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¿CAMBIO DE ESCUELA COMO ESTRATEGIA DE INCLUSIÓN? Un estudio de caso de un proyecto de inclusión en la Ciudad de Buenos Aires Flavia Valdés Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires. Facultad de Ciencias Humanas. Centro Educativo Digital. Licenciatura en Ciencias de la Educación Directora: Daniela Urdampilleta 24 de Junio del 2020. Bogotá, Colombia

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¿CAMBIO DE ESCUELA COMO ESTRATEGIA DE

INCLUSIÓN? Un estudio de caso de un proyecto de inclusión en la

Ciudad de Buenos Aires

Flavia Valdés

Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos

Aires.

Facultad de Ciencias Humanas.

Centro Educativo Digital.

Licenciatura en Ciencias de la Educación

Directora: Daniela Urdampilleta

24 de Junio del 2020. Bogotá, Colombia

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Dedico esta Tesis a Joaquín, mi compañero de vida, por su incondicionalidad y apoyo.

A mi mamá, papá, hermana, sobrina y abuela por su fe y cariño a la distancia.

A mi directora de tesis, Daniela Urdampilleta, por su paciencia, su guía y generosidad de

poder aprender de y con ella.

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3

ÍNDICE GENERAL 1. Introducción 4 1.1. Problema de investigación 4

1.2. Justificación 4 1.3. Preguntas de investigación 4 1.4. Objetivos 5 2. Panorama pasado y actual de la Educación Especial 6

2.1. Recorrido histórico de la discapacidad 7 2.2. La inclusión educativa en el marco del modelo social de la discapacidad 9 3. Educación Especial en la Argentina 13

3.1. Inclusión en la Argentina 15 3.2. Controversias actuales con respecto a la inclusión-integración 16 3.3. Procesos de exclusión-inclusión en la escuela actual 17 4. El legajo escolar 22

5. Marco legal de la inclusión en la Argentina 25 5.1. Trayectorias Educativas Integrales 26 5.2. Resolución para los proyectos de inclusión en la CABA 26

5.3. Conformación de los proyectos de inclusión 27 6. Educación Especial e inclusión en la CABA 29 7. Marco metodológico de la investigación 34 8. Caracterización de la escuela N.º 7 a la que asistió el alumno 36

9.Las miradas de las involucradas. Dimensiones de análisis de las entrevistadas 38 9.1. Lo institucional 38 9.2. Lo áulico 44

9.3. El maestro integrador 47 9.4. La familia 49 10. El caso de José. ¿Inclusión que excluye? 52 10.1 El legajo escolar 52

10.2. Trayectoria escolar de José 53 11. Discusión en torno al cambio de escuela 58

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12. Conclusiones 61 13. Bibliografía 65

14. Anexos 72 14.1 Perspectiva de la inclusión 72 14.2. Legajo del alumno 73

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1. INTRODUCCIÓN

1.1. Problema de investigación

El cambio de institución en el marco de los proyectos de inclusión, ¿una nueva forma de

exclusión?

1.2. Justificación

La Ley de Educación Nacional N.° 26.206 regula el ejercicio del derecho de enseñar y de

aprender a lo largo y a lo ancho de nuestro país. A su vez, está consagrado por la

Constitución Nacional y los tratados internacionales incorporados a ella. En su artículo 11,

considera fundamental garantizar la inclusión educativa a través de políticas universales y

de estrategias pedagógicas y de asignación de recursos que otorguen prioridad a los

sectores más desfavorecidos de la sociedad.

A pesar del extenso marco normativo y la popularidad que ha ganado el concepto de

inclusión en nuestro país (Sinisi, 2010), aún nos queda mucho por revisar. Terigi (2009)

afirma lo siguiente:

“las posibilidades de aprender de los niños dependen cada vez menos de las

capacidades que supuestamente portan (o les faltan), y más de las particularidades

de la situación educativa, de las situaciones pedagógicas en que tiene lugar su

escolarización. Es el sistema educativo el que debe encontrar, definir y producir las

condiciones pedagógicas para el aprendizaje de todos.” (pp 14-15)

En el marco de esta complejidad la presente investigación trabaja sobre las posibles formas

de exclusión de la Escuela Primaria. Para ello, se abordará el tratamiento llevado adelante

en un caso de inclusión en la Escuela N.° 7 “Marco Sastre” de la Ciudad Autónoma de

Buenos Aires (CABA) durante el periodo 2016-2018, tomando como eje la potencialidad de

que hubiera un caso de exclusión.

Específicamente, la mirada se centrará en la sugerencia del cambio de institución en los

proyectos de inclusión que se realizan en esta escuela. ¿Estamos en presencia de una

forma de exclusión al sugerir a la familia que cambie al niño de escuela? Esta estrategia,

¿se enmarca en Ley de Educación Nacional (LEN) N.° 26.206 y en la Resolución de la

Ciudad Autónoma de Buenos Aires N.° 311/16? ¿Pudo enmarcarse dicha sugerencia en la

LEN para asegurar las condiciones de igualdad, respetando las diferencias entre las

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personas sin admitir discriminación de género ni de ningún otro tipo? ¿Es el cambio de

institución una estrategia válida en el marco de la inclusión? ¿Puede la escuela no

adecuarse a trabajar con niños que requieran una forma distinta de abordar el contenido?

Estos son algunos de los interrogantes sobre los que se reflexiona en este trabajo.

1.3. Preguntas de investigación

• ¿Cuáles son y cómo genera la escuela los proyectos de inclusión?

• ¿Cuáles son las estrategias que se implementan?

• ¿Cuáles son los factores que se tienen en cuenta a la hora de pensar el cambio de

institución?

• ¿Quiénes son los actores involucrados en dicha estrategia?

• ¿Cuáles son las representaciones que tienen los actores sobre la inclusión? ¿En qué

modelo se fundan?

• ¿Cuál es el nivel de conocimiento del marco normativo que tienen los involucrados?

1.4. Objetivos

• Analizar las estrategias implementadas por la institución elegida.

• Describir el funcionamiento y el modo de implementación de los proyectos de inclusión de

la institución.

• Comprender el posicionamiento de la escuela al sugerir dicho cambio en un caso en

particular.

• Dar cuenta del marco normativo del que la escuela es parte.

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2. Panorama pasado y actual de la Educación Especial

Pensar en la inclusión1, en la actualidad, implica sumergirse en una de las “categorías

estrella” (Sinisi, 2010: 1) de toda política social y programas educativos elaborados por

organismos internacionales –fundamentalmente, UNESCO y UNICEF– que pretenden

generar un cambio en las instituciones educativas y crear las condiciones para que se

revierta la situación de grupos que quedaron por fuera de estas.

En este estudio en particular, se trabajará con el alumno de Educación Especial inmerso en

el sistema de la Educación Común. Esta figura ha ido cambiando a lo largo de los años en

función del contexto histórico y de la realidad local. Por ello, será necesaria una construcción

diacrónica de dicho fenómeno hasta la actualidad.

Como se desarrollará en las páginas siguientes, el sujeto destinatario de la Educación

Especial, centrada en la condición de discapacidad, sufrió el pasaje a una concepción más

amplia organizada a partir de la noción de necesidades educativas especiales (Di Pietro y

otros, 2012). Esta idea remite a pensar no solo en aquellos niños con discapacidad, sino,

también, en todos los que requieren de un acompañamiento particular para lograr una

experiencia educativa satisfactoria en la escuela común.

A nivel local, el uso de la palabra inclusión aparece tanto con la sanción de la Ley de

Educación Nacional N.° 26.206, promulgada en el año 2006, como en múltiples programas

desarrollados por el Ministerio de Educación de la Nación. Específicamente, la Ciudad

Autónoma de Buenos Aires se rige por la Resolución N.° 311/162, que enmarca dichos

proyectos de inclusión en un modelo social de discapacidad y permite el acceso a la

participación, la comunicación y el aprendizaje de los estudiantes.

A pesar del uso casi cotidiano del término en el ámbito educativo y el extenso marco legal,

desde el ámbito teórico y práctico persisten contradicciones y dicotomías con relación al

binomio inclusión-exclusión. Autoras como Norma Filidoro (2003), Liliana Sinisi (2009) y

María Elizabeth Guglielmino (2013) manifiestan la necesidad de repensar la situación de los

alumnos incluidos en las escuelas y sus experiencias cercanas a la exclusión. Las autoras

destacan una serie de elementos que manifiestan la exclusión dentro de los procesos de

inclusión, tales como la maestra integradora, el salón de apoyo, las adecuaciones, entre

otros, que se abordarán en dicho trabajo.

1 La UNESCO la define como: “proceso que ayuda a superar los obstáculos que limitan la presencia, la participación y los logros de todos los estudiantes”. Guía para Asegurar la Educación y la Inclusión. 2017, (p. 17) 2 Promueve los proyectos de inclusión en todos los niveles educativos, la enseñanza a lo largo de la vida y la participación efectiva en la sociedad de las personas con discapacidad.(p. 1)

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En consecuencia, nos preguntamos: ¿fue suficiente el cambio de denominación –integración

por inclusión– para que se modifiquen las prácticas?

Para comprender esta interrogante se analizará un caso en una escuela Primaria de la

Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Se trata de un alumno que realizó desde el Nivel Inicial

hasta 3.º grado en dicha institución y luego, por sugerencia del personal docente y directivo,

se le dio el pase a otra escuela con “menos exigencia”3.

En esta institución en la cual el niño lleva adelante sus primeros años de escolaridad, la idea

de inclusión aparece de forma recurrente, pero ¿se puede hablar de inclusión si la situación

derivó en la salida del niño de la escuela? ¿Se ejercen prácticas excluyentes dentro de los

proyectos de inclusión?

Así, el abordaje tendrá como objetivo describir las estrategias de los proyectos, comprender

los posicionamientos de las personas involucradas en ellos, examinar el conocimiento sobre

el marco normativo, entre otros. Este trabajo constará de dos partes, por un lado, la

investigación bibliográfica y documental para poder contextualizar los proyectos de inclusión

en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Por otro lado, un abordaje cualitativo que implique

adentrarse en el ámbito escolar.

Asimismo, se realizarán seis entrevistas a los miembros de la comunidad educativa que

estuvieron involucrados en el caso y en la decisión del cambio de institución. La información

obtenida se triangulará con el legajo del alumno para recabar nuevos datos y cotejarlos con

la realidad, para de este modo poder comprender el cambio de institución como práctica de

inclusión o de exclusión.

2.1. Recorrido histórico de la discapacidad Como afirma Valentina Velarde Lizama (2011), el patrón de ordenamiento cronológico que

siguen los estudiosos de la discapacidad distingue tres modelos que coinciden, a grandes

rasgos, con tres periodos históricos: el modelo de prescindencia, característico de la

Antigüedad y el Medioevo; el modelo médico o de rehabilitación, propio de la primera mitad

del siglo xx; y el modelo social, surgido a partir de la década de los sesenta del siglo pasado

y cuyos parámetros intentan impregnar la mirada actual. Modelo de prescindencia: Fue la actitud propia de la Antigüedad y la Edad Media. Ya sea

por haber recibido un castigo de los dioses o bien por considerarse que las personas con

discapacidad no tenían nada que aportar a la comunidad, se asumía que sus vidas carecían

3 La cita corresponde a la vicedirectora de la institución

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de sentido y que, por lo tanto, no valía la pena que las vivieran. Según Agustina Palacios

(2008), este modelo se explicaba a partir de dos presupuestos: 1. La causa de su

discapacidad se debía a un castigo de los dioses por un pecado cometido generalmente por

los padres de la persona con discapacidad, o bien una advertencia de la divinidad que –a

través de una malformación congénita– podía estar anunciando que la alianza ancestral se

había roto y que se avecinaba una catástrofe. 2. Partía de la idea de que el discapacitado no

tenía nada que aportar a la sociedad, que era un ser improductivo y, por consiguiente,

terminaba transformándose en una carga tanto para sus padres como para la misma

comunidad(citado en Velarde Lizama, 2011, pp 124).

A raíz de la condición de castigados e innecesarios que rotulaba a los discapacitados,

surgieron dos consecuencias que dieron origen a dos submodelos dentro del modelo de

prescindencia: el eugenésico –en el mundo griego– y el de marginación –propio del

cristianismo– (Toboso y Arnau Ripollés, 2008). La introducción y la expansión del

cristianismo produjo un cambio importante en la situación de los discapacitados, ya que se

comenzó a condenar el infanticidio. De ahí que el Medioevo haya sido prolífero en asilos y

hospitales donde eran cuidados los niños con diversidades funcionales que sus padres

habían abandonado.

Según Martín Toboso y María Soledad Arnau Ripollés por menosprecio o por miedo, la

exclusión fue la respuesta social hacia la discapacidad (2008, p. 67).

Modelo médico o rehabilitado: A principios del siglo xx, a raíz de la Primera Guerra

Mundial y de la introducción de las primeras legislaciones en torno a la seguridad social, el

concepto de discapacidad asistió a un cambio de paradigma. Los impedimentos físicos y

mentales dejaron de ser considerados castigos divinos y comenzaron a entenderse como

enfermedades que podían recibir tratamientos, lo que hizo que no fuera necesario marginar

de la sociedad a personas aquejadas de alguna dolencia.

Según Velarde Lizama (2011, pp 123-126) este modelo se basó en dos presupuestos: uno

relacionado con las causas de la discapacidad y el otro con el rol de la persona en la

sociedad. En primer lugar, las causas de la discapacidad ya no eran religiosas sino

científicas y, en segundo lugar, las personas con discapacidad dejaron de ser consideradas

inútiles respecto de las necesidades de la comunidad y, siempre que fueran rehabilitadas,

podían tener algo que aportar.

Vemos así cómo, al cambiar las causas de la discapacidad, se modifica su concepción y su

tratamiento; pues al entenderse como una deficiencia biológica con causa científica, la

diversidad funcional no solo puede ser curada sino, además, prevenida. Agustina Palacios ()

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considera que el objetivo del modelo médico era o bien curar a la persona discapacitada, o

bien modificar su conducta con el fin de esconder la diferencia y, de ese modo, incorporarla

a la sociedad.

Las críticas hacia este modelo apuntan a que el tratamiento se lleva a cabo a través de la

institucionalización que, la mayoría de las veces, termina transformándose en una instancia

de marginación y de maltrato. A su vez, se ha reprochado a este paradigma el hecho de

contribuir a la creación de una identidad en la que el discapacitado se delimita por su

enfermedad. De esta manera, se definió a las personas a partir de parámetros de

normalidad, lo que queda de manifiesto especialmente en el lenguaje: así se habla –por

ejemplo– de inválido o de minusválido al referirse a las discapacidades físicas o sensoriales,

y de subnormal cuando se intenta catalogar una diversidad psicológica o mental.

Modelo social de la diversidad funcional: Este postula que la discapacidad no es un

atributo personal, sino que se expresa socialmente por la presencia de ámbitos que no

permiten el acceso a las personas con condiciones distintas. En lugar de entender la

discapacidad como una carencia de la persona que se debe remediar en pos de su

inserción, se pasa a mirar las deficiencias como un producto social, resultado de las

interacciones entre un individuo y un entorno no concebido para él.

Agustina Palacios (2008, p 103) describe el modelo social como aquel que considera que el

aporte que las personas con dificultades intelectuales pueden hacer a la sociedad se

encuentra íntimamente vinculado con la inclusión y la aceptación de la diferencia. Por medio

de este paradigma y de los avances legislativos, se pretende que la discapacidad sea

valorada como parte de la diversidad humana. Esto propone que toda vida humana se

entienda de igual valor en dignidad, pudiendo así tomar las decisiones que le afecten en lo

que se relaciona a su desarrollo como sujeto moral. La citada autora propone que las

personas gocen del derecho a participar plenamente en todas las actividades económicas,

políticas, sociales y culturales, del mismo modo que sus semejantes. En otras palabras, se

reclama una igualdad inclusiva de la diferencia. (Palacios, 2008, p.143)

La Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad (CDPD)

se basa en el modelo social, ya que establece que:

“la discapacidad es un concepto que evoluciona y que resulta de la interacción entre las

personas con deficiencias y las barreras debidas a la actitud y al entorno que evitan su

participación plena y efectiva en la sociedad, en igualdad de condiciones con las

demás” (ONU, 2006, p.1).

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2.2. La inclusión educativa en el marco del modelo social de la discapacidad El modelo social es originario de los Estados Unidos, en la década de los sesenta, a raíz del

movimiento de vida independiente. Este considera que las causas que motivan la

discapacidad no son ni religiosas, ni científicas, sino que son, en gran medida, sociales

(Maldonado, 2013). Advierte que la discapacidad radica en la propia sociedad y nunca en la

persona, y sostiene que aquello que pueden aportar a la sociedad estas personas se halla

estrechamente vinculado con la inclusión y la aceptación de la diferencia (Heras García,

2010).

Según los defensores de este modelo, no son las limitaciones individuales las raíces del

problema, sino las limitaciones de la propia sociedad para prestar servicios apropiados y

para asegurar adecuadamente que las necesidades de las personas con discapacidad sean

tenidas en cuenta dentro de la organización social. Agustina Palacios (2008) destaca la idea

de que de este modo no elimina el problema, sino que se lo sitúa dentro de la sociedad.

El modelo social adopta un enfoque de derechos. Considera que la interacción entre el

individuo y el contexto es la que termina por establecer la magnitud de la discapacidad de la

persona, la familia y la sociedad. Partiendo de la premisa de que toda vida humana es

igualmente digna, desde el modelo social, se sostiene que lo que puedan aportar a la

sociedad las personas con alguna dificultad se encuentra íntimamente relacionado con la

inclusión y la aceptación de la diferencia (Palacios, 2008).

Dentro del modelo social, en la década del setenta, surge el discurso de la normalización.

Esta se entiende como la utilización de los medios normativos para asegurar que las

condiciones de vida del sujeto con discapacidad sean iguales a las de aquellos que no la

tienen (Maldonado, 2013). Este principio se normativiza con el Informe Warnock en 1978, en

el Reino Unido. En este documento se manifiesta que "todos los niños deben a asistir a la

escuela ordinaria de su localidad, sin posible exclusión" (Rubio Jurado, 2009). A su vez,

aparece el concepto de necesidades educativas especiales y el rol que tiene la Educación

Especial para satisfacer aquellas necesidades educativas de un niño con objeto de

acercarse al logro de estos fines (Tejada Rodríguez, Blázquez Entonado y Cubo Delgado,

2007).

En 1994, en la Declaración de Salamanca y el marco de acción para las necesidades

educativas especiales, más de trescientos participantes, en representación de 92 gobiernos

y 25 organizaciones internacionales, examinaron los cambios fundamentales en las políticas

que se necesitaban implementar para promover el planteamiento de la educación inclusiva,

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con lo que se posibilitaría que las escuelas atendieran a todos los niños y, en particular, a

aquellos con necesidades educativas especiales. Por lo tanto se estipuló que:

… las escuelas deben acoger a todos los niños, independientemente de sus condiciones físicas, intelectuales, sociales, emocionales, lingüísticas u otras.

