yahiz dos narraciones

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yahiz dos narraciopnes

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  • DOS N A R R A C I O N E S DE A L Y A H I Z , PROSISTA CLASICO

    DEL SIGLO IX

    Traduccin del rabe, notas y comentarios por M A N U E L RUIZ FIGUEROA

    E l Colegio de Mxico

    Introducci,

    L A POESA fue por mucho tiempo la forma preferida y do-minante en la literatura rabe. Por medio de ella se narra-ban y ensalzaban las gestas de la tribu preislmica y de sus hroes. Bien conocidas son las odas preislmicas, sus autores famosos y el lugar desmesuradamente grande ocupado por los poetas en la escala social de la tribu. Una tribu sin poeta era una tribu sin proteccin y sin honor. E l poeta, dotado de conocimientos sobrenaturales en cuanto posedo por un genio (yinn), celebraba los triunfos de la tribu y acompa-aba a los guerreros al combate, donde con la fuerza m-gica de sus palabras y maldiciones causaba un dao irrepa-rable al enemigo. '

    En las grandes ferias sobre todo la de ms renombre, la de Ukaz, concurrida por todas las tribus, se celebraban com-petencias literarias cuyo premio consista en colgar en la Kaba de la Meca las mejores poesas grabadas en letras de oro, segn reza la leyenda. La prosa como forma de expre-sin literaria fue muy poco usada. En los medios religiosos, los guardianes de santuarios y adivinos expresaban sus orculos en forma rtmica, el say o prosa rimada. E l Corn mismo adopt este uso, sobre todo en las primeras revela-ciones, lo que provoc que Muhammad fuera tachado de

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    poeta, es decir, de posedo por un yinn. Muhammad, sin embargo, paulatinamente disminuye el uso del say, aunque sin abandonarlo del todo. E l famoso "discurso de despe-dida" del profeta, pronunciado despus de su victoria en la Meca (632 d.c.) parece ser uno de los primeros ejemplos de prosa oratoria. A l secundar el ejemplo del profeta, la oratoria favoreci la adopcin de la prosa en la literatura rabe. Entre los casos ms salientes de prosa oratoria hay que mencionar el discurso de Ab Bakr despus de su elec-cin en Medina 1 el de 'A'isha la esposa predilecta del pro-feta, en ocasin de la Batalla del Camello,2 y sobre todo del famoso Al-Hayyay b Ysuf hombre recio y sin es-crpulos, que pronunciara en la mezquita de Kfa al ser nombrado eobernador de la provincia de Iraa por el califa "Abd al-Malik. Tal discurso nos ha sido preservado en toda su fuerza y belleza por el historiador Al-Tabari en sus Ana-les.3 Sin embargo, fueron las prcticas administrativas y bu-rocrticas del Imperio las aue auiz en mavor erado eme la oratoria impusieron'el empleo regular de la prosa.

    El contacto con pueblos extranjeros, principalmente Bi-zancio y Persia, y sus desarrollados mtodos para adminis-trar sus imperios' influyeron para que los califas omeyas, y despus en forma ms organizada los abases, se sirvieran de la prosa para fijar por escrito contratos, rdenes e instruc-ciones a gobernadores de provincia, crnicas y anales de sus reinos. Fue la correspondencia epistolar pblica y privada la que contribuy en forma ms directa a la creacin de una prosa rabe en gran parte independiente de los modelos poticos. Y esto slo en parte, ya que la lengua rabe se presta fcilmente a satisfacer el sentido de la rima y del ritmo imponiendo a la prosa un cierto manerismo retrico en busca sobre todo de bellos efectos sonoros, lo que puede advertirse todava en la prosa moderna.

    l Conservado por Ibn 'Abd Rabbihi (m. 328/940) en su 'Iqd al-Farid, vol. IV, pp. I43s. El mismo autor ha conservado, muchas de las jutbas (discursos en la asamblea de los viernes) de los primeros califas y com-paeros del^ profeta. ^ ^

    3 Traducido"?.' E. Dermenghem, Les P l u s beaux l e x t e s rabes, pp. 68ss.

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    Sin embargo, una vez establecida, la prosa fue el vehcu-lo en todos los terrenos y para toda clase de obras, filosofa, teologa, geografa, historia, misticismo, etc.

    Entre los ms destacados escritores de corespondencia epistolar cabe sealar a dos secretarios. El Ktib 'Abd al-Hamid ben Yahya de los ltimos aos de los omeyas y al Ktib Sahl ben Harn, secretario de los famosos vizires bar-meques y despus del califa abas Al-Mamn.

    Entre los secretarios de los abases, encontramos tambin a Ibn al-Muqaff (m. 759) a quien se suele considerar como el creador de la verdadera prosa rabe, si bien era de origen persa. Adems del gnero epistolar, Ibn al-Muqaffa es reco-nocido por el cultivo del gnero de adab (bellas letras, si bien la de adab es una nocin ms compleja), antologas donde se mezclan biografas, ancdotas, crticas y digre-siones variadas. Es precisamente en este terreno donde ms se hacen evidentes las tradiciones persas o hindes. Ibn al-Muqaffa, en efecto, inici una serie de traducciones del pahlavi al rabe de obras hindes y persas, adems de otras obras originales en rabe, que en conjunto dieron carta de ciudadana a la prosa y marcaron un sendero para escritores posteriores.

