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Viaje por las fronteras del campo sociológico. Una cartografía de la investigación social Elena Casado y Gabriel Gatti ¿Cómo se puede estar a la vez fuera y dentro? Espacialmente es imposible y lógi - camente es impensable, es decir, contradic - torio. Una puerta ha de estar abierta o cerrada, e incluso una puerta entreabierta ya está abierta; un hombre ha de estar den - tro de la sala o fuera de la sala. Pero tam - bién puede estar en el umbral, pasar una y otra vez del interior al exterior. Este milagro se produce misteriosamente todos los días. ¡No hay quien lo entienda! Vladimir Jankélévitch, La aventura, el aburrimiento y lo serio (1989: 13) 1. Repensando la frontera entre teoría y práctica E ste artículo se enuncia desde inquie- tudes tácticas, epistemologicas y metodológicas. Las primeras dan forma a las disposiciones y a los recursos con los que construimos los enunciados que siguen, clara y explícitamente determinados por el lugar y el momento en el que se sitúan –en el contexto de la Academia– quienes los dicen: el paso hacia la condición de doctores mediado por la construcción de una tesis y los constre- ñimientos que impone este rito de investidura; las inquietudes epistemológicas guardan rela- ción con una serie de interrogantes sobre el carácter de la disciplina, sobre el lugar que ésta otorga a observadores y observados y sobre la caracterología del espacio en donde unos y otros entran en contacto, esto es, el campo de investigación; por último, las inquietudes metodológicas refieren a cómo se dibujan los contornos y se definen los contenidos, primero, de los objetos y del campo de investigación que la sociología considera que le son propios, y, segundo, de las actitudes y disposiciones con las que un investigador social ha de situarse en su campo de investigación para que lo que haga sea entendido como «sociológico». Estas tres inquietudes dibujan a grandes rasgos el lugar desde el que se enuncia este texto. Pero, ade- más, ese lugar es indisociable del momento de enunciación, marcado por el debate en torno a las «nuevas sociologías», a las que no es ajeno este artículo. Uno y otro, lugar y momento de 151 Título del artículo Elena Casado, Universidad Complutense de Madrid y Gabriel Gatti, Universidad del País Vasco Política y Sociedad, 36 (2001), Madrid (pp. 151-171)

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Viaje por lasfronteras del camposociológico.Una cartografíade la investigaciónsocial

Elena Casado y Gabriel Gatti

¿Cómo se puede estar a la vez fuera ydentro? Espacialmente es imposible y lógi -camente es impensable, es decir, contradic -torio. Una puerta ha de estar abierta ocerrada, e incluso una puerta entreabiertaya está abierta; un hombre ha de estar den -tro de la sala o fuera de la sala. Pero tam -bién puede estar en el umbral, pasar una yotra vez del interior al exterior. Este milagrose produce misteriosamente todos los días.¡No hay quien lo entienda!

Vladimir Jankélévitch, La aventura, elaburrimiento y lo serio (1989: 13)

1. Repensando la fronteraentre teoría y práctica

E ste artículo se enuncia desde inquie-tudes tácticas, epistemologicas ym e t o d o l ó g i c a s . Las primeras dan

forma a las disposiciones y a los recursos conlos que construimos los enunciados que siguen,clara y explícitamente determinados por ellugar y el momento en el que se sitúan –en elcontexto de la Academia– quienes los dicen: elpaso hacia la condición de doctores mediadopor la construcción de una tesis y los constre-ñimientos que impone este rito de investidura;las inquietudes epistemológicas guardan rela-ción con una serie de interrogantes sobre elcarácter de la disciplina, sobre el lugar que éstao t o rga a observadores y observados y sobre lacaracterología del espacio en donde unos yotros entran en contacto, esto es, el campo deinvestigación; por último, las inquietudesmetodológicas refieren a cómo se dibujan loscontornos y se definen los contenidos, primero,de los objetos y del campo de investigación quela sociología considera que le son propios, y,segundo, de las actitudes y disposiciones conlas que un investigador social ha de situarse ensu campo de investigación para que lo que hagasea entendido como «sociológico». Estas tresinquietudes dibujan a grandes rasgos el l u g a rdesde el que se enuncia este texto. Pero, ade-más, ese lugar es indisociable del m o m e n t o d eenunciación, marcado por el debate en torno alas «nuevas sociologías», a las que no es ajenoeste artículo. Uno y otro, lugar y momento d e

151Título del artículo

Elena Casado, Universidad Complutense de Madrid y Gabriel Gatti, Universidad del País VascoPolítica y Sociedad, 36 (2001), Madrid (pp. 151-171)

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enunciación, dibujan el punto de origen de esteviaje por las fronteras del campo sociológico.

1.1. SOPORTES DE LAINVESTIGACIÓN SOCIAL:LA LÓGICA DE LA

REPRESENTACIÓN Y LA GRAMÁTICA DEL VIAJE

Estas «nuevas sociologías» constituyen unejercicio que suele presentarse a la contra de lasformas de hacer y de decir características de loque, desde Foucault, entre otros, podemos deno-minar «paradigma clásico». A saber, y permíta-senos que lo que sigue adopte una forma algoc a r i c a t u r e s c a 1: el conocimiento sociológico y lainvestigación social imaginados como algo quea l g u i e n afirma sobre a l g o. Propuesto de esamanera, el conocimiento se hace posible desdeel levantamiento de una barrera que deja de unlado al continente s u j e t o –ocupado por quienesson competentes para observar–, y que emplazaal otro extremo al continente o b j e t o –repleto detodo lo que es susceptible de ser observado–. Yentre ambos continentes los dos grandes arsena-les de la ciencia clásica, los que hacen que lacesura entre uno y otro sea menos profunda oque sea, al menos, transitable: la re p re s e n t a c i ó ny el viaje de investigación.

El primer arsenal, la lógica de la represen -tación, permite pensar que «el universo de dis-curso característico de la ciencia es (…)exhaustivamente definible y tendencialmenteinmutable, y sobre todo es considerado iso-morfo al universo tout court» (Ceruti, 1994:34). La representación articula así todo el edi-ficio del saber clásico, pues autoriza al sujetoportador de ciencia a pensar que sus observa-ciones se dirigen a algo situado «ahí fuera», aalgo a la espera de ser visto para poder serconocido. A la larga, el bosquejo del mapa delmundo podrá culminarse, pero si y sólo si elmétodo se aplica meticulosamente, única reglaque garantiza que el objeto, exterior, sea perci-bido en su plenitud y sin sesgos más o menosintencionados: sólo si es manejada con correc-ción, la representación es científica, y es esavigilancia la que hace de la observación méto -do y de la representación de los objetos cono -cimiento de la realidad exterior. El resultadoes, como señala Woolgar, que «creemos quelos objetos preceden y dan lugar a su represen-

tación, precisamente porque ésa es la forma enque hemos organizado nuestras percepcionesdel mundo, nuestros acuerdos sobre la formaen que deben dirigirse y sancionarse las accio-nes, nuestras expectativas, etc.» (1991: 103).

El segundo arsenal de la observación, la g r a -mática del viaje científico, constituye un postu-lado que, a diferencia del primero, no es fre-cuente encontrar enunciado explícitamente peroque es, sin embargo, el presupuesto necesariode la representación. En efecto, sólo cabe hacerpresente, representar, aquello que está fuera dequien elabora la representación imaginando unobjeto que preexiste a la observación y hacia elque el observador ha de desplazarse para descu-b r i r l o 2. ¿Cómo sin un desplazamiento de la Uni-versidad hacia el Terreno y un regreso delTerreno hacia la Universidad imaginar la antro-pología y la sociología? El viajero ha de partirde esos «lugares centrales de acumulación teó-rica» (Clifford, 1999), y, tras descubrir al obje-to en los territorios por desvelar, volver a ellos,esto es, regresar con él para insertarlo en laparrilla donde se recogen, clasificados y orde-nados, todos los objetos del mundo. Ahí, en el«centro de cálculo» (Latour y Wo o l g a r, 1995),se origina el desplazamiento que posibilita larepresentación y también en él finaliza, puessólo respecto a él la representación ostenta elestatuto de científica. De nuevo Woolgar expli-ca con claridad los rudimentos de esta gramáti-ca del viaje científico y da cuenta de su condi-ción de metáfora sustantiva y sustantivadora delproceso de investigación en ciencias sociales:

«La metáfora del descubrimiento cien -tífico, la idea de des-cubrir, es pre c i s a -mente la de des-cubrir la realidad y re v e -lar algo que había estado siempre ahí(…). Esta imagen se deriva, en parte, dela noción de descubrimiento geográfico(…). La retórica de esta ontología nosmuestra los objetos del descubrimientocomo algo fijo, mientras que consideralos agentes del descubrimiento comoalgo meramente transitorio» (1991: 84).

1.2. TOPOI DE LAS «NUEVASSOCIOLOGÍAS»

Lo cierto es que hoy, protegidos por las lla-madas a la «atención a la complejidad de nues-

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tros objetos», al «carácter mediado de nuestrosconocimientos», a la «performatividad de lasociología sobre lo social», nadie que se pre-tenda comprometido con el pensamiento con-temporáneo hace, explícitamente al menos,votos de fidelidad para con el paradigma clási-co. Bien al contrario, todo análisis que se quie-ra contemporáneo está casi obligado a ser fielseguidor de su alternativa más fuerte: la de unparadigma que, con Navarro, podría ser nom-brado como el de la «objetividad reflexiva»,esto es, aquel que «desborda el objeto e inclu-ye en su radio de acción al sujeto, que así debedar cuenta de sí mismo en los términos de loque es su producto: la propia actividad objeti-vizadora por él constituida» (1990: 54). Laconsecución de los supuestos que se escondentras la formulación de este paradigma alterna-tivo al clásico pasa por el reconocimiento detres campos de problemas, diferentes peromuy íntimamente ligados. Son problemas quesostienen las propuestas más o menos críticasque han desarrollado las «nuevas sociologías»y que conforman la base desde la que se for-mulan los votos de obligado seguimiento deeste nuevo credo:

