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1 XVIII Premi de Reflexió i d’Expressió Humanístiques 2013 Barcelona, abril de 2014

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XVIII Premi de Reflexió i d’Expressió Humanístiques 2013

Barcelona, abril de 2014

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ÍNDEX

Presentació 4

Bases 5

Categoria 5 - J5, 1r i 2n de Primària, treballs col·lectius

En Pelut i en Pelat, J5E “Lleons” 6

Lucas el Caracol que quería volar, PIB 7

Bon profit, PIIA 9

Categoria 4 - 3r, 4t i 5è de Primària, treballs individuals

Una aventura inesperada, Berta Bellavista 16

¡Cuántos cuentos hay!, Rita Landman 22

La carta misteriosa, Nora Bonafonte 24

Misterio en la ciudad debajo del océano, Luca Castel 28

El mar de Cadaqués, Jan Nikravan 38

L’osset de la bufanda vermella, Alexandra Badia 40

El gos Max i la rateta Lili, Roger Liria 46

Sunny l’extraterrestre, Nerea Horcajada 50

Categoria 3 - 6è (Darwin) i 1r d’Eso (Logos)

Poesia

Grades, Nora Stone 55

Narrativa

Algú em sent?, Aloma Alenyà 57

¡Menudo bostezo!, Pep Alis 60

El viaje de Verano, Ana Bouldin 61

Categoria 2 - 2n (Àneu) i 3r d’Eso (Excelsior)

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Narrativa

El caso de la rosa blanca, Bruno Paso 64

Un nen, un somni, una perdició, Eduardo Ariño 78

Carta de Fadela, Rita Costa 81

Sueños y realidades, Carmen Badenes 83

Categoria 1 - 4t d’Eso (Mediterrània) i Batxillerat (Cosmos i Àrtic)

Poesia

Fil de llàgrima que recorda la primavera, Clara Roig 86

Hoy te lloro, Jesús Badenes 88

Inconscients, Irene Escobar 92

Narrativa

Ella y el mar, Mariona Villanueva 93

La valía de nuestros sueños, Jordi Español 96

La senyora Margalida, Clara Rodríguez 98

Adentro, Valentina Córdoba

L’intercanvi, Helena Casademunt 101

La vida que nos hemos perdido, simplemente no existe, Nora Porta 103

Yo, es decir mi palabra, Leo Alcívar 111

Vides, mons, Ivet Armengol 115

Tú, que fuiste teatro, Carlota Donat 118

Europa, un mite i una realitat, Carla Riverola 129

La prisionera inmortal, Adrián Arroyo 133

Premi extraordinari categories 1, 2 i 3

El caso de la rosa blanca, Bruno Paso 64

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PRESENTACIÓ

Queridos alumnos,

Aquí os detengo. Parad. ¿Os apetece?

¿Para qué, por qué detenerse? ¿Por qué poner en duda todo lo que nos rodea?

¿Soy libre? ¿Quiero ser libre?

El mundo os quiere mediocres: quiere que carguéis con sus heridas, sus conflictos y su

banalidad: hay premio para eso, os ocuparán con una vida de entretenimientos.

Pero aquí nos hemos detenido, estamos en el interior, donde se transforman las vidas.

¿Escucho lo que sucede? ¿Escucho lo que me sucede? ¿Observo los hechos sin juzgarlos, sin

salvarme?

Aquí, quietos, siempre nuevos, vulnerables y disponibles ¿percibís la valentía con la que nace

la conciencia?

Es el momento de devolverle la unidad a la vida: que lo que sentís y lo que hacéis formen

parte de la misma majestuosa danza.

¡Celebro tanto que escribáis!

Nos vemos siempre aquí, del otro lado.

Pablo Rosal, profesor de Aula Escola Europea y persona de teatro.

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BASES

Categories

El concurs literari va dirigit a tots els alumnes de l’escola des de Jardí 5 fins a 2n de Batxillerat,

agrupats en les següents categories:

Categoria 1: Oberta a participants d’ESO IV (Mediterrània) i Batxillerat (Cosmos i Àrtic).

Categoria 2: Oberta a participants d’ESO II (Àneu) i ESO III (Excelsior).

Categoria 3: Oberta a participants de Primària 6è (Darwin) i ESO I (Logos).

Categoria 4: Oberta a participants de Primària 5è, Primària 4t i Primària 3r.

Categoria 5: Oberta a les classes de Primària 2n, Primària 1r i Jardí 5.

A les categories 1, 2, 3 i 4 els treballs que s’hi presentin hauran de ser individuals.

A la categoria 5 hauran de ser treballs col·lectius de classe i il·lustrats.

Els participants han de presentar el seu escrit en una de les quatre llengües de l’escola (català,

castellà, francès o anglès) i els treballs han de tenir un sol autor i ésser rigorosament originals i

inèdits.

El jurat

El jurat del Premi de Reflexió i d’Expressió Humanístiques està constituït per la senyora Glòria

Gutiérrez, agent literària; el senyor Javier Aparicio, professor de la UPF, crític del diari el País i

antic alumne (promoció Sinera); la senyora Teresa Vila, antiga professora de l’escola i la Sra.

Mireia Guerola, editora i antiga alumna (promoció Llívia), sota la presidència de la senyora M.

Antonia Siguán.

Premis

Els premis que s’han atorgat són els adequats a cada categoria. Els treballs col·lectius han

rebut entrades per a un espectacle teatral; els treballs individuals, un lot de llibres adient a

cada edat; i per últim, el premi extraordinari al millor treball ha estat un Ipad.

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Categoria 5, treballs col·lectius Primer premi ex aequo, J5E “Lleons” En Pelut i en Pelat

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Categoria 5, treballs col·lectius

Primer Premi ex aequo PIB

Lucas el Caracol que quería volar

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Había una vez un caracol que se llamaba Lucas.

Desde pequeño su sueño siempre había sido poder volar, pero estaba triste porque muchos

animales del bosque: la mariposa Tina, el búho Abel, la abeja Meli…, se reían de él.

Su mejor amigo era el pájaro Pico y siempre estaban juntos.

Un día el pájaro Pico empezó a pensar formas para que su amigo, el caracol Lucas, pudiera

volar. Lo primero que se le ocurrió fue hacerle unas alas con las hojas de un árbol. El caracol

Lucas subió a lo alto de una rama, saltó y… ¡plasss! Las hojas no consiguieron que volara y

cayó al suelo.

El pájaro Pico pensó que quizás si le prestaba unas cuantas plumas suyas conseguiría volar. Así

que el caracol volvió a subir a la rama, saltó y… ¡plasss! De nuevo las plumas no consiguieron

que el caracol Lucas volara y cayó al suelo.

Siguió pensando, y entonces se le ocurrió que podía agarrarse a una hoja y dejar que el viento

le llevara. Buscaron la hoja más grande del bosque y Lucas se agarró a ella lo más fuerte que

pudo. Subió a la rama y esperó a que el viento soplara. Entonces saltó y… ¡plasss! El viento no

pudo hacer que el caracol Lucas volara y volvió a caer al suelo.

El pájaro Pico vio que su amigo estaba muy triste y pensó que tenía que haber alguna manera

para que Lucas volara. Entonces se le ocurrió una gran idea. Le dijo al caracol que cerrara los

ojos, lo cogió con cuidado y lo puso sobre su cabeza. Entonces se puso a volar y, cuando

estuvo muy alto, le dijo que abriera los ojos. El caracol Lucas no se lo podía creer… ¡estaba

volando!

Desde aquel día, el pájaro Pico y el caracol Lucas fueron volando juntos a todas partes y

ningún animal del bosque volvió a reírse de él.

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Categoria 5, treballs col·lectius

Primer Premi ex aequo PIIA

Bon profit

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Premi de

Reflexió i

d’Expressió

Humanístiques 2013

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Categoria 4

Primer Premi ex aequo, Berta Bellavista Salvadó

PIIIE

Una aventura inesperada

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Hola! Em dic Berta, i us explicaré el que em va passar fa dues setmanes. Estava passejant per la plaça quan vaig veure que a l’aigua de la font li passava alguna cosa estranya. El seu color no era normal; primer era groga, després blava i per últim vermella. El peix que hi nedava tampoc no ho era, de normal. Tenia una escata de cada color, una verda, l'altra lila i la següent groga, i de tots colors.

Vaig voler tocar l'aigua i, tan bon punt els meus dits la van tocar, em vaig despertar sobre un petit llit de fusta. Al costat del llit hi havia una tauleta de nit i uns armaris. Era una cambra. Vaig obrir un armari i allí hi havia penjats molts vestits de colors diferents. Vaig obrir un altre armari i a dins hi havia sabates de tota mena. A dins l’últim armari hi penjava una bonica diadema platejada i daurada, i també hi penjaven collarets i precioses joies.

Al bell mig de la cambra hi havia una catifa vermella, groga i taronja. Vaig seure sobre la catifa i ella es va enlairar. El sostre es va obrir i la catifa va sortir de la cambra emocionada. Vaig fer una volta per aquella mena de regne, era molt bonic. Hi havia cavalls de molts colors. Vaig veure homenets de xocolata que caminaven. Conills de colors que saltaven molt alt i movien el nas tota l’estona sense parar. Per fi vàrem tornar a la cambra, i la catifa es va posar al lloc on era abans de donar aquella volta.

Després de tornar a la cambra em vaig preguntar on era i per què havia arribat allí. Vaig sortir de la cambra i vaig passar per un passadís on hi havia molts cartells. N’hi havia un que deia:

LA BRUIXA LAIA ET DONARÀ L’EXPLICACIÓ A TOT AL CARRER DE LES BRUIXES NÚMERO CINC.

Quan ho vaig veure no m’ho vaig pensar dues vegades, vaig sortir del passadís i em vaig posar en marxa.

Vaig passar molts carrers: el CARRER DE CARAMEL, el CARRER DE LA MÀGIA i per fi, el CARRER DE LES BRUIXES. Vaig buscar el número cinc; hi havia el número ú, el dos, el tres, el quatre i el cinc. Vaig trucar a la porta i em va obrir una nena de cabells castanys amb un barret de bruixa, un vestit de bruixa i unes sabates de bruixa.

–Ets la bruixa Laia? –li vaig preguntar, i ella amb un somriure em va fer que sí amb el cap. Em va preguntar què volia saber i jo li vaig respondre que volia saber on estava i per què estava allí i com en podia sortir. Ella em va respondre

–En primer lloc, estem al país de la fantasia. És un mon amb moltes sorpreses, segur que has vist coses molt especials i molt estranyes, oi que sí que les has vist? I per cert, com has arribat fins aquí?

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Jo li vaig explicar tot el que m’havia passat i ens vàrem estar uns minuts sense dir res. Al cap de deu minuts la bruixa Laia va dir:

–Ja ho tinc, el destí!

–El destí? –vaig dir jo, estranyada.

–Sí, sí, el destí, si el destí t’ha portat fins aquí és per alguna cosa.

–Quina cosa? –vaig dir jo molt esverada.

–No ho sé –va dir la bruixa Laia.

–I saps qui ho sap? –vaig preguntar jo.

La bruixa Laia va dir:

–Potser la maga Nora t’ho pot dir, viu al CARRER DE LA MÀGIA NÚMERO QUATRE. Ella pot respondre moltes coses.

–Gràcies, maga Laia –vaig dir, i em vaig posar en marxa cap al CARRER DE LA MÀGIA NÚMERO QUATRE.

Anant cap allà vaig veure una tenda on hi posava BOTIGA DE LA MARIA EXPERTA EN POCIONS DE TOTA MENA. Encara que no tenia gaire temps hi vaig entrar, no sempre podia visitar un món com aquell. Quan hi vaig entrar una nena de cabells marrons clarets que seia sobre una cadira, al veure’m, em va preguntar:

–Què vols? I jo li vaig respondre:

–Encara no ho sé. Ella em va donar una revista i em va dir:

–Quan et decideixis, torna.

Vaig sortir de la botiga i em vaig posar en marxa cap al CARRER DE LA MÀGIA NÚMERO QUATRE, vaig passar pel CARRER DE LA XOCOLATA, pel CARRER DE LA BROMA i per fi el CARRER DE LA MÀGIA.

Vaig buscar el número ú, el dos, el tres i el quatre. Una nena rosa d’ulls blaus em va obrir la porta. Li vaig preguntar:

–Puc entrar? La maga Nora em va fer que sí amb el cap. Vaig entrar i ens vam seure i ella em va dir amb veu molt fina:

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–Què vols? Jo li vaig respondre:

–Vull saber perquè el destí m’ha portat fins aquí i què he de fer per tornar al món real.

Ella em va dir:

–Atura’t! Primer explica’m com has arribat fins aquí. Jo li vaig explicar el mateix que a la bruixa Laia i ella es va quedar, com la bruixa Laia havia fet, sense dir res una estona. Després de cinc minuts la maga Nora em va dir:

–Si el destí t’ha portat fins aquí es perquè hi tens alguna cosa a fer, ara només cal esbrinar què és el que has de fer i que ho facis.

La maga Nora em va dir que havia d’anar a la BOTIGA DE LA MARIA EXPERTA EN POCIONS DE TOTA MENA. També em va dir que en aquest món era la farmàcia, i que comprés una mena de líquid groc fluorescent que es deia “Sabedine” i que en dos dies em faria efecte i sabria allò que volia saber. En aquell moment vaig exclamar:

–Dos dies! Dos dies per a això? I l’escola i els deures i tota la resta què?

La maga Nora va dir:

–Aquesta és la condició. Ara marxa, com més aviat t’ho prenguis més aviat et farà efecte.

Vaig sortir d’allà i em vaig dirigir cap a la BOTIGA DE LA MARIA.

En arribar la Maria em va preguntar:

–Ja t’has decidit? Ja saps el què vols?

Jo li vaig contestar:

–Sí, vull “Sabedine”.

–De “Sabedine” crec que me’n queda una mica, però és molt car –va dir ella.

–Quant val? –li vaig preguntar, i ella va respondre’m:

–Val 100.000 caramels amb 3 pastissets.

Vaig sortir de la botiga i vaig anar a casa de la maga Nora i li vaig dir:

–Em pots dir sisplau què vol dir que el “Sabedine” val 100.000 caramels amb 3 pastissets? Ella em va mirar i em va dir:

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–Doncs això, que li has de donar 100.000 caramels i 3 pastissets. Jo li vaig dir:

–I jo, d’on ho trec, això? Ella em va mirar i em va dir:

–Doncs treballant en alguna cosa, de cuidadora de cavalls, de cuinera per fer pastissos o de cosidora de vestits. Jo vaig sortir d’aquella casa i vaig començar la recerca d’una feina per guanyar 100.000 caramels i 3 pastissets.

La recerca no va durar gaire, perquè després de mitja hora vaig trobar una dona que cridava:

–Si busqueu feina ja l’heu trobat, hi ha un lloc lliure de pastissera! Jo en sentir allò vaig córrer cap a ella i li vaig dir:

–Jo, jo, jo busco feina. Ella me la va donar i vaig treballar-hi 3 o 4 dies. Per fi vaig aconseguir 100.000 caramels i 3 pastissets.

Vaig anar a comprar el “Sabedine”, me’l vaig prendre i vaig esperar tres dies. Aleshores una àguila em va donar una carta on hi deia: La teva missió es disfrutar, i després només has de tancar els ulls i desitjar tornar a la plaça del teu món on tot va començar. Quan vaig llegir la carta com ja sabeu ja havia disfrutat, per tant vaig tancar els ulls i vaig desitjar tornar al meu món. I vaig aparèixer al costat de la font i després vaig tornar a casa. Imagineu l’aventura que vaig passar! Vosaltres alguna vegada heu tingut una aventura així?

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Categoria 4

Primer Premi ex aequo, Rita Landman Brignoni

PVB

¡Cuántos cuentos hay!

Soy una niña de pelo largo y tengo diez años. Yo no suelo tener muchos sueños, pero una vez tuve uno que fue un poco raro porque trataba de unas cuantas historias mezcladas. Ahora os explicaré como era ese sueño. Os lo podría haber escrito pero a mí no me gusta escribir así que voy a hablar.

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Era una noche lluviosa, pero me dormí rápido. Empecé en la casa de la “ratita presumida” y acabé en la casa de “Blancanieves y los siete enanitos”. Allí todos dormían. Yo me quedé con la boca abierta y los ojos como platos. No sabía qué hacer, me quedé paralizada. No quería despertarlos, pero tenía que dar unos cuantos pasos para salir de la casita, así que lo hice haciendo el mínimo ruido posible, pero por desgracia les desperté, así que me escondí rápidamente. Se levantó Blancanieves con una sartén y dijo:

–¿Quién anda ahí? –pero nadie contestó. Así que se fue otra vez a la cama y yo salí rápidamente. Cuando salí de la casa me encontré sentada en una hoja. Abajo veía un lago. En el lago había una rana en el lomo de la cual ¡estaba Pulgarcita! Yo estaba alucinando porque cuando la vi a ella y me miré a mí, no me lo podía creer ¡era de la misma medida! Entonces bajé al lago y le pregunté si sabía por dónde se salía de este cuento. Ella me miró como si estuviera loca, pero yo no la entendía, así que seguí hablando. Me dijo que tenía que ir en mariposa y después en pez. Así es como lo hice hasta la parte del pez. Cuando bajé de la mariposa y me quise poner encima de algún pez me caí al agua hasta que llegué al fondo del mar. Me miré un momento los pies y ¡no eran pies, era una cola de sirena! Entonces me dije a mí misma:

–Por favor dime que no es la Sirenita– pero sin duda era esa historia.

Yo odio esa historia, pero no pensé en eso y seguí nadando hasta que de repente me dieron un susto que casi me muero, era esa malvada brujita que tenía poderes y bla, bla, bla. Me preguntó quién era y me dijo que nunca me había visto por aquí y yo, como no, otra vez dándole ese discurso. Entonces claramente me dejó ir, así que sin más dilación, me fui al cuento de la “Caperucita Roja”.

Yo estaba vestida como Caperucita, pero iba de color turquesa, que justo era mi color favorito. Estaba aún en la casa de la madre y creo que era la hermana de Caperucita Roja. Yo también tuve que llevar una cesta con miel, pan y mermelada. Fui por el camino del lobo y obviamente me pilló, así que empecé a gritar.

–¡Socorro, que alguien me ayude! –y de repente salió Caperucita Roja a luchar contra el lobo y le ganó Caperucita ¿y sabéis cómo le ganó? Le ganó luchando como un ninja y yo discretamente me fui corriendo hasta caer en un agujero que parecía que me iba a llevar a otra dimensión. Y sí, me llevo a otra dimensión. Era yo en el futuro, iba a ser escritora para niños. Me quedé tan impactada, porque a mí no me gusta escribir pero la verdad es que redacto bastante bien, bueno a quien voy a engañar, ¡soy buenísima!

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Categoria 4

Segon Premi ex aequo, Nora Bonafonte Pardàs

PIIIE

La carta misteriosa

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Hola! Sóc la Nora, tinc 11 anys i de gran vull ser detectiu, igual que 4 amigues meves: la Judit, l’Estel i la Laia. Juntes hem fet un grup i ens diem “THE DETECTIVE GIRLS”. També fem un diari de l’escola, a la Judit se li va ocórrer un dia i vam preguntar als professors si podíem fer-lo, ens van dir que sí i ara fem el diari setmanal que es diu “L’encuriosit”. Els altres nens són més o menys normals. Bé, tots menys un, que sempre està al fons de la classe. Es diu Miquel Sinmatas i mai no es comunica amb ningú. Sempre porta una dessuadora negra amb caputxa. Al menjador hem posat una bústia, tothom pot posar papers i opinions del col·legi, acudits, comentaris i tot el que vulguin, però això sí, ha de ser anònim. Al final de la setmana agafem totes les notes i les que més ens agraden les posem al diari. Aquesta setmana a “L’encuriosit” hem posat una història que ens va passar fa temps; era divendres a la tarda. Vaig anar a recollir els papers de la bústia per començar a fer el diari el dissabte. Vaig començar a mirar-me’ls i al cap d’una estona vaig veure un paper molt estrany i de seguida vaig trucar a les meves amigues: “correu, veniu a la Casa de l’impremta”. Perdó, encara no us ho havia dit, la casa de l’impremta és una casa que hem fet al jardí de la Laia perquè és molt gran. Allà fem el diari, tenim un ordinador, una impressora, i taules i cadires. Bé, com us anava dient, vam anar totes allà a parlar d’aquella carta misteriosa. Deia: Al areniuc. Què podria voler dir? Vam estar pensant molta estona fins que van ser les 8.30, havíem d’anar a sopar. Tots els dies anàvem a investigar. A la portada del següent diari vam posar: EL MISTERI DE LA NOTA, pàg. 3. I a la pàgina 3 hi posava: Aquesta setmana hem rebut a la bústia una carta que deia “AL ARENIUC”. Si us plau, si se us acut alguna idea de què pot voler dir, poseu-ho a la bústia. Nosaltres, THE DETECTIVE GIRLS, ja ho estem intentant esbrinar. El dimarts tot el col·legi sencer sabia això de La Nota!!! (fins i tot vam haver de fer la bústia més gran, perquè tothom volia posar comentaris). La següent setmana, una altra NOTA MISTERIOSA!! Deia: EUQ ATNER. Tot junt feia:

AL ARENIUC

EUQ ATNER

Però, però... què vol dir???, va dir l’Estel, que sabia que totes ho estàvem pensant. Vam pensar que potser seria una bona idea anar-li a preguntar a una “endevina” que hi havia davant de la meva casa. A la porta posava: LA COVA MÀGICA DE L’ENDEVINA BERTA” Vam trucar a la porta de fusta negra: toc, toc, toc. Ens va obrir una noia amb els cabells negres, un vel de color lila transparent que li tapava la cara i un vestit lila negre amb una butxaca transparent. Li vam preguntar: vostè deu ser l’endevina Berta, no? I ens va respondre: sí que sóc jo. Entreu i digueu-me què voleu. Nosaltres vam passar mentre observàvem aquella mena

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de casa: tenia les cortines negres tancades i al mig de la sala una taula amb una bola de vidre transparent. Al voltant de la taula hi havia unes cadires liles. Ens vam seure i la Laia va dir-li: Hem vingut per saber si ens podies ajudar a esbrinar els missatges secrets del col·legi. La Berta va respondre: Jo no us puc ajudar, però us puc donar un consell. Quin?? Vam dir totes com una sola veu. “No us rendiu mai, seguiu investigant i al final amb molt d’esforç trobareu la solució”. Jo li vaig donar les gràcies i ens en vam anar. Al cap d’unes quantes setmanes ja ens havien arribat aquests missatges secrets:

AL ARENIUC

EUQ ATNER

SLE STALP

LED IGEL.LOC

SE AL AVEM

ERAM.

Però què vol dir????, vaig preguntar-me a punt d’explotar. Aquella setmana a la portada de L’encuriosit hi havia amb lletres ben grosses: EL CAS DEL MISTERI DE LA NOTA CONTINUA pàg. 3. Fins ara ja hem trobat moltes notes però ara han parat. Hem ajuntat totes les notes i ha sortit:

AL ARENIUC

EUQ ATNER

SLE STALP

LED IGEL.LOC

SE AL AVEM

ERAM.

Hem de descobrir què vol dir. Nosaltres seguim investigant. El dimecres una nena que es diu Maria ens va dir: fa unes setmanes vaig veure un nen amb caputxa i jersei i pantalons negres. Anava molt encongit i va deixar una nota a la vostra bústia. I com que la Maria era una nena molt simpàtica i sabíem que en ella hi podíem confiar, li vam fer cas i li vam preguntar què més sabia, i la Maria va dir que ho sentia però no havia vist res més.

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Al pati vam estar molta estona pensant qui podia haver posat les notes.

–Un nen amb dessuadora … –va dir la Laia.

–Amb caputxa … –va continuar l’Estel.

–Tot negre … –va dir la Judit.

–I molt tapat... – va acabar la Mireia.

Vaig mirar si al penjador per posar les jaquetes hi havia la jaqueta d’aquell nen i… EFECTIVAMENT!! Allà penjada al número 35! La Mireia va dir: vol dir que és l’últim de la llista! Vam mirar qui era el número 35. I era en Miquel!! El nen que sempre està al fons de la classe amagat!! Ara –vaig dir– només ens falta descobrir què posa a la nota.

El diumenge al matí ja estàvem totes a la Casa de la Impremta. Al cap d’una estona l’Estel va dir: jajajaja, mireu això, el primer missatge (Al areniuc) a l’inrevés diu “la cuinera”.

–QUÈ??!! –vam dir totes les altres a l’uníson.

Ràpidament vam mirar el full i... ERA VERITAT! I totes les frases es podien llegir a l’inrevés. Al cap d’un quart de hora ja havíem descodificat totes les cartes.

LA CUINERA

QUE RENTA

ELS PLATS

DEL COL.LEGI

ES LA MEVA

MARE.

