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  • H I S T O R I A G E N E R A L

    DE ESPAA. TOMO I.

  • H I S T O R I A G E N E R A L

    DE ESPAA LA COMPUESTA, ENMENDADA^ AADIDA

    POR EL PADRE MARIANA, CON LA CONTINUACIN DE MINIANA;

    COMPLETADA CON TODOS LOS SUCESOS QUE COMPRENDEN EL ESCRITO CLXSICO SOBRE EL REINADO DE CARLOS III,

    POR EL CONDE DE FLORIDABLANCA, LA HISTORIA DE SO LEVANTAMIENTO, GUERRA Y REVOLUCIN, 'OR EL CONDE DE TORENO,

    Y LA DE NUESTROS DAS

    P O R E D U A R D O C H A O :

    ENRIQUECIDA CON NOTAS HISTRICAS Y CRITICAS, BIOGRAFAS, UNA T A B CRONOLGICA DE LOS SUCESOS MAS NOTABLES V UN NDICE GENERAL TARA SU MAS FCIL INVESTIGACIN Y METDICO ESTUDIO,

    Y ADORNADA

    con multitud de preciosos graLados j lminas suplas que representan tragos, armas , -limaduras j muebles , monedas y medallas , caracteres pideogrficos , vistas de batallas y monumentos , costumbres y retratos

    de Jos ptrsonagci mas celebres , desde los crujios mas remotos, hasta los presentes , el retrato do Mariana y un mapa pcuera 1 de Espaa.

    la$

  • 'J?r-ry/te / //t/orra e,t / /'/tv c/e /od /eyt/ae/orvd, e/e/camod - /ced e-i/ o/tre, yeee no ed di/a e/aiv/ciio- c/c ceecen/o en / exedceerdo

    f/e /0,1 dey/od / // e/ /eeevecoyecce/o a yeeten ryireden/ccnyior /etyiree/-t/r- rceeeda c/e- /ce CC /' e ZCCCtOft.

    Co'i/ce cc/eceoee, e/eed/rcec/ce c/e /a 9i.lmux, c^ciicta.1 de- fedpeuwe, , etn c/ey~ /ut- con/o eeccedtrod e^tereod ce/cancen et /oprar/o- c/e /ay/te-ma -/

    dee fremer etee/or, dcree ccc/emccdyearce- /4 Rented cceict mecedora // ye rey rede./'o ed/et /- yece / ///- enere ibojo/rod /ad cirfed c/an ^/cr?cc. eenee'erda/ e emye?r/terce//c- '/ /Rndame //.

    Q.^ye ara /ad 'for/ct derce, den c/eec/ct cd/a. ee/ectott ana/irccca c/e teed -/red craned dee enyranc/ccc n? ten/o , con/c- ed ccn // /&,? c/e / ytrcYeinc/ce venerare on, pece /re/ee/cen- a dee dec/ec/eetra y, ytaforo/tdtno-

    /od cc/e/ored

  • Sf S^Mtti'eJo- // ^ece/ce/ci ccn/tcoY/ce/fcer eyirec/a, //y/ce de c/^/od/Ze//, en d/e -cr -ito, feed en/reyced/i/c/t/ecac/ad /ad/ce / / c/c /a ec/ccecm ///ed/i'ac/ee c/e /a /S/d/ortce ??9
  • N siglo de descubrimientos y conquistas liabia l ie\ado el nombre de Espaa los postreros confines del mundo . De cuanto plugo la Providencia realizar de los destinos humanos en el siglo XVI fu el pue-blo espaol el instrumento.

    Cuando quiso sacar la luz de la civilizacin al medio mundo que dorma aun la p r imera noche de los tiempos y dio Colon la llave de sus pue r t a s , un tropel de aventureros se precipita tras l y conquista para su rey un imperio cien veces mas grande que su reino. La audacia semi-atca de aquella empresa, el herosmo casi fabuloso de Corts sumergiendo sus

    naves , las hazaas de un puado de valientes, el espectculo siempre magnfico de la lucha d e d o s civilizaciones distantes, la prodigiosa riqueza de aquellas t ierras v rgenes ; las not ic ias , en fin, de una naturaleza desconocida enteramente y gigantesca y de unos descu-brimientos sin ejemplo en la historia llenaron de admiracin al viejo mundo y cubrieron de gloria la Espaa .

    Y si fu preciso que la gue r ra fundiese con su fuego la sociedad del feudalismo ; que confundiese r azas , asimilase pueblos , hermanase familias, concentrase intereses y deslinos al temor de un comn pe l igro , concibi Carlos V y Felipe II hered el sueo de la sobera-na absoluta de la Eu ropa . Entonces se vio por todas parles triunfante el pendn de Casti-lla y pudo decir el o i f c ul lo de un rey que jamas se pona el Sol en sus dominios. Aquel solo monarca en treinta y ocho aos de reinado sostuvo cuarenta gue r r a s : diez en F landcs , nue- '

  • n

    ve en Alemania , siele en I ta l ia , cualro en F r a n c i a , dos en Ing l a t e r r a , dos en frica y, lo que hace crecer la admiracin, seis tambin en Espaa. La corona de aples, que nuestros soldados obligan los Franceses resti tuir su cabeza para mejor usurparla ; O r a n , Bu-gia y Trpol i , que son conquistadas; Argel y Tnez , que nos pagan tributo ; el rey de una grande nacin, el valeroso Francisco I , que pisa prisionero las calles de Madrid; Roma , que es. saqueada por los catlicos y convertido el Capitolio en-crcel de su dueo; la derrota de S. Quin t n , que. es acaso la mas sangrienta de los tiempos modernos ; el combate de L e -pan to , en que salvamos la cr i s t iandad; el Portugal y sus vastas posesiones de la India, que pasan nuestro dominio; la misma A r m a d a Invencible, la mas formidable que hayan visto los mares , solo vencida por los elementos; lodos estos hechos, que la ambicin inspira y que el espritu de csploracion y de conquista p roduce , llevan hasta el terror el asombro d l a s naciones. Se deca entonces: Cuando la Espaa se mueve el mundo tiembla. Y se de-ca b i en : la Espaa de Felipe II abrazaba la pennsula entera con las islas Baleares, Sicilia y Cerdea, aples y casi toda la I ta l ia , el Rosollon y el Franco-Condado, los Paiscs-Bajos, gran par te de la costa septentrional del frica con los Azores y las Canar ias , las Filipinas y las posesiones portuguesas de la Ind ia , las dos Amricas. Jams nacin alguna haba es -tendido mas all la fuerza de su brazo. El imperio de los Persas , el Grcco-Maccdonio y el Romano no fueron tan vastos ni avasallaron tantos pueblos.

    Pero no es solo el terror quien abre paso al nombre espaol ; la veneracin y el enlusias- * m o , si no preceden, van en pos de, nuestras a rmas victoriosas. Carlos V y Cisneros, Felipe II y Antonio Prez turban con su ambicin la t ranquil idad de las naciones: Garca de Paredes y ese quien llam su siglo el Gran Capi tn , Antonio de Ley va y el Duque de Alba las some-ten, pero no las dominan ; las encadenan , pero no las aseguran. La ciencia, el genio, el nu-men nacional terminan las conquistas. Srve lo , el inventor de la circulacin de la sangre , Ar ias Montano, Luis Vivesy Antonio Agustn en las ciencias; Ereil la, Garcilaso y Quevedo, Lope de Vega, Caldern y Cervantes en las le t ras ; Rivera y Juan de Juanes , Bcrruguele, Velazquez y Murillo en las a r l e s , a r rancan aclamaciones de entusiasmo los pueblos escla-vizados. Y como p a r a que en toda la redondez de la t ierra fuese el nombre de Espaa cono-cido, Sebastian del Cano dio el p r imero la vuelta al globo.

    He aqu espesta la causa principal d l a rpida y extensa popular idad de la HISTORIA GEXERAL DE ESPAA q u e fines de ese mismo siglo dio luz el P . Juan de Mariana: lamag-; n i tud del a sun to , la grandeza del h roe , la supremaca contempornea de la nacin. Los pueblos no se improvisan hroes' , y la Eu ropa preguntaba en vano tiempo hacia como h a -ba llegado el nuestro tanto podero y esplendor. "Lo que me movi escribir la historia l a t ina , dice el autor en su prlogo Felipe I I I , fu la falta que de ella tenia nuestra Espaa (mengua sin duda notable) mas abundante en hazaas que en escr i tores , en especial de este.

    Jaez. Juntamente me convid tomar la p luma el deseo que conoc los aos que peregrin fuera de Esp aa , en las naciones es t raas , de entender las cosas de la nuestra : los p r i n -cipios y medios por donde se elev la grandeza que hoy tiene. Por eso escribe su p r imera historia en l a t n , q u e e ra y a lengua universal entre los hombres dedicados al estudio.

    Fu esla la p r imera q u e apareci en Eu ropa tras la restauracin de las l e t ras , y su es-t i lo , su forma, su crtica merecieron grandes y unnimes aplausos. Se lleg decir que Roma tenia medio historiador, aludiendo los anales incompletos d e Tc i to , Espaa uno, y los dems pueblos ninguno. Los panegiristas fueron entonces tan desmedidos como despus sus detractores. Hoy , despus de las acaloradas disputas y los prolijos exmenes de que h a sido objeto, puede la critica imparcial y circunspecta pronunciar un fallo desinteresado y justo.

    Hacer por vez p r i m e r a la historia general de una nacin que babia sido como ningu-na vct ima d e la codicia d los Car tagineses , d l a ambicin de los Romanos , del furor de los Brbaros y de las miras mas i lustradas y ulteriores de los rabes , e ra sin duda una gran-de empresa que reclamaba un genio invest igador , anlisis del icado, juicio perspicaz i n -flexible, vasta erudicin y , lo que es menos comn con todo eso , una perseverancia de vo-lun tad , u n a fortaleza de corazn invencible. Las pocas obras que aun entonces pudieran " sostener el nombre de historias comprendan cortos lejanos periodos, pertenecan s o ^ lamente alguno de los muchos pequeos estados que desaparecieron bajo la tendencia la unidad monrquica del siglo XV. Las de Gar ibay , Morales y Zurita pueden contarse en este nmero . Las crnicas eran tambin part iculares incompletas estaban plagadas de

  • in hechos adul terados , relaciones inverosmiles , fbulas a b s u r d a s ; y aunque Mariana no h u -biese hecho mas que despojar de ellas la h i s tor ia , su patr ia y la posteridad le deberan s iempre un gran servicio. Las tradiciones populares llevaban en su curso muchos siglos pa -r a que no se hubiesen enturbiado. La geografa an t igua haba apenas empezado sus reco-nocimientos, y la arqueologa tampoco haba principiado descifrar los monumentos d e q u e est cubierto nuestro suelo. Las fuentes de la h is tor ia , en fin, antes de Mariana estaban obst ru idas , corran turbias no manaban todava. E r a , p u e s , indispensable reconocer todo lo existente; contrastar na r rac iones , examinar hechos , compulsar fechas, depura r t radiciones, prescribir fbulas, llenar l agunas ; trabajo i nmenso , de una r a r a idoneidad, que parece imposible se h a y a impuesto un solo hombre y , digamos lo que sent imos, que tan cumpl idamente lo b a y a desempeado.

    Mar i ana , como escri tor , que es el ttulo de su g lor ia , debe considerarse en l i teratura y en religion hijo de su siglo, y en poltica precursor de otro siglo.