P r i m e ro, el problema de la complejidad cre -ciente de un objeto en el que se reconocen lasmismas capacidades objetivadoras antes re s e r -vadas para el sujeto de la observ a c i ó n. Laconstatación de la indiferenciación crecienteentre la «etnosociología» y la «sociología aca-d é m i c a » 3 ha conducido a diversas teorizacio-nes que reducen la distancia entre las capacida-des objetivadoras del sujeto y el objeto delconocimiento sociológico4 –hasta ahora enten-didos separadamente–, siendo quizás en eldiagnóstico sugerido por la imagen de la socie-dad reflexiva (Lamo de Espinosa, 1993,1 9 9 9 ) 5, donde se encierran las líneas de preo-cupación esenciales de este primer problema.A saber: por un lado, la extendida convicciónde la distancia creciente entre la arquitecturaque sostiene los conceptos básicos de las cien-cias sociales y la que soporta los fenómenosmás relevantes de la «realidad» contemporá-nea; de otro, y fundamentalmente, la asunciónde que las ciencias sociales son saberes reflexi-vos; esto es, la tematización del hecho de que,primero, toda actividad objetivadora constituyesu objeto de observación y, segundo, del hechode que mientras que los objetos de las cienciasduras son re c a l c i t r a n t e s –nunca abandonan su

capacidad de o b j e t a r–, los objetos de las cien-cias sociales dulcifican su impertinencia alsometerse a lo que el observador espera deellos (Latour, 2000). De ambas cuestiones seinfiere la necesidad de relativizar la capacidadanalítica de las categorías que soportaban eledifico teórico de las ciencias sociales, desdelas más familiares (sociedad, individuo…) a lasmás elaboradas (acción, estructura…), y, con-secuentemente, la urgencia de reformularlas.Se asume, así, la imposibilidad de agotar ladescripción de la realidad y también la perma-nente y recurrente opacidad de lo social con-temporáneo. Lamo de Espinosa resume las cla-ves de este primer problema:

«La comunicación, no sólo entre acto -res, sino entre el actor de una parte y elinvestigador social de otra, rompe con laepistemología tradicional que considerael conocimiento como reflejo o copia delobjeto en el sujeto. Ahora resulta que larealidad (de una parte) la construyen losa c t o res pues el sentido que aportan a lasituación (su definición de la situación)es parte de la situación. Y de otra, re s u l -ta que (en alguna medida) esa definiciónde la situación ha sido conformada porlas (previas) definiciones elaboradas porlos investigadores sociales de modo quela ciencia social –lo quiera o no– consti -tuye su objeto al tiempo que lo estudia»(1993: 389).

Segundo, el problema del pro g resivo descen -tramiento de un observador alejado ya delsueño de alcanzar un único y privilegiado lugarde observación de la vida social y de lograr unavisión acabada y definitiva del espacio en elque aquélla se desarro l l a. La asunción de laposición no centrada del sujeto de la observa-ción por efecto de la ya evidente dependenciade toda práctica cognitiva del lugar y delmomento desde el que se enuncia la observa-ción implica reconocer el carácter socialmentecondicionado del conocimiento y, consecuente-mente, asumir el desmoronamiento del Sujetoilustrado, a lo que han contribuido desde el psi-coanálisis al postestructuralismo pasando porlas teorías feministas y postcoloniales. Son ejer-cicios de relativización de la solidez del lugarque ocupa el observador en sociología, que sehan traducido en propuestas que van desde el

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cuestionamiento radical del ejercicio científicoen general y del sociológico en particular –enfórmulas como las de Baudrillard o las del cons-tructivismo radical–, hasta las que abogan porhacer más porosas las fronteras entre las disci-plinas (distintos debates con el prefijo i n t e r –como común denominador: i n t e rd i s c i p l i n a r i e-dad, i n t e rs u b j e t i v i d a d …6). Y entre esos extre-mos, apuestas como las de la Sociología Simé-trica o los «conocimientos situados» deH a r a w a y, que partiendo de la aceptación de lainevitabilidad de las consecuencias de la repre-sentación y, precisamente por ello, abogan por ladesnaturalización de las fronteras hoy objetiva-das y por la responsabilidad en la construcciónde las que emergen de sus propias actividades,haciendo de ellas un lugar de conocimiento. Estarenuncia al ideal de omnisciencia de la cienciaclásica, común a todas esas formulaciones, nosinvita a repensar el lugar desde el que dar formaa la figura del observador y a las disciplinas enlas que éste se inscribe, puesto que:

«Ya no es posible ninguna aproxima -ción sintética. No se dan torrecillas deobservación con los requisitos requeri -dos [sic]. El problema consiste en cam -bio en integrar la subjetividad y la obje -tividad del enfoque propio (…). E lobservador sabe que lleva siempre con -sigo el “pecado original” de su limita-ción. Pero sumergirse en ella es el únicoinstrumento para alcanzar la intersubje -tividad» (Ceruti, 1994: 48).

Tercero, el debate sobre el conocimientomismo, al que subyace la crítica a la filosofíarepresentacional, y que se manifiesta en laproblematización de las relaciones entre elsujeto y el objeto de la observación. Situado enel interfaz entre los dos problemas anterioreseste tercero los contiene y sintetiza, pues, enefecto, la complejización del objeto y el des-centramiento del sujeto empujan a abandonarun discurso científico que pretenda clausurarel conocimiento de la sociedad obviando sucronotopo, esto es, sus condiciones de enun-ciación, incluidas las redes de poder/saber enlas que se inserta. Quedan así impugnadas,primero, la estabilidad del par sujeto/objeto y,segundo, la anterioridad de uno sobre el otro,ya sea del sujeto sobre el objeto (estrategiadeductiva: solución formalista o desplaza-

miento del sujeto hacia el objeto), o del objetosobre el sujeto (estrategia inductiva: soluciónidealista o desplazamiento del objeto hacia elsujeto). Es más, el trabajo de la ciencia serevela como un proceso de depuración queextrae a sus objetos de los haces de relacionesque integran, haciendo de lo analógico unidaddiscreta y de la multiplicidad de actores (Grei-mas, 1976), humanos y no humanos, actantesinterpretables. Se reconoce, entonces, que todaactividad cognitiva interviene sobre lo real,que requiere de una representación que, comoveremos, hace emerger ciertas relaciones altiempo que oculta otras; pero, al mismo tiem-po, se advierte que los dos extremos entre losque se encierra el conocimiento –sujeto y obje-to de la observación– no son su fin sino superiferia (Lourau, 1997: 4). Así, la actividadcognitiva no se sitúa ni del lado del objeto nidel lado del sujeto, sino precisamente en lamutua y permanente negociación que los cons-tituye y que perfila las fronteras que permitenpensarlos autónomamente (estrategia trans-ductiva (Ibídem: 3 y ss.): solución dialéctica, odesplazamiento permanente entre sujeto yobjeto de la investigación social):

«La inducción y la deducción buscanlas estructuras producidas y exigen quela marcha o camino del investigador see n c i e rre en un método o metacamino queimplica la reducción de la subjetividadde ese investigador –de sujeto en pro c e -so a sujeto transcendental– (…). Elcamino transductivo es una (re ) c o n s t ru c -ción permanente del método o metaca -mino a lo largo del camino, por un suje -to en proceso que sigue al ser en sugénesis, en su incesante producción denuevas estructuras» (Ibáñez, 1985: 264).

Estos tres campos de problemas, son, hoy,lugares de paso obligado para el hacer socioló-gico y suponen socavar no pocos de los supues-tos básicos e incuestionados de las cienciassociales, pues, indudablemente, una vez abier-tas las vías de comunicación con el objeto, yano ha lugar una ciencia que se pretenda compe-tente para clausurar su conocimiento, sino, bienal contrario, una práctica científica lúcida res-pecto a lo que su acción deja fuera (los restosdel conocimiento) y, sobre todo, lúcida en rela-ción a lo que su acción genera (las consecuen-

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cias no intencionadas del conocimiento socioló-gico, los efectos performativos, los desechos dela representación científica). El trabajo sobreunos –los restos del conocimiento– y otros –losdesechos de la representación– se realizará eneste texto apoyándonos en lo que se deriva deuna de nuestras inquietudes, las m e t o d o l ó g i c a s;esto es, desde lo que perturba nuestras certezassobre los utillajes de los que valernos para hacersociología. Estas inquietudes marcan el puntode partida de este trabajo y determinan los otrosdos conjuntos de preguntas que lo atraviesan:las t á c t i c a s, acerca de cómo gestionar ese pro-ceso iniciático que se llama «tesis doctoral», ylas e p i s t e m o l ó g i c a s, sobre cómo dar forma en lainvestigación social todo a lo que nos conminanlas «nuevas sociologías». Todas ellas nos con-ducen necesariamente a proponer varios inte-rrogantes: ¿cómo administrar la frontera entredeterminados llamados de la teoría sociológicay la práctica concreta de la investigación socialdurante el proceso de elaboración de las tesisdoctorales?, ¿cómo aproximarnos –guiados porel nuevo credo– a una interpretación encarnadadel ejercicio sociológico, donde teorización einvestigación empírica aparezcan como formasde participación en y del objeto (Asensi, 1987:17) y no como dispositivos para situarse porfuera y por encima de él? Preguntas que paraquienes, en estos momentos y desde esos presu-puestos, están implicados en prácticas de inves-tigación social, y por tanto para quienes, comoen nuestro caso, transitan por el proceso de ela-boración de una tesis doctoral, acarrean la nece-sidad de interrogarse por la construcción de larelación sujeto/objeto, por los instrumentos queen ella intervienen, por los presupuestos de par-tida… A interrogarse, en suma, por la c o n s t ru c -ción del campo de investigación en cienciass o c i a l e s, y a hacerlo abordando la historizaciónde las fronteras que lo articulan y dotan de sen-tido. Esta posición sitúa el proceso de investi-gación mismo en el centro de atención, y nosincita a internarnos por paisajes más producti-vos, que nos permitirán incluso desmitificar lasdos entidades que juegan el juego de la investi-gación social –sus sujetos y sus objetos–, relati-vizar la consistencia de los lugares por los queésta se despliega, y replantear sus trayectosposibles, ayudándonos así a arribar a terrenosmás pantanosos y menos salubres (Haraway,1999: 121) pero donde aún tenga cabida laa v e n t u r a .

2. Operacionesde delimitación del campo

de investigación

Si no quieres sorpresas, prepara tuviaje desde aquí 7.

La mención a la tesis doctoral como matrizque explica y da forma al lugar de enunciaciónacadémico de este texto, y su interpretacióncomo limitación táctica que explica buena partede los contenidos y de las formas de este artícu-lo no es en absoluto gratuita. Y menos aún siconsideramos lo que, en nuestro contexto, sig-nifica hacer una tesis: acción ritualizada de fijaruna posición y de establecer un punto de vistaacadémicamente legítimo. Tan es así que puedeafirmarse que la tesis es, dentro de los procedi-mientos de las ciencias sociales, uno de los másritualizados: encerrado en una estructura narra-tiva, encerrado en una lógica de construccióndel objeto, encerrado, en suma, dentro de loslímites que demarca el campo disciplinar.

