vida de un carmelita

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Verdadero retrato del venerable Hermano Juan de Jesús San Joaquín T DEVOCIÓN AL EXCELSO PATRIARCA SAN JOAQUIN PADRE DE LA MADRE DE DIOS PROMOVIDA, EXTENDIDA Y PREMIADA CON ASOMBROSOS SUCESOS EN LA VIDA, VIRTUDES Y MILAGROS DEL VENERABLE HERMANO JUAN DE JESUS SAN JOAQUIN Carmelita del convento de Pamplona POR EL H. F. Fr. Bartolomé de Ssnta María CON LAS LlCENCl/JWjiCeSARIAS CX- c¿e¿

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BIOGRAFIA DE UN MISTICO CARMELITA

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  • Verdadero retrato del venerable Hermano Juan de Jess San Joaqun

    TD E V O C I N

    A L E X C E L S O

    PATRIARCA SAN JOAQUINPADRE DE LA MADRE DE DIOS

    PROMOVIDA, EXTENDIDA Y PREMIADA CON ASOMBROSOS SUCESOS EN LA VIDA, VIRTUDES Y MILAGROS DEL VENERABLE HERMANO

    JUAN DE JESUS SAN JOAQUINCarmelita del convento de Pamplona

    POR EL

    H. F. Fr. Bartolom de Ssnta Mara

    CON LAS LlCENCl/JWjiCeSARIAS

    CX-

    c e

  • ; l ' ' -

    Dedieatot*i^

    a l G lorioso P a tr ia r e a S^an' Jo a q u nPadt

  • capilla, en fin, se concluy la grande obra de mi vocacin que ni mis luces dbiles ni mi natural timidez hubieran concluido jams.

    Nada tengo, glorioso Patriarca mi, con que agradeceros tantos lavares, ni veo en mi caudal para promover vuestra gloria; pero siento un indecible consuelo en postrarme a vuestros pies y ofreceros este pequeo trabajo^ e l nico a que puede arribar mi inutilidad. Echadle, Santo mi, vuestra bendicin, para que los innumerables triunfos que habis conseguido en el mundo desde que este venerable Hermano excit y extendi vuestra devocin, prosigan, se multipliquen y se perpeten. Estos son los votos de la ltima y ms intil de vuestras conquistas.

    F r . B a r t o l o m d e S a n ta M a ra .

    INTRODUCCIl'L

    El Colegio de Carmelitas Descalzos de la ciudad de Pamplona es un santuario religioso que, en dos siglos y medio que cuenta de fundacin, se ha granjeado siempre la veneracin universal (1).

    Siempre ha florecido este colegio en varones respetables por sus virtudes y letras. Epoca ha habido en que dos hijos de esta casa han sido elegidos sucesivamente uno tras otro generales de la Orden. Tanto descollaban entre todos los varones ilustres de la Descalcez en un tiempo en que por la Providencia divina abundaban. Los dems que sin interrupcin ha dado esta casa a la provincia y religin,

    (1) Se fund primeramente en el barrio de la Magdalena, en el sitio donde an subsiste una parte de su fbrica antigua y la espaciosa huerta que an hoy llaman la Huerta de los Descalzos. En 1587, da de San Bartolom, por razones que se dirn en esta historia, se trasladaron a dentro de la ciudad, y ltimamente al sitio que hoy conservan; pero en todas partes con el mismo fondo y opinin de piedad, religin y letras. Fu muchos aos noviciado a donde se trasladaron todos los fervores de Va- lladolid ^ plantel primitivo que di muclios sealados varones ilustres a la I^eligin, ^ la patria y a la Iglesia^

    Erigida la provincia de San Joaqun de Navarra, se hizo colegio de Teologa escolstica, y desde entonces es tenida por a primera casa de la provincia, pues lo es en antigedad y representacin. Desde all, como desde su trono, preside el excelso patriarca San Joaqun a toda ella en calidad de su jefe, titular y patrn; y aqu es donde se educ, vivi y muri el venerable Hermano Juan de Jess San Joaqun, proclamador de sus glorias e instrumento de sus maravillas.

  • - 6 -complctaran su elogio; pero el humilde, el sencillo Hermano Juan de Jess San Joaqun basta por s solo para hacer ilustre un convento, una provincia, una religin entera.

    Su vida escribi el R. P. Fray Jos de la Madre de Dios, con conventual suyo algunos aos, testigo ocular de algunos de los hechos que refiere, y comisionado por nuestro muy reverendo Padre general Fr. Mateo de San Gerardo, para hacer sus informaciones, que efectivamente hizo recibiendo por s o por otros el dicho de muchos testigos. Estos dichos con otros documentos existan originales en el archivo del convento. Todo lo tuvo presente el autor, y adems trabaj mucho en averiguar los hechos, entresacar los ms ciertos, ajustados en cuanto fu posible a la cronologa, darles un orden metdico, presentarlos con la suficiente claridad, y adornarlos con una competente erudicin que contrasta el oro de los hechos y milagros de este venerable Hermano con la piedra de toque de otros que la historia eclesistica refiere de tiempos ms antiguos. Asi vean todos que la santidad que acababan de palpar en el venerable Hermano, era del mismo temple y tenia los mismos quilates que la de los Santos pasados. A haber ejemplares de esta historia, no era necesario imprimir otra. Pero se concluyeron hace quiz ms de un siglo, y los que han quedado en las casas particulares estn por la mayor parte maltratados y deshechos.

    Claman, pues, una historia del venerable Hermano Juan todos los verdaderos devotos de San Joaqun: sus ilustres cofrades tienen a ella un derecho particular, y los religin sos conventuales de Pamplona que por serlo no pueden menos de adolecer de sta devocin, piden, instan y suplican que salga. Tienen razn. No es justo se vayan olvidando unos hechos de tanta gloria de Dios, de tanto honor de San Joaqun, de tanto crdito del venerable Hermano, y de tanta edificacin de los pueblos.

    I*>

    - 7 -Sale, pues, esta historia, cuanto ha sido posible, com

    pendiada, para hacerla ms manual, y para que se lea. Mas no por eso me he limitado a la impresa. He registrado el archivo. He ledo todos los manuscritos concernientes al venerable Hermano Juan, y como me he trasladado a los das en que vivi, all he odo a sus propios confesores, a los prelados y maestros de novicios que tuvo, a los religiosos que vivieron con l muchos aos, a los piadosos seglares que merecieron su confianza, a los hermanos d la Orden que lo hospedaron en sus casas, a los mismos que experimentaron en s sus beneficios, y en quienes ejecut sus maravillas. Confieso que mi alma se llen de un singular placer al ver tanta nube de testigos, distantes muchas veces entre s, tan uniformes en sus declaraciones, en quienes la misma diferencia en algunas circunstancias secundarias hacan ms cierta y palpable la verdad de los hechos, al modo que la diferencia de los Evangelistas lo dicen los santos Padres y expositores sagrados. Esta conformidad de,tantos testigos es un testimonio ilustre a favor de los milagros que se han de referir del venerable Hermano Juan.

    Bien s que no es del gusto de nuestro siglo el que se refieran milagros. Pero Dios los hace; quitaremos a Dios la glora que de los milagros se le sigue? Se ha refinado tanto el gust, que en lugar de tener inclinacin particular a apasionarnos por todo jlo milagroso, com< ^en otro tiempo, hemos dado en extremo contrario. Se quisiera que aun de los siervos de Dios se formasen historias cuasi filosficas, en que se describiesen, s, sus virtudes, pero se huyese, cuanto fuese posible, de referir cosa que suene a sobrenatural y milagrosa. Es una irrupcin que la filosofa pretende hacer en la historia de la Iglesia; mas es enteranicnt contraria a su espritu. Las relaciones del hombre cpn Dios

  • zo Jesucristo, mal que le pese a! incrdulo. Milagros prometi que haran sus discpulos, y aun mayores que l, y los hicieron. Milagros obligaron a los hombres a creer misterios sobre la razn humana, y con ellos se estableci la Iglesia. Milagros hacen, y en gran nmero, esos taumaturgos que de tiempo en tiempo enva Dios al mundo para hacer ostentacin de su poder. Milagros, en fin, ha de haber en la Iglesiahasta el fin del mundo, porque siempreha de haber hombres enviados de Dios para sus altos fines, comunicndoles para comprobarlo una parte de su omnipotencia.

    Dios destin al venerable Hermano Juan de Jess San Joaqun para excitar, promover y aumentar la gloria del patriarca San Joaqun y su devocin en los pueblos. Por credenciales de esta misin se citan los milagros que hizo. Sern verdaderos? Aqu es donde se invocan de justicia las reglas de una critica cristiana, justa, y si se quiere severa; si a presencia de ellas todava aparecen tales, a la his-^ toria toca referir el hecho para que conste, y a la Iglesia calificar el milagro; y bien pueden descansar los crticos en el exmen y criterio de la Iglesia. El es tan delicado y tan circunspecto, que muchos protestantes han abjurado sus errores, y vuelto al seno de la Iglesia catlica slo por esta causa; se han persuadido, que segn el tiento con que en este negocio procede la Iglesia, y segn las diligencias e investigaciones que hace para comprobar el milagro, es imposible que lo declare tal sin que lo sea; y si lo es, es la prueba ms victoriosa de la verdadera Religin.

    En el nterin, libre es cualquiera en juzgar como mejor le parezca de la relacin del hecho que aparece milagroso; porque al fin no es sino una historia humana. Pero el cristiano ilustrado, acostumbrado a juzgar de las cosas con rectitud, cuando ve que todas las circunstancias conspiran a sosegar su razn y tranquilizar su conciencia, no exige otras pruebas, esas le bastan pera nutrir su piedad. Un ni

    mo verdaderamente piadoso se llena de gozo al ver que la mano de Dios no se ha abreviado, y que honra los tiempos presentes y la santidad de sus siervos de ahora con prodigios semejantes a los de los tiempos y siervos suyos antiguos. Para fomentar esta piedad quera San Agustn que se formasen libelos o relaciones de los milagros, y que seleye- sen al pueblo para su instruccin, porque no es razn, dice, que el pueblo los ignore, ni que perezcan para su noticia.

    Ya en tiempo de San Agustn se tomaban algunos la libertad, que hoy se toman muchos, de preguntar: Por qu no hace Dios ahora los milagros que se predican de tiempos antiguos? Esta pregunta inconsiderada di oca^ sin al Sgnto para escribir el hermoso captulo VIII del Libro XXII de Civitate Dei. En l niega el supuesto hecho de que no se hacan milagros, y tan victoriosamente cierra la boca a los osados preguntadores, que an no se haban cumplido dos aos desde que se tom el mtodo de escribir estos libelos o relaciones, cuando de solos los milagros obrados en Hipona, y de solos los obrados por las reliquias de San Esteban se dieron setenta relaciones de milagros palpables (no era San Agustn hombre capaz de dejarse alucinar de milagros supuestos e ilusiones), constando al Santo que muchsimos se haban omitido, siendo incomparablemente mayor el nmero de los que en otras partes se hicieron. No dejara de ser bien considerable el nmero de los obrados en estos tiempos si se recogiesen sus memorias, ni sera difcil por lo_^ mismo ofrecer el mismo convencimiento a los presentes preguntadores. Lanse en particular las de los cinco ltimamente beatificados por nuestro Santo Padre Gregorio XVI. La historia de los milagros va caminando con los siglos. El mismo fruto que San Agustn se prometa de aquellos libelos o relaciones de los milagros, podemos prometernos a la lectura de los que vamos a referir en la historia.

