vi de construcciones de la verdad

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VI . DE CONSTRUCCIONES DE LA VERDAD © Óscar Muñoz. Cortinas de baño. Acrílico sobre plástico. 1985-1986. 190 x 140 cm.

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a r t í c u l o d e i n v e s t i g a c i ó n | f e c h a d e r e c e p c i ó n : 28 / 0 8 / 2 015 . f e c h a d e a c e p t a c i ó n : 16 / 12 / 2 015 .231Desde el Jardín de Freud [n.° 16, Enero - Diciembre 2016, Bogotá] issn: (impreso) 1657-3986 (en línea) 2256-5477, pp. 231-243.

Real–idad y re–presentación en el “Proyecto de psicología para neurólogos” de Sigmund Freud*

J a i m e s a n t a m a r í a * *

Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia

real-idad y re-presentación en el “Proyecto de psicología para neurólogos” de sigmund Freud

Tal como Freud nos permite avan-zar en el ”Proyecto de psicología para neurólogos”, la realidad debe entenderse dentro del marco de un encuentro primero: el de la cría humana con un adulto experimen-tado. Lo llamativo de la exposición freudiana es que este adulto, que es más propiamente un prójimo auxiliador (Nebenmensch), produce placer y dolor. Así, el otro se cons-tituye con una división estructural que marcará el derrotero de los estados compulsivos del deseo y el afecto, respectivamente; lo relevan-te es que la realidad, tal como Freud nos enseña, es producida por estos dos estados compulsivos. Volvemos al “Proyecto” porque nos presenta una articulación original acerca de la relación del sujeto con lo real, con la verdad y con la represen-tación del mundo; una relación que no concuerda, en últimas, una relación imposible.

Palabras clave: afecto, deseo, reali-dad, representación, verdad.

real-ity and re-presentation in the “Project of Psychology for neurologists” by sigmund Freud

For Freud in the “Project of Psy-chology for Neurologists”, reality must be understood within the framework of a first encounter: the human baby with an experienced adult. The striking aspect of the Freudian text is that this adult, who is more properly a fellow helper (Nebenmensch), produces pleasure and pain. Thus, the other is constituted by a structural divi-sion that will mark the route of the compulsive states of desire and af-fect, respectively; what is relevant is that reality, as Freud teaches us, is produced by these two compulsive states. We return to the “Project” because it presents an original statement about the relation of the subject with the real, with the truth and with the representation of the world; a relation that does not agree; finally, an impossible relation.

Keywords: affect, desire, reality, representation, truth.

Réal-ité et re-présentation dans “l’entwurf einer Psychologie” de sigmund Freud

La réalité, nos apprend Freud à “L’Entwurf einer Psychologie”, doit se comprendre dans le cadre une première rencontre, celle du nourrisson humain avec un adulte averti. Ce qui attire l’attention dans l’exposé freudien c’est que l’adulte, plus précisément un prochain qui vient à l’aide, Nebenmensch, cause autant de douleur que de plaisir. Ainsi donc, la constitution de l’autre suppose une division structurale qui va décider de la marche à suivre des états compulsifs du désir et de l’affect respectivement; l’important est que la réalité, comme nous l’ap-prend Freud, est le résultat de ces deux états compulsifs. Le retour à “L’Entwurf” nous est imposé du fait de l’originalité de l’articulation du rapport du sujet au réel, à la vérité et à la représentation du monde. Rapport qui ne va pas, qui est impossible à la fin.

Mots-clés: affect, désir, réalité, repré-sentation, vérité.

cómo citar: Santamaría, Jaime. “Real-idad y re-presentación en el ‘Proyecto de psico-logía para neurólogos’ de Sigmund Freud”. Desde el Jardín de Freud 16 (2016): 231-243, doi: 10.15446/dfj.n16.58166.

* El presente artículo se inscribe dentro de la investigación “El prójimo, la ley y la máqui-na: algunas consideraciones sobre el mal ra-dical”, realizada por el autor en la Maestría en Psicoanálisis, Subjetividad y Cultura de la Universidad Nacional de Colombia.

** e-mail: [email protected]

© Obra plástica: Óscar Muñoz

DOI: 10.15446/dfj.n16.58166

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Cuando hablamos de la “realidad”, en un sentido cotidiano y común, queremos referirnos a una cosa o hecho real1. Por ejemplo, decimos: “no huyas de tu realidad”, “¿cuál es la realidad de nuestra familia?”, “en realidad, soy un abogado”; por otro lado, la realidad también parece oponerse a lo aparente o

ficticio. Así, es usual que usemos expresiones como: “tus fantasías distan de la realidad”, “la información que fue transmitida por los medios de comunicación no corresponde a la realidad”, “la declaración del testigo no coincide con la realidad”.

Además, cualquiera que preste atención a los usos de la palabra “realidad” notará enseguida que esta se dirige al mundo que existe y, en esta medida, tiene una relación estrecha con la verdad. Entonces, es posible decir: “en verdad, soy un profesor”, “la declaración del testigo no es verdadera”, “los medios de comunicación no hablan con verdad”; estos usos corrientes, donde pareciera que la palabra “realidad” puede intercambiarse con “verdad”, se sustentan en la idea clásica de esta última. Para los escolásticos —en un sentido amplio— la verdad era entendida de dos maneras: como la concordancia de una cosa con lo que previamente se entiende de ella en el intelecto o como correspondencia de un enunciado con la cosa; en los dos casos se trata de una conformidad o conveniencia.

