. ¿Qué significaba aquello? ¿Me iba a
dejar sola en casa? No, eso no se le pasaría jamás por la cabeza. Y tampoco podía
llevarme con ella, perdería tiempo de instituto. Y hacer volver a Jake de la universidad
tampoco era una buena idea. Y entonces lo comprendí. Aparté mis manos de las de
ella con rapidez, negando con la cabeza. No podía ser cierto.
—Él vendrá el sábado. Cenaremos todos juntos, solo una hora. Yo me iré al día
siguiente, así que se quedará aquí, cuidándote.
—¡No puedes estar hablando en serio!
No podía ser real. Tenía que tratarse de una pesadilla. ¡Él! No me gustaba nada,
apenas tenía una relación estable con él desde que nos abandonó por su trabajo,
aunque pagase la universidad de Jake. No podía sobrevivir a más de un día conviviendo
con él. Era un completo extraño para mí. Pero así era la verdad: Mi padre, o más bien
la persona que facilitó el esperma para mi nacimiento, se iba a mudar a mi casa.
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CAPITULO 8
Narra Carina
Llegué a pensar que Luca se había olvidado del trabajo y de mí. Bueno, supongo
que lo último no era muy difícil… No le volví a ver por el instituto en todo lo que
quedaba de semana. Ni siquiera se dignó a aparecer en nuestra clase de literatura. En
serio, me veía haciendo el trabajo de Romeo y Julieta yo sola… De no ser porque el
sábado por la mañana, al despertarme, vi ese mensaje de texto en el teléfono móvil, le
hubiera dado por muerto.
“¿Lista para una fiesta rememorando a Shakespeare? Llámame cuando quieras
que te vaya a buscar, princesa. Luca”.
¿Princesa? Estaba comenzando a plantearme seriamente los problemas
patológicos que podría estar sufriendo ese chico. Pero no me paré por mucho tiempo a
pensar en ello. Hoy era sábado, y un día clave: el día de la cena con mi padre. Maldecía
el momento en que mi madre decidió que fuera él quien viniese a vigilarme mientras
ella estaba con la abuela. Sinceramente, yo misma podía ser auto suficiente por mi
cuenta. Con el aquí solo sería una boca más que alimentar. Y podría parecer que estoy
exagerando, pero…
¿Sabes de esas personas que llegan a los cincuenta años y se sienten como
adolescentes de dieciocho? Bien, ese es mi padre. Pero la cosa no acababa allí. Era
muy… místico. Del tipo hippie pero no tan hippie… Raro de explicar… De hecho, se
ganaba la vida como escritor, tras abandonar su último trabajo. No es que sea muy
centrado tampoco. Una vez leí una de sus obras. Sin comentarios. Digamos que no era
recomendada para mi edad. Y sí, fue él quien me regalo el libro.
Me pasé el resto del día de la televisión al ordenador y del ordenador a la
televisión. No fue hasta que mi madre me obligó a tomar una ducha y vestirme
decentemente que me forcé a mi misma a salir de mi aislamiento. No estaba contenta.
No quería a mi padre aquí, para nada, y quería que lo notaran. Me vestí con unos
simples pantalones vaqueros cortos y un polo azul, atando mi pelo en una trenza. No
maquillaje, no ropa bonita. Pero cuando llegó mi padre, eso no pareció importarle…
—¡Carina! ¡Cuánto has crecido!
Vestido con unos viejos pantalones vaqueros y una camiseta oscura, un hombre
de baja estatura y robusto, con barba crecida de dos semanas y el cabello despeinado
caminó hacia mí. Me abrazo cuando llegó a mi lado, rodeándome fuertemente.
¿Cuánto había crecido? Se sentía como una broma pesada. Yo era una de las cosas más
enanas del mundo, tenía que estar bromeando.
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—Hola papa —me obligué a saludarle, sintiéndome bastante extraña con su
presencia—. ¿Está bien el hotel?
Allí estaba mi padre, frente a mí, después de tanto tiempo sin verle. En cierta
parte estaba feliz por ello. Es decir, era mi padre, me gustaba verle. Pero también era
una especie de extraño, un recuerdo de mi niñez.
El torció el gesto. Por el día de hoy se quedaba en un hotel cerca de casa, hasta
mañana que mama se fuera. Pero yo sabía que él detestaba los hoteles. Decía que
todo estaba demasiado ordenado y limpio.
—Demasiado sacado de revista —anunció separándose y caminando hacia
dentro de la casa—. ¿Eso qué huelo es pollo al horno?
—¡Josh! —Le saludó mamá apareciendo en el pasillo—. Cuanto me alegro de
que hayas podido venir hoy.
Y el resto de la cena pasó sin mucho más que contar. En efecto, era pollo al
horno. Seguramente mi última comida saludable para lo que me quedaba de vida.
Moriría antes de que mi madre regresara. Adiós, vida cruel.
Casi no participé en la conversación de la sobremesa. Ellos hablaban y yo
asentía. Mamá le daba órdenes absurdas que ambas sabíamos perfectamente no
obedecería. Pero el desastre llegó cuando mencionaron a Jake…
—Entonces, ¿vendrá el pequeño Jake a visitarnos?
Elevé la vista de mis manos, las cuales tenía entrelazadas. Mi hermano estaba
estudiando en la universidad. De hecho se encontraba en una bastante lejos de casa, y
que yo supiera no tenía vacaciones hasta dentro de mucho, mucho tiempo.
—Sí, dijo que se pasaría a vigilar —admitió mamá—. Pero mándale pronto a la
facultad, no quiero que pierda muchas clases.
—Oh, vamos, la universidad es tiempo de fiesta, el mejor momento de la vida
—negó mi padre, como si aquello fuese una verdad absoluta—. Deja que el pobre
chico descanse, no se puede estar estudiando todo el día.
—Es su futuro, Josh —contraatacó ella de nuevo—. Para él sería muy
beneficioso conseguir una carrera.
—Por favor, mujer, no le metas presión. Es joven. Deja que disfrute. ¿Crees que
toma drogas? ¿Tú las tomas, Carina?
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Me atraganté con mi propia saliva. ¿Cómo de desequilibrado podía estar el
mundo para que me tocaran unos padres como esos? No, no las tomaba, y además…
¡Eso no se pregunta! Y mi madre parecía pensar lo mismo.
—Por el amor de Dios, ¿cómo le preguntas eso a la niña? ¡Ten más tacto, Josh!
Y aquel comentario pareció ofenderle.
—Oh, y eso lo dice la mujer que piensa que hablar abiertamente de sexo a los
hijos es bueno. Me sorprende no haberte encontrando rociando a nuestra hija con
preservativos antes de irte…
Y fue en ese momento cuando recordé otra de las razones por las que su
relación no había funcionado. Comenzaron a pelear, y una cosa llegó a la otra y, no sé
cómo, acabaron voceando a gritos si yo era una ninfómana drogadicta. Y fue
demasiado.
—¡Ya está bien! —Grité poniéndome de pies—. ¿Podéis dejar de comportaros
como dos críos pequeños! Ninguno de los dos sabéis lo suficiente de mí como para…
sacar esas malditas conclusiones. Y tú menos, que te has pasado ausente los últimos
años de mi vida.
Aquello se lo dije a mi padre, mirándole directamente. Sé que más tarde me
arrepentiría, pero no en ese momento. Estaba furiosa. Salí del salón, agarré una
chaqueta y me fui a la calle. Caminé por cinco minutos sin saber dónde ir hasta que un
coche con la música a todo volumen pasó a mi lado. En él iba Amy, la rubia que
siempre estaba Luca. Y entonces me acordé de Luca. Y de la fiesta. Saqué mi móvil del
bolsillo delantero de los pantalones y le escribí.
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CAPÍTULO 9
Narra Luca.
“Estoy esperándote en las pistas de fútbol. Mueve tu culo y ven rápido antes de
que me arrepienta y cambie de idea. Carina”.
Sonreí estúpidamente cuando leí aquel mensaje. Al darme cuenta de lo que
hacía borré la sonrisa de mi cara y guardé el móvil en el bolsillo. Tiré el cigarrillo a la
gravilla, aplastándolo con la bota, y recogí el casco del suelo.
—¿Te vas ya?
Miré a los gemelos, todavía fumándose un porro de maría entre los dos. Asentí,
no queriendo dar muchas explicaciones. Seguramente les vería en la fiesta de esa
noche. Ellos nunca se perdían una. Y seriamente, no quería darla. Ni yo sabía que me
motivaba a hacer esto.
Había pasado toda la semana sin ir a la clase de literatura y procurando no ver a
Carina por los pasillos. Sé que era una actitud irracional… Por extraño que parezca,
estar a su lado me hacía sentir… Como si yo fuese un desperdicio de la sociedad. Una
escoria. Puede que en parte así fuera, pero me daba rabia. Ella era tan… Niña bien. Y
que mi hermano pequeño la adorase no ayudaba. Estúpido Dylan.
Aun así ahí estaba, conduciendo mi moto hasta el lugar de encuentro lo más
rápido posible. Me había pasado toda la semana evitándola para nada. ¿Para qué
demonios la enviaría aquel mensaje de texto? La culpa la tuvo la mierda de maría,
estoy seguro. Además, seguramente me esperase con algún vestido o falda, o algo de
eso que usan las chicas para ir a las fiestas. Acabaría enfadándose porque yo iba en
moto y no la podría llevar. Y de nuevo, me sentiría como una mierda.
Estuve tentado a dar media vuelta, cuando me encontré en las pistas de futbol.
Una figura estaba sentada en el bordillo de la acera. Se levantó cuando me vio llegar.
Frené justo frente a Carina. Y maldición, me sorprendió. No llevaba ninguna ropa
aparatosa, sino una simple camiseta y unos pantalones cortos. A decir verdad, aquello
la hacía parecer más joven aun, pero preferí callármelo. No creo que la gustase saber
aquella información.
—¿Por qué será que no me sorprende que hayas venido en moto? —Inquirió,
elevando una ceja.
—Oh, mi dulce Julieta, no creo que esa sea forma de comenzar una fiesta —La
devolví el saludo, quitándome el casco de la cabeza y pasándoselo a ella.
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Arrancó el casco de mis manos y se lo ató con más destreza que la última vez.
Apreté mis manos en el manillar cuando la sentí moverse hasta colocarse detrás de mí.
Sus dedos se agarraron a la tela de mi camiseta con cuidado, como si tuviera miedo de
tocarme.
—Oh, Carina, me parece que no has aprendido nada de nuestro último viaje en
moto —Me burlé—. Si no te agarras con más fuerza, te caerás.
Casi pude verla rodar los ojos a mi espalda, pero sus manos se agarraron con
más fuerza a mí. Apreté los labios y pise el acelerador. Tuve que reprimir una carcajada
cuando ella soltó un grito, y más al notar como sus brazos se deslizaban por mi cadera
profundizando el agarre. El frío plástico del casco me daba en el cuello, y su pecho se
apretaba contra mi espalda. Extrañamente, aquello no estaba tan mal.
—Fin del viaje —Anuncié.
Habíamos llegado a la casa de la fiesta. Dentro se oía gente y música bastante
alta. Algún que otro adolescente borracho caminaba por el césped haciendo eses o
vomitando en las esquinas. Sí señor, se lo estaban pasando muy bien.
—Ya puedes soltarte —la avisé al ver que no se movía.
Contuve otra sonrisa ante su exagerada reacción. Se había sobresaltado,
apartándose de mí y tambaleándose hasta bajar de la moto, como la otra vez. No
entiendo como pude querer evitarla, con lo graciosa que era. No recuerdo haberme
reído tanto con una chica… en la vida.
Sus mejillas estaban cubiertas por un delicado tono rosado cuando se quitó el
casco. No sabría decir si por vergüenza o por frío. Lo dejé en la moto y comenzamos a
caminar hacia la casa. Antes de llegar a la puerta la paré. Quería hacer aquello más
interesante.
—Oye Carina, Julieta de esta fiesta. Cuando encuentres a tu Romeo, no estaría
de más que me le presentases.
Ella arrugó la nariz y algo en mi estómago se revolvió. Vaya, aquel gesto
extrañamente la quedaba bien…
—De hecho, encuentro esa parte incoherente —Me dijo—. Nadie puede
conocer a alguien en una fiesta y automáticamente enamorarse de esa persona.
—Para mí eso no es lo incoherente —Rebatí—. Lo es entrar en una fiesta y solo
salir con una cita.
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La vi bufar y continuar hacia delante. Justo antes de entrar por la puerta, di dos
zancadas hasta pasar a su lado, susurrando.
—Así, dulce Julieta, veremos quién de los dos encuentra más Romeos o Julietas
esta noche. Es un reto.
Y estaba dispuesto a divertirme. A estar en esa fiesta como en todas las demás.
A ser el Luca de siempre. Y puede que durante una parte de ella lo fuese… Hasta que
dos horas más tarde acabé en el cuarto de Carina, sin camisa, y con su madre dormida
en la habitación de al lado.
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CAPITULO 10
Narra Carina
No sé por qué acepté el trato. De verdad, juro que no sé la razón. Desde el
primer instante en que entramos en la casa Luca consiguió, por lo menos, atraer la
atención de un tercio de las chicas que había en la sala. El otro cuarto lo formábamos
yo y el resto de cegatas. No se salvaron ni las que tenían novio. Así que no fue de
extrañar que media hora más tarde, mientras él estaba hablando con la adolescente
rubia y de largas piernas número... ¿doce?, yo estuviese aburrida, apoyada contra una
pared, viendo pasar el tiempo.
—¿Una bebida?
Contrariada me giré hacia el chico que acababa de hablarme. Pelo rubio corto,
ojos oscuros, bajo para ser chico pero perfecto para mi estatura. Le reconocí de mi
clase de química: Jaden Mason. Le sonreí tratando de parecer amigable. ¿Podría ser
este mi Romeo? Tal vez para Luca ligar con una sola persona fuese poca cosa, pero
para mí eso acababa convirtiéndose en el mayor milagro en una noche de fiesta.
—Claro, ¿sabes dónde puedo conseguir una?
—Tan solo sígueme, preciosa.
Jaden me guiñó un ojo y caminó hacia donde debía estar la cocina. Allí
continuaba habiendo un montón de adolescentes, cada vez más borrachos. Apoyada
sobre una nevera una muchacha pelirroja que minutos antes había visto bailando con
sus amigas, luchaba por mantenerse en pie.
—Lisa, creo que deberías irte a casa —dijo Jaden acercándose a ella y
apartándola de la nevera—. ¿Has venido con Ryan?
—No, con mis amigas —Quiso decir ella, pero estaba demasiado ebria para
poder vocalizar—. Él es muy estirado para venir aquí... Universitarios.
Ví a Jason apretar los labios, nervioso. Iba a intervenir, no sabiendo muy bien
qué hacer, cuando él agarró por banda a un chico que pasaba. Éste al verle le dio un
apretón amistoso en el hombro. Debían de conocerse, y yo empezaba a sentirme un
poco como una intrusa.
—Ey, Trev, déjame pedirte un favor. ¿Crees que podrías llevar a Lisa con sus
amigas? Está demasiado... mareada.
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El tal "Trev" miró a la chica, cuyos ojos vagaban perdidos por la habitación, y
luego a su amigo. Éste me lanzó una mirada rápido y luego espero ansioso la respuesta
del otro.
—Oh... Ya veo —Sonrió, como si comprendiera algo que el resto no—. Te veo
luego, Jade. ¡Ey, Lisa! Ven, busquemos a tus amigos.
Trev se acercó a la chica, quien le miró contrariada. La pasó el brazo por la
cadera y la arrastró fuera de la cocina. Al hacerlo pasó a mi lado. No pude evitar
observar cómo me evaluaba con la mirada para luego levantar el dedo pulgar en señal
aprobadora a su amigo. Todo esto nada disimulado. Alcé las cejas y me acerqué a
Jaden.
—Lo siento por eso —me sonrió, revolviéndose el pelo—. Trev no puede evitar
comportarse de forma tan... descarada. Pero es un buen tipo, solo por eso le he dejado
ir con Lisa.
—¿Es tu amiga? —Pregunté complacida por lo que acababa de presenciar.
Parecía un buen tipo.
—Algo así —afirmó, arrugando la nariz—. Nuestros padres son muy amigos, por
lo que es como una prima que nunca tuve.
Sonreí. Ese chico me transmitía buenas vibraciones. ¿La verdad? No me
importaría que él se convirtiese en mi Romeo. Y evaluándole bien, tal como había
hecho anteriormente su amigo conmigo, era bastante guapo. No podía compararse
con el sex-appeal que desprendía Luca, pero... Un segundo... ¿Luca? ¿Y él qué
demonios tenía que ver en esto? Sacudí la cabeza tratando de apartar los
pensamientos de mi cabeza. Era escalofriante la forma en que ese chico tenía de
aparecerse en mi mente. Aunque me estaba preguntando... ¿qué tal le iría a él? ¿Se
habría decidido por alguna chica? ¿Tal vez se estuviese montando una orgía
improvisada con todas ellas?
—¿Coca-cola? ¿Cerveza? ¿Vodka? Tienes pinta de una chica Dr. Pepper. Tú
eliges.
Miré a Jaden. Había abierto la nevera y, dentro de ella, una multitud de botellas
alcohólicas se cernía. He de decir que él tenía razón. Yo era una chica Dr. Pepper, pero
también era una chica que no asistía a una fiesta un sábado cualquiera porque sí. Ni
menos una chica que se sube a la moto de un chico potencialmente peligroso. Así
que... ¿por qué no dejar de ser también, por un día, una chica Dr. Pepper?
—Creo que me declinaré por el vodka —dije finalmente—. Pero no muy
cargado.
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No sé que me llevó a decir aquello, pero quise que la tierra me tragase en ese
mismo instante. ¿No muy cargado? ¿Quién demonios pide eso? Lo normal es lo
contrario: ¡cárgame la bebida de alcohol! Estuve esperando a oír a Jaden riéndose de
mí, pero en su lugar solo asintió con la cabeza. Le observé sacar la botella de vodka, un
vaso, y otra de Dr. Pepper. Primero vertió el contenido alcohólico transparente y luego
el líquido oscuro y burbujeante de mi bebida favorita. Lo removió con una pajita que
agarró del mostrador y me lo pasó.
—Eres distinta a las otras chicas, ellas hubieses pedido algo lo suficientemente
fuerte como para estar borrachas a los diez minutos —mierda, la había cagado—. Me
gusta eso.
Abrí los ojos sorprendida, llevándome la pajita a la boca. ¿Acababa de
alagarme? Bueno, espera, creo que ni siquiera me había dado tiempo a presentarme.
—Eh... Por cierto, me llamo...
—Carina, lo sé. Estamos juntos en química.
Vaya, este chico era toda una caja de sorpresas. ¿Me había reconocido? Yo
pensé que solía pasar desapercibida para la mayoría de las personas. Veo que no es
así. De pronto me vi iniciando una entretenida conversación con Jaden. ¿No es un
nombre bonito? "Jaden". No intentó nada raro. De hecho, ni siquiera hubiese parecido
que estaba ligando de no ser por el coqueteo y las sonrisas. Estábamos tan
entretenidos que ninguno la vio llegar.
—Vaya, Jaden. ¿Qué se supone que haces con esta perdedora?
Lamenté reconocer aquella voz a pesar de estar dándola la espalda. Pude ver a
Jaden torcer el rostro. Él tampoco parecía muy alegre al verla.
—Hola Amy. Ya veo que te dejaron venir.
—¿Qué esperabas? Es una fiesta, y es mi deber estar aquí.
Miré con temor a Amy, la chica con la que me había peleado en el instituto. La
chica que amaba tener sus piernas alrededor de Luca. A propósito de eso, ¿no debería
estar en estos momentos con él? Lamentablemente la atención de aquella largarta
rubia de piernas largas volvió a recaer en mí.
—Ahora en serio, ¿qué haces hablando con esta niña? Tú puedes conseguir
cosas mejores.
Noté cómo la sangre me hervía y se colocaba en mi rostro haciéndome
enrojecer. Sorprendentemente fue Jaden quien me defendió.
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—No creo recordar haberte pedido tu opinión, Amy.
Y más increíblemente fue cuando la rubia cerró la boca, mirando al chico como
si le acabara de pegar una bofetada.
—Está bien, ya veo que no estás de humor. Ya nos veremos luego...
—No tan rápido, le debes una disculpa a Carina —añadió Jaden, provocando
que mi respiración se cortase.
—¿Quién? —Preguntó Amy, como si no hubiese entendido.
—Ella —dijo el chico mordazmente, señalándome—, se llama Carina.
Amy me miró por encima de su hombro. Bufó, puso los ojos en blanco y se fue.
Esa debió de ser una de las veces que mejor me sentí en toda la noche. Aquella chica
me caía peor que un balde de agua congelada. De agua congelada con detergente. De
agua congelada con detergente que cae directamente en los ojos. ¿Me he explicado
bien?
—De nuevo... Lo siento por eso.
Me giré hacia Jaden, quien me miraba aprensivo. De verdad parecía lamentar lo
sucedido.
—Da igual, creo que estoy empezando a acostumbrarme a ella —quise
sonreírle, pero me había quedado un muy mal sabor de boca después de aquella
escena—. Parece que la conoces muy bien.
Para mi sorpresa, él rió. Fue una risa tranquila y dejada, como si aquello le
resultara pesado.
—Ni te lo imaginas. Como que es mi hermana.
—¿Tu hermana?
No quería soltarlo así, tan de sopetón, pero... ¿Su hermana? ¿Era en serio? Es
que no se parecían en nada... Sí, ambos era rubios, pero... El color de pelo de Jaden era
algo más oscuro. Además de la diferencia más obvia: Amy medía por lo menos una
cabeza más que él. ¿Se había llevado todos los genes buenos acaso? De nuevo, Jaden
rió. Esta vez más fuerte, debido a mi cara de incomprensión.
—Sí, ya sé, no nos parecemos en nada. En especial por... ya sabes...
Elevó el brazo, llevando su mano hacia arriba y simulando que estaba midiendo
algo. Yo también reí. Era muy lindo, pudiendo incluso hacer chistes acerca de su propia
altura.
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—En realidad no somos hermanos de sangre. Más bien hermanastros. Mi padre
y su madre se casaron hace dos años y... De regalo vino una hermanastra como ella.
—Lo siento —le sonreí sintiendo empatía.
Jaden se encogió de hombros.
—Bueno, en realidad no es soportable. Sé que va a sonar mucho a cliché,
pero... No es tan mala cuando la conoces. No ha tenido una vida fácil. A todo esto...
¿tú de que la conoces? Sé que suele ser... irritante con la gente, pero... Chica, contigo
ha sido un poco más de lo normal.
Y estaba abriendo la boca para contestarle cuando sentí una mano posarse
sobre mi hombro. Y de seguido el brazo al completo de un chico. No me hizo falta girar
para reconocerle, su simple presencia, la fragancia que desprendía, me alertaba de
quien estaba junto a mí.
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CAPÍTULO 11
Narra Luca.
Estaba siendo una buena noche. Sí señor. Mucho mejor de lo esperado. De
hecho ya tenía en el bolsillo el número de ocho chicas con las que había hablado. Era
divertido ver cómo trataban de colarlo de forma descarada con una sonrisa seductora
en los labios. No me imaginaba a Carina haciendo algo por el estilo... ¿Cómo la iría con
los chicos? Sacudí mi cabeza. Esto tenía que parar ya.
—¿A dónde vas?
Sonreí a la chica que tenía al lado. Era guapa. ¿Qué digo? Estaba como un tren.
Alta, piernas largas, dos tetas bien puestas, pelo rojo electrizante... Bien, bien, parece
que volvía a encarrilarme por la buena dirección.
—Necesito algo que me ponga a tono, nena.
La guiñé el ojo y salí hacia la cocina. Sin pensarlo agarré una botella de vodka de
entre todas las que había y me serví un chupito. Escocía un poco en la garganta. No
estaba demasiado acostumbrado a ello. Entonces vi a Amy, tomando una cerveza
mientras hablaba con un chico. Ella recayó en mi presencia y se acercó, obviando por
completo al pringado ese.
—Hola Luca. Por lo que veo te has decidido a pasar por la fiesta.
—Eso parece —La sonreí coquetamente. ¿Ella también me daría su número?
Bueno, aunque ya le tenía—. Pero esto está siendo un poco muermo, creo que
necesito algo más que el vodka.
Sabiendo lo que pasaría después, ella miró a todos lados y luego,
disimuladamente, metió una mano dentro de su diminuto bolso de cuentas negro. De
él sacó un cigarrillo, o eso quería aparentar, pero yo sabía perfectamente que era un
porro.
—Ya me lo agradecerás.
Y se fue de la cocina caminando sensualmente. Me quedé mirando el porro en
mi mano. Algo es algo, ¿no? Caminando hacia la salida me tropecé con una chica que
iba demasiado borracha. Sus amigas parecían llamarla pero ella no hizo caso.
Suspirando, la agarré de la muñeca. Se tambaleó, pero no perdió el equilibrio.
Rápidamente, una de sus amigas se acercó.
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—Muchas gracias, está muy borracha y no sabe lo que hace —me sonrió ella y
luego se dirigió a su amiga—. Vamos Lisa, te llevaré a la cocina a tomar algo de agua.
Salí a la calle y fumé el porro con tranquilidad. La mierda esa debía de tener
algo realmente fuerte porque me dejó Kao en poco tiempo. Me quedé por lo menos
media hora ahí fuera, sentado en la entrada, viendo a la gente caminar de un lado a
otro. En especial a los borrachos. Esos sí que eran graciosos.
—Vaya, veo que te hizo efecto.
Amy había vuelto a aparecer, luciendo un vestido azul eléctrico. Se sentó a mi
lado y miró al cielo.
—Se me hace extraño verte aquí solo. ¿No deberías estar ligando con alguna
chica?
Torcí el gesto. Tenía razón.
—Hoy no parece mi noche —argumenté.
—¿En serio? Entonces puede que no te interese saber que tu mosquita muerta
está ahí dentro hablando con un chico.
De pronto mi mente se aclaró.
—¿Carina?
Amy torció el gesto. Me pregunté por qué. Ella sabía su nombre, ¿no?
—La misma. Si te interesa saberlo, está en las cocinas. Si no... Bueno, habrás
más noches después de esta.
Sin más se levantó y volvió a entrar dentro de la casa. Y yo debí quedarme allí.
Debí de ver cómo los borrachos iban en aumento y seguir riéndome un rato, pero no
pude. En su lugar me incorporé. Y una fuerza misteriosa tiró de mí, arrastrándome
hacia dentro de la casa, hacia la cocina, y ahí la vi. Estaba dándome la espalda, pero
reconocería aquellos pantalones vaqueros cortos en cualquier lugar: ninguna chica allí
estaba vestida de forma tan informal. Y algo más calló en mis ojos. ¿Jaden Mason?
¿Estaba hablando con Jaden Mason? Oh, en serio, ¿había algo más cliché? El típico
jugador de rugby, rubio, buen estudiante que no fuma ni toma drogas. Demasiado
mediocre. De hecho, ¿sabría ella siquiera que Jaden jugaba al rugby?
No pudiendo evitarlo caminé hacia ellos. Jaden acababa de preguntarla algo
cuando me vio. Sus ojos se abrieron y se achicaron en seguida. Sabía que no le caía
bien. No comprendía demasiado su odio anti natural hacia mí, pero oye, cada uno es
libre de elegir a quien quiere caerle bien y a quien no... Pasé un brazo por los hombros
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de Carina y la sentí estremecerse. ¿Eso era bueno o malo? Bueno, me daba igual. No
iba a pararme a comprobarlo.
—¡Carina! ¡Hasta que por fin te encuentro!
—Hola Luca —me saludó con tono cansado—. ¿Una buena noche?
—Ni te lo imaginas. ¿Lista para ir a casa?
—¿Ya? ¿Tan pronto?
Carina me miró con incomprensión. Pues sí, quería irme a casa. Y esto no tenía
nada que ver con ella hablando con Jaden Mason. Nada. Además, ¿qué nombre era
ese? "Jaden". Sus padres no le debieron de querer...
—¿Le conoces? —Hablando del rey de Roma—. ¿Acaso vosotros dos...?
Me reí ante aquella situación tan graciosa. Mason nos estaba señalando a
ambos a la vez y mirando mi brazo aun posado sobre el hombro de Carina.
Rápidamente ella me apartó de su lado de un empujón. Para ser tan pequeña, siempre
me sorprendía con su fuerza.
—No, no. Para nada. Jamás. Él... Es mi compañero de literatura. Y mi transporte
esta noche.
Reí más fuerte al notar cómo la chica se azoraba. Estaba claro que Jaden no
terminaba de creerla. ¿Estaba mal que me sintiera bien al fastidiarla el ligue? Bueno,
más tarde pensaría sobre ello... Creo.
—Y como transporte oficial, repito, ¿lista para ir a casa?
Carina bufó, pero pude tomarme aquello como un sí. Sin pensar en qué estaba
haciendo, la tomé de la mano y tiré de ella.
—Nos vemos en química, Jaden —se despidió rápidamente.
Me pareció escuchar un adiós por parte del chico. Bien por él. Seguí tirando de
Carina hasta la moto. Cuando llegamos agarré el casco y se lo pasé. Ella me miró con
mala cara.
—¿Y ahora qué?
—¿A qué ha venido eso? —Me espetó—. Tú dijiste que tenía que ser una noche
para... buscar un Romeo. Bueno, puede que tú hayas encontrado a una Julieta, pero a
mí no me ha dado tiempo ni al beso de despedida.
Alcé las cejas. No debería haber dicho aquello.
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—Así que... ¿Eso es lo que te molesta? ¿El beso? —Una idea corrió fugaz por mi
cabeza cuando ella junto las cejas en una mueca molesta. No podía ser cierto—. Me
pregunto... ¿alguna vez te han besado, Carina?
Su rostro palideció y al mismo tiempo se sonrojó. Apretó los labios y me miró
enfadada.
—Cla... ¡Claro que sí! ¿A qué viene esa pregunta? Además, no te interesa.
Venga, vayámonos ya.
No la habían besado. Nadie nunca había besado a Carina. Tarde unos serios
segundos en reciclar esa información mientras ella me arrancaba con ímpetu el casco
de las manos y se lo ponía. Simplemente no podía ser posible. Sabía que hasta mi
hermana Sarah había besado ya algún chico. Cuando conseguí reaccionar me subí a la
moto y ella lo hizo detrás de mí, esta vez no dudando en rodearme para no caerse.
Sonreí. ¿Por qué sonreí? Estaba a punto de arrancar la moto cuando habló de nuevo.
—Un momento... ¿cuánto has bebido esta noche? ¿Puedes conducir?
Sonreí de nuevo, pero no contesté. Apreté el acelerador y salimos disparados.
Ella soltó un grito agarrándose más fuerte a mí. Empezaba a encantarme esta moto.
El camino a su casa fue rápido. Y disfruté de él, de sus brazos rodeándome y su
pecho contra mi espalda. Realmente disfruté.
Cuando llegamos todas las luces estaban apagadas. Aparqué la moto en la
acera de enfrente, detrás de un coche negro, y bajé a la vez que ella.
—Muchas gracias por el viaje. Nos vemos... Cuando te dignes a aparecer por
clase.
Sin más me pasó el caso y se alejó hacia su casa. Yo le posé en el manillar y la
seguí. Cuando llegó a la puerta pareció darse cuenta de que me encontraba a unos
pasos de ella.
—¿Qué se supone que estás haciendo? —Preguntó en un susurro sacando las
llaves del bolsillo.
—Te estoy siguiendo —me encogí de hombros—. Aun no he tenido
oportunidad de tirarte algo encima, y no me iré sin conseguirlo.
Ella rodó los ojos, visiblemente prefiriendo pasar de mí. Encontró las llaves y
abrió la puerta. Y de nuevo, no sé por qué hice eso. No me lo esperaba. Por lo visto ella
tampoco, porque cuando la empujé dentro de la casa, conmigo pegado a su culo, y
cerré la puerta tras de mí, se quedó paralizada. Tardó unos treinta segundos en
recuperar la compostura.
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—¿Qué demonios se supone que estás haciendo?
Quiso gritarme, pero en realidad fue apenas un susurro. No quería despertar a
sus padres. Podía usar eso a mi favor. Sin pararme a pensar en mis actos, la cogí,
literalmente, en brazos. La cargué como si fuese un bebe, acunándola. Soltó otro
pequeño grito, que rápidamente sofocó con las manos.
—¡Luca! ¡Bájame ahora mismo!
—Primero dime dónde está tu cuarto, y yo lo haré.