Deben acoger a niños discapacitados y niños bien dotados, a niños que viven en

la calle y que trabajan, niños de poblaciones remotas o nómadas, niños de

minorías lingüísticas, étnicas o culturales y niños de otros grupos o zonas

desfavorecidos o marginados (UNESCO,1994, p.59).

En la Declaración de 1994, se afirmó que las escuelas comunes con orientación integradora

son el medio más eficaz para combatir las actitudes discriminatorias, crear comunidades de

acogida, construir una sociedad integradora y lograr la educación para todos; además,

proporcionan una educación efectiva a la mayoría de los niños y mejoran la eficiencia y, en

definitiva, la relación costo-eficacia de todo el sistema educativo (UNESCO, 1994,p16).

En el año 2003, mediante el documento conceptual de la UNESCO llamado “Superar la

exclusión mediante plateamientos integradores de la educación”, aparece la idea de la

inclusión como un proceso que permite tener debidamente en cuenta la diversidad de las

necesidades de todos los niños, jóvenes y adultos a través de una mayor participación en el

aprendizaje, las actividades culturales y comunitarias, así como reducir la exclusión de la

esfera de la enseñanza y dentro de esta, y, en último término, acabar con ella. Entraña

cambios y modificaciones de contenidos, enfoques, estructuras y estrategias basados en

una visión común que abarca a todos los niños en edad escolar y la convicción de que

corresponde al sistema educativo ordinario educar a todos los niños y las niñas.

En el año 2006, con el apoyo de la Convención de los Derechos de las Personas con

Discapacidad (ONU, 2006,p.1), lo que se establece es que la educación inclusiva es un

derecho positivo que, por ello, obliga a las autoridades a crear las condiciones para su

disfrute efectivo, y remover las circunstancias y los obstáculos que impidan su ejercicio, ya

que, de lo contrario, estaríamos ante situaciones de discriminación.

Las Orientaciones para la inclusión (UNESCO, 2006) ilustran las etapas que marcan el paso

de la exclusión a la inclusión en la educación. En la primera, se rechaza de plano tener en

cuenta el problema (exclusión). En una segunda etapa, si bien se tiene en cuenta la realidad

(aceptación), se considera como exterior al sistema y entonces se adoptan medidas de

segregación (que inicialmente se basan en la caridad y la beneficencia, y luego se

institucionalizan en la Educación Especial). La tercera es la de la comprensión, que

desemboca en la integración, en el marco de una educación adaptada a las necesidades

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13

especiales. Por fin, la cuarta y última etapa, que se considera como la del saber, es la de la

educación inclusiva.

En un marco de inclusión, las niñas y los niños con discapacidad deben tener las mismas

oportunidades de desarrollo que las niñas y los niños sin discapacidad, y la educación debe

tender a ser inclusiva como regla, reservándose la Educación Especial como última medida

(Palacios y Barrili, 2007,p.22).

Según Echeita y Ainscow (2010) explican que la inclusión educativa desde la perspectiva de

“los derechos” no es un paso retórico más, sino un cambio de sustantivo, ya que la inclusión

comienza a verse como un principio. Estos autores entienden la inclusión a partir de cuatro

elementos, a pesar de las diferencias locales, culturales e institucionales (2010,p32-34):

1) La inclusión es un proceso. Debe ser vista como una búsqueda constante de

mejores maneras de responder a la diversidad del alumnado, en el que los cambios

no son inmediatos y en el que se pueden generar contradicciones.

2) La inclusión busca la presencia, la participación y el éxito de todos los estudiantes. El

término presencia alude al lugar a donde asisten los sujetos. Se relaciona

íntimamente con la participación, es decir, la calidad de las experiencias junto con los

resultados de ese aprendizaje

3) La inclusión precisa la identificación y la eliminación de barreras. El concepto de

barreras es fundamental en la perspectiva de la inclusión. Estas son entendidas

como aquellas que impiden el ejercicio efectivo de los derechos, en este caso, a una

educación inclusiva.

4) La inclusión pone particular énfasis en aquellos grupos de alumnos que podrían estar

en riesgo de marginalización, exclusión o fracaso escolar. Esto implica prestar

atención fundamentalmente a aquellos grupos que presentan vulnerabilidad, y que,

siempre que sea necesario, se adopten medidas para asegurar su presencia, su

participación y su éxito dentro del sistema educativo.

Esta perspectiva implica considerar a la inclusión no como un tema marginal, sino como un

enfoque que examina cómo transformar los sistemas educativos y otros entornos de

aprendizaje, con el fin de responder a la diversidad de los estudiantes. El propósito de la

educación inclusiva es permitir que los maestros y los estudiantes se sientan cómodos ante

la diversidad y la perciban no como un problema, sino como un desafío y una oportunidad

para enriquecer el entorno de aprendizaje.

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3. Educación Especial en la Argentina

Norma Filidoro (2003), al explicar la historia de la Educación Especial en nuestro país,

señala que su recorrido fue similar al resto del mundo. Las personas con discapacidad

fueron recogidas o bien por una fe religiosa, o bien por una fe laica sin que una

fundamentación basada en criterios específicamente educativos llegase nunca a

predominar.

Tres elementos serían paradigmáticos con respecto a la Educación Especial, según esta

autora. En primer lugar, el enfoque médico se impone a la concepción religiosa, aunque sin

llegar a reemplazarla; en segundo lugar, se trata de una educación paralela, absolutamente

desvinculada de la educación impartida en el sistema escolar común; por último, tiene un

carácter cerrado, se trata de una institución desvinculada de toda otra institución social y de

los lugares por los que transitan los otros, es una institución autosuficiente.

María Fernanda Santarrone y Carolina Kaufmann (2005) realizan una historiografía de la

actual modalidad en nuestro país, para la que determinan la institucionalización en 1857 con

la fundación, por parte de la Sociedad Filantrópica Regeneración, de la primera escuela para

sordos. Posteriormente, en 1887, se iniciará la educación de los niños invidentes en el Asilo

de Huérfanos y, en 1902, se crearán clases especiales en escuelas comunes para asistir a

los discapacitados mentales.

Hermosina Aguirre de Olivera, en 1910, en la revista del Consejo Nacional de Educación,

clasifica a los niños “atrasados” del siguiente modo:

a) la muchedumbre heterogénea que por su organización psíquica y física es incapaz de aprovechar los métodos comunes de enseñanza;

b) los imbéciles, idiotas, sordomudos, ciegos y epilépticos;

c) los distraídos, como prefieren llamarlos los padres, o atrasados. No son

simplemente anormales y están atacados de debilidad mental por causas múltiples

y pasajeras. Son especialmente los hijos de nuestra masa obrera, con

funcionamiento lánguido del cerebro, producto de una alimentación deficiente.

Perturban la disciplina, ocupan inútilmente un lugar en las clases comunes,

desalientan a la maestra e influyen en sus condiscípulos (Aguirre de Olivera, en Dussel, 2000: 9).

Durante este periodo, las elites de la Argentina veían amenazada la “identidad nacional”

debido a las características inesperadas que habían asumido los flujos migratorios que aún

ingresaban al país –se produjo un tipo de nacionalismo basado en la discriminación visual y

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los principios higienistas– que influyó de manera determinante en la cultura escolar

(Villalpando en Santarrone y Kaufmann, 2005). Esto derivó en “(…)prácticas destinadas a

identificar, clasificar y excluir los cuerpos marcados por los estigmas de la diferencia étnica,

sexual y económica” (Pérez, Gaviglio, Camún y Fernández, 2015, p.3). Por entonces, el

sistema educativo se encontraba dentro de la órbita de la Ley de Educación Común N.°

1420, del año 1884, destinada a impulsar dicho sistema con una perspectiva laica, gratuita y

obligatoria, siempre y cuando se tratara de la población “normal”4. Pérez, Gaviglio, Camún y

Fernández (2015) afirman que no solo las personas con discapacidad, sino cualquiera que

no se hallara dentro de la norma establecida, se encontraría fuera del circuito “común”5 (los

integrantes de pueblos originarios seguían siendo silenciados o masacrados por las políticas

públicas, los inmigrantes solían ser discriminados por sus particularidades culturales, etc.)

(p. 4).

Otros hitos históricos marcarán la progresiva conformación del campo de la Educación

Especial en el país. Así ocurre, por ejemplo, con la creación de la Inspección de Enseñanza

Diferenciada dependiente del Ministerio de Educación de la Nación, cuya función primordial

consistía en dirigir la educación integral de la niñez con cualquier tipo de discapacidad, así

como también la formación del personal docente especializado para cubrir los cargos

docentes correspondientes.

Durante la dictadura militar argentina (1976-1983), comenzó a extenderse el discurso de la

readaptación y la reeducación según las distintas capacidades. Se empiezan a utilizar

distintas denominaciones:

Se denomina discapacitado a toda persona que, por estar afectada de una pérdida, carencia o disminución, transitoria o permanente, de sus capacidades

mentales, físicas o sociales, se encuentra limitada para su realización personal e

integración social y laboral. Tal denominación incluye a:

discapacitados mentales

discapacitados físicos,

discapacitados sociales6.

En este caso, se advierte que la caracterización de “discapacitado” implica una disminución

o detrimento de alguna de sus capacidades sin especificar si esa disminución resulta de una

lesión congénita o adquirida. Tampoco se hace referencia al contexto social e histórico en

4 El entrecomillado corresponde a Pérez, Gaviglio, Camún y Fernández, 2015, p.4 5 El entrecomillado corresponde a Pérez, Gaviglio, Camún y Fernández, 2015, p.4 6 Consejo Federal de Educación, 3 de Agosto de1979. pp. 40-41 art 1 y 2.

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que los individuos afectados se desenvuelven. Solo se hace mención a las discapacidades

como atributos de las personas, sin tener en cuenta el conjunto de condiciones, muchas de

las cuales son generadas por el medio social (Santarrone y Kaufmann, 2005: 80).

En la década de los años noventa, se abandona el modelo médico y aparece una tendencia

hacia lo psicopedagógico. Entonces la legislación educativa argentina se ajustó a las

tendencias en materia de política educativa para los niños con necesidades especiales,

instando a “facilitar cuando sea posible, la integración a unidades escolares comunes de los

chicos con dificultades motoras, visuales, auditivas o mentales”7. Con vistas a la inclusión

social de los sujetos como premisa básica, comenzó a reconocerse que los sujetos con

problemas sociales requerían de una actuación social sostenida. De este modo, se adoptó,

como responsabilidad colectiva de la sociedad, la introducción de modificaciones

ambientales necesarias para la participación plena de los sujetos en todas las áreas de la

vida social.

Con el correr de los años, la educación pública logró escolarizar a la mayor parte de la

población. Con base en el Informe Warnock (1978), explicado en el apartado anterior, en

nuestro país se comienza a definir a la Educación Especial como un continuo de

prestaciones educativas (Acuerdo Marco para la Educación Especial, 1998, p.1) con lo cual

queda rebasado aquel paralelismo que caracterizaba los sistemas común y especial: el

concepto de continuo de prestaciones se opone a la concepción de dos sistemas paralelos,

pues indica que las prestaciones de la Educación Especial pueden llevarse a cabo tanto

dentro de la escuela especial como de la escuela común, y queda habilitado el pasaje de la

una a la otra, según las necesidades educativa del alumno. En el mismo sentido y con

absoluta coherencia, encontramos que, en la mayoría de los países, se establece que la

acción educativa especial debe organizarse considerando el Diseño Curricular Común como

único parámetro.

En la actualidad, contamos con la Ley de Educación Nacional N.° 26.206 (LEN), a partir de

la cual el Estado se obliga a garantizar la educación inclusiva a través de políticas

universales y de estrategias pedagógicas, como también de la asignación de recursos que

otorguen prioridad a los sectores más desfavorecidos de la sociedad. Se compromete

también a asegurar condiciones de igualdad, respetando las diferencias entre las personas

sin admitir discriminación de género ni de ningún otro tipo. La LEN Nº26.206 asegura que

los estudiantes con discapacidades, temporales o permanentes, deben recibir una propuesta

7 Ley Federal de Educación Nº 24.195. 14 de abril de1993. D.O Nº: 27632

Page 17: Un estudio de caso de un proyecto de inclusión en la

17

pedagógica que les permita el máximo desarrollo de sus posibilidades, la integración y el

pleno ejercicio de sus derechos.

3.1. Inclusión en la Argentina El movimiento integracionista surge en nuestro país en los años sesenta. María Elizabeth

Guglielmino (2013) destaca la osadía de este movimiento al interpelar y resistirse a las

tradiciones curriculares que justificaban y naturalizaban dispositivos pedagógicos

diferenciados, creados para asistir y tutelar aquella infancia considerada desviada y

anormal.

En la década del setenta, la dictadura militar que vivió la Argentina cercenó las posibilidades

de difundir experiencias integracionistas. Algunas se iniciaron desde las bases del sistema

educativo sin respaldo institucional. A partir de la apertura del gobierno democrático en los

ochenta, surge el Plan Nacional de Integración –Resolución N.° 396/87– y comienzan a

legitimarse los procesos integracionistas como política de Estado (Guglielmino, 2013: 29).

Es en la década de los noventa cuando el panorama internacional marca el rumbo en

nuestro país: se legitima internacionalmente, en diversas reformas educativas, la

configuración de dispositivos pedagógicos diseñados para dar respuestas a la integración de

sujetos considerados con necesidades educativas especiales. Esta nueva denominación y

empezar a hablar de “alumnos integrados”8 implicaba formar parte de un dispositivo

pedagógico diseñado especialmente para su integración escolar.

La autora enmarca estas políticas dentro de una serie de políticas de tinte neoliberal. En

este escenario, el Estado asume el gerenciamiento de políticas compensatorias, que

devienen de las desigualdades provocadas por las tendencias enunciadas y las nuevas

condiciones de exclusión social que estas provocan.

En el siglo XXI, la inclusión alcanza un papel central en el plano nacional e internacional. Se

transforma en un término polisémico: desde el neoliberalismo, como un eslogan vinculado a

las demandas de consumo. Pero también desde una mirada crítica hacia los dispositivos

pedagógicos que fomentan concepciones eficientistas y funcionalistas. Guglielmino (2013)

puntualiza el resurgimiento del asistencialismo, como estrategia compatible con el control

social al servicio de intereses empresariales nacionales y transnacionales. A su vez, emerge

con inusitada fuerza “la necesidad de atender a la diversidad empañando la ilusión

emancipadora y transformadora de la educación” (p. 29).

8 El entrecomillado es propio

Page 18: Un estudio de caso de un proyecto de inclusión en la

18

Dentro de este contexto, surgen posibles cambios y dilemas en los dispositivos

pedagógicos, que comienzan a poner en vinculación la inclusión-integración.

3.2. Controversias actuales con respecto a la inclusión-integración

Semánticamente, hablar de integración e inclusión resulta similar. Pero, sin embargo, el

significado de ambas dista de ser parecido. Los debates actuales en torno a la relación o a

la diferencia entre integración e inclusión escolar se están planteando en términos de

“paradigmas” y, en palabras de Guglielmino (2013), de “binomio inclusión-integración”.

Diversos especialistas en educación y aquellos asociados a la Educación Especial proponen

el paso del paradigma de la integración (ligada al concepto de normalización9), que supone

a niños, niñas y jóvenes como portadores de necesidades educativas especiales (modelo

apuntado al déficit) al paradigma de la inclusión.

Nota. Adaptado de: Principios, Comisión para la Plena Participación e Inclusión de las Personas con Discapacidad, (s/f) COPIDIS. P. 27.

Liliana Sinisi (2010) fundamenta esta perspectiva en el corrimiento de la mirada sobre las

necesidades hacia los derechos que tienen todos los niños, niñas y jóvenes de acceder a

una buena educación que los incluya en sus diferencias. La inclusión implica el cambio de

mirada sobre el sujeto necesitado hacia el sujeto con posibilidades y derechos. La

integración se ha interpretado como opuesta a la segregación, mientras que la inclusión se

opone a la exclusión (Beltrán Llera, 2011).

9 El principio de normalización fue definido por N. Bank-Mikkelsen (1975) como: “La posibilidad de que los deficientes mentales lleven una existencia tan próxima a lo normal como sea posible". .

Page 19: Un estudio de caso de un proyecto de inclusión en la

19

La escuela inclusiva (Alemañy Martínez, 2009) se construye sobre la participación y los

acuerdos de todos los agentes educativos que en ella confluyen. Considera el proceso de

aprendizaje del alumnado como la consecuencia de su inclusión en el centro escolar e

implica promover acciones para garantizar el derecho a permanecer en la escuela junto a la

diversidad del alumnado.

Pero la complejidad de la situación no reside en el cambio de paradigma: Sinisi (2010)

explica que al relacionar las formas de exclusión con las de integración-inclusión “se puede

articular de manera paradójica las “escuelas comunes expulsoras” y a las “escuelas

comunes receptoras”. Ambas se responsabilizan del problema de aprendizaje del niño y,

adicionalmente, de la cuestión de la enseñanza.” (p. 13)

Dicha autora considera que esto genera tensiones que se producen entre las instituciones

educativas que solo pueden aceptar-integrar-incluir a aquellos niños que responden a un

formato de alumno homogéneamente esperado, mientras se despliegan políticas de

inclusión que promueven la inclusión en la atención a la diversidad.

3.3. Procesos de exclusión-inclusión en la escuela actual

El camino que fue atravesando la inclusión devino en que la escuela común pase a formar

parte del continuo de prestaciones que define a la Educación Especial. Su diseño curricular

ya no es solo suyo sino también de los otros (Filidoro, 2003) y, más aún, debe ser objeto de

todas las adecuaciones necesarias para permitir que puedan acceder a él.

Pero ¿quiénes son esos “otros” a los que se refiere Sinisi (2009)?, ¿quiénes forman parte

del “nosotros”? Michel Foucault, en sus cursos de 1974 y 1975 en el Collège de France, se

dedica a estudiar la categoría de “anormales”, incorporada en Francia en el siglo xix en los

documentos de las pericias médico-legales.

La anormalidad es una construcción discursiva que está atravesada por los

condicionamientos políticos de una época que determina quién es normal, y, por ende, quién

es anormal, y qué es lo que se debe hacer con el diferente (Untoiglich, 2011). En Los

anormales, Foucault plantea un origen para estas figuras desde la monstruosidad, pasando

por el masturbador y el incorregible, finalmente fusionados para darle entrada a la aparición

de un ser anormal, que debía ser tratado por instituciones especializadas en ciertos saberes

correctivos.

En este marco, es necesario un “proceso de normalización” (Foucault, 2000: 56) en el que

una serie de aparatos tienen efectos de normalización: en el ámbito de la educación con las

escuelas y en la medicina con la organización hospitalaria: “No son un sujeto, sino un objeto:

Page 20: Un estudio de caso de un proyecto de inclusión en la

20

el objeto de una tecnología y un saber de reparación, readaptación, reinserción, corrección”

(Foucault, 2000).

Por ejemplo, en la Argentina fue la Educación Especial la que se ocupó de clasificar al niño

en función de sus restricciones (debilidad mental, retraso senso-motriz, sordera, ceguera,

etc.) involucrando aspectos físicos y refiriéndose a propiedades naturales (Castorina, 2011).

