variaciones sobre la escritura_barthes

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Roland Barthes Variaciones sobre la escritura .' ..:-..:. Texto (teoría del) 1973 Artículo «Texto», en Encyclopaedia Universalis, tomo XV. ¿Qué es un texto, para la opinión general? Es la superficie fe- noménica de la obra literaria: es el tejido de las palabras compro- metidas en la obra y dispuestas de modo que impongan un sentido estable y a poder ser único. A pesar del carácter parcial y modesto de la noción (después de todo, no es más que un objeto, perceptible por el sentido visual), el texto participa de la gloria espiritual de la obra, de la que es el sirviente prosaico pero necesario. Ligado cons- titutivamente a la escritura (el texto es lo que está escrito), tal vez porque el dibujo mismo de las letras, aunque sea lineal, sugiere el habla y el entrelazamiento de un tejido (etimológicamente, «texto» quiere decir «tejido»), es, en la obra, lo que suscita la garantía de la cosa escrita, de la que reúne las funciones de salvaguarda: por una parte, la estabilidad y la permanencia de la inscripción, destinada a corregir la fragilidad y la imprecisión de la memoria; y, por otra, la legalidad de la letra, rastro irrecusable, indeleble, en nuestra opi- nión, del sentido que el autor de la obra ha depositado intencional- Dente en ella; el texto es un arma contra el tiempo, el olvido y las pillerías del habla, que tan fácilmente se retracta, se altera o se des-

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Roland Barthes

Variaciones sobrela escritura

.' ..:-..:.

Texto (teoría del)

1973Artículo «Texto», en Encyclopaedia Universalis, tomo XV.

¿Qué es un texto, para la opinión general? Es la superficie fe­noménica de la obra literaria: es el tejido de las palabras compro­metidas en la obra y dispuestas de modo que impongan un sentidoestable y a poder ser único. A pesar del carácter parcial y modestode la noción (después de todo, no es más que un objeto, perceptiblepor el sentido visual), el texto participa de la gloria espiritual de laobra, de la que es el sirviente prosaico pero necesario. Ligado cons­titutivamente a la escritura (el texto es lo que está escrito), tal vezporque el dibujo mismo de las letras, aunque sea lineal, sugiere elhabla y el entrelazamiento de un tejido (etimológicamente, «texto»quiere decir «tejido»), es, en la obra, lo que suscita la garantía de lacosa escrita, de la que reúne las funciones de salvaguarda: por unaparte, la estabilidad y la permanencia de la inscripción, destinada acorregir la fragilidad y la imprecisión de la memoria; y, por otra,la legalidad de la letra, rastro irrecusable, indeleble, en nuestra opi­nión, del sentido que el autor de la obra ha depositado intencional­Dente en ella; el texto es un arma contra el tiempo, el olvido y laspillerías del habla, que tan fácilmente se retracta, se altera o se des-

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142 VARIACIONES SOBRE LA ESCRITURA TEXTO (TEORIA DEL) 143

La definición del texto ha sido elaborada con fines epistemoló­gicos, principalmente por Julia Kristeva: «Definimos el Texto comoun aparato translingüistico que redistribuye el orden de la lenguaponiendo en relación una palabra comunicativa que pone la mira enla información directa con diferentes enunciados anteriores o sin­crónicos»; a Julia Kristeva debemos los principales conceptos teó­ricos que están implicitamente presentes en esta definición: prácticassignificantes, productividad, significancia, feno-texto y geno-texto,e inter-textualidad.

Prácticas significantes

El texto es una práctica significante, privilegiada por la semio­logia porque el trabajO por el cual se produce el encuentro del suje­to con la lengua es ejemplar en ella: la «función» del texto estribaen «teatralizar» en cierto modo ese trabajo. ¿Qué es unapráclicasi¡mificanle? En primer lugar, es un sistema significante diferencia­do. tributario de una tipologia de las significacion~(y no de unamatrii universal del signo); esta exigencia de diferenciación laplanteó la escuela de Praga; implica que su significación no se pro­duce de la misma manera, no solamente según la materia del signi­ficante (esta diversidad funda la semiología), sino también según elplural que hace al sujeto enunciador (cuya enunciación -inesta­ble- se hace siempre bajo la mirada -bajo el discurso- delOtro). En segundo lugar, es una práctica; esto quiere decir que lasignificación se produce, no en el nivel de una abstracción (raTen-"gua). tal como la había reivindicado Saussure, sino a merced de unaoperación, de un trabajo donde se colocan, a la vez y con un solomovimiento, el debate ent(e el sujeto y el Otro y el contexto socia!.La noción de práctica signitlcante restituye al lenguaje s!LenJ:rgla 'activa; pero el acto que implica (y es en este punto donde se produ­ce una mutación epistemológica) no es un acto CI.e entenCIlmlentCl(ya descrito por los estoicos y la filosofía cartesiana): en él, el suj~­to va no tiene la bella unidad del cogilo cartesiano; es Ul) suieto plu-