Así, la vieja sentencia latina veritas est adaequatio rei et intellectus puede significar que la verdad es la acomodación de la cosa al intelecto o, también, que la verdad es la coincidencia del intelecto a la cosa; de hecho, no es raro toparse con la formula invertida veritas est adaequatio intellectus ad rem. Para cualquiera de los dos lados que se incline la balanza del esquema clásico del conocimiento (intellectus o rem), la veritas se dirige siempre a una relación —por esto es transcendental— de coincidencia entre un enunciado y una cosa; en últimas, la verdad se trata de una relación donde el mundo y los enunciados encajan de un modo casi preciso.

Heidegger, en De la esencia de la verdad2, muestra como cierta tradición de la filosofía, que se remonta a las consideraciones griegas, creyó que lo verdadero es lo real. Por ejemplo, es común hablar de una moneda verdadera en oposición una moneda falsa3. La moneda verdadera es la moneda real y auténtica, mientras que la moneda falsa aparenta ser algo que no es. Empero, al plantear las cosas de este

1. En el sentido de factum.

2. Martin Heidegger, “De la esencia de la verdad”, en Hitos (Madrid: Alianza, 2000).

3. Heidegger, en el texto al que hacemos referencia, habla del oro

verdadero y el oro falso. Ibíd.

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j a i m e s a n t a m a r í a [ r e a l– i d a d y r e – p r e s e n t a c i ó n e n e l p r o y e c t o d e p s i c o l o g í a p a r a n e u r ó l o g o s d e s i g m u n d f r e u d ]233Desde el Jardín de Freud [n.° 16, Enero - Diciembre 2016, Bogotá] issn: (impreso) 1657-3986 (en línea) 2256-5477, pp. 231-243.

modo, notamos la dificultad que nos trae el uso de las palabras, ya que, en un sentido estricto, la moneda falsa también es una cosa y tiene una realidad. Pues bien, la moneda falsa es tal por el hecho de que ella, en el peso de su realidad, no coincide con la idea previa que se tiene de ella en el intelecto de lo que debe ser propiamente. Es decir, la relación de coincidencia, entre el enunciado y la cosa, no encaja; por eso mismo, la falsedad o la mentira es una no coincidencia.

No obstante, podemos decir algo más, al poner dos monedas sobre una mesa, una auténtica y una falsa, podemos afirmar que entre ambas hay una relación de concordancia: las dos son redondas, las dos tienen el mismo color, las dos tienen la misma inscripción, las dos son de metal; aunque si alguien quisiera pagar con la moneda falsa tendrá no pocas dificultades. Entonces —y en esto se muestra lo extravagante del asunto—, ¿cómo puede ser posible establecer una relación de conformidad entre un enunciado como “esta moneda es redonda y metálica” con una moneda real, y decir, incluso, que tal enunciado es verdadero o encaja con la realidad?, “¿qué es lo que coincide entre el enunciado y la moneda real?”4. La moneda que está sobre la mesa es de metal, mientras que el enunciado no tiene el peso que le dé su carácter material. La moneda es redonda y el enunciado no posee un atributo espacial que le permita curvarse. Con la moneda podemos pagar, ¡con el enunciado —y para nuestra desgracia— no podemos abonar, ni un poco, a nuestras deudas!

Con lo dicho, podemos notar que la relación de verdad entre un enunciado y una cosa no puede establecerse en el mismo registro, o sea, no es una asimilación o igualación de la misma naturaleza. Y esto encuentra su explicación en un hecho: “el enunciado sobre la moneda se refiere a esta cosa en la medida en que la re–presenta”5. Decir que el enunciado re–presenta una cosa, y que esta cosa puede ser una moneda con un valor de cambio, evidencia un mecanismo particular, y no menos misterioso, en el que el mundo puede hacerse presente —y volver a hacerse presente— desprovisto de su facticidad.

Entonces, podemos ver que cuando queremos hablar de realidad y verdad nos vemos llamados a detenernos en la relación, tal vez fundante, entre un sujeto hablante y el mundo real; es decir, detenernos en la acción de re–presentar las cosas del mundo. ¿Qué caracteriza esta acción peculiar en que los humanos pueden aprehender el mundo a través de palabras?, ¿de qué se trata la coincidencia o conformidad entre una representación y la cosa representada?, ¿qué, de esta relación, no cuadra?

Para responder estas cuestiones queremos dirigirnos al “Proyecto de psicología para neurólogos” de Sigmund Freud —y en esto se muestra la apuesta que hacemos de “una vuelta” a las fuentes—. En el “Proyecto” hay una exposición original acerca de la realidad, del mundo real y de la representación que merece una mirada detenida y

4. Ibíd., 157.

5. Ibíd., 158.

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atenta; Freud ubica el problema de la realidad, a diferencia de toda la filosofía que lo precedió, en un encuentro primordial: el de la cría humana con un prójimo auxiliador y, al tiempo, aterrador. De este buen y mal encuentro quedan motivos compulsivos que sirven, y esto es lo que queremos subrayar, de marco o estructura de la relación del sujeto con lo real y, por esto mismo, con su verdad.

