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Titulo original: ROMMEL

DESMOND YOUNG

ROMMEL

Titulo original: ROMMEL

Edicin en lengua original:

Libraire Arthme Fayard - 1962

Antonio Prez Traduccin, 1967

EDITORIAL BRUGUERA, S. A.

Edicin especial: marzo, 1974Prefacio

Se incluye en este libro una carta que me pareci conveniente enviar a los jefes de unidades que estaban bajo mi mando cuando vi que el nombre de Rommel estaba a punto de adquirir caracteres mgicos en las mentes de nuestros soldados. No es posible que un jefe enemigo consiga semejante reputacin si no es una personalidad fuera de lo corriente, y desde luego, Rommel era un ser excepcional. Alemania ha producido muchos generales que eran a la vez competentes y de rudo carcter; Rommel destacaba entre ellos porque supo sobreponerse a la caracterstica rigidez del espritu militar germnico y porque posea, por otro lado, grandes dotes para la improvisacin.Siempre he credo que los oficiales subalternos, los jefes de seccin, de compaa y de batalln del Afrika Korps conocan mejor que nuestros propios oficiales los problemas tcticos. La culpa no era de nuestros hombres, sino del carcter particular de las tareas que se confiaba a nuestro ejrcito en tiempos de paz y a su carencia absoluta de un entrenamiento verdaderamente sistemtico. Al prolongarse las hostilidades en una guerra larga, nuestros hombres supieron pisar firme y en ms de una ocasin batieron a los alemanes en el terreno de la tctica; bajo la presin de las circunstancias, se desarroll su instinto natural. En lo concerniente a los jefes de alta graduacin, Rommel se mostr siempre como el mejor hombre en el campo de batalla. Puedo dar fe personalmente de su obstinacin, de su mente prdiga en recursos, de su agilidad moral. Mientras nos vemos obligados, desgraciadamente, a preparar a nuestra juventud para el oficio de las armas, y a nuestros oficiales para mandarla, un estudio acerca de este hombre y de sus mtodos puede ensearnos muchas cosas.Mis contactos directos con Rommel se limitaron a los encuentros que con l y su Afrika Korps tuve en el desierto occidental durante las campaas de 1941-1942, y tras haber ledo luego la historia de los primeros y los ltimos aos de su vida, debo confesar que me encuentro hoy con que la idea que de l me hice en aquellos das, cuando la batalla flua y reflua sin cesar entre Bengasi y Alejandra, no difiere mucho de la que manifiesta el eminente autor de esta obra. Sobre un punto, sin embargo, era errnea mi opinin. Me ha sorprendido ver hasta qu punto fue Rommel, en su vida privada, un hombre sencillo y amante del hogar. Todos sus adversarios nos lo imaginbamos como el tipo exacto del Junker, como un producto tpico de la mquina militar prusiana. Y no era as. Quiz ese detalle influyera grandemente en su extraordinario xito como conductor de hombres en la batalla.Tambin a m, como a cuantos estaban bajo mis rdenes, me hizo pasar Rommel momentos angustiosos. Tratndose de l, resultaba siempre imposible relajar, por poco que fuera, nuestro esfuerzo para vencerle; si ha existido alguna vez un general cuya nica preocupacin era derrotar y destruir a su enemigo, ese hombre se llamaba Rommel. Ni mostraba contemplaciones, ni las esperaba para l. Y no obstante, jams seria yo capaz de transformar en odio personal hacia l, como adversario, mi repulsin hacia el rgimen a cuyo servicio estaba Rommel. Ahora que ya est muerto, al rendirle homenaje como hombre y como soldado y deplorar las ignominiosas circunstancias de su muerte, tal vez surja alguien para acusarme de pertenecer a lo que el seor Bevin llama sindicato de los generales. En el supuesto de que exista ese sindicato y por lo que yo puedo saber, ser miembro del mismo significa sencillamente que uno reconoce en sus enemigos las cualidades que personalmente deseara poseer: el respeto hacia un bravo adversario que es competente y escrupuloso en su accin, y tambin el deseo de que ese adversario le trate a uno, en caso de que le venza, del mismo modo que uno deseara tratarle a l si llegara a derrotarle. Esto es lo que hbitulmente se llama espritu caballeresco, y ya pueden algunos proclamar que es una tontera y que es cosa de otros tiempos. Tal vez tengan razn, pero si as es, siento tener que mostrarme desolado.Con el fin de recoger el mximo posible de detalles acerca de la vida y la muerte de Rommel, el general de brigada Desmond Young, autor de este libro, no ha escatimado esfuerzos ni diligencias, lo mismo cerca de la familia del general que de las personas que tuvieron ocasin de conocerle. Desmond Young, veterano de la Primera Guerra Mundial, se hallaba sumergido por completo en la guerra del desierto cuando tuvo la mala suerte de caer prisionero en Gazala, en un momento en que la batalla no estaba an decidida. Se trata de un viejo amigo mo; tras su evasin, lo incorpor a mi Estado Mayor. En Delhi, y tambin aprovechando largos viajes de avin juntos, tuvimos ocasin de examinar muchos problemas. Tal vez eso d pie para que algunos sospechen que yo le inspir algunas de sus opiniones acerca de cmo fue llevada la guerra (y, sin embargo, son posibles tantas y tantas opiniones sobre este tema!). A ese respecto, puedo afirmar categricamente que jams hablamos de la guerra en frica del Norte. Las conclusiones de Desmond Young sobre el particular, suyas son y slo suyas; por algo es un hombre de espritu independiente. Le un ejemplar del manuscrito de este libro cuando otro ejemplar estaba ya camino de la imprenta, y experiment una gran alegra, un enorme inters. Estoy seguro de que el libro apasionar a todos sus lectores.Dicho esto, slo me cabe aadir que acojo con satisfaccin la obra de Desmond Young, puesto que, al hacer justicia a un adversario de firme corazn, puede mostrar a las nuevas generaciones alemanas que no sentimos odio alguno hacia las cualidades militares germnicas y s nicamente hacia l mal uso que de ellas han hecho sus jefes repetidamente.Mariscal Sir CLAUDE J. E. AUCHINLECK

Introduccin

Bajo los primeros y violentos fulgores de una soleada maana de junio, habamos atravesado el campo de minas del lado oeste de Bir-Harmat, en el lugar mismo donde, cerca del Cuartel General de la 10a. brigada de Infantera de la India, los tanques alemanes nos haban puesto en desorden la noche antes. Como todos los prisioneros forzados a pasar una noche al raso, formbamos una tropa de desharrapados. bamos mezclados ingleses e hindes, algunos tiritando bajo su camisa de manga corta y su pantaln corto, otros cubiertos con sus cascos y tapados con mantas hasta los ojos, y todos sucios, sin afeitar, hambrientos. Empezbamos a comprender que aquello de "ser metido en el saco", con lo que tanto se bromeaba habitualmente en el Oriente Medio, no era una simple broma. De vez en cuando, nuestros guardianes nos obsequiaban con algunas de aquellas indiferentes miradas de menosprecio que nosotros mismos habamos dedicado tan a menudo a las interminables columnas de prisioneros italianos. Pese a que normalmente yo senta un temor lgico a las minas, ahora me hallaba hasta tal punto desconcertado por mi cautividad, que caminaba por entre ellas indiferentemente, en la linde del campo, ya que resultaba ms fcil avanzar cuando se colocaba uno fuera de la columna. Y poco me preocupaba mirar dnde pona los pies, ni siquiera cuando el soldado alemn que cerraba la marcha me llamaba al orden.Una vez atravesamos el campo de minas, pasamos ante una batera alemana en plena accin. Nuestros caones y tambin algunos carros de combate estaban intentando localizarla. Algunos obuses y balas trazadoras enmarcaron muy pronto el movimiento de la columna. A mi lado, un joven oficial vio cmo un cascote de metralla se le llevaba un pie. Ante nosotros surgieron gritos de alarma. Un mismo impulso hizo que cada uno nos echramos a derecha e izquierda del camino. Durante unos minutos corr como todo el mundo; pero luego, persuadido de que, a fin de cuentas, es tan fcil caer bajo el fuego de la artillera como escapar a l, me puse a caminar normalmente hasta que de pronto me encontr, en la cola de la columna, junto a un rubio y joven representante del Afrika Korps. Me hizo seas de que corriera. Levantando mi casco, le mostr mis cabellos grises. Vacil por un momento, como un perro ovejero que dudara entre dar un mordisco a la oveja descarriada o esforzarse en mantener el resto del rebao agrupado. Luego, se decidi de pronto a continuar la persecucin, indicndome que le siguiera.Como vi que la batera alemana estaba del todo entregada a su tarea, intent, haciendo gala de la mxima naturalidad posible, deslizarme hacia el flanco de la columna. Ms o menos a cincuenta metros de distancia descubr lo que buscaba: una estrecha trinchera. Me dej caer en ella, echando en seguida sobre m un poco de arena. En el desierto, la captura es raras veces definitiva. Con un poco de suerte, poda permanecer all hasta que se hiciera de noche y pudiera descubrir un paso seguro a travs del campo de minas. Desde luego, para incorporarme a nuestras filas tendra que ir andando hasta El Adem, pero muchos soldados haban hecho en ocasiones recorridos an ms largos y difciles.Sin embargo, tan slo veinte minutos ms tarde me pescaron. Fue un oficial alemn el que, de pie en su automvil, me vio en la trinchera al pasar cerca de mi refugio, y se detuvo. Fui sacado de mi agujero y me llevaron de nuevo hasta la cabeza de la columna de prisioneros, que continuaba marchando bajo un bombardeo espordico. Pero antes de que hubiese podido perderme disimuladamente entre la masa de los prisioneros, o que un capitn alemn me gritaba en ingls: "Es usted acaso el oficial de ms alta graduacin?". Tal vez lo fuera. Por lo menos, era el de ms edad. El oficial aadi: "Protegidos por una bandera blanca, va a montar usted en un automvil junto con dos oficiales. Pedir usted a su batera que cese el fuego; diga que si contina tirando, slo conseguir herir a sus propios hombres". En cierto sentido, era verdad. Pero, por instinto natural, un prisionero de guerra no hace nunca lo que le mandan. As, pues, contest que no crea poder cumplir aquella misin. (Durante los diecisis meses que siguieron, me pregunt ms de una vez cmo hubieran podido atraparme de nuevo en caso de lograr alcanzar nuestras lneas; no hubieran podido hacerlo; y me morda los puos cada vez que pensaba en lo tonto que fui al rechazar la propuesta.)As estbamos cuando se detuvo frente a nosotros un "Wolkswagen", del que salt un oficial alemn de alta graduacin, robusto y rechoncho. A diferencia de la mayora de nosotros, iba correctamente vestido con una guerrera y pantaln de montar. Observ que tena ojos de color azul claro y slida mandbula, y que todo en l denotaba un indiscutible aire de mando. No haca falta conocer el alemn para comprender que estaba preguntando qu era lo que suceda. Charlaron durante unos momentos y luego el oficial que hablaba ingls se volvi hacia m y me dijo con sequedad: "Segn me dice el general, puede usted negarse a ejecutar nuestra orden si as lo ha decidido".Ech una ojeada al general, y me pareci que en su rostro flotaba la sombra de una sonrisa. En todo caso, me pareci que su intervencin bien mereca un saludo. Y se lo hice, muy rpidamente, antes de incorporarme de nuevo a las filas que deban conducirme al cautiverio.Me hubiera sido muy difcil no reconocer en aquel hombre a Rommel. Pero tampoco hubiera podido imaginar, en aquellos momentos, que unos aos ms tarde su viuda me enseara su mascarilla mortuoria y me contara la historia de su asesinato...1