Per fi!!! Per fi havíem desxifrat els missatges secrets. Vam decidir anar a buscar en Miquel i preguntar-li per què ho havia fet. I ell va respondre amb aire molt trist “ho he fet perquè no tinc amics i creia que així algú em faria cas..., ho sento”. Jo vaig contestar: “Però, és veritat, que la cuinera és la teva mare?” “Ssss, sssí” va respondre. I jo li vaig dir “Doncs digues-li que ens encanta la cuina del col·legi!!!”

I això és el que va passar fa temps i que ara hem publicat al diari de l’escola.

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Categoria 4

Segon Premi ex aequo, Luca Castel Mosciaro

PVE

Misterio en la ciudad debajo del océano

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Era el 14 de octubre de 2025 y la IMU, Investigación Marina Universal, se estaba preparando desde el 27 de agosto de 2015.

En ese día, dos de sus buceadores, Mike Mclary y Bill Jackson, se sumergieron en el océano Pacífico para estudiar un animal marino todavía desconocido, pero a partir de entonces no se les volvió a ver.

Desde el verano de 2015 el mundo entero se preguntaba qué les habría pasado. ¿Se los habría comido algún monstruo de las profundidades marinas? ¿Les habría capturado alguna asociación secreta de los abismos?

Se habían oído muchísimas teorías, pero nadie nunca habría sabido la realidad, si alguien no hubiera ido a comprobarlo.

Así construyeron una Nave Marítima Sumergible, con una longitud de 113 metros, una anchura de 27, que pudiera llevar en ella hasta 400 personas y con un motor extra nuclear. Era unas de las misiones más arriesgadas de la IMU. Se habló de ella durante meses, en todo el mundo. Se discutía tanto como en el día en que los extraterrestres dieron la primera señal de vida en los planetas de Saturno y Venus.

Bob Johnson, presidente de la IMU, dio la orden de salir inmediatamente de la Estación Acuática de Los Ángeles a las 08:00.

La Nave, con toda su tripulación, descendió en el océano. Había muchos grupos de trabajo: investigadores, empleados para dar información al presidente, mecánicos, trabajadores de la limpieza, cocineros…

Después de que la nave se sumergiera, se oyeron al comandante Calvin Gasten y sus dos oficiales, Jack Watson y Harry Pierce que gritaban:

–¡A vuestros sitios!

Todos se pusieron a hacer su trabajo, y la nave se iba acercando cada vez más al fondo del océano Pacífico. Llegaron. Era oscuro y tenebroso.

Una máquina submarina salió de la nave, tenía luces muy potentes, porque allá abajo, sin luces, no se veía prácticamente nada. Inspeccionaron la zona, no había ni rastro de personas, pero sí de gigantes marinos.

–¡Mirad! –dijo Victoria Canon: investigadora de la IMU– Allí, esa especie de calamar. ¡Medirá unos 50 metros!

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Era verdad, era un calamar, pero ni una sola señal de humanos. Después de haber investigado palmo a palmo toda el área, Jack, que estaba dentro de la máquina, avisó al capitán que volverían en pocos segundos.

–No hay nadie –afirmó Jack, mientras entraba en la nave–, absolutamente nadie, no hay ni una señal de Mike o Bill. Por cierto, ¿podría descansar toda la tripulación?

–¡No! –exclamó el comandante, que en realidad lo único que quería era acabar cuanto antes. –¡No vamos a descansar hasta que encontremos a Mike y Bill!

Jack obedeció la orden del capitán. Y la nave se fue rápidamente hacia otro sitio. Llegaron a otra explanada. No había humanos; como siempre, unos extraños animales del mar.

Pasaron muchos días, muchos meses, pero siempre encontraban animales marinos.

Llegó el último día de la misión, y ya habían investigado por todo el océano. Faltaba solo inspeccionar una zona donde se decía que había naufragado un barco semejante al Titanic. Nadie se creía que podían encontrar a estos buceadores justamente allí.

La máquina, con Jack al mando, salió de la nave. Jack encendió las luces, un enorme barco apareció delante de ellos; los tripulantes no podían creerse lo que estaban viendo, que aquel naufragio existiera de verdad. Era aterrador, como si se estuviera a punto de caer sobre ellos. Se pusieron a mirar minuciosamente durante un tiempo. Hasta que Jack, desilusionado, cogió el micrófono y dijo a Harry, que estaba en la nave, y que, sin querer había dejado el micrófono abierto:

–No hay nadie Harry, hemos fracasado.

Las palabras salieron fuertes y claras desde los altavoces de la nave.

Hubo un silencio de desolación. Tantos meses trabajando y no conseguir nada. Jack estaba triste: no había encontrado a sus dos compañeros.

La máquina dio media vuelta.

–¡Jack! –exclamo Harry desde su micrófono–, date la vuelta, ¡es impresionante!

La máquina dio un giro. ¡Las luces de la nave estaban iluminando una inmensa ciudad que se elevaba desde la arena!

–¿Qué es? –interrogó Jack a Harry.

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–E… ¡Es una ciudad que proviene de debajo de la arena del fondo marino! –dijo Harry asustado mientras miraba desde la inmensa ventana que había en la sala principal de la nave.

Toda la tripulación se quedó observando, nadie se podía resistir a ver una cosa como esa; hasta el comandante miraba, que muy pocas veces demostraba interés hacia las cosas.

Pocos segundos después la ciudad se elevó totalmente y se abrió su puerta delantera. Salieron muchos seres extraños pero muy parecidos a hombres: tenían la estatura de una persona y eran delgados.

Jack, asustado por lo que había visto, se dirigió rápidamente hacia a la nave, entró y le preguntó a Harry.

–¿Qué son? Qué crees que son?

–¡No lo sé! –dijo Harry –, pero creo que deberíamos ir a echar un vistazo.

–Tienes razón…pero la primera reacción ha sido de miedo….

–¡Nadie va a salir! –intervino el comandante, interrumpiendo la conversación entre Jack y Harry.

–¿Por qué no? –intervino un mecánico, cuyo nombre era Mirry McDonald.

–No tienen muy buena pinta y nos podrían atacar en pocos minutos. O sea que ahora nos vamos… –dijo el comandante sentenciando.

–¿Cómo sabe usted que esas criaturas son peligrosas? –intervino otra vez Mirry.

–Mirry tiene razón comandante –dijo Harry–, y además puede ser que allá fuera estén nuestros amigos. No podemos perder la oportunidad de averiguar algo más de estas criaturas nunca encontradas en la historia. Por cierto, espero que no piensen que somos enemigos.

–Precisamente de esto estoy hablando, señor Harry –dijo el comandante.

Entonces, en esa sala rodeada de todos los trabajadores de la nave, hubo un escándalo enorme. Todos hacían lo que les daba la gana: daban su opinión sobre la discusión a quien estaba al lado, y el otro daba la suya, unos se peleaban entre ellos porque pensaban que tenía razón Harry y no el comandante y otros decían lo contrario. Entonces, el comandante cansado de tanto ruido, gritó:

–¡¡¡Silencio!!!

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Todos callaron, porque ya lo conocían. Siguió su discurso:

–Como decía, señor Harry, no sabemos qué son, si quisierais salir tendríais que pedirle permiso al presidente de la IMU, pero estoy casi seguro de que dirá que no.

Harry resopló enfadado. El comandante encendió un ordenador de la sala y se intentó conectar con el presidente de la IMU. El presidente, al oír ese``tiki-tic wiki-tic´´ se conectó también y preguntó:

–¿Qué pasa?

–Lo que ha pasado es que una ciudad, ha surgido de la arena del océano –dijo el comandante con poco entusiasmo.

–¡Es increíble! –dijo el presidente sorprendido –. ¿Y entonces?

–Entonces la puerta delantera de la ciudad se ha abierto y han empezado a salir muchas criaturas. Después Jack y Harry han dicho que querían ir a investigar y se ha montado un jaleo.

–¿Y por qué se ha montado un jaleo? –preguntó el presidente.

–Porque, como le decía, Jack y Harry querían ir sí o sí –contestó el comandante–, y yo les he dicho que no. Ellos se han enfadado y después todos se han puesto a hablar y a discutir –siguió el comandante con su malhumor habitual.

–¿Y por qué no les has dejado ir? –preguntó el presidente.

–Porque creo que es demasiado peligroso. Imagínese si las criaturas les atacaran –dijo seriamente el comandante.

–Déjalos salir a averiguar quiénes son esos seres raros. Pero sobre todo que no vayan desarmados –dijo el presidente con tranquilidad.

–Vale –dijo el comandante, mientras apagaba el ordenador. Se dirigió hacia toda la tripulación y les dijo:

–¿Voluntarios para ver qué hay allí fuera?

¡Sí!, pensaron Jack y Harry, y levantaron la mano. Mirry también la levantó, y así lo hicieron tres personas más.

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–¿Ya está? –preguntó el comandante– ¡Vale! Entonces poneos los trajes de submarinismo, la bombona inexplosión, un puñal por si acaso, unas linternas submarinas, unas pizarritas para hablar entre vosotros e id a investigar.

Todos se fueron a cambiar. Pocos minutos después estaban preparados.

Salieron de la nave que, por razones de seguridad, se alejó unos 200 metros, según las órdenes del comandante.

Todos esos seres los miraban, pero sin mucho interés. ¡Al menos no eran agresivos!

¡Estoy casi seguro de que son personas de verdad, seguro que son seres humanos! Pensó Jack. Se paró y les escribió a sus amigos en la pizarrita:

`¡Parecen humanos!´

`¡Es verdad! ¿Por qué no les preguntamos quiénes son?´, contestó escribiendo uno de ellos.

Así se dirigieron a ellos y les escribieron:

`¿Quiénes sois?´, o `¿Sois agresivos?´. Pero ellos no respondían, no mostraban interés por ellos, como si fueran invisibles.

De repente Jack notó a dos criaturas que le parecía haber visto alguna vez antes. Se puso delante de ellos y les escribió:

`¿Mike, Bill, sois vosotros?´

Los dos seres le contestaron con una pregunta:

–¿Jack, eres tú?

Pero Jack no los oyó, visto que estaban debajo del mar. Entonces Bill le cogió la pizarrita y le escribió:

`¿Jack, eres tú?´

Jack, emocionado entendió que eran ellos dos. Llamó a sus amigos para que viniesen para ver a quién había encontrado, y todos escribieron:

`¿Son Mike y Bill?´

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Jack afirmó con la cabeza. Todos se alegraron de verlos. Los abrazaron, y mientras los abrazaban, Jack los cogió para llevárselos a la nave. Pero ellos le quitaron la mano de encima. Jack, sorprendido, les escribió en la pizarrita:

`¿Por qué me habéis soltado?´

Bill cogió la pizarrita de Mirry y le escribió:

`No queremos irnos, queremos quedarnos aquí.´

`¿Por qué os queréis quedar aquí?´, escribió Harry.

`Nos queremos quedar aquí, porque aquí está nuestra casa´, escribió Mike.

`Pero también tenéis vuestra casa en Estados Unidos, ¿no? ¡Y vuestra familia os está esperando allí arriba desde hace ya 11 años! ¡Todo el mundo piensa que estáis muertos!´, les escribió Jack.

`Lo sé, pero aquí es todo más tranquilo, aquí hay paz, y silencio: allá arriba hay autopistas, coches y ruido, y hay mucha gente loca, que grita, que chilla. ¡Y aquí es todo muchísimo más tranquilo!´, les escribió Bill.

Ninguno de ellos contestó. Era verdad lo que decía Bill.

`¡Es verdad!´, escribió Jack. `¿Y cómo habéis llegado hasta aquí?´

`Estábamos buscando al monstruo marino y decidimos ir a investigar un poco más al fondo. Al llegar hasta donde no se veía nada, se nos tragó un remolino. Lo llamamos el agujero negro del océano Pacífico. Después de muchas horas, nos despertamos en una cama de la ciudad, y desde ese día empezamos a vivir aquí, en Flumangonn´, escribió Mike.

`¿Y por qué existe esta ciudad llamada Flumangonn?´, escribió Jack.

`La ciudad existe porque Poseidón, dios del mar decidió que existiera, para dar una segunda vida a todos los seres humanos naufragados y desaparecidos en el océano Pacífico. Los piratas, las personas que se ahogan, los hombres que han estado cogidos durante días al mástil para salvarse de una tormenta y que al final han caído al agua, los buceadores desafortunados… todos vivimos en Flumangonn, la ciudad debajo del mar´, escribió Bill.

`¿Quieres decir que todas las personas que han desaparecido en el océano Pacífico han ido a parar aquí?´, escribió Harry.

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`Exacto´, escribió Bill.

`¿Y también que existe Poseidón?´, escribió otra vez Harry.

`Sí´, contestó Mike.

`¿Y cómo es que podéis respirar debajo del mar sin una bombona visto que sois humanos?´, escribió Jack.

`Eso nunca nadie lo ha sabido. Solo lo sabe Poseidón´, escribió Bill.

`¿Y podéis hablar debajo del agua?´, preguntó Harry.

`Sí, pero otra vez, eso solo lo sabe Poseidón´, respondió Mike.

`¿Y podéis ver, aquí, en medio de la oscuridad?´, escribió Harry.

`Sí, pero tampoco sabemos por qué´, sentenció Bill.

Jack se quedó pensativo por la pregunta que haría en unos segundos y luego se decidió y les escribió:

`¿Podemos explicar todo esto al mundo entero?´

`¡No, ni en sueños! ¡Si el mundo descubriera que existe esta ciudad, que en la ciudad hay humanos y que detrás de todo esto está Poseidón, los investigadores de la IMU y otras personas, vendrían aquí y lo destruirían todo! ¡Esta historia nadie la tiene que saber!´, imperó Bill.

Las puertas delanteras de la ciudad de Flumangonn se iban cerrando, ya era hora que Mike y Bill volvieran a refugiarse en ella.

`Lo siento, tenemos que irnos, sino nos quedaremos en el medio del océano durante toda la noche, adiós´, se despidió Mike dejando la pizarrita.

`Solo una pregunta más…´, escribió Harry, pero ya habían desaparecido.

En un momento desapareció también la ciudad. Los seis, que todavía no se creían lo que habían visto, se quedaron quietos durante unos pocos segundos. Hubieran querido preguntarles muchísimas cosas más, pero no fue posible, entonces Harry escribió:

`Esto es un secreto. Se tiene que quedar entre nosotros seis’

`Ya, no podemos explicárselo a nadie´, escribió Jack.

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`¿Y qué les diremos a las familias de Mike y Bill?´, preguntó Harry.

`Tendremos que decirles que no los hemos encontrado. A ellos, menos que a nadie, les podemos decir la verdad´, escribió Jack.

`Sí, ¿pero qué le diremos al comandante y a la tripulación?´, escribió Harry.

`Mmm… Les podríamos explicar….les podríamos explicar…. que cuando llegamos, la ciudad ya no estaba y que no había ninguna criatura parecida a humanos´, respondió Jack.

Todos se pusieron de acuerdo. Se dirigieron a la nave. Entraron y explicaron que no habían encontrado nada.

–¡¿Cómo que no habéis encontrado nada?! –pregunto el comandante.

–Lo siento señor. Cuando hemos llegado, la ciudad había desaparecido. Buscamos y hasta llegamos a excavar, pero no encontramos nada. Y tampoco encontramos una explicación –dijo Mirry, mintiendo.

–¡No puede ser! ¡Me estáis engañando! –gritó el comandante, a quien en realidad toda aquella historia no le importaba nada, pero que no quería quedar mal con su tripulación.

–¡Vamos a comprobarlo! ¡Si me habéis mentido, ya veréis! –continuó.

La nave avanzó 200 m, los seis, que conocían la verdad, temblaban por dentro. Las luces se apuntaron hacia la zona donde había aparecido la ciudad. Por suerte no había nada.

Sin dar más explicaciones, el comandante dio la orden de volver.

La nave fue rumbo a la estación acuática de Los Ángeles. Un día después llegaron. La estación estaba llena de periodistas, todos hacían preguntas:

–¿Habéis encontrado a Mike y a Bill?

–¿Os habéis enfrentado a una especie marina muy extraña?

–¿Es verdad que el comandante habló con el presidente de la IMU?

–¿Es verdad que Harry tiene un grano en la nariz?

Y muchas preguntas más, unas más inteligentes, y otras todavía más tontas.

Pero la tripulación no tenía tiempo para responder. Tenían que coger un Airbus, para ir a Boston, donde estaba la familia McLary.

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Se fueron a la casa donde había vivido Mike, en Charles Street. Estaba toda la familia. Como que el salón era muy grande, pudieron entrar todos, hicieron un círculo; los más altos en sillas y los más bajitos sentados en el suelo. Empezaron a explicar. Los ojos de toda la familia se iban llenando de lágrimas. Al final de la reunión, la tripulación se despidió afectuosamente de la familia McLary, y fueron al aeropuerto para coger otra vez el Airbus, para ir a Philadelphia. Era la ciudad donde vivió Bill. Se fueron a su casa, en Shout Street. Toda la familia estaba en el jardín, porque no tenían ninguna zona en la casa donde pudieran entrar 400 personas. Pero esta vez, la familia Jackson no lloraba, sinó que rezaba. Se oía a la madre de Bill que decía:

–¡Santa María, por favor, haz volver a mi hijo!

O la hija de Bill que tenía 17 años que decía:

–Dios Santo, oh Dios Santo…

Se despidieron de la familia Jackson. Y mientras estaban saliendo de la casa, Jack le dijo al comandante muy bajo, para que no le oyera nadie:

–No sabía que la familia de Bill era religiosa.

–¡Ni yo! –dijo el comandante riéndose.

Después la tripulación se dirigió a un hotel, llamado Sofitel. Se vistieron de fiesta y se fueron a cenar al restaurante Russell, uno de los más grandes del mundo, y probablemente el único que aceptara una reserva para 400 personas. Después de cenar se fueron al hotel, donde durmieron todos muy profundamente.

Al día siguiente toda la tripulación tuvo que coger otro avión para ir a Chicago, para hacer otra reunión, pero esta vez con periodistas; ya habían cogido 4 aviones en solo 24 horas. Llegados a Chicago se dirigieron a una sala de prensa, y esta vez, contestaron a todas las preguntas.

Al final Jack concluyó:

–Hicimos todo lo que pudimos. Hicimos lo que teníamos que hacer. Siempre será un misterio, nunca se sabrá lo que pasó.

Harry acercó la boca al oído de Jack y murmuró:

–Sí, Jack. Hicimos lo que teníamos que hacer… ¿O no?

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Categoria 4

Accèsit, Jan Nikravan Fernández

PIIIB

El mar de Cadaqués

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Una tarde de otoño recordaba lo que había hecho en verano. Me había sentido muy tranquilo recordándolo. Me había ido con mi familia a bucear. Después de unos minutos buceando, vimos un pulpo. Era muy grande. Lo cogimos entre todos, pero luego se nos escapó. Me impresionó mucho la mirada de persona del pulpo y el tamaño. Seguimos más adelante. Veía muchos peces como obladas, sargos, doradas... Yo buceaba muy hondo para ver los peces de cerca porque me hacía sentir feliz. Cuando pasaron un par de minutos vimos todo el fondo del mar lleno de nacras que crecían entre las posidonias. Nosotros le pusimos el nombre de bosque de nacras. A mi hermana le costó llegar allí porque tenía frío. Le costó, pero lo consiguió.

Al cabo de unos días fuimos a dormir en barco toda la familia. Por la noche hacía mucho frío y cuando me eché en la cama me dormí al instante. A la mañana siguiente nos despertamos muy pronto porque habíamos oído un ruido. El ruido lo hacía un pájaro. Salimos fuera para ver qué era y era un pájaro muy raro. Era mezcla de gaviota, halcón y cormorán. Estaba persiguiendo a unos bichitos muy raros. No sabía qué eran. Había muchos. Me tiré al agua. Estaba fría, pero era muy bonito. Estaba el mar lleno de esos peces. Eran anchoas. Los ojos de las anchoas eran amarillos y grandes. Tenían una raya en la mitad del cuerpo y cuando te las comías tenían las espinas torcidas. Cuando cumplí 12 años el padre de un amigo mío me regaló un fusil. Con ese fusil pescaba sargos, meros, escórporas, molleras y otros tipos de peces. Eso era la cena, aparte de las setas del jardín y los higos de nuestra higuera. Siempre teníamos comida y no hacía falta ir a comprar.

En ese momento mi madre me llamó para que fuese a cenar y le dije: ahora voy. Estuve muy feliz y tranquilo recordando el verano. Mi madre me volvió a llamar y yo me fui a cenar y luego a dormir, con muchos sueños muy bonitos sobre el mar.

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Categoria 4 Accèsit, Alexandra Badia Parga PIVA L’osset de la bufanda vermella

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A principis de desembre va caure una gran nevada i els meus pares, el meu germà petit i jo mateixa vam decidir d´anar a passar el cap de setmana a l´estació d´esquí que hi ha a la Molina.

Vam sortir amb el cotxe el divendres a la tarda però el pare havia de fer un encàrrec abans de marxar i es va aturar en un petit carrer de Barcelona on vivia un amic seu que es deia Jordi. En Jordi es dedicava a vendre llibres antics i tenia una petita llibreria en aquest carrer. Quan vam arribar davant de la llibreria, el meu germà i jo li vam demanar al pare si podíem entrar amb ell a la llibreria. Ell ens va contestar que sí però amb la condició que jo vigilés al meu germà petit que és una mica entremaliat.

–Cap problema, papà –li vaig dir.

–D´acord, però no trenqueu res. Te’n faig responsable –Em va insistir el pare.

Vam entrar a la llibreria. Era un lloc molt fosc i amb poca llum. El meu pare es va quedar parlant amb en Jordi i jo li vaig demanar permís per mirar els llibres dels prestatges a en Jordi. Ell em va dir que sí, però que m´havia d´endur una llanterna ja que la llum forta podia fer malbé els llibres més antics. Quan ja estava a punt de marxar en Jordi em va dir:

–Escolta´m bé. Hi ha una cosa molt important que has de recordar: en cap cas pots tocar els llibres sense el meu permís i encara menys llegir-los.

–Però si són llibres, què hi ha de dolent que els vulgui llegir? –vaig preguntar-li estranyada.

–Tots els llibres que hi ha en aquesta llibreria són molt especials i no els agrada que els molestin sense el seu permís. Alguns tenen molt poca paciència i no els agraden gaire els nens. Així que recorda que els pots mirar però no els pots ni tocar ni llegir.

–D´acord –vaig respondre, tot i que jo vaig pensar que tot això m´ho deia perquè no toqués els llibres i vigilés bé el meu germà, però no em vaig creure aquella història dels llibres i del seu mal humor.

Vaig encendre la llanterna i vaig tenir una sorpresa. Al final d´aquesta habitació hi havia un passadís llarguíssim amb prestatges a banda i banda amb milers de llibres. Com que el meu germà també tenia una lot, va sortir disparat cap al fons del passadís i jo vaig sortir darrera d´ell.

–Joan, Joan, no corris, que et pots perdre! –vaig cridar jo.

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–Deixa´m, Alexandra, jo ja sóc gran i no em perdré –em va dir ell, mentre corria pel passadís.

Tot d´una vaig deixar de veure´l.

–Joan, on ets? –Vaig cridar.

No em va contestar.

Jo vaig seguir pel passadís però només veia llibres i més llibres ficats als prestatges.

De sobte vaig sentir un crit.

–Socors, Alexandra, ajuda´m, em volen agafar!

–Aguanta, Joan! Ja vinc! No deixis de parlar i així et podré trobar.

–Alexandra, m´han agafat! Ajuda´m!

–Ja arribo, ja veig la teva llum!

Era cert. En una de les fileres de prestatges veia el llum de la llanterna del meu germà, però quan hi vaig arribar només vaig trobar la llanterna i un llibre molt antic, els dos al terra. El llibre estava obert per una pàgina on es veia un osset amb una bufanda vermella lluitant amb un ninot de neu.

–Joan, on ets? Contesta´m! –però ningú va contestar.

–Papà, papà, vine ràpid! No trobo a en Joan! –Vaig cridar amb totes les meves forces, però el pare no em va contestar perquè potser estava massa lluny per sentir-ho.

Tenia molta por. Una sensació de fred em va començar a pujar per l´esquena quan, de sobte, vaig sentir un soroll i vaig veure que el llibre del terra es movia sol.

–No pot ser –vaig pensar.

Doncs sí que es movia. Vaig agafar-lo amb suavitat i vaig llegir el títol:

“L´osset de la bufanda vermella i el ninot de neu”. A la portada es veia un dibuix d´un ninot de neu amb una cara horrible que feia molta por lluitant amb un pobre osset que portava una bufanda vermella.

–Vols llegir-me? –vaig sentir que algú em deia.

–Qui ha parlat? –vaig preguntar.

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–Sóc l´esperit del llibre i m´agrada com em tractes, no com el nen que m´ha agafat abans –va afegir.

–És el meu germà. Què li has fet? –vaig preguntar preocupada.

–Jo no li he fet res. Ha estat en Maglaç, el bruixot que viu en aquest llibre.

–Qui és aquest bruixot? –vaig insistir.

