tus ojos de miel mf -izzy (1)

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1 Género de la obra: Romántica. Sinopsis La historia comienza con la llegada de Dave, desde Alemania a la ciudad de Brisbane, Australia, luego de que sus padres decidieran que lo mejor para él era estudiar allí. Destinado a vivir con la familia Dempsey, los planes de Dave parecen cambiar su rumbo cuando conoce la joven Irene, hija menor de la familia. Con ella llegan sus primeros problemas, ya que ella lo acusa injustamente de querer tomar el lugar de su lejano hermano Mark, quien se encuentra reclutado en el ejército australiano, y logrando con aquellas actitudes una constante lucha y peleas entre ambos. Lo que desemboca en una extraña pelea en la que sólo habrá un frente, Irene. Con el correr de los meses, Irene es prácticamente obligada a convivir con él, algo que no es problema para Dave, quien estúpidamente se ha enamorado de la joven, mientras busca por todos los medios conquistar su amor, aunque es rechazado en varias oportunidades y desesperadamente buscado en otras. Junto con esto, dos nuevos protagonistas entran en escena. Adrien, a quien Irene había amado en secreto por mucho tiempo y Alice, la supuesta novia de Dave y principal enemiga de Irene cuando esta se entera que su novio no la ama a ella, sino a otra. Finalmente y luego de desencuentros, de desesperanza y entendimientos; Irene y Dave deciden qué es lo mejor para ambos, si estar juntos y no reprimir lo que sienten o seguir sus caminos por separados, algo que para Dave será todo un reto.

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Género de la obra: Romántica.

Sinopsis La historia comienza con la llegada de Dave, desde Alemania a la ciudad de

Brisbane, Australia, luego de que sus padres decidieran que lo mejor para él era estudiar

allí. Destinado a vivir con la familia Dempsey, los planes de Dave parecen cambiar su

rumbo cuando conoce la joven Irene, hija menor de la familia. Con ella llegan sus

primeros problemas, ya que ella lo acusa injustamente de querer tomar el lugar de su

lejano hermano Mark, quien se encuentra reclutado en el ejército australiano, y logrando

con aquellas actitudes una constante lucha y peleas entre ambos. Lo que desemboca en

una extraña pelea en la que sólo habrá un frente, Irene. Con el correr de los meses, Irene

es prácticamente obligada a convivir con él, algo que no es problema para Dave, quien

estúpidamente se ha enamorado de la joven, mientras busca por todos los medios

conquistar su amor, aunque es rechazado en varias oportunidades y desesperadamente

buscado en otras. Junto con esto, dos nuevos protagonistas entran en escena. Adrien, a

quien Irene había amado en secreto por mucho tiempo y Alice, la supuesta novia de

Dave y principal enemiga de Irene cuando esta se entera que su novio no la ama a ella,

sino a otra.

Finalmente y luego de desencuentros, de desesperanza y entendimientos; Irene y

Dave deciden qué es lo mejor para ambos, si estar juntos y no reprimir lo que sienten o

seguir sus caminos por separados, algo que para Dave será todo un reto.

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Tus ojos

de

miel

Meribel Farías

Seudónimo : Izzy Bellmer

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Prólogo

Lo que siguió fue algo que nunca había sentido en mi vida…Sentir las caricias de

Dave era lo que más quería desde que había descubierto que estaba enamorada de él.

Él me daba su amor y en consecuencia, yo quería darle el mío más que nada en el

mundo. Lo amaba. Sí, lo amaba y si me era posible estaría junto a él toda la vida. Las

caricias, los besos y las miradas eran únicas y me hacían sentir la persona más especial

de la tierra. Miraba a Dave con aquellos ojos tan hermosos, con sus ojos de miel que

endulzaban cada segundo de mi vida desde que lo había conocido. Estaba agradecía por

lo sublime de ese amor y la paz que me daba al estar rodeada por sus brazos.

Nada me importaba en aquél momento más que respiración y su calor, su amor

inconmensurable que me abrazaba profundamente.

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Capítulo 1

El cielo se había ennegrecido por completo; no era común siendo un día tan templado, y como si fuera poco mi vuelo estaba programado para las ocho de la noche. Aquella tarde en Hesse, Alemania, el clima estaba bastante pesado, los inviernos eran fríos, pero en aquellos momentos el tiempo se había vuelto loco y hacía algo de calor. Mi pregunta era ¿Por qué me iba de allí? Sencillo: Las universidades eran costosas y mis padres no podían pagar tanto. Yo, por mi parte, prefería darle esa oportunidad a mis hermanas Lisa y Maddy; ellas eran pequeñas y no me hubiese gustado que se alejasen de mamá y papá sólo para tener que ir a una universidad en otro país. En cuanto a mí, bueno…yo podría manejarme solo. De hecho me gustaba mucho viajar aunque ya conocía Australia, porque había vivido en Brisbane hasta los catorce años. Y era justo allí a donde me dirigía. En Alemania fue complicado acostumbrarme a todo lo nuevo: escuela, amigos, el idioma… que creo que fue lo más complicado. Durante el primer año tuvimos una tutora que nos enseñaba alemán, aprendimos muy rápido por más que era un poco difícil, pero debíamos hacerlo si queríamos ir a las escuelas del distrito. Vivíamos en un pequeño barrio alejado de la urbanización, nuestra casa no era de las más grandes que te podías encontrar allí, pero tampoco de las más pequeñas. Un suspiro escapó de mis labios…Honestamente no quería dejarlos. Me iba de allí sólo porque sabía que volvería con un diploma en mano y ellos estarían orgullosos de mí. Viviría en Alemania, tendría un gran trabajo y formaría una familia tan hermosa como la de mis padres. Pero al destino no le gustan nuestros planes y como consecuencia, todos esos proyectos que yo tenía se desviaron de una manera particular el día que llegué a Brisbane. Nunca creí que esa estadía de varios meses iba a cambiar tanto mi vida. Demasiado. Alrededor de las seis y media ya tenía todo preparado: mis valijas con mis cosas más preciadas, ropa, dinero, las fotos de mi familia y todo lo que pudiese necesitar lejos de casa. Antes de salir de mi habitación y cerrar la puerta para volver en meses o quizás años, le eché una última mirada con algo de pesadumbre y luego me dispuse a bajar las escaleras. Era hora de partir. Papá nos llevó a todos al aeropuerto. Condujimos; o más bien él condujo por la carretera por más de veinte minutos hasta que por fin pudimos avistar que el aeropuerto Región Rin-Meno estaba a sólo unos cuantos kilómetros de distancia. Entramos al aeropuerto, hice todo ese papeleo raro que le hacen a uno hacer y dejé que mis valijas se fuesen por la cinta. Esperaba por lo menos no perderlas como cuando fui a Inglaterra. En cuanto a mí, me senté frente a la escotilla a esperar que el vuelo llegara. Mi familia estaba allí, tristes porque iban a extrañarme tanto como yo a ellos. El rostro de mi madre era enternecedor. Tenía los ojos hundidos que me daban la impresión de que no hubo dormido en días. Sabía que ella quería lo mejor para mí, y sabía también que

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podía haberme quedado en casa. Aunque el sueldo de mi padre era bueno, al ser abogado, no alcanzaba para pagar la universidad de los tres. Lisa me había dicho que iba a extrañarme mucho, Maddy también lo hizo pero lo que ellas no sabían, era que yo iba a extrañarlas aún más. La gente revoloteaba a nuestro alrededor aguardando a cada uno de los vuelos que salían en el mismo horario que el mío. Maletas, carteles y despedidas eran lo único que se podía ver, además de lágrimas, claro. De pronto la voz del altoparlante anunció el vuelo treinta y cuatro con destino al aeropuerto de Brisbane. Partía a las ocho horas cinco minutos y ya eran las ocho, eso me dejaba cinco minutos más para seguir abrazando a mi familia y contemplar su recuerdo. —Voy a extrañarlos —dije derramando algunas lágrimas que habituaban a salir fácilmente. —Volverás, cariño. Volverás y serás nuestro orgullo. —Dijo mamá. Ella se abalanzó sobre mí con un abrazo contundente y luego lo hicieron los demás. —También te extrañaremos, Dave —me dijo Maddy, y acto seguido me entregó una de sus pulseras. Esa que tenía desde pequeña, con colores verde, azul y blanco. Verla llorar me partía el corazón profundamente, al igual que ver la tristeza y a la vez orgullo de Lisa, mi otra hermana. Las amaba demasiado. Les prometí que cuando me acomodase en Australia, les mandaría pasajes para que pasasen sus vacaciones allí. Ellas eran pequeñas cuando nos mudamos, así que no habían tenido oportunidad de conocer la grandeza de nuestro país de origen. —Cuídate mucho, hijo —dijo papá sonriente, mientras apoyaba sus manos en mis hombros con firmeza. —Nos veremos pronto —dije—, saben que vendré en las vacaciones o ustedes irán a visitarme ¿cierto? —Claro que sí. —Respondió. Hubo una despedida más. Abrazos, sollozos, lágrimas y más cariño mezclado con melancolía. ¡Dios! No había creído lo duro que iba a ser partir sin ellos. Sin mi familia. Abordé el vuelo a las ocho y diez minutos. Se había retrasado cinco minutos, pero eso no le importaba a nadie y mucho menos a mí. Era la hora, la hora de estar solo, no físicamente porque me quedaría en la casa de un amigo de mi padre ¿el nombre? Eh… Joseph Dempsey. Un antiguo compañero de la firma de abogados Lines & Bell. Papá también era abogado, pero hacía cinco años Volkswagen lo había incorporado a su grupo de abogados obligándonos a vivir en Alemania. ¡Gracias a Dios me tocó el asiento junto a una ventana! , alardeé para mis adentros mientras fruncía los labios y luego me sonreía a mí mismo. Bajo la noche taciturna el cielo estaba despejado, se podía apreciar la belleza de las estrellas que brillaban incandescentes como pequeñas lámparas iluminando el manto azul. Cerré los ojos e intenté dormir un poco, pero no logré hacerlo, como era de suponer, no lograría dormir mucho. Prendí el reproductor de música que tenía en mis manos y me quedé viendo por la ventanilla al son de The lucky ones, de Brendan James. Además, tenía preparado La odisea de Homero por si el viaje me pedía algo de lectura; era un libro amplio y solamente había leído unas cuantas páginas; pero aun así me entretenía. Pasaron varios minutos hasta que decidiera voltear hacia el pasillo. Hasta que de repente oí algo. Alguien me estaba hablando. —Hola —una aguda voz dijo a uno de mis lados, no la había visto antes, menos cuando me senté. No solía ser muy atento ante las personas.

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—Hola —dije quitándome uno de mis audífonos. Inmediatamente me encogí de hombros. Aquella muchacha me observaba sin pudor alguno mientras humedecía sus labios. No voy a mentir, realmente era bonita. Sus ojos grises como la luna resaltaban en contraste a su cabello color negro azabache. Ahora me sonreía. Llevaba puesta una camiseta ajustada y azul con el logo de superman al frente, y…creo que tenía unos jeans. —Mi nombre es Andrew ¿El tuyo? —Preguntó sin reparo. Sonreí a medias algo desencajado. —Dave, me… me llamo Dave. —Dije intentando no demostrarle mi confusión. —Lindo —me sonrió nuevamente—, bueno… Supuse que me habría visto un poco… ¿Idiota tal vez? Porque me largó una sonrisa, se puso sus audífonos y no me habló por un par de horas. Bien, era eso o algo histérica ya que yo sabía a la perfección que no era mi culpa. No había echo nada. ¡Ah! Quizá era eso, que no había echo nada para que ella siguiera hablando conmigo. Un par de horas después se volvió hacia mí, me miró y enarcó una ceja ¿Qué le sucedía? Quizá quería decirme algo pero no se animaba. Por unos momentos desvié mi mirada al resto del avión. Mucha gente dormía, otra escuchaba música y algún que otro se dedicaba a leer un libro con la tenue luz que la aeronave proveía sobre los asientos que era muy cómodos, como si estuviesen rellenos con plumas. — ¿Estás bien? —pregunté rodando los ojos hacia ella. —Sí — ¿era necesario que humedeciera así sus labios?—, escucha… —susurró—, ¿alguna vez te dijeron que eres realmente guapo? —Sus ojos se ampliaron considerablemente—. Muy. Es más, tienes una belleza como pocas. Esperaba millones de preguntas, pero nunca esa. ¿Debía agradecerle? Obviamente que sí. Aunque sin entrar en detalles alguien ya me lo había dicho, Lucille, mi antigua novia de preparatoria, pero como era mi novia, quizá se veía obligada a decírmelo. —Yo… —intenté decir. Sentía la boca y la garganta secas. Ella me interrumpió de inmediato: — ¿Y a qué parte de Australia vas, Dave? —Sonrió. —A Brisbane. —Dije frunciendo el seño sin entender cuál era su intención. Me salía con un tema, luego con otro. —Yo también ¿Sabes? ¿Vas de vacaciones? ¿Vacaciones? Dios quisiera pero no, me dije a mi mismo. —No, voy a la universidad ¿Tú? —Voy a la casa de una amiga, de vacaciones —dijo. —Bien por ti —sonreí falsamente. —Sí. Si quieres un día podríamos salir a algún lado, no sé… a cenar… y bueno… diversas cosas… —dijo lascivamente intentando que captara su doble sentido. —Bueno, yo…—ese no era mi propósito, debía ir a estudiar—, agradezco tu amabilidad, eres muy agradable, Andrew, pero no. Gracias. Déjame ser honesto, yo no soy así, odio salir y además sólo voy a estudiar y quizá conseguir un empleo. Bueno, técnicamente debo conseguirlo. Era cierto, debía conseguir un empleo porque no esperaba estar más de tres o cuatro meses en la casa de la familia Dempsey. Se detuvo a mirarme por unos segundos mientras fruncía sus labios como si fuese a decirme alguna palabrota de la que se hubo arrepentido y luego sonrió. —Esta bien, genio, no hay problema. —Dijo entre risas. Me guiño un ojo y luego se volvió al frente otra vez. No sin antes decir que nos volveríamos a encontrar, seguramente.

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No me preocupaba, era una hermosa chica que al parecer necesitaba demasiada atención y eso era justamente lo que yo no tenía en ese momento, no tenía tiempo para enamorarme ni nada de esas cosas. Sólo me haría desenfocarme de lo que realmente tenía que hacer. Estudiar, estudiar y estudiar. Las horas pasaron. Estaba cansado, ahora sí el sueño venía hacia mí lentamente. Cerré mis ojos con placidez y todo a mí alrededor comenzó a desaparecer. Los sonidos se hacían más vagos y las luces se apagaban poco a poco…Me había dormido. Las horas dormido pasaron más rápido de lo que hubiera imaginado, y me desperté al oír unas voces que decían por altavoz que ya llegábamos; habíamos tardado más de doce horas porque miré el reloj y marcaba las << 16:00 PM>> Eso era lo que te ganabas por comprar el pasaje más caro con miles de escalas. Luego del desembarque, salí del aeropuerto en donde me esperaba un hombre alto de cabello rubio y anchos hombros. Lucía como si tuviera unos cuarenta y tantos, al igual que mi padre, pero este parecía verse más jovial. En su rostro se enmarcaba una enorme sonrisa blanca y brillante, muy parecida al cartel que sostenía en sus manos con la inscripción, DAVE BARKER.

*** Allí estaba yo en ese momento, en mi último año del Instituto. Cansada, abrumada y quizá un poco asustada pensando lo que haría luego de terminar mis estudios. No tenía nada en mente, porque justamente mi mente estaba hecho un completo desastre al igual que yo. Uno de esos días llegué a casa temprano porque había salido antes de las clases y en vez de quedarme a dar unas vueltas alrededor del Instituto decidí irme, debía estudiar bastante para el próximo examen, sino me quedaría esa maldita materia y no podría ingresar a la universidad. Además, hacía demasiado calor como para soportarlo fuera de casa. Lo último que necesitaba era broncearme y parecer una manzana quemada. Al llegar fui directamente hacia mi cuarto. Antes, pasé por la sala de estar para dejar las llaves y subir las escaleras. Una vez en mi habitación, dejé caer mi bolso a los pies de mi cama y me recosté sobre ella. ¡Ah! Dulce sensación…Cerré los ojos y sentí que el sueño me atraía al igual que el juego de tirar la soga desde dos extremos. Esa mañana me había levantado muy temprano para asistir a la clase de educación física, así que era justo el cansancio que sentía, como si llevase sobre mí varios kilos de cargamento de rocas; o mejor dicho, varios libros que tuve que llevar al colegio. ¡Malditos! ¡Estúpidos libros románticos que nos hace leer la estúpida profesora de literatura! Como si no tuviera ya suficiente. Como si me importara que los estúpidos de Romeo y Julieta se amaran y por eso se suicidasen. Eso no sucedía en la vida real, eso no sucedía con Adrien. Estábamos en el mes de febrero (fines), pero en mi mente sólo había tres palabras. Cansancio, cansancio, cansancio. Eso que las clases habían comenzado hacía dos semanas, pero ya estaba abrumada y demasiado fastidiada. Odiaba ir al Instituto. Mil cosas aparecieron de repente en mi cabeza: exámenes, seguir preparando todo para la graduación, buscar vestidos en todas las tiendas porque los que había visto eran horribles y no encajaban conmigo y él. Mi amor imposible. Sé que suena trágico y contradictorio cuando digo esto y me comparo con Romeo y Julieta, pero es que Adrien era de alguna manera mi Romeo, que…obviamente nunca moriría por mí. Ese chico del Instituto, alto de cabellos rubios y ojos canela. Ese que cada vez que pasaba a mi lado

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me ignoraba completamente. Ese al que nunca le diría nada porque era una idiota, aunque no tanto como Julieta. Adrien…, suspiré. En fin, demasiadas cosas para una adolescente de diecisiete años pensé. Ni siquiera sabía porqué pensaba en Adrien, cuando era evidente que él no tenía idea de que respirábamos el mismo aire. Que estaba allí, casi siempre, observándolo llegar y marcharse por la puerta del Instituto. El sueño me nubló los ojos y sin darme cuenta me dormí, pero luego de un par de horas (en realidad no sabía cuanto tiempo había estado durmiendo) oí que Abby, mi hermana mayor; aunque sólo tenía dos años más que yo, estaba queriendo despertarme. — ¡Irene! ¿Podrías hacerme el favor de despertarte? No estaré diez horas parada junto a ti para que lo hagas ¡Vamos! —Sí, era Abby estirando mi brazo bruscamente, tal como siempre lo hacía—. ¡Irene! —Gritó en mi oído. Creo que estaba acostumbrada a que hiciera eso. Abrí los ojos de forma lenta para tratar de incorporarme a la realidad y a la luz de la habitación, mis ojos no querían hacerlo, al parecer seguían teniendo sueño al igual que yo. ¡Maldita seas, Abby! Suspiré perezosamente. — ¿Qué sucede?... ¿Qué hora es? —Pregunté apretando mis ojos; me sentía un poco desorientada, no sabía si era de día, de noche o de madrugada. Sólo sabía que quería seguir durmiendo. —Nueve y media pasada, debemos ir a cenar. —En su rostro apareció una gran sonrisa que me decía que algo estaba sucediendo. Aunque la noté algo maligna y diabólica, obviamente yo no entendía nada—. No sabes lo que es… es tan… Miró al cielo con aire esperanzador. Como si hablara de algún sueño lejano. — ¿Qué? ¿Qué cosa? —La interrumpí, ahora sí estaba desorientada ¿Qué era tan? —Que tenemos visita, sorda. Un muchacho, levántate y ven a la cocina. —Entonces se giró hacia el espejo y peino su largo cabello castaño claro demasiado parecido al mío, que hacían juego con nuestra tez blanca y nuestros ojos azules como zafiros. Muy pocos comunes decían algunos. — ¿Visita? —Volví a preguntar, ahora ya me había incorporado por completo e iba directamente hacia baño a lavarme el rostro con agua fresca. El agua se filtraba a través de mis dedos y me hacía sentir aliviada después del calor sofocante de la tarde. Me miré al espejo y me di cuenta de que estaba desarreglada, no me importó, estaba en mi casa y no tenía porque ser una Lady para todo aquél que llegara de improvisto a nuestro hogar. —Sí —dijo ella siguiéndome —, y no sabes lo encantador que es—. Me entregó el peine y dijo:—Yo que tú me arreglaría un poco ese cabello desbaratado hermanita. Ese chico tiene unos lindos ojos color miel como a ti te gustan… —No gracias. Estoy bien así. No necesito impresionar a nadie. —Até mi cabello con un lazó azul que tenía en la muñeca y lo dejé así como estaba, sin arreglarlo ni nada, no lo necesitaba. —Eso es porque estás enamorada de alguien que nunca se fijará en ti, Irene. —Dijo disgustada con mi negación—. Pues bien, haz lo que desees. Y hazme un favor, deja de pensar en el imbécil de Adrien, no vale la pena. El chico es una idiota. Estaba a punto de mandarla al demonio cuando ella desapareció tras la puerta. Adrien no era un idiota. Él era sólo un muchacho encantador que no sabía que yo existía, no era su culpa. Por favor, ¿tener que impresionar a alguien? ¿Yo? No. Ni siquiera me arreglo para impresionarme a mi misma, mucho menos lo haría por un desconocido.

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Luego de unos minutos yo también salí y me dirigí hacia la cocina para sentarme a la mesa. El estómago me escocía del hambre, no había comido nada desde el mediodía. Al entrar pude ver que todos se voltearon para mirarme como si fuese una extraña entrando a un hogar ajeno, además noté una presencia nueva en la mesa, un joven de unos veinte años; o quizá más, se encontraba sentado frente a Abby. Él me miraba detenidamente. No voy a mentir, claro que era guapo; su piel lucía tersa y muy blanca, lo que hacía que sus ojos color miel resaltasen. Lindos ojos como la miel, recordé decir a mi hermana. El sujeto en cuestión, llevaba un leve flequillo de costado y en tono castaño al igual que todo su cabello. En ese momento, sus labios hacían una pequeña mueca de costado. No sé por qué, pero ese chico tenía algo raro. No dejaba de mirarme y me intimidaba un poco, algo no muy común en mí. Quizá era porque a mi lado podría parecer algo como un ángel, diría mi mamá, mientras que yo, una diablilla malhumorada. ¡Bah! — ¿Tengo algo? —Pregunté de mala gana viendo como todos apuntaban sus ojos hacia mí. Incluso el invitado. —Irene —dijo mamá—, ¿A qué hora llegaste? porque no te vi entrar. Mientras decía eso yo me dirigía hacia una de las sillas junto a mi hermana. Saludé a todos haciendo un gesto con la mano y me quedé allí sentada lista para hablar. —Pues… —Comencé a recordar—. Cinco y media supongo. —Fruncí el seño—. Es que hoy salí temprano y cuando llegué la casa estaba silenciosa así que decidí ir a dormir un rato. Observé que Abby enmarcaba una ceja y me hacía una mueca de burla. No le di importancia, siempre había sido una imbécil. —Irene —añadió Joseph, mi padre, que se encontraba sentado en una de las esquinas de la mesa—. Déjame presentarte a Dave Barker, es hijo de uno de mis antiguos compañeros de Lines & Bell. —Hummm —me limité a balbucear. Honestamente no me interesaba mucho, estaba cansada, tenía hambre y tanto que estudiar y pensar. No le iba a dedicar mi tiempo a un extraño. Menos a ese que me hacía sentir mala.

***** En aquél momento todos mis planes cayeron al profundo abismo, como si de repente todo hubiese cambiado para mi. Al igual que un precioso anillo de oro cayendo a una alcantarilla. No quería, no esperaba que me sucediese en ese momento porque estaba allí para formarme académicamente, no para perderme en la belleza de aquella chica a quien llamaban Irene: con cálidas facciones angulosas y hermosos ojos color azul tan profundo como el océano en la noche. Olvídate, me susurraba mi mente, no estas aquí para estas cosas. —Sí —continúo el señor Joseph —, vino desde Alemania y se quedará con nosotros hasta que consiga un buen empleo. De todos modos —agregó dirigiéndose hacia mí—, sabes que puedes quedarte el tiempo que quieras, Dave. — ¿Con nosotros? —Preguntó sorprendida la chica, luego me miró de reojo. Sentí algo de presión en mi garganta. Tragué saliva intentando no demostrar mi nerviosismo. Ella parecía querer clavarme algo, un chuchillo, o quizá los palillos chinos que estaban detrás, en el armario. —Sí, así es. —Respondió Joseph con serenidad—. Va a quedarse en el cuarto de Mark. —Noté como a la chica frunció el seño, sus labios e hizo un gesto de desagrado, me sentía un poco incomodo en aquella situación. Sabía que no era una buena idea.

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— ¡No, no, no! —Refunfuñó—. ¿En el cuarto de Mark? ¿Por qué? ¿No puede quedarse en otro lado? —La habitación de huéspedes está en reparación querida, así que no podemos dejar que se quede allí. Además, Mark no vendrá hasta fin de año. —Añadió la señora Margaret, su madre. —Irene ¿Qué es lo que sucede hoy contigo? ¡Y siempre! siempre estas de mal humor y enojada —esa era Abby, según me dijo, era mayor que Irene y además era muy amable conmigo. Realmente me caía bien. Creo que me hacía recordar mucho a Maddy. —Por favor —le rogó a su padre—. Por favor, el cuarto de Mark no. Allí están sus cosas, su vida ¡Todo! No pueden simplemente despojar todas las cosas de su hijo para un desconocido. Bien, no había que ser muy idiota para darse cuenta de que a ella yo no le agradaba para nada. Es más, creo que me odiaba. ¿Así de rápido? Seguramente. No recuerdo haber dicho algo para ofenderla. —No. Es mi decisión. Lo siento, Irene. —Replicó su padre.

***

Estaba muy enojada, no era justo que aquel sujeto quisiera venir a ocupar el lugar de Mark y menos su cuarto y la casa como un peregrino al que es obligatorio darle alojamiento, además no me caía nada bien, algo en él no me gustaba. No me agradaba en absoluto su carita de soy un niño bueno, e iba a hacer todo lo posible para que su estadía en la casa fuese lo peor que le hubiese pasado en su vida. Era un hecho, estaba perdido si se quedaba en mi casa. — ¿Saben qué? —Dije dirigiéndome hacia todos a la vez—. Hagan lo que quieran, si quieren denle alojamiento de por vida, a mi no me interesa. Ya estoy harta de esto. —Entonces me levanté y salí cerrando la puerta detrás de mí, pero me apoyé en ella para escuchar si decían algo, ya que siempre lo hacían. Entonces oí que hablaban: —Discúlpala Dave, Irene es así, impulsiva muy aferrada a su familia. Además no quería que Mark se alistara al ejército, y durante las misiones se pone muy malhumorada. —No sabía que Mark hiciese misiones desde que Irene nació. Maldita hermana. Siempre con eso. — ¡Abby! —La reprimió mi madre. —Sí, lo entiendo —decía la otra voz, al parecer era el peregrino—,de todas maneras yo no quiero molestar, así que será mejor que vaya a dormir a un hotel esta noche y luego buscaré un lugar. ¡Ah! Me chocaba que se hiciese la víctima con mi familia. Sobretodo con mis padres que se creían la reencarnación de la madre Teresa de Calcuta. —No, no lo harás. —Decía mamá firmemente—. Ella debe aprender a no ser tan egoísta, además Mark estaría de acuerdo que te quedases en su cuarto. Él es un muchacho muy generoso y nunca reaccionaría de mala manera. —Pero… Ella lo interrumpió. —Pero nada, tú te quedarás aquí y si a Irene le molesta tendrá que aguantárselo. Esta no es su casa. Claro que es mi casa, pensé. —Está bien —dijo la voz invitada acatando las órdenes de mi madre. Entonces junto con toda mi bronca caminé hasta la escalera y subí a mi habitación. Me quedé allí con la luz apagada, estaba muy molesta con todos ellos. Mi cabeza se

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había vuelto oscura por dentro, cegada por la negación y el odio hacia aquél intruso que acababa de conocer. Las lágrimas comenzaron a inundar mis ojos; realmente no recordaba cuanto extrañaba a Mark. Me recosté sobre la cama y ahí me quedé hasta el otro día. El ejército… ¿Por qué decidió ir a allí? ¿Por qué? A la mañana siguiente desperté un poco más calmada, decidí que no iba a pelear con nadie más. No valía la pena, pero tampoco iba a dirigirle la palabra a aquel sujeto ni a tratarlo como todos esperaban que lo hiciese. No hasta que se consiguiese otro lugar para vivir. Me caía mal, ¿acaso era tan difícil de entender? Me di una ducha relajante y tomé mi uniforme del colegio para ponérmelo, una falda a tablas color gris grafito, una camisa blanca con el logo del Instituto y una corbata y medias rojas. Amaba mi uniforme; sobretodo sabiendo que era el último año que lo usaría. Salí del cuarto luego de alistarme para ir al Instituto, pero primero me dirigí a la sala comedor a desayunar. Cuando entré sólo se encontraban mamá y Abby. Me senté en la misma silla que la noche anterior y me dispuse beber un café en silencio hasta que oí la voz de Abby que se dirigía a mí: — ¿Ya terminaste de pelear? —Dijo bravucona. Mamá la interrumpió enseguida. — ¡Basta Abby! , no empieces una pelea —ella me miró y volvió a decir apoyando sobre la mesa de roble un plato de porcelana con algunas tostadas—. Irene ¿estás más tranquila hoy? —Evité decir algo. Luego se giró y puso a un lado de mi taza de café un vaso de jugo de naranja, entonces volvió a decir:— Creo que necesitamos hablar. —Como quieras. —Dije sin darle mucha expresión a mi rostro ni a mis palabras—. ¿Tardarás mucho? Porque tengo que ir temprano al Instituto. —Oh, entonces ven un segundo a mi habitación así hablamos tranquilas —dejó el repasador que tenía sobre la mesada y caminó hasta la puerta girándose hacia mi y volviendo a decir—, ¿Vienes Irene? Suspiré. —Si no tengo otra opción —dije. El tono de mi voz era de resignación y pesadez. —No pierdas tu tiempo mamá —gruño mi hermana mientras yo me dirigía hacia la puerta sin haber tocado mi desayuno que ya estaba estropeado por la situación. — ¡Abby, silencio! —Respondió mamá y salimos por el pasillo hacia la escalera para conducirnos a la primera habitación, la suya. Entramos cerrando la puerta para que nadie nos interrumpiese. Mamá fue la que comenzó con su discurso. Tal como siempre lo hacía. Abogados, pensé, siempre tienen la palabra. —Irene ¿Por qué te portaste de esa forma ayer en la noche? —No tenía ganas de escuchar ese tipo de preguntas. Si hubiese sido por mi ya me habría largado, pero era imposible no responderle a ella porque siempre encontraba la forma de conseguir lo que quería. —Mamá —dije al fin—, no puedo permitir que alguien quiera venir a ocupar el lugar de Mark sólo porque no está en esta casa… Sólo porque se fue al ejército. ¿Y si algo sale mal? ¿Y si Mark no regresa? ¡Lo olvidarán por él mamá! — ¡Irene! —Seguí hablando como si no la hubiese escuchado. —Si tu lo has olvidado no es mi problema, pero yo no lo he hecho, partió hace más de seis meses y todavía no vuelve ¡Mamá! ¡No le hagas esto! —Irene sabes que no es así ¿por qué Dave querría ocupar el lugar de Mark? No tiene sentido.

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No quería escuchar sus justificaciones en modo alguno, ella siempre buscaba una escusa para todo, pero esta vez no conseguiría hacerme cambiar de parecer. No con respecto al peregrino. — ¿Quieres saber cuál es la razón por la que Dave esta aquí? —La miré de reojo como si no me importase la “gran historia” de nuestro “inquilino” . En realidad no me importaba. —A ver… ¿Qué es lo que peregrino vino hacer aquí? —mi forma de hablar era irónica, pero lo detestaba. —Tiene sueños, como tú, como tu hermana, como los tiene Mark —se sentó sobre la cama y me llamó a su lado—, sus padres decidieron irse a vivir a Europa, pero él quería estudiar una carrera que allí sale mucho más costosa que aquí y como quiso venir, tu padre lo invitó a nuestra casa. —Eso no cambiaba las cosas, seguía usurpando el lugar de Mark. La miré con desagrado y me levanté lista para irme, pero cuando estaba llegando a la puerta me volteé para decir: —Recuerda algo mamá… —ella me miraba sin decir nada, con aquella expresión rara en su rostro, como si le costase entender lo que ella misma había dicho, aunque sabía que eso era imposible—… él no es Mark y si ustedes intentan olvidarlo con su presencia, yo me encargaré de que salga así de fácil de como entró. —Chasqueé mis dedos y entonces di media vuelta y me fui. Pasé por mi habitación a tomar mis cosas y salí para el Instituto, me sentía abrumada, enojada y asfixiada. Mamá se interesaba más por los sentimientos del peregrino que de los míos ¿Qué clase de madre era Margaret? Una vez que llegué al Instituto me sentía un poco mejor. Cuando entré las chicas ya se encontraban ubicadas en los lugares ¿Qué raro? Están sentadas y tan tranquilas pensé. —Hola —dije y pasé sonriendo hasta uno de los últimos bancos del fondo junto a la ventana, dejé mis cosas sobre el respaldo de la silla y pregunté:— ¿Qué sucede que están tan calmadas? —Nada, es que como es temprano y hace mucho calor preferimos quedarnos aquí. —Dijo Rachael. Tenía razón, cualquier cosa era mejor que estar bajo el rayo de sol. Ni bien dejé las cosas me quedé un poco pensativa tratando de entender cómo mamá intentaba defender al peregrino, peregrino que ocurrencias las mías, no pude evitar reír y al parecer las chicas me vieron hacerlo. — ¿De qué te ríes, Irene? —Preguntó Scarlett. Ella era mi compañera de banco, la persona que más quería en ese Instituto. Diría que éramos y somos como hermanas, había días en que sentía que la quería más que a Abby; a decir verdad era porque nunca me había fallado en años y eso era muy importante para mí. —No, de nada… nada importante Scar —miré hacia la ventana y vi que nuestra rectora se aproximaba. ¡Genial, no tendremos clase!, pensé —No viene la profesora de geometría, chicas —dije como tratando de adivinar. — ¿Qué? ¿Cómo lo sabes? —Preguntó Elissa, integrante de nuestro grupo de cinco. Sus ojos se abrieron contundentemente mientras se volteaba hacia la ventana. —Porque ahí viene la rectora. —Y exactamente como me lo había predicho, entró para tomar lista y dijo que la profesora no venia, y que teníamos dos horas libres. —Bien —dije desganada. Estaba un poco rara ese mediodía. Y también… con todo lo que había pasado, como para no estarlo. — ¿Qué te sucede? —Me preguntó Joy viendo como me recostaba sobre la mesa—. Tienes un aspecto raro, algo escalofriante. —Gracias —dije con ironía y enfado. Las chicas rieron.

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—Nada, es sólo que no pase una buena noche, tuve unos inconvenientes con mi familia —respiré hondo y seguí luego de indicarles a las chicas que fuéramos a sentarnos a las bancas de adelante para que les pudiera explicar qué era lo que había sucedido. Llegamos allí y nos sentamos en ronda, una ronda de cinco amigas inseparables. Eso éramos nosotras. Aunque honestamente a veces me sentía un poco sola; aun estando junto a ellas. —Bien ¿en qué estábamos? —En que nos ibas a contar sobre lo que te pasó anoche —dijo Scar. —Ah, cierto —resoplé—, bueno todo empezó así: papá llevo a un sujeto a vivir a casa, creo que es hijo de uno de sus amigos que se mudo a Europa por… no sé qué. Pero lo cierto es que es… — ¿Y es guapo? —Preguntó Elissa de forma exacerbada. Interrumpiéndome. Fruncí el seño y la miré de reojo con una mirada asesina. —No, no lo es y eso no viene al caso. Entonces… —Entonces debe serlo —dijo Joy. ¿Por qué se empecinaban en eso? — ¡Claro que no lo es! —Gruñí. Siempre alguien me interrumpía. Esta vez era Abby ¿Qué hacía allí? Y ¿Cómo osaba desmentirme de aquella manera? — ¡Sí que lo es! —Reía—. Es demasiado guapo, imagínenselo chicas —dijo haciendo un ademán con las manos—, alto, ojos de miel y cabellos castaños. Mirada dulce, amable y caballero. —Todas comenzaron a reír y a suspirar a la par de mi hermana. Eso era totalmente estúpido—. Y no me olvido que tiene una voz tan dulce y una sonrisa perfecta. Dave Barker. —Terminó con tono teatral. Pensé en ese momento que podría asesinarla y dejarla en algunas de esas fosas del cementerio, pero luego me dí cuenta de que sería mucho trabajo hacerlo. Simplemente la picaría con algo. — ¡Detente! —Le grité a Abby con ferocidad—. ¿Qué haces aquí, Abby? — ¿Estás celosa Irene? —Decía ella. Seguían riendo, pero yo sólo estaba escuchando a Abby—. Nada, vine a traerte tu cuaderno de física. —Decía mientras de ponía delante de mi—. Sabía que lo necesitabas, así que de dije a Dave si podría traerme hasta aquí. El sabe conducir, ¿lo sabías?, porque yo no. —Tra… ¿Traerte? ¿Cómo que traerte? —Miré hacia arriba, intentando no desbocarme para decirle eso y continué—. ¿En qué? —Entonces lo descubrí—. No el automóvil de Mark, Abby ¡No! —Relájate, no es sólo un auto, también es mío, además mamá le dijo que lo usara. Creo que el pequeño Dave se quedará por un largo tiempo. Ya estaba empezando a molestarme demasiado ese peregrino: primero el cuarto, ahora el automóvil ¿Pero quién se creía que era? Me levanté y decidí ir hasta el estacionamiento de la escuela en donde se suponía que debía estar el intruso. Mientras lo hacia escuchaba las voces de mis amigas detrás de mi gritándome a dónde iba, pero yo ya no estaba entré ellas, me encontraba demasiado furiosa como para contestarles algo coherente. Cuando llegué hasta la parte principal del estacionamiento pude divisar exactamente el viejo Chevy Camaro rojo 1968 de Mark y al sujeto parado junto a el. Me dirigí rápidamente hasta donde se encontraba y cuando llegué me paré frente a él diciéndole o más bien gritándole y apuntándolo con mi dedo índice. — ¡Dime una cosa! ¿Quién te crees que eres para usar el coche de mi hermano Mark? ¿No te bastó con usurpar su cuarto? —El sujeto no me respondía, sólo se limitaba a mirarme con sus ojos bien abiertos como si estuviese sorprendido de mis

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palabras. ¡Dios! Era desesperante —. ¿Piensas que puedes comprar a toda la familia con tu discursito? “Dios, debo ir a la universidad”, y soy tan bueno. ¡Pues a mi no! ¿Sabes? Y si crees que puedes endulzar a todos estás muy equivocado peregrino. —Respiré hondo, el aire se me agotaba. Él seguía mirándome con esa estúpida mirada indefensa. No pude mirar a mi alrededor, pero supuse que en ese estacionamiento había alguna que otra persona observándonos.

*****

— ¡Cálmate! ¿quieres? —Intenté no gritar, pero fue imposible. Irene había llegado hasta mí con toda su furia. Ella estaba furiosa, pero entendía porqué. Era sólo un automóvil y la Señora Dempsey me había encomendado llevar a Abby hasta el Instituto. — ¡No me digas lo que tengo que hacer! —Replicó. — ¡Entonces deja de hacer escándalo por idioteces! ¡Pareces una niñita malcriada! ¡Eres puro caprichos! ¡Dios! Nunca nadie me había hecho enfadar de una manera tan extraña, porque sí, estaba enojado, pero parecía que la sensación iba y volvía. — ¡¿Qué me dijiste?! —Esos hermosos ojos azules se abrieron de par en par. Noté ávidamente como levantaba una de sus manos con la intención de darme un cachetazo. No se lo permitiría. Yo tenía límites, no era un idiota. Incluso si tenía que amarrarla para que mantuviera lejos de mí, lo haría. En el mismo instante en que su mano llegó hasta unos centímetros de mi rostro, instantáneamente la detuve y tomé con fuerza. ¡Dios! Ella era agresiva. Creí que al ser tan pequeña no sería tan fuerte. Miraba su mano, pero al ver al frente no me dí cuenta de que sus ojos estaban demasiado cerca de los míos viéndome con furia, con ira. Sentía su respiración agitada cerca de mis labios y eso me volvía loco. ¿Por qué Irene producía todo eso en mí en tan sólo un día?

***

— ¡Irene! ¡Cálmate! —Ahora el peregrino me tenía amarrada por los brazos. Yo intentaba soltarme, pero fue imposible, él era fuerte. Y mucho más alto que yo por lo que me acaparaba en su totalidad. Maldito, maldito sea. — Vete de aquí y deja el auto de Mark en paz.—Dije con la mirada desafiante. Esa era la que mejor me salía. Sabía que en ese momento estaba completamente roja, podía sentir el rostro hirviendo de ira. —Deja de comportarte como una niña, no pareces una adolescente, pareces una niña malhumorada y caprichosa —susurró. ¿Cómo se atrevía a decirme eso? Era un imbécil. Podría haberlo pateado allí mismo, pero en ese momento me tenía aferrada horrorosamente a él—, y déjame en paz, por favor. — ¡Nunca! —Grité. Nunca mientras estuviéramos bajo el mismo techo. — ¿Ah, sí? —Sonrió enarcando una ceja. ¿De qué se reía el muy imbécil? Me acerqué aún más para ponerlo nervioso. Un desafío era lo que necesitaba en ese momento. Necesitaba que se diera cuenta de que podía ser peor que él. —No retes al destino, Dave —susurré con el mismo tono de voz para intentar intimidarlo—. No si yo estoy ahí, porque…te irá realmente mal. — ¿Y que harás? Ya arruinaste mi día.—Preguntó sonriente. ¡Como lo detestaba! Respiré hondo y parpadeé. ¿Que yo había arruinado su día? Eso era totalmente loco. —Me encargaré de que salgas por donde entraste. —Sus ojos se abrieron aún más. Yo me solté de mi agarre mientras él me observaba detenidamente. Giré rápidamente

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sobre mis pasos, y salí corriendo hasta el patio interior. Ese imbécil pretendía ser más listo que yo, pero no lo lograría.

*****

Aquellos profundos ojos azules me habían dejado perplejo. Irene era tenaz y de eso no había dudas, pero… ¿Qué le ocurría conmigo para que se comportase de aquella manera tan desaforada? Por un lado me irritaba, pero por el otro me agradaba que fuese así. Realmente era una chica tremenda. El único problema era que terminaría por volverme loco, pero no de la manera que lo haría con cualquier persona. Aquella manera de la que había estado huyendo durando los últimos años. El amor. Tomé viarias bocanadas de aire mientras la veía correr. Eso fue extraño. No me había peleado con alguien así en años. Supuse que su enojo no duraría por muchos días, pero al parecer me equivoqué. No conocía a Irene, pero sabía perfectamente que ella no era como todas las demás. Que era especial y eso era lo que más me preocupaba.

***

Cuando llegué nuevamente al patio todas me miraron, no tenían razón para hacerlo como lo hacían, pensé que tenía algo en mi ropa pero no. Por si acaso tuve que comprobarlo. — ¿Qué? ¿Qué sucede? —Dije mientras atusaba mi cabello que se había desbaratado un poco con el viento. —Al parecer la pasaron bien ¿no? digo… por tu cabello. —Esa era Abby, siempre acotando idioteces. Yo las miraba como diciendo están locas, pero una tras otra seguían diciendo cosas. —Podrías compartirlo ¿no? —Dijo Elissa riendo. Sus ojos brillaban debido a la burla que me estaba haciendo. —Sí, sobretodo si está tan guapo como dice tu hermana —Scarlett nunca hacia ese tipo de bromas ¿Qué le pasaba? De seguro Abby tenía algo que ver. — ¿Dónde esta Dave? —Volvió a decir Abby—. Supongo que debemos irnos, a menos que quiera hacerte compañía todo el día. Ese es el problema, quizá quiera. Ese tipo de chicos sólo se interesan en malhumoradas como tú. — ¡Deja de decir eso! —Dije empujándola y haciendo que chocara contra el viejo árbol de cerezos. —Como quieras ¿Dónde está? —Se incorporó inmediatamente y se pasó los dedos por el cabello. Muerto, pensé. —Cállate y vete… —le dije disgustada, mi día se había arruinado culpa del peregrino, pero ya encontraría la manera de vengarme de él. De eso estaba segura. —Cuéntanos… —susurró Rachael—. ¿Lo besaste? Porque… — ¿Qué? ¿Cómo se te ocurre esta idiotez? —Dije con la cara desencajada. Nunca se me podría ocurrir hacer una locura como esa y mucho menos con un sujeto como Dave. —Vamos, Irene, somos tus amigas puedes contarnos —dijo Elissa—, además… parecías celosa. — ¿Disculpa? —Dije adelantándome hacia ella. No iba a pegarle, pero si seguía molestándole, lo haría—. Estás equivocaba. Tengo el sentido de la vista intacto, no borroso como mi hermana. — ¿Qué pasó con ese Dave? —¡Dios! Estaban llegando a mi límite.

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— ¿Con el peregrino? No pasó nada, es un completo inútil y encima mis padres lo tratan como a un hijo y él no es Mark. —Oh —dijo Joy —, y tú estas defendiendo su lugar. —Asentí—.Luego de que él decidiera irse por muchos meses al ejército. El servicial Mark… — ¿Qué dijiste? —Nada—. Me sonrió—. Sólo debes calmarte. Me senté sobre el escalón de concreto y arrollé las piernas contra mi pecho, abrazándolas. No me dí cuenta de que estaba temblando. — ¡Claro! —Dije—. Es evidente que debo calmarme. Nadie se preocupa por mí y ahora veo que tampoco lo hacen por Mark. —Mmmm… yo creo que hay algo más allí —dijo Joy—. Creo que secretamente te gusta Dave, pero no quieres decírselo. Porque quizá también le guste a Abby. —Deja de decir estupideces. —Me incorporé, y mientras le decía eso di media vuelta y volví al aula así de enfadada como estaba. Entré y me senté en mi banco rogando que el día pasase rápido para poder volver a casa y encerrarme en el cuarto por el resto de mi vida. Ya me tenían bastante cansada. ¡Todos! Las horas pasaron lo bastante rápido y cuando me quise acordar ya eras las cinco y veinte así que poco a poco comencé a juntar mis cosas y a guardarlas en la mochila. Cinco y media sonó la campana del timbre y por fin nos dispusimos a abandonar las aulas. Yo obviamente no saludé a nadie porque estaba demasiado enojada como para hacerlo, si bien no me tenía que haber importado lo que me decían porque nada era verdad, las actitudes de mis supuestas amigas sí me habían hecho enfadar y mucho. Pero lo peor de todo era el estúpido Dave, que me hacía enfadar, y aunque pensaba que era por Mark, realmente no estaba tan segura.

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Capítulo 2

Cuando llegué a casa, subí las escaleras y fui directamente a mi cuarto. No quería ver

a nadie, ni a Abby, ni al peregrino, ya no estaba de humor y si me cruzaba alguno no

iba a poder responder de mí.

Entré a mi cuarto, dejé las cosas colgadas en el perchero y luego me cambié

dispuesta a acostarme a dormir, pero antes cerré las persianas porque todavía había luz

solar que entraba de a rayitos y eso no me permitiría dormir. Me recosté en la cama

mirando el techo. Ahora sí, todo estaba sumido en una completa oscuridad pero aún

podía escuchar el sonido de los pájaros cantando allí afuera.

Cuando estaba acostada un millón de pensamientos inundaron otra vez mi cabeza

(otra vez) demasiadas cosas pasaban como flashes por mi mente y sobretodo preguntas

como ¿Por qué estaba portándome de esa forma con mi familia? ¿Qué era lo que me

pasaba? Yo nunca había sido así con nadie, si bien me molestaba que hubiese alguien

nuevo en casa tratando ocupar el lugar de Mark, nunca pensé que me pondría de esa

forma. Supuse que eso se debía a que ya habían pasado más de medio año desde que

Mark se había marchado con su grupo del ejército y todavía no teníamos noticias suyas.

Volviendo al tema "hogar" pensé en dejar todo tal cual estaba, ya no quería más

peleas pero tampoco cedería a que me humillasen, algo era seguro y era que yo no iba a

pedirle perdón a nadie.

Mientras intentaba conciliar el sueño, un ruido me interrumpió, alguien estaba

golpeado la puerta de mi habitación para querer entrar. ¿Quién podía ser?

— ¡Pase! —Grité con la voz un poco soñolienta, pero nadie contestó, entonces

volví a hacerlo—. ¡Pase! —grité aún más fuerte, entonces la puerta se abrió despacio.

Entró una pequeña figura que no podía ver debido a que la luz estaba apagada, entonces

encendió la luz y me obligó a entrecerrar los ojos para adaptarme a la luminosidad.

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— ¿Irene? —la voz de una joven que estaba llamándome me resultaba conocida,

pero no eran ni Abby ni mamá; mis ojos seguían entrecerrados y un poco nublados por

el efecto de la luz. De pronto las vi, estaban paradas junto al espejo que estaba colgado

en la pared, eran Judy y Kristine, mis primas.

— ¿Qué hacen aquí? —dije sin muchas ganas de hablar.

—Es cumpleaños del tío Joseph — ¡Ay no!, lo había olvidado, era el cumpleaños de

papá y se me había borrado de la mente por completo, esa era la razón por la que no

había nadie cuando entré a casa, claro todos deberían estar en el salón. En realidad no

era un salón; sino más bien un cuarto que había sido un invernadero de mamá, pero que

luego convirtieron en sala de reuniones. Era grande, lo bastante amplio como para hacer

una cena filiar, además la vista en la noche desde allí era hermosa ya que las paredes y

el techo eran de vidrio puro. Ir allí los días de lluvia era lo más reconfortante que podía

hacer uno.

— ¡Si cierto, lo había olvidado! —Dije y ambas me miraron incrédulas —, ¿Qué

hora es?

—Son las siete, supongo —dijo Kristine. Ella era la que más se parecía a mí; aunque

sus ojos eran grises y su pelo más claro que el mío—. Pero ven, levántate vamos a la

sala que todos están allí.

—Está bien —dije mientras me incorporaba sobre la cama —. Pero… necesitaré que

salgan un segundo porque debo arreglarme.

— Sí, por supuesto —contestaron ambas de manera un tanto risueñas mientras se

marchaban cerrando la puerta y dejándome sola.

Me paré y me dirigí al armario para buscar algunas prendas para vestirme, saqué de

el una remera azul y un par de jeans color negro. Luego me puse mis zapatillas color

lavanda y recogí mi pelo para que no me molestase mucho.

Salí del cuarto apagando la luz y me dirigí escaleras abajo esperando no encontrarme

con todo el mundo, tal como siempre sucedía, pero todos estaban allí. Excepto algunos.

Y papá era uno de ellos. Se había quedado en la firma por unas horas más, según mamá,

ella se había encargado de que eso sucediera de aquella manera. Hasta le había hecho

dejar su automóvil.

Cuando me adentré en la sala, pude notar que todo estaba decorado, los grandes

ventanales relucientes, estaban decorados con guirnaldas plateadas y amarillas, con

globos del mismo tono que al parecer estaban inflados con eleo o algún gas parecido por

que flotaban livianamente en el aire. La larga mesa de madera tenía puesto un gran

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mantel blanco con flores azules y lavanda, en ella había alrededor de treinta o más

platos, seguramente seremos muchos pensé. Miré a mí alrededor y lo comprobé, pero no

parecíamos tantos. Aun así, no me sentía apta para estar allí en ese momento, estaba

abrumada y enfadada, pero Joseph no se merecía que me comportase mal en su

cumpleaños.

Caminé por el costado de la mesa y llegué hasta el sofá chester de color gris que

realmente era exquisito. Literalmente me desplomé sobre él y me quedé allí. Tras unos

segundos de confortabilidad en el sofá, recordé que no le había comprado nada y

entonces fui a decirle a mamá que iría al centro por un regalo para papá. Cuando fui a

buscarla, ella estaba pelando un par de patatas para la cena. Me acerqué hasta ella

mientras sostenía en mis manos un vaso de agua.

—Mamá —dije con un tono apurado —. ¿A qué hora se supone que llegará papá?

—necesitaba saber si tenía tiempo de ir a comprar algo o no.

—Hummm —dijo mientras pensaba en su respuesta —, creo que nueve y media

pasada, más o menos ¿Por qué?

—No, no es nada, es sólo que necesitaba saber si tenía tiempo de ir a comprar algo

para él.

—No creo que sea necesario —volvió a lo que estaba haciendo sobre la mesada y

dijo —. Pero si quieres hacerlo rápido Dave va al centro en unos minutos, va a buscar a

tus primos Sam y Eva, él puede llevarte —en aquel momento estaba por ponerme a

gritar ¿estás loca mujer? ¿Cómo piensas que yo viajaré en el mismo automóvil que el

peregrino? No, ni lo intentes. Pero al parecer ya había causado mucho revuelo la noche

anterior, así que me limité a decir un "no, gracias". Además y como dije, no arruinaría el

cumpleaños de mi padre.

—No, está bien, voy sola. Descuida. No hay problema con eso —dije luego y me

sorprendí de que las palabras hubiesen salido con tranquilidad.

—Irene —ella me miró con severidad, tal como siempre lo hacía y dijo—: Sabes

que es peligroso que andes sola y justo cuando esta oscureciendo, además eres una chica

bonita e indefensa. Por favor, por lo menos hazlo hoy por tu padre, no pelees y ve con

Dave —yo la estaba mirando fijamente, en verdad estaba preocupada porque fuese sola

hasta el centro, así que no tuve otra opción que aceptar, de mala gana pero aceptar.

—Bien —resoplé y le dije mientras me giraba para ir hasta la puerta de la sala de

cristal —: Dile al peregrino que lo espero dentro de automóvil que es nuestro—.

Escuché como reía, pero no le di importancia.

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—Irene, eres tremenda —alcancé a escuchar antes de salir allí.

Salí hacia el jardín y caminé hasta el otro extremo para entrar al garaje para esperar

al peregrino, no sabía como iba a hacer para soportarlo todo el camino al centro. Luego

se me vino a la mente no hablar por nada del mundo y eso haría. Aunque me fue

imposible, ya que siempre resultaba ser un poco bocona.

Esperé como diez minutos hasta que escuché la voz del intruso hablarme.

—Pensé que esperarías en el automóvil —dijo pasando por mi lado para ir hasta la

otra puerta de automóvil.

—No sabía que dabas órdenes —respondí sin más, abrí la puerta y me senté del

lado del acompañante, sin siquiera mirar o decir algo. Sentí que él reía y eso me enojó

bastante, pero no dije nada. Debía soportarlo todo el camino al centro y no estaba

dispuesta a seguirle la corriente.

Una vez que salimos, el camino se hizo demasiado largo, era como si no tuviese fin y

yo estuviese condenada a pasar horas y horas, sentada junto a un sujeto que no me

agradaba en lo absoluto. A mitad de camino, él comenzó a hablar diciendo:

—Necesito saber algo, Irene — ¿Qué le haría suponer que yo iba a contestar alguna

de sus preguntas?, pero no tenía escapatoria además se lo había prometido a mamá,

malditas promesas pensé.

— ¿Qué quieres? —dije sin mirarlo, sólo me limité a tener el rostro enfocado en el

exterior del vehiculo a través de la ventana. El sol ya había caído y el cielo estrellado

estaba sobre nosotros.

— ¿Por qué me tratas de esa manera? —él seguía conduciendo, pero esta vez bajó

un poco la velocidad. Me giré y lo miré de forma irónica para luego decir:

—Oh, mira quien lo dice. La persona que me amenazó hoy en el estacionamiento de

la escuela.

—Sabes que tú empezaste con eso —decía frunciendo el seño.

—Si no te hubieses metido en mi casa, nada de esto habría pasado —gruñí con

desdén.

—Ese es el problema —dijo deteniendo el automóvil completamente para empezar

con su discurso ¿Qué se suponía que estaba haciendo? —. No sé cuál es el problema de

que yo este por un tiempo en tu casa ¿acaso nunca has tenido sueños? ¿Soñar que eras

alguien en la vida? Si no los tienes yo sí, y no me gustaría que te entrometas en ellos

porque por una vez en la vida y gracias a tus padres pude encontrar la posibilidad de

llevarlos a cabo. — Yo ya no lo estaba mirando y además no me interesaba que me

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contase la historia de su vida, pero él prosiguió —. Por favor, creo que no vale la pena

que nos llevemos de esta manera, además sé perfectamente que no soy tu hermano y

tampoco pretendo serlo ¿Entiendes?

—No, no eres Mark —no quería escuchar más, ya tenía mucho por ese día, sólo

quería comprar mi regalo e irme a casa. Entonces dije —: Mejor arranca porque estoy

apurada y además mis primos estarán por llegar al centro de autobuses. No quiero

hacerlos esperar. —Él hizo caso a mis palabras y rápidamente arrancó el automóvil.

Ahora ya estábamos otra vez en ruta.

La mitad del camino que nos separaba del centro lo hicimos en silencio, gracias al

cielo se limitó a no decir nada. Cuando llegamos allí me bajé y le dije:

— Enseguida vengo —a lo que él contestó.

—No puedes dejarme solo — ¿dejarme solo? ¿A qué se refería con eso? Y como si

hubiese escuchado mis pensamientos añadió —. No se quiénes son tus primos.

Unos pasos hacia delante y yo ya estaba por cruzar la calle. Lástima que el semáforo

estaba en rojo.

— ¡Estás en nuestro automóvil, ellos lo conocen! —dije con arrogancia y luego me

alejé cruzando la calle sin decir nada más.

Llegué a una tienda que se encontraba sólo a dos cuadras de donde habíamos

estacionado el automóvil y me decidí por entrar, no sabía exactamente lo qué iba a

comprar, pero me dejaría llevar por lo que vería, algo que me impactase, pensé o que

impactase a papá. Recorrí el lugar por unos minutos y cuando llegué al fondo encontré

algo que a papá le gustaría muchísimo, un hermoso baúl de madera, en el que podrá

guardar todos sus recuerdos o cosas que siempre tiene tirado por ahí, como las carpetas

de los casos que atendía me dije.

Pasé por la caja para pagarlo pero cuando quise levantarlo me di cuenta de que era

demasiado pesado para mi ¿hay Dios que hago? Encima no había ningún muchacho que

trabajase en esa tienda como para ayudarme a cargarlo. Creo que no me queda otra

opción… ¿Por qué, por qué, por qué? Odio pedir favores. Y mucho menos a él, me

decía a mi misma.

Luego de pensar qué era lo que iba a hacer, me dirigí a la vendedora que estaba

hablando con la que parecía ser la amiga.

—Mira eh… voy a buscar a… — ¿a quién?, porque no era ni mi hermano, ni mi

amigo —…A alguien —bien, había llegado una buena palabra a mi mente—. Para que

me ayude con esto, enseguida vuelvo. —Ella asintió enseguida con una estúpida

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sonrisa jocosa. Salí de allí y corrí las dos cuadras hasta la avenida que se encontraba

frente al estacionamiento. Entonces crucé y me dirigí hasta el automóvil. Él se

encontraba apoyado sobre una de las puertas traseras, mirando hacia la nada. ¡Dios, si

no lo odiase! ¡¿Qué dices?! ¡¿Acaso eres idiota?! ¡Borra eso de tu mente Irene! Sacudí

la cabeza y continué con mi antigua posición.

—Odio decir esto, pero necesito de tu ayuda —él me miró y sonrió. Me miraba

detenidamente. No dejaba de hacerlo y eso me ponía bastante incomoda y molesta, pues

me estaba subestimando demasiado. De seguro pensaba que la guerra había acabado,

pero no. Recién había comenzado.

*****

No tenía necesidad de comportarse de esa manera. Pero ¿Yo qué podía hacer? Sólo

ignorarla, algo que en las últimas horas se me estaba haciendo un poco complicado.

Irene era de esas personas que no puedes dejar pasar sin recordarla a cada segundo. Me

odiaba por ello, me odiaba por desviar mis planes. Y para colmo, ella también me

odiaba, pero en el fondo estaba seguro de que algún día cedería y las cosas entre

nosotros no seguirían siendo un tira y afloje constante.

Pensé en mil maneras de no hablar con ella, pero todas se desvanecían apenas la veía.

Ese cabello, esos ojos acusadores que parecían guardar miles de cosas dentro de ellos

me estaban carcomiendo el cerebro. ¡Olvídate! Me gruñía mi mente mientras la

contemplaba. ¡Ella te detesta, así que olvídala! ¡Deberías poner más atención a lo que

realmente viniste a hacer! Tenía razón. En un par de meses de seguro tendría mi primer

examen y no podía darme el lujo de ocupar mi cabeza en cosas como esas. Si tan solo lo

hubiese sabido.

Segundos después caí en la cuenta de que ella me había dicho algo y estaba

esperando impacientada mi respuesta. Estaba por decir algo, pero en ese segundo me

interrumpieron.

***

Seguramente habrán pasado varios minutos así, sin que respondiera a mi pedido de

ayuda hasta que escuché una voz que se aproximaba.

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— ¡Atención, Atención! ¡Miradas anhelantes entré mi prima y un desconocido! —

Esa imbécil. A la que iba a asesinar, era Eva, mi prima. Junto a ella venía Sam, su

hermano y desde hacia mucho tiempo, mi casi mejor amigo.

— ¡Deja de decir idioteces y súbete al automóvil! —entonces me dirigí hacia Sam

diciéndole que viniese conmigo e intentando olvidar lo que Eva decía. Le eché un

abrazo y acudí a él —. ¿Me acompañas a buscar algo a la tienda Sam? —Él me miró

confuso y asintió enseguida.

En el camino Sam y yo comenzamos a hablar; o más bien lo hizo él.

—Creo que a mi hermana le gusta tu novio. Apenas lo vio comenzó a decir cosas

sobre él —dijo y rió con nerviosismo. De seguro creía que el peregrino y yo teníamos

algo.

—No, eso no es mi novio —le respondí tratando el tema con menosprecio.

—Entonces porqué estaban mirándose de esa forma.

¿De esa forma? Yo no lo estaba mirando de ninguna forma.

—No nos estábamos mirando de ninguna forma, es solo que le pedí que me

acompañase hasta aquí y no me contestaba, pero justo llegaste y salvaste mi vida—.

Dije tomando su brazo en señal de agradecimiento.

Llegamos a la tienda Seth Australia, extraño nombre para una tienda que vendía todo

tipo de cosas artesanales hechas de madera y cosas así. El lugar parecía el interior de

una cabaña de cualquier centro de ski.

—Sí que esto pesa —dijo con esfuerzo. Y sí que parecía pesado, además creo que

no era machimbre, sino roble porque la madera era muy gruesa.

—Ay lo siento Sam, pero era imposible que yo llevase esto sola hasta el automóvil—

. Él me sonrió.

Luego de una breve charla llegamos hasta el automóvil. Sam guardó el baúl en la

parte trasera del este. Mientras que el peregrino y Eva a estaban dentro del automóvil,

así que nos subimos y comenzamos a andar. El viaje fue silencioso; por lo menos de mi

parte si no fuese porque Eva; se imaginaran que mi prima Eva era la mejor amiga de

Abby, en fin, habló casi todo el camino tratando de llamar la atención del intruso y él le

dirigía a su vez esas sonrisas idiotas que hacia a menudo. Eran la pareja perfecta, el

idiota y la idiota.

Quince minutos más tarde llegamos a la puerta de casa, los portones se abrieron y el

automóvil entró hasta el garaje. Cuando bajamos, Sam y yo sacamos el baúl del

automóvil y lo llevamos hasta la sala, lo apoyamos cerca de uno de los sillones mientras

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le agregábamos un gran moño y una tarjeta para que quedase lindo. Era lo menos que

podía hacer.

— ¿Para qué se supone que quiere esto el tío? —me decía Sam mientras anudaba un

lazo blanco alrededor del cofre.

—Para guardar sus papeles de la corte, o de sus casos, ya sabes que nunca sabe

dónde ponerlos —dejamos el cofre en el lugar de los regalos y nos dirigimos a la

cocina para quedarnos allí hasta que papá llegase.

Una vez sentados comenzamos a charlar un poco, hacía un tiempo largo que la

familia no estaba junta y era bueno hablar con alguien más que no este obligándome a

ser amable con quien no quería.

— ¿Y qué es de tu vida? —le preguntaba a Sam mientras servia unos refrescos para

ambos —, ha pasado más de un año desde la ultima vez que te vi.

—Sí, es verdad. Déjame decirte que todo sigue igual, nada ha cambiado desde ese

día. Los mismos amigos, la misma novia, los mismos estudios. En fin, todo sigue igual.

Sam era una gran persona, pero tenía demasiados problemas consigo mismo. Sus

padres se habían separado cuando él tenía tan solo seis años y desde ese momento vivió

con su madre y con Eva. Eva y Sam eran muy diferentes, él era bondadoso y amable,

pero ella era como un poco, no un poco, realmente era soberbia y creía que tenía a todos

los hombres a sus pies. Nunca nos habíamos llevado bien. Siempre solía burlarse de mí

y yo siempre solía agarrarla de los pelos, pero eso era cuando éramos más niñas.

Media hora más tarde, ya casi todo estaba preparado para la gran fiesta, papá estaba a

unas cuadras de casa, eso lo sabíamos por que él había llamado unos minutos antes de

bajar del autobús. Cada uno de nosotros nos acomodamos tras objetos y o agachados

tras la mesa para darle una gran sorpresa; para eso ya eran las diez de la noche casi en

punto. La luna brillaba resplandeciente sobre los vidrios del salón. Unos minutos

después la puerta comenzó a abrirse. La luz estaba apagada de forma que él no pudiese

vernos, pero nosotros sí a él, ya que la luz de la luna reflejaban su espectro. Segundos

después prendió la luz y todos juntos gritamos al unísono, ¡Feliz cumpleaños!, recuerdo

su rostro, se sentía muy feliz de que todos estemos allí celebrando un año más de su

vida. Todos nos acercamos a él para felicitarlo.

—Feliz cumpleaños papá, perdona por todo lo que te hice pasar estos últimos días.

Él sonrió y en minutos tenía a más personas a su alrededor; como tíos, hermanos,

amigos, sobrinos, suegros y padres. Todos estaban allí.

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Después de que todos saludaron a papá, nos sentamos cada uno en nuestro lugar de la

gran mesa. Yo me senté cerca de la punta, de un lado estaba Abby y del otro tenía a

Sam, pero frente a mi estaba el intruso que no dejaba de mirarme con ojos acusadores.

Dentro de mi una voz se encendió diciendo ni pienses en hacer algo estúpido, solo así

lograrás arruinar el cumpleaños de Joseph ¿eso es lo que quieres? No lo creo. Sabía

exactamente lo que significaban esas palabras y era que debía pensar antes de hacer o

decir algo, sólo por ese día debía hacer una tregua con el peregrino.

Durante el transcurso de la cena intenté no pensar en nada y eso fue muy fácil, fue

fácil tener la mente en blanco, limitándome a sonreír y contestar con muy pocas

palabras cada vez que algún pariente se acercaba hasta mí haciéndome preguntas

personales.

Perdida en mis pensamientos comencé a recordar el día en que Mark y yo íbamos al

campo de niños con mamá, papá y Abby. Recuerdo que nos sentábamos en el pasto

cerca de los senderos y juntos corríamos por las praderas. Teníamos todos casi la misma

edad, yo seis, Mark once y Abby ocho.

Las navidades, cuando hacíamos los hombres de nieves, o cuando íbamos a las

piscinas durante los veranos. Pero Mark había elegido el ejercito para pasar muchos de

sus años y nada podíamos hacer.

Una voz llamándome interrumpió mis hermosos recuerdos:

—Irene ¿estás en esta mesa? —la voz que me llamaba era la de Sam. Cuando me

predispuse a escucharlo noté que varias personas ya se habían levantado ya de la mesa.

¿Había pasado tanto tiempo esperando?

— ¿Qué pasó? —le pregunté un poco desorientada. Al parecer ya había pasado más

de media hora sin que me diese cuenta. Estaba como en otro universo, fundida en mis

propios pensamientos que hasta me había olvidado que era una fiesta.

—No, nada es que la tía dijo que debemos levantarnos para que ellos ordenen la

mesa.

—Necesitaran nuestra ayuda —dije. Levanté los platos que se encontraban a mí

alrededor y los apilé uno encima del otro, luego de eso me levanté y los llevé junto a

los otros que se encontraban en la otra punta de la mesa. Caminé hasta donde había

estado sentada minutos atrás y llamé a Sam para que me acompañase a la sala de estar

de la casa. Él se levantó y me siguió.

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Entramos a la casa y caminamos hasta girar a nuestra derecha para entrar al living y

así poder sentarnos en los sofás de cuero color verde que combinaba a la perfección con

nuestros muebles negros y las paredes crema.

—Que día el de hoy —dije en el aire.

— ¿Ocurrió algo malo?

Lo miré como si no hubiese entendido su pregunta.

— ¿Algo malo? —Él me miraba con sus ojos azules entrecerrados —. ¿A qué te

refieres?

—Nada, sólo preguntaba —dijo—. Por… Olvídalo. —Era Sam, y él me conocía a la

perfección como para saber que estaba un poco molesta con la presciencia de Dave,

digo del peregrino.

Nos quedamos más de media hora sin hablar, yo había prendido el televisor así que

nos encontrábamos viendo una película “el grito” que a decir verdad no me parecía

muy terrorífica ni nada por el estilo; al contrario de Sam que se encontraba tapándose

los ojos y diciendo que le avisara cuando las escenas horribles pasasen. Eso era

imposible, pensé, ya que era una película de terror. Tenía millones de escenas horribles.

En fin, ya habían pasado varias horas, la película había terminado y yo estaba sentada

en el sofá de dos cuerpos mientras tanto Sam ya se había dormido profundamente.

Parecía que estaba desmayado. Y también… el pobre de Sam iba a doble escolaridad.

—Estoy muy aburrida —me decía a mi misma mientras me levantaba del sofá e iba

hacia mi cuarto. Tomé una manta y bajé nuevamente para tapar a Sam. Luego volví a mi

cuarto.

Me puse unos shorts, una remera un poco más fresca, y después solté mi cabello.

Tomé un libro y como no tenía sueño me senté en mi cama a leer un poco, estaba

leyendo una novela épica con dones y profecías "El viento en llamas" de Williams

Nicholson. Luego apagué la luz y me quedé en silencio.

Tras aproximadamente veinte minutos alguien tocó la puerta de mi cuarto, me

imaginé que podrían ser mis primas así que no contesté, pero esa persona la abrió y al

hacerlo pude notar que no era una, sino dos personas que entraron abrazadas y

besándose, aunque honestamente creo que aquella silueta femenina estaba acosando a

alguien, pero…¿Quienes eran?

— ¿Qué es esto? —dije girándome a encender el velador.

Eran Dave y Eva, estaban demasiado juntos diría yo. Cuando descubrieron quien era

la que les estaba hablando se separaron. Él me miraba de manera apenada aunque no

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entendía por qué y ella de forma soberbia como siempre lo hacia. ¿Cómo se les ocurría

entrar a mi habitación, que desgraciadamente también era de Abby, de esa manera?

Claro, no era de sorprenderse. Eva siempre había sido una chica muy fácil y él era un

idiota de primera categoría.

—Ay Irene siempre interrumpes mis mejores momentos —yo no estaba

interrumpiendo nada entré ella y él, no sé por qué me decía eso. Era mi cuarto. ¡Ellos

interrumpían mi sueño!

— ¡¿Perdón?! ¡Tú fuiste la que entró desesperada besándose con alguien en mí

cuarto! — ¿Esas palabras habían salido de mi? ¡Dios! Agradecía la ayuda de mi ira,

ella estaba cuando la necesitaba. Me paré dirigiéndome hacia ambos. Realmente estaba

furiosa—. La verdad es que me dan asco —entonces Eva se giró y salió por la puerta

dejando al inepto frente a mí. Yo hice lo mismo pero volví hacia mi cama y dije —:

¡Vete! —me estaba dirigiendo hacia Dave, pero este no se movió ni un milímetro —.

¡Dije que te fueras de aquí! —Seguía sin moverse —. ¿No escuchas o qué? Volví a

pararme para ir hasta donde se encontraba, él me miraba fijamente como lo había hecho

en el centro hasta que rompió su silencio.

— ¿Eso es realmente lo que quieres? —dijo mirándome fijo.

No supe a que se refería, así que me limité a decir que sí.

—Sí, vete.

Suspiró profundo.

—Lo siento Irene, no media lo que hacia. En verdad, discúlpame.

El aroma del perfume CH de Carolina Herrera de Eva más el de la cerveza no hacían

una buena combinación; me daban nauseas.

— ¿Has bebido? —lo empujé hacia atrás, no quería que se me acercase, no sólo

porque estaba ebrio, aunque sólo lo había visto tomar un trago invitado por Abby, sino

porque no lo soportaba, ¿por qué pensaba que tenía que pedirme disculpas? si a mi ni

me interesaba en lo absoluto. Podía hacer lo que se le plazca, pero lejos de mi

habitación. Entonces me senté en la cama.

—Ni siquiera escuchas Irene —volvió a acercarse de nuevo y me atrapó con sus

brazos alrededor de los míos levantándome de la cama en la que yo estaba sentada y

sujetándome de tal forma que por más fuerza que hacia no podía librarme de él. Tal

como había sucedido en el estacionamiento. ¿Por qué no podía alejarse de mí? ¡No lo

soportaba!

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— ¡Suéltame! —decía mientras forcejeaba para que lo hiciese, pero él no lo hacia—

. ¡Suéltame o verás Dave!, ¡suéltame! —él no lo hacia, sólo me sostenía y yo odiaba

eso. Lo odiaba a él y no quería tenerlo cerca, necesitaba zafarme de su agarre como sea.

Lo único que se me ocurrió fue llorar, era buena en eso, aun sino tenía razones para

hacerlo. Mis lágrimas eran de salida fácil. Por eso nunca solía confiar en la gente que

lloraba.

— ¡Déjame! —seguía diciendo yo, entré lagrimas.

Hubiese dado lo que sea por que alguien entrase. Mis padres se habían ido de paseo

y Sam dormía. ¿Qué era lo que podía hacer? Ni siquiera sabía dónde estaba Abby y Eva,

de seguro bebiendo lo que quedaba de la fiesta.

— ¡No te haré nada, pero esta es la única forma en que podremos hablar Irene! —

estaba borracho no había dudas, así que debía usar la técnica que utilizaba con mis

amigos cuando se ponían borrachos y pesados conmigo.

—Si me sueltas podremos hablar —mientras lo decía, seguíamos forcejeando yo

tratando de librarme y él sosteniéndome.

—No, por que eres una histérica y contigo no se puede hablar. Cuando te calmes, yo

te suelto —se lo notaba muy nervioso y un poco desorientado —, basta con que te suelte

para que me pegues o algo ¿no ves que eres una cobarde? No eres capaz de enfrentarte a

tus problemas.

— ¡Su —él —ta —me y ve —te a tu cuarto imbécil! ¡Me haces daño! —y como por

arte de magia me soltó y se hecho para atrás. ¿Era tan simple como una palabra? ¿Me

haces daño? Si lo hubiese sabido antes. Me miró con ojos atemorizados, frunció los

labios y pidió perdón, pero yo no dije nada, solamente me di vuelta y supo que tenía que

marcharse. Ya me había fastidiado demasiado.

*****

Había lastimado a Irene; o como ella me dijo, me haces daño. Yo no intentaba

hacerle daño. La cabeza me daba vueltas y apenas podía caminar. Sabía que esa cerveza

haría estragos en mí. Solía beber muy poco, aunque técnicamente vivía en el país de la

cerveza. El peor error de todos había sido seguirle la corriente a Eva, ella era hermosa,

de ojos azules y cabello castaño, pero me había dado cuenta de que no era Irene. No

tenía aquella manera de mirar a la gente como Irene, ni de hablar. ¡Estaba tan

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arrepentido! Quería que las cosas no saliesen así, pero no pude evitarlo porque soy un

idiota que no sabe que le sucede.

La única que podía ayudarme con eso era Abby, ella había estado todo el día conmigo

mostrándome su casa y contándome algunas cosas de cada uno de los integrantes.

Guardé con especial atención cada cosa que me decía de Irene. Que estaba enamorada

de un tal Adrien, no me agradaba demasiado ello. Que su cantante favorito era Ricky

Martin y que le gustaba la música internacional. Que solía ser algo exhaustiva con la

gente, pero esa era su opinión. Además me contó que cuando era pequeña había

aprendido a hablar francés en una academia, que no me sorprendiese si alguna vez me

insultaba en ese idioma. No pude evitar reírme de aquél comentario.

— ¿Quieres un poco de café? —me preguntó Abby.

—Por favor. Mi cabeza quema —ella comenzó a reír. Estábamos en esa sala que

tenían. Aquella con paredes de vidrio.

Con mis manos apreté mis ojos para intentar disipar el dolor, pero fue inútil. Seguía

allí, así que antes del café intenté con una aspirina.

—Dave, así es Irene —decía ella. Yo ya le había contado todo—. Es difícil de

entender. Siempre está enojada por una cosa o por la otra. Por eso yo le hablo con

burlas… —se quedó pensativa y rió —… que siempre terminan con más enojo por

cierto.

Sonreí a media, no porque no fuese gracioso, sino porque la cabeza no me dejaba ser

yo.

—Creí que podía arreglar las cosas con ella. No lo sé… es… Es tan diferente a todo

el mundo.

—Sobre todo a ti —dijo entregándome el café.

—Puede ser —fruncí el seño—. Pero no puedo dejar que esto me detenga.

— ¿A qué te refieres? Honestamente Dave, si a Irene le molesta algo es muy difícil

que puedas convencerla de lo contrario. Es muy tenaz con sus convicciones.

—Sí, acabo de notarlo —sobretodo cuando le hice daño—. Espero que no siempre

sea así…

—Mmmm… Relájate. Voy a ver como te ayudo para que las aguas se calmen.

Esos ojos de mar profundos estaban embravecidos y yo era el culpable. Necesita

hacer algo.

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Capítulo 3

Pasaron varios meses desde la llegada de Dave a nuestra casa, pero supongo que todo

seguía igual o peor que al principio por lo que había sucedido la noche del cumpleaños

de mi padre; eso me había molestado demasiado y no le había vuelto a hablar hasta el

momento. En fin, todo continuó peor cuando me encargaron a mi acompañarlo a todos

lados ya que Abby estuvo enferma más de un mes seguido y no podía salir por miedo de

empeorar o contagiar a alguien. La odié por ello. Yo diría que me aterrorizaba más la

idea de que me contagiase a mí con todo lo que tenía que hacer para las clases del

instituto.

Pero se preguntaran por qué yo debía acompañarlo a muchos de los lados a los que

el asistía, bien... era por que si bien él vivió en Brisbane (o eso era lo que decía), no

conocía casi nada. Y yo como buena idiota estaba obligada a acompañarlo, hasta que el

peregrino supiese ir solo.

Una mañana desperté temprano porque sabía que debíamos ir a la universidad, esa

que se encontraba en el centro de la ciudad y como él no conocía el camino decidimos ir

en el metro y no en automóvil hasta ella. Era eso o perdernos. Y realmente no quería

perderme, no con él.

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Antes de salir y como era temprano él me preguntó cómo se veía pero no le contesté.

Entonces insistió y tuve que decirle que se veía bien para que no me molestase más.

Hummm… Honestamente no era mentira, se veía bien, bien acorde a una universidad

claro está. Pero eso a mi no me interesaba. Llevaba puesto una chaqueta negra con una

camisa gris debajo de ella, una pequeña bufanda, unos jeans azules y el bolso marrón

oscuro con el que se paseaba para todos lados como si lo tuviese adherido. Era un idiota

bien vestido, sólo eso.

Luego de un silencioso desayuno, decidimos que ya era hora de irnos. De todas

maneras iba a tener que soportar mi peor cara de desagrado y mis malos comentarios.

Aunque estaba segura de que ya estaba acostumbrado.

Tomamos el autobús hacia el subterráneo y luego una de las líneas que nos

conducían al establecimiento.

Llegamos hasta la puerta de un edificio que parecía construido de mármol, muy alto,

yo diría que tenía más de quince pisos; estos pisos estaban llenos de ventanales oscuros

que le daban un aspecto antiguo, pero aún así era hermoso. En la parte baja y frontal

había cuatro grandes puertas de vidrio que aparentemente daban a un salón principal; o

eso creía yo, pero una vez que entramos pude verificarlo. Una vez que ingresamos pude

comprobar que por dentro no era del todo parecido a lo que me había imaginado

minutos antes de ingresar; si bien había un salón principal como creí, el olor que había

allí era extraño, un tanto parecido al olor de un hospital, algo nauseabundo.

Hubiese dado cualquier cosa por respirar un poco de aire limpio en ese momento,

pero cuando puse atención Dave ya había avanzado unos cuantos pasos hasta una

ventanilla en la que al parecer estaba hablando con alguien. Sí, así era, cuando me

acerqué pude notar que era una mujer de unos veinticinco años de unos grandes ojos

azules muy oscuros, un tanto parecidos a los míos y cabello negro que parecía muy

largo para mi gusto. Ella estaba hablando muy cordialmente con él hasta que me miró

de reojo, como despreciándome, entonces volvió su mirada al muchacho que tenía

enfrente y siguieron hablando como si yo no existiese, de igual forma no me importaba

ya que no necesitaba nada de aquel lugar.

Pasados unos cuantos minutos decidí sentarme en un banco que se encontraba a la

derecha de donde yo me encontraba, puse mi bolso sobre él y ahí me quedé un buen rato

repasando todo lo que tenía que hacer en el día; estudiar para mi examen de biología y

juntar el dinero para la graduación.

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Estuve allí sentada más de media hora esperando, habíamos llegado allí alrededor de

las ocho de la mañana y la eran nueve menos cuarto. Mientras trataba de concentrar mi

atención en algo escuché la voz de alguien que aparentemente estaba intentando hablar

conmigo, levanté la cabeza sigilosamente y vi a un muchacho joven de unos veintidós,

veintitrés años, éste estaba dirigiendo sus palabras hacia mí.

—Hola —decía mientras se apoyaba sobre la pared que se encontraba frente a mí y

dejaba caer la mochila en el suelo a un costado de sus pies. ¡Dios! Era guapo.

—Hola —contesté amablemente, pero tampoco le di mucha importancia ni énfasis a

mi saludo, no lo conocía y dudaba que él me conociera a mí.

—Eres demasiado joven para estar en la universidad — ¿a qué se refería con eso?

Además él no tenía ni idea de cuantos años tenía yo ¿Cómo podía afirmar que era

demasiado joven? —. ¿Cuántos años tienes? —preguntó finalmente.

Lo quedé mirando un buen rato, claro que era apuesto. Tenía el cabello castaño claro

casi rubio y ojos celestes, era alto y estaba muy bien vestido con un suéter marrón

escote en v. Debajo del suéter llevaba una camisa blanca y unos pantalones color beige.

Todo un universitario pensé. Pero cuando caí en la cuenta pude ver que era muy

parecido a Adrien, salvo por los ojos, los de Adrien eran color canela.

—Diecisiete y no… no estoy en la universidad —sonreí tímidamente mientras me

acomodaba el cabello detrás de la oreja—. Recién entraré el año próximo.

—Mira, y… ¿vas a seguir algo relacionado con la medicina? —una gran sonrisa

iluminó su lindo rostro —. Digo… porque estás aquí.

—No, por supuesto que no —dije poniendo cara de asco. Él rió —. Odio este olor.

Además quiero ser algo como… Abogada.

— ¿Algo como o abogada? —sonrío nuevamente, era un chico muy atento a mi me

encantaba que se interesasen por las cosas que yo quería hacer, eso tenía mucho poder

sobre mi. Aunque quién no tendría poder con aquellos ojos y aquella sonrisa.

—Abogada —respondí con convicción — ¿Y tú qué eres? —tenía curiosidad por

saber qué era lo que estaba estudiando allí, podía ser médico, cirujano, dentista, en fin

muchas cosas.

—Estoy estudiando pediatría —recuerdo que pensé que no podían ser más lindo,

joven, apuesto y dulce. Seguramente debía amar a los niños.

A veces me sorprendía de lo estúpida que podían sonar algunas cosas que pensaba.

Esa no era yo, yo no me comportaba así.

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— ¿Te gustan los niños? Porque podías haber sido simplemente doctor —le

pregunté como estúpida que era. ¿Cómo se me ocurría eso?

—Sí, pero no los quiero a todos. Sólo a mi hermosa sobrina Maia —dijo riendo, era

obvio que lo decía en broma. Pude comprobar que no sólo era hermoso sino tierno, y

amaba a su sobrina. Ya nos podemos casar, pensé. No, ya me estaba volviendo un poco

paranoica y todavía no nos habíamos ni presentado; era verdad no sabía su nombre así

que decidí preguntarle—. Además los adultos somos más cabezas duras frente a un

doctor. Siempre queremos tener la razón. —Rió.

—Y… chico pediatra ¿Cómo te llamas?

—Darren, mucho gusto ¿señorita?... —preguntó y estiró una de sus manos

acercándose a mi para darme un apretón.

—Irene, me llamo Irene. Y… mucho gusto. —no pude evitar sonrojarme y al

parecer él tampoco, entonces ambos nos sumergimos en un mundo de risas. ¿Un mundo

de risas? Pero que idiota.

—Irene… —añadió con tono pensativo —. ¿Sabes? Significa “aquella que trae

paz” ¿Tú traes paz?

—No, no lo sabía. Que lindo —reí—. Espero traerla —me sentía un tanto incómoda,

aunque no lo suficiente como para levantarme e irme de allí.

Darren era al parecer un muchacho inteligente y gentil, además no se desubicó en

ningún momento, eso fue lo que más me gustó, que era un caballero.

Mientras hablábamos de mi nombre y de lo que significaba oí la voz apurada de

Dave que decía que debíamos irnos. Le largué una mirada irritada para que no me

apurase, pero a él no le importó.

—Debemos irnos Irene —aparentemente estaba apurado, no me interesaba. Yo

había estado más de una hora y media allí esperando a que él terminara sus malditos

asuntos. Ahora debería de esperarme él a mí. Era lo justo.

—Adelántate que ya voy — dije, no lo estaba mirando, mi mirada estaba fija en

Darren que a su vez este me miraba con su sonrisa desaparecida.

—Debemos irnos ¡ya! — ¿Qué le pasaba? No tenía ninguna autoridad sobre mí. No

se por qué creía que gritándome lograría que me levantase de allí y caminase a su lado

—. Vamos, apúrate y ten cuidado lo que haces —bueno, eso me molestó aún más.

Digamos que hizo que mi ofuscación estallase en mil pedazos, él no podía darme

órdenes, no a mí. No era nada suyo como para que lo hiciera. Por favor, era tan imbécil

ese peregrino.

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— ¡¿Quién te crees que eres para estar hablándome así?! — gruñí y él se quedó

mirándome perplejo al escuchar mi pregunta. Darren también lo hizo. Seguramente

creyó que me quedaría sumisa ante sus órdenes, pero no, si había algo era que yo no era,

era ser justamente sumisa. Siempre se imponía lo que yo decía ¡Siempre!

—Estás a mi cargo Irene —dijo intentando ser autoritario—. Tú mamá lo dijo.

Ese imbécil estaba dejándome como una idiota frente a Darren, me estaba

avergonzando. ¿No podía simplemente cerrar la boca? Más furiosa no podía estar

porque en primer lugar era mayor de edad (o casi), y no debía estar a cargo de nadie y

segundo, él no era nada mío como para tenerme a cargo. Mis nervios estaban que

estallaban, hubiese querido largarme de allí lo más pronto posible, pero no podía

hacerlo ya que Darren estaba ahí, justo parado frente a mi observando esa patética

discusión que debo admitir me avergonzaba muchísimo.

— ¿A tu cargo? —le respondí frenéticamente —. ¿Pero quién te crees que eres, mi

padre? —me levanté frente a Dave y con el dedo acusador lo señalé como siempre solía

hacerlo y le dije —: Tú no eres nadie para mi, Dave, así que ni se te ocurra volver a

decirme que estoy a tu cargo —pero él no contestó enseguida, ya que lo hizo luego de

varios minutos de silencio justo cuando me di vuelta para hablar con Darren que ya no

estaba, al parecer se había cansado de nuestra pelea y decidió irse. Era de suponer,

perfecto tenía que ser pensé.

—Irene —la voz calmada de Dave estaba dirigiéndose hacia mí —. Por favor… —

dijo casi en un susurro —. ¿Podemos irnos ahora? —Y cuando estaba por volver a

levantar mi tono de voz, él me calló diciendo —. Mira, no estoy para pelear el día de

hoy, sólo vámonos a la casa ¿quieres? — acomodó el bolso que traía encima y comenzó

a caminar pasando por mi lado como si yo ya no estuviese allí. Como si fuese un simple

fantasma. Había arruinado por completo mí mañana. Lo detestaba.

— ¿Oye qué haces? —reaccioné molesta porque me había corrido hacia un lado.

Pero él ni se inmutó y siguió caminando en dirección a la puerta principal. Ni siquiera

me molesté en ir detrás suyo ya que yo sabía muy bien como regresar a casa, pero él no,

no lo sabía así que de seguro esperaría a que saliera.

Minutos después logré calmarme. No valía la pena seguir peleado con aquel imbécil.

Acomodé mi ropa y decidí que ya era hora de salir, pero antes de llegar a la puerta un

voz ya conocida me detuvo.

— ¡Irene! —gritó lo suficientemente alto como para que lo escuchase —. ¡¿Ya te

vas?!

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Me giré para mirarlo y luego me detuve cerca de la puerta.

—Sí, ya es tarde y debo hacer demasiadas cosas el día de hoy —le respondí sin

vueltas.

—Lo siento —masculló —. Disculpa si me entrometí entré tu novio y tú.

Realmente no quería hacerlo.

— ¿Qué? —estaba sorprendida, no podía creer que él pensara que ¡eso! era mi

novio —. Eso no es mi novio, es más, no es nada mío —bueno, por lo menos fue fácil

justificarme ante él, aunque no tenía que hacerlo.

—Yo sólo creí… porque… —se encogió de hombros metiendo las manos en los

bolsillos de su pantalón—. Honestamente eso parecía una reacción de celos.

— ¿Celos? —pregunté incrédula.

*****

¡Celoso! ¡Dios! Estaba celoso de un sujeto al que no conocía por una chica que me

detestaba, no podía estar celoso. No por ella. ¿Qué tenía Irene que había cambiado mis

planes de aquella manera tan especial? Claro, era muy bonita, pero eso no debería de

haberme importado en absoluto. Mi estadía allí debía tener un solo objetivo, estudiar y

trabajar, no enamorarme. ¡Dios me había enamorado! Así que iba a hacer lo posible, lo

que estaba al alcance de mis manos para olvidarme de ella, para no pensar en ella ni

prestarle atención a sus caprichos. ¿Pero qué sucedería si no podía lograrlo? Si caía en

su hermoso embrujo de amor. Sabía que más adelante iba a doler más, el día que me

fuese de aquella casa. El día en que tendría que volver. Aun así, ella no me quería allí y

por eso mi partida debería ocurrir pronto. Muy pronto.

Comencé a bajar esas enormes escaleras cuando inconcientemente me choqué con

una muchacha. Ojos castaños y cabellos del mismo color, pero aun así era bonita.

—Lo siento —dije percatándome de que le había hecho caer sus carpetas y

cuadernos, era un idiota—. Lo siento, lo siento —ella reía, pero no comprendí porqué.

—No te preocupes, en verdad —dijo sonriente.

—Déjame ayudarte, porque… —junté un par de cosas del suelo y le sonreí—. Soy

un idiota, lo siento.

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—Gracias —dijo tomando sus cosas—. Yo también iba algo distraída, así que en

parte también es mi culpa. Soy Alice… —su sonrisa se volvió tímida, pero era

agradable. Estiró su mano para estrechar la mía.

—Soy Dave —dije.

—Y… Dave. ¿Estudias aquí? —me preguntó.

—Vine a anotarme en realidad.

—También yo —dijo—. Me anoto para pediatría. Ingreso el año próximo.

— ¿En verdad estás en pediatría? Yo también. Entonces quizás nos veamos en las

clases.

—De seguro… Hummm… Bueno ahora debo irme. Así que… Quizá nos veamos

luego. Adiós Dave —dijo agitando su mano.

—Adiós Alice —dije viéndola pasar frente a mí. Segundos después ya se había

marchado.

Irene no llegaba aún, así que me quedé sentado esperándola en uno de los escalones.

Seguro tardaría ya que estaba molesta conmigo y me haría esperar a propósito. La

comprendía, pero no como ella esperaba.

***

Lo interrumpí.

—Pues, creíste mal —era demasiado lindo como para dejar pasar esa oportunidad de

charlar con él, así que saqué de mi mochila un anotador y un bolígrafo. En el anotador

anoté mi número de celular y mi email. Entonces estiré una mano y se lo alcancé.

—Llámame si quieres —dije mientras me daba la vuelta caminando hasta la puerta

que tenía a unos cuantos pasos cerca de mi—. Debo irme.

—Sabes que lo haré —fue lo último que escuché de él mientras atravesaba la puerta

para salir de la universidad. Sin querer me topé con una chica que se enojó al ver que yo

iba distraída.

—Ten cuidado niña —me dijo y siguió su camino.

—Lo siento —me disculpé.

—Sí, sí… —dijo de mala gana y desapareció de mi visión.

¡Que carácter!, pensé.

Al salir noté que en uno de los escalones cuesta abajo yendo para la acera se

encontraba Dave, sentado con una mano apoyada en el piso y en la otra sosteniendo su

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bolso. Seguí caminando hasta donde estaba y cuando crucé frente a él pude ver que no

tenía de las mejores caras, bueno en realidad su rostro nunca expresaba nada, era tan

cual como yo le decía a mis amigas, tiene cara de nada. En fin, una vez que me adelanté

sólo unos escalones después de él, me giré y dije que debíamos irnos a lo que él asintió

sin ni siquiera mirarme. Seguimos caminando en silencio hasta llegar a una esquina a

donde se encontraba la parada del subterráneo. Luego debíamos tomar el autobús.

Estuvimos esperando el autobús más de quince minutos, pero este no venía y yo ya

me estaba aburriendo de estar allí parada con todo lo que tenía para hacer y encima ya

eran las once de la mañana. Teníamos aproximadamente media hora de viaje así que

llegaría con el tiempo justo al instituto.

Minutos después tomamos el autobús y descendimos a unas cuadras de casa. Dave

comenzó a caminar, pero yo literalmente comencé a correr porque debía bañarme y

prepararme para ir al instituto, pues no quería llegar tarde, eso era algo que odiaba, el

hecho de entrar y que todos te estén mirando me hacia poner muy nerviosa.

Y justamente eso fue lo que sucedió. Entré al aula alrededor de la una y veinte, ósea

cincuenta minutos tarde. Cuando ingresé al aula me di cuenta de que era diferente, no

esta, sino las personas que había adentro, muchas personas, yo diría que eran el doble de

lo que habitualmente éramos. Como si hubiese aumentado la cursada de un día para el

otro, o como si… no…

— ¿Qué paso aquí? —me dije a mi misma. Una vez que estuve dentro escuché la

voz de una chica que se burlaba de mí por haber llagado tarde.

— ¿Qué te paso? ¿Te caíste de la cama? —decía con risa burlona mientras todos

reían, la verdad no la conocía así que me di el gusto de contestarle.

—Sí, pero por suerte estuvo tu novio allí para agarrarme —todos se quedaron

callados por un momento y luego siguieron riendo, me sentía muy bien por ello, había

logrado taparle la boca a una idiota como ella. Se había tragado demasiadas películas

americanas y se creía una de esas chicas populares.

Seguí caminando hasta donde se suponía que era mi lugar, pero las chicas no estaban

y en lugar de ellas estaba él. Sí, el chico de mis sueños; aquél que nunca se había dado

cuenta de mi existencia, aquél que siempre veía pasar por mi ventana y me quedaba

mirándolo mientras se alejaba.

Durante varios minutos estuve como hipnotizada, hasta que caí en la cuenta que

estaba parada frente a él como una estúpida, lo único que hice fue decirle que ese era mi

lugar a lo que él respondió si yo lo había comprado; eso me molestó un poco pero si

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venia de parte suya también me agradaba, por lo menos el hecho de que me estuviera

hablando, ya que nunca lo había hecho en estos tres años que nos conocíamos, bueno él

no me conocía, pero yo sí y demasiado. Digamos que tenía una especie de obsesión con

su persona, pero es que era tan lindo y yo no podía evitar mirarlo cada vez que lo veía

pasar o me lo cruzaba en algún lugar. Y ahí estaba frente a mí y sin volver a decir nada

y mirando al frente haciendo como si yo no estuviese allí. ¡Maldición, me encantaba

demasiado!

— ¿En verdad no vas a moverte de mi asiento? —él no contestó, así que antes de

parecer una loca me di la vuelta y vi que en otra punta estaban sentadas las chicas, y que

además había un lugar que estaba al parecer reservado para mi. Me acerqué hasta allí y

me senté. No había nada que hacer ni decir, a él no le interesaba en lo absoluto así que

no valía la pena seguir pensándolo. Pero… ¿Cómo iba a hacer para olvidarlo? Traté de

hacerlo durante tres años, pero fue imposible, dentro de mi siempre hubo un rayito de

esperanza y una vocecita que me decía “algún día” "quizá algún día, Irene", pero el

año se estaba terminando y comenzaba a sospechar que ese día nunca llegaría; las cosas

que esperé nunca sucedieron, con el paso del tiempo la luz se fue oscureciendo y la voz

se iba apagando poco a poco. Ya no tenía esperanzas con respecto a Adrien, ni una.

Esa tarde fue rara, estuvimos dos horas junto al otro curso, el de Adrien, que no era

poca cosa aunque me ignorase por completo. Me sentía como una idiota enamorada de

alguien que la veía como un fantasma; o sea que ni me veía.

La profesora habló, habló, y habló durante todo ese tiempo así que ya estaba

demasiado aburrida para las dos y media de la tarde, por suerte no tuvimos profesora en

las horas posteriores, así que pude irme a casa a descansar después de juntar el dinero de

la fiesta de graduación y hablar con nuestra rectora para arreglar los días.

Cuando llegué a casa mamá estaba regando las plantas y papá todavía no había

llegado, y de seguro Abby estaría en su cama, fastidiosa por no poder levantarse, eso

me divertía mucho. Ella acostumbraba a vagar por las calles cual perrito perdido, junto

con sus estúpidos amigos creyéndose la dueña del mundo.

Llegada la noche nos sentamos a comer y a platicar de cómo les iba en sus asuntos a

cada integrante de la familia.

— ¿Cómo te ha ido hoy hija? —mamá se estaba dirigiendo a mi ya que Abby no se

encontraba allí.

—Bien —le respondí, no tenía mucho que decir. ¿Qué le iba a decir que el chico

que me gustaba ni me miraba cuando quise hablar con él o que conocí a un muchacho

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apuesto en la universidad que se parecía justamente al chico de mi escuela? Si bien

podía contárselo, no lo iba a hacer frente a todos.

—Oh, por que hoy te llamaron al celular —dijo sonriendo, mis ojos se volvieron

como platos—. Con el apuro lo olvidaste aquí —concluyó y luego miró a papá, ambos

se miraron con miradas cómplices.

—Cierto —dije desconcertada—. Con razón no lo encontraba, creí que lo había

perdido —seguí en lo mío y luego añadí —. Pero… ¿Quién me llamó?

—Un tal Darren… —no dijo nada más y luego miró a Dave —. Dave me dijo que

era un muchacho agradable.

—Sí —dije con incredulidad. Después de lo que me había hecho, decir que Darren

era agradable era muy poco de su parte —. Estuve hablando con él mientras… —señalé

a Dave con el tenedor y seguí —, se ocupaba de sus asuntos.

—Bueno me alegro de que ya tengas amigos antes de ingresar a la universidad —ese

era papá con una de sus tantas bromas, siempre hacia lo mismo cada vez que yo conocía

a algún muchacho —. Debes traerlo a casa.