Bengasi, con retorno

Hacia mediados de febrero de 1941, las acciones inglesas alcanzaban en Egipto su cota ms alta. Los camareros de los bares, barmetros infalibles de nuestros buenos o malos destinos, se haban vuelto en Alejandra y en El Cairo tan expansivos, que uno estaba dispuesto a verles ofrecindonos una ronda a cuenta del establecimiento. Los criados indgenas, por su parte, perdan aquel su aire habitual de menosprecio que les asemeja a los camellos. Y los mismos taxistas haban recobrado, respecto a nosotros, su discreta cortesa. En lo que hace a las altas esferas, los obesos pachas invitaban a los oficiales superiores ingleses en el Mohamed Al Club. En las cercanas de Gezireh, las fiestas se sucedan una tras Otra en los jardines de los millonarios. La buena sociedad de El Cairo haba dejado prcticamente de hablar el italiano. Segn se deca, las relaciones entre el rey de Egipto y el embajador de Su Majestad britnica no podan ya ser ms cordiales. En suma, que el Este (y en el caso de que hablamos, no poda hacerse diferencias entre el Prximo, el Medio o el Extremo Oriente) haca su instintiva zalema al xito ajeno. Tan slo los tenderos de Kasr-el-Nil, divididos interiormente entre el deseo patritico de vernos partir definitivamente de su pas y el instinto profundamente arraigado en ellos de vaciar nuestras bolsas hasta dejarlas sin un cntimo, pensaban con tristeza que muy pronto el oleaje de nuestras piastras tal vez ira a desembocar en las arcas de sus colegas de Trpoli.Y entre nosotros, cmo iban las cosas? Las amables jvenes que trabajaban en el Gran Cuartel General como telefonistas, o como enfermeras en los hospitales, abran los ojos de par en par, con admiracin, cuando alguno de los jvenes leones del 11. de Hsares atravesaba con aire indolente, luciendo sus pantalones color rojo cereza, el saln del hotel Shepheard's o el jardn con terrazas del Continental. Se trataba de los famosos "ratas del desierto" de la 7a. divisin blindada, que asestaron los primeros golpes al enemigo, cruzando las alambradas de la frontera la misma noche en que Italia entr en guerra, volviendo de su incursin con un buen puado de prisioneros italianos. Luego haban vivido durante ocho meses en contacto permanente con el enemigo, atacando su retaguardia por medio de sus carros blindados, vigilando los menores movimientos del adversario, disparando sobre sus filas a quemarropa, a lo largo de la zona costera, hasta el punto de que los italianos haban acabado por no atreverse a dar un paso despus del crepsculo. Solamente el Long Range Desert Groupe1Formacin especial, destinada a operaciones en la retaguardia enemiga. Sus misiones consistan esencialmente en reconocimientos y en ataques inopinados contra aerdromos, convoyes, etc.

lograra, ms tarde, igualar la audacia de aquellas "ratas" de la 7a. divisin blindada. Por ms que la caballera tuviera fama de snob, los acompaantes de las amables jvenes no tenan ms remedio que admitir que un buen regimiento ingls de caballera "tena algo especial".En el guardarropa de los hoteles alternaban las gorras de fieltro de la Rifle Brigade, con su plateada cruz de Malta, y las del 60. Rifles, adornadas con su pompn rojo. En el bar, los oficiales de estos dos batallones, parejos en fama y reputacin, se otorgaban mutuamente de una unidad a la otra las cualidades de coraje y capacidad militar que todos ellos hubieran negado a cualquier otro soldado, a excepcin, naturalmente, de la caballera y de la artillera pesada.En cuanto a los australianos, deambulaban por las calles sin preocuparse ni poco ni mucho de saludar a los oficiales superiores que pudieran hallar a su paso, y siguiendo una costumbre tradicional en ellos, se apelotonaban en nmero de hasta diez juntos dentro de alguna desvencijada victoria, echando una mirada sardnica sobre aquella ciudad que sus propios padres haban saqueado en las postrimeras de la Primera Guerra Mundial. De vez en cuando entonaban Waltzing Matilda o El mago de Oz. Aadamos que los dueos de los cafs, los tenderos y los vendedores de chucheras o de postales erticas les miraban respetuosamente, con un respeto en el que haba ms temor que afecto.Por buena que fuera la opinin que Egipto se haba formado acerca del Ejrcito del Nilo, an era mejor la que ste tena sobre sus propios mritos. Y no le faltaba razn para ello. En los dos ltimos meses haba avanzado 800 kilmetros, batiendo y destruyendo un ejrcito italiano compuesto de cuatro Cuerpos, es decir, un total de nueve divisiones y parte de una dcima, capturando 130.000 prisioneros, 400 tanques y 1290 caones, adems de una gran cantidad de material diverso. (Entre ese "material diverso" haba: sbanas limpias y camas confortables, camisas de seda, suntuosos maletines de "toilette" en cuero de Florencia, cosmticos fuertemente perfumados, delicadas capas azules para caballera, vinos y licores de todas clases, gran profusin de aguas de tocador, sin olvidar una caravana motorizada de agraciadas muchachas "reservadas para los oficiales solamente"... Los italianos no olvidaban las comodidades al dedicarse a la guerra! Cuando el general Berganzoli (apodado "patillas elctricas") se rindi sin condiciones el 7 de febrero, llev consigo a la cautividad en Dehra Dun a ms generales de los que se haba podido ver juntos en la India desde el Durbar2Gran ceremonia que tena lugar en la India en ciertas ocasiones. La de 1911 se celebr con motivo de la coronacin del rey Jorge V.

del ao 1911.El verano anterior pareci como si al ejrcito de Graziani le hubiera bastado saltar a sus camiones para rodar hasta El Cairo, bajo la proteccin de sus fuerzas areas. De hecho, hubiera podido ser as. Y sin embargo, aquel mismo ejrcito acababa de ser barrido del teatro de operaciones. Lamentndose de que Mussolini le hubiera obligado a emprender "la guerra de la pulga contra el elefante" (Vaya con la pulga, se dira el Duce, poseyendo como posee un millar de caones!), Graziani se apresur a enviar su testamento a su esposa y huir, metindose primero en una tumba romana de Cirenaica, a 25 metros bajo tierra, y luego se retir a Italia.Esta gran victoria cost solamente 500 muertos, 1.373 heridos y 500 desaparecidos, costo bajo si se tiene en cuenta que intervinieron en la accin tres divisiones, utilizndose en las operaciones dos de ellas al mismo tiempo: la 7a. blindada y la 4a. hind, siendo luego relevada esta ltima, tras la batalla de Sidi Barran, por la 6a. divisin australiana.Pero pronto los ecos suscitados por la ofensiva del general Wawell fueron borrados por la resonancia de los combates, mucho ms importantes, que se desarrollaban en el frente ruso. No tard en parecer de buen tono el desvalorizar las victorias logradas sobre los italianos. Y sin embargo, la decisin de atacar a un enemigo tan manifiestamente superior en nmero, la idea de mantener a nuestras tropas estacionadas en el desierto durante toda una jornada y a slo 50 kilmetros de las lneas enemigas, y la de infiltrarse a travs de sus fortificaciones durante la noche sin ser descubiertos, para cercar al adversario y atacarle en su retaguardia al romper el da..., todo esto fue la primera manifestacin del genio militar, que no faltaba en nuestro bando.Encuadrados deficientemente por sus oficiales y no aportando a la batalla demasiado empuje, los italianos se hundieron ante aquel ataque por sorpresa, en cuanto pudieron comprobar que sus obuses no lograban perforar el blindaje de nuestros tanques "I" y que la preparacin de las tropas lanzadas contra ellos estaba a la altura de su magnfico espritu combativo. Otras divisiones an mejores haban hecho lo mismo antes y volveran a hacerlo otra vez en el futuro. Pero sera, sin embargo, un error creer que todas aquellas operaciones se redujeran poco ms o menos a una serie de paseos militares. En Nibeiwa, por ejemplo, muchos artilleros italianos permanecieron sirviendo sus caones hasta el mismo momento en que nuestros tanques llegaron a sus posiciones. Cuando haba ya sido herido, el general Maletti muri defendiendo con rfagas de ametralladora la entrada a su tienda. Y en Beda Fomm, la 2a. Rifle Brigade tuvo que rechazar nueve ataques consecutivos de tanques italianos, lanzados contra ella con determinacin.Es asunto aparte el de saber si el general Wawell, en caso de que se le hubiera autorizado a ello, hubiese logrado llegar a Trpoli, de manera que lo que en un principio se concibi como operacin de reconocimiento de cinco das todo lo ms, se convirtiera en una ofensiva de gran envergadura. Hubieran resistido otros 900 quilmetros de marcha nuestros tanques, ya fatigados, y nuestros transportes, excesivamente sobrecargados? Y una vez ya al abrigo de toda sorpresa acaso las divisiones italianas que permanecan intactas en Trpoli no se hubiesen apresurado a fortificar la lnea Homs-Tirhuana? Eso es lo que dos aos ms tarde esper de los alemanes el general Montgomery! Hubiera podido utilizarse Bengasi como puerto de aprovisionamiento, sometido a un intenso bombardeo? No hubieran reaccionado los alemanes, transfiriendo a la zona de operaciones sus divisiones aerotransportadas de reserva en la Italia del norte? De todos modos, parece evidente que el general O'Connor, jefe de las Fuerzas Occidentales del Desierto, aun en el caso de que hubiera logrado llegar a Trpoli, se hubiera encontrado a fin de cuenta en la situacin del cazador de tigres que, habindose encaramado a lo alto de un rbol para acechar a uno de ellos se ve atacado por la fiera. Efectivamente, no disponamos por aquella poca de la capacidad suficiente para explotar a fondo el xito de una operacin, xito que en sus propias dimensiones haba ya superado nuestras ms locas esperanzas.En todo caso, la seguridad de Egipto estaba asegurada; el podero del Eje haba sido roto en frica del Norte y restaurado el prestigio britnico en Oriente Medio. Por vez primera desde los tiempos de la gran batalla de Inglaterra, nuestros compatriotas podan celebrar en sus hogares una victoria britnica.