  • Por otra parte, no dejar de ser oportuno presentar en estos tiempos miserables una apologa, la ms concluyente y eficaz del estado religioso contra la desdeosa y ciega filosofa que se desvive por exterminarlo, si pudiera, del universo. Es esta una apologa tanto ms eficaz, cuanto es ms eficaz la sencillez que el artificio, cuanto es ms eficaz la obra que la palabra. Vea el mundo ciego, vea la orgu- llosa filosofa a qu altura de virtud, santidad y gloria conducen los ejercicios religiosos, sin ms que continuarlos de por vida con exactitud y constancia: los bienes que se prometen de esos planes lisonjeros de economa poltica y social (deshechos por otra parte, y reducidos a polvo por los verdaderos sabios) pueden contrapesar con los conseguidos por este sencillo religioso, sin ms artificio que su religiosa conducta?

    Pero lo que sin duda causar fruto, y lo que principalmente llamar nuestra atencin ser las virtudes de nuestro Hermano: su simplicidad o sencillez cristiana, su humildad sincera, su obediencia exacta, su mortificacin y penitencia, su espritu de oracin y observancia religiosa, su fe y confianza en Dios y en la intercesin de su enamorado S^n Joaqun, su caridad incansable con los prjimos, y su rarsima castidad y pureza llenan principalmente el cuadro de su historia, y al paso que dan materia a la admiracin, excitan la devocin y mueven a la imitacin. Conseguido este fin, omitir, en gracia a la brevedad, o no har sino apuntar o citar, por si alguno quisiera verla en su fuente, la erudicin que con motivo de los hechos vierte el autor, sin que por esto se deje de decir lo necesario para el fruto.

    Por ltimo, como la cofrada en San Joaqun se ha fundado despus que se imprimi aquella historia, ha parecido conveniente dar una breve, noticia de ella en gracia de los ilustres cofrades y de los que quieran serlo.

    Slo falta hacer la protesta mandada por nuestro Santo

    - 10 -Padre Urbano VIII en 13 de Marzo de 1625 y en 4 de Julio de 1631, y en otros as de la sagrada Congregacin de Ritos como de la universal Inquisicin. La IgleSia sola es la que califica decididamente las virtudes, revelaciones y mi

    la g ro s de los siervos de Dios, y quien los declara santos, W atos y aun venerables. Cuando en esta historia se dan a nWstro Hermano Juan, o acaso a otros con su ocasin, es- sofe ttulos, o se les atribuyen virtudes, milagros o revela- cioVes, de ninguna manera queremos prevenir el juicio de la Iglesia. Es, como hemos dicho, una historia humana; bien que, ^or ser de cosas piadosas, no merece menos crdito que otfas historias humanas cuyos hechos no estn tan averigiados ni tan escrupulosamente examinados.

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    CfPITUliO I

    Patpia y paciites del venet^able Ju a n de Jey pi

  • de quince pies. Quin sino su Angel custodio pudo defenderlo y ponerlo en salvo? Creci la admiracin de la ma-; dre cuando, llegando a la puerta de la sala, la encontr cerrada como la haba dejado; y lleg a su colmo cuando experiment que ni entonces ni mucho tiempo despus qui- so el nio entrar en la sala, ni ella tuvo fuerza para redu/ cirle a eso. Algunos aos estuvo con esta admiracin sj atinar con la causa, hasta que el mismo nio, ya de edad, pudo contar todo el suceso. Conserv la memoria l tan viva toda su vida, que muy pocos aos antes de m orir, cuando haban transcurrido ms de setenta, deca que slo el representrsele aquel aprieto, y principalm^te al querer entrar en aquella sala, se le erizaban los cabellos con la fuerza del pavor: terrible impresin causaro|i en su tierna alma los figurados cuervos. No lo eran.

    Barruntan los espritus infernales por algunas (conjeturas los nios que les han de ser contrarios, y los amedrentan o persiguen hasta donde llega la permisin divjna. Dios permiti que a San Teodoro Arquimandrita lo amedrentase/ desde nio en figura de lobo que le quera tragar. A Santa Catalina, de dos aos, la acometi en figura de un ferocil- simo toro que la sac de su cama, y la dej tendida en 1 suelo, maltratada, despavorida y medio muerta. A este modo amedrentaron y maltrataron a nuestro venerable He- mano en figura de cuervos. Era un anuncio de las horribles J persecuciones e indignos tratamientos con que le haba de afligir en lo restante de su vida, como dir la historia.

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    ClPTIiO II

    a lo s n u e v e a o s de s u ed ad a B a f s o a in , a c a s a de j to J u a n Beltva de lieo z . Dos s in g u la re s ia v o p e s

    que weeibi

    recibido nuestro venerable Hermano de la mano y como que le haba cado en suerte, un alma

    buena.y^ proporcin que iba luciendo en ella la luz de la razn, k desarrollaban sus preciosas inclinaciones. Todo lo buendle venia como natural. Su humildad y sujecin, su aplicacin al trabajo propio de la edad, y su modestia y natiral mansedumbre lo hacan amable con preferencia, conjo o tri Jos entre todos los hermanos. As lleg a los nuve acs de su edad, cuando se llev Dios para s a su p^dre M an Beltrn de Leoz. La madre qued afligida con una doble pena: la falta de un marido a quien amaba tiernamente, y la mucha familia de seis hijos que le queda- bah que mantener, educar y acomodar. No menos angido estaba en Barsoain por el mismo tiempo Juan Beltrn de Leoz, primo hermano del difunto, por la falta de ellos, y njo tener uno siquiera a quien poder dejar heredero de su liucha hacienda y nobleza. Asisti con los dems parientes al entierro y funerales, y concluidos concert con la \^uda llevarse a su casa a nuestro Juan, que por su mo- ( l^estia se haba robado su cario, como por sus prendas se f^ba robado antes el de su madre,

    Llevselo en efecto a Barsoain, y desde entonces co- rii por l su manutencin y educacin al uso de aquel ttempo en las aldeas que no tenan escuela. Se reduca esta educacin a criarlos nios obedientes a cuanto se les rpandase, aplicados a los ejercicios domsticos, respetuo-

  • SOS para con los mayores, humildes para con todos, retirados en casa, sin salir de ella sino con la licencia debida, inclinados a los ejercicios de la religin, y asistencia al/ templo con todo respeto y atencin. Quiera el cielo que \i educacin ms ilustrada, que con razn se da a los ni^ en estos tiempos, sea siempre sin perjuicio de aqulla, cue es como la base de toda buena educacin, y con la /que siempre son felices las familias y las naciones.

    Poco tuvieron que hacer los tos para imprimir /n su sobrino esta clase de educacin cristiana; se incliiaba a ella como por naturaleza, y en breve tiempo se hizj/ dueo de los corazones de todos. Le vean humilde, aplicado, cuidadoso, servicial en cuanto le mandaban y aquella edad permita. No podan menos de quererle: Juan Beltrn y Magdalena Urdn, su mujer, templaban con su vista e} dolor de la falta de sucesin. Le miraban no ya como a sobrino suyo, sino como a su hijo y heredero, y esperaban ocasin oportuna de manifestarlo. ! j

    Se not por este tiempo en nuestro Juan sobe sus ot^as virtudes una particular inclinacin a todo lo devoto y al ejercicio santo de la oracin, y tuvo proporcin para entregarse de lleno a ella; porque su to, uno de los encargos que ms frecuentemente le hacia era que asistiese la guarda de las ovejas de casa con el pastor que las ten i a su cargo. ;

    En este ejercicio tan hermano de la sencillez, y t^n amado y favorecido dc Dios en los Patriarcas antiguos, ^n la Ley nueva y en la historia eclesistica, recibi nuestjo Juan por este tiempo dos singulares favores. Primero: rase un da 1. de Enero de 1605 cuando cumpla los quinte aos de su edad. La mucha escarcha, el hielo grande, ,el viento continuo y delgado y algunos pequeos copos de nieve que el fro mismo impeda fuesen mayores, presentaban la maana en extremo spera y terrible. El pastor,

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    con el pretexto de or misa, pero en realidad huyendo de tanto tro, encarg a nuestro Juan que saliese solo con el ganado. El humilde zagalejo, rendido, pronto y obediente a la voz del pastor, como pudiera un ngel a la voz de Dios, sin haWar palabra, rii reparar en la aspereza del da, ni poner otra alguna dificultad, tomando un poco de pan y un costalillo, con que en estas ocasiones abrigaba la cabeza y parte de su cuerpo, puso en l el pan y sali con sus ovejas.

    Andbase paseando por el campo, para resistir el intolerable fro, cuando el Seor, agradado de su simplicidad y obediencia, se le puso delante en forma y traje de otro nio como de su edad, vestido de color morado, hermoso en extremo, y que le mostraba mucha afabilidad y cario. Sorprendido nuestro zagalejo, le dijo: Hola, chico, qu haces ah? (Va el suceso con las palabras que el mismo hermano depuso por mandado de su prelado poco antes de morir). < Vlgate Dios! qu vienes con este fro? No le respondi, aunque se sonri un poco. Prosigui Juan: Cmo te han dejado tus padres salir de casa? Qu, no tienes padre ni madre? No sale nadie del lugar por el tiempo tan malo, y t andas as? Si yo fuera como t, en casa me estuviera. A todo callaba y se sonrea. Tercera vez le habl Juan: Sin duda eres algn mal muchacho y andas a pimienta (1); algn mal recado debes haber hecho. Y pare- cindole que tendra necesidad de comer algo, le dijo: Quieres almorzar? toma mi almuerzo; y sacndolo del costalillo, se lo ofreca. Entonces habl el nio, y le dijo: Cmelo t, Juan, que tienes necesidad, y esfurzate, que yo cuidar de ti. Qu has de cuidar t (respondi), sin padre ni madre, muerto de fro?. Y aadi el nio: Mira,

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    (1) Andar a pimienta se dice en Navarra de aquellos muchachos que se escapan de casa, o pierden la escuela por andar a sus travesurillas.

  • Juan, que en este da me has de hacer gran fiesta; y con esto desapareci. Lo mismo fu perderle de vista nuestro zagalejo, que sentirse todo abrasado de amor de Dios con grandsima paz y ternura. Veia que aquel hermossimo nio no era del lugar, ni pareca como otros nios de aquella tierra, ni saba cmo se haba desaparecido, ni qu se haba hecho. Toda su alma le deca haba sido visita del nio Jess. Entonces comenz a llorar con gran ternura el no haberle conocido, y a llamarle con gemidos: lAy, Nio mo de mi almal cmo te has ido? cmo no me dijiste quin eras? Pero bien lo poda yo haber entendido. Por ventura no estaba mi corazn ardiendo cuando me hablaba? Algunas horas estuvo todo absorto en Dios, gozando de los efectos de tal visita. Quedronle muy impresas en ^el alma las palabras que el Nio le dijo, aunque no entendi cmo ni cundo haban de tener su cumplimiento.

    Tambin sinti (aunque no se lo dijo de palabra) que haba de hacer grande fiesta a un Santo que por entonces no conoca. La memoria de este favor y los efectos que le quedaron de l, le duraron toda la vida.

    Esta fu la primera visin y aparicin que se refiere de nuestro Juan; y quien considere todas sus seas, la impresin que caus en su alma, la persuasin ntima de que era Jess el que le hablaba, los efectos que le quedaron, y el perfecto cumplimiento que la visin tuvo, y las confronte con la doctrina que ensean los maestros, prncipes en la materia, de nuestra Madre Santa Teresa (Vida, c. 6), y nuestro Padre San Juan de la Cruz (Subida del monte,1. II, c. 11), para distinguir las visiones verdaderas de las falsas, conocer la verdad de sta, y que el Nio Jess quiso tomar posesin de esta tierna alma antes que la malicia mudase su entendimiento, y destinarla desde entonces a fectos singulares de su gracia.