— ¡Papá! —dije de modo ofendido —. En primer lugar él no es mi amigo y segundo

yo no iré a esa universidad, no me agrada para nada el olor a eso raro que hay allí —.

Volví a poner cara desagradable como a la mañana.

Dave que estaba sentado en una de las cabeceras de la mesa dijo como salido del

tema:

—Formol —todos lo miramos como si hubiese dicho una rara palabra, entonces se

dirigió hacia mi diciendo —. El olor que sentiste allí es del formol, con el que hacen que

los cadáveres duren más tiempo para que los alumnos los puedan analizarlos —estaba

muy serio, me causaba gracia porque se creía médico con eso de “es formol para

que…”. ¡Cierra la boca!, me dije a mi misma, deja de pensar eso. Deja de pensar algo

agradable sobre él.

—Ah —fue lo único que se me ocurrió decir en ese momento y entonces él y mamá

comenzaron una conversación en la que no me interesaba participar. Tragué saliva y

seguí comiendo.

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Capítulo 4

A la mañana siguiente desperté con un gran malestar en todo el cuerpo, al principio

me asuste creyendo que Abby me había contagiado, pero luego de que mamá llamase al

doctor y este se encargara de asegurarme de que todo estaba bien estuve más tranquila.

Esa tarde me tuve que quedar en casa debido a que seguía sintiéndome muy mal a la

hora del mediodía; era una lástima porque en verdad quería ir a clase y justo el día en el

que la profesora pasaría todo lo que iba a tomar en los exámenes que se nos venían

encima.

Sin siquiera pensar, tuve que estar en cama varios días debido a que la fiebre

comenzó a subirme; esa noche el doctor volvió a casa y nos dijo que tenía una especie

de gripe leve pero gripe al fin, lo único que se me ocurrió fue echarle la culpa a mi

hermana, pero el doctor dijo que esas gripes eran diferentes, ya que la de Abby era de

un tipo muy elevado, pero que yo estaba así debido a los cambios de clima recientes;

que se me pasaría en unos tres días, pero yo no tenía tres días porque en tres días

terminaba la semana y no tenía oportunidad alguna de pedir los deberes ¿Qué iba a

hacer? si la semana próxima era mi examen y yo no tenía ni siquiera los temas puntuales

que ella iba a tomar. Entonces se me ocurrió una grandiosa idea, que mamá fuese al

instituto los próximos tres días a buscar todo lo que los profesores dieron. Entonces a la

mañana siguiente decidí preguntarle.

—Irene sabes que he comenzado a trabajar —me decía ella mientras estaba sentada

junto a mi cama tocando mi frente para asegurarse de que no tenía mucha fiebre —.

¿Por qué no le dices a Dave que vaya?

—No mamá, no necesito sus favores —aún enferma, era una obstinada y además no

quería que nadie supiese de su existencia y mucho menos deberle favores—. Estaré bien

así —cerré los ojos y me giré hacia el lado de la pared.

Escuché su voz justo antes de oír el ruido de la puerta de mi cuarto cerrarse.

—Quédate tranquila que yo le diré —no me dio tiempo a decirle nada ya que había

cerrado la puerta antes de que alguna palabra saliese de mis labios.

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Aunque no quería ningún favor suyo, necesitaba mi tarea sino no aprobaría ese

dichoso examen de fin de curso que me tenía a mal traer desde hacía un tiempo y era

porque se trataba de biología, cosa que odiaba.

Se me volvió a ocurrir otra idea, aunque estas no me eran muy útiles últimamente,

llamar a Darren para que me ayudase porque seguramente él conocería mucho de esa

materia y la habría visto hasta cansarse. Decidida, tomé el teléfono y busqué la llamada

del otro día pero éste sonaba, sonaba y nadie del otro lado atendía, seguramente estaría

en la universidad pensé al mirar la hora. Entonces decidí llamarlo más tarde.

Ya habían pasado dos días desde que la gripe me había atacado, pero esa tarde última

tarde dormí hasta que oscureció, cuando me desperté eran como las nueve de la noche,

una vez despabilada decidí ir a bañarme debido a que ya me sentía mejor aunque un

poco mareada. Al salir, me cambié y me dispuse a leer un libro de biología para ver si

había algo que me resultase familiar, pero no había caso, las palabras no entraban en mi

cerebro así que decidí dejarlo a un lado.

Más tarde y mientras acomodaba las cosas que se encontraban a mi alrededor; o

mejor bien dicho de mi cama: como revistas, carpetas y bolígrafos, escuché que alguien

tocó a mi puerta.

—Pase —dije dirigiéndome al sujeto incógnito.

Era mamá que me traía la cena pero detrás de ella también había alguien, era Dave,

no sabía muy bien qué era lo que ese individuo quería en mi habitación ni por qué

estaba allí, lo único que sabía era que no quería que esté en ella y encima parado ahí sin

decir palabra alguna.

Mamá fue la que comenzó a hablar diciendo que traían mi tarea.

— ¿Al final fuiste a buscarla mamá? —Pregunté intrigada, aunque creo que sabía

quien la había ido a buscar —. Me habías dicho que no podías.

—Sí, y además te dije que iba a decirle a Dave —se agachó para poner una bandeja

sobre la cama y encima de mis piernas que estaba tapadas con el acolchado —. Así que

él fue quien las buscó. Deberías agradecerle.

No dije nada, sólo me quedé mirándola mientras me ayudaba a sentarme un poco en

la cama. Dave se aproximó hasta ella y me alcanzó una serie de hojas que a simple vista

parecían fotocopias y que luego de mirarlas pude ver que sí lo eran, eran las hojas de

todo lo que habían dado durante los las clases a las que

—Gracias —eso fue un suave susurro, pero estoy segura que él lo escuchó ya que vi

como sonreía a medias.

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—Bien, mañana irá por las que restan. —mamá se estaba dirigiendo a mi pero a la

vez a Dave, avisándole de alguna forma que debía buscar mi tarea en los próximos días

a lo que él asintió. Después de eso dio media vuelta y se marchó.

— ¿Ves? —ahora sí estaba hablándome a mí—. Dave es un buen chico y encima se

tomó el tiempo de ir a buscar tus deberes. —Lo que ella no tenía en cuenta era que él

no hacia muchas cosas en el día, así que no le costaba mucho hacerlo.

—Sí mamá —respondí como si ella estuviese obligándome a decirlo.

— ¿Entonces? —ella me miraba fijamente hasta el punto de intimidarme.

— ¿Entonces qué? —respondí pero no sabía a que se refería así que dejé que se

explicase.

— ¿Le darás una oportunidad? —mi mente comenzó a pensar apresuradamente ¿era

capaz yo de darle una oportunidad a él? ¿Después de lo que me había hecho pasar en la

universidad frente a Darren? No estaba segura si lo haría, así que solamente le contesté

que lo pensaría.

—Seguro lo harás, eres una buena chica Irene —dijo acariciando mi cabello.

Luego de nuestra charla se marchó de la habitación para que yo pudiera cenar

tranquila.

Unas horas después y una vez que terminé de cenar me recosté dispuesta a dormir

un rato, pero una vez que estaba cerca de hacerlo, mi celular comenzó a sonar al ritmo

de Disturbia, de Rihanna, una de las canciones que más me gustaba de ella. Estiré mi

brazo y lo tomé ya que estaba en la mesa de luz de mi izquierda. Miré para ver quién era

y entonces vi que era el número de Darren, en verdad estaba llamándome y eso me puso

muy contenta. De inmediato lo atendí.

— ¿Hola? —dije como si no supiese quién se encontraba del otro lado, aunque lo

sabía a la perfección.

—Hola Irene —una linda voz se descubrió en mi celular tras unos segundos,

realmente era él que estaba llamando a mi celular. Realmente lo había hecho otra vez,

porque honestamente por un momento creí que no me recordaría—. Me has llamado.

Disculpa que no te atendí. Es que había perdido mi cargador y no tenía batería ¿estás

bien?

— ¿Yo? Oh, sí claro. Estoy muy bien —se estaba preocupando por mi, eso era muy

tierno de su parte, nunca nadie se había preocupado tanto por mi. Bueno, nunca nadie

que hubiese conocido hacía pocos días.

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—Que bueno, me alegro mucho. Y bien… ¿Cómo has estado estos días? —se

notaba que aún hablaba con un extraño tono nervioso, era de suponer ya que no nos

conocíamos mucho.

—Bien, además de que estoy enferma —suspiré de tan solo recordarlo—. Y eso es

algo que me molesta, sobretodo cuando tengo los exámenes tan cerca.

—Lo imagino, ¿y como te va con ellos? —Obviamente se refería a los exámenes—.

¿Tienes que dar muchos? —en verdad era atento o entrometido, no lo sabía. Prefería

pensar que estaba siendo atento conmigo. Me llevé la mano a mi pecho, ¡Dios! Era

maravilloso.

—La verdad me va bien, pero tengo problemas con algunos… como los de biología

—como no hubo respuesta del otro lado decidí seguir hablando—. Trato de entender

pero me es imposible. Creo que ya odio esa materia.

Entonces escuché lo que necesitaba, y era la repuesta de Darren diciéndolo. Sabía

que lograría su ayuda. Yo siempre conseguía lo que me proponía, excepto a Adrien, que

a esa altura ya estaba dando por sentado que debía olvidarlo.

—Si quieres puedo ayudarte. Sólo si quieres…

— ¿Lo dices enserio? Honestamente me servirías de mucha ayuda —estaba ansiosa

de que nos juntásemos a estudiar; sabía que si él me ayudaba me iría bien, porque le

prestaría muchísima atención. Además de que realmente necesitaba estudiar algo para

esa bendita materia.

—No tienes por que agradecerme —dijo y me sonreí—. Entonces podemos juntarnos

este sábado en la tarde. ¿Te parece?

—Sí, por supuesto —accedí de inmediato a su petición, de igual forma no iba a

negarme —. Pero… ¿en dónde? —le estaba preguntando dónde nos reuniríamos,

esperaba que él lo decidiese. A mi no me importaba que fuese en casa o en algún bar. O

en el parque.

— ¿Podría ser en tu casa? Mi hermana se juntará con sus amigas este fin de semana

y ellas son un peligro para la humanidad cuando están todas juntas —no pude evitar

reírme—. Siempre que ellas llegan yo desaparezco, es que me vuelven completamente

loco — ¿loco?, ¿eso significaba que le gustaban o que le caían mal?, pero entonces él

deshizo mi duda—. Realmente son un poco odiosas, bueno son pequeñas y algo locas.

—Ah —dije riendo—, bueno entonces nos vemos en mi casa el sábado, la dirección

es Wood Street 388.

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—Espera… Wood… S-tree-t 3-8-8. Bien, anotado —dijo antes de despedirse —,

entonces espero que mejores, nos vemos el sábado y…cuídate mucho Irene.

—Gracias, igual tú —sonreí otra vez. No cabía en mí —, Adiós.

—Adiós —escuché y segundos después oí el tono del teléfono.

Esa noche dormí plácidamente esperando a que el día sábado llegara. Tenía una

especie de reunión… Cita. Podría haber sido una cita ¿Por qué no?

Para el día viernes ya me sentía mucho mejor, la fiebre había bajado y mi ánimo

estaba hasta por las nubes, además me encontraba ansiosa por el encuentro del sábado

en la tarde cuando Darren viniera a ayudarme con mis tareas. Para muchos podía sonar

extraño que invitase a casa a alguien a quien conocía hacía solo unos días, pero Darren

parecía un buen chico, además era muy bonito. Aún así, no dejaría que me perdiese con

el parecido que tenía a Adrien.

Sí, mis padres fueron unos de los que pensaron en eso, comenzaron a decirme que

era peligroso llevar a alguien a quien no conocía a casa, sobretodo teniendo en cuenta

que estaríamos Abby y yo solas, que no sabían quién era él y ese tipo de cosas que

suelen decir los padres, idioteces, pero yo confiaba en Darren porque parecía ser una

buena persona y honesta.

—No estamos este fin de semana. Tenemos el caso Astor que todavía no terminó y

no estaremos por varios días. ¿No pueden juntarse otro día?

—Mi examen es la próxima semana. No tengo otro día —dije casi rogando—. Por

favor, por favor.

—No lo sé, déjamelo pensar esta noche —parecía que no iba a aceptar, y si ella no

aceptaba yo no iba a poder juntarme con Darren. Y por consiguiente, no iba a poder

estudiar.

—Yo me quedaré aquí por si algo pasa, de todas maneras debo estudiar señora

Margaret —la voz de Dave detrás de mi interrumpió la charla con mi madre.

—Dave, te agradezco mucho —mi madre estaba mirándolo a él, con la misma

mirada que le ponía a Mark cada vez que hacia algo bueno—. En verdad te agradezco

por estar cuando necesito tu ayuda. Siempre salvas mi vida. Y por lo que veo la de

Irene.

Hice una mueca de enfado, pero nadie logró verme.

—No tiene porque agradecerme —y ahí estaba el intento de parecer bueno, intento

que conmigo no funcionaría en lo absoluto—. Sabe que estoy para lo que se me

necesite. Esa es mi gratitud.

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—Dios, eres un amor —dijo mi madre—. Esta decido Irene —ya lo había oído

¿Por qué gastaba energías en decírmelo?—, Dave se quedará aquí este sábado para

cuidarlas.

—Sólo por si pasa algo —añadió éste—. Aunque de seguro todo estará bien.

—Hummm… Como digan… —dije desganada, no tenía otra opción, si quería que

Darren fuese a casa debía soportar que Dave estuviera vigilándonos todo el día, como el

idiota que era. Aunque si me ponía a pensar, él vivía con nosotros. A menos que hubiese

tenido planes de irse por ahí, planes que no me interesaban.

— ¿Ves cómo las cosas pueden solucionarse Irene? Así de fácil, y gracias a Dios

Dave está aquí —mamá me estaba intentando dar una cátedra de algo que yo

precisamente no quería escuchar, pero no podía decirle nada ya que últimamente yo

debía ser la “dulce Irene” que no mataría ni una mosca. Le mantuve la mirada durante

algunos segundos y luego me volteé para irme al cuarto.

Sin saludarlos, me dirigí hasta mi habitación. Junté todo lo que iba a necesitar y lo

metí en mi bolso púrpura. La que usaba en los días soleados, ya que tenía un bolso

distinto para los días de lluvia.

Pensaba en ese día como “el día”, tanto que en la noche me costó dormirme y creo

que finalmente lo hice como a las tres de la madrugada. Sentía algo extraño dentro de

mí, como cuando un evento importante va a suceder y lo esperas con ansias.

Al día siguiente desperté a las diez de la mañana, aunque podría haber dormido un

poco más debido a que mis padres no estaban en casa y nadie hacia mucho ruido. Decidí

levantarme para ordenar el antiguo invernadero, donde se suponía que íbamos a

estudiar, pero antes tomé un baño y luego me cambié para ir a desayunar.

Cuando entré a la cocina Dave estaba sentado en la cabecera de la mesa

desayunando, caminé hasta la cocina y encendí el fuego de la jarra que contenía agua.

Pensaba en tomar un café y un jugo de naranja como acostumbraba todas las mañanas.

—Buenos días —dijo en el momento en el que yo me encontraba de espaldas

tomando una taza para servir el agua caliente en ella.

—Hummm —le respondí sin siquiera mirarlo, seguía en lo mío. Después de hacer

eso me dirigí hasta un lado de la mesa pero a un banco de distancia suyo. Tomamos el

desayuno en silencio hasta que él hablo.

—Y… ¿a qué hora viene el rubio? —ya comenzaba a provocarme, desde temprano

iba a querer arruinar mi día pero no lo lograría, no ese día —. ¿Cómo se llama?

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—Para tu información se llama Darren —mi tono no era muy amistoso, entonces

recordé que debería ser amable con él así no me molestaría cuando este a solas con

Darren.

—Darren… —Dijo con un hilo de voz. Se quedó en silenció unos minutos y luego

dirigió una severa mirada hacia mi—. Escucha Irene, quieras o no, estás a mi cargo…

— ¿Qué? —lo interrumpí de inmediato, pero él hizo lo mismo conmigo.

—Déjame terminar —dijo levantando un poco la voz intentando tapar la mía—,

sabes que si a ti te pasa algo a mi me asesinan ¿Verdad?

—No sería una mala idea. Nos sacaríamos un gran problema de encima.

Él rió irónicamente, no era gracioso para mí.

—Así que tú y yo vamos a hacer un trato ¿Te parece?

—No —dije tomando la taza de café que se encontraba frente a mí, también tomé la

de él ya que había terminado de desayunar hacia varios minutos, pero no pareció

escucharme y prosiguió.

—Te dejaré a solas todo el tiempo que quieras con el rubio —frunció el seño y su

rostro me dio la impresión de que iba a decir algo serio, entonces se inclino hacia mi—.

Pero si él quiere algo que tú no quieras sólo grita —se acomodó en su lugar como

estaba antes y continuó diciendo—. Yo estaré atento por si algo pasa.

—Como digas Superman —dije en tono de burla. Nada malo iba a pasar. Darren era

un caballero.

—No te burles —dijo ofendido—, lo digo enserio.

—Claro… —dije mientras dejaba las tazas dentro del lavado, después me dirigí

directamente a mi cuarto donde terminé de arreglarme.

Más entrada en la tarde me llegó un mensaje de Darren en el que decía que estaba a

unas cuadras de casa, así que me dirigí hasta la entrada para esperar a que llegará pero

Dave ya estaba caminando detrás de mi, obviamente no podía librarme de él aquel día.

— ¿Y tú a dónde crees que vas? —le dije no muy cordialmente para que se diese

cuenta de que me estorbaba su seguimiento para conmigo—. ¿Por qué no vas a ver si

Abby necesita algo?

—Ya fui y está bien —dijo. No pude quitármelo de encima, así que nos dirigimos

hasta la puerta y esperamos allí a nuestro; o más bien a mi invitado—. Necesito ver a

ese invitado tuyo. Hay que ser precavidos.

— ¿Sabes qué?, no debes tomarte atribuciones que no te dí —yo le hablaba a él,

pero él no me estaba escuchando debido a que miraba hacia un costado suyo y

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exactamente al segundo de voltearme para ver quién era noté que Darren se estaba

acercando hacia la puerta, lo primero que hice fue correr a Dave para poder ver mejor y

saludarlo.

—Irene —decía mientras nos saludábamos.

Dave nos miraba a ambos pero no dijo ni hizo nada más que un saludo con la mano

entré ambos. Luego desapareció de nuestro campo de visión, dirigiéndose a la casa.

—Darren, pasa por favor —entramos y fuimos hasta al antiguo invernadero de

mamá, que como dije ahora era un salón muy hermoso, y era donde yo tenía todas las

cosas para comenzar a estudiar. Estuvimos casi toda la tarde entré libros y refrescos, en

realidad Darren se encargó de explicarme todo pero nada de lo que me decía entraba en

mi mente ¿Cómo era posible que no fuese capaz de retener nada? Creí que si él me

explicaba iba a poder entender un poco más las cosas, pero fue imposible y terminamos

charlando de cualquier cosa menos de biología que era lo que debíamos hacer.

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Capítulo 5

La tarde que pasé con Darren no fue lo que esperaba. Obviamente fue agradable,

pero no logré estudiar absolutamente nada, ya que él no era precisamente muy idóneo a

la hora de explicar. Se notaba que sabía muchísimo, pero todos sus conocimientos

estaban como mezclados en su cabeza lo que hacia que la mía también se mezclase.

Hablaba de células, teorías celulares, tejidos, pero yo no entendía mucho debido a que

había faltado a las clases y sus conceptos eran muy universitarios. ¿Tan complicado

podía ser?

Traté de esforzarme y escucharlo mientras él me explicaba, pero como ya dije: era

difícil; por eso y porque él era demasiado bello. Honestamente me distraía un poco.

El sol radiaba sobre su rubio cabello y eso me encantaba, me encantaba ver esos

hermosos ojos celestes que tenía. Lo miraba sin siquiera escuchar. En aquel momento

no me interesó nada hasta que escuché sus preocupadas palabras diciendo algo que no

era justamente referido a biología.

—Irene ¿estas bien? Te veo un poco desorientada —comenzó a reír mientras se

reclinaba sobre la mesa —debe ser por tantos nombres ¿no?

—Ah… sí. —Si bien había escuchado cada una de esas palabras que había dicho, mi

cabeza no tuvo tiempo de buscarle una respuesta así que dije lo primero que se me

ocurrió—. Claro ¿quieres? —dije mientras le ofrecía un vaso de refresco y notaba que

había hecho el ridículo.

—Oh, no gracias —hizo un ademán con la mano y luego tomó otro de los libros de

la mesa en sus manos y continuó —. ¿Seguimos? —a esa altura yo ya no daba para

más, y mi cerebro mucho menos así que no tuve mas opción que decirle la verdad. Que

estaba un poco abrumada con sus lecciones.

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Él estaba concentrado leyendo en voz baja, pero yo podía oírlo, pasaba hoja por

hojas, las examinaba y luego me miraba sonriente. Me encantaba verlo hacer eso, pero

se lo tuve que decir. No tenía otra opción.

—Emmm… —dudaba si hacerlo o no hasta poder decidirme.

Me miró como si hubiese hecho algo malo y luego preguntó:

— ¿Esta todo bien? —me sentía muy mal por haberlo hecho ir hasta allí, no quería

que se enojase conmigo, pero como ya dije no tenía otra escapatoria más que decir la

verdad.

—Ammm… Honestamente…no. Verás… —él estaba ahí sentado sin entender nada,

aún así se veía perfecto con su campera verde y sus jeans azules.

En fin, le expliqué que por más que él leía, leía, y leía, yo no entendía nada, que me

disculpase por haberlo hecho ir hasta casa para nada. Que era una boba.

—Bien espera —hizo un silencio, un silencio que a decir verdad me dio un poco de

miedo creí que estaba enojado conmigo—, o sea que después de hablar varias horas de

biología, tú me dices que no entendiste nada de lo que te expliqué —no sabía que hacer

¿y si realmente estaba enojado?—. Realmente eres increíble Irene —sólo pude decir un

lo siento entré esas palabras que decía.

******

¿Y si a Irene le gustaba aquel sujeto? Si eso era así, yo no tenía ni una chance con

ella. Bueno, si lo pensaba mejor, había tenido cero probabilidades con ella desde el

principio. Desde que me dejé llevar por aquellos ojos profundos y azules como una

noche de verano. Pero tenía un problema. El nombre de Irene se hacía audible dentro de

mi cabeza y no podía evitarlo. Estaba enamorado de ella en vano. ¿Por qué me estaba

sucediendo eso?

Zarandeé mi cabeza y me obligué a pensar en otra cosa. Debía a lejar los

pensamientos sobre Irene y sobre lo que podía estar haciendo con ese tal… sin nombre

¿y si la besó? ¿Y si ella lo besó a él? ¡Oh por Dios! ¡No!

Una dulce melodía sonaba dentro de mi mente… Era aquella canción que escuchaba

Maddy en su habitación y que hasta ahora me había parecido ajena. Ahora podía sentir

su significado… Irene…

Salí de mi habitación para ver si Abby necesitaba algo. Su gripe ya casi había

pasado, pero debía reponer fuerzas y quedarse en la cama. Ella se encontraba ahora en

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la, ya acabada, habitación de huéspedes. Era una habitación con colores tierra, pero

según la señora Margaret, Abby no podía estar en la misma habitación que Irene. No

quería que se contagiase.

Entré a la habitación de huéspedes y noté que ella estaba despierta mirando

televisión.

—Abby —casi susurré, para no molestarla—. ¿Necesitas algo?

Ella me miró sonriente, aun enferma seguía siendo una muchacha jocosa y risueña.

Realmente admiraba eso de ella.

—Pequeño Dave —dijo en tono de burla, pero yo lo tomé como que venía de una

amiga—. Estoy bien, gracias.

Me acerqué hasta su cama para ver si seguía teniendo fiebre. Apoyé mi mano sobre

su frente y comprobé que ya le había bajado muchísimo.

—Bien… —sonreí mientras le acomodaba un almohadón—, si necesitas algo solo

llámame ¿de acuerdo?

—Claro…

—Estaré abajo.

—Bien, adiós… Pero… —me observó detenidamente con sus ojos entrecerrados y

apretó mi mano con firmeza—. ¿Qué te sucede?

— ¿A qué te refieres? —pregunté confundido, pero luego lo entendí. Abby era muy

lista.

— ¿Ella verdad? —dijo con una mueca.

Desde que llegué aquí siempre es ella, pensé.

—Hummm… Sí.

—Lo sabía —dijo con aires de victoria—. Pero Dave, tranquilo.

—No puedo Abby, algo anda mal. No puedo olvidarla, por más que lo intento.

Durante las mañanas me despierto pensando en ella… y por las noches me…

—Duermes pensando en ella. —Dijo interrumpiéndome.

—Sí…

Alargó una mano y acarició mi cabello. Eso me hacía sentir mejor, por lo menos ella

me entendía. Mi buena amiga.

—Ey, no te des por vencido. Conozco a Irene y sé que tiene un punto débil. Los

favores. No quiero que le andes atrás Dave, deja que ella llegue a ti. Créeme, Irene

pidiendo un favor… —rió —… eso lo oirás una vez en tu vida, así que estate atento a

ese momento, porque es ahí donde estará débil.

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No sabía en realidad si me lo decía en serio o era una broma. Supuse que Abby no

bromearía con un tema que realmente significaba mucho para mí, aun así, le agradecía

por el dato.

Salí hacia mi habitación. La maldita melodía seguía en mi mente. Tomé mi guitarra.

Afiné las cuerdas y me la llevé a la sala de estar. Tenía que sacar esa canción de mi

mente y llevarla a la realidad.

***

—Enserio Darren, lo siento mucho —me sentía muy apenada. Si solo lo hubiese

sabido. No le habría hecho perder su tiempo con mis estupideces.

—Eres increíble —de repente comenzó a reír como si alguien estuviese contándole

un chiste o una anécdota y luego dijo—: ¿En verdad estuviste escuchando todo este

tiempo algo que sabías, no ibas a entender?

—Ehh… sí —ahora sí estaba avergonzada, por suerte él estaba sonriendo hacia mi y

me hizo ver que no estaba enojado.

— ¿Sabes? Si yo hubiese sido tú ya me habría dormido, te felicito Irene —estiró su

mano para apretar la mía, entonces yo hice lo mismo—. Y bien… ¿Qué se supone que

haremos ahora? —me preguntaba, pero yo no tenía nada en mente. Nunca pensé que

íbamos a terminar el día sin estudiar.

—No lo sé ¿quieres ver una película? —fue lo primero que se me ocurrió.

—Humm… Claro, porqué no.

Entonces me levanté para ir a buscar la caja de dvd´s a la sala de estar.

— ¿Me esperas aquí un segundo? —a lo que él asintió.

Salí de allí y me dirigí hasta la sala para buscar aquella caja.

Cuando estaba llegando escuché música, pero no justamente música saliendo del

reproductor o la radio, sino de un instrumento, era una guitarra, pero nosotros no

teníamos una, así que supuse que era Dave el que estaba tocando The only exception, de

Paramore. Me quedé apoyada sobre el umbral de la puerta, estaba oscuro ya que la

única puerta por la que ingresaba la luz estaba cerrada y la puerta de la cocina comedor

también estaba cerrada. Lo que dejaba en penumbra a gran parte de la casa, menos a la

sala que tenía las persianas arriba.

Sin hacer mucho ruido, ya que no quería que se diese cuenta de que estaba allí, me

quedé apoyada sobre la pared. No sabía mucho de guitarras, pero tenía la impresión de

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que sabía tocar a la perfección. Y aquella melodía era cautivadora. No lo hace mal,

pensé. Realmente es bueno. De repente mi cabeza se sacudió. Igual eso no debe

interesarte Irene, es tu enemigo, recuerda eso, me dije. Tenía razón.

Como debía ir a buscar las películas tuve que entrar interrumpiéndolo, él se detuvo

de inmediato ante mi presencia a lo que yo expresé que siguiese con lo que estaba

haciendo, que buscaría algo y ya. Pero él estaba mirándome fijo sin decir nada como

perplejo ante lo que yo hacia allí, o nervioso porque lo haya escuchado. La verdad, no

sé lo qué era lo que pasaba por su cabeza en esos momentos, así que sólo me limité a

buscar la caja de los dvd´s que se encontraba en la vitrina de los libros. Cuando me giré

luego de tomar la caja su rostro era mismo y en ese momento no tenía expresión alguna,

estaba como anonadado, así que le pregunté si estaba bien pero no me respondió, sólo

me miraba. ¿Qué le ocurría?

—Oye ¿estás bien? —volví a decir esta vez con un tono más fuerte, entonces

reaccionó.

—Sí, no te preocupes —ahora sonreía a medias ¿pero que le pasaba? ¿Tenía alguna

especie de tic o algo? Por que yo ya lo había visto muchas veces hacer lo mismo y no

entendía porque.

—Descuida, no estoy preocupada por ti, nunca lo estaría, sólo preguntaba.

— ¿Y porqué preguntas entonces? — ¿Por qué preguntaba? No lo sabía, sólo lo

hacía y ya, o qué ¿prefería que siguiese tratándolo mal? Bueno eso no era mucho

problema para mí—. No lo sé… es que tenías cara de espanto —dije enfadada.

—Bien… —dijo con un hilo de voz. Entonces tomó su guitarra y se fue dejándome

a mí y a mis palabras, pero no me importó. Entonces, y junto con la caja, me volví al

antiguo invernadero, ahora salón, donde me aguardada Darren.

Cuando entré, Darren estaba sentado en el sofá gris que se encontraba frente a la

mesa de roble; en el que horas atrás habíamos estado tratando de estudiar. Sin contar

que no había logrado avanzar nada.

—Veamos que películas tienes —dijo tomando la caja.

—Si te fijas un poco de todo allí. De terror, dramas, policiales, comedias y romance.

—Me gustan todos lo géneros, sobre todo los de romance y no te rías —dijo en tono

de broma. ¿Le gustaban las películas románticas? No iba a reírme de eso, me parecía

muy tierno de su parte —. Creo que son entretenidas por el hecho de que siempre estas

a la expectativa del final feliz y el primer beso entré los protagonistas. Aunque a veces

no ocurra.

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Estaba atónita a lo que él decía, habitualmente no a muchos hombres les gustaban las

películas románticas, pero a él si y eso era encantador para cualquier mujer, sobretodo

escuchar esas palabras de su parte. Aunque a mi no me agradaban del todo las películas

románticas, eran muy ilusorias.

— ¿En verdad te gustan ese tipo de películas? —si bien él lo había dicho, debía

preguntárselo para asegurarme de que era así.

—Sí, ¿tiene algo de malo? —no tenía nada de malo.

—No Darren, no tiene nada de malo —él ya tenía una película en sus manos así que

la tomé para ver cuál era —. Es más, supongo que conseguirás una novia pronto porque

a las mujeres les gusta ese tipo de hombres. Bueno… si no la tienes ya —él sonrió.

—No, no tengo. Aún —por alguna razón comencé a sentirme un poco incómoda,

pero ese sentimiento no duró mucho ya que él sólo trataba de ser agradable, o por lo

menos eso pensaba.

Sonreí y caminé hasta el televisor a poner la película que tenía en mis manos, pero

cuando terminé de hacerlo, di media vuelta y pude ver que Darren estaba justo detrás

de mí mirándome con esos bellos ojos celestes suyos, traté de adelantarme para que se

corriese pero él ni se movió. Pasaron varios segundos, largos segundos, sin que los dos

nos moviéramos hasta que él se acercó aún más hacia mí. Alargó una mano para

acariciar mi cabello delicadamente. Sus ojos me observaban detenidamente, como

contemplándome. Eso me ponía un poco nerviosa. Logré que un hilo de voz saliese de

mis labios.

—Darren… creo que no es el momento — podía sentir el aroma de su perfume, era

un olor embriagadoramente encantador, pero él no escuchaba y ya estaba deslizando su

mano por sobre mi hombro para depositarla en mi cintura. Tragué saliva y continué —.

Darren…

—Irene… si quieres podemos hablar de lo que sentimos — ¿hablar de lo que

sentimos? Mi cabeza estaba un poco abrumada por esa simple frase, bueno a decir

verdad él me gustaba mucho, pero no sentía nada más que atracción, a esas alturas

supongo que debía esperar un tiempo para sentirlo —. Ahora solo déjate llevar — ¿no

entendía lo que estaba diciendo? Le había dicho que no. Aunque yo reconozco que

tampoco hice nada para librarme de él. Sus ojos celestes como el cielo me capturaban en

su inmensidad. De alguna forma yo ya no tenía ninguna escapatoria. La pared estaba

pegada a mi espalda y Darren estaba casi pegado a mí. No quería, no quería besarlo y no

sabía porqué.

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Lo tomé de las manos para que me escuchase y le dije que todo era muy repentino,

que nada podía pasar entré nosotros por el momento a lo que él contesto alejándose

hacia el sofá para sentarse. Me había librado de él. ¡Vaya!

—Darren… —fui hasta donde se encontraba y le pedí que me dijese que era lo que

ocurría, pero él no decía nada —. Darren, contéstame —le exigí.

—No pasa nada Irene, sólo que soy un idiota. Quiero pedirte disculpas por esto que

sucedió, no sé, no pude evitarlo.

—Darren te entiendo… —creí que yo también tenía un poco la culpa de eso, porque

no tenía que haber hecho aquél comentario de la novia, ahora si estaba arrepentida de

haber hablado idioteces.

Me senté en una silla frente a él y le dije que deberíamos dejar que el tiempo

transcurriese, recién nos conocíamos y no podíamos andar por ahí besándonos como si

hubiésemos estado saliendo hacia años.

Luego de esa charla él dijo que mejor se iría porque se sentía un poco avergonzado

por lo sucedido. No tenía por que hacerlo, pero si era su decisión no me iba a interponer

ante ella.

Unos minutos después, recogió todas sus cosas y salimos de allí. En la puerta de

entrada nos despedimos con un extraño apretón de manos y todo llegó a su fin. Mi

cabeza estaba más complicada que nunca.

Cuando entré a la casa, me dirigí hasta la sala pensando en lo que podía haber

sucedido si yo lo besaba. No sabía que pensar, mi cabeza estaba un poquito

desordenada; por un lado estaba el tema de que Darren era demasiado parecido a Adrien

y eso me hacia dudar mucho debido a que estar con él consistía en acordarme de

Adrien. Nunca me libraría de este si salía con una persona que era similar a él; y por el

otro que no sentía nada por Darren, si bien era encantador yo no lo miraba más que

como un muchacho lindo y gentil. Solamente eso.

Me quedé en el sofá un buen tiempo meditando todo una y otra vez, las horas

pasaban y pasaban, supongo que estuve allí tirada hasta las nueve de la noche con los

ojos cerrados pero sin dormirme, Darren me había dejado un poco rara, no digo que

enojada o algo pero sí algo extraña. Sus caricias eran suaves, pero yo no las merecía por

la siempre razón de que no las podía recibir.

Cuando abrí los ojos me di cuenta que Dave estaba parado frente a mi mirándome

extrañado y con una mirada analizadora.

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—Irene… ¿estás bien? —decía mientras se ponía las manos dentro de los bolsillos

de los pantalones.

Lo miré y él me seguía observándome detenidamente, seguramente mi rostro

delataba que no estaba muy bien, así que ni me molesté en mentir.

—No, no estoy bien —me levanté y fui hasta la cocina comedor ignorándolo por

completo, no tenía ganas de que alguien estuviese entrometiéndose en mis cosas, así que

lo ignoré.

Cuando entré noté que la mesa estaba puesta y la comida preparada. Fue raro ver eso

porque que yo recuerde cuando mamá y papa no estaban nadie cocinaba y Abby y yo

terminábamos pidiendo un delivery. Pero este fin de semana era distinto, al parecer

Dave había cocinado algo como… ¿pizza? No era exactamente la gran comida pero

algo era algo. Entonces recordé que Abby no estaría en la mesa, de seguro seguía

sintiéndose mal, y cuando ella estaba en ese estado era más odiosa que de costumbre.

Nos sentamos a la mesa en silencio y sin decir comentario alguno, si bien me estaba

aburriendo no tenía nada que preguntarle hasta que recordé que lo había atrapado

tocando la guitarra, pero eso suponía que yo estuviese interesada en lo que él hacia, así

que no dije nada y me limité a cenar hasta que escuché que él me preguntaba algo

respecto a mi día.

— ¿Cómo te ha ido con los estudios el día de hoy?

—Bien… supongo. —Dije absorta en mis pensamientos.

— ¿Sólo vas a decir eso? —no sé qué era lo que quería escuchar ¿acaso había oído

algo de lo que había pasado con Darren? Podría haber sido porque la ventana de su

habitación, o mejor dicho la de Mark, daba justo al techo del antiguo invernadero.

—Bueno —dije de forma pensativa mientras buscaba mi respuesta —. A decir

verdad no estudié mucho debido a que mi cabeza no quería cooperar demasiado. Cosas

que pasan.

—Hummm… Ya veo… y… ¿Por qué? — ¡Ay Dios!, sabía que luego de eso se

venían una gran cantidad inconmensurables de preguntas, pero decidí contestarle para

acabar rápido. Aunque le contesté con una respuesta.

— ¿No crees que si supiese el por qué lo habría solucionado? —Esa pregunta sonó

un poco exacerbada, pero calmé mi tono de inmediato —. Sólo perdí tiempo —no, esa

no era la respuesta ¿Cómo que había perdido tiempo? Si había estado junto a una

persona que era grandiosa para conmigo, bueno dejando de lado lo que hizo después

pero tampoco había sido tan grave ¿o sí?

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— ¿Tiempo, por qué? — ¿Por qué hacia tantas preguntas? Rara vez hablaba y

cuando lo hacia preguntaba miles de cosas, y encima yo era la idiota que le contestaba

—. Digo… se suponía que iban a estudiar, pero yo te vi yendo a buscar películas —no

creo que haya sido necesario que se entrometiese tanto en mi vida y en lo que hacia o

dejaba de hacer, nadie le había dado esa autoridad. Bueno, pudieron haber sido ellos,

mamá y papá siempre le encargaban a Mark que si yo tenía que estudiar él se asegurara

que yo lo hiciese, si bien eso me molestaba un poco, Mark siempre terminaba

ayudándome a hacerlo; sobretodo en cálculos que antes me costaba un poco hasta que

aprendí todo y por suerte ya no me complicaba la vida como lo hacia la biología y es

que creí que con la ayuda de Darren podía llegar a entender un poco más, pero no fue

así, es más, fue peor porque nada de lo que él decía entraba en mi maldito cerebro.

Ya un poco descargada de pensamientos volví a la pregunta que me había hecho la

persona que se encontraba a unos centímetros de mí y era por qué había perdido tiempo.

—No es un buen maestro, simplemente eso —bueno ya no quería pensar en eso ni

en que sólo tenía cinco días para prepararme para el examen integrador. Sí, ese que ves

casi todos los contenidos de la materia, la verdad no sé por qué la profesora quiso

tomarlo a mediados del año; aunque supuse que al ser graduados los últimos meses

serian a pleno descanso excepto para los que reprobaban las materias, y yo no quería ser

uno de ellos.

—La biología no es difícil de explicar —para él era fácil decirlo, no tenía que

hacerlo.

—Como si lo supieses —dije enojada.

—Recuerda que voy a entrar a la universidad de ciencias naturales, una de las

materia que debo tener en claro es la biología —ahora creía que lo sabía todo —.

Además la estoy estudiando para el examen de ingreso de fin de año.

—Por lo menos tienes tiempo de estudiarla, yo debo rendir el viernes y no sé

absolutamente nada —por un momento me sentí rara, estaba hablando pasivamente con

él, pero eso no duraría mucho tiempo y yo lo sabía, me bastaba sólo con recordar que

mamá le dijo un día que era como un hijo para ellos, eso me enfadaba mucho y hacia

que también lo odiase a él por haber llegado a nuestra casa.

—Si quieres puedo ayudarte —me largó. Si de algo estaba segura era que no iba a

aceptar su ayuda, prefería volverme loca y estudiar sola día y noche hasta que mis ojos

ardiesen.

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—No gracias, lo haré sola —no iba a permitirle el gusto de que pensase que podía

ser amistoso conmigo, no, me negaba a hacerlo.

*****

—No, de verdad. Quiero ayudarte —dije. Entonces recordé lo que Abby me había

dicho. Que el punto débil de Irene eran los favores, por eso se estaba negando a mi

ayuda. Pero su examen era en tan solo cinco días, necesitaba mi ayuda. La necesitaba.

—No, no —volvió a decir. Miró de reojo su comida y bebió un trago de su jugo.

—Pero nada Dave —dijo ofuscada—. Mira, puedo hacerlo sola ¿entiendes? No me

lo preguntes más.

Nos quedamos en silencio durante toda la cena. Yo no sabía que más decir. La

supuesta debilidad de Irene era la misma que ella no quería aceptar, y yo no podía hacer

nada para hacerla cambiar de parecer. La obstinación la abarcaba por entero.

Dije lo único que se me ocurrió:

—Lo siento, no quería entrometerme.

Ella me miró, pude ver un haz interrogante en sus ojos.

— ¿A qué te re…? —suspiró—. Escucha. Sé que mi madre y Abby están

acostumbradas a que las ayudes y ese tipo de cosas, pero yo no soy como ellas. Me

valgo por mi misma ¿entiendes?

— ¿Estás enojada? —pregunté.

No dijo nada más. Sólo se levantó y salió de allí sin siquiera decirme nada. ¿Por qué

siempre me hacía eso? ¿No entendía que yo quería ayudarla?

***

El día lunes, después de ese fin de semana, me desperté aproximadamente a las

nueve de la mañana, miré por la ventana y el cielo estaba todo nublado… casi oscuro.

Me levanté y luego de bañarme y desayunar fui hasta mi armario a tomar mi

campera de lluvia porque sabía que a la tarde llovería, pero mis suposiciones eran

erróneas y justo unos minutos antes de salir de casa cayeron millones de gotas desde el

cielo, tanto que me era imposible ir hasta la parada de autobuses y para colmo había

roto mi paraguas hacía unas semanas y no encontraba ninguno por la casa. No sabía

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cómo iba a hacer para salir y encima debía ir a clases a como de lugar, ya no podía

perder días. No teniendo el examen tan cerca.

Me volví hasta la cocina para hablar con mamá que se encontraba allí. Hacia unas

horas habían regresado de su viaje de negocios, así que aproveché que estaba despierta

para ver si podía conseguirme un taxi hasta la escuela, o llevarme.

— ¿Para que quieres un taxi? —preguntó intrigada.

—Mamá debo ir a al instituto y por si no lo notaste hay un gran diluvio allí afuera

—parecía como que no me escuchaba, pero aun así me respondió.

—Que te lleve Dave, sabes que los días así de lluvia los taxis están casi todos

pedidos —eso era cierto, si llamábamos a uno seguramente vendría en unas cuantas

horas.

— ¿No puedes llevarme tú? —le suplicaba, pero esas suplicas no fueron suficiente

para convencerla.

—Irene no me hagas escenas, sabes que estoy cansada, manejé mucho este fin de

semana así que será Dave el que te lleve y punto final —y otra vez no tenía más

alternativa que hacerle caso a lo que ella me decía o más bien me ordenaba, pero ¿por

qué siempre se ponía de su lado?, ¿no podía simplemente entender que no nos

llevábamos bien?, al parecer no.

—Esta bien mamá, lo que tú digas —le dije con desgano.

—Bien, yo le diré que te lleve ahora mismo porque se te esta haciendo tarde hija —

se dirigió hasta la puerta y desapareció en el pasillo dejándome sola.

Cuando salí al porche de la casa, él ya estaba en el automóvil y las puertas de

adelante estaban abiertas de par en par dispuestas al que el automóvil saliese de allí.

Corrí hasta el lado del acompañante, me senté y cerré la puerta de inmediato para no

seguir mojándome. Me miró de reojo y en sus labios apareció una leve curva de

costado.

—Se hace tarde —dije con seriedad. Entonces partimos hacia el instituto.

Durante el trayecto Dave encendió la radio, la ciento y algo, no lo recuerdo.

Inmediatamente Enjoy the silence, de Depeche Mode comenzó a sonar. Luego le siguió

Raise your glasses, de Pink, y después de que la locutora dijera que estaban en alerta

por tormentas y que la temperatura de ese momento era de trece grados, se hizo presente

Más, de Ricky Martin (una de mis favoritas).

El camino se hizo corto y ninguno de los dos dijo nada hasta llegar a unas cuadras

del instituto.

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—Déjame aquí —dije y tomé mi bolso para esperar a que se detuviera, pero no lo

hizo —. Dave, déjame aquí —volví a decir con un tono más desafiante.

—Irene llueve a cantaros ¿y piensas que te dejaré aquí? Estás loca —bueno al

parecer no iba a frenar y no estaba tan desquiciada como para arrojarme del automóvil

¿o sí?, no, no lo estaba —. Además no traes paraguas, eso lo hace más imposible —no

quería que me viesen junto a él, pero no tenía otra salida que ir hasta la instituto a su

lado.

Frenamos justo enfrente de la parada principal, donde ya se encontraban todas mis

amigas y que por desgracia observaron el momento en el que bajé del automóvil. Lo

último que oí antes de bajar que su deseo de buena suerte pero yo no le contesté y cerré

la puerta con brusquedad, para ir hacia donde se encontraban las cotorras; o más bien

mis amigas.

Cuando llegué comenzaron a atormentarme con sus preguntas.

—Irene ¿de donde salió ese bombón? ¿Es Dave? ¿Lo es? —esa era Rachael, pero no

fue la única que me lo preguntó, Elissa y Joy también lo hicieron. La única que no lo

hizo fue Scarlett; pero como ya había dicho ella era mi mejor amiga y casi nunca

preguntaba cosas que intuía yo no quería decir.

Esa tarde estuvieron tratando de sacarme alguna palabra sobre Dave, pero yo no

tenía cabeza para hablar de eso además no quería hacerlo. De lo único que me ocupe en

la tarde era de pensar como iba a hacer para aprobar ese dichoso examen de biología.

Ya estaba cansada de pensar que era lo que iba a hacer con el. Esa tarde, en el receso

hablé con Scarlett y le conté todo lo que había pasado con Darren, que no pude estudiar

y que no sabía que hacer. También le conté que Dave me había ofrecido ayuda pero que

yo la rechacé.

—Irene, estamos a tres días del examen ¿y tú te das el gusto de negarte a una ayuda

así? Y encima sabes que él esta estudiando lo mismo desde hace unos meses. ¿Eres o te

haces?

—Pero… —ella me interrumpió.

—Pero nada Irene, esta misma tarde vas y le dices que necesitas su ayuda, por lo

menos por una vez deja de ser orgullosa —ella tenía razón, yo estaba entre la espada y

la pared, así que no tenía otra salida más que pedir su ayuda aunque me arrepintiese

toda mi vida. Y de seguro lo haría.

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—Esta bien, hoy le preguntaré si puede ayudarme —ya lo había dicho, ahora tenía

que dar el segundo paso y eso era ir hasta donde él se encontraba y decirle que

necesitaba su ayuda; sin duda eso era lo último que podía hacer.

Capítulo 6

Esa tarde cuando salimos del instituto la tormenta seguía sobre nosotros, llovía

demasiado al punto de que las calles paralelas a este quedaron completamente

inundadas, y como era de suponer los autobuses no pasarían.

Junto con mis amigas nos quedamos bajo el techo de una parada que estaba a sólo

unos cuantos pasos de la entrada esperando a que la lluvia cesara un poco, pero nunca lo

hizo así que me decidí por llamar a mamá.

El teléfono sonaba, sonaba y ella no atendía ¿para qué se suponía que había un

teléfono en la casa si no lo van a atender? Recuerdo que pensé. Volví a insistir y esta

vez una voz cansada acudió del otro lado.

—Mamá —dije en un tono desesperado —. ¿Puedes venir a buscarme?, llueve

demasiado y no podemos salir de aquí. Los autobu…

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—Lo sé Irene y además supuse que me llamarías, así que mandé a Dave para que te

fuese a buscar —hubiese preferido ir corriendo hasta casa, pero ya tenía una idea en

mente y era llevar también a mis amigas conmigo para que el viaje no se me hiciese tan

pesado —. Bien mamá, ¿pero puedo llevar a mis amigas a casa?

— ¿Por qué no? pero deben avisar a sus hogares —perfecto, todo estaba

solucionado, y yo pasaría una noche de amigas hablando de las cosas que debíamos

hacer y además solucionaría el problema de viajar con el idiota ese, por lo menos había

solucionado algo. Pero me faltaba otra cosa…

—Claro mamá, yo me encargo de eso —corté el teléfono y les conté mi idea a las

chicas, todas estuvieron de acuerdo conmigo de inmediato.

Cinco minutos después vimos llegar el automóvil y nos subimos. Una vez adentro, él

pregunto que a dónde las llevaba y le dije que todas íbamos a casa. Él asintió y no dijo

nada más hasta la mitad del camino que fue cuando ellas perdieron su tiempo y

comenzaron a hablarle.

Rachael, como era de suponer debido a que ella se ubicó en el asiento del

acompañante, comenzó a llenarlo de preguntas.

—Y bien… —lo miró de forma interrogante y él entendió a lo que ella se refería, no

sabía su nombre, bueno la verdad era que sí lo sabía.

—Dave —respondió él.

—Y bien Dave, ¿eres pariente de Irene? —También sabía eso. ¿Por qué se

empecinaba en ser así? Tenía miedo de lo que pudiera llegar a decir, sabía como era la

conducta de Rachael hacia un muchacho, se desesperaba demasiado yo diría que era

como una especie de adicta a los hombres, pero bueno, no iba a juzgarla por eso;

además si lograba conseguir a Dave se lo llevaría lejos y a mi me ahorraría mucho

trabajo, pero eso era mucho soñar. Sabía que debía soportarlo durante largos y

dolorosos meses hasta que se fuese de la casa.

—No, no lo soy. Sólo vivo en su casa —el tono de su voz era serio así que nadie río

por lo que había dicho ni hizo algún comentario.

—Bien —dijo Rachael y luego se giró para dirigirse hacia mí diciendo —. Irene

¿Por qué siempre consigues tener chicos más lindos en tu casa? — ¿Qué me estaba

diciendo? Hice como que no la escuché pero ella continuó —. Primero Mark —

comenzó a recordar —. Mark… con esos lindo ojos azules…

— ¿Mark? —dijeron Elissa y Joy.

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—Sí, con esa sonrisa —Rachael parecía una imbécil hablando de esa manera, tanto

que tuve que calmarla.

— ¡Rachael! —le grité pero ella no me escuchaba, sólo seguía hablando.

Miré a Scarlett tratando de hallar alguna respuesta coherente en ella, pero no

encontré nada más que su silencio y su rostro diciendo “yo tampoco lo entiendo”.

—… Su cabello tan suave, es realmente encantador —al ver que todos escuchamos

su casi declaración de amor a un apersona que no estaba en el automóvil con nosotros,

calló su voz y no volvió a decir más nada hasta llegar a la casa.

Una vez que estuvimos allí corrimos rápido hasta la entrada porque la lluvia era cada

vez más fuerte, entramos y luego de merendar nos dirigimos hasta nuestro, mi cuarto,

para conversar cosas de las que una habitualmente habla con sus amigas, chicos, libros,

bandas y demás. Algo muy parecido a idioteces.

No sé por qué ni cómo después de mucho parlotear terminamos hablando de lo que

Rachael había dicho sobre Mark, yo le conté mí punto de vista sobre todo ello y terminó

contándome un gran secreto suyo que ni yo ni las chicas sabíamos.

— ¿Recuerdas aquella vez que me quedé sin aire y tuvieron que llevarme al médico

de urgencia porque pensaron que me había pasado algo terrible? —Lo recordaba

perfectamente, el día de mí cumpleaños número dieciséis durante mi fiesta ella se había

desmayado y nadie supo qué había ocurrido —. Bueno esa noche…

—Ten cuidado con lo que vas a decir Rachael —le dije preparándome para

cualquier relato que ella nos pudiese contar.

—Esa noche él me besó — ¿Qué había dicho? ¿Mark?—. Les juro que no pude

aguantar la emoción y bueno como toda chica sensible… me desmayé —nosotras

comenzamos a reír, ¿desmayarse por un beso?, sólo a ella le podía pasar.

—Entonces —continué —. ¿Él te besó? ¿Mark te besó? — ¿podría haber pasado

sin que yo me diese cuenta? Bueno era el día de mi cumpleaños y no iba a estar

vigilando a todo el mundo.

—Sí, paso sin que te dieras cuenta —me interrumpió ella adivinando mis

pensamientos—. Sabíamos que si te enterabas ardería Troya —no pude evitar reír.

—Bueno ya no puedo hacer nada —dije.

Su cara al recordar ese momento fue de pura felicidad y vergüenza, felicidad porque

al parecer a ella le había estado gustando Mark, y vergüenza por su desmayo exagerado.

Ella siempre tan Rachael.

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—Bueno, ¿Por qué no cambiamos de tema? Tanto hermano de Irene me esta

empalagando —Elissa estaba levantando la voz hacia nosotras —. Irene ¿Cómo es eso

de que no te gusta Dave? Es tan lindo —añadió—. Porque si tú no te lo robas, yo te lo

robo.

— ¿Qué? —le pregunté sorprendida e ilógica como si no entendiese su pregunta.

—Ya entendí, estás en negativa y no quieres saber nada con él.

— ¿Por qué me preguntas esas cosas Elissa? —no estaba enojada, sí confundida por

las cosas que habían comenzado a decir, que debía esto, que debía lo otro y yo no quería

saber nada de nada con él.

—Lo siento, no te molesto más —dijo a la defensiva, y logré que me dejasen en paz.

Terminamos hablado del examen de biología, les conté que Darren había ido a casa a

explicarme sobre ella y que no me había servido de mucho ya que él no sabía explicar

muy bien así que no tenía idea de cómo iba a hacer para aprobar.

—Dijiste que hablarías con Dave —me decía Scarlett de forma apresurada —, a

menos que hayas cambiado de idea, Irene.

Claro que había cambiado de idea.

—Cambio de planes Scar, no le diré. No me humillaré ante él.

—Espera, espera, espera ¿Cómo es que no le dirás? ¡Irene!. —Dijo exaltándose—.

Lo dijiste hoy y sabes que necesitas su ayuda —eso era cierto, pero por otro lado ya lo

había intentado, alguien ya había tratado de explicarme y no funcionó ¿Por qué

funcionaria ahora?, no existía razón alguna para ello.

—Es que no creo que fuese a funcionar Scar, ya intenté que Darren me ayudara y no

funcionó, ¿Por qué tendría que funcionar con otra persona entonces?

—Nada pierdes por arriesgarte —la que hablaba era Joy —, además puede que te

enamores, te cases y tengan muchos bebes bonitos.

— ¿Eso es una broma? Basta con eso —estaban llegando a un límite con mi

paciencia y a mi no me importaba nada con tal que me dejasen tranquila.

—Claro, lo siento, fue una broma —dijo ella riendo—, pero una cosa es cierto Irene

y es que deber pedirle ayuda.

—No, creo que no puedo. Seria rebajarme ante él —sí, eso seria exactamente y

decidí que no estaba dispuesta a hacerlo, me importaba demasiado aprobar esa materia,

pero no sabía si pedirle ayuda era lo correcto.

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Esa noche tuve un sueño muy perturbador, algunas veces había soñado cosas

parecidas pero no justamente con aquella persona, sino otra o más bien otro. Adrien, por

supuesto…

Cuando abrí los ojos me encontré con que estaba en una plaza amplia y llena de

árboles, al parecer estábamos en otoño porque las hojas secas caían a millares. No

había nadie cerca para preguntarle dónde me encontraba, estaba desierta. A mi lado

había una canasta de mimbre y un mantel marrón que hacia juego con la arboleda seca

de mí alrededor. Me levanté dispuesta a caminar, lo hacia pero nunca llegaba a

avanzar nada, era como si estuviese destinada a quedarme allí por siempre.

Caminé unos pasos hasta donde había estado antes y me senté, recordé que estaba

esperando algo importante, no sabía qué era, pero fuese lo que fuese hacia que mi

corazón rebozara de alegría, que palpitara intensamente. Traté de pensar qué era lo

que podía producir eso en mí, pero nada ocurría, no lo recordaba. ¿Cómo era posible

ello?

Estuve sentada allí un largo tiempo, las hojas no dejaban de caer. El día estaba

demasiado cálido a diferencia otros días otoñales, eso me extrañó muchísimo. Me dejé

caer sobre el esponjoso césped que estaba debajo de mí y cerré los ojos para disfrutar

de ese momento que no sabía si seria eterno. Durante unos momentos llegué a pensar

que estaba muerta, de igual forma si así lo hubiese sido ya no tenía por que

preocuparme de todos los problemas que tenía; aun cuando no los recordaba.

Mientras mis ojos se mantenían cerrados, escuché una voz susurrando palabras en

mi oído y a la vez que hacia esto acariciaba mi cabello de forma delicada y agradable,

aquella voz me decía que me amaba y que estaría por siempre junto a mí, no tenía las

fuerzas suficientes así que me dejé llevar. Todo se sentía tan abstracto que no lograba

comprender nada.

Cuando abrí los ojos nuevamente me encontré con que estaba en otro lugar,

específicamente a unos metros de donde me hallaba antes, pero no estaba en mí, quiero

decir dentro de mi cuerpo porque desde donde estaba podía verme. Era como estar

muerta, podía verme a mí y al joven que me acompañaba. Él estaba tomándome en sus

brazos de una forma muy rara y tierna a la vez, pero… ¿Quién era aquel muchacho que

estaba abrazando mi cuerpo? ¿Quién era aquél que me besaba? Lo podía ver aunque

no lo sentía ni podía descubrir quién era me resultaba familiar pero… por más

esfuerzo que hacia no lo conseguía, no conseguía averiguar quién era ese muchacho.

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65

Lo único que veía era que al parecer la otra parte de mí, o sea mi cuerpo, estaba muy a

gusto con él y viceversa como si fuesen novios o algo parecido.

Como dije, no pude ver mucho así que cerré mis ojos para ver que pasaba, pero

cuando los abrí seguía en el mismo lugar, lo hice otra vez y cuando los abrí

nuevamente me encontré con que había vuelto al pasto, sentada allí frente al muchacho

besándolo como si fuese la última vez que íbamos a estar allí. Juntos… luego de ver

esa imagen mis ojos se mantuvieron cerrados disfrutando el momento. Después, ambos

quedamos abrazados mirando el cielo despejado y las hojas caer de los enormes

árboles, cuando me giré hacia su lado la palabra “te amo” salió de mi como un

murmullo. No acostumbraba a decir ese tipo de cosas.

Al ver quien era me sorprendí demasiado, tanto que me corrí hacia un lado como

escapándome de este, “¿Qué sucede Irene?” Escuché su voz, esa maldita voz que

reconocí al instante, ¿Cómo podía haber besado a aquel sujeto? eso no podía ser

cierto, traté de levantarme y correr mientras él seguía mirándome de forma confundida,

pero por más que corría y corría seguía en el mismo lugar como al principio. ¡Todo era

real! ¡El beso, el parque, el estar atrapada en aquel lugar que se había vuelto tétrico y

Dave que había estado besándome! Eso era algo que no podía soportar, tanto que caí

al suelo así como estaba y comencé a llorar, lloraba desesperadamente…

Lloraba desesperadamente. Al abrir los ojos noté que mi rostro estaba empapado, al

parecer había estado llorando en verdad, miré a mí alrededor y estuve más calmada

debido a que estaba en mi habitación; lo segundo que vi fue a Scarlett mirándome

preocupada.

—Sólo tuviste una pesadilla —ahora bien, si ella vio que yo estaba teniendo un mal

sueño ¿Por qué no me había despertado? ¿O acaso habituaba a ver como las personas

sufren y lloran mientras tienen pesadillas?, ya estaba poniéndome paranoica por nada.

Irene cálmate, cálmate.

—Scarlett, ¿viste cuando comencé a llorar?

—No, sólo lo escuché entré sueños y cuando desperté al segundo y medio lo hiciste

tú —bueno por lo menos eso refutaba todo lo que había estado pensado anteriormente.

Me quedé sentada un rato en mi cama, mientras tanto Scarlett se había vuelto a

dormir, descarada, pensé y la entendía porque eran las cuatro de la madrugada, sólo yo

podría estar despierta a esa hora haciendo nada.

Decidí levantarme para bajar a la cocina a tomar algo fresco. Cuando llegué y

después de buscar un vaso de agua me quedé sentada debido a que no lograba conciliar

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el sueño. Estuve allí un buen rato, pero las horas y los minutos no pasaban como de

costumbre, sino más bien lento.

Alrededor de las cinco de la madrugada escuché abrirse una puerta y unos pasos que

se acercaban por el pasillo hasta la cocina, debe ser mamá pensé, pero cuando los pasos

llegaron hasta la puerta descubrí que no era precisamente ella, sino Dave que al verme

sentada allí se sorprendió. Me miraba de manera extraña, como si por dentro dijese: ¿A

quién se le ocurre estar sentada con la luz tenue en la cocina a las cinco de la

madrugada?

— ¿Qué haces aquí y a esta hora? —me preguntaba mientras se dirigía a la alacena

en búsqueda de un vaso limpio.

—Nada… —me limité a decir sólo eso, esperando que no volviera a preguntar nada

más, pero como era de suponer lo hizo. Siempre lo hacía.

—Pero... —lo interrumpí rápidamente y de forma ofuscada para decir que había

tenido una pesadilla que por eso estaba allí, pero más respuestas traían detrás más

preguntas.

— ¿Una pesadilla? Bueno no es muy agradable tenerlas, ¿estás bien?, ¿necesitas

algo? —en ese momento una simple palabra de dos letras salió de mí para cambiar

aquella tensa situación.

—Sí —no sabía exactamente qué era lo que iba a decir, sólo dejé que las palabras

fluyeran de mí.

—Claro, ¿Qué necesitas? —respondió amablemente.

—Sí, pero… no esta relacionado con mi sueño o…pesadilla — ¿Qué era lo que

estaba diciendo? ¿Estaba por hacerlo? No me había creído capaz, pero ahora ya estaba

allí y no tenía escapatoria alguna debía decirlo o decirlo —, necesito que me ayudes con

mi materia.

— ¿Biología? ¿No te había ayudado tu amigo el rubio? —bien, no iba a hacerlo. Se

estaba burlando de mí y eso iba a hacer que me enfadase más.

—Bien, haz lo que quieras, no tienes que ayudarme sino quieres, iré a buscar a

alguien más —me levanté para marcharme, pero el me detuvo reteniendo mi brazo.

— ¿Y quién te dijo a ti que yo no quería ayudarte? —ya estaba confundida ¿iba a

ayudarme o no? o ¿acaso estaba jugando con mis palabras? —, lo haré ¿Cuándo es tu

examen que no recuerdo?

—El viernes.

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— ¡¿El viernes?! Irene sólo tienes dos días para estudiar. Me pregunto cómo vamos

a hacer posible que comprendas todo. — Sabía que era imposible ¿cómo iba estudiar

casi todo lo que dieron en sólo dos días?, pero yo estaba dispuesta a intentarlo —. Bien,

intenta descansar todo lo que puedas. Te recomiendo que te vayas a la cama ahora

mismo — ¿estaba dándome órdenes otra vez? —, porque nos quedaremos toda la noche

estudiando. — Luego de decir eso se dio la vuelta y se fue. Lo último que escuché fue

el ruido de pasos en la escalera, entonces yo también seguí su consejo y me fui a la

cama. Al entrar a la habitación, las chicas seguían durmiendo. Tomé mi colcha y me

tapé aunque hiciese un poco de calor. Debía dormir lo suficiente.

*****

Me marché a mi habitación. Realmente estaba feliz por ayudar a Irene, tanto que en la

mañana decidí hablar con Abby. Ella era mi gran consejera.

—No creí que tu oportunidad pudiese llegar tan rápido —dijo haciendo muecas.

—Ni yo, pero esta es una buena oportunidad para que Irene me conozca. Para que

sepa lo que siento por e…

Ella me detuvo apretando mi pecho.

—Wow, Wow. Relax. Vas demasiado rápido amiguito.

Suspiré.

—La quiero, Abby. —Ella me sonrió con una mirada enternecedora.

—Eso es tierno, yo lo veo tierno, pero sabemos como es Irene ¿verdad? Y también

sabemos que ella no lo verá tierno.

—Lo sé.

Obligado a poner los pies sobre la tierra, seguí con lo que le estaba contando.

—Le dije que en la noche estudiaríamos.

— ¿En la noche? Vaya que eres tremendo —dijo ella en tono sugestivo.

— ¿Qué piensas? No es lo que crees.

—Era una broma. Te conozco Dave, sé como eres.

Ella estaba en lo cierto. Yo no tenía malas intenciones con Irene. En aquel mes

había descubierto que la quería mucho y por nada del mundo haría algo para lastimarla.

—Debes estar atento.

—No lo sé, quizá se te presente alguna oportunidad.

— ¿A qué te refieres? —pregunté confundido. Pero creo que sabía a que se refería.

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—Dave. Eres listo, muy listo. Sabes a lo que me refiero.

Solté una respiración entrecortada y asentí.

***

Esa mañana nos despertamos media hora antes del horario previsto para salir al

instituto, así que tratamos de hacer todo lo más rápido posible para poder llegar a

tiempo. El día era muy diferente ya que estaba completamente soleado y no había

rastros del paso de la lluvia. Una vez listas, fuimos hasta el instituto. Cuando estuvimos

allí comenzamos a hablar de las cosas que teníamos que hacer para el baile de

graduación, había olvidado que yo me estaba encargando de un montón de cosas, y que

las había dejado de lado. Debía hacer tanto en tan poco tiempo, pero últimamente las

cosas no estaban saliéndome como quería ni como pensaba. Era como si las cosas que

yo planeaba o imaginaba salían al revés, o peor, ni siquiera salían.

Le conté a Scarlett que en la noche iba a estudiar con Dave, rogaba por dentro que

ella quisiera ir a casa por lo menos para salvarme de aquella situación, pero era mucho

pedir. Debía enfrentar mis problemas yo sola, no tenía alternativa.

A las seis y media de la tarde salí del instituto y me conduje directamente hasta casa.

Cuando llegué allí, no había nadie más que Abby, que al parecer estaba mucho mejor

porque escuché cuando subía las escaleras que hablaba por teléfono con alguien y si ella

hablaba por teléfono significa que esta mucho mejor de salud.

Fui hasta mi habitación y dejé la mochila sobre la cama, luego me dispuse a darme

un baño para después acostarme un ratito a descansar, no había dormido mucho así que

no sabía si aguantaría toda la noche despierta y estudiando; era demasiado.

Un par de horas después, no sé exactamente cuánto tiempo fue, oí la voz de Dave

que estaba llamándome, creí que era nuevamente un mal sueño así que me di media

vuelta y seguí durmiendo, pero nuevamente la voz comenzó a llamarme y junto a esta

también alguien estaba moviendo mi brazo como queriéndome despertar, me giré y vi

que él estaba ahí.

— ¿Qué quieres? —dije aún dormida, no sabía ni qué hora era, estaba totalmente

perdida en el tiempo y ciertamente me moría del sueño. No sabía si lograría pensar.

—Irene, son las doce de la noche, levántate que vamos a estudiar —tenía mucho

sueño, no quería despertarme, pero sabía que debía estudiar a como de lugar.

—Hummm…. Lárgate —dije alargando las palabras, tenía sueño.

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69

—Pero yo te avisé que debías sacrificar algunas horas de sueño, vamos.

—Seee…seee… ya voy —dije mientras intentaba despejar mi mente de la exquisita y

placentera sensación de dormir.

—Bueno… me iré para que te prepares y no olvides llevar todo lo necesario. Te

espero en la cocina.

Se dio la vuelta y desapareció cerrando la puerta detrás de él.

Me levanté y fui al baño a lavarme la cara, luego junté todos los libros y el cuaderno.

Bajé hasta la cocina donde él se encontraba esperándome y noté que había preparado

una tetera con café. Al entrar corrió una de las sillas de la cabecera para que yo me

sentara y así lo hice. Era un caballero, pero yo no podía admitirlo.

— ¿Qué tú nunca duermes? —pregunté con es rostro serio y soñoliento.

Él rió, pero no había sido una broma.

—Intento ser responsable —dijo sonriente, una sonrisa bastante idiota diría yo.

— ¿Intentas? —pregunté enarcando una ceja con desconfianza. ¿A qué se refería?

—Bueno, si hay algo que he aprendido es que uno lo llega a tener todo bajo control.

—Hummm…

—Bueno ¿comenzamos? —dijo y tomó los libros que yo tenía en la mano.

Era extraño verme de aquella manera, y cuando digo de aquella manera me refiero a

calmada, calmada frente a la presencia de alguien que a menudo me hacía enojar sólo

con respirar.

Una vez que teníamos cada cosa en su lugar nos dispusimos a comenzar, él me dijo

que revisara cada una de las cosas que tenía que saber y que las anotara en una hoja en

blanco, le hice caso y comencé enseguida.

Estuvimos un buen rato así hasta que él dijo que ya era hora de comenzar con la

“lección”. Entonces comenzó a explicarme sobre que era la biología, que era una

ciencia que tenía por estudio a los seres vivos, que estudiaba las distintas formas de

vida. Era impresionante la pasión que le ponía a cada palabra, nunca había escuchado

hablar así de algo que se esta estudiando ni siquiera a la profesora. Al parecer le gustaba

bastante. Yo, por mi parte, la odiaba.

—Una célula es la unidad morfología y funcional de todo ser vivo. De hecho, la

célula es el elemento de menor tamaño que puede considerarse vivo.

— ¿Quieres decir que la célula es un ser vivo? —bueno, por fin comenzaba a

comprender las cosas. Además no eran tan difíciles como había creído. Aquellas

palabras eran más claras.

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—Exacto, si quieres saber más, la aparición del primer organismo vivo sobre la tierra

suele asociarse al nacimiento de la primera célula —cada palabra quedaba grabada en

mi, yo hubiese apostado que seria un buen profesor ya que usaba palabras muy sencillas

y claras que no hacían que uno no se confundiese —. Ahora sigue tú, ¿Lo has visto

verdad? Digo, ¿has visto algo?

— ¿Con qué?, digo, ¿a qué? —no sabía con qué debía seguir, además yo no sabía

nada de células y esas cosas. Casi nunca prestaba atención en clase.

—Vamos Irene, lo sabes, sólo continua con los tipos de células que existen. Confío

en ti, vamos — ¿él confiaba en mí? Bueno, a decir verdad muy pocas personas

confiaban en mí y eso era porque yo siempre me daba por vencida, pero él creía que yo

podía hacerlo. Era una locura.

—Bien… —suspiré para encontrar las palabras correctas; o mejor dicho, el

conocimiento correcto —. Existen las células… ammm…. eucariotas y… procariotas…

—seguimos hablando de células, organismos y algunas cosas relacionadas con los

organismos. Y demás cosas raras que antes no había llegado a comprender y ahora sí.

Recién a las cinco de la madrugada decidimos que ya era hora de ir terminando con

el estudio.

Mientras juntaba mis cosas dispuesta a llevarlas a mi cuarto, Dave comenzó a

hacerme preguntas a las que al parecer sólo yo tenía las respuestas.

—Irene —comenzó a decir y algo hizo que me estremeciera —, ¿puedo hacerte un

pregunta? —hubo un gran silencio mientras yo tomaba las tazas de café y me giraba

hacia el lavado.

Sin hacer nada y tras unos minutos hablé.

— ¿Qué quieres? —mi respuesta pregunta no sonó muy amable, pero a decir verdad

no sabía bien que decir en ese momento, ¿Qué era lo que iba a preguntarme? O… ¿Qué

era lo que iba a responder yo ante esa pregunta desconocida?

—Necesito saber porqué o cuál razón me tratas de esa manera —no sabía qué

responderle, un gran escalofrío volvió a atravesar todo mi cuerpo me giré para hablarle

y en el segundo que lo hice, la taza que tenía entré mis manos callo al piso sin que yo

pudiera reaccionar a tiempo.

— ¡Cuidado! —gritó él apartándome para que no me cayera la taza sobre las mis

pies; o mejor dicho zapatillas de tela.

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— ¡Ay no! ¡Maldición! —maldición, única palabra que salió de mí en ese

momento. Al salir de allí fui hasta la lavandería en búsqueda de la pala y la escoba para

limpiar mi desastre.

Dave se quedó mirando la taza que yacía en el piso como si estuviese hipnotizado;

esa era la misma reacción que tenía siempre que hablábamos, pero esta vez yo no había

dicho absolutamente nada ¿Qué era lo que le había pasado ahora? Luego de eso todo

pasó de forma muy rápida, yo limpié y junté mis cosas, mientras tanto Dave me ayudó y

después se fue sin decir ni siquiera buenas noches. Eso me molestó un poco debido a

que ya que nos estábamos llevando bien ¿Por qué no iba a saludarme?

A la mañana siguiente; o mejor dicho esa mañana, porque me acosté a las seis de la

madrugada aquel día, me levanté diferente sentía una enorme angustia dentro de mí,

quería llorar y llorar, nada de lo que me hubieran dicho habría podido apagar ese dolor

intenso que tenía por la simple razón de que no le encontraba justificación alguna a

aquel sufrimiento. Se sentía terrible. No sabía qué estaba sucediendo conmigo, pero

debía averiguarlo.

Capítulo 7

Técnicamente me sentí mal casi todo el día, y ni siquiera sabía el por qué, lo único

que sentía dentro de mi era una especie de angustia interna. Aunque también me sentía

algo vacía.

Fui al instituto y estuve casi todo el tiempo aislada de las chicas, como en mi propio

universo paralelo, en la que ellas podían verme pero no lograban hablar conmigo.

Obviamente no había tal cosa, y ellas se pasaron el día preguntándome qué me sucedía,

aunque con aquella expresión de ¡¿Qué diablos te sucede?! Por mi parte no sabía qué

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contestarles, ¡claro, me sentía mal! Vacía, rara… Y aquello no era común en mí,

siempre solía resbalarme todo y lograba que nada me importase… pero… ¿Qué me

importaba? Esa era la pregunta correcta ¿Qué le importaba a esa Irene ahora?

Ciertamente no lo sabía… O quizá tenía miedo de descubrirlo.

Durante el transcurso de la tarde, y luego de salir del instituto, me dirigí hacía mi

casa. Al llegar noté nuevamente que se encontraba en silencio y lo que más me extrañó

fue que Abby no estuviese allí, de seguro había estado mucho mejor de salud y habría

salido de casa a tomar aire. Hacía meses que no lo hacía.

Fui a la cocina por un vaso de algo y después me dirigí hasta la sala de estar donde

me senté a ver un poco de televisión. Estaba mirando el noticiario pero mi cabeza iba a

mil por segundo, además de que me dolía, no sabía qué era lo que me estaba pasando,

podían haber sido los nervios del examen que me tenía a mal traer desde hace unos

meses.

Me recosté en el sofá para estar más cómoda, al cabo de un rato y sin darme cuenta

había un millar de lágrimas cayendo de mis ojos. Eso me sorprendió. No, esto no puede

ser. Irene para de llorar ahora mismo ¡ahora Irene! Deja de ser idiota. Pero por más

que lo intentaba con todas mis fuerzas ellas se empecinaban en salir, si algo sabía, era

que nunca podía luchar contra ellas, siempre me ocurría lo mismo. Supuse que era una

venganza por haber fingido llorar tantas veces. Puse el rostro entré mis manos y ese fue

el peor momento, comencé a llorar aún más fuerte. Quería llorar, llorar y llorar sin

razón.

Minutos más tarde la puerta de la sala comenzó a abrirse hasta que lo hizo por

completo e inmediatamente oí la voz de Dave molestándome.

—Irene ¿Qué te sucede? —se acercó a mi lado mientras apoyaba una de sus manos

en el sofá. Por mi parte, no decía nada, sólo podía llorar—. Irene, ¿Estás bien? ¿Alguien

te hizo algo? Irene…

— ¡No, Dave, detente! —grité—. ¡Nadie me hizo nada! —sabía que su intención

no era hacerme enojar, pero no podía evitarlo. Todas esas preguntas me abrumaban aún

más.

—Lo…lo siento no quise… —dijo y me di cuenta de que no había sido muy cordial

¿Qué quería?

—No… yo…humm…lo siento también…no…debí haber gritado, no debí haberte

gritado —dije con aquellas últimas palabras.

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73

*****

Quedarme allí sin hacer nada por la mujer que quería era demasiado. Y si Irene

necesitaba mi ayuda yo estaría allí, aunque fuese lo último que hiciese en mi vida. La

amaba y tenía la sensación de que ella comenzaba a sentir algo por mí. Tenía aquella

vaga certeza.

Pero ahora ella estaba acurrucada en una esquina del sofá, abrazada a sus piernas sin

decir nada. Quería abrazarla, pero ella no lo aceptaría. Quería besarla, pero era evidente

que estaba prohibido. Irene… quiero que seas feliz… sólo eso…

—No, no te preocupes —dije intentando que me perdonara.

No podía hacer más que mirarla mientras se mantenía en silencio. La angustia que

recorría mi interior al verla era inmensa. Era evidente que algo le estaba haciendo mal, y

yo no podía ayudarla. Porque Irene era tan cabeza dura que no dejaba que nadie lo

hiciese. Si tan solo supiese lo que sentía por ella, las cosas habrían sido más fáciles.

—Irene… —dije con un hilo de voz, pero supuse que ella no me oyó, ya que no me

contestó nada. Cerré los ojos y respiré hondo intentando oír alguna respuesta de su

parte… hasta que lo hizo.

***

—Es solo que… no lo sé, siento un enorme vacío aquí —dije, e hice un gesto con

mi mano sobre la boca de mi estómago, las lágrimas se iban deteniendo poco a poco…

¿era eso lo que me faltaba? ¿Hablar con alguien de lo que sentía? O era… no…

definitivamente no podía ser eso.

—Pero… ¿Por qué sientes eso? —Susurró, pero no contesté y volvió a hablarme —.

Irene…

— ¡No lo sé! —le grité y mientras lo hacía me levanté del sofá para sentarme como

había estado antes, entonces él se incorporó a mi lado.

—Si necesitas algo…

—No, gracias… — no sabía que era lo que estaba buscando sentándose a mi lado,

no necesitaba su ayuda. Me apoyé aún más en el respaldo y tiré mi cabeza hacia atrás

con mis manos en ella. De repente comencé a pensar… ¿Qué es lo que estoy haciendo?,

él ha sido buena persona conmigo y yo…, yo lo he estado tratando mal desde su llegada

a la casa, si bien tengo mis razones, no son tan grandes como para castigarlo por el

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74

resto de su vida, ¿acaso me estoy equivocado con Dave? Soporta mis malos tratos, me

esta ayudando con mi examen y encima se preocupaba por mí...aunque eso me molesta

.Supongo que debo pedirle disculpas. El problema es que no estoy segura de poder

hacerlo... Aunque si fuese yo no me perdonaría lo que le he hecho; o más bien dicho.

Comenzaba a creer que no se lo merecía. Debía disculparme… quizá… no, claro

que debía hacerlo… pero mí…sí, mi orgullo…siempre estaba allí, y si él estaba allí no

podía hacerlo.

Giré mis ojos hacia su dirección preparada para en cierta forma "humillarme",

aunque lo cierto era que no creía que él pensara eso de mí.

—Dave creo… — ¿iba a decírselo realmente? De seguro si me lo hubiesen

preguntado hacía unos meses habría dicho que era algo completamente imposible de

suceder.

Él me miraba esperando a que hablara, pero yo no sabía exactamente qué era lo que

iba a decir ¿acaso seria un “lo siento” o un “discúlpame”? la verdad no lo sabía muy

bien. ¿Por qué pedir perdón se me había vuelto tan difícil últimamente?, tampoco lo

sabía…

—Creo que debería… —dije con pesadumbre mientras sentía como una de las

últimas gotas de llanto rodaba por mi mejilla —…pedirte disculpas —bueno no había

sido tan difícil como creí, es más, fue sencillo así que podía seguir con ello.

Aquel muchacho estaba mirándome fijamente y de forma desconcertada sin entender

por qué yo había expresado aquellas palabras.

—Irene —dijo sacudiendo la cabeza —. ¿De qué hablas?

—De… creo que es hora de pedirte disculpas por haberte tratado mal todo este

tiempo —no sabía si era lo correcto, pero por lo menos decir eso me hacia sentir un

poco mejor, ya no era una chica ogro.

—Tú no te preocupes por eso —al decir eso ubicó su mano suavemente sobre la mía

que se encontraba sobre mi rodilla, eso me hizo estremecer un poco y él lo notó.

—Entiendo porque actúas de esa forma, extrañas mucho a Mark y eso es muy

lógico. ¿Sabes? Respeto mucho eso —sonrió de repente e inevitablemente yo también

lo hice, pero fue una sonrisa muy sombría, mientras le agradecía.

—Todos extrañamos a Mark, pero… A veces creo que él no se molestó en pensar

cuando decidió alistarse sabiendo que estaría meses fuera del país o en otra ciudad.

—Entiendo…

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No dije nada más, sólo me limité a dejar salir mis recuerdos, aquellos que en esos

momentos se me hacían tan lejanos.

— ¿Qué hora es? —pregunté cambiando el tema.

— ¿Qué? Las 7:30 creo…

A esa hora mis padres ya deberían de estar en la casa

— ¿Sabes dónde están mis padres? Ya deberían estar aquí.

— ¿No te avisaron? —No, aparentemente se habían olvidado de mí —. Creo que en

una reunión familiar, por una fiesta que se acerca.

—Claro, si ya lo recuerdo, el mes que viene es el aniversario de mis abuelos.

Cumplen sesenta años de casados. No se porqué tanto alboroto por eso —dije con

amargura, aún me sentía algo aturdida—. Pero lo que no entiendo es dónde esta Abby.

— ¿El nombre Jack te dice algo?

— ¿Jack? — Sí, lo recordaba, Jack era el chico del mercado de al lado de casa, a

ella siempre le gustaba, era tan agradable y demasiado simpático e inteligente para

Abby. Tenía ojos verde oscuro, como las hojas de menta y siempre estaba sonriendo—.

Sí, claro que se quien es, pero… ¿qué hay con él?

—Bueno, digamos que se llevan un poco… demasiado bien.

Eso era de suponer...

—Claro, ya lo entiendo… ¿entonces no está?

—No, no está. Creo que salieron. Ella dijo “vuelvo mañana”. — ¿Mañana? Ah

bueno ella si que hacía lo que quería.

—Siempre es lo mismo… —no sabía si reírme o llorar —. Sabía que estaba saliendo

con alguien, pero no sabía que estaba mejor de salud ¿Tiene eso alguna lógica? —él rió

y yo también lo hice, Abby era muy loca en las cosas que hacía.

Por alguna extraña razón ese sentimiento de vacío había desaparecido casi por

completo, no sabía cómo ni cuándo había sucedido aquello, ¿recuerdos de mi hermana?

No… definitivamente no era eso.

Me levanté y subí directo a mi habitación dejándolo solo. Me cambié; porque

todavía llevaba puesta la ropa que había llevado al instituto y luego saqué todos los

apuntes y resúmenes que tenía para seguir estudiando. Pasaron varios minutos y alguien

o mejor dicho: obviamente Dave, porque era el único que estaba en la casa aparte de mí,

tocó la puerta de mi habitación toc, toc, toc…

— ¡Pasa! —grité mientras seguía ordenando mis cosas, al entrar Dave lo hizo con el

teléfono en su mano.

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—Teléfono para ti —dijo y comenzó a sonreír, verdaderamente no sabía por qué lo

hacía, ¿podía ser Darren? No, no lo creía, después de lo que hizo no se atrevería a

llamar a casa, además no tenía el número. ¿Podía ser…? Mucho menos, pensar que

puede ser Adrien era mucho soñar. Demasiado soñar… y eso me amargaba.

— ¿Para mí? ¿Y quién es?

Al final era la persona que menos me esperaba.

—Es Mark —dijo entregándomelo. Mi mente no podía creerlo ¿Mark estaba

llamando? Después de todos estos meses sin recibir noticias suyas. En verdad estaba

muy contenta, tanto que desplegué una enorme sonrisa. Tomé el teléfono y luego Dave

me hizo el gesto de que se marchaba.

— ¿Mark? —Dije interrogante y noté que una gran cantidad de lágrimas salían de

mis ojos sin que yo pudiera ni quisiera hacer nada, por aquellas lágrimas no eran de

tristeza sino de felicidad, felicidad absoluta —. Mark ¿Cómo estás? —la voz del otro

lado del teléfono contesto al instante.

—Irene —decía con felicidad —. Me hace muy bien escuchar tu voz, ha pasado

tanto tiempo —estaba en lo cierto pero… ¿Por qué no se molestó en llamar antes?

Habían pasado tantos meses desde su partida con el ejército. Tantos que creí que nunca

lo volveríamos a ver, aunque eso era más dramatismo que otra cosa.

— ¿Por qué no llamaste antes? —le demandé.

—Bueno…porque como sabes —no lo sabía, pero tampoco quería discutir con él —

. No nos dan mucho tiempo con esto de campos de batalla, las preparaciones y eso.

—Entiendo…

— ¿Y cuándo vuelves? Te extrañamos aquí —pero parecía como que mis padres no

lo recordaban mucho, pero como ya dije no podía echarle la culpa a Dave por ello.

—Se supone que a fines de noviembre — ¡Que alegría!, estábamos a unos pocos

meses de noviembre.

— ¿O sea que pasarás nochebuena con nosotros?

—Exacto, no me perdería estar con mi familia el día de navidad. Cambiando de

tema… dime Irene, ¿hay una nueva persona en nuestra casa verdad?

—Amm…si — ¿no se suponía que nadie de la familia había tenido contacto con él

durante estos meses? —. ¿Y tú cómo sabes eso?

—Bueno hace varios meses me llegó una carta de mamá que decía que había un

nuevo integrante en la familia y pensé, que lindo tendremos una mascota —no pude

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evitar reírme—, pero después leí que era un muchacho y que no te llevabas muy bien

con él o… mejor dicho, que no lo tratabas muy bien… ¿es cierto eso?

—…Sí, bueno sabes como soy…

—Sí, lo sé, por eso preguntaba y te digo algo, no tienes porque preocuparte, a mi no

me molesta que él esté allí, por lo que mamá me dijo es una buena persona. Quédate

tranquila.

—Está bien… —mascullé. Ahora sí estaba más tranquila que hacía unas horas atrás.

Si a Mark no le molestaba ¿Porqué debía hacerme tanto problema? Cerca de él escuché

una voz, como una especie de susurro alegre que lo llamaba.

—Mira debo irme —dijo—, pero te dejo este número para que me llames por si

acaso ¿si?

—Sí —tomé una hoja y un lápiz y me dispuse a anotar.

—555 —4738 ¿Bien? nos hablamos luego. Adiós y pórtate bien Irene, ¡por el amor

de Dios! ¡Ah! Y dile a Abby que no toque mis cosas.

—Adiós cuídate —la línea se cortó y yo estaba más feliz que cualquier persona en el

mundo, Mark se había comunicado con nosotros, brevemente, pero lo había hecho,

ahora sí no cabía en mí.

Dejé el teléfono caer sobre la cama, y la hoja y el lápiz sobre la pequeña mesa y me

senté por unos momentos a pensar… La buena noticia era que Mark volvería pronto y

todo volvería a ser como antes, eso era bueno. Sobretodo luego de que la casa se volvía

cada vez más vacía, Abby desaparecía todos los fines de semana y mamá y papá…

Bueno, es su trabajo, eran como una especie de abogados a domicilio, resolviendo casos

en todos los estados de Australia para la firma Lines & Bell. Gracias a Dios confiaban

en nosotros.

Bueno, todo está en su lugar, así que debo ponerme a leer por que mañana es el

examen pensé. Al cabo de unos minutos Dave volvió a llamar a mi puerta, esta vez para

avisarme que estaba la comida preparada, con tanto revuelo por el llamado de Mark

había olvidado que debía llamar a un delivery o algo, pero tampoco podía culparme por

todo, con un café me conformaba y quizá unas galletas.

Bajé las escaleras lo más rápido posible par disculparme y entré a la cocina.

Me sorprendí nuevamente.

— ¿Ya hiciste todo? —pregunté mientras me dirigía hacia la heladera para buscar

algo de beber.

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—Sí, no había que hacer mucho, tu mamá dejó casi todo preparado y sólo debía

calentarlo —Tomó una de las bandejas de plata de mi madre, que contenían una

especie de spaghetti o algo así y la apoyó sobre la mesa —. Espero que te guste.

—Yo también lo espero —dije en tono extraño y comenzamos a reír, nunca pensé

que podía llevarme así con él, pero supongo que ahora si lo creía.

Nos sentamos a la mesa y él comenzó a preguntar, como de costumbre, que si

íbamos a terminar de estudiar en la noche; le dije que sí porque al día siguiente tenía

que rendir el examen y si bien había avanzado muchísimo me faltaban algunos temas

que repasar y terminar de estudiar.

Cuando acabamos de cenar, juntamos los platos y los lavé. Después, Dave me dijo

que trajera las cosas así intentábamos terminar todo hoy en la noche. Obviamente le

hice caso y fui hasta mi cuarto a buscar los libros. Cuando volví a la cocina los puse

sobre la mesa, preparé café en la jarra para la noche y me senté para comenzar a

estudiar. Realmente era doloroso, sobretodo sabiendo que debía aprobarla sí o sí.

Pasaron varias horas y ya estábamos casi por terminar, así que decidimos descansar

un rato. Dave preguntó cómo se encontraba Mark y le respondí que bien, le conté todo

lo que él me dijo sobre el ejército, lo poco en realidad, que no había mucho tiempo de

llamar por el entrenamiento y todas esas cosas. Era lo que él había elegido, podía haber

sido abogado, ingeniero, médico, pero no… Mark quiso ser parte de la Real Fuerza

Aérea de Australia, y ahora se encontraba en Canberra (donde estaban los cuarteles), y

si eso lo hacía feliz… Nada podíamos hacer.

— ¿Tú qué vas a hacer el próximo año? —me preguntó.

—Honestamente no sé… De seguro siga abogacía… Herencia —dije y reí, lo cierto

era que me gustaba bastante.

—Es una gran carrera, pero debes saber que es lo que realmente te gusta.

—Eso me gusta bastante. Además siempre me ha gustado, eso o… eso. Así de

simple. Sin dudas.

—Disculpa, no sabía que eras la chica seguridad —dijo y sonrió, entonces no pude

evitar reírme yo también.

— ¿Y tú? —le dije, aunque obviamente tenía alguna idea de que le gustaba.

— ¿Yo qué? —preguntó como si yo le hubiese hecho alguna extraña pregunta.

— ¿Qué vas a estudiar? ¿O acaso estudias por hobbie?

—Ah, eso. Sí, voy a estudiar pediatría —dijo rascando el mantel. Luego tomó un

poco de café y lo vertió en su pequeña taza azul de porcelana.

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— ¿Pediatría al igual que Darren? Supongo que tal vez algún día van a cruzarse y a

hacerse amigos — ¿Qué decía? Eso era imposible… al parecer a Dave no le caía muy

bien Darren.

—Como Darren — masculló y me miró de reojo. Entonces comentó un ¡Oh

grandioso! En tono irónico.

— ¡No seas irónico conmigo! —no me gustaba que las personas se burlasen de

alguien que no esta, aunque sea Darren.

—No lo soy —dijo riendo, bueno a decir verdad él siempre reía y sonreía. No sé

cómo hacía para estar siempre de buen humor, para mi eso era algo imposible y no soy

nada exagerada en esto que digo.

Nos quedamos un rato en silencio, así que me levanté para buscar un vaso limpio y

cuando me giré de nuevo comencé a hablar.

—Dave… con respecto a lo las disculpas —él estaba juntando las tazas de café.

—No, oye. Te dije que no debes que preocuparte por eso —se levantó y dejó las

tazas dentro del lavavajillas.

—Supongo de debo decirlo sólo una vez… — ¿Por qué no podía simplemente dejar

las cosas como estaban?, no yo debía dar un discurso como mi madre, odiaba eso de mí,

pero las palabras saldrían solas cuando no las quería.

—No, no lo necesitas. En verdad… —insistió, a ese punto él estaba frente a mí con

sus manos sobre mis hombros y nos encontrábamos a unos centímetros de distancia.

Tragué saliva al sentirlas. La verdad que me sentía un poco incomoda estando en

aquella situación —. Tú sabes que no… — ¿Por qué me miraba de aquella manera?

—Dave… no… tú no entiendes…

No pude decir nada más, ya que la falta de aliento me lo impedía. En aquél momento

nos encontrábamos a unos centímetros de distancia que él deshizo con un pequeño paso

hacia mí. Sentía la boca reseca y mis manos temblar. Incluso mi corazón comenzó a

palpitar mucho más fuerte que de costumbre. Era inimaginable que aquellos ojos color

miel me atrapasen de aquella manera. ¡Necesitaba salir de allí! Pero no lograba

hacerlo… Estaba atrapada en él… Sentí como con sus manos acariciaba mi

cabello…sin dejar de mirarme, y como luego estas se deslizaban tímidamente por sobre

mis mejillas, pasando por mi cuello hasta caer, con nerviosismo, en mi cintura.

Inevitablemente mis labios salieron un pequeño suspiro. Sentí un escalofríos recorrer

todo mi cuerpo. ¿Qué me estaba ocurriendo? ¿Por qué no podía hacer más que mirarlo?

¡Irene haz algo! ¡Corre! ¡Por favor, sal de allí! No podía hacerlo. Mi cuerpo no estaba

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cooperando con mi cabeza. ¡Niña te estás equivocando! De repente mis labios sintieron

la tibieza de los suyos acariciándolos. Odié que fuesen tan tersos y suaves, tan dulces y

apetecibles. El problema era que yo no me había alejado. Había comprobado

horrorosamente que estaba a gusto, tanto, que sentía como mis manos se deslizaban por

su pecho (donde habían quedado atrapadas) hasta llegar a su cuello para entrelazar los

dedos bajo su cabello… No me puede estar ocurriendo esto… Y en aquel momento, en

sus labios se perdía… mi primer beso…

Capítulo 8

Ay Dios, ¿Qué es lo me está pasando que no puedo alejarme de él?, aunque mi

mente luchaba por separarse había algo que no la dejaba, y a su vez era como si algo

nos acercara cada vez más y más hasta el punto de que ya habían pasado varios minutos,

seguramente, y seguíamos en el mismo lugar. Irene debes alejarte de allí, hazlo, por

favor, ¡te arrepentirás! ¡Te arrepentirás!

Después de varios minutos y razonamientos internos logré empujarlo hacia atrás,

entonces comenzaron las preguntas, esas malditas preguntas que tanto odiaba.

—Irene ¿Qué sucede? —trataba de acercase de nuevo hacia mí, pero yo lo empujaba

nuevamente hacia atrás — ¿Qué…?

— ¡Esto está todo mal! ¡Todo mal Dave! ¡Todo! —le decía mientras me llevaba las

manos a la cabeza de una manera dramática, pero lo sentía así, todo estaba muy mal,

muy mal—. ¡Todo es un gran error!

—Pero Irene —no quería escucharlo, sólo quería desaparecer de la faz de la tierra y

no volver nunca más en mi maldita vida —. No me digas ahora que fue cosa mi porque

tú correspondiste a ese beso.

Beso… esa palabra resonó en mi mente. Él había arruinado mi primer beso. Por el

resto de mi vida, Dave sería mi primer beso. ¡Maldición!

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— ¡No digas nada de eso! Dave por favor ¡Fue un error entiéndelo! —Me giré para

darle la espalda, en verdad no quería verlo después de haber arruinado mi noche—.

Simplemente no lo digas… por favor —terminé por susurrar.

Se acercó hasta mí y sentí que me abrazo por la espalda, atrapándome entré sus

brazos, quise soltarme, pero me retuvo fuertemente.

—Perdóname Irene, realmente lo siento, pero te quiero tanto… —susurró en mi oído

—. Tú lo sabes… —lo interrumpí sacando sus brazos de alrededor de mi como podía,

las lagrimas comenzaban a caer de mis ojos sin pretexto alguno, así que tomé mis cosas

y me largué de allí mientras le decía que lo felicitaba por arruinar completamente mi

vida a lo que no recibí respuesta de su parte.

Todo iba bien antes de ese estúpido beso, ¿Por qué Dave se empecinaba en arruinar

mi vida?

Salí corriendo, literalmente, hasta mi cuarto. Esa era una de las cosas que siempre

hacia cuando algo en mí vida no salía bien, salir corriendo de mis problemas. ¿Por qué

no podía simplemente enfrentarme a ellos y vencerlos?, al parecer no podía, era débil,

muy débil. Más de lo que creía.

Entré a mi cuarto y di un portazo para asegurarme de que ni en sus más locos sueños

entrara a molestarme, me acosté y mi cabeza, sin que yo le permitiera hacerlo comenzó

a pensar y a pensar y a pensar…

¿Cómo era posible qué yo, Irene, hubiera dejado qué eso sucediera? No encontraba

la respuesta a esa simple, o aparentemente simple pregunta. Me hubiera gustado poder

reaccionar a tiempo, pero realmente no sé qué fue lo que sucedió conmigo. Me sentía

como una idiota, una completa idiota que no podía mantenerse lejos de los problemas

más simples como ese. Traté de cerrar los ojos y dormirme, tenía la esperanza de que

todo aquello hubiera sido un sueño, una pesadilla… nada más. Pero no. Era la triste

realidad.

A la mañana siguiente me levanté, me cambié y salí para el instituto lo más

temprano posible para no cruzarme con nadie, antes de salir llamé a Scarlett para que

ella también fuese temprano, ya que era la única persona en la que podía confiar.

Cuando llegué a la puerta del instituto, vi que ella ya estaba parada allí. Me acerqué

hasta donde se encontraba y la saludé, a lo que me abrazó, de seguro sabía que no estaba

atravesando por un buen momento. Ella siempre sabía lo que me pasaba y lo que

pensaba.

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—Dime que ocurre —me decía cruzándose de brazos, y en ese momento nuevas

lágrimas comenzaron a florecer de mis ojos, me abrazó aún más fuerte y yo hice lo

mismo. Ella lo intuía, lo sabía.

—Scar —decía entré lágrimas—, me odio, me odio mucho —ella era mi mejor

amiga, aún así me costaba decírselo. Suspiré pesadamente —. Tengo que contarte algo.

—Me separé y nos sentamos al borde de la acera para poder conversar con calma. Sequé

mis lágrimas que todavía seguían allí, y respiré hondo para poder tomar aire.

—Dime Irene, ¿Qué es lo que te tiene así? —me quedé callada por varios minutos

tratando de formar algunas oraciones dentro de mi abrumada conciencia, ella respetó

aquél silencio mío, sólo me miraba con esa sabiduría que sólo Scarlett tenía.

Pasados unos minutos decidí comenzar a hablar.

—Es Dave… —no quería que pensase cualquier cosa, así que seguí rápidamente

con lo que estaba diciendo —. Acaba de arruinar completamente mi vida —bueno al

parecer lo había agravado, ya que ella se sobresalto mucho. ¡Pero la había arruinado con

sus estúpidos sentimientos!

— ¡Ay no Dios no! ¿Qué te hizo? —Como no le contesté volvió a preguntar —.

¡Irene, dime que te hizo!

—Él…él… me besó —me estremecí con solo recordarlo, pero a Scarlett pareció

causarle gracia ya que comenzó a reír, al principio se contuvo pero luego reía cada vez

más.

— ¿Sólo eso? —seguía riendo, creí que comprendería por la situación que estaba

atravesando, pero no.

— ¡No te rías Scar! ¿No ves que esto es critico? ¡Por favor!

—Ay Irene, Dave te besó, ¿Por qué te pones así? — ¿Qué?, no, no podía

preguntarme eso, justo ella—. Muchas deben querer eso de Dave ¿Y tú te enojas?

— ¡Scarlett, creí que comprenderías lo traumático que fue y es para mí! ¿Te pones

de su lado verdad? ¡Todos lo hacen!

—Irene, claro que no. Pero déjame decirte que creí que era otra cosa. Además si él te

besó quiere decir que tú también lo besaste, así que deberías revisar tus actos y…

— ¡Ni se te ocurra Scarlett Isabela! —dije, estaba algo furiosa y cuando lo estaba no

podía evitar decir su segundo nombre.

