uso del tiempo en la psicoterapia

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UNIVERSIDAD DE ESPECIALIDADES ESPÍRITU SANTO FACULTAD DE ARTES LIBERALES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN ESCUELA DE PSICOLOGÍA III: ACERCA DEL USO DEL TIEMPO Y DE LA CONCLUSIÓN DEL TRATAMIENTO INTEGRANTES IRENE PLAZA SALOME CEVALLOS PAULA TRUJILLO CECILIA VITERI STEFANIA FERNANDES NOMBRE DEL DOCENTE Mgs. Lucía Pimentel

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fijacion del tiempo estandar

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Page 1: Uso del tiempo en la psicoterapia

UNIVERSIDAD DE ESPECIALIDADES ESPÍRITU SANTO

FACULTAD DE ARTES LIBERALES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN

ESCUELA DE PSICOLOGÍA

III: ACERCA DEL USO DEL TIEMPO Y DE LA CONCLUSIÓN DEL TRATAMIENTO

INTEGRANTES

IRENE PLAZA

SALOME CEVALLOS

PAULA TRUJILLO

CECILIA VITERI

STEFANIA FERNANDES

NOMBRE DEL DOCENTE

Mgs. Lucía Pimentel

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SAMBORONDÓN, 19 OCTUBRE, 2015

ELOGIO DE LA BREVEDAD

Se trata de una noción de brevedad que no obedece criterios cronológicos cuantitativos y es la

que se toma en consideración para abordar la cuestión del tiempo del tratamiento

institucional y su conclusión.

La conclusión se entiende como un momento lógico del tratamiento centrado en un acto

llevado a cabo por el practicante, que tiene lugar con el consentimiento del paciente y que

está inspirado en las reglas de la experiencia.

El psicoanálisis siempre se ha enfrentado con una doble exigencia: externa e interna, de

brevedad. La primera, la externa consiste en las exigencias del medio que reclama un efecto

terapéutico en corto tiempo. Hay una segunda exigencia de brevedad interna al psicoanálisis

que concierne a sus fines propios. El reconocimiento del valor de la brevedad no es un

patrimonio exclusivo de las psicoterapias de “objetivos limitados”. En el psicoanálisis, el

manejo del tiempo no está subordinado a la ambición terapéutica, a la pretensión del efecto

rápido y sin medición subjetiva.

EL TRATAMIENTO HOSPITALARIO Y EL MANEJO DE LA TRANSFERENCIA

En el tratamiento de orientación psicoanalítica en el hospital, la exigencia de brevedad está

vinculada a la transferencia y a la condición especial de gratuidad en que se instala

Según Freud, la ausencia de pago por parte del paciente puede intensificar la resistencia de

transferencia: “El tratamiento gratuitito intensifica enormemente algunas de las resistencias

del neurótico”. Por ejemplo: en las mujeres jóvenes, la tentación integrada en la relación de

transferencia y en los hombres jóvenes, la rebeldía contra el deber de gratitud, rebeldía

procedente del complejo del padre.

Lacan advierte que la demanda del sujeto favorece el fantasma de un Otro sin que se

acreciente la angustia. El dinero es un significante que neutraliza relativamente la inquietud

del analizante respecto al deseo del analista, la consabida pregunta “¿qué quiere de mí?”. La

gratuidad del tratamiento no genera el fantasma, pero puede hacer que se difícil de manejarlo,

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ello tiene lugar en la medida en que la gratuidad ubique al sujeto en una posición de gratitud y

que puede desplazarse fácilmente hacia la envidia y agresividad.

La “neurosis de transferencia”, representa el mayor obstáculo para la prolongación del

tratamiento psicoanalítico en el hospital. En términos de Lacan, hay una exacerbación de la

relación imaginaria entre analista y analizante que obstaculiza la dialectización que el trabajo

significante podría hacer posible llevando a un impasse inercial del tratamiento o a su

interrupción abrupta.