    Muy'semejante a ste fu el segundo favor que recibi

    18 del cielo en este ejercicio pastoril. Fu de la Reina de los ngeles Mara Santsima. Desde sus ms tiernos aos le fu muy devoto. La miraba con particular ternura como a Madre, la rezaba sus devociones, la honraba con especiales ejercicios de piedad, y entre otros en las vsperas de sus fiestas se preparaba para ellas con algunas penitencias, cosa que se ensea y practica con harta devocin y esmero en nuestra sagrada Religin; y ya este siervo de Dios la practicaba tantos aos antes de entrar en ella. En la vspera de la Pursima Concepcin era mayor el esmero. Deca que no se acordaba que en toda su vida hubiese dejado de ayunar en esta vspera, para prepararse devotamente a celebrar la solemne fiesta de Mara Santsima Inmaculada. En esta preparacin se ocupaba en esta vspera el a 1607. Guardaba sus ovejas, y al mismo tiempo consideraba las excelencias de esta Seora, admiraba su felicidad de haber sido concebida sin ninguna mancha, la rezaba con ternura, cuando de repente vi junto a s una seora de extremada belleza, vestida de blanco, y encima un manto azul, como suelen pintar las imgenes de la Pursima Concepcin. Turbse algo al principio con la visita de una seora de tanto respeto; mas luego, recobrando algn tanto, le dijo: Seora, qu busca por aqu? Ella le contest: Dame, si tienes, algo que comer. Prontamente respondi: Seora, aqu tengo mi merienda. sta consista en un pedazo de pan y unas sardinas metidas en l, que era toda la provisin que llevaba para su ayuno. Saca, pues, de su costalillo esta su merienda, extiende su brazo para darle a aquella soberana Seora, y en el momento mismo se le ausenta y desaparece. Contenta con haber visto su afecto, le deja con la merienda en la mano, pero el corazn todo abrasado y encendido en amor, y con muchas ansias de emplearse toda la vida en su servicio.

    Como ste fu ya segundo favor del cielo, gozle con

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  • - - 2 0 -ms quietud, y causle ms suavidad y recogimiento. Desde entonces se entreg con ms fervor a los ejercicios espirituales, era ms continuo en la oracin, y el Seor le favorecia ms en ella. A su luz conoci bien pronto los peligros del mundo, y sinti por este tiempo los primeros impulsos de ser religioso. Conoca bien que la Religin es el estado en que sin disputa hay ms proporcin para servir a Dios, y conseguir la salvacin que en el mundo; pero como sabia tambin que no somos nosotros los que elegimos a Dios, sino que Dios elige del mundo a los que quiere, llamndolos por su gracia a un estado tan santo, le peda con instancias y con las mayores veras que dispusiese las cosas de manera que l se viese religioso, para entre" garse todo a su servicio. Se persuadi que Dios le haba odo, y que le haba de conceder lo que le haba pedido. Este ejemplo dej a los jvenes de su edad, para que a lo menos piensen seriamente en la eleccin de su estado, y pidan con instancia a Dios luz para el acierto de que puede depender su salvacin.

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    CAPTliO III

    Enttia J u a n de Ueoz en el gobiern o de la h a e ie n d a de s a to J u a n Belbvn. s t e tP a ta de e a s a r to , h aci n d o le he^ pedepo de to d a e lla , puewte b atep ia son tP a s u V oeaeln.

    Muy bien se hallaba nuestro Juan de Leoz con el ejerc, co de guardar ovejas por la mucha proporcin que le ofreca para entregarse al ocio santo de la oracin, en que estaba embebido, y en que haba ya recibido sealados favores del ciclo. Pero su to Juan Beltrn se hallaba cargado de aos y de achaques, y necesitaba algn descanso. Vea a su sobrino en edad proporcionada, y por su talento y virtud capaz de mayores empleos, y determin descargar en l el cuidado de toda su hacienda. Juan entr en este ministerio con gusto por hacer el de su to, y desde luego se vi que la piedad y ajustamiento es til para todo. Velaba mucho sobre la hacienda que se le haba encargado, dispona a todos con agrado lo que habian de hacer, asistales con mansedumbre, ayudbales como compaero, y en todo obraba conforme al parecer y consejo de su to. De este modo la casa andaba hecha un ciclo; a todo parece que Dios echaba la bendicin como al antiguo Jos en Egipto, y la hacienda mejor de manera, que pudo decirse que en pocos aos la dobl.

    Juan Beltrn y Magdalena Urdn, su mujer, no cabian de gozo. Veian el aspecto brillante de su casa, que su hacienda mejoraba por aos, y qufe en ocho que haca que la

  • - 2 2 -gobernaba Juan poda decirse que era otra. Les pareci, pues, que era tiempo de completar su dicha, y que para dar consistencia a este gobierno no podan tomar mejor resolucin que casar a Juan con Beatriz de Asiain, sobrina de Magdalena, que tambin haca algunos aos que estaba en casa, y se haban criado juntos. Juan Beltrn se encarg de proponerlo a su sobrino, y tomndolo aparte le habl en esta sustancia: Bien sabes, sobrino mo, el sumo desconsuelo con que he vivido por la falta de sucesin. Pena ha sido esta bien amarga, que me ha acongojado mucha parte de mi vida. Para aliviarla te traje a casa desde tu tierna edad con consentimiento de tu madre. Ya se han cumplido en parte mis intenciones. Diez y ocho aos de buena compaa que nos has hecho, han mitigado mi dolor y el de tu ta Magdalena; y tu buen deporte en tanto tiempo nos ha obligado de manera que ya no te contamos por sobrino. Te miramos como a nuestro ms querido hijo. Tratamos de dar fin a nuestras penas y completar nuestro gozo. Nuestro pensamiento es que des tu mano a Beatriz, cuyas prendas te son bien conocidas. Yo te hago heredero de esa hacienda que gobiernas, que, como sabes, es de las mejores de esta tierra. Tu ta deja la suya no inferior a su sobrina, y de este modo, cuando nosotros pensbamos que con nuestra muerte se acababa y deshaca nuestra casa por falta de sucesin, cerraremos los ojos con el consuelo de dajarla bien cimentada, y puesto el principio troncal de donde salgan nuevas generaciones que hereden nuestro apellido, nuestro solar, nuestra hacienda y nuestra nobleza. Este es nuestro intento. Da, hijo mo con un si este ltimo consuelo a un to que tantas pruebas te ha dado de su amor.

    Confuso y algn tanto atajado se hall nuestro Juan con esta propuesta, y juzgndola incompatible con la intencin que habia formado y deseos que tena de ser reli

    gioso, peda en su interior a Dios le inspirase algn expediente para salir de tanto apuro. Lo encontr en la gracia de su vocacin, que es muy fecunda en recursos cuando se la observa con fidelidad. Lleno del ms puro amor y agradecimiento a su to, le respondi: lAy to mo! y cmo podre yo corresponder a tanto amor? Yo no puedo or a usted sin ternura una propuesta que tanto me favorece. Desde luego aseguro a usted, y es lo nico que puedo decir por ahora, que si llego a tomar ese estado, no ha de ser con otra que con Beatriz. Me bastaba ser gusto de usted. Pero eso del estado, como es para siempre, ya ve usted que se necesita mirarse mucho. Yo lo mirar, y dar a usted la respuesta Entre tanto, si a usted le parece, puede quedar esto as*.

    Mucho agrad a Juan Beltrn una contestacin tan prudente. Se la dijo a su mujer, sta a su sobrina, y desde entonces todos sin saber por qu, dieron por hecho el matrimonio. Bien pronto se divulg el proyecto por todo el lugar, y los jvenes eran tratados de novios pblicamente y sin recelo. Jams Juan de Leoz se vi ms obsequiado. El to, la ta, los criados, los peones, todos los vecinos aplaudan el contrato y le agasajaban a porfa. Sobre todo la Beatriz, como la ms interesada y la que ms oportunidad tena, por estar a su cargo las llaves y gobierno de la casa, le obsequiaba ms que todos. Apenas haba da en que ella y los tos no le moviesen el punto del proyectado matrimonio, insttidole por la pronta ejecucin. Otro tanto se retraa nuestro Juan por las luces que reciba de Dios; pero sin decir determinadamente que no, iba maosamente dando largas hasta que Dios descubriese algn camino por donde cumplir su designio de religioso.

    Dos aos dur este combate, hasta que, cansados los tos de tanta dilacin, lo tomarn aparte y le dijeron con la mayor resolucin, que no se haba de dilatar ms la bo

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  • da, sino que se haba de ejecutar luego. Con la misma resolucin y algn enfado les respondi Juan: Seores, el casarse no es por voluntad de cada uno? Pues por qu me aprietan tanto en cosa que es de voluntad? Por tos y ms que padres han sido conmigo, los estimo y venero, no por su hacienda; djenme en paz. Y les volvi la espalda.

    Turbado y afligido sali nuestro Juan de la presencia de sus tos. Gema en su interior con desconsuelo, y puesto en el mismo apuro que Eufrosina, no saba cmo resolverse; porque si condescenda con ellos, no segua su vocacin (aunque no tan declarada como despus); y s no condescenda, pasaba por un ingrato. En tanta angustia acudi a su ordinario y seguro refugio de la oracin. Salise al campo, en donde libre del bullicio de las gentes se entreg a ella largo rato. All desahog su espritu a presencia de slo Dios del cielo. Le ofreci de nuevo su corazn y su vida, para que dispusiese de ella segn su divino beneplcito. Le pidi con las mayores veras que s era su voluntad, le concediese la gracia y le abriese camino de ser religioso, y que con su poderoso brazo venciese tan fuertes obstculos como se le presentaban para serlo. No le falt el socorro del ciclo, y le ocurri el ms suave expediente que por entonces poda tener el negocio. Volvi a la noche a casa, pidi a sus tos perdn del enojo que les haba causado, y les suplic que le diesen licencia para llegarse a Pamplona a comunicar el caso, mostrndose inclinado a darles gusto si se lo aconsejaban las personas con quienes lo haba de tratar.

    De nuevo cautiv a sus tos Juan de Leoz con esta demostracin, y de nuevo se persuadieron a que el matrimonio iba luego a ejecutarse, le abrazaron tiernamente, y no slo le dieron la licencia que peda, sino que la tg le di cincuenta reales de a ocho para que con ellos comprase a la novia una buena joya a su gusto, y se la diese el da en

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    que se desposasen: terrible batera contra los santos inten tos de nuestro Juan, y glorioso triunfo de la gracia de su vocacin. El sencillo joven conoci con la luz del cielo que tanto empeo no era precisamente obra del cario de sus tos, sino que todo lo atizaba el demonio para derribar su constancia. En efecto, aquel que lo aborreci de muerte antes de los dos aos, ahora que se trata de fijar su estado, cree que es el tiempo de mover todas las mquinas in- feniales contra l. Excita en el to un nuevo ardor en el amor al sobrino, aviva en la ta una nueva ansia por ver a su sobrina bien establecida, sopla en sta el amor a la persona y la codicia a la hacienda, al joven en lo ms florido de su edad y pobre le presenta, ya que no todos los reinos del mundo como al Salvador, una hacienda pinge, que pasa de treinta mil ducados de plata (a tanto ascenda la hacienda de Juan Beltrn), y no con la condicin (por ahora) de que se postre a sus pies y le adore, sino para que goce de ello con toda la comodidad posible en un estado honesto aprobado por el mismo Dios, en un casamiento igual a su nobleza, y con una mujer que se desvive por l y le adora. Otro castillo menos religioso que el pecho de Juan de Leoz se hubiera rendido; l no solo no se rindi, sino que jams vacil ni fluctu en lo que haba resuelto de ofrecerse a Dios en religin. Ejemplo inmortal para que aquellos j% nes que se sienten movidos de Dios al estado religioso sigan su santo impulso con fervor y con constancia, a pesar de toda la carne y sangre, de todas las conve' niencias humanas y de toda la astucia del infierno. De lo contrario lo arriesgan todo, y de nada les servir gozar de todo el mundo si pierden su alma. Si son fieles a su llamamiento, Dios, que los ha llamado, les asistir para seguirlo como asisti a Juan de Leoz y lo vamos a ver.