* * *

Dos meses despus, la consternacin reinaba en El Cairo, donde la cotizacin de los valores britnicos se haba venido abajo con la misma velocidad con que antes subiera. Poco a poco, fueron filtrndose los detalles del desastre: la evacuacin de Bengasi, en verdad desgraciada pero indudablemente "efectuada segn un plan preparado de antemano"; la destruccin, como fuerza combatiente, de la 2a. divisin blindada, que haba llegado de Inglaterra haca poco; la captura del mayor general Gambier-Parry y su Estado Mayor en Mechili; el hundimiento, al ser desbordada por el enemigo, de la 3a. brigada motorizada hind, ya en el comienzo de las operaciones; el bloqueo, en Tobruk, de la 9a. divisin australiana; el teniente general sir Richard O'Connor (que acababa de ser elevado a la dignidad de Caballero, en premio a sus recientes triunfos), "cado dentro del saco" al mismo tiempo que el teniente general Philip Neame, V. C. y el teniente coronel John Combey, del 11. de Hsares; la cada de Bardia, Sollum y Capuzzo; el retorno del enemigo contra nuestras fortificaciones; la amenaza cernindose sobre Egipto con ms fuerza que nunca... No, desde luego, ningn "portavoz de El Cairo" hubiese podido convencer al mundo de que se trataba de un "xito propagandstico". Y tampoco los melifluos acentos del comentarista de la B.B.C., Richard Dimbleby, podan hacer nada para disfrazar la realidad.Dura realidad, que no se poda enmascarar, sobre todo en lo que afectaba a los egipcios, que pertenecen a una raza cnica y realista, de modo particular cuando estn en juego sus intereses. De ah que en seguida percibieran la seal roja del peligro. Nunca se haban preocupado demasiado por los italianos, pero ah, los alemanes, qu formidables soldados! Unos verdaderos profesionales, como los soldados de nuestro propio pas! La gente esperaba que respetaran la propiedad privada en El Cairo y que no cayeran en la tentacin de divertirse cambiando la cotizacin de la moneda. No caba duda, pensaban todos, de que convena no olvidar los conocimientos de italiano y hasta aprender algunos rudimentos de alemn. Y todo ello, naturalmente, sin cesar de mostrarse corts, mientras las cosas no cambiaran, con los ingleses. Quin sabe nunca lo que puede suceder? Lo importante era no extralimitarse en ningn sentido. Y la verdad es que ni entonces, ni ms tarde, los egipcios no olvidaron nunca las enseanzas de mster Micawber, el famoso personaje de Dickens, aunque el afecto que sentan por l sufriera curiosas y notables variaciones de temperatura.Sin una real justificacin, la discrecin habitual en tiempo de guerra rodeaba ahora como una espesa neblina las operaciones de las zonas ms alejadas. Y no obstante, nada haba de misterioso en la derrota del general Wavell. El terreno haba sido bien preparado y sembrado cuando, tras la cada de Bengasi, los jefes de su Estado Mayor Central le haban telegrafiado que se preparara a trasladar del Oriente Medio a Grecia la parte ms importante de su ejrcito y de sus fuerzas areas. Cuando esa orden fue cumplimentada (el traslado afect a una parte de la 2a. divisin blindada, la divisin de Nueva Zelanda, las 6a. y 7a. divisiones australianas y la brigada polaca), el general Wavell se hall ya "prcticamente privado de la totalidad de las tropas perfectamente equipadas y dispuestas para las operaciones" que hubiese necesitado.Conviene, ciertamente, que los hombres de Estado sean quienes digan la ltima palabra, por encima de los militares, porque slo ellos poseen una visin general de la situacin. Y se comprende tambin que el Gobierno britnico, movido por razones de tipo poltico, no pudiera por menos que acudir en auxilio de Grecia, pese a que los griegos no mostraron un entusiasmo desbordante por aquella ayuda, que en definitiva y por desgracia, result insuficiente, de manera que a fin de cuenta la dispersin de los esfuerzos provoc fatalmente la derrota en uno y otro frente. Los especialistas de la "adivinacin a posteriori" han intentado sostener la tesis de que el envo de tropas inglesas a Grecia hizo que Hitler creyera en la existencia de un pacto secreto entre ingleses y rusos, con lo cual retras el ataque a la U.R.S.S. por parte de los alemanes en unas semanas, que resultaron de importancia vital para los Aliados. No me parece que la realidad justifique esas suposiciones. Lo que no ofrece en todo caso duda alguna es que la ausencia de 57.000 hombres bien preparados fue la causa directa de una importante derrota en el Oriente Medio.Por lo dems, el general Wavell a no ser que se tratara nicamente de su servicio de informacin cometi tambin un grave error, y es digno de destacar que fue el propio general el primero en acusarse de l. Apoyndose en las informaciones de que dispona, calcul que una ofensiva alemana contra Cirenaica no poda producirse, por lo menos, hasta el mes de mayo, aun en el caso (de lo cual, por otra parte, no haba pruebas fehacientes) de que refuerzos alemanes estuviesen en camino hacia Trpoli. Cuando dichas tropas fueron descubiertas en Libia, a ltimos de febrero, el general sigui pensando que no caba esperar ningn ataque alemn, hasta, por lo menos, mediados de abril, y en su fuero ntimo, no lo esperaba hasta mayo. Pero el ataque fue lanzado el 31 de marzo!Aadamos que el general Wavell no era, ni mucho menos, enteramente responsable de este error. En la etapa 1939-40 haba seguido desarrollndose activamente la poltica de apaciguamiento. El Gobierno de Su Majestad "deseaba no dar ningn paso que pudiera estropear sus relaciones con Italia" (relaciones que, de parte de Mussolini, no se apoyaban ms que en la doble sensacin de asco y desprecio que en el Duce provocaba el Len aparentemente desdentado). El hecho es que, de acuerdo con dicha poltica britnica, no se haba autorizado la instalacin de un servicio de espionaje en territorio italiano. En el momento en que Italia entr en la guerra, no disponamos ni de un solo agente en frica del Norte, y tuvimos que esperar bastante tiempo antes de lograr instalar algunos. As, pues, la 5a. divisin ligera motorizada alemana pudo desembarcar en Trpoli sin que nadie pudiese avisarnos de sus movimientos.Al igual que muchos otros generales ingleses hicieron durante la primera etapa de una guerra, el general Wavell se vio obligado a asumir ciertas responsabilidades "que mis recursos dira l mismo luego no me permitan de ningn modo afrontar". Wavell asumi esas responsabilidades sin quejarse. Luego, para que nada le faltara, se encontr de pronto frente a una revuelta en Irak y una pequea guerra contra los franceses petainistas de Siria. Despus de que acab con ellos fue cuando se le relev de su mando, o as, por lo menos, interpretaron las tropas del Oriente Medio su traslado. Tuvieran o no fundamento, las explicaciones segn las cuales el general necesitaba un reposo, o bien estaba llamado a ms altas responsabilidades, en nada cambiaron el sentimiento general de que se le haba despedido por no haber logrado lo imposible en Grecia. No sera sta la ltima vez que Wavell, tras prestar a su pas los ms distinguidos servicios, se vera tratado por su Gobierno con unos modos a todo lo ms indiferentes.Tales fueron las circunstancias en que se produjo nuestro desastre en Cirenaica. Pero en los comienzos del verano de 1941, si hubisemos preguntado a cualquier paseante, en una calle de El Cairo, qu le pareca aquel asombroso revs de fortuna de nuestras tropas, es probable que la respuesta se hubiese reducido a una sola palabra: Rommel.2

Nuestro amigo Rommel

"A todos los comandantes y jefes de Estado Mayor; de parte del Cuartel General de las tropas inglesas en Egipto y de las Fuerzas del Oriente Medio."El hecho de que nuestro amigo Rommel se haya convertido para nuestras tropas en una especie de mago o de coco representa un serio peligro. Nuestros hombres hablan demasiado de l. Aunque indiscutiblemente sea un hombre enrgico y de capacidad, no se trata en ningn modo de un superhombre. Y aun en el caso de que se tratara de un superhombre, sera lamentable en extremo que nuestras tropas lo dotasen de poderes sobrenaturales."Mi deseo es que contribuya usted, por todos los medios a su alcance, a borrar la idea de que Rommel representa algo ms que cualquier otro general alemn. Es particularmente importante que cuando hablemos de nuestro enemigo de Libia no mencionemos jams el nombre de Rommel; debemos referirnos a los alemanes, a las potencias del Eje, al enemigo, cesando de estar hipnotizados por Rommel. Le ruego vele usted para que esta orden sea inmediatamente ejecutada a todos los niveles. Todos los jefes deben percatarse de que se trata en este caso de un punto de vista psicolgico de la mayor importancia."General C. J. Auchinleck,Comandante en Jefe de las Fuerzas del Oriente Medio3Como tantos otros oficiales que sirvieron en Oriente Medio, me acuerdo muy particularmente de esta orden del da. Pero jams consegu, ni siquiera pidindosela a su autor, obtener una copia del original. He tenido, pues, que atenerme a una traduccin de la traduccin alemana de la misma, que los familiares de Rommel encontraron entre los papeles de ste. Es posible que haya algunas ligeras variantes entre las dos versiones, pero el sentido fundamental sigue siendo el mismo.