Abrió los ojos de manera antinatural. Aquellos ojos negros que desde un inicio
me habían encantado. Y comenzó a patalear. Vaya, para ser tan pequeña, se revolvía
demasiado. Tratando de mantener el equilibrio, caminé hacia las escaleras y las subí
con ella en brazos. Llegamos a un pasillo. Me pareció ver una puerta de pintura blanca
con un rótulo de flores y su nombre escrito en ella, por lo que caminé hacia allí. La bajé
antes de entrar y, nada más hice aquello, me pegó un tortazo en la cara.
—¡Lárgate ahora mismo!
¿Qué demonios? ¡Jodida ostia que me había pegado! Pero no me dio tiempo a
protestar, ni a ella a echarme, porque una luz se encendió dentro de una de las
habitaciones, lanzando una rendija iluminada al pasillo.
—¿Carina?
Aquella era voz de mujer. Alarmada, Carina miró a todos lados. Viéndolo como
la única solución posible maldijo por lo bajo, abrió la puerta de su cuarto y me coló
dentro, cerrando tras de mí. Le dio apenas tiempo a susurrarme un "esta me las
pagarás".
—Hola mama, ¿qué haces despierta?
Comenzó a hablar con su madre, pero no era lo suficientemente cotilla como
para quedarme a escuchar. En su lugar me dediqué a inspeccionar la habitación. Era
blanca y malva claro. La cama pequeña a una esquina. Por la ventana se filtraba la luz
de la luna, iluminando todo. Una balda llamó mi intención y, cómo no, ahí sí que era lo
suficientemente cotilla como para acercarme a inspeccionar...
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CAPÍTULO 12
Narra Carina
Afortunadamente mi madre no sospechaba nada. Estaba más preocupada por
saber que había regresado sana y salva después de haber huido de casa sin mediar
palabra ni avisar a dónde iba. Por lo visto me habían estado llamando pero nunca
escuché el teléfono. Había estado tan preocupada que pude librarme de un castigo por
mis acciones. También me informó de que había tratado de hacer una tregua con mi
padre. Sinceramente, en aquellos momentos tenía cosas que me preocupaban más.
Como el hecho de que Luca estuviese en aquellos momentos escondido en mi
habitación. ¿Cómo demonios se le había ocurrido colarse en mi casa? Esperé a que mi
madre volviera a su cuarto y entré dentro del mío. Me sorprendió encontrar a Luca
observando mi balda.
—Ahora entiendo por qué tienes tanta fuerza —comentó al oírme entrar.
Achiqué los ojos en su dirección sin saber muy bien de qué hablaba, pero
estaba completamente segura de que yo no tenía la fuerza de la que él hablaba.
—¿Desde hace cuanto que bailas? —Preguntó, señalando uno de mis trofeos.
Torcí el gesto. Ah, eso.
—Ya no bailo —admití, queriendo cambiar de tema—. Oye, vas a tener que
esperar a que mi madre se duerma y luego moverás tu culo lo más lejos de mi casa
posible.
—Oh, preciosa, sabes que darías todo el oro del mundo por tener mi culo en tu
cuarto para siempre —dijo de forma coqueta guiñándome un ojo—. Hay muchos
trofeos, ¿cómo es que ya no bailas?
Bien, por lo visto no tenía ganas de olvidar el tema. Tal vez si contestaba con la
verdad me dejaría en paz antes.
—Lo dejé cuando mi padre se fue.
La expresión de Luca cambió.
—Oh, vaya... Lo siento...
—No lo sientas- —Me encogí de hombros tratando de quitarle importancia al
asunto—. A él le gustaba, por eso dejé de hacerlo.
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No entendía muy bien por qué estaba dándole tantas explicaciones a Luca. No
había hablado con nadie sobre por qué dejé el baile, o por qué no quería escribir. Ni
siquiera con Jake. Él había tenido suerte de escapar de aquí e irse a la universidad...
Me senté en el suelo apoyando la espalda en la cama. Luca se acercó a mí.
—¿Y a ti te gustaba?—-Preguntó de nuevo, sentándose a mi lado—. Parecías
realmente buena, o debías serlo para tener todos esos trofeos.
—Se me daba bien —Admití paseando mi mirada por mis viejos trofeos y
medallas. No comprendía por qué no los había sacado de mi cuarto todavía. Supongo
que costaba desprenderse del pasado—. Aunque, sinceramente, prefiero escribir.
Llámame rata de biblioteca, o bicho raro, pero escribir y leer son las cosas que más me
ayudan a evadirme del mundo.
—¿Escribes? —Inquirió, para mi asombro sorprendido.
Me mordí el labio inferior.
—A que adivino... ¿ya no?
Luca me dio un codazo. ¿Estábamos teniendo una conversación tranquila?
—¿Sabes? Yo antes tocaba la guitarra —no pude evitar mirarle con sorpresa.
No me esperaba aquello—. Sí, lo sé, increíble. Y para tu información se me daba
bastante bien. Tenía un amigo que... Bueno, él decía que yo debería dedicarme a la
música. Incluso me ayudó a componer alguna canción.
—¿Y son buenas?
Luca rió.
—Una basura. Algún día te cantaré alguna.
Durante un rato nos quedamos en silencio. Aquella situación era, cuanto
menos, extraña. Él rompió la atmósfera siguiendo con la conversación.
—Dejé de hacerlo hace algo menos de un año. Él... tuvo que irse. No había
nadie más que me animase a seguir, así que... Simplemente dejé de tocar.
—No es lo mismo —razoné ladeando la cabeza—. Yo no bailo ni escribo porque
quiero estar lo más alejada posible de mi padre.
—Pues no debería ser así —-Negó. Algo tiró de mi estómago ante la idea de él
preocupándose por mí.
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—De todos modos ya da igual —negué, riendo sin ganas—. Mi madre se irá
mañana a la ciudad a cuidar de mi abuela y... Mi padre se va a mudar aquí, a casa, a
vigilarme.
Durante otro rato también estuvimos en silencio, con la luz de la luna dando de
pleno en nuestros rostros. El cabello negro de Luca parecía un revuelto nido de
pájaros, pero le quedaba igualmente bien. Su perfil era bonito, y me pareció ver un
tatuaje en la parte inferior derecha de su cuello. Si alguien me lo hubiese dicho tan
solo horas antes no lo hubiera creído. ¿Yo hablando con Luca? ¿De una forma tan
tranquila y natural? Empezaba a pensar que tal vez no fuese tan malo como pensaba
después del todo.
—¿Dejas fumar en tu cuarto?
Adiós último pensamiento. Él no podía ser humano.
—Ni lo pienses.
En su mano sostenía un cigarrillo. En la otra un mechero. Me miró ladeando el
rostro, como si fuese un niño pequeño pidiendo un dulce.
—¿Ni siquiera uno? ¡Vamos Carina!
Instintivamente me incliné hacia él y traté de arrebatarle el tabaco. Por su parte
sonrió y me apartó hacia un lado. Pude comprobar que a pesar de parecer rudo, sus
manos y movimientos eran bastante cálidos.
—Como enciendas eso aquí te tiro por la ventana.
Él alzó las cejas y me sonrió socarronamente.
—¿Tú y cuantos más? —Sobra decir que le pegué un puñetazo—. Oh, vamos.
Sé que dije que eres fuerte, pero no es para tanto. Apostaría a que yo podría
derrumbarte solo con la fuerza de mi meñique.
Oh, no quería jugar conmigo. No quería.
—Dame ese cigarrillo ahora mismo —pedí.
—No.
—¡Que me lo des!
Y de nuevo volví a lanzarme sobre él. Pero me atrapó agarrándome por los
hombros. Forcejeé y lanzó el cigarrillo lejos. Nada más hacer eso cargó contra mí. Debo
admitir que tenía razón: era mucho más fuerte que yo. Del impulso me derribó y,
aunque estuviese sentada, caí contra el suelo, el dolor en mi espalda quedó
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amortiguado gracias a la alfombra. Él calló sobre mí, frenando a tiempo. Sus manos
quedaron a ambos lados de mi cara.
Aquello debía de ser una alucinación o algo así. Allí estaba yo, en mi habitación,
a las tantas de la noche, tirada en el suelo con un chico totalmente caliente pero
rematadamente imbécil encima de mí. El rostro de Luca estaba cerca del mío. Como
diría él "jodidamente cerca". Le miré a los ojos. Sus ojos azules. ¿Qué me estaba
pasando? Luego a sus labios, que resultaron ser más atrayentes de lo que pensaba. En
cuanto me di cuenta de lo que estaba haciendo volví a subirlos a sus ojos.
Y ahí fue cuando Luca me atrapó.
Suspiró negando con la mirada. Luego bajó también sus ojos a mis labios. Solo
por unos segundos, apenas un pequeño lapso de tiempo... Y me besó. Me besó como
si de verdad llevase tiempo esperando aquello. Me besó como si nuestros labios
estuviesen atraídos por polos magnéticos. Me besó como si fuese el último día de su
vida. Y yo le besé de vuelta.
Finalmente debía admitirlo: besaba jodidamente bien.
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CAPITULO 13
Narra Luca
No sé qué jodida mierda me llevó a hacer eso. Ella simplemente… Estaba ahí, su
cuerpo presionado entre el suelo y el mío, su rostro demasiado cerca… Y luego miró de
esa forma hacia mis labios… Así que simplemente no lo pude evitar y la tuve que besar.
¡Soy humano, joder!
Durante un rato pareció no resistirse. Me sorprendió comprobar que, para ser
un supuesto primer beso, no lo hacía tan mal. Sus labios en un primer momento se
notaron tensos contra los míos, pero fueron relajándose poco a poco. De hecho yo
diría que en el momento en que se abrieron dejándome paso estaba incluso
disfrutando de ello. Jodida mierda, yo sí que estaba disfrutando como un verdadero
gilipollas.
Carina sabía a cerezas. Besarla era como beber Dr. Pepper aromatizado al cien
por cien. No, más bien era como inyectarse Dr. Pepper directamente a las venas. Todo
mi cuerpo reaccionó involucrándose con ese beso. Mi cerebro se reseteó y apagó.
Pero aquella sensación duró poco tiempo. En el momento en que un gemido
involuntario se escapó del fondo de mi garganta ella pareció reaccionar. Puso ambas
manos en mi pecho y, de un empujón, me tiró de encima de ella. Pillándome por
sorpresa caí rodando hacia atrás. Habría sido una situación graciosa de no ser porque
yo la presenciaba. Y porque era yo quien caía.
Me quedé tirado en el suelo con la boca medio abierta y los ojos picando de
deseo. La realización de lo que acababa de pasar se fue filtrando dentro de mí, y las
ganas de pagarme una ostia aumentaron junto con ello. Necesitaba hacer algo para
salir de esa situación. Lo que fuese.
—Vaya, generalmente soy yo quien aparto a las chicas. Esta debe ser la primera
vez que una me aparta. Siéntete especial.
No sé por qué dije aquello. Soy imbécil. Un imbécil rematado. ¿Alguien puede
decirme que cojones tengo en la mente? Por su parte Carina me miró como si
estuviera decidiendo que hacer primero: pegarme una ostia o decididamente tirarme
por la ventana. Casi prefería quedarme con la primera opción, aunque verla intentarlo
otro sería divertido…
—No se te ocurra volver a besarme.
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Parece que eligió el camino tranquilo. Achicó sus ojos en apenas una rendija,
destilando odio intenso. Se había incorporado del suelo, sentada, y aunque trató de
ocultarlo, pude ver que estaba respirando con dificultad.
—Pero tendrás que admitirlo, princesa: te encantó el beso —Alzó las cejas, de
nuevo pensando en pegarme, seguro—. Vamos, has tenido el honor de recibir un
primer beso de Luca Moore, cualquier chica mataría por ello.
A pesar de la oscuridad pude notar sus mejillas sonrosarse. ¡Lo sabía! Aunque
me lo negó, yo tenía un radar en ese asunto. Una fiera rugió triunfante en mi pecho,
testosterona derrochando por cada poro de mi piel. Yo había obtenido su primer beso.
—No fue mi primer beso —insistió, pero ambos sabíamos que no era así—. Y tú
te vas a ir de aquí tan rápido como mi madre se duerma.
Bufé y me dejé caer al suelo. Al final ella se levantó y sacó ropa de su armario.
Luego salió de la habitación. Volvió poco después vestida para dormir. Cerró la puerta
con cuidado y se sentó en su cama. La observé frunciendo el ceño. Había algo ahí que…
—Esa camiseta es mía.
Cari me miró sin comprender, parpadeando. Bajé la mirada y sus ojos recayeron
en la camiseta a tonos grises con el nombre de los Beatles escrito en ella. Con sus
pequeñas manos la agarró por los bordes y la estiró. La quedaba gigante. Adivinaba
que debajo debía de llevar unos pantalones cortos de dormir, pero apenas se
apreciaba. Dios, eso era jodidamente sexy.
—Oh, lo siento. No me di cuenta. El próximo día que vaya a cuidar de Dylan te
la devolveré.
—¿Te gustan los Beatles?
Carina arrugó el entrecejo. Seguramente esperaba algún tipo de burla de mi
parte por llevar mi camiseta, pero la quedaba tan bien que no pude ser lo
suficientemente ingenioso para decir nada. Mi mente simplemente se había quedado
parada. Se encogió de hombros y se levantó de la cama. Caminó a través de la
habitación hasta una cadena de música y la encendió. Al tiempo que volvía hacia su
cama “Hey Jude” empezó a sonar.
—Eso me lo tomaré como sí —dije al tiempo que me incorporaba y me dejaba
caer en la cama, a su lado.
—¿Qué demonios haces? —Preguntó apartándose deliberadamente de mí.
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—El suelo esta frío —Me encogí de hombros—. Deja de quejarte y disfruta de
lo que tienes: música de los Beatles conmigo tumbado en tu cama, todo inicio de
fantasía sexual de cualquier chica del mundo.
La oí bufar y, de hecho, me dio un fuerte codazo en el costado, pero no
consiguió apartarme. La pregunta de por qué estaba haciendo aquello taladraba en mi
cabeza con fuerza. No quería pensar, no quería responder. Solo quería dejarme llevar.
Solo quería… Una palpitación fuerte de mi corazón me trajo la verdad. Solo quería… A
Carina. A mi lado.
—No te imaginaba escuchando esta clase de música —Me confesó
recostándose mejor en la cama y sacándome de mis pensamientos—. Oye, ¿qué
demonios estás haciendo ahora?
La miré cuando terminé de sacarme la camiseta, sus ojos oscuros abiertos y
desafiantes en mi dirección. Ajeno a sus protestas apoyé mi cabeza en la almohada, a
su lado. Tuve que tener cuidado para no caer sobre su pelo castaño, el cual se me
antojó alargar la mano para tocar. De verdad, tenía un serio problema.
—En este cuarto hace un calor del infierno, y prefiero tratar de pensar que tu
deseo más íntimo no es asesinarme. ¿Y por qué no me iba a gustar esta clase de
música?
—No, claro, en realidad mi mayor deseo es desnudarte y amarrarte a mi cama
para que no puedas huir nunca —bufó rodando los ojos.
¿Desnudarme? ¿Atarme a la cama? No sé por qué pero esas ideas se me
antojaban bastante discutibles y posibles de llevar a cabo. Ella debió de adivinar mis
pensamientos, porque su rostro se arrugó y me pegó un puñetazo en el hombro.
—Duh, eres asqueroso.
—Oye, tú lo dijiste, no yo —no pude evitar reír, Carina era tan… Carina—. Pero
ahora en serio, ¿por qué no me iba a gustar esta música?
Durante un momento se mantuvo en silencio como si estuviese pensando que
respuesta formular.
—Pensé que serías más del tipo que le gusta el rap o el metal.
Moví las comisuras de mis labios de forma coqueta.
—No dejo de sorprenderte, ¿verdad?
De nuevo ella me volvió a pegar, pero no dijo nada más. Nos quedamos en
silencio y la canción terminó para dar paso a Yesterday. Mientras dejaba que las letras
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se filtraran por mis oídos no pude evitar pensar en la extraña situación que estaba
viviendo.
Yo, Luca Moore, estaba tumbado, de noche, sin camiseta, en la habitación de
una chica. Una chica que no era alta, ni rubia, ni con dos pares de… Bueno, yo me
entendía. Una chica a la que, a pesar de estar totalmente fuera de mis cánones de
belleza, a pesar de ser todo lo contrario a mi tipo, acababa de besar. Y
sorprendentemente, me encontré a mi mismo deseando que aquello volviera a ocurrir.
Si Barrett estuviese aquí, al menos tendría alguien con quien hablar.
Seriamente, tenía un gran y jodido problema.
Pensé que solo había cerrado los ojos unos segundos, mas no debió de ser así
porque cuando los volví a abrir la claridad entraba por la ventana del cuarto de Carina.
Y no era de la Luna, sino del Sol. Me había quedado dormido. ¿Cómo demonios me
había quedado dormido? Traté de estirarme para despertar mis músculos cuando noté
un peso sobre mi brazo derecho.
Carina dormía todavía, y ¡Santa Mierda! ¡Estaba abrazándola! ¿Cuándo
habíamos adquirido esa postura? Porque ni siquiera la estaba abrazando de forma
normal. No, bueno, eso es exagerar, pero la realidad era que estaba entrando en
verdadero pánico. No es que me molestase, pero… ¿Qué carajos hacía si ella se
despertaba y me encontraba así? Me encontraba rodeándola con mis brazos y
atrayéndola hacia mi pecho. Encima no llevaba camiseta. Iba a morir antes de cumplir
los veintiuno. Y lo que es peor: por una ostia de una tía.
Traté de separarme de ella, pero parecía caso imposible sin despertarla
primero. Con mi brazo bajo su pecho podría morir en el intento. Que, por supuesto,
eso era lo que iba a pasar. Estaba completamente seguro. Desistiendo me limité a
observarla. Así, tranquila, ajena a lo que pasaba en el mundo exterior, estaba
realmente preciosa. Porque la chica no era fea. Nada fea de hecho. Apreté los ojos y
tragué saliva con fuerza. ¿Una noche y ya me cambia? Luca, tienes que ir al jodido
psicólogo.
De pronto unos golpes sonaron en la puerta fuertemente y Carina se removió
entre mis brazos.
—¡Carina! —Habló una voz femenina desde el pasillo—. ¿Estás despierta?
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Sus ojos oscuros se abrieron parpadeando a causa del insomnio. Me miraron
confundida, luego a la puerta. La mujer volvió a llamarla y entonces sí que se abrieron
de golpe, comprendiendo la situación.
—Carina, voy a entrar —avisó su madre.
—Mierda.
Al tiempo que decía aquello me empujó de la cama, haciéndome caer en el
suelo con un fuerte golpe. Ella saltó de la misma. Sin miramientos me agarró de la
mano y tiró de mí hasta un armario. Abrió la puerta de golpe y me coló ahí dentro,
junto con un montón de perchas y trajes de colores.
—No hagas ni un ruido —me susurró bajo tono de amenaza.
Cerró la puerta dejándome en la oscuridad al mismo tiempo que su madre abría
la del cuarto.
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CAPÍULO 14
Narra Carina
Creo que no hay palabrota lo suficientemente fuerte para interpretar mis
pensamientos en aquel momento. ¡Luca seguía en mi cuarto! Oh, señor… No sé
cuando debió de pasar, pero nos quedamos dormidos… ¿Cómo me pude quedar
dormida a su lado? Y lo que era peor, estaba despierto cuando mi madre llamó a la
puerta, y mirándome. ¿Qué demonios observaba tan fijamente? Tuve el tiempo justo
para meterle en el armario de la ropa de baile antes de que mi madre abriese la
puerta. Era el único sitio con hueco para esconderse, lo sé de cuando jugaba con Jake
al escondite.
—¿Carina? ¿Qué haces? Pensé que estabas dormida?
Mi madre me miró elevando una ceja, claramente intuyendo que algo no iba
bien. ¡Bueno! ¡Hora de improvisar! ¿Qué podía distraer su atención?
—Estabas observando la ropa de baile, ¿verdad?
Suspiré aliviada y asentí. Ella misma había desviado el tema. Resultó
increíblemente fácil. Abrió sus brazos para recibirme en ellos e, indecisa, camine a su
lado. Ya estaba vestida y el olor del perfume que siempre usaba inundó todo a mí
alrededor. Iba a extrañar su olor el tiempo que me dejase sola. Y la realidad chocó
contra mí con fuerza. Había estado tan preocupada y enfadada por quedarme con mi
padre, tan absorta con Luca, que no me había dado cuenta de lo que realmente iba a
pasar: mi madre se iba a ir. Y no la vería en una larga temporada.
—Deberías pensar en volver a bailar. Ahora que tu padre estará aquí contigo tal
vez te ayuda a distraerse.
Arrugué la nariz. No tenía muy claro que eso me ayudase.
—Me lo pensaré —admití al cabo de un tiempo.
No me dio tiempo a decir nada más porque la cara de mi madre se iluminó. En
seguida sacó su teléfono móvil del bolsillo.
—Perfecto. Yo misma me ocuparé de llamar a la señora Doyle para ver que
puede encontrar para ti. Estoy segura de que estará encantada. Ella lamentó que te
fueras de la academia más que cualquier otra persona.
Torcí el gesto en una mueca desagradable cuando ella se giró para recorrer la
habitación con los ojos. La señora Doyle era la directora de la academia de danza a la
54
que había asistido desde los tres años. Cuando hace tres años dije que abandonaba se
le calló el alma a los pies. Prácticamente fui de sus primeras alumnas y la más joven. Y
ahora no podía impedir que mi madre la llamase.
—Carina, ¿no te tengo dicho que no robes las camisetas de tu hermano?
Volví a la realidad cuando mi madre caminó dentro del cuarto y sostuvo una
camiseta en lo alto. Estuve a punto de negar que yo hiciese eso cuando observé bien la
prenda que había agarrado. ¡Era la maldita camiseta de Luca! Yo acababa con su vida
en cuanto tuviera oportunidad, lo juro. Tragándome la regañina traté de poner cara de
arrepentimiento y arranqué la camisa de las manos de mi madre.
—Lo siento, yo me ocuparé de lavarla.
Ella me miró ladeando la cabeza. De nuevo me volvió a abrazar, y aunque no
sabía por qué lo hacía en ese momento, dejé que sus brazos me arroparan. La iba a
extrañar.
—Oh, Carina. Siento no tener más tiempo para despedirme, pero tengo que
irme ya.
Apreté los labios para contener la tristeza. No sabía que se iría tan pronto. La
devolví el abrazo con más fuerza y dejé que besase mi mejilla varias veces. Lo peor
estaba por llegar: me abandonaba a mi suerte con mi padre. Mirando el lado positivo,
al menos podía echar a Luca de mi casa sin que nadie le viese.
—Por cierto, tu padre está abajo. Acaba de llegar. ¿Te puedes creer que vino
solo con una maleta? ¡Yo me llevo como tres a casa de tu abuela!
Una mueca de horror se dibujó en mi rostro. ¿Qué mi padre estaba aquí? ¿Ya?
¿Tan pronto? Mierda. Mierda. Mierda. Las oportunidades de sacar a Luca de casa
descendieron a velocidad vertiginosa antes mis ojos. Afortunadamente mi madre
malinterpretó mi expresión de preocupación.
—Tranquila, me ha prometido esforzarse y no ser un desastre —Sus ojos se
clavaron en mi, preocupada, y su tono se suavizó—. Él te adora, solo dale tiempo. Y
aunque no te guste la idea… Hablamos con Jake anoche, después de que te fueras
enfada. Dijo que si tenías cualquier problema no dudases en llamarle.
Asentí un poco confusa, no tenía ni idea de cuándo había hablado con Jake. Yo
sabía que a mi hermano no debía de gustarle nada la idea de nuestro padre
quedándose en casa. Él, cuanto menos, no podía soportarle. Creo que nunca le
perdonaría que se fuera. Además, era demasiado protector conmigo. Y decir
demasiado quizás era quedarse corto. No me sorprendería que, a la mínima que le
llamase, se presentara en casa.
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—Lo tendré en cuenta —asentí realmente deseando no tener que contactar
nunca con mi hermano.
Me dio otro gran abrazo y prometió llamarme siempre que tuviera ocasión.
Luego salió del cuarto y la escuché hablar unas últimas palabras con mi padre. Me
asomé a la ventana y la vi meterse al coche y conducir fuera del barrio. Mis ojos
escocieron y respiré hondo tratando de contener las lágrimas. Volvería, no era un
adiós para siempre.
—Y ahí desaparece mi última esperanza de vida y comida sana hasta dentro de
meses —suspiré abrumada, tal vez dramatizando.
—¿Se te va el gato, princesa?
Di un salto y poco me faltó para gritar. Luca se había acercado a mí tan sigiloso
que apenas lo noté hasta que habló. Me miró con una sonrisa divertida. Y además ahí
volvía, a llamarme princesa. Estaba confusa e intrigada de por qué me llamaba así. Cogí
aire para reprenderle cuando un horrible sonido de algo rompiéndose vino desde el
piso de abajo. Ambos nos giramos hacia la puerta la cual mi madre había dejado
abierta. Seguido del ruido, llegó un grito.
—¡Estoy bien! ¡Lo lamento por el jarrón tan feo de tu madre! —Chilló por mi
padre desde el recibidor.
Negué con la cabeza, centrándome en lo que era más importante. Tenía que
apañármelas para sacar a Luca de aquí lo más rápido posible. Le entregué su camiseta
que aun sostenía en mis manos. Él la recogió y se la puso sin que se lo tuviera que
pedir.
—Mira, mi madre se acaba de ir como te dije anoche que haría, pero mi padre
acaba de llegar también. Creo que vas a tener que salir por la ventana.
56
CAPÍTULO 15
Narra Luca
Por la ventana. No me estaba vacilando, ¿verdad? Pude deducir que no porque
no se rió cuando yo lo hice.
—Estás de coña, ¿no? —La espeté observando la altura que había hasta el
suelo—. Aunque no lo parezca, no soy un gran deportista de las alturas.
—Créeme, no lo pareces…
Pero no tuve tiempo de sentirme indignado porque unos pasos comenzaron a
subir por las escaleras. Con cara de pánico Carina volvió a tirar de mí para esconderme.
—Oh, no —Me negué—. Yo no vuelvo al jodido armario lleno de vestiditos y
brillos. Aquello creo que me dio alergia.
Antes de que me discutiera corrí y me metí detrás de la puerta. Segundos
después, los pasos se detuvieron a la entrada de la habitación.
—¿Carina? —Dijo una voz de hombre—. ¿Qué te parece si me ayudas a
organizar las cosas?
—Mamá me dijo que solo trajiste una maleta —contestó ella con tono mordaz.
—Oh, bueno… Es que… Como voy a estar viviendo aquí por un tiempo… Traje
unos adornos de mi cosecha.
Se hizo un silencio bastante tenso. Pude deducir que a Carina aquella idea no le
gustó. Y su padre también lo hizo.
—Bueno, yo… Seguiré con ello. Si te animas te espero abajo.
Sus pasos se alejaron fuera de la habitación y yo suspiré tranquilo. Salí de
detrás de mi escondite y miré a la chica. Sus puños estaban apretados y su rostro
crispado.
—Cambiar las cosas de sitio dice —murmuró prácticamente escupiendo las
palabras—. Va a cambiar toda la casa, esto es horrible.
—Pues baja a ayudarle y así lo impides.
Por lo visto mi idea no fue bien recibida porque me gane un puñetazo.
—¡Auch! Bueno, si estás cabreada no lo pagues conmigo.
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—Si Jake estuviese aquí le patearía el culo, mi hermano odia a mi padre —
continuó, haciendo caso omiso a mí queja—. Bueno, y a ti también.
Rodé los ojos. ¿Ahora me amenazaba con un hermano mayor?
—Venga, tengo que sacarte de aquí.
De nuevo, me agarró de la mano sin miramientos. Creo que no se estaba dando
cuenta de eso. Me guió por toda la parte superior de la casa, con un dedo en los labios
pidiendo silencio. Abajo los pasos se dirigían a la cocina y bajamos por las escaleras.
—Carina, ¿quieres zumo?
Su padre parecía habernos oído y se aproximaba a nosotros, por lo que ella me
dio un empujón, metiéndome detrás de una horrible maceta alta.
—Oye, había pensado que para celebrar mi llegado, podríamos organizar una
fiesta la semana que viene —sentí el cuerpo de Carina tensarse ante las palabras de su
padre—. De hecho, tendríamos que hacer una cada fin de semana, ¿qué te parece?
Vaya, ya quisiera yo que mi madre me dejase hacer eso. ¿En serio se estaba
quejando de padre? Él se volvió a alejar y ella tiró de mí fuera del escondite.
Conseguimos llegar a la puerta y la abrió de un tirón, empujándome fuera. Y la estaba
a punto de cerrar cuando interpuse mi pie en medio. Me miró, claramente enfadada.
—¿Y ahora qué quieres?
—Bueno Carina. Entonces, ¿has sacado alguna conclusión de la noche de ayer
para el trabajo de Romeo y Julieta?
Clavó sus ojos en mí, alzando las cejas, con una expresión que claramente
evaluaba mi nivel de locura. No podía reprochárselo, yo también estaba comenzando a
cuestionarme el psicólogo.
—¿Aparte de que eres un imbécil ególatra cuyo ego es tan grande que no cabe
en su cuerpo? —Inquirió, alzando una ceja—. No, creo nada.
—Así que te he llevado a una noche de fiesta y diversión, y la única conclusión
que sacas, ¿es sobre mí?
Mordí la lengua para no estallar en sonoras carcajadas cuando el rubor hizo
aparición en sus mejillas. Sus ojos se abrieron y empezó a balbucear. ¿Por qué
demonios aquello me parecía tan jodidamente dulce?
—No quise decir eso.
—Tan solo piensa en ello, princesa —añadí, guiñando un ojo.
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Y de nuevo las preguntas incómodas inundaron mi cerebro. ¿Por qué demonios
había hecho eso? ¿Por qué la había guiñado un ojo? El rubor en sus mejillas creció. Era
jodidamente bonito.
—¿Carina? ¿Quién hay en la puerta?
Un hombre bajo, con el pelo claro y liso por los hombros, barba de varios días y
ropa desaliñada y de colores chillones, hizo su aparición en la entrada. ¿En serio aquel
tipo era el padre de Carina? En su mano llevaba un zumo de naranja que le tendió a su
hija. Había poco en lo que se pareciesen. Ella lo aceptó con desgana.
—Gracias, pero no hacía falta —comentó, ladeando el vaso—. Y él es Luca, mi
compañero de literatura.
—¿Y puedo preguntar que hace aquí tan pronto?
Su padre me miró de arriba abajo, estudiando detenidamente mi pelo
despeinado, el tatuaje en mi cuello y la camiseta levemente arrugada.
—Sólo quería asegurarme de que Carina había hecho bien su parte del trabajo
—comenté, tratando de ser casual—. Y saber qué conclusiones había sacado.
Estaba nervioso. ¿Por qué estaba nervioso? ¿Desde cuándo era así al conocer al
padre de alguna chica? Por su parte él refunfuñó y volvió a meterse dentro de la casa.
¿Eran imaginaciones mías, o no le había caído precisamente bien?
—Me parece que la princesa tiene un padre algo sobreprotector —la susurré,
arrebatándola el vaso de zumo y dando un trago.
—Ey, ¡eso es mío! —Se quejó.
Una sonrisa traviesa se coló en mis labios. No debería haber dicho eso… Y creo
que lo captó en el último momento.
—Muy bien, en ese caso… Todo tuyo.
Antes de que pudiera decirme nada la tiré el zumo encima. Cerró los ojos,
apretándolos fuertemente para que no callera en ellos. Se pasó el dorso de la mano
por el rostro para limpiarse y luego me miró con odio. Sabía que iba a atacarme, así
que corrí riendo a refugiarme en mi moto.
—¡Reza por que tu querida camiseta vuelva en perfecto estado! —La oí gritar,
pero no me importó.
Me monté en la moto y desaparecí. Antes de ir a casa me pasaría por la de los
gemelos, a ver si tenían un poco de buena mierda. Necesitaba relajarme. Sí, era cierto,
había pasado un gran tiempo. De hecho, no recordaba haberme divertido tanto nunca
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en una noche de fiesta. Y eso era lo malo. Me lo había pasado bien… con ella. Y lo que
era peor… Estaba empezando a pensar en ella. Demasiado. Y no de la forma en que
alguien piensa en un amigo. ¿Qué diablos iba mal conmigo? Ella… Ella no era para nada
el tipo de chicas que me gustasen.
