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SIGNOS FILOSÓFICOS, vol. XIV, núm. 27, enero-junio, 2012: 89-88 TH. W. ADORNO: EL ELOGIO DE LA TEORÍA Y LA IMPACIENCIA DE LA PRAXIS ESTEBAN ALEJANDRO JUÁREZ * Resumen: En este trabajo se pretende mostrar el sentido político que adquirió la defensa de la teoría por parte de Adorno en los últimos años de su vida. Él empleó esta defensa como una respuesta a los imperativos de los estudiantes de izquierda de plegar la teoría crítica a la intervención práctica inmediata. Para justificar esta tesis se atiende no sólo a lo que decía, sino también, en un nivel discursivo diferen- te, a lo que estaba haciendo cuando empleaba concentraciones de términos y enun- ciados densos y eruditos para manifestarse. Esto lleva a incluir las reflexiones y valoraciones de Adorno referentes a la actitud teorética y a la praxis, principalmen- te aquellas esbozadas en Dialéctica negativa, en un contexto más amplio. PALABRAS CLAVE: ACTIVISMO POLÍTICO, ADORNO, DIALÉCTICA NEGATIVA, PRAXIS, TEORÍA TH. W. ADORNO: THE PRAISE OF THEORY AND THE IMPATIENCE OF PRAXIS Abstract: This work pretends to show the political sense that the defense of the theory by Adorno acquired in the last years of his life. He used this defense as an answer to the students’s imperatives of applying the critical theory to the immediate practical intervention. In order to justify this thesis will be considered not only what Adorno said, but also, in a different discursive level, what he was doing on having used concentrations of terms and dense and erudite declarations. This entails, then, to relate Adorno’s reflections and assessments concerning to the theoretical and * Secretaría de Ciencia y Técnología (SECYT)/Universidad Nacional de Córdoba, [email protected] RECEPCIÓN: 19/05/11 89 ACEPTACIÓN: 26/10/11 SIGNOS FILOSÓFICOS, vol. XIV, núm. 27, enero-junio, 2012: 90-118 practical approach —specially those outlined in Negative Dialectic— to a broader contextual framework. KEY WORDS: POLITICAL ACTIVISM, ADORNO, NEGATIVE DIALECTIC, PRAXIS, THEORY ANACRONISMO Y ACTUALIDAD DE LA FILOSOFÍA E n 1966, Theodor W. Adorno comenzaba su gran obra Dialéctica negativa con un motivo tan provocativo como ambicioso: poner en marcha el proceso de autoilustración de la misma noción de experiencia filosófica. Si retomar este concepto arraigado en su propia tradición intelectual era urgente para él, ello se debía a la exigencia ante la que se encontraba la teoría filosófica al haber traicionado sus prome- sas de configurar la totalidad de lo real según los criterios del conoci- miento racional. Desde los primeros párrafos del libro, Adorno rastreaba en la vida de la experiencia filosófica, en particular de aquella que iba de la dialéctica hegeliana a su revisión materialista, las señales sismográficas del fracaso del proyecto emancipador de la razón moderna. Pues ni se había cumplido el ideal del sistema hegeliano, donde el pensamiento con- ceptual fuese uno con la realidad racional, ni éste se habría consumado de la mano de un sujeto social que lo produjera en la transformación práctico-revolucionaria de la sociedad, tal como Karl Marx lo había pos- tulado en sus tesis sobre Ludwig Feuerbach: La filosofía, que otrora pareció obsoleta, se mantiene con vida porque se dejó pasar el instante de su realización. El juicio sumario de que meramente interpre- taba el mundo, de que por resignación ante la realidad se atrofió también en sí, se convierte en derrotismo de la razón tras el fracaso de la transformación del mundo. (Adorno, 2005: 15) Si bien Adorno no abundaría en disquisiciones sobre lo que entendía en concreto por esa consumación malograda, a través de su críptica es- critura se podría entrever la alusión a un hecho histórico determinado por la ausencia de una acción revolucionaria que condujera a una so- ciedad liberada de la dominación violenta. Pero justamente del hecho de

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  • SIGNOS FILOSFICOS, vol. XIV, nm. 27, enero-junio, 2012: 89-88

    TH. W. ADORNO: EL ELOGIO DE LA TEORAY LA IMPACIENCIA DE LA PRAXIS

    ESTEBAN ALEJANDRO JUREZ*

    Resumen: En este trabajo se pretende mostrar el sentido poltico que adquiri ladefensa de la teora por parte de Adorno en los ltimos aos de su vida. l empleesta defensa como una respuesta a los imperativos de los estudiantes de izquierdade plegar la teora crtica a la intervencin prctica inmediata. Para justificar estatesis se atiende no slo a lo que deca, sino tambin, en un nivel discursivo diferen-te, a lo que estaba haciendo cuando empleaba concentraciones de trminos y enun-ciados densos y eruditos para manifestarse. Esto lleva a incluir las reflexiones yvaloraciones de Adorno referentes a la actitud teortica y a la praxis, principalmen-te aquellas esbozadas en Dialctica negativa, en un contexto ms amplio.

    PALABRAS CLAVE: ACTIVISMO POLTICO, ADORNO, DIALCTICA NEGATIVA, PRAXIS, TEORA

    TH. W. ADORNO: THE PRAISE OF THEORY AND THE IMPATIENCE OF PRAXISAbstract: This work pretends to show the political sense that the defense of thetheory by Adorno acquired in the last years of his life. He used this defense as an

    answer to the studentss imperatives of applying the critical theory to the immediate

    practical intervention. In order to justify this thesis will be considered not only whatAdorno said, but also, in a different discursive level, what he was doing on havingused concentrations of terms and dense and erudite declarations. This entails, then,

    to relate Adornos reflections and assessments concerning to the theoretical and

    * Secretara de Ciencia y Tcnologa (SECYT)/Universidad Nacional de Crdoba,

    [email protected]

    RECEPCIN: 19/05/11 89 ACEPTACIN: 26/10/11 SIGNOS FILOSFICOS, vol. XIV, nm. 27, enero-junio, 2012: 90-118

    practical approach specially those outlined in Negative Dialectic to a broadercontextual framework.

    KEY WORDS: POLITICAL ACTIVISM, ADORNO, NEGATIVE DIALECTIC, PRAXIS, THEORY

    ANACRONISMO Y ACTUALIDAD DE LA FILOSOFA

    En 1966, Theodor W. Adorno comenzaba su gran obra Dialcticanegativa con un motivo tan provocativo como ambicioso: poneren marcha el proceso de autoilustracin de la misma nocin deexperiencia filosfica. Si retomar este concepto arraigado en su propiatradicin intelectual era urgente para l, ello se deba a la exigencia antela que se encontraba la teora filosfica al haber traicionado sus prome-sas de configurar la totalidad de lo real segn los criterios del conoci-miento racional. Desde los primeros prrafos del libro, Adorno rastreabaen la vida de la experiencia filosfica, en particular de aquella que iba dela dialctica hegeliana a su revisin materialista, las seales sismogrficasdel fracaso del proyecto emancipador de la razn moderna. Pues ni sehaba cumplido el ideal del sistema hegeliano, donde el pensamiento con-ceptual fuese uno con la realidad racional, ni ste se habra consumadode la mano de un sujeto social que lo produjera en la transformacinprctico-revolucionaria de la sociedad, tal como Karl Marx lo haba pos-tulado en sus tesis sobre Ludwig Feuerbach:

    La filosofa, que otrora pareci obsoleta, se mantiene con vida porque se dejpasar el instante de su realizacin. El juicio sumario de que meramente interpre-taba el mundo, de que por resignacin ante la realidad se atrofi tambin en s,se convierte en derrotismo de la razn tras el fracaso de la transformacin delmundo. (Adorno, 2005: 15)

    Si bien Adorno no abundara en disquisiciones sobre lo que entendaen concreto por esa consumacin malograda, a travs de su crptica es-critura se podra entrever la alusin a un hecho histrico determinadopor la ausencia de una accin revolucionaria que condujera a una so-ciedad liberada de la dominacin violenta. Pero justamente del hecho de

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    haber dejado pasar el momento de su consumacin prctica, Adornoderivaba la perentoriedad y la persistencia de la filosofa; aunque ahoraella sobreviva con un signo distinto, nutrida nicamente por la funcinnegativa de la autocrtica del pensamiento conceptual. Tras haber rotola promesa de ser una con la realidad o de estar inmediatamente a pun-to de su produccin, la filosofa est obligada a criticarse a s misma sincontemplaciones (Adorno, 2005: 15). Esto significaba que la filosofaslo justificara su derecho a la existencia, luego de la frustracin revo-lucionaria, en tanto que pudiese enfrentarse a s misma para delimitarsu fuerza y comprenderse como parte producida dentro de la totalidaddel estado de cosas devenido.