    Cuando se examina l i terariamente su h i s tor ia , se halla desde luego un fenmeno comn lodos los renacimientos. El pensamien to , antes de emprender de nuevo su car re ra , vuel-ve al pronto de su caida como p a r a proseguir su marcha . La nueva fbrica se levanta sobre las piedras mas slidas y poderosas que la inundacin ha dejado en p ie . Las grandes obras de los autores clsicos de la ant igedad reaparecen con m a y o r br i l lo , y todo se imita de e l l a s , especialmente las fo rmas : si la ideaos n u e v a , h a d e llevar al menos la forma an t igua . El pensamiento vuelve atrs lomar vuelo. Sucedi de esta manera en el siglo XVI como habia sucedido hasta entonces y como, donde y cuando quiera que h a y a naufragios sociales, s iempre suceder. El conocimiento del l a t n , del griego y el hebreo era condicin inexcusa-ble lodo hombre de l e t r a s ; y , p a r a hacer una obra perfecta segn las ideas de la poca, era preciso , no presentar novedad en su estilo ni aun en su fondo, sino acercarse alguno de los tipos mas bril lantes del pueblo destronado. Tito Livio , Tc i to , Sa lus l io , Curcio d e -ban ser en historia y fueron en efecto pa ra aquel renacimiento los maes t ros , los modelos dignos de estudio imitacin. La original idad hubiera parecido ex t ravagan te , y lo fuera sin d u d a , porque la sociedad era informe todava.

    E s l a e s otra causa , no menos eficaz que la an ter ior , del g rande crdito que adquir i en Europa la historia de Mar iana , que', asi juzgada , se considerara en lodos t iempos u n a obra bien acabada y un monumento , por decirlo a s , arqueolgico de nues t ra lengua y ci-vilizacin. Sencillo y elegante como Tilo Livio, caracterstico y sentencioso como Tci to , quienes pr incipalmente se propuso i m i t a r , describe los acontecimientos por lo comn con pleno conocimiento de ellos, sin defraudar la v e r d a d , y casi s iempre los acompaa de un juicio que es unas veces el de su s iglo, parco y somero en pol t ica , intolerante y cruel en rel igion, y e so t ra s la espresion del individuo, austero inexorable en m o r a l , osado , i r re -verente , casi revolucionario, como hoy se le l l a m a r a , sobre algunos puntos y con algunos poderes que haban sido has ta entonces objeto de culto y veneracin general .

    Por eso las invect ivas, las agr ias censuras y aun las calumnias no tardaron en seguir los mas exagerados elogios. Es una observacin curiosa la que ofrecen las crticas de esta obra en su desarrol lo , po rque , habiendo estado por mas de dos siglos en el goce casi esclusi-vo de la atencin pb l i ca , acaso ella nicamente en nuestra bibliografa marca en los pasos de su critica la tendencia del pensamien to , las adquisiciones de la c iencia , los pasos de la ilustracin entre nosotros.

    Se le acus pr imeramente de abatir las glorias de la nacin y de ser poco afecto lo noble y lo real porque no admit a y condenaba con indignacin las fbulas del Beroso que a lhagaban un estraviado orgullo nacional . Otros dijeron que su his tor ia era injuriosa al crdito de la nacin y al honor de sus reyes solo porque censuraba en ellos, sin humildes consideraciones, toda accin deshonesta y t i rnica. La acusacin lleg tal grado de incre-mento que se t rat en el Consejo si debera recogerse la obra. A esto alude al parecer cuan-do en el prlogo de su quinta edicin exclama con cierta indignacin melanclica : Ninguno se atreve decir los reyes la v e r d a d : todos ponen la mi ra en sus par t icu lares : miseria grande y que de n inguna cosa se padece mayor mengua en las casas reales.

    Muy luego, apesar de la segur idad con que a f i rma: los tiempos van averiguados concu idado y puntual idad y A las c iudades , montes , rios y otros lugares sealamos los nombres que tuvieron ant iguamente en tiempo de romanos se encontraron errores en algu-nos sucesos, en las correspondencias topogrficas y en la cronologa. Si consideramos que l

  • JV mismo los reconoci luego confesando ingenuamente haber alguna vez tropezado por h o -llar en las pisadas de los que iban delante, fuerza ser atr ibuir los unos la negligencia la fatiga, y los otros la escasez de investigaciones histricas en su tiempo. La c r o n o -logia romana estaba por verificar, y todava los csploradorcs de sus ruinas tienen inter-r u m p i d a la cadena de nuestros pretores Y debern sorprendernos sus errores en geogra-fia cuando hoy con las descripciones purificadas de S t rabon , Pl inio, Ptolomeo, con el i t inerario correlativo de Antonino , con el cmulo de medallas inscripciones descubiertas posteriormente ignoramos la situacin de muchos pueblos principales de la an t igedad, co-mo la Illibcris nombrada de la Bl ica? No es aun dudoso p a r a muchos el sitio de la clebre batalla de Munda que decidi la suerte de los Pompeyos y de Roma? Qu mas ! Se sabe por ventura como desapareci d l a Espaa rabe, que aun v, digmoslo a s , por nuestras pue r t a s , esa famosa Zahara , mansin de la poesia, templo de las ciencias , Olimpo de las a r t e s , vergel de palacios, como la l laman sus escritores? De estos errores nunca se hace con justicia responsable un au to r , mucho menos si como el nuestro dice contestando una rectificacin de Lupercio de Argnsola por haber hecho al poeta Prudencio natural de Ca-lahor ra , nunca pretendi examinar lodos los par t icu la res , sino poner en estilo y lengua latina loque otros tenan juntado como materiales de la fbrica que pensaba levantar . Que, si lodo se caute lara , a a d e , sospecho que otros muchos centenares de aos nos estuvi-ramos sin historia latina que pareciera entre las gentes.

    Uno de estos errores autoriz una imputacin ofensiva de sus enemigos que adquir i bstanle crdito y que impresion hondamente su a lma. Haba hecho doa Blanca, la madre de S. Luis , anterior doa Berenguela , madre d e S . Fe rnando , apoyando en cierto modo la absurda pretensin de los Franceses en favor de aquella la corona de Castilla ; y se le pregon enemigo de la E s p a a , atribuyndole origen transpirenaico validos de la oscu-r idad de su nacimiento.

    Mas larde calificaron los mas benvolos de ciega y candida credulidad su facilidad en admit i r consejas y tradiciones que repugna el buen sentido y reprueba la gravedad de la historia. Pero es tal vez la presin de las ideas de su siglo la que le oblig descender la vulgaridad. Haba tradiciones de tan profundas ra izes , fbulas tan incrus tadas , por decirlo as , en la credul idad pbl ica ; se habianreal izado de una manera tan completa esas epignias que se observan en la historia de lodos los pueblos, que los autores mas g ra -ves las habian como sancionado nles que l aceptndolas, y su omisin menosprecio hubiera hecho el descrdito de la obra. A u n pblico inflamado con los prodigios del Carpio y de Roldan qu podran interesarle las verdades d l a h is tor ia , despojadas de esos atavos fantsticos de la imaginacin popular? A no dudarlo la realidad le pareciera d iminu ta , y asi era en efecto : se tenan por mezquinas las hazaas de Garca de P a r e d e s , que hoy se consideran generalmente exageradas . Y quin se hubiese atrevido en su tiempo n e -gar ni aun pasar por alto los hechos que se dieron por fundamento al clebre voto de San-t iago? No se d u d e , n o , que son las preocupaciones de su siglo las que le hacen decir r e p e l i -das vezes: Mas cosas escribo que creo.

    Las criticas de nuestros diasson de un orden mas superior y mas fundadas, pero no tal vez mas circunspectas. Se le encuentra escaso de crtica y se le v i tupera el escesivo lugar que d en una historia general los sucesos eclesisticos y su animadversin los Ara -bos.

    Ciertamente esle pueblo valeroso que domin por espacio de ocho siglos la mi tad de la pennsula y tuvo la otra mitad en continua a l a r m a , que fu de todas las razas invasoras la mas i lustrada ; los rabes , que poblaron nuestras ciudades meridionales de ricas industrias, q u e l lamaban sus alczares los sabios mas i lustres del m u n d o , que fundaron las p r i m e -ras escuelas y establecimientos de beneficencia, que erigieron monumentos de i m p e r d u r a -ble admirac in , no merecan los dictados conque los califica de ordinario y ser expulsados casi por completo de la historia nacional. Parece que solo les concde algn lugar al precio de su sangre , cuando refiere los hechos mas notables de su tenaz l u c h a , pues,apenas d por sus leyes y costumbres alguna ideado su organizacin social.

    Se percibe bas tan te , sin emba rgo , que no es el odio la raza el que le an ima sino la secta ; que es el espri tu religioso de su siglo, esclusivo- y absorvenle , el que le hace cruel injusto con sus enemigos y alojar algunas vidas de santos en la historia civil de la nacin. La iglesia lo dominaba entonces lodo : los cardenales eran minis t ros , los arzobs-

  • HEMOS sido los pr imeros emprender la publicacin de la historia nacional como nosotros creamos que la rec lama-b a nuestro pais y nuestro siglo. Si el espritu de cada poca se manifiesta en los t r a g e s , en las fisonomas, en las cos tumbres , en los monumentos tanto como en las lu-chas pol t icas , l a historia seguramente no se escribe solo con la p luma sino tambin con el lpiz del ar t is ta . Este vacio nos propusimos l lenar al anunciar la pr imera edi-cin de la historia mas popular de E s p a a , i lustrada con

    grabados intercalados y lminas sueltas que ofrecieran la vista del lector todos los objetos y todos los hechos q u e la p luma mas hbil por si sola no debe ni puede describir .

    A la aparicin de las pr imeras en t r egas , tuvimos que duplicar su t i rada, y la termi-nacin del lomo pr imero ni un solo ejemplar nos quedaba, habiendo dejado muchas nuevas suscricioncs por servir . Este es el motivo de la segunda edicin del tomo p r i m e r o , aun la mitad de la publicacin del s egundo , en un todo conforme la p r imera , cuyas condiciones consignaremos aqu tambin.

    Es ta edicin de la HISTOHIA GENEBAL DE ESPAA no es una simple reimpresin de la obra de Mariana y sus continuadores. Aquel ilustre historiador padeci errores y omisiones importantes que en notas breves y precisas reciben la oportuna rectificacin y el c o n v e -niente esclarecimiento.Una nueva biograf a , escrita con novedad de ju ic io , completa las adiciones que ella hacemos; pero obras de tal estension importancia necesi tan mas que otra a lguna de los resmenes finales. Nuestra tabla cronolgica es un cuadro preciso y com-pleto que presenta simple golpe de vista los sucesos mas notables de cada poca , reinado pe r sonage .La sigue otra donde , quebrantando lahi lacion de los tiempos, vienen a g r u p a r -se por el orden de su produccin todos los de igual naturaleza forma: este t rabajo , entera-mente n u e v o , es como un diccionario histrico de Espaa q u e sirve la vez p a r a la mas fcil investigacin de los sucesos y para hacer su estudio comparativo , tan provechoso en la h i s -toria como en las ciencias. Y completa este Apndice un ndice cronolgico y alfabtico de los principales historiadores que deben ser consultados p a r a los estudios especiales. Todos estos trabajos los debemos tambin la laboriosidad del Sr . Chao.

    Enlrelegidos con las bril lantes descripciones de los au tores , se presentan exactos graba-dos que reproducen los t r ages , los muebles , los caracteres paleogrficos, las monedas y medallas,, las a rmas y los escudos, los monumentos y las vistas, los retratos y las costumbres; todo, cuan to , en fin, pueda contribuir formar una idea es lensay completa de cada poca, r a z a , re inado. De esta suerte las generaciones van pasando la vis ta del lector tales co-mo fueron, y puede formar cabal juicio del sucesivo desarrollo de nues t ra civilizacin.

  • P u b l i c a d o por t a s p a r Roii Madrid .

