un país fragmentado. la carpio

Upload: kennethpb

Post on 14-Oct-2015

122 views

Category:

Documents


1 download

DESCRIPTION

Este libro pone en evidencia la actitud xenófoba de los costarricenses especialmente anta los emigrantes nicaragüenses, situación que ha ido en aumento conforme el paso de los años.

TRANSCRIPT

  • Carlos Sandoval Garca Mnica Brenes MontoyaLaura Paniagua Arguedas Karen Mass Fernndez

    Un pas fragmentadoLa Carpio: comunidad, cultura y poltica

    Instituto de Investigaciones Sociales

  • CR860.9Q5u Quesada Soto, Alberto. Uno y los otros : identidad y literatura en

    Costa Rica 1890-1940 / Alberto Quesada Soto. 1. ed., 1. reimpr. San Jo s, C.R. : Edit. UCR, 2010.

    336 p. (Coleccin identidad cultural ; 3) ISBN 9977-67-465-5

    1. lItERAtURA CoStARRICENSE hIStoRIA y CRtICA. 2. NovElA CoStA-RRICENSE hIStoRIA y CRtICA. I. ttulo. II. Serie.

    CIP/1072 CC/SIBDI.UCR

    Edicin aprobada por la Comisin Editorial de la Universidad de Costa Rica

    Primera edicin: 2010

    Revisin de estilo: Toms Sarav Diseo, diagramacin y portada: Olman Bolaos Dibujo de portada: Joselyn Aguilar Prez Control de calidad: Grettel Caldern A.

    Editorial Universidad de Costa Rica, Ciudad Universitaria Rodrigo Facio. Costa Rica.Apdo. 11501-2060 Tel.: 2511 5310 Fax: 2511 5257 [email protected] www.editorial.ucr.ac.cr

    Prohibida la reproduccin total o parcial. Todos los derechos reservados. Hecho el depsito de ley.

    Nuestro agradecimiento al Servicio Jesuita para Migrantes de Centroamrica y la Fundacin Wenner-Gren para la Investigacin en Antropologa por apoyar el proyecto que dio origen a este libro. Publicacin realizada con el apoyo financiero del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia y la Agencia Espaola de Cooperacin Internacional para el Desarrollo.

    Colocar aqu colofn (incluir mes y ao de impresin y no eliminar nmero IG)IG XXX

  • Agradecimientos

    El equipo del proyecto que dio origen a este libro desea agradecer profundamente a todas las perso-nas que, de una u otra manera contribuyeron al desarrollo de la tarea.

    En primer lugar, se agradece a la comunidad de La Carpio por el apoyo, atencin y apertura para realizar este trabajo; expresamos un profundo reconocimiento a cada una de las personas participantes. En especial al personal docente y administrativo de la Escuela Finca La Caja, por su paciencia e incondicional apoyo en todo el proceso y en las diferentes actividades realizadas en sus instalaciones. Tambin agradecemos a las personas coordinadoras en las diferentes iglesias que nos facilitaron espacio para reunio-nes e invitar a las personas a participar.

    Especial mencin a Esteban Snchez, Juan Antonio Gutirrez, Diego Mata y Diana Mass, por laborar en las distintas fases del proyecto. Se agradece el esfuerzo y par-ticipacin de varias personas como voluntarias, entre ellas Paulo Gutirrez, Jorge Monge y Maricarmen Merino. Gracias a Freidrica Georg, estudiante de antropologa en la Universidad de Marburgo, Alemania, que realiz una pasanta de ocho semanas en el proyecto entre febrero y abril del 2006.

    Nuestra gratitud para Rosemary Alfaro, encargada de la bsqueda y compilacin de material para anlisis

  • U n p a s f r a g m e n t a d ov i

    en las ediciones digitales de los peridicos, a Kathia Castro, por el respaldo administrativo brindado desde el Instituto de Investigaciones Sociales y a Xiomara Siles por el apoyo informtico.

    Debemos tambin recordar la valiosa labor realizada por Orlando Guier, quien se desempe como coordina-dor de un taller de expresin artstica para nias, nios y jvenes de la Escuela Finca La Caja, durante los meses de marzo a diciembre del ao 2006.

    Agradecemos al Centro Cultural de Espaa por su apoyo en las actividades artsticas, tanto en el patrocinio del taller antes mencionado como en el taller de fotogra-fa para nios y nias a cargo de Rafael Liao (premio nacional de fotografa de Espaa en 2005), que se realiz el 13 de junio del 2006.

    Un agradecimiento especial para el equipo de pro-duccin y edicin de Un pas fragmentado. La Carpio: comuni-dad, cultura y poltica. Gracias a don Toms Sarav, editor; a Olman Bolaos, diagramador de la portada y del libro, y a Grettel Caldern, encargada de control de calidad. Merecen tambin nuestro agradecimiento Daniel Lara y el personal de la imprenta.

    Finalmente, agradecemos ampliamente el respal-do del Instituto de Investigaciones Sociales y de la Vicerrectora de Investigacin de la Universidad de Costa Rica. Asimismo, el apoyo financiero de la Fundacin Wenner-Gren para la investigacin en Antropologa y del Servicio Jesuita para Migrantes-Costa Rica. La bs-queda de recursos para disear e imprimir este libro ha procurado emular el esfuerzo de miles de familias de La Carpio por hacerse de una vivienda o construir la escue-la. A cuenta gotas logramos llenar el vaso!

  • Contenido

    InTRoDUCCIn ......................................................... xi

    Tu historia cuenta... nuestras vidas en Carpio.............. xvi

    Abrir espacios para la memoria ........................................ xxvi

    Organizacin del libro ...................................................... xxix

    CapTUlo 1. HaCIa la CaRpIo .......................... 1

    La Carpio en perspectiva global ....................................... 4

    La segregacin en la ciudad de San Jos ................... 10

    La ruta de ida y vuelta a La Carpio ................................. 18

    Primera parada: La Carpio, una comunidad con rostro 20

    Segunda parada: entre la U y La Carpio. El proyecto . 21

    La tercera: entre la U y la calle. Malestares con el empirismo de escritorio ................................... 22

    La cuarta: Nosotros y nosotras .................................. 25

    El equipo de trabajo ................................................... 25

    Experiencias subjetivas ............................................... 27

    La ltima parada: Terminal o inicial? Un lugar de distensiones ............................................................ 29

    Algunas ref lexiones ........................................................... 30

  • v i i i

    CapTUlo 2. la CaRpIo CUenTa SU HISToRIa ................................................................ 33

    Los inicios de la comunidad .............................................. 36

    Las luchas por los servicios pblicos: el agua y la electricidad ......................................................................... 44La construccin de la Escuela Finca La Caja .................. 51

    El transporte, la salud, la recreacin y el relleno ............. 60

    Algunas ref lexiones ........................................................... 67

    CapTUlo 3. ConSTRUIR la CoMUnIDaD ... 75

    La Carpio, del espacio al lugar ......................................... 80Mapeo de la comunidad: miradas diversas ...................... 82Vnculos interpersonales: relaciones familiares, vecinales y de amistad ....................................................... 98Despliegues de esfuerzo y trabajo diario .......................... 113

    Una comunidad migrante, una comunidad binacional ... 117

    Religin y vida cotidiana en La Carpio ........................... 125

    Reflexiones finales ............................................................. 136

    CapTUlo 4. CRIMInalIDaD Y CRIMInalIZaCIn. loS MeDIoS Y loS MIeDoS ............................................................. 139

    El auge de los sucesos ........................................................ 146

    La Carpio es noticia: un ejemplo de la selectividad de los medios de comunicacin ......................................... 155

    Del relleno a la criminalidad y criminalizacin de la comunidad ......................................................................... 159

    Lo secundario es central ................................................... 164

    Ao 2000: apertura del relleno sanitario ......................... 166

    Ao 2004: muertes violentas, redada y protesta .............. 175

    Redada: Operacin escoba ............................................. 181La protesta de mayo 2004 y la intervencin policial ....... 190Modos de nombrar a la comunidad de La Carpio ........... 205

  • i x

    La recepcin del discurso de la inseguridad..................... 211Algunas ref lexiones ........................................................... 216

    CapTUlo 5. paReCS De la CaRpIo: Una FoRMa De noMBRaR la DIFeRenCIa Y la DeSIGUalDaD ................................................... 221

    La Carpio como referente nicaragense........................... 229La comunidad como ejemplo de pobreza ......................... 232

    La Carpio como generadora de inseguridad .................... 234

    El atraso cultural y la esttica del cuerpo en el imaginario ......................................................................... 237

    Articulacin y condensacin de un significante ............... 240Enumeracin de lugares .................................................... 243

    Esencializacin del espacio ............................................... 247

    Asociaciones forzadas ........................................................ 248Por qu Parecs de La Carpio ....................................... 250

    Matices, resistencias y posibilidades de intervencin ....... 262

    Algunas ref lexiones ........................................................... 270

    CapTUlo 6. VIVenCIaS De la InSeGURIDaD Y la eSTIGMaTIZaCIn ......................................... 273

    Experiencias e imaginarios de la inseguridad .................. 276

    Matices del discurso sobre la inseguridad ........................ 2892004: la redada y el lanzamiento de bombas lacrimgenas . 297

    Marcas subjetivas: entre la incorporacin y el rechazo del estigma ......................................................................... 310

    De la vergenza al reconocimiento .................................. 317

    Algunas ref lexiones ........................................................... 326

    CapTUlo 7. De lo loCal a lo naCIonal: lo polTICo Y la polTICa en la CaRpIo ... 331

    Relaciones de gnero ......................................................... 335

    La localizacin de la poltica nacional .............................. 342

  • xDemandas de la comunidad .............................................. 362

    Algunas ref lexiones finales................................................ 367

    a ManeRa De ConClUSIoneS ........................... 369

    anexoS .......................................................................... 383

    Bibliografa .................................................................... 413

    ndice analtico ............................................................. 439

    ndice de cuadros ......................................................... 445

    ndice de imgenes ...................................................... 447

  • Introduccin

    Este documento es resultado del proyecto La Carpio. La experiencia de segregacin urbana y estigmatizacin social, que se inici en agosto de 2005 en el Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad de Costa Rica. El trabajo fue desarrollado junto con la comunidad de La Carpio, hasta abril de 2008. Fue coordinado por un equipo que desempe su trabajo en la universidad y en una oficina alquilada en la comunidad.

    La Carpio es una comunidad situada en el distrito de La Uruca, en la provincia de San Jos, Costa Rica. Surge de una toma de terrenos pertenecientes a la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), realizada entre 1993 y 1994. Su nombre, Carpio, alude al apellido de uno de los organizadores de la toma de terrenos.