–Maglaç és un bruixot que té la forma d´un ninot de neu molt lleig i que té un geni terrible i que gaudeix atrapant i congelant per sempre a tots aquells nens que cauen a les seves mans. Em sap greu, però em temo que no tornaràs a veure mai més el teu germà.

–Impossible, això no pot ser! És culpa meva, era la meva responsabilitat i no l´he sabut protegir! –vaig cridar i em vaig posar a plorar.

En aquest moment va sortir un homenet, petit com un llapis, que anava vestit amb uns pantalons verds, una samarreta taronja i una jaqueta blanca amb estrelles de diferents colors les quals s´encenien i s´apagaven.

Vaig donar un salt enrere i quan estava a punt de xafar-lo amb el llibre ell em va dir:

–Ei, no m´esclafis! Jo et vull ajudar. Sóc en Refilet, el protector dels llibres. Vigilo que ningú faci mal als llibres, però les teves llàgrimes m´han arribat al cor i he decidit d´ajudar-te. El teu germà és presoner del Maglaç que primer l´ha agafat amb un encanteri, després l’ha paralitzat i per últim se l´ha emportat al seu regne de gel i el té al seu castell –el cau de gel–.

–No m´importa. Sóc molt forta i rescataré el meu germà –li vaig dir decidida.

–Tranquil.la, és essencial que conservis la calma perquè en Maglaç s´alimenta de la teva por i quanta més en tinguis més feble seràs. No recordes que la por fa que el teu cos senti fred i es quedi paralitzat? –Em va dir una mica irritat.

–Sí, sí, vaig sentir això quan va desaparèixer el meu germà, però això no m´aturarà. Salvaré el meu germà.

–D´acord, però a part del teu coratge ens caldrà l´ajut de l´únic ésser que ha estat capaç de derrotar en Maglaç.

–Qui és? On el puc trobar? –Li vaig preguntar molt excitada.

–És en Reddy, l´osset de la bufanda vermella.

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–És una broma! –Vaig exclamar desesperada. –De veritat vols que cregui tota aquesta història de llibres, bruixots i que el superheroi és un osset amb una bufanda vermella? He d´estar somiant.

Fent un salt, en Refilet em va mossegar el nas i en va dir:

–Desperta´t! Has de salvar el teu germà!

–D´acord, et crec, no em mosseguis més. –Li vaig dir encara amb el nas adolorit.

–Ara agafa el llibre i vés a parlar amb en Jordi. Quan el vegis només li has de dir aquesta frase: “En Maglaç s´ha escapat. En Reddy ha de tornar”. Ell sabrà de seguida què cal fer.

–Moltes gràcies, Refilet! –i dient això vaig sortir corrents per anar a buscar el pare i en Jordi. Els vaig trobar parlant de llibres.

–Jordi! En Maglaç s´ha escapat. En Reddy ha de tornar.

En Jordi no va dir res. Ens va agafar al pare i a mi, va tancar la botiga i ens va dir que pugéssim tots al cotxe on ens esperava la mare. Jo només vaig dir que en Joan havia desaparegut i en Jordi va dir que ell sabia on estava. Li va demanar als pares que confiessin en ell i com era molt amic del pare van decidir fer-li cas. A continuació en Jordi ens va explicar la història del Maglaç i en Reddy. A la muntanya de la Molina hi havia tres ossos protectors del bosc i del poble contra bruixes i bruixots fins que un dia va aparèixer en Maglaç i se´ls va endur al seu regne del fred però es va oblidar d´un petit osset anomenat Reddy que per tal de salvar els seus amics va anar a l´esperit de la muntanya sagrada i li va demanar ajut. L´esperit li va regalar una bufanda vermella màgica i un llibre sagrat per tancar al Maglaç i evitar que seguís fent mal a la gent. En Reddy va lluitar contra en Maglaç i amb l´ajut de la bufanda màgica va generar l´escalfor necessària per tal de fondre el ninot de neu, moment que va aprofitar en Reddy per tancar en Maglaç dintre del llibre sagrat. Com a premi pel seu coratge, l´esperit de la muntanya va nomenar en Reddy com a protector de la muntanya i per això hi ha una figura seva amb la bufanda vermella a l´entrada de la muntanya sagrada, i cap allà ens vam dirigir.

Un cop davant la figura d´en Reddy en Jordi em va dir que amb una ma agafés la mà d´en Reddy i amb l´altra agafés la bufanda. En aquest moment es va obrir un forat al costat de l´osset i va aparèixer en Joan mig adormit.

–Què ha passat? –em va preguntar.

–Res. T´has adormit al cotxe.

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Abans d´arribar al cotxe vaig preguntar-li a en Jordi què havia passat.

–Tota la teva família ha demostrat ser molt valenta i tu has demostrat que confies en la màgia de l´osset de la bufanda vermella. Entre tots heu salvat en Joan. Us felicito, però recorda que l´osset sempre estarà aquí per ajudar-te.

–Gràcies, Reddy –vaig dir mirant la figura de pedra. –I gràcies a tu també Jordi.– Però quan em vaig girar en Jordi havia desaparegut.

–Pare, saps a on ha anat en Jordi? –vaig preguntar amoïnada.

–De qui em parles Alexandra? Però si t´acabes de despertar ara que acabem d´arribar a la Molina!

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Categoria 4

Accèsit, Roger Liria Sala

PIIIE

El gos Max i la rateta Lili

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El gos Max és un gos policia. És el policia que resol més problemes a tot el món. És un gos molt gran, molt pelut i molt estimat a la seva ciutat, Barcelona.

El Max té una amiga que és una rateta i es diu Lili. Ell està preocupat perquè la Lili li va enviar un missatge per quedar a un restaurant, però la Lili no va anar-hi. Porta dies trucant-la, però la Lili no li agafa el telèfon.

El Max ha decidit anar a casa de la Lili a veure què li passa.

“Toc, toc”. Ha picat un altre cop el Max a la porta i aquesta s’ha obert. Molt preocupat, el Max ha entrat i ha buscat per tota la casa la Lili, però no l’ha trobada. Però ha vist que a la cuina hi havia una tassa de cafè, tot i que no hi havia cap càpsula de Nespresso. El Max ha pensat que podia anar a la botiga de Nespresso a veure si la Lili havia passat per allà.

En deu minuts, el gos Max ha arribat a la botiga del Passeig de Gràcia i ha trobat que la botiga tenia un problema i des de feia tres dies que no podien obrir la porta. Quan ha vist això, el Max ha respirat tranquil perquè ha pensat que la Lili estava a dins. Però abans de retrobar-se amb la Lili, havia de solucionar un problema: obrir la porta. I dit i fet, com que el Max és un gos molt fort, s’ha allunyant primer de la botiga i ha començat a córrer. A un metre de la porta, ha estirat el braç, ha donat un cop molt fort i s’ha fet un gran forat a la porta. De cop i volta, tota la gent que portava tres dies tancada, ha començat a sortir: El gat Gerard, la tortuga Paula, el cargol Jordi, la sargantana Pepita… però la rateta Lili no ha sortit.

El Max està trist i content. Trist perquè encara no ha trobat la Lili, però content perquè ha solucionat un problema. Ha decidit tornar a casa de la Lili a trobar més pistes.

“Toc, toc”. Ha picat un altre cop el Max a la porta i aquesta s’ha obert. El Max ha anat al menjador i ha trobat un diari obert i a la pàgina que estava oberta hi havia la publicitat d’un banc, el BBVA. El Max ha pensat que podia anar al banc a veure si la Lili havia passat per allà.

En una hora, el gos Max ha arribat al banc BBVA del carrer Indústria, però s’ha trobat que hi havia un atracament. S’ha espantat molt, perquè li han dit que hi havia vuit atracadors al banc, quatre amb pistola i quatre agafant la gent, des de feia set dies. Un altre cop, el Max havia de solucionar un problema: Agafar als atracadors i salvar la gent. I dit i fet, com que el Max és un gos molt llest, ha entrat al banc per la porta de darrera i ha sorprès a un dels atracadors, que era el cap, agafant-li pel coll. Aleshores, ha dit als altres atracadors:

–Si no deixeu lliure la gent, jo no deixaré lliure el vostre cap!

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Els atracadors s’han rendit. Tota la gent que estava segrestada des de feia set dies ha començat a abraçar el Max. El peix Dani, la serp Marta, la libèl·lula Antonieta, … però la rateta Lili no ha sortit.

El Max està trist i content. Trist perquè encara no ha trobat la Lili, però content perquè ha solucionat un altre problema.

El Max ha decidit tornar a la casa de la Lili a trobar més pistes.

“Toc, toc”. Ha picat un altre cop el Max a la porta i aquesta s’ha obert. El Max ha anat a l’habitació de la Lili i ha trobat unes sabates amb el tacó trencat. El Max ha pensat que podia anar a El Corte Inglés, a veure si la Lili estava comprant-se un nou parell de sabates. En trenta minuts, el gos Max ha arribat a El Corte Inglés de la Plaça Francesc Macià i ha trobat que la botiga tenia un problema i des de feia cinc dies, un dels seus ascensors estava espatllat amb gent a dins. Un altre cop, el gos Max havia de solucionar un problema: arreglar l’ascensor. I dit i fet, com que el Max és un gos molt manetes, amb un tornavís ha aconseguit arreglar l’ascensor. Quan s’ha obert la porta, tota la gent ha començat a sortir molt contenta: la lleona Mònica, l’ós Toni, la pantera Roger, … I aquesta vegada sí, la rateta Lili estava a l’ascensor i ha començat a fer-li molts petons i abraçades al Max per haver-la salvat.

Com que tots dos estan tan contents, han decidit anar a sopar junts. Han anat a un restaurant molt bo i molt car. Han menjat molt bé. El gos Max ha menjat raviolis i canelons i la rateta Lili ha menjat brou i croquetes. Al final del dinar, han tingut una sorpresa molt bona. El peix Dani, el propietari del restaurant Chez Cocó, els ha convidat a sopar gratis perquè el llest i fort gos Max li ha salvat dels atracadors del banc.

Vet aquí el gos Max, vet aquí la rateta Lili, aquest conte s’ha acabat.

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Categoria 4

Accèsit, Nerea Horcajada de Benito

PVA

Sunny, l’extraterrestre

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Avui m’he despertat molt d’hora, i com que feia molt sol he decidit anar a la Diagonal amb la meva bicicleta. Mentre l’agafo i baixo amb l’ascensor penso que moltes vegades, ja ho puc ben dir, s’ha pensat que arribaven els extraterrestres i sempre ha estat una falsa alarma. Què hi farem, si ells no tenen ganes de fer turisme a la terra! Però ho deixo estar de seguida, perquè ja he arribat al carrer i he de començar a pedalejar.

Però de sobte, veig com un petit homenet de color negre que semblava enganxat a un cartell, s’ha mogut. És la meva imaginació? No, segueix movent-se, tot i que sembla que ho estigui fent d’amagat. M’apropo a ell amb compte de no espantar-lo, i somrient perquè no es pensi que sóc una antipàtica (que no ho sóc, que quedi ben clar). Ell se m’ha quedat mirant amb la boca oberta, com si jo fos la cosa més rara de l’univers. Parlarà català, aquesta criatureta? Potser sí, qui sap.

–Hola. Qui ets, tu? –li dic, amb un somriure.

–Em dic Sunny. – Em respon. Té una veu tan estrident, que de poc no em cargolo per terra de riure. Fa molta gràcia veure un “mini homenet” de color negre parlant amb una veu estrident!! (Tot i que és una mica estrany). –Què passa, eh? Que no has vist mai un marcià? –Em diu. Sembla enfadat, però un petit somriure se li escapa davant la meva cara de sorpresa.

–Jo em dic Nerea. I tu ets un marcià? –li pregunto jo.

–Sí... Però què passa, que ningú no se n’ha adonat?

–Adonat de què? Que ets un marcià?

–No! Que fa sis mesos que hem arribat!! – em diu, com si fos el més normal del món.

–Heu arribat? Qui ha arribat? – pregunto, excitadíssima.

–Carai, doncs nosaltres, els extraterrestres!!! És que cal que t’ho expliqui amb els punts i les comes? – em diu. Sembla que s’estigui posant dels nervis.

–Tranquil Sunny! No et posis nerviós i escolta’m. Us esteu amagant de nosaltres, oi?

–Sí. –Diu, més calmat.

–I doncs? Hauries d’estar satisfet, que ningú no us ha vist!!

–Ja... Tens raó. Però és que jo pensava que us n’adonaríeu de seguida.

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–És igual... Però jo tinc moltes ganes que m’ensenyis coses dels extraterrestres!!

–De veritat? Jo t’ho explico!! M’encantaria ensenyar-t’ho tot sobre el nostre món!

–Genial!! Ah, per cert, una pregunta, com és que saps català? –era la pregunta que portava fent-me des de feia una bona estona.

–Sé català perquè si vols venir a la terra has d’anar a l’EIM, que és l’escola d’idiomes de la terra. Jo volia venir a Catalunya i vaig aprendre tots els idiomes igualment.

–Què interessant!! –en Sunny mentrestant, ha tret de no se sap on una mena de pastanaga groga i blava, a la que ha donat una queixalada i s’ha tornat de sobte invisible– Sunny! T’he deixat de veure! On ets?

–Sóc al mateix lloc on era abans, però m’he fet invisible. Nerea!

–Què? –i de sobte ja el veig de nou.

–No, res, he de dir el teu nom perquè em puguis veure. Segueix-me, que t’explicaré quants i qui som els extraterrestres que estem aquí, i perquè som aquí.

El començo a seguir, tot pensant en la llarga conversació que hem tingut, però de sobte ell s’atura davant la persiana d’una botiga i interromp els meus pensaments.

–Mira! –diu, tot senyalant un porquet rosa fosforescent enganxat a la persiana– És de Júpiter.

–El porquet rosa és un extraterrestre... de Júpiter? –vaig dir, molt sorpresa.

Sí. Els de Júpiter, que són uns porquets d’un color rosa fosforescent, són bastant grans. Aquests te’ls trobes enganxats a qualsevol lloc: a la persiana d’una botiga, en una graella elèctrica... Ah! Però mai al terra. La informació els hi entra per les orelles perquè són cecs. Tenen una oïda finíssima, això sí.

–De veritat? Com pot ser que no me n’hagi adonat?

–Vols que t’ensenyi més?

–Sí, si us plau!

–Segueix-me de nou, doncs.

I jo el segueixo, perquè és una història súper interessant, i a més és real. És increïble, els extraterrestres de venus són uns porquets roses!!

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–Mira aquest! –ara en Sunny senyalava el terra, on hi havia una criatura blanca enganxada– Els de Venus s’enganxen al terra i ho observen tot amb els seus ulls vius. Ells no fan fotografies, ni prenen apunts, perquè els seus ulls transmeten la informació directament a la BIDV (Base Interplanetària De Venus). Normalment procuren no posar-se on la gent trepitja sovint, ja que els hi fa mal. D’aquests n’hi ha de moltíssims colors. Ells han començat a venir a la Terra primer, perquè són uns copions. Sí, tots venim a copiar en realitat, i jo, que per cert vinc de Mart, també.

–Així, és per copiar que heu vingut? –pregunto.

–Sí. És que a la Terra teniu un munt de coses boniques i...

–No passa res! Però heu d’anar amb compte. A la Terra hi ha coses molt boniques, però també hi ha guerres i discussions, i això no és bo. Tot això ho hem d’aturar sigui com sigui, perquè fa de la Terra un lloc trist.

–Això, en agraïment a deixar-nos copiar, us ajudarem a solucionar-ho!! –em diu en Sunny.

–Genial!! I ara, et segueixo? Vull saber més coses.

–Es clar, vine!

I començo a saltar tot el camí, perquè no paro de pensar en un món feliç en el que ens podríem convertir si s’aturés tot allò que és trist.

–Sunny, mira, hi ha un polo enganxat en aquella graella elèctrica!!

Quan dic això, un senyor d’uns cinquanta anys que no veu el Sunny perquè és invisible per a ell, em veu enraonar amb “res” i se’m queda mirant dient:

–Com està el jovent, ara fins i tot parlen sols! –i se’n va cap a l’altra vorera.

Jo he rigut bastant quan l’home ha desaparegut a la cantonada: fa molta gràcia que no el vegi ningú a part de mi. En Sunny em va respondre a la pregunta d’abans:

–Tens raó amb el polo... És un extraterrestre de Plutó. Els de Plutó, petits però molt abundants, són una mena de polos (gelats amb molt gel) que tenen unes espurnes que els hi salten sempre, degut a que s’enganxen a les graelles elèctriques. No sé com transmeten la informació, ja que no es mouen quasi mai.

–Ah... Però jo no em paro de preguntar com ets tu, i d’on ets.

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–Pensava que no ho preguntaries mai!! Jo sóc de Mart. Els marcians, és a dir els de Mart, som petits, tenim el cap ovalat i un cervell molt petit, (però som molt intel·ligents, eh?). Ens enganxem als cartells. I sense cridar l’atenció de ningú, comencem a prendre apunts i a fer fotos per després tornar a Mart a exposar la informació que trobem. Es clar que quan la gent mira cap allà no ens movem: no volem que ens descobriu, tot i que jo pensava que ens descobriríeu molt ràpid.

–M’has explicat tantes coses... Eh! Però què és allò? –exclamo.

–El què? –pregunta, sorprès.

–Aquell O.V.N.I!!

–Oh no! És la meva nau! Faig tard a Mart! –sembla que tenen horari, els marcians!

–Oh! Sunny, et tornaré a veure?

–És clar! Però recorda, no diguis a ningú que existim!! –em diu.

–T’ho prometo!!

I de sobte la nau s’ha col·locat just a sobre d’ell i amb un esclat de llum de color carbassa, la nau ha desaparegut, junt amb en Sunny. Jo miro cap a dalt, i l’únic que veig és un paperet, que cau a les meves mans. Diu això:

“Adéu Nerea. M’ha encantat explicar-te coses, i espero que mai no m’oblidis. Jo sempre et recordaré. Firmat: Sunny.”

–No t’oblidaré mai, Sunny!! –em dic, tot pensant que nosaltres els hi diem grafits, però jo soc l’única que sap que són extraterrestres.

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Categoria 3. Modalitat Poesia

Primer Premi, Nora Stone Roig

Darwin

Grades

A+

The highest grade, the best of the best,

To achieve it you must really put your mind to the test.

A

Almost perfect, and still hard to achieve,

With this grade, you’re likely to succeed.

B+

Nearly an A, and still pretty great,

You’ve worked hard, so you can celebrate.

B

This grade is pretty good, your folks will be proud,

Be happy (but there’s no need to be up on a cloud)

C+

You’re real close to a B, you’ll be there soon,

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(But only if you study longer, and listen at school)

C

This grade’s all right, don’t get me wrong,

Nevertheless, you should try harder to get along.

D+

A bit more than a D, but it could still be improved,

And if your grades don’t go up, your parents will be hard to sooth.

D

It should be amended, but at least you’ve passed,

Still you should try not to leave studying for last.

F+

You almost made it, but your grade’s still bad,

So don’t be surprised when your parents get mad.

F

Come on, pull yourself together,

Try opening a book; you’ll do so much better.

But though grades are important,

(and they make you feel smart)

Remember, what really matters is what comes from the heart.

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Categoria 3. Modalitat Narrativa

Primer Premi, Aloma Alenyà Creus

Logos A

Algú em sent?

Hola? Hi ha algú? Espera, sí que hi ha gent, els veig. Van caminant ràpidament pel carrer, només pensen en ells i en les seves preocupacions. Noies solitàries que escolten música i grups de nois que porten gorra i els pantalons als genolls. Avis que van de bracet o amb els seus bastons i, de tant en tant, algun cotxet. I allà al mig hi sóc jo, asseguda en un banc, sense fer res. Penso que si sabessin com sóc, no anirien escoltant música, no només es sentirien cotxes i motos pel carrer.

Algú em sent? Últimament em faig tant aquesta pregunta! Des que sóc diferent ningú no m’escolta: l’altre dia, a taula, vaig demanar la sal, perquè el peix no tenia gust de res i ningú no em va fer cas. Després de cridar amb totes les meves forces vaig haver d’aixecar-me a buscar-la jo mateixa.

La meva adaptació és lenta i complicada. Aquell dia em vaig sentir especialment sola i aïllada de tothom. A mitjanit em vaig despertar i vaig cridar, havia tingut un malson horrible. Ningú no va venir a veure què em passava ni a preguntar-me si volia un got de llet. Ningú no va venir, ningú. Em sentia tan sola.

I si em passava alguna cosa greu... Ningú no em sentirà? Ningú no em farà cas?

A l’escola, ja no puc llegir en veu alta, ni preguntar. I tot el que he après quasi no em serveix per a res. Hauré de canviar de centre, fer nous amics i aprendre una nova llengua. Això últim és el que em fa més por. És com tornar a començar de zero, però d’una altra manera, sense poder dir ni el meu nom. I amb la família? Com ho faré si no em poden sentir? I si els haig de dir que me’n vaig d’excursió? Quan vaig començar a pensar en totes aquestes coses, vaig tenir una idea. Que mentre no aprengui la nova llengua, com puc comunicar-me amb els amics i amb la família?

I si invento un mètode?

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A la tapa d’una llibreta hi vaig escriure: “Et vull dir una cosa”.

Vaig provar l’invent amb la meva mare:

–Hola mare, em sents? –vaig escriure al primer full.

I ella va contestar amb la seva veu dolça:

–Quin invent més enginyós, però no se’t cansarà la mà de tant escriure?

Cada vegada que volia dir una cosa a algú, ensenyava la magnífica portada de la meva llibreta, i així ja no feia falta que em sentissin.

Al final, em vaig cansar de l’invent, com va dir la mare.

Era injust, ells no m’escoltaven i en canvi jo a ells sí que els sentia.

Aquell dia, fent els deures, el gat va miolar a la cuina. Era el nostre preciós gat negre, dient que tenia gana. No sé com però entenia tot el que li deia. Estàvem gairebé connectats pel mateix problema. Jo sabia el que volia, i el gat m’entenia a mi. Era l’únic que veia que podia ajudar-me. Així, vaig comunicar-me amb ell molta estona, veient com només ell m’entenia, i ningú més. Aquest fet em va aïllar de tothom.

Però eren només els gats o també els gossos?

És per això que estic asseguda en un banc, sense fer res. Esperant el senyal d’un gos. Estic molt nerviosa. Seria increïble que algun dels gossos que passegen pel carrer em mirés i em digués alguna cosa. Llavors ja no em sentiria tan sola. Us imagineu la quantitat de gossos que van pel carrer?

Tot va canviar el dia que tornàvem de vacances, amb el cotxe. A la carretera hi havia dos carrils. El carril dret estava ple de cotxes, i al carril esquerre no n’hi havia cap, tret de nosaltres. Anàvem avançant els cotxes quan un de vermell no va mirar pel retrovisor i va canviar de carril. Aquell cotxe va impactar contra el nostre i ens va enviar violentament contra la rampa d’un pàrquing. No sé com, alguna cosa va explotar.

I vet aquí el problema, un tros de material o una espurna em va entrar per la boca i em va afectar greument. Ens van ingressar a tots a l’hospital. El meu pare tenia algunes ferides i rascades, la meva mare s’havia fet un esguinç, el meu germà s’havia trencat el braç, i jo, vaig rebre a tort i a dret. Això va ser el pitjor. Quan vam estar millor i vam tornar a casa, ens vam

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asseure tots al menjador, seriosos, i em van donar la mala notícia. Ara ja ho tinc una mica assimilat, però llavors no m’ho podia creure.

Ningú de la meva família va sentir el meu sospir.

Ara no paro de preguntar-me:

Hauré de ser així per a sempre?

Hauré de ser muda?

Hauré de ser diferent?

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Categoria 3. Modalitat Narrativa

Segon Premi, Pep Alis Nkogo

Logos E

¡Menudo bostezo!