Según el autor, la norma “… trae aparejado un principio de corrección. Su función no es

excluir, rechazar. Al contrario, siempre está ligada a una técnica positiva de intervención y

transformación” (Foucault, 2000: 57). Por lo tanto, estos individuos son definidos por una

instancia de poder médica y legal, por una norma que los califica y que pretende corregirlos.

Al incluir, la norma promete alcanzar y preservar la normalidad, aunque, en realidad, la

produce, la forma y la instituye. En palabras de Jorge Larrosa y Nuria Pérez de Lara Ferré:

La alteridad del otro permanece reabsorbida en nuestra identidad y la refuerza

todavía más; la hace posible, más arrogante, más segura y más satisfecha de sí

misma. A partir de este punto de vista, el loco confirma y refuerza nuestra razón; el

niño, nuestra madurez; el salvaje, nuestra civilización; el marginal, nuestra

integración; el extranjero, nuestro país; y el deficiente, nuestra normalidad (Larrosa y Pérez de Lara Ferré, 1998,p. 14).

Para comprender esta relación Giorgio Agamben (1998: 52) introduce el concepto de

campo. Este se funda en una estructura jurídica extraordinaria, no en el derecho ordinario.

El campo tiene origen cuando ese estado de excepción se desprende del límite temporal,

deviene en regla, y se proyecta sobre una población civil entera o parcial (Lufrano y Salinas

[s/f]). Agamben plantea el campo como una zona de indeterminación entre exterior e interior,

excepción y regla, correcto e incorrecto, en la que no existe protección jurídica. Sus

habitantes son despojados de todo estatuto político y convertidos en una vida nuda

(meramente biológica), ya que el campo es para este autor “el más absoluto espacio

biopolítico” en el que el poder se enfrenta a la pura vida biológica.

Se podría decir que el estado de excepción es un espacio anómico en el que está en juego

una fuerza de ley sin ley, esto significa que es estado de excepción “no es tanto la confusión

de los poderes, sobre la que se ha insistido hasta la saciedad, como el aislamiento de la

fuerza-de-ley en relación con la ley. Se define así un estado de ley en el que, por una parte,

la norma está vigente pero no se aplica (no tiene fuerza); y, por otra, hay actos que no

tienen valor de ley, pero que adquieren la fuerza propia de ella” (Carvajal Ramírez, 2006).

Actualmente, el discurso de la diversidad y de la inclusión están a la orden del día y tenemos

reglamentación que lo acompaña. La Declaración de Salamanca (1994) tuvo un rol

Page 21: Un estudio de caso de un proyecto de inclusión en la

21

fundamental para instalar este discurso. Carlos Skliar (2014) sostiene que hablar de la

diversidad se ha convertido en una suerte de recitado que apunta insistentemente hacia

“otros extraños” que poseen atributos que hay que remarcar y denotar como “diversidad”. Si

no nos podemos alejar de la idea de la diversidad como “ellos” extraños y peligrosos (los

anormales en Foucault), perpetuarnos un largo ejercicio de violencia, porque la “diferencia

no es un sujeto, es una relación” (Skliar, 2014).

La Educación Especial tuvo un papel esencial en la construcción de los sujetos dentro de un

dispositivo de control. Como sostiene Foucault, resultó una técnica positiva para la

intervención y la transformación. Es así como deberíamos pensar la inclusión en un sentido

que no signifique mitigar las diferencias, sino haciendo del otro uno otro de la mismidad

(Ribeto, 2005). Se trata de considerar la diferencia como un acontecimiento irreductible del

ser humano.

Las contradicciones de este binomio inclusión-exclusión son muchas. Desde los discursos

oficiales, la inclusión opera en dos niveles distintos (Skliar, s/f): por un lado, un nivel

supuestamente progresista que considera que la escuela especial es una forma de

discriminación y de exclusión, y la escuela pública tiene una obligación de aceptar la

diversidad. Por otro lado, un nivel totalitario: donde se engloba a los sujetos, y se entiende

que todos deben ser incluidos sin dejar espacio para un análisis diferenciado de los efectos

de tales prácticas sobre cada uno de ellos.

Otra contradicción sucede en la vivencia de los niños: Norma Filidoro (2003) explica las

nuevas formas de exclusión del alumno “integrado”, sin necesidad de pagar los costos de

expulsarlo hacia afuera.

Pablo Gentili (2001) cita a Roberto Castel cuando señala la existencia de tres formas

arquetípicas de producción y de construcción de la exclusión. La primera de ellas es la

exclusión por aniquilamiento; la segunda consiste en su separación institucional (apartarlo,

encerrarlo: la escuela especial); la tercera es la que denomina exclusión a través de la

inclusión y la describe como una forma solo momentánea o aparente de aproximación al

otro excluido que, más adelante, se revelará como su separación. En palabras del Gentili, la

escuela inclusiva está plagada de ejemplos de esta última: la maestra integradora, el centro

integrador, el grado de apoyo, las adecuaciones curriculares, etcétera.

Ante estas contradicciones del sistema, Liliana Sinisi (2010) propone estar atentos a las

formas en la que los niños “incluidos” producen su experiencia escolar cotidiana muchas

veces cercana a la segregación y a la discriminación, se constituyen así como los excluidos

de adentro. Debido a esto, se pregunta: “el llamado paradigma de la inclusión, ¿no estará

Page 22: Un estudio de caso de un proyecto de inclusión en la

22

encubriendo-ocultando la exclusión de los niños que no se adaptan a un modelo de alumno

creado previamente?” (p. 13).

Sinisi (2010) manifiesta las tensiones que se producen entre las instituciones educativas que

solo pueden aceptar-integrar-incluir a aquellos niños que responden a un formato de alumno

homogéneamente esperado mientras que paralelamente se despliegan políticas que

promueven la inclusión en la “atención a la diversidad” (Sinisi, 2010: 14). Por lo tanto,

implica pensar en qué forma y en qué condiciones los niños producen su experiencia

escolar.

Un mismo alumno puede tener dificultades en una escuela y no en otra, dependiendo de

cómo se aborden las diferencias en cada una de ellas. Esto significa que si la escuela puede

generar dificultades, también está en su mano poder evitarlas. La escuela tiene, por lo tanto,

un papel fundamental para evitar que las diferencias de cualquier tipo se conviertan en

desigualdades educativas y –por esa vía– en desigualdades sociales, colaborando en la

reproducción de un círculo vicioso difícil de romper (Booth y otros, 2000). Por consiguiente, a

la hora de pensar la educación de los sujetos es fundamental considerar qué factores de tipo

ambiental pueden limitar sus posibilidades en determinado marco escolar, como la realidad

institucional, las características de los educadores, los apoyos disponibles y reacciones

posibles del niño frente a las dificultades que pueda generarle la clase (Caniza de Paez,

2010).

El cambio de paradigma y la enunciación de la educación inclusiva como nuevo modelo

educativo no tendría que ser definido como tal –en palabras de Sinisi– si la educación es un

derecho. Ahora bien, si se mantiene el concepto, la escuela debería ser inclusiva para todos

los chicos y las chicas y eliminar previamente las marcas que los segregan. Solo entendida

en esos términos, la educación llamada inclusiva puede garantizar la igualdad de

oportunidades para todos y todas con la posibilidad de poder construir lo singular de la

experiencia escolar.

El marco legal de la inclusión lleva varios años en nuestro país, pero, como las autoras

citadas señalan, esto no es suficiente para superar las situaciones de exclusión que viven

los niños dentro del propio sistema. Stella Caniza de Paez (2010) afirma que desde lo

filosófico-conceptual cuando se habla del derecho a educarse de las personas con

discapacidad en escuelas comunes, son muy pocos los que rechazan la idea. Sin embargo,

cuando el planteo empieza a involucrar lo personal, comienzan las fisuras. Desde las

familias, se empieza a cuestionar la idea de la presencia del niño integrado. Los maestros

encuentran razones para justificar por qué en su escuela o en su aula no: “Los discursos de

inclusión proponen algo, y las prácticas lo limitan” (Caniza de Paez, 2010, p. 43).

Page 23: Un estudio de caso de un proyecto de inclusión en la

23

Esta autora considera que “el apoyo devino en dependencia” (Caniza de Paez, 2010, p. 43):

dependencia de los alumnos del o de los agentes de apoyo, y dependencia de los maestros

de grado del personal de apoyo. Esto conlleva a que el alumno integrado quede inmerso en

un circuito de actuaciones profesionales, sin una revisión de las prácticas curriculares en su

conjunto. Se trata de una configuración pedagógico-didáctica específicamente preparada

para sus necesidades individuales y, en consecuencia, en estas condiciones se desdibuja la

aparición de sujeto de posibilidades.

A su vez, pone el foco en la cantidad de profesionales intervinientes para el niño integrado.

Esto implica que el grupo áulico sea un observador pasivo y que en lo implícito se juegan

procesos de diferencialismo. Carlos Skliar (2004) expresa al respecto: “Esto es, una actitud

–sin duda racista– de separación y de disminución de algunos trazos, de algunas marcas,

de algunas identidades, con relación a la vasta generalidad de diferencias” (p. 108).

Page 24: Un estudio de caso de un proyecto de inclusión en la

24

4. El legajo escolar

El legajo escolar es un documento sobre un determinado alumno en el que los diferentes

profesionales registran las apreciaciones, pronósticos e intervenciones que se consideran

relevantes para llevar una historia del proceso de abordaje de su problemática (Cimolai,

2013).

El registro de las conductas de los sujetos aparece con la creación de los dispositivos

escolares modernos. Michel Foucault (2002) habla sobre el examen como una forma de

control y dominación para generar recursos casi ilimitados de individualización que permitan

controlar a priori al individuo y corregirlo cuando su comportamiento se ha desviado de la

norma. El examen, según este autor, se vio acompañado por un sistema de registros y

acumulación documental.

El examen hace entrar también la individualidad en un campo documental [...]. El

examen que coloca a los individuos en un campo de vigilancia, los sitúa

igualmente en una red de escritura, los introduce en todo un espesor de

documentos que los captan y los inmovilizan (Foucault, 2002: 95).

Silvina Cimolai (2013), en su estudio sobre la importancia de los legajos escolares, afirma

que el legajo no es la imagen reflejada en el espejo de una cierta realidad, sino que el

mismo proceso de construcción del legajo moldea esa realidad que está suponiendo reflejar.

La relevancia de su análisis es uno de los instrumentos de mediación que estructuran las

mismas prácticas de clasificación y de tratamiento de los problemas. En aquellos casos en que se requiere de alguna intervención particular en la que docentes y

directivos tienen la percepción de que se agotaron los recursos disponibles, se piensa en las

derivaciones a Educación Especial. Esto puede implicar dos caminos distintos: la derivación

a una escuela especial o los proyectos de inclusión con una oferta articulada entre

Educación Común y dicha modalidad. El legajo cobra particular relevancia en estos casos,

ya que contiene los registros e informes que desembocarán en las propuestas elegidas por

la institución.

Ana Gracia Toscano (2006) comprende por criterios de educabilidad de los niños aquellos

puestos en uso a la hora de tomar decisiones educativas en torno al diagnóstico, la

intervención y el destino escolar de los sujetos con relación a su permanencia o no en la

escuela común. Estos criterios brindan supuestos acerca de las razones que permiten

explicar sus dificultades y efectuar pronósticos sobre sus aprendizajes.

Page 25: Un estudio de caso de un proyecto de inclusión en la

25

El proceso de diagnóstico y de derivación, explica Toscano, sigue una rutina en particular.

En un primer momento, el maestro o algún miembro del gabinete conversa con los padres

del alumno en cuestión. Producto de esto, surgen los pedidos de ayuda e intervención a los

profesionales, quienes sugieren recomendaciones y estrategias.

Si el tiempo transcurre sin cambio y se profundizan las dificultades, se comienza a instalar la

idea de que quedan pocos recursos desde la escuela común para ayudar al niño. Empieza a

diseñarse, entonces, la estrategia de derivación a una escuela especial. A partir de allí, se

da paso al Equipo de Orientación Escolar (EOE) y, junto con la familia, se evalúan las

mejores opciones para el niño que puede o no culminar con un pedido de derivación a una

escuela especial.

De forma esquemática se podrían resumir en los siguientes pasos (Toscano, 2006: 10-13):

1.° Demanda de intervención del EOE

La realiza el docente de modo formal. Por lo general, el docente debe elaborar un informe

donde dé cuenta de su preocupación y de su pedido de intervención. La descripción que

aportan estos primeros informes constituye la primera objetivación de las problemáticas del

alumno. En ella, las representaciones y las expectativas del docente cumplen un papel

importante. Así quedan registradas en el legajo del alumno que comienza a construirse.

2.° Evaluación del alumno

En un principio, las estrategias desplegadas buscan efectuar un ajustado diagnóstico de la

situación. Por lo general, los legajos cuentan, fundamentalmente, con evaluaciones

psicopedagógicas y psicológicas.

Las primeras, en los alumnos de Primaria, buscan sondear nociones temporo-espaciales

básicas, la producción y la interpretación de escrituras, la comprensión y el dominio del

sistema de numeración y la posibilidad de realizar operaciones aritméticas sencillas,

etcétera.

Para estas instancias, es común la presencia de los padres para acordar entrevistas en la

institución con el fin de informarlos acerca de las intervenciones sobre el niño y desempeñar

un seguimiento de las recomendaciones sugeridas.

3.° Implementación de estrategias de intervención

A partir de estas evaluaciones, se elaboran estrategias de intervención tanto para la escuela

en general como para los docentes y la familia.

Page 26: Un estudio de caso de un proyecto de inclusión en la

26

No todas las escuelas presentan estas estrategias de corte pedagógico, muchas de ellas se

ajustan a criterios clínicos para la evaluación de los alumnos o de su contexto social o

familiar, estando ausente otro tipo de estrategias de intervención que operen sobre las

variables pedagógicas del contexto. La evolución de las intervenciones deberá quedar

registrada en el legajo, y estas serán fundamentadas en informes y evaluaciones.

Cuando las estrategias pedagógicas fracasan o no rinden los resultados buscados, las

expectativas depositadas por los docentes en el niño se transforman en sospechas sobre

sus capacidades intelectuales. Sin embargo, no se encuentran sospechas sobre el éxito

relativo o el fracaso de las estrategias empleadas. En función del desfasaje, se determina la

derivación o no a Educación Especial.

4.° Solicitud de derivación

Cuando la derivación a una escuela especial o a una estrategia de integración se define, se

prepara el legajo para ser presentado ante las inspectoras del distrito, quienes avalan o

rechazan el pedido.

Una vez reunida la información necesaria, se requiere, además, para presentar el legajo, la

firma de consentimiento o autorización de los padres sobre la estrategia solicitada, como así

también la de los directivos de la institución.

Page 27: Un estudio de caso de un proyecto de inclusión en la

27

5. Marco legal de la inclusión en la Argentina

La Constitución Nacional establece el derecho a enseñar y a aprender10. Con este marco,

en el año 2006, se crea la Ley Nacional de Educación N.° 26.206, en la cual se establece

que la educación y el conocimiento son un bien público y un derecho personal y social

garantizados por el Estado.

En el Capítulo VIII de dicha ley11, se establece que: “La Educación Especial es la modalidad

del sistema educativo destinada a asegurar el derecho a la educación de las personas con

discapacidades, temporales o permanentes, en todos los niveles y modalidades del Sistema

Educativo”. Esta refiere a la necesidad de garantizar la inclusión educativa a través de

políticas universales y de estrategias pedagógicas de asignación de recursos que otorguen

prioridad a los sectores que más lo necesitan:

Se trata de medidas destinadas a enfrentar situaciones de injusticia, marginación,

estigmatización y otras formas de discriminación, derivadas de factores socioeconómicos, culturales, geográficos, étnicos, de género o de cualquier otra

índole, que afecten el ejercicio pleno del derecho a la educación, asegurando una

educación de calidad con igualdad de posibilidades, sin desequilibrios regionales,

ni inequidades sociales12.

Las autoridades jurisdiccionales, con el propósito de asegurar el derecho a la educación, la

integración escolar y la inserción de las personas con discapacidades, dispondrán de las

medidas necesarias para:

a) Posibilitar una trayectoria educativa integral con acceso a saberes tecnológicos, artísticos

y culturales.

b) Contar con personal especializado que trabaje en equipo con docentes de la escuela

común.

c) Asegurar la cobertura de los servicios educativos especiales –transporte, recursos

técnicos y materiales para el desarrollo del currículo–.

d) Propiciar alternativas de continuidad para la formación a lo largo de toda la vida.

e) Garantizar la accesibilidad física a todos los edificios escolares13.

10 Constitución Nacional Argentina. Art. 14, “Todos los habitantes de la Nación gozan de los siguientes derechos, conforme las leyes que reglamenten su ejercicio, a saber: [...] de enseñar y aprender”. (Promulgada en 1994) 11 Ley Nacional de Educación N.º 26.206. Fecha: 28 diciembre del 2006. D.O Nº31062 12 Ley Nacional de Educación N.º 26.206, art. 79. Fecha: 28 diciembre del 2006. D.O Nº31062 13 Ley Nacional de Educación N.º 26.206, art. 44. Fecha: 28 diciembre del 2006. D.O Nº31062

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28

Por lo tanto, es deber del Estado crear instancias institucionales y técnicas para la

orientación de la trayectoria escolar más adecuada de los alumnos con discapacidades, en

todos los niveles de enseñanza obligatoria, así como las normas que regirán los procesos

de evaluación y de certificación escolar.

5.1. Trayectorias Educativas Integrales

El Documento de Apoyo N.° 414 considera las “Trayectorias Educativas Integrales” como

aquellas experiencias escolares de un alumno que constituyen el recorrido singular que

realiza por los diversos años, ciclos y niveles a lo largo de su historia escolar.

A la hora de pensar las características de dichas trayectorias es fundamental tener en

cuenta:

- Que son procesos no lineales, que implican múltiples formas de transitar una

experiencia educativa, para lo cual será necesario habilitar otros modos de concebir

esas trayectorias desde un criterio de flexibilidad superador de estereotipos

establecidos y en el contexto de una construcción permanente.

- La centralidad del sujeto. Este será protagonista y dará cuenta de un espacio que

facilite el progreso hacia un menor grado de dependencia y el mayor grado de

autonomía posible.

- La singularidad. Los recorridos factibles dentro del Sistema Educativo son singulares

y requieren de articulación y de acompañamiento por parte de los equipos escolares

intervinientes en el marco de las diferentes propuestas organizadas curricularmente,

diseñadas y evaluadas.

5.2. Resolución para los proyectos de inclusión en la Ciudad de Autónoma de Buenos Aires

En el marco de la Ley de Educación Nacional N.° 26.206 y la Convención sobre los

Derechos de las Personas con Discapacidad, se promulga en 2016 la Resolución N.° 311/16

del Consejo Federal de Educación que enmarca los proyectos de inclusión de la Ciudad

Autónoma de Buenos Aires. Esta normativa considera la discapacidad desde un modelo

14 Documento de Apoyo N.º 4. Dirección de Educación Especial. Dirección General de Cultura y Educación de la Provincia de Buenos Aires (DGCyE). 2009.