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    CPTLiO IV

    C o n s u lta s a voe^ ein eon flu estn a S e o a dal P ila 4e Z a v a g o z a , e In te n ta eetv a g u s tin o eeoleto , y ]WaPia S a n

    t s i tn a se lo im p id e.

    Sali Juan de Leoz de la presencia y casa de sus tios con no pequeo gozo, por creerse ya libre, y en lugar de tomar el camino de Pamplona, como pensaba, y para lo que haba sacado la licencia, tom no sin especial inspiracin del cielo, el de Zaragoza, a consultar con la Virgen del Pilar su vocacin, en vez de consultar su matrimonio con los hombres, como los tios pensaban.

    Llegado a Zaragoza, su principal mansin era aquel religiosisimo templo del Pilar, primer santuario y como la cuna de la Religin de los espaoles. All derramaba su corazn en presencia de la Virgen, y le peda afectuossi- mamente declarase por algn medio su voluntad, y le inspirase en qu Religin quera le sirviese, pues aunque tena particular inclinacin al Carmen Descalzo, no quera ni se atreva a resolver por s, sino que todo quera viniese de Dios por medio de su amantisima Madre.

    El segundo da, saliendo d aquel templo despus de una larga y f^rXnente oracin al jntcnto, y andando por varias calles, alcanz ver un convento, y aun sin saber de qu Orden era, se persuadi que aquel era a donde la Virgen lo encaminaba. Era el de los. Padres Agustinos Recoletos. Entr en su iglesia, psose en devota oracin, y advir-

    tindelo un religioso, le pregunt de dnde era y si se le ofreca algo. A que respondi prontamente: Soy, Padre, de junto a Pamplona, y Vengo huyendo porque me quieren casar, y no me llama Dios para ese estado. S i me quisieren recibir en este convento, yo les servir de perpetuo cocinero, y agradecer mucho el favor. El ansia y anhelo con que dijo estas palabras deponan a su favor, y daban testimonio de su devocin y desengao. El religioso, prendado de l, le di buenas esperanzas, y le dijo que volviese al da siguiente entre siete y ocho de la maana, pues en la hora el Padre Prior no estaba en casa, y entre tanto l le tendra prevenido para que lograse su intento.

    Volvi Juan de Leoz a la maana siguiente, pero mucho antes de la hora sealada. Su deseo no le dejaba sosegar. Entr muy temprano en la iglesia del convento, psose en oracin en la nfima grada del altar mayor, y a poco rato ve junto a s, a su lado derecho, una hermossima nia ya crecidita, vestida de pardo con un manto blanco encima de los hombros, y sobre l el cabello suelto y tendido. Mirbale con atencin, y con el rostro muy apacible le dijo: Qu hace aqu? No respondi Juan de Leoz cosa alguna, hasta que le pregunt: Ha de ser aqu fraile? Al momento, de la abundancia del corazn le respondi: S. Mas ella, prosiguiendo con afabilidad, aunque con entereza, aadi; No ha de ser aqu. Mucho entristeci a Juan este anuncio y le opuso una tenaz resistencia. Tres veces hubo de repetrselo la misteriosa nia; y sl la tercera se rindi, mas no tanto que bien pronto no se arrepintiese y juzgase ligereza suya su rendimiento. A la maana siguiente, volvi al mismo sitio con nimo determinado de proseguir con su intento; mas la misma nia, en la misma forma y traje que el da anterior, pero revestida algn tanto de severidad y de majestad, le dice como reprendindole: Qu haceaqu? No le he dicho que no

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    ha de ser aqui fraile?Quin lo dicc?, responde prontamente Juan.Yo lo digo, dijo la nia con severidad l)landa, No basta que yo lo diga? No quiero que sea aqu fraile. Entonces se levanta Juan, quiere resistir con mayor empeo; pero la saeta estaba ya clavada. La misteriosa nina, contenta con haberle herido, desaparece repentinamente sin hablarle ms palabra. Juan, en el punto de la mayor resistencia, siente los sabrosos efectos de su visita: la luz de Dios se apodera de su espritu; conoce con ella que el suceso ha sido misterioso; arde su corazn; y la confusin, el agradecimiento, la ternura y la abundancia de lgrimas en que prorrumpen vienen a reemplazar su resistencia anterior.

    Ya no duda que la sacratsima Virgen ha odo sus gemidos, y que ha tomado por su cuenta el dirigirlo en su vocacin. Vulvese a su santuario del Pilar, que era todo - su consuelo, y postrado ante el altar de esta Seora la da mil rendidas gracias por tan gran favor y beneficio, esperando le dar el ltimo complemento. Vos, Virgen santsima, le dira deshecho en ternura. Vos me decs y me repets que no queris que sea agustino recoleto. Vos me diris, cuando sea vuestro agrado, dnde lo he de ser. Con estas ansias y afectos pas casi todo el da absorto n oracin; y despidindose con tiernas lgrimas de aquel santuario, sali de Zaragoza para Barsoain, donde consideraba a sus tos traspasados de pena por su larga ausencia.

    Al pasar por Alagn, de camino para Navarra, viendo un convento de Agustinos, como sin advertirlo se hall en l, y sin ms ni ms, se persuadi que Dios le llamaba y que quera que en l le sirviese. Llam al portero, y le dijo: Padre, yo soy un mozo que ando huyendo de mi tierra poique me quieren casar. Quirenme recibir en casa para perpetuo cocinero? Yo les servir de buena volun-

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    tad. Agrad mucho al religioso esta propuesta por todas las circunstancias que notaba en el joven, y le dij que no dudase que lo admitiran, y para mostrarle ms agasajo le s a c algo que comiese. An no haba concluido de comer cuando sinti el reclamo y reprensin de s conciencia, y un stimo desasosiego en su alma. Si Nuestra Seora me estorb (deca en su interior) que tomase el hbito en la Recoleccin en Zaragoza, cmo puedo pensar que es gusto suyo que lo tome en Alagn en la Observancia? La resolucin que yo tom delante de su santsima imagen, no fu de volver a casa de mis tos, y esperar que su Majestad declarase ms su voluntad? Pues por qu ahora, sin ms causa, dejo lo que entonces despus de haberlo mirado tan despacio resolv? Esto le apretaba y angustiaba tanto el interior, que no pudo menos de declarrselo al portero. Padre, le dijo, perdneme por amor de Dios, que estoy reventado, y no puedo sosegar. Es tanto el deseo que tengo de ser religioso, que cada hora que se me dilate se me hace un siglo. No veo convento donde no quisiera entrar. Por eso slo he llegado a esta casa y he hecho a usted mi propuesta; pero bien se que Dios no me quiere para esta Religin. Tome usted una limosna por la comida que me ha dado, y deme licencia para proseguir mi camino. As se despidi de l.

    Debe ser pensin ordinaria en los nuevos msticos hacer misterio de todo, y persuadirse que todo lo que les viene a la imaginacin es de Dios, y nada de su cosecha. Con poco fundamento se persuadi nuestro Juan de Leoz que Dios le llamaba a los Agustinos recoletos en Zaragoza; aun con menos fundamento crey que lo destinaba a los Observantes en Alagn. Pero como su intencin era recta, sus deseos, diligencias y lgrimas porque Dios le manifestase su voluntad muy fervientes, y su voluntad muy sincera, mereci la luz de Dios para discernir la verdad entre

  • las ilusiones de su imaginacin; porque jams permite que los que as le buscan sean engaados, cmo mil veces repite nuestra Madre Santa Teresa de Jess Mara Santsima le visita y repite las visitas. l se resiste, y Dios le permite esta resistencia repetida, para hacerle ms palpable la visita del cielo, cemo permiti la incredulidad de Toms para hacerle ms palpable la resurreccin. Le arranca, digmoslo as, a la gravsima Religin de San Agustn, y le trae a la del Carmen, que por excelencia es la suya, reparte Dios con su providencia las vocaciones para bien de los hombres y de los estados: y por esta vez tuvo que ceder el grande Agustino a la Virgen del Carmen esta prenda, que se le entraba por sus puertas; al modo que poco antes tuvo que ceder el gran Domingo a la gran Teresa un Lesmes (el Melitn o hijo menor) de D." Catalina de To- losa, aquella repetida madre de los Macabeos, que con sus siete hijos se sacrific en nuestra Religin sagrada, como refiere nuestra crnica. (Tom. I, lib. /, cap. 16).

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    CAPTUUO V

    Dios le m a n d a que s e a C av rn elita D csealzo . T o m a elh b ito , au n q u e el d em onio se lo pvoeupa estotbai*.

    Apenas haba llegado nuestro Juan de Leoz a Bar- soain, y desahogdose los mtuos afectos de ternura entre los tos y sobrino por la larga ausencia de ste, cuando' ellos trataron de llamar al escribano y testigos para celebrar los esponsales. Juan tena previsto este lance, y ejecut puntualmente lo que para l tena meditado y determinado desplis de haberlo consultado mucho con Dios. Era mostrarse con sus tos condescendiente cuanto le fuese posible sin perjuicio de su vocacin, y no darles ms disgusto que el indispensable para ponerla en ejecucin. Para qu quiere usted (dijo a su to) apresurarlo ahora? S i se ha de hacer la cosa, hgase como se debe. Tres dias hay de aqu a la Santsima Trinidad; yo me quiero confesar y ganar ese da el jubileo en Pamplona en los Padres Trinitarios, y en comulgando. Nuestro Seor me dar fuerzas para cumplir con mi estado. Como no peda ms trmino que tres das, y esto para confesarse, el to y todos quedaron muy gustosos con la propuesta.

    No lo estaba tanto Juan de Leoz. Siempre le daba mu- clio cuidado el no saber an a qu Religin Nuestro Seor le destinaba; y como ya aqu haba puesto trmino fijo y tan corto, le daba mucha pena y temor de si se le haba puesto a Dios y le haba desagradado. En estas penas y temores lleg el sbado, vspera de la Santsima Trinidad,

  • y viendo tan presente el trmino sealado, avivando ms sus deseos, con el ms humilde y tierno afecto dijo al Seor; Seor, ya sabe su Majestad que no tengo letras, y que soy un hombre corto: dgame lo que tengo de hacer, pues yo no lo s, y si no me remedia en esta semana, me han de casar. Apenas acab de decir esta breve oracin, cuando sinti en su alma clara y distintamente como si viera al mismo Seor que le hablaba estas palabras: Esta es mi voluntad, que seas fraile descalzo.

