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Cross My Heart

Katie Klein

El amor verdadero puede florecer en los lugares inesperados. Aquí está Jaden fingiendo no darse cuenta

Jaden Parker Blake

Cross my Heart Katie Klein

Foro Purple Rose

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Staff del libro: Traducción:

Adrammelek

alexiia☮♪

cami pineda

clau12345

CyeLy DiviNNa

dark heaven

dark&rose

Eve2707

gaby828

Gry

Jo

Josez57

Kathesweet

Lalaemk

Little Rose

LizC

Lola_20

Paaau

Pimienta

Simoriah

sooi.luuli

Susanauribe

Vannia

*ƸӜƷYosbeƸӜƷ*

Corrección:

Aldebarán

Dark&rose

Lola_20

majo2340

Marina012

*Prisper*

TwistedGirl

V!an*

ZAMI

Recopilación y Revisión:

Dark&rose

Diseño:

Dark&rose


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Foro Purple Rose

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Indice

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Capítulo 15

Capítulo 16

Capítulo 17

Capítulo 18

Capítulo 19

Capítulo 20

Capítulo 21

Capítulo 22

Capítulo 23

Capítulo 24

Capítulo 25

Capítulo 26

Capítulo 27

Capítulo 28

Capítulo 29

Capítulo 30

Capítulo 31


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1

Traducido por *ƸӜƷYosbeƸӜƷ*

Corregido por *Prisper*

unca desestimes el poder de la escarcha. Es el Kinder 101, realmente Exprime una cantidad inimaginable de pegamento para cartulina. Vuelca un montón de brillo en la parte superior. Sacúdela. Y deja secar. La escarcha es como... pequeños puntos de brillo atrapados en

un tubo. Un milagro en un frasco. Porque la escarcha puede utilizarse en cualquier trabajo en proceso a ese siguiente nivel. Esconde la más evidente de las imperfecciones, trabaja para sacar lo mejor de todo. Toma lo común y lo convierte en algo interesante y hermoso.

Digno de preservar.

—Perfecto.

Retrocedo, con las manos puestas en mi cadera, admirando mi obra.

RIFA – 5 $ POR BOLETO.

Las palabras de color rosa brillan bajo la empañada lámpara tipo araña chapada en oro, dando la bienvenida a los invitados en la oficina principal. Le doy un golpecito al borde de la cartulina, y algunas chispas de escarcha caen, haciendo

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brillar la baldosa. Un rastro de destellos rosados me persiguió toda la mañana: desde mi habitación al coche, a través del aparcamiento, y por el pasillo hasta aquí, el vestíbulo de mi escuela secundaria.

Fricciono mis manos juntas, luego las froto a través de mis jeans. Mal paso. Froto mis pantalones con fuerza. Cuando esto no funciona, saco un rodillo de pelusa en miniatura de mi bolso, retiro la capa de adhesivo y lo paso por mi regazo hasta que estoy libre de brillo.

La primera campa suena y reacciono, devolviendo el rodillo de vuelta a mi bolso. Mientras los estudiantes entran poco a poco, me siento derecha, ajustando la caja del dinero en frente de mí y poniendo una sonrisa complaciente en mi rostro. Negocios Amistosos. Ellos me ignoran, empujando a través de las puertas de vidrio, teléfonos móviles presionados contra sus oídos, en mitad de la conversación, dando vueltas a través de sus listas de reproducción del iPod en busca de los himnos para comenzar el día.

Mi móvil zumba, iluminándose, la vibración exagerada contra la mesa de madera. Justo a tiempo. Una foto de Blake, mi novio, parpadea en la pantalla. La foto muestra una sonrisa, sus ojos azules grisáceos, cabello rubio brillando debajo de luces fluorescentes, dándole una apariencia efímera, angelical. Leo el mensaje de la mañana deseando un feliz lunes. Él no es nada más que fiel, y trato de pensar en un día de escuela desde que comenzamos a salir en el cual no me haya mandado un mensaje mañanero como este. No lo consigo, y elaboro una respuesta.

Mientras escribo, un ruido sordo de una mochila cae al suelo y Savannah, mi mejor amiga, se estrella en la silla a mi lado. Ella inmediatamente baja la cabeza a la mesa, enterrándola en sus brazos.

—Estas aquí temprano. Estoy casi impresionada —digo, mandando el mensaje y cerrando mi teléfono de un tirón.

Ella gime. Suena apagado. Lejano.

Miro hacia ella, no preocupándome en lo más mínimo. Me encanta Savannah, pero tiene tendencia al melodrama.

—¿Buen fin de semana?

Ella levanta su cabeza. Su cabello rubio y liso es apartado de su cara con un movimiento de cabeza.


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—¿Dos días lejos del amor de mi vida se supone que sea bueno?

—Sé que no estás hablando de mí —le digo—. Porque te vi el Sábado.

—¿Digamos que no puedo esperar por el almuerzo, bien?

—Te creo.

Ella se voltea hacia su asiento, estudiando el cartel en la pared.

—Supongo que hablaste con la gente de Wal-Mart —dice ella.

—Lo hice. Me ofrecieron un increíble descuento en el juego y la consola, quiero decir que, prácticamente nos los están dando.

Ella frunce el ceño.

—Deberían. La gente estaba pisoteando esas cosas después de Acción de Gracias.

—Lo cual explica totalmente su deseo de retribuir a la comunidad. Y con razón. Se trata de una tienda familiar.

—No sé por qué no venden chalecos antibalas. Dios sabe que necesitas uno para entrar y salir a salvo.

Fuerzo una sonrisa satisfecha tirando de mis labios.

—Por lo cual siempre hago todas mis compras…

—Online. Lo sabemos —interrumpe, poniendo los ojos en blanco—. Apesta que el resto de nosotros no haya alcanzando tu nivel de iluminación todavía.

—Sigue intentándolo —bromeo.

El Sr. Connelly, uno de los profesores de historia, navega entre la multitud de estudiantes, saludando mientras pasa por el vestíbulo, con una taza de café hirviendo en su mano. Se detiene al frente de nosotras, con la lámpara de araña reflejándose en su frente calva brillante.

—Buenos días, Jaden. Buenos días, Savannah. ¿Qué están salvando esta vez? —pregunta.

Sonrío brillantemente, el discurso que memoricé semanas atrás se cernía en mis labios.


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—Los niños de Bangladés1. ¿Sabía que la malaria es una de las principales causas de muerte en niños? Es una enfermedad totalmente prevenible. Si podemos conseguir que los mosquiteros fuesen colocados en cada hogar, los casos se reducirían drásticamente.

—Suena como una buena causa —responde él—. Como siempre. ¿Qué están rifando?

—Una “A” en su clase de Gobierno Americano —se queja Savannah con los brazos cruzados. Casi puedo leer su mente: Porque esa es la única manera de obtener una “A” en su clase. Lo que no es del todo cierto... porque yo tengo una. De hecho, es seguro decir que he obtenido puras Aes en todas las clases del Sr. Connelly.

Le doy una mirada asesina.

—Un Wii Fit2.

—Me pregunto que traería más donaciones —murmura pensativamente, levantando su taza de YO LEO LA CONSTITUCIÓN POR LOS ARTÍCULOS y sorbiendo lentamente.

—Las “A” —contestamos Savannah y yo al unísono.

Él traga fuertemente.

—Sí, bueno, menos mal que existen leyes para esa clase de cosas. Así que… compraré mi ticket —continua, alcanzando su billetera— esperando que gane un Fit.

Savannah suelta una risita, girando la cabeza y tapándose la boca para ocultar su sonrisa.

—Supongo que no necesitaría una “A” en su propia clase —reflexiono, clavando mi codo en su brazo. Ella se pone derecha, frotando el área afectada.

Él niega con la cabeza.

—No —responde—. No hoy. — Me entrega un enclenque billete de cinco dólares, lánguido y teñido, el cual le cambio por un ticket.

—Gracias, Sr. Conelly. 1 Bangladés: oficialmente República Popular de Bangladés es un país ubicado en el sur de Asia. Es el octavo país más poblado y posee una tasa de pobreza muy alta. 2 Wii Fit: es un videojuego desarrollado por Nintendo para la consola Wii.


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—Gracias, señoritas.

Savannah estalla en risas al momento en que el Sr. Connelly se aleja, el aroma de su café negro, todavía presente en el aire que nos rodea.

—Oh, Dios mío. ¿Acaba de llamarlo un “Fit”'? —pregunta.

—Sí, así creo. Pero sabes, son cinco dólares.

—Los niños de Bangladés nos lo agradecen. —Ella retira su cabello rubio por encima del hombro.

—¿Jaden?

Me enderezo.

—¿Sí, Sr. Conelly?

—¿Te veré en la tutoría de esta tarde? —dice desde el otro lado del rebosante pasillo.

—Absolutamente —respondo, mis labios extendiéndose en mi típica sonrisa: suficientemente amplia como para mostrar mis derechos y excepcionalmente dietes blancos—gracias, Hilo Dental Crest—pero para nada falsa. Sólo... encantada de ayudar. Siempre.

Cuando suena la campana de aviso de dos minutos, nos separamos. Savannah se dirige hacia su clase de primer periodo, mientras que yo paso por la oficina de la escuela para dejar nuestra caja con el dinero para resguardo y les digo hola a las secretarias. Los pasillos están solos para el momento en que termino, en silencio, las taquillas en pie inmóviles y pasivos. Un rastro de papeles arrugados y envoltorios de caramelos vacíos me dirigen a Inglés. Me agacho para recoger algunas de las piezas más grandes, arrojándolas en el cubo de basura junto a la fuente de agua en mi camino al salón de la Sra. Tugwell.

Compruebo la hora en mi móvil afuera de la puerta, con mis labios frunciéndose.

La Sra. Tugwell no dirá que llego tarde, pienso. Ella nunca dice que llego tarde. Ningún profesor me dice que llego tarde. Jamás. Me deslizo dentro del salón de clases y cierro las puertas, facilitando su cierre con mi mano. Sin embargo, cada cabeza se voltea cuando el cerrojo chasquea. Siento mis mejillas arder y me voy de puntillas hasta mi asiento en la parte de atrás del salón tan discretamente como puedo.


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—Este proyecto valdrá el treinta por ciento de su semestre —dice la Sra. Tugwell. Ella hace una pausa, ajustando sus lentes en el puente de su nariz, y dándome un vistazo con sus ojos ligeramente ampliados—. Que amable de su parte tomarse un tiempo libre de su agenda de “salvar al planeta” para unirse a nosotros, Miss McEntyre.

Sonrío con alegría, aún cuando mis compañeros ríen a mí alrededor.

—La pobreza no duerme, Sra. Tugwell. Si yo no hago mi parte, ¿Quién lo hará?

—Verdaderamente.

La Sra. Tugwell es, al menos, fornida. Ella en realidad es bastante grande, y pasa la mayor parte de su tiempo sentada en su silla detrás de su escritorio. Realmente no camina... más bien se contonea, y el suelo debajo de ella tiembla cuando se mueve. Sus gafas están, al menos, treinta años pasadas de moda, y los mismos cristales son probablemente de hace décadas, debido a que usa las mismas faldas a cuadros que se inflan en su cintura… todos los días... con sus zapatillas de deporte.

Es una buena profesora, me gusta, pero cada año, cuando un nuevo grupo idiota de estudiantes ingresa… me refiero, “remolcador” no suena igual que Tugwell3. Pero eso no parece disuadir a algunas personas.

Mi maestra sacude la cabeza, pero aún así, estoy casi segura de que se le forma una pequeña sonrisa mientras vuelve su atención a la pizarra. Doy un suspiro de alivio rápido. No llegar tarde.

—Avancemos. Esta asignación no será entregada hasta dos meses, pero eso no significa que deban esperar hasta el último minuto. Ustedes y su pareja deberían hacer planes para encontrarse tan pronto como puedan, luego a intervalos regulares hasta que esté hecho. Les sugiero que se reúnan antes de que finalice este día, así pueden decidir en qué obra literaria se centrarán. Encontraran la lista de obras aceptadas en el paquete de información sobre sus escritorios.

Echo una hojeada a las paginas azules, pasando mi dedo por encima, sobre la grapa de la esquina superior izquierda, luego levanto mi mano.

—¿Cuándo elegimos pareja?

3 Remolcador en inglés es “Tugboat” semejante al apellido de la profesora “Tugwell”.


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La Sra. Tugwell reposiciona sus lentes.

—Como hace tres minutos.

—Tres minutos… —mi voz se apaga. Antes de que yo llegara a clases. Las parejas ya estaban elegidas. Forcé una sonrisa de disculpa—. Lo siento. No estaba aquí.

—Sé que no estabas, así que tuve el placer de asignarte una. — Ella sonríe a sabiendas, y me siento de nuevo, el corazón golpeteándome rítmicamente en el pecho, a la espera, mientras ella se toma su tiempo, estudiando su libro de calificaciones, extendiendo el suspenso tanto como puede manejar, hasta que finalmente—: Usted y Parker van a trabajar juntos.

Parker.

Parker Whalen.

Por un momento mi respiración se escapa. Mi corazón se ralentiza, y palpita fuertemente en mis oídos. Miro a mi derecha donde, a dos filas de distancia, Parker Whalen se sienta. Él está allí, usando sus típicos vaqueros, típica camisa negra de cuello redondo, y típica chaqueta de cuero negro. Su casco de motocicleta que por algo no lo guarda en su taquilla, descansa a sus pies, justo al lado de su mochila negra. El estereotipo del chico malo motero, un montón de miradas intimidantes y la determinada aprensión. Oí que estaba en una banda, pero lo encontramos completamente difícil de creer porque nunca viste de colores, nunca se mete en problemas, y nunca habla con nadie. Toda la cosa de pertenecer a una banda es acerca de la camaradería de cualquier manera, y él siempre está solo. Además, no es que Bedford esté lleno de criminales. ¿Hay cuántas? ¿Mil doscientas personas en nuestra ciudad? Ni siquiera tienen una tienda Wal-Mart, por amor de Dios, esta a una ciudad más (por suerte). Y para realmente hacer cualquier compra decente, tenemos que conducir una hora y media a Hamilton.

Parker Whalen.

Ni siquiera sé por qué estoy sorprendida. ¿Mi conjetura? Le tomó a mis compañeros diez segundos seleccionar sus parejas. Parker había sido evadido, dejándome a mí, no presente en ese momento, como la única opción viable. Me trago un suspiro. No es gran cosa. Es sólo un proyecto.

No hay nada que no pueda manejar.


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—Gracias —respondo, forzando una sonrisa.

Echo otro vistazo rápido en dirección de Parker. Esta vez nuestros ojos se encuentran. Se encajen en los míos, y yo titubeo ante su ceño fruncido, sonriendo vacilante; su mirada dura y latente; su tranquila intensidad mientras chisporrotea a través de mis venas, dejando mi cuerpo entero punzando con desconcierto. Es como si me odiara ya, y aún no he hecho nada. Me revuelvo en mi silla, incómoda. Sólo después de lo que parece digno de una eterna incomodidad soy capaz de apartar los ojos, en encogiéndome más en mi asiento mientras abro mi cuaderno a una página en blanco.

El momento en el que la campana suena meto los libros en mi bolsa y me pongo de pie, poniéndola sobre mi hombro. Sin pensar, miro hacia el escritorio de Parker. Pero su asiento está vacío. Sólo veo un destello de cuero negro que se escapa del salón. Me apresuro tras él, pero cuando llego al pasillo, también están todos los demás.

Sea cual sea la forma en que se ha ido, Parker ya ha desaparecido en el remolino de estudiantes, riendo, hablando, tirando cosas hacia atrás y adelante, por más que busque, retorciéndome, volteando, asomándome por encima de las cabezas, no hay ni una señal de él.


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Traducido SOS por LizC

Corregido por Lola_20

o vuelve a entrar en mi mundo hasta el almuerzo.

La única cosa que sé con certeza acerca de Parker Whalen, es que nunca se sienta adentro. Se sienta en las mesas de picnic en el césped, incluso en días como hoy, cuando el viento frío se cierne justo por

encima del nivel de congelación y el cielo amenaza con lluvia. Es imposible saber cómo pasa nuestro período de almuerzo porque nunca se sienta en frente del resto de nosotros. Nunca hemos hablado. Inglés es la única clase que compartimos, y no pasamos el rato precisamente en los mismos círculos. De hecho, no me puedo imaginar a Parker Whalen pasando el rato con nadie... por ninguna razón... en absoluto. ¿La verdad? El resto de nosotros crecimos juntos. Ingresamos juntos a una escuela secundaria. Incluso si no hubiéramos ido a la misma primaria, Bedford es una ciudad pequeña y todo el mundo conoce a todo el mundo, y todo sobre todos. Cuando Parker llegó, en realidad nunca consiguió entrar en los grupos formados al nacer. Ya sea o no que hubiera intentado integrarse, siempre se ha mantenido aparte, entre los marginados.

―Hombre, te lo digo, no eran nada para ti. ¡Hey! —La voz familiar cantó en mis oídos, feliz de verme.

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Me aprieto para ubicarme entre Savannah y Blake, mi novio, quien se inclina y deposita un beso húmedo con sabor a patatas fritas de barbacoa en mi mejilla mientras me siento. Lo huelo, cuando sutilmente quito las migas de mi cara.

―Hey. ¿Qué está pasando? ―pregunto, metiendo mi cabello detrás de las orejas antes de abrir mi bolsa de papel marrón del almuerzo.

―Sólo le estaba recordando a Tony lo increíble que estuvo en el partido del viernes ―me informa Blake, masticando. Mi novio es un jugador de baloncesto, un atleta, así que trato de perdonar las pequeñas molestias, como el hecho de que mi mejilla esté ahora toda rasposa y huela como su aliento, a barbacoa.

Los oídos de Savannah reaccionan a esto.

―¿Qué pasó? ―pregunta.

―Mi hombre Tony anotó cuarenta puntos, todos él solo.

―¡Estás bromeando! ¡Eso es asombroso! ―balbucea, iluminándose toda su cara.

Tony se encoge de hombros, incapaz de mirarla a los ojos. Espero que sea a causa de sus sentimientos reprimidos hacia ella. No creo que Savannah pudiera ser más obvia. No creo que él pudiera ser más ajeno.

Ashley, otro miembro de nuestro grupo de la hora del almuerzo, aparece abriendo la lengüeta de su refresco. Empieza a salir espuma y ella tiene que chupar de vuelta la efervescencia.

―Este fue un partido de visitantes, ¿verdad? ―pregunta.

―Sí, le ganamos a North Central noventa y cinco a sesenta y ocho ―dice Blake.

―Los aplastamos ―añade Tony.

―Tú, mi amigo, estabas que te salías.

―¡Me salía! ―repite Tony.

―Genial ―termina Blake.

―Oh, Dios mío, hubiera deseado muchísimo haber podido estar allí ―le dice Savannah a Tony―. Es que estaba tan lejos para conducir, y mis padres son como... ugh.


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Al otro lado de la mesa, Ashley pone los ojos en blanco.

―Odias el baloncesto.

Savannah lanza una terrible mirada en su dirección.

―No. No lo hago. Quiero decir, no es tan malo. ―Dirige su atención a Tony, toda sonrisas otra vez―. ¡Podrías conseguir entrar en un equipo de la universidad, y luego ser un profesional! ―dice con entusiasmo, ya planeando el futuro de Tony. Visualizándose a sí misma siendo parte de él, sin duda. La he visto hacer lo mismo todos los días desde la primera semana de nuestro primer año, con un chico nuevo cada mes. Ha tenido un ojo sobre Tony desde noviembre, lo que es probablemente algún tipo de récord. Por lo general, para este momento, o bien ya habrían salido y estaría botándolo, o ya estaría aburrida y seguiría adelante.

―Hablando de la universidad ―dice Blake, empujándome con la rodilla por debajo de la mesa―, ¿has oído algo?

Él está preguntando acerca de Harvard, y en cierto modo deseo que no lo hiciera. Soy la única en nuestra mesa que ha aplicado a una universidad de la Liga Ivy. Creo que podría ser la única estudiante de último año que ha aplicado a la Liga Ivy, punto, y todavía estoy esperando una respuesta. Todos los demás escogieron escuelas estatales o universidades locales privadas (a excepción de Savannah, que no cuenta con ningún deseo de continuar su educación más allá de la escuela secundaria y está muy segura de su decisión... o de la falta de una decisión. Lo que sea.)

―Um, no, no lo he hecho ―confieso.

―Todavía es muy pronto ―responde, esperanzado.

―Y el que no haya noticias no es necesariamente una mala noticia ―agrega Ashley.

Estudio el pavo atrapado entre mi pan de sándwich, encogiéndome de hombros casualmente, luego cambio de tema.

―¿Chicos, lograron conseguir parejas en la clase de Inglés de hoy?, ya saben, ¿para ese gran proyecto? ―Parto mi sándwich por la mitad, rasgándolo en línea recta por el medio, pellizcando un bocado de pavo y queso, y masticándolo en mi boca.


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―Oh, Dios mío. Me olvidé por completo de eso ―dice Savannah, poniendo los ojos en blanco―. Espero que me junten con un empollón.

―Así que... ―Blake me golpea con el codo mientras rebusca alrededor de su bolsa de papas fritas, excavando por fragmentos―. ¿Quién es tu pareja?

Sigo masticando por un momento, entonces, dudando, cubro mi boca con la mano. ―Parker ―murmuro.

―¿Whalen? ―pregunta Savannah, con los ojos muy abiertos.

―Ese es el único Parker que conozco ―digo.

Tony se echa a reír, cayendo hacia atrás en su silla, como si fuera la cosa más divertida que ha escuchado durante todo el día. Algunos de los estudiantes más jóvenes en una mesa alejada se detienen a mirarnos, escrutándonos.

―¿Parker Whalen? ¿Hablas en serio?

Blake se inclina lejos de mí. El cambio es leve pero, no obstante, lo noto.

―Pensé que elegíamos a las parejas.

―Lo hacíamos. Más o menos. Tuve que pasar por la oficina así que tuve que llegar a clase tarde ―murmuro―. Las parejas ya se habían elegido. ―Me encojo de hombros. No es como si hubiera tenido una opción, ni nada como eso.

―Así que la Remolcadora te puso a ti y a Parker Whalen juntos ―responde con su mandíbula tensa, las palabras eran duras y rencorosas.

―Sí. Lo hizo ―contesto, con una mirada ceñuda hacia él―. Y no la llames “La Remolcadora”. Es infantil. Y grosero.

―Jaden tenía que hacerlo. Quiero decir, no hay una persona en esta escuela que realmente lo quiera como pareja ―dice Ashley naturalmente, sacando una cucharada de yogurt―. Él es un fenómeno. Sólo Jaden es lo suficientemente buena para no dejar que algo como eso le moleste.

No estoy segura de cómo definiría a Parker Whalen, pero fenómeno es un poco extremo... ¿Extraño? Es posible. ¿Excéntrico? Tal vez. Definitivamente un solitario... pero no me parece un fenómeno... sólo algo... tranquilo.

―Es raro, en realidad. No sé nada de él, ¿y ha estado viniendo a esta escuela desde qué, cinco, seis meses?


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―Sabemos lo suficiente ―dice Tony―. He oído que su padre hace dinero con algunas peleas de perros ilegales, totalmente clandestino.

―Escuché que su antigua escuela lo echó por asuntos de marihuana ―agrega Savannah.

―Por lo cual también fue arrestado ―continúa Ashley.

Pongo los ojos en blanco.

―No sabemos si alguna de esas cosas son ciertas ―digo, sin dejar de masticar―. ¿Y es sólo porque viste de negro y maneja una moto? Quiero decir, ni siquiera lo conocemos.

―Lo vi en lo de Vince hace unas semanas. Estaba dando vueltas como si estuviera explorando el lugar. El tipo es un fenómeno.

Mis oídos reaccionan ante esto. No por lo que dijo sobre Parker, sino por mencionar a Vince, porque creo que se refiere a Vince De Luca, y si ese es el caso…

―Espera. ¿Fuiste a lo de Vince De Luca?

Las mejillas de Blake se ruborizan. Atrapado. Vince De Luca se graduó de la Secundaria Bedford hace unos años. Él vive en un condado más alejado ahora, en un viejo alquiler, y sus fiestas son bastante notorias. La reputación de Vince es cualquier cosa menos estelar. Sin importar que todavía se la pase con gente de la secundaria. Él y mis hermanos solían pasar el rato, y desde entonces he sido advertida―. Creí que habíamos hablado de eso.

―Lo hicimos ―dice Blake―. Estaba con los chicos. Te juro que sólo estuvimos allí durante unos, como quince minutos. Como mucho. Pregúntale a Tony.

Miro a Tony para su confirmación.

―Quince minutos ―afirma.

―Tú sabes que no me gusta ese tipo ―le recuerdo. Pongo mi sándwich en la parte superior de mi bolsa; mi apetito había desaparecido misteriosamente.

―Sí, bueno, no me gusta mucho Parker Whalen ―responde Blake con frialdad.


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ZZZ

Al final del día, cuando estoy tomando un viaje rápido a mi coche antes de dirigirme al salón del Sr. Connelly, veo a Parker una vez más. Está caminando hacia el otro extremo del aparcamiento, donde estaciona su motocicleta. Azul y plateada. Una moto deportiva. La cual parece perfecta para él, en realidad. Aprieto mi ritmo, corriendo para alcanzarlo antes de que desaparezca. Rumores, reputación o no, tenemos un proyecto para hacer, un proyecto para hacer juntos. Cuanto antes hablemos, más rápido podremos empezar a trabajar.

―Parker ―digo en voz alta, cruzando en frente de un Volvo rojo. Ata las correas de su casco por debajo de la barbilla, luego monta la moto, utilizando sus piernas para retirarse del espacio.

―¡Parker Whalen!

Los ojos de todos están fijos en mí, eso parece, a medida que ondeo, entrando y saliendo entre los coches en torno a grupos de amigos que han dejado de reír y charlar para preguntarse qué es exactamente lo que estoy haciendo. En el momento siguiente, da vuelta al encendido, y le da revoluciones un par de veces. Las explosiones atronadoras sacuden mis tímpanos, vibran en la tierra debajo de mí, palpitando. Sale a toda marcha del aparcamiento, los neumáticos chirriando, sin voltear ni una vez hacia mí.

Me quedo plantada al asfalto en medio de la calle, mirando con incredulidad como se desvanece, las luces traseras brillando. Una bocina suena detrás de mí, interrumpiendo mi estupor. Salto, y me giro hacia la línea de tráfico que serpentea alrededor del aparcamiento. Rápidamente me quito del camino, agitando una disculpa al conductor. Me rodeo con mis brazos fuertemente el pecho, abrazándome en un esfuerzo para mantener el calor, luego corro hasta mi coche, sintiendo el viento helado cuando pica en mi cara y adormece la punta de mi nariz.

Vislumbro a aquellos que aún me lanzan una sonrisa rápida. Todo está absolutamente bajo control. Parker Whalen no me está evitando. No a propósito, de todos modos.


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Traducido por: Gry

Corregido por: ZAMI

e siento a la mesa, observando como mi próximamente sobrino oficial, Joshua, mete profundamente su mano dentro de su tazón de plástico de dinosaurios, agarrando y triturando. La avena gotea por los laterales y cae en la bandeja de su trona.

—Espero que estés comiendo algo de eso, jovencito —advierte mi mamá.

Joshua sonríe, revelando los imposiblemente diminutos dientes de leche del frontal de su boca. Con una sonrisa como esa, es el único de nosotros que puede, literalmente, salirse con la suya.

—¡La cena! —grita Mamá.

Mis dos hermanos mayores se materializan desde la sala de estar, aun con la ropa del trabajo, sus calcetines blancos están manchados de barro, y su corto cabello castaño, aplastado contra sus cueros cabelludos: lo que generalmente llamamos “cabeza de casco”.

M


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—Oye, hombrecito —dice Daniel, mi hermano mayor—, dame esos cinco. —Extiende su mano. Joshua se carcajea, y golpea su mano varias veces. Daniel observa la pegajosa avena marrón esparcida por su palma—. Genial.

—Pásame esos —pide Phillip, mi otro hermano, asintiendo hacia los frijoles cocidos.

—De ninguna manera. Eso es lo último que necesitas —digo, rodando los ojos. Phillip se sube las mangas de su camisa, por encima de los codos, frunciendo el ceño.

—Sólo dámelas.

—Estoy pensando en el bien colectivo de esta familia.

—Cállate —replica, su voz alzándose—, y pásame ese tazón.

—¿Vas a decir “por favor”?

Exhala exageradamente, poniéndose de pie y se inclina a través de la mesa y toma el plato de acero inoxidable. Deja un rastro de vapor a medida que lo mueve.

—Phillip, ¿podrías por favor no decir eso? —le suplica Sarah, la prometida de Daniel—. No quiero que Josh aprenda esas cosas. Porque sería realmente malo documentar su primer palabra y que fuera “Cállate” en vez de “Mamá” o “Papá”.

Los cuatro miramos a Joshua mientras examina un puñado de avena en su mano, sus ojos se cruzan por un momento. Se mete toda la masa en la boca y luego la escupe, cubierta de saliva.

—Impresionante —dice Phillip con la boca llena.

—Se parece a su tío —digo.

Mi papá, una versión más vieja y canosa de Daniel, está sentado en su silla a la cabeza de la mesa, acercándose más cuando mamá entra con los panecillos. No sabría señalar cuando fue que aparecieron los cabellos grises y las arrugas alrededor de sus ojos, es como si siempre hubieran estado ahí pero yo nunca lo noté, o como si hacerse abuelo de alguna manera provocara los cambios automáticamente.


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—¿Están todos? —pregunta mamá, retirándose su cabello castaño rojizo —el mismo tono que el mío— de la cara. Frunce el ceño—. ¿Phillip, podrías esperarnos al resto de nosotros?

Cada asiento de la mesa está ocupado, y Joshua está sentado en su trona entre mi mamá y Sarah: es una cena típica en la casa McEntyre. Hay siete de nosotros en total. Mamá y papá, por supuesto; Daniel, Sarah y Joshua, quiénes ocupan el dormitorio del medio de arriba; yo; y Phillip, que es más joven que Daniel por dos años, y dos años más grande que yo. Un verdadero hijo mediano. No somos nada sin una casa llena.

—Daniel, Phillip ¿qué tal el trabajo? — pregunta Mamá.

—Bien —responde Daniel—. La casa de Oak Street está casi lista para ser pintada. Ella pincha una chuleta de cerdo con su tenedor, y le pasa el plato a Sarah.

—¿Tan pronto? Avanzó rápido. —Se maravilla.

—Agradéceselo al buen clima de invierno que estamos teniendo. Creo que no hemos tenido que parar ni un solo día —dice papá.

Levanto una ceja inconscientemente mientras alcanzo mi té dulce. No sé a qué se refiere con “buen clima de invierno”, porque los días que últimamente hemos tenido —fríos, oscuros y miserables— no están nada bien en mi opinión. Quiero decir, generalmente soy una muchacha optimista, pero no puedo recordar la última vez que vi brillar al sol. ¿Y desde cuando él se toma algún día libre?

Me aclaro la garganta.

—¿Sabes papá? La grifo de mi lavamanos sigue funcionando un poco mal. —“Un poco mal” es un eufemismo. Hay un tubo —en vez de un grifo— que sobresale de la porcelana. Para conseguir agua fría debo usar una llave inglesa, ¿y quién quiere cepillarse los dientes con agua caliente?

Toma su cuchillo y con cuidado corta otro trozo de carne.

—Lo sé, cariño. Está en mi lista —me asegura masticando.

Mi papá es el dueño de McEntyre Construcciones. Es una cosa de familia. Su papá lo comenzó, mi papá se hizo cargo cuando él se retiró, y finalmente cuando envejeció lo suficiente, mis dos hermanos se subieron a bordo. Mi abuelo podía arreglar cualquier cosa. Construía casas a mano y luego le enseñó a mi papá todo lo que sabía. Sólo que, cuándo mi papá se convirtió en el


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presidente, adoptó la actitud de “¿Por qué hacer algo tú mismo si puedes pagarle a alguien más para que lo haga?”

Y es a causa de esto, que mamá y yo somos las que cambiamos las bombillas quemadas; reemplazamos los escalones del frente después de que Daniel atravesara uno, partiéndolo completamente por la mitad; y usamos un destornillador de cabeza plana para abrir las ventanas cerradas por la pintura de los vecinos anteriores a nosotros. Es por eso que, incluso después de vivir en nuestra casa Victoriana restaurada—donde nada está restaurado—durante varios años, sólo puedo conseguir agua fría usando una llave inglesa. E incluso entonces no hay garantía de que sea capaz de apretar el tubo lo suficiente para que el grifo no gotee, lo que es una verdadera molestia a las dos de la mañana, cuando me despierto con un incesante: drip… drip… drip…

Ese es el por qué los suelos de madera de mi dormitorio necesitan reforzarse; por qué la sala de estar queda cerrada durante el invierno—hay un problema de aislamiento, y el aire frío se filtra por las paredes; y por qué mi mamá todavía no tiene la terraza trasera con la cual siempre ha soñado, aunque vivamos, por definición, en la “casa de sus sueños”. Al principio asumí que papá y mis hermanos se pondrían a fabricar todas esas pequeñas “mejoras” con el tiempo, pero nunca pasó, y en algún punto dejé de sorprenderme.

Hablo con cuidado.

—Lo sé… es sólo que… ha estado en tu lista por un tiempo, y se está volviendo un poco difícil abrirla con la llave inglesa que me prestaste…

—Jaden —interrumpe, con un dejo de irritación en su tono—. Apenas he tenido un fin de semana para mí mismo en estos meses. Los muchachos y yo estamos muy presionados. Los Bennetts están ansiosos por mudarse.

Un teléfono móvil suena, cortando la conversación. Mi papá, Phillip y Daniel se giran revisando cada bolsillo, sacando los teléfonos uno tras otro, revisando las pantallas. Es el de papá.

—Es el pintor con mi presupuesto —explica—. Tengo que atenderlo. —Se para y sale del cuarto, presionando el teléfono en su oído justo antes desaparecer—. Casas McEntyre —dice con tono de negociador amistoso.

—¿De quién se supone que esperas tú una llamada? —le pregunto a Phillip.

—No es de tu incumbencia.


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—Yo puedo decírtelo —dice Daniel bromeando, con una sonrisa en las esquinas de su boca que alcanza sus ojos—. A menos que Phillip prefiera hacerlo.

Phillip echa su cabeza hacia atrás, quejándose.

—¿Recuerdas a Becky Summerlin?

—¿No era un año más joven que tú? —pregunta Mamá.

—Se graduó el año pasado —confirmo, recordando a la tímida muchacha que había sido una de las encargadas del anuario, su cabello marrón pálido y ojos amistosos—. Era muy callada, pero parecía muy agradable. ¿Qué quiere contigo?

Pone los ojos en blanco.

—Ja. Ja. Como sea, nos topamos la semana pasada. Visitaba a sus padres. Decidimos encontrarnos la próxima vez que viniera a la ciudad —explica él—. Eso es todo.

—¿Por qué tiene que llamarte, entonces? —pregunta Sarah—. ¿Por qué no la llamas tú?

—¡Lo hice! —contesta Phillip, encuadrando los hombros—. Le dejé un mensaje. Ahora espero a que me responda.

—¿Cuánto tiempo llevas esperando? —pregunto.

Se encoge de hombros, los antebrazos apoyados contra la mesa, con un tenedor empuja los frijoles por su plato.

—Un día o dos.

—O tres —añade Daniel.

Sarah se ríe.

—Bien si no tienes noticias de ella antes de este fin de semana podrías llamarla de nuevo.

—O dejarla en paz —refunfuño.

El reloj de péndulo de la esquina del cuarto da la hora. Comemos en silencio durante unos momentos, escuchando las campanadas.


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Finalmente Daniel se aclara la garganta, llamando nuestra atención. Sarah lo mira.

—¿Qué?

—¿Vas a decirles? —él pregunta, asintiendo hacia nosotros.

Sus cejas se levantan.

—¿Decirles?

Observamos este intercambio atentamente, esperando que alguno hable. La última vez que tuvieron algo que decirnos, me convertí en tía. Una brisa invernal pasa por la ventana del comedor, moviendo las cortinas y poniéndome la piel de gallina.

—¿Vas a decírselo? —enfatiza.

La comprensión cruza su cara.

—Ah. ¡Ah!. Sí. Seguro. —Se vuelve hacia nosotros—. Daniel y yo queríamos contarles que ya pusimos una fecha. —Sus mejillas se ruborizan.

—Era hora —masculla Phillip.

—¡Siii! —grito, aplaudiendo—. ¿Cuándo?

—Bien, pensamos en el segundo fin de semana de junio. En el cenador del parque. —¡Ah! ¡El parque estará hermoso en esa época del año! —afirma Mamá—. Las flores estarán creciendo… avísenme si necesitan cualquier tipo de ayuda con la planificación. —Salta de su asiento—. Debería conseguir el número de mi florista. —¿Ese día estará bien para todos? —pregunta Sarah—. Quiero decir, ¿no tienen nada importante planeado?

—Mi graduación es ese viernes, pero no es problema ni nada.

Un destello de recuerdo enciende su cara, y se lleva la mano a la boca.

—Ah, cielos. La graduación. No había pensado en eso. Podemos mover el día de la boda una semana o dos. No es ningún problema. —Mira a Daniel por aprobación. —No, no, no —digo rápidamente—. Lo juro. No hay problema. Creo que el segundo fin de semana de junio es perfecto.


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—Sin embargo tendrás que pensar en la comida de ensayo —mamá dice, volviendo de la cocina con una tarjeta de su Rolodex4—Usualmente eso se hace la noche anterior a la boda.

—Bien —comienza Sarah—. No tenemos que planear algo demasiado formal para eso. Tal vez podemos hacerlo durante la semana. Como miércoles o jueves. No quiero que nada eclipse la noche de Jaden.

Sonrío.

—No van a eclipsar nada. Es sólo la graduación. Protocolo. No es gran cosa. —Jaden —me reprende Sara—. Deja de ser tan desinteresada. Dios.

—¿No es la gran cosa? —dice mamá—. El hecho de que mi niña se gradúe y se marche a Harvard es una cosa enorme.

—Esperen —interrumpe Daniel, observándome con curiosidad—. ¿Ya recibiste noticias de Harvard?

—No —refunfuño, mis mejillas calientes. Empujo mi chuleta de cerdo, pinchándola con el tenedor, frunciendo el ceño—. Mamá está asumiéndolo.

Papá regresa al cuarto.

—Los pintores van a cobrarnos de más. Los hemos usado ¿para cuántos empleos? —Levanta su vaso y su plato de comida de la mesa aun lleno pero seguramente tibio a estas alturas—. De todos modos, tengo unas llamadas que hacer, estaré en mi oficina. —Se inclina y besa rápidamente a mi mamá en la mejilla, dulce, pero no exactamente irresistible—. La comida estuvo genial —dice, desapareciendo por última vez esa noche.

ZZZ

Al día siguiente me encuentro en el vestíbulo justo antes de que la escuela termine. Una ventaja de mi trabajo de ayuda en la oficina durante la última hora

4 Rolodex: Agenda rotativa, usualmente utilizada para guardar números de negocios.


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es que, si termino mi trabajo, los secretarios me dejan irme temprano. La cuestión es, que tengo una reputación en la escuela. Una buena, en verdad, y he descubierto que una reputación buena es generalmente ventajosa… en una forma de “pide y seguramente recibirás”.

Me encuentro en mi taquilla, arreglando libros y ajustando fotografías. En la inusual tranquilidad del pasillo, las luces de neón, zumban, parpadean, arrojando una luz cetrina a todo lo que envuelven. Cerca de donde estoy, una clase estalla en risas. Aspiro el aire escolar congestionado y paso mis dedos a través del emblema de Harvard que imprimí a principios del año escolar. Un gesto de buena suerte. Trago con fuerza, suprimiendo las diminutas mariposas en la boca de mi estómago; esas que aparecen cada vez que alguien menciona las palabras “Harvard”, o “universidad”, o “futuro”. Lo que es casi todos los días.

Estoy examinando una foto de Blake y mía en la fiesta de promoción del año pasado, la primera de nosotros formalmente juntos, cuando noto un movimiento al final del pasillo. Mi corazón comienza a correr, y me presiono fuertemente contra las taquillas, el metal se siente frío contra mis piernas. Es Parker, inclinándose sobre la fuente de agua. La ventilación se enciende, el zumbido rebota en las paredes de cemento mientras termina, y lo miro limpiarse la boca con su mano antes de desaparecer dentro del baño de los chicos.

Me evitó en inglés, y nunca respondió la nota que le pasé preguntando qué obra literaria deberíamos escoger para nuestro proyecto. No volvió a aparecer hasta el almuerzo.

Sin pensarlo, cierro de golpe la puerta de mi taquilla y corro detrás de él, mis Mary Janes taconean contra las baldosas, mi mochila y mi bolso balanceándose detrás.

Hago una pausa durante un instante en la puerta del baño, vacilando. Esto puede ser un error muy grande, pero carezco de opciones en este momento. Lo necesito. Es hacerlo ahora o morir intentándolo.

Tomo una respiración profunda, empujo y entro al baño de hombres, tropezando. Parker está de pie delante del fregadero, lavando sus manos. Retrocede cuando me ve, asustado. Un flash de sorpresa, luego confusión, cruza su cara, rápidamente sustituida por un duro ceño. Su mandíbula se aprieta.

—¿Qué demonios estás haciendo?

Demasiado tarde para echarse atrás.


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Lo miro claramente disgustada poniéndome derecha, mi columna estirándose

—¿Qué estoy haciendo? Lo siento, pero tengo que entregar un proyecto de investigación muy importante dentro de dos meses, y por alguna inoportuna razón mi compañero ha decidido ponerse todo “Ausente y sin aviso” conmigo. —Cruzo los brazos sobre mi pecho—. ¿Cuál es tu problema?

Parker cierra el grifo, luego sacude las manos, rociando el espejo con diminutas gotas de agua.

—No tengo ningún problema, señorita McEntyre —dice, sus palabras llenas de sarcasmo.

—¿Entonces, por qué me evitas? —pregunto—. Se supone que somos compañeros y ni siquiera me hablas. No hemos escogido un libro… o decidido nuestros temas. Puede no interesarte tu futuro académico, pero yo tengo que conseguir una buena nota en esto.

Se acerca, sus ojos centellando, cortándome.

—¿Soy un holgazán? ¿Eso es lo que piensas?.

Dejo caer mis brazos, encogiéndome. ¿No es eso lo que todos piensan? Cuando no respondo, sacude la cabeza.

—No conoces a la gente tan bien como crees que lo haces.

—No pretendo saberlo todo sobre ti —le espeté—. Ya entendí que no debo gustarte o algo…

—¿No gustarme? —interrumpe—. Jaden McEntyre, no hay un alma en esta escuela que no te adore. —Levanta su bolso del suelo del baño y lo coloca sobre su hombro derecho. No puede irse como si nada. Nunca conseguiremos terminar el proyecto si lo dejo ir. Sin pensar, salto delante de la puerta y me apoyo contra el marco, bloqueándole el paso.

—¿Te importa?

—Si me importa, mucho —comienzo—. Si te sientes tan miserable siendo mi compañero… que, podría añadir, es la cosa más estúpida que he oído alguna vez ya que ni siquiera me conoces…

Estrecha los ojos.


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—¿No te conozco? ¿De verdad? Jaden McEntyre. Hija de un contratista general. Animadora. Defensora de los derechos humanos. Mejor amiga de Savannah Wainright. Novia de Blake Hanson. Voluntaria de caminatas por el cáncer. Donadora de sangre. Junta dinero para los niños necesitados de Bangladesh. La que siempre obtiene A. Destinada a la Liga Ivy5. La persona más segura, más aburrida de esta escuela.

Guardo mi enfado en mi garganta. Ah Mi Dios. Esto no puede estar pasándome. No debería pasarme. Se supone que debería tener inglés AP este semestre. Estúpido conflicto con la programación de cálculo. No se requiere que las clases AP hagan este proyecto. Yo no debería estar en el baño de los chicos, con sus paredes llenas de insultos, papel higiénico esparcido por el suelo y el mohoso olor a vestuario, discutiendo con Parker Whalen. Yo debería haber llegado a tiempo a Inglés. Debería haber escogido mi propio compañero. ¿Quiero decir, esto es lo que consigo por salvar el planeta? ¿Qué le pasó al buen karma? Me esfuerzo por encontrar mi voz.

—¿Estás hablando en serio? —finalmente logro decir.

—No miento —contesta, por supuesto

—Bien. Está bien —farfullo, tratando de recobrar mi calma—. De una forma u otra, somos compañeros. Y tenemos un proyecto que hacer te guste o no, así que… supéralo. —Mis dedos se cierran en puños, y mi mandíbula duele de la presión. Pero en vez discutir… Parker sonríe. O eso parece. Quiero decir, las esquinas de su boca se levantan… como si algo le resultara divertido. Tal vez es más una sonrisa de satisfacción. No lo sé. Corro unos cabellos sueltos de mis ojos, parpadeo, insegura.

—Eso es bastante duro —dice él—. Especialmente viniendo de ti.

—No es gracioso. Puedes no querer una buena nota en este proyecto, pero yo sí.

El ceño volvió, afilando sus rasgos.

—Eres tan presuntuosa. Asumiendo que yo no quiero buenas notas.

5 Liga Ivy: se le denomina así a 8 universidades privadas del noreste de EEUU, se caracterizan por su excelencia, y admisión selectiva. La comprenden: las universidades de Harvard, Brown, Columbia, Cornell, Pensilvania, Princeton, Yale y Dartmouth College.


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—Bien… lo que sea. Aquí está la cosa, iré a la biblioteca mañana por la tarde. Estaré allí a las tres. Tomo mi lista, y elijo un libro para nuestro proyecto. Puedes acompañarme si quieres… compañero.

Giro sobre mis talones y huyo del baño. Inhalo profundamente, buscando aire fresco: desesperada. Desesperada por que alguien me explique qué es lo acaba de pasar. Porque alguien venga y me diga que hacer sobre Parker Whalen, porque nuestro futuro no parece prometedor. Sacudo mis manos, tratando de reprimir la frustración acumulada en mi interior, y me trago un grito primitivo.


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4

Traducido por CyeLy DiviNNa

Corregido por majo2340

xactamente a las tres en punto estoy sentada en una de las mesas redondas en medio de la biblioteca, justo en frente de una larga ventana situada entre filas y filas de estanterías metálicas repletas de libros obsoletos. Aunque mi corazón martillea con satisfacción, me

obligo a no levantar la cabeza cuando una mochila cae haciendo un ruido sordo en el suelo, ni cuando alguien se sienta justo enfrente de mí. Una nueva ola de ira surge, sobrante de nuestro encuentro anterior.

—Ya era hora —murmuro, centrándome en la hoja de requisitos del proyecto, aun cuando las palabras se desdibujan incomprensiblemente.

—Dijiste a las tres —responde Parker.

Reviso mi teléfono móvil, colocado en la mesa junto a mí.

—Tengo las tres y cinco.

—Lo siento. Supuse que se trataba de una reunión informal. No pensé que tendrías en cuenta las tardanzas. Oh, espera. No sabrías nada de eso, con tu fuente infinita de tarjetas “pases de salida gratis” y todo eso.

E


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Me lo quedo mirando fijamente, con la boca abierta. No me lo puedo creer. En menos de treinta segundos estamos a la defensiva. Como imanes. Fuerzas opuestas. ¿Por qué es que Parker y yo automáticamente sacamos lo peor el uno del otro? Esto es absurdo, y tiene que parar. Inhalo una profunda respiración y luego dejó escapar un gran suspiro. No quiero discutir con él. En realidad, no.

—Vamos a terminar con esto, ¿de acuerdo? Cuanto antes seleccionemos un libro antes podremos empezar a trabajar. —Deslizo la lista de libros recomendados sobre la mesa. Se me queda mirando sin tomarla, levanta una ceja, y luego mete una mano en su bolsillo. Después de rebuscar por un momento, saca una hoja de papel azul, doblada dos veces, y la abre.

—Todo bien. Lo pillo —digo—. Estás preparado. Estoy equivocada. —Tomo de nuevo la lista, sentándome recta y retirando mi cabello detrás de mis orejas—. Está bien. Por lo tanto —continuo—, la pregunta es ¿queremos aferrarnos a lo que conocemos y seleccionar un libro con el que estemos familiarizados? ¿O vamos a por algo totalmente nuevo?

Parker resopla.

—¿Cuál es el punto de hacer un proyecto sobre un libro que ya has leído?

Le echo un vistazo, sorprendida, incrédula, fijándome en todo―la camisa de

color negro y la chaqueta, el pelo oscuro―ya sea marrón o negro―no estoy segura porque hay gel en la parte delantera, y todavía tiene ese “aspecto mojado”, y su piercing, y sus ojos de obsidiana. Hay algo extraño y familiar en él, todo en su conjunto―la fuerte línea de su mandíbula y las pocas y pequeñas pecas salpicadas por la nariz.

—¿Y bien? —pregunta.

Obligándome a concentrarme, mis mejillas llenas de calor, me obligo a mirar hacia otro lado.

—Uhm, sí, está bien. Así que seleccionaremos algo que no hayamos leído.

—¿Estás dando a entender que por lo general haces proyectos sobre libros que ya conoces? —pregunta.

—Sólo estoy diciendo que si seleccionamos un libro con el que ya estamos familiarizados entonces este proyecto podría ser no tan complicado. Al menos tendríamos alguna una idea vaga de lo que estamos haciendo. —Echo un vistazo a la lista de títulos.


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—¿Me estás diciendo que no tienes ni idea? Porque no quiero a un idiota por compañero.

Aprieto los dientes, haciendo caso omiso de esto. Solo está tratando de provocarte.

—¿Qué hay de Orgullo y prejuicio? —sugiero.

Sus ojos se entrecierran.

—No.

—¿Por qué no? —exijo saber.

Se inclina hacia adelante, cruzando las manos sobre la mesa.

—Porque ya lo has leído.

Me burlo. ¿Por qué está haciendo eso? Arrogante. Pensando que me conoce.

—No sabes eso —murmuro.

—Por favor —dice, poniendo los ojos en blanco—. Una chica Senior en la preparatoria… un poco… “aficionada a los libros" supongo que podría decirse…

—Me puedes llamar empollona si quieres —le interrumpo—. No me ofendes.

—No… no una empollona, pero si “estudiosa”… No es que sea una cosa mala, así que no te pongas toda hostil conmigo, ¿de acuerdo?

—No te daría la satisfacción.

—Sólo estoy diciendo que no puedes esperar que me crea que no has leído uno de los romances más grandes de todos los tiempos de la literatura. Incluso si tu maestro de décimo grado de Honor no te lo asigna, lo leerás por tu cuenta.

No vale la pena, Jaden. Déjalo ir.

—Está bien, lo que sea —digo, dándome por vencida—. ¿Qué tal Jane Eyre?

Él sonríe, con complicidad.

—Lo has leído, también.

Arrojo la lista sobre la mesa y levanto las manos con exasperación.


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—Entonces, ¿por qué no empiezas a nombras libros que crees que no he leído y partimos desde allí? —Me recuesto en mi silla y me cruzo de brazos. Esto es una locura. Escoger un libro no debería ser tan difícil. Si esto es una indicación de lo que está por venir… estamos totalmente jodidos.

Parker le echa un vistazo a la lista de títulos.

—Libros que no has leído… Déjame ver —escupe los nombres—. El Guardián entre el Centeno. El Color Púrpura. El Señor de las Moscas. —Me mira, por debajo de sus pestañas—. ¿Estoy acertando?

Me niego a responder, manteniendo mis labios apretados en una línea firme, pero puedo sentir el color desapareciendo en mis mejillas. Trago fuertemente, pero suena demasiado fuerte. Como un trago. ¿Por qué este lugar es tan silencioso?

—La Jungla. 1984… Básicamente cualquier cosa en esta lista que no sea un romance es lo que no has leído. Así que podemos saltarnos a Austen, la mayoría de las comedias de Shakespeare, las hermanas Bronte...

—Cumbres borrascosas no es un romance —interrumpo.

—Eso depende de cómo se mire —responde, encogiéndose de hombros.

—Heathcliff es totalmente depravado. No hay cualidades que lo rediman. Ninguna.

—Su amor por Cathy es una cualidad redentora.

—Hizo la vida de todos miserable. Está loco.

—Tal vez amar a la gente conduce a la locura.

Me burlo.

—¿Qué estás fumando? Porque conozco un impresionante programa de doce pasos.

—Sí, soy consciente de ello. Gracias. Sólo que no entiendo por qué es tan difícil creer que una persona puede amar a alguien tanto que se vuelva loco.

—Porque eso es… no es… —Me estrujé el cerebro, luchando por encontrar la palabra adecuada—… normal. —Poco convincente. Pero es lo mejor que puedo hacer, a pesar de todo.


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Porque entonces Parker se ríe, y es alegre y musical. Se extiende hasta sus ojos, iluminándolos. Y de repente, han perdido esa mirada penetrante glacial, y Parker parece…

—¿Y Mr. Darcy es lo que podríamos llamar normal? —pregunta.

—Mr. Darcy es un caballero —explico.

—Mr. Darcy es un narcisista —responde Parker.

—Mira, tanto como te gustaría, no voy a sentarme aquí y discutir contigo toda la tarde. Elige un libro, y comencemos desde allí.

Se queda mirando el papel arrugado y plegado por un momento, estudiando las palabras.

—Está bien. Escogeré uno al azar.

Es mejor que nada.

—Está bien. Vamos a por ello.

Parker cierra los ojos y recorre con su dedo la página. Lo observo detenidamente, sorprendida por lo tranquilo que parece con los ojos cerrados, lo relajado que parece.

¿Cómo es que hemos tenido Inglés juntos todo el año y nunca le he puesto una onza de atención? La idea de los dos sentados en una biblioteca discutiendo sobre Jane Austen es ligeramente humorística. Es chocante, incluso, porque él nunca me ha dicho una palabra antes. Solo asumo… Tal vez—sólo tal vez—hay la más mínima posibilidad de que él tenga más que decir lo que pensaba.

—Sueño de una noche de verano —dice.

—Una comedia de Shakespeare —le informo.

—Lo que significa que la has leído.

Doblo mis brazos, ofreciendo una sonrisa sarcástica en respuesta.

—Está bien. Una vez más. —Repite el gesto y abre los ojos. Los cierra de nuevo.

¡Está haciendo trampa!

—¡Espera! ¿Qué fue eso?


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—¿Qué?

Asiento con la cabeza hacia su papel.

—¡El libro! Acabas de elegir uno, y ahora vas a elegir otro. ¡Eso no es justo! Quiero saber cuál era. —No es hasta después de decir las palabras que me doy cuenta de lo infantil que debo sonar.

—En realidad… si te interesa saberlo… fallé. Aterrizó en blanco, en espacio azul —dice, diciendo las palabras lentamente—. Ningún libro. Y eso no nos ayuda.

—Bien —le respondo.

—¿Estás seguras? Quiero decir, ¿tengo tu permiso para intentarlo de nuevo?


—Sólo hazlo.

Recorre con su dedo, arriba y abajo de la página. Se detiene, entonces abre los ojos, examinando el título.

—Ethan Frome —anuncia.

—Ethan Frome —repito, inclinándome sobre la mesa, estudiando el nombre justo encima de su dedo índice. Su uña, me doy cuenta, es prácticamente inexistente, roída por debajo de la piel, su cutícula irregular y lamentable. Así que... se muerde las uñas. Un hábito nervioso. Me miro mis propias uñas largas, y cuidadosamente cortadas en línea recta. Las suyas se ven dolorosas. Y bastante asquerosas.

Me mira con recelo.

—¿Lo leíste?

Sacudo la cabeza.

—No. ¿Tú?

—No.

Salto de mi asiento y camino rápidamente pasando los diferente pasillos, en dirección hacia el catálogo computarizado. Tipeo Ethan Frome, averiguando que fue escrito por Edith Wharton, a continuación paso a través de las filas de


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ficción hasta que estoy en la W. Saco dos copias idénticas y deterioradas de Ethan Frome y las llevo de vuelta a Parker.

—Aquí —digo, lanzando uno de los libros. Se desliza sobre la mesa, deteniéndose justo en frente de él.

Parker lo recoge, le da vuelta, y analiza la descripción en el dorso.

—Una novela de pasión y anhelo insatisfecho. Wow, Jade, parece que aterrizaste en un romance.

Levanto la cabeza de golpe, sorprendida. Nadie me llama Jade. Nunca. Ni siquiera lo intentan. Siempre he sido Jaden. Para mis maestros… mis amigos… mi familia. Para todo el mundo.

—¿Qué? —pregunta.

—Nada —le contesto, poco a poco volviendo la atención hacia el libro. ¿Jade? Eso sería como un apodo. Nunca he tenido un apodo.

Pero él es persistente.

—No. ¿Qué pasa?

Retiro un mechón perdido de cabello detrás de mi oreja.

—Nada. Es sólo que… me llamaste Jade. Fue sólo… extraño, eso es todo.

—Si prefieres Jaden…

No me importa.

—No. Está bien. —Me aclaro la garganta, dando a entender que volvamos a la tarea en cuestión—. Bueno de todos modos, yo no calificaría a esto como un romance. Aquí dice: “marcado por la tragedia”. Eso no puede ser bueno.

—Ah. Ahora eso suena mejor.

Contengo la risa.

—Por supuesto que sí. Viniendo de alguien que piensa que el amor puede realmente conducir a la gente a cometer crímenes atroces —murmuro, sigo estudiando la solapa de la copia.

—Es una cuestión de semántica.