Es difícil que alguien que no obtiene ningún beneficio, ninguna mejoría siquiera aparente,

continué yendo a ver al psicoanalista. Primero, porque no es evidente que el paciente vaya a

curarse. Segundo, porque tampoco es cierto que no obtenga un beneficio siguiendo un

tratamiento que no modifica su posición subjetiva dado que la neurosis en sí misma ya

constituye un beneficio. En este sentido, se señala la diferencia entre la angustia y sufrimiento

neurótico: mientras la primera puede llegar a ser eventualmente el motor de un cambio, el

segundo es fundamentalmente inercial en la medida en que conlleva un placer que no es

sentido como tal.

Otto Rank, fue el principal representante de la tendencia, dentro del movimiento analítico, a

abreviar el tiempo de tratamiento.

La condición de gratuidad del hospital puede aportar un importante refuerzo a esta posición

en la que el sujeto se instala en una situación fantasmática de satisfacción. Por esa razón,

Freud advierte que la ausencia de pago hace que se pierda un estímulo para enfrentar la

conclusión.

CRÍTICA DE LA FIJACIÓN DE UN TIEMPO ESTÁNDAR

La fijación de un tiempo estándar igual para todos los pacientes antes de que el sujeto se haya

manifestado constituye una enajenación del sujeto. (Freud, “Hombre de los lobos”).

Por el contrario, es posible sostener en cuanto al tiempo total de la cura la misma posición que Lacan ha manifestado respecto de la duración de cada sesión: se trata de la temporalidad subjetiva y no la del “universo de la precisión”.

Con respecto a la noción de “acotamiento del goce”, se ha escuchado de que la brevedad del tratamiento institucional obedecería a la necesidad de hacer que el paciente “pierda algo”. Implica que el paciente que no paga con dinero, paga con una limitación del tiempo de tratamiento.

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Equivalencia tiempo= dinero

Pago por parte del paciente Fijación de un tiempo límite estandarizado

No implica la cesión del goce que subyace a su padecimiento.

No hará jugar la función de la castración.

Reacción contra transferencial adversa por parte del practicante.

Posibilidad de operar con el tiempo de la sesión y del tratamiento tiene otro sentido.

Un manejo no estandarizado del tiempo por parte del analista pone al paciente en manos del

capricho de un Otro arbitrario, y que en cambio, una medida pareja de tiempo pata todas las

sesiones, todos los pacientes y en la institución para todos los tratamientos, representaría el

aspecto “paterno” del analista, haciéndolo funcionar como un agente de la ley.

Se cree que el paciente compra tiempo y si se lo priva de éste se lo estaría estafando. El mismo

fantasma neurótico actúa en la institución hospitalaria aunque el paciente no pague, dado que

se tiende a ver la esencia de la “prestación” en el tiempo que ésta conlleva. La variabilidad del

tiempo de las sesiones y del tiempo del tratamiento en el hospital se vincula a una

temporalidad del sujeto.

ANÁLISIS ¿SUJETO U OBJETO?

Advertencias sobre el Abuso del corte:

Es el uso lo que se discute, nadie pone en duda el perjuicio que aporta el abusar de que sea ya se trate: del tiempo, interpretación, neutralidad, silencio, cobro de honorarios, gratuidad, tos.

La única prevención que se encuentra recomendable como norma general es la relativa a la «cantidad de ausencias sin aviso» que pueden tolerarse para la conservación del turno asignado.

Principio Básico : dicha consideración cae dentro de este principio que es el de regular lo menos posible y usar las reglas ya establecidas de forma discreta según la singularidad del caso.

No es una abolición de las normas sino el saber usarlas.

La raíz de todas las discusiones y objeciones de la variabilidad del tiempo de las sesiones se centra en la preocupación de que el analista se vuelva imprescindible.

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Se quiere hacer del analista un sujeto, alguien que pueda entrar dentro de nuestros cálculos.