    Nada vi, nada oy, nada se le represent en su imagi' nacin, sino que sinti las palabras dichas en lo ms interior de su alma, sin poder dudar de ellas. Es el gnero de locuciones en que menos parte puede tener el demonio, como ensean nuestro Padre San Juan de la Cruz (Subida de/mone, c. y nuestraMadre Santa Teresa de Jess (Mor. m. VI, c. 3), y dejan ms sensibles efectos en el alma. Los sinti muy notables Juan de Leoz. Qued abrasado en el amor del Seor, nfimamente recogido, totalmente resuelto, y gozossimo de ser destinado al Carmen descalzo, que fu lo que le significaba en aquella palabra Fraile descalzo. Vi acabados todos sus temores, deshechas todas sus dudas, disipadas todas sus nieblas, y entregado todo a las alabanzas divinas, desahog su corazn, en el campo mismo donde se hallaba, en esta coplilla, obra ms bien de su afecto que de su ingenio:

    Dejar quiero las armas.Meterme fraile,Que vida de esta vida Todo es aire.

    sta la repeta sin cesar lleno de jbilo. Cuando lleg a casa, todos conocieron a la primera entrada la alegra y regocijo con que vena; pero como al mismo tiempo nota

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    ron que no gustaba de conversacin, y que slo trataba de estarse recogido en su cuarto, entraron en algn recelo, y su to le pregunt qu era aquel retraimiento. Respondi que, como haba de ir a confesar al da siguiente, era bien no meterse en nada, y recogerse luego y madrugar para ir a Pamplona con tiempo. A pesar de sus recelos, pasaron por esta respuesta, y la ta le di trescientos reales para que trajese la joya que haba de dar a la novia el da de su desposorio, porque los que le sobraron del viaje anterior ya se los habia entregado. Encargronle que no dejase de volver el mismo da; dijo que hara lo posible, y qued despedido aquella noche.

    Al da siguiente, que fu el 10 de junio, parti para Pamplona, cumpli sin dificultad su primer intento de confesarse, comulgar y hacer las dems diligencias para ganar el jubileo en los Padres Trinitarios; mas no quiso el Seor tuviese el consuelo de ejecutar el segundo y principal sin pagar primero un tributo a la flaqueza humana. Nuestra Madre Santa Teresa de Jess, a pesar de estar tan decidida a tomar el hbito carmelita, asegura que, al salir de la casa de su padre a ponerlo en ejecucin, cada hueso le pareca que se apartaba de por s. Un extremecimiento semejante sinti nuestro Hermano Juan al salir de los Padres Trinitarios para nuestro convento, y una persuasin intima de que el demonio le embarazaba el paso. Dos veces fu detenido en el camino, por una mano invisible, y en la segunda, en la que se divisaba ya la cerca del convento, estuvo ms de media hora fijo, inmoble y como exttico, sin poderse mover a parte alguna. En las dos ocasiones triunf con las mismas armas; particularmente en la segunda, recobrado algn tanto, se santigu, invoc el dulcsimo nombre de Jess, y diciendo: Seor; qu es esto?; Dios mo amparadme, pudo proseguir su camino; pero no todava sin grande turbacin y desasosiego de su alma, has

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  • ta que llegando a la portera, dijo al portero si le recibiran para el santo hbito. En este momento ces la turbacin y recobr su luz y tranquilidad. Sin duda, hasta aqu slo tena licencia el demonio para molestarle. El portero lo present al Padre Maestro, y ste al Padre Prior. A ambos declar muy despacio cuanto le haba pasado: el empeo de sus tos en casarlo, su jornada a Zaragoza, su vocacin al estado religioso, el mandato de Dios para ser carmelita descalzo, y la firme resolucin en que al presente se hallaba de cumplirlo con su gracia. Por lo que con cuanta humildad pudo les pidi le diesen el santo hbito. Los experimentados Padres conocieron desde luego la vocacin, el buen fondo y apreciables prendas del pretendiente, y temieron, si no condescendan, resistir a la voluntad divina, que juzgaron suficientemente declarada. As resolvieron que, precedidas las formalidades prescritas, se le diese el hbito, no tan luego como l quera, sino el jueves siguiente, que era el del Santsimo Sacramento, y que en los tres das intermedios se ocupase en la huerta a disposicin del hortelano. Qued en ello el pretendiente, y entreg al Padre Maestro los trescientos reales que traa, destinando al coste de los hbitos lo que la ta le haba dado para la jo ya de la novia.

    El martes siguiente prepar el hortelano a nuestro pretendiente una grave tentacin sin entenderlo. Dispuso que fuese a la noria a sacar agua para regar. Era el encargo arrear una mala bestia al intento. Ella hacia tan mal su oficio, que no acertaba a dar paso por diligencias que el Hermano haca. Monta en ella para arrearla mejor, la pincha, la golpea, se deshace. Ni por esas. La bestia cada vez ms dura e inobediente. l se cansa, se aburre, y dando lugar a la tentacin con que por este medio le acometa el demonio, prorrumpe entre enfadado y colrico en estos discursos: Qu pensarn de m estos frailes? Creern

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    acaso que soy alguno de esos muchachos que vienen a la portera por la racin? Aun para ellos sera este ejercicio demasiado penoso. Es esta ocupacin para un sobrino de Juan Beltrn, que le gobernaba su casa y hacienda? Qu dijeran l y todos los de su casa si me vieran en este ejercicio? Y si ahora me tratan as, qu harn cuando rae vean fraile? Mejor es remediarlo con tiempo...

    Tanto le apret este pensamiento, que ya trataba de saltar por la tapia, escaparse y dejarlo todo. Pero haba entregado ya los trescientos reales; y ponerse en la presencia de su ta sin ellos o sin la joya para la novia, era o le pareca recia y vergonzosa cosa; y Nuestro Seor, que por medios leves consigue sus altos fines, hizo que por una causa de tan poco momento suspendiese por entonces su fuga.

    Cuando baj por all el Padre Maestro, le dijo el pretendiente que haba pensado que los trescientos reales eran poco dinero para los hbitos, que se los diese, y que con cien reales ms que traera le entregara los cuatrocientos. El advertido Padre conoci al momento el ardid, y le dijo: Pues qu es eso, Juan? Le tienta el diablo? Un rayo de luz fu para l esta pregunta. Jess mo, respondi santigundose, y ya otro: S, Padre nuestro: por Dios, que me den luego el hbito, que a poco ms estoy ya fuera de la cerca. Condescendieron con l, y se lo dieron el da siguiente, mircoles, vspera del Corpus, a 13 de Junio de 1618.

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    CPTULitO VI

    S e n tim ie n to extKaoKdinam o de s u s to s y f a m ilia y dem s v eein o s de B ai^soain cu a n d o supiet^on que se h a b a h eeh o tteliQoso. flu evo y fop tsim o a ta q u e pov su p aP te paita que de|e el h b ito y v u e lv a a c a s a . Se m a n

    tien e it*m e y s u to m uelle de p e n a .

    Al verse Juan de Leoz con el hbito de la sacratsima Virgen del Carmen, un roco del cielo se derram sobre su espritu, correspondiente a las muchas penas, ansiedades, dudas y afanes que le haba costado el conseguirlo. Dej el apellido del siglo, como se acostumbra en nuestra descalcez, y en lugar de llamarse Juan de Leoz se llam el Hermano Juan de Jess. Hizo luego se escribiese a los tios una carta en que les diesen cuenta de su mudanza. Cuando la recibi y ley Juan Beltrn, cul fue el luto inconsolable que se apoder de toda la familia! No hubiera sido mayor si hubiera venido la noticia de que se haba muerto. Magdalena Urdn y su sobrina ven frustradas todas sus esperanzas de un acomodo que con tanta ansia haban deseado, tan ventajoso para toda la familia por todas sus circunstancias, pero principalmente por las apre- ciables cualidades del joven que perdan. Grande fue esta pena, pero en ninguna manera como la que recibi Juan Beltrn. Vea desde aquel punto su casa sin sucesin, su hacienda sin heredero, su mujer sin apoyo, su sobrina sin acomodo, y a s mismo se miraba privado para siempre de

    aquel hijo querido, adoptivo, que tantos aos haba sido y se prometa haba de ser en adelante hasta cerrar sus ojos todo su consuelo. No puede resistirse a este golpe; se rinde, y cae en cama herido de una grave y peligrosa enfermedad.

    Por todo el lugar, cuando los vecinos lo supieron, no hacan sino avivar ms y ms con sus discursos estos sentimientos naturales de la familia. Qu lstima!, decan. Un joven de sus circunstancias, nobleza y conveniencias meterse fraile!.... y descalzo!... y en el estado ms abatido de donado!... Qu desconocimiento! Dejar en la amargura y en el dolor a unos tos a quienes tanto debe! Como si no pudiera salvarse en el siglo! Los que sabemos de vocacin, sabemos tambin cun frecuentes son en estos casos estas invectivas. Los del mundo juzgan comnmente locura las resoluciones que slo tienen por objeto la vida eterna y la salvacin del alma; y llevados de esta idea, se avanza muchas veces a determinaciones inconsideradas y perjudiciales. Siete de los principales del lugar se presentan al pie de la cama a Juan Beltrn, y para consolarlo le dicen que, si se lo permiten, ellos irn a Pamplona, y de grado o por fuerza, sacarn del convento a su sobrino Juan de Leoz, y lo traern a su casa, para que sea su consuelo mientras viva. No dej de consolarse algn tanto con esta esperanza y agradeci la buena voluntad de sus amigos, aunque no fiaba mucho en su promesa.

    Partieron, en efecto, para Pamplona, llegaron al convento, y abocndose con el Padre Prior y Maestro le hablaron en esta sustancia: Slo un sentimiento de humanidad, reverendos Padres, nos trae a la presencia de vues ^tras Reverencias. Juan Beltrn, vecino principal de nuestro pueblo, vindose casado y sin hijos, adopt por tal a Juan de Leoz, sobrino carnal suyo; lo extrajo de casa de sus padres, y lo tuvo, cri y educ en la suya por cerca

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  • de veinte aos. En l deposit toda su confianza, lo hizo heredero de toda su hacienda, que asciende a ms de treinta mil ducados de plata, proyect el casarlo con una sobrina de su mujer, que tambin tiene en casa, y l no di muestras de resistencia. Se dispuso todo lo necesario para la celebracin de la boda, y en los mismos das que se iba a ejecutar, se ha venido a esta Religin, y es puntualmente el que recibieron vuestras Reverencias dias pasados en la clase de donado. Todo el lugar est lleno de sentimiento, su familia traspasada de pena, y su to Juan Beltrn tan gravemente enfermo del dolor, que si su sobrino no vuelve con nosotros, la melancola le acaba la vida. Este es nuestro viaje. Vuestras Reverencias no deben dar lugar a que una resolucin imprudente sacrifique tantas vctimas. Que venga a nuestra presencia el novicio, que sabiendo todo esto, no es posible que resista...