Las faciLitaciones, La escritura y La memoria

En el “Proyecto” Freud presenta un organismo primitivo que tiene por principio la descarga de los estímulos o cargas (Q). Esto se explica por el hecho de que el aumento de excitación se traduce en un coeficiente que el aparato experimenta como dolor; pareciera que todo en este dispositivo biológico estuviera programado homeostáti-camente para defenderse del aumento de las cantidades. Para lograr tal fin y evitar la pena, el organismo funciona según el esquema del arco reflejo, por lo cual, se espera que cuente con un extremo sensorial o perceptivo y otro motor. El tramo que transcurre desde el estímulo sensorial hasta la motilidad es lo que Freud llamará “proceso psíquico”.

Ante los estímulos que provienen del mundo externo el aparato funciona con eficacia, pero frente a las excitaciones que se originan en el propio cuerpo la acción reflejo fracasa. Los estímulos internos no se aligeran con el mismo éxito que las pertur-baciones exteriores. Así, “el principio de inercia es quebrantado desde el comienzo por otra constelación […]. De estos estímulos el organismo no se puede sustraer como de los estímulos exteriores […]”6. Esta “constelación” de naturaleza endógena corresponde a las grandes necesidades corporales: hambre, respiración, sexualidad.

Se puede decir que la cría humana se encuentra en un estado que podemos llamar con propiedad el “apremio de la vida”7: las condiciones son tales y radicales que solo la emergencia de una acción, que en El proyecto se llama “específica”8, podría salvarla. Para hacer posible esta operación, que no puede partir de este organismo preformado para el fallo, el aparato se ve constreñido a modificar la tendencia primaria. De esta manera, tiene lugar una función segunda o, mejor, una función modificada con respecto a la descarga.

Antes de continuar es justo decir que Freud, en el “Proyecto”, combina dos teorías que prometen éxito en su época: la primera es la idea de un principio energético de constancia, que podemos atribuir a la física de Fechner, y la segunda se refiere al descubrimiento, de la histología médica de la época, de unas porciones orgánicas llamadas neuronas y que serán, para los fines de el “Proyecto”, el presupuesto fisiológico para los decursos. Cuando se entiende esto, se puede esperar que las neuronas alcancen dos estados en relación con la cantidad: un estado en el que estas están investidas

6. Sigmund Freud, “Proyecto de psicología” (1950 [1895]), en Obras completas,

vol. I (Buenos Aires: Amorrortu, 2008), 341. Las cursivas son mías.

7. Ibíd.

8. Ibíd.

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j a i m e s a n t a m a r í a [ r e a l– i d a d y r e – p r e s e n t a c i ó n e n e l p r o y e c t o d e p s i c o l o g í a p a r a n e u r ó l o g o s d e s i g m u n d f r e u d ]235Desde el Jardín de Freud [n.° 16, Enero - Diciembre 2016, Bogotá] issn: (impreso) 1657-3986 (en línea) 2256-5477, pp. 231-243.

o quiescentes, por lo cual harán resistencia al aligeramiento, y otro estado en el que sirven de vía libre a la descarga en tanto se encuentran vacías.

La resistencia o barrera se ubica en los contactos entre las neuronas, de este modo se puede hablar más acertadamente de “barrera–contactos”. Dado que la cantidad puede modificar las neuronas haciéndolas “quedar en un estado otro que antes” y permitiendo el establecimiento de “barrera–contactos” para futuras descargas, se tiene por resultado la posibilidad de explicar la memoria9.

En las “barrera–contactos” se materializa la idea según la cual un grupo de neuronas puede ser modificado o alterado permanentemente. Esta alteración consistirá en que las “barrera–contactos” se vuelven más susceptibles de conducción10; por esto se puede decir que se labran caminos o rutas de huida que, como se comprenderá, serán los preferidos para descargas venideras. Las “barrera–contactos”, así entendidas, son más precisamente “facilitaciones” para los decursos; por lo anterior Freud dirá que la memoria se compone por las “facilitaciones” en el sistema neuronal11; la memoria, entonces, se constituye de caminos facilitados.

Además, es importante decir que no todas las neuronas pueden estar faci-litadas, ni tampoco que todas las neuronas facilitadas lo están de igual manera, ya que “la memoria está constituida por los distingos —diferenciaciones— dentro de las facilitaciones […]”12. La diferenciación funciona como punto de referencia, a modo de seña, para las ulteriores huidas; en cada descarga nueva, donde se transita la senda ya facilitada, se refuerza el surco y se acentúa la marca; ya que “[…] entre los caminos de descarga son preferidos y mantenidos los que conllevan a un cese del estímulo, una huida del estímulo”13.

Por otra parte, no podemos olvidar que las facilitaciones encuentran su causa, y esto es llamativo de la exposición freudiana, en el acopio que tuvo lugar gracias al apremio de la vida. El resto de cantidad que no pudo ser tramitado, o que no fue aligerado, le da todo el peso a la memoria. El quebranto o fallo del principio de inercia, gracias al cual queda un saldo de excitación, posibilita la fijación [Fixierung] mnémica. Aunque, como se verá bien si seguimos el “Proyecto”, este saldo o excedente nunca puede ser descargado completamente.