—Deberías revistar tus sentimientos

— ¡¿Revi?! ¡¿Discúlpame?! ¡No puedes decirme eso! ¡Eres mi amiga! — ¿revisar

mis sentimientos? No iba a tolerar ese tipo de comentarios hacia mi persona, no estaba

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de humor para hacerlo y mucho menos de Scarlett, suponía que podía confiar en ella,

pero esta vez me había engañado a mi misma.

—Irene…

—No hables más —dije con un mascullo ofendido.

—Irene, eso es algo muy lindo — ¡nada era lindo, y mucho menos viniendo de ese

inútil! —. Podrías darle una oportunidad y… una a ti. No puedes estar enamorada toda

la vida de Adrien, ya te lo había dicho antes. Él ni siquiera sabe que existes —La miré

horrorizada—.Lo siento pero es así.

— ¡¿Cómo puedes decirme que le de una oportunidad?! —Dentro de mí se encendió

la chispa de la furia, pero la reprimí antes de contestarle mal a mi mejor amiga—. ¿Y

cómo dices eso de Adrien?

—Bueno, tampoco es para que te pongas así —no, claro. Iba a responder con una

sonrisa de lado a lado cuando mi mejor amiga se reía de mis problemas y no se

preocupaba en ayudarme.

—Scarlett, ¿no ves que esto es muy grave? ¿Tú no lo entiendes verdad?

—Me acabas de decir que fue algo traumático y yo no creo que eso fuera traumático

Irene. Y honestamente, mucho menos si proviene de Dave que al parecer es un chico

muy dulce y atento contigo.

—Dices estupideces, no sé por qué pensé que podías ayudarme Scarlett —tomé mi

mochila y me levanté para irme mientras ella me gritaba e intentaba frenarme.

Pero había algo que ella no sabía.

—No se tú, pero yo no acostumbro a que se roben mi primer beso.

Se llevó una mano a la boca sorprendida. Finalmente entendía porque estaba así,

pero yo ya no podía quedarme allí.

— ¡Irene ven! ¡Irene! —Pero yo ya me estaba alejando.

No quería ir a clase, así que decidí volver casa, pero otra vez y sin darme cuenta

estaba haciendo una mala elección. Una más de las tantas en mi vida.

Decidí no tomar el autobús y caminar; eran como veinte cuadras, pero me iba a hacer

bien despejar un poco mi cabeza y respirar aire fresco. No podía creer que Scarlett no

me entendiera, éramos como hermanas y en ese momento no sabía quién era, no tenía a

nadie… Me sentía completamente sola.

Durante la marcha me detuve algunas veces para descansar por unos momentos,

aunque lo mejor era seguir avanzando ya que comenzaba a hacer frío y el cielo se

encontraba amenazante.

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Como dije, el día se estaba poniendo un poco negro, parecía que iba a llover, así que

aceleré la marcha. Cuando se largó el diluvio por completo estaba a diez cuadras de

casa, pero no eran cuadras comunes ya que estas eran demasiado largas.

En el transcurso del viaje comenzó a hacer más frío y a llover aún más, lo que hacia

empeorar la situación en la que me encontraba. Las copas de los árboles se agitaban

furiosas sobre mí y unos pequeños truenos sonaban en el encapotado cielo gris.

Caminaba lo más rápido que podía, pero la lluvia se hacía cada vez más intensa y para

completar mi horrendo día, en el momento en el que estaba por cruzar hacia la acera de

enfrente, un automóvil pasó muy al ras de la acera y me mojó completamente. Sí, ya lo

estaba afirmando, ese era el peor día de mi vida y eso que recién eran las doce y media

del mediodía.

Llegué a casa y como era de suponer, toda mojada y con una tos tremenda debido al

frío y a la lluvia, al entrar al jardín vi que Dave venia corriendo hacia mí y gritando:

— ¡Irene ¿Qué te sucedió?! —seguí sin prestarle atención, entonces mientras me

dirigía hasta la entrada se sacó su chaqueta y me la colocó sobre mis hombros, a lo que

yo respondí quitándomela y arrojándosela a sus pies. Obviamente cayó en un charco de

agua.

— ¡Aléjate de mí, Dave! ¡No quiero nada que provenga de ti! —le dije.

—Pero Irene… —no le hice caso y entré a la casa, cerrando la puerta detrás de mí

para que no me siguiese.

Cuando estaba en mi cuarto, el horror me invadió y fue en ese momento en el que me

di cuenta de que había cometido un grave error, debí haberme quedado en el instituto,

era el día del examen y con todo lo ocurrido lo había olvidado. ¡Era una idiota! ¡Era una

idiota! No sabía que hacer.

— ¿Qué hora es? —Me dije a mi misma y busqué el reloj con la mirada, ya eran las

dos de la tarde y mi examen era a las cuatro y media, mi problema era que afuera la

lluvia era muy intensa y encima mamá no estaba en casa —. ¿Qué voy a hacer? —la

parada del autobús estaba a unas cuadras de casa y no tenía paraguas, ¿Por qué no tenía

paraguas? Luego lo recordé, se me había roto en una tormenta hacía unas semanas—.

Bueno, me pongo una bolsa en la cabeza, lo que sea y camino hasta la parada. —

Después de juntar mis cosas y cambiarme de uniforme, me dispuse a irme. Fui hasta la

sala de estar y miré por el gran ventanal de enfrente. Llovía a cántaros, ¡Dios mío! Era

eso o desaprobar y no estaba en condiciones de hacerlo.

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— ¿Te vas? —Sabía que esa era su voz, así que ni me iba a molestar en

contestarle—. Te llevo yo, sube al automóvil —había confirmado que era un idiota,

¿acaso no le había dicho que no quería saber nada de él? Mucho menos viajaría con él.

—No, me voy en autobús —dije tajante y avancé unos pasos, pero tomó de mi brazo

y me retuvo. Me giré hacia el y frente a frente le dije—. Suéltame ahora mismo Dave

porque te vas a arrepentir.

—No dejaré que camines bajo esta lluvia —lo único que hice fue mirar hacia un

lado—. No lo haré, ¿Acaso estarás enojada toda tú vida?

—Eso a ti no te interesa ¿Entiendes? No te metas en mi vida. Sé muy bien lo que

intentas hacer.

—Irene, entiendo que estés enojada conmigo por lo del beso, me culpo por ello…

créeme, pero —se interrumpió—. Deja que te lleve.

— ¡Claro que debes culparte! ¡Es tú culpa! ¡Te odio!

Tú te llevaste mi primer beso Dave ¿Por qué?

—Cierto, pero quiero que sepas que no quiero estar así contigo, no me gusta —no

me interesaban sus disculpas, para nada.

— ¡Lo hubieras pensado antes de hacer lo que hiciste! —le dije.

— ¿Tú nunca te negaste verdad? —no iba a responder eso, sea como sea, todo había

sido su culpa. ¡Todo!

—Eso es todo, me voy —dije y me di vuelta para dirigirme hacia fuera.

— ¡Bien! —Me gritó —. ¡Te prometo que no se va a repetir más esta conversación!

—Me di vuelta para mirarlo sin decir nada—. Sólo que no quiero que vayas con esta

lluvia al instituto, y además llegarás tarde ¿perderás todo después de haber estudiado?

No dije nada, lo odiaba, pero tenía razón estaba llegando tarde. Me acerqué hasta él

para decirle que sólo iría en el automóvil con la condición de que no me hablase durante

todo el camino, a lo que accedió inmediatamente.

—Trato hecho, sube que ya te alcanzo.

Salí de allí y me dirigí hasta el automóvil para entrar y quedarme allí sin decir nada,

ni hacer mueca alguna.

Apenas salimos él encendió la radio y This love, de Maroon Five comenzó a sonar en

el interior del vehiculo. Por fuera, sólo se escuchaban los relámpagos y el sonar de la

lluvia.

El trayecto fue muy silencioso, bueno, por lo menos había cumplido una de sus

promesas y no estaba dirigiéndome sus palabras. Pero…

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—Lo siento… —dijo en un susurró. Yo no quería hablarle, pero debía dejarle en

claro lo que me había hecho.

— ¿Por qué? ¿Por arruinar mí primer beso? —él se quedó de alguna forma

petrificado, yo por mi parte, decidí bajarme del automóvil para marcharme, pues ya

habíamos llegado.

*****

¡Oh por Dios! ¡No! Yo había… Aquél había sido su primer beso. Me sentía atroz. Era

por eso que Irene había reaccionado así. Dave eres un idiota ¿Cómo le hiciste eso? ¿No

podías simplemente aguardar por ella? La respuesta llegó de inmediato. Sentir la

suavidad de los labios de Irene se había vuelto un pecado para mí. Sentir su cabello, su

rostro, su respiración cerca de la mía; la cual se entrecortaba cada vez que la tenía

cerca… Pero Irene estaba enojada, muy enojada…

Cuando llegué a la casa, Abby estaba con su amigo Jack. Extrañamente hacían una

hermosa pareja. Además se les notaba que se llevaban muy bien. Me daba un poco de

envidia, honestamente.

Traté de pasar de largo y no mostrar mi rostro, no podía llenarlos con mis problemas.

— ¡Ey! ¿A dónde crees que vas? —La voz de Abby me detuvo.

La observé con una mirada cautelosa y me volví hacia ella.

—Dave. ¿Qué sucede ahora?

Cerré los ojos, apreté mis labios y ella lo comprendió.

— ¿Otra vez, Dave? —se levantó hacia mi para tirar de mi brazo y sentarme junto a

ella.

—Yo… —intenté decir—. No lo sabía.

— ¿Qué no sabías? —La angustia me estaba quitando el aire y detenía mi

respiración. No dije nada.

—Hermano ¿estás bien? —me preguntó Jack dándome una palmada en la espalda.

—Abby… besé a Irene —ella se sobresaltó. Sus ojos celestes se alzaron hacia mí,

pero en su mirada no había odio, sino con compasión y a la vez intriga.

—Pero ¿por qué dices que no lo sabías? —me preguntó.

Suspiré, no sabía si Abby comprendería lo que le había hecho a su hermana.

—Fue su primer beso… —dije con un hilo de voz.

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Ambos se quedaron mirándome. ¡Lo sabía, era terrible! ¡Ella tendría que haber

elegido a quien besar! ¡Soy un imbécil!

—Dave… —dijo Abby acariciando mi hombro—. Es solamente un beso ¿qué tan

malo pudo ser? ¿Ella se negó?

—Ah… no. No, no lo hizo —dije confundido.

—Créeme. Si ella no se negó…

— ¡Está enojada! ¡Me odia!

— ¡Sólo dale tiempo! —dijo abrazándome.

—Hay ciertas cosas que deben procesarse. El tiempo el la mejor compañía en

momentos como este —dijo Jack—. Y si dices que ella no se negó… bueno déjame

decirte que eso significa mucho.

Llevé mi rostro a mis manos y lo apreté. Quizá ellos tenían razón, pero yo no podía

evitar sentirme culpable.

***

Una hora después sólo estábamos mi examen y yo, veinte preguntas de biología

atormentándome, no tenía más opción que comenzar a recordar las charlas que

habíamos tenido con Dave y luego escribir, por suerte me acordaba de todas las

respuestas, así que no me fue tan mal como creía.

Esa tarde volví a casa un poco más aliviada, me había desligado de ese maldito

examen, no tenía que preocuparme por las otras materias ya que me iba muy bien en

ellas. Sólo tenía un problema, y uno grave.

En la noche, todos nos sentamos a cenar y mamá comenzó a contarnos que el sábado

seria la fiesta del de mi abuela, que estarían todos y que seria en casa, así que debíamos

preparar todo para que sea una noche perfecta y aburrida, debí añadir, pero no lo dije

porque sabía que lo tomarían a mal.

Durante la mañana del sábado, mamá nos mandó a ambos en búsqueda de todos los

elementos de decoración para la noche, le dije que me sentía mal, pero me mando igual,

algo así como que me obligó, eso me molesto muchísimo.

Me subí al automóvil y no dije nada en casi todo el camino, hasta que él me habló:

—Irene —dijo frenando el automóvil y apagándolo. No sabía lo que me esperaba—.

Me parece que es un buen momento para que hablemos.

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—No debemos hablar de nada. —Corrí mi vista hacia la acera de mi lado para no

prestarle atención.

—Tú sabes que sí, por favor… —lo único que sabía era que no podía escaparme de

allí, no tenía como volverme a casa, así que debía ceder o ceder.

—Hagámoslo rápido ¿Qué quieres? —me crucé de brazos y miré hacia el frente.

—Quiero que me mires —no iba a hacerlo, no iba a mirarlo por nada del mundo.

— No, las palabras se oyen, no se ven.

—Necesito que me mires —no, definitivamente no iba a hacerlo.

Escuché el ruido de la puerta que se abría y se cerraba, y cuando miré a mi lado noté

que Dave ya no estaba.

— ¿Dónde demo…? —Me bajé del automóvil debido a que vi que él se encontraba

en uno de los bancos del parque en el que habíamos estacionado, caminé hasta donde

estaba, me sentía furiosa, le encantaba hacerme perder tiempo. El piso estaba húmedo

por la lluvia y los árboles ya no tenían casi nada de hojas. Podía sentir el aire fresco de

la mañana en Brisbane.

— ¡¿Qué es lo qué estás haciendo?! —No me contestó, tenía su mirada fija en la

nada —. ¡Dave! —Nada, eso me sacaba completamente de quicio — ¡¿No vas a

contestarme?!

— ¡No se qué quieres que te diga!

— ¡¿Por qué haces esto, Dave?! —Se incorporó y me tomó de los brazos —. Irene,

por Dios entiende de una vez por todas lo que me esta pasando.

— ¡Suéltame! —pero él no lo hizo —. ¡Suéltame! —siempre terminábamos

forcejeando.

— ¡¿Sabes lo que eres?! —Me miraba fijamente, sosteniendo mi mirada furiosa—.

¡Tú eres…! —Contuvo sus palabras hasta que las largó—: ¡una caprichosa y una

egoísta! —por suerte el día estaba horrible y no había gente alrededor, no me hubiese

gustado que alguien viese esa ridícula escena —. ¡No te interesa nadie más que tú,

Irene, desprecias los sentimientos de las personas!

— ¡¿De qué personas y sentimientos me hablas?! ¡Estás delirando, diciendo

estupideces! —ya estaba muy furiosa.

— ¡De los míos! — ¿acaso estaba comenzando a llorar?, lo único que me faltaba era

que ese sujeto se pusiese a llorar, con eso intentaba atraer mi atención, pero no iba a

lograrlo.

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— ¡¿Tus sentimientos?! ¡Deja de decir idioteces y no llores porque no me das

lastima; eso no funciona conmigo, Dave! —miró hacia un costado apartando la mirada

y luego cerró los ojos.

—Sólo quería decirte que… — se quedó en silencio antes de terminar su frase, luego

frunció el seño y sus ojos se agrandaron.

— ¡¿Decirme que?! —demandé, pero él no me respondió—. ¡Dave! —grité.

—Nada… déjalo…

— ¡¿Entonces por qué haces esto?! —y volvíamos otra vez al principio de la pelea,

pero su respuesta no fue la misma, esa respuesta me estremeció desde la cabeza hasta

los pies. No recordaba la última vez que había sentido eso y era por la simple razón de

que nunca lo había sentido.

— ¡Porque te amo! —comencé a reír porque eso era completamente imposible, era

una locura.

— ¡No vuelvas a decir eso nunca más! —le dije con todo mi enojo. Tenía la

sensación de que me derrumbaría.

— ¡¿Ves que estoy en lo cierto?! ¡Acabo de decirte que te amo y tú nada! ¡Haces

como si te hubiese dicho la hora! —a esa altura yo ya estaba dándole la espalda.

— ¡¿Y qué quieres que te diga?! —no había ya que decir porque no me interesaba

nada de él, absolutamente nada.

—Que sientes lo mismo que yo —estaba equivocado, eso nunca iba a ocurrir. ¿Por

qué pensaba que yo podía sentir eso? Él debía pensar un poco más las cosas antes de

decirlas.

— ¡Ese es el problema Dave, piensas cosas que no ocurren! — ¿Por qué debía?,

habiendo tantos muchachos en el mundo, estando Adrien ¿iba a fijarme justo en él? Por

supuesto que no, no cometería ese error.

— ¡Siento lo de tu primer beso! ¡Pero tú me abrazaste! ¡Lo recuerdo bien!

— ¡No, no lo hice y por favor! ¡Deja ya todas esas patrañas! —comencé a caminar

hasta el automóvil sin parar, ni escuchar sus llamados.

Al llegar me senté y luego de unos minutos él también lo hizo. Prendió el automóvil

y marchamos sin decir nada, hicimos las compras y volvimos a la casa en completo

silencio. Las cosas se habían tornado un tanto turbias y no me dejaban pensar, pero era

mejor estar de ese modo. Así, no habría espacio para los malentendidos.

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Al entrar y subir las escaleras, me topé con unas valijas en la puerta de mi habitación

¿Qué es esto? Me dije. Cuando abrí la puerta no lo podía creer, realmente era él y

estaba parado frente a mí y junto a Abby. Había regresado y pronto.

— ¡Mark! —dije echándome hacia él para abrazarlo.

Capítulo 9

— ¡Mark! —lo abrazaba con todas mi fuerzas, Abby también lo hacia, era obvio que

lo extrañaba tanto como yo.

—Las extrañé mucho, ¿saben? —dejamos sus cosas sobre mi cama y fuimos hasta

el antiguo invernadero para estar más cómodos y charlar.

—Tú me habías dicho que venias a fines de noviembre —le dije con una mirada

intrigante.

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— ¿Quieres que me vaya? —me dijo sonriendo, no pude evitar sonreír yo también,

estaba muy feliz.

—No, no claro que no. Me alegra mucho que estés aquí. Por favor no te vayas nunca

más —le rogué juntando mis manos.

Nos sentamos en el gran sofá Chester gris; como cuando éramos más chicos.

Recuerdo que nos sentábamos Abby, Mark y yo del otro y charlábamos o jugábamos

algún juego de adivinanzas. Echaba tanto de menos aquellos momentos, pero ahora todo

había cambiado porque ya éramos grandes y teníamos nuestras obligaciones.

Bueno, ahora estábamos sentados de ese modo, Abby, Mark y yo, de igual forma

estábamos más juntos que de costumbre.

—Extrañaba esto —decía—. De verdad. —Sumado a eso, pasó ambos brazos, uno

sobre mis hombros y el otro sobre los de Abby para abrazarnos.

—Y no sabes lo que te extrañábamos nosotras —le dije.

—Sí Marky, tanto que Irene mata a Dave por venir a nuestra casa —comenzó a reír,

estiré un brazo para ver si alcanzaba a pegarle pero ella se corrió.

— ¡Cállate! —le grité.

— ¡Niñas, niñas! No se peleen ¿no pueden llevarse bien sólo un momento? Bien,

cuéntenme de ese chico Dave. ¿Cómo se porta?

—Es un idiota —susurré, pero ellos lo escucharon.

—No, no es un idiota. Es una buena persona, es inteligente y amistoso —dijo ella

refutando mi opinión.

—Entonces cásate con él si tanto lo quieres —gruñí.

— ¡Lo haría, pero está enamorado de ti, queridita! —la sangre se me heló, no quería

escuchar esas cosas absurdas por parte de nadie. Pero dentro de mí sabía que aquella

pelea con Abby no sería la última.

— ¡Por favor! ¡Deténganse! —gritó Mark.

—Irene ¿Por qué dices que es un idiota? —me preguntó omitiendo las palabras de

Abby y girando su rostro hacia mi con desconfianza.

—Por que lo es. —Dije apartando mi mirada.

— ¿Me estás ocultando algo? —lo miré frunciendo el seño y con los ojos abiertos

de par en par, como dos platos.

—No, nada —dije finalmente.

—Irene, no me mientas. ¿Él te hizo algo? —no iba a contarle a Mark lo sucedido el

día jueves, porque sabía lo que pasaría; se levantaría e iría a buscar a Dave para

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“hablar” muy seriamente con él, y de seguro todos en la casa me echarían la culpa a mi,

ya que el buen Dave nunca hacía nada.

—Nada, es sólo que no me cae muy bien.

—Irene —esa era Abby otra vez interrumpiendo —. Si más no recuerdo, tú dijiste

que una vez que Mark volviese a casa, dejarías de ser tan cruel con Dave.

— ¡Yo no soy cruel! — Yo no era cruel con él, sólo era justa y no había nada de

malo en ello. Además ya no estaba enojada por lo de Mark, sino por lo de sus ridículos

sentimientos. Pero ella no debía saber eso.

—Si que lo eres, mira que él es mi amigo y me cuenta todo, sé como lo maltratas —

eso era cierto, ellos se habían convertido en mejores amigos, pero ¿podía ser posible que

le hubiese contado, todo, todo? Si era así, yo estaba dispuesta a matarlo.

— ¡Te dije que te callaras! —Mark ya se había dado por vencido con nosotras, lo

supe porque se cruzó de brazos y cerró los ojos para no vernos pelear—. Además no

tengo obligación de llevarme bien con él.

—En eso coincido con ella —le decía Mark a mi hermana—. Irene no debes estar

sujeta a algo que no quieres, no podemos obligarla a ser amistosa con ¿Cómo se llama?

—Dave —dijo Abby.

—Con Dave, esta en todo su derecho —concluyó.

—Por fin hay alguien que me entiende en esta casa —la llegada de Mark me

aliviaba mucho; no sólo porque lo extrañaba, sino porque se acabarían esos odiosos

viajes en automóvil con Dave—. Ya me tenían harta.

—Ah, están aquí. Los busqué por todos lados —mamá había aparecido por la

puerta—. Vengan niños, que deben ayudar. Mark, cariño, tú ven un segundo conmigo.

—No mamá —se levantó y fue hasta donde ella se encontraba—. Acabo de llegar

¿No te da lástima un pobre soldado? —refunfuñó.

—Sólo quiero conversar y saber como te fue, pero que perezoso eres Mark.

—Ah, bueno así sí.

—Eres tremendo —decía riendo—. Ya extrañaba esas contestaciones. Por cierto —

hablaba como recordando—. Debo mostrarte tu nuevo y gran cuarto. Abby —se dirigió

a ella señalándola—. Ya es hora de que vuelvas al cuarto con Irene. —Volvió hacia

Mark—. Al cuarto niño, ven.

—Grandioso —salieron por la puerta y luego me levanté para irme, pero escuché a

Abby que se dirigía hacia mí.

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— ¿Cómo estuvo el beso? — ¡Ay no!, se lo había contado. Maldita, maldita sea, se

lo había contado. Yo lo mato, lo mato ahora mismo pensé. Seguí caminando, pero ella

me hablaba nuevamente—. Irene, ven aquí.

—No puedo —le dije en seco.

—Ven, no quiero reírme de eso, ni juzgarte tampoco. Solamente quiero hablar —me

acerqué hasta el sofá y me senté con cautela. Ella ya lo sabía y yo no podía hacer nada

al respecto—. Entonces…

—Entonces nada —dije interrumpiéndola.

— ¿Qué pasó? —me preguntó curiosa.

—No sucedió nada.

— ¿Nada? —comenzó a reír, había dicho que no iba a hacerlo —. ¿Sabes Irene?

Dave me lo contó todo. — Ay ahora sí me iba a escuchar, esperaba cruzármelo para

decirle sus verdades—. Además me contó que esta enamorado de ti.

—Eso a mí no me interesa, ¿Entiendes? No quiero saber nada con él.

—Déjame terminar —dijo evitando que me levantara—. Pero quédate tranquila que

yo le dije un par de cosas.

— ¿Qué cosas?

—Que amabas a Adrien… —dijo con desdén—. Y que lo amarás por siempre —

¿mi hermana había echo eso por mi? Adoraba a Abby cuando hacia ese tipo de cosas

inteligentes —. ¿Enserio? Ay Abby, te adoro demasiado. Nunca creí que fueras capaz.

Ni siquiera se me cruzó por la cabeza que ella me estuviese mintiendo, pero así fue.

—Bueno, espero que de ahora en más seas más dulce conmigo —dijo jocosa.

—Lo seré —sonreía. Al fin algo estaba saliendo bien, pero todavía me quedaba

pendiente ajustar algunas cuentas con ese imbécil. Me levanté y fui hasta mi cuarto para

ponerme algo cómodo, si tenía que ayudar a mamá no iba a andar de jeans y campera,

aunque hacia mucho frío, en casa había calefacción y tranquilamente podía están con

shorts y remera.

La tarde se pasó volando, cuando nos acordamos ya eran las siete. Por suerte a esa

hora ya estaba todo preparado, así que lo único que nos quedaba era descansar. El

antiguo invernadero había quedado hermoso, la gran mesa estaba cubierta con un

mantel blanco que simulaba ser de seda, así mismo las sillas también estaban forradas

con la misma tela, pero en la parte de atrás del respaldo tenía un moño verde, que era el

color favorito de la abuela.

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El lugar era lo bastante grande como para que entrásemos todos, mamá lo había

mandado a reconstruir precisamente para organizar todos los festejos, luego de que su

invernadero fuese un fracaso.

Alrededor de las ocho de la noche, me dirigí hasta mi cuarto a cambiarme, había

preparado un vestido azul cruzado, que mamá me había regalado precisamente para ese

día, era muy lindo, me llegaba hasta casi las rodillas, pero por encima tuve que ponerme

un suéter porque el frío seguía sobre nosotros. No quería enfermarme y tener que

recurrir a los favores de Dave nuevamente.

Escuché el ruido de la puerta que se abría y cuando me giré vi que era Mark.

— ¿Te gusta? —le dije mostrándole como me quedaba el vestido.

—Creo que es un poco corto para ti —decía mientras se reía.

—No me digas. Bueno, a mí me gusta como te queda la camisa.

—Parezco un tonto —dijo con desgano.

—No puedes evitar serlo —me miró ofendido—. No, mentira. ¿Vamos? Ya terminé

de peinarme.

—Debemos ir a buscar a Eva y Sam. —Comencé a recordar el cumpleaños de mi

padre, ahora estaba agradeciendo que Mark estuviese en casa y eso no volvería a

ocurrir.

—Bien vamos.

Salimos del cuarto y fuimos hasta el garaje, donde estaba el viejo Camaro, pero no

solamente estaba ese ni el Ford Focus Sedán de mamá y papá. Había un automóvil, un

Volkswagen Golf de color blanco, no sabía de quién era, así que supuse que era de

Mark.

— ¿Eso es tuyo? —le dije señalando el automóvil.

— ¿Eso?, no. Creo que es de tu amigo, Dave —nunca había visto ese automóvil, así

que era imposible que sea de él.

—No, no creo. Y no es mi amigo.

—Sí, sí es suyo. Él me dijo algo como que lo tenía que buscar en la tarde, que era de

un tío suyo y se lo regaló porque se mudaba del país… o algo así. No recuerdo.

—Ah —me limité a decir, igual no me interesaba.

Fuimos hasta el centro para buscar a mis primos y luego volvimos a la casa, supuse

que ya a esa hora habían llegado algunos invitados, lo deduje porque la entrada de la

casa estaba atestada de autoes de todos los colores y marcas, en su mayoría horrendos.

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Entramos a la casa y sí, ya habían llegado casi todos, sólo faltaban algunos tíos que

de seguro no tardarían en llegar.

Las horas pasaban y la noche se hacía cada vez más aburrida, al punto de darme un

sueño tremendo.

Hubo un momento en el que me encontraba sentada sola en el jardín de adelante, la

noche era fría, pero no tanto como esperábamos que fuese, yo diría que era parecida a

las noches de otoño, así que era tolerable estar afuera. Cerré los ojos por un largo

momento, y cuando los abrí noté que Dave se encontraba cerca de mí, me sobresalté por

el susto. ¿Qué diablos hacía allí?

— ¿Qué quieres? —le dije mirando hacia otro lado.

—Teléfono para ti —me levanté para ir a mi cuarto, pero él no se corrió, seguía allí

parado como una estatua —. Quítate —le dije corriéndolo y yendo hasta la casa.

Cuando entré y tomé el teléfono escuché la voz de Scarlett del otro lado, no sé

porqué, pero me alegré de escucharla, era como si todo lo ocurrido con ella ya no

tuviese importancia.

—Me alegra escucharte Scar y déjame pedirte disculpas —me agradeció por ello y

luego le conté todo lo que sucedió esa mañana, a lo que ella me respondió que esta vez

me había excedido.

—Pero Scar…

—Irene, sabes que te quiero mucho y que eres mi mejor amiga. Pero no veo bien que

trates alguien de esa manera, nadie se merece que desprecien sus sentimientos.

—Tú no entiendes ¿Y qué hay de mí? —Le decía. No estaba enojada, ahora estaba

confundida.

—Escucha. ¿A ti te gustaría que Adrien te hiciese lo que le hiciste a Dave? —Eso

era cierto, seria muy doloroso para mi escuchar eso de Adrien, no lo hubiese superado

nunca. ¡Ay no! ¿Realmente me había excedido? No sabía qué pensar ¿Y si lo había

hecho? Significaba qué… qué debía pedir perdón…

—Creo que tienes razón, pero… ¿Qué puedo hacer?

—Pídele disculpas —no estaba segura de hacerlo.

—No, no me pidas eso Scar —le rogué.

—Irene, pídele disculpas —ella se estaba poniendo firme, y muy pocas veces nos

llevábamos así.

—No lo sé —susurré con un hilo de voz.

— ¡Irene! —me gritó.

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— ¡No puedo! ¿Entiendes? —No podía hacerlo, eso era ceder ante él.

— ¿Y por qué no puedes? —me decía—. Irene ¿tú no…?

— ¡No! —le grité defendiéndome—. Y para que veas que es cierto, iré a pedirle

disculpas a ese imbécil bueno para nada.

Colgué el teléfono con la mayor de mis furias y fui hasta el jardín de adelante,

supuse que estaba allí, porque no había pasado por el pasillo ni por las escaleras.

Cuando salí, vi que estaba sentado en el mismo banco que había estado yo. Caminé

hasta él, traté de calmarme un poco porque sino seria como siempre "discusión",

"discusión", "discusión" Llegué hasta donde se encontraba y lo tomé del brazo tirándolo

hasta que se levantó. No le costó mucho seguirme. De seguro esperaba otra cosa de mí.

—Vamos —le decía mientras tiraba de él.

— ¿A dónde vamos? —No entendía nada de lo que estaba sucediendo, se lo veía

confundido e idiota como siempre —. Irene, ¿A dónde vamos?

—Cierra la boca y sígueme.

Subimos las escaleras y llegamos hasta mi cuarto. Una vez adentro, cerramos la

puerta para poder hablar con más privacidad.

—Siéntate ahí —ordené que se sentara en la banca del escritorio, pero él seguía

preguntándome qué era lo que estaba sucediendo.

Parada frente a él, pero a una distancia considerable, comencé a hablar.

—Mira, escucha esto atentamente porque no se volverá a repetir ¿Entiendes? —

seguía con esa mirada como si no entendiese nada, frunciendo el seño y entrecerrando

los ojos.

— ¡Siéntate! —Volví a ordenarle, y él lo hizo.

—Hummm….dime —dijo con un tono perturbador. Trataba de decirlo, pero no

encontraba las palabras justas para ese momento. ¿Qué era lo que pasaba que cada vez

que intentaba poner un freno a esto me bloqueaba por completo? No lo sabía, pero

supongo que también tenía miedo de saberlo. Había algo más allí y yo me negaba a

destaparlo.

— Creo que… —me miraba de una forma que era molesto para mí —. Te

agradecería que no me miraras así —le dije y luego continué con mi discurso. Dilo

rápido y se acabará el problema Irene, ahora, ahora. —. Creo que debo pedirte

disculpas —ya estaba dicho, lo único que faltaba era que la aceptara y ahí sí, cada cual

podía seguir su camino.

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Se levantó y acercándose hasta mí tomó mis manos, me quedé inmóvil pero a la vez

alerta a lo que pudiese hacer. Desconfiaba de cada uno de sus movimientos. Debía

hacerlo.

—Irene, no tienes que pedirme perdón, sabes que yo…

—No lo digas —susurré, y una especie de rayo atravesó todo mi cuerpo, nunca me

había sucedido algo parecido. Bueno… en realidad sí. Cuando él me besó. Y cuando

me decía esas idioteces.

—Por favor, déjame terminar. Como sabes yo… yo te amo y… y nada de lo que

puedas hacer o decir puede molestarme —cuando miré hacia un lado, noté que estaba

llorando, sentía como las lagrimas rodaban sobre mis mejillas. No entendía por qué cada

vez que me encontraba con él yo terminaba llorando como una idiota. Nunca me había

pasado. Y para colmo, mis palabras no salían—. Porque te amo, y no me preguntes por

qué… sólo te veo y siento que revivo completamente. Amo tus ojos, tu pelo, tu sonrisa

y hasta tu carácter —solté sus manos y me giré.

— ¡Ya basta!, no quiero escuchar eso —esas absurdas palabras solo hacían que me

enojase aún más de lo que estaba.

—Yo dejaré de decir todo esto cuando me mires a los ojos y me digas que no me

amas. —No dije nada, seguía llorando, ¡Dios! , odiaba llorar y encima frente a él—.

Sólo dilo y todo esto se acabará —me giré de nuevo hacia donde estaba y clavé mis

ojos en los suyos para terminar con todo, pasaron varios minutos y nosotros seguíamos

en silencio. No otra vez, pensé.

—Yo… — ¿Por qué? ¿Por qué no me salían mis palabras? Yo no lo amaba en

absoluto. Se acercó aún más, y otra vez estábamos a unos centímetros de distancia,

aunque quería, no podía dejar de mirarlo, aquello estaba mal, muy mal. ¿Otra vez estaba

dejándome llevar? Eso era imposible. Sentía mi respiración entrecortarse. La distancia

se acortaba a cada segundo… Tragué saliva y cerré los ojos, no sé qué era lo que

esperaba de él.

En ese mismo instante escuché golpes en la puerta y la voz de Mark que me llamaba,

entonces reaccioné y empujé a Dave hacia atrás.

— ¡Voy! —dije secando mis lágrimas —. Ponte a un costado para que Mark no te

vea —susurré. Enseguida me hizo caso y lo hizo. Salí del cuarto y Mark estaba parado

frente a mi puerta.

— ¿Vienes a cenar? —me dijo.

—Claro —le dije sonriendo con una sonrisa mentirosa—. Muero de hambre.

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— ¿Estás bien? —puso una de sus manos de mi rostro esperando mi respuesta.

—Sí, perfecta —dije. Odiaba mentirle a Mark, casi nunca lo había hecho y eso me

ponía un poco mal, sobretodo tratándose de un asunto como aquél.

—Bien, eh… —se volteó para irse, pero volvió al segundo ——. ¿Acaso has visto a

Dave? —otra vez tuve que mentir —. Lo estoy buscando y no lo encuentro.

—No, no lo vi —me sentía terrible, y si Mark se enteraba de que estaba en mi

cuarto, todo se pondría peor—. Debe… estar por ahí —silenciosamente agradecí a

Mark por haber entrado en el momento adecuado, si no lo hubiese hecho, quién sabe lo

que habría pasado.

La fiesta fue perfecta para todos menos para mí, todos estaban muy contentos. Por lo

menos las cosas que habíamos preparado habían salido muy bien y los familiares se

fueron felices a sus casas. Eso había sido un reto, pero esperaba que no hubiese más

festejos por un largo tiempo. Los detestaba.

A la mañana siguiente, Mark y yo nos encontrábamos en la cocina desayunando.

Mientras tanto, Abby se había ido temprano con su nuevo novio “Jack”.

En fin, Mark estaba apoyado sobre la ventana bebiendo una taza de café, mientras

que yo estaba sentada a la mesa tomando un jugo de naranja exprimido. Estábamos

charlando de la nueva relación que Abby tenía con este chico, yo le decía que él era

muy amistoso y que al parecer la quería mucho, cosa que ratificó.

—Sí, se nota que la quiere —me decía—. Para soportarla.

—Hay que ver que es lo que sucede en el futuro —le decía yo, pero él no estaba

escuchándome, se encontraba mirado fijamente a través de la ventana, como

hipnotizado—. ¿Mark? —dije, pero seguía igual, su rostro era muy parecido al que

tenía cuando miraba a su ahora ex novia Cindy, ¿podía haber sido ella la que estaba en

el jardín llamando su atención? Era muy poco probable ya que ella se había mudado a

otro estado hacía mucho tiempo. Unos minutos después su mente volvió a la cocina—.

Ey, ¿qué te pasaba?

— ¿A mi? —me preguntó sorprendido.

—Sí, a ti — ¿Qué habrá estado mirando? Me preguntaba yo—. Estabas como

hipnotizado, ponías cara de enamorado.

—Alucinas —me dijo—. Sólo estaba…

Segundos después escuché la voz de Scarlett y a ella entrando por la puerta de la

cocina.

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— ¡Scar! —Dije, levantándome a abrazarla —Ven, pasa. Mira ya llegó mi

hermano.

—Me alegro mucho por ti —dijo ella, saludándolo—. Hola Mark ¿Cómo te ha ido?

—Ho… hola Scarlett —nunca había visto a Mark titubear de aquella manera y

mucho menos con una chica, siempre había tenido muchas “amigas”, debido a que

muchas decían que él era muy lindo con sus ojos azules y su cabello casi negro, así que

me pareció extraño aquella situación, además estaba muy nervioso ¿Qué le ocurría?

¿Podía ser aquella actuación resultado de la llegada de Scarlett?

—Mark, ¿Estás bien? —me respondió que sí y luego se marchó a su nueva

habitación sin decir palabra alguna.

—Ven, ven. Vamos a mi habitación —tiré del brazo de Scarlett para que fuésemos a

la habitación a conversar. Una vez adentro, me senté en la cama y ella se sentó en la

punta.

— ¿Y? —me preguntó.

—Y es una letra, Scar —comenzamos a reír, pero luego insistió —. Pues… traté de

pedirle disculpas, pero… ay ya sabes que es un tonto Scar y quiso besarme de nuevo. El

chico es un idiota y cree que me gusta.

—Irene, hablemos enserio ¿quieres?, ¿Acaso no te parece guapo?

— ¿Guapo? —ella me miraba esperando alguna respuesta positiva, era mi mejor

amiga y supongo que no podía mentirle. Claro que lo encontraba bello, digo… guapo.

—Bu…bueno, no es de esos que dices, huy mira que guapo es, pero…

— ¿Y? dilo por favor —entonces juntó las palmas de sus manos y comenzó a

rogarme—. Dilo, dilo.

—Hummm... —fruncí los labios.

— ¡Vamos! —exigió.

—Ay bueno está bien, pues sí es… es algo guapo —me quedé en silencio por unos

segundos. Mis ojos parecían los de un pequeño gato indefenso—. Pero ya no me

preguntes esas cosas Scarlett.

— ¡Ay, lo dijiste! —Se paró y comenzó a saltar como una loca sobre mi cama—.

¡Lo dijiste! —Aterrizó junto a mí casi lastimándome, a lo que tuve que hacerme a un

lado —. Entonces dime, ¿te gusta Dave?

— ¿Qué? No, claro que no. Que acepte que es guapo no quiere decir que me guste.

No me interesa.

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—Bueno… sí… tienes razón —dijo con aquella expresión que ponen los niños

cuando le sacan un dulce o los regañan, arrojando la cabeza hacia abajo junto con sus

oscuros rizos centellantes.

—Y hablando de gustar —cambié de tema —. Adivina a quién le gustas —dije

señalándola —me quedó mirando sin entender nada—. ¿No vas a contestarme? Bueno,

te doy una pista. Tiene unos ojos maravillosos y un corazón enorme, enorme como una

casa —había sido un poco exagerada, pero era Mark y haría todo para que fuese feliz.

—No lo sé… —me dijo. Le había dado una descripción exacta, ¿Cómo no iba a

saber quién era? Casi le había dicho Mark.

—Scar, ¿estás segura? —negó con la cabeza haciendo mover su oscuro cabello—. A

Mark —dije finalmente y ella comenzó a reír descreyendo lo que yo le decía.

— ¿Crees qué Mark…? Pues estás equivocada, eso nunca sucedería.

—No, es de veras. Mira, vi como te miraba a través del ventanal y luego cuando

entraste a la cocina, ¿notaste que se puso nervioso? Estaba absorto el pobre.

—Irene, tu y yo sabemos bien que Mark no se fijaría en mi —lo decía como si él

fuese una especie de chico popular, pero tal cosa no existía más que en la cabeza de

Scarlett.

—Ay no seas exagerada, pues mira, Mark es una persona dulce y gentil, no es el

chico popular de una escuela para que te sientas así.

—Eso no va a pasar nunca Irene. Además… — hizo un gesto como que iba a decir

algo pero calló.

— ¿Además qué? —no me contestó, aunque al bajar la mirada supe que era lo que

estaba pensando, el beso con Rachael—. ¿Piensas en el beso verdad? —le dije, ¿Cómo

podía molestarle algo que había pasado hacia años? Realmente se preocupaba mucho.

Mira quien habla, me decía a mi misma.

—No quiero hablar de eso… —si no quería no íbamos a hacerlo, pero estaba muy

segura que era eso, y yo iba a arreglar aquel temita con Mark muy pronto.

Aquél domingo el día estuvo muy soleado, junto con Scar pasamos todo el día en

casa charlando de muchas cosas, el primer tema fue la graduación, faltaban poco meses

para ella, y todavía quedaban cosas que solucionar. También los vestidos, o mejor

dicho el mío, porque Scar ya tenía el suyo, era hermoso de un color lila muy lindo que

resaltaba exageradamente bien sus grandes ojos grises. Pero yo todavía estaba en la

duda de que iba a llevar, no tenía absolutamente nada y lo peor era que no tenía ganas

de comprar nada.

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Esas dos semanas siguientes fueron muy tranquilas, por lo menos para mí, debido a

que Dave no me molestó ni un segundo, eso me alegró mucho, pero también me pareció

extraño; igual no era que me importase. Simplemente se me hacía curioso.

En fin, de lo único que quería preocuparme en esos momentos era de mi hermano

Mark y sus problemas de amores con Scarlett, porque aunque nunca había dicho nada,

yo sabía perfectamente que era ella por quien estaba así.

Ese día me levanté temprano y fui a la cocina a prepararle el desayuno para llevarle a

la cama, necesitábamos hablar, así que el desayuno vendría bien para que yo me

quedase allí con él. Entré al cuarto con cuidado para que no… ya se había levantado,

pero su cara tenía algo malo; estaba triste, muy triste. Pocas veces había visto a Mark en

ese estado o para ser más clara, nunca lo había visto así.

Caminé unos pasos y apoyé la bandeja que traía sobre la mesita de luz y me recosté

en la cama junto a él para acariciar su cabello, podía sentir su tristeza dentro de mi, no

sé cómo, pero podía sentirla, y no sólo era tristeza sino que también confusión.

—Mark… —dije susurrando—. ¿Estás bien?, mira te traje el desayuno.

—Gracias —su voz tampoco era la de siempre, sonaba apagada y sin vida, como la

voz de alguien que agoniza lentamente—. Pero no tengo hambre.

— ¿Qué te sucede? Cuéntame. Yo haré lo imposible por ayudarte —hubiese hecho

cualquier cosa por él —. ¿Sí?

—La vida Irene… la vida que se me hecha encima —no podía oírlo decir esas cosas,

además suponía que no tenía razones para hacerlo—. Cada día me siento peor.

—Pero ¿Por qué? ¿Hay algo que te está haciendo mal?

—No… no importa ahora. —Sí que importaba, y yo iba a hacer lo que sea por

ayudar, además estaba segura que a Scar también le gustaba.

— ¿Estás así por Scarlett, verdad?

— ¿Qué? No sabes lo que dices. Irene, creo que estás equivocada.

Mark mintiendo, no era propicio de él hacerlo, y mucho menos cuando alguien le

interesaba tanto como para empalidecer. Ahora bien, ¿en qué momento había sucedido

eso?

—Mark, por favor, dime. ¿Sabes? Me parece que a ella también le gustas —se giró

hacia mí y vi que su carita había cambiado, algo se había iluminado en él. Sus ojos se

veían más claros de que costumbre, llenos de ese sentimiento que al parecer todos

sentían… (y que yo odiaba).

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—Tú… tú crees que ella… ¿Qué dije? No, claro que no. —ay Mark, si no fueses tan

cabeza dura pensé y fue ahí que la pequeña parte de mi cerebro que siempre solía

molestarme atacó contra mí. Eres idéntica Irene, tú también eres una cabeza dura como

él, y sabes porque te lo digo.

—Sí, sí y yo voy a demostrártelo —me levanté para dirigirme hasta la puerta sin

decir nada más cuando oí su voz que me rogaba piedad.

— ¡Irene, no hagas nada! —claramente no iba a hacerle caso, así que me dirigí a mi

cuarto a planear qué era lo que iba a hacer para que Scar pudiese hablar con Mark.

Durante la tarde la llamé para que viniese a casa, estaba segura que lograría hacer

que Mark y ella hablasen. Por lo menos lograría un "Hola" más distendido.

Un par de horas después, ella acudió.

— ¡Scar! —grité al verla llegar—. Ven, ven pasa.

—Ammm… Irene ¿te encuentras bien?

—Sí, nunca he estado mejor —sonreí, pero ella desconfiaba de mi sonrisa. ¿Por qué

cada que sonreía todos desconfiaban como si hubiese algo oculto detrás de mi forma de

actuar? Ni que fuera una malhumorada.

—Irene ¿Qué sucede? —me dijo severa.

—Necesito saber si te gusta Mark —cerré los ojos para escuchar su respuesta.

— ¿Qué? No voy a contestarte eso —dijo finalmente algo ofuscada.

—Por favor Scarlett, solamente quiero que lo digas, tú eres una chica inteligente y

sabes que hay un ciento por ciento de probabilidades de que él este enamorado de ti,

bueno… o por lo menos de que le gustes… Scar.

—Irene, ¿y si no es así? De seguro quedo como un tonta frente a él ¿y si se burla de

mi? —Mark no era así, estaba equivocada si pensaba que él podía hacerle una cosa así,

lo conocía lo suficiente como para refutar aquello que me decía.

—Scarlett, ¿Cómo piensas eso de Mark? Sabes que no es así, es más hoy me lo dijo,

hoy en la mañana —sus ojos se abrieron de par en par y me miraron detenidamente.

— ¿Te lo dijo? —entonces sonrío de lado y levemente.

—Sí. Claro, no usó esas palabras pero en cierto modo lo dijo —mentirle a mi mejor

amiga no era el camino correcto por el que debía transitar, pero era el único que me

quedaba si buscaba un resultado eficaz.

—No lo sé… ¿estás segura? —estaba accediendo poco a poco y eso significaba una

cosa. Mark y Scarlett, sonaban lindos juntos.

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—Sí, ahora esta en su cuarto, ¿Porqué no subes y hablas con él? Le hará bien. De

verdad.

Ella suspiró.

—Hummm… Bien iré, pero… —no le dí tiempo a decir nada cuando la interrumpí.

—Pero nada, ve antes de que te arrepientas —con aquella mirada de sabiduría

mezclada con curiosidad, Scarlett subió las escaleras y se dirigió al cuarto de Mark. Me

sentía bien por haber hecho algo bueno por ellos, supuse que se lo merecían, pero ahora

mis dudas eran desde cuándo a Mark le agradaba de esa manera Scarlett, supongo que

nunca me lo diría y yo me quedaría con la duda.

Pasaron varias horas y Scar todavía no había vuelto, al parecer las cosas había salido

bien. Para ganar tiempo fui a mi cuarto a recostarme por unos minutos y descansar la

cabeza, estaba a punto de estallar después de tanto pensar, pero al final todo salió según

mis planes.

La semana siguiente fue espectacular. Mark y Scarlett comenzaron con una especie

de relación que a todos les agradaba; nunca me los había imaginado juntos, pero cada

vez que los veía de la mano emitían mucha luz y felicidad a través de sus ojos. Y si

ellos eran felices, no había razón para molestarse. Estábamos todos tan bien, o mejor

dicho estaban.

Hablando de Mark y Abby, días después mamá decidió organizar una cena para

ellos y sus respectivos “novios”, cena de la que intenté zafarme pero fue imposible y no

me quedó más opción que asistir.

Aquel viernes de esa semana aproximadamente a las ocho de la noche todo estaba

preparado para la “gran cena”, primero llegó Scarlett. Mark la había ido a buscar, lo

primero que le dije fue que por más que fuese mi mejor amiga si hacía algo para

lastimarlo se las vería conmigo, aunque también se lo dije a Mark, que no lastimara a mi

amiga. Fue lo mismo que le dije a Jack, el novio de Abby cuando llegó a la casa, pero a

él no pareció causarle gracia.

Nos sentamos todos a la mesa, ni siquiera me había dado cuenta de quién no estaba

hasta que mamá lo nombró preguntando dónde se encontraba.

—Están en camino — ¿están en camino? ¿Quiénes estaban en camino? No sabía

que vendrían más personas. Quizá familiares o… bueno no sé me ocurrían más que

familiares, porque que yo sepa no había más personas en la casa aparte de nosotros, eso

era algo raro —. Pero no deben de tardar ya —ahora sí estaba muy confundida, en

verdad lo estaba.

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Pero de pronto mi mente se puso en marcha como una locomotora ¿Y si a Dave se le

ocurrían hacer alguna estupidez diciendo que me quería? Iba a matarlo. Quizá por eso

no llegaba aún y venía con algún tipo de obsequio que yo obviamente rechazaría. Claro

que sí, ni en sus sueños estaría con él.

Minutos después escuché la risa de una muchacha que entraba a la sala, lo primero

que se me vino a la mente fue que era una ex novia de Mark que venia a reclamar su

lugar, pero detrás de ella venía Dave, ¿y quién era ella?, la respuesta no tardo en llegar.

—Señor Joseph, señora Margaret, ella es Alice — querrá decir Alicia, es un nombre

muy común y creen que es bonito con sólo decirlo en otro idioma, no pude evitar

reírme—. Ella es… —se parecían un poco, de seguro eran hermanos, ella habría

viajado hasta aquí para verlo y bueno, ese tipo de cosas —. Mi novia — ¿dijo novia?,

bueno eso era efectivamente imposible, digo… nadie se fijaría nunca en él y mucho

menos yo. Honestamente no me interesaba con quién había estado o no.

—Hola —dijo la futura nueva integrante de nuestra “familia” de locos, y digo de

locos porque sólo a mamá se le ocurre hacer una cena para que todos invitasen a sus

novios sabiendo perfectamente ¡que yo no tenía uno!, ¡Dios! Eso ya me estaba poniendo

demasiado incomoda y para colmo, ella no dejaba de mirarme fijamente como

queriéndome acusar de algo, ¿Qué tenía esa chica contra mi?, si yo no le había hecho

nada. Además no tenía apariencia de ser agradable, claro novia de quién tenía que ser.

Aunque debo admitir que era muy bonita, de ojos marrones y abundante cabello negro

que le caía a los costados de los hombros. ¡Por favor! La conocía, sí. Ella… ella era la

chica del la universidad. Con la que me había chocado. ¡Ahora sí la detestaba, ahora sí

tenía una maldita razón!

—Scarlett, me agrada muchísimo tenerte en mi familia —dije dirigiéndome hacia

mi amiga que se encontraba frente a mi y junto a Mark observándome.

—Gracias Irene, sabes cuanto te adoro amiga —dijo ella sonriendo alegremente.

—Amiga y cuñada —volví a decir, luego miré hasta donde se encontraban Jack y

Abby, ellos también se veían resplandecientes juntos, pero la diferencia era que Jack y

yo no éramos amigos.

Durante la cena se continuó hablando de aquellas dos personas no muy gratas en mi

mesa. Ella parecía ser muy falsa, una tonta diría yo y él, bueno él era un idiota por sobre

todas las cosas. No me agradaban en lo absoluto, claro que no.

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—Y cuéntanos Dave, ¿hace cuánto se conocen Alice y tú? —Preguntó mamá—. Y

antes déjenme decirles que hacen una hermosa pareja, yo creo que nacieron para ser el

uno para el otro. Se ven muy lindos juntos.

Lalalalala, todo esto es absurdo, pensaba yo. Que ganas de perder tiempo que tienen

todos aquí. ¿No de san cuenta de que esta cena es un desperdicio absoluto? Esos dos

eran el arquetipo de dos idiotas.

—Muchas gracias señora Margaret y déjeme decirle que sí —dijo él—. Cuesta

conseguir a la persona perfecta, a veces uno cree que es alguien, pero después se da

cuenta de que esta equivocado y que esa persona en la que uno tanto pensó no es más

que un error hasta llegar a algo cierto y verdadero. — ¿Estaba… estaba hablando de

mi?, odiaba que hablasen así de mi. Esas palabras eran el colmo de toda esa inútil cena,

¡ya no quería estar allí ni oír las acusaciones y esas cursis palabras de todos! Decidí

levantarse sin que nada me importase, aquella cena había llegado a su fin para mí.

—Debo irme —me levanté de la mesa para irme pero mamá me detuvo con su voz.

—Irene, es de mala educación levantarse de la mesa cuando todavía hay gente que

esta comiendo, por favor siéntate.

—Tengo cosas que hacer, no puedo estar perdiendo el tiempo.

Subí a mi habitación para ir a buscar un abrigo, tenía que salir de allí, caminar un

poco y respirar algo de aire fresco. Si me quedaba allí adentro me volvería

completamente loca.

¿Cómo es posible que tenga una novia?, se suponía que moría de amor por mi, y que

yo sepa eso no es amor, ¡bah! no me interesa lo que el sienta por mi de todas formas,

con esos estúpidos discursos diciendo “Irene, te amo, te amo… “, es un falso un

mentiroso, un idiota, y ella… ella debe ser tan idiota como él. No sé…, tiene cara de

ser una chica demasiado accesible, ¿ay por qué pierdo tiempo pensando él y en su…

de… eso que… de ella?, no vale la pena perder energías en ellos dos.

Unos minutos después mi mente explotó, ¿y si en verdad me importaba? Él había

sido la única persona que me había tratado bien, y no el bien de amigos, sino el bien que

siempre esperé de Adrien, ese que hace que uno… ¡no!, ya estaba delirando

completamente, pero… ¿pero porqué no podía ahora dejar de pensar en eso?, ¿acaso

estaba yo…?. Mi peor pesadilla se estaba volviendo una realidad, estaba molesta con

Dave, pero no molesta por estar molestándome; sino molesta por el echo de que no lo

estuviese haciendo y que en mi lugar ya había otra persona, ¿eso era algo como estar?

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—Enamorada, Irene, ¿estás enamorada de Dave? —Scarlett se había quedado

aquella noche en casa, así que la encontré en mi cuarto cuando volví, llenándome de

preguntas tales como ¿Por qué te fuiste? ¿A dónde? Y ¿Qué paso por tu cabeza?

— ¿Qué? ¿Enamorada de él? Scar, hablamos de esto otras veces y sabes que no es

así.

—Irene, todos se dieron cuenta de la mirada fulminante que le lanzaste a Alice

cuando entró y como estabas durante la cena, eran muy evidentes tus celos.

—Yo no estoy celosa de nadie. ¡Entiéndelo! —no era mi culpa de que la muchacha

fuese una idiota.

—Lo estás —dijo ella firmemente y me sonrió, no se porqué lo hacía tan difícil.

— ¡No lo estoy!, ¿Por qué habría de estarlo? Él a mi no me interesa Scar.

—Dave te ama —dijo—, dale una oportunidad.

—No se nota —eso sí que sonó muy mal—, y como dije: no me importa. Puede

hacer su vida con quien quiera, es su vida, no mía.

—Ay Irene. Lo veo perfectamente. Estás sintiendo algo, no lo niegues. No pierdas la

oportunidad de ser feliz —no tenía nada que negar, nada de Dave, nada de nadie

¿Porqué todos insistían?

—Scar, en enserio, no me gusta. Es más, ni siquiera me agrada, pero no creo que ella

combine con él, ¿me entiendes? Además si esta “enamorado” de mi, le esta mintiendo a

ella ¿Cuál es la lógica?

—Y tú te mientes a ti misma —dijo con convicción.

—No me…

—…Admítelo de una vez —admítelo de una vez, esa palabra sonó dentro de mí

muy fuertemente, como cuando caen piedras dentro de un viejo pozo de agua. Pero…

¿Qué debía admitir? —. Sólo recuerda Irene, recuerda… la primera vez que lo viste, el

beso, las cosas lindas que pasaron y las malas también, porque al fin y al cabo de ello

provino esto, todo esto. —Mis ojos que se mantenían cerrados se abrieron rápidamente,

fue como un shock.

Un escalofríos atravesó todo mi cuerpo, yo sabía lo que significaba, algo que nunca

pensé que pasaría. Algo que no quería y no dejaría que pasaría por nada del mundo.

—Scar… —dije notando que mis ojos se humedecían a la vez que mi pecho se

cerraba y se me hacia difícil respirar normalmente, ella me miraba atenta a lo que yo

pudiese decir—. Creo que está pasando, creo… que… —me llevé una mano a la boca.

Estaba asombrada de mi misma—. ¡Oh Dios…! —Gimoteé—. Creo que sí…

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Capítulo 10

—Sólo dilo y te sentirás mejor —no sabía a la perfección qué era lo que estaba

sintiendo, pero de una cosa si estaba segura, había llegado tarde y ya no había más que

hacer.

Mirando a Scarlett sin decir nada, aguardando a que ella me ayudase un poco, no

quería tocar mi orgullo, eso era lo que me había hecho ser quien era y no iba a dejarlo

de lado por aquél sujeto. Y si tenía una venda en los ojos, no la me la quitaría por nada

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del mundo, porque muy en el fondo sabía que todo lo que estaba sucediendo era un

completo error de mi parte.

—Creo que… me gusta —sentí algo raro, como escalofríos electrizantes dentro de

mí. Pero al instante la tensión cedió.

—Lo amas —dijo ella sonriendo.

—Depende de lo que llames amor, porque tú sí lo conoces y yo no, ¿o acaso no

recuerdas a Adrien? —todo era cierto, yo no conocía el amor y a esas alturas, de seguro

no lo conocería o pasaría mucho tiempo antes de conocerlo.

—Siento que lo amas… pero… ¿y ahora qué vas a hacer? Mira Irene, sé que no te

gusta que te digan esto, pero yo te lo dije, te dije que le dieras una oportunidad, si lo

hubieses hecho todo esto no habría ocurrido, pero como es sabido tu nunca escuchas a

nadie más que a tu cabeza, ¿Por qué no escuchas a tu corazón de vez en cuando? ¡Dios!

—terminó de recriminarme todo eso y se levantó para irse sn antes darme un abrazo.

Mientras tanto yo me quedé recostada en mi habitación, mis ojos se mantenían

abiertos, pero yo ya no estaba allí, viajaba hasta esos recuerdos que tanto odié en un

momento y que ahora estaba comenzando a extrañar por razones obvias; estaba

pensando desesperadamente en alguien que me decía amar, pero que me había

encontrado un reemplazo en poco tiempo. Sabía que eso había sido culpa mía. Si solo

no lo hubiese tratado de aquella forma tan terrible, pero cómo iba a saber yo que llegado

a ese punto iba a comenzar a sentir cosas por alguien como él, “Porque te amo, y no me

preguntes por qué… sólo te veo y siento que revivo completamente. Amo tus ojos, tu

pelo, tu sonrisa y hasta tu carácter”, aquellas palabras resonaban en mi mente como

campanas, tanto que ese pensamiento consiguió que me pusiese a llorar, ¡no me gustaba

llorar! pero en esos momentos no estábamos más que mi llanto y yo.

Una hora después seguía en el mismo estado, recostaba boca arriba, con mis manos

entrelazadas y una gran cantidad de lágrimas saliendo de mí ser. Realmente dolía

aquella situación, nunca pensé que fuese tan complicado.

Perdida en tiempo y espació oí una voz que me hablaba, pero como dije yo no estaba

allí, así que era imposible que escuchase bien, pero luego sentí que me sacudieron, fue

allí que reaccioné secando mis lagrimas.

— ¿Estás bien? —Dicho problema estaba parado frente a mí aguardando mi

respuesta con ojos compasivos—. Estás llorando —me dijo sentándose al borde de mi

cama con una expresión de tristeza y desolación.

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—Nada, sólo me duele la cabeza —no era muy buena mintiendo, pero por lo menos

lo intentaba, supuse que lo había creído pero no fue así.

— ¿Estás segura que sólo es eso? —Si se daba cuenta era el fin de mi existencia,

debía inventar en ese mismo instante o moriría —. Pareces triste —dijo.

No podía evitarlo, así que decidí pararme para quedarme de espaldas a él y no verlo.

—No estoy triste.

— ¿Y entonces? Disculpa que sea entrometido, sólo quiero ayudarte ¿Qué sucede?

—tú, tú, tú, tú, tú, tú, tú, tú, tú, te odio por… por quererte tanto decía mi maldito

corazón. Fue imposible no volver a llorar, pero esta vez en silencio. Aun así la lógica

estaba por encima de todo en aquellos momentos y me obligaba a no decir ni una

palabra.

—Adrien… —dije finalmente —. Siento que se acaba el año y nunca más lo volveré

a ver ¿y qué voy a hacer si él?, mi vida es un desastre, todo lo que quiero hacer me sale

mal —me apoyé contra el ropero, nada de lo que decía era cierto, ya ni siquiera

recordaba a Adrien. Aunque honestamente no mentí con respecto a que mi vida era un

desastre total, claramente lo era.

Cuando volví a girarme él estaba a unos centímetros de mí, nunca antes había

deseado tanto un abrazo suyo, pero no estaba dispuesta a pedírselo, como dije, mi

orgullo se mantendría intacto.

Casi como si hubiese escuchado mis pensamientos se acercó hasta mí para

abrazarme, yo respondí abrazándolo fuertemente, aunque sabía que todo estaba perdido

y no había nada que hacer al respecto. Pero si él lo suponía ¿Porqué no hacía nada al

respecto? ¿Por qué a pesar de todo no podía sentir aquél abrazo?

—Dave yo… —intentaba decir algo, pero no podía. Entonces sentí un celular sonar,

claramente no era el mío, sino el suyo.

Él lo sacó de su bolsillo, lo miró y se dirigió hacia mí.

—Lo siento Irene, debo irme —me soltó y se alejó cerrando la puerta dejándome a

mi y a mis palabras. Nunca creí que la vida me pudiese tratar así, todo lo que quería en

aquel momento era pedirle perdón a él, pero un perdón con sentimiento. Uno de verdad

y eso ya no era posible.

Comencé a sentir cosas, cosas que para cualquier persona seria hermoso, pero a mi

me torturaban y estaba segura que me iba a pesar hasta que lograse olvidarlo por

completo. Sabía que esa no era yo, e iba a hacer lo posible por apagar aquella luz, aquél

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sentimiento. Sí, debía hacerlo desaparecer antes de que se expandiese a toda mi vida y

no pudiese ocultarlo.

Recostada nuevamente en mi cama, cerré los ojos dispuesta a dejar de pensar.

Segundos después me encontré con que me había dormido.

Abrí mis ojos, pero no me encontraba en casa, más bien era como una antigua

casona, la cama en la que me encontraba era grande, las sabanas eran de un color

coral y yo me encontraba sola en ella. Me levanté y me dirigí hasta la puerta que se

encontraba a un costado, los pisos eran de madera y rechinaban con mis pasos. Giré la

perilla y abrí la puerta, esta también hacía ruido. Tras la puerta había un largo pasillo,

caminé hasta la punta de éste donde pude divisar una enorme escalera también de

madera que me invitaba a bajar. Cuando llegué a la planta baja noté que la casa no

estaba vacía, un hombre estaba sentado a la gran mesa de roble que se encontraba en

lo que parecía ser un gran comedor. Aquél era un lugar espeluznante, viejo y dejado.

—Hola —dije esperando a que se girara hacia mi, pero no respondió, me acerqué

hasta él y noté que lo conocía de algún lugar, aquellos ojos color miel eran demasiado

conocidos, era Dave que miraba fijamente hacia el frente, tan concentrado que ni

siquiera se percató de mi presencia junto a él —. Dave… —nada, seguía sin notarme.

Llevé mi mirada hasta donde estaba viendo la de él y alcancé a vislumbrar un retrato.

Aquella pintura era enorme, de seguro eran más de dos metros por dos metros, lo

extraño fue que cuando bajé las escaleras no lo había visto y eso era imposible debido

a que era enorme. En el retrato había una mujer joven de unos dieciocho años, para mi

sorpresa pude distinguir, tras un manto de polvo como si hubiese estado allí hace años,

que aquella joven pintada al óleo, como si fuese un cuadro del siglo XV, era yo. Pero…

¿Qué hacia yo en aquél cuadro? Y… en aquella casa. Estiré mi brazo izquierdo y toqué

el hombro de Dave, se giró hacia un lado pero miro a su alrededor como si no me

viese, me percaté de que no me había notado frente a él, era como una especie de

fantasma.

—Dave… —volvió a girar su rostro hacia ambos lados, buscando a aquél susurro

que oía—. Dave, soy yo Irene… —toqué su hombro pero él no lo sintió esta vez…ni yo

tampoco.

—Irene, ¿eres tú? —preguntó. Parecía asustado. Luego lo comprendí, él podía

oírme levemente pero no verme —. Pero… es imposible que estés aquí Irene.

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—Si Dave, soy yo. Soy Irene. Vine a estar contigo —sentía que el bombear de mi

corazón era muy rápido, la garganta se me cerraba y cada vez me era mas difícil

hablar.

—Eso no es posible —decía él en tono asustado y mirando hacia la nada —, yo te

maté — ¿yo te maté? Eso si era imposible, yo no estaba muerta. Lo sabía

perfectamente.

—Tú no puedes haberme matado. Estoy viva.

—Sí, sí lo hice, te maté dentro de mi, Irene, te arranqué de mi corazón. Por favor

aléjate, eres solamente un vago recuerdo… Por favor vete.

—Pero Dave, yo te amo, te amo como tú me amas a mi —aquél bombeo se fue

haciendo cada vez mas lento, todo se veía más oscuro, ¿Qué estaba pasando? —

Dave… estoy muriendo.

—Ya no te encuentras dentro de mí, te odio Irene, ¡Te odio! ¡Arruinaste mi vida por

completo! —mi corazón dejó de funcionar lentamente, ahora estaba volando, me

alejaba paulatinamente de aquél lugar mientras moría, pero no era una muerte natural,

era una muerte causada por el amor, por el amor de alguien que solía amarme. Me

desvanecía en pequeñas partículas mientras con lo poco que me quedaba de voz,

debido a que ya no veía nada, gritaba:

— ¡Dave! —estirando uno de mis brazos, pero ya no lo tenía frente a mi, no tenía

absolutamente nada.

Desperté de un sobresalto, teniendo esa horrible sensación de caerme de la cama,

algunos dicen que eso ocurre cuando tu cerebro cree que estas muriendo y hace eso para

que reacciones, técnicamente estaba muriendo por dentro en aquel momento, así que

podría haber sido cierto lo que ocurría. Me levanté y fui a darme un bañó, al salir miré

la hora, eran cuatro de la tarde, el día afuera era frío y un gran manto de nieve cubría la

parte externa de la casa. Ver aquello fue algo raro, ya que no suele nevar mucho en

Brisbane, pero este invierno iba a ser duro. Salí del cuarto y noté un profundo silencio

en la pequeña sala, en el lúgubre pasillo y escaleras de madera, y como era de suponer

nadie se encontraba allí.

Sentada en el sofá de la sala de estar, prendí el televisor y me puse a ver una película,

sabía que debía canalizar lo que me estaba sucediendo en otra cosa, así que decidí

apagar la tele e ir a caminar.

Antes volví al cuarto para buscar un abrigo, unos guantes, un gorro y una ligera

bufanda para mi garganta.

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Me alejé unas cuantas cuadras de casa, hacia frío, pero me había abrigado lo

suficiente como para soportarlo. Prendí mi reproductor de música para el viaje con un

poco de Ricky Martin, Madonna y algo de Adele.

Como dije: durante aquellos días en Brisbane había estado nevando, no era muy

común, pero cada que sucedía nos alegrábamos demasiado. Afortunadamente, teníamos

la suerte de que nevase cada unos cuantos años.

Minutos después llegué hasta uno de los parques de la ciudad; este se encontraba

todo cubierto de nieve a esa altura, pero los asientos de robles habían sido limpiados.

Sentada y pensando en las cosas que habían ocurrido en tan poco tiempo mi mente

viajaba, viajaba a los recuerdos con los que soñaba, y hablando de sueños no pude evitar

recordar el sueño de la tarde, parecía tan real, pero por suerte no lo era. Además si

hubiese sido real, habría sido muy tétrico, aquél lugar era espantoso.

Mientras me encontraba allí sentada, también estaba concentrada, pero toda esta

concentración desapareció en cuanto una bola de nieve se estrelló justo contra mi

espalda. Extrañamente no me molestó, aun así me giré para ver quién era, y cuando lo

hice, vi que había un pequeño grupo de chicos, creo que eran como cinco o seis, no lo

recuerdo bien, pero lo si recuerdo era que me gritaban ¡Lo siento, lo siento! Decidí no

decirles nada, algo que no era muy habitual en mí, según las chicas, yo era quien

siempre comenzaba con una discusión; y quien la acababa.

Uno de los jóvenes venia en dirección hacia donde yo me encontraba, no supuse que

venia hacia mí, podía simplemente dirigirse hasta la calle para cruzarla, pero me

equivoqué, sí, venia hacia mí. Una vez que llegó hasta mi banco me pidió sentarse, no

podía creer a quien estaba viendo, era como un sueño maravilloso, tardío, pero sueño al

fin. Casi no recordaba su apariencia, realmente era encantador.

—Lo siento, lo siento mucho de veras —dijo y paso su mano por mi espalda para

sacar lo que quedaba de nieve—. No quisimos ensuciarte.

Oí un par de gritos de aquel grupo, pero él hizo caso omiso.

—No te preocupes, no ha sido para tanto —dije.

—Que bueno —entonces hubo un silencio incómodo y luego añadió—. ¿Puedo

sentarme aquí un segundo? Correr hasta aquí me ha cansado —dijo y rió.

Era tan brillante como lo recordaba, hacía meses que no pensaba en él y eso era por

culpa de otra persona que ya no valía la pena.

—No hay problema —le dije moviéndome un poco hacia un lado.

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—Gracias. Por cierto soy Adrien —Adrien lo sé, pensé. Casi tres años enamorada

de ti y llegas en el momento inoportuno o ¿no? Aun así, lo tenía a un lado y no iba a

desperdiciar aquella oportunidad de conversar con él, aunque hacia unos meses atrás me

haya hablado muy descortésmente —. ¿Y tú eres? —dijo entrecerrando sus perfectos

ojos color canela.

—Irene —dije medio sonriendo.

—Que bonito nombre —en el instituto no parecía tan simpático como en aquel

momento, me daba la impresión de que tenía una especie de doble personalidad o algo

así, aun así me caía bien.

—Gracias. Hummm… se me hace tarde Adrien… —tomé mi bolso y me levanté

para irme, se me hacia tarde y estaba oscureciendo —. Lo siento. Debo irme esta

oscureciendo y vivo a unas cuantas cuadras.

—Si quieres te acompaño, digo… para que no vayas sola —también se paró, no iba

a venir mal conocerlo un poco, quizás podía volverme a enamorar de él otra vez —.

¿Hacia dónde vives Irene?

—Ha… hacia allí —señale a mi derecha.

—Yo también, vivo sobre Wood Serret —me sorprendió muchísimo que viviésemos

sobre la misma calle, con razón Scar lo había visto muchas veces cuando veía a casa.

— ¿Bromeas?, yo también, yo al 388 —comenzaba a agradarme mucho más la idea

de que podíamos llegar a ser buenos amigos. Obviamente encontrarse en un parque a un

joven desconocido que sea tan amable y además quisiese acompañarte a tu casa no era

para nada normal, pero él era Adrien y yo sabía muchas cosas sobre él.

—No, es enserio, yo al 475 —y mucho más ahora que vivíamos cerca —. ¿Entonces

que esperamos?, marchemos —sonrió, era tan bonito cuando lo hacia, como un

pequeño flash recordé el primer día que lo vi, fue un primer día de clases, yo estaba

cerca de la puerta principal cuando él entró y desde ese día me encanto, hasta ahora.

Recuerdo que se veía tan apuesto con su uniforme del instituto.

Llegamos hasta unos metros de casa, mientras no acercábamos pude divisar a dos

personas, aunque estaba lejos sabía perfectamente que eran Dave y eso a lo que le decía

novia. Nos aproximamos a la puerta y ellos ni se molestaron en saludarnos, así que

nosotros tampoco lo hicimos.

—Gran tarde ¿no es así? —dijo Adrien—. La pasamos bien durante el regreso —

nunca antes se había dirigido de esa forma hacia mi, bueno, nunca antes se había

dirigido hacia mi para hablarme, pero ahora que lo estaba haciendo me agradaba mucho.

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—Sí, genial —contesté con una gran sonrisa —. Me agrado tanto conocerte Adrien.

—A mi también… —hubo un silencio—. Bueno, creo que debo irme a casa —Se

acercó para darme un beso en la mejilla y luego me dijo adiós, aunque después añadió—

. Oye, ¿mañana vas al instituto?

—Sí ¿por? —pregunté sonriente.

—Creía que como vivo a algunas cuadras de aquí… no sé…podría pasar mañana por

ti para ir ¿Qué dices?

—Me encantaría, claro que sí. —Dave y su… y Alice estaban mirándonos como si

fuésemos una película en vivo y en directo, observando detenidamente cada acción—.

Así podremos seguir charlando en el camino.

—Perfecto —una enorme sonrisa apareció en su rostro, se veía tan lindo como

siempre —. Entonces paso como… a las once ¿te parece?

—Sí —dije y por fin nos despedimos, esperé a que se alejara unos metros mientras

ponía la mejor de mis caras, aunque no me sintiese así, y mientras buscaba la llave para

entrar. Luego escuché la voz de Dave, esa voz sobreprotectora que tanto odiaba.

—Irene —dijo tratando de llamar mi atención, pero ni siquiera lo miré —. Deberías

tener cuidado de andar con extraños. Al parecer tienes la costumbre de hacer eso —

decía, pero ya no me importaba lo que él tenía para decir de mí.

—Claro —dije con una falsa sonrisa—, y tú deberías tener cuidado de no

entrometerte en mi vida. Al parecer tienes la costumbre de hacer eso —dije imitando su

voz mientras me alejaba tras la puerta, pero luego y por primera vez en el día escuché la

voz de ella hablando de mí y diciendo:

—Dave, no debes dejar que te trate así.

A lo que él respondió:

—Déjala Alice, es una niña — ¿una niña? ¿Así que sólo era una niña para él?, pero

si tan solo nos llevábamos dos años, como mucho tres. No sé cómo pero ese sentimiento

de odio pasado estaba volviendo hacia mi de a poco. No podía pasar de tratarme bien a

mal, ciertamente no lo entendía. O quizá era un completo mentiroso que sólo se

aprovechaba de mí.

Entré a mi cuarto como un huracán, estaba completamente enfadada y no quería

saber nada con nada ni nadie, me acosté en la cama boca abajo y lo único que me salió

en aquel momento fue llorar, llorar y llorar. Me sentía patética, tonta, rechazada, me

sentía la peor persona del mundo y en mi cabeza sólo sonaba una frase "déjala, es una

niña", cada dos segundos. No sabía exactamente porqué me afectaba, pero lo cierto era

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que al parecer lo hacia y mucho. El problema era que Dave no era así, no lo era. Quizá

era culpa de ella, a la que por momentos me daba la impresión de que yo no le caía muy

bien que digamos.

*****

Apenas entré al cuarto de Abby, en el momento en el que Irene no se encontraba, ella

supo lo que estaba sucediendo.

— ¿Qué fue eso Dave? —me exigió con una mirada amenazante.

—Yo…

—No, escucha —invitándome a sentarme en su cama—. Si pensé que no podías

hacer algo estúpido, me equivoqué. ¿Qué sucede con esa Alice?

—Soy un idiota, lo sé —ella asintió—. Pero… no sé. Simplemente sucedió. Cuando

quise darme cuenta ella les decía a todos que éramos novios.

— ¿Tú se lo pediste?

— ¿Cómo crees? Ya te dije que ella comenzó, y sabes como soy. Últimamente me

cuesta ser autoritario conmigo mismo.

— ¡Dave!

— ¡Lo siento! —dije levantándome para irme—. ¡Abby! ¿Qué puedo hacer?

— ¡Déjala! ¡Debes dejarla!

No dije nada. Técnicamente no sabía qué decir. Pero Abby estaba allí esperando una

respuesta. No estaba enojada, pero sí indignada con lo que estaba sucediendo.

— ¿No lo harás verdad? —Se arrojó hacia mí para abrazarme—. ¡Oh Dave!

¡Deberías dejar de pensar otras personas! ¡Deberías pensar un poco en ti!

—No sé qué hacer… —susurré y supe que de alguna manera ese era mi fin.

***

Durante la últimas semanas mi mundo se había vuelto completamente extraño, desde

la llegaba de Dave mi vida cotidiana y mi mente se habían vuelto un desastre. Antes lo

odiaba, ahora lo quería. Tampoco podía negar que la primera vez que lo vi no pensé que

era muy atractivo, recuerdo que lo pensé, pero el presente me tenía muy confundida.

Nunca había sentido algo así, el era muy especial, no entendía cómo podía haber sido

tan dulce conmigo cuando yo lo trataba mal, no me lo merecía, y como no me lo

merecía estaba dispuesta a olvidarlo, si es que podía.

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Me quedé en mi cuarto hasta el horario de la cena, mamá me llamó y salí de

inmediato, pero cuando estuve cerca de la puerta me volví, tampoco tenía ganas de

comer. Ella volvió por mí pero le dije que me sentía mal y entonces accedió a dejarme

ir.

Sentada allí en mi cuarto, abrí uno de los cuadernos del instituto y comencé a

escribir…algo… no sabía que, pero algo iba a escribir.

Si pudiera encontrar una solución a mis problemas, si pudiera desaparecer para no

verte más, eres lo más importante que tengo hoy en día, aunque no estés junto a mí.

Mírame, mira mis ojos y veras que no te miento, mira este amor que nació de ti…

Dejé caer mi lápiz porque consideré que lo que estaba haciendo era perder mí tiempo

y fui a acostarme esperando a que la mañana próxima sea diferente a las demás.

Al día siguiente, desperté y lo primero que hice fue mirar el reloj, eran las ocho de la

mañana, a las once Adrien iba a pasar por mí, debía prepararme. Me levanté y fui al

bañarme, luego me puse el uniforme y fui a desayunar. Entré a la cocina y obviamente

Mark y Abby no estaban, ellos nunca se levantaban temprano, en su lugar estaba Dave,

pero yo estaba lo suficientemente enojada con él como para mantener una charla

amistosa. Me senté a la mesa con una taza de café y mis cosas. Él intento hablarme pero

no le contesté y como de costumbre insistió.

—Irene te estoy hablando —volvió a decir en tono serio—. ¿No vas a contestarme?

— ¡Ay! ¿Qué quieres? —dije enfurecida.

—No me trates así porque yo no te hice nada. Mira, no sé qué es lo que te anda

pasando, pero a mi no me eches la culpa —él era el responsable de todo lo que me

estaba sucediendo, siempre fue el responsable de todo lo que pasaba en mi. Todo era su

culpa.

—No me interesa. Y ahora me voy porque no quiero seguir estando aquí —me

levanté para dirigirme hasta la puerta pero él hizo lo mismo para detenerme.

— ¡Quítate! —gruñí.

—Debemos hablar —me dijo.

—No debemos hablar nada —traté de avanzar, pero él no se quitó de la puerta —.

¿Puedes quitarte? Me estorbas, como siempre —él era tan guapo, lo tenía allí enfrente y

no podía decirle nada, me odiaba a mi misma por ello y por todo lo que estaba

sucediendo. Pero también era su culpa, si no se hubiese comportado como un niño

idiota, las cosas no hubieran salido tan mal. ¿Qué decía? Era una hipócrita. Había

alejado a Dave yo sola.

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—Sólo hablemos y luego te dejaré libre — ¿Por qué insistía tanto? ¿No tenía una

novia que cuidar?

—No —dije tajante.

—Por favor, necesitamos hablar ¿Cómo quieres que te lo pida? —Dios, no podía

negarme a aquellos ojos de miel que me miraban de forma desesperada. Hubiese dado

lo que sea por abrazarlo, pero no podía, no podía hacerle eso.

—Bien —dije tras un suspiro que fingía resignación.

—Gracias —dijo y sonrió.

Fuimos hasta el antiguo invernadero para que nadie estorbara nuestra conversación.

Por mi parte, me senté sobre la mesa para escuchar mejor y él caminaba de un lado al

otro de la habitación.

Afuera el día era muy frío, lo que causaba que los grandes ventanales que

funcionaban como paredes se empañasen con facilidad.

—Se que han pasado muchas cosas entré nosotros —comenzó—. Pero… en verdad

necesito saber que es lo que te esta pasando.

—A mi no me esta pasando nada, no sé qué es lo que quieres —me paré para irme

pero se adelantó y me detuvo —. ¿No tienes una novia que cuidar? Entonces ocúpate de

eso —dije girándome hacia la puerta, pero luego escuché que volvía a hablar. ¿Por qué

no podía ser simplemente agradable con él? Y luego lo recordé, la tal Alice.

—Con que ese es el problema —dijo y no entendí porque lo decía.

— ¿Qué? —dije volviéndome hacia él.

—Estás celosa —comencé a reír y a hacer todo tipo de gestos faciales que daban

cuenta de mi ironía.

—Tú estás mal, ¿piensas que estoy celosa de ti? —seguía riendo, quizá lo estaba —.

Por favor, no sé quién te crees que eres para que alguien esté celoso de ti. — ¿Celosa?

La odio.

—No te creo. Mírame a los ojos y dime que no lo estás —dijo desafiándome.

—No tengo ganas —añadí enojada.

—Hazlo, si es que puedes —no quería hacerlo, porque sabía que le estaba

mintiendo. Sabía que era una maldita mentira.

Me acerqué aún más hasta él y lo miré fijo a los ojos, me estaba volviendo

vulnerable a aquellos ojos de miel, no podía soportarlo. Sus ojos se llenaron de brillos, e

inevitablemente los míos querían atraparlos y quedárselos.

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—Adiós —dije girándome hacia la puerta y yéndome. Si me quedaba podía llegar a

pasar cualquier cosa, incluso un beso y si bien quería eso, no podía suceder.

Durante todo ese tiempo habían pasado ya dos horas desde que me había levantado,

eran las diez de la mañana y ya no veía la hora de que Adrien viniese por mí. Di un par

de vueltas por la casa ordenando las cosas para el instituto y así se hicieron las once

menos diez, fue ahí cuando oí el sonar del timbre y salí literalmente corriendo hacia la

puerta de la entrada, la abrí y allí estaba, me alivié mucho al verlo, él se había

convertido como un cable a tierra para mí y agradecía ello.

—Hola —dije sonriendo.

—Hola —dijo él.

— ¿Cómo has estado? —le pregunté mientras cerraba la cerradura.

—Ahora que te veo, bien —dijo y sonrió. Comencé a notar que lo hacía a menudo y

le iba muy bien.

Le volví a sonreír levemente, aunque era una sonrisa falsa, y entonces marchamos

caminando al instituto.

—Dime Irene, ¿estás bien? Te veo un poco desanimada.

—Sí, estoy bien, no es nada importante —mentí. Dave lo era, era muy importante

para mí.

—Bueno —dijo tras un suspiro—. Solamente quería asegurarme de que lo estabas.

Caminamos algunas cuadras en silencio y luego fui yo la que retomó la charla.

—Dime Adrien, ¿Por qué razón me trataste así aquél día en el aula?

Me miró de reojo y comenzó a recordar como si eso hubiese sucedido hacia años.

—No había tenido un gran día, estaba enfadado con mi madre por algunos asuntos.

Ella pide muchas cosas de mi que a veces no puedo dar, es muy frustrante ¿sabes? —

Nunca pensé que Adrien pudiese tener tantos problemas—. En realidad no tenía nada

contigo. Si en tu lugar hubiese habido otra persona le habría dicho lo mismo. ¿Me

perdonas?

—Claro que sí —dije sonriendo mientras apoyaba una de mis manos en su hombro.

—Y tú… cuéntame algo de tu familia.

Las copas de los árboles se agitaban con la fría brisa.

—Bien, vivo con mi mamá mi papá y mis hermanos —

— ¿Cuántos hermanos tienes?

—Una hermana y un hermano, Abby y Mark.

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— ¿Tu hermano era aquél que se encontraba en la puerta de tu casa ayer? —preguntó

curioso.

— ¿Qué? No, no —dije sorprendida —. Él no es mi hermano, no es nada mío.

—Oh, no sólo creí…. Bueno, cambiando de tema ¿Qué te gusta hacer?

—No lo sé, ¿Qué se supone que me tiene que gustar?

—Hummm… música, deportes.

—No lo sé —y ahora que lo pensaba no tenía pasatiempos, nada…

—Bueno, con todo esto de la escuela y los exámenes es difícil tener algún tipo de

pasatiempos.

—Eso es muy cierto —él me miró y sonrió.

El camino se hizo más corto que de costumbre.

Llegamos hasta la puerta del instituto y cuando entramos vi que las chicas se

encontraban a un lado del aula, ellas se encontraban mirándome, podía sentir sus

mirabas fijas en nosotros. Me acerqué hasta ellas despidiéndome de Adrien.

—Dime que no es Adrien —dijo Rachael con una extraña mirada.

—Sí, lo es ¿por? —dije sonriendo.

— ¿Desde cuándo eres "amiga" de Adrien? —preguntó Scar con tono enfadado.

—Ay amiga, tienes mucha suerte, se te pegan todos esos muchachos —dijo Joy

antes de que pudiese responderle a Scarlett.

—Cierra la boca ¿quieres? —Le respondí y no dijo nada más—. Miren, ayer estaba

en el parque y un grupo de chicos estaban jugando con bolas de nieve, una de ellas me

pegó a mi y él vino a disculparse, como vivimos a unas cuadras nos volvimos juntos y

luego quedamos en venir hasta la escuela ¿contentas?

— ¿Te sigue gustando? —dijo Scar preocupada, mientras las chicas entraban al aula

después de escuchar mi respuesta.

—Es un gran muchacho, y muy guapo —dije—. ¿Tiene algo de malo eso?

—Tú quieres a Dave, deberías preocuparte por él.

Ella estaba muy seria, no sabía qué era lo que le estaba pasando, pero tenía la

impresión de que no me decía eso en vano.

—Dave es un idiota y siempre lo fue, ya no tiene importancia —lo cierto era que sí

la tenía y comenzaba a descubrir que mucha.

—Irene.

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—Irene nada, déjame en paz. Esperé tres años para hablar con Adrien y tú quieres

venir a arruinarlo. Y por si te preguntas, si se me presenta alguna oportunidad de estar

con él, lo aceptaré sin pensarlo.

—No puedes apagar lo que sientes por Dave con Adrien, ¡Irene!

— ¡¿Y qué quieres que haga?! ¡¿Qué vaya corriendo a sus brazos?!

—No, pero deberías tratar de hablar con él, sabes que te quiere.

—No quiero, ese es el problema Scarlett ¡No —quie —ro!

La situación se estaba tornando un poco tensa, muy pocas veces había entablado una

charla de ese estilo con Scarlett, pero no me gustaba que se estuviese entrometiendo en

mis cosas y mucho menos que me estuviese obligando a hacer cosas que no me

apetecían.

— ¡No, el problema es que eres muy orgullosa! ¡Irene, ese muchacho te ama y tú

estas desperdiciando esa oportunidad!

— ¡Ya no me ama! —mi voz comenzaba a sonar acongojada—. ¿No viste a su

noviecita? Parece que están muy bien juntos —dije cruzándome de brazos y dándole la

señal de que no iba a decir nada más.

—Como quieras —dijo suspirando y dándose por vencida—. Esta claro que no

puedo convencerte de lo contrario hoy, has lo que quieras.

Ambas marchamos hacia el salón y no hablamos en todo el día, si bien las cosas que

me dijo eran ciertas, yo no quería aceptarlo.

La tarde se pasó lenta, lo único que quería en aquel momento era imaginar, imaginar

que con Dave todo estaba bien. Sus dulces ojos de miel me encerraban en un mundo de

fantasía en el que sólo nos encontrábamos nosotros dos, pero yo no tenía cara para decir

todo lo que estaba sintiendo por él; que se me iba el aire cada vez que lo veía con ella;

que estaba arrepentida de todas las peleas; que se me estaba volviendo un problema

incurable, absolutamente todo. Si hubiese tenido una oportunidad de volver el tiempo

atrás… pero el pasado justamente era el pasado y nada se podía hacer ya.

Capítulo 11

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121

Aquella mañana me desperté temprano, Dios quiera que sea diferente a ayer, pensé.

La mañana anterior no había sido la mejor, otra vez había discutido con ella, y como era

sabido, eso no me dejaba dormir por las noches.

Desde el principio no encontraba razón para el comportamiento de Irene, ella era

egoísta, terca, y caprichosa, pero aun así sentía que no podía dejar de pensar en ella, era

como una pequeña luz en la oscuridad. Siempre viva, siempre hermosa y fugaz.

Aquellos ojos azules me hipnotizaban cada vez que la miraba fijamente, hacían que me

perdiese en ellos, la amaba con todo el corazón y no sabía si eso podía cambiar.

Tampoco quería. Sabía que ella no me amaba, a veces sentía algo de su parte, pero

luego caía en la cuenta de que las cosas no era así. No me quedaba más opción que

tratar de olvidarla, y para eso necesitaba algo, necesitaba estar con Alice.

Una vez levantado, me bañé, me alisté y decidí bajar a desayunar. Al salir de la

habitación vi que ella estaba saliendo de la suya, traté de hablarle pero no me hizo caso

y volvió a meterse. Yo, por mi parte no la imité y sí bajé a la cocina. ¿Por qué siempre

se comportaba aquella manera? Honestamente nunca sabría cuándo estaba enojada y

cuándo no. Irene era como el océano, tal como sus ojos, azules, profundos y llenos de

secretos y misterios. A veces estaba bravo y a veces calmo, pero nunca sabrías cuando

sucedería cada momento y no podías arriesgarte a ir hacia él. El problema era que yo sí

quería arriesgarme.

Casi media hora después ella llegó a la cocina, llevaba el cabello casi húmedo y

atado. Me miró de reojo y siguió con lo que estaba haciendo. Era tan hermosa y perfecta

que me intimidaba. Inmediatamente detrás, apareció Mark.

—Buenos días —dije.

—Buenos días, Dave —dijo él. Se acercó al ventanal y expresó que hacía mucho

frío. Afuera el día estaba horrible, encapotado y no faltaba oportunidad para que

siguiese nevando.

—Sí, la verdad. Bueno, el invierno se está a pocos días —dije.

—Es cierto.

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Unos minutos después, me perdí mirando como Irene tomaba su taza de café y

desaparecía tras la puerta sin siquiera mirarme, eso me entristecía muchísimo, pero nada

podía hacer.

Yo ya había terminado de desayunar, así que junté mis cosas y cuando estaba

dispuesto a irme Mark se dirigió a mí.

—Siéntate Dave, creo debemos hablar unos minutos… ¿Puedes?

—Claro, no hay problema —dije confundido, no sabía qué era lo que quería decirme.

Me senté y luego el retomó la charla.

—Dave, necesito que seas honesto conmigo. Sé que entré Irene… y tú… han estado

pasando cosas ¿Verdad? ¿O me equivoco?

—Ah… —me hice el desentendido—, no… no sé de qué es lo que hablas… —

sabía perfectamente a lo que se refería, pero no era precisamente cómodo hablar de ello

con él. Simplemente no podía hacerlo.

—Lo sé. Mira Dave, te sorprenderá saber que… Claro, Abby es tú mejor amiga aquí,

pero también es mi hermana y de una forma u otra yo me entero de casi todo lo que

sucede aquí —Abby, debí de haberlo supuesto. Ella era una gran chica, pero tenía una

incontinencia verbal increíble, aun así, yo no podía evitar contarle todo a ella, se

suponía que era mi amiga y a la única que podía contarle cosas. Pero también estaba el

hecho de que inevitablemente Mark era su hermano y ella de seguro confiaba mucho

más en él que en mí. Así que no tuve más remedio que decir la verdad.

—Bueno, sí… es así —dije —. Creo que ella es dulce cuando se lo propone —él

comenzó a reír como si hubiese dicho algún disparate.

— ¿Irene dulce?, no a ti no te gusta, tú estas enamorado de ella —no pude evitar reír

un poco también, aunque con algo de nerviosismo—. Porque para que digas que Irene

es dulce. No, es broma —dijo finalmente.

—Sí, pero aunque ella también sea un tanto caprichosa, especial…

—Querrás decir, terca, un poquitín egoísta, y a veces un tanto malhumorada —dijo

Mark.

—Sí, digamos… —dije riendo—. Desde que la primera vez que hablé con ella, fue

el principio de todo el amor que siento, disculpa que te diga esto pero es lo que siento.

—No te preocupes, mira amo a mi hermana, pero no puedo entender el hecho de que

ella te haya tratado tan mal y tú la ames… de esa manera… Eso es algo… ilógico.

—Sí, ¿es extraño no? —Era extraño pero cierto, amaba a Irene más que a nada—.

Es cierto y a veces algo doloroso.

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—Sí, debe serlo. Pero… ¿y ella? ¿Sabes lo que siente? —la misma pregunta qué me

hacia todos los días, a veces creía en la posibilidad de que ella me amase y la

posibilidad de que no, pero como dije: no lo sabía a ciencia cierta.

—A veces ciento que sí y otras que no, es algo confuso. Intento, intento y nada.

—Hummm…. Entiendo. Debes tener un poco de fe —dijo. Como si fuese tan fácil

pensé—. Bueno, debo ir a buscar algunas cosas. Me agradó hablar contigo Dave.

—También a mí. Adiós —lo último que vi fue que se levantó para luego desaparecer

tras la puerta.

Imitándolo, yo también me levanté sin decir nada más y fui a mi cuarto a prepararme

para ir a la universidad a llevar unos papeles que necesitaba para el ingreso del próximo

año.

Cuando estuve allí, inevitablemente me crucé con Alice, quien me gustase o no, ya

era considerada mi novia.

—Mi amor —me decía —. Te he llamado ¿Dónde has estado?

—En la casa Alice, no deberías estar tan pendiente de mi, de veras… ¡Estoy bien!

—sonreí a medias.

—Dave, somos novios ¿Cómo no voy a estar pendiente de ti? —estaba cansado de

fingir que la amaba, ella era una buena chica, pero mi corazón estaba ocupado. Por otro

lado, ella me quería mucho y no era capaz de lastimarla por nada del mundo.

—Sí, lo sé —dije cabizbajo—. Lo siento cariño —cariño… odiaba como sonaban

aquellas palabras…

—Dave —dijo—, mírame a los ojos —alcé la vista hacia ella que esta mirándome

fijamente, no debía mentirle, pero tampoco podía decirle la verdad porque sabía como

se iba a poner la situación—. Y dime que me amas… —Te amo Irene, aquella frase

pasó por mi mente y tuve que sacudir la cabeza para sacarla.

— Te… te… amo Alice —dije finalmente, al decirlo mi corazón se rompió en un

millón de pedazos, mi vida no tenía sentido y el mundo se había derrumbado, me sentía

un farsante, era una mala persona, lo sabía.

— ¿Por qué tartamudeas? —dijo ofuscada.

— ¿Qué? Ah… me duele un poco la cabeza. —y seguía mintiéndole

descaradamente, me hubiese gustado decirle que no la amaba, que amaba a Irene y que

la amaría toda mi vida. Pero ya era tarde, ella me estaba besando y no pude evitarlo.

Volví a la casa un poco cansado, ahora sí me dolía la cabeza de tanto pensar. Al

llegar a la puerta, noté que ella venia otra vez caminando con aquel sujeto extraño,

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aquel niño rubio que de seguro había de tener uno o dos años menos que yo.

¡Demonios! Hacían una excelente pareja, ambos rubios, altos y con sus uniformes del

instituto, tanto que parecían de portada de revista.

Hice como que buscaba las llaves para esperarla e intentar hablar con ella. Esperé

unos minutos y cuando llegaron hasta la donde me encontraba, me di cuenta de que ella

estaba mas pálida que de costumbre y aquel muchacho la traía abrazada. Internamente

me desesperé por saber que le sucedía. ¡Mi princesa, mi bella princesa se veía fatal!

— ¿Qué ocurrió? —dije dirigiéndome al muchacho con aquella voz de fatalidad que

no podía evitar.

—No lo sé, sólo comenzó a sentirse mal y la traje lo más rápido posible a su casa.

Creo que tiene fiebre —dijo tocando su frente.

Me adelanté para asegurarme de sujetarla. Toqué su frente y ¡Estaba hirviendo! ¡No

podía ser posible que la frágil Irene se sintiese así!

—Sí, tiene fiebre. Será mejor que la lleve a su cuarto —dije, y cuando estaba por

abrir la puerta, el joven volvió a hablarme.

—Estaba llamando a alguien —dijo con el seño fruncido.

— ¿A alguien? ¿Cómo a alguien? —pregunté desconcertado, así que supuse que

llamaba a Mark o a Abby.

—Sí, ha estado diciendo un nombre ¿Cómo era? —el joven recordaba aquel nombre

con desconfianza, como si no estuviese seguro de decirlo, por la simple razón de no

equivocarse, pero finalmente lo dijo—. Dave ¿sabes quién es Dave?

—Yo soy Dave ¿Qué te dijo? —había estado pronunciando mi nombre, eso

significaba que yo le importaba, bueno o por lo menos me tenía presente.

—Sólo decía “Dave, ¿Dónde estas?" Quizá deberías hablar con ella a ver si te

reconoce. —La miré confundido.

—Bien, pero será mejor que me la lleve ahora mismo a su cuarto, esta helando aquí

afuera —recordé en la casa no había nadie, ni Mark, ni Abby, ni sus padres, así que

toda la responsabilidad de cuidarla la tenía yo, y no fallaría por nada del mundo.

Subir las escaleras con ella me costó un poco, por la simple razón de que el pasillo

ascendente es un poco angosto, aun así logré hacerlo. La recosté sobre su cama e

inmediatamente busqué un pañuelo frío para ponerle en la cabeza y así poder bajar la

fiebre ya que al parecer estaba delirando demasiado, lo supe al escuchar que

nuevamente me llamaba.

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—Dave, Dave ¿Dónde estas? —Me acerqué lo más rápido posible y tomé su mano

para medir su temperatura—. Dave no te alejes.

— ¡Estoy aquí princesa! —nunca iba a alejarme de ella si estuviese en un estado

como ese, primero moriría.

—Quédate conmigo, no me dejes sola —decía con la voz entrecortada.

—Estaré aquí Irene, no iré a ningún lado —inmediatamente llamé a un médico y

luego volví a su lado. No me gustaba verla así, en ese estado no era ella, no era mi

Irene.

—Acuéstate a mi lado —dijo. Entonces corrí algunos almohadones y me senté a su

lado pasando un brazo tras su espalda para abrazarla—. ¿Estoy muriendo? —preguntó

con los ojos lagrimosos. El azul en ellos estaba desapareciendo.

—No, claro que no cariño —dije sonriendo.

—No quiero morir sin decirte cuanto te quiero —era evidente que estaba delirando,

la verdadera Irene ya me hubiese echado a empujones de su cuarto. Se la vía tan pálida

pobrecita —, todo lo que…

—Shhh…. No morirás Irene —la interrumpí —. Pero debes descansar, tú quédate

tranquila que ya viene el doctor.

—Déjame… terminar —hasta delirando era obstinada, eso era lo que me gustaba de

Irene—. Te amo. —Aquellas palabras eran falsas, lo sabía. Claro que hubiese deseado

que no fuese así, pero todo lo que decía era producto del delirio causado por la fiebre. Si

ella me lo hubiese dicho consciente, todo habría sido tan simple y diferente—. Te amo,

Dave —no pude evitar que un par de lágrimas cayeran de mis ojos como una cascada.

Irene era lo que más quería en aquel mundo y ahora estaba escuchando palabras de

fantasía saliendo de su boca, palabras que rogaba fuesen verdaderas, ciertas.