    As, por una parte, la condicin de posibilidad de la teora filosficaradicaba en la crtica de s misma como razn constituyente; y, por otra,ella no poda renunciar a comparecer su pretensin de verdad ante laactualidad del presente histrico. Pero ahora ambos momentos de la re-lacin estaban determinados insoslayablemente por el fatal imperativocategrico que Adolfo Hitler haba impuesto tanto a las acciones como alos discursos: evitar que Auschwitz, o algo parecido, volviese a tener lu-gar (Adorno, 2005: 334).

    Ante este imperativo, que abra una grieta entre las pretensiones deverdad y representacin de la razn moderna y su consumacin prcti-ca,1 la filosofa se hallaba urgida tambin a confrontar, y aqu Adorno secentraba en una peculiar lectura de la izquierda hegeliana, con las limi-taciones de la tradicin dialctica, tanto de Hegel como de Marx:

    Lo que en Hegel y Marx resultaba tericamente insuficiente se transmiti a lapraxis histrica; por eso se ha de reflexionar tericamente de nuevo, en lugar deque el pensamiento se pliegue irracionalmente a la primaca de la praxis; ellamisma era un concepto eminentemente terico. (Adorno, 2005: 141)

    sta pareca ser la empresa reservada para una dialctica que se vol-viera, con la fuerza del concepto, contra ella misma, luego de constatar

    1 Un notable tratamiento de la problemtica relacin adorniana entre filosofa y su

    incompatibilidad con la experiencia despus de Auschwitz, se encuentra en Menke,

    2005: 170-184.

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    la participacin del pensamiento conceptual en el fracaso de las ilusio-nes de abarcar la multiplicidad de lo real, tanto terica como prctica-mente, de sus predecesores:

    Una filosofa modificada debera cancelar esa pretensin [...] Tendra su conte-nido en la diversidad, no aprestada por un esquema, de objetos que se le impo-nen o que ella busca; se abandonara verdaderamente a ellos, no los utilizaracomo espejos en los que reproducirse, confundiendo su copia con la concrecin.No sera otra cosa que la experiencia plena, no reducida, en el medio de lareflexin conceptual. (Adorno, 2005: 24)

    Entonces si para Adorno la filosofa an era posible como experien-cia, lo era en tanto que crtica de la idea de filosofa como realizacin.Esto no slo dispona una nueva funcin para la teora dialctica, sinotambin un nuevo horizonte histrico de expectativas para colmar unconcepto viable de praxis liberadora.

    La consecuencia que extraa Adorno de esto para la relacin entreteora y praxis, en la sociedad vuelta un sistema cerrado e irreconciliadocon los sujetos que lo haban constituido (Adorno, 2005: 33), era que esevnculo, ms que tender a su identidad, se hallaba necesitado de un es-fuerzo que llevara al extremo sus tensiones inmanentes, dislocando assus anteriores ligamientos desde dentro. A este esfuerzo, Adorno lo en-comend casi exclusivamente a una nocin modificada de filosofa, esdecir, a la dialctica negativa. Ella era la nica que poda elevar a con-ciencia conceptual el carcter aparente no esencial de un mundoracionalizado que haba llegado a ser real y, al mismo tiempo, reconocerel momento de lo que todava no era razonable en medio de la cosificacingeneral. En su mismo trabajo de negacin, tanto de s misma y como delmundo devenido, la filosofa aspiraba tambin a una vedada utopa (Ador-no, 2005: 62), a una participacin de lo diferenciado entre s sin violen-cia ni angustia (Adorno, 2009: 661).

    As, por la experiencia filosfica negativa se poda llegar a desentra-ar, aunque ahora slo en los fragmentos dispersos luego de la consu-macin malograda, el momento propicio en el que el sistema mostrarasus fisuras y, desde all, reconocer las oportunidades, si no ya de unaposible transformacin de la realidad social, por lo menos el modelo de

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    una resistencia contra su clausura total. En tal resistencia sobrevive elmomento especulativo: lo que no se deja prescribir su ley por los hechosdados los trasciende incluso en el contacto ms estrecho con los objetos yen el repudio de la sacrosanta trascendencia (Adorno, 2005: 28).

    Llevado al terreno de la poltica, el nfasis en la teora no anularaabstractamente la fuerza material de la praxis colectiva para la trans-formacin social. En uno de sus ltimos textos, Adorno deca: Un con-cepto no obtuso de praxis ya slo puede referirse a la poltica, a lasrelaciones de la sociedad que condenan a la praxis de cada individuo a serirrelevante (Adorno, 2009: 680). Al enunciar esto, Adorno retomaba lacrtica a la accin moral individual que Hegel haba efectuado contraKant. Hegel, al ampliar a lo poltico el concepto de accin moral, mostrcmo no era la voluntad pura del individuo la que poda alterar la reali-dad, sino que, por el contrario, sta le decretaba al individuo los mrge-nes de su actividad. Sin embargo, Adorno adverta, ahora con Kant contraHegel, sobre la violencia contra lo individual que ejerca solapadamenteel anlisis hegeliano al expandir el concepto de praxis a la poltica. En suunilateralidad, tanto la moralidad kantiana como la filosofa del derechode Hegel, representaban dos momentos dialcticos de la autoconcienciaburguesa de la praxis, pero, como momentos escindidos, ambos eranfalsos:

    La humanidad, que no existe sin la individuacin, es revocada virtualmente porla supresin arrogante de la individuacin. Una vez que la actuacin del indivi-duo (y de todos los individuos) se ha vuelto despreciable, tambin la actuacincolectiva se paraliza. (Adorno, 2009: 680)

    Adorno deduca entonces de la imposibilidad de sortear este dilemaen las condiciones histricas propias del capitalismo avanzado, porquepara sortearlo tena que aparecer una figura de la praxis superadoratanto de la impotencia del momento moral-individual como de la violen-cia del momento poltico-universal, la actualidad de la teora, la nicaque poda siquiera aspirar a entrever esa huidiza figura de la praxis po-ltica autntica en medio de su actual imposibilidad.

    Es decir, Adorno cuestionaba tanto el dualismo abstracto entre teoray praxis, como su completa identificacin. Contra ambos extremos, l

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    apelaba a no diluir la autonoma de la autorreflexin crtica, sin la cualla accin poltica concebida como aquella cuya fuerza modificara lasrelaciones sociales para que se pudiese ser diferente sin angustia nolograra ser una accin consciente del entretejido histrico de genera-cin y causalidad que torn posible el sufrimiento extremo. Sobre todo,por la necesidad imperiosa de dar expresin a ese sufrimiento, pues nohabra verdadera praxis si se ahogaba el impulso expresivo del sujeto, elcual perviva en la libertad del pensamiento no reducido a la reproduc-cin de lo dado (Adorno, 2005: 28). Pero con esa libertad del momentoexpresivo slo se poda pretender dar voz a la falta de libertad reinante.

    Tras la oportunidad desaprovechada, la conciencia teortica crticasera ineludible para conocer si los efectos de cualquier praxis polticaconducan a reforzar la tendencia general hacia una nueva recada enla barbarie o si esa praxis se articulaba con fuerzas dirigidas a la recon-ciliacin sin violencia de todo lo viviente (hacia la utopa):

    Ese conocimiento sera filosofa. Suprimirla por el bien de una praxis que enesta hora histrica perpetuara el estado de cuya crtica es asunto de la filosofasera un anacronismo. Una praxis que intente establecer una humanidad racio-nal y mayor de edad persevera en el hechizo de la desdicha sin una teora quepiense el todo en su falsedad. (Adorno, 2009: 411)

    Era por ello que la defensa de la teora como ejercicio crtico de supropia pretensin cognoscitiva, lo cual constitua para Adorno su irre-ducible ncleo temporal, pretenda aspirar, a su vez, a acreditarse comoun pensador inquisitivo de las formas de praxis social en el presentehistrico. Crtica de la sociedad es crtica del conocimiento y viceversa(Adorno, 2009: 665).