En efecto, la secuencia del relato de una tesisencierra al sujeto de la narración en un ciclo delque es difícil escapar, un ciclo que se arma através del paso obligado por una serie de hitosque es necesario visitar para que lo que se hagasea legítimo para la Academia y pertinente parala disciplina para la que quien está doctorándo-se postula su candidatura. Basta con ver losmodelos que hay que cumplimentar para obte-ner las becas de Formación de Personal Inves-t i g a d o r. La secuencia es diáfana: a lapresentacióndel p ro b l e m a le sigue la enuncia-ción de los a n t e c e d e n t e s y del estado actual delt e m a, a la cual, puestos ya en faena, le sucedenlas h i p ó t e s i s, los o b j e t i v o s –los teóricos de unlado, los empíricos del otro, y, en el medio, elinterés social del tema–, y, ya en el final, la pre-visión del desenlace, el espacio en donde emer-gen, como resultado natural de la aplicacióncorrecta del método, el plan de trabajo y lab i b l i o g r a f í a por la que viajar para alcanzar losobjetivos propuestos. Esta es la estructura pla-nificada (c f . A C O TA C I Ó N I) 8. Y si la tesis es tal,se respetará en la investigación, de tal modoque, salvo pequeñas diferencias estratégicas(así, los amantes de la Gran Teoría construiránel marco teórico y realizarán luego el trabajo decampo, mientras los que, a la inversa, se sien-

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tan seguidores del Empirismo Abstracto, actua-rán inductivamente, extrayendo lo que en sustrabajos haya de teorización de lo obtenido desus paseos –método mediante– por el objeto),al final del recorrido surge el texto que sehabrá de depositar, allí donde uno fija sus posi-ciones, donde se enuncia la tesis. Su estructuranarrativa es, pues, de una fuerza retórica su-mamente eficaz: permite, en primer lugar, quenos distingamos del objeto y que así emerja-mos como sujetos, y en segundo lugar, delimi-tados ya los continentes «sujeto» y «objeto»,hace factible que el primero viaje hacia elsegundo y que, además, viaje correctamente 9.Sólo queda salir para validar lo planeado por

medio de la recogida de datos, paso necesariopara desvelar la naturaleza del objeto y definirde manera sustantiva los límites del campo quelo contienen:

«Lo que da validez al trabajo de campoes el acto de s a l i r físicamente hacia unespacio desbrozado de trabajo. Salir p re -supone una distinción espacial entre unabase conocida y un lugar exterior de des -cubrimiento. Un espacio desbrozado detrabajo supone que es posible mantener araya las influencias distractoras. Uncampo, por definición, no está invadidopor la maleza» (Clifford, 1999: 72).

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De los dos arsenales que hemos consideradoque estructuran el paradigma clásico, lógica dela representación y gramática del viaje, vamosa utilizar esta última como trama sobre la quearticular nuestro relato sobre el trabajo de laciencia. Un viaje, además, que debe ser narra-do en un proceso marcado por dos fases(Atkinson, 1990: 57 y ss.): mientras que la pri-mera consiste en la acumulación, durantemeses o incluso años, de notas voluminosas(write down), imaginadas como transcripcio-nes ininterrumpidas de lo que sucede sin inter-vención alguna del transcriptor, la segunda, lade «elaboración del informe» (write up) trans-

forma a través del relato científico «lo recogi-do» (down) en «dato» (up) (Ibídem: 61). Efec-tivamente, la terminología tradicional del ofi-cio es indicativa de la conceptualización de lainvestigación como un viaje de ida y vuelta,como una lógica unitaria con dos movimientosabsolutamente engarzados, pues ninguno deellos tiene sentido al margen del otro. A esto esa lo que denominamos lógica de acercamien -to/alejamiento, lógica escindida en dos movi-mientos, asociados, a su vez, a diferentes dis-positivos, de focalización en el movimiento deacercamiento y de olvido en el movimiento dealejamiento.

ACOTACIÓN I: TESIS, EL PROYECTOO de cómo el ajustarse a la estructura narrativa crea la ficción de la distancia entre

el sujeto y el objeto

Partiendo de las propuestas de... G.G.: La sociología del nacionalismo, de la lengua y de la identi -dad colectivaE . C . : la epistemología feminista, la semiótica y la sociología de lac i e n c i a

G.G.: la transformación de la identidad en las redes institucionalizadasde enseñanza de euskera a adultos...aplicadas al c a s o d e . . .E.C.: la transformación de las identidades de las mujeres españolas( 1 9 7 5 - 1 9 9 5 )

G . G . : la euskaldunización de adultos es una institución dere p roducción y de transfiguración de la conciencia nacionalista...se plantea la h i p ó t e s i s de que...E . C . : las identidades (de género) son producto de la interr a l a -ción de posiciones sociales, narratividad y performatividad

La c o m p ro b a c i ó n de esa hipótesis exige...G.G./E.C.: la realización de un trabajo de campo fun -damentalmente cualitativo sobre el discurso de losagentes que participan de esa situación social

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2.1. PRIMER MOVIMIENTO:EL ACERCAMIENTOY LOS DISPOSITIVOSDE FOCALIZACIÓN

Bourguet, hablando de los expedicionariosdel Renacimiento, nos recuerda que en tododesplazamiento se parte de un mapa. Es el pri-mer paso de toda representación, científica ono, contemporánea o no:

«Antes de su partida, exploradore s ,geógrafos y políticos imaginan el viajes o b re mapas: con sus líneas inseguras ysus espacios en blanco, rodeados deleyendas, ofrecen un cuadro del sabergeográfico del tiempo, mezcla de conoci -mientos positivos, informaciones más omenos verificadas y sueños. Es indudableque estas re p resentaciones son a vecesfantásticas y pueden ser completamentee rróneas sobre el terreno. Pero ello no esóbice para que la decisión del viaje, laelección del itinerario y los objetivos selevanten sobre estos conocimientos. Lare p resentación geográfica imaginariapermite pensar la partida, y, de ese modo,la hace posible» (1995: 279)

Del mismo modo que los exploradores, losgeógrafos y los políticos del Renacimiento, losinvestigadores sociales decidimos el itinerarioy los objetivos apoyándonos en mapas: acerbosde conocimientos sociológicos (manuales dis-ciplinarios (atlas de nuestros viajes), hábitos deinvestigación social (ritos que instituyen al via-jero (pasaportes para atravesar las fronteras,tanto a la ida como en el regreso), convencio-nes representacionales (códigos interpretativosconsensuados (leyendas para entender el mapay poder hacer la transición del mapa al objeto).Partimos pues, de cartografías selectivas, deperspectivas incorporadas. En este sentido, elmapa puede entenderse como un f o c a l i z a d o r,un útil del «trabajo de la representación»; esd e c i r, un faro que ilumina, que hace visible,que nombra y que recorta el objeto de estudio.

El mapa permite proyectar sobre el campo unadeterminada perspectiva –incuestionable, puesasumida y sustentada por la «comunidad»– y,así, perfilar el objeto de la investigación1 0. Eldeslizamiento semántico desde la p e r s p e c t i v a ,en tanto que instrumento del pintor, útil de larepresentación visual, hacia la p e r s p e c t i v a ,entendida como instrumento del sociólogo, útilsociológico –perspectivas «funcionalista»,«estructuralista», «de género», «de identidad»…– es muy revelador de la fuerte imbricaciónde la lógica de la representación y de la gramá-tica del viaje, soportes fundamentales, insisti-mos, del paradigma clásico de la investigación.No puede desdeñarse su incidencia en la cons-titución de la noción de campo con la que setrabaja en ciencias sociales, pues, en efecto, elque desde Alberti o Descartes se conoce como«orden escópico» (Sauvageot, 1994) o, tam-bién, «ocularcentrismo» (Jay, 1995), tiene en laperspectiva el instrumento fundamental paravincular al sujeto y al objeto de la observación,pero, sobre todo, encuentra en ella la herra-mienta para definir la extensión y el contornode lo que el ojo del observador puede atrapar11:para el fotógrafo, el encuadre; para el sociólo-go, el campo. Perfilado el campo como campode coherencia óptica, «el espíritu se hace cien-tífico viendo el mundo en perspectiva» (Latour,1985: 11) (c f . A C O TA C I Ó N I I) .

A C O TACIÓN II: TESIS, LA PERSPECTIVAO de cómo la sociología focaliza sus objetos

157Viaje por las fronteras del campo sociológico. Una cart o g r a f í a . . .

Sujeto Objeto Objeto Sujeto

Movimiento 1 Aceramiento Movimiento 2 AlejamientoDispositivos de focalización Dispositivos de olvido

Cuadro I. Lógica de acercamiento/alejamiento

Las perspectivas de la identidad (nacional, degénero), como toda perspectiva, nos permitenperfilar los contornos de nuestros objetos yvisualizarlos (mujeres, neo-vascoparlantes). Porejemplo, la matriz común para perfilar y visuali-zar la identidad nacional es soportada por unaarquitectura que se conforma de acuerdo a tresreglas: 1) la existencia de un centro que da formaal Nombre de la comunidad («vascos»), 2) laexistencia de un tiempo y un espacio sagrados(«Historia y Territorio nacionales») y, 3) la ade-cuación de la acción a esos parámetros (mecanis-mos de socialización y de reproducción de la

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Pero el ejercicio cartográfico, del que emer-gen el campo y el objeto, y que permite realizarel primer movimiento de la lógica acercamien-to/alejamiento es, a su vez, un ejercicio situadoy como tal social, histórico y contingente: lascartografías concretas se insertan a su vez enotras cartografías más amplias, o dicho de otraforma, no se puede mapear cualquier cosa encualquier momento ni en cualquier lugar. Deesta manera, el acercarse a un objeto y desve-larlo no pasa tanto por la preexistencia del obje-to respecto a la observación sino por las condi-ciones de posibilidad de la objetivación,condiciones que no están presentes en el objetomismo, sino en las instituciones, los tipos declasificación, los modos de caracterización, quehacen que el objeto emerja como singularidadc l a s i f i c a b l e1 2. En suma, lo que se representa y secartografía es el resultado de procesos interpre-tativos que constituyen lo que ha de verse,aquello sobre lo que hay que intervenir1 3, loslugares hacia los que hay que viajar; eso queconstituyen, en definitiva, lo que resulta i n t e re -s a n t e para la mirada científica:

«Lo interesante está en función delinterés. Y el conocer está en lointeresante(…). Es lo interesante quienabre el terreno a lo cognoscible. No demanera unívoca además: el logro delconocimiento repercute sobre lo intere -sante, lo hace más visible y lo refuerza.

En concreto, el logro atrae sobre lo inte -resante del que trata todo el dinamismode la confirmación ligada al logro :financiación de las investigaciones, ins -titucionalización didáctica, etc. (…). Lointeresante juega un rol propiamenteheurístico: es él quien da paso a lonuevo cognoscible (…) en cuanto que eslo interesante quien hace aparecer elespectáculo problemático (…). Una pro -blemática nueva es realmente unaganancia teórica, una ganancia decampo, una ganancia de punto de vista.Constituye y a veces también instaura loobservable y lo tratable» (Schlanger,1983: 129-30)

La cartografía dibuja los perfiles de losterritorios que son objeto de nuestro interés:perfila los problemas, mapea lo visible, danombre a sus objetos, conforma y afirma lasfronteras del campo. En ella confluyen las dis-tintas instancias con capacidad de movilizarlos que podríamos llamar «recursos de intere -samiento», instancias, pues, capaces de hacerde algo una materia problemática y un lugarde intervención científica, capaces de hacerobjetos de ciencia. Objetos de acercamientoque merecen, entonces, el interés de un viaje,aun cuando éste sea un viaje colonizado 14.