Page 29: Un estudio de caso de un proyecto de inclusión en la

29

social y la define como: “… un concepto que evoluciona y que resulta de la interacción entre

las personas con deficiencias y las barreras debidas a la actitud y al entorno que evitan su

participación plena y efectiva en la sociedad, en igualdad de condiciones con las demás”15.

Uno de los aspectos centrales de los lineamientos establece la necesidad de contemplar el

cuidado de la trayectoria escolar de los estudiantes con discapacidad y su implicancia a la

hora de tomar decisiones. Estas incluyen estrategias de enseñanza como también procesos

de evaluación, acreditación, promoción y certificación de los aprendizajes, teniendo en

cuenta el paradigma del modelo social de la discapacidad, las barreras que impiden el

acceso al aprendizaje y la participación, respetando el principio de no discriminación y el

derecho del alumnado a ser evaluado en su desempeño y logros. Por ello, la reglamentación

garantiza la profundización de estrategias que cohesionen el Sistema Educativo en lo que

respecta a la organización y la articulación de los niveles y las modalidades de la educación.

El artículo 2.° de dicha normativa establece que las jurisdicciones propiciarán condiciones y

brindarán los servicios para el acompañamiento de las trayectorias escolares de los

estudiantes con discapacidad que así lo requieran en vista de brindar herramientas, saberes

específicos, configuraciones de apoyo y ajustes razonables.

5.3. Conformación de los proyectos de inclusión

Según establece la Resolución, el acompañamiento de las trayectorias escolares es un

trabajo colectivo: una corresponsabilidad educativa. Los proyectos de inclusión serán

conformados por los actores de los niveles o modalidades que intervengan, que a

continuación se detallan:

- Equipos interdisciplinarios jurisdiccionales según normativa jurisdiccional.

- Equipos inter- y transdisciplinarios institucionales según normativa jurisdiccional.

- Supervisores, directivos y docentes.

A su vez, el aporte de la familia es fundamental para que en equipo se generen los acuerdos

para decidir sobre la trayectoria del estudiante.

En la etapa inicial de los proyectos, se debe realizar un análisis acerca de las posibles

barreras institucionales, culturales y didácticas al acceso a la participación, la comunicación

y el aprendizaje de los estudiantes. A partir de esa instancia, en espacios institucionales de

definición colectiva entre los equipos docentes, y teniendo en cuenta la palabra del

estudiante y la de su familia, se evaluará la necesidad de incluir apoyos específicos,

enmarcados en el proyecto de cultura escolar inclusiva.

15 Resolución N.° 311/16. Consejo Federal de Educación. 2016, p. 1.

Page 30: Un estudio de caso de un proyecto de inclusión en la

30

En caso de que las instituciones educativas precisen apoyo para garantizar el óptimo

desarrollo de la trayectoria escolar de los niños con discapacidad en los diferentes niveles

de enseñanza obligatoria contarán con la posibilidad de:

- Recibir apoyos para el desarrollo de su trayecto en el nivel. Estos serán corresponsabilidad

entre el nivel, la modalidad de Educación Especial y demás modalidades según criterios

nacionales y jurisdiccionales.

- Contar con propuestas específicas de enseñanza, a partir de la identificación de las

barreras al acceso a la comunicación, la participación y al aprendizaje, el diseño de las

configuraciones de apoyo y los apoyos específicos (sistemas de comunicación, orientación y

movilidad, autonomía, entre otras), a efectos de minimizar las barreras institucionales. Estas

intervenciones podrán recibirlas en la institución en la que cursan su escolaridad o en otro

espacio educativo.

- Contar con una oferta de inclusión elaborada conjuntamente entre los equipos docentes

del nivel y de la modalidad de Educación Especial, sustentada en el modelo social de la

discapacidad. Dicho trabajo tenderá a fortalecer las prácticas inclusivas y diseñar los ajustes

razonables en función de las barreras presentes en la institución y las necesidades

individuales de los niños con discapacidad.

- Crear un Proyecto Pedagógico Individual (PPI) en función de las necesidades del

estudiante, para promover su desarrollo integral y favorecer su inclusión social y educativa.

La planificación y el desarrollo del PPI serán responsabilidad de los equipos educativos

correspondientes, quienes informarán y acordarán con las familias las metas y los deberes

de cada una de las partes a fin de que el estudiante con discapacidad desarrolle sus

aprendizajes sin perder de vista el diseño curricular jurisdiccional, para que este no implique

un currículum paralelo.

Page 31: Un estudio de caso de un proyecto de inclusión en la

31

6. Educación Especial e inclusión en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires

En el marco de la Ley de Educación Nacional N.° 26.206, la Educación Especial es

considerada una modalidad del Sistema Educativo. Esto implica, como sostienen Vanesa

Casal y Silvina Lofeudo (2011), que trasciende el concepto de proyecto, ya que

transversaliza las intervenciones a favor de la inclusión educativa. Esta tiene que ofrecer,

diseñar y poner en funcionamiento apoyos en tanto herramientas que hagan posible la

inclusión, la participación y el aprendizaje para acompañar la trayectoria educativa integral

de los alumnos con discapacidad o restricciones para aprender y participar.

En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, la Resolución N.° 1274 instruye los principios

básicos de la integración educativa. En su primer inciso considera:

… la integración de alumnos con necesidades especiales en todas las escuelas

del Sistema Educativo de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en pos de una

educación de calidad para cada uno a partir de sus necesidades particulares,

garantiza el derecho constitucional de igualdad de oportunidades, sin ningún tipo

de discriminación16.

Según el informe estadístico que brinda el Ministerio de Educación de la Nación (2017), la

Ciudad Autónoma de Buenos Aires cuenta con 286.408 alumnos en Primaria distribuidos en

884 escuelas17, 440 de ellas de gestión estatal y el resto de gestión privada. En referencia a

lo expuesto por el Anuario Estadístico Educativo, se estima que 6.040 alumnos de la Ciudad

Autónoma de Buenos Aires tienen algún proyecto de inclusión o están vinculados a alguna

escuela de la modalidad especial. Estos representan el 2,10 % de los alumnos totales en la

ciudad distribuidos en el Nivel Inicial, Primaria y Educación Integral para Adolescentes y

Jóvenes/Secundario especial.

16 Resolución N.º 1274/GCABA/SED/00, GCBA, SecEd. 2000. 17 Ministerio de Educación Nacional. Anuario Estadístico Educativo. 2017. Cantidad de alumnos inscriptos en el Sistema Educativo en el año 2017 e inscriptos en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. https://www.argentina.gob.ar/educacion/planeamiento/info-estadistica/anuarios.

Page 32: Un estudio de caso de un proyecto de inclusión en la

32

A su vez, como se puede observar en el cuadro 218, el 9 % de las unidades educativas de

la Ciudad Autónoma de Buenos Aires pertenecen a la modalidad de Educación Especial.

Estas 81 unidades educativas presentan diferentes modalidades y formas de trabajo en

función de lo que dispone el Reglamento del Sistema de Educación Pública dependiente del

Ministerio de Educación e Innovación de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Los

establecimientos de Educación Especial se encuentran agrupados por su modalidad de

prestación del servicio en:

- Escalafón A: Escuelas hospitalarias

Escuelas domiciliarias

- Escalafón B: Escuelas Integrales Interdisciplinarias

Centros Educativos para Niños con Trastornos Emocionales Severos

Escuela para Discapacitados Motores: niveles inicial y primario

Centros Educativos de Recursos Interdisciplinarios (CERI)

- Escalafón C: Gabinete materno-infantil

Escuelas especiales y de formación laboral

18 Ministerio de Educación Nacional. Anuario Estadístico Educativo. 2017. Unidades educativas por nivel de enseñanza en el país y en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. https://www.argentina.gob.ar/educacion/planeamiento/info-estadistica/anuarios.

Cuadro 1: Cantidad de alumnos inscriptos en el año 2017 con proyecto de Inclusión. Anuario Estadístico Educativo 2017. Ministerio de Educación Nacional. Recuperado de https://www.argentina.gob.ar/educacion/planeamiento/info-estadistica/anuarios

Cuadro 2: Cantidad de establecimientos totales de Educación Especial. Anuario Estadístico Educativo 2017. Ministerio de Educación Nacional. Recuperado de https://www.argentina.gob.ar/educacion/planeamiento/info-estadistica/anuarios

Page 33: Un estudio de caso de un proyecto de inclusión en la

33

Escuela especial domiciliaria

El caso trabajado en esta investigación pertenece al Escalafón B - Escuelas Integrales

Interdisciplinarias (EII).

En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, cada distrito cuenta con una EII que brinda apoyo

a la Educación Común. Las EII están dirigidas a niños de edades comprendidas entre los 6 y

los 14 años que presentan dificultades en el proceso de aprendizaje y requieren de una

flexibilidad en la enseñanza19. Estas escuelas coordinan a los Maestros de Apoyo

Pedagógico que son quienes desarrollan acciones y configuraciones de apoyo en las

escuelas comunes del nivel Primario e Inicial20.

La intervención de las EII asegura las trayectorias de los individuos a través de diversas

configuraciones (Casal y Lofeudo, 2011,p. 131):

- Asesoramiento: las escuelas dependientes de la Dirección de Educación Especial y

sus programas, proyectos y equipos deben constituirse como espacios de

asesoramiento hacia los diversos niveles del Sistema Educativo acerca de la

importancia de la inclusión y favorecer la conformación de redes de comunicación.

- Orientación: en articulación con el EOE y los diversos establecimientos y proyectos

de Educación Especial, los Gabinetes Centrales y los Centros de Prevención y

Atención a la Primera Infancia evalúan y orientan las trayectorias escolares de niños

y jóvenes que portan historias educativas fragmentadas y que ameritan

intervenciones profesionales específicas. Es importante señalar que estos equipos

se comprometen con el diseño y en el seguimiento de la trayectoria educativa de los

estudiantes acompañados, y promueven la inclusión en los ámbitos educativos lo

menos restrictivos posibles.

- Incorporación de apoyos: profesionales de la Educación Especial pertenecientes a

las escuelas, programas y proyectos construyen junto a las escuelas que alojan a los

niños y jóvenes con discapacidad de los diferentes niveles educativos modalidades

de apoyo que favorezcan su inclusión.

19 Escuelas Integrales Interdisciplinarias. Ministerio de Educación de la Ciudad de Buenos Aires. https://www.buenosaires.gob.ar/educacion/estudiantes/inscripcionescolar/especial/instituciones/centros-interdisciplinarios 20 Resolución N.° 311/16. Ministerio de Educación y Deportes de la Nación. 2018

Page 34: Un estudio de caso de un proyecto de inclusión en la

34

Por fuera de la modalidad de Educación Especial, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires

cuenta con 21 Equipos de Orientación Escolar para nivel Inicial y Primario, uno para cada

distrito, y que está conformado por un equipo interdisciplinario de profesionales en

Psicología, Psicopedagogía, Ciencias de la Educación y Trabajo Social que asisten una vez

cada tres semanas, aproximadamente, para brindar apoyo a los proyectos y realizar las

derivaciones a distintas modalidades.

Por último, en función de los datos obtenidos por el Anuario Estadístico Educativo (2017) en

lo que refiere a la categoría de Educación Especial, se observa –para plantear futuras

investigaciones– una significativa relevancia de la categoría “Dificultades de aprendizaje” a

la hora de encuadrar el diagnóstico para los pedidos de integración en la Ciudad Autónoma

de Buenos Aires. Como se observa en el siguiente cuadro21, en la CABA, el 89,5 % de los

alumnos integrados tienen dificultades de aprendizaje, mientras que, en otras provincias,

como Santa Fe, solo el 5,9 % de los alumnos presentan ese diagnóstico. Esto nos invita a

investigar en un futuro: ¿Cuáles son los criterios para definir dificultades de aprendizaje?

¿Tiene incidencia en el diagnóstico la existencia de Escuelas Integrales Interdisciplinarias?

¿Por qué es una categoría utilizada con tanta frecuencia en CABA y no en el resto del país?

¿Cuál es el rol y la responsabilidad de la escuela con relación a la dificultad de aprendizaje?

21 Ministerio de Educación Nacional. Anuario Estadístico Educativo. 2017. Alumnos integrados a la Educación Común y de Adultos según división político-territorial según. https://www.argentina.gob.ar/educacion/planeamiento/info-estadistica/anuarios

Page 35: Un estudio de caso de un proyecto de inclusión en la

35

Continuando con el análisis estadístico y cotejando la información con el total de alumnos en

el territorio argentino22, se observan determinadas características interesantes para pensar

en futuras investigaciones: en la provincia de Buenos Aires, el 1 % de los alumnos tienen

algún proyecto con Educación Especial. Ese número es menor al de la Ciudad Autónoma de

Buenos Aires que es el 1,5 % del alumnado. ¿A qué se debe la diferencia? ¿Qué factores

inciden? En la Provincia de San Luis, solo el 0,05 % del alumnado tiene algún proyecto con

Educación Especial; en La Rioja, el 0,1 %. ¿Por qué se produce este fenómeno de baja

incidencia? ¿Qué factores determinan que en algunas provincias el número sea muy

elevado y en otras tan bajo?

22 Ministerio de Educación Nacional. Anuario Estadístico Educativo. 2017. Alumnos por nivel/ciclo de enseñanza según división político- territorial. https://www.argentina.gob.ar/educacion/planeamiento/info-estadistica/anuarios.

Page 36: Un estudio de caso de un proyecto de inclusión en la

36

Estos elementos destacados son algunos puntos para poder continuar investigando sobre

las concepciones de la Educación Especial, la presencia del sistema en las diferentes

provincias y la unidad del Sistema Educativo a nivel nacional.

Page 37: Un estudio de caso de un proyecto de inclusión en la

37

7. Marco metodológico de la investigación Luego del estudio de la bibliografía y los diversos documentos desarrollado en el marco

teórico, como del análisis de las características de la modalidad Educación Especial en la

Argentina, se procederá a llevar a cabo una investigación de tipo cualitativa de los

elementos institucionales que enmarcan el caso por abordar. La elección de este tipo de

metodología responde a la pretensión de comprender la complejidad en las relaciones

dentro de la institución educativa.

La indagación cualitativa se distingue por su acento en el trato holístico de los fenómenos

(Stake, 1999: 47), por lo tanto, la comprensión del caso requiere la consideración de una

amplia variedad de contextos. A su vez, se considera primordial la aclaración de que se

indagará desde una perspectiva no intervencionista: se intentará comprender qué sucedió

cuando el investigador no estaba presente.

El objeto de dicho estudio es el caso de José (su nombre es ficcional para respetar la

intimidad del niño). Un niño que asiste a una primaria de gestión estatal pública de la Ciudad

Autónoma de Buenos Aires. Se entiende por caso un “sistema acotado” (Smith en Stake,

1999: 16), integrado, aunque no por eso quiere decir que las partes funcionen bien, pero, al

fin y al cabo, es un sistema.

En esta situación, el objeto de estudio no será el comportamiento del niño de forma

individual, sino en el contexto general. Es lo que Robert E. Stake (1999) llama un estudio

instrumental de casos: la finalidad es entender otra cosa, algo diferente al entendimiento de

José como un caso único y aislado. Por lo tanto, el objetivo por lograr no será el desempeño

y la trayectoria académica del niño, sino la posición de la Escuela N.° 7 con relación a un

proyecto de inclusión y el cambio de institución como estrategia, en particular: qué

mecanismos se ponen en juego, qué redes se entrelazan, cuál es la posición simbólica del

alumno en el dispositivo escolar, qué papel tiene el marco legal con respecto a la inclusión,

etcétera.

En otras palabras, en este trabajo, la investigación realizada se basó en la selección de un

caso típico, pero esto no implica que el estudio de casos sea un estudio de muestras. Es

decir, la situación de José no será tomada como una muestra representativa de otras. No

será el objetivo el análisis de distintas situaciones, sino de este caso particular en

profundidad.

Para llevar a cabo la recogida de datos, se comienza con seis entrevistas semiestructuradas

a diferentes actores de la comunidad escolar: cuatro maestras de grado, la vicedirectora y la

maestra de apoyo pedagógico. Luego se prosigue con la revisión de documentos

Page 38: Un estudio de caso de un proyecto de inclusión en la

38

recopilados en el legajo del alumno: actas de reuniones, informes de docentes y

profesionales de la salud, evaluaciones, etcétera. Dicha indagación seguirá el desarrollo

cronológico de la trayectoria escolar como propone Stake (1999, p.110).

Por último, como es menester en toda investigación cualitativa, se realizará la triangulación

de datos. Esta se entiende como la aplicación y combinación de varias metodologías en el

análisis de un mismo fenómeno (Denzin, 1970). Para dicha tarea, se emplearán el marco

teórico y documental, las entrevistas realizadas y el legajo del alumno. En función de lo

obtenido, se elaborarán las conclusiones sobre la base de los objetivos de investigación.

Page 39: Un estudio de caso de un proyecto de inclusión en la

39

8. Caracterización de la escuela N.° 7 a la que asistió el alumno Para la investigación sobre el estudio del caso de José, se realiza una caracterización del

colegio al que asiste el niño. En una primera instancia, se analizan los datos que propone el

Ministerio de Educación e Innovación de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires con respecto

a la modalidad particular de esta institución. Luego, el abordaje se centrará en las

características a nivel escolar, tales como docentes, espacios y actores involucrados. La

Escuela N.° 7 “Marco Sastre” del Distrito N.° 9 de la CABA es de jornada completa,

plurilingüe, y está ubicada en el barrio de Colegiales.

Este tipo de colegios corresponden a la gestión estatal pública y son parte de un proyecto

del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en el que se enseña un idioma

extranjero (francés, italiano, portugués) en forma intensiva. Los niños asisten en el turno de

la mañana a las materias curriculares y por la tarde llevan a cabo una intensificación en

idiomas. En el caso de la Escuela N.° 7, tienen inglés (de 1.° grado a 7.° grado) y francés

(de 4.° grado a 7.° grado).

El proyecto de educación plurilingüe se implementa en 26 escuelas de la CABA. Esto

representa solo el 6 % de la totalidad de los organismos educativos en la ciudad. Todas

ellas son de jornada completa, es decir, los alumnos asisten a la institución desde las 8:00

horas hasta las 16:30 horas.

En particular, la escuela de esta investigación cuenta con un equipo directivo conformado

por una secretaria, vicedirectora y directora, las tres titulares en el cargo. La directora

comenzó su gestión en el año 2018, mientras que los otros miembros del equipo directivo

cuentan con mayor antigüedad. Este mismo año, se incorporó al equipo una persona sin

formación docente, enviada por el Ministerio de Educación e Innovación de la Ciudad de

Buenos Aires, para ayudar con las tareas administrativas de la institución.

Con respecto a la planta de profesionales, el colegio cuenta con 22 docentes. El 60 % de

ellos son titulares y el resto, suplentes. Todos ellos son profesores de Enseñanza Primaria.