    La comunidad tiene una extensin de 23 kilmetros cuadrados y se encuentra rodeada, al sur y al norte, por ros, el Torres y el Virilla, respectivamente. Hacia el oeste colinda con un depsito de basura administrado por la empresa EBI, una subsidiaria del grupo empresarial cana-diense Berthierville y, hacia el este tiene una nica salida,

  • U n p a s f r a g m e n t a d ox i i

    que conecta con el Instituto Nacional de Aprendizaje (INA), una institucin de formacin tcnica.

    Estudios recientes de las autoridades de salud que ofrecen servicios en La Carpio registraron, en el 2002, a 15 083 personas con domicilio en la comunidad; dos aos despus, en 2004, reportaron 22 296 (Campos 2004:4). La Carpio alberga a una de las mayores comunidades de nicaragenses en Costa Rica y es la comunidad bina-cional ms grande del pas (Morales y Prez 2004:68). Segn el Censo Nacional de Poblacin y Vivienda del ao 2000, del total de la poblacin que habitaba en La Carpio alrededor del 50 por ciento era costarricense, 49.1 por ciento nicaragense y 0.1 por ciento de otras nacionalidades.

    En La Carpio, las personas jefas de hogar con secun-daria completa o ms representan apenas el 6.61 por ciento. La poblacin con 12 aos o menos de edad equi-vale al 36.9 del total. La jefatura femenina corresponde al 26.45 de los hogares. El porcentaje de desocupados alcanza un 8.11 por ciento (PEN 2004:144-146).

    El Ministerio de Vivienda y Asentamientos Humanos (MIVAH) estim que un 75.82 por ciento del rea habita-da rene requisitos para el desarrollo urbano (Paniagua 2004:s.p). Una de las dificultades es que algunos lotes no tienen las dimensiones mnimas que establece la ley. Otro factor es que algunas viviendas han sido levantadas muy cerca de los cauces de los ros, lo cual implica un riesgo evidente. Adems, cables de alta tensin del Instituto Costarricense de Electricidad (ICE) cruzan la comuni-dad. Hasta el momento, quienes viven en La Carpio no tienen ttulos de propiedad de sus viviendas.

    La geografa de La Carpio es una clara situacin de segregacin, en la cual la comunidad est rodeada de factores fsicos que impiden su crecimiento y vnculo con comunidades colindantes. Adems, tiene una sola salida, cuya carretera fue asfaltada para mejorar el paso de los camiones recolectores de basura que cruzan por

  • L a C a r p i o : c o m u n i d a d , c u l t u r a y p o l t i c a x i i i

    la comunidad, los cuales todos los das movilizan una cantidad estimada de 1300 a 1500 toneladas de basu-ra (Fonseca, 2004:32). Investigaciones recientes (PEN 2004:125; Morales y Prez 2004:67) subrayan que la segregacin en La Carpio tiene una raz econmica, pues la pobreza y la riqueza son sus determinantes principales. No se trata, pues, de una segregacin racial como es fre-cuente en Estados Unidos, por ejemplo.

    La Carpio enfrenta diferentes tipos de segregacin, a saber: geogrfica, ya que se encuentra rodeada por dos ros y por tajos que impiden su crecimiento, con una nica entrada y salida; estructural, pues su origen se relaciona con la necesidad de las familias de escasos recursos de buscar un lugar para asentarse y construir sus viviendas; simblica, debido a que la comunidad experimenta una fuerte estigmatizacin de parte de la sociedad costarri-cense, la cual tiende a relacionarla con peligro, con-f lictos, criminalidad y nicaragenses.

    La segregacin urbana est acompaada de una pre-sencia muy frecuente en los medios de comunicacin. Por ejemplo, en el perodo 2000-2007, la edicin digital del peridico La Nacin, el ms importante de Costa Rica, registra aproximadamente 1400 noticias que se refieren a La Carpio, lo cual, en promedio, representa 3.43 noticias por semana. Mientras tanto, el Diario Extra, durante el mismo perodo, reporta en su archivo digital 871 noticias referidas a dicha comunidad. Partiendo del anlisis de las informaciones, la mayora de las menciones estn asocia-das a conflictos; es decir, a la segregacin espacial se le suma la estigmatizacin discursiva (VV.AA 2004).

    Este libro surge de un proyecto que procur consoli-darse en tres dimensiones mutuamente complementarias. Fue una investigacin que aspir a ser autoref lexiva; el equipo logr establecer vnculos con la comunidad, lo que facilit el dilogo y la devolucin de resultados y, en tercer lugar, se constituy en una experiencia formativa, pues quienes laboraron en el proyecto han desarrollado

  • U n p a s f r a g m e n t a d ox i v

    o estn desarrollando tesis de grado e investigaciones en temticas afines (Sandoval 2002; Mass y Paniagua 2006; Brenes 2007; Paniagua 2007).

    El objetivo fue estudiar cmo se ha constituido un espacio de la ciudad y los signif icados que se asocian a ste por distintas instituciones y actores sociales. En La Carpio se materializan procesos de segregacin material y simblica, y el proyecto que da origen a este libro procur acercarse a los modos por medio de los cuales estas modalidades de segregacin son vividas por vecinos y vecinas de la comunidad. Los objetivos propuestos fueron: Explorar la memoria colectiva y los procesos sub-

    jetivos mediante los cuales se vive la experiencia de segregacin y estigmatizacin sociales en La Carpio.

    Analizar los mecanismos intersubjetivos, en especial discursos pblicos, desde los cuales se han creado procesos de discriminacin y estigmatizacin socia-les en torno a la comunidad de La Carpio.

    Estudiar las dinmicas entre las instituciones presen-tes en La Carpio y las demandas de la comunidad.

    Se definieron tres dimensiones de anlisis: La dimensin subjetiva resultante de un contex-

    to de limitaciones materiales y estigmatizacin social, es decir, modalidades en que la experiencia de vida y los discursos se internalizan, se resisten, se reelaboran.

    La dimensin intersubjetiva surgida de la experien-cia de vivir en la comunidad y de estar expuestos a discursos pblicos que generan procesos de estigma-tizacin sobre la comunidad y quienes all viven.

    La dimensin social, que se expresa sobre todo en las dificultades para contar con un empleo estable y

  • L a C a r p i o : c o m u n i d a d , c u l t u r a y p o l t i c a x v

    bien remunerado, y tambin en las dificultades para tener una vivienda.

    En un intento por ir ms all de las estadsticas, sur-gen interrogantes tales como: qu significa la exclusin en trminos de la vida de las personas?; ser posible dar cuenta de sta y comunicar sus significados, ms all de comprenderlos? De esta manera, este libro explora los factores sociales, intersubjetivos y subjetivos asociados a la experiencia de vivir en La Carpio. Ello implic reco-nocer las relaciones mutuamente constitutivas entre, por una parte, lo material y lo discursivo y, por la otra, entre ese entorno material y discursivo y la experiencia vivida en la comunidad misma. El principal reto asumido con-sisti en explorar analticamente esos vnculos sin que la teora ahogara los datos o resolviera las interrogantes antes del trabajo de campo, sin suponer tampoco que los datos se explican por s mismos (Marcus 1998:17).

    Con el objetivo de resolver las interrogantes y obje-tivos planteados, fueron utilizados como fuentes directas de informacin tres conjuntos de materiales. El primero consiste en las narrativas de las personas que viven en la comunidad, recopiladas a travs de un concurso, como se detallar ms adelante. El segundo grupo es el conjunto de las noticias que contienen los documentos en los cuales ha sido mencionada la comunidad de La Carpio, entre los aos 1995 hasta el 2007, registradas en la publicacin digital de los diarios de mayor circulacin a nivel nacional: Diario Extra, La Nacin y Al Da. Estos materiales permitieron explorar los vnculos entre las narrativas producidas por la comunidad sobre s misma y lo que los medios de comunicacin dicen acerca de ella; es decir, la relacin entre la constitucin de subjetividades y discursos sociales. El tercer grupo de materiales est conformado por materiales de diversa procedencia, la mayor parte proveniente de Internet: foros, blogs y pgi-nas web, mensajes de texto de telfono celular, referencias

  • U n p a s f r a g m e n t a d ox v i

    de conversaciones personales y anuncios radiofnicos, que mencionan a La Carpio.

    El proyecto que sustent este libro se propuso una doble condicin. Por un lado, facilitar la produccin del material y, por otro, elaborar e interpretacin dicho material; esto agreg un enorme reto, pues signific un trabajo con la comunidad (y no solo acerca de ella). Se estableci un postulado analtico y al mismo tiempo, tico: el dilogo, esto es la posibilidad de acercarse a los materiales y a las narrativas sin reproducir la lgica del saqueo con la cual suele proceder, en ocasiones, la inves-tigacin social en comunidades empobrecidas. A pesar de la retrica, investigadores e investigadoras se apropian de conocimiento, legitiman su posicin en el campo aca-dmico y las comunidades muchas veces ni se enteran de los resultados. En este caso, se procuraron esfuerzos por construir un vnculo de la forma menos invasiva posible, otorgndole una importancia central a la escucha y a la devolucin.

    Este documento surge de una experiencia de escritu-ra colectiva, extenuante y gratificante a la vez, en cuyo resultado quienes participamos nos podemos reconocer.

    Tu historia cuenta... nuestras vidas en Carpio

    El proyecto que estuvo a la base de este libro se pro-puso crear espacios para que las personas de La Carpio plasmaran las representaciones e imaginarios que tienen sobre su lugar de vida. En consecuencia, se ide un concurso que invit a la comunidad a escribir, dibujar o grabar sus experiencias y sus historias. El concurso fue promocionado por medio de carteles colocados en pul-peras, buses, telfonos pblicos y diferentes zonas de la comunidad. A pesar de que la convocatoria se concentr

  • L a C a r p i o : c o m u n i d a d , c u l t u r a y p o l t i c a x v i i

    en espacios comunitarios, se realizaron algunas invita-ciones en medios de comunicacin como la radio y la prensa escrita. Tambin se utilizaron volantes que fueron entregados en las paradas de buses, en las iglesias y en la escuela. Fueron realizadas varias visitas a esos lugares, pero la principal forma de invitacin fue verbal, conver-sando con las y los habitantes de La Carpio. Asimismo, se realizaron 19 entrevistas con personas que prefirieron narrar sus historias; las entrevistas tenan como objetivo explorar las narraciones de personas identificadas por la comunidad como lderes locales. La propuesta fue recibida positivamente entre las y los habitantes de la localidad. Entre noviembre de 2005 y abril de 2006 se recibieron 438 trabajos. Personas de todas las edades y de ambos sexos participaron en las diferentes modalidades, como se evidencia en el cuadro 1.

    El sbado 23 de junio de 2006 se realiz la premia-cin y la mayor parte de las personas ganadoras estu-vieron presentes. A todas y todos los participantes se les entreg un certificado. El monto de los premios fue de US $40, independientemente de la edad de la persona; asimismo, fueron obsequiados libros de literatura a otras personas ganadoras. Los criterios de premiacin se cen-traron en aquellas producciones que lograran contar la historia de sus vidas en el contexto de la comunidad. En el caso de la poblacin escolar, la premiacin se distri-buy segn el grado cursado y la modalidad educativa, como aula integrada por ejemplo.