--ral. al que hast.a la. fecha sólo ha podido aprollimlir~e el'psicoanáli­·sis. Nadie puede pretender reducir la comunicación a la simplicidaddel esquema clásico 'lue reclama la lingUistica -emisor, canal, re­ceptor-, salvo que se apoye implicitamente en una metafisica delsujeto clásico o en un empirismo cuya «ingenuidad» (a veces agre-

!

siva) también es metafisica; de hecho, lo plural está de entrada en elcorazón de la práctica significante, en forma de contradicción: lasprácticas significantes, incluso si admitimos aislar a una de ellasprovisionalmente, dependen siempre de una dialéctica, y no de unaclasificación.

Productividad

El texto es una productividad. Esto no quiere de'cir qu~ es elvrodJlcto d!: un trabajo (tal como podian exigirlo la tecnica Cle la na­rración v el dominio del estilo), sino que es el teatromismo.de unacroducción en la que se reúnen el productor del texto Y su lector: eltexto «trabaja» a cada momento y se lO tome por oOlloe se lo_tome;incluso una vez escrito ,WjaClO),.l1Sl cesa Cle trabajar, oe mantener uncroceso de producción. ¿Qllé tr.ab¡¡j¡¡ el texto? La lengu¡¡. Decons­truvela lengua de comuOlcaclon, oe representaclOn o ce exprc,,!!pn[donde el sujeto, individual o colectivo, puede tener la ilusión deque imita o se expresa), y reconstruye otra lengua, voluminos.!1• .?infondo ni superficie, pues su espacio no es el de la ¡¡gura, el del cua­riro ei elel marco. sino el escacio estereoeráfico del iueeo combinjl­torio, infinito en cuanto salíffios de los limites de.l,t~omunic;.ació_n

corriente (sometida a la ópinión1 a ladoxa) y de la verosimilitud na­rrativa o discursiva. La productividad se desencadena, la reClistn­bución se proCluce, el texto soorevlene, en cuamo, por eJemplO, elescriptor ylo el lector se ponen a jugar con el significante, ya (si setrata del autor) produciendo sin j:esaL¡¡.Jueg~ P!lJa~ªs.», ya (sise trata del lector) inven~a1)do sentido.?J.údicos, aun cuando el autordel texto no los hubiese previsto, y aunque fuese históricamente im­p~~¡¡'le pr~verI05: ¿fsignificante pertenece'iú6do ei"n-iundo; quien,en verdad, trabaja incansablemente, es el texto, y no el artista o elconsumidor. El análisis de la productividad no se puede reducir auna descripción lingUistica; es necesario, o al menos posible, ad­juntarle otras vias de análisis: la de la matemática (en la medida enque da cuenta del juego de los conjuntos y de los subconjuntos, esdecir, de la relación múltiple de las prácticas significantes), la de la'Iógica, la del psicoanálisis lacaniano (en la medida en que explorauna lógica del significante), y la del materialismo dialéctico (quereconoce la contradicción).