    El esfuerzo de cumplir esta ambiciosa articulacin se volvi acuciantepara Adorno. Luego de los resultados a los que haba llegado junto conMax Horkheimer en Dialctica de la Ilustracin, ya no poda tomar sinms, como apoyo para la reflexin crtica, con las categoras de la so-ciologa, la psicologa o la teora de conocimiento (Adorno y Horkheimer,1997: 51). Estas categoras encerraban el riesgo de caer en las conse-cuencias indeseables de un realismo ingenuo o en un uso instrumen-talizado del pensamiento teortico. Con esa advertencia, las inquietudes

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    tardas de Adorno orbitaron alrededor de aquel tpico que prometa im-bricar cuestiones de crtica gnoseolgica inmanente con problemas delintercambio en la vida social. Si bien fue insistente en la necesidad dedemarcar ese momento de articulacin momento de importancia ca-pital para el establecimiento de una praxis no deformada, Adorno eneste punto no ofreci mayores especificaciones sobre cul sera en concre-to esa instancia decisiva abierta a travs de la autocrtica de la raznmisma que permitiese configurar una salida a una situacin percibidacomo totalmente opresiva.

    Para Adorno, esa sombra de indeterminacin, en la dcada de 1960,se volvi singularmente conflictiva. Pues en torno a ella se desencadenuna lgida controversia con los estudiantes alemanes de izquierda delSozialistischer Deutscher Studentenbund (SDS, Alianza de los Estudian-tes Socialistas Alemanes), quienes, motivados en un primer momento porla radicalidad de las tesis de los tericos crticos, impulsaran entre 1967y 1969 las principales acciones de protestas del movimiento antiautori-tario en la Repblica Federal Alemana.2

    LA CRTICA AL TEORICISMO ADORNIANO

    En el convulsionado clima poltico de aquellos aos, la apelacinadorniana a la concentracin en la teora y la elucidacin de los lmitesde la praxis adquira un sentido poltico peculiar. En efecto, la defensa dela intransigencia terica comenz a dirigirse, aunque no de forma ex-clusiva, pero s de forma persistente, contra el requerimiento de los estu-diantes polticamente radicalizados del SDS de traducir la teora crtica ala praxis revolucionaria.

    Dos aos antes de que Adorno publicara Dialctica negativa, RudiDutschke, el importante referente del SDS berlins, ya manifestaba lo des-concertante que resultaban las vacilaciones de los intelectuales crticosrespecto de la tesis de la consumacin prctica de la teora:

    2 La crnica y documentacin ms completa sobre los conflictos de Adorno con el movimiento

    estudiantil se halla reunida en Kraushaar, 1998.

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    Tambin hoy existen en Alemania excelentes anlisis, los cuales son efectuados,principalmente, por la crtica cultural institucionalizada (Adorno, Horkheimer)y por los profesores de izquierda (Bahrdt, Friedeburg, Lieber, Habermas, Bloch,entre otros ms).

    Sin embargo, nos preguntamos cmo es posible que todava pueda ser sos-tenible, por esos destacados pensadores, la separacin, completamente incom-prensible en el marco de la actual realidad alemana, de pensamiento y ser, deteora y praxis?! (Dutschke, 1964: 179)

    Sera Hans-Jrgen Krahl, dirigido por Adorno en sus estudios de doc-torado y el ms destacado portavoz de la fraccin antiautoriataria delSDS en Frncfort, quien articulara, aos ms tarde, la imputacin msdirecta y lcida del grupo contra la postura de su maestro. En el artculoLas contradicciones polticas de la teora crtica de Adorno, aparecidoen 1969, Krahl interpretara la reticencia adorniana a participar en losmovimientos de protesta como un sntoma de su obstinada sujecin alindividualismo burgus, no obstante haberle reconocido la correcta com-prensin de lo irrevocable de su ocaso.

    Para Krahl, el destino mondico del individuo aislado por las leyes deproduccin de la actividad abstracta estaba reflejado en el individualis-mo burgus adorniano (1971: 285). sta era la razn principal por lacual Adorno no haba podido trasladar su compasin por la miseria dela historia de Occidente a un momento de la teora que se encaminhacia una praxis liberadora. El problema era, segn Krahl, que si Ador-no vea bloqueada toda accin revolucionaria, con el argumento de queella potenciaba la tendencia que deseaba combatir, con ello se boicoteabatoda crtica poltica que pretendiese distinguir entre una praxis correctaen una situacin prerrevolucionaria de sus deformaciones extempo-rneas. Toda praxis quedaba, a priori, bajo la sospecha de activismo ciego.

    Tratando de envolver a Adorno en las consecuencias que ste no ex-traa de su propio pensamiento,3 Krahl terminaba considerando que elconcepto de praxis social adorniano se desfiguraba al punto de asimilar-se a la pobreza categorial heideggeriana de un concepto no-histrico

    3 Sobre este punto vase Schwarzbck, 2008: 134-140.

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    de la historia (Krahl, 1971: 288), y que as la teora crtica perda todo

    vnculo concreto con la transformacin real.

    Al definir a la praxis de ese modo, Adorno perda el momento de orga-

    nizacin necesario, que deba desprenderse de la teora, para un fin

    emancipador. Por la misma inmanencia de sus conceptos, la dialctica

    negativa culminaba entonces tornndose una nueva forma de teora tra-

    dicional. Con ello quedaba suprimido uno de los puntos esenciales por

    los cuales, desde el originario programa de Horkheimer de la dcada de

    1930, la teora crtica se conectaba con la tradicin marxista: el de la uni-

    dad de teora y praxis como vnculo dinmico entre la teora crtico-cient-

    fica y la accin revolucionaria orientada por el telos de la liberacin.

    En la dcada de 1960, esto resultaba irreconciliable con la posicin de

    Adorno (Adorno y otros, 1967: 166), pues, a su juicio, la praxis revolu-

    cionaria estaba completamente obturada (Adorno, 1969a: 111). Por ello,

    Adorno asuma, mediante su defensa de la reflexin teortica, las con-

    tradicciones objetivas de la figura del individuo burgus sin sobrepasar-

    las en una representacin positiva (Habermas, 2000: 155). Esto implicaba

    resistirse a convertir el momento de espontaneidad, originado en aque-

    lla figura y necesario para una praxis autntica, en un fetiche; es decir,

    era un modo de no sustraerse al momento del conocimiento objetivo del

    proceso histrico-social en el cual el sujeto actuaba y se constitua como

    tal. Si bien el mismo Adorno conceda que ese fetichismo tena su fuente

    en la reaccin del sujeto a la impotencia objetiva de la teora (Adorno,

    2009: 682) ante el mundo cada vez ms regimentado, esa reaccin des-

    figuraba la misma praxis que era necesaria para quebrantar ese mundo.

    De este modo, en tanto que ella perda su contacto con el contenido del

    movimiento histrico y se comportaba como si el momento subjetivo

    de dicho proceso, en apariencia espontneo, fuese algo inmediato (Ador-

    no, 2009: 709) caa presa de la tendencia preponderante hacia la co-

    lectivizacin total, y, sobre todo, la praxis se perverta al recurrir a la

    disolucin en lo amorfo del yo individual, justamente el agente de esa

    misma praxis (Adorno, 2009: 710).

    Teniendo en cuenta esto ltimo, habra que matizar una lectura que

    pudiera sugerir que su postura frente al SDS haya sido en todo momento

    de radical animadversin. Adorno no juzgar siempre de modo negati-

    vo, y sin mediaciones, el potencial de la accin espontnea del SDS, sino

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    que su crtica se diriga, a veces subrepticiamente, contra las formas depensamiento (representadas muchas veces por los lderes del SDS) que seinclinaban hacia la primaca de lo colectivo y hacia el predominio com-pulsivo de la praxis sobre la teora (Adorno, 2009: 708). Con ello atenta-ban, en ltima instancia, no slo contra la reflexin paciente, sino tambincontra la misma espontaneidad subjetiva como momento necesario dela praxis (Adorno, 2009: 680).

    EL MOMENTO DE LA ESPONTANEIDAD

    Si los reclamos contra Adorno del movimiento estudiantil antiautoritariofueron tan incisivos, en gran parte se deba a que ellos mismos se nutrie-ron en la dcada de 1960 de la preocupacin que Adorno manifestaba afinales de la dcada de 1950: que los resabios del nacionalsocialismo,como sistema de alienacin paranoica, continuaban operando en el senode la democracia en las prcticas cotidianas. Concretamente, Adorno sepercataba de que la reeducacin poltica de Alemania, orientada por losaliados en medio de un marcado auge econmico, dejaba inmutable lascondiciones estructurales para que persistieran los impulsos fascistas.