    Los dibujos, redacciones y entrevistas no hubiesen podido ser recolectados sin la comprometida colabora-cin y el apoyo de las y los docentes y el personal admi-nistrativo de la Escuela Finca La Caja, con quienes se tiene una enorme deuda de gratitud. La escuela, enton-ces, fue el principal referente institucional desde el cual se cre un encuadre para la actividad, aunque tambin algunos participantes recibieron motivacin en las igle-sias de la comunidad.

  • U n p a s f r a g m e n t a d ox v i i i

    Cua

    dro

    1. T

    raba

    jos

    reci

    bido

    s se

    gn

    sexo

    y g

    rupo

    eta

    rio

    de la

    s pe

    rson

    as p

    arti

    cipa

    ntes

    en

    el c

    oncu

    rso

    T

    u hi

    stor

    ia c

    uent

    a...

    nues

    tras

    vid

    as e

    n Ca

    rpio

    . L

    a Ca

    rpio

    , 200

    6.

    Ni

    os y

    ni

    as

    J

    vene

    s y

    pers

    onas

    adu

    ltas

    T

    otal

    es

    Tra

    bajo

    s re

    cibi

    dos

    Muj

    eres

    H

    ombr

    es

    Tota

    l M

    ujer

    es

    Hom

    bres

    To

    tal

    Dib

    ujos

    109

    8

    9

    198

    0

    1

    119

    9

    Red

    acci

    ones

    7

    0

    3

    5

    105

    19

    5

    24

    129

    Dib

    ujos

    y re

    dacc

    ione

    s

    42

    44

    8

    6

    3

    2

    5

    91

    Nar

    raci

    ones

    8

    1

    1

    19

    1

    9

    Tot

    al

    221

    168

    389

    3

    0

    1

    9

    4

    9

    438

    *

    * El

    sex

    o de

    dos

    par

    ticip

    ante

    s no

    pud

    o se

    r esp

    ecifi

    cado

    , pue

    s la

    s pe

    rson

    as n

    o in

    dica

    ron

    su n

    ombr

    e.

    Fuen

    te: E

    labo

    raci

    n p

    ropi

    a a

    part

    ir de

    los

    dato

    s de

    las

    y lo

    s pa

    rtic

    ipan

    tes.

  • L a C a r p i o : c o m u n i d a d , c u l t u r a y p o l t i c a x i x

    Varios factores incidieron en los contenidos de los materiales producidos por las personas. Primero, la expectativa de recibir un premio con la participacin. Segundo, en algunas ocasiones el personal docente de la escuela dio encuadres especficos para la elaboracin de los dibujos y redacciones. Otro factor fueron los vnculos emocionales que, sobre todo en el caso de nios, nias y jvenes, moviliz el concurso. Por ejemplo, las formas en las cuales se reconstruy la historia preguntando o ave-riguando con familiares, amistades, vecinos y vecinas, sobre el pasado de la comunidad.

    Los materiales surgen de una autora colectiva, en el sentido de que se nutren de imgenes, historias y recuerdos que circulan en el momento de su elaboracin y recogen ideas de los nios, nias, jvenes y adultos, docentes y familiares. A su vez, los dibujos, redacciones y narraciones, al constituirse en creaciones culturales, surgen con una audiencia en mente. En este caso, la audiencia ms inmediata fue el grupo de la Universidad de Costa Rica que laboraba en La Carpio. Ello incide en los trminos en que se elaboran las imgenes, pues as se tiene en mente un interlocutor o interlocutora externa a la comunidad (Voloshinov 1992).

    Ahora bien, aunque los materiales surgen de un con-curso pensado desde fuera de la comunidad, por personas que no forman parte de ella, stos expresan imgenes y representaciones generadas por las y los habitantes de La Carpio. Es decir, son producto de ciertas condiciones ins-titucionales que les dieron origen, pero al mismo tiempo contienen escenas que son significativas para sus autores y autoras. Deslegitimar los trabajos sobre la base de que no fueron una creacin espontnea de la comunidad con-ducira a negar la posibilidad de que los sectores sociales excluidos puedan hablar y, sobre todo, ser escuchados (Spivak 1988).

    La diversidad de materiales represent un reto anal-tico y metodolgico sobre todo por el carcter del material,

  • U n p a s f r a g m e n t a d ox x

    que no es un ref lejo de la realidad pero tampoco es simplemente una ficcin. La presencia de materiales visuales represent un reto adicional, pues buena parte de los anlisis del discurso se realizan sobre discursos verbales (Rose 2001), aunque tambin hay una recono-cida tradicin que ha trabajado textos cinematogrfi-cos. El anlisis de dibujos infantiles forma parte sobre todo de un recurso de trabajo de la psicologa, por ejem-plo para explorar nociones de figura humana o familia, pero ha sido empleado principalmente como parte del trabajo clnico.

    La recoleccin y anlisis de historias de vida y la entrevista han sido tcnicas empleadas por algunas ciencias sociales. Al respecto, una revisin breve sobre los debates acerca del relato autobiogrfico puede ser un insumo til. Desde un enfoque histrico, la autobiografa se sita como parte de la emergencia de la nocin de subjetividad y del s mismo, un concepto que empieza a surgir en Europa en el siglo XV (Steedman 2000:27). En este contexto, la autobiografa como gnero literario se constituy como un privilegio de autoposesin, por lo general autorizado o al alcance de los hombres. Habra consenso en que la autobiografa est en la frontera entre lo personal y lo social, lo popular y lo acadmico, lo cotidiano y lo literario (Cosslett y otras 2000:1-2). Sobre todo desde los enfoques feministas se ha enfatizado en las posibilidades que ofrece la autobiografa para conec-tar lo personal con lo poltico. Carolyn Steedman (2000:25) apunta que, cuando se trabaja con autobiogra-fas, las formas escritas estn de alguna manera relacio-nadas con la produccin de subjetividades y, en segundo lugar, que hay una urgencia por decir, la cual es parte integrante de la construccin del s mismo/a. La idea analtica de auto/biografa comparte con el feminismo un enfoque sobre las complejas y cambiantes fronteras entre el s mismo y el otro, pasado y presente, escritura y lectura, hecho y ficcin (Steedman 2000: 40). De esta

  • L a C a r p i o : c o m u n i d a d , c u l t u r a y p o l t i c a x x i

    manera, las narraciones ofrecen la posibilidad de explo-rar cmo gnero, clase y nacionalidad se inscriben en el relato auto/biogrfico (Stanley 2000:45).

    Las interpretaciones externadas en este libro y en otros documentos producidos en el proyecto no sugieren que los significados de los materiales sean nicos o trans-parentes. Hemos intentado leerlos desde nuestra propia posicin social, institucional y conceptual (Bourdieu y Wacquant 1992:72). La nuestra, por lo tanto, es una lec-tura posible, entre muchas otras.

    Por eso debe plantearse que los significados asocia-dos a las imgenes y representaciones son, en ocasiones, explcitos; por ejemplo, la centralidad de la calle en los dibujos, como se ver ms adelante; en otros casos los sig-nificados son ms bien aquellos que se han asociado con lo planteado en los textos grficos, escritos y narrados. En este ltimo caso, se trata de significados que han sido discutidos en el equipo de investigacin y que se enmar-can en las observaciones acerca de las dinmicas comu-nitarias. Esta distincin entre los significados explcitos y aquellos imputados, se conoce como la distincin mica y tica de la investigacin social (Alasuutari 1995:76-8).

    El concurso Tu historia cuenta nuestras vidas en Carpio recibi 438 trabajos, los cuales incluyen dibujos (45% de los materiales), redacciones (30%), dibujos con redaccin (20%) y narraciones (4%). No fue posible disponer del dato exacto de la edad de todos los y las participantes; por esta razn los materiales fueron clasificados en trminos generales: escolares, jvenes y personas adultas.

    Los dibujos recibidos suman 290, de stos 284 fueron realizados por estudiantes de la escuela de la localidad. Para el anlisis fueron seleccionados 69 dibujos, los cua-les mostraban con mayor claridad imgenes que los nios y nias tenan sobre la comunidad. En el Cuadro 2 se indica la distribucin de las personas participantes bajo esa modalidad.

  • U n p a s f r a g m e n t a d ox x i i

    Cuadro 2. Distribucin de los dibujos seleccionados segn nivel. Concurso Tu

    historia cuenta... nuestras vidas en Carpio. La Carpio, 2006

    Nivel Total

    Cuarto grado 20Segundo grado 19Quinto grado 15Tercero grado 5Primero grado 4Sexto grado 4Aula Integrada 1Se desconoce 1

    Total 69

    Fuente: Elaboracin propia a partir de los datos de las y los participantes.

    Cuadro 3. Distribucin de las redacciones analizadas segn gnero y edad. Concurso Tu historia cuenta...

    nuestras vidas en Carpio. La Carpio, 2006

    Categora Hombres Mujeres Total

    Escolares 32 67 99

    Jvenes 1 4 5

    Personas adultas 4 15 19

    Sin referencia* - - 6

    Total 37 86 129

    *Estos datos corresponden a las redacciones que no se pudieron identificar por sexo y/o edad.

    Fuente: Elaboracin propia a partir de los datos de las y los participantes.

  • L a C a r p i o : c o m u n i d a d , c u l t u r a y p o l t i c a x x i i i

    Cuadro 4. Recurrencias temticas de los dibujos de nios y nias, en el concurso Tu historia cuenta...

    nuestras vidas en Carpio. La Carpio, 2006 *

    * Para realizar el anlisis se registr el tema principal y secundario de cada dibujo.

    Fuente: Elaboracin propia a partir del anlisis de los dibujos.

    Temticas Tema central Tema secun-

    dario

    Total

    Calle 29 8 37

    Mapa de la

    comunidad

    16 7 23

    Antes y despus 14 0 14

    Instituciones

    Escuela 14 5 19

    Iglesias 5 9 14

    EBAIS 1 6 7

    Polica 0 1 1

    Actividad

    comercial

    1 4 5

    Relleno 1 4 5

    Naturaleza 1 3 4

    Servicios

    Telfonos 0 4 4

    Electricidad 1 2 3

    Transporte 1 2 3

    Agua 1 0 1

    Escenas de

    Conflicto

    Protestas 2 0 2

    Peleas 1 0 1

    Atropellos 1 1 2

    Inseguridad 2 1 3

    Total 91 57 148

  • U n p a s f r a g m e n t a d ox x i v

    Cuadro 5. Contenidos temticos de las redacciones de nios y nias; concurso Tu historia cuenta... nuestras

    vidas en Carpio. La Carpio, 2006 *

    Dimensiones de anlisis Tema central

    Tema secundario

    Total

    Contenidos

    Inseguridad 40 13 53

    Religin 2 3 5

    Medios de comunicacin 1 3 4

    Nacionalidad/ migracin (interna-externa)

    15 2 17

    Construccin 9 9 18

    Pobreza 4 10 14

    Vnculos interpersonales 8 5 13

    Otros (2004, etc.) 4 0 4

    Enunciacin 11

    Verosimilitud 2 0 2

    Nosotros (quien escribe/autor(a))

    0 0 0

    El lector modelo 0 0 0

    Formas de adjetivacin 3 1 4

    Argumentacin 1 4 5

    Marcas subjetivas 3 1 4

    * Para realizar el anlisis se registr el tema principal y secundario de cada redaccin.

