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  [Byung-Chul Han] La mirada es también una categoría central de la teoría de la imagen de Jacques Lacan: «Ciertamente algo que tiene que !er con la mirada se mani"iesta siem#re en el cuadro$% &' La mirada es el otro en la imagen el cual me mira me a#rehen de y me "ascina% (s el #unctum que rasga el te)ido homogéneo del studium% Como mirada del otro est* o#uesta al o)o que se deleita en la imagen% +er"ora el encanto de los o)os y cuestiona mi libertad% (l creciente narcisismo de la  #erce#ci,n hace desa#arecer la mirada hace desa#arecer al otro% (l #al#ar con la #unta de los dedos en la #antalla t*ctil touchscreen. es una acci,n que tiene una consecuencia en la relaci,n con el otro% (limina aquella distancia que constituye al otro en su alteridad% /e #uede #al#ar la imagen tocarla directamente #orque ha #erdido ya la mirada la "a0% 1l tocar con la yema de los dedos yo dis#ongo del otro% 1le)amos al otro con la #unta de los dedos #ara hacer a#arecer allí nuestra imagen re"le)ada% Lacan diría que la #antalla t*ctil se distingue de la imagen como  #antalla écran. que me blinda "rente a la mirada del otro y a la !e0 me de)a traslucir #ar a él% La  #antalla t*ctil del telé"ono inteligente #odría llamarse la #antalla trans#arente% Carece de mirada%  2o hay un rostro trans#arente% La cara que a#etecemos es siem#re o#aca% 3#aco signi"ica literalmente sombreado% (sta negati!idad del sombrear es constituti!a #ara el a#etito% La  #antalla trans#arente no admite ning4n a#etito #ues en el a#etito a#etecemos al otro% Justo allí donde est* la sombra se da también el brillo% /ombras y brillo habitan el mismo es#acio% /on lugares del a#etito% Lo trans#arente no brilla% (l brillo surge donde se rom#e la lu0% 5onde no hay ninguna re"racci,n ninguna "ractura no hay tam#oco ning4n (ros ning4n a#etito% La lu0 uni"orme lisa trans#arente no es ning4n medio del a#etito% La trans#arencia signi"ica el "inal del a#etito% /e dice que Leonardo da 6inci hi0o la siguiente obser!aci,n sobre un retrato encubierto: «2on sco#rire se libert* t78 cara ché il !olto mio 8 carcere d7amore$ 2o descubras si tiene s en alta estima la libert ad #ues mi rostro es la c*rcel del amor.% &9 (sta sentenci a e#resa una e#eriencia es#ecial del rostro que hoy en la é#oca de ;aceboo< ya no es #osible% La cara quese e#one y solicita la atenci,n no es ning4n semblante% (n ella no mora ninguna mirada% La intencionalidad de la e#osici,n destruye toda interioridad aquella reser!a que constituye la mirada: «=l no mira nada: retiene hacia adentro su amor y su miedo: la >irada es esto$% ?@ La cara e#uesta no es ning4n semblante que esté en"rente que me atrae a su cauce y me encadena% 1sí la c*rcel del amor cede el #uesto a la ca!erna de la libertad% 23A1/ &% J%+% /artre (l ser y la nada Buenos 1ires Losada &9 #% &% &D% /Eddeutsche Feitung >aga0in cuaderno &?G?@&% &'% J% Lacan Los cuatro conce#tos "undamentales del #sicoan*lisis% (l seminario% Libro && Buenos 1ires +aid,s ?@@ #% &@'% &9% Citado en H% Brede<am# Aheorie des Bilda<ts Berlín /uhr<am# ?@& #% &D% ?@% I% Barthes La c*mara l4cida o#% cit% #% &9&%

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[Byung-Chul Han]La mirada es tambin una categora central de la teora de la imagen de Jacques Lacan: Ciertamente, algo que tiene que ver con la mirada se manifiesta siempre en el cuadro. 18 La mirada es el otro en la imagen, el cual me mira, me aprehende y me fascina. Es el punctum, que rasga el tejido homogneo del studium. Como mirada del otro est opuesta al ojo, que se deleita en la imagen. Perfora el encanto de los ojos y cuestiona mi libertad. El creciente narcisismo de la percepcin hace desaparecer la mirada, hace desaparecer al otro. El palpar con la punta de los dedos en la pantalla tctil (touchscreen) es una accin que tiene una consecuencia en la relacin con el otro. Elimina aquella distancia que constituye al otro en su alteridad. Se puede palpar la imagen, tocarla directamente, porque ha perdido ya la mirada, la faz. Al tocar con la yema de los dedos, yo dispongo del otro. Alejamos al otro con la punta de los dedos para hacer aparecer all nuestra imagen reflejada. Lacan dira que la pantalla tctil se distingue de la imagen como pantalla (cran), que me blinda frente a la mirada del otro y a la vez me deja traslucir para l. La pantalla tctil del telfono inteligente podra llamarse la pantalla transparente. Carece de mirada. No hay un rostro transparente. La cara que apetecemos es siempre opaca. Opaco significa, literalmente, sombreado. Esta negatividad del sombrear es constitutiva para el apetito. La pantalla transparente no admite ningn apetito, pues en el apetito apetecemos al otro. Justo all donde est la sombra se da tambin el brillo. Sombras y brillo habitan el mismo espacio. Son lugares del apetito. Lo transparente no brilla. El brillo surge donde se rompe la luz. Donde no hay ninguna refraccin, ninguna fractura, no hay tampoco ningn Eros, ningn apetito. La luz uniforme, lisa, transparente, no es ningn medio del apetito. La transparencia significa el final del apetito. Se dice que Leonardo da Vinci hizo la siguiente observacin sobre un retrato encubierto: Non scoprire se libert t cara ch il volto mio carcere damore (No descubras si tienes en alta estima la libertad, pues mi rostro es la crcel del amor). 19 Esta sentencia expresa una experiencia especial del rostro que hoy, en la poca de Facebook, ya no es posible. La cara, quese expone y solicita la atencin, no es ningn semblante. En ella no mora ninguna mirada. La intencionalidad de la exposicin destruye toda interioridad, aquella reserva que constituye la mirada: l no mira nada: retiene hacia adentro su amor y su miedo: la Mirada es esto. 20 La cara expuesta no es ningn semblante que est enfrente, que me atrae a su cauce y me encadena. As, la crcel del amor cede el puesto a la caverna de la libertad. NOTAS 16. J.P. Sartre, El ser y la nada, Buenos Aires, Losada, 1966, p. 361. 17. Sddeutsche Zeitung Magazin, cuaderno 12/2013. 18. J. Lacan, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanlisis. El seminario. Libro 11, Buenos Aires, Paids, 2005, p. 108. 19. Citado en H. Bredekamp, Theorie des Bildakts, Berln, Suhrkamp, 2013, p. 17. 20. R. Barthes, La cmara lcida, op. cit., p. 191.