Tomé el desvió antes de llegar a la casa de los gemelos y me dirigí a la mía
directo. Sarah y Dylan estaban viendo la televisión mientras mi madre se preparaba
para ir al trabajo.
—¡Luca! ¿Se puede saber dónde has estado? —Me preguntó, riñéndome.
—Con la niñera de Dylan.
Me miró, claramente no creyéndome. A veces la realidad supera a la ficción.
Negó con la cabeza, me dio un beso en la mejilla y se fue al baño a por perfume. Algo
se estrelló contra mi pierna. Dylan me miraba sonriendo de oreja a oreja.
—¿En serio has estado con Cari?
Cogí en brazos a mi hermano pequeño y le revolví el pelo.
—Por supuesto, ¿por qué iba a mentir?
Le hice cosquillas y luchó por bajarse, pero no le dejé. Cuando Sarah nos riñó
pusimos cara de habernos metido en problemas y le volví a dejar en el suelo.
—¿Me llevarás al parque hoy?
—Claro que sí, enano —contesté y extendí la mano para que chocara—. Pero
ahora necesito ir a cambiarme de ropa y hacer una llamada, ¿vale? Vuelve a ver la tele
con Sarah.
El asintió y volvió con nuestra hermana. Por mi parte caminé a mi cuarto y cerré
la puerta tras de mí. Saqué el móvil del bolsillo y me tiré en la cama mientras marcaba
mi número de teléfono de emergencias. No llegó al quinto toque antes de que se
descolgase.
—Luca, pedazo de mierda, más te vale que esto sea importante. Acabo de
llegar a casa de una fiesta de la ostia y siento que me va a explotar la cabeza.
No pude sacar fuerzas siquiera para reírme ante las palabras de Barrett, y eso
que mi mejor amigo siempre conseguía animarme. Fue el único que estuvo conmigo y
me hizo reír cuando ocurrió lo de mi padre, el único que se mantuvo a mi lado y no me
abandonó. Y como me conocía tan bien, supo en el mismo momento en que le
contesté con un corto “hola” que algo no iba bien.
—Ey, Luca, ¿qué ocurre? ¿Hay… problemas con tu viejo?
60
—No, nada de eso. Sigue igual de podrido que siempre.
—¿Entonces?
El otro lado de la línea se quedó callado, expectante. Tragué saliva, y entonces
confesé aquel pensamiento que estaba atemorizarme, aquello que daba vueltas en mi
cabeza y rezaba porque no fuese así.
—Barrett, tío, creo que estoy empezando a pillarme por una chica. A pillarme
en serio.
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CAPITULO 16
Narra Carina
He de admitir que me sorprendió encontrar a Luca en clase de literatura
durante la siguiente semana. De hecho el primer día había entrado tan confiada de
que no vendría que pegué un bote cuando lo vi, sentado tranquilamente en un pupitre
del fondo, pegado a la ventana. A su lado había una silla vacía y me había hecho señas
para que me acercase. Pero no hablamos. Siquiera del trabajo. Atendíamos en clase y,
en ocasiones, miraba qué escribía en mis apuntes. Pero nada más. Pude jurar que
incluso el profesor estaba sorprendido.
Sin embargo yo tenía otros problemas que manejar en mi cabeza. Problemas
más importantes que el extraño cosquilleo que me daba en el estómago cada vez que
el brazo musculoso de Luca rozaba el mío, o cada vez que recordaba ese extraño beso
en mi habitación. No, seriamente, de verdad que tenía otros asuntos más importantes.
—Así que este sábado es algo así como la gran fiesta, ¿no?
Miré a Luca parpadeando. Me había acostumbrado a que no me hablara
durante la hora de clase, por lo que me sorprendió cuando el viernes comenzó a
entablar conversación. Asentí con la cabeza. ¿La noticia había llegado hasta él? Oh,
señor. Entonces era probable que todo el instituto lo supiese. ¿Acaso todo el instituto
se iba a plantar en mi casa? Porque sí, la advertencia que mi padre me había dado
sobre hacer fiestas no era falsa: ya estaba organizando la primera. Y Luca debió de leer
algo en mi expresión, porque le noté hacer grandes esfuerzos por no reírse.
—Lo siento, pero esa amiga tuya… ¿Raquel? Lo ha estado gritando a los cuatro
vientos durante toda la semana.
Gemí mientras me derrumbaba sobre la mesa, escondiendo la cabeza entre mis
brazos. Era cierto, desde que mi padre le había hablado a Rocky sobre su idea de hacer
fiestas en casa, ésta lo había estado diciendo por toda la escuela, invitando a
cualquiera que se cruzase por nuestro camino. Bueno, menos a Dan. A ese casi lo
espanta de una patada.
—Aunque tal vez no sea de mi incumbencia, opino que deberías tratar de
disfrutar un poco en vez de deprimirte —comentó Luca, agachando un poco la cabeza
hacia la mí—. Eres una adolescente, disfruta de ello.
Me mordí la lengua antes de mandarle a la mierda. Sí, no era de su
incumbencia. Sin embargo el tono que usó para decirme aquello captó mi atención. No
había maldad tras aquellas palabras. Sonaba tal cual me lo hubiese dicho un amigo.
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Él… ¿Luca se preocupaba por mí? Elevé mi cabeza para sacudirla, tratando de olvidar
mi anterior pensamiento. Era imposible.
—¿Qué? ¿Acaso no eres una adolescente?—Inquirió Luca, malentendiendo mi
negación de cabeza.
—Señor Moore, ¿hay algo que quiera compartir con la clase?
Luca giró el rostro rápidamente hacia el profesor, quien le había llamado al
notar que estaba hablando. Pensé que al menos tenía un poco de respeto en clase y se
quedaría callado. Pero no fue así. Tenía que haberlo previsto. En su lugar se encogió de
hombros, zarandeó la silla hacia atrás y me guiñó un ojo. Espera, ¿por qué hizo eso
último? Entonces abrió la boca y lo supe.
—Pues la verdad que sí. Por si alguien no lo sabía, hay una fiesta mañana por la
noche en casa de Carina, y todos estáis invitados.
Mi mandíbula se calló suelta hacia abajo con horror mientras el resto de
compañeros estallaban en risas y aplausos. Y luego algo peor. Un brazo me rodeó los
hombros. El brazo de Luca me rodeó por los hombros atrayéndome hacia él. Me
cabeza chocó contra su cuello, y si antes no estaba colorada, ahora tenía que estarlo.
—No te sonrojes, princesa —susurró Luca, riendo.
¿Qué demonios? ¿Es que su vida consistía plenamente en avergonzarme?
Primero me tiraba la bebida encima, luego me besaba, luego me volvía a tirar la bebida
encima… Las personas alrededor nuestro comenzar a silbar y a cuchichear. No me
sorprendió ver a algunas de las chicas de clase lanzándome miradas asesinas. ¡Oh, no!
¡No, no, no! Ellos pensaban que Luca y yo…
—Me alegro que quiera complacer a su novia, señor Moore, pero este no es el
momento.
Casi me quedé sin respiración cuando el profesor dijo eso. Me solté
rápidamente de Luca provocando risas de su parte. ¡Yo no era su novia! ¡No lo era!
¿Quedó eso claro? Algo me decía que no. Y es que Mr. Idiota no solo había estado
sentándose a mi lado durante una semana entera, sino que se había tomado la
molestia de anunciar él mismo la fiesta en mi casa. Y de pasarme el brazo por los
hombros y echarme contra él. Eso último sobretodo. Si Jake estuviese aquí no
permitiría que ningún chico se acercase a mí. Y menos un idiota como Luca. Le partiría
la cara antes de tocar un solo pelo de su “querida hermanita pequeña”. Y no era
exageración, en ocasiones (y muchas), he llegado a odiarlo por esa sobreprotección.
—Entonces, ¿lo tuyo con Luca Moore es ya oficial?
63
Mis ojos se abrieron fuera de las órbitas cuando Rocky me preguntó aquello. No
hacía ni diez minutos que había salido de mi clase de literatura, ¿y la falsa noticia de
nosotros saliendo juntos ya la sabía ella también? Quería morirme.
—Vamos, mujer, no pongas esa cara, que el tipo está para “toma pan y moja”
—Bromeó Rocky, moviendo las cejas.
La di un codazo cariñoso, pero no dejó de reír. Y para colmo empezó a
canturrear “Luca y Cari, cogidos de la mano…”. Así que me vi repitiendo una y otra vez
en medio del pasillo, y cada vez más alto “¡Que no estoy saliendo con Luca!”.
—Ah, ¿no?
Rocky calló al instante y su risa cesó. Me giré a ver quien había hablado y mis
ojos colisionaron con otros oscuros mirándome con simpatía.
—Jaden.
Su nombre se escapó de mis labios, sorprendida tal cual estaba. ¿Cuándo se
había acercado hacia mí? Nunca habíamos hablado antes hasta esa fiesta del sábado
pasado, y ahora… Pero era agradable, eso me gustaba.
—Sí, así me llamó —rió él, siempre con ese particular sentido del humor que
tenía—. Entonces, ¿es cierto que no sales con Luca?
Me quedé cortada por unos segundos. Por lo visto el cotilleo había llegado
también hasta él. Rocky me dio un codazo, recordándome de esa forma que tenía que
contestarle.
—Eh… sí, es cierto. Quiero decir… Que es cierto que no salimos. Que no somos
nada. Él solo…
—¿Es tu choffer? —Trató de ayudarme Jaden, recordando la respuesta que le
había dado el sábado anterior.
Asentí animada y luego una idea se me pasó por la cabeza. Luca tenía razón,
algo que empezaba a sospechar le ocurría muy a menudo, por extraño que fuese, y yo
era una adolescente y tenía que disfrutar de ello. Y si eso significaba tener un padre
estrafalario e irresponsable que el día anterior había vaciado el estante de bebidas
alcohólicas del supermercado para la súper fiesta que iba a hacer mañana… ¡Pues oye!
Habrá que disfrutarlo también, ¿no? De todos modos, si hubiese algún problema sería
su responsabilidad, no la mía.
—Oye Jaden, no sé si lo sabes pero… Este sábado hay una fiesta en mi casa y…
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—¿Te refieres a esa fiesta de la que cierta amiga tuya ha estado gritando por
los pasillos durante toda la semana? —Inquirió, haciéndose el despistado—. Pues no,
la verdad que no sé nada sobre ella.
Reí. Estaba comenzando a notar que hablar con Jaden era tranquilo y, en
especial, que me gustaba. Me encantaba su sentido del ridículo y las bromas que hacía
todo el tiempo.
—¿Vas a venir? —no quería que mi tono sonara ansioso, pero debió de ser así
por la sonrisa que puso en sus labios.
—Cuenta conmigo —dijo, guiñándome un ojo.
Unos cuantos chicos vistiendo sudaderas y chaquetas de fútbol americano
pasaron a nuestro lado, y Jaden se despidió para ir con sus compañeros de equipo.
Cuando despareció de nuestra vista supe que Rocky iba a acorralarme.
—¿Jaden Mason? ¿El totalmente caliente y ultra mono de Jaden Mason?
¡Chica! Pásame algo de lo que tienes, ¡porque no haces más que atraer a los hombres
más orgásmicos de la escuela!
Rodé los ojos tratando de que el rubor no me subiera a las mejillas. ¿Ella en
serio había dicho eso? Bueno, sabía que Jaden era guapo. Todas lo sabían. Había pocos
jugadores del equipo de fútbol que no lo fuesen, aunque él con su pelo rubio claro y su
cara de niño bueno era mucho más que eso. Y por otro lado Luca… Bueno, tal vez él sí
que fuese orgásmico. Pero jamás lo admitiría delante de él. Su ego no me necesita para
crecer cada día más y más.
Mi móvil vibró en mi bolsillo. Cuando le abrí era un mensaje de mi hermano
Jake.
“Suerte con la fiesta del sábado. La noticia llegó hasta mí. No te olvides de
avisarme si me necesitas. Incluso dejaré que te burles y me llames J.B. Te quiero”.
Guardé el teléfono de nuevo en el bolsillo. No sabía si alegrarme porque Jake
quisiese ayudarme, incluso dejándome llamarlo por las iniciales de sus dos nombres a
pesar de lo mucho que lo odiaba, o desesperarme porque hasta él supiese de la fiesta.
—¿Sabes qué? —Me sorprendió Rocky, agarrándome del brazo y tirando de mí
hacia la cafetería—. Tú y yo nos iremos esta tarde de compras y a la peluquería: tengo
pensado algo muy especial para ti…
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CAPÍTULO 17
Narra Luca.
No sé qué demonios veía Carina en un tipo como Jaden. Peor. No sé qué
demonios veía yo en una chica como Carina. Representaba prácticamente lo contrario
a mi tipo: no era alta, sino todo lo contrario; no tenía largas piernas, sino todo lo
contrario; no tenía curvas, sino lo contrario. Además, era replicona, mandona,
contestona. Y volvía mi mundo del revés.
Y allí estaba yo, sábado por la tarde, apagando el último cigarrillo de mi cajetilla
contra la grava del suelo frente a la casa de Carina. La música salía de dentro y las luces
estaban encendidas. Habían llegado bastantes alumnos del instituto, muchos de ellos
incluso habían comenzado a pasarse con el alcohol. ¿No se cortaban ni estando el
padre de Carina delante? Aunque bueno, algo me decía que él tampoco se estaría
cortando un pelo con eso.
Me alejé de la moto, comenzando a acercarme a la casa. No le había dicho nada
a los gemelos, Shawn y Alan, sobre venir aquí. Y menos a Amy. Ellos tres podían
acercarse a ser algo así como amigos míos, pero… No era lo mismo que Barrett. Él fue
el único que no me abandonó cuando ocurrió la gran mierda con mi padre. Y, seamos
sinceros, fue una gran putada que tuviera que irse a la universidad.
A medida que me acercaba más a la casa el sonido de la música aumentaba. Un
chico que reconocí de clase de historia pasó tambaleándose a mi lado para luego huir
corriendo a vomitar a los arbustos. O había bebido mucho, o tenía muy poco aguante.
Cuando entré dentro me di cuenta de que había más gente de lo que esperaba. Sonreí
para mis adentros, Carina debía de estar histérica.
Con las manos en los bolsillos comencé a caminar hacia la cocina a por una
bebida. Me sorprendí al encontrarme con el padre, bebiendo cerveza y relatando a un
grupo de adolescentes cómo era la música de su época. No queriendo hablar mucho
agarré una cerveza también y me escabullí al resto de la casa. Y no. No estaba
buscando a Carina. Pero aun así… ¿dónde demonios estaba? Vi a su amiga Raquel, o
Rocky, o como se llamase, hablando con unos chicos bastante entretenida. Pero
ninguno era Carina.
—¿Luca? ¿Qué haces tú aquí?
Me giré de pleno para encontrarme con los ojos claros de Amy mirándome con
suspicacia. No, el que estaba asombrado de verla aquí era yo. ¿No se suponía que
Carina no la caía bien? A pesar de estar separados por unos metros podía oler su
nuevo perfume. Era algún tipo de flor dulce. Podía poner mi mano en el fuego y no
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quemarme, a que sabía quién se lo había regalado, pero aquello no era de mi
incumbencia. Al menos esperaba que algún día dejara de jugar y aclarara las cosas con
ese chico.
—Feliz cumpleaños, Amy —contesté tratando de sonreírla, aunque mis ojos
aun vagasen por la sala llena de gente.
—Vaya, te acordaste —asintió ella, apartándose el pelo rubio rizado de la cara
con un aspaviento—. ¿No tienes nada para mí?
Me distraje momentáneamente con el ligero coqueteo. Estaba poniendo
empeño, y bastante. Pero ambos sabíamos que aquello no iba a llegar muy lejos. Ella
tenía una historia, más tentadora de saber que la mía, y yo… Yo no sabía muy bien lo
que me ocurría. Sólo que… Sí, lo admité. En aquellos momentos tenía unas ganas
jodidamente espantosas de encontrar a Carina.
—Yo no hago regalos, dulzura. Odio los cumpleaños, y lo sabes.
Puso cara de pena, arrugando los labios y llenando bajando los ojos, pero
aquello que dije era cierto. Nunca festejaba cumpleaños, y menos míos. El recuerdo de
un cumpleaños no era precisamente algo bueno… Y menos si pensaba en el último que
había celebrado. Por esa razón ya no aceptaba ni daba regalos.
—¿Has venido sola?
Mi pregunta captó su atención. Me miró fijamente y apretó los labios para
luego desviar los ojos hacia un punto cualquiera en una esquina alejada. Casi me olí su
respuesta.
—Jaden está por ahí, hablando con tu querida amiga.
Me giré hacia donde su vista apuntaba. Tras unos segundos distinguí el pelo
rubio claro de su hermanastro. Pero… ¿Y Carina? Él no estaba hablando con ella, sino
con una chica… Y entonces caí. Joder. Joder. Joder. Joder. Joder. ¡Se había teñido de
rubio! ¡Por eso no la encontraba antes!
—Parece que se ha unido al bando —comentó Amy, suspirando y agarrándose
un mechón de pelo.
No supe muy bien si lo estaba diciendo solo por el rubio, ya que Carina estaba,
mirando por donde mirases, tratando de ligar con Jaden. Y ya que Amy optaba por
mantener los ojos en cualquier lado menos en ellos dos, supuse que no era el único en
la sala cuyos instintos de asesinar aumentaban por momentos. Claro, que al revés de
ella, yo simplemente no podía dejar de mirarles.
—¿A dónde crees que vas?
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La mano de Amy se posó sobre mi brazo, deteniéndome. Apreté la mandíbula,
girándome para callarla, para ir donde Carina y apartarla del imbécil de Jaden, cuando
el dolor de sus ojos se traspasó a los míos. Ella podía ser una perra cuando quería, pero
no era tan mala persona. Y sus sentimientos llevaban más tiempo instalados que los
míos, así que no dudaba en lo fuertes que eran.
—Bailemos.
Sorprendiéndola dejé la cerveza en el suelo, la agarré de la mano y tiré de ella
hacia la pista, hacia donde Jaden y Carina se encontraban. Por muchas veces que le
lengua de Amy hubiese estado dentro de mi boca, ella no dejaba de ser mi amiga. Una
amiga que no sabía cómo reaccionar cuanto le gustaba alguien.
—Y bien, ¿qué te han regalado por tu cumpleaños? —La pregunté mientras la
agarraba de la cintura para bailar.
Me miró frunciendo el ceño. No esperaba que iniciásemos una conversación. Lo
más seguro era que pensase que “ligar” era sinónimo de “vamos a enrollarnos como
perros en celo delante de mi hermanastro”. Eso no sucedería, porque ese error ya lo
cometí una vez y me gané un enemigo de por vida.
—Eh… Veamos… Mi madre me compró un vestido… Sean hizo un vano intento
de padre postizo con un libro... Y el imbécil de su hijo no lo mejoró comprándome el
típico perfume.
Me mordí la lengua para no reír. Mi mano no se quemó con el fuego, había
acertado de pleno: fue Jaden quien le regaló el perfume. Los ojos de Amy miraron por
encima de mi hombro, donde sabía que estaban Carina y Jaden. La hice girar para
poder verles. Habían dejado de hablar y también estaban bailando. Ella se había
puesto un vestido plateado ceñido. Con cada destello de luz parecía brillar más. Era
como un lucero ardiente que irradiaba destellos hacia mi cuerpo.
Unos ojos oscuros, cubiertos por sombras de maquillaje, colisionaron con los
míos. Y la mirada de Carina me transmitió más de lo que ella quería: llevaba
observándome desde hace más tiempo. Pero la apartó rápido, y hundió su rostro en el
hombro de Jaden, quien la atrajo más hacia así.
—Luca, no puedo. Tengo que irme de aquí.
Las palabras de Amy me llevaron de nuevo a ella, pero no por lo que
significaban, sino por el tono que empleó. Era un afectado, apenas audible, un susurro
desesperado por escapar. Y maldita sea, era su cumpleaños, y aunque para mí eso no
significase nada, se que Jaden la estaba jodiendo como un completo capullo. Y ahora si
quería pegarle una ostia por ser tan tremendo idiota. Y entonces, sin pensármelo dos
veces, simplemente actué.
68
CAPÍTULO 18
Narra Carina.
No pensé que podría divertirme en la fiesta, y menos con los zapatos de tacón
que Rocky me había obligado a usar. Ayer cuando fuimos de compras después del
instituto… Digamos que me alegro de que mi padre no fuese alguien que se
preocupase por las apariencias, porque aun no sabía cómo explicaría a mi madre el
que ahora fuese rubia. Es decir, antes tenía el pelo claro, pero… Esto era mucho más.
Raquel decía que echarse reflejos no era igual que teñirse, pero…
En aquel momento me encontraba incómoda, bailando con Jaden, con Luca y
Amy al lado. Le había visto cuando entró, observando a la multitud y luego yendo
decidido a la cocina a por una cerveza. Y luego Amy se acercó hacia él. Intenté no
hacerle caso hablando con Jaden y, admitámoslo, tratando en vano de ligar, pero
cuando vinieron a nuestro lado a bailar, agradecí que mi amigo me agarrase de la
cintura y también empezara a bailar conmigo.
Me sorprendieron las miradas de odio que lanzaba hacia Luca. Es decir… Antes,
hablando así de muchas cosas, dejó caer que, básicamente, odiaba a Mr. Idiota. Pero
no supuse que tanto. Tan absorta estaba en mis pensamientos que no me di cuenta
cuando Luca atrapó mis ojos. Su mirada era intensa, y ese color azul en el que
últimamente no dejaba de pensar hizo que mis piernas se tambaleasen. Azorada
agaché la cabeza, la cual dio a parar al hombro de Jaden. De pronto sentí sus brazos
acercándome más hacia a él. Me quedé estática, sin saber cómo reaccionar. E iba a
decir algo cuando sentí una mano sobre mi muñeca, y luego un tirón nos separó.
—¿Me concedería un baile la princesa Julieta?
Tan sorprendida estaba de ver a Luca arrastrándome lejos de Jaden, no pude
corregirle en el hecho de que Julieta no era una princesa. Antes de alejarnos del todo
pude oír claramente cómo Luca decía algo al oído a Jaden.
—Es su jodido cumpleaños, solo mira sus ojos.
Parpadeé sin saber que significaba aquello, pero tampoco pude preguntar
porque fui llevada entre la multitud, viendo el pelo rubio de Jaden girarse hacia la alta
figura de Amy. Claro, ahora debería consolar a su querida hermanastra porque Mr.
Idiota la dejó plantada para ir conmigo a…
Un segundo…
—Luca, ¿dónde diablos me estás llevando?
69
CAPÍTULO 19
Narra Luca.
No contesté a Carina. Yo tampoco lo tenía muy claro. Aun así ella no se resistió.
La llevé a través de la casa, saliendo al frío del jardín y llegando a mi moto. Allí la solté,
y no pude evitar reírme cuando elevó una ceja en señal de advertimiento.
—¿Pretendes que me suba ahí? ¿Con vestido?
—¿Problemas con la vestimenta, princesa? —Pregunté guiñando un ojo y
pasándola el casco.
—Es una fiesta en mi casa, ¿lo sabes? —Inquirió, haciendo hincapié en el “mi”.
—¿Y dónde estarías mejor que conmigo? —Dije, encogiéndome de hombros—.
Vamos, Carina, vente y cumple la fantasía sexual de tu vida.
La escuché bufar, pero finalmente se ató el casco, cediendo. La ayudé a subirse
en la moto detrás de mí y luego encendí el motor. Sonreí interiormente cuando ella
misma pasó sus brazos alrededor de mi cintura, fuertemente. Eso estaba bien.
Jodidamente bien. Y ese sentimiento empezaba a hacerse familiar.
Mientras conducía, no dejaba de recordar a Barrett y la conversación que tuve
con él…
—Mierda tío, si te estás enamorando, ¿por qué no vas tras ella? —Respondió
Barrett, sonando cansado desde el otro lado del teléfono.
—Es complicado. Ella… No sé, siento que está por encima de mí. Soy mucha
basura para ella.
Casi pude oír los gritos de su cabeza diciéndome que dejara de decir tonterías, y
que era un maldito idiota sino aprendía a enamorarme de una puta vez. Sin embargo,
las palabras que dijo en su lugar realmente me sorprendieron.
—No dejes que la porquería de tu padre te salpique, Luca. Eres el tío más legal
que he conocido, y esa chica será la más afortunada del mundo si le abres tu corazón.
Nos quedamos en silencio durante unos instantes. Ser tan sentimentales estaba
por encima de nuestro rango de carisma.
—Eres muy profundo, J.B.
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—Vuelve a llamarme así otra vez y rompo tu jodida cara en cuanto regrese para
allá de la universidad.
—Oye, es tu nombre, no la cargues conmigo —Me reí, gustosamente
burlándome de él—. Habla con tu madre que fue quien te llamó así.
Y después de una broma tan sencilla volvimos a retomar una conversación
normal. Puto Barrett. Él sí que sabía cómo animarme, aunque fuese usando las dos
iniciales de su nombre y llamándole J.B.
—¿A tu casa?
Carina se bajó tambaleante de la moto. Ni siquiera me había dado cuenta de la
dirección que había tomado: mi casa. Bueno, pues ya que estábamos aquí…
—¡Eh! ¡Eh! ¡Oye! ¡Espérame!
Tras esos gritos llegó corriendo se puso a mi lado. Estaba caminando
directamente hacia la puerta, por lo que la agarré de la mano y tiré de ella rodeando el
edificio. Soltó un pequeño grito cuando mi mano agarró la suya, pero me siguió, sin
decir nada, de nuevo.
—¿Qué es esto?
Sonreí de oreja a oreja cuando llegamos a la pequeña casa de madera de mi
jardín trasero. Alargué una mano hacia el pomo, abriendo la puerta e invitándola a
entrar.
—Bienvenida al rincón del chocolate.
El sitio estaba prácticamente igual que la última vez que estuve allí. Eso fue
aproximadamente hace cuatro meses, antes de que Barrett se fuese a la universidad.
Era pequeño, pero me gustaba. El suelo de madera oscura estaba cubierto por una
alfombra, con una mesa a un lateral, y cojines, y un sofá en otro lado. Una nevera con
antiguos refrescos estaba enchufada cerca de mi vieja guitarra. Comencé a caminar
hacia ella cuando una mano tiró de la mía. Y ahí me di cuenta de que seguía
sosteniendo a Carina de la mano. Por cómo se encendieron sus mejillas, ella también
lo notó.
—¿El rincón del chocolate? —Inquirió curiosa, soltándose y examinando el
lugar.
—Sí, pero… No precisamente de comer.
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Durante unos segundos su rostro se volvió pensativo. Supe el segundo exacto
en el que lo pilló porque arrugó el entrecejo y, seguidamente, rodó los ojos. La dejé
seguir investigando mientras yo me acerqué a por mi vieja guitarra y, con ella, me dejé
caer sobre los cojines en el suelo.
—¿Vas a tocarme algo? —Preguntó, acercándose a mi lado.
—Todo lo que tú quieras, pero no de la guitarra.
Eso si lo pilló rápido, porque estaba a punto de sentarse a mi lado pero decidió
quedarse de pies. Soy idiota, lo sé.
—Solía venir con mi amigo Barrett aquí y él me escuchaba tocar —expliqué,
tratando de arreglar la metedura de pata—. Sólo él ha estado aquí… Bueno, y mi
madre. Hasta que has entrado tú.
Sus ojos me miraron, confusión en ellos.
—Apuesto a que dices eso a todas las chicas a las que traes aquí para luego
acostarte con ellas.
—Yo no quiero acostarme contigo.
La respuesta salió antes de que lo pensara, dolido por lo que había dicho. Pero
aun así… Era verdad. Yo no tenía ninguna intención de acostarme con ella y eso… era
extraño. Solo la quería ahí, a mi lado. Joder, me estaba volviendo loco.
—Auch, eso duele —dijo mientras ponía una mano en el corazón con fingido
dolor.
—En serio, es cierto, eres la primera en entrar aquí —traté de convencerla,
pero pareció ser en vano, así que desistí—. De todos modos… Tal vez sea por el
maquillaje. Y el vestido. Y los tacones. Definitivamente, es por los tacones.
Carina alzó las cejas, escéptica.
—¿Estás diciendo que no quieres acostarte conmigo porque llevo maquillaje,
este vestido y… estos tacones?
Vale, dicho así resultaba más extraño que en mi cabeza.
—¿Eso quiere decir que tú si quieres acostarte conmigo?
—Idiota… —Bufó ella, y observó detenidamente mi guitarra—. ¿Qué tienen de
malo? Tú estás enrollándote siempre con chicas que llevan la cara entera maquillada
o… Vestidos ultra cortos y…
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—Pero esa no eres tú —la corté de hablar, antes de que siguiera—. Tú no…
vistes esas cosas. Eres natural, no tienes que ocultar nada bajo capas de maquillaje, o
simular más altura con esos zapatos y… Vestirte en trajes brillantes y ajustados. Creo
que me gustas más sin todo ello.
Mierda. Supe por la cara que puso que me había pasado. Básicamente acababa
de decirla lo mucho que me gustaba. O que estaba empezando a gustarme. O lo que
sea. Señor, tenía que dejarlo ya.
—Te tocaré una canción —improvisé, colocándome la guitarra sobre el regazo.
—¿Una original? —Se interesó, acercándose un paso más hacia a mí.
—Ya quisieras, aun no te mereces tanto —Me burlé, comenzando a tocar las
notas de la primera que recordé, una que había ensayado con Barrett.
Pero si era una original.
Carina me observaba, atenta. Su rostro sereno mientras los primeros sonidos
musicales se esparcían a nuestro alrededor. Era una melodía sencilla, lenta, armoniosa.
Era una canción de amor. Y comencé a cantar. Me gustaría saber qué estaba
pensando…
Cerré los ojos y me concentré en cantar. Hacía mucho que no acariciaba las
cuerdas de la guitarra, y de verdad lo extrañaba.
Si pudiera tenerte entre mis brazos
Si pudiera abrazarte y mantenerte junto a mí
Te aprisionaría en mi cárcel
Y jamás te dejaría salir.
Compartiría mi amor contigo
Gritaría al mundo lo mucho que te quiero
Pero primero necesito tenerte en mis brazos.
Ojalá supiera lo que sientes.
Jodidas palabras. Jodidas y malditas letras de la canción. ¿Estaban volviéndose
contra mí? Decididamente, yo tampoco sabía muy bien cómo me sentía. Y me obligué
a levantar la vista un momento mientras seguía cantando y mirar a Carina. Había
avanzado más, casi a mi lado.
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Y no sé si era la música, el significado de las palabras clavándose dentro de mí, el
tenerla al lado y no saber cómo actuar, el que me mirase fijamente con esos ojos
oscuros que tanto me gustaban… Que, por primera vez en mucho tiempo, sentí que no
podría volver a ser feliz si ella se alejaba de mí.
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CAPITULO 20
Narra Carina
Su voz era suave, pero con cierto tono rasposo. Grave, pero posiblemente
aguda cuando el momento lo indicase. Y probablemente jamás saldría de mi mente.
Las palabras de la canción aun retumbaban en mi cabeza a pesar de que Luca ya había
acabado de cantar.
Ojala supiera lo que sientes.
Simplemente, cuánta razón. Tragué saliva sin poder describir qué era lo que me
pasaba. ¿Por qué mi corazón bailaba tan rápido cuando estaba con Luca? ¿Por qué me
había sentido tan… llena, al escucharle cantar? Él era Luca Moore. El chico que fumaba
de todo. El chico que bebía de todo. El chico que llevaba tatuajes probablemente en
partes no visibles de su cuerpo. El chico que no se interesaba por los estudios ni por su
futuro. El chico que seguramente acabase en la cárcel antes de cumplir los veintiuno,
aunque tal vez eso fuese mucho suponer. El chico que se liaba con todo ser andante
que tuviera buenas piernas y un par de tetas bien puestas. El chico con el que toda
chica viviente querría estar enredada en sus piernas.
Y yo solo era Carina Anderson. La hermana pequeña de Jacob Anderson. La
adolescente que aparentaba diez años, sosa, tranquila y probablemente bastante
invisible en lo que se refiere a la vida social. No tenía nada que hacer a su lado. No
quería estar a su lado. De hecho, él nunca sería el chico en el que alguna vez pensase
siquiera en fijarme. Pero contradictoriamente, el recuerdo de sus labios contra los
míos aquella noche golpeaba con tanta fuerza que por cada poro de mi piel solo
deseaba que se repitiera. Aun así, si yo era lo que él nunca querría, ¿por qué me
estaba mirando tan fijamente?