En cualquiera de las guerras que hasta hoy se han producido, el nmero de generales que lograron imponer su personalidad a sus propias tropas, y no digamos a las enemigas, es mucho ms reducido de lo que los propios generales se complacen en imaginar. Recuerdo que durante la Primera Guerra Mundial se deca a mi alrededor, no sin cierta razn, que pocos eran los soldados ingleses que saban cmo se llamaba el general de su divisin. Y cuntos y cuntos altos jefes haba, cuyos nombres no significaban absolutamente nada para los soldados rasos! Ciertamente, haban odo hablar de Haig. Su orden del da de 1918: "Resistir de espaldas a la pared" tena una resonancia humana. Pero aquella figura lejana y solitaria era relativamente poco simptica. Si impresion hondamente a los supervivientes de 1918, fue cuando ya desmovilizados, se enteraron de cmo Haig consagraba los ltimos aos de su vida a trabajar en pro del bienestar de sus antiguos soldados. Pero y Plumer? Y Allenby? No eran conocidos? Tal vez s. Pero incluso cuando uno serva bajo sus rdenes, quin conoca a los Byng, Rawlinson, Horne..., todos ellos jefes extraordinarios, cada uno a su modo y manera? En verdad, considerando la larga serie que va de duque de Wellington a lord Montgomery, se contaran con los dedos de una sola mano los generales britnicos que a los ojos de sus soldados aparecieron como hroes.En lo que se refiere a la Segunda Guerra Mundial, ese carcter correspondi en comn a Monty, "Bill" Slim y "Dickie" Mountbatten. E igualmente a "Alex", quien, como cualquiera puede suponer, vivi siempre ajeno a esta cuestin. Y asimismo, por curioso que pueda parecer a primera vista, al propio general Wavell, pese a su aspecto excesivamente taciturno. Sea como fuere, las tropas no dudaron jams de su competencia y se mostraron siempre sensibles a la gentileza de corazn que Wavell disimulaba tan bien. "The Auk" era para los soldados hindes el espritu inspirador. Y algo semejante ocurra en lo que se refiere a los Freyberg, los "Strafer" Gott, los "Jock" Campbell y, sin duda, a muchos otros en tantos otros terrenos de operaciones. Pese a todo ello, no es menos cierto que el general conocido por sus soldados es un pjaro raro, y ms raro todava el que goza de celebridad entre las tropas adversarias.As, pues, el caso de Rommel parece un puro fenmeno. Cuando la orden del da que hemos citado antes fue difundida en El Cairo, suscit muchos comentarios, en los que raramente faltaba una punta de irona. Sin embargo, su necesidad se hizo sentir muy pronto. Rommel, en efecto, se haba identificado a tal punto con el Afrika Korps, haba causado en sus adversarios una impresin tan fuerte, y los corresponsales de guerra ingleses y norteamericanos, as como los peridicos ms probritnicos cairotas, lo haban elevado tanto al pinculo, que el general alemn se haba convertido rpidamente en la figura ms conocida y hasta ms popular del Oriente Medio. Nuestros soldados hablaban de l, con un cierto afecto, diciendo: "Este bastardo de Rommel", frmula que era justamente de ello me enter hace poco la del Afrika Korps. Y cuando nuestros soldados aadan, como ocurra a menudo: "Eso, apnteselo al bastardo de Rommel", no haca falta ser un gran psiclogo para comprender que el espritu deportivo tradicional del soldado ingls poda jugar a ste una mala pasada, creando en l un pintoresco complejo de inferioridad.Y eso fue lo que efectivamente sucedi. Los hombres recin llegados al desierto, y hasta tambin una minora de viejos "ratas" de l, tendan cada vez ms a decir: "Nos hemos enfrentado con los alemanes", como si el hecho constituyese ya de por s una excusa para cualquier fracaso. Para todos cuantos recordaban el tono de piedad y menosprecio apenas disimulado con que hablbamos, durante la Primera Guerra Mundial, de los "pobres viejos Fritz", la manera como Rommel y el Afrika Korps iban ganndose un gran ascendiente moral sobre nuestras tropas constitua un evidente peligro. No caba duda de que las fciles victorias que habamos obtenido sobre los italianos no nos haban hecho ningn bien!Aun teniendo en cuenta la aureola de leyenda de que se le rode, resulta de todos modos difcilmente comprensible por qu Rommel se convirti tan rpidamente en un type dans le genre de Napolen, una especie de coco, tanto en El Cairo para los paisanos y los soldados de la retaguardia como para los combatientes de primera lnea, para los que representaba una amenaza prxima y personal.Haba surgido, como Mefistfeles, de un escotilln, adelantndose incluso a la voz que le indicaba su entrada en escena. Nuestro Servicio de Informacin, en todo caso, poco saba de l, ni como soldado ni como hombre. Verdad es que los ingleses haban dejado siempre en manos de los franceses la tarea de procurarles los "retratos" de los generales alemanes y todos los detalles personales que permiten a un jefe militar hacerse una idea de cmo es su adversario. El repentino derrumbamiento de Francia puso fin a aquel tipo de contactos; los expedientes quedaron en el Ministerio de la Guerra francs, de modo que pudieron leerlos con toda tranquilidad aquellos hombres a los que precisamente se haba querido "retratar". Fue, pues, muy poca cosa lo que el War Office pudo servir al general Wavell como informaciones sobre Rommel. Decan stas solamente que se trataba de un hombre de carcter bastante impetuoso, que se haba comportado muy bien en la Primera Guerra Mundial y tambin ms tarde, como jefe de divisin, en el momento de la invasin de Francia, pero que de todos modos distaba mucho de hallarse en la cumbre de la jerarqua de los generales alemanes. Las informaciones aadan que se trataba de un nazi fantico y que haba sido elegido para su puesto en frica del Norte gracias al favoritismo de que gozaba en el partido nacionalsocialista.Tal croquis de Rommel era a la vez rudimentario y falso. Pero an siguen contndose las historias ms fantsticas acerca de los orgenes de Rommel y del comienzo de su carrera. En Defeat in the Wet, libro por lo dems bien documentado, se narra, por ejemplo, que Rommel perteneci a los Cuerpos libres al igual que Goering, Hess, Roehm, Bormann y dems consortes. Estos Cuerpos agrupaban, segn dice el citado libro, "a jvenes fanfarrones irresponsables", que a no tardar, en plena Alemania posterior a 1918, "se mostraron agresivos y brutales a ms no poder en la represin de los desrdenes", y de entre los cuales emergieron "los jefes de las bandas que ms tarde habran de convertirse en las S. A. y las S. S. hitlerianas". Segn otras fuentes, Rommel haba sido hijo de campesinos, formando parte de las primeras tropas de asalto nazis. Hay otros que sostienen que se trataba de un suboficial que destac durante la Primera Guerra Mundial. Finalmente, tambin hay algunos para afirmar que Rommel perteneci a la Polica en el perodo que separ a las dos guerras.La verdad es menos pintoresca. Del comienzo al fin de su carrera, Rommel fue un soldado profesional. Como puede comprobarse por el resumen de su hoja de servicios que reproducimos al final de este libro, no ces en ningn momento de pertenecer al ejrcito alemn desde el da en que ingres en su primer regimiento hasta el de su muerte. No form nunca parte ni de los Cuerpos libres, ni de la Polica, ni del partido nazi, ni menos an de las tropas de asalto. Y sus relaciones con Hitler se establecieron de una manera puramente fortuita.Es cosa fcil descubrir el origen de la mayora de esas leyendas gratuitas. El peridico de Goebbels, Das Reich, public en el verano de 1941 un artculo annimo que atrajo de manera particular la atencin de los corresponsales de Prensa extranjeros destacados en Berln. Aquel artculo revelaba que Rommel, hijo de un obrero, haba abandonado el ejrcito al acabar la guerra 1914-18 para seguir sus estudios en la universidad de Tubinga, que luego haba sido uno de los primeros jefes de las tropas de asalto, que estaba ntimamente relacionado con Hitler, etc.Cuando alguien le mostr el recorte de prensa con aquel artculo, en frica del Norte, reaccion violentamente. Escribi en seguida al Ministerio de Propaganda para preguntar a santo de qu se haba publicado aquella sarta de infundios acerca de su persona. El Ministerio de Propaganda procur salir del paso contestando que el oberleutnant Tschimpke, autor de un libro sobre la 7a. divisin blindada, que Rommel haba mandado en Francia, era quien haba dado aquellas informaciones. Despus de la batalla de Halfaya Pass, Rommel encontr el tiempo necesario para revolverse contra el infortunado Tschimpke. Haba ste procurado las informaciones o no? Y en caso afirmativo, a qu propsito responda la iniciativa? En su respuesta a Rommel, Tschimpke neg haber hecho nada semejante. Escribi, por otra parte, al Ministerio de Propaganda, preguntando por qu razones se le empujaba a una disputa con el general Rommel. La respuesta que recibi, que emanaba de la Presse Abteilung der Reichregierung, Abt. Auslandspresse, Gruppe: Information, Whelmplatze, 8-9, fechada en 11 de octubre de 1941 y firmada "Heil Hitler, Dr. Meissner", constituye una de esas obras maestras de humor involuntario, gracias a las cuales comprende uno por qu la propaganda alemana perdi a la larga toda eficacia. Lo que se haba publicado en el famoso artculo acerca del general Rommel afirmaba el Dr. Meissner, en nada poda perjudicar la reputacin de este gran hombre, sino que, por el contrario, le hara bien al hacer su personalidad ms familiar y simptica a los corresponsales de guerra extranjeros. Vistas las cosas bajo el estricto punto de vista de la propaganda, conclua el Dr. Meissner, hubiera sido mejor an que aquellos informes, por lo visto falsos, hubiesen respondido realmente a la verdad de las cosas.Tschimpke remiti aquella carta a Rommel, quien la conserv entre sus papeles personales. Desde aquella fecha, el general manifest un asco profundo y una cierta desconfianza hacia cuantos tenan algo que ver, por poco que fuera, con los servicios de propaganda. Su primera vctima fue un infeliz joven oficial, llamado Berndt, que haba sido destinado al Afrika Korps tras un perodo de preparacin en el Ministerio de Propaganda. Al presentarse a Rommel, a quien haba sido personalmente recomendado, vio con sorpresa cmo ste le ordenaba realizar, la noche misma de su primer da de estancia en el desierto, una "pequea incursin" tras las lneas britnicas. Berndt era un joven valiente e inteligente, y logr volver de aquella misin tan desagradable trayndose varios prisioneros ingleses y algunos informes de un cierto valor. En adelante, Rommel hizo con l una excepcin y hasta utiliz a menudo sus servicios para llevar a Berln ciertos informes que no deseaba enviar por la va jerrquica normal. Pero de cualquier modo los periodistas de paso siguieron siendo sospechosos a los ojos de Rommel.Cules eran los detalles exactos que los jvenes secuaces de Goebbels hubiesen podido descubrir con facilidad si es que no los conocan ya en el Ministerio de la Guerra, o que hubieran podido procurarse slo con acudir a la familia del general?Erwin Johannes Eugen Rommel naci un domingo por la tarde, el 15 de noviembre de 1891, en Heidenheim, pequea ciudad de Wurtemberg, en las cercanas de Ulm. Su padre, que se llamaba tambin Erwin de nombre, era profesor, hijo de otro profesor. Padre y abuelo fueron matemticos de cierto renombre en Alemania. Como le toc vivir en una poca en que la enseanza obtena en Alemania mayor consideracin y favor que el hecho de pertenecer a un partido poltico, el seor profesor Rommel gozaba en Heidenheim de la estimacin general. En 1886 se haba casado con Elena, hija mayor de Karl von Luz, presidente del Gobierno de Wurtemberg y por eso mismo persona prominente entre quienes le rodeaban. Del matrimonio nacieron cinco hijos: un varn, Manfred, que muri muy joven; una hija, Elena, que no lleg a casarse y que an hoy contina laborando como profesora en la famosa institucin