Juan estaba soñando con una pantera que se iba a comer a un pobre niño de una tribu, cuando se despertó del susto empapado de sudor entre las sábanas. Quería tomar el aire, por lo que se levantó de la cama, se dirigió a la ventana, se desperezó y dio un gran bostezo. El bostezo fue tal que se lo contagió a un ciclista de la calle, que perdió el equilibrio y casi se cae. El ciclista se lo pegó a un conductor de autobús, quien debió frenar en seco para no pasarse de parada. El conductor se lo pasó a un pasajero, que se cayó de espaldas. Éste a una anciana, impaciente por ver a los presidentes en la ceremonia. La anciana se lo pasó al presidente de Brasil, que se disculpó después al presidente de Argentina, quién no se disculpó cuando bostezó. Éstos empezaron a discutir sobre modales, sobre respeto, educación, que si uno era mejor que el otro por no ser o no ser nada descuidado, etc. y al final acabaron en los tribunales, para no empezar una guerra. Como el tema de la discusión era muy aburrido y duraba tanto, porque simplemente era un olvido por parte del presidente de Argentina, dio un bostezo, que vio un conductor. El conductor pasó al lado del bus turístico mientras bostezaba, y se lo contagió a un turista, éste a otro turista, y éste a otro, y a otro, y a otro, y a otro, etc. hasta llegar al conductor del bus, que como que estaba cansado de ir de arriba abajo por las calles, dio tal bostezo que se lo transmitió a un camarero de un hostal cercano a la selva, que al entrar se lo contagió al recepcionista, que se lo transmitió al guía que enseñaba a los viajeros a caminar por la selva, el guía se lo inficionó a un explorador que iba en su jeep hacia la selva, el explorador a un componente de una tribu amiga, que se lo pegó a otro componente, y éste a otro, así hasta llegar a su jefe, El Gran Jack, que se lo transmitió a un loro que iba volando, y este loro a un tucán, que al ver al loro marchó, el tucán se lo pasó a un cocodrilo, y el cocodrilo a un oso pardo que lo veía desde la otra orilla del río, éste a un orangután, que se lo pegó a un mono que iba saltando de árbol en árbol, y a éste lo vio una pantera, que bostezó el tiempo justo para que un niño de una tribu pudiera escapar de sus garras para no ser comido. El niño pudo llegar a su poblado sano y salvo, explicando su aventura con la pantera a través de esa inmensa selva amazónica

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Categoria 3. Modalitat Narrativa

Tercer Premi, Ana Bouldin García

Darwin E

El Viaje de Verano

Verano era la casa de verano más feliz del mundo. Claro que solo lo era en verano, porque era cuando la familia Cooper, su familia, venía a visitarla y a vivir en ella toda la estación.

Verano quería muchísimo a la familia Cooper. Había sido su casa desde siempre. Los Cooper habían sido los que le habían dado su nombre, ya que cada año, al llegar, las dos niñas de la familia gritaban:

–¡Verano, allá vamos!

Tener nombre había hecho que Verano se sintiera muy feliz y muy querida, y eso era todo lo que una casa podía desear.

El verano, como todas las cosas buenas, se acabó. Y la familia Cooper se marchó. Verano se sentía muy deprimida. Echaba de menos las conversaciones que mantenían en el comedor, hablando de lo que habían hecho ese día o de lo que harían al día siguiente. Mientras se acurrucaba para protegerse del frío cada vez más fuerte, vio una bandada de golondrinas y así, de repente, tuvo una brillante idea.

–¡Eh! –llamó. Y las golondrinas, oyendo su voz, bajaron a posarse en su tejado.

–¿Querías algo? –preguntó la golondrina que iba a la cabeza del grupo.

–Sí –contestó Verano– ¿Os importaría que fuese con vosotras? Quiero a ir a buscar a mi familia.

–En absoluto –dijo la golondrina– Pero tenemos mucha prisa y no podemos esperar a nadie. La única forma de seguirnos será volando.

Eso no supuso problema alguno para Verano, ya que se sentía tan ligera con el deseo de encontrar a su familia que en seguida se elevó en el aire. Y allí empezó su largo viaje por el cielo.

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Verano y las golondrinas volaban y volaban. Verano disfrutaba volando, ya que le encantaba la sensación de libertad y las cosquillas del viento pasando por sus ventanas y refrescando sus habitaciones.

Volaron por encima de Londres, con el Big Ben y el London Eye. Luego volaron sobre París, con la Torre Eiffel, Notre Dame y el Museo del Louvre.

Siguieron volando hacia el sur. Pasaron por Barcelona y admiraron la Sagrada Familia. Luego se dirigieron a La Mancha y las golondrinas pararon para montarse un rato en las norias de los molinos de viento.

El calor y el polvo se iban haciendo cada vez más intensos. Por fin, una tarde, llegaron a África, donde las golondrinas se quedarían hasta el siguiente verano. Antes de despedirse de ellas, Verano decidió buscar allí también a su familia, ya que al ver a gente de manga corta pensó que a lo mejor los Cooper estaban allí, pues cuando la visitaban en verano vestían atuendos muy parecidos. Eso la animó bastante, pero después de buscar y buscar, no los encontró.

Fue a despedirse de las golondrinas, que tenían noticias para ella.

–¡Verano, Verano! –dijo una golondrina. –Mi primo, el estornino, conoce a un elefante que vive en India y es el animal más sabio del mundo. Seguramente él sabe dónde está tu familia.

Verano se entusiasmó y, dándoles las gracias a las golondrinas, se despidió y emprendió su viaje a India.

Al cabo de unos días de viaje, al fin llegó. Desde el primer momento, quedó maravillada con los vivos colores. No le costó trabajo encontrar al elefante ya que, como habían dicho las golondrinas, era el animal más sabio del mundo y todos lo conocían.

Cuando se encontró delante del elefante, Verano le contó su historia. El elefante la escuchó con mucha atención. Cuando Verano acabó de relatar su historia, se quedó muy quieta esperando la respuesta del elefante.

Por fin, éste habló:

–Bueno, –comenzó– por lo que tú me dices tu familia va a verte cada año, ¿no es así?

Verano asintió.

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–Pues entonces –prosiguió el elefante– lo que yo te propongo es lo siguiente: vuelve al pedazo de campo donde siempre has estado. Confía en que, como siempre han hecho, volverán.

Y con estas palabras se dio media vuelta y se marchó lenta y pesadamente.

Verano consideró sus palabras. Lo cierto era que ya había buscado mucho a su familia sin ningún éxito. Decidió pues seguir el consejo del elefante.

Unas semanas más tarde, Verano aterrizó en su campo de toda la vida y se llevó una grata sorpresa. Cuando se marchó, comenzaba el otoño y ahora acababa la primavera y empezaba el verano. Había estado tan pendiente de su viaje que no se había dado cuenta del paso del tiempo.

Justo entonces, Verano oyó el coche de los Cooper entrando en la curva que llegaba hasta ella. En su corazón, brotó una enorme alegría. ¡Había llegado justo a tiempo gracias al elefante!

A partir de ese momento, cuando Verano se sentía triste y sola en invierno, se imaginaba a las niñas corriendo por sus pasillos y oía sus risas. Eso la ayudaba a mantener su felicidad todo el año.

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Categoria 2. Modalitat

Narrativa

Primer Premi, Bruno Paso Castelló

Àneu I

El caso de la rosa blanca

Capítulo primero: Un obsequio sorpresa

Jueves, 14 de mayo

8:00 A.M

Pffff… Otro día en el trabajo y todo sigue normal. Debería alegrarme ya que soy detective criminalista, pero tengo un no-sé-que en la tripa que no me deja tranquilizarme.

Será el aire de Dinamarca, tan diferente del de mi querida Suecia…

Hace calor. Me quito la americana pero la extraña sensación de sofoco no me abandona.

–¡Detective Steg! Rápido levántese. ¡Hay un caso nuevo!

Me levanto con cierto regocijo. Mi sofoco era una predicción de lo que iba a pasar. Me apresuro a seguir a mi ayudante, el doctor Erik Olsen, a la salida de la comisaría y cogemos mi coche.

–¿A dónde vamos? –pregunto yo.

–A la calle “Ny Kongensgade” número 52, no nos pilla demasiado lejos.

–¿Qué importa lo que tardemos si la víctima ya está bien muerta?

–Min gud!!! –exclama él– ¡No digas esas cosas! Pobre señora.

Callo por educación y me guardo la respuesta que tenía preparada (también tiene que ver con la señora bien döda)

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Será mejor que les cuente cosas sobre mí mientras transcurre este tedioso y monótono viaje en coche por las calles de København (Copenhagen).

Yo nací en Åmål, Suecia, no importa qué año, y me doctoré en criminología en la ciudad de Malmö. Después, al cabo de unos años de ser el comisario jefe de la policía de Štokholm, me trasladaron a Dinamarca. Eso no me supone ningún problema ya que hablo una veintena de lenguas (incluido el danés) así que me quedé definitivamente en København y adquirí la eget initiativ de ser detective. Espero que al lector no le importe que comente algunas palabras en mi lengua natal pero es que todavía no tengo demasiada soltura al hablar el español así que pondré algunas palabras tal y como las pienso y oigo, quizás también en otras lenguas como el danés.

Llegamos a la casa de la döda. Ya hay agentes ahí y nos conducen a la habitación donde la muerta yace en el suelo. Tiene los ojos abiertos y en su mano derecha tiene un bombón. Tiene los labios entreabiertos. Sobre la mesa del comedor, en frente de la mujer, hay una caja de bombones y galletas danesas abierta. Me acerco y miro el interior de la caja. Todas las galletas y los bombones están todavía en la caja, salvo dos, uno de los cuales sigue en la mano de la döda.

–¿Qué piensas de esto? –me pregunta Erik.

–Envenenamiento, sin duda. Faltan dos bombones en la caja. Uno de ellos lo tiene la mujer en lo mano. Del otro no se sabe nada por lo que se lo debe de haber comido la pobre utilfreds. La mujer está en frente de la mesa lo que demuestra que es un veneno potente, no ha podido reaccionar y la muerte ha sido instantánea. Elemental, querido Olsen.

–Ya sé que eso es obvio pero mira. –Señaló una rosa blanca junto a una tarjeta cerrada y sin apariencia de haber sido abierta aldrig.

–Interesante…

–Hr. Steg, hay una mujer que quiere hablar con usted –me avisó un policía que conocía solo de vista.

Salgo para decirle a la mujer que me deje en fredd porque estoy ocupado.

–Monsieur Steg, je suis sûre que vous avez un peu de temps pour moi. Je m’appelle Thérèse Dupond et je peux vous donner de l’information de l’assassin et de ce que peut se passer si vous ne m’attendez pas.

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–Madame Dupond, je dois vous dire que pour ce que vous m’avez dit je peux vous interroger à la prison –le digo con cierto resentimiento. No me gusta la gente que se cree que puede mangonearme con información que yo conseguiré en cuestión de tiempo–. Je ne veux pas votre information merci. Mais si vous savez quelque chose d’important, je vous recommande d’aller au commissariat.

La Sra. Dupond sonríe y se da la vuelta para irse. Por primera vez en nuestra conversación me fijo en su ropa. Lleva un vestido de manga larga pero que se acaba pronto en las piernas. En los hombros lleva un complemento de piel de visón auténtico. Sus zapatos de Ferragamo tienen un tacón de 12’43 cm aproximadamente. Parece rica.

–¿Qué quería? –me preguntó el Dr. Olsen.

–Ofrecerme información inútil por el momento. ¿Ya saben los científicos que tenían los bombones?

–Sí, un cóctel forfærdelig. Mezcla de cianuro, arsénico y belladona. Las galletas danesas, nada.

–¿Y la rosa blanca? –pregunté pensativo mientras miraba al infinito.

–Nada particular, pero hay unas inscripciones en el reverso de los pétalos y no las consiguen traducir.

Entro de nuevo en la casa, me pongo los guantes de látex reglamentarios y cojo la rosa blanca. Desafortunadamente, reconozco la lengua. Está en hebreo. Pone אותם ישלם הילד ,חוטא האבא, que en español significa: Los pecados del padre, los pagará el hijo.

–Los pecados del padre, los pagará el hijo. ¿Qué sabemos de la víctima?

–Se llama Lillian Hoffman. Judía. Su madre fue una muy importante locutora de radio.

–¿Cómo habéis llegado a tanto en tan poco tiempo?

–Esto es la policía detective.

Pongo los ojos en blanco por la falta de profesionalidad de mi compañero.

–Qué coincidencia que la inscripción de la flor esté en la lengua de la religión de la víctima.

–Quizás no sea una coincidencia. Pero igualmente, no ha sido suicidio.

–¿Por qué no?

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–Todos los bombones están envenenados, no solo el que se ha comido. Elemental, querido…

–¿Hace realmente falta que imite a Sherlock Holmes, detective?

Río por primera vez en todo el día.

4:34 P.M.

El teléfono suena. Abro vagamente un ojo y cojo el aparato con evidente descontento.

–¿Diiiga?

–Buenas detective –la voz está claramente distorsionada.

Miro el aparato. Marca número privado. Sea quien sea, no quiere ser reconocido. Hago una seña al informático que tengo al lado para que rastree la llamada.

–¿Con quién tengo el placer de hablar?

–Eso no importa, cada cosa a su tiempo.

El informático me mira desamparado. No consigue rastrear la llamada.

–Entonces, Hr. Mysteriet, ¿para qué me llama?

–Para saber el nombre de quien me sigue la pista, y oír su voz antes de que perezca en medio de mi plan –se nota que se aguanta la risa.

–Deduzco entonces que es usted el asesino de Lillian Hoffman. Pues permítame decirle que le encontraré, y le haré pagar lo que le hizo a Ms. Hoffman.

–Me ha caído usted bien. ¿Sabe a qué hora recibió la noticia de la muerte de la… ejem… inocente víctima?

–A las 8:04.

–¿Ha conocido usted a una tal Thérèse Dupond?

–Es usted el que debería ser interrogado según la ley, no yo.

–Mañana no se extrañe si vuelve a recibir otro aviso sobre la misma hora.

El teléfono se corta. Me quedo pensativo. Le pido al informático que coja la grabación de la llamada y que siga intentando rastrearla. Me voy a casa. Noto como una stormvind en mi barriga que no me deja pegar ojo en toda la noche.

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Capítulo segundo: un sabotaje fluido

Viernes, 15 de mayo

8:00 A.M.

Camino intranquilo por mi despacho. Si Hr. Mysteriet hablaba en serio, no tardaría en llegarme la noticia de un nuevo asesinato. Salgo a tomar el aire. Inmediatamente después de salir a la calle, veo un coche correr disparado hacia mí. El conductor grita como un poseso. El coche me habría arrollado de no ser por la välsignade ayuda de mi ayudante. El Dr. Olsen se tira sobre mí y el coche se empotra contra el muro.

–Af hår –suspiró el doctor, esa expresión en español sería algo así como “por los pelos”.

Miro el reloj. Las 8:04 justas. La precisión me horroriza. Me levanto y me acerco al coche. La parte de delante está destrozada. Llamo a dos agentes para que abran la puerta. Al hacerlo, el cuerpo del pobre conductor cae al suelo, evidentemente muerto.

La parte trasera del coche no ha sufrido apenas daños. La puerta se abre prácticamente sola. En su interior hay una flor blanca en perfecto estado. La cojo sin ponerme los guantes de látex. Me pincho el pulgar con una de las espinas y mientras me chupo la herida miro el reverso de los pétalos. Esta vez el escrito está en alemán. Pone: Wenn der böse vererbt wird nicht nur der Vater, dieser überträgt sich auf andere, que quiere decir: si la maldad es heredada no solo del padre, esta se contagia a otras personas. No entiendo la frase. El Dr. Olsen, que conoce el alemán tan bien como yo, lee la frase en danés y en voz alta. Al volver a oírla noto algo raro dentro de mí. Ahora que lo pienso, mi sangre tiene un sabor raro… me desmayo y mi visión se reduce a nada.

4:34 P.M.

Me despierto en la camilla de un hospital. Me siento débil, pero consigo incorporarme. Delante de mí veo a Mme. Dupond. Sonríe. Alargo la mano para darle al botón que llamará a la enfermera pero ella se saca un revolver del bolso y me apunta directamente con él.

–Si j’étais vous, je ne ferai pas ça –me amenaza, ahora seria.

–Qu’est-ce que vous voulez, Thérèse?

–Savoir si vous avez changé votre opinion Steg.

–Qui est le mort?

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–Un descendant des copains d’Hitler. Un nazi.

–C’est pour ça que vous l’avez tué?

–Je ne l’ai pas tué Steg. Je suis dans ce cas pour vous aider.

–Et donc, qui est l’assassin?

–La seule chose que je peux vous dire maintenant c’est que la prochaine victime est Matthew McConagen. Rue Ingerslevsgade, 40.

–Thérèse…!

–Au revoir.

Mme. Dupond sale de la habitación, no sin antes guardarse el revolver en el bolso.

Me quedo pensativo. La Sra. Dupond es la principal sospechosa de los dos asesinatos. Según ella, el asesino es otro pero no sé si creerla. El que no me haya hablado en ningún momento en sueco juega a su favor ya que el asesino que me llamó lo hablaba perfectamente.

El Dr. Olsen entra en la habitación.

–¿Qué quería esta vez?

–Me ha dicho que mañana habrá otra víctima.

–¿Te ha dado sus datos?

–Matthew McConagen. Calle Ingerslevsgade, 40.

–Escocés por lo que veo.

–Sus dotes de deducción me sorprenden –le suelto, cínico.

–Mire como me río –me responde con una mueca.

Río por primera vez en todo el día.

Capítulo tercero: combustión en la mansión

Sábado, 16 de mayo

8:00 A.M.

Estoy en mi despacho. Entra Erik.

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–Buenas detective. De la que se salvó ayer. Había arsénico en las espinas de la rosa. Si no hubiese un hospital aquí al lado, habría muerto.

–¿Qué sabemos del muerto?

–Se llamaba Adolff Landrut. Neonazi, pero pacífico, no le gustaban los negros, pero sabía auto controlarse.

–Si no cogemos pronto al asesino, esto sí que será una merienda…

Erik me mira.

–Entiendo que esté estresado, pero no creo que sea la hora de hacer chistes racistas. Sin ir más lejos, nuestro protegido, el Sr. McConagen, es de piel negra por parte de madre.

–Si ese mal nacido no hubiese comenzado a asesinar, nuestro amigo podría estar merendando.

–¿Quiere dejar lo de la merienda?

–Entonces, ¿cómo espera que me desahogue? ¡Ya sé, hablaré de su tacañería!

–¡Si ni siquiera lo conoce!

–Pero es escocés. –Digo simplemente.

–Dejando atrás sus estereotipos (erróneos por cierto), le hablaré de la muerte del señor Landrut. Recomponer el coche ha sido una faena ya que el motor ha quedado hecho una skit.

Esta vez prefiero mencionar esa palabra en sueco por lo coloquial del mensaje.

–Al final, ha resultado que le han quitado el líquido de frenos. Por eso gritaba.

Miro mi reloj. Las 8:03. El intento de asesinato debe de estar a punto de suceder.

–Qué bien que la casa de la próxima víctima esté en la calle de al lado.

Miro mi reloj. Las 8:03 y 40 segundos. Quedan veinte segundos.

–Me gustaría tenerlo aquí en comisaría pero supongo que la idea de que dos agentes le escolten tampoco es moco de pavo –continúa parloteando el Dr. Olsen sin que yo le preste verdadera atención.

Miro mi reloj. Las 8:03 y 57 segundos, 8:03 y 58 segundos, 8:03 y 59 segundos, 8:04. Vivo este corto espacio de tiempo como si fuese un milenio en sí mismo. Se oye una explosión. Después

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empiezan los gritos. Salgo de la comisaría disparado. Corro como alma que lleva el diablo. Llego al número 40 de la calle Ingerslevsgade. La imponente mansión de mi protegido está irreconocible. Las luces de las farolas (pues todavía está oscuro) iluminan unas ruinas de las que se puede ver salir un brazo completamente carbonizado. Una mujer de mediana edad vomita al ver los restos del infeliz, ya sea la víctima predicha o uno de los agentes. Por el rabillo del ojo veo a Thérèse Dupond salir de la escena y camuflarse entre la multitud. Hay una cosa que me sorprende. Hay un hombre viejo que sonríe con incredulidad mientras mira las ruinas con regocijo.

–Agente Especial Redfield –llamo en un susurro.

El agente se me acerca.

–Por favor, ve y lleva a ese anciano de ahí a comisaría. Creo que podría ayudar en la investigación.

–Sí detective Steg.

Me acerco a la casa. Huelo a gas. La parte de atrás de la mansión no está demasiado dañada así que me acerco dando un rodeo y lo que veo no me sorprende del todo. Hay una tubería de gas abierta y en el suelo, cerca de ella, una rosa blanca. Me pongo guantes y lo cojo. Esta vez está escrito en inglés. Pone: if to the act of the father you add a cardinal sin, you get a cocktail Molotov.

La lógica es explosiva (es una broma para calmarme). Al hablar de un cóctel Molotov, no había una manera mejor de acabar con Matthew que dinamitarle la casa.

4:34 P.M.

Erik entra en mi despacho. Se sienta en una silla delante de mi mesa. Ni siquiera levanto la cabeza para mirarle.

–Esos policías no deberían haber muerto. Matthew debería haberse quedado en la comisaría –levanto lo ojos mientras hablo–, pienso acabar con esto. Que traigan al anciano.

–Por cierto, nuestros hombres han encontrado a Mme. Dupond mientras intentaba escapar por la frontera en un barco hacia noruega.

–Que me los traigan a ambos.

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Me quedo en mi silla, imperturbable. Pienso en esos dos sospechosos. Cualquiera de los dos podría ser el asesino. Quizás ambos, quizás ninguno. Una cosa estaba clara, los dos tenían algo que ver. Llegan, esposados y con cara de pocos amigos. Se sientan en sillas delante de mí. Digo a los policías que abandonen la estancia pero hago una seña imperceptible a Olsen para que se quede en la estancia y grabe la conversación. Al estar de espaldas a él, los interrogados permanecen ajenos a su presencia.

El anciano mantiene la cabeza baja, con una sonrisa pintada en la cara. Mme. Dupond mira al frente, sin ninguna emoción en la mirada. Pienso: Esto va a durar mucho.

Capítulo cuarto: Doble ajuste, el ángel eléctrico

Domingo, 17 de mayo

8:00 A.M.

Se me cierran los ojos. Los tengo vidriosos de todo el tiempo que he estado despierto, toda la noche, y los sospechosos no han hecho ningún movimiento en toda su estancia. El Dr. Olsen se había sentado en el suelo. Intenta no bostezar para no delatar su presencia. Me canso de esperar.

–Dentro de cuatro minutos morirá otra persona en el caso de que ustedes no sean los asesinos. Si no muere ninguna persona en todo el día les declararé culpables a ambos por el asesinato de 5 personas: Lillian Hoffman, Adolff Landrut, Matthew McMaconagen y dos agentes de la justicia. Se pasarán el resto de sus días pudriéndose en prisión. Además, Thérèse, usted me apuntó con un revólver. Ustedes mismos… pero yo hablaría.

Ninguno de ellos da señales de vida.

–3 minutos –digo, saboreando esas palabras como si fuesen un manjar–. Por cierto, Thérèse, no me “trago” que no hable otra lengua que no sea francés así que quiero oírle hablar en danés. Y en cuanto a usted, no crea que me vaya a engañar por ser mayor.

Thérèse es la primera en hablar.

–Está comitiendó un “gjavé” “ejoj” –dice con un acentuado acento francés–, yo no soy la asesiná.

–Yo tampoco –habla por primera vez el anciano–, me llamo Karl Morgenstern y sonreía porque Matthew McConagen es el hijo de una de las personas del jurado popular que me encarceló durante 10 años. Solo eso.

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Miro la hora. Las 8:03.

–Thérèse, según usted, ¿quién es la próxima víctima?

– “Majiá” “Tejesá” “Pajajes”, descendenciá españolá. Casadá con dos hijós. Callé Frederiksborgvej, numejó 38.

Miro la hora. Las 8:04.

–Erik, manda agentes a la calle que ha dicho la señorita para ver qué tal se encuentra la Sra. Pajares.

Los interrogados se giran sorprendidos.

–Voy detective Steg.

–¿Comó se llamá de nombjé, detectivé? –me pregunta Thérèse.

–Si cree que le voy a decir mi nombre, es que está usted peor de lo que pensaba.

–¿Puedo irme, detective? –pregunta Karl.

–No.

El Sr. Morgenstern refunfuña algo ininteligible.

Y así nos estamos más de dos horas, hasta que llega el Dr. Olsen. Tiene los ojos rojos.

–Detective Steg, la Sra. Pajares ha muerto. Cuando llagamos a la casa, la mujer seguía gritando. El asesino entró en la casa mientras la familia veía la televisión y ella estaba en la bañera. Le tiró el secador encima. Los niños…

–¿Tenéis al asesino?

–No…

–Skit!

–Eso no es lo único. Aparte de la flor que había en el cuarto de baño, a la vuelta vimos a un hombre caer de una azotea. También llevaba una flor encima.

–SKIT! SKIT! SKIT!!!

–No me digá que el hombjé no llevabá identificación y que no ha habidó “manejá” de “jeconocejló” –suelta la francesa de marras.

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–Sí.

–Se llamá “Majcó” Caponé. De una familiá de la mafiá de l’Italie.

–¿Quiere leer lo que pone en las flores, detective?

–No. Creo que estoy llegando al fondo del asunto.

–Pfff…

–¿Qué pasa? –pregunta el Sr. Morgenstern.

–Cuando dice eso se pone como Sherlock Holmes.

–Hay un patrón en los asesinatos. Los primeros fueros pasando día tras día. En el segundo, el asesino intentó que la muerte de Adolff me llevara a mí también. Al no morir yo, decidió organizar el asesinato siguiente, el del Sr. McConagen, a lo grande, para llamar mi atención.

–Hay algo que no me cuadra. ¿Cómo puede ser que la casa explotara simplemente habiendo abierto el gas? –pregunta Erik.