La memoria, como ya hemos dicho, supone una disposición, que es propia del aparato neuronal, de modificación permanente. Del mismo modo que el hombre primitivo hizo marcas, a modo de muescas, sobre la roca o el árbol, el organismo tiene la aptitud de hacer registros que perduren en el tiempo. Estas marcas son escritas según el lenguaje de las vías investidas y las vías facilitadas. El manto neuronal, igual que la piedra o el tronco del árbol, es un espacio apto para las diferenciaciones14. El punzón que talla es la cantidad en sus avatares de descargas y retenciones.

9. Cfr. Ibíd., 344.

10. Ibíd.

11. Cfr. Ibíd.

12. Ibíd., 345.

13. Ibíd., 341.

14. Es importante resaltar que las inscripciones tienen como espacio para su realización un organismo: son trazadas sobre un cuerpo–aparato, la escritura tiene un amarre real fisiológico. En este hecho, Freud se aleja de cualquier consideración de corte platónica. Recordemos que Platón, en El Fedro, dice que la escritura, en el ámbito material y sensible que implica, no está al servicio de la reminiscencia y de la filosofía; el ejercicio del filósofo aspira a las Ideas [Eidos] que, por su propia naturaleza, son inmateriales e incorpóreas. Por otra parte, Platón hace una distinción entre memoria [mneme] y recordatorio [hypómnesis]. La memoria proviene de la interioridad, del carácter inteligible hacia el que tiende el alma, y el recordatorio es exterior, material y ajeno; el recordatorio se dirige a la letra [grama] que tiene siempre un carácter particular y cercano al ejercicio del artesano. Dice Platón: “porque es olvido lo que producirán en las almas de quienes las aprendan, al descuidar la memoria, ya que, fiándose de lo escrito, llegarán al recuerdo desde afuera, a través de caracteres ajenos, no desde dentro, desde ellos mismos y por sí mismos. No es, pues, un fármaco de la memoria lo que has hallado, sino un simple recordatorio. Apariencia de sabiduría es lo que proporcionas a tus alumnos, que no es verdad” (Fedro, 275a). En: Platón, “Fedro”, en Diálogos, tomo III (Madrid: Editorial Gredos, 1988), 403.

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A propósito de estas ideas, es sugerente que Freud, en la carta 5215 escrita a Wilhelm Fliess, cuando habla de la memoria y el ordenamiento psíquico, use los términos “transcripción” [Niederschrift] y “retranscripción” [Umschrift]. La memoria la entendemos, y esto lo queremos subrayar, como una suerte de transcripción; a este tenor, la facilitación es sinónimo de escritura. Nos está permitido decir, y haciendo una transliteración de las palabras del Proyecto, que la memoria está constituida por las inscripciones entre las neuronas16.

vivencia de pLacer y terror

Recordemos que el principio primario es quebrantado desde el inicio por estímulos endógenos —hambre y sed—. El aumento de excitación crea un esfuerzo de descarga cuyo aligeramiento recorre primero la vía interior; este proceso produce una alteración que es el berreo o el llanto de la cría. Así, un adulto experimentado advierte el estado del niño y hace posible la acción específica necesaria para calmar la tensión orgánica. Este encuentro, compilado por la situación de urgencia, es importante porque se produce una descarga y se invisten una o varias neuronas del manto, es decir, se crea una facilitación. Además, asociada a las neuronas investidas, se forma una imagen–re-presentación del objeto que produjo placer. El todo de esta situación es, para Freud, una “vivencia de satisfacción”, y sabemos que la memoria “es el poder de una vivencia para seguir produciendo efectos”17.

Es relevante señalar que cuando Freud habla de la acción específica se refiere a una “alteración del mundo exterior”18. El organismo desde sus posibilidades no puede solventarse las demandas de la acción específica. Dice el “Proyecto” que la cancelación del estímulo, que se expresa como dolor en el estado de apremio, necesita una operación que sea mayor y que solo puede tener lugar en el mundo efectivo. Esta acción específica sobreviene mediante auxilio ajeno19. Esta idea es en suma importante, ya que la primera noticia del mundo real llega al organismo en forma de “auxilio” o “acción específica”.

Por la vivencia de satisfacción se crea una facilitación entre una o dos imáge-nes–recuerdo y las neuronas del núcleo20; si reaparece el estado de urgencia, entonces se pretenderá investir las huellas mnémicas. Lo más seguro es que primero se invista la imagen del objeto por la reanimación del deseo. Esto produce un efecto similar a la percepción: una alucinación. Y si por esta investidura se opera el movimiento–reflejo, es claro que no faltará el desengaño, ya que ni la alucinación ni el movimiento reflejo pueden satisfacer el estado de necesidad biológica21.

Asimismo, la acción específica tuvo un correlato que la hizo dolorosa. Del mundo exterior también proviene una cuota de pena y de esta vivencia, que podemos

15. Sigmund Freud, “Fragmentos de la correspondencia con Fliess” (1950

[1892-99]), en Obras completas, vol. I (Buenos Aires: Amorrortu, 2008).