    En Qu significa renovar el pasado?, Adorno no slo desestimabala posibilidad de que los encuentros que fomentaban el contacto amisto-so entre alemanes e israelitas tuviesen alguna eficacia; adems conside-raba que el antisemitismo sera combatido con xito, y l pensaba comoun marxista, si se modificaban las condiciones sociales objetivas que loposibilitaron:

    Que el fascismo haya sobrevivido, que la elaboracin del pasado no se hayaconseguido todava y haya degenerado en su caricatura, en el olvido vaco y fro,se debe a que persisten los presupuestos sociales objetivos que causaron el fascis-mo [...] El pasado habra sido elaborado una vez que se hubieran eliminado suscausas. (Adorno, 2009: 498 y 503)

    La propuesta de Adorno para afrontar este proceso de autntica asi-milacin del pasado abogaba entonces por desencadenar la autorreflexin

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    en los propios sujetos involucrados. Para lograr ese objetivo, Adorno ex-hortaba, curiosamente luego de los resultados pesimistas en torno a lasciencias sociales de Dialctica de la Ilustracin, a la colaboracin de lasociologa con la investigacin de la propia historia, adems de reclamarcon mayor insistencia en la profundizacin en el psicoanlisis. Pero tam-bin presentaba una tesis que se constituira en manos del SDS en una delas proclamas preferidas en los conflictos tanto universitarios como enla esfera pblica general: quienes deban ser reeducados, eran los mis-mos educadores, y stos permanecan inmodificables por aquellas medi-das de reeducacin poltica que los aliados intentaban llevar a cabo conlas jvenes generaciones. Lo que Adorno exiga en 1959, los estudianteslo enarbolaban como estandarte de sus luchas durante la dcada de 1960.Ms an, perciban la vigencia del autoritarismo en una figura, estudia-da profundamente por Adorno, tan problemtica como eficaz: la totalconformidad de los sujetos con un sistema econmico-social expansivobasado en el consumo masivo y la manipulacin meditica.

    En varias ocasiones Adorno se manifest abiertamente aprobando susacciones como una forma de espontaneidad, diciendo que all todavalata la posibilidad de que algo fuese diferente de lo existente. En esaespontaneidad perviva una huella del sujeto individual, cuya forma deexperiencia sera una condicin para pensar en una reconciliacin nodistorsionada. En abril de 1968, en una conversacin radial con HellmutBecker, a propsito de los disturbios de los estudiantes de Bremen, y anteel argumento muchas veces expresado por Adorno, que ahora era utili-zado por la derecha poltica, de que en sus mtodos de protesta los estu-diantes reproducan el estado de cosas que queran combatir, Adornointentaba apartarse de las deletreas consecuencias que sacaban de susideas los grupos reaccionarios. All, Adorno se expresaba de un modopositivo acerca de la ilustracin poltica de las jvenes generaciones:

    Si el comportamiento de los alumnos de secundaria de Bremen prueba algo, estono es precisamente otra cosa que el que la enseanza poltica no fue tan

    poco fructfera como acostumbra a subrayarse; o lo que es igual, que estas

    personas no se han dejado arrebatar la espontaneidad, que no se han convertido

    en instrumentos complacientes de un orden preexistente. (Adorno, 1998a: 108)

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    Por esa misma fecha, en la conferencia Capitalismo tardo o socie-dad industrial?, reiteraba su descripcin de las acciones estudiantiles.En esa conferencia mencionaba los disturbios provocados por activistasconcedindoles el mrito de oponerse a las presiones de asimilacin de lodiferente a la totalidad social. Llamativamente, contra su inclinacin aafirmar que las protestas reforzaban la tendencia a la clausura del siste-ma social, Adorno sostena un margen de incertidumbre acerca del hori-zonte que abran esas acciones:

    Slo en los tiempos ms recientes se han hecho visibles huellas de una tendenciaopuesta precisamente en los ms diversos grupos juveniles: resistencia contrauna adaptacin ciega, libertad respecto a los fines elegidos racionalmente, aver-sin ante el mundo como vrtigo y representacin, presencia de la posibilidad decambio. Si frente a ello triunfa sin embargo la creciente pulsin de destruccinsocial, es algo que est por verse. (Adorno, 2004a: 343)

    Adems, Adorno comparta con los estudiantes del SDS un ncleo im-portante de ideas crticas sobre la situacin social y cultural alemana.Estas ideas no slo abarcaban el cuestionamiento general del carcterideolgico de las promesas de emancipacin burguesa y del poder mani-pulador de los medios masivos sobre la praxis cotidiana, sino que tam-bin tocaban puntos especficos. Por ejemplo, coincidan en el malestarpor las serias carencias de coparticipacin democrtica en el mbito dela formacin acadmica (Adorno y otros, 1967: 157); en el rechazo a laaprobacin del gobierno alemn de las leyes de emergencia en mayo de1968 (Adorno, 2010: 399-400); y tambin en las denuncias contra lasnormas represivas en la esfera penal de la sexualidad (Adorno, 2009:469-487).

    Sin embargo, Adorno no dej de temer que las formas de provocacinde estos jvenes, como le sugiri a Marcuse en una carta (Adorno, 1969b:104), llevaran a lo que Habermas denomin fascismos de izquierda. Fun-damentalmente, Adorno no aceptaba la exigencia del SDS de una traduc-cin directa de la teora crtica a la prctica y su incitacin declamativaa ser sealados como los sujetos destinatarios de esa teora.

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    IFIGENIA EN BERLN

    Un episodio puede brindar algunas claves para comprender con mayornitidez el uso poltico de la nocin de teora que Adorno tena en mentey tambin lo distante que esta nocin se encontraba de las exigencias deesos estudiantes. En 1967, en la Universidad Libre de Berln, por invita-cin de Peter Szondi, Adorno se haba preparado para disertar sobre Elclasicismo de la Ifigenia de Goethe. Antes de comenzar la exposicin,estudiantes del SDS berlins y de la Comuna I irrumpieron en la clase

    entregando volantes y exhibiendo unas pancartas donde se lean los le-

    mas Ifigenistas de todos los pases, unos y Los fascistas de izquierda

    de Berln saludan a Teddy, el clasicista (Kraushaar, 1998: 267). Inme-

    diatamente despus interpelaron a Adorno para que se pusiera a dispo-

    sicin como experto en un proceso judicial abierto a un representante

    de la Ausserparlamentarische Opposition (APO, Oposicin extraparlamen-

    taria). Adorno se neg a discutir su posicin con los estudiantes y pro-

    nunci, impasible, una muy erudita disertacin.

    Implic esta abstinencia hacia la contingencia poltica una muestra

    del desinters lcido del intelectual individualista burgus?, o, fue otra

    de las formas en que Adorno crea que la poltica sobreviva en medio de

    su imposibilidad?; es decir, no puede acaso esta conferencia ser leda

    como una advertencia contra el carcter reaccionario que la praxis es-

    taba asumiendo en el movimiento estudiantil?

    Adorno vea en la demanda de decidir ante alternativas que l consi-

    deraba igualmente falsas la presin del sistema social sobre la exange

    libertad del individuo. De all que la eleccin del tema de la conferencia,

    el clasicismo de Ifigenia del Goethe tardo, no resultaba caprichosa. Lo

    que Adorno llev a cabo con su disertacin puede ser ledo como una

    estrategia discursiva oblicua (Skinner, 2007: 149), donde venteaba su

    propia posicin sobre el abandono de la mediacin teortica en las ac-

    ciones de su auditorio, los estudiantes radicalizados. En este contexto,

    su discurso apuntaba ms all del nivel de enunciacin erudita sobre los

    avatares tcnicos-literarios del viejo Goethe. En ella Adorno intentaba,

    en otro registro discursivo, advertir a su pblico de los riesgos de todo

    proyecto emancipador si se canalizaba por la mera prctica:

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    Que Goethe no soportara ya la protesta contribua a la crtica del espritu bur-gus, del que l mismo participaba sin embargo hasta en lo ms ntimo. Lerepugnaba el burgus que juega al hroe; barruntaba algo de siniestro secreto deuna revolucin y de una conciencia supuestamente liberada que, como luego enFrancia hacia 1789, tiene que recurrir a la declamacin porque no es completa-mente verdadera, porque en ella la humanidad se invierte en represin e impidela humanidad en su integridad. (Adorno, 2003: 484)

    Contra las exigencias de este grupo de estudiantes para que se com-porte como un flautista de Hamelin (Wilding, 2007: 17-36), compor-tamiento que no era para l sino el reflejo de la tendencia coactiva de latotalidad, Adorno no consinti expresarse en un lenguaje que no fueraerudito. Porque slo en un lenguaje que no pretendiera ser dependientede la praxis inmediata y que se rigiese por su dinmica autnoma, Ador-no vea destellos de la humanidad negada en la vida social. No slo en laconferencia sobre Ifigenia, sino tambin en los temas y en el lenguajeelegido en los cursos que dict a finales de la dcada de 1960 se puedeextraer, afn al modo en que participan elementos no estticos en la for-ma de la obra de arte, el modo oblicuo de Adorno para entrever conteni-dos polticos y sociales.