2.2. SEGUNDO MOVIMIENTO:EL ALEJAMIENTOY LOS DISPOSITIVOS DE OLV I D O

Es una búsqueda, chéri, una historiade partida y regreso: tú te arriesgas enel exterior y después regresas cargadode tesoros. Eres un héroe.

David Lodge, El mundo es un pañuelo

Nos adentramos, pues, en el segundo movi-miento de la lógica acercamiento/alejamiento,donde los que denominamos dispositivos deolvido nos permiten distanciarnos de un objetoya inerte y regresar transformando la experien-cia en texto, los datos en «representacionesescritas de escenas sociales» (Atkinson, 1990:61), convirtiéndonos, así, en portavoces deunos representados ahora cautivos de la repre-sentación.

158 Elena Casado y Gabriel Gatti

A C O TACIÓN II: TESIS, LA PERSPECTIVAO de cómo la sociología focaliza sus objetos

(Continuación)

identidad nacional). De acuerdo a esta lógica, elobjeto «neo-vascoparlantes» ocupa un espacio detransición: el que permite el paso del estado iden-titario de quienes no poseen ni el Nombre, ni elTerritorio ni la Historia al de quienes sí lo po-seen. Mediante la perspectiva, el objeto quedadefinitivamente recortado, singularizado; a partirde ahora el científico social, encerrado en ellaboratorio con su objeto, ya puede diseccionarloy combinarlo con otros objetos de arquitecturasimilar. Así, por ejemplo, «mujeres» puede entraren relación con objetos como «poder» (debates einvestigaciones sobre «Mujeres y participaciónpolítica»), «trabajo» (programas de intervenciónbajo el lema «Mujer y Trabajo») o «salud» (tex-tos como «Cooperación en salud con perspectivade género»).

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Para que eso suceda, para que el viaje seapensable, para que el sujeto y el objeto se dis-tancien y apuntalen la condición que ostenta-ban durante las primeras fases del trabajo, lasde observador y observado, la condición esque el viaje sea «puesto en representación»(Reichler, 1987: 134). Es, en efecto, el relatoquien crea el espacio de análisis que denomi-namos «campo» y que da entidad a quienes lohabitan –nuestros «objetos» –, y quien consti-tuye un espacio de visibilidad donde lo obser-vado a lo largo del viaje emerge como objetoanalizable 15. Reconstrucción a posteriori de lovisto, la narración del alejamiento nos enseñaque «el viaje no es más que un gran e inme-diato giro que nos lleva a nuestro punto de par-tida anulando el espacio y el tiempo que sepa-ran el fin del principio» (Vadsaria, 1987: 55);ése es el giro por el cual la investigaciónsocial, y por tanto la tesis doctoral, se convier-te, como veremos, en una secuencia más delmanual, modelo del trabajo de disciplina.¿Pero sobre qué fundamentos epistémicos seorienta ese giro?

Podemos partir del modelo de separación ei n v e r s i ó n que Woolgar propone para analizar eltrabajo de la ciencia. Ese proceso, nos dice, estájalonado por cinco etapas: en la primera etapaúnicamente está el documento –las cartografíasde las ciencias sociales–; en la segunda etapa eldocumento construye y constriñe las fronterassustantivas del objeto –se activan los focaliza-dores– para, en la tercera etapa, presentar eldocumento y el objeto como entes autónomos–cesura constituyente de los continentes yapolares–; en la cuarta etapa el trabajo de larepresentación invierte el proceso presentandoel documento como reflejo del objeto –retóricade la representación–. La quinta etapa, objeto denuestro interés en este epígrafe, consiste ennegar u olvidarse de las tres primeras fases, estoes, en reescribir «la historia para dotar al objetode su fundamentación ontológica» (1991: 105)al quedar la cuarta etapa –el objeto escindidodel sujeto, la representación desgajada de lorepresentado– como único recuerdo 1 6.

1) documento2) documento objeto3) documento objeto4) documento objeto5) «negar» (u olvidarse) de las etapas 1-3

La experiencia –del viaje, de la investiga-ción social– deviene, así, tras el olvido, textoobjetivado. Esta última fase, la del informefinal, aparece, propone Kilani, como «unatarea neutra de traducción de lo real a partir deuna interpretación correcta de los datos empí-ricos recogidos adecuadamente sobre el terre-no» (1988: 7-8), donde se suprime cualquiervínculo entre los resultados de la investigacióny los caminos recorridos, cristalizándose así elobjeto de investigación, fortificándose elcampo y emergiendo la figura del autor comonarrador neutral y omnisciente 17.

En esa fase, donde el objetivo perseguido esel distanciamiento con respecto al objeto,texto y autor son dispositivos de olvido cen-trales para ese movimiento y ambos interpre-tan al unísono la magia de la representación.Mediante el primero, la experiencia de lainvestigación, procesual y multidimensional,se transforma en algo plano y sin fracturas, enun objeto, en suma, transportable 1 8. El viajese reduce a las instantáneas consideradas sig-nificativas tras el regreso, a las inscripcionesque nos traemos a la Universidad –centro delcálculo– desde el Terreno –su periferia–. Pormedio del segundo, la autoría, el investigadorse esfuma detrás de su objeto y de su discipli-na. A esconderse tras el objeto llega poniendoen boca del «objeto» lo que no es sino unainterpretación a posteriori del científico 1 9, y,así, da nombre y unidad a los dichos, hechos eidentidades que «ese nativo» representa. Enotras palabras, este primer dispositivo deolvido opera expulsando al investigador deltexto y sustituyéndolo por un narrador colec-t i v o2 0, convirtiendo al objeto analizado enactor de su propia narración: el objeto recorta-do por la perspectiva («de género», «de iden-t i d a d » … ) aparece en el texto como objetodefinitivamente naturalizado (mujeres, v a s-cos…), autónomo con respecto al trabajo de larepresentación. Para esconderse tras la disci-plina se vale de su condición de miembro dela comunidad de sabios, un lugar que le haceaparecer no como sujeto que enuncia, sinocomo instancia de unificación del discurso,proyectando sobre él mismo esa misma im-presión de unidad (Foucault, 1987: 24). Elautor científico es un lugar, por tanto, comple-jo: un lugar que ha de negarse, que no debehacerse explícito, que debe camuflarse en elestilo del no-estilo 2 1.

159Viaje por las fronteras del campo sociológico. Una cart o g r a f í a . . .

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Cristalización del objeto, emergencia delsujeto y retórica del descubrimiento, del viajedel segundo hacia el primero. Conversión de laexperiencia en texto, en definitiva. Ahora bien,este proceso de textualización aunque omitidode manera más burda por el paradigma clásico,no es, sin embargo, ni mucho menos específi-co de éste, sino que es un atributo inherente ala lógica representacional implícita en todoproceso de construcción discursiva. Comoseñala Clifford,

«Haga lo que haga una etnografía,traduce la experiencia en texto. Haydiversas formas de realizar esa traduc -ción, formas que tienen consecuenciaséticas y políticas significativas (…). Sepuede construir esta textualizacióncomo el resultado de la observ a c i ó n ,de la interpretación, del diálogo. Sepuede construir una etnografía com -puesta por diálogos (…). Se puederetratar al otro como un todo estable,esencial, o mostrarlo como el pro d u c t ode una narrativa de descubrimiento enunas circunstancias históricas especí -ficas (…). Lo que no se puede evitar, enninguno de los casos, es la asunción deque la etnografía convierte la expe -riencia y el discurso en escritura»(1986: 11 5 ) .

3. Desechosde la representación y el viaje

V iaje y representación como grandesarsenales de la investigación ycomo atributos sustantivos de las

inquietudes que prefiguran las prácticas inves-

tigadoras y perfilan el lugar de enunciación deeste trabajo. Viaje, como para los expediciona-rios del Renacimiento, desde el manual a uncampo construido a partir de los conocimien-tos derivados de aquél y que determina tanto laelección de los itinerarios como sus objetivos:el regreso cargado de tesoros al punto de parti-da, los centros de cálculo, aportando nuevosustento a las cartografías existentes. Podemosjugar con el modelo de Woolgar para represen-tar las relaciones entre el «manual» –entendi-do metonímicamente como focalizador centralde la disciplina– y la «tesis» –entendida meto-nímicamente como ejercicio disciplinado deinvestigación–:

1) manual

2) manual tesis

3) manual tesis

4) manual tesis

5) «negar» (u olvidarse) de las etapas 1-3

Trabajo, pues, de disciplina –en su dobleacepción: en sentido restringido, como disci-plina científica; en sentido amplio, como dis-ciplinamiento de hábitos (Foucault, 1987)–,que remite de nuevo a un campo de investi-gación entendido ya como un producto disci-plinar y disciplinario, más como un conjuntode prácticas que como un lugar preexistentea éstas. Ese disciplinamiento constitutivo delcampo regula las identidades y las diferen-cias que éste presupone, administra losmodos de decir y hacer 2 2, controla los conte-nidos y, sobre todo, gestiona las fronterasentre un campo que se presenta naturalizadoy unos territorios repletos de monstruos,desechos de la disciplina sociológica y deld i s c i p l i n a m i e n t o .

160 Elena Casado y Gabriel Gatti

Sujeto Objeto Objeto Sujeto

Acercamiento Dispositivos de focalización Alejamiento Dispositivos de olvido

Resto de la Lo insignificante, lo intermi- Rastro del disciplina P a rte nocturna de la in-d i s c i p l i n a : tente, lo impertinente; mons- m i e n t o vestigación, fuera-de-

t ruos no naturalizados texto, fuera del-libro

Cuadro II. Desechos de la lógica acercamiento/alejamiento

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3.1. FUERA DE LA DISCIPLINA:LOS RESTOS MONSTRUOSOSDE LOS DISPOSITIVOSDE FOCALIZACIÓN

Apoyándose en las cartografías disponibles,la ciencia, como una de las más poderosas ins-tancias de delimitación, nominación y visibiliza-ción, impone una distinción por la que el conti-nuo de la realidad social se transforma en objetoaprehensible, delimitado por fronteras más alláde las cuales «merodean monstruos cuya formacambia con la historia del saber» (Foucault,1987: 30). Estos monstruos pueden, entonces,identificarse como restos de los dispositivos defocalización, dispositivos que actúan en orden ar o t u r a r, fijar, y nombrar el territorio donde traba-ja la sociología y que, así, admiten, la emerg e n-cia de su objeto y de su campo de investigación.Dibujando esas fronteras dejan, no obstante, nopocas cosas más allá de ellas: «cada disciplinareconoce proposiciones verdaderas y falsas;pero rechaza, al otro lado de sus márg e n e s–señala Foucault– toda teratología del saber. Elexterior de una ciencia está más y menos pobla-do de lo que se cree» (I b í d e m: 29).