    Dijeron esto con tanta vehemencia y animosidad, que los prudentes Padres, a pesar de la confianza que tenan en la vocacin del novicio, temieron presentarlo a su vista. Por buena que sea una planta, si es demasiado tierna, la arrebata una furiosa tempestad. Por la misma causa, los gravsimos Padres de Santo Domingo no permitieron que santo Toms, novicio, se presentase a su madre, con ser que el novicio era santo y la madre santa, y afirmaba que no quera sino confirmar a su hijo en su santo propsito. Pero el mismo hijo peda que no le expusiesen a las lgrimas de su madre. Este es el modo con que se sostiene y se fortifica la vocacin religiosa, cuando se quiere seguir con fidelidad y firmeza la voz de Dios. [Cuntas vocaciones se han perdido, y cuntas almas han naufragado en su salvacin por no cautelarse de estos riesgos, y por dejarse vencer de los sentimientos y lgrimas de sus parientes, padres y amigos! Por estos principios rehusaban los prudentes Padres presentar el novicio a los de Barsoain hasta que

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    se arrojaron a decir: que Juan de Leoz ya estaba casado, y que de no entregrsele, iban al Provisor a pedirlo por justicia. En nada repara un empeo cuando es fuerte e impelido por el demonio. Bien saban ellos que su dicho iba a desmentirse prontamente; pero les proporcion lo que ellos queran, que era tener presente al Hermano Juan para hacerle sufrir todo el golpe de su artillera. Sorprendidos el Padre Prior y Maestro de lo que oan, aunque no lo creyeron, hicieron venir al Hermano Juan a presencia de estos ^us amigos de Barsoain, y todos juntos, dijo el Padre Prior: Hermano Juan, no nos dijo, cuando vino a pedir el santo hbito, que vena huyendo porque sus tos le queran casar?S, Padre nuestro, respondi, as es.Pues mire lo que dicen estos seores, que ya est casado, y que vienen a pedir al Provisor se le haga volver a su casa. Yo casado?, respondi prontamente; quin puede decir tal cosa?Nosotros, respondi uno de ellos, y lo juraremos ante el Provisor, que a eso hemos venido.Ustedes?, respondi el Hermano, y ustedes siendo como son personas de calidad, haban de jurar una mentira tan grande? Cundo me he casado yo, ni aun siquiera desposado? Que mis tos lo han deseado, me lo han propuesto y aun instado mucho, es verdad; pero que yo haya consentido ni dado palabra, es una grandsima mentira,

    Gran fuerza tiene la verdad, y el Hermano la dijo con tanta resolucin, que los de Barsoain temieron proseguir con su empeo; por lo que el principal de ellos, amigo ntimo del Hermano, tom la palabra y dijo; Mire, seor Juan de Leoz. Lo que usted dice es verdad, no podemos negarla. Lo que se ha dicho en contra slo ha sido para obligar a nuestros Padres a que nos trajesen a usted ac para darle parte del gran sentimiento de su to Juan Beltrn. Ha cado gravemente enfermo de pena, est muy de peligro, y si usted no viene con nosotros, se va a morir y

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  • pronto. Mire que no le paga lo mucho que le debe. Mire por aquella casa que es de sus abuelos y ahora suya, y faltando usted, se ha de perder del todo. Para qu quiere que tan grande hacienda se desperdicie y pase a otras extraas? Ya sabe usted lo mucho que todos lo estimamos, y por eso sentimos mucho el que nos deje. E l casamiento con Beatriz es muy bueno y de todas conveniencias, y la pobre est para desesperarse de pena..

    Si fu terrible la batera por la sustancia, no lo fu menos por el carioso e insinuante modo con que su ntimo amigo se la dirigi. Pero a todo fu superior la constancia del novicio. Vaya, Hermano Juan, le dijo el Prior. Ya ha odo a estos seores: qu les responde? quiere irse con ellos?Cmo ir. Padre nuestro?, respondi; eso me pregunta vuestra Reverencia? A eso he venido? De ninguna manera.

    Y volvindose a los de Barsoain, les dijo: Seores mucho siento la enfermedad y pena de mi tic, a quien estimo como si fuera padre, y sabe Dios que la pasara yo por l, si eso estuviera en mi mano. Muy posible ser que se muera, que est muy viejo ; mas eso no lo puedo yo remediar. Yo le dije que para tomar ese estado, no seria con otra persona que con Beatriz; mas nunca me he indinado a l, porque hace mucho tiempo que Dios me llam para el de religioso: ya, gracias a su Majestad, lo he conseguido, y estoy tan gozoso en l, que si ustedes me trajeran todas las haciendas y mayorazgos del mundo, no volviera pie atrs. Yo no he servido a mis tos por su hacienda, sino por el grande amor que les he tenido, pues han hecho conmigo oficios muy de padres; y si los dejo ahora, cuan^ do me daban ms pruebas de su cario, no es sino con grande sentimiento, y slo por cumplir con lo que Dios me manda. Dganselo ustedes asi, particularmente a mi to Juan Beltrn; esto le consolar, que yo no puedo ayii-

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    darle ms que con mis pobres oraciones, y stas las tiene seguras toda mi vida.

    Tal valor, tal constancia, tal desengao llenaron de go- z

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    CPITLiO VII

    pepvolies del v e n e ra b le flet

  • novicio) ocuparlo en la cocina. Aqu estaba en sus glorias. Ser cocinero perpetuo de un convento habia sido el blanco de sus deseos, aun antes de estar enteramente declarada su vocacin. Verse ahora cumplido su deseo en la cocina del Carmen descalzo, a donde el Seor con tanta eficacia lo habia llamado, lo traa dulcemente devoto. Su humildad se hallaba bien en aquel ejercicio humilde. Oa con atencin lo que le decan, aprenda lo que le enseaban, callaba como novicio, sin ser pesado a los dems, serva a todos con el mayor agrado, y las ollas, cazos, peroles y dems muebles de la cocina, limpios como una plata, demostraban su exactitud y gusto en el ejercicio. Mucho se hace cuando con buen deseo se aplica la voluntad a lo que manda la obediencia.

    Tanta virtud, y ms en un novicio, no podia menos de encender la rabia del demonio. E l noviciado es el tiempo de sus tentaciones. Sabe l que por lo comn perdi para siempre el novicio que persevera firme en su vocacin y profesa; como, por el contrario, si logra desquiciarlo y volverlo al mundo, le ser ms fcil hacerle comer las cebollas de Egipto y perderlo. En este novicio vea virtudes que barruntaba haban de ser funestas a su rabiosa envidia, por lo que hizo cuanto pudo por destruirlas en flor o vengarse: tentaciones, persecuciones, molestias, espantos, malos tratamientos, golpes furiosos, todo lo emple pretendiendo sacarlo del convento a todo esfuerzo. Se le apareca ya en una figura, ya en otra, le presentaba las proporciones para la salida, le pona por delante la puerta o ventana por donde haba de huir, le excitaba con todas sus fuerzas a ello, y no logrndolo, le cargaba de golpes y le dejaba muy maltratado, y quebrantado todo el cuerpo. De muchos lances que constan de las relaciones que se omiten por brevedad, y por ser de un mismo genero, slo referir uno, por ser doctrinal y de aviso para que los Carme

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    litas y devotos del santo Escapulario no se desprendan ja ms ni de da ni de noche de esta sagrada arma, prenda singular de la proteccin de su Madre amabilsima Mara del Carmen.

    Una noche por descuido se acost sin el Escapulario de dormir que todos usamos. Noche terrible para l. Bien pronto sinti que le apretaban la garganta, de manera que crey le ahogaban. Segunda y tercera vez repiti el demonio en figura de un feisimo etiope el ataque. Le agarraba la garganta, le apretaba, le ahogaba, dicindole que si no sala deL convento, iba al punto a acabar con l. Nuestro venerable Hermano, conocido ya su enemigo, se mostraba superior a l y le deca mil baldones; pero los golpes y apuros proseguan, hasta que defendindose, forcejeando y revolvindose a una y otra parte, lleg con la mano al santo Escapulario, que tena colgado de un clavo a la cabecera. Entonces cay en la cuenta, reconoci que le faltaba esta arma, aplicsela con ansia, y en el momento mismo recobr su tranquilidad, ces la persecucin, y huy Vecipitadam ente el demonio diciendo en voz alta: Por e ^ noche ya no tenemos remedio, que est bien armado. H e ^ u un suceso ms, que se puede aadir a los infinitos con que est probado que el sagrado Escapulario del Carmen contra el incendio infernal es defensivo consuelo. Tan favorecido de Dios, tan perseguido del demonio, y tan penitente y fervoroso en s mismo pas nuestro Hermano los dos aos de noviciado, que suelen tener los donados antes de su profesin simple. Bien acostumbrado a los ejercicios de la Religin, y tan hijo de ella en el cario y afecto, como si toda la vida los hubiera practicado, ansiaba porque llegase el da feliz en que se sacrificase en sus aras. Lleg por fin el da de San Pedro y San Pablo del ao 1620, y con toda la devocin, ternura y lgrimas que le mereci su preparacin singular, hizo su profesin sim-

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    p k , siehdo Prior de aquella casa el Padre Fr. Francisco de Santa Maria, provincial de Castilla la vieja (a la que perteneca entonces la de Navarra) el Reverendo P, Fr. Juan del Espritu Santo, y general de la Orden nuestro M. Reverendo Fr. Alonso de Jess Maria.

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    CPTUO VIII

    P posigue el dem onio en pettse^uit* a nuestito veneitable |lepnr3ano, y s te en v encedle.

    Consagrado ya nuestro Hermano por voto en la Reli- gin, no es fcil describir cunto creci en su alma el gozo, el fervor de espritu y el agradecimiento a Nuestro Seor por tan singular beneficio. Acordbase de lo que aquel misterioso nio que se le apareci a los quince aos, le haba dicho: Yo cuidar de ti; y viendo ahora cun fielmente lo haba cumplido, venciendo todos los estorbos que el demonio le haba puesto para profesar, se inflamaba su alma, de manera que andaba como absorto y tiernamente embelesado, y necesitaba hacerse mucha fuerza para atender a la necesarias ocupaciones exteriores. A la misma p ro p o rc i^ aumentaba el diablo sus persecuciones.

    Es verdad que ya no le incitaba ni le presentaba ocasiones para slir ni fugarse. La gracia de la profesin le haba quitado esta licencia. Pero los espantos, las amenazas, los malos tratamientos, los golpes y empujones proseguan, se aumentaban y no le dejaban sosegar ni vivir. De las vidas de los Padres, de las crnicas de las Religiones, y singularmente de la nuestra, aparece que es poco agradable al demonio (segn las diligencias que hace para estorbarlo) el que los religiosos se levanten a alabar a Dios a la media noche, cuando todas las criaturas estn en el ms profundo silencio. Muchas pruebas tuvo de esto el ve-

  • nerablc Hermano en veinte aos que tu taedor de Maitines. Empez esta cruel batera desde el noviciado. La primera vez en que manifest este designio se le present en forma de un horroroso y ferocsimo perro, rugiendo y echando fuego por los ojos, defendiendo la soga de la campana punto antes de las doce, y amenazando al que se acercase a ella. No era hora ni sitio en que pudiese ser perro natural. Al dar la hora su primer golpe, instaba la orden de la obediencia, y p o m o faltar a ella, armndose con la seal de la cruz e invocando el dulcsimo nombre de Jess, se arroj a los dientes y garras del demonio, que se persuadi lo era en aquella figura, asi de la soga, y en el pimto mismo se fu desviando poco a poco, y enteramente desapareci el figurado perro, mirndole con fiereza, pero sin causarle otro mal. No fu as en otras ocasiones, en que se vengaba a golpes cuando no consegua su intento.

    A las ocho de la noche, en cumplimiento de su oficio, iba a poner el despertador. Muy mal saba al demonio esa ceremonia. Frecuentemente le sala al encuentro y le acometa primero con espantos y amenazas; de stas no hacia mucho ca^o, porque conoca que eran impotentes; pero repeta los golpes, que lo maltrataban; le arrojaba violentamente por la escalera; era larga, y l quedaba quebrantado. Los religiosos, recogidos en aquella hora en sus celdas, oan el ruido con el silencio de la noche, y acudiendo a ver lo que era, hallaban en efecto al pobre Hermano herido de golpes de la cada, todo maltratado y dolorido. A pesar de esto, no todos los religiosos se persuadan a que haba tal operacin del demonio. Unos lo crean^ atendida la santidad del Hermano; otros suspendan el juicio, como cosas extraordinarias en cuyo asenso se debe proceder con mucho tiento; otros, en fin, se persuadan que n o haba ms diablo que su imaginacin.