    UN ESTETA APOLTICO?

    Es cierto que Adorno no slo rechazaba la tesis del predominio de laaccin defendida por el SDS, sino que tambin lo fastidiaban los recla-mos de ese grupo a su persona. Esta queja era expresada concretamenteen su correspondencia con Szondi, donde exteriorizaba su hartazgo deque el SDS lo tratase a l, como tambin a Habermas y Friedeburg, comomeras figuras para ser manipuladas (Adorno, 1968: 65) y disponiblespara sus fines.

    En esta tensa atmsfera se gestaron muchos de sus ltimos textos yconferencias. En ellos, Adorno expona una defensa de la teora que, sibien podra leerse como una puesta en obra del momento de autorre-flexin exigido por la Dialctica negativa, tambin operaba, en otro regis-

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    tro discursivo, como invectiva contra la praxis impaciente de los activis-tas que se autoproclamaban los sujetos indicados de la transformacinsocial. Desde esta perspectiva, el elogio adorniano de la teora, ms querepresentar a un intelectual resignado cuyo carcter ideolgico radi-cara en que expresaba el temor del hombre privado, que, por miedo, seabstena de participar en la res pblica y se justificaba tericamente porello asuma un fundamental papel poltico, si por poltica se entenda,segn Adorno, aquellas acciones humanas que crearan las condicionesmateriales para que los sujetos fuesen libres y felices autnticamente.Sin embargo, para Adorno, el sueo poltico ilustrado no se haba logra-do, porque no existan los individuos que pudiesen llevarlo a cabo sindistorsiones. Era por ello que la experiencia filosfica y, especialmente,la experiencia esttica (Adorno, 2004b: 184), deban cargar sobre s con laresponsabilidad de las promesas polticas incumplidas de la modernidadilustrada. Adentrarse en estas experiencias implicaba tambin la con-ciencia de su impotencia para la transformacin social.

    Esto ltimo no debera conducir a construir una imagen de Adornocomo un esteta contemplativo y apoltico. Contra esta imagen, HenryPickfort ha acentuado la funcin poltica de las participaciones pblicasde Adorno como intervencin por problematizacin (2007: 333), yaque sus anlisis materiales concretos contribuyeron a mostrar la urgen-cia de conocer por qu la sociedad que poda ser, debido al estadoalcanzado de sus fuerzas productivas, un lugar donde la felicidad paratodos fuese posible estaba ante la inminencia de convertirse en unsitio irreversiblemente infernal, por la cerrazn de la organizacin de lasrelaciones sociales.

    Por ms que la crtica filosfica fuese dbil polticamente, ella se orien-taba a una transformacin material y democrtica en la medida en queno ocultaba el elemento del cual obtena su fuerza normativa: el impul-so somtico de eliminar el dolor. En tal sentido, el propio mtodo de ladialctica negativa poda concebirse, en parte, como el intento, cercanoa la genealoga de Nietzsche y al psicoanlisis freudiano, de iluminar elenraizamiento pulsionar y mimtico de toda teora, enraizamiento delcual sta adquira su potencia material negadora de la totalidad falsa:El momento corporal recuerda al conocimiento que el sufrimiento no

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    debe ser, que debe cambiar [...] Por eso lo especficamente materialistaconverge con lo crtico, con la praxis socialmente transformadora (Ador-

    no, 2005: 191).

    El problema era que para Adorno la transformacin de la organiza-

    cin social que posibilitara que desaparezca hasta el ltimo de los men-

    digos (Adorno, 1998b: 200), el ltimo rastro de sufrimiento que la especie

    se causaba a s misma, estaba paralizada. Toda accin, por la rigidez del

    tejido social, y por ms que estuviese impulsada por honestas intencio-

    nes de eliminar el dolor, impulso que Adorno vacilantemente reconoca

    en el movimiento estudiantil, estaba conminada a endurecer la ya as-

    fixiante totalidad. De los efectos de este diagnstico tampoco se hallaba

    librada la misma crtica terica de la obstruccin de la praxis:

    Son muchas las cosas que hablan de que en un conocimiento cuya posible rela-

    cin con una praxis transformadora est al menos temporalmente paralizada

    tampoco hay en s una bendicin. La praxis es aplazada y apenas puede esperar;

    esto tambin afecta a la teora. (Adorno, 2005: 228)

    Sin embargo, ante un contexto en el cual la respuesta a la pregunta

    qu hacer?, generalmente esgrimida contra cualquier pensamiento

    crtico, permaneca indefinida por la amenaza de contribuir a lo peor

    que envolva a toda praxis, Adorno se inclinaba al resto de felicidad que

    se alojaba en el pensar. De este modo, encontraba explicacin el mayor

    crdito poltico que Adorno otorgaba a sus pequeas intervenciones en la

    opinin pblica. Esta posicin quedaba evidenciada en sus Lecciones de

    sociologa. Ante la sugerencia de un alumno de que la teora de la socie-

    dad se alejaba de la praxis y se acercaba a una modalidad del reformis-

    mo, Adorno replicaba:

    Yo dira que la estructura social actual tiene [...] el carcter de algo mal cons-

    truido, de una segunda naturaleza, increblemente compacta, y justamente por

    ello, en determinadas circunstancias, el ms modesto ataque a la realidad exis-

    tente tiene una significacin, casi dira, simblica, mucho ms grande de lo que

    en s mismo implica. (Adorno, 1996: 45)

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    Adorno no dejaba demasiado margen para pensar que ese efecto ma-yor que produciran las intervenciones crticas en la esfera pblica fuesealcanzado por otros medios que no rondaren el discurso terico. Estaopcin era casi la nica la otra era la experiencia esttica en la que

    Adorno poda pensar una cesura que posibilitase una praxis diferente en

    medio de la rigidez de lo existente:

    Lo desesperado de una situacin en que la praxis que hara falta est deforma-

    da, proporciona paradjicamente al pensamiento un respiro que sera un crimen

    prctico no aprovechar. Al pensamiento le favorece hoy da irnicamente que no

    se pueda absolutizar su propio concepto; y es que, como conducta, sigue siendo

    un pedazo de praxis, por oculta que sta sea a s misma. (Adorno, 2005: 228)

    De este aire suministrado a la teora no se conclua ningn conjunto

    de medidas para guiar los pasos de una praxis ulterior. Si la praxis au-

    tntica en Adorno necesitaba una conciencia terica de la totalidad, que

    haba devenido falsa, la actitud contemplativa tambin era, en medio de

    la totalidad, ella misma no verdadera. La teora, en tanto producto so-

    cial, no poda por s misma trascender el velo ideolgico que asfixiaba a

    la sociedad. Por ello, la teora, en tanto tambin era una forma de con-

    ducta, pero consciente de su falta de libertad y de su falsedad, se legiti-

    maba slo como crtica, es decir, como resistencia contra las exigencias

    coactivas de la aplicacin prctica de la racionalidad instrumental do-

    minante.

    De este modo, si se puede extraer una pregunta persistente que reco-

    rre los ltimos aos en la vida de Adorno, sta es saber cmo funciona el

    pensamiento en el intento de superar la vida daada sin convertirse to-

    talmente en cmplice de las prcticas de dominacin. Lo interesante es

    que, para Adorno, la respuesta implicaba tensionar hasta lo insostenible

    la relacin teora y praxis. Y esta tensin no se resolva porque, en la

    resistencia al impulso de consumar en la prctica a la teora impulso

    que marc la filosofa de los hegelianos de izquierda, Adorno anclaba

    su crtica al carcter coercitivo del principio de identidad de la razn

    moderna. Por ello, pedirle a la teora que fuese escrita para revoluciona-

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    rios, segn pareca le demandaba a Adorno Susan Buck-Morss (1981:70), implicaba sellar a priori una brecha que, para el francfortiano, erainsaturable, pues, a su juicio, la relacin entre teora y praxis posea uncarcter discontinuo (Adorno, 2009: 693). Para mostrar ese dislocamientocualitativo que respetaba la autonoma de la teora respecto de la praxis,su momento de espontaneidad, pero que no por ello dejaba de estar vin-culada con una forma de praxis, Adorno pona como ejemplo la fortunaque corrieron textos como Dialctica de la Ilustracin. Este libro, a pesarde haber sido escrito sin intencin de ser directamente aplicado, habatenido, sin embargo, un incisivo poder prctico (Adorno, 2009: 694).