  • pos vlidos, los obispos ejercan las mas alias y ex t raas d ignidades , la religin y el osla-do se servan por unas manos ; la inquisicin oslaba en el apogeo de su colosal poder , un rey era su s iervo; es entonces precisamente cuando la iglesia fu, como se ha d i cho , un oslado dentro de otro estado. Y por qu no diremos tambin, cuando tan difcil es e m a n -ciparse de las afecciones de clase , que el escritor Mariana era sacerdote?

    Se comprende bien que en semejante estado social la critica no podria tomar vuelos atrevidos y lanzar miradas penetrantes. La historia se escriba entonces la vaga luz de la aurora."La libertad del pensamiento no haba sido p roc l amada , y si bajo algn puni de vista puede decirse que ex is l ia , tambin es cierto que andaba con la cadena de! fanatismo a lada al p ie . Lu te ro , que se haba visto obligado proclamarla en rel igin, cometiendo una inconsecuencia tan absurda como inesplicable, la condenaba en poltica. La monarqua absoluta se hallaba entonces en la viri l idad de su poder y como glorificada por sus victo-r ias . Esa falsa identificacin del estado en la personalidad del r e y , esa superposicin era tan completa que la censura de sus actos se hubie ra considerado no solo una ofensa la magostad de su au to r idad , sino una injuria las glorias nacionales. Nuestros reyes no ne-cesitaban decir en a l tavoz : El Estado soy Yo. Pero la ignorancia de los pueblos y su fana-tismo , resultado de todas esas condiciones de la poca, constituan la mas grave dificultad de la historia, r a l l a b a esa cantidad de opinin que forma el comn sent i r ; esa opinin p -blica que es en nuestros tiempos asilo y baluar te d la razn ultrajada. Es injusto, s , con-denar Mariana desde el siglo X I X ; h a y que colocarse, en su misino siglo, acomodarse en su forma, impregnarse de sus preocupaciones y s u m e r g i r s e , por decirlo a s , en su adms-fera de hierro y plvora.

    Romey , e! mas injusto, severo y desautorizado quiz de sus censores, pudiera haber pensado que hoy Mariana escribira su historia con otra filosofa, y que el que hoy pueda escribirse mejor no es razn p a r a culparle de no haber hecho lo que no podia. La des-igualdad de los tiempos no es delilo dlos hombres . La crtica racional no le h a negado ni negar jams sus elogios , toda vez que las circunstancias sean , como es jus to , consu l la -das . Csar Barnio admira que escribiendo las cosas de su nacin en erudito esli lo, no se dej llevar del amor ala pa t r ia . El alemn Hernn Coringio le concede la palma entre ios historiadores latinos por su grande elocuencia , conocimiento de los negocios y l ibertad en hab la r ; de la cual abus algunas veces, sin perdonar los reyes de su nacin. El fran-cs Rap in , cuya crtica pocos fu l isongera, cree que Ninguno de los historiadores m o -dernos ha escrito con mas juicio que Mariana en su historia de Espaa . Por esta tan ap re -ciable circunstancia su historia es el modelo de las que se han escrito en eslos llimos siglos. En toda ella campea una sabidura que no le permi te se estravie en hermosear todas las cosas ni desprecie los adornos cuando convienen. Esta igualdad tan juiciosa, s iempre la misma en tanta var iedad de mater ias que toca, apenas se reconoce en los autores de su t i empo. . . . Lo que la historia de Mariana da aquel aire de grandeza que admira es el ar te con que por medio de algunas digresiones estn enlrctegidos los sucesos mas considerables que han acaecido en el m u n d o , los mas admirables de los tiempos fabulosos, los mas nota-bles de Sicilia y del imperio romano , la juiciosa y puntual relacin (que no se halla igual en ningn otro escri tor) de la repblica de Ca r l ago , los sitios de Sagunto y de Numancia , la ma rcha de Annibal I t a l i a , la serie de los emperadores . el nacimiento del crist ianismo, la predicacin del Evangel io , las conquistas de los rabes y otras cosas grandes . Fija la atencin de sus lectores sobre los grandes acontecimientos que encadena con la historia de Espaa:. Por esta razn jams ha habido ningn historiador que haya dado mas gloria su nacin con sus escr i tos , porque sabe hacerla ent rar en lodos los acontecimientos mas sea-lados del m u n d o . . . . En t re los modernos , Mar iana , Dvila y Paulo Sarpi fueron los que supieron escribir mejor la his toria . Mariana ' t iene el don de pensar y de espresar con n o -bleza lo que p iensa , y escribe impr imiendo un carcter de, magestad en todo lo que se p re -senta su entendimiento . . . . Ninguno de los modernos le ha igualado ni en la grandeza del a sun to , ni en la nobleza del esli lo, ni en la exacti tud y juicio con que refiere las cosas. ltimamente Mr. Weis h a juzgado su historia estimable sobre todo por las investigaciones que contiene, por la exacti tud que se observa en los h e c h o s , por las sabias reflexiones de. su autor y por la he rmosura de su estilo.

    Nosotros no diremos que sea ahora una obra invulnerable la cr t ica: dos cientos cin-cuenta aos de discusin y anlisis infiltrados en la Europa - que estn produciendo en es

  • VI

    los momentos una disolucin social, no lian podido correr en vano p a r a la historia. Pero quien quiera registrar la nuestra no olvidar seguramente Mar iana , y seguiremos viendo por mucho tiempo tal vez que los mismos que le den igran , como Romey, le copian servil-mente con frecuencia. Quien at ienda las circunstancias coetneas, que dejamos expues-t a s , no negar que su elegante p l u m a , segn dice un crtico de nuestros di'as, ha con t r i -huido tanlo a l a s glorias de la nacin como las hazaas de sus hroes mas esclarecidos. (1)

    La celebridad de la obra h izo , como en nuestros d as , la del au tor , y las noticias de su nacimiento y educacin fueron en breve tan vulgares como aquella.

    Mariana fu bautizado con el nombre de su padre el dia 1. de abril de 153G en la P u e -bla Nueva, villa de la provincia de Toledo; pero hab a nacido en Talayera de la Reina. Querase ocultar as un secreto que la voz pbl ica , sin embargo , empez descubrir y que el tiempo y la envidia acabaron de descorrer : el secreto de su nacimiento. Un cannigo de la iglesia de Talavera fu su p a d r e , y su madre una joven soltera de la misma ciudad.

    La universidad de Alcal , afamada entonces sobre la de Salamanca por la proteccin de su fundador el clebre cardenal Cisneros, fu la q u e , nio todava , le recibi en sus a u -las. Y se a t r ibuye uno de sus catedrt icos, Fr . Cipriano de l a l l u e r g a , quien el gusto li-terario de la poca llam la Musa y el Fnix de E s p a a , su inclinacin hacia el estudio de las lenguas orientales y el buen gusto y la precisin que caracterizan su estilo. La carrera eclesistica seria probablemente la de su deslino y predileccin; pero acaso no habia p r e -visto que debia profesarla en la clebre Compaa de Jess. Es lc vasto pensamiento , venido al mundo poco antes que Mar iana , emprenda entonces el rpido aunque corlo vuelo de su fortuna. La adquisicin del Duque de Gandia , mas conocido por S . Francisco de Borja, e s -taba acrecentando la fama con que el sabio plan de su fundador la dotara , y caminaba en el perodo de su apostolado y proselilismo con todo el ardor que inspira un gran fin. A s , no bien el M. Gernimo Nada l , enviado por S. Ignacio p a r a establecer sus constituciones en Castilla, se present en Alcal, la juventud mas br i l lan te , como magnetizada por la a b n e -gacin de sus sentimientos y la pureza de sus cos tumbres , corri presurosa afiliarse en su moderna milicia. Jvenes quienes el tiempo dio luego nombre en las l e t ras , Rivadenei-r a , Molina, Pe rp ian , Esleve Pe re ra , Ledesma, Paez , Romero , Maldonado, ingresaron all con Mar iana , que abraz el instituto en l o o k los 17 aos de edad.

    Si hemos de dar f todas las biografas , su p r imer ensayo li terario lo hizo en S i m a n -cas duran te el noviciado, escribiendo original ayudando componer un tratado de medi ta-ciones espir i tuales su especial d i rector , el de Ganda. Tendr a 18 19 aos. Por este h e -cho porque la Compaa estudiaba y consultaba la inclinacin de sus adeptos , apenas termin Mariana los dos aos de noviciado, fu devuelto la universidad de Alcal , p a r a continuar sus estudios, que fueron generales y profundos. Su ambicin lo abarcaba lodo, y felizmente una penetracin elctrica y una memor ia tenaz lo recogan todo tambin. No hu-bo ramo de los conocimientos humanos entonces cult ivados, despus de las ciencias s a g r a -das las sociales, que l no invadiese; y como posea perfectamente el hebreo , el griego y el l a t n , los tesoros d l a l i teratura de estos dos pueblos entraron tambin en el grueso caudal de su erudicin. Sus condiscpulos acudan su morada oir sus discursos, y sus maestros de predijeron una gloria que dio bien pronto sus pr imeros destellos.

    Profetas del imperio que la instruccin dehia adqui r i r un dia en el mundo y acaso c o -nociendo que el mas firme de todos los instrumentos y seguro de lodos los esclavos es el de la inteligencia, los jesui tas fundaron en Roma un colegio modelo , cuyos discpulos deban llevar todas partes la uniformidad de su enseanza y la unidad de su pensamiento. Maria-n a , qu' solo contaba 24 aos (1561) fu l lamado p a r a esplicar en esla escuela de maestros,

    (1) La rapidez con que se han sucedido las ediciones de su historia ser la mejor prueba de nuestras asercio-nes. D i o luz en lalin la primera en Toledo por los aos 1391 y 92 comprendiendo en veinte libros basta la unin de los Reyes Catlicos, Hizo otra los tres aos aadiendo cinco libros con la conquista de Granada, y poco des-pus la aument otros cinco para completar el reinado de don Fernando. Asi completada y corregida, se public en Maguncia en IGOo y tambin form parte de la Espaa ilustrada que por la misma poca daba Fscolo luz en Francfort. Se reimprimi en seguida en el mismo punto independientemente, que fu la mas esmerada hasta qu Miniana hizo en 1733 su magnifica edicin de la Haya. De la traduccin, que public el autor en Toledo en 1G01, son innumerables las ediciones que dentro y fuera de Espaa se han hecho: de solo estos ltimos diez aos co-nocemos una en Valencia, dos en Barcelona, cuatro en Madrid y la presente, que se distingue de todas por ser ilustrada literaria y artsticamente.

    Conviene advertir que , luego que el autor enmend sus primeras ediciones, sus mulos adulteraron otras : la nuestra est exactamente ajustada la que recibi su ltima correccin, poco antes de su muerte.

  • VII

    primeramente una ctedra de a r l e s , y cuando recibi el orden sacerdotal , otra de filosofa y teologa. Sus discursos escilaron en Roma un vivo inters: Belarmino, el sobrino de M a r c e -lo II , asisti oirle como discpulo : Perpi , que fu uno de los mejores oradores de su t i empo, Mrelo y Escoto elogian su elocuencia. A los cuatro aos le comisionaron p a r a plantear los estudios en Sicilia, y de all fu Pa r s , cuya universidad le confiri el grado de doctor en teologa y una ctedra p a r a esplicar la S u m a de Santo Toms . Se refiere una ancdota en prueba de la fama que en ella adqui r i . Un dia en que los oyentes , lleno elsalo^i, se apiaban en la p u e r t a , se vio uno con osada y desembarazo estudiantil encaramarse por una escala bas ta una ventana desde donde pod iao i r y escribir cmodamente la oracin del profesor. La esplosiva algazara que produjo entre sus condiscpulos advirti del inci-dente Mar iana , quien , reprendiendo suavemente su descuido , le dirigi aquella m x i m a del Evangel io: Quin intrat per ostium fur est et latroUtique, domine, respondi con viveza el es tudiante , ad furandum tuam doctrinam ( 2 ) .