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    De estos ltimos era el P. Fr. Bautista, religioso anciano, muy fervoroso y siervo de Dios, con quien el Hermano trataba muchas veces, y era de los m-s cercanos a ia celda del despertador. Djole un da el Hermano la pena que senta en verse tan de continuo afligido por el demonio; y cuando esperaba or del Padre palabras de consuelo, le dijo: iQu demonio! Ande, Hermano, que todo es aprensin de su caridad, que con ella nos trae a todos inquietos. Su imaginacin turbada es la que le figura al demonio, que le sigue, le atropella y le hace caer. No hay ms demonio. No tena ms que hacer el demonio, que venir cada noche a echarlo por la escalera abajo. Desconsolse mucho nuestro Hermano con esta no esperada respuesta; pero Nuestro Seor lo consol, primero por s mismo en la oracin, y luego con la providencia extraordinaria siguiente.

    Como a las once de la noche inmediata, estando recogidos todos los religiosos y el mismo P. Fr. Juan Bautista durmiendo, le despert un ruido como de uno que se paseaba por la celda. Causle grande pavor, y pregunt temblando de miedo: Quin anda ah? Apenas lo hubo dicho, cuando agentes invisibles acometieron a l, y le dier ron tantos y tan duros golpes, que le quebrantaron todo el cuerpo. InvocandoVl dulcsimo nombre de Jess y santigundose, sali comoSpudo a toda prisa de la celda, fuse a la del Hermano, y desertndole le dijo todo turbado: Hermano, encomindeme a Dios, que los diablos me han quebrantado todo el cuerpo >.Qu diablos. Padre? dijo el Hermano, respondindole con sus mismas palabras. Es aprensin de vuestra Reverencia. Su imaginacin turbada es la que le ha dado los golpes. No tena mas que hacer el diablo que ir a su celda a darle golpes. Sinti el devoto Padre tan justa reprensin, y no pudiendo dudar de sus golpes ms que San Jernimo de sus azo-

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  • - s o tes, le dijo: Djeme de eso por amor de Dios, compadzcase de m y venga. Ahora digo que padece mucho. Dios me ha querido castigar; no s cmo puede su caridad vivir.Ah ver vuestra Reverencia, respondi, si me quejo de vicio. Levantse, y fueron ambos al coro a encomendarse a Dios hasta la hora de maitines y desde entonces fu este Padre protector del Hermano. As vuelve Dios por la verdad y por el honor de los suyos. Dos sucesos semejantes se refieren en Casiano (Ecola. II, c. 13), y en la vida de los Padres (lib. VII, c. 16), en que las tentaciones de los discpulos permiti Dios se pasasen a los maestros, en pena y castigo de no haberlos tratado con la debida compasin.

    Mucho nimo y esfuerzo cobr nuestro Hermano sobre el diablo con las experiencias y victorias pasadas; y deseando abatirlo hasta donde alcanzasen sus fuerzas, discurri hacerle la solemne burla siguiente.

    El da de San Juan Bautista, que por tantas razones es celebrrimo en toda la Iglesia, en nuestra Religin se celebra con extraordinario regocijo y alegra, y con mucha razn; pues por su medio pas nuestra Religin de la Sinagoga al Evangelio. El vino con el espritu y poder de Elias y, como dice Belarmino, los Padres antiguos reconocen a Elias y al Bautista por principios de los ermitaos. Para esta ocasin hizo el Hermano Juan una estatua de un diablo, bien fea, y despreciadisimamentie vestida, y atndola sobre un jumento, la present a los otros diciendo: Ea, aqu tenis al demonio; cada uno que haga los cargos que tenga contra l. Seal por juez al Padre Maestro, pr actores a los dems, y l se hizo abogado del demonio. Comenzaron los cargos. Cada cual alegaba los que tena contra l y las tentaciones con que lo haba molestado. Responda al cargo el abogado, y odas las 'partes, se le di la sentencia, que fu apaleado, azotado, arrastrado

    y ahorcado. Entonces solt el Hermano el jumentillo, y entreg el reo a la gente, que ejecutase la sentencia. Descargaron sobre l muchos palos, corran tras el jumento hasta que derribaban al diablo y lo maltrataban, y cansados de correr, lo colgaron de un rbol, y all le volvieron a dar tantos palos y pedradas que lo hicieron pedazos. Con esta invencin sali este ao de 1622 nuestro Hermano, y la continu en todos los de adelante. No es indiferente al diablo el desprecio que se hace de l en su figura, por la regla general de que el insulto u honor hecho al retrato se hace al original. Aquel espritu orgulloso, que tuvo osada para decir: Subir al cielo, sobre los astros de Dios exaltar mi trono; que se atrevi a pretender que el mis ^mo Hijo de Dios se postrase a sus pies y le adorase, no puede mirar con indiferencia que se le desprecie; pero el verdadero cristiano lo puede insultar a pie firme. El es un perro que est amarrado a la argolla. Ladrar puede, morder no puede sino al que se le acerca. No nos acerquemos a l por nuestras acciones, e insultmosle cuanto queramos y con seguridad. Por eso el grande Antonio le insultaba; nuestra Madre santa Teresa no les tema ms que a moscas, y con una cruz en la mano los obligbala precipitarse en el infierno: el sencillo Hermano Fr. Fran^sco del Nio Jess, gloria de nuestra descalcez, tan paVcido a nuestro Hermano Juan, tena en un lienzo el retrat

  • red en forma de un feo etiope, como otras veces, y con grande furia y rabia ech mano de la ventana, y arrancndola de su lugar, se la tir con tal fuerza que le derrib en tierra, y con los clavos que estaba clavado el marco y la misma ventana le hizo ocho heridas grandes en la cabeza. Al ruido acudieron los religiosos y lo hallaron postrado en tierra, todo baado en sangre, y junto a l la ventana con sus clavos arrancada de su lugar. Lo bajaron llenos de compasin a la enfermera, y tuvo que curar para muchos das. Dios permiti que hubiese un suceso palpable para que se le creyesen otros no menos sensibles, aunque no tan palpables de que el bendito Hermano se quejaba.

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    C flPT IiO IX

    B d iiea a los p ueb los nuestpo venew able fievraano sonSU ejem p lo , y ellos v e n 0

  • llava. Esta jornada en invierno por las muchas lluvias, y en verano por los excesivos calores, era penossima (ms que al presente, en que se han mejorado los caminos). Sala a las ocho de la maana, y volva el mismo da entre fres y cuatro de la tarde; y ni los Hermanos de la Orden, ni cuantos le trataban, por ntimos que fuesen, pudieron jams acabar con l que comiese o bebiese cosa alguna, y

    . as lo certifican en sus deposiciones. Seisiaos le dur este ejercicio, y fueron seis aos de pblica edificacin.

    Con ms razn y ms frecuencia daba este mismo ejemplo en la ciudad de Pamplona, a donde suba desde la Magdalena a la limosna ordinaria de la semana. Y aunque S tan general en aquella ciudad la estimacin que hacen de los Carmelitas Descalzos y la veneracin en que los tienen, se sealaba muy en particular con nuestro Hermano, porque tambin l se sealaba mucho en su virtud, ejemplo y edificacin. En no tratndose de hacerle tomar ni una sed de agua, por necesitado que estuviese, en todo lo dems a todos complaca, a todos trataba con grande agrado y afabilidad, a todos consolaba, todos le hallaban para cuando le haban menester. Los enfermos, particularmente si eran pobres, eran en quienes ms sensiblemente ejercitaba su tierna caridad, y muchas veces les consegua la salud.

    As se portaba cuando, volviendo al convento el mismo da en que sala, reparaba por la noche la leve distraccin o el legtimo intervalo del da. Mas cul era su edificacin cuando por das iba fuera a sus veredas o a los encargos de la obediencia! Un solo rasgo heroico suyo nos lo podr dar a conocer ms que todos los discursos. Tena determinado (y lo cumpla fiel y constantemente) seguir fuera de casa todo el hilo de los ejercicios espirituales como en el convento. Horas de oracin, rezos, ayunos, cilicios, disciplinas, vigilias, preparacin para los dias dsi-

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    eos, y los dems ejercicios espirituales al modo que los haca en el convento, los haca fuera de l, buscando en las casas, al menos para la disciplina, el lugar ms retirado para no ser notado. A poco que se reflexione, se conocer cuntas violencias, cuntas mortificaciones, cuntos trabajos comprende esta sola determinacin fielmente ejecutada, y cunta edificacin haba de causar en los pueblos esta su prctica constante. Sus veredas eran penosas por montaas speras y fragosas. No haba como ahora el auxilio de los caminos reales en donde poder descansar de los extraviados y montuosos, y aligerarse sus pies de los barros que en ellos abundan. Llegaba muchas veces a las casas todo mojado, sus alpargatas y pies llenos de barro, y cuando los caritativos hermanos de la Orden lo queran llevar a la lumbre para que se secase, calentase, limpiase y aliviase, l as como estaba, se recoga a tener su oracin acostumbrada, parecindole que aquello era lo primero. Ni pasado del fro y del agua en el invierno, ni transido de calor en el verano, ni rendido con la postulacin en todos tiempos, omita su hora de oracin y dems ejercicios espirituales del convento, para mucha confusin nuestra, a quienes harto menores causas nos parecen suficientes para remitir el rigor de nuestras observancias regulares.

    Por recatado que fuese nuestro Hermano en retirarse a la pieza ms escondida de las casas, principalmente a tomar sus disciplinas (cuando no las tomaba en el campo), siempre estaba expuesto a que se lo supiesen: y cuanto ms l se ocultaba para este y los dems ejercicios espirituales, tanto ms edificaba con ellos. Hubo vez que oyendo el amo de la casa donde estaba hospedado golpes descompasados a deshora de la noche, y averiguando' eran los desapiadados de nuestro Hermano que en el rincn ms retirado se estaba despedazando a azotes, no slo se edific y compungi, sino que qued con deseos de que

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  • repitiese muchas veces el hospedaje un husped tan ejemplar. (1).

    Esto mismo sucedi en otras muchas partes, y como los pueblos vean que el ejemplo que daba en todas las virtudes era correspondiente a esta constancia en sus ejercicios espirituales, se edificaban, se compungan, le veneraban y le tenan por Santo.

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    (1) E ra este caballero D. G aspar de Loyola, en Vergara.

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    H aee s u pitofesin so le m n e , y q u ed a en el n o v isia d o d esp u s de e lla .

    Los hermanos donados, dice nuestra ley, que hubiesen vivido laudablemente cinco aos en la religin, pidiendo ellos devotamente, con licencia del Provincial y consentimiento del Captulo, sern admitidos a la segunda aprobacin, o segundo noviciado para la profesin solemne. Nuestro Hermano estaba tan bien hallado en los ejercicios y fervores d novicio, que en lugar de pedir a los cinco aos su segunda aprobacin, como acostumbran los dems, no la pidi hasta los diez, y entonces movido de las instancias de los Padres y de los Prelados. Tuvo por menos inconveniente carecer de las gracias de profesin solemne que pedirla y salir del noviciado. Sigui en esto el dictamen de nuestra santa Madre, que en su camino de perfeccin (cap. 13) dice: Ordenaron nuestros Padres la aprobacin de un ano, y aqu quisiera yo que no se diera en diez la profesin, que a la monja humilde poco se le diera no ser profesa, bien supiera que si era buena no la haban de echar. Son muy a propsito los ejercicios de los noviciados y seminarios seguidos por muchos aos para amoldarse bien los sujetos al espritu y costumbres de la Religin, y arraigarse bien en la virtud.

    Tuvo, pues, nuestro Hermano este segundo noviciado del ao 1628 al 1629. Bien se deja entender cunto sera su

  • aliento en este ao, cuando tanto fue en los anteriores. Al fin de l se dispuso prximamente para la profesin solemne con diez das de ejercicios y confesin general, co ^mo se acostumbra, aadiendo una mortificacin extraordinaria.