–Elemental, al estar oscuro, cortó la corriente para que al llegar Matthew este encendiese una cerilla y…¡¡¡BOUM!!! Después, al ver que os cogía a los dos para interrogaros le cogió miedo y quiso avanzar su plan. Por eso mató a dos de sus víctimas en un solo día es más en una sola mañana. En la agitación que tenía, cualquiera podría pensar que habría dejado huellas en el cuerpo pero es demasiado listo para hacer esto. Por lo tanto, y como tributo a la novela de Sir Arthur Conan Doyle, “five orange pips”, en el cuerpo del muerto que cayó de una azotea no hay ninguna marca de empujones. ¿Me equivoco?

El Dr. Olsen niega con la cabeza.

–Pero esa agitación no tiene nada que ver con Mme. Dupond ya que esta ha estado más veces conmigo. Tiene que ver con usted. Dice que se llama Karl Morgenstern. ¿Tiene usted un hijo por casualidad?

–Tenía. Se llamaba Severus. Estuve 10 años en la cárcel por tráfico de armas y drogas. Me rehabilité para poder volver a verlos a él y a mi esposa. Cuando salí me enteré de que mi esposa había muerto por un infarto y que mi hijo había desaparecido.

Justo en ese momento el teléfono suena. Lo cojo. Es el asesino.

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–Detective Steg. Solo quería decirle que mañana no voy a asesinar a nadie ya que supongo que esa deuda ha quedado saldada hoy. Que pases un buen día de tregua.

El teléfono se corta. Miro mi reloj. Las 4:34 P.M.

Capítulo quinto: ajuste múltiple

Martes, 19 de mayo

9:00 A.M.

Hoy he dormido muy bien, llego al despacho a las 9 y me encuentro el diario de la mañana encima de mi mesa. Leo: Muerte misteriosa a manos del ya conocido asesino de las rosas blancas. Hay una imagen de un hombre en su piscina. Está flotando boca abajo. En la cara siguiente, la de otro hombre atropellado. Los dos tienen rosas blancas. Hago que traigan a Mme. Dupond y a Karl Morguernstern. Los dos están alicaídos.

–Los “muejtós” son… –empieza Thérèse.

–¿Qué importa eso? –la interrumpe Karl.

–El Sr. Morgenstern tiene razón –rebato yo –. Ahora el asesino me llamará y acabaremos con el asunto.

–No si sigó vivá.

–¿Por qué?

–Soy la octava víctima.

Ha perdido su acento francés.

–Tenías razón, detective, hay un patrón entre los muertos. El noveno y la décima ya deben de estar enterados de lo que les espera.

–¡Thérèse, ¿de qué diablos hablas?

–De que…

En ese momento Erik entra en el despacho y grita:

–Detective, ¡hay una serpiente letal en la comisaría!

Entonces, una serpiente sale de la nada y muerde a Thérèse en el brazo. Karl es el más rápido en reaccionar y coge a la serpiente para después tirarla al armario que cierra con llave. La

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serpiente hace sonidos amenazantes pero no consigue salir del armario. Thérèse cae al suelo. La cojo y ella me agarra con fuerza el brazo y me susurra: El noveno no tiene esperanzas de… sobrevivir… pero la décima puede ser… salvada todavía… el asesino… es el… hijo… de…

El cuerpo de Thérèse Dupond se convulsiona una vez y después se queda quieto. Mme. Dupond ha muerto.

4:34 P.M.

Estoy en mi despacho pensando en el patrón posible cuando me llega la noticia de la novena víctima. Se ha encontrado al hombre muerto en un bosque. Le habían disparado con una escopeta mientras estaba de caza. Por eso no se había enterado de lo de los asesinatos. Entonces, entra corriendo en el despacho una chica de unos 16 años con lágrimas en los ojos gritando.

–¡Por favor detective ayúdeme! ¡Me quiere matar!

–¿Quién te quiere matar?

El teléfono suena. La chica se estremece de pánico y solloza, arrodillada en un rincón de la habitación. Cojo el teléfono.

–Hola Hr. Mysteriet –saludo con voz fría, distante.

–Me estoy cansando Steg. Al principio era divertido hasta que te metiste en el asunto del todo. Entrégueme a la chica y no mataré a nadie más. Se lo prometo.

–Sé que es tu última víctima.

–Así que la desgraciada de Thérèse no era tan tonta como su madre… ¡Qué divertido!

Me quedé quieto. Era la primera vez que escuchaba hablar de la madre de Mme. Dupond. Si continuamos así quizás consigo que me diga la verdad.

–Lo de la novena víctima ha sido bastante rudo, ¿no crees Hr. Mysteriet?

–La manera de matarlo ha reflejado la conducta de su padre –responde simplemente.

Ahora sí que lo tengo todo claro.

–¿Por cierto, podrías darme una buena razón para que te entregue a la última víctima Hr. Mysteriet? O debería decir… Severus.

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Al otro lado de la línea se hace el silencio. Al momento después, se oye un disparo y como el cuerpo de Severus Morgenstern cae al suelo, muerto. Todo ha acabado.

Capítulo sexto: Todo ha terminado

4:34 P.M.

Estoy en el juzgado para aclarar el caso de la rosa blanca.

–Su Señoría, el caso, si se mira con atención, es bastante lógico. Hace más de veinte años, el señor Karl Morgenstern fue juzgado por traficar con drogas y armas. El jurado declaró por unanimidad que Karl era culpable. Le cayeron 10 años de cárcel. Al salir de prisión, hace algo más de 10 años, el Sr. Morgenstern se encontró con que su mujer había muerto de un infarto y con que su hijo, Severus, había desaparecido sin dejar rastro. Durante todos estos años, Severus estuvo planeando desde la sombra la venganza de su padre. Culpaba al jurado popular de haber metido en la cárcel a su padre y de haber acabado con la vida de su madre. Pero resultó que algunos de ellos habían muerto y que otro, el capo de la mafia italiana, había vuelto a su país. Le quedaba, pero, otra alternativa. Los hijos del jurado. Por casualidad, el hijo del capo de la mafia había venido a vivir a København así que eso le facilitaba las cosas. Su modo de asesinar era, además de matarlos, dejar rosas blancas, que simbolizaban a su padre ya que este era el modo que tenía de transportar la droga: la camuflaba como si fuese polen y él un florista. Cuando cogí a su padre para interrogarle, se puso nervioso y mató a dos hijos de jurado en un solo día. Después dejó un día de tregua para que me relajara, y así al día siguiente, acabar con todos los que quedaban. Su plan hubiese sido perfecto de no ser por la manía que le entró de llamarme. Pretendía reírse de mí, pero al final habló demasiado y eso me ayudó a atar cabos. Al saber que yo sabía su secreto, decidió suicidarse para que no le atrapáramos vivo. Han encontrado su cadáver en una nave industrial abandonada. Creo que se puede dejar el caso por resuelto. Los cuerpos de las 11 víctimas, ya que los agentes fallecidos están incluidos serán enterrados mañana.

Me doy la vuelta y salgo de la estancia, con las miradas de los letrados en mi espalda. No puedo evitar una sonrisa. El no-sé-que de mi tripa la mañana del día 14 había tenido razón.

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Categoria 2. Modalitat Narrativa

Accèsit, Eduardo Ariño Ruiz

Excelsior I

Un nen, un somni, una perdició

Aquesta és la història d’un noi que volia ser noi. Igual que els arbres eren arbres i les estrelles eren estrelles.

En Felip era un noi tranquil però poc sociable. Tenia tretze anys i per a la seva edat era molt baix i a més prim. Era un noi una mica problemàtic. La veritat, dir problemàtic, era quedar-se curt. Això sí, tenia una gran virtut: era increïblement intel·ligent. Aquest nen de tretze anys d’edat era tan llest que fins i tot feia classes particulars als nois més grans que ell. El problema de tot plegat, és que s’ho tenia ben cregut. Potser era llest, però era molt arrogant i feia enfadar a tothom que l’envoltava.

Però el problema no era només que era arrogant, aquest n’era el més petit. Sinó que era odiat, rebutjat i fastiguejat per tothom. En realitat s’ho havia guanyat. El Felip es reia de tot i tothom per ser menys intel·ligents que ell i a més feia males passades als altres. En el fons de tot plegat en Felip ho feia per cridar l’atenció, la gent l’odiava per ser com era, i ell ho sabia.

El Felip feia tot el possible per canviar la seva manera de ser i aconseguir un amic amb el qual fer coses de nens, però malgrat tot no aconseguia deixar de ser antipàtic. Des que era petit que era així perquè ningú li va dir res respecte al seu caràcter i mai feia coses de nens perquè ningú li va dir que les fes.

Va acabar el curs, segon de l’ESO, i un any més va anar-se cap a casa seva amb el pensament, com cada estiu, de com podria superar tres mesos de patiment i soledat però amb l’esperança de ser un nen, un nen amb un amic.

El Felip no sabia que li depararien aquestes vacances però seria una gran sorpresa.

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Van passar les setmanes, i el Felip buscava una distracció. Va ser en aquell precís moment en el que estava pensant sobre la seva desgràcia quan va sonar el timbre de l’apartament. Resulta que els nous veïns del 3r 2a havien vingut a saludar, però no eren uns veïns qualsevol, sinó que era un noi de la seva mateixa edat i la seva mare. En Felip que estava veient la televisió va aixecar-se d’un bot i va anar a la porta. Es va quedar mirant el nen durant una dotzena de segons i li va preguntar el seu nom. Es deia Ferran, com el seu tiet, però això no importava. Ni tampoc la senyora que hi havia al costat, encara que fos la seva mare. No va tardar ni dotze segons més per convidar-lo a jugar, convidar-lo per complir el seu somni de ser un nen. En Felip es va proposar no ésser tan antipàtic i ser amigable.

Ja havia arribat l’agost. El Felip ho sabia per la calor que tant odiava, i també per el gran calendari que hi havia a la cuina. Havien passat tres setmanes des que el Ferran havia arribat a la seva porta. En Felip, per treure un tema de conversa va preguntar al Ferran a quina escola anava i ell, primer amb un lleu somriure com sempre feia, com una espècie de ritual, va explicar-li que s’havia mudat des de Terrassa a Barcelona i que ara aniria a la mateixa escola que ell. En Ferran va començar a explicar coses de quan vivia a Terrassa, però el Felip ja no l’escoltava després de sentir que el nen que l’havia convertit en la persona més feliç del món aniria a la mateixa escola que ell.

En Felip ja no pensava en la seva vida a l’escola, en realitat se n’havia oblidat. Però el que ell no sabia era que dintre de poc tot canviaria.

Va arribar el setembre, i amb ell, el començament de l’escola, però en Felip tenia un amic i ja no li feia por l’escola i gràcies a ell el Ferran tampoc tenia por de començar en una nova escola.

No van trigar ni les dues primeres hores del dia, que els companys del Felip ja es van fer amics del Ferran i tampoc van trigar ni les dues primeres hores del dia que els companys del Felip van dir al nou amic que no s’apropés al somiatruites que hi havia a la punta de la classe perquè era un antipàtic i que si s’apropava a ell que fos per fer-li una mala passada. En Ferran, en aquell moment, va veure la fragilitat que hi havia als ulls del Felip i pocs segons més tard va adonar-se que si s’anava amb l’amic que li havia donat confiança per començar de zero en una nova escola, acabaria alguna tarda amb un ull morat i que li farien moltes juguesques.

Al acabar el dia en Ferran va explicar-li a en Felip que no podien ser amics i va continuar explicant-li les raons, però una vegada més, ell ja havia deixat d’escoltar imaginant-se com tornaria a ser apartat. El somni que tant havia perseguit i que creia haver aconseguit es va

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esfumar en uns segons. El somni que en Felip tenia de ser nen va desaparèixer per sempre perquè l’última esperança, l’últim tren de l’estació se n’havia anat.

I era per tot això que el Felip no era un nen, i per això va deixar de ser nen amb una corda, un ganxo i una cadira. Igual que els arbres deixen de ser arbres i les estrelles deixen de ser estrelles.

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Categoria 2. Modalitat Narrativa

Accèsit, Rita Costa Cots

Àneu I

Carta de Fadela

Hola nen o nena, home o dona, petits i grans, de fet;

Abans que continueu llegint vull que sapigueu que aquesta carta és especial. És la meva carta, una carta que no va dirigida a ningú, però que m’agradaria que la llegís tothom. Que la gent sabés que no tot és perfecte sempre, que a vegades la sort t’abandona.

Si tens aquesta carta a les teves mans, no has de pensar que és una broma, ni un joc, només sóc jo, intentant que la resta del món ens ajudi, no només a mi, sinó a tots aquells que des de ben petits hem hagut de viure sota una guerra, aquells que cada dia lluitem per la nostra vida i que no hem tingut mai una infància feliç, on no hi hagués ni fam, ni pobresa, ni bales..., una infància que tenim sobrevalorada, que només podem rebre en somnis.

“Ara pensaràs: Quina mirada més negativa que tens...”

Em dic Fadela i tinc deu anys. Visc en un país on des de fa molts anys, aquells qui hi vivim, només hem conegut la ràbia i la por. La ràbia per la mort d’aquells a qui coneixíem, apreciàvem o estimàvem i la por a pensar que cada dia podia ser l’últim.

Com et pots haver imaginat, el meu país està en guerra permanent, podríem dir. Fa molts anys que lluitem i encara no hem aconseguit res. Som molt pobres. El país cada dia s’ensorra una mica més, per la guerra i perquè la gent comença a estar cansada de seguir lluitant i a poc a poc ens abandona.

La veritat, jo no sé què passa al meu país. Els grans sempre en parlen però jo no entenc res del que diuen, la política sempre m’ha semblat per a persones adultes... Jo tinc una opinió, però es veu que aquesta no compta i malgrat tot el que està passant ningú vol sentir-la. La mare segur que m’hauria escoltat però ja fa dos anys que no hi és, el pare diu que va pujar al paradís perquè estava cansada de tant soroll, però no m’ho acabo de creure.

“Potser penses: com pots explicar-ho amb tanta naturalitat?”

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Fàcil: perquè ja no ho aguanto més. Per què la gent no crida? Per què la gent no es manifesta? Per què ningú no ens ve a ajudar? Jo crec que fa tants anys que estem sotmesos sota aquesta batalla que ja ni ens en adonem, que perdem o guanyem! Penso que l’única cosa que ens impulsa a fer el que fem és la diferència. Ells no són iguals a nosaltres... la veritat és que mai entendré per què. Tampoc jo sóc igual que tu, probablement, i no tinc ganes de discutir... o matar-te. Què ens impulsa?:

La religió? Les creences? Les idees? La política? Els diners?

Què ens hem fet els uns als altres per acabar així? O més ben dit: Què hem fet tots aquells que hem nascut en mig d’una guerra, obligats a lluitar per sobreviure? A témer allò que ve de l’altre costat? I què he fet jo per viure el que he viscut i el que viuré? No he fet res, però sóc presa d’aquesta guerra i hi estaré lligada fins que s’acabi.

Espero que hagis entès el meu missatge; que no tothom té una vida igual i que hi ha gent que somia per tenir sempre el que no té... t’agradaria estar al meu lloc? El que volia transmetre’t no era el que significava aquesta guerra, ni les conseqüències, sinó el que l’ha creat: “la diferència”.

No vull que ningú pensi que ser diferent és ser pitjor o millor... La veritat és que ara que hi penso ser diferent no és res més que això: ser tu mateix, ser diferent.

Fadela

15 d’abril de 1990

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Categoria 2. Modalitat Narrativa

Accèsit, Carmen Badenes Capella

Excelsior I

Sueños y realidades

¿Nunca habéis pensado por qué siempre deseamos con mayor fuerza aquello que menos parece posible conseguir?

Hace un tiempo viví muy de cerca la historia de Daniel. Era un atleta. Corría maratones, corría también distancias cortas en las que hacía falta velocidad. Corría, corría. Cuando lo observaba, yo pensaba que era la persona más feliz del mundo, ya que cada día podía hacer lo que le apasionaba. De hecho, más que poder “debía” hacer eso: su trabajo consistía en ello. Ni más ni menos, correr. ¿Quién puede dedicar todo su tiempo a aquello que más le gusta?

Como todos los deportistas profesionales, Daniel tenía un entrenador, Carlos, y en este caso no sólo estaban unidos en el deporte, sino que también les unía la sangre: eran hermanos. Se conocían el uno al otro mejor que nadie. Y, sobre todo, Carlos sabía cómo conseguir que Daniel siguiera siempre adelante, pasase lo que pasase, siempre adelante. Gracias a su propio esfuerzo y a esa gigantesca fuerza que su hermano le trasladaba, Daniel había llegado ya a conseguir el segundo puesto en el ranking mundial.

Ahí su escalada pareció pararse. Siempre estaba a punto de superar a F., el número uno, pero al final nunca lo lograba por cualquier pequeña anécdota o tonta razón. Entrenaba y entrenaba, con la esperanza de que la próxima vez sí podría con su rival. Y acababa de nuevo siendo el segundón, pero eso sí cada vez más cansado y con más dolor en sus rodillas sobrecargadas … Cuando hablábamos, me decía que no sabía si de verdad todo el sufrimiento le salía a cuenta, si no le valdría más buscar un trabajo corriente que no le provocara tanto

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dolor y posibles problemas de salud. Lo decía, pero yo no me lo creía, y creo que él tampoco: siempre tenía esa esperanza de que finalmente sería el primero. Ya no corría porque le hacía feliz. Sólo corría para ganar a aquel rival que en apariencia sin despeinarse acababa siempre pudiendo con él.

En uno de estos intentos, cuando ya llevaba media carrera tuvo que parar. Le dolían las rodillas más que nunca y, simplemente, supo que no podía continuar. Me dijo que lo iba a dejar todo y empezar una nueva vida: sin periodistas que le preguntaran por qué no podía con F, sin dolores de rodillas, sin horarios infinitos y largos viajes. Yo sabía que no lo pensaba en serio: ni siquiera estaba triste, sólo furioso. Frustrado y furioso.

Carlos optó por no decirle que no debía dejarlo: su estrategia fue mucho más sutil. Le hizo ver que aún no había ganado a F, pero sí a muchísimas otras personas. Le hizo ver que otras vidas eran posibles, pero no necesariamente más fáciles. Le hizo ver que en cualquier otra cosa también costaba ganar. Todo eso estaba muy bien, yo lo compartía. Pero también le dijo que cuando ganara, sólo entonces, sería la persona más feliz del mundo. Los quería mucho, a los dos, pero en esto sabía que Carlos no tenía razón.

Daniel era fuerte físicamente, pero fácil de convencer. Le creyó. Sintió muchas más ganas que nunca de conseguir el primer puesto. Ya no disfrutaba corriendo, sin más. Ganar a todos: ésa era su aspiración, y la condición necesaria e insustituible para alcanzar la felicidad… Se levantaba al alba, tomaba el alimento necesario para tener fuerzas durante el día e iba a entrenar con Carlos. ¡Y estaban unidos en cuerpo y en alma, el entrenador hacía carreras con el propio Daniel! Esa era su vida, la de ambos.

Pese a contar con tales ánimos, enfrentarse al día resultaba cada vez más duro. El dolor de rodillas continuaba, y cuanto más forzaba, más aumentaba. Estaba siempre malhumorado y Carlos, creyendo que Daniel le culpaba de su sacrificio, saltaba como una fiera a la primera de cambio. Yo entonces no lo sabía.

Llevaban entrenando más o menos durante dos años desde la última carrera en que se cayó, y como que no se había mostrado durante tanto tiempo todo el mundo pensaba que se habían rendido, que el corredor Daniel estaba acabado. Cuando reapareció y pidió una competición especial contra su eterno rival, la federación no lo vio claro. Le dijeron que tenía que pasar unas pruebas médicas que demostrasen que sus rodillas estaban en condiciones de correr. Daniel, al oír esto pensó que nadie tenía derecho a robarle su felicidad: había entrenado y sufrido demasiado.

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No sé contaros cuánto dolor ocultó, cuántas verdades a medias contó… No sé lo que hizo, pero pasó las pruebas. Los médicos creyeron que sus rodillas se habían recuperado. Yo, que estaba tan cerca, también lo creí.

Engañado en su propio engaño, Daniel tenía ahora más esperanzas que nunca de conseguir su objetivo. Su truco era imaginar la escena de su victoria, la película completa pasaba una y otra vez por su cabeza sólo con pequeños cambios o matices. Le bastaba pensar esto para recuperar fuerzas suficientes para hacer lo que hiciera falta a fin de lograr su objetivo.

El tiempo es siempre lo que más corre, y el día de la carrera llegó. Daniel y F estaban en el punto de salida, dispuestos a empezar. Aunque estaba un poco nervioso de correr solo, sin la fuerza de Carlos justo a su lado, se sentía más animado que nunca. Empezó muy bien, con todas las fuerzas que había ido almacenando durante esos dos últimos años de esfuerzo y rabia. Aquélla era una de esas carreras en las que hace falta velocidad y a la vez resistencia.

Para Daniel, cada zancada era más dura que la anterior. Iba con ventaja, pero cuando ya solo faltaban pocos metros, F. lo adelantó. En ese momento, Daniel se sintió muy, muy cansado. Jamás había sufrido tanto, y sabéis que sabía sufrir. Le dolían las rodillas y además sentía pinchazos en toda la pierna derecha. Quedaban cinco metros, era el sprint final, y tenía que ganar.

De repente todo el mundo aplaudía y gritaba, y yo me giré y vi quién era el ganador: era mi hijo, Daniel. Debía sentirme orgullosa, pero algo en su rostro me dejó aterrorizada. Daniel no era feliz.

Hoy se proclamaba el mejor del mundo, pero no era feliz. Supe al instante que nunca más correría. No era sólo por el dolor físico en su cuerpo, era la percepción del vacío, de la falta de significado de todo aquello. Yo sabía por qué, y tal vez debería haber insistido más en explicárselo.

A partir de aquel día, mis dos hijos siguieron caminos separados. Los veo poco, y los echo de menos. Sé que es porque cuando me ven a mí, cada uno de ellos recuerda a su hermano, y eso les causa tristeza y frustración. Saben que se necesitan, pero no pueden estar juntos. Trabajaron unidos para obtener su particular triunfo, pero no fueron capaces de entender que el logro de la felicidad no se alcanza concentrándose sólo en el final, sino que se inicia el día en que, lleno de ilusión y esperanza, uno empieza a luchar.

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Categoria 1. Modalitat Poesia

Primer Premi, Clara Roig Arsequell

Cosmos E

Fil de llàgrima que recorda la primavera

Plou de tarda.

Potser amb presses,

[el poeta] recull els vestigis

d’un vespre extingit.

No sent cap so i tampoc hi ha silenci.

Com suaus tambors que

ran de finestra ploren, les gotes

nocturnes empremten el brunzit

dels somnis que manquen.

[El poeta] sap que el crit de

la dolça experiència mai no el traeix.

Intenta escapar de l’ombra de noms

ja oblidats, però l’instant és només un.

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Decideix cantar cançons de llocs remots

que no existeixen, clou els ulls,

i s’adona que el mirall

–que és la vida– ja no don reflex.

I mentrestant plou.

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Categoria 1. Modalitat Poesia

Segon Premi, Jesús Badenes Capella

Cosmos I

Hoy te lloro

Tu corazón gemía

ya desesperado,

pedía a gritos descanso…

Y te has ido.

Te has ido,

hoy te lloro.

Un llanto de incomprensión,

¿qué significa que ya no estés?

Un llanto de rabia,

¿aproveché cada momento?

Llanto de rabia,

rabia por vivir engañado, en un sueño.

Soñé que siempre te tendría a mi lado.

Sentados a la mesa, hablamos. Siempre.

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Soñamos hasta que la muerte

nos despierta sin avisar,

cuando ya es demasiado tarde,

y aquél a quien queríamos

con feliz dejadez,

inocente inconsciencia,

ya se ha ido.

Te has ido,

tengo que entender

que ya no estás.

Ahora te has ido,

debo buscar

qué hacer con tus recuerdos.

Te has ido:

tengo que asumir

que es cierto,

que va en serio,

que perdemos al que amamos,

y nosotros mismos desaparecemos.

No es fácil.

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Hoy te lloro.

Pero libre de la desesperación

que al principio me estrangulaba,

pienso que el tiempo será mi doctor.

Que llegará un día, aún lejano.

El día que convertirá,

tu recuerdo en una sonrisa,

sin dolor.

Me mostraste que es posible saborear el instante,

y que el amor incondicional existe.

Me enseñaste que rodeado

de aquéllos a quien amas,

los días pueden ser maravillosos,

sean claros u oscuros.

Hoy te lloro porque no veías,

y eras tú el visionario.

Eras un referente,

y hoy me siento perdido.

¡Cuántas cosas se han ido contigo!

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Pero,

al fin y al cabo,

prefiero el dolor,

las lágrimas y la añoranza

a la terrible sensación,

al insoportable e imposible vacío,

de verter tu recuerdo en el olvido.

Para mi abuelo.

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Categoria 1. Modalitat Poesia

Tercer Premi, Irene Escobar Castells

Cosmos E

Inconscients

El Sol del mirall

l’ha tornat negre.