    Pero cinco aos de tan fatigosas tareas en un clima contrario su constitucin fsica le hicieron caer en una grave enfermedad y , apenas convaleciente, buscar en los aires nata les , su completo restablecimiento. Su presentacin en Toledo, tras doce aos de aplausos en las corles ex l rangeras , fu una verdadera ovacin. Su casa , centro de los hombres mas ilus-t rados , se convierte en un templo modesto de las ciencias , el arzobispado le nombra su e x a -minador s inodal , la Inquisicin su consultor y , semejante los orculos ant iguos , de todas parles solicitan su opinin.

    Una de estas consultas es la mas brillante prueba, as de su ciencia y ya esclarecido nombre como de su inflexible integridad y profundo amor la verdad y la justicia. Un impresor de Amberes habia solicitado de Felipe II un ausilio de 6,000 escudos en calidad de prstamo para hacer una lujosa edicin de la Biblia Poliglota que de orden de Cisneros se habia dado luz en Alcal en 1517, aadiendo el Nuevo Testamento en lengua siriaca segn acababa de publicarse en Viena. Accedi el rey l a s p l i c a , pero encomendando la direccin l i teraria al clebre Arias Montano, catedrtico de la universidad de Alcal y uno de los hombres mas consumados en el conocimiento d las lenguas orientales. La actividad de esle i lustre li terato fu tal que los cuatro aos salieron luz los ocho tomos en folio de que consta aquella m a g -nfica edicin, que se llam regia filipina. Los grandes elogios con que en toda Eu ropa fu recibida enconaron la envidia de los que se habian resentido de la preferencia real , y se dieron prisa violentar las versiones p a r a formular una terrible acusacin. Dijeron que todos los textos habian sido falseados, que la parfras icaldaicaestaba llena de errrores sustanciales, que habia admitido todas las interpolaciones de los hereges ; y porque habia puesto el tex-to hebreo conforme los cdices de los Judos y su versin segn el sentido de los Rabinos, con preferencia al dlos santos p a d r e s , le acusaron de a r rancar as la verdad de nuestra religin muchas de sus pruebas y le apellidaron j udaizante , imputndole que l mismo tomaba el titulo de rab maestro . Algunos entre ellos lo atr ibuyeron interpolaciones clandestinas de los hereges ; pero o t ros , sin respetar la proteccin del r e y , envueltos en su ropa t a la r , le agoviaron insultos. El mas encarnizado de todos los enemigos de Montano fu Len de Cas-t ro , cuyo carcter de catedrtico de lenguas orientales de la universidad de Sa lamanca se acogieron todos sus mulos p a r a dar mas autor idad la acusacin formal que este dirigi la fin los tribunales de la inquisicin de Toledo y R o m a , (1576) esponiendo los errores que crey hallar y pidiendo se castigase la ignorancia y la osada del editor. La r ival idad de un i -versidades contr ibua tambin caldear la cuestin.

    Mar iana , que permaneca pasivo espectador de estas d isputas , entregado sus p r i m e -ros trabajos de escr i tor , se vio inesperadamente , merced su reputacin de human i s t a , co-locado en medio de este campo como juez de la querella. La inquisicin de Toledo le pas el expediente instruido para que examinase detenidamente la obra y las acusaciones, y pronun-ciase su juicio. La importancia de esle informe no necesita encarecerse: amigos y enemigos de Montano asediaron Mariana; personas de alta g e r a r q u i a individuos de su misma com-paa solicitaban con empeo la reprobacin de la ob ra ; en todas las naciones se esperaba con ansia la resolucin de una causa tan ru idosa ; y el mismo Felipe I I , que aparent abandonarla los telogos, no estaba realmente menos interesado en una empresa que de-

    (2) El Que no entra por la puerta es ladrn y salteador. areamente, maestro, para robar vuestra doc-trina.

  • VIII bia en aquel siglo engrandecer su fama. Mariana emple dos aos en revisar y confrontar tantos id iomas , al cabo de los cuales present su dictamen en una larga y razonada d i s e r -tacin escrita en correcto lalin que circul por toda Europa y fu leida con avidez. Nadie, en su sent i r , sino la iglesia de Jesucristo puede hacer enmiendas en los cdices hebreos del texto sagrado , y este derecho de la iglesia se extiende los de todas las versiones. No cree que Dios haya permit ido se viciasen sustancialmente los originales ni que la iglesia los h u -

    . biese abandonado la infidelidad de sus enemigos; pero tiene por necesario confrontar va-rios cdices del mismo texto hebreo pa ra conocer el mas legtimo y que las enmiendas se h a g a n , no como pretenda Castro por las versiones gr iega y la t ina , ni por las lecciones de los p a d r e s , sino segn el traductor las eslime mas propias . Piensa q u e , si la iglesia p r e -fiere u n a , no por eso condena las dems , y que el traductor no debe ser reprendido porque haga una traslacin exacta ntegra del t ex to , aunque sea siempre preferible la i n t e r p r e -tacin de los apstoles y la iglesia. Defiende tambin Montano de otros cargos infundados y patentiza la ignorancia de Castro , que l lama interpretaciones dlos Rabinos las var ian-tes de los cdices que aquel haba puesto al margen .Advie r t e , sin emba rgo , que el autor hab a dejado incautamente algunos de los centones embutidos por los judos en la parfrasi caldica; que se encontraba alguna infidelidad en la interpretacin de ciertos testimonios que se refieren Cristo y la ig les ia ; y que se echaba de ver su poco afecto la Yulga la , por-que muchas veces, sin desnaturalizar el t ex to , pud ie ra conformarse con su traduccin. Pero no extraa estos y otros errores menos impor tantes , siendo obra tan vasta ejecutada por un solo hombre y en tan corto espacio de t iempo.Este dictamen hizo enmudecer las m a -las pasiones sublevadas contra Montano, afirm este en la proteccin del rey pa ra seguir trabajando en las importantes obras con que despus enriqueci nuestra l i teratura hizo r e -sonar por p r imera vez en toda Europa el nombre de Mariana. Los sabios de su tiempo le escribieron ensalzando su rect i tud tanto como su ciencia. A l o sucesivo el cardenal Quiroga, que ocupaba entneosla silla de Toledo, someti su juicio los puntos mas difciles de la ad-ministracin del arzobispado; el gobierno le consult en ciertas cuestiones, y Felipe II quiso que fuese uno de los colaboradores en la magnfica edicin que orden de las obras de san Isidoro con nuevas correcciones ( 3 ) .

    As cercado de ocupaciones fu como emprendi la realizacin de su mas grande p e n s a -miento , tiempo hacia concebido: el de escribir correlativamente y con uniformidad de estilo la HISTORIA GENERAL DE ESPAA , cuyo juicio y efecto en Europa dejamos expuestos. No p a s a -remos en silencio que el mismo Mariana manifiesta que su historia careca de unidad y con-cierto en el prefacio de otra obra que produjo en el mundo un eco poderoso y que era en su sentir la mas perfecta. Hablamos del libro De Rege el Regs insiitutione que escribi despus ruegos de don Garcia de Loaysa , preceptor del pr ncipe don Fel ipe , luego rey III de este nombre , quien lo dedic como consagrado su instruccin.

    Efectivamente, cuando se leen algunos de sus captulos nadie cree tener en las manos un libro del siglo X V I , escrito por un sacerdote , en el mayor prestigio de la monarqua y bajo el rey mas absoluto que haya empuado el cetro de Castilla. Est la obra dividida en tres li-bros : el pr imero trata de la potestad r ea l ; el segundo de la educacin de los pr ncipes; y el tercero de la administracin del estado'en provecho d los pueblos. De estos dos , los captu-los que l lamarn la atencin del lector de nuestros dias son el de los espectculos pblicos, que h o y a nadie convencer, y por razn inversa el de las relaciones de la religin y la igle-sia con el es tado, en el cual demuestra conocer profundamente su siglo y la influencia de este poderoso resorte en el gobierno de las pasiones populares y en la felicidad humana . Aquellos en que se esfuerza para probar que El prncipe nada debe determinar acerca de la religin y que No es cierto que en un reino puedan tolerarse muchas religiones per te-necen al sacerdote , digamos mas b i e n , al jesuta. Pero el libro que casi entero se adelant su poca y por el cual hemos dicho que Mariana es en poltica precursor de otro s iglo, es el p r im e ro , en que examina el o r igen , la naturaleza y la eslension de la potestad real . Cap -tulos hay en que resplandecen los principios de una filosofa e terna , invar iable , porque est en la naturaleza; en ellos deja efectivamente, como se h a d icho , S. Agustn por hablar con Plinio. Cuando demuestra que El hombre por su naturaleza es animal sociable r e -vela con admirable maestr a los instintos que encierra el corazn humano . Cuando discurre

    (3) Este libro no haba sido traducido hastaaliora en ninguna lengua vulgar; lo ha sido al espaol de la sc-gunJa edicin de 160 en Madrid: imprenta de la sociedad literaria y tipogrfica' !8t>.

  • sobre si lis mas conveniente que gobierne la repblica uno que muchos , Si la monar-qua debe ser hereditaria y sobre el derecho de sucesin entre los descendientes cuan exacto conocimiento descubre de los vicios y ventajas inherentes cada forma de gobierno! Y cuantas veces asa l taa l lector la sospecha de que acaso por respeto la poca se pronun-cia en favor de lo que repugnan sus mas nt imas convicciones! Pero los captulos que mas sorprenden y admiran son aquellos en que trata Si la potestad del r ey es mayor que la de la repblica, Que el pr ncipe est sujeto las leyes y Si es lcito oprimir al tirano, lisios captulos son de nuestros das en la osadia del pensamiento , en la profundidad del ra -ciocinio y en el conocimiento de la sociedad. Si el objeto especial de esle discurso nos lo pe rmi t i e ra , espondriamos aqui los razonamientos y reflexiones por donde llega estas a t r e -vidas conclusiones:

    Que toda potestad emana de la repblica , como se dice en nuestros d ias , que la sobe-rana reside en la nacin;

    Que el p r nc ipe , por consiguiente, mas que otro alguno est sujeto las leyes; Que su infraccin convierte al rey en tirano y exime de la obediencia los subditos; y

    por l t imo, Que en semejante caso es lcito y conveniente el regicidio. Poco importa que en otro captulo condene el regicidio con veneno por menos noble: es

    una cuestin de medios equivocadamente elevada mayor categora. Lo que a sombra , lo (pie parece increble es la justificacin del regicidio en el siglo X Y 1 , en el reinado de F e l i -pe II y por un sacerdote , siquiera sea jesuta.

    No admira menos que semejantes doctrinas hayan pasado al pronto desapercibidas, me-reciendo elogios la vasta erudicin y el estilo c la ro , Huido y ameno de esta obra , que es don-de mas se reconoce el propsito de imitar Tito Livio. Pero de repente un suceso es t raor-dinario hizo fijar sobre ella y sobre el autor la vista d l a s naciones: se crey que su lectura haba a rmado el brazo de Ravai l lac, asesinode Enr ique IV. Los enemigos de Mariana , a p o -derados de su libro como de una p re sa , corlaron frases, quebrantaron oraciones, oprimieron pa labras , pa ra estraer las deducciones mas distantes de su recta significacin y de su slido juicio. En un caso remoto , r a r s imo , tal cual l lo p resen ta , encontraron un cmulo de mximas subversivas, un libro incendiario, una obra esencialmente revolucionaria. Y a p e -sar de que Ravaillac dec lar , segn confesin de los mismos Franceses contemporneos, que jams vio ni ley el l ibro, ni siquiera habiaoido hablar de Mariana, oncanos despus de su publicacin en E s p a a , por decreto de 11 de junio de I C I O , el par lamento de Par is lo conden como sedicioso las l lamas. Las l lamas quemaron las ho jas , pero no las ideas del libro de Mariana. El regicida de Enr ique IV fu un francs, y el de Luis XYI la Francia .