Esa teratología del saber puede empezar acomponerse atendiendo al otro lado de la fronte-ra, a la penumbra en la que se sumergen los res-tos, invisibles, de la disciplina. Allí quedan loimpertinente, lo incidental y lo intermitente; esen esa «oscuridad» donde emplazar lo socialinvisible (Gatti, 1999b), por donde pasean losOtros Inapropiados/bles (Minh-Ha, 1989), losinnombrables, que son quienes, ocultos, pornegación y distinción, dotan de sentido al objetoque los dispositivos de focalización recortan. Setrata de monstruos derivados de la propia lógicade construcción cartográfica y de las condicio-nes de im/posibilidad (Law, 2000) que la susten-tan y a las que da cuerpo, puesto que ese proce-so de desbroce requiere de mapas coherentes, esd e c i r, mapas sustentados por códigos únicos–esto es, una clara pertenencia disciplinar de lainvestigación– y unitarios –esto es, capaces dedar cuenta de la totalidad de «realidades» a losque han de aplicarse–. Mapas respecto a los queGombrich indica qué deben hacer y qué no:

«La misión de los mapas es normal -mente impartir información sobre losaspectos importantes de una zona, lo quesignifica que dejan a un lado las “apa -

riencias” (…). No sería bien acogido unmapa que provocase sensaciones visualesinesperadas, tales como el parpadeo (…).Hablamos de leer un mapa, y su re q u i s i t oprincipal es que sea fácilmente legible enuna sucesión de fijaciones. No debe haberi n t e r f e rencias de unos símbolos con otro sy deben ser tan independientes como seaposible. Si esa diferenciación falla su uti -lidad está en peligro» (1991: 103).

3.2. FUERADEL DISCIPLINAMIENTO:LOS RASTROS MONSTRUOSOSDE LOS DISPOSITIVOSDE OLVIDO

Una vez clausurado el ejercicio de escritura-ción de la investigación social con el que secierra el movimiento de alejamiento del campoy que entren a funcionar los engranajes de losdispositivos de olvido, en éste quedan sumidosciertos desechos del viaje: la propia experien-cia que lo constituye y, en el mismo movimien-to de ocultación, el carácter encarnado del des-plazamiento y de la estancia. ¿Quién habla?,¿desde qué cuerpo?, ¿cuál es el cuerpo socialdel etnógrafo o de la socióloga?, son, entreotras, algunas de las preguntas para las que noes posible encontrar respuesta si se busca dar-les forma con las claves que suministran unostextos, los de las ciencias sociales, que renie-gan de las tensiones y negociaciones que atra-viesan el proceso de construcción del campo yque obvian tanto su carácter encarnado, comola autopertinencia (Devereux, 1980) de lainvestigación social. Es así que, tras el relatoque sucede al alejamiento del campo, emerg een el texto un viaje sin marca y sin estilo.

El lugar del investigador se vacía y es ocupa-do por la disciplina. Aparece, entonces, un cuer-po disciplinado, neutro y exterior, ajeno a sí y alo que ve. ¿Desde dónde y cómo se define eselugar? Estableciendo rígidas fronteras con otrosdos territorios: lo e m o c i o n a l de la investigación( y, en consecuencia, sus medios expresivos: eldiario, la autobiografía…) y el lugar de enuncia -c i ó n de la investigación (entre ellos, la posiciónacadémica y las redes de poder/saber que la posi-bilitan, o las marcas sociales encarnadas en elinvestigador). Esos territorios exteriores a lainvestigación social, frente a los que ésta gana

161Viaje por las fronteras del campo sociológico. Una cart o g r a f í a . . .

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identidad y encuentra las bases de su legitimidad,conforman, por oposición, un cuerpo disciplina-do, y es en las fronteras con esos «otros discipli-narios» de las ciencias sociales donde se define yse combate por la construcción del campo, demodo que «el habitus del trabajo de campomoderno, definido en oposición al del viaje, haproscrito modos interactivos asociados durantemucho tiempo con la experiencia de viaje» ( C l i f-ford, 1999: 95). Ha proscrito, enunciado de otromodo, la experiencia del viaje y lo que la consti-tuye, reduciendo todo ello a texto objetivado.

El efecto de ello no es sólo, como hemosexplicado, la emergencia del campo y del objetocomo entidades exteriores a su analista y a la dis-ciplina; es también lo que Laplantine llama «laesquizofrenia profunda y permanente de las cien-cias humanas en su tendencia ortodoxa» (1987:171); esto es, la perpetua tensión entre lasdemandas de objetividad y la –creciente– necesi-dad de dar cuenta de la interferencia entre esaactividad objetivadora y las actividades objetiva-doras del objeto, tensión que se resuelve, prosi-gue Laplantine, «recortando los objetos, aislán-dolos, objetivando un campo respecto del que elobservador está ausente y respecto del que resul-ta intercambiable [con otros observadores]» (I b í -d e m). Por ello, las complejidades de la investiga-ción, los devaneos con el campo de trabajo, losescarceos por otros campos, la implicación enellos… son arrinconados a territorios ajenos altexto, allí donde se sitúan algunas de las incohe-rencias del proceso de investigación, esfumadasdel texto final y expulsadas al espacio que Derri-da (1972) llama el «fuera–del–libro» [h o r s – l i v re]–los prefacios– o a lo que Lourau (1988, 1997)denomina el «fuera–del–texto» [h o r s – t e x t e] –loserrores y las incoherencias, la cara oculta de lai n v e s t i g a c i ó n –2 3.

Rodeado por delante (agradecimientos yprólogos) y por detrás (conclusiones y biblio-grafía) emerge, pétrea, la figura del autor cien-tífico, sujeto que detenta un lugar de enuncia-ción firme y legítimo, actor capaz de decirsedueño de una posición disciplinada, pero queolvida, al hacerlo, la red de relaciones de lasque esa posición es recorte y reducción:

«Por olvidar el trabajo colectivo en elcual se inscribe, por aislar de la génesishistórica el objeto de su discurso, unautor practica la negación de su situa -ción real. Crea la ficción de un lugar pro -

pio (…). La puesta aparte de la re l a c i ó nsujeto–objeto o de la relación discur -sos–objeto (…) borra las trazas de lap e rtenencia de una investigación a unared –trazas que comprometen siempre, enefecto, los derechos de autor–. Camuflalas condiciones de producción del discur -so y de su objeto» (de Certeau, 1990: 72).

Así, tras el texto y como resultado de laacción de los dispositivos del olvido está el«autor-red», rastro monstruoso de los disposi-tivos de olvido, entidad escondida detrás ladisciplina –en cuya representación el autorcientífico investiga y habla en la tesis–, ydetrás del objeto –a quien ese autor representaen el texto de la tesis–.

* * *

Interrogarnos, por tanto, por la constitucióndel campo de investigación en las cienciassociales es una forma de reconstruir «lo que nose dice», «lo que se da por sentado», que es almismo tiempo lo que dispensa la pertinencia alo que se dice y la autoridad a quien lo dice: «ladisciplina –señala Voloshinov– consiste menosen la prescripción de lo que se debe hacer queen la exclusión y proscripción de ciertas formasde imaginar la realidad histórica» (Vo l o s h i n o v,1992: 86). Ahora, desde esta perspectiva, lasfronteras se desvelan como límites constituti-vos de lo que se presentaba como anterior aellas, como posibilitadoras de la cognición altiempo que sus regentes y, sobre todo, comoborraduras significativas del proceso de cons-trucción de sentido. Vislumbramos ya las limi-taciones del concepto de campo en el paradig-ma clásico, sus puntos ciegos, y arribamos, así,a esos terrenos pantanosos a los que decíamosdirigirnos en las primeras páginas.

4. Figuraciones del campode investigación: cartografías

de lo monstruoso

E l tránsito final de este trabajo trans-curre por esos terrenos pantanosos,poblados por los restos de la

disciplina y del disciplinamiento; son restos

162 Elena Casado y Gabriel Gatti

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del paradigma clásico, condición de posibilidadde nuestra práctica. Terrenos sobre los que seaplican las «nuevas sociologías», cartografíasque arrastran nuevos ejercicios disciplinados.Es un movimiento entonces que, naciendo deltrabajo sobre el campo de investigación clásico,produce un nuevo campo, una suerte de «basu-rero de la representación» en donde se engranalo que la focalización no ve –lo i n- s i g n i f i c a n t e –y lo que el olvido de la representación oculta –lainvestigación encarnada–. Desde la entrada, elpaseo y la salida de ese terreno cenagoso e incó-modo, ¿cómo se delimita, cómo se observa ycómo se escritura una nueva acepción delcampo de la investigación social?

Esa mirada, blindada por las «nuevas socio-logías», no es una mirada inocente, ni ajena a lalógica de la representación, ni desprendida de lagramática del viaje científico. Y ello por dosrazones: primero porque ese campo es un recor-te sobre la complejidad de lo observado; segun-do porque sus pobladores son naturalizacionesproducto de nuestros textos. Porque, en efecto,antes de traspasar la frontera que separa estecampo del clásico, es necesario señalar cómolos credos sociológicos contemporáneos son,también ellos, nuevos ejercicios de disciplina-miento y matrices, en consecuencia, para nue-vas formas disciplinares. En tanto que tales,conllevan diferentes obligaciones: obligacionessustantivas en la medida en que se han consti-tuido en los ejes que definen la cartografía de lainvestigación social contemporánea, cartografíaen la que pretendemos habitar; obligacionesformales en tanto que puntos de paso obligado.