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—Genial —digo, poniéndome de pie—. Nos reunimos, escogimos un libro, misión cumplida. Vamos, eh, a planear leer esto y reunirnos la próxima semana. Entonces, podemos dividir las responsabilidades y conseguir terminar esta tarea. —Hago una pausa por un momento—. Tenemos que hacer una presentación oral, ya sabes.

—¿Y? —pregunta, recogiendo sus cosas.

—Sólo lo estoy diciendo.

Parker se pone de pie, arrojando su bolsa sobre su hombro, de pie es más alto que yo por varios centímetros, y yo soy una de las chicas más altas de todo mi curso.

—No te preocupes. Estoy seguro de que con todo lo que prácticas para tu futuro en concursos de Miss América, tienes el éxito asegurado.

—Yo no estaba preocupada por mí —le digo con sorna. Y no tengo planes de convertirme en Miss América.

—Bueno, no te preocupes por mi causa. Es insultante.

Parker se mueve hacia el mostrador —cada paso es firme y sereno—para revisar su libro. Me quedo de pie tambaleándome, incapaz de moverme, observando con incredulidad como el verdadero Parker Whalen―estudiante listo con un

millar de opiniones y lector secreto de Cumbres borrascosas―que poco a poco comienza a revelarse a si mismo.

ZZZ

La cena terminada, los platos lavados. He jugado con Joshua, quien ahora está bañado y en la cama. Mi tarea ha terminado, y estoy lo suficientemente intrigada por mi encuentro con Parker a principios de semana que quiero empezar de inmediato Ethan Frome. Es un libro fino, por lo que he visto, así que probablemente no me llevará mucho tiempo terminarlo.


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Me tiendo sobre mi cama, una manta puesta a mí alrededor para protegerme del frío, y abro la novela en la primera página. Un olor como perfumado y almibarado impregna el aire, y por un momento me pregunto si tiene algo que ver con la persona que lo leyó antes que yo, o si la copia de Parker huele de la misma manera. Me detengo. ¿Por qué me importa como huele el libro de Parker? ¿Por qué estoy incluso pensando en él? Me fuerzo a sacar a Parker Whalen de mi cabeza y comienzo a leer.

He leído la mayor parte del primer capítulo cuando alguien llama.

—Está abierto —contesto.

Sarah ya está vestida para irse a la cama―con pantalones de franela color rosa

y una camisola de manga larga― y en la mano una revista. Una corriente de aire frío desde el pasillo la sigue al interior. Me estremezco.

—No estoy interrumpiendo, ¿no? —pregunta.

—No —contesto, doblando la esquina de la página en que estoy.

—No tardaré mucho tiempo. Sólo necesito una opinión. —Sarah se sienta en el borde de mi cama. Que se hunde bajo ella, y me acerco, envolviendo la estrecha manta alrededor de mis hombros—. Estoy tratando de elegir las invitaciones —continúa—. Dime lo que piensas. Honestamente.

Me pasa el catálogo. Hojeo las páginas, deteniéndome en cada página que Sarah tiene marcada, examinando los artículos a los que le ha hecho un círculo.

—¿Cuál es el veredicto? —pregunta.

Vuelvo al principio.

—Me gusta esta… y ésta. —Le muestro las páginas.

Sarah se ríe.

—Daniel eligió esas, también.

—Me imagino —digo con una sonrisa. Me gustan mis dos hermanos… tanto como a una hermanita puede gustarles, supongo. Ahora que somos más mayores, cuando no están atormentándome (Phillip), o siendo totalmente sobreprotectores conmigo (Daniel), todos nos llevamos muy bien—. ¿Cuáles son tus favoritas?


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—En realidad —dice ella, moviendo unas cuantas páginas más—, creo que esta es la que más me gusta.

—¿En serio? —pregunto, sorprendida—. Me imaginé que te decidirías por algo más moderno. Ya sabes, simple y con líneas corrientes.

—Sí, tendría más sentido.

—No, no —le digo rápidamente—. Creo que es magnífico.

—No soy del tipo de chica de letra cursiva, supongo —ella suspira—. No sé por qué me estoy decidiendo por algo tradicional.

Me río.

—Sarah, eso no es lo que quise decir.

—Lo sé, pero ya sabes cómo es… vestido blanco… invitaciones en cursiva. —Ella se encoge de hombros.

Daniel y Sara empezaron a salir justo antes de que Daniel se graduara en la secundaria. A Sarah le quedaban dos años, estaba en la clase de Phillip. Daniel fue a trabajar para mi padre, pero él y Sarah continuaron viéndose el uno al otro hasta que ella terminó la escuela. Posteriormente, ella hizo planes para irse a vivir con una amiga y obtener un título en enfermería en la universidad comunitaria.

Las cosas iban muy bien. Pero entonces, después de un año o así, se quedó embarazada. Hubo un enorme shock. No se casaría con Daniel, lo que enfureció a sus padres. Ellos decidieron que no pagarían para que ella terminara la escuela, ni su apartamento. El problema no era Daniel, explicó más tarde, lo que pasa es que ella siempre quiso la boda perfecta para empezar bien las cosas. Daniel la amaba, y ella lo amaba, pero pensaron que si estaban destinados a estar juntos, se amarían el uno al otro tanto después de que tuvieran a su bebé.

Daniel trasladó a Sarah a nuestra casa, con la bendición de mis padres, y él continuó trabajando mientras ella se tomaba un tiempo libre. Unos meses más tarde, Joshua nació. Daniel se lo propuso inmediatamente, y Sarah dijo que sí. Ella empezó a estudiar otra vez, e hicieron planes para mudarse a su propia casa tan pronto como se lo pudieran permitir.

Sin embargo, la dura prueba cambió a Daniel, y es por esto que sé que espera más de mí; él no quiere que cometa los mismos errores que él cometió. Ya que


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él y Sarah lo hicieron todo al revés, es aún más importante para él que yo haga las cosas en el orden correcto.

—Pero piensa en lo adorable que Joshy va a estar con su esmoquin de bebé —señalo.

Sarah se ríe.

—Daniel jura que ya caminará para la boda.

—¿Ves? ¿Puedes imaginar algo más perfecto? —pregunto—. Una boda en el parque… Daniel y Josh… las personas que te aman… Y Dios, Sarah, estos no son los años cincuenta. Nadie se va a desmayar si te presentas a tu propia boda vestida de blanco. Quiero decir, mírate. Son como la pequeña familia más perfecta que haya visto.

Ella pasa sus dedos por su pelo lacio y castaño, separándolo.

—La familia más perfecta viviendo con mis futuros suegros

—No sois una carga. No sé lo que haremos cuando os mudéis. Y conozco a mamá: va a morirse si no llega a ver a su hombrecito cada día. Me sorprende que no hayan mencionado construiros una casa de invitados en la parte de atrás, sólo para manteneros cerca.

Ella sonríe.

—Eres dulce, Jaden. Siempre sabes qué decir para hacerme sentir mejor. Debería haberte hecho principal dama de honor en lugar de a mi hermana.

—Estoy feliz de ser dama de honor. Además, Melissa se lo merece por permanecer fiel a ti. —Un breve silencio se cierne entre nosotras—. Ya sabes —continuo—, lo siento por tus padres. En especial por tu madre. Quiero decir, si simplemente pasara cinco minutos con Joshy...

Ella suspira.

—Es por eso que ella permanece tan lejos como sea posible.

—¿Les enviarás una invitación? —pregunto en voz baja.

Se encoge de hombros.

—Tal vez. Si puedo si quiera escoger una.


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—Deberías. Ya sabes… por si acaso.

—Sí.

—¿Y Sarah? Si quieres utilizar letra cursiva, utiliza letra cursiva, ¿de acuerdo? Se trata de tu boda: no dejes que nadie más te diga cómo planificarla.

Sarah sale de la cama y se levanta.

—Gracias, Jaden —dice sonriendo.

—De nada.

Ella sale de la habitación, cerrando la puerta detrás de ella. Me extiendo sobre mi edredón azul y sigo leyendo. Cuando hago una pausa lo suficientemente larga para comprobar la hora, es ya pasada la medianoche. Sólo un capítulo más. Pero entonces la historia está casi terminada, y no puedo parar. Son las dos de la mañana cuando leo las palabras finales, terminando la novela de una sentada.

Suspiro y cierro el libro, pensando en todo lo que acabo de leer: sobre el amor y el anhelo, y la imposibilidad de guiarse por sentimientos románticos. Es una terrible historia, por lo que ocurre… o no ocurre.

Apago mi lámpara, sumiendo la habitación en la oscuridad. Mis pensamientos giran y me mantienen despierta, aunque trato de forzar el sueño. No estoy segura de cuando finalmente sucede, de cuando me deslizo en la inconsciencia. Sin embargo, sueño. Sueño con Ethan y Mattie y lo que podría haber sido.


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Traducido por clau12345

Corregido por Marina012

dio a Zeena Frome. —Lanzo la bolsa de papel con mi almuerzo sobre la mesa de picnic frente a Parker. Una brisa fría pellizca mi cuello descubierto. Levanto el cuello de mi chaqueta, deseando haber traído una bufanda.

Él levanta la vista de lo que parece un texto científico.

—¿Se supone que eso significa algo para mí?

Recojo mi pierna, salto por encima del banco de madera deteriorado—áspero y gris, con clavos saliendo de las juntas— y me siento frente a él.

—Zeena Frome. La esposa de Ethan. La odio.

Una expresión de sorpresa cruza por su rostro; hay una mirada tenaz en sus ojos.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Porque ella es una farsante. Quiero decir, no hay absolutamente nada malo en ella. Ya sabes, ¿verdad?

—O


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—Espera. —Hace una pausa por un momento, pensando mientras entorna los ojos—. ¿Quieres decir que ya lo terminaste?

—Sí.

—Sé que eres una intelectual asidua y todo, pero tenía la impresión de que tenía una semana para leerlo.

—Mira quien ha estado estudiando las listas de vocabulario SAT de la Sra. Tugwell. —Pongo los ojos en blanco dramáticamente.

Él sonríe, sus rasgos suavizándose.

—De todos modos, no necesitarás una semana —continúo, moviendo la cabeza—. Una vez que empecé no pude dejar de leerlo. Era tan adictivo… como un choque de trenes.

—Un choque de trenes —repite, incrédulo.

—Ya sabes, ¿realmente no quieres ver la sangre y la destrucción y la muerte porque ya sabes que te perseguirá para siempre, pero al mismo tiempo no puedes mirar hacia otro lado?

—¿Estás comparando a Ethan Frome con un choque de trenes?

—¡Sí! —clamo, golpeando mi mano contra la superficie irregular de la mesa de picnic. Me clavo una astilla en mi dedo. Duele. La pequeña franja de madera sobresale de la piel—. Eso es exactamente lo que estoy comparando —sigo diciendo, bajando la voz—. Es horrible.

—Pero un buen horrible, ¿verdad?

Junto mis uñas para sacar con mucho cuidado la astilla.

—Horrible malo. Trágicamente horrible.

Un grupo de niñas de segundo año se precipitan pasando por nuestra mesa, moviéndose hacia el edificio. Un par de ellas reducen la velocidad, mirándonos fijamente mientras pasan. Se ríen y vuelven su tono a un murmullo. Están hablando de nosotros. Parker no parece darse cuenta.

—Bueno, ¿qué pasa? —pregunta.

—No te lo puedo decir. Tienes que leerlo.


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—Lo voy a leer. Sólo... ya sabes... quiero saber en qué me estoy metiendo.

Lo miro de reojo, cautelosa. Suena lo suficientemente sincero. Quizás no es uno de esos tipos que se basan en notas rápidas o que bajan sus ensayos de Internet. Como sea, si no lo lee, lo sabré en el segundo en que venga una tormenta de ideas.

—Es horrible —le digo, sacudiendo la cabeza—. No hay palabras.

Sus ojos se ponen vidriosos, como si estuviera trabajando horas extras para evitar que se muevan.

—Lo entiendo. Es horrible. Termina con las sacudidas de cabeza. Puedes ser más específica.

Me siento más derecha y me meto el cabello detrás de mis orejas y, a continuación, abro la bolsa del almuerzo.

—Hay un terrible accidente. Pero en realidad no es un accidente. Mira, Zeena y Ethan están casados, ¿verdad? Zeena trae a su prima, Mattie, para ayudarla en la casa porque ella está enferma o algo así. Bueno, Ethan decide que tiene algo con Mattie, pero no sabe cómo actuar.

—Supongo que ahí es donde viene el romance —dice.

—De eso se trata —continúo, tomando un bocadillo de la bolsa—. No hay romance. Ethan y Mattie no hacen nada. ¿Y Zeena? Ella es simplemente horrible, quejándose y lamentándose de lo enferma que está. Escucha esto: ella va a un médico que dice que no debe mover ni un dedo más y que necesita una “Persona Contratada” para que venga a cuidar de ella.

—Creo que para eso es que estaba Mattie —interrumpe Parker. Resalta un pasaje de su libro de texto, marcas de color amarillo brillante cruzan la página.

—Sí, bueno, ya no. Se da cuenta de que algo está pasando entre Mattie y Ethan, y decide echarla.

—Tiene sentido.

Mi boca se cae de indignación, una chispa de ira punzando en mi estómago.

—¡No! ¡No lo tiene! Ethan y Zeena no están enamorados.

Él pone su cabeza sobre su puño, con el codo sobre la mesa, mirándome. Perplejo.


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—Así que me estás diciendo que la tragedia de esta novela es un matrimonio sin amor y un perdedor que no puede actuar con respecto a sus sentimientos adúlteros.

Yo hago una mueca, la confianza deslizándose de mí. ¿Es eso lo que estoy diciendo?

—Dios, haces que suene tan mal. Y no, esa no es la tragedia. No toda, al menos. Cuando Ethan está llevando a Mattie a la estación se dan cuenta de que no pueden vivir el uno sin el otro, así que deciden quitarse la vida. Se deslizan por un precipicio, dirigiéndose directamente a este enorme árbol. Los golpea, pero no los mata. Quiero decir, los deja echo polvo a ambos… Ethan queda con una cojera y Mattie queda inválida... todos enfermos y feos... y nunca adivinarás lo que Zeena hace…

—¿Qué hace Zeena? —pregunta Parker, aunque es obvio que él está tratando de molestarme.

—Ella sigue como si nada malo ocurriera con ella en el mundo y comienza a cuidar de Mattie. Quiero decir, realmente. ¿Ella estaba prácticamente en su lecho de muerte, necesitando a algún pobre contratado que la cuidara y de repente está lo suficientemente bien como para cuidar de sí misma y de todos los demás? Es trágico. Eso es todo.

Parker está sentado inmóvil, estudiando mi cara, su boca insinuando una sonrisa y, de repente, recuerdo lo que dijo en el baño ese día: que yo era aburrida. Y me pregunto si todavía cree eso, o si, después de nuestras últimas conversaciones, está empezando a verme de otra manera. Porque parte de mí quiere romper esa percepción, esa imagen que tiene de mí. Quiero saber lo que ve cuando me mira ahora. Quiero saber lo que piensa cuando se me queda mirando así… con esa intensidad tranquila. No quiero que piense que soy aburrida. No quiero preocuparme de qué estará pensando. Me muevo en mi asiento y coloco mi cabello detrás de las orejas.

—¿Y bien? —pregunto finalmente, rompiendo el incómodo silencio.

Él aleja sus ojos de los míos

—¿Estás diciendo que Mattie y Ethan realmente consiguen lo que quieren?

Me burlo, y luego pongo mis ojos en blanco. ¿No ha escuchado nada de lo que he dicho?


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—¡No! Ellos querían estar juntos. Ése era el punto.


—Están juntos, ¿verdad? —pregunta con calma.

—¡Por supuesto que no! —Pienso en lo que está diciendo—. Um, bien... Sí, supongo que Mattie y Ethan están juntos al final, pero no como ellos quieren. ¿Te imaginas ver a la chica que amas sufriendo durante el resto de su vida a causa de una estupidez que hiciste?

—No sé —responde—. Nunca me ha sucedido. Así que me falta cierto grado de empatía.

Otro silencio prolongado cae sobre nosotros.

Doy un mordisco a mi emparedado, sintiendo el frío por primera vez desde que empezamos a hablar. Me estremezco, un escalofrío sube de golpe por mi espina dorsal y miro a través del patio vacío.

—De todos modos, la historia suena bien —dice Parker, pasando a la siguiente página de su libro de texto, sus hombros relajados.

La brisa helada despeina mi cabello, soplando un mechón perdido hacia mi cara. Lo retiro con mis dedos.

—Lo siento. No quise arruinártelo.

—Yo pregunté.

Agarro mi emparedado por un momento, luego tomo otro bocado. No es hasta después de haber comido que me doy cuenta de que Parker no tiene un bocadillo, ni una bandeja de la cafetería, ni siquiera una bebida.

—Entonces, ¿no comes? —pregunto, curiosa.

—Depende de en qué tipo de estado de ánimo me encuentre.

Pienso en mis hermanos durante la adolescencia, cuando consumían bolsas enteras de papas fritas y bebidas de dos litros en una sola sesión. Incluso Blake y Tony comen sus almuerzos, más allá de lo que pueden conseguir de las máquinas de bocadillos. Parker es alto y delgado, pero no se ve flaco por debajo de su chaqueta de cuero.

—Me parece justo. ¿Por qué te sientas aquí solo?


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—Porque es tranquilo.

—¿Y eso no te aburre?

—No —responde.

Suelto un suspiro.

—¿Te estoy molestando? —le pregunto directamente. Me imagino que ya he arruinado su tranquila hora de almuerzo con mis divagaciones sobre Ethan y Mattie. Es probable que esté esperando a que me vaya... pero luego...

—Nah —dice, encogiéndose de hombros.

Se encoge de hombros un montón, me doy cuenta... envuelto en indiferencia, pero no distante o indiferente. Es tranquilo, no desperdicia las palabras. Todo parece calculado y bien pensado, no planeado... más bien... perspicaz, tal vez.

Meto la mano en mi bolsa de papel marrón y saco una bolsa plástica de Sun Chips. Se arruga y chirrea entre mis dedos mientras separo los extremos para abrirla. Tomo una y le paso la bolsa a Parker. Me mira por un momento, deliberando, antes de extender una mano hacia ella. Sus dedos rozan los míos cuando toma la bolsa. Están helados, pero puedo sentir un destello de energía pasar entre nosotros y lucho contra el impulso de tocarlo de nuevo, para probar que es sólo mi imaginación.

Me aclaro la garganta, estudio mi bocadillo mientras él comienza a comer, mis mejillas arden. Cuando nuestros ojos se encuentran de nuevo muestra una sonrisa socarrona. Es un instante, pero ilumina completamente su rostro y no puedo evitar dar una sonrisa como respuesta.

ZZZ

Savannah se encuentra conmigo en el vestíbulo, en nuestra mesa, al final del último período. Ignoro su expresión sombría mientras examino mi cartulina, que, después de una semana, ha perdido algo de su brillo rosado. No hemos hablado desde temprano esa mañana y ya lo eché de menos en el almuerzo...


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—¡Hey! ¿Qué pasa? —pregunto deslizándome en una de las sillas de plástico.

—No mucho. ¿Cómo lo estamos haciendo?

—Vamos por unos trescientos cincuenta —le respondo, sentándome a su lado.

—No está mal. —Hace una pausa antes de continuar y, con un silencio atípico, es difícil no saber exactamente lo que vendrá después—. Nosotros, eh, te extrañamos en el almuerzo.

—Sí. Tenía algunas cosas que hacer —explico, tratando de mantener mi tono tan alegre como fuera posible.

—Con Parker Whalen.

—Es sólo este proyecto. Estamos haciendo finalmente algunos avances y quiero continuar…. ya sabes... mientras dure. Supongo que me visteis sentada junto a él hoy.

—Sí, lo hicimos —responde ella, en nombre de toda la mesa—. Estábamos preguntándonos por qué no mencionaste que planeabas comer con él. —Savannah se reclina en su silla mientras suena la campana. El enjambre de estudiantes sale de las aulas, tropezando con ellos mismos; inundando con risas los pasillos. Al final del día los sonidos son siempre el doble de amplificados en comparación con los de la mañana, es como si, después de ocho horas, todo el mundo hubiese encontrado por fin la voluntad de vivir.

—¿Esto es sobre mí o sobre Parker? —pregunto, levantando la voz.

—Es sólo que, ya sabes, la gente dice cosas.

No me gusta pensar que la gente podría estar hablando de mí. Chismeando. Especulando. Especialmente mis amigos. No me gusta que en realidad me importe lo que piensan, por un momento quisiera que yo fuera una de esas chicas que simplemente lo dejaría pasar, ser yo misma… y no preocuparme demasiado por los demás.

—¿Como qué, Savannah? ¿Qué se dice acerca de él? Es probable que no sea nada que no haya oído antes. Te olvidas de que no tengo una opción aquí. Él es mi compañero. Tengo que pasar tiempo con él si vamos a conseguir hacer esta cosa. Tú tienes un compañero. Tú lo sabes.

Ella no responde. Conversaciones zumban alrededor de nosotras; gritos y chillidos; los pesados pasos de los chicos en sus Sketchers atravesando el


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vestíbulo de entrada, un ruido sordo y chirriante contra el suelo de baldosas; la explosión de las puertas de los casilleros, cerrándose a intervalos como un coro de percusión.

Veo a la misma pandilla de chicas de segundo año del almuerzo pasar por el vestíbulo. Esta vez no se detienen a mirar o susurrar. No se dan cuenta de que estoy allí. Es como si, cuando estoy con Parker, fuera alguien de quien vale la pena hablar. Sola, soy Jaden McEntyre, impulsando otra campaña a favor los derechos humanos. Trago saliva.

—Sabes —continúo mientras desaparecen detrás de una esquina—, no creo que sea tan malo como todos piensan. Él es inteligente. Tiene... cosas que decir.

—Está bien, Jaden. ¿De acuerdo? No tengo un problema contigo y Parker, pero probablemente deberías hablar con Blake.

Me volteo hacia ella, haciendo una mueca con los labios.

—¿Por qué? ¿Qué pasa con Blake?

—Digamos que no estaba muy contento con la idea de Parker Whalen y tú sentados afuera comiendo juntos.

—Es trabajo escolar.

—Lo sé —responde Savannah—. Simplemente habla con Blake. Quiero decir, él es tu novio.

Dejo escapar una risa sarcástica.

—No hay absolutamente nada de qué preocuparse. Esto es... literatura. Eso es todo.

Savannah se pone de pie, agarra su bolso y lo tira por encima del hombro.

—Está bien. Solo mantén informado a Blake, ¿ok? Realmente no quiero quedar atrapada en el medio de esto... sea lo que sea. —Ella se da vuelta y se va, dejándome sola en la mesa salvando a los niños de Bangladesh, por mí misma.

—Está bien —contesto. Pero ya ha recorrido la mitad del pasillo, mezclándose entre la multitud.

Suspiro, saco el teléfono móvil de mi bolso y tecleo con fuerza el número de Blake.


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Traducido por clau12345

Corregido por Aldebarán

l lunes por la tarde, cuando abro la puerta de mi casillero justo antes del campanazo final, me sorprendo de ver una pequeña tarjeta blanca con una nota escrita, revoloteando hasta llegar al suelo. Me agacho a recogerla, le doy vuelta, examino las palabras escritas en letra oscura

cuadrada: Zeena apesta.

Las palabras me sacan una sonrisa. Abanico mi rostro con la tarjeta y me pregunto cómo supo Parker cuál era mi casillero. Me doy la vuelta, esperando que aparezca―encontrarlo observándome. Pero estoy sola. Estudio la tarjeta en mis manos, mi corazón vacila momentáneamente cuando me doy cuenta de que, en algún momento entre el último viaje a mi casillero y el ahora, Parker pensó en mí―pensó lo suficiente como para escribir un mensaje, y luego lo suficiente como para buscar mi casillero entre y dármelo. Paso mis dedos por el blasón de la Universidad de Harvard y cierro la puerta de metal mientras suena la campana final. Si la nota es cierta, significa que Parker podría haber terminado de leer el libro, lo que significa que podría estar listo para hablar de ello. Sólo hay una manera de averiguarlo.

E


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La biblioteca está casi vacía, el único ruido procede de la bibliotecaria y su asistente, revisando varios libros devueltos en el último minuto sobre el mostrador―deslizando tarjetas en los bolsillos traseros y colocándolos por el lateral, uno por uno y escribiendo la información en la base de datos, el teclado sonando con cada cliqueo.

Me muevo hacia Parker, a la misma mesa circular que ocupamos la semana anterior, respirando el olor de los viejos pedazos de cartón y las páginas enmohecidas. Inhalo una rápida respiración mientras me acerco, luego, con calma lo suelto.

—¿Y? —le pregunto sentándome en la silla frente a él.

—¿Y? —repite, sin quitar los ojos de su libro de texto, tan poco descriptivo que comienzo a preguntarme si esto, el que yo esté aquí, es un error.

—¿Qué te parece? Quiero decir, además de “Zeena apesta”. —Ofrezco una amplia sonrisa, haciéndole saber, a mi propia pequeña manera, que encontré su nota y lo apreciaba.

—No sé —responde, cerrando su libro, recostándose en su silla, encorvado. Me sorprende ver Geometría II adornando la portada. Geometría de Segundo año es una electiva, una electiva en la que yo jamás me inscribiría. Abro mi bolsa, sacando el cuaderno de inglés y, con ello, las notas que hice sobre Ethan y Mattie y su historia.

—No fue romántico, eso es seguro —digo—. Odie que Ethan se mantuviera caminando de puntillas alrededor de sus sentimientos. Si la amas: díselo. —Tomo una hoja en blanco y coloco la fecha en la parte superior.

—No creo que fuera tan fácil para él —dice Parker—. El hombre ya estaba casado... y tú no vas por ahí con sentimientos hacia tu ama de llaves cuando tienes una esposa.

—Supongo que no —le digo, haciendo una pausa por un momento—. Pero sabes... Zeena no era mucho una esposa. Quiero decir, ella estaba enferma todo el tiempo y gastando dinero en tratamientos médicos que ni siquiera necesitaba. Es tan obvio que estaba celosa. ¿Y la forma en que sólo se levantó y se hizo cargo de Mattie como si no pasara nada con ella? ¡Me molestó muchísimo! Quiero decir, si ella hubiera hecho su trabajo en primer lugar, nada de eso hubiera ocurrido. Ethan probablemente no se habría enamorado de Mattie.


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—Crees que es culpa de Zeena —aclara Parker después de terminar mi perorata.

—No creo que ella ayudase. —Escribo algunas notas en mi papel, grafiando rápidamente—. Vamos a repasar nuestras impresiones de hoy y tal vez en uno o dos días podamos encontrarnos de nuevo aquí y trabajar en nuestros temas. —Me detengo. Quizá Parker no ha venido a la biblioteca para hablar de Ethan Frome hoy. Tal vez está ocupado. Tal vez tiene otros planes—. A menos que ya sabes, sea mejor en otro momento —añado rápidamente.

—No. Está bien.

Está bien. Él quiere quedarse.

—Está bien. Por lo tanto... ¿Qué piensas de Ethan? —pregunto, mirándolo con cautela.

—No sé. Como que sentí pena por él.

—Lo sé. Quiero decir, odio que él y Mattie no pudieran estar juntos. Ellos merecen ser felices, ¿sabes? —Pienso un momento antes de continuar—. No puedo imaginar no estar con la persona que amas. Y luego no ser capaz de decirle a la gente acerca de tus sentimientos. Apestaría.

—Sí —responde—. Pero es más que eso. Él fue inteligente. Tenía planes. Quería salir de la ciudad y realmente ser alguien. Entonces sus padres se enferman y tiene que volver a casa y cuidar de la granja. Cuando finalmente mueren, se siente solo por lo que se casa con Zeena para que lo acompañe. Todo es frío y triste. No sé. Tiene que ser malo para un hombre que se quería mucho a sí mismo y terminó sin nada.

Escucho a Parker, asimilando lo que está diciendo. La verdad es que en realidad nunca le presté atención a Ethan más allá de Mattie. Para mí, la historia es trágica porque nunca nada sirvió de sus sentimientos por el otro. Para Parker, la historia es trágica, porque Ethan tenía un potencial que nunca pudo alcanzar. La misma historia. Dos interpretaciones completamente diferentes.

—Wow —musito finalmente.

—¿Qué?

—Es sólo que eso... eso fue muy profundo.

Él sonríe, levantando las cejas.


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—Estás sorprendida de que yo sea capaz de tener una conversación que invita a la reflexión.

—No —contesto, sonriendo en respuesta—. Así que... son pobres —continuo, escribiendo los comentarios de Parker.

—Zeena está enferma y de mal humor —agrega Parker.

—Mattie es la única felicidad de Ethan.

Parker se recuesta hacia atrás en su asiento, juntando sus dedos detrás de la cabeza.

—Sabes... no creo que Ethan lo hiciera a propósito.

—¿Hacer qué?

—Enamorarse de Mattie.

—¿Por qué no?

—Porque no creo que lo hiciera. No creo que se pueda controlar algo como enamorarse.

¿Cómo podría ser incontrolable algo así como enamorarse?

—¿Crees que fue casualidad? —pregunto, curiosa—. ¿No planificado? ¿Sin previo aviso?

—Creo que te enamoras de alguien cuando menos lo esperas. Cuando es la última cosa que quieres. Eso es lo que hay de bueno en enamorarse.

Mi corazón palpita fuerte una o dos veces con esto, mi interior está revoloteando. La idea de que Parker Whalen siquiera pensara en enamorarse de esta manera... acerca de que sea algo grande… es sólo que... no es una actitud típica de chico, supongo. Se inclina hacia adelante, un rastro de su colonia o de algún tipo de aerosol corporal, se cierne en el aire entre nosotros. Es muy atractivo y me encuentro moviéndome más cerca de él, a la deriva, como si fuera una especie de agujero negro, succionándome hacia dentro. Me aclaro la garganta, tratando de ignorar esto, curioso.

—Has, bueno, ¿has estado enamorado alguna vez antes?

Tan pronto como las palabras escapan de mis labios, me arrepiento de haberlas dicho. Ni siquiera es de mi incumbencia, no es algo que necesite saber. Sólo me


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hacen parecer... desesperada. Como que estoy realmente interesada. Lo cual no estoy, obviamente.

Sus ojos se entrecierran.

—¿Por qué lo preguntas?

—Intuición —digo, encogiéndome de hombros casualmente, trabajando para mantener el tono de mi voz—. Me estaba preguntando si estabas hablando desde la experiencia.

Se detiene por un instante. Dos segundos. Pero responde:

—Nah.

Por lo que nunca ha estado enamorado antes y no parece importarle si yo lo sé.

—¿Y tú? —pregunta.

Me recuesto, aferrándome a mis codos.

—¿Por qué quieres saberlo? —le reto.

—Porque tú me preguntaste primero. Es justo, ¿verdad?

Apenas vacilo antes de contestar.

—No, no lo creo. —Dirijo mi atención a mi cuaderno.

Parker resopla.

—¿No es justo?¿ O nunca has estado enamorada?

—Enamorada —aclaro.

—¿Ni siquiera de Blake Hanson?

Mi pecho parece derrumbarse sobre mí, imágenes de Blake pasan por mi mente, pensamientos entrelazados. Baile de graduación. Su camiseta de baloncesto. Un mantel de cuadros rojos y blancos entre nosotros mientras compartimos la cena, riendo. Blake.

Me olvidé de Blake. Una inhalación brusca. Por supuesto que estoy enamorada de Blake. Aunque… nunca le he dicho que lo amo. Tampoco él nunca me ha dicho que me ama. Estoy segura de que lo amo... pero entonces, ¿significa que estoy enamorada de él? ¿Hay alguna diferencia?


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Pienso en lo que dijo Parker sobre el amor, la forma en que se materializa cuando menos se espera. Imagino fuegos artificiales y chispas de pasión. Blake y yo hemos sido amigos desde nuestro segundo año. Me pidió ir juntos a nuestro baile de estudiantes de primer año. Es como si…. pasara y ha ido pasando desde entonces.

—Me lo tomo como un rotundo no —contesta Parker, interrumpiendo mis pensamientos acelerados, sus ojos oscuros burlándose de mí.

—Por supuesto que amo a Blake —digo rápidamente.

—No dijiste que lo hicieras.

Sacudo la cabeza, mi voz más alta que de costumbre.

—No tengo que hacerlo. Se entiende.

—Te pregunté si alguna vez habías estado enamorada, y dijiste que no.

—Amo a Blake —reafirmo, atrozmente, sintiendo la torpeza de estas palabras escapándose de mis labios. Amo a Blake. Lo amo.

—Entonces, ¿por qué no simplemente lo declaras y lo dices? ¿Por qué siquiera tienes que pensar en ello?

¿Qué más da? ¿Por qué eso le preocupa?

—Tengo derecho a pensar en ello.

—Si realmente amas a alguien no deberías tener que pensar nada. Deberías querer decirlo. No es difícil.

Mi cara se ruboriza, el lento calor se arrastra hasta mi cuello y mis mejillas.

—Eso es absurdo. Lo sabría si estuviera enamorada, ¿verdad?

—Yo creo que deberías —dice secamente.

—Bien, entonces. —Pongo los ojos en blanco y finjo escanear mis notas. Por el rabillo del ojo puedo ver a Parker mirándome con una de esas sonrisas sarcásticas estampada en su rostro, como si él malditamente lo supiera todo. Y detrás de nosotros, el clack, clack, clack, del teclado llena mi cabeza con su desagradable traqueteo. Mi cuerpo se tensa—. ¿Por qué estás haciendo eso? —pregunto, nerviosa, con la cara encendida.


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Se ríe, y te juro que veo hoyuelos.

—¿Qué?

Aprieto los puños bajo la mesa, las uñas perfectamente cuidadas mordiéndome las palmas. Le lanzo una mirada terrible, mis ojos entrecerrados.

—Eso. Reírte de mí.

—¿Por qué estás tan a la defensiva? —pregunta, su sonrisa mostrando un conjunto de dientes rectos y blancos.

—Yo no estoy a la defensiva —contesto, aborreciendo el haber notado en ese momento los bonitos dientes de Parker.

—¿Amas a Blake? Es una pregunta simple. No sé cuál es el gran problema. —Él se recuesta en su asiento con los brazos cruzados, moviéndose con satisfacción—. ¿Sí o no, Jade? —bromea.

—Sí… No... Quiero decir... —No sé qué decir. Dejo escapar un suspiro de frustración.

Misión cumplida. Sacude la cabeza con pereza.

—No amas a Blake Hanson. De hecho, ni siquiera sé por qué estás con él.

—En serio —digo—, entonces dime, Parker. ¿Por qué sigo con él? Por favor. Ilumíname. —Pongo los ojos en blanco para darle más efecto. No hay manera de que Parker Whalen pueda saber lo que me está provocando.

—Estás con él porque es seguro. Estás felizmente atrapada en tu pequeña zona de comodidad. Has estado con él durante tanto tiempo que ni siquiera sabes por qué están juntos, pero nunca lo dejarás ir porque es muy formal. Es una relación de pura conveniencia. —Él se inclina hacia atrás en su silla y se permite una risa sarcástica—. La animadora y el principal jugador de baloncesto. Me refiero... ¿puede haber algo más estereotipado que eso? Apuesto a que también van a comer pizza todos los sábados por la noche. Y a veces te llama simplemente para desearte buenas noches.

Mis músculos se tensan, mi pulso se acelera, inestable. ¿Cómo se atreve? Lo odio por sacarme de quicio de esta manera. Me enoja que crea que me conoce. Me siento enfadada por pensar que huele atractivo. Parker Whalen no sabe nada. Parker Whalen es un imbécil.


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—Yo no animo en baloncesto —le digo. Las otras cosas no las niego. Sí, comemos pizza los fines de semana y Blake llama para decirme buenas noches... a veces. Por lo general me envía mensajes de texto. Eso no quiere decir que seamos un cliché.

—Es básico, Jade. Lo que necesitas es un poco de emoción en esa vida monótona tuya, y dudo que Blake Hanson pueda proveértela.

—Blake es un buen tipo. Él es… perfecto.

—Perfecto. Realmente —dice, escéptico.

—Sí.

—Blake es aburrido.

—Tú dijiste que yo era aburrida —le recuerdo.

—Exactamente mi punto.

Mi cabeza se inclina con incredulidad, mis sienes punzando ante la provocación. Esta burla incesante, este ir y venir, nunca me he sentido tan enojada en mi vida. Ni siquiera Phillip incita esta clase de reacción y es implacable. Estoy perdiendo por completo mi calma. Por Parker Whalen.

—¿Cómo llegamos hasta esto? —pregunto en voz alta, esforzándome por calmar mi rabia—. Pensé que estábamos hablando de Ethan Frome.

—Lo estábamos… hasta que me preguntaste si alguna vez había estado enamorado.

Genial. Yo nos metí en este tema, yo puedo sacarnos.


—¿Qué piensas del gato? —le pregunto cambiando de tema.

—Escalofriantes —responde Parker—. Como una encarnación de Zeena.


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Traducido por Pimienta (SOS) y dark&rose

Corregido por V!an*

o que está ocurriendo entre Parker y yo no existe fuera de la biblioteca, o de nuestro proyecto. Tras mis conversaciones con él, creo que tal vez algo va a cambiar o va a ser diferente, que va a reconocer mi presencia, pero me encuentro que cuando llega inglés al día siguiente, las cosas

vuelven a ser como siempre. No es que espere que salte de su asiento o cualquier otra cosa, y no debería importarme, pero un pequeño saludo, o una sonrisa, sería agradable.

Le devolvería la sonrisa, de todos modos.

Sin embargo, Parker sigue siendo tan inaccesible como siempre, un muro de piedra impenetrable.

Echo un vistazo rápido en su dirección, su cabeza está hacia abajo mientras hace garabatos en su cuaderno. Me siento en mi asiento, exhalando, decidida a centrarme en la Sra. Tugwell y su conferencia. Tomo algunas notas, cuidadosamente escritas, mientras mis pensamientos empiezan a ir a la deriva. Puedo mantener mi cabeza recta, mirándole por el rabillo de mi ojo. Sigo escribiendo. Un suspiro de frustración se hunde en mi interior. Es como si yo no

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estuviera en su radar. Me consume. Y no puedo entender por qué es importante. Porque me preocupa. Porque no me preocupa. En realidad no.

De vez en cuando, le veo en el pasillo. El momento es fugaz, una visión rápida de algo negro, su chaqueta de cuero o su pelo oscuro y luego se ha ido de nuevo. Es como una aparición, aparece el tiempo suficiente para que me fije en él, y mantenerme buscándolo cuando no lo hago.

* * *

El jueves por la tarde estoy trabajando en una de las oficinas con la secretaria del consejero, que está fuera en una conferencia. Es casi la hora de que suene la campana final, cuando me dice que va a la sala de trabajo para dejar algo y tomar un descanso.

—¿Estarás bien aquí? —pregunta. La fotocopiadora, llena de huellas digitales sucias, sigue escupiendo página tras página, el olor de la tinta de tóner cuelga suspendido en el aire que nos rodea.

—Sí —le aseguro—. Tómese su tiempo.

Echo un vistazo alrededor de la habitación, observando lo que me rodea, los escritorios cubiertos con papeles desordenados, grapadoras, titulares en un clip de plástico, cajas de objetos perdidos llena de chaquetas, gafas de sol y joyas, un viejo sillón de cuero con un corte en el espeso relleno que rezuma por el hueco. Pero entonces, cuando me encuentro sola en la oficina, sin nadie alrededor, mi curiosidad se apodera de mí, y luego toma el control.

Tengo por lo menos cinco o diez minutos, quizá más, por lo que me deslizo en silencio dentro de la oficina del consejero. La sala está oscura y sombría, iluminada sólo por el débil resplandor de un día nublado, a través de las persianas baratas y las ventanas de plástico. Los archivadores de metal altos están de pie detrás de la puerta, la llave de plata sobresale de la cerradura. Me acerco y, agito la mano, lentamente, girándola. El bloqueo hace clic cuando abre, el ruido suena a través de la oficina vacía. Aguanto la respiración y miro hacia la puerta. Estoy sola. La fotocopiadora sigue zumbando y escupiendo páginas.


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El cajón de la U a la Z suena cuando lo saco. Paso mi dedo a través de la W, hasta que llego al archivo que estoy buscando. Whalen, Parker. Extraigo la fina carpeta de manila y la abro.

Muy bien, Parker. ¿Qué estás ocultando?

Parker se queda mirándome, apenas sonriendo en su foto, una bonita foto de él, en realidad. Blanca y negra. Pero esto no es lo que necesito. Levanto la foto y echo una hojeada a la hoja de información detrás de ella. Está su fecha de nacimiento, su dirección, ni las notas escritas por el consejero.

Leo rápidamente:

Perturbador en la escuela anterior.

Iniciado en el uso de drogas recreativas.

Una detención con el cumplimiento de servicios comunitarios.

Padres divorciados.

Posibles problemas en el hogar.

Tranquilo.

Buen estudiante.

Parece que carece de verdadera ambición.

Suspensiones: Ninguna.

Detenciones: Ninguna.

Trabajo para calmar mi pulso acelerado, mi corazón zumba. ¿Los rumores que flotan alrededor de él? Parece que algunos de ellos son verdad.

Le doy la vuelta a la página y encuentro los informes de los progresos de Parker. Hay un montón de “A”, con algunas “B” salpicadas aquí y allá: en su mayoría en matemáticas y ciencias.

Sobresale en clase de Inglés y de Historia, y lo está haciendo bien en Español. Incluso toma unas cuantas clases de AP . No del todo satisfecha, ya que la información me plantea más preguntas que respuestas, cierro la carpeta y la meto de nuevo en el cajón. Reviso para asegurarme de que dejo todo tal y como lo encontré, entonces me escabullo por la puerta.


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ZZZ

Ralentizo mi coche acercándolo a la acera más tarde esa noche. Está ya oscuro, y todos los demás han vuelto a casa del trabajo y de la escuela. El comedor está iluminado, haces de luz que se reflejan en el césped delantero junto con gotas de agua brillantes. Puedo ver las sombras de las figuras que se mueven en el interior, poniendo la mesa, arrastrando los platos de comida, una primera impresión estelar. Todo parece… perfecto: la pintura de las persianas y techo a dos aguas. Pero es lo que no puede ser visto, lo que hay dentro, lo que importa.

Dos familias, una que lucha por mantenerse en pie, horarios agitados, boquillas rotas y tablas del suelo astilladas…

Suspiro.

A pesar de que ya es tarde, y sé que, al menos, cuatro personas antes que yo ya han hecho lo mismo, abro el buzón al final de la calzada. No puedo ver nada, así que meto la mano dentro y acaricio el metal helado, sólo para asegurarme de que está vacío. Un día, cualquier día, realmente va a llegar una carta de Harvard. Un destino sellado y cerrado, que me esté esperando.

Entrar en Harvard, ha sido el propósito de mi vida desde antes de saber lo que era la universidad en realidad. Y a pesar de que he escrito a algunas de las demás universidades, casi no puse ningún esfuerzo en esas solicitudes. Todo, mi futuro, mi felicidad eterna, está en juego por la decisión de una pequeña escuela en Massachusetts que sólo acepta como a uno de cada veinte solicitantes de primer año.

Inhalo profundamente mientras avanzo por el camino, aspirando una bocanada de aire frío y húmedo. El hormigón brilla bajo el farol por la lluvia anterior, los charcos helados espumosos.

Suspiro.

Odio el invierno. Odio el frío y la monotonía.

La espera se hace insoportable.


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Abro la puerta y entro adentro. El olor de la carne estofada con patatas de mi mamá impregnan el aire, atrayéndome hacia la cocina. Sarah ya está sentada a la mesa del comedor, alimentando a Joshua con zanahorias cortadas y guisantes. De hecho, lo único comestible en la bandeja son esas pequeñas tiras de melocotones cortados que está triturando entre sus dedos.

—Ew —digo, entrando en la habitación.

—No puedo creer que él no vaya a comer esto más —se queja Sarah—. Es así, nos encontramos con esta gran rutina, y al segundo que nos sentimos cómodos tira todo por la ventana. Él amaba la papilla.

—¿Eso es papilla? —pregunto, cogiendo el frasco de comida para bebé de color naranja y mirando en su interior. Lo huelo. Arrugo mi nariz con disgusto—. Chico listo. Yo no comería estas cosas, tampoco. —Le paso el frasco de nuevo a ella. Ella suspira.

—Oye, Joshy —digo, agitando su pelo rizado y rubio de bebé. Me ignora y continúa empujando los duraznos en torno a su bandeja con propósito, sus dedos llenos de jarabe pegajoso brillante, como si, en ese momento, fuera la única cosa que importa.

—Me pregunto si él comerá algo de patatas de tu madre —pregunta Sarah en voz alta.

Me dirijo a la cocina, dando la bienvenida a la oleada de calor, y dejo caer mi bolsa en el suelo de linóleo. Está manchado, descolorido en algunos lugares, y desconchado. Algo más en la lista que es necesario sustituir. Mamá se asoma a través de la ventana del horno.

—Hola, mamá.

—Hola, cariño —responde ella—. ¿Cómo fue tu reunión?

—Bien. Estamos pensando ideas para recaudar fondos para la biblioteca de la escuela primaria. ¿Algún correo para mí? —Dejo a un lado un montón de cupones y encuentro un montón de facturas y papeles esparcidos sobre el escritorio. Paso el dedo a través de ellos.

—No, bebé. Hoy no.

Otro suspiro.

Mamá está parada, frente a mí.


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—No te preocupes. Estoy segura de que sabrás algo pronto.

—Esto es una locura, ¿sabes? —Me apoyo contra el mostrador, presionando mi peso en ello—. Quiero decir, ¿cuánto tiempo tenemos que pasar por esto? Tomar una decisión y decirme algo ya. Estoy tan harta de esperar. —Echo el cuello hacia atrás y miro las grietas en el techo.

Ella gira el temporizador y abre la puerta del horno. Una ráfaga de aire caliente llena la habitación.

—Bueno, nunca fuiste muy paciente.

Inclino mi cabeza hacia ella, mirándola con inquietud.

—¿Qué se supone que significa eso? —pregunto, dándome cuenta un momento demasiado tarde que puede ser que no quiera saber la respuesta.

—Oh, ya sabes —dice ella, sacando la bandeja con sus guantes de horno—. No eres realmente del tipo de sentarte a esperar. Prefieres estar allí consiguiendo que las cosas se hagan.

—Lo que está diciendo es que eres como la malcriada de esta familia, que tiene problemas con el control —anuncia Phillip, entrando en la cocina—. ¿Está la cena lista?

—Sí, y felicidades: puedes preparar las bebidas —replica mamá.

—Yo no tengo problemas de control —digo, mi mandíbula tensándose mientras la apretó.

Mamá acaba agitando un bote de guisantes, tintinea la cuchara de metal en el lado, y mueve la tapa.

—Lo que él está tratando de decir, y no muy bien —añadió, lanzando una mirada seria a Phillip—, es que tienes una actitud de “tomar las riendas”. Piensa en esto: ¿cuándo fue la última vez que no estuviste planeando un evento para recaudar fondos, ni buscando una solución, ni sensibilizando sobre algo?

—Montando en bici por la esterilización segura de los gatos —arroja Phillip.

—La superpoblación de mascotas es un problema grave. Hay siete gatos por cada humano en este país —les informo, cruzando los brazos sobre mi pecho.

—Yo pienso que esto de Harvard te ha molestado porque no tienes el control —continua mamá.


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Esto suena muy racional. Demasiado perfecto para ser una coincidencia.

—¿Tienen algún tipo de conferencia de familia acerca de mí o algo así? ¿Es esto una intervención?

Phillip se ríe, pero ninguno de ellos responde.

Ellos lo hicieron. Ellos han estado hablando de mí a mis espaldas.

—Tener el control no es una mala cosa —les recuerdo.

—Ser un fanático del control lo es —murmura Phillip.

Mis dientes se aprietan, entrecierro los ojos.

—Cállate, Phillip.

—Phillip —advierte mi madre, moviendo la cuchara hacia él—. No estás ayudando. Mezcla el té dulce. —Vuelve su atención hacia mí—. Paciencia, cariño. Va a estar bien. Y en algún momento en las próximas semanas o así te preguntarás por qué siquiera estabas preocupada.

—No estoy preocupada —murmuro—. Estoy inquieta. Hay una diferencia.

—¡Obsesa del control! —canturrea Phillip, removiendo los cubitos de hielo de las bandejas de la puerta del congelador y cerrándola de golpe.

Con el ceño fruncido, tomo una de guantes de cocina de mamá y golpeo a Phillip en la parte posterior de la cabeza.

—Y yo no soy una malcriada.

—¡Ay! —Él se tambalea, y una de las bandejas se desliza de sus manos. Una docena de cubitos de hielo caen al suelo, haciéndose añicos.

—Eso ni siquiera dolió —insisto, esquivando trozos de hielo, mientras retrocedo.

—¡Phillip! —grita mamá.

—¡No fui yo!

Arranca el guante de mi mano, y luego empuja el brazo hacia atrás, dispuesto a golpearme. Salto fuera del alcance justo cuando papá entra en la cocina, dando


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una patada a un cubo de hielo derritiéndose en el suelo, mientras él pasa entre nosotros, deslizándose antes de estrellarse en los armarios.

—¡Phillip! Deja de atormentar a tu hermana —grita—. Pensé que ustedes dos habían superado eso.

—Ella comenzó —dice él.

—Él dijo que era una obseso del control —digo, avergonzada—. Y una malcriada.

—¿Ustedes dos volvieron al pasado? —pregunta papá— Es como si tuvieran ocho y diez años de nuevo, y créanme cuando digo que no es algo que quiera volver a vivir. —En la habitación de al lado, escucho la risa baja de Sarah—. Relax. Ambos. ¿Phillip? Limpia este desastre. Y, ¿Jaden? No hay nada malo en ser un fanático del control.


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Traducción SOS por Paaau


i estás desesperado por comer pizza en Bedford, ve a Guido’s. El restaurante, ubicado justo en Main Street, es un establecimiento destartalado, un tugurio que debería haber sido declarado insano hace décadas. Aun así, es el único local de pizzas en el pueblo, y por lo tanto

un lugar muy frecuentado. Esto complace a Papa Guido—cuyo nombre real es Don Smith—quien no tiene problemas en hacer un perfecto idiota de sí mismo, incluso dejándose crecer un innecesario bigote espeso y negro y diciendo “oh” y “ah” como sufijos para cada palabra, sea o no Italiana. Por ejemplo, el viernes por la noche, mientras Blake, Ashley, Savannah, Tony y yo entrabamos en el restaurante ya lleno, él nos saludó con un enérgico:

—¡Boun giorno! ¡Bienvenido-ah a Guido! Busquen una mesa va-ah-cía. ¿Hmm?

Obligo a mis labios a convertirse en una sonrisa cortés mientras Blake toma mi mano y nos conduce a través del restaurante. Hacemos nuestro camino entre las mesas cubiertas con telas de tablero de ajedrez, rojas y blancas, cada una adornada con rosas rojas de seda en un florero transparente de la tienda de un Dólar, y con servilletas arrugadas y migajas de pizza.

S


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—Lo juro —murmura Ashley mientras nos deslizamos en los asientos de goma, en una cabina vacía en la parte trasera—, Valerie Smith debe estar tan avergonzada. Quiero decir, recuerdo cuando Don era un corredor de bienes raíces.

—Sabes que esa es la razón de por qué nunca la ves aquí, ¿verdad? —dice Savannah.

Tomo el menú y limpio mi lugar con una servilleta.

—Vamos, chicos. El hombre es inofensivo. Miren, el pueblo lo adora. —Hago un movimiento de cabeza hacia el área de la cocina, en donde “Guido” está equilibrando un salero para unos clientes: su firma, y único truco. Podía oírlo: “Lo-ah visto? ¡Flotan como magia!” La familia en la mesa aplaude calurosamente. Es probable que sea la centésima vez que presencian este despliegue alucinante de destreza. Al menos son buenas víctimas.

—Estoy hambrienta —dice Ashley—. ¿Qué comeremos?

—¿Lo de siempre? —respondo—. ¿Blake?

Blake se endereza a mi lado.

—Seguro. Dos grandes: una de pepperoni. Tú la quieres sólo con queso, ¿verdad Jaden?

Asiento con la cabeza, sonriendo. Pongo su sucio y enmarañado cabello detrás de sus orejas. Él sonríe de vuelta, sus ojos brillando.

La primera vez que los noté—sus ojos, quiero decir—me recordaron a estas aguamarina que vi en un viaje al Museo de Historia Natural en Hamilton. Me quedé de pie ahí, parada por un tiempo, viendo la gema cambiar ante cada pestañeo: de celeste a gris claro, hasta casi quedar sin color, dependiendo de la luz. Ni siquiera sabía que era aguamarina; al principio pensé que era un diamante. Era hermosa, de todos modos, y la recordaba cada vez que los ojos de Blake brillaban así.

Hemos estado saliendo durante meses, ¿y nunca hemos dicho “te amo”?

Y luego Parker está ahí, en la mesa con nosotros, su voz haciendo eco en mi cabeza: diciendo que Blake y yo, sólo estamos juntos porque es conveniente: porque estoy demasiado asustada a lo desconocido para romper con él. Me siento agradecida a nuestra camarera, quien regresa con nuestras bebidas, feliz por la interrupción.


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—Honestamente, Jaden —comienza Ashley—, no sé como bebes agua con pizza.

—El agua es buena para ti —le recordé—. No quieres saber cuántas calorías inútiles hay en tu soda.

—Bien. Porque es fin de semana, y esta noche me estoy complaciendo.

—Chica, ¿cuándo no te complaces? —le pregunta Tony a Ashley. Ella le lanza una mirada terrible.

—Jaden tiene una opinión respecto a las sodas —explica Blake, a nadie en particular.

—El agua es la mejor opción. Y perdonen si pienso que las gaseosas coloreadas artificialmente no son buenas para sus cuerpos —les digo, sacando mi pajita del papel y colocándola en mi copa.

—Pero son buenas para mi cuerpo —dice Tony.


—Pueden quitarle el óxido a la batería de un coche. Eso no puede ser algo bueno. Además, se supone que eres un deportista.

—Esa es solo una leyenda urbana —dice Blake.

—¿Qué? ¿Qué ustedes chicos son deportistas? —pregunta Ashley inocentemente.

Un coro de “ooh” estalla. Me río, y choco los cinco con Ashley a través de la mesa.

Blake niega con la cabeza.

—Sabes, eso no me hace sentir mal, porque es la mejor temporada que hemos tenido.

—Eso no te hace ningún bien —bromea Ashley.

—Ya está bien, chicos. ¿Blake? ¿Tony? Son increíbles. Directo a los Regionales. Quizás incluso a los Estatales —digo, interrumpiendo su pequeña batalla—. De todas formas. Les emocionará saber que hemos recaudado hasta el momento 500 dólares con nuestro sorteo.


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—Eso es increíble, Jaden —dice Blake. Su rodilla golpea la mía bajo la mesa.

—¡Lo sé! Estaba pensando que quizás podríamos establecernos en su último juego de baloncesto… Ya saben. Involucrar a algunos padres.

—¿Estás segura que no tienes algún tipo de acuerdo excepcional con Parker Whalen? —pregunta Tony.

Mis mejillas enrojecen. ¿Por qué soltó eso? Pellizco mi cara, tratando de parecer asqueada.

—No.

—Así que, ¿cómo es él? —pregunta Ashley.

—¿Qué?

—Parker. Quiero decir, ¿es tan extraño como lo parece de lejos? Porque ya sabes, no creo que alguna vez haya escuchado al chico hablar, y tuvimos como, dos clases juntos el semestre pasado.

—Apuesto a que tartamudea —dice Savannah.

—No… quiero decir, es agradable —balbuceo—. Menos la parte en que no quiere ser mi pareja. Y no tartamudea.

—Bueno, mejor que no cause ningún problema —murmura Blake, bajo su aliento, mientras alcanza su soda.

Mis hombros se cuadran, mi sangre corriendo fría.

—¿Qué se supone que significa eso? —lo desafío.

—Sólo estas trabajando en tu proyecto de Inglés, ¿verdad?

—Sí —respondo.

—Bien.

—No lo estoy entendiendo —digo, después de un momento de silencio.

—Lo que estoy diciendo es que si el chico trata de hacer algo estúpido, es mío —explica Blake.

No puedo poner mi dedo en ello… algo está mal con su sonrisa. No es correcta: es dura, y hace que mi piel cosquillee.


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—La mitad de la escuela te apoyará, hombre —dice Tony.

Blake se ríe, pasando su dedo por el borde de su vaso, limpiando la condensación.

—¿De qué estás hablando? No necesito a la mitad de la escuela. El chico es un marica.

Frunzo el ceño entre ellos, tratando de entender algo.

—¿Por qué necesitarías a alguien para que te respalde? Parker no ha hecho nada —le recuerdo.

—Es la reputación que lo precede —aclara Tony.

Mi corazón se contrae en un latido extra, produciendo chispas. Lo miro con el ceño fruncido.

—¿Qué sabes acerca de su reputación? —pregunto, aumentado el tono de mi voz—. No sabes nada acerca de él.

Tony se recuesta en su asiento, casual, sus ojos fijos en los míos.

—Sé lo que he escuchado, y eso es suficiente para que me quede lejos.

Mi pulso se acelera, la ira pulsando por mis venas.

—¿A menos que qué? ¿Qué tu estés saltando sobre él?

Él se encoge de hombros.

—No es una pelea que quiera perderme.