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Signijicallcia

Podemos atribuir a un texto una significación única y en ciertomodo canónica; es lo que se esfuerzan en hacer detalladamente la fi­lología y, en general, la crítica de interpretación, que trata de demos­trar que el texto posee un significado global y secreto, variable segúnlas doctrinas: sentido biográfico para la crítica psicoanalítica, pro­yecto para la crítica existencial, sentido sociohistórico para la críticamarxista, etc,;{el texto se trata como si fuese depositario de una sig­'nificación objetiva, r esa significación aparece como embalsamada

:' en la obra-producto) Pero en cuanto el texto se concibe como unaproducción (y ya no como un producto), la «significacióm> deia deser un concepto adecuado. Cuando el texto se concibe como un espa­

-cio polisémico en el que se entrecruzan varios senllcrnsposlbles. _es, necesario emancIparoe la significación al estatuto monológico legaly hay que pluralizar la significación: para:esta liberación ha servido'el concepto de connotación, o volumen de los sentidos segundos, de­rivados, asociados, de las «vibraciones>Lseman!ikas q\l~se incomo-

, ran al mensaje denota<!.o. Con mayor motivo, cuando ellexto se lee (oescribe) como unjuego móvil de significantes, sin referencia posiblea uno o a varios significados fijos, es preciso distinguir claramente lasignificación --que pe,rtenece al plano del producto, del enunciado,de la comunicación-(del trabajo significante, que, por su parte, per-

.~t~nece al plano d: la producción, de la enun~ación, de la simboliza­

. clón: a este trabajo se le llama signijicanciqJLa significancia es unproceso durante el cual el «sujeto» del textó, al escaparse de la lógi­ca del ego-cogito e inscribirse en otras lógicas (la del significante y lade la contradicción), forcejea con el sentido y se deconstruye (<<sepierde»); por lo tanto, la significanJ;,ia -y esto es lo que la distingueinmediatamente de la sil!nificación- es un'trabaio. no el trabaio me­diante el cual el sujeto (intacto y exterior) trataría de dominar la len­l!ua (Dar eiemplo. el trabaio del estilo). sino ese trabaio radical (nodeja nada intacto) a través oel cual el sujeto'explora cómo la lengua

. lo trabaja y lo deshace en cuanto ~ntra en ella (en lugar de vigilarla):es, si se quiere, «el sintin de las operaciones posibles en un campodado de la lengua». La significancia, por lo tanto, contrariamente a lasignificación, no se puede reducir a la comunicación, a la representa­ción, a la expresión: coloca al sujeto (del escritor, del lector) en eltexto, no como una proyección, ni siquiera fantasiosa (no hay «trans-

porte» de un sujeto constituido), sino como una «pérdida» (en el sen­tido que esta palabra puede tener en espeleología); de ah! su identifi­cación.J;,on el,goce; mediante el concepto de significancia, el texto sevuelve erótico (por lo tanto, para ello, no necesita de ningún modo re­presentar «escenas» eróticas).

Feno-texto y geno-texto

Debemos una vez más a Julia Kristeva la distinción entre feno­texto y geno-texto. Elfeno-texto es «el fenómeno verbal tal como sepresenta en la estructura del enunciado concreto». La significanciainfinita se da en efecto a través de una obra contingente: es este pIa­no de contingencia el que corresponde al feno-texto. Los métodos deanálisis que se practican ordinariamente (antes del semanálisis yfuera de él) se aplican al feno-texto; la descripción fonológica, es­tructural, semántica -en una palabra, el análisis estructural- con­viene al feno-texto, porque ese análisis no se hace ninguna preguntasobre el sujeto del texto: trata de enunciados, y no de enunciaciones.Por lo tanto, el feno-texto puede depe'nder de una teorla del signo yde la comunicación sin que haya incoherencia: en suma, es el objetoprivilegiado de la semiología. El geno-texto, por su parte, «plantealas operaciones lógicas propias de la constitución del sujeto de laenunciación»; es «el lugar de estructuración del feno-texto»; es undominio heterogéneo: a la vez verbal y pulsional (es el dominio«donde los signos son investidos por las pulsiones»). Por lo tanto, elgeno-texto no puede competer exclusivamente al estructuralismo (esestructuración, y no estructura), ni al psicoanálisis (no es el lugar delinconsciente, sino de los «vástagos» del inconsciente); compete auna lógica general, múltiple, que ya no es únicamente la lógica delentendimiento. .E1 geno-texto es. por supuesto, el campo de la sjg!!i­ficancia. Desde el punto de vista epistemológico, el semanálisis, através del concepto de geno-texto, excede a la semiologia clásica,que trata solamente de estructurar enunciados, pero no trata de sabercómo el sujeto se desplaza, se desvía y se pierde cuando enuncia.