Sentí flaquear mis piernas. Prácticamente estaba a su lado, así que me dejé
caer en el suelo, junto a él. Sin dejar de mirarme apartó la guitarra a un lado. Apreté
los labios. Y ahora, ¿qué se suponía que pasaría? Rezaba porque no se arrepintiese y
me echase del lugar. Pero las palabras que pronunció solo consiguieron aturdirme
más.
—Ojalá supiera lo que sientes.
Fue más un pensamiento expresado en un susurro que una declaración. Aquella
era una línea de la canción que había estado cantando. No sabía por qué la repetía, no
sabía qué quería decirme con ello, pero si sabía que la opresión en mi pecho después
de haber escuchado esa canción, después de estar a su lado, crecía a cada segundo
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que pasaba junto a él. Le miré fijamente. Sus ojos azules estaban tranquilos, serenos.
No creo recordar haberle visto así en la vida.
—Luca… —susurré, mi aliento escapando de mi boca.
Nada de Mr. Idiota. Nada de chico que siempre termina mojándome. Nada del
horrible mujeriego ególatra que había demostrado ser en demasiadas ocasiones. En
aquel momento, por un segundo, llegué a tener la sensación de que él era
simplemente Luca Moore. Y yo Carina Anderson. Y ninguna estúpida caracterización
social importaba.
—No tienes… ni la menor idea… tú no…
Luca hablaba en susurros, como si le costase expresarse, entrecortado,
mientras se inclinaba despacio hacia mí. Sentía su olor, fresco y varonil,
impregnándome. Y tuve la necesidad de notarlo más cerca. Quería enterrar mi rostro
en su pecho y no salir de él.
Y simplemente me dejé llevar…
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CAPÍTULO 21
Narra Luca
Me besó. Me estaba besando. Lo juro. Aquello no era un sueño ni me lo estaba
inventando. Carina rompió la distancia que nos separaba y pegó sus labios a los míos.
Casi no me pude contener de la emoción cuando su pelo rubio y liso rozó mis mejillas.
O cuando su pequeña nariz chocó torpemente contra la mía. Llevé mis manos a través
de su pequeño cuerpo, estrechándola contra mí, sintiéndola más cerca. Noté un
suspiro escaparse de sus labios y fue en ese momento cuando toda la adrenalina corrió
a través de mí.
Abrí su boca con la mía profundizando el beso y recorriendo todo lo que podía
de ella. Sabía dulce, a cereza. Dios, eso era jodidamente grandioso. La apreté más
cerca y pensé que se resistiría, que me apartaría, que me mandaría lejos, pero no fue
así. Pasó sus piernas encima de las mías, sus brazos detrás de mi cuello. Y me encontré
con ella sentada a horcajadas sobre mí presionando con fuerza. Joder. Joder. Joder.
Esto no podía ser bueno. Era demasiado excitante para serlo. Pero lo amaba.
Sus dientes delanteros mordieron juguetonamente mi labio inferior tirando de
él hacia fuera y un gemido se escapó del fondo de mí ser. Sin poder evitarlo me dejé
llevar y giré hasta ponerla contra el suelo. Mi pecho contra el de ella y sus ojos abiertos
con sorpresa. Me di cuenta tarde del error que estaba a punto de cometer. La
deseaba. La deseaba de una manera que no podía lograr entender. Pero también tenía
alguna clase de estúpido e idiota sentimiento hacia ella y no quería echarlo a perder
haciendo algo que lograra que más tarde me odiase.
—Lo siento, no puedo.
Usando toda la fuerza de voluntad que podría tener me quité de encima de
ella. Tratando de no mirarla me concentré en calmar mi respiración agitada, deseando
que la presión en mis pantalones cesara. Joder, solo había sido un maldito beso y se
sentía caliente como el infierno.
—Me voy.
Aquello me obligó a volverme a mirarla. Se había puesto de pies y caminaba
decidida hacia la puerta del cobertizo. La habría dejado irse, enfadada y pensando que
yo era el capullo que seguramente era, pero el tono entrecortado de su voz me alentó
a levantarme y correr tras ella. La alcancé antes de que llegase al pomo, agarrándola
de la muñeca. Se giró hacia mí, despacio, y cuando me di cuenta de las lágrimas en sus
ojos sentí un pequeño ataque al corazón. Yo la había hecho llorar y sólo me merecía la
muerte por eso. ¿La había acaso forzado? Seguro que se arrepentía del beso. Joder,
77
tenía que haberme contenido, ella no era como Amy o cualquier otra chica con la que
había estado. Ella era mil veces mejor.
—Carina, yo…
Pero no me dejó acabar, soltándose de mí agarré de un tirón. Apartó la mirada
hacia un lado escondiendo su rostro con el pelo.
—No tienes que disculparte, Luca —chirrió con voz clara pero forzada—. Has
dejado demasiado claro que… Mira, si no te gusto simplemente dilo y ya.
—¿Cómo? —Parpadeé asombrado. Debía estar de coña.
—No te hagas el idiota —contraatacó dejando de llorar y volviendo a clavar sus
ojos oscuros en mí—. Tú eres… Luca Moore. Todo el mundo sabe la clase de chicas que
te van…
Negué con la cabeza. La clase de chicas que me van. Carina no podía estar
pensando que ella no era una de esas chicas. Tenía que aclararla eso. Porque si solo
estaba molesta por aquello podía significar que tal vez tuviese una oportunidad de
conquistarla. Porque después de ese beso, me negaba a dejarla escapar. Después de
ese beso ya no podía negar lo que sentía.
—No todos los rumores son ciertos.
Ella alzó una ceja juzgándome. Noté como sus ojos, más tranquilos, se pasearon
desde el tatuaje de estrella en mi cuello, pasando por mis hombros y pecho hasta
pararse en el borde del pantalón. Tal vez un poco más abajo.
—Y eso que miras ahora creo que lo demuestra bastante bien.
Nada más dije aquello apartó rápidamente la mirada con un pequeño brote
sonrosado apareciendo en sus mejillas.
—Igualmente… Sigues siendo Luca Moore. Todas las chicas se mueren por ti y…
no sonrías por ello, señor Idiota, porque no pienso volver a repetirlo…
—No soy tan mujeriego como tú crees —me defendí provocando que se riera.
Bien, punto a mi favor—. Por favor, quédate aquí más tiempo.
—Yo no…
Me miró insegura, dubitativa. Ya estaba más calmada. Tal vez el anterior
incidente se le había olvidado… O como mínimo no la hería. Aunque para mí seguía
grabado a fuego en mi mente. Mis labios dolían del deseo de besar los suyos, y
prácticamente quería pegarme una paliza a mí mismo por haber parado lo que podía
haber estado a punto de suceder. Pero aun así no quería que se fuese.
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—Por favor… —insistí—. Prometo no volver a intentar nada contigo.
Río y supe que lo había conseguido. No tuvo que responderme, yo simplemente
lo supe. ¿Cómo había resultado tan sencillo?
—Lo que sea, pero recuerda que quien te besó fui yo —contestó con voz de
presumida.
—¿Eso significa que puedo empujarte como hiciste conmigo la otra vez?
Elevó las cejas mirándome fijamente. Dios, a veces realmente intimidaba. Rodó
los ojos y volvió de nuevo al interior de la caseta. Cuando pasó a mi lado me dio un
fuerte puñetazo en el hombro.
—No lo intentes, Mr. Idiota.
Parpadeé mientras la seguía hacia donde estaba la guitarra, esperando para
sentarme a su lado. Mr. Idiota. Ya me lo había llamado antes. ¿A qué mierdas venía eso
de “Mr. Idiota”?
—¿Por qué me has llamado así?
—¿Así cómo? —se hizo la loca mientras tocaba la madera del instrumento.
—Mr. Idiota —expliqué impacientándome. Nadie me había insultado nunca o…
me había llamado eso. No es que me molestase, pero… Bueno, sí, tal vez me molestase
un poco. Sinceramente. ¿Mr. Idiota? ¡Yo no era un idiota! No lo era, ¿verdad?
—Oh, eso… —susurró como si no fuera importante, dejando la guitarra y
mirando ahora como nuestras rodillas se tocaban estando sentados en el suelo—. Te lo
digo si me dices por qué me llamas princesa.
—Eres tan dulce e inocente como una —dije sin pensarlo, impaciente por su
respuesta—. ¿Por qué Mr. Idiota?
Carina parpadeó, mirándome confundida. ¿Y ahora qué?
—¿Hola? —Insistí—. ¿Por qué Mr. Idiota?
—¿Qué? Oh, sí… —agitó la cabeza como si tratara de centrarse—. Porque eres
un idiota.
Se encogió de hombros echando la cabeza hacia atrás e inspeccionando el
techo con curiosidad. Me merecía una respuesta un poco más elaborada y menos
ofensiva que esa.
—Yo no soy un idiota —Me defendí frunciendo el ceño. No entendía por qué
pensaba eso.
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—Sí lo eres —me respondió hablándome como si yo tuviese cinco años—.
Siempre te comportas como un idiota conmigo, así que no te lo tomes tan a pecho.
Bufé indignado. Crucé mis brazos sobre mi pecho y fruncí el ceño. Por el rabillo
del ojo noté cómo Carina dejaba de inspeccionar el techo para mirarme con curiosidad
y finalmente suspirar.
—A veces cuesta creer que tú seas el sex simbol del instituto que hace que
todas las chicas estén locas por él.
Me giré hacia ella con una sonrisa en mis labios.
—¡Eh! ¡Dijiste que no pensabas volver a repetirlo!
Rió. Realmente rió, y su voz cantarina inundó todo el cobertizo. Más confiado
me dejé caer en el suelo, y poco tiempo después ella hizo lo mismo. Juntos. Pasamos
unos cuantos segundos sin hablar apreciando el silencio de la noche. En confianza, yo
aun seguía dándole vueltas al hecho de ser “Mr. Idiota”.
—Esta semana voy a volver a bailar —dijo de pronto—. Mi madre llamó de
verdad a la academia y… Tengo incluso una clase de niñas de cuatro a seis años a
quienes enseñar.
Y a partir de ese momento la conversación no cesó. Hablamos de muchas cosas.
Demasiadas incluso. Me contó cómo fue esa primera semana viviendo con su padre y
cómo trataba de soportarlo con ayuda de su hermano Jake, quien la llamaba cada poco
tiempo. Por mi parte yo la conté sobre Barrett y cómo me había animado a tocar la
guitarra. La conté que no me dio de lado cuando empecé a fumar o a abandonar los
estudios. Llegué incluso a contarla cómo no huyó de mí al igual que todos los demás
cuando metieron a mi padre en la cárcel. Se mostró sorprendida e incluso preguntó
pero aun no me sentía preparado para confesarle cual era la razón. No todavía. Quizás
nunca. El sentimiento de culpabilidad era demasiado enorme para ello.
Probablemente en el momento en que nos quedamos dormidos ya sabíamos el
uno del otro más de lo que en cualquier momento pudiéramos llegar a imaginar. Ahora
conocía sus sentimientos, sabía sus gustos y la razón de que su boca sabía a cereza: era
secretamente adicta al Dr. Pepper. Y yo la había abierto mi corazón… O al menos había
depositado la llave de la cerradura… ¿Lo estaba haciendo bien? ¿Había escogido la
dirección apropiada para que aquello llegase a algo más? No lo sabía pero esperaba
llegar a descubrirlo. Porque cuando desperté en el suelo del cobertizo, con ella
abrazada fuertemente a mi cuerpo y su pelo rubio desparramado contra mí pecho,
pensé que no podía existir nada mejor en el mundo.
Hasta que mi entrometida hermana de quince años, Sarah, asomó sus narices
por la puerta.
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CAPITULO 22
Narra Luca
Oh, mierda, mierda, mierda. ¿Por qué tuvo que aparecer la maldita niña por la
puerta? Sarah, mi hermana pequeña, miraba hacia nosotros con sus ojos
desmesuradamente abiertos. No podía dejar que se fuese, tenía que hablar con ella
antes de que saliese corriendo a contárselo a nuestra madre. Por fin había llegado a un
punto neutro con Carina y no tenía intención de estropearlo ahora y menos porque mi
hermana creyese que habíamos hecho algo que en realidad no habíamos hecho.
Llevándome el dedo índice a los labios indiqué a mi hermana que guardase
silencio mientras me levantaba despacio, moviendo con delicadeza a Carina para que
no se despertase. Se revolvió un poco pero su sueño continuó imperturbable. Caminé
hacia Sarah despacio y la guié fuera de la caseta. Una vez la puerta estuvo cerrada
encaré a mi hermana pequeña.
—Escúchame bien, no vas a decir nada de esto a mamá, ¿entendido?
Ella alzó las cejas, retándome. Vale, probablemente no debería haber
comenzado la conversación así ya que yo llevaba las de perder. Sarah se cruzó de
brazos inclinándose sobre una de sus piernas.
—Esa era la niñera de Dylan, ¿verdad? —Preguntó sin esperar respuesta de mi
parte—. ¿Y por qué se supone que no puedo contarle nada de esto a mamá? Sabe que
te acuestas con chicas cada dos por tres.
Lo juro, la niña a veces me desesperaba. Tenía quince años y era una completa
malcriada. Por culpa de lo ocurrido con nuestro padre mi madre la permitía hacer lo
que quisiera y volver a casa cuando le diese la gana. Antes no me preocupaba mucho,
pero estaba entrando en una edad difícil e iba siendo hora de que la vigilase. No quería
que acabase como yo, metido de mierda hasta el culo.
—Porque va a hacer un mundo de esto —traté de explicarla, rezando porque
Carina no se despertase mientras estaba aquí—. No puedes contar nada de esto,
Sarah.
—¿Qué ocurre? Si te acuestas con cualquier chica, está bien. Pero como es la
niñera de Dylan… ¿se hace un mundo de eso?
Resoplé tratando de calmarme. ¿Cómo le explicaba a mi hermana que Carina
no era una chica cualquiera? Y otra, ¿quién diablos enseñó a la niña del demonio a
hablarme así? ¡Ese no era vocabulario propio para su edad!
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—No me he acostado con ella —opté por decir finalmente—. Pero mamá no se
lo va a creer, por eso no puedes decir nada.
Sarah rodó los ojos, claramente pensando que mentía. En serio, ¿tan raro es
que haya dormido con ella sin hacer nada más? Por la cara que ponía mi hermana, sí.
Sin embargo no podía volver con Carina y sacarla de casa antes de que otra persona la
viese sin cerciorarme primero de que Sarah no contaría nada.
—Tienes que prometérmelo —la apresuré—. No vas a contar nada.
—Lo que sea —bufó ella, apartándose de mi lado y volviendo hacia la casa—.
No es que me interese donde tienes enterrado tu aparato.
¿Había dicho aquello en serio? Tenía que hablar con esa niña cuando antes, no
podía seguir dirigiéndose a mí de aquella manera. Primero Carina me llama Mr. Idiota,
y ahora mi hermana me pierde el respeto. Increíble.
Cuando regresé dentro de la caseta Carina aun seguía dormida. Miré la hora en
el reloj. Aun eran las nueve de la mañana. Con suerte, después de la fiesta de ayer, su
padre seguiría dormido y no notaría su ausencia. Tenía que moverme rápido si quería
llevarla a casa. Me acerqué a su lado poniéndome en cuclillas y la zarandeé con
delicadeza hasta que abrió los ojos, bostezando.
—¿Qué ocurre? —Preguntó parpadeando pesadamente.
—Tengo que llevarte a casa. Venga, levanta.
Me dirigió una mirada confundida y luego sus ojos inspeccionaron el alrededor,
sorprendida de ver dónde estaba.
—¡Oh, no! No me digas que me quedé dormida…
—¿Quieres en serio que te responda, o es una pregunta retórica?
Vale, parece que a ella no le hizo gracia… No queriendo perder más tiempo la
ayudé a levantarse, la agarré de la mano y nos dirigimos fuera de la caseta. Su pelo era
una maraña rubia y el vestido estaba entero arrugado, pero aun así no pude evitar el
pensamiento de que se veía preciosa.
Cuidando de que nadie nos viera la llevé sin soltarla hasta donde había dejado
aparcada la moto. Le até el casco en la cabeza y la ayudé a subir. De nuevo sus manos
rodearon mi cintura sin tener que decirla nada y aquella extraña sensación electrizante
y cálida me invadió por dentro. Tenía que aclarar todo esto que estaba sucediendo. La
cosa de verdad se me estaba descontrolando.
82
CAPÍTULO 23
Narra Carina
No hice muchas peguntas mientras Luca me llevaba a casa, tenía ganas de estar
allí de una vez. ¿Y si mi padre se despertaba y descubría que me había ido? ¿Qué
pasaría entonces? No quería ni pensarlo. Lo mismo se ponía en modo padre protector
y encaraba a Luca. Sería interesante ver eso… Aunque peor sería si Jake se enterase de
que dormí con él. Aunque solo fuese eso, dormir. Dudaba que Luca acabara más vivo
que muerto.
Paró unas casas antes de la mía de modo que así no se oiría el ruido de la moto.
Por un momento parecía que me había leído el pensamiento… Todavía en silencio se
bajó y me acompañó hasta la puerta de mi casa.
—No parece que haya nadie despierto —comentó, ya que no se percibía ningún
movimiento—. Bueno, entonces será mejor que yo me vaya yendo…
Luca comenzó a alejarse, pero yo no le podía dejar ir. No aún.
Inconscientemente alargué la mano y le agarré del brazo haciéndole frenar. Él se paró
en seco, girándose lentamente hacia mí. Bueno, y ahora, ¿qué le decía?
—Gracias por traerme a casa —murmuré mirando al suelo.
—No hay de qué —respondió con voz queda.
Aun no le solté el brazo y cuando elevé la mirada vi sus ojos clavados en mi
agarre. Avergonzada lo aparté rápidamente. Un silencio tenso se instauró entre
nosotros y no me gustó nada.
—Dentro de poco va a ser mi cumpleaños —dije de pronto, ansiosa por romper
la tensión—. Creo que incluso vendrá mi hermano de visita.
Aquello pareció llamar su atención puesto que alzó las cejas y su rostro cambió.
—¿Cuántos años haces?
Podría haber preguntado cualquier cosa, pero tenía que ser sobre mi edad. Iba
a quedar patente que era una cría a su lado.
—Diecisiete —Contesté en un susurro.
—¿Vas a hacer una buena fiesta?
Sonreí ante su tono divertido. No lo había pensado del todo pero Rocky tenía
planeado emborracharme y seguro que mi padre querría montar otra fiesta…
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Demonios, no podía ni pensar en la que se iba montar. Me consolaba saber que al
menos contaría con la ayuda de Jake. Y con suerte, también con la de Luca.
—Supongo que algo haré —dije finalmente y entonces recordé algo—. Oye,
esta tarde tengo que ir a cuidar de Dylan y… ¿Qué te parece si hacemos algo del
trabajo? Deberíamos empezar pronto.
Luca echó la cabeza hacia atrás y rió con voz ronca. ¿Y ahora qué?
—¿Sólo piensas en estudiar? —me espetó aún con la sonrisa en su cara. ¿Se
estaba riendo de mí?—. Nos vemos esta tarde entonces, princesa.
Remarcando aquella última palabra me guiñó un ojo y se dio la vuelta
rehaciendo el camino hacia su moto. Tuve que tomar varias respiraciones profundas
antes de entrar en casa y subir corriendo a mi cuarto. Afortunadamente mi padre
estaba durmiendo. De hecho, estaba tirado roncando sobre la mesa. Desde luego, vaya
vigilancia que me había puesto mi madre…
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CAPÍTULO 24
Narra Luca
—¿Quién era esa chica rubia con la que saliste antes?
Aquella pregunta me pilló de improvisto. Mis ojos se movieron rápidamente a
mi hermana Sarah, sentada en el sofá, quien se encogió de hombros como toda
respuesta. Ella no había dicho nada. Eso significa que mi madre estaba despierta y me
vio salir con Carina de la caseta pero no la reconoció. Seguramente por la ropa y el
pelo. Había cambiado mucho.
—No me gusta que te traigas chicas a casa, Luca —continuó mi madre—. ¿Qué
ejemplo les estarías dando a tus hermanos?
No me molesté en discutir. Decirla que no había hecho nada con ella no
serviría, no me creería. Agarré el cartón de leche de la nevera y bebí a morro de ella.
Eso me recordó que esta vez no le había tirado nada a Carina… Bueno, todavía había
tiempo para remediarlo esta tarde.
—Hoy va a venir Carina a cuidar a Dylan —informó de pronto mi madre,
aunque yo ya lo sabía—. Mira, ella si es una buena chica, no se iría por ahí con
cualquier chico.
Desde el sofá Sarah soltó una risotada que trató de ocultar bajo una forzada
tos. La lancé una mirada fría pero ella no me hizo caso y volvió de nuevo a su móvil. No
me importaba, estaba impaciente. Podía contar los minutos hasta que Carina llegase.
Me di una ducha larga haciendo tiempo antes de que Carina volviese entrar por
la puerta de mi casa. Tenía ganas de verla, de abrazarla, de besarla… Su sabor a cereza
aun seguía gravado en mi cabeza.
Esta era la primera vez que me pasaba, la primera vez que una chica había
traspasado mis barreras y se había convertido en algo más que un revolcón. Ella era
más que eso. Era mi amiga, me importaba lo que pensara y lo que dijese. No quería
verla sufrir. Amaba el sonido de su risa y la forma que tenía de apartar la mirada cada
vez que se sonrosaba. Y no había nadie a quien pudiese engañar. También la quería a
ella, pero no con la función de poseer. La quería como un hombre puede querer a una
mujer, como un corazón puede depender de otro.
Cerré el grifo del agua caliente. Estaba empezando a convertirme en un
romántico empedernido y no dudaba lo mucho que Barrett se reiría de mí. La
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evocación de mi mejor amigo me hizo acordarme de llamarle, hacía tiempo que no
hablábamos y necesitaba alguien a quien contar lo que había pasado.
Me vestí con ropa limpia y quité la humedad del pelo con una toalla. Pasé de
nuevo por el salón donde Sarah continuaba sumergida en los mensajes de su teléfono
móvil y Dylan con la televisión. Recogí mi propio teléfono y regresé a mi cuarto
cerrando la puerta para asegurarme de que nadie me escuchase. Busqué el número de
Barrett y esperé hasta que atendió a la llamada. Tardó exactamente tres tonos.
—¡Luca! —Me saludó su voz desde el otro lado de la línea—. ¿A qué debo el
honor de tu llamada, cabrón?
Me reí ante su agradable saludo. Los insultos parecían ya parte de nuestro
vocabulario.
—Me siento ofendido, J.B. Cualquiera que te escuche podría pensar que nunca
te llamo.
—¡Si solo lo haces cuando me necesitas! ¿Vuelve a haber problemas con tu
padre?
—Nada que ver, sigue igual que siempre en el sitio de siempre —negué sin
poder evitar el tono altivo en mi voz.
—Te noto demasiado alegre —dedujo tras un largo silencio. Y tenía razón, hoy
estaba teniendo un gran buen día—. ¿No tendrá esto nada que ver con la chica de la
que me hablaste?
Como toda respuesta siseé hacia el otro lado de la línea telefónica.
—No me jodas que Luca Moore se ha enamorado —estalló en carcajadas
Barrett, tan fuerte que tuve que apartar el aparato de la oreja hasta que se calmó—.
Hoy es un día especial, macho. Esto no ocurre todos los días.
—Estás hiriendo mis sentimientos, no soy un insensible —contraataqué aunque
una sonrisa permanente parecía haberse pegado a mi rostro.
—Es una chica con suerte, Luca —admitió al cabo de un rato, volviéndose más
serio y dejando de lado las gracias—. ¿Me la presentarás cuando vaya por allí? Tengo
que conocer a tu primera novia antes de morir.
Tomé aire antes de contestar. Aquí venía la razón por la que había llamado a
Barrett en primer lugar.
—Ella no es mi novia, Barrett… No aún.
Pasaron largos segundos antes de que mi amigo siguiera la conversación.
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—¿Y a qué estás esperando a pedírselo?
Tosí para aclararme la voz. Dudaba de cómo sonaría para él lo que iba a decir.
—No quiero que me rechace.
Más silencio. Volví a toser con nerviosismo y Barrett habló.
—¿Crees que no le gustas?
Aquella era una buena pregunta. Había estado tan involucrado en resolver lo
que pasaba dentro de mí que no me había parado a pensar en si Carina sentía algo por
mi o no. Me hubiesen preguntado eso mismo hacía tres semanas y hubiese dicho con
claridad que no, que ella no estaba interesada en mi. Pero muchas cosas y dos besos
habían pasado desde entonces. Y decididamente ella sentía algo por mí.
—No, creo que si la gusto —contesté finalmente haciendo que Barrett bufara al
otro lado de la línea.
—¿Entonces cuál es el problema? Porque francamente, Luca, no lo entiendo.
—Pues que ella se merece alguien mejor que yo, tío.
—Te pegaría un tortazo por eso que has dicho ahora mismo si no fuera porque
estoy a varios kilómetros de distancia.
—No, es verdad. Ella no es como… Amy u otras chicas con las que he estado.
¿Sabes que yo he sido el primer chico con el que se ha besado?
El sonido al otro lado del teléfono se cortó por un limitado lapso de tiempo.
—Tengo tres preguntas para ti, Luca.
Reí preparándome para lo peor.
—Dime.
—¿Es fea?
—Dios, Barrett, eso es muy machista.
—¿Lo es? —Insistió.
—No, ella es preciosa. Y no lo digo solo porque me guste. De verdad, lo es.
—Vale. ¿Eres un asaltacunas?
Reí más fuerte.
—¡Claro que no! Tiene diecisiete. ¿Cuál es la tercera?
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—¿Qué coño es lo que está mal entonces? —Prácticamente gritó desde el otro
lado.
Me encogí de hombros aunque él no podía verme.
—Nada está mal. Ella es… Perfecta. Bueno, no perfecta, pero… Lo es para mí. Y
no quiero joderla. Espera, eso sonó mal…
Escuché a Barrett soltar carcajadas.
—Creo que te capto. Pero en serio, Luca, tu no vas joderla. Eres un buen tipo.
Soy tu amigo, puedo asegurarlo.
La charla con Barrett sirvió, como mínimo, para darme coraje. Cuando
terminamos la llamada no había logrado hacerme creer que yo era un buen tipo como
él decía. Yo sabía lo que era, y bueno no entraba dentro de esa descripción. Yo venía
de un padre que estaba jodido y eso no es algo fácil de hacer desaparecer. Lo que él
había hecho me perseguiría como una estampa durante el resto de mi vida allá donde
fuese. Pero me había dado valor porque ahora tenía claro que Carina sentía algo por
mí.
No sabía cómo no me había dado cuenta antes, las señales habían sido muy
claras. Su rostro sonrojado, sus miradas directas a mis ojos, sus palabras… Y el beso. El
caliente y jodido beso que me había dado la noche anterior.
Empecé a contar los segundos antes de que llegara con impaciencia.
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CAPITULO 25
Narra Carina
El teléfono de Jake todavía daba ocupado cuando le llamé por tercera vez
mientras terminaba de limpiar la cocina. Aquella conferencia que estaba teniendo
empezaba a durar demasiado. La casa estaba hecha un desastre después de la fiesta,
nadie en su sano juicio podría vivir allí. Iba a dejarle el baño y el salón a mi padre, él
era quien quiso celebrar la fiesta, no yo.
Cuando por fin terminé de aclimatar la cocina lo suficiente como para poder
adentrarme en ella sin sentir miedo solo quedaba media hora para que tuviese que
volver a la casa de Luca para cuidar de Dylan. Corrí escaleras arriba a mi habitación tan
rápido como si un perro rabioso me hubiese mordido en el trasero. Los siguientes
cinco minutos los pasé con la cabeza dentro de mi armario.
Yo nunca hacia estas cosas. Juro y perjuro que no sabía qué me estaba
pasando. De pronto tenía la urgencia de encontrar un conjunto bonito. Pero no era
solo eso. Quería que Luca me encontrase bonita. Solté un gruñido de frustración y tiré
la camiseta que tenía en las manos hacia el otro lado de la habitación.
Luca me había cambiado. Mucho. No sabía si para bien o para mal. Lo único
cierto era que desde el momento en el que le conocí todo en mi mundo, ya sea por
casualidad o no, se había transformado. Mi madre se fue a cuidar de mi abuela y llegó
mi padre a casa. Me había convertido en canguro de un niño pequeño. Había teñido mi
pelo de color rubio y usado maquillaje. Incluso mi personalidad se había vuelto más
fuerte. Juro que jamás había sido tan contestona y defensora de mí ser como lo era en
esos momentos.
Y, por supuesto, también estaban las mariposas en el estómago. Esos
condenados y metafóricos bichitos con alas que se agitaban en mi interior cada vez
que me acordaba de Luca.
¡Y yo no conseguía encontrar una maldita camiseta para hoy!
Agarré mi teléfono y marqué el número de Rocky. Esto era una urgencia en
toda regla.
La llamada me llevó más tiempo del que tenía pensado. Por supuesto mi amiga
necesitaba saber por qué era de repente tan importante para mí encontrar un buen
atuendo para hacer de canguro, así que me vi explicándola con todo lujo de detalles lo
que había sucedido con Luca la noche anterior.
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—Le gustas —Sentenció Rocky cuando acabé de contarla toda la historia—.
Dios, soy la mejor, yo lo sabía desde el principio.
—Pensé que tú eras más pro Jaden.
—No exactamente. Yo siempre he sido pro-chicos. Hasta ahí todo bien. Solo
que después de lo que me has contado me he decantado por Luca. ¡Tía, que toca la
guitarra y canta! Es perfecto para ti.
—Por como lo haces sonar más bien parece que le quieres para ti —Me burlé
pero ella me hizo callar con una pedorreta a través de la línea—. Igualmente estoy
nerviosa, no tengo muy claro que pasará hoy.
—Apuesto lo que quieras a que se declara.
—Raquel…
No era que la idea de Luca declarándose se me antojara mala. Más bien todo lo
contrario. Las mariposas de mi estómago aletearon con más fuerza sólo de pensarlo.
Raquel continuó hablando al otro lado de la línea cuando mi móvil pitó avisando de un
mensaje de llamada perdida de Jake. Vaya, por fin había terminado la conferencia.
Pero algo peor que el infierno relampagueó frente a mis ojos.
—No, no, no…
¿Por qué a mí?
—Cari, ¿qué ocurre? —Me preguntó Rocky levemente molesta porque la
hubiese interrumpido mientras hablaba.
—Tengo cinco minutos para prepararme antes de llegar a casa de Luca. No
llegaré a tiempo.
Ella captó el mensaje a la primera.
—Hablamos luego. Suerte con tu búsqueda de ropa señorita histérica.
Me deshice de nuevo de mi móvil y acabe agarrando lo primero que encontré
en el armario. Al final no disponía de tiempo para intentar verme bien con la ropa.
Maldecía las conversaciones telefónicas de larga duración y su mágico poder de
abstracción.
Vestida con unos simples vaqueros cortos y una camiseta blanca de tirantes me
recogí el pelo en una coleta alta, me colgué el bolso al hombro y salí de casa con las
llaves del coche en la mano. Y sí, mi padre aún seguía roncando en el suelo.
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Llegué exactamente diez minutos y quince segundos tarde a casa de Luca. Iba a
dejar libertad propia a mi mano para que me diese un tortazo por mi torpeza. No me
gustaba llegar tarde a ningún sitio, eso no era educado. Y menos un trabajo, aunque
este no fuese remunerado.
Sarah abrió la puerta cuando llegué. Sus ojos me observaron de arriba abajo
antes de dejarme pasar. No pude evitar fijarme en que eran igual de azules que los de
su hermano. Cuando volvió de nuevo a mi rostro me enseñó sus dientes con una
sonrisa sabionda. Solo la faltaba explotar un chicle en mi cara.
—Mi madre se fue hace un rato, tenía prisa —dijo cuando finalmente se apartó
para que entrase en la casa—. Dylan está durmiendo la siesta en su cuarto.
Asentí mientras parte de mi preocupación desaparecía. Si estaba durmiendo la
siesta no había pasado nada durante mi tardanza. Además de que así no sabría que
había llegado tarde. Denunciadme, pero prefería que mi reputación quedase intacta
frente al pequeño.
Mi cuero pico mientras continuaba andando hacia la sala. Cuando giré para
mirar detrás de mí vi a Sarah siguiéndome a menos de un metro de distancia. De
nuevo sonrió con un toque de malicia.
—Te interesará saber que Luca está en su cuarto. Solo. Y yo me iré enseguida.
Con Dylan dormido vais a tener la casa para vosotros solos.