    Fuente: Elaboracin propia a partir del anlisis de las redacciones.

  • L a C a r p i o : c o m u n i d a d , c u l t u r a y p o l t i c a x x v

    El cuadro 3 presenta la distribucin por gnero de las personas participantes bajo la modalidad de redaccin.

    Todos los materiales recibidos fueron evaluados y de all se realiz una seleccin para ser analizada. Se esta-blecieron temticas a partir de una revisin general de cada modalidad (dibujo, redaccin, narracin) y se rea-lizaron agrupaciones para percibir cules eran las ms representativas (ver Cuadros 4 y 5). El anlisis se mueve constantemente entre los planos externo e interno, de la comunidad hacia la subjetividad de quienes la habitan.

    En trminos generales, se rescatan las imgenes y representaciones de los vecinos y vecinas, las cuales refieren a los imaginarios de la comunidad. All se exploran los vnculos interpersonales, las referencias a la vida cotidiana y el papel de la religiosidad. Tambin se indagaron las referencias que asocian la comunidad con inseguridad, as como los actores que participan en la construccin de estas narrativas. Se exploran, adems, aquellas narrativas en las cuales la inseguridad aparece, pero al mismo tiempo, aquellas en las que las personas toman distancia de stas, mostrando que la comunidad no se reduce a inseguridad.

    Los materiales expresan la percepcin de la pobla-cin de La Carpio, tal como se visualiza actualmente, pero con frecuencia incluyen elementos desde el deseo, es decir, aspiraciones presentes en la comunidad, plasmadas en cmo quisieran que fuese la misma. En ese sentido, en las imgenes y representaciones se expresa un imaginario socio-espacial que da cuenta de la comunidad, pero tam-bin de los sueos acerca de sta. Por ejemplo, se incluye un hospital, una plaza para jugar ftbol o rboles que hace algunos aos fueron cortados debido a la construc-cin de viviendas.

    Se presta especial atencin a cmo la comunidad des-cribe su historia, en particular las limitaciones econmi-cas, tanto en lo que respecta a la necesidad de contar con un lugar para vivir como al surgimiento de la comunidad en su conjunto.

  • U n p a s f r a g m e n t a d ox x v i

    En trminos generales, los materiales recolectados en el concurso tienen como materia prima el espacio, el cual refiere tanto a una dimensin material, como a los signi-ficados asociados a sta (Tonkiss 2005:2); lo dicho cobra relevancia, pues la convocatoria remite directamente a la comunidad y se inscribe dentro de una zona especfica.

    Sharp y otros sostienen que es en el espacio donde los discursos de poder y conocimiento son transformados en relaciones reales de poder (citado en Johnson y otros 2004:105). Henri Lefevbre identifica tres dimensiones de espacio. La primera son las prcticas espaciales, es decir, las rutas y redes de la vida cotidiana. Una segunda dimensin es la representacin del espacio por profesio-nales de la ingeniera, la arquitectura en trminos de, por ejemplo, edificios, carreteras, usualmente producidas por la institucionalidad pblica u oficial. La tercera es el espacio representacional, es decir, las imgenes que se producen a propsito del espacio, el cual es ms senti-do que pensado (citado en Johnson y otros 2004:108-9; Tonkiss 2005:3).

    De forma similar, Doreen Massey (cit. en Johnson y otros 2004:108) ha subrayado que, cuando el espacio (space) adquiere significados, se convierte en un lugar (place), es decir, en una referencia a menudo contradicto-ria para los grupos sociales. Los dibujos, las redacciones y las narraciones se refieren justamente a esta interrela-cin entre la dimensin material y representacional del espacio; La Carpio, en trminos de Massey, deja de ser simplemente un espacio para constituirse en un lugar que significa.

    Abrir espacios para la memoria

    A partir de todos los documentos recolectados con la convocatoria del concurso, se realiz una seleccin de

  • L a C a r p i o : c o m u n i d a d , c u l t u r a y p o l t i c a x x v i i

    trabajos, la cual fue publicada en el libro Nuestras vidas en Carpio. Aportes para una historia popular (2007), el cual responde a tres objetivos. Primero, procura documentar el saber y el sentir de la comunidad sobre ella misma y devolverlo a sus habitantes; segundo, aspira a ser una herramienta pedaggica para la ref lexin, por ello se concluy cada una de las secciones con diferentes inte-rrogantes para la discusin. En tercer lugar, Nuestras vidas en Carpio tambin permite a las personas externas a la comunidad aproximarse a la misma desde una perspec-tiva que se aleje de la estigmatizacin.

    Como fue posible constatar, abrir espacios para que las personas puedan apropiarse de sus historias lleva, muchas veces, a recuerdos dolorosos; sin embargo, en otras oportunidades les permite rememorar logros enor-mes que ha tenido la comunidad. Estas situaciones han planteado un reto para el equipo, algo para lo cual nos reconocemos sin las herramientas suficientes; sin embar-go, brindamos nuestra capacidad de escucha, un aspecto que parece simple, pero que se torna sumamente com-plejo, pues requiere apoyar a las personas que comparten sus historias y sus vidas.

    Otro desafo remite al lugar de la memoria colectiva, la cual siempre es plural y selectiva. La autobiografa se inscribe en la memoria colectiva elaborada por el grupo al que la persona pertenece y, al mismo tiempo, su narra-tiva participa en la conformacin de dicha memoria colectiva. La autobiografa retoma conceptos e imgenes disponibles, las cuales no suelen ser unificados o libres de contradiccin. De all, que el relato autobiogrfico no da cuenta de una realidad objetiva, sino del papel del relato en la constitucin de subjetividad (Radstone 2000:65).

    Maurice Halbwachs (1992:40) sugiri que la memoria se organiza a travs de encuadres o marcos (cadres) que hacen de cualquier memoria una reconstruccin selecti-va. Ninguna memoria, sostiene Halbwachs (1992:43), es

  • U n p a s f r a g m e n t a d ox x v i i i

    posible fuera de los encuadres empleados por las personas que habitan una sociedad para determinar y recuperar sus rememoraciones. Esta construccin selectiva del pasado se realiza desde el presente; coloca temas y pre-guntas que interrogan a la historia sobre lo ocurrido. Incluso al momento de reproducir el pasado nuestra imaginacin permanece bajo la inf luencia del ambiente del presente (Halbwachs 1992:49).

    Elizabeth Jelin (2002:2) sugiere que las memorias son procesos subjetivos, anclados en experiencias y en marcas simblicas y materiales, y constituyen objetos de disputa, conflicto y lucha, por lo cual cambian, y con ello vara el sentido del pasado. Hay una lucha poltica activa acerca del sentido de lo ocurrido, pero tambin acerca del sentido de la memoria misma ( Jelin 2002:6), sostiene la autora.

    La memoria como construccin sociohistrica es un referente para la construccin de subjetividades e identidades colectivas. Las identidades y las memorias no son cosas sobre las que pensamos, sino cosas con las que pensamos (Gillis cit. en Jelin 2002:25). En el caso de La Carpio, la posibilidad de construir una contrame-moria, en la que se reconozcan las narrativas excluidas, es una precondicin para que la comunidad se asuma como sujeto. Este es el objetivo que se procur alcanzar con el concurso Tu historia cuenta Nuestras vidas en Carpio.

    Como apuntan Richard Johnson y sus colegas (2004:264-5), slo podemos conocer lo que nosotros esta-mos pensando o sintiendo cuando lo expresamos a otros, dndole una forma cultural definida. Es decir, la expe-riencia vivida tiene que convertirse en narrativa para ser comunicada. Ello implica que la narrativa ha sido ya mediada por el lenguaje y por formas culturales vigentes de comunicar lo vivido.

  • L a C a r p i o : c o m u n i d a d , c u l t u r a y p o l t i c a x x i x

    Organizacin del libro

    Un pas fragmentado est organizado en torno a hechos centrales mencionados con frecuencia por las personas. Las frases han sido transcritas respetando la forma en que fueron escritas y narradas por las personas (en el Anexo 1 aparece la lista de personas entrevistadas que fueron citadas en este libro). Se presentan algunos dibu-jos hechos por nios, nias, jvenes y personas adultas. Tambin se citan otros materiales provenientes de com-pilaciones, investigaciones y documentales vinculadas a la comunidad (VV. AA 2004; Fleming 2005; Fonseca y Sandoval 2007; Paniagua 2007). Asimismo, se presentan citas de noticias de algunos peridicos y materiales de Internet y mensajes de texto, entre otros.

    El primer Captulo explora la literatura existente y las investigaciones vinculadas a la segregacin urbana; adems, este Captulo plantea algunas referencias his-tricas sobre la segregacin en el mundo actual y en la ciudad de San Jos, en las cuales se enmarca la vivencia de La Carpio. Asimismo, se hace una primera entrada a la comunidad a travs de sus representaciones en algunos dibujos.

    El siguiente Captulo elabora una historia de la comunidad, tal como ha sido reconstruida por las per-sonas de La Carpio. La consecucin del agua, la electri-cidad y dems servicios, la construccin de la vivienda, los orgenes de la escuela, los cambios entre antes y ahora, son algunos de los hechos narrados.

    El Captulo 3 se aproxima a los vnculos personales, el esfuerzo cotidiano, el origen migrante de la localidad y la dinmica religiosa. En trminos generales, estos ele-mentos son considerados referentes para la construccin de comunidad, el sentido de pertenencia a sta y las iden-tidades comunitarias.

  • U n p a s f r a g m e n t a d ox x x

    El Captulo 4 indaga cmo los medios de comuni-cacin han contribuido a la creacin de imaginarios sobre La Carpio con significantes que engloban repre-sentaciones peyorativas alrededor de la pobreza, la contaminacin, la migracin y, sobre todo, en torno a la criminalidad. Se analizaron los materiales recolec-tados en las ediciones digitales de La Nacin, Diario Extra y Al Da de los aos 2000 y 2004, pues stos condensan eventos cruciales para la comunidad: en el primero de esos aos se profundiza en la instalacin del relleno sanitario, y en el segundo, en la muerte violenta de tres nios, la redada y la represin policial ante protestas de la comunidad.