I ara reflexa

només els teus ulls;

bruta mirada

de poders amagats,

laberint de perdudes

victòries inconscients rebels.

Tanca aquests ulls mentiders

I dóna’m la clau

dels antics somnis.

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Categoria 1. Modalitat Narrativa

Primer Premi ex aequo, Mariona Villanueva Moreno

Cosmos I

Ella y el mar

Cerraba los ojos y oía como las olas susurraban acercándose sin prisa a sus pies. Detrás de ella, había dejado un camino de huellas que se confundían con las ondulaciones de la arena húmeda de la playa y que, sin apenas permanecer visibles durante un instante, desaparecían consumidas por la inexorable rutina del mar. A pesar del paso del tiempo, el gris pálido del cielo que cubría aquel paisaje no había cambiado. Hacía frío y la monotonía del viento junto con el recuerdo que aquellas aguas arrastraban a la costa y luego se llevaban hacia el fondo del océano la hicieron estremecer. Siempre había pensado que el mar era mucho más profundo durante el invierno. Era entonces cuando la playa se convertía en un lugar difuminado, casi inexistente, y su presencia quedaba impregnada de sal, arena y soplos de viento. La última vez que pisó esa diminuta parte del mundo creyó que desaparecería. Solía pensar que la tierra dejaba de ser tierra cuando el agua rozaba la costa y que el mar ya no era mar al alcanzar su finitud. Debajo de sus pies se extendía la eternidad del instante en que la vehemencia de dos mundos se solapaba para acabar desvaneciéndose. Caminaba de manera inconsciente, sin prestar atención a sus pasos. Sus pensamientos divagaban entre las olas y en

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algún momento llegó a sentir que su mente se vaciaba sin dejar rastro de aquello que segundos atrás la había podido preocupar.

Giró la cabeza y contó las huellas que aún podían distinguirse a lo largo de la playa. El viento la despeinó. Después de reanudar su marcha, pensó que era curioso cómo algo tan transparente como el mar podía borrar en un instante los resquicios de su paseo por la costa. El agua se había llevado su presencia pero ésta le era retornada periódicamente cada vez que una ola rompía. Así se sentía rodeada, ahogada por la impetuosidad del agua y víctima de su propia condición.

Años atrás, nunca hubiera considerado la posibilidad de volver a aquel lugar. Su vida le había parecido llena hasta entonces y solo momentáneamente había recuperado el recuerdo del mar para saborear la intensidad de aquellos instantes de calma irrompibles. En cualquier caso, prefería no deambular en exceso por el pasado, solo por precaución. Pero hubo un día en que las olas llegaron a ella y el sonido de aquel paisaje pareció tan real que empezó a preguntarse si la ciudad verdaderamente le correspondía. Hasta que no se sintió definitivamente perdida no tuvo la necesidad de regresar.

Miraba, respiraba, sentía. Miraba. Y tenía la sensación de que el ligero baile de las olas la envolvía y la voz del mar le hablaba. El tiempo se detenía y los segundos fluían entre sus manos, sus pies y su cabello. Se arrodilló para acariciar las burbujas que estallaban como chispas alrededor de sus tobillos y sintió el balanceo del mar en su piel y dentro de ella. Quizás había sido por eso que había regresado: echaba de menos mirar, respirar y sentir. Y mirar.

De niña, había visitado con frecuencia aquel lugar. Desabrochaba sus pequeños zapatos y, dejándolos sobre las dunas que se extendían lánguidas junto al camino que conducía al mar, corría hacia la costa tambaleándose entre las gaviotas. El viento levantaba remolinos de arena a su alrededor y ella giraba con los brazos extendidos susurrando una canción que solo el mar conocía. Reseguía el movimiento de las olas saltando cada vez que éstas rompían y no necesitaba entender que era feliz. Poco tiempo después, se marchó a la ciudad y sus encuentros con el mar dieron paso a una ausencia prolongada. Pensaba a menudo en el viento, la sal y el invierno. Recordaba que se había sentido parte de un todo en aquella playa pero no conseguía comprender por qué. Fue entonces que su vida comenzó a llenarse y a ella le pareció que era feliz.

Notó el frío en sus pies y la calidez de las horas escurridizas que se desmenuzaban entre ella y el cielo. Había pasado tantos minutos oteando ese horizonte y redescubriendo cada

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fragmento de mar que llegó a pensar que el tiempo a veces se detenía. Las olas lo capturaban y le daban forma para que ella pudiera reírse de los relojes.

Se tapó los ojos con las manos y una ola estalló contra sus piernas. El sonido del mar la confundía y esas melodías que había tarareado cuando era más pequeña empezaron a llenarla de recuerdos. Oía voces que se iban muy lejos y luego volvían con el viento a divagar en su cabeza. Comprendió que, de alguna manera, el mar la quería y que ella también quería al mar. Recordó cómo se había sentido tiempo atrás y entendió que esas aguas le habían dado vida. Poco a poco, destapó sus ojos y observó el paisaje. El prado ondulante del mar seguía siendo el espejo de un cielo gris pálido y ella se encontraba justo en el único lugar del mundo donde la finitud era eterna. Miró, respiró, sintió. Volvió a mirar. Giró la cabeza y distinguió unos pequeños zapatos cerca de las dunas que rodeaban el camino de la playa. Vio que sus pies eran pequeños y que el viento había levantado remolinos de arena a su alrededor. Extendió sus brazos y empezó a dar vueltas. Era una niña y corría entre las gaviotas tambaleándose y bailando. Reseguía los caminos que trazaba la espuma de las olas rompientes y no necesitaba entender que era feliz. Giraba, giraba y giraba con el viento. Lo era todo y no era nada. Pisó con fuerza esa diminuta parte del mundo y creyó que desaparecería.

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Categoria 1. Modalitat Narrativa

Primer Premi ex aequo, Jordi Español Ramírez

Cosmos I

La valía de nuestros sueños

Dicen los que saben, que somos seres sensoriales capaces de crear imágenes a partir del reflejo de la luz en determinados objetos; y que este mecanismo biológico constituye uno de los cinco sentidos más útiles y hermosos de los que disponemos. No obstante, debo confesarte, que en ocasiones uno se puede ver desprovisto de esta luz, la luz que da vida a todo en cuanto nos rodea; privándonos de la posibilidad de apreciar su sutil belleza, si más no, esto afirman.

Tal vez alguien se haya planteado alguna vez en qué soñamos nosotros, ¿no es así? Recuerdo ciertos sueños en los que tan solo oigo la dulce voz de mi madre o una hermosa y delicada melodía de piano, de aquellas que solía ella tocar en las plomizas tardes de otoño. Sí, aquellas tardes en las que las hojas reposaban con disimulado sigilo en el rociado suelo, despojándose de una esencia húmeda y, en cierto sentido, cálida para teñir el paisaje en oro y bronce. Asimismo, a veces, en mis sueños, soy capaz de percibir la esencia de ciertos olores; fragancias que me evocan a una infancia otrora feliz. Piensa que quizás pueda apreciar más el roce de una caricia o el melancólico repiqueteo de la lluvia en el alféizar de mi ventana, ya que en ello pretendo hallar la belleza que a mi ojos privaron de comprender.

Quizás sientas lástima por mí, posiblemente creas que esta tosca pared, envuelta en un manto de oscuridad, me aparta del mundo, pero créeme que no es así; no me impide soñar, reír, crecer, aprender, albergar ilusión e incluso tener esperanza; a veces no tenemos otra opción, si

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queremos seguir adelante, que convivir con aquello con lo hemos nacido; mirar al frente hacia la losa y de ella hacer crecer una hermosa flor de lis. A veces, pienso en que puede que sea diferente. O puede que no. Puede que tan solo el mundo se me esconda para que pueda yo pintarlo a mi manera, crear de cada aroma un universo enteramente original y sencillamente mío. Poder sentir, al tentar el rostro de los que me quieren, apoyan y hacen de mi día a día una nueva meta que cumplir, que soy capaz de dibujar al viento sus facciones. Y, a pesar de todo, de vez en cuando me esfuerzo en intentar imaginar cómo debe ser el lozano azul de los ojos de mi madre, semejantes al sereno azur del mar, según dicen. Me encantaría poder ver el mar, ¿sabes? Inspiración del pincel y pluma de artistas y poetas; me lo imagino basto, recio y bello a la vez que infinito. ¿Debe ser precioso, no crees?

Por este motivo, escribo hoy estas palabras; para dejar constancia acerca de que cada uno decide donde poner sus propios límites. Soy consciente de que nunca veré el mar, pero esto no me impide soñar en su serena belleza o en cómo debe ser su eterno azul, que tantos identifican como libertario. Escribo para demostrar que el alma no es ciega y que ahí, querido amigo, en el alma de las personas, es donde realmente reside la sencillez, la virtud y la valía de nuestros sueños.

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Categoria 1. Modalitat Narrativa

Primer Premi ex aequo, Clara Rodríguez Solé

Àrtic I

La Sra. Margalida

Tot passava molt de pressa i amb prou feines entenia què era el que estava passant. Tots aquells humans, grans i petits, em trepitjaven, però no se n’adonaven. Estaven preocupats mirant el cel. Les dones xisclaven, els nens miraven cap al cel, fascinats per alguna cosa i eren els seus pares o esclaus que els feien córrer. Però de què s’amagaven tots aquells humans? Que potser havia aparegut un grup de guineus ferotges i els estaven atacant? Què era allò que els nens miraven embadalits quan aixecaven el cap?

Jo no veia cap guineu per allà prop i per la meva condició de gallina, m’era impossible mirar cap el cel i per tant veure què era allò tan interessant i únic que havia d’admirar. Els humans, però, continuaven corrents. Alguns es veia que no sabien ni cap on anaven. D’altres entraven en qualsevol lloc cobert que hi hagués. Va ser llavors, en aquell precís instant, quan una gran roca, que feia la meitat que jo de mesura, va caure a la meva dreta. Em vaig sobresaltar, ja que les pedres a les quals estava acostumada, les que em tiraven els nens quan volien jugar

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amb mi, eren molt més petites. Després d’aquella pedra, vaig veure que en queia una altra allà a la vora. Em vaig començar a espantar de veritat, i sense saber ben bé què passava i d’on sortien aquelles pedres, vaig seguir els humans a sota els porxos d’una taberna del fòrum.

Recordo estar molt desconcertada i quan tot es va anar fent fosc encara va ser pitjor. Aleshores sí que vaig tenir por. Era la meva hora d’anar a dormir ja? Però si jo encara no tenia son! Als humans també se’ls veia molt preocupats. Vaig decidir que si es començava a fer fosc volia dir que era hora de tornar a casa. Així que vaig anar caminant entre les cames de tots aquells humans neguitosos i entre les quals amb prou feines podia passar. De sobte, però, em vaig adonar que estava perduda. Mai havia tornat sola cap a casa i encara menys passant per totes aquelles cames i sense poder sortir al mig de la plaça del fòrum. Vaig restar quieta per intentar orientar-me millor. El resultat, però, no va ser l’esperat: al cap de cinc minuts continuava igual de perduda que abans.

Alguna cosa havia canviat, perquè sí que sabien cap on anaven. Vaig decidir buscar alguna cara que em fos familiar per seguir i que em pogués dur fins a casa. Una dona vella i grassa em va cridar l’atenció. Ja l’havia vista abans i, si no em fallava la memòria, sempre la trobava pel camí de l’abeurador cap a casa. Potser ella em podria guiar. Vaig seguir-la un bon tros, fins que ella va arribar al que semblava que era la seva domus. Va entrar per la porta i jo em vaig esmunyir cap a dins per una finestra que havia quedat entreoberta. Un cop a dins, vaig buscar per les diferents habitacions fins que la vaig trobar a ella, als esclaus i al pater familias en el que semblava l’atrium. Estaven parlant, no, millor dit discutien sobre alguna cosa que evidentment jo no podia entendre. Però estaven nerviosos. Tan capficats estaven en la conversa que no es van adonar que el sostre de la domus començava a tremolar. Jo sí que me’n vaig adonar i després d’estranyar-me, vaig intentar avisar aquells humans. Em van mirar i no em van fer cas. Jo vaig insistir, ja que el perill era cada cop més imminent. Una de les esclaves es va girar, es va treure la sandàlia i me la va llençar al cap. Davant d’aquell gest de menyspreu, vaig decidir salvar-me jo sola i deixar aquells humans il·lusos a la seva mercè.

Vaig sortir per la mateixa finestra per on havia entrat i un cop al carrer vaig quedar petrificada davant del panorama que vaig veure. Tot era negre, els carrers, les cases, les persones que havien quedat estirades al terra sense moure’s. A més, hi havia pedres més grosses de les que a mi m’havien caigut al costat per tot arreu. Aleshores, els sostres de la casa que havia deixat darrere es van esfondrar i es van sentir uns breus gemecs que van cessar al cap de pocs segons. Vaig córrer a buscar alguna altra domus, preferentment d’una família més rica per refugiar-m’hi. Les cases, però, estaven totes tancades per tot arreu i era impossible accedir-hi.

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Tampoc no hi havia ningú pel carrer a qui pogués seguir. Vaig continuar divagant per sota els porxos per evitar les pedres que queien de tant en tant.

La caiguda de pedres va anar minvant i vaig decidir sortir de sota dels porxos per veure si aquest cop m’orientava amb més facilitat i podia trobar el camí que em dugués fins a casa. Un cop fora, però, vaig començar a notar que el terra era molt calent. Una massa d’un color vermell ataronjat s’anava aproximant a mi. No em vaig moure d’on estava i ja in extremis vaig pensar que estava tenint una mort molt càlida.1

1 El 3781 es va crear inextremiscogitavi, una màquina que permet saber quins han estat els

pensaments que un ésser viu ha tingut durant les últimes 24 hores abans de morir. El text precedent són els pensaments de l’anomenada gallina Margalida, les restes d’una gallina que es van descobrir a Pompeia l’any 2547. Aquests pensaments van tenir molt ressò mediàtic i ens han ajudat a saber i entendre què és el que va passar a la ciutat de Pompeia abans que tots els habitants d’aquesta ciutat morissin a causa del volcà Vesuvi. La simplicitat dels seus pensaments la diferencien dels pensaments que van tenir els altres humans que s’han pogut identificar.

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Categoria 1. Modalitat Narrativa

Segon Premi ex aequo, Helena Casademunt Burés

Cosmos E

L’intercanvi

Era una freda nit de desembre. La llum de la lluna tenyia la neu de plata, fent-la destacar sobre el negre profund de les ombres. Arbres, cases, tot era negre, amb taques esporàdiques de llum fantasmal. La fredor del paisatge es veia trencada aquí i allà per la llum ataronjada que sorgia de les finestres. A cada llar, un foc crepitant dansava amb la vivor que mancava a l’exterior i escalfava les mans dels habitants del poble. N’hi havia de petites, d’infants; d’arrugades com panses, d’ancians; de gràcils i de maldestres, de suaus i d’aspres, de cansades de treballar. Tan variades com ho eren els seus amos, cadascun dels quals amagava foscos secrets i petits pecats.

Els carrers estaven deserts. Només una silueta humana destacava fosca damunt la neu. Per la seva alçada es podia veure que era un home. La capa el cobria de cap a peus, sense deixar ni un bocí de pell exposat al gèlid vent hivernal. Era a la part menys il·luminada del poble, la més deshabitada i més inhòspita, al costat de la vella església, en el seu temps majestuosa, però ara abandonada. Es descomponia en runes, la seva forma era ja impossible d’endevinar després de tants anys d’exposició a les inclemències del temps.

L’home, immòbil, feia el posat d’estar esperant alguna cosa. Tot i el fred intens, restava immutable, dret entre les despulles de l’edifici. Així va romandre llarga estona, i quan la lluna

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ja havia avançat un bon tros en el cel i gairebé semblava ancorat per sempre més en aquell punt, una segona figura va aparèixer en la negra nit. Una dona, els rojos cabells de la qual, sortien per sota la caputxa i li arribaven fins a la cintura.

L’intercanvi es dugué a terme en silenci, sense perdre temps amb salutacions ni cordialitat. Es digueren unes breus paraules, tan incomprensibles com perilloses. Ningú més hauria copsat el seu letal significat. Pocs podien comprendre la pura maldat que destil·laven.

I així com havien vingut, silenciosament les dues figures es perderen en la immensa foscor. Ningú no hauria pogut imaginar que aquell fet havia ocorregut, si no hagués estat perquè el dia següent, al cementiri s’hi havia afegit una nova làpida i una de les ataronjades finestres ja no es tornaria a il·luminar més.

Tanmateix, només una vella senyora, prou gran per recordar-se de les antigues històries que es contaven al poble quan era petita, intuí la naturalesa del que havia passat la nit anterior. La resta, massa descreguts en la seva joventut per fer cas a la vella, visqueren ignorants de la maldat humana, expressada aquella nit en aquell poble, però amagada, en més petita o més gran proporció, dins de cada una de les seves ànimes.

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Categoria 1. Modalitat Narrativa

Segon Premi ex aequo, Nora Porta Caballé

Àrtic I

La vida que nos hemos perdido, simplemente no existe

Se sitúa una barra de bar en forma de “L” a la izquierda del escenario, con cuatro taburetes delante. La otra mitad del escenario se queda a oscuras. Alrededor hay mesas con sillones ocupados por parejas. BRUNO, el camarero, está detrás de la barra apoyado en ella hablando con su amigo RAMIRO que está sentado en el taburete delante suyo. Desde la barra se ve la puerta de entrada. Se están tomando unas cervezas. Es media tarde y entra poca luz. La radio está encendida, y está sonando Lonely Boy de The Black Keys.

BRUNO: No, no. Me pides demasiado. No, no puedes pedirme eso. No puedo irme; no así. Esto es lo único que conozco, es mi casa. (reflexiona su situación, con tono de resignación) Debo aceptar que allí tendría mucho más público, mi música gustaría más… (pausa) ¡Pero no! No. No puedo irme. Para de repetírmelo. RAMIRO: La verdad, no te entiendo. No comprendo tu miedo. ¿Es apatía a lo desconocido?

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BRUNO: (mira la puerta rápidamente) No lo entiendes. No es miedo a lo desconocido. Es tristeza por irme de aquí. RAMIRO: (exaltado) ¡Qué bobada! Con más razón debes marcharte. Ahora lo veo claro, necesitas irte y descubrir qué quieres hacer con tu vida. Aquí siempre estarás protegido y nunca te arriesgarás, pero necesitas estar solo y dejar de dirigir tu futuro en base a la rutina. BRUNO: (mirando la puerta) No, no necesito estar solo. RAMIRO: (da un sorbo a su cerveza) Conseguirías crear tu propio hogar, acabarías encontrando tu sitio. No te parecería estar lejos. Además, ¡hay un montón de vacaciones! Siempre puedes volver. Pero no pierdes nada por intentarlo. BRUNO: (deja de estar apoyado en la barra y cogiendo un trapo blanco y un vaso) Que no pierdo nada dice… (friega el vaso con intensidad) Mira da igual, déjalo. No puedes comprenderme. He dicho que no me iré y punto. Seguiré tocando aquí, que bien que me gusta. No está tan mal. RAMIRO: (mirando al suelo) Qué pena me das… No entiendo por qué eliges resignarte de esta forma. Con lo fácil que lo tienes para triunfar ahí, y decides quedarte en este bar, tocando para un público que ni le va ni le viene, limpiando mesas y sirviendo comidas. (Bruno entorna los ojos. Ramiro se pone cómodo en el taburete y con tono gracioso) Por cierto, ponme unas tapitas, que me llega el olor de la cocina y no puedo resistirme. BRUNO: (mira la puerta rápidamente y se gira para ir a buscar las tapas) Voy. RAMIRO: (antes de que entre en la cocina) ¿Esperas a alguien? BRUNO entra en la cocina rápidamente sin contestar a su amigo fingiendo no haberlo oído. Éste, pensándose tener una espera larga, saca su móvil) BRUNO: (vuelve con un plato lleno de variedad de tapas mediterráneas) Toma. RAMIRO: (deja de mirar el móvil) Has sido rápido. BRUNO: Me sé el camino de memoria. RAMIRO: Sí, demasiado te lo sabes. Deberías cambiar de itinerario. BRUNO: (lo mira fijamente, haciendo broma) He dicho que basta, eh. No necesito otro itinerario que este. Bien feliz que estoy aquí. RAMIRO: Bueno hay ciertas dudas acerca de eso… BRUNO: ¿Por qué lo dices? RAMIRO: (se lleva una de las tapas a la boca y hace gestos de esperar a que acabe para hablar) No sé, yo no estoy tan seguro. Te veo tan ensimismado. BRUNO: (mira la puerta) ¡Qué va! Mira lo alegre que estoy. (sonríe) RAMIRO: (dejando su caña en la barra) Venga… podrás engañar a esos de ahí (señala la mesa de al lado en que hay unos señores mayores jugando a cartas y tomando un vino) pero a mí

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no. (alzando los brazos) Hombre… que nos conocemos desde que éramos mocos. Va, dime lo que te pasa. BRUNO: (deja de lavar un vaso) Pues que me estresas con tanto (con tono irónico) “Vete a Praga, vete a Praga”! (se ríe) RAMIRO: Vale, vale. Ya paro. Pero me ayudaría saber el porqué de tus ganas de quedarte. Es que sigo sin entenderlo… BRUNO: (coge otro vaso para lavar) Me ha parecido oír que parabas, ¿no? RAMIRO: Sí, sí… paro. (se come la última tapa que quedaba en el plato) Para que veas que lo digo en serio, me voy que tengo que comprar aún algunos regalos. ¡Nos vemos mañana! BRUNO se despide de su amigo riendo y se queda mirando la puerta. Ahora en la radio suena Hey love de Quaron (“When will the two of us be one? Oh, please, tell me the truth, so I can prove that I’m the one. I’ll prove that I’m the one…”). Se apagan las luces.

El día siguiente es festivo, BRUNO sigue en el bar, esta vez, también con su padre ANTONIO y su hermana EMMA, y más tarde llegará RAMIRO.

ANTONIO: Hoy tendremos trabajo todo el día, voy a ver qué tenemos para comer. (entra en la cocina) BRUNO: (asegurándose de que su padre no puede oírle, a su hermana) Hoy tendremos a papá estresado todo el día, ya lo verás. EMMA: (ríe) Verdad. (con tono pensativo) Qué diferentes maneras de ver un mismo día…

Él mira a su hermana de forma extraña, irónico. En ese momento llega RAMIRO.

RAMIRO: (entrando por la puerta triunfalmente) ¡Feliz Navidad, familia! (se fija en EMMA) Hombre Emma, ¡tú por aquí! BRUNO: (haciendo broma) Parece imposible que sea verdad, ¿a que sí? EMMA: ¡Oye! ¿Cómo tengo que interpretar eso? RAMIRO: Haya paz hermanos… BRUNO: (sonriente) Tranquila hermana, que era una broma mañanera. Aunque debes aceptar que te dejas ver poco por aquí, y cuando estás, no levantas la cabeza de esos libros. EMMA: (siguiendo la broma) ¡Es la cruel vida de estudiante! (en tono sarcástico) Es una desgracia: toda esta cantidad de trabajo no me deja ayudaros a limpiar.

Todos ríen. En ese momento sale ANTONIO de la cocina.

ANTONIO: ¿Qué es tan gracioso? RAMIRO: Tonterías Antonio. Hoy tus hijos se han levantado graciosillos.

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ANTONIO: Mejor, mejor… que con el trabajo que tendremos hoy los necesito activos. BRUNO: (a EMMA y RAMIRO) Ya empieza… (ríen) ANTONIO: ¿Qué dices hijo? BRUNO: (improvisando) ¿Eh? Nada, nada, que tenemos que empezar a trabajar, que hoy tenemos mucho qué hacer. (empieza a colocar los platos en su sitio para esconder su risa) ANTONIO: Emma, hoy deberías dejar de estudiar. Dudo que por no abrir los libros hoy vayas a suspender. Y necesitaría tu ayuda. Bruno, escúchame tú también. Se tienen que limpiar las mesas, fregar, ir a comprar, recolocar el Papá Noel que ha caído de la estantería… BRUNO: (interrumpiéndolo) Papá, tranquilo, que ya veo por dónde vas. Tenemos tiempo para hacerlo todo. Emma ahora lo guardará todo y se pondrá manos a la obra (la mira fijamente, amenazante). ¿Verdad que sí hermana? (le sonríe) EMMA: Claro, a eso iba. (disimula sus pocas ganas y guarda los libros en un armario debajo de la barra) RAMIRO: Yo he venido a ayudar. Me puedo encargar de lo del Papá Noel si queréis. ¿Qué tengo que hacer? ANTONIO: Perfecto. Emma te ayudará. Bruno, tú podrías empezar por barrer. BRUNO: Vale papá. Pero primero necesitamos un poco de música, que sino, vaya despertar más aburrido… ANTONIO: ¿No pensarás despertarnos con tu música? Ahora no, eh, que… BRUNO: Que no papá, no decía eso. (enciende la radio y sube el volumen) Todos empiezan a acompasar sus tareas con la música que comienza a sonar. ANTONIO revisa unas cuentas mientras mueve la cabeza al ritmo de Where is the love de The Black Eyed Peas, BRUNO barre y canta a la vez y EMMA y RAMIRO trabajan juntos en el tema del Papá Noel marcando con sus piernas el compás. BRUNO: (canta para sí mismo) “People killin’, people dyin’, children hurt and you hear them cryin’”. RAMIRO: (se da cuenta de que BRUNO está cantando y le sigue) “Can you practice what you preach, and would you turn the other cheek?” (ambos se miran sonriendo) EMMA: Va, preparados para el gran momento ¿eh? (todos sonríen) TODOS: (cantando) “Where is the love? Where is the love? The love, the love… (ríen) Todos vuelven a sus tareas, siguiendo la música. RAMIRO: (a EMMA) Oye, una cosa… EMMA: Dime. RAMIRO: ¿Crees que deberíamos decírselo? EMMA: ¿Tú estás loco? Para nada.