—Bueno, no es así —digo, girando mi pajita en la copa, haciendo sonar el hielo—. Es un buen estudiante. Prácticamente tiene un GPA de 4.0. Es inteligente. Tiene… buenas ideas. —Me muevo en mi asiento, enfadada e incómoda, preguntándome por qué sentía la necesitad de defender a Parker en frente de mis amigos… por qué necesitaba defenderlo de todo.

Blake envuelve sus brazos alrededor de mi cuello y me acerca a él, interrumpiendo mis pensamientos.

—Está bien, Jaden —dice él, poniendo un beso rápido en mi sien—. Todo lo que estoy diciendo es que si pone una mano sobre ti, es mío.


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9

Traducción SOS por Susanauribe y Adrammelek

Corregido por dark&rose

l lunes, me precipito a través de la cafetería antes de que Savannah o Blake o cualquier otra persona llegue, compruebe por encima de mi hombro, rogando que nadie me haya seguido.

Parker se encuentra afuera en su habitual mesa―dura, gris y desgastada―un perfecto paralelo con el cielo de la tarde, frío, nublado y débil como siempre. Una parte de mí, anhela invitarlo a entrar, donde no es nada más que un poco más cálido. Pero entonces, no es así como funciona Parker. Comer entre amigos, el ruido y la risa, esa soy yo. Sentado afuera, solo, esa es su elección. Una simple preferencia. Lo admiro por su audacia.

―Oye ―digo, deteniéndome justo en frente de él, sin aliento. Un débil viento pasa entre nosotros, moviéndome las páginas de su cuaderno.

Él las aplasta y continúa escribiendo, sin levantar la cabeza.

―Oye.

E


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―Yo, eh, me preguntaba si querías reunirte y hablar de nuestros temas después de la escuela. ¿Ya sabes, Ethan Frome?

Sin vacilar.

―Claro.

―Está bien ―respondo, sorprendida de que haya respondido tan

rápidamente―. Y eh, estaba pensando, en lugar de reunirnos en la biblioteca,

podrías venir a mi casa… o… algo así. ―No tenemos que encontrarnos en mi casa, sólo en algún lugar fuera de la biblioteca… fuera de la escuela… lejos de la gente.

Levanta la mirada hacia mí, con los ojos estáticos, con una expresión imposible de leer.

Relamo el interior de mi labio inferior, luego lo muerdo, esperando su respuesta.

―Sí ―dice finalmente. Vuelve su atención a su trabajo―. Necesitaré direcciones.

Mi mochila se desliza de mi hombro hasta el banco de madera. Otra ráfaga de viento frío pasa mientras que la abro, azotando el pelo alrededor de mi cara. Arranco una hoja del cuaderno y anoto la dirección en mi descabellada letra cursiva. El pueblo es pequeño―unas pocas calles Main y me encontrará sin problemas.

Sus cejas se arquean.

―Así que, ¿tus amigos te están dando problemas? ¿Tenemos que ocultarnos ahora?

―No ―dije, un fiero rubor se arrastra a través de mis mejillas mientras le doy

las instrucciones―. ¿Por qué lo preguntas?

―Eres una horrible mentirosa ―dice, sonriendo, y sus ojos brillando.

Sonrío, encogiéndome de hombros inconscientemente, mirando a la ventana de la cafetería. La sala está oscura, y es difícil ver el interior. Ellos podrían estar mirando. Esperando ya.


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―Tengo que ir a almorzar, pero um, ¿tal vez nos veremos a las tres y media?

―No me gusta la incertidumbre de mi voz, como si dependiera de que apareciera o algo. Es sólo un proyecto.

―Sí ―responde.

―Genial. ―Doy un paso, lista para salir, pero antes recuerdo―. Oh, esto es para

ti. ―Abro mi bolsa marrón del almuerzo y saco una bolsa adicional de Sun Chips que puse esa misma mañana. La tiro sobre la mesa frente a él. Una oferta de paz.

Nuestros ojos se encuentran, y surge esa corriente eléctrica, pasando por mi columna vertebral.

―Aw, Jade. Estabas pensando en mí.

―No estés tan seguro ―contesto, obligando a reprimir la sensación de

hormigueo y la sonrisa tirando de mis labios―. Nos vemos más tarde.

Paseo hacia la cafetería, tomando cortas y pocas profundas respiraciones―el

césped seco de invierno crujía bajo mis Mary janes―para encontrarme con mis amigos, para comer el mismo almuerzo de todos los días y sentarme en la misma mesa de siempre. Pero a pesar de que mis pasos son seguros y llenos de propósito, me encuentro robando una mirada a Parker, sofocante en el mundo plano, marrón y gris de su alrededor, justo antes de empujar la puerta de metal.

ZZZ

Deambulo a la cocina por la tarde, donde mamá está sentada a la mesa del desayuno sosteniendo a Joshua y hojeando una revista. La decepción se desvanece rápidamente cuando le pregunto lo mismo de todos los días.

―¿Algún correo para mí?


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Y mamá responde.

―No, hoy no.

En el refrigerador, tomo dos botellas de agua y un refresco de los de Philip para Parker, por si acaso.

―¿Oye, mamá? ―Tengo un amigo que va a venir a trabajar para un proyecto escolar. ¿Está bien?

―Por supuesto ―responde ella, lamiéndose los dedos y volteando la siguiente

página de su revista―. ¿Tengo que poner un plato en la cena para ella?

Paso a través de los contenidos de la despensa en busca de una bolsa adicional de chips.

―En realidad, no es una ella. Es un él. Y le puedo preguntar, pero probablemente dirá que no. En realidad no parece ser el tipo de quedarse para la cena.

Ella levanta la vista de su revista.

―¿Él? ¿Lo conozco?

Espero que no.

―Probablemente no ―digo casualmente―. Su nombre es Parker Whalen. Estamos juntos en inglés.

―¿Estás haciendo un proyecto con el chico Whalen? ―pregunta, la sorpresa en su voz es casi tangible.

Suspiro. Al parecer, la reputación de Parker le precede hasta en casa, también. Por supuesto, el pueblo entero sabría de él―los rumores abundan en la escuela poco a poco haciendo su camino a través de las conversaciones de sobremesa, para continuar en las conversaciones casuales, hasta que todo el mundo cree saber exactamente quién es.

―Sí. ¿Por qué? ―pregunto.

Mamá sacude la cabeza lentamente, frunciendo las cejas.

―Jaden… cariño.


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Mi pulso aumenta un grado. Contaba con que ella no tuviera la menor idea de quién es Parker Whalen . Cierro la puerta del armario.

―Mira, mamá, sé lo que vas a decir. Él tiene una reputación. Supone problemas. Vive en el lado equivocado de la ciudad… sí, ya sabes, que ni siquiera vive en la ciudad. Lo he oído de todo, ¿de acuerdo?

Su cabeza sigue sacudiéndose, como si me dijera que no, que ella no aprueba esto―no lo aprueba en absoluto.

―Estoy preocupada por su influencia en ti. Si trabajan juntos…

―¿Su influencia en mí? ―interrumpo, molesta―. Te comportas como si tuviera doce años de edad. Mira, no sé mucho sobre él, pero ya hemos hablado, y él parece un buen chico.

Mi estómago se contrae, y puedo sentir el peso de su mirada presionándome.

―Bien ―contesta, emitiendo un gran suspiro―. Simplemente…ten cuidado. Manténganse en las tareas escolares.

―Dios, suenas como Blake ―murmuro, casi para mis adentros.

―¿Qué?

Pero suena el timbre, salvándome.

―No importa. Sólo se normal, ¿de acuerdo? ―le ruego, dirigiéndome al vestíbulo.

Abro la puerta y Parker está de pie frente a mí. El aire frío de invierno se precipita hacia dentro, haciendo que se me ponga la piel de gallina. Aprieto mi suéter sobre mí, abrazando mis codos. ¿Cómo puede sentarse afuera en estos días?

―Hey ―murmura.

Sonrío.

―Hola. Me alegro de que hayas venido. ―La esencia de su desodorante corporal permanece en el aire mientras entra. Me recuerda al océano. Arena cálida entre mis dedos. Cierro los ojos por un momento, respirando. Él es Parker. NO huele bien, me recuerdo a mí misma.


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―No fue demasiado difícil de encontrar ―dice.

―Pueblo pequeño ―digo, estando de acuerdo.

Cierro la puerta y le hago señas para que me siga.

―¿Mamá? ―digo.

Mi madre está sentada exactamente como la dejé, salvo que esta vez lleva, una sonrisa visiblemente falsa. Amigable para los negocios.

―Este es Parker. Parker, esta es mi madre y mi sobrino, Joshua.

Parker le estrecha la mano.

―Es un placer conocerla, Sra. McEntyre ―dice. Me sorprende ver esto, en realidad… No, porque crea que Parker no es cortés… Bueno, sí, creo que eso es exactamente lo que estaba pensando. Él parece ser el tipo de hombre que evita a los padres, y asiente con la cabeza o prefiere… chocar los puños. Puedo añadir cortesía reservada a la lista creciente de las cosas en las que estoy equivocada con respecto a él. No voy a admitir que estoy equivocada.

De hecho, en este caso, prefiero estarlo.

Mamá maniobra a Joshua hacia su otra pierna.

―Lo mismo digo. ¿Jaden me dijo que están trabajando en un proyecto juntos?

―En realidad, una serie de proyectos ―explica.

Me encojo de hombros.

―Es un proyecto bastante grande. Sobre Ethan Frome. Es por eso que somos compañeros.

―Suena bien. ¿Estás interesado en quedarte a cenar? ―pregunta con cortesía.

―Gracias, pero mi papá es probable que me esté esperando cuando salga del trabajo.

Mamá lo mira con cautela antes de volver su atención a la revista.

―Muy bien, entonces ―dice, lamiendo la punta de su dedo―. No dejen que los entretenga.


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Agarro nuestras bebidas, y patatas fritas.

―Vamos. Estaremos en mi habitación si necesitas algo ―le digo a mamá.

Parker me sigue a través del vestíbulo, con pasos cercanos.

―¿Jaden? ―grita ella.

―¿Sí?

―¿Por qué no trabajan en la sala? No los molestaremos.

Resoplo.

―Porque hace mucho frío allí. Y está cerrado en invierno, ¿recuerdas? ¿Cualquiera que abra la puerta muere? Tus palabras, no las mías.

Subo las escaleras, suprimiendo la risa. ¿Está preocupada porque Parker y yo estemos solos? Quiero decir, ¿sugiriendo la sala? Está prácticamente tapiada de noviembre a abril de cada año. Nos moriríamos de hipotermia.

Parker se toma su tiempo, estudiando las fotografías colgadas en la pared, al subir las escaleras―mi familia en diferentes etapas a través de los años.

―Bueno, esta es típica ―murmura con voz plana, dejando caer su mochila en el suelo de mi habitación.

―¿Qué es típico? ―pregunto. Mientras que paso mis dedos a través de la insignia bordada de Harvard, apuntalada en la parte superior de mi interruptor de la luz―. ¿Agua o soda?

―Soda ―responde―. Y tu habitación es típica.

Le tiro la lata de cola.

―¿Por qué dices eso?

―Es sólo… exactamente como me la imaginaba, eso es todo.

Me reí por la bajo.

—Okay, Parker, voy a pretender que no acabas de admitir que fantaseas con mi habitación.


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—No estaba fantaseando —dice, con una leve sonrisa, un desvanecido enrojecimiento arrastrándose por sus mejillas—. Es sólo que imaginé que sería: limpia… organizada… aburrida.

¿Él cree que mi habitación es aburrida? Me río.

—No hay nada aburrido respecto a mi habitación. De hecho… es la más genial que conozco. Partes de ella, de todos modos.

—¿En verdad? —pregunta, desconfiado.

—En verdad. Para que conste… —Muevo mi mentón hacia el armario, haciéndole señas para que me siga, luego abro la puerta y entro.

—¿No somos un poco mayores para estar escondiéndonos aquí? ¿No estás tratando de tener tus siete minutos conmigo? —pregunta.

—Ya quisieras —digo, poniendo en blanco mis ojos.

Pero la idea de pasar siete minutos a solas en una armario con Parker… me estremezco pero un es un cálido estremecimiento, y no estoy segura de que pueda pasar estando tan cerca del helado tercer piso. Entierro el pensamiento, mientras seguimos hacia la parte de atrás, pasando una larga fila de ropa y pasando por encima de mis zapatos. No necesito encorvarme para pasar por la puerta, pero Parker, unos cuantos centímetros más alto, sí.

—Vamos —lo aliento, escalando las escaleras ocultas.

—Sabes, estaba bromeando sobre la cosa de los siete minutos —dice cuando llegamos arriba.

—Como si fuera a creer eso. Acabas de admitir que fantaseas con mi habitación.

—De nuevo, eso no es lo que quise decir.

Enciendo el interruptor de luz y lo guio al tercer piso sin terminar, inhalando una mezcla de aislamiento y humedad. La luz día se desliza por las grietas de la pared. Clavos sobresaliendo de los techos abiertos. Pasamos las astilladas vigas de madera soportando el techo, y pasamos por las cajas de cartón esparcidas, algunas decoraciones navideñas a la espera, otras llenas de ropa vieja de bebé o juguetes, o cosas que he llegado a la conclusión de que mi mamá no puede considerar regalar.

—Wow —Parker murmura entre dientes.


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—Lo sé —respondo—. Amo este lugar. Solía subir todo el tiempo. Era como mi propio escondite. En verdad podía estudiar, leer, mirar por la ventana y pensar lo que fuera, y nadie me molestaría. Nadie ni siquiera sabía que estaba aquí. Habría sido genial para fiestas de pijamas, también, excepto que ninguno de mis amigos quiso quedarse a dormir alguna vez.

—¿Por qué?—pregunta él.


—Casa antigua espeluznante …ya sabes.

—¿Está embrujada o algo así?

—Si lo está, no quiero saberlo. Quiero decir, escucho sonidos divertidos de vez en cuando, pero nunca he visto nada extraño. Si está embrujada, lo que sea que la esté embrujando no parece importarle que estemos aquí.

Parker deambula hacia una ventana, donde yo he apoyado un viejo puf rosa y apilado unos cuantos libros junto a una lámpara de Las Princesas de Disney.

—Hay otro grupo de escaleras, así que puedes llegar aquí desde el pasillo. Mi mamá iba a convertir este espacio en una habitación extra o algo así. Algo más que no se terminó. En verdad puedes entrar aquí desde la azotea. —Señalo la ventana—. Hay un gran roble justo a la izquierda, te lleva a la segunda planta. Hay un dormitorio allí, y escalas hacia arriba. Solía hacerlo todo el tiempo.

Parker se mueve más cerca, inclinándose contra el vidrio.

—No serás tan atrevida—dice él, examinando el árbol.

—Sí, bueno, no lo he hecho últimamente. Sarah, Daniel y el bebé duermen en ese lado de la casa, así que… De todos modos, deberíamos irnos.

Parker me sigue de vuelta a las escaleras. Apago la luces y descendemos en la semi-oscuridad, sintiendo la pared de ladrillos y con placas de yeso con nuestras manos.

—No está mal —dice Parker cuando regresamos a mi habitación. Cierro la puerta detrás de nosotros.

—Bastante genial, ¿cierto? Apuesto a que mi habitación no es aburrida ahora, ¿verdad?

—Nah. Me gusta todo el asunto de… ya sabes, restauración de casas.


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Sonrío de manera cómplice.

—Esto no es restauración.

—Pero pensé…

—Ven aquí. —Camino hacia el baño y enciendo la luz—. ¿Ves eso?—Señalo la llave inglesa—. Si esta casa fuera restaurada… estaría restaurado. Significado: no tendría que romperme mi muñeca cada vez que necesito agua fría. El retrete es… antiguo... la bañera necesita un acabado… —Regreso a mi habitación y me dejo caer en un lugar suave. Cruje—. El suelo necesita reforzarse. ¿Escaleras abajo? El techo en la biblioteca está hundido en la esquina… no tenemos agua caliente en el fregadero de la cocina… la casa es un problema total. Quiero decir, no quiero que algo importante se haya hecho desde 1960. Estoy agradecida de que haya electricidad y cañerías internas.

—Pero tu papá es como, este gran hombre de construcción —dice Parker, perplejo.

Cruzo mis brazos sobre mi pecho.

—Construcciones nuevas, sí —digo, riéndome—. O más importantemente: Las Construcciones Nuevas de Otras Personas. ¿Cuándo es respecto a las nuestras? Olvídalo. La mejor parte de la casa es cuando vas manejando lentamente y sigues tu camino. ¿Cuándo te detienes? De ninguna manera. Es un gran desastre.

Nos quedamos quietos por un momento, atrapados en un silencio pensativo.

—Casi me siento mal por mi mamá, ¿sabes? —digo finalmente—. Quiero decir, se supone que este iba a ser su proyecto. Es como cuando nos mudamos, dimos unas cuantas capas de pintura en las paredes y por el exterior y eso fue todo. Sé que ella tenía grandes planes para este lugar —continúo, evaluando mi habitación: la alfombra azul y el marco de mimbre blanco de mi cama, la misma colcha arrugada de color azul cielo desde que tenía once—. Ella quería volver a teñir los suelos. Modernizar la cocina. Siempre vio cuanto potencial tenía, y aquí estamos años después y está virtualmente sin cambiar. —Las palabras salen, una después de otra. Es como si no pudiera detenerlas. Éstas palabras… nunca las había dicho es voz alta. Ni a Savannah, ni a Ashley, ni a Blake. Y no sé que me hizo elegir a Parker. Que me hizo decirlas ahora, cuando estaba perfectamente feliz mintiéndolas dentro.


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Miró hacia él y sus ojos líquidos se encuentran con los míos, suaves. Sinceros. Y me atraen hacia él, porque es como si él supiera; entiende lo que es sentirse decepcionado.

—Lo siento —dice suavemente.

Trago fuerte mientras el suelo debajo de mí se inclina, haciéndome desequilibrarme.

—De todos modos—digo, alejando mis ojos de los suyos, forzando el sentimiento lejos—. Deberíamos ponernos a trabajar. Espero que te gusten las Sun Chips. Se supone que son mejores que tus patatas fritas. —Lanzo la bolsa en la cama y agarro mi agua embotellada.

—Están bien. Buenas, en verdad.

—Bien —respondo, fingiendo una sonrisa, regresando las cosas a la forma que eran, la forma en que deberían ser—. Entonces. Ethan y Mattie. ¿Qué sabes sobre el intento de suicidio? —pregunto, volviendo toda mi atención hacia Ethan Frome y su tragedia.

Parker y yo reunimos nuestros cuadernos y nos sentamos en mi cama. Él se recuesta contra mi almohada, una pierna debajo de él. Trato de no pensar en cuan surrealista es esto, Parker y yo compartiendo Sun Chips, relajándonos en mi cama como si hubiéramos hecho esto antes…

Mi almohada olerá a él esta noche. Mi corazón late fuertemente.

—Ambos lo quisieron —responde él.

—Preferirían estar muertos y juntos, que vivos y separados —digo, concentrándome, garabateando mis notas en la página.

—Zeena sigue controlando a Ethan, sin embargo. Porque incluso mientras bajan la colina, él gira bruscamente cuando ve el rostro de ella.

—Es casi como si ella ni siquiera los dejará morir en paz juntos —confirmo—. Ella todavía tiene el poder.

—En verdad —Parker comienza—, me estaba preguntando qué habría pasado si él no hubiera girado.


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—¿Quieres saber si ellos lo hubieran logrado? Buen punto. —Pienso sobre esto por un momento, luego me enderezo—. ¿Sabes que me habría molestado en verdad, sin embargo?

—¿Qué?

—Cuan rápido Ethan fue capaz de levantarse y seguir adelante con su vida cuando se dio que no murieron. Fue como… Oh Mattie no lo logramos. Mejor voy a alimentar a mi caballo, quiero decir, ¿qué fue eso?

Parker se encoge.

—No lo sé. Sólo asumí que él se resignó al hecho de que ya que el suicidio no iba a funcionar, él y Mattie no eran almas gemelas.

Alzo una ceja.

—¿En treinta segundos? —pregunto, incrédula—. Quiero decir, un minuto antes Ethan iba a morir si no podía tenerla, y, cuando no murió, fue como… no lo sé.

—Tal vez él tuvo un cambio de corazón. Tal vez su amor por ella era más grande que eso. Él quería lo mejor para ella, incluso si eso significaba seguir adelante sin él.

Siento un inesperado movimiento en mi estómago, observándolo. Oyéndolo.

Él me sonríe, incluso mientras sus ojos se entrecierran, como si notara un cambio en mi expresión o algo así.

—¿Qué?—pregunta, curioso.

Él está haciendo esto, sonreír, quiero decir, cada vez más. Tengo que admitirlo, medio me gusta. Niego con mi cabeza, riendo en respuesta, sorprendida. No es suficiente decir que cada vez que su boca se abre algo sorprendente, intuitivo y brillante sale; que él me sorprende cada día.

Mi móvil vibra en mi mesa, vibrando de forma intermitente, sacudiéndonos de vuelta al presente. Salto fuera de la cama, alcanzándolo, luego leo el mensaje de texto de Blake: ¡Te extraño!

Una ola de culpabilidad me inunda. Porque Blake me extraña. Porque él no tiene idea de donde estoy. Con quien estoy. Que Parker Whalen está sentando en mi cama, a menos de metro y medio de mí mientras estoy leyendo este mensaje. Que soy una mentirosa y una novia patética. Porque si él supiera…


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Frunzo el ceño.

—O tal vez él no la amaba en absoluto —continúo, siguiendo con nuestra conversación. Mirando la pantalla. El mensaje. La foto del celestial Blake—. Tal vez él amó la idea de ella.

Segundos pasan. Y es como si las bajas y opacas nubes de afuera se hubieran reunido entre nosotros.

Parker se aclara la garganta.

—¿Hanson? —pregunta, su voz suave y equilibrada.

Me muerdo el labio, asintiendo.

—Sí.


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Traducido por Josez57


arker ya está en su escritorio, revisando sus notas, cuando entro al salón de clases al día siguiente. Como de costumbre, no levanta la cabeza cuando camino por el pasillo a mi asiento. Coloco los libros en la parte superior de mi escritorio, echo un vistazo hacia él, y luego miro hacia otro lado deprisa. La Sra. Tugwell se mueve del atril, sus

zapatos tenis gimiendo bajo su peso, y comienza a escribir términos literarios en la pizarra. La miro por un momento, escuchando el ruido chirriante del marcador antes de mirar a Parker una vez más. Esta vez lo miro fijamente, deseando que se dé la vuelta hacia mí.

¿Qué es esto, de todos modos? Puedo hablar con él en el almuerzo, darle mis patatas fritas, hacer planes para verlo, invitarlo a mi casa y mostrarle el tercer piso. Podemos hablar sobre el amor y el suicidio... ¿Pero no puede siquiera reconocer mi existencia fuera de Ethan Frome?

Continúo mirándolo. Mírame, Parker. Mira. Hacia. Mí, ruego en silencio. Nuestros compañeros se escabullen rápidamente dentro del salón, el último saltando a su asiento justo antes de la última campana. Cuando el sonido se detiene, Parker mueve su cabeza hacia mí, atrapando mi mirada. Él mira hacia otro lado,

P


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y al principio creo que no va a volver a mirar hacia atrás... Pero entonces lo hace.

Algo se atraganta en mi garganta y sonrío, sorprendida.

Él hace una pequeña inclinación de cabeza en mi dirección.

Mis entrañas giran en una ráfaga de emoción, y sofoco la risa que brota en mi interior.

Parker Whalen sabe que estoy viva.

ZZZ

El jueves, justo antes del almuerzo, abro mi taquilla y descubro otra nota blanca. Le doy la vuelta: “Biblioteca: 3:00”, y un signo de interrogación.

―¡Hey!

Salto, metiendo el mensaje en lo más profundo de mi taquilla, y cierro la puerta de un golpe.

―¡Blake! ¡Hey! ―respondo, girando sobre mis talones. Mi corazón bombea con rapidez en mi pecho. Meto mi pelo detrás de las orejas, con la esperanza de que no haya visto la nota, ni lo que decía, para que no pregunte qué significa, porque no estoy del todo segura de que le guste lo que tengo que decir y no creo que pueda mentirle. Mantener mis encuentros con Parker en secreto era una cosa. Mentir sobre eso en la cara de Blake es otra. Fuerzo una sonrisa—. Almuerzo. ¿Estás listo?

―Lo estoy si tú lo estás.

Engancho mi brazo con el suyo, exhalando un suspiro de alivio rápido mientras nos dirigimos a la cafetería. Cuanto más nos alejamos de mi taquilla, más cómoda me siento.

Blake no tiene ni idea, y es imprescindible que siga siendo así.


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Parker ya está en nuestra mesa, su cuaderno abierto en una página en blanco, cuando llego esa tarde.

―Invierno ―dice, mientras me siento en un frío asiento, no directamente frente a él como antes, pero dejando sólo una silla entre nosotros.

―No me gusta el invierno ―murmuro―. ¿Qué pasa con él?

―Es crucial. Todo lo que ocurre tiene lugar durante el invierno.

―El invierno apesta ―reitero.

―Exactamente.

Suspiro.

―No te estoy siguiendo. ¿Estás hablando de ahora o del libro?

Se inclina y echa un vistazo hacia los lados.

―¿Qué te sucede? ―me pregunta, alzando una ceja.

―Nada… es sólo... uno de esos días ―explico, mirando por la ventana hacia el cielo oscuro, sombrío, los árboles desnudos, sus ramas danzando—. De todos modos, tengo esta cosa contra el invierno. Es como... si se terminara la vida después de navidad o algo así. No hay nada que esperar. Los días son cortos y fríos... nunca nieva aquí. Es que… es mi estación menos favorita, eso es todo. Me deprime.

Parker se reclina hacia atrás en su asiento y cruza los brazos, las comisuras de su boca retorciéndose hacia arriba. Acabo de ver el más mínimo rastro de un hoyuelo en la mejilla izquierda.

―¿Quieres decirme que Jaden McEntyre se deprime?

Me las arreglo para responder con una media sonrisa, con la cara enrojecida mientras la temperatura se eleva.

―A veces, aunque no lo creas, sí. Me deprimo.

―No puede ser ―dice entre dientes, moviendo la cabeza con incredulidad—. Nunca me lo hubiera imaginado. Tienes todo ese acto de “la vida es perfecta, ven a salvar al mundo conmigo” perfeccionado. ¿Quién habría pensado que podrías necesitar algo de terapia?


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―Cierra la boca. No es un acto ―le digo, el ceño fruncido—. Y no necesito terapia. Es importante pensar en cosas más grandes que uno mismo para tratar de hacer una diferencia. Sólo tienes una oportunidad, ¿sabes? ¿Por qué no hacer todo lo posible mientras puedas?

―Lo dices como si hubiera algo más grande y mejor de lo que hay ―dice Parker, mirándome de cerca.

Me encojo de hombros. Tal vez lo hay.

―Así que, ¿qué pasa con el invierno? ¿Estamos hablando de mí o de Ethan?

―En realidad ―comienza― estaba hablando de Ethan... y el invierno.

―¿Y qué pasa con eso?

―Es un elemento central de la novela. Es decir, piensa en ello. Hace frío, el negocio es malo, Zeena está enferma. Todo se mueve a paso de tortuga. Él es algo así como tú en ese sentido, ¿quién no estaría deprimido?

―Todo es mucho peor porque hace frío y está oscuro, y los problemas parecen no tener fin ―puedo confirmar. Pienso en esto por un momento: sobre Ethan, y lo amargo y triste que su entorno era… y como todo estaba cubierto de nieve, y como Mattie y su tiempo juntos era lo único que esperaba.

―¿Y Ethan no dijo que si su madre hubiera muerto en la primavera nunca se habría casado con Zeena? ―Parker continúa, interrumpiendo mis pensamientos.

―Parker, eres bastante brillante ―le digo, escribiendo esto en mi cuaderno. Nunca soñé que Parker Whalen contribuiría tanto a este proyecto… que hablaríamos tanto, al menos. Totalmente extraño. Estoy escribiendo una nota sobre la decisión de Ethan de casarse con Zeena cuando me doy cuenta…

―Oh. Mi. Dios ―murmuro.

La frente de Parker se arruga con preocupación.

―¿Qué ocurre?

Jadeo, mi mano volando a mi boca.

―Oh, Dios mío. ―Quito mi cabello de mi cara y cierro los ojos—. Dime que hoy no es jueves ―casi susurro.


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―Um, sí ―responde—. Hoy es jueves.

―¡Oh, Dios mío!

La bibliotecaria me calla desde su escritorio. Salto para ponerme de pie.

―¿Qué pasa? ―Parker pregunta, mirándome con cautela.

―¡Falté a mi reunión! ―siseo.

―¿Qué reunión?

Agarro mis notas, metiéndolas en mi bolsa, arrugándolas.

―En la escuela primaria. Estamos recaudando fondos para la biblioteca y estoy a cargo. ¡Jesús! ¿Cómo pude permitir que esto suceda? ¡Nunca me olvido de nada!

¿Cuándo fue la última vez que siquiera miré mi agenda? Mi cerebro está arruinado. No desde el almuerzo, por lo menos. No podía haberlo hecho. Pasé toda la tarde caminando entre la niebla, pensando en una cosa: ver a Parker. Y mira lo que pasó. Estaba tan malditamente distraída que me perdí el encuentro más importante de toda la semana. Parker Whalen no debería tener este tipo de efecto en mí.

―Creo que estás siendo un poco dura contigo misma ―dice Parker.

―No. No lo soy ―le contesto con dureza, enfadada con él por arruinar mi horario completo, pero más enojada conmigo misma por dejar que sucediera—. No debes comprometerte para hacer algo y luego abandonar a todo el mundo. Las personas confían en mí.

―Bueno, no hay razón para ir ahora. Ya habrá terminado al momento que llegues allí.

―Gracias por decir lo que es obvio ―dije.

―Mira, Jaden ―dice él, reclinado en su asiento, con voz tranquila—. Es una reunión. No es el fin del mundo.

Es fácil para él decir eso. Él no hace nada. No tiene ni idea. Alzo mi mochila sobre el hombro, mis manos temblorosas.


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―No para ti, pero a lo mejor es el final de mi mundo. No puedo faltar a las reuniones. No me inscribí para hacer algo y no seguir adelante. Soy mejor que eso.

―Por favor, baja la voz —dice la bibliotecaria.

―Estoy manteniendo mi voz baja ―le contesto, a la defensiva.

Puedo sentir… Trago saliva. No, Jaden. No puedes llorar.

Parker se pone de pie, moviendo la cabeza.

―Jaden…

No llores. No aquí. No delante de…

―Me tengo que ir ―insisto, las palabras se rompen en mi garganta—. Esto lo podemos hacer mañana, en mi casa. Voy a, um… Lo siento mucho.

Corro hacia la puerta y tiro de la palanca, tropezando en el pasillo, luchando contra las lágrimas obstinadas que estropeaban mi visión.


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Traducción SOS por Jo y Vannia

Corregido por ZAMI

ay correo para mí?

—Hoy no —responde mamá.

—Claro que no. —Inhalo profundamente, recordándome a mí misma que no soy una fanática

del control, a pesar de lo que Phillip o cualquier otra persona piense.

Me dirijo al refrigerador y saco una soda y un agua embotellada.

—Parker está en camino —le recuerdo.

Un audible suspiró viene de donde está sentada mi mamá. Mi alegre humor se desinfla un poco, y pongo los ojos en blanco. Sarah entra a la cocina, con Joshua plantado en su cadera.

—Hola, tú —dice felizmente—. No te oí llegar.

—Sí, estoy aquí.

—¿H


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—Estoy revisando catálogos de vestidos. Como eres la dama de honor tienes interés personal. ¿Quieres ayudar?

Sonreí. Los viernes son los días lentos de Sarah—sin clases, y clínica hasta el almuerzo.

—Lo haría, pero viene un amigo para trabajar en un proyecto —explico. Sarah se dirige al armario donde mi madre guarda la comida de bebé de Joshua, y saca un frasco de banana.

—¿Es el chico Parker del que todo el mundo ha estado hablando? —pregunta. La puerta suena al cerrarse.

—Ese mismo —respondo, rodando mis ojos enfáticamente—. ¿Cómo te enteraste?

—Daniel.

—Genial —refunfuño—. ¿Cómo se enteró él?

—Bueno… aparentemente las escuchó peleando anoche —responde, asintiendo hacia mamá—. Preguntó si sabía algo sobre eso. Le dije que no—no tenía idea. Al principio pensó que tenía que ver contigo y Blake.

—No.

Mamá suspira, y se levanta de la silla.

—No era una pelea. Era una discusión —dice—. Por lo que escuché, este Parker tiene un pasado oscuro, y no quiero a Jaden involucrada con gentuza tan cerca de la graduación.

—Difícilmente él es gentuza —murmuro bajo mi aliento.

Mamá va tranquilamente hacia el mostrador, abre el cajón plateado, y rebusca una de las cucharas de Joshua, metal tintineando contra metal. Le pasa una a Sarah.

Escucho el rugido de una motocicleta acercándose: el motor zumbando, resonando. Es lo último que necesito—que mis padres sepan que este “creador de problemas”, con el que estoy involucrada, maneja una motocicleta.

—Lo que mamá no sabe —continuo, distrayéndolas del sonido—, es que Parker es un chico agradable. Tiene buenas notas… él es sólo… callado. Se mantiene en sí mismo. Sí, puede que tenga un pasado oscuro. Me refiero a que, quién no,


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¿cierto? No he visto nada de qué preocuparme, y me considero una buena juzgadora de carácter. Ustedes saben que no arruinaría las cosas así de cerca de la graduación. Por favor confíen en mí en esto.

El timbre de la puerta suena.

—Si estuviera preocupada, no me molestaría —termino, dirigiéndome a la puerta.

Cuando la abro, Parker está parado al otro lado. Respiro profundamente.

—Mira, solo quería decir que siento lo que pasó ayer. Ya sabes, uh, irme temprano.

Él estaba en lo correcto. Me perdí mi reunión. Para la hora en que llegué a la escuela primaria el aparcamiento estaba vacío. Me pasé la mitad de la noche escribiendo correos de disculpas a todos en mi grupo.


—No es para tanto.

—Qué bueno. Porque no quería que pensaras que te estaba castigando o siendo grosera. Yo sólo…

Y entonces mis ojos se plantan en él, y lo puedo ver. Realmente ver. La chaqueta de cuero y los jeans oscuros son tan oficiales en su vestir que ya casi ni los noto. Hoy, por otro lado, está usando azul: una polo azul claro, de cuello alto que complementa su piel oliva. Se me corta la respiración, enviando mariposas a la boca del estómago. Es hermoso. Lo es… no puedo siquiera describirlo. Es brillante y alegre y tan poco típico de Parker que parpadeo un par de veces, intentando encontrarle el sentido.

—¿Puedo entrar? —pregunta, levantando una ceja. Me devuelvo a la realidad, con mi corazón latiendo irregularmente. Dios, soy tan grosera. ¿Dejarlo parado en la entrada?

—Sí. Claro. Lo siento. — Me muevo a un lado.

Una sonrisa levanta la esquina de su boca al entrar, como si mis pensamientos fueran explayados en mi frente para que todos los lean.

—Hey. —Mi estómago cae al suelo, las mejillas se me encienden por la vergüenza.


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—Hola.

Parker me sigue, con las manos metidas dentro de sus bolsillos, mientras regreso a la cocina. Mi mamá está de vuelta en su silla de costumbre, Joshua está amarrado en su sillita alta, y Sarah sentada a su lado, dándole papilla de banana en la boca con la cuchara. Golpea alegremente la bandeja de su sillita.

—Recuerdas a mi mamá —digo, aliviada por la distracción, de que podíamos seguir adelante—. Y esta es mi próximamente cuñada oficial, Sarah, y Joshua.

—Es un placer conocerte —dice, asintiendo. Sarah sonríe.

—El placer es mío.

—¿Una soda? —pregunto, pasándole una lata.

—Gracias.

Agarro mi bebida, unas papas fritas, y me dirijo fuera de la habitación.

—Estaremos arriba si nos necesitan. —Casi puedo oír a mi mamá suspirando. Me sacudo el sonido de encima.

Otra vez, noto a Parker riendo detrás de mí mientras subimos las escaleras, viendo las fotografías familiares.

—Creo que esta es mi favorita, supongo —dice, tocando cuidadosamente el marco una vieja foto escolar. Recuerdo el día en que la tomaron. Estaba lloviendo, y mi flequillo se había congelado. Para cuando tomaron la foto, era como una nube de algodón castaño. Mis huesudos brazos estaban puestos en un incómodo ángulo recto, las manos sobre el regazo.

Y, además, estaba mi aparato, puestos el día anterior, molestando tanto que cada vez que sonreía sentía como si fuera golpeada en la boca. Elegí bandas azules y verdes porque eran los colores de mi equipo favorito de béisbol. Pensé que podría notarlo. No lo hizo. Y, mirando hacia atrás, entiendo el porqué. Gimo.

—Fue octavo grado —digo, como si lo explicara todo—. Fue un año duro para mí.

Parker sonríe, suprimiendo una carcajada.

—Puedo verlo. De hecho siento un poco habérmelo perdido. —Fija sus ojos en mí, y estos brillan contra el azul de su polo.


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—Cállate —digo, volviendo a subir las escaleras, con las emociones enredadas.

Llegamos a mi habitación, y recorro con mis dedos el adhesivo de Harvard en la puerta.

—Hiciste eso la última vez que estuve aquí —dice, apuntándolo con la cabeza.

Miro el adhesivo, sonrojándome. ¿Acaso alguna vez se le pasa algo?

—Oh. Lo sé. Es solo esta cosa rara. Lo puse después de que nos mudamos. Para motivarme. Sin embargo, después de que envié mi solicitud, empecé a tocarlo cada vez que entro o salgo de la habitación. Buenas vibras. Ya sabes.

Asiente. Abro mi boca pero luego la cierro.

—Hay una en mi casillero también —digo finalmente, soltando una risa nerviosa—. ¿Creo que se puede decir que estoy obsesionada?

—Aparentemente. ¿Y qué ocurre si no entras? —Mis ojos giran hacia él, la sangre en mis venas poniéndose fría.

—¿Por qué preguntas eso? —Su confianza se pierde, su expresión se vuelve cautelosa.

—No estoy diciendo que no, obviamente —aclara—. Era una pregunta hipotética.

Me quito el cabello de la cara, poniéndolo detrás de mis orejas.

—Oh. Bueno. En ese caso, no es una opción. Voy a entrar. —Me aclaro la garganta—. Sabes, es algo raro —continúo, cambiando de tema—, tomamos muchas de las mismas clases, pero no estamos juntos en ninguna.

—¿Qué tiene eso de raro? —Se detiene—. Espera. ¿Cómo sabes qué clases tengo? —pregunta, mirándome sospechosamente.

Me sacudo mentalmente. ¿Cómo sabría yo que clases tiene él? ¿Con quién hablaría para siquiera saberlo? Me esfuerzo por formular una respuesta decente, algo que no sea verdad. Pero al final esto resulta inútil.

—Yo, uhm, trabajo en la oficina la última hora y vi de casualidad tu horario el otro día —murmuro, manteniéndolo tan ambiguo como sea posible. Me doy la vuelta y me entretengo abriendo el paquete de patatas.

—¿Tú, simplemente, de casualidad viste mi horario? ¿Cómo pasó eso?


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Mis mejillas se calientan más. Por supuesto que preguntaría los detalles.

—Simplemente lo vi, eso es todo. —Sostengo la bolsa abierta de papas fritas frente a él. Se estira y toma un puñado.

—Entiendo esa parte. Simplemente estoy tratando de imaginar cómo, exactamente, es que conseguiste verlo. —Se mete una de las papas a la boca.

Vuelvo a poner la bolsa sobre el escritorio y suspiro.

—Tu expediente, ¿de acuerdo? Hay una copia de tu horario en tu expediente estudiantil. Así es como sé las clases que tienes. ¿Feliz ahora?

Una ligera sonrisa aparece mientras Parker mastica, haciendo ruidos de crujidos fuertemente.

—Pensé que los expedientes de los estudiantes estaban fuera del alcance —dice, con la boca llena. Por supuesto que lo están. Toso en mi puño.

—No para mí —murmuro, tirándome en mi cama frente a él. Me vuelvo a acomodar el cabello, deseando que hubiera alguna manera de salir de esta conversación.

—Aparentemente —responde.

—Simplemente fue algo estúpido —confieso—. Tenía curiosidad. Me refiero a que te vi en inglés y en el almuerzo, pero eso fue todo. No sabía nada de ti, así que sí: miré en tu expediente estudiantil.

—Sabes que eso es ilegal, ¿cierto? —Una gran sonrisa atraviesa su rostro, iluminando sus ojos. Y de nuevo me sorprendo por la forma en que brillan, por lo diferente que se ven reflejados en azul. Me obligo a alejar el pensamiento. Él no tiene ojos brillantes.

—No me vas a reportar, ¿o sí?

—Tendré que pensar en ello. Y, ¿estamos en las mismas clases?

—Curso avanzado de química, biología, español III —digo, nombrando los cursos que recuerdo—. Ya sabes, podrías estar en la facultad de Medicina de Harvard.

—¿Qué? ¿Viste mis calificaciones también?

—¿Qué te hace pensar que vi tus calificaciones? —pregunto.


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—Es sólo que debes creer que lo estoy haciendo bastante bien, para pensar que puedo aplicar para Harvard —responde.

Exhalo fuertemente, nerviosa.

—Sí. Vi tus calificaciones. Y sí, lo creas o no, no soy la única en esta habitación que podría ser dirigida a una escuela de la Liga Ivy. —Eso es verdad, en todo caso.

—Nah —responde, sacudiendo la cabeza, alcanzando su cuaderno.

—¿Por qué no? Tus calificaciones son estelares. Estás en clases avanzadas. Probablemente podrías entrar a cualquier universidad que quisieras.

Sonríe al oír eso.

—La universidad no está en mi agenda.

—¿En serio? —pregunto, sorprendida—. ¿Por qué no?

—Es una especie de pregunta personal, ¿no?

—Tal vez, pero ¿por qué no quieres? Ir a la universidad es la manera más rápida de salir de este pueblo.

—Tal vez me gusta estar aquí —argumenta, hojeando las páginas.

Arrugo mi frente, inclinando mi cabeza a un lado, mirándolo fijamente de forma escéptica.

—Sin ofender, pero realmente no te ves como el tipo de chico que quiere quedarse por aquí después de la graduación.

—No me ofende. Y tienes razón: me voy en el momento en que tenga mi diploma en la mano. —Levanta la vista y nuestras miradas se encuentran, cerrando la distancia entre nosotros.

—¿Justo en ese momento? Cómo, ¿qué te vas con la toga y birrete puestos? —bromeo, sonriendo.

—Justo en ese momento —me confirma, con expresión seria. No está bromeando.

Un escalofrío sube por mi espina dorsal. Puedo verlo en mi mente, quitándose su toga de color escarlata y su birrete mientras atraviesa el vestíbulo.


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Metiéndolos en un bote de basura a su paso. Recogiendo su mochila, la que no contiene libros, sino un par de mudas de ropa, y las que sean las posesiones que valora. Deslizando las correas sobre sus hombros. Caminando hacia afuera. Trepando a la parte trasera de su motocicleta. Dejando todo atrás… Para siempre.

—¿A dónde irás?

—No lo sé —responde, encogiéndose de hombros con indiferencia—. A algún lugar. A cualquier lugar menos éste.

Nos sentamos en silencio por un momento, y me pregunto si debo continuar: si debo juntar la información que está ofreciendo con lo que ya sé de él, y tratar de darle sentido. Me aclaro la garganta.

—¿Esto tiene algo que ver con tu padre? —pregunto finalmente.

Suelta una risita.

—Supongo que mi expediente menciona que hay problemas en casa —dice, enfatizando las palabras.

—Vagamente. —Vacila un momento antes de continuar. No me mira.

—Bueno, créeme, yo no soy el problema. —Mete la mano en su chaqueta y saca un bolígrafo de su bolsillo. Le quita la tapa. Da golpecitos en la cama.

Lo observo, curiosa, deseando que se explique; que me hable de su familia, y de su papá. De su vida. Quiero saber lo que significa “problemas en casa”. Quiero saber por qué fue arrestado y expulsado de su antigua escuela. Quiero que me hable… que me cuente cosas.

En cambio, Parker comienza a escribir, tan tranquilamente y reservado como siempre, diferente de alguna manera del Parker al que me he acostumbrado últimamente. Callado. Cerrado. Con barreras. Su mirada plana y sus labios apretados en una línea fina. Concentrado.

Desde donde me encuentro, puedo ver las anotaciones y las definiciones cuidadosamente escritas, las páginas llenas de la información que copió meticulosamente de las clases de la Sra. Tugwell. Todo el trabajo y el esfuerzo que ha puesto, para nada.

Algo se atora en mi garganta, y trago duro.


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—Al menos deberías aplicar para Northwestern State —digo, luchando contra el silencio que se cierne sobre nosotros, desesperada por encontrar la base que nos llevará de regreso a como estaban las cosas—. No queda demasiado lejos, y tienen programas impresionantes.


—Sí, como sea.

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Traducido por Paaau y kathesweet

Corregido por TwistedGirl

l partido del viernes, ¿cierto? ¿Aún podemos organizar nuestra mesa? —pregunta Savannah cuando me siento durante el almuerzo del lunes.

—Sí. Ya confirmé todo con el director de deportes. Dijo que podíamos colocarnos junto a la cafetería.

Blake pone sus brazos a mi alrededor, acercándome. Mis ojos van a la deriva hacia la ventana por pura costumbre. Y ahí está Parker. Él me sonrió antes, cuando le lancé una bolsa de patatas Sun Chips y un refresco. Pero incluso eso no es propio de mí. Siempre regaño a Blake y a Savannah acerca del azúcar que

—E


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consumen en sus refrescos. Pero se lo doy a Parker como si fueran nada. Es lo que le gusta, racionalizo. Dudo que Parker obtenga lo que quiere muy a menudo. Ahora, mirándolo mientras se sienta fuera en el frío, comiendo lo poco que le pude ofrecer, y repasando apuntes para clases que ni siquiera importan, técnicamente, ya que él no irá a la Universidad, siento una punzada de tristeza por él. Me pasa a menudo, últimamente.

Se volvería loco si lo supiera. Parker se nutre del lema de ‘estoy bien’. Saber que alguien siente lástima por él, bueno, probablemente lo pondría furioso. Esa es la razón de por qué traigo refrescos y bolsas de patatas fritas extras a la escuela todos los días, y por qué actúo como si no fuera gran cosa.

—¿Hola? ¡Tierra a Jaden! —dice Savannah, moviendo su mano frente a mi rostro. Vuelvo a prestar atención.

—¿Qué? Lo siento.

—Wow, realmente te fuiste por un minuto —dice ella.

—Sí. —Unto una zanahoria fría en la salsa. Cruje bastante mientras la muerdo. Me disculpo de nuevo, limpiando una gota de salsa de mi dedo.

—Están pasando muchas cosas.

Por el rabillo del ojo noto a Ashley murmurándole algo a Blake. ¿Escuchaste algo de Harvard? es lo único que logro oír. A mi lado, Blake niega con la cabeza.

Pongo los ojos en blanco, encogiéndome, y me retiro el cabello del rostro. Lo coloco en una cola de caballo, pero no tengo una goma conmigo. Escogí un gran día para olvidarla. Dejo mi cabello caer sobre mis hombros.

—Jesús, chicos, estoy aquí.

—Lo siento —murmura Blake.

—Está bien. No, Ashley, no he tenido noticias de Harvard. Pero no es gran cosa. Puedes preguntar. O mejor aún, cuando me entere ustedes serán los primeros en saber, lo prometo.

—Es sólo que sabemos lo importante que es para ti —explica Ashley—. Estamos preocupados.

Dejo salir una risita, tomando otra zanahoria.

—Por favor no desperdicies tu tiempo.


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—No estás actuando como tú misma últimamente —añade Savannah.

Me burlo.

—Quizás es porque estoy esperando la carta más importante de toda mi vida. Perdónenme por estar un poco ansiosa, ¿Sí?

Blake se mueve, incómodo, a mi lado. Cierro mis ojos e inhalo profundamente, poniendo todo mi esfuerzo por mantenerme centrada. Por no perder el control. Porque Jaden McEntyre nunca lo pierde. Jamás.

—Miren, chicos —continúo, plasmando una sonrisa en mi rostro—. Está bien, lo prometo. Sí, estoy nerviosa, pero no es gran cosa. Soy la misma Jaden… sólo que con el lado temeroso activado un poco, eso es todo —digo lo más optimista que puedo, haciendo que las palabras suenen alegres—. Además, está la recaudación de fondos para la biblioteca y la caminata por el Banco de Alimentos. Cuando nuestro sorteo haya terminado tendré que comenzar a pensar en eso… —me callo, aturdida, abrumada por el gran número de cosas en mi lista de tareas pendientes.

—Siempre asegurándose de que el mundo es alimentado —bromea Blake, inclinándose para besarme. La barba en su mentón raspa mi mejilla. Me estremezco. Una ola de culpabilidad me atraviesa. Él no tiene idea, en ese momento, lo cierto que es lo que dice.

Al otro lado de la mesa, Savannah sonríe.

Esta es la Jaden que ellos quieren: la organizadora, la líder, la jefa del proyecto. La chica con quien pueden contar para estar detrás de una colecta para recaudar fondos para un orfanato en México, o una campaña de brazaletes para crear conciencia sobre el glaucoma. La Jaden que salta de una causa a otra, y a otra, y a otra. No quieren a la Jaden intranquila. La que se preocupa constantemente de Harvard y su futuro. No quieren a la Jaden que desperdicia su tiempo preocupándose por un chico que, en su opinión, no vale la pena. No quieren a la Jaden que se pregunta acerca de Parker Whalen, mantiene secretos sobre él, y a menudo es alcanzada por pensamientos sobre él. La Jaden propensa a miradas vacías y lejanas.

La conversación cambia hacia el partido de baloncesto de ese fin de semana. No hay manera en que logremos llegar al torneo, pero, como siempre, Tony y Blake saben que pueden vencer a este equipo. Solo soy semiconsciente de la charla que me rodea, haciendo lo posible por no volver a mirar por la ventana, todo el tiempo preguntándome: ¿Qué bien hace la Jaden que salva el universo


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con una mano, cuando hay asuntos más cercanos y mucho más reales… e igual de importantes?

ZZZ

El gimnasio está lleno el viernes por la noche. Por alguna extraña razón la comunidad siempre ha apoyado al equipo de baloncesto, pero las cosas se amplificaron hace dos segundos, cuando Tony consiguió una canasta de 3 puntos, y pone a nuestro equipo a la delantera. Apenas logro escuchar mis pensamientos con todos los gritos, sin contar el hecho de que Savannah, sentada a mi lado, casi me arranca el brazo con su tirón de emoción.

Durante la conmoción, una mujer, con un bebé en su cadera, se para frente a nuestra mesa de rifa. El bebé es más pequeño que Joshua, su suave piel rosada, y usa un enterito y no tiene zapatos, aunque está casi congelando afuera.

Pregunta que estamos rifando. Inmediatamente pienso en apuntar a mi poster de la parte delantera de la mesa (sólo un poco de brillo permanece ahora), que claramente dice qué estamos rifando (una Wii), y que las ganancias ayudaran a niños pobres (en Bangladesh). Sonrío de todas formas, y doy mi pequeño discurso, manteniendo mi voz por encima del ruido de la multitud.

—No tengo cinco dólares conmigo ahora, pero enviaré a Ray en algunos minutos para comprarnos una papeleta —dice ella.

Asiento con la cabeza educadamente, aunque no tengo idea de quién es Ray, o si lo reconoceré cuando lo vea. Sea quien sea, espero que tenga calcetas y una chaqueta para ese niño, o mi próxima recaudación de fondos será Reunir ropa para los niños pobres de Bedford. La mujer se aleja, el bebé continúa mirándonos.

—¡Está que se sale! —dice Savannah.

—¡Están jugando realmente bien hoy! —concuerdo, gritando por encima de las pisadas contra las gradas, la multitud cantando, zapatillas nuevas chirriando contra el suelo del gimnasio.


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Ella se gira hacia mí, entrecerrando los ojos.

—¿Qué? ¡No puedo escuchar nada!

—¡ Está que se sale! —repito, más fuerte.

Continúa animando a Tony mientras abro el bolso negro del dinero y comienzo a contar billetes de cinco y diez dólares. En pocos segundos la multitud está de pie, los gritos reverberando—amplificados—consumiendo nuestro pequeño gimnasio.

—¿Qué pasó? —pregunto.

—¡Tu chico acaba de anotar!

—Oh. Bien. ¡Sí! —Vuelvo a contar.

—No puedo creer que hayamos vendido tantos boletos —reflexiono, pasando los billetes—. Debemos haber hecho unos mil dólares sólo esta noche.

—No puedo creer la cantidad de gente que vino a ver a nuestro equipo perder —responde Savannah—. ¿No tienen algo mejor que hacer un viernes en la noche, que aparecer en un partido de baloncesto de una secundaria? Quiero decir, he visto algunas personas que ya se han graduado. ¿Cómo triste es eso?

Miro a mi derecha donde Vince De Luca, el más infame de esos graduados, está atrayendo la atención de la gente.

—Siempre que sus caras no estén pintadas —digo, mirándolo cuidadosamente.

—Lo sé, ¿verdad?

El timbrazo del tercer cuarto suena. Verifico el marcador. Estamos perdiendo por unos pocos puntos. No es nada que no podamos arreglar en el cuarto final, sin embargo, y eso me sorprende. Tony y Blake tenían razón: el equipo es mucho mejor. Usualmente para este momento he comido demasiadas palomitas, bebido dos botellas de agua, y estoy verificando el tiempo. Al menos están dándonos algo que ver.

—Oh. Dios. Mío —murmura Savannah. Se sienta, congelada, mirando al otro lado del gimnasio.

Mi espalda se pone rígida.

—¿Qué?


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—Nunca adivinarás quién está aquí, y está mirándote totalmente.

Escaneo el gimnasio.

—¿Quién?

—¿Quién crees?

Él está parado en la salida al otro lado del final del gimnasio, desvaneciéndose en el fondo; esperando en la puerta mientras la gente entra y sale; inclinado contra la pared, las manos metidas en los bolsillos de su chaqueta de cuero. Incluso desde esta distancia sus rasgos oscuros son llamativos. Él parece… peligroso… pero no de una manera intimidatoria o aterradora. Es más como si supiera algo. Algo que yo no sé. Como si tuviera algún conocimiento secreto sobre la vida y vivir, y si simplemente lo siguiera, yo también podría aprender un poco de eso.

Mi boca se pone seca, y de repente me siento completamente transparente. Como si él pudiera ver justo a través de mí y mi campaña para salvar a los pobres: yo, mi vida aburrida y mi novio aburrido. Me aclaro la garganta.

—Está viendo el partido —le informo a Savannah, volviendo mi atención a la bolsa de dinero.

—No —responde ella, confiada—. Él está observándote.

Mis mejillas se sonrojan con calor, la temperatura de la habitación crece rápidamente, y subo las mangas de mi suéter rosado en un intento por enfriarme.

Organiza el dinero, me digo. No mires, no levantes los ojos, simplemente sigue agrupando el dinero. Muevo los billetes de cinco y los de diez.

—Todavía está mirando.

Levanto mi mirada otra vez, y nuestros ojos se encuentran. Esa mirada penetrante. Sostengo mi respiración. Parker levanta su cabeza ligeramente. De hecho, no estoy completamente segura de que vea su movimiento. Pongo unos cuantos mechones de cabello detrás de mi oreja, mi corazón palpitando contra mi pecho, luego, mientras bajo mis manos lentamente, le ofrezco un pequeño saludo. Una sonrisa maliciosa cruza su cara… que, a su vez, me hace sonreír.

—No puedo creerte —dice Savannah, su cara brillando.


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Salto, de vuelta a la realidad.

—¿Qué?

—¿Qué? —Sacude la cabeza, luego se reclina en su asiento, doblando sus brazos sobre su pecho—. Muy bien, ¿entonces cómo es él realmente?

—¿Quién?

Ella pone los ojos en blanco dramáticamente.

—No juegues a la idiota conmigo.

Continúo organizando nuestro efectivo por denominación.

—No sé —digo, encogiéndome de hombros—. Él es agradable. Es listo. —Levanto la mirada hacia él otra vez, rápidamente. Todavía está allí.

—¿Quieres decir que no es extraño, ni nada de eso? —pregunta, estudiándolo desde la distancia—. Porque totalmente podía ver partes de cuerpo en frascos llenos de formaldehido como su decoración de elección.

—No —digo, mofándome—. En realidad parece muy normal. Que es lo que he estado tratando de decirles durante semanas.

—Bueno, quizás puedas presentarme —continúa—. Porque él es un poco atractivo.

—Hey —interrumpe una voz—. ¿Quién es atractivo?

Mi cabeza se levanta rápidamente.

—Tú lo eres —respondo, forzando una sonrisa hacia Blake, que apareció en nuestra mesa sin advertencia. Su cabello está húmedo. Gotas de sudor sobre su frente y goteando de su mejilla—. ¿Puedo conseguirte una toalla? —pregunto.

—Nop —responde, limpiando su frente con la parte posterior de su mano—. ¿Todavía vamos a ir a por pizza esta noche después del partido? —pregunta, respirando pesadamente.

Me siento más recta, más rígida.

—Um, sí. Supongo.

—¿Savannah? —pregunta.


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—¿Quién va?

—No lo sé con seguridad. Tony, probablemente. Supongo que si ven a Ashley se lo hacen saber también.

