vistiendo rapa nui1 (1)

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A NDREA S EELENFREUND EDITORA VISTIENDO RAPA NUI T EXTILES V EGETALES H AKA’ARA O TE K AHU

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Page 1: Vistiendo Rapa Nui1 (1)

A N D R E A S E E L E N F R E U N DE D I T O R A

VISTIENDO RAPA NUIT E X T I L E S V E G E TA L E S

HAKA’ARA O TE KAHU

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AGRADECIMIENTOS

Nuestro reconocimiento al Consejo Nacional de la Cultura y las Artes por contribuir al !nanciamiento de la investigación y publicación de este libro (a través del proyecto 16038, Convocatoria 2012 del Fondo Regional, V Región), al Fondo Nacional de Investigación Cientí!ca (Fondecyt) a través de los proyectos 1080061 y 1120175, los cuales !nanciaron la investigación sobre las telas en el Pací!co y el registro de las colecciones en Hawaii y Chicago, y a la Universidad Academia de Humanismo Cristiano, a través del fondo NTI 2012, que !nanció una parte de la investigación.

Nuestros agradecimientos a las siguientes instituciones: Museo Fonck de Viña del Mar; Museo Nacional de Historia Natural de Santiago; Corporación Nacional Forestal (Conaf), Isla de Pascua; B.P. Bishop Museum, Hawaii; Field Museum of Natural History, Chicago; Corporación del Patrimonio Cultural; Museo Antro-pológico P. Sebastián Englert; Escuela de Antropología, Universidad Academia de Humanismo Cristiano; Departamento de Artes Visuales, Facultad de Artes, Universidad de Chile; Facultad de Patrimonio, Universidad Internacional SEK.

Este libro no habría sido posible sin el apoyo de muchas personas. Agrade-cemos sus consejos, conversaciones formales e informales a lo largo de muchos años, los que han nutrido los textos de esta obra. Especial mención merecen en orden alfabético: Clara Alarcón Pakarati, Familia Atam Pont, Clara Atam Pont, María Atan Pakarati, Esteban Atan Pakarati, Abelina Teave Ika, Virginia Haoa, Joel Hucke Atan, Pamela Hucke, Rosa Icka, Cristián Moreno Pakarati, Brigid Mulloy, Diego Muñoz A., Isabel Pakarati, Caroline Paté, Stephanie Pauly, Blanca Pont Hill, Rafael Rapu Paoa, Carlos Paoa, Roberto Rojas P., Isabel Veri Veri, Helga Thieme. Gracias también a todas aquellas personas que por razones de espacio no podemos nombrar, pero que hicieron posible esta publicación.

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PRÓLOGO

CON ANTERIORIDAD A la llegada de los productos fabricados industrialmente, gran parte del tiempo de las mujeres en toda Oceanía estaba dedicado a la fabricación de objetos textiles. Fabricaban esteras, canastos para almacenar alimentos, contenedores para su cocción; usaban !bras tanto para hacer amarras y telas para envolver, como para vestimentas. En la medida en que fue aumentando el contacto con los extranjeros (navegantes, exploradores, balleneros) de origen europeo o americano, se fueron incor-porando nuevos códigos, valores y sistemas religiosos que afectaron de forma profunda la naturaleza de los objetos usados en la vida diaria y ceremonial, así como el uso y variedad de materias primas y las maneras de hacer de éstas. Si bien estos cambios se han venido desarrollando a lo largo de los últimos doscientos años, todavía a principios del siglo XX los textiles tradicionales eran parte integral de las formas de vida de la cultura polinésica.

Artísticamente muy valiosos, los artefactos textiles del Pací!co –y todo aquello que representan– fueron realizados con gran o!cio, si bien son menos conocidos que otras formas de arte polinésico como, por ejemplo, la estatuaria de madera o piedra. Hay poca información sistemática sobre las diferentes formas textiles del Pací!co, y menos aún acerca de las artes textiles de Isla de Pascua. Una característica funda-mental de muchos de estos artefactos, es que fueron realizados con !bras de origen vegetal y, en particular, una gran cantidad fue realizada con plantas que formaron parte del acervo cultural polinésico a lo largo de muchos siglos. La importancia de estas materias vegetales era tal, que en los procesos migratorios y de colonización del Pací!co, el traslado de plantas cuyas !bras se requerían para la confección de los textiles fue una constante.