Waldorfschule, de Stuttgart; el propio Erwin Rommel, que en este libro nos interesa, y otros dos varones ms pequeos, Karl y Gerhardt. Karl es hoy un invlido casi total a consecuencia de una malaria que contrajo en Turqua y en Mesopotamia, donde sirvi como piloto durante la guerra 1914-18, y de Gerhardt puede decirse que ha sido el nico en poner una nota de originalidad en el mundo convencional de la familia Rommel: abandon la agricultura para convertirse en cantante de pera, carrera que an sigue en la actualidad, aunque sin demasiado xito y con vergenza de sus familiares, en la ciudad de Ulm.En 1898 el padre de Rommel fue nombrado director del Real Gimnasium de Aalen, escuela que se caracterizaba porque en ella se daba primaca a la enseanza de las disciplinas modernas sobre las clsicas, y ese cargo ocup hasta 1913, fecha en que muri a consecuencia de una intervencin quirrgica. Su esposa le sobrevivi veintisiete aos, pues no muri hasta 1940, cuando su segundo hijo haba sido ya ascendido a mayor general."Un duro". Esa es la expresin que parece ms adecuada a la conducta de Rommel al frente del Afrika Korps. Y, no obstante, cuando nio, Erwin Rommel era precisamente todo lo contrario de "un duro". Era un nio muy dcil y delicado, "muy apegado a su madre", segn hoy cuenta su hermana, la cual aade: "Ms bien bajo de estatura para su edad, Erwin tena una piel muy blanca y los cabellos muy claros, por lo que todos le llambamos "el oso blanco". Hablaba muy despaciosamente, y lo haca siempre tras haber reflexionado durante un buen rato. Era de carcter asequible y amable, y no senta miedo de nadie. Cuando los otros chiquillos echaban a correr al ver pasar a los deshollinadores, que con sus rostros ennegrecidos por el holln y sus sombreros de copa les asustaban, l avanzaba solemnemente hacia ellos y les estrechaba la mano. Nosotros tuvimos una infancia luminosa y feliz, pues nos educaban unos padres gentiles, afectuosos, que nos transmitan el amor que ellos sentan por la naturaleza. Antes de alcanzar la edad escolar, jugbamos durante todo el da en nuestro jardn, en los campos o en los bosques".Reemplazando inmediatamente a la libertad de que haba gozado en Heidenheim, la escuela de Aalen no le gust en principio al joven Rommel. Y la cosa se agrav por el hecho de que, como se hallaba atrasado con relacin a los otros muchachos de su edad, tuvo que hacer grandes esfuerzos para recuperar el terreno perdido, con lo cual su rostro palideci an ms, perdi el apetito y tambin el sueo. Luego se hizo perezoso, distrado, incapaz de hacer un esfuerzo sostenido. Lleg a ser tan descuidado que no tard en convertirse en la cabeza de turco de su clase. "El da que Rommel logre hacer un dictado sin una sola falta, contrataremos una orquesta y nos iremos al campo de excursin un da entero", deca a veces el maestro. Y Rommel, fijndose mucho, consegua hacer un dictado en el que no faltaba ni una coma. Pero como la prometida excursin no llegaba a convertirse en realidad, recaa muy pronto en su indiferencia habitual. As, durante varios aos se mantuvo como un chiquillo soador, que no pareca prestar inters ninguno ni a los libros ni a los juegos infantiles y que, en todo caso, jams manifestaba ni la ms mnima seal de aquella intensa energa fsica que ms tarde haba de desarrollar.En el umbral de la adolescencia, se produjo en l un despertar intelectual que revel que Erwin haba heredado los dones matemticos de su padre y de su abuelo. En el aspecto fsico, comenz a consagrar todos sus ratos libres, en verano a la bicicleta y en invierno a los esqus. Super sus exmenes honorablemente. Perdi aquel aire suyo de vivir siempre en la luna, para aproximarse cada vez ms al tipo comn tradicional de las gentes de Wurtemberg, "mansin alemana del sentido comn". Rommel se hizo obstinado y de carcter prctico, y muy cuidadoso en el manejo de su dinero, que es tambin algo caracterstico de los wurtembergueses. Junto con su gran amigo Keitel (nombre que no guarda ninguna relacin con el mariscal del mismo nombre, que aos ms tarde se mostrara como uno de los ms encarnizados enemigos de Rommel), se apasion por el estudio de la aviacin. Los dos muchachos construyeron juntos algunos modelos de aviones a tamao reducido y luego un planeador a tamao natural, con los cuales intentaron numerosas veces volar, aunque infructuosamente siempre. Los dos comenzaron a pensar en su futura carrera. Keitel estaba decidido a ser ingeniero y colocarse en las fbricas Zeppelin, de Friedrichshafen. As lo hizo, y Rommel probablemente hubiera seguido sus pasos si hubiera logrado que su padre le autorizase a hacerlo, cosa que no sucedi.Su padre, en efecto, se opuso a aquel proyecto, y Rommel se decidi entonces por el ejrcito. No haba en la familia ninguna tradicin militar, fuera de que Rommel padre haba hecho el servicio como teniente de artillera antes de abrazar la carrera de profesor. Por otro lado, los Rommel no disponan de ningn amigo influyente en los medios militares: constituan una respetable familia suabia de modestos recursos, muy alejada, por educacin y ambiente, de las casta de los oficiales prusianos. Aos ms tarde, Rommel tendra bajo sus rdenes, en la campaa de frica, a algunos generales procedentes de ricas familias de la aristocracia, con abundantes relaciones en los ambientes militares. Tal situacin social haca que estos generales estuviesen destinados desde su nacimiento a incorporarse a un buen regimiento, lo cual les haba asegurado una rpida serie de ascensos, incluso si sus cualidades eran vulgares. Para Rommel, en cambio, una carrera militar semejante implic una lucha a brazo partido contra mil obstculos. Durante mucho tiempo pudo creerse que, como mximo, lograra acabarla con el grado de comandante y que cuando le llegara la hora de la jubilacin, ira a acabar sus das, dotado de una modesta pensin, en una pequea ciudad cualquiera, por el estilo de Heidenheim.El 19 de julio de 1910, Rommel ingresaba en el 124. regimiento de infantera, de guarnicin en Weingarten, en calidad de aspirante o, ms exactamente de alumno de oficial. Tena que servir primero en las filas normales, antes de pasar a estudiar en alguna Kriegsschle o academia militar. Ascendi a cabo en octubre y a sargento a ltimos de diciembre. Y en marzo de 1911 fue destinado a la Kriegsschle de Dantzig.El perodo de Dantzig tuvo gran importancia para Rommel en ms de un sentido. A travs de un amigo de la escuela militar que tena una prima en la misma pensin que ella, conoci Rommel a la joven con la que ms tarde se casara y que fue la nica mujer que hubo en su vida. Se llamaba Luca Mara Mollin y era hija de un propietario agrario de la Prusia oriental, donde se haba establecido en el siglo XIII su familia, originaria de Italia. El padre de Luca muri siendo sta muy nia, y la joven estaba estudiando en Dantzig para llegar a ser profesora de idiomas. Entre Rommel y ella se produjo un autntico flechazo, Aun sabiendo que tendran que esperar todava cuatro largos aos para hacer oficial su noviazgo, ninguno de los dos tuvo jams duda alguna de cul sera su porvenir. Segn cuenta hoy su viuda, Rommel era ya en aquel tiempo un joven de gran seriedad, que se esforzaba siempre por cumplir bien, todo lo bien que poda, en su profesin. Menos brillante en los exmenes tericos que en los ejercicios prcticos del soldado, tena que dedicarse encarnizadamente al estudio de la teora. Pese a todo, Dantzig era una ciudad propicia a los jvenes enamorados; como a los dos les gustaba el baile y la vida al aire libre, pasaban juntos unos veranos muy felices, acompaados por la pareja de los primos amigos, que les servan de "carabinas".De todos modos, Rommel super sus exmenes, si no con brillantez, s por lo menos con notas superiores a la media corriente. A ltimos de enero de 1912 recibi su ttulo de subteniente y se incorpor de nuevo a su regimiento. La seorita Mollin y l se escriban a diario.En Weingarten, donde su regimiento se alojaba en un viejo y slido monasterio abandonado, Rommel se encarg durante dos aos de la preparacin de los reclutas. Le entusiasmaban los ejercicios y se portaba bondadosamente con los hombres. Al igual que le ocurri al joven Montgomery cuando fue destinado a un batalln, Rommel manifest un particular inters por los ms minuciosos detalles de la organizacin militar. Sin embargo, nada en l dejaba adivinar una personalidad extraordinaria. Fsicamente, era de talla menos que mediana, aunque de constitucin robusta y fornida. Intelectualmente, tampoco poda observarse en l nada extraordinario. Oponindose en esto a Montgomery, no le gustaban las discusiones y prefera escuchar mejor que hablar; y esa norma sigui caracterizndole hasta su muerte.Como ni fumaba ni beba y, adems, tena a gala sentirse responsable de su compromiso de noviazgo, las diversiones nocturnas de una pequea ciudad de guarnicin no le decan gran cosa. Los otros oficiales subalternos consideraban a Rommel demasiado apacible y serio para su edad, pero dotado de un buen carcter, siempre dispuesto a hacerse cargo de uno u otro servicio a fin de que los otros oficiales pudieran salir de paseo. Pero todo ello sin dejarse tomar el pelo jams. Algunos reconocan que tena gran independencia de espritu, un genio fuerte y un autntico sentido del humor. Los suboficiales descubrieron en seguida que jams tolerara que las cosas marcharan torcidamente. De todo ello pareca deducirse que Rommel estaba destinado a ser un buen oficial de tropa a la vez que un jefe bastante duro en el servicio. Como oficial de tropa, era lgico que muy pronto se hiciera impopular entre los mediocres, pero ya por entonces demostraba no preocuparse demasiado por la popularidad, al contrario de tantos otros jvenes, que soaban con ella. En conjunto, Rommel representaba el wurtembergus tpico, fino y astuto, de espritu prctico y minucioso, pero a la vez duro.Al comenzar el mes de marzo de 1914 se le destin como agregado, a un regimiento de artillera de campaa, en Ulm, donde se divirti de lo lindo con las cabalgadas y las maniobras de bateras artilleras. Pero unos meses ms tarde, el 31 de julio por la tarde, pudo ver en la plaza una gran cantidad de caballos requisados, y al llegar a su alojamiento se encontr con una orden para que se incorporara a su regimiento sin prdida de tiempo. Al da siguiente su compaa recibi los equipos de campaa y aquella misma noche el coronel inspeccionaba el regimiento, uniformado de gris acero, pronunciaba un violento discurso y, antes de mandar romper filas, anunciaba a todos la orden de movilizacin. Recordando aquellos momentos, Rommel ha escrito en su libro de tctica Infantera Greiff An: "Los gritos de jbilo del guerrero alemn repercutieron contra las viejas paredes grises del monasterio". Pero este comentario, como muchos otros semejantes, parece proceder menos de Rommel que de los propagandistas nazis que en 1937 lanzaron a la calle una edicin popular del citado libro. Porque la verdad es que la "juventud guerrera" hubiese dado menos muestras de jbilo si hubiera podido ver por anticipado las placas conmemorativas que poco tiempo despus se colocaran en la catedral de Ulm, en honor y recuerdo de decenas de millares de oficiales y soldados de Wurtemberg, cados en el campo de batalla. Al otro da, el 124." regimiento parta para la guerra...En todos los ejrcitos del mundo hay una pequea minora de soldados profesionales (a los que cabe aadir algunos aficionados) que encuentran en la guerra la nica ocupacin para la que se sienten verdaderamente bien dispuestos. Ao tras ao, he ido encontrando puntualmente en la crnica necrolgica del Times el nombre del general de brigada "Boy" Bradford, V. C, D. S. O., M. C4V. C. (Victoria Cross, Cruz Victoria); D. S. O. (Distinguished Service Order, Orden de Servicios Distinguidos); M. C. (Military Cross, Cruz Militar). Todas ellas condecoraciones militares inglesas de gran valor.