—No creo que Ashley esté aquí —reflexiono, mirando a mi alrededor. Paso la señal de salida rápidamente, y de alguna manera evito a Parker.

—Podemos llamarla al móvil. No creo que esté haciendo nada. Y si Tony va, yo voy —dice Savannah.

Blake asiente.

—Genial. Las veo después del partido.

La campana suena y Blake se va, dirigiéndose hacia el centro de la cancha.

Savannah deja salir un pequeño chillido.

—Como si la noche pudiera ponerse mucho mejor —canta, empujando mi brazo con su codo huesudo—. Voy a cenar con Tony.

Sonrío, y, sin pensar, vuelvo a mirar hacia la salida. Pero Parker se ha ido. Ha desaparecido. Escaneo la multitud, inspeccionando las caras borrosas. Cuando no lo veo, muerdo mi labio inferior, mi corazón yendo más despacio.

—¡De ninguna manera! —grita Savannah.

—¿Qué? —pregunto. La multitud anima salvajemente.

—¡Lo estás buscando!

Un lento calor crepita a mis mejillas.

—¡No sé de qué estás hablando! —grito.

—Vamos. No puedes decirme que no está sucediendo algo entre ustedes dos. No eres para nada tú misma últimamente, y todos lo saben. ¿Entonces algo de esta locura que te está pasando tiene que ver con el hecho de que podrías sentir algo por Parker Whalen? —dice secamente, su voz más baja.

Me burlo de eso.

—¿Qué? Savannah. No. —Sacudo mi cabeza rápidamente, como si no pudiera creer que sugiriera tal cosa. Pero luego me pregunto…


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Ella se reclina en su silla.

—Simplemente estoy diciendo que es extraño: estás pasando tiempo con Parker, sin prestarle atención a Blake…

—Por supuesto que le estoy prestando atención a Blake. Él es mi novio —confirmo, sin embargo eso se siente extraño, repentinamente. Esa palabra saliendo de mis labios. Debo tener la palabra culpable tatuada en mi frente. Culpable. Culpable. Culpable.

Savannah sacude su cabeza.

—Bueno, simplemente digamos que últimamente parece que estás más interesada en pasar tiempo con Parker Whalen que con Blake. Y perdóname si me equivoco, pero creí que los novios eran una prioridad.

—Lo son —le aseguro, incapaz de encontrar su mirada.

—Quiero decir, el chico es atractivo, juro que lo es —continúa, sin escucharme—. Simplemente vamos a tratar de no hacer obvio que estamos viéndolo en todos los lugares a donde vamos, ¿de acuerdo?

Dejo salir una risa sarcástica, manteniendo mi barbilla en alto.

—Es sólo un proyecto, Savannah. Sólo.

—¿Y los proyectos terminan, cierto? —insiste.

—Exactamente —respondo, forzando otra sonrisa, mis mejillas ardiendo de tanta deshonestidad—. No es un problema.


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Traducido por alexiia☮♪


ios, mis padres me van a matar —murmura Savannah, comprobando la hora en su teléfono móvil. Blake abre la puerta de Guido’s para mí, Tony y Savannah, salimos al

gélido aire de la noche.

—Pensé que ibas a hablar con ellos acerca de tu toque de queda —le digo, mientras Blake se mueve furtivamente a mi lado, envolviendo sus brazos alrededor de mi hombro y atrayéndome más a él—. Sabes, ya eres una senior y pronto vas a ir a la Universidad, de todos modos.

Incluso con la luz de la calle, débil y difusa, puedo decir que está poniendo los ojos en blanco.

—Para, Jaden. No todos somos lo suficientemente buenos para ir a Harvard. Además, acaban de soltarme esa completa mierda de “no hay nada que hacer después de las once que no sea meterte en problemas”. Ugh. —Ella gime—. Y mi coche todavía está en la escuela.

Tony se acerca, indeciso. Arrastrando los pies. Él abre la boca para hablar, y luego la cierra. Se aclara la garganta y lo intenta de nuevo.

—D


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—Sabes —dice—. Me pilla de camino. Yo puedo... no sé. Dejarte de camino, ¿tal vez?

Los ojos de Savannah se iluminan. Se retuerce un pequeño mechón de su cabello, envolviéndolo alrededor de sus dedos.

—¿En serio? —pregunta, mirándolo con sorpresa. Veo a Tony sonreírle a Savannah, luego de ella a Tony de nuevo, tratando de decidir si él está siendo amable, o si está “dentro” del juego por el que Savannah ha estado esperando—. ¿Harías eso?

Él asiente con la cabeza.

—Por supuesto —dice, confiado.

Una pequeña risita se le escapa.

—¡Eso sería excelente!

Aguanto la risa, sabiendo que Savannah podría caminar hacia la entrada de su casa a las cuatro de la mañana y encontrarse en plena Tercera Guerra Mundial, y no le importaría, no cuando Tony le está ofreciendo un aventón... y la oportunidad de un tiempo a solas.

Tony se dirige hacia su camioneta pickup roja y abre la puerta del pasajero. Savannah agarra mi mano, apretándola, y da un gritito ahogado.

—Diviértete —le digo.

Ajusta su bolso, subiéndolo lo más arriba de su hombro, y se apresura a acercarse a Tony. En cuestión de segundos la camioneta arranca, la radio a todo volumen.

Savannah mueve su mano en despedida mientras ella y Tony salen del aparcamiento.

—Ella está en el cielo ahora mismo —digo, agitando mi mano de regreso, mi aliento cálido convirtiéndose en humo en el aire fresco.

—¿Qué? —pregunta Blake, acercándose a mí.

—Vamos. Es obvio que está loca por él.

Se ríe.


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—Era obvio para todos menos para Tony.

—¿Hasta cuándo?

—Hasta que uno de los chicos casi lo golpea en la práctica el otro día diciendo que si él no salía con ella alguien más lo haría.

Rodeo mi pecho con mis brazos firmemente, tratando de mantener el calor adentro. Por primera vez me doy cuenta de las titilantes estrellas en el cielo. Y a mi izquierda... la luna.

—Oye —digo, maravillada—. Las estrellas se ven.

Blake inclina la cabeza, mirando hacia arriba.

—Las nubes se han ido.

—Eso significa que realmente mañana podría ser soleado. —Por fin. Sonrío.

Se mueve hacia adelante, con su dedo sujeta el cinturón de mi pantalón y me tira hacia él. Volvemos a caer contra la puerta de mi auto, el metal frío se filtra a través de mi ropa. Me estremezco.

—Así que, ¿cuándo tendré una verdadera cita contigo otra vez? —pregunta en voz baja, envolviéndome con sus brazos.

Miro sus ojos azul grisáceos, sintiendo el aumento de mi temperatura, el calor de su cuerpo pasando al mío.

—Cuando quieras.

—Bien, porque está ese lugar en Hamilton del que me habló mi hermano. Iba a hacer una reserva para nosotros dentro de unas pocas semanas.

—¿Es un lugar agradable?

—Sí. Un lugar muy bonito.

—¿Tengo que vestirme formal?

—Sí —afirma.

—Así que tú también, ¿verdad?


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—Sí, esa es la idea. Una cena fuera... un buen restaurante... tú manteniéndome alerta, ya sabes. —Sus ojos se iluminan con diversión, pero hay un matiz burlón en su tono.

Me río.

—Tomará alrededor de una hora llegar allí. ¿Tus padres no se molestarán por que vayas tan lejos?

—Preguntaré, pero estoy segura de que todo está bien. Quiero decir, prácticamente te adoran.

Él sonríe.

—Tus padres, tal vez. No estoy tan seguro sobre Daniel.

—Daniel sólo es protector —digo, en defensa de mi hermano.

—Bueno, no le pediremos su permiso, porque no creo que lo consiguiera.

Me inclino hacia adelante y me pongo de puntillas para besarlo suavemente en la boca. Él desliza sus dedos por mi cabello, devolviéndome el beso... pero es duro y del tipo baboso, y sabe como a ajo y a menta. Me separo y, sin pensarlo, limpio mis labios.

—¿Eso es todo lo que obtengo? —pregunta, burlándose.

Le ofrezco una sonrisa, tirando ligeramente el cuello de su chaqueta.

—Por ahora.

—Está bien. Te llamaré más tarde, entonces —dice, dando un paso atrás.

—Gracias por la pizza.

—No hay de qué. Y no te olvides de preguntarles a tus padres. Voy a hacer la reserva.

—Está bien —contesto, tirando de mi chaqueta cuando una brisa fría pasa entre nosotros. Quito el cabello de mis ojos cuando Blake abre la puerta de su SUV y se sube dentro. No me muevo hasta que está completamente fuera de la vista… las luces traseras desapareciendo a medida que hace un giro a la derecha fuera de la ciudad.


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Exhalo en voz alta, y busco a través de mi bolsa mis llaves. Agarro mi teléfono móvil, también, abro la puerta del coche, y me deslizo dentro. El coche parece un congelador, la tela del asiento se siente helada debajo de mis piernas. Bloqueo las puertas y arranco el motor, deseando que el coche se caliente.

Mientras espero, reviso mis mensajes. A medida que tecleo la contraseña, oigo un ruido lejano, como un trueno. Echo un vistazo en el espejo retrovisor ya que el ruido se hace más fuerte. Me volteo en mi asiento, reposicionándome, y veo una brillante motocicleta familiar cruzar el aparcamiento, deslumbrando a medida que pasa por debajo de la farola.

¿Qué está haciendo él aquí?

Me vuelvo a acomodar en mi asiento y sonrío, mi corazón latiendo a un ritmo más rápido, y luego extiendo la mano a la manija y abro la puerta de mi coche mientras Parker aparca en el espacio junto a mí.

—Hey, tú —digo, cuando silencia el motor.

Afloja la correa de su barbilla y desliza el casco sobre su cabeza, rastrillando con los dedos su cabello desaliñado.

—¿Qué haces? —pregunta.

Cruzo los brazos, abrazando mis codos.

—Podría preguntarte lo mismo.

Baja el estribo con su bota negra, entonces equilibra la moto.

—Sólo un paseo de última hora.

—Si no te conociera mejor pensaría que me estabas siguiendo.

Levanta una ceja, mirándome con escepticismo.

—¿Estás dando a entender que no tengo nada mejor que hacer un viernes por la noche que seguirte?

—Sabiendo que fantaseas con mi habitación y todo... por supuesto que no —digo, acercándome a él. Paso los dedos a través de los lisos manillares negros, con detalles en cromo brillante. Parecen el frío ártico. Glacial. Sin embargo, la propia moto es de alguna forma hermosa—. Te vi en el juego —continúo—. Savannah piensa que me estás acosando.


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—Es bueno saberlo, supongo —responde.

Me aclaro la garganta, y juro que sueno como otra persona diciendo:

—Ella también piensa que eres muy sexy.

Incluso en la oscuridad, con sólo la luna, una farola y el letrero de Guido´s con luces fluorescentes iluminando el aparcamiento, puedo decir que Parker está sonrojándose.

¡Uf! ¿Cómo pudiste decir eso? Me grito a mí misma. Es tan irrelevante. Y ahora él sabe que estábamos hablando de él, y que es posible que yo piense...

—De todos modos —digo rápidamente, cambiando de tema—, me alegro de que no seas un acosador. Sin embargo, no sé cómo podrías saber que yo estaba aquí.

—Como he dicho: viernes por la noche. Eres bastante predecible.

Alzo las cejas. Suficientemente predecible como para que él fuera a buscarme.

Entonces, como si leyera mi mente, él exhala con fuerza.

—Estaba pasando por aquí y reconocí tu coche.

—Apareciste justo a tiempo. En realidad estaba a punto de irme.

Una sonrisa maliciosa cruza su cara, sus ojos encontrando los míos. Brillan, conocedores.

—Yo no dije que fuera la primera vez que haya pasado por aquí.

Mi respiración se queda atrapada en mi garganta y me cuesta mantener mi expresión seria, para cubrir mi sorpresa.

—Así que me estás siguiendo.

—Noche libre —dice, exhala. Cambia de tema—. Así que... ¿la pizza estuvo buena?

Echo un vistazo al restaurante.

—Ya sabes. Más de lo mismo.

—¿Quieres condimentar las cosas un poco?


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Lo observo, examinando sus rasgos en busca de cualquier rastro de sarcasmo. No estoy del todo segura de si estoy lista para lo que la idea de Parker sobre “condimentar las cosas” pueda acarrear.

—¿En serio? —pregunto, vacilando.

—Sabes, eso no es muy cortés. Aquí estoy, ofreciéndote pasar un buen rato, ¿y tienes el descaro de hacer preguntas?

Me río, pero es ligera y nerviosa.

—¿Tiene este condimento algo que ver con Mattie Silver o Ethan Frome? —digo, preguntándome si lo que quiere saber es cómo me siento realmente acerca de ese plato de encurtidos roto.

—No, a menos que lo desees. Estaba pensando más en la línea de Parker Whalen y Jaden McEntyre.

Sólo nosotros dos.

Mi corazón se acelera, martilleando en mi pecho, y puedo sentir el sonrojo deslizándose por mi cuello y mis oídos. La parte racional y sensata de mí insiste en que diga: “No, gracias. Tengo que llegar a casa”. La otra parte... la parte más imprudente de mí —que por lo general no tengo ningún problema en suprimir—, está completamente intrigada por este chico malo endiabladamente guapo.

—¿Qué tienes en mente?

—Un paseo de última hora.

—¿En tu moto? —pregunto, incrédula.

Me mira extrañamente.

—Sí, esa es la idea.

—¡Pero hace mucho frío!

—Podría hacer más frío —razona—. Además, el frío es bueno. Te recuerda que estás vivo.

Sacudo la cabeza.

—¿En tu moto? ¿Contigo? —pregunto de nuevo.


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—Sí.

Las señales rojas de advertencia parpadean ante mis ojos. No. Esto no es una buena idea. No sólo es Parker Whalen... es Parker Whalen y su moto. Si mis padres se enteraran de esto, me matarían. Si Blake se enterara de esto, mataría a Parker. Daniel... Savannah... si me subo en la moto y me alejo con Parker Whalen, y alguien se entera, voy a estar tan completamente jodida.

Sumerge la mano en su mochila y saca un casco de repuesto, lo sostiene enfrente de mí. Una oferta de paz. Yo le ofrecí Sun Chips. Él está proponiendo una escapada.

Mis ojos se entrecierran. Todo demasiado furtivo...

—Tú planeaste esto. —Cruzo mis brazos, a la defensiva.

—No estás asustada, ¿verdad? —Se burla, la cabeza inclinada hacia un lado, una sonrisa tirando de sus labios.

—No tengo miedo —murmuro, casi para mis adentros. Sin embargo, no extiendo la mano ni lo tomo.

—Un paseo rápido.

No respondo.

—No te preocupes: no puedo ser visto contigo más de lo que tú puedes ser vista conmigo. Es tarde. Es de noche. Los cascos nos cubren. No puedes pedir mucha más seguridad que esa.

Frunzo el ceño. ¿Parker no puede ser visto conmigo? ¿O no quiere que lo vean conmigo? Muerdo mi labio inferior. Jesús, Jaden, ¿realmente importa?

Un destello de comprensión cruza su rostro.

—Ah. Ya veo.

—¿Qué?

—Acabo de recordar con quién estoy hablando, es todo. Sabes, todo el mundo conoce a Jaden McEntyre: segura, aburrida, no sale de su zona de confort...

—No estoy en una zona de confort. —La ira despierta en mis entrañas huecas, y siento el peso de su mirada. No hay nada que me haga recuperar la cordura.


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Un viento suave nos rodea. Me estremezco cuando sonríe maliciosamente.

—Pruébalo.

Vuelvo sobre mis talones, abro la puerta de mi coche y apago el motor. Cierro las puertas, meto las llaves en mi bolso y luego le arrebato el casco, frunciendo el ceño.

Aunque estuviera o no en una zona de confort, lo probaría. Ajusto la correa por debajo de la barbilla, esto se siente demasiado cómodo: de una manera descuidada e irresponsable. Parker enciende la moto, revoluciona el motor un par de veces. Retumba, furioso. Listo. Sin pensarlo, giro la pierna sobre el asiento y subo, como si yo fuera algún tipo de profesional. Como si lo hiciera todos los días de la semana.

Negligente, irresponsable, imprudente… seguro. Pero mientras Parker da la vuelta y nos saca del aparcamiento casi vacío y vamos hacia la calle—abrazada con fuerza alrededor de su ancho pecho, sintiendo el calor de su cuerpo, mientras calienta el mío— estoy pensando en otra palabra: completamente y sin lugar a dudas... liberador.


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Traducido por dark heaven


dmítelo ―Parker se burla, empujándome con su codo―. Te lo pasaste muy bien.

―Lo que sea. ―Mi pulso se acelera, todavía operando en lo más alto.

Él se inclina, acercándose a mí, sus ojos como negro líquido y su ardiente voz.

―Sabes, para ser alguien que supuestamente tiene toda su moral bajo control, sucumbes horriblemente rápido a la presión de grupo.

―Cállate. ―Pero estoy a punto de atragantarme con las palabras, sin aliento, sus ojos, con mirada ardiente, fijos en los míos.

―Dilo: lo pasaste muy bien.

―No.

Llega a través de la consola y presiona mi costado, haciéndome cosquillas hasta la sumisión.

―A


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―¡Dilo!

Puedo escuchar la sonrisa en su voz, incluso mientras grito y me retuerzo lejos de él, agarrando sus fríos dedos y sosteniéndolos firmemente en los míos, riendo.

―¡No!

No lo libero inmediatamente. Me aferro a él hasta que el coche está completamente inmóvil a excepción de los atronadores latidos de mi corazón y mi respiración acelerada. Seguimos estando entrelazados, el calor pasando entre nosotros. Cuando finalmente me doy cuenta de lo que está pasando, lo libero y alejo mi mano.

―Deberías salir más a menudo ―dice, más tranquilo―. Necesitas vivir un poco. Estás

demasiado segura.

―¿Qué hay de malo en estar segura? ―le pregunto, fingiendo ofensa.

―Nada, pero te estás perdiendo de mucho ¿no crees?

Miro las estrellas a través del parabrisas de mi coche. Aunque nuestro viaje apenas duró veinte minutos, me baje de la motocicleta con los dedos congelados e incapaz de sentir los dedos de mis pies. De hecho, fue increíble montar por la ciudad... las calles vacías y los semáforos parpadeando en rojo y amarillo. Casi todo el mundo estaba en su casa. Muchos estaban dormidos, o casi dormidos, y podía imaginar las quejas mientras pasábamos con la moto, el sonido del motor rugiendo, desvaneciéndose. Es como si fuéramos los únicos que quedan despiertos y vivos.

El aparcamiento está vacío. Incluso las luces de neón de Papa Guido están apagadas por la noche. Estamos realmente, y verdaderamente solos.

Dejo salir un suspiro.

―Mi familia piensa que soy una obsesa del control ―le confieso.

Parker pone las manos cerca de las rejillas de ventilación, calentándoselas. Me mira, con las cejas juntas.

―¿Por qué?

―Sólo soy un poco obsesiva, supongo.


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―¿Sobre qué?

―Harvard, mi escuela, mis causas. ―Me muevo en mi asiento. El aire seco reseca mi garganta, dejándome la boca seca y pegajosa. Me giro hacia el calentador―. Quiero decir, lo viste. Me volví loca porque se me olvidó una reunión.

―¿Eso eras tú volviéndote loca?

Le lance una mirada terrible.

―Hay cosas peores con las cuales obsesionarse ―señala.

Trago fuertemente.

―Sí, pero tienes tanta razón, ¿sabes? Soy aburrida... y predecible. Y sí, soy segura. Todos y todo a mi alrededor es seguro. Mis decisiones son totalmente calculadas.

―Eso no es del todo cierto. Porque esta noche… eso fue bastante impredecible. No pensé que te arriesgarías. Con presión de grupo y todo.

―Sí, bueno, no debería haberlo hecho ―le digo, mi expresión seria―. Si mis padres se enteran de que monté por la ciudad en la parte trasera de una motocicleta contigo, enloquecerán. Estaré castigada por siempre. ―En el momento en que lo dije en voz alta, inmediatamente me arrepentí de mis palabras. Me mordí el labio inferior, deseando poder retirarlas, reunirlas, y meterlas ordenadamente de vuelta al interior. ¿Qué pasa con Parker Whalen que me hace ser tan directa?

Él se detiene sólo un segundo antes de preguntar:

―¿De qué están más preocupados? ¿De mí o la motocicleta?

Nuestros ojos se encuentran.

―¿Honestamente?

―Honestamente.

Y aquí vamos otra vez. Doy un suspiro.

―De ti. Pero eso es porque no creo que ellos sepan que conduces una motocicleta ―explico―. Y porque no te conocen, por supuesto.


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Él se da la vuelta, asintiendo.

―Sabes, la gente dice mucho acerca de ti a tus espaldas. Me gustaría que por lo menos aclararas algunos de los rumores. Son molestos.

―La gente cree lo que quiere creer. Eso no es algo que pueda cambiar, quiera o no quiera.

Pongo mis ojos en blanco.

―Sí, bueno, pensabas que me conocías, y no lo hacías.

―Te conozco. Eres segura y aburrida.

―Esta noche fui impredecible.

Él me lanza una sonrisa pícara.

―Todos tenemos nuestros momentos.

Me río con sequedad, y mi corazón palpita nerviosamente porque estoy aquí, y estoy con Parker, y estamos solos, y estoy sintiendo cosas que no creo que tenga que estar sintiendo. Me doy la vuelta en mi asiento, enfrentándolo.

―Vamos, Parker. ¿Quién eres tú?

―¿Qué quieres decir? ―pregunta, entrecerrando los ojos. El cambio es leve, pero cambia su actitud por completo. Es como si lo hubiese puesto nervioso o algo así, lo agarré con la guardia baja.

Me encojo de hombros con indiferencia.

―Sólo quiero saber quién eres.

―¿Por qué?

―Porque me siento tan transparente a tu alrededor ―le confieso―. Me siento como si me tuvieras toda resuelta. Como si lo supieses todo sobre mí y eso me vuelve loca. Y perdóname, pero lo único que sé sobre ti lo tuve que descubrir a escondidas. Sólo dame algo para seguir adelante. Cualquier cosa.

Él ajusta su posición, poniéndose más cómodo en la estrecha cabina de mi pequeño Civic.

―¿Cómo qué?


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―Como.... ― pienso―. ¿Cuál es tu color favorito?

Él resopla.

―Eso es tan elemental. ¿Tengo que ser definido por un color?

―Sí.

Él pone los ojos en blanco y exhala lentamente. Después, se detiene por unos instantes, pensando, jugando con la manga de su chaqueta.

―Negro ―responde finalmente.

―Lo podría haber adivinado.

―Entonces, ¿por qué no lo hiciste? ―pregunta, lanzándome una mirada de reojo.

―Porque quería escucharlo de ti. ¿De dónde eres? ―sigo.

Duda un momento antes de contestar.

―Michigan ―murmura.

―¿Por qué estás aquí?

―¿Alguien sabe realmente por qué están acá? ―contraataca.

―Parker.

Suspira.

―Es, um.... Es una historia un poco larga.

―Tengo tiempo.

―Está bien. Bueno. Estoy, eh, acá porque mis padres se divorciaron. Viví con mi mamá por un tiempo. Pero hace unos años empezó a salir con este hombre... un total idiota. Hubo algunos problemas... y me enviaron a vivir con mi papá, al cual no había visto en años, y que no se quiere hacer cargo de mí.

Una punzada de tristeza se retuerce en mi pecho, pero no puedo parar. Tengo que seguir haciendo preguntas, siempre y cuando Parker esté dispuesto a responder. Sobre la base de experiencias previas, puede alejarse de mí en cualquier momento. Nunca hay garantías con Parker. No hay razón para creer que alguna vez se abra como ahora, otra vez. Tengo que saber la verdad.


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―¿Fuiste expulsado de la escuela? ―pregunto.

―Sí.

―¿Por qué?

―Fui sorprendido con algunos chicos, y había marihuana en el coche.

―¿Así que los rumores son ciertos?¿Acerca de las drogas?

―¿Qué rumor?

―Que tuviste un problema de drogas.


―Tomaba drogas de vez en cuando. No lo veía como un problema, la verdad. Quiero decir, no era un adicto. ―Sacude la cabeza―. Fui afortunado ese día. ¿Por qué la gente con la que estaba? Estábamos vendiendo. Y ninguno de ellos me delató.

Contengo mi aliento, mirando perdida al espacio. Tomar drogas y venderlas son dos cosas completamente diferentes. Este es un cambio de juego. Dudo, sin saber si debo seguir adelante. Si quiero seguir adelante.

―¿Por qué estabas vendiendo?

―La emoción. La demanda. Porque estaba cansado de estar en la ruina. Porque no podía permitirme un auto y necesitaba algo para conducir. ¿Por qué alguien hace algo?

―¿Las vendes ahora? ―presione.

―No.

―¿Las consumes ahora?

―No.

Lo observo cuidadosamente, preguntándome si le creo.

―¿Estás mintiendo?

―Yo no miento ―afirma, como un hecho.

Me siento hacia atrás.


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―Eso es estúpido. Todo el mundo miente.

―Sí, bueno, es una pérdida de tiempo. Cuantas más mentiras dices tienes más historias que recordar. Créeme es más fácil sólo ser honesto.

Pienso en esto por un momento antes de continuar, algo sorprendida, porque hasta que empezamos a trabajar juntos, yo no tenía muchos motivos para mentir, tampoco.

―Está bien. Entonces... ¿Cómo es... vivir con tu papá? ―preguntó finalmente.

Duda un momento.

―Es una mierda. No nos llevamos bien en absoluto. Básicamente, él se queda en su espacio y yo me quedo en el mío. Sus estados de ánimo son como... ―él se pierde en sus pensamientos―. No sé. Son totalmente impredecibles. Hay días en que se enoja si no estoy en casa. Otros días que no le importa. A veces tengo problemas para salir. A veces ni se entera. Se vuelve confuso, realmente.

―Lo siento ―le digo. Porque lo hago. Porque no sé qué más decir. Porque sé que esto no cambia las cosas, pero no importa, es lo mejor que puedo hacer.

―No lo estés ―responde, encogiéndose de hombros―. Me voy a ir dentro de unos meses, de todos modos.

Siento una punzada de resentimiento irracional. Parece tan seguro de sí mismo, tan positivo que, cuando llegue el momento, va a ser capaz de dejar atrás todo, sin mirar atrás.

―¿A dónde vasa ir?

―Ya sabes la respuesta a eso ―me recuerda, una pizca de diversión en sus ojos.

Suspiro y descanso mi codo en la consola, cerrando el espacio entre nosotros. Su desodorante se mezcla con aire de la noche. Es embriagador, dulce, y me permito respirarlo. Ser atraída por ello.

―”Lo más lejos posible” no es un lugar, Parker. No sé por qué no aplicas a la universidad ―medito―. Es la salida perfecta.

Él resopla.

―Conseguí mi moto con dinero de narcotráfico, Jade. ¿Cómo diablos pagaría la universidad?


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Me siento, pesando en cada buena solución que se me ocurre.

―Bueno, uno: puedes ir a una estatal. Dos, podrías aplicar para becas. Tres, podrías buscar un trabajo en la escuela, o conseguir un trabajo de tiempo parcial fuera del campus...

―No piensas en el voluntariado como una especie de entrenador de vida, ¿verdad? ―bromea.

―Como si tuviera tiempo para eso ―le contesto, poniendo los ojos en blanco―. Y

no trates de cambiar de tema. Lo digo en serio, Parker. Eres inteligente. Te debes a ti mismo ir a la universidad y hacerte una vida mejor.

―Es fácil para ti decirlo. Tus padres pueden permitirse el lujo de enviarte a una escuela de la Liga Ivy.

―Solicité becas para ayudar. Y la única razón por la que mis padres pueden pagar por la Universidad de Harvard es porque tengo dos hermanos mayores que pasaron de la educación superior ―le informo.

Mis dos hermanos se fueron a trabajar para mi papá tan pronto como se graduaron de la secundaria. Aunque mi mamá quería que probaran por lo menos dos años, los dos clamaron que la universidad no era para ellos; ellos podrían hacer un mejor aprendizaje de papá y continuar con su empresa cuando se retirara. Siempre habrá necesidad de una nueva construcción, dijo Daniel. Por defecto, acumulé todo lo que mis padres habían ahorrado para la universidad de sus hijos. Esto hace que entrar en la Universidad de Harvard sea vital. En términos de educación, soy todo lo que a mis padres les queda.

―Sabes ―sigo después de unos pocos silenciosos momentos―. La hierba no es siempre más verde...

―No sabes nada de mi vida ―dice Parker, su tono de voz afilado―. Quizás a veces la hierba es más verde.

―¿Así que sólo vas a huir? Tendrás que conseguir un trabajo. Vas a tener que encontrar un lugar para vivir. ―Mi tono se eleva por instinto, enojada, aunque no estoy tratando de empezar una pelea. No puedo entender por qué Parker va a tirar todo por lo que ha trabajado cuando es tan obvio que le importa.

―¿Y piensas que no me di cuenta de todo eso ya? Puede que no sea un fanático del control, pero tengo un plan.


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Palabras inteligentes y punzantes.

―Eso es un golpe bajo ―lo acuso.

Él mira hacia otro lado por un momento, mirando por la ventana, y un pesado silencio cae entre nosotros. Entonces... él se da la vuelta... nuestros ojos se encuentran... y me sonríe.

Es tanto dulce como misteriosa, una sonrisa muy bonita, realmente. Mi labios se separan y mi corazón se acelera, lentamente comenzando a descongelarse. Mi mente se rebela y mi ira hierve a fuego lento, disipándose. Giro mi rostro, odiándolo por hacerme esto, por tener este tipo de control sobre mí. Y la cosa es, que él probablemente no se da cuenta de lo que está haciéndome cada vez que me mira de esa manera.

―Hey. ―Él se acerca y me mete el pelo detrás de la oreja, trazando la línea de mi mandíbula con el dorso de su mano. Me estremezco, una serie de estremecimientos pasan a través de mi columna vertebral. Empuja mi barbilla hacia él. Sus dedos están cálidos ahora, suaves, y por un momento mi corazón deja de latir. Atrapo un aliento y lo mantengo, repentinos aumentos de energía eléctrica pulsan donde nuestra piel se encuentra.

―Me encanta que estés preocupada por mí, Jade, pero no soy un proyecto.

Trago saliva mientras me libera.

―No dije que lo fueras. ―Estuve a punto de atragantarme con mis palabras, permitiéndome respirar.

―¿De verdad? Porque está empezando a parecerse eso. ―Su tono es ligero mientras él dice esto, casi bromeando, como si estuviera burlándose de mí por preocuparme por él―. Y no te estaba llamando una obsesa del control ―continúa―. Creo que tienes suficientes preocupaciones sin necesidad de añadirme a la lista.

―No hago listas ―le digo, con el ceño fruncido.

Él sonríe de nuevo, y me encuentro hundida bajo su peso.

―Sabes, eso en realidad me sorprende.

Me hago hacia delante para girar el calentador. Los dígitos verdes en mi reloj están cerca de la medianoche. Reviso mi teléfono móvil para estar segura.


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―¿Cuándo es el toque de queda? ―pregunta.

―Quince minutos. ―Me recuesto de nuevo, mirando hacia la oscuridad de mi ventana―. ¿Viste la luna?

―Lo hice ―dice, asintiendo.

―¿Crees que en realidad veremos sol mañana?

―No lo sé.

―Espero que sí.

―Sé que lo haces. ―Él busca la manija de la puerta, tirando de ella―. Gracias por dejarme tomar prestado el calentador ―dice, sonriéndome.

Rompo en una pequeña sonrisa.

―Gracias por acosarme ―regreso.

Parker empuja la puerta y sale. El aire frío se precipita en el interior. Me estremezco. Se inclina, apoyando su brazo contra mi techo, mirando.

―Tal vez puede acosarte de nuevo alguna vez.

―Absolutamente.

―Estaba pensando en acosarte el lunes por la tarde a eso de las tres. Me imaginé que deberíamos repartir las tareas de nuestro proyecto.

―Está bien ―contesto. Él cierra la puerta de mi coche con cuidado, y luego va hacia su motocicleta.

Veo que se pasa los dedos por el cabello, se ata su casco, y enciende el motor. Antes de que se retire del espacio, le ofrezco un pequeño saludo. Él asiente en respuesta.

Salgo del área del aparcamiento, tomando la izquierda en dirección hacia mi casa. Miro en el espejo retrovisor mientras Parker toma la derecha, en dirección a donde él quiere ir: fuera de la ciudad... a su casa… lo que sea apropiado para sus caprichos del momento. Por esto, me encuentro a mí misma sintiendo tanto tristeza por él como envidia al mismo tiempo, preguntándome cómo es posible incluso que dos emociones tan comunes puedan coexistir. Y sin embargo aquí estoy, destrozada: queriendo acercarlo, salvándolo, y al mismo tiempo


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deseando poder saltar en la parte trasera de su moto y, por una vez, permitir que alguien me salve.

ZZZ

Antes, pensé que Parker y yo éramos los únicos en todo el mundo despierto. Sin embargo, tan pronto como me deje entrar y cerré la puerta delantera, me doy cuenta de cuan equivocada estaba. Mortalmente. Equivocada.

―¿Jaden?

Salto con el sonido de mi propio nombre, sorprendida.

―¿Mamá? ¡Jesús! ―siseo, trabajando en mi respiración.

Mi madre aparece en la puerta que conduce a la sala, con los brazos cruzados sobre el pecho. Aunque no lo he visto muchas veces (y como consecuencia de las transgresiones de Daniel y Phillip más que de las mías), ella tiene la “mirada”. Grita desaprobación. Su boca apretada en una línea fina y firme, agudizada por las características que le dan las sombras de la lámpara junto a las escaleras. Quiero derretirme, desaparecer entre las grietas de las tablas del suelo.

―¿Dónde estabas? ―pregunta.

―No me perdí el toque de queda ―le digo, de forma automática en un movimiento para defenderme. Me doy cuenta un momento demasiado tarde: no es exactamente lo que preguntaba.

―No dije que lo hicieras. Te pregunté dónde estabas ―repite ella con calma.


―Salí con Blake y Savannah después del partido ―digo, luchando por mantener la calma en mi voz. No es una mentira total.

―¿En serio?


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―Sí ―respondo, con aire de culpabilidad, cambiando mi peso de una pierna a la otra. Casi dudo en preguntar, pero―: ¿Por qué?

Mamá no se mueve, sólo sigue mirándome acusadoramente.

―Porque Blake llamó. Quería asegurarse de que llegaste a casa bien. Imagina su sorpresa cuando le dije que no estabas acá todavía. Estaba seguro de que te fuiste cuando él lo hizo.

―¿Qué le dijiste? ―pregunte. Las palmas de mis manos comenzaron a sudar, y el aire del vestíbulo nunca se había sentido tan sofocante en el invierno. Me estremezco.

―Me dijo que lo llamaras cuando llegaras ―me informa―. Dudo que él pensara que sería a estas alturas, sin embargo.

―Lo llamaré. ―Avanzo hacia las escaleras―. Es probable que ni siquiera esté dormido.

―Eso fue hace más de una hora ―dice mamá antes de que pueda subir―. Voy a volverte a preguntar, ¿Dónde estabas?

Debería haber comprobado mi tono antes de contestar, porque incluso yo puedo escuchar la irritación en mi voz mientras escupo las palabras.

―Estaba pasando el rato con algunos amigos.

―¿Amigos?


―Amigo.

―¿Qué amigo?

Por supuesto, quiere más detalles. Me pregunto por qué no está dormida como un padre normal. Me pregunto por qué Blake me llamó cuando estuve con él, como, quince minutos antes. Me pregunto por qué es tan importante que Parker Whalen sea mi amigo, y que me guste pasar tiempo con él. Dudo antes de responder, a sabiendas de que esto se

va a poner feo. Realmente. Feo.

―Parker.


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―Parker ―repite ella, su tono helado.

―Él iba por Guido cuando me iba, y reconoció mi auto. Nos pusimos al día hablando en el aparcamiento ―hable con rapidez. Las palabras volaban de mi boca, una tras otra―. Eso es todo, lo juro.

La temperatura de mi cuerpo sigue creciendo, aumentando con cada nueva mentira. Así que no estoy diciendo toda la verdad... Lo único que podemos esperar es que nadie me haya visto subir a la parte trasera de la moto de Parker y montar con él. Eso haría que una mala situación se volviera mucho, mucho peor.

―Jaden ―mi madre dice, suspirando―. No me gusta saber de tu novio que se supone que debes estar en casa, y cuando no llegas, saber que estuviste hasta tarde con un chico totalmente diferente.

―No es gran cosa, mamá, lo juro. Estás complicando las cosas.

En realidad, yo estoy haciendo la complicación... y se está volviendo cada vez más complicado con cada segundo... todo este asunto mío, con Parker, y Blake... pero no puedo admitirle esto a ella. Tengo que hacerle entender que no hay absolutamente nada de qué preocuparse.

―Sí, Jaden, es algo grande. Tu padre y yo te damos mucha libertad de acción con el toque de queda. Nosotros no te pedimos que vuelvas a casa a una hora razonable para tu edad, pero esperamos que seas responsable.

―Estábamos hablando en mi coche en un aparcamiento, mamá ―explico, un borde incómoda en mi voz―. Estábamos pasando el rato. No pintando paredes de edificios o disparando en un callejón oscuro. Estábamos hablando. ―A pesar de que hablar, de muchas maneras, se está convirtiendo en igual de peligroso.

―Ese no es el punto, Jaden.

―No entiendo cuál es el punto, mamá ―le digo, mi voz elevándose―. No rompí el toque de queda. ―Me detengo... pensando―. Oh, lo entiendo. No se trata de mí o que estuviera fuera hasta tarde. Se trata de Parker.

―Saliendo con un tipo del que tu padre y yo no sabemos nada excepto lo que hemos escuchado...

―¡Pero ese es el punto! ―grito, interrumpiendo.

Sus ojos se ensanchan, mostrando enojo.


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―Baja la voz. El bebé y todos los demás están dormidos ―advierte.

Tomo una respiración profunda.

―El punto es ―continuo más tranquila―, que no sabes nada de él. Nadie lo hace. Él no es un tipo malo con una horrible reputación, mamá. No lo es. Él es inteligente. Tiene cosas que decir... y lo que me molesta más es que nadie quiere escucharlo. Ellos hacen lo mismo que estás haciendo ahora mismo: asumiendo lo peor.

Lágrimas saladas pican en mis ojos y estoy triste de nuevo. Triste por Parker. Por nosotros. Por todos los que no le darán una oportunidad. Porque él vale eso, por lo menos. Él es un tipo decente, que merece algo mejor que todo esto.

No llores.

―Estos últimos meses son importantes, Jaden ―dice mamá―. No queremos que algún extraño arruine las cosas para ti.

Mi boca se abre de asombro.

Me burlo.

―¿Qué? ¿Estás incluso escuchando lo que estoy diciendo? ―pregunto.

Una lágrima se escapa, deslizándose silenciosamente por mi mejilla. Estoy llorando. Odio estar llorando. Odio estar llorando en frente de mi mamá. Jaden McEntyre no llora delante de nadie. Por ninguna razón. Nunca.

―Esta discusión ha terminado ―anuncia, con los brazos cruzados―. Entiendo que tienes un proyecto en el que se supone que estás trabajando con este muchacho... pero mantén tus prioridades en orden. ¿Qué pensaría Blake de esto?

―Pensé que esto era sobre mi futuro ―le contesto con frialdad, ahogándome con las palabras.

―Si piensas en Blake en términos de tu futuro, entonces necesitas tomarlo en cuenta, también.

Pongo los ojos en blanco, moviendo la cabeza. No puedo creer incluso que esto esté pasando. No sé cómo explicarlo mejor. No sé cómo puedo hacer que se dé cuenta de que está siendo demasiado crítica sobre Parker, ella y todos los


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demás. No sé por qué es tan importante que ellos entiendan de dónde vengo, tampoco.

―Bien.

Mamá desaparece de la sala.

Me dirijo a mi habitación, subiendo los escalones de dos en dos.

Cuando enciendo la luz, todo es como debe ser: mi habitación inmaculada, la colcha lisa, los suelos de roble, la fragancia de mi perfume, floral que rocié esa misma mañana, el grifo del lavabo que sólo puedo hacer que funcione con una llave....

Y por la mañana, cuando abro las persianas, las mismas nubes grises invernales, densas y opacas, como todos los días antes de este.


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Traducido por Simoriah

Corregido por V!an*

―Fue tan increíble, Jaden, lo juro. Nos gusta la misma música, odiamos las mismas clases, nos gustan los mismos deportes... ―dice Savannah efusivamente. No ha dejado de hablar de su viaje con Tony desde que llegó a mi taquilla.

―¿Desde cuándo te gustan los deportes? ―pregunto interrumpiendo, buscando en vano mi cuaderno de química. Gruño con irritación. Es rosa brillante. No puede esconderse de mí.

Ella planta su mano libre en su cadera.

―De hecho me encantan los deportes ―responde.

―Savannah, el único deporte que te interesa es la compra de zapatos, porque Dios sabe que cuando Macy's está de liquidación se vuelve un deporte de resistencia.

Ella frunce el ceño.


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―Sólo estás enojada porque encontré ese par de zapatos de Jimmy Choo en eBay para la graduación del año pasado.

―No te entraban ―le recuerdo, moviendo mi cabello sobre mi hombro―. Te los sacaste después de dos bailes porque tenías las ampollas rojas en tus pies más grandes que nadie vio jamás.

―Sí, bueno, hablando de la graduación ―continua ignorándome―, estaba pensando que quizás Tony debiera invitarme. Tú crees que él irá, ¿verdad? Quiero decir, ¿cómo no ir a nuestra graduación?

Me encojo de hombros. ¿Cómo se supone que debo saberlo? Quiero decir, no soy psíquica. No tengo ni idea de cuáles son los planes de Tony con respecto a la graduación. Después de este fin de semana, no estoy completamente segura de cuáles son mis planes con respecto a la graduación.

―De acuerdo. ¿Qué sucede contigo? ―pregunta curiosa.

Nada de lo que pueda hablar ahora.

―Nada ―respondo―. Tengo lo último de nuestro dinero para la rifa. Dejaremos que el Sr. Anderson elija un número esta semana, y luego esta cosa se terminará.

―¿Esta cosa? ―repite Savannah―. Jaden, estabas tan entusiasmada con este proyecto. ¿Y ahora es sólo una 'cosa'? ¿Qué te sucedió?

―Nada. ―Un pesado suspiro.

―De acuerdo. Puedo tener tendencias egoístas en que generalmente me concentro sólo en mí, en mis problemas, en lo que quiero... pero sé cuando le está sucediendo algo a mi mejor amiga. Cuéntame.

―Nada está sucediendo. ―Gimo, tocando mi frente. El pasillo está tibio, de todos modos, pero en cierta forma espero tener fiebre. Al menos eso explicaría por qué me siento absolutamente miserable.

―Estás mintiendo.

―Lo sé.

―Así que cuéntame.

―Es complicado.


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―Entonces déjame ayudarte.

―No te va a gustar lo que tengo para decir.

―No lo sabrás a menos que me cuentes.

Vamos y volvemos de esta forma hasta que finalmente me cansa.

―Tienes que jurar... esto no sale de nosotras dos. ―Analizo el ocupado pasillo, buscando curiosos.

Savannah levanta su mano.

―Lo juro solemnemente.

―No seas sarcástica. Esto es serio ―advierto bajando su mano.

―¿Qué sucede?

Dejo salir otro enorme suspiro, el estómago pesado y retorcido.

―Es esta cosa con Parker ―confieso, sacudiendo la cabeza. No puedo creer que esté admitiéndolo en voz alta. Sólo lo hace más real, y en este punto no estoy segura de que pueda manejar lo real.

―¿Qué hay con él? ―curiosea Savannah.

―Bueno... pasé algo de tiempo con él la noche del viernes... después de que te fuiste, y que Blake se había ido. Estaba a punto de irme cuando él apareció. Yo, um... salimos en su motocicleta, y hablamos durante una eternidad en mi coche.

Su boca se abre, formando un óvalo perfecto. Pestañea unas pocas veces.

―¿Qué? ¿Hablas en serio? ―baja la voz―. Jaden...

―¡Lo sé! ¡Lo sé! ―exclamo―. Estoy tan completamente confundida en este momento.

―¿Blake lo sabe?

―No ―digo rápidamente―. Y tú no puedes contárselo.

―¿Alguien más lo sabe?

Finalmente localizo mi cuaderno, y lo meto en la mochila.


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―No llegué a casa hasta la medianoche. Mi mamá me encontró y me dijo que Blake había llamado. Ella me preguntó dónde había estado y tuve que contárselo. Quiero decir, ella sabía que yo no había estado con Blake. Le conté que Parker y yo pasamos un tiempo juntos. No le conté acerca de la motocicleta. Así que, realmente, no se te puede escapar esto, Savannah.

Ella se acerca.

―¿Se enojó?

―Estaba lívida ―respondo―. Dijo que necesitaba acomodar mis prioridades. No quiere que me acerque a Parker.

―Si no fuera por este estúpido proyecto de inglés no sería un problema ―medita.

―Lo sé... pero Savannah... me gusta Parker. Me alegra tener la oportunidad de conocerlo. Sólo desearía que los demás pudieran verlo en la forma en que yo lo veo. Él no es raro ni temible... es sólo... no lo sé. Él es Parker. ―Me encojo de hombros.

―Jaden, tienes que contarme la verdad ―comienza, sus ojos azules muy abiertos―. ¿Te gusta Parker? ¿O realmente te gusta Parker?

―¿Hay una diferencia? ―pregunto.

―Sí, y lo sabes.

―Me gusta Parker. Quiero decir, no creo que me guste. A mí sólo, ya sabes, me gusta pasar tiempo con él.

―Sí, pero, ¿crees que podría llegar a gustarte?

―Eso es lo que me asusta tanto ―admito.

―¿Sabes cómo se siente él por ti?

Llevo un mechón de cabello detrás de mi oreja, deseando haber traído una banda elástica. Una cosa menos de qué preocuparme.

―No. No tengo idea.

Ella mordisquea la uña de su pulgar, pensando.

―¿Qué le dijiste a Blake? ―pregunta finalmente.


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―Lo llamé el sábado. Sólo dije que estaba realmente ocupada con cosas de la escuela. Él no preguntó. ¿Crees que él sabe algo? Quiero decir, ¿te ha dicho algo?

Él sacude la cabeza.

―No. No a mí. Pero sin embargo, no esperaría que lo hiciera.

Me apoyo contra mi taquilla cuando la campana de advertencia suena.

―¿Qué voy a hacer? ―lloriqueo―. Esto es una locura. ―Quiero golpear mi cabeza contra la taquilla hasta desmayarme, y luego quiero despertar en un mundo sin esta locura.

―Bueno, me parece que tendrás que tomar una decisión en algún momento.

Llevo mi bolso más arriba en mi hombro.

―Lo sé.

―Odiaría ser tú, sin embargo ―dice Savannah, la voz plana.

―Dímelo a mí. ―Avanzamos por el pasillo―. Pero no puedes contar una palabra de esto a nadie. No hasta que pueda pensar en algo.

―Me lo llevaré a la tumba ―jura.

ZZZ

Lanzo una pequeña bolsa de Sun Chips hacia Parker. Aterriza en la mesa justo frente a él con un “smack” bajo, arrugando el plástico.

―Lo lamento. Estuve algo distraída en el almuerzo ―explico.

―Nadie te pidió que siguieras trayéndome comida. ―Aun así, se estira y la toma.


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La biblioteca está vacía hoy, todo el cuarto es nuestro. Está en silencio. El olor a libros mohosos llena el aire, un olor conocido últimamente, uno que inmediatamente asocio con Parker.

―Eso no hace que dejes de tomarla ―señalo, sentándome en la silla junto a la suya―. Además, pensé que te gustaban las Sun Chips.

―Me gustan ―responde.

―Son mejores para ti que las papas regulares ―le recuerdo.

―Mi papá no es un gran fan tampoco ―dice―. Le gusta más el chicharrón.

Mi nariz se arruga con desagrado.

―Ew.

―Dímelo a mí.

―Debería dejarte hacer las compras.

―Hago las compras. Pepsi, carne en conserva, pan, frijoles y chicharrón por catorce... cada semana.

―Ew ―repito.

―Algunas veces tengo suerte y tenemos una comida de verdad... como Hot Pockets 6.

―Parker, esa no es comida de verdad.


―Eso es lo que sucede cuando dos solteros viven juntos.

―¿Dos solteros, uh? Recuérdame que me mantenga alejada de tu baño ―murmuro. Sé lo que es vivir con chicos. Antes de mudarnos, Daniel y Phillip y yo compartíamos un baño. No hace falta que diga que no pasó mucho tiempo antes de que se volviera absolutamente repugnante, y eso era con Mamá limpiándolo una o dos veces a la semana.

6 Hot pocket: Hot Pockets son comidas preparadas para microondas, contienen uno o más tipos de queso, carne o verduras. Las produce Nestlé actualmente.


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Quizás sea frustrante tener que usar una llave mecánica para obtener agua, pero al menos mi baño es mío. Es agradable no tener que preocuparme porque Daniel no baje el asiento, o porque Phillip se olvide de levantarlo.

Parker me sonríe, luego toca mi rodilla con la suya.

―Estoy intentando que me tengas lástima. ¿Está funcionando?

―Sí, lo lamento mucho por ti ―digo, poniendo mis ojos en blanco, la voz adornada con sarcasmo. Sí lo lamento por él, de hecho, pero no creo que él aprecie saberlo.

―Bien. Así que, ¿cómo vamos a dividir estos trabajos?

Abro mi bolso y muevo cosas alrededor, buscando mi cuaderno de Inglés y un bolígrafo. Ya puedo sentir mis hombros relajándose, la tensión en mi cuello y espalda desvaneciéndose, músculos enrollados soltándose. Exhalo, dejando salir los demonios que me persiguieron el día entero.

―Bueno, tenemos que hacer un sumario, biografía del autor, análisis de tres personajes, tres temas, y un análisis oral sobre lo que aprendimos ―digo, leyendo nuestra lista de pedidos―. ¿No te alegra tenerme como tu compañera para ayudarte? ―bromeo.

―Por supuesto, porque Dios sabe que no puedo completar un proyecto sin ti ―responde, sus ojos brillando. Brillantes.

―Se serio. ―Me río, mis mejillas entibiándose, apretando mis puños y golpeándolo juguetonamente en el hombro―. Me necesitas.

Un momento después Parker se endereza, mirando hacia la puerta y moviendo su silla hacia atrás.

―¿Qué? ―pregunto.

Se aclara la garganta.

―¿Jaden?

Me congelo ante el sonido de la voz de Blake detrás de mí, sus pasos sonando pesados contra la alfombra mientras se acerca. Mi corazón se salta un latido.

―¿Qué está pasando? Te esperé en el aparcamiento ―dice, señalando con su pulgar hacia la puerta. Hay un tono celoso en su voz.


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―Lo lamento. Yo, um... pensé que tenías práctica ―respondo, la voz temblando. La culpa cociéndose a fuego lento dentro de mí tiene que estar embadurnada en mi rostro, revelando todo lo que Parker y yo hemos hecho juntos desde que comenzamos este proyecto.

Puedo sentir los ojos de Parker evaluándome, Blake frunce el ceño, los ojos cautelosos.

―La temporada terminó, ¿recuerdas?

No, no lo recuerdo, de hecho, pero asiento y estoy de acuerdo, pretendiendo que se fue de mi mente.

―Puedes sentarte si quieres ―digo, forzando una sonrisa que no alcanza a llegar a mis labios―. Estamos tratando de dividir estos trabajos, sabes, para nuestro proyecto de inglés. Casi terminamos. ―Hablo rápidamente, los nervios que bailan en mi estómago afectando mi discurso. Intento respirar, pero casi me ahogo. Parker y yo estamos sentados tan cerca: lado a lado, rodilla contra rodilla. ¿Cómo no noté eso? Pero lo que es más importante: ¿Blake lo notó?

Aclaro la garganta.

―Oh. Parker, este es Blake. Blake, él es Parker. ―Una introducción formal es un buen lugar para comenzar.

―¿Qué tal? ―pregunta Blake fríamente.

―No mucho ―responde Parker.

―Así que, ¿sobre qué decidiste hacer tu proyecto? ―pregunta Blake, sin quitar sus ojos de Parker. Miro a uno y a otro. La tensión en el aire es palpable... o quizás no, y estoy haciendo demasiado problema de todo esto. No estoy muy segura. El mundo entero está torcido, desbalanceado.

―”Ethan Frome” ―responde Parker―. ¿Tú?

―”Rebelión en la Granja” ―dice Blake.

―Buena elección.

―Sí ―coincide―. Como lo leímos en décimo grado, pensamos que sería muy fácil.

Lanzo una mirada hacia Parker. Él levanta una ceja, pero sus labios permanecen cerrados en una línea perfecta.


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Trago con fuerza.

―Así que, um, temas ―digo, enderezándome en mi silla y llevando mi cabello detrás de las orejas, deseando por enésima vez poder atarlo en una cola de caballo y sacarlo de mi rostro de una vez por todas.

―¿Quieres el sumario o la biografía del autor? ―pregunta Parker, volviendo su atención hacia mí. Hay algo en su tono, esta educada frialdad. La reconozco instantáneamente de nuestros primeros encuentros, esa desapegada indiferencia. No es el Parker que he llegado a conocer en las últimas semanas, y no puedo decir que me guste, o que estoy feliz con Blake por hacer que regrese.

―Tomaré cualquiera ―digo. Seco mis palmas húmedas sobre mis jeans, ignorando el espeso nudo en mi estómago.

―¿Qué tal si yo hago el sumario y tú escribes sobre el autor? ―sugiere.

―Suena bien ―coincido sin aire, anotando esto en mi papel―. ¿Quiénes deberían ser nuestros personajes?

―Sólo hay tres personajes importantes: Zeena, Mattie y Ethan. Y no es por presionar, pero quiero a Ethan.

―Está bien ―dice―. ¿Por qué temas nos decidimos?

Por el rabillo del ojo puedo ver a Blake, puedo sentir su mirada de piedra atravesándonos. Inmediatamente me imagino lo peor: Savannah había contado mi secreto, o yo no había sido discreta como originalmente había pensado. Me esfuerzo para mantener mi respiración pareja y mi corazón latiendo a un paso normal. Tan incómodo como puede ser, no puedo dejar que Blake piense que estoy nerviosa. Éste es una simple grupo de estudio... eso es todo.

Miro las notas que tomé durante una de nuestras previas sesiones.

―Me gusta la idea del invierno... y el aislamiento. Quiero decir, sé que era tuya ―agrego rápidamente―, pero como realmente no me gusta... um, el invierno, quiero decir... me parece que puedo relacionarme con Ethan de esa forma.

―No, está bien ―responde―. Puedes tener el invierno. Tomaré algo más de lo que hablamos, como el amor, o los celos o algo.

Frente a mí, Blake resopla. Mi rostro se ruboriza, las orejas me arden.


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―Esos estarían bien ―le aseguro a Parker, trabajando por distraerlo de mi novio, quien aparentemente encuentro todo esto tremendamente divertido. El esfuerzo es inútil.

―¿Hay un problema, Hanson? ―exige saber Parker.

―No, en absoluto ―responde Blake, informalmente poniendo su silla en dos piernas, cruzando sus brazos frente a su pecho.

Oh, Dios. No aquí.

―De acuerdo, porque por un minuto pensé que tenías una broma que se me había escapado o algo.

―No.―Blake pone su silla de nuevo en posición―. Sólo me preguntaba por qué querrías escribir un ensayo acerca del amor.

―Es una parte importante de la historia, Blake ―interrumpo.

―Ese no es un tema de hombres, eso es todo.

―¿Estás queriendo decir algo? ―pregunta Parker, lanzando una mirada amenazante―. Porque si es así dímelo en la cara, imbécil.

La asistente de la biblioteca nos silencia desde su escritorio.

―Una vez más y les pediré que se vayan ―advierte.

―Lo lamento ―le digo. Luego, volviéndome hacia Blake y Parker, mi voz baja―. Chicos, deténganse, ¿de acuerdo? Blake, casi terminamos aquí. Dos minutos.

Blake se pone de pie, con una risita ahogada, empujando su silla hacia atrás.

―Está bien. Estaré en la sección de No Ficción.

Miramos mientras él se pasea hacia el lado opuesto de la biblioteca.

―Tipo agradable ―murmura Parker―. Espero que no se pierda. ―Mueve su mentón hacia los estantes.

―Lo lamento tanto ―susurro, presionando contra el rabillo de los ojos, con dolor en las sienes―. No sé qué le sucede.

―Tengo una teoría o dos ―responde, mirándome con atención.


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Tiene razón, y es estúpido de nuestra parte sentarnos aquí pretendiendo que Blake no está molesto por el hecho de que Parker Whalen y yo pasamos tiempo juntos fuera de la escuela. Y eso es sólo la mitad.

―Lo sé.

Él exhala, su rostro suavizándose, los ojos perdiendo su duro filo.

―De cualquier forma, está bien. No quiero mantenerte aquí. ¿Te parecen bien nuestros temas?

Mordisqueo mi labio inferior, asintiendo.

―Sí, quiero decir, si algo cambia te lo haré saber. ―Meto a la fuerza mi cuaderno dentro del bolso y lo lanzo sobre mi hombro al ponerme de pie.

Un momento después Parker se acerca, inclinándose hacia mí. Puedo sentir el calor manando en olas de su cuerpo, su mejilla junto a la mía, casi tocándose. Inhalo una tibia brisa marina, una mezcla de agua salada y especias y pino que puede ser llamada irresistible. Apenas lo oigo cuando habla.