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RAMIRO: Pero a ver Emma, es tu hermano, no creo que… EMMA: (le interrumpe y se queda justo delante de él, a pocos centímetros de distancia) Ramiro, a ver, recapacita. No podemos decírselo. Contárselo no haría ningún bien a nadie. RAMIRO: ¿Cómo puedes decir eso? Está viviendo engañado. Debe saber la verdad de lo que pasó. EMMA: Pero saberlo solo le provocará dolor. ¿Por qué deberíamos hacerle eso cuando podemos evitarle ese sufrimiento? No conseguiríamos cambiar nada, tampoco. Además, fue hace mucho tiempo, no entiendo por qué deberíamos explicárselo ahora, ni por qué me haces recordarlo. (se gira y vuelve a coger el Papá Noel) RAMIRO: Perdóname, no pretendía que lo pasaras mal. Pero más vale tarde que nunca. Me preocupa que puedas seguir afectada por eso, y a mí no se me ocurre nada más. Creo que tu hermano podría… EMMA: (vuelve a girarse hacia él, le coge de las manos y le mira a los ojos) Te agradezco que te preocupes así por mí, me has ayudado mucho. Pero no quiero contárselo a Bruno, voy a estar igual de bien si lo sabe como sino; y sé que a él le afectaría. David está olvidado, dejémosle allí. BRUNO: (a EMMA y RAMIRO, mientras sigue barriendo) ¿Queréis dejaros de tanta cháchara y colgar el dichoso Papá Noel? ¿Por favor? (les hace una mueca irónica) RAMIRO: En verdad esto que decíamos te interesa… (EMMA le pellizca en el brazo, él le coge la mano y le guiña un ojo. BRUNO para de barrer y se dispone a escucharle) Hablábamos de que Praga es una ciudad preciosa… BRUNO: (se ríe) Estabas tardando, lo notaba, se sentía en el ambiente… RAMIRO: Antonio, ¿tú qué opinas? ¿Crees que haría bien en irse? ANTONIO: Yo se lo he dicho muchas veces, pero se ha empeñado en no hacerme caso. Yo también creo que debería irse. RAMIRO: ¿Emma? EMMA: Yo no diría que no a irme a vivir a Praga, mal seguro que no te irá. BRUNO: ¿En serio? ¿Todos pensáis lo mismo? TODOS: ¡Claro! BRUNO: Pues vaya estrés. (todos ríen) RAMIRO: (a ANTONIO y EMMA) ¿Vosotros sabéis qué es lo que le impide irse? ANTONIO: Que va… EMMA: Es una tumba… BRUNO: (sonriente) Creo que no quiero pasar otra vez por esta conversación. (En ese momento BRUNO mira hacia la puerta, y coincide con que pasa una chica. Se queda unos

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segundos congelado, pero de repente reacciona. A ANTONIO) Has dicho que hacía falta ir a comprar, ¿no? Es un buen momento para ir. ANTONIO: La lista está encima la mesa. Se ilumina la otra mitad del escenario en que se distingue un supermercado. BRUNO, moviéndose velozmente, deja la escoba detrás de la barra, se guarda la lista de la compra en el bolsillo, coge la chaqueta y sale del bar para dirigirse al súper. Los demás se quedan sorprendidos de sus ganas de irse y vuelven a sus tareas. RAMIRO coge a EMMA por la cintura y la dirige hacia su zona de trabajo, ella intenta resistirse pero no lo consigue. Seguirán haciendo broma durante mucho rato, ya que ANTONIO está demasiado lejos para percatarse de que no están cumpliendo. En la otra parte del escenario se muestra el supermercado en el que está BRUNO y también la chica que ha visto antes pasar delante de su bar. Él, de forma discreta, la sigue y la observa mientras también realiza sus compras. ANTONIO: ¡Ramiro! RAMIRO: (deja a EMMA asustado) ¿Dime? ANTONIO: ¿Por qué no vas al súper a buscar a Bruno? No entiendo por qué tarda tanto, la lista no era tan larga… RAMIRO: Claro, en seguida voy. En el supermercado, BRUNO observaba a la chica cuando descubre a RAMIRO quién le observa a él. Avergonzado, intenta hacerle creer que no lo ha visto y que está buscando una salsa. Pero RAMIRO se acerca. RAMIRO: ¿No te enseñaron discreción de pequeño? BRUNO: ¡Ramiro! ¡Qué susto! ¿Qué haces aquí? RAMIRO: Tu padre me ha mandado para averiguar por qué tardabas tanto, pero ahora ya lo veo. BRUNO: ¿Qué es lo que ves? RAMIRO: A ella. BRUNO: (se hace un silencio. Intenta hacerse el despistado) ¿Quién? ¿Esa? (se hace el sorprendido) ¿Te gusta? RAMIRO: (se pone nervioso) ¿Eh? ¡Qué va! Ella no… BRUNO: ¿Entonces quién? RAMIRO: No me cambies de tema, que he sido yo quién te ha pillado in fragantti. BRUNO: Anda vamos, que ya no sabes ni lo que dices. Con esta conversación, BRUNO había perdido de vista a su chica, y se dirigen a la caja. Pero allí se la encuentran dos personas por delante suyo. BRUNO se vuelve a poner nervioso. Nadie dice nada hasta que salen y se dirigen de nuevo al bar.

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RAMIRO: Bueno qué, ¿me lo explicas? BRUNO: ¿Qué es lo que te tengo que explicar? RAMIRO: Venga va Bruno, que no me chupo el dedo… (haciéndose el curioso) ¿Quién es esa? BRUNO: (le cuesta empezar a hablar, pero finalmente se da por vencido) No lo sé.. RAMIRO: (se extraña porque parece sincero) ¿Cómo que no lo sabes? BRUNO: Pues eso, lo que oyes, que no lo sé. No sé quién es. Lo único que sé, y en verdad no lo sé seguro porque es una suposición, es que vive por aquí. Muchas veces la veo pasar por delante del bar porque viene a comprar a este súper y después la veo cargada con las bolsas. RAMIRO: (no lo comprende) ¿Y cómo te gusta una chica que no conoces? BRUNO: ¿Quién ha dicho que me guste? RAMIRO: Tú. Con tu cara. Es fácilmente deducible una vez te he visto observándola… BRUNO: (avergonzado) Yo no pienso que no la conozco. Es decir, es verdad que no sé cómo se llama, ni sé dónde vive, ni sé cuántos años tiene… Pero eso tampoco es lo más importante de una persona. Eso son casualidades, arbitrariedades. Yo sé lo que ella desconoce de sí misma. RAMIRO: Ni que la persiguieras… (ríe incómodo) BRUNO: (no hace caso a lo que dice RAMIRO) Hace mucho tiempo que la vi por primera vez, en el súper. Y desde entonces me paso horas imaginando cómo sería el estar con ella. Pero esta fantasía la voy perfeccionando cada día, porque cada día que la veo me doy cuenta de algo más de su personalidad. No sé cómo explicarlo. Cuando la miro, ella está natural, se siente sola, y es ella verdaderamente. Y yo la conozco así. RAMIRO: ¿Y por qué no has hablado con ella nunca? BRUNO: ¿Por qué debería hacerlo? Hablar con ella lo estropearía todo, rompería la fantasía. Hasta ahora nos hemos cruzado algunas veces en uno de los pasillos, nos hemos visto en la caja, nos hemos sonreído, hemos coincidido al coger un mismo queso… No necesito más que esos momentos perfectos. Esas situaciones podrían haber acabado de muchas formas, buenas o malas. Pero nos hemos quedado en ese punto en el que no pasa nada, y por lo tanto es perfecto. Todo queda en nuestra imaginación, nosotros creamos el instante que iría justo después, pero no lo realizamos. De esta forma nunca estropeamos la realidad. RAMIRO: (se queda perplejo) ¿Todo esto tiene algo que ver con no irte a Praga? BRUNO: Lo tiene todo que ver. La distancia rompe la fantasía. El no verla cruzar el bar, recogiéndose el pelo que le molesta, dudar ante qué galletas comprar, buscar el dinero exacto para pagar… vaciaría su recuerdo, vaciaría la fantasía hasta reducirla a un mero recuerdo. Y yo no quiero eso. Yo quiero esos instantes en que aún no se ha estropeado nada y aún pueden pasar muchas cosas.

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Entonces llegan al bar y EMMA y ANTONIO se giran sorprendidos y contentos de su llegada. BRUNO va directo a la cocina a vaciar la compra, y ANTONIO, que estaba lavando las mesas, las deja y va con él. RAMIRO se queda en la entrada mirando a EMMA que se hace la interesante acabando el trabajo del Papá Noel. BRUNO entonces sale de la cocina y empieza a pasar una bayeta por la barra; están a punto de abrir. Tiene una sonrisa en la cara, fantaseando. EMMA detecta la mirada permanente de RAMIRO y ambos parecen entender la letra de la canción que está sonando: Heroes de David Bowie. “Though nothing, will drive them away. We can be heroes, just for one day. We can be us, just for one day”

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Categoria 1. Modalitat Narrativa

Accèsit, Leo Alcívar Wong

Àrtic A

Yo, es decir, mi palabra.

“En la palabra está contenido todo el mundo, porque

en la palabra libre está contenida toda posibilidad de decir

y pensar” Libro del Desasosiego, Fernando Pessoa

Soy esclavo de la abstracción, del pensamiento, de la palabra. Esclavo de la mayúscula y del punto. De la rotundidad del símbolo inmortal que permanece como monumento del lenguaje. Del silencio, de mi voz, de mi propia duda. Soy esclavo, un existente incompleto y roto en una discontinuidad de la nada que no soporta existir y que se busca desesperadamente con tal de no encontrarse sólo.

Soy escritor, por eso lo sé mejor que nadie, y más ahora que mi palabra está rota.

Mi instrumento se rompió hace días cuando, sin premeditación, dejé caer mi palabra. Tal vez sólo fuera una sensación ficticia que yo, que soy un poco hipocondriaco, convertí en una realidad palpable, pero hace días sentí, y nadie logrará convencerme de lo contrario, que dejé caer mi palabra. Fue un suceso insólito. Yo, como tantas otras veces había hecho, jugaba a conversar con mis compañeros de facultad. Las palabras saltaban de la boca al oído, suaves y delicadas, de la manera en la que solo pueden volar las palabras. Pero en uno de esos paseos, mi palabra, mi amada y preciada palabra, resbaló con la saliva de mi lengua y cayó. No sé si por muy pesada, pues las palabras más complejas pesan (embarazadas de simbolismo) y es más difícil parirlas, o por ser demasiado banal. Pero cayó, resonando contra el suelo y

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rompiéndose en fonemas inconexos e incomprensibles. Puede que fuera un suicidio; que saltara pretendiendo abrazarse a los hilos del tiempo y ahogarse con ellos en la eternidad. Puede incluso que la matara en un acto de rebelión, de innovación; tan solo pretendiendo demostrarme a mí mismo mi libertad. Pero en aquel momento, y de eso estoy seguro, no avisté hasta donde podían llegar las consecuencias.

Al contrario que yo, mis interlocutores no lo notaron de inmediato, no fue hasta después de unos instantes cuando, como respuesta a sus continuos comentarios sobre los últimos ultrajes hechos al lenguaje por los medios de comunicación, solo recibieron los quejidos de mi lengua amputada. Una sensación nueva para mí, tan acostumbrado a vomitar un amplio abanico de palabras de las más exóticas variedades, y desde luego, nueva para ellos. Así que comenzaron a avasallarme con una gradación de preguntas inquisitivas. ¿Te encuentras bien?¿Qué te pasa?¿Hola?¿Eo? Incluso llegaron a un punto en que sus preguntas apenas se diferenciaban de mis agolpados gimoteos. Fue entonces cuando reímos. Pero incluso mi risa resultaba singular. No era la mía, era una risa extranjera.

También mi pensamiento, lo más íntimo y desconocido que poseo, se tornó ajeno a mí. No era yo quien pensaba, ni siquiera sonaba como mi voz. ¿O sí? Era yo quien escuchaba a un sí mismo que era él, es decir yo, si es que puedo llamar a esa voz familiar que habita dentro de mi yo. Pero entonces, esa duda de las que pocas veces fui consciente se acrecentó. Una sensación de vértigo existencialista que hizo que me despidiera como pude de mis compañeros. Quería volver enseguida a mi casa, a mi cama, y en mi hogar, ahogar en la inconsistencia de alguno de mis sueños olvidados a esa voz que no era mía y que ocupaba el lugar de mi conciencia.

Caminé por mucho rato, confuso. A cada paso que daba, me costaba más caminar, no por el movimiento, que aún era instintivo, sino por el suelo, cuyas baldosas se iban desdibujando mientras las pisaba. Todo lo que veía parecía difuminarse como si de un recuerdo lejano se tratara. Apenas distinguía las caras de la gente y, al mirar hacia un escaparate, solo vi reflejado un paisaje semejante a un Monet o un Pissarro. La impresión; eso era lo único que captaba, una impresión impersonal que no pertenecía a nadie salvo al mismo mundo. Era como un recuerdo lejano; algo de lo que, si una vez fui consciente, durante mucho no lo fui. Era como recordar mi nacimiento.

Con su rotura, la palabra ya no servía de prisión. El mundo era libre y me desbordaba, me confundía en una sinfonía de sensaciones desconcertantes que se solapaban. Entonces comprendí, casi por boca de otro, una de esas verdades que son secretas porque nos las

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ocultamos a nosotros mismos (que mal viviríamos si de verdad nos conociésemos).Como me dolió el descubrirla, casi como un puñal en mis certezas. Cuando escribía, creía en Dios, lo rechazaba, lo admiraba, me volvía celoso de mi propia proyección. Cuando escribía, pretendía desenmascararlo con mi pluma, verlo tan fútil como siempre ha sido, tan simple que incluso yo podía ser él. Pero en realidad, cada vez que lo hacía, no hacía más que desenmascararme a mí, a mi soledad. Alejado de la esencia de lo real, de la unidad, siempre empaquetado en trocitos pequeños, como si mi estómago no lo pudiera digerir, en palabrejas inútiles. Pero lejos de caer en el victimismo, me di cuenta de algo muy importante, me di cuenta de que yo dotaba de sentido al mundo con esas palabrejas inútiles. Yo daba sentido a esa cacofonía que me rodea, yo existía combatiendo por mi individualidad. Pero ahora se había ido. Eso fue lo que sentí, sin conocerlo, pues no me hacía falta. Conocía sintiendo, no necesitaba los mecanismos del conocer. Sentí, sentí…

Se sintió eufórico, libre. Sintió que ya no existían manos ni pies ni cabeza. Ya no le importaba si volvía a casa ni si volvería a hablar. Ya no caminaba, pues ya no había lugares a los que ir. Su realidad era un fluido que le atravesaba y se llevaba con él las partículas de brillante alma que ya no le servían de nada. Sentir. ¿Qué es sentir? Palabras, sensaciones, terminaciones nerviosas. Pensamientos, letras, símbolos para el yo. Pero. Pero. Pero ¿yo?. Yo. ¿Quién soy yo? No puedo dejar de existir. Entonces, esa palabra que carece de sentido, lo rescató, en parte, de las manos del tiempo, y volvió a dotar de sucesión a éste. El verbo.

Yo. Yo volví. Y de golpe mis cosas volvieron a mí. Pensé en mi mano y la pude ver, luego en mis pies y también aparecieron. Poco a poco recordé palabras, resolví el puzle de los fonemas a partir de dos, los más importantes, y acompañado del yo volvió la existencia. Poco a poco fui dando nombre a las cosas. Algunos me llegaron como recuerdos, otros creo que simplemente los inventé. Y entonces me encontré. Andaba de camino a casa, de hecho, estaba a la vuelta de la esquina. Subí los dos peldaños que me alejaban de mi puerta y entré. Saludé a Víctor, el portero, aunque me miró algo extrañado cuando lo hice. Entonces llegué a mi puerta, entré y me fui a dormir.

Me invadió un sueño fuera de lo común. En él, sobre mis hombros, mi cabeza estaba fracturada; partida. Pero no era lo único en ese estado. Todo cuanto veía se hallaba descontextualizado, arrancado de la realidad a la que pertenecía y juntado, a forma de collage, con otros tantos objetos en la misma situación. Aquel sueño fue muy revelador, puesto que los días siguientes de mi vida fueron así. Yo encajado a la fuerza en una realidad que ya no era la mía, no solo por el hecho de que apenas se me entendía al hablar, sino

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porque había momentos en los que yo no me entendía ni a mí mismo ni a mis circunstancias. Pero lo arreglé como pude.

Con el tiempo, solucioné el problema de las palabras inventadas y el de las mal utilizadas, al menos a nivel social, porque en mi cabeza un cornuscopio sigue siendo un reloj de pulsera. Aun así, como pronto descubrí al ponerme a escribir, continuaba roto. Era un espejo astillado. Reflejaba la realidad, sí, pero distinta. Mi palabra estaba astillada y yo con ella. Apenas me ponía a escribir un artículo para el diario de la facultad y de mí solo surgían incongruencias. ¿Cómo escribir algo con sentido si tus propias palabras carecen de él?

Y en esta situación me encuentro hoy, a la deriva, con palabras que no son mías y que pierden sentido en mi boca. Atrapado e incapaz de poder plantarme, en un tiempo irreverente que no da lugar a las respuestas. Sin saber qué soy yo, aparte de un escritor al que se la han roto las palabras.

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Categoria 1. Modalitat Narrativa

Accèsit, Ivet Armengol Tapiolas

Cosmos I

Vides, mons

Aquell soroll estrident, intermitent i quasi bé com cridat sempre l’havia molestat. Es preguntava, tot aixecant la vista per un segon del telèfon mòbil i fent un cop d’ull a la parada en la qual es trobava, si no s’hauria pogut trobar un so menys irritant però que fos igual d’eficient a l’hora d’avisar els passatgers que es tancaven les portes del tren. Estava convençuda que sí. Va aixecar la vista i va mirar el plànol. Quatre parades. Buf! Cada dia se li feia més llarga la tornada. Tenia tantes coses per fer a casa. El viatge en tren, que hagués pogut ser en certa manera una petita pausa a la seva vida frenètica, es convertia sempre en una immersió mental en tots els seus problemes.

Bling! Un missatge. La Sonia! No hi havia tornat a pensar, en que tenien un sopar pendent. Va donar la primera excusa que li va passar pel cap, perquè tot just rebia un missatge del Quim. En Quim...tot d’una li va venir al cap que encara no havien anat a comprar els regals de Nadal per als nens. Aquest cap de setmana...no, impossible. Bé, potser es podrien escapar un moment i anar a fer el primer cop d’ull a les botigues. S’ho va apuntar a l’agenda d’una revolada abans no li marxés del cap. Va plegar l’agenda i es va posar bé la cabellera. Mirà un instant el reflex de la finestra. Li agradava el pentinat que s’havia fet avui, havia de recordar-se’n per una altra ocasió. Bling! Bling! Uf! Va tornar a centrar la seva atenció en el seu telèfon cridaner, aïllada de tot al seu voltant.

Però tot d’una es va trencar aquest silenci, amb l’arribada a la següent parada. A part del petit rebombori de peus, quan aquest es va apagar no va tornar el silenci d’abans. Algú parlava,

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algú deia alguna cosa allà al fons. Però dins la bombolla d’ella, no es podia sentir, el so no li arribava, la remor sí, però era com una imatge borrosa impossible d’enfocar. Impossible per a ella, per la bombolla, per allò que l’envoltava i la separava dels altres, centrant-la i fixant-la completament en els seus pensaments, alhora fonedissos i canviants. Fins que la remor es va anar acostant i la va quasi obligar a desviar la ment i aixecar la vista de l’aparell.

I quan ho va fer, va mirar i es va adonar de qui parlava. Un senyor d’uns cinquanta anys, amb barba i vestit amb un xandall, una jaqueta grisosa i unes sabates massa gastades, es dirigia als seients del seu davant. A primera vista li va recordar el seu tiet, amb aquella barba i tan baixet. Però llavors va sentir el que deia. Estava demanant diners a les persones del tren, dient no sé què de que vivia al carrer. Vaja, va pensar...Tant de bo no s’acosti. I a més no calla, quin incordi. Aquestes situacions, no sabia per què, l’incomodaven molt, tot i que ja hi estava més o menys acostumada, i també acostumada a ignorar-les tant com pogués. Va mirar el mòbil per no haver-se de fixar en l’home. Quan aquest li va passar pel costat, va girar la cara i va mirar el terra.

L’home va retirar-se d’aquell grup de seients, tot mirant al seu voltant. Persones massa ocupades. Auriculars. Telèfons. Clics. Tan distants a ell. Com d’un altre planeta, ben bé com d’un altre planeta. Amb vides tan diferents a les que ell duia. Era estrany quan s’hi parava a pensar, devia ser per això que no ho feia gaire. I també perquè llavors se sentia, molt en el fons, avergonyit del que feia. Avergonyit que el seu menjar i la seva vida depenguessin d’aquesta activitat. I quan acabava, s’havia de posar a les mans de la nit de fora, fosca, freda, dura com el gel. Que l’enduria. De fet, millor. Així es tornava dur envers les penes.

Va pensar que no en trauria res d’aquell vagó, no sabia ni tan sols si acabar-lo. Tenia alguna cosa per menjar avui? Ni se’n recordava. Valia més que es guardés el que havia guanyat. Ah, sí! Avui podia anar al menjador social, com cada dimarts. Allà ja el coneixien. Que bé, soparia calent. Li encantaven les sopes que feien allà. I per dormir...Sí, potser podria provar un caixer automàtic, tot i que encara no ho havia fet mai. Odiava que la gent el despertés mentre dormia, amb el que li costava agafar el son.

Ja feia temps, quan va haver de començar a demanar caritat, li va sorprendre i després xocar fortament la indiferència de les persones davant la seva situació. Va tenir èpoques d’indignació, de ràbia, de desesper. Però llavors es va adonar que allò no l’ajudaria a

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sobreviure. Coses de la vida, què vols fer-hi, deu tenir explicacions. La gent normalitza les coses, i és el que ell va fer. Va preferir ser pràctic. Adaptar-se. I es va adaptar a la degradació de la seva situació, la va normalitzar. Ara ja s’acostumava a aquella separació enorme.

Va acabar el vagó, es va guardar les monedes i va baixar del tren. Potser en el pròxim vagó hi havia més sort i recollia una mica més de diners.

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Categoria 1. Modalitat Narrativa

Accèsit, Carlota Donat Úbeda

Àrtic I

Tú, que fuiste teatro

Sin quererlo, me encuentro emocionado ante las vistas londinenses que alcanzo a ver desde la repisa de mi ventana. Un cuchitril asqueroso, sin duda, pero con un ventanal sensacional. Desde ahí, observo la tonalidad gris de las calles y no puedo evitar pensar, no sin un suspiro suave al recordar quién me enseñó a pensar así, que la ciudad no es más que un teatro vacío. Tiene sus actores, su escenario de obra indeterminada e inacabada, su división en actos, y no es más que un teatro vacío.

- ¿No tienes que ir a ver a la editora?

Desde la humedad de los cristales entelados, me doy la vuelta y presencio el despertar de Edina. Ella, desnuda y con el pelo alborotado, se revuelve entre las sábanas acaloradas por la devoción desenfrenada de la noche anterior.

- ¿Por qué me miras así? ¿Has vuelto a dormir con las lentillas?

- No te miro de ninguna manera, y sabes de sobra que yo no llevo lentillas. ¿No tienes que ir a ver a la editora?

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Edina no encaja en este intento de buhardilla que alquilo en un barrio irrelevante de Londres; no encaja conmigo, desordenado en el vivir, escritor, solamente enamorado de mi propia inspiración y entregado en cuerpo y alma a su visita, cada noche, afortunadamente. Pero Edina, cinco años menor que yo, suele acudir a mi rincón destartalado para alejarme momentáneamente de la perversión, del vicio oscuro y de la mala vida de mis madrugadas. Con ella, a pesar de que no significa nada para mí, o eso me gusta pensar, la humedad de la almohada se vuelve más soportable, el sentimiento de soledad se endulza hasta el punto de gustarme, hasta el punto de no sentirme nunca saciado de su seda tan joven, de sus ojos de gata verdes.