Minutos después se rindió y se durmió diciendo mi nombre, cosa que me alegraba

demasiado y me hacía tener algo de esperanza.

Más tarde llegó el doctor y la revisó, también llegaron sus padres. El doctor dijo que

tenía una ligera fiebre, pero que no había de que preocuparse, eso fue algo que me

alegró. Por lo menos estaría bien, aunque sabía perfectamente que esa fiebre no era algo

grave.

—Doctor, deliraba mucho —le dije cuando se iba.

—Tiene una fiebre muy leve, decir que deliraba es un poco exagerado ¿no cree

joven?

—Decía cosas sin sentido —decía que me amaba y eso es imposible, pensé.

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—No lo creo, con ese tipo de fiebre es imposible que delire, ya le digo es muy leve.

—Si usted lo dice —dije resignado, pero… si no estaba delirado ¿realmente me

amaba? No, eso me costaba mucho creerlo.

Aquella noche no pude dormir pensando en ella, como siempre, pero esta vez tenía

una gran excusa, su te amo me había bloqueado completamente, es que si me amaba

¿Por qué me trataba de aquella manera sabiendo lo que sentía por ella? ¿Por qué no me

decía la verdad? No entendía absolutamente nada, lo único que sabía era que de ser

necesario pasaría toda la noche velando por ella en cualquier situación, con solo

asegurarme de que estaría bien. A veces me enfadaba conmigo mismo culpándome por

lo que me ocurría, realmente sentía que no me mereciese su maltrato y que debía

olvidarla por completo yéndome lejos, pero lo cierto era que si me alejaba de Irene, yo

dejaría de vivir, dejaría de ser el Dave en que me había convertido desde mi llegada a

Australia .

En aquellos momentos, lo único que me quedaba era esperar a la mañana siguiente

para ver como evolucionaba y ver si aún quería verme.

Capítulo 12

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Me desperté con un tremendo dolor de cabeza, no recordaba en que momento me

había acostado a dormir, solo tenía una vaga idea de haber visto a Adrien por última vez

en el trayecto a casa. ¿Qué me había sucedido? ¿Adrien estaría bien? Traté de

levantarme pero al hacerlo el dolor se incrementaba. Llamé a mamá y me trajo una

aspirina contándome que había tenido fiebre por la noche, pero que no había sido muy

grave. Al cabo de un rato me sentía mucho mejor, me sentía más yo, con la misma

vitalidad de siempre.

Luego de ducharme, salí a acomodar las cosas para el instituto, al girarme noté que

había algo extraño en mi cuarto, algo que no me pertenecía, era una chaqueta azul de

gabardina. Mark no tiene una chaqueta azul pensé, ¿y entonces porqué la conozco? Es

de… pensaba y no encontraba la respuesta, hasta que lo hice, de Dave… ¿Qué hace su

chaqueta en mi cuarto? ¡Oh Dios! ¿Qué ocurrió?, y… Ese aroma exquisito que

odiaba…Bien, si quería saber la respuesta debía dirigirme a la fuente, pero no tenía

ganas ni tiempo. Se me hacia tarde para el instituto así que lo único que hice fue ir hacia

él para devolverle su chaqueta.

Fui hasta la cocina pero no estaba allí, el único lugar que me quedó por buscar era su

cuarto, y fue a donde lo encontré. Toqué la puerta y escuché su “pase”. Entré y allí

estaba parado y mirándome como si fuese un bicho raro, como si esperase algo especial

de mí.

— ¿Qué te sucede? ¿Acabas de ver un fantasma o qué? —dije, casi riéndome.

—Irene —dijo sorprendido y su mirada se clavó inmediatamente en la chaqueta que

tenía en mis manos —. ¿Estás…?

—Ah, esto es tuyo —dije entregándosela e interrumpiéndolo tan pronto como se

me fue posible—. No sé cómo, y honestamente ni quiero saberlo, pero estaba en mi

cuarto.

— ¿Estás bien? —me preguntó, de seguro hablaba de la fiebre que me había

contado mamá.

— ¿Por qué no habría de estarlo? —fue lo único que dije, él seguía mirándome de

forma extraña, como si estuviese hablando con un espectro o algo parecido —. Pero…

¿tú estas bien? Te ves raro.

—Sí… Ah… claro que sí, estoy bien. Pero…

— ¿Pero qué? Mira Dave no tengo mucho tiempo que perder ahora, así que lo que

tengas que decir dilo rápido por favor.

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— ¿Recuerdas algo de lo que dijiste ayer en la tarde? —preguntó. ¿A qué se refería?

No recordaba nada de lo que había sucedido.

— ¿Ayer? Mira no recuerdo todo lo que digo ¿Qué se supone que debo recordar? —

Además no había hablado con él en ningún momento, o por lo menos no lo recordaba—

. Además no recuerdo haber hablado contigo, es más no te vi en toda la tarde ¿Por qué?

—No… por nada —algo en su rostro me decía que algo había pasado, sus ojos

denotaban tristeza y debía averiguar de qué me hablaba, pero en ese momento no tenía

tiempo.

—Bien, debo irme ahora, hablamos luego —me di la vuelta y salí del cuarto en

dirección al instituto, aquella actuación suya me había dejado mucho que pensar, pero

paralelamente no sabía sobre que era lo que tenía que pensar y además ¿Qué hacia su

chaqueta tan bonita en mi cuarto? ¿Él había estado allí? ¡Ay Dios!, ¿Por qué no

recordaba nada?

Ya en el instituto lo único que me quedaba era esperar a que sea la tarde para poder

ir a casa y aclarar todo lo sucedido con Dave, quien se había comportado un poco

extraño en la mañana.

Durante uno de los intermedios me crucé a Adrien en el camino al buffet.

—Veo que estas mejor el día de hoy —dijo sonriendo.

—Al parecer sí, pero no recuerdo absolutamente nada de lo que me pasó, pero estoy

bien. Gracias.

—Tenías fiebre —dijo frunciendo los labios.

—Sí, eso lo sé —reí —. Pero cuéntame ¿tú cómo has estado?

—Bueno ahora que te veo déjame decirte que estoy mucho mejor —nada de lo que

él decía en esos momentos podía llamar mi atención, pero por lo menos iba a

intentarlo.

—Muchas gracias —dije caminando a su lado en dirección, otra vez, a mi aula —.

Eh… debo irme, luego hablamos —me dirigí rápidamente hasta el aula porque estaba

llegando tarde.

—Sí, yo también —dijo él y se marchó en dirección contraria.

A la salida Mark estaba esperándome en la puerta, se me ocurrió el hecho de que

podíamos llevar a Adrien a su casa y se lo comenté, a lo que Mark accedió

gustosamente. Durante el camino estuvimos en silencio hasta que Mark comenzó a

hablarle a Adrien.

—Dime tú, niño —dijo con algo de desdén.

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— ¡Mark! —lo regañé.

— ¿Qué?, sólo quiero hablar con él —volvió a dirigirse a Adrien —, ¿te gusta mi

hermana?

— ¡Basta! —volví a decirle, pero no se calló.

—Irene es una chica muy dulce ¿A quién no habría de gustarle? —dijo Adrien,

pobrecito, debía enfrentarse a las torturas de Mark, lo extraño fue que él nunca se había

comportado de aquel modo con nadie ¿qué le sucedía? ¿Influencias de Scarlett? No, ella

no era así.

—Ya he oído eso antes —dijo y rió. Adrien por su parte volvió a decir que yo lo era.

—Gracias Adrien —dije cortésmente—. ¡Y tú Mark ya cierra la boca! ¿Quieres?

—Bien, bien —respondió este —. Pero tú niño bonito, te vigilaré de cerca —no dije

nada más, ya estaba lo suficientemente avergonzada por el comportamiento de mi

hermano como para aventurarme a decir algo equívoco, por suerte cinco minutos

después llegamos hasta la casa de Adrien, esta era realmente hermosa, era de dos pisos

toda blanca y ocupaba toda una esquina, era enorme, parecía ser una especie de

mansión, aunque creo que estoy exagerando. Nos despedimos de él y luego marchamos

a casa, a sólo unas cuadras.

— ¡No debías haberlo tratado así! —dije enfurecida—. ¿Qué te sucede?

—Es un idita Irene, lo supe apenas subió ¿Por qué eres su amiga?

— ¡No me digas de quien debo ser amiga y de quien no Mark! ¡Mira no sé qué es lo

que sucede aquí, pero más te vale que empieces a comportarte! ¿Entiendes?

— ¿Saldrás con él? ¿Y qué hay de Dave? —preguntó preocupado.

— ¿Así qué es eso? No me importa ese imbécil, y ya deja en paz a Adrien.

—Lo siento —dijo pareciendo apenado, pero sabía que no lo estaba —, no le diré

nada más a ricitos de oro —comenzó a reír.

— ¡No le digas así, no es gracioso! —al entrar me bajé del automóvil rápidamente y

me dirigí a mi cuarto completamente enojada con él ¿Qué le sucedía? ¿Acaso se había

convertido en un idiota?

"Me siento extraña, Adrien es todo lo que una chica pudiera pedir, pero yo no

puedo quererlo ahora, a decir verdad no puedo querer a nadie aunque quisiera, todo

me sale mal. ¡Dios! Comienzo a sentir que el amor no es para mi, aunque ya este

enamorada, sé que suena contradictorio, pero es lo que siento, puedo amar por dentro,

pero a la hora de hacerlo realidad no puedo, no sé qué es lo que me sucede, soy una

idiota" pensaba.

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Me recosté sobre la cama y desperté a la mañana siguiente. Al girarme para ver la

hora, pasé mi mano por debajo del almohadón y noté que había un papel, parecía un

sobre, al sacarlo confirme que sí, era un sobre color blanco, lo abrí y allí adentro había

una carta, el sobre no tenía nombre pero la hoja sí, era de Dave, y decía lo siguiente:

Irene:

Primero quiero decirte que espero que estés bien el día de hoy. Luego quiero

explicarte todo lo que sucedió ayer, déjame decirte que me da vergüenza no contártelo

personalmente, porque corro con la suerte de que no me creas nada de lo que expreso

hoy en esta carta.

Ayer por la tarde llegué a la casa y en la puerta me encontré con que estabas en los

brazos de tu amigo (el chico rubio). Estabas muy pálida, toqué tu frente y tenías fiebre,

entonces decidí llevarte a tu habitación para esperar al doctor. Cuando estábamos en

la entrada me llamabas y tu amigo me dijo que también lo hacías cuando venían en

camino. En fin, una vez en tu cuarto me pediste que me quedara junto a ti, déjame

decirte que si realmente me lo pidieras de forma conciente nunca te abandonaría,

bueno, me quedé contigo un rato y luego escuché algo que dijiste, que si bien sé que no

lo sientes, me sorprendió mucho aunque hayas estado delirando, dijiste que me querías,

aunque esa no fue la palabra correcta, supongo que significaba eso, pero quédate

tranquila que no espero que sea verdad. Sé que no vas a creerme… pero te juro por lo

que más quieras que es la verdad, y que no intento nada raro con esto. Honestamente

ya no hay más que decir. Me despido diciéndote que aunque sé que no me amas, yo sí.

Te ama, Dave…

¿Qué? Yo nunca haría ni diría eso. Claro que quería a Dave en lo más profundo,

pero sabía perfectamente que nunca se lo diría ¡Nunca!

Francamente me había equivocado al pensar que Dave podía ser una persona sincera,

¡Claro! había inventado todo eso sabiendo que yo no recordaba nada, esa era la razón

por la que me había estado preguntado si recordaba algo.

Todo lo bueno que creía de él se había esfumado por completo, decidí dirigirme a su

habitación para esclarecer todo ese asunto de la carta, carta que creía falsa,

completamente falsa. Salí de mi cuarto y me dirigí hacia el suyo, una vez allí

comenzamos a discutir como de costumbre.

— ¡Dime Dave ¿Por qué haces esto?! —ahora estaba enfurecida.

—Irene, sabía…

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131

Lo interrumpí al decir:

— ¡No! ¡De lo único que sabías era que yo no recordaba nada y por eso inventas

todo esto! ¡¿Qué es lo que quieres lograr?! —dije señalando la carta.

—Te juro que todo es cierto —aunque quisiera no podía creerle, mi lógica avanzaba

cada vez más usurpando el lugar de mi corazón. ¿Por qué siempre sucedía lo mismo?

¿Por qué?

— ¡Nunca creí que fueses capaz de hacer algo así Dave! Y pensar que creí que eras

una buena persona… No… No lo eres… —mascullé.

—Irene sabes que nunca te mentiría de ese modo —expresó desesperado.

— ¡Eres un farsante y un mentiroso, realmente me engañaste Dave! —Hice un bollo

con el papel y se lo arrojé a los pies. Él ya me había dañado mucho, y no quería saber

nada más con su persona.

Realmente no quería verlo más. Por dentro lloraba, lloraba por la decepción de creer

en algo inexistente, algo que me hacia mal, y pensar que estaba comenzando a ena…

estaba comenzando a quererlo. ¡Era una ilusa! ¡Una tonta ilusa!

—Irene… —dijo tomando el papel entré llantos —. Yo no…

— ¡No digas más! ¿No es más fácil admitir que me mentiste? ¿Qué inventaste todo

esto?

Cerró los ojos y luego seco sus lágrimas, ¿Por qué siempre creía que con su llanto

lograría conmoverme? Instantáneamente se sentó en la cama y agachó la cabeza.

—Tienes razón —dijo luego de unos minutos—, te mentí, lo siento… Sólo… —mis

sospechas eran ciertas, él me había mentido descaradamente esperando obtener algo de

mí con aquella carta. Sólo estaba jugando conmigo, nada de lo que decía parecía real

ahora. Dave me había decepcionado, aquél dulce y amable muchacho ya no existía para

mí… crease o no, me hacía mal, muy mal. Y si él no era lo que aparentaba ¿Qué me

quedaba? Nada…

—Eres lo peor de este mundo —dije decepcionada—. No sé cómo puedes vivir

siendo así y encima también le mientes a tu novia Alice ¿no te das cuenta que eres un

fraude? —él no respondió—. Me largo Dave —dije y salí por donde había entrado sin

esperar nada de su parte.

*****

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132

Ella salió de mi cuarto muy enfadada debido a que no había tenido más opción que

mentirle, le había dicho que lo que la carta decía era toda una mentira porque sabía que

no me creería por más esfuerzo que hiciese.

En esos momentos me quedé en mi recamara, acostado y deseando estar muerto. Me

sentía destrozado, ya nada me quedaba si ella estaba decepcionada de mí.

Si tan solo pudiese comprender lo que me sucede, pero no, Irene no es comprensiva

con nadie, ni siquiera con ella misma. Mi última alternativa es alejarme, alejarme de

esta casa, de este lugar, de este país, lejos de ella. Debería volver a casa. Esa era la

solución más rápida que había encontrado, huir, huir lejos de ella. Sin dudarlo un

segundo saqué las valijas que tenía sobre el armario y en ellas comencé a guardar todo

lo que me pertenecía, llamé a la agencia de viajes y cambié el día y horario que tenía

preparado para los próximos meses a ese mismo día. Debía hacerlo o mi cabeza

terminaría destrozada. Decidí que ya no iría de visita a ver a mi familia, sino que me

quedaría con ellos y seguiría mi vida allí, lejos de Irene. Estudiaría cualquier cosa,

trabajaría de lo que sea y viviría donde sea, pero me alejaría. Era lo mejor.

Ir a aquella casa había sido un completo error, ella se había encargado de romper lo

poco que quedaba en mi corazón en un millón de pedazos y sentir nada a cambio ¿Qué

clase de mujer era?

Me quedé unos minutos meditando para ver que sucedía, pero ya estaba hecho.

Debía partir de allí antes de que ella llegase, sino, no tendría fuerzas para hacerlo luego.

El nuevo vuelo estaba programado para las dos de la madrugada del día entrante, lo

que me daba algo de tiempo para despedirme de Abby, Mark y los que estuviesen allí

cuando partiese, excepto ella.

Mientras acomodaba algunas cosas en la cama, volví a tomar la carta que yo le había

dejado y ella se había encargado de hacer un bollo, eso me entristeció mucho más y a la

vez reforzaba al cien por cien la idea de que me fuese de la casa. Era evidente que ya no

tenía nada allí. Sí, lo sé… era un idiota por no haber aguantado nada… Pero Irene no

estaba en mis planes cuando me embarqué hacia Australia y ahora nada podía hacer

nada, ella me afectaba.

Una vez que hube terminado todo, sentí que Abby entraba a mi habitación con su

mirada entristecida.

—Así que lo harás… Te vas… —dijo angustiada.

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—Sí —suspiré—. Sabes que es lo mejor para los dos. Ella no me ama. Yo la amo y

no podemos estar bajo el mismo techo. Esto —dije señalando las valijas—. Esto es lo

primero que se me ocurrió.

—Voy a matar a Irene ¿Sabes? Es una idiota, no sabe lo que realmente se esta

perdiendo y no lo digo solamente porque eres mi amigo, sino porque es real.

—No hay nada que hacer Abby, estaré bien. De veras.

— ¿Me lo aseguras? ¿Me prometes que llamarás? ¿Qué me enviarás correos?

—Claro que sí —dije estrechándola entre mis brazos—. Eres mi mejor amiga ¿Cómo

crees que me olvidaría de ti?

—Bueno, más te vale porque te juro que iré a Alemania sólo para pegarte.

—Entiendo —Abby era muy buena ¿Por qué no me había enamorado de ella? Quizá

las cosas hubiesen salido mejor, o simplemente hubiesen salido.

— ¿Por qué hace esto? Es una tonta —dijo apretándome aún más fuerte. Luego se

separó de mí y me apartó unos mechones de mi frente.

—Tendrá sus razones… —susurré y ella comprendió a lo que me refería.

— ¿Qué hiciste Dave? —dijo—. ¿No habrás?

Cerré los ojos esperando a que no me gritara.

—Le dije que lo de la carta era mentira, que lo había inventado.

— ¡Dave! —Aunque finalmente lo hizo—. ¡Voy a matarte! ¡¿Cómo hiciste esa

locura?!

—Lo siento, ella estaba molesta diciendo que todo era una mentira y no tuve opción.

— ¡Claro que tenías opción! ¡Por favor! ¡Dios sabe que te quiero, pero realmente

eres idiota!

Abby no estaba enojada conmigo, pero sí con la situación. Ella tenía razón, no debí

haberle mentido a Irene y ahora ya era tarde, en unos minutos partía hacía el aeropuerto

para no volver.

—Abby, ya no tiene importancia eso ¿Bien? En cuanto vuelva a Alemania todo

volverá a ser como antes. Todo.

—No lo creo. —Dijo calmándose un poco—. Pero si tú crees que es lo mejor…

—Es lo mejor que puedo hacer en estos momentos… —dije finalmente.

***

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134

Estando en el instituto pensé mucho en lo que había sucedido en la mañana, el hecho

de que Dave me hubiera mentido era algo imposible de creer, pero desgraciadamente

era real. Pensé por unos momentos en preguntarle a Adrien, aun así aunque quisiera

hacerlo no tenía tiempo; las chicas habían organizado para hacer un trabajo práctico

obligatorio en la casa de Scarlett a la salida del instituto y no podía negarme ya que

también era integrante. De modo que esperaría al día siguiente.

— ¿Irene, te encuentras bien? Estás un poco distraída esta tarde —dijo Joy

mirándome extrañada.

—Sí. Sólo estoy pensando en algunas cosas que me quedaron pendientes hoy. —

Luego susurré sin darme cuenta un—. Debo ver a Adrien.

— ¿Ver a Adrien? —Preguntó Rachel de manera curiosa—. Con que eso va enserio.

—Y dime Irene, ¿Qué quieres con Adrien? —Scarlet se estaba dirigiendo

seriamente hacia mí, todavía estaba enojada por lo de Dave ¿A ella qué le importaba lo

que yo podía querer con Adrien?

—No debo contestarte eso. —Dije enfadada, luego miré la hora de mi celular —. Lo

siento chicas, pero ya son las ocho y debo irme a casa.

—Esta bien, haz lo que quieras chica loca, al parecer hoy no es tu día —volvió a

decir Joy.

—No, no lo es. —dije finalmente y salí de allí lo antes posible.

Me había dado cuenta de que la presencia de mis amigas comenzaba a molestarme,

ellas eran muy chismosas y curiosas, siempre querían saber todo lo que me sucedía y a

mí no me daban ganas de contarles nunca nada.

Scarlett me dijo que la esperara, que iría conmigo, pero yo estaba demasiado apurada

para ir a la casa de Adrien, así que no la esperé.

A través del cristal del autobús que estaba empañado podía notar como la nieve y la

noche comenzaba a caer poco a poco, junto con una pequeña ola de frío. Las casas de

los vecindarios se volvían blancas e inmaculadas. Las entradas parecían perfectas

escenas de una película navideña. Adoraba la nieve, siempre me había gustado jugar

con Abby, arrojándolos bolas la una a la otra, pero eso había sido hacia mucho tiempo,

ahora, las cosas eran diferentes.

Unas diez cuadras más bastaron para llegar finalmente a la casa de Adrien. Una vez

allí, aguardé parada frente a la puerta y toqué el timbre de entrada. Una mujer de unos

cuarenta años abrió la puerta y muy amablemente me saludó con una sonrisa.

—Hola —dije —. ¿Se encuentra Adrien?

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—Oh claro que sí —dijo ella—. Pasa cariño. Tú debes ser… —dijo rascando su

mentón —… Elena ¿Verdad?

—Irene.

—Cierto. De veras lo siento. Siempre confundo los nombres. Los amigos de Adrien

deben de odiarme ya. —Dijo y rió.

—No se haga problema, en verdad.

—Eres muy dulce —dijo ella nuevamente—, me alegra que Adrien haya conocido a

alguien como tú.

—Gracias.

Ella sonrió nuevamente. Miró las escaleras y se alejó para ir a llamarlo; mientras

tanto yo me quedé esperando en la sala, que por cierto era hermosa, toda decorada de

blanco y gris, el sofá en el que estaba sentada era muy confortable y las paredes

parecían decoradas al mejor estilo griego. Tenían enormes jarrones dorados, fotografías

de la familia y una infinidad de adornos florales secos.

Al cabo de unos minutos aquella persona que estaba buscando apareció ante mí tan

resplandeciente como siempre.

— ¡Irene! —Dijo abrazándome —. ¿Qué haces aquí?

— ¿Cómo estás? —Comencé dubitativa—. Ammm… Vine a hacerte unas

preguntas ¿Puedo?

—Claro, lo que quieras. —inmediatamente se sentó a mi lado y se dispuso a

escuchar atentamente lo que yo tenía para decir.

—Trata de recordar. ¿Te dije algo el otro día?

—Bueno, dijiste tantas cosas —dijo riendo

—No, no. El día de la fiebre ¿Recuerdas algo?

—Eh… no lo… —Estaba en lo cierto, él mentía—. ¡Espera! — ¿Qué? —. Sí.

Llamabas a un tal Dave y decías exactamente “Dave, ¿Dónde estas?" — ¡Oh no! ¡Era

verdad! , él no estaba mintiéndome. ¿Entonces por qué me dijo que lo hacia?

—Decías algo como Dave te amo y te quiero ¿Irene… tú lo amas? — Preguntó

preocupado, pero no tenía una respuesta para ello en aquellos momentos. Me había

equivocado, lo había juzgado injustamente, pobrecito, pobrecito Dave. Me había

portado muy mal con él y esa vez si que no se lo merecía. ¡No! ¡Era una idiota! Pobre,

¡Pobre ojitos de miel!

—No puedo contestarte eso ahora —dije levantándome en dirección a la puerta,

debía acudir a Dave y hablar con él lo antes posible.

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136

— ¡Pero…Irene!

— ¡Lo siento Adrien! ¡Debo irme!

Salí de su casa casi corriendo, bueno a decir verdad corrí las casi ocho cuadras que

me separaban de mi propia casa, aunque estaba agotada intentaba correr lo más rápido

posible, pero la nieve era intensa y no podía ver mucho. Al final del trayecto, me detuve

y comencé a caminar más lento. Dave no iría a ningún lugar, o por lo menos eso creía

yo.

*****

Ay Dios, este autobús que no viene.

—Señor —me dirigí a un hombre que se encontraba allí en la parada—, ¿Sabe usted

a qué hora pasa el autobús que va hasta el aeropuerto?

—Ese recién llega a las diez, joven —hacia frío y debía esperar una hora más, que

mala suerte tenía, pero ahora estábamos mis valijas, mis recuerdos y yo, sin contar la

nieve que caía alrededor de la parada de autobús.

Abby había querido acompañarme, pero ambos sabíamos que ir solo era lo mejor

para ambos. No queríamos terminar llorando nuevamente y si Abby me acompañaba,

eso era lo que efectivamente pasaría.

Adiós Irene, susurraba de vez en cuando, eso me ponía mucho más triste y apenado

de lo que estaba. Sentía una amargura inmensa, porque sabía que no la vería nunca más

en mi vida, aunque hiciese todo lo posible por encontrarla. Ni siquiera tenía una foto

suya, aunque en mi mente estaba grabada. Nuestros caminos se separarían de ahí en

más. Como un flashback recordé la primera vez que nos habíamos besado, bueno que la

besé, pero ella me había correspondido a aquel beso con lo que yo creía era dulzura y

candidez. Sentía que estábamos en el paraíso, sólo ella y yo, sólo Irene frente a mí, tan

bella y delicada como una muñeca de porcelana fina.

Otras cosas pasaban por mi mente, el escándalo en el estacionamiento del instituto,

como recordarlo, ese fue el momento en el que comencé a sentir todo por ella. También

cuando le explicaba biología, recuerdo que me miraba tan atentamente que el corazón

me burbujeaba de amor, lo que hacia fácil adorar aquellos ojos azules que ya no vería

nunca más en mi vida, aquellos que despejaban un día nubado y hacían que saliese el

sol para mí, sólo para mí.

¿Por qué tenía que suceder eso? ¿Por qué no podía simplemente quererme como yo a

ella? Irene era especial, lo sabía, pero no era una mala persona. Tenía sus cualidades

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como todos, pero ¿Qué podía hacer para que no estuviese regañándome o enojada

conmigo a cada rato? Esa… Esa era la pregunta correcta.

*****

Una vez que llegué a casa, me encontré con Abby en la sala de estar donde estaba

mirando una película. Sin decir nada subí las escaleras y me dirigí al cuarto de Dave,

toqué a la puerta y nada, esperé unos minutos y como no contestaba decidí entrar. Abrí

sigilosamente la puerta, la luz estaba apagada y no se escuchaba ruido alguno, la

encendí y miré a mi alrededor; no había nada allí y la cama estaba hecha, pero la mesa

de luz estaba vacía, revise los roperos y también estaban vacíos ¿A dónde había ido?

Todo es mi culpa, no debí haberlo tratarlo así, Dave ¿Dónde estas? De seguro le dejó

alguna nota a mi mamá, supuse. Fui a revisar el cuarto de mamá, ella no estaba, así que

podía revisarlo tranquila y efectivamente era así, él le había dejado una nota en su cama

¿Una nota de despedida?

“Sra. Margaret, le agradezco mucho el haberme hospedado en su casa, pero creo

que ya es hora de volver a mi hogar, hay muchas cosas que me hicieron mal durante

este tiempo, no fue nada de su casa, solo un problema del corazón con alguien de que

es mejor no explicar. Realmente le agradezco a usted y al Señor Joseph por todo lo que

hicieron por mí. No se preocupe que estoy bien, esta noche tomaré el vuelo de regreso a

Alemania. Además extraño un poco a mi familia"

Muchas Gracias. Dave.”

Así que se va, ¿se va a Alemania? ¿Qué puedo hacer? Debo ir a buscarlo, ¿pero si

no quiere verme? No me interesa, yo iré a buscarlo y lo traeré de nuevo a casa como

que mi nombre es Irene. ¿Pero a dónde lo buscaré?

—Piensa Irene, piensa —me decía a mi misma —. ¡Lo sé!, a la parada del

autobuses, la línea que va a al aeropuerto y sino iré hasta el aeropuerto mismo, no me

importa donde, lo buscaré.

En el momento en el que me estaba dirigiendo hacia la parte delantera de la casa me

crucé con nuevamente con Abby, quién de seguro lo había visto partir.

— ¡Abby! ¿A qué hora salió Dave? —Pregunté.

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138

—Como hace una… una hora pobrecito… — ¿una hora? El autobús hacia el

aeropuerto pasaba a las diez, me quedaban sólo veinticinco minutos para ir a buscarlo,

eso si el maldito autobús no pasaba antes tal como solía hacerlo.

Salí de casa y otra vez comencé a correr, la parada quedaba a seis cuadras así que

tuve que apurarme lo más rápido posible. Me costó un poco debido a que la capas de

nieve sobre las aceras eras muy gruesas y mis pies se enterraban en ella fácilmente, lo

que me complicaba más la tarea de correr.

Sólo me quedaban quince minutos ahora, y caminar me seguía costando mucho,

además la noche se hacía cada vez más fría y yo sólo tenía una puesta camiseta de

algodón.

Llegué hasta unos metros de la parada y allí estaba, ya podía verlo, parado junto a

sus valijas. ¡Que alegría! ¡Que alegría poder verlo! Me acerqué cautelosamente detrás

de él, por lo que no pudo verme hasta que hicimos contacto. Finalmente, me acerqué

hasta detrás de él y deslicé mi mano sobre su hombro, al notarlo se giró y su vista se

clavó fijamente en mí, me miraba atónito, como si no creyese que yo estaba allí.

—Irene… —Dijo sin aliento —. ¿Qué haces aquí?

Nos quedamos en el frío silencio por unos segundos y luego proseguí.

—Vengo… vengo a pedirte disculpas Dave, no estabas mintiéndome —él me

miraba con esos dulces ojos de miel compasivos y a la vez desesperados —. Adrien me

lo dijo…

— ¡¿Adrien?! ¡¿Debiste comprobar con otra persona que yo no estaba mintiéndote?!

—No, no fue así. Lo que pasó fue…

—Lo que pasó es que no confías en mi Irene —me interrumpió—, ¿sabes lo qué me

dolieron aquellas duras palabras que me dijiste en el cuarto?

— ¡Fue un error ¿comprendes?!

— ¡Claro que fue un error! ¡Todo lo fue, enamorarme de ti fue un error! —él me

gritaba y yo no sabía que decirle, me había comportado como una idiota y no merecía su

perdón —. Debo irme lejos para olvidarte, déjame ir —dijo tras un susurro.

— ¡No! No te vayas —estaba a punto de rogarle, pero él se negaba rotundamente a

volver. No sabía que hacer, así que hice lo único que vino a mí mente y fue tomarlo de

brazo, pero él se deshizo de mi enseguida.

— ¡Déjame! — Gritó, pude notar que sus ojos se llenaban de lágrimas, eso era algo

que me rompía el corazón, antes eso no sucedía, pero ahora sí. Ahora no soportaba verlo

sufrir.

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— ¡No puedo dejarte ir! —después de decir eso me quedé en silencio sorprendida

por lo que había dicho. Él me miraba confundido sin saber que decir.

— ¿Qué? —Preguntó entonces — ¿Qué dijiste?

—Que… —Vamos, ya díselo idiota—. Que no puedo dejar que dejes todo, tu futura

carrera, una nueva vida. —Malditas palabras traicioneras.

—Claro. —Dijo desanimado, podía sentirlo —. Igual eso no importa, sólo me

importan mis sentimientos…además el vuelo sale hoy…

—Dave por favor ¿Cómo quieres que te lo pida? —me acerqué hasta él y lo tomé

de sus dos brazos —. Por favor… —Susurré finalmente.

—Irene es tarde —miró por encima de mi hombro y luego habló —, en la otra

esquina esta el autobús, ya es tarde. Ojala pudiera cambiar algo…

—No, no lo es. No te vayas… Dave…

—Sí —fue lo único que dijo y luego pasó su mano suavemente por mi mejilla. Cerré

los ojos para intentar perpetuar aquel momento —. Adiós… sabes que nunca te

olvidaré…

*****

El autobús estaba a unos cuantos metros de distancia, ya no había nada que hacer ni

que oír, mi destino estaba escrito y en esa escritura no estaba ella; la chica de mis

sueños, la que hacia que el despertar de cada día fuese único. Sentí que tomó de mi

brazo y entonces me gire a mirarla por última vez…

Capítulo 13

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140

Volví a tomar su brazo desesperadamente, el frío no cesaba, sólo tenía unos cuantos

segundos para convencerlo de quedarse y una sola cosa que podía hacer para lograrlo.

Él me miraba atónito, de seguro no lograba comprender por qué yo estaba lo

deteniendo, pero lo cierto era que sentía que no podía dejarlo ir.

Durante una fracción de segundos, aquellos ojos de miel se juntaron con los míos,

logrando así una extraña fusión de sentimientos. Dave me contemplaba

desesperadamente antes de partir, pues el autobús estaba a unos pocos metros de

distancia. Se podía oír el ruido de las ruedas mojadas rodando sobre el piso. En ese

mismo instante supe lo que tenía hacer, era muy sencillo; mucho más que primera vez.

— ¿Por qué me haces esto? —Preguntó susurrando con lágrimas en los ojos—. Si tú

no me…

—Shh —lo interrumpí hablándole suavemente —. No vayas a arruinarlo.

Acerqué mis labios hasta los suyos deslizando mi mano por su cabello fundiéndonos

en un dulce beso, no era tan cual lo recordaba, sino mucho mejor. Sentía aquellas

sensaciones de ternura y pasión combinadas en un solo momento. Nuestro momento. El

corazón me latía fuertemente. No recordaba cuál había sido el punto en el que me había

encontrado locamente abarrotada de emociones tan sublimes y perfectas, pero me

gustaba, me gustaba demasiado como para dejarlas de lado.

Sentí que el tiempo que nuestras almas estuvieron aferradas fue inconmensurable, con

un principio sin final. En un momento, sentí cuando aflojó sus brazos posándolos sobre

mi cintura de una manera tan delicada que me dio más seguridad para abrazarlo aún

más.

Perdimos la noción de tiempo y espacio quedando completamente sumidos en

nuestros deseos… hasta que a lo lejos, el ruido de una bocina nos arrancó de nuestro

mundo… ¡Lo habíamos olvidado! ¡El autobús! ¡Gracias a Dios! Pero internamente,

Dave había decidido no marcharse.

Parada frente a él, no pude evitar sonreírle. Dave se había quedado y las cosas

cambiarían para bien, lo sabía, ¡Lo sabía!

Él memiraba fijamente, como cuando una persona contempla un amanecer,

embelezado por cada uno de sus colores. Estuvo a punto de decir algo, pero puse un

dedo en sus labios para callarlo porque la que necesitaba hablar nuevamente era yo.

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141

—Dave, sé que he estado actuando muy mal contigo, pero quiero que sepas que no

lo hago a propósito, tú… tú eres un gran chico, eres… eres todo lo que una persona

pueda pedir. Con esto no quiero justificar mis malos tratos, únicamente quiero pedirte

disculpas, disculpas desde el corazón, aunque puede que sea tarde. —Él me sonró—.

¡Sí! ¡Soy una idiota al no darme cuenta la maravillosa persona que tuve frente a mi todo

este tiempo! —Respiré hondo tomando una bocanada de aire —. Y… además quiero

que seas un gran pediatra, sé que lo serás, por ese motivo debes quedarte aquí. Mira, yo

te prometo que si quieres no te molesto más, no te estorbo, pero por favor te pido que no

te vayas, no sé que voy a hacer sin ti… No… no sé…

—Irene —dijo con su flamante sonrisa. Verdaderamente se veía hermoso cada vez

que sonreía, con su cabello oscuro y sus ojitos miel… Digno de amar…

Completamente. Él seguía hablándome mientras yo me perdía en su mirada —. Las

cosas que dices son más que suficientes para quedarme a tu lado toda la vida.

Pero…necesito saber que es lo que sientes por mí.

—Nada —dije apresuradamente y él me miró interrogante. Lo sé, era una idiota por

quererlo tanto y no poder decírselo ¿Qué me sucedía?

—No… no entiendo ¿Y… entonces por qué viniste por mí y me besaste? Y luego

dijiste todas esas cosas lindas de mí —no lo sabía. Claro, él era digno de amar, pero

¿por qué no podía decírselo?

—Dave escucha —la situación era muy complicada e iba a ser muy difícil de

explicárselo, ¿Qué le diría? ¿Qué no podía decirle cuanto lo quería? No, si ni siquiera

yo sabía porqué no podía hacerlo—. Sé que no lo comprenderás, pero esto es algo un

poco complicado.

— ¿Complicado?, claro porque para mi todo esto fue muy fácil ¿no? —No quería

que se enfadase de nuevo, así que empujé mis palabras hacía afuera como pude.

— ¡Dave, espera!… No… No sé cómo decir esto. —Me acerqué y tomé sus manos

entre las mías—. Tú… tú me gustas, pero el amor es otra cosa… Y… creo que por el

momento no estoy preparada para ello.

—Explícate mejor —demandó.

—Mira, hay veces en las que no te soporto Dave. Eres como el pequeño niño bueno

que todos adoran, agradable, lindo… y eso me molesta un poco ¿Sabes? —Él me

miraba extrañado, como de costumbre—. Y existen otros, como es este caso en los que

siento que no puedo estar lejos de ti, que no quiero perderte ¿comprendes? Sé que suena

raro, pero por favor… ¡Créeme!

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—Es muy parecido al amor —Dijo sonriendo y con una mirada destellante.

— ¡No! —Exclamé—, bueno, no… digo… lo que pasa…si yo…es que… ¡En

realidad no lo sé! —Dije finalmente—. Además apareció Adrien y terminó por

confundir mi cabeza completamente. Y esto no es una excusa, es algo que debo arreglar

yo misma ¿Entiendes?

—Te ayudaré, haré lo que sea por ti Irene. —dijo.

—No, no puedes. Ojala pudieras, pero no.

—Irene, por si no lo sabes, el amor pertenece a dos personas, el amor de una sola

persona se llama egoísmo y es justamente lo que estás haciendo en estos momentos.

—Ay Dave ¿Por qué siempre terminamos peleando? —Nunca podíamos acabar una

conversación como personas normales y siempre la que terminaba gritando era yo.

Siempre yo.

Pero sabes perfectamente que yo no tengo la culpa. Siempre que intento hablar

contigo es inútil, porque no escuchas ¡Tú nunca escuchas Irene! — ¿Por qué todos me

decían lo mismo? Yo si que escuchaba, el tema es lo que lo demás no sabía explicarse o

yo no lograba entenderlos. Era confuso en aquellos momentos.

— ¿Ves? Siempre la culpa la tengo yo Dave, ¿Por qué? —Mi rostro comenzó a

denotar la tristeza que sentía, mis ojos se encontraban cerrados ahora, aun así pude

sentir el calido abrazo que sin dudar tomé para mí.

—No quiero pelear siempre contigo… Pero por una vez en tu vida Irene —dijo

abrazándome aún más fuerte—, no digas nada… sólo por esta noche… calla…por

favor…

*****

Nos quedamos envueltos durante varios minutos en la candidez de un tibio abrazo,

para luego sentarnos en uno de los bancos de la parada de autobús sin decir nada más.

La nieve había cesado y el cielo se veía aún más despejado.

Sólo quería tenerla en mis brazos, aunque sea por unos minutos debido a que sabía

exactamente que al día siguiente todo sería igual que antes y las cosas parecerían no

haber cambiado.

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143

—Irene… —Susurré, ella levantó su vista y me miró fijamente —. ¿Me querrás

algún día? —Seguía mirándome y yo la miraba a ella, pero no obtuve respuesta—. Sé

que esto no es fácil para ti, pero…

—Dave —me interrumpió—, haré todo lo posible. No importa lo que sienta ni lo que

pueda llegar a sentir. Honestamente necesito pensar.

—Claro… —Le dije.

—Aun así —dijo mirándome fijo a los ojos—, no quiero pelear más, no vale la

pena…

—Entiendo…

—Gracias…

—La nieve está volviendo a caer, creo que deberíamos irnos ¿No te parece? —dije

levantándome y estirando un brazo par tomar su mano, pero ella no quiso hacerlo—.

¿Qué sucede? —Pregunté finalmente.

—Quedémonos un rato más, por favor. —Decía tomando mi mano con fuerza. No

podía negarme, y mucho menos si el pedido provenía de ella —. Siéntate.

—Está bien… No puedo negarme a eso.

***

Nunca había vivido un momento como ese, pero… ¿Por qué cada vez qué intentaba

decirle lo que creía que sentía, no podía? Lo sentía, lo quería y no lograba expresarlo.

Lo tenía a mi lado, quería abrazarlo y besarlo pero de vez en cuando aparecía la imagen

de Adrien, él era como una asignatura pendiente en mi vida y debía rendirla, pero eso

implicaba dejar de lado a Dave y realmente no quería que eso sucediera. Estaba

completamente confundida y no sabía que iba a hacer.

—Acércate un poco más. —Dije y él lo hizo, entonces volví a hablar—. Lo siento…

Lo siento mucho…

—Sé que siempre te digo lo mismo, pero… no tienes porque —sonrió—, eres lo que

más aprecio hoy en día y de ahora en más no quiero perderte por nada del mundo. —Se

acercó hasta mí y besó mi frente con dulzura. Luego nuestras frentes se quedaron

aferradas la una a la otra—. Te quiero Irene…

Nos quedamos sentados durante un largo tiempo allí hasta que el frío comenzó a

incrementarse, entonces decidimos que ya era hora de volver a la casa.

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144

— ¿Qué se supone que le diremos a mis padres cuando te vean con esas valijas? —

pregunté.

—Descuida, tus padres no estarán.

— ¿Cómo que no estarán?

— ¿No leíste la nota que les dejaron? —Estuve preocupándome porque no te fueras

pensé ¿Cómo iba a darme cuenta de que mis padres dejaron una nota?—. Estaba sobre

vitrina.

—No, no la vi. Pero luego me fijo.

Caminamos aquellas extensas cuadras a través de la nieve. Realmente hacía mucho

más frío que antes, pero en aquellos momentos todo valía la pena si Dave estaba allí.

Además me había dado su chaqueta.

Cuando llegamos a la casa, el frío era insoportable. Entramos y todas las luces de la

casa se encontraban apagadas.

—Es raro que las luces estén todas a pagadas —dije girándome hacia él.

—Sí, eso es verdad —atravesamos el jardín cubierto de nieve y avanzamos hasta la

parte delantera de la casa que también estaba completamente cubierta —. Entremos ya,

hace frío.

Entramos a la sala de estar y yo me dirigí directamente hasta la vitrina, donde Dave

me había dicho que estaban las notas, al llegar me acerqué y allí estaba, aunque no era

una, eran tres notas. No era curioso que Mark y Abby hubiesen aprovechado la salida de

mis padres para salir ellos también.

La primera nota decía: Niños, volveremos hasta dentro de unos días, su padre debe

entregar unos papeles fuera de la ciudad, por favor pórtense bien y no rompan nada.

La segunda: Chicas, me fui a la casa de Scar a cenar, y quizá me salgamos a algún

lado, de seguro vuelva mañana. Besos las amo. A ti también te amo Dave, jajaja.

Y la tercera, que era el colmo de todos los colmos, de Abby: Irene, voy a lo de Jack,

ni se te ocurra llamarme ¿De acuerdo?, bueno como sabes y por tu culpa Dave no esta

en casa, así que pásala lindo con los espíritus que están ansiosos de hablar contigo.

Adiós.

—Que idiota —mascullé.

— ¿Qué sucede? —preguntó él apareciendo detrás de mi.

—Se fueron, siempre lo hacen aprovecharon que mamá y papá no estaban para irse,

eso es injusto. Siempre soy la idiota que se queda aquí.

—Entonces ve a algún lado, la noche es joven… aunque un poco fría.

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—Que gracioso. —Dije en tono irónico —. Si tuviese a donde ir…

—A lo de Adrien. — Esa era una loca idea, que podía hacer realidad, pero estaba

haciendo mucho frío y sabía que no era lo correcto. Él se percató de mi mirada y

preguntó —. ¿Qué te sucede? —Eso hizo que me estremeciera.

—Nada, es solamente el frío que sigo sintiendo, pero ya se me va a pasar.

—Entonces abrígate. —Dijo como opción—. O… ya lo sé, vete a acostar.

— ¿Ahora vas a mandarme? —gruñí sonriente.

—No Irene, sabes que no soy así. Pero ¿Sabes? Tú puedes ir a la cama y yo puedo

llevarte un café para que el frío se te pase.

—No tienes porque molestarte —dije mirándolo fijamente a los ojos—, ya pasará.

—Realmente quiero hacerlo. —manifestó tras un suspiro, luego se giró hasta la

cafetera sin hacerme caso y yo decidí irme al cuarto.

Era el mismo Dave, quiero decir la misma persona, pero… ¿Qué había cambiado en

ese entonces para que llegásemos a ese punto de tranquilidad? Al parecer…todo.

*****

Dispuesto a alagar a Irene, preparé una jarra de café y serví dos tazas, una la dejé en

la cocina donde la tomaría yo y la otra estaba preparada para llevársela a su cuarto.

Esperaba que no se me cayera cuando subiera las escaleras.

Sentía que lo que estaba viviendo era un sueño. Ella, ella me había besado, a mí, a

Dave, era realmente mágico, bajo la tersa nieve, y ahora sí que la amaba más que nunca.

Mi corazón sabía que tarde o temprano ella iba corresponder a mi amor, ese amor

único que había llegado a sentir, ese que solamente pertenecía a Irene. Las cosas habían

cambiado para bien y eso me dejaba más que satisfecho.

Inmerso en mi mar de pensamientos, tomé un pequeño frasco de la alacena que

contenía azúcar y lo deposité sobre la bandeja de plata en la que había dejado el café.

Saqué del cajón una cuchara que también dejé junto a la taza y ahora sí estaba listo para

llevarle a Irene su infusión. Recordé por unos momentos aquel día en que ella me había

dicho te amo, y me pregunté si sucedería lo mismo, pero la respuesta fue un no rotundo

de mi parte. Si Irene quería y necesitaba un espacio para pensar y aclarar sus dudas,

claro que se lo daría. No había problema alguno con eso; estaba dispuesto a esperarla

sea el tiempo que fuese necesario con tal de estar juntos.

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Me dirigí a las escaleras con bandeja en mano, o mejor dicho, en ambas manos y

comencé a subirlas con lentitud. No me caracterizaba justamente por tener una buena

estabilidad.

***

Que relajante, ya estaba en mi cuarto protegida del frío de la nieve. Luego de

ponerme algo para dormir, me acosté y prendí el televisor, entonces mi cabeza comenzó

a andar, no era un buena idea el hecho de que Dave me hiciese un café y me lo llevase

hasta allí, porque no quería que las cosas se confundiesen entré nosotros, pero tampoco

podía pelear con él por una simple taza de café, esa no era justamente la cuestión.

Todo había tomado un rumbo distinto ahora, un rumbo que nunca había creído que

las cosas pudiesen tomar luego de la llegada de Dave. Sinceramente nunca se me

hubiese ocurrido el echo de que todo esto pudiera pasar, técnicamente no lo soportaba,

nada de él me agradaba. Pero luego comprendí que él no era lo que yo pensaba o mejor

dicho, lo que yo decía que era. Dave era dulce e inteligente, una muy buena persona y

no se merecía nada de lo que yo le decía y hacía; siempre lo había hecho sentir mal y

sabía que no me perdonaría a mi misma por ello, tanto que mi mente me atacaba

diciéndome que no me lo merecía, que debía dejarlo ir y no lastimarlo más.

Pasados unos minutos, vi como la puerta de mi habitación de habría lentamente.

Entonces Dave apareció y una taza blanca de café sobre una bandeja de plata que

entraban junto con él.

—Irene, traje tu café. No está ni muy tibio ni muy caliente. —Decía mientras se

acercaba hasta la cama.

—Muchas gracias. Pero…

— ¿Qué sucede? —preguntó.

—Aquí hay una taza solamente —dije tomando la bandeja —, ¿tú no tomarás?

—No creí que… —Dijo, no pude evitar mirarlo con desaprobación.

—Ve a buscar tu taza así vemos una película ¿quieres? —Añadí yo en un tono

imperante.

—Ah…bueno…yo… bien, iré.

Segundos después ya estaba fuera de la habitación.

Volvió al minuto con su taza de café, entró y se sentó en el sofá que se encontraba

junto a mi cama. Giré mi rostro y lo miré, él también lo hizo y luego sonrió tal como

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siempre lo hacía. No era una situación incómoda, pero tampoco estábamos

completamente relajados.

Mientras esperábamos a que la película comenzara, terminamos de tomar el café y

charlamos un poco de todo lo que había sucedido. Inevitablemente volví a pedirle

perdón por todas las cosas que habían sucedido y él las aceptó, pero no alcanzaba para

mí. Diez minutos después, la película ya estaba por comenzar.

—Llevaré las tazas. —Dijo tomándolas y marchándose, para volver unos minutos

después.

— ¿No vas a ver la película? —le dije cuando estuvo allí nuevamente y me preguntó

si quería que me apagase la luz y me cerrase la puerta.

—Yo…

—Si no quieres no te obligaré. —Dije tapándome.

—No lo sé… —se quedó pensativo —… Oh bien, porqué no podría verla.

Apagó la luz y se acercó hasta el sofá.

— ¿Qué haces? —dije al ver que se sentaba en el.

—Voy… ¿voy a sentarme? —dijo de forma culpable.

—Ven, es una cama de dos plazas. Entramos los dos, no tienes porque estar

incomodo allí.

—No lo sé… creo que no es correcto.

—Dave… —Dije mirándolo firme—. ¿Cuántos años tienes?

—Veinte ¿Por qué? —me preguntó.

—Pareces de ochenta diciendo, “creo que no es lo correcto” aunque de seguro hay

personas de ochenta que son mas modernos que tú. Relájate.

Se quedó observándome como Bambi durante un lapso de tiempo y luego asintió

con un "bien" un poco desganado.

—Ay, lo dices como si fuese una tortura. —Dije frunciendo el seño —. Mira, si no

quieres no voy a obligarte y puedes hacer lo que quieras.

—Sí quiero… digo… me… no tengo problema.

—Relájate —dije riendo por la manera en la que él estaba hablando.

Levanté el acolchado y luego el se sentó apoyando su espalda sobre los

almohadones.

—Levanta los pies, Dave —le decía como cuando una madre regaña a sus hijos—,

levántalos.

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—Pero tengo las zapatillas —dijo inocentemente, aquello era algo que me

enternecía demasiado.

—Entonces quítatelas. — Inmediatamente me exasperé, la película ya iba a

comenzar y él estaba tardando mucho en acomodarse, eso sí me molestaba un poco de

él. A veces era tiernamente tonto.

Tomé el acolchado y lo eché encima suyo, pero al girarme crucé su mirada con la

mía, aquella mirada de color miel que tanto me encantaba, aquella que era capaz de

endulzar cualquier momento por más amargo que fuese. Él mismo interrumpió ese bello

momento hablándome, casi como siempre lo hacía.

—Eh… creo que comenzó la película. —balbuceó mirando de reojo al televisor.

—Sí, es verdad —dije volteándome, eres un idiota Dave, desaprovechas todos los

momentos—, voy a subir el volumen.

Transcurrieron casi una hora y media de la película y yo ya tenía un poco de sueño,

pero la trama era muy interesante así que decidí seguir viéndola. Inevitablemente y en

cuanto menos lo pensé mis ojos se cerraron y yo sentía que me estaba durmiendo, no

podía evitarlo, había sido un día duro y cansador. Pero Dave estaba allí y eso me

reconfortaba al máximo.

*****

La película estaba por terminar, pero al parecer mi cabeza estaba muy agotaba por

todo lo sucedido, cerré por unos segundos los ojos para descansar y cuando los abrí y

miré el reloj ya eran seis de la mañana, ¿me había quedado dormido? Pensé, y además

me sentía algo abrumado. Entonces recordé, aquella era la cama de Irene y yo me había

quedado dormido allí. Intentando no hacer ruido, me levanté sigilosamente hasta que

ella pareció oírme, aunque la escuché algo dormida.

—No te vayas —dijo pasando uno de sus brazos sobre mi, como cuando alguien

abraza un almohadón. Como no sabía y sinceramente tampoco quería salir de allí, me

quedé por unos minutos. Si Irene me quería allí, estaría allí. Sin lugar a dudas, aquella

era una de las mejores mañanas de mi vida.

Capítulo 14 Al abrir los ojos nuevamente me encontré que eran las nueve de la mañana. Irene

todavía se encontraba dormida aún, pero esta vez de espaldas a mí. Me levanté de la

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cama y fui hasta mi dormitorio, debía ducharme y arreglarme para ir a la universidad en

busca de mis papeles para mi ingreso, por lo que intenté no hacer mucho ruido así no la

despertaría.

Bajé a la cocina, ya preparado, me había olvidado de lavar las tazas de la noche

anterior; así que rápidamente lo hice. Miré la hora y ya casi eran las diez y cuarto. Subí

a tomar mi campera, mi bolso y las llaves del automóvil que había comprado al tío, no

era un automóvil lujoso, pero por lo menos me serviría hasta poder comprar uno mejor.

Salí de la casa y me dirigí hasta la universidad.

***

Mis ojos no querían abrirse, no obstante, un luminoso rayo de sol estaba justo sobre

ellos, de alguna manera invitándome a levantarme.

— ¡Ay!, ¡¿qué hora?, ¿qué hora es?! —me decía a mi misma mientras me restregaba

los ojos. Miré el reloj y ya eran las once y media de la mañana. ¡Me había quedado

dormida! Y debía ir a la escuela, debía estar allí a las doce y media.

Me levanté rápidamente, fui hasta el baño a darme una ducha y luego a desayunar

algo sin mucha preparación, no tenía tiempo que perder.

No recordaba a qué hora me había dormido, ni en que parte de la película; aunque de

todas maneras no me interesaba mucho, él estaba en casa y eso me tenía tranquila, tal

como había dicho a mi misma las últimas horas.

Me senté a la mesa y desayuné, estaba sola allí así que aproveché ese momento para

pensar. Necesitaba pensar seriamente en aclarar las cosas con Dave, debía enfrentarme a

lo que sentía, sólo así lograría estar en paz y sería mucho más feliz. Mi cabeza era

extraña, pensaba cosas impensables, cosas que creía que nunca ocurrirían; pero si

realmente había llegado hasta ese punto con él, debía llevarlo a la práctica.

Miré el reloj y eran las doce del mediodía, solamente me quedaba media maldita

hora para llegar al instituto.

Me abrí paso hasta allí caminando, tenía muchas cosas sobre las que reflexionar,

entré ellas mi presente, Dave, y mi futuro, en el que también lo imaginaba a él sin saber

porqué. Aquél día seria único y yo estaba segura de ello. Por extraño que fuera y con

extraño me refiero a que estábamos en invierno, el día era muy soleado y tibio, a

diferencia del día anterior (aunque todavía había nieve), eso me daba buenos augurios.

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*****

Llegué a la universidad y en la puerta me encontré con mis recién (conocidos)

amigos, ellos también iban a llevar algunos papeles al igual que yo. Mis compañeros

eran dos muchachos y dos muchachas. Francis y Liam eran los muchachos, y Marta y

Alice eran las chicas, esta última era mi actual novia y no se encontraba allí. En fin, mi

novia (cosa que no debía ser así), no estaba con los chicos, así les pregunté si alguno la

había visto. Tenía que hablar seriamente con ella sobre lo que sentía, de esa manera

ninguno saldría lastimado.

— ¿Tienen idea de donde esta Alice? —pregunté.

—Sí, ella le envió un mensaje a Marta esta mañana, esta en el hospital central. —

Dijo Liam, entonces reaccioné al instante un poco preocupado.

— ¿Qué? ¿Qué sucedió? ¿Ella está bien? —Me estaba asustando la idea de que algo

le hubiese pasado, ella era una buena chica, si bien no la amaba, le tenía mucho aprecio.

—Sí —añadió Marta —, su madre esta muy mal, al parecer su padre las abandonó

hace unos años y sólo son ellas dos. Es muy triste, en verdad me siento mal por ella.

—Pero a mi no me contó nunca nada —dije indignado —, ¿Por qué?

—Porque ella te ama, Dave, y no quiere echarte sus problemas. Me lo dijo. —

Volvió a decir Marta.

—La hubiese ayudado en lo que sea —claro que la hubiese ayudado, es más, lo iba a

hacer ahora, iba a ayudarla en todo lo que pudiese—. ¿Dónde queda el hospital?

—A diez calles de aquí —dijo Francis—, ¿Quieres que te acompañemos?

—No, gracias —respondí—. Esto debo arreglarlo yo. Les dejo mis papeles para que

los entreguen, ¿si?

—Claro. —Dijeron, y en ese mismo instante me largué de allí.

Marché lo más rápido que pude hasta el hospital, me imaginaba como Alice podría

estar, quizá no es algo grave y su mamá se pondrá bien, pensaba de vez en cuando para

poder aliviar mi pensamiento, pero Marta había pronunciado la palabra grave, y grave

justamente no significaba menos que eso.

Estando a unas cuadras pude divisar el gran edificio color celeste, era evidente que

era un hospital, así que no me había perdido ni nada por el estilo.

Entré al estacionamiento y busqué un lugar donde dejar el automóvil ¡Dios, estaba

colapsado! Pero finalmente logré encontrar uno, a lo lejos, pero por lo menos tenía

donde dejarlo.

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Ingresé al hospital y fui hasta la recepción, no sabía el nombre de la madre de Alice,

así que decidí llamarla a su celular para decirle que me encontraba a la puerta. Saqué el

teléfono de mi bolso y vi que tenía un mensaje de texto, era de Irene y decía lo

siguiente: Dave, Hola ¿Cómo estás? Espero que bien. Ayer la pasé muy bien viendo la

película contigo, ojala se repita. Besos, Irene. Me alegraba muchísimo recibir un

mensaje de Irene y ahora que lo pensaba, nunca había recibido uno. Realmente era una

ternura cuando se lo proponía, una hermosa y frágil chica tierna. Mi dulce princesa,

pensé. Inmediatamente quité el mensaje de mi vista y marqué el número de Alice.

***

Le había enviado un mensaje a Dave. No había sabido bien qué escribirle, estaba

atrapada entre decirle lo que realmente me sucedía, que la cabeza me daba vueltas y me

costaba respirar cada que lo recordaba o simplemente decirle que la había pasado bien

junto a él. Era una chica completamente idiota, así que opté por decirle que lo segundo.

Salí del aula y decidí y caminar al pequeño parquecito que tenía el instituto; Scarlett

no estaba allí, así que supuse que estaría con Mark, de quien extrañamente estaba un

poco celosa por haberse robado a mi mejor amiga. Claramente era eso, echaba de menos

a Scar, cada vez que quería hablar con ella, o estaba con Mark o no me atendía. Gran

amiga, pensé mirando a mí alrededor con desagrado.

Al cabo de unos minutos recibí la respuesta de Dave que decía: También yo, y

déjame agradecerte también por haberme rescatado, me has alegrado completamente

el día, y sí, ojala que se repita. Amo estar contigo Irene, y te amo a ti. Adiós.

Aquella dulzura era electrizante y embriagadora, ¿Cómo no había visto eso antes?

¿Cómo no había logrado sentir aquellas emociones que me inundaban a cada segundo

por Dave? Todo era sublime y encantador, pero no sabía si realmente era cierto. Tenía

miedo, miedo de creer que lo quería y que cuando llegase el punto de hablarlo,

descubrir que no sentía nada y lastimarlo. ¡No! ¡No podía hacerle eso! Dios, si lo

pensaba y repensaba, siempre llegaba a la conclusión de que Dave era mucho para mí,

demasiado. Sin embargo yo lo apreciaba, lo apreciaba más que a nada. ¿Era eso

parecido al amor?

Aquella sensación divertida volvió a mí nuevamente, tenía una idea. Simplemente

podía pasarme todo el día pensando qué decirle, ya sabía que arriesgarme era la única

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manera de averiguar lo que sentía por él… aunque había algo más… su supuesta novia,

ella interfería entre nosotros y no sabía si Dave estaría dispuesto a dejarla.

*****

— ¿Dave? —Preguntó su voz angustiada.

—Sí Alice, soy yo. —Dije—. ¿Cómo está tu madre? Los chicos me dijeron…

—Mamá esta muy grave Dave… y… —no pudo terminar la frase porque comenzó a

llorar, podía escucharla sollozar fuertemente y eso me partía el corazón de una manera

descomunal y nada podía hacer para ayudarla.

—Mira Alice, si puedes escucharme estoy en la puerta de la recepción —dije en un

tono más alto—, ¿Puedes venir así entro a quedarme contigo? O sino dime el número

del cuarto, pero dudo que me dejen pasar si no soy familiar.

—Iré por ti, espérame unos minutos que bajo. —Dijo y luego colgó. Sentía ahora

más que nunca que debía estar con ella, me necesitaba, necesitaba el apoyo de alguien

cercano a ella y yo estaba dispuesto a ser aquel apoyo en aquellos momentos.

A los pocos minutos yo ya me encontraba dentro de la habitación, no voy a mentir,

me fascinaban los cuartos de los hospitales, desde niño soñaba con trabajar en uno de

ellos curando y ayudando a las personas, así que estaba muy a gusto en aquél lugar.

Alice se encontraba sentada sobre una banqueta sin poder parar de llorar, verla así me

rompía el corazón. Me acerqué hasta ella y la abracé fuertemente, sentía como se

calmaba poco a poco a la vez que susurraba palabras inconclusas que de seguro le

dolían en lo profundo del alma.

—Tranquila —le decía—, todo saldrá bien, tu madre mejorará y esto será un vago

recuerdo…

—Tengo miedo Dave —susurraba entre llantos—, tengo miedo de que algo le

suceda. No sé qué haría sin ella, es lo único que tengo en la vida.

—Lo sé, pero tienes que tener fe. Vamos.

Me abrazó aún más fuerte mientras me agradecía por estar allí y yo le decía que no

tenía por que agradecerme, que no me alejaría de ella. Instintivamente caí en la cuenta

de que aquello era una promesa, y como tal no podía romperla. Debía estar junto a

Alice, no tenía otra alternativa para hacerla feliz.

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—Voy a estar contigo siempre —añadí y diciendo eso sabía que no iba a poder

retractarme nunca. Las promesas no se rompían y mucho menos una así—. Siempre…

—Terminé susurrando.

***

Salí del instituto y caminé unas cuadras para volver a casa en autobús, no iba a caer

nuevamente en la idiotez de ir caminando, no con lo cansada que estaba. Además

necesitaba ver a Dave lo antes posible. Al llegar a ella y mientras me ubicaba en uno de

los laterales, una voz familiar me detuvo.

— ¡Irene!

—Adrien, no te había visto. Discúlpame. —Dije sonriente.

—No tienes porque. —Aquella frase que Dave solía decirme a menudo me

perseguía por todos los rincones, aunque secretamente me encantaba.

— ¿Vas a tu casa? —le pregunté.

—No, voy al centro. Tengo una cena con la familia y necesito comprarme ropa

nueva. Además quiero ver algo para la graduación.

— ¡Cierto! —Dije recordando que no tenía ningún vestido escogido aún.

—No recuerdo haberte dicho que iba de compras —añadió dudoso.

—No —reí—, lo dije porque yo también debo comprar mí vestido de graduación,

hasta ahora no me ha gustado nada.

—Entiendo… —dijo y nos quedamos en silencio—. ¿Quieres venir?

— ¿Puedo ir contigo? —Pregunté a su pregunta.

—Por supuesto.

—Entonces no perdamos tiempo. Crucemos antes de que venga el autobús.

Fuimos a tomar el autobús que iba en dirección contraria al nuestro, debíamos ir al

centro, que era en donde se encontraban la mayoría de las tiendas de ropa. Llegamos

alrededor de las seis y media y primero fuimos en busca del traje de Adrien, que a

propósito era muy bonito, contrastaba perfectamente con sus ojos tan parecidos a los de

Dave y su cabello tan diferente, ya que era rubio.

—Me encanta este traje, te queda muy bien —dije.

— ¿Es lindo no? —Preguntó.

—Claro que lo es.

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Visitamos muchísimas tiendas hasta que encontré mi vestido perfecto. Era azul, ese

azul que tanto me gustaba, siendo una mezcla de celeste y verde que combinaba a la

perfección con mis ojos azules.

Una vez que terminamos con las compras, nos dirigimos nuevamente hasta la parada

a esperar al próximo autobús.

Entonces Adrien se dirigió a mí con toda cautela.

—Irene… —hubo un silencio hasta que le contesté.

— ¿Qué ocurre?

—Hay algo que debo y… quiero decirte.

—Bien, sólo dilo —no sabía con exactitud que era lo que iba a decirme, pero algo

suponía o por lo menos intuía. Sentía dentro de mí algo extraño ¿Acaso era culpa? ¿La

culpa de saber que no debía hacer eso con Adrien si sabía que sentía algo por Dave?

Quizá… Pero ya estaba allí y no podía hacer nada al respecto ¿O sí?

—Bien, mira para mi es difícil. Sé que seguramente tú no… bueno tampoco espero

que me respondas hoy pero… estoy dispuesto a esperar.

—Claro…Adrien no… —reí tímidamente—, realmente no entiendo lo que intentas

decirme.

—Es que… Lo siento Irene, soy medio torpe para decir este tipos de cosas, nunca

me había sentido así… En fin… lo que en realidad quiero decir es… ¿Porqué es tan

complicado?

— ¿Que cosa?

Subimos al autobús y nos sentamos en la parte trasera, estaba oscureciendo un poco,

así que él se ofreció para acompañarme hasta casa debido a que vivía a unas cuadras de

la parada.

Adrien me miraba detenidamente, pero no decía nada, cosa que me ponía todavía

más nerviosa. Sus ojos no eran los mismos de siempre, detrás de ellos se escondía algo,

algo como un secreto. No uno malo, pero secreto al fin.

—Sé que debo ser más explicito, pero no puedo —me decía.

—Creo que va a ser más fácil que lo digas ahora, no sólo por ti, sino también para

por mí. Porque honestamente no entiendo nada de lo que intentas decir.

—Tienes razón… —bajó la cabeza como si hubiese hecho algo malo y entrelazó sus

dedos que tiritaban de frío.

—Disculpa, no lo digo enojada ni nada. Solamente que seria más fácil y a mi me

gustaría mucho saber que es lo que sientes Adrien. —Sin haberme dado cuenta había

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cometido unos de los errores mas graves de mi vida, había dicho algo que él había

tomado por otro lado. Algo que para ambos no significaba lo mismo.

—Lo sé… —suspiró y luego se acercó hasta mí mirándome expectante. Adrien era

realmente precioso. Ojos canela, rasgos delicados y suaves, cabello dorado como el sol

y una esbelta curvatura en los labios que casi nunca desaparecía de su rostro, pero yo no

podía quererlo como a Dave, porque ese sentimiento había desaparecido

paulatinamente—. … Sólo quiero decirte que… —hizo una pausa y tomó una de mis

manos con delicadeza y caballerosidad—. … te amo Irene, siempre te he amado. —

Justamente esa era la palabra que había esperado muchísimo tiempo y como

consecuencia también me había cansado de esperar ¿Porqué la vida me castigaba de

aquella manera? Si no quería amar, amaba. Si quería olvidar, no olvidaba. Y cuando

hubiese dado lo que fuera por amar, no lo hacía. ¡Maldito destino que jugaba conmigo

siempre!

—Adrien… lo que ocurre es…

—Espera… —dijo interrumpiéndome —. Esto no es de ahora, sino que ya hace

varios años que… que me gustas mucho Irene, pero me habían dicho que a ti te gustaba

Jake.

— ¿Jake, el chico del buffet? —era algo un poco estúpido, nunca me había fijado en

él, además solo era amigo de Mark, por eso lo conocía y hablábamos seguido, pero nada

en él me caía bien.

—Sí, bueno entonces a mi me costaba mucho el hecho de decírtelo, debido a que

sabía que no te fijarías en mi

—Espera ¿y a ti quién te dijo eso? —todo se había vuelto un poco extraño.

—Eso no importa, por lo menos ahora se que Jake no te gusta y eso me da una gran

esperanza ¿o no?

No dije nada, solamente levanté ambas cejas tras un largo suspiro desganado.

—Adrien, ¿sabías que a mi también me gustabas? —una enorme sonrisa apareció en

su rostro, una sonrisa que tuve que apagar.

—Entonces… ¿me amas? —dijo esperanzado.

Mis ojos se enfocaron en los suyos, temiendo no decir nada estúpido. Sentía su

corazón latir al límite y me asustaba la idea de una reacción desagradable, ya que no

conocía realmente cómo era Adrien.

—Lo siento… —Dije finalmente.

—Pero… —me replicó.

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—Pero el tiempo pasa… pasa, pasa y nunca se detiene. Lo único que tenía en esos

momentos era olvidar, bueno…mejor dicho… olvidarte y con el tiempo lo hice…

—Te entiendo, entonces… no hay esperanzas —ladeó su cabeza agacha.

—No, no la hay… —dije culpable—. Por lo menos por el momento no la hay.

Acababa de hacer lo que creía que él iba a hacerme a mí, y eso era rechazarlo.

Durante esos años imaginaba constantemente, más bien, me imaginaba diciéndole a

Adrien lo que sentía por él, pero muchos de esos sueños se volvían pesadillas al pensar

que podía burlarse de mí y rechazarme. Si hubiese sido por mi, me quedaba con él, pero

mi corazón ya había elegido en contra de mi cabeza. Lo siento tanto… Aquellas

palabras volaban por mi mente.

Bajamos del autobús y como había dicho me acompañó hasta casa, una vez allí nos

dimos un gran abrazo que era cálido, pero poco sentimental.

Al entrar todo había desaparecido, Adrien, la tristeza, todo. Solo éramos mi

pensamiento y yo que estábamos de acuerdo en hablar con Dave para comenzar desde

cero aquella abrumada historia nuestra.

*****

Sabía que no faltaría mucho para la llegada de Irene; me urgía hablar con ella.

¿Cómo es que la vida se me ponía siempre en contra? Una vez que estábamos bien

ocurría esto, no es que hubiese querido echarle la culpa a Alice, es sólo que deseaba

mucho estar con Irene, pero ahora no podía. Debía quedarme con mi novia y cuidarla

como le había prometido, ya que según ella yo era lo único que tenía, y si eso era cierto

no podía darme el lujo de abandonarla en aquellos momentos tan difíciles. No le quería

hacer lo que su padre le había hecho.

Lo difícil para mi iba a ser hablar con Irene, decirle que lo nuestro no iba a poder ser

por mucho tiempo, la cuestión era… ¿Cómo lo diría? Cómo me enfrentaría a esa bella y

cálida piel que tanto amaba para decirle que las cosas cambiarían de ahora en más. Y lo

peor aún, ¿Cómo besaría a Alice conteniendo dentro de mi mente la perfecta imagen

señorial y luminosa de Irene? Siendo ella la que se encontraba dentro de mi palpitante

corazón repleto de suspiros. ¿Me obligaría a dejar de pensar en aquellos ojos que

contenían una mezcla encantadora de azul y verde? ¡Nunca! ¡Primero moriría! Amaba a

Irene y eso me costaría el alma, lo sabía. Pero mi destino era amarla y no descansaría

poder lograr ese cometido.

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157

***

Entré a mi cuarto casi corriendo, me cambié, peiné y después me dirigí hasta la

habitación de Dave, no veía la hora de hablar con él sobre lo que había estado pensando

durante todo el día. Estaba segura de que después de lo que ocurriese en aquella

habitación todo seria completamente diferente.

—Se lo diré hoy —me dije en susurros mientras atravesaba el oscuro pasillo

alfombrado de las habitaciones—. Hoy es el día.

Capítulo 15 Una vez parada frente a la puerta del cuarto de Dave, golpee y esperé a que él

abriese. Otras veces hubiese entrado sin esperar una contestación, pero en aquella

ocasión quería hacer las cosas bien desde el principio.

Escuché un “pase” del otro lado de la puerta y entonces entré. Él estaba sentado con

su celular en la mano, no tenía muy buena cara así que dejé de pensar en mí por un

momento y me senté a su lado apoyando una de mis manos ligeramente sobre su

hombro.

— ¿Estás bien? —le decía tomando su mano con la que a mi me quedaba libre; él la

apretó aún mas fuerte pero no contestó nada—. Bueno, si no quieres contarme no lo

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158

hagas. Escúchame, necesito hablar contigo de algo muy importante, Dave. Importante

para ambos

—Yo también —dijo con un susurro doloroso de su parte —. Déjame que primero te

lo diga yo, así de esa forma no me hiere tanto —él quería estar conmigo tanto como yo

con él, ¿Qué cosa era tan mala como para herirlo como decía?

—Entonces dilo, pero antes quiero que sepas que…

—Espera. — Me detuvo antes de decir aquella palabra que tanto me costaba y que

ahora si estaba dispuesta a decir —. Irene… —suspiró—. Sabes que yo te amo y

siempre te lo he dicho, te amo demasiado.

—Lo sé y yo…

—Sin embargo… —Sin embargo…aquella frase me había descolocado un poco, un

"sin embargo" era algo malo en una conversación como la que estábamos teniendo en

aquellos momentos—. No…no podemos estar juntos porque…

— ¡¿Qué?! —grité —. No te entiendo, si se supone que me amas ¿Por qué no

podemos estar juntos? —con aquella pregunta le estaba dejando muy en claro que yo sí

quería estar con él, pero al parecer le interesaba muy poco.

—Mira, tengo muchas complicaciones. Realmente lo siento —la tristeza hizo que

me mis ojos se inundasen como lo hacían últimamente cada vez que hablaba con él.

¿Qué complicaciones podía tener si el día anterior me había dicho que me amaba?

¿Acaso había sido todo una mentira? ¿Un mal sueño? ¿Él había comenzado a amar a

Alice? Eso no me agradaba en lo absoluto y mucho menos teniendo en cuenta en la

posición que yo me encontraba.

Había estado todo el maldito día pensando en cómo decirle lo que sentía. Buscando

las palabras perfectas y ahora, ahora él me rechazaba sin razón aparente.

*****

Me encontraba retraído en el odio a mi mismo, Irene era lo que más había amado en

mi vida y ahora por azar del destino no podía estar con ella; primero porque ella misma

me había pedido tiempo, por decirlo de algún modo y segundo porque le había

prometido a Alice que estaría a su lado, lo que no le dije fue que era solamente por el

tiempo que su madre estuviese en grave estado. No podía quedarme con alguien a quien

no amaba y encima estar cerca de la persona que sí me inundaba el corazón día a día sin

poder decirle algunas palabras bonitas ni abrazarla como quería. La vida me había

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llevado por un camino que yo creía incorrecto, y ese camino era Alice, pero si el destino

se empeñaba en separarme de Irene algo había allí, aunque mi cabeza no lo quisiese

entender. Quizá aún no era el tiempo adecuado o quizá… Quizá yo era muy poco para

ella.

—Irene, sabes que me encantaría explicarte qué es lo que esta sucediendo, pero…

—la miré atentamente y ella no paraba de llorar. No sabía qué hacer, pues hice lo único

que se me ocurrió, abrazarla fuertemente a lo que ella respondió al abrazo sin dudarlo

—. Quédate tranquila que voy a arreglar mis asuntos lo más rápido posible —

entonces… si estaba llorando era por… porque me amaba, ¡Ay Dios!, esto me

complicaba mucho mas las cosas. Significaba que si Irene me amaba yo la estaba

lastimando y eso era lo último que quería hacer en la vida; era un bastardo.

Levantó sus húmedas pestañas hacia mí con una expresión acongojante para decir:

—Quiero que me beses…

Contuve el aliento sin saber que decir; claro que quería besarla, pero no podía…

—No puedo —dije con dificultad—. No puedo…

—Bien… —dijo secando sus lágrimas —. Creo que ya es hora de que vaya a mi

cuarto. No… no te molestaré más…

Se levantó y… No podía evitarlo. ¡Quería gritar!

—Irene —dije en el tono más alto que pude.

Ella se volteo hacia mí con sus bellos ojos empañados e inhaló profundo sin

esperanza alguna. Sólo unos pasos nos separaban de lo que yo sentía debía hacer; la

tensión aumentaba con su mirada y mis ojos que no podían dejar de verla.

Avancé con convicción deslizando mis manos sobre sus mejillas, por unos segundos

la miré, contándole con mi expresión todo lo que la amaba. Acerqué sin vaciamientos

mis labios a los suyos fundiéndolos de una manera perfecta y en ese momento sentí

como ella se aferraba a mí. La delicadeza de aquel beso hacía que mi corazón palpitase

a millares, era exótico, bello y embriagador; era todo lo que había deseado y soñado.

Era aún más pasional que la última vez. Mis manos acariciaban su sutil cabellera

mientra ella se ajustaba más a mi. ¿Qué estaba haciendo? La estaba… no en ese

momento, pero iba a lastimarla. Mi pequeña Irene; no podía estar con ella si estaba con

Alice, eso no era correcto; claro que no. De repente ella se separó de mí con suma

delicadeza…sus ojos, aún húmedos, me observaban tímidos y temerosos.

— ¿Entonces? —preguntó.

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Yo la miraba sin saber que decir. Hubiese dejado todo, pero las promesas, las

promesas debían cumplirse.

— ¿Dave? —Dijo tomando mis manos—. ¿Estás ahí?

No tuve más opción que ser sincero.

—Lo siento…

La expresión de su rostro cambió de inmediato a una preocupación extrema.

—Pero tú…

— ¡Déjame explicarte por favor! —acudí.

— ¡No! Te hasta estado burlando de mí —dijo. Por primera vez no estaba

gritándome.

— ¡Irene no! —grité al ver como desaparecía de mi habitación; la había lastimado

como el imbécil que era.

***

Salí corriendo de allí directamente hacia mi cuarto, había muchas cosas que ya no

comprendía, pero tampoco dejaría que se comiesen mi cabeza. Quería pensar y

reflexionar, además de contestar aquellas preguntas que se me hacían presente como

¿Qué le había pasado a Dave? ¿Realmente era cierto eso de que me amaba? ¿Por qué

me rechazaba de aquella manera? De pronto un pensamiento oscuro apareció dentro de

mi mente… Quizá el sólo estaba jugando conmigo por todo lo que le había hecho.

Quizá aquello que decía sentir eran patrañas y el pasado beso era simplemente un

engaño… ¡No!

Comencé a sentirme sola, sin apoyo alguno; Mark vivía estando con Scarlett, encima

ella ya no me hablaba, las chicas se burlaban de mí cada vez que intentaba decir algo;

Abby, bueno ella nunca me escuchaba. La única persona con la podía llegar a hablar era

Adrien, al fin y al cabo él era mi; si bien lo conocía hacía poco, mi promesa de mejor

amigo. Veía a Adrien como aquella persona que nunca iba a desaparecer cuando yo no

necesitase; como aquél amigo fiel que nunca me traicionaría.

Al parecer ya estaba acostumbrada a llorar, porque cuando toqué mis labios con las

yemas de mis dedos los sentí húmedos y no había sido por ese mentiroso e impactante

beso, sino por las malditas lágrimas que brotaban de mis ojos tremendamente

hinchados. Dave no había sido el mejor regalo de mi vida al fin y al cabo, desde su

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161

llegada no había hecho otra cosa más que llorar por él, quien era más que causa y

motivo.

Echada en la cama abrazada a un pequeño oso de felpa, traté de cerrar los ojos y

dormir un poco. Había visto el reloj cuando entré a mi habitación y este había marcado

las ocho de la noche, así que no me molestaría en volver a levantarme por nada ni nadie.

El sueño me invadía poco a poco, mientras una sutil y amenazadora frase se filtraba en

mi mente. Dave me ha traicionado…

Al despertarme nuevamente, me sentí mucho más descansada, no sólo de la mente

sino también del cuerpo, mucha de la tensión que había estado sintiendo, había

desaparecido de mi cuerpo y eso me reconfortaba, pero no lograba quitarme la angustia

que sentía por dentro. Había descubierto que el dolor del alma era mucho más fuerte que

cualquier otro y que aquel dolor era difícil de curar.

No sabía qué hacer; no quería salir de mi cuarto y mucho menos cruzarme con él

para que me confundiese aún más. Estaba atrapada dentro de mi propio cuarto como una

esclava y sin poder hacer nada que me despejase la mente.

Horas más tarde me decidí por llamar a Adrien; le pregunté si podíamos hablar

porque realmente necesitaba hacerlo. Obviamente él no se opuso a mi pedido e incluso

me invitó a su casa, a lo que acepté gustosamente.

Luego de bañarme, arreglarme el cabello y abrigarme, tomé las llaves de la casa y

salí de esa prisión de sentimientos; alejarme de Dave iba a hacerme bien.

Caminé rápidamente aquellas cuadras que separaban nuestros hogares y llegué hasta

su casa, toqué el timbre y fue el mismo Adrien quien me abrió la puerta. Apenas se

asomó lo primero que hice fue abrazarlo fuertemente, necesitaba la contención de

alguien, y en aquel momento él era el único en el que podía confiar; era mi amigo.

Pasados unos segundos me aparté; sentía algo de vergüenza por haber hecho eso.

—Ven, pasa —dijo tomando mi mano e invitándome a pasar —. Pero cuéntame

¿Qué es lo que sucede?

Caminamos hasta la escalera del lado de la izquierda; porque había una a cada lado

de la sala de estar, y subimos hasta su cuarto. Yo no decía nada, sólo me limitaba a

pensar.

— ¿Irene? —Dijo tomando mi hombro.

—Adrien, necesito tu ayuda.

Entramos en la habitación, que era igual de hermosa que la planta baja de su casa,

tenía una cama enorme en el centro con acolchados color gris claro, las paredes tenían

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un tono celeste pastel muy bonito, la alfombra del piso se veía muy suave, había

adornos perfectamente colocados, estos la hacían ver hermosa y demasiado lujosa. En

paralelo a la puerta por la que ingresábamos había un gran ventanal por la que algunos

rayitos de luz de luna entraban de vez en cuando.

Nos sentamos en un sofá que se encontraba frente a la cama y comenzamos a charlar.

—Mira Irene, me gustaría que me explicaras algo porque en verdad no entiendo

nada.

—Bueno no te he dicho nada aún —sonreí a medias y él me devolvió la sonrisa

mientras acariciaba mi cabello.

—Sí, eso es verdad. Discúlpame. Pero cuéntame que yo estoy aquí para escuchar, lo

sabes.

—Lo sé… Gracias.

—No, gracias a ti por elegirme y confiar en mi —volvió a decir sonriente.

—Bien… —dije tras un suspiro —, humm… digamos que hace un tiempo me

ofrecieron algo que yo no quería, por nada del mundo. Pero que cuando, y ni siquiera se

cómo quise tomarlo, eso ya no estaba disponible para mi.

— A ver… a ver si entiendo, tú quieres decirme que te gusta alguien que no gusta de

ti — ¿Había sido tan simple como eso? Sí.

— ¿Por qué supones que es una persona? —Pregunté y sentí como una lagrima

rodaba por mi mejilla.

—Bueno, porque no creo que te pongas tan mal por un objeto —realmente era

astuto.

— ¿Y si realmente es un objeto? —trataba de desviar su comentario, pero al fin y al

cabo había ido a hablar de ello, no podía huir de la realidad toda mi vida.

—No, no lo es.

—Tienes razón, no lo es…

Lo miré detenidamente y él tomó mis manos en señal de confianza.

—Cuéntame —dijo.

No sabía si debía contarle todo a Adrien, seria algo muy cruel de mi parte contarle

que quería a otra persona y mucho menos después de que él me había contado lo que

sentía por mí.

—No lo sé… porque tú… —dije dejando caer mi cabeza.

—Tú no te preocupes por mí, yo ahora estoy para escucharte. De veras.

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—Gracias —susurré y un suspiro salió de mis labios—, bueno es como lo dijiste.

Todo…

—Y... ¿Qué piensas hacer? Supongo de debes ir por lo que quieres

—No, no creo Adrien. Siempre me toca esperar, siempre debo ser lo segundo, ya

estoy bastante cansada de ello ¿sabes?

—Pero tú… ¿lo amas? —no podía comprender lo bueno que era Adrien, estaba allí

dejando de lado sus sentimientos por la simple razón de escucharme; nunca iba a

arrepentirme de haberlo amado tanto, si solo pudiera…

—Quizá… bueno no lo sé…

— ¿No lo sabes? —Preguntó extrañado.

—No. —En aquellos momentos estaba muy confundida —. No sé si es amor….

Creo que no… o quizá sí… Sólo sé que sin D… él las cosas son más difíciles.

Nos quedamos callados, mi cabeza estaba a punto de estallar de sentimientos

extraños. Primero, quería estar con Dave pero él no, y eso me había quedado bien claro.

Había perdido mucho tiempo en él, ya que había elegido quedarse con la idiota de

Alice.

Scarlet estaba enojada conmigo y hacía mucho que no tenía charlas con Mark por su

culpa, sólo me quedaba Adrien, como había dicho; él sí valía la pena, era dulce, amable,

confiable y por sobre todo una gran persona.

—Eres tan bueno —dije tomando y apretando su mano con delicadeza.

—No, sólo quiero ayudarte. Te quiero Irene y solamente soy feliz si tú lo eres.

—Eres una gran persona, no tienes porque y me ayudas —quería mucho a Adrien y

si podía iba a hacer lo posible por amarlo otra vez; aunque tuviese que forjar mis

sentimientos y olvidar a Dave por completo—. Adrien… —dije llamando su atención,

él me miró —. Eres lo único que tengo en estos momentos…

Siguió mirándome atentamente, lo que le había dicho era la pura verdad; él me

sonrió y acercó sus dulces labios a mi frente para besarla.

—Pero tienes a tus hermanos, tus amigas ¿Por qué dices que soy lo único que tienes?

—Hace mucho que no hablo con Mark, se la pasa con Scarlet y en cuanto a ella,

bueno esta enojada conmigo y no me habla al igual que las chicas. —La vida me había

dado la espalda, ya ni siquiera hacia nada de lo que hacia antes; había olvidado por

completo la ceremonia de graduación, el instituto; me había convertido en una completa

amarga y todo aquello era por causa de Dave.

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Le pregunté si quería ir al parque a caminar, hacia frío, pero no la noche se prestaba

para una lenta caminata. Adrien aceptó y nos dispusimos a abrigarnos y a partir.

Caminamos a paso relajado por las cuadras que nos separaban del parque mientras

yo le seguía contando algunas cosas más, hasta que mi mente me advirtió debía parar

allí, que no tenía caso seguir atormentándolo con mis problemas amorosos.

Una vez en el parque, comenzamos a bromear con la nieve; hacía mucho no me reía

tanto, realmente él hacia de mi otra persona. En un momento tuve una extraña

sensación, sentía que si estaba al lado de Adrien podría llegar a ser feliz como cuando

me gustaba, quizá el destino era estar con él. Tanta fue esa sensación, que a partir de ese

momento comencé a dejar a un lado los pensamientos sobre Dave y sobre las cosas que

me hacían mal, e iba a decidir darle una oportunidad a Adrien.

Más tarde decidimos volvernos debido a que ya era demasiado tarde.

Inevitablemente al pararnos lo abracé, a lo que él hizo lo mismo pero más fuerte; se

sentía tan confortable.

—Gracias, gracias por ser tan lindo y compasivo conmigo.

—No tienes que agradecerme, eres muy importante para mi y voy a estar siempre

para cuidarte —me quedé abrazada a él mucho más tiempo de que pude haber

imaginado —, pase lo que pase estaré contigo Irene.

*****

Desde que ella salió del cuarto me había quedado como tildado, anonadado, no sabía

cómo había podido dejar pasar la oportunidad de ser feliz, feliz con la persona que

amaba. Pero luego recordaba a Alice, no podía dejarla sola en aquellos momentos,

necesitaba mi apoyo más que nunca. Dentro de mi había un miedo, ese miedo estaba

relacionado con la sola idea de pensar que si la madre de Alice nunca se recuperaba, yo

debía quedarme con ella para siempre, lo que hacia sufrir más a mi corazón y a mi

pequeña Irene.

Si sólo hubiese pensado en algo para estar cerca de Irene, aunque si estaba cerca de

ella significaba lastimar a Alice que en esos momentos quiera o no era mi novia y yo

como tal debía estar junto a ella y respetarla.

El frío de la noche se estaba haciendo presente, cerré las ventanas de mi cuarto

porque había comenzado a nevar en abundancia y me dispuse a ir a la sala de estar para

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ver un poco de televisión. Cuando estuve sentado allí la voz de Abby llamo mi

atención.

—Dave, amigo mío necesito un favor —dijo abrazándome graciosamente.

—Sí, dime.

—Necesito que me lleves hasta un lugar —ella reía, pero había algo cómplice en su

risa.

— ¿A dónde? —pregunté.

—Bueno, te cuento —se sentó a mi lado y comenzó a hablar sin parar tal como

siempre lo hacía. Adoraba eso.

—Resulta que mi novio, Jack, ¿lo conoces no es así? —no me dejó ni contestar—.

Bueno él y yo cumplimos dos meses desde que estamos juntos

—Lindo —dije con un poco de desgano, recordando a mi Irene.

—Sí, entonces yo le compré un obsequio, en realidad cumplimos el sábado, pero

como lo que pedí ya esta, quiero ir a buscarlo ahora mismo, ¿me llevas, please? Please,

please.

—Claro, ¿ahora?

—Sí, sí. Bueno me cambio y vengo —se levantó muy sonriente y salió caminando

para su cuarto.

Fui en busca de una chaqueta y un gorro, no sabía bien a dónde quería ir Abby, así

que me armé de paciencia; algo que siempre tenía por suerte, para acompañarla.

***

La nieve sobre nosotros caía en gran cantidad, pero ya estábamos cerca de casa.

—Eh… Irene, en unas semanas hay una fiesta, es el cumpleaños de mi primo y dijo

que podía llevar a alguien ¿quieres venir? —Dijo Adrien de imprevisto.

Supongo que era una gran oportunidad para pasar más tiempo con él.

—Bueno yo no tengo ningún problema de ir, pero…

— ¿El chico que te gusta esta rondando por ahí? —preguntó extrañado.

—No, no, claro que no, pregunto si es correcto que yo vaya contigo a una fiesta

ajena.

—Mira, si no quieres ir no importa, no tienes que buscar excusas —rió tiernamente;

no estaba enfadado conmigo.

—No, no son excusas, me encantaría ir…

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—Entonces vamos —me interrumpió.

—Bien —dije. Cuando me di cuenta la tormenta había comenzado a hacerse mucho

más fuerte, llegamos a la puerta de casa.

— ¿Quieres pasar a tomar un café o algo?

—Yo…

—Es tarde, si lo sé —dije frunciendo la nariz.

—No, no es eso. Ocurre que no quiero crearme esperanzas y tengo miedo de que…

—Quizá esas esperanzas se hagan realidad en poco tiempo —dije sin pensarlo bien.

— ¿Qué dijiste? —preguntó sonriendo y yo evité responderle.

— ¿Entramos? —dije tomando de su mano y estirándolo hasta la puerta de adentro.

Golpeé la puerta y Abby fue la que me abrió, estaba muy abrigada, al parecer iba a

salir.

— ¿A dónde vas? —le pregunté.

—A buscar un obsequio para Jack —miró a Adrien y volvió a decir—. Hola, ¿tú

eres?

—Adrien —dijo este.

—Adrien… —se quedó pensativa y luego habló haciendo una serie de muecas

extrañas—. Ah, sí ya sé quién eres. Espera ¿eres amigo de Irene?

—Digamos que sí.

— ¡¿Entonces son novios?! —preguntó exasperada. Sus ojos se abrieron como

platos.

— ¡Abby! —La regañé —. No, no somos novios, somos amigos y punto.

—Bien, a mi también me quedó claro —dijo Adrien riendo.

—No, discúlpame Adrien, pero mi hermana es muy molesta —dije mirándola

severamente—. Y por eso tengo que decir así las cosas, tú sabes…

—Sí. —Ya no se veía tan contento como cuando veníamos.

— ¿Me disculpas un momento? —dijo Abby tirando de mi brazo para llevarme

hasta una parte de la sala de estar —. ¿Tú no estabas enamorada de él? —asentí con la

cabeza —. ¿Y entonces?

—Esos son asuntos míos —dije volviéndome hacia Adrien —. Vamos a la cocina a

buscar café y luego nos sentamos en mi cuarto ¿quieres?

—Claro —dijo él.

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En el camino a la cocina nos cruzamos a Dave que bajaba por las escaleras, se

escuchó un "Irene" de su parte, pero decidí no darle importancia, debía alejarme de él lo

antes posible y la puerta de salida era Adrien, el atento Adrien.

Preparé el café y luego fuimos para mi cuarto a ver una película, porque yo lo había

decidido así y sabía que Adrien me seguiría la corriente. Él era un gran chico.

— ¿Quieres ver una película? —Dije dudosa.

—Hummm… sí ¿Por qué no?

—Bien, mira esta. Ironman. A mi me gusta —le entregué el DVD para que lo viese

y él lo examinó con cuidado.

—No sabía que te gustaban este tipo de películas —dijo entregándomelo.

—En realidad miro cualquier película. Si pasan una y me gusta, la sigo viendo.

—Bien. Entonces veamos esta, a mi también me gusta.

Acomodamos el televisor y pusimos muchos almohadones sobre la cama, que por

suerte era lo bastante amplia. El film duró aproximadamente dos horas. Mi cama era la

única que daba a la televisión, ya la de Abby se encontraba más alejada. Ese momento

me hizo acordar a cuando Dave y yo habíamos visto la película…Realmente extrañaba

ese recuerdo…

*****

El viaje se había echo un poco dificultoso debido al clima, pero le había prometido a

Abby que la llevaría, ella era mi mejor amiga y no podía dejarla ir sola en autobús y

mucho menos volverse a altas horas de la noche.

Los vidrios del automóvil se empañaban debido al frío, pero por suerte el automóvil

tenía calefacción y dentro de él podíamos desabrigarnos.

—Por lo que veo te va muy bien con Jack —dije mientras cruzábamos una

intersección. El asfalto estaba algo resbaladizo debido a la nieve y eso dificultaba un

poco el trayecto.

—Sí, él es muy lindo —debía aminorar la marcha si no quería que el automóvil

derrapara—. ¿Y tú?

— ¿Yo? —sabía perfectamente a lo que se refería con “¿y tú?”—. Yo nada, como

siempre, preparándome para la universidad.

—Sabes que no hablo de eso, Dave, la universidad no ha sido tu primera prioridad

—dijo de forma seria. Como me conocía.

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— ¿Entonces?

—De Irene ¿Cómo vas con ella?

—Ah, tu me hablabas de eso, bueno déjame decirte que no va nada bien —debía

contarle a Abby lo que estaba sucediendo, ella era la única que podría ayudarme, ya que

era la hermana de Irene y por lo tanto la conocía muy bien —. Tengo un problema —

dije de forma apresurada e interrumpiendo algo que ella iba a decir.

— ¿Con Irene? Mira Dave, soy su hermana y déjame decirte que con Irene todo son

problemas. Ya deberías saberlo.

— ¿Por qué lo dices? —pregunté.

—Bien, porque ella es caprichosa, malcriada, malhumorada y nunca apuesta a nada,

eso me molesta. Siempre me tocaba hacer todo porque ella nunca se animaba a nada.

— ¿Eso es tan así? O sólo lo estás dramatizando —para mi Irene era una muchacha

dulce y angelical, estar a su lado era sentir tranquilidad.

—Sí, pero dime. ¿Qué sucede ahora?

—No, no es ella mi problema Abby, es Alice… —dije y recordé que realmente era

un problema.

— ¿Alice? ¿Y qué tiene que ver con Irene y contigo ahora? Deberías haberla dejado.

—Mucho más de lo que te imaginas, debo quedarme con ella y renunciar a Irene —

ella miró muy sorprendida y luego me lanzó una mirada ofuscada.

— ¡¿Qué?! —dijo gritando—. Pero… pero… ¿y qué harás con Irene? ¿Por qué te

quedarás con Alice?

—Su mamá no está muy bien de salud y yo soy lo único que tiene en estos

momentos

—Pero eso no justifica que estés con alguien a quien no ames. ¡Por favor!

—La quiero mucho, además cometí un gran error, hay algo que nos une en estos

momentos.

— ¡Ay Dios, Dave! ¿Qué hiciste? ¿No me digas que la tal Alice esta embarazada?

¡Oh por Dios! ¡No!

— ¿Qué? —ni si quiera me dejó terminar, ella seguía gritando como una loca.

— ¡No, es como en las novelas! ¡Es terrible! ¡¿Y si no es tu hijo?!

— ¡Espera, espera! —Dije levantando un poco la voz—. Alice no esta embarazada

ni nada por el estilo, deja de imaginarte cosas.

— ¿Entonces? —preguntó un poco más serena.

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—Lo que nos une —hice una pausa y la miré, ella se veía intrigada —. Es una

promesa que yo le hice

— ¿Tú le hiciste una promesa? Eres un Idiota, déjame decirte que eres un Idiota.

Pero… ¿Qué clase de promesa que le hiciste?

—Le dije que me quedaría por ella siempre y no quiero que sufra por mi culpa.

—Bueno Dave, no todas las promesas se cumplen, además no creo que ella quiera

quedarse contigo sabiendo que no la amas. No la cumplas y problema resuelto.

—Debo cumplirla. —Dije enojado conmigo mismo.

—No, no debes. Mira ¿viste quién estaba en casa hoy?

—Hummm, no lo sé ¿Quién? —Ni siquiera se me cruzó por la mente aquél sujeto.

—Adrien, el ex amor de la vida de mi hermana. El idiota ese.

— ¿Y? bien lo dijiste, ex. Ya no lo ama.

—Sí, pero donde hubo fuego… —dijo de forma incitante.

—No lo digas, por favor no lo digas.

—Ella lo amó muchísimo —esas palabras me molestaban mucho, no acostumbraba

a ser una persona celosa, pero el hecho saber que Irene pudiese amar a otra persona me

lastimaba demasiado.

—Basta —dije finalmente.

Transitamos unas cuadras y llegamos a destino.

***

La película pasó bastante rápido, así que decidimos pedir una pizza para comer,

como de costumbre Mark se la pasaba en la casa de Scarlet y mamá y papá estaban en

sus viajes de negocios, sólo quedábamos Abby y yo, pero ahora Abby no estaba. Un par

de horas después nos dimos cuenta que ya era tarde y que Adrien debía volver a su casa.

Fui a mi cuarto en busca de mi abrigo y lo acompañe hasta la entrada principal; la nieve

había cesado bastante, así que aprovechamos para salir.

—Gracias por la invitación —dijo ya en la puerta.

—De nada —sonreí, aún no estaba en condiciones de sonreír como antes, pero por lo

menos lo intentaba.

No sé cómo ni en qué momento, pero ambos estábamos a unos cuantos centímetros

de distancia o mejor dijo nuestros rostros estaban a unos cuantos centímetros uno del

otro; realmente Adrien era mi materia pendiente desde hacía mucho tiempo, soñaba con

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aquel momento casi todas las noches hasta que… bueno hasta que Dave apareció. Sin

embargo, teniendo allí enfrente a Adrien no sabía qué hacer, yo lo había amado más que

a nada en el mundo, tenía cuadernos y cuadernos con textos sobre él creyendo que no

me quería; o más bien que ni me registraba, pero ahora me encontraba frente a él, al

igual que en mis antiguos sueños, sus manos estaban en mi cintura y la nieve

comenzaba a caer nuevamente, no quería besarlo o tal vez sí…

Capítulo 16 Los minutos pasaban y no podía evitar apartar la miraba de los ojos de Adrien, y al

parecer él tampoco. Sabía que no era lo correcto, pero no lograba moverme de allí. Sin

notarlo mi mano recorrió su mejilla con una dulce suavidad. ¿Qué estaba haciendo? Él

me miraba detenidamente. Sentí como sus manos se deslizaban por mi espalda y eso me

paralizó aún más.

Inevitablemente una simple palabra pasó por mi mente; o mejor dicho, un nombre…

Dave… Él estaba allí ahora, aguardando dentro de mí, pero Adrien también lo estaba y

él había sido tan bueno conmigo… Dios… No podía estar más confundida.