    U n siglo ms tarde, nos encontramos con Al-Yhiz (m. 869), autor de los textos cuya traduccin presentamos.

    Nacido en Basra, donde muri a la edad de 96 aos y donde recibi su educacin con los mejores maestros de l i -teratura, filosofa, teologa y ciencias naturales, de forma-cin vasta y variada, adquiri una verdadera cultura enciclo-pdica como lo muestran sus obras sobre los tems ms diversos:

    E l l i b r o de los animales (zoologa), E l l i b r o de l a c l a -r i d a d y e s c l a r e c i m i e n t o (retrica y cultura literaria), E l l i b r o de los avaros, Los legtimos y los bastardos, L a g l o r i a de los negros y los r o j o s , Los mritos respectivos de las mujeres y los hombres, Los rabes y los no rabes, E l elogio del comercio y censura de los f u n c i o n a r i o s , Los mrito/respec-t i v o s de los tos paternos y de los tos m a t e r n o s , Los dolos, Los metales y las m i n a s de l a t i e r r a . L a d i f e r e n c i a e n t r e los

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    y i n n s , los hombres y los ngeles, E l o g i o y censura de l a c i e n c i a , L a a m i s t a d y l a frecuentacin, etc.

    Al-Yhiz no parece haber viajado mucho, aunque visit Antioqua. Damasco y El Cairo y permaneci por un tiempo ms largo en Bagdad, donde conoci a varios califas. Entre stos a Al-Ma'mn quien lo llam como secretario, pero tres das ms tarde Al-Yhiz renunci al cargo por amor a la independencia.

    Fsicamente de aspecto ms bien grotesco, de baja esta-tura y ojos muy salientes como los de una rana, caracters-tica esta ltima que explica su apodo de "al-yahiz" (el de los ojos exorbitantes). Su fealdad fsica, sin embargo, se vio ampliamente compensada por una inteligencia penetran-te, juicio seguro, observacin psicolgica profunda y sentido realista. Posea adems una irona fina y aguda de la que pocos personajes, importantes o no, se salvaron y que le va-li la enemistad de muchos que por venganza no dudaron en desprestigiarlo, calumniarlo e incluso acusarlo de hereja (zanda, maniqesmo). N o obstante, no le faltaron ad-miradores poderosos que lo protegieran y ayudaran genero-smente.

    Sus amplios intereses, que a veces lo llevan a la super-ficialidad, y su libertad de espritu dispuesto a mofarse de todo, se evidencian tambin en el terreno religioso, don-de naturalmente formaba parte de la escuela m u ' t a z i l a y dentro de la cual form una nueva corriente que llev su nombre.

    En cuanto prosista hay que reconocerle categora de pri-mer rango. Su prosa suele considerarse an inigualada en la literatura rabe. De estilo natural y sin afectacin que fluye rpidamente en frases cortas, elegantes y claras; no muy cuidado a veces, siempre seguro de la lengua, hbil para describir, argumentar o narrar con vivacidad. Su riqueza de expresin, su realismo, al punto de reproducir el lenguaje del pueblo con sus incorrecciones propias, y su forma segura y agradable, han suscitado numerosos discpulos e imitado-res a travs de todos los tiempos.

    Si Ib al-Muqaff fue el creador de la prosa, es cierta-

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    mente con Al-Yhiz cuando ella alcanz una de las cimas ms altas de la literatura rabe. Es por eso que hemos selec-cionado este prosista, aunque sea slo con dos textos muy breves. E l primero ha sido tomado del Kitb al-Hayawn (libro de los animales) y el segundo del Kitb al-Bujal (li-bro de los avaros).

    " E l C a d i de Basta y l a mosca"

    Al-Yhi?> de E l libro de los animales

    Tenamos en Basra un cadi * llamado 'Abd All Ibn Sawwar, un magistrado tan grave, compuesto, digno y pa-ciente, con tal control de s mismo y meticulosidad de sus movimientos, como nadie haba visto uno igual.

    Sola rezar la oracin de la maana en su casa, a pesar de la cercana de la mezquita; se diriga luego al tribunal y se sentaba1 sin apoyarse en cosa alguna, permaneciendo rgido, sin mover un miembro, sin voltear a los lados, sin relajar su postura, sin cambiar la posicin de sus piernas, sin inclinarse a un lado, hasta el punto de parecer una esta-tua o una roca inamovible.