Esta pretensión no se sostiene solo del lado del paciente sino que a su vez forma parte de las inquietudes que provoca la sociedad a la figura del analista en tanto no se presenta como un semejante.

Todo personaje que encarne para los otros la función del resto provoca angustia, si se quiere hacer del analista un sujeto no vemos la ventaja que habría en ello.

La posición del analista como objeto quiere decir que es alguien a quien no se le puede «sacar de ficha» y se sabe que si se saca de ficha al analista, el análisis se ha estancado.

UN APREMIO BASAL

Desaconsejar la estandarización y la fijación (apriori) de un límite de tiempo no es incompatible con el hecho de que el tratamiento institucional deba tener una duración limitada.

Se desconoce cuándo a de concluir la cura, pero se estima desde el inicio que existe la necesidad de no demorar la conclusión posible.

Ese momento de concluir es indeterminado y no se lo puede descifrar cronológicamente, pero aun así hay una situación de base que podemos llamar apremiante.

El tratamiento psicoanalítico como conocemos requiere tiempos prolongados, aunque se puede dar el caso que el analista pueda tener una intervención afortunada dentro de un lapso de tiempo que se pudiera considerar como relativamente BREVE.

Los tiempos del sujeto no pueden anticiparse ni apresurarse.

¿Cuál es el sentido de esta prisa? … Es que se vincula a la «dimensión de la oportunidad» y que en un tratamiento analítico esto se pone en juego en el momento de interpretar, en el momento de cortar la sesión, en el sancionar la conclusión.

Lacan.- Un demasiado pronto cuya función es evitar un demasiado tarde.

EL EFECTO TERAPÉUTICO ¿UN CRITERIO DE CONCLUSIÓN?

No hay un significante en la conclusión. No es un significante de un objeto temporal, ni el significante de un objetivo terapéutico cumplido.

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No se concluye porque pasaron tantos meses o porque el paciente consiguió pareja o trabajo , a su vez esto no implica descartar de forma radical la consideración de los efectos terapéuticos a la hora de decidir el momento de concluir en u hospital, dado que la posición del sujeto no es algo que pueda ser ignorado en esa instancia.

Para el psicoanálisis el logro terapéutico siempre es algo sujeto a cuestión, incluso en los casos más graves.

La eficiencia del tratamiento analítico presenta una diferencia radical con la mera supresión del síntoma o su alivio.

«El existo» es entonces solidario de un cambio de posición del sujeto respecto al enunciado tal modificación de la enunciación implica una rectificación de la posición del sujeto que aporta un alivio subjetivo ya sea que este o no sea acompañada por una remisión sintomática.

Ese «alivio subjetivo» no se traduce necesariamente en un estado de bienestar o de placer. «Mejorar la posición del sujeto» es nuestro deber dice Lacan, pero aclara que nada hay más ambiguo ni vacilante que esa mejoría.

Esa mejoría podría darse en contra del sentido común, como aparición de los síntomas en algún caso, de la angustia en otro, o incluso como habilitación de la queja.

Inhibición, síntoma y queja son categorías dialécticas y no descriptivas que deben ser evaluadas en función del discurso del sujeto y como parte de este.

El acento no está puesto tanto en el cambio terapéutico en si como en la vía subjetiva por las que se llegó a él.

El buen suceso de un tratamiento se mide por la respuesta al dispositivo analítico, lo cual implica la constitución de un más allá de la demanda y la emergencia del sujeto de la experiencia analítica.

Es este sujeto que llega a responsabilizarse por dicho y actos de los que, en principio, no se reconoce, con lo que se pone en evidencia el estatuto ético de la cura.

La responsabilidad hace salir al sujeto del círculo de la demanda, y es esta salida lo que marca la entrada al campo analítico. Esto aunque no se traduzca en una remisión sintomática, conlleva a un cambio en el padecimiento del sujeto

Se trata por lo tanto de una restauración de la responsabilidad subjetiva más que las vicisitudes del síntoma.