—Espera —dijo mientras me soltaba. Ahora sus manos llegaron hasta mis hombros

y nos encontrábamos a unos treinta centímetros de distancia —. No creo que esto sea

correcto, tú… tú estás confundida y por lo que me diste a entender, enamorada de otra

persona. No quiero tener que sufrir yo las consecuencias de lo que podría haber

ocurrido.

Cerré los ojos y largué el aire que me tenía aprisionada.

—Lo siento Adrien. No fue mi intensión…

—No. Lo sé. Es que si hubiese pasado ese beso seria culpa mía, no tuya, soy yo el

que debe ponerse un límite ante estas situaciones. Será mejor que lo dejemos de esta

forma ¿no? —Sus palabras me habían echo reflexionar, debía pensar mucho las cosas

antes de hacerlas, eso iba a ser lo mejor ambos y para mi misma.

—Tienes razón. Lo único que me resta es pedirte disculpas y decirte que eres la

mejor persona que he conocido —tomó mis manos entré las suyas y las besó.

—Adiós Irene —dijo, abrió la puerta y salió.

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—Adiós —susurré viendo que ya no se encontraba allí. Entré a la casa y fui hasta mi

cuarto a descansar. Nuevamente había sido un día agotador y lleno de confusiones.

Rogaba internamente que las cosas volviesen a la normalidad.

*****

Al entrar en la tienda vi como un hombre, al parecer el dueño o algún empleado,

tenían sobre el mostrador una gran caja. La cara de Abby delató que esa caja era suya.

—Abby —dijo el hombre que al parecer la conocía—. El regalo ya está listo.

— ¿Qué es? —le pregunté a ella mientras caminábamos hacia el mostrador.

—Una guitarra, se la mandé a preparar exclusivamente para él. Tiene su nombre.

Jack.

—Ah… —el hombre le entregó una boleta a Abby, y ella le dio el dinero. Mirando a

mí alrededor noté que en una esquina había muchísimas flores, mi vista se fijo en unas

rosas rojas —. Una… Una pregunta ¿Cuánto salen las rosas?

— ¿No pensarás comprarle rosas a Irene, verdad? —Abby interrumpió impidiendo

que el vendedor me contestara.

—Sí, ¿por? —Dije, no entendía muy bien su pregunta—. Quiero disculparme por…

—Irene odia las rosas, Dave. Básicamente le molesta el hecho de que tenga espinas.

Bueno sabemos como es ella, le molesta todo.

— ¡Abby! —dije frunciendo el seño, no me gustaba oírla hablara así de Irene.

Aunque pensándolo bien me había ayudado con el tema de las rosas —. ¿Y entonces?

¿Qué le gusta?

—Las margaritas. Irene ama las margaritas —puso los ojos en blanco e hizo un

ademán con las manos.

— ¿De verdad? —pregunté desconfiado.

—Sí, ¿no viste la parte de debajo de su acolchado? Tiene margaritas, muchas —río.

—Me llevo todas las margaritas que tenga.

— ¿Compraras todas? —dijo Abby.

—Claro, si le gustan se le llevo todas —el ramo era bastante grande, cerca de cien

margaritas, todas para Irene. Se las debía, sobretodo luego de lastimarla.

—Se las llevará todas —dijo Abby al vendedor con cara de complicidad—. ¿Le

pondrás una tarjeta o algo? —se volvió hacia mí.

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—No había pensado en eso — dije rascándome el mentón. Bueno, a decir verdad era

un poco torpe con todo ese tipo de cosas.

— ¿Realmente piensas? —Dijo Abby en tono de burla. La miré de reojo fingiendo

un enfado.

—Shhh… Claro que pienso.

Pagamos todo y marchamos hasta el automóvil para emprender el regreso a la casa.

La noche pasó de ser fría a helada, pero ya estábamos allí y debíamos volver.

Durante el camino Abby siguió torturándome con el tema de mi no-relación con

Irene. Que si uno se ponía a pensar, era algo extraño.

—A ver Dave, ¿Por qué le llevas flores a Irene si no puedes estar con ella? —Debía

disculparme, por eso. Amaba a Irene más que a nada, y si esas margaritas ayudaban en

algo, me arriesgaría a llevárselas.

—Es algo que debo hablar con ella —dije sin quitar la vista de camino repleto de

nieve.

— ¿No vas a contarme? —Dijo indignada —. Bien, no lo hagas, pero te advierto

algo Dave.

— ¿Qué? —no se me ocurría algo de lo que me tuviera que cuidar. Tenía la

sensación de conocer bien a Irene.

—Irene no perdona fácilmente —me largó. ¡Maldición! Lo sabía, sabía que intentar

pedirle perdón iba a ser un error. Era un idiota.

— ¿A qué te refieres con eso? —pregunté con temor, pero intuía perfectamente a lo

que se refería. Irene no me perdonaría el hecho de que no dejase a Alice, y si ella no me

perdonaba, nada quedaría de mí.

—Nada. Debes averiguarlo tú solo —noté a Abby un poco enfadada con aquel

comentario suyo. Siempre hablaba todo con ella, pero en los últimos días la notaba más

ligada a Irene y eso me asustaba un poco. Tenía miedo de que me terminara odiando

como mi pequeña.

Entramos a la casa y todo estaba en silencio, las luces apagadas y los dos platos

sobre la mesada de la cocina denotaban que alguien más había cenado con mi

princesa. De seguro fue el niño bonito pensé.

Miré el reloj, eran casi las doce de la noche. Luego miré mi mano y en ella tenía el

ramo de margaritas que le había traído, supuse que no iban a aguantar hasta la mañana

(ni ellas ni yo), quería entregárselas, así que me abrí camino hasta su habitación. Abby

ya no se encontraba en medio, debía estar hablando por teléfono, cosa que me dejaba

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más tranquilo para charlar con Irene sin que ella estuviese diciéndome las “supuestas”

verdades.

Golpeé la puerta pero nadie contestó, me atreví a pasar. La luz se encontraba

apagada lo que demostraba que Irene estaba durmiendo, tal cual como yo lo suponía.

Me acerqué lentamente y prendí la luz del velador para poder verla mejor, sentado a un

costado de su cama susurré su nombre lentamente para no asustarla. Tardé un poco en

despertarla

— ¿Qué? ¿Qué haces aquí? —dijo mirándome; sus ojos estaban entreabiertos y su

voz sonaba desganada.

—Vine…

—Dave… no puedes entrar en mi habitación así como así… ¿Qué te sucede? —no

se la notaba furiosa, pero sí un poco preocupada por el que dirán.

—Vine a traerte esto… —dije como si no hubiese escuchado nada de lo que me

había dicho.

Expuse ante ella el ramo de flores que traía conmigo y pude notar que comenzaba a

asombrarse, realmente amaba las margaritas. Aquello no había sido una treta de Abby.

— ¿Cómo sabías que me gustaban las margaritas? —preguntó confusa mientras

intentaba incorporarse, aun a la luz del velador se veía hermosa.

—Lo sé todo de ti cariño.

Sonreí al ver que en ella aparecía un atisbo de felicidad.

— ¿Te lo dijo Abby verdad? —dijo con tono de desaprobación.

—Sí, Pero yo las compré —con aquel comentario tonto logré que riera a medias, eso

era más que una satisfacción para mí.

—Bueno, me encantan y… —alzó la mirada que chocó con la mía. Tragué saliva y

le devolví una sonrisa que expresaba perdón. Aquellos minutos fueron los más mágicos

de mi vida. Quería abrazarla, besarla y tenerla siempre junto a mí, pero sabía que nada

iba a ser tan fácil como yo quería.

Irene tomó las flores y las sostuvo sobre ella, olió su aroma y volvió a mirarme con

aquella mirada que dirigía hacia mí desde varios días, esa que nunca creí que ocurriría.

—Gracias… Dave… —suspiró con desazón—. ¿Por qué se ha vuelto todo tan

difícil entré nosotros? —hizo una mueca de conformismo y continuó—. Siempre lo ha

sido, lo sé pero… temo que todo continúe así, o peor…

—No lo sé…Quizá es mi culpa…

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— ¿Quieres? —dijo apartándose y dejándome el otro lado en su cama. Me quité la

chaqueta y me senté.

—Gracias… —dije tímidamente.

—Pero quítate los zapatos —ella reía dulcemente—. Ven tápate —me tapó y nos

quedamos por un momento en silencio. A los pocos minutos se acercó hasta mí

recostándome sobre mi pecho. La agonía me estaba matando. No sabía que hacer, si

abrazarla o salir corriendo de allí: decidí optar por el camino que más deseaba, pasé un

brazo por encima de sus hombros y la abracé. Aquel momento era uno de los tantos que

había soñado, tenerla junto a mí, cuidando de ella y vigilando sus sueños. Pero las cosas

no serían así a la mañana siguiente. Tenía una maldita promesa que cumplir y sabía que

Irene no aguardaría por mí.

***

Estar recostada sobre Dave y él abrazándome era algo que había comenzado a desear

por mucho tiempo, mis esperanzas habían vuelto por completo aunque sabía que esta

parte maravillosa era solo cuestión de esa noche, a la mañana siguiente todo volvería a

ser igual. Lo intuía. De todas formas debía preguntárselo. No quería quedarme con la

duda.

—Todo volverá a ser como antes mañana, ¿verdad? —pregunté levantando mi

mirada directo hacia sus ojos.

—Irene… yo sólo necesito tiempo.

—Entiendo, pero… honestamente a la vez no. —habíamos pasado por muchas

dificultades, la única parte del camino que nos faltaba era la de estar juntos, pero a esa

altura parecía que nunca iba a llegar.

—Sólo hay que esperar…

—No hay tiempo Dave, ese es el punto. Quisiera esperarte, pero no puedo.

Me aparté de él, aunque eso no evitó que tomara mis manos.

—Te entiendo… —dijo en susurros.

—La vida no es fácil, y mucho menos para nosotros. Todo esto se nos ha vuelto muy

complicado. No podemos evitarlo…

—Pero es nuestro destino estar juntos.

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Se quedó mirándome fijo por unos segundos y luego apoyó su frente sobre la mía.

Sentir su respiración cerca de mis labios era lo que más me hacía falta. Apreté sus

manos y suspiré, luego y (sin intenciones) dije una estupidez.

—Quizá no lo sea… —Al instante él soltó mi mano.

Se levantó lentamente, no sabía qué decirle

—Dave admítelo, no es nuestro destino estar juntos. No hay que ser muy listo para

darse cuenta de que todo nos sale mal.

Él se giró hacia mí con una mirada frustrante.

— ¿No te resulta más fácil decir que no me quieres? ¿Qué amas a tu amigo?

— ¡No metas a Adrien en esto, él no tiene nada que ver! —se sentó en la silla junto

a mi cama y siguió discutiendo su postura sobre la situación que estábamos atravesando.

— ¡Yo no lo meto Irene, tú lo hiciste esta noche cenando con él!

— ¡No voy a discutir eso contigo!, ¡¿crees que todo esto es fácil?! Nada para

nosotros es fácil, ¡entiéndelo!

—Yo quiero estar contigo… —susurró con sus ojos entristecidos.

Contemplaba su bello rostro apenado, necesitaba abrazarlo, pero no antes de saber si

realmente quería estar conmigo.

—Entonces estemos juntos… ahora, este es el momento, el presente. No de aquí a un

millón de años —no dijo nada por varios minutos y con esa actitud noté que no iba a

hacerlo—. Contéstame por favor… —supliqué mientras posaba una mano sobre su

mejilla.

—Ahora no… —aquella respuesta me había sorprendido, pero no del todo, él

acababa de tomar una decisión y no entendía el por qué. Al final yo tenía razón y estar

juntos era algo casi imposible. Estaba decidida a terminar con todo eso, Dave había

tenido la última palabra y ya no había vuelta atrás.

—Creo que me voy. —Acabó por decir. Tomó su chaqueta y salió de mi

habitación de la misma manera que había entrado a mi vida, abrumándome.

*****

Si no hubiese sido una persona optimista todo habría terminado allí, mi vida, mis

sueños, mis deseos de ser feliz, todo… Pero no. Me había vuelto una persona muy

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176

positiva y sabía perfectamente que Irene era mi destino, la amaba y eso mantenía una

fuerte esperanza dentro de mí.

Salí directo hacia mi cuarto. Me sentía desesperado por haber herido nuevamente a

mi Irene. Ella era todo lo que quería, pero no podía mantenerme cerca de ella si Alice

estaba en medio. ¿Qué debía hacer? ¿Ahora sí debía alejarme? No quería hacerlo. No

obstante, eso sería ser egoísta.

El sueño me invadió por completo y supe que me dormiría.

Toc, toc, toc. Mis ojos se abrieron de repente y minutos después descubrí que alguien

estaba llamando a la puerta.

— ¿Quién? —pregunté encendiendo la pequeña lámpara.

—Soy yo, Mark, ¿puedes abrir un segundo? Necesitamos hablar —me levanté y fui

a abrir la puerta. Su voz se oía abrumada.

—Mark, que sorpresa. ¿Qué sucede?, no sabía que habías llegado —dije. Miré mi

reloj y este marcaba las cinco de la mañana.

—Sí, mi hermana llamó a Scarlet para que venga a casa. Estaban peleadas, pero al

parecer Irene la necesitaba de forma urgente y ese es el motivo por el que vengo a

hablar contigo. ¿Qué sucedió con Irene, Dave?

—Lo siento… Sólo quería hablar con ella… —tenía la sensación de que Mark no

estaba muy contento con aquella situación, pero era sólo una impresión mía —. Todo se

ha vuelto tan complicado entre nosotros…

—Si lo sé… escucha, no vengo a recriminarte nada. Sé que no soy quien para

hacerlo, y también sé como la amas y sé como ella te ama a ti, me doy cuenta de eso.

Eres la única persona que puede mantener a Irene en su eje. De verdad. Ella ha dado un

vuelco tan grande en su vida. Piénsalo… primero te odiaba y ahora te ama. Eso es

drástico. Además logras que siempre sonría, antes no lo hacía a menudo.

—Lo sé… —dije respirando hondo—. Ella me ha cambiado también.

— ¿Y entonces? ¿Por qué no están juntos?

—Eh… no sé si es lo correcto, pero debo contarte algo. —Dije sin poder evitar

sentirme culpable.

—Dilo, quizá te sientas mejor. —Era cierto, quizá ayudaba el hecho de contárselo.

— ¿Recuerdas a Alice? —él asintió—. Bueno, su madre está enferma y yo le

prometí que estaría junto a ella y no puedo romper una promesa.

—Claro que puedes.

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—No, mira su madre esta muy grave y si la dejo seria otro sufrimiento más para ella.

No es que yo lo diga, ella misma me pidió que me quedara a su lado y no puedo evitar

hacerlo.

— ¿La amas? ¿Tú amas a Alice?

—Le tengo mucho aprecio y no me gustaría darle otro disgusto, en cuanto su madre

se recupere voy a hablar con ella para explicarle todo lo que sucede con Irene.

— ¿Y mientras tanto? —él ya no estaba tan calmado como al principio. Su voz

denotaba algo de enojo y preocupación.

—No lo sé… —dije cerrando los ojos.

—Yo sí lo sé Dave —dijo con un tono más alto—. Mi hermana va a sufrir también

¿no pensaste en ello? ¿Qué ella va a sufrir? ¿Dejarás que pase eso? Yo sé que la amas,

pero no entiendo aún cómo dejas que su corazón se rompa de esa manera. ¿Realmente la

amas tanto como dices?

—Claro que sí. Amo a Irene más que a nada y quiero estar con ella. Créeme por

favor. No la lastimaría por nada del mundo. Primero moriría.

Él me miró con severidad, pero luego aflojó su tensión.

—No quisiera hacerlo, pero te creo. —dijo y luego se marchó.

***

Abrazaba con todas mis fuerzas a mi amiga, por un lado la extrañaba demasiado, ella

era la única persona que me conocía tal cual era, con mis pocas virtudes y mis tantos

defectos.

—Gracias, gracias por venir Scar. Te he extrañado tanto —no quería soltarla por

nada del mundo.

—Escucha mi vida, debes decirme que es lo que esta sucediendo. Cuéntame todo.

Sabes que estoy aquí para apoyarte.

—Bien… —decía con poco aliento—. Recientemente Dave trató de irse de casa,

pero llegué a tiempo para convencerlo de que debía quedarse, le dije que lo quería y que

lo necesitaba a mi lado. Me dijo que me amaba y que estaría conmigo, pero no sé…

últimamente me viene con que no podemos estar juntos por el momento y no entiendo

por qué lo dice. Es tan duro todo esto Scar.

— ¿Y no has intentado preguntarle cuál es la razón? —dijo ella acariciando mi

cabello.

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—Traté de hacerlo. Pero él sólo me dice que es un asunto que tiene que solucionar

—una pequeña lágrima tibia salió de mis ojos—. Lo necesito tanto.

—Entonces… realmente lo amas —aseveró.

—Claro que lo amo —era la primera vez que aquella palabra salía de mi boca, pero

ahora ya no tenía sentido alguno. Las cosas entré Dave y yo iban de mal en peor —. Lo

amo más de lo que podía imaginar —dije y me desplomé sobre ella, llorando.

—Ay Irene no me gusta que sufras de esta manera.

—Trato de no hacerlo. Tú sabes como soy Scar, pero desde que Dave llegó a mi vida

todo ha cambiado sin siquiera saber cómo.

—Lo entiendo, de todas formas todo te sucedió tan rápido. Lo que sí sabemos es que

el amor está… ¿verdad?

— Claro que está, hoy quise tratar de arreglar las cosas, pero no pude y terminé

diciéndole que no estábamos predestinados para estar juntos.

Ella frotaba mi espalda como a una pequeña niña.

—Estás muy herida ¿verdad? —nos acostamos en la cama y apagamos la luz. Hacia

mucho tiempo que no hacíamos esa especie de pijama party dúo. Pero esta vez

necesitaba a mi amiga a mi lado.

—Estoy confundida, he tratado de suprimir el dolor, pero eso solamente lo hace más

fuerte.

—Debes tener fe.

—No quiero que sea así conmigo —dije sollozando en su hombro—. Amo a Dave,

pero tampoco voy a estar toda la vida esperándolo.

—Lo sé… Aunque si en verdad lo amas deberías esperarlo —ella tenía razón,

aunque esperarlo dolería y no estaba dispuesta a sentir ese dolor que me inundaba.

—El tiempo lo cura todo, lo cura y lo soluciona. Estoy segura que en unos meses

estarás muy feliz con Dave, y esto será sólo un mal recuerdo. Es más y en muchos años,

se casarás y formarán una familia. ¿Sabes por qué?

—No —balbuceé en la oscuridad que reinaba.

—Porque hacen una hermosa pareja, son el uno para el otro. Se complementan a la

perfección.

—No se nota, díselo a él no a mí. Él es quién se aleja.

—Claro que lo son, ya veras que tengo razón.

Tras unos minutos de pensar dije:

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— ¿Podemos dormir? —dije. Ya era muy tarde y al día siguiente debíamos

levantarnos temprano.

La mañana siguiente fue distinta, diferente. Cada nuevo amanecer era como un

nuevo renacer para mí. Me di una ducha y junto con Scar fuimos para el instituto, y en

el camino nos encontramos con una persona a la que extrañábamos, nuestro amigo

Gerry. Lo habían expulsado del instituto por unas bromas a una compañera, entonces

decidió tomarse una largas vacaciones de seis meses. Relajante diría yo.

— ¡Niñas! —Su voz nos detuvo, sabíamos que era él, reconocimos su agudeza.

—Ey, Gerry. Ha pasado tiempo ¿Qué haces por aquí? —dijo Scar mientras nos

deteníamos.

—Bueno, vuelvo al instituto —dijo abrazándonos a ambas.

— ¿Qué? ¿Cómo que vuelves al instituto? ¿No te habían expulsado? —pregunté.

—No, ¿Quién dijo eso? —dijo riendo —. Me suspendieron por un mes y bueno…

me tomé otro más para pensar en lo que había hecho. —Nada de lo que le decían le

afectaba, es mas se reía con todo. Honestamente debíamos, o yo debía aprender de él.

—Bien por ti – dije.

— ¿Y ustedes qué hacen? Me imagino que el estudio las tiene a mal traer.

—Nada, vamos para el instituto también —señalé.

— ¿Y Scar? ¿Cómo esta tu corazón? —dijo en tono de burla. Le encantaba bromear

con Scarlett y ella siempre se enfadaba.

— ¿Siempre tienes que preguntarme eso? – respondió furiosa y fingió que le pegaba.

—Y para tu información Scarlett es mi nueva cuñada, Gerry —dije intentando

regalarles una sonrisa que me costaba horrores esbozar.

— ¿Enserio? Humm… No les creo —dijo entrecerrado los ojos.

Supe que las chicas de nuestro curso lo extrañaban demasiado. No era apuesto. Más

bien era normal, pero siempre estaba lleno de vitalidad, sonrisas e ironía divertida.

—Sí, es verdad —dijo Scar, ella más que nadie sabía que era verdad.

—Bueno felicitaciones Scarlett, ya no estarás mas sola como todos creíamos —ella

fingió enfadarse nuevamente—. ¿Y tu Irene?

Avanzamos acelerando el paso.

— ¿Yo qué? —pregunté intentando esquivar el tema.

— ¿Sigues soñando con ese príncipe azul? ¿El del instituto? —no dije nada, solo lo

miré de forma desagradable.

—Ahora el esta enamorado de ella – añadió Scarlett con desdén.

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— ¿De verdad? ¡Dios, me he perdido demasiadas cosas! Me voy por unos meses y

cuando vuelvo mis amigas están casadas. Y para colmo, Adrien esta enamorado de

Irene.

—Claro, pero ella ya no lo quiere. —No era necesario que dijese eso.

— ¿Qué no era el chico más lindo del instituto, con el que soñabas, y con el que te

ibas a casar? Eso decías siempre, que era tu príncipe azul o violeta por su chaqueta –

rió—. O… como sea… Yo siempre dije que era un imbécil.

— ¡Mejor cállate!, ¿quieres?

Todo lo que él decía era verdad, nunca iba a llegar a comprender cómo Adrien pasó

de ser todo para mí, porque realmente lo era, lo amaba demasiado, a ser nada. Supongo

que la falta de dialogo con él hizo que todo eso se fuera desvaneciendo poco a poco,

¿dije falta? Bueno ni siquiera hablaba con él.

—Me callo, pero sabes que es cierto ¿Qué sucedió entonces? ¿te cansaste de

esperarlo?

—No. —Dije rotundamente.

—Lo que sucedió – agregó Scarlett, aunque no tenía que hacerlo. No después de lo

que había pasado—. Es que se enamoró de alguien más. Alguien que también la ama.

—Irene, sabes que lo nuestro es imposible ¿Qué diría Sarah? – esta era su hermana,

muy celosa sobretodo.

— ¿Qué dices? – dije desconcertada, no entendía porque lo decía.

—Scarlett dijo: “se enamoró de otro”, si no fuera yo, hubiese dicho su nombre de

otra forma pienso que no quieren nombrarme por eso dice otro —comenzó a reír, pero

sabíamos que era en broma.

—Se llama Dave —dijo Scarlett rápidamente. Ni siquiera me daba tiempo de decir el

nombre del idiota que me volvía loca.

—Esta bien ¿y de dónde salió ese tal Dave? —preguntó curioso.

— ¿Tienes que saber todo? —dije. Ahora sí estaba un poco enfurecida.

— ¿Acaso no somos amigos? Perdón… acaso… sí somos amigos —volvió a reír,

siempre lo hacía, y ahora me molestaba.

Me detuve de repente, deteniéndolos también a mis amigos. Luego me volteé hacia

ellos.

—Miren chicos, Dave ya no tiene importancia… voy a darme una chance con

Adrien. Él sí es dulce conmigo.

—Dave siempre fue dulce contigo.

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181

— ¿Lo estás defendiendo Scar? —había reprimido aquella ira durante mucho

tiempo, pero no quería explotar en la vía pública.

—No… sólo digo… —me miró de reojo—. Déjalo ahí, no importa.

—Pero Adrien es… distinto, a él realmente le importo Scarlett.

— ¿Y crees que a Dave no?

—Si le importo, no se nota. A él le interesan sus problemas y para mi se acabó. Es

más, dentro de unas semanas saldré a una fiesta con Adrien y le preguntaré si quiere

comenzar algo. Se lo debo, y a él también.

— ¿Quieres ser su novia? —se dirigió hacia mi con su voz histérica y la mirada

indignada.

No dije nada, sólo me limité a mirarla.

— ¿Quieres? —preguntó Gerry, él sabía perfectamente que las cosas no andaban

muy bien.

—Sí —dije sin pensar. No había muchas alternativas, pero él era lo mejor.

Realmente se merecía una oportunidad.

—Pero no lo amas ¿Cómo vas a salir con él? —gruño Scarlett.

—Lo amé una vez, puedo hacerlo dos veces Scar. Creo que me merezco ser feliz.

—Tú estás loca, eso no era amor —dijo enojándose —. Pero... —hizo una pausa y

luego continuó. Gerry no decía nada, sólo se limitaba a mirar, de seguro sabía que esto

no era un tema de su incumbencia —. Eres mi amiga y creo que…que debo desearte

suerte.

La conversación terminó allí, ya que no había nada más que decir.

*****

Cuando desperté supe lo que tenía que hacer, debía buscar Irene y contarle todo,

sólo así entendería como eran las cosas verdaderamente. Salí de la habitación lo más

rápido posible, busqué por toda la casa pero al parecer ella ya se había ido al instituto.

No tenía más remedio que ir a buscarla allí. Era la única manera de estar en paz con

ella y conmigo mismo. Me dí una ducha, me cambié y luego preparé el automóvil para

ir a buscarla.

***

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Llegamos al instituto lo bastante temprano como para darme tiempo de ir a comprar

algo a la tienda de la vuelta, mientras tanto Scarlett y Gerry se quedaron sentados en la

puerta aguardando el sonar del timbre de entrada.

—Vuelvo enseguida —dije tomando algo de dinero de mi mochila — ¿Quieren

algo? —ambos negaron. Como sea, necesitaba comer algo, un caramelo o un chicle.

Mientras me dirigía en dirección a la tienda, me crucé con Adrien. Se lo veía un poco

distraído, aun así, él me llamó primero.

— ¡Irene! —Dijo muy sonriente —, ¿vas a comprar algo?

—Adrien… sí, voy a la tienda, ¿vas para el instituto, no?

—Sí, pero primero te acompaño. Bueno… si quieres —eso son muy tímido, algo no

muy habitual en él, ya siempre fue bastante desenfadado.

—Claro, ¿Por qué no querría? —añadí sonriente. Se dio la vuelta y fuimos a

comprar. De regreso y en camino al instituto comenzamos a charlar de la fiesta del

sábado, a la que asistiría junto a él.

— ¿A qué hora es la fiesta esa? —pregunté.

—Bueno… puedo pasar por ti a las ocho… ¿te parece bien? Aunque faltan varias

semanas.

—Claro que sí, y… dime ¿es de gala o algo por el estilo? —comencé a reír, era una

broma y él lo notó porque también comenzó a reír—. Lo digo porque siempre eres muy

elegante, para hablar, caminar… ya sabes.

—No, claro que no. No soy elegante —dijo humildemente—. De todas maneras

déjame decirte que eso de las fiestas de gala no es para mí.

— ¿Irás vestido de gala para la graduación? —pregunté. Ya me había olvidado de

eso, todavía faltaban algunos meses, así que tenía tiempo para organizar todo lo que me

había quedado pendiente.

—Supongo que sí, no iría con unos jeans.

— ¿Ves? Realmente eres elegante —dije.

— ¿Y tú? ¿Iras con vestido? —preguntó desafiándome de una manera graciosa.

—Sí, ¿recuerdas que compramos nuestros atuendos hace algunos días? —hice

memoria, habíamos ido después del instituto.

—Tienes razón, lo había olvidado, no sé cómo, porque fui contigo y no podría

olvidar eso.

—No seas tan exagerado Adrien —dije sonriente. Era la primera vez en el día en que

sonreía de verdad, pero Adrien era así. Lo único que esperaba era que no cambiase.

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183

*****

Conduje lo más rápido posible hasta el instituto. Gracias a Dios no había tanto

tráfico, así que me dio la oportunidad de llegar en pocos minutos.

En cuanto llegué estacioné el automóvil frente al edificio y me bajé mientras

buscaba con mí mirada a Irene, pero no lograba a encontrarla. Llegué hasta donde se

encontraba Scarlett para preguntarle si la había visto.

—Fue a la tienda, ya debe estar por llegar. Pero dime Dave ¿Qué sucede ahora?

—Necesito hablar con ella lo antes posible. Es importante. —Dije con el poco

aliento que me quedaba.

—Así que tú eres Dave… —dijo el joven que se encontraba al lado de Scarlett. Su

mirada me analizaba de pies a cabeza. Me limité a no contestarle, además apenas giré el

rostro hacia mi izquierda vi como Irene se aproximaba con… ¡Dios! ¡No con él!

Capítulo 17 — ¡Ay Dios, no! —exclamé deteniéndome por completo.

— ¿Qué sucede? —me preguntó Adrien, obviamente no estaba al tanto de la

situación en la que nos encontrábamos. Dave estaba allí, junto a Scar y Gerry.

—Nada, es sólo que… ¿Podemos volver a la tienda? —lo tomé de la manga y tiré

hacia atrás.

— ¿Olvidaste algo? —miró su reloj y luego nos giramos para volver.

La situación se tornó mucho más incomoda cuando escuché la voz de Dave

dirigiéndome hacia mí. No quise detenerme, así que seguí caminando, aun ignorando

los comentarios de Adrien que me avisaba de su llamado. Me había lastimado

demasiado, ¿qué más quería?

Caminé lo más rápido posible, aun así, él logró llegar hasta mí y detenerme. No dije

nada, sólo me quedé con la vista fija en uno de mis lados. Dave me hablaba pero yo no

estaba dispuesta a escucharlo, y mucho menos después de la charla de aquella noche, no

era justo para mi.

Traté de seguir adelante pero él se empecinaba en no dejarme pasar. Me tenía tomada

del brazo y eso me enfurecía.

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184

— ¡Quítate! —dije secante sin mirarlo. Suprimí las lágrimas para que no salieran.

—Irene, necesito hablar contigo —dijo en tono de culpa. Siempre buscaba una

excusa para todo, pero ahora había llegado muy lejos, me había herido y yo no iba a

tolerar eso.

— ¡Yo no, y por favor, quítate! —Lo empujé hacia atrás y seguí caminando.

—Por favor… —me susurró siguiendo mis pasos.

Fue en ese momento en el que Adrien intervino frente a mí apartando a Dave.

—Mira, dijo que te quitaras, así que te recomiendo que lo hagas —Adrien realmente

estaba cuidándome, tratando de que no pasara un mal momento. Realmente valoraba

aquella actitud suya.

— ¡Tú no te metas! —dijo Dave enfurecido, acto seguido, lo apartó bruscamente

hacia un lado. Nunca lo había visto así. En el momento en el que Adrien estaba por

decir algo, intervine yo.

— ¡Dave vete de aquí! —exclamé desenfrenada —. ¡Y déjanos en paz! – todo se

volvió en silencio.

Cerró los ojos volteando el rostro y luego me miró nuevamente con una

mirada extraña, una que nunca había visto en su cara. Me daba la sensación de que

estábamos en el punto equivocado de nuestra vida, de que todo lo que había sucedió era

un completo error.

—Por favor vete… —susurré tomando del brazo a Adrien. Tenía unas ganas

inmensas de llorar, de salir corriendo y no volver a verlo nunca más.

Él me miraba atónito. Sabía que todo había terminado allí y ya nada se podía hacer al

respecto…Nunca estaríamos juntos…

— ¿Esto es lo que quieres? —Preguntó dolido—. ¿Qué desaparezca de tu vida, de tu

casa, de tu mundo? Porque si es así… Me iré, Irene… Me alejaré de tu vida…

—Sólo vete… —no había muchas palabras que decir, la vida nos ponía en

circunstancias difíciles y esta era una de ellas, pero yo iba a superarla con o sin Dave—.

Vamos Adrien…

Tiré del brazo de Adrien, del que lo tenía agarrado, y le di la señal de que debíamos

volver al instituto. No quería mirar a Dave, no después de haber pasado lo que pasé.

Realmente me dolía tener que hacer eso con él, y mucho más sabiendo todo lo que

sentía. Pero necesitaba estar tranquila, despejar mi cabeza de aquellos conflictos del

corazón, y si él estaba allí nada de eso se me iba a ser posible.

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185

*****

Mientras conducía hacia la casa, mi cabeza daba vueltas. Pensaba en Irene y en como

ella me había mirado hacia unos minutos. Su rostro daba cuenta de la melancolía, la

angustia, la furia reprimida, la decepción… Todo eso causado por mí. Era un imbécil

que había dejado partir a la persona que más amaba.

Decidí, luego de meditar por un buen rato, que era tiempo de irme. Me mudaría a un

en la ciudad con el dinero que tenía ahorrado. Dejaría atrás todo, incluso a Irene. Si ella

no me quería, no iba a entrometerme más entré ella y el idiota ese.

Ya en la casa, comencé a preparar las cosas; doblé toda mi ropa y junté mis

pertenencias. Saqué mi celular y llamé a Frank, su padre era el dueño de uno de los

edificios que había en el centro, así que allí conseguiría uno para mí. Además lo costos

no eran tan altos.

El silencio de la habitación fue interrumpido de repente por mi amiga, que al parecer

estaba furiosa.

— ¡Ey! ¡¿Qué crees que estas haciendo?! —dijo abriendo la puerta de par en par.

— ¡Me largo Abby, ya no puedo seguir así! —le dije con todas mis penas.

— Lo mismo dijiste la vez pasada ¿recuerdas? Irene te buscó y volviste. Vamos

quédate

—No, no puedo. Y con respecto a Irene, no volverá a pasar. Te lo aseguro.

— ¡Dave! —dijo sosteniendo mi brazo. Estaba deshecho y no iba a dar marcha atrás,

era tiempo de partir. Irene me quería lejos y eso debía ocurrir.

— ¡Abby, las cosas se fueron de mis manos y no quiero interferir en su vida! —Dije

manteniendo su mirada mientras cerraba la maleta. Pude sentir una chispa de enojo en

mí.

—Supongo que vas a hacer lo que creas conveniente, pero… ¿Qué le digo a Irene

cuando sepa que te marchaste? Por más que no se hablen Dave, sé que ella te ama, estoy

segura.

—No le digas nada, que no me busque —dije ya enfadado, lo que causó una mirada

extraña en Abby ¿acaso podía ser miedo?—. Ya no quiero ser parte de algo que ni

siquiera se si es real.

— ¡Claro que fue real Dave! ¡Debes entender que las cosas nunca son fáciles! ¡¿Por

qué no lo piensas mejor?!

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186

— ¡No! —grité exaltado provocando que Abby se apartara de mí—. ¡No voy a

seguir perdiendo mi tiempo con una niña! —No podía creer que había dicho eso. Abby

me miraba con la boca abierta y sin decir nada, realmente estaba asustada de mí.

— ¿Así qué Irene fue sólo una niña para ti? —Dijo con dolor en sus ojos.

—Abby no quise decir…

—Ya es tarde Dave… —dijo interrumpiéndome, luego se marchó sin dejar que le

explicase lo sucedido. Era un idiota, ahora mi mejor amiga estaba enojada conmigo.

— ¡Abby! —grité, pero ella ya se había marchado a su habitación.

*****

La mayor parte del día fue horroroso. No hacía más que pensar y pensar. Quería a

Dave, lo necesitaba… pero al parecer él no me necesitaba a mí. Aunque no era

solamente eso, tampoco confiaba en mí, porque si lo hubiese hecho, me habría contado

cuál era el motivo por el que no podíamos estar juntos…

Sólo me quedaba Adrien… Él era mi gran amigo y la única persona en la que

verdaderamente podía confiar. Sí, lo sabía; no lo amaba. No obstante, tenía que hacer lo

posible por quererlo.

Me desplomé sobre mi banca aguardando el toque de timbre, tenía miedo de volver a

casa y enfrentarme a aquella mirada que tanto me enloquecía, y de tantas maneras,

porque también me sacaba de quicio. Honestamente, mi cabeza era un revoltijo de

sentimientos, pensamientos y hechos. Estaba abrumada. Demasiado abrumada…

*****

—Imagino que no te irás sin despedirte — dijo una voz angustiada detrás de mí.

Sabía perfectamente que era Abby.

—Me voy en algunos minutos… —me di cuenta de que el enojo de Abby ya había

cesado y que sólo quería despedirse—. Gracias Abby, en verdad…

—No tienes que hacerlo, eres mi mejor amigo —dijo sonriendo. Noté como unas

lágrimas acechaban sus ojos.

—Tú también lo eres… Y créeme que me duele tanto partir… Pero es lo mejor…

— ¿Y entonces? —dijo con una pequeña mueca en sus labios.

— ¿Qué? —pregunté confundido, aunque una parte de mí sabía a lo que se refería.

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— ¿Qué harás con la pequeña caprichitos? —inevitablemente esbocé un sonrisa.

—Nada… —suspiré—. Creo que salir de su vida es lo mejor para ella… y para los

dos…

— ¿Los dos? No creo que a ti te haga bien alejarte de la persona que amas, pero sé

que no puedo convencerte de lo contario, así que sólo te deseo muy buena suerte. A ver

cuando me invitas a tu nuevo hogar ¿Eh? —sonrió—. A propósito, ¿Cómo lo

conseguiste tan rápido?

—Bueno, Dean es un compañero y… hacia tiempo ya estábamos hablando de un

lugar en el edificio para mí. Digamos que estaba casi preparado, algún día debía partir.

Aunque nunca creí que fuese tan pronto —sonreí de lado—. No voy a mentirte Abby,

pensé en volver a casa nuevamente, pero al parecer es un lío tremendo cambiar otra vez

los boletos del avión. Esto del apartamento es buena idea, me permite seguir con los

estudios e independizarme.

—Es una pena… Voy a extrañarte demasiado.

—También yo —dije abrazándola con fuerza. Amaba a Abby, pero de aquella

manera de la que amas a tu mejor amigo. Ella había sido mi mejor consejera y además

un gran apoyo.

Dejé salir el aire que contenía en mi interior. Las maletas ya estaban listas y sólo

faltaba ponerlas en el automóvil. Miré por última vez la habitación y decidimos bajar a

la sala.

*****

Llegué a la puerta de casa y vi que Mark estaba cargando unas valijas en el

automóvil de Dave, y enseguida supe lo que sucedía… Se iría. Saldría de mi vida, de mi

casa, de mi mundo, tal como él me había dicho en el instituto.

—Por lo menos una buena noticia —dije en un tono vanidoso del que me sorprendí.

Dentro de mí comenzaba a sentir un aire de libertad. Quizá estar lejos de Dave me iba a

hacer bien, y si no era así, ya no había marcha atrás.

—Creí que te molestaría —dijo Mark terminando de cargar algunas cosas.

— ¿Por qué tendría que molestarme? —pregunté desinteresada. Me apenaba, claro,

pero a Dave no iba a importarle eso.

—Sólo que pensé que tú…

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188

—No —aseveré con convicción—. Te equivocas —Mark me miró extrañado por lo

que había dicho. Él sabía a la perfección cuanto quería a Dave, pero seguramente no

sabía cuanto me había dañado.

Acomodé la mochila sobre mi hombro y entré a la casa. Mi mirada se mantuvo sobre

el césped hasta que inevitablemente me crucé con él. Realmente se iba… Se suponía

que yo debía de estar llorando desesperadamente sin saber qué hacer, rogándole que se

quedara porque lo amaba más que a nada, pero en ese momento me sentía rechazada y

enojada. Me mantuve firme frente a él sin decir nada.

*****

En cuanto me la crucé en la puerta, ella ni siquiera me miró ni pronunció palabra

alguna hasta que estuvo frente a mí. Le mantuve la mirada firmemente por unos

segundos. Sus ojos decían tanto, pero a la vez nada. Podía ver su desinterés para

conmigo y eso me dolía. Me obligué a apartar la mirada de sus bellos ojos azules y

siguió caminando como si nada. Iba a extrañarla tanto…

—Lo siento mucho… —dijo Abby mientras tomaba de mi brazo—. No esperaba

una reacción así de su parte. No parece la misma que estaba desesperada por buscarte

hace unos días.

—No te preocupes… —dije volteando mi mirada hacia una puerta vacía en la que

segundos antes ella había estado—. Ya no vale la pena…

Mark decidió acompañarme al apartamento. Abby no, sabía que si iba con nosotros

no la podríamos hacer volver. Además, Mark tenía su automóvil en un taller en el

centro, así que le venía bien que lo llevase.

Durante el camino evitamos hablar de mi tortuosa relación con Irene. Mark sabía

tanto como Abby que las cosas con su hermana no estaban del todo bien. Honestamente

no llegaban ni a estable.

Casi una hora después llegamos hasta el edificio que se encontraba frente a una gran

plaza y al monumento que en ella había. Aquél edificio tenía treinta pisos y mi

apartamento estaba ubicado en el número veinte. Lo habían construido hacia un par de

años, según me dijo Dean, y las rentas eran baratas.

Subimos junto con las cosas, tomamos el ascensor y este abrió sus puertas a solo

unos pasos de donde yo iba a vivir, el apartamento veintitrés B. Entramos y a simple

vista parecía un lugar normal, con tres ambientes perfectamente amueblados, en aquel

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189

momento agradecí haber tenido un buen empleo. La cocina y el living estaban divididos

por una barra de madera muy vistosa, todo parecía ser de roble. Las habitaciones eran

bellísimas, una tenía una cama matrimonial y la otra una simple, de seguro era para una

familia. En cuanto al living, también era genial; el sofá era de un color bordó muy

parecido al vino y tenía un gran ventanal que daba vista directa a la avenida principal de

la ciudad. Aquello era demasiado para mí, pero me alejaría de los pensamientos sobre

Irene. Y todo eso por cuatrocientos cincuenta dólares australianos al mes.

—Bien, creo que es todo —dijo Mark ayudándome con algunas cajas—. ¡Dios santo!

Es un gran lugar Dave.

—Sí, creí que iba a ser más pequeño —dije echando una mirada en derredor—. Me

va a hacer sentir un poco solo, pero no importa. Aún tengo mis recuerdos. Podré seguir

adelante con ellos.

—Mira, yo no sé qué es lo que pasó con Irene, pero quizá estando un tiempo alejados

podrán replantearse lo que les sucede a ambos.

—Tal vez, pero desgraciadamente no todos somos perfectos como Scarlett y tú, me

refiero a su relación.

—No es tan así —dijo, y en su tono noté algo de inseguridad, como si no estuviese a

gusto con algo—. Nosotros… bueno… creo que vamos a separarnos. La relación se ha

desgastado demasiado, pero estamos haciendo todo lo posible. Supongo que la

diferencia de edad nos jugó demasiado en contra. —Hubo un silencio.

—Lo siento —dije apenado. Realmente hacían una hermosa pareja. Claro, Mark

tenía veintidós años y Scarlett dieciocho, pero si en verdad se amaban ¿Por qué habría

de impedirles la edad ser felices?

—No te preocupes. Amo a Scar, por eso digo que intentamos mantenernos a flote.

Se quedó pensativo durante unos minutos…

—Bien, creo que debo irme. En verdad me gustó tu nuevo hogar, Dave.

—Gracias por acompañarme —dije estrechando su mano—. En cuanto ordene todo

esto —señalé las cajas repletas—, los llamaré a ti y a Abby para que vengan a cenar.

—Eso será genial —dijo.

Nos despedimos y él partió de allí.

***

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190

Aquella misma tarde me sentía diferente, sin presiones ni agonía. Llamé a Adrien

para invitarlo a la cafetería, le dije que nos encontráramos allí a las ocho, a lo que él

accedió. La ida de Dave sorpresivamente no había cambiado nada en mí, supongo que

ya había pasado el límite de mi paciencia y poco me importaba lo que hiciese. Ya no

dominaría más mi vida como al principio.

Los días pasaron casi sin recordarlo. Adrien y yo pasábamos la mayor parte de esos

días juntos, nos llevábamos tan bien que las cosas parecían haber vuelto a la

normalidad. Recuerdo que todos prestaban suma atención a mis sonrisas. Era cierto,

hacia tiempo que no sonreía tanto, y con Adrien, todo ello había cambiado.

Compartíamos los mismos gustos, las mismas charlas, lo compartíamos todo.

— ¿Dónde es la fiesta? —pregunté intrigada mientras bebía una taza de café del

Café Jules. — ¿Viste las estancias que están en las afueras de la ciudad? Aquellas que parecen

castillos. —dijo trazando un pequeño mapa con sus dedos.

—Claro, son hermosas. Son como castillos del medioevo.

—Ese es el punto, me había olvidado de decirte que la fiesta es… no de disfraces

variados, sino que son como en la época medieval — ¿había querido decir que de

alguna forma debía vestirme como en la época medieval? Al parecer, sí.

—Entonces, ¿esa es la vestimenta? Será grandioso.

—Son grandiosos y perfectos para una superfiesta. ¿Sabes? siempre pensé en como

seria vivir en la edad media o medieval y eso, nadie se molestaba por esto de las

tecnologías —dijo señalando su celular ultimo modelo.

—Muy cierto. Pero… debo conseguir el vestido —dije preocupada, la fiesta era en

sólo unos días y Adrien no me había avisado antes. Estaba en un leve aprieto, pero

podía superarlo.

—No, claro que no. Yo tengo uno para ti. Compré uno para ti y uno para mí.

Por favor, él era un ángel conmigo. Había comprado un vestido para mí. Sin lugar a

dudas, Adrien era lo que yo creía.

— ¿Un vestido para mí? —pregunté tono de gracia. Entonces reí con simpatía.

— Claro, un vestido medieval para la señorita Irene Dempsey —dijo inclinándose

hacia un lado, el mío.

—Eres tan dulce —dije con una sonrisa muy tímida. Me acerqué un poco hasta él ya

que nos encontrábamos sentados en el mismo banco, y entonces pasó uno de sus brazo

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191

sobre mis hombros. Realmente me sentía bien y no quería que nada del mundo arruinase

aquel momento.

No importaba cómo, pero debía hacer que mi corazón diese un giro hacia él. No tenía

pensado que Adrien esperase toda la vida una reacción mía para pedírmelo, me

consideraba una persona adulta, y como tal debía atenerme a las consecuencias que

traería el hacerlo. Tal vez éramos el uno para el otro. Esperaba no tomar la decisión

errónea, porque después de eso ya no habría retorno. Lo sabía.

*****

Una de esas mañanas desperté un poco abrumado, había olvidado que debía ir con

Alice al hospital, me había contado que su madre estaba un poco mejor, y eso me ponía

contento; sobretodo como futuro médico. Me di una ducha, luego de desayunar me

dirigí directamente hasta el hospital central.

—Alice —dije al verla. Ella salía de una de las habitaciones —. ¿Cómo esta tu

mamá? —una esbelta sonrisa se dibujó en si rostro, lo que dejó en evidencia que estaba

bien. Aunque nunca creí que tanto.

— ¿Sabes? Los médicos dijeron que es un milagro que se haya recuperado, ahora

esta fuera de peligro y en unos días estará lista para que le den de alta.

—Eso es muy bueno —dije abrazándola como solía hacerlo antes.

—No pude haberlo soportado sin ti, sin tu apoyo cariño —susurró en mi oído. Luego

me dio un abrazo aún más fuerte, como si quisiera sentirse plena—. Gracias…

—Nunca me alejaré de ti —susurré en el suyo. No tenía noción de cuanto implicaba

aquella pequeña frase, pero en aquellos momentos lo único que tenía en claro era que

con Alice o sin ella, no tendría a Irene.

Fuimos en busca de un café y después nos regresamos a la habitación. Al entrar pude

ver que una mujer de unos cuarenta años estaba junto a la madre de Alice, debí suponer

que eran familia, ya que se parecían en exceso.

— ¡Tía Clara! —gritó Alice abalanzándose sobre la mujer —. Me alegra tanto que

hayas venido, no haces mucha falta ¿sabes?

—A mi también me alegra verlas, no sabes cuanto las he echado de menos mi niña.

Me mantuve al margen hasta que su tía descubrió que me encontraba allí a un lado

de la puerta.

— ¿Y tú eres? —dijo observándome detenidamente.

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192

—Soy Dave —me eché hacia adelante y estreché su mano entre las mías.

—Mucho gusto Dave —dijo sin dejar de observarme.

No sé por qué dije lo que dije.

—Soy el novio de Alice.

Alice por su parte levantó su vista y dirigió hacia mí una cálida sonrisa. Había

recibido una similar de Irene hacia mucho tiempo, pero ya casi no podía divisarla en mi

mente.

—Tía Clara —dijo —. Me gustaría imaginarme que se va a quedar con nosotras

¿no?

— ¿Cuántas camas hay en su apartamento? —preguntó. ¿Por qué una persona haría

una pregunta así? No me lo imaginaba.

—Dos ¿Por qué? —preguntó ella extrañada.

— ¿Dos? No mi niña, iré un hotel, no quiero incomodarlas.

—Tía Clara, no nos incomoda. Mira tú duermes en mi habitación, mamá en la suya y

yo en el living. Todo está arreglado y no acepto un no como respuesta.

—No voy a dejar que duermas en un sofá Alice. Dormiré en un hotel, son sólo

algunas semanas.

—Alice —interrumpí, no sabía si era lo correcto, pero lo hice —. Si quieres puedes

quedarte conmigo, en el apartamento.

— ¿Pero tú no vives con aquella familia de…? —Por casi dos semanas había

olvidado contarle a Alice lo del nuevo apartamento. Estaba tan abrumado que ni

siquiera se me había pasado por la cabeza.

—No, ya no. Vivo aquí a unas cuadras, en el edificio Herzen. Me mudé hace… —

hice un silencio—. Casi dos semanas.

—No quiero ser una molestia para ti Dave.

—No lo haces, además hace bastante tiempo que no pasamos nuestras tardes de

charlas eternas —dije esbozando una amplia sonrisa.

—Tienes razón —me dirigió una sonrisa y un guiño—. Será bueno pasar más

tiempo, juntos. Además el edificio queda a solo unas cuadras del nuestro.

—Cierto —respondí—. No lo recordaba. Y puedes ir todas las mañanas a ver a tu

mamá. Yo me comprometo a llevarte cada mañana llueve o truene.

—Eso es tan dulce —dijo su tía juntando sus manos—. ¿De dónde lo sacaste?

—Dave es la persona más dulce de todo el universo tía Clara —comentó Alice.

—Claro que n

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o —dije un poco avergonzado. Estaba por comenzar una nueva vida, sin Irene a mi lado

eso era triste, pero debía ser capaz de sobrellevarlo—. Sólo trato de colaborar.

—He visto como eres con Alice —por primera vez en la charla, la madre de Alice

dijo algo—. Siempre estás atento a ella.

Todos reímos y mi novia se acercó a mí para abrazarme. Voy a ser honesto, fue

incómodo, pero debía enfrentarme a la realidad.

***

Aquel mediodía salí como todos los días, me acerqué a la puerta principal y noté

que había una gran caja de regalo muy bonita, y lo bastante grande como para

preguntarme ¿Para quién era? Y ¿Qué contendría dentro? La caja era de un color rojo

sangre y tenía un hermoso listón dorado a su alrededor. En unos de los lados, una tarjeta

se asomaba. La tomé y al abrirla descubrí que era para mí, la letra era claramente de

Adrien ¿Qué puede ser?, me pregunté. Abrí la caja y no lo podía creer. Lo tomé en mis

manos y me deleité con su belleza, un hermoso vestido parecido a los que se usaban en

la época medieval; era largo y de un color azul muy intenso. En sus costados tenía

algunos listones dorados y la tela era muy sedosa y delicada. Realmente era perfecto. Y

Adrien me lo había regalado a mí.

Segundos después me di cuenta de que debajo del hermoso vestido había una nota,

como una carta y decía lo siguiente:

Irene: soy malo para escribir, pero lo intentaré. Escogí este vestido sólo para ti,

sabía que te gustaba muchísimo el azul, no veo la hora de que llegue la fiesta para ver

cómo te queda, aunque algo me dice que te sentará hermoso. Lo único que quiero es

que seas feliz, todo lo demás es evidente que ya lo tienes, hermosura, frescura,

inteligencia, todo… Quiero que ésta fiesta sea mágica e inolvidable. Te quiero

princesa. Adrien xxxxx.

Sin siquiera darme cuenta, algunas lagrimas comenzaron a recorrer mis mejillas.

Adrien era realmente un chico muy atento y dulce, y por sobre todas las cosas me

quería, eso era muy importante para mí. Suponía que me merecía una oportunidad de ser

feliz. Esa oportunidad que no había sido Dave, pero sí con Adrien… Y si estaba en lo

cierto, tenía que amarlo tanto como amaba a Dave; o quizá más.

*****

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194

—Henos aquí señorita —dije abriendo la puerta de mi apartamento. Habíamos

pasado por la casa de Alice a buscar algunas de sus cosas. Sentía y deseaba que estando

un tiempo junto a ella, el recuerdo de Irene se borraría de mi mente.

— ¡Dios! ¡Es hermoso! —gritó ansiosa.

— ¿Lo crees? —pregunté rascando mi brazo.

—Sí, pero no más que tú, cariño.

Dejamos sus cosas en la habitación y luego nos sentamos en uno de los sofás de la

sala de estar. Me giré hacia ella y pasé un brazo sobre sus hombros para tenerla más

aferrada a mi. Sentía su tibieza, su amor… me sentía querido sin barreras.

— ¿Sabes? Esta mañana cuando me desperté miré todo este lugar y me dije que era

demasiado grande para mí, que tarde o temprano me sentiría solo…

—No estás solo amor mío —tragué saliva y sonreí. Era lo único que podía hacer.

—… Pero al verte aquí conmigo… Siento que estoy muy a gusto contigo, Alice. Sé

que es muy pronto para decirte esto, pero… me gustaría que vivieras conmigo… —hice

un profundo silencio mientras oía su silencio. ¿Acaso aquello había sido un acto

desesperado de dolor? ¿Trataba de esconder mis verdaderos sentimientos? Pensaba,

pero por otro lado volvía a decir, creo que ya es hora de que dejes el pasado atrás

Dave, Alice es una gran chica y no se merece que le mientas, si realmente la quieres a

tu lado díselo. Ella siempre ha estado para ti y tú siempre para Irene, pero ella no te

amaba.

—Dave… quisiera estar junto a ti por siempre, pero no quiero dejar sola a mamá.

— ¿Quién dijo que la dejaremos sola? Vendrán las dos a vivir aquí ¿no notaste las

dos habitaciones?

— ¿Estás seguro? —preguntó algo confundida. ¡Oh por favor! ¡Solamente intentaba

ser bueno con ella! ¿Eran necesarias tantas preguntas?

—Sí —dije fingiendo una sonrisa.

—Lo pensaré. —Acarició mi rostro con delicadeza y me besó. No sabían a los

labios de Irene, aquellos que me desvelaban, pero Alice me amaba y eso bastaba para

que yo la quisiese mucho.

***

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195

Salimos al receso un rato antes, cuando me estaba dirigiendo al buffet vi a Adrien

parado solo, mirando lo que parecían ser algunos papeles. Me acerqué por detrás y le

tapé los ojos con mis manos.

— ¿Quién soy? —dije.

— ¿La hermosa princesa de la edad media? —quité mis manos y entonces se giró.

Sus ojos se había clavado en mí y en su rostro apareció la curvatura de una hermosa

sonrisa—. Ah… Irene eres tú… —volvió a decir decepcionado.

— ¿Qué? —dije un poco asustada, ¿podría haber cambiado de opinión con respecto

a mí en sólo unas horas?

—Es una broma —dijo y rió.

—Humm…. —luego de una breve pausa, tomé una de sus manos y la apreté

levemente—. Bueno Adrien… como tú me diste un regalo yo tengo el tuyo

—No, no tienes que molestarte —dijo.

—No es molestia. Y ahora cierra los ojos, no quiero que mires mi regalo. —Le

ordené.

Me acerqué aún más a él. Tuve que ponerme de puntas de pie ya que Adrien era más

alto que yo. Acaricié su mejilla mientras observaba como sonreía. Sentí una opresión en

el pecho y supe que debía hacerlo. Con mis labios rocé delicadamente los suyos hasta

que se acoplaron en una perfecta sintonía. Adrien era tan dulce como lo imaginaba. Lo

rodeé con mis brazos y él hizo lo mismo, atrapándome con cariño. Podía sentir el amor

de Adrien. Él verdaderamente me amaba y yo, volvía a ser Irene. Aunque muy en el

fondo sabía perfectamente que él no era Dave y eso me quitaba la respiración. Además

tenía bien en claro que el cumpleaños de Abby se aproximaba. Iríamos a esa discoteca

famosa, Oasis, y sabía a la perfección que él estaría allí.

Capítulo 18: Apartado Adrien.

No podía creer lo que me estaba sucediendo, después de tanto tiempo ella estaba

allí, besándome. Aunque admito que no era igual a como lo había soñado, este era

mucho mejor. La vida y el amor habían jugado mucho con mis sentimientos, con mi

corazón y en estos momentos sentía que me había devuelto todo lo robado.

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Estaba feliz, claro, pero también estaba confundido, sabía exactamente lo que Irene

sentía por aquel muchacho, pero estaba dispuesto a ocupar yo también un lugar

importante en su corazón. Mil imágenes se me pasaban por la cabeza como una película

hecha con fotografías, faltaban sólo unos meses para que el ciclo como estudiantes de

preparatoria llegase a su fin. Pero a mi ya no me importaba, Irene estaba a mi lado y eso

era más que esperanzador.

Como un flash recordé la primera vez que hablé con ella en el parque, aquel día

había estado nevando y hacia mucho frío, el cielo se encontraba totalmente encapotado

y frívolo. Junto con mis amigos fuimos para pasar la tarde y divertirnos un rato, horas

después miré hacia uno de los bancos y en el había una joven, curiosamente esa joven

era Irene. No sabía que hacer, estaba nervioso y ansioso. Quería hablar con ella, pero no

sabía de qué.

— ¡Ey Adrien ¿Qué miras?! —dijo James sabiendo que la estaba viendo—. Ah, es

la niña que te gusta —todos empezaron a decirme cosas tales como “ve y dale un

beso” “háblale” “¿le tienes miedo a una mujer?”. Se reían, no paraban de bromear,

mientras tanto ella seguía allí sentada como un pequeño ángel indefenso.

— ¿La recuerdan?... —dije tras un largo suspiro esperanzador.

—Claro que la recordamos idiota, tú estás loquito por ella, pero ella no sabe que

existes bastardo. Así es la vida con mujeres como ella. ¿Por qué no te fijas en otras?

Las niñas del instituto están locas por ti — decía Allen, pero nada era lógico para mi

¿Cómo podía besar a otras chicas amando a Irene? ¿Acaso no seria eso una traición

hacia mi mismo, hacia mis sentimientos? Claro que si.

—No —dije—. Allen yo la amo y no podría estar con nadie más que con ella

—Y entonces ve por ella ¿Qué esperas? —dijo este.

—Tienes razón, debo hablar con ella pero… ¿Cómo? —me pregunté a mi mismo.

—Fácil —dijeron riéndose. En ese preciso momento James lanzó bolas de nieve

hacia nosotros —. Y ahora el gran final —dijo con mirada cómplice—. Lanzó una bola

en la dirección de Irene. ¡Iba a matarlo si le hacía daño!

— ¡No! ¡¿Qué haces?! —grité

—Ve, ve y pídele disculpas —No era necesario hacerle eso, pero aquello era una

pequeña ayuda por parte de ellos, lo apreciaba.

Avancé unos pasos y ella se giró hacia nosotros.

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— ¡Lo siento, lo siento! —le gritaron los chicos, yo no me detuve y seguí caminando

en su dirección. Ella me miraba como sabiendo que me dirigía hasta donde se

encontraba.

—Lo siento, lo siento mucho de veras —dije y pasé tímidamente mi mano por su

espalda para sacar lo que quedaba de nieve, fue un poco atrevido. Supuse que no se

molestó porque no me dijo nada al respecto—. ¿Puedo sentarme aquí? —pregunté

presentando mi mejor sonrisa.

—No hay problema —dijo y se echó hacia un lado dejándome espacio, hasta ese

momento todo se había tornado muy sencillo y yo no podía creerlo, era como una

fantasía.

—Por cierto soy Adrien —dije con nervios, ¿no iba a pensar que era algo raro? Un

joven se sienta junto a una muchacha que “supuestamente” no conoce. Lo único que

esperaba era que las cosas salieran bien —. ¿Y tú eres? —volví a decir tras unos

segundos de silencio.

—Irene —dijo, en su rostro apareció una leve sonrisa, era más hermosa de lo que

había imaginado, tenerla cerca era… era… realmente genial.

—Que bonito nombre —dije intentando halagarla y hacerla sentir cómoda.

—Gracias —tomó su bolso y se levantó. Yo me quedé pesando en que habría echo

mal para que se fuera tan rápido—. Lo siento. Debo irme esta oscureciendo y vivo a

unas cuantas cuadras —dijo.

—Si quieres te acompaño, digo… para que no vayas sola —estaba dispuesto a

acompañarla hasta su casa, además era cierto, estaba oscureciendo y no iba a dejar

que camine sola todas esas cuadras que ella decía—. ¿Hacia donde vives Irene?

—ha… hacia allí —señaló hacia su derecha.

—Yo también, vivo sobre Wood Serret —me sorprendió muchísimo que viviésemos

sobre la misma calle. Eso era un punto a favor para mí, debí de agradecerle a Dios y

al destino por aquella oportunidad.

— ¿Bromeas?, yo también, yo al 388 — ¡Esperen!, pensé nuevamente, eso

realmente era tema del destino.

—No, es enserio, yo al 445 —dije sonriente —. ¿Entonces qué esperamos?,

marchemos —dije y salimos caminando hasta su casa. —Nunca había creído en la

posibilidad de hablar con Irene, todo era tan irreal y hermoso. Tal como ella, en mis

sueños.

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Antes de alejarnos del parque, me giré para ver a los muchachos que de lejos me

hacían gestos de victoria, eran unos idiotas, pero los adoraba con el alma.

Volviendo me encontré nuevamente con la felicidad. Los besos de Irene eran dulces,

pero sabía que detrás de ellos había una carga emotiva importante, por el tal Dave.

Aquél imbécil que osaba lastimarla.

—Adrien… —dijo separándose de mí—. ¿Estás bien?

—Mejor que nunca… Irene no sabes lo que esto significa para mi, puede que tú no

lo sepas… bueno si lo sabes ya te lo he dicho, pero esta vez va muy enserio.

— ¿Saber que? —preguntó con su bella mirada azul.

—Que… — ¿Por qué no lo dices de una vez? La has amado tanto Adrien, me decía

a mi mismo—. Que te amo Irene, en verdad te amo y… hay algo que quiero

preguntarte…

—Dime —dijo.

— ¿Quieres…? —estaba demasiado nervioso, pero iba a hacerlo—. ¿… Quieres ser

mi novia?

—Adrien —dijo y luego hizo un silencio un poco incomodo, era evidente que me

iba a decir que no, supuse que seguía enamorada de aquel sujeto imbécil—. … Sí, claro

que quiero ser tu novia.

Ahora todo era maravilloso. Irene y yo éramos la conjunción perfecta…

Amaba a Irene y no iba a dejar que nadie me la quitase, ni siquiera el idiota que la

había lastimado; tendría que pasar sobre mí para llevársela.

Capítulo 19

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Las semanas pasaron y el cumpleaños de Abby estuvo frente a nosotros. 20 años no

se cumplían todos los días, así que ella decidió festejarlo en la discoteca Oasis del

centro de la ciudad. Todos estábamos muy ansiosos por ir.

Por otro lado, esas mismas semanas eran las que habían pasado sin recibir alguna

noticia sobre Dave. Honestamente lo extrañaba… sus ojos, sus palabras, sus… ¡No!,

debía olvidarlo. Él se había marchado. Esa había sido su decisión final, sin pensar

siquiera cómo me sentiría, porque sabía lo que yo sentía por él. Odiaba eso. Odiaba

estar perdida por Dave, por aquellos ojos de miel con los que tanto soñaba.

— ¡Dios! Amo este vestido —dijo Abby levantando un conjunto verde hoja de mi

guardarropa.

—Sí. Y ¿este? —yo tenía en mis manos un vestido muy bonito, de color azul.

Técnicamente ese era mi preferido, aunque tenía otra cosa en mente.

Seguimos eligiendo qué nos pondríamos en la noche y por fin nos decidimos. Abby

escogió sus pantalones de gabardina blancos y un top verde oscuro. En cuanto a mi,

opté por aquel vestido color champagne de encaje, que me llegaba hasta por encima de

las rodillas; era de mangas largas y cuello redondo. Ajustaba muchísimo mi figura y eso

me gustaba. Lo acompañé con unos zapatos de charol que quedaban asombrosos.

—Veinte años, cariño —le dijo Jack en cuanto apareció en nuestra casa—. Ya estás

vieja. —Luego la besó en la frente y acarició su mejilla.

La miraba con tanto amor que logró conmoverme. Los ojos verdes de él, se

mezclaban de una manera espectacular con los azules de ella. Hacían una gran pareja.

—Bien —dije interrumpiéndolos. No quería hacerlo, pero era necesario—. Creo que

ya es hora de que vayamos yendo, ¿no creen?

— ¿Esperaremos a Mark? —Preguntó Abby—. De seguro viene con Scarlett.

—No, ellos irán directamente. Él dijo que tenía algo especial para ti, pero que no era

conveniente traerlo.

—Odio a ese chico —dijo fingiendo enojo. Todos reímos. Sólo faltaba esperar a

Adrien. Él nos llevaría hasta la discoteca, debido a que Jack tenía solamente una

motocicleta y el asfalto estaría resbaladizo por la lluvia de los últimos días.

—Adrien nos llevará hoy —dije terminando de peinar mi cabello.

—Hummm… —dijo Abby. Adrien no le caía muy bien, era de suponer ya que era la

mejor amiga de Dave.

— ¿Qué tienes en su contra? —le pregunté con la mayor calma posible, no obstante

supo lo que en realidad quería decir.

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—Creo que es un idiota. Pero bueno, si a ti te gusta —abrió sus ojos como platos, se

veían tan azules—. Aunque honestamente yo voto por Dave. Él sí te merece.

—Dave es un idiota. Abby, no quiero hablar de eso. Hoy es un día para festejar, no

para pelearnos ¿de acuerdo? —Ella asintió de mala gana.

En el exterior de la casa se escuchó el ruido de una bocina, y supimos que era el Ford

Fiesta de Adrien; o me mejor dicho de su padre. Tomé mi abrigo y salimos de la casa.

La noche había caído hacia más de cinco horas, eso nos dejaba muchas más de sobra

para disfrutar.

Abby y Jack saludaron cordialmente a Adrien. Jack se sentó en el asiento del

copiloto y Abby y yo en los asientos traseros. Inmediatamente emprendimos la marcha

hacia Oasis.

La noche era fresca y despejada. La lluvia de los días pasados había borrado cada

nube que se mecía sobre el cielo australiano.

—Bien… —decía Adrien intentando no apartar la mirada del camino—. Si el GPS

no miente, estamos a dos cuadras.

Vi como Abby se abalanzaba hacia el asiento de adelante.

—Sí. Mira —dijo señalando hacia un costado mientras nos adentrábamos a una calle

apedreada—. Allí tienes un espacio para estacionar cuñadito.

Sabía a la perfección que a ella le daba igual, Adrien no era de su preferencia, pero

yo no podía hacer nada, y debía agradecerle a él por la ayuda que nos brindaba

llevándonos a la disco.

Sentí como el automóvil de detenía y el motor se apagaba. Ya habíamos llegado.

—Sanos y salvos —dijo Abby bromeando—. Gracias pequeño.

— ¡Abby! —la regañé.

— ¿Qué? Sólo estoy siendo amable con el pequeño Adrián.

— ¡Adrien! —dije enojada. Ella quería provocarlo, lo sabía. Pero como era su

cumpleaños no podía enojarme. Sólo por una noche debía aguantarla.

Nos bajamos del automóvil y le entregué a Abby las tarjetas de identificación que

nos habían dado con anticipación, ya que era su cumpleaños, su amigo Louis se las

había facilitado.

Mientras estábamos haciendo la cola para ingresar por una entrada especial, Mark y

Scarlett llegaron hasta nosotros. ¡Por Dios! Ella se veía excelente. Llevaba puesto un

vestido rojo con un leve volado en el cuello y en las mangas; acompañado de unas panty

medias negras y unas botas de gamuza que les llegaban hasta por encima de las rodillas.

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Era un gran look, ahora veía porque Mark estaba loco por ella. Por su parte, Mark lucía

una camisa azul que resaltaba en exceso sus ojos azules y un pantalón jeans negro.

—Estamos todos —dije viéndolos acercarse hacia nosotros. Sólo faltaban algunos

amigos de Abby, pero ellos no me interesaban.

—Sí y… —ella me miró, yo hice lo mismo y no dije nada. Era de suponer que él

iría, pero no esperaba encontrármelo allí adentro, aunque sabía que sucedería.

Una vez que entramos llegamos hasta la barra y nos quedamos allí bebiendo unos

tragos. Yo no acostumbraba a beber alcohol, así que con una soda me conformaba. En

cuanto a Abby y Jack, bueno… ellos bebían cerveza como si fuese agua.

— ¡Es una gran noche! —Gritaba Abby mientras se alejaba hacia la pista de baile

llevándose con ella a Jack—. ¡Vamos cariño! ¡Es hora de bailar!

Imitándolos, Scar y Mark también los siguieron.

Adrien me preguntó si quería bailar también, pero le dije que no. Estaba algo tensa y

también nerviosa por lo que sucedería si me cruzaba a Dave, y eso era algo inevitable.

De seguro estaría allí en unos minutos. Honestamente deseaba verlo…Aunque no sabía

si él sentía lo mismo con respecto a mí.

*****

Tomé una de las camisas grises de mi armario y me la puse. Unos jeans negros,

zapatos de vestir y ya estaba listo. Se me estaba haciendo tarde para ir a la fiesta de

Abby en aquella discoteca, y Alice aún no estaba del todo lista. Le había rogado a Abby

para llevarla, de esa forma no me quedaría solo y patético mientras todos estaban con

sus respectivas parejas. Fue difícil, sobretodo sabiendo que a Abby no le agradaba mi…

mi novia.

Me miré al espejo para acomodar mi cabello y suspiré…

Ella estará allí, lo sé. Abby es su hermana ¿cómo no habría de ir? ¿Qué haría

cuando la viese? Honestamente no lo sabía. Ella me odiaba y lo justo era que la dejase

en paz, que no interviniera en su vida… Mi pequeña Irene y mi gran amor, pensé, te

extraño tanto cariño mío, pero no soy yo quien te merece. No, al parecer es otro…

Me eché algo de perfume y salí de mi habitación. Ahora sí Alice ya estaba lista. No

voy a mentir, realmente se veía muy bien. Llevaba puesto un pantalón negro y un jersey

rojo. El cabello lo llevaba recogido y le quedaba bien. Pero ella no era Irene, nunca lo

sería. Nunca.

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202

Tomé las llaves del automóvil, un abrigo y nos dispusimos a salir.

— ¿Tú sabes dónde queda Oasis, verdad? —le pregunté a ella. Yo no tenía la menor

idea de dónde se encontraba.

—Sí, queda a unas quince cuadras de aquí. Cuando salgas de la autopista gira hacia

la derecha.

—Entiendo, pero si nos perdemos no es mi culpa —dije en broma. Ella no lo tomó

así.

—Dave, deberías comprar un GPS. Siempre que vamos a algún lugar terminamos

dando vueltas por todos lados.

—Ay Alice, no necesito un GPS, soy lo bastante ingenioso como para no perdernos.

Sólo era una broma. Además tú conoces esa disco, yo no.

—Cariño, no te enojes —dijo acariciando mi cabello. Intenté zafarme sigilosamente,

pero fue imposible. Se suponía que era su novio y como tal ella podía hacer lo que

quería.

Media hora después llegamos a una esquina apedreada. Un gran edificio se alzó

sobre nosotros. Giré el volante hacia la derecha, otra vez a la izquierda y entramos a un

estacionamiento. Desde allí de podía divisar el cartel verde y luminoso con el nombre

Oasis.

Sentía un nerviosismo intenso dentro de mí. Sabía que Irene estaría allí y eso me

producía sensaciones en el estómago. Por un momento creí que asistir a aquél lugar iba

ser un error, pero Abby era mi mejor amiga y no podía fallarle; no el día de su

cumpleaños.

— ¿Tienes las entradas? —Pregunté.

—Sí, toma —dijo y las sacó de su cartera para entregármelas.

Entramos por un lado diferente del que entraban las personas que no tenían aquellas

tarjetas; creo que eran de un amigo de Abby o algo así. Ingresamos por un largo pasillo

casi oscuro, si no fuese por la tenue luz violeta que lo iluminaba un poco. Ese pasillo

continuaba hasta desembocar a una gran pista de baile. El reto ahora era encontrar a

Abby, ¿Dónde estaría? Tomado de la mano de Alice, comenzamos a avanzar

haciéndonos espacio entre las personas que se encontraban bailando. Habíamos dejado

los abrigos en el automóvil, ya que sabíamos que adentro el aire estaría cálido. Si eran

necesarios más tarde, yo saldría a buscarlos.

Estuvimos más de quince minutos buscando, hasta que pude vislumbrar a unos

metros, la vestimenta de Abby. Llevaba unos pantalones que brillaban con la luz

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ultravioleta del lugar y las luces de Led. Difícil perder de vista a esa lamparita bailarina.

Además llevaba una especie de remera sin mangas.

Me acerqué hasta ella soltando la mano de Alice. Abby no me veía desde donde

estaba, así que aproveché la situación para darle una sorpresa. Me acerqué por detrás

con cautela y tapé sus ojos. Tomó mis manos y comenzó a preguntar quién era, pero yo

no le contestaba.

— ¡Vamos! ¡Sam! —Error. No era el tal Sam—. ¡No espera! ¡¿Acaso es mi mejor

amigo?! —dijo girándose.

— ¡Feliz Cumpleaños! —se abalanzó hacia mi para abrazarme y yo la imité. No

recordaba cuanto la extrañaba. Siempre era tan cálida conmigo.

Esas últimas seis semanas habían sido devastadoras. Hablar con Abby significaba

recordar a Irene, y ese no era el objetivo de mi partida.

— ¡Sí! ¡Dave, eres tú!

— ¡¿Cómo la estás pasando?! —le pregunté esforzando mi voz. La música estaba a

tope y no se oía muy bien.

— ¡Esto es genial! —Me tiró de la camisa y se acercó a mi oído—. ¿Trajiste a…?

—Dijo finalmente.

—Abby… tú más que nadie sabe lo que está sucediendo aquí.

Frunció el seño con una mirada comprensiva. Luego se acercó nuevamente.

— ¿Sigues amándola? —preguntó. Aquella pregunta frenó mi corazón. Ella se

refería a Irene. Claro que seguía amándola.

—Más que nunca… Ya no puedo dejar de amarla, eso es imposible.

—Ella está en la barra —dijo y señaló con sus ojos hacia su derecha—. Si es tu

intención alejarte no vayas. Si no lo es… bueno, está allí.

Me hizo una mueca con sus labios y rió. Decidí que no era quien para incomodar a

Irene aquella noche. Así que no iría a la barra en donde ella estaba. De todas maneras

había otras.

— ¡¿Dónde está la intrusa?! —dijo sonriente—. ¡Dile que venga a bailar!

Sonreí.

— ¡Voy por ella! —dije alzando la voz.

Me giré sobre mis pasos y fui en busca de Alice que se encontraba a unos metros.

Creí que la había perdido, pero ella no me quitaba la mirada de encima, y miraba a

Abby con cierto recelo.

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— ¿Será ella la que te quita el sueño? —dijo con ironía, sabiendo perfectamente que

no era Abby—. ¿O es la otra?

—Deberías divertirte. Deja ya todos esos celos, Alice.

—Como quieras —tiró de mi brazo y me llevó hasta donde se encontraban todos

menos Irene. Yo no quería bailar, sólo quería estar atento a ver si veía a la chica de mis

sueños.

***

Perdí de vista a Adrien en cuanto Abby se lo llevó. Luego mi hermana volvió hacia

donde yo me encontraba. Había algo curioso en su mirada e inmediatamente supe lo que

era. Él estaba allí.

—Irene, no te muevas de aquí —me dijo sonriendo—. Puedes llevarte una gran

sorpresa.

— ¿A qué te refieres? —pregunté luego de beber un sorbo de soda.

—Sabes a lo que me refiero. No te hagas la tonta. Lo estabas deseando tanto como

él. Verlo.

Tragué saliva. Estaba confirmado, él estaba allí y en cualquier momento podía

aparecer frente a mí. Yo deseaba verlo más que nunca, pero sabía que eso era un grave

error. Que me lastimaría una vez más.

—No quiero verlo, Abby. Dile que no se acerque a mí. Que no lo quiero cerca.

—No seas ilusa. Él te ama. Me lo dijo.

Bebió de mi vaso y se alejó nuevamente, pero esta vez lo hizo bailando.

¿Qué haría si me cruzaba a Dave? ¿Qué haría él si me veía? No encontraba la

respuesta para ninguna de esas dos preguntas. Lo que sí sabía era que no debíamos

cruzarnos en ningún momento de la noche. Eso era lo más propicio.

Durante el trascurso de la noche Scarlett se acercó hasta mí. Al parecer ella lo había

visto, debido a que no hizo ningún comentario de por qué no estaba cerca de Abby.

Aunque yo no pude evitar preguntarle si él había estado allí.

—Sí… —dijo mirándome con algo de pena—. No irás ¿verdad?

Suspiré profundo y sonreí con pesar.

—No, no iré si él está. Verlo sería doloroso. Mucho más que cuando se fue.

—Siento tanto esto Irene. Pero todos te lo advirtieron. Y… déjame contarte algo, lo

he visto mirar un par de veces hacia la barra, pero al parecer no ha dado contigo todavía.

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—Mejor así.

Supuse que la mesera de la barra se estaba haciendo la "gran novela" conmigo, ya

que no evitaba oportunidad de oír lo que yo decía. ¿A ella qué le interesaba lo que yo

estaba pasando? Debía hacer su trabajo y dejar de escuchar conversaciones ajenas.

—Entiendo… Pero deberías saber algo. Para prevenirte el dolor.

— ¿Qué sucede? —De repente un recuerdo vino hacia mí—. Esta con ella ¿verdad?

Sigue con ella —afirmé.

Scarlett asintió con la cabeza y luego tomó mi mano. Alice y Dave estaban juntos.

De todo lo que me ocurría en aquél momento, eso fue lo que más me daño. Él realmente

la quería y hasta quizá la amaba. Y si él la amaba, yo no cabía en su vida.

—Voy al baño —dije y me levanté para irme.

— ¿Quieres que vaya contigo? —preguntó Scar.

—No, gracias. Voy sola.

Me alejé por un costado de la pista de baile mientras sonaba The word is mine, de

David Guetta. Entré a baño de damas para lavarme un poco la cara. Dentro de mí sentía

una sensación extraña que ya había sentido. Angustia, mucha angustia.

*****

— ¡Ve por ella! —Me gritaba Abby mientras bailábamos una canción de Rihanna—

. ¡Esta es tu oportunidad Dave! ¡Vamos!

— ¡No lo sé! ¡¿Y si no quiere verme?!

— ¡Por favor! ¡Está loca por ti! ¡Ha estado insoportable las últimas semanas!

— ¡Abby, no lo sé! —decía yo. No estaba seguro de que ella quisiera verme.

— ¡Claro que sí! ¡La conozco perfectamente! ¡Deja que Jack entretenga Alice,

créeme, es bueno en ello!

La miré desconcertado.

— ¡Yo me encargaré del idiota de Adrien! ¡El chico es un tonto y no se dará cuenta

de nada!

Sonreí tímidamente. Abby confiaba en que Irene me quería, pero intuía dentro de mí

que ella amaba al tal Adrien.

— ¡Vete ahora! —dijo empujándome.

Me adentré entre la pista dirigiéndome hacia la barra donde se suponía que ella

estaba. Miré hacia los lados para buscarla, pero no la encontré. ¿Y si se había

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marchado? No, eso era imposible. Abby todavía estaba allí y me había dicho que Irene

se iría con ella.

En el camino de vuelta una chicha rozó conmigo e inevitablemente vertió algo de su

bebida en su camisa, así que decidí seguir de largo e ir al baño a limpiar mi manga. Ni

siquiera me di cuenta de que Alice me seguía.

***

Salí del baño un poco más aliviada, pero la angustia seguía. Dave estaba allí y no

podía acercarme a él. Eso era terrible. A paso lento caminé hasta el centro de la pista.

Intentaba esquivar a las personas, pero muchas ellas me chocaban. ¿A dónde iba? Si me

dirigía a la barra quizá me encontraría con Dave y si bien quería eso, no debía suceder.

Inmediatamente me volví hacia el enorme pasillo de los baños. Antes de estos, los pisos

estaban alfombrados y la música no se oía tan alta, era el lugar perfecto para quedarme

alejada de todos y de él.

Evidentemente calculé mal los lugares, porque cuando estaba ingresando al pasillo

me choqué con un joven, levanté la cabeza para disculparme y allí estaba. ¡Dios! No

recordaba lo hermoso que era. Realmente era perfecto, dulce y todo lo que pusiese ser

una persona. Un pequeño suspiro salió de mis labios y él lo notó.

Quería contemplarlo por el resto de mi vida. Dentro de mí, algo quería acortar la

distancia que nos separaba y abrazar a Dave, besarlo, acariciar su rostro y tenerlo entre

mis brazos, pero eso era imposible.

Nos quedamos en silencio por varios minutos. Nuestras miradas confundidas se

entrelazaban, y ambas demostraban la sorpresa que nos habíamos llevado. ¿A caso era

causalidad? No lo sabía.

Estás aquí y mírate, te ves hermoso. Más que nunca, pensé, ¡Oh por Dios! ¡No

soporto haberte perdido!

—Irene… —oí con su voz casi inaudible.

Estaba por decirle algo… quizá un "hola", pero en ese preciso instante unas manos

femeninas aparecieron abrazándolo. Se deslizaban desde su pecho hacia sus hombros.

¡Lo sabía! Verlo era un completo error. Entonces la voz de Alice se hizo audible ante

mí.

—Amor… vamos a la pista ¿quieres? —decía mientras baja sus manos para tomar

las de él. No podía mirar aquella escena, me asfixiaba y mi corazón dolía demasiado.

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—Ve que ya te alcanzo —dijo él sin dejar de mirarme.

—Pero Dave —insistió.

— ¡Ve Alice! —dijo él alzando la voz. Alice me miró a regañadientes y desapareció

detrás de mí. De pronto los ojos de Dave se volvieron más dulces.

—Lo siento yo… —dijo intentando armar una oración.

Giré mi rostro hacia donde ella se alejaba y lo volví hacia él nuevamente. No podía

entrometerme entre ellos.

Avancé unos pasos hacia él y lo miré con más precisión. Apreté con fuerza mis

labios para ahogar la angustia e impedir el paso de las lágrimas. Nunca creí que el dolor

fuese tan fuerte, pero ahí estaba, como miles de cuchillos clavándose sobre mí sin

piedad. Alargué mis manos para tomar el cuello de su camisa. Quería besarlo, pero no

debía hacerlo, así que acomodé aquél cuello de tela gris y luego lo aplané con las

palmas de mis manos. Debía reprimir el deseo que sentía. Él me miraba con pesadumbre

y eso hacía que me derrumbase por completo. Debía salir de allí, y debía hacerlo

rápido.

Respiré hondo y dije lo primero que se me vino a la mente…

—… Adiós amor mío —aquellas palabras salieron de mí, derramando

inevitablemente algunas lágrimas —… espero que seas feliz… Y por favor… no me

busques.

No le dí tiempo para que dijese nada, ya que salí literalmente corriendo hacia la

salida principal de la disco. No me quedaría allí después de ver como Dave seguía su

vida sin mí. Su vida con Alice…

Una vez que llegué a la acera, decidí que tomaría un taxi de regreso a casa.

*****

La vida me había dado un golpe tremendo. La mirada de Irene me decía que me

amaba, y sus palabras… "amor mío" resonaban en mi mente con un gran y agudo dolor.

Apresuré el paso para ver si podía encontrarla, pero fue imposible, ella había

desaparecido. Volví hacia donde Abby se encontraba, necesitaba hablar con ella. Pero

no podía hacerlo si todos estaban allí, así que la aparté. Junto con ella vino Scarlett y

Jack.

—Acabo de verla —dije con la respiración entrecortada—. Pero se ha ido.

— ¿Y qué sucedió? —preguntó Abby.

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—Estaba saliendo del baño porque una muchacha me había derramado su bebida en

mi manga. En fin, cuando salía me choqué con una muchacha. Y ¿Qué crees? Era ella.

Fue todo tan extraño.

— ¿Y qué hiciste? —preguntó Jack.

Tomé algo de aire para continuar.

—No pude evitar quedarme paralizado ante ella. Y a su vez ella me miraba

detenidamente. De pronto Alice apareció y algo en su rostro cambió. Me tomó de cuello

de la camisa…

— ¡Oh Dios! —dijo Abby tapándose la boca con sus manos—. ¿Te besó?

Negué con la cabeza.

— ¿Y entonces? —Demandó Scarlett.

—Simplemente lo acomodó y luego… me dijo: " Adiós amor mío…espero que seas

feliz… Y por favor… no me busques". Y luego desapareció.

Abby sacó el celular de su bolsillo en el mismo instante en el que estaba por decir

algo. Lo miró con resignación y dirigió su mirada hacia mí.

—Lee esto —dijo entregándomelo. El texto decía—: Abby, me voy a casa. No me

siento bien, así que tomaré un taxi. Sigue divirtiéndote. Te quiero.

En ese instante su novio llegó a nosotros.

—Abby —dijo — ¿Has visto a Irene?

—Sí, se ha ido —dijo ella—. No se sentía bien y se fue hacia un tiempo. Dijo que

no te preocuparas.

El rostro de Adrien demostraba consternación. Él sufría tanto por ella. Me sentía

culpable por haberle arrebatado aquél amor. En ese instante creí que él sí la merecía…

Yo no…

***

Una vez en el taxi, sentí que ya podía largarme a llorar, pero debía mantenerme

fuerte ante lo que sentía. ¡Dave! Gritaba por dentro, pero no valía la pena. Aquello era

imposible. Alice estaba allí y aunque la odiase por completo, honestamente se veía

bellísima. Ella amaba a Dave y de seguro no lo había lastimado nunca. Yo sí, y muchas

veces. No me lo merecía en lo absoluto. Ella sí. Y aunque lo amaba con toda mi

alma…Debía dejarlo partir.

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Capítulo 20

Los días pasaron tan rápido que casi sin darme cuenta ya estábamos frente al día

sábado, y eso significaba que en la noche Adrien y yo iríamos a esa fiesta que parecía

prometedora. El día estaba soleado, dando el augurio de una noche que no sería tan fría

como las anteriores. Además el noticiario marcaba quince grados.

Luego de levantarme y darme un baño, me alisté para desayunar. Alrededor de las

nueve de la mañana bajé las escaleras para dirigirme hacia la cocina a tomar algo de

café y quizás un jugo de naranja. No tenía hambre, pues estaba nerviosa por la fiesta.

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Al entrar en la cocina me dí cuenta de que Mark estaba allí. No estaba desayunado,

sólo tenía un vaso de agua frente a él. Su rostro se veía pálido y sin vida ¿qué le estaba

ocurriendo?

—Mark ¿estás bien? —le pregunté preocupada. Pasé mi mano sobre el aire y frente a

su rostro esperando a que contestara. Levantó su mirada hacia mí y pude ver frialdad en

sus ojos, algo que me preocupo demasiado.

—Irene… Sí, estoy bien. No te preocupes —dijo, pero era evidente que no lo estaba,

y yo no iba a tragarme esa mentira.

— ¿Estás seguro? —volví a preguntarle. Fruncí el seño aguardando su respuesta.

Pero él no iba a decirme nada. Conocía a Mark tanto como él a mí y sabía perfectamente

cuando no estaba bien de ánimos.

—Claro… —dijo con un hilo de voz. Era hora de actuar.

—Mark, sabes que puedes contarme todo ¿verdad? —dije intentando aumentar su

confiaba hacia mí. Mark era profundo como el silencio y muy pocas veces podíamos

adivinar lo que le sucedía.

—Lo siento…pero… Creo que voy a separarme de Scarlett —dijo sin aire en su voz.

¿Por qué ocurría eso? Se habían visto tan bien en la fiesta de Abby.

Él no me dijo nada, sólo se limitó a mirarme sin ninguna expresión.

—Mark… dime —dije — ¿Qué ocurrió? Durante el cumpleaños de Abby parecían

estar felices y ahora me dices esto.

—Escucha —dijo con la voz algo temblorosa—. Honestamente no sé qué hacer…

Hay días en los que me despierto, y sé que quiero estar con ella, pero hay otros en los

que no. Tú no lo entenderías.

— ¡Santo cielo, Mark! ¿Por qué no te entendería? —dije mientras lo estrechaba

entre mis brazos. No sabía lo débil que podía llegar a ser Mark—. Aunque… Supongo

que hubo algo que desató todo esto.

—Somos muy diferentes… —sus ojos estaban llenos de dolor y angustia, hubiera

querido ayudarlo, pero lo conocía demasiado como para saber que cuando decidía algo

no había vuelta atrás—. Además el próximo año vuelvo al ejército y no quiero

lastimarla.

— ¿A qué te refieres con eso? —dije confundida. No comprendía qué tenía que ver

el ejército con todo eso.

—Conoces bien a Scarlett, Irene. Sabes que se enojará si vuelvo. El otro día me

preguntó si estaba dispuesto a volver a allí.

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— ¿Es eso? O ¿Es que ya no la amas? —dije algo ofuscada.

—Es eso y que las cosas no dan para más. Ya te digo, somos demasiado diferentes.

—Si esa es tu decisión, hazlo de ese modo, pero intenta detenerte un día y pensar en

lo que has perdido, Mark.

Él me miró con algo de culpa. No era mi intención hacer que se sintiese de esa

manera, pero Mark debía a aprender a enfrentarse a sus problemas. Maldita hipócrita

¿acaso tú no haces lo mismo con Dave? Tampoco te enfrentas a tus problemas, me dije

a mi misma, pero no era momento de hablar de mí.

Se levantó sin decir nada y salió de la cocina. Me quedé un poco pensativa por lo que

acababa de suceder. Mark y Scarlett eran historia, al igual que Dave y yo…

Sentada y sin haber tocado mi desayuno, recordé que a las cinco Adrien pasaría por

mí y que debía estar preparada, necesitaba bañarme, alisarme el cabello y maquillarme;

algo en lo que podía llegar a tardar horas.

La tarde pasó demasiado rápido y cuando quise acordarme ya eran las cuatro y media

de la tarde y todavía no me había puesto el vestido. Minutos después lo busqué en el

armario y me lo puse, realmente me quedaba perfecto y el color era muy bonito.

Combinaba perfectamente con mis ojos y mi piel pálida.

Me queda perfecto, me decía a mi misma, bueno ahora sí pareces una verdadera

chica del siglo XVII Irene.

Alrededor de las cinco de la tarde, oí el timbre. Ya debe de estar aquí, pensé. Salí

hasta la entrada y allí estaba con su traje que también era divino.

—Hola —dije—. Te ves muy bien Adrien, de verdad.

Lo observé de arriba abajo para comprobarlo nuevamente.

—Hola, y gracias. Tú también te ves espectacular. Mírate, eres hermosa —expresó

con una gran sonrisa brillante y luego me hizo dar un giro.

—Ven, pasa. Vamos a tomar un café hasta que sea la hora de irnos —fuimos a la

cocina y preparé una jarra de café, serví dos tazas y nos quedamos allí.

—Realmente te queda hermoso —dijo Adrien mirando el vestido que él mismo me

había regalado.

— ¿Te gusta? —Asintió—. No sabía que peinado hacerme, así que me dejé el

cabello suelto y me lo alisé.

—Me encanta. Me gusta mucho más así… —cerré los ojos y sentí como me

abrazaba. Muchas veces lo había soñado, pero no era como ese. Adrien me transmitía

seguridad y honestamente eso me gustaba.

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—Gracias —dije con sentimiento.

—No, gracias a ti por acompañarme a la fiesta. Es un lujo estar a tu lado Irene —

sentí como millones de cuchillos se clavaban en mi espalda. Adrien era una persona

completamente adorable, lo quería muchísimo, pero tenía miedo de no poder olvidar a

Dave y como consecuencia, lastimar al pobre de Adrien.

—No debes agradecerme —dije intentando sonar convencida de lo que decía.

—No, debo agradecerte por darme una oportunidad, por… por elegirme Irene… —

Elegirme… ¡Dios! Me sentía una mala persona.

—Eres tan bueno —susurré acariciando su mejilla con suma delicadeza. Él no se

merecía mi mentira, pero yo estaba dispuesta a amarlo como antes. Me sonrió y minutos

después pasamos a otro tema.

— ¿Te pusiste a pensar en que ya terminamos las clases? Es grandioso, pero a la vez

me da algo de melancolía.

—Sí —dije recordando—. Yo extrañaré la rutina… Las caminatas soleadas hacia el

instituto con Scarlett, la diverción… En fin todo. Pero aún quedan algunos exámenes.

—Cierto, cierto. Pero quiero graduarme como sea. A pesar de los exámenes.

—También yo —dije. Luego me levanté a ordenar algunas cosas de la casa antes de

irnos, porque si no lo hacía yo ¿Quién iba a hacerlo? ¿Mark? No lo creo ¿Abby? Sí, en

mis sueños.

*****

— ¿Sabes? —le decía a Alice—. Podemos ir a algún lado. La tarde está cayendo,

pero podemos ir a comer algo ¿Qué dices?

Ella se encontraba en la cocina, así que luego de oír lo que yo le estaba diciendo,

llegó hasta mí. Me sonrió de una manera picaresca que me intimidó y luego se sentó a

mi lado.

—O… podemos quedarnos aquí y tener nuestra cita —dijo alargando cada una de las

palabras.

Yo no había hablado de una cita, pero supongo que era eso lo que significaba.

Inmediatamente, tomó mi mano y apoyó su cabeza en mi hombro.

—A mi me parece que podemos salir —dije intentando desviar la conversación—.

Es una linda noche, no hace frío.

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—Mmmm…. Creo que no entendiste —rió guiñándome un ojo.

—No, creo que no —sabía perfectamente a lo que se refería, pero aparentaba que

no—. ¿Por qué no quieres salir?

—Digamos que… tengo otros planes —su voz sonaba un tanto incitante se podría

decir. Hasta lasciva. Algo que no me agradaba en lo absoluto.

— ¿Otros planes? ¿Cómo cuáles? —dije levantándome a tomar un vaso de agua.

Ella me siguió hasta la heladera donde intentó abrazarme, pero sin querer la esquivé.

—No lo sé… tú, yo… podemos preparar una cena, luego un postre… y luego… —

me sonrió.

La miré algo desconcertado.

—… Que pase lo que tenga que pasar…

Me negaba rotundamente, amaba a Irene demasiado, y por lo que me había dicho el

día del cumpleaños de Abby, sabía que ella me amaba también. Que ocurriese algo con

Alice sería mi derrumbe, tanto moral como espiritual.

—Sí, quizá —dije con una media sonrisa que no era del todo sincera, pues sabía que

no pasaría nada. Me sentía nervioso e invadido. Nunca había pensado en que Alice

quisiese hacer el amor conmigo. Ahora me daba cuenta de que era un idiota, claro que

ella podía querer hacerlo, porque se suponía que era mi novia. No obstante, yo no.

—Pasará —dijo entonces ella, como si adivinase mis pensamientos. De repente, un

escalofrío azotó mi espalda.

***

Luego de terminar con aquellos quehaceres y acabar por arreglarme un poco, estaba

lista para partir. Adrien había estado listo desde su llegada, así que podíamos irnos

cuanto antes.

— ¿Vamos? —dije mientras nos conducíamos hacia la entrada principal.

—Claro —respondió—, pero antes de salir quiero que veas algo que traje para ti, te

hará ver mas hermosa de lo que eres —expresó con una sonrisa.

—Adrien, no tienes que… —sacó una caja que estaba dentro del automóvil, y de

ella sacó una pequeña corona, como una tiara, era muy bonita y brillante. Me llevé

ambas manos a las mejillas —…Dios, Adrien… no debías haberte molestado

—Me molestaría a cada segundo por ti Irene, y lo sabes. —Adrien se aproximó a mí

para besarme, e inevitablemente correspondí a ese beso. Luego se quedó aferrado a mí,

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como si yo estuviese a punto de alejarme de él para no volver y quisiese retenerme por

siempre.

—Gracias Adrien, no sé cómo agradecerte esto… —él sonrió nuevamente. Su

mirada era tierna y dulce. Su sonrisa, fresca al igual que su personalidad.

—Puedes agradecerme subiéndote al automóvil —río—. Si nos quedamos aquí

vamos a morir congelados, y no soy Di Caprio, no me veo muy bien congelado.

Era un chiste tonto, pero aun así no pude evitar reír.

—Bien, vamos.

Nos subimos al automóvil y emprendimos el viaje hacia el lugar de la fiesta. Apenas

hicimos dos cuadras le pregunté cuánto tardaríamos en llegar hasta allí y me respondió

que podían ser más de dos horas o quizá menos. La tarde estaba cayendo sobre la ciudad

y se ponía cada vez más y más naranja, con algunas tonalidades amarillas. Frente a

nosotros se presentaba una firme carretera de tierra rodeada de lo que alguna vez

pudieron ser hermosos campos y que ahora eran solo hierbas congeladas por la ola

polar.

—No hay casi ningún automóvil —observé—. Ni siquiera uno.

—Es que esta ruta solamente nos lleva al gran lago y a la estancia de Wimblen.

—Estancia de Wimblen… Eso me suena tétrico, bueno, si lloviese y hubiese truenos

y relámpagos —ambos reímos, pero Adrien no lo hizo con mucho entusiasmo—. ¿Ves?

es gracioso.

—Puede ser, pero también me río de las cosas que se te ocurren, Irene —dijo sin

quitar la vista del camino—. Eso me gusta. Siempre has sido tan ingeniosa.

—Yo creo que simplemente eso te pareció gracioso.

—Claro, tienes razón.

Luego de ese pequeño dialogo permanecimos en silencio hasta llegar a la estancia,

no solíamos quedarnos sin hablar mucho tiempo, pero ese caso fue la excepción.

No podía creer lo que tenía ante mis ojos, veinte metros delante nuestro se podía

divisar un enorme castillo. Sí, un castillo idéntico a los del siglo XVIII con una gran

torre en medio de él. Si bien era de noche se lo podía ver perfectamente debido a las

luces que lo iluminaban, arriba, enormes ventanas con balcones de piedra y en la punta

de la torre una bandera de nuestro país. Toda aquella arquitectura parecía haber sido

construida con piedra color grafito, que simulaban ser ladrillos. La entrada era un gran

portón que caía sobre el lago para el ingreso de los vehículos. Realmente era alucinante.

—Es hermoso… —susurré observando cada uno de los detalles—.Parece de cuentos.

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215

—Lo había visto hace unas semanas cuando acompañé a mi primo para alquilarlo,

pero de noche es muy distinto. Es mejor.

—Tienes razón —en aquel momento recordé que no sabía el nombre del primo de

Adrien, ni cuantos años cumplía, solamente teníamos su regalo, un bonito suéter celeste

pastel y una campera marrón que hacían juego—. Oye, ¿Cómo se llama tu primo? No

me lo has dicho aún.

—Creí que te lo había dicho, pero tienes razón. Se llama Dean. No sería bueno que

entres diciendo: Feliz cumpleaños primo de Adrien.

—Sí, todos me odiarían. Así que ¿Dean? —Era un bonito nombre—. Tiene un lindo

nombre.

—Se, se. Pero tiene novia Irene —dijo intentando que yo lo sintiese como una

broma, pero inevitablemente me enojé.

— ¿Qué intentas decirme, Adrien? —dije cruzándome de brazos.

—Fue una broma mi vida.