No fue una excepción el hecho de que los colonos que llegaron a poblar Isla de Pascua trajeran muchas especies vegetales en sus canoas; entre ellas, plantas que tuvieron gran relevancia a lo largo de la cultura que se desarrolló en esta isla. Algunas de éstas fueron introducidas por su valor alimenticio, en tanto que otras por su valor económico, dado que podían proveer además !bras textiles, maderas, resinas; o bien por sus signi!cados simbólicos asociados.

En esta publicación se pretende mostrar la variedad y compleja gama de productos textiles que en el pasado se fabricaron en Isla de Pascua. Muchas de estas formas textiles han pasado al olvido, como consecuencia de cambios de vida en la población, y a raíz de la toma de contactos de ésta con el mundo externo. Se produce entonces un fenómeno cuyo resultado es que algunas de las antiguas tecnologías dejan de tener cabida, habiendo pocos incentivos de parte de las nuevas generaciones para aprender y de parte de las generaciones mayores, para traspasar sus conocimientos y habilidades.

En este pequeño volumen hemos buscado recoger parte del signi!cado y corpus del universo textil de Rapa Nui. Si bien en primera instancia el texto que presentamos aborda el signi!cado y contexto de los textiles, tanto de origen vegetal como animal, dentro de las culturas polinésicas, a continuación el tema es tratado particularmente en el contexto rapanui. En este último caso, los objetos se distinguen en

(página anterior)Figura 1. Tejiendo una estera o pe’ue. Fotografía de M. Atam

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dos grandes categorías: aquellos usados para envolver, ya sea el cuerpo u objetos, y aquellos usados para contener o amarrar. Este segundo capítulo da cuenta, en primer lugar, de la escasa información existente a partir de los registros realizados por los primeros exploradores, navegantes, visitantes y misioneros que llegaron a Rapa Nui durante la primera mitad del siglo XVIII.

Tal escasez nos muestra un primer sesgo en las descripciones de los visitantes, al centrarse éstas prin-cipalmente en lo que se denominó o consideró “la forma de vestir de los nativos”, ignorándose por lo general el tenor de su uso. Algunas de las crónicas hacen breves referencias a las técnicas de manufactura, estableciendo comparaciones con las telas o textiles observados en otras islas, en particular las de Tahiti. Los artefactos tejidos, como canastos, sombreros, cuerdas, etc., merecieron exiguas descripciones, posiblemente debido a que los tiempos de permanencia de muchos de estos visitantes sólo se reducían a unos pocos días. Sin embargo, los primeros residentes, como el hermano Eugenio Eyraud, quien fuese el primer misionero y europeo que vivió durante varios meses en la isla, tampoco hicieron menciones al respecto. Al parecer, los o!cios asociados al trabajo de las mujeres no eran considerados relevantes.

En el tercer capítulo presentamos un breve texto de Sandra Atan Teave, artesana rapanui. Allí ella explica el signi!cado de las !guras o muñecos elaborados con !bra de corteza vegetal, que Sandra ha intentado revivir del legado tradicional. Al conocer el trabajo y notable esfuerzo realizado por la artesana, nos pareció que era imprescindible incluir aquí esta experiencia de recuperación y de investigación sobre la propia tradición cultural. Sin duda, vivimos en una época de cambios veloces que impactan en los elementos centrales de la vida cotidiana y que han implicado una transformación de las sociedades originales y, de un modo progresivo, han signi!cado un alto precio de aculturación, en particular en cuanto al manejo de conocimientos tradicionales, o!cios y saberes asociados.

En el cuarto capítulo introducimos al lector en las diversas materias primas usadas en la confección de los artefactos tejidos de Rapa Nui, y en su manera de ser procesadas. Esta información ha sido recabada en parte a través del análisis de antiguas piezas etnográ!cas conservadas en colecciones de museos, pero también mediante entrevistas con artesanas que mantienen la tradición hasta nuestros días.