LA RESPUESTA A LA EXPERIENCIA Y EL MOMENTO DE CONCLUIR

La respuesta a la experiencia es el criterio a seguir. La posibilidad de utilizar operativamente el corte de sesión y de producir una inversión dialéctica de la posición

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subjetiva es un indicador de que el paciente se constituye como sujeto de la experiencia analítica.

Cuando puede encontrarse sorprendido por una emergencia de la verdad que corta la significación dominante hasta ese momento, es entonces ahí que se constituye el espacio analítico como tal.

Aquellos pacientes que permanecen impermeables a las intervenciones, a toda inversión dialéctica y en los que es difícil encontrar un cierre de sesión, así como una puntuación «afortunada» de discurso que permita conmover las significaciones establecida, se hará más difícil construir el momento de conclusión.

Tales pacientes seguramente demandan un tiempo mayor aunque esta extensión del tiempo para comprender no puede determinarse numéricamente.

Toca al analista evaluar el grado de eficacia de un tratamiento y tomar una decisión respecto a la conclusión. Esto implica un margen de riesgo inevitable, porque en un tiempo acotado es difícil estimar el alcance de las intervenciones.

El analista debe manejarse siempre en el terreno de lo fragmentario y por eso el «cierre» no tiene en el campo analítico un sentido gestáltico.

Cabe preguntarse si en el caso en que el paciente desee continuar pese a no alcanzar un beneficio terapéutico o una posición analítica, no debería satisfacer su demanda. (pág. 67)

Este punto será necesario ser cuidadoso porque muchas veces es la resistencia del analista lo que hace aparecer un tratamiento como algo «estancado», y no solamente la posición de goce del paciente.

Nunca hay que apresurarse a emitir juicios demasiados consistentes sobre la respuesta del sujeto a la experiencia.

EL DESEO DE DORMIR Y LA SESIÓN DE COMODIDAD

La exigencia de brevedad se impone en la medida en que todo dispositivo de palabra entraña

en sí mismo un tipo de satisfacción que ejerce un efecto dormitivo, en el paciente y en el

analista. Este riesgo puede potenciarse bajo las condiciones de gratuidad y ausencia de un

límite temporal, no habiendo algo que apremie ni al paciente, ni al practicante. El sesgo

metonímico, narrativo, descriptivo, anecdótico de la sesión, cumple la misma función que el

sueño que es la de proteger el deseo de dormir. El objetivo del sueño es evitar el despertar

implícito en el encuentro de lo real con la pulsión.

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Es más fácil fantasear que accionar para cambiar nuestra realidad. Miller señala que hay una

vía del dormir y una vía del despertar en el tratamiento psicoanalítico, lo que daría a entender

que existen “sesiones de comodidad”, que son menos favorables al análisis.

Lo que se espera del tratamiento es que deje cierta huella en el sujeto, que devenga un

acontecimiento y que no sea una prolongación del “molino de palabras vacías que sirven para

no decir nada”, al que se refirió Lacan.

CONTRA LA INFINITUD DEL ANÁLISIS: IR AL GRANO

Esta condición no escapó a Freud cuando se habló de que la aparente interminabilidad del

tratamiento es algo inherente al dispositivo y vinculado con la transferencia. Lacan dice que no

se trata tanto de la negativa del sujeto a separarse de la persona del analista, como de

separarse de las vías del saber. Se trata de la creencia del sujeto en la existencia de un

significante clave que sería la solución a sus males. La transferencia como suposición de saber

implica la idea de que siempre habría algo más para decir que permitiría evitar recurrir a elegir

un acto.

La función del análisis es hacer más simple la vida y liberar al sujeto del laberinto de su

inconsciente. El análisis lleva al encuentro con un punto de certeza del cual el sujeto no quiere

saber nada por la angustia que le provoca: el deseo no es infinito. La sesión analítica debe

estar orientada por este punto de angustia que es la verdadera brújula en dirección de la cura.