Los credos de las «nuevas sociologías»,como matriz disciplinar, portan nuevos disposi-tivos de focalización y de olvido que nos per-miten realizar nuevos recortes, definir nuevosintereses, asomarnos a nuevas realidades, perfi-l a r, en suma, nuevos objetos, y abordar, en defi-nitiva, nuevas narrativas. Y en cuanto que talmatriz disciplinar, presenta fuertes síntomas desolidificación, de tal modo que herramientasconceptuales y metodológicas que en elmomento de su fundamentación nacieron comodiscursos heterodoxos y experiencias de inves-tigación heteropráxicas pueden, hoy, convertir-se en ortodoxias y ortopraxias camufladas2 4.Estas cristalizaciones son las mismas que ame-nazan a todas las prácticas repetitivas, y queconducen a ciertos acomodamientos, más omenos placenteros, que cuestionan, incluso,

algunos de los interrogantes fundamentales delos que parte:

1 ) Acomodamiento placentero, de un lado,el de quienes trabajando en los cambios del con-tinente objeto olvidan la necesaria puesta encuestión de la otra incógnita de la ecuación,a rgumentando que el carácter construido de losobjetos no conlleva renunciar a la posibilidad deobjetivación ya que, al fin y al cabo, «la realidadestá ahí fuera» y requiere de nuestra interven-ción. Un exceso, pues, en esta primera deriva deldisciplinamiento de las «nuevas sociologías», deafecto táctico, que conduce a minimizar el cues-tionamiento del continente sujeto, reduciendolas consideraciones sobre su carácter descentra-do al espacio del «fuera–del–libro». ¿Resultadomás probable de esta estrategia? Complejasreflexiones en los prólogos de las investigacio-nes sobre el carácter sesgado del conocimientosociológico, que al pasar la página y dar entradaa la investigación empírica regresan a la planiciep o s i t i v i s t a 2 5.

2 ) Acomodamiento placentero, en segundol u g a r, el de aquéllos que deconstruyen hasta talpunto la observación que olvidan a qué se dirigeésta: centrada nuestra reflexión sobre el carácterparcial, construido y fragmentario del observa-d o r, el objeto se esfuma, la presencia de lo obser-vado se minimiza, lo que implica, llevados porun exceso de afecto por lo epistemológico, redu-cir la investigación social a tristes paisajes des-habitados. ¿Resultado más probable de estaestrategia? Un cierto «ensayismo» sociológico;sociologías que, a fuerza de relativizar, renunciana dar cuenta de la actividad de lo que observan 2 6.

Esto es, si en el primer caso la instituciona-lización de las «nuevas sociologías» deriva enuna relativización de la consistencia del objetoque esquiva la actividad objetivadora del suje-to, en el segundo caso deriva en la relativiza-ción de la consistencia del sujeto que esquiva,no obstante, la actividad del objeto. En cual-quier caso, ninguna de las dos vías consigueeludir el problema fundamental que, al menosen sus primeras fundamentaciones, afrontaronéstas hoy llamadas «nuevas sociologías»; asaber, el debate sobre el conocimiento mismopropuesto como relación entre un sujeto y unobjeto de la observación. En ambas, en sínte-sis, la frontera que separa los dos continentessigue erguida e impermeable (Cuadro III).

163Viaje por las fronteras del campo sociológico. Una cart o g r a f í a . . .

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En este marco es en el que nos reencontra-mos con las preguntas que planteábamos alcomienzo: instados por la complejización delos objetos, el descentramiento de los sujetos yel cuestionamiento de las condiciones de posi-bilidad del conocimiento, ¿cómo administrar lafrontera entre las interpelaciones de la teoríasociológica contemporánea y la práctica inves-tigadora en el momento de realización de unainvestigación del carácter de una tesis docto-ral? Encerrado entre los dos movimientos que

sustentan la investigación social, los del acer-camiento al campo y la focalización del objeto,primero, los de su alejamiento y olvido, des-pués, queda un espacio de tránsito. Desde éldefinimos una segunda acepción del campo dela investigación social, la situada en las fronte-ras de su versión ortodoxa (Cuadro IV). Ta ltránsito lo escindimos en tres momentos analí-ticos: uno de delimitación del campo (4.1), otroreferido a la estancia en él (4.2), y un último deabandono (4.3) que da pie al relato.

164 Elena Casado y Gabriel Gatti

Derivación 1 Derivación 2

[Sujeto]/OBJETO SUJETO/[objeto]

Regreso Empirismo Abstracto Regreso Gran Teoría

Permanencia de la polarización

Sujeto / Objeto

Cuadro III. Derivaciones de la institucionalización de las «nuevas sociologías»

Sujeto Objeto Objeto Sujeto

MOVIMIENTO 1: Acercamiento; focalización MOVIMIENTO 2: Alejamiento; olvido

Cuadro IV. Campo I/Campo II: el espacio de lo monstruoso

HiatoArticulación

Paisaje habitable• lo impertinente, lo intermitente, lo incidental

• monstruos no naturalizados• parte nocturna de la investigación social

• fuera-de-texto, fuera-del-libro

CAMPO II: espacio de tránsito

4.1. HIATO: TERRITORIODE LA INVESTIGACIÓN SOCIAL

Porque no se deja ni de viajar ni de repre-sentar para investigar: se va y se regresa, perotambién se visita. Y en la visita se cambia. Enese territorio, el del hiato2 7 situado entre los dosdesplazamientos del paradigma clásico de lainvestigación social, están los terrenos incómo-dos, poblados por los fantasmas de la lógica dela representación y los restos de la gramática

del viaje, y es ahí donde entendemos que puededesplegarse una acepción del campo de inves-tigación que atienda a cómo recorta la miradacientífica y a sus consecuencias. Que dé cuen-ta, en otras palabras, del campo de la investiga-ción social en términos de prácticas y de nego-ciaciones, de tensiones y de entrecruzamientos.En ese campo la etnografía y la sociología aca-démicas se despistan, pues han de transar consujetos y objetos huidizos, los subproductos desus soportes, los remanentes, –pues no repre-

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sentativos, pues no significantes– de sus ejerci-cios de partición, distinción y cierre. Viven ensus fronteras, en «un universo de silencio querodea su cierre, que limita por doquier el lugardesde donde habla, o el lugar del que habla»(Serres, 1991: 86). En el espacio fronterizo quesepara el acercamiento/focalización del aleja-m i e n t o / o l v i d o .

Así, si ensanchamos esa minúscula barra quesepara sujeto/objeto de la representación,comienzo/final del viaje, y la tematizamos comoun territorio, se entreabre un espacio tenso eincómodo donde pueden llevarse a la prácticaalgunas de las interpelaciones a las que nosconminan los llamados de las «nuevas sociolo-gías». Reformular el campo en términos dehiato no niega que la construcción del campode investigación sea producto de una operaciónde delimitación y de recorte. Ahora bien, estareformulación introduce la peculiaridad de ha-b i l i t a r, de figurar, un paisaje habitable queincluye a quien efectúa dicho recorte y losmapas –los heredados y los nuevos– que em-plea para hacerlo. Porque el hiato es el produc-to de la articulación compleja de la sociologíacon su objeto: es su resultado y es su negación.Es un espacio, entonces, habitado por mons-truos no naturalizados y autores encarnados, unpaisaje que se perfila desde lo que dejan fueralas cartografías sociológicas, pero un paisajecartografiable; es una construcción s o c i o l ó g i c aque genera vida s o c i a l. Terreno, por eso, sus-ceptible de nuevas cartografías y de nuevostrabajos de campo (c f . A C O TA C I Ó N I I I), ahora sí,desde una posición incómoda, donde hacervisibles las tensiones que están detrás de lasinquietudes tácticas, metodológicas y episte-mológicas que presiden nuestros trabajos einvestigaciones.

4.2. ARTICULACIÓN: TRABAJOSOBRE EL CAMPO

El campo en el paradigma clásico era ellugar al que viajar para cautivar al objeto –quenos esperaba inerte– y el lugar del que regresarcon el preciado tesoro de su representación;pero nada se nos decía sobre cómo estar en él,más allá de los consabidos consejos metodoló-gicos depurados de implicaciones epistemoló-gicas de mayor alcance. Sin embargo ahora,interpelados por las nuevas sociologías, com-

prometidos con nuestro carácter encarnado yadvertidos de la emergencia de restos mons-truosos no naturalizados, ¿qué hacer, cómoestar, en ese espacio ensanchado del hiato?

El viaje, en la lógica del desplazamiento, sepodía representar gráficamente con una flechade un continente –el sujeto– a otro –el objeto–;con la propuesta de la articulación no se pre-tende anular o negar los desplazamientos, puestodo trabajo de representación los implica,sino asumir y reconocerse en las dislocacionesque los desplazamientos producen, instalarseen el hiato, en ese paisaje habitable productode diálogos, querencias, mapas previos; ensuma, de luchas por el sentido. Por debajo dela línea de dirección única con la que se repre-senta la investigación social en el paradigmaclásico surge un territorio, el del hiato, unespacio de superposición (Barel, 1982: 78) 28,donde sujeto y objeto ya no aparecen comounidades escindidas ni entre sí ni con respectoa las redes de relaciones en las que ambosestán insertos. La explotación de ese espacio,donde se superponen las distintas líneas defuerza de un campo de investigación, constitu-ye la propuesta metodológica de este trabajo ynos permite dejar de pensar en las cienciassociales como en

«una práctica normativa de personas deafuera que visitan/estudian a las dea d e n t ro sino (…) una práctica paraprestar atención a las identidades cam -biantes en relación con la gente y lastemáticas que un antropólogo buscarepresentar (…). El modo como se nego -cian las identidades a través de relacio -nes, en determinados contextos históri -cos, es pues un proceso que constituyetanto a los sujetos como a los objetos»(Clifford, 1999: 106).

La apuesta por la articulación es, pues, enprimera instancia, una apuesta por la encar-nación del proceso cognitivo, una redefini-ción del trabajo de campo en dirección a sucomprensión «como un habitus más quecomo un lugar, [como] un conjunto de dispo-siciones y prácticas corporizadas» (I b í d e m:91). La articulación, al traspasar las limita-ciones que arrastra entender el campo comouna entidad preexistente a la investigaciónsocial, nos da acceso a la intermediación, al

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encuentro de híbridos, subyacente a todopráctica significativa:

«En inglés antiguo articular – n o srecuerda Haraway– significa alcanzartérminos de acuerdo. Quizá deberíamosvolver a vivir en ese mundo «obsoleto» yamoderno. Articular es significar. Esunir cosas espeluznantes, cosas arries -gadas, cosas contingentes» (1999: 150).

Pasamos entonces de la necesidad de investi-gar guiados por presunciones epistemológicas aepistemologías que se despliegan en acto (c f .A C O TA C I Ó N I I I); esto es, a considerar que «la epis-temología es una parte del acto de investigacióny no una mina de oro para reflexiones exteriores,posteriores o póstumas» (Lourau, 1997: 7). Siconocer no sólo es un acto de representación sinotambién un dispositivo de presencia, el campo

sólo puede entenderse como una s i t u a c i ó n – p r o-visional, parcial, permeable, enmarañada– ynuestra presencia en él –el trabajo en el campo–sólo puede desplegarse si se enfoca como un actode i m p l i c a c i ó n. Implicación que no es ni inicia-ción ni empatía –no se trata de meterse en la pieldel enfermo, de hablar por los objetos, de dar voza los sin voz–; es visitar el campo, y aceptando lacontingencia de nuestras conexiones, resituarnosen una pluralidad de actantes/actores, enfrentar-nos a su carácter espacio-temporal, asumir elcarácter construido de las fronteras, incluidas lasque nos definen a nosotros mismos y las quedamos por supuestas y contribuimos a construir( H a r a w a y, 1995, 1999). Articular implica, pues,dislocar nuestra posición como a rt í f i c e s y admi-tir el ejercicio de dislocación al que, con nuestrosa rtificios –técnicas de investigación, herramien-tas teóricas…– sometemos a nuestros a rt e f a c t o s–campo, objeto…–.