Por último, en el quinto capítulo y !nal se presentan, a modo de ejemplo, piezas de cuatro importantes colecciones de artefactos realizados a base de !bras, ya sea de origen vegetal o animal de Rapa Nui, alber-gadas en el Museo Nacional de Historia Natural de Santiago de Chile y en el Museo Fonck de Viña del Mar, en el Bernice P. Bishop Museum de Hawaii y en el Field Museum of Natural History de Chicago.

ANDREA SEELENFREUND

(página siguiente)Figura 2. Mapa referencial océano Pací!co

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CAPÍTULO I

LOS TEXTILES EN POLINESIA

Andrea Seelenfreund

EN POLINESIA, EL MUNDO de los textiles abarca una gran gama de objetos que se usan tanto para envolver como para contener. Estas grandes categorías son distinciones que van más allá de un tema prác-tico, pues separan ámbitos diferentes en la cosmovisión: aquellos que sirven para envolver o tapar tienen por lo general alguna asociación ceremonial, mientras que los contenedores se asocian a los alimentos y a aspectos de la vida doméstica, de lo humano.

Cuando hablamos de objetos para envolver, nos estamos re!riendo a todos aquellos objetos textiles cuya función es cubrir el cuerpo u objetos, o bien, taparlos u ocultarlos de la mirada de otros. En varias islas del Pací!co, de forma análoga a Rapa Nui, tanto tocados de pluma, mantos confeccionados a partir de la corteza de la morera de papel, !nas esteras, como también sedales de pelo –especialmente la con-fección de éstos–, tenían una connotación sagrada, al ser elementos que podían capturar o personi!car lo divino. El pelo humano tenía esta cualidad, en vista de que provenía de la parte más sagrada y tapu1 de la persona: la cabeza –ya sea de un antepasado o de un enemigo capturado. Lo divino se transmitía trazando la descendencia o línea genealógica desde los dioses hacia el cuerpo del ariki o jefe, y en especial hacia su cabeza y su espalda, razón por la cual era necesario proteger estas partes del cuerpo (Kaeppler 2008).

El acto de cubrirse o desvestirse está imbuido, en toda sociedad, de signi!cados particulares, y en el caso de la Polinesia el acto de desnudarse era una señal de respeto frente a un extraño (Jolly y Tcherkézo" 2009). Más aún, las telas contienen una serie de signi!cados simbólicos, especialmente asociados con el concepto de mana o poder que proviene de los ancestros y que es la fuente del poder espiritual de un jefe. Un objeto como un manto de tela de corteza puede mantener su rango, autoridad y poder, y enfatizar su poder divino, ya que simbólicamente representa el origen mítico del grupo. A su vez, el mana se transmite a las mujeres en el proceso de fabricación de la tela, que en todo proceso creativo, tal como en el de dar a luz o en la creación de un trozo de tela, entran en y participan de un estado sagrado. Los objetos que se fabrican también son tapu, y si aquellos no se manejan de acuerdo con los parámetros correctos, tanto el artesano como quien lo use puede enfermarse o incluso morir.

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1 Tapu alude a algo sagrado, prohibido, de acceso restringido, separado o bajo la protección divina. Al colocar a una persona, lugar o cosa bajo la protección de una divinidad, se la remueve de la esfera de lo profano y se la coloca en la esfera de lo sagrado. Se convierte en intocable y deja de ser un objeto de uso común. Ciertos objetos eran intrínsecamente tapu, como la cabeza de una persona. El concepto está estrechamente ligado al concepto de mana. Ésta es una fuerza sobrenatural en una persona, lugar u objeto. Una persona, un objeto o un evento adquiere más prestigio, cuanto más se encuentran rodeados por tapu y mana.

(página anterior)Figura 3. Diseño de la super!cie de un kete a partir del uso de huinchas de distintos colores de la !bra del plátano. Fotografía de P. Moreno.

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Figura 4. El jefe Tupua Tamasese Titiamaea y su orador Tulafale, Samoa. Ambos están vestidos con tela de corteza (tapa) decorada y esteras !nas. Aprox. 1880-1890. George Handy Bates Samoan Papers, MSS 125. Colecciones Especiales, Biblioteca de la Universidad de Delaware.