―Si voy a la ventana de tu tercer piso esta noche, ¿me dejarás entrar? ―susurra suavemente contra mi oreja, apenas un murmullo. Un temblor de electricidad corre por mi columna. No estoy segura de entender lo que está diciendo. Lo que quiere decir.

―¿Qué?

―Dijiste que puedes llegar a tu tercer piso trepando por el roble hasta el techo del segundo piso, ¿verdad?

―Sí, pero...

―Así que si golpeo la ventana del ático esta noche, ¿me dejarás entrar?

Me alejo de él y miro las profundidades de sus ojos oscuros, atrapada en la nada infinita, en su todo, sabiendo que lo que estoy a punto de decir es tan, tan completamente irresponsable, pero incapaz de resistir a la vez.

―Sí ―respondo quedamente.

―¿A qué hora?

―Tendría que ser tarde ―susurro, mirando hacia la bibliotecaria trabajando en el escritorio de entrada, como si pudiera escucharnos si no fuéramos


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cuidadosos―. Medianoche, inclusive. Y no puedes aparcar tu motocicleta en la casa. Tendrás que caminar.

―Está bien. Lo haré.

Estudio su rostro por un momento: las pecas y sus labios y sus pómulos y su cabello, por el cual quería pasar mis dedos en ese momento, sintiéndolo.

―¿Por qué estás haciendo esto? ―pregunto, categórica.

―Porque... no sé. Quiero pasar más tiempo contigo... fuera de la escuela, y de este proyecto, y... ―Mira hacia los estantes de No Ficción y luego de nuevo a mí, sus ojos perforando los míos―. Otra gente.

Un escalofrío tiembla por mi piel.

―Podría meterme en tantos problemas ―digo casi en silencio.

Él sonríe fácilmente, esa sonrisa Parker torcida, tan propia de él, y me derrito.

―No te meterás en problemas ―promete―. Lo juro . ―Dibuja una X en su pecho con su dedo.

―Nadie ha jurado así desde cuarto grado ―digo, poniendo los ojos en blanco, siendo sin embargo incapaz que no sonreír.

―¿Quieres un juramento de sangre? ¿Una ampolla de mi propio ADN para llevar alrededor de tu cuello? ―pregunta.

Suelto una pequeña risita, las mejillas ardiendo.

―Mejor me voy ―dice Parker, alejándose, poniendo más distancia entre nosotros―. No quiero hacer esperar al Sr. Perfecto.

Doy un respingo ante el sonido del sobrenombre. Porque, ¿por qué siquiera accedería a hacer esto, a meter a Parker en mi casa por la noche, si todo es tan perfecto? No tiene ningún sentido.

Miro hacia la puerta.

―Supongo que, um, te veré más tarde.

Me vuelvo sobre los talones y me dirijo hacia No Ficción, donde Blake está examinando con detenimiento un volumen sobre los mejores ensayos en Estados Unidos.


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―¿Todo hecho? ―pregunta, lanzando el libro sobre la mesa junto a él.

―Sí ―exhalo―. Todo hecho.


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Traducido por Vannia


i cabeza da vueltas y estoy a punto de vomitar lo poco que conseguí comer en la cena. Un rastro de pánico retumba en mi estómago. Mi habitación esta helada—me estremezco—pero estoy sudando, y mi corazón golpetea fuertemente, latiendo en mis oídos, sólo sé que

eso va a despertar a mis padres.

—No hay nada que no pueda manejar —susurro.

La habitación de mis padres está abajo, en el lado opuesto de la casa. Las probabilidades de que nos escuchen son escasas. Tengo bastante porquería de Philip para chantajearlo de que guarde silencio. Daniel, sin embargo, es una historia totalmente diferente. Sólo puedo esperar que, si él nos escuchara, Sarah pueda hacerlo entrar en razón antes de que cometa un homicidio.

Echo un vistazo a mi reloj despertador por enésima vez, observando cómo el brillo rojo de los dígitos cambia de las once con cincuenta y uno, a las once con cincuenta y dos. Tomo una profunda inhalación, arrastrándome fuera de la cama. Camino de puntitas a través de la habitación, evitando cualquier área blanda—lugares que sé que harán un crujido—y abro silenciosamente la puerta.

M


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Todo está como esperaba, las luces están apagadas en el piso de abajo y en todas las habitaciones de arriba, el cuarto de Sarah y Daniel está cerrado, y puedo escuchar el ronquido sordo de Philip al final del pasillo.

Suelto un rápido suspiro de alivio, luego cierro y le pongo seguro a la puerta. Esto no es un hábito mío, pero en caso de emergencia ayudará para que nadie pueda irrumpir en mi habitación sin previo aviso, especialmente si no estoy aquí para encontrarme con ellos.

Tomo el edredón de mi cama, arrastrándolo mientras me deslizo dentro el armario. Levanto mi brazo y lo muevo alrededor, buscando la cadena de la bombilla de luz. Al siguiente instante todo se ilumina; mi ropa, mis zapatos, cajas con cosas del verano: camisetas de tirantes, trajes de baño y sandalias, y el conjunto de escaleras al fondo de mi armario que conducen al tercer piso. Entrecierro los ojos por un momento, parpadeando por el brillo.

Cruzo mi armario cuidadosamente y subo por los escalones, uno a uno, caminando tan lentamente como me es posible. El ático está oscuro y helado, y el aire frío quema en mis dedos y mi nariz. Hago una pausa, permitiendo que mis ojos se ajusten a la oscuridad. Cuando finalmente puedo distinguir varias de las cajas, juguetes y muebles antiguos, subo ese paso definitivo y, respirando profundamente, me deslizo a través de la habitación.

Me asomo por la ventana manchada de suciedad. Las farolas iluminan algunos tramos de la calle, pero la parte trasera de la casa permanece envuelta en sombras. Busco señales de Parker—su pantalón de mezclilla oscuros y su chaqueta de cuero—escondido en la noche.

Aspiro y contengo la respiración por un momento, escuchando el golpeteo de mi corazón en mi pecho—pausado—un latido suspendido tras otro. Me siento en mi puf, con la espuma de polietileno en el interior crujiendo bajo de mí, y espero.

Y entonces me doy cuenta: Parker podría no hacerlo. Algo podría haber surgido. Tal vez cambió de opinión; no quiera verme después de todo. Tal vez consideró las verdaderas posibilidades de que seríamos crucificados si alguien nos encontrara.

Pero incluso con las dudas corriendo por mis venas, no puedo imaginar a Parker echándose para atrás conmigo. Él es muchas cosas, pero ser renuente no es una de ellas. Mantengo mis sentidos atentos, para ver si escucho el sonido de su motocicleta, de ramas crujiendo, de pasos en mi techo.


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No escucho nada hasta un: rap, rap, rap, el golpecito más leve, tan silencioso que por un momento creo que lo imaginé. Pero luego levanto la vista, y diviso los rasgos de Parker justo al otro lado del cristal. Siento que mis emociones se elevan, mi pulso se acelera. Me muevo hacia la ventana, le quito el seguro, y lucho por levantarla. Hace un ruidito audible, crujiendo cuando se destraba del cierre hermético. Dejo de respirar y escucho, conteniendo el aire en mis pulmones, no me muevo hasta que estoy segura de que nadie se mueve en el piso de abajo. La ventana se levanta fácilmente. Parker me pasa sus botas oscuras. Las sostengo, luego doy un paso atrás cuando él entra, trayendo una ráfaga de aire frío con él.

—Ni siquiera te escuché —susurro.

—Es porque soy sigiloso —responde mientras baja el marco de la ventana—. ¿Todo está bien?

—Todos están dormidos —le aseguro. Una oleada de alivio me inunda. Seguramente él conseguiría salir sin que nadie lo vea, si pasaba. Con él estando aquí —conmigo— puede funcionar. Sonrío, los dientes castañeando, con una especie de felicidad al verlo: sus manos pálidas, su rostro y su nariz rosa por el frío.

—Y… ¿de qué se trata esto? —pregunto, curiosa.

—¿De qué se trata? —repite, soplando en sus manos ahuecadas, calentando sus dedos—. Pensé que te gustaría pasar tiempo conmigo.

Por un momento pienso que lo he ofendido.

—S-Sí… —balbuceo, pasando mi cabello detrás de mi oído—. Es sólo que esto es… imprevisto. Tú. Entrando a escondidas. En la oscuridad.

Parker se hunde en el suelo, apoyándose contra los tablones de madera debajo de la ventana. Me siento en el puf, envolviendo el edredón firmemente alrededor de mis hombros. El aire es denso y helado. Con tan poco aislamiento en la habitación, bien podríamos estar sentados afuera. Afuera podría ser más seguro. No sé.

Lo observo por un momento. Nuestros ojos se traban.

—Es simplemente que no te puedo entender —confieso.

—¿Qué tienes que entender? —pregunta, estudiándome cuidadosamente.


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—No lo sé —respondo. En un mes, él pasó de ser antisocial a… amigable. Mi amigo, incluso. Es muy extraño.

Se incorpora.

—Si te sientes incómoda, o quieres que me vaya, me iré. Pero como yo lo veo, la vida es corta. El tiempo se está escapando lo queramos admitir o no, y no voy a perder ni un segundo. Tuve una idea… que tal vez quería verte, y la llevé a cabo. Si no lo hubiera hecho, me habría quedado toda la noche deseando haber dicho algo, y pateándome a mí mismo por no tomar la oportunidad. Odio arrepentirme. Además —continúa después de un momento en silencio—. Necesitas más emoción, ¿recuerdas? Considera esto una experiencia educativa.

—¿Una experiencia educativa? —repito, sin comprender.

—Sí. El arte de vivir.

Me río en voz baja, abrazándome a mí misma para mantener el calor.

—Gracias. Lo agradezco.

—No puedes decirme que esto no es estimulante —dice, con los ojos brillando.

Aspiro una fría respiración. Es estimulante… en más de un sentido.

—Es lo más arriesgado que he hecho —le digo—. En toda mi vida.

—Salir conmigo en mi moto la otra noche fue bastante arriesgado.

Me sonrojo al recordarlo.

—Sí, bueno, estás en ático en medio de la noche. Esto está por encima de eso.

Sonríe, mirándome por debajo de sus pestañas, con los ojos entrecerrados.

—Vaya, Jade. Realmente estás destrozando el estereotipo entero de “chica buena”, ¿no? Apuesto a que si me presentara en la escuela mañana diciendo que te montaste en mi moto y yo me metí a escondidas a tu casa nadie me creería.

—Será mejor que no lo hagas —le advierto.

—¿Por qué? Me lo agradecerías.


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¿Agradecerle por estropear todo por lo que he trabajado tan arduamente por construir? ¿Por destruir mi reputación por dos noches que podrían terminar siendo errores?

—No. No lo haría.

—Apuesto a que nunca invitaste a Hanson después de que tus padres se fueran a dormir —continúa—. Estás dejando que mi degeneración te corrompa.

—Tú no eres malo.

—¿En serio?

—En serio. Es una fachada. Es lo que la gente quiere creer así que tú vas con ello, porque si ellos realmente conocieran quién eres la vida no sería tan emocionante.

Parker se ríe en voz baja, agachando la cabeza, pero no dice si estoy bien o mal de alguna manera.

—Y —continúo—, ¿acostumbras a ir a escondidas por ahí en el pueblo después de media noche? Me refiero a que… ¿qué estarías haciendo justo ahora si no estuvieras aquí?


—Salgo de vez en cuando… cuando no puedo dormir o algo, pero normalmente estoy en casa.

—¿Qué haces en casa?

—Estudio. Leo. Escucho a mi papá discutirle a los árbitros por hacer amonestaciones patéticas.

—Suena emocionante —murmuro.

—Sí, chicharrones, baloncesto, y licor… Pero eso es bueno porque mientras más bebe más rápido pierde el conocimiento, y al final logro tener algo de paz y tranquilidad. —Sonríe. Como si esto fuera divertido.

—¿Es por eso que quieres irte? —pregunto.

Hace un pausa por un momento, pensando.


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—En parte. La verdad es que nosotros simplemente no nos llevamos bien. Nunca lo hicimos. Él es feliz haciendo un trabajo con salario mínimo en un empleo de salario mínimo, si es que al menos va a trabajar. Yo soy mejor que eso.

—Verás, eso es bastante condescendiente. Porque si no recuerdo mal, tú eres el de las calificaciones estelares que está renunciando a una educación universitaria —le recuerdo.

—Touché.

—Hablo en serio, Parker —continúo—. Si quieres hacer una diferencia… para ser diferente, entonces deberías ir a la universidad. ¿Qué pasa si al final terminas justo como él?

—Primero que nada: no soy nada parecido a mi padre. Segundo: hay muchos buenos puestos de trabajo para alguien sin un título universitario. Todavía se puede ser un buen trabajador sin un pedazo de papel.

Me recuesto, el puf cruje debajo de mí mientras me muevo, y cruzo mis brazos a través de mi pecho. No puedo creer que casi estemos peleando… otra vez.

—Sí, bueno, algún día mirarás hacia atrás y recordarás a esa chica que una vez conociste en la preparatoria y que pensaba que te merecías algo mejor que eso.

—Ya lo veremos —responde, con una sonrisa socarrona—. Señorita Harvard.

—Cierra la boca. —Lo pateo en la rodilla con el pie, en broma. Coqueteando.

La habitación cruje, asentándose; una ráfaga de viento empuja contra la casa. Ruge alrededor de nosotros, encerrándonos. Nos vemos el uno al otro, escuchando. Conteniendo la respiración. Toma unos momentos antes de que la brisa pase, antes de que mis hombros caigan y se relajen.

—Supongo que eso significa que no has tenido noticias de ellos todavía —dice finalmente, su voz tranquila.

—No. Pero he sido aceptada en cada escuela para la que he aplicado, así que supongo que eso debería hacerme sentir mejor.

—No, no en realidad.

Suspiro, estudiando mis cutículas, empujándolas con una uña.


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—Bueno. Porque no me hace sentir mejor. Las otras escuelas… bueno, están bien… pero no son las que quiero —murmuro.

—¿Por qué Harvard? —pregunta.

—No lo sé. Porque… es la mejor de las mejores. Es su reputación.

—¿Así que estás eligiendo una escuela basándote en su reputación? ¿Es eso? ¿No consideraste otros factores?

¿Quién es él para dar consejos sobre la universidad? Le lanzo una mirada asesina.

—Por supuesto que consideré otros factores. Los académicos. La vida estudiantil. Las posibles conexiones. El hecho de que es la mejor escuela del país.

Él sonríe, sombras atravesando su rostro.

—Sigues con lo mismo.

—La verdad es que siempre he querido ir ahí. Hasta dónde puedo recordar, al menos. Es Harvard o nada.

—No puedes decir eso —afirma.

—¿Por qué no?

—Porque si por alguna razón no entras, entonces perderás la universidad, y terminarás haciendo un trabajo con salario mínimo en un empleo de salario mínimo.

—Aún así puedo ser una buena trabajadora sin un pedazo de papel —lanzo en respuesta.

Una amplia sonrisa se extiende por su cara.

—Eres todo un caso, ¿sabes?

—Sí, bueno, hay muchas cosas que no sabes de mí.

—Me estoy dando cuenta de eso —concuerda, asintiendo.

Paso mis dedos a través de mi cabello, envolviendo un mechón alrededor de mi dedo, enrollándolo, examinando las puntas. Cuando lo vuelvo a mirar, Parker


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está todavía observándome, sus ojos son cálidos y serios a la vez. ¿Qué está pensando?

—Dime algo —susurro, dejando caer mi cabello.

—¿Qué?

Dime lo que estás pensando.

—No lo sé. Cualquier cosa. Dime algo verdadero. Algo que yo no sepa.

—¿Sobre qué?

Nosotros. Yo. Lo que sea que estemos haciendo. Sacudo mi cabeza.

—No importa. Sobre ti.

Lo observo mientras inhala y exhala. Pensando. Debatiéndose.

—Estoy enojado con mi mamá por sacarme a patadas de la casa.

Me habla de ella. Cómo es que se separaron. Cómo es que él nunca tuvo nada al crecer. Cómo es que ella pasaba de un novio a otro, pensando que ellos tenían las respuestas, que tenían alguna llave secreta para su felicidad. Sobre lo terrible que fue volver a casa después de que ella se volvió a casar. Lo mucho que odió al primer tipo que le ofreció hierba. Que dejó de fumar (de todo) de golpe. De cómo se sintió cuando fue arrestado; como si fuera la más idiota que alguna vez hubiera existido. De lo que se siente ser hijo único. Y cómo, más que cualquier otra cosa, no puede esperar para irse definitivamente. Para finalmente dejar todo atrás.

Se detiene allí, negándose a seguir adelante.

—Tu turno —dice.

Arrugo la nariz.

—¿Mi turno?

—Sí. Es lo justo, ¿no?

—De acuerdo. ¿Qué quieres saber? —Me incorporo, enderezándome.

—Lo mismo. Algo verdadero. Algo que nadie más sepa.


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Tengo que pensar por un momento. Algo que nadie más sepa. Eso implica que estoy ocultando algo. No tengo nada que ocultar. Excepto a Parker, tal vez. Pero entonces…

—Yo, uhm, no sé bien cómo relacionarme con mi papá —digo, tragando saliva—. Él está ocupado. Todo el tiempo. No me presta mucha atención, ni hace cosas que a mí me gustaría que hiciera. Cosas que necesito que haga. Como arreglar mi grifo.

Parker no me interrumpe o finaliza lo que estoy tratando de decir. Simplemente observa—escuchando—con sus ojos fijos en mí. Así que continúo. Le digo lo que es crecer como la hermana menor de dos hermanos, que me siento más conectada a Daniel que a nadie más de la familia, y que lo que más me asusta es el fracaso: no vivir a la altura de las expectativas de los demás.

—Pero eso ni siquiera tiene lógica —dice él—. Me refiero a que si eso es verdad, entonces la realidad es que estás destinada a fracasar porque no puedes complacer a todo el mundo.

—Lo sé. Es sólo que es como si todos estuvieran anticipando que yo voy a ir y hacer algo increíble, para salvar al mundo, o lo que sea —respondo—. Ellos lo esperan.

—Es por eso que necesitas centrarte más en Jaden y menos en lo que los demás quieren que Jaden sea. Necesitas relajarte. ¿Cuándo fue la última vez que saliste a cometer alguna locura, por ti?

—El sábado… y ahora esta noche —le recuerdo. Al saltar en la parte trasera de una motocicleta con un chico que apenas conozco. Al meterlo a escondidas en mi ático del tercer piso. Al sentir… algo por él, aunque no pueda averiguar qué.

—Sí, bueno, ha sido un largo tiempo. No puedes dejar que las opiniones de otras personas estorben en el camino de lo que tú quieres ser.

—Ya lo sé, pero en muchos sentidos es por mi propia culpa. Sus expectativas son altas porque yo las hice así. Todos están ahí sentados, esperando a que yo me convierta… no sé… en Jaden McEntyre, con Doctorado en Medicina.

—¿A quién le importa? Tú no vives para ellos.

—Lo sé… pero…


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—Tienes un “pero” para todo, ¿sabes qué? —Se detiene, haciendo una pausa, frunciendo el ceño mientras considera… algo más—. Espera un minuto. ¿Qué estás diciendo? Que quieres ir a la escuela de medicina, ¿cierto? —pregunta

Abro la boca para contestar, luego la cierro. Y entonces me doy cuenta: ¿Quiero ir a la escuela de medicina? ¿Alguien me preguntó al menos si eso es lo que realmente quiero hacer? Cierro los ojos por un momento, presionando mis dedos pulgar e índice en el puente de mi nariz. ¿Por qué él preguntaría eso si no tuviera una razón para pensar que eso no es lo que realmente quiero? ¿Es eso lo que quiero? ¿Estoy lista al menos para tomar ese tipo de decisión?

Él se inclina hacia adelante, susurrando:

—Jade.

—¿Qué? —murmuro.

Parker quita mi mano de mi cara, envolviendo sus dedos fuertemente alrededor de los míos. Acerca mi mano a sus labios, y puedo sentir su aliento cálido, la sombra áspera de su barbilla por no afeitarse. Mis ojos se abren de pronto, mi estomago da un vuelvo.

—Por favor dime que tú quieres ser doctora, y que no es algo que alguien te dijo que deberías hacer y que sonó como una buena idea en ese momento.

Trago saliva, escondiendo mis emociones en lo profundo, con el corazón golpeteando contra mis costillas.

—No. Bueno, la facultad de medicina es el más grande desafío, ¿no? Quiero ver si puedo hacerlo.

—Esto no es acerca de un desafío —dice, con un destello de ira en sus ojos—. Es sobre tratar de encontrar lo que te gusta hacer: haciendo algo que te haga feliz.

—Ayudar a las personas me hace feliz —respondo, desafiante, alejando mi mano de su agarre.

—Si eso no funcionara… —Se detiene.

¿Si eso no funcionara? Me encojo de hombros.

—No sé. ¿Pero no es ése el punto? ¿Ir a la escuela y averiguar lo que quieres hacer?


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—Sí, teniendo en cuenta que es tu decisión y de nadie más.

—Todo lo hago de mis propias decisiones, gracias —digo.

—Ok, entonces. Déjame parafrasear eso: teniendo en cuenta que tus decisiones no deberían ser influenciadas por otras personas.

Escúchalo tomando el camino de la buena moral, como si él tuviera todas las respuestas. Él ni siquiera iba ir a la universidad.

—Deberías tomar tu propio consejo —espeto, con latente furia, burbujeando en mi interior.

Una sonrisa se asoma en el borde de sus labios.

—Realmente vas a comenzar de nuevo.

—Tú comenzaste.

—Sí, bueno, lo amigos no dejan que sus amigos se arruinen a sí mismos por insistir en lo que los demás piensan.

Levanto una ceja, sorprendida por esta confesión, diminutos brotes de esperanza florecen, disolviendo mi ira por completo.

—Entonces… ¿estás diciendo que somos amigos? —pregunto, cautelosa.

Él hace una pausa un instante. Luego otra.

—Eso creo. ¿Tú no?

Una sonrisa tira de las comisuras de mi boca, con mis labios hormigueando. Parker Whalen es mi amigo.

—Sólo me estoy asegurando de que estamos en la misma página, eso es todo.


—En ese caso —continúo—, los amigos no dejan que sus amigos se arruinen a sí mismos por no pensar en su futuro en absoluto. Así que no esperes que olvide todo eso sobre la universidad. Como tu amiga tengo permiso para fastidiarte al respecto. Sacar el tema. Hacer que te rindas.

—Entonces esto es una relación abusiva —confirma.

Me río suavemente, incapaz de mirarlo a los ojos.


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—Esto es una amiga… preocupándose por su amigo.

ZZZ

Sin mi teléfono o un reloj, no hay posibilidad de que ninguno de nosotros sepa cuánto tiempo ha pasado, pero en los rincones más distantes de mi subconsciente sé que las primeras horas de la mañana han acelerado su paso, dejándonos suspendidos. Incluso cuando la conversación comienza a decaer y estoy ahogando bostezos, me desilusiona escuchar a Parker decir que se tiene que ir. Porque una parte de mí no quiere que se vaya. Tan exhausta como estoy, me gustaría renunciar al sueño por completo con tal de estar el resto de la noche hablando—simplemente estando con él—sobre algo que nunca he sentido por nadie. Nunca.

—Supongo que sería algún tipo de obviedad si ambos nos presentamos en la escuela medio dormidos —razono.

—Y no creo que el Sr. Perfecto apreciaría los rumores acerca de tus aventuras nocturnas en el tercer piso —bromea Parker.

Arrugo la frente, con el ceño fruncido.

—Es por eso que esto no saldrá de esta habitación.

—Él no va a saberlo por mí, así que no te preocupes —me asegura. Levanta su dedo índice y traza una X sobre su pecho.

Sonrío, poniéndome de pie con cuidado, mis articulaciones están rígidas y completamente fatigadas.

—Fue divertido —admito. Y tan pronto como lo digo, me doy cuenta de que es verdad. Fue divertido. Divertido, aterrador, extraño, surrealista e increíble, todo al mismo tiempo.

—Deberíamos hacerlo de nuevo alguna vez.


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Por un momento nos quedamos ahí, sin movernos. Me duele verlo, pero no puedo apartar mis ojos. No puedo tener suficiente de él. Trago fuerte. No sé cómo terminará esto… ni siquiera sé si quiero que termine. Me muerdo el labio inferior, masticándolo, consciente de mí misma. Él se acerca. La luz de la ventana cae sobre su rostro, destacando sus facciones. La línea de su fuerte mandíbula. Sus ojos oscuros. Siento una inexplicable urgencia de acercarme a él, y me pregunto qué está pensando él detrás de esos hipnóticos ojos. Si se está sintiendo de la misma manera que yo: que, si se inclinara, sólo un poco más, podría besarlo.

—Te veré mañana —susurra finalmente, sus ojos fijos en los míos—. Bueno, hoy más tarde, supongo —aclara.

Lucho por ocultar mi decepción.

—De acuerdo.

Se aparta, moviéndose lentamente hacia la ventana, levantándola. Una corriente de aire ártico sopla al interior.

Y cuando él me sonríe sólo sé que cuando ponga mi cabeza en la almohada en unos momentos más, será la última cosa que veré antes de cerrar mis ojos, y será lo primero que recordaré al despertarme.

Me envuelvo en el edredón más fuertemente mientras él sale, tratando de evitar que el calor de mi cuerpo se escape, incluso mientras la piel de gallina sube por la superficie de mi piel. Me estremezco, observando cuando él baja al tejado del segundo piso, desapareciendo al otro lado de la casa. Cierro y le pongo seguro a la ventana, luego me asomo a la calle para un último vistazo.

Él reaparece brevemente bajo una farola—con las manos hundidas en sus bolsillos, con el vaho de su respiración mezclándose con el gélido aire—antes de desaparecer en las sombras.


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Traducido por Adrammelek


stoy respondiendo el mensaje de texto de Blake por la mañana, bostezando, cuando…

—Buenos días, sunshine7 —una voz baja susurra en mi oído.

Una serie de hormigueos me corren de arriba hacia debajo de mi espina dorsal. Cierro mi teléfono, olvidando pulsar enviar, recordándolo un momento demasiado tarde.

—No gracias a ti —le digo en voz baja, para que nadie lo escuche, Cojo mi libro de cálculo—. Cuando finalmente llegué a la cama —continué—, eran como, las tres y media de la mañana. Mi despertador suena a las seis y media. Lo que significa que si me quedé dormida de inmediato, estoy con tres horas de sueño. Y voy a ser honesta contigo, no me dormí rápidamente.

Parker se inclina en la taquilla junto a mí, se ajusta la mochila al hombro y a continuación se pasa los dedos por el pelo.

7 Sunshine: Es una expresión cariñosa equivalente a mi sol o dulzura.

E


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—Sí, bueno, tú no tienes diez minutos a pie o veinte minutos en coche hasta tu casa —dice con una voz apenas más que un susurro—. Estoy con dos horas. Si me dormí de inmediato. —Huellas oscuras permanecen por debajo de las pestañas inferiores, añadidas a su perpetuo manto de misterio. Por lo menos tengo el lujo del corrector para ocultar las escapadas de media noche.

—Deberíamos habernos quedado despiertos —medito.

El sonríe con ironía.

—Escandaloso.

Me doy cuenta, mientras que levanto el bolso encima de mi hombro, que las pocas personas que nos rodean están mirando, no tan sutilmente. ¿El grupo de chicas al final del camino? Estirando el cuello en nuestra dirección. ¿La pareja caminando por los pasillos con las manos en los bolsillos traseros del otro? Disminuyendo considerablemente la velocidad a medida que pasan, girando la cabeza para mantener sus ojos en nosotros. Hay otros, también. Embobados. Susurrando. Rostros ansiosos de curiosidad. Es como una noticia de última hora enorme, irrelevante en mi opinión, que no vale la pena difundir: Parker Whalen está hablando con Jaden McEntyre en el pasillo. Gran asunto. Al parecer, soy la única que se siente así.

Aspiro, ignorando la mirada de los otros.

—Lo siento por todos a mi alrededor, porque a la hora del almuerzo…se acabó. Voy a ser una perra total.

Parker se ríe de eso.

—Lo dudo.

—No lo hagas —le digo en serio.

—No hay manera de que Jaden McEntyre se transforme en una perra en público. Eso no va a suceder.

—Créelo, porque ocurrirá.

—No en público. Lo más probable es que vayas a tu casa y grites en tu almohada o enloquezcas frente al espejo, pero no perderás la calma delante de toda esta gente, incluso si has estado muy cerca.



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—Odio que pienses que me conoces —me quejo, tocando el blasón de la universidad de Harvard antes de cerrar la puerta de mi taquilla.

—Sí, bueno, dame una advertencia razonable si de verdad planeas enloquecer contra alguien, porque pagaría por verlo.

—Si tienes suerte estarás en el extremo receptor —le amenazo—. Oh, eso me recuerda. Aquí, toma. —Le extiendo mi bolso, sin pensar. Parker se queda mirando el pequeño número negro por un momento—. Es sólo por un segundo, le aseguro. Poco a poco extiende su mano hacia mí y lo toma. Deslizo la mochila por mi hombro y la abro. Me lleva algo de tiempo rebuscar, pero finalmente encuentro lo que estoy buscando. Tomo mi bolso nuevamente, cambiándolo por una bolsa de papel marrón.

Me mira con desconfianza, a continuación, lo abre y mira dentro.

—¿Qué es esto? —pregunta.

—El almuerzo —le digo, mostrando el hecho.

—¿Así que estamos más allá de la soda y papas fritas?

—Sun Chips—hay una diferencia—y sí, empaqué todo lo mismo para ti y para mí.

—No puedo creer que ahora me estés trayendo la comida —murmura, sin expresión alguna.

—¿Prefieres comer piel de cerdo y beanies weenies8? —pregunto—. Dios, Parker, no es de extrañar que no traigas comida a la escuela. Y lo siento, pero estoy oficialmente en contra de las gaseosas. En primer lugar son malas para ti, y en segundo, Phillip estaba enojado la otra noche ya que siguen desapareciendo. Pero lo más importante es que son malas para ti.

—En primer lugar, no te dije acerca de la piel de cerdo para que sintieras lástima por mí. Y en segundo lugar…tenías razón. Realmente estás siendo media perra.

Cierro los ojos y froto las esquinas inferiores con mis dedos índices. Llenos de sueño, secos y pesados.

—Te dije que si no tenías cuidado… Te lo juro…la privación de sueño pone en manifiesto lo peor de mí. 8 Beanies weenies: Es un alimento a base de porotos y salchicha.


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—Sabes —dice, mirando dentro de la bolsa—. Está bien. Debido a que el queso y jamón son mis favoritos… ¿y una manzana? Es como, el almuerzo de campeones.

Sofoco otro bostezo.

—No hay mucho mejor que eso, ¿verdad?

—Sólo si estuvieras comiendo conmigo —dice.

Lo miro, sin estar convencida, pero está serio. ¿Me está pidiendo que pase el descanso del almuerzo con él? Se me escapa una sonrisa nerviosa.

—Me encantaría, excepto que tuve tantas críticas la última vez, que si lo hago nuevamente me veré obligada en algún tipo de intervención. ¿Por qué no comes conmigo? —Rozo la manga de su chaqueta con las puntas de mis dedos; el rasgado, y desgastado cuero se siente suave contra mi piel. Las zonas más desgastadas muestran manchas de color gris, pero la chaqueta en sí se ve cálida y confortable y tentadora, y me pregunto cómo se sentiría sobre mis hombros—. Vamos, te presentaré a Savannah y Ashley… son geniales.

La campana de aviso suena alto, su timbre estridente hace eco por los pasillos, rebotando en los bloques de cemento, viajando. Salto, instintivamente retirando mi mano. Recordando donde estoy. A quien estoy tocando. Caminamos por el pasillo, en dirección a inglés, mis oídos todavía resuenan, humillada por haber sido llamada.

—Dudo que eso vaya bien.

Me toma un momento para darme cuenta de lo que está diciendo.

—Oh —murmuro, tratando de controlar mi decepción mientras que maniobramos a través de la multitud.

—Lo dices por Blake.

—No creo que fuera a apreciar mucho que estuviera ahí.

Suspiro.

—Probablemente no.

—Pero si cambias de opinión ya sabes dónde encontrarme.


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Seguimos caminando en silencio, dejando que la charla del pasillo llene el espacio entre nosotros. No tomo en cuenta la expresión de sorpresa ocasional a medida que pasamos, mantengo mis ojos al frente, centrada.

—Entonces —le digo, cerca de la puerta del aula de la Sra. Tugwell—, ¿Cuánto tiempo crees que nos tomara quedarnos dormidos en esta clase?

—Depende de cuán caliente está el ambiente. —Él toma la perilla de la puerta—. Vamos a por lo menos tratar de permanecer despiertos el tiempo suficiente para que ella tome asistencia. Nos quiere presentes —continúa, tirando de la puerta y dejándome pasar—, nunca dijo nada de ser coherentes.

ZZZ

A raíz de esto, experimento lo que probablemente es el día más largo de toda mi vida. No nos quedamos dormidos en inglés, pero a medida que avanza el día, la falta de descanso me alcanza. Entro y salgo de la zona de la conciencia, sabiendo que las notas que estoy tomando en clase serán ininteligibles cuando las mire más tarde. Mantengo la cabeza baja y apoyada en mi mano, desapareciendo detrás de la persona frente a mí, ocultándome (algo ineficaz) de mis maestros.

Lo que es peor, mis pensamientos se deslizaban, a la deriva, a la noche anterior, migrando hacia Parker. Tiene razón: juego a lo seguro y soy aburrida. Soy tipo los libros de textos A: Ivy League, de pre-medicina, atendiendo cada causa conocida por el hombre, desde alimentar a los gatos callejeros, a llenar cajas de zapatos para los niños necesitados, pasando por todos los océanos. Activa en la Asociación del Gobierno Estudiantil. Siempre voluntaria para hornear galletas, o decorar el baile de bienvenida. La primera en llegar y la última persona en retirarse. La única estudiante con la que cada profesor puede contar para hacer la lectura opcional y las preguntas de la práctica.

¿Por qué, de repente, se siente como que falta algo? Algo que no me di cuenta de que faltaba. Parker tiene razón. Es como si tuviera toda la educación, pero no la experiencia. Tengo una vida, pero no la estoy viviendo. No hay emoción, no hay nada impredecible en mi vida, y las decisiones que he tomado.


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Hasta que llegó él.

Cuando llego al almuerzo, una increíble oleada de culpabilidad se apodera de mí. No sólo porque permito que un chico que apenas conozco se acerque sigilosamente a mi ático en el tercer piso después de que todo el mundo estuviera dormido, sino porque me gustó… y lo volvería hacer si supiera que no había manera de que pudiera meterme en problemas. Aquí estoy, sentada al lado de mi lindo e increíblemente dulce novio (además sobre-protector y celoso) que siempre me pone en primer lugar, sabiendo que pasé uno de los momentos más increíbles de mi vida con otro chico. Y luego, ¿no ser capaz de de decirle nada a Savannah ni a Ashley? Hace unas semanas era abierta y honesta, y ahora una de las partes más importantes de mí está encerrada, enclaustrada. Tengo secretos.

—Dios, Jaden, te ves horrible —dice Savannah.

Dejo a mi mejor amiga emplear la honestidad brutal para probar un punto.

—Gracias —murmuro, abriendo la bolsa de almuerzo y sacando mi sándwich. Echo un vistazo por la ventana…sólo para ver si Parker está allí…y comiendo. Lo está. Un rápido aumento de placer me calienta de pies a cabeza.

—Jaden —dice Savannah. Ella mueve su mano de atrás hacia delante para llamar mi atención—. Tierra a Jaden.

Vuelvo a la realidad. Ella me lanza una mirada, una mirada extraña, una sutil advertencia. Estoy mirando, y es obvio. O tal vez estoy leyendo demasiado en ello; el mundo, al parecer, se está convirtiendo en algo mucho más difícil de interpretar. Sesgado, en parte, por el dilema masivo que es Parker Whalen.


—¿Sí?

—¿Qué te pasa hoy? Te ves cansada…o enferma o algo así.

—Lo estoy —le digo—. Quiero decir…No estoy enferma, pero estoy cansada. No dormí bien anoche. Di vueltas… —Ni siquiera pude terminar la frase. Eres una mentirosa, canturrea un pequeña voz. Al igual que mi conciencia, no está ya en marcha.

—No te estás preocupando por Harvard, ¿verdad? —Blake pregunta, pasando su brazo alrededor de mí, plantando un beso suave y húmedo en mi sien.


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Savannah me mira cuidadosamente. Tiene que saberlo. Debe ser alguna clase de sexto sentido de los mejores amigos o algo así. Me niego a mirarla a los ojos.

—No lo estoy. Quiero decir, no estoy tratando de dejar que me consuma —aclaro. Definitivamente es mejor dejar que ellos piensen que estoy perdiendo el sueño por Harvard y no que estoy dejando que entre un chico al azar a mi desván.

—Bueno, te ves horrible —confirma Ashley.

—He utilizado el corrector.

—No, no es sólo eso —continúa—. Son tus ojos. Ni siquiera están aquí. Como si de veras estuvieras preocupada o algo así.

—Está bien, Ashley —murmura Savannah—. Esto no es un pase para que puedas recordarnos a todos de que estás tomando psicología online a nivel universitario este semestre. Y, por cierto, tres meses de introducción a la psicología no te da el derecho a ir por ahí analizándonos al resto de nosotros. —Sus ojos azules ruedan de forma espectacular.

—No estaba analizando a nadie —replica Ashley—. Y tendrías que considerar tomar esa clase. Puede ser que aprendieras algo.

Savannah levanta la mano, deteniéndola.

—Te lo dije, nada de universidad. Trece años en la escuela es suficiente, gracias.

En un instante la conversación cambia y no se trata de mí o de las bolsas bajo mis ojos, o estar estresada por Harvard… es como cualquier otro día.

Así es, hasta que suene la campana final.

Debería haber sabido que algo estaba pasando en el momento que pasé a través de las puertas dobles y caminé por la acera. La gente estaba parada afuera; algunos parados en mitad del aparcamiento. Sonriendo. Riendo. Algunos vagaban alrededor como en un sueño, protegiéndose los ojos. Me lleva un minuto mientras me dirijo hacia mi coche, para darme cuenta. Pero entonces veo―más allá de una estrecha franja de tenues nubes―un reflejo de luz en mi ventana, un orbe nebuloso colgando bajo, flotando en el aire. Me doy vuelta y miro el cielo azul brillante, entrecerrando los ojos. Es como llegar a la superficie en busca de aire después de renunciar a la esperanza, después de renunciar a ahogarse, sofocante. Mi sombra se extiende como una cortina a través del pavimento. Instintivamente, meto el pelo detrás de las orejas, y veo la réplica


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del movimiento. Después de meses de oscuridad, nubes, lluvias, frío e invierno… esto es lo que he estado soñando. La brisa es aún fría, pero las nubes se están disolviendo, finalmente el sol está fuera… y resplandece, brillante.

ZZZ

Para ir a un restaurante, mi familia necesita un plan formal y operacional. Nos dirigimos a un restaurante especializado en carnes en un pueblo a unos veinte minutos de distancia. Vamos a encontrarnos con Phillip, que está recogiendo a Becky en Summerlin (que al parecer devuelve sus llamadas ahora) desde la casa de los padres. Daniel y Sara se encuentran en su coche, con Joshua en el asiento trasero. Mamá insistió en que trajera a Blake, aunque sólo sea para hacer más cómodas las cosas para Becky, así que ambos vamos en mi coche, y ella y papá en su camioneta. Cuatro vehículos para tener a una cena familiar. A veces me pregunto por qué mamá nunca invirtió en una mini-caravana.

Sigo fácilmente la carretera detrás de Daniel y Sarah, siguiéndoles por las calles. Reviso mi espejo retrovisor.

—Me alegra que hayas llamado —dice Blake—. Llevo tiempo sin verlos a todos.

—Lo sé. Es sólo que, con la escuela, y la boda… las cosas han estado realmente ocupadas. Esta es la primera vez que hemos hecho algo en un mes —explico—. Y probablemente no lo hubiéramos hecho —continué, presionando mi señal de giro a la izquierda—, si mamá no hubiera sido tan firme con nosotros para conocer oficialmente a la nueva novia de Phillip.

Él agarra el mango por encima de la ventana del pasajero. Lo miro de reojo, con los dedos agarrando el volante. Odio cuando hace eso. Agarrar el mango, quiero decir. Es como si estuviera dando a entender lo terrible que soy conduciendo; eso además de a su cinturón de seguridad, necesita algo de qué agarrarse. Me recuerda a cuando manejo con papá.

Cuando estaba practicando para la prueba de conducir, siempre lo veía por el rabillo de mi ojo, hacer papilla los frenos que no existían―como si no estuviera frenando lo suficientemente rápido o algo así. Era molesto. Aunque mi madre


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me aseguró que papá trató a Daniel y Phillip de la misma manera, estaba decidido desde el principio, que en lo posible ella o Daniel vendrían conmigo.

—¿Por qué van por este camino? —pregunto en voz alta a medida que sigo a Daniel y a Sarah—. Tendríamos que haber seguido recto.

Pasamos por una calle lateral llena de robles y pequeñas casas de estilo bungaló. Daniel presiona los frenos y estaciona en la acera.

—¿Qué está haciendo? —murmuré, estacionándome detrás de él. Las hojas, ramas y otros residuos crujen debajo de mis neumáticos, mientras que mi coche se detiene. Cambio de posición y bajo mi ventanilla. Daniel sale del coche.

—¿Qué estamos haciendo? —le pregunté.

Papá estaciona a nuestro lado.

—¿Qué está pasando? —Mamá pregunta a través de la ventana abierta.

—Estacionemos por un minuto —responde Daniel.

Subo mi ventana y desabrocho el cinturón de seguridad.

—Parece que nos vamos a parar aquí —informo a Blake—, por lo menos temporalmente.

Salimos del coche, cerrando la puerta, a continuación cruzamos la calle, donde Daniel está esperando en la acera. Sarah y Joshua están justo detrás de nosotros.

—¿Qué está pasando? —Papá le pregunta a Daniel.

—Sarah y yo pensamos que ustedes desearían echar un vistazo a nuestra nueva casa.

—¿Qué? —grita mamá. Sus manos volando a la boca—. ¿Cuándo sucedió esto?

—Cerramos el trato la semana pasada —dijo Sarah—. No queríamos decírselo a nadie en caso de que saliera mal.

Por primera vez me doy cuenta de que estamos de pie delante de un pequeño bungaló con una señal de contrato pendiente en el patio.


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—¡No puedo creer que no nos lo dijeran! —digo, mirando los árboles gigantes, el pequeño patio delantero, la acera agrietada, la casa―la casa de Daniel y Sarah.

—Fue difícil, créanme —confesó.

Papá y Daniel caminan hacia el porche delantero, Blake me agarra de la mano a medida que seguimos, apretando ligeramente. Está más fresca que la mía, y húmeda de alguna manera.

—Me aseguré de que tuviéramos una inspección —Daniel le está diciendo a papá—. Hay mucho trabajo por hacer. Está claro que hay que hacer una mejor definitiva, pero estructuralmente, todo es genial. Me imaginé que no llevaría demasiado tiempo renovarla, aunque Sarah y yo hiciéramos la mayor parte del trabajo nosotros mismos.

—Y, ya sabes, si los demás quieren ayudar no vamos a rechazar a nadie —se burla Sarah.

—Por supuesto que ayudaremos —dice mamá—. Y si no hay nada que hacer para mí estoy feliz de ver a mi bebé —continúa, extendiendo las manos para tomar a Joshua.

Daniel saca una llave fuera de su billetera de piel y abre la puerta de entrada. La casa podría llevar cierto trabajo. El porche necesita ser reforzado; se hunde ligeramente por el medio. La tela metálica de la puerta necesita ser reemplaza, y todo el exterior necesita desesperadamente de una mano de pintura fresca. La actual capa está descascarillada, dejando ver la madera gris y envejecida en muchos lugares. Lo que no se ha vuelto una descamación sucia, manchada marrón.

—La buena noticia es que los últimos propietarios instalaron una calefacción central y un sistema de aire —dice Daniel mientras caminamos hacia el interior—. Esa era la única cosa que realmente me preocupaba.

Los seis caminamos por los alrededores, evaluando los suelos, mirando por las ventanas, visitando los dos dormitorios pequeños y el baño, que cuenta con azulejos horribles.

—Hey Sarah —le digo—. Mil novecientos setenta llamó. Quieren este baño de vuelta.

Ella gime.


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—Lo sé. Tenemos mucho trabajo por hacer. El baño está para demolerlo. No vamos a guardar nada. Pensamos en nuevas alfombras en los dormitorios, y suelos de madera en la puerta de entrada y la sala de estar, y reformar la cocina. Todo lo que necesita es pintura nueva... —Ella se queda callada, abrumada por la enorme cantidad de trabajo que la casa necesita.

—Nos tendréis para ayudar —le aseguro—. Sé cómo pintar. Y Daniel… Dios, él creció haciendo estas cosas.

Sarah me sonríe.

—Realmente me gustaría estar aquí antes de la boda, así que tenemos poco más de dos meses. —Ella mira alrededor de la habitación, a la antigua alfombra, las paredes agrietadas, el polvo—. Es como, por dónde empezar siquiera, ¿sabes? Estoy segura de que estaré aquí cada fin de semana a partir de ahora.

—Oh, será divertido. ¿La pintura y muestras de alfombras? En realidad, ¿Tienes una razón para ir a Home Depot9? Creo que es impresionante.

Blake fija su brazo alrededor de mí. Me estremezco, habiendo olvidado que estaba aún aquí.

—Estoy seguro de que Jaden será de mucha ayuda. Este es su típico proyecto.

Se aprieta contra mi costado, empujándome más cerca antes de soltarme y dirigirse a la cocina, donde mi padre y Daniel están discutiendo el laminado frente al diseño de encimeras de piedra.

—Esto es realmente genial, Sarah —le digo, viendo como él se aleja, sus pasos seguros, confiados—. Estoy muy feliz por ustedes.

—Sí, las cosas están finalmente comenzando a salir bien para nosotros. ¿Puedes creer que en un momento pensé que mi vida se caía a pedazos? No creí que alguna vez llegaríamos a esto.

—Es difícil… no saber, quiero decir —murmuré, examinando las pocas manchas de agua de calor marrón en el techo.

—Dímelo a mí. No sé cómo voy a manejar todo. Planear una boda, la renovación de este lugar… Estoy pidiendo un ataque nervioso.

—Va a salir bien —le prometo—, siempre lo hace.

9 Home Depot: Línea de mercados dedicada al hogar a su equipamiento y construcción [strike]


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Camino a través de la pequeña casa, con los brazos cruzados para mantener el calor, mirando las grietas de las paredes y el techo, las mellas en los zócalos―cosas superficiales que, en pocos meses, estarán completamente borradas.

En el exterior, los árboles proyectan sombras oscuras sobre la calle. Blake vuelve a aparecer junto a mí.

—Definitivamente este trabajo será duro para ellos.

—Sí, pero será divertido. Hacer algo nuevo. Dar vida a este lugar —le digo, acariciando el borde dentado de las molduras de las ventanas.

—Sabía que esto era tu tipo de cosas. —Él se mueve detrás de mí, pasando los dedos por mi pelo―un movimiento que aprendió rápidamente que me gusta. Cierro mis ojos.

—¿Qué se supone que eso significa? —murmuro.

—Ya sabes, la forma en que estás siempre ayudando a todo el mundo. Tratando de hacer las cosas mejor.

—Salvando el mundo —agrego sarcásticamente.

—No hay nada malo con querer salvar el mundo —dice Blake—. No aquello que pueda salvarse, de todos modos.

—¿Qué estás diciendo? ¿Qué hay cosas que no pueden ser salvadas?

—No pueden ser…no quieren ser. Ya sabes.

Él mueve sus manos hasta mis hombros, masajeándolos suavemente. Los labios cada vez más cerca de mi cuello.

Una voz ronca acentúa la quietud. ―Oye, tú. Córtalo.

Mis ojos se abren de repente. Blake salta hacia atrás, retirando con sus manos de inmediato.

Me doy la vuelta y miro a mi hermano, poniendo los ojos en blanco.

―En serio, Daniel.


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Traducido por sooi.luuli


ierro la puerta del coche de un portazo, aspirando el aire fresco, sintiendo el sol calentar mis hombros. Los días se alargan más, el mundo entero pintado de verdes nuevos y brillantes.

Corro por la calle y avanzo hacia el buzón de correo, deteniéndome para verificarlo como de costumbre. Estoy sorprendida, cuando abro la puerta empujándola, para realmente encontrar correo dentro. La entrada estaba vacía. Mamá debe haber llevado a Joshy a algún lugar. Remuevo la pila de correo, entonces las hojeo. Facturas, facturas, facturas, una oferta de tarjeta de crédito para Phillip, un par de catálogos… Y allí, escondido en el montón, hay algo dirigido hacia mí. Miro la dirección del remitente en el nuevo y blanco sobre y reconozco el emblema de inmediato: VE-RI-TAS10. Verdad.

Por un instante, mi corazón deja de latir. Continúa otra vez, latiendo con más fuerza, la sangre bramando en mis oídos.

Esta es.

10 VE RI TAS: Emblema de Harvard sobre la búsqueda de la verdad.

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Respiro irregularmente, meto el sobre en mi mochila, y me muevo hacia el porche delantero. Nadie contesta cuando abro la puerta y grito, mi corazón dando un suspendido latido después de otro. Corro a la cocina y dejo el resto del correo en la encimera, subo escaleras arriba hacia mi habitación, y cierro la puerta. Temblando y sin aire, abro mi mochila y saco la carta, entonces la lanzo sobre mi cama. La miro por un instante, mi cuerpo caliente pero mis manos congeladas y húmedas, como si mi propia temperatura no pudiera regularse por sí misma apropiadamente.

Tomo una profunda respiración, deslizando las palmas húmedas de mis manos sobre mis vaqueros, intentando calmar mis nervios. He esperado por siempre este momento. El saber que la respuesta está a dos pasos frente a mí, deja a mi cabeza dando vueltas. Me estiro y agarro el sobre, entonces cuidadosamente lo rasgo para abrirlo. Una entusiasmada sonrisa tira de mis labios mientras saco la carta. Incluso el papel se siente oficial, suave y grueso. Abro los pliegues.

Estimada Señorita McEntyre…

Hojeo el encabezado, leyendo rápidamente.

Aunque estuvimos muy impresionados por sus logros académicos… su activa participación importante… sólo un pequeño número de aspirantes que postularon… Lamentamos informarle…

—Lamentamos informarle —farfullo en voz alta, colapsando en el borde de mi cama. Dejo salir una pequeña y apenas audible risa. Un grito sofocado—. No conseguí entrar.

La sangre se drena completamente mi cabeza; mi corazón martillea en mi pecho.

No me aceptaron.

Un gigantesco oleaje se eleva en mi interior, mi estómago agitándose, como un río desbordando sus cauces, la corriente apoderándose de todo en su camino. Mis planes, mis aspiraciones, mis sueños: arrebatados. Era Harvard o nada… y aquí está, mi futuro entero en frente de mí: nada. La carta en mis manos llevando la prueba. Un pesado adormecimiento me inunda, como para protegerme de esta información nueva, de este conocimiento, a mí misma.

¿Cómo pudo pasar esto? Hice todo bien. Tomé clases avanzadas y clases AP. Estoy involucrada en cada actividad ejemplar conocida por el hombre. Estoy


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dispuesta a Salutatorian11, por el amor de Dios, la número dos en mi clase. Voy a ir a una escuela de medicina; voy a hacer una diferencia. ¿Qué hice mal?

Y entonces una nueva comprensión: ¿qué voy a decirle a mis padres? Mis manos se sacuden, la carta temblando con ellas. Lágrimas se materializan en las esquinas de mis ojos, escociendo, nublando mí alrededor. Tomo una respiración superficial. ¿Qué voy a decirle a Blake? ¿Y a Savannah? ¿Qué hay sobre mis profesores? Todos están esperando que yo vaya a Harvard. ¿Cómo explico esto? ¿Qué digo siquiera?

No llores, Jaden.

La puerta principal se abre y cierra. Me congelo.

—¿Jaden?

Mamá.

—Estoy arriba —digo, poniéndome en acción. Obligo a la carta a volver al sobre, los dedos forcejeando torpemente, entonces la meto dentro de un libro al azar posado en la parte superior de mi escritorio.

—¿Te importaría ayudar con las compras? —pregunta ella—. Tengo a Joshua conmigo.

Me apresuro al baño, verifico mi cara y ojos. A pesar de que están rojos, se ven más cansados que cualquier otra cosa, y mi cara no está toda manchada. Está, no obstante, pálida. De un espantoso blanco.

Abanico mis ojos para que mis primeras lágrimas desaparezcan, y me pellizco las mejillas, resucitándolas. No puedo decir nada—no aún. Tengo que comprender esto.

Tan pronto como estoy completamente serena me dirijo abajo, encontrándome con mamá en el recibidor.

—Si pudieras meter dentro el resto, sería grandioso.

—Seguro —replico, fingiendo una sonrisa.

Unos pocos minutos después entro a la cocina, con los brazos llenos de bolsas de compras de comida.

11 Salutatorian: Alumnos que logran el primer promedio académico y que obtienen un papel determinado en la ceremonia de graduación.


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—¿Buen día? —me pregunta, escudriñando el montón de facturas y revistas.

—Sí —contesto, sin vacilación—. Siempre. —El entusiasmo suena falso, incluso para mis propios oídos.

—Bien. Gracias por recoger el correo.

Saco una caja de huevos y la llevo al refrigerador.

—No hay problema.

—¿Obtuvimos algo especial?

—No vi nada —respondo, tirando de la manivela.

Es tan fácil, mantener mis noticias en secreto. Papá toma su cena en su oficina, y los planes de casamiento y las renovaciones de la casa dominan la conversación en la mesa. Todos están consumidos con sus propios proyectos. Ayudo con los plato, y a continuación me dirijo a mi habitación, mencionando “un montón de tarea” como mi excusa por no estar sociable. En mi camino hacia el interior, toco ese adhesivo de Harvard por costumbre. Cuando recuerdo, lo arranco de la pared, quitando la pintura con ello, exponiendo la placa de yeso gris. Hago una pequeña y pegajosa bola estrujándolo y la arrojo a través de la habitación. Golpea contra la puerta de mi armario antes de caer al suelo y rodar, desapareciendo debajo de mi cama.

No llores.

Más tarde, entro a la ducha. El agua hirviente transforma mi pálida piel en un rosa encendido, el vapor alzándose al techo, llenando la habitación. Mis pulmones están paralizados, y el calor quema mi garganta. No puedo tragar ni respirar ni pensar.

No llores, Jaden. No puedes llorar.

Cuando lo último de agua caliente desaparece, salgo a la espesa niebla, mi oscuro cabello empapado, goteando por mi espalda y cayendo al suelo. Limpio la bruma del espejo con mi toalla, apenas reconociendo a la chica que aparece, regresándome la mirada.


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—Jaden, cariño, te ves exhausta.

Mamá está dándole de comer el desayuno a Joshua en la mesa. Me estoy quedando atrás, lo que es inusual. Todos los demás ya se han ido.

Pensé que dormir sacaría la rojez y la hinchazón alrededor de mis ojos, pero incluso después de aplicar una escrupulosa cantidad de corrector, las señales de dolor persisten. Hice lo mejor de mí, pero obviamente no fue lo suficientemente bueno.

—¿Te estás sintiendo bien? —continúa.

—La verdad es que no —contesto, sacando una de las barras de granola de Phillip de la caja en la despensa—. Creo que tal vez esté resfriada. O algo así. —Las mentiras están viniendo más rápidamente, más fáciles.

—Bueno —comienza ella, paleando una cucharada de cereal para bebé en la boca de Joshua—, tú sabes que siempre te agarra uno cuando el tiempo cambia. Y ha estado haciendo más calor.

—Sí.

—Estás yendo tarde. ¿Vas a lograrlo?

Miro el reloj en el microondas.

—Precisamente hoy no debo llegar temprano.

Agarro las dos bolsas de almuerzo ligero que hice la noche anterior y las dos botellas de agua del refrigerador. Si mamá notó que estamos escasos esas últimas semanas de aguas y comida para el almuerzo, más rápido de lo usual, no dijo nada. Por eso, me siento agradecida.

—Que tengas un buen día —grita, cuando salgo por la puerta.

Gracias a Dios, tengo todo el camino a la escuela para serenarme, para despejar mi mente. Siempre y cuando nadie pregunte sobre Harvard, o si he escuchado


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algo, estaré bien. Siempre y cuando la conversación no lleve al período universitario, estaré fenomenal. Puedo hacer esto.


La única cosa con la que no cuento, sin embargo, es la única persona en todo el mundo de la que no puedo ocultar nada. Alguien que parece conocerme mejor de lo que yo lo hago, por más que quisiera que él lo haga o no.

—¡Jade! —grita mientras cruzo el aparcamiento.

Mi cuerpo se pone rígido, los músculos tensándose. Por supuesto. Hoy. De todos los días. Este es el día en que él me arrinconaría en el aparcamiento. Olvida que apenas me dice una palabra la mitad del tiempo. Mi mandíbula se aprieta, mis dientes rechinando de frustración. Continúo moviéndome, los pies golpeando el pavimento con intención. Si puedo llegar adentro… llegar a mi taquilla, todo estará bien. Mi corazón resonando en mis oídos.

—¡Jade!