Intertexto

El texto redistribuye la lengua(es el campo de esa redistribu­ción). Una de las vías de esa deconstrucción-reconstrucción consis-

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te en permular textos, jirones de textos que han existido o existenen tomo al texto considerado y, finalmente, en él: todo texto es uninlerlexlo; otros textos están presentes en él, en niveles variables,con formas más o menos reconocibles; los textos de la cultura ante­rior y los de la cultura circundante; todo texto es un tejido nuevo decitas pasadas. Pasan al interior del texto, redistribuidos en él, trozosde códigos, fórmulas, modelos rítmicos, fragmentos de lenguajessociales, etc., pues siempre hay lenguaje antes del texto y a su alre­dedorJLa intertextualidad. condición de todo texto. sea cual sea nose reduce evidéntemente a un problema de fuentes o de influencias;el intertexlo es uncampo general de fórmulas anónimas. cuvo origenrara vez es identificable, de citas inconscienteso automáticas, men­cionadas sin comillas. Eoistemológicamente. el concento de inter­texto es lo que aoorta a la teoría del texto el volumen de la sociali­dad: todo el lenguaje, anterior y contemporáneo, l1ega al texto, nopó;h vía de una filiación identificable, de una imitación voluntaria,sino por la vía de una diseminación, una imagen que asegura al tex­to el estatuto, no de una reproducción, sino de una productividad.~ Estos conceptos principales, que son las articulaciones de la

teoría, concuerdan todos, en suma, con la imagen que sugiere la eti­mología misma de la palabra «texto»: es un leUdo: pero mientrasque precedentemente la crítica (única forma conocida en Francia deuna teoría de la literatura) ponía unánimemente el acento en el «te­jido» finito (siendo el texto un «velo» detrás del cual había que ir abuscar la verdad, el mensaje real, en suma, el sentido), la teoría ac­tual del texto se desvia del texto-velo y trata de percibir el telldo ensu textura, en el entrelazamiento de los códigos. de las fórmulas. delos significantes, en el seno del cual el sujeto se sitúa y se deshace.

. como una arana que5e disOlviese a sí misma en su tela. El aficio-nado a los neologismos podría por lo tanto definir la teoría del tex­to como una «hipología» (hyphos es el tejido, el velo y la tela dearaña).

3. El texto y la obra

No se ha de confundir el texto con la obra. Una obra es un ob­jeto finito, computable, que puede llenar un espacio fisico (ocuparsitio por ejemplo en los estantes de una biblioteca); el texto es un

camno metodol6Jlli:o; por lo tanto, no podemos enumerar textos (almenos regularmente); todo lo que podemos decir es que, en talocual obra, hay (o no hay) texto: «La obra se sostiene en la mano, eltexto en el lenguaje». Podemos decir, de otra manera, que si la obrase puede definir en términos heterogéneos al lenguaje (que van des­de el formato del libro a las determinaciones sociohistóricas quehan producido ese libro), el texto, por su parte, es enteramente ho­mogéneo al lenguaje: no es má~ que lenguaje y solamente puedeexistir a través de otro lenguaje/Dicho de otro modo, «el texto sólose experimenta en un trabajo, en una producción»: mediante la sig­nificancia.

La significancia sugiere la idea de un trabajo infmito.{del sig­nificante consigo mismo): por lo tanto, el texto ya no puede coinci­direxactamente (o de derecho) con las'unidades lingüísticas o retó­ricas reconocidas hasta ahora por las ciencias del lenguaje, y cuyorecorte implicaba siempre la idea de una estructura finita; el texto'no contradice forzosameme esas umaaaes, pero Tasaesborda o, másexactamente, no se ajusta obligatoriarl1.~nte a ellas; puesto que eltexto es un concepto masivo (y no numerativo), podemos encon'trar texto de un extremo al otro de la escala discursiva. Sabemosque esta escala se ha dividido tradicionalmente en dos regiones dis·tintas y heterogéneas: toda manifestación de lenguaje de dimensióninferior o igual a la frase pertenece de derecho a la lingüística; ytodo lo que está másallá de la frase pertenece al «discurso», objetode una antigua ciencia normativa, la retórica. Sirfi!Ucla, la estilisti­ca y la retórica misma pueden tratar de fenómenos interiores de lafrase (elección de las palabras, asonancias, figuras); y, por otra par­te, algunos lingüistas han tratado de fundar una lingüística del dis­curso (speech analysis); pero esto~intentos no se pueden compararcon el trabaje¡ del análisis textual, porque o bien están superados(retórica), o bien son muy limitad s (estilistica), o bien están man­cillados por un espíritu metalingüístico, situándose al exterior delenunciado, y no en la enunciación.