    Por ello, el hecho de que Adorno observase en toda praxis actual eldespliegue de la razn dominadora no significaba que postulase unaimposibilidad de principio para la praxis. La argumentacin favorable ala contemplacin terica no implicaba que Adorno afirmara que ante lapraxis total de dominacin la opcin estuviese radicalmente en el otroextremo. El hechizo al que estaba sometida la sociedad nicamente serompa por la praxis ilustrada, aunque ese hechizo pesaba sobre los hom-bres por medio de ella. El callejn sin salida donde se hallaba la praxisradicaba en que se haba tornado insensible y alejada del pensamiento y,por ello, coadyuvaba al endurecimiento del hechizo que gravitaba sobresus mismos productores. Es decir, se haba llegado a una situacin en lacual el dominio del sistema social sobre el individuo era total, porqueste lo reproduca hasta en su ms recndita interioridad:

    Como en el pasado, los hombres, los sujetos individuales, estn bajo un hechizo.ste es la figura subjetiva del espritu del mundo, la primaca del cual ms alldel proceso vital externo ella refuerza interiormente. Se convierten ellos mismosen aquello contra lo que nada pueden y que los niega a ellos mismos. (Adorno,2005: 316)

    RESIGNACIN Y EXPERIENCIA

    En sus ltimas intervenciones, Adorno exalt de modo singular el papelde la teora como crtica de la impaciencia revolucionaria, que suponanlas acciones y los discursos de los estudiantes polticamente ms radica-

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    lizados. En Resignacin, una conferencia pronunciada en 1969, Adornose defenda de la acusacin de quietismo, indicando el peligroso dislateen que caan aquellos que oscurecan el rol de la teora como momento dela praxis. Actuando de ese modo, sugera Adorno, se desbarataba la opor-tunidad de articulacin poltica que llevaba consigo el pensamiento comointransigencia ante la presin de la situacin objetiva. Esa resistenciateortica, la cual se ejerca de una forma tan solitaria como la de losartistas autnomos, aunque no por ello dejaba de contener un momen-to de solidaridad con otros sujetos, era lo contrario de la resignacin:

    El pensar abierto remite ms all de s mismo. Siendo un comportamiento, unafigura de la praxis, es ms afn con la praxis transformadora que un comporta-miento que obedece a la praxis [...] El pensamiento tiene el momento de logeneral. Lo que se ha pensado certeramente tiene que ser pensado tambin enotro lugar, por otras personas: esta confianza acompaa hasta al pensamientoms solitario e impotente. (Adorno, 2009: 711)

    Esta injerencia evidenciaba la especial atencin de Adorno en des-pertar en la conciencia pblica la comprensin sobre la situacin obje-tiva en que se encontraban las formas de praxis radicalizadas. ParaAdorno, se trataba de reactivar dialcticamente su relacin con la teo-ra, sin proclamar una identidad que subsumiera la praxis a la teora,ni una anttesis absoluta, ni tampoco asumir un voluntarismo prcticodesafectado de toda teora. Todas estas opciones amenazaban con for-talecer el todo falso.

    En tal sentido, tambin Notas marginales sobre teora y praxis sepuede leer como un intento de pensar en trminos de la dialctica nega-tiva el presente histrico algo que iba ms all de la autojustificacinde un modo de comportamiento desvinculado de cualquier compromisopoltico y social. Su inquietud en las Notas... se centraba en conectarel problema de la relacin teora y praxis con el del vnculo entre suje-to y objeto (Adorno, 2009: 675). De hecho, Adorno pensaba publicar,junto con esas Notas..., el artculo Sobre sujeto y objeto, y adosar am-bos como Epilegmenos a la segunda edicin de Dialctica negativa.Sobre sujeto y objeto consista en reflexiones crticas sobre el modo enque las principales teoras epistemolgicas de la modernidad confronta-

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    ban la relacin entre sujeto y objeto. Pero al enfocarse en problemasepistmicos, Adorno pretenda resaltar el maridaje dialctico entre lacrtica del conocimiento y la crtica social (Adorno, 2009: 665).

    El punto esencial en este ltimo texto radicaba en que en el trata-miento dado por la filosofa moderna, de Kant a Husserl, la relacinentre sujeto y objeto se reduca al primado epistmico del principio desubjetividad constituyente, con la desoladora consecuencia de que conello colapsaba la posibilidad de una genuina experiencia con el objeto, lacual sera genuina en tanto que protegiera algo de la cualidad no idnti-ca de los objetos, cualidad no circunscripta a la asimilacin violenta dela intencionalidad del sujeto cognoscente (Adorno, 2009: 669). Con laidea de experiencia, en este contexto de disputas epistemolgicas, Ador-no no aluda a una restitucin de una inocencia originaria previa a todaescisin entre sujeto y objeto, ni tampoco apelaba a una armnica con-ciliacin en un futuro prximo. Lo que intentaba indicar era una nuevaposicin del sujeto ante el objeto en la relacin cognitiva, una modula-cin del conocimiento que implicaba un estado de diferenciacin sindominio en el que lo diferenciado participa lo uno en lo otro (Adorno,2009: 661). En esta relacin, el sujeto ya no necesitaba concebirse comoel intrprete soberano y unificador del conocimiento de la realidad, sinoque se entregaba a los impulsos sensibles que despertaba en l el mundo delos objetos. Minima moralia (1998b) ya haba constituido una magistralpuesta en obra de esta idea.

    El desarrollo del conocimiento de su sensibilidad, ante los distintosobjetos, conduca a que el sujeto, como expresa Axel Honneth a propsi-to del sujeto adorniano, adquiriera habilidad y precisin en el registrode sus percepciones que es el presupuesto para experimentar el horizon-te cualitativo, no idntico, de todos los objetos (2009: 96). SegnHonneth, Adorno estaba convencido de que con esa tematizacin de lasexperiencias subjetivas sera posible que el objeto se presentase en suobjetividad fctica, ya que de sta tambin formaran parte las propieda-des cualitativas a las que tiene slo acceso la experiencia subjetiva lci-da y precisa, pero no el concepto esquematizador. El desesperado esfuerzoen Dialctica negativa fue entonces sostener esto sin dejar que con ello seintrodujera en el proceso cognoscitivo el peligro, siempre latente, de lasubjetividad desenfrenada: la violencia de la arbitrariedad subjetiva.

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    DIALCTICA DEL PRIVILEGIO

    En Sobre sujeto y objeto, Adorno especulaba sobre cul sera el lugardiferenciado del sujeto frente a la cualidad no idntica del objeto:

    La posicin clave del sujeto en el conocimiento es experiencia, no forma [...] Elesfuerzo del conocimiento es sobre todo la destruccin de sus dems esfuerzos,la violencia contra el objeto. A su conocimiento se acerca el acto en el cual elsujeto desgarra el velo que teje en torno al objeto. El sujeto es capaz de hacer estoslo si confa con una pasividad sin miedo en su propia experiencia. (Adorno,2009: 668-669)

    Adorno advirti sobre lo desatinado de que esa posicin del sujeto ca-paz de experiencia fuese mentada como una privilegiada cualidad consti-tutiva. Esa posicin en la reflexin filosfica no sera sin ms unacondicin dada de conocimiento, sino un momento social e histrica-mente constituido. La figura histrico-social de ese sujeto individualizadohaba sido configurada ya por la sociedad burguesa liberal. sta habapermitido que algunos de sus miembros pudiesen formar la identidad desu yo de tal modo que tuviesen la capacidad de diferenciarse segn nor-mas de accin que aparecan ante l como vinculantes, pero a la luz deun anlisis libre y racional, tanto de los objetos como de las relacionescon otros sujetos (Adorno, 2005: 50).