    As continuaba hasta el medio da, cuando se levantaba para la oracin y regresaba en seguida a su puesto, donde permaneca del mismo modo hasta la oracin de la tarde. Alguna vez, o ms bien con mucha frecuencia, regresaba para despachar asuntos o contratos que haban quedado pen-dientes, rezaba la ltima oracin y se retiraba. Dicho sea en honor a la verdad, durante todo el tiempo que dur en sus funciones no se levant una sola vez para ir a lavarse 2 y no tena necesidad, ya que no beba agua ni lquido alguno. Tal

    * El cadi o qadi dentro del islam es el Juez "religioso", o sea el encargado de hacer justicia en asuntos relacionados con la shan a o Ley religiosa, p. ej., prescripciones familiares legisladas por el Corn, bienes religiosos, etc., mientras que otros asuntos legales (derecho criminal, etc.); se resuelven ante otro tribunal "mazalim".

    1 En la forma acostumbrada o sea con las piernas cruzadas, cubierto con su manto o turbante.

    2 Es decir, para ir al bao y despus purificarse.

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    era su comportamiento a lo largo del ao, en das largos o cortos, en verano y en invierno. Jams mova una mano, ni haca indicaciones con la cabeza. Se limitaba a hablar, y en todo caso concisamente, pocas palabras pero llenas de sig-nificado.

    Estando as las cosas, cierto da, durante una sesin, en-contrndose rodeado de sus asistentes y el pblico delante de l en dos filas, una mosca vino a pararse en su nariz. Ah permaneci un rato y vol hacia un ojo, detenindose justa-mente en el lagrimal.

    l soport pacientemente la presencia de la mosca en el ojo, sus mordidas y piquetes, como lo haba hecho con igual dominio de s en la nariz, sin hacer un gesto, voltear la cara o espantarla con un dedo. Como persistiera la mosca impor-tunndolo y le provocara un malestar realmente agudo, y llegara a un punto que le era ya insoportable, cerr el pr-pado, pero la mosca no se movi. Esto lo llev a un abrir y cerrar de ojos constantemente. La mosca vol en espera de que cesara el movimiento, y regres al lagrimal con ma-yor mpetu que la vez primera plantndole su aguijn en un lugar ya desde antes dolorido. La resistencia del juez dis-minua mientras aumentaba su impaciencia; volvi a mover-los prpados acelerando la intensidad del movimiento abrien-do y cerrando los ojos. La mosca se alejaba y volva a su puesto al cesar el movimiento. Tal era la insistencia de la mosca que aaot la paciencia y las fuerzas de nuestro iuez, quien cey necesario alejarla con la mano y as lo hizo En tanto las miradas de los asistentes estaban sobre l simu-lando no verlo. La mosca vol por un momento y regres a su puesto obligndolo a protegerse con la manca de su manto y a repetir la operacin varias veces.

    E l juez se dio cuenta de que ninguno de sus movimien-tos escapaba a la observacin de sus asistentes y del pblico, por lo que encontrando sus miradas les dijo: "Doy fe, de que la mosca es ms obstinada que un escarabajo y ms va-nidosa aue un cuervo. Que Dios me perdone." "Cuntos hombres'estn orgullosos de s mismos, pero Dios les da a conocer su debilidad escondida. Y o s que se me considera

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    uno de los hombres ms dignos, pero la criatura ms dbil de Dios me venci y me ha desacreditado." En seguida re-cit el verso del Corn: " Y si una mosca viene a robarles algo, no pueden arrebatrselo, dbil es el adorador y el adorado"

    " L a a v a r i c i a de los h a b i t a n t e s de M e r v "

    Al-Yhiz, de El libro de los avaros

    Entre las divertidas historias de los habitantes de Merv est una que nuestros ancianos nos contaron hace tiempo. Haba un comerciante de Merv que viajaba constantemente para cumplir con el deber de la peregrinacin o por razones de comercio y sola hospedarse en la casa de un iraqu que lo trataba generosamente y no permita que nada le faltara. Constantemente deca a su anfitrin: "Cmo me agradara verte en Merv para devolverte todas las atenciones que me prodigas desde hace tanto tiempo y compensarte por tus gentilezas en cada una de mis visitas Aquf loado sea Dios, no tienes necesidad de mi ayuda." As pas mucho tiempo hasta que se le present al iraqu un asunto en aquella re-gin. Una de las cosas que le hacan ms soportable las fatigas del viaie v la nostalgia de su partida era la perspec-tiva de encontrar a su amigo) de Merv Apenas llegado se dirigi a su casa con las vestiduras del viaje, es decir su turbante birrete- vestido cara hospedarse en su casa como se acostumbra entre amigos de confianza o entre familiares. A l encontrarlo sentado con un grupo de amigos, se lanz sobre l v lo abraz Viendo eme el de Merv no daba signos de reconocerlo ni le'preguntaba si alguna vez se haban vis-to, el iraqu se dijo: "Quiz no me reconoce a causa de mi velo." Se quit entonces el velo esperando que el de Merv le hiciera alguna pregunta, pero sigui sin reconocerlo. Se dijo entonces: "Quiz se deba a que me present ante l con

    3 Corn, 22, 72.

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    el turbante", y se lo quit. En seguida le dio su nombre y procedencia pero la obstinacin del de Merv en no recono-cerlo era ms grande. "Ser tal vez por el bonete", se dijo. El de Merv comprendi que no le quedaba ms excusa para continuar fingiendo y le dijo: " A u n si te quitas la piel no te voy a reconocer."