La significancia, que es el texto que trabaja, no reconoce losdominios que imponen las ciencias del lenguaje (se puede recono­cer esos dominios en el nivel del feno-texto, pero no en el del geno­texto); la significancia -resplandor, fulgor imprevisible de los in­finitos de lenguaje- se halla indistintamente en todos los nivelesde la obra: en los sonidos, que ya no se considera como unidades

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148 VARIACIONES SOBRE LA ESCRITURATEXTO (TEORIA DEL) 149

adecuadas para determinar el sentido (fonemas), sino como movi­mientos pulsionales; en los monemas, que no son tanto unidades se­mánticas como árboles de asociaciones, y que son arrastrados por laconnotación, ·por la polisemia latente a una metonimia ¡¡;eneraliza­da; eILlos sintagmas, de los que importa, más que su sentido legal,·su sello. su resonancia intertextual; y, por iJllImo..en el dIscurso,cuya3<1egibilidad» eso bien desbord~da o bien doblada por unapiuralidad de lógicas diferentes de la simple lógica predicativa Estaconmoción de los «lugares» científicos del lenguaje entronca mu­cho la significancia (el texto en su especificidad textual) con el tra­bajo del sueño, tal como Freud inició su descripción; sin embargo,hemos de precisar que, a priori, no es la «extrañeza» de una obra loque la aproxima forzosamente al sueño, sino más bien el trabajosignificante, ya sea «extraño» o no: lo que el «trabajo del sueño» yel «trabajo del texto» tienen en común (aparte de ciertas operacio­nes y ciertas figuras identificadas por Benveniste) es que son traba­josjitera de intercambio, sustraídos al «cálculo».

Desde ese momento, es fácil comprender que el texto es unconcepto científico (o al menos epistemológico) y, al mismo tiem­po, un valor crítico, que permite una evaluación de las obras en fun­ción del grado de intensidad de la significancía que hay en ellas.Así, el privilegio que la teoría del texto otorga a los textos de la mo­de~ni9-ªd (desde Lautréamont hasta PhilipPe Sollers) es doble: esosiextos son ejemplares porque presentan (en un estado nunca alcan­zado previamente) «el trabajo .de.la semiosis en el lenguaje y con elsujeto», y porque constituyen una reivin(licación de hecho contraias exigencias de la ideología tradicional del sentido (<<verosimili­tud», «legibilidad», «expresividad» de un sujeto imaginario -ima­ginario porque está constituido como una «persona»-, .etc.). Slllembargo, por el hecho mismo de que el texto es masIvo (y nonumerativo), por el hecho de que no se confunde obligatoriamentecon la obra, es posible encontrar texto, sin duda en menor grado, enproducciones antiguas; una obra clásica (Flaubert, Proust y -¿porqué no?- Bossuet) puede contener planos o fragmentos de escritu­ro: el juego, los juegos del significante pueden estar presentes (traba­jar) en ella. sobre todo si admitimos,ho cual está prescrito por la te­aria. incluir también en la práctica textual la actividad de lectur~no solamente la de fabricación del escrito. De la misma manera, porseguir en el dominio del escrito, la teoría del texto no se sentirá

~.

obligada a observar la distinción usual entre la «buena» yla «mala»literatura; los principales criterios del texto se pueden encontrar, almenos aisladamente, en obras rechazadas o desdeñadas por la cul­tura noble, humanista (una cultura cuyas normas están fijadas por laescuela, la crítica, las historias de la literatura, etc.); el intertexto,los juegos de palabras (de significantes) pueden estar presente~ enobras muy populares, y la significancia puede estarlo en los escntosllamados «delirantes», que tradicionalmente se excluyen de la <<Ji­teratura».