    De forma complementaria, en el Captulo 5 se explo-ran las representaciones e imgenes que sobre la comuni-dad de La Carpio y sus habitantes circulan en el contexto costarricense en medios como Internet, mensajes de texto de celulares, chistes, conversaciones, frases, anuncios, entre otros. Se explora la constitucin de la comunidad como significante de rechazo, diferenciacin y otredad ms all de la comunidad propiamente dicha; as como de la apropiacin de ciertos sectores de la sociedad costarricense de los contenidos y la forma en que los medios de comunicacin reportan las noticias acerca de La Carpio.

    Los discursos que se sostienen desde esas construc-ciones mediatizadas no permanecen en el vaco, sino que son contestados de forma recurrente, en especial porque producen importantes marcas subjetivas en la poblacin de La Carpio. Esta es la temtica central del Captulo 6. El tema de la inseguridad visto desde el discurso interno y externo tambin es abordado en ese apartado.

    Finalmente, el ltimo Captulo presenta las dimensiones polticas en la comunidad. All se exploran elementos de gnero, las dimensiones de poder a nivel micro y macro, el papel de algunas de las instituciones y organizaciones exis-tentes en la comunidad, hasta desembocar en la presencia de

  • L a C a r p i o : c o m u n i d a d , c u l t u r a y p o l t i c a x x x i

    la poltica electoral y partidaria en La Carpio y los procesos de intervencin estatales y gubernamentales. Asimismo, se retoman algunas de las demandas planteadas por las perso-nas de La Carpio, que giran en torno a aspectos materiales, simblicos y emocionales.

    Para concluir se presentan algunas ref lexiones, que se agrupan en tres dimensiones. La primera es la dimensin emprica que remite a los hallazgos fundamentales de cada captulo. La segunda es la dimensin institucional; sta, a la vez, tiene tres variantes: la institucional, la del equipo de trabajo y la subjetiva. Finalmente, la tercera dimensin es la poltica; las tres dimensiones buscan plantear interrogantes acerca de lo que La Carpio, como comunidad, puede decir del resto del pas.

  • Captulo 1

    Hacia La Carpio

  • L a C a r p i o : c o m u n i d a d , c u l t u r a y p o l t i c a 3

    El quehacer de las ciencias sociales requiere una actitud ref lexiva acerca del lugar institucional que se ocupa, de los supuestos desde los cuales se parte, los conceptos que se utilizan, el anlisis rea-lizado, las conclusiones a las que se llega (Bourdieu y Wacquant 1992).

    En las ciencias sociales, en las cuales habitualmente se trabaja con personas y comunidades, esta ref lexin debera tener un lugar central, pues rene las dimensio-nes institucionales, conceptuales, ticas e intersubjetivas, que se establecen entre investigadores, investigadoras y las personas, grupos y colectividades que interactan en los diferentes proyectos.

    El contacto inicial del equipo de trabajo con la comu-nidad fue considerado como un encuentro decisivo, cuyo resultado ha acompaado de cerca las labores realizadas. En ese sentido, la posibilidad de establecer relaciones basadas en la confianza fue indispensable.

    Adems, la disposicin a la escucha ha sido funda-mental al aproximarse a la comunidad. El inters que mueve dicha escucha es el de conocer lo que tienen que decir las personas sobre su realidad y sus necesidades. En ese sentido, fue fundamental llegar al campo con pregun-tas, ms que con respuestas. Finalmente, una parte muy importante de esa disposicin para la escucha es atender a las propuestas para solucionar las problemticas y nece-sidades, que provienen de las personas.

    Con frecuencia, el espacio para la ref lexin de estas dimensiones no tiene un lugar especial; raramente es

  • U n p a s f r a g m e n t a d o4

    propiciada; asimismo, es poco comn que se le d espacio en los libros. Un pas fragmentado, busc alejarse de esa posicin y procur posibilitar el anlisis de las situacio-nes ocurridas a lo largo del proceso de realizacin de la investigacin, antes de entrar a la presentacin de la comunidad.

    Este Captulo est organizado en tres apartados. El primero corresponde a una ubicacin de La Carpio en perspectiva global, a travs de las investigaciones y otras consideraciones tericas vinculadas con la segregacin urbana y estigmatizacin social; asimismo, se realiza un breve recorrido histrico en de la segregacin en la ciudad de San Jos.

    Seguidamente, la ruta de ida y vuelta a La Carpio representa un recorrido guiado por la ref lexin acerca de los vnculos y tensiones entre la comunidad, el pro-yecto, la universidad, las subjetividades y la vida coti-diana. Finalmente, el ltimo apartado nos introduce en la comunidad a travs de la diversidad de miradas que existen sobre ella, con nfasis en la forma en la que las personas de La Carpio imaginan y representan su espa-cio de vida.

    La Carpio en perspectiva global

    La Carpio enfrenta procesos de segregacin y estig-matizacin semejantes a aquellos que pueden recono-cerse en otros pases de Amrica Latina, Norteamrica y Europa. Javier Auyero (2001:19) y Alejandro Grimson (2005), en el caso de Argentina, conceptualizan estos pro-cesos como criminalizacin de la pobreza y extran-jerizacin de la pobreza, respectivamente. Tambin se dice que ciertas comunidades son racializadas (Murji y Solomos 2005:7) o que se est produciendo una espacia-lizacin de las desigualdades.

  • L a C a r p i o : c o m u n i d a d , c u l t u r a y p o l t i c a 5

    La diferencia complementa a la inferioridad como una forma clave de representar la otredad (Clarke 2003:39). El racismo, dado su significado sociopolti-co negativo especialmente despus del Holocausto, se enmascara actualmente en discursos anti-inmigrantes; es decir, existe un racismo sin razas, como varios estudios han mostrado (Balibar 1991:21; Stolcke 1995:4).

    Verena Stolcke (1995:5) ha argumentado que el fun-damentalismo cultural contemporneo se basa en dos nociones entrelazadas: la primera es que las diferentes culturas son inconmensurables y la segunda que, dado que los seres humanos son inherentemente etnocn-tricos, las relaciones entre las culturas son hostiles por naturaleza. Una implicacin poltica decisiva del fun-damentalismo cultural es que la mismidad cultural es el prerrequisito para acceder a los derechos ciudadanos (Stolcke 1995:8).

    Stolcke (1995:8) subraya que En vez de ordenar jerrquicamente a las diferentes culturas, el fundamenta-lismo cultural las segrega espacialmente, cada cultura en su lugar. Esta segregacin, ms horizontal que vertical, coincide con los procesos materiales que han conducido a las ciudades en Amrica y en otras regiones a nuevas formas de segregacin urbana (Wacquant 2001:171-179). De hecho, la retrica del fundamentalismo cultural en torno a la inclusin/exclusin recurre al espacio como su principal referencia.

    La segregacin social y espacial es una dimen-sin compleja, caracterstica de las ciudades modernas, aunque no se trata de un fenmeno reciente (Blakely y Snyder 1997:85). Las reglas que organizan el espacio son patrones de diferenciacin social y separacin; varan histrica y culturalmente; revelan los principios que estructuran la vida pblica e indican cmo los grupos sociales se relacionan entre s en el espacio de la ciudad (Caldeira 2000:213).

  • U n p a s f r a g m e n t a d o6

    Mike Davis (2006:23) ha sealado que el surgimien-to de barriadas es una tendencia planetaria y estima que un tercio de la poblacin urbana mundial vive en barriadas, que pueden ser muy semejantes a La Carpio. Loc Wacquant (2000, 2001) ha identificado tendencias similares a las que ocurren con esta comunidad en las barriadas afroamericanas y obreras de Estados Unidos y Francia, respectivamente. Es decir, ste es un caso parti-cular de una tendencia, desdichadamente, global.

    En Amrica Latina, que dicho sea de paso es la regin ms desigual del mundo, la segregacin residen-cial socioeconmica tambin es considerada una de las modalidades de expresin de las asimetras y desigual-dades sociales (PEN 2005:9). Si bien la desigualdad en el ingreso en Costa Rica se encuentra entre las ms bajas del subcontinente, sta ha venido incrementndose aceleradamente en los ltimos aos (PEN 2005:97). La segregacin urbana es tal vez la realidad material ms visible de estos patrones de desigualdad. Al incremento en la desigualdad en el ingreso, se han sumado recortes en la inversin pblica, regulaciones laborales posfordis-tas, junto con nuevas formas de acumulacin de capital, en especial asociadas con nuevos productos de exporta-cin y con el turismo, los cuales constituyen, entre otros, los principales factores que contribuyen a la formacin de las nuevas formas de segregacin urbana (Robinson 2003:147-294; PEN 2005:96). Por eso, en el pas se ha venido consolidando una segregacin espacial tanto en reas urbanas como en reas costeras.

    Como apunta Philippe Bourgois (1996:322), las pol-ticas pblicas y las fuerzas del mercado han inscrito espa-cialmente los recientes niveles de desigualdad social. Por un lado, se encuentran las zonas ms empobrecidas, que se identifican con el aislamiento fsico, asociado a su vez con caones de ros y estribaciones de las montaas que bordean el Valle Central, donde los valores de la tierra son menores (PEN 2005:32), y donde la segregacin

  • L a C a r p i o : c o m u n i d a d , c u l t u r a y p o l t i c a 7

    residencial se traduce en estigmatizacin social. Por otro lado, tambin pueden observarse enormes complejos residenciales y pequeas ciudades amuralladas que albergan los sectores ms ricos del pas, generalmente resguardadas por seguridad privada y con fcil y rpido acceso a los principales centros de trabajo, consumo y recreacin del rea metropolitana. Las comunidades fortificadas o cerradas introducen barreras fsicas al acceso y privatizan el espacio comunal, no meramente el espacio individual (Wacquant 2001:88).

    Teresa Caldeira (2000: 213) describe estos enclaves fortificados como espacios de residencia, consumo, entretenimiento y trabajo privatizados, cerrados y moni-toreados. Los enclaves fortificados son espacios segrega-dos que constituyen un medio para excluir a la poblacin en condiciones de pobreza y a aquellos que no pertene-cen a stos y que, al mismo tiempo, el discurso sobre la inseguridad presenta como potencialmente peligrosos (delincuentes, migrantes, etc.) (Sguin 2006:33). Pese a ello, quienes habitan en las comunidades empobrecidas son a menudo las trabajadoras domsticas o el personal de seguridad de los enclaves fortificados.