    Mientras el t ratado De Rege sufra tan aciaga suer le , otro arrojaba al autor en una crcel. ^

    Las glorias de Carlos V y de Felipe II habian legado al erario unas arcas vacias y la nacin un tesoro de miseria . Los ministros de Felipe I I I , por un error econmico apenas concebible por clculo i nmora l , resolvieron, pa ra acallar la penur ia pb l ica , acuar moneda en mayor cantidad de la conveniente y de ley inferior la de cos tumbre , p a r t i c u l a r -mente de la l lamada rica de Felipe I I . Los efectos de esta disposicin fueron inmediatos , g e -nerales y amenazadores : las industrias se a l a r m a r o n , las mercaderas de todo gnero subie-ron de p rec io , los de los comestibles y jornales crecieron en una terrible proporc in , los estrangeros introdujeron gruesas cantidades de moneda falsa, y , secas asi las fuentes de la prosperidad pbl ica , los clamores de los pueblos resonaron por todas par tes . Mar iana , que habia aprendido en la his tor ia el trmino de semejantes situaciones, escribi un tratado Be monetcemiitatione que su amigo Escoto public entre otros se is , teolgicos h i s t r i cos , en Colonia ( 1 6 0 9 ) . Escribo', deca en su p r l o g o , no porque espere enmienda en los inconve-nientes que espongo, sino p a r a q u e , cuando se vean con la esperiencia cumplidos los daos, sepa el mundo que hubo entonces quien los conoci y tuvo pecho pa ra advertirlos. E l du-que de Lerma y sus favoritos, que vieron e n el cuerpo del t ra tado, con igual osadia que en el prlogo, pintada en rasgos enrgicos la siniestra situacin de la monarqu a , censurado el destierro de los cargos pblicos de las personas que habian merecido la confianza del anterior monarca , sentida amargamente la muer te del arzobispo Loaysa, y que creyeron encontrar en la imagen del Seyanore t ra tado el improvisado y orgulloso valido de Felipe I I I , hicieron ver este que cada pgina contenia un agravio la magestad del r ey y una ofensa enorme

  • sus consegeros. El libro de los siete tratados fu inmediatamente recogido en Espaa y en R o m a , y su autor entregado al tribunal de la inquisicin. En Roma se recogi por deferen-cia al monarca espaol protesto del tratado d l a venida de Sant iago, en el que impugnaba la opinin del cardenal Baronio, y del de la muerte y la inmor ta l idad , en el que defenda r e -sueltamente la opinin jesutica de la g r a c i a , apesar del velo de discusin impueslo por C l e -mente VIII . Preso en una estrecha celda del convento de S. Francisco el Grande de Madrid el ilustre historiador de Espaa , oprimido por las delaciones, agoviado calumnias y g i -miendo bajo el peso de una acusacin fiscal sangr ienta , que hacia de cada frase un delito de. lesa mages lad , no solo declar desde luego ser suyos los tratados del libro de Colonia, sino que opuso todos los cargos la tranquilidad de un justo y una magesluosa entereza, a d u -ciendo Tnicamente en su defensa su buena intencin pa ra q u e , sabiendo el rey los males, los precaviese. Se ignora la sentencia que recay en este ruidoso proceso. Una orden del r e y , peticin fiscal, detuvo la accin dlos tribunales espaoles, sealados ya los dias de la v is ta , hizo remi t i r una copia de los autos Roma pa ra que el papa pronunciase el fallo. Puede sospecharse que la cor te , mal segura de su obra , retrocedi amedrentada ante el dia d e una defensa pblica y el escndalo de sus esplanaciones. El fiscal de la Rola censur de i legal el proceso, de no probados los delitos que se imputaban al escri tor , y calific solo de imprudentes y temerarias algunas proposiciones de su t ra tado, juzgando esle merecedor nicamente de ciertas enmiendas y aquel digno de la absolucin. Esta sentencia , empero, no se pronunci ni se sabe ,como hemos d icho , que lo fuese otra a lguna .Se dice que Mariana sigui un ao preso en S . Francisco, pero que volvi su casa de Toledo repuesto en su buena opinin y crdito. Qu podia r epa ra r esta ociosa rehabilitacin moral habiendo saca-do de lareclusion una salud quebrantada, doblegado el espritu y lleno el corazn de la ponzoa del desengao! (4)

    Al hacer duran te su prisin el registro de sus papeles el arzobispo de C a n a r i a s , habia encontrado un folleto con el ttulo Del gobierno de la Compaa, en el cual sealaba algunos defectos de su administracin interior indicaba los remedios . El folleto pas de una a otra m a n o ; copias recorrieron la F ranc ia , Italia y Alemania , y bien pronto apareci impreso en Burdeos no solo en castellano sino tambin en l a t i n , francs y toscano, aunque sin nombre de autor . Los jesutas negaron irr i tados que fuese de Mariana lo menos segn l lo hubie-se escri to; pero todos le reconocan en su estilo. Las persecuciones pblicas acaso no le a fec-taron tanto como los disgustos domsticos de que esto fu origen. La Compaa p r o b i -

    (i) Desde este suceso abandon ya las obras graves. Un catlogo clasificado de los trabajos literarios de Ma-riana ser la mejor demostracin de la variedad de sus conocimientos y su laboriosidad.

    E N RELIGIN: Un tratado de meditaciones espirituales que escribi original ayud componer en Simancas durante el noviciado, los 18 19 aos de su edad, su director san Francisco de Borja.Dictamen sobre la erf-Hon filipina de la Biblia Poliglota dirigida por Montano, escrito en latin. Por encargo del arzobispo de Toledo, colaborador del Manual de Sacramentos para su dicesis, impreso all en iSSi.Las acias del concilio Toledano de 1352, que no merecieron, por algunas espresiones y captulos, la aprobacin de la congregacin de cardenales llamada del concilio de Trento. Y el Catlogo de los libros prohibidos ndice expurgatorio de la biblioteca de Toledo impreso en 1584.A invitacin de Felipe II, en su magnifica edicin de las obras de san Isidoro,*la correccin y notas del Tralado contra los judias, los Proemios del Viejo y I\"uevo Testamento y los Sinnimos soliloquios.Ve advena S. Jacobi apostoli in ispania, Pro editione Vulgate SS. Bibliorum, De die morlis Chrisli el anno,De mar-te etinmorlalitale, cuatro de los siete tratados publicados en un lomo por Escoto en Colonia, 1609. ScholiaIrevia in vets ac novum Tesamenlum, Madrid 619, en folio. Defiende en esta obra la Vulgata de la iglesia con los mejo-res comentarios de los hebreos y griegos y otros originales.Epitome de la bibliolecade Phocio. la traduccin de las Homilas de san Cirilo Alejandrino, la de Eustaquio Anlgeno sobre el Hexanieion seis dias de la creacin, y en verso elegiaco los ProverOios de Salomn, el Eclesiasles y el Cntico de los cnticos , ltimos trabajos de su vida.

    EN n iSTOnu: listora de rebus lispania impresa por primera vez en Toledo 1391 y tantas veces reproducida como hemos manifestado en otra nota.De amnis arabam cum nostris comparatis, tratado de la coleccin de Co-lonia.

    E N POLITICA T ADMINISTRACIN: De Rege el Regis instilutione: Toledo 1S99 y Francfort 1619 De pondribus el mensuris: esta obra,tambin impresa en Toledo 1599 y Franfort 1611, est, segn Escoto , escrita con sutileza y claridad, con profundo conocimiento de los orgenes griegos, hebreos y latinos, aunque comete algunas equi-vocaciones en el valor de las monedas.De speelaculis y De Monetw mutatione , tratados de la coleccin de Colo-nia. Y por ltimo Del gobierno de la Compaa impreso en el tomo segundo del Mercurio Jesutico que le hizo abandonar enteramente la pluma para nuevos trabajos pblicos.

    Lo indito , sin embargo, se dice que excede al doble de lo publicado. El mismo nos indica en el prefacio a. libro De Rege una obra de Varones ilustres espaoles que no ha visto la luz, y se sabe qne en la casa de la compaa de Toledo se conservaban la expulsin de los jesutas diez tomos en folio de manuscritos que acaso las persecuciones le hicieron renunciar su publicacin. Hay que aadir una copiosa correspondencia epistolar cientfica con los hombres mas notables de su poca, nacionales y extrangeros, cuyos borradores poseia y pens dar luz Marcos Andrs Burriel.

    En 8 de julio de 1622, pidi una ayuda de rosta Felipe IV, que se la concedi de 1000 ducados, para reimprimir su historia segn su ltima correccin: la edicin se termin en el mismo ao de su muerte.

  • XI b i los regulares leer el folelo y parece que en 1621 consigui tambin su condenacin.

    Haba en pocos aos y con pocas producciones alterado las monarqu a s , a larmado los reyes , airado sus minis t ros , indignado los favoritos. Si vio todo esto en torno de s y se contempl, anciano octogenario, quebrantada su sa lud , resentidos sus amigos y compae-ros , no extraemos q u e , salido de la c r ce l , no volviese cojer la p luma sino pa ra entre-tenerla en obras de escasa entidad; poner algunos escolios, t raducir homilas. Corrigi en-tonces tambin su historia de E s p a a : podra decirse q u e , presintiendo la cercana de su fin, quiso dar la l t ima mano la brillante lpida de su gloria. El dia 16 de febrero de 1623 puso trmino la muer te una vida de 87 aos consagrada al culto de la v i r t u d , la lucha con el e r ror y la t i rana y fa felicidad de sus semejantes. Hoy h a perdido el freno nuestro consejo exclam con pesadumbre el honrado Contreras , su pres idente , al saber su muer te . Los males que vat icinara en su t ratado de la moneda empezaban ya sentirse, y los recuerdos de lodos los hombres ilustrados y amantes de su pat r ia se fijaron con pena en su sepulcro.

    Nosotros lo hemos perdido. E n Toledo buscamos en vano el lugar en que reposan las cenizas de ese hombre i lus t re , que v iv i r , sin embargo , en la memoria de los espaoles tanto como su his tor ia , tanto como la Espaa .