Estacionamos cerca de una de las entradas, y caminamos unos cuantos metros hasta

la puerta principal. A esas alturas la noche ya había caído sobre nosotros, y la fría brisa

taciturna ondeaba un poco mi cabello, que para ese momento estaba suelto. En el

instante en el que las puertas se abrieron, pude ver que se encontraban muchísimas

personas. Obviamente yo no conocía a nadie, solamente acompañaba a Adrien.

Logra divisar una gran pista de Led en el centro y luces de boliche que eran

espectaculares, las cuales reflejaban pequeñas luces a lo largo y a lo ancho del castillo.

A los costados se encontraban situadas mesas, que de seguro servirían para la cena, y

tras la pista de Led, se destacaba con un largo de más o menos seis metros, una gran

barra de madera que a mi parecer, era demasiado.

—Mira esto —me decía Adrien fascinado sin apartar la vista de los rectángulos que

cambiaban de color en la pista de Led.

—Todo es tan lindo, mira la pista de baile, es hermosa. —Todo era como si

estuviésemos en un cuento de hadas. No acercamos a una de las mesas y dejamos los

obsequios junto con los demás. Ese muchacho sí que tenía amigos, o por lo menos eso

parecía, con la cantidad de obsequios que había allí.

—Allí está —dijo Adrien y señaló a su derecha—. Ven que voy a presentarte a mi

primo.

Tomó mi mano y me condujo hasta él. El muchacho no era nada parecido a Adrien,

tampoco esperaba que lo sea, era alto con cabello oscuro y ojos color topacio, no

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216

obstante era apuesto. A su lado y tomada de la mano había una muchacha que al parecer

era su novia. Ella era muy bonita, de cabello rubio mucho más claro que el mío, y lo

bastante alta, tanto como él. Tenía piel similar a la porcelana y ojos verde esmeralda. Si

me hubiesen preguntado, habría dicho que parecían una pareja de modelos esperando

para ser fotografiados.

Saludé cordialmente y les estreché la mano a ambos, ellos me retribuyeron el saludo

de una manera agradable.

—Irene ¿verdad? —dijo Dean, su primo.

—Sí —dije con la mejor sonrisa que tenía.

—Mucho gusto. —Luego llamó la atención de la muchacha—. Mariah, él es mi

primo Adrien y ella es su novia, Irene. Chicos ella es Mariah, mi novia.

—Hola —dijeron Adrien y ella a la vez.

— ¿Cómo has estado primo? Hace como un mes que no nos vemos —añadió Adrien.

—Tú sabes, con lo de la fiesta, Mariah y yo estuvimos algo ocupados, luego estuve

preparándome para unos exámenes de la universidad, pero intentando convivir con el

mundo y seguir con una agenda social —dijo y rió.

—Lo imagino —dijo Adrien—. Haces demasiadas cosas, yo no podría con tanto ¿no

mi vida? —se volteó hacia mi.

—Claro que puedes —dije sonriente—. Eres muy inteligente.

—Si tú lo dices. —Me sonrió y luego deslizó su mano por mis hombros para

abrazarme.

—Entonces… —esta era la segunda vez que Mariah, la novia de el primo de Adrien

hablaba—, ¿y ustedes cómo se conocieron? Porque déjenme decirles que hacen una

muy bonita pareja.

—Gracias —contesté—, de hecho Adrien y yo nos conocemos del instituto, bueno

aunque en realidad comenzamos a hablarnos en un parque cerca de nuestras casas.

Técnicamente él me arrojó nieve, luego se disculpó, y desde ese entonces no nos hemos

separado.

—Te olvidas de algo —me dijo él.

— ¿De que? —pregunté algo desorientada.

—Yo ya te amaba hacia bastante tiempo, y tú me dijiste que también ¿recuerdas? —

lo había olvidado. Fue un inicio de clases en el que la profesora me mandó en busca de

unos libros a la biblioteca. Ya lo había visto, pero ese día pude apreciarlo más de cerca,

y había creído que iba a ser el amor de mi vida.

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217

—Tienes razón, desde el día de la…

—Biblioteca —dijo completando rápidamente mi frase. Yo asentí con la cabeza.

Nos quedamos un rato en aquel lugar charlando, el primo de Adrien y su novia eran

personas muy amables, la gente era muy amistosa y todos te saludaban. Sin contar que

de vez en cuando nos ofrecían bebidas. Los camareros se acercaban y nos preguntaban

qué queríamos beber.

*****

La noche había caído y nada pasaba por mi mente, ¿Qué iba a hacer ahora? no quería

hacerlo, pero tampoco era mi intención herirla diciéndole que no. Se me ocurrió decirle

que me sentía mal o que estaba cansado, pero sabía que eso no funcionaria con Alice, no

tenía más opción que ceder ante lo que ella se proponía. ¡No podía hacer eso!

Bien, ¿Qué hago, que hago? Piensa Dave, eres grande e independiente; se supone

que debes hacerte cargo de tus decisiones y saber qué hacer, no seas idiota. Y lo más

importante, debes decir que no.

—Dave —Alice me llamó desde la cocina, de la cual salía un sabroso aroma —

Dave, amor, la comida esta lista

— ¡Enseguida voy! —grité mientras segundo a segundo me ponía cada vez más

nervioso. Se suponía que debía dejar de lado mi amor por Irene, pero… ¿Por qué no

podía hacerlo? Lo único que se me ocurría era que ella de alguna forma u otra estaba

grabada en mi corazón.

Irene tenía la capacidad de bloquear mis sentidos de una manera descomunal cada

vez estaba frente a mí. La amaba y no podía apagar aquél amor.

Llegué a la cocina y ella estaba esperándome con la comida lista y un vestido negro,

corto y demasiado escotado para mi gusto. Se veía bonita, claro está, pero yo no tenía

ojos para ella.

—Por… ¿Por qué estas vestida así? —pregunté, aunque ya conocía la respuesta.

—Es nuestra noche especial —respondió guiñándome un ojo. Tragué saliva y me

senté a la mesa, apenas podía mantenerme en pie.

—Cla… claro, sí… lo… lo había olvidado —mi voz sonaba como la de un

tartamudo, o quizá un idiota que no sabía qué decir.

— ¿Entonces? —preguntó.

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218

Ninguna palabra logró escapar de mi boca, sólo la miraba, entonces algo me dijo que

ella sabía lo que yo estaba pensando en aquel momento.

— ¡Dave! —Gritó—, ¿me oyes? Te estoy hablando —su tono me decía que

nuevamente me había tildado, que había viajado miles de kilómetros sin siquiera

moverme.

—Lo siento, me… me bloqueé, discúlpame Alice.

— ¿Estás bien? —dijo algo extrañada de mi comportamiento.

—Sí, sí, claro que lo estoy, pero… mira Alice no me…

—No digas más —dijo. Se volteó hacia la mesada y trajo los platos a la mesa—. La

cena esta lista —agregó evitando todo lo que yo tenía para decir en aquel momento.

Sus ojos se volvieron algo tristes y ya no existía una sonrisa en su rostro, sentí que

de alguna forma logré romper su corazón y eso era justamente lo que no tenía en mente.

Había estado pensando todo ese tiempo en mí y nunca en ella. Siendo tan buena

conmigo.

Luego de una exquisita cena, que debí de haberle agradecido con más calidez,

hicimos un brindis. Alice expuso ante mí todos sus sentimientos, que a diferencia de los

míos, eran fuertes. Me dijo que me amaría por siempre, que nunca se arrepentiría de

haberme elegido y que esperaba que yo sintiese lo mismo. Por mi parte, yo, le dije que

la quería muchísimo y que no me alejaría de ella; no sabía exactamente si iba a ser de

ese modo, pero trataría de intentarlo. Dicen que un deseo se cumple si la persona lo

piensa y anhela con todo su corazón, déjenme decirles que lo intenté, pero no tuve más

que dolor y sufrimiento, creí que podía tener una luz de esperanza y desafortunadamente

no fue así.

Al retornar hacia la realidad, miré a Alice que tomó delicadamente mi mano y me

condujo hasta la habitación, caminé con ella hasta la cama, rogando que se arrepintiese

de cualquier cosa.

—Ven cariño —dijo ella. Miré a mi alrededor esperando que algún ente acudiese a

mí, pero no vi más que soledad en aquella sala.

Me dejó allí sentado mientras desaparecía para luego volver con una botella de vino

y dos copas.

***

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219

Pasé horas y horas bailando. No sabía que podía aguantar tanto. La noche todavía era

joven y la gente muy amigable; no recuerdo que me hayan dolido las piernas porque

realmente estaba disfrutando la fiesta. Durante algunos minutos me puse a buscar a

Adrien, pero cientos de personas se encontraban frente a mí, así que por más que

quisiera se me iba a complicar encontrarlo. Al girarme nuevamente, un grupo de chicas

y chicos me llamaron para bailar con ellos en una especie de ronda, hacia tiempo no

disfrutaba una fiesta como aquella, supongo que estaba volviendo a los días felices,

poco a poco, pero lo estaba haciendo.

Más tarde y ya con los pies un poco cansados de tanto baile, decidí ir a tomar algo,

no acostumbraba a beber alcohol, pero un pequeño trago no me iba a hacer nada. Me

acerqué a la barra y pedí una cerveza, a pesar de ser invierno hacia calor allí.

— ¿Te diviertes? —dijo la chica que atendía, al parecer era la barwoman—. Porque

si me dices que no, sabré que estas mintiendo, es una gran fiesta.

—Claro que sí, nunca se me hubiese ocurrido hacer una fiesta de esta índole. En

verdad que tienen una gran imaginación y buen gusto.

—Sí, Dean la tiene. Lástima que pierda el tiempo con esa… —algo me dijo que se

dio cuenta de que estaba hablando con una perfecta desconocida, entonces paró de

contarme —… Lo, lo siento, no debería llenarte de mis problemas, vienes aquí para

divertirte no para escuchar como alguien se queja de sus penas.

—No te preocupes —dije—. Soy muy buena para escuchar… además ya estoy un

poco agotada de tanto bailar —sonreí—. Soy toda oídos.

— ¿Estás segura? —preguntó—. Espera, ¿eres amiga de Dean? Porque si estás

aquí…

—No, soy amiga del primo, Adrien —ni siquiera se me había cruzado por la mente

la palabra "novia", y sabía que eso significaba algo.

—Hummm…creo que lo he visto —me sirvió otro trago y seguimos con nuestra

charla—. En fin, Dean y yo éramos mejores amigos, bueno… somos mejores amigos,

pero él siempre se fijó en otro tipo de personas, de esas… tú sabes, tal como ella.

—Claro, pero hay algo que no entiendo. Si eres su amiga ¿porqué estás aquí en la

barra?

—Quería ayudar, y no soy mucho de bailar. Además me agrada estar aquí. Y…

Honestamente, no quiero estar cerca de él si ella está allí.

—Entiendo, me ha pasado —dije recordando la cena en mi casa, donde Dave y Alice

estaban juntos. Sin dejar de contar el día del cumpleaños de Abby. Sacudí la cabeza

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220

intentando quitar esos recuerdos, pero a la vez se me venía a la mente una pregunta.

¿Qué estará haciendo? ¿Estará con ella? No lo sabía—. Entonces, tú querías algo más

que una amistad.

—Sí —dijo alzando ambas cejas con expresión de resignación—, y luego de años de

ser amigos aparece ella…

— ¿Mariah? —pregunté.

—Sí, la idiota esa.

— ¿Y de dónde la conoció? —miré mi reloj y eran las tres de la madrugada, pero eso

no importaba.

—Pues… de eso me siento bastante culpable —sus ojos se desviaron hacia la pareja

que se encontraba a unos cuantos metros de nosotras, que por cierto eran ellos, y

estaban bailando muy juntos. Si yo fuese ella, me habría marchado de allí.

— ¿Culpable? ¿Acaso tú los presentaste? —intenté adivinar, pero me equivoqué por

muy poco.

—No, claro que no. Mariah era mi amiga, nos conocimos en un empleo y luego

comenzó la universidad conmigo y con Dean, pero ellos no se conocían —se tomó la

frente y la arrugó—. Si tan solo ella no hubiese aparecido en medio de nosotros dos…

— ¿Él sentía algo por ti? —tenía la sensación de haberme estado metiendo en

terreno ajeno, pero si iba a ayudarla con sus penas, algo debía saber del tema.

—Al principio tenía la sensación de que sí, pero luego con el paso del tiempo fue

como mucha amistad, amistad, amistad y las cosas quedaban ahí, nada de lo que yo

hacia le llamaba la atención. Sólo en una ocasión comencé a salir con un muchacho de

la universidad que se llamaba Jason, y el día que le conté se volvió un poco distante de

mí, ya las cosas no eran como antes. No éramos lo mejores amigos que salíamos a

pasear por las tardes o andar en bicicleta los días de verano. Las cosas habían cambiado

por completo.

—Pero… hay algo que no entiendo —la miré para preguntarle su nombre y ella se

dio cuenta.

—Sally.

—Sally, hay algo que no entiendo. Si lo quieres tanto ¿Por qué nunca se lo dijiste?

—Supongo que tenía miedo, miedo de… perder a mi amigo o miedo de lo vayan a

decir los demás o miedo… de lo que él fuera a decirme. Ahora me doy cuenta de que

era una idiota por tener ese miedo.

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—Te entiendo… pero nunca es tarde —eso no solamente se lo estaba diciendo a ella,

sino a mí también. Nunca es tarde, Irene. Y junto a eso el nombre de Dave se hacía

presente.

—Sí lo es… —dijo con aires de resignación y melancolía.

—Bueno, eres joven. Ambos lo son, y si tiene que ser, será.

—Lo único que sí sé es que evité decirle la verdad desde pequeños, y ahora debo de

ser la persona más triste de todo el mundo, viendo como ellos forman la pareja perfecta.

—No todo lo que parece perfecto termina siendo lo correcto.

—No creo que lo entiendas, tú y Adrien deben estar muy bien —aquella chica no

sabía la verdad de las cosas, no se imaginaba todo lo que había ocurrido en mi vida

hasta llegar a aquel momento. Aun así, era lista, ya que se había dado cuenta de que no

era amiga de Adrien, sino algo más.

—Te sorprenderías con las cosas que me han pasado. Pero ya han quedado atrás y no

vale la pena pensar en ellas.

—La vida es dura cuando se lo propone —me dijo Sally con la mirada perdida. La

vida es dura, y sí que lo era.

— ¡Sally, me ayudas con esta margarita! —gritó un muchacho desde la punta de la

barra, lo que hizo que dejáramos de hablar.

— ¡Claro! Lo siento debo ir a ayudar a Mike, es un poco tonto el pobre. Quizá nos

veamos más tarde —dijo con una amplia sonrisa.

—Bien, nos vemos —me despedí sorbiendo un poco del nuevo trago que ella me

había dejado en la barra. Era de un color naranja, pero sabía exquisito, aunque el alcohol

era totalmente perceptible.

Me quedé en mi banca sentada por un buen tiempo, de tantos tragos ya estaba un

poco mareada y el sueño se había venido sobre mi cuerpo. Mi mente era un mar de

pensamientos; palabras e imágenes que se entremezclaban formando una sola historia,

aquella que lo involucraba a él, obviamente.

Recién habían pasado casi dos meses desde que él se había marchado de casa, y no

sabía si rendirme o buscarlo, supongo que tampoco tenía el coraje de herir a Adrien, no

quería hacerlo por nada del mundo.

Como dije, me encontraba sentada frente a la barra cuando de pronto oí una voz que

acudía a mí llamándome. Me era conocida, pero no tanto.

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222

—Ahí estás —dijo alegrado de verme, no lo había reconocido estaba totalmente

distinto desde la última vez que lo había visto—. Pero mira que bonita estás. Aun más

que la última vez que te vi.

— ¿Qué haces aquí? Veo que has bebido —su aroma no era precisamente el de un

perfume, sino el de la cerveza. Yo había bebido un vaso, pero él al parecer, varios litros.

—Sólo unas copas —dijo triunfante —. Pero dime ¿tú qué haces en esta fiesta?

—Yo te lo pregunté primero —dije algo ofuscada, de todas las personas en el

mundo, no creí que me lo encontraría justo a él.

—Dean y yo somos amigos de la universidad ¿contenta? —Dios, era tan parecido,

que no podía creerlo, lo había olvidado—. ¿Y tú?

—Salgo con su primo —largó una risa burlona que me hizo enojar aún más, y él lo

notó.

—Bueno, no debes ser tan directa —dijo a la defensiva—, así que… sales con

primito de Dean ¿no es así?, es afortunado de tener lo que yo no tuve —se acercó un

poco hacia mí, pero yo me alejé.

—Te apresuraste demasiado —dije desafiante.

—A las chicas suele gustarle —dijo en tono picaresco, algo que no me causó gracia.

—Pues a mi no y… tengo que irme. Por favor, quítate —me levanté para marcharme

pero me frenó acercándome hacia él. Traté de zafarme, pero fue imposible. Darren era

muy fuerte, mucho más que Adrien y Dave—. Darren, suéltame que debo irme.

—Volveremos a vernos en la noche ¿cierto? —preguntó incitante.

—Lo dudo —dije; y me zafé de su agarre. Luego volví a la pista para alejarme de él.

*****

Cuando abrí los ojos me encontraba en mi cama, Alice estaba allí a mi lado, lo

extraño era que no recordaba nada de lo sucedido la noche anterior. Ella se encontraba

abrazada a mí. Aquello era muy extraño, tenía mi pijama conmigo, pero algo me decía

que no me había ido a dormir temprano. ¿Qué sucedía? ¿Qué había pasado la noche

anterior? ¿Realmente había sucedido?

Alice despertó y entonces le pregunté qué había sucedido, pero tan solo obtuve una

respuesta; que honestamente no fue de lo más grata.

—Ha sido una bonita noche cariño, ahora estaremos más unidos que nunca.

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223

Capítulo 21

— ¿Qué? No… no recuerdo nada —ella me miraba sonriendo—. ¿Qué sucedió

Alice?

Me sentía demasiado aturdido y confundido, ¿Cómo no era capaz de recordar lo que

supuestamente había sucedido la noche anterior?, pero si Alice estaba en lo cierto,

entonces no había vuelta atrás, todo lo que pudiese hacer en el futuro era en vano. Quizá

pude haber sido algo dramático respecto al tema, pero yo lo sentía así.

—Claro, ¿Cómo que no lo recuerdas? Yo nunca voy a olvidarlo —suspiró.

No sabía qué hacer ni cómo responder a sus expresiones sugestivas; durante el día

traté de evitarla yendo a la universidad, al trabajo y haciendo todo tipo de cosas que me

alejasen de ella. No quería verla, no después de entender lo que había sucedido. Mi cara

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224

debía de dar cuenta lo que me estaba pasando, ya que todos me preguntaban si estaba

bien.

—Oye, ¿Qué te ocurre amigo? —dijo uno de mis compañeros cuando me vio llegar a

la universidad—. Estás pálido.

—Nada, tan solo tuve un mal día.

—Alice… ¿Verdad? —todo daba las señales de que era ella.

—Sí… es ella, se me esta haciendo un poco complicado.

—Déjala, si ni siquiera te mueve un pelo, deberías dejarla.

—No, no puedo. Le hice aquella promesa.

— ¿Cómo que no puedes? No estás casado con ella, ¿no era que te gustaba la otra?

Ve y búscala.

Si las cosas fuesen tan fáciles como Alex lo planteaba, hubiese corrido hacia Irene

hace mucho tiempo, pero los cuentos de hadas no existían para mí en ese momento.

—Simplemente… no puedo. Escucha, amo a Irene, pero las cosas entre nosotros son

muy complicadas, y si intentara algo otra vez seria una decepción.

—Si tú lo dices —dijo rascando su barbilla—, pero no podrás sostener este falso

amor por mucho tiempo

—Lo sé, Alex, lo sé.

Él tenía razón, supe que iba a llegar un momento en el que me cansaría de todo,

aunque también supuse que iba a saber cómo actuaría. Como sea, estaba haciendo un

gran esfuerzo, grande en verdad.

***

Llegué a casa después de haber dado un paseo por el museo con Adrien, y cuando

estaba por ir a la ducha recibí un mensaje de texto, era Scarlett y decía: amiga, necesito

que hablemos, estoy muy mal, por favor ven a casa si puedes o ¿puedo ir yo?

Inmediatamente le contesté: me imagino de que hablas, ven que él no esta. Entonces

recibí otro mensaje: Bien, gracias.

Sabía a la perfección lo que estaba sucediendo. Mark me había dicho que tenía que

hablar seriamente con Scarlett y eso me enojaba un poco, porque intuía que no era para

decirle que la amaba, sino todo lo contrario. Además había oído como Mark hablaba

con una tal Jamie. Creo que eran amigos del instituto y se iban a juntar o algo así. Eso

no me agradaba, pero sabía que no dejaría que nadie se entrometiese en su vida.

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Un par de horas después, Scarlett llegó. El rostro que traía consigo no dejaba nada a

la imaginación; era evidente que Mark la había lastimado. Lo sabía.

—Entra, pasa. Cuéntame qué es lo sucede amiga —le dije mientras la abrazaba.

Nos conducimos hasta mi habitación, donde sabíamos que nadie nos molestaría.

Luego de secar sus lágrimas y ofrecerle un vaso de agua para que se calmase, me contó

que era lo que estaba pasando. Trató de decirme algo, pero ni siquiera podía armar una

frase debido al llanto.

—Cálmate —le decía yo intentando consolarla.

—Es… es… —le pregunté si era por Mark y me lo afirmó asintiendo con la cabeza.

Sabía exactamente a lo que se refería; se había separado de él—. No sé qué es lo que

ocurrió —dijo luego de haberse calmado. Para ese entonces ya no lloraba más —. Es

como si todo de repente se hubiese desvanecido. Me da una sensación como de… —

silencio.

— ¿De qué? —pregunté, aunque sabía la respuesta, Jamie.

—De que… consiguió a otra persona…

—Ay no digas eso —le susurré, pero yo también tenía esa sensación.

—Creo que sí, pero… no importa, ¿yo quiero que sea feliz verdad?... bien… lo será.

Lo que decía me partía el corazón, amaba a mi amiga como a una hermana, ella lo

era todo para mí y no sabía cómo aplacar su sufrimiento. Odié a Mark en ese momento,

pero supuse que debería entenderlo a él también, en algún punto.

—Escucha —dije mientras ella me miraba con ojos de cachorro triste y solitario—.

Escucha atentamente lo que te voy a decir, no todo en la vida son muchachos, tú

eres una chica inteligente, linda, simpática, puedes conseguir a quien quieras. Sé que

crees que todo está Mal, pero Mark no es el único que hay sobre la tierra.

—Gracias —dijo con una leve sonrisa, que comprendí que era por compromiso.

Luego, nos dimos un gran abrazo, y en ese mismo instante Abby entró al cuarto, tal

como ella solía hacer, sin siquiera preguntar si estaba ocupado.

— ¿No podrías preguntar siquiera? —dije algo ofuscada.

— ¿Qué cosa? —dijo tomando una campera y una bufanda del perchero.

—Que podrías haber preguntado antes de entrar así como un animal.

— ¿Disculpa? Este también es mi cuarto, así que no debo preguntarte nada —dijo

apoyándose en el umbral de la puerta.

—Pero estamos hablando —volví a decir, pero esta vez sin mirarla.

Antes de cerrar la puerta y desaparecer de nosotros, dijo:

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—No veo a través de las cosas, idiota, ¿cómo sabría que estaba hablando? Ahora me

voy.

Después de dejarnos solas, nos quedamos en un absoluto silencio. Yo no sabía qué

decir, tenía miedo de que algo encendiera el interruptor de su corazón, de su tristeza.

Ella levantó su rostro y me dirigió una pequeña sonrisa de lado. Me agradaba ver como

a pesar de todo, sonreía. Scarlett era una excelente muchacha. Sus oscuros rizos

brillante y totalmente perfectos, le daban la apariencia de una muchacha dulce y

angelical, aunque en parte lo era.

—Y… ¿tú cómo estas? —preguntó, pero no estábamos ahí para hablar de mi.

—Bien… digamos que…bien. —Dije esbozando una sonrisa.

—Que bien…

— ¿Quieres tomar un café?

—Claro —contestó.

Fuimos hacia la cocina y serví un par de tazas de café para ambas, seguimos

charlando un poco de cosas; ajenas a Mark por cierto, yo estaba todo el tiempo tratando

de desviarla del tema. Hablábamos de la escuela y de la graduación, lo que nos

pondríamos, si iríamos juntas y demás. En fin, terminamos en mi cuarto mirando una

película muy emocionante que estaban pasando en el cable en ese momento.

*****

— ¡Dave! —me gritó Alice desde la cocina, entonces fui hasta donde ella se

encontraba—. Tengo una grandiosa idea.

— ¿Qué? —me senté a la mesa y me dispuse a oírla.

— ¿Por qué no salimos a comer afuera?

—No tenemos jardín —dije riendo. Era una idiotez, lo sé, pero debía darme una

licencia para reír.

— ¿Eres gracioso, verdad? —ella también río y luego se sentó cerca de mi silla—.

Digo, salir a algún restaurante o algo ¿quieres?

—Como gustes, por mi no hay problema.

—Bien, entonces voy a cambiarme.

Salió de la cocina para dirigirse hacia el cuarto. En cuanto a mí, me desplomé sobre

la silla y mientras aguardaba por ella, me quedé dormido.

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227

De repente hacia frío. Sentía que ya había vivido aquel momento, pero no… Caminé

unos cuantos pasos hacia un viejo edificio. Todo era gris y vacío. Era de día, pero el

cielo se encontraba completamente encapotado, como si nunca más fuese a salir el sol.

A lo lejos vi a Irene sentada sobre un pequeño banco de cemento. Llevaba puesto su

uniforme del instituto. Ella me miraba fijo; aunque estábamos a una distancia

considerable podía verla, incluso sentirla. Caminé unos pasos, pero a su vez ella se

alejaba más… ¿Qué sucedía? Irene no me quería con ella, y eso no era una pregunta,

sino una afirmación. La había lastimado. Si algo había sucedido con Alice, había

lastimado a mi Irene. Ella era mi cielo, pero ese cielo se encontraba gris ahora, sin

vida, sin sol, sin Irene…

De pronto oí su voz, tan tersa y delicada con ella misma. Me estaba llamando, pero

no lograba verla.

— ¡Dave! ¡Cariño, ven! —Sonaba por todos lados, pero no la veía. ¿Dónde estaba?

— ¡¿Irene?! —Estaba desesperado por encontrarla. Necesitaba abrazarla y sentir

que estaba a mi lado.

— ¡Dave! — ¿Dónde? ¿Dónde estaba?

— ¡Dave! —abrí los ojos con lentitud, intentando incorporarme de a poco a la

realidad. Alice estaba parada frente a mí. Me miraba con el seño y los labios fruncidos.

Quizá había oído algo de mi sueño, aunque honestamente lo creía imposible.

—Alice —dije acomodándome en la silla. Me sentía desencajado, no entendía nada

de lo que sucedía. Segundos antes había estado soñando con Irene.

—Te habías quedado dormido, cariño. Mira, yo ya estoy lista —me mostró que ya

estaba preparada, tenía un vestido azul de mangas largas que acentuaba su figura.

—Sí, lo veo —dije abrumado con mis pensamientos, mis sentimientos y mis sueños,

que parecían ser tan reales, tanto que me quería quedar en ellos.

— ¿Tú vas a cambiarte de ropa? —me observó fijo y luego sonrió a medias.

—Hummm… no, no lo haré. Creo que no hace falta —dije mientras me levantaba.

No era necesario que me cambiase. No era importante para mí.

—Bien —dijo tras un suspiro, el cual lo noté desganado, luego enarcó una ceja—.

Haz lo que gustes. Ahora vámonos, no queremos que nos atrape el transito de esta

maldita ciudad.

Por favor… me suplicaba para mis adentros. Necesitaba hablar con Alice y decirle

la verdad. Su madre estaba mejor y las cosas entre nosotros no. No sabía qué hacer.

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228

Debía tomar valor y ser honesto con ella. Debía decirle que no podíamos estar más

juntos.

***

Terminamos de ver la película y no había nada más que hacer, era tarde y Scar debía

irse a su casa, pero antes me pidió revisar algunos cuadernos de cálculos míos que

necesitaba para dar el examen que ella no había aprobado.

—Sí, tengo los de principio de año, ¿los quieres?

—Bien, sí, estos me servirán, gracias. Escucha —dijo luego de un momento—.

Escucha amiga, no quiero que te preocupes por mi ¿si? , yo estoy bien.

Ella había notado mi rostro preocupado, y para ser sincera, yo no le creía nada, pero

tampoco iba a contradecirla; ya que eso desataría una lucha de sentimientos dentro de

ella. Lo sabía. Scarlett era demasiado sentimental y eso le jugaba demasiado en contra.

Pobre Scar, Mark le había dicho que las cosas no daban para más, esas (según

Scarlett) fueron sus palabras, que ellos habían pasado por alto etapas que resultaban

importantes en una pareja. Eso era en parte cierto, tan solo había pasado dos meses.

Pero honestamente nunca creí a Mark capaz de ser tan frío y ni siquiera pensar en Scar.

Agotada de aquel día tan abrumador, decidí ir a acostarme temprano. Últimamente

habituaba a no comer de noche, ya que me hacía mal, además casi nunca estaba de

ánimos. Lo único que hacia era pensar en lo que estaría haciendo Dave, lejos de mí.

Lejos de todo.

Capítulo 22

Las semanas pasaban como si fuesen horas, y quizá un poco más rápido. Afuera el

invierno se desvanecía poco a poco aprovechando su último mes sobre nosotros.

Faltaban sólo unos meses para que terminaran las clases, y eso no podía hacernos más

felices, porque aunque no nos veríamos cotidianamente, las chicas y yo seguiríamos

siendo las mejores amigas. Yo, por mi parte tenía todo lo que quería, bueno… no todo.

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Excepto… ¿Por qué siempre estaba allí? ¿Por qué? por más de intentar olvidar a… a

Dave, no sé cómo ni por qué pero lo extrañaba y a la vez lo odiaba por haberse ido. Por

elegir a Alice. Nada tenía sentido.

En pocos días sería mi cumpleaños, quince de agosto. Tenía preparada una pequeña

fiesta con algunos amigos y familiares, una cosa sencilla. Lo festejaría en el café al que

siempre íbamos con Adrien, supuse que era el mejor lugar, además era lo bastante

amplio y agradable.

Como dije, las cosas en nuestras vidas estaban del todo bien. Scarlett y Mark se

llevaban un poco mejor debido a que ella había optado por tomar una postura diferente,

en la que simplemente aceptaba las cosas tan cual le llegaban. Abby y Jack seguían

juntos y nada había cambiado entre ellos. En cuanto a Adrien y a mí, bueno… eso era

relativo. Si nos observaban desde afuera, de seguro habrían creído que todo era color de

rosas. Nada más alejado de la realidad, y no lo digo por Adrien; él me quería tanto, sino

por mí, que sabía perfectamente que no lo amaba. Todo se volvía más complicado con

el correr de tiempo. Fingir amar, y mucho peor aún, era fingir que no me dolía el hecho

de que Dave estuviese lejos. Claro, yo le había dicho que no me buscase, pero sabía

mejor que nadie que Dave podía hacerlo…aun así, no lo hizo.

Aquella mañana de agosto me despertó el canto del feliz cumpleaños, me giré hacia

el lado contrario de la pared y los vi; Mark, Abby, mamá y papá. Apretaba mis ojos y

luego los volvía a abrir debido a que veía un poco nublado. Ellos me seguían cantando.

—Que los cumplas feliz, que los cumplas feliz, que los cumplas Irene, que los

cumplas feliz.

—Gracias —dije esbozando una sonrisa, luego me levanté de la cama para saludarlos

uno por uno. Ellos tenían regalos para mí, les agradecí por el gesto entre algunos

abrazos y luego salieron del cuarto para que me alistase.

Tenía todo un día por delante, no iba a ir al instituto así que podría planear todo lo

que íbamos a hacer en la noche. Salí de mi cuarto y fui hacia la cocina donde estaban

todos sentados a nuestra gran mesa de roble, mi lugar estaba en la cabecera, lógicamente

porque era la del cumpleaños. La mesa estaba adornada con un hermoso mantel, cinco

tazas de café con vasos de jugo de naranja y en el centro, galletas dulces y algunas

tostadas.

—Gracias por todo esto —les dije haciendo un movimiento con la mano—. No

debieron haberse molestado.

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230

—Es tu cumpleaños, es lo menos que podíamos hacer —dijo mamá que estaba a uno

de los laterales de la mesa.

—Sí, además, y aunque me cueste aceptarlo —añadió Abby con aire chistoso—. Te

lo mereces hermanita. Feliz cumpleaños, otra vez.

Bueno, en eso tenían razón, a decir verdad yo no daba problema alguno.

— ¿Y qué vamos a hacer esta noche? —preguntó Mark tomando en sus manos la

jarra del café—. Me imagino que vamos a ir a algún sitio.

—Sí —afirmé—. De hecho les avise a los primos y a algunos amigos que iríamos al

café, al de… al de el centro.

—Genial —respondió él—. Entonces deberías decirle al dueño que te guarde

algunos lugares para todos ¿no crees?

—Sí, tienes razón —bebí un sorbo de café mientras oía lo que Mark tenía para

decirme.

—No, ¿sabes qué? Deja que voy yo, debo ir para ese lugar al medio día.

—Lo que pasa es que quiero darle algunas especificaciones, pero podemos ir los dos,

de paso me llevas ¿quieres?

—Acepto, tú eres la del cumpleaños —dijo sonriente.

—Bien —tomé mi taza de café y la bebí, tenía hambre y todavía no había probado

bocado.

— ¿Puedo ir con ustedes? Esta casa aburre cuando se la ve solitaria —preguntó

Abby. No estaba en contra de que viniera con nosotros, era mi hermana.

—Claro, iremos dentro de… —miré mi reloj—. Dentro de tres horas.

—Genial, porque debo hacer algunas cosas antes — ¿Qué podía hacer Abby? Me

pregunté. Sino estaba acostumbrada a hacer absolutamente nada desde que terminó el

instituto.

Después del desayuno cada uno siguió su camino dentro de la casa hasta la hora de ir

al café. Yo, por mi parte, tomé mi tiempo para darme una ducha y arreglarme un poco.

Me sentía un harapo y quería verme acorde a la situación. Ya sentada frente a mi

escritorio, me miraba al espejo y peinaba, cual princesa encerrada en una torre, si bien

yo no estaba en una torre; me sentía encarcelada en mi cabeza sin poder salir de allí.

Culpa mía, culpa de Dave, y culpa del maldito amor que tenía para él. Los suspiros se

escapaban sin que pudiese retenerlos al recordar sus ojos, tan dulces y tan similares a la

miel que me encantaban. Soñaba con sus besos y sus palabras. Amaba a Dave, lo sabía.

Cada día más, pero nada podía hacer para estar junto a él.

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—Permiso —dijo Abby al entrar a nuestro cuarto, no sé por qué pedía permiso si

también era su cuarto. Se sentó en mi cama y luego se agachó debajo de ella para buscar

algo. Estiraba la mano por el piso, pero al parecer no encontraba nada. Hasta que lo

hizo.

— ¿Buscas algo? —pregunté.

—Sí… eh… ¡auch!… ¡maldita cama!, mi mano —se quejó y luego logró sacar una

caja rosa con lunares blancos, enlazada con una cinta fucsia—. ¡Listo! Toma.

Me entregó la caja y la sostuve en mis manos mirando a Abby, era evidente que era

un regalo por mi cumpleaños, así que no me molesté en preguntarle qué era.

—No te hubieses molestado Abby.

—Claro que sí. Eres mi hermanita pequeña Irene, y además mi favorita.

—Abby… —dije sonriente.

— ¿Si hermanita?

—Soy la única hermana que tienes, no hay otras quienes puedan ser tus preferidas —

sonreí de lado al abrir el regalo de Abby.

La caja contenía algo que parecía un cuaderno con tapas azules, o sea, un diario. No

solía escribir mucho ya que no me agradaba. Pero con todo lo que me había sucedido en

el último año podía llenar varios de esos cuadernos.

—Gracias —dije abrazándola.

—De nada. ¡Ey! Ábrelo cuando me vaya de aquí, digo, del cuarto.

Me sonrió con aquella expresión cómplice y yo la miré confundida ¿qué había

escrito que no podía verlo frente a ella? Tomé el cuaderno y lo abrí, dispuesta a ver qué

contenía. Sólo hojas en blanco, nada más. Seguí buscando y nada, hasta que llegué al

final de este. Fue inevitable que haya sonreído. Además de la dedicatoria de Abby había

un número de teléfono y una dirección. Eran de Dave. La nota de mi hermana decía:

"Queridita, espero que tengas el cumpleaños que mereces. Sí, eres una tonta. Jajaja.

Pero te amo igual. Escucha, no te enojes con mi segundo súper regalo, sé que lo amas

tanto como él a ti y quiero que tengas su número y su dirección por si acaso. Otra cosa.

Mmmm… estoy un poquitín enojada porque el día de mi cumpleaños lastimaste su

corazoncito, aun así te sigue amando. Como sea, él no sabe que es tu cumpleaños. Si

quieres avisarle envíale un mensaje. Es más conveniente que se entere por ti. Te

queremos Irene Dempsey. By Abby."

Me levanté del asiento, busqué un abrigo y salí del cuarto para buscar a mis

hermanos. Ya era la una del mediodía, así que debíamos apurarnos para que el día no se

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nos acortase. Durante unos minutos me dediqué a buscar a Abby ¿Dónde se encontraba?

Siempre hacia lo mismo, dejaba todo hasta último momento. Cuando al fin la encontré

le avisé que ya era hora de irnos al café para que yo pudiese hablar con el dueño.

Más tarde nos encontramos los tres en el automóvil de Mark, desde allí marchamos

hasta el lugar que era totalmente hermoso y perfecto para una ocasión de festejo, como

lo era mi cumpleaños.

—Entonces… ¿Quiénes van? —dijo Mark sin quitar la vista del camino.

—Sí, ¿Quiénes van Irene? —agregó Abby de manera curiosa.

—Eh… —pensé, solamente me quedaba avisarle a mis primas—. Bueno ustedes dos,

Adrien.

— ¿El tonto? ¿Ese que se hace tu novio? —Me interrumpió Mark, no tenía porque

decirle así a Adrien. Aunque a decir verdad, yo sabía que a Mark no le agradaba,

siempre me decía que Adrien esto, que lo otro, que no era para mi. En fin, yo no le daba

mucha importancia a ello. Aun así, sabía que lo decía por Dave.

—No seas así con él Mark. Adrien nunca ha dicho nada de ti —dije algo ofuscada

con su actitud.

—Le conviene. Si llegase a escuchar algo sabes lo que le pasaría.

— ¿Qué le sucedería? —dije desafiante.

—Nada, nada. Sigue con tu lista de invitados. No necesitamos pelear hoy.

Suspiré con resignación.

—Bien. Decía: Adrien, ustedes dos, Sam, Eva, S… —hice una larga pausa.

—Dilo, ya pasó —dijo Mark enarcando una ceja como si no le importase. Supuse

que se sentía algo culpable con lo sucedido.

—Scarlett, las otras chicas del instituto. Y algunos que otros más.

— ¿Jamie? —preguntó Mark aguardando alguna respuesta positiva. Culpa de esa

mujer Scarlett estaba triste.

— ¿Quién? —le pregunté a mi hermano. No quería invitarla, pero si lo pensaba bien,

ella nunca me había desagradado del todo, es más, me trataba bien.

—Vamos Irene, tú conoces a Jamie, sabes que es una buena chica. Además es

agradable contigo.

—Por favor, lo dices como si fuese difícil ser agradable conmigo.

—Mejor no digo nada —dijo y rió—, es tú cumpleaños.

—No lo sé, Mark. Voy a pensarlo bien.

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—Invítala, es media rarita, pero no es mala. Además aquí —señaló a Mark—, tendrá

con quien divertirse —añadió Abby por primera vez en nuestra conversación; bueno en

la de Mark y mía, porque no había emitido palabra hasta ese momento.

— ¡No le digas rarita! —gruño nuestro hermano.

Sabía que se venía una pelea de las grandes por lo que Abby había dicho, era mi

cumpleaños y esos dos no iban a arruinarlo con sus estúpidas riñas.

— ¡Basta, es mi cumpleaños! Por hoy ¡basta! —grité—. ¡Dios! Mark, no puedes

ofenderte por lo que dijo Abby, nosotras siempre estamos soportando lo que dices de

Adrien y Jack. Así que ahora debes callarte. Y tú Abby, también, termínala de una vez

¿quieres?

—Sí, lo siento Irene —dijo ella, y Mark también se disculpo. No dijimos nada

durante el resto del camino, no iba a arriesgarme a pelear otra vez.

Casi media hora después llegamos hasta el Café. Bajamos y yo me dirigí hacia la

puerta principal, aquella con un marco de madera y toda de vidrio. Entré directamente

hasta la barra. Allí estaba Ben, el encargado. Ya lo conocíamos, de tanto ir todas las

tardes. Era muy agradable con nosotros. No recuerdo cuántos años tenía, creo que

treinta o un poco más. Sus ojos eran café y su cabello tan oscuro como el ébano, eso sí,

siempre había una sonrisa en su rostro, lo que hacía que la gente fuese gustosa a aquel

bar.

— ¡Irene! ¿Cómo estás? —dijo limpiando la barra principal.

—Bien y ¿tú? —pregunté—. Vengo a reservar una mesa para… quince personas

¿puede que haya una libre esta noche? ¿En una esquina quizá? —dije frunciendo el

seño. El tema era que siempre estaba lleno y ese día no sería la excepción.

—Claro que sí, ¿y qué se festeja?

—Bueno, es mi cumpleaños —dije sonriendo.

—Oh, felicitaciones. Ya mismo traigo la solicitud de reserva. No quiero arruinar tu

cumpleaños pequeña.

Tomó un manojo de papeles, al parecer era una planilla, unas lapiceras y luego gritó

el nombre de un muchacho.

— ¡Erik, ¿me ayudas un segundo?! — Instantáneamente un sujeto apareció desde la

parte trasera del local. Traía consigo dos jarras de café, las cuales dejó sobre la barra.

Tomó unos de los delantales, esos que sólo son desde la cintura hasta abajo y se lo ató.

Luego esbozó una sonrisa encantadora. Honestamente lo era.

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—Erik —dijo Ben—. Esta es tu noche, hay que armar una mesa grande como para

quince personas. ¿Podrás hacerlo?

—Sí, por supuesto —dijo el muchacho, Erik, como lo había llamado Ben—. ¿Algo

en especial?

—Tan sólo toma nota de lo que Irene te pida. Adiós pequeña, el deber me llama —se

alejó de la barra dándole una palmada en el hombro al chico, que por cierto me sonaba

muy conocido, cabello castaño, alto, y ojos muy parecidos a los de… digo, ojos color

miel.

—Bien. Hola —dijo dirigiéndose a mí —mi nombre es Erik, voy a ser su mesero en

la noche. Así que díganme todo lo que necesitan y yo voy a encargarme ello.

—Bueno, como Ben dijo: somos quince. Vamos a estar seguramente unas tres o

cuatro horas.

—Sí… —decía mientras anotaba, estaba muy concentrado.

— ¿El pastel? —preguntó Mark detrás de mí.

—Quiero algo común. Pero de todas maneras lo elijo en la noche.

— ¿Dónde quiere que le apartemos la mesa señorita? —señaló hacia unos lugares

que de seguro iban a estar vacíos en la noche, no vacíos, quiero decir reservados. Con

Abby escogimos una diagonal que daba a la puerta frontal, la principal. Era el lugar

perfecto, donde cada uno podía pararse e ir de un lado al otro sin molestar a nadie.

Firmé la planilla para hacerles saber que estaba de acuerdo con el espacio y con las

cosas que había pedido.

—Genial —dije—. Entonces creo que todo esta hecho. —Él me devolvió una

sonrisa y ya estaba listo.

Salimos del Café hacia el automóvil. Después de aquello, Mark nos dejó a ambas en

la casa y se fue a quién sabe dónde. Bajamos del automóvil y me puse a buscar las

llaves en los bolsillos de mi campera. No las encontraba ¡Maldición! Busqué en los de

mis pantalones, nada. ¿Dónde estaban esas malditas llaves?

—Abby, ¿viste mis llaves?

—No, busca bien —metió la mano en mi bolsillo pequeño—. ¡Oh, mira lo que

encontré! ¡Eureka! —dijo irónicamente. En sus manos tenía las llaves, era imposible, ya

que yo ya me había fijado si estaban allí.

—Ahí están. ¿Y cómo no las encontraba?

Mi hermana enarcó una ceja para decir:

—Debes tener la mente en otra cosa. No lo sé… D… —rió.

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—Claro que no —gruñí. Sólo no la encontraba y punto. Tenía muchas cosas en los

bolsillos.

—Eres mi hermana y te conozco perfectamente Irene —abrió la puerta y entramos—

. Vi como miraste a ese camarero.

— ¿Qué? —ahora sí estaba en un error. No lo había mirado. Además ya tenía

bastantes problemas de corazón como para mirar a otro sujeto, y mucho menos a uno

que ni siquiera conocía.

—Bueno… no digo que te haya gustado sino… —calló y se quedó mirándome con

los ojos con forma de plato, como esperando alguna respuesta de mi parte.

— ¿Sino qué? Abby, no me hagas enojar —le advertí con mi dedo índice.

— ¡Espera, no te enojes! —se defendió. Claro que iba a enojarme.

— ¡Entonces ve al punto! —grité.

— ¡Bueno! Que era muy parecido a Dave, no vas a decirme que no te diste cuenta,

porque sabré que me estás mintiendo. Eran casi idénticos.

—No, no lo noté —dije sin mirarla.

No voy a mentir, había tenido una sensación extraña al ver a aquel muchacho y ahora

que mi hermana me lo decía, podía ratificarlo. Sí, se parecía bastante a Dave, los ojos, la

sonrisa. No quise creerlo al principio, pero después me dejó pensando.

— ¿No? ¿Estás segura? —insistió.

—No, Abby. —entré al living y me quedé allí sentada por un rato. No estaba

cansada, pero sí tenía un poco se sueño atrasado e iba a necesitar dormir algunas horas

más.

—Mmm...… No te creo… —dijo con su tono de desaprobación—. Así que voy a

darme una ducha.

—Ve, ve.

Prendí el televisor y me saqué la campera, adentro hacia un poco de calor debido a la

calefacción. Recordé que mamá y papá iban a estar trabajando así que debía cocinar yo

o Abby. Yo, porque ella era un poco mala en eso de ser chef, bueno yo por lo menos me

defendía un poco. Sabía perfectamente como marcar el número del delivery de pizzas.

Sí, lo sé. Eso no es cocinar, pero no tenía ganas. Era mi cumpleaños, no iba a hacer nada

ese día, más que recibir a la muchacha de la pizzería y pagarle.

Apenas cerré un poco los ojos el timbre sonó. Ring-Ring-Ring. Tres veces. Como

detestaba ese ruido.

Me levanté con un poco de desgano y salí hacia el jardín para abrir la puerta.

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— ¿Quién es? —pregunté.

—Soy yo, Adrien.

Abrí la puerta y allí estaba él. Lo he dicho un millar de veces, Adrien era apuesto, y

esa vez no fue la excepción. Llevaba puesto un suéter azul y unos jeans negros. Él era

muy prolijo a la hora de vestirse.

—Adrien —sonreí. Luego me dio un abrazo tibio, hacía frío, pero gracias a Dios el

invierno estaba acabando.

—Feliz cumpleaños, hermosa —tomó mi rostro y me besó, hacía varios días que no

lo hacía, pero sentí mucho amor en aquel beso.

—Gracias —dije apartándome hacia un lado—. Ven pasa.

Entramos a la casa y fuimos hasta la cocina.

—Te traje algo —Metió la mano en su bolsillo y sacó una pequeña caja, esta era con

forma de corazón, de terciopelo y azul. Estiró su mano hacia a mi y lo tomé

delicadamente.

—Ay no te hubieses…

—Te lo mereces. —Me interrumpió—. Es tu cumpleaños y además eres lo más

hermoso que me ha pasado… —levanté mi rostro y vi como Adrien me observaba fijo a

los ojos, era una mirada de amor, lo sabía. Además lo comprobé cuando dijo—: Te amo

Irene.

Abrí la caja y descubrí en su interior un bonito anillo, realmente hermoso. Juzgando

por lo que sé, era de plata, con una hermosa piedra celeste en una de sus caras. De

seguro habría gastado bastante dinero, y yo sabía que no me lo merecía. Le mentía a él

respecto a mis sentimientos y eso me estaba matando.

—Es hermoso. Gracias —aquello sonó con poca fuerza. Intenté hacerlo mejor, pero

me fue imposible.

Volví a abrazarlo y nuevamente volvió a besarme. Se sentía bien, pero a la vez

extraño y culpable. Tomados de las manos, y frente a frente traté de demostrarle que lo

quería, aunque no podía mentirme respecto a mis sentimientos.

—Te amo… —dijo con una dulce mirada.

Quisiera haberle respondido con el mismo amor, pero no podía. Solo me salía un:

—Yo también…

Nos separamos y me sonrió nuevamente. Cruzada de brazos y mirándolo, no pude

evitar derramar algunas lagrimas, las cuales él secó de inmediato.

— ¿Qué sucede? —dijo algo preocupado.

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—Nada. Me siento feliz. Sólo eso… —mentí. La verdad era que sentía una especie

de angustia, sé que había dicho que nada iba a arruinar mi día, pero aquella situación me

aniquilaba. Le estaba mintiendo a Adrien descaradamente. Era una idiota. Decidí

cambiar de tema y calmarme un poco—. ¿Quieres quedarte a almorzar? —dije

intentando esbozar una leve sonrisa.

—Bueno, si no es mucha molestia.

—Claro que no. Siéntate, siéntate. ¿Alguna novedad?

— ¿Sobre? —preguntó extrañado.

—No lo sé. Algo. — ¡Por favor! Ni siquiera yo me creía esa estúpida frase, estaba

tan fuera de lugar y no significaba nada—. ¿Sabes la fecha de la graduación?

—No, todavía no.

La graduación, el final de toda adolescencia. Pero el comienzo de algo nuevo. Iba a

ser adulta de una vez por todas, aunque eso no me quitaba el sueño en la noche.

— ¡Cuñado! —Abby apareció detrás nuestro acaparando mi atención y la de Adrien.

Él se levantó para saludarla.

—Hola Abby ¿Cómo estás? —dijo.

—Bien ¿tú? —traía con ella un peine para el cabello y unos clips, los cuales dejó en

la mesa.

—Bien, gracias.

—Como sea… —dijo Abby con desdén ¿porqué se comportaba así con él? Estúpida

pregunta, me dije, por Dave—. ¿Te quedas a almorzar con nosotras?

—Sí. Irene acaba de invitarme —dijo sonriente. Si me decía que no le molestaba que

Abby lo tratase así, sabría que me estaba mintiendo. Nadie soportaría a la pesada de mi

hermana.

Almorzamos con suma tranquilidad. Mientras Abby no despegaba sus ojos de la

televisión; Adrien y yo nos dedicábamos a charlar. Me contaba sobre las cosas que

quería hacer luego de terminar el instituto y yo, por mi parte, le conté todo lo que había

arreglado para el Café en la noche. Alrededor de las cuatro de la tarde, decidió irse a su

casa para prepararse.

—Entonces ¿vienes en la tarde? —pregunté.

—Claro, sabes que sí.

—Bien, entonces nos vemos en la tarde.

—Claro —miró su reloj y nuevamente a mí—. Debo irme. Saluda a Abby por mí.

—Sí —dije acompañándolo hacia la puerta—. Adiós.

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Volví a la casa y ordené un poco la cocina, Abby no lo había hecho, así que me

tocaba a mí. Hecho eso, sólo me quedaba ducharme. Busqué mi ropa y luego entré en la

ducha. Tardé aproximadamente cuarenta minutos allí en el baño, salí, me sequé el

cabello y luego me cambié. Al principio no sabía que ponerme, ni que color. Pero

después sí, me vestí con un vestido camisa azul oscuro que me había regalado mamá,

este era cuadrille, realmente hermoso. No iba a ponerme zapatillas con el vestido, así

que opte por unas botas negras hasta por encima de las rodillas, para la noche tenía

preparado un tapado negro porque de seguro iba a hacer frío, sin dejar de contar mi

sombrero clohe negro, el que me había regalado Mark.

Más adentrada en la tarde, llegaron mamá y papá, pero estaban muy cansados así que

solamente iban a pasar por unos minutos al Café, más tarde.

— ¿A que hora salimos? —me preguntó Mark apenas llegó a la casa con su nueva

novia, que no me caía muy bien que digamos.

—A ver… —miré mi reloj y eran las ocho y cuarto—. A las… ocho y media ¿te

parece? —Él asintió con la cabeza —, tú vas con Abby, con Jack y tu… ella —dije

señalándola.

— ¿Y tú? —preguntó él.

—Yo voy con Adrien —alzó los ojos con desinterés.

—Ah —dijo suspirando en broma, y luego con un tono irónico que no era necesario

en aquel momento dijo—: El dulce y gentil Adrien.

Era mejor no decir nada, no era necesario armar un escándalo con la familia por un

estúpido comentario.

Alrededor de las ocho y media llegó Adrien, yo me subí a su automóvil y desde allí

salimos hacia el Café. Mark también lo hizo, llevándose con él a los que entraban en el

automóvil.

Al llegar me bajé y caminé por la acera hasta la entrada principal. Al entrar noté que

ya estaban todos; mi familia y mis amigos. Honestamente se sentía bien, y dieciocho

años no se cumplían todos los días. Casi todo era perfecto.

—Gracias, gracias en verdad a todos por venir —decía entre algunos besos y

abrazos—. Me encanta tenerlos conmigo.

—De nada —dijo Sam—. Te lo mereces y lo sabes. —Me abrazó y lo besé en la

mejilla.

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Una de las empleadas del lugar se acercó a mí y me preguntó mi nombre. Revisó

detenidamente una lista que tenía en sus manos y me consultó si yo había reservado una

mesa para más o menos quince personas, a lo que le respondí que sí. Luego

—Aquí estás. ¡Erik! —llamó a un muchacho que habíamos visto en la mañana. Sí, el

que era demasiado parecido a Dave, con los mismos ojos.

— ¡Voy! —llegó hasta donde estábamos y nos saludó cordialmente. Dios, sí era muy

parecido; aunque ese era otro tema—. Hola —dijo sonriente—. Bueno, yo voy a estar a

cargo de la mesa el día de hoy; así que todo lo que necesiten me avisan ¿sí? Pasen por

este lado —hizo un ademán con las manos para que pasáramos.

Atravesamos el pasillo que dividía las mesas y llegamos hasta la esquina que

habíamos reservado. La mesa tenía un mantel rojo oscuro y los bancos eran de roble

barnizado; enseguida nos sentamos, pero yo antes de hacerlo me saqué el tapado y el

sombrero porque adentro había calefacción e iba a ser muy caluroso si no me

desabrigaba.

—Gracias —dije y Abby también lo hizo. Minutos después el camarero se fue y

volvió con café y galletas.

*****

Me desperté, miré mi reloj y eran las nueve y media de la noche. La cabeza me dolía,

como si una banda hubiese estado tocando dentro de ella. Después de levantarme, fui

hacia la cocina para tomar una aspirina e intentar calmar el dolor. Había trabajado desde

temprano, y luego de aquella jornada laboral extenuante, mi cabeza había colapsado.

Eso, más todo lo que desgraciadamente me estaba sucediendo.

—Ah, veo que te levantaste —dijo Alice al encontrarme en la cocina. No fue muy

amable al decírmelo.

— ¿Qué? —respondí, me sentía un poco aturdido y no estaba para soportar su mal

humor.

—Que estuviste toda la tarde durmiendo, Dave.

— ¿Y eso qué importa? No entiendo por qué te pones de ese modo —me llevé una

mano a la frente indicándole que no entendía porque me estaba hablando así.

— ¿Ahora no entiendes? —dijo, y rió un poco nerviosa—. Eres increíble.

—Escucha, no sé qué es lo que te ocurre, pero no estoy de humor para saberlo y

menos para soportarte.

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240

Ya estaba de mal humor, ella había logrado enfurecerme con su mirada acusadora.

No iba a quedarme escuchándola. Ella seguía diciéndome cosas, pero yo ya no la

escuchaba. Sin hacerle caso a lo que me decía fui directo a bañarme, después me cambié

y me dispuse a salir del apartamento. Ya no me interesaba nada de lo que tuviese para

decirme.

— ¡¿Te vas?! —me gritó mientras yo me acercaba hasta la puerta y tomaba las

llaves del automóvil.

—Sí —respondí con un hilo de voz.

— ¡De seguro te vas a buscar a esa, la tal Irene! ¡Tú la sigues como un perrito y a

ella no le importa!

— ¡¿Qué?! ¡¿De dónde sacaste eso?! ¡Y ten cuidado con lo que dices!

Ella estaba demasiado nerviosa así que traté de no levantar el tono de voz, aunque

me fue imposible.

—No soy idiota, Dave. Te oí cuando dormías, la llamabas y decías que la amabas.

¿Ese era el problema? ¿Un simple sueño? Como sea, decidí no contestarle e irme,

tenía la suerte de que un primo mío había venido desde Newcastle para estudiar en la

ciudad, y conseguir trabajo. Así que fui hasta donde él para tomar algo y descansar mi

cabeza de Alice.

Salí del apartamento dándole un portazo a la puerta y separándola con llave para

darme el tiempo de "huir" de ella, ya que sabía que saldría a buscarme con toda esa

locura y celos encima.

Al salir del estacionamiento me sentí un poco más libre, pero todavía mis

pensamientos seguían atacando a mi cabeza. Debía deshacerme de Alice; no la amaba,

nunca la había amado y estaba seguro de nunca lo haría. Además ella sabía lo de Irene y

no me haría la vida muy fácil.

Aceleré lo más que pude, quería alejarme de allí lo más rápido posible. Tenía más de

una hora hasta aquel lugar que creo que era una cafetería, por suerte el tránsito estaba

alivianado a esa hora de la noche y mi coche logró deslizarse con avidez. Sólo

estábamos la autopista, la luna y yo.

***

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241

—Así que… Irene ¿hace cuánto son novios Adrien y tú? —me preguntó la novia de

Mark, déjenme decirles que ahora que la conocía más no me caía tan mal como antes,

era bastante agradable.

—Bueno hace unos meses —dije tomándole la mano a él.

—Cuenta eso de que ya estaban enamorados, desde que comenzaron en el instituto

—Interrumpió Abby, no quería contar eso.

— ¿De verdad? ¿Y tanto se tardaron? —preguntó algo extrañada.

—Sí, bueno, es verdad. Pero no, nunca habíamos hablado. Sabíamos quien era quien,

pero ninguno se animaba a hablarle al otro.

—Exacto, siempre la cruzaba en algún lugar del instituto. A veces lo hacía a

propósito. Sólo me quedaba allí…viéndola… —Finalizó y todos lo miraban encantados.

Adoraba a Adrien, pero aquello no era lo adecuado; quizá para él sí, pero no para mí, no

en aquel momento.

—Eso es hermoso —Jamie se encogió de hombros y sonrió encantada—. Realmente

lo es.

La situación se tornó incomoda luego de que yo asintiese. Todos aguardaban que

Adrien me besara; todos excepto Mark, Scarlett y Abby, ellos sabía lo que realmente

sentía. Como sea, de todas maneras él no lo hizo, técnicamente no le di oportunidad de

que lo hiciera. Me hacía sentir una mala persona.

*****

Llegué hasta la dirección que mi primo Barker me había dado, la noche era fría pero

despejada y el cielo bellamente estrellado se alzaba sobre la ciudad. Estacioné el

automóvil luego de subir las ventanillas, me bajé para dirigirme a la cafetería. Hacia frío

en aquel lugar, y había una pequeña brisa atravesando la ciudad. Era raro, en parte

porque el invierno ya estaba acabando y la primavera se haría presente en pocas

semanas.

Metí mis manos en los bolsillos y me aveciné hasta el lugar. Acercándome hasta la

puerta, miré a través de ella, ya que era de vidrio. Busqué a mi primo, pero no lo

encontraba, había muchas personas como para poder ubicarlo fácilmente. Volví a echar

una mirada y finalmente lo encontré; allí estaba, trabajando, así que no entraría a

molestarlo. Antes de girar, miré la mesa donde él estaba. Mi corazón se detuvo, no

podía creer lo que veía. Sentí que la respiración se me cortaba y mi cabeza daba vueltas

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242

pidiéndole al destino una explicación. En aquella mesa se encontraba ella, la persona

que más amaba en el mundo.

No podía creerlo aquella causalidad. Como sea, no iba a entrar para arruinarle la

noche. Estaba seguro de que no iba a querer recibirme, ella era la que me había pedido

que me alejara. Por nada del mundo quería molestarla. Era tan devastador tenerla a unos

cuantos metros sin poder hablar con ella. Sin poder decirle cuanto la amaba y que estaba

dispuesto a dejarlo todo por tenerla entre mis brazos.

***

—Dieciocho años… ¡Vaya! Estás grande —dijo Sam con un tono irónico.

—Gracias por el halago —dije entré risas.

Me mantuve mirándolo con una sonrisa, él se encontraba frente a mí. Sin querer, giré

la vista hacia la puerta, porque en ese momento se había escuchado el ruido de las

bocinas de unos autos. Podría haber sido un accidente. Pero no me encontré con tal

cosa, sino que vi algo más…Dave. ¿Qué hacía allí? De seguro Abby le había avisado

que estaríamos en el Café y él habría creído conveniente asistir. Después de que le

dejara en claro que no me buscase. Dejé mi taza de café sobre la mesa y me levanté,

pero al volver a mirar él ya no estaba.

Una sensación extraña recorría todo mi ser. Ver a Dave luego de tanto tiempo,

aunque fueron unos dos meses más, para mí se hizo eterno. Como decía, verlo después

de todo ese tiempo me causaba escalofríos, pero siendo honesta producía algo más, una

sensación de alegría, algo lejano, pero alegría al fin.

— ¿Adónde vas? —me preguntaron al ver que me levantaba.

—A tomar aire —mentí. Entonces pude comprobar que mi voz sonaba aturdida.

— ¿Quieres que te acompañemos? —me preguntó Adrien.

—No, por favor, necesito unos minutos a solas ¿bien?

—Bien —dijo, sin comprender—, ve tranquila que te esperamos aquí.

Caminé por el pasillo lo más rápido que pude y logré salir al exterior. No estaba allí.

Caminé hasta la esquina pero nada, hacia frío y yo sólo llevaba mi vestido que si bien

era de mangas largas, no era muy abrigado que digamos.

—Dios, se fue… —susurré con aires de melancolía.

Decidí ir hasta la otra esquina, en donde se encontraba el parque. Al llegar, busqué

con la mirada entré los bancos y allí a lo lejos divisé una figura. Quizá sea él, quizá sea

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243

Dave. Claro que era Dave, podía reconocerlo a kilómetros de distancia, podría

reconocerlo con los ojos vendados y hasta sin ninguno de mis sentidos.

— ¿Qué…? —comenzó a decir.

— ¿Qué haces aquí? —interrumpí.

—Nada, vine a hablar con alguien, pero vi que estabas allí —había olvidado la

belleza de Dave. Lo único que siempre vagaba por mi mente, eran aquellos ojos de miel.

— ¿Me estás siguiendo? —pregunté al no convencerme su excusa.

— ¡No! Lo que sucedió fue que vi que tú estabas allí, y no quería molestar.

— ¿Cómo sabías que era mi cumpleaños? —exigí—. ¿Fue Abby verdad? ¿Ella te lo

dijo?

— ¡¿Qué?! ¡No! Espera, ¿es tu cumpleaños?

Nos quedamos en silencio al no contestarle aquella pregunta. Dave me miraba

fijamente y en ese instante me di cuenta cuanto lo extrañaba. Mucho más de lo que

imaginaba. Cuando el silencio no pudo mantenerse más, Dave hizo lo que tanto me

molestaba y él acostumbraba a hacer; disculparse.

—No tienes que decir lo siento por todo —dije enojada. Sentía mi corazón agitarse

con fuerza.

—Claro, yo…me iré… —dijo con un hilo de voz. La noche era silenciosa, a pesar

de algunos autoes que cruzaban, así que pude oírlo bien. Se volteó para marcharse, pero

yo no podía dejar que hiciese eso. Necesitaba hablar con él; así que tomé su brazo e hice

que se quedara allí.

— ¡Espera!, no puedes irte. Dave, necesito hablar contigo —dije.

— ¿Sobre qué? —preguntó. Su mirada ya no destilaba dulzura, sino confusión. Era

como si estuviese abrumado. Yo también lo estaba, y mucho.

—Quiero saber por qué te fuiste. ¿Por qué desapareciste así? Y… sé que luego en el

cumpleaños de Abby te pedí que no me buscaras. Pero realmente necesitaba saber

porqué te fuiste aquel día.

—Tú también huiste el día del cumpleaños de Abby —dijo con los ojos

entrecerrados. No sentí que me acusaba, sólo lo decía.

— ¡Pero tú te alejaste primero, Dave! ¡¿Qué querías que hiciera?! ¡Me lastimaste! —

eso era cierto, él me había lastimado, me había dejado sola.

— ¡Lo siento! ¡Tú no querías estar cerca de mí, y eso fue lo único que se me ocurrió!

Otra vez una acción de Dave inapropiada, desde su partida yo no hacía más que

recordarlo, aunque nunca lo comentaba con nadie. Había días en los que deseaba un

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244

llamado o un mensaje que me dijese cómo estaba él. Tenía cientos de razones para

odiarlo por haberse ido, pero a su vez, tenía millones para quererlo desesperadamente.

—Te fuiste, sin siquiera explicar nada. ¿Por qué? —dije casi sin voz.

—Estar cerca de ti te dañaba, y eso era lo que menos quería hacerte, daño.

—No digas eso, tú no me hacías daño. ¡Y lo sabías, Dave!

— ¿Me quieres? —preguntó dando un paso hacía mí.

Quería responderle con la verdad. Decirle que sí, que lo quería más que a nada en el

mundo. Que lo amaba, pero él se había alejado, y al parecer en su nueva vida con Alice

le iba bien. No tenía derecho sobre él ya.

*****

No importaba cuanto frío hiciese, podía estar horas y horas viendo a Irene. Era

hermosamente desafiante. La amaba mucho más de lo que yo creía, pero en ese

momento estaba confundido y necesitaba saber que sentía ella.

— ¿Entonces? ¿Me quieres? —dije tomando compostura.

—Dave…

—Por favor, Irene… —susurré, pero estaba seguro de que ella me había oído—.

Necesito oírlo de una vez y sin rodeos, quiero oírlo de tus labios.

Ella tomó mis manos y las juntó con las suyas. Mi corazón latía desesperadamente.

Quizá esa era mi oportunidad.

—Dave… yo… —estaba a punto de decirlo.

— ¡Irene! —escuché la voz de un joven que la estaba llamando, a lo lejos, pero no

veía a nadie por allí, venía desde el lado del la cafetería. Debía de ser su novio.

—No, ahora no Adrien… —susurró—. Viene Adrien, pero necesito hablar contigo.

No iba a dejar que él nos encontrara y que se armara algún escándalo desagradable;

así tomé a Irene y la conduje hasta el automóvil que había estacionado a tan solo unas

cuadras de allí.

— ¿Adónde vamos? —preguntó mientras nos alejábamos.

—A un lugar en el que podamos hablar a solas, tal como pediste —el viento se hacía

más intensivo aunque la noche estuviese despejada. Avanzamos dos cuadras y llegamos

hasta el automóvil.

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245

—Llegamos —dije sacando la llave eléctrica de mi bolsillo. Había vendido el viejo

Volkswagen, y había adquirido un Ford Mondeo, color azul eléctrico. Este era mucho

más nuevo que el Golf.

— ¿Es tuyo? —preguntó señalándolo.

Entramos al automóvil y nos quedamos allí.

—Sí. Trabajé duro estos últimos meses, pero finalmente pude comprarlo.

Entonces… —dije retomando la charla que habíamos interrumpido—. ¿Qué vas a

contestarme? ¿Me quieres o no?

—Claro que te quiero, Dave, y lo sabes. Pero… —a esa altura quería besarla como la

primera vez, sin embargo sabía que ella tenía más que decir y no me agradaría.

—Tú te fuiste, y fue Adrien el que estuvo aquí conmigo, siempre.

Tenía razón, la había defraudado, yo era el que me había alejado. Sabía que las cosas

eran así, pero nunca creí que fuese tan doloroso.

—Pero me quieres Irene, y yo también te quiero a ti.

—Lo sé… per…

***

Ni siquiera logré terminar aquella frase, cuando me di cuenta de que Dave estaba

besándome. No recordaba lo dulce que se sentía; el frío y todo a nuestro alrededor

comenzaba a desaparecer paulatinamente; absolutamente todo. Abrazaba a Dave con

toda mi fuerza mientras deseaba que aquel beso fuese eterno. Lo extrañaba muchísimo,

y me hacía demasiada falta. Mi vida ya no tenía el mismo sentido que tenía cuando él

estaba en la casa. No obstante, me debía a Adrien, pero no podía dejar que el

remordimiento arruinase un momento tan perfecto. Acariciaba su rostro grabando en mí

cada detalle, besaba sus labios intentando sentirlos con más intensidad. Me ajusté a él y

nos quedamos allí, con las almas fundidas en un solo cuerpo.

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Capítulo 23

El beso se extendió por mucho más tiempo del que hubiese imaginado. En aquel

momento lo que más me importaba era él. Dave era una parte importante de mi vida y

mi corazón. Lo amaba, claro que sí, aunque me costaba horrores decírselo de manera

directa. Supuse que tenía miedo, pero no sabía de qué.

Deslicé mi mano por su rostro hasta lograr cruzarlos sobre mí. De esa manera logré

detenerlo.

— ¿Qué sucede? —preguntó preocupado.

—Dave, espera que no se puede —dije con dificultad. Mi garganta comenzaba a

cerrarse.

—Pero tú me quieres ¿no es así? —preguntó de una manera tiernamente

desesperada. Dave podía ser como un pequeño cachorrito bajo la lluvia que aguarda que

alguien lo recoja y lo lleve a su casa para cuidarlo. Tan dulce, tan tierno.

—Sí, pero las cosas no son tan sencillas como crees —dije apresuradamente. Tenía

miedo de que Adrien nos encontrase de alguna manera.

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247

— ¿Qué? —dijo apartándose. Me miraba de una manera extraña, como si estuviese

horrorizado.

—Digo que no todo es fácil. Ahora yo estoy con Adrien y no puedo cambiar eso.

Dave, lo sabes.

Intentaba hacerlo entrar en razón, pero sabía que iba a ser complicado.

—Tú no lo amas Irene. Tú me amas a mí — ¡Dios! ¡No podía decirle que no le

amaba! ¡No mientras me mirase así! ¡Pobre Dave, pobrecito!

—Fue él quien estuvo. —Cerré mis ojos intentando no llorar. Finalmente pude

contener las lágrimas y sonreírle.

Me encontraba un poco aturdida con todo lo sucedido, sí amaba a Dave, pero él se

había marchado. No podía tomar eso a la ligera. Miré mi reloj y noté que eran como las

doce y cuarto; yo había salido del café a las once. Me había tardado demasiado, ¿Qué

excusa iba a poner? De seguro me estarían buscando, sobretodo Adrien.

— ¡Maldición! Se me izo demasiado tarde. Tengo que irme.

—Sí —susurró—. ¿Volveremos a vernos? Digo… ¿Hablaremos?

—No lo sé —dije con todo el dolor del alma.

Él destrabó las puertas y salí del automóvil algo apresurada. Dave también salió y se

quedó junto al automóvil. Acomodé mi cabello y llegué hasta donde se encontraba. Lo

besé en la mejilla, pero acarició mi rostro y me observó con aquellos dulces ojos de

miel. Acercó su rostro al mío, y no pude evitarlo: terminamos besándonos nuevamente.

Mi corazón latía a mil por horas al sentir la humedad de nuestros labios, debía alejarme

de él, sino no podría seguir adelante.

—Detente, debo irme —dije separándome. Él frío se había incrementado y

verdaderamente no quería enfermarme.

—Te acompaño hasta la esquina de la cafetería —dijo tomando mi mano.

—No, puedo ir sola —dije. Dave volvió a insistir y no tuve más opción que aceptar.

Las cuadras que nos separaban del Café, podían o no ser peligrosas, pero no iba a

arriesgarme.

—Bien… —dije, aunque no estaba convencida de que fuera una buena idea.

Volví a subirme al automóvil en silencio, rogaba que nadie hubiese salido del café para

poder verme.

Cuando estábamos en completo silencio Dave comenzó a hablar nuevamente.

—Lo siento —dijo cuando ya habíamos avanzado dos cuadras hasta el Café.

Suspiré.

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248

— ¿Y ahora por qué? —pregunté observándolo. Vi como frunció el ceño con culpa.

—. Siento haber arruinado tu cumpleaños Irene. En verdad no sabía que tú estabas

allí.

Sí, Dave me sacaba de quicio completamente, pero no podía evitar darme cuenta de

lo dulce que era. Siempre pedía disculpas por todo, auque no hiciese nada, amaba su

simpleza y sencillez. Simplemente lo amaba a él.

—Por Dios —dije llevándome la mano a la frente, luego tiré mi cabello hacia atrás.

— ¿Sucede algo? —preguntó, como siempre. Ya habíamos llegado a la puerta del

café, estábamos en la acera del frente. Estacionó el automóvil y me bajé, pero antes de

cerrar la puerta dije:

—Sabes que podría haber dicho que sí —suspiré—. Pero no, tan solo has alegrado

una parte de mi día.

Él me sonrió y luego me aparté para cerrar la puerta. Segundos después vi como el

automóvil se alejaba disipándose entre la oscuridad y las hojas que revoloteaban con su

pasar.

Crucé la calle y vi que alguien estaba parado a unos metros del Café, y miraba en

dirección hacia mí. Que no sea Adrien, pensé, que no sea él. Mi corazón estaba por

explotar, ¿qué le diría cuando llegase al Café? ¿Y si ese era Adrien? De seguro me

preguntaría por qué me había tardado tanto en respirar un poco de aire fresco. Era mi

cumpleaños y yo había desaparecido por más de una hora, estaba perdida.

Al llegar hasta esa persona me di cuenta de que no era Adrien, sino Scar ¿Qué hacía

allí?

—Oh por Dios, dime… dime que Adrien no sabe… —mi mente estaba en blanco, si

Scarlett estaba afuera debía de haber una razón.

—Relájate, Irene —dijo tomando mis hombros y entregándome mi tapado—. Sé

donde estabas, por eso salí. Adrien cree que estábamos juntas.

— ¿Có…? ¿Cómo sabías donde estaba? Si yo… —pregunté aturdida.

—No sabía donde, pero sí con quien. Dave —interrumpió—. Lo vi en la puerta,

aunque fue algo muy fugaz, aún así, cuanto te levantaste a "tomar aire", supe que irías

por él.

—Espera, si tú…Si tú lo viste, alguien más quizá también lo vio.

—No, amiga quédate tranquila que los demás no lo vieron. Dije que me habías

enviado un mensaje para hablar conmigo.

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— ¡Gracias Scar! Por eso eres mi mejor amiga —me arrojé hacia ella y la abracé con

todas mis fuerzas—. Gracias, gracias.

—No hay de que, sabes que haría lo que fuera por ti amiga. Pero… —dijo

sonriéndome—. Debes contarme de que hablaron y lo que sucedió ¿de acuerdo?

Sonreí de solo recordarlo.

—Claro, tú más que nadie sabe que iba a contártelo

—Sí, sólo quería asegurarme —rió—. Creo que es tiempo de que vayamos yendo,

ahora.

—Tienes razón, vamos.

Entramos al café y Sam se acercó a nosotras, se veía un poco preocupado. Adrien

también se acercó, pero él se veía desorbitado y confuso, tanto como si sospechase algo.

— ¿Qué sucedió? ¿Por qué se tardaron tanto? —preguntó Adrien como una madre

histérica que no confía en sus hijos—. ¿Irene estás bien? —dio unos pasos más hacia mí

y me abrazó con demasiada fuerza—. Creí que te había sucedido algo.

—Estoy bien, sólo quería tomar un poco de aire y replantearme algunas cosas —dije

con algo de torpeza. En ese momento me pedía clemencia a mi misma. Sobretodo luego

de lo sucedido.

—Y necesitaba a su amiga a su lado —dijo Scar tomando mi mano.

—Me alegro, y déjame decirte que te extrañé —dijo Adrien. Sus ojos comenzaron a

serenarse paulatinamente hasta que lo hicieron por completo. Me tomó por la cintura y

luego me beso, intenté evadirlo, pero no se dio cuenta y terminó besándome, borrando

todo rastro de los labios de Dave.

—Adrien —dije regañándolo. La gente nos estaba observando detenidamente y eso

me incomodaba demasiado.

— ¿Qué? ¿Acaso no quieres besarme?

—Adrien, tú eres el primero que se queja cuando ve a una pareja a los besos en un

lugar público, así que seamos más discretos ¿quieres?

—Por favor, Irene. Nosotros somos diferentes.

—La gente no tiene que estar presenciando esto. Vamos a la mesa —escuché

quejidos, pero no le hice caso. Tiré de su brazo y lo conduje a la mesa—. Vamos, dale.

Caminamos hasta la mesa y nos quedamos allí sentados. Todos nos miraban al estilo

película de amor, como diciendo: “Ay que tiernos”. Pero las cosas para mí comenzaban

a tener otro significado, en parte por Dave, y en parte por mí. Sabía que Adrien no era

Dave, y ese era mi conflicto principal; adoraba a Adrien, él era como mi mejor amigo.

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Un amigo que siempre lograba besarme. Pero a diferencia de ello, amaba a Dave, él era

mi todo, se había convertido en la parte más importante de mi vida. No lograba entender

cómo podía sostenerme sin él. Sin aquellos gestos tan dulces de su parte.

Alrededor de la una de la madrugada decidimos irnos; así que nos despedimos y cada

cual tomo su camino. Yo viajé con Adrien y Scar, ella se iba a quedar en casa a dormir,

quería enterarse de todo lo que había sucedido con Dave. Dios Santo, ella me había

salvado de una catástrofe. Tenía tanto que agradecerle.

Atravesamos toda la ciudad, Adrien estaba un poco cansado, eso se notaba a la hora

de conducir. Además lo notaba algo extraño. Casi nunca fruncía el seño, pero cuando lo

hacía significaba que estaba enojado.

Mientras tanto, mi amiga me lanzaba miradas cómplices a través del retrovisor del

automóvil, miradas que me costaba un poco devolver debido a que Adrien me miraba

de vez en cuando. De modo que sólo me concentraba en organizar mi cabeza, que a esa

hora era muy parecido a un huracán interno de pensamientos y sentimientos.

*****

Conduje unos cuantos kilómetros hasta un parque que estaba en la esquina del

edificio en donde vivía. Me bajé del automóvil y caminé por entre las bancas y los

árboles que comenzaban a florecer. Necesitaba pensar, y mucho. La situación que había

vivido hacia unas horas me daba esperanzas. Estaba feliz porque sabía que Irene me

quería, o por lo menos no me odiaba, como llegué a creer en algún momento. Ahora sí,

ya tenía todo planeado y nada me alejaría de ella, excepto… lo había olvidado, el

muchacho que salía con ella, el chico de la escuela; cómo competir con lo que él hizo,

estuvo a su lado durante las últimos meses mientras que yo… bueno me había alejado.

Si tan solo hubiese pensado antes de huir, las cosas habrían sido completamente

diferentes, e Irene y yo estaríamos juntos ahora.

Lo único que me quedaba en aquel momento era pensar claramente qué iba a hacer

con todo lo que sucedía. Una cosa era segura, y era que yo no iba a desistir de su amor,

aunque eso me costase la vida, habría dado todo por Irene.

Me dirigí hasta el automóvil y marché al apartamento, sabía que Alice estaría allí,

enojada, pero le rogaba a Dios que estuviese dormida, no quería discutir con ella otra

vez, me sacaba de quicio y me ponía nervioso.

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251

Di vuelta al parque porque estaba en contramano, y avancé unos cuantos metros

hasta el garaje del edificio. Subí hasta el apartamento y al llegar al la puerta noté con

gran alivio que las luces estaban apagadas, lo que significaba que Alice estaba

durmiendo. Intenté no hacer ruido y me recosté en el sofá de la sala de estar. La luz de

la luna entraba por la ventana del balcón y me encandilaba los ojos. Me levanté sin

hacer mucho ruido, cerré las cortinas y volví al sofá. Eran y cuarto para las cuatro.

Todavía seguía sin poder dormirme, de modo que me levanté a tomar un té. Fui hasta

la cocina y puse una jarra con agua en el fuego, tomé una taza y pequeño saco de té de

la alacena. Unos minutos después el agua hirvió y me serví el agua en la taza con el té,

después me senté a la mesa. Abracé la taza caliente con mis manos frías y en mis

pensamientos rogué al cielo volver a ver a mi Irene lo antes posible. Mantuve mis ojos

cerrados mientras mi té se enfriaba.

Alrededor de las cinco de la madrugada Alice se levantó y nos cruzamos en la

cocina, donde yo me encontraba en vela. Al verla entrar intenté irme pero ella me

detuvo bruscamente.

— ¿Qué quieres? —dije corriéndola hacia uno de los costados para abrirme paso a

mi habitación.

— ¡¿Fuiste a buscarla, verdad?! —dijo agresivamente. Sin hacerle caso me fui al

living, entonces ella me siguió—. ¡Seguro que si, eres tan débil Dave! ¡Debes ir

corriendo detrás de ella!

— ¡Eso a ti no te importa! —intenté mantener la calma, no iba a dejar que ella me

ganase la paciencia.

— ¡Claro que sí me importa, sobretodo si me engañas con ella! ¡Yo lo sabía, lo

sabía! ¡Que me cambiarías por esa idiota!

— ¡Lávate la boca antes de decir eso de Irene! ¡Nunca podrías compararte con ella!

—grité enfurecido.

— ¡No, no voy a hacerlo! ¡Ella es una imbécil! ¡¿Qué diría tu linda Irene si supiera

que dormimos juntos?! ¡Que me hiciste cosas que a ella no! —aquellas palabras me

daban repugnancia, ni siquiera podía pensar en ello. Además, yo no recordaba nada de

lo que supuestamente había sucedido. Siempre creí que había sido una mentira de ella.

— ¡Deja de decir mentiras! ¡No eres más que una arpía! Sólo lo dices porque sabes

que nunca te amé. ¡Nunca! —se lo había dicho, finalmente se lo había dicho.

— ¿Qué? —preguntó sonriendo descaradamente intentando acercarse a mi, pero yo

la aparte rápidamente.

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252

—Nunca te amé, nunca lo hice. Sólo estuve contigo porque no quería dejarte sola

con todo lo que le ocurrió a tu madre.

Ella me largó una mirada furiosa mientras fruncía sus labios.

— ¡Bah! Como sea, eso no me importa. Tampoco te amo, sólo eres un lindo

apartamento, pero ¿sabes qué? de todas maneras tu tonta Irene va a enterarse de todo

esto.

— ¡Ni se te ocurra volver a nombrarla con tu maldita boca! —estaba sobrepasando

mis límites y si continuaba así, no iba a responder de mí.

—Ay que tierno eres —me decía sarcásticamente—. Como la defiendes. Espero que

ella lo haga cuando yo le cuente todo lo que hicimos, cariño.

— ¡Basta! ¡Basta! ¡Por Dios, déjame en paz!

Eran alrededor de las siete de la mañana, y todavía seguíamos discutiendo hasta que

no aguanté más y le grité que se fuera del apartamento. Minutos después, buscó todas

sus cosas y pidió un taxi. Yo me quedé en el balcón mientras lo hacía. La mañana era

fría, pero prefería esperar afuera antes que estar cerca de ella.

Pasó menos de una hora cuando vi al taxi en la acera, entonces entré para corroborar

que se hubiese ido, pero ella seguía allí, aguardando que yo entrara al apartamento.

—Me voy —dijo maliciosa. Su mirada ya no era la misma—. Tal como quieres.

—Ya era hora —dije calmo—. Las cosas no pueden seguir así.

—No me interesa, no te amo Dave, sólo estoy contigo para pasar el tiempo. Y

porque necesitaba un lugar en donde dormir.

— ¿Y crees que eso me importa? —me había usado, la muy… me había usado, pero

no me importaba, ya nada me importaba si podía librarme de Alice.

—Sé que no. Y creo que tampoco debería importarte que lo haya hecho con Matt en

tu cama —dijo, abriendo la puerta y marchándose. Esa mujer era una total desquiciada,

me había engañado completamente. Nunca había sido la misma Alice que conocí en la

universidad.

—Me das asco —gruñí al ver que se volteaba hacia mí. Ella reía con una malicia

absoluta y eso me enfadaba aún más.

— ¡Sí, lo hice y muchas veces! ¡Adiós! —dijo finalmente y luego desapareció tras

las puertas del elevador.

No me iba a alterar por ello. Sí, me daba odio, pero lo bueno de todo eso era que

me había librado de Alice de una buena vez.

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253

***

Esa madrugada, Adrien nos dejó en la casa y luego se marchó. Mark y Abby ya

habían llegado y estaban acostados, nosotros nos habíamos tardado un poco en llegar.

Scar y yo entramos a la casa y fuimos a mi cuarto, Abby estaba durmiendo allí, lo había

olvidado, de modo que decidimos ir al antiguo invernadero que tenía calefacción

suficiente como para no tener frío. Llevamos un termo con café y unas galletas.

Entramos, prendí la calefacción y encendí la televisión para tener un poco más de

compañía. Una vez en el interior, nos acomodamos en el sofá tapadas hasta el cuello.

Le conté todo lo que había sucedido desde que salí, hasta el más mínimo detalle, incluso

de que no sabía si dejar a Adrien o no.

—Pero Irene, si Adrien te quiere lo va a entender. Tú no eres feliz con él.

—No quiero lastimarlo, sabes lo que fue él para mí —intentaba justificarme, pero

honestamente sabía que aquello no duraría mucho.

—Lo sé amiga. Lo único que te aconsejo es que pienses en tu felicidad, y eso es

justamente lo que es Dave.

—Entiendo, admito que me alegró demasiado verlo esta noche —dije rasgando mi

mano.

— ¿Ves? Estoy en lo cierto. Además sabes que siempre estuve a su favor. No lo sé…

Dave es, o por lo menos parece un gran chico. Es dulce y paciente, y hay que ser

paciente contigo.

—Scar —reí—. Yo soy completamente dulce.

Puso los ojos en blanco.

—No lo eras con él. Aún así te amaba.

—Sí, Dave es muy especial. Lo es para mí —sonreí al recordarlo.

Scarlett me abrazó y suspiró. Luego me dijo que pensara seriamente en lo que iba a

hacer.

Tomamos algunas tazas más de café y seguimos casi toda la noche charlando. Scar

me confesó, no sabía si era cierto, que ya no estaba enamorada de Mark, algo que me

alegró por ella, no quería que sufriera. Después, no sé cómo hizo, pero logró volver al

tema de Dave.

— ¿Entonces? —preguntó enarcando una ceja.

— ¿Entonces qué? —Scar me miraba, al parecer esperando una respuesta de mi

parte—. Scar…

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254

—Digo… que… ¿Qué harás con Dave?

— ¿Qué haría con él? —pregunté algo asustada, no sabía a lo que se estaba

refiriendo.

—No me mires así, mal pensada. Quiero decir, qué vas a hacer, ¿lo llamarás por lo

menos? Convengamos que te dejó pensando bastante.

No pensaba en eso. Bueno, en realidad no estaba pensado en nada. Todo había

pasado tan rápido, que no había tenido tiempo de reflexionar sobre el tema.

—No sé, quizá lo haga.

—Claro. Solamente espero que tomes una buena decisión, no te gustara arrepentirte

por no haber tomado el camino correcto.

—Gracias por la ayuda amiga —dije sarcásticamente, aunque por otro lado, ella

tenía razón. ¿Y si era Dave mi destino? ¿Y si lo perdía por procurar que Adrien no

sufriera?

—Lo digo enserio Irene, Dave te ama y tú a él. Decídete amiga.

Miré la oscuridad de nuestro alrededor y sonreí tontamente.

—Me conoces más de lo que yo misma me conozco, Scar. Eres desquiciadamente

admirable.

—Lo sé —largó una carcajada y yo la seguí.

Acababa de confirmar que mi mejor amiga era una bruja, que no podía esconderle

nada y que era la única en la que podía confiar.

—Sí…No lo sé, es que…Dave suele ser tan lindo y dulce —sentía como mi

estomago burbujeaba—. Y sus ojos…

—Son como la miel —dijo ella. Estaba en lo cierto. Sus ojos eran de un color miel

encantador.

—Idénticos —suspiré—. No sé cómo Scar, pero el día que Dave llegó a esta casa,

todo cambió para mí. Absolutamente todo. Siento que cuando estoy cerca de él…las

cosas a mí alrededor se vuelven invisibles. Y cuando sonríe, es mejor aún.

—Lo amas. No hay dudas de ello.

Ambas reímos, y luego de acomodar las cosas sobre la mesa de roble, nos

dispusimos a dormir. El sofá Chéster se hizo cama, así que estaríamos cómodas allí,

desde donde se podían ver las estrellas a través de los ventanales.

*****

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255

Cuando mis ojos se abrieron forzosamente debido al ruido de los pájaros que estaban

en el balcón del apartamento, decidí levantarme. Fui a darme una ducha y luego miré la

hora, eran las tres de la tarde, había dormido lo suficiente. A las cinco debía ir al

trabajo, ese día me tocaba el turno verpestino, pero antes debía hacer algo que

consideraba importante.

Alrededor de las cuatro y media salí de la casa y me dirigí, antes de ir al trabajo, a la

florería más cercana.

—Hola, si ¿Qué desea joven? —me preguntó el vendedor de la tienda.

—Hola. Quiero diez docenas de margaritas.

El hombre me miró extrañado y luego sonrió, como si entendiese lo que estaba

sucediendo en mi cabeza.

—A de ser para una joven muy especial, porque diez docenas es mucho joven.

—Sí, es para alguien muy especial. Ella se merece esto y mucho más —saqué una

tarjeta de mi billetera y se la entregué—. ¿Puede enviarla a esta dirección?

—Claro que sí.

—Y quiero agregarle una tarjeta.

—Bien, espere que tomo una lapicera así anoto —agarró un lápiz y un papel y me

miró—. Dígame.

—Sí. Hummm… "Irene, espero que hayas tenido el cumpleaños que te mereces,

cariño. Recuerda que siempre te amaré. Dave" —. ¿Cuánto es? —pregunté tomando mi

billetera nuevamente.

—Son…Ciento ochenta dólares.

Saqué el dinero y se lo entregué, luego me marché lo antes posible porque debía

trabajar.

***

Ya eran las seis y media de la tarde cuando me desperté, Scar miraba la tele,

aguardando a que yo me levantara. Restregué mis ojos y me incorporé a lo que ella

estaba haciendo.

—Por fin despertaste —dijo riendo.

—Es que me sentía muy cansada —respondí tras un largo bostezo.

—Lo imagino.

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256

Nos levantamos, nos arreglamos un poco porque estábamos hechas unos harapos y

fuimos a la cocina a tomar algo. Comimos unas galletas con mermelada y nos quedamos

viendo televisión. A las siete de la tarde y cuando mi amiga estaba por irse, el timbre de

la casa sonó. Quizá era Adrien, y yo no tenía más opción que recibirlo. Salí de la casa

para ver quién era y cuanto abrí la puerta me encontré con un repartidor de ¿flores? Sí,

era uno de ellos.

—Hola. ¿La señorita Irene Dempsey?

—Sí, soy yo —balbuceé.

—Esto es para usted —dijo y luego me entregó un enorme ramo de margaritas, mis

flores preferidas. Firmé su cuaderno y me despedí. Entré rápidamente a la casa y se lo

enseñe a Scar.

—Mira estas flores Scar, son hermosas. Mis preferidas —mi voz sonó más jocosa

que de costumbre.

—Tiene una tarjeta —dijo ella. Yo no la había advertido.

—A ver es de… —miré a mi amiga y sonreí complacida—. De Dave. ¡Oh, por Dios!

Me llevé una mano a la boca y luego sonreí.

— ¿Qué dice? —demandó.

—Dice… "Irene, espero que hayas tenido el cumpleaños que te mereces, cariño.

Recuerda que siempre te amaré. Dave"

— ¿Te puso que te amaba? —preguntó desesperadamente.

—Sí —en aquel momento no me había dado cuenta de que había sonreído como una

tonta, pero es que eso me superaba, todas estas margaritas eran mi punto débil después

de Dave.

—Veo que estás contenta, de otra forma no sonreirías así.

—Es que son mis preferidas —me quedé en silencio por un momento. No sabía si

llamarlo para agradecer o no. Tenía que hacerlo.

—Vamos, Irene. Así sean unas margaritas o un helecho, tú sonreirías de la misma

manera justamente porque viene de Dave.

Asentí sonriente.

Media hora después Scar tuvo que irse porque la mamá la esperaba, así que me

quedé yo sola acompañada de mis pensamientos y mis suspiros.

Toc, toc, toc.

— ¿Se puede? —pregunté detrás de la puerta.

— ¡Pasa! —gritó Scar.

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257

—Hola —dijo Jack sonriente. Estaba tan fresco, yo todavía tenía cara de dormida.

—Jack —dije en sinónimo de saludo.

Fui hasta mi pequeño baúl y busque el número de Dave. Aquél que Abby me había

dejado en el diario. Me marché hasta la cocina con mi teléfono e intenté llamarlo.

Capítulo 24

Marqué su número unas cuantas veces, pero él no atendía. Lo volví a intentar una

vez más, pero nada. Entonces decidí dejar el llamado para más tarde porque quizá

estaba ocupado, lo había olvidado o no tenía batería.

Más tarde me dirigí a mi habitación para estudiar un poco de cálculos, tenía que dar

un pequeño examen que comparado a todos los problemas que había en mi cabeza, no

era nada. Eran ya las ocho de la noche cuando dejé de hacer todo lo que estaba

haciendo. Acomodé mis cosas y me recosté por un buen rato. Mientra escuchaba So

What, de Pink, mi teléfono comenzó a sonar. Me levanté y corrí hasta él con la

esperanza de que fuese Dave, pero no, tan solo era Adrien.

—Adrien… —Dije sin mucho entusiasmo y al parecer él lo notó.

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258

—Pareces decepcionada ¿esperabas el llamado de alguien más? —preguntó

desconfiado. Mi corazón se aceleró de sólo pensar en que él pudiese haber visto algo.

—No, es sólo que…

Ni siquiera me dio tiempo a terminar la frase cuando me interrumpió:

—Qué, ¿esperabas que te llame otra persona? —dijo severamente. Adrien estaba un

tanto extraño, él nunca se comportaba de aquella manera.

—Honestamente no esperaba el llamado de nadie, Adrien. Estaba descansando un

poco —dije defendiéndome.

—Hummm….Claro —respondió.

— ¿No me crees? —aquello era cierto, no esperaba el llamado de nadie en

particular. Tan solo había creído que era Dave el que llamaba, solamente eso.

—Oh, claro que te creo —eso sonó algo sarcástico y no me agradó en lo absoluto.

Algo enojada dije:

—Mira Adrien, si tienes algo para decirme, dímelo. No quiero que andes con

vueltas. Sabes que siempre te voy a responder con la verdad.

—Tienes razón —dijo secante.

—Dime entonces.

— ¿Porqué te tardaste tanto anoche? — ¡Oh, Dios! Estaba perdida si Adrien había

visto a Dave, de otra forma no estaría desconfiando de mí.

—Necesitaba tomar aire —mentí.

— ¿Necesitabas tomar aire por casi dos horas? —me quedé completamente

paralizada, él sí sabía algo—. Me parece extraño —pero yo me mantenía firme.

—Hummm…veo que sigues sin creerme ¿acaso no le preguntaste a Scar?

—Ella es tu amiga, Irene —dijo como diciendo: "no soy idiota"—. Nunca me diría

nada, aunque le rogase.

—Entiendo eso, pero lo que no entiendo es por qué haces ese tipo de preguntas.

—Curiosidad, sólo eso.

—Hummm… —susurré, ya no había más que decir, creo que lo había podido

engañar momentáneamente.

—Te creo —dijo finalmente y rió algo tenso, podía oírlo así—. Escucha, ¿quieres ir

al café hoy?

—Lo siento me encontraré con Scarlett —dije poco apenada.

—Bien, te llamo luego. Adiós —me cortó de una manera grosera y secante. Al

principio no lo había dado mucha importancia, pero luego las cosas empeoraron.

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259

Llamé a Scarlett por el mensaje que me había enviado: "¿Quieres ir al café del

centro?

— ¿Scar?

— ¿Recibiste mi mensaje? —preguntó.

—Sí. Paso por tu casa y de allí nos tomamos un taxi. Además tengo que contarte

algo.

— ¿De Adrien? —preguntó preocupada.

— ¿Cómo lo sabes? ¿Acaso él te preguntó algo?

—Lo hablamos luego —dijo algo apurada—. Me ducho rápido y te espero ¿si?

—Bien. Nos vemos amiga. Te quiero, adiós.

—Adiós.

Tenía una extraña sensación, todo lo que estaba sucediendo llevaba tan solo a una

cosa; Adrien comenzaba a sospechar. Lo decía su tono de voz enojado y secante. El

problema era que yo no había sido sincera con él, porque honestamente tenía miedo de

cómo fuese a reaccionar, y si esta era su reacción, me daba mucho más temor.

Alrededor de las nueve y media de la noche pasé por la casa de Scar y luego, tal

como acordamos, nos tomamos un taxi hasta el Café.

—Tienes que contarme lo que sabes, Scar —dije mientras abría la puerta para

ingresar al lugar—. Estoy algo preocupada.

—También yo, por eso quería hablar contigo.

Nos sentamos a una de las mesas dobles y nos quedamos allí para esperar al

camarero. Minutos después de terminada la charla, el camarero vino con los cafés y las

galletas que habíamos pedido. Entonces comenzamos con nuestra aturdida charla.

—Bien, Scarlett, dime qué sucede —dije con unos nervios que me mataban.

Ella respiró hondo y dijo:

—Esta bien, bueno…Adrien… —hizo una pausa y me miró detenidamente—. Él me

preguntó si…si tú lo engañas con alguien.

— ¡¿Qué?! —mi peor pesadilla comenzaba a hacerse realidad, y mis sospechas eran

ciertas; Adrien desconfiaba de mí, y en cierto modo no estaba muy errado en lo que

creía. Yo estaba amando a Dave mientras salía con él.

—Sí, pero quédate tranquila que me encargué de decirle que sólo querías tomar aire

porque no te sentías bien.

— ¿Crees que vio a Dave? Porque si es así, me muero Scar, me muero —tragué

saliva y apreté mis manos—. Tengo miedo.

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260

—Amiga —dijo ella con su habitual tono que funcionaba como un sedante para

mí—. Tranquila que si las cosas no vuelven a la normalidad, y con eso digo que Adrien

deje de desconfiar, yo estoy aquí.

—Gracias —dije rodeando su mano en señal de agradecimiento—. En verdad te lo

agradezco.

—Y además —sonrió y no sé cómo, pero entendí lo que intentaba decir—. Tienes a

Dave —abrí la boca para decir algo, pero ella continuó—, que por cierto, deberías

decirle lo que sucede.

—No, no voy a decirle nada. No quiero llevarte este tipo de problemas Scar.

—Pero...

—Cambiemos de tema. Dejemos todo este lío fuera de mi vida por unos…unas

horas.

En ese momento, el camarero; que era el que nos había atendido la noche anterior,

se acercó a nuestra mesa para servir más café. Comencé a observarlo mientras nos

servía; o más bien mientras le servia a Scar, enseguida me di cuenta de que cuando Scar

no lo miraba, la observaba detenidamente. Sabía a la perfección como funcionaban las

miradas de las personas, aunque lo cierto es que había intentado millones de veces

buscar alguna mirada para llamar la atención de Adrien, pero eso ya había quedado

atrás. Muy atrás.