Mucho más: no se puede restringir legítimamente el conceptode «texto» al escrito (a la literatura). Sin duda, la presencia de lalengua articulada (o, si se prefiere, materna) en una producción da aesa producción una riqueza mayor de significancia; los signos de len­guaje, muy construidos porque surgen de un sistema muy codifica­do, se ofrecen a una deconstrucción aún más contundente; pero bas­ta con que haya desbordamiento significante para que haya te¡¡to: lasigniticancia depende de la materia (de la «sustancia») del signifi­cante solamente en su modo de análisis, y no en su ser. Para exten­der ilimitadamente la consideración de la significancia, basta ensuma (por retomar unas palabras de Claudel a propósito de Mallar­mé) con «situarse delante del exterior. no como..delante de un es­pectáculo, [ ... ] sino como delante de un_~xto~. Todas las prácti­cas significantes pueden engendrar texto: la práctica pictórica, lapráctica musical, la práctica fílmica, etc. Las obras, en algunoscasos, preparan ellas mismas la subversión de los gén~ros, de lasclases homogéneas con las que se las vincula: sin olvidar la melo­dia, por ejemplo, que la teoría tratará como un texto (una mezcla devoz, puro significante corporal, y de lenguaje), antes que como ungénero musical, traeremos a colación el ejemplo manifiesto de lapintura actual, que, en muchos casos, no es, a decir verdad, ni pintu­ra ni escultura, sino producción de «objetos». Es cierto -y es nor­mal- que el análisis textual está actualmente mucho más desarro­llado en el dominio de la «sustancia» escrita (literatura) que en el delas otras sustancias (visual, auditiva). Esta ventaja se debe, por unaparte, a la existencia de una ciencia previa de la signific¡¡ción (aunqueno sea la significancia), la lingüística, y, por otra parte, a la estructu­ra misma del lenguaje articulado (en relación con los otros «len­guajes»): en él, el signo es distinto y directamente significante (esla «palabra»), y la lengua es el único sistema semiótico que tiene el

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150 VARIACIONES SOBRE LA ESCRITURA TEXTO (TEORiA PEL) 151

poder de illlerpretar a los otros sistemas significantes y de interpre­tarse a sí mismo.

Si la teoría del texto tiende a abolir la separación de los génerosy de las artes, es porque ya no considera las obras como simples«mensajes», ni siquiera como «enunciados» (es decir, productos fi­nitos, cu),o destino se cerraría una vez que se los hubiese emitido),sino como producciones perpetuas, como enunciaciones, a travésde las cuales el sujeto sigue forcejeando; ese sujeto es sin duda el·del autor, pero también el dellectar(ta teoría del texto acarrea norlo tanto la promoción de un nuevo objeto epistemológico: la lectu­

ra (un obJeto más o menos desdeñado por toda la critica clásica,que se ha interesado esencialmente, ya por la persona del autor, yapor las reglas de fabricación de la obra, y que solamente ha conce­bido muy mediocremente al lector, cuyo lazo con la obra se pensa­ba que era de simple prayección). La teoria del texto no solamenteensancha hasta e: infinito las libertades de la lectura (autorizando aleer la obra pasada con una mirada enteramente moderna, dc talmodo que sea lícito leer, por ejemplo, el Edipo de Sófocles vol­viendo a verter en él el Edipo de Freud, o a Flaubert a partir deProust), sino que también insiste mucho en la equivalencia (pro­ductiva) de· la escritura y de la lectura~ín duda, hay lecturas que noson más que simples consumiciones: precisamente aquellas a lo lar­go de las cuales la significancia es censurada; la lectura plena, alcontrario, es aquella en la que el lector es nada menos que el quequiere escribir, dedicarse a una práctica erótica del lenguaje. Ladel texto puede encontrar especificaciones históricas en el uso dela lectura; es indudable que la civilización actual tiende a achatar lalectura al hacer de ella una simple consumición, completamente se­parada de la escritura; no solamente la escuela se vanagloria de en­seliar a leer, y ya no como antaño de enseñar a escribir (aunque setratara, para el alumno, el estudiante, de escribir según un códigoretóríco muy convencional), sino que rechaza también la escrituramisma, confinándola en una casta de técnicos (escrítores, profeso­res, intelectuales): las condiciones económicas, sociales e institu­cionales ya no permiten reconocer, ni en arte ni en literatura, a esepracticante particular que cra -y que podría ser en una sociedad li­berada- el aficionado)