Se aspirar a contrariar el deseo de dormir, a confrontar al sujeto con un momento de

conclusión, con un grano de verdad que toque lo real.

“Conclusión” no tiene meramente el sentido de un término temporal: asume el valor lógico de

un juicio conclusivo. El momento en que el sujeto queda sorprendido por una intervención del

analista, o por la emergencia de una enunciación insospechada en su propio discurso, ese

hallazgo constituye también un momento de clausura.

“No se trataba de aquello o lo otro, sino justamente de esto” y eso es algo vinculado a la

sexualidad.

LA SERIE HOMOGÉNEA Y EL ACONTECIMIENTO

Se trata de cómo se concibe el estatuto mismo del tiempo y no de la duración. Todo estándar,

corto o largo, toda medida temporal, sea cual sea su extensión, postula un tiempo

homogéneo, cuantitativo y universal. Este es infinito y sólo se corta en un punto por la

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intervención de un factor exterior (regla institucional). La serie temporal homogénea es

cuantificable y susceptible de medición y división.

El tratamiento también es pensado como una sucesión lineal, cuantificable y homogénea de

sesiones. La concepción trascendental y objetiva del tiempo está al servicio de la represión de

su valor libidinal. Miller habla de una “erótica del tiempo” centrándose en la oposición entre la

serie y el acontecimiento. Un acontecimiento trastorna la experiencia misma del tiempo.

La precipitación es una noción temporal estrechamente ligada a la conclusión, y su significante

debe ser tomado tanto en el sentido temporal como químico. El acontecimiento es aquello a lo

que el mecanismo de anulación obsesiva apunta, es lo anulado o lo que se quiere anular. La

anulación es un modo de represión, por lo tanto su esfuerzo es algo mucho más generalizado y

estructural de lo que la referencia a la clínica de la obsesión permite apreciar. Toda la defensa

se moviliza en contra del acontecimiento ya ocurrido, o que se teme que vaya a ocurrir (del

cual la angustia es señal).La esencia de la represión está en un “aquí no ha sucedido nada” y en

un “nada sucederá”.

ELOGIO DE LA VERDAD

Lacan: “ ... no toda palabra es un decir, sin lo cual toda palabra sería un acontecimiento, lo que

no es el caso, sin eso no se hablaría de ´¡vanas palabras!´. Un ´decir´ es del orden del

acontecimiento.

No toda emisión vocal constituye un decir. Hay que tener en cuenta la distinción entre la

palabra plena y la palabra vacía. La plena es por sí misma un acontecimiento. Lacan siempre

criticó de los postfreudianos la tendencia a repetir el desconocimiento del inconsciente.

Recalcó las limitaciones de la interpretación, la preocupación por los “nuevos síntomas”, la

promoción fácil de “las nuevas clínicas” todas estas formando a los jóvenes analistas a omitir

los aspectos elementales del psicoanálisis.

La ocurrencia de un lapsus, de un acto sintomático, de un sueño, no llegan a se un

acontecimiento si su valor de verdad no es escuchado por el analista. Podemos concluir que la

palabra plena toma todo su valor de acontecimiento en el marco de la experiencia analítica y

bajo la transferencia.

Según Miller si el inconsciente está fuera de tiempo la interpretación es esencialmente

temporal. Es formulada en un tiempo, contexto y aparece bajo un estatuto de sorpresa y esto

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la convierte en un acontecimiento de palabra. La serie temporal no es homogénea por que la

serie de los significantes tampoco lo es.

El acontecimiento de la palabra tiene un efecto concreto en el discurso del sujeto y de su

posición. Marca un antes y un después. No ocurre en todas la sesiones, la serie temporal se

sostiene en cierta homeostasis, hasta que por un acontecimiento colapsa para volver a otra

serialidad diferente. Es como un movimiento en espiral, o un recorrido como las capas de la

cebolla porque cada acontecimiento de la palabra se presenta como retoño de lo reprimido

originario.