    Un pas fragmentado parte de que hay una tensin tanto material como simblica entre lo que se considera central y aquello asumido como marginal, al considerar la tesis de que el otro marginal, por ejemplo es cons-titutivo del s mismo. Es claro, entonces, que La Carpio confirma que lo socialmente perifrico es simblica-mente central, como lo formul Brbara Babcok (cit. en Stallybrass y White 1986:20; ver tambin Pickering 2001; Frosh 2002). Lo marginal es indeseable pues simboliza lo que la sociedad rechaza pero al mismo tiempo requiere, pues es nombrando lo marginal que el centro gana legitimidad. Como David Spurr (1993:11) ha anotado, Qu es el poder sin un objeto? La autoridad es en cier-to sentido conferida por aquellos que la obedecen. Al considerar grupos o lugares como marginales, se ejerce

  • U n p a s f r a g m e n t a d o8

    poder y autoridad. En el caso lmite, los discursos leg-timos aspiran a evocar una identificacin proyectiva (Clarke 2003:154), a travs de la cual quienes son estig-matizados se perciben a s mismos a travs del discurso producido acerca de ellos por quienes tienen poder.

    Loc Wacquant (2001:43-45), a partir de la expe-riencia de investigacin en el sector de South Side en Chicago, definido como un ghetto afroamericano, con condiciones de vida dramticamente precarias, apunta tres precauciones metodolgicas. La primera es no ver estas comunidades solo como un agregado de personas, sino como una forma institucional de vida. En segundo lugar, es necesario no verlas como un espacio ajeno, notando solo lo que es diferente en ellas, exotizndolas. En tercer lugar, debe entenderse que estas comunidades no padecen una desorganizacin social, ms bien, estn organizadas en torno a una competencia y un conflicto intensos por recursos escasos. Lo que desde afuera parece un conjunto monoltico, dice Wacquant (2001:131), es visto por sus miembros como un cmulo sutilmente diferenciado de microlocalidades.

    La exclusin urbana es a menudo acompaada de la criminalizacin y racializacin de las comunidades empobrecidas como La Carpio. Como los barrios empo-brecidos estn a menudo aislados de los servicios pblicos y otras facilidades, se ha sostenido que las ciudades en Amrica Latina, y seguramente tambin en otras regio-nes, son ciudades duales, en las cuales se ha debilitado el sentido de comunidad y responsabilidad (Auyero 2001:11-12; Sarav 2004:36).

    Como la estigmatizacin es producida a travs de discursos, pero al mismo tiempo est profundamente imbricada con desigualdades materiales, esta investi-gacin ha partido de perspectivas que discuten lo que Marc Edelman (1999:5) llama el complejo vnculo entre cultura, poder y realidades materiales, y la posibilidad de una interpretacin razonable.

  • L a C a r p i o : c o m u n i d a d , c u l t u r a y p o l t i c a 9

    El vnculo entre estigmatizacin y desigualdades materiales deja huellas en trminos de subjetividad. El sufrimiento social (Kleinman y otros 1997; Hayden 2003; Wilkinson 2005) es un concepto decisivo a travs del cual podra ser posible aprehender formas a travs de las cuales la segregacin urbana y la estigmatizacin se incorporan en la experiencia individual (Farmer 1997:261-2).

    La vergenza es una manifestacin particular de sufrimiento social (Probyn 2005; Sayer 2005), la cual es vivida como un debilitamiento fundamental en la iden-tidad ( Jervis 1999:172). Pese a que la vergenza es una experiencia comn entre inmigrantes y habitantes de comunidades empobrecidas (Auyero 2001:18; Wacquant 2001:133), sta no ha sido materia de anlisis en la investigacin reciente sobre migraciones en Costa Rica (vase Morales y Castro 2002; Olivares 2003; Morales y Prez 2004).

    Frente a esos procesos de estigmatizacin y vergen-za, los medios de comunicacin tienen una responsabi-lidad importante en la construccin y reproduccin de estereotipos y en facilitar contenidos para la dimensin subjetiva de la inseguridad.

    Caldeira (2000:21) relaciona analticamente la segre-gacin socio-espacial con el surgimiento de discursos de miedo, con la (des)integracin social y con polticas y acciones policiales que violentan los derechos humanos. En ese sentido, uno de los principales hallazgos de la Encuesta Nacional de Seguridad realizada en Costa Rica fue que la informacin televisiva efectivamente contribu-ye a percibir el entorno como ms inseguro y amenazan-te (Fonseca y Sandoval 2006:18), de modo que cuanto mayor es la exposicin a contenidos de violencia, mayor es tambin la tendencia a percibir la realidad como amena-zante. En este contexto, los discursos de inseguridad han venido a reemplazar las polticas de bienestar social como el encuadre para pensar el sentido de comunidad.

  • U n p a s f r a g m e n t a d o1 0

    La segregacin en la ciudad de San Jos

    La segregacin urbana asume diferentes formas en cada poca histrica. Las posibilidades de apropiacin del espacio han sido diferenciadas segn los sectores sociales y han estado vinculadas con el acceso a los recur-sos materiales y simblicos. Su carcter es urbano, pues refiere a las formas en las cuales el espacio es utilizado en la ciudad. Este fenmeno no es nuevo, ni exclusivo de las sociedades del Sur del mundo, habitualmente denominadas subdesarrolladas. Las ciudades son la materializacin de muchas de las inequidades presentes en la sociedad. A lo largo de la historia el modelo econ-mico y cultural de una sociedad plasma sus conflictos en el espacio (Harvey 1977).

    Si bien no son frecuentes los estudios histricos sobre segregacin espacial en Costa Rica (PEN 2005:127), una revisin de la literatura rene algunas referencias consi-deradas importantes en la historia de la ciudad de San Jos, con respecto al vnculo entre segregacin urbana y estigmatizacin social.

    San Jos se conform como ciudad, con una par-ticularidad histrica importante como apunta Steven Palmer (1996:191): es la nica ciudad preeminente en la Centroamrica decimonnica que no tuvo sus orge-nes en el siglo XVI (la nueva Ciudad de Guatemala es un caso singular). Mientras las principales ciudades de Amrica Latina se instauraron en lugares donde se esta-bleci el poder colonial, San Jos tiene su auge en el siglo XIX. Adems, se consolid como el centro de la pol-tica, la cultura, el comercio, los servicios y la produccin agroexportadora (Palmer 1996:198).

    Desde sus orgenes, San Jos mostr una diferencia-cin espacial que se fue constituyendo de forma ms clara conforme se ensanch progresivamente y cuando se con-solid el cultivo del tabaco (Palmer 1996). Se instauraron as un norte y un sur claramente delimitados. La

  • L a C a r p i o : c o m u n i d a d , c u l t u r a y p o l t i c a 11

    burguesa se ubic en un lugar diametralmente opuesto a los sectores populares, dividiendo y jerarquizando el espacio (Salazar 1994:102); un proceso constante y acen-tuado a finales del siglo XIX y durante todo el siglo XX, tal como lo seala Florencia Quesada (2007:71):

    la ciudad creca y se transformaba, el progreso no fue uniforme sino ms bien, selectivo geogrfica y socialmente (...) La deliberada segregacin del espacio urbano que se inicia en este perodo, tuvo como consecuencia la creacin en sus extremos de dos ciudades, una la San Jos burgue-sa de renovados parques, arquitectura eclctica comercial y privada, servicios pblicos y nueva infraestructura; la ciudad moderna a lo largo de la Avenida Central, los parques Morazn, Nacional y La Sabana. La otra ciudad que creci sobre todo al sur y al noroeste, la San Jos popular que comenzaba a conformarse y a quedar geogrficamente segregada y rezagada (...) La ciudad marginal, foco de atencin de los inspectores sanitarios en su intento de transformar no slo el espacio fsico sino a sus habitantes (Quesada 2007:71).

    Con la insercin de la economa costarricense en el mercado mundial con la exportacin del caf, se pone en evidencia la preocupacin por una ciudad concep-tualizada y representada desde un modelo europeo decimonnico, el cual busc de manera sistemtica ins-titucionalizar una higiene social del espacio, para que la poblacin que residiera all tuviese una indiscutible calidad moral. De esa manera, con la consolidacin del proyecto liberal, la ciudad se torna claramente segre-gada. Segn Juan Jos Marn (1994:49), es a partir de 1864 que se implementa un proyecto de segmentacin y control social de los sectores considerados peligrosos por parte de la lite cafetalera.

    Los liberales propiciaron el desplazamiento de cen-tros de poblacin populares y controlaron con precisin la ubicacin de zonas comerciales. Con ello aseguraron,

  • U n p a s f r a g m e n t a d o12

    en parte, el control sobre los sectores populares y la comodidad residencial para la lite. Esa segmentacin se concreta en la constitucin de barrios populares instala-dos en el sur y el oeste del casco central de San Jos, y los barrios de la oligarqua cafetalera en el noreste (Palmer 1996:203).

    Como ejemplos de los barrios populares podemos mencionar: La Puebla, El Laberinto, Rincn de Cubillos, Las Latas, Barrio Keith. Y por el otro sector tenemos Barrio Amn, a partir de 1894, cuando se concret el nuevo proyecto residencial que el empresario francs Amon Fasileau Duplantier y Roussand haba presenta-do a la Municipalidad de San Jos en 1892 (Quesada 1996:217).

    Guillermo Salazar (1986:106) afirma que el creci-miento que produce la expansin cafetalera hace que la construccin de viviendas comience a desplazarse del centro de San Jos hacia los alrededores, ya que la espe-cializacin comercial que va teniendo la ciudad aument los alquileres a cantidades de dinero imposibles de pagar para los sectores obreros. Asimismo, el autor seala que entre 1900 y 1920 puede observarse el inicio de la presin de sectores populares por vivienda en la zona sur de la capital. De esta forma se fue constituyendo un espacio que en el imaginario sera representado como los Barrios del Sur.

    Durante la mayor parte del siglo XX, la constitucin de espacios segregados estuvo relacionada con la ubica-cin de los sectores excluidos en zonas marginadas en la ciudad, entre ellas las orillas de los ros, bordes de caminos o fincas cafetaleras, debajo de puentes, etc. (Ministerio de Trabajo 1954). En esos lugares las personas enfrentaron dificultades en el acceso a todos los recursos mnimos para la sobrevivencia y fueron sitios profundamente estigmatizados por los sectores en el poder. A este respec-to podemos rescatar un extracto de una publicacin de La Prensa Libre del 4 de abril de 1904:

  • L a C a r p i o : c o m u n i d a d , c u l t u r a y p o l t i c a 13

    ya no es ni de tres ni de cuatro aos que la Prensa toda viene combatiendo esos focos de inmundicia, que causan dobles malos efectos: contra la higiene y contra la moral. Carcter esencial de esas viviendas es el desaseo e insalu-bridad, y de notarse es tambin, que su uso poco a poco se ha ido circunscribiendo a la gente alegre en lo peor de su especie.

    Los chinchorros son actualmente hacinamientos de casu-chas, semejantes a gavetas de dos cuartos solamente y que a veces no ocupan una superficie de diez metros. En esas jaulas viven las familias pobres o gentes alegres que: no guardan gran cosa de la higiene. En esos chinchorros se ven gentes verdosas y enclenques, medio muertas por la vida infecta que llevan (cit. en Salas 1976:8-9).