4. La práctica textual

Tradicionalmente, la obra de arte puede competer, en general, ados ciencias: histórica y filológica. Esas ciencias -o, más bien,esos «discursos>~tienen en común (una exigencia que compartenpor lo demás con todas las ciencias positivas) que constituyen laobra como un objeto cerrado situado a distancia de un observadoroue lo inspecciona desde el exterior. Esa exterioridad es esencial­mente lo Que el análisis textual somete a discusión, de ningún modoen nombre de lOS derecnos de una «SubJetlvIOaO» mas o menos IIn­preslomsta, SinO c~ motivo oe la Intlnltuo Oe lOS lenguajes; mnl\un·Ienguaje domina a otro, no hay metalenguaje (una propo~lclon :~-.

tablecida Dor el psicoanallsls), el sUJeto de la escritura YlO oe la lec­tura no tiene Que ver con obletos (las obras, lOS cnunclaaosJ. 51110con camoos (Jos textos, las enunciaciones): el mismo queda atrapa­do en una topologia (una cienCia de los lugares de habla). l:J análi­SIS textual tiende a sustitUir la concepción de una CienCIa pOSItiva,que ha sido la de la historia y la critica literarias, y que es aún la dela semiologia, por la idea de una ciencia critica, es decir, de unaciencia que pone en duda su propio discurso.

Este principio metódico no obliga forzosamente a repudiar eltrabajo de las ciencias canónicas de la obra (historia, sociología,etc.), pero conduce a utilizarlas parcialmente, libremente, y sobretodo relativomente. Asi, el análisis textual no recusará en absolutolas informaciones que proporcionan la historia literaria O la historiageneral; lo que discutirá es el mito critico según el cual la obra 'tu_e­daria atrapada en un movimiento puramente evolutivo, como sisiempre tuviese que ligarse, adjudicarse, a la p~S(),!"_(CIVII, hlston­·ca, pasIOnal) oe un autor que seria su padre: prefiere la metáfora dela red, del Intertexto, de un campo sObreOetermll1aoo, plural, antesIImIametafora de la filiación. del «desarrollo» orgánico. Mismacorrección, mismo desplazamiento, en lo que concierne a la cienciafilológica (en la que en este caso colocamos los comentarios inter­pretativos): la critica trata en general de descubrir el sentido de laobra, un sentido más o menos oculto y que se asigna a niveles di­versos, según las criticas; el análisis textual recusa la idea de un sig­nificado último: la obra no se detiene, no se cierra; desde ese mo­mento. no se trata tanto de ~pljcar, ni siquiera de describir, comode entrar en el juego de los signitlcantes: se trata tal vez d·e·e-nume-

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rarlos (si el texto se presta a e\lo), pero sin jerarquizarlos; el análi-\sis textual es pluralista. ~

Julia Kristeva ha propuesto llamar «semanálisis» al análisistextual. En efecto, era necesario distinguir el análisis del «textO»(en el sentido que aquí le hemos dado a esta palabra) de la semióti­ca literaria; ahora bien, la diferencia más visible remite a la refe­rencia psicoanalitica, presente en el semanálisis y ausente en la se­miótica literaria (que solamente clasifica los enunciados y describesu funcionamiento estructural, sin preocuparse de la relación entreel sujeto, el significante y el Otro). El semanálisis no es un simplemétodo de clasificación; sin duda, se interesa por la tipología de losgéneros, pero precisamente para reemplazarla por una tipología delos textos: su objeto, dialécticamente, es el re~or/e del feno-texto ydel geno-texto; ese recorte constituye lo que se llama, a continua­ción de los posformalistas rusos y de Kristeva, un <ddeologema»,un concepto que permite articular el texto con el intertexto, y «pen­sarlo en los textos de la sociedad y de la historia».