166 Elena Casado y Gabriel Gatti

ACOTACIÓN III: TESIS, EL CAMPOO de cómo construir un paisaje y pasear por él

Los objetos de trabajo de la sociología –v a s c o s, m u j e re s– son las resultantes de una serie de líneas defuerza entre las que está incluida la propia sociología –perspectiva de identidad nacional, perspectiva deidentidad de género–. Pero en todo recorte de un campo y un objeto –la situación «euskaldunización dea d u l t o s », «identidades de las mujeres (1975-1995)»– se genera un resto. Los restos del recorte de la pers-pectiva sociológica constituyen un campo habitado por los monstruos de la representación –G.G.: la eus -kaldunización de adultos en cuanto que catalizador de formas de la identidad ajenas a la arquitectura delN o m b re, el Te rritorio y la Historia; E.C.: las identidades de género como ficciones producto de la perfor -matividad de la acción sobre cuerpos sexuados, cuerpos sociales y cuerpos narr a d o s–, entidades cuya natu-raleza es la de ser deshecho y ausencia del orden con que se da forma al campo sociológico – el orden esta -d í s t i c o, la historia y espacio del fenómeno– .

No se trata de reconstruir la «historia del fenómeno», la «evolución del objeto» –espacio de la eus -kaldunización de adultos, cronología de las transformaciones de las identidades femeninas–, sino dehabilitar un espacio, el hiato, en el que tengamos cabida y que permita asomarse a las diversas fuerzasimplicadas en el proceso de construcción de sentido de «mujer» o «lo vasco»:

• G.G.: euskaldunes viejos, euskera rural, euskera urbano, G. G., nacionalismo, antropología, insti -tucionalización, euskera unificado, aprendientes, Academia de la Lengua Vasca, euskaltegis, internados,enseñantes, neolengua, E. C., mapas sociolingüísticos, investigación social, estadística, publicidad, eus -kaldunes nuevos…

• E.C.: cuerpos, institutos universitarios, revistas, grupos feministas, psicología, instituciones políti -cas, indicadores estadísticos, G. G., discursos médicos, anticonceptivos, modelos culturales de referen -cia (cine, publicidad, etc.), leyes, retóricas, E. C., sociología de la familia, manifestaciones, librerías demujeres…

Situados en ese espacio de superposición, se trata de articular: de situarse en el campo, visualizadocomo un territorio de distensiones, conexiones, alianzas y fracturas, que nos permita representar lo social-mente existente como proceso.

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En la décima máxima de su «Decálogo delperfecto cuentista» Horacio Quiroga nosaconseja:

«Cuenta como si tu relato no tuvierainterés más que para el pequeño ambien -te de tus personajes, de los que pudistehaber sido uno. No de otro modo seobtiene la vida en el cuento» (1999: 16).

Que el ambiente de los personajes de lasociología obtenga vida depende de la mismapremisa: de la construcción de una ficción decoherencia –un campo cerrado, real, interesantesólo para los que viven en él– pero a la que elartífice de la investigación no es ajeno –no sóloporque lo produce, sino también porque élmismo habita ese paisaje–. De la capacidad delsociólogo para que la acción de sus artificios(sus teorías y sus técnicas) y de sus artefactos(los actores de su campo) encajen en el guiónque está construyendo y en el paisaje al que hadado forma depende que aquél cobre vida, quela sociología genere un campo en el que no sedescarte lo monstruoso. Pero la construcción dela coherencia necesaria para sustentar el relato,al mismo tiempo, requiere purificar lo reticular,naturalizar lo monstruoso, estableciendo al finalnuevas fronteras. Implicarse es, por lo tanto, darforma a un guión que contiene sus propios lími-tes; es situarse en el núcleo de las articulacionesentre la sociología y sus objetos.

4.3. ABANDONO, ESCRITURACIÓNY CIERRE

La figura del hiato, con la que iniciamos estacartografía de lo monstruoso y definimos loslímites de su campo, reaparece en este tercer yúltimo momento analítico. Y reaparece parad e s a p a r e c e r, pues, en efecto, y como el propioBajtin señala, el del hiato es el cronotopodonde se desarrolla la acción, al tiempo que loque está condenado de antemano a desvanecer-se bajo la fuerza del relato. El discurso devienetexto, la experiencia se transforma en productonarrativo y esta operación efectúa «la disloca-ción entre el autor y el interlocutor» (Kilani,1988: 23) sobre la que se levanta la representa-ción, sin que podamos soltar el lastre de seguirsoñando con «inscribir el saber en una red decomunicación a larga distancia» (I b í d e m: 30).

Sólo con la inscripción el viaje deviene viajecientífico y el trabajo de investigación justifi-cación para la autoría, la autorización y la auto-ridad. La escritura de tesis, al precio de aplanarla articulación y de naturalizar lo monstruoso,o t o rga la autoridad suficiente para decirtedueño de una posición de enunciación –paradecirte autor– y estar autorizado para hablarcomo miembro de una disciplina.

Del hiato no queda rastro; al menos no en eltexto que lo refleja, ni en quien se constituye ensu portavoz y representante: es un cronotopo queno tiene significación (Bajtin, 1989: 243). Yaunque en ese hiato que separa los puntos visi-bles del relato –su partida (el plan del viaje, laruta de campaña, y, también, el p royecto dei n v e s t i g a c i ó n) y su regreso (la relación del viaje,la exhibición del botín, y, también, el informe dei n v e s t i g a c i ó n o la t e s i s)– se desarrolla toda laacción, sólo el comienzo y el término del movi-miento argumental «son acontecimientos esen-ciales en la vida de los héroes» (I b í d e m) .

Es el peaje de la lógica de la representacióny de la gramática del viaje. Necesarios ambospara escribir. En otra máxima de su decálogo,la octava, Quiroga nos vuelve a aconsejarsobre cómo hacerlo:

«Toma a tus personajes de la mano yllévalos firmemente hasta el final, sinver otra cosa que el camino que les tra -zaste. No te distraigas viendo tú lo queellos no pueden o no les importa ver(…). Ten esto por una verdad absoluta,aunque no lo sea» (1999: 16)

Los personajes del guión –monstruos, acto-res–red, autores–red, articulaciones contin-gentes…– habitan un paisaje ya definitiva-mente cartografiado por el texto y nosdevuelven, así, a la ficción de la coherenciadel campo de investigación. Sin embargo, vie-jos y nuevos monstruos siguen agolpándoseen sus fronteras.

NOTAS

1 Cabe remitir, entre otras muchas referencias, a lostrabajos de Watzlawick y Krieg (eds.) (1994), Woolgar(1991) y, fundamentalmente, a los del propio Foucault(1987, 1988) para una crítica en profundidad del para-digma clásico de la investigación social.

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2 Si en el caso de las ciencias naturales ese desplaza-miento es, por lo general, analítico, en el de las cienciassociales la metáfora se desarrolla en toda su intensidad.Cabe remitir para un análisis en profundidad de la sus-tantividad del viaje en el momento fundacional de lasciencias humanas al texto de Affergan, 1987.

3 Distinción sobre la que trabaja Lamo de Espinosa,quien dice que «el lenguaje sociológico penetra, pues,constantemente en el etnosociológico al tiempo que éstees frecuentemente parasitado por aquél. La ciencia sociales casi automáticamente etnociencia, y ésta, cienciasocial» (1999: 156).

4 Caso, entre otros ejemplos, de los debates sobre lacreatividad de la acción (Joas), los relacionados con lasreflexiones en torno a las teorías del actor–red (Latour,Law), o las ambiciosas reformulaciones de la «teoría dela práctica» (Bourdieu) o de la «dualidad de la estructu-ra» (Giddens).

5 Aunque no sólo allí, pues este problema atraviesatambién otros debates «mayores» de la sociología con-temporánea, y aparece como una de las preocupacionescardinales en formulaciones como las de la sociedad delriesgo, los problemas derivados de la globalización eco-nómica y cultural o, sin pretender ser exhaustivos, de lasociedad de la información. Del mismo modo, ya ennuestro contexto académico más inmediato, los palosque se tocan en los dos últimos volúmenes que la serieAcademia del CIS dedica a los debates teóricos en socio-logía son buenos índices de la centralidad de estas preo-cupaciones en los desarrollos más recientes de la teoríasociológica: complejidad como clave de reflexión en elpenúltimo volumen de la serie (Pérez–Agote y Sánchezde la Yncera (eds.), 1996), y globalización, riesgo yreflexividad en el más reciente (Ramos y García Selgas(eds.), 1999).

6 Apuestas que se traducen en fórmulas distintas, máso menos novedosas: de un lado, las que defienden la ins-titucionalización de una comunidad intersubjetiva desaberes compartidos como única forma de superar laslimitaciones de la observación (Maffesoli, Habermas);de otro, quienes se inclinan de manera más decidida porla multiplicidad de voces que intervienen en la produc-ción del conocimiento (Haraway, Clifford).

7 Lema de la campaña primavera 1998 de la agenciade viajes para jóvenes Unlimited.

8 Estructura narrativa y modelos que ambos hemosrellenado y en los dos casos con éxito aunque ante insti-tuciones diferentes: la Universidad Complutense deMadrid y el Gobierno Vasco, organismos que financianla posibilidad de que el plan de trabajo presentado en elformulario normalizado de las becas FPI pueda llevarsea término.

9 Matiz necesario, pues, ciertamente, no todo viaje esforzosamente viaje científico. En efecto, como señalacon acierto Clifford (1999), en la constitución del con-cepto de campo en ciencias sociales la pelea tiene lugar,fundamentalmente, en las orillas que separan el viaje deinvestigación de los viajes de los que él llama sus «otrosdisciplinarios»: el viaje literario, el viaje periodístico, elviaje evangelizador, la expedición militar… Para unestudio de la orilla que separa el viaje de investigaciónde su otro más contemporáneo, el turismo de masas, cf.el texto de Urbain (1986).

10 La perspectiva ha sido para nosotros materia deatención en trabajos anteriores acerca del lugar que ocu-pan la visión y lo visual en ciencias sociales (Gatti,1999a; Casado, 2001).

11 El dominio del orden escópico, que es el dominiode la perspectiva, marca el momento y el lugar para, diceSauvageot, la emergencia de una «teoría de lo visible queapunta a una racionalización del espacio tal que dirige elojo hacia el objeto. Concebida como una ventana abiertasobre el mundo, la perspectiva ofrece la representaciónde un mundo regulado por leyes objetivas y limitado porlos bordes del cuadro. Lejos de abrirse a lo invisible, laperspectiva fija lo visible y es, en ese sentido, una estáti-ca de los cuerpos» (1994: 103).