Es como si nuestros roles se invirtieran—hemos vuelto al punto de partida—porque hubo un tiempo, no hace tanto incluso, que yo era la única persiguiéndolo a él por el aparcamiento. Debería reírme ante esto. Es divertido.

Sus pasos son más rápidos, más rápidos que los míos, y en cuestión de segundos él está detrás de mí.

—Jaden, espera.

Lo ignoro y sigo adelante, apartando mi cabello de mi cara.

—¡Dios! ¿Qué está mal contigo? —pregunta, con tono cortante y airado.

Me estremezco, tragando la náusea que crece ante las palabras. No puedes llorar, Jaden. Lágrimas pican en las esquinas de mis ojos. No llores. No puedo parar. No puedo mirarlo. No puedo llorar porque él lo sabrá. Todos lo sabrán. El mundo entero se nubla tras las lágrimas saladas, un torbellino, mezcla de asfalto y cielos azules y cientos de sombras de verde.

Continúa moviéndote.

Él se estira y agarra mi brazo, girándome para enfrentarlo.


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—Jaden —dice firmemente. Sus fríos ojos examinan los míos, duros, sus facciones tiesas. Lágrimas manchan mi visión. Pero puedo ver su expresión suavizarse. Aparto mi rostro de él, incapaz de ocultar algo—. ¿Qué pasó?

Su voz, mezclada con miedo y preocupación… eso es todo lo que necesito. Las lágrimas se derraman y corren por mis mejillas. Las seco con mis pulgares, pero cuanto más las ataco, con más fuerza caen. No puedo parar. Dejo salir un sollozo en el medio del aparcamiento. En frente de Parker Whalen. Con gente mirando.

Él pone sus manos en ambos lados de mi rostro, girándome de vuelta hacia él.

—¿Qué pasó? —repite él, con voz ansiosa. Trastornada, incluso—. Tienes que decírmelo. —Las interminables posibilidades parecen representarse en sus ojos.

—Yo… yo n-no conseguí entrar —tartamudeo. Admitir esto en voz alta, diciendo las verdaderas palabras, consolida la horrible idea en realidad. Es oficial: No voy a ir a Harvard. Lo he hecho.

No puedo decir si está aliviado por las noticias, pero todo se relaja: sus ojos, su mandíbula. Sus manos me liberan, cayendo a sus costados. Me apoyo en él, no queriéndolo dejar ir, descansando mi mano en su pecho, enterrando mi rostro en su fresca chaqueta de cuero. Él maldice en voz baja y envuelve sus brazos a mi alrededor, apretándome, sosteniéndome.

—Lo siento tanto —susurra.

—Soy una perdedora —murmuro, respirando en el suave y desgastado cuero. El olor de Parker—. Nadie va a tomarme en serio de nuevo.

Él se aparta.

—Sólo porque no conseguiste entrar a tu universidad selecta no te hace una perdedora. Quiero decir, sé que no puede sentirse bien…

—¿Qué voy a decirle a todos los demás? —interrumpo, torpes lágrimas corriendo por mis mejillas. Seco mi nariz que moquea con el puño de la manga de mi chaqueta.

—La verdad. No van a pensar nada menos de ti.

—Yo… yo no puedo. —Tan duro como he trabajado para convertirme en la Jaden que mantenía la compostura ante todo… ahora soy un desastre patético,


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lastimoso y gimoteador—. No puedo entrar allí. —Miro hacia el edificio, los vestíbulos llenándose, la gente mirándonos al pasar.

Él se detiene por un instante, examinando mis ojos.

—¿Estás diciendo que quieres salir de aquí? —pregunta, pareciendo inseguro de si eso es en verdad lo que quiero, o si es el estrés hablando.

¿Es eso lo que estoy diciendo? Creo que sí.

—Sí.

—Entonces dame tus llaves.

Sorbo las lágrimas.

—¿Qué?

—Dámelas.

Ellas tintinean suavemente mientras se las entrego.

Toma mi mano, cerrando sus dedos con los míos, y me arrastra por el aparcamiento. Se mueve rápido. Corro para mantener el ritmo con él mientras esquivamos coches.

Cuando alcanzamos mi Civic blanco, él presiona la alarma del coche y las puertas se desbloquean.

—¿Sabes que podrías meterte en problemas por esto, cierto? —Asiento—. ¿Y aún quieres hacerlo?

—Sí.

—¿Estás segura? —Mira mi cara en busca de señales de vacilación.

Titubeo, pero sólo por un momento, antes de asentir nuevamente. Es peligrosamente fácil para mí tomar esta decisión: salir de este mundo, dejar todo lo demás atrás.

—Sí.

Abre la puerta del lado del conductor.

—Entonces vamos.


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Traducido por Little Rose

Corregido por ZAMI

na vez que llegamos a la autopista meto la mano en mi cartera, buscando mi móvil. Presiono el botón de apagado hasta que vibra, apagándose. No necesito que nadie intente encontrarme. No ahora. Abro la guantera y saco el paquete de pañuelos que tengo allí para

emergencias. Me sueno la nariz, y después me miro en el espejo. Mis ojos están rojos, pero sin lágrimas y lo único que queda de mi quiebre emocional son las gotas de rímel corrido debajo de mis pestañas. Me las froto con los dedos, para que desaparezcan.

—¿Estás bien? —pregunta Parker.

Inspiro hondo para calmarme.

—Sí —le respondo—. Lo siento.

—¿Lo sientes? ¿Por qué? —Frunce el ceño.

—Por eso. Allá atrás.

U


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Me mira.

—No tienes que disculparte. Tienes derecho a estar molesta.

—Jaden McEntyre no se molesta. No frente a las personas, de todas formas —murmuro.

—Aparentemente sí lo hace.

Frunzo el ceño, los campos, los pinos y las líneas telefónicas son un borrón a medida que pasamos.

—No es algo malo, ¿sabes? —prosigue—. Está bien llorar. Dejar que la gente sepa que te duele.

—Sí, bueno, se supone que yo soy la que debe controlarse.

—No, no lo eres. La única persona que espera eso de ti eres tú.

Me muerdo el labio.

—Aun así.

—No. Aún así no. —Hace una pausa—. Como sea. No cambia nada. Sigues siendo la misma y aburrida Jade.

Lo miro, sintiendo una sonrisa formándose en mis labios, nuestras miradas se encuentran.

—Como mucho —prosigue—, te hace más real.

Seguimos conduciendo hasta que vemos Hamilton en el horizonte.

—Wow. Cuando te escapas, realmente lo haces, ¿cierto? —digo mirando la gran expansión de edificios.

Parker sonríe.

—Bueno, me imaginé que si vas a faltar a la escuela, al menos hay que hacer algo productivo con el día. —Mira sobre su hombro y cambia de carril, subiendo la velocidad.

—Así que eres un profesional. De faltar a clases, me refiero.


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—Algo así. La diferencia es que faltar para emborracharte te deja con una resaca infernal, sintiéndote peor al final del día… y sin nada bueno para recordar de todo eso.

Suspiro.

—Yo no sé nada sobre eso.

—Sí, bueno, yo sí. Por eso hoy será diferente.

—Yo apoyo lo de emborracharse —admito.

—Seguro que sí, salvo por un detalle: cuando se pasa, los problemas siguen allí. —De acuerdo. ¿Qué sugieres?

—El zoológico —dice.

Vuelvo la cabeza, mirándolo extrañamente, preguntándome si escuché mal, o si está hablando en alguna especie de código. Cuando no se explica ni nada, me aclaro la garganta.

—¿El zoológico?

—Sí —responde, encontrando nuestras miradas—. ¿Te parece bien? O sea, no eres alérgica a las chinchillas o algo como eso, ¿verdad?

—No —respondo riendo.

Vuelve su atención a la ruta sonriendo.

—¿Ves? Ya está funcionando. Es imposible que estés de mal humor en el zoológico.

No es una sorpresa que, cuando estacionamos en el Zoológico de la Ciudad de Hamilton, esté prácticamente vacío. Hay un par de autobuses escolares, y dos transportes de hogares para ancianos, pero además de eso el lugar está desierto. El sol de la mañana brilla fuertemente sobre nuestras cabezas; una linda brisa nos rodea y me alborota el cabello. Me subo el cierre de la chaqueta al salir del coche.

—¿Vienes aquí de seguido? —pregunto mientras vamos al stand de venta de billetes. Un letrero colorido informa del nuevo pabellón de pingüinos.

—No. Nunca he venido antes —confiesa. Se aclara la garganta, dudando—. Es que teníamos esta cosa con mi mamá. Cuando era un niño, entramos en un


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programa de precios bajos que nos hacía elegibles para entradas con descuento en el zoológico. Yo entraba gratis y mamá a mitad de precio. Era más barato que el cine, pero cuando los tiempos eran difíciles y no podíamos gastar mucho, íbamos al zoológico. Si las cosas estaban realmente mal, era la biblioteca, porque eso no cuesta nada. En realidad he estado más en la biblioteca de lo que vi el interior del zoológico en mi vida, para ser sincero.

—Así es cómo te convertiste en un fanático de Cumbres Borrascosas —digo.

—Me gustan las buenas historias —dice—. Y hay algo genial en un chico que puede convertirse a sí mismo en algo de la nada.

—No puedo creer que te guste Heathcliff —murmuro.

—No puedo creer que te guste el señor Darcy. Dos adultos por favor —dice, inclinándose sobre el altavoz. Busca su billetera en el bolsillo.

—No tienes que pagar por mí —digo, abriendo mi bolso. Parker es más rápido, y desliza un billete de veinte bajo la ventanilla antes de que pueda encontrar la billetera entre mis lentes de sol, brillo labial y pañuelitos.

—Por favor —responde, rodando los ojos mientras me da un boleto—. No te pongas como Nazi feminista conmigo. Es un gesto. Acéptalo.

Tomo el boleto. —De acuerdo, te lo agradezco —murmuro.

Nos detenemos en la entrada para tomar un mapa del lugar donde están remarcadas las diversas atracciones.

—¿Adónde? —pregunta.

—No lo sé.

—Bueno… podemos ir a la izquierda. O a la derecha. Tú eliges.

Izquierda o derecha. Dos direcciones. Dos caminos diferentes que llevan a lo mismo. Uno no necesariamente es mejor que el otro. Sólo… una simple decisión. Un acto al azar de preferencia.

Estudio el mapa. Si vamos a la izquierda, iremos al cuarto de reptiles primero. Si vamos a la derecha, será la Sabana Africana. Parker se aclara la garganta.

—Lo sé. Lo sé. Estoy pensando —digo.

—No. No es eso.


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Lo miro.

—¿Qué?

—Es sólo… tu cabello.

—¿Mi cabello? — repito.

—Sí —dice. Acerca la mano, acariciándolo y acomodando unos mechones fuera de mi rostro con cuidado—. Está realmente rojo hoy.

—Oh, lo sé. Es el… —Miro el cielo, tragando con fuerza—. El sol. Es castaño, por lo que cuando estoy en un interior o en la oscuridad, o si está nublado afuera, se ve marrón. Pero cuando estoy al sol…

—Es casi cobrizo —termina en voz baja, extasiado.

Nuestras miradas se encuentran y sonrío.

—Sí, lo es.

Me mira por otro segundo antes de aclararse la garganta y retroceder.

—Entonces. ¿Qué camino?

—Derecha —respondo—. Leones, elefantes y antílopes.

—Oh dios mío —dice Parker con los ojos muy abiertos.

—Eres tan sensible —digo, golpeándolo juguetonamente, sonriendo mientras comenzamos a andar.

ZZZ

Nuestra siguiente parada es el centro de Hamilton. Pasamos por debajo de los rascacielos: gigantescos edificios de oficinas que se elevan por encima de nosotros, formando un mundo aparte, empequeñeciéndonos al resto de nosotros. Atravesamos el campus de la universidad hacia el distrito histórico,


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que tiene pequeños bares, tiendas de regalos, boutiques, librerías, y galerías de arte.

—¿Dónde estamos? —pregunto al abrir mi puerta después de que estacionemos.

—¿Nunca has venido hasta aquí?

Niego con la cabeza.

—No.

—Ven. —Me hace un gesto. Rodeo el coche y nos encontramos en la calle. Toma mi mano al cruzar, mientras eludimos el tráfico—. Hay una sandwichería —explica—. No has vivido hasta que no hayas comido algo allí.

Mi mano está relajada en la suya mientras caminamos por la acerca rodeada de árboles, pasando junto a estudiantes, y trabajadores, y compradores y mujeres con trajes oscuros. Me sorprende qué tan natural parece, qué cómoda se siente mi mano en la suya—nuestros dedos firmemente entrelazados. Su mano no está muy fría, ni muy caliente. No es sudorosa ni reseca. Es… perfecta. Intento no parecer afectada por su toque, aún cuando mi pulso se acelera, y mis hombros caen cuando finalmente me libera.

Me abre la puerta del restaurante, y una campanita suena cuando pasamos. Adentro está oscuro, y las mesas están llenas. Hay un murmullo de charlas y el grito ocasional de la camarera; el crujido de la carne friéndose; mucho humo en el techo; el ruido de la música de fondo, los acordes de una guitarra, algo alternativo.

—Te recomiendo el filete con queso —dice Parker, retrocediendo un paso.

—Suena bien.

Mira a su alrededor.

—No parece haber sitio aquí. ¿Quieres que nos sentemos en una mesa afuera?

Alzo una ceja.

—¿Y dejarte pagarme el almuerzo también? —respondo, cruzándome de brazos.

—Dios, Jade. No lo hagas tan complicado.


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—Es sólo que, en vez de un lindo gesto, esto parece una cita. Me gustaría pagar mi comida.

—Bueno, como yo lo veo, conducimos en tu coche, y tendrás que echarle gasolina cuando volvamos —explica—. Que pague la entrada al zoológico y tu almuerzo equivale a mi parte de ese gasto.

Lo considero.

—Eso es lo que pensé. Lo llamaría justo. ¿Qué quieres de beber?

—Si tienes que preguntar, no me conoces tan bien como crees. —Sonrío y me giro sobre mis talones, hacia la salida. La campana vuelve a sonar mientras salgo, moviéndome hacia las mesas de jardín de hierro que hay junto a la acera.

Los edificios de tres y cuatro pisos no dejan pasar el sol; se está fresco en las sombras. Se me pone la piel de gallina. Me froto contra la chaqueta y me siento en una mesa para dos. Hay una galería de arte y un estudio del otro lado de la calle, una pequeña tienda de regalos, un club nocturno, una tienda de ropa, una cafetería…un gran cartel indica: DEPARTAMENTOS EN ALQUILER.

—Me gusta este lugar —le digo a Parker, cuando llega con la comida.

—¿Es genial cierto? —Me pasa una botella de agua, y se sienta frente a mí.

—Hey. ¿Qué ocurrió? —pregunto, tomando su muñeca. Parker la retira, tirando del borde de la manga de su chaqueta de cuero, cubriendo un oscuro hematoma. —Dios. Es mi estúpido armario —explica sonriendo—. Está justo al lado de la puerta. Me lo choco al menos una vez al día.

—Ay.

—Ni que lo digas. Como sea, me gusta esta parte de la ciudad… tiene buen ambiente. Es artística y divertida. Sería un gran lugar para vivir —continúa, haciendo un gesto con la cabeza hacia el edificio de enfrente.

—Sí, vi lo de los departamentos —respondo, mirando las ventanas.

—Y está a una distancia decente a pie del campus. ¿Ves ese edificio allá? —Señala el final de la calle—. Es el edificio de Lenguaje y Literatura.

—¿Intentas decirme algo? —pregunto, alzando una ceja.

—Sólo remarco lo obvio.


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Abro el envoltorio de mi filete con queso.

—Bien, porque por un minuto habría jurado que intentabas convencerme de venir a esta universidad.

—¿Qué tiene eso de malo? ¿Acaso no aplicaste para venir aquí?

—Lo hice —respondo mecánicamente.

—¿No entraste?

—Con una beca.

—¿No tienen escuela de medicina? —presiona.

Suspiro.

—Sí. ¿Tu punto?

—Realmente tienen una buena escuela de medicina —dice—. La mejor del estado.


—De nuevo. ¿Tu punto?

—Mi punto es: la vida no se acaba porque no entraste a Harvard. Aún puedes ir a la escuela de medicina, sabes… puedes hacer la diferencia.

—Lo sé —respondo, mordiendo mi sándwich suave y caliente—. Es sólo que… Harvard era importante para mí. Y pensé que lo había hecho bien. Quiero decir, estaba nerviosa por entrar, pero sólo porque quería conocer su decisión. Realmente nunca me senté a pensar qué pasaría si me rechazaban —confieso—. Es el mayor fracaso del mundo.

—¿Sabes cuál es el problema? —No me deja responder antes de seguir—. Y no te lo tomes mal —me advierte—. Es sólo que creo que no te han dicho que no muy seguido. Eres la bebé de la familia, la única hija, la consentida de los maestros. Estás acostumbrada a tenerlo todo cuando lo quieres.

Bajo la vista, dudando.

—Sí, bueno, ¿qué hay de malo en eso?


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—Es que el mundo no funciona así. Es por eso que a veces es mejor ser flexible. Cuando no consigues lo que quieres, haces otros planes.

No le respondo. Está bien sí, quizás no me digan que “no” muy seguido, pero es porque no espero a que las cosas pasen; sino porque hago que pasen.

Entrar a Harvard es la primer gran cosa que no pude hacer que ocurriera, y apesta. Levanto el sándwich y lo vuelvo a morder. La carne y el queso se derriten en mi boca, cayendo sobre mi plato, delicioso.

—¿Puedo darte un consejo? —insiste Parker, con los labios apretados cautelosamente—. Haz con él lo que quieras, pero creo que deberías olvidar Harvard y seguir con tu vida. Sí, es una gran decepción, pero no puedes simplemente abandonar todo porque una cosa no salió como planeaste.

Dejo mi sándwich en el plato y me limpio con la servilleta, digiriendo todo lo que está diciendo, sintiendo mi temperamento salir a flote.

—Habla por ti mismo. Quiero decir, hablando de abandonar cosas. Tú simplemente vas a fugarte. ¿Por qué debería escucharte? — pregunto, todavía masticando.

—Eso es diferente: no estoy huyendo de nada.

—¿Y entonces cómo lo llamas Parker? Tú mismo dijiste que te irías. ¿Qué vas a hacer? ¿Adónde irás siquiera?

—Yo también llamo a mis planes seguir adelante. Sólo que de manera diferente. —Toma su sándwich, con tono defensivo.

—Lo sé. Y lo comprendo. Es sólo… que no entiendo por qué la universidad no puede ser parte de ello.

Frunce el ceño.

—Creí que todo el día sería sobre ti. No se supone que hablemos de mí y mis problemas.

—Es simplemente triste Parker, sólo eso —digo con un tono más suave—. Eres tan listo.

—Sí, bueno también tú.

—¿Entonces en dónde nos deja esto? —pregunto.


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—Dos personas inteligentes sin un plan concreto para el futuro —confirma.

Sonrío.

—Pero antes de todo eso, dos personas muy inteligentes que estarán en problemas inimaginables al regresar a casa —aclara, arrugando su frente. Las palabras quedan entre nosotros.

—Pero ya sabes —prosigue después de unos segundos—, el momento—bueno, malo, lo que sea—no dura para siempre. —Se encoge de hombros—. Ya pensarás en algo. Yo pensaré en algo. La vida sigue.

ZZZ

Volvemos a la escuela a las cuatro en punto. La motocicleta de Parker es el único vehículo que queda en el aparcamiento de estudiantes.

—De regreso a la realidad —murmuro, mientras deja mi coche al lado de la moto—. Pero el lado bueno es que la pasé muy bien hoy. —Me aferro a la postal que le costó a Parker veinticinco centavos en una tienda de regalos. La foto había sido tomada temprano en la mañana, y mostraba la calle rodeada de árboles, vacía, y con algunos rayos de sol asomándose por la bruma—. Uno de los mejores días que he tenido en mucho tiempo —termino.

—Me alegro.

Salimos de mi coche, estirando las piernas. Parker deja el motor encendido. Tenía razón: tendré que ir a la gasolinera de camino a casa. Toma su mochila y casco del asiento trasero mientras yo rodeo el coche hacia el asiento del conductor, pensando que este fue uno de los días más perfectos que he tenido. Y no necesariamente por lo que hice ni adonde fui… pero sino con quién fui.

Me vuelvo para enfrentarlo.

—Es sólo que, sabes, tendré que explicar todo ahora, y no sé qué decir.

Levanta la mirada hacia mí.


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—¿Sobre Harvard?

—Sí —respondo, cruzándome de brazos.

Avanza un paso más cerca de mí, sosteniendo mi mirada.

—Diles que Harvard cometió el mayor error de su historia y no te admitieron. Pero está bien, porque aún así harás cosas geniales.

—Lo haces sonar tan simple.

—Lo es. Nadie va a pensar mal de ti, especialmente, ni tu familia, ni tus amigos. Y si lo hacen… tienen las prioridades jodidas, no tú —termina, con la voz suave y una mirada amable. Sus palabras hacen que mi estómago se revuelva.

Mi respiración se me atasca en la garganta mientras Parker pone mi cabello detrás de mi oreja por mí, y traza el contorno de mi rostro con un dedo. Cierro los ojos, y me inclino contra su mano.

Su pulgar recorre mis labios, los acaricia, y cuando abro los ojos está más cerca. Siento el tirón familiar—esa parte de mí que me llama al silencio—y me dejo imaginar cómo sería besarlo.

Entonces, como Ethan y Mattie en el trineo, apresurándose a ese árbol, una imagen de Blake… mi madre… Savannah… pasan por mi mente. Me agito, volviendo a la realidad.

Retrocedo, chocando contra la puerta del coche, con el corazón en la boca. Me calmo y aclaro mi garganta.

—Uh, gracias. De nuevo. Por todo. —Voy a acomodarme el cabello detrás de mi oreja, pero Parker ya lo ha hecho. Paso de todas formas mis dedos por él, con las mejillas sonrosadas de la emoción, la vergüenza y la frustración juntas.

Sonríe tristemente, retrocediendo.

—Cuando quieras.


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20

Traducido por Eve2707


n mi camino hacia la gasolinera, finalmente saco mi teléfono móvil. Cuando lo enciendo, tengo veintiuna llamadas perdidas y nueve mensajes de voz. Gimo.

Tal vez debería haberlo dejado encendido. El primero es de Savannah. Habla en voz baja, y puedo escuchar la estática del pasillo de la escuela detrás de ella.

—Bien, solo te estoy advirtiendo que Blake está por llamar. Es el segundo periodo y va a descubrir que aparentemente te fuiste, y el rumor es que algunas personas te vieron irte con Parker Whalen. No te estoy juzgando, Jaden, pero tu novio está enojado. Media escuela está hablando de eso. Solo… prepara primero tu historia, supongo.

El mensaje termina.

El siguiente es de Blake, corto y al punto.

—Soy Blake. Llámame.

El mensaje termina.

E


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El siguiente es de Ashley.

—Hola chica. ¿De verdad te saltaste la escuela hoy con Parker Whalen? Porque si lo hiciste, no sé porque no fui informada. Llámame.

Bip.

Otro mensaje de Blake.

—Soy Blake, otra vez. Solo tratando de descifrar que está pasando hoy. Llámame.

Bip.

—Jaden, cariño, soy mamá. Llamaron de la escuela preguntándose si estás enferma. Les dije que no te estabas sintiendo muy bien esta mañana, pero te fuiste a la escuela de cualquier manera. ¿Dónde estás? Regrésame la llamada.

Gimo.

—Jaden, soy mamá otra vez. No estás en la escuela y no has venido a casa. ¿Dónde estás y porque no está encendido tu teléfono? Será mejor que te escuche pronto.

Bip.

—Soy Savannah, otra vez. Llámame.

Bip.

—Jaden, soy Blake. ¿Por qué no estás devolviendo mis llamadas?

Bip.

—Jaden, ya paso la comida y no te he escuchado. Estás castigada en el momento que entres por la puerta de la entrada.

Mi teléfono suena justo en el momento en que me estaciono en la gasolinera. El nombre de Savannah ilumina la pantalla. Contesto.

—¡Oh por dios, Jaden! ¡Hemos estado tratando de contactarte todo el día! —Muevo el teléfono lejos de mi cabeza, mis oídos sonando.

—Lo sé. Sólo… tuve un momento, eso es todo.

—Lo siento… ¿“momento” significa ‘pérdida total de discreción’? —pregunta.


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Sonrío.

—Sí, algo así.

—¿Así que estabas con Parker?

—Sí, estaba con Parker. —No tiene sentido mentir. Parece que ya todo el mundo lo sabe de cualquier manera, y no es como si fuera a esconder algo así a mi mejor amiga.

—¿Y?

—¿Y qué?

—¿Te importaría explicar esto un poco mejor? Quiero decir, Blake se está volviendo loco, y tu mamá llamó, está completamente asustada. No sé porque no dejaste una nota.

—No estaba planeado.

—¿Qué te pasó? —pregunta.

—Estaba… —Me debilito y dejo salir un gran suspiro—. Estaba teniendo un mal día, y Parker, no lo sé, me llevo lejos por un rato.

—¿A dónde fueron?

—Hamilton. El zoológico. A comer. Hicimos algunas compras.

—Oh por Dios —murmura. Deja salir una pequeña risa, como que no pudiera confiar en sus propios oídos—. ¿Parker Whalen? ¿Comida y compras?

Sonrío.

—Lo sé.

—Aunque no lo entiendo. ¿Saltarse la escuela? Vamos, Jaden. Esto no es para nada típico de ti.

Tomo una gran respiración. En algún momento voy a tener que empezar a hablar.

—Recibí mi carta de Harvard ayer —digo finalmente. Su tono instantáneamente se eleva.


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—¿De verdad? —pregunta. Se detiene un momento, procesándolo—. Oh. De verdad.

Suspiro.

—Sí, de verdad.

—Así, mmm, ¿Supongo que las cosas no salieron como tu pensabas?

—Se podría decir eso.

—¡Oh, no! Jaden, lo siento.

—Está bien —contesto, encogiéndome de hombros—. Así es la vida, ¿Cierto?

—Pero sé lo importante que era para ti. ¿Alguien más lo sabe?

—No. Y ese es el problema, creo. No se lo dije a nadie, así que cuando llegue a la escuela esta mañana ya estaba triste. Y después me encontré con Parker y era obvio que yo estaba triste… Así que fue la primera persona a quién se lo dije. Tú eres la segunda.

—¡Me hubieras llamado ayer! ¡Yo hubiera ido a verte!

—Lo sé, estaba (de hecho aún estoy) realmente muy desanimada por eso.

—Así que… ¿Es algo que me debo guardar para mí misma?

—No tiene sentido. Voy a tener que decírselo a mis padres. Sé que mamá está furiosa. Y bueno, creo que al menor número de personas que se lo tenga que decir mejor.

—Sabes que puedo ayudar con eso —contesta. Puedo decir que está sonriendo, tratando de hacerme sentir mejor.

—Lo sé. Cuento contigo. Solo hazle saber a todos que no quiero hablar acerca de eso. Sin miradas de disculpa ni pena, ¿Está bien?

—Claro.

—Así que, mm, ¿Qué dijo Blake? —pregunto después de un momento pequeño y tranquilo.

—Nada. No ha dicho nada en todo el día. Fue realmente incómodo.

—Lo sabe —confirmo.


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—Todos lo saben. Por favor se honesta conmigo, Jaden. ¿Él te gusta?

Sé que está hablando sobre Parker. Suspiro otra vez. Quiero darle una respuesta completa y honesta a su pregunta. Quiero una respuesta. Pero al final confieso:

—No lo sé.

—No puedes hacerle esto a Blake —dice calmada—. Si necesitas tiempo para pensar las cosas… o lo que sea… no puedes seguir ilusionándolo. No es justo para ninguno de ustedes.

—Lo sé —contesto inhalando profundamente—. Tienes razón… Sólo… No lo sé. Quiero decir, podría no tener nada en que preocuparme después de hoy. Probablemente no es una decisión que yo deba tomar. Probablemente estoy mejor siendo botada.

—Posiblemente.

Otro silencio cae entre nosotras. En ese momento, Blake es el más pequeño de mis problemas. Aún tengo que poner gasolina, y enfrentarme a la cólera que me espera en casa. Le digo a Savannah que la veré en la mañana y apago el teléfono por última vez ese día.

ZZZ

No me anticipé a lo nerviosa que estaría cuando finalmente estaciono mi coche en la calle frente a mi casa. Y tampoco conté con Sarah en casa —ni Daniel, ni Phillip. Sólo asumí que iba a ser algo que ellos escucharían después—sin ser parte. Tomo varias respiraciones profundas, tratando de calmar mis nervios. No hay nada que no pueda manejar. Pero mis manos están temblando cuando alcanzo la perilla de la puerta principal, pero antes de que pueda moverla, la puerta se abre completamente.

Abro mi boca para hablar, pero las palabras están atrapadas en mi garganta: Nada sale.

—Entra —exige Daniel.


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Su voz es como hielo en mi piel, el escalofrío escalando. Mi boca se cierra de golpe, y es todo lo que puedo hacer para no explotar en lágrimas a su sonido. Él esta lívido, notablemente preocupado… Lo que, conociéndolo, probablemente le molesta aún más. No estoy segura de que es peor: mi mamá y mi papá enojados conmigo, o Daniel.

Nadie había estado alguna vez así de enojado conmigo. Tal vez la peor parte de todo esto es: si nunca me han dicho que no antes, tampoco nunca había estado en un problema tan serio.

Sigo a Daniel al comedor, donde todos excepto mi papá están sentados alrededor de la mesa. El reloj de pared, llevándose con su sonido los momentos, y los reverbera a través del cuarto.

Hago un pequeño inventario. ¿Daniel? Furioso. ¿Mamá? Enojada. ¿Sarah? Preocupada. Incluso ansiosa por mí. ¿Phillip? El mismo de siempre, inclinado en su silla, con los brazos cruzados, queriendo solo un lugar en primera fila para el show. Trato de no poner en blanco los ojos y tomo otra respiración profunda.

—Mamá —comienzo.

—No. Siéntate —ordena.

Trago fuerte y saco la silla a la cabeza de la mesa. Daniel se sienta a mi lado.

—Antes de que diga algo más, quiero que sepas que estás castigada —dice.

Las lágrimas brotan de mis ojos. Muerdo mi labio inferior, asintiendo.

—Está prohibido que hagas cualquier cosa fuera de la escuela. Cualquier cosa que no esté relacionada con la escuela. No hay actividades extracurriculares. Ya la has hecho… Por el resto del año escolar. Eso significa ni Blake, ni Savannah, ni partidos de baloncesto, ni caminatas, ni caridades, ni recaudaciones de fondos.

Asiento otra vez, las calientes lágrimas derramándose sobre mis mejillas.

—¿Tienes una explicación para lo que paso hoy? —pregunta, cruzando sus brazos sobre su pecho, su rostro severo—. En este punto no siquiera tiene que ser bueno.

Sacudo mi cabeza, limpiando el líquido de mi nariz con la palma de mi mano.

—No.


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—Puedes imaginarte lo sorprendida que estaba cuando recibí la llamada de la oficina, Jaden. No te veías bien esta mañana, pero estar enferma nunca te detuvo de ir a tu escuela. Esta es la primera vez que perdiste una asistencia perfecta y, con excusa o no, me gustaría saber que hay detrás de tu decisión de faltar a clases y no decirle nada a nadie.

No puedo mentir. Es un pueblo pequeño. Lo averiguaran de una manera u otra. Es mejor para mí decirles todo a que lo averigüen por una tercera persona. Además, no hay que decir los tipos de rumores que circularan por la escuela. Mi reputación como ciudadano consciente de Bedford se acabó.

—Yo, mm, estaba teniendo un mal día—comienzo tranquilamente—. Y decidí que no podía ir a la escuela.—Ofrezco un pequeño encogimiento de hombros, como si fuera así de simple.

—¿Y no regresaste a casa? —pregunta, sin entender.

—No.

—¿Por qué?

—Porque… —Trago fuerte—. Pensé que necesitaba irme lejos por un momento. Así que… Salí del pueblo.

Mamá sacude su cabeza en desaprobación. No puedo leer su expresión. Decepción, ¿Tal vez? Es como si ella me estuviera viendo, realmente viéndome, por primera vez en toda mi desgracia e imperfección.

—Temo incluso preguntar esto, porque pienso que ya conozco la respuesta, pero ¿Esto tiene que ver con Parker Whalen?

—Es mejor que digas que no —intercede Daniel.

—Daniel —dice Sarah.

Bajo mis ojos, incapaz de mirar a nadie. Aquí es donde se pone feo.

—Sí —murmuro, mi labio temblando.

Daniel golpea su puño en la mesa. Brinco con el sonido.

—¡Lo sabía! ¿Qué demonios está mal contigo, Jaden? —grita.

—Daniel, para —ruega Sarah.


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Rompo a llorar con lágrimas frescas, hundiéndome bajo su rabia.

—Yo… ¡Lo sé! ¡Probablemente no debería haberlo hecho pero lo hice! —chillo.

—¿Probablemente? ¿Probablemente? ¡Eres tan malditamente ingenua algunas veces! ¿Qué es lo que estabas pensando? —Sus ojos relampagueando, apretando su mandíbula.

—Yo… No estaba pensando. Sólo… No podía manejarlo.

—¿Por qué no? —demanda.

Abro mi boca para contarles lo de Harvard, las palabras cerniéndose en mis labios. Pero viendo sus caras… Mamá y Daniel tan enojados, tan desilusionados…

—Yo sólo… necesitaba irme lejos, eso es todo.

—Esto tiene que haber sido idea de él —declara Daniel.

—Fue mutua —corrijo, no esperando que Parker tome la culpa completa—. Me fui con él.

—¿A dónde fueron? —pregunta Sarah.

—Hamilton —susurro.

Daniel levanta de golpe, la silla raspando a través del suelo de madera, agarrando su cabeza con incredulidad.

—¿Dejaste que un chico que no conoces te llevara todo el camino a Hamilton? ¡Es casi una hora de camino, Jaden! ¿Qué pasa si algo hubiera pasado? ¡Jesucristo! ¡Nadie pudo localizarte hoy! —Su voz creciendo con cada respiración.

—Ya sabes. —Phillip interviene tranquilo—. Esta no es la primera vez que alguno de nosotros falta a clase.

Lo miro, sorprendida. Todos lo hacemos.

—Ese no es el punto —dice mamá, mirándolo sospechosamente—. Os castigue por lo mismo.


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—Sí, los días que te dabas cuenta. —Él se sienta y cruza sus manos, descansándolas en la mesa—. Vamos, debes saber que faltamos a clases más veces que eso.

—Ese no es el punto —repite Daniel—. Jaden es mejor que eso. Nosotros éramos estúpidos. Ella es mejor. Ella irá a Harvard, ¡por Dios!

Me echo para atrás, pero antes de que pueda corregirlo…

—Tal vez ese es el problema —contesta Phillip—. Tal vez ella está cansada de ser la Pequeña Buena Jaden todo el tiempo. Quiero decir, Dios. Nadie puede ser tan perfecto. No creo que haya sido castigada en su vida. Nunca ha tomado una mala decisión. ¿Cuándo no hemos estado orgullosos por cada pequeña cosa que ha hecho? Al menos está actuando como una adolescente normal. —Se acomoda hacia atrás en sus silla—. Francamente, estoy aliviado. Estaba empezando a pensar que era una maldita mojigata.

Siento una media sonrisa en las esquinas de mis labios, apreciando el esfuerzo que hace para defenderme.

—Está castigada ahora —dice Daniel, de hecho.

Phillip pone los ojos en blanco.

—¿Tiene dieciocho años y esta es la primera vez que está castigada? Vamos, chicos. Vale que faltó a clases con un chico que no conocemos…

—Quien tiene una patética reputación —puntualiza Daniel—. Le había advertido acerca de él, ahora la está acabando.

Noto que este argumento ya no estaba enfocado completamente a mí; ellos siguen como si no estuviera aquí.

—Sí, bueno, nosotros también teníamos reputaciones patéticas — le recuerda Phillip.

—Los hombres son diferentes. Se supone que deben ser rebeldes y sin control —dice mamá.

Phillip se ríe.

—Ella es estudiante de último año de preparatoria, ¿Te estarás que, graduando en mes y medio? —me pregunta.

Me muerdo el labio inferior, asintiendo.


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—Si faltar a clase un día en toda su carrera de secundaria es la única cosa que puedes encontrar para castigarla (y estoy seguro que lo es) entonces voy a decir que ha hecho un buen trabajo —continua—. Dios. Déjenla vivir un poco. Sería agradable para ella no ser una frenética del control todo el tiempo. Por una vez, realmente se ve como un ser humano normal. Así que tiene una falta. Jesús. Ya era hora.

El cuarto se vuelve silencioso, excepto por el sonido del reloj mientras el péndulo se mueve de un lado a otro. Checo las manecillas. Cinco minutos enloquecedores han pasado.

Aun, nadie habla. Me limpio las últimas lágrimas de mis ojos, negándome a mirar a nadie.

Mamá finalmente rompe el silencio.

—A pesar de todo eso —declara tranquilamente—. Has cruzado algunas serias líneas hoy, nuestra confianza se quebró. Por esto, estás castigada. Los términos siguen en pie. Puedes conducir a la escuela y desde la escuela, pero eso es todo. Sin actividades de ningún tipo… sin amigos, sin citas. ¿Y cuándo termina tu proyecto?

—¿Proyecto?

—Tu proyecto… ¿Con Parker?

Tengo que pensar por un momento.

—Dos semanas —contesto.

—Vas a terminar ese proyecto, y después no quiero volver a verlo. Se ha probado a sí mismo como un problema.

Él no es un problema, quiero decirle; pero pensando mejor, mantengo mi boca cerrada.

—Sin llamadas telefónicas, sin televisión, Te vas a quedar cerca de casa por lo que resta del año. Revisaremos nuevamente el tema después de la graduación.

Sarah se aclara la garganta

—¿Qué hay acerca del baile de graduación? —pregunta.

—Sin baile de graduación —contesta mamá.


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Phillip pone los ojos en blanco.

—No puedes no dejarla ir a su baile de graduación.

—Sí, puedo —contesta mamá.

—Está bien —aseguro—. Lo entiendo.

Empuja su silla, rasguñando el suelo de madera.

—Esto es decepcionante, Jaden, y será mejor que no pase otra vez.

Asiento.

—Tienes treinta minutos en tu cuarto. Lávate y regresa aquí abajo. Vas a cocinar la cena.

Me limpio las palmas en mis pantalones, secándolas, y poniéndome de pie. No es hasta que llego a mi cuarto cuando finalmente dejo salir un enorme suspiro de alivio, de decepción, de frustración... No lo sé.

Lo que hago ahora, me doy cuenta mientras me quedo viendo mi reflejo en el espejo del baño, a pesar de lo que acabo de soportar, lo cual era no sólo la primera vez para mí, sino que pudo haber sido mucho, mucho peor, en mi opinión, no me arrepiento de lo que hice. Sí, falté a clases con Parker; sí, estuvo mal; pero no puedo decir completamente eso, sí me dieran la oportunidad, no lo haría otra vez. Pero la verdad es que… lo haría.

Sabiendo esto, extiendo la mano hacia el grifo de mi lavabo, abro el agua, y me limpio el resto de mis lágrimas.


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Traducido por *ƸӜƷYosbe ƸӜƷ*


e doy vuelta y miro los dígitos brillantes de la alarma de mi reloj. Es justo después de medianoche; he dado vueltas en la cama durante casi una hora. Me muevo hacia mi otro costado, miro mi vestidor por un momento, luego me doy la vuelta. Ajusto mi almohada debajo de

mi cabeza, sacudiéndola y apretándola, y cierro mis ojos fuertemente, deseando poder dormirme. Ni siquiera estoy remotamente cansada. Mi mente lucha con un pensamiento de ansiedad tras otro: qué hacer con Parker, con Blake, qué voy a decirle a mis padres acerca de Harvard.

Momentos después escucho un golpeteo. Mis ojos se abren rápidamente, permanezco absolutamente quieta mientras espero, enfocándome en el sonido. Es suave. Pero está allí. Tap. Tap. Tap.

La ventana. Echo mi edredón a un lado y planto mis pies firmemente en el suelo frío, luego camino de puntillas hacia la ventana. La alcanzo y abro mi cortina, luego levanto cuidadosamente una de las persianas. Sonrío cuando veo a Parker, agachado en el techo. Él señala hacia arriba, luego se aleja arrastrándose silenciosamente.

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Mi pulso se acelera. Agarro mi edredón de la cama y cierro la puerta, luego me apresuro a mi armario, entro lo más silenciosamente posible. Siento mi camino a lo largo de la pared, envuelta en la oscuridad.

Parker está esperándome mientras cruzo al tercer piso.

—¿Qué estás haciendo aquí? —susurro mientras él se mete dentro. Trato de fingir desaprobación, pero la sonrisa detrás de mi voz es obvia. ¿La verdad? Estoy feliz de verlo.

—Hubiese llamado, excepto que no tengo tu número —susurra. Cierro la ventana detrás de él—. Eso complica las cosas.

—Eso no hubiese importado, porque no se me tiene permitido responder el teléfono nunca más.

—Me lo supuse. ¿Cómo de malo fue? —pregunta él, sentándose en mi puf. Cruje bajo él. Me siento en el suelo y, aunque no está tan como frío como estaba unas semanas antes, envuelvo mi edredón alrededor de mí.

—¿Honestamente? Nunca he estado en problemas, así que fue malo… pero pudo haber sido peor, supongo. No tengo nada en que basarme.

—¿Cuáles son los términos?

—Estoy castigada durante el resto del año escolar. No puedo ir a ningún lugar con nadie, ni hacer nada... no hay eventos para recaudar fondos ni paseos... nada de llamadas. Ah, y se supone que no puedo verte nunca más —agrego.

Él sonríe.

—¡Qué mal! Qué bueno que nuestro proyecto está casi terminado.

—¿Terminaste?

—No —responde—. ¿Tú?

—No. —Silencio. Aclaro mi garganta—. Entonces, um, ¿estás castigado o algo? —pregunto.

—Nah. Llegué a casa esperando un infierno, pero el viejo no estaba allí. No dijo nada acerca de esta noche así que supuse que no lo sabe, o no le interesa.

Mañana falsificaré una nota diciendo que estaba enfermo o algo así. Mi ausencia ni siquiera será sin excusa. —Sonríe, pero no es una sonrisa que


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ilumine sus ojos, ni sus rasgos. Parece artificial, más obligada que cualquier otra cosa.

Emito un quejido.

—Eres muy afortunado.

—¿De qué mi padre no sepa lo suficiente como para darse cuenta que me salto la escuela? ¿O el hecho de quizás no le importe?

Me muerdo el labio inferior.

—Tú eres afortunada, Jade. —Sigue él—. Afortunada de tener personas a las que les importe algo. Nunca desestimes eso. —Él hace una pausa por un momento—. Entonces… ¿qué dijeron de Harvard?

—Nada —digo, suspirando con frustración mientras miro a lo lejos—. No podía hacerlo.

—Tienes que decírselo.

—Lo sé. —Me quejo de nuevo, sintiendo derrota—. Sólo… no sé cómo, ni que decir. No es el momento correcto.

—Si estás esperando un momento correcto, vas a esperar mucho —señala—. No hay tal cosa ni siquiera. Sólo haz lo que tengas que hacer y espera que sea lo mejor.

Exhalo, el aire escapándose de mis pulmones. Él tiene razón. Siempre.

—Ellos te aman, Jade. No van a molestarse contigo, ni a decepcionarse, a pesar de lo que puedas pensar.

—Lo sé. —Cambio de posición, moviéndome más cerca del puf… a algo donde recostarme. Esto me coloca al lado de Parker, casi tocándolo, aunque no estoy segura de que él esté tan consciente como yo. Sostengo mi mentón con la mano—. Es bueno que nuestro proyecto esté casi terminado, supongo. —Continúo después de un pequeño y callado momento—. No más tiempo de pasar el rato en la biblioteca. Ni saltarse la escuela. —Odio pensar que en pocas semanas todo habrá terminado. Que Parker seguirá adelante, yo seguiré adelante y no habrá nada más que nos conecte, nada que nos atraiga.

—Siempre podemos tener un encuentro del tercer piso —bromea—. No pueden quitarnos eso.


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Me siento en silencio, empujando las cutículas hacia atrás con mi uña, preguntándome qué va a pasar con nosotros cuando hayamos terminado. Cuando la escuela termine. Sólo hemos tenido un mes y unas pocas semanas juntos, pero parte de mí no puede imaginarse no ver a Parker nunca más. Realmente no puedo recordar alguna vez sin conocerlo, no estar con él de esta manera. Me trago el nudo espeso en mi garganta. Ni siquiera es algo que quiera pensar.

—¿Cómo sabías que estaría arriba? —pregunto finalmente, curiosa.

Se encoje de hombres.

—Tenía el presentimiento de que tendrías problemas para dormir. Pensé que podía al menos hacerte compañía.

Mi piel hormiguea, enviando escalofríos calientes a través de la longitud de mi cuerpo.

—Admítelo —digo, sonriendo ampliamente—. Te gusto.

Él se ríe suavemente, con sus mejillas enrojeciendo en la oscuridad.

—No estoy admitiendo nada.

Me inclino hacia él, con los ojos entrecerrados.

—Te morías de ganas de odiar mis entrañas, y no puedes hacerlo. Creo que es impresionante.

—No quería odiarte. Simplemente no quería que me gustaras —aclara. Mira mis labios, luego me estudia en silencio. Y sus ojos, están llenos de algo. De algo que no había visto antes. Un querer. Un anhelo. Un antojo. Y él está justo ahí. Tan cerca que puedo sentir el calor de su cuerpo.

Mi estómago cae a mis rodillas, con el corazón palpitante. Y está sucediendo. Ese momento. Esa atracción entre nosotros, atrayéndome. Sólo que esta vez no puedo encontrar nada que me detenga, no hay nada deteniéndome.

—¿Hay una diferencia? —pregunto, cada vez más cerca.

—No lo creerías —susurra, su aliento cálido en mis labios.

Cierro el espacio entre nosotros, tocando su piel, besando la suavidad de su mejilla, justo en la esquina de su boca. Desliza sus dedos por mi cabello, volteándose hacia mí, y nuestros labios se conectan, enviando descargas de


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electricidad corriendo por mis venas. Suelto un jadeo rápido de aire, sabiendo que hemos cruzado aquella línea invisible, hemos saltado una roca que nunca podremos subir de nuevo. Esto cambia todo.

Sus labios se mueven con avidez a través de mi mejilla, rozando la línea de mi mandíbula, besando la curva de mi oreja.

Mis dedos se encrespan alrededor de su chaqueta de cuero, y en un momento de impulsivo deseo lo empujo hacia atrás, me pongo a horcajadas sobre su regazo, mientras el puf cruje bajo nosotros. La mano de Parker se desliza por debajo de mi camiseta, presionando en la parte baja de la espalda, empujándome hacia él. Su cuerpo está caliente, y paso mis dedos sobre su pecho musculoso, alrededor de su cuello, a través de su pelo, mientras nuestras bocas se aplastan juntas.

Sus manos deslizan la tira de mi camiseta hacia un lado, y mueve sus labios, besando mi hombro. Mi corazón da un brinco nervioso, acelerándome, dejándome sin aliento. Todo el mundo se vuelve ingrávido, sus brazos envolviéndome protectoramente mientras enfrento este anhelo irracional y demencial de mantenerlo cerca de mí para siempre. Porque no hay nadie más. No hay nada. No hay Harvard. No hay Blake. No hay Ethan, ni Matttie, ni padres. Sólo está Parker… y yo. Una ola de satisfacción me invade. Y de repente mi mundo es vertiginoso y lleno de promesa, con el único sueño que importa: nosotros.

Me alejo un poco de él. Tirando de su chaqueta de cuero. Palpando. Se las arregla para quitársela, sacando sus brazos por las mangas. Él nos pone de pie, y envuelvo mis piernas alrededor de su cintura, apretándome contra su cuerpo mientras me mueve hacia atrás, bajándonos a ambos a mi edredón sobre el suelo de ático. Una oleada de calor se precipita hacia mí, y soy tragada por la oscuridad.

Él hace una pausa, sus labios a centímetros de distancia, y estoy ardiendo por ellos, porque nunca he querido algo… a alguien… tanto. Y hay sólo una cosa que puedo escuchar por encima de la gran carrera de mis respiraciones y latidos del corazón, la pequeña voz en mi cabeza, diciéndome algo que yo he conocido durante bastante tiempo, pero no podía admitírmelo: Estoy inequívoca, loca y desesperadamente enamorada… me he enamorado por completo de Parker Whalen, el fuerte, silencioso, rebelde que parece conocerme por dentro y por fuera.


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Sus ojos negros líquidos se ponen en contacto con los míos, evaluando los míos, y aspiro una rápida ráfaga de aire, inspirando el olor del cuero y rastros de colonia mezclados con aire de la noche: una intoxicante mezcla que es, de algún modo, Parker.

—Creo… debo… —Trato de hablar, mis pensamientos entrelazados en una red espinosa de emociones.

Un rubor avanza lentamente a través de mi cuello, mi corazón inestable, mientras él se mueve despacio, su cara inclinándose hacia la mía. Mis ojos se cierran, y sus labios acarician mis labios con besos cálidos, moviéndose despacio, sus dedos deslizan mi pelo lejos de mi cara, acariciando mi piel, enviando un hormigueo a su paso.

Mi mano se desliza debajo de su camiseta blanca, sintiendo la suave piel de su musculosa espalda. La agarro, tirando de ella para sacarla. Él agarra el cuello y lo desliza sobre su cabeza, el fino algodón estrechándose.

Y allí, a la luz de la luna, la incandescencia pálida cae sobre sus abdominales tonificados, hay contusiones de varias etapas de sanación. Visibles, incluso en la oscuridad. Algunas se están desvaneciendo, otros están frescas. Nuevas. Están esparcidas alrededor de su estómago, pecho y brazos como secretos ocultos, en silencio, cada uno con su propia nauseabunda historia.

—Oh Dios mío —me atraganto, tratando de calmarme, con mi corazón latiendo más rápido—. Parker —susurré—. ¿Qué te pasó?

Sus ojos se fijan en los míos, y él traga fuerte.

—Jade… no soy… —Su voz se apaga, pasando sus manos sobre su cara. Cuando lo miro de nuevo su expresión es de piedra, con sus ojos en conflicto, atormentados—. No puedo. —Se aleja de mí, alcanzando su camiseta, poniéndose de pie mientras se la pone—. No es nada —dice él—. No te preocupes.

Siento un borde de pánico en su tono frío, palabras como el hielo torciéndose a lo largo de mi piel.

—Tienes que decirme que pasó —le suplico, sofocándome mientras lucho por sentir mis pies, con las piernas temblorosas por debajo de mí, con mi cabeza ligera.


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Él ya se está cerrando su chaqueta, pero no puede desdecirse, no puede ocultarlo. No de mí.

—Parker —siseo.

Levanta la ventana.

—No podemos hacer esto —dice.

—¿Tu papá lo hizo? —pregunto, moviéndome en frente de él, bloqueando su camino de salida—. ¿Esto pasó hoy? ¿Por mí?

Parker se burla, sus ojos entrecerrados.

—Maldición, Jaden. No te des tanto crédito. No todo es acerca de ti. La escuela, este pueblo, el maldito mundo entero. Esto puede ser sorprendente, pero el universo no gira en torno a ti.

—Eso es por lo que quieres alejarte, ¿no? —lo confirmo, ignorándolo—. Él te hiere.

Se ríe con sequedad, sacudiendo la cabeza.

—No es lo que piensas.

—¡No es gracioso! ¡Tienes que decírselo a alguien!

—¿Estás acaso escuchándome? —pregunta, mirándome, con sus fríos ojos de obsidiana. Oscuros y vacíos. Como antes.

Él puede negarlo todo lo que quiera, pero sé lo que vi, y no hay otra forma… ¿todos esos moretones? No hay manera de que sean accidentes.

—Parker… ¡esto es un gran problema! ¡No te puede hacer eso! —Me esfuerzo por mantener la voz baja, con las rodillas temblando.

—Tengo que irme. No debería estar aquí. Nada de esto debería haber pasado. —Escucho su respiración pesada. Miro la subida y la caída desigual de su pecho y hombros.

Mis ojos se estrechan. ¿Qué está diciendo? ¿Se arrepiente de venir aquí? ¿Qué todo, todo esto, fue un error?

—¿Qué?


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—Fuera de mi camino —demanda.

Me muevo hacia un lado, mordiéndome el labio inferior mientras Parker levanta la pierna y sube por la ventana. Tengo que hacer algo. Decir algo. Detenerlo.

—Mira, sé que piensas que yo soy como, una gran niñata sabionda12 o lo que sea, y me doy cuenta que no soy la mejor persona para dar consejos sobre algo como esto, pero sé cuándo…

—No sabes nada —me interrumpe—. Sólo recuerda eso.

En el momento siguiente está totalmente fuera de mi ventana del tercer piso, de pie sobre el techo.

—Nadie se entera de esto. Nadie. ¿Lo entiendes?

Me froto los brazos, abrazándome, con los ojos húmedos.

—¿Jaden?

Me limpio la nariz congestionada contra el interior de mi muñeca, y trazo una X invisible a través de mi pecho, atravesando el corazón. Él me mira con cuidado por un momento, su expresión suavizándose, el dolor registrándose en sus facciones, pero esto parece satisfacerle.

Y entonces espero, en silencio, mientras él baja ese inmenso y negro roble, luego veo como se apresura, alejándose, desapareciendo en la niebla vaporosa.

12 Niñata sabionda, la expresión en inglés es: Goody Two Shoes, que hace referencia a una persona que aparenta ser dulce y buena, pero que se cree moralmente superior y que es engreída. El origen de la expresión es el cuento The History of Little Goody Two Shoes publicada por John Newbery en 1765.


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Traducido por Josez57


e paso una noche agitada dando vueltas en la cama. Imaginando cosas horribles. Como Parker. Sus heridas. Echándose atrás para evitar un golpe. Cuando desperté de golpe debido a las pesadillas a la mañana siguiente, todavía tenía once minutos antes de que mi

alarma deba sonar. La apago y sigo recostada tranquilamente, sintiendo el dolor embotado detrás de mis ojos; reuniendo mis pensamientos, preguntando cuándo, exactamente, mi vida se convirtió en tan complicada.

No estoy segura de lo que he hecho para merecer todo esto, pero sé que si sigue así, nunca encontraré la manera de salir del abismo descomunal en que he logrado sumergirme. Y así, poco a poco me arrastro fuera de la cama y camino hasta mi escritorio. Sin estar segura exactamente en qué libro había guardado la carta de Harvard, saque cada uno y pasé las páginas hasta que un sobre blanco revolotea hasta el suelo. Existe verdad en lo que dijo Parker. Esto no es acerca de mí haciendo las cosas bien, se trata de no conseguir todo lo que quiero, todas las veces.

No conseguí entrar en la Universidad de Harvard, porque no había trabajado para eso. Tal vez había gente por ahí que habían trabajado un poco más duro,

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que se merecían un poco más. Tal vez yo no pertenezco a una escuela de la Liga Ivy. Tal vez algo, o alguien por ahí, me conoce mejor que yo misma, y Harvard no es la respuesta.

Sin embargo, más que cualquier otra cosa: esto se puede solucionar.

En veinticuatro horas, mis problemas han adquirido una vida que les es propia: arraigándose y propagándose; han proliferado de tal manera que me parece una tontería no pasar por este, sin importancia, fuera de la lista proverbial. En el gran esquema de las cosas de la vida y el universo, el no entrar en la escuela de mi elección es intrascendente, incluso trivial.

Mi puerta cruje mientras la abro fácilmente. La casa está silenciosa, tranquila, salvo el tic-tac del reloj de péndulo resonando en el vestíbulo. Voy de puntillas hasta la mitad del pasillo y me detengo. Dos puertas. Dos opciones.

Al final, opto por Phillip. Lo elijo porque me defendió. Se merece saber, en primer lugar por qué necesitaba escapar. No le explicaría todo, pero es un comienzo.

Escucho en la puerta de su dormitorio, el sonido de los ronquidos. Dejo caer la carta al suelo, y la deslizo debajo de la grieta con mis dedos de los pies. Con un poco de suerte, será lo primero que vea cuando se despierte. Pondrá las cosas en marcha por mí.

Suspiro cuando vuelvo a mi habitación. Una parte de mí quiere un día más, un día para estar enferma, un día para salir de la ciudad. Necesito tiempo. Tengo que resolver esto. Porque yo no sé qué hacer al respecto... bien, cualquier cosa.

Mientras me ducho, me pregunto qué me esperará en la planta baja. Me pregunto a lo que me enfrentaré cuando conduzca hacia el aparcamiento de la escuela. Me pregunto qué voy a decir cuando vea a Parker. Cuando vea a Blake. Me pregunto qué dirán de mí. Acerca de mí. Acerca de lo que hice. Sonrisas simpáticas. Asentimientos alentadores. Miradas fijas. Susurros.

Más que nada, me pregunto qué voy a hacer, porque he descubierto algo que se supone que no debería saber. Algo escondido, quién sabe por cuánto tiempo. Un secreto que no es mío para contarlo. Un secreto que prometí mantener.


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ZZZ

Miradas extrañas, miradas fijas, cuchicheos, todo ello comienza en el momento en que salgo de mi coche. Meto mi cabello detrás de las orejas, y muerdo mi labio inferior, evitando miradas.


―Hola.

Me vuelvo hacia la voz familiar. Savannah.

―Hola ―le respondo.