Sin embargo, sean cuales sean los conceptos metódicos o sim­plemente operatorios que la teoría del texto trata de poner a puntocon el nombre de semanálisis o de análisis textual, el fotuFO exactode esa teoría, la expansión que la justifica, no es talo cual receta deanálisis! sino la escritura misma.fQue el comentario sea él mismo untexto, he aquí en suma lo que pide la teoría del texto: el sujeto del~nálisis (el crítico, el filólogo, el sabio) no puede creerse, en efecto,sin mala fe y con la conciencia limpia, exterior al lenguaje que des­cribe; su exterioridad es solamente provisional y aparente: éltam­bien está en ellengyaje, y necesita asumir su ins~rclÓ!J,J2QImu'Ulri­

.gurOSOl) y por muy «objéllVo»quepretenda ser, en el triple nudo d~1

'sluetb;-el significante y el Otro, una inserción que la escritura (eltex­to) realiza plenamente, sin recurrir a la hipócrita distanCiaoe un me­talenguaie falaz: la única práctica Que funda la teoria del texto es eltexto mismoJYemos su consecuencia: lo Que caduca es_ en suma_lada la «critica» (como discurso sostenido «sobre» la obra); si unautor es conducido a hablar de un texto pasado, solamente puede ha­cerlo produciendo él mismo un nuevo texto (entrando en la prolife­ración indiferenciado del intertexto): ya no hay críticos, solamentehay escritores. Podemos precisar más aún: por sus principios mis­mos. la teoría del texto no puede producir más que teóricos o practi­cantes (escrítores), y de ningún modo «especialistas» (críticos o pro-

fesores); por lo tanto, ella misma participa, como práctica, de la sub·versión de los géneros que estudia como teoria.

La práctica de una escrítura textual es la verdadera asunción dela teoría del texto: por lo tanto, antes que a los críticos, investiga­dores y estudiantes, está destinada a los sujetos-productores de es­critura. Esta práctica (si queremos diferenciarla del simple trabajodel estilo) supone que hemos superado el nivel descriptivo o comu­nicativo del lenguaje, y que estamos listos para poner en escena suenergía generadora; implica por lo tanto que aceptamos un deter­minado número de procedimientos: el recurso generalizado a lasdistorsiones anagramáticas de la enunciación (a los «juegos de pa­labras»), a la polisemia, al dialogismo o, inversamente, a la escritu­ra blanca, que desbarata y defrauda las connotaciones, a las varia­ciones «irracionales» (inverosímiles) de la persona y del tiempo, ala subversión continua de la relación entre la escritura y la lectura,entre el emisor)' el destinatario del texto. Por lo tanto, se trata deuna práctica fuertemente transgresora en relación con las principalescategorías que fundan nuestra socialidad corriente: la percepción, lain,telección, el signo, la gramática e incluso la ciencia.

Así, comprendemos que la teoría del texto esté «mal situada»en el cuadro actual de la gnoseología (pero también que extraiga sufuerza)' su sentido histórico de ese desplazamiento): en relacióncon las ciencias tradicionales de la obra, que eran -y son- cienciasdel contenido y/o de la letra, sostiene un discurso formalista; peroen relación con las ciencias formalistas (lógica clásica, semiología,estética), vuelve a introducir en su campo la historia, la sociedad(en forma de intertexto) y el sujeto (pero un sujeto escindido, des­plazado sin cesar -y deshech<r-- por la presencia-ausencia de suinconsciente). La ciencia critica que esta teoría reivindica es para­dójica: no es una ciencia de lo general (ciencia nomotética), no hay«modelo» del texto; )' no es tampoco una ciencia de lo singular(ciencia idiográfica), pues el texto nunca se adjudica, sino que sesítúa en el intercourse infinito de los códigos, y no al término deuna actividad «persona!» (civilmente identificable) del autor. Dospredicados darán cuenta, para terminar, de la particularidad de estaciencia: es una ciencia del goce, pues todo texto «textua!» (introdu­cido en el campo de la significancia) tiende, en caso extremo, a pro­vocar o a vivir la pérdida de conciencia (la anulación) que el sujetoasume plenamente en el goce erótico; y es una ciencia del devenir

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154 VARIACIONES SOBRE LA ESCRITURA

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(de ese devenir sutil que Nietzsche reclamaba percibir más allá dela forma tosca de las cosas): «[...] no somos lo bastante sutiles parapercibir el transcurso probablemente absoluto del devenir; lo per­manente sólo existe gracias a nuestros órganos toscOS que resumeny reducen las cosas a planos comunes, mientras que nada existe conesaforma. El árbol es a cada instante una cosa nueva, afirmamos laforma porque no captamos la sutileza de un movimiento absoluto».

El texto también es ese árbol cuya nominación (provisional)debemos a la tosquedad de nuestros órganos.

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