No alzó las cejas. Dime que no alzó las cejas.
Pero lo había hecho. Y luego me adelantó y salió corriendo hacia su cuarto.
Me quedé en estado de shock en medio del pasillo. Luca no la había dicho
nada, estaba segura de ello. O al menos confiaba lo suficiente en él como para creer
que no la diría nada. Pero algo se imaginaba. ¿Era acaso tan obvia?
—Es solo su hermana, idiota, no pasa nada —me susurré a mi misma dándome
valor para seguir adelante.
Dejé el bolso en el salón antes de tomar el camino hacia la habitación de Luca.
En cierto sentido Sarah tenía razón. Me interesaba saber que él estaba allí. Y lo que era
aun más, yo quería estar allí, con él.
Las mariposas en mi estómago vitorearon felices.
91
CAPÍTULO 26
Narra Luca
Carina inundaba absolutamente todos los rincones de mi cerebro. Estaba
empezando a preocuparme seriamente sobre el insano nivel de obsesión al que esto
había llegado. Solo habían pasado diez minutos desde que mi madre se fue. Solo diez.
Que aun no hubiese llegado no significaba nada. Podría haberse quedado dormida. O
podría haberle surgido algún asunto de última hora.
Pero tampoco había llamado.
La idea de que hubiese tenido un accidente o de que se hubiese arrepentido de
lo que había pasado anoche estremeció mi pecho. Y ya me había estudiado a la
perfección todas las sombras del techo de mi habitación. Se acabó, ya no podía esperar
más. Si ella no venía yo iría a buscarla.
De un tirón arranqué los auriculares de mis orejas. Me levanté de la cama de un
salto y sin importarme que solo llevase puestos unos pantalones vaqueros avancé a la
puerta de mi habitación y la abrí.
—¡Ostia! —Exclamé sin poder contenerme.
Mi corazón se aceleró por la sorpresa y el susto, manteniendo el ritmo
acelerado cuando los ojos oscuros de Carina miraron dentro de los míos muy abiertos.
Ella también se había asustado.
—Perdón —logró componer una pequeña sonrisa de disculpa cuando ninguno
de los dos dijo nada más.
Sus ojos abandonaron los míos y los noté bajando poco a poco por mi rostro,
parándose más de lo recomendado para su propio bien en mis labios. Y luego siguió
avanzando hasta mi pecho desnudo. Un rubor rosado parpadeó en sus mejillas
haciendo que volviese de nuevo la vista hacia arriba.
Y entonces me encontró a mí sonriendo como un completo gilipollas. Su rubor
se extendió aún más de una forma que consiguió ponerme nervioso. Dejé caer mi
brazo sobre el marco de la puerta para poder apoyarme.
—No, yo… No sabía que ya habías llegado. ¿Cómo estás aquí?
Genial, yo era imbécil, se había convertido en un hecho. Por supuesto que sabía
que estaba aquí, había venido para cuidar de Dyan. Pero estar a su lado comenzaba a
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afectarme más de lo debido. Lo dije antes, me ponía nervioso. Y a mí una chica jamás
me había puesto nervioso. Hasta que la conocí a ella.
Y ella también parecía nerviosa. Se revolvió dentro de sus pequeños pantalones
cortos, esos que tanto me gustaba que vistiera porque alargaban sus piernas…
Una voz a nuestro lado carraspeó haciéndome volver a la realidad y logrando
que me diese cuenta de que había estado haciendo exactamente lo mismo que Carina
segundos antes: mirarla de arriba abajo. De hecho, si matizo correctamente, mirándola
como si quisiera comerla. Oh, pero yo quería hacer más que comérmela.
—Luca, ¿me estás escuchando?
Volví a forzarme a mí mismo a sacar mis ojos fuera de Carina. El problema
recaía en que con esos pantalones cortos era como un imán. Yo no tenía la culpa, eso
que quede claro. Pero si decía ese argumento a Sarah seguramente se echaría a reír.
Así que opté por girarme hacia ella y escucharla.
—Por supuesto que sí, hermanita.
Ella bufó con indignación y me enseñó su dedo corazón. Carina rió divertida a
mi lado. A mí no me hizo gracia.
—Me voy a casa de Mara. Dila a mamá que no llegaré para la cena.
Alcancé a duras penas a escuchar las últimas palabras porque se giró para irse y
ya caminaba hacia la puerta de salida. Sin embargo algo en la frase me resultaba
extraño.
—¡No conozco a ninguna amiga que se llame Mara! —La grité formando un
megáfono con mis manos.
—¡Pero mamá sí! —Respondió de vuelta mi hermana.
Y luego salió de casa dando un portazo. Apreté los párpados con mis dedos. Esa
niña cada día vivía más en la calle y menos en casa. Necesitaba poner mis ojos en ella,
no quería que siguiera el mismo camino que yo.
Cuando volví a girarme hacia mi habitación Carina seguía parada frente a la
puerta de esta y Sarah despareció completamente de mi cabeza. Valoré durante unos
segundos las opciones. La casa estaba vacía a excepción de Dylan pero él era un enano
dormilón. Sin embargo mi cuarto… Estar con ella a solas en mi cuarto suponía una gran
diferencia.
Esos jodidos pantalones cortos suponían una gran diferencia.
—Se me olvidó traerte tu camiseta.
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La voz de Carina interrumpió mi línea de pensamientos y mis ojos buscaron los
de ella. Había vuelto a estar mirándola las piernas. Tenía un serio problema. Ya ni
siquiera era discreto. Sus mejillas sonrosadas revelaron que a ella no se le había
pasado por inadvertido mi hazaña.
—¿Qué camiseta?
—La de los Beatles, la que me dejaste aquel día. Te dije que te la traería la
próxima vez que volviera a cuidar de Dylan.
—Oh, esa camiseta… —la imagen de Carina usando MI camiseta como pijama
invadió mi mente y nubló parcialmente mis sentidos. La miré clavando mis ojos en los
suyos e avancé un paso hacia ella involuntariamente. Había algo que me atraía de una
forma cruelmente fuerte hacia ella—. Puedes quedártela, te queda mejor a ti.
Y esta vez sus mejillas no se sonrojaron. En su lugar hizo algo que no esperaba
pero que agradecí como los mil demonios.
Dio también otro paso hacia mí hasta que las puntas de nuestros pies se
chocaron. Calambres pasaron atravesando los poros de mi piel y tirando de mi carne
hacia la suya. Mi cuerpo dolía de premeditación. Necesitaba estar más cerca.
El rostro de Carina estaba inclinado hacia arriba para mirarme. Yo era una
cabeza más alto que ella pero aun así la distancia cada vez parecía menor entre
nosotros.
—Pensé que era tu favorita —susurraron sus labios hacia mí.
Apenas podía atender a sus palabras. Mi cerebro estaba desconectado mirando
directamente hacia esos labios rosados. De hecho estaba teniendo un grave conflicto
entre sus ojos oscuros y su boca, cada cual más perfecto.
—Lo es —contesté tan bajo que dudé de que pudiese oírme.
Carina rió con suavidad y el aire de su respiración golpeó en mi barbilla. La
necesitaba. Más cerca. Mucho más. Y no iba a esperar a que ella diera el siguiente
paso. Simplemente no podía.
Y me deshice de la molesta distancia que nos separaba juntando nuestros
labios en un beso que podría haber puesto el mismo Polo Norte en ebullición.
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CAPITULO 27
Narra Carina
No había estado segura hasta cuál punto quería besar a Luca hasta el momento
en el que él me besó. Y maldita sea, ese beso consiguió extasiar cada gota de sangre de
mi cuerpo.
Su boca luchaba ávida contra la mía, sus labios quemaban y su lengua
exploraba cada recodo a su alcance. Me estaba besando de una manera tan sedienta
que dudaba de haber podido pararle en caso de haberlo deseado. Pero no era así. No,
yo quería más, y en el momento en el que su mano tanteó precavida mi cadera para
posarse en ella opté por dejarme llevar.
Sé que le sorprendí cuando enredé mis brazos en su cuello y apreté mi cuerpo
contra su pecho desnudo, pero eso no me echó hacia atrás. Deseaba aquello, ansiaba
sentir más dentro de mí el calor que emanaba su piel y cualquier mísera distancia que
nos separaba era molesta para mí. Nunca había experimentado algo parecido. Ni
siquiera podía haber fantaseado con algo así.
La sangre comenzó a hervir dentro de mis venas y mi cuerpo se inclinó con
voluntad propia más hacia él. Luca perdió el equilibrio llevándome consigo. Caímos al
suelo de su habitación, su espalda sonando duro por el choque. No se quejó y yo
tampoco lo hice cuando su mano se envolvió alrededor de mi cuello tirando de mí
hacia abajo. Sus labios atraparon los míos en una respiración feroz. Apenas fui capaz
de retener el jadeo cuando sus dientes mordieron mi labio inferior con suavidad.
Los ojos de Luca se entreabrieron en ese momento, brillantes. Una sonrisa
victoriosa tiró de las comisuras de sus labios sin apartarlos de los míos. Juro que en ese
momento la temperatura de la habitación se elevó por las nubes. Mi piel picaba de
ansiedad e impaciencia por el momento y mi respiración se había acelerado. Sentía los
nuevos y vigorosos latidos de mi corazón pidiendo a gritos algo que no conseguía
descifrar.
Todo aquello era nuevo para mí. Estar con un chico, besar a un chico, dejar que
me tocara… Y del mismo modo que erizaba mi vello y me asustaba como el infierno,
también empezaba a necesitar esa sensación dentro de mí. Más amplia, más intensa.
Sentía cómo poco a poco me iba haciendo adicta a esa diferente clase de adrenalina
que corría por mis venas. Adrenalina por Luca.
Ahogué un grito cuando sus dedos se clavaron en mi cintura y de un impulso
hizo girar nuestros cuerpos hasta que el mío quedó atrapado debajo del suyo. Apartó
sus manos posándolas a ambos lados de mi cabeza con los brazos estirados. Su largo
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cuerpo se extendía sobre el mío casi sin tocarme a excepción por nuestras piernas
enredadas. Sus ojos azules centelleaban irradiándome en calor. Trazaron un camino
desde mis labios hinchados y deseosos hasta donde su cintura comenzaba a juntarse
con la mía. Se tomó su tiempo para saborear cada parte de mí, porque sí, a juzgar por
cómo me estaba mirando, podría estar viéndome como si fuese un trozo de su pastel
favorito. Y eso intensificaba las emociones dentro de mí.
Sus ojos volvieron de nuevo a rehacer su camino hasta encontrarse con los
míos y aun con la profundidad con la que me estaba mirando me fue difícil no
sorprenderme con sus palabras.
—Joder, eres preciosa.
Y luego volvió a besarme. Todo su cuerpo se aplastó contra el mío, sintiéndole
de una forma diferente a antes. Mis piernas consiguieron desenredarse de las suyas y
las usé para atraparle más cerca de mí. Esta vez fue él quien jadeó cuando las envolví y
apreté alrededor de su cintura atrayéndole más cerca de mí.
Me sentía poderosa e increíble de una forma en la que nunca me había sentido
antes. El miedo a lo desconocido, los nervios de las mariposas en mi estómago y la
atracción hacia él seguían estando, pero empezaba a dominar por encima de ellos una
energía diferente. Una que Luca me estaba dando con cada beso, cada palabra y cada
roce que me dedicaba. Me hacía sentir guapa. Me hacía sentir importante. Y de alguna
manera u otra, también me hacía sentir querida.
Y fue gracias a ese sentimiento que me atreví a tomar impulso y rodar hacia un
lateral hasta situarme sobre él. No le di tiempo a mostrar su sorpresa cuando fui yo
quien le besó. Abrí sus labios con los míos poniendo todo mi empeño en demostrarle
qué estaba sintiendo en ese momento. Al parecer lo conseguí porque no tardó en
seguir con el beso.
Sentada a horcajadas sobre él hundí mis dedos en su pelo sintiendo como se
enredaba en ellos. Era suave. Nunca había tocado el pelo de un chico de esa manera.
Siendo sinceros jamás había estado con un chico de esa manera. Pero había algo con
Luca que acallaba la voz racional en mi cerebro y me decía que esto era lo correcto. Al
menos se sentía lo correcto.
Las manos de Luca volvieron a posarse en mis caderas, sobre mi piel. Nuestras
respiraciones agitadas se unían en una sola y podía sentir el ritmo de su corazón
golpeando su pecho. Latía casi tan rápido como el mío. Apretó su agarre contra mi piel
y fue subiendo sus dedos por debajo de mi camiseta. Mi ritmo cardíaco se incrementó
hasta alcanzar un nivel elevado a infinito.
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Junté con fuerza mis muslos alrededor de su cintura y me apreté más fuerte
contra él. Luca soltó aire en un ligero silbido que hizo cosquillas en mis labios y erizó mi
piel. Tenía claro lo que quería, y eso era a él.
Pero justo cuando sus manos empezaron a juguetear con el cierre de mi
sujetador una voz habló detrás de nosotros.
—¿Hola?
Me separé sobresaltada de Luca, apartándome de encima de él y rodando hacia
un lado en el suelo para mirar los ojos curiosos de Dylan. Mi corazón latía en su
máxima velocidad, como si acabara de terminar la maratón más difícil de mi vida.
Sentía mis mejillas arder y mi coleta se había deshecho. Mi goma del pelo estaría
perdida por algún lugar en el suelo de la habitación de Luca. Él fue el primero en
recuperar la compostura.
—¿Qué pasa enano, ya despertaste de tu siesta? —Preguntó a su hermano
poniéndose de pies y acercándose a él.
Sentí miedo por la facilidad con la que Luca parecía haberse recuperado de lo
que acababa de pasar entre nosotros hacía solo unos segundos. Aunque su apariencia
física le delataba completamente parecía estar demasiado tranquilo. Pensamientos
crueles acerca de cuán a menudo él hacía esto mismo con otras chicas invadieron mi
cabeza con gritos chillones incapacitándome momentáneamente. Era una idiota. ¿Y si
solo me estaba convirtiendo en su nueva atracción?
—¿Sois novios? —Escuché que preguntaba Dylan trayéndome de vuelta a la
realidad.
Dios, amaba a ese niño. Y al mismo tiempo le odiaba. ¿Existía una razón para
que los niños siempre dijesen lo que pensaban sin filtros? Porque este en concreto
acababa de leer mi pensamiento.
Miré hacia Luca mientras Dylan esperaba por nuestra contestación. Sus ojos
coincidieron con los míos pero fui incapaz de descifrar lo que querían decir. Apartó su
mirada de nuevo hacia su hermano. Y yo empezaba a sentirme tonta ahí tirada en el
suelo.
—¿Por qué no vas a la cocina a ver que hay en la nevera que te guste? —Le
sugirió mientras me levantaba, evitando de forma nada disimulada la pregunta de su
hermano.
Sin embargo funcionó y salió corriendo hacia la cocina. Era lo bueno de ser tan
pequeño, prácticamente no se enteraba de lo que sucedía a su alrededor. De pronto
me sentí terriblemente mal por lo que Dylan acababa de presenciar. No quería ni
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imaginar lo que había visto en su cabeza cuando nos encontró a Luca y a mí tirados en
el suelo.
El silencio se instauró entre nosotros nada más nos quedamos solos. Aquello
había sucedido sin más, no había estado planeado que yo llegase a su casa y nos
besásemos de aquella manera. O incluso que hubiésemos llegado a más de no haber
sido por Dylan interrumpiéndonos. Y ahora no sabía cómo actuar.
Empecé a dirigir mis pies fuera del cuarto cuando un brazo se interpuso en el
camino entre la puerta y el pasillo. Luca apoyó su mano en el marco de la puerta
cerrándome el paso con su cuerpo. Le miré confundida.
—Tenemos que hablar sobre lo que ha pasado.
Si hubiese tenido comida en la boca, estaba segura de que me habría
atragantado. ¿Luca había tomado la iniciativa de “hablar”? Pero por muy sorprendida
que estuviese, la mala fama de esas palabras solo consiguieron ponerme
increíblemente nerviosa.
—No puedo hacerte esto, Carina.
Mi mandíbula calló suelta hacia abajo y mi corazón estalló como si le hubiesen
pegado un puñetazo. Tal vez lo habían hecho. Mi rostro expresó a la perfección cómo
me había hecho sentir y los ojos de Luca se suavizaron sobre los míos.
—Eres tan… Eres como una princesa.
Si a todo lo que acababa de pasar le sumábamos esto último y alguien venía y
me decía que estaba soñando me lo hubiese creído. Toda esta situación empezaba a
verse de lo más surrealista.
—No soy como una princesa —encontré la voz para hablar finalmente.
Luca rió sin fuerza, sin que la sonrisa llegara sus ojos.
—Lo eres, aunque no lo quieras ver. Eres como una jodida y perfecta muñeca. Y
yo no soy bueno para ti.
—No entiendo lo que quieres decirme —confesé finalmente.
Y era verdad. Aun con el pesimismo de sus palabras sabía que no me estaba
rechazando. No del todo. Luca apartó el brazo de la puerta y se acercó a mí. Agachó su
cabeza quedando cerca de la mía, tanto que sentí unas terribles y ansiosas ganas de
besarlo de nuevo.
—Que no soy un príncipe azul, Carina. Yo no soy ese chico que te irá a recoger a
casa y se presentará formalmente a tus padres. No soy el chico que te llevará flores y
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te invitará al cine. Tampoco soy el que entrará en una buena universidad
preocupándose del futuro que pueda darte. No soy el chico que te mereces.
Decididamente, eso no significaba que yo no le gustaba, más bien lo contrario.
Mi corazón dio un vuelco rejuvenecedor al darse cuenta de ello. Sin embargo sí me
estaba rechazando, y yo no se lo iba a poner tan fácil. Me moví un poco más cerca de
él. La quemazón por besarle de nuevo me estaba matando.
—Creo que soy lo suficientemente mayor como para decidir qué chico es el que
quiero.
Luca entreabrió los labios y luego cerró los ojos, negando con la cabeza con una
pequeña sonrisa en sus labios. Esta vez sí llegó a sus ojos. Cuando los volvió abrir me
miró de una forma tan intensa que hizo que mis piernas temblasen.
—Me pones endemoniadamente mal —susurró, y su aliento chocó contra mis
labios.
—¿Qué? —logré preguntar al tiempo que me acercaba un poco más a él.
—Significa que si vuelvo a besarte de nuevo voy a quitarte esa ridícula camiseta
que llevas puesta y te haré mía de una forma que jamás podrás olvidar, Carina.
Sentí mis mejillas enrojeciendo y el calor que no había terminado de
abandonarme volviendo a latir dentro de mí.
—Así que por el bien de Dylan y su mente aun poco traumatizada, será mejor
que vayamos a la cocina.
El aire se enfrió a mí alrededor cuando Luca se separó y caminó fuera del
cuarto. Me paré en el marco de la puerta como una completa tonta viéndole alejarse.
Se paró segundos antes de entrar a la cocina. Me sonrió curvando solo el lado derecho
de sus labios y luego me guiñó un ojo.
Yo tenía razón. Podía decidir por mi misma qué chico quería. El problema era
que ya lo había decidido. Y ese era Luca.
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CAPÍTULO 28
Narra Luca
La quería. La quería jodidamente mal. No necesitaba a Barrett ni ningún manual
para darme cuenta. Y aunque esa fuese la primera vez que me pasaba podía identificar
perfectamente esa sensación: amor.
Era una palabra muy fuerte. Diablos, era una palabra que hasta hace poco
siempre traté de dejar fuera de mi vocabulario. El amor duele. El amor hace que todo
el daño duela más. Gracias a él mi madre estuvo tan mal después de lo sucedido con
mi padre. Gracias a él yo estuve tan jodido después de lo que él hizo. Pero con ella, con
Carina, no se sentía ni mal, ni jodido, ni doloroso. Y besarla a ella… Nunca me había
sentido tan completo con un beso. Ella y su sabor a cereza eran tan empalagosos como
adictivos. Estar a su lado me hacía feliz.
Pero sabía que iba a fastidiarla. En algún momento u otro la haría daño. Y eso
era lo que más temía. Ella no se merecía lo que yo no podía darle. Y aun así no me
había apartado de su lado. De todos modos solo era cuestión de tiempo. Algún día se
daría cuenta y se alejaría de mí. Me dolería, pero sabría que sería lo mejor para ella.
Pasé el resto de la tarde perdido en ella, mirando como preparaba la merienda
para Dylan, como jugaba como él y le entretenía. Fue gracioso observar cuando mi
hermano trató de peinar su pelo rubio en una nueva coleta y al final consiguió crear un
moño deshecho. Y aun así ella estaba increíblemente hermosa.
Me había convertido en un idiota enamorado, y el amor agilipolla a las
personas. Pero por ella merecía la pena.
Dylan no volvió a hablar de lo sucedido. Con suerte se le había olvidado. No
quería tener que enfrentarme contra una mente infantil traumatizada por mi culpa. Y
mientras tanto disfrutaba robando miradas furtivas con Carina.
No fue hasta que llegó mi madre por la noche que mi hermano se alejó
finalmente de ella para ir corriendo donde nuestra madre. Ella le saludó como siempre
con un abrazo y entró en la casa llenando todo con su perfume. La sorpresa se reflejó
en su rostro cuando vio a Carina.
—Vaya, ¿te has teñido?
—Sí, quería dar un cambio para mi cumpleaños —contestó ruborizándose. No
tenía ni la menor idea de lo inocente que se veía con las mejillas sonrosadas.
100
—Me gusta —admitió mi madre alejándose de Dylan, quien parecía haberse
aferrado a su pierna con pegamento—. ¿Te han dado mucho trabajo estos dos hoy?
Eso la hizo reír. Me encantaba el sonido de su risa. Demonios, esto comenzaba
a ser enfermizo.
—Unos más que otros…
Alcé una ceja con sorpresa y ella me guiñó un ojo cuando mi madre no miró.
¿Estaba flirteando conmigo? Porque si era así podía seguir haciéndolo todas las veces
que quisiera.
—¿Necesitas que te acerque a casa?
—Vine en coche, no te preocupes, no hace falta —contestó educadamente al
ofrecimiento de mi madre.
—Oh, menos mal. No te lo tomes personal, pero vengo muy cansada. Hoy he
tenido un día horrible en el trabajo, necesito tumbarme por toda la eternidad.
Mi madre soltó un suspiro dramático y se alejó de nosotros hacia su habitación.
Dylan corrió detrás de ella dejándome solo con Carina. Ella me sonrió y caminó hacia el
salón. Igual que mi hermano yo la seguí de cerca allá donde iban sus pasos. Agarró el
bolso que había dejado en la mesa de la sala y luego se dirigió hacia la puerta de salida.
Sus ojos volvieron a coincidir conmigo antes de abrirla.
Estaba pensando en qué decir cuando ella habló primero.
—Tenemos que quedar para el trabajo de literatura.
Con todo lo que había pasado eso era la última cosa en mi lista de cosas no
pendientes que se me había pasado por la cabeza.
—Tienes que estar bromeando —la solté y ella rió. Tuve la sensación de que se
estaba burlando de mí.
—¿Mañana por la tarde? Tengo ganas de acabar ese trabajo.
Parpadeé aun sin continuar de creérmelo. Ella quería quedar conmigo para
acabar un trabajo. Un puto ensayo sobre un libro. A menos que… Me incliné contra la
pared cerca de ella y la sonrisa desapareció de mis labios apareciendo en los míos.
—Estoy más que dispuesto a quedar mañana contigo en la biblioteca. Solos.
Ella tragó saliva. Yo solo quería volver a besarla.
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Sus largas pestañas se inclinaron hacia abajo al tiempo que su mirada se fijaba
en mis labios y trababa el suyo con sus dientes. Eso era tan jodidamente atrayente que
no pude resistirlo.
Sin importarme que mi madre estuviese en casa, o que mi hermano pequeño
pudiese salir y vernos de nuevo, atrapé un mechón de su cabello claro entre mis
manos y lo enrollé alrededor de mi dedo al tiempo que posaba mi boca en la suya y la
besaba de una forma que nunca había besado a nadie. Suave y lentamente. Todo con
ella era nuevo para mí. Todo es nuevo cuando le involucras sentimientos.
Me aparté muy despacio rompiendo aquel inocente beso y descansé mi frente
contra la suya.
—Esto todavía no ha acabado.
Carina tomo una profunda respiración. Necesitaba toda mi fuerza de voluntad
para no cargarla en mi hombro y arrastrarla hasta mi cuarto para acabar todo lo que
no pudimos hacer esa tarde.
Finalmente la tuve que dejar irse. Me quedé parado en la puerta observando
cómo se metía dentro de su coche, con mi alegría creciendo cada vez que giraba la
cabeza para poder mirarme de nuevo mientras se marchaba. No entré dentro de casa
hasta que su coche hubo desaparecido por la carretera y cuando lo hice me encontré
cara a cara con mi madre. Tenía los brazos cruzados sobre su pecho en posición
defensiva y su mandíbula estaba tensa. Los peores pensamientos se apoderaron de mí.
Hasta que finalmente habló.
—¿Quieres explicarme qué es eso que me ha dicho Dylan acerca de tú y Carina
tirados en el suelo de tu habitación y besándoos?
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CAPÍTULO 29
Narra Carina
Decir que Rocky me abordó a preguntas al día siguiente en clase es quedarse
corta. Me sentí como si estuviera metida dentro de un interrogatorio. Solo faltaban los
focos y las esposas porque el papel de poli bueno y poli malo era perfectamente
interpretado por mi amiga.
—Es tan bonito… Yo sabía que estabais destinados a estar juntos —suspiró por
undécima vez en el día mientras recogía sus apuntes de nuestra última hora de clase—
. ¿Me le vas a presentar formalmente como tu novio?
Como mi novio. Y de nuevo ahí esa etiqueta. Esa tonta palabra. Pero infiernos si
yo no quería tener esa tonta etiqueta.
—Te lo dije, no somos nada —arrugué la nariz con pesadumbre. Mis dedos
tamborilearon sobre su pupitre—. No hemos hablado sobre como…
—Oh, por todo lo más sagrado, apostaría mi laca de uñas color frambuesa a
que él quiere salir contigo—Me interrumpió ella haciéndome reír.
La laca color frambuesa era su favorita. Esa era una apuesta seria.
—Pero no sé… Es Luca. Él es… es…
—¿Un tío súper caliente? ¿Orgásmico? Vamos, sabes tan bien como yo que
todas las chicas quieren meterse dentro de sus pantalones.
Eso dolió. ¿Celos? Seguramente, y también algo más.
—Por eso mismo. Luca es una especie de… prostituto. Él siempre ha estado con
las chicas sin nada serio. ¿Qué no te dice que eso mismo es lo que quiere de mí?
—Creo que tendrás que descubrirlo esta tarde. Tu Romeo está esperándote.
Seguí la dirección de los ojos de mi amiga hacia la puerta de la clase, donde
descubrí a Luca apoyado en ella. Vestía unos vaqueros desgastados y una camiseta
blanca. Las mangas cortas se adecuaban a sus brazos marcando el nítido músculo. Su
cabello castaño caía despeinado a conjunto con su postura despreocupada. Llevaba
una mochila verde y descolorida colgada del hombro. Y sus ojos me miraban a mí.
Exclusivamente a mí.
—Deja de comértele con la mirada y vamos a saludar —Me apresuró Rocky
agarrando su mochila y enlazando su brazo con el mío.
103
Durante nuestro camino hacia él tuve la ligera sensación de estar siendo
observada. Pero no podía ser. O sí. Por el rabillo del ojo pude apreciar a al menos
cuatro chicas de la clase mirando hacia Luca y hacia mí intercaladamente. Tuve un
repentino escalofrío. A juzgar por cómo me estaban observando deseé que no
supieran brujería.
—¿Lista para una sesión intensiva de Romeo y Julieta? —Preguntó con esa
sonrisa traviesa que conseguía hacer batir con rapidez las mariposas dentro de mi
estómago. Se giró hacia mi amiga antes de que contestara—. Raquel, ¿verdad?
—¡Otro que usa mi nombre completo! —Gritó con fingida indignación Rocky,
pero luego no tardó en alargar su mano para estrechar la que Luca le estaba
ofreciendo—. He oído mucho sobre ti, Luca. No, en serio, toda la mañana he estado
escuchando hablar de ti.
Mis ojos se abrieron con aprensión al tiempo que le daba un codazo disimulado
en las costillas a Rocky. No podía haber dicho eso. Solo que si lo había hecho. Las cejas
de Luca se alzaron divertidas y su sonrisa traviesa se amplió. Mis mejillas se pusieron
más rojas aun si podían cuando sus ojos volvieron a mí.
—Generalmente tengo ese poder sobre la gente —contestó finalmente
fanfarrón sin apartar la mirada de mi.
—No he dicho que fuesen buenas.
Oh, definitivamente mataría a mi amiga. Luca no pareció tomarse eso a mal
porque volvió a reír. Cuando Rocky desenredó nuestros brazos sentí una mano
tomando la mía. Todos mis sentidos se pusieron alerta y la sangre comenzó a palpitar
desde mis dedos.
Luca me estaba agarrando de la mano.
Los ojos de mi amiga viajaron hacia nuestras manos unidas pero por alguna
extraña razón esta vez prefirió permanecer con la boca cerrada. Mi rostro estaba
encendido y notaba las miradas de las chicas de clase con más fuerza que antes. Por
favor, que no me sudase la mano. Por favor…
—¿Vamos a hacer el trabajo?
Asentí débilmente hacia Luca. Su mano se apretó sobre la mía y tiró de ella. Me
despedí de Rocky con la cabeza para seguirle. Aun no podía creerme lo que estaba
pasando. Para empezar Luca me había ido a buscar a clase. Y ahora me estaba
agarrando de la mano. Fue entonces cuando se escuchó un grito a lo lejos.
—¡No me la traigas virgen a casa!
104
Yo iba a asesinar a mi amiga.
¿Empezaba a hacer demasiado calor en el instituto o era solo yo? No podía ni
mirar a Luca después de lo que mi amiga había gritado. ¡En medio del pasillo! Sin
embargo noté como se reía mientras seguíamos caminando hacia la biblioteca. Mi
nivel de situaciones vergonzosas estaba subiendo a un número muy elevado en lo poco
que llevábamos de día.
Estaba aun debatiéndome entre mirarle o seguir con la vista clavada en el suelo
cuando llegamos a la puerta de la biblioteca y dos personas estaban besándose frente
a nosotros. Solo que no eran dos personas desconocidas.
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CAPÍTULO 30
Narra Luca
No sabría decir si me impactó encontrarme a Amy y a Jaden besándose en un
lugar público como si estuviesen en una habitación de hotel, pero lo que sí puedo decir
es que a Carina si le sorprendió. Su mano perdió la fuerza con la que había comenzado
a agarrar la mía durante el trayecto y cuando me giré para verla su mandíbula estaba
desencajada con la sorpresa.
Hubiese tirado de ella lejos para que no siguiese viendo la escena, pero daba la
casualidad de que la pareja feliz no había elegido un rincón apartado sino la misma
puerta de la biblioteca del instituto. Carraspeé para llamar su atención. No funcionó.
Lo intenté de nuevo y obtuve el mismo nulo resultado. Maldición, iba a tener que
tocarles…
Hasta que Amy pareció darse cuenta de que algo no iba bien.
La situación podría describirse como cómica. Amy abrió los ojos y nos vio de
refilón. Fue entonces cuando se sobresaltó y empezó a separarse de Jaden pero este
no la dejó y la atrajo más hacia él.
—Jaden, no…
Intentó hablar, pero cada vez que movía sus labios Jaden los volvía a atrapar.
Así que optó por hacer algo que espero Carina nunca me hiciese a mí: le mordió con
ímpetu. El chico se separó de ella con un grito y por su boca salieron un número
indefinido de maldiciones, sorprendentes aun tratándose de un jugador de fútbol.
Calló cuando nos vio.
—Perdón por la interrupción chicos, pero necesitamos pasar a la biblioteca.
Me costó un duro trabajo no reírme. Amy había comenzado a ruborizarse y
escondía su rostro tras su cabello. No era normal en ella mostrarse tímida. De hecho
creo que jamás la había visto así. El cambio que Jaden conseguía en ella era
extraordinario, justo como el de Carina en mí. El chico, por otra parte, parecía estar
fuera de lugar.
—¿Nos dejáis pasar? —Insistí regocijándome en la incomodidad de ambos.
Tardaron en reaccionar pero finalmente se apartaron. Tiré de la mano de
Carina para hacerla avanzar hacia dentro de la biblioteca. No pude evitar fijarme en
cómo la pareja miraba nuestras manos unidas con asombro. Que se fueran
106
acostumbrando, porque la sensación de sostener la mano de Carina entre las mías era
más que grandiosa. De alguna forma la hacía mía de cara a los demás. Y yo quería que
todos lo supieran.