―Pensé que podrías necesitar un poco de respaldo ―dice, encogiéndose de hombros.

Sonrío. Ella enlaza su brazo al mío, y cruzamos el aparcamiento juntas, porque todo el mundo sabe que dos cabezas piensan mejor, dos cuerdas son más fuertes, y cualquier cosa es soportable con un mejor amigo, incluso las miradas y los chismes.

No hay ningún mensaje de texto por la mañana de Blake. Pero entonces, realmente no estaba esperando uno.

Parker casi llega tarde a Inglés. Levanto la mirada a tiempo para verlo dejar caer la bolsa de papel marrón que dejé en su silla dentro de su mochila. No sonríe, ni me mira. Un reconocimiento es todo lo que quiero, un sí, allí estaba yo ayer por la noche; sí, yo estaba contigo; sí, me siento de la misma manera; sí, ya sabes mi secreto. Me gustas.

Pero él nunca alzó la cabeza de sus notas. Ni una sola vez. Era un recuerdo de las semanas anteriores, cuando no podía conseguir que se me acercara en absoluto, y me pregunto cómo pudimos haber estado tan cerca de… algo, y de vuelta al comienzo en cuestión de momentos. Cuando la campana suena finalmente, Parker se va. Lo observo, decepcionada, mientras se pierde en el pasillo.

El almuerzo será mejor. Hablaré con él entonces.


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Sólo que Parker no se presenta a almorzar. No está por ningún lado. Ni en su mesa… ni en otra mesa… en ningún lado en absoluto. Un nudo intenso se forma en la parte posterior de mi garganta, porque sé, que es un hecho justificable, que me está evitando.

La luz del sol baña las mesas de picnic, besando la parte de atrás de mi cuello. El aire es húmedo y dulce. Los árboles de peras de Bradford que se alinean en la acera, están en flor, los pétalos de marfil cayendo de las ramas como copos de nieve. Una ligera capa de polen amarillo cubre las mesas y los automóviles. Tomo una respiración profunda, inhalando el aire dulce, y me siento. El viento agita las hojas, soplando mi bolsa de papel sobre la mesa. Me retiro el cabello fuera de mis ojos y miro al cielo. Un tramo grueso de nubes grises se cierne en el horizonte, como si tuvieran toda la intención de entrar y arruinar lo que está resultando ser un magnífico día de primavera.

―No te puedes sentar aquí tú sola ―una voz dice mientras tomo el primer bocado de mi sándwich.

Savannah y Ashley se sientan frente a mí.

―Hey.

―Así que... ¿dónde está Parker? ―Savannah pregunta―. Pensé que ibas a reunirte con él. Tengo que aprobarlo, ya sabes.

Me río en voz baja.

―Tu suposición es tan buena como la mía. Tenía la esperanza de que pudiera hablar con él hoy. Quería saber cómo se siente acerca de mí, pero creo que es obvio. ―Miro a mi alrededor―. Quiero decir, ¿cuándo no se ha sentado aquí?

―Es probable que sólo esté confundido ―dice Savannah―. Esto tiene que ser una locura para él.

―Por lo menos antes era un poco invisible ―Ashley añade―. Hoy en día todo el colegio está hablando de él. Yo estaría escondida, también.

―Todo el mundo hablaba de él de todos modos ―señalo.

―Porque era un misterio ―explica Savannah―. La idea de ustedes dos juntos… bueno, eso es una historia totalmente diferente.

―Gran drama ―concuerda Ashley.


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―Ya sabes que la mitad de estas personas no tienen nada mejor que hacer que meter sus narices en los asuntos de otras personas. ―Savannah pone los ojos en blanco.

No les digo que hay algo más, esto no se trata sólo de faltar a clases juntos, ni hacerlo con él en mi ático. Parker no me está evitando porque esté confundido acerca de nosotros. Hay algo más.

―Así que. . . ¿qué pasa con Blake? ―Ashley pregunta.

―Me está evitando, también. No hemos hablado todavía, pero tengo que romper con él. Quiero decir, si no se deshace de mí en primer lugar. Esto ya no está bien.

¿Qué sentí con Parker anoche? Nunca había experimentado nada de eso con Blake. Parker estaba en lo cierto todas esas semanas atrás. Nunca estuve realmente enamorada de Blake. Me gustaba la idea de nosotros, pero eso no quería decir que lo amara y no era justo para nadie pretender que lo hacía.

Me odio por no darme cuenta antes. Odio a Parker por tener razón. Una vez más.

―No puedo creer que tu mamá te está haciendo que te pierdas el baile de graduación ―dice Savannah―. Es como, la última gran fiesta de nuestras jóvenes vidas.

―Confía en mí: la fiesta de graduación no está muy alto en mi lista de prioridades en este momento ―le digo.

―Lo sé. Es sólo que la graduación ya casi está aquí, y todo el mundo está haciendo lo suyo… nos merecemos una última gran noche.

Me siento algo así como triste, sólo una punzada, tirando de mis entrañas. Ella tiene razón. Después de graduarse, no hay garantías.

―Todavía nos veremos ―les digo, pensando positivamente―. Quiero decir, todavía tendremos descansos y vacaciones.

―Lo sé.

―Seguiremos mandándonos mensajes de texto la una a la otra durante la época de clases ―Ashley ofrece.


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―Y hablaremos por teléfono ―añado―. Y estarás ocupada con deberes y todo eso.

―Oh… correcto ―murmura Savannah―. Acerca de eso… ―Ashley y yo la observamos por un momento, esperando a que ella continúe.

―¿Sí? ―insto.

Tose, murmurando en su mano.

―¿Qué? ―pregunto.

Ella retira la mano de su boca y cierra los ojos con fuerza.

―¡Voy a ir a la universidad! ―confiesa.

―¿Qué? ¡No es cierto! ―grito―. ¡Oh, Dios mío! ¡Savannah! ¿Por qué no nos lo dijiste? ―pregunto.

Ella habla con rapidez.

―Porque quería ver qué pasaba, en primer lugar. No quería echar mala suerte ni nada.

―Pero eso va totalmente en contra de todo en lo que creías ―dice Ashley―. De hecho, yo en concreto recuerdo que dijiste algo acerca de ser “arrastrada pateando y gritando” y por encima de tu “cadáver” y otros tantos clichés irrelevantes, melodramáticos. ¿Qué en este planeta podría haberte hecho cambiar de opinión?

―Tony, creo ―Savannah dice, encogiéndose de hombros―. Él obtuvo una beca para jugar al baloncesto de una escuela de la Segunda División. Él imprimió la solicitud para mí. ―Ella nombra a la universidad, a medio camino a través del estado, a unas cinco o seis horas de nuestras casas. Emocionada, ella se sienta más derecha y cepilla su pelo rubio a un lado, reuniéndolo en el cuello―. Quiero decir que no estaba pensando cuando lo rellené, lo estaba haciendo para conseguir que se callara. Pero algo sucedió… y en realidad entré.

Yo me río.

―No lo puedo creer. ¡Eras tan anti-universidad!

―¡Lo sé! ―grita―. Incluso tengo una beca parcial a causa de todo el trabajo voluntario en el que te ayudé. Al parecer, eso es como un gran asunto para ellos.


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―Al parecer.

Estoy feliz de ver a mi mejor amiga mostrar parte de responsabilidad al tomar iniciativas por su vida, incluso una punzada de celos apuñala mis entrañas por el hecho de que, en este momento, ella está más adelante en el proceso que yo. He estado trazando un mapa y preparando la planificación de mi futuro durante los últimos cuatro años. Ella rellenó una solicitud en el último minuto, en un capricho, y ya está yendo hacia adelante.

―Entonces, ¿qué vas a hacer? Quiero decir, ¿qué vas a estudiar? ―le pregunto, obligándome a alejar los sentimientos negativos.

―No tengo ni idea. Pero quiero decir, los dos primeros años son como, educación básica, ¿verdad? Tengo un montón de tiempo para decidir.

Me quedo mirándola por un momento, sacudiendo la cabeza con incredulidad. Tantas conversaciones que tuvimos acerca de que se aplicara a por lo menos una universidad comunitaria, y tantas veces que ella me había ignorado; todo lo que necesitaba era que un chico le pusiera en su mano la solicitud y dijera: Vamos a ver qué pasa.

―Así que estás siguiendo a Tony a la universidad ―dice Ashley, lo que confirma mis pensamientos en voz alta.

Savannah sonríe alegremente.

―Estoy siguiendo a Tony a la universidad.


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Traducido por Lalaemk


ecesitamos hablar. Las palabras estaban escritas con marcador negro Sharpie y olía a fresco cuando saque la nota fuera de mi taquilla antes del último periodo. La escritura de Parker era clara y calculada, y paso los próximos minutos mirando las letras, tratando de descifrar su

significado oculto. La estudio, sobre analizando cada línea y curva. Podían ser buenas noticias, pero podían ser malas. Peores. Cuando tengo la absoluta certeza de que no tengo idea de lo que significa su mensaje, aparte de que quiere verme, me dirijo hacia la oficina.

La hora se prolongó. Después de terminar mis diligencias típicas para el personal de la oficina y rellenar las casillas de los maestros con su correspondencia, una de las secretarias me da un boletín impreso en el frente y en la parte trasera para hacer doscientas copias. Espero hasta que camina lejos antes de revisar la hora en mi móvil, poniendo los ojos en blanco. ¿Qué sentiría decirle a alguien no por respuesta? No hacer cada pequeña cosa siempre que alguien lo pide.

Mientras estoy parada en la fotocopiadora, esperando una eternidad a que las letras se impriman, observo los árboles en el jardín delantero de la escuela se

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mecen en la brisa, el viento aumentando la velocidad. Las nubes grises se han movido, el sol ocultándose tras ellas. Toda la atmósfera parece golpear―intensamente―como si el cielo fuera a estallar en cualquier momento.

Cuando la campana suena, finalizando el día, las copias aún no han finalizado. De acuerdo a la pantalla digital, hay más de cuarenta por imprimirse. Exhalo fuertemente y compruebo el reloj por milésima vez, viendo como la máquina copiadora lentamente escupe cada página, una… por una… por una. Me paseo por la habitación, buscando por alguna distracción, con las palmas sudorosas. Mi estómago se revuelve cada vez más con cada momento que pasa.

Cuando la máquina finalmente se detiene, tomo la pila―todavía caliente―y me apresuro a la parte delantera de la oficina. Ni siquiera me molesto en cambiar el papel color―canario. Esto va a enfurecer a alguien, pero no estoy segura de que me siga importando.

La multitud se ha apretujado para el tiempo en que me empujo hasta la puerta de la biblioteca, los sonidos y olores me transportan directamente a las tardes que pasé con Parker, hablando, discutiendo, debatiendo. Convirtiéndose… en algo. Me apresuro pasando las filas de estanterías, buscando las mesas. Están vacías. Me detengo un momento, fijándome en todo.

Parker nunca mencionó dónde, exactamente, quería reunirse conmigo. Asumí que sería en la biblioteca. Tomo una respiración profunda, tratando de reprimir mis rápidos pensamientos. Tal vez no pudo esperar más. Tal vez planeó reunirse conmigo después―en mi casa, después de medianoche. Tal vez esta es su forma de hacer las cosas correctamente.

Me muevo hacia la ventana, mirando a través del aparcamiento. Unos pocos coches y grupos de estudiantes están esparcidos. La motocicleta de Parker esta estacionada en el otro extremo, en su espacio usual.

Él esperó.

Mi pulso se acelera.

Mis ojos se fijan en los otros espacios, en mi Civic. Sonrío y el alivio inunda mi cuerpo. Ahí está él. Apoyado contra mi coche. Esperando. Lo veo girarse. Algo captura su atención; alguien lo llama.

Blake.


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La sangre abandona mi cuerpo, en una espiral descendente. Mi corazón latiendo con fuerza y resuena en mis oídos, como un martillo envuelto en una tela. No puedo oír nada sobre ello, ni siquiera el “Oh Dios mío”, que murmuro antes de salir corriendo de la biblioteca hacia la salida posterior. No es el sonido de la barra de metal cuando choca con la puerta, empujando a través de los obstáculos y balanceándome hacia el césped.

Todo se mueve a cámara lenta. Como una de esas locas experiencias que el cuerpo experimenta donde no puedo controlar mis acciones propias. A pesar de la inestabilidad, de alguna manera mis piernas me impulsan adelante. Me quedo por debajo de los perales Bradford, los pétalos blancos girando a mí alrededor, una ventisca efímera. Esquivando a los estudiantes. Corriendo junto a un grupo de estudiantes.

—¡Alto! —grito. Pero incluso mis palabras fallan, así que todo lo que puedo hacer es gritar una y otra vez en mi cabeza ¡Alto! ¡Alto! ¡Alto! Mis sienes resuenan en ritmo con mis pies conforme golpean el pavimento.

Arrojo mi mochila y mi bolso al suelo y me lanzó hacia Parker, empujándolo lejos. Protegiéndolo.

—¡Alto! —me las arreglo para decir finalmente, luchando por hacer entrar aire a mis pulmones en llamas. Me giro cuando Blake, con la mandíbula magullada y corte sangrando por debajo de sus ojos, se mueve hacia nosotros. Me acerco para retenerlo—. Blake, ¡basta!

—¿A qué estás esperando, imbécil? —grita, mirando a Parker, Me toma utilizar ambas manos y toda mi fuerza evitar que se mueva más cerca.

—Blake, ¡detente! —demando, mi fuerza paralizándose, mis manos temblando—. ¿Qué… qué estás haciendo? —pregunto, apenas pudiendo formar las palabras, mi corazón atronador y mi cabeza girando, como si el universo entero sufriera conmigo.

—Dándole a este imbécil lo que se merece —dice, tratando de maniobrar a mí alrededor.

—¡No! —grito, empujándolo hacia atrás con toda la fuerza que puedo reunir. Y luego está Tony, sosteniendo a Blake por los hombros, lanzándolo fuera, ayudándome.

—Para.


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Parker arrebata el casco de la motocicleta del suelo, la sangre derramándose de su nariz, las gotas salpicando el pavimento. Lo sigo, buscando su brazo, pero él se libera, fijándose la correa del casco bajo su barbilla.

—Parker, espera —ruego.

—No, he terminado. Sólo ten algo en mente por mí, ¿bien Jaden? ¿Gente perfecta? Ellos siempre están escondiendo algo. —Lo miro fijamente, parpadeando, tratando de darle sentido a lo que me está diciendo, perdida. Mira rápidamente a Blake—. Pregúntale a tu novio dónde estaba el sábado en la noche —murmura.

En el siguiente instante, el motor suena, y se va.

—¡No puedo creerlo! —le grito a Blake sobre el rugido del motor que se desvanece, incluso ahora.

—¿Yo? ¡No puedo creerte a ti, Jaden! ¿Abandonaste la escuela por él? ―La ira se nota en sus rasgos, la tensión en su cuello, sus mejillas sonrojadas.

Hay algo más, creo. En sus ojos verdes. Como si estuviera herido.

Tomo mis bolsas, apretando la mandíbula.

—Lo hice, no voy a mentir —Busco en mis bolsillos mis llaves.

—Espera —dice, moviéndose más cerca, entrecerrando los ojos—. No vas a ir tras él.

—Voy a ir, Blake. Lo siento. Debería haber dicho algo antes.

Da un paso hacia atrás, la boca abierta.

—¡Dime que no tienes sentimientos por ese imbécil! —grita, señalando hacia la entrada vacía.

Mis ojos se llenan de lágrimas. Trabajo para mantener mi respiración.

—No puedo. Porque lo hago. Tenemos que terminar esto, Blake —digo, temblorosa y desconcertada, tratando de ignorar a los espectadores—. Nosotros, quiero decir. Lo siento.

Frunce las cejas.


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—¿Estás terminando conmigo? ¿Por Parker Whalen? ―escupe su nombre como si fuera algún tipo de veneno.

Me disculpo otra vez, buscando por la puerta.

—¿Sabes qué? —dice, levantando la voz, haciéndose hacia atrás, acusadoramente—. Ni siquiera me importa, porque nunca tuvimos algo.

Me detengo, congelada, mi corazón palpitando.

—Nunca fui tuyo, Jaden. Nunca. Sabes… lo intenté. Seguí esperando por ti. Manteniéndome contigo. Esperando a que vinieras. Pero siempre estuve en segundo plano.

A tus proyectos. A Harvard. Fue siempre acerca de ti y de lo que querías. Fui temporal. Alguien con… quien pasar el tiempo. Y no importa cuánto lo intenté, nunca pude ver algún futuro contigo, porque lo sabía, muy en el fondo, todo lo que podías ver era la línea de meta de Harvard. Sabía que entrarías, romperías conmigo, y te olvidarías de nosotros. ¿Y qué es lo peor? Sabía que ni siquiera te molestaba. Nunca fui lo que realmente querías.

Inhalo en otro aliento, las palabras me paralizan.

—Lo intenté, Jaden, pero nunca fui lo bastante bueno. Nunca nos diste la mitad de esfuerzo que pusiste en lo demás. —Sus ojos se entrecierran, llenos de ira.

Y de repente, lo entiendo. Lo entiendo todo. La única cosa en la que centré toda mi vida… y ni siquiera importa más. Y en este lugar… nada. No había segundo lugar. Nunca.

No espacio para alguien más o algo.

Hasta ahora.

—¿Dónde estabas el sábado en la noche? —pregunto, mi voz baja.

Me mira fijamente, ojos fríos, duros.

—Estaba con los chicos.

—¿Eso es todo?

—Sí, Jaden, eso es todo. Estaba con los chicos. Tomamos unas pizzas. —Se ríe, sacude su cabeza—. Sabes, eso no es todo. Paramos en lo de Vince.


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Había una fiesta, y todos fuimos. Porque eso es lo que la gente hace, Jaden. Ellos salen, y se divierten. ¿Y sabes? Me sentí mal por mentirte, pero ya no más. Porque después de lo que has hecho, no eres mejor que yo en este momento.

Gente perfecta.

—Lo sé —murmuro después de unos cuantos segundos en silencio, mi voz rompiéndose de alivio, aunque las lágrimas amenazan con derramarse.

—Y puedo decirte como tu amigo sabía que estaba ahí, porque él estaba ahí, también.

Estudio cuidadosamente a Blake Hanson, antes de subir a mi coche, dejándolo atrás, pasando por lo que podría ser la peor ruptura en la historia humana.

Recuerdo el día con Parker en la ciudad. Mantengo un ojo en él, siguiéndolo mientras gira en una autopista, donde finalmente acelera. No sé a dónde va, o si sabe que lo estoy siguiendo. Todo lo que quiero es que se detenga y decirle que lo siento.

Sin embargo, él no se detiene, no hasta que se para en el patio de un viejo remolque, ancho y en ruinas, que debería haberse derrumbado hace una década. El patio está lleno de cosas―basura, coches oxidados y llantas viejas. Bolsas de basura se amontonan en pilas. La maleza y las malas hierbas y enredaderas están adheridas a las paredes exteriores, trepando hacia el cielo. Estoy segura de que, dentro, hay ollas y sartenes dispersas, listas para mantener las gotas de lluvia a través de las fugas, grietas como telarañas de agua en el techo. El hedor de alcohol y los platos sin lavar. Los contenidos de los cuencos de cereales grises. Latas de salchichas y basura… muchas latas vacías.

Parker se quita el casco.

Avanzo hacia el patio.

—¡Parker! —lo llamo, cerrando la puerta del coche.

Sigue su camino hasta las escaleras, ignorándome.

—Parker, por favor ¡espera! —ruego, siguiéndolo

Se gira para mirarme a la cara, sus ojos feroces.

—No estamos haciendo esto, Jaden.


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—¿Esto es acerca de Blake? Porque si es eso estoy tan…

—¡Esto no tiene nada que ver con él! —interrumpe. Salta por las escaleras, encontrándome en el patio. Su cabello oscuro cayendo sobre sus ojos, su nariz herida y sangrante.

—Entonces, ¿cuál es el problema? —le grito, como si él no pudiera oír lo que estoy diciendo, a pesar de que está de pie a solo dos pasos frente a mí—. ¿Querías reunirte conmigo, recuerdas? —le recuerdo—. ¿Qué me querías decirme, Parker?

Permanece inmóvil por un momento, sin emoción, su rostro blanco mientras busca el mío. Inhalo una rápida respiración, y espero.

—Te iba a decir que hemos terminado —finalmente confirma.

Las palabras cortan a través de mí, destrozándome. Se van tan rápido, teniendo esa sensación de perforación intestinal. Dejo salir una risa sarcástica, sintiendo de repente un estallido de arrogancia.

—¿Qué? ¿Qué ha terminado?¿Qué fue lo que empezamos que quieras terminar? —demando saber.

—No podemos hacer esto —dice

—¿No podemos hacer eso? ó ¿tú no puedes hacer esto? —pregunto—. O tal vez no quieres hacerlo.

Retrocede, su expresión plana.

—Vamos, Parker —continúo, con la vana esperanza de que algo que diga hará alguna diferencia—. ¿Cuál es el problema? Si no te gusto, dímelo. Si no quieres que vayamos más lejos, pues bien, pero voy a decirte algo: eso no es lo que quiero en absoluto. —Cruzo mis brazos a través de mi pecho, sintiendo un escalofrío subiendo por mi columna vertebral—, y corre todo lo que quieras, pero no puedes esconder algo de mí. Así que deja de pretender que no es un gran asunto.

Su frente se suaviza conforme sus rasgos se relajan, pero no responde.

Río otra vez.

—Te estoy dando la perfecta salida. Nuestro proyecto casi ha terminado, nos graduaremos, y nunca nos volveremos a ver. Si eso es lo que quieres ¡pues dilo!


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La animosidad vuelve. Su mandíbula se tensa.

—Así es como se suponía que era en primer lugar —se las arregla para decir con amargura, sus ojos llenos de preocupación buscando los míos.

—Así que, ¿qué pasó? —pregunto, levantando mis brazos—. No lo entiendo. ¿Cuál es el problema aquí?

Cuando él no contesta, continúo:

—Te diré lo que pasó. Lo que pasó fue… me enamore de ti, Parker. ¿Toda esa cosa del tiempo? Tenías razón: no hay cosa como el momento perfecto. Y este es el peor momento, actualmente, porque vas a seguir adelante, te vas a graduar y te vas a ir. Y eso está bien, pero te estoy diciendo, justo ahora, en este momento, que creo… creo que te amo —mi voz se rompe, conforme digo las palabras.

—Te amo más de lo que alguna vez amé… algo. Y has estado en mi mente durante semanas. Y llegar tarde ese día―tu siendo mi compañero―es la mejor cosa que me ha pasado. Y perdóname si pensé que tal vez te sentías de la misma manera. ¿Estaba mal pensando eso?

Se limpia la sangre que gotea de su nariz con el dorso de su mano.

—Puedes al menos darme eso, Parker. Puedes huir, no puedes esconderte por siempre, pero mírame a los ojos y dime que no me amas, primero.

Él sacude la cabeza, y mira hacia el cielo gris, lleno de nubes.

—No te amo —murmura fácilmente—. No puedo.

—¡Ni siquiera me miraste y lo dijiste! —grito, enfurecida. Si él va a terminar esto entre nosotros, merezco que me lo diga directamente—. Mírame a los ojos, y dime que no tienes sentimientos por mí. Ó ¿Estás asustado? Asustado porque tal vez tú tienes sentimientos por mí y podrías desearme tanto como yo a ti.

Otra brisa fría sopla entre nosotros, provocando piel de gallina en mis brazos. Trago, forzando el gran nudo en mi garganta a alejarse.

—Sabes, yo no pedí esto —continuo, después de unos minutos en silencio—. Mi vida era mucho más fácil antes que vinieras. No era perfecta, y sí, tal vez era aburrida, pero era manejable. Pero viniste, Parker, y no puedo ignorar eso. Puedes empujarme lejos y tratar de olvidar cualquier cosa que pasara entre nosotros. Pero puedo decirte que, para mí, algo definitivamente pasó. Al menos


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estoy siendo honesta. Tú dijiste que nunca habías dicho una mentira: así que dime la verdad.

Parker está inmóvil y en silencio. Y por un momento: un atisbo de debilidad en sus ojos, como si estuviera a punto de rendirse. Pero luego se desvanece, casi tan rápido como apareció.

—Es mejor de esta mera. Créeme.

—¿Para quién? —lo reto.

Él no responde

—Mírame a los ojos, dime que no me amas, y me iré. —Mis dientes se aprietan, crujiendo, la mandíbula doliendo por la presión.

—No te amo. No tengo sentimientos por ti. —Él dice las palabras tranquilamente y con pausa, haciendo justo lo que pedí—. No soy uno de tus proyectos y no te necesito a ti, ni tu comida, ni tu simpatía.

Lágrimas pican en las esquinas de mis ojos. Anhelando una respiración que satisfaga mi pecho agitado, desesperado por aire.

—Bien Parker. Considéralo una ruptura limpia. Puedes huir sabiendo que no dejaste nada atrás. Buena suerte con eso.


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Traducido por Lola_20

Corregido por V!an*

s fácil deslizarse en la rutina de estar castigada. Calmante, en realidad—sin presiones, sin apurarte a la siguiente actividad. Tengo suficiente de que preocuparme entre la escuela, nuestro proyecto de inglés, la boda de Daniel y Sarah y las renovaciones de la casa. El futuro aparece en el horizonte, pero es tan vasto y distante que

apenas puedo poner en eso mi mente. Y eso está bien, porque no quiero pensar en ello. No quiero tomar más decisiones ni compromisos—con nadie.

Así que, por ahora, me estoy tomando las cosas de la mejor manera que conozco: día a día.

Blake, Parker y yo somos el tema: discutido entre períodos, analizado con sándwiches de jamón y queso y sodas en el almuerzo. Los rumores se arremolinan alrededor del altercado entre Blake y Parker en el aparcamiento. Blake huyó de Parker después de un golpe. Ni siquiera hubo una pelea, porque Parker tenía claramente ventaja. Blake va a presentar cargos. Parker va a ir a la cárcel… Y dependiendo de a quién le quieras creer, Blake y yo no nos estamos hablando. Parker y yo no nos estamos hablando. Todo es mi culpa. Esos rumores son ciertos.

E


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El día siguiente a la pelea, Parker entra a nuestra clase de inglés, su cabeza en alto, el más sutil trazo de un moretón sobre el puente de su nariz. El ruido típico de la mañana se desvanece, un extraño e intenso silencio va llenando la habitación mientras la conversación cesa, todos observando. Puedo sentir mis mejillas ponerse cada vez más calientes con cada segundo que pasa, mi pulso acelerándose mientras hace su camino hacia su asiento. Me fuerzo a no mirarlo, enfocándome en cambio en la Sra. Tugwell, su lectura, y tomando las más prolijas y comprensivas notas sobre el uso de la ironía de O. Henry. No veo a Blake hasta la hora del almuerzo. Nuestros ojos se encuentran brevemente mientras él cruza la cafetería. El corte debajo de su ojo está tapado, su mandíbula y ego magullados. Me siento con mi espalda hacia la ventana de la cafetería, así no estaré tentada a espiar a Parker―si es que en efecto está

allí―pero finalmente no importa… porque no está.

Hay algo más, sin embargo. Algo rodeándome: espeso y agobiante, y que estaba, sobre todo, consumiéndome. El secreto de Parker. Y mi promesa de guardarlo. Eso, y el hecho de que la fecha de entrega de nuestro proyecto es pronto, muy pronto.

Parker y yo terminamos nuestra investigación y dividimos las tareas; todo lo que falta es escribir nuestros papeles y presentar nuestro reporte oral. Asumo, dado que estoy trabajando en mi mitad, que él está trabajando en la suya. Aún así, es difícil—saber que no puedo intercambiar ideas con él como hacíamos antes. Me hubiera gustado darle mis ensayos para una lectura de prueba, porque sé que eso debe ser algo en lo que él es impecable: encontrar las fallas y ayudar a corregirlas. Me hubiera gustado practicar mi discurso frente a él. Porque al fin de cuentas, su opinión es la única que importa.

No ayuda que cada vez que saco mis notas sobre Ethan y Mattie, él es la primera persona en la que pienso. Cada vez que entro a mi armario y veo esas escaleras por el rabillo del ojo, y mi mente divaga. Cuando me siento en mi cama, lo recuerdo sentado allí, también. Acostada en mi cama, mirando el techo, miro directamente al tercer piso. Cuando paso la biblioteca, pienso en nuestra mesa. Cuando miro al espejo sobre mi vestidor, mis ojos automáticamente se mueven a la postal de la calle Hamilton donde Parker y yo comimos, paseamos y compramos. Él está en todas partes. Pero mayormente, está dentro de mí: en los cambios que hay en mí.

He sobrepasado tantos límites ya: subirme a su motocicleta aquella noche, no reprimir mis sentimientos por él aun cuando tenía novio, dejarlo entrar a hurtadillas en mi casa, faltar a la escuela con él.


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Mirando atrás, es fácil ver cuando comencé a desviarme, la senda que tomé para perderme a mí misma. O tal vez… tal vez no estoy perdida en absoluto.

No me siento perdida. Si me siento de algún modo es… encontrada.

Allí es cuando me doy cuenta: Entendí mal. Todo mal. ¿Todo este tiempo? No estaba destinado para que yo cambiara a Parker, sino para que él me cambiara a mí.

ZZZ

—Jaden, ¿tienes un minuto? —pregunta la Sra. Stevens. Alcanzo mi bolso, lista para irme por el día. Quiero decirle que no. Quiero irme a casa. Quiero que este día termine.

—Claro —respondo, siguiéndola. Ella cierra la puerta de su oficina detrás de nosotras. Hace un clic suave, apaciguando los gritos, chillidos y el ruido de las puertas de las taquillas golpeándose entre sí. El almohadón de cuero se aplasta mientras me siento en la silla frente a su escritorio. Me quito la goma elástica, aliso mi cabello y luego lo recojo en una cola de caballo otra vez.

La Sra. Stevens se sienta, abre una carpeta, y se ajusta sus pequeños y modernos lentes.

—Hay algunas cosas que he estado queriendo discutir contigo, en realidad. De hecho, no estoy segura de por dónde empezar. —Se inclina sobre sus notas.

Reprimo un suspiro. Sabía que esto llegaría.

—Primero, creo que deberíamos hablar de tu reciente ausencia en clases.

—Está bien. Me escapé de la escuela. Puede decirlo —respondo.

Ella duda antes de continuar.

—Eso no es propio de ti. Me sorprendió escuchar que no tenías una nota, eso es todo.


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—Te das cuenta de que ya no tienes asistencia perfecta.

—Sí.

—También te das cuenta de que una asistencia injustificada implica automáticamente cinco desméritos. Eso significa que una carta se envía a casa.

—Lo sé.

—Así que, ¿tus padres saben que te escapaste de la escuela? —pregunta, mirándome con curiosidad.

—Si no lo supieran, probablemente no estaría castigada en estos momentos —señalo.

La Sra. Stevens se aclara la garganta.

—Llamó la atención de la administración que tú faltases a clases con Parker Whalen, y que sólo Parker trajera una nota firmada al día siguiente.

La sangre de mis venas parece detenerse. Mis manos se enfrían.

Parker. Puedo contarle. Puedo decirle lo que sé. Lo que vi. Es para lo que ella está aquí. Ella podría levantar el teléfono. Hacer unas pocas llamadas. Todo estaría bien. Esto no es algo que tengo que guardarme. Puedo ayudar.

Abro mi boca para hablar, luego la cierro de nuevo, mordiendo mi labio inferior.

—No conozco a Parker muy bien —miento, mirando el suelo.

—El cuerpo estudiantil parece pensar lo contrario —insiste.

—¿Desde cuándo piensa que los estudiantes entienden algo bien? ¿Y cuándo la gente no estuvo hablando de Parker Whalen? —respondo calmadamente.

—De acuerdo. Entonces, estás de acuerdo con la falta y los desméritos.

Sonrío.

—No si puedo presentar una apelación.

Ella suelta una pequeña risa.

—Ya has confesado.


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—Bueno, en ese caso, estoy bien con ello.

—De acuerdo. Sigamos. Esto probablemente no es algo para preocuparnos, sabiendo que estás castigada, pero la Sra. Davis llamó y dijo que no podrías continuar con tu trabajo en la caminata anual por el banco de comida.

—No. Tuve que retirarme. Aparentemente, estar castigada significa que no se me permite salvar al mundo hasta el verano.

La Sra. Stevens sonríe, escribe algo en su hoja, luego se aclara la garganta, seria de nuevo.

—Hay otro problema que creí que deberías conocer.

—Guau. Esto se está poniendo cada vez mejor —murmuro.

—No estoy acostumbrada a que tengamos estas conversaciones —confiesa.

Agarro los brazos de cuero de la silla y me siento derecha.

—De acuerdo, ¿qué sigue?

—Es sobre tu clase de química. ¿Estás teniendo problemas?

—No —contesto, genuinamente sorprendida. Esta es una pregunta que no esperaba—. Realmente no.

—De acuerdo, porque hablé con tu profesor. Aparentemente hubo una prueba en la que sacaste C, y un examen en el que obtuviste una muy baja B.

Contengo la risa.

—Difícilmente llamo a eso “tener problemas” —sigo, sorprendida de cuanto soné como Parker. Sé sobre la B y la C. Metí ambas evaluaciones en mi cuaderno sin pensarlo dos veces. ¿La verdad? Es una clase avanzada, y el material es difícil. Con todo lo que está sucediendo en mi vida, lo mejor que puedo ofrecerle a cualquiera es promedio.

—No, lo has hecho muy bien —dice—. Pero eso baja tu A en química a una B.

—De acuerdo.

—Eso disminuye automáticamente todo tu promedio. Daniel Cho está ahora compitiendo por el mejor promedio. Está arriba por sólo unos puntos, pero no


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estoy segura de que puedas subir tu promedio a tiempo. Planeé reunirme con él la semana próxima.

—Genial. —Inspiro el aire agobiante de la oficina hasta llenar mis pulmones. Estoy sofocándome, el río creciendo, ahogándome desde adentro hacia afuera—. Usted sabe que no entré a Harvard, ¿cierto? —pregunto—. ¿Está en su lista también? No quiero sonar engreída, pero…

Ella se inclina sobre sus papeles, frunciendo el ceño.

—No estaba aquí, específicamente, no. Iba a preguntarte si habías oído algo.

—Lo hice.

—Lo siento mucho. Sé que deseabas buenas noticias.

—“C’est la vie”

—Así es la vida… correcto —dice la Sra. Stevens, ofreciendo una sonrisa de simpatía—. Así que, ¿qué hay de tus respaldos?

Ella ya sigue adelante. No tiene sentido perder tiempo siendo miserable por ser rechazada de la universidad de mis sueños.

—¿Qué hay con ellos? Fui aceptada en todo lo demás —contesto, encogiéndome de hombros.

Ella abre uno de los cajones de su escritorio. Lapiceros ruedan adentro, clips de papel se golpean entre ellos.

—¿Has planeado visitas a los campus?

—Aún no.

—Bueno, hay una chica a la que quiero que llames y arregles algo. Es una representante de admisiones en la NSU. Sabes que tienen una escuela de medicina magnífica. —Anota el número en un pequeño Post-it amarillo—. Su nombre es Reagan, y podrá decirte todo lo que quieras saber. —Se inclina sobre su escritorio, pasándomelo. Estudio el conjunto de dígitos.

—Por supuesto, de acuerdo.

—Tienes algunas semanas todavía, Jaden —dice Ms. Stevens, la silla de oficina chirriando mientras se inclina hacia atrás—. No es tiempo de empacar aún.


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—Lo sé.

—Has trabajado duro para llegar a dónde estás. Odiaría ver que lo arruines en los últimos días.

Me pongo de pie y reúno mis cosas.

—Creo que es seguro decir que ya lo he arruinado —le digo, acomodando mi bolso en mi hombro.

Ella gira su silla.

—No iría tan lejos —responde, levantándose.

—Saltándome clases, desméritos, no entrar en mi escuela soñada… y seguimos.

—Sólo digamos que es culpa de la presión del último año. Les sucede a todos.

—No a mí.

—No es el fin —me recuerda—. Así que, tal vez no entraste a Harvard. Fuiste aceptada por media docena de otras magníficas universidades. Sí, te escapaste de la escuela. ¿Qué estudiante no lo ha hecho? Y sí, tienes algunos desméritos en tu expediente. Sabes, fui y revisé tu archivo. El último desmérito que tienes fue en tu primer año. Tuviste uno, por mascar chicle en el campus. Y apuesto que sucedió fuera de las horas de la escuela. —Yo levanto una ceja—. Y estabas en el aparcamiento.

Fue bastante injusto. Suspiro.

—Mi punto es —continúa—, eres una gran estudiante y persona, Jaden. Vas a solucionar esto.

Fuerzo una sonrisa, sólo lográndolo a medias.

—Gracias.

—Prepara una cita para ti y tus padres para visitar NSU. Habla con Reagan y hazme saber cómo te va.

Para el momento en que llego al pasillo ya está vacío, el único coche que queda en el aparcamiento de estudiantes es un Civic blanco. Mío. Solo.


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Lágrimas nublan mi visión mientras me muevo hacia él. Me esfuerzo para evitar que se derramen por mis mejillas, parando varias veces para limpiarme la nariz en mi manga mientras peleo con las llaves.

No llores, Jaden. No vayas a llorar.

La cálida tarde se filtra en el pequeño lugar, y el aire es pesado y rancio. Inhalo una gran respiración, pero es más sofocante que refrescante, y mi garganta se contrae, como si alguien me estrangulara por atrás.

No llores. No…

Pero no puedo contenerlo más. No puedo hacer esto. Un punzante dolor en mi cabeza palpita tras mis ojos. Me recuesto en el asiento, cubriendo mi cara con mis manos, frustrada y enojada y triste y avergonzada. Avergonzada por ser llamada a la oficina de mi orientadora. Avergonzada por que la mitad de la escuela está chismeando sobre mí porque me escapé de la escuela con un chico que me gustaba, a quien pensé que tal vez le gustaba yo también. Avergonzada porque saqué una C en una prueba de la clase avanzada de química, y ahora no seré el mejor promedio y Danny Cho tomará mi lugar. Enojada porque soy una terrible persona por enojarme con Danny Cho, porque Danny es un chico realmente bueno y se merece totalmente el honor. Enojada porque no entré a Harvard, porque estoy por graduarme, y aún no sé a dónde iré a la universidad. Triste porque mi hermano se casará y se llevará a Sarah y a Joshua con él. Triste porque herí a Blake, porque me herí a mí misma. Triste porque amo a Parker y él no me ama a mí. Triste porque Parker sufre, y hay una buena posibilidad de que su padre lo golpee. Enojada porque quiero ayudarlo pero no sé cómo. Porque no quiere ser ayudado. Porque lo prometí. Frustrada porque todos esperan mucho más de mí y no puedo hacerlo…

Y es todo mi culpa.

El tiempo pasa mientras estoy sentada, suspendida, llorando mientras mi cabeza duele, hasta que no hay más lágrimas. Cuando termino, quito lo que queda de mi delineador y máscara. La luz del día entra por la ventana, agobiante y opresiva. Motas de polvo flotan livianamente, resaltando en el sol. Alcanzo mis llaves para encender el motor, mi corazón deteniéndose cuando veo su silueta enmarcada en el espejo de un lado, observando, acercándose.


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Traducido por gaby828


l golpea el cristal con sus gruesos nudillos. Echo un vistazo a la figura descomunal que hace sombra al coche y golpea la ventana. ¿Qué estaba haciendo él aquí?

—Luces molesta. ¿Estás bien?—pregunta, inclinándose hacia mí.

Aspiro profundamente, pasando mis dedos por debajo de mis ojos, y mis pulmones se estremecen.

–Sí. Mal día. Eso es todo.

Él se ríe.

—Puedo ayudar con eso. —Mete la mano en el bolsillo interior de su chaqueta. Hace demasiado calor para llevar un abrigo. Me niego a mirarlo a la cara.

—Me tengo que ir —le digo, buscando el botón de la ventana.

—Wow. Espera un minuto. Eres la chica de Blake Hanson, ¿no?

—Era.

É


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—No lo había escuchado. Es una lástima. Ya sabes, me acuerdo de tus hermanos —continúa Vince de Luca—. ¿Qué están haciendo estos días?

Me aclaro la garganta, tragando con fuerza.

—Um, todavía están trabajando con mi papá. Daniel se va a casar el mes que viene.

Vince se ríe.

—Eso es impresionante. Hombre, los echo de menos. Eran unos locos hijos de puta.

Fuerzo una sonrisa.

—Les diré que dijiste hola.

—Sí, haz eso.

Da un paso lejos del coche, dándose la vuelta.

—¡Hey, hombre! ¿Qué pasa?

—No mucho —responde una voz familiar. Giro mi cabeza hacia el sonido.

Afuera, el cielo estaba encubierto por nubes estrechas y esponjosas. La luz del sol calienta mis mejillas, mi frente y la punta de mi nariz. Hay una elevación en la atmósfera cuando lo localizo, y algo más fuerte que las mariposas golpea erráticamente mi interior.

Observo como Parker Whalen se aproxima, luego hace un extraño abrazo-sacudida de manos con Vince. Él me mira cuidadosamente, intensamente. Ansiosamente. Y es tan diferente a todo lo que he visto antes que me provoca un frío irracional subiendo por mi columna vertebral, dejando un hormigueo en mi piel.

Todo se ve tan... erróneo. Tan... planeado. Y el conocimiento me golpea.

—Tengo lo que necesitabas —dice Vince, en voz baja, metiendo la mano en el interior del bolsillo de su chaqueta.

No.

Me congelo en el sitio, con las manos agarrando el volante, mi cabeza dando vueltas, los bordes del mundo entero están borrosos.


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No. No. No.

Una ráfaga fría de adrenalina toma el control. Sabía que Parker tenía un pasado. Todo el mundo lo sabía. Lo admitió. Pero dijo que había terminado con eso. Juró que no lo hizo nunca más. Nada de eso.

Siento como mi rostro se contrae, tenso por un furioso silencio, una ola de resentimiento rodando por toda la longitud de mi cuerpo.

Hay un cambio, y no puedo decidir si quiero gritarle o llorar, golpearle en la cara o caer en sus brazos.

Él mintió.

Él mintió.

A mí.

La única persona dispuesta a darle una oportunidad real.

Le escuché. Le creí. Dejó que me enamorara de él.

Mi corazón se rompe en pedazos, rompiéndose hasta que lo único que queda son fragmentos. Astillas.

Mis manos se aprietan más firmemente alrededor del volante, mis dedos comienzan a doler, y me dan ganas de gritar. Golpear algo. Cierro los ojos e inhalo profundamente, tratando de serenarme.

—¡Aquí están mis chicos! —Vince dice, yendo en su dirección.

Cuando abro los ojos veo la camioneta de Tony aparcando en un espacio más abajo en la fila. Otro jugador de baloncesto está sosteniendo un arma, y Blake está en el asiento trasero, solo.

Antes de que tenga tiempo de reaccionar, Parker está ahí, en mi puerta, arrodillado. Sus ojos muy abiertos, intensos.

—Necesitas salir de aquí —advierte, su voz estrangulada. Mira sobre su hombro, dónde Vince habla con Tony por la ventana del lado del pasajero de su pick-up.

—¿Qué estás haciendo, Parker? Yo pensé... juraste... —Me ahogo con las palabras, y el resto queda atrapado en el fondo de mi garganta.

No llores.


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—Dije un montón de cosas, Jade. Pero ahora mismo necesito que confíes en mí, ¿De acuerdo? Tienes que escucharme —demanda. Su voz, no suena enojada: es urgente.

Incluso frenética. Ahí es cuando me doy cuenta de que no debo estar aquí. No tengo que ser testigo de nada de esto. Soy una responsabilidad.

—¿Qué está pasando? —susurro.

—Puedo explicártelo todo más tarde, lo juro. Sólo por favor haz esto por mí. Te necesito fuera de aquí—rápido.

—¿Qué hago? —Mi voz, ni siquiera suena como mía. Esta tensa, saturada con el miedo.

—Tienes que arrancar el cocho, salir de este espacio del aparcamiento y alejarte como si nada estuviera mal. ¿Me escuchas? No les dejes pensar que algo está mal. —Muevo mis ojos hacia Vince, luchando para concentrarme en las instrucciones que me está dando Parker—. Gira a la derecha, hacia la calle y espérame en la gasolinera en el extremo del bloque. Ve. Ahora.

Mis manos están frías y temblando, tuerzo las llaves en la ignición, asintiendo con la cabeza.

—Está bien.

El motor ruge a la vida.

Parker se levanta, sus ojos fijos en algo a la distancia. Instintivamente me volteo en la dirección que está mirando. Y lo veo. Estacionado detrás de los arbustos espesos, en el borde del barrio, al otro lado de la calle. Mayormente escondido, pero lo suficientemente visible para saber que es...

Un coche de policía.

Trago saliva y alcanzo la palanca de cambios.

Alguien maldice, y al momento siguiente mi coche se sacude, algo lanzado contra ello.

El lado del conductor está en la sombra y Parker está ahí, bloqueando la ventana. Sacudo mi mano de nuevo, mi corazón golpeando.

—¡Déjala salir! —demanda Vince.


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—No —replica Parker, su voz firme.

—Hazte a un lado, o ambos se arrepentirán. —Parker no se mueve. La voz de Vince suena más tranquila ahora—. ¿Cariño? Quizás quieras decirle a tu novio que comience a escuchar.

—¿Parker? —digo, dudando.

—Quédate dentro del coche —insiste.

—¡Abre la puerta! —grita Vince. Él lanza algo hacia la ventana. El vidrio se rompe, resquebrajado por el golpe, lloviendo sobre mí. Me estremezco, protegiendo mi cara con el brazo.

—¡Esto no tiene nada que ver con ella! —dice Parker, una nueva ola de ira detrás de sus palabras.

—Ya veremos eso.

Mete la mano a través de la ventana rota y levanta el bloqueo.

—Sal.

Llego a la manija de la puerta, con los dedos temblando, y la empujo.

La puerta se abre por completo, y Vince se inclina hacia el interior, su enorme mano se cierra alrededor de mi brazo, apretándolo. Él me arrastra fuera del coche y caigo sobre el pavimento áspero. Pataleando. Retorciéndome. Trabando por escapar. Me agarra la cola de caballo, y empuja, tirando de ella por las raíces. Grito. Mi cuero cabelludo hormiguea, y el dolor trae lágrimas a mis ojos.

Mi bolsa cae al suelo, su contenido se dispersa.

Mis pulmones dan un espasmo, y jadeo en busca de aire fresco.

—No te muevas —susurra Vince en mi oído. Está tan cerca. Su aliento caliente huele a alcohol, medicamentos y podrido. Mi estomago se revuelve, volteándose sobre sí mismo, como si fuera a vomitar.

Blake y Tony están fuera de la camioneta ahora, mirando. Parker hace movimientos para que se mantengan alejados, luego se voltea hacia mí.

—Detente Vince —él le dice.


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—¿Quién de ustedes me delató? —demanda saber.

Los ojos de Parker se encuentran con los míos, y son tan sombríos, apagados, pero puedo ver el miedo que los impregna, así como que él trata de mantenerlo fuera de su voz.

—Vamos. Tenías que saber que serías capturado algún día.

—¡Ella me delato! —Vince grita en mi oído.

—¡Yo te delaté! —Parker dispara—. Ella no tiene nada que ver, y esto sólo está empeorando las cosas. Déjala ir. Hablaremos. Podemos llegar a algún trato —Parker le dice, mirándome—. Tienes opciones. —Hay un tono intenso en su voz, y por un momento ni siquiera creo que él se lo crea.

—¡Se suponía que eras mi amigo!

—No soy amigo de nadie.

—No te creo. —Vince aprieta, tirando de mi cabello más fuerte, y de repente mis rodillas están cediendo, y estoy cayendo, girando, precipitándome hacia adelante. La pintura blanca y brillante de mi coche recién lavado se precipita hacia mi cara.

Mi cabeza choca contra el lateral, sacudiendo mi cuerpo, mientras conectamos. El entumecimiento se apodera de mí mientras el metal cruje debajo de mi cráneo. Y el dolor comienza, irradiando en ondas, moviéndose de la frente y al cuero cabelludo en la nuca y la columna vertebral, todo el camino hasta las uñas de mis dedos de los pies. El mundo entero gira. Brillante, negro y hermoso.

Me derrumbo, mis rodillas débiles. Alguien está ahí, me levanta sobre mis pies. Pero mi fuerza se ha ido y no puedo mantenerme. Un brazo sudoroso se envuelve alrededor de mi garganta. Apretando. Más fuerte. Más estrecho. Presionando contra ella. Lo envuelvo con mis dedos, hundiendo las uñas en la piel grasosa. No funciona. Me fuerzo a abrir los ojos. Tratando de enfocar. De respirar. Parpadeo para contener las lágrimas.

Y lo veo a través de la bruma, de la visión borrosa. Parker. Sus ojos duros. Enojado. Un arma apuntando directamente hacia nosotros. Sangre―caliente y

pegajosa―rezuma de mi cabeza, corriendo por el lateral de mi rostro y de mi cuello y el brazo de Vince, manchando mi ropa. Aprieta su brazo alrededor de mi cuello. No siento más dolor. Me esfuerzo por respirar. Para satisfacer a mis pulmones. El mundo brilla, resplandeciendo, envolviéndome.


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Respira.

—Parker. —Mis labios se mueven, pero ningún sonido sale.

—Deja que se vaya —demanda Parker—. Está acabado, Vince. Y no voy a perder el sueño por matarte. —Agarra la pistola de forma constante, dirigida a la cara de su objetivo, sus ojos entrecerrados e inquebrantables—. No me obligues.

—Te reto a hacerlo. —Vince me atrae directamente frente a él, y en un momento de infarto en que hay un clic y un pedazo duro y de metal pasa rozando mi sien. En movimiento. Me estremezco, inclinando la cabeza, atragantándome con nada. La mandíbula de Parker se tensa, su rostro palidece.

—¿Cómo se siente, hombre? ¿Piensas que lo tengo conmigo?—Vince se ríe. Una risa corta. amarga, carente de humor—. ¿Adivina qué? Lo hago.

Cierro los ojos con fuerza. Porque no puedo respirar. Porque hay una pistola en mi cabeza y va a disparar. Y sé que aquí es donde muero. Como muero. Como ambos morimos. Tumbados en un charco de sangre como una especie de ghetto de Romeo y Julieta. Y no puedo evitar pensar en que ninguno de nosotros debería estar aquí. Ni Parker. Ni Yo. Esto no tenía que suceder. No deberíamos morir. No así. Y pienso en mi mamá y mi papá, Daniel y Phillip y Joshy y Sara y Savannah y Blake y me pregunto si voy a un lugar dónde podre ver a mi abuelo y si Parker estará allí y no voy a la Universidad de Harvard y de alguna manera eso ni siquiera importa más y no puedo respirar y todo está desapareciendo y me siento como si estuviera durmiendo...

Y luego, a través de la niebla, hay coches. Neumáticos chirriando. Luces cegadoras. Son muy rápidos.

Y una voz del cielo, estridente y confusa.

—¡Suelte el arma!

Parker grita algo mientras llegan, sin quitar los ojos de mí.

Vince afloja su agarre, sorprendido por el caos. Es suficiente para mí para reaccionar, para hacer un último esfuerzo. Así que incrusto el talón en su espinilla, y, mientras se tropieza, me deslizo fuera de su brazo, cayendo, estrellándome contra el pavimento, presionando mi mejilla profundamente en la grava.

Tiroteos. Mis oídos zumban, resuenan. Y todo suena apagado. Abro la boca para gritar, pero no puedo decir si sale algo. Otra bala.


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Y a continuación hay alguien encima de mí. Más disparos, pero suenas apagados. A lo lejos. Como si el mundo entero estuviera cubierto por una gruesa manta de lana. Y mis pulmones no se llenan, a pesar de que puedo respirar y estoy jadeando y tosiendo. Noto el sabor de la sangre y la pólvora. Afilada, metálica y agria.

Alguien me da la vuelta y Parker está allí. La niebla emborrona mi visión. La luz del sol ciega mis ojos. Su boca se mueve, pero no puedo entender lo que está diciendo. Él está comprobando, chequeando, los labios formando las mismas palabras. Una y otra y otra vez. Sus dedos limpiando la sangre de mi cara.

El sonido está volviendo poco a poco. Cierro los ojos. Hay nuevas voces. Pero estoy bajo el agua. Ahogándome. El dolor presionando por todas partes. Oigo a Parker, su voz temblorosa, violenta y ansiosa, y me duele el corazón de escucharlo.

—¿Estáis bien? —alguien grita.

Parpadeo mis ojos, los abro, y los veo. Su boca se aprieta con preocupación. Se quita la chaqueta de cuero, y desata...algo. Lo desgarra.

—¡Estoy bien! —dice Parker—. Sólo dame tus llaves. —Se saca el chaleco negro sobre su cabeza, fuera de su pecho. Hay un agujero en ello. Bordes deshilachados. Es como... algo. Mis ojos entornados, bizqueando.

Nada tenía sentido ahora.

Cierro mis ojos.

—¿Jade? ¿Jaden puedes escucharme? —pregunta. Abro la boca para hablar, pero me arde la garganta, en carne viva. No puedo.

—Vas a estar bien, ¿De acuerdo? Tienes que quedarte conmigo —suplica.

Las voces suenan más fuertes. El sonido, el zumbido, la niebla, todo se disipa, como si estuviera rompiendo la superficie.

En el momento siguiente los brazos de Parker me envuelven, me levantan del suelo. Llevándome. Me muevo hacia él, enterrando la cara en su cuello.

El mundo está regresando y jadeo en busca de aire, y estoy llorando. Ni siquiera me doy cuenta. Mis hombros se sacuden. Tosiendo. Desesperada.

—Lo siento, lo siento —Parker dice en mi oído, una y otra y otra vez.


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Él abre la puerta de un coche patrulla y me deja en el asiento del pasajero. Retira el pelo de mi cara, y sus dedos ensangrentados pasan por debajo de mis ojos. Manchando mis lágrimas ardientes.

—Mierda —murmura, examinando la frente. Se saca la camisa sobre su cabeza, y veo los moretones de nuevo. Los más reciente. Violentos y aflorando a través de su estómago. Arruga la tela y la aprieta contra mi cabello. Duele, un dolor punzante rasgándose, propagándose. Lo siento en todas partes.

—Sostén esto. —Coloco mi palma contra ello. Está temblando. Desequilibrado. Me estremezco, congelándome.

Parker alcanza las hebillas de mi cinturón de seguridad, moviéndose frenético, como si no fuera lo suficientemente rápido, la cara agotada y sucia, el sudor manchado su frente. Sigue tratando de tragar, forzándose a retener algo, y restregándose los ojos con el dorso de su mano. Están vidriosos y húmedos, rojos alrededor de los bordes. Me recuesto y cierro los ojos, mi cabeza palpitando. Escuchando las sirenas. La radio de la policía. Parker hablando en la radio. Informes que van y vienen. Arrestos. Letras. Números. Códigos que no puedo ni siquiera comenzar a procesar.

Abro los ojos y me giro hacia la ventana a medida que nos alejamos. Tony, Blake, los dos están esposados. Y Vince—yaciendo cerca de mi coche, bordeado por un charco de sangre.


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Traducido por kathesweet


unca he visto a una paciente tan bien custodiada —dice la enfermera, sonriendo.

Sé que tiene buenas intenciones, pero lucho por encontrar el humor en la casi docena de policías pululando en el pasillo afuera de mi habitación. Ella limpia mi frente con antiséptico, y eso pica.

La habitación es fría y estéril. La cama de hospital es dura y hace ruidos extraños cada vez que me muevo. Todo huele como jabón de mano, blanqueador y flores.

La enfermera y el doctor de guardia trabajan rápidamente, limpiando la herida y suturando la laceración de mi frente. Ella está volviendo a vendarme cuando lo escucho: pasos pesados golpeando contra el suelo de azulejos. Una voz alta y enojada.

—¿Qué demonios le hiciste?

La enfermera abre la puerta. Los tres oficiales están reteniendo a Daniel, y los otros se han movido en frente de Parker, protegiéndolo. Si tuviera más energía,

—N


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pondría los ojos en blanco. Debería haber sabido que él sería el primero en aparecer.

—Daniel.

No sé cómo me escucha, pero hace a un lado a los policías.

—Fuera de mi camino.

—Te dejaré sola un minuto —dice la enfermera, dirigiéndose hacia el pasillo.

—Van a arrestarte —le advierto mientras cierra la puerta.

—Jaden, ¿qué te sucedió? —pregunta, mirando mi frente. Estoy agradecida de estar limpia y en la bata de hospital. Aparte del vendaje y unos cuantos raspones, me veo bien. Obtuve un vistazo de mi reflejo en el espejo al entrar. Mi cara y cabello manchados de sangre, mi camisa ensuciada de marrón oxidado. Si él me hubiera visto así…

—Fue un accidente. Me quedé después de la escuela, para una reunión. Era una especie de puesta en escena y me puse en el camino. No tuvo nada que ver con él, lo juro. Él sólo estaba… haciendo su trabajo. —Dejo salir un suspiro de frustración—. ¿Mamá y papá van a venir? —pregunto. El monitor de corazón pita a mi lado, y peleo contra la urgencia de dar un tirón a la pieza de plástico apretando mi dedo índice. Es todo tan dramático.

—Estarán aquí en cualquier momento.

—¿Puedes hacerme un favor, entonces? ¿Puedes relajarte y tratar de transmitir la idea de que estoy bien y no es culpa de Parker? Necesito hablar con él. Y de paso, ¿podrías actuar como si quizás estuvieras agradecido de que salvara mi vida?