La única que tiene doble titulación es la vicedirectora que es, a su vez, Licenciada en

Gestión Educativa. Mediante el programa “Escuela de Maestros” del Ministerio de Educación

e Innovación de la Ciudad, los profesores tienen desde hace varios años capacitaciones

didácticas anuales, pero ninguna específica en discapacidad.

La matrícula de la institución es de 172 alumnos de los cuales 9 tienen proyectos de

inclusión con Educación Especial sin compartir matrícula porque así lo disponen las

Page 40: Un estudio de caso de un proyecto de inclusión en la

40

reglamentaciones jurisdiccionales23. Sumado a ellos, 4 alumnos tienen también intervención

del Equipo de Orientación Escolar (EOE).

Los EOE24 trabajan en todo el país junto a supervisores, directivos y docentes, ante las más

diversas situaciones que requieren orientación o apoyo, y en el marco de diferentes

proyectos. Los casos que precisan una intervención interdisciplinaria son derivados a los

EOE distritales. En el Distrito 9, donde se encuentra la Escuela “Marco Sastre”, el EOE tiene

bajo su ala a 22 escuelas primarias.

La modalidad de Educación Especial ingresa en la institución en el año 2017 con la

presencia de una maestra de apoyo25 proveniente de la Escuela Integral Interdisciplinaria

(EII) N.° 9. Ella es profesora en Educación Especial y su situación de revista es suplente.

Asiste a la institución dos veces por semana en el turno mañana.

23 Véase punto 5.2. 24 Ministerio de Educación de la Nación. Ciudad Autónoma de Buenos Aires (2014) Los equipos de orientación en el Sistema Educativo. La dimensión institucional de la intervención. 25 Según la Resolución N.° 311/16 Consejo Federal de Educación (2016), el maestro de apoyo es enviado por las Escuelas Especiales del Distrito para brindar sostén a la inclusión de los alumnos.

Page 41: Un estudio de caso de un proyecto de inclusión en la

41

9. Las miradas de las involucradas. Dimensiones de análisis de las entrevistadas El proceso de entrevistas realizado en la Escuela N.° 7 de la Ciudad Autónoma de Buenos

Aires tuvo una duración de dos semanas aproximadamente. En ese caso, se optó por utilizar

entrevistas en profundidad para buscar respuestas honestas y permitir que las docentes

brindaran juicios de valor sobre el tema.

Esto posibilitó obtener información sobre diferentes acontecimientos, experiencias y

opiniones en función de los proyectos de inclusión en general y el alumno en particular. Esta

forma de aproximación al objeto de estudio arrojó una serie de respuestas que se decidió

agrupar en dimensiones de análisis para su posterior triangulación.

9.1. Lo institucional

Los aspectos tangibles que caracterizan a los espacios educativos no difieren demasiado

unos de otros: horarios, espacios, formas de agrupación, actores, etcétera. Pero los colegios

son más que eso. El estudio de la cultura escolar, dentro de la dimensión institucional, es el

conjunto de interpretaciones compartidas por los miembros de una organización que

determina la manera en la cual un individuo responde a situaciones habituales y da cuenta

de los patrones de comportamiento dentro de una organización (Argyris y Schön en Elías,

2015). A partir de esta premisa, se abordará la perspectiva sobre esta dimensión en las

entrevistadas. El foco estará puesto en la relación entre la Educación Especial, la inclusión y

la dinámica con la Educación Común.

Como se mencionó anteriormente, la Escuela Integral Interdisciplinaria (EII) comienza a

intervenir en el colegio en el año 2017. Según constata la vicedirectora de la EII N.° 9,

“Marco Sastre” fue la última escuela en el distrito en recibir a Educación Especial, puesto

que no habían realizado el pedido de intervención por considerarlo innecesario.

Entre los motivos de la falta de pedido, la directora de “Marco Sastre” narra:

Esta escuela siempre tuvo aires elitistas, entonces circulaba el discurso de que no

necesitábamos de la intervención de Educación Especial, pero la realidad nos

demostró otra cosa […] nos encontramos con muchos chicos que requerían una

atención especial y que no se la podíamos dar, por falta de recursos, de personal capacitado, de tiempo, etcétera.

En función de la caracterización que hace la directora sobre la necesidad de injerencia de

Educación Especial, la maestra de apoyo entrevistada la consideró fundamental y hasta

Page 42: Un estudio de caso de un proyecto de inclusión en la

42

expresó su sorpresa por la participación tardía, debido a la cantidad de alumnos que

requerían esa mirada. Al cuestionar qué implica la mirada de “especial” para ella, responde:

“Implica ir un poco más allá de la totalidad del alumnado. Ver cuáles son las formas para

que determinado niño pueda acceder a los contenidos o generar propuestas un poco más

flexibles”.

Como se pudo cotejar en las entrevistas, las respuestas sobre qué es la Educación Especial

que rondan en la comunidad educativa difieren de lo que propone la maestra de apoyo,

como también de lo expuesto en la normativa vigente. La Ley Nacional de Educación la

describe como una modalidad transversal al Sistema que debe asegurar el derecho a la

educación de todas las personas, y se basa en el modelo social de discapacidad, aunque

las definiciones brindadas se alejan de esta idea:

La Educación preparada para chicos con determinadas dificultades en los

aprendizajes (Maestra 2).

Algún chico que tiene una dificultad seria para aprender (Maestra 4).

Recibir desde la educación lo que la capacidad le permite […]. Hay situaciones

que son insalvables, para un lado y para el otro. Desde ahí nos acompaña Educación Especial (Vicedirectora).

Solicitada a partir de las obras sociales de los niños con dificultades (Maestra 1).

Como se puede observar en las declaraciones, parece haber una mayor incidencia del

modelo médico de la discapacidad que del modelo social26. El objetivo es “curar” a la

persona discapacitada, o bien modificar su conducta con el fin de esconder la diferencia y,

de ese modo, incorporarla a la sociedad; o, en este caso en particular, a la institución

educativa. La carencia de la persona se debe remediar en pos de su inserción. Esto lo

demuestran varias docentes al considerar que el fin último es que el niño se adapte a la

escuela:

Esto de la inclusión que uno ya tiene con el niño en el aula va a favorecer que el

niño se pueda integrar al ámbito institucional (Maestra 2).

Siempre está bueno incluir dentro del aula. Pero cuando ya eso empieza a influir

en el proceso de aprendizaje de los demás, hay que pensarlo. Por eso te digo, se

debería ver de incluir gradualmente (Maestra 1).

26 Véase punto 2.2.

Page 43: Un estudio de caso de un proyecto de inclusión en la

43

Para el modelo social, el acento está puesto en el diseño de los ajustes razonables en

función de las barreras presentes en el espacio escolar y las necesidades individuales de los

niños. Para esto, es importante el reconocimiento de las limitaciones institucionales que

impiden el acceso al aprendizaje y la participación. Pero, en cambio, cuando la

incorporación de la Educación Especial está destinada puramente al trabajo con la dificultad,

como lo definen las entrevistadas, la mirada al contexto escolar queda en segundo plano.

Por ello, a pesar de la reglamentación que sugiere como aspecto prioritario el análisis de las

barreras institucionales27, se observa que esto no sucede en la práctica cotidiana. Esto es

así debido a que, al definir la modalidad, la mirada siempre estuvo puesta sobre el sujeto y

no sobre el contexto.

Cuando el déficit del sujeto es el centro de la intervención deviene en determinadas

prácticas que tienen consecuencias simbólicas para el alumno. Como determina Foucault,

los niños no son un sujeto, sino un objeto: el objeto de una tecnología y un saber de

reparación, readaptación, reinserción, corrección (Foucault, 2000). De esta manera, en lugar

de posicionar al alumno como sujeto de derecho, la Educación Especial es la encargada de

garantizar que el Sistema Educativo le brinde “la educación que la capacidad le permite”

(Vicedirectora).

En consonancia con esta idea, no es casual que en casi todas las definiciones aparezca la

palabra “dificultad” para referir a esta modalidad. Lo interesante es que no existe ningún

documento oficial en el que la Educación Especial sea precisada con esta palabra o alguna

similar. En cambio, desde los documentos oficiales, nos encontramos con términos como

“apoyo”28, “atención específica”29, “accesibilidad”30.

Otro aspecto fundamental para analizar es la percepción institucional sobre una de las

categorías estrella (Sinisi, 2010) que ha sido foco de múltiples políticas nacionales e

internacionales: la inclusión. A pesar de la popularidad del concepto, en la labor cotidiana, la

realidad de la inclusión parece alejarse de las certezas que proponen las leyes. Todos los

miembros de la comunidad educativa tienen una perspectiva particular sobre ella y una

posición sobre cómo debería ser que no coinciden entre sí, ni con lo que propone la

normativa oficial. Desde entender la exclusión que sufren los compañeros cuando hay un

alumno integrado, considerarlo un alumno más, hasta no estar de acuerdo por la

complejidad del trabajo que implica la discapacidad.

27 Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad. Artículo 1º. 13 de Diciembre. 28 Resolución 311/16. Consejo Federal de Educación. 2016, Art 1 29Ley Nacional de Educación N.º 26.206. Fecha: 28 diciembre del 2006. D.O Nº31062. Art. 42. 30Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad. Artículo 9º. 13 de Diciembre.

Page 44: Un estudio de caso de un proyecto de inclusión en la

44

La falta de homogeneidad a la hora de pensar la inclusión dentro de la misma institución

refiere a que, como sostienen Echeita y Ainscow (2010: 2), todavía el término resulta

confuso. En los lineamientos internacionales, no la consideran el tratamiento de niños con

discapacidad dentro de un marco general de educación –percepción muy difundida entre la

comunidad docente–, sino una reforma que acoge y apoya la diversidad entre todos los

alumnos. Es decir, valerse de la misma diversidad de todos los estudiantes para lograr una

mayor participación en el aprendizaje.

La inclusión invita a las instituciones a revisar sus prácticas y culturas, pero entre tanta

disparidad de opiniones y, según lo comentado por las entrevistadas, la falta de instancias

de coordinación entre la comunidad educativa evidencia que aún queda mucho por recorrer.

Las docentes reclaman la necesidad de crear espacios para poder organizar planes de

acción y mayor participación de Educación Especial, y manifiestan la ausencia de

conocimiento sobre el trabajo con los niños y con la intervención de la maestra de apoyo. En algo en lo que el 100 % de las entrevistadas coinciden31 es que la inclusión es un

derecho del niño, sin ponerlo en duda. La perspectiva de derechos que mencionan, y la cual

explica Sinisi, implica que la educación inclusiva puede garantizar la igualdad de

oportunidades para todos con la posibilidad de poder construir lo singular de la experiencia

escolar. Pero esta idea está lejos de ser una realidad para las entrevistadas a pesar de

considerarla un derecho. Las disidencias comienzan a la hora de pensar cómo hacerlo

efectivo.

La vicedirectora de la institución sostiene que, a pesar de ser un derecho, la inclusión en las

condiciones actuales no es viable:

Lejos de ser una inclusión para el niño que lo requiere, genera, a raíz de la falta de

recursos humanos, una complejidad en la escuela que por momentos es

inabordable. Yo creo que los chicos que tienen necesidades especiales requieren

y necesitan no solo que en el mejor de los casos esté alguien al lado ayudándolos,

sino también una estructura y una gestión (Vicedirectora).

Otras docentes, en cambio, hablan de la accesibilidad a nivel edilicio que requieren algunos

alumnos y la falta de organización a nivel institucional. La Ley de Educación Nacional N.°

26.206 afirma que el Estado tiene la obligación de generar políticas universales y estrategias

pedagógicas. A su vez, es esencial la asignación de recursos que otorguen prioridad a los

sectores más desfavorecidos de la sociedad. Por su parte, en la Ciudad Autónoma de

31 Véase Anexo 1.

Page 45: Un estudio de caso de un proyecto de inclusión en la

45

Buenos Aires, las autoridades jurisdiccionales tienen el deber de destinar los recursos para

hacerla efectiva, por ejemplo, brindando el personal especializado suficiente y asegurando la

cobertura de los servicios educativos especiales, el transporte, los recursos técnicos y

materiales necesarios para el desarrollo del currículo escolar32. Pero esta realidad a la

comunidad educativa, en cuanto a la otorgación de recursos, les resulta insuficiente.

La gestión y la asignación de recursos son fundamentales para lograr una educación

inclusiva. Como afirma la UNESCO (2008), no puede alcanzarse a menos que una sociedad

haya velado por un acceso igualitario a la escuela, haya desarrollado buenos currículos y

contextos de aprendizaje, y haya formado docentes que puedan enseñar a grupos

heterogéneos.

El problema de la formación es aún un tema central para las entrevistadas. Solo la

vicedirectora afirma tener una capacitación específica en Educación Especial, mientras que

la planta docente de la institución la reclama constantemente.

A la hora de la inviabilidad de los proyectos de inclusión, las docentes también ponen el foco

en la capacidad de los alumnos. Aluden a que según el grado de déficit se debe pensar en

las escuelas especiales como opción por sobre la inclusión. Al indagar sobre qué consideran

déficit, las respuestas tienden a mencionar “dificultades serias para aprender” (Maestra 4),

“tiempos distintos” (Maestra 1), “niños que necesitan ayuda” (Vicedirectora), entre otras,

pero ninguna especifica formas sistemáticas de llegar a esta conclusión, más allá de las

percepciones individuales.

La noción del déficit del alumno lleva consigo la percepción de que la inclusión no depende

del contexto, sino del propio alumno que aprende o no aprende, por lo que se ignora

nuevamente el modelo social de discapacidad y las reglamentaciones actuales. Por ejemplo,

el Consejo Federal de Educación determina que las escuelas especiales se constituyen

progresivamente en un espacio destinado particularmente a aquellos niños que, por la

complejidad o especificidad de su problemática, requieran este tipo de espacio educativo. A

su vez, afirma, los alumnos que no tengan discapacidad no deben estar en las escuelas

especiales, sino que se los debe incluir mediante estrategias de intensificación de la

enseñanza33.

La falta de conocimiento sobre los procesos de derivación y las normativas actuales se

observa como un elemento que dificulta la garantía del derecho a una educación inclusiva.

Por ejemplo, la maestra de apoyo de la institución refiere: “es cotidiano que desde la escuela

común nos presionen a las docentes de especial para realizar derivaciones, aunque no

32 Ley Nacional de Educación N.º 26.206. Fecha: 28 diciembre del 2006. D.O Nº31062. Art. 42. 33 Resolución 132/11. Consejo Federal de Educación. 11 de mayo 2011

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46

hayan intervenido los EOE o el Gabinete Central”. El proceso formal de derivación de un

alumno para el cambio de modalidad implica la orientación del Gabinete Central34.

No solo el problema de la falta de conocimiento de las normativas actuales impacta en los

cambios de modalidad, sino también en las posibilidades mismas que ofrece el Sistema

Educativo. Un ejemplo de esto es el concepto trabajado previamente Trayectorias

Educativas, aquel que habilita recorridos singulares de los estudiantes por el Sistema en

función de sus proyectos de inclusión y escuelas especiales. Pero como afirma Ana Elena

Esterkind de Chein (2009), lo sinuoso y lo curvo del camino se percibe como déficit o desvío

y no como una opción de tener un recorrido más acorde a lo que el sujeto necesita.

Continuando con las dificultades que mencionan las entrevistadas para implementar los

proyectos de inclusión, y a pesar de que el concepto tenga varios años circulando dentro del

Sistema, se observa que las docentes continúan con un discurso de diferenciación con

respecto a sus “otros alumnos”. Varias de ellas mencionan que la inclusión se puede dar si

el alumno incluido no afecta a sus compañeros:

Siempre está bueno incluir. Pero cuando ya eso empieza a influir en el proceso de

aprendizaje de los demás, hay que pensarlo (Maestra 4).

Más allá de incluir, está bueno también pensar en el otro. A mí, particularmente, lo

que me pasó es que en esto de incluir a chicos que tienen problemas y en donde quizás no tiene una maestra apoyo, a veces en el grupo se genera que se excluye

a los demás (Maestra 3).

En este contexto, no solo el lugar del sujeto es cuestionado, sino también se produce una

paradoja (Sinisi, 2010) dentro del Sistema. Al relacionar las formas de exclusión con las de

integración-inclusión se puede articular de manera contradictoria a las “escuelas comunes

expulsoras” y a las “escuelas comunes receptoras”. Como afirma Sinisi, las “escuelas

comunes expulsoras” no siempre se hacen responsables del problema del aprendizaje del

niño, siendo la Educación Especial la que en definitiva debe estar atenta a la efectiva

inclusión. La escuela inclusiva se construye sobre la participación y los acuerdos de todos los agentes

educativos que en ella confluyen (Alemañy Martínez, 2010). Pero en el caso de la Escuela

N.° 7, la implementación formal del proyecto de inclusión fue en su gran mayoría realizada

por Educación Especial. Esto se puede observar con el carácter formal que adquiere el

34 Los Gabinetes Centrales dependen de la Dirección General de Educación Especial. Están conformados por equipos interdisciplinarios, tienen como tarea orientar la trayectoria escolar de niños y jóvenes con discapacidad, o algún tipo de restricción conductual o cognitiva, a fin de definir la modalidad escolar más adecuada.

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47

proyecto cuando empieza a intervenir dicha modalidad: José comienza a asistir en

contraturno a la EII Nº9, se coordinan estrategias pedagógicas, la docente de apoyo

comienza a trabajar sistemáticamente con el niño dos veces por semana, etc. Lo narrado por las entrevistadas deviene en la idea de que la implementación de los

proyectos de inclusión pareciera que la tiene que hacer el otro. Como afirma Stella Caniza

de Paez, “El apoyo devino en dependencia” (Caniza de Paez, 2010, p. 43). Así lo ejemplifica

la maestra de apoyo al narrar una situación recurrente: “Los días que no asistía a la

institución muchas veces José se quedaba sin realizar alguna tarea”. Tal es la dependencia

que la vicedirectora habla de dicha modalidad del siguiente modo: “Hay situaciones que son

insalvables, para un lado y para el otro. Desde ahí nos acompaña Educación Especial”.

Este concepto que remite a la Educación Especial como “salvación” se aleja de los objetivos

que propone la Ley 26.206 en tanto modalidad que presta apoyo, realiza ajustes, facilita

medidas personalizadas y efectivas. A esto refiere Carlos Skliar (2008) cuando se pregunta:

“¿De quién es el problema de la inclusión?”. La inclusión depende del Sistema Educativo en

general, pero, como se puede observar, se la continúa asociando y responsabilizando a la

Educación Especial, sus instituciones, profesionales y saberes.

En conclusión, se observa que la dimensión institucional de dicha escuela está atravesada

por una ausencia de homogeneidad en varios aspectos: aún queda indefinido cuál es el

sentido de la inclusión, sus procedimientos formales, las formas de implementar los

proyectos y su carácter de derecho. Para afirmar esto, las causas que las entrevistadas

atribuyen aluden a la falta de capacitación de la planta docente, de instancias de

coordinación, encuentros y presencia de la modalidad especial. Esto determina cierto

malestar entre el equipo de maestros que lo manifiestan de forma recurrente.