16. Freud, “Proyecto de psicología”, 344. Estas ideas no están lejos de la manera

como Freud inicia, tres décadas después del Proyecto, Nota sobre la pizarra mágica: “si desconfío de mi memoria —es sabido

que el neurótico lo hace en medida notable, pero también la persona normal

tiene todas las razones para ello—, puedo complementar y asegurar su

función mediante un registro escrito. La superficie que conserva el registro de los signos, pizarra u hoja de papel, se

convierte por así decir en una porción materializada del aparato mnémico que

de ordinario llevo invisible en mí. Si tomo nota del sitio donde se encuentra

depositado el recuerdo fijado de ese modo, puedo reproducirlo a voluntad en cualquier momento y, tengo la seguridad

de que se mantuvo inmodificado, vale decir, a salvo de las desfiguraciones

que acaso habría experimentado en mi memoria”. En: Sigmund Freud,

“Nota sobre la pizarra mágica” (1925 [1924]), en Obras completas, vol. XIX

(Buenos Aires: Amorrortu, 2008), 243.

17. Freud, “Proyecto de psicología”, 345.

18. Ibíd., 362.

19. Ibíd.

20. Cfr. Ibíd., 364.

21. Cfr. Ibíd., 363-364.

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j a i m e s a n t a m a r í a [ r e a l– i d a d y r e – p r e s e n t a c i ó n e n e l p r o y e c t o d e p s i c o l o g í a p a r a n e u r ó l o g o s d e s i g m u n d f r e u d ]237Desde el Jardín de Freud [n.° 16, Enero - Diciembre 2016, Bogotá] issn: (impreso) 1657-3986 (en línea) 2256-5477, pp. 231-243.

llamar traumática, también se fija una imagen que corresponde a un objeto hostil. Si por la vivencia de placer se busca la reanimación, a pesar del desengaño alucinatorio, del objeto placentero, por la vivencia de dolor queda un impulso a desalojar la imagen del objeto que causó sufrimiento. Dice Freud, en el “Proyecto”:

Ambos estados son de la máxima significatividad para el decurso en ψ, pues le dejan como secuela unos motivos compulsivos. Del estado de deseo se sigue directamente una atracción hacia el objeto de deseo, respectivamente su huella mnémica; de la vivencia de dolor resulta una repulsión, una desinclinación a mantener investida la imagen mnémica hostil. Son estas la atracción del deseo primaria y la defensa primaria.22

La compulsión propia del deseo es lograr una identidad de percepción, que es volver a investir la imagen del objeto. En el caso de la vivencia de dolor queda un motivo compulsivo que busca no investir la imagen mnémica del objeto hostil, Freud llama a este movimiento “afecto” y “defensa primaria”. En el caso del deseo, como ya lo dijimos, no faltará el desengaño, ya que la reanimación de la imagen del objeto placentero, por vía alucinatoria regresiva, no podrá tramitar la acción específica. En el caso del afecto, el organismo puede sufrir daño por desprendimiento de displacer dada la similitud de alguna imagen con el objeto que causó dolor.

En el caso del deseo y el afecto, como secuelas de las vivencias de placer y dolor, se puede afirmar que no hay una relación de concordancia entre el mundo externo y la huella o representación que se inviste. Si quisiéramos leer la relación del deseo y el afecto con el mundo externo en términos de lo que la filosofía ha llamado la verdad, y que se expresa bien en la sentencia latina veritas est adaequatio rei et intellectus, nos veríamos obligados a decir que no hay coincidencia. La relación entre el mundo externo y un sujeto, en principio, se constituye como alucinación y defensa, en definitiva, como desengaño.

eL compLejo deL prójimo

Dado el divorcio entre el mundo externo y la alucinación, conviene un llamado al orden; un principio que corrija el fallo de la actividad alucinatoria. Freud llamará a esta función el “juicio” y tiene por objeto conceder atributos a las cosas del mundo y dictaminar si esas cosas existen; se trata de juicios de atribución y juicios de existencia. En La negación, Freud dice: “la función del juicio tiene, en lo esencial, dos decisiones que adoptar. Debe atribuir o desatribuir una propiedad a una cosa, y debe admitir o impugnar la existencia de una representación en la realidad”23.

22. Ibíd., 367.

23. Sigmund Freud, “La negación” (1925), en Obras completas, vol. XIX (Buenos Aires: Amorrortu, 2008), 254.

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En cuanto a los atributos de las cosas, el juicio introduce lo bueno o placentero y rechaza aquello que produce dolor dentro del sujeto según el viejo principio del placer. Con respecto a la tarea de conceder existencia a una cosa, no se trata de saber si algo del mundo puede ser representado o no en el psiquismo como huella mnémica, sino de discernir si la imagen, que quedó de la vivencia de satisfacción, puede ser encontrada una vez más. Este hecho es importante, porque se notará bien que el mundo externo, o lo que hemos llamado realidad, no es primero en orden lógico, sino pareciese que fuese producto del estado de deseo. El juicio busca reencontrar y restablecer la vivencia de placer original. Como bien dice Lacan: “con placer hacemos realidad” 24. Dice La negación:

La otra de las decisiones de la función del juicio, la que recae sobre la existencia real de una cosa del mundo representada, es un interés del yo–realidad definitivo, que se desarrolla desde el yo–placer inicial (examen de realidad). Ahora ya no se trata de si algo percibido (una cosa del mundo) debe ser acogido o no en el interior del yo, sino de si algo presente como representación dentro del yo puede ser reencontrado también en la percepción (realidad).25

Los humanos, tal como se puede leer en el “Proyecto”, aprenden esta facultad de discernimiento, con respecto a la realidad, del otro; se trata de aquel que vino al auxilio de la cría e hizo posible la acción específica, por eso es un prójimo [Nebenmensch]. Este prójimo es para el niño la primera realidad: acerca el alimento produciendo un alivio y, al tiempo, es objeto hostil que causa pena. Dice el “Proyecto”:

Supongamos ahora que el objeto que brinda la percepción sea parecido al sujeto, a saber, un prójimo. En este caso, el interés teórico se explica sin duda por el hecho de que un objeto como este es simultáneamente el primer objeto–satisfacción y el primer objeto hostil, así como el único poder auxiliador. Sobre el prójimo, entonces, aprende el ser humano a discernir.26

Algunas percepciones acerca de este prójimo pueden ser nuevas y otras serán familiares.