Scar casi nunca se daba cuenta de nada, así que en mi mente apostaba a que no se

había dado por aludida que el camarero (sí, aquél que tenía un leve parecido a Dave) la

observaba de vez en cuando. Él nos terminó de servir y se alejó de nosotras, por donde

había venido.

Inmediatamente después lancé mis palabras curiosas sobre mi amiga:

— ¿Acaso viste como te miraba? —pregunté, aún estaba nerviosa por todo el tema

de Adrien, pero no dejaría que eso afectase demasiado mi vida.

— ¿Cuál? —preguntó sin darle mucha importancia.

—Scar —arremetí—. El camarero del café.

— ¡Ah! —Dijo alargando la palabra—, bueno no te habías explicado bien. Como

sea, no me miraba así como tú dices. Además —hizo un silencio, bajó la mirada y

volvió a levantarla junto con un gesto de resignación—. Además soy una persona que

no suele tener suerte y no creo que él quisiera fijarse en mí. Sabes que siempre termino

perdiendo, y no me digas que no.

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— ¡Scarlett! —Por poco gritaba pero sabía controlarme—. No digas eso, tú eres una

persona espectacular, sólo que no has encontrado a la persona indicada.

—Gracias, pero no es así —dijo con algo de dolor y supe que seguía algo dolida por

culpa de Mark.

—Claro que lo es. Tú vales mucho amiga. Créeme, eres demasiado valiosa.

Ella no dijo nada, pero no hacía falta. Sabía perfectamente que era lo que tenía que

hacer, y era hablar con el mesero. Además me había dado cuenta, la noche anterior, que

ella lo había estado mirando.

—Ahora vengo. —Me levanté para ir en busca de él, pero ella trató de detenerme—.

Voy a demostrarte que lo que dices es una estupidez.

—Irene ¿Qué harás? —me preguntó nerviosa mientras se aferraba a mi brazo.

—Tú déjame a mí —dije sonriente—. Que sé lo que debo hacer.

—Haz lo que quieras, pero verás que tengo razón —se desplomó sobre su silla y se

quedó allí, con lo brazos cruzados.

Intenté no escuchar lo que decía. Como dije, me levanté y caminé hasta la barra de

café, él no estaba allí así que pedí que lo llamaran. Me apoyé sobre ella y esperé a que

se hiciera presente. Mientras tanto le echaba un ojo al lugar, aparentemente lo habían

modificado hace poco. Había más flores que de costumbre, pero eso era porque la

primavera se nos venía encima.

— ¿Necesita algo? —preguntó cuando se hizo presente ante mí. Era realmente

parecido y eso me aturdía. Enseguida mi mente comenzó a trabajar, relájate que no

estás aquí por ti, sino por Scar. Vamos.

—Sí, eh… ¿podría hablar contigo un momento?

Miró a uno de sus compañeros y luego nos corrimos un poco hasta el final de la

barra para hablar más tranquilos. Me miraba de una manera extraña, quizá creía que era

una loca, pero eso a mi no me importaba. Sentía algo especial, y bueno, cuando lo

observaba, como si supiese que él era perfecto para mi amiga.

— ¿Puedo preguntar tu nombre? —dije frunciendo el seño.

—Sí, claro. Me llamo Erik —respondió desorbitado.

—Bien —dije y sonreí—. Sé que es extraño que te digas esto, Erik, pero no pude

evitar ver como mirabas a Scarlett.

— ¿A quién? —preguntó confundido, no entendía de quién hablaba. Claro, pensé

después, él no sabe que Scar se llama Scarlett.

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262

—Mi amiga, con la que estaba tomando el café —señalé hacia la mesa en donde

antes me encontraba con ella, justo Scar me vio y bajo el rostro “disimuladamente”.

—Claro —dijo cayendo en la cuenta y por consiguiente, entendiendo lo que yo

intentaba decirle—. Mira, disculpa no quise acomodarla. Es que…

No tuve más opción que interrumpirlo.

—Erik, no vine aquí a decirte que la molestabas. Sino que ella cree que tú nunca…

¿entiendes? — ¿Cómo iba a entenderme? Ni siquiera yo me había entendido eso.

—No entiendo ¿Qué cosa? —preguntó confuso y desentendido.

—Ella dijo que tú no te fijarías en ella —omití contarle lo de la mala suerte, no era

necesario.

— ¿En verdad dijo eso? —Miró de reojo a donde Scarlett se encontraba y volvió su

mirada hacia mí para decir—: Bueno ella es muy bonita, no sé por qué diría algo así.

—Claro que lo es. ¿Y qué dices si les arreglo una cita? —me aventuré a decir sin que

me importase nada, acostumbraba a decir las cosas sin pensarlas mucho, y esa no iba a

ser la excepción.

— ¿Una cita? —preguntó casi sonriente—. ¿Una cita con ella?

—Sí. ¿Te gustaría?

—Claro que sí, pero si ella no quiere no importa. Quiero decir que por las dudas

deberías pregúntale antes, quizá no quiera.

—Por supuesto —dije falsamente, no iba a preguntarle nada, porque conocía a

Scarlett y sabía muy bien que si se enteraba que yo había armado todo esto no iba a

querer ir.

Lo dejé donde estaba y fui hasta la mesa como si nada, esperando a que ella misma

me preguntara que había sucedido.

— ¿Y? —dijo finalmente.

— ¿Y qué? —me hice la desentendida.

—Irene —mi amiga era algo insistente, casi siempre, pero me di cuenta que en

verdad le interesaba Erik.

—Bueno, escúchame atentamente.

—Sí.

—Él quiere salir contigo y me dijo que le gustas —aquél no era un juego limpio,

pero algo debía hacer por ella.

—No es cierto. No te creo nada —dijo alejándose de mí.

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—Claro que sí. —Dije enojada—. Es más, me dijo que te preguntara si querías tener

una cita con él.

— ¿De verdad? —asentí. Se quedó pensativa y luego sonrió, eso me daba

esperanzas—. Bueno… me gustaría, quiero decir, él es lindo.

—Entonces está todo dicho, tú sales con él y todos somos felices.

—Tú no lo eres, todavía tenemos este problema con Adrien —dijo seria.

—Sí es verdad, pero voy a ver que hago.

—Entiendo, aun así déjame decirte que pienses bien lo que haces, y si decides

decirle la verdad a Adrien, yo estaré allí, y de seguro Dave también.

—Lo sé, no necesito que me lo recuerdes —dije.

—Es necesario hacerlo.

Luego de la charla; que fue un poco más extensa, pagamos la cuenta y yo, mientras

Scar salía, me encargué de arreglar la cita de Scar con Erik. Arreglé que fueran a cenar

a un restaurante que quedaba cerca del Café, era fino y delicado; nosotros habíamos ido

varias veces en los aniversarios de mis padres. Era caro, pero valía la pena.

Un par de días después ya estaba todo arreglado, aunque habíamos tenido un

pequeño percance y era que… claro, ellos dos no querían ir solos en su primera cita,

porque se sentirían un poco incómodos, casi ni se conocían. En fin, al otro día fui a

reservar el restaurante, al principio quise ir con Adrien para que de una vez por todas

me dejase tranquila con esas sospechas suyas, pero Erik no quería ir solo. Él iba a ir con

un familiar y creo que era un primo o algo así, como sea, yo no quería que se sintieran

incómodos de modo que accedí a ir con su familiar, de todas maneras no era mi cena,

sino de ellos.

Llegué hasta el restaurante, entré y esperé a que me atendieran. Lo hizo una chica

muy amable, su nombre era Samantha Wrowler, según me dijo. Entonces reservé la

mesa para cuatro, dentro de dos días a las ocho de la noche.

—Muy bien, entonces ya está todo. Espero que pasen una linda velada.

—Gracias —dije—. Seguro lo haremos.

—Bien, voy a pasarte a la caja para que la cajera te de la factura así puedes pagar la

reservación.

—Genial.

Me dirigí hacia la caja que quedaba a unos cuantos metros con el dinero para pagar.

Ni siquiera me había dado cuenta de quien era la persona que cobraba hasta que me

habló con un tono en particular. Ese tono de voz que odiaba de ella.

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—Miren a quien tenemos aquí —dijo maliciosa.

Levanté mi vista y la vi. No dije nada, pero al parecer ella no estaba feliz de verme.

—Así que tienes una cita —aseveró en tono de burla—. De seguro no es con Dave,

ya que él y yo seguimos saliendo.

No quería creerle, pero eso era más fuerte que yo. Sentí una puntada en mi estómago

que realmente me dolió.

—No me interesa lo que tengas para decirme. Ahora cóbrame —dije, pero ella

seguía con su parloteo.

—Claro que te voy a cobrar, y además voy a decirte un par de verdades, primero

aunque eso tú lo sabes, Dave no te quiere, me prefiere a mí, él me lo dijo. Así que no

intentes nada con él —dijo furiosa—. Estamos comprometidos y no quiero que te

interpongas entre nosotros.

Me mostró un anillo dorado y plateado, era de compromiso, pero entonces Dave me

había mentido. Tantas cosas bonitas y eran todas falsas, ¿creía que era divertido jugar

conmigo? ¿Hacerme creer que me amaba sabiendo que yo sí lo quería? Bueno, no lo iba

a hacer más porque en cuanto pudiese localizarlo iba a escucharme. Era un mentiroso.

¡Era un idiota maldito y mentiroso!

—Felicitaciones entonces —dije falsamente.

—Gracias —su mirada era arrogante y desafiante, como esperando a que yo me

enojara, pero no iba a hacerlo. No iba a perder el tiempo con una infeliz como ella.

Salí del lugar luego de pagar. Me sentía aturdida y lastimada, nuevamente. No había

razón alguna para que Dave me mintiese de aquella manera. Si estaba comprometido

con esa idiota ¿porqué no me lo había dicho?, ¿tanto le costaba ser sincero conmigo? La

vista se me nublaba a cada segundo y tenía una angustia, y enormes ganas de llorar.

Quería romper todo a mí alrededor y desaparecer de la faz de la tierra. ¡No tenía porque

hacerme eso! ¡No tenía!

Una vez que hube llegado a casa, me arrojé sobre mi cama y me quedé allí.

Aquellos dos días habían pasado muy rápido y yo como de costumbre no le había

contado a nadie que había visto a Alice en el restaurante, debido a que no quería

arruinarles la salida.

Ese día, alrededor de las siete Scar llegó a casa, desde ahí íbamos a tomarnos un taxi,

ella se veía hermosa, nunca la había visto tan arreglada. Yo, por mi parte no me veía tan

mal, aunque debía estar acorde al momento. No tenía ganas de ir, no tenía ganas de nada

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y no quería volver a ver a esa mujer que me hacia acordar que Dave era un mentiroso y

farsante. ¡Hay como lo detestaba! ¡Era un mentiroso!

Ir a esa cena de seguro despejaría mi mente, y me haría olvidar de Dave. ¿A quién

quería engañar? En aquellos momentos empezaba a odiar a Dave por ser lo que más

quería, a quien amaba y deseaba profundamente.

El día viernes antes de la "cita", acudí a la escuela como todos los días. Durante el

receso entre clases, dejé a Scar y a Gerry en el buffet y me dirigí hasta el salón de

deportes para hablar con mi profesora por un asunto de trabajos prácticos.

Llegué allí y me quedé cerca de las puertas de su oficina. Una chica pasó por mi lado

y me dijo que la profesora tardaría unos quince minutos porque se había atascado en el

tránsito, que la esperase allí.

Estuve esperando unos cinco minutos cuanto la presencia de alguien me sobresaltó.

Adrien llegó a mí, besándome y tomándome por los brazos con tal fuerza que llegó a

lastimarme. Me aparté de él para decírselo.

—Cuidado Adrien, me has lastimado —dije frotándome los brazos una vez que me

soltó.

— ¿Acaso ya no te gusta que te bese? —preguntó con un tono de voz enfadado. Su

mirada ya no era la misma, esta se veía más desafiante; como si esperase que yo cayese

en alguna trampa.

—Yo no dije eso. No sé qué estás diciendo —me defendí—. Has estado actuando

muy extraño estos últimos días.

— ¿Ahora no entiendes? Eres lista Irene, por favor, sobretodo para mentirle a las

personas ¡Gracias!

Adrien se acercó hacia mí con un paso firme y amenazante, algo que me asustó

mucho. Entonces aturdida por el temor, retrocedí y gracias a mi mala suerte topé mi

espalda con la pared del salón de deportes. Sentía mi corazón latir con fuerza y

desenfreno; nunca me había hablado de aquella manera. Adrien estaba furioso, él lo

sabía todo.

—No sé…no… —Dije con la voz entrecortada.

— ¡¿Por qué mientes?! ¡¿Por qué mientes Irene?! —gruño golpeando la pared con

su puño. Sus ojos estaban desorbitados y mi respiración duraría poco a esas alturas.

— ¡Adrien cálmate! —supliqué. Ahora él se encontraba a sólo cuatro centímetros de

mi rostro. Tragué saliva mientras sentía como mis manos temblaban.

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— ¿Qué se siente Irene? —preguntó con una voz horrorosamente tranquilizadora—.

¿Qué se siente amar a alguien y que esa persona te ame a ti?

—Yo te quiero, Adrien —no estaba mintiendo, sí lo quería.

—Eres una maldita mentirosa… —susurró en mis labios—. Sabía que un día me

engañarías con… —frunció los labios para evitar decir algo.

—Yo no te engañé —dije desesperada. Me adelanté un paso, pero él me empujó

nuevamente hacia la pared.

— ¡Quédate quieta! —bramó.

— ¡Basta! ¡Me estás lastimando! —intenté escabullirme por un costado, pero

rápidamente él me tomó del brazo con fuerza y me acercó hacia él.

— ¡Siempre lo amaste! ¡Siempre, y nunca fuiste sincera conmigo!

— ¡Adrien, me lastimas! —pero él no me escuchaba—. ¡Déjame, por favor!

— ¡Como quieras! —dijo sin soltarme.

En aquel momento, Gerry y Scar entraron. Me habían estado buscando por todo el

patio y supusieron que estaba allí. Gerry llegó justo para apartarme de Adrien.

— ¡Te dijo que la soltaras!

—Esto no queda aquí, Irene, voy a hablar contigo en privado —dije alejándose de

nosotros.

— ¡Eso no va a ocurrir! —le gritó Scar.

— ¡Tú cállate! —eso fue lo último que escuché de él antes de desaparecer tras la

puerta.

Me sentía desesperada y asustada. Mi cuerpo temblaba hasta el punto de decir que

me encontraba en shock. Tenía unas ganas de llorar enormes, no quise hacerlo, pero en

cuanto Scar me abrazó no pude evitarlo. Me desplomé sobre ella sin poder resistir. Mis

piernas flaqueaban, así que nos sentamos allí en el piso hasta que lograse calmarme.

—Scar…él lo sabe. Te lo dije, él lo sabe.

—Lo siento Irene —me decía ella mientras me abrazaba aun más—. Siento no haber

estado aquí.

Intenté calmarme y volvimos a nuestra aula. Lo peor de todo era que no podía

culpar a Adrien por como había actuado; él estaba lastimado y si había visto a Dave, eso

habría sido muy duro.

—Es un idiota —dijo Scar mordiendo su bolígrafo.

—Está dolido, era obvio que iba a actuar así —dije con mi mirada perdida.

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— ¡Por favor, Irene! No seas condescendiente con él. Es un idiota que casi te

lastima. Sólo espera que Dave se entere.

—Scar… No voy a decirle nada a Dave.

Scarlett me dijo que estaba loca, que debía decirle, pero ella no sabía que Dave me

había mentido y engañado. Ahora sí estaba perdida, no tenía nadie a quien acudir,

excepto mis amigos.

Aquellas cuarenta y ocho horas pasaron raudamente. No había hablado con Adrien

porque cada que lo llamaba no me atendía, me daba ocupado o no estaba en su casa;

hasta que dejé de insistir y sólo esperaría que él llamase luego de que su enojo se

aplacara.

— ¿Estás lista? —le dije a mi amiga con una sonrisa fingida. Dejé por unos

momentos todo el odio que sentía por Dave en aquellos momentos, y el miedo que me

causaba Adrien, y sólo me limité a tranquilizarme; ninguna de las personas que irían a la

cena tenía la culpa de mi vida problemática. Finalmente terminé creyendo que Scar no

era la que tenía mala suerte, sino yo. Siempre había algo que me impedía ser

plenamente feliz.

—Claro que sí, y espero que esta vez nada terminé mal —dijo torciendo el gesto.

—Por supuesto que no amiga, Erik parece un buen chico, además es amistoso.

Seguro puedes confiar en él —dije y sin querer mi subconsciente me traicionó—. No

como…

— ¿Adrien? —preguntó algo confundida.

—No…

Acababa de percatarme de que Scarlett no sabía lo que me había sucedido con Alice,

y tampoco iba a contárselo el día de su cita.

—Nada, déjalo, es cosa mía.

Llamamos al taxista, nos encontraríamos en la puerta del restaurante con Erik y su

primo, sólo esperaba que este no intentara nada conmigo ya que yo solamente iba de

acompañante y nada más.

El automóvil se metió en unas calles adoquinadas en el lado oeste de la ciudad.

Afuera la tarde estaba cayendo y comenzaba a hacer un poco de frío. Faltaban sólo unas

cuadras para llegar. A tan sólo cien metros pude divisar el nombre del restaurante,

Perséfone.

— ¿Es aquí? —preguntó el taxista.

—Sí, gracias —dijimos ambas al unísono, pagamos y nos bajó en la puerta.

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Luego de salir del coche fuimos hasta la entrada. Vimos que Erik ya había llegado,

pero estaba solo ¿Acaso iban a dejarme sola como una idiota en aquella cena? No lo

creía, y encima el taxi ya se había ido.

—Hola —dijo él muy tímidamente. Hacía tiempo no había visto una dulzura como

aquella, bueno la dulzura de Dave era parecida, pero él era un farsante.

—Hola —dijimos Scar y yo.

Él la miraba como anonadado, eso era un buen inicio. En un momento Erik adivino

mi pensamiento y dijo:

—En unos minutos llega mi primo; es que tenía que trabajar y viene volando, bueno

no literalmente —rió—. Por cierto, quizá hayas pensado que lo traje para presentártelo,

pero él está en su propia nube, así que podrás quedarte tranquila.

—Claro —dije—. No hay problema, lo esperamos.

La espera duró no más de cinco minutos, yo estaba parada frente a la parejita o futura

parejita cuando escuché a Erik diciendo algo sumamente conocido, un nombre.

—Dave, estábamos esperándote.

No sabía si era él en verdad, así que inevitablemente me di vuelta para comprobarlo.

— ¿Qué haces aquí? —dije furiosa, pero en un tono bajo.

—Irene —él estaba sorprendido de verme.

—Te pregunté algo Dave ¿Qué haces aquí?

En ese momento Erik nos interrumpió y Scar nos miraba asombrada.

— ¿Ustedes se conocen? —dijo.

—No —arremetí.

—Sí —dijo él sonriendo confundido.

—Somos conocidos, nada más —agregué en tono furioso.

—Bien… —miró a Scar y luego a nosotros—. Deberíamos entrar antes de que

oscurezca más —dijo Erik. No quería hacerlo pero tampoco tuve opción.

Entramos y Dave intentó hablarme, pero le dejé en claro que yo no quería hablar con

él.

—Me siento tan feliz de que seas mi cita, Irene —susurró.

—Yo no, y ni siquiera se porque estoy aquí —dije evitándolo.

— ¿Estás bien? —preguntó—. Estás algo…

—No te importa, y por favor, intenta no hablarme.

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269

Respiré hondo y continué caminando hacia mi silla. Por más que no quería estar allí,

no podía dejar de apreciar el lugar. Realmente era elegante. Las sillas estaban forradas

de rojo con cintas doradas, y las mesas eran espectaculares.

—Irene, ya pasamos por esto. Sabes que te amo, y que sí me interesa lo que te pase.

—No me digas, creí que mentías, últimamente acostumbras a hacerlo.

Me adelante sin dejar que dijera algo y nos fuimos a sentar, tuve que ubicarme

frente a su silla, ya que Scar y Erik se sentaban frente a frente. Ellos hablaban de todas

sus cosas, de lo que les gustaba de lo que no, hasta que Erik me preguntó que me

gustaba de las personas o algo así; él intentaba que yo participase en la conversación,

algo que me costó un poco.

— ¿A mi? —miré a Dave desaprobándolo—. Bueno que no sean mentirosas y

engañosas como muchos suelen serlo.

—Buen punto —dijo Erik—, eso es la base de todo tipo de relación, tanto familiar,

como de pareja y amigos.

—Cierto —dije con una sonrisa falsa—. Decir que quieres a alguien cuando estas

saliendo con otras personas es se mentiroso.

— ¡¿Qué?! —gritó Dave exaltado—. ¡Yo no estoy saliendo con nadie!

— ¿Qué sucede? —preguntó Erik, pero nadie le contestó. Dave y yo estábamos

sumidos en nuestra discusión.

—Eso díselo a Alice, ah, y a su anillo de compromiso —no grité debido a que había

mucha gente en el lugar y no quería hacer una escena.

—Estás mintiendo Irene. ¿Cómo te haría eso? —suplicó.

— ¡No, tú eres el que mientes Dave y siempre lo has hecho! —estaba a punto de

largarme a llorar como una estúpida, así que me levanté de la mesa para salir de allí lo

antes posible.

Corrí hasta la esquina, la oscura noche nos estaba regalando lluvia en aquel

momento, cosa que me dificultaba el correr. Eso, y mis zapatos.

— ¡Irene! —todavía lo oía, así que no iba a detenerme—. ¡Irene! ¡¿A dónde vas?!

En ese momento, no sé cómo tropecé y caí al suelo, eso dolió y demasiado. Intenté

levantarme pero me dolía la espalda. De repente sentí que él ya estaba allí,

levantándome. La lluvia seguía cayendo y no me dejaba ver nada; a esa altura yo ya

estaba empapada.

— ¡Quítate! —grité apartándolo de mí.

—Déjame ayudarme, por favor, está lloviendo.

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— ¡Déjame, quiero quedarme aquí! y… ¡tú vete! ¡Ahora!

Sabía muy bien como era Dave, y que iba a ser imposible que me dejase allí en el

suelo, sola y mojada por la estúpida lluvia. Y sí, efectivamente se sentó a mi lado, la

lluvia cesó un poco, pero seguía cayendo sobre las adoquinadas calles como una fina

llovizna.

— ¿Por qué dices que te mentí? —preguntó. Realmente lo odiaba, pero porqué no

podía dejar de mirar aquellos ojos de miel suplicantes que me observaban dulcemente

bajo la lluvia.

Pasaron unos diez minutos antes de que me aventurara a decir algo, un susurro:

—Porque lo hiciste… Por qué la elegiste a ella…

—No lo hice, no sé de dónde sacaste eso, Irene. Sabes que siempre te elegiré a ti,

siempre —su voz sonaba angustiada, lo que hizo que me angustiase yo también. Quizá

él era sincero conmigo y yo no había advertido las mentiras de Alice. Sentí como mis

lágrimas saladas se mezclaban con la dulce lluvia de la venidera primavera.

—Fue Alice… —susurré nuevamente, pero debido a la lluvia él no me escuchó.

— ¿Quién? —preguntó acercándose.

—Alice —inhalé aire y suspiré.

—No puede ser, ¿Qué es lo que te dijo esta imbécil? Lo siento por la grosería pero es

una imbécil, no sabes de lo que es capaz.

—Dijo… dijo que ustedes seguían saliendo —las palabras salían con dificultad de mi

boca, y eso era por tener a Dave tan cerca.

—Eso es mentira, Irene —sonrió y con ello logró que algo en mí cambiase.

— ¿Y qué hay del anillo? —eso era cierto, yo lo había visto con mis propios ojos.

Un anillo dorado y plateado; o sea, oro y plata.

—No le di nada, tienes que creerme. —Me lo decía y a la vez me miraba fijo a los

ojos, no podía estar mintiendo. No mi Dave.

— ¿Lo dices de verdad? —dije inofensiva.

—Sí —sonrió.

Debía creerle, sus labios no podían estar mintiéndome.

—Te creo…lo hago Dave, te creo.

Dave me abrazó y nos quedamos allí bajo la lluvia, sin hacer nada, sin esperar nada,

sólo allí… bajo la cálida y dulce lluvia que nos abordaba desde el cielo nocturno.

— ¿Sabes algo? —dije apartándome para mirarlo.

—Dime…

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Me miró dulce y tiernamente para luego sonreírme.

—Realmente creí que habías mentido. No me gusta que la gente me mienta, y mucho

menos tú, porque te quiero tanto.

Mi corazón saltaba de entusiasmo y alegría.

—Irene, eres lo más importante que tengo —tomó mi mano y la aferró a la suya—.

Jamás te mentiría.

—Perdón, perdón por tratarte así.

Deslicé mis manos por sus hombros para aferrarme a él bajo fría lluvia. Estábamos

totalmente empapados, pero a mi no me importaba; por una vez en la vida me sentía

feliz. Lo único malo de todo eso fue que comencé a toser, no podía parar de hacerlo y la

garganta me picaba. No hacía tanto frío, pero con las ropas mojadas sí que lo hacía.

—Cuando mi mamá me vea así va a matarme, primero por aparecer toda mojada,

siempre me dice que me voy a enfermar y luego por volver a estas horas, sin Scarlett.

—Le decimos que fue un accidente.

—Margaret no es tonta, Dave, es abogada, sabe cuando alguien miente.

Él rió.

—Entonces… ¿quieres tomar un café mientras esperas que se sequé tu ropa?

— ¿Dónde? Te dije que si llegaba a casa así mi mamá iba a matarme, menos puedo

ir a tomar un café.

—No, yo decía a…

— ¿A dónde? —pregunté.

—A mi apartamento —dijo sonriendo de lado, algo que no me dejaba vivir. No con

esas sonrisas.

Se hizo un silencio, yo no sabía qué contestar, no sabía si era oportuno o no.

—No lo sé… yo…

—Sólo va a ser un café y nada más, bueno además de secar tu ropa —eso era

demasiado creíble.

Me miraba… y yo sin decir nada, ¿Qué iba a hacer? No podía perder nada yendo con

él, además si aparecía así en casa me iban a matar. Eso sí era seguro.

—Eh… está bien.

Él se levantó, yo intenté hacer lo mismo pero mi espalda me dolía bastante. Me quejé

por unos segundos hasta que Dave me interrumpió.

—Déjame que te ayudo —dijo.

—No, está bien, puedo sola. ¡Auch! —Grité. Me dolía bastante mi espalda.

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De repente Dave me alzó en los brazos y llevó hasta el automóvil, yo no quería pero

la espalda me estaba matando. Además, aunque rogué porque me soltase, él no lo hizo.

—En casa tengo analgésicos, tú tranquilízate.

Me senté del lado del acompañante y en el camino me encargué de agradecerle lo

bueno que había sido conmigo.

—Te lo mereces —decía sin apartar la vista del camino—. Has cambiado mucho mi

vida.

—No, no me lo merezco Dave, pero igual gracias. Te debo mucho y no sé cómo voy

a pagarte.

Llegamos hasta el apartamento y nos quedamos frente a la puerta mientras él

buscaba las llaves. Pero luego se detuvo y me miró fijo.

— ¿Sabes? Pensaba, ya sé como puedes pagarme lo bueno que soy contigo —se

adelantó un paso y sonreí.

— ¿Cómo?

Acercó su rostro lentamente al mío, y sentí que ya no podía detenerme, tanto que yo

misma lo tomé y lo acerqué a mí para besarlo. Acariciaba su cabello, tan sedoso como

sus labios. Extrañaba tanto esa delicadeza, tanto como aquella mirada apasionada. Me

hacía mucha falta el abrazo de Dave. Se aferró a mí sin soltarme, algo que me agradaba.

Allí, junto a él me sentía segura, porque era Dave quién me protegería siempre, lo sabía.

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273

Capítulo 25

No podía sentirme culpable por lastimar a Adrien, y mucho menos por amar a Dave

de aquella manera. Tenía esa sensación de paz dentro de mí que me tranquilizaba, yo

deseaba más, pero Dave se detuvo para decirme algo.

—Creo que deberíamos entrar para que seques tu ropa, no quiero que te enfermes por

mi culpa —dijo acariciado mi cabello casi seco, y sin apartar su mirada de la mía, no me

fue difícil sonreírle mientras asentía. Entramos al apartamento, que por cierto era muy

bonito y amplio. Estaba limpio, algo raro en un hombre, y además había un aroma muy

rico.

—Permiso —dije y me adentré—. Es muy bonito tu… casa o apartamento, como lo

llames.

—Gracias —dejó las llaves sobre una mesada de mármol azul, que siendo honesta,

se asimilaba mucho a mis ojos.

A uno de los lados había un sofá gris de doble plaza y dos pequeños más adelante.

Todos rodeaban un gran televisor. A un lado del pequeño living te encontrabas con un

enorme ventanal que daba a la avenida principal. Sin dejar de contar las paredes blancas

y la alfombra celeste cielo. En fin, luego de admirar aquel hermoso lugar, me quedé

esperando en uno de los sofás y unos minutos después Dave llegó con una pequeña

bolsa de regalo.

— ¿Qué es eso? —pregunté.

—Nada especial, iba a regalárselo a Alice para su cumpleaños, pero las cosas entré

nosotros no terminaron muy bien que digamos, y además de que me engañaba en mi

propia casa.

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No dije nada, pero hubiera querido matarla, era una idiota engreída y estúpida que se

había aprovechado de Dave. Tomé la bolsa y saqué la prenda que estaba en su interior,

era un vestido hermoso, algo así como un pin up de mangas largas. Alice era un poco

más alta que yo, así que de seguro me quedaría algo holgado. Pasé al cuarto a

cambiarme antes de lavar mi ropa. Aquél era otro lugar hermosamente decorado, las

paredes era de un marrón muy similar al oro, había una cama matrimonial, en la que de

seguro Alice había dormido muchas veces (eso me daba escalofríos), un enorme

armario gris y también había una puerta, la del baño.

Terminé de cambiarme y me dirigí al living para preguntarle a Dave dónde se

encontraba la lavadora y la secadora.

—Te queda bien ese vestido —observó—. Una amiga dijo que era algo de moda,

pero no estaba seguro.

Reímos mientras me ayudaba a llevar la ropa a la lavadora.

— ¿Cuánto tarda la secadora en secar la ropa?

—Creo que unos veinte minutos en la secadora y otros diez o quince más, depende

de la tela.

—Será mejor que se seque rápido.

Nos quedamos en silencio por un buen tiempo hasta que la jarra del café sonó. Dave

se levantó a buscar dos tazas y las trajo a la mesa. Sirvió una para mí y otra para él

mientras yo me ataba el cabello ya que lo tenía un poco desbaratado.

—Escucha… quiero pedirte disculpas por lo del… —dije recordando cada segundo

que lo había tratado mal en las últimas horas.

— ¿Eso? No importa. Claro, me confundió un poco al principio, pero luego entendí

el malentendido.

—De verdad —bebí un sorbo de café y me limité a afirmar con la cabeza—. No lo

hice intencionalmente, estaba enojada —reí—. Y sabes como me pongo cuando me

enojo. No puedo responder de mí.

Él me sonrió de aquella manera tan delicada que me absorbía de una forma muy

especial. En otras palabras, me volvía loca.

—Siento no haberte contado que Alice y yo…

—Dave —dije llamando su atención—. Creo que esto ya te lo dije una vez y es que

dejes de pedir disculpas.

—Lo siento, ay, perdón. Bueno… disculpa por pedirte perdón.

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Comenzamos a reír de lo ridícula que era aquella situación. Era inevitable que él

pidiese perdón por todo.

— ¿Sabes? Hay algo que no entiendo, ¿De dónde conoces a Erik? —Entonces

recordé lo que Erik me dijo, su primo—. No me lo digas, ya lo recuerdo, primos.

—Bueno Barker y yo somos primos. Hacia tiempo no nos veíamos, es raro que nadie

se de cuenta de eso ya que somos muy parecidos.

No estaba tan errónea, claro que eran muy similares, aunque Erik parecía un poco

más… terrible, en el buen sentido, que Dave.

—Claro, cuando lo vi sentí una sensación rara, porque se parecía a ti, Abby también.

Pero lo mejor de todo es que él es un buen remedio para Scar, ella se merece alguien

como Erik.

—Es una buena persona. A propósito, ¿cómo ocurrió todo esto? Porque que yo

recuerde, Scarlett siempre fue un poco tímida.

—Bueno, creo que yo tengo un poco la culpa de eso. Erik la miraba demasiado y a

Scar le gustó. Entonces fui a preguntarle si quería tener una cita con ella.

—Sí, habló de ella los últimos días—rió—. Y ni siquiera sabía que era Scarlett. El

mundo es muy chico.

—Bien literal —dije mientras acababa mi café.

Tomó las tazas que ahora se encontraban vacías y las llevó al fregadero. No sabía

bien qué pensar en aquel momento, no voy a decir que estaba confundida, porque no lo

estaba; sabía muy bien que estaba enamorada de Dave. Pero a la vez pensaba en Adrien,

él estaba furioso el día viernes en el instituto y eso me asustaba un poco.

Comencé a pensar que Scarlett tenía razón y que en algún momento tenía que

contarle a Dave lo sucedido la tarde pasada, pero sabía que se enojaría con Adrien, y si

Dave se enteraba quizá también se enteraba Mark y ahí sí, estaría perdido.

No iba a mentirme, las cosas con Adrien ya no podían seguir así. Tenía que

encontrarme con él en algún lugar para plantearle la verdad. Además, necesitaba

establecer algo con Dave.

Mi hermoso joven volvió y me encontró pensativa, si bien yo podía verlo no lograba

interactuar con él.

—Irene, ¿Estás bien? —preguntó acercándose hacia mí.

No pude decir nada.

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—Irene —vi sus señas frente a mí, pero yo simplemente lo miraba. Nada más—.

Eh… bueno voy a buscar tu ropa porque creo que ya debe estar casi seca —hizo un

silencio y yo hice un gesto de afirmación, entonces se fue.

Me acerqué hasta su lavadero, que quedaba en un pequeño cuarto al lado de la

cocina.

—Yo puedo hacerlo —dije tomando mi ropa que ya estaba seca—. Gracias.

Se aparto y se quedó a un lado observando lo que yo hacía.

— ¿Quieres plancharla? —dijo señalando a una de las paredes en donde estaba la

plancha.

—No, está bien, me la pongo así. No esta muy arrugada. Aunque debería dejar que

se sequé un poco más.

Mientras yo terminaba de sacar la ropa, él desapareció y luego volvió a aparecer con

una pequeña bolsa de cartón azul. Me la entregó para que guardara mi ropa, pero yo le

dije que me cambiaría, a lo que me respondió que no, que me regalaba el vestido. Fue

imposible decirle que no, ya que él insistía e insistía, y lo último que quería en esos

momentos era que se enojase conmigo, ya teníamos bastante con lo mal que me había

portado con él.

— ¡Oh, oh! ¿Alguien le aviso a Scar que nos fuimos? —pregunté debido a que nos

habíamos ido del lugar sin avisarle a nadie, supuse que estarían preocupados. Eso

esperaba.

—Yo le mandé un mensaje a Barker.

— ¿A quién?

—A Erik. Cierto que ustedes le dicen Erik. Estoy acostumbrado a decirle Barker.

Asentí para luego volver al living. Ahora no debía esperar que mi ropa se secase, ya

que Dave me había dicho que me quedara con el vestido, algo que le agradecía.

El silencio se volvió a adueñar del momento y fue ahí donde decidí marcharme, ya

eran las doce de la noche y mi mamá iba a matarme si llegaba muy tarde.

— ¿Tienes el número de algún taxi? —le pregunté.

— ¿Taxi?

—Sí, ¿Qué tiene de raro?

—Te llevo yo, nunca sabes con quién te puedes encontrar en un taxi —Dios, era tan

divertido cuando se ponía en posición de protector, por eso amaba lo amaba.

—Es sólo un taxi, relájate. Además ya es tarde y no quiero que conduzcas a estas

horas.

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—No, olvídalo. No voy a dejar que vayas sola, no me cuesta nada. Déjame hacerlo

por favor. Además es lejos de aquí.

Largué un suspiro pesado y asentí. Tomé mis cosas mientras Dave buscaba las

llaves de automóvil y bajamos al garaje del edificio. Nos subimos al Ford Mondeo y en

cuanto arrancó el motor y las puertas del garaje se levantaron, pudimos ver que el cielo

estaba horroroso. Las nubes no dejaban ver ni una sola estrella, y ya se podía sentir el

ruido de los truenos. No quería que Dave volviese así a su casa, pero tampoco iba a

convencerlo de volver sola. De todas maneras, le pediría que se quedase en casa.

—Y… ¿Cómo te va en la universidad? —le pregunté mientras me acomodaba el

cinturón de seguridad.

—Bien, aprobé el examen para ingresar a la carrera.

—Que bien —me quedé en silencio y entonces él me preguntó a mi.

— ¿Y tú? ¿Vas a seguir esa carrera que me habías contado?

—No sé… —respondí algo desanimada.

— ¿Por qué? Estabas tan entusiasmada.

—Es que hay muchas cosas que quiero hacer, pero lo más probable es que siga la

carrera de abogacía, es lo que quieren todos.

—Deberías hacer lo que te guste a ti, no a los demás. Ya te lo dije una vez. Eres muy

lista Irene, puedes estudiar lo que quieras.

—No, pero me gusta, sino no lo hubiese elegido.

Él sonrió y volvimos a quedarnos en silencio. Entonces, los truenos comenzaron a

sonar cada vez más fuerte y los rayos se intensificaban, se podía sentir el viento sobre el

capó del automóvil y como segundo a segundo llovía cada vez más.

—Está lloviendo demasiado —le dije—. Deberíamos tener cuidado.

—Sí, es verdad. Es un poco peligroso, además me da la sensación de que va a

granizar y no quiero eso.

Dicho y hecho, pequeñas piedras de hielo comenzaron a caer sobre el automóvil, así

que decidimos quedarnos bajo el techo de una gasolinera. Dave no quería dañar su

automóvil y yo, por mi parte, no quería morir en un accidente. Estacionamos y nos

quedamos allí hasta que acabase la tormenta; que se estaba volviendo, por cierto, un

tanto eléctrica.

Estábamos allí los dos, en absoluto silencio y oscuridad, contemplando el torrente de

lluvia que caía a fuera del lugar, parecía que nunca iba a parar, se sentía fresco y

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caluroso a la vez. La única iluminación que teníamos era la del automóvil y la de los

rayos que aparecían más a menudo.

—La lluvia es hermosa —dijo Dave, en tanto yo lo mire para decir algo, pero él

volvió a emitir su discurso—. Es como purificadora. Me agrada.

*****

—Puede que lo sea. —Dijo ella con poco entusiasmo.

La escasa luz que irradiaba la lluviosa noche, proyectaba sobre su rostro un fino

reflejo de su hermosa piel. Tan dulce, tan delicada y tan angelical que podría estremecer

hasta el más frío de los seres humanos del mundo. La amaba, demasiado como para

morir por ella en cualquier circunstancia, me sentía egoísta por quererla sólo para mí,

pero nada podía hacer al respecto, ella también me quería y eso me encantaba.

Pasaron muchos minutos y la tormenta seguía en in crescendo. Hasta creo que

granizó un poco más fuerte. El viento se intensificó y yo pensaba en cómo saldríamos

de allí si se inundaban los alrededores.

—Y… ¿Qué harás en navidad? —pregunté intentando mantener aquella corta

conversación.

— ¿Navidad? —Dijo extraña—. Falta para navidad, Dave. ¿Por qué lo preguntas?

—Bueno faltan unos meses para navidad.

—Sí, bueno, en realidad no sé. Estaremos en casa supongo, como casi siempre. Con

toda la familia que viene de todas partes. Tú sabes, cuando se juntan todos es horroroso.

—Quisiera tener a mi familia conmigo en navidad —dije sin pensar en que la había

hecho sentir mal.

—Lo siento, Dave. No quise… —tomó mis manos que se encontraban sobre el

volante del automóvil.

Ella no lo sabía en aquel momento, pero mi mente ya estaba trabajando en buscar el

regalo perfecto para su árbol navideño, algo especial que la hiciese acordarse de mí cada

vez que lo mirara.

En ese instante, al parecer Irene pensó en algo, porque me miró riendo con una

sonrisa pícara.

—A ver… y tu chico navidad ¿Qué vas a hacer? —Preguntó aún sonriente.

—Me quedaré con Erik.

— ¿Ustedes dos solos?

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—Sí. ¿Por qué? Somos lo únicos que están en esta ciudad, a menos que Erik decida

volver a Normanton, en ese caso seré sólo yo.

—Tú estás loco, nunca te dejaría solo en navidad. Sé que extrañas a tú familia, debe

ser difícil tenerlos lejos.

—Había planeado ir a ver a mi familia, pero todavía no estoy seguro. Los extraño

demasiado.

Hablar de mi familia me traía muchos recuerdos hermosos y darme cuenta de cuanto

los extrañaba me hacia sentir vacío, completamente vacío. Ellos, aparte de Irene, lo eran

todo para mí. Nunca me había alejado por tantos meses de mi hogar y aunque me

mantenía firme, me hacían mucha falta.

El aire comenzó a faltarme y decidí bajar del automóvil. Abrí la puerta y salí

rápidamente.

— ¿A dónde vas? —Gritó Irene, pero en ese momento mis sentidos habían

desaparecido—. ¡Dave!

Caminé unos cuantos metros y me quedé al borde del techo para mirar la lluvia que

caía a unos centímetros de mí. Mi mente recorría recuerdo por recuerdo, desde mi

partida, hasta la llegada a Brisbane. Por un momento pensé en echar todo por la borda y

volver, sólo para ver sus rostros otra vez, pero no podía dejar los estudios ni el trabajo,

ni todo el progreso que había conseguido en los meses pasados.

—Dave… —Ella se acercó y se quedó a un costado mío—. Lo siento… —dijo—.

Realmente no quise decir eso.

No dije nada, porque básicamente no podía decir nada. Mi mente estaba bloqueada,

rota y dispersa.

—Dave… —nada, no reaccionaba. Hasta que no sé cómo, sentí un roce en mi mano.

Era su mano apretando la mía con fuerza. —. Perdón por nombrar a tu familia. Sabes

que estoy aquí, contigo.

Alzó su mano hacia mi rostro y lo giró para besarme delicadamente. Eso me hizo

sentir un poco mejor. La abracé y nos quedamos allí mirando la lluvia.

—Tú no tienes la culpa —dije con una sonrisa agridulce—. Creo que soy muy débil.

En todo…

—No, no eres débil, eres simplemente… sensible. Y es lo que más me gusta…

¿sabes? —su mirada se dulcificó.

***

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280

Seguíamos todavía abrazados cuando mi celular sonó. Era mamá. Creí que llamaba

para matarme o algo por el estilo, pero no. Era para avisarme que al día siguiente tenían

una reunión con una empresa de no me acuerdo que. En fin, tenían esa reunión y debían

volar esa misma noche. ¿Por qué nadie me decía nada? Mamá me preguntó si tenía

llaves porque Abby como de costumbre no estaba y Mark tampoco. Y ahí estaba mi

gran dilema, no las tenía, casi nunca las usaba, sólo cuando iba al instituto. Ellos partían

en unos minutos al aeropuerto, así que mamá me pidió que me quedase con Scar hasta

la mañana, hora en que alguien llegaría. Y ¿qué podía hacer? Debía llamar a Scar.

Bueno lo único que esperaba era que en la mañana hubiese alguien, sino me ataría a una

llave por el resto de mis días.

—Escucha mamá ¿No hay otra solución? ¿Estás segura que Abby no irá esta noche?

—Sí. —Dijo ella—. ¿Por qué no quieres quedarte con Scarlett? Siempre lo haces.

—Está bien… —dije de mala gana—. Voy a llamarla.

— ¿Cómo llamarla? ¿No estaban juntas? —Preguntó preocupada.

Pensé velozmente.

—Está en el tocador, voy a llamarla para que vayamos a su casa lo antes posible,

mamá.

—Ah. Bueno, entonces quédate con ella y no salgas a ningún lado.

—No, claro que no —dije irónicamente, ya estaba en algún lado con esta tormenta,

no quiero que te enfermes, cariño.

Se despidió de mí y yo también lo hice. Estaba muerta y debía encontrar a Scar.

Dave me observaba extrañado y no entendía nada. Entonces preguntó qué sucedía. Al

parecer había notado mi rostro preocupado.

—Cambio de planes, espero que no te moleste —le dije—. ¿Me podrías llevar a lo

de Scar? En cuanto acabe la tormenta.

— ¿A lo de Scarlett? Sí.

—Gracias —lo abracé con fuerza y luego me separé para llamarla.

Entramos al automóvil para tomar mi teléfono y marque más de cinco veces, pero

ella no me atendía. A la sexta vez tuve suerte. Ya me estaba desesperando.

— ¡Scar! —Grité.

—Ay que sucede —dijo, no parecía estar dormida.

Un rayo atravesó el cielo y me asustó.

—Tengo un problema, ¿puedo ir a tu casa? Es porque en la m…

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—Ni se te ocurra amiga —dijo interrumpiéndome.

Oh, oh.

— ¿Qué? ¿Por qué? —pregunté alterada. No tenía a donde ir sino iba a su casa.

—Mamá cree que estoy en tu casa —mi corazón se detuvo. Ambas habíamos

mentido y estábamos metidas en un lío enorme.

— ¿En la mía? ¿Cómo en mi casa?

—Bueno, luego te explico.

— ¿Dónde estás? —pregunté desesperada.

—Estoy por entrar al cine con… ya sabes —con Erik. ¡Dios! Él era bueno con ella, y

yo no podía impedirles que pasaran una buena cita—. Ya sé, le diré que lo dejamos para

otro día.

— ¡No, no, no!

Entonces fue ahí cuando comencé a desesperarme. Completamente desquiciada.

No me habló por unos instantes y luego retomó la charla.

—Sí, no voy a dejarte sola.

— ¿Y tu cita? —Pregunté.

—No importa. Ya te dije que lo dejaré para otro día.

Pobre Scar, no quería arruinar su noche.

—No, ¿estás loca? Olvídalo, yo veo que hago.

No iba a ser egoísta y menos con Scar, ella era mi mejor amiga y además yo había

arreglado aquella cita. De ningún modo se la iba a estropear. Aunque tuviese que

dormir en la calle.

— ¿Estás segura? ¿Segura?

—Sí, tú disfruta de tu cita que ese era el objetivo de todo esto. Yo veo que hago.

— ¡Espera! —dijo antes de que cortara—. ¿Estás con Dave?

—Sí, pero no es nada de lo que tú piensas. O sólo un poquito —susurre. Igual él no

estaba allí.

—Después quiero que me cuentes todo. ¿Si?

Antes de cortar, le dije que le contaría todo que se quedara tranquila. Luego Dave se

acercó hacía mí para decirme algo.

—Mira, la lluvia ya paró bastante. ¿Te llevo a lo de Scarlett?

—No —dije y me senté en uno de los bancos de concreto que estaban allí—. Me

quedaré aquí. —Sólo eran unas diez horas, nada más. Dios, era una imbécil—. Tú

puedes ir yendo.

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—Espera, ¿estás enojada? —preguntó sentándose a mi lado.

—No, es que Scar le dijo a su mamá que estaba en mi casa, así que no puedo ir a la

suya; tampoco no puedo ir a la mía porque no hay nadie y encima creen que estoy en lo

de Scar —suspiré—, me quedaré aquí esperando a que salga el sol.

Él comenzó a reír y yo no entendía el por qué.

—Iremos al apartamento.

—No, creo que es mala idea —negué con la cabeza.

—Yo creo que eres una chica un poco prejuiciosa. ¿No? —dijo sonriendo.

—No lo soy… es sólo que…

—Shhh, aquí hace frío y está lloviendo así que… —me interrumpió—, no digas nada

y levántate.

Se levantó y estiró su mano para que me levantase, no sabía realmente si quería ir,

pero no tenía ningún otro lugar.

— ¿O quieres que te cargue? —dijo riendo.

—No, voy sola —estiré mi mano para tomar la suya y me levanté de allí.

Nos subimos al automóvil y al cabo de una hora llegamos al edificio

— ¿Quieres otro café? —me preguntó mientras giraba la llave dentro de la

cerradura, para luego abrir la puerta. Yo asentí—. ¿Por qué esa cara? —dijo al

observarme luego de encender la luz.

— ¿Qué tengo?

—Pareces enojada ¿Estás enojada conmigo?

— ¿Qué? No, claro que no.

Unos diez minutos más tarde estábamos nuevamente en la cocina tomando un café y

en silencio. Cuando lo acabamos, decidimos que ya era tarde y debíamos ir a dormir.

Eran las dos y cuarto de la madrugada. Mis ojos estaban cerrándose solitos. Me senté

por unos segundos en uno de los sofás y escuché que Dave me decía algo, entonces abrí

los ojos de repente.

—Irene… —susurraba, bueno no recuerdo si lo hacía—. Voy un segundo al hall de

edificio y vengo.

— ¿A qué? —pregunté ya un poquito despabilada—. ¿A dónde vas?

—Ahora vengo. —Tomó unas llaves y se fue.

*****

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283

Salí del apartamento para ir al de mi amiga, una vecina. Cuando llegué al pasillo

toqué el timbre de la señora Nolik, esperaba no molestarla ya que era tarde, pero

necesitaba un piyama para Irene y de seguro ella tendría para prestarme uno. Además

éramos amigos y sabía todo sobre Irene porque yo le contaba lo grandiosa que ella era.

La puerta se abrió y gracias a mi suerte estaba de buen humor.

—Dave ¿Ocurrió algo? —preguntó preocupada.

—Disculpe que la moleste a esta hora Isabel, pero voy a necesitar un favor enorme.

—No te hagas problema hijo, no estaba dormida aún, estaba trabajando ¿Qué

necesitas?

—Lo siento, tampoco quería interrumpirla.

Ella rió.

—Siempre pidiendo disculpas niño, por eso todos te quieren, eres tan transparente y

amable.

—Gracias. Mire, necesitaría si tiene para prestarme un piyama.

—Tengo varios, sobretodo cuando mis nietas vienen dejan los suyos aquí. Pero…

¿para quién es?

—Es para…

No pude terminar porque ella me interrumpió ofuscada.

— ¿Tienes una mujer en tu apartamento? Muchacho, creí que amabas a la chica, a

Irene.

—No, no. Es para Irene justamente.

— ¿De verdad? —preguntó sonriente—. Debo conocerla ¿Dónde esta?

—Está a punto de quedarse dormida en mi sofá.

—Ay bueno, pero mañana me la presentas. Pasa, vamos a buscar uno bien bonito.

Entramos y luego de esperarla en el living, ella volvió con un pantalón largo y una

remera que era un conjunto, de color verde, era un piyama.

—Mira —dijo entregándomelo—. Este es nuevo, se lo había comprado a Susy, pero

ella se fue a la universidad y no lo quería. Todavía está en su bolsita sin estrenar.

—Muchísimas gracias señora Nolik, luego se lo devuelvo.

— ¿No me escuchaste verdad? Se lo regalo.

— ¿De verdad? ¿Y su nieta?

—Nunca le gustó, ella es algo menos recatada. Regálaselo a Irene de mi parte. Y dile

que se porte bien contigo muchacho.

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284

Reímos, yo le agradecí y luego de un cálido abrazo me despedí de ella. Volví al

apartamento y entré con cautela por si ella estaba dormida.

— ¿Dónde estabas?

—Ah… fui a buscar algo.

Le entregué la pequeña bolsa con el piyama y ella se extrañó.

— ¿De dónde sacaste un piyama a estas horas?

—Bueno, eso es un regalo de la señora Nolik. Para ti.

— ¿Quién es? Y… ¿Para mi? ¿Por qué me regalaría un piyama?

—Bueno… porque sabe lo importante que eres para mi y porque debes estar cómoda

para dormir.

Fui hacia el sofá a sentarme junto a ella y la abracé, no sabía cómo iba reaccionar así

que procure no ser muy molesto.

— ¿Acaso existes? —Preguntó, aunque no entendí bien a lo que se refería.

— ¿Si existo?

En ese instante tomo mi rostro con sus manos y dijo:

—Porque realmente eres impresionante.

Sus besos taparon las palabras que intenté decir. Ese juego era tan dulce que no

podía evitar ser adictivo. Tener a Irene junto a mí, con aquellos labios que no olvidaría

jamás era lo único que necesitaba. Acaricié su cabello y la atraje más hacia mí para

poder abrazarla con fuerza y retenerla. Ese perfecto beso era una exquisita fusión de

nuestro amor, era como un sello inquebrantable. Algo que creíamos, duraría una

eternidad.

Capítulo 26

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285

Me sentía muy a gusto con Dave tan cerca de mí; su cabello castaño era tan suave

como sus besos y caricias, pero tenía; o más bien debía apartarlo para decir algo que me

era necesario. Entonces deslicé mi mano por sobre su rostro para separarlo de mi lado.

No me agradaba la idea de separar aquellos labios de los míos, pero ya lo había hecho.

— ¿Qué pasará ahora? —pregunté.

— ¿Con? —preguntó confundido.

—Con esto, con la situación, con Dave e Irene.

De repente se me vino a la mente el hecho de que debía decirle a Dave lo que había

sucedido con Adrien, pero esperaría un poco para ello.

—Bueno —pensó—. Dave e Irene pueden estar abrazados así por mucho tiempo sin

preocuparse por lo que sucede alrededor de ellos. Además Dave es feliz estando así,

pero sólo si Irene está con él.

— ¿De verdad? O sólo lo dices para que yo piense que eres diferente a todos.

Acerqué mis ojos a su dulce mirada de miel que me contemplaba con suma candidez.

—Soy diferente porque tú me haces ser diferente. Te sorprenderá saber que nunca

fue así, es más, hasta podría decir que era como tú —comenzamos a reír, además sabía

que lo decía en broma. En efecto, las cosas iban cambiando, fue gratificante descubrir la

hermosura del interior de Dave, sí que era diferente, nada parecido a los demás—. No,

enserio. Solía ser algo frío con las personas ajenas a mi familia, pero contigo fue

distinto. No podía dejar de pensarte, aunque me odiaras.

—No te odiaba —me quejé.

—No, claro que no —dijo sarcástico—. Te faltaba arrojarme algo y hubieses sido

feliz. Pero a mi no me importaba nada de eso, porque dentro de mí sabía que este

momento iba a llegar.

— ¿No te importaba? ¿Estás seguro? Espera… y ¿en el estacionamiento del

instituto? ¿Cuándo me desafiaste? Juraba que estabas enojado.

—Fue lo primero que se me ocurrió. Ya te habrás dado cuenta de que no soy muy

bueno peleando, a menos que esté muy enojado.

—No me gustaría verte enojado —dije pensando en que seguramente se pondría

furioso con Adrien cuando se enterase.

—Nunca me enojaría contigo —conmigo, quizá con otros sí.

Me moví del sofá y me acerqué un poco más a su rostro. Ahora, lo tenía casi pegado

a mí.

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286

—Dave… —susurré a menos de un centímetro de sus labios, aquello era algo nuevo

para mí. Me refiero al amor verdadero.

— ¿Si Irene? —preguntó de una manera seria que me hizo reír.

—Tengo…sueño…

Nos empezamos a reír y él me dijo que podía ir a dormir a su cama, que él dormiría

en el sofá, que no importaba. Pero yo no lo dejé, le dije que yo me dormía enseguida.

Quería que se acostara a mi lado, necesitaba que Dave me cuidase, y así se lo hice saber.

—No se si deba —dijo.

—Dave —dije con desaprobación—. ¿Recuerdas ese día que vimos la película y

dijiste lo mismo?

—Tienes razón, perdona.

— ¿Qué te dije hoy?

Se puso a pensar desesperadamente, pero al parecer no se acordaba, no era nada

importante lo que le había dicho, y yo me eché a reír.

— ¡Dave! ¡Dave! —No me contestaba—. ¡Dave! —Grité y de un tirón lo empujé

hacía mi lado del sofá.

—Ay, lo siento Irene, no recuerdo —dijo con los ojos entrecerrados.

—Acabas de hacerlo otra vez —reí.

— ¿Que hice? —no entendía nada, entonces volvió a hacer aquera mirada que

siempre buscaba respuestas.

—Hoy te dije que no pidieras perdón por todo, no a mí

—Ah… bueno, lo si…

Interrumpí.

— ¡Dave! —grité en broma.

—No puedo evitar decirlo. Pero haré lo posible, de verdad.

Entonces nos miramos fijamente, perdiendo el sentido de lo que hacíamos y donde

estábamos. Todo comenzaba a quedar atrás, y sin importancia alguna.

—Te amo Irene.

Levanté mi brazo y lo pasé por su cuello para abrazarlo y continuar con lo que estaba

haciendo minutos antes, esto era besarlo con todas mis fuerzas. No podía creerlo,

finalmente era Dave aquella persona especial, aquél que hacía mi corazón latir con

desenfreno. Era ese al que le sonreiría hasta que me doliese y con el que pasaría horas y

horas bajo la tibieza del sol. Había descubierto con felicidad que Dave lo era todo para

mí, y que sin él yo no valía absolutamente nada.

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287

Haber aceptado ir a su apartamento fue lo mejor que podría haber hecho; ahora me

encontraba abrazada a él, segura y tranquila. Nos fuimos a acostar para poder descansar.

Si bien no tenía un horario para volver a la casa, quería llegar temprano ya que debía

preparar unos trabajos prácticos para historia mundial.

*****

Mis ojos se abrieron con algo de desgano, giré mi rostro y noté que todavía era muy

temprano para levantarse, eran las cinco de la madrugada y faltaban un par de horas

para que saliese el sol.

Me levanté para tomar un vaso de agua a la cocina y luego volví al cuarto, pero al

pasar por al lado de Irene para ver si estaba bien, noté que ella estaba despierta y parecía

no haber dormido mucho.

—Ey, ¿has podido dormir? —pregunté sentándome a su lado. Ella se incorporó a la

cama y me indicó que volviese a su lado; hice lo que ella me dijo y enseguida se recostó

sobre mí. Acaricié sobre cabello e intenté que me contara lo que estaba sucediendo y

por qué estaba despierta a esas horas, aunque quizá se había despertado al mismo

tiempo que yo y sólo estaba siendo crítico.

— ¿Puedes abrazarme fuerte? —dijo acercándose más a mí, y así lo hice. No tenía

intenciones de soltarla.

—Claro cariño, pero debes decirme qué sucede. No me gusta verte así —tomé su

mentón y lo levanté para poder observarla. Sus ojos se veían temerosos y preocupados.

Su mar azul estaba turbio, podía sentirlo.

Suspiró y logré ver como unas pequeñas lágrimas caían de sus ojos, y rodaban por

sus mejillas. Aun así, pude detenerlas con mis dedos antes de que cayeran en la cama.

—Irene… ¿Qué sucede? ¿Por qué lloras cariño?

Tomó mis manos y las aprisionó. No sabía qué hacer, necesitaba una respuesta.

—Tengo miedo… —dijo con un hilo de voz. Aquello me confundía, ¿a qué podría

tenerle miedo?, ¿a mí? Ella misma se encargó de aclarar mis dudas—. Tengo miedo de

lo que pueda suceder con esto, Dave.

— ¿A qué te refieres?, las cosas entre nosotros saldrán bien. Lo prometo —besé su

frente, pero intuí que ella no le temía a eso, sino a otra cosa.

—No es eso… —se quedó en silencio y no intenté presionarla para que dijese algo,

aunque al final lo hizo—. Dave, Adrien está furioso, muy furioso.

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— ¿Qué? —Dije sobresaltándome un poco—. ¿Cómo que furioso?, ¿contigo?

—Él te vio el otro día en el Café, y sabía que yo había tardado porque estaba contigo.

No sé cómo, no me lo preguntes, pero lo sabe.

— ¿Y qué te dijo?

—Se enojó mucho. El otro día en el salón de deportes me lo crucé y allí —respiró

profundo y continuó. En aquel momento estaba calmo, pero si descubría que Adrien le

había hecho algo a Irene, enloquecería —, pude ver que estaba enojado, me preguntó

qué se sentía querer a alguien que te quería; queriendo decir que sabía que yo no lo

amaba.

— ¿Cuándo fue eso?

—El viernes… —dijo y se encogió de hombros.

— ¿Te dijo algo más? —pregunté no tan calmado. Sabía que había algo más.

—Me acusó de haberle mentido y dijo que yo lo estaba engañando. Gracias a Dios

entró Gerry, sino…

Se dio cuenta de que estaba por decir algo que pudiese alterarme, y en efecto eso

estaba sucediendo. Ya no tenía ni sueño ni nada.

— ¿Sino qué…? , por favor, dime, Irene.

—No sé lo que hubiese pasado…

Acaricié delicadamente su hombro y la obligué a mirarme.

—Él no te hizo nada, ¿verdad? —pregunté mientras me contenía.

—No… —susurró—. Sólo forcejeamos un poco y sin querer me golpee la espalda

con la pared del salón porque no tenía a donde ir. Pero tengo miedo, Dave, dijo que

íbamos a hablar luego y eso me asusta. No es el mismo Adrien, este tenía la mirada

perdida, como si me odiase.

Sentí que su cuerpo comenzó a temblar y se aferró a mí con más fuerza, hundiendo

su cabeza en mi pecho.

—Tranquila —le decía, mientras acariciaba su espalda—. Que si él quiere hablar

contigo, yo estaré a tu lado. No te dejaré sola.

—No quiero involucrarte en esto.

—Me involucré el día en que me enamoré de ti. Por eso no me pidas que no me

involucre sabiendo que él puede llegar a lastimarte, porque no lo dejaré.

—Entiendo… —dijo, pero sabía que no estaba siendo honesta conmigo.

—Realmente te preocupa que pueda ir contra ti,¿Verdad? —ella asintió. No podía

dejar que las cosas quedasen así—, porque si es así deberíamos tomar alguna medida.

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289

—No, no. Yo podré cuidarme, iré con Scar todos los días, y volveré con ella. Tú

tranquilízate, por favor.

—No puedo tranquilizarme, Irene, no cuando tú no estás segura —dije de forma

desesperada. Entonces dejé que mi cabeza pensara por si sola. No dejaría a Irene, la

parte más importante de mi vida, quedarse a merced de lo que pudiera decirle o hacerle

ese infeliz. Me odiaba de tan solo haber pensado en que él era el indicado para ella.

—Estoy segura, Dave. Es sólo que… quizá esté exagerando un poco.

Intentó sonreírme, pero no le creí aquella sonrisa.

***

Sabía que Dave estaba preocupado por mí, y que por más que yo le dijese que todo

estaba bien y que nada me preocupaba, él no me creería.

Intentaba expresar calma en mi rostro, pero honestamente estaba asustada. Ya no

sabía quién era Adrien ni como podía reaccionar cuando hablase finalmente con él. Lo

único que tenía bien en claro era que necesitaba alejarme de él lo antes posible, tanto

por mí, como por Dave; lo amaba y no quería apartarme de su lado ni de su amor.

—No creo que estés exagerando para nada, cariño. ¿Sabes qué?, vamos hacer algo.

—Dave, no. Créeme que todo va a estar bien —intenté convencerlo pero fue

imposible. Él ya tenía algo en mente.

—Vamos a hacer algo, y tú —dijo obligándome a mirarlo, algo que no me costó

mucho porque amaba hacerlo—, vas a aceptar sin pretextos, ¿sí? —asentí y continuó—.

Yo voy a llevarte al instituto todos los días, y luego te voy a ir a buscar.

—No —negué con la cabeza haciéndole ver que estaba en desacuerdo con su idea—.

Dave no voy a hacerte perder tiempo, claro que no.

—Son solamente unas semanas, además quiero hacerlo. De verdad… —terminó por

decir en un tono menor.

No quería molestar a Dave y mucho menos hacerle perder tiempo algo tan

insustancial como ir al instituto, pero como siempre dije: él era tan o más cabeza dura

que yo, y no me dejaría a la deriva.

—Bien…

—Además... —sonrió y se acercó a mi oído—. Me encanta cuidarle…

Inevitablemente reí. Él siempre lograba hacerme reír, aun cuando mi cabeza se

preocupaba por cosas como los conflictos con Adrien.

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290

—Yo te agradezco por ello… —dije mientras extendía mis brazos hacia atrás para

abrazarlo.

Allí mismo nos acomodamos para poder descansar un poco más. Antes de cerrar los

ojos por completo, me encargué de mirar la hora; eran las seis y media de la madrugada

y recién comenzaba a asomarse el sol. Calculé que dormiríamos hasta las nueve y luego

de desayunar volvería a casa.

Esa misma mañana me desperté alrededor de las diez y cuarto. Miré a Dave y sonreí

al ver que dormía placidamente, así que aproveché para salir a comprar algo especial, no

quería que fuera la mañana de café y galletas como acostumbraba, él se merecía mucho

más. Quizá un té con pastel era más acorde para aquella ocasión.

Salí al pasillo del edificio y en el trayecto me crucé con una mujer de unos cincuenta

o tal vez sesenta años, de contextura delgada y cabello gris que le sentaba bien. Llevaba

eso típicos anteojos de abuela de cuentos. En fin, aproveché el momento para

preguntarle si conocía alguna tienda cercana, o alguna pastelería.

—Hola —me saludó muy amable—. Sí, hay uno justo en la esquina del edificio.

Me miró algo extrañada y luego me preguntó:

— ¿Eres nueva en el edificio? Nunca antes te había visto.

—No, no vivo aquí. Sólo vine a la casa de un amigo.

Entonces ella se quedó pensando mientras me observaba detenidamente, como si

recordara algo acerca de mí.

— ¿Acaso eres…Irene? —sonrió.

—Sí —dije sorprendida—. Soy Irene.

—Ay muchacha que alegría verte —se arrojó hacia mi y me abrazó fuertemente—.

Mírate, eres hermosa. Déjame decirte que eres hermosa, pero si le haces algo a Dave

voy a enojarme mucho —yo no decía nada, sólo me limitaba a sonreír—. ¡Ay, perdona

mi mala educación! Soy Nolik, Dave y yo somos vecinos y él es como un nieto para mí.

Quiero tanto a ese niño. Siempre me ha contado todo de ti, de todo lo que te quería y de

lo especial que eras para él. Ese chico realmente te ama, créeme, es muy dulce oírlo

hablar así. Sobretodo después de todo lo que le hacía la otra —dijo ofuscada esa última

frase.

— ¿Qué otra? —pregunté, aun sabiendo que era Alice.

—Alice, ¡Dios!, esa niña era una sinvergüenza. Pero bueno, te dejo para que vayas a

la tienda. Nos vemos más tarde, Irene, cariño. Saluda a Dave de mi parte.

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291

Que mujer tan cariñosa y amable, pensé, y además es evidente que quiere

muchísimo a Dave. Eso me alegra, porque lo que más necesita es calor de familia y él

no los tiene aquí.

Emprendí con apuro la salida del edificio mientras rogaba que Dave no se

despertara; quería prepararle un bonito desayuno, tanto como él se lo merecía.

Ya en la tienda, compré unos cupcakes que se veían deliciosos y además eran

sumamente finos para adornar la bandeja de Dave. Además pasé por una frutería para

comprar algunas naranjas para jugo.

Quince minutos después ya estaba volviendo al apartamento. Puse las bolsas con

cuidado sobre la mesada de la cocina y fui a ver si estaba despierto, pero no, seguía tan

dormido como cuando salí de allí. Lo veía tan adorable que me hacía rebozar de ternura.

Una vez que hube vuelto a la cocina, saqué las cosas de sus respectivas bolsas y las

acomodé a un costado. Preparé un jugo de naranjas exprimido, té negro y tenía

preparados los cupcakes de vainilla y limón. Todo listo para acomodar en la bandeja.

Tomé las dos tazas de té, puse los cupcakes en un pequeño plato de porcelana y serví lo

dos vasos de jugo de naranja; además puse un pocillo pequeño con azúcar. Levanté con

cuidado la bandeja en mis manos y fui hasta el cuarto.

—Dave —dije dejando la bandeja sobre la mesa de luz. Luego me senté a su lado

para intentar despertarlo—. Dave.

Lentamente y con dificultad, abrió sus ojos para incorporarse a la realidad, a nuestra

realidad.

*****

Cuanto terminé de despertarme por completo, pude ver que Irene estaba allí sentada,

y que en la pequeña mesa de luz había una bandeja con té, jugo y una especie de

panecillo dulce. Que lindo era despertar para contemplar algo tan bello y

resplandeciente frente a mis ojos, no sabía que iba a hacer sin ella el resto de las

mañanas.

—No te hubieses…

—Shhh —me interrumpió—. Es lo menos que puedo hacer después de todo lo que te

hice pasar y de todo lo que has hecho por mí. Tengo que agradecerte por cuidarme

tanto.

—Lo hice porque te amo y porque eres lo más importante en mi vida.

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292

Ella me sonrió y tomó mi mano; entonces aproveché para tirar de ella y besarla. Me

encantaba oírla reír, sabía que estaba preocupada, pero yo me encargaría de que todo se

solucionara. Acaricié sus delicados labios con los míos para hacerle sentir que le amaba

y que le agradecía lo que había hecho.

—Se va a enfriar el té —dijo besando mi mejilla—. Esto —hizo señas hacia nosotros

dos—, es algo que nunca se va a enfriar, así que deberíamos tomar el té primero.

Largó una pequeña carcajada que me hizo sonreír. Se levantó para tomar la bandeja y

dejarla en el centro de la cama y nos dispusimos a desayunar. Todo se veía delicioso.

—Entonces —dijo mientras tomaba un sorbo de jugo—. ¿Nos volveremos a ver el

lunes?

—Claro, pasaré por ti alrededor de las once y media, ¿qué dices?

—Perfecto. No me gusta llegar muy tarde —se quedó pensativa y sonrió—. Es

curioso —entonces le pregunté qué era lo curioso—. Esa va a ser la primera vez que me

llevas hasta el instituto sin que antes estuviésemos discutiendo.

Era cierto, cada que llevaba a Irene a clases ella estaba enojada conmigo o

simplemente no le caía muy bien, pero ahora todo era distinto. Nos amábamos.

— ¿Querrás que te deje a unas cuadras? —dije en broma—. ¿Recuerdas aquella vez?

—El día que llovía —dijo—. Claro que no, ahora quiero que me acompañes la

entrada y que antes de bajar me beses como la primera vez.

Mi corazón saltaba de la alegría, claro que haría eso, sobretodo si ella pedía.

—Si me lo pides así, lo haré —besé su frente terminé con mi té.

***

Luego del desayuno nos sentamos en el living a ver algo de televisión hasta que se

hiciese la hora de irme. Alrededor de las doce del mediodía, y mientras terminaba de

juntar mis cosas, escuché que mi celular sonaba en mi bolso. Era Scarlett, y al parecer

no era la primera vez que llamaba, ya que tenía varias llamadas perdidas suyas. Me

preguntó si podíamos encontrarnos en algún lugar para que ella pudiese venir a casa un

rato, pero para eso le era más fácil ir a lo de Dave.

— ¿Y dónde estás? —Estaba en un centro comercial cerca del apartamento—.

Bueno… eh… ¿Por qué no vienen al apartamento de Dave y le pido si nos hace el favor

de llevarnos a casa, y luego le avisas a tu mamá que estás lista? —Dave me miró y

asintió—.Sí, sí me esta diciendo que sí. Bueno, los esperamos. Vengan rápido. Adiós.

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— ¿Qué sucedió? —preguntó algo preocupado.

—No, tranquilo. La mamá de Scar dijo que la iba a buscar a mi casa porque tenían

que ir a almorzar a lo de sus abuelos y Scar le había dicho que se iba a quedar en casa,

no que estaba con Erik.

—Barker, huy, me había olvidado de él —Me reí. Ni siquiera se había acordado de

su primo—. ¿Dónde están? Así los voy a buscar.

—Se van a tomar un taxi, estaban a quince cuadras, eso me dijo Scar. Lo bueno de

todo esto es que ellos se han llevado bien.

Dave me sonrió y asintió nuevamente. Por otra parte, me alegraba saber que

finalmente (al parecer), Scarlett había encontrado a alguien que podía llegar a hacerla

feliz. Si Erik era como Dave, y parecía serlo, ellos iban a durar mucho tiempo juntos, y

hasta quién dice, se casarían algún día.

*****

—Bueno, entonces voy a ir sacando el automóvil —dije mientras Irene me contaba

lo feliz que estaba porque Scarlett saliese con Barker, los había visto juntos en el

restaurante y hacían una linda pareja.

Bajé a la cochera y el camino me crucé con la señora Nolik, bueno a decir verdad

ella me grito desde una distancia de diez metros.

— ¡Dave! —Corrió hasta mí y me saludo.

—Señora Nolik, ¿Cómo esta?

Se encontraba agitada por haber tenido que correr hasta mí.

—Bien —explayó una enorme sonrisa de niña pequeña y continuó—.Dave, vi a tu

Irene esta mañana, es muy hermosa y agradable.

—Realmente lo es ¿verdad? —dije sonriendo, sí que lo era.

—Claro que sí muchacho, y te digo algo, tengo el presentimiento. ¡No! La seguridad

de que son el uno para el otro y que se van a casar algún día.

—Dios la escuche Señora Nolik, Dios la escuche —si el destino era justo, Irene y yo

estaríamos juntos por siempre.

—Él nos escucha a todos, Dave —dijo y yo asentí—. Claro que sí. Bueno mira me

tengo que ir porque vienen las niñas, hace meses que no vienen y quiero preparar

algunas cosas para ellas.

—Suerte.

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Entonces emprendió la marcha hacia su apartamento y desapareció del pasillo tan

rápido como había llegado. La señora Nolik era una buena mujer, desde mí llegada al

edificio había sido una buena vecina y compañera para mí; al principio me cocinaba,

hasta que tuve que aprender solo para no molestarla mucho. Y siempre tomábamos un

café antes de ir a dormir, aunque solamente cuando yo no estaba tan agotado por el

trabajo.

Mientras tanto yo me dediqué a sacar el automóvil del estacionamiento y dejarlo

frente al edificio. Afuera el día no estaba tan feo como el anterior, sí hacia frío y estaba

un poco ventoso, pero pasaba por bueno.

***

Veinte minutos después Scarlet llegó con Erik al apartamento, y Dave nos llevó

hasta casa, debo decir que fue un viaje un tanto incomodo (parecíamos extraños), yo

viajaba con Scar en el asiento trasero mientras que Erik iba en el asiento del

acompañante. No tenía ninguna llave para entrar, pero supuse que Abby estaría ya en

casa, durmiendo, pero estaría. Toqué el timbre y después de veinte minutos de espera,

ella apareció, con su inconfundible cara de dormida, pero tan vivaz como siempre.

—Hola Scar —dijo burlona pero amable—. Llamó tu mamá para avisar que te

vendría a buscar, pero se me olvidó decirle que no estabas aquí y que tú —me señaló

con el dedo—, tampoco lo estabas hermana.

— ¿Y eso a ti te importa?, ¿o sólo quieres hacernos enojar?

Scar no decía nada, siempre había temido dar un paso en falso frente a Abby; ya que

solía ser algo bocona.

—Es una broma Irene, ¿No soportas una pequeña broma?

—No —dije tajante.

Se acercó hacia la puerta para ver la calle; o mejor dicho, el automóvil que estaba

afuera.

—Mmmm… veo que os habéis venido con sus príncipes de cuentos —dijo hablando

como en las épocas antiguas—. Os felicitáis por eso.

Antes de ingresar, nos volteamos para saludar.

— ¡Oh por Dios!, ¡ese es Dave!

Corrió hasta el automóvil para abrazarlo y besuquearlo todo, algo que me ponía un

poco celosa, aunque sabía que Abby nunca me robaría a Dave. Sólo eran amigos.

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Entramos a la casa y volamos, no literalmente claro, hasta la habitación. Le presté a

mi amiga unos jeans y una camiseta para aparentar que sí habíamos estado en casa; la

madre de Scarlett era un poco histérica con este asunto de las mentiras. Brenda, su

madre, no hubiera tenido problemas con que Scar hubiese salido con Erik, pero bueno,

uno nunca sabe como reacciona una madre, son imprevisibles.

—Mamá va a pasar alrededor de las dos —me dijo observando su celular.

—Mejor así, iba a matar a Abby si le decía algo a tu mamá.

—Tienes razón, pero ahora cambiemos de tema, ¿Qué paso cuando saliste corriendo

del restaurante como una loca? Ibas gritando: ¡Eres un mentiroso, eres un mentiroso! —

exageró mucho mis gestos, pero aun así era graciosa, o yo estaba de buen humor,

gracias a él.

—Ni lo imaginas, salí corriendo bajo la lluvia y cuando menos me lo esperaba caí,

bueno en realidad me tropecé y al caer, me resbalé sobre el piso que, imagínate, estaba

todo mojado.

— ¡¿Cómo que te caíste?! —Gritó preocupada—. ¿Estás bien?

—Sí, me duele un poco el tobillo, nada más. Bueno, después de que me caí Dave

intentó ayudarme y yo me negué a hacerlo, entonces se sentó junto a mí. Se sentó bajo

la lluvia, ¿puedes creerlo?

—Es tan amoroso, por eso lo amas tanto —dijo llevándose las manos al corazón.

Minutos antes le había contado a Scar el problema que había tenido con Alice y el

anillo, el compromiso, pero que todo aquello había sido una burda mentira de ella.

—Luego intentó razonar conmigo, pero fue imposible. Le grité tanto o más que

siempre, pero a él no le importaba —tomé aire y continué—. Finalmente acepté hablar y

pudimos aclarar todo lo que había pasado. Luego de que las cosas se solucionaron me di

cuenta de que mamá iba a matarme si me veía llegar toda empapada.

—Porque cada vez que te paseas bajo la lluvia, te enfermas —ella me conocía mejor

que nadie.

—Exacto. Y me dijo que podía ir a su apartamento para que mi ropa se secara.

Scar comenzó a reír y a frotarse las manos diciendo:

—Esto se va poniendo bueno.

Yo le sonreí y continué:

—Cuando llegamos y antes de entrar le pedí perdón por todo lo que le había echo y

le agradecí también, entonces…

— ¿Te besó? Dime que sí —me interrumpió.

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No pude evitar suspirar de solo recordar los dulces besos de Dave, tan solo mí Dave.

—Sí —dije sonriente, mi sonrisa no cabía en mi rostro—. Sí lo hizo, no sabes lo que

fue ese beso, Scar. Más hermoso de lo que lo recordaba, y tan libre porque nadie podía

interrumpirnos.

—Claro que debió ser asombroso, tú amas a Dave.

Claro que lo amaba, pero había caído en la cuenta de que nunca se lo había dicho,

nunca le había expresado aquel amor infinito que sentía por él. Simplemente porque era

una tonta.

Decidí cambiar de tema y preguntarle a Scar cómo le había ido con Erik.

—Ay amiga, no sabes lo agradable que es, es lindo, tierno, y muy atento. Después

de cenar fuimos al cine y luego fuimos a una discoteca.

—Parece un buen chico —dije abrazándola—. Espera, ¿te besó?

—Eh… ese es único problema que tuvimos, no lo hizo —frunció los labios sin

sonreír—. Supongo que es porque era la primera salida. Mejor así, no quiero apurar las

cosas.

— ¿Y piensan seguir saliendo? —dije mientras salíamos de la habitación y nos

dirigíamos a la cocina para comer una galletas.

—Sí, dentro de dos días vamos a ir al parque si no hace mucho frío. ¿Y con Dave?

Recordé nuestro acuerdo, y luego recordé también que no le había contado que Dave

sabía lo que había sucedido con Adrien.

—Digamos que nos vamos a ver todos los días.

— ¿Cómo es eso? —preguntó mientras sonreía.

—Olvidé contarte que le dije a Dave lo que pasó con Adrien.

Sus ojos se abrieron como platos.

— ¿Qué sucedió?, ¿se enojó?

—No, Dave no es así, el nunca se enfurece. Pero me dijo que me llevaría al instituto

y que luego me iría a buscar, y no me dio un "no" por opción.

—Me parece bien, te está cuidando.

—Lo sé…no sé qué haría sin él…

Cerré mis ojos para recordar su imagen y guardarla dentro de todos mis sentidos.

******

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297

— ¿Y entonces? —Le pregunté sin dejar de prestar atención a la carretera que tenía

frente a mí. Barker había estado callado por más de veinte minutos, pero yo lo conocía

lo suficiente como para saber que quería hablar sobre su situación con Scarlett—. ¿Qué

te pareció Scarlett?

—Simplemente es hermosa, y mucho más agradable de lo que imaginaba.

Eso ya lo había oído muchas veces; Scarlett era aquella persona de la que Barker

había estado hablando por varias semanas.

—Es bueno que se lleven bien, pero primo —dije. Llegamos a un semáforo que

estaba en rojo, así que me detuve—, tú debes tener cuidado de no lastimarla. De otra

forma, Irene se enojará también conmigo.

—Lo sé, esa Irene parece ser brava.

Largué unas pequeñas risas sabiendo que lo que él decía era verdad, Irene era brava,

pero eso era particularmente lo que me encantaba de ella.

—A propósito, ¿cómo te fue con ella?

—Bien, contra todo pronóstico, las cosas con Irene siempre terminan saliendo bien.

Quizá estemos predestinados.

—No quisiera entrometerme, pero ¿Qué pasará cuando tengas que volver a

Alemania? Tu familia vive allí y sabes que algún día tienes que volver.

—Ella sabe que mi familia está en Alemania, y supongo que debe intuir que volveré.

Pero sé que eso va a ser muy complicado. Se me va a hacer muy difícil dejar a Irene

aquí.

—Entiendo, va a ser duro.

—Sí.

Hablamos un poco más sobre la relación que yo tenía con Irene, y le conté que la iría

a llevar y a recoger al instituto hasta que las clases terminasen, para que no tuviese que

cruzarse con el idiota ese que se creía su dueño.

Ya estábamos a sólo dos cuadras del apartamento. Intenté entrar al garaje, pero fue

casi imposible. Un automóvil color amarillo bloqueaba la entrada. Junto a él estaba mi

vecina, la señora Nolik, y además había dos chicas más.

—Señora Nolik, ¿El automóvil es suyo? —pregunté luego de bajarme de mi

vehiculo.

Ella me sonrió con su habitual mirada de abuela.

—Oh, no, claro que no. Es de las chicas —entonces se percató de que no las había

presentado—. Chicas, él es Dave —apenas dijeron hola, quizá eran algo tímidas.

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En ese preciso instante, Barker llegó hasta donde nos encontramos, era evidente que

no entendía nada de lo que estaba sucediendo.

—Dave —continuó la señora Nolik—. Ellas son mis nietas, ¿recuerdas que hoy te

dije que venían? —yo asentí—. Bueno, ella es Brianna —dijo señalando a la más alta—

, ella es Cady —la otra chica era de estatura más baja y cabello más claro.

—Mucho gusto —me volteé hacia Barker para presentarlo—. Él es mi primo Erik.

Continuamos con los saludos y luego les pedí si podían correr un poco su automóvil

porque necesitaba entrar el mío ya que seguramente seguiría lloviendo más tarde y de

seguro iba a granizar.

—Hagamos un trato —dijo la chica más alta, parecía mucho más desinhibida que la

otra, pero como siempre estaba equivocado—. Yo lo corro si nos ayudas a llevar las

maletas, es que pesan mucho.

—No me parece justo —fruncí los labios y asentí—. Pero necesito que mi automóvil

esté a salvo de la lluvia.

Me acerqué hasta el baúl para tomar las maletas, y en eso, la otra muchacha (que

supongo que era Cady), se acercó para decirme algo:

—Y que nos ayude el otro chico guapo.

— ¿Quién? —Señaló a Barker con sus ojos, él se encontraba apoyado contra la

pared—. ¿Erik?

—Como sea que se llame —dijo con un tono arrogante—. Me gusta, así que debería

ayudarnos.

No me gustaba el tono en que me decía las cosas. Ese tipo de personas creían que se

podían llevar el mundo por delante y eso no me agradaba en lo absoluto.

—No creo que quiera —les dije, Brianna ya se había unido a nuestra "charla".

—Entonces no hay trato, ¿no es así Cady? —dijo Brianna. Esas muchachas eran

insoportables y caprichosas.

Accedí porque no tenía otra opción. Busqué a Barker y al principio no quiso, pero

como le insistí bastante, terminó aceptado. Tomamos las cuatro maletas y las llevamos

hasta el apartamento de la señora Nolik. Me detuve a esperar a que abrieran la puerta

para dejar las cosas allí y finalmente marcharme.

— ¿Tú vives solo aquí? —me preguntó Brianna acercándose, enseguida di un paso

hacia atrás.

—Sí —dije intentando marcharme, pero ella ya seguía haciendo preguntas.

— ¿Alguna novia? ¿Amante? ¿Esposa? —fruncí el seño al oírlas.

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Reí por lo ridículas que había sido aquellas preguntas, ¿ella creía que yo iba a

contestarle eso?

—No nos conocemos, así que no debería contarse sobre mi vida privada.

Arqueó una ceja para decir:

—Pero podemos conocernos mejor —dijo con un tono incitante mientras levantaba

su mano para acariciar mi cabello. Quité su mano alejándola de mí. Ella intentó otro

acercamiento, pero nuevamente la aparté.

—No, gracias. No estoy con ganas de conocer a nadie.

— ¡Hay por favor! Crees que no te vi cómo me mirabas en la puerta del edificio, lo

vi. Sé que te encanto, Dave. Además mi abuela siempre habla de ti: dice que eres guapo,

inteligente, atento y amable. Seguro quiere que salga contigo.

—Déjame darte una noticia, nunca saldría contigo —dije, ya estaba un poco enojado

con las actitudes de aquella mujer, ¿dónde estaba Barker?

— ¿Estás seguro? —asentí con mala gana—. Veamos si te gusta esto —se abalanzó

sobre mi y logró besarme ya que yo no tenía a donde ir, debido a que había chocado mi

espalda contra la pared. Segundos después logré quitármela de encima.

— ¡Tú estás loca! ¡¿Qué hiciste?! —grité.

—Me gustas Dave, yo pensé que la abuela era una mentirosa, pero realmente eres

hermoso, aunque un poquito orgulloso —sonrió de una manera muy maliciosa y luego

susurró—. Pero eso me gusta más.

—A mi no. Y para tu información, estoy enamorado.

Ni siquiera se inmutó.

—Lo sabía, sólo esperaba que yo te gustara más, pero veo que amas a esa noviecita

tuya.

—Claro que amo a Irene —dije y me solté de su agarre. Caminé hasta mi

apartamento y cerré la puerta para no volver a ser molestado ni una vez más.

***

Debía hablar con Adrien lo antes posible para terminar con aquella tortura y aquél

miedo que sentía, pero para ser honesta, necesitaba Dave a mi lado, aunque eso sólo

empeoraría todo. Así que llamé a Adrien para acordar un horario.

— ¿Qué quieres? —dijo en tono cortante.

—Adrien, debemos hablar de lo que está sucediendo —sentía mi voz temblar.

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—Iré ahora a tu casa —sonaba autoritario, tanto como en el salón de deportes.

No quería que viniese a casa, y mucho menos de la manera en que se había

comportado conmigo.

—No, no es recomendable que vengas a casa. Abby está aquí y Mark no tardará en

llegar.

Silencio, uno que advertía una gran discusión.

—Ya entiendo

— ¿Qué cosa? —pregunté confundida.

—Abby y Mark siempre me detestaron, nunca les caí bien y como tú dices: no me

convendría ir a tu casa. Pues bien, te veo mañana en el parque del reloj a las siete y

media, luego de clases.

Estaba por decir adiós, pero él me cortó sin siquiera despedirse, eso auguraba la mala

tarde que tendríamos el lunes.

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301

Capítulo 27

La mañana del lunes llegó fugazmente, y cuanto quise acordarme ya estaba

planchando y luego poniéndome mi uniforme para el instituto. Comí algunos cereales

antes de salir porque minutos antes la bocina del automóvil de Dave se había hecho oír.

Tomé mis cosas y atravesé el jardín corriendo para llegar a tiempo al instituto. Las

noticias habían dado tránsito y no quería llegar tarde a mi examen de cálculos.

—Hola —dijo Dave luego de abrirme la puerta para que entrase. Me besó en la

mejilla y levantó las ventanillas debido a la pequeña brisa que nos rodeaba—. ¿Lista

para ir a clase?

—Sí —antes de arrancar debía decirle que tenía que encontrarme con Adrien en la

tarde, pero si Dave iba conmigo, Adrien enloquecería y yo no quería eso—. Escucha,

esta tarde voy a juntarme con las chicas, así…que no tendrás que ir a recogerme al

instituto —mintieron mis labios de inmediato.

—Si quieres puedo llevarlas a todas a donde vayan —propuso tan amable como solía

ser siempre.

—No, iremos a lo de Rachael, ella vive a pocas cuadras del instituto.

Me miró de reojo y luego desplegó aquella enorme y brillante sonrisa que poseía, esa

que me inmovilizaba.

—Está bien. Disculpa, no quise incomodarte.

Acaricié su mano que se encontraba sobre el volante, de esa manera le transmitía mi

agradecimiento.

—Igual, gracias por preocuparte.

—De nada —miró el pequeño reloj digital que tenía a uno de sus lados y dijo—:

Creo que deberíamos apurarnos, estás a diez minutos de llegar tarde y sé que no quieres

llegar tarde.

El toque de timbre era a las doce y media del mediodía, estábamos a unas diez

cuadras del instituto y eran las doce y cinco, de seguro llegaría a tiempo.

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302

Casi diez minutos después llegué hasta el portón principal, pude ver a Adrien a un

apoyado sobre el enrejado del frente. Al parecer Dave no lo vio, porque observé como

se desabrochaba el cinturón para salir del automóvil.

—No, Dave, aquí está bien. Puedo ir sola.

Deslizó su mano por sobre mi cuello para acercarme hacia él y besarme. Supongo

que ese era el único momento, cuando estaba con Dave, en que me quedaba

completamente hipnotizada sintiendo su particular dulzura.

—Detente —dije entre algunas risitas—. Que llegaré tarde a mi clase.

Me dio un pequeño abrazo y me bajé de automóvil para entrar a clase casi corriendo,

y al llegar noté que mi mejor amiga no se encontraba en el grupo de chicas.

*****

Me encontraba girando con lentitud la llave del automóvil para encenderlo, pero en

ese instante una voz conocida detuvo mi accionar. Era Scarlett, y se veía y oía agitada.

— ¡Scarlett! —exclamé al verla. Si Barker tenía suerte, ella sería mi siguiente prima.

—Dave, me… —inhaló un poco de aire que al parecer le faltaba—, me alegra verte,

¿podemos hablar un segundo?

Abrí la puerta de mi vehículo y asentí confundido, ¿de qué podría querer hablar

conmigo?, ¿de Irene? Quizá le estaba sucediendo algo de lo que yo no me había

enterado.

—Escucha —dije intentando sonar cordial—, no es por ser grosero Scarlett, pero

esta situación es un tanto extraña. Digo nosotros dos aquí.

—Lo siento —se corrió el cabello tras la oreja con expresión nerviosa—. Pero es

necesario que te diga esto —hizo un silencio incómodo en el que yo iba a decir algo,

pero ella me interrumpió—. Irene no quiso decírtelo, pero tienes que saberlo.

— ¡Espera, espera! —exclamé—. ¿Cómo que Irene no me contó?, ¿qué cosa,

Scarlett? —Irene me había ocultado algo, ¿acaso ella no confiaba en mí?, pero si las

cosas entre nosotros marchaban bien. Todo era una maraña de confusiones.

Scarlett respiraba de forma agitada, y sus ojos se tornaban blancos por momentos; al

igual que su piel, que se encontraba más pálida que de costumbre.

— ¿Qué sucede Scarlett? ¡Dime lo que está sucediendo! —mi tono de voz no sonaba

muy alto, pero si preocupado por lo que pudiese estar sucediéndole a Irene.

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—Ella… —susurró con culpa—, va a juntarse con Adrien esta tarde en el parque del

reloj.

—No, eso es imposible —dije incrédulo—. Ella dijo que iría a la casa de una amiga

esta tarde, por eso me pi… —por eso me había pedido que no la fuese a buscar. Irene

me había mentido sobre ello.

—Ella no quiere llevarte problemas con todo esto —se excusó, pero eso para mí no

era suficiente, yo necesitaba que Irene confiara en mí como yo en ella.

— ¿Entonces por qué me lo dices? Acabas de decir que ella no quiere meterme en

problemas.

—Dave —exhaló aire con preocupación, podía notarlo—. Lo cierto es que ese

asunto de Adrien me tiene preocupada, tengo miedo que él no reaccione como ella

espera.

La situación era un tanto abrumadora; primero: Irene me mentía, y segundo: La

"revelación" de Scarlett.

— ¿A qué hora irá? —pregunté sin vacilar en ninguna sílaba.

—Siete y media —se mordió los labios y continuó—. Pero por favor, que no te vea

porque se va a enfadar mucho conmigo.

Le dije que sólo estaría allí para ver si Irene llevaba las cosas bien, pero dentro de mí

sabía que iba a intervenir, ella me necesitaba a su lado y no iba a dejarla sola por nada

del mundo.

Minutos después Scarlett se fue porque sino llegaba tarde a clase, ya se había

retrazado más de veinte minutos. Estaba preocupado por Irene y por lo que pudiese

cruzársele por la cabeza; si ella no había contado lo de esa cita por algo debía ser, y eso

era más que una razón para que yo fuese, aunque sabía muy bien que ella se enfadaría.

Volví al apartamento para darme una ducha y salir al trabajo, entraba una y media,

así que tenía tiempo de sobra.

***

Durante las horas de clase noté a Scarlett un tanto rara, como si estuviese preocupada

por algo; no creía que podía ser por mi encuentro con Adrien, porque yo le había dejado

bien en claro que podía ir sola y arreglar todo. Pero conociendo a Scar, ella me hubiese

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304

rogado que le dijese a Dave, y eso era lo que menos quería hacer. Juntar a Adrien y a

Dave sólo empeoraría las cosas.

Saludé a las chicas y me dirigí hacia el Café para beber algo antes de ir al parque del

reloj, recién eran las seis y media, así que tenía una hora más por delante.

Mi cabeza no paraba de pensar y chocar contra cualquier idea, sentía un vacío en mi

estómago, y al no saber cómo reaccionaría Adrien cuando le dijese que todo había

acabado, la boca se me secaba y sentía que iba a asfixiarme.

Alrededor de las siete y cinco, guardé mis cuadernos dentro mi bolso, pagué la

cuenta y me dispuse a caminar hasta el parque del reloj. El clima estaba templado ahora,

y faltaban algunas horas para que el sol cayese. Caminé a paso rápido por las aceras que

aún se encontraban algo húmedas y un par de minutos después llegué al lugar acordado.

Al adentrarme en el parque, noté que Adrien ya estaba allí; de espaldas a mí. Llegué

hasta donde se encontraba y lo nombré. Él se dio la vuelta y me observó con una mirada

perdida, la locura ya no estaba en su rostro, y eso me aliviaba bastante.

—Irene… —dijo con un hilo de voz. Esperé a que dijese algo más, pero al parecer él

esperaba lo mismo de mí.

—Bien, creo que es tiempo de hablar, ¿no? —pregunté.

—Sí —miró hacia uno de sus lados y se metió las manos en los bolsillos.

—Siento haberte hecho pasar por todo esto, Adrien, tú no te lo merecías.

Comenzaba a tomarlo con más calma de lo que me imaginaba, ese era el Adrien que

había conocido; un chico amable y calmo, no aquel loco del otro día.

—No voy a mentirte, estoy demasiado enojado; no contigo, porque al fin y al cabo

me diste una oportunidad; sino con él. Por eso pido disculpas.

— ¿Con Dave? —pregunté.

— ¡Por favor! Irene, lo único que pido es que no lo nombres frente a mí —cerró los

ojos y ladeó la cabeza negando.

—Lo siento —dije entrelazando mis manos, luego las aprisioné contra mi vientre.

Adrien dio unos pasos en reversa y se apoyó sobre el monumento de mármol

cruzando sus brazos.

—Siendo honesto, lo que más me duele es que él venga y te lleve así como si nada,

cuando fui yo quien estuvo a tu lado cuando se fue.

—Te entiendo, pero eso es algo que no está en mis manos, Adrien. Yo… —decirle a

Adrien que amaba a Dave iba a ser cruel, así que me detuve allí nomás.

En su rostro apareció una sonrisa nerviosa, seguido de una leve risa.

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—No, Irene. —Se acomodó el cabello y volvió a observarme con una mirada

turbada y confusa—. Tú no entiendes nada, de otra forma no lo hubieses elegido.

Suspiré con pesadez. En un punto él tenía razón, Dave se había marchado, pero

también me había dejado en claro que me amaba más que nada, y yo solamente le daba

importancia a eso.

—Yo le había pedido que se marchara, él solo hizo lo que creyó mejor…

Intenté esbozar una leve sonrisa, pero los labios de Adrien se mantuvieron en una

delgada línea recta.

De repente sus ojos se desviaron a mi derecha y entonces su tono de voz se elevó lo

bastante como para asustarme.

— ¡Irene, dile que se vaya!

Di media vuelta y descubrí lo que no quería que sucediese, Dave estaba allí.

— ¿Qué haces aquí? —Adrien caminaba de un lado al otro, como si se hubiese

puesto nervioso.

—Vine a ver si no te había hecho nada —dijo. Tenía el seño fruncido y la mirada fija

en Adrien.

— ¿No ves que es un idiota, Irene, no confía en ti? Si no, no hubiese venido a

espiarte —largó Adrien desencajado, mientras lo señalaba con la palma de su mano.

— ¡Deja de decir estupideces! ¡No sabes de lo que hablas! —exclamó Dave, dio un

paso hacia Adrien, pero lo detuve, no quería una pelea allí—. ¡Irene, vamos! —dijo

tomándome por la cintura.

— ¡No! Por favor, ve tu que luego te alcanzo, necesito terminar de hablar con él —

miré a Dave de forma desconcertada, él no tenía porqué interferir en aquella situación, y

mucho menos cuando las cosas estaban marchando sobre rieles.

—No me iré, no te dejaré sola —aseveró con dificultad.

— ¡Vete! ¡Haz lo que le hiciste una vez! —gritó Adrien.

En ese preciso instante Dave pareció enfurecerse todavía más, nunca lo había visto

así, se abalanzó sobre Adrien, lo que produjo que cayeran sobre el césped húmedo.

No podía distinguir quién golpeaba a quién, esa situación me estaba desesperando y

mucho más, asustando. Intenté separarlos, pero no lograba obtenerlo, y para mi

desgracia, en ese maldito parque no había ni un policía. Les grité hasta quedarme di

fónica, pero nada. Al contrario de lo que hubiese creído, Adrien era mucho más fuerte

que Dave. Lo tenía contra el suelo tomado de la camisa mientras forcejeaban. No sabía

qué hacer, así que intenté lo único que se me ocurrió en el momento que vi que la boca

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de Dave sangraba por el golpe. Ni siquiera sé cómo pasó, pero cuando me di cuenta yo

estaba casi tirada entre ellos, a lo que instintivamente Adrien soltó a Dave. Ambos

respiraban agitadamente con y con una obvia dificultad.

— ¡Basta! —grité desesperada al ver que intentaban golpearse nuevamente. Dave

comenzaba a tomar la iniciativa y eso me extrañaba mucho—. ¡Deténgase!

— ¡Tú viste que fue él, Irene! —se excusaba Adrien, quien casi no tenía ni un

rasguño, a diferencia de Dave, su boca sangraba un poco y su camisa estaba desgarrada.

— ¡Te conviene no acercarte a ella!, ¡si le haces algo juro que te mataré! —

arremetió Dave señalándolo con el dedo acusador, mientras yo lo sujetaba de los

hombros.

— ¡Dave, basta! ¡Por favor, termina con todo esto! —Él me miró como si no

esperase esa reacción se mi parte—. ¡¿Por qué debías armar todo este escándalo?!

Tiré de su brazo y lo llevé a un costado; mientras tanto Adrien se acomodaba la ropa

que había quedado toda llena de tierra.

— ¿Qué haces? —Balbuceé entre dientes—. ¿No ves que todo estaba bien hasta que

llegaste?