12 Cuestión que Foucault explica de esta manera: «Elobjeto no aguarda en los limbos el orden que va a libe-rarlo y a permitirle encarnarse en un visible y gárrulaobjetividad; no se preexiste a sí mismo retenido por cual-quier obstáculo en los primeros bordes de la luz. Existeen las condiciones positivas de un haz complejo de rela-ciones» (1988: 73). En ese mismo sentido, los teóricosdel actor-red, por ejemplo, definen el objeto como elefecto de un conjunto de relaciones, objeto que sólo esestable y singular mientras su sintaxis se mantiene tam-bién estable (Law y Hassard, 1999).

13 Ese lugar de intervención científica es lo que inte-resa a la ciencia, el lugar desde el que interviene social-mente –en cuanto que problema– y sociológicamente–en tanto que problemática–. Pero problema y proble-mática, en la definición más paradigmática, se entiendencomo discrepancia considerable entre lo que existe y loque debería existir (socialmente: cuestión de políticas deintervención; sociológicamente: cuestión de estrategiascognitivas); mientras que en las «nuevas sociologías» laapuesta pasa por enfatizar el carácter construido, en pri-mer lugar, de lo que se considera una discrepancia con-siderable, en segundo lugar, de la interpretación de loexistente y, en tercer lugar, de la interpretación de lodeseable. Desde esta perspectiva, por tanto, los proble-mas sociales no son condiciones objetivas que haya queanalizar y sobre las que haya que intervenir, sino proce-sos interpretativos imbricados en las realidades cotidia-nas (Miller y Holstein, 1993)

14 Esta formulación la rescatamos de la conversaciónmantenida con Manuel Rodríguez Caamaño acerca deeste trabajo.

15 Desde este prisma, los objetos no son tan unitarioscomo los modernos pensaban ni están tan inmersos en lamultiplicidad postulada por los postmodernos, sino queestán ahí, en las nuevas conjunciones esperando el pro-ceso que les otorgará unidad a su término, una unidadque no tenían al principio (Latour, 2001).

16 El resultado de esta operación, por la que el objetoadquiere consistencia y el sujeto se convierte en meroescriba, es lo que en otros lugares hemos llamado feti -chismo del objeto preexistente y del sujeto desencarnado(Casado, 2001) o postulado de la exterioridad del sujeto(panoptismo) y postulado de la unidad del objeto (sinop -tismo) (Gatti, 1999a).

17 Lo más sorprendente de este mecanismo de distan-ciamiento es, como sostiene Sperber, que «los antropólo-gos no conciben sus interpretaciones como resultado dela aplicación de un procedimiento literario, sino como el

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fruto de un método o de una actitud epistemológica esen-cial para las ciencias humanas» (1982: 27).

18 Para un mayor desarrollo de la conceptualizaciónde las inscripciones científicas como móviles inmuta-bles, cf. Latour, 1985.

19 El mecanismo retórico fundamental es el discursoindirecto, construido de tal modo que, para el lector, es«imposible saber en que medida el discurso en estiloindirecto se parece al enunciado original» (Sperber,1982: 25).

2 0 Pérez-Agote (1986: 27), apuntando en esta dirección,recoge una cita de Bourdieu en la que éste da cuenta decómo la «conciencia» y sus nombres se sitúan en muchosestudios por encima de las condiciones que posibilitan sugénesis en la investigación social. Dice Bourdieu:

«La personalización de los colectivos (…) con -duce a postular la existencia de una “concienciacolectiva” de grupo o de clase: adoptando parag rupos e instituciones disposiciones que no pue -den constituirse sino en las conciencias individua -les (…). Se dispensa así de analizar estas condi -ciones y, en part i c u l a r, las que determinan elgrado de homogeneidad objetiva del grupo consi -derado y el grado de conciencia de sus miembro s »(1972: 174).

21 Cf. el prólogo de Ibáñez a su Más allá de la socio -logía para una potente descripción del concepto hereda-do de la autoría y del estilo en ciencias sociales: autorausente, no–estilo como estilo, autoridad construidadesde la pertenencia a la (neutra, limpia…) República delos sabios. Allí dice Ibáñez:

«El criterio de evaluación [de una tesis] es laconcordancia del discurso con el texto; concor -dancia en la forma, de ahí el estilo –o mejor,ausencia de estilo– que caracteriza a la escrituraacadémica, y que llevará a la ablación de todahuella personal» (1986: 6).

22 El hacer del proceso progreso es la conversión quedescribe la práctica legitimada del hacer científico: eltexto engarza un comienzo, un presente y un final que sesuceden ineludiblemente como etapas irreversibles, demodo que «en dicha secuencia cada fase tiene un carác-ter de transición, esto es, posibilita el alcance de la fasesiguiente; de tal modo que la secuencia misma mostraríaun carácter definitivo, debiendo responder cada fase auna exigencia particular que conlleva la caracterizacióndel antes como justificable, el ahora como emprendible yel después como alcanzable, todo ello además con carác-ter necesario» (Davila, 1995: 71).

2 3 Fuera de este texto han quedado muchos de losacontecimientos que han permitido que se escribiesehasta adoptar la forma que ahora tiene. Que seamos cons-cientes: el trabajo conjunto realizado hasta llegar al semi-nario Astucias II: fro n t e r a s, que dentro de las actividadesde «Las astucias de lo social» se celebró en Allariz enseptiembre de 1999, y, mucho más adelante, en mayo del2000, la presentación del trabajo en el curso de doctoradoque conduce M. Rodríguez Caamaño en el departamentode Teoría Sociológica de la Universidad Complutense.Pero, más que eso, expulsado también a la «parte noctur-

na de la investigación» ha quedado el proceso de cons-trucción de este texto, apasionante, divertido y placente-ro, del que el resultado final no es sino una pálida mues-tra. Como en las investigaciones, como en las tesis, eneste texto se ha tenido que convertir un p ro c e s o – c r e a t i-vo, tenso, polifónico, irregular…– en un p ro g re s o – r e g u-lado, sintético, sujeto a una secuencia expositiva…–.

2 4 Conversiones a las que no son ajenas ni las retóricasde la actualidad ni la continua modernización ni los impe-rialismos culturales o la mercantilización del saber (Bour-dieu y Wacquant, 1999). Basta con revisar las publicacio-nes, los congresos y las conferencias más recientes paracomprobar la existencia de circuitos ya consolidados, quese empiezan a percibir también en la renovación de planesde estudio –por ejemplo, la reconversión en los nuevosplanes docentes de algunas universidades de la asignaturade «Macrosociología» en la de «Procesos de la sociedadcontemporánea» o la inclusión de una aún no muy mati-zada «Enfoques teóricos contemporáneos» junto a ladisección tradicional de las Teorías entre «Clásicas» y«Contemporáneas»– y en la incipiente institucionalizaciónde las estructuras departamentales –desde los Seminariosde Estudios de la Mujer a centros de investigación como,por ejemplo, el Centro de Estudios sobre la IdentidadColectiva (http://www.ehu.es/CEIC), pasando por la red,institucionalizada también de manera incipiente, que daorigen a este trabajo, la de Las astucias de la identidad– .Esta institucionalización, si bien embrionaria en nuestrocontexto académico, está mucho más consolidada en elmundo anglosajón (Cultural Studies, Wo m e n ’s Studies,Postcolonial Studies, etc.) y en cierta medida en el francó-fono, donde incluso se han redactado ya manuales intro-ductorios que contienen la historia y los autores de éstaque ahora aparece como escuela (Corcuff, 1998). Algunosde los efectos más caricaturescos de estos procesos hansido ya, incluso, materia de novelas como la de DavidLodge, El mundo es un pañuelo ( 1 9 9 6 ) .

2 5 Algo que podría interpretarse como la entrada por lapuerta de atrás de algo tan viejo como lo que Wright Mills(1974: 68-92) llamó «Empirismo Abstracto», esto es, ejer-cicios de investigación social que minimizan la importan-cia de los problemas y de las condiciones que los hacenposibles, y que al hacerlo niegan o al menos ocultan lapropia posición de enunciación de quien la desarrolla.

2 6 Lo que, de nuevo, podría interpretarse como elregreso de la Gran Teoría (Wright Mills, 1974: 44-67) alas ciencias sociales por la puerta de las corrientes que sededican con intensidad a la deconstrucción de sus propiasbases disciplinares. Como ha escrito Bourdieu, «un dis-curso que se toma a sí mismo como objeto atrae menos laatención sobre el referente, que podría ser sustituido porcualquier otro acto, que sobre la operación consistente enreferirse a lo que se está haciendo y sobre lo que la dis-tingue del hecho de hacer simplemente lo que se hace»(1982: 54-55). Esto es lo que aparece en muchas de lascríticas que reciben, no siempre con justicia, algunos delos debates posmodernos o las actividades de los departa-mentos de Cultural Studies. Pero no sólo: también enterritorios sociológicos más convencionales proliferanejercicios de Gran Teoría que con cierta compulsión tien-den a la exégesis de las fuentes, al rastreo en búsqueda delorigen de una idea. Son éstos ejercicios propios de aqué-llos a los que Merton llamó, aquí sí con justicia, «adum-bracionistas», iluminadores de los orígenes, especialistas

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en teoría que caen con cierta facilidad en la «atractivapero fatal confusión de la teoría sociológica actual con lahistoria de las ideas sociológicas» (1984: 18).

2 7 La imagen del hiato la desarrolla Bajtin (1989) escri-biendo acerca de las novelas de aventuras. Allí explica quetodo viaje puede descomponerse analíticamente en dosdimensiones: una visible, la que une el principio y el final,trazo constitutivo del relato; otra invisible, la del propioviaje, la del h i a t o, ajeno al trazo del relato, insignificanterespecto a él. El hiato, en la novela de aventuras, constituyeun espacio vacío e insignificante: pequeño, sin sentido,ausente de la trama, que se define apenas por lo que separa:

«Esa ruptura, esa pausa, ese hiato entre dosmomentos biográficos directamente contiguos, enel que se estructura toda la novela, no se incor -pora a la serie biográfica temporal: se sitúa fueradel tiempo biográfico: el hiato no cambia nada enla vida de los héroes; no aporta nada a su vida. Setrata de un hiato extratemporal entre los dosmomentos del tiempo biográfico» (I b í d e m 2 4 2 ) .

28 En el mismo sentido, cabría acudir a otras figura-ciones equivalentes a la de «espacio de superposición»de Barel: la «afinidad» en Haraway, la «mediación» enLatour, el «espacio de transformación» en Serres o el«limen» de Turner.

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