unidad 4. descartes iii. el recorrido de la duda
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El recorrido que Descartes desarrolla mediante la aplicación de la duda metódica: desde la desconfianza en la información sensible, hasta la primera certeza depositada en la existencia evidente del sujeto pensante.TRANSCRIPT
Unidad 4. Descartes III. El recorrido de la duda metódica: el sujeto pensante.
La clave del método se encuentra, pues, en la evidencia. Todo es cuestión de empezar, como el
matemático, por rechazar todo aquello que no sea evidente, “no aceptar como verdadera
ninguna cosa que no lo sea”. ¿Cómo encontrar esas "ideas simples", indubitables? ¿Cómo
estar seguros de la evidencia? El primer propósito de Descartes consiste en encontrar un
punto de partida: una verdad tan inmediatamente evidente, “tan firme y segura que las más
extravagantes suposiciones de los escépticos no sean capaces de conmoverla”. El camino para
alcanzar la respuesta consiste en “rechazar como absolutamente falso todo aquello en que
pudiera imaginar la menor duda, con el fin de ver si, después de hecho esto, no quedaría en mi
creencia algo que fuera enteramente indudable”.
Se trata, pues, de dudar de todos los conocimientos que hasta el presente hayamos podido
adquirir. ¿No es verdad que a veces los sentidos nos engañan? ¿No podría ocurrir que nos
engañasen siempre? ¿Y no podemos decir lo mismo de nuestra razón? ¿No podría ser todo
como un sueño del que todavía no hemos despertado? Y, por si estos motivos no fuesen
suficientes para que la duda sea universal, Descartes propone aún la hipótesis del "genio
maligno", “de extremado poder e inteligencia, que pone todo su empeño en inducirme a
error”. Parece, pues, que nada puede quedar al margen de la duda.
Descartes deja bien sentado, sin embargo, que la duda es metódica, y no escéptica: los
escépticos dudan por dudar. La duda cartesiana, en cambio, es sólo provisional; es el camino
para salir de la duda, es un medio para alcanzar la evidencia. La duda desaparecerá cuando
encontremos algo de lo que no se pueda dudar, que es lo que estamos buscando.
4.1 La moral provisional
Y aunque hay motivos sobrados para que la duda sea universal, para que afecte a todo cuanto
podemos conocer, sin embargo hay algo que debe quedar fuera: la moral. La moral, por
definición, es puramente práctica, no teórica. No busca la verdad, sino el bien. No se aplica al
conocimiento, sino a la acción. En la tercera parte del Discurso, Descartes propone una serie
de normas morales que han de seguirse mientras la inteligencia esté sumida en la duda: “con
el objeto de que no permaneciese vacilante en mis acciones mientras la razón me obligase a
serlo en mis juicios, y que no dejase de vivir desde ese momento lo más felizmente que
pudiese, configuré una moral provisional”. La reduce a cuatro reglas:
1) Ajustarse a las leyes y costumbres del país.
2) Actuar con resolución, aunque las acciones no sean correctas.
3) Practicar el autodominio para aceptar el destino o los hechos y acontecimientos.
4) Emplear toda la vida en el cultivo de la razón.
4.2 El recorrido de la duda hasta llegar a la primera verdad
a) Las falacias de los sentidos: cabe dudar del testimonio de los sentidos; pero reconocer la
poca fiabilidad de los sentidos no nos permite dudar de la existencia de las cosas que
percibimos. Dudamos de lo que captamos de las cosas pero no de la existencia misma de las
cosas. ¿Y si en realidad lo que captamos como existencia real de las cosas no fuese más que un
sueño, y la realidad aquello que nos representamos cuando dormimos?
b) La imposibilidad de distinguir la vigilia del sueño nos permite dudar de la existencia de las
cosas y del mundo, sin embargo no parece afectar a ciertas verdades, como las matemáticas,
que siempre son evidentemente verdaderas estemos despiertos o dormidos.
c) La duda “hiperbólica” hecha posible por la hipótesis ficticia del “genio maligno” equivale a
suponer que el entendimiento es de tal naturaleza que se equivoca necesariamente y siempre
cuando piensa captar la verdad. Esta posibilidad nos permite dudar incluso de aquellas
verdades, como las matemáticas, que despiertos o dormidos se nos presentan claramente
evidentes.
d) La primera verdad: Si yo pienso que el mundo existe, tal vez me equivoque en cuanto a que
el mundo existe, pero no cabe error en cuanto a que yo lo pienso; igualmente, puedo dudar de
todo menos de que yo dudo. Mi existencia, pues, como sujeto que piensa (que duda, que se
equivoca, etc.), está exenta de todo error posible y de toda duda posible. Descartes lo expresa
con su célebre: pienso luego existo (cogito ergo sum)
e) El criterio de verdad: la existencia del sujeto pensante no es solamente la primera verdad y
la primera certeza: es también el prototipo de toda verdad y de toda certeza. ¿Por qué mi
existencia como sujeto pensante es absolutamente indubitable? Porque la percibo con toda
claridad y distinción. De aquí deduce Descartes su criterio de certeza: todo cuanto perciba con
igual claridad y distinción será verdadero y, por tanto, podré afirmarlo con inquebrantable
certeza.
Sin embargo, la “duda hiperbólica” o posibilidad de un genio maligno que nos engañe, si bien
no resiste al “cogito”, sí se mantiene ante su afirmación como criterio para reconocer la verdad
de las demás cosas, del mundo exterior (claridad y distinción). Por ello es necesario demostrar
la existencia de un Dios, que por ser infinitamente perfecto y bueno, al crearme, fue
necesariamente incapaz de haberme dotado de una naturaleza que me engañe.