, muerto en la batalla de Cambrai en 1917, a la edad de veinticuatro aos. Y cada vez que lea ese nombre recordaba mi propia figura, cuando me diriga montado en un caballo blanco visible desde lejos, hacia el Cuartel General de brigada de aquel joven general, frente a Bois-Bourlon. Mientras charlaba con l, en las varias conversaciones que celebramos, tuve siempre la conviccin de que tena frente a m un hombre perfectamente a gusto con lo que haca y al que ninguna exigencia de la guerra pillara jams desprevenido. Recuerdo ahora tambin a A. N. S. Jackson, el corredor olmpico, contemporneo mo tanto en Oxford como en el regimiento, y a cuyo matrimonio asist en 1918, aprovechando un breve permiso. Jackson slo luca entonces una condecoracin: la D. S. O. con tres barras! Desde luego, haba algunos hombres ms como stos; pero de todos modos, no eran numerosos.En las filas del adversario, Rommel perteneca a esta reducida falange de hombres excepcionales. Tan pronto hubo recibido el bautismo de fuego, pudo vrsele como un perfecto animal de combate, fro, astuto, implacable, sin dar jams muestras de fatiga, rpido en las decisiones, increblemente valiente. El 22 de agosto de 1914, a las cinco de la madrugada, entraba en accin contra los franceses, en Bleid, cerca de Longwy. Cuando se le encarg una misin de reconocimiento a travs de una espesa niebla, llevaba ya patrullando veinticuatro horas, padeca un envenenamiento producido por alimentos en malas condiciones y se hallaba tan fatigado que apenas poda mantenerse firme a caballo. Tras haber localizado el pueblecito sealado, condujo su pelotn hasta la linde del mismo, lo inmoviliz all y l se alej en compaa de un suboficial y dos soldados. A travs de la niebla, podan distinguir un vallado alto que serpenteaba alrededor de una granja, y luego un sendero que llevaba a otra finca. Rommel ech a andar por este sendero y cuando iba llegando al recodo pudo ver de quince a veinte soldados enemigos que estaban de pie en el camino. Qu iba a hacer? Volver atrs en busca de su pelotn? Era la primera decisin que deba tomar, y esa primera decisin no resulta nunca fcil, sobre todo cuando uno piensa que de ella suele depender la conducta futura de ms de un soldado. Rommel hizo entonces lo que luego volvera a hacer una y otra vez. Confiando en los efectos de la sorpresa y en su propio valor, reuni a sus tres hombres y abri fuego desde donde se encontraba. Hubo una dispersin del enemigo y los supervivientes, despus de parapetarse, comenzaron a disparar. En el entretanto, el pelotn de Rommel haba ido avanzando, y ste disimul a la mitad de sus hombres proveyndoles de haces de paja, colocando a los restantes en posicin, a fin de que con su tiro protegieran el avance. Luego reemprendi la marcha hacia adelante y se abri paso, violentando las puertas del pueblo a base de lanzar montones de paja encendida sobre las casas y los graneros. Casa por casa, todo el pueblo fue rastreado y limpiado. Se trat slo de una accin militar de escasa importancia, pero era la primera de la que Rommel se haca enteramente responsable y una buena muestra de la osada e independencia que le caracterizaran durante toda su carrera. A pesar de la enfermedad que padeca y de la extrema fatiga que le produca la guerra de movimiento de aquella poca, Rommel continu combatiendo, desfalleciendo de vez en cuando, pero sin consentir nunca que se le declarara enfermo. El da 24 de septiembre fue herido en un muslo cuando hallndose aislado, sin ms armamento que un fusil descargado, atacaba a tres soldados franceses en un bosque cercano a Varennes. A medida que iba pasando el tiempo, su jefe de batalln confiaba cada vez ms y ms a Rommel las misiones particularmente difciles, al mismo tiempo que le propona al Alto Mando para la Cruz de Hierro de segunda clase. Tres meses ms tarde, ya con la condecoracin sobre su pecho y su herida cicatrizada a medias, Rommel se incorporaba al batalln en Argonne. El 29 de enero de 1915 era condecorado con la Cruz de Hierro de primera clase por una nueva destacada accin: haba trepado con su pelotn hasta la principal posicin francesa, a travs de una profunda abertura de una treintena de metros practicada en las alambradas; se haba apoderado de cuatro fortines, rechazando luego un contraataque enemigo llevado a cabo por todo un batalln y recuperando uno de los fortines, del cual haba sido desalojado. Hecho todo esto Rommel haba vuelto a sus lneas propias, no habiendo perdido en la operacin ms que una decena escasa de hombres, procurando ponerse a salvo as antes de que el enemigo lanzara un nuevo contraataque.Tambin en este caso se trataba, en el fondo, de una pequea accin guerrera, pero que demostraba la capacidad de Rommel para explotar hasta sus ltimas consecuencias una situacin, sin tomar en cuenta los posibles riesgos de la misma. Este modo de actuar entraaba a menudo enormes peligros, pero, sin embargo, le permita aprovechar al mximo la ventaja que lograba sacar al enemigo, sobre todo cuando ste se mostraba indeciso.Fueron indudablemente esa voluntad, ese gusto por el riesgo y esa aptitud para la accin individual lo que inclinaron a su jefe a enviarle, despus de que fuera ascendido a oberleutnant (teniente) y recibiera una segunda herida en una pierna, a un batalln de montaa que acababa de ser formado, el Wurtembergische Gebirgs-bataillon (W. G. B.). Era una unidad ms importante que un batalln normal, y se compona de seis compaas de tiradores y de seis secciones de ametralladoras de montaa. No era empleado casi nunca como unidad, sino como formacin, dividindose entonces en dos o ms grupos de combate (Abteilungen), cuya composicin variaba segn la circunstancias. Cada uno de dichos grupos tena su tarea propia y su propio jefe, el cual dispona de absoluta libertad de movimientos, sin ms obligacin que la de enviar diariamente un informe al jefe del batalln. Tras un intensivo entrenamiento en las montaas austracas y un apacible perodo de casi un ao en un sector tranquilo de los Vosgos, el batalln se uni al famoso Alpenkorps en el frente de Rumania. Rommel recibi en seguida el mando de uno de aquellos grupos de combate, cuya importancia numrica variaba segn el tipo de accin que se le asignaba, pudiendo ser desde una compaa a un batalln completo. Por aquel mismo tiempo, aprovech un corto permiso para ir a Dantzig y casarse, el 27 de noviembre de 1916, con Luca Mara Mollin. Una fotografa de la joven tomada en aquella poca revela en ella una persona agradable, de tipo italiano muy acusado y de rasgos muy bellamente modelados. Lo que la fotografa no revela, ya que la expresin de Luca Mara es en ella grave y seria, es el gran sentido del humor que la caracterizaba y que ha conservado hasta hoy. Pero el coraje, la fortaleza de carcter y la firmeza de nimo s aparecen claramente. Era la perfecta mujer para un soldado.Algunos hechos de armas posteriores de Rommel en Rumania e Italia fcilmente podran parecer increbles. Pero han podido ser controlados y establecidos gracias a las declaraciones de los que fueron testigos de ellos o que tomaron parte en los mismos. Digamos, para resumir, que el mtodo de Rommel consista en infiltrarse a travs de las lneas enemigas en compaa de algunos de sus hombres, a quienes encargaba de ir estableciendo una lnea telefnica a medida que avanzaba. En las regiones montaosas, donde hay que vigilar y tener en uenta tanto las cumbres como los valles, Rommel trabajaba a veces sobre los declives ms acentuados, en ocasiones tan inclinados como el techo de una casa y solamente accesibles a los montaeros ms expertos. Y ya fuera en medio de una helada neblina y de espesas nieves, o bajo el asfixiante calor del verano, continuaba su avance a toda marcha, de da y noche. Posea un asombroso sentido de orientacin para evaluar las posibilidades de cada regin, y pareca ser insensible al calor, al fro, a la fatiga, a la escasez de alimentos, al sueo. Por insignificantes que fueran las fuerzas de que dispona, nunca vacilaba en lanzarse al ataque tan pronto se situaba sobre la retaguardia enemiga: no sin razn, sostena que la aparicin repentina de sus hombres y el duro fuego inicial, realmente devastador, de sus ametralladoras, por fuerza deban sembrar la confusin entre las tropas enemigas, por buenas que fuesen (y los italianos y rumanos no pertenecan precisamente a la especie de las tropas de excelencia).As se apoder Rommel del Monte Cosna en agosto de 1917. Se trataba de una posicin rumana magnficamente fortificada. Pero, Rommel, antes de atacarla, haba conducido a travs del bosque cuatro compaas en fila india; se haba colado maosamente, sin ser descubierto, por entre dos puestos enemigos, separados el uno del otro por una cincuentena de metros, y al mismo tiempo haba instalado una lnea telefnica. Cuando logr alcanzar la codiciada cima de la posicin enemi ga, haca cerca de una semana que no haba dormido. Y unos das antes, para acabar de arreglar las cosas, una bala enemiga le haba herido gravemente en un brazo.En enero de aquel mismo ao, para apoderarse del pueblo de Gagesti tuvo que permanecer estirado sobre el suelo, con una temperatura de diez grados bajo cero, hasta las diez de la noche, a slo unos pasos de los puestos avanzados rumanos. Cuando consider que las fuerza rumanas estaran ya dormidas, mand abrir fuego sobre el pueblo a sus ametralladoras y a la mitad de sus tiradores, mientras la otra mitad de stos se lanzaba al ataque dando fuertes alaridos. Cuando sus enemigos salan de sus alojamientos, an no despiertos del todo Rommel los hizo prisioneros: cuatrocientos soldados manos fueron as encerrados en la iglesia del pueblo, prdidas alemanas, en cambio; fueron insignificantes.Cuando Rommel se vea forzado a un ataque fronta mandaba abrir habitualmente un intenso fuego de am tralladoras que cubra todo el sector, y concentraba ncleo principal de sus fuerzas en el lugar preciso s alado para el ataque. Lanzaba entonces un furioso asa to a lo largo de un estrecho frente. Los asaltantes transportaban con ellos las ametralladoras, y una vez practicada la brecha necesaria, se colocaban stas en posicin de tiro de modo que batieran los flancos enemigos el resto de los asaltantes continuaba su progresin, si preocuparse de lo que pudiera ocurrir a sus lneas traseras. Dicho en otros trminos: Rommel empleaba entonces, con toda exactitud, la tctica de penetracin en profundidad que emplearan las divisiones blindadas alemanas en 1939.No olvidemos que cuando mandaba fuerzas que representaban los efectivos totales de un batalln, cuando desarrollaba operaciones independientes contra el enemigo, cuando algunos oficiales superiores le pedan su opinin acerca de la direccin y de los mtodos del ataque blico, Rommel no era todava ms que un joven de veinticinco aos, y que adems, pareca ms joven an de la edad que tena. Tengamos asimismo en cuenta que slo tena el grado de teniente en un oscuro regimiento de lnea. Y es curioso pensar que todo eso suceda en el ejrcito alemn, en el que la antigedad pesa mucho ms que en otros lugares y donde los jvenes oficiales raramente eran invitados a manifestar sus opiniones propias. No ofrece duda alguna, sin embargo, de que Rommel logr ganarse una reputacin casi prcticamente nica en toda su divisin, incluso antes de ser destinado al batalln de montaa. Pero no se trataba de una de esas personalidades pintorescas que en casi todas las guerras se revelan y que causan una profunda impresin ms que nada por sus peculiaridades; en el caso de Rommel, lo que suceda era que sus cualidades de valor, de decisin, de iniciativa haban alcanzado un nivel tan excepcional que fatalmente tenan que atraer hacia l la atencin general.Su carrera durante la Primera Guerra Mundial alcanz su cnit cuando el 26 de octubre de 1917 se apoder de Monte-Matajur, en el sudoeste de Caporetto. Tras soportar toda una serie de contraofensivas italianas, los austracos haban solicitado la ayuda de los alemanes, y a pesar de las dificultades a que por entonces tena que hacer frente, el Alto Mando alemn envi al citado sector el XIV ejrcito; formado por siete divisiones de veteranos, deba apoyar una ofensiva austraca contra las posiciones italianas del valle de Isonzo. El batalln de montaa de Wurtemberg fue agregado de nuevo al Alpenkorps, que deba atacar por el centro en direccin a Matajur. Luego de haber protegido el flanco derecho del regimiento bvaro que encabezaba el ataque, el batalln de Rommel marchara inmediatamente detrs de l.Marchar siguiendo los pasos de los bvaros era algo que no le interesaba de ningn modo a Rommel, quien pudo persuadir a su jefe, un comandante llamado Sprsser, de que le autorizara a avanzar por la derecha y a lanzar un ataque independiente contra las posiciones italianas. Mientras los bvaros ocupaban sus emplazamientos de salida, Rommel, sin ser descubierto, hizo que sus tropas atravesaran antes del alba el frente italiano. Al apuntar el da, una de sus cuas avanzadas se adentraba en el frente italiano y se apoderaba, a bayoneta calada, de una batera artillera, que no tuvo ni siquiera tiempo de disparar. Rommel instal all una compaa para ampliar la brecha abierta y con otra compaa penetr en las lneas traseras italianas. No obstante tan buen comienzo, tuvo que hacer pronto marcha atrs para auxiliar a su primera compaa, que sufra el ataque de un batalln enemigo, el cual, atacado por detrs, tuvo que rendirse. Rommel envi entonces al jefe de su batalln un mensaje, acompaado de un millar largo de prisioneros italianos. El comandante Sprsser se lanz inmediatamente hacia adelante con otras cuatro compaas. Con las seis compaas puestas ahora bajo su mando, Rommel pudo proseguir su accin de ruptura en las lneas traseras enemigas. Descubri un camino muy angosto y puso en l a sus tropas en fila india a lo largo de cerca de cuatro kilmetros, mientras que los italianos estaban nicamente absorbidos por la batalla principal y el intenso bombardeo a que estaba sometido su frente. Rommel se instal detrs de las lneas enemigas, en territorio abierto, sobre el camino principal de Monte-Matajur, y all se apoder de una columna de abastecimiento, de un automvil de la Plana Mayor de Mando, de 50 oficiales y de 2.000 soldados pertenecientes a la 4a. brigada de bersaglieri. Montndose en su automvil de mando, hizo un rpido recorrido de reconocimiento y se decidi a marchar a campo traviesa en direccin a Monte-Matajur, lugar clave de la posicin enemiga. Durante todo el da y toda la noche empuj hacia adelante a sus extenuadas tropas, llegando con el alba al campo de la brigada de Salermo. Acompaado de dos oficiales y algunos tiradores, se adentr por entre una multitud de soldados armados y les orden que se rindieran. Tras unos momentos de vacilacin, 43 oficiales y 1.500 soldados depusieron las armas, al parecer bajo los efectos de la sorpresa y del poder fascinante de la mirada de Rommel.Cuando, ya por fin en lo alto de la cumbre de Monte-Matajur que acababa de escalar, Rommel lanz el cohete que anunciaba la victoria, haca ya cincuenta horas que se hallaba en plena accin ininterrumpida. Haba recorrido veinte kilmetros a vuelo de pjaro en la montaa, haba ascendido hasta 2.000 metros de altura, haba capturado 150 oficiales y 9.000 soldados y se haba apoderado de 81 caones. Ni l mismo se explicaba la carencia de espritu combativo que mostraban los