Es importante revalorizar la noción de verdad en Lacan en donde la verdad no es algo

disociado de lo real. En este sentido Miller es pertinente con los siguientes tres puntos:

No es verdadero que la verdad se oponga al asombro. Lacan: “lo verdadero es siempre nuevo”.

En psicoanálisis el concepto de la verdad incluye el tiempo.

Esto sigue siendo verdadero incluso si se llega a rebajar la función de la verdad a no ser más

que un efecto significante como connotación de impotencia: solo se torna por ello más

efímera.

No es verdadero que la serie signifique necesariamente regularidad (automatum)

aburrimiento. La regularidad es necesaria para favorecer a la sorpresa, el automatum es

condición del tyché.

EL ESTADO NEURÓTICO CORRIENTE:

EL SÍNTOMA COMO ESCRITURA FUERA DE TIEMPO

Lo que subyace a la neurosis es la repetición, y es por esto que en la posición habitual del

neurótico en el tiempo no transcurre. La neurosis no se entera del paso del tiempo porque en

el fantasma hay una renegación de la castración y el tiempo, verificable en cualquier caso.

El estado salvaje del inconsciente no habla, por eso Lacan dice que el síntoma no se dirige a

nadie y no es más que un modo de gozar. No busca un análisis. Freud le dio el término de

“resistencia del ello” que muestra la “cara real” del síntoma que desafía la “clínica el

significante”.

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El síntoma como medio de goce no es ni una palabra plena, ni un acontecimiento, ni un decir.

Este inconsciente mudo tiene un estatuto simbólico que es el que corresponde a lo escrito,

porque la escritura aspira una eternidad y no quiere cambiar. Lo escrito es silencioso, toda

letra es muda hasta que nadie la lea. A nivel de lo escrito todos los signos son simultáneos e

iguales en su callada sincronía. Este aspecto en el inconsciente se presenta como una

continuidad. NO es el inconsciente discontinuo que se presenta como sorpresa.

El primer paso de la cura para Lacan, es mostrar cómo todo funciona, poner en evidencia el

carácter funcional del síntoma, mostrar que si la repetición pasa siempre por el mismo lugar es

justamente porque hay un lugar por el que no se quiere pasar. La repetición es por lo general

algo inadvertido por el sujeto, quien ignora que repite la misma posición.

EL SÍNTOMA COMO PALABRA:

LA TRANSFERENCIA Y EL TIEMPO. DEL PACIENTE AL SUJETO.

Cuando lo escrito pasa a ser leído es cuando se producen los equívocos, las interpretaciones,

los desvíos, los malentendidos, la emergencia del sujeto. EL inconsciente se manifiesta como

tropiezo, como algo discontinuo. Se pasa del ello al inconsciente, de la letra al significante, de

lo escrito a la palabra. Pero ese pasaje supone un decir. Miller señala que ésta es la virtud de

la transferencia, donde el inconsciente se presenta como un acontecimiento de palabra. Solo

entonces hay un decir del síntoma y de las formaciones del inconsciente.

El síntoma bajo transferencia, habla, deja emerger un decir. Cuando esto pasa, hay un antes y

un después, se instituye al paciente como sujeto de experiencia analítica, es posible que el

síntoma continúe, pero la posición del sujeto cambia así como también cambia la función del

síntoma.

LOS TIEMPOS LÓGICOS Y EL SOFISMO DE LOS PRISIONEROS

El desarrollo del escrito de lacan “El tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipa: un nuevo sofisma.