Estas telas se usaban también para envolver, cubrir o vestir objetos tales como esculturas, que repre-sentaban espíritus, ancestros, divinidades, piedras consideradas sagradas, y también para revestir el piso, de modo de servir de asiento a un jefe o una divinidad.

En contraste, los textiles que hemos denominado contenedores se asocian, o bien al transporte de elementos de la naturaleza en su estado crudo, o bien a la colocación de éstos para su cocción dentro del horno de tierra o curanto. Este estado los hace por naturaleza parte del mundo de los humanos.

A su vez, ambas categorías de objetos se distinguen lingüísticamente por los pronombres posesivos y adjetivos posesivos. Los primeros corresponden a las formas que jerárquicamente se encuentran por sobre ego, mientras que el segundo grupo se asocia a elementos que jerárquicamente se ubican por debajo de ego (Fuentes 1960: 52-53).

Los textiles, debido a las materias primas usadas en su confección, rara vez sobreviven en el registro arqueológico, sobre todo en ambientes tropicales o subtropicales. Las colecciones que conocemos pro-vienen de los objetos adquiridos por los navegantes exploradores, en particular por las expediciones del

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15CAPÍTULO I · Los textiles en Polinesia

capitán Cook, que recorrió el Pací!co en tres largos viajes durante la segunda mitad del siglo XVIII. Éstas corresponden, en muchos casos, a las primeras colecciones sistemáticas de los museos de Europa. De hecho, de los miles de objetos etnográ!cos que se recolectaron en el Pací!co, más de dos mil conciernen a los viajes de Cook, y de éstos, sólo una fracción pequeña corresponde a textiles. La mayor parte de los textiles son telas de corteza y un número menor atañe a contenedores o canastos. Por lo general, nadie se daba la molestia de describir mayormente las técnicas usadas en su confección, probablemente porque el ámbito de las actividades domésticas y femeninas era menos llamativo y parecían menos exóticas a la mirada de los viajeros.

TELAS: OBJETOS PARA EL DON

En la Polinesia se adquiere poder y prestigio a partir de la acción del don, esto es, el hecho de activar una red de obligaciones y conexiones recíprocas con personas o grupos que en algún momento han sido receptoras de algún don. Como explica el antropólogo francés Serge Tcherkézo" (2004), hay dos grandes categorías de cosas que circulan como objetos de los dones: alimentos y telas (que pueden ser de corteza o esteras tejidas); éstos se preparan ceremonialmente y deben tener una presentación formal. Los alimen-tos con frecuencia son presentados envueltos en hojas, y las telas, ya sea enrolladas o extendidas frente al receptor. Ambos elementos aparecen juntos, pues uno es parte del otro. Como indica Marcel Mauss en Ensayo sobre el don (2009 [1925]), los objetos que se regalan tienen la calidad de ser sagrados, y representan a la sociedad en su conjunto.

Acorde a la idea anterior, las telas consideradas para los intercambios no constituían propiedad indi-vidual, sino que eran propiedad de la familia extensa y representaban la identidad del grupo. De ahí que muchas formas textiles manufacturadas por mujeres eran y son aún altamente preciadas, y se guardan como bienes inalienables, de modo que cada pieza adquiere una identidad subjetiva. Al ser objetos símbolos del

Figura 5. Presentación de telas de corteza y esteras !nas a la reina Isabel II durante su visita a Fiji en 1953-1554. Original Alexander Turnbull Library.

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grupo, de algún modo poseen un poder vital, el poder de dar vida. La identidad grupal y la posición social dependerán de las estrategias usadas para conservar estos bienes en una sociedad donde las telas son inter-cambiadas como bienes de prestigio. Al conservar estos objetos preciados (nombres, mitos, telas sagradas o huesos), se protege y asegura la identidad, y se marca la diferencia entre una persona y otra, y entre un grupo y otro (Weiner 1992). Las telas son los objetos que están en la base cosmológica de la construcción del poder y de las jerarquías (Weiner 1989). Lo que importa aquí es la capacidad de acrecentar y expandir la riqueza grupal, así como la identidad social, no sólo a través de las relaciones matrimoniales y alianzas, sino también a través de la capacidad de adquirir los bienes preciados de otro, y con ello capturar a los ancestros, la magia, los espíritus y el poder del otro. Además, así es posible transferir esas identidades a la siguiente generación (Weiner 1992: 48).