—¿Desde cuándo? —Me preguntó Carina en cuanto estuvimos dentro de la
biblioteca.
No hacía falta que añadiese más palabras, sabía a qué se refería. Y ella tenía
derecho a estar mosqueada y hacer preguntas, Jaden había sido algo así como su ligue
durante los últimos días.
—Siempre ha sido así —me encogí de hombros pasando por delante de la
sección de ordenadores y dirigiéndonos a las mesas escondidas en el fondo—. No te lo
tomes a mal, les ha costado mucho trabajo llegar a donde están ahora.
—No me lo tomo a mal —refunfuñó y yo la creí—. Me ha tomado por sorpresa.
Nunca me los imaginé juntos y… ¿a dónde te crees me estás llevando?
Sonreí con malicia cuando ella se frenó haciéndome parar justo después de
doblar la última curva entre las estanterías de la biblioteca. Estábamos en el rincón al
que yo quería ir. Las mesas escondidas. Sin soltar su mano me giré hacia ella.
—Maldición, me has pillado.
Sentí unas ganas horribles de tirarla contra mi pecho y abrazarla como si fuera
un oso de peluche en el momento en el que sus mejillas se tiñeron de rosa fuerte. Al
final opté por terminar de adentrarnos en el recodo de la biblioteca y tirar nuestras
mochilas sobre la mesa. Era hora de trabajar.
Verdaderamente había pensado que Carina era una especie de cerebrito
trabajadora pero no había tenido ocasión de vivirlo hasta que nos pusimos con el
trabajo. Había pasado solo hora y media desde que comenzamos con él y estaba
prácticamente acabado. Carina había tomado prestado uno de los ordenadores
portátiles del instituto y había escrito prácticamente ella sola un trabajo de veinticinco
páginas. Me sentía innecesario.
Estaba jugueteando con las llaves de mi moto mientras ella releía una última
parte de su trabajo (porque admitámoslo, era suyo), cuando la pantalla de su teléfono
móvil se iluminó. Observé atento cómo ella lo recogía y su rostro se volvía primero
pálido y luego rojo a medida que pasaba sus ojos por la pantalla. Llegados a este punto
cualquier entendería lo que hice.
—¡Oye! —Me regañó Carina sin poder evitar que le quitara el teléfono de las
manos y leyera la pantalla.
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RAQUEL: Me voy a casa, tendrás que pedir a Luca que te lleve en moto. Y hazme
caso, después de ver cómo te miraba esta tarde, es imposible que no quiera ser tu
novio.
No me hacía falta mirar el destinatario para saber que se trataba de Raquel. Ni
tampoco ser un adivino para darme cuenta de por qué Carina escondió su rostro bajo
su pelo cuando la devolví el teléfono sin decir nada. Nosotros teníamos aún una
conversación pendiente.
El problema era yo. Quería ser su novio, incluso aunque no me gustasen esas
etiquetas, lo quería. Y eso era malo porque yo no era bueno para ella. No conseguía
sacarme de la cabeza esa idea de que ella se merecía a alguien mejor, seguramente
porque era verdad.
¿En qué momento de mi vida había dejado de ser egoísta para obviar mis
intereses y preferir lo mejor para otra persona?
¿A quién pretendía engañar? Eso todavía no ha pasado.
Me levanté de mi silla y me senté al lado de la de Carina. Ella me miraba por el
rabillo del ojo disimuladamente. No pudo evitar reaccionar sobresaltada cuando giré
su silla para quedar cara a cara. Su labio inferior tembló cuando mis ojos se posaron en
él.
—¿Tú quieres?
El labio tembloroso fue interceptado por sus dientes haciéndolo aun si era
posible más atractivo. Había tomado la iniciativa con una pregunta simple. Apenas dos
palabras. Dos palabras que cambiarían la trayectoria de mi vida dependiendo de su
respuesta, y no sabía cuál de las dos sería la acertada.
Carina se mantuvo callada. Sus ojos vagaron de los míos a sus manos notables
veces. Me estaba poniendo más nervioso con su silencio que con cualquier
contestación que me hubiese dado. Aunque mi respiración estuviese tranquila sentía
mi corazón latiendo feroz en mi garganta. Si no hablaba iba a darme un ataque.
—Carina di algo… —Rogué. Y yo nunca rogaba.
Esta chica estaba haciendo de mi otra persona totalmente diferente. Y lo más
extraño de todo era que no me importaba.
—Sí.
Apenas fue una respuesta audible pero hizo que el latido de mi corazón se
incrementase con una subida de adrenalina embriagadora. Algo dentro de mí rugió
triunfante.
108
Me acerqué un poco más a ella. Enganché mis dedos por debajo de su mejilla
para obligarla a mirarme. Sus ojos estaban amplios y brillantes.
—Yo no soy bueno para ti. Lo sabes, ¿verdad?
Ella negó.
—Eso debería decidirlo yo.
Reí sin ganas.
—No lo entiendes. Estoy lleno de mierda, Carina. Todo de lo que vengo está
lleno de mierda, y no quiero que te pase a ti también.
No sé si comuniqué más de lo que quería decir, o tal vez menos de lo que ella
necesitaba, porque aunque mi mano cayese de su barbilla ella siguió mirándome con
sus ojos negros, estudiando dentro de los míos tan en profundidad que mandó
escalofríos a través de mi piel.
—¿Qué pasó, Luca?
Su pregunta me dejó congelado en el sitio. Era curioso cómo se habían
invertido los roles y ahora era ella la que conseguía ponerme nervioso a mí. No había
una respuesta sencilla a su pregunta, solo la verdad. Y la verdad dolía. La única persona
fuera de mi familia que lo sabía era Barrett.
—Luca.
El simple sonido de mi nombre en sus labios bastó para envalentonarme. Y
quizás yo nunca había hablado de esto con nadie. Quizás era mi mayor y peligroso
secreto guardado. Quizás era la cosa que más me aterraba en el mundo. Pero sentía
que a ella se lo podía decir. Que debía decírselo.
Me removí inquieto en la silla.
—¿Recuerdas que mi padre está en la cárcel? —Miré hacia ella a través de mis
pestañas. Mis dedos se removían entre ellos en una ardua lucha por mantenerme
quieto—. No he vuelto a verle desde que lo metieron allí. Sarah ha ido alguna vez de
visita. Dylan es aún muy pequeño y no quieren que entre allí. Ninguno de los dos
entiende tampoco exactamente qué pasó.
Estaba divagando, lo sabía. Tenía que decirlo de una vez.
—¿Qué pasó Luca?
Tomé aire antes de contestar.
—Mi padre violó a una chica.
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Sentí como el aire se volvió más pesado por segundos tras haber dicho aquella
declaración. La sangre burbujeaba dentro de mí con nerviosismo y miedo. Me atreví a
mirar a Carina y ella escondió sus ojos de mí. Mis peores temores se hicieron realidad.
Ahora que ella lo sabía la había asustado. Seguramente me repudiaba como hicieron
todos los amigos que tenía entonces, todos menos Barrett. Aunque tal vez fuese lo
mejor. No la beneficiaba estar cerca de mí.
Y yo tenía que salir de allí.
Estaba comenzando a levantarme de la silla cuando una mano pequeña se
cerró alrededor de mi muñeca y me obligó a pararme. Carina me estaba mirando con
sus grandes ojos oscuros abiertos como señales de tráfico.
—¿Es por eso que no quieres estar conmigo?
Me había malinterpretado totalmente.
—Yo nunca he dicho que no quiera estar contigo —Conseguí decirla. Mi cabeza
se había convertido en una masa inestable de emociones—. Quiero más que solo eso,
Carina. Quiero acabar este trabajo, solo para empezar. Pero lo quiero hacer para poder
salir fuera de esta biblioteca y cogerte de la mano de nuevo. Pasear por los pasillos y
las calles y que la gente pueda ver que eres mía. Yo quiero…
No pude terminar la frase. No pude hacerlo porque Carina se levantó de su silla
lanzándose contra mí. Sus brazos se enredaron en un abrazo alrededor de mi cuello y
sus labios se estrellaron contra los míos en un suave golpe. El aire escapó dócil de mis
pulmones cuando mi labio inferior quedó atrapado entre los suyos. Ya podía sentir su
sabor a cereza.
—Eres. Inmensamente. Tonto —habló Carina entre beso y beso de una forma
que hizo que estuviese a punto de perder el control sobre mi cuerpo—. Si piensas que
no eres bueno para mí por eso… Eres. Muy. Tonto.
Y dejé que me besara como llevaba ya tiempo deseando que lo hiciera. Su beso
suave se fue tornando con los minutos más rápido y extasiado. Nuestras lenguas y
dientes entraron en juego y prácticamente no me di cuenta hasta que Carina se sentó
a horcajadas sobre mi regazo. Rompió por unos segundos el beso y abrió sus ojos
conectando con los míos. Brillaban tanto que eran cegadores.
Estaba definitivamente perdido en ella.
Mis manos volaban inquietas por su cuerpo. Su cintura, su cadera, la largura de
su brazo y piernas… Me alejé de su boca trazando un camino con mis labios pasando
por la línea de su mentón hasta su cuello. Todo mi interior se agitó cuando la escuché
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suspirar. Ni siquiera creo que se hubiese dado cuenta de que lo había hecho o de lo
increíble que eso sonaba.
Mis dedos se apretaron clavándose en la piel de sus caderas y ella afianzó con
fuerza sus piernas alrededor de mi cintura. Esta era con diferencia la situación más
caliente en la que me había visto envuelto.
Y tenía que pararla.
Los ojos de Carina me miraron con confusión cuando deslicé mis manos fuera
de su cuerpo y me alejé de ella. Nuestras respiraciones se juntaban ansiosas y
sofocadas.
—¿Tú…? —Comenzó a preguntar pero calló arrepintiéndose—. Lo siento.
Comenzó a levantarse de encima de mí. Agarré sus manos entre las mías
impidiéndoselo y la obligué a mirarme de vuelta.
—¿Qué pasa? —Demandé pero ella no respondió—. Carina…
Tomó aire dos veces antes de hablarme.
—No quieres acostarte conmigo, ¿verdad?
Si alguien me diese una ostia en ese momento no me hubiese quedado más a
cuadros.
—¿Es una broma? Claro que quiero. Pero no voy a dejar que nuestra primera
vez juntos sea en una biblioteca, rodeados de apuntes. No, nuestra primera vez juntos
va a ser jodidamente especial, Carina.
111
CAPÍTULO 31
Narra Carina
Los siguientes días podría describirlos como los más felices desde que Jake se
fue a la universidad y mi madre a cuidar a mi abuela. El rumor de que Luca y yo
habíamos empezado a salir, según Rocky, se había extendido más rápido que la
pólvora. No era algo que me llamase la atención, después de todo Luca había
empezado a venir a buscarme cada mañana en su moto y me llevaba al instituto. Por
las tardes me obligaba a asistir a la clase de baile donde mi madre me había hecho
volver. Me había convertido en la profesora de un puñado de niñas de cinco y seis años
ansiosas por poder mantenerse sobre sus dedos del pie.
Lo peor de todo era cuando Luca se quedaba a presenciar la clase. Me sentía
extraña siendo observada por él mientras bailaba y enseñaba a bailar. Y al mismo
tiempo era cuando más lo disfrutaba. Totalmente contradictorio, ¿verdad? Aunque lo
mejor eran los besos. Cada uno parecía ser mejor que el anterior, aunque puede que
eso se deba a la práctica. Y Luca era muy bueno besando.
El viernes por la tarde me llevó a tomar un batido después del instituto. Al día
siguiente era mi cumpleaños y decía que quería ser el primero en celebrarlo. Lo que no
me esperaba era encontrarme con una mesa llena de gente esperándonos.
—Pensé que te gustaría tener tu propia fiesta sin alcohol ni adolescentes
borrachos vomitando en el jardín de tu casa —susurró en mi oído cuando me detuve
de pleno en la puerta del bar, tomándome de la mano—. Vamos, no te van a comer.
La única cara conocida que vi en la mesa fue la de Rocky, quien no dudó en
empezar a cantar “cumpleaños feliz” cuando en cuanto me vio. Empezaba a pensar
que mi amiga carecía de vergüenza. Estaba sentada entre dos chicos rubios que
reconocí como los amigos de Luca. Los gemelos Shawn y Alan, si no me equivocaban. Y
ambos parecían muy felices de estar a su lado.
—¡Feliz cumpleaños! —Me saludó otra voz cuando llegamos a la mesa.
Fue entonces cuando me percaté de Jaden. Estaba sentado de espaldas a mí y
tenía un vaso de Dr. Pepper en la mano. Me alegre de verle allí, no se podía decir que
yo era una persona con muchos amigos. De quien no me alegré demasiado fue de ver a
Amy a su lado. Supongo que tenía que aceptarla, aunque fuese a la fuerza. Al fin y al
cabo ahora ellos dos estaban saliendo al igual que Luca y yo.
—Felicidades —me dio una escueta felicitación Amy. A juzgar por su sonrisa y
su expresión corporal se encontraba tan incómoda de estar allí como yo misma.
112
Ahogué un grito cuando Luca me abrazó por detrás, apoyando la cabeza en mi
hombro y pasando sus brazos alrededor de mi cintura. Sus manos se anudaron a la
altura de mi ombligo.
—Espero que no te moleste que me haya tomado la libertad de prepararte esta
pequeña celebración —susurró cerca de mi oído, solo para mí.
Mi piel se erizó cuando depositó un beso en la curvatura de mi cuello. Shawn,
Amy y Alan miraron hacia otro lado a propósito. Por el contrario Jaden ocultó una
sonrisa y a Rocky poco le faltó para sacar una foto. Solo esperaba que no hiciera lo que
sabía estaba a punto de hacer. Y lo hizo.
—Vamos, ¡daos un beso! —Prácticamente gritó en medio del bar.
Luca rió y sus carcajadas mandaron aire que chocó contra mi piel. Eso estaba
bien, me gustaba esa sensación. Y a él no pareció para nada avergonzarle, más que
nada porque no dudo en usar sus manos alrededor de mi cintura para girarme,
ponerme cara a cara con él y besarme delante de todos nuestros amigos.
¿Acababa de considerar a Amy como mi amiga?
—¡Con lengua! —Escuché que volvía a gritar Rocky.
Admitiré que me contuve de alzar la mano y enseñarla mi dedo corazón. Los
labios de Luca se estiraron en una sonrisa y atraparon los míos en un suave mordisco
antes de soltarme. Sin utilizar la lengua. Pero de verdad, no le hacía falta. Solo con eso
había conseguido que el calor creciese dentro de mí.
Deslizó su brazo tirando de mi cadera hacia él y me besó de nuevo, esta vez en
la mejilla. La expresión de Rocky me hizo querer darla un pañuelo para limpiarla las
babas. ¿A quién quiero mentir? Yo necesitaba un cubo para no derretirme.
—¿Batido o Dr. Pepper? —Me preguntó Luca acercando una silla para que me
sentase—. Espera, creo que sé la respuesta.
—Dr. Pepper de cereza —le sonreí y él pellizcó el puente de mi nariz antes de
irse a la barra a pedir.
Y de pronto me vi sola con dos amigos, la novia de uno de ellos que no estaba
muy segura si me odiaba, la caía bien o simplemente no me hacía aprecio, y los amigos
casi desconocidos de Luca. Incómodo.
—¿Es cierto lo que he escuchado sobre mañana? —Rompió el silencio Jaden—.
¿Va a haber una gran fiesta en tu casa?
113
O estaba teniendo un déjà-vu o esa no era la primera vez que Jaden me
preguntaba por una fiesta.
—Mi padre está organizando algo. Dice que no me deja tomar parte de los
detalles porque es sorpresa, y eso solo consigue asustarme más.
Todos rieron ante mi declaración. Y es que las fiestas de mi padre estaban
comenzando a hacerse sonar en el lugar. Solo desde que llegó ya había hecho tres y mi
cumpleaños sería la cuarta. Afortunadamente pude huir de la segunda y tercera
gracias a Luca, quien aprovechó esas noches para llevarme con él a su famoso “rincón
del chocolate” y tocarme canciones.
Lo más vergonzoso de todo fue tener que pasar al lado de su madre. Sabía que
ella estaba al corriente de Luca y de mí. Y por las sonrisas que me regalaba y el trato
amable también sabía que la idea no la desagradaba. Le envidiaba por habérselo dicho
ya a su madre. Yo en cambio no había hablado aun ni con mi padre ni con mi hermano.
No son precisamente temas fáciles de abordar con ellos. Con mi madre tuve la
oportunidad de decírselo un día hablando por teléfono con ella.
—Y mañana vendrá tu hermano, ¿verdad?
Asentí feliz hacia Rocky. Estaba muy contenta por la visita de mi hermano. No le
veía desde hacía mucho y ya tenía ganas de estar con él. Lo único malo de todo eso
sería tener que hablarle de Luca… Y rezar porque reaccionase bien.
—¿Tienes un hermano?
Miré hacia uno de los gemelos. Creo que ese era Shawn. Sus cejas se habían
unido convirtiéndose en una sola y no me gustó la expresión suspicaz en su rostro.
Tampoco era algo tan extraño tener un hermano.
—Sí, pero está ahora en la universidad —Respondió por mí Rocky—.
Estudiando marketing si no me equivoco.
El ceño de Shawn se frunció más y decidí ignorarle. Luca me había traído para
que me divirtiese, no para que pasase un mal rato porque no le cayese bien a uno de
sus amigos.
—Un Dr. Pepper bien frio para la chica del cumple —apareció de vuelta a mi
lado Luca, trayendo mi bebida y acercando una silla para sentarse a mi lado.
—No es hasta mañana —le saqué la lengua aunque acepté con gratitud el
refresco.
Él se había pedido un batido de chocolate. Que dulce. Justo como había
descubierto durante esos últimos días que era él. Una persona más dulce, atenta y
114
amable de lo que dejaba descubrir a los demás. Dudaba que él mismo se diese cuenta
de eso.
—Todavía se me hace raro verte con novia, Luca —suspiró Amy observando
cómo él tomaba mi mano por encima de la mesa.
—Mira quién habla de cosas que se hacen raras —rió él mirando
intermitentemente de ella a Jaden—. Además, ¿por qué todos parecen pensar que yo
no puedo tener novia?
Me gustó la forma en la que se hizo el ofendido. Tenía razón, las personas se
sorprendían al saber que yo no era un simple ligue para él.
—¿Cuántas novias has tenido antes? —Preguntó el otro gemelo no malvado,
Alan.
Luca rodó los ojos mientras los demás reían. Apreté mi mano sobre la suya
confidentemente. Yo había sido la primera. Y era todo un alago.
Descubrí placenteramente que pasar tiempo con aquellas personas no era tan
malo como había temido en un principio. Rocky había congeniado bastante bien con
los gemelos, y el gemelo malvado al final resultó ser más amigable cuando no fruncía
el ceño y contaba chistes que más bien parecían monólogos. Y Amy parecía menos
bruja ahora que estaba con Jaden. Resultó que teníamos varias cosas en común, como
el gusto musical. ¡Y ella también bailaba! Podía ser simpática cuando no era tu
enemiga.
Tras casi dos horas de muchas conversaciones y risas, seguidas de vasos y más
vasos de Dr. Pepper, decidimos que ya era hora de volver a casa. Estaba saliendo del
local cuando Rocky entrelazó mi brazo con el suyo apartándome de Luca.
—Lamento romper el encanto de la noche pero necesito secuestrar a mi mejor
amiga hoy —le dijo con total descaro tirando de mí lejos de él—. Fiesta de pijamas no
improvisada.
—¡Déjame al menos despedirme! —Gritó de vuelta Luca apartándome de ella y
estrechándome contra su pecho—. No te la voy a dejar sin luchar, necesito mi beso de
despedida.
Escuché cómo Jaden reía a nuestro lado mientras se alejaba con Amy.
—Empalagoso… —murmuró mi amiga pero no se opuso.
Luca buscó mis ojos con los suyos y escondió un mechón de cabello rubio tras
mi oreja. No quería despedirme de él tan pronto, pero por otro lado odiaba
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convertirme en una de esas chicas que dejan de lado a sus amigos por su novio. Jamás
le haría eso a Rocky, además de que iba en contra de mis principios.
—Nos veremos en tu fiesta —susurró antes de besarme.
Y esta vez sí utilizó la lengua.
—¿Me quieres decir a qué se debe en realidad eso de “fiesta de pijamas no
improvisada”? —Exigí a Rocky una vez llegamos a mi casa—. Sabes que no tengo
ningún inconveniente, pero apreciaría que primero me pusieras al tanto…
—Sino no sería no improvisada.
Puse los ojos en blanco cuando ella se encogió de hombros. A través las
ventanas podía ver que la luz del salón estaba encendida. Y además había silencio. Me
impacienté por sacar la llave para abrir la puerta. Mi padre no podía estar tramando
nada bueno. Pero justo cuando estaba a punto de meter la llave en la cerradura el
pomo se giró desde dentro y la puerta se abrió.
Y mi hermano Jake apareció ante mí.
—¡Sorpresa!
Me quedé en estado de shock con la boca abierta mientras él me abrazaba
levantando mis pies del suelo como si fuera un pajarillo. Técnicamente para él lo era.
Jake no solo tenía un año más que yo, también me sacaba casi veinte centímetros de
altura y sus brazos eran como acero duro.
—¿Llegué justo a tiempo para felicitar a mi hermana pequeña por su
cumpleaños? —Sonrió ampliamente soltándome y posándome de nuevo en el suelo.
—Te has adelantado por un día —quería reñirle, pero estaba tan feliz de volver
a verle que todo salió entre risas y emoción—. ¿No ibas a venir mañana?
—¿Por qué madrugar cuando se puede viajar por la tarde? Además, tengo más
gente a la que ver. ¡Raquel! ¡No has cambiado nada en este tiempo!
Mi hermano me dejó de lado para ir hacia mi amiga y envolverla también en un
abrazo de oso. Ella le devolvió el abrazo con la misma vitalidad y una sonrisa en su
cara. Empezaba a sospechar a qué se debía la fiesta “no improvisada”.
—Te he dicho mil veces que no me llames Raquel, Jacob Barrett.
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Mi padre apareció en la puerta atraído por los gritos que habíamos estado
dando. Llevaba un teléfono móvil en su mano y vestía una camisa morada en la que
parecía que un arcoíris había vomitado encima.
—Voy a pedir pizza para cenar, ¿alguna petición en especial?
Un silencio tenso le siguió. No por mi culpa. Tampoco de Rocky. Fue por Jake. Él
odiaba a mi padre. No tenía muy claro que ocurrió entre ellos dos más allá del divorcio
de nuestros padres, pero jamás habían podido volver a convivir juntos bajo el mismo
techo. Mi hermano le dio la espalda descaradamente a mi padre, negándose a mirarle.
Me iba a esperar un cumpleaños curioso.
—Para mí con salchichas —dije finalmente tratando en vano de aliviar la
tensión.
Mi padre asintió y volvió dentro de la casa. A pesar de que estos largos (pero
muy largos) días de convivencia con él no habían sido fáciles, había empezado a crear
un extraño vínculo padre e hija con él, y el comportamiento de mi hermano me
molestaba porque sabía que le hería. Nuestra madre siempre quiso que nos
llevásemos bien con nuestro padre, y se notaba que él también buscaba eso.
Fue una cena muy tensa. Especialmente por Jake saliendo de casa a mitad de
ella después de unos cuantos intentos de mi padre por iniciar una conversación. Todo
se volvía pesado alrededor de ellos. Y aunque esté mal decirlo, por un lado me alegré
cuando Jake salió de casa diciendo que iba a visitar a un amigo. Era tal la tensión que
todos necesitábamos un descanso.
No volví a verle hasta la mañana siguiente, en mi cumpleaños. Me había
despertado relativamente pronto con un mensaje de Luca cargado de emoticonos y
una nota de voz de él cantándome feliz cumpleaños. Estaba por ponerla de tono de
llamada. Salí de mi cuarto pensando que mi amiga ya estaría abajo desayunando y que
tal vez necesitase ayuda para tratar con mi padre y Jake al mismo tiempo cuando, al
acercarme a las escaleras, escuché unas voces procedentes del cuarto de mi hermano.
Eran Raquel y Jake.
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CAPÍTULO 32
Narra Luca
La pre-fiesta de cumpleaños de Carina fue mejor de lo que esperaba.
Realmente había estado nervioso por qué pasaría. Juntar a mis amigos, su amiga,
Jaden y Amy no se veía al principio como un plan que pudiese funcionar, pero estar
ambos solos por muy bonito que fuese no la iba a hacer tan feliz como disfrutarlo con
más gente. Ella era una chica muy agradable y sociable escondida bajo esa máscara de
timidez. Verla reír y hablando con todos no podía haberme gustado más.
—Oye Luca, ¿tú sabías que Carina tiene un hermano? —me preguntó Shawn
mientras caminábamos hacia su coche y mi moto.
Le miré desorientado.
—Sí, lo ha nombrado alguna vez, ¿por?
—¿Lo nombró? Vamos qué… ¿Sabes su nombre?
Este chico estaba empezando a inquietarme.
—Shawn, macho, tienes que dejar los porros. ¡Claro que sé su nombre! Es mi
novia, sé cosas sobre ella.
El rostro de mi amigo continuó mirándome de forma atolondrada durante unos
segundos hasta que finalmente sacudió la cabeza y cerró los ojos como si algo en su
mente hubiese colapsado. ¿Qué demonios le pasaba?
—Oye, ¿estás bien?
—Sí, sí, yo… Nos vemos mañana en la fiesta de Carina.
Asentí aun algo preocupado mientras él se metía dentro de su coche. Alan se
acercó para despedirme y me dio unos golpes en la espalda con fuerza.
—Increíble, tío. Jamás pensé que llegarías a tener novia y… Increíble.
—Dímelo a mí.
Cuando llegué a casa mi madre no tardó ni medio segundo en abordarme a
preguntas sobre Carina y qué tal había ido la fiesta. No la había visto tan alegre sobre
mis temas amorosos desde… nunca. Podría apostar que era más feliz que yo por mi
relación. Si eso fuese posible, claro.
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—Solo para que lo recuerdes —escuché a Dylan de la que caminaba hacia mi
habitación—. Yo me la había pedido primero.
Maldito niño. Lo mejor de todo es que tenía razón, lo había hecho. Me agaché a
su lado y revolví su pelo haciendo que bufara y tratase de apartarme con sus pequeñas
manos.
—Lo siento D, pero no puedo compartirla. Ella ha escogido.
Los ojos de mi hermano me fulminaron con odio. Procuré morderme la lengua
para no echarme a reír o eso le enfadaría más.
—Tú solo espera… ¡En unos años seré los suficientemente mayor para que ella
se fije en mí! —Y tras gritarme eso se alejó corriendo de mí, parándose antes de volver
al salón—. ¡Y para que lo sepas, voy a ser mucho más guapo que tú!
—Has roto su corazón, hermanito —canturreó Sarah posando una mano en mi
hombro y luego alejándose por la misma dirección que Dylan.
—Vamos, sabes que yo no… Oye, ¿quién te ha comprado esos pantalones?
Como toda respuesta mi hermana me enseñó su dedo corazón y luego escondió
su mano en uno de los casi inexistentes bolsillos traseros de sus casi inexistentes
pantalones cortos. Entre mis dos hermanos iban a conseguir volverme loco.
Me di una larga ducha para quitarme todo de encima. En mi casa últimamente
las cosas se estaba descontrolando. Sarah se pasaba prácticamente todos los días
fuera y cada día nombraba a una amiga diferente. A mi madre la habían bajado el
sueldo y además aumentado las horas de trabajo y Dylan me odiaba. Usualmente
llegados a este punto hubiese necesitado fumarme algo para relajarme, pero hacía
varios días que no lo hacía. Desde que empecé a salir con Carina. Ella se había
convertido en mi nuevo relajante, y funcionaba mucho mejor.
Ya era de noche cuando salí de la ducha con el pelo mojado empapándome los
hombros de la camisa. Empezaba a sospechar que necesitaba un buen corte. La casa
estaba en silencio y dudaba que quedase alguien despierto. Pero yo aún no tenía
sueño.
Salí por la puerta intentando hacer el menor ruido y caminé en cuclillas hacia el
rincón del chocolate. Una sonrisa tonta se escapó de mis labios cuando tomé el pomo
de la puerta y me acordé de las últimas veces que había estado allí. Con Carina. Ella
siempre me pedía que le tocase la guitarra, y a mí me encantaba hacerlo para luego
verla bailar alrededor del lugar. Ambos sentíamos la música, aunque fuese de formas
diferentes.
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Me encontraba tocando una de las canciones que más la gustaban a ella
cuando la puerta del cobertizo se abrió iluminando la entrada y una figura oscura se
atravesó en el hueco que quedó. Dejé de tocar inmediatamente.
—Joder Luca, sé que soy digno de admiración pero tampoco es para que pares
de tocar por mí.
Me quedé quieto con la guitarra en la mano mientras la figura se adentraba
más y la luz iluminaba su cara.
—¿Ni un puto abrazo de bienvenida para tu mejor amigo? ¿Qué modales son
esos, macho?
—Serás cabrón Barrett…. ¡No me dijiste que venías!
Aparté la guitarra a un lado y me levanté para ir a saludar a mi amigo. No podía
creerme que estuviese aquí. Mi mejor amigo. Casi como mi hermano. Aparte de las
conversaciones por teléfono no habíamos tenido más contacto desde que se fue a la
universidad. No sabía si tenía idea de lo contento que estaba de verlo.
—¿Sorpresa? —Bromeó él rompiendo el abrazo.
—Joder, te miro y sigo sin creer que estás aquí —Le solté con una sonrisa en mi
cara.
—Tío, estás empezando a volverte demasiado cursi.
—Calla marica, tengo todo el derecho del mundo a ser lo cursi que quiera.
Ambos reímos y luego él dirigió sus ojos hacia la guitarra que había dejado en el
suelo. Caminó hacia ella y la recogió en sus manos.
—Me alegra que sigas tocando. Pensé que ibas a dejarlo cuando me fui.
Me mordí el labio tentativamente. Así era.
—Iba, pero… Digamos que últimamente he estado mucho alrededor de una
chica muy insistente que me obliga a tocarla canciones todo el tiempo.
Las cejas de Barrett se alzaron y me miró con una mezcla de asombro y
curiosidad.
—¿Has traído a esa chica misteriosa aquí? —Mi silencio fue la respuesta
afirmativa que obtuvo—. Joder Luca, vas a tener que presentármela. Nunca traes
chicas aquí.
—¿Qué quieres que te diga? Ella es especial, es mi novia.
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—Te dije ya que te estás empezando a volver demasiado cursi y… —Barrett
cayó a media frase. Hice mi mayor esfuerzo por no reírme mientras casi podía leer la
información procesándose en su cabeza—. ¿Dijiste tu novia?
—Dije mi novia —asentí con la sonrisa de gilipollas que se me dibujaba siempre
que pensaba en ella.
Barrett dio una palmada sonora al aire y luego volvió a mi lado. Atrapó mi
cabeza debajo de su brazo y con los nudillos empezó a apretarla y revolverme el pelo
sin dejarme salir. Sus carcajadas llenaban el espacio.
—Mierda Luca, no me habías dicho nada.
Conseguí salir de debajo de su agarre perdiendo el equilibrio y tropezando. Me
sostuve a una columna para no caer al suelo.
—Y tú tampoco que venías. ¿A qué se debe esto, por cierto?
—Asuntos familiares —Respondió escuetamente. Él pocas veces hablaba de su
familia—. Pero no me cambies de tema, capullo. ¿Así que chica misteriosa es tu novia
ahora?
Estuvimos hablando por largo tiempo, justo como en los viejos tiempos. Me
gustaba tener a Barrett de vuelta, aunque solo fuese por un fin de semana como él
dijo. No hablamos mucho de Carina. Él estaba feliz de que por fin tuviese una novia.
Decía que lo merecía desde hacía tiempo.
Cuando se fue consulté mi móvil y me di cuenta de que ya eran más de las doce
de la noche. El cumpleaños de Carina. No perdí el tiempo en enviarla un alegre
mensaje de felicitación con muchos emoticonos, como sabía que a ella la gustaban. No
la llamé porque posiblemente a esas horas ya estuviese dormida. Aprovechando que
estaba solo en el cobertizo la envié también un audio cantándola cumpleaños feliz.