Sus ojos se abrieron como plato, a la vez que se veían vidriosos. Sacó un pañuelo de

su bolsillo y se limpió los labios de izquierda a derecha, luego gimió por el pequeño

corte en su labio. Hubiera querido curarlos con mis besos, pero no se podía, no en aquel

momento.

— ¿Hasta…que llegué? —preguntó desorientado. Yo sabía que él lo hacía porque

me amaba, pero no tenía en cuenta el lío que había armado.

—Sí, Dave. Ve a tu casa que luego hablamos —dije severa—. No quiero que las

cosas empeoren, por favor.

—Pero…yo sólo quería apoyarte en esto —sus ojos parecían más caídos, como un

pequeño cachorrito perdido y asustado—. No me pidas que me vaya…

—Lo siento, pero necesito que te vayas, ahora.

Frunció los labios y asintió dolorosamente. Me dolía en lo más profundo del alma

verlo así lastimado, y de alguna forma, derrotado. Metió las manos en sus bolsillos y

salió caminando en dirección al sur del parque.

—Gracias… —dije apenas comenzó a caminar, pero él ni siquiera se volteó para

despedirse de mí. Eso rompió mi corazón, Dave no se merecía estar en aquella

situación.

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Enroscada en mis propios pensamientos caminé hasta Adrien que me miraba abatido,

quizá no tanto; su rostro no expresaba sentimiento alguno.

—Siento que haya pasado todo esto, no sé qué le sucedió —intenté excusarme de

todo aquel conflicto estúpido y sin sentido.

—Él te trata como si fueses suya —se llevó las manos a la cabeza y rió

desmesuradamente. No parecía afectado por la pelea, sino por ver a Dave—. ¿Tú no

entiendes que el sujeto es un dominador?

—No, no, no, no. Escucha, sé que esto te dolerá, Adrien, pero es necesario que lo

aclare ahora.

—Sé que él te gusta. No tienes que refregarme en la cara a ese sujeto —tomó su

mochila y se la llevó al hombro—. Espero que no quiera más que una noche contigo,

eso me dolería.

Dave no era así, nunca lo había sido. Es mas, no había nadie tan cortés y caballero

que él.

— ¡No digas eso! —Sus ojos se pusieron blancos, descreídos—. ¡Dave me ama, y te

guste o no!, ¡lo amo!, ¡lo amo más que a nada en este mundo!

—Entonces todo termina aquí —dijo rabioso—. Por favor, de ahora en mas seremos

dos desconocidos.

—Pero…creí que las cosas estaban bien entre nosotros.

Negó con la cabeza.

—No Irene. No mientras tengas un novio como ese.

Minutos después me encontraba sola, con el viento haciendo revolotear las hojas a

mí alrededor. Tragué saliva lentamente mientras intentaba pensar en todo lo que había

sucedido en tan poco tiempo.

Dave estaba enojado conmigo porque lo había hecho a un lado, y Adrien me odiaba

por amar a Dave. Mi cabeza no estaba preparada para tal revuelo.

*****

Me sentía completamente arruinado. Irene me había echado del parque por intentar

defenderla de aquel sujeto. Sentía que toda la confianza que teníamos caía al vacío poco

a poco desde un enorme precipicio.

Llegué a casa enfadado, no tenía ganas de absolutamente nada, sólo quería meterme

en la cama y dormir. Tiré las llaves y mi chaqueta al sofá y terminé por desplomarme en

la cama.

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No podía ni quería creer lo que estaba sucediendo. Primero: Irene me mentía,

segundo: me echaba, y tercero: ni siquiera se preocupaba en llamarme o enviarme un

mensaje. Además de que tenía un ojo morado y la boca rota. No tenía idea de lo que

tenía que hacer ni decir. Estaba abrumado y enojado. Incluso estaba el sujeto ese que de

seguro le metía ideas raras a Irene, ideas que de seguro ella avalaba.

Esperaba que la mañana siguiente a ese horroroso día fuese diferente.

***

Pasaron varios días antes de que me animase a llamar a Dave, sobretodo después de

cómo lo había tratado. Como dije antes, él no se lo merecía. Busqué su número en la

agenda digital de mi celular y llamé, sonó unas cuantas veces antes de que me atendiera

pero finalmente lo hizo.

— ¿Dave?

Hubo una vacilación de su parte, aun así habló.

—…Irene… —su voz sonaba tajante y lejana, eso me advertía claramente su humor.

—Dave, cariño siento haberte tratado así, pero necesitaba terminar todo eso con

Adrien.

Más silencio, esta vez fue mucho más largo, tanto que tuve que preguntarle si estaba

ahí.

— ¿Por qué no me dijiste la verdad al respecto? Si simplemente lo hubieses dicho,

yo habría entendido.

—Dave…sabes que no me hubieses dejado ir sola. Yo solamente intentaba que no

sucediera lo que justamente sucedió. ¿Cómo está tu labio?

—Mejor que mi corazón —dijo con un hilo de voz.

— ¡Lo siento, lo siento tanto! —Sonaba desesperada por su perdón, pero es que así

me sentía. Necesitaba que las cosas volviesen a ser como antes, cuando Dave me miraba

y su alma parecía sonreír. En cambio ahora, su voz era gris polvo…

Oí un suspiro del otro lado del teléfono y una pequeña lágrima salió de mi ser, luego

dos y terminó por ser un torrente de lágrimas saladas repletas de amor estancado.

—Pu…puedo ir… ir a… —tragué saliva y continué como podía, mientras mis ojos

se desbordaban —…a tu… tu casa…nece…necesito verte…por favor…

—Te espero —balbuceó—. Así hablaremos mejor…

—Claro, claro. Te veo en… en un rato. Adiós…

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Se despidió de mí y colgó. Corrí escaleras arriba para buscar un abrigo y dinero para

un taxi, mi corazón latía desaforadamente de solo pensar que estaría con él como la

semana anterior. Necesitaba tenerlo entre mis brazos y trasmitirle todo mi amor, pero no

sabía si eso era suficiente para remendar mi error.

Era la tarde del día viernes, así que suponía que el tránsito iba a estar algo pesado y

tardaría más de cuarenta minutos en llegar al apartamento de Dave. Finalmente

alrededor de las siete de la tarde llegué hasta la puerta de aquel edificio de innumerables

pisos.

Tomé el ascensor y al salir me encontré frente a la puerta de su apartamento. Me

encogí de hombros y di unos cuantos pasos hasta tocar el timbre, entonces la puerta

comenzó a abrirse lentamente y aquel rostro, que antes era resplandeciente y risueño, se

veía ahora apagado y taciturno. No pude evitar mirarlo con preocupación, ese no era mi

Dave.

—Pasa —dijo por lo bajo. Se hizo a un lado y me dejó pasar. Le agradecí por ello.

Me volteé para volver a observarlo, pero esta vez quería ver su labio que se

encontraba mucho mejor; aunque su ojo derecho tenía un leve tono morado.

Dejé mi bolso sobre el sofá y me senté a un lado. Luego le indiqué que se sentase a

mi lado, lo hizo, pero con un desgano extremo. Ya no sonreía y eso me dolía. Fue en

aquel momento en el que me di cuenta que con mi estupidez había lastimado su ego, no

es que Dave fuese una persona egocéntrica y orgullosa, pero supuse que todos los

hombres llevaban su ego por dentro.

Esbocé una sonrisa tímida que se dirigía directamente hacia él, quien también intentó

hacerlo, pero esta desapareció enseguida. Tomé su mano para decir:

—Siento tanto que esto haya sucedido. El tiempo no me alcanzará para pedirte

disculpas —él no dijo nada, y eso era lo que más temía—. Por favor, no quiero que

estés enojado conmigo, Dave…

—No estoy enojado… —dijo finalmente —…pero…sí estoy herido…sólo quería

ayudarte… —apretó sus labios y cerró los ojos.

—Lo sé, lo sé —estiré mi mano para tomar las suyas, y auque al principio se resistió,

terminó cediendo—, perdóname.

Sin pensarlo me eché contra él para abrazarlo, sus manos se mantenían sobre el sofá,

lo que indicaba que en ese momento no estaba dispuesto a abrazarme, y sentí que no

podía haber habido cosa peor que esa, que Dave no quisiera tenerme entre sus brazos.

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310

—Necesito que me perdones, Dave, no puedo estar así contigo. Sé que soy una idiota

que no midió lo que hacía. Sí, tú fuiste para ayudarme y créeme que lo sé muy bien,

pero los días pasados Adrien estaba enojado y si algo te sucedía —estiré mi mano para

acariciar su labio superior, el que estaba lastimado—, me refiero a esto… —suspiré —

…me dolería también a mí…

No dijo absolutamente nada, solamente se limitó a asentir con lentitud. Esperé a que

dijese algo más que ese gesto, pero nada…hasta que tomó una bocanada de aire para

decir:

—También siento que haya pasado todo esto…estábamos tan bien…pero…

Me dijo que las cosas no eran como antes, que esa desconfianza que le había tenido

había sido muy duro para él y que sentía que no me conocía lo suficiente. Obviamente

enloquecí al oí eso, aun así entendía su posición.

—Tan solo quiero que las cosas sean como antes. No importa si tardamos dos días,

dos meses o dos años, solamente quiero estar contigo.

Sentía la necesidad de besarlo, así que alcé lentamente mis manos para acercarlo

hacia mí. Él no me miró en ningún momento, en cambio se limitaba a mirar fijamente al

piso; como si yo no estuviese allí.

—No… —susurró al sentir qué mis labios se deslizaban en vaivén sobre los suyos,

pero me encargué de impedirle que se apartara de mí, o que dijese algo doloroso para

ambos.

Una vez que me hube separado, nuestras frentes quedaron pegadas la una a la otra

mientras le susurraba, una y otra vez, que me perdonara. Aunque sus ojos se mantenían

cerrados, sabía que él estaba tomando en cuenta lo que le decía, aun así, lo confirmé

cuando deslizó su rostro por sobre mi hombro para abrazarme. Eso era lo que yo

necesitaba, un abrazo real.

*****

Aunque había accedido a perdonar a Irene luego de aquel beso que lograba provocar

un destello dentro de mí, todavía me sentía algo inseguro con respecto a todo lo que

había vivido. Me extrañaba y me dolía que ella hubiese aparecido luego de tantos días

sin siquiera comunicarse conmigo. No sabía que hacer, mi cabeza era un mar de

emociones encontradas; enfurecimiento, desconfianza, inseguridad, decepción, todo ello

provocado por una simple palabra, vete.

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311

En la noche Irene pidió un taxi y se marchó a casa, al ver que mi ánimo no era el de

los mejores, me dirigió una sonrisa y dijo que me llamaría; cosa que cumplió durante

los siguientes días.

Los días que pasaron desde esa extraña charla fueron algo solitarios, aparte de los

llamados y mensajes que Irene me dejaba. A fines de ese agosto y en la mañana del

miércoles, Irene me preguntó si quería ir al cine con ella, con Scarlett y Barker. Terminé

accediendo para ver cómo seguían las cosas, aunque de mi parte todavía estaba un tanto

apático con todo lo sucedido.

Esa misma tarde Barker nos condujo, en mi automóvil porque yo no estaba con

ánimos de conducir, hasta un centro comercial que se encontraba en el centro de la

ciudad. No entendía cómo, pero sabía de antemano que las cosas no iban a terminar

bien.

Llegamos hasta el cine que se encontraba dentro del centro comercial, el que ya (y ni

siquiera sé por qué tan temprano), comenzaba a prepararse para lo que serían las

próximas festividades.

A diferencia de nosotros, Scarlett y Barker parecían una pareja risueña y jovial.

Ambos sonreían con cada uno de sus cumplidos y caminaban tomados de las manos. De

vez en cuando, Barker le dirigía una se aquellas miradas que sueles ver en las personas

enamoradas. Miradas que lo dicen todo, esas que brillan hasta en la oscuridad.

Por su parte Irene sonreía cada vez que podía, pero no era una sonrisa alegre, sino

una sonrisa que ocultaba algo más…Preocupación quizá. Sabía que esa preocupación

era por mi, pero Irene intentaba disimularlo cuanto podía.

Luego de un par de horas de caminata, entramos al cine para ver la dichosa película

que duró dos agobiantes horas. Las cosas hasta ahí parecían ir bien, exceptuando la seca

relación que estaba manteniendo con Irene Dempsey. Entonces por mi cabeza comenzó

a rondar una idea extraña: era que si Irene y yo no éramos el uno para el otro ¿Qué

sucedería? ¿Podía existir esa posibilidad? ¡Claro que podía existir! , aunque no me

imaginaba una vida sin ella, pero si el destino se empeñaba en algo de seguro lo

conseguiría. Nuestra relación estaba basada en un setenta por ciento de peleas y

lágrimas, nunca quise que fuese así, pero tampoco se podía evitar. Irene siempre se

enojaba conmigo y a veces ni siquiera sabía por qué. También había descubierto su

desconfianza para conmigo; otra cosa que me abrumaba. Incluso llegué a pensar que yo

era tan solo un juguete para ella, una mera nada a la que podía hacer y deshacer a su

gusto. Quizá estaba equivocado, quizá no…Lo cierto era que no lo sabía con seguridad.

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Además nunca había oído un te amo de su parte, y eso me agobiaba, sobretodo teniendo

en cuenta que yo se lo había dicho en innumerables ocasiones.

Retomé la película recién en el final (cuando los protagonistas, al parecer, se estaban

casando), me preguntaron si me había gustado y les dije que sí, aunque no le había

prestado atención ni por un segundo. En aquel momento mis ideas estaban del todo

confusas…enmarañadas en una telaraña de engaño y decepción.

Mientras caminábamos hacia el parque ellos seguían hablando de la aburrida

película; que esto que lo otro, pero a mí no me interesaba eso. En mi interior comenzaba

a encenderse algo que creía apagado hacía mucho tiempo: furia absoluta. Sí, por

primera vez en mi vida me sentía realmente enfadado con todo el mundo. Deseoso de

salir corriendo hacia un lugar cualquiera, oí que una voz me hablaba.

— ¿Y tú que dices? —dijo Irene. Como dije, no estaba escuchando, así que me

limité a no decir nada—. Dave —insistió—. ¿Qué piensas de esa escena?

Fruncí el seño. ¿Cómo podía ella ser tan hipócrita conmigo? Fingir que nada había

pasado no era mi sello distintivo.

—No me gustó. —Dije tajante. Metí las manos en mis bolsillos y aceleré el paso

hacia el estacionamiento.

Ella y los otros me alcanzaron de inmediato.

— ¿Qué? Era una linda escena —intentó tomar mi mano, pero la aparté rápidamente.

Entonces ella se echó hacia atrás deteniendo el paso de todos.

—Barker —dije, evité mirar su rostro entristecido y asustado. Saqué las llaves del

automóvil y se las lancé por el aire —. Toma mi automóvil y llévalas, tengo que hacer

algo importante y no puedo perder tiempo aquí.

La compostura de Irene volvió a aparecer en su cuerpo y rostro. Entonces me miró

extrañada.

—Dave… —dijo mientras ajustaba su chaqueta—, ¿podemos hablar? —finalizó.

—Ahora no, Irene. Tú vete a casa, hablamos luego —mi voz sonaba filosa—.

¿Recuerdas esa frase? —Entrecerré mis ojos y antes de girarme en dirección contraria

para marcharme, dije—: Claro que la recuerdas, tú me la dijiste a mí.

Segundos después me estaba marchando hacia quién sabe dónde.

— ¡Dave!

Escuché su voz turbada, pero no intenté volver. Aun así, ella corrió hasta mi lado y

me tomó de uno de mis brazos.

— ¡Déjame, no me molestes!

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—Pero Dave… —balbuceó; casi no le entendía.

— ¡¿Qué?! —Grité, casi nunca lo hacía, pero no podía controlarme cuando me

enojaba—. ¿Acaso vas a enojarte otra vez conmigo? ¿Sabes qué? ¡No me importa,

Irene!

—Nosotros vamos al automóvil —dijo Scarlett arrastrando a Barker con ella.

La voz de Irene sonó más afligida al decir:

—Creí que las cosas estaban bien… —alzó sus ojos y me observó detenidamente, su

mirada era un mar desbordado, pero no justamente por el color de sus ojos, sino por las

lágrimas que estos emanaban —…Creí también que me habías perdonado…

— ¡Ay, por favor! ¿Creíste que con unas simples palabras ibas a poder revertir todo

lo que me has hecho sufrir? ¡Estás equivocada! ¡Ahora vete! —grité enseñándole el

obvio camino al automóvil.

—Bien…hablaremos luego…adiós... —Entonces se marchó sin más preámbulos.

Me adentré en un barrio que parecía el viejo Londres del siglo dieciocho. Calles

adoquinadas, faroles de hierro antiguos que parecían estar encendidos por querosén,

pero que cuando te acercabas y lo observabas notabas que eran eléctricos (como todo en

esta época), bares con aspecto añejo, y gente por aquí y por allá, bebiendo. Se me vino a

la mente tomar algo, lo que sea. Como muchos saben, yo no era la persona predilecta

para tomar cuanto quisiese, pero ese día quería olvidar todo, absolutamente

todo…Incluso a Irene; o mejor dicho: especialmente a Irene.

Me detuve en la puerta de un viejo bar llamado Kiope, ni siquiera sabía qué

significaba el nombre, pero supuse que eso no me importaba.

En la puerta se encontraba un hombre de unos dos metros de alto y muchos más de

ancho; supongo que estoy exagerando un poco porque no recuerdo detalles de cómo era

realmente. Ingresé al lugar deslizando la puerta hacia un lado y contemplé la humareda

que había en su interior ¡Dios, el lugar estaba atestado! Cerveza, whisky, ron, vino, y

todo tipo de bebidas alcohólicas que uno se pudiese imaginar pasaban por sobre la barra

principal, hacia un lado y hacia el otro.

A mi izquierda, un grupo de muchachos jóvenes jugaba al póker inmersos en una

densa nube de humo de cigarrillo que danzaba levemente sobre ellos.

Y a mi derecha, pude distinguir mesas solitarias, con dos o tres personas en cada una

de ellas. Las caras no eran de las mejores; muchos parecían estar igual, o peor que yo.

Me senté en una de las bancas mientras me quitaba la chaqueta de gabardina gris que

llevaba encima, pues allí adentro hacía calor.

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El hombre que atendía la barra, de unos cuarenta y tantos y mirada dura, me

preguntó qué quería tomar, y le dije que lo que sea, cualquier cosa que me hiciese

olvidar.

— ¿Olvidar? —preguntó confuso. Me observó detenidamente y arqueó una ceja—.

Bien, será mejor que te de un buen vaso de whisky. Créeme muchacho, esto te hará

olvidar.

Hizo deslizar un pequeño vaso, de unos siete centímetros de alto, por la resbaladiza

madera de robre hasta llegar a mi mano y luego rió para después decir:

— ¿Una mujer? —preguntó haciéndome saber que entendía lo que yo intentaba

olvidar.

—Sí, y aunque no quiera, es más que eso: ella es…tan solo una mujer en la que no

puedo volver a confiar.

—Hummm...…Entiendo…eso es duro.

Tomé el pequeño vaso y lancé el whisky directo a mi garganta, que en cuestión de

segundos ardió como el mismísimo fuego. Intenté no denotar que muy pocas veces

había bebido whisky, pero el cantinero lo notó y me dijo que con unos vasos más me

acostumbraría. En efecto, ya había bebido unos cinco tragos (no estoy muy seguro,

quizá fueron más), antes de que mi garganta dejase de sentir el ardor del alcohol, así que

continué hasta que el dinero se me agotase. Había pagado mi renta y comprado todo lo

del próximo mes, de forma que podía gastar el resto de mi sueldo en las bebidas que yo

quisiese. ¿Ese era el nuevo Dave? ¿El joven de veinte años que se emborrachaba en

cuanto algo le sabía mal? ¿Me había convertido en eso? Lo más probable era que sí.

***

— ¿Qué creen que le sucedió? El no es así, yo lo conozco muy bien —observó Erik,

ciertamente él no sabía que Dave estaba enojado con el asunto del parque.

Me sentía tan mal por haberlo tratado de aquella manera, era una idiota.

—…Dave está enojado… —afirmé —…Por lo que sucedió en el parque…

Scarlett se llevó una mano a la boca, parecía asustada.

— ¡Lo siento, Irene!, nunca creí que pudiese pasar esto. —Se lanzó en un abrazo

hacia mí y sollozó un poquito, apenada—. Solamente intentaba que estés segura.

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—Lo entiendo Scar, eres mi mejor amiga, nunca te culparía —dije mientras

acariciaba su cabello. Me pidió perdón unas cuantas veces más hasta que se calmó y

aceptó sentarse en calma.

— ¿Qué sucedió?, ¿Qué parque? —preguntó Erik, no entendía nada de lo que

hablábamos con Scar.

De inmediato Scarlett me miró y decidimos contarle a Erik todo, (como había dicho)

él conocía muy bien a Dave y quizá encontraba una solución a todo el conflicto.

Luego de que Erik obtuviese la información, nos dijo que Dave solía ser algo

absorbente, (como una pequeña esponja que absorbe, absorbe hasta el punto de

desbordar), y según Erik, Dave había desbordado de lo que fuese.

Admití que aquello había sido mi culpa: desde el día en que había llegado a casa yo

sólo lo trataba mal, no le hablaba, y lo hacía sentir como si sobrase; eso me dolía ahora

al ver su mirada vacía.

Más tarde, en cuanto Scarlett y Erik se marcharon, hablé con Abby para ver si ella

sabía algo de Dave; ellos eran mejores amigos y quizá él la había llamado o algo por el

estilo, pero no, nada se sabía de mi amor…nada.

Me fui a acostar aún sin saber nada de él, estaba cansada, pero no lograba conciliar el

sueño sin saber qué estaba haciendo Dave. En su casa no estaba porque Erik me había

enviado un mensaje diciendo que no estaba allí. Estaba preocupada y no sabía que

hacer; si hubiese sido por mi salía esa misma noche a buscarlo por las calles de

Brisbane, pero Mark y Abby no querían y, además me decían que él volvería en la

mañana a su apartamento, que le diese espacio para pensar. Pero yo no podía, amaba a

Dave y la sola idea de que le pudiese pasar algo me destrozaría.

Capítulo 28

Advertí que mi cabeza ya no lograba pensar y que aquel bar, al que había entrado,

comenzaba a dar vueltas como dentro de una lavadora. Sabía que si me paraba, no iba a

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lograr dar ni un paso porque caería al suelo como una bolsa pesada, así que decidí

quedarme allí por unos minutos más; aunque eso fue un concejo del cantinero.

Un par de horas después pagué mi cuenta y salí caminando por aquellas calles

adoquinadas. Deambulé por las aceras por más de cinco horas seguidas, había perdido el

sentido de orientación y la cabeza me estaba matando. No sabía qué era lo que me

sucedía, bueno evidentemente estaba ebrio, pero no me refiero a eso, quiero decir que

no sabía porque no podía perdonar a Irene, estaba enojado conmigo, con todos. Podría

decir que estaba enojado con el maldito mundo.

Sabía perfectamente que en el fondo amaba a Irene. La había amado desde la primera

vez, aún así, me enojaba su desconfianza hacia mí.

La noche se había puesto nebulosa y confusa, el cielo abrumado y el aire espeso.

Con las manos en las paredes de un barrio desconocido, me ayudaba a caminar de

esquina a esquina, mi celular sonaba en el bolsillo de mi pantalón, de seguro era ella así

que no iba a atender; no sólo porque estaba enojado, sino también porque estaba un

poco avergonzado.

El dinero que tenía encima ya no estaba conmigo; se había ido todo a parar a las

manos del cantinero. Los ojos me ardían, pero aun así pude ver como un grupo de

muchachos se acercaban hacia mí: primero me pidieron dinero, dinero que no tenía y

luego no sé qué dijeron porque tampoco recuerdo mucho lo que les dije, pero sí

recuerdo que comenzaron a increparme violentamente. Por más que intentaba

protegerme con mis manos, ellos lograban imponerse ante mí y golpearme como si

fuese una lucha.

— ¡Eso te pasa por no llevar dinero! ¡Imbécil! —Oí que dijeron antes de irse y

dejarme en el suelo.

Me dolía todo el cuerpo, lo que me imposibilitaba moverme demasiado. Sentía mi

cabeza muy lastimada, y encima se habían llevado mi celular; no podía llamar a nadie.

A decir verdad sólo me mantuve unos minutos concientes, porque cuando desperté

me encontraba en la camilla de algún lugar. La cabeza ya no me dolía tanto y todo a mí

alrededor era blanco. ¿Estaré muerto?, pensé. Me llevé una mano a la frente y descubrí

que llevaba unas vendas. Al intentar levantarme sentí que todavía no estaba recuperado

del todo, ya que la espalda comenzaba a dolerme otra vez.

Luego de unos minutos me digné a mirar al frente, y al hacerlo noté extrañado que

dos personas se encontraban observándome con cautela. Una muchacha y un muchacho.

— ¡Ay por fin despiertas! —Dijo la chica.

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—Te golpearon bastante —agregó el muchacho, dándome información que poco

recordaba.

— ¿Dónde estoy? —Pregunté algo confundido, no los conocía. La pregunta era si

ellos me conocían a mí, quizá había perdido la memoria.

—Estás en una clínica privada, te encontramos desmayado frente a nuestra casa, al

parecer te golpearon y te robaron. O por lo menos eso parece.

—Pero… ¿Por qué me trajeron? ¿Y si era un ladrón o algo así? —pregunté

confundido mientras volvía a llevarme una mano a la cabeza.

—No tienes rostro de ladrón —dijo la chica y noté que se sonrojaba—. Hem… en un

par de horas te van a dar de alta y podrás irte a tu casa ¿Vives muy lejos? Considerando

que no tienes dinero y que estás en ese estado.

Intenté esforzarme por recordar la dirección de mi edificio.

—Calle Millet… —dije, curiosamente no recordaba el número—.

Edificio…Baltic…

—Los nuevos edificios Baltic —dijo el muchacho mientras se levantaba de la

banca—. Sí, esos están a unas treinta cuadras.

Yo asentí a visualizar el conjunto de edificios que se encontraban la misma manzana.

—Una pregunta —dije mirándolos fijo—. Es grosero que no les haya preguntado sus

nombres.

La chica, que tenía ojos grises y compasivos, me sonrió de repente como si yo fuese

un niño pequeño. Dio un paso al frente para presentarse.

—Yo soy Emma —luego señaló al muchacho—, y él es Matt.

—Y ustedes son…

—Hermanos —dijo Emma rápidamente como si fuese de vida o muerte.

—Bien.

—Escucha, si no tienes como volver podemos llevarte.

Matt carraspeó.

—Emma, ¿no tienes que ir al…?

—No Matt, eso es mañana —dijo regañando a su hermano, me causó risa como se lo

dijo, con autoridad y gracia.

—Les agradezco mucho todo, pero no quiero molestarlos más.

Emma me dijo que no era una molestia, que si yo quería ella me iba a alcanzar hasta

mi apartamento.

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—Sí… al parecer Emma quiere llevarte, pero no te quedes solo con ella porque

pedirás ayuda a gritos amigo —bromeó Matt y me palmeó el hombro.

No sabía que decir, así que reí tímidamente.

— ¡Matt! —lo regañó ella, y él enseguida se disculpó diciendo que era una broma.

Acto seguido, Emma me preguntó cuál era mi nombre porque ellos tampoco lo sabían.

—Bueno, Dave, entonces podemos llamar al médico para que te de de alta y te

llevemos a tu casa, de paso nos cuentas un poco de ti y de qué fue lo que te paso anoche,

si quieres —enrolló su cabello y sonrió.

Ellos eran el arquetipo de la típica buena persona.

***

Al día siguiente llamé a Erik para saber si Dave había llegado a su apartamento, pero

me dijo que no, que no sabía nada de él.

Estaba completamente desesperada, Dave no aparecía por ningún lado y tenía miedo

de que algo le hubiese pasado, no atendía su celular ni había hecho ninguna llamada. No

sabía dónde buscarlo ni cómo localizarlo, literalmente estaba perdido, y con Dave

perdido, yo también lo estaría.

A cada segundo aseguraba más que no podía estar sin él. Lo amaba y no quería

perderlo. En ese instante me di cuenta de lo imbécil que era por haberlo dejado ir, no me

iba a perdonar si le ocurriese algo. Dave era todo lo que yo quería y mucho más.

Seguí insistiendo a su celular pero no atendía, eran las cuatro del la tarde y ya me

estaba volviendo loca, quería salir a buscarlo, pero no sabía por dónde empezar.

Brisbane era lo suficientemente grande y poblado, él podría estar en cualquier lugar.

Me dirigí a la cocina para tomar un vaso de agua y detener un poco mi cabeza que

estaba a punto de estallar. Al llegar me encontré con Abby y Jack.

— ¿Porqué esa cara? —Preguntó mi hermana mientras bebía una taza de café.

Di un largo suspiro y me senté a la mesa.

—No sé dónde está Dave…

—Quizá ya esté en casa —dijo restándole importancia.

—No, no entiendes, no está en su casa y nadie sabe nada de él. Erik me dijo que

anoche no llegó.

Jack preguntó si lo habíamos llamado o algo, le dije que sí, pero que no contestaba.

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Por su parte, Abby intentó tranquilizarme diciéndome que aparecería pronto, que no

debía preocuparme por eso.

En ese momento me dieron ganas de escribirle algo para cuando apareciese, una

carta desde lo más profundo de mí ser… donde le contara todo lo que sentía por él. Así

que me levanté para irme a la habitación a estar sola y pensar mientras escribía. Al

llegar me senté en el escritorio, busqué en los cajones algunas hojas blancas y un par de

bolígrafos. Entonces comencé a escribir…

Querido Dave:

Ya han pasado varias horas y tú no apareces, esto me está desesperando mucho.

Creí que habías comprendido que sentía mucho haberte obligado a marcharte del

parque, pero era por nuestro bien. Necesitaba terminar con Adrien de una buena vez

para poder estar contigo, y solamente contigo. Dave, tú eres muy importante para mí,

no hay nada en la vida que haga más feliz que verte sonreír, que saber que estas bien.

Es por eso que en estos momentos estoy completamente desolada.

Quiero que sepas que te amo muchísimo, Dave, y que nunca dejaré de hacerlo,

porque nunca he conocido a nadie como tú. Nadie que haya producido esto que siento.

Cariño…Necesito verte, necesito saber que estás bien, sólo me conformo con eso…

Le ruego a Dios que aparezcas lo antes posibles, quiero tenerte entre mis brazos

para poder besarte como nunca antes. Estés donde estés…Te amo Dave, te amo…

Quisiera tantas cosas: que sepas lo que siento, lo que te extraño, lo que me faltas,

Dave, quisiera tantas cosas.

Necesito con urgencia abrir mis ojos y verte, ver tus ojos de miel que tanto me

enamoran, día a día, con esa dulzura inconmensurable que tienes cariño…Dave…Lo

sabes, sabes que no puedo continuar sin ti…no soy tan fuerte si tú no estás a mi

lado…Espero que puedas leer esta carta…

P.D.: Recuerda que siempre te amaré, pase lo que pase…

Dejé caer el lápiz sobre el montón de hojas y me arrojé en la cama, no podía más con

la angustia que me estaba matando por dentro. Ya no importaba nada si él no aparecía,

podía morir, porque mi vida ya no tendría sentido alguno. Dave era ese ser que me

cautivaba día a día sin que pudiese evitarlo, era la parte vital de mi vida, lo que más

quería.

Me aferré a mi almohada para intentar contenerme. La antigua sensación de vacío y

desolación volvía a mi poco a poco. Mientras mis párpados permanecían cerrados y mi

respiración se entrecortaba cada vez más y más, una serie de viejas imágenes aparecían

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en mi mente como si fuesen el recuerdo de un pasado inmemorable. Acciones añejas

que venían a mí haciéndome recordar lo sublime y pura que había sido su presencia

desde el comienzo. La primera vez que me crucé con él en al cena familiar; cuando

discutimos en el instituto; las veces que me llevaba a clases; el día de la lluvia; cuando

intentó marcharse; pero antes que nada…El primer beso…Mi primer beso…El que le

pertenecía solamente a él.

El sueño comenzó a envolverme, quería estar atenta para ver si había noticias suyas,

pero en la noche casi no había logrado dormir; así que me permití unos minutos

mientras lo soñaba…Regresando.

*****

Creí que iba a desmayarme, una sensación nauseabunda se apoderó de mí y ellos lo

notaron al instante ya que mis ojos se cerraron lentamente y mis labios hicieron una

desagradable mueca.

—El alcohol —alcancé a oír, pero sin comprender a que se refería el muchacho,

Matt—. Me refiero a que el alcohol te daña, y… —hizo una breve pausa—. Por lo que

noto tú no estás acostumbrado a beber amigo, de otra forma no hubieses caído de esa

manera.

Era algo realmente cierto, y además de eso me dolía un poco el cuello y la espalda,

de seguro por la caída o más bien por los golpes que me habían propiciado esos

malditos. Al ponerme a pensar, no recordaba mucho, sólo cuando deambulaba por las

calles y luego en el momento en el que sentía los golpes.

—Pero ya estás mejor y eso es bueno. El doctor dijo que en unos minutos van a darte

el alta.

—Para ser honesto… no sé cómo voy a agradecerles lo que hicieron por mi, si me

hubiese quedado allí quién sabe cómo habría terminado.

—No tienes que agradecer, nos complace ayudar a las personas —respondió Emma

tras una enorme sonrisa.

—Lo digo de verdad. —Entonces me puse a pensar en cómo agradecerles—. ¿Qué

les parece si los invito a cenar a ambos a un bonito restaurante el sábado próximo?

—No tienes que molestarte, Dave —dijo Emma con un tono de amabilidad que me

conmovía mucho, ella era tan solidaria con las personas a diferencia de Irene que sólo

pensaba en si misma.

—Es lo menos que puedo hacer, por favor… —rogué.

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—Bien, iremos. Emma estará ansiosa por verte de nuevo, créeme —dijo Matt y

luego rió.

— ¡Matt! ¿Otra vez? Deja de decir esas cosas que me haces quedar mal —añadió

Emma enfurecida, acto seguido, le propició a su hermano un puñetazo en el hombro.

Matt y yo comenzamos a reírnos de lo enojada que Emma se había puesto y seguido

a eso ella también desplegó algunas risas simpáticas. Para ser honesto era muy bonita,

tenía un largo cabello oscuro y unos ojos grises que podrían llamar la intención de

cualquier persona por la simple razón de que no eran muy comunes.

Luego de aquella cómica y distendida situación la puerta de entrada de la habitación

sonó al ritmo de unos golpeteos “toc, toc, toc". Luego, un hombre alto apareció tras ella;

éste llevaba un guardapolvo largo y de un blanco resplandeciente, además de que se

podía divisar claramente unos pantalones y una remera celestes. Básicamente era su

uniforme. En el bolsillo izquierdo de su uniforme se podía leer su nombre completo

“Lance Blanc” en color azul y letra cursiva.

—Buenas tardes... a ver... —dijo apaciguadamente—. Bueno no tengo tu nombre...

pero aquí dice que estás mejor y que ya podremos darte de alta.

—Me siento mucho mejor ahora doctor —dije sonriendo.

—Eso es bueno, entonces voy a revisarlo y si todo esta bien podrá ser dado de alta

¿les parece correcto?

—Claro que sí —dijo Emma apoyándose en el borde de la cama.

Entonces el Dr. Blanc recordó algo, lo noté debido a que levantó su dedo índice

señalando una pequeña planilla.

—Joven —me dijo—. ¿Podría usted llenar estos datos antes de ser dado de alta?

Yo asentí, y enseguida me alcanzó la pequeña plancha de hojas y luego sacó de uno

de los cajones un bolígrafo azul.

—Doctor —preguntó Emma llamando la atención de este y haciendo que se volteara

hacia ella—. ¿Puede que Dave tenga que permanecer en reposo una vez que haya

llegado a su casa?

—Si esta noche descansa como es debido, mañana amanecerá como nuevo.

—Eso es bueno, lo necesito —dije entrando en su conversación.

Mientras el Doctor Blanc me revisaba recordé algo: al día siguiente, el viernes, tenía

que ir a la empresa Rollew por el puesto de trabajo para Barker y para mi, ambos

habíamos obtenido el trabajo en la parte administrativa; Barker porque estudiaba

economía y ya estaba en su tercer año, y yo porque simplemente tenía algo de

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experiencia en Volkswagen cuando trabajaba con mi padre. Éramos una buena promesa

para una empresa que estaba en auge, además los sueldos no eran malos.

—Lo estarás muchacho. Bien, vuelvo dentro de unos diez minutos para firmar tu

certificado de alta.

—Gracias doctor —añadió Emma. Mientras tanto Matt permanecía sentado en uno

de los pequeños sillones sin decir nada, sólo se limitaba a mirar y a cerrar los ojos de

vez en cuando.

Enseguida acomodé el bolígrafo en mi mano y comencé a leer el formulario.

Preguntas sencillas pensé. Nombres y apellidos: Dave Thomas Shelton Barker. Edad:

veinte años, y seguía con más, grupo sanguíneo, alergias, entré otras cosas. Finalmente

debía firmar y todo estaría completo.

Pasados quince minutos el Doctor Blanc volvió a aparecer y firmó el dichoso

certificado de alta. Después y en tan solo diez minutos más estábamos fuera del

hospital, el frió era abrumador y soplaba un poco de viento a través de las calles

desiertas.

— ¿Saben dónde hay un teléfono público? Le avisaré a mi primo que venga a

buscarme —dije intentando que olvidasen que ellos me llevarían. No quería

molestarlos.

—Oh no —exclamó Emma—. Nosotros te llevaremos, no vamos a dejarte ir así

—Ya hicieron mucho por mi Emma, no tienen que molestarse más.

—Te llevaremos nosotros, no es nada, déjanos ¿Sí?

No dije nada, sólo me quedé contemplándola en silenció. Sin querer vi como ella se

sonrojaba nuevamente. ¿De dónde había sacado esa vehemencia suya? Era tan audaz y

amigable, tan fiable y simpática.

— ¿Emma? —pregunté con la voz apaciguada.

— ¿Sí? —replicó con su agudo tono de voz, que a la vez era también relajado.

—Tú... tú no me conoces... ¿Cómo puedes ayudarme si no sabes quién soy?

Me abracé a mi mismo debido a lo fresco que estaba la tarde.

—Para ser honesta... Fuimos al mismo curso en la universidad y siempre te veía, por

eso me pareciste conocido cuando te vimos esta mañana.

No me pareció extraño, podíamos haber sido compañeros sin que yo lo notase.

—No lo sabía, bueno no lo había notado, lo siento.

—Sí, lo sé... nunca me habías notado —la miré extrañado—. Pero descuida que no

estoy buscando nada. Sólo quería ayudarte, y porque te he visto en la universidad sé que

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no eres... cómo decirlo...un...

— ¿Alguien peligroso?

— ¡Exacto! Además intuyo que no lo eres, tan solo mírate, te ves tan dulce y amable

—Gracias… —sonreí tímidamente mientras me frotaba el cabello.

En ese momento Matt se unió a nosotros. Se había apartado para hablar por teléfono

ya que este había estado sonando desesperadamente.

—Eh… Hem, no podré acompañarte a llevar a Dave —dijo a su hermana.

— ¿Por qué?

—Susan quiere que vaya a su casa urgente, dice que tiene que decirme algo

importante y no quiero hacerla esperar, sabes como es.

—Bien, ve y cuídala. Yo me puedo arreglar sola.

—Siempre cuido a Susan ¿Por qué lo dices? —preguntó algo alterado.

— ¡Porque es tu novia tonto! ¡Ahora ve!

—Eso ya lo sé —se volteó hacía mi con una mirada preocupada—. Fue un placer

ayudarte amigo, sé que nos volveremos a ver, así que…cuídate brother.

Nos dimos un apretón de manos.

—Nos vemos en la semana entonces —dije sonriente.

—Claro, va a ser divertido.

— ¿Em?, cuídate y vuelve a casa temprano ¿Está bien?

—Sí Matt —dijo con un todo algo desanimado.

Minutos después la imagen de Matt comenzó a desaparecer a lo largo de la calle

principal mientras se alejaba. Cuando me di cuenta ya estábamos en camino al

apartamento. Nunca el cielo me había parecido tan gris como ese día, las nubes no

dejaban que el sol se mostrase y eso hacía que el día fuese más apagado.

—Y… Dave… Cuéntame qué estas por estudiar —manteniendo sus manos en el

volante y sus ojos fijos en el camino.

Le conté que estudiaba pediatría y ella me dijo que era genial. Entonces le pregunté

qué era lo que ella estudiaba.

—Medicina general, siempre me ha gustado, son muchos años pero realmente vale la

pena.

—Por supuesto que lo vale —aseveré.

Hablamos todo el camino de qué cosas queríamos hacer y que música nos gustaba,

era una chica sorprendente, le gustaba la música internacional al igual que a mi. Le

gustaba el arte y la historia.

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Aproximadamente una hora después llegamos al apartamento.

—Aquí es ¿Quieres tomar un café antes de marcharte? —propuse mientras ella

buscaba un lugar donde estacionar su automóvil

—Sería un placer, ya que estoy aquí.

Nos bajamos del automóvil y emprendimos la caminata hacia el edifico, una vez

arriba llegamos a la puerta de mi apartamento. Al girar la llave, Barker abrió

bruscamente la puerta y entonces el infierno se materializó en mi casa.

— ¡¿Dónde estabas?! —comenzó a preguntarme desesperado.

—Tranquilo primo, estoy bien —me defendí sin responder a su pregunta.

— ¡Te pregunté dónde estabas Dave, Irene esta desperada!

— ¿Disculpa? A ella no debe interesarle lo que me pase, que haga su vida —no me

reconocía al oírme, pero al parecer esa iba a ser mi nueva posición.

— ¡Por favor Dave, no puedes seguir enojado por una idiotez como esa! —entonces

se dirigió a Emma. Ella se encontraba de brazos cruzados—. ¡¿Tú quién eres?!

— ¡No le hables así, es una amiga!

— ¡¿Una amiga?! ¡Te divertiste toda la noche con una amiga mientras tu novia

lloraba desconsolada en su cama sin saber nada de ti idiota! ¡¿Cómo has hecho eso?!

— ¡Ella no es mi novia! ¡¿Acaso no lo entiendes?! —arremetí con el dedo acusador.

—Nadie te entiende en este momento Dave. ¿Sabes una cosa? Te dejo con tu amiga,

y si tienes un poco de dignidad llama a Irene, no querrás perderla por estúpido.

—No hay nada que perder Barker, nada…

Se fue sin decir más, culpa de Irene me había peleado con el único familiar que tenía

cerca, el cual también era mi amigo.

Emma miraba todo extrañada, se encontraba ahora con un joven repleto de

problemas afectivos.

— ¿Está todo bien? —preguntó con voz suave.

—Disculpa esta escena Emma, no quise que pasara, pero Barker ha de estar

incontrolable.

—No te preocupes —posó una mano en mi hombro y añadió—: Todos tenemos

nuestros propios problemas. Yo…

— ¿Sucede algo malo? ¿Todavía quieres ese café verdad? —pregunté confuso.

—No sabía que tenías novia, discúlpame si te hice sentir incómodo en algún

momento. En verdad no era mi intención hacerlo y no quiero causarte problemas con

ella.

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—Espera, yo no tengo novia, ella nunca lo fue… —Caminé unos pasos hasta la

cocina y ella me siguió detrás—. Ella es simplemente una persona egoísta que cree que

puede lastimar los sentimientos de todo el mundo y salir con las manos limpias

¿Comprendes?

—Pero si estaba tan triste como dijo tu primo, ¿No deberías darle una oportunidad?

—Le he dado muchas… Emma no lo entiendes, me ha lastimado mucho. El otro día

tuve mucho tiempo para pensar y comprendí lo que hacía conmigo, tan solo jugaba

sabiendo que la amaba desesperadamente.

—Imagino que la sigues amando… —dijo y su mirada se dulcifico—. El amor no es

algo ameno, Dave.

Me mantuve en silencio mientras servía el café para ambos. Afuera la noche

comenzaba a caer, lo supe porque enseguida tuve que encender las luces.

—El silencio significa algo ¿No crees?

Me dio una palmada en la espalda y tomó una taza. Quizá estaba en lo cierto.

***

— ¡¿Pero dónde estaba?! —Le pregunté a Erik de la manera más desquiciada posible

y era porque realmente lo estaba.

—No lo sé, no dijo nada. Pero estaba extraño, demasiado despreciativo y arrogante.

—Voy ya mismo a su casa —dije decidida.

Erik se sobresalto y me dijo que no fuera, que lo dejara pensar solo y en paz. No lo

creí correcto, y si yo era su problema me lo debía decir en la cara. De modo de que tomé

mi abrigo y llamé un taxi para que me llevara lo antes posible.

Capítulo 29

El taxi llegó mucho más tarde de lo que yo esperaba, a las nueve, y tenía hasta el

apartamento de Dave más de media hora. Antes de salir, fui rápido hasta mi habitación

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326

para tomar la carta que le había escrito, quizá ella sí podía hacer algo. La metí en un

sobre rojo que tenía allí y me aventuré nuevamente hasta subir al taxi. Durante el

camino mi cabeza comenzó a pensar en qué sucedería cuando llegase allí, en cómo

Dave reaccionaría ya que la última vez que lo había visto estaba muy enojado conmigo.

Tan solo esperaba que hubiese cambiado de opinión.

Pasadas una hora y ocho minutos llegué al apartamento. Antes de entrar di un largo

suspiro y preparé mi mente para todo lo que pudiera llegar a suceder. Extendí mi pie

derecho, mi mano izquierda, y mi otro pie cuando abrí la puerta principal. Ya estaba

adentro, honestamente me sentía algo asustada, no enfadada porque no podía estarlo y

tampoco me lo permitiría.

Al llegar a la puerta del apartamento me paré muy firme y estiré mi fría y temblorosa

mano hasta tocar el timbre. De repente escuché un par de voces dentro, como si

discutiesen. Logré escuchar una extraña voz que decía "abre, no seas así" ¿podía haber

sido Erik? No, él estaba con Scar. ¡No otra vez! ¡No otra intrusa! Recuerdo que pensé.

Tan solo cinco minutos después la puerta se abrió, una imagen sombría, que bien podía

distinguir era Dave, apareció ante mí con la mirada oscura, nada común en él y una voz

imperiosa que oí al hablarme.

— ¿Qué necesitas? —me dijo con desagrado, algo que realmente me molestó.

—Venia a verte ¿Por qué no llamaste? ¿Por qué desapareciste sin decirle a nadie

dónde estabas Dave?

Él solo se quedó mirándome sin decir nada, como si todo lo que le había dicho no le

hubiese interesado en lo más mínimo. Arqueé una ceja a ver que no contestaba.

—No vas a decir nada… por lo que veo sigues enojado. —Dije casi en un susurro.

El mismo silencio. ¡Maldito imbécil que tanto amaba!

— ¡Dave! —levanté un poco la voz para ver si contestaba.

—Mira, estoy cansado, me duele la cabeza y no tengo ganas de discutir contigo,

¿entiendes? Vete por favor.

Lo único bueno que pude rescatar de lo que dijo era que no me estaba gritando.

— ¿Sabes qué Irene? Ya no necesito que te molestes por mí. Puedo cuidarme solo.

¿Acaso era el mismo Dave el que me estaba diciendo eso? No lo reconocía ¡No era

el mismo Dave! ¡No lo era! Y no me iba a rehusar a dejarlo pero… ¿Y si había

encontrado a alguien más? Entonces sí debía dejarlo… por su bien. Prontamente mis

ojos comenzaron a derramar las dichosas lágrimas que tanto habían estado presentes

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327

durante las últimas horas, y esas que se hacían presentes desde que Dave había llegado a

mi casa.

—Dave —dije intentando contenerlas, algo que me fue imposible—. ¿Por qué haces

esto? —Sin pensarlo saqué la carta que llevaba en mi bolsillo y la estiré hasta su mano

pero él no quiso tomarla, tan solo retrocedió e intentó cerrar la puerta.

En esa secuencia, una joven de unos no sé… veintiún años detuvo la puerta, sus

grandes ojos grises como un encapotado cielo me miraron compasivamente, entonces

habló:

—Dave, por favor, no seas grosero. Haz caso a lo que hablamos muchacho. Va a ser

mejor para ti.

¿Aquella chica a la que supuse una intrusa me estaba defendiendo? Al parecer sí.

—Emma, no tengo nada que hablar con ella.

Ni siquiera se molestó en mirarme.

— ¡Vamos! Por lo menos recibe su carta.

—No —dijo tajante.

Se giró sobre sí mismo cerrando la puerta con brusquedad. Pero la chica, de nombre

Emma, la volvió a abrir y me siguió hasta el ascensor.

— ¡Irene! —dijo intentando detenerme—. No lo culpes por estar enojado.

—No lo culpo a él Emma, me culpo a mi… —bajé la cabeza en señal de

devastación, así estaba, devastada—. … Si tan solo todo hubiese sido diferente, si…si le

hubiese dicho antes cuanto lo amaba…

— ¿Por qué no se lo dices ahora? Quizá eso lo aplaque y lo haga razonar. Además, él

dijo que también te amaba. Desesperadamente.

—Eres una buena amiga y al parecer lo conoces —intenté sonreír, pero no lo logré.

—Lo he visto un par de veces, pero no lo conocí hasta ayer.

— ¿Tú y él? —pregunté, me imaginaba lo peor.

Su rostro se volvió turbio.

— ¡Oh, no! No, claro que no. Mi hermano y yo lo encontramos, yo lo había visto un

par de veces en la universidad por eso decidimos ayudarlo. Estaba un poco herido.

— ¡¿Herido?! —grité llevándome una mano a la boca.

—Tranquila, fueron sólo unos golpes. En fin, lo llevamos a una clínica que quedaba

a unas cuadras y estuvo allí todo este tiempo. Aunque al parecer bebió demasiado.

—Pobrecito… —murmuré.

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328

Me sumí en mis pensamientos abrumados y melancólicos, pero ella me trajo

nuevamente a la realidad.

—Entonces ¿En qué puedo ayudarte? —preguntó observándome con aquellos ojos

grises tan llamativos.

Fue en ese preciso instante en el que se me ocurrió una idea; si Dave estaba tan

cómodo con Emma como para contarle ciertas cosas, podía darle a ella mi carta, en

cierto modo me caía bien y confiaba en ella. No estaba allí para llevárselo como Alice.

Alice… su recuerdo me parecía vago a estas alturas.

— ¿Podrías…podrías darle esta carta por mi? —Dije mientras la sacaba de mi

bolsillo—. Quizá si tú se la das… él quiera leerla.

— ¡Cuenta con eso! —dijo la chica. Al sonreír vi que era honesta conmigo. Luego

añadió—: La leerá como que me llamo Emma Parsons.

—Muchas gracias —dije sonriente, aunque no tenía muchas esperanzas—. Entonces

me voy, estaré en el parque esperando el taxi, si es que…

—Entiendo —posó una mano en mi hombro, y una mirada compasiva apareció en su

rostro.

Después de aquella extenuante conversación me sentía un poco aliviada de que

Emma no fuera una roba amores, parecía una gran chica, pero iba a ser imposible para

ella lograr que Dave leyera mi carta. Por otro lado, si Dave se enamoraba de ella yo iba

a hacerme a un lado definitivamente. Ellos dos eran idénticos, y quizá Emma era la

apropiada para él.

*****

—Dave, si no lees esta carta voy a tener que patearte —exigió Emma en tono

bravucón—. Digamos que me debes un favor por rescatarte, así que este es el pago.

Ahora ¡léela!

—No voy a hacerlo —dije con los brazos cruzados y mirando hacía ningún lugar.

— ¡Ella te ama! ¡Por favor!

—No quieras ayudarla, ella es mala y no me ama aunque yo la… —me detuve

instantáneamente antes de terminar la frase: aunque yo la ame, porque era cierto, claro

que la amaba, su sonrisa deleitaba mi corazón y sus ojos me llenaban de felicidad cada

vez que me miraban, pero las cosas tenían que ser así.

Emma saltó de alegría, parecía un pequeño conejito.

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329

— ¡Ibas a decir que la amas! ¡Vamos, Dave, vamos! ¡Sólo léela! —insistió tirando

de mi remera.

—No, claro que no.

—Mira, voy a quedarme aquí hasta que leas esta carta.

Entonces Emma sacó la carta del sobre rojo y la depositó sobre mi mesada de

mármol gris.

— ¡Vamos!

— ¡No voy a leerla Emma, entiéndelo! ¡No caeré en su juego!

— ¿Sabes porqué no la lees? Porque eres un cobarde. Un cobarde como todos los

hombres, Dave. Sólo piensas en ti. Y dices que la pobre chica es egoísta. No, ella no lo

es. Tú lo eres. Y… creo que no eres la buena persona que creí que eras y quizá no la

merezcas, quizá ella necesita encontrar a un hombre que la valore.

La miré a regañadientes.

— ¿Ahora la defiendes?, si ni si quiera la conoces —murmuré.

—Tampoco te conozco a ti, pero aún así se que eres un cobarde —se cruzó de brazos

y me lanzó una mirada fulminante.

— ¡No lo soy!

— ¡Entonces léela! —me gritó levantando más la voz que yo. Honestamente me

asustaba un poco.

— ¡Bien! ¡Voy a leerla! ¡Espero que estés contenta con mi desdicha!

— ¡Uy que dramático eres! —dijo imitando el tono de mi voz.

Tomé la carta con desagrado y fui a sentarme al sofá. "no debería hacerlo", pensé.

La desdoblé y para mi sorpresa tenía aquél olor; o más bien aquella fragancia: la de

Irene. Iba a matarme a mi mismo por ser tan débil. Mis ojos comenzaron a leer la carta:

"Querido Dave: Ya han pasado varias horas y tú no apareces, esto me está

desesperando mucho". Hablaba de mí, y al parecer estaba esperándome o quizá

buscándome: me decía que estaba arrepentida por lo que había sucedido, que me

extrañaba y que quería estar a mi lado, nunca nadie me había dicho eso… ¿Entonces

podía ser cierto? ¿Acaso ella me amaba y yo me había portado como un imbécil? Pero si

siempre fue tan… Seguí leyendo: "Le ruego a Dios que aparezcas lo antes posibles,

quiero tenerte entre mis brazos para poder besarte como nunca antes. Estés donde

estés…Te amo Dave, te amo…" Esas palabras resonaron en mi mente como el tintineo

de campanas que no te dejan pensar, para ella yo era lo más importante que tenía. Me

amaba, y había más: " Dave…Lo sabes, sabes que no puedo continuar sin ti…no soy tan

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fuerte si tú no estás a mi lado…Espero que puedas leer esta carta…". P.D.: Recuerda

que siempre te amaré, pase lo que pase… ¿En qué clase de idiota me había convertido?

Ella me amaba y yo la había dejado ir, sin decirle que también me hacía falta.

¡Demonios, Dave! ¡Eres estúpido! ¡No puedes dejarla ir! ¡Llámala o haz algo! Me

decía la voz de mi conciencia. Al finalizar la carta, algunas lágrimas brotaron de mis

ojos.

— ¿Entonces no te ama? —dijo Emma sarcásticamente.

—Emma… —suspiré profundamente—. ¿Cómo puedo agradecerte?

Ella me sonrió.

—Mmm...… no lo sé… puedes ir a buscar a la chica que esta en el parque dando un

paseo y de seguro pensando en ti.

— ¡¿De verdad esta aquí en el parque?! —me exalté con solo pensar que ella me

estaba esperando.

—Digamos…

Sin pensarlo, tomé mi chaqueta y salí corriendo hacía la calle, no sin antes abrazar a

mi salvadora, dos veces en un día. Era como un ángel guardián.

Como el ascensor tardaba mucho y me estaba impacientando, comencé a correr

escaleras abajo hasta llegar al vestíbulo del edificio, atravesé la gran puerta de vidrio y

ya estaba fuera. Necesitaba encontrar a Irene para que me perdonara.

Hacía mucho más frío que en la tarde, el cielo se encontraba menos nublado, aunque

le impedía a la luna mostrarse por completo. Literalmente corrí hasta la esquina del

edificio esquivando a las pocas personas que me cruzaba. Llegué hasta el cruce peatonal

y luego de intentar cruzar más de tres veces, logré hacerlo. Una vez en el parque,

comencé buscarla: camine por aquí, por allá pero no la encontraba. Una vez más estaba

decepcionado de mi mismo. Caminé un poco más y a lo lejos pude divisar una pequeña

figura caminando por el parque, con una chaqueta azul y sabía que era ella.

— ¡Irene! —grité pero ella no logró oírme.

Me acerqué aún más. Podía oír los latidos de mi corazón, estaba emocionado y

nervioso por volver a verla de aquella manera, sin enojos, sin rencores. Era como un

nuevo renacer.

—Irene —un pequeño susurro salió de mis labios al ver que se alejaba.

Nada… Llegué justo detrás de ella y ni lo notó. Levanté mi mano y la apoyé

suavemente en su hombro. Ella se dio vuelta y por lo que noté, se sorprendió al verme.

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—Dave… —dijo asombrada. Su rostro estaba pálido y triste como un cielo sin sol—

. ¿Qué…? ¿Estás… porqué estas aquí? No lo…no lo en…entiendo… —decía con

dificultad.

Nuevamente volvía a ver ese rostro que había logrado enamorarle. Las manos me

temblaban y supe que no quería apartarme nunca más de aquella mirada azul que me

observaba.

—Irene… —bajé mi rostro haciéndole entender que lo sentía—. Perdóname…

—Yo…

No pude contenerme y un mar de palabras salió de mí como estrellas fugaces en un

cielo nocturno.

— ¡Lo siento! ¡Sé que soy un idiota! ¡No debí portarme así!, ¡por favor perdóname

mucho! Juro que no m…

La dulce sensación que hacía latir mi corazón estaba de nuevo dentro de mí,

abrazándome suavemente.

Los labios de Irene eran tibios, casi no los recordaba. La apreté más hacia mí porque

no quería soltarla, necesitaba tenerla a mi lado. Acaricié su cabello mientras todo a

nuestro alrededor comenzaba a desvanecerse poco a poco. Me sentía flotar sobre una

nube mientras besaba sus delicados y dulces labios. Aquello era especial, no había nada

igual en el mundo, nada que pudiese compararse a un beso suyo. Tomé su rostro entre

mis manos para luego decirle que lo sentía.

—Lo siento… —volví a besarla —…Lo siento cariño…

Ella me dijo que no necesitaba pedir disculpas, que ella debía pedírmelas a mí, iba a

decirle que ella no tenía la culpa, pero cuando mis labios estaban por hablar sus besos

me abordaron nuevamente. Sentí una sensación electrizante dentro de mí.

—Quiero que sepas que te amo…Dave…te amo, te amo, te amo —dijo en un dulce

susurro.

Volví a rodearla con mis brazos para decirle que también la amaba. Hundí mi rostro

en su cabello y me quedé allí: sintiendo su calor. El viento comenzó a soplar y

decidimos volver al apartamento. Su mano se entrelazó con la mía, y dimos inicio a la

caminata. En el camino Irene me dijo que estaba muy apenada por lo que había

sucedido. En parte era culpa mía por haberme portado como un idiota, pero ahora sabía

que ella me amaba y eso era todo lo que necesitaba.

—Deberías llamar a Erik —dijo—. Estuvo muy preocupado por ti en las últimas

horas.

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—Tienes razón, además no me comporté muy bien con él hoy. Soy un idiota.

Subimos las escaleras y llegamos hasta el pasillo.

—También deberíamos agradecerle a Emma, al parecer es una buena chica.

—Naturalmente mi amor. Debo reconocer que si ella no me hubiese obligado a leer

la carta, nada se habría solucionado.

—Sí, fue enviada por Dios, de otra forma no tendría explicación —dijo.

Llegamos hasta la puerta del apartamento y noté al mirarla fijo que había un papel

pegado en ella. Irene se acercó y comenzó a leer lo que decía: "Dave, espero que hayas

tenido suerte con Irene, es una gran chica y lo más importante es que te ama.

Perdóname por decirte cobarde, sólo quería que leyeras la carta. Cuando la veas a

Irene, o si es que estás ahí lee atentamente: te deseo lo mejor, déjame decirte que eres

una chica muy fuerte. En fin muchacha, si este tonto vuelve a ponerse tedioso otra vez,

tan solo llámame y yo te lo enderezo. Espero que sean felices. Emma".

Al entrar fui directamente a llamar a Barker. Me había comportado como un idiota

con él, y ciertamente no se lo merecía. Marqué su número y me atendió de inmediato.

—Hola, por lo que veo ya no estás insoportable —dijo al oírme.

Reí con su tono de voz. Sabía que Barker nunca se enojaba, y esa tampoco seria una

excepción.

—Llamaba para pedir disculpas, no debí haberte tratado de esa manera. Tú no tenías

la culpa.

—Por supuesto que no debiste, idiota —gruñó y luego largó una carcajada.

—Te dije que lo sentía —intenté pedir clemencia, pero ya era demasiado tarde.

— ¡Oh, eso lo sé!, pero déjame darme el lujo de decirte que eres el idiota más grande

que conozco.

—Hummm…No necesito agradecerte eso —dije en broma.

—Claro, claro. Escúchame chico idiota — ¿eso iba enserio?—. Han llamado de

Rollew, quieren que vayamos el lunes directamente, la secretaria dijo que ya estamos

adentro.

—No me mientas —comenté descreído.

—Sí, Dave, te estoy mintiendo. Nadie nos llamó, todo es una broma, un simple

sueño maravilloso, ¿comprendes? —Volvía a ser irónico conmigo, y por alguna razón

eso me causaba risa.

— ¿No ibas a decírmelo? —pregunté sintiendo como Irene me abrazaba.

—Estabas enojado, claro que no iba a decírtelo —me recriminó.

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Le agradecí irónicamente. Entonces le dije que debía cortarle por razones obvias.

—Irene está allí, ¿verdad?

—Adivinaste.

—No, no lo adiviné, la vi salir de su casa corriendo.

Reímos un poco más y luego nos despedimos. Al girarme, Irene quedó abrazaba a mi

de frente.

— ¿Qué te dijo?

—Que era un idiota y que obtuve mi nuevo empleo. El próximo lunes comienzo.

—Entonces tienes el viernes libre, y el sábado y domingo. Podría quedarme aquí

contigo.

Levantó sus brazos y luego los dejó caer sobre mis hombros atrapando mi cuello

entre ellos. Sentí que ya nada hacía falta con solo verla.

—Creo que es una buena idea… —susurré en su oído —…No quisiera extrañarte

nunca más…

Giró su rostro unos centímetros y sus labios rozaron los míos, era una sensación

electrizante, como si un beso fuese a mantenerme vivo por el resto de mi vida. Su frente

se pegó a la mía y ella dijo:

—Deberíamos haber estado así hace mucho tiempo… —pasó una mano sobre mi

rostro y me hizo sonreír —…Me encantas cuando sonríes…

—Y a mi me encanta verte feliz… —La tomé entre mis brazos y la alcé para llevarla

al sofá. Más tarde veríamos una película y comeríamos algo.

Una vez en el sofá, ella se acurrucó sobre mí y nos quedamos allí sin esperar nada

más, ya que lo teníamos todo.

—Dave, honestamente, si me lo hubiesen preguntado hace unos meses…

—Habrías dicho que era una locura, ¿verdad?

Me dirigió una mirada tímida y luego se sonrojó y asintió.

—Pero ahora siento que no puedo vivir si ti. Ayer estaba desesperada por saber

dónde estabas. Juro que nada es igual si no estás junto a mí.

—Siento haberme portado como un idiota.

—Estabas enojado, lo entiendo.

Se aferró más a mí mientras yo acariciaba su cabello. Luego tomó mi mano

entrelazando nuestros dedos.

— ¿Sabes algo de Adrien? —no me agradaba aquél sujeto, pero si seguía siendo

amigo de Irene, debía soportarlo.

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—No, y estoy segura que nunca más volveré a hablar con él.

— ¿Por qué? —pregunté. Siendo honesto, me alegraba un poco.

—Bueno, él me dijo que mientras tenga un novio como tú no hablaríamos más. Y

créeme, no tengo intenciones de separarme de ti, nunca.

—No sabía que era tu novio, nadie me lo había informado —me sonreí a mi mismo

al oír que ella me proclamaba su novio.

— ¿No quieres serlo? —preguntó haciéndose la preocupada.

—No hay nada que quiera más en la vida.

—Somos dos —dijo y luego añadió—: Prométeme que nunca me dejarás.

—Te amo demasiado, Irene, claro que nunca te dejaría.

Apartó su rostro del sofá y volvió a besarme, luego de tantos besos esa sensación no

desaparecía. Siempre era como la primera vez, aquella que nunca olvidaré.

Comimos algo, y luego terminamos de ver una película.

***

—Tengo un problema, Dave —dije y él me lanzó una mirada interrogativa—. No

tengo con que dormir.

—Mmm… a ver… no sé cómo solucionar eso… ¿te sirve una remera? Larga.

— ¡Fantástico! ¿Dónde la encuentro?

—Esta en el armario, es una remera azul marino con una estrella en el medio.

Crucé la sala y entré a la habitación, luego de esquivar un par de cajas llegué al

armario. Un enorme armario de roble antiguo, pero aún así muy moderno y pintoresco.

Abrí una de las puertas y metí la mano para buscar aquella remera. Miré más de cerca,

pero no la encontraba. Tampoco quería desacomodarle las remeras que tenía

cuidadosamente planchadas y ordenada. Hasta podría decir que era más ordenado que

yo.

— ¡Dave, ¿vendrías aquí un segundo?!

En ese instante apareció tras la puerta blanca de madera. Se apoyó cruzado de brazos

en el dintel y me sonrió.

— ¿Qué sucede?

—Ummm...… No encuentro tu remera. ¿Podrías ayudarme?

Asintió y se acercó hasta el armario para abrir sus puertas. Miró de arriba a abajo, y

sacó una remera; o mejor dicho, una camiseta, y luego me la entregó.

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—Gracias.

Me senté en la cama y dejé caer la camiseta en mis piernas; él hizo lo mismo. Tomó

mis manos entre las suyas y se inclinó tímidamente hacia mí para besarme. Podía oír los

latidos de su corazón, que de una manera extraordinaria se perdían en mis propios

latidos desaforados. Deslicé una mano desde su cuello hasta su mejilla y aprisioné más

mis labios con los suyos mientras le susurraba que lo amaba. Inmediatamente su mano

bajó hasta mi espalda y me acercó más a él. Sentía una sensación hormigueo en mi

interior, tanto que me hizo estremecer.

— ¿Tienes cosquillas? —dije al sentir que reía cuando acariciaba su cuello.

—Un poco. —De repente me dieron ganas de hacer algo divertido: si Dave tenía

cosquillas y yo también tenia, el juego debía empezar.

Me separé de él y comencé con unas cosquillas leves mientras intentaba defenderse.

— ¡No, no, no, no! —gritaba entre risas.

Logró pararse para corretear alrededor de la cama mientras yo lo perseguía. Salió de

la habitación y no pude alcanzarlo hasta que volvió nuevamente al cuarto, donde me

atrapó rodeándome con sus brazos. Aquél era un forcejeo divertido daba cuenta que la

tormenta ya había pasado sobre nosotros y que no volvería más.

En el momento del juego caímos sobre la cama, él sobre mí. Dave, que me tenía

tomada de las manos por encima de mi cabeza dijo:

— ¿Cómo sabías que tenía cosquillas?

—Fácil, sentí que reías cuando acariciaba tu cuello —dije con la respiración agitada.

Sus ojos parecían no poder separarse de los míos.

— ¿Así? —dijo mientras acercaba sus labios a un centímetro de mi cuello para

soplar. Luego lo besó.

— ¡Ay, no, no! ¡Eso me hace cosquillas! —Siempre que sentía una brisa en el

cuello me daba cosquillas. Pero esa vez fue diferente, ya que en aquella ocasión sentí un

estremecimiento electrizante en todo mi cuerpo.

Soltó mis manos que lo abrazaron atrayéndolo más hacia mí. Sentir su reparación y

tibieza sobre mis labios era lo que necesitaba. Tragué saliva sonreí. Sus ojos se veían

más brillantes y enamorados, seguramente al igual que los míos.

—Creo que es hora… —susurré en sus labios, en realidad no sabía si él querría, yo

tan solo me dejaba llevar por lo que estaba sintiendo —… ¿No crees?

—… ¿Hora?... —preguntó sonriente. Sabía a lo que me refería. Esa noche haríamos

el amor.

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Acaricié sus labios y sentí que también se estremecía, entonces tomé su rostro y besé

sus ojos deslizando mis labios por sus mejillas hasta la comisura de sus labios.

—Oh, ahora entiendo —susurró y volvió a corresponder a mis besos por momentos

que parecieron durar una eternidad. Luego volvió a mirarme y ambos supimos que

pasaría; aquella primera vez para ambos (como él dijo, luego de que lo de Alice fuese

una farsa), sería única y mágica. Aunque no estuvo en lo cierto, fue mejor.

Lo que siguió fue algo que nunca había sentido en mi vida…Sentir las caricias de

Dave era lo que más quería desde que había descubierto que estaba enamorada de él.

Él me daba su amor y en consecuencia, yo quería darle el mío más que nada en el

mundo. Lo amaba. Sí, lo amaba y si me era posible estaría junto a él toda la vida. Las

caricias, los besos y las miradas eran únicas y me hacían sentir la persona más especial

de la tierra. Miraba a Dave con aquellos ojos tan hermosos, con sus ojos de miel que

endulzaban cada segundo de mi vida desde que lo había conocido. Estaba agradecía por

lo sublime de ese amor y la paz que me daba al estar rodeada por sus brazos.

Nada me importaba en aquél momento más que respiración y su calor, su amor

inconmensurable que me abrazaba profundamente.

A la mañana siguiente me levanté radiante, estaba feliz. Giré mi rostro un poco hacia

la derecha de la cama y allí estaba él. Parecía un sueño verlo tan dormido como un

pequeño niño indefenso. Estiré mi mano delicadamente y acaricié muy suavemente su

mejilla, abrió sus ojos y la besó con dulzura, esa dulzura que me hacía estremecer de

amor. Me acomodé a su lado y nos quedamos abrazados hasta que el despertador sonó.

—Te amo… —dijo aún cuando estábamos acostados.

—También te amo cariño —acercó sus labios a los míos uniéndolos en un profundo

beso. Me acarició la espalda y entonces susurró:

— ¿Sabes?, quiero estar así todas las mañanas, quiero tenerte a mi lado. Verte al

despertar es lo que más deseo.

—También yo… —dije—. Nunca me sentí tan bien…

Me besó en la frente y dijo:

— ¿Quieres tomar algo?

—Café…

Luego nos levantamos porque ya eran las diez de la mañana, yo debía bañarme e ir a

mi casa para buscar algo de ropa. Planeaba quedarme con Dave durante todo el fin de

semana, nos lo merecíamos.

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Salí de la ducha media hora después ya cambiada y peinada. Dave entró a ducharse

después de mí, y luego nos quedamos en la cocina. Desayunamos café con tostadas y

fruta, y nos quedamos en el sofá acurrucados viendo la tele.

Éramos felices y nada podía acallar lo que sentíamos en aquel momento. Ni siquiera

el llamado de mi madre a las once y media de la mañana pidiéndome que vaya a casa lo

más rápido posible. Si bien tenía planeado ir, no iba a hacer tan temprano, pero ella era

la voz mandante.

Después de una hora de viaje por fin llegamos. Dave decidió no entrar por miedo a

que mamá estuviese enojada con él, si es que sabía que yo había estado allí. Tan solo se

quedó esperando en su automóvil.

—Al fin llegas. —Dijo Margaret con tono imperioso, algo me decía que no estaba

muy contenta.

—Mamá yo… —intenté decir, pero ella volvió a interrumpirme:

— ¿Dónde has estado, Irene? Anoche llegamos a casa y no estabas.

Tragué saliva y sonreí temerosa. Como lo idiota que soy no se me ocurrió más que

mentir, y olvidé que ella sabía que estaba mintiendo, siempre sabía si alguien lo hacía.

—Con Scar… sí es-taba con ella —aseveré con nervios.

Entonces mi coartada tambaleó como un acróbata que esta a punto de caer de su

cuerda.

—Llamé a Scarlett esta mañana. También lo hice anoche y no estabas con ella, Irene.

¿Dónde estabas? —sus ojos me asustaban demasiado—. ¿Tanto te cuesta decir la

verdad?

No tenía opción, debía contárselo todo. Desde la pelea hasta la reconciliación

pasando por cada detalle.

—Estaba… —tragué saliva.

— ¿Estabas? —dijo inclinándose hacia mi.

—Estaba con Dave… —dije tras un extraño suspiro de pesadez.

Fue ahí que me preguntó que si teníamos alguna relación, me hizo contarle casi todo.

Si yo estaba enamorada de él; si él me amaba también; si estaba descuidando los

estudios, entré más cosas que bien no recuerdo.

—Bien… —dijo finalmente—. Me agrada Dave, siempre me ha agrado y lo sabes.

Es un gran chico y además todo el mundo sabía que lo querías, excepto tú misma.

Intenté esbozar una sonrisa, pero fue más una mueca de asombro.

— ¿Tú sabías que…? —pregunté.

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—Sí. Abby me contó todo y estuve más que feliz, sólo te hice una broma con lo que

te decía hija. Sabes muy bien lo que pensamos de Dave, él siempre ha sido tan gentil y

educado. Además, y esto lo digo como madre, es tan guapo ese muchacho.

— ¡Mamá, gracias! Pero voy a matar a Abby por buchona. No debería de haber

contado nada. —Ella rió y me acarició el cabello.

Abby saltó desde las sombras para decirnos que Dave también sabía lo de la broma

de su madre, él las había ayudado a que me contactasen encendiendo mi celular y es

cierto ya que yo le había sacado la batería para que nadie molestase nuestra noche

especial.

—Voy a matarlo también a él —dije en broma.

—Sí, a besos —dijo Abby riendo. Me tendió el brazo y llevándome hasta la

habitación dijo—: Mamá, es hora de charla de chicas, lo siento —luego fijó sus ojos de

mí—. Tienes que contarme todo… —susurró con una picaresca voz.

Una vez adentro me dijo que me acostase que ella se costaría a mi lado como

cuando éramos pequeñas y nos recostábamos en el césped a mirar las estrellas.

— ¿Y? ¿Qué sucedió? —preguntó mientras yo tiraba mi cabello hacia atrás.

— ¿Con qué? —pregunté haciéndome la desentendida.

Ella comenzó a reírse bruscamente, luego me dio un pequeño puñetazo.

—Irene, querida. No soy tonta ¿Sabes? Sé perfectamente que no pasaron la noche

jugando a las cartas. No con toda esa tensión que hubo entre ustedes los últimos meses.

—Oh, eres tan perceptiva —bromeé—. Además no creo que sea necesario contar

esas cosas, es algo privado.

— ¡Vamos, desembucha! Ya te dije, conozco a Dave y se que él te desea.

Entonces… ¿Se portaron mal?

— ¡No digas esas cosas! —dije gruñendo, me parecía que no era algo para contar.

Aun así no podía escaparme de las preguntas metidas de Abby.

Di un largo suspiro y comencé a hablarle a la entrometida que tanto quería.

—No sé a qué te refieres —ella me hizo un gesto extraño que desafortunadamente

entendí, tampoco era una tonta. Puse los ojos en blanco dándole a entender que era una

molesta y asentí.

— ¡Lo sabía, lo sabía! —gritó llevándose una mano a la boca.

—Shhh —mascullé—. No grites.

—Lo siento. —Me susurró en complicidad—. Perdón por gritar que tú y Dave…

bueno… hicieron el amor.

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— ¡Abby! —grité arrojándome sobre ella.

—Por favor Irene, no son niños de doce años. Es normal que hagan el amor si se

aman. ¿Y cómo fue? — ¡Dios!, era demasiado curiosa y eso no me agradaba.

—No voy a contarte eso —dije negándome.

—Me refiero a que si estuvo bien o mal. No te pedí detalles, no los necesito, es tu

vida intima.

Suspiré dándome por vencida.

—Esta bien… no lo sé, fue… fue tan… suave. Por momentos me sentía volar, pero

no era por la situación sino porque Dave estaba allí, tan cariñoso y sublime. Tan

hermoso como él mismo cielo —volví a suspirar, pero esta vez lo hice al recordar los

besos de Dave—. Lo amo tanto, Abby.

—Ya veo que estás enamorada —frunció el seño y largó una carcajada—. Lo malo

es que no te hayas dado cuenta, aun cuando todos lo sabían.

—Ay no mientas. ¿Cómo podrían saberlo?

—No me creas. Pero déjame decirte que me di cuenta desde que Alice apareció en

esta casa. Inmediatamente noté como morías de celos y la mirabas con recelo. Eso me

encantó —tomó aire y continuó—: Y además, Dave me contó cuando fuiste a buscarlo

hasta la parada de autobús, que lo besaste y que se quedaron mirando la tele y luego se

durmieron, eso es tan romántico. Jack y yo no somos así porque en cuanto lo vi fue todo

rápido. Lo tuyo Irene… es una historia de amor, y Dave querida, es el galán de tu

película. Y por cierto seamos honestas.

— ¿Qué? —pregunté curiosa.

—Dave es muy bueno, y guapo. Es como muy… —intentaba decir algo, pero al

parecer no le salían las palabras.

—Tan angelical.

—Sí, y es dulce, cuando hablaba de ti sus ojos se humedecían y de vez en cuando le

temblaba la voz ¿No es tierno?

—Hummm… Me dijo que quería verme todas las mañanas. Algo así como vivir

juntos —me abracé a mi almohada dejándome llevar por mis fantasías.

—Bueno… diría que es algo apresurado, pero con todo lo que han pasado no me

sorprendería que sean el uno para el otro. Sobretodo sabiendo que se enamoró de ti el

mismo día que llegó a esta casa.

La miré sorprendida.

— ¿No te lo dijo? —preguntó asombrada.

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—No.

—Bueno fue así. Lo recuerdo como si hubiese sido ayer. Estaba sentado en la

pequeña hamaca del jardín cuando Eva se acercó y le llevó una cerveza, de inmediato se

puso ebrio pobrecito, no soportaba ni un pequeño vaso. En fin, voy a ser honesta

contigo: a ella le encantaba desde que lo vio, y luego de seguir bebiendo un poco más y

cuando la mayoría se había ido a dormir se las arregló para abalanzarse sobre él.

—También recuerdo eso hermanita —dije sin gracia.

—Lo siento. Bueno, el tema fue que se besaron.

— ¡Abby! —gruñí en broma.

—Decía que se besaron, sin ofenderte, y llegaron a mí… nuestra habitación, no fue

su culpa, estaba ebrio y eso fue culpa de Eva, y bueno en parte mía ya que yo la incité a

que lo seduzca. Cuando tú los encontraste y te pusiste furiosa como estabas ella

desapareció y él sintió que había cometido el error más grande de su vida. Entonces me

contó que te retuvo, que quiso hablar contigo pero que tú lo despreciaste ¿Sabes lo que

me dijo?

— ¿Qué? —pregunté intrigada.

—Que se arrepentía de todo lo que había hecho, comenzó a llorar y dijo que estaba

dispuesto a ganar tu amor porque se había dado cuenta al mirar tus ojos que lo habías

enamorado. Y que eran el uno para el otro. No con esas palabras exactamente, pero lo

hizo.

— ¿En verdad? Es un pequeño solcito. Y siendo honesta, claro que estaba celosa de

Alice, ella era muy malvada y bruja para mi hermoso Dave.

—Una imbécil —dijo con un tono despectivo.

—Absolutamente.

Me dejé caer sobre la cama y luego de un par de minutos le pregunté a Margaret si

podía pasar el fin de semana con Dave; ella accedió gustosa. Recolecté algo de ropa y

pertenencias para llevar, y luego me despedí para volver con Dave, que

sorprendentemente estaba ya dentro de casa. Abby lo había hecho entrar y lo estaba

acosando con sus millones de preguntas.

Para nuestra suerte los días pasaron rápido; en la semana tuve que encargarme de

terminar con los preparativos de la graduación (yo iría con Dave obviamente). Sólo

faltaba una semana que seria una fugacidad, el año entrante comenzábamos la

universidad, ambos y por desgracia tendríamos menos tiempo para vernos, pero me las

arreglaría para encontrármelo, siempre lo hacía.

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Aquél fin de semana lo pasamos excelente: fuimos al cine, a cenar, caminamos cerca

de la riviera y nos quedamos recostados en un parque mirando las estrellas tomados de

la mano. Él me prometió que nunca me abandonaría, por nada del mundo y yo tomé esa

promesa, abrí mi corazón y la guardé bajo siete llaves.

*****

No podía ser más feliz de lo que era, poder contemplar a Irene durmiendo junto a mí,

sentir su respiración y su cuerpo junto al mío me hacía perder el sueño. Mi vida era

plena gracias a ella. Nunca había amado tanto a alguien en mi vida. Quería estar con ella

todo el tiempo, verla despertar, dormir, mirarme, todo… Era un ángel preciado que

llega a la vida de uno para solucionar con amor y pasión todos los problemas del alma,

tan dulce, tan ella misma que me hacía delirar.

Recuerdo haber pensado en muchas oportunidades que ella era lo suficiente buena y

pura para mí, en efecto lo era, pero no me sentía egoísta al quererla tan solo para mí.

Ahora veía las cosas claras, el destino nos había unido en un punto del camino, un

camino atestado de obstáculos que con dificultad logramos atravesar. Quería casarme

con ella, tener hijos y envejecer, supongo que eso era el amor y ahora lo estaba

sintiendo en todo su esplendor. Mi Irene, mi amor, era mi todo y siempre la amaría. La

miré por última vez antes de dormirnos, acurrucada junto a mi como cada fin de semana

que pasábamos juntos…Besé su frente y luego sus labios…

— ¿En qué pensabas cariño? —me preguntó mientras yo la atraía más hacia mi para

que me brindase su calor.

—En ti… —le susurré al oído—. Solamente en ti amor…

Entonces aquellos ojos profundos como el mismo océano me dieron la señal de lo

que esperaban. Deslicé una de mis manos acariciando la tersa piel blanca de su brazo

hasta depositarla en su cintura. Ella largó una sonrisa mientras acariciaba mi cabello con

la yema de sus dedos. Mi otra mano instintivamente acarició su mejilla bajando

suavemente sobre su delicado cuello para volver a tomar su rostro nuevamente. Besarla

era como el aire que respiraba, sin ella no era nada.

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Capítulo 30

La primavera pasó más rápido de lo que podía imaginar y el verano se hizo presente

ante nosotros. Durante los últimos meses, Dave y yo logramos mantener una relación

estable y feliz. Yo iba a su apartamento todos los viernes por la noche y me quedaba

durante todo el fin de semana. Los lunes en la mañana él me llevaba a clases, cosa que

me encantaba.

Estábamos fines de noviembre y toda la familia Dempsey iba a juntarse en casa para

uno de los festejos de mamá. Esa no era la primera vez que él iba a la casa como lo que

era en ese momento, mi novio, ya habíamos ido hacia un mes, en una de esas cenas

familiares que se le ocurrían a mama, con todos y sin excepción. Pero a esa cena iba a

ir Eva, y yo me encargaría de dejarle bien en claro que Dave era mío y solamente mío.

Cuando llegamos a la casa luego de ir a comprar unas cosas que mamá necesitaba

para su dichosa cena, que no tenía intención de criticar, pero no quería exponer a Dave a

las miradas de todos, como hacían siempre, ella nos mandó nuevamente a hacer

mandados, cosa que me agobiaba. Aunque estaba con Dave, así que esa era la mejor

parte.

—Dave, mamá quiere que vayamos a comprar las frutas para su pastel. Y tenemos

que ir a buscar a Sam y… —me quedé en silencio, no quería hacerlo sentir mal con el

recuerdo aquél aunque haya sido un error.

—Sí, entiendo —dijo y rió tímidamente—. Supongo que sabes la historia.

—Abby me contó todo, estabas ebrio, eso lo recuerdo perfectamente. Y sé honesto,

ambos sabemos que no eres muy tolerable al alcohol.

—Sí, demasiadas verdades por hoy. Pero aquí hay otra verdad —me tomó por la

cintura y me atrajo hacia él como una brisa en el mar, lo abracé y dijo—: No te

cambiaría por nada y lo sabes. Ya te lo he dicho. —Luego me besó la frente para seguir

con mis labios.

—Claro que lo sé tonto, además Eva es una idiota — él se limitó solo a reír con

aquel pequeño enojo mío—. Vamos antes de que cierren las tiendas y mamá se enoje

por sus frutas.

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Fuimos al centro y bajamos a comprar las cosas que eran necesarias, luego

esperamos a Sam y Eva que llegaban en el tren de las ocho, si hubiesen tomado el

autobús quizá llegaban más rápido. ¡Dios! sabía que si se ponía pesada con Dave yo iba

a propiciarle una buena golpiza, no me importaba quedar mal con nadie, sólo me

encargaría de mantener mi armonía con el hombre de mi vida.

Después de esperar por más de media hora llegaron. Yo me encontraba tomada de la

mano de Dave, pero en cuanto vi a Sam, salí disparada para abrazarlo.

— ¡Hace tanto no te veo Sammy!—me exalté.

—Demasiado, como han pasado los meses.

Se aferró a mí con delicadeza.

Lo solté ligeramente y miré a Eva con el mayor de los desagrados para decirle un

"hola" tajante y sin ganas, a lo que ella respondió con sus " hola primita linda ¿Cómo

has estado?" Tan falsa como siempre. Se quedó mirándome por unos segundos hasta

que noté que desvió su mirada al coche de Dave, él se encontraba mirándome a mí y ella

a él, entonces dijo:

—Esta fiesta va a ser interesante— se acercó hacia él y lo saludó con un beso en la

mejilla (bastante cerca de sus labios), lo que me hizo poner muy furiosa, no por el beso,

sino por su actitud. La odiaba—. ¡Dave! Mírate, estás tan hermoso como la primera vez

que te vi. Tan radiante y sexy. —Él me miraba esperando a que yo dijese algo y

naturalmente yo esperaba que él hablara. Lo único que se me ocurrió fue subirme al

automóvil y todos hicieron lo mismo. Intentaba calmarme porque sabía que él no tenía

la culpa de nada, ni de que Eva fuese una perra. Cerré los ojos, respiré profundo y me

preparé para una larga e incómoda velada.

—Ahora lo que no entiendo —dijo Sam como retomando una conversación que

nunca existió—. ¿Qué se supone que celebramos?

Esa era mi jugada, lo que mamá celebraba era su familia en si. Ya vería la cara de

Eva cuando yo dijese que salía con Dave, se pondría pálida como una cebolla y agria

como dulce vencido. Le iba a ganar en su propio juego a la muy…

—Me legra que hagas esa pregunta Sam —dije sonriente—. Lo que mamá esta

celebrando con esta gran cena… —me giré hacia ellos abrazándome al respaldo del

asiento y miré fijamente a la pequeña zorra—. Lo que mamá celebra es que su familia

por fin está completa, ya sabes… Mark con Julie, Abby y Jack…

— ¿Y tú? —me lanzó con desagrado la muy imbécil, le hice un gesto de aprobación

y sus ojos se abrieron de par en par como diciendo, es imposible—. No me digas, la

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solitaria y arrogante Irene tiene un raro noviecito. De seguro debe de ser uno de esos

que parecen alienígenas.

— ¡Eva!—exclamó con enojo Sam, él era tan diferente y bueno. Lo adoraba

demasiado.

—No te preocupes Sammy, no me molesta —me volví hacia ella—. Sí, la solitaria y

arrogante Irene, tiene novio ¿Algún problema, prima?

—No, claro que no. Pero cuéntanos… ¿Quién es des… digo afortunado muchachito

que se echó al pozo?

Me limité a no decir nada, sólo la miraba sonriente y eso la hizo enojar aún más.

— ¿Entonces? ¿Quién es? —insistió.

—Lo estás viendo, Eva— dije y a la vez acaricié el cabello de Dave. Ella me lanzó

una mirada aterradora, pensé que iba a saltar y matarme por los gestos de su rostro, pero

no fue así, solo dijo:

—Hummm... mira. Creí que lo odiabas, bueno eso me dijo Abby el día de la fiesta

— el resentimiento y los celos brotaban por sus poros, se podría decir que se estaba

poniendo verde de la envidia. Me giré en el asiento nuevamente.

—El pasado ya pasó, no existe ¡se fue! Pero ahora estoy enamorada y eso es lo

importante querida Eva. Quizá algún día te suceda algo parecido.

—Yo también creí que no se llevaban bien—dijo Sam—. Pero si tú lo dices… —

miró de reojo a su hermana para poder contemplar su mirada de arrogancia total—. …

Bien por ustedes…

—Gracias Sammy, siempre dije que eres mi favorito.

No dijimos nada más hasta llegar a la casa. Bajamos del auto y entramos a la sala.

Eva nos miraba con resentimiento y ni siquiera sé porqué, ya que ella le había dicho a

Abby que no quería nada serio con Dave, de todas formas no iba a permitir que se le

acercase porque era muy peligrosa.

Una vez que todo estuvo arreglado, la mayoría nos sentamos en la mesa para cenar.

Estuvimos más de dos horas allí celebrando, por decirlo de alguna manera, la familia

completa de mamá.

— ¿Y entonces? —Dijo una de las amigas de mamá que estaba allí y que todavía no

logro entender porqué—. ¿Cómo llegaron a quererse tanto chicos?

—Bueno… —comenzó Dave, pero lo interrumpí de inmediato.

—Necesitábamos tiempo para conocernos —sonreí con falsedad—. Todo lo que los

ajenos digan ya no importa.

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—Claro—añadió él.

—Esta bien, niños —. ¿Por qué nos decía niños aquella mujer? No lo éramos, para

nada—. Mientras sean felices…

Durante toda la cena, la mayoría seguía preguntando sobre Dave ya que conocían

bien a Jack y al parecer Jamie no le gustaba mucho a nadie, si la mirabas por primera

vez te daba la sensación de que era una chica de mundo, una roba novios o maridos.

Aunque siendo honesta ella era una gran chica y muy buena, pero lo más importante era

que quería mucho a Mark, hasta llegué a oír que a principios del próximo año se irían a

vivir juntos al centro de la ciudad. Así como luego lo anunciaron, eso y algo más… Yo

quería a Scar, pero Erik era lo mejor para ella y siempre se los veía muy felices.

—Quiero agradecer por tener a mi familia toda unida —dijo mamá levantándose y

alzando una copa—. Mis tres hijos son felices y eso es muy importante para mí. Sé que

dentro de unos años cada uno tomará su camino y ya no estarán en casa y… voy a

extrañarlos mucho… —unas lágrimas comenzaron a surgir se sus ojos, tan parecidos a

los míos—. En verdad voy a extrañarlos niños. Y tú Mark… —dijo mirando directo

hacia él y a Jamie—. Gracias hijo…

No entendíamos mucho a lo que se refería con eso de gracias, ya que sólo se lo dijo a

él y no a nosotras. Mark se levantó y mirando a cada uno de la familia comenzó a hablar

sobre lo feliz que habían sido todos estos años junto a nosotros, como si fuese a morir o

algo parecido, lo cierto era que no se refería a eso.

—Escuchen —dijo Mark logrando que todos captasen su atención—. Hay algo que

quiero decirles, algo que me hace muy feliz… —bien ya era oficial iban a irse a vivir

juntos, bien por ellos y por mi, tendría su habitación—. Ven cariño—levantó a Jamie y

ella comenzó a llorar, ¿Tanta felicidad por ello? Luego entendí—. Tengo el agrado de

informarles que: me han ascendido como uno de los comandantes notables de la Real

Fuerza Aérea. —Todos aplaudieron—. Segundo…—hizo una pausa y sonrío—. Esto es

más importante… Jamie y yo… vamos a ser padres. — ¿Qué? Era demasiado pronto,

todos se sobresaltaron y comenzaron a murmurar sobre ello. Los únicos que sonreían

eran mamá y papá que dada las circunstancias era evidente que ya lo sabían, pero ni

Abby, ni yo, ni el resto de la familia estaba al tanto del nuevo y pequeño integrante, él

sería el único Dempsey que heredaría el apellido, estaba feliz, no voy a mentir me sentía

algo confundida ya que todo era nuevo. Un bebé, un pequeño más, pero si aquello era lo

correcto, ¿Por qué no alegrarme? ¿No? Ciertamente estaba feliz, por ambos, por los tres.

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Alrededor de las once de la noche, muchos ya se habían ido, y los que no, se

quedaron tomando café con mamá en la sala, yo también estaba allí, pero me cansé de

las preguntas y fui hasta el cuarto. Abby estaba acomodando algunas de sus cosas para

reordenarlas cuando Mark se fuera de la casa.

— ¿Te vas a ir tu? —le pregunté mientras observaba algunas cadenas de plata que

tenía sobre la mesa.

—Sí, aquí hay más cosas tuyas que mías, además la habitación de Mark es más

grande. A menos que tú la quieras —se giró hacia mí con una sonrisa un tanto

diabólica—. En ese caso deberíamos luchar.

Comencé a reír. Abby me miró con una sonrisa que escondía algo más que felicidad,

como si estuviese a punto de estallar su corazón.

— ¿Qué te sucede? —Le pregunté pero no dijo nada, sólo frunció los labios y me

miró con su antigua mirada de niña, la que hacía cuando quería algo o estaba triste—.

¿Abby?

— ¿Cómo el tiempo puede pasar tan rápido Irene? Ayer Mark y yo íbamos a la

escuela, juntos, bromeábamos en el camino y de vez en cuando nos peleábamos… Pero

hoy — volvió a sonreír amargamente—. Él va a ser papá, papá…

—El tiempo pasa rápido —le estiré un brazo y me abrazó muy fuerte. La ida de

Mark sí le había afectado. Claro, Mark se llevaba tan solo dos años.

—Creo que esto es peor que cuando iba al ejército.

—Pero es feliz, y debemos agradecer eso Abby.

—Lo sé…

Abby logró llorar un poco, hacía mucho tiempo no la veía así de angustiada, hasta

había creído que no era capaz de producir sentimiento alguno. Obviamente la ida de

Mark la había tocado, más que a cualquiera en la casa.

Unas tres semanas después, Mark ya se había marchado y junto con Jamie vivía en

una hermosa casa que había comprado con sus ahorros. No era grande, pero sí bonita,

quedaba a sólo treinta cuadras de la nuestra. Tenía dos dormitorios, una cocina, una

pequeña sala y un jardín delantero lleno de flores. La habitación del bebé todavía no

estaba lista ya que no se sabía aún si iba a ser una niña o un niño, yo prefería una niña.

Heredaría muchas cosas mías y de Abby. En cuanto a ella, bueno, dejó de portarse como

una holgazana, en el mejor de los sentidos, y decidió inscribirse en la universidad para

el próximo año. Sentía que podía hacer mucho y dentro de ello, descubrió que quería ser

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cineasta; bueno ciertamente no me la imaginaba así, supongo que era la edad, todos

habíamos crecido mucho ese último año.

En cuanto a Dave y a mí. Nos separamos y decidimos salir con otras personas ya que

últimamente no nos llevábamos bien. No, mentira. No lo dejaría por nada del mundo. Él

era mío y yo era suya.

En fin, nosotros seguimos como siempre, saliendo por aquí, por allí y sin más peleas,

ya que no eran necesarias, no después de todo lo que habíamos pasado. En una ocasión

dijo que el próximo año, si mamá me dejaba, iríamos a Alemania a ver a su familia. De

seguro lo extrañarían demasiado.

Durante aquellos meses descubrí la belleza del amor, algo que creía haber imaginado

con Adrien, pero que no fue tal. Lo que más agradezco de este año es haber sentido todo

lo que sentí y mucho fue gracias a Scar, humm, ella siempre estuvo allí para oírme

quejar de Dave y luego para contarle lo maravilloso que lo encontraba. Nunca se quejó

de mí y la amé por eso y por todo. En cuanto a ella, seguía saliendo con Erik y hacían

una pareja muy perfecta, eran idénticos si se los conocía a ambos. Además se amaban,

era evidente que él estaba loco por ella.

Finalmente llegó la navidad, todos estábamos allí reunidos, sin excepción y cuando

digo todos es todos. Mamá, papá, Mark, Abby, Jamie, Scar y sus padres, Sam, la idiota

de Eva, todos los tíos y tías nuestros, Erik, Jack con sus padres y yo. Parecíamos una

gran familia de película. A nuestro alrededor la casa completamente decorada con

adornos navideños, un enorme árbol en la sala que daba un aspecto sumamente cálido.

Mientras me encontraba sentada junto al gran ventanal, Dave se acercó a mí para

abrazarme y yo también lo hice.

—Fue un gran año y sólo nos queda una semana…

—Sí —dije acariciando su frente—. Fue el mejor de todos, ¿crees que los próximos

serán como este? —estaba preocupada por lo que venía más adelante.

—Claro que sí, cariño, tenemos todo lo que necesitamos, amor…

—Tienes razón. Solo me preocupaba un poco. Pero si tú lo dices, no hay porque

preocuparse.

—Ven—dijo intentando levantarme, pero yo no quería—. Ven que quiero darte algo.

— ¿Acaso es mi regalo? Porque si es eso claro que lo quiero —Dave me sonrió y lo

besé—. Feliz Navidad vida mía…—añadí antes de irnos.

—Te amo… y… Feliz Navidad para ti también.

— ¿Qué es esto?—dije al tomar la enorme caja forrada de seda azul.

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—Es para ti, cielo. Ábrelo, vamos.

—No debiste… Ahh…— Al abrir esa gran caja encontré un hermoso vestido azul

marino, uno de mis colores favoritos, era completamente perfecto, de escote corazón y

un lindo moño que caía en la cintura, no había visto algo tan bonito en la vida. Debía de

haberle salido carísimo ya que hasta la caja era hermosa. Se veía tan elegante, me

encantaba, me encantaba demasiado—. Gracias cariño —dije abrazándolo—. Ahora me

dan pena los suéteres que te regalé.

—Soy muy bonitos Irene, no digas eso.

—Pero esto es demasiado ¿Por qué lo hiciste? —Enseguida guardé el vestido en la

caja y lo dejé junto a mi sofá.

—Nada es demasiado para ti —dijo sonriendo y mirándome fijo con aquellos ojos

hermosos, sus ojos tan hermosos y dulces como la miel que tanto había logrado amar—.

Mientras pueda comprarte todo lo que mereces, lo voy a hacer. Créeme.

Les enseñé a todos mi vestido y les encantó, iba a usarlo para año nuevo y quizá para

el cumpleaños de Dave que no tardaría en llegar.

Después de la medianoche, Abby, Scar, Jack, Erik, Dave (¡Dios eran muchos!) y yo,

decidimos ir a dar unas vueltas por la ciudad para terminar de festejar. Así que Dave nos

llevó cerca la riviera, donde muchas personas estaban allí festejando con sus copas y sus

obsequios. Él miraba las estrellas y murmuraba algo que no lograba entender, aunque

luego supuse que era lo que hacia. Tomé su mano y nos quedamos allí mirando los

juegos de artificio.

—Los extrañas ¿Verdad? —dije susurrando.

—Lo sabes todo, cariño. Sí, sí, los extraño demasiado. Pasó casi un año y necesito

estar junto a ellos, pero tampoco quiero alejarme de ti. No ahora.

—Podemos ir en las vacaciones —técnicamente se lo estaba confirmando, él me lo

había preguntado y lo le había dicho que le preguntaría a mamá, lo hice, y me dijo que

sí—. ¿Qué dices?

— ¿Lo dices enserio? —su rostro denotaba la felicidad que sentía, y eso me hacía

sentirme feliz a mi también—. ¿Vendrás conmigo? Irene…

—Claro que sí, amor, iré contigo. Además no te dejaría al acecho de esas

alemanas—ambos reímos.

— ¡Gracias Irene, gracias! En verdad… te… me siento muy feliz. ¿Y sabes que? Ya

que vamos a Europa, iremos también a no sé… Italia… París, todo queda cerca, e ido

miles de veces, pero esta ocasión será diferente, será mejor. Te lo aseguro.

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—Cualquier lugar es hermoso contigo a mi lado Dave. Cualquier cosa…

Estaba ansiosa por el futuro que teníamos por delante, pero todo iba a ser perfecto si

estábamos juntos.

Fin