Es que los complejos de percepción que parten de este prójimo serán en parte nuevos e incomparables —p.e., sus rasgos en el ámbito visual—; en cambio, otras percepciones visuales —p.e., los movimientos de sus manos— coincidirán dentro del sujeto con el recuerdo de impresiones visuales propias […]27

La percepción que se tiene de este prójimo asume o acoge lo familiar —quizás aquello que produjo satisfacción, es decir, aquello que coincide con el objeto de

24. Jacques Lacan, El seminario. Libro 7. La ética del psicoanálisis (1959-1960)

(Buenos Aires: Paidós, 2007), 271.

25. Freud, “La negación”, 255. Las cursivas son mías.

26. Freud, “Proyecto de psicología”, 376.

27. Ibíd., 377.

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j a i m e s a n t a m a r í a [ r e a l– i d a d y r e – p r e s e n t a c i ó n e n e l p r o y e c t o d e p s i c o l o g í a p a r a n e u r ó l o g o s d e s i g m u n d f r e u d ]239Desde el Jardín de Freud [n.° 16, Enero - Diciembre 2016, Bogotá] issn: (impreso) 1657-3986 (en línea) 2256-5477, pp. 231-243.

placer— y rechaza, por acción del afecto lo desconocido y extranjero —tal vez, el resto que se refiere el objeto hostil—. De este modo, se puede entender mejor el pasaje, muchas veces citado, de el “Proyecto” que dice:

Y así el complejo del prójimo se separa en dos componentes, uno de los cuales impone por una ensambladura constante, se mantiene reunido como una cosa [Ding] del mundo, mientras que el otro es comprendido por un trabajo mnémico, es decir, es reconducido a una noticia del cuerpo propio.28

La realidad, tal como Freud nos la presenta en el “Proyecto”, tiene una división estructural, esta escisión corresponde al prójimo como primer auxiliador y primer objeto hostil. Una parte de la realidad es introducida, para volver a usar las palabras de La negación, en las inscripciones mnémicas o, lo que es igual, en la escritura que es la memoria; mientras que la otra parte queda como resto o residuo y es expulsada del mundo psíquico por acción de la defensa primaria. Esto último es comprensible si tenemos en cuenta que, según el principio del placer, el aparato nervioso procura introducir dentro de sí lo bueno y útil, y rechaza lo malo y dañino. Freud, en La negación, dice: “expresado en el lenguaje de las mociones pulsionales orales, las más antiguas: quiero comer o quiero escupir esto”29.

Al presentar las ideas de este modo, pareciese que puede establecerse una relación de coincidencia —y en esta medida, una relación de verdad según la con-cepción clásica de la veritas— entre una parte de la realidad y un sujeto. Empero, la reanimación del objeto placentero, por vía de la alucinación, siempre está acompañada de desengaño. Esto último debe su explicación al hecho de que la transcripción, en tanto es ya una forma de representación, tiene un tope real frente a las cosas del mundo.

Jean Allouch en el libro Letra por letra, en el que habla acerca de la clínica psicoanalítica de lo escrito, plantea lo siguiente sobre la transcripción: “transcribir es escribir ajustando lo escrito a algo que está por fuera del campo del lenguaje”30, el caso más usual es el sonido al que le corresponde un signo, pero sabemos que de las cosas que se relacionan con símbolos hay muchos más ejemplos. “Se notará además, que nos ejercitamos en transcribir —desde los movimientos complejos de la danza hasta el simple juego de cara o cruz— muchos otros objetos además de los sonidos”31. De tal forma que la transcripción o escritura es el ejercicio que hace entrar una cosa del mundo en el universo de las palabras. Dice Allouch: “A partir del momento en que transcribimos entramos en el campo del lenguaje y que el objeto producido por la transcripción nunca es otra cosa que objeto determinado, él también, por el lenguaje”32.

Así, el psicoanalista francés nos pone sobre la pista fundamental del pensa-miento freudiano en lo que refiere a la realidad. El mundo en tanto hace huella, en

28. Ibíd.

29. Freud, “La negación”, 269.

30. Jean Allouch. Letra por letra (Buenos Aires: Edelp, 2011), 18.

31. Ibíd.

32. Ibíd.

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tanto hace posible una transcripción, tiene ya para los hombres una estructura de lenguaje; esto mismo es lo que nos dice Lacan. A esto apuntábamos arriba cuando resaltábamos que la facilitación podía ser asimilada a la muesca primitiva que hicieron nuestros ancestros en los troncos de árboles o las marcas labradas en las cavernas. Una simple huella, un pequeño agujero, una concavidad con el poder de dar cuenta, como registro, de otra cosa que está por fuera del campo del lenguaje. Desde el momento en que unas piedritas permitieron saber que unas cabras estaban completas luego de una oscura noche, ya que la cantidad de piedras era igual al número de animales, el hombre cedió en una operación que define lo propio de su ser: el hombre se constituye en una escritura, en una transcripción que apunta al encuentro con el mundo, con el otro inolvidable —el prójimo—, que es, en definitiva, la primera realidad.