Lo mismo sucede a la hora de pensar estrategias en torno a la trayectoria escolar del niño.

La complejidad para decidir si el alumno debe estar en una escuela especial o con proyecto

de inclusión enfrenta a dos instituciones que tienen formas distintas de concebir la

trayectoria. Esto demanda la conformación de acuerdos y de espacios de coordinación para

poder planear en conjunto cómo garantizar el derecho a una educación de calidad.

Otro aspecto para considerar es la prevalencia del modelo médico por sobre el modelo

social de discapacidad. Tanto es así que ninguna entrevistada consideró las barreras a nivel

institucional para revisar las dificultades de la implementación de los proyectos. A su vez, el

discurso del déficit continúa determinando las prácticas y las acciones escolares.

Por último, el análisis invita a pensar la relación entre Educación Especial y Educación

Común como dependencia. Skliar (2008) afirma que el protagonismo de la Educación

Especial es indiscutible, aunque también insuficiente. Se considera muy necesaria la

Page 48: Un estudio de caso de un proyecto de inclusión en la

48

presencia de dicha modalidad para diseñar estrategias conjuntas, formas de evaluar, modos

de agrupar favorecedores a las características del niño, etcétera. Pero no se puede

depender de forma total. El niño es alumno de la escuela y, como tal, tiene derecho a una

educación de calidad, con o sin la presencia de esta modalidad.

9.2. Lo áulico A la hora de pensar en proyectos de inclusión y en los alumnos “integrados” se debe

concebir el aula como un espacio que está siendo reconfigurado, que requiere nuevas

formas de intervención (Granata, 2008). Esta diversidad cuestiona el orden actual, ya que

supone cambios curriculares, presencia de diversos profesionales en las aulas y nuevas

formas de intervenir con los niños que cuestionan la cultura institucional.

En la Escuela N.° 7, nuevos actores aparecen con el caso de inclusión en el año 2017:

maestros de apoyo, equipos de orientación, profesionales externos. En ocasiones se retiran

niños, se generan actividades individuales, interviene en las clases la maestra de apoyo o,

como en el caso de esta investigación, el alumno con proyecto de inclusión debe esperar a

que le entreguen alguna tarea o evaluación que no comparte con los demás (Maestra 3).

Durante las entrevistas se pudo observar que, a pesar de que se trata de un contexto

escolar, cuando hablamos de alumnos con proyectos de inclusión, pareciera que las

intervenciones pedagógico-didácticas quedan en un segundo plano. Por ejemplo, la

vicedirectora de la institución responde que cuando se piensa en la Educación Especial, se

lo asocia con “ayuda”, al igual que la Maestra 4:

Primero en la contención del chico, a nivel humano, en lo social. No hay que

descuidar el entorno. Tener presente cuáles son las dificultades, si tiene que ver con lo físico, con lo neurológico, con lo psíquico, con lo conductual.

Como se afirma en el Documento Oficial realizado por Susana Di Pietro y otros35, destinado

a repensar las prácticas educativas en situaciones de inclusión, la cuestión de la

“contención” es un tema fundamental. Toda situación de aprendizaje lleva implícito un

aspecto relacional que puede entenderse como una contención: una ayuda dispensada para

35 Dirección de Investigación y Estadística Ministerio de Educación Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (2012). Las configuraciones de apoyo de la Dirección de Educación Especial en escuelas primarias comunes de gestión estatal. https://www.buenosaires.gob.ar/sites/gcaba/files/2012_las_configuraciones_de_apoyo_de_la_direccion_de_educacion_especial_en_escuelas_primarias_comunes_de_gestion_estatal.pdf

Page 49: Un estudio de caso de un proyecto de inclusión en la

49

que comprendan el alcance de sus propios sentimientos y con ello puedan modular su

expresión en formas más adaptadas y menos perturbadoras (Puigdellívol, 2007: 124). A

pesar de esto, el problema surge cuando el rol de Especial solo se centra en este aspecto.

Como afirma dicho documento, no es posible derivar de la mera contención un correlato con

los aprendizajes, sino que el eje tiene que ser el análisis de las intervenciones a nivel

pedagógico.

Así es como Skliar (2000), refiriéndose a la posición de la Educación Especial, menciona

que continúa más relacionada con la caridad, la beneficencia y la medicalización que con la

pedagogía. Esta alianza construye un proceso complejo y multifacético porque se legitima

que con la actividad misionaria y de auxilio se humaniza a los sujetos.

¿Y cuál es el lugar del sujeto en todo esto? Si la escuela se corre de lo pedagógico y se

queda en la contención, el niño queda a merced de su necesidad. Es preciso correrlo

entonces del lugar de objeto para que sea sujeto de su propia educación. Como afirma

Carlos Tamburú (2015: 10), cuando el niño ya está en la escuela, lo que se requiere es que

el niño sea. Lograr que la escuela eduque, que permita una socialización activa, una escuela

que arme un lugar simbólico que posibilite a los sujetos con discapacidad comenzar a

habitar su lugar, ese lugar que se construye junto y con los otros.

Para reafirmar el punto del corrimiento pedagógico solo una docente puntualiza qué sucede

dentro del aula:

Se realizan adaptaciones de los contenidos y actividades. También se trabaja por

fuera, creando proyectos individuales. Se toma un tiempo para el trabajo uno a

uno. Hacemos adecuaciones para las evaluaciones (Maestra 2).

Este relato conlleva un doble análisis: por un lado, el lugar de lo didáctico-curricular y, por

otro, la posición simbólica en la que queda el alumno. Con respecto al primero, la idea

recurrente en las entrevistadas de una educación para las dificultades, donde se deben

crear adecuaciones o “ayuda” implica la existencia, como afirma María Elizabeth

Guglielmino (2013, p. 30), de procesos de escisión en el currículum. Tanto es así que se

reafirma una tendencia a considerar que los recursos didácticos usados para el apoyo a

estos proyectos son exclusivos de los niños integrados en lugar de ser propuestas que

incluyan a la totalidad del alumnado. Pensar la inclusión desde las adecuaciones

curriculares de forma individual determina un desdibujamiento de las prácticas en general.

Como también, y se relató en el punto anterior, una dependencia exclusiva con Educación

Especial al considerar a dicha modalidad como la responsable de lograr la inclusión de los

estudiantes.

Page 50: Un estudio de caso de un proyecto de inclusión en la

50

Con relación a la posición simbólica, se observa que el alumno queda inmerso en un cúmulo

de profesionales, actividades diferenciadas y prácticas segregacionistas. A su vez, deja a

sus compañeros como espectadores pasivos de dicha situación. Skliar (2004) expresa al

respecto que lo que sucede es una actitud racista, de disminución de identidades vinculadas

con la vasta generalidad de las diferencias (Skliar, 2004: 23).

Durante el proceso de entrevistas, solo una docente aleja el foco del niño incluido para

pensar en la realidad áulica en general: “Me parece que la inclusión funciona. Creo que los

maestros de escuela común nos tenemos que capacitar para poder pensar estas aulas tan

heterogéneas que tenemos” (Maestra 2). El concepto de aulas heterogéneas, utilizado por

Rebeca Anijovich (2014), da cuenta de la necesidad de superar la mirada homogeneizadora

y proponer enfoques y estrategias más inclusivos que contemplen al mismo tiempo las

diferencias que existen entre las personas, los derechos de la ciudadanía y las obligaciones

de los Estados. Esta nueva perspectiva implica tener un enfoque pedagógico que contemple

la diversidad como una condición inherente al ser humano, por ende, no centrada en las

características de un alumno en particular.

La inclusión desde la mirada del aula representa un cambio que no todas las entrevistadas

logran acordar. Tanto es así que una docente determina que la inclusión se debe realizar si

no se varía significativamente la dinámica del grupo, transformando la enseñanza y el

aprendizaje (Maestra 2). Sobre esta mirada subyace un pensamiento negativo con relación

al cambio de las prácticas. Lo interesante sería pensar que, tal vez, esta modificación de la

dinámica puede ser favorecedora para el grupo u otros niños que no son foco de esta

política en particular. Como también poder cuestionar el concepto de que lo flexible se

desvía de lo esperado en el aula.

En esta línea de pensamiento, la Maestra 1 relata una experiencia para poder ejemplificar

sus cuestionamientos acerca de la inclusión:

Me pasó que en una escuela había un nene con muchas problemáticas vinculares

y de conducta en donde lamentablemente se excluyó a los pocos buenos que

estaban en el aula. […] entonces la inclusión está buena, pero también hay que fijarse en el resto porque a veces es excluyente para otros.

El primer aspecto interesante para el análisis es la mención de exclusión del resto de los

alumnos. En esto concuerda con la Maestra 2, al referirse a la modificación de la dinámica

habitual como algo negativo y excluyente. A su vez, resulta importante considerar la idea de

la existencia de “alumnos buenos”. Para teorizar sobre esta concepción, Carina Kaplan

(2008: 8) realiza una investigación sobre las representaciones de los docentes sobre la base

Page 51: Un estudio de caso de un proyecto de inclusión en la

51

de sus alumnos y el impacto que estas tienen sobre los niños. Ella explica que los juicios

que los maestros tienen generan una predicción sobre los desempeños escolares. Por lo

tanto, las formas eufemísticas de mencionar a los niños producen un efecto simbólico en la

estructuración del destino escolar.

En lo narrado por la docente, al aludir a alumnos “buenos” supone que existen alumnos

“malos”. Este adjetivo utilizado asocia lo malo con la dificultad y la conducta fuera de la

norma. Como sostiene la autora citada, no es simplemente un adjetivo, sino que manifiesta

un rechazo del docente al alumno y deslegitima su posibilidad de aprender. Así es como se

produce lo que Pierre Bourdieu (1991) considera el "sentido de los límites", entendido como

la anticipación práctica de los límites objetivos adquiridos durante la experiencia escolar y se

expresa en premisas del tipo "esto no es para mí’’.

En conclusión, asumir la heterogeneidad del aula y actuar en consecuencia no es tarea fácil.

La diversidad exige reformular roles y prácticas para poder posibilitar un entorno de calidad.

A esto refiere Silvia Dubrovsky (2008, p. 138) al hablar del aula como ficción: el niño no está

incluido por el simple hecho de estar en el aula, su presencia no basta para que se beneficie

del proceso educativo que sucede en el aula. Es necesario reconfigurar lo pedagógico para

poder trabajar con el otro como sujeto de posibilidades y no como un sujeto necesitado.

Como se pudo analizar, todas las entrevistadas consideraban el derecho a una educación

inclusiva como prioridad. No obstante, cuando tienen que enfrentar la realidad en su aula de

clases, la situación cambia: aparecen prejuicios, miedos y cuestionamientos, la falta de

capacitación de los docentes, las dinámicas grupales, los problemas vinculares, etcétera. Lo

interesante sería, entonces, pensar cómo repercuten estos miedos y prejuicios en el caso de

José.

9.3. El maestro integrador

La figura del maestro integrador aparece tipificada en la Resolución CFE N.° 311/16 de la

Ciudad Autónoma de Buenos Aires. En esta, se describe el rol del maestro integrador como

aquel que trabajará en conjunto con la escuela común para lograr la inclusión de los

alumnos a partir de estrategias pedagógicas. Por ejemplo, diseñar e implementar clases,

participar en las decisiones de promoción y de acreditación, establecer acuerdos sobre

actividades anticipadas, entre otras.

En la Escuela N.° 7, la maestra integradora comienza a ejercer su función en el año 2017.

Sus competencias se observan desdibujadas en función de la descripción de sus pares. Por

ejemplo, la Maestra 4 considera que aún necesita saber cómo trabajan las maestras

Page 52: Un estudio de caso de un proyecto de inclusión en la

52

especiales y la Maestra 3 explica que es enviada por obras sociales y no por una Escuela

Especial como menciona la resolución citada. A su vez, ambas reclaman la necesidad de

crear espacios para poder coordinar planes de acción, mayor participación de la modalidad

e intervención de la maestra de apoyo.

Por su parte, la vicedirectora describe el rol de la maestra de apoyo: “Viene a darnos una

mano en situaciones que nos desbordan”. Al igual que como se mencionó en la dimensión

áulica, en el relato de la equipo directivo se pone en evidencia que el rol de la docente de

Educación Especial queda escindido de su componente pedagógico, y aparece más cercano

a la ayuda, con las consecuencias que eso implica: dependencia, idea de salvación y

contención.

El rol del maestro de apoyo o integrador continúa en construcción (Barrozo, Schewe y

Pereyra, 2017), genera resistencias y tensiones. Ya que se refuerza la idea de que las

dificultades son internas producto de un déficit y, por lo tanto, se necesita un profesor

“especializado”. La falta de conocimiento sobre el rol evidencia que las prácticas

curriculares, entendidas como prácticas educativas que demandan un trabajo colaborativo

entre especial y común (Coincaud y Díaz, 2012: 18-39), aún no se han logrado. Es en estas

prácticas donde se disputan los significados sobre lo que se concibe como experiencia

escolar inclusiva para todos y el papel del currículum en la construcción de dicha

experiencia. Pero la ausencia de instancias de coordinación, de trabajo en equipo y de

conocimiento de las competencias –como afirman las entrevistadas– determinan que

todavía resta construir lo relativo a lo curricular.

A diferencia de sus compañeras, la maestra de apoyo narra su rol de forma más específica.

Describe su intervención en dos espacios: dentro del aula, acompañando a los alumnos con

dificultades de aprendizaje; y, fuera de ella, en un salón de apoyo pedagógico. Con respecto

a la primera, aclara:

… trabajamos a la par (con la maestra de grado) e intentamos detectar cuáles

niños necesitan un andamiaje mayor para poder acceder a los contenidos o si

requiere algún tipo de adecuación, por ejemplo, niños con dificultades para leer textos extensos o a nivel de la memoria y que precisan un modelo de guía,

etcétera.

La idea de andamiaje a la que refiere la docente es un término acuñado por Jerome Bruner

(1978) para explicar la mediación en el desarrollo de los procesos psicológicos superiores,

que toma como base el concepto de Zona de Desarrollo Próximo, de Lev Vygotsky (1978),

entendida como la diferencia entre lo que el niño puede hacer solo y lo que puede hacer con

Page 53: Un estudio de caso de un proyecto de inclusión en la

53

la ayuda de un otro. El andamiaje consiste en un proceso mediante el cual el profesor ayuda

a los niños a realizar lo que ellos no pueden efectuar al principio, permitiéndoles poco a

poco hacerse cargo de partes del proceso de construcción a medida que van teniendo

capacidades para lograrlo. En esta concepción subyace un entendimiento constructivista del

aprendizaje. Este sentido da lugar al interrogante: ¿Se condicen las adecuaciones

curriculares con esta forma de entender el aprendizaje?

Con respecto a la segunda intervención, a pesar de que esta práctica de retirar a los

alumnos del salón no está expresada en ningún documento oficial, parece ser una forma de

trabajo recurrente. La complejidad de dicha intervención reside en que muchas de estas

prácticas del proceso de “inclusión” pueden llevar a prácticas excluyentes. Al retirar a los

alumnos del salón para trabajar en un espacio apartado, se corre el riesgo de

estigmatización (Filidoro, 2003: 6).

Esta práctica determina un doble rotulamiento: para el alumno que se retira del aula y para

la maestra de apoyo. La primera, como menciona Filidoro (2003), es una forma de exclusión

del alumno “integrado” sin necesidad de pagar los costos de expulsarlo hacia afuera porque

implica su marginalización. A su vez, la docente queda inmersa bajo el rótulo de “maestra

de…”: “Era muy difícil que los mismos compañeros me saquen el rótulo que no ‘soy la

maestra de José’”.

El efecto simbólico, como menciona Cristina Pereyra (2013), es la legitimación de procesos

de exclusión por la rotulación en la que caen los niños “incluidos” en la Educación Común.

Esto determina una contradicción con las políticas educativas inclusivas. En lugar de crear

una comunidad escolar acogedora, segura, colaboradora y estimulante, donde cada alumno

sea valorado y donde se promueva el desarrollo de valores inclusivos que sean compartidos

por todos los integrantes de la comunidad (Booth y Ainscow, 2011), se produce un circuito

de exclusión dentro del mismo sistema.

Los alumnos con proyecto de inclusión terminan considerando su maestro a quien le brinda

los apoyos, mientras que el docente de grado puede desentenderse de la situación. Por

consiguiente, el rol del maestro integrador, que paradójicamente tiene la función de

posibilitar la inclusión, termina excluyendo al propio alumno.

En consecuencia, la intervención de la maestra de apoyo produce una paradoja: posibilitar la

inclusión, pero también la exclusión. Como refiere Skliar (1997), en la Educación Especial,

tanto las intervenciones como la concepción que se tenga aún se encuentran determinadas

por técnicas discriminatorias y segregacionistas. La presencia del docente de apoyo muestra

la ausencia de una propuesta educativa para todos, plenamente inclusiva, ya que solo

trabaja con “algunos”.

Page 54: Un estudio de caso de un proyecto de inclusión en la

54

9.4. La familia

La Resolución CFE N.° 311/16 propone un lugar central a la participación de la familia para

definir el proceso educativo del alumno; desde la elección de apoyos específicos, el acuerdo

de metas y la recepción de asesoramiento e informes para asegurar el proceso de inclusión.

Estos elementos parecieran convertirse en una excepción en la escuela analizada.

La cuestión familiar atraviesa al niño y a la comunidad educativa, por eso, es necesario una

mirada profunda de la situación. Blanca Nuñez (2008: 120) realiza un análisis del binomio

familia-institución caracterizando las formas en que ambas se vinculan. Ella describe que, en

muchos casos, la familia se acerca a la institución colocada en relación de subordinación al

poder de los profesionales, posicionados en un lugar de saber. Esto produce un progresivo

alejamiento hasta que dejan de asistir.

A partir del relato de las docentes, se observa que la familia del alumno toma una posición

de mero receptor sobre temas acordados de antemano. Por un lado, la Maestra 4 afirma que

es un derecho de la familia elegir sobre la educación de sus hijos, pero que, en el caso de

José, los padres no escucharon las sugerencias, entre otras, cambiar al niño de institución.

En esto coincide la Maestra 3 y completa que el problema de la inclusión de José fue que,

además de desoír las sugerencias, la familia no asistía a las reuniones.

Como se manifestó en la dimensión institucional, continuar parados desde un modelo del

déficit vuelve al niño centro de intervención sin tener en cuenta las necesidades de la

familia. Por lo tanto, es menester preguntarse a la hora de intervenir: ¿Qué le sucede a la

familia? ¿Por qué no asiste a las reuniones? ¿Cómo se posiciona la escuela con respecto a

la opinión familiar?

Una de las docentes narra su perspectiva con respecto al vínculo familiar desde otro punto

de vista:

Una cuestión que me parece importante es hablar con la familia. Así se puede

saber cómo está conformado el entorno familiar del niño y, a través de las

entrevistas con los padres, poder saber también cómo se encuentra el niño, en qué posición está en la familia. En mi experiencia, un obstáculo es que los padres

quizás no saben o ignoran cómo manejar la situación o les cuesta aceptar que su

hijo tiene otros tiempos y ahí vienen las presiones. Esto no está bueno. Primero

hay que trabajarlo con los padres para encontrar una solución.