  • DIRIGIDO

    AL REY CATLICO E LAS ESPANAS

    Bon tfeltpe Uxcexo r ^ t e nombre, NUESTRO SEOR.

    os aios pasados , (muy poderoso Seor) publiqu la HISTORIA GENERAL DE ESPAA , que compuse en l a l in , debajo del real nombre y amparo de vuestro padre el rey nuestro Seor de gloriosa memoria . Al presente me atrevo ofrecer la misma, puesta en lenguage castellano. Como una joya podr ser de al-guna eslima para el reinado dichoso y para la corona de Vuestra Magestad, servicio, segn yo pienso, agradable vuestra benignidad por la grandeza de la empresa y por el deseo que tengo de aprovechar y servir. Lo que me movi ' escribir la historia launa fu la falta que della tenia nuestra Espaa (mengua sin duda notable) mas abundante en h a z a -

    as que en escri tores, en especial desle jaez. Juntamente me convid lomar la p luma el deseo que conoc los aos que peregrin fuera de E s p a a , en las naciones e s l r aas , de e n -tender las cosas de la nues t ra : los principios y medios por donde se encamin la grandeza que hoy tiene. Volvla en romance , m u y fuera de lo que al principio pens , por la instancia continua que de diversas partes me hicieron sobre el lo, y por el poco conocimiento que de ordinario hoy tienen en Espaa de la lengua l a t i na , aun los que en otras ciencias y p ro fe -siones se aventajan. Mas qu maravi l la , pues ninguno por este camino se adelanta, n ingn premio hay en el reino pa ra estas le t ras , n inguna h o n r a , que es la madre de las ar les? que pocos estudian solamente por saber ; adems del recelo que tenia no la tradujese alguno poco acer tadamente , cosa que me last imara forzosamente y de que muchos me amenazaban. En todo el discurso se tuvo gran cuenta con la verdad , que osla pr imera ley d l a historia. Los

    9 TOMO 1.

  • PRLOGO tiempos van averiguados con mucho cuidado y puntual idad. Los aos de los Moros ajustados con los de Cristo, en que nuestros coronistas todos faltaron. A las c iudades , mon te s , rios y otros lugares sealamos los nombres que tuvieron antiguamente en tiempo de Romanos. F i -nalmente no nos contentamos con re la tar los hechos de un reino solo, sino los de todas las par tes de E s p a a , mas largo mas b r e v e , segn las memorias hal lamos, ni solo referimos las cosas seglares de los r e y e s , sino que tocamos asimismo las eclesisticas que pertenecen la re l igin: todo con mucha precisin, pa ra que la balumba de historia tan larga y tan v a -r i a , ejemplo de las otras naciones, saliese tolerable. Si bien en los hechos mas sealados y batallas nos estendemos las veces algo m a s , no de otra manera que los grandes rios por las hoces van cogidos, y por las vegas sa len , cuando se hinchan con sus crecientes, de madre . En la traduccin no proced como intrprete , sino como a u t o r , hasta trocar algn apellido, y tal vez mudar opinin; que se tendr por la nuestra la que en esta quinta impresin se ha-l lare: ni me at las pa labras ni las c lusulas ; quit y puse con libertad , segn me p a r e -ci mas acer tado , que unas cosas son propsito pa ra gente doc ta , y otras pa ra la vulgar. Darn gusto los de nuestra nacin veces las de que los estrangeros har an poco caso. Ca-da ralea de gente tiene sus gustos , sus aficiones y sus juicios. En dar el Don particulares voy considerado y escaso, como lo fueron nuestros antepasados. Quien hallare alguno que le toque , se le d e b a , sin l , pngasele en su l i b r o , que nadie le ir la mano. Algunos v o -cablos antiguos se pagaron de las cornicas de Espaa , d e q u e usamos, por ser mas signifi-cativos y propios , por var iar el l enguage , y por lo que en razn de estilo escriben Cicern y Quintiliano. Esto por los romancistas. El principio desla historia se toma desde la p o b l a -cin de E s p a a : continase hasta la muer te del rey don Fernando el Catlico, tercero abue-lo de Vuestra Magestad. No me atrev pasar mas adelante , y relatar las cosas mas m o d e r -nas , por no lastimar algunos si se decia la v e r d a d , ni fallar al d e b e r , si la disimulaba. Del fruto desla obra depondrn otros mas avisados. Por lo menos el t iempo, como juez y tes-tigo abonado y sin tacha aclarar la ve rdad , pasada la aficin de u n o s , la envidia de otros, y sus calumnias sin propsito , y su ignorancia. El trabajo puedo yo testificar ha sido g r a n -d e , la empresa sobre mis fuerzas: bien lo entiendo; mas quien las tiene bastantes para salir con esta demanda? Muchos siglos por ventura se pasaran como antes , si todo se cautelara. Confio q u e , si bien hay fallas , y yo lo confieso, la grandeza de Espaa conservar esla obra; que las veces hace es t imar y durable la escritura el sugelo de que traa. La historia en par-ticular suele triunfar del t i empo , que acaba todas las dems memorias y grandezas. De los edificios soberbios , de las estatuas y trofeos, de Ciro, de Alejandro, de Csar , de sus r ique-zas y pode r , qu ha quedado ? Qu rastro del templo de Salomn, de Jerusalen, de sus t o r -res y baluartes? la vejez lo consumi, y el que hace las cosas las deshace. El sol que p r o -duce la maana las flores del campo , el mismo las marchita la la rde . Las historias solas se conservan, y por ellas la memoria de personages y de cosas lan grandes. Lo mismo quie-ro pensar ser desla historia. Quien quila que yo no favorezca mi esperanza? si ya no se despierta por nuestro ejemplo alguno que con pluma mas delgada se nos adelante en escribir las grandezas de Espaa , y con Ta luz de su esliloy erudicin escurezcan nuestro trabajo. Da-o que por el bien comn.llevaremos con facilidad; y mas aina lo deseamos que muchos en-tren en la l iza, y hagan en ella p rueba de sus ingenios y de su erudicin. Que con algunos de nuestros coronistas ni en la traza, ni en el lenguage no deseo me compare n a d i e , bien que de sus trabajos nos hemos aprovechado, y aun por seguillos habremos alguna vez tropezado: yerro digno de pe rdn , por hallar en las pisadas de los que nos iban delante. No quiero ala-ba r mi mercadur a , ni pretendo galardn alguno dlos hombres , que no se podr igualar al t raba jo , como quier que la empresa suceda : dado que los gastos han sido grandes , y la ha-cienda ninguna por la vida que profesamos, y que las cornicas de los reinos esln por c u e n -ta de los reyes y su cargo. Solo suplico humildemente reciba Vuestra Magestad este trabajo en agradable servicio: que ser remuneracin m u y colmada, si como Vuestra Mageslad h a ocupado algunos ralos en la leccin de mi historia la t ina , ahora que el lenguage es mas l l a -no y la traza mas apac ib le , la leyere mas de ordinario. Ninguno se atreve decir los reyes la ve rdad : todos ponen la mira en sus par t icu lares : miseria g rande , y que de ninguna cosa se padece mayor mengua en las casas reales. Aqui la hallar Vuestra Mageslad por si mismo: reprehendidas en otros las lachas, que lodos los hombres las t ienen: alabadas las virtudes en los antepasados: avisos y ejemplos pa ra los casos part iculares que se pueden ofrecer; que los tiempos pasados y los presentes semejables son; y como dice la Escr i tura : Lo que fu,

  • DEL AUTOR. eso ser. Por las mismas pisadas y huellas se encaminan ya los a legres , ya los tristes rema-tes; y no hay cosa mas segura que poner los ojos en Dios y en lo bueno , recatarse 'de los inconvenientes en que los antiguos tropezaron , y agu i sa de buen piloto tener todas las rocas ciegas , y los bajos peligrosos de un pilago tan grande como es el gobierno, y mas de tantos re inos , en la carta de marear bien marcados. El ao pasado present Vuestra Magestad un libro que compuse , de las virtudes que debe tener un buen r e y , que deseo lean y entien-dan los prncipes con cuidado. Lo que en l se t ra ta especulat ivamente , los preceptos , a v i -sos , y las reglas de la vida real aqui se ven puestas en p r c t i c a , y con sus vivos colores e s -maltadas. No me quiero alargar mas . Dios nuestro Seor d su luz Vuestra Magestad para q u e , conforme los principios de su bienaventurado r e inado , se adelante en todo gnero de virtudes y felicidad, como todos esperamos; y p a r a alcanzallo no cesamos de ofrecer su Magestad y sus santos continuamente nuestros votos y plegarias.

  • NOMBRES DE LOS AUTORES DE LOS CUALES SE RECOGI ESTA OBRA.

    Adon Vienenm Aimonio Francs. Alejandro, Abad Celcsino. Alonso el Magno en su chrnico. D. Alonso el Onceno, su historia. D. Alonso el Sabio,su historia Alonso el Palentino. Alvar Gmez de Castro en la vida del

    cardenal Jimnez, y otras memo-rias suyas.

    Alveldense chrnico. Ambrosio de Morales. Amiano Marcelino. Anacrphalcosis de D. Alonso de Car-

    tagena. Andrs Rosendio. Anales de Francia, de Toledo, de Se-

    villa. Annio Yiterbienac. Antonino, su itinerario. S. Antonino, su historia. Antonio Angustino. Antonio de-Nebrija, Appiano Alejandrino. Arriano. S. Agustn. Los Autores de la historia Romana,

    como Suelonio, Sparciano, Lam-prido, Vopisco y otros.

    Barto'om Faci. Beato y Heterio contra Elipando. S. Bernardo. Bernardo Guidon, coronista. Beroso. Biblia. Biclarcnse Abad. Bocancio. Braulio Cesaraugustano. Casiodoro. Csar Baronio. Csar en sus comentarios. ChrOnicos varios de los reyes godos. Cicern. Ciriaco Anconitano. Cxila , arzobispo de Toledo. Clemente Alejandrino. Collenuccio en su historia de aples. Compostellana historia. Concilios. Conon en la Biblioteca de Pbocio. Cornelio Tarilo. 0_ Curcio. Despensero dla reina doa Leonor. Dexiro. D. Diego de Castilla, sus papeles , y

    un tratado del linage de Castilla. Diego Enriquez del Castillo, coronis-

    ta. Diodoro Siculo. Dion. Dionisio Ilalicarnasseo.

    Directorio de los inquisidores. Eginardo. Eneas Silvio. S. Eulogio. Eusebio Cesariense. Eutropio. Fabio Pintor. Fazelio, su historia de Sicilia.

    Fernando del Pulgar. Festo Pompcyo. Fiorian Docampo. Francisco Alvarez en la descripcin

    de Elhiopia. Francisco Radcs y Andrada. Frossarle Francs. Garca de Loaysa, sus concilios y pa-

    peles. Garibay Zamalloa. Gaufredo, monge. Genebrardo , monge. Gerardo Mcrcator. S. Gernimo. Gernimo Blancas. Gernimo Osorio. Gernimo Zurita, sus anales y sus

    ndices. Gomara en su historia de las Indias. Gregorio Turonense. Guillermo Nangiaco. Herodoto. Hildcrico, Trances. Hircio. Historias cornicas particulares de

    los reyes de Castilla, noracio Tursellino. Idacio , su chrnico. S. Ildefonso en sus Claros varones, llescas en su Ponlitical. Isidoro Hispalense. Isidoro Pacense. Itinerario de Tamorlan. JacoboMeyer, historia de Flandcs. Joa Aurelianense. Jornandes,godo. Josepho, judo. Josepho Scaligero. Juan Bautista Prez obispo de Se-

    gorve, sus papeles. Juan Len de frica. Juan Lucido de Temporibus. Juan Margarile. Juan de Torquemada. Julin, arcipreste. S. Julin , arzobispo de Toledo. Jusliniano Emperador. Justino. Laclancio. Laurencio Valla. Lucano. Lucas de Tuy. Lucilio. Luis Panzan en sus memorias. Luis del Mrmol. Luilprando Ticincnse. Maffeo, su historia. Mariano Scolo. Marinen Sculo. Marliano de la antigua Boma. Masson , su historia de Francia. Mximo Cesaraugustano

    Michael Riccio. Navegaciones a l a India de Portugal. Nicephoro. Nicolao Sandero. Olimdodoro, en Phocio. Onufrio Panvinio. Orlclio Abraham. Otto Frisingense. Paulo dicono. Paulo Emilio. Paulo Joiio. Pedro Cislerciense. Pedro Cluniasonsc. Pedro Mrtir Anglcria. Perir Mpxia. Pelagio Ovetense. Philipe Comines. Platina. Phocio, su biblioteca. Petrarch. Punios, lio y sobrino. Plularch. Polidoro Virgilio. Polybio. Pomponio Mela. Prexano contra Pedro Uxamense. Procopio. Prspero Aquitanico. Ptolomeo. Ramon Montaner. Regino Prumicnse. Roberto Gaguino. Rodrigo Snchez Talentino. D. Rodrigo Jimnez, arzobispo de

    Toledo. Rufo Festo Avieno. Sampyro Asturicensc Sansn Abad. Sexto Aurelio. Victor. Sexto Rufo. SiJonio Apollinar. Sigibcrlo. Scrates. Solino. Sozomcno. Strabon. Suidas. Sulpicio Severo. Tertulliano. Thcodorelo. Thucydidcs. Tilio , su chronicon de los reyes de

    Francia. Tito Livio. Tornici), historiador cataln. El Tostado, obispo de Avila. Trithemio. Valeriana , historia. Valerio Mximo. Vaseo , su chrnico. Victor Tnense, de Tnez. Villaneo. Vinccncio: su Speculo historial. Vilichndo. Zonaras, monge.