El tropiezo fundamental que tiene el ejercicio de la transcripción es que el objeto al que se apunta no es el objeto aprehendido en la marca, “pues es imposible que produzca el tal cual del objeto real. La transcripción se obstina —en el sentido que no suelta su presa— sobre este punto de tropiezo y, al obstinarse, tropieza, choca con él”33. Allouch sitúa este proceso en términos de aquello que Lacan designó como lo real, en tanto operación de lo imposible34.

Podemos decir que la parte de la realidad, como complejo de prójimo, que es introducida en la memoria no podrá concordar con el objeto real; este hecho señala el carácter de pérdida del objeto que, al tiempo, fundamenta el deseo como una búsqueda perenne. La representación, y no menos el pensar discerniente en general, “no es, por tanto, hallar en la percepción objetiva [real] un objeto que corresponda a lo representado, sino reencontrarlo, convencerse de que todavía está ahí”35. Freud sabe que, entre el mundo real y la acción de representación, el motivo que media es el deseo “regrediente”, el deseo que busca reencontrar o reproducir.

Pero, si dirigimos la mirada al otro resto de la realidad, esa ensambladura constante que queda como das Ding, se puede vislumbrar la pérdida radical del prójimo en su dimensión hostil.

Si se mira desde la perspectiva de afuera, das Ding se perfila como un exterior real, un bloque compacto imposible para la representación; la materia más burda que está como causa noúmeno, una amalgama compacta y completa […] es un real despojado de cualquier atributo.36

Si la representación tiene como marco para su funcionamiento el deseo, en el caso de esta parte no domeñada por el psiquismo lo que sirve de estructura es la defensa y el afecto.

33. Ibíd., 19.

34. Jaime Santamaría, “El prójimo, la ley y la máquina: algunas consideraciones

del mal radical” (tesis de maestría, Universidad Nacional de Colombia, 2015),

34. Disponible en: http://www.bdigital.unal.edu.co/49504/1/8487606.2015.pdf (consultado el 10/10/2015). En el original este texto es una nota de pie de página.

35. Freud, “La negación”, 255. Las cursivas son mías.

36. Santamaría, “El prójimo, la ley y la máquina: algunas consideraciones

del mal radical”, 39.

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j a i m e s a n t a m a r í a [ r e a l– i d a d y r e – p r e s e n t a c i ó n e n e l p r o y e c t o d e p s i c o l o g í a p a r a n e u r ó l o g o s d e s i g m u n d f r e u d ]241Desde el Jardín de Freud [n.° 16, Enero - Diciembre 2016, Bogotá] issn: (impreso) 1657-3986 (en línea) 2256-5477, pp. 231-243.

Lo extraordinario es que das Ding no solo queda como un real exterior imposible para la consciencia, idea que no se diferenciaría de lo ya dicho por Kant, cuando diferenciaba la cosa en sí (noúmeno) y el fenómeno; Das Ding es introducido dentro, en el mundo subjetivo. Esto encuentra su explicación en el hecho de que la realidad para Freud tiene la forma de un prójimo auxiliador y hostil; el afecto y la defensa, que son las secuelas de la vivencia de dolor y que son mecanismos internos del aparato, hacen presente —podríamos decir (re)–presentan de manera negativa— aquello ante lo cual hacen defensa.

El psiquismo se ve obligado a una relación, con das Ding, en la que tiene que cercarla, contornearla, pero al hacerlo, se notará que —como ocurre en los fenómenos clínicos de la negación— la presentifica en el centro del mundo subjetivo.37

La idea que está detrás se puede formular así: si aceptamos que das Ding es producto del proceso de defensa primaria o denegación, y en este orden de ideas se entenderá que se señala en el horizonte la represión, entonces la denegación presupone aquello que niega o reprime. En últimas, das Ding es lo más exterior y extranjero para el sujeto y, simultáneamente, lo más íntimo; en definitiva, eso que Lacan designó con el neologismo éxtimo, se trata de lo más ajeno [entfremdet] que está en el centro mismo, empero en mi núcleo38.

a modo de concLusión

La realidad, tal como es propuesta por Freud en el “Proyecto de psicología para neurólogos”, se dirige fundamentalmente al prójimo que auxilió, en la situación de apremio, y causó dolor. Dice Lacan: “y es aquí donde interviene esa realidad que tiene relación con el sujeto del modo más íntimo —el Nebenmensch. Fórmula cabalmente asombrosa, en la medida en que articula poderosamente lo marginal y lo similar, la separación y la identidad”39. Si retomamos la cuestión que nos reúne, en lo que refiere a la realidad y verdad, encontramos en el “Proyecto” de Freud una manera original de concebir la realidad: 1) esta se parece más a un objeto–alucinación que busca reanimarse por el motivo que mueve el deseo y, al tiempo, 2) la realidad se presenta como un resto maldito ante el que se activan todos los mecanismos de negación y defensa. La realidad tiene una división estructural que coincide con la escisión del Nebenmensch y que definirá su representación o su denegación para un sujeto. Quizás, y en la medida que este prójimo articula lo “marginal” y la “identidad”40, no sea osado hablar más precisamente de real–idad.