    Tambin la Hoja Obrera, en 1914, presenta una des-cripcin de las condiciones de vida enfrentadas en estos espacios urbanos:

    Nadie ignora que los tales chinchorros (lugar donde se amontona el proletariado) son verdaderos incubadores de los grmenes de las enfermedades que afligen y diezman a la pobrera; da tristeza visitar esos antros en donde se presentan a los ojos de los visitantes nios famlicos y con harapos de vestidos; mujeres flacas que abren los ojos con espanto y jvenes anmicos que llevan en su rostro retrata-do el dolor; el desaliento de los desgraciados de Mximo Gorki (citado por Quesada 2007:224).

    Estos lugares fueron habitados por los sectores exclui-dos de la sociedad, y en su constitucin han tenido un importante vnculo con la migracin; es decir, con los sectores expulsados de las dinmicas productivas en las diferentes zonas rurales del pas (Perlaza 1980), personas que emigraron del campo procurando hallar mejores condiciones de vida en la ciudad.

  • U n p a s f r a g m e n t a d o14

    Los espacios y las viviendas de los sectores populares y en condiciones de pobreza han variado histricamente y corresponden a un ejercicio de poder y control social por parte del Estado y de las lites. Por ejemplo, en 1904, se establece en San Jos el Reglamento para la erra-dicacin de chinchorros (Salas 1977). La forma para nombrar a las casas de las personas excluidas era chin-chorro, haciendo referencia a las viviendas que haban sido construidas con madera, latas de zinc, bamb, etc. que con frecuencia no contaban con servicios bsicos. Segn Florencia Quesada (2007:224):

    Los llamados chinchorros, eran las viviendas donde habi-taban los sectores ms pobres de la ciudad. Cuartos en serie donde convivan familias completas y que se encontraban en diferentes zonas de la ciudad en condiciones higinicas y de vida muy lejanas de las polticas higienistas y del discurso del progreso urbano.

    La Puebla puede ser considerado el primer barrio al sur de la capital. Es el ms antiguo de los barrios pobres, pues surgi en la colonia al igual que San Jos (Briceo y otros 1998:106) y aparece mencionado en documentos desde 1759 (Quesada 2007:30).

    La Puebla de San Jos parece constituir un espacio de exclusin social para todos aquellos sectores al margen del proyecto habitacional y de desarrollo de la lite. En este sector desde sus orgenes, se careca de los servicios bsicos como caera o electricidad. Las dificultades socioeconmicas se articularon con una significativa estigmatizacin social, pues a este sector de la ciudad se le atribuy constantemente ser problemtico, fuente de los males citadinos que supuestamente provenan tanto del lugar como de sus habitantes: inseguridad, prostitu-cin, enfermedades, vicios, hambre, juego, alcohol, y la miseria social (Garca y Paniagua 2008).

    A principios del siglo XX, se constituye El Laberinto, uno de los barrios ms representativos y cuyas referencias

  • L a C a r p i o : c o m u n i d a d , c u l t u r a y p o l t i c a 15

    se mantienen hasta la actualidad. Es considerado la primera propuesta gubernamental para dotar de lotes a familias empobrecidas en San Jos (lvarez y Gmez 2000:79). Originalmente se trataba de una hacienda cafetalera ubicada entre Avenida 12 y 20, y la Calle del Laberinto (3 sur). En 1893, Riotte y Jager elaboran una carta dirigida a la Municipalidad de San Jos solicitando la prolongacin de una caera en la finca El Laberinto, el terreno que donaron, para beneficio del vecindario y motivar as el establecimiento de poblacin (ANCR 1893). Con el afn de promover la construccin en un sector de la ciudad que se encontraba en crecimiento, el 10 de mayo de 1905, el Estado emiti el decreto para la creacin de El Laberinto (ANCR 24-3-1905); se vendieron 23 lotes de aproximadamente 9 metros de frente por 25 de fondo: 14 adquiridos por hombres y 9 por mujeres (Quesada 2007:96). Sin embargo aunque los lotes se dieron gratuitamente, no se daban fondos para la construccin de las viviendas y para muchas familias fue un proyecto imposible de realizar y con el tiempo perdieron sus propie-dades (Quesada 2007:97).

    En esa zona se ubic un complejo de fbricas que die-ron empleo a obreros de los alrededores; el actual edificio de la Fbrica Nacional de Trofeos conserva parte de la estructura de este grupo fabril. Los terrenos en los que se ubic eran propiedad de Jos C. Zeledn (Quesada 2007:97) y en dichas fbricas se produca: jabones, tejas, velas, telas, se aserraban maderas y all se ubic Tejidos Saprissa (lvarez y Gmez 2000:79).

    Cabe destacar que la creacin del Laberinto marc el inicio de la construccin de los barrios popu-lares al sur, en las dcadas siguientes (Quesada 2007:97). El establecimiento de barrios y asentamientos en esta zona de la ciudad vino de la mano con los ase-rraderos, la plaza, el tranva y los negocios comerciales que, adems de facilitar la adquisicin de los productos, eran una fuente de trabajo para obreros, inf luyeron en

  • U n p a s f r a g m e n t a d o16

    la conformacin de esta zona como residencia de perso-nas de bajos recursos (lvarez y Gmez 2000:74). Este proceso se dio paralelamente a la lotificacin y venta de los terrenos del Dr. Alejandro Vargas Araya, cerca del lugar ocupado anteriormente por el Matadero Municipal (hoy San Cayetano). De esta manera, la ciudad vera el surgimiento de los barrios Hatillo, Keith, Carit y, con la llegada del ferrocarril, el Pacfico.

    Segn Jos Manuel Cerdas, el Diario de Costa Rica informaba en 1934 que al suroeste de la capital se haba formado una barriada que ya se extenda hasta el distrito de San Sebastin, con gentes pobres modestas. Quieren escuela y hay un lote donado por John M. Keith al efecto. Esa y otras extensiones hacia el sur fueron muy notorias y aceleradas. De esta manera surge el Barrio Keith, posteriormente llamado Cristo Rey (Cerdas 1994:283-284).

    El testimonio de un zapatero refleja cmo se configu-r la segregacin y la vida en los aos 40: La mayora de obreros ya vivan fuera de San Jos. Los de B Keith tuvieron que brincar a otro barrio que se form por San Sebastin: Sagrada Familia. Se iban alejando por las casas cada vez ms caras. Casas para pobres o zapateros en San Jos no se conseguan y se inici la labor de la Cooperativa La Familia en los aos 40 y del Instituto Nacional de Vivienda y Urbanismo (INVU) en la dcada siguiente, pero construyendo fuera de San Jos (Cerdas 1994:289).

    El sur y el noroeste se constituyeron en los lugares segregados en San Jos, surgen con la ciudad misma, como el lugar de vida para los sectores populares y excluidos, que con el tiempo han sido expulsados paula-tinamente del centro histrico de la ciudad. Es probable que el empleo de nombres religiosos (Cristo Rey, Sagrada Familia) haya formado parte de los esfuerzos de rege-neracin moral de dichas comunidades, asociados a los bajos fondos de la ciudad.

  • L a C a r p i o : c o m u n i d a d , c u l t u r a y p o l t i c a 17

    En el lenguaje se registran los cambios en las denomi-naciones dadas a dichos espacios a lo largo de la historia. Del trmino chinchorro se pas a expresiones como tugurio, precario o rancho. Con el surgimiento de tomas de tierras para construir viviendas se acua la expresin tugurio. Aunque el uso del trmino precario ha sido empleado histricamente para referirse a la situa-cin legal de los terrenos, la denominacin es empleada comnmente para denominar las viviendas. Otro nombre dado, principalmente a la vivienda es rancho.

    Si hace algunas dcadas la criminalidad era ubica-da en los Barrios del Sur, en aos recientes, comu-nidades como por ejemplo, Len XIII, Los Guido en Desamparados, Los Cuadros en Goicoechea o Los Diques en Cartago son asociados a estigmas vinculados con la criminalidad y la delincuencia, muchos de ellos construidos desde la seccin de sucesos de los medios de comunicacin.

    En ese sentido, la estigmatizacin y la construccin imaginaria sobre La Carpio tiene su antecedente en la experiencia de estas comunidades que llegaron a ser conocidas de manera genrica y despectiva como los Barrios del Sur. Sin embargo, la particularidad que presenta La Carpio es el contenido racializado presente en el rechazo que enfrenta. El imaginario colectivo cos-tarricense lo presenta como el lugar peligroso donde viven delincuentes, lo cual establece claras similitudes con otras comunidades estigmatizadas en diferentes periodos histricos, pero sobre todo es pensada como una zona habitada por nicaragenses. Sin duda, La Carpio rene a una de las comunidades nicaragenses ms grandes de Costa Rica, pero es necesario recordar que la mitad de las personas son de nacionalidad costarricense.

    La presencia de poblacin nicaragense en La Carpio, es decir en el Valle Central, amenazara el referente espacial de la identidad costarricense. La estig-matizacin parece provenir de la transgresin a esa

  • U n p a s f r a g m e n t a d o1 8

    frontera interna del imaginario costarricense y de la ciudad, amenazante para la identidad nacional cimenta-da en el proyecto liberal.

    Otro elemento que se suma a la hostilidad antiinmi-grante es la extranjerizacin de la pobreza, de lo cual se derivan ideas que suponen que todos los pobres son nicas o que la generalidad de zonas excluidas se encuentran habitadas por migrantes internacionales. La conclusin a la que conducen este tipo de ideas es que entre ciertos sectores es difcil aceptar que haya costarricenses viviendo en condiciones de pobreza. De cierta forma, decir que quienes viven en La Carpio son pobres es, un modo de expulsar la pobreza de la comunidad imaginada costarricense.

    Aunque posiblemente el contraste entre Cristo Rey y otros Barrios del Sur con barrios como Otoya o Amn hace 50 aos sea similar a las diferenciaciones actuales, lo novedoso es que ahora dicho contraste es ms visible, pues la opulencia y la miseria estn ms prximas y es posible registrar esfuerzos deliberados por ocultar esa cercana. Quizs los ejemplos ms recientes sean la tapia construida en el Centro Comercial Paseo de las Flores, situado en Heredia, la cual procura evitar el contacto fsico y visual que puedan tener sus clientes con la comunidad de Guarar, o bien la malla que separa Multiplaza del Este de la comunidad de Barrio Nuevo, en Curridabat.

    La ruta de ida y vuelta a La Carpio

    Un pas fragmentado se alimenta de los debates presentes en las ciencias sociales, pero al mismo tiempo reconoce su malestar con ciertas formas legitimadas de hacer ciencia social en las cuales quienes habitan los llamados barrios marginales son, a menudo, objetos y muy pocas veces

  • L a C a r p i o : c o m u n i d a d , c u l t u r a y p o l t i c a 1 9

    son considerados sujetos. La comunidad, la universidad y las personas que conforman el equipo de trabajo tienen mucho que compartir y que decirse. La reflexin produc-to de este ejercicio no pretende limitarse a la autocontem-placin, sino que busca tomar distancia del trabajo para convertir la propia subjetividad en materia de anlisis. Es un reto que pocas veces se asume en las ciencias sociales, pues implica en cierta forma exponerse como personas, antes que como investigadoras o investigadores.