- Ahora mismo me voy. Tú quédate, si quieres. No hace falta que hagas la cama. Por cierto, ¿has visto mis cigarrillos?

A modo de respuesta, Edina se deshace de las ropas de cama blancas que hasta el momento envolvían lo que por las noches provoca mi delirio, se levanta, luciendo para mí su entera escultura tostada por un sol que no hay en Londres, y me acerca el paquete de tabaco que había quedado debajo de mi almohada.

- Toma. No vuelvas tarde.

II

- Es brillante.

Mrs. Bridget se mira las uñas cuando palpa las esquinas del papel y pasa las páginas.

- ¿Ya se lo ha leído?

- ¿Bromeas? ¿Tú eres consciente de lo que escribes?

Ella se recoloca las gafas demasiado grandes y se aparta de la cara el único mechón cobrizo que osa desprenderse del moño perfecto.

- Supongo.

- ¿Cómo lo haces?

- No hago nada en particular.

- Entonces será que tienes un maldito don.

Sigue pasando las páginas, primero de dos en dos, luego por decenas.

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- ¿Busca algo?

- Busco el momento en que la describes a ella… No logro…

- Página ciento treinta y uno.

La mujer alza la mirada y me analiza por encima de las gafas, que han vuelto a deslizarse, pendiente abajo, unos pocos centímetros más.

- Exacto, aquí está. Esto es lo más espectacular que has escrito nunca. Cuando lo leí, me pareció que ya la conocía de siempre, tal es el grado de caracterización que consigues. Créeme, no es fácil elaborar una descripción con una potencia tan sutil, ¿me explico? Es fuerte, es ardiente, pero tan delicado… No es fácil, desde luego que no, y con esa precisión en los detalles decisivos. Y sin embargo tú lo consigues con tanta naturalidad.

- No sé. Me resulta sencillo.

- ¿Sí? ¿Sin más?

- Sin más.

Mrs. Bridget vuelve a leerse las páginas, rápido, con un repaso en diagonal, como no pudiendo evitar reencontrarse con ella.

- Te voy a ser sincera. Eres la apuesta más segura de las que dispone esta editorial ahora mismo. Necesitamos que lo acabes. Ya.

- Vale.

- ¿Vale? Pero ya, chico, lo necesitamos para ayer.

- Ya se lo he dicho, vale. Dígame una fecha.

III

Me deslizo por las calles encharcadas en busca de la paz tan singular que solo el café es capaz de darme. Doblo los papeles que Mrs. Bridget me ha devuelto, con apenas correcciones, bajo el abrigo, mientras reproduzco en mi cabeza el movimiento apremiante, agitado, de sus dedos en mi espalda al despedirme en la puerta de su despacho. Inconscientemente, considero su reparo a tocarme demasiado y comparo ese desliz casi imperceptible por mi abrigo con las marcas y arañazos que, más a menudo de lo que puedo controlar, suelo descubrir por mi

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cuerpo ante el espejo y con la poca ayuda que me brinda la salida del sol, al mismo tiempo que Edina sigue respirando profundamente en mi lado de la cama.

- Buenos días, ¿le pongo lo de siempre?

- Que hoy sea doble.

- Por supuesto. Vaya, vaya, su mesa está libre ahora. Yo se lo llevo.

No sé por qué me sigo sorprendiendo de que Lola esté ahí cuando aparezco. Deposito el conjunto de papeles en mi mesa, pero no aparto la vista de sus manos blanquecinas, que se mueven como con prisa a lo largo del papel. ¿Estás escribiendo sobre mí, mi vida? ¿Es eso un diario? Tranquila, no sufras, no escribas más, que ya he llegado.

- Aquí tiene. Ahora le traigo una cucharita.

- No hace falta, gracias.

- Como quiera.

El camarero ha interrumpido mi visión momentáneamente, pero sigues en la misma posición. Me asusta perderme algo de ti.

- ¿Azúcar?

- No quiero nada más.

- Está bien.

Lola, amor, ¿a qué hora has venido hoy? No he podido llegar antes, perdóname. ¿Has pedido lo de siempre? Yo también. Tienes muy buen gusto. Y cuántas cosas nos unen. Yo también escribo, aunque eso ya lo sabes. ¿Hay algo que no sepas de mí? ¿Hay algo que todavía, aun y estar convencido de haberme entregado a ti en mi totalidad, de haberte hecho dueña de mi ser, no te haya otorgado, revelado, confiado?

IV

- ¿Qué has hecho durante todo el día?

- Nada especial. Lo de cada viernes. Ir a clase, salir a merendar… Venir aquí. ¿Estás bien?

- Claro.

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Edina se cubre un poco más con la manta, hasta los hombros, lo justo para no tapar del todo el cuello de su jersey. Empieza a revolverse, abrazando mi brazo, y finalmente sube encima de mí y, estirada boca abajo, oprimiendo ligeramente mi pecho y dejándome notar sus huesos de la cadera contra los míos, me mira.

- ¿Estás seguro?

Pocas veces hace preguntas, y es una de las cosas que me gustan de ella.

- Quítate las lentillas.

- Que yo no llevo lentillas.

- Entonces quítate los ojos. Déjalos aquí para mí.

- Si me obligas a quitarme los ojos me matas.

- Pues quédate tú.

- ¿Viva o muerta?

- Qué más da.

Deslizo mi mano por dentro de su jersey y resigo la insinuación arqueada de su espalda.

- ¿No tienes que irte a casa?

- Mis padres no están.

- ¿Vas a quedarte entonces?

- Quién sabe. Si me vuelves a convencer de que esta cama es mejor que la mía.

Sigo ascendiendo acariciando los relieves de su columna y me doy cuenta de que no lleva sujetador.

- Puedo convencerte de que lo que se puede hacer en esta sí es mejor.

Edina deja de mirarme y recuesta su mejilla izquierda sobre mi pecho desnudo.

- ¿Puedo quitarte el jersey?

- Tú puedes quitarme lo que quieras.

- ¿También puedo hacer contigo lo que quiera?

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- No vengo aquí a que me pidas permiso.

V

Siento que fuera, en la calle, la ciudad empieza los preparativos para acoger nuestro paseo; que sus protagonistas, a los que ya no llega este olor a café tan nuestro, pequeña, y concentrados, organizan sus vidas, tan ajenas a la nuestra, según el ritmo que adoptarán nuestros pasos, según la proximidad que seguro adivinaremos, más adelante, entre tus dedos largos y los míos, más bien secos y endurecidos. ¿Y acaso no lo notas tú también? Y no es de extrañar; si has hecho que mi vida deje de girar entorno a mí para pasar a hacerlo entorno a tus manos, entorno a tus palabras… Si has nacido para ser la base de mi novela y has revolucionado mi esencia de escritor… ¿Sabes que si un escritor se enamora de ti nunca morirás? Me alegro de haberte conferido la inmortalidad. De hecho, esto es lo único bueno que hago en mucho tiempo… Quererte y hacerte inmortal. Dime, Lola, sustancia y aroma, motivo y consecuencia, si has producido todo esto en mí, qué razón hay para que no lo provoques en el resto de personas, qué excusa pueden tener para no cambiar por ti, para no actuar para ti. Toda obra necesita su protagonista.

VI

- Esto pinta bien, chico, pero que muy bien. Ya estás llegando al final, ¿no?

- Prácticamente.

- ¿Y sabes ya cómo va a terminar?

- Es lo único que he sabido desde el principio.

- ¿Qué quieres decir?

- Quiero decir que todo está escrito en base al final. Cuando empecé la novela ya sabía cómo acabaría.

- Entiendo.

Aunque, por cómo analiza cada palabra, yo no estoy seguro de que entienda nada.

- No lo lea tan detenidamente.

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- ¿Perdona?

- Que no lo lea tan detenidamente. A ver, es mi editora, entiendo que preste atención a cómo está escrito… Pero no se trata de eso.

- ¿Y eso qué significa? ¿De qué se trata entonces?

- De las ideas, y de las imágenes sugeridas y que se generan en la cabeza de uno cuando lo lee. De las sensaciones.

- Te diré lo que me transmite, entonces. A mí me transmite una sensación de delicadeza, y de sensualidad. Pero una delicadeza y una sensualidad muy misteriosas… No das ninguna respuesta. Es todo incierto, ¿dónde acaba la realidad y empieza la invención de…?

- Entonces tiene usted las sensaciones precisas.

Mrs. Bridget entrelaza sus manos encima de la mesa que nos separa y me mira por encima de sus gafas.

- ¿Cuándo puedes tenerlo terminado?

- Creía que teníamos una fecha acordada.

- ¿Pero podrás llegar? ¿No necesitas más tiempo?

- Si necesitara más tiempo ya se lo habría pedido. Y no estaría aquí.

- Bien, chico. Te dejo ir con tu inventiva. Una cosa más. ¿A qué te refieres con que la ciudad es un teatro? ¿Adónde quieres llegar con esa metáfora?

- No estoy hablando de forma metafórica, sino literalmente.

- Lo que sea.

- Si no entiende eso no puede entender lo demás. No puede entender nada.

VII

- Oye, ¿me harías un favor?

- Claro, dígame, ¿le falta algo a su café?

- No, no, no se trata de mi café. Simplemente quiero darte esto.

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Le tiendo al camarero un billete de cinco libras, nuevo, sonrosado.

- Quiero que le pagues el café a Lola cuando venga, de mi parte.

- ¿Quién es Lola?

- ¿Qué? Lola es la chica que se sienta siempre en aquella mesa. Hoy me iré más pronto y no creo que pueda verla.

- Oh, bien. Por supuesto. No sabía que se conocieran.

De hecho, nadie tiene por qué saberlo. Y mucho menos ahora, cuando he decidido no contentarme más con la distancia y entregarme a la osadía de unos primeros pasos en tu dirección. Lo sé, amor, quizás te resulte repentino, pero tengo la sensación de que el tiempo se resbala, ¿entiendes?, que se nos escurre. ¿Y tiempo antes de qué? ¿Acaso algo nos apremia? No, no en tu vida, y tampoco en la mía. Entonces qué relevancia puede tener este traidor, me pregunto una y otra vez. Seguramente ninguna, carezco de convicciones, se trata de una sensación enfermiza que me insta, implacable, a quererte cada vez más cerca y a moverme para hacerlo posible.

- Volveré mañana, así que si ella no viene hoy me podrás devolver el dinero. Espero que eso no ocurra.

Confío en que eso no ocurra.

- En fin, mañana será otro día.

- Yo me encargo, esté tranquilo. Hasta mañana, entonces.

- Adiós.

VIII

- ¿Lo consiguió? ¿Le pagó el café?

- Buenos días.

- Sí, sí, buenos días, ¿cómo fue ayer?

- Sí, eso… Lamento decirle que la cosa no salió como creo que usted esperaba.

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El billete vuelve a mis manos secas, ahora arrugado y con las esquinas mal dobladas.

- ¿Qué quiere decir?

- Quiero decir que la muchacha no aceptó el billete. No aceptó la invitación. Se marchó, y no creo que vuelva por aquí.

- ¿Pero qué dice? ¿Seguro que se lo comunicó a la chica correcta? Lola no me ignoraría de esa manera, Lola… Lola es Lola, y yo soy yo, ¿a qué viene todo esto? ¿Qué tipo de broma es?

- Créame cuando le aseguro que no, que no se trata de ninguna broma, y que sé perfectamente a quién se refiere. Por cierto, no se llama Lola.

Abandono la conversación y me dirijo a mi mesa habitual. En efecto, Lola no está en la suya. En su lugar, un octogenario encorvado que, de cara a la luz natural que llega por la ventana, cierra los ojos en un intento de conservarse en vida un rato más, o quizás solamente de paliar su palidez. Vuelvo al mostrador.

- Entonces, ¿Lola no vendrá más?

- Le repito que no se llama Lola, y no, no volverá. No le ha parecido buena idea que precisamente usted… Quiero decir, se siente acosada.

- ¿Lola se siente acosada por mí?

- Entiéndalo, siempre se sienta usted en el mismo sitio, delante de la mesa donde está ella… Se siente observada, y cohibida.

- Pues por supuesto que me siento ahí, cerca suyo… ¿Dónde sino?

Creo que el camarero se siente intimidado él también… También por mí. Pero no retrocedas, hombre, no te escondas… No voy a hacerte nada, no soy ningún acosador.

- Mire, yo solo sé que a ella no le han sentado muy bien sus intenciones y que he perdido una clienta. Si no quiere saber nada más de usted, a partir de ahí yo no pinto nada.

- Pero no lo entiendo… Se trata de Lola, de Lola y de mí…

Silencio.

- ¿Qué dice? Pero si ella a usted no le conoce.

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IX

Este ventanal tan grande y tan capaz de acoger mi cuerpo debilitado, empequeñecido, de vaqueros rotos y de garganta desgarrada por el alcohol abrasador y el humo seco del tabaco… Y también muy capaz de agravar los sentimientos de tristeza, o incluso diría que de desolación, y de soledad que de vez en cuando me sorprenden y me desconciertan… Pero hacía mucho tiempo que no me asomaba a estos cristales por este motivo, y es que la tarde de hoy es diferente, yo soy diferente. Ni siquiera el sabor gris de esta ciudad se me antoja igual, y tampoco Edina hace resonar las llaves de la misma forma al entrar por la puerta.

- Ya estoy aquí… ¿Hola? Ah, ya te veo. Oye, ¿estás seguro de que quieres que tenga las llaves de tu apartamento?

- Hola, bonita. Tranquila, no tengo nada que pueda importarme que veas o que robes.

- No te pienso robar nada. ¿Me acabas de llamar bonita? ¿Estás bien?

- No lo sé.

- ¿No lo sabes? Raro en ti. Siempre estás convencido de todo.

- Precisamente.

No estoy seguro de si me dirijo a la pared donde apoyo los pies o de si prefiero hablarle a Edina, pero en cualquier caso ella se acerca al ventanal, y me escucha.

- ¿Sabes? A mí no me importa estar triste, no me importa sentirme vacío… Soy escritor, o al menos lo era, y necesito todo eso. Necesito conocer aquello sobre lo que escribo. Y ahora lo que escribo ya no existe.

- ¿A qué te refieres?

- Mi inspiración era real, Edina, te lo juro… Pero se ha esfumado.

- ¿Qué se ha esfumado?

- Mi aliento, mi inspiración, mi ambición. La base de la novela, el motivo y la consecuencia de todo lo que me lleva a divagar y al mismo tiempo a ser capaz de ordenar algo por primera vez en mi vida. La quería, desde luego que sí, y con una naturalidad que ahora me desquicia… Me desquicia la inquietud que provoca lo familiar cuando se vuelve extraño.

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- ¿La querías? ¿Acaso era una mujer? ¿O una idea que se te acaba de agotar? ¿Sobré qué escribías?

- ¿Y qué diferencia hay? Ya no puedo sentir nada, ya no puedo pensar en nada. Me siento abandonado, y solo. Creo que es la sensación más desgarradora que nadie puede sentir jamás. La soledad me va a matar.

Ella aparta las manos de mis rodillas, como si mi piel de pronto ardiese, y me mira a los ojos como hubiese deseado que Lola me mirara algún día: conociéndome.

- Creo que debería marcharme. Te bastas tú solo para destruir todo tu mundo, no te hago más falta.

- Edina, no te vayas. Necesito que te quedes… Y sin embargo nunca escribiré una novela sobre ti. Eso debes comprenderlo.

- Prefiero irme antes de lograr entender eso.

Edina, decepcionada, se da la vuelta y recorre el pasillo hasta la puerta por última vez, haciendo un alarde final de sus caderas tan jóvenes y de esas piernas que yo una vez recorrí con libertad. Las editoriales se esfuman al mismo tiempo porque tú, Lola, Lolita, ya no quieres saber nada de mí y has puesto fin a nuestro sueño, ese en el que yo te confiero la inmortalidad y tú a mí nada más que el placer de saber que existes. Ahora ya ni siquiera tengo eso, y ya no sé cómo usar las noches. Ya no puedo crearte.

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Categoria 1. Modalitat Narrativa

Accèsit, Carla Riverola Brutau

Àrtic I

Europa, un mite i una realitat

Europa, princesa fenícia de Tir

“Allò que una vegada mor, pot seguir viu”

Vaig morir fa segles, però gràcies a les classes de cultura clàssica segueixo viva. Sóc filla del rei Agenor i la reina Telefasa. Segons m’han dit, he donat nom a un continent del món. Vaig ser una més de les amants de Zeus, però ens vam estimar.

De princesa fenícia de Tir a reina de Creta...

Sí. A vegades la vida et porta per camins que mai t’imaginaries.

Quin va ser el seu camí?

Vaig ser massa confiada, però la veritat és que no me’n penedeixo.

Què vol dir?

Un dia estàvem les meves companyes a la platja de Sidó, banyant-nos i jugant com fèiem sempre. Era un dels llocs més bonics del món. Passàvem llargues tardes allà, era un paradís.

I què va passar?

Mentre jugàvem va aparèixer un animal que mai abans havia vist. Tenia forma de brau, com els que tenia el meu pare, però no era negre. Era d’un blanc puríssim. L’animal s’acostava i les meves companyes van marxar corrents. Al principi –ho he de reconèixer– a mi també em va fer por. Però de seguida em va transmetre confiança. Se’l veia un animal noble.

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Li van fallar les seves impressions?

No, mai he dubtat que tot el que va fer, ho fes des del cor.

Què va passar després?

Em sentia com si estigués en un núvol, tot era idíl·lic. Jo l’acariciava i ell, d’alguna manera, em somreia. Em va oferir el seu llom per pujar-hi. Ho vaig fer i, sense quasi ni adonar-me’n, ja estàvem dins del mar, corrent sobre les seves espatlles. Tenia por, però per una estranya raó, confiava en ell.

Llavors va ser quan van arribar a Creta, no és així?

Sí, prop de la ciutat de Gortina. Allí vaig descobrir qui era realment aquell brau que tant em va enlluernar. No era un altre que Zeus!

Es va transformar en animal, igual que va fer per conquistar Leda, convertint-se en cigne, o adoptant l’aparença del marit d’Alcmena, Amfitrió, per conquistar-la.

I també ho va fer amb moltes altres! Per conquistar Dànae, es va convertir en pluja d’or i la va deixar embarassada; en una ocasió es va transformar en un núvol perquè Hera no el veiés i pogués conquistar-Io. Les dones han estat un dels seus vicis.

Segueixi la història, si us plau.

Quan va tornar a adoptar la seva aparença normal i vaig descobrir que era Zeus, no m’ho podia creure. El déu dels déus s’havia fixat en mi! Molts pensaran que això és el que diem totes, però jo crec realment que em va estimar. I jo també ho vaig fer.

Com sap que el seu amor era vertader?

Crec que el nostre amor va ser una fletxa de Cupido, almenys per part meva. Vam viure moments màgics. Jo em vaig enamorar perdudament d’ell, vivia en un somni. Quan vam arribar a Gortina, enduts per la passió, ens vam unir sota uns plataners. Zeus em va dir que, per tal que aquell moment fos per sempre més etern, les fulles d’aquell arbre no caurien mai.

Nosaltres, els humans, en diem arbres de fulla perenne. Crec que poques persones saben d’on ve aquesta expressió en realitat.

Hi ha moltes coses que provenen dels nostres temps i que, vostès, els humans, han adoptat. Encara que no visquem a la terra, jo sé que els joves ho aprenen a la classe de cultura clàssica.

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Bé, no tots, només aquells que s’interessen per les humanitats i les ciències socials i que, per cert, tenen molt a veure amb la nostra cultura.

Diuen que som hereus de tota la seva cultura.

I és que ho són! O em diran que no tenen teatres, o signes del zodíac o constel·lacions? Nosaltres, des de dalt, ho seguim veient tot.

Segrestos també en patim en els nostres dies...

Mai he considerat que Zeus em raptés. Se’m va endur, sí, però perquè m’estimava.

Bé, però, encara no ens ha explicat com va arribar a ser reina de Creta.

Vaig arribar a ser-ho per amor. Zeus sabia que la nostra història no podia durar gaire. Hera es posaria furiosa si ho sabia, ella ja estava cansada de les aventures del seu marit. Els dos ho sabíem. Per això, en tot moment, vam fer cas del tòpic del gran Horaci, carpe diem, que vol dir ‘aprofita el moment’.

Zeus em va fer els tres regals més bonics que pot tenir una dona, els fruits del nostre amor: Minos, Sarpedó i Radamant. A més, em va obsequiar amb Talos, un autòmat de bronze construït per Dèdal, una javelina que sempre donava en el blanc, i un gos que mai deixava escapar la seva presa.

Va considerar que el millor era que jo em casés, i va aconseguir que el rei de Creta, Asterió, m’acceptés com a muller. Així em vaig convertir en la primera reina de Creta. A ell també el vaig estimar molt.

Fa uns mesos, Zeus també va passar per aquí i vam tenir l’oportunitat d’entrevistar-lo. Es lamentava de la poca importància que rebien els déus grecs avui dia. Però, en canvi, vostè no ha perdut la importància. No tothom té un continent amb el seu nom..

Em sento molt orgullosa que sigui així. Tot i que ara Europa no passi per bons moments, Tirèsies m’ha assegurat que preveu un futur millor.

Crec que la nostra època és el bressol del món d’avui. Les coses bones no haurien de canviar mai. No és això el que diu aquell anunci que surt per allò que anomenen ‘televisió’?

Sí, exactament. Ara que ho diu, crec que sí que conservem moltes coses de la seva època. I, en concret, en conservem una de la seva història amb Zeus.

La constel·lació?

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Sí, efectivament. Suposo que Zeus va voler que la seva història arribés als nostres dies. Ad hoc, va fer que el brau que havia utilitzat per conquistar-la fos una constel·lació i un signe del zodíac, que, a més, és el meu.

Me’l vaig estimar molt i vaig ser molt feliç quan va decidir fer això. Volia dir que, d’alguna manera, li vaig importar. No és, ni de bon tros, tan dolent com alguns el pinten. Va tenir una infància difícil i les coses no sempre li van anar com hagués volgut. Però en el fons era una bona “persona”.

En la seva visita ens va encoratjar a seguir estudiant el nostre passat, a reviure els déus de l’Olimp. Què en pensa vostè?

No parlo com a deessa (a la meva mort em vaig convertir en la deessa Hellotis, encara que poca gent ho sàpiga), sinó com a persona. Tot el que forma part de nosaltres ens ha d’interessar, com deia Terenci, nihil humanum mihhi alienum est. Crec que s’ha comprovat que, allò que una vegada mor, pot seguir viu, fins i tot, més viu que mai.

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Categoria 1. Modalitat Narrativa

Accèsit, Adrián Arroyo Díaz-Morera

Mediterrània A

La prisionera inmortal

La vida. ¿Cómo pueden abarcar cuatro insignificantes letras un concepto inconcebible, un concepto tan complejo que parece sencillo y que cuya belleza reside en su brevedad? Su complejidad siempre ha suscitado grandes preguntas, huérfanas de grandes respuestas. Quizás su complejidad resida en el bucle infinito de su composición: de momentos, de instantes, que paradójicamente se componen de vida. Curiosamente y pese a su fugacidad, nadie renunciaría a ella, nadie cambiaria su pasado con tal de no quedar expuesto a la amargura de no poder ser eternamente. Su gran aliado es el tiempo. Es por eso que lo hemos intentado esclavizar y controlar con relojes desde nuestra existencia, porque nos queríamos apoderar de ella. Si alguien viniera podría encarcelarla entre muros de letras diciendo que qué es la vida sino una cuenta atrás irremediable. Pues bien yo le diría que la vida es mucho más que eso, una simple cuenta atrás, que la vida lo es todo pero no es nada. Me miraría atónito y yo le aclararía diciéndole que lo es todo porque esconde en sus entrañas la soledad de un pescador, la alegría de un niño, las canas y las arrugas de un anciano y la piedad de unos pocos. Continuaría con que no es nada porque apretando un simple gatillo te la puedes llevar, porque es cobarde y se esconde tras sus injusticias y porque nos aleja de la tranquilidad de la no existencia. Añadiría, que el valiente no es aquel capaz de esquivar ágilmente su futuro sino aquel que cuando llega su hora ha logrado llenarla de todo aquello que supo apreciar. Y aclararía: entonces, el verdadero éxito es hacer de la vida un cajón inmenso donde poder almacenar cada segundo exprimido, cada vivencia acabada. Finalmente le diría a aquel que la

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había encarcelado como una cuenta atrás, que la vida es una carrera de obstáculos y que cuantas más veces caigas y tengas el coraje para levantarte, menos te entristecerá tener que abandonarla algún día porque cuando lo hagas estarás lleno de magulladuras y cortes. Así cuando te pregunten, a donde sea que vayas, que son todas esas heridas tú te reirás y dirás: es la vida.

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Premi extraordinari categories 1, 2 i 3, Bruno Paso Castelló

El caso de la rosa blanca