  • LIBRO PRIMERO.

    CAPITULO I, De la venida ile Tubal y de la fertilidad de Espaa.

    TIIIAL, hijo de Japhc t , fu el pr imer hombre que vino Espaa (1 ) . As lo sicnlen y testifican autores muy g raves , que en e s t apa r t e del mundo pobl en d i v e r -sos lugares , posey y gobern E s p a a con imperio templado y justo. La ocasin de su venida fu cu esta manera . El ao que despus del diluvio general de la t ie r ra , conforme la razn de los tiempos mas a c e r -t a d a , se contaba ciento y treinta y u n o , los descen-dientes de A d n , nuestro pr imer p a d r e , se esparcieron

    y derramaron por toda la redondez de la t ierra y por todas las provincias: merced del a t re-vimiento con que por consejo y mandado del valiente caudillo Nembrot acometieron levan-tar la famosa torre de Babilonia, y castigo muy justo del desprecio de Dios. Confundise el lenguage comn de que antes todos u saban , de manera tal que no podan contratar unos con otros, ni entenderse lo que hablaban. Por donde fu^cosa forzosa que se apartasen y s e d e r -

    (1) Cuntase que , habindose multiplicado extraordinariamente la familia de No. despus del diluvio 1 .SO aos, acord para su sustento dispersarse por la tierra. Pero como lo natural es que se lijasen en los campos in-mediatos & los de Sennaar, no es muy probable que ninguno de sus moradores viniese poblar nuestra penn-sula ,que tan apartado estado aquellos pases. A quien se deba su poblacin no es fcil averiguarlo, porque no nos han quedado documentos autnticos de aquellos tiempos por donde podamos determinarlo con alguna proba-bilidad. La venida de Tubal Espaa no est fundada sino sobre la autoridad de Flavio Josefo, historiador judio, que es el primero que lo aseveraba fines del primer siglo de la Jgh -ia , mas de 2CC0 aos despus del suceso, sin decirnos en que apoja su asercin. Ademas las palabras de JoscV en sus Antigedades judaicas son estas: Thohcl seal asimlo /os Thobelianos, que al premie Iberos: las cuales mas bien dicen que envi poblar-la que destin algunas gentes este efecto. No " Tes fundamentos la venida dcTarsis nieto de afcl.

  • 2 HISTORIA DE ESPAA.

    ramasen por diversas par tes . Repartise pues el mundo (2) entre los tres hijos de No desla suerte . A Sem cupo toda la Asia allende el n o Eufrates acia el or iente , con la Suria d o n -de est la Tierra Santa . Los descendientes de Chm poseyeron Babilonia las Arabias , y Egipto con toda la frica. A la familia y descendientes d e ' j a p h e t , hijo tercero del gran No, dieron la par te del Asia que mira al septentrin, desde los famosos montes Tauro y Amano: dems clesto, toda Europa . ~ j [Hecha la particin en esta forma, los dems hijos de Japhet asentaron en otras p r o -vincias y par tes del mundo ; pero T u b a l , que fu su quinto hijo , enviado lo postrero de las t ierras donde el sol se pone, conviene saber E s p a a , fund en ella dichosamente y para s iempre en aquel principio del m u n d o , grosero y sin polica, no sin providencia y fa-vor del cielo la gente espaola y su valeroso imper io . De donde en todos los tiempos y s i -glos han salido varones escelentes y famosos en guer ra y en paz : y ella ha siempre gozado de abundancia de todos los b ienes , sin faltar copiosa materia pa ra despertar los buenos ingen ios , y por la grandeza y diversidad de las cosas que en Espaa han sucedido , convi-dalles tomar la p l u m a , emplear y egercitar en este campo su elocuencia. Verdad es que siempre ha tenido falta de escri tores, los cuales con su estilo ilustrasen la grandeza de sus hechos y proezas. Esta falta algunos dio atrevimiento de escribir y publicar pat raas en esta p a r t e , y fbulas de poetas mas que verdaderas historias; y m despert para que con el pequeo ingenio y erudicin que alcanzo , acometiese escribir esta h is tor ia , mas aina con intento de volver por la verdad y defendella, que con pretensin de honra y esperanza de algn p r e m i o : el cual ni le pretendo de los h o m h r e s , ni se puede igualar al trabajo de esta e m p r e s a , de cualquiera manera que ella suceda.

    Conforme esta t raza , ser bien que en p r imer lugar se pongan y relaten algunas cosas, as de la naturaleza y propiedades desta t ierra de Espaa y de su asiento, como de las l e n -guas antiguas y costumbres de los moradores della. La tierra y provincia de Espaa , como quier que se pueda comparar con las mejores del mundo universo, n inguna reconoce v e n -taja ni en el saludable cielo de que goza , ni en la abundancia de toda suerte de frutos y mantenimientos que produce , ni en copia de meta les , o ro , plata y piedras preciosas, de que toda ella est llena. No es como frica que se abrasa con la violencia del so l , ni la manera de Francia es trabajada de v ien tos , helacTas?, humedad del aire y de la t i e r r a : a n -tes , por estar asentada en medio de las dos dichas provinc ias , goza de mucha templanza; y as bien el calor del verano , como las lluvias y heladas del invierno muchas veces la sazo-nan y engrasan , en tanto grado que de Espaa no solo los naturales se proveen de las cosas necesarias la v i d a , sino que aun las naciones estrangeras y distantes, y la misma Ita-l ia , cabe par te de sus b ienes , y las provee de abundancia de muchas cosas; porque la ver-dad produce todas aquellas las cuales da estima la necesidad de la v ida , la ambicin, pompa y vanidad del ingenio humano . Los frutos de los rboles son grandemente suaves, la nobleza de las vias y del vino excelentes: hay abundancia de p a n , m i e l , acei te , ganados, azcares , seda, lanas sin nmero y sin cuento.

    Tiene minas de oro y de p l a t a , hay venas de hierro donde q u i e r a , piedras t r a n s p a -rentes , y manera de espejos: y no fallan canteras de mrmol de todas suertes con ma'-ravillosa variedad de colores, con que parece quiso jugar y aun deleitarse los ojos la na-turaleza. No hay tierra mas abundante de bermelln , en par t icular en el Almadn se saca mucho y muy b u e n o : puehlo al cual los antiguos l lamaron Sisapone, y le pusieron en los pueblos que llamaron Creanos. El terreno tiene varias propiedades y naturaleza diferente. En partes se,dan los rbo les , en partes hay campos y montes pelados: por lo mas o r d i n a -rio , pocas fuentes y r i o s : el suelo es rec io , y que suele dar veinte y treinta por u n o , cuan-do los aos acuden; algunas veces pasa de ochenta , pero esto es cosa muy r a r a . En grande par te de Espaa se ven lugares y montes pe lados , secos y sin fruto, peascos escabrosos y r iscos, lo que es alguna fealdad. Principalmente la par te que de ella cae acia el s e p t e n -trin tiene esla falla: que las t ierras que miran al medioda son dotadas de excelente fe r -tilidad y hermosura. Los lugares martimos tienen abundancia de pesca, de que padecen falta, los que estn la t ierra mas aden t ro , por caerles el m a r lejos, tener Espaa pocos r ios, y la-gos no muchos. Sin e m b a r g o , ninguna par te hay en ella ociosa ni estril del todo. Donde

    *?<

    (2) De esla particin de la tierra entre

  • LIBRO PRIMERO- 3 no se coge pan ni otros frutos, all nace yerba pa ra el ganado , y copia de esparto p r o p -sito p a r a hacer sogas , gomenas y maromas para los navios , pleita p a r a esteras y p a r a otros muchos servicios y usos de la vida humana .

    La ligereza de los caballos es t a l , que por esta causa las naciones extrangeras creyeron, y los escritores antiguos dijeron, que se engendraban del viento : que fu mentir con algu-na probabilidad y apariencia de verdad. En conclusin , aun el mismo Plinio al fin de su his -toria natural testifica que por todas las par les cercanas del mar Espaa es la mejor y mas frtil de todas las t i e r r a s , sacada Italia. A la cual misma hace ventaja en la alegra del c i e -lo y en el aire que goza de ordinario templado y m u y saludable. Y si de verano no p a d e -ciese algunas veces falla de agua y sequedad, ha r i a sin duda ventaja todas las provincias de Europa y de frica en todas las cosas necesarias al sustento y arreo de la vida. Dems que en este ' t iempo, por el trato y navegacin de las I n d i a s , donde han levante y p o -niente en nueslra edad y en la de nuestros abuelos p e n d r a d o las armas espaolas con vir tud invencible, es nuestra Espaa en toda suerte de riquezas y mercaderas dichosa y a b u n -d a n t e , y tiene sin falla el pr imer lugar y el principado entre todas las provincias. De all, con las flotas que cada ao van y vienen, y con el favor del cielo, se ha Iraido tanlo oro y p l a t a , y piedras preciosas , y otras riquezas pa ra part iculares y pa ra los reyes , que si se di-jese y sumase lo que ha sido , se tendra por ment i ra . Lo cual lodo dems del inters redunda en grande honra y gloria de nueslra nac in , y del resul ta no menos provecho las e x t r a n -geras , las cuales cabe buena par le de nuestras r iquezas , de nuestra abundancia y bienes .

    CAPITULO II . Del asiento y circunferencia de Espaa. -,

    LA postrera de las t ierras acia donde el sol se pone es nuestra Espaa . Par te trmino con Francia por los montes Pir ineos , y con frica por el angosto estrecho de Gibral tar . T iene figura y semejanza de un cuero de buey tendido (que as la comparan los gegrafos) y est rodeada por todas par les y ceida del m a r , sino es por la que tiene por aledao los Pir ineos; cuyas cordilleras corren del uno al olro m a r , y se rematan en dos cabos pro-montor ios , el uno sobre el Ocano, que se llama Olarso, cerca de Fuen te -Rab ia , y el otro cae acia el Medi ter rneo, y ant iguamente se llam promontorio de Venus de un templo que all esta diosa dedicaron : aho ra , mudada la religin gent i l i cay dejada, se llama cabo de Cruces. Desde esle c a b o , donde se remata la Gallia que ant iguamente se decia Narbonense, hasta lo postrero del estrecho de Gibraltar se esliende y corre con r iberas muy largas entre medioda y poniente el uno de los cuatro lados de E s p a a , el cual va baado con las aguas del mar Mediterrneo. Su longitud es de doscientas y setenta l eguas , lo cual se estiende dis-curriendo por la costa, p o r q u e , si nos apar tamos acia la t ierra acia la m a r , de las riberas y promontorios y ensenadas que h a c e , menor ser la distancia; y advierto que cada legua espaola tiene como cuatro millas de las de Italia. En es te jado de Espaa est Colibre, ciu-dad antigua de la Gallia, al presente mas conocida por su antigedad y comodidad del puerto que t iene, que por la muchedumbre de vecinos, que son pocos , ni arreo de sus mo-radores , que todo es pobreza.