italianos. En la edicin de 1937 de su libro Infanterie Greiff An, puede leerse: "En nuestros das, el ejrcito italiano es uno de los mejores del mundo". Pero parece evidente que una vez ms los servicios de propaganda del ejrcito tuvieron su parte tambin en ese texto...Sea como fuere, y aunque Rommel difcilmente hubiera podido lograr tales xitos de haber tenido que enfrentarse a las divisiones britnicas de Lord Cavan, hay que reconocer que se trat de una operacin llevada a cabo de manera destacada. Obtuvo por ella como recompensa la condecoracin "Al Mrito", distincin que habitualmente se reservaba para los generales y que cuando se otorga, por el contrario, a oficiales subalternos, corresponde a la Victoria Cross inglesa. Tambin le vali aquella accin el ascenso a capitn. Y poco despus, atravesaba a nado las heladas aguas del Piave, acompaado solamente por seis hombres formando una cordada. Ataca el pueblo de Longarone, apoderndose de l y de la considerable guarnicin que lo ocupaba. Para ello se limit a abrir el fuego desde diversos lugares, cuando la noche agonizaba ya. Luego, al despuntar el da, avanz en solitario hacia las filas italianas, comunicando a sus adversarios que estaban cercados y conminndoles a rendirse. Tras esta ltima hazaa se le concedi un permiso y luego, con disgusto suyo, se le destin a un cargo de Estado Mayor, que ocup, sin embargo, hasta el final de la guerra.El dominio del arte de la guerra no es, sin duda, la forma ms elevada de la actividad humana; pero no es menos cierto que si un boxeador, aunque se trate de un campen del mundo, puede contentarse con ser un hombre duro, gil de reflejos y combativo, las cosas varan para aquel en cuyas manos descansa totalmente la suerte de millares de hombres en una batalla; para esto resulta indispensable poseer un conjunto de cualidades muy superior al exigible a un pugilista. Debo decir que apenas comenc a interesarme por Rommel, me vi llevado, con toda naturalidad, a sondear la dimensin profunda de su humanidad, con independencia de sus hazaas blicas.En seguida descubr una diferencia fundamental entre nuestra actitud con respecto a la guerra y la de los alemanes. Aadir que, de todos modos, ese descubrimiento no me pill desprevenido. A poco de finalizar la Primera Guerra Mundial, tuve ocasin de leer la traduccin inglesa de un libro intitulado Tempestades de acero, escrito por un tal Ernst Jnger, y una de las peripecias all narradas se me qued indeleblemnte grabada en la memoria, tal vez porque se localizaba en un lugar que me resultaba familiar. Recin acabada la batalla de Cambrai y a continuacin de un victorioso contraataque alemn, el batalln de Ernst Jnger defenda la lnea del frente en las proximidades de Moeuvres. Era un hermoso domingo, rebosante de sol, y los oficiales de su compaa, tras un magnfico almuerzo, fumaban un cigarro y se deleitaban con una copa de licor en un refugio de primera lnea: "Y si hiciramos una pequea incursin en las filias inglesas?", sugiri uno de los oficiales...Una proposicin as resultaba del todo inimaginable, por aquella misma poca, en un puesto militar britnico. Es cierto que cuando se nos daba una orden en tal sentido, estbamos dispuestos siempre a participar en una accin de reconocimiento bien organizada; y cada batalln tena a gala enorgullecerse de sus patrullas de agresin y de hacerse dueo, por las noches de la tierra de nadie. Pero dejando esto de lado, la mayora de nuestros hombres saban saborear la vida y apreciar en su justo valor el regalo de una tarde tranquila y apacible, sin ms molestias, como mximo, que el silbido de algn obs por encima de sus cabezas. Una tarde as representaba para ellos una ocasin inesperada, providencial, de poder leer un libro o escribir algunas cartas. Si alguien hubiera propuesto, en uno de nuestros puestos oficiales, llevar a cabo un reconocimiento impromptu y, adems, "slo para oficiales", se le hubiera considerado inmediatamente en estado de embriaguez, por el abuso del coac, y se le hubiera aconsejado que se estirara un poco en su camastro...En el caso a que me refiero, recordando el libro de Jnger, la incursin alemana se llev a cabo a travs de los cincuenta o sesenta metros que aproximadamente separaban las dos lneas en combate. Como ninguna preparacin artillera pudo servirnos de aviso y como, por otro lado, nadie consideraba las primeras horas de la tarde como momento propio para una accin de reconocimiento, la que realizaron los alemanes, por sorpresa, fue coronada por el xito. Sus oficiales volvieron a sus lneas triunfalmente, al cabo de unos diez minutos, llevndose consigo dos o tres prisioneros y habindonos causado otros dos o tres muertos. El final de la historia fue an ms sorprendente. Cuando el batalln abandon aquellas posiciones, los oficiales del mismo ofrecieron al capitn que haba dirigido la expedicin una copa de plata que llevaba grabada esta inscripcin: "Al vencedor de Moeuvres".El soldado profesional alemn ha asumido siempre la guerra con esa grave seriedad que los ingleses reservan exclusivamente al deporte y los norteamericanos a la vez al deporte y a los negocios. Como mximo, es posible imaginar concediendo mucho a un equipo que ofrece una copa de plata al jugador que, en un partido de rugby, logr marcar un ensayo en el ltimo minuto de juego. Esas entregas de copas no son raras en los Estados Unidos; incluso a veces sucede que la oficina central de la empresa concede ese premio a aquel de sus representante que ms pedidos ha logrado, por ejemplo, de cepillos Fuller. Pero una copa "al vencedor de Moeuvres", entregada solamente con los discursos de rigor y llenndosela de licor al propio hroe, para un brindis... no, una ceremonia as es inimaginable para cualquiera que haya servido en una unidad inglesa normal y corriente.Esta ancdota me bailaba por la cabeza mientras me hallaba en Heidenheim charlando con el hauptmann Hartmann; por primera vez hablaba con una persona que haba hecho con Rommel la guerra 1914-18. La fbrica de Hartmann, que produce vendas sanitarias por millones, ofreca ese aire fro, de mxima eficacia impersonal y de higiene casi esterilizada que slo las fbricas alemanas parecen poder alcanzar. La oficina del capitn Hartmann vena a ser el tipo clsico de despacho del Herr Direktor, oscuro, con sombros enmaderamientos, muebles slidos y una coleccin de fotografas de los Hartmann precedentes colgando de las paredes. Resultaba difcil imaginar que en aquella estancia pudiera perderse una carpeta o que un documento pudiera extraviarse fuera de su correspondiente cajn...Sin embargo, el capitn Hartmann distaba mucho de ser el hombre sombro que el marco en que se mova poda hacer esperar. Con sus negros cabellos, su rostro lozano y suave y su estatura de alemn vigoroso, pareca demasiado joven para ser, como era, contemporneo de Rommel (y mo tambin). Al levantarse de su escritorio y atravesar la sala para acudir a recibirme, me di uenta de que tena una pierna artificial que le llegaba hasta la cadera. La habra perdido durante la Primera Guerra Mundial? Luego me enter que no, que la perdi en un accidente de planeador, cuando serva en la Luftwafe. Los vuelos a vela fueron siempre, y continuaban sindolo, su pasin; tras la prdida de la pierna, apenas sali del hospital, volvi a entregarse a ellos. Cuando hablaba del vuelo a vela, su rostro se iluminaba. Era en conjunto un hombre muy atrayente, simptico, de modales muy agradables.Muy pronto nos adentramos en el tema Rommel. S, me dijo, l y Rommel haban formado una pareja de excelentes amigos desde la primera guerra hasta la muerte del "zorro del desierto". Haban servido en el mismo batalln y Hartmann se hallaba al lado de Rommel cuando ste se gan la condecoracin "Al Mrito". Me explic cmo atraves Rommel el Piave a nado, una fra noche de diciembre, acompaado de slo seis hombres, y cmo se apoder del pueblo de Longarone. Qu gran soldado era! En la divisin era ya cosa habitual decir: "El frente se halla donde se halla Rommel". Realmente, pareca como si poseyera, en la punta de los dedos, el fingerspitzengefuhl, o sea, una especie de "sexto sentido" (En adelante pude or esa misma expresin en labios de todos los soldados con quienes habl y que haban servido a las rdenes de Rommel). Segn Hartmann, su amigo era, en verdad, exigente, aunque jams pidiera a nadie lo imposible, ni algo que l mismo no pudiera hacer; adems, se inclinaba siempre a hacer recaer sobre sus errores personales de tctica la responsabilidad de las prdidas sufridas. Quiz los oficiales le estimaran menos que los soldados, ya que le exiga a cada uno el mximo, y poco de entre ellos podan marchar a su antojo. Pero a la vez Rommel era "el mejor de los camaradas".Esa frmula del "mejor de los camaradas" se me antojaba prometedora. Al fin y al cabo, Hartmann y Rommel haban pasado juntos los aos de su juventud y su comn batalln no haba permanecido siempre en primera lnea. Incluso en Rumania habran conocido el equivalente de nuestro Amiens, y de los restaurantes Godbert y de la Catedral, adonde sin duda acudiran en busca de un poco de reposo y a comer tranquilos en un rincn, para olvidarse de la guerra. Ese tipo de veladas, en las cuales ha podido uno deambular por las calles de la ciudad, tras haber buscado una residencia y tomado un bao, y hacer algunas compras y beber unas copas con los amigos de la divisin, son las que forman en nuestro interior ese nido de recuerdos de guerra que al cabo de los aos nos hace exclamar a veces: "Despus de todo, fue una poca estupenda!". (Recuerdo que fue precisamente en el restaurante de la Catedral donde "Kid" Kennedy, nuestro general de brigada, echando una rpida ojeada a la joven y bonita muchacha que nos serva, le dirigi un cumplido en trminos que hasta entonces yo no haba escuchado nunca, que tampoco he vuelto a or y que siempre recuerdo: "Seor, qu mujer! No le parece a usted, Desmond, un verdadero encanto? Qu a gusto me comera unos huevos escalfados sobre sus senos!")Todo eso pasaba por mi imaginacin. Pero en cuanto intent, con la mxima delicadeza posible, hacer que mi conversacin con Hartmann se deslizara desde los hechos del frente a los perodos de tregua y reposo, a fin de poderme formar una idea completa de la personalidad de Rommel, como hombre al par que como soldado, choqu contra un muro invencible. Se interesaba acaso Rommel por algo en particular? No, el capitn Hartmann no crea que Rommel hubiera tenido en la vida ms preocupacin que la de la guerra. Cuando no se hallaba poniendo en prctica su genio tctico aplicado a uno u otro problema blico, se dedicaba a forjar y combinar planes con vistas a poner en dificultad al enemigo. Al parecer, ni siquiera le gustaba ir de juerga cuando estaba en la retaguardia, y hasta se le vea poco aficionado a marchar con permiso. Pregunt luego a Hartmann si not en l algn cambio cuando se incorpor de nuevo a su batalln en 1916, despus de contraer matrimonio. De ninguna manera; segua siendo el mismo, tan duro como siempre y como siempre despreocupado ante el peligro, y en todo momento preocupado por obtener la victoria en su sector propio. Y entonces una expresin como de pasmo cruz el rostro del capitn Hartmann: "Era un soldado cien por cien exclam; perteneca en cuerpo y alma a la guerra".Unos das ms tarde repet el mismo intento cerca del capitn Aldinger. ste no solamente haba servido en el mismo batalln que Rommel y Hartmann, durante la primera guerra, sino que adems haba sido el ordonnanzoffizier de Rommel (o sea, su oficial de ordenanza,; una especie de oficial adjunto, de comandante de campo, de ayuda de campo y de secretario particular, todo en una pieza) durante la campaa de Francia, en 1940 y: en frica del Norte y en Normanda, en 1944. Era prcticamente la ltima persona que vio vivo a Rommel. El capitn Aldinger es un hombre de estatura ms bien baja, que uno se imagina fcilmente en el puesto de hombre de confianza de una gran fbrica parecida a la de Hartmann, en cuyo caso la tarea de los visitantes de la misma se vera simplificada en gran maaera. Se trata, en realidad, de un diseador de jardines de gran reputacin en Stuttgart y de un arquitecto de indiscutible buen gusto. Tal vez Aldinger era el hombre adecuado para comprender el inters de mis investigaciones, y me dara la clave del personaje? Pronto hube de convencerme de que me equivocaba, de que tampoco por aquel camino hara grandes progresos en mi empresa. Una vez ms escuch todo aquello del fingerspitzengefuhl y de las virtudes militares. Era un hombre duro, duro con todos y de modo especial con los oficiales. Y el capitn Aldinger explicaba: "Sin embargo, cuando estaba uno cerca de Rommel, no tena que echar mano de ninguna precaucin... En aquel tiempo, exiga que todas las rdenes fueran cumplidas con prontitud y al pie de la letra... Durante la primera guerra, tena ms confianza en el Alto Mando y en los Estados Mayores que durante la segunda". Tena otros intereses en la vida aparte de los militares? Le gustaba ir de pesca o de caza cuando poda hacerlo, eso s, desde luego! Y leer, lea mucho? S( pero principalmente libros sobre su oficio de soldado. Era amante de la msica, del teatro? No. De la buena comida, del buen vino? Tampoco; esas cosas le dejaban indiferentes. Entonces... era un hombre siempre enjuto y serio? Oh, no, ni mucho menos! Le gustaba bromear con los soldados y hablar en dialecto suabo con los que procedan de esa provincia.Tuve la sensacin, en aquellos momentos, de que haba descubierto el pjaro raro, pero de plumaje gris y apagado: Rommel era, por lo visto, uno de esos especialistas que no tienen ms que un inters en la vida. Tan slo el joven Montgomery, tal como lo describe Alan Moorehead en su biografa, podra comparrsele en ese mbito del oficial de carrera que no se interesa por nada en la vida, fuera de su profesin de militar. Pero el joven Montgomery se distingui ya como atleta en San Pablo y era ya clebre entre los de su promocin. En Sandhurst irrit a tal punto a sus instructores que stos declararon que jams hara nada bueno en el ejrcito. Rommel, en cambio, no se distingui nunca en nada, ni siquiera de esta manera negativa.En cualquier ejrcito del mundo, la vida es estrecha y limitada, y en ningn lugar poda serlo ms que en el viejo ejrcito alemn, caracterizado por sus prejui. cios de clases y sus rgidas tradiciones. El observador situado fuera de ese mundo o aquel otro que, venido de otro ambiente se incorpora a ste momentneamente, tiene tendencia a suponer que el soldado profesional que, incluso en tiempo de guerra, slo piensa en su oficio, es igualmente un hombre de visin estrecha y corto de luces. Cuando el general Speidel que en Normanda fue para Rommel un jefe de Estado Mayor particularmente inteligente y cauto me hizo observar que, a su entender, Rommel no ley en toda su vida ms libros que los relativos a la guerra, me dijo esto en un tono tal, que me incit a preguntarle si Rommel no era, en definitiva, un hombre un poco tonto. El general Speidel exclam entonces, clavando en m su mirada: "Tonto? Por todos los dioses, de ninguna manera! Ese es el ltimo de los calificativos que podran aplicrsele a Rommel!" Finalmente, me forj de Rommel una imagen bastante satisfactoria, que confront con mi experiencia anterior. Pero me propongo dejar al lector la tarea de formarse su propia opinin; slo ms tarde le confiar la ma.3