Ojalá pudiese estar allí para ver su cara cuando lo escuchase por la mañana.
Estaba deseando volver a estar a su lado de nuevo.
121
CAPITULO 33
Narra Carina
Sé que escuchar detrás de la puerta es de mala educación. Siempre me dijeron
que eso estaba mal y no debía hacerlo. ¿Pero quién puede culparme cuando al pasar al
lado de la habitación de mi hermano le escucho a él hablando junto con mi mejor
amiga, y además utilizando la palabra con “A”?
De hecho tengo una lista enumerada de razones por las que tenía todo el
derecho a escucharlos, la cual ideé mientras me acercaba de puntillas a poner mi oreja
en la puerta.
Razón número uno: estaban en mi casa.
Razón número dos: Rocky no me había contado nunca nada sobre Jake, y los
secretos entre amigas están prohibidos.
Razón número tres: la conversación empezaba a escucharse tan alto que podría
haberme quedado parada en el descansillo y aún así oírles.
Razón número cuatro: ¿no son suficientes tres razones? Pero que conste,
podría seguir enumerándolas.
—Llevo enamorado de ti mucho tiempo, y lo sabes —escuché que decía mi
hermano. Me tapé la boca con la mano sorprendida—. En la universidad no…
—No necesito que me expliques que hiciste o dejaste de hacer en la
universidad —le interrumpió ella. Su voz sonaba tranquila aunque elevada—. Nunca
me prometiste nada.
—Pero te besé.
Mi mano cayó muerta de mi boca. Esto era demasiado para habérmelo
ocultado durante tanto tiempo. ¿Por qué endiablada razón ni mi hermano ni mi amiga
me dijeron nada sobre ello? Podría considerarlo como alta traición de no ser por el
estado de shock en el que esa repentina información me había dejado.
Es decir, siempre supe que entre ellos dos iba a haber algo… Algún día, no que
ya había sucedido.
¿Y por qué no me contaron nada?
122
Entonces caí en la cuenta de algo. Habían dejado de hablar. Después de la frase
de mi hermano ya no habían vuelto a decir palabra. Y una de dos, o la situación se
había vuelto muy tensa o…
Abrí la puerta de la habitación de mi hermano de par en par sin llamar,
sobrecogida por una inesperada reacción de curiosidad. Ojalá pudiera borrarme esa
imagen de mis ojos.
Jake, vestido solo con unos bóxers, estaba besando a Rocky de una forma que
solo aparecía en las películas para adultos. Pero es que no solo la estaba besando. La
espalda de mi amiga estaba contra la pared y sus piernas habían formado un agarre
alrededor de la cintura de Jake. Las manos de mi hermano estaban en su… Ni siquiera
puedo describir eso. Asqueroso.
Estaban tan ocupados comiéndose el uno al otro que ni se dieron cuenta de
que había abierto la puerta de la habitación. Fantástico. Espectáculo nauseabundo
gratuito.
Me aclaré la garganta para llamar su atención.
—¿Perdonad? ¿Puedo saber de qué va todo esto?
El beso quedó suspendido en el aire. Literalmente, como mi amiga. Sus rostros
se alejaron y luego se giraron hacia mí. No sabría decir quien puso cara de más
sorpresa. En menos de dos segundos Rocky volvía a tener los pies sobre el suelo y su
cuerpo estaba a un metro de distancia del de mi hermano.
Ninguno de los dos habló.
—Como ahora me digáis que “esto no es lo que parece” voy a pensar que tengo
un grave problema de miopía.
De nuevo más silencio seguido de miradas incómodas. Perfecto.
—Lo que sea, sois increíbles —murmuré ofendida y un tanto enfadada.
Me di la vuelta y salí de la habitación de mi hermano sin muchas ganas de
enfrentarme a ninguno de ellos. Por un lado me sentía culpable por haber
interrumpido lo que parecía un beso de reconciliación, pero por otro lado estaba el
alto ultraje hacia nuestra amistad por parte de Rocky y la desconfianza de mi hermano
al no contarme algo así.
Bajé a la cocina a desayunar. No había señales de mi padre por ningún lado. Lo
mismo todavía seguía durmiendo. Estaba volcando leche sobre mis cereales cuando mi
teléfono vibro. Era una nota de audio. De Luca.
123
“Tengo ganas de que sea esta noche y poder verte”
Sonreí al escuchar su voz en mi teléfono. No le había devuelto un mensaje
agradeciendo la felicitación. Pulsé el botón de grabar y envié otra nota de voz de
vuelta.
—Muchas gracias por la felicitación, has sido la primero. Y yo también tengo
ganas de verte.
Solté el botón y envié el audio. Segundos después alguien habló a mi lado.
—¿A quién tienes ganas de ver?
Me giré hacia mi hermano. Había bajado a la cocina con la decencia de ponerse
una camiseta y pantalones.
—No te interesa —contesté en tono borde aun malhumorada por lo que había
visto en su cuarto.
—¿Estás saliendo con alguien? —Insistió. Pesado.
—Te he dicho que no… ¡Eh!
Antes de que pudiera evitarlo Jake me arrebató el teléfono de las manos y miró
la pantalla.
—¿Mr. Idiota? ¿Llamas a tu novio Mr. Idiota?
Me levanté y conseguí mi móvil de vuelta antes de que siguiera investigando y
descubriera cosas que no quería. Aun no había cambiado el nombre de Luca en el
directorio de mi teléfono. Me gustaba como sonaba su viejo apodo. Mr. Idiota.
—Nadie ha dicho que sea mi novio —le gruñí guardando el teléfono en mi
bolsillo.
Vibró con un nuevo mensaje. Ojala pudiese sacar a mi hermano de la cocina y
leer el mensaje de Luca.
—¿Bromeas? A ese tipo se le faltó poner que te quiere.
Y eso fue un golpe bajo. Porque después de todas las cosas que nos habíamos
dicho y lo que habíamos pasado juntos, Luca aun no me había dicho que me quería. Ni
yo a él, siendo justos.
—Es mi vida, no te metas en ella —Le espeté entrecerrando los ojos.
Jake se cruzó de brazos.
—Soy tu hermano, tengo todo el derecho a saber que…
124
—¿Cómo yo también a enterarme que te estás liando con mi mejor amiga? —
Le enfrenté acallándolo.
Su expresión se suavizó y los rasgos enfadados fueron despareciendo. A Jake
nunca le gustó que yo estuviese con chicos, y aunque sabía que a la larga tendría que
presentarle a Luca prefería que fuese a la muy larga.
—No sabíamos como decírtelo.
—Oh, vamos, que no me lo niegas.
Mi hermano se encogió de hombros con una sonrisa traviesa que no me gustó
nada.
—Tú misma nos acabas de ver, y ya no tienes edad para creerte que solo
estábamos…
—Calla, no quiero oír ninguno de tus chistes —suspiré y tomé un trago de mi
tazón de cereales.
Jake sonrió a mi lado. Sabía que me había ganado. Pasó un brazo alrededor de
mi cuello y me besó en la mejilla con tanta fuerza que casi escupo los cereales que
tenía en la boca.
—Feliz cumpleaños Carina. Y no la pagues con Raquel, ella tampoco sabía cómo
decírtelo.
Rodé los ojos y continué con mi desayuno. Mi hermano agarró un bollo y salió
fuera de casa. Era cuestión de tiempo esperar a que Rocky bajase.
Me dio el tiempo justo de acabar mi bol de cereales antes de que ella bajase a
la cocina. Se paró quieta en el marco de la puerta, mirándome con los labios apretados
y cara de circunstancias. Suspiré y caminé hacia ella.
—¿Sabes que no me hubiera enfadado si me lo hubieses contado, verdad? —
Rocky bajo los ojos a sus pies. Iba a tener que ser más condescendiente de lo que me
apetecía. Al fin y al cabo era mi cumpleaños, no quería malos sentimientos durante
este día—. Jake ya habló conmigo. No pasa nada, no necesitáis mi permiso para salir
juntos ni nada.
Mi amiga elevó la cabeza mirándome con sus ojos muy abiertos.
—No estamos saliendo. Ni somos novios. Nosotros solo…
—Por favor, no me digas que amigos con derecho a roce —gemí y ella
finalmente rió relajándose.
125
—Tal vez.
Gruñí tal como le había gruñido a mi hermano antes y sus mejillas se
sonrojaron.
—Solo que es raro… Él me besó antes de irse a la universidad y no volvimos
hablar nunca de ello y…
—Lo pillo, lo pillo —la interrumpí de mala gana elevando mi mano—. Es
complicado.
—Podría decirse que lo es.
Nos quedamos en silencio un buen rato. Millones de preguntas pasaban por mi
cabeza y tuve que decir una de ellas. Inmediatamente me arrepentí.
—¿Ya lo habéis hecho? No, espera, no quiero saberlo. Ni imaginarlo. Ni
pensarlo. ¿Por qué demonios hablé?
Rocky rio de mi desgracia.
—Diablos, ya entiendo por qué no me dijisteis nada. Creo que estaba mejor sin
saberlo.
—¿Entonces no estás enfadada conmigo? —Preguntó, y aunque trató de sonar
casual yo sabía que esa pregunta la estaba carcomiendo por dentro.
—Siempre y cuando no me mortifiques con detalles que no quiera saber… No,
no estoy enfadada.
Los labios de mi amiga se contorsionaron en una amplia sonrisa, enseñándome
los dientes blancos y alineados. Fui incapaz de resistirme a copiarla. Segundos después
tuve sus brazos alrededor de mi cuello y sus dedos dando tirones de mi oreja.
—¡Felices diecisiete años!
La casa estaba llena de gente al igual que en cada fiesta que daba mi padre. Yo
ya había sabido desde el principio que no me iba a gustar estar allí, pero mi padre se
había empeñado en que siendo mi cumpleaños que menos que asistir. Al menos no se
olvidó de felicitarme y me regaló un precioso cuaderno de tapas duras con una pluma
a juego. Él sabía lo mucho que me gustaban esas cosas.
La gente me saludaba cuando pasaba a mi lado, algo completamente novedoso
para mí días atrás. De hecho había personas que no conocía de nada. Rocky me había
abandonado después de tirarme de las orejas por al menos décima vez y se había ido a
126
“hablar” con mi hermano, así que cuando Jaden y Amy aparecieron por la puerta no
creí poder ser más feliz. Increíble que dijese eso, ¿verdad?
—¡Feliz cumpleaños! —Me saludó él envolviéndome en un gran abrazo.
En el día de hoy estaba recibiendo demasiados abrazos.
—Gracias, me alegro de que estéis aquí.
Jaden me soltó y entonces quedé cara a Amy. Situación extraña.
—Felicidades —musitó ella con una pequeña sonrisa. No parecía forzada, más
bien tímida.
—Gracias.
Notando la tensión de la situación Jaden pasó un brazo posesivo sobre los
hombros de Amy atrayéndola hacia él. Y eso a pesar de que ella era más alta que él.
Aun así no podía dejar de notar que hacían una bonita pareja.
—Vamos a pillar algo de beber —se despidió Jaden girando hacia la cocina—.
Por cierto, he visto a Luca aparcando la moto de la que entrábamos dentro.
¿Y me decía eso ahora? Jaden y Amy se alejaron de mí mientras me giraba
hacia la entrada de la casa. Y ahí le vi.
Luca estaba apoyado en el marco de la puerta con esa pose prepotente que
tanto le gustaba hacer. Vestía unos vaqueros oscuros desgastados y, lo más
asombroso, una camisa de vestir azul. Se había cortado el cabello aunque aun estaba
lo suficientemente largo como para poder hundir mis dedos en él. Sus brazos estaban
cruzados sobre su pecho y sus cejas alzadas en mi dirección.
Corrí hacia él en cuanto sus ojos azules se encontraron con los míos.
Tuvo el tiempo justo de separarse de la pared y abrir los brazos antes de que yo
me lanzase sobre él y envolviese los míos alrededor de su cuello. Me abrazó como
muchos habían hecho a lo largo del día, solo que el suyo fue distinto. Con Luca se
sentía distinto. Respiré su olor a colonia de hombre sintiéndome sobrecogida.
—Si todos los saludos que me vayas a dar son iguales, podría empezar a pagar
por ellos.
Reí escondiendo mi cara en el hueco de su cuello y le abracé con más fuerza. Su
mano trazó un camino en mi espalda.
—Feliz cumpleaños.
127
Me separé de él y me puse de puntillas para darle un beso casto en los labios.
Cuando me aparté su rostro bajó unos centímetros junto con el mío en busca de más.
—Eres malvada, me dejas con las ganas —Se quejó achicando sus ojos—. Por
cierto, ¿cuánto tiempo tengo que esperar para darte mi regalo? Tengo muchas ganas
de verte con él.
—¿Te das cuenta de que con esa pregunta acabas de romper todo el encanto
de qué podrá ser?
—Nunca fui muy detallista, así que probablemente habrás acertado —se
encogió de hombros soltándome y tomando mi mano entre las suyas—. Tampoco he
sido nunca muy fan de los cumpleaños, pero por ti haré la excepción.
—Supongo que gracias.
Comencé a tirar de él dentro de la fiesta. Justo cuando llegamos a la altura de
las escaleras me frenó.
—¿Qué haces?
Su ceño fruncido y su cara de confusión me hicieron reír. Me acerqué y le di un
beso en la mejilla haciendo que su desconcierto aumentara.
—Decías que tenías ganas de darme mi regalo.
Y dicho eso tiré de él escaleras arriba sin que opusiera resistencia.
Milagrosamente hasta el momento el piso de arriba se había librado de la gente. No
sabía si se trataba de una regla no escrita de las fiestas de mi padre pero me alegraba
por ello. Pensar que personas desconocidas podrían haber subido a mi cuarto a hacer
cosas que yo aun no había hecho me ponía los pelos de punta.
—¿Estás segura de esto? —Me preguntó Luca viendo como abría la puerta de
mi cuarto y le empujaba dentro—. Encerrarnos en un cuarto, solos, durante una
fiesta…
—Eres mi novio, nadie lo va a ver extraño.
Novio. Esa palabra sonaba rara cuando la pronunciaba y me producía vértigos
en el estómago. Él era mi novio.
Cerré la puerta detrás de mí y quedamos en la semioscuridad de mi habitación.
La única luz que llenaba el cuarto procedía de la ventana abierta. Luca tomó mi mano y
me atrajo hacia él haciéndome girar.
—Estás preciosa hoy.
128
Me había puesto unos pantalones negros y una blusa larga y azul que brillaba
cuando le daba la luz. Rocky había trenzado mi pelo a un lado de mi cara y pequeños
rizos caían sobre mi frente y rostro. En cuanto al maquillaje, nada. Había preferido
natural. Además, a Luca le gustaba más cuando era yo sin maquillaje.
—Estoy como siempre —contraataqué riendo cuando él acercó sus labios a los
míos.
—Pues eso, preciosa.
Y luego me besó.
Me fundí en los labios de Luca como el chocolate cuando lo acercas al calor. Mi
cuerpo no tardó en reaccionar a sus suaves caricias y amoldarse a su forma. Con mi
mano en la suya me apretaba contra él lo más cerca que podía, ansiando estar más
próximos. Ya eran muchas las veces que había deseado estar más cerca de él que solo
con un simple beso. Cada vez que estábamos a solas algo en mi interior palpitaba
queriéndolo, irritándose y enfadándose cuando no lo conseguía.
—Te recuerdo que vinimos aquí para que te diese mi regalo —habló contra mis
labios Luca, pero yo no le dejé interrumpir el beso—. Carina…
Haciendo una especie de gemido-suspiro Luca se separó de mí, poniendo
distancia entre nosotros con sus manos. Mi respiración se había acelerado solo con ese
simple beso. Me alegra decir que la de él también. Iba a protestar por lo que había
hecho cuando metió sus dedos dentro de su bolsillo y de él sacó una pequeña caja
envuelta en papel de regalo plateado.
Agarré con una inesperada avidez la caja entre mis manos y comencé a
desgarrar el papel sin preocuparme lo más mínimo por encontrar el celo. Luca observó
la habitación en penumbra con curiosidad.
—Hacía tiempo que no subía a tu cuarto. ¿Esta vez no me mandarás saltar por
la ventana, verdad?
Apenas le hice caso cuando conseguí apartar el papel y lanzarlo al suelo. La caja
era pequeña y azul, con un lazo oscuro adornando la tapa. Al abrirla descubrí un
cadena plateada con entrelazado fino. En el borde de ella había un colgante con forma
de pergamino y mi nombre grabado en él.
—Pruébatelo.
Luca había apareció a mi lado. Sin mirarme recogió el collar en su mano y abrió
el cierre para colocármele. Tragué saliva cuando su mano apartó la trenza y sus dedos
rozaron la piel de mi espalda y cuello. Siguió tocándome aun cuando el collar estaba
atado pero no dije nada. No lo iba a hacer.
129
Finalmente me giró para poder verme a la cara y su contacto me abandonó. La
electricidad seguía aún mandando descargas en mi piel.
—Mucho mejor así —sonrió mirando hacia el colgante en mi cuello. Se le borró
cuando yo no dije nada—. Mierda, te dije que era malo con los detalles y los regalos y
yo…
—No, no, no —negué al notar que estaba entrando en un bucle sin fin de
disculpas innecesarias—. Me gusta. Mucho. Solo que aun no puedo creer que tú me
hayas dado un regalo por mi cumpleaños.
Sus cejas se juntaron hasta ser una sola.
—¿Por qué no? Soy tu novio.
—Por eso mismo. Porque eres mi novio. Aun me resulta difícil creer que
nosotros… ¡Vamos, yo nunca te gusté!
Fue mi turno de fruncir el ceño cuando Luca se rió con fuerza delante de mis
narices. Odiaba esos momentos en los que parecía que él sabía algo que yo no. Cuando
las carcajadas cesaron colocó sus manos en mis mejillas y acercó mi rostro al suyo.
—Siempre me gustaste. Otra cosa es que me costase admitirlo.
—Eres idiota —susurré y acorté la distancia para poder besarlo de nuevo.
Su boca no fue dócil contra la mía esta vez. Me atrapó de sorpresa cuando sus
labios arremetieron con vigor contra los míos y sus manos se enredaron detrás de mi
cintura pegándome con fuerza a él. Envolví mis brazos alrededor de su cuello, con mi
corazón acelerándose a la par que mi respiración con cada bocado desesperado de
Luca.
Una de sus manos estaba comenzando a bajar hacia mi trasero cuando la
puerta de mi cuarto se abrió de repente.
No nos dio el tiempo suficiente para separarnos sin ser descubiertos. Entorné
los ojos por la repentina claridad hacia la figura que había en la puerta. Mi corazón se
encogió cuando me di cuenta de quién era.
Jake.
Lo que no esperaba fue lo que mi hermano dijo, o más bien preguntó.
—¿Luca?
130
CAPÍTULO 34
Narra Luca
Lo que los ojos de Barrett me estaban diciendo no era nada bueno. Su mirada
iba intermitente de Carina a mí y sus puños se fueron apretando por momentos. Había
algo en la posición de su figura y la llama de sus ojos que me daba mala sensación.
Detrás de él apareció Raquel, quien encendió la luz del cuarto. Miró con disculpa a su
amiga.
—Oyó a Jaden decir que subisteis aquí, no lo pude detener.
Carina dio un paso hacia delante alejándose de mí. Mi cerebro estaba sufriendo
un colapso de información cuando todo empezaba a cobrar sentido. No podía ser real.
Hasta que Barrett me habló. Sus ojos se clavaron oscuros y furiosos en los míos.
—¿Qué se supone que estás haciendo con mi hermana, Luca?
No acababa de decir lo que había escuchado.
No podía ser cierto.
—¿Tú… hermana? —Repetí sintiendo que algo en mi pecho crecía hasta
explotar.
Barrett se quedó quieto en la entrada de la habitación mirándome como si
quiera hacerme de todo, empezando por pegarme una ostia y terminando por cavar
mi tumba. Su hermana. Carina era su jodida hermana. Y yo había estado lo
suficientemente ciego por ella como para no darme cuenta.
Carina empezó a notar que algo iba mal entre nosotros, tal vez por el silencio
asfixiante que se había creado o por la electricidad asesina cruzando de los ojos de
Barrett a los míos.
—Jake —llamó a su hermano dando un paso hacia él—. ¿Qué pasa?
Tragué saliva. Jake. Ella nunca lo había llamado Barrett, siempre Jake. Y yo
nunca me había referido a él por su primer nombre.
—Sal de la habitación Carina —fue la única contestación que recibió de él,
quien entró en el cuarto y se colocó a su lado—. Necesito tener unas palabras con mi
mejor amigo.
Maldije y mi obligué a apartar los ojos de ella cuando la sorpresa la alcanzó. Sus
enormes ojos oscuros se abrieron comprendiendo lo que había ocurrido, aquello de lo
131
que ninguno de los dos nos habíamos dado cuenta. Cuando volví a mirarla sus ojos
seguían en mí, la pregunta silenciada en ellos. Asentí con pesar y ella los cerró con
fuerza. Barrett posó una mano en su hombro incitándola a salir.
—Déjame, no voy a dejaros solos —arremetió contra él.
Me enorgullece decir que su hermano no se había esperado eso. Sus cejas se
alzaron y miró de ella a mí con sorpresa. Estaba a punto de contestarla algo que
seguramente no querría haber escuchado cuando le interrumpí.
—No pasa nada Carina. Barrett y yo tenemos… que hablar.
—Pero yo… —se mordió un labio indecisa, la tensión de la situación podía
palparse—. Está bien.
Finalmente salió fuera del cuarto seguida de Raquel. Me dio tiempo a echar un
último vistazo a su blusa brillante y su cabello trenzado antes de que la mirada de
Barrett se interpusiese en la trayectoria de mis ojos. La puerta se cerró y quedamos
solos.
Fue él quien terminó de romper la tensión generada entre nosotros dándome
un puñetazo en el la cara.
—¡Joder! —Aullé con dolor, tropezando hacia atrás y llevándome la mano a la
mejilla izquierda.
Barrett me miró sacudiendo el puño con el que me había pegado. A él también
le había dolido.
—Lo siento Luca, pero tenía que hacerlo —habló al cabo de unos muy largos
segundos—. Eres un capullo.
Respiré profundo mientras la sangre volvía a correr hacia mi cerebro. La
tranquilidad se instaló dentro de mi estómago. Conocía a Barrett, sabía que estaba
enfadado y probablemente lo estaría por largo tiempo, pero también que aquello no
iba a romper nuestra amistad. Su extraña disculpa lo había delatado.
—No sabía que era tu hermana.
—No es un pueblo tan grande —gruñó en respuesta hacia mí arrugando la
nariz.
—Tampoco lo es pequeño —rectifiqué.
—Nuestros padres se conocen.
—Nunca me dijeron nada.
132
—¡Pero es mi hermana! ¿Cómo no pudiste darte cuenta?
—¿Cómo querías que lo supiera? ¡Tú nunca hablas de tu familia! Y ella siempre
te ha llamado Jake… Sabes que yo nunca te llamo Jake.
Barrett respiró dos veces profundamente para calmarse, caminando a lo largo
del cuarto de Carina. Se quedó a los pies de su cama, donde un traje de baile yacía
estirado esperando para su próxima clase.
—No puedes dejarla. Si lo haces la harás daño, y yo no quiero que hagas daño a
mi hermana.
—No pensaba hacerlo.
Él se giró hacia mí con media sonrisa forzada en su rostro.
—¿Insinúas que aunque yo te lo prohibiese, no serías capaz de dejar a mi
hermana?
Su hermana. Diablos si no sonaban mal esas palabras.
Asentí.
—¿Aunque te amenazara y te jodiese la cara a puñetazos?
—Aunque sacaras una escopeta y me apuntases con ella a la frente.
La sonrisa de Barrett se hizo más amplia.
—Tienes muy pocos sesos que poder volar, cabronazo —dejó el traje de baile y
volvió a acercarse a mí—. Es gracias a ti que ha vuelto a bailar, ¿verdad?
Me encogí de hombros recordando la noche en que dormí en su habitación. No
iba a sacar el tema en esos momentos.
—Podría decirse que ayudé en ello.
Un largo silencio nos persiguió después de eso. Ambos éramos chicos de pocas
palabras, tampoco había mucho más que pudiésemos decir que no hubiese sido
hablado ya.
—¿Sabes Luca? Solo voy a aceptar que salgas con mi hermana porque deduzco
que ella es la chica de la que me has estado hablando todo este tiempo. Y sé que la
quieres.
—La quiero —le di la razón.
133
La quería. Mucho. Como nunca había querido a ninguna chica. Ella se había
convertido en mi primer amor. Pero esas no eran pensamientos que iba compartir
delante de mi mejor amigo. O de su hermano. Diablos, esto iba a ser muy complicado.
De repente Barrett gimió, sacándome de mis pensamientos.
—¿Ahora qué ocurre?
Sus labios se arrugaron en una mueca mezcla de asco y de disgusto.
—Acabo de darme cuenta que ella es la chica de la que me has estado
hablando todo este tiempo. Y hay un montón de cosas que me gustaría borrar de mi
cabeza. Cosas que un hermano no debería saber.
Me mordí la lengua forzándome a no reír. No quería descontrolar la situación.
Me alarmaba la facilidad con la que Barrett se lo había tomado todo.
—Vamos, sabes que yo con ella soy…
—No, calla. No quiero oírlo.
Asentí y una pequeña sonrisa tiró de las comisuras de sus labios. Nos quedamos
unos largos minutos más allí hasta que Barrett caminó hacia la puerta. Le seguí y antes
de abrir paró un segundo pasando su brazo alrededor de mis hombros.
—Solo una última advertencia más, hermano.
—¿Última?
—Última por hoy —bufó, pero la seriedad en su mirada me dijo que no estaba
para bromas—. La llegas a hacer daño alguna vez y te aseguro que me encargaré de
que no puedas volver a acercarte a una chica en tu vida. O de que tengas
descendencia. ¿Estamos?
Le miré asimilando la información.
—Estamos.
Barrett me soltó y abrió la puerta. No me sorprendió ver que Carina y Raquel
estuviesen allí paradas esperando por nosotros. Los ojos de Carina no tardaron en
buscar los míos por respuestas. Después de todo lo que había pasado me forcé a
regalarla una huidiza sonrisa y luego mirar hacia su hermano.
No había dicho nada pero apostaba mi moto a que “muestras de cariño en
público” tampoco estaban permitidas.
134
—¿Qué tienes en la cara? —Preguntó de pronto Carina caminando tan rápido
hacia mí que no me dio tiempo a pararla antes de que su mano se posase en mi mejilla
izquierda.
Apreté los dientes y siseé por el dolor del contacto. Estaba seguro de que
Barrett me había dejado moretón.
—No es nada —quise tranquilizarla apartándola de mi con suavidad. Cuando
sus ojos negros conectaron con los míos supe que necesitaría más fuerza de voluntad
de la que disponía en aquellos momentos para no hacerla cosas indebidas delante de
su hermano—. Me tengo que ir a casa, ¿vale? Mañana nos vemos.
Me dio tiempo a ver cómo sus ojos comenzaron a brillar antes de que apartase
la vista.
—Luca —me llamó.
—Disfruta de tu fiesta, prometo que mañana me pasaré por aquí —la susurré
muy cerca de su oído.
Utilicé toda mi fuerza de voluntad para solo dejarla un casto beso en la mejilla y
alejarme de ella. Barrett y yo intercambiamos una mirada de comprensión. Luego me
giré y bajé escaleras abajo, fuera de allí.
135
CAPÍTULO 35
Narra Carina
—¿Por qué le has pegado?
Me giré hacia mi hermano con los brazos en jarras. Podía sentir una vena de
rabia palpitando en mi cuello. Jake hizo bien en dar un paso hacia atrás.
—Son cosas nuestras, Carina. Eres mi hermana.
Pero no hizo bien en contestar eso.
—¡Tú eres idiota! —Le grité acercándome a él y empujándole.
Empezaba a no ser responsable de mis actos y tampoco quería perder el
tiempo peleando con mi hermano. Tenía otra cosa que hacer más importante que
quedarme con él. Y esa era ir tras Luca. Pero Jake envolvió su mano alrededor de mi
muñeca impidiéndome alejarme de él.
—¿A dónde vas? —A juzgar por el tono de su voz había adivinado mis
intenciones.
—Déjame en paz, Jake. Ahora estará enfadado por tu culpa. ¿No has visto como
me miró cuando salió? Por tu estúpida reacción ya no querrá estar conmigo…
Sin darme cuenta le acababa de confesar a mi hermano mi mayor temor. Pero
la mirada en los ojos de Luca… O más bien como huyó de mis ojos. Necesitaba hablar
con él.
—No seas estúpida —me espetó Jake—. Conozco a Luca mejor de lo que me
gustaría, y él no va a… dejar de querer estar contigo por mi culpa. Créeme.
Apreté los ojos dando un tirón de mi mano y soltándome de él.
—Me voy tras él, Jake. Y no me lo vas a impedir.
—Carina…
—¡No! —Le interrumpí, girándome una última vez para mirarle a los ojos antes
de salir corriendo escaleras abajo por el mismo camino por el que Luca se fue—. Le
quiero, ¿vale?
Y esta vez nadie me impidió irme.
136
Atravesé la marea de gente que cubría la planta baja de mi casa a codazos, sin
ver a Luca por ningún lado. El aire frío me golpeó en la cara cuando salí a la calle. Me
estremecí sintiendo la frescura de la noche en mis brazos y atravesando mi blusa. Este
no estaba siendo ni de lejos el mejor cumpleaños que haya tenido.
El ruido de un motor llamó mi atención y mis ojos volaron directamente a la
moto oscura de Luca. Con el casco puesto no sabía si me había visto pero no iba a
esperar a descubrirlo. Corrí lo más rápido que pude hacia el centro de la carretera,
esquivando personas borrachas y copas derramadas.
Llegué jadeando justo en el momento en el que Luca comenzaba a acelerar. Su
velocidad disminuyó hasta quedar parado frente a mí. Deseaba quitarle el caso para
poder ver dentro de sus ojos azules.
—¿Qué estás…? —Comenzó a preguntarme pero le interrumpí antes de que
dijese otra palabra.
Revoloteé con rapidez a su lado y me subí por voluntad propia en la moto,
detrás de él. Enrosqué mis brazos alrededor de su cintura y me estiré para poder
susurrar cerca de su oído.
—Me voy contigo.
Por unos segundos no se movió, y cuando lo hizo fue para girarse hacia mí de
forma que mis brazos cayeron de su cintura. No me estaba rechazando. No podía estar
haciéndome eso. Mi corazón estaba cayendo hacia abajo al vacío cuando se quitó el
casco de la cabeza y me lo pasó. Sus ojos azules se clavaron en los míos sonriéndome
con indulgencia.
—No puedo permitir que montes en una moto sin esto —me dijo, y colocó el
casco sobre mi cabeza, aplastando mi trenza al cuero cabelludo—. Ahora agárrate
fuerte.
El motor rugió de nuevo y Luca aceleró. Mis brazos se apretaron con fuerza en
su camisa. Notaba los músculos de su estómago por encima de la fina tela y el espacio
que quedaba abierto entre los botones. Mis dedos se enredaron en el último de ellos,
el más cercano a la cintura de sus pantalones, jugueteando con él hasta que se soltó.
El roce de su piel era suave y fría como la misma noche. Sentí sus hombros y
brazos tensarse en el momento en el que acaricié tentativamente debajo de su
ombligo, justo encima de sus vaqueros. Los dedos de mi otra mano no tardaron en
unirse. No tenía muy claro qué era lo que estaba haciendo, acariciándole, pero me
gustaba. Mis yemas pasaban rozando su cintura y cadera, describiendo suaves círculos
y hundiéndose bajo el comienzo de la tela de su pantalón.
137
No me había dado cuenta de que estábamos frente a su casa hasta que Luca
paró la moto justo delante de la puerta de entrada. Aparté mis manos de su piel en un
rápido ademán, sacando también mis brazos de su cuerpo y bajándome de un salto. En
las últimas semanas había incrementado mi habilidad con ese vehículo.
Luca no tardó en bajar de la moto segundos detrás de mí. Y cuando lo hizo falto
tiempo para que me arrancara el casco de la cabeza antes de alzarme en sus brazos.
De hecho sus dedos se enredaron en el cierre, solo que no puedo dar nada por seguro
porque todos los detalles se volvieron insignificantes en el momento en el que mis
piernas se anudaron alrededor de su cintura y sus labios se unieron a los míos.