Page 55: Un estudio de caso de un proyecto de inclusión en la

55

La mirada de esta docente tiene un punto de partida que difiere de las anteriores: se trata

primero de conocer a la familia, entender el lugar subjetivo del niño dentro de ella, sus

necesidades y las del grupo familiar. Propone una visión centrada en la comprensión que se

aleja de una posición subordinada. En esto coincide con la mirada de Nuñez (2008) al

destacar la necesidad de comprender a la familia en sus necesidades, demandas, dilemas,

tensiones, limitaciones, aspectos problemáticos, capacidades y recursos, y, a partir de allí, la

institución debe ofrecer diferentes estrategias, intervenciones y programas específicos para

ella a fin de apoyarla y sostenerla.

Como afirma Lorena Plesnicar (en Gvirtz, Zacarías y Abregú, 2012) el equipo directivo tiene

un rol fundamental en la dimensión que atañe a lo familiar: lo sociocomunitario. Esto

involucra la tarea de crear y sostener vínculos hacia adentro y hacia afuera de la escuela.

Para ello, es necesario mantener una relación positiva con la familia. La entrevistada del

equipo directivo, la vicedirectora, al preguntarle por la familia de José, narra:

Un gran obstáculo fue la concientización por parte de la familia de las necesidades

que requería su hijo (refiriéndose al cambio de escuela). A nosotros mismos no

nos terminan de permitir decir “no podemos con algunas cosas”. Entonces en esa

medida que no podemos ni decirlo, porque desde otro lugar suponen que

podemos, me parece que acá está la traba para todo (Vicedirectora).

A lo que refiere la entrevistada es a una escisión entre familia y escuela, lo cual evidencia

una dificultad para llevar a cabo un proyecto pedagógico de calidad. En palabras de

Francisco García Bacete (1994, p. 274), se pudo comprobar que las mejores escuelas, las

que ofrecen un mayor apoyo a los padres y en las que los niños obtienen logros superiores,

cuentan siempre con padres que apoyan sus metas y sus programas. Por lo tanto, para

poder reducir el fracaso, es muy importante que las escuelas aprendan a trabajar con el

grupo familiar.

La vicedirectora menciona la necesidad del cambio de institución en función de la situación

del niño, pero que no tiene permitido verbalizarlo. Esto nos invita a pensar si desde la

escuela no pueden hacer explícita la sugerencia a la familia del cambio de institución,

¿realizan esta sugerencia de formas no explícitas? ¿de qué manera? Esto se desarrollará

en los próximos apartados.

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56

10. El caso de José. ¿Inclusión que excluye? A continuación, se desarrolla un análisis del caso de José con respecto a su proyecto de

inclusión en la escuela Marco Sastre. Para ello, se inicia con un estudio del legajo, su

posterior triangulación con las entrevistas y el marco teórico. 10.1. Legajo escolar

El legajo es un documento que poseen todos los alumnos del Sistema Educativo.

Específicamente, el de José se puede encuadrar dentro de la clasificación de Cimolai (2014)

como de uso interno, ya que no fue presentado a la Supervisión del Área (procedimiento

habitual en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires). Este tiene como objetivo llevar un

registro de las actividades, apreciaciones y evaluaciones realizadas de los alumnos

derivados a la atención de los EOE. Es presentado en términos escolares y no

psicopatológicos como el de uso externo.

El documento de uso interno del alumno estaba incompleto (tomando como referencia los

componentes propuestos por la autora citada36), con actas informales y con poca

descripción de las conclusiones obtenidas.

Tanto la elaboración del legajo como el proceso de inclusión de alumnos con discapacidad –

según propone la Resolución N.° 311/16 del CFN– es una corresponsabilidad educativa de

construcción colectiva. Para esto, es preciso definir en una primera instancia cuáles son las

barreras a la participación y al aprendizaje para así poder diseñar los apoyos específicos en

función del modelo social de discapacidad. Estas propuestas deben estar elaboradas

conjuntamente entre los equipos de orientación del Nivel Primario y Educación Especial, y

contemplar las necesidades individuales. A pesar de las reglamentaciones vigentes, esta

forma de trabajo colectiva no se refleja en el legajo ni en las entrevistas como se

desarrollará en el siguiente apartado.

Este documento que poseen todos los estudiantes que pertenecen al Sistema Educativo

resultó ser una práctica evaluativa para José, como lo es para todos aquellos niños que

atraviesan ciertas dificultades en su escolaridad (Cimolai, 2014,p. 14). La importancia de su

análisis reside en que es uno de los instrumentos de medición que estructuran las mismas

prácticas de clasificación y de tratamiento de los problemas.

Las diversas prácticas evaluativas por las que atraviesan los niños con dificultades (entre

ellas el legajo) representan un poder disciplinario que tiende a enderezar conductas

36 Véase Anexo 2.

Page 57: Un estudio de caso de un proyecto de inclusión en la

57

(Foucault: 1989). El examen hace ingresar a la individualidad en un campo documental. Por

lo tanto, esta forma de control y de dominación genera recursos casi ilimitados de

individualización que permitan controlar a priori al individuo y corregirlo cuando su

comportamiento se ha desviado de la norma.

10.2. Trayectoria escolar de José En función de poder hacer evidente el proyecto de inclusión del alumno que deriva en un

cambio de institución, se optó por realizar un ordenamiento cronológico de su trayectoria

escolar. A su vez, se complementa con percepciones de las docentes involucradas,

evaluaciones parciales y estrategias que se fueron implementando para comprender de

forma holística lo sucedido.

El alumno ingresa al Sistema Educativo en el año 2012 en el Jardín de Infantes Común (JIC)

N.° 2 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Dicha institución comparte edificio con la

Escuela N.° 7 “Marco Sastre”. En el año 2014, José finaliza el Nivel Inicial en la misma

institución. El informe que consta en el legajo no menciona dificultades a nivel pedagógico ni

derivación alguna.

Comienza 1.° grado en 2015 y asiste a la misma aula que su hermana gemela. Cuando se

indaga por el alumno, la maestra de 1.° grado narra: “Era un niño que te desorientaba.

Cuando se le tomó el examen final, porque antes teníamos más tiempo para poder

evaluarlos y acompañarlos, realmente me sorprendió. Él trabajó solo. Pero al año siguiente

se olvidó de todo. Eso es problemático”. Con respecto a los aspectos pedagógicos, la

docente afirma que “tuvo muchas dificultades para poder leer y escribir. Se distraía, no

entendía lo que se le explicaba”.

Frente a este panorama, se le pregunta a la maestra cuáles fueron las intervenciones a nivel

pedagógico que implementó. Ella enumera: “tenerlo cerca del escritorio” y realizarle

adaptaciones en las evaluaciones para “bajar” los contenidos. Como se observa en el legajo,

el niño no fue derivado al Equipo de Orientación Escolar, y la maestra argumenta que la

causa fue otorgarle tiempo: “Primer grado no es fácil para todos los niños y me pareció que

teníamos que esperar a ver cómo se desempeñaba en el transcurso del año”.

A pesar de un trabajo con mayor detenimiento y respetar sus tiempos individuales, la

docente no dejó registrado ningún tipo de reunión con la familia, derivación o evaluación que

dé cuenta de una labor en conjunto para ocuparse de la situación pedagógica del alumno.

Con respecto a la participación familiar, la docente agrega:

Page 58: Un estudio de caso de un proyecto de inclusión en la

58

Su mamá no colaboró: ella había hablado conmigo y yo le sugerí que el nene vaya

a una escuela de jornada simple. Ella aceptó y dijo que sí. Pero un día apareció

llorando con todas las madres diciendo que no lo podía cambiar por problemáticas

familiares. La Supervisión escuchó eso y desoyó lo que las docentes dijeron.

Recién en 3.º grado se dieron cuenta.

Como se mencionó anteriormente, la participación familiar en este tipo de proyectos es un

pilar fundamental para su cumplimiento. La Resolución N.° 311/16 considera que la escuela

debe realizar un trabajo en conjunto con la familia para tomar decisiones, generar acuerdos

e informarle periódicamente la evaluación y la evolución del proceso educativo. Este aspecto

no se observa como logrado ni en lo registrado en el legajo ni en el discurso de la docente.

Por consiguiente, esto implica una falla a la hora de pensar los proyectos de inclusión.

Como afirma Vernor Muñoz Villalobos (en Skliar, 2008), es prioritaria la libertad de los

padres, de las familias, para poder elegir el sistema educativo para sus hijos. Esto determina

que la decisión y los movimientos respecto de los alumnos, en múltiples ocasiones, quedan

en manos de equipos técnicos, docentes y directivos que dejan de lado las percepciones de

los padres sobre la inclusión de sus hijos. El problema en el caso de José reside en la falta

de acuerdos de ambas partes: una escuela que desoye el deseo familiar de permanecer en

la institución y una familia poco involucrada en lo plenamente pedagógico.

A su vez, las docentes relatan el buen vínculo de José con sus pares. ¿Por qué no se

consideró este aspecto a la hora de pensar en la continuidad en la institución? ¿Solo vale lo

pedagógico?

José termina 1.° grado con Boletín Abierto37 y pasa a 2.° grado. La decisión se plantea en

conjunto entre el equipo directivo y docente –según lo afirman ellos–, ya que no existió la

intervención de Educación Especial ni del EOE.

Se constata en el legajo que el proceso de evaluación e intervención del EOE comienza en

2.° grado. En ese momento, empieza un proceso que Ana Toscano (2006: 10) caracteriza

como las rutinas escolares por las que atraviesan los alumnos con alguna dificultad y que

quedan plasmadas en el legajo:

37 Modalidad implementada por el Ministerio de Educación de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (2015), que favorecía la promoción de los/as alumnos/as que, terminado el tiempo regular de clases, no acreditaron los conocimientos que se consideran necesarios para pasar al grado inmediato superior. Esta estrategia posibilita cerrar la documentación en marzo, lo que permite a los niños que a fin de año no están en condiciones de aprobar, un margen mayor de tiempo para trabajar aquellos contenidos en los que han encontrado mayor dificultad. http://www.buenosaires.gob.ar/sites/gcaba/files/evaluacion_de_boletin_abierto_0.pdf.

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1.°) Demanda de intervención del EOE.

2.°) Evaluación del alumno.

3.°) Implementación de estrategias de intervención.

4.°) Solicitud de derivación.

En el caso de José, el primer paso comienza a los quince días de iniciado su 2.° año. El

informe lo realiza la docente de grado, aunque no queda en el legajo la demanda formal de

intervención al Equipo de Orientación Escolar. La maestra manifiesta preocupación debido a

que el niño cumplió el periodo de Boletín Abierto en 1.° grado. En la brevedad del informe, la

profesional explicita “rendimiento escolar bajo […] participación y trabajo pobre”, como

también, de forma muy escueta, otros aspectos que no alcanza en las principales áreas

académicas (escritura poco clara, falta de fluidez, no logra resolver operaciones, etc.).

La descripción que realiza la maestra invita a pensar en la adjetivación que los docentes

utilizan con respecto al niño (Sipes, 2006) que marcan un rumbo y un horizonte. Como

afirma Slavoj Zizek (2003), “el proceso de nominación de los objetos equivale al acto mismo

de la constitución de estos, entonces sus rasgos descriptivos serán fundamentalmente

inestables y estarán abiertos a toda clase de rearticulaciones hegemónicas”. ¿En qué lugar

quedó José si fue nombrado siempre desde lo que le faltaba?

En el mismo informe, se destaca el vínculo con pares y con docentes: “Es un niño querido y

valorado por sus compañeros”. Este aspecto es la primera característica que no pone el eje

en el déficit de José. Considerar el aspecto vincular como un valor es uno de los elementos

que propone la perspectiva actual de inclusión: tomar el potencial y no el déficit. A pesar de

esto, luego se observará que el buen vínculo que tenía José con sus compañeros no vuelve

a ser retomado como un elemento para pensar en la continuidad en la institución.

El artículo 15 de la Resolución N.° 311/16 afirma que en esta instancia de etapa inicial del

proyecto de inclusión se precisa la definición colectiva de las posibles barreras

institucionales, culturales y didácticas al acceso a la participación, la comunicación y el

aprendizaje del estudiante. Es en función de esto que se evalúa la necesidad de incluir

apoyos específicos, enmarcados en el proyecto de cultura escolar inclusiva. Al indagar

sobre este aspecto, la docente de 2.° grado de José manifiesta que:

… la intervención del Equipo de Orientación Escolar (EOE) es insuficiente. Yo no

tengo las respuestas que espero, siempre se dilatan. Siempre es un “vamos a ir

evaluando” y el año se va, y en la práctica no llegamos a la solución. En cuanto al

equipo directivo, es relativo. No tengo la necesidad de tener a nadie que me esté

auxiliando en el aula. Pero sí están al tanto de la situación y se van buscando las estrategias.

Page 60: Un estudio de caso de un proyecto de inclusión en la

60

En su relato y en las estrategias implementadas (adecuaciones en las evaluaciones,

adaptación de los contenidos, etc.), se infiere que no hubo instancias de definición colectiva

de barreras institucionales para poner en práctica el proyecto de inclusión.

Durante este año, también se realiza la evaluación del alumno, el segundo paso descripto

por Toscano (2006). Comienza a asistir a terapia psicopedagógica. Se estima que es

producto de la derivación al EOE que, como se mencionó, no se encuentra en el legajo. El

informe de la psicopedagoga lo diagnóstica con una inteligencia fronteriza. Para ello, da

detalles de la batería de test realizados: Técnica D2 y Span de dígitos, construcción de

figuras, entre otras. Ella misma sugiere realizar una interconsulta médica debido a su CI y su

bajo nivel atencional. No se observa en el legajo si esta fue realizada. A su vez, propone una

serie de sugerencias para la docente y la presencia de una maestra integradora para

realizar configuraciones de apoyo:

- Acortar la cantidad de ejercitación.

- Estimular de forma positiva sus logros.

- Presentar la información de forma fragmentada.

- Implantar cartuchera con pocos útiles para evitar distracciones.

- Trabajar con maestra de apoyo pedagógico.

El tercer paso que describe Toscano es la implementación de las estrategias de

intervención. Al indagar sobre estas, la docente narra que realizó varias: “reducirles las

actividades, que venga a mi escritorio para volverle a explicar, sugerí maestra particular.

También hice la derivación y tuve encuentros periódicos con la familia”.

Es en este año que aparece en el legajo la idea del cambio de institución como una

estrategia viable para la trayectoria del alumno. En un acta de reunión de la docente y la

familia se registra que “La mamá averiguará para cambiarlo a una escuela sin idiomas”. Se

infiere que en la reunión se habló de este aspecto, aunque no quedó registrado en el acta el

porqué de la averiguación. A su vez, se explicita la sugerencia de una jornada simple, que la

madre rechaza por dificultades a nivel laboral.

En las actas sobre las reuniones realizadas, se observa una descripción detallada por áreas

de las dificultades del alumno, mas no así su potencial o la evaluación de las estrategias

implementadas. Se mantiene como constante el “regular” en Prácticas del Lenguaje e

“insuficiente” en Matemática. En la reunión final con la familia, la docente de 2.° grado deja

Page 61: Un estudio de caso de un proyecto de inclusión en la

61

por escrito que José finaliza el año con promoción acompañada38, pero que no la pudo

aprobar. Se definirá en febrero del siguiente año la promoción a 3.° grado.

Según refiere la Maestra 2, comienza el ciclo lectivo 2017 y la mamá se reúne en

Supervisión del Área para que el niño pase a 3.° grado directamente. Esta actitud generó

mucha discordia entre la familia y la escuela. Las docentes y la vicedirectora aluden a esta

situación de forma incómoda porque no se tuvo en cuenta el criterio profesional.

En 3.° grado, año 2017, comienza a intervenir Educación Especial en la institución. Esto

queda registrado en el legajo, debido a los informes de la maestra de apoyo. En estos

describe a José como un niño que tiene muy buen vínculo con pares y docentes. Que

necesita del acompañamiento constante para el trabajo pedagógico con tiempos de

concentración muy cortos.

La incorporación de dicha modalidad representa un cambio en las estrategias que le da

mayor formalidad al proyecto: José empieza a asistir en contraturno dos veces por semana

a la Escuela Integral Interdisciplinaria para apoyo pedagógico como propone la Resolución

N.° 311/16 al mencionar que este tipo de ayuda podrá ser recibida en la institución en la que

cursa su escolaridad o en otro espacio educativo.

Al indagar sobre la situación del alumno, la maestra de apoyo describe el proyecto como:

La verdad es que desde que arrancó Educación Especial se implementaron varias

estrategias: desde un seguimiento con la familia, aunque fue muy difícil que

asistan a todas las reuniones, actividades con adecuaciones y evaluaciones. Se

trabajó en un salón de apoyo contenidos específicos. Pero la realidad es que

llegué a la institución y el discurso que circulaba es que este niño no pertenecía al

nivel de la institución. La escuela no hizo más que expulsarlo. Desde mi criterio, sin darle el tiempo necesario a la intervención de Especial (Maestra de apoyo

pedagógico).

La docente de 3.° grado, la docente de inglés y la maestra de apoyo dejan asentados

informes sobre la trayectoria del alumno. Todas coinciden en las dificultades para la

comprensión de consignas y su resolución. A su vez, comparten la importancia de la

atención personalizada que el niño requiere. Un aspecto significativo es que todas

mencionan el buen vínculo con sus compañeros y el esfuerzo que el niño hace para afrontar

las propuestas pedagógicas.

38 Consiste en intensificar la enseñanza de los niños que llegan al último periodo del ciclo escolar sin haberse apropiado de algunos contenidos nodales del año cursado, quienes participarán de una propuesta específica de enseñanza en un trabajo de acompañamiento y refuerzo, el que será sostenido por los miembros del equipo docente y de conducción a lo largo del ciclo lectivo (Resolución N.° 323/MEIGC/18).

Page 62: Un estudio de caso de un proyecto de inclusión en la

62

En las actas realizadas, queda registro de la implementación de estrategias:

- Trabajo con maestra de apoyo.

- Cartuchera con menos útiles para que no se distraiga.

- Se sienta al alumno cerca de la docente para un mayor monitoreo.

- Se realizan adecuaciones de evaluaciones.

A su vez se reitera, pero en este caso a pedido de la psicopedagoga del alumno, la

sugerencia de asistir a una escuela de jornada simple “más leve”. Por parte de la escuela,

se deja por escrito que se recuerde que es una escuela intensificada en idiomas. La mamá

acuerda averiguar por el cambio de institución nuevamente. José termina 3.° grado con el pase a 4.° grado en una escuela primaria de jornada simple.

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11. Discusión en torno al cambio de escuela El sujeto del caso trabajado finaliza su 3.° grado en la Escuela N.° 7 para luego comenzar

en un nuevo colegio. Esto nos lleva a cuestionarnos: ¿Podemos definirlo como un proyecto

exitoso de inclusión si derivó en que el alumno se cambie de escuela? ¿Resultó ser una

práctica excluyente o expulsiva? El estudio de la situación invita a pensar en estos

interrogantes.