Entre dos guerras

La derrota tiene siempre un sabor amargo. Pero el derrumbamiento de Alemania en 1918 produjo en los militares de carrera germanos un impacto mucho ms importante que la capitulacin de mayo de 1945: solamente un fantico S. S. poda seguir creyendo evitable a aquellas alturas esta segunda derrota alemana. Desde luego, en el momento en que lanzaba su gran ofensiva de marzo de 1918, Ludendorff saba que era su ltimo y desesperado coletazo. Pero cuando la pleamar del xito fue frenada y con la llegada del verano comenz a descender y retirarse, el oficial alemn de antigua escuela se hallaba todava muy lejos de cualquier idea de rendicin. Los ejrcitos alemanes seguan movindose en tierra extranjera; despus del avance ruso de 1914, nadie haba puesto los pies en Alemania a no ser en condicin de prisionero. No caba duda de que el frente sera recortado, como haba ocurrido tras los combates del Somme, tal vez el Norte de Francia y Blgica seran abandonados; pero de todos modos, una paz de compromiso permitira a Alemania conservar posiciones occidentales tan buenas como las que mantena al comienzo de la guerra, el 4 de agosto de 1914. A excepcin del Estado Mayor general y de los jefes de ejrcitos, pocos fueron los que comprendieron, sin embargo, antes de la ltima quincena de la guerra, que no quedaba ms remedio que elegir entre la capitulacin y el desastre total. Los pro. pios Aliados se disponan a afrontar un nuevo invierno en las trincheras y planeaban ya sus ltimas ofensivas para la primavera de 1919.En realidad, los ejrcitos alemanes estaban ya por aquella poca completamente derrotados y el bloqueo haba quebrado el espritu de resistencia de los alemanes de la retaguardia. La derrota poda ser retardada, pero de ningn modo evitada.Siguiendo una comprensible tendencia natural, nunca nos sentimos inclinados a atribuir nuestros fracasos a nuestras propias negligencias. As fue cmo la leyenda de "la pualada por la espalda" obtuvo mucho crdito entre los soldados alemanes que regresaban, vencidos, a sus lares. Por un extrao error de apreciacin acerca de la psicologa alemana, los Aliados autorizaron que tal leyenda se difundiera y se incrustara en los espritus, al permitir que los ejrcitos alemanes atravesaran los puentes del Rin llevando al frente sus bandas de msica.Perseverando en el mismo error, los Aliados procuraron a los alemanes unos agravios slidos, permanentes y del todo legtimos al no cumplir ni por asomo las condiciones del armisticio. Como a su debido tiempo lo subray John Maynard Keynes, dichas condiciones no se prestaban a equvoco alguno. Los Aliados acababan de ratificar su voluntad de hacer la paz con Alemania, paz que se fundamentara en los "Catorce Puntos" clebres del presidente Wilson, que ste haba desarrollado poco antes en un discurso en el Congreso. No corresponda a la Conferencia de la Paz ms que "discutir los detalles de aplicacin". En realidad, los "Catorce Puntos" jams fueron discutidos y la paz les fue impuesta a los alemanes sin darles ni una sola oportunidad de que manifestaran su punto de vista. Ms an: tan slo cuatro Principios y cinco Particularidades de los "Catorce Puntos" pueden ser considerados, como pretende Harold Nicholson en su libro Peacemaking, como "realmente incorporados a los tratados de paz".En resumen, que si bien es verdad que el Tratado de Versalles fue menos severo que el que los alemanes tramaban para el caso de ser ellos los vencedores, no es menos cierto que ningn alemn se sinti ligado por l. De manera particular, nadie haba sido adecuadamente preparado para aceptar la cesin de una parte importante de la Prusia oriental a Polonia, la prdida de Dantzig ni el hecho de que dos millones de alemanes tuvieran que considerarse subditos polacos a partir de aquel momento. Es necesario analizar la conducta posterior de los jefes militares alemanes teniendo en cuenta todos esos hechos. Esta casta militar consideraba que se la haba engaado en el momento de la rendicin; y es intil argumentar que a fin de cuenta se hubiera visto forzada, de haber proseguido la guerra hasta 1919, a aceptar las condiciones, cualesquiera que fuesen, que hubieran querido imponer los Aliados.En 1945 pudimos ver algo muy distinto: los alemanes estaban pulverizados, desintegrados, arruinados al mismo tiempo que sus ciudades y hundidos en una miseria tan tremenda que hasta la idea misma de odio resultaba para ellos inconcebible. En 1918, si bien quedaba an muy lejos el da en que llegaran a poder volverse contra sus vencedores, por lo menos podan enfrentarse con sus propios compatriotas civiles. (No dudaban de que el desquite contra sus vencedores llegara pronto. "Pongan punto final a su ocupacin de nuestro territorio, y vern ustedes cmo echamos fuera a los franceses a bastonazos", me deca, ya en 1919, un industrial de Dusseldorf; en 1919, es decir, cuatro aos antes de que los franceses ocuparan el Ruhr.) En aquel tiempo nosotros estbamos muy ocupados en sana