Lacan consiste en el dilema a resolver por tres prisioneros sobre si tienen un disco negro o uno blanco en la espalda, dependiendo de ello su salida de la prisión. Hay tres discos blancos y dos negros. Cada uno de los prisioneros puede ver el color de los otros, pero no el propio. Para

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salir deben declarar su color y justificar lógicamente esa declaración. La situación dada en la historia es que los tres llevan discos blancos en la espalda. Los tres salen a un tiempo luego de algunas vacilaciones y declaran cada uno:

Soy un blanco, y he aquí como lo sé. Dado que mis compañeros eran blancos, pensé que, si yo fuese negro, cada uno de ellos hubiera podido inferir de ello lo siguiente: “si yo también fuese negro, el otro puesto que debería reconocer en esto inmediatamente que él es blanco, habría salido en seguida; por lo tanto yo no soy un negro. Y los dos habrían salido juntos, convencidos de ser blancos. Si no hacían tal cosa, es que yo era un blanco como ellos. Así que me vine a la puerta para dar a conocer mi conclusión.

-Tres tiempos lógicos que hace Miller en su curso del lapso:

A. Instante de ver

Se trata de la conclusión forzosa, que en el apólogo correspondiera a la situación de ver dos discos negros. En ese caso, se concluye sin mediación: “sí se ven dos negros se sabe instantáneamente que de modo necesario se es blanco”

Lo que se señala de este tiempo lógico es un no- tiempo, un instante carente de duración y además, impersonal, no subjetivo.

Se sabe que ver dos negros implica ser blanco, que dos más dos son cuatro. La evidencia lógica muestra su linaje escopico en la ilusión de un sujeto trascendental que contempla las verdades eternas. Ese otro anónimo impersonal, ese sujeto trascendental es lo que señalado en el “se” del “se sabe que…”.

El instante de la mirada sortea todo riesgo y toda angustia, porque no hay que deliberar ni decidir.

La conclusión forzosa del instante de ver no es la conclusión- acto cuyo problema nos planteamos aquí. El final de un tratamiento por cumplimiento de un plazo normativo no constituye un momento de concluir. Entonces cabe preguntar: ¿Concluir que? Lo que el momento de concluir concluye es lo que Lacan llama el tiempo para comprender.

B. Tiempo para comprender

A diferencia del instante de ver- nos recuerda Miller- se trata propiamente de una duración, de un tiempo que transcurre.

Es un tiempo subjetivo, histórico, diacrónico, en el que los acontecimientos cuentan, en el que se da lugar al antes y al después, a lo que el otro no hizo o lo que el otro hizo.

Este tiempo, que es un tiempo de elaboración y de espera, transcurre en la indeterminación subjetiva; es un “mientras tanto” en el que no se decide si soy blanco o soy negro, si soy un

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hombre o una mujer, si estoy vivo o muerto. No se decide nunca, como lo esperaría la posición neurótica que permanece en constante interrogación.

El inicio de un tratamiento analítico es también el inicio de un tiempo de comprender, y en el análisis también hay un compás de espera, de no acción, de no decisión, de no precipitación.

En el ejemplo de los tres prisioneros cada sujeto está pendiente del movimiento o el no movimiento del otro.

Se espera la “ocurrencia” y esta es la aparición de un significante más. Es propio de este tiempo de comprensión el tender la infinitud, la expectativa de que surja otro dato, otra clave más que aumente nuestro saber y nos aproxima una conclusión a la que sin embargo es imposible llegar por la vía del saber, sino por un salto. Por esta razón el tiempo de comprender es solidario de la trasferencia, del sujeto supuesto saber en el que se sostiene la ilustración de una solución ya sabida por el otro.

El inicio del análisis abre el tiempo de comprender, es el objetivo de cura confrontar al sujeto con los límites de ese tiempo, y de la compresión misma.

El sentido de la experiencia analita:hacer conciente lo inconciente no es tomar conciencia de todo, ni ampliar nuestros mapas cognitivos, sino al revés. Es pasar por la experiencia de la imposibilidad de saber, de comprender en totalidad.

C. Momento de concluir

Es un tiempo que se caracteriza por la precipitación de la acción, si tenemos en cuenta que formular la conclusión lógica también constituye un acto.