    Lkg, en efecto, el dia 25 de Enero de 1629, felicsimo para l, en que con las formalidades acostumbradas hizo su profesin solemne para mucha gloria de Dios y honor de nuestra descalcez en manos del Padre Prior Fr, Francisco del Carmelo, siendo General de la Orden nuestro R. P. Fr. Juan Crisstomo.

    Desde este da, tena derecho a salir del noviciado y a portarse con algo ms de desahogo, como los dems hermanos profesos. Pero nuestro venerable Juan estaba tan contento y bien hallado con los ejercicios, retiro y penitencias de los novicios, que con humildes splicas e instancias negoci con el Padre Prior y Maestro proseguir con ellos, saliendo slo a dormir a la celda del despertador, como taedor perpetuo de maitines. As persever hasta que el ao 30 sali por obediencia, de suerte, que en lugar de seis tuvo doce aos de noviciado.

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    CjRPTUO X I

    Gpan Siesta del flio d e s s p p o e tiz a d a el a o 1 6 0 5 , y e m p e z a d a a eelebia en el de 1631. D ja la p epp etu a en Hopbe, s u p a tp ia , son g la n d e d evoein y ptioveeho de los fie les . P tiovid eneias s in g u la re s son que fluestpo Seo

    la h a honpado.

    Muy en la memoria y ms en el corazn tenia nuestro venerable Hermano aquel singularsimo favor que le hizo Nuestro Seor cuando, en figura de nio, se le apareci en el da de la Circuncisin, y le dijo: En este da me has de hacer grande fiesta; y deseaba con las mayores ansias que Dios le abriese camino para cumplirlo. El Seor se lo inspir con la ocasin siguiente. Habia en el convento tres imgenes de talla del Nio Jess. Una de bronce muy buena en el oratorio del noviciado, bien festejada y obsequiada de los novicios y maestro, singularmente en los viernes en las solemnsimas y devotsimas Vsperas que se acostumbran. Otra en el coro, de que cuidaba el sacristn, y la pona en el altar mayor bien adornada para las festividades. La tercera estaba en el altar de un oratorio que hay en el convento con tribuna al Santisimo, y de sta nadie cuidaba. Medita, no sin ternura, que este Nio estaba all como nio perdido, sin haber quien cuidase de l, y que le vena bien el nombre que di a su original cuando se le apareci, que fu; Sin padre y sin madre. Psole, en efecto, este nombre y enternecido con l, le pareci que en nin-

  • [ O tra imagen estara ms bien empleada su fiesta y su dado que en sta. Sac licencia del Padre Prior y Maes

    tro para cuidar, vestir, obsequiar y festejar a este Nio sin padre y sin madre. Mas cmo lo haca! Cunto celebraba a su Nio sin padre y sin madre! Qu ternezas le deca! Cmo se deleitaba con l! Cuantos le oan y vean, se figuraban que no era ms que una gracia y simplicidad suya. Pero por lo que oyeron poco antes de morir, supieron los religiosos que aquellas gracias y ternezas hacan una dulcsima alusin a la primera aparicin, en que de pastorcito le liquid el alma aquel Nio sin padre y sin madre.

    Esta fu la imagen del santsimo Nio, ante quien tuvo- a bien recibir los. obsequios de esta fiesta anunciada en el ao 1605. El ao 1631, en el da de la Circuncisin, fu el primero en que la hizo en el convento con cuanta solemnidad pudo, buscando entre otras personas devotas, velas, limosnas y todo lo necesario. Probablemente se hizo tambin en el convento del mismo modo el ao de 32. Pero no quedando satisfecha su devocin, ni dando por completamente cumplida la profeca con esta funcin eventual y precaria, trat de sacarla fuera, perpetuarla y hacerla verdaderamente grande cuanto pudiese, conforme al anuncio.

    Pas a Aorbe, su patria. Estuvo con el seor abad, con los dems sacerdotes y con las personas principales del pueblo, y de tal suerte les persuadi, que apesar de no ofrecerles el Siervo de Dios capital alguno, convinieron todos en que la funcin fuese perpetua y solemne. A su hermano Miguel Beltrn de Leoz supo inspirarle tan ardiente amor al Nio Jess, que tom por su cuenta el llevar el predicador y confesores, pagar la cera y lo restante del gasto que toca a celebridad y regocijo exterior, que no es poco. Se sacaron desde luego las licencias necesarias del Sr. Obispo de Pamplona, se obtuvo breve de Su Santi

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    dad, con jubileo perpetuo, para todos los que confesando y comulgando visitaren aquella iglesia, y en su principio, no haba en el lugar persona alguna de comunin que no confesase y comulgase en este da, sobre los muchos que a lo mismo venan de fuera. Si hoy esta devocin no es tan general, pero siempre hay muchas confesiones; y las familias hacen gloria de conservarla, y dan esta prueba de afeccin al venerable Hermano paisano suyo y de devocin al sacratsimo Nio Jess.

    Todos los sucesores de Miguel Beltrn de Leoz, herederos de su casa, a una con la herencia han recibido impresa como con sello indeleble la devocin al Nio Jess. Con no pequea gloria de la familia van continuando su dulce patronato despus de doscientos aos sin entibiarse un punto su fervor, antes cada ao con un empeo ms tierno y ms decidido de que la fiesta sea verdaderamente grande conforme a la profeca. No parece puede ser ms grande en una aldea. He aqu la solemnidad con que se ha celebrado desde su principio en Aorbe, que fu el ao de 1633, hasta este de 1833, en que pultualmente se cumple la segunda centuria.

    Los devotos patronos envan de antemano al convento de Carmelitas Descalzos de Pamplona a traer al Padre predicador, y al menos otro religioso que ayude a confesar. La vspera de la Circuncisin reparten de diez y ocho a veinte robos de trigo en pan cocido con el ttulo de Pan de San Joaqun. Todos los del pueblo, grandes y pequeos, ricos y pobres, y hasta los individuos y domsticos, del ilustre Cabildo estiman recibir su porcioncita de Pan de San Joaqun. La devocin va a la parte con la necesidad, y los devotos confundidos con los necesitados honran de comn acuerdo en este da y de este modo a San Joaqun. Con qu delicia mirar desde el cielo nuestro venerable Hermano este obsequio hecho a su San Joaqun!

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  • A su hora se cantan las Vsperas con cuanta solemnidad cabe en el pueblo con capas y cetros. Arden en ellas y en toda la funcin del da siguiente hasta las segundas Vsperas inclusive treinta y dos velas de tres en libra, que pone la misma casa. Al anochecer, se canta una Salve solemne con el mismo lucimiento, a que asiste todo el pueblo. Concluida, se enciende una grande hoguera y para dar ms impulso al regocijo universal, conmover los nimos y corazones a! jbilo, se vuelan y bandean las campanas. En seguida, la mayor parte del vecindario se dirige a la casa dicha del patronato, y a todos se les da pan y vino.

    El da de la Circuncisin todo es da de gloria para los vecinos y para los forasteros, que concurren en gran nmero. Los devotos se ocupan por la maana en sus confesiones y comuniones, que son muchas, aunque no de todos como en otro tiempo. Muy temprano anunciaron las campanas la solemnidad del da, y a su hora la de empezar los oficios divinos. Un concurso numeroso, compuesto de los vecinos del pueblo y forasteros, asiste a la Tercia cantada, misa solemne y sermn, en el que siempre se renueva la dulce memoria del venerable Siervo de Dios, que dej despus de s y perpeta de generacin en generacin tantos efectos de su devocin y ternura. Concluidos los oficios, va como la noche anterior la mayor parte del vecindario a la misma casa y en ocasin de dar la enhorabuena al predicador, reciben una refaccin de bizcochos o pan y vino rancio.

    Este da los seores patronos convidan a comer a todos los seores individuos de Cabildo e iglesia. Sguense las Vsperas con la misma solemnidad que el da anterior, y luego la solemnsima procesin por todo el lugar con el santo Nio. Para fomentar y conservar esta devocin todo el ao, repite el ilustre Cabildo esta procesin los segun

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    dos domingos de cada mes, y llaman la prpcesin del santo Nio. En otro tiempo haba esta noche en la misma casa algn entrems o auto y juegos que disponan los parientes y otras personas afectas. Pero no hace falta esta circunstancia para que esta fiesta pueda decirse grande con respecto al lugar en riguroso sentido, y para tener por enteramente cumplida la profeca hecha a nuestro venerable Hermano: En este da me has de hacer grande fiesta.

    Bien pronto, despus de entablada, empez a mostrar el Seor cun agradable le era, con providencias extraordinarias. Dos no se pueden omitir. Los sucesos fueron pblicos y pudieron comprobarse con fadlidad.

    1. Uno de aquellos primeros aos, el venerable Hermano pidi a la M. R, M. Teresa de los ngeles, Priora de las Agustinas recoletas de Pamplona, que le prestase las velas necesarias para la funcin del Nio en Aorbe, porque le instaba el marchar, y no tena tiempo para buscarlas en otra parte; pero aadi que se haban de pesar, y l las habia de volver por el peso. La Madre sali a darle la cera, pero no a que se pesase. Sobre esto tuvieron su caritativa y cortesana competencia; y al fin, viendo la Madre que el Hermano no las quera recibir de otra manera, se pesaron. Llevlas, ardieron toda la fiesta, las cuatro, se- iin costumbre casi todo da, y las otras a primeras Vsperas, salve, misa, sermn, segundas Vsperas y procesin: concluida la fiesta se pesaron, y tenan el mismo peso que ( liando las sacaron del convento. Esto reconocieron todas l.is religiosas de el, y lo deponen como cosa notoria y ( (instante, que la tuvieron por milagrosa, y con razn.

    2. Muerto Miguel Beltrn de Leoz, corra la fiesta por su hijo Lorenzo de Leoz, en cuyo tiempo cay en Aorbe y

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  • SUS trminos tal cantidad de piedra en un verano, que destruy todos los frutos, especialmente en las vias y olivares. Sale Lorenzo de Leoz despus de la tempestad a ver sus olivares y vias, suponiendo hallarlas destruidas como todas las circunstantes, y vi no sin asombro que slo sus heredades fueron las preservadas, con tan singular y palpable privilegio, que no encontr rastro alguuo de dao, ni una hoja de sus vias y olivares herida, en medio de un contorno enteramente destruido. Muchas personas fueron a verlo y a satisfacerse con sus propios ojos, y todos lo atribuyeron a la devocin con que haca el gasto de esta fiesta.

    Jams se perdi una casa, mucho menos una nacin, por los gastos en obsequio de la devocin y del culto, digan lo que quieran los nuevos economistas. Si creemos que Dios es el Seor de todo, que lo reparte segn le place, pensaremos que le desagrada el que se destine una parte de esos mismos bienes al decoro de sus templos y al lucimiento de sus fiestas? Abandonar a la indigencia al que propone en su nimo y cumple este destino racional? Treinta y ocho aos despus de instituida esta fiesta, esto es, el ao 1671, predic en ella el autor de esta historia, alentando a la casa de Leoz para que llevase adelante la solemnidad de esta fiesta, y que no temiese desfallecera su hacienda con gasto tan grande, siendo tan bien empleado; y acabado el sermn le dijeron el abad, beneficiados y otros muchos, que lo que acababa de predicar lo hablan visto todos a la letra, refirindole el caso dicho como cosa sabida y vista de todos; y aade, que en tantos aos y tiempos tan malos (lo eran mucho, aunque no tan malos como los nuestros), no slo no haba decaido la casa, sino que iba en aumento. Doscientos aos hace que con una providencia tan singular favoreci a Lorenzo de L