37. Ibíd.

38. Cfr. Lacan, El seminario. Libro 7. La ética del psicoanálisis, 89.

39. Ibíd., 67.

40. Cfr. Ibíd.

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En el primer caso, la realidad puede ser introducida en la memoria, es decir, ella puede incluirse en las trascripciones mnémicas y en las facilitaciones que ayudarán al principio del placer en sus decursos; lo que es acogido se dirige a lo “similar” y a la “identidad”. Aunque, igual que el tope que se le presenta a Heidegger con las monedas, la representación choca con un imposible, a saber: la inscripción o transcripción, en tanto ya es una representación, no puede aprehender la cosa tal cual —en el peso de ser— y en este hecho se sustenta el carácter de pérdida del objeto de deseo; al tiempo que se muestra el desengaño que tiene lugar por la reanimación alucinatoria. En este caso la realidad, como aquello que hace huella, solo puede ser entendida como la realidad psíquica.

En el segundo caso, das Ding irrumpe como un resto —un “bloque compacto”— imposible para la “enmarañada red de nuestro mundo de pensamientos”41. Das Ding queda como una cosa externa, una causa noúmeno inaprehensible para el psiquismo: siempre exterior, siempre “marginal” y “separada” para el mundo interno y subjetivo. No obstante, en tanto este bloque real es producto de los procesos de defensa y afecto, él se hace presente de un modo harto peculiar en la cadena de las representaciones. Y esto es posible porque si hay algo que es denegado o reprimido en el psiquismo, el mecanismo que hace defensa presentifica —y de esto da cuenta el retorno de lo rechazado que Freud no se cansa de enseñarnos— aquello que se pretende desalojar. Con lo cual das Ding es un éxtimo, para el sujeto: una realidad imposible y, al mismo tiempo, alrededor de la cual —en tanto hueco— se constituye el psiquismo como una ficción o, para usar los términos lacanianos, como una estructura de lenguaje.

En esta medida das Ding es la presencia aplastante de lo que Lacan llamará de golpe lo real, entendido como lo imposible. Así, podemos dar un paso y afirmar, para ser más precisos en lo que Lacan nos enseñó, que la realidad se relaciona con la cadena de las representaciones, en esta línea es la realidad psíquica, y lo real se dirige a lo rechazado de la estructura de las huellas, ese bloque compacto que viene del prójimo, en su dimensión ominosa, y que se clava en el seno mismo del mundo subjetivo como causa.

Desde cualquiera de los dos lados que se mire el “complejo de percepción” o “complejo de prójimo”, la relación entre el Nebenmensch y las representaciones psíquicas no concuerda. Esto se entiende mejor si aceptamos que la relación del sujeto con el mundo tiene como marco o estructura para su actualización el deseo y el afecto. Por un lado se quiere re–presentar —a modo de (re)encontrar o (re)producir— y volver a hacer presente un objeto que estuvo perdido desde siempre y, por otro lado, se busca denegar la realidad, dado el carácter hostil de esta, por acción de la defensa. 41. Sigmund Freud, “La interpretación de los

sueños” (1900), en Obras completas, vol. V (Buenos Aires: Amorrortu, 2008), 519.

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j a i m e s a n t a m a r í a [ r e a l– i d a d y r e – p r e s e n t a c i ó n e n e l p r o y e c t o d e p s i c o l o g í a p a r a n e u r ó l o g o s d e s i g m u n d f r e u d ]243Desde el Jardín de Freud [n.° 16, Enero - Diciembre 2016, Bogotá] issn: (impreso) 1657-3986 (en línea) 2256-5477, pp. 231-243.

Para decirlo de otra forma, no es posible lograr una coincidencia entre las huellas mnémicas y la cosa como objeto de deseo, ya que siempre hay desengaño en la percepción o alucinación. Esto gracias a que el mundo se nos presenta, a nosotros, como teniendo una estructura de lenguaje. Y si pensamos desde la relación del sujeto con das Ding, la relación no solo no concuerda, sino que no funciona; podríamos decir que todo lo que se asocia a nivel de las representaciones es un emplazamiento para defenderse del carácter terrorífico que puede tener das Ding.

De este modo, si pensamos la verdad —como toda una tradición de la filosofía la concibió— como adecuación, coherencia y sentido, caemos en no pocos absurdos desde lo que Freud nos quiere enseñar. Por consiguiente, ante la sentencia que dicta veritas est adaequatio rei et intellectus, tal vez nosotros debamos afirmar: la verdad del sujeto no se dirige a una relación de rectitud —imaginaria— entre sus representaciones y el mundo; la verdad, en tanto aquello que se dirige a lo real, ¡al menos así hablaban los filósofos griegos!, señala lo imposible de esta relación, al tiempo que encuentra su peso en ese núcleo maldito y exquisito que puede ser das Ding.

BiBLiografía

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Freud, sigmund. “Nota sobre la pizarra mágica” (1925 [1924]). En Obras completas. Vol. XIX. Buenos Aires: Amorrortu, 2008.

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heidegger, martín. “De la esencia de la ver-dad”. En Hitos. Madrid: Alianza, 2000.

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