En el apólogo de los prisioneros cada uno sale movido por la prisa ante el temor de que los otros se le adelanten y entonces ya no sea verdadero que han salido antes que él. La conclusión tiene en este caso la autorreferencialidad de los performativos: solo será verdadero que los otros no salieron antes si yo salí primero, hay por medio del acto una “autolegitimacion de la conclusión”.

Es sabido que la acción, ya se trate de un acting- out, de pasaje del acto, o del acto mismo, es un modo de elaboración de la angustia.

Actuar como dice Lacan, es operar un transferencia de angustia; la acción le arrebata a la angustia su certeza. Entonces hay una perentoriedad que empuja la acción

El momento de concluir atañe al final de la sesión (aunque no todas culminan en un auténtico momento de concluir) y también a la conclusión del tratamiento hospitalario.

No hay un significante de la conclusión, el cierre siempre estará marcado por cierta precipitación. Puede haber una mejoría, un logro terapéutico, pero sabemos que desde una perspectiva analítica podríamos continuar.

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El analista es quien debe concluir, darle la salida al sujeto antes que sea demasiado tarde.

No se puede despedir al paciente en plena tormenta transferencial, en un momento resintencial de la transferencia. Si se da el caso, será necesario esperar hasta reconducir ek proceso hacia una nueva elaboración.

SANCIONAR LA CONCLUSIÓN

En este sentido la situación de los prisioneros del apólogo alude también a la situación del analizante. Él es quien concluye, decidiendo su salida.

En la institución, en cambio, si bien la conclusión depende de lo que el paciente haya podido articular, será el practicante quien sancione la salida del sujeto del tratamiento.

Existe el riesgo de concluir demasiado pronto, pero también el riesgo de concluir demasiado tarde. Esta sanción requiere de una decisión del practicante.

La neurosis se “rearma“. Por esta razón no puede hablarse de fin de análisis o atravesamiento del fantasma y la conclusión habrá de tener siempre ese carácter de un “demasiado pronto”.

EXPOSICIÓN DEL FANTASMA

La expresión la exposición del fantasma como una referencia en la dirección de la cura. Se aspira con ello que el tratamiento en el hospital haya permitido al menos un “bosquejo” elemental de la posición fantasmatica del sujeto. No se propone nada nuevo con ello. La rectificación subjetiva ya es un primer paso en el esfuerzo por esbozar algo de esa estrategia fantasmatica.

El trabajo analítico no deja de ser una tarea de construcción – desconstrucción, el fantasma se construye.

Apelar al término “exposición” solamente obedece a un reconocimiento de los límites impuestos por una práctica de tiempo acotado, y tiene el sentido de aspirar, a la construcción más primaria de ese enunciado fantasmatico.

Es conveniente recordar que el uso de la palabra “exposición” no tiene en este contexto el sentido de una operación didáctica, sino que el acento recae en la idea de un develamiento sorpresivo.

PARA CONCLUIR: HACER CONCIENTE LO INCONSCIENTE

La posición fantasmaticsa ha de servir más bien para señalar el núcleo de la cuestión, el punto de angustia del cual ese fantasma es defensa. Es el punto en que toda elaboración significante encuentra su fin, y donde el sujeto debe separarse de las vías del saber.

Las antípodas de todo esfuerzo cognitivista-“hacer consiente lo inconsciente”. La asociación libre es una invitación hacer los pensamientos “involuntarios”, pensamientos “voluntarios”

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La más elemental experiencia del inconsciente, el mínimo funcionamiento de la regla fundamental, ya constituyen un posicionamiento ético completamente subversario para el “yo autónomo” o el sujeto de liberealismo.

Hacer conciente lo inconsciente se revela como la experiencia de un imposible a saber. Y es en ese punto mismo donde emergen el acto y la responsabilidad. Ya en la asociación libre- en absoluto fácil de alcanzar- hay acto responsabilidad. Ese punto que Freud se encuentra como núcleo a lo Urverdrangte, o como ombligo del sueño se encuentra bordeado en todo autentico comienzo y todo autentico final.