Sus labios eran feroces contra los míos. Los mordían, los chupaban, los
saboreaban… La sangre se calentaba dentro de mis venas, primero muy despacio,
luego muy rápido. Mis manos se enredaron en su corto pelo negro, sintiendo la finura
de cada una de sus hebras. Aprisioné con fuerza mis brazos en alrededor de su cuello
cuando él comenzó a caminar hacia la entrada de su casa.
Me separé unos centímetros de sus labios cuando percibí como tanteaba para
abrir la puerta.
—¿Qué haces? —Pregunté notando mi respiración agitada. La de él también.
Su respuesta me dejó seca.
—Llevarte a mi habitación.
Sus labios volvieron a besarme cuando consiguió abrir la puerta y meternos
dentro. El lugar estaba a oscuras y en silencio. Carecía de ningún tipo de luz o sonido.
En su casa se acostaban pronto.
Sus manos se posaron en mi trasero sujetándome contra él con más fuerza.
Apenas era consciente de cómo estábamos avanzando por la casa. Corrección, de
cómo Luca avanzaba por la casa conmigo en sus brazos. Increíblemente no chocamos
contra ninguna pared excepto la puerta de su habitación. Y esa fue fácil de derribar.
Luca la cerró al instante en que entramos en ella.
Empezaba a ser vagamente consciente de la situación. Me había ido sola con él.
Nadie sabía exactamente dónde estábamos y dudaba que mi hermano creyese que me
había llevado a su casa. Pero no era solo eso. Estábamos solos. En su habitación. Y la
sangre hervía dentro de mi cuerpo deseosa de estar más que solos.
Me deslicé fuera de su cuerpo, con mis pies tocando el suelo con la gracilidad
que el baile me permitía. Apenas lo hube hecho cuando Luca gruñó hacia mí juntando
de nuevo nuestros labios en un beso desesperado. Me tambaleé hacia atrás de la
138
impresión y sus manos me sujetaron por los hombros. Así fue hasta que mis piernas
chocaron contra el borde de su cama y me dejé caer en ella con él encima.
Y ahora la situación era más ardiente. No solo estábamos solos en su cuarto.
Estábamos solos en su cama y sus manos rozaban la piel de mi estómago por debajo
de mi camiseta.
Me encontré devolviéndole los besos a Luca con más entusiasmo y fervor del
que él utilizaba. Todo mi cuerpo llameaba necesitando más. Mi espalda se arqueó
juntando nuestros cuerpos pero la molesta ropa me impedía lograr esa cercanía
necesaria para calmar mi sed. Tiré de su labio inferior con mis dientes logrando que
jadeara y aquello me hizo sentir poderosa.
Mis dedos volvieron a juguetear con los botones de su camisa,
desabrochándolos más rápido y más nerviosos. Mi respiración alterada me guiaba a
través de cada beso y cada caricia. Cuando conseguí desatar todos mis ojos se abrieron
apartándome de Luca. Dirigí mi mirada ansiosa a su pecho desnudo y luego de vuelta a
sus ojos azules. La mirada brillante y oscura que me devolvió no consiguió más que
terminar de encenderme.
Tiré de su camisa fuera de sus brazos en una flexión de sus hombros. Segundos
después estaba enganchando mi blusa en sus manos y tiraba de ella fuera de mi
cuerpo. Cuando volvió a bajar hacia mí nuestras pieles desnudas y calientes por fin
conectaron. Solo que la sed no se calmó. Sus labios volvieron urgentes y solicitantes a
los míos. Envolví mis brazos alrededor de su espalda clavando las uñas en ella.
Luca suspiró contra mí, separándose lo justo para poder mirarme a través de
sus pestañas.
—Pídeme que pare ahora porque si no, no lo podré hacer.
Sus palabras me descolocaron. Sabía perfectamente lo que quería decir, pero
no me asustaba. No lo hacía porque no quería que parase. Le miré. Realmente le miré.
A sus ojos azules, su cabello despeinado, sus labios perfectamente definidos…
—Me tomaré eso como un sigue.
Y los siguientes besos lejos de alejarse de la pasión continuaron con ella, solo
que más calmados. Cada caricia se volvió más larga e intensa. Cada movimiento más
delicado y tranquilo. Su piel contra la mía era como el atizador que aviva el fuego. Mi
fuego. Y me dejé llevar por él hasta el final.
139
CAPÍTULO 36
Narra Carina
Luca había tenido razón aquella vez cuando lo dijo: nuestra primera vez fue
“jodidamente especial”. Y cuando desperté a la mañana siguiente entre sus brazos ese
fue el primer pensamiento que tuve.
—Despertaste —susurró contra mi oído.
Mi espalda descansaba en su pecho y sus brazos protegían los míos
entrelazándose en nuestras manos. Su respiración movía su abdomen haciendo que su
cuerpo rozara el mío.
—¿Cómo lo sabes? —Pregunté conteniendo una sonrisa.
—Por tu respiración, ha cambiado.
Sin necesidad de moverme, solamente sintiendo su cercanía, bostecé al tiempo
que mis ojos se volvían a cerrar. Los abrí cuando él apartó algunos mechones sueltos
de mi cabello. Entonces recaí en que la única luz que iluminaba la habitación era la del
amanecer filtrándose por la ventana abierta. Ya casi era de día.
—Mierda.
La maldición salió sola de mis labios al tiempo que hacía por incorporarme para
levantarme de la cama. Sin embargo los brazos de Luca reaccionaron rápido
estrechándome contra él y aprisionándome cerca. Su nariz hizo cosquillas en mi cuello.
—Se está tan bien abrazado a ti que es como si no hubiese mañana.
—Eso no tiene sentido —reí y él me dio un beso en la mejilla.
—Lo tiene para mí.
—Me alegro, pero tal vez las cosas empiecen a dejar de tener sentido también
para ti si mi hermano se da cuenta de que no he vuelto a casa a dormir.
—Mierda —maldijo Luca, repitiendo lo que yo había dicho.
—Eso está mejor.
Riendo logré apartar sus brazos de mi cuerpo y salir de la cárcel que había
creado en sus sábanas. Me acerqué tambaleante a recoger mi ropa sintiendo cómo la
sangre corría a mis mejillas sonrosándome al darme cuenta de la situación. Mi blusa y
mis pantalones estaban esparcidos a lados opuestos del cuarto.
140
Me vestí tropezando con los pantalones y teniendo que saltar a la pata coja
para poder meter las piernas dentro de ellos. La blusa se me enredó a la altura del
cuello y me costó trabajo hacerla bajar. Mientras trataba con esa difícil hazaña escuché
perfectamente cómo Luca se reía. Cuando por fin conseguí hacer pasar la camisa se
acercó a mí y deslizó sus manos por mis brazos, llegando a mis hombros y finalizando
en mi pelo. Observé atenta hasta que deslizó fuera la goma de pelo que había sujetado
mi trenza despeinada.
—Así mejor —susurró hundiendo sus dedos en mi cabello y soltando mi melena
rubia en rizos deshechos.
Sonreí y bajó su rostro hacia mí lo suficiente como para darme un casto beso en
los labios. Si alguien me hubiese dicho que todo esto iba a ocurrirme con Luca el día
que le conocí me hubiese costado horrores hacerme a la idea. Era increíble como las
apariencias cambian cuando conoces a una persona. Cuando la conoces de verdad.
Luca terminó de vestirse pasándose una camiseta arrugada por su cuello y
calzándose unas playeras de tela. Se llevó un dedo a los labios pidiendo silencio antes
de abrir la puerta de su habitación y asomar la cabeza al pasillo.
—Todo despejado —susurró en voz baja dejándome espacio para que pasara
delante de él—. Hora de llevarte a casa antes de que tu guardián note tu ausencia.
“Si es que no la ha notado ya”, pensé. Rezaba porque Rocky hubiese
conseguido mantener a mi hermano en la inopia el tiempo suficiente como para que
no me hubiese echado de menos.
Caminamos por el interior de la casa hacia la puerta de salida tratando de hacer
el menor ruido posible. De alguna manera aquella situación inquietante me resultaba
atractiva. Podrían atraparnos a la más mínima, pero eso no dejaba de divertirme. Me
sentía extraña, yo nunca había hecho algo así. Dormir en la habitación de un chico
(¡con un chico!) y luego escabullirme a la mañana siguiente en silencio.
—¿Carina?
Mi corazón se detuvo y creo que el de Luca también. O al menos lo hizo
durante los largos segundo que tardó en comprender que aquella voz era de un niño.
—¿Dylan?
Luca y yo nos giramos hacia el salón donde la televisión estaba encendida con
el sonido en silencio y los dibujos animados moviéndose en la pantalla. Dylan nos
observaba de pies en el sofá, con un vaso de leche en la mano y un pijama de osos
azules.
141
—¿Qué haces despierto a estas horas? —Preguntó Luca dando un paso hacia su
hermano.
—¿Qué hace Carina aquí a estas horas?
Era avispado el niño. Se iba a parecer a su hermano de mayor, o al menos
apuntaba maneras.
Miré la televisión encendida pero sin volumen mientras Luca y Dylan tenían su
propio duelo de miradas. No había que ser muy listo para saber lo que el pequeño se
traía entre manos. No haciendo caso a Luca me alejé de él para acercarme más a su
hermano hasta que llegué al sofá.
—Hacemos una cosa, nosotros no decimos que te hemos visto aquí viendo la
televisión y tú no dices que me has visto, ¿vale?
Dylan apretó los labios valorando mi oferta y finalmente asintió.
—Realmente odio como vosotros dos podéis llegar a entenderos —se quejó
Luca desde detrás.
—Tú no le hagas ni caso —susurré a Dylan haciéndole reír—. Pero oye, ¿no
crees que deberías ir a la cama a dormir?
Hizo un puchero con el rostro que solo me dio ganas de abrazarlo y estrujar sus
mejillas entre mis manos. Ese niño era adorable.
—Está bien —aceptó bajándose del sofá y apagando la televisión—. Pero solo si
tú me llevas a la cama.
—Dylan, tenemos prisa, puedes ir a la cama tu solito —bufó Luca haciendo que
su hermano le mirase enfadado.
—No pasa nada, puedo llevarle —me giré guiñándole un ojo y consiguiendo
que lanzara un suspiro de impaciencia—. Dame dos minutos.
Agarrando al pequeño de la mano caminamos juntos hasta su habitación. Los
peluches y juguetes estaban esparcidos y había que recorrer un laberinto para no pisar
ninguna de las trampas mortales que creaban para los pies. Se había dejado la luz de la
mesita encendida y me acerqué a apagarla mientras él se metía dentro de la cama y se
tapaba con las sábanas.
—¿Me darás un beso de buenas noches? —Pidió posando el vaso de leche al
lado de su reloj.
—Más bien de buenos días.
142
Dylan rió y escondió su cabeza en el cuello de la camiseta del pijama cuando
bajé para darle un beso de esos que suenan en la mejilla. Me encantaba ser su niñera y
de alguna forma sabía que yo a él también le gustaba. Ni siquiera me importaba que su
madre no pudiese pagarme. Empecé a ir como favor y acabé quedándome por Dylan. Y
por Luca, claro. Luca…
—Me llevo la leche a la cocina, ¿te parece bien? —Le pregunté con fingida
inocencia recuperando el vaso aun lleno de líquido.
Dylan asintió y se giró dentro de la cama, colocándose boca abajo en la posición
en la que usualmente dormía. Le revolví el pelo antes de volver a pasar por la trampa
de obstáculos y salir ilesa de su habitación. Cerré la puerta en silencio y escondí el vaso
en mi espalda. Luca estaba ya esperándome en la entrada con impaciencia.
—Ya era hora —resopló tirando del pomo de la puerta de entrada y saliendo
antes de que llegase a su lado—. No quiero alarmarte pero tengo unas quince llamadas
perdidas de tu hermano y creo que…
La cara que se le quedó a Luca cuando le lancé el contenido del vaso a la cara
iba a quedar inmortalizada en mi memoria para siempre. Sus ojos y boca se arrugaron
con expresión agria, abriéndose después con total sorpresa y estupor.
La risa empezó a salir a borbotones de mi garganta, imposible de contenerla. Su
cara y cabello estaban cubiertos por el líquido que comenzaba a gotear a su camisa.
Eso dejaría marca. Posé el vaso en el suelo y luego me alejé dando lagos pasos hacia su
moto. Luca aun seguía parado en la entrada mirándome con aturdimiento cuando
llegué a ella. Sacudió la cabeza y gotas de leche salieron disparadas de su cabello en
todas direcciones. Luego caminó hacia mí.
—¿Puedo preguntar a qué se debe esto?
Aunque trataba de controlarse él también se estaba riendo al igual que yo.
—Bueno… Uno de los dos tenía que seguir manteniendo las buenas
costumbres…
—Ya veo —murmuró y luego terminó de acercarse a mí, agachando la cabeza y
pasando su pelo mojado por mi blusa.
—Eres idiota —le dije riéndome. Era un idiota encantador.
Luca se separó de mí con las comisuras de sus labios elevadas mostrando sus
alineados dientes blancos. La sonrisa llegaba a sus ojos, esos ojos azules que en aquel
momento me miraban apaciguadores y brillantes.
—Te quiero.
143
Y eso si que me pilló por sorpresa.
—¿Qué? —Miré a Luca. Mi respiración contenida.
—Me has oído perfectamente, no pienso volver a repetirlo.
Apartó sus ojos de mí y me pasó el casco de la moto.
—Lo sé, es solo que… Sería bonito poder escucharlo de nuevo.
Atrapando de vuelta el casco me volvió a mirar directamente. Acercó su rostro
hacia el mío y rozó nuestras narices con suavidad.
—Te quiero, Carina.
Sus labios se posaron durante unos breves segundos y sentí mi corazón
explotar.
Me quería.
—Y ahora, vayamos a tu casa.
La idea de entrar sin que Jake se diese cuenta quedó en el olvido en el
momento en el que su figura salió por la puerta nada más Luca paró la moto en frente
de casa. Mi estómago se encogió sabiendo que no se avecinaba nada bueno.
Mi hermano llegó a nuestro lado justo al tiempo que me bajaba de la moto y
conseguía quitarme el casco. Luca entrelazó su mano con la mía. No sabía quién de los
dos estaba en mayores problemas.
—¿Dónde has estado? —Demandó con furia Jake. Sus dientes estaban
apretados.
—Estuvo conmigo, Barrett —se adelantó Luca con una nada tranquilizadora voz
apaciguada—. Ha vuelto sana a casa.
Jake nos observó durante largo tiempo. Sabía que seguía furioso y, la verdad,
no estaba dentro de mis planes cabrear a mi hermano. Algo centelleó en sus ojos
aumentando el nivel de irritación.
—¿Cómo es que llevas una camiseta distinta a la de ayer?
Aquella pregunta iba dirigida a Luca. Tragué saliva. Apostaba que Jake era lo
bastante inteligente como para hacer el mismo sus propias suposiciones. Lo confirmé
cuando se lanzó contra Luca, agarrándole del cuello de la camisa y haciendo que
soltase mi mano. Ahogué un chillido tapando mi boca con la mano.
144
—¡Te dije que tuvieras cuidado con mi hermana! —Le gritó en medio de la
calle, sin importarle que fuese de madrugada y cualquiera pudiese vernos.
—Barrett, cálmate, no pasó nada —habló Luca apartándose de él.
Jake claramente no creyó su mentira. Siendo sinceros, dadas las circunstancias
nadie le hubiese creído. Aun así mi hermano, mostrando su gran fuerza de voluntad y
control, respiró profundamente tratando de calmarse a sí mismo y finalmente le soltó.
—Mierda, Luca. Tú no puedes… ¡Es mi hermana!
—Y mi novia —contestó de vuelta haciendo que mi estómago hormiguease—.
Sabías que esto iba a pasar.
—¿Quieres decir que…? —Mi hermano miró a su amigo con la comprensión
reflejándose en su rostro—. Eso era información con la que preferiría no vivir…
Arrugando la cara se terminó por apartar de Luca y luego caminó a mi lado.
Posó una mano sobre mi hombro y apretó tranquilizador. No estaba tan enfadado
después de todo.
—Ha llamado mamá hace una hora. Han dado el alta a la abuela y estará de
vuelta en unos días.
Comenzó a alejarse de nosotros hacia la casa pero paró a medio camino para
volver a girarse hacia nosotros.
—Por cierto, papá está despierto y quiere hablar con nosotros.
Mierda.
No había esperado que él estuviese levantado y supiese que había pasado la
noche fuera.
—Entro contigo —susurró Luca acercándose a mi lado y entrelazando nuestras
manos.
Le sonreí agradecida. No tenía ni idea de que retahíla me podía caer por no
haber dormido esa noche en casa. Y seguramente mi padre sabría que había estado
con Luca. Ser adolescente y tener que dar explicaciones de todo a veces resultaba ser
una completa basura.
Me sorprendió notablemente encontrar a Rocky sentada en el sofá de la sala.
Corrección. Me sorprendió notablemente encontrar a Rocky sentada en el sofá de la
sala, usando una camiseta y pantalones de mi hermano. Estaba viendo un programa en
la televisión con las piernas cruzadas al estilo indio y con un vaso de café entre sus
manos, tan entretenida que no nos notó hasta que llegamos a su lado.
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—Hola —saludó haciendo un abanico con sus dedos.
—¿Has pasado la noche aquí? —La espeté sin comprender. Ese nunca había
sido el plan.
Las mejillas de mi amiga se tiñeron de rojo, algo bastante inusual en ella.
—Espero que no te importe… Jake dijo que su cuarto era grande y que…
—¿Qué has dormido con Jake? —La interrumpí elevando tanto mi voz que Luca
tuvo que apretarme la mano para alertarme. Le miré de reojo. Estaba conteniendo la
risa. Y yo estaba cabreada—. ¡Será hipócrita!
—¿Estás enfadada? —Preguntó mi amiga malinterpretando la situación.
—¡Con él! Ha venido con todo su orgullo y enfado a molestarnos porque hemos
pasado la noche juntos y…
—¿Habéis qué?
La cara de Rocky cambió de preocupación a sorpresa en un nanosegundo. Y
esta vez fueron mis mejillas las que se tiñeron azoradas. Ella se echó a reír a la par que
Luca, haciendo que parte de su café se derramara en su camisa. Observó la mancha
juntando las cejas y arrugando la nariz.
—Tu hermano va a matarme por esto. Aun así, creo que tú y yo tenemos una
charla pendiente.
—Que tendrá que ser después —habló Jake apareciendo por detrás y haciendo
que pegase un pequeño bote—. Vamos Carina, papá nos está esperando.
Asentí y me solté de Luca, no sin antes darle un beso en la mejilla. Mi hermano
miró a posta hacia otro lado y no me contuve de sacarle la lengua. Él rodó los ojos y
entrelazó su brazo con el mío para tirar fuera del salón.
—¿Así que tú puedes enfadarte porque yo duerma con Luca pero al mismo
tiempo no pasa nada porque tú lo hagas con mi mejor amiga?
Sin dejar de caminar Jake me miró alzando las cejas sin rastro de diversión en
su rostro.
—Primero de todo, no quiero oír hablar de tú y Luca durmiendo juntos. Nunca.
Y segundo, yo soy tu hermano mayor, no tengo por qué darte explicaciones.
Humillada le hice burla balbuceando y repitiendo lo que acababa de decir
sumándole caras extrañas. Jake bufó antes de dar un empujón más y meternos dentro
146
de la cocina. Nuestro padre ya estaba esperando allí, sentado en la mesa con una taza
de café igual a la que Rocky tenía.
—Buenos días —balbuceé repentinamente nerviosa mientras me sentaba
delante de él.
¿Y si me preguntaba por qué no había dormido en casa? No tenía ganas de
relatarle la historia ni de idear una mentira. Afortunadamente cuando sus ojos
encontraron los míos no había rastro ni de enfado ni de preocupación. Una amplia
sonrisa cubría su cara somnolienta. Empezaba a dudar que siquiera se hubiese dado
cuenta de mi desaparición.
—Encontré trabajo.
He ahí la razón de su sonrisa y de que estuviese despierto tan temprano
después de una de sus fiestas. No, un segundo. Mi padre nunca fue fan del trabajo
asalariado ni de tener jefes. Había algo ahí que me hacía encontrarme fuera de lugar.
Más que algo, de hecho. Miré hacia mi hermano. Sus ojos estaban clavados en nuestro
padre. Estaba serio pero no parecía enfadado ni tampoco con intenciones de querer
sacarle un ojo.
¿Alguien me hacía el favor de explicarme que estaba pasando con mi familia?
—La semana pasada haciendo la compra me encontré con un viejo amigo —
comenzó a explicar mi padre al ver mi cara de incomprensión—. Había sido un don
nadie en el instituto, pero resulta que ahora la vida le ha sonreído y es el jefe de una
cadena de supermercados que se está expandiendo. Ya sabes, ese que está al doblar la
esquina cerca de las estaciones. Sigo pensando que es increíble lo mucho que ha
logrado después de cómo…
—Papá, al grano, por favor —le interrumpió Jake.
Miré a mi hermano confundida. Le había llamado papá. A la cara. Sin gritarle. Él
sabía de qué iba todo esto.
—Sí, sí, perdona… Bueno, la cosa es que me ofreció trabajar en uno de sus
supermercados. Ya sabes que a mí no me gusta todo eso de tener un jefe que te
controle y tener que ir todos los días a trabajar bajo un horario y…
—Papá… —volvió a apremiarle mi hermano.
Mi padre se aclaró la garganta y dio un sorbo a su taza de café.
—Me dio una semana para pensármelo y he estado dudándolo pero… Ahora
que sé que vuestra madre vuelve creo que voy a aceptarlo.
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—¿Por qué?
La pregunta salió sola de mí. No era que no estuviese feliz de que mi padre
encontrase trabajo y, por ende, se quedase a vivir aquí. De hecho me encantaba la
idea. Lo que no lograba entender era qué había pasado para que ahora decidiese que
sería buena idea quedarse en el pueblo y no irse como ya lo hizo una vez.
Se removió inquieto en su silla y fue Jake quien habló.
—Quiere quedarse cerca de nosotros. Bueno, de ti más bien. Y a mí me parece
bien, así te controlarán más ahora que estás saliendo con Luca…
Me giré hacia mi hermano con indignación.
—Pensé que confiabas en él. Es tu mejor amigo.
—Precisamente por eso. Es mi mejor amigo, le conozco, y por eso no me fio.
Rodé los ojos cruzando los brazos sobre mi pecho y dejándome caer en el
respaldo de la silla. Mis ojos coincidieron con los de mi padre y me forcé a dar una
sonrisa. Me sorprendió la facilidad y naturalidad con la que salió. En realidad no la
estaba forzando, estaba feliz.
—Me alegra que te vayas a quedar aquí.
Estaba sentada en las piernas de Luca con el trabajo de Romeo y Julieta
impreso sobre mi escrito. Mi estómago se había revuelto de las veces que Luca nos
había hecho dar vueltas en la silla giratoria de mi habitación. Aun así me había reído
como una loca. Tanto que Jake nos había llamado la atención varias veces desde su
habitación al otro lado de la pared.
—Estoy feliz de que mi padre se quede —le dije mientras jugueteaba con el
bolígrafo en un trozo de papel—. Y también de que Jake esté en camino de hacer las
paces con él. Es horrible ver cómo no pueden estar juntos en una misma habitación.
Luca asintió despacio. Sus dedos se entrelazaban con los míos haciendo que el
trazo de la tinta fuese irregular.
—Creo que te entiendo. A pesar de todo lo que ha hecho a mí también me
gustaría tener de vuelta a mi padre. O verle.
Dejé de dibujar al instante. Luca hablaba muy pocas veces sobre su padre, pero
cada vez que lo hacía sabía tenía la sensación de que había mucho más trasfondo del
que quería aparentar. Era un especialista en ocultar sus sentimientos, solo que yo
estaba empezando a convertirme en una experta en descifrarlos.
148
—¿Hace cuánto exactamente que no ves a tu padre?
Lancé aquella pregunta como si no fuese nada más que una simple curiosidad,
pero la verdad, estaba lejos de ello.
—Tres años exactamente.
Un silencio largo y extenso se formó entre nosotros antes de que me animase a
dar el siguiente paso.
—¿No has pensado en ir a visitarle?
—Está en la cárcel.
—Ya sé que está en la cárcel —repetí girándome hacia él y mirando dentro de
sus ojos azules—. Solo digo que no perderías nada por ir a verle. Yo iría contigo.
Luca se mordió el labio inferior. La conversación sobre su padre estaba durando
demasiado.
—Yo… Sí que quiero ir a verle. Y eso está mal.
Aquello decididamente no me lo esperaba. Le miré entrecerrando mis ojos sin
comprender.
—Es tu padre. ¿Por qué iba a estar eso mal?
Bajó su cabeza apartando la vista y girando la silla, casi logrando que me
callera. Sus manos se enroscaron alrededor de mi cintura manteniéndome sujeta a él.
—Él violó a una chica, Carina. Es un criminal. No debería sentir ganas de ver a
un criminal.
A veces era tan masoquista que llegaba a sacarme de quicio.
—Repito: es tu padre. Da igual si violó a una chica o si asesinó a una persona…
Bueno, vale, sí, no da igual y ahí me he pasado —añadí al notar la mirada evaluadora
que me lanzó—. Lo que quiero decir es que es tu padre, y que por muy mala persona
que pueda ser siempre lo seguirá siendo. Es normal que tengas ganas de verle.
—Pero…
—Estoy dispuesta a asegurar que te vendría bien ir a visitarle —añadí alzando el
dedo índice y posándole en su boca para callarle—. Y sabes que tengo razón.
Se quedó mirándome fijamente hasta que finalmente una sonrisa tiró de las
comisuras de sus labios hacia arriba. Su agarré se apretó en mi cintura y dejó un beso
en el hueco de mi cuello haciéndome estremecer.
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—Eres imposible cuando tienes la razón.
Reí mientras él daba otra vuelta a la silla y mi estómago se retorcía.
—Somos como una ecuación imposible.
—¿Qué quieres decir?
Luca me miró son comprender. Algo en sus ojos me decía que no entendía a
qué venía aquella comparación pero que, de alguna manera, sabía que yo tenía razón.
Como respuesta recuperé el bolígrafo que se me había caído sobre el escritorio
y encima del folio escribí una simple ecuación:
Tú + Yo = Imposible
Se quedó mirándola en silencio y me vi forzada a dar una mayor y mejor
explicación.
—Hay muchas cosas que nos separan pero en realidad son tan pequeñas como
estas dos letras —con el bolígrafo escribí “posible” encima de la última de las
palabras—. Me interesa más lo que hay fuera de esas dos letras.
Y antes de que pudiera reaccionar Luca se levantó de la silla, tirándome a mí
con él y girándome hasta que mi trasero chocó contra el escritorio. Sus manos se
apoyaron en la madera de forma que sus brazos rodearon mi cuerpo juntándome al
suyo.
—No sé si puedo quererte más de lo que ya lo hago.
Luego me besó, con uno de esos besos que había usado la otra noche, uno de
esos besos que conseguía desarmar hasta la más mínima y valiente célula dentro de
mí. Uno de esos besos que solo Luca podía darme.
Algo golpeó la pared y de seguido llegó a nuestros oídos la voz de mi hermano.
—¡No os oigo hablar!
Reí sin separarme de sus labios, conteniendo las ganas de lanzar un cojín que
pudiese atravesar la pared y darle en la cara a mi hermano. Las manos de Luca se
soltaron del escritorio y treparon hacia mis piernas dándome impulso y subiéndome
sobre la mesa
En aquellos momentos nada podría bajarme de mi nube de felicidad.
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CAPÍTULO 37
Narra Carina
—¿Estás segura de que no quieres esperar dentro?
Asentí con la cabeza hacia Luca. Estábamos fuera de la cárcel donde se
encontraba su padre. Me había costado dos largos meses convencerle pero finalmente
lo había logrado. Sabía que después de esta visita él sería más feliz. Solamente tenía
que derribar su rechazo inicial y ver a su padre.
Yo había aprendido eso a las duras. No era que mi situación familiar fuese igual
a la suya, al fin y al cabo lo único que mi padre había hecho era abandonarnos. Aun así
desde que llegó al pueblo y decidió quedarse nuestra relación había mejorado
notablemente. Seguía haciendo fiestas casi todos los fines de semana a las que mi
madre se negaba rotundamente a dejarme ir. Al menos ahora no eran fiestas repletas
de adolescentes borrachos: estaban repletas de adultos borrachos.
La vuelta de mi madre fue un alivio, tanto para la limpieza de la casa como para
la salud de mi estómago y de la nevera. Comer comida sana era un viejo hábito que
parecía haber quedado en el olvido después de las abundantes cajas de pizza que
había digerido durante la estancia de mi padre. Además mi madre estaba encantada
con Luca y no dudaba en darme permiso para salir con él todos los fines de semana.
Lástima que Jake había empezado a coger la costumbre de venir de visita cada
fin de semana. No tenía muy claro de si era por ver a Rocky o por desanimar cualquier
intento que Luca y yo tuviésemos de conseguir intimidad. Cabe decir que no era muy
bueno consiguiéndolo y… Digamos que nunca había tenido tanta intimidad con un
chico.
—Ya te dije, tengo que ir a comprar unas cosas —le sonreí dándole ánimos.
Notaba su recelo a entrar tras las paredes de ese oscuro edificio incluso dentro
de la seguridad de mi coche. Coche nuevo que mi padre se había tomado la libertad de
regalarme, debo añadir. Y me encantaba estar empezando a convertirme en una niña
mimada.
—Está bien. Estaré fuera en una hora.
Asentí y Luca tomó mi rostro entre sus manos acercándole al suyo por encima
del freno de mano. Sus labios fueron ansiosos contra los míos.
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Al principio pensé que esa avidez en los besos, aquella pasión, sería solo propia
de los primeros días. Sin embargo parecía que nunca iba desaparecer y yo estaba más
que feliz por ello.
Luca mordió mi labio inferior delicadamente antes de separarse de mí y
mirarme con ojos sinceros.
—No tenías nada que yo buscase. De hecho eras lo contrario a mi tipo. Estoy
completamente seguro de que en la vida me hubiera fijado en una chica como tú,
nunca.
Alcé las cejas levemente molesta pero también divertida ante su confesión. No
sabía a qué venía eso ahora.
—Vaya, realmente sabes cómo lanzar piropos.
Él rió y atrapó un mechón de mi cabello en sus dedos.
—Y ahora mírame. Soy como un perro vagabundo y hambriento, pero en vez de
buscar un hueso que morder busco la más mínima y mísera de tus miradas. Estoy
rendido ante ti y ya no se qué hacer para tratar con esta jodida mierda.
Sonreí y él me sonrió de vuelta. Esta vez fui yo quien se inclinó por encima del
freno de mano para darle un beso.
Luego salió del coche y me quedé mirándolo hasta que llegó junto a los policías
custodiando la entrada. No moví el coche hasta que dejé de sentir su calor. Entonces
tomé aire y todo mi rostro cambió. Me preparé mentalmente para lo que estaba a
punto de hacer. Solo que la preparación mental nunca es suficiente para eso.
Conduje por más de veinte minutos hasta la ciudad más cercana. Era estúpido
lo que estaba haciendo pero también aparqué el coche a al menos dos manzanas de
distancia. Tomé un largo camino andando pero ni siquiera eso funcionó para
relajarme. Estaba más que nerviosa.
Entré en la tienda con los dedos de mis manos enredados y retorciéndose con
nerviosismo en mí regazo. Apenas había gente y aunque eso era bueno no lograba
tranquilizarme. Mantuve mi mirada escondida en el suelo mientras avanzaba hacia el
mostrador. No levanté la vista siquiera cuando el dependiente me habló.
—¿Qué desea?
Tragué saliva. Mis ojos seguían clavados en el mostrador de cristal. Mi corazón
palpitaba muy rápido, ya no solo por el incómodo momento que estaba a punto de
suceder sino por lo que significaba todo lo que estaba haciendo. El dependiente
carraspeó llamando mi atención y por fin me armé del valor suficiente para hablar.
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—Quería una prueba de embarazo.
FIN
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SOBRE LA AUTORA
Andrea Smith es el pseudónimo bajo el que se oculta una chica de 20 años, estudiante
de magisterio en España. Comenzó a escribir historias de fantasía y romance con
relativa seriedad a los 17 años y hoy en día continúa haciéndolo en Internet, todo ello
mientras termina de cursar sus estudios universitarios.
Si te ha gustado esta historia puedes encontrar otras escritas por la misma autora, al
igual que la posible segunda parte de esta, en Wattpad o sus foros.
Otras historias terminadas:
No te enamores de tu hermanastro.
El sexy chico invisible que duerme en mi cama.
http://www.wattpad.com/user/AndreaSmithh