    Abrir un espacio para problematizar el lugar desde el cual nos situamos y cuestionar dnde nos ubican las personas (de la comunidad, de la academia y de nuestras familias y amistades) nos permite revisar las relaciones del proyecto de investigacin del que surge este libro, con los espacios institucionales, comunales y personales, as como sus vinculaciones con las subjetividades de las personas del equipo a nivel grupal.

    Tambin motiva este apartado la preocupacin por la relacin entre las ciencias sociales y la vida cotidiana, el papel de la universidad en la sociedad, el proyecto en la comunidad y en la academia, as como las implicaciones que ha tenido nuestro involucramiento con La Carpio.

    El viaje est organizado en cinco apartados, los cuales coinciden con el nmero de paradas que tiene el recorri-do del autobs en La Carpio y que son utilizadas por las personas de la comunidad para orientarse y dar referen-cias: en la primera hablaremos sobre la comunidad; en la segunda encontramos un acercamiento al proyecto y su vinculacin con la universidad, es decir, la interaccin entre el espacio institucional y el comunitario; en la tercera haremos referencia a las tensiones entre la acade-mia y la vida cotidiana; en la cuarta, ahondaremos en las vivencias del equipo de trabajo y nuestras experiencias subjetivas; finalmente, en la ltima parada, es decir, la terminal, plantearemos las principales conclusiones de esta seccin.

  • U n p a s f r a g m e n t a d o2 0

    Primera parada: La Carpio, una comunidad con rostro

    La Carpio constituye algo ms que el lugar donde toma vida el proyecto, es un espacio de contacto e inter-cambio con la cotidianidad y una fuente de preguntas y enseanzas para el equipo. Carpio, como la llaman sus habitantes, es una comunidad que encarna mltiples ejemplos de autogestin, organizacin y lucha cotidiana por la sobrevivencia, que llevan a cabo las personas que la habitan.

    La comunidad posee una nica entrada: la calle que la comunica con Canal 13 y el Instituto Nacional de Aprendizaje (INA). sta se constituye en el punto de encuentro de la comunidad, es la ruta de los autobuses que incesantemente entran y salen transportando a sus habitantes, y es por donde pasamos en cada viaje.

    El reto asumido por el proyecto de investigacin constituy, sin duda, una tarea compleja, pues se trata de un trabajo con personas, con tristezas y alegras que tienen rostros, en interacciones en las que entran en juego diversos sentimientos y experiencias.

    Una parte fundamental del trabajo realizado fue la escucha sobre la historia de la comunidad, como una forma de facilitar el acercamiento entre quienes estigma-tizan y quienes viven en la comunidad. De esta forma, al reconstruir la historia de La Carpio, sus habitantes pueden crear espacios para revisar el presente y pensar en el futuro.

    Al acercar la experiencia humana de esta comunidad a personas a quienes les puede parecer ajena o distante, se generan espacios de contacto que pueden incidir en una reduccin de la estigmatizacin.

    En ese sentido, reconocer la estigmatizacin no pretende revictimizar a la comunidad, pues el estigma se extiende no slo a sus habitantes, sino tambin a las

  • L a C a r p i o : c o m u n i d a d , c u l t u r a y p o l t i c a 2 1

    personas que mantienen vnculos laborales o familiares con ella, incluidos nosotros como equipo de trabajo.

    Segunda parada: entre la U y La Carpio. El proyecto

    Desde que se trataba de una simple idea, el proyecto de investigacin que produjo este libro, ha tenido el mri-to de no poder pasar desapercibido; en cualquier lugar o mbito en que fuese planteado ha despertado simpatas y antipatas, ha llamado la atencin y ha generado recha-zo. Parece desencadenar estigmas semejantes a los que experimenta la misma comunidad.

    En trminos ms subjetivos, es innegable que el pro-yecto ha provocado amores y odios en las personas que han tenido algn contacto con l; aunque alguien podra alegar que esto ocurre con todo proyecto o investigacin, ste en particular no ha pasado inadvertido y, curio-samente, ha sido objeto de fuertes crticas, usualmente planteadas en trminos peyorativos. Por ejemplo, se ha dicho que el proyecto es un tipo de estudio de caso, estu-dio de comunidad, alguna clase de voluntarismo o una especie de trabajo social ms que una investigacin.

    Sin embargo, el proyecto genera simpata entre quie-nes comparten una cierta insatisfaccin con el empiris-mo de escritorio (Torres 1989) que a menudo predomina en el plano acadmico; en especial, cuando lo macro y la cuantificacin son lo deseable y, en ocasiones, las nicas aproximaciones vlidas, con los significados y relaciones de poder que conllevan.

    A medida que pas el tiempo, el equipo de trabajo fue percibido de manera distinta en sus mbitos de accin (laboral, comunal y familiar). Los primeros productos del proyecto facilitaron la cada de ciertos prejuicios, tanto aquellos vinculados con la comunidad, como los que tenan que ver con la propuesta de investigacin.

  • U n p a s f r a g m e n t a d o2 2

    Un reto importante que se asumi, ms all de tener que abrirse espacios en el mbito acadmico, fue promo-ver la ref lexin acerca de qu puede hacer la universidad desde sus diferentes reas para contribuir a comprender los procesos de estigmatizacin, y explorar las posibilida-des de superacin de ideologas sobre una comunidad y su gente.

    La tercera: entre la U y la calle. Malestares con el empirismo de escritorio

    El paso a la calle no es fcil ya que implica dejar a un lado teoras (aunque en otro sentido algunas teoras viajan con nosotros y nosotras) como formas de proteccin ante la ansiedad de estar frente a personas y realidades dife-rentes a las nuestras. Esta ansiedad sera producida por el miedo a la diferencia y a la incertidumbre. Es necesario decir que dejar a un lado las teoras no debe ser interpre-tado como una desvinculacin total con stas durante la investigacin; lo que queremos decir es que, al salir a la calle, es necesario abandonar las respuestas preconcebi-das y procurar interpretar lo observado y lo vivido, sin que la certidumbre que producen ciertas teoras sobrein-terprete los datos.

    La centralidad de la calle es clara no slo en la comunidad y en los dibujos de los nios y las nias, sino tambin en el proyecto. Ha sido un gran reto plantear la posibilidad y necesidad de un proyecto que tenga arraigo en la calle, es decir, en el trabajo con la vida cotidiana de una comunidad y llevarlo, an ms, a la prctica.

    Esta iniciativa, entonces, ha abierto un espacio de ref lexin acerca del proceso de enseanza-aprendizaje de las ciencias sociales. Desde nuestras experiencias podemos decir que este proceso se caracteriza por tener lugar en las aulas universitarias, lo cual implica, para

  • L a C a r p i o : c o m u n i d a d , c u l t u r a y p o l t i c a 2 3

    estudiantes y profesionales, lejana y dificultad para aprehender y aprender de las vidas de las personas aquellos aspectos sobre los cuales se hace referencia de manera abstracta. Es decir, muchas veces se parte de la premisa que el aprendizaje se da exclusivamente desde lo discursivo, con lo cual se corre el riesgo de pensar que las vidas cotidianas son nicamente un lugar donde se aplican los conceptos aprendidos. Se pretende estructu-rar las realidades a partir de lo ledo y la incertidumbre es vista como negativa. La dialctica entre lo terico y lo emprico se quebranta, y parece ser ms una relacin unilateral, que va de lo primero a lo segundo. Esta forma de estudiar, ensear y hacer ciencias sociales parece caracterizarse por la inmovilidad, la falta de vinculacio-nes con las personas y los lugares de los que se habla con propiedad y facilidad entre aulas, salas de sesiones, cafs y recesos; en consecuencia, algunas veces parecen ser ciencias carentes de vida.

    Hablar aqu de las ciencias sociales sin hacer divisin alguna no es casual; y no es nicamente porque el equipo est constituido por personas de diferentes disciplinas, sino tambin porque esta experiencia de trabajo le ha permitido a algunos y algunas del grupo reconocer la importancia de una ref lexin sobre las ciencias sociales de forma ms integral. La comunicacin colectiva, la historia, la antropologa, la psicologa y la sociologa han realizado diferentes aportes, pero tambin han mostrado sus puntos en comn en el trabajo en equipo, al poner en evidencia que las divisiones son parte de la presencia del jerarquizado y cuestionable poder hegemnico de la academia.

    Se hace necesario aclarar, entonces, que nuestra discusin gira en torno a la necesidad de construir esos puentes, que no niegan la importancia de los aspectos tericos en las ciencias sociales y se lanzan a un quehacer compulsivo, es decir, un hacer por hacer. Planteamos la posibilidad de pensar la academia desde una perspectiva

  • U n p a s f r a g m e n t a d o2 4

    distinta, ms crtica, ms relacionada con los retos y las necesidades emergentes en la sociedad. La construccin de estos puentes debera constituirse como parte de los quehaceres de las personas que trabajan en ciencias sociales, pero sin olvidar nunca la necesaria intervencin de las personas que estn del otro lado. Los puentes entre la teora y la prctica (o la dimensin emprica) slo son posi-bles por la sensibilidad y riqueza que brinda el contacto directo con los seres humanos y con la vida cotidiana de una comunidad como La Carpio. Lo anterior nos hace lanzar una pregunta que implcitamente nos acompaa, es posible hacer ciencias sociales sin un vnculo con las personas sobre las que vamos a decir algo? Se inten-ta, pues, romper con la seguridad que brinda el mbito universitario y se invita a asumir el riesgo de salir a la calle, un espacio en que el investigador o investigadora no puede evitar sentirse expuesto (Lechner 1995).

    Esta experiencia nos ha permitido ref lexionar sobre la posicin de poder que como cientistas sociales tene-mos, que existe independientemente de la horizontalidad con que nos relacionamos con las personas en el campo. El respeto que debe mediar este tipo de relaciones se extiende a no pensarnos como parte de la comunidad, ni como sujetos iguales a quienes comparten sus vidas con nosotros y nosotras; es decir, hace imprescindible el reco-nocimiento de diferencias concretas entre ellos y ellas, nosotras y nosotros.

    Lo anterior remite a una discusin tica, la cual tiene lugar en diversos espacios de debate. Sin embar-go, las vivencias desde lo institucional y desde la calle, con frecuencia no logran encontrarse. En ese sentido, el compromiso tico no se limita al discurso o al papel, sino tiene que ver con las vinculaciones y las relaciones que se establecen con las personas, lo cual requiere hacer frente a la obligacin de no ser intrusivos o utilitaristas con las mismas. Esta forma alternativa de trabajo con las comu-nidades, implica una constante revisin tica por parte