    El problema radicaba en que, bajo la coaccin irracional del mundoadministrado, pocos seran los sujetos capaces de una experiencia subje-tiva que permitiese un conocimiento autntico del objeto y una posiblepraxis emancipadora. Adorno depositaba esta posibilidad slo en aque-llos escasos sujetos que, favorecidos por las circunstancias, todava po-dan ofrecer alguna resistencia a lo que el curso del mundo haba hechode ellos. l se serva en esta defensa del privilegio intelectual del argu-mento de que en las condiciones sociales en las que la mayora de lossujetos eran educados sera ficticio suponer que todos ellos podran en-tender el modo en que operaba el todo social o por lo menos llegasen anotarlo.

    De las imputaciones de reaccionario elitismo intelectual y, por lo tanto,de incorreccin poltica, a las que este iconoclasta planteamiento se ex-

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    pona, Adorno era plenamente consciente. Lo destacable aqu era que,para tratar de justificar su posicin filosfica sin quedar atrapado enuna mera legitimacin de ese beneficio intelectual basado en su propiarealidad biogrfica, Adorno invocaba a la fuerza moral que supona laexpresin filosfica rigurosa:

    A aquellos que han tenido la dicha inmerecida de, en su composicin espiri-tual, no acomodarse por entero a las normas vigentes una dicha que bastan-te a menudo tienen que expiar en su relacin con el entorno cumple expresarcon esfuerzo moral [...] lo que la mayora de aquellos para los que lo dicen noson capaces de ver o, para hacer justicia a la realidad, se prohben ver. Elcriterio de lo verdadero no es su inmediata comunicabilidad a cualquiera.(Adorno, 2005: 49)

    Por cierto, Adorno emple esta conversin dialctica del privilegio encrtica del privilegio en la Introduccin de la Dialctica negativa, con laintencin de mostrar la violencia desencadenada contra el mismo indi-viduo que llevaba consigo el modelo cientificista de conocimiento objeti-vo. Este modelo tenda a elidir toda instancia subjetiva en tanto que lareduca a un resabio de arbitrariedad no deseada para el conocimiento,as como el idealismo filosfico absolutizaba su papel como lugar incon-dicionado. Dialctica negativa pretenda ser entonces un correctivo de larelacin entre sujeto y objeto de estos modelos de conocimiento. Perotambin esta dialctica que alteraba la posicin del sujeto en relacin conla objetividad aparejaba implicaciones sustanciales para la relacin en-tre la teora y la praxis:

    A la experiencia filosfica lo ltimo que le conviene es la arrogancia elitista.Debe darse cuenta de hasta qu punto, segn su posibilidad en lo existente,est contaminada de lo existente, en ltimo trmino con la relacin de clases.En ella las oportunidades que lo universal concede intermitentemente a losindividuos se vuelven contra lo universal que sabotea la universalidad de talexperiencia. (Adorno, 2005: 49)

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    Que Adorno haya retomado estas reflexiones sobre sujeto y objeto en1969, y que haya pensado publicarlas junto a la serie de notas sobreteora y praxis como Epilegmenos a una nueva edicin de la Dialcti-ca negativa, posiblemente se haya debido, no slo a la necesidad de acla-rar algunos puntos no comprendidos en la abigarrada escritura de esetrabajo anterior, sino tambin a que Adorno vea con mayor pesimismouna concesiva apertura de lo universal a la experiencia de los autnticosindividuos. Pues, los sujetos individuados eran, segn Adorno, los ni-cos que podan oponerse todava a lo que el espritu haba hecho de ellosy sin los cuales toda praxis estara condenada a reproducir lo dado. Deesa eliminacin de la experiencia individual participaban, sin desearlo,los estudiantes radicalizados con sus proclamas del presuroso paso a laaccin.

    EL PRIMADO DEL OBJETO

    En las Notas..., Adorno trasladaba esta operacin argumentativa, con-cebida contra el imperialismo conceptual, a su anlisis de la anatomadel activismo poltico. Adorno consideraba all que la exhortacin a sa-crificar la individualidad por parte de los estudiantes en favor de lo co-lectivo era concomitante de la fetichizacin de la espontaneidad. Adornoya no defenda aquel instante de la espontaneidad en los exponentes delSDS como expresin de resistencia contra la coaccin del hechizo del todo,sino que ahora los acusaba de favorecer a la impotencia objetiva. Esdecir, al hipostasiar el momento subjetivo de la espontaneidad, los acti-vistas esterilizaban, a su vez, cualquier aproximacin responsable a unaexperiencia plena. Toda relacin con un contenido objetivo se convertaen sus manos en mera ocasin para la actividad de la subjetividad arbi-traria, sin notar que la espontaneidad, ms que ser absolutizada contrala reificacin social percibida como mal radical, deba introducirse, me-diante la reflexin teortica, en las grietas producidas por la asfixiantecarga del sistema, y que slo desde all se abra la posibilidad real desabotearlo. Para Adorno, por lo tanto, toda pretensin de llevar a cabouna praxis poltica radicalizada, en tanto que disipaba el momento de la

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    autorreflexin filosfica como deseo y lmite de un contenido objetivo,ms que una condicin que permita realizar una redencin de la expe-riencia atrofiada, caa vctima de la misma mutilacin de la experiencia(Adorno, 2009: 676).

    Junto a esta crtica de la fetichizacin de la espontaneidad, Adornoaada que la opcin por la praxis exigida por los estudiantes violentabael primado del objeto (Adorno, 2009: 681 y ss.). Esta tesis remita auno de los ncleos fuertes de Dialctica negativa. Con la expresin priori-dad del objeto, Adorno no invocaba a una restauracin de la confianzaen el ser-as del mundo exterior, desprovisto de toda autoconciencia. Elprimado del objeto necesitaba de la reflexin sobre el sujeto y de la re-flexin subjetiva, ms que negarla; por lo cual la subjetividad era unmomento conservado por el momento articulador de la primaca delobjeto. De este modo, el saberse menos del sujeto, en tanto se tornabaconsciente de su situacin real, de su condicionamiento a una objetivi-dad que lo desbordaba y tambin lo reduca, era un requisito para suliberacin. Slo ante la reflexin subjetivo-individual se descubra el teji-do objetivo, que oprima al individuo, como una totalidad falsa. Enton-ces, el giro hacia el sujeto, segn Adorno, no desapareca cuando erasometido a su revisin. sta se cumpla ms bien en inters subjetivo dela libertad. Tambin este inters era un momento histrico necesario de laautorreflexin. La prioridad de lo objetivo significaba, en suma, la pro-gresiva diferenciacin cualitativa de lo mediado en s, un elemento dela dialctica que no le era trascendente, sino que estaba articulada enella (Adorno, 2005: 175). De este modo, el uso adorniano de la expre-sin primado del objeto en el contexto epistmico trataba de abolir todosistema de jerarquas entre sujeto y objeto, negando toda pretensin deerigir a uno de los polos como momento fundante. Atenindose al dua-lismo sujeto-objeto como momento histricamente devenido y falso,Adorno no renunciaba a captar sus justas mediaciones intrahistricas.Desde este momento articulador, la dialctica negativa intentaba pro-mover una constelacin conceptual no reductora que permitiera pensarla convivencia entre los hombres y entre stos con lo que no era precisa-mente subjetivo.

    Esta aclaracin de la idea de primaca del objeto, enunciada en granparte en Dialctica negativa y en Sobre sujeto y objeto, posibilita com-

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    prender mejor por qu Adorno, en Notas marginales sobre teora ypraxis, uno de sus textos ms polticos, extenda el uso de este argu-mento a su particular beligerancia con los activistas (Adorno, 2009: 681).Para l, una praxis que no redundase en fortalecer aquello a lo que seopona, no deba diluir la mediacin histrica contenida en la exigenciade la primaca del objeto, algo que aqullos mancillaban. Segn Adorno,lo que subyaca a su accionar y a sus proclamas era una vaca refraccinde su propio deseo, de su voluntad subjetiva de poder elevada a rangosustancial. Esto significaba, en clave poltica, que el activismo pretendaromper con la opresin de la situacin objetiva sin mayor apoyo que supropio deseo. Con ello, no slo su accionar se volva intil, por no saberaquello contra lo que se diriga, sino que absolutizaba el momento sub-jetivo, por ms unin colectiva que declamasen. Pero dicho momentoera slo una instancia, ineludible, que mediaba y que, a su vez, eramediada histricamente por la praxis humana. La desatencin porparte de los activistas de este proceso de diferenciacin cualitativa de lomediado en s, su olvido, segn Adorno, no slo reificaba a la concienciateortica, reducindola a un recetario instrumental para la accin, sinoque tambin terminaba empobreciendo a la praxis misma.