Es interesante seguir el argumento desarrollado por Anette Weiner (1992), quien explica que las telas están imbuidas de una serie de signi!cados simbólicos, en especial asociados al concepto de mana. El mana tiene su origen en los ancestros y es la fuente del poder espiritual de un jefe, el que es capaz de atraer el poder de los antepasados para sus acciones del presente. El mana #uye también hacia sus bienes y ejerce atracción sobre otros. Es una sustancia que se transmite de los muertos a los vivos. Podía ser peligroso, y por ello se acompañaba del tapu, una serie de restricciones que protegían tanto a individuos como a objetos. Un objeto, como una capa de tapa2, puede a!rmar el rango, la autoridad y el poder de un jefe, y subrayar su poder divino, dado que simbólicamente representa el origen mítico del grupo. A su vez, el mana es transmitido a las mujeres en el proceso de manufactura de las telas, ya que ellas –como se indicó antes– en cualquier proceso de creación participan de un estado sagrado. En este contexto, la relación de mana y tapu también se traspasa a las telas producidas por las mujeres. El acto de creación, de dar vida que se genera a través de las !bras, permite que las divinidades penetren directamente en ellas. Es así como a los bastones de los jefes, por ejemplo, debía añadírseles también un trozo de tela; de esta forma las divinidades podrían impregnar el objeto, penetrando a través de la !bra3.

Figura 6. Bastón envuelto en cordeles de !bra vegetal. Deidad de Tahiti. Colección British Museum.

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2 Tapa se re!ere a las telas producidas mediante el tratamiento manual de la corteza interior del árbol de la morera de papel (Broussonetia papyrifera). Esta tela tiene una serie de nombres locales, aunque actualmente el término tapa hace referencia en forma genérica a todas las telas de corteza. La palabra tapa originalmente proviene de Tahiti y las islas Cook, desde donde fue introducida en el resto del mundo.

3 Es interesante notar que en Rapa Nui el nombre registrado por Englert (1974: 210) para las capas de las mujeres es Nua mahute, si bien según otros (R. Rapu, comunicación personal) este debiera ser Pua nua mahute, siendo Pua nua el nombre de las capas y mahute, su materialidad. Pua nua también alude metafóricamente a una persona. Un nombre antiguo adicional registrado por Métraux (1971: 218) es kahu, término que también es registrado por Englert (1974: 163) para denotar ves-timenta o tela, mientras que kahu kahu hace referencia a la membrana bajo la cáscara del huevo de las aves (Fuentes 1960: 221), fuerte alusión a las capacidades reproductoras de las mismas.

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17CAPÍTULO I · Los textiles en Polinesia

Hasta la década de 1950, en Samoa, se pensaba que se podía recuperar el alma de una persona falle-cida en el mar si se la cubría con una estera o tela de corteza (Tcherkézo" 2004: 159). En Tokelau hay registros según los cuales las divinidades antiguas consistían en piedras paradas que se envolvían en esteras !nas (Huntsmann y Hooper 1996: 146). También en Tahiti y Hawai las esculturas que representaban a las divinidades se envolvían con telas, ya que este material actúa como objeto e!caz, y el acto de envolver permite revelar la presencia de lo sagrado en algún lugar o momento.

Otro aspecto interesante es la idea respecto de la investidura del jefe, la cual es concebida como rito funerario: el hombre muere para renacer como dios. Para lograr esto, simbólicamente se esconde a la per-sona detrás de una pantalla de tela de tapa durante cuatro días, tiempo que requieren los espíritus (dioses y ancestros) que habitan la tela de tapa para tomar posesión de la persona y provocar su renacer como jefe. La tela que sirve para capturar a los espíritus se denomina “tela de la tierra”.