Como se expresa en el análisis del legajo, José finaliza 3.° grado y por sugerencias

expresadas en diversas actas (tales como “se le recuerda a la mamá que es una escuela

intensificada en idiomas”) y en los discursos de las docentes, su familia es ayudada a

gestionar el pase a un colegio de jornada simple. Al indagar en las causas de dicha

sugerencia, las posiciones se dividen entre aquellas que atribuyen la decisión a la capacidad

del niño, a las características particulares de la institución y al aspecto socioeconómico.

La primera docente sostiene que “… a José no le daba ni la madurez ni la capacidad” para

continuar en la institución. Esta idea se aleja por completo de lo que dice nuestra Ley de

Educación Nacional N.° 26.206 en su artículo 11 inciso f: “es fin de la política nacional

asegurar las condiciones de igualdad y no discriminación de ningún tipo”. Como también

“brindar a las personas con discapacidades, temporales o permanentes, una propuesta

pedagógica que les permita el máximo desarrollo de sus posibilidades, la integración y el

pleno ejercicio de sus derechos"39. Esta mirada presume la responsabilidad a José de no

formar parte de este dispositivo escolar.

A esto refiere Sinisi (2010) cuando menciona el deber del alumno normalizado como aquel

que tiene que aprender a comportarse en la escuela para no sufrir la exclusión en lugar de

ser incluido en la diversidad. Esta forma de cargar la responsabilidad sobre el sujeto no

suele considerar los dispositivos de los que estas problemáticas emergen. En ningún

momento, esta docente realiza una evaluación de que la dificultad de José se da en el

espacio escolar, por lo tanto, desconoce el carácter estructurante de la educación (Elichiry y

Abramoff, 2011). No se tienen en cuenta las múltiples relaciones involucradas y se

puntualiza en propiedades subjetivas más que en el resultado de interacciones con atributos

de la actividad escolar.

A esta posición se acerca el segundo grupo de docentes que refieren a ciertas

características institucionales que dificultan la trayectoria del alumno: carga horaria,

exigencia y los múltiples idiomas. Estas ideas ponen en evidencia que la percepción que

tienen es que no todas las escuelas son para todos los chicos. Que las prácticas de

39 Ley Nacional de Educación N.º 26.206. Fecha: 28 diciembre del 2006. D.O Nº31062. Art. 11.

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educación, a pesar de las reglamentaciones, siguen muy atadas a la idea de normalidad y

que lo diferente no siempre entra en la escuela. No obstante, se debe ser consciente de la

realidad: pensar la enseñanza en función de un diseño curricular enfrenta a los docentes

con la necesidad de contar con herramientas para diseñar proyectos educativos acordes a

los modos, los tiempos y las particularidades de aprendizaje de todos los alumnos

(Dubrovsky, 2010,p. 8).

Enseñar, como afirma Graciela Frigerio (Frigerio y Dicker, 2005), es un acto político y tiene

que ver entonces no solo con las condiciones del alumno para aprender, sino las

condiciones de escolarización que el sistema despliega para que todos los alumnos

aprendan. Por eso, como se mencionó anteriormente, el Estado no puede desentenderse de

otorgar los recursos necesarios para asegurar las trayectorias.

La asignación de recursos es un tema prioritario y que preocupa a la comunidad educativa

de esta escuela, pero en el argumento de las características institucionales permanecía

subyacente la idea de las dificultades como un desvalor.

Continuar pensando en la inclusión solo desde las condiciones del alumno está en contra de

las propuestas nacionales e internacionales. La mirada se debe ampliar al contexto, a las

barreras y a las posibilidades que la escuela puede ofrecer para asegurar una educación

acorde a lo que el alumno necesita.

Por último, un tercer argumento es el de la docente que combina el contexto y una variable

socioeconómica. La maestra de 2.° grado, al preguntarle por la decisión tomada del cambio

de escuela, menciona:

Primero por la modalidad: jornada completa y plurilingüe. Donde la exigencia es mucho mayor que una escuela de jornada completa común y mucho más que una

jornada simple.

Esas son barreras que se le van poniendo al chico. […] Y, por otro lado, como la

comunidad es una comunidad en la que la mayoría de los papás son profesionales

con determinados estímulos que los chicos tienen, el confort que le permite el

acceso a muchísimos medios de comunicación. Por lo cual, chicos que tienen

determinadas dificultades a eso no acceden.

Al aludir a una característica de índole socioeconómica, esta docente se refiere al fenómeno

que Cristina Pereyra (2013, p. 58-73) caracteriza como el aumento de matrícula de

Educación Especial. Esto se produce debido a que la mayoría de los alumnos presentan

supuestas dificultades en susaprendizajes por su situación social, económica y cultural, y

terminan derivados a Especial. El peligro de este discurso es que profundiza los procesos

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65

estigmatización y discriminación para estos niños “pobres” y que desde un lugar de “déficit”

y “patología” naturaliza las desigualdades sociales y económicas.

Como se puede observar, las entrevistadas argumentan desde diferentes ópticas el porqué

del cambio de institución. Pero dos de ellas cuestionaron su propia decisión al plantear el

carácter expulsor:

No sé si está bien que recomendemos otro lugar. En el caso de un alumno que se

realizó esto el año pasado (José), me parece que los dispositivos involucrados funcionaron y se pudo llevar a cabo. Lo conversamos desde acá, generamos una

vacante desde otro lugar. Pero bueno, claro, también entiendo que puede tomarse

como expulsivo. Es muy complejo (Maestra 3).

El carácter expulsivo al que alude esta docente es muy interesante, ya que las formas

cotidianas en las que suceden los procesos de exclusión, por lo general, son naturalizadas

por la comunidad educativa. Como afirma Sinisi (2010, p. 11), la sola inclusión y

permanencia en la escuela se constituyó en una meta por sí misma, como si fuera

beneficiosa per se, pero considerarse una escuela inclusiva no hace cambiar las prácticas

de exclusión que suceden ahí dentro. Para cambiar las prácticas, primero hay que

visibilizarlas. Una manera de comenzar a visualizar fue el posicionamiento de esta docente

al poner en palabras la complejidad de la decisión, que entiende que lo mejor para el niño

era el cambio de escuela (desde su criterio profesional), pero puede resultar expulsivo.

Otra entrevistada que cuestiona la decisión es la vicedirectora, aunque la raíz es distinta.

Ella afirma estar de acuerdo, aunque no debería haber sido posible, puesto que no se les

permite hacerlo desde la Supervisión del Área:

En realidad, no es viable. No es aceptable y no se puede. En realidad, se supone

que todas las escuelas tienen que arbitrar los medios para adaptarse a cada

situación. Lo que pasa es que si existen escuelas intensificadas es porque la oferta también es distinta. Si existe jornada simple y completa, existen diferentes

ofertas. No tenemos permitido hacer ningún tipo de sugerencia a pesar de que

entendamos que no todas las escuelas son para todos los niños.

Como menciona la entrevistada, la supervisión de Educación Primaria no permita

recomendar el cambio de escuela, pero es una realidad que –como se pudo observar en

este trabajo– sucede.

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66

¿Cómo se invita a la familia a realizar el cambio sin “poder decirlo”? Se sugiere de diversas

maneras: se le propone a la familia pensar en distintas opciones, se registran en actas las

dificultades del niño y lo exigente que es la institución, circula entre las maestras que el niño

no debería estar en esa escuela, se presiona a la Educación Especial para llevar a cabo el

pase.

Con esta exposición se considera necesario remarcar que la idea no es demonizar las

trayectorias diversas dentro del sistema educativo. Son viables y legales (amparadas bajo la

Resolución de Trayectorias Educativas Integrales40 ) Como afirma Flavia Terigi (2007, p. 1),

no es una novedad que las trayectorias escolares de muchos de quienes asisten a las

escuelas en calidad de alumnos están desacopladas de los recorridos esperados por el

Sistema, pero tampoco es novedad que estos desacoplamientos sean percibidos como un

problema. Tal vez, el punto es alejarnos de observarlo como una dificultad individual del niño

y abordarlo de forma sistémica dentro del Sistema Educativo, poder diversificar la

experiencia escolar sin renunciar al aprendizaje que, al fin y al cabo, es un derecho.

12. Conclusiones

La inclusión es una tarea compleja, un ideal, una utopía. Como afirma Mel Ainscow (2000),

la escuela inclusiva no es una realidad, sino un horizonte que queremos alcanzar. En

consonancia con esto, la educación y la inclusión no dependen de voluntades individuales,

sino que es necesario posicionarnos dentro de la perspectiva de los derechos.

En la Declaración de Salamanca (UNESCO, 1994), la inclusión educativa era vista como un

principio; esto es, como un criterio orientativo, moralmente importante, pero que no

necesariamente comprometía a sus destinatarios. Pero, actualmente, y con el apoyo

recibido desde la Convención de los Derechos de las Personas con Discapacidad, lo que se

establece es que la educación inclusiva es un derecho positivo que, justamente por ello,

obliga a las autoridades a crear las condiciones para su disfrute efectivo. Así, promueve las

circunstancias propicias y remueve los obstáculos que impidan su ejercicio, ya que, de lo

contrario, estaríamos ante situaciones de discriminación.

Pensar en inclusión, como se dijo en repetidas ocasiones, implica considerar las barreras

institucionales en relación con las condiciones de escolarización ofrecidas y no en relación

con el déficit: promover políticas y prácticas inclusivas donde el alumno y el contexto

interactúen plenamente.

40 Documento de Apoyo N.º 4. Dirección de Educación Especial. Dirección General de Cultura y Educación de la Provincia de Buenos Aires (DGCyE). 2009

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67

¿Se acerca la escuela a la que asistió José a este ideal? Esta pregunta nos lleva a repasar

las intervenciones que se hicieron con el proyecto del alumno para asegurar su trayectoria

que derivó en el cambio de institución como estrategia para ¿posibilitar? la inclusión.

Para analizar estas líneas que concluyen la investigación, iré desde el aspecto macro de la

educación a lo micro. A pesar de la exhaustiva mirada sobre lo micro de este trabajo, se

considera primordial destacar que el papel de las políticas públicas en la consecución de los

proyectos es fundamental. Como se mencionó con anterioridad, no depende solo de

voluntades individuales.

Específicamente la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, lugar donde está situada la escuela

del caso, no sancionó una ley de educación jurisdiccional, pero existen diversas

resoluciones que reglamentan la Ley de Educación Nacional N.° 26.206. La principal

reglamentación en materia de inclusión (311/16) propone la asignación de recursos,

estrategias y personal especializado para lograr la plena inclusión de los alumnos, pero la

realidad de esta escuela demostró otra cosa. Las entrevistadas aluden a que, dentro de las

condiciones actuales del Sistema Educativo, no se pueden desarrollar plenamente los

proyectos por la falta de recursos. Ellas ejemplifican la ausencia de tiempos específicos de

planificación y de coordinación, los encuentros con diversos profesionales para aunar

criterios, la presencia del Equipo de Orientación Escolar y de Educación Especial –que solo

asistía dos veces por semana–, entre otros.

Las dificultades que refieren las docentes a la hora de hablar de inclusión aluden también a

cuestiones de capacitación, de falta de conocimientos sobre actores, procedimientos y

estrategias. Por lo tanto, es ciertamente complejo que, en un contexto con tantas

dificultades, resulten proyectos inclusivos viables.

A su vez, en el ámbito escolar, se observa que varios elementos fundamentales para pensar

los proyectos fueron insuficientes. Desde el ámbito familiar, se observó poca participación

en las propuestas escolares. Desde la concreción del proyecto como construcción colectiva,

no fue suficiente el trabajo en equipo ni estuvo bien coordinado. Desde la sistematización,

organización e implementación de estrategias, aún falta mucho por recorrer.

A partir de la triangulación de datos, se pudo constatar que la poca formalidad de la

intervención pedagógica sobre el niño se presenta desde 1.° grado. Además, la docente

sugiere el cambio de escuela sin haber realizado la derivación al Equipo de Orientación

Escolar, sin haber sistematizado un proyecto de inclusión como tal o incluido a la familia.

Esta tendencia continúa durante los años siguientes, pero, ahora sí, enmarcada en un

proyecto formal, con intervención del EOE y Educación Especial.

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68

Luego de un año de implementación del proyecto, se sostiene la decisión institucional de

sugerirle a la familia el cambio de escuela, que terminó haciéndose efectiva al final del 2017.

Los padres tardaron tres años en estar de acuerdo con esta medida y en el medio quedó

José, sumergido en prácticas segregacionistas, diversos profesionales e intervenciones. El

vínculo con sus pares, como relataron las entrevistadas, siempre fue muy bueno, pero

resultó no ser suficiente para que permanezca en la institución.

Como se desarrolló en este trabajo, esta decisión es viable: un niño puede cambiarse de

una escuela otra, aunque debe hacerse en silencio, como afirma la vicedirectora

entrevistada (ya que no lo permite la Supervisión del Área). Justamente, la imposibilidad de

transmitir de forma explícita el cambio de institución se relaciona de modo directo con el

carácter expulsivo que enfrenta. Poner en palabras que la escuela no es para tal niño

materializa la idea de Ricardo Baquero (2001): las dificultades de los niños vuelven evidente

una pregunta que implícitamente se encuentra presente en cualquier dispositivo pedagógico

y que remite a los alcances y los límites de toda acción educativa.

Este interrogante al que refiere Ricardo Baquero se mantiene oculto en la medida en que los

estudiantes responden de manera esperable a la propuesta educativa de la escuela común.

La pregunta por la educabilidad debería conducir a la escuela a plantearse no solo los

motivos que hacen que estos alumnos no puedan permanecer en la institución y adecuarse

a ella, sino también qué aspectos de la propuesta académica podrían ser transformados

para responder a las posibilidades, características y necesidades de estos niños. Situación

que, en función de lo investigado, en este caso, no sucedió.

Esto demuestra que aún falta analizar, desde el ámbito educativo, la inclusión de los

alumnos y el discurso de la deficiencia que los rodea. Para esto debemos considerar que el

objeto del discurso no es el alumno que no aprende al ritmo esperado por la escuela, sino

que alude a los procesos sociales, históricos, económicos y culturales que regulan y

controlan la forma acerca de cómo son pensados e inventados los cuerpos y las mentes de

los otros.

En el caso de José, la mirada estuvo puesta sobre él sin considerar las barreras

institucionales. Esto devino en que, en lugar de repensar el papel de la escuela para

asegurarle una educación de calidad, se lo culpó de no poder alcanzar lo estipulado.

La situación de la inclusión es tan compleja que la realidad demuestra que no es suficiente

con que el niño asista a la escuela, sino que tiene que existir un correlato con los

aprendizajes. Cuando no es así, se vuelve comprensible que en los casos en que se evalúa

que la institución resulta expulsiva o bien que la escuela no logra involucrarse totalmente

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69

con la situación, la propuesta del cambio de institución es una alternativa para lograr que el

alumno continúe su trayectoria escolar.

Por último, pero no menos importante, se considera prioritario destacar el lugar que la

escuela le dio a José como sujeto. El niño escapó a la norma esperada por la escuela,

requirió una mirada y una intervención pedagógica que la institución tuvo dificultades para

afrontar. En consecuencia, José quedó situado entre distintos profesionales y prácticas que

determinaron un progresivo “diferencialismo”.

Esto se hace evidente con la presencia de la maestra integradora junto a él en el aula –

quien lo retira para trabajar aparte–, las adecuaciones de las evaluaciones y la culminación

de la exclusión: con un grupo de docentes que sistemáticamente le hacen saber a la familia

que la escuela no es para él, por su exigencia, por la cantidad de horas, por ser plurilingüe,

etcétera.

Todas estas prácticas y actitudes que se sucedieron de forma natural en la escuela no dejan

de construir una inclusión excluyente en el sentido en que lo expresa Norma Filidoro (2003):

no se trata de un plan deliberado de la escuela, sino de una contradicción que ella

encarna en la medida en que debe hacerse cargo de una demanda del discurso

social de inclusión sin estar preparada para ello.(p.13)

Finalmente, esto invita a cuestionarnos: ¿Cómo ubicar a un sujeto en un lugar donde se lo

“des-ubica” por no encontrar respuestas frente al paradigma de la homogeneidad? Los

discursos de las entrevistadas y lo manifestado en el legajo dan la idea de un poder

disciplinario sobre el niño. El alumno quedó bajo la mirada de diversos profesionales desde

su calificación y no desde su subjetividad. Expuesto como un objeto para integrar por

profesionales que prueban, miden y clasifican. Es la idea de disciplina a la que alude Michel

Foucault: “una mirada normalizadora, una vigilancia que permite calificar, clasificar y

castigar”.

Este examen constante fue acompañado de un sistema de registros –el legajo– del que

posiblemente no pudo, ni pueda, liberarse. Así se convierte en un objeto de saber y de

poder. Si, como afirma Estevan Levin (2003), “educar es crear huellas simbólicas” (citado

Tumburu, 2015,p. 17), ¿qué huella le dejó la escuela a José? ¿Encontró el espacio para

desarrollar plenamente su derecho a una educación de calidad? ¿Es la otra institución la

solución a su “problema”?

El debate es complejo porque, al fin y al cabo, lo que importa es el niño y la necesidad de

que la escuela sea el espacio para que ejerza su derecho a una educación de calidad. Por

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70

eso, para terminar, considero que valerse del concepto de Trayectorias Educativas

Integrales puede ser el camino.

Los movimientos dentro del Sistema son posibles porque implican considerar el recorrido

educativo desde la singularidad. Pero el punto es que esta flexibilidad para circular dentro de

instituciones o modalidades debe ser en el marco de un proyecto que tienda a la inclusión y

no a la expulsión. Que valore las posibilidades y que aloje la singularidad.

En suma, lo importante es crear el espacio para que el niño pueda ser nombrado desde su

subjetividad, en una escuela o en la otra. Que no esté por estar incluido, sino que sea un

espacio de conocimiento, de aporte, de construcción de lazos. Que la inclusión se manifieste

como el reconocimiento de las diferencias y no como la normalización y misericordia del

“distinto”.

Por último, la intención de este trabajo fue analizar el panorama en una escuela en particular

y del trabajo con un niño de forma individual. Pero sería interesante para investigaciones

futuras continuar analizando la trayectoria de José: ¿Fue el cambio de escuela un hecho

favorable en su trayectoria?

A su vez, comprender qué sucede en los diversos proyectos de inclusión en la Ciudad

Autónoma de Buenos Aires, focalizando en el cambio de institución como estrategia. De

esta forma, revisando las barreras y posibilidades, intentar dilucidar cómo podemos lograr

una educación de todos y para todos.

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14. ANEXOS ANEXO 1

Perspectiva sobre la inclusión

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ANEXO 2

Legajo del alumno41

41 Modelo de cuadro de construcción personal sobre la base de lo propuesto por S. Cimolai (2014) en Los legajos escolares en el proceso de construcción de los problemas del alumnado. Archivos Analíticos de Políticas Educativas, 22 (103). Disponible en: <http://dx.doi.org/10.14507/epaa.v22.1764>.