    CRTICA DE LA PRAXIS COMO FIGURA DEL DOMINIO

    Adorno no responda con su crtica a las pseudoactividades de los estu-diantes del SDS, entre las que inclua a la discusin manipulada con finespropagandsticos y a la accin tctico-estratgica (Adorno, 2009: 685),a la pregunta por cmo sera concretamente aquella praxis poltica norepresiva que no favoreciera una clausura mayor de la totalidad social.Lo que s deca, en cambio, era que la encrucijada de la praxis no encon-trara otro cauce para su resolucin que no fuese por va teortica (Ador-no, 2009: 691-692).

    La provocativa defensa de teora, como un momento ineludible de lapraxis autntica, no se detena en la crtica a las formas de pseudoacti-vidad. Aquella praxis teortica indicaba ms bien una crtica al cursoms general en que se inscriban las pseudoactividades de los estudian-tes del SDS. La determinacin de la conciencia de este curso llevaba a

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    indagar las etapas de un proceso reflexivo que se extenda hacia la cons-titucin gentica de la misma praxis. Esto conduca a Adorno a ir msall de la forma de dominio de una praxis histrica determinada, es de-cir, ir ms all de aquella aparecida junto al surgimiento del capitalismo.En efecto, para explicar esto, Adorno intentaba reconstruir los pasosms abarcantes seguidos por una forma de praxis que orientaba, para-djicamente, un proceso emancipador de la monotona del trabajo ne-cesario para la conservacin de la vida. Pero, para pensar este proceso,Adorno colocaba la praxis de los sujetos, como actividad exploradora y asu vez liberadora de su dependencia material, en tensin con el trabajode la especie humana entendido como dominio de la naturaleza (tantoexterna como interna). Esta tensin de la actividad del sujeto gravitarade forma determinante en el modo aportico en que Adorno compren-da toda praxis:

    Mientras que la praxis promete sacar a las personas de su encierro en ellasmismas, siempre ha sido cerrada: por eso los prcticos son inabordables y lareferencia de la praxis al objeto est socavada a priori. Podramos preguntarnossi hasta hoy toda la praxis de dominio de la naturaleza, no habr sido, en suindiferencia al objeto, pseudopraxis. (Adorno, 2009: 675)

    La contracara perversa del proceso de trabajo reducido al dominiocompulsivo era la renuncia innecesaria, en un estadio avanzado de lasfuerzas productivas, a la dicha en el sujeto que lo realizaba. Y esto erapasado por alto por los activistas: La praxis era el reflejo de la penuria;esto la sigue desfigurando hasta hoy, cuando quiere suprimir la penuria(Adorno, 2009: 678).

    Desde esta reflexin contra la misma praxis se podran configurar loslmites del elogio adorniano de la teora. Pues, el ejercicio de la teora nialcanzaba a quebrar la reproduccin de las relaciones de dominacin ni lmismo estaba exento de la falta de libertad imperante.

    Por estas razones, el nfasis en la contemplacin de Adorno no debe-ra ser pensado sin ms mediaciones bajo la figura del intelectual bur-gus abstractamente aislado, o como un husped de privilegio, segn lasarcstica expresin de Georg Lukcs, en el Gran Hotel Abismo. Si bienes verdad que, para Adorno, la huella de la felicidad quedaba resguarda-

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    da en el modelo del hombre que reflexiona La felicidad que se ve enlos ojos del pensador es la felicidad de la humanidad (Adorno, 2009:711), tambin es cierto que esa felicidad se volva ilcita en medio de lainfelicidad general. Que la reflexin crtica fuese presentada como unaforma de resistencia contra la instrumentalizacin de toda praxis y con-tra toda felicidad sucednea (Adorno, 2005: 325), y no como su consu-macin, no slo era un indicio del engao del todo; tambin lo era de laposibilidad de la felicidad para todos que esa totalidad negaba:

    El hecho de que algunos vivan sin ocuparse del trabajo material y, como elZaratustra de Nietzsche, gocen de su espritu, ese injusto privilegio, implica quetal cosa sera posible para todos; en especial, dado el nivel alcanzado por lasfuerzas productivas tcnicas, que permite vislumbrar la dispensa universal deltrabajo material, su reduccin a un valor lmite. (Adorno, 1969a: 167)

    El dilema al que se enfrentaba Adorno radicaba en el hecho de que lascondiciones materiales, para que se diera una transformacin social queposibilitase la reconciliacin de lo viviente, slo podran instaurarse, se-gn l, por medio de un proceso histrico de autosacrificio de los impul-sos del yo. Es decir, el proceso que dispensara a los sujetos del maleficioancestral del trabajo era el mismo proceso que la ambivalente fuerza dela dialctica de la ilustracin haba puesto en marcha (Adorno y Horkhei-mer, 1997: 53). Ante este dilema, Adorno defenda la actitud contempla-tiva como forma de resistencia contra la eliminacin de la individualidadde la conciencia humana subjetiva, contra el confinamiento del entra-mado histrico constituido por las resonancias mltiples de la experien-cia de los sujetos sedimentadas a lo largo de su historia. Segn las frgilesesperanzas de Adorno, la interaccin entre las resonancias subjetivas yel mundo circundante mantena latente la posibilidad de una irrupcinque iluminase un trato justo con lo no idntico. Esto lo llevaba a plantearuna crtica severa al trabajo entendido como dominio violento de lo dife-rente: El pensamiento sera verdadero si se liberara de la maldicin deltrabajo y reposara en su objeto (Adorno, 2009: 537).

    Segn Adorno, el pensamiento verdadero slo sera posible en unasociedad libre, y una sociedad liberada de la carga que pesaba sobre eltrabajo habra de necesitar de la praxis poltica. sta producira las con-

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    diciones materiales necesarias, no slo para la libertad, sino tambinpara la felicidad humana. El problema era que dicha praxis estaba, paraAdorno, completamente obturada y el pensamiento no encontraba otravinculacin con ella, en el mundo rigurosamente administrado, que nofuese bajo la forma pervertida de programa instrumental para la accin.Por ello slo un pensamiento que mantuviese viva la fuerza ilustradorade la crtica filosfica, y que se atuviese a la dinmica de los objetosconcretos sin identificarse con el estado de cosas, podra alumbrar algode verdad y felicidad en medio de la falsedad e infelicidad general.

    La filosofa no puede recomendar ella sola medidas o transformaciones directas.Ella cambia sin dejar nunca de ser teora. Creo que habra que hacerse la pre-gunta de si el que un hombre piense las cosas y escriba sobre ellas como yo lohago no es tambin una forma de oponerse. No es, entonces, la propia teorauna forma genuina de la praxis? (Adorno, 2010: 415)

    Estas palabras fueron unas de las ltimas manifestadas pblicamen-te por Adorno. Con ellas reafirmaba su compromiso con la actividadteortica como una figura de la praxis, ya que una praxis transformadorano podra prescindir de los individuos reflexivos y autnomos que desen-cadenaran en s mismos el proceso de ilustracin que la totalidad socialimpeda. En esa forma de actividad teortica negativa, Adorno resguar-daba las esperanzas de hallar los indicios de un sujeto independiente,que si bien por s mismo no podra modificar la sociedad, sera en todocaso una condicin necesaria para ello. Pues en ese individuo, Adornono slo anclaba la resistencia contra la perpetuacin coactiva del des-tino mtico, de la tendencia hacia la coaccin total, sino tambin le adju-dicaba la posibilidad de dar voz a una humana comunidad poltica librede dominio violento.

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    * En este caso y los siguientes, se decidi dejar el ao de escritura y no el de la edicin usada

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    Esteban Alejandro Jurez: Profesor asistente e investigador de la Facultad deDerecho y Ciencias Sociales en la Universidad Nacional de Crdoba (Argentina).Doctorando de Filosofa y becario de SeCyT-UNC. Licenciado en Filosofa y en Cien-cias de la Informacin, ambos ttulos otorgados por la UNC. Miembro investigadordel programa de Filosofa social y teora de la sociedad del Centro de EstudiosAvanzados (UNC) y del programa Las nuevas orientaciones en la historia poltico-intelectual de la Universidad Nacional de Quilmes. Ha sido estudiante de la JohannesGutenberg-Universitt en Mainz (Alemania). Estudia el pensamiento de Theodor W.Adorno y de la Teora Crtica de la Sociedad. Ha publicado diversos artculos cien-tficos en revistas especializadas y en volmenes colectivos.

    D. R. Esteban Alejandro Jurez, Mxico D.F., enero-junio, 2012.