    Pasado el cabo de Venus de Cruces , que est cerca de Colibre , sguense dos p r o -montorios cabos dichos ant iguamente el uno Lunar io , el otro Fer ra r a Tenebrio (1) , que estn distantes casi igualmente de la una y de la otra par te de la boca del r io E b r o . En el cual espacio y distancia se ve la boca del rio Lobregat , por donde descarga sus aguas, que siempre lleva rojas , en la m a r ; y as los antiguos le llamaron Rubricato , que es lo mismo que rojo. Estn tambin en aquel lado las ciudades de Barcelona, Tar ragona , T o r -tosa , Monviedro, que fu an t iguamente la famosa ciudad de Sagunto (los Godos por sus ruinas la llamaron Murve t rum, muro viejo) bien conocida por su leal tad, que guard con los Romanos, y por su deslruicion y ru ina . Despus de Sagunto , se siguen Valencia, la boca

    f l ) El Lunario, segn Plolomeo, estaba entre Belulon, que hoy es Badalona, pueblo cerca deBarcelona, y Blanda, que era del pais de los Lalclanos , y hoy se llama Bloiirs.El Ferrara que formaba la ensenada Sueco-nense, estaba situado enfrente de la isla Ebusa , que hoy eslhiza , scfsun Pomponio lUrla.El Tenebro, segn Plolomeo, eslaba situado en medio de los dos, ceno de la boca del Ebro ') 'arle citerior, en el paiaque Livio lla-ma de los Ilereaones, Plinio Ilergaones y Julio Csar llurgauonenses.

  • 4 HISTORIA DE ESPAA. del rio Jucar y Denia , el cabo de Ga las , ( 2 ) dicho as por las muchas piedras agathas que al 1 i se hallan. Los Griegos anl iguamenle le llamaron Chr idmo, que es lano como gracioso, por tener entendido que las dichas piedras lenian virtud para ganar la gracia de los hombres y hacer amigos. Mas adelante en el mismo lado se ve Almer a , la cual se fun-d , segn algunos lo c reen , de las ruinas de A b d e r a ; otros sienten ser la ant igua Urci situa-da en los Bastelanos, que es la comarca de Baza.

    Despus est Mlaga , y finalmente la boca del estrecho Heraclea Calpe, dicha as ant iguamente del monte Calpe , donde est asentada (3 ) y puesta : la cual hoy se dice G i -bra l ta r . Luego se sigue Tar tesso , como vulgarmente la llamamos Tarifa, de donde todo el estrecho ant iguamente se llam Tar tess iaco: si ya los nombres de Tartessio y Tartessiaco no se derivan y tomaron de Ta r s i s , que as se dijo an t iguamente Carlhago T n e z ; y pudo ser que se mudasen los nombres eslos lugares por el mucho trato que aquella gente de frica tuvo en aquellas par tes . El mismo estrecho se llam Hercleo causa de Hrcules, el cual venido en Espaa , y hechos manos con grandes mater ia les y muelles los montes dichos Calpe y Abyla de la una y olra par te del estrecho (que son las columnas de Hrcu-les) ( 4 ) se dice quiso cerrar y cegar aquellas es t rechuras , cuya longitud es de quince millas la anchura por donde mas se estrecha el mar apenas es de s ie te , conforme lo que Solino escr ibe : dado que hoy mas de doce millas tiene de anchura por la parte mas es t recha; la longitud pasa de t reinla . El mismo estrecho se llam Gaditano de Cdiz, en latin Gad.eis, que es una isla la salida del es t recho , que est y se ve la mano derecha en el Ocano. Tom aquel nombre de una diccin cartilgines que significa vallado (como tambin en h e -breo lo significa esla pa labra Gheder) por ser Cdiz como valladar de Espaa contrapuesto, y que hace rostro las hinchadas olas del mar Ocano. Estaba esla isla ant iguamente apar -tada setecientos pasos de las r iberas de E s p a a , y bajaba docienlas millas en circuito; al presente apenas tiene tres leguas de l a r g o , que son doce mil las , y della por una puente se pasa la t ierra firme: tan cerca le cae. As se mudan y se truecan las cosas con el tiempo, que lodo lo a l te ra .

    Desde lo postrero del estrecho hasta el promontorio Ner io , hoy llamado cabo d e F i -n i s - t e m e , cuentan los que navegan docienlas y veinte y seis leguas, porque el cabo de san Vicente que se decia promontorio Sagrado , el cual est contrapuesto y en frente de los P i -r ineos , que es la mayor distancia y longitud que hay en E s p a a , y que corre y se mete m u y adentro en el m a r , hace las vueltas de las r iberas algo mas largas que si por camino derecho se anduviese. En estas r iberas del Ocano estn asentadas pr imero Sevilla junto Guadalquiv i r , y despus por la parte que el rio Tajo se descarga y entra en el mar , la ciudad de Lisboa: las cuales en grandeza , nmero de moradores y contratacin compiten con las pr imeras y mas principales de Europa . Est cerca de Lisboa el promontorio A r t a -b r o : desde donde el Ocano, que mano siniestra se l lamaba Atlnt ico, comienza la derecha l lamarse Gallico Gallego, ciomo (segn yo creo) en el mar Mediterrneo los nombres de Valearico y Ibr ico , que t ienen, se distinguen por el rio Ebro aledao del un m a r y del otro.

    El laclo tercero de E s p a a , que corre entre los'vienlos Cierzo y Cauro Gallego, eslien-de por espacio de ciento treinta y cuatro leguas sus r i be ra s , no iguales derechas como lo

    (2) En esta descripcin de la costa se omite el cabo de Palos, conocido antiguamente con el nombre de Scom-braria , por los muchos escombros 6 alaches que criaba, de los cuales se hacia una salsa que en Roma se venda un precio muy subido. Strabon habla de una pequea isla que se llama Hrcules y Escombaria, y hoy conser-va el mismo nombre, en la misma boca de su puerto, situada A veinte y cuatro estadios de Cartagena, en la cual se pescaban muchos escombros alaches.

    (3) Plinio, Ptolomeo y Pomponio Mela solo hablan de la ciudad de Carteya sobre el monte Calpe; pero en una medalla del monetario dla reina Cristina de Suecia se ve la inscripcin, C. 1 Calpe. que quiere decir Colonia Julia Calpe; y en el libro de Nicols Damasceno de Jnstitutione Angust se lee tambin: Adsecutus tndem ese Oclavius Ccesarem circa urbem Calpiam. Puede ser , por lo tanto , que la ciudad tuviera los dos nombres de Cal-pe y Carteya, acaso serian dos ciudades distintas puestas la falda al pi del mismo monte, aunque nos parece meos probable.

    (41 Se dice que los primeros Fenicios que llegaron al estrecho de Gibraltar, para perpetuar la memoria de una navegacin tan feliz, levantaron dos columnas con la inscripcin de su propio idioma : Non plus ultra no se pasa de aqui las cuales , por una tradicin antiqusima , se han llamado siempre las columnas de Hrcules, quizs porque as se llamase el gefe mercader Fenicio. Se dice tambin que con el tiempo se arruinaron estas co-lumnas, y que los antiguos dieron esla denominacin los montes Abyla y Calpe donde estaban puestas, situado el primero en la cosa de frica , donde hoy est Ceuta , y el segundo en la de Espaa , donde est Gibraltar. No-sotros nos inclinamos creer que las dos columnas fueron siempre estos dos montes, que quizs en los tiempos mas antiguos estaban mas unirlos, y despus por algn terremoto, 6 porque las mareas fuesen socabndolos, el estrecho canal poco poco se ha ido ensanchando, pues consta por el testimonio de los antiguos que ha ido creciendo en latitud y longitud.

  • LIBRO PRIMERO. 5

    Para que sea mejor comprendida la descripcin risica que en este y el siguiente capitulo hace Mariana de U penmsula hemos credo conveniente intercalar un pequeo plano ajustado ella: advertimos st embarco ooa el promontorio Artabro no estaba donde parece colocarlo su descripcin , siguiendo Solino e m b a r S O , que

    TOMO I. g

    sinli Pomponio Mela, nles hacen no menos senos y ca las , ni son menos desiguales que los dems costados desla provincia. Los puertos mas pr incipales , que en aquella par te caen,, son el de la Corufla, que se decia Br igant ino , el de Laredo y el de Santander .

    Por ventura se podra decir que la forma ant igua de las mar inas de E s p a a , as bien como en las dems provincias , se h a m u d a d o , en par te por comer el m a r las r i b e r a s , y en parte por diversas ocasiones y montes que se han levantado de nuevo donde no los h a -b a , que desacreditan las ant iguas descripciones de la t i e r ra , y no dan poco en que e n t e n -der los que de nuevo escriben: que tal es la inconstancia de la naturaleza y de las cosas que en la t ierra h a y .

    La longitud de los Pi r ineos , que es el cuarto lado de E s p a a , doblando algn tanto acia el la, se estiende con sus cordilleras m u y a l t a s , y corre entre septentrin y levante desde el mar Ocano has ta el Mediterrneo por espacio de ochenta leguas. Justino pone seis-cientas mil las , en que sin duda los nmeros por la injuria del tiempo en esta par te estn m u -dados. Desde el m u y alto monte de Cantabria, l lamado de San A d r i n , los que por all pasan dicen se ve el uno y el otro m a r : si y a el engao y apariencia no hace tomar lo que parece, por verdadero, y afirmar por cierto lo que lo s ojos se les antoja de los que por all pasan.

  • G HISTORIA DE ESPAA.

    CAPITULO III, v: * Dlos montes y ros principales de Espaa.

    ENTRE Vizcaya y Nava r r a , desde Roncesvalles ( lugar bien conocido por la matanza y destroza que all se hizo de la nobleza de Francia cuando Garlo Magno quiso por fuerza de armas entrar en Espaa) cierto ramo de montes que nace y se desgaja de los P i r ineos , y se endereza al ponien te , deja la diestra los Cntabros y las As tu r i a s , y mas adelante corta y pa r te por medio de la provincia de Gal ic ia , donde hace el cabo de Finis- lerrae en lo ltimo de E s p a a , que corre y se mete mucho en la mar . isl inguense por este monte en Espaa los Ultramontanos de los Ci t ramontanos , como el vulgo hab la , los Montaeses de aquende y de allende. Destos montes acia la par te de medioda el monte Idubeda ( l l a -mado as de los ant iguos) se desgaja. Tiene su principio cerca de las fuentes de E b r o , que estn sobre los Pelendones, pueblos antiguos de Espaa : por mejor decir nace en las v e r -tientes de As tu r ias , donde est un pueblo por nombre Fon l ib re , que es lo mismo que Fuen-tes de Ebro (1 ) . Al presente este monte Idubeda se l lama montes de O c a , del nombre de una ciudad ant igua l lamada Auca', cuyos rastros se muestran cerca de Villafranca cinco leguas sobre Burgos. Y pasando el dicho monte por Briviesca y por los Arcvacos , donde se empinan las cumbres del monte Orbion, no lejos de Moncayo, discurre entre Calatayud y Daroca hasta tanto que se remata en el mar Mediterrneo cerca de Torlosa: de la cual ciudad toman hoy apellido las postreras partes de este monte , que son y se llaman los m o n -tes de Tortosa.

    Este monte Idubeda hace que el rio Ebro no corra acia ponienteJ como los otros rios mas nombrados y mas famosos de Espaa ; antes la par le del medioda por dos bocas e n -tra y se descarga en el Mediterrneo. Del monte Idubeda toma principio el monte Orospe -d a , que al principio se alza tan poco poco, que apenas se echa de ve r ; pe ro , empinndose despus y discurriendo mas adelante , hace y deja formados;, primero los montes de Molina, despus los de Cuenca , donde a m a n o izquierda nace y tiene sus fuentes Jucar , y la d e -recha Ta jo : rios bien conocidos. Desde all forma los montes de Consuegra , cerca de la cual, en los campos Laminitanos (hoy canipo de Montiel) brotan las fuentes y los ojos de Guadia-n a . Pasa desde all Alcaraz y Segura : donde acia parles diferentes y acia diversos mares nacen del y corren los dos rios , el de S e g u r a , que se dijo ant iguamente Tader , y el de Gua-dalquivir en el bosque Tigense no lejos del lugar de Cazorla, distante de las fuentes de Gua-d iana por mas de veinte y cinco leguas.

    Desde Cazorla este monte O