Exhala ruidosamente, luego se gira para irse, abriendo la puerta.

—Ella quiere verte —dice—. No sé por qué. Lo que sé, y todos tus amiguitos oficiales pueden oír esto, es que si alguna vez hieres a mi hermana otra vez, te desfiguraré de una manera que tomará semanas identificar lo que quede.

—Daniel —murmuro.

Él se gira hacia mí.

—Lo siento. Eso es lo mejor que puedo hacer.


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Desaparece por el pasillo y Parker entra, cerrando la puerta detrás de él. Alguien le prestó una camiseta limpia.

—¿Estás… bien? —pregunta, dudando.

No contesto. No lo sé.

Él toma una respiración profunda.

—Mira, Jade, siento tanto, tanto que esto sucediera. —Se detiene, exhalando audiblemente—. Se suponía que nadie iba a estar en la escuela esta tarde. Si hubiera tenido alguna idea de que todavía estabas allí…

—Primero, creo que debería agradecerte —le dije calmadamente—. Ya sabes, por salvarme.

Él mete sus dedos entre su cabello, sus ojos dolidos y abiertos.

—No te salvé. —Se ahoga—. Esto sucedió por mi culpa. Cada vez que cierro mis ojos veo… Y tienes que saber que nunca me perdonaré.

—Sin embargo —interrumpo— sucedió. Y obviamente eres bueno en lo que sea que haces, porque podría haber sido peor. Para ambos.

Él exhala.

—Entonces… ¿quién eres? —pregunto, nivelando mi mirada.

—Parker Whalen.

Mis cejas se levantan.

—¿De verdad?

—Sí.

—Parker Whalen. ¿Estudiante de secundaria? —presiono.

Se aclara la garganta.

—Oficial Whalen, en realidad —dice lentamente. Alcanza su bolsillo y saca su insignia, entregándomela. El oro brilla en la luz, resplandeciendo. Pongo mis dedos sobre la estrella de escudo en el medio. Es pesada, fría y oficial.

La dejo a mi lado.


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—¿Cuál es tu historia? ¿Qué estás haciendo?

—Estaba en una asignación. En tu escuela.

—Estabas detrás de mi novio.

—Sé que parece de esa manera, pero no es así, lo juro. Hasta hace un par de semanas ni siquiera sabía que Blake conocía a Vince.

—Estabas de encubierto todo el tiempo —digo, sacudiendo mi cabeza, tratando de entender.

—Sí.

—Entonces… todo lo que sé sobre ti. Todo es… una mentira.

Traga saliva.

—Jade, sé que parece de esa manera. Y sí. Tenía una historia de fondo. Tenía que hacerlo. No podía enamorarme de ti. Y no tienes idea lo miserable que me sentía acostado en la cama en la noche tratando de inventar historias que decirte, sabiendo que ni siquiera eran ciertas. Todas esas cosas que dije… No tenía otra opción. Pero me conoces, Jade. Lo haces. Muy en el fondo soy el mismo chico. Adoro el zoológico. Y los Sun Chips. Y creo que el Sr. Darcy es pretencioso.

—¿Tu papá?

—Es un sheriff retirado —responde, suspirando—. Pueblo pequeño.

—¿Tu mamá?

—Casada con él por veintiséis años. Un poco feliz en la mayoría de estos… Viven en las afueras de Hamilton.

—Dijiste que estaban divorciados. Que creciste sin dinero.

—Crecí sorprendentemente en clase media —confiesa.

—¿Hermanos? ¿Hermanas? —pregunto.

—Tengo una hermana mayor en la universidad. Tengo veintiuno, soy sagitario, y esta es mi segunda asignación de encubierto.


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Como si importara. No me importa cuál es su edad. No realmente. No cuando me enamoré de un oficial de policía encubierto, plantado en mi secundaria. Y él lo dejó pasar cuando lo sabía. Mi pulso se acelera, una chispa de ira destellando.

—Fuiste expulsado de tu antigua escuela —le recuerdo—. Estabas en las drogas.

Asiente.

—Lo fui. No puedo mentir sobre eso. Pero nunca fui expulsado, y nunca fui arrestado. No oficialmente.

—¿Tu motocicleta? —pregunto—. ¿Dinero de drogas?

—No es dinero de drogas. La compré después de mis primeros cheques de pago.

—¿Los moretones?

—Peligro ocupacional. Y… paintball.

¿Paintball? ¿PAINTBALL?

Trago saliva, rehusando a alejar mi mirada, sintiendo una llamarada de resentimiento. —¿Cuánto tiempo has sido policía?

—Un par de años.

—¿Y esto es algo que siempre quisiste hacer? —pregunto.

—Parecía como la opción correcta en ese tiempo —admite, su voz baja. Se encoge de hombros, como si ahora estuviera debatiéndose entre si fue o no la mejor decisión.

Mis ojos se estrechan, entrecerrándose, porque estoy tratando de verlo. De entender.

—Y simplemente… ¿pasas tiempo en secundarias enamorándote de chicas en tus clases?

—No. —Traga, sus ojos oscuros aguantando los míos, reluciendo—. Me hago pasar por un estudiante para mantener un ojo en actividades de droga. Sólo me he enamorado profundamente de una chica. Y todavía estoy un poco enloquecido porque hace como una hora pensé que la perdería. Y si eso sucediera…


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Alejo mi mirada, bufando, porque puedo sentir las lágrimas y ver lo miserable que es por todo esto y no quiero cambiar nada de lo que estoy sintiendo en este momento, porque si hay algo, es que merezco la oportunidad de estar enojada con él. Tengo el derecho a estar furiosa.

—No hay nada como un arma en la cara para ayudarte a salir de tus sentimientos conflictivos —le digo.

—Sé que te herí, Jade. Te herí de cada manera que una persona puede posiblemente ser herida. Pero si puedes perdonarme, prometo…

Aprieto las esquinas internas de mis ojos. Una lágrima escapa, cayendo.

—No te culpo por nada de esto, entonces no hay nada que perdonar. Estoy feliz de que estuvieras allí, y supieras lo que estabas haciendo. Simplemente… —Mi voz cede. Mi garganta se cierra. Y mi nariz hormiguea y estoy húmeda y mocosa. Tomo una respiración profunda. Mis pulmones se estremecen. Miro los azulejos blancos del techo—. No sé quién eres, Parker. Pensé… Me hiciste creer…

—Tenía que seguir mi historia, Jaden —interrumpe—. Es mi trabajo. Soy un encubierto. Me habría encantado, más que cualquier otra cosa en este mundo, conocerte en circunstancias diferentes. Pero no era seguro para ninguno de los dos. Y lo que te sucedió hoy… tienes que saber que daría cualquier cosa por regresar en el tiempo. No perdería un segundo de sueño en matar a ese bastardo —continúa, señalando la puerta—, pero lo que te sucedió hoy va a perseguirme por el resto de mi vida.

Él se ve borroso ahora, brillando, mezclándose con mis lágrimas. Le creo. Lo hago. Y eso es lo malo en todo esto. Lo prefiero frío. Cruel. Quizás luego decirle adiós no dolería tanto.

—No tienes idea de lo que me has hecho, Jaden. Simplemente, entraste y volteaste todo mi mundo —dice, su voz cálida—. No supe qué hacer.

Me congelo en la cama. Una onda fría, moviéndose a través de mi columna vertebral.

—Renunciaré a mi trabajo. Entregaré mi insignia. Renunciaré a todo, lo juro, lo haré, si eso es lo que se necesita para hacer lo correcto. —Nuestros ojos se fijan uno en el otro, y puedo ver el sacrificio, la verdad tallada en ellos. Y lo sé: renunciaría a todo. En un segundo. Por mí.


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Hay un golpe en la puerta, y la enfermera mete su cabeza, interrumpiéndonos.

—Jaden, tu familia está aquí.

Me siento más derecha, más rígida.

—Está bien. —Aclaro mi garganta, tragando, suprimiendo las lágrimas adicionales—. Él ya se va —digo.

Parker me observa cuidadosamente. Me rehúso a encontrar su mirada de nuevo. Mi vida, esta cosa, es lo suficientemente complicada sin meter en ella armas, oficiales de policía y salas de emergencia.

—Ahora sé cómo se siente Ethan —dice, una huella de derrota en su voz. Una pequeña risa, pero no hay humor en ella.

Le echo un vistazo, miles de momentos surgiendo a través de mí. Él. Yo. Nosotros. Alejo los pensamientos, huyendo de los recuerdos, dejándolos atrás.

—¿Ver que alguien sufre por algo estúpido que hizo? Lo entiendo. Y estás equivocada, porque eso lo devastó.

Exhalo lentamente y arrastro mis pulgares bajo mis ojos. No puedo dejar que mi familia me vea enojada. Soy la que se supone que los mantiene juntos. Tengo que mantenerlos juntos. Él me mira cuidadosamente, luego se estira por la caja de pañuelos sobre el mostrador, saca uno, y me lo entrega.

Casi puedo escuchar sus pensamientos.

Está bien llorar.

Asiento.

Luego, después de lo que se siente como toda una vida pasando entre nosotros:

—Te necesito, Jade —dice, su voz tranquila.

Inhalo profundamente, mis pulmones estremeciéndose.

—Necesito que te vayas —susurro.

Él recoge su insignia, el dolor registrándose en sus rasgos, sus dedos persistiendo. La estudia por un momento antes de empujarla profundamente en


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su bolsillo trasero. Luego observo su figura en retirada mientras se va, desapareciendo por el pasillo.


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Traducido por Jo

Corregido por ZAMI

Daniel me enseña cómo hacer enmasillado. Aparentemente hay una técnica. Demasiada masilla en la espátula, le tomará años secarse y lijar sería una pesadilla. La idea es sacar lo suficiente para llenar la grieta, luego raspar todo lo demás. Y entonces, equipada con mi espátula y pegajosa, masilla violeta—la cual me dijeron se tornará blanca cuando se seque y esté lista para lijar—, comienzo mi recorrido alrededor de la sala de Sarah y Daniel, llenando grietas, espacios, cortes y agujeros de clavos en las paredes.

—Esto va a llevar una eternidad —murmuro, examinando las dos paredes que enmasillé en las dos horas de trabajo. Están marcadas con viruela13, con más de cien puntos —pequeños y grandes—, donde los hoyos han sido rellenados—. No me había dado cuenta cuantos cráteres había en esta casa.

—Sí, bueno, eso les pasa a las casas antiguas cuando las bases se desplazan —dice Sarah.

13 Marcadas con viruela, se refiere a lo que se parece la pared, ya que la masilla es de color violeta y con ella ha llenado los hueco, dando un parecido similar a un cuerpo lleno de granos violáceos.


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Me muevo a la siguiente pared y lanzo masilla en una ancha grieta. Quito el exceso raspando y me maravillo por la facilidad en que se llena. Después de una capa de pintura, nadie va a saber que allí había una imperfección. Instintivamente, me estiro y toco la cicatriz en mi frente. Ya no hay puntos, pero sigue rosada, fresca y nueva.

—Originalmente Daniel pensó que deberíamos quitar los paneles de yeso completos. Empezar de nuevo, desde cero —suspira—. Pero no tenemos el tiempo ni el dinero para eso. Prefiero mucho más pagar por masilla y lijas que paneles de yeso.

Maldiciones, y un montón de otros insultos, interrumpen nuestra conversación. Nos acercamos al baño, donde Daniel está instalando el grifo y las manijas de la ducha. El tubo y el fregadero fueron exitosamente instalados el día anterior. El embaldosado—lo que él realmente quiere listo—no lo está. Unos pocos montones de baldosas están apilados ordenadamente en el pasillo, rodeados de polvo y escombros de demolición.

—No está funcionando —dice.

—¿Compraste el correcto? —pregunta ella.

—Sarah, hago esto todos los días de la semana.

—Obviamente no muy bien si no puedes instalar un grifo.

—¡No soy un fontanero!

—Me di cuenta de eso —dice—, pero no puedo no tener un grifo.

Suprimo una sonrisa. Bienvenida a mi mundo. Daniel suspira, pasando sobre las pilas hacia el pasillo.

—Cierto —murmura—. Necesito un adaptador. O algo. —Se limpia el sudor de su frente con la sucia manga de su camiseta—. El agua no está abierta de todas formas. Solo voy a sacar toda la cosa y llevarla a Home Depot14. Conozco a alguien que probablemente pueda ayudar.

Miro la hora en mi móvil.

—Es la hora del almuerzo —puntualizo. Entonces: un enorme estrépito.

14 Home Depot: cadena de tiendas que ofrece todo tipo de artículo, tanto para la construcción como para la decoración de casas.


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—Espero que no haya sido mi encimera —murmura Sarah.

—¡Oye, perdedor! —ladra Daniel.

—Está bien —replica Phillip.

—No rompiste nada, ¿no? —pregunta ella, apretando sus ojos cerrados.

—Nada importante.

Sarah exhala.

—Es bueno saberlo. —Se vuelve hacia mí—. Todo bien. Necesitamos almorzar. Daniel, ¿por qué no vas a Home Depot, luego te desvías hacia McDonald’s a la vuelta y recoges algo? Jaden, si pudieras ir con él y hacer que mezclen mi pintura, sería genial. —Toma mi espátula—. Yo terminaré el enmasillado.

—Phillip, vamos a comprar el almuerzo —grita Daniel.

—¿Dónde? —McDonald’s.

—Bien, quiero unos McNuggets de pollo.

—No estamos tomando órdenes —anuncia—. Todos tendrán hamburguesas de queso doble—sin pepinillos, sin cebolla—papas fritas, y Dr. Peppers15.

—Eres como un maldito dictador —digo—. ¿Qué pasa si no me gustan las hamburguesas de queso doble? Y sabes que no bebo sodas.


—Lo siento. Es mejor mantenerlo simple. De otra forma me confundiré y arruinaré todo.

—Así que en vez de molestarte, ¿ninguno de nosotros debería obtener lo que quiere? —acuso.

—¿Desde cuándo tienes esa boca? —pregunta, deteniéndose lo suficiente para mirarme acusadoramente—. Tú eres la flexible.

—Soy flexible —discuto, limpiando el sudor de mi frente con la parte de atrás de mi mano, mirando hacia otro lado.

15

Dr. Peppers: Bebida sin alcohol.


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—Bien. Porque si yo pago, yo ordeno. Vamos.

Después de diez minutos Daniel y yo estamos en su camioneta dirigiéndonos al Home Depot, en el pueblo de al lado. El aparcamiento está casi vacío cuando llegamos: obviamente las masas tienen mejores cosas que hacer un domingo que lijar masilla. Me concentro en lo que tengo que hacer, alejando todo lo demás, examinando las fichas de pinturas que Sarah me dio mientras salíamos por la puerta. Necesito recoger tres galones de base, y que me mezclen un galón del celeste que eligió para la habitación de Joshua, y dos galones del marrón con el que planean pintar la habitación principal, pasillo, y sala de estar.

—Creo que puedes ir al mostrador de pinturas y ordenar eso. Recoge un par de bandejas y bordeadoras también, mientras estés allá. Estaré en la zona de fontanería —dice Daniel. Atravesamos las puertas automáticas. Tomo un carro y lo llevo a la sección de pinturas. Daniel continúa derecho

Mi cabeza late. Un silencioso y pulsante dolor. Debería haber tomado algo antes de salir. Los dolores van a amainarse en unas pocas semanas, o eso me han dicho. En lo que resta, estoy tragando Tylenoles como dulces. Sumado a la laceración de mi frente, me diagnosticaron una conmoción cerebral, que quiere decir una noche en el hospital. Entre rayos-x y escáneres CT, tuve que contestar preguntas, detallando mi explicación para la policía sobre todo lo que pasó. Hablar sobre estar en el lugar equivocado en el momento equivocado.

No vi a Parker esa noche, pero se quedó. Sarah me lo contó. Y no lo he visto desde entonces.

Entre noticias de último momento—la muerte de Vince, los arrestos de la mitad de los chicos del equipo de baloncesto de la preparatoria Bedford—y mi involucración, es seguro decir que su coartada fue destruida. Me perdí una semana entera de escuela después de que todo pasara, y cuando volví los rumores se arremolinaban. ¿Parker Whalen, policía encubierto?

Caminaba con dificultad de clase en clase, ponía la mayor atención que podía, devolvía mi trabajo a tiempo. Pero no daba ninguna información, me negaba a hablar con cualquiera excepto Savannah y Ashley.

Suspiré, abrumada, y cuando el hombre encargado del puesto de pinturas me pregunta si necesito ayuda, le digo que sí. Bajamos juntos por el pasillo. Saca un par de bandejas, rodillos, bordeadoras… Todo lo que necesitaremos. Explica la diferencia entre pintura mate, satinada, y semi-brillante. Intento escuchar, pero finalmente lo dejo tomar las decisiones.


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—Probablemente tomará diez o quince minutos —explica mientras le paso las muestras de pintura que Sarah eligió.

—Está bien. ¿Puedo dejar esto aquí? —le pregunto, yendo hacia el carro.

—Claro.

Me dirijo a fontanería. Cuando encuentro a Daniel, está ocupado hablándole a un empleado en el otro lejano lado del pasillo. Me muevo lentamente, estudiando partes al azar—latón y plástico y cobre, válvulas y arandelas y tubos. Algo en este lugar puede arreglar mi grifo del baño. Pero con todos los nombres y números y tamaños, no sé dónde empezar. Rasco un picor en mi cuello en la base de mi cola de caballo.

—¿Estás lista? —Salto, asustada.

—Jesús, Daniel.

Me observa cuidadosamente.

—¿Estás bien?

Trago el nudo duro formando en la parte posterior de mi garganta. Corazón martillando en los oídos, dolor de cabeza.

¿Por qué estoy siempre a un segundo de llorar?

—Bien —murmuro.

Daniel no pronuncia una palabra mientras caminamos hacia el mostrador de la pintura. No dice nada en el camino a su camioneta, ni después de subir y cerrar las puertas. El camino a McDonald’s es en silencio también.

—No estás bien, Jaden —dice finalmente, subiéndose a la acera al frente de la casa nueva, en un lugar protegido del sol de mediodía.

—¿Cómo se supone que esté?

—Me gustaría que lo estuvieras. —Mueve la camioneta hacia el aparcamiento y nos quedamos allí, en silencio—. ¿Qué puedo hacer para mejorarlo? —finalmente pregunta.

Dejo salir una pequeña risa.

—No hay nada que puedas hacer, créeme.


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—Es sólo que odiamos verte así. Mamá. Phillip. Sarah. Es como si ya no fueras tú. —Hago lo mejor que puedo.

—Lo sé. Y estás montando un gran show de pretender que las cosas están bien. Pero no lo están. Lo podemos notar.

Trago con fuerza.

—Este… chico. Todavía lo amas.

No es una pregunta. Las lágrimas pican mis ojos.

—Realmente no quiero hablar de eso.

—Jaden, él no es…

—Mira —lo interrumpo—, sé que estás intentando protegerme, pero podrías ser agradable con los chicos en los que estoy interesada. No es sólo sobre Parker. Odiabas a Blake.

—Y mira lo acertado que estaba sobre él. —Se detiene, suspirando—. Es solo una cosa de hermano grande.

—Es molesto. Quien me gusta es mi decisión. Me refiero a que, no puedes ponerte en mi camino cada vez que me enamoro de alguien. Me iré a la universidad pronto —le recordé.

—Lo sé. Lo sé —dice, asintiendo—. Es sólo que… eres mi hermana pequeña, Jaden. Eres importante. Y no hay un chico afuera que sea lo suficientemente bueno para ti.

—Eso lo tengo que decidir yo, Daniel. Tuviste tu oportunidad. Elegiste a Sarah. Phillip tiene a Becky. Es mi turno ahora.

—Lo sé —concuerda, apagando el motor—. Pero Sarah y Becky son mucho mejor que cualquiera de nosotros.

—Entonces merezco la oportunidad de tener a alguien mejor, también. —Suelta otro aliento reprimido mientras alcanzo el asa de la puerta.

—¿Todavía lo amas? —pregunta, observándome cuidadosamente. Empujo la puerta, saliendo, concentrada.

—Se ha ido. Ustedes chicos ganaron. ¿Por qué importa siquiera?


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ZZZ

—¡Volvimos! —Sarah, su hermana, Melissa, y yo entramos por la puerta del frente,

cargando las bolsas de David’s Bridal. Las nuestras son manejables. La de Sarah es monstruosa.

—¡Déjame ver! —dice mi madre, encontrándonos en el vestíbulo. Deja a Joshua abajo en el duro suelo de madera. Rueda sobre sus manos y rodillas y se arrastra hacia Sarah.

—¡Hola, pequeño bebé! —dice ella, frunciendo sus labios en actitud de besar. Cuelga su vestido en la parte de arriba de la puerta principal de la sala de estar, y luego abre el cierre de la bolsa de prendas.

Mi madre jadea mientras Sarah levanta el satín blanco.

—¡Sarah! ¡Es hermoso! —llora, acariciando las pequeñas cuentas, parecidas a perlas, cosidas en el corpiño. Brillan en la luz del sol.

Detrás de nosotras, Joshua se empuja sobre sus pies y está parado junto al sillón, sosteniéndose con una mano.

—Joshy —digo.

Sarah se da la vuelta, acuclillándose en el suelo, nivelándose con él.

—Vamos, bebé —llama, extendiendo sus brazos a sus lados. Él suelta el sofá, se tambalea por un momento, dudando antes de mantenerse solo, entonces, con confianza, da un paso hacia Sarah—. Vamos —lo anima, el tono de su voz alto y claro.

Tentativamente da otro paso, luego se cae en su trasero, el pañal aplastándose con el suelo.


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—¡Estás haciendo un buen trabajo! —Sarah dice, recogiéndolo en sus brazos y soplando un beso contra su mejilla regordeta de bebé.

—¿Qué está ocurriendo? —pregunta Daniel, entrando al vestíbulo.

Solo nos toma un segundo reaccionar.

—¡No! —grita Melissa.

Mamá se pone enfrente del vestido de Sarah. Levanto mi bolsa de prendas, escondiéndola de la vista.

—¿Cuál es el problema? —pregunta.

—Es el vestido de Sarah. No se supone que lo veas —le informa mamá.

—Ve al estudio —ordena Sarah, empujando su amplio pecho con su mano libre.

Daniel pone los ojos en blanco.

—Por favor. No te crees toda esa supersticiosa mier…

—¡No digas esa palabra! —mamá y Sarah gritan juntas. Sarah cubre los oídos de Joshua, girándolo hacia otro lado.

—Lo siento —dice Daniel. Respira profundamente, luego lo deja salir en un, gran huff—. Solo no entiendo cuál es el gran problema.

—El gran problema es que es una sorpresa —dice Sarah—. Así que ni siquiera pienses en escabullirte y abrir el cierre de esa bolsa.

—De hecho, puedes dejarlo en nuestro armario si lo necesitas —sugiere mamá—. Daniel sabe que no debe espiar allí.

Daniel se apoya contra la barandilla, envolviendo sus brazos.

—Relájense. No voy a espiar en ningún lugar. De todas formas, Phillip viene en camino. Va a traer a Becky… y tengo hambre.

—Sabes cómo hacer un sándwich —le recordé, deseando que se fuera, mis brazos ardían por el peso de mi vestido levantado sobre mi cabeza, e incluso se sacudían. Claramente, necesito ejercitar más. Soy nula en el departamento de fuerza del brazo.

Entrecierra sus ojos.


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—Ha, ha. Solo digo que mientras ustedes chicas están ocupadas anudando moños, algunos de nosotros tenemos que hacer trabajo real y necesitamos ser alimentados.

Daniel va a la casa nueva a poner las instalaciones de la luz. El resto de nosotras tenemos tareas relacionadas a la boda que emprender. A comienzos de la semana había ayudado a Sarah a diseñar el programa de la boda en mi computadora. Había cogido papel especial de una tienda de manualidades y prometió comprarme un nuevo cartucho de tinta si usaba mi LaserJet para imprimir ciento cincuenta copias.

Esta noche mamá va a plegarlas. El resto de nosotras vamos a hacer favores: atando bombones dentro de cientos de pequeños círculos de tul.

—Odio no cocinar hoy que Becky viene —comienza mamá —, pero si vamos a terminar todo esta noche, probablemente es mejor si solo ordenamos pizza. ¿Qué creen ustedes, chicos?

—Estoy de acuerdo con eso —dice él.

—Está bien — concuerdo.

—Bueno, llama a tu hermano primero y pregúntale a él y a Becky si planean comer. Si lo van a hacer, pizza está bien, saca el número de Guido’s y llama por nuestra orden. Todavía traen a domicilio, ¿no? —pregunta.

—Sí —respondo.

—¿Algo más? —molesta Daniel, dirigiéndose hacia la cocina.

—Si necesitamos algo te dejaremos saber —grita Sarah. Con Daniel a salvo fuera de nuestra vista, volvemos al vestido de Sarah.

—Es maravilloso —dice mamá—. Lo amo.

—Yo también. Estoy tan emocionada —confiesa Sarah, sonriendo mientras lo observa—. Pero realmente no está a salvo aquí.

Mamá cuidadosamente pliega el vestido de satín de vuelta a la bolsa de prendas.

—Lo puedo poner en nuestra habitación.

—¿No te importa?


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—Por supuesto que no. Si está en la tuya Daniel se verá tentado a mirar. —Cierra la bolsa justo cuando la puerta principal se abre.

—¡Gracias por contestar tu teléfono! —Daniel grita desde la cocina. —Estábamos entrando a la calle —responde Phillip mientras él y Becky entran al vestíbulo.

Becky es un año mayor que yo, un año menor que Phillip. Nunca estuvimos realmente en los mismos círculos, pero viniendo de un pueblo pequeño, es difícil no conocer a todos. Ella está en el lado tranquilo, por lo que me sorprende que Phillip esté siquiera interesado en ella. Tiende a ser atraído por rubias tetonas que ríen un montón. El cabello de Becky es liso, de color café pardusco, y está en la categoría pequeña. La primera noche que salimos a comer con ella, sin embargo, noté algo: ella es una pequeña cosa poderosa. Primero, en el aparcamiento, Phillip estuvo a punto de tropezar sobre sí mismo para cerrar la puerta de la camioneta para ella. Sostuvo las puertas abiertas mientras ella pasaba, la deja sentarse primero, ordenar primero, continuaba preguntando si necesitaba algo… era casi caballeroso—algo que nunca había pensado que ni en un millón de años diría sobre Phillip. No hizo ningún comentario sarcástico en toda la noche; no molestó a nadie ni contó algún chiste subido de tono. No eructó, ni liberó otros ruidos más molestos.

Sin embargo, honestamente, ¿cuánto tiempo va a durar? ¡El chico está completamente reprimido!

—¡Hola Becky! —Sarah y mamá y yo decimos. Ella gira hacia la habitación principal, ofreciendo un tímido movimiento de mano—sus mejillas sonrojándose.

—Hola. —¿Becky, te gusta la pizza? —pregunta Daniel.

—Seguro.

—¡Genial! Me muero de hambre. ¿Qué ordenamos?

—Sólo ordena cuatro grandes —dice mamá—. Pide al menos una pepperoni y una de sólo queso. Ustedes chicos pueden pelearse por las otras dos—. Empuja la bolsa de prendas por la puerta.

—¿Es ese tu vestido? —Becky le pregunta a Sarah.


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—Lo es, pero tenemos que esconderlo porque Daniel se pone fisgón. —Mueve a Joshua hacia su otra cadera.

—Vamos —dice mamá—. Lo llevaremos a mi habitación. Te lo mostraremos. Jaden, ¿te importaría hacer un poco de té?

—Sí, claro. —Cuelgo mi vestido en la barandilla mientras paso. Melissa y yo caminamos hacia la cocina, mientras Sarah y Becky siguen a mamá hacia su habitación.

—No voy a pedir de piña —dice Phillip—. La piña es una fruta. No va con la pizza.

—No tienes que comer de esa —contesta Daniel, marcando un número en su móvil con el pulgar.

Abro el armario y saco la jarra de mamá. Daniel sale por la puerta del frente, teléfono presionado en su oreja.

—Estamos más allá de la mitad del camino —le informo a Melissa—. Llegamos a uno-cincuenta.

—¡Eso es asombroso! —lloriquea—. Va a enloquecer.

Sonrío, tomando dos bolsas de té del bote en el mostrador.

—¿Quién va a enloquecer? —pregunta Phillip.

—Sarah —digo—. Vamos a comprarle ese mezclador rosa de doscientos cincuenta dólares por el que se registró.

—Eso es probablemente la cosa más estúpida que he oído —replica—. ¿Un mezclador de doscientos cincuenta dólares? ¿Qué es rosado? Lo juro por Dios. Las bodas hacen a la gente estúpida. Quiero decir, ¿lunas de miel? Los hombres no necesitan lunas de miel. ¿Y anillos de compromiso de diamante? ¿A quién diablos se le ocurrió esa idea? A las compañías de anillos, eso es. ¿Como si no comprar un diamante significara que no la amo lo suficiente? ¿Mientras más grande es, más la amo? Es la cosa más tonta que he escuchado.

—Deja de quejarte. Esto no es sobre ti. Pero si no les tienes un regalo todavía y quieres contribuir estaría feliz de aceptar tu dinero y poner tu nombre en la tarjeta —le digo.


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—¿Así que si doy dinero no tengo que ir a comprar bandejas para hornear galletas? —pregunta.

—Las bandejas para hornear son necesarias —dice Melissa.

—Necesitan de todo —agrego—, pero sí. Es así.

—Me ahorra un viaje. ¿Cuánto? —Saca su billetera.

—Bueno, puedes poner la diferencia y darme cien —digo, arrojando un número. —¿Es en serio? —pregunta, mirándome extrañado—. Actúas como si estuviera hecho de dinero o algo.

Fuerzo a mis ojos para que no giren.

—Por favor. Tu camioneta está pagada, no le pagas la renta a mamá y a papá. ¿Te refieres a que no puedes desembolsar unos míseros cien dólares por tu propio hermano?

—Estaba pensando más en unos veinte.

—Eres un Scrooge16. —Arrugo mi nariz—. Setenta y cinco.

—Cincuenta —regatea, sacando un crujiente, billete de cincuenta dólares de su billetera y me lo pasa.

Se lo quito antes de que pueda cambiar de opinión.

—Hecho.

—Sí, sí. Ladrona. —Se estira hacia atrás y pone su billetera en el bolsillo trasero—. Pon el nombre de Becky en la tarjeta también. Será de parte de ambos.

—¿Hablas en serio? —pregunto, levantando una ceja—. ¿La vas a llevar a la boda y estás pagando su regalo?

—¡Uh-oh! Alguien se está poniendo serio —canta Melissa, molestándolo.

—Deténganse— responde, levantando sus dos dedos del medio hacia el cielo al salir de la habitación.

16 Scrooge: Personaje de una novela de Charles Dickens, Ebenezer Scrooge es un hombre de corazón duro, egoísta y al que le disgusta la Navidad, los niños o cualquier cosa que produzca felicidad. Básicamente tacaño.


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ZZZ

—Lo siento, Becky, —dice mi mamá, tomando un pedazo de pizza de pepperoni—. Normalmente no ordenamos pizza en noches de semana. Es sólo que estamos tan ocupados con la boda y la casa nueva…

—No, esto es genial, —nos asegura.

La mesa del comedor está cubierta de dulces y tules y listones y papel, así que nos paramos alrededor de la cocina, comiendo nuestra pizza en platos de plástico—o, si eres Daniel, encima del fregadero.

Cuando papá llega se une a nosotros en la cocina. Porque tenemos compañía, ignora su móvil cuando suena, le pregunta a todos, en específico, sobre su día, y molesta a Becky de porque quiere salir con Phillip. —Broma típica de un padre “¿Qué está pensando una chica agradable como tú?—. Cuando terminamos de comer, mamá recoge nuestros platos y servilletas sucias.

Se detiene a mi lado y examina la cicatriz en mi frente.

—Se ve mejor —dice suavemente. Asiento. Sonríe—. ¿Necesitas algo?

Tomo un trago de mi agua embotellada, estudiando el linóleo, y sacudo la cabeza.

—Bueno, mientras ustedes chicas están haciendo sus cosas de boda, voy a mirar el golf —anuncia papá.


—Um, Papá, si no estás ocupado esta noche… Todavía tengo esa cosa con el grifo de mi lavamanos.

—Lo sé. Está en mi lista —dice, agarrando la botella de Pepsi, rellenando su vaso.


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Suspiro, exhalando mientras él sale de la habitación. Supongo que no importa. Quiero decir, no es como si fuera a vivir aquí para siempre. Mis ojos se clavan en Daniel, parado en la entrada, mirándome, cauteloso. Mi mandíbula se aprieta, resentida por la presión. Le lanzo una mirada asesina, luego miro hacia otro lado.


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Traducido por Cami.Pineda


e recuesto en la cama, mirando hacia el techo. Ocasionalmente, observo el reloj en la mesita de noche, sorprendida porque sólo han pasado un par de minutos desde la última vez que lo revisé. Ruedo hacia mi costado y miro el espejo, donde la postal del centro de

Hamilton está pegada en la parte inferior. Aunque no puedo distinguir la imagen, he memorizado el escenario. De hecho, he estudiado tanto la fotografía que interfiere con mis recuerdos de ese día. Ahora, cuando nos pongo a Parker y a mí, sentados en esa silla, es temprano en la mañana y con niebla, el sol esperando para atravesar las nubes.

Entierro mi cara en la almohada, sofocándome, esperando a que todo se vaya.

He cerrado mis ojos, deseando dormir, cuando escucho el más ligero tap, tap sobre mi ventana. Mis ojos se abren. Permanezco inmóvil, absolutamente despierta, el corazón palpitando, manteniendo mi respiración, esperando oír el sonido de nuevo.

Detrás de la puerta de mi baño, el agua del grifo gotea en la cuenca del lavamanos.

M


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Arrojo mis mantas hacia un lado y salto de la cama, caminando de cuclillas hacia la ventana, el suelo frio crujiendo bajo mis pies desnudos.

Extiendo mi mano, agarro la cortina, y la tiro hacia atrás, luego levanto las persianas.

Nada.

Muevo las cortinas completamente abiertas y busco en el exterior. La luna ilumina el patio de adelante y a los coches aparcados en la calle, probando que todo está calmado: como debería ser. Suspiro y regreso a la cama, arrastrándome debajo de las sábanas, tirando el edredón hasta mi barbilla.

Cierro mis ojos los más firmemente posible y me fuerzo a sacar a Parker de mi mente. En vez de eso, me concentro en ese sonido que sí existe, y que puedo oír. El sonido con el que, no importa que, siempre podré contar: drip… drip… drip…

ZZZ

El baile de graduación, al cual mi madre decidió que no iba a ir, significa el no-oficial fin de la escuela. Olvidando los importantes exámenes finales para calificar y para estudiar. Con las vacaciones de verano aproximándose, a nadie le importa. Incluso algunos de los profesores se han rendido. La Sra. Tugwell, por ejemplo, recurre a darnos un tutorial completo en video de Jane Austen, poniendo el clásico de BBC, Orgullo y Prejuicio y la versión de Kate Winslet de, Sentido y Sensibilidad en el curso sobre las semanas finales. Mis labios se retuercen casi en una sonrisa cuando me doy cuenta de que Parker se salvó de cinco horas del Sr. Darcy. En algún lado, donde sea que él esté, y lo que sea que esté haciendo, está dando un suspiro de alivio. Lo sé.

Es una de estas mañanas en las que la Sra. Tugwell se detiene junto a mí, hojeando un montón de papeles. Saca un paquete: mis ensayos, papeles unidos


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con clips; y los pone en mi escritorio. Lo levanto y examino la parte de arriba de la hoja de evaluación. Jaden McEntyre, Parker Whalen: A+17.

Miro hacia el asiento de Parker. Sigue vacío.

Luego los anuarios llegan, y un nuevo brote de cosas surge. Los pasamos a nuestros amigos y compañeros de clase en los pasillos de estudio o durante el almuerzo. En vez de escuchar una reseña de integrales indefinidos en cálculo, le decimos a nuestros compañeros “Manténganse Dulces” y “¡Nunca Cambien!” dejando algo ingenioso para que nos recuerden como algo duradero. Les insisto en que “Tengan un gran verano.” Y luego firmo mi nombre.

En la página de los de último año, soy votada como la Mejor Sonrisa y por la que… sí... Más Cambia el Mundo. Savannah fue votada como la que Más Olvidaba Donde Había Aparcado Su Coche.

Los minutos y las horas pasa, acercándonos más a lo inevitable: Ese día final de colegio, donde la campana sonará, despidiéndonos por siempre.

Durante la última semana de escuela, y tan solo a unos días de la graduación y la boda, después de que mi taquilla sea purgada de basura y se quede vacío, decido ir un momento a la oficina para entrar a hurtadillas en la oficina del Sra. Stevens.

Efectivamente, la llave de su archivador sobresale de un pequeño hueco.

Debería realmente pensar como esconder eso.

Volteo la llave y abro el archivador, tirando de la manija del gran cajón, hasta que veo el archivo de Parker Whalen a la vista. Rápidamente saco la foto de Parker de debajo del clip plateado.

Me merezco esto, al menos, tener una foto de él. El cajón hace clic cuando los pestillos se cierran. Estudio la fotografía. La estoica expresión de Parker. El chico que puso mi mundo patas arriba.

Me he encontrado en una gran cantidad de problemas estos meses por algo que no funcionó. Aun así, hay una razón por la que el destino nos puso juntos en el proyecto de inglés. Hay una razón por la que nos hicimos amigos. Por la que nos besamos. Por la que pasó lo que pasó.

Porque no puedo continuar creyendo que todo eso fue para nada.

17 A+: Sobresaliente. Máxima calificación en el sistema en Estados Unidos.


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Entonces pongo la foto a resguardo, deslizándola en el bolsillo trasero de mi vaqueros.

ZZZ

—Parece que ya se ha dejado pasar por aquí —dice Savannah, asintiendo hacia mi coche—. Llega temprano hoy.

Me rehúso a mirar, en vez de eso me muevo hacia la mesa de picnic que, en las últimas semanas, se ha convertido en nuestra.

—Es rojo. Así que probablemente es otra rosa —continua, protegiéndose los ojos, entrecerrándolos en el aparcamiento mientras nos sentamos en la mesa de picnic. Pateo mis sandalias para quitármelas y siento las frías hojas de césped pinchando mis dedos, ignorándola.

—Vas a ir a hablarle, ¿verdad? —pregunta Ashley.

Meto mi cabello detrás de mi oreja, encogiéndome de hombros mientras abro mi bolsa de almuerzo y saco mi sándwich y mis Sun Chips.

—Deberías, Jaden. Quiero decir, este chico sólo estaba haciendo su trabajo —me recuerda Savannah. Una brisa pasa entre nosotras, toqueteando mi cabello. Cierro mis ojos, con la cabeza hacia el sol, sintiendo un hormigueo mientras mi cara se calienta.

—Así que, tuviste una pistola en tu cabeza y te golpearon un poco —continua—. El chico está totalmente colado por ti. Y lo siento, ¿pero un policía encubierto? ¿Siquiera te das cuenta que tan sexy es? Oficialmente estás en medio de una novela romántica de mala calidad.

Ashley ríe, cubriendo su boca con sus manos, resoplando.

—Puedo ver a Jaden tendida sobre la manta, envuelta en sus brazos, con una mirada valiosa hacia nosotros.


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—¡Oficial Whalen, no! Por favor no me arreste —ronronea Savannah, con la voz elevada—. Haré lo que sea.

—¿Lo que sea? —pregunta Ashley en una voz baja, en tono masculino.

—Me alegra que piensen que es gracioso —digo, luchando por ocultar mi sonrisa.

—Jaden, vamos —se queja Savannah. Pone su cabello rubio en una cola de caballo, asegurándolo con un elástico—. Es obvio que estás enamorada de él. Te has sentido miserable desde ese día.

—Estuve en medio de una redada de drogas, Savannah. Hubo armas.

—No estoy hablando de ese día. Estoy hablando del día después de que hablaste con Parker. Cuando te dijo que no podían estar juntos. No estás enojada con lo que pasó, ni con que él sea un policía. Eso no te molesta: ¿La idea de que estabas enamorada de él, pero él no te lo correspondía? Eso es lo que te duele. Y en vez de estar aliviada de que todo fuera una artimaña, estás aquí abatida como si tu mejor amiga hubiera muerto. Amiga. Realmente estoy aquí. Y Parker obviamente todavía te quiere o no estaría pasando por todo este problema.

—No sé qué esperan que haga.

—Queremos que hables con él, Jaden —dice Ashley, con la boca llena de patatas fritas, crujiendo mientras ella las mastica—. Llámalo. Déjale una nota. Dile que lo perdonas. No es difícil.

Me siento más recta.

—Lo perdoné. Se lo dije ese día en el hospital.

—Entonces le dijiste que te dejara sola —me recuerda Savannah.

—Lo que duró tres semanas —apunta Ashley—. Si acaso.

—De verdad. No veo cómo puedes perdonarlo por ponerte en una trampa mortal, y significa que, estamos hablando de la crisis de las retenciones de rehenes y todo, pero no perdonarlo por las pequeñas mentiras livianas que dijo por su trabajo. Él no solo te estaba mintiendo. Le estaba mintiendo a todos —dice Savannah.


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—No es tan fácil. Ya no sé quién es él —murmuro, quitando la corteza de mi sándwich y arrojándoselo a las aves. Aterriza en una pila de tréboles verdes y espesos. Limpio las migajas de mis manos.

—¡Entonces ve a conocerlo! —gruñe Savannah, sus ojos abiertos, y la voz poniéndose más alta—. ¡Dios, Jaden! Te vas a enroscar en una esquina si no le hablas. Esto es como, una encrucijada. Siempre que mires atrás te vas a preguntar si las cosas pudieron ser diferentes, y esta historia de amor se va a convertir en una tragedia. Tu tragedia. Ambos se merecen una oportunidad de ser felices juntos, y la única cosa que los aparta, eres tú.

Me recuesto, parpadeando hacia ella, aturdida.

—Dios. Cuando te volviste tan… ¿Profunda? —murmuro, con las cejas fruncidas—. Y dura.

Sus hombros se relajan y suspira.

—Estoy trabajando en eso. El punto es, que él te sigue amando, Jaden —dice, más tranquilamente—. Y aunque quieras o no admitirlo, lo amas. Él está listo. Solo te está esperando a ti.


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Traducido por dark&rose


uspiro, sintiendo el cansancio en mis brazos y piernas, el dolor de cabeza palpitando detrás de mis ojos. Eso es lo irónico sobre el sueño: las noches que más lo necesitas, apenas duermes. Me levanto justo cuando mi reloj marca las 7:17. De la mañana. En un sábado. Pero no

cualquier sábado: el día de la boda. Estudio mi reflejo en el espejo que está encima de la cómoda, revisando si hay algún imprevisible brote de antes de la boda, examinando mi cicatriz, la cual casi desaparece con el corrector adecuado.

En el cuarto de baño, agarro la pequeña llave inglesa situada en el borde de mi lavabo de porcelana. La ajusto alrededor de la fina tubería de cobre. Tres vueltas completas, y el agua cae en la tina.

Después de salir de la ducha, vestida y caliente, con la toalla envuelta alrededor de mi pelo mojado, me aventuro a bajar las escaleras. Mamá está en la cocina, tratando de no hacer ruido mientras saca un sartén de uno de los armarios inferiores.

—¿No puedes dormir? —pregunto, sacando una silla de la mesa de la cocina.

S


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—Hoy no, no podía —responde ella—. Pensé en preparar algunos huevos y tocino. Tal vez tortitas para todos.

—Las tortitas suenan bien.

Yo sería feliz con un tazón de cereales, pero para mamá no se trata de comida. Es una distracción. Algo para mantenerla ocupada. Ella está batiendo la masa, cuando: “Toc Toc”, una voz grita a través de la puerta lateral. Salto de la silla y me apresuro a abrir.

—¡Levántate y brilla! —Melissa se precipita al interior, arrastrando la bolsa de su vestido de Davids Brisdal y…

—¿Eso es un equipaje de mano? —pregunto.

—Sí. Tengo todo lo que se pueda necesitar en el día de la boda: jabones, limpiadores, exfoliantes faciales, esmaltes de uñas, quitaesmalte de uñas, champú, acondicionador, secadores de cabello, cepillos para el cabello, maquillaje, un kit de

costura, incluyendo agujas e hilo blanco, aunque realmente espero no tener que abrir la tapa de eso, Advil…

—Oh, Dios mío. Espera un minuto —la interrumpo—. ¿Has dicho secadores de cabello? ¿En plural?

—Eso es exactamente lo que dije. Además, parece como pudieras usar un secador de cabello en estos momentos. —Ella asiente con la cabeza hacia mi toalla envuelta en la cabeza.

Levanto la mano y toco el algodón húmedo.

—Cierto.

—Estoy haciendo tortitas, Melissa —dice mamá—. ¿Estás interesada?

—Si me las estás ofreciendo me interesa mucho —responde ella—. ¿Alguien ha visto a la futura novia?

—Todavía no —respondo.

—Dejémosla dormir todo el tiempo que pueda —dice mamá.

—Si es que ella durmió algo —murmuro—. Yo apenas lo hice y ni siquiera voy a casarme. ¿Tienes el mezclador, ¿verdad?


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—Sí —dice Melissa—. Somos buenas.

—Tortitas —grita Phillip, entrando en la cocina—. Eres mi madre favorita en el mundo entero.

—Ella es tu única madre en el mundo entero —le recuerdo, poniendo los ojos en blanco.

—¿Cuántas quieres? —pregunta.

—Seis. —Phillip se sienta a la mesa, entre Melissa y yo. Mamá le trae un plato lleno de tortitas—. ¿Puedo conseguir un poco de zumo de naranja? —pregunta.

Le doy un puñetazo de hermana en el brazo.

—Prepáratelo tú mismo, perdedor.

—¡Ay! —Él se frota por un momento, entonces prepara su brazo para devolverme el golpe. Me muevo, alejándome, entonces veo como lo deja caer de nuevo a su costado, como si hubiera cambiado de opinión.

—Da igual —se queja.

Él apenas se burla de mí ahora. Es como si todo el mundo tuviera miedo de que me fuera a romper. ¿Cuándo van a ser normales las cosas otra vez?

—¿Vas a quedarte con Daniel hoy? —pregunta mamá.

—No —responde—. Tengo algo que hacer en Hamilton, pero estaré de vuelta a tiempo para ducharme y cambiarme y recoger a Becky en casa de sus padres.

—Eres igual que tu padre —dice mamá—. ¿Alguien va a quedarse y ayudar a Daniel hoy? Quiero decir, ¿qué es tan importante que tienes que estar en Hamilton el día de su boda?

Daniel entra en la cocina.

—Soy un niño grande, mamá. ¿Son tortitas?

—Sí, son tortitas. Y yo sólo digo que sería agradable que alguien te hiciera un poco de compañía hoy.

—Estaré bien. Los hombres no necesitan compañía constante —dice—. Para ir al baño no hace falta un esfuerzo de grupo y no necesito mis cutículas arregladas.


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—Tus cutículas lucen patéticas —le digo, hurgando en mis tortitas con un tenedor.

—Eso es lo que Sarah dice —responde con una sonrisa—. Dios, Melissa, ¿qué metiste en esa cosa? —Patea la maleta con su pie. No se mueve.

Melissa pone los ojos en blanco.

—Todo lo que pueda necesitar para asegurarme de que tu novia esté lista en el parque a tiempo.

—Tienes, como, ocho horas —señala Phillip, con la boca llena—. Si no puedes hacer que llegue al parque a tiempo en ocho horas, entonces algo está mal.

—La boda no empieza sin la novia, de todos modos —responde Sarah, con Joshua colocado en su cadera.

—Bueno. Todo el mundo en marcha —dice mamá—. ¿Daniel? ¿Sarah? ¿Cuántas tortitas?

ZZZ

—Otra gran sonrisa. —El obturador hace clic. El flash se dispara—. Última foto —dice el fotógrafo. Ésta es la número un millón, o eso parece, y los músculos de mi mejilla duelen.

Estamos vestidas y listas para irnos. Mamá lleva un precioso vestido sin mangas y brillante de color azul claro, que se complementa con mi lavanda. Sarah se ha deslizado en su vestido, el velo colocado en su lugar, rizos suaves y marrones enmarcan su rostro. Incluso Joshua está vestido de gala con su esmoquin de bebé.

—¿Lo tenemos todo? —pregunta mamá mientras el fotógrafo revisa los controles de la pantalla en la parte posterior de la cámara.

—Técnicamente, tan pronto como tengamos a la novia estaremos listos —le recuerdo.


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—¿Están todos vestidos? —pregunta ella—. ¿Zapatos?

Reviso mis pies.

—¿Las cartillas?

—Dejo la mía aquí —anuncio.

—Yo también —dice Sarah.

—Yo también —agrega Candace, la otra dama de honor y amiga de Sara de la escuela, que llegó justo antes que el fotógrafo.

—Dejo mi bolso, pero voy a llevar mi equipaje de mano. Ya sabes, en el caso que necesitemos cinta adhesiva —dice Melissa.

Mamá sonríe.

—Bueno. ¿Todas tienen las flores?

Cuatro ramos de lavanda y rosas blancas se elevan hasta el cielo. Mamá toca su solapa, verificando que sí, su ramillete está fijo en su lugar.

—¿Estamos listas, entonces? —pregunto.

—Sí.

—¿Qué pasa con las flores de ojal de los chicos?

—En mi auto —responde Melissa—. ¿Quién lleva a quién?

—El auto de Sarah está esperando afuera, y yo puedo llevar a Joshua en la camioneta —dice mamá.

—Yo voy con Sara —dice Candace.

—Iré contigo, Melissa, si eso está bien —digo.

—Así que todo el mundo tiene quién le lleve —confirma mamá.

—Sí —contestamos al unísono.

—¿Y tenemos todo lo que necesitamos?

Una vez más.


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—Sí.

Ella mira su reloj.

—Tenemos veinte minutos antes de la ceremonia.

Frente a mí, Sarah se toca el borde de su velo con la punta del dedo. Ella aspira una bocanada de aire, y luego lo libera de una vez.

—Está bien. Vamos a hacer esto.

ZZZ

El parque donde Daniel y Sara se van a casar es más parecido a una plaza que a un parque, en realidad, con enormes robles, una fuente en el centro, una estatua de bronce del fundador de la ciudad, y bancos esparcidos por todas partes. El día de hoy está transformado: una gran carpa blanca colocada a un lado, mesas y sillas dispuestas debajo de ella; ciento cincuenta sillas acomodadas frente a la glorieta blanca, adornada con tela de gasa transparente, rosas y fresias.

Los autos se alinean en las calles, dando la vuelta a todo el bloque. El primer espacio vacío que encontramos es en el extremo final de la calle Main Street alineada por árboles.

—Bueno, esto es algo que no planeamos —murmuro mientras Melissa y yo salimos de su auto. Cruzando la calle, Sarah sale, también. Ella da un paso hacia el pavimento, alisando los pliegues de su vestido de satén. Es como algo salido de un sueño: una novia de pie en medio de la calle, agarrando su ramo. Personas remolonean en varios escaparates, el ajetreo típico de la tarde del sábado ralentizándose mientras la gente deja todo para observarnos.

Conocemos o reconocemos a casi todo el mundo, y unos cuantos “Buena suerte, Sarah” se oyen mientras hacemos nuestro camino por la calle. Ya el sudor se muestra en mi piel. Mis nervios se tambalean, en el mejor de los casos,


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y aunque las nubes todavía esconden el sol del atardecer, la humedad absorbe la vida directamente de mis poros.

—Hace calor aquí —dice Melissa en voz baja.

—Eso es exactamente lo que estaba pensando.

El fotógrafo toma fotos mientras caminamos.

—¿Y si se desmaya? —pregunto.

—Tengo una botella de spray de agua en mi bolsa —me informa, palmeando la correa negra sobre su hombro.

—Eso está muy bien, pero ¿dónde estará la bolsa?

—Voy a hacer que Daniel o Phillip la cuelen a hurtadillas en la glorieta cuando nadie esté prestando atención.

—Dios, has pensado en todo. Puedes ser mi dama de honor —medito.

—Me tomo el trabajo muy en serio.

Seguimos caminando, los suaves sonidos de la música clásica llenando el aire, cada vez más fuerte a medida que nos acercamos al sitio de la ceremonia. Los invitados todavía están sentados.

La tía de Sarah nos saluda cuando llegamos, llevándonos a un lado de la carpa, cerrada, ocultándonos de la vista. Ella y mi madre están trabajando dividiendo los ramilletes y las flores de ojal, luego dirigiéndose hacia la multitud para dispersarlos. Esperamos, sintiendo los segundos a medida que pasan.

—¿Cómo estás? —le pregunto a Sara.

—Bien —responde ella.

—¿Nerviosa?

—Mucho. —Toma otra respiración profunda—. Joshua, no tires del mantel.

Miro hacia mi pequeño sobrino.

—Tengo algo de chicle —ofrece Candace.


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—Está bien. Probablemente me olvidaré de escupirlo y empezaré a mascarlo cuando esté ahí arriba. Y eso no sería muy de novia.

—¿Necesitas una botella de agua? —pregunta Melissa.

—¿Hay en tu bolsa de milagros, también? —bromeo.

Ella me lanza una mirada asesina.

—La bolsa está segura —susurra.

—¿Qué? ¿Ya?

—Fue una operación encubierta. Un parpadeo y la echas en falta.

—¿De qué están hablando? —pregunta Sarah, confundida.

Melissa sonríe.

—De nada —contestamos al unísono.

—De todos modos —continúa Melissa—, yo estaba pensando que tal vez deberíamos consultarlo con él.

Seguimos su dedo hasta que nuestras miradas descansan en un hombre —un hombre muy lindo— cerca de la mesa del ponche. Él no puede ser mayor que cualquiera de nosotros, y lleva pantalones negros, camisa blanca y un chaleco negro de esmoquin.

—Wow —murmura Candace en voz baja.

Yo sonrío.

—Lo sé —responde Melissa—. Sea quien sea, él no vive en esta ciudad.

—¡Muy bien, señoras! —La tía de Sarah se aproxima, moviéndonos para alinearnos.

Levanto la masa de rizos de mi nuca, abanicándome con la mano. Las nubes se están separando y cada instante hay más luz brillante del sol. Una cálida brisa pasa a través de la carpa, haciendo crujir los manteles, jugando con nuestro cabello. Cuando miro a Sarah, puedo ver lágrimas en sus ojos.

—¿Estás bien? —pregunto.


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—Ellos vinieron. —Ella sacude su cabeza, vacilante—. Yo no me lo puedo creer. En realidad vinieron.

Y se ríe. Feliz.

Cuando la música se hace eco, Candace se mueve hacia el pasillo, justo como practicamos los días anteriores. Sólo que entonces no había gente, ni había sillas, ni ningún pasillo blanco cubierto de pétalos de flores. En ese momento, nosotras pretendíamos. Esta vez, es real. Doy un paso adelante, siguiendo a Candace en el momento en que la tía de Sarah me da un codazo.

Daniel, guapo en su esmoquin, me sonríe mientras me acerco a la glorieta y me sitúo en mi lugar. Mientras observo a Sarah, lista para hacer su entrada, mis pensamientos revolotean de nuevo a la noche anterior: la graduación y los discursos pronunciados, lo cuales, incluso en este momento, parece que fueron hace una eternidad. En concreto, me acuerdo del cruce de caminos y carreteras menos transitadas, y mantener el rumbo, siguiendo el sueño. Una progresión sin fin de cliché tras cliché. Pero a pesar de esto, me maravillo de cómo aun las decisiones equivocadas pueden mantenernos en el camino correcto. ¿Cómo el peor error puede terminar siendo lo mejor que nos ha pasado?

Porque a pesar de que Daniel y Sarah escogieron un viaje lleno de obstáculos, todo parecía cerrar el círculo para traerlos de vuelta a este momento perfecto: exactamente donde están destinado a estar.

ZZZ

Horas más tarde, me quito mis zapatos de lavanda y me siento en la mesa a comer otro pedazo de tarta. Ya pasó la hora de la cena y estoy muerta de hambre. Sarah y Daniel salieron más temprano en la camioneta de Daniel, después de pasar a través de una lluvia de arroz. Unos pocos miembros de la familia aún permanecen, mezclándose, pero mis obligaciones como dama de honor han oficialmente acabado.

Cuando examino mis pies, monstruosas ampollas rojas adornan mis diminutos dedos de los pies y talones, gimo de dolor.


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—Puedo conseguir algo para eso.

Mis mejillas enrojecen, cada vez más calientes. Meto mis pies debajo de la silla, ocultándolos del lindo camarero, todavía llevando bebidas de la barra.

—Puedes conseguirme un poco de agua —digo, sonriendo. ¿Por qué honestamente? No quiero volver a ver a otra taza de ponche de color rojo nunca más.

Él se agacha por un momento, desapareciendo, y vuelve a aparecer momentos después, produciendo una Dasani.

—Eres… mi héroe —digo mientras me lo acerca.

—Lo tengo —interrumpe una voz—. Puedes volver a tu pequeña barra. —Phillip le arrebata el agua embotellada de la mano al camarero y la deja frente de mí.

El hombre hace una pausa por un momento, confundido, antes de escabullirse.

—Phillip —siseo, cuando se deja caer en la silla a mi lado—. Eres tan embarazoso. Espero este tipo de cosas de Daniel. No de ti.

—Él no es tu tipo —replica Phillip—. Y ha estado mirando a todas las chicas de aquí por debajo de la edad de veinticinco años.

—¿Eso incluye a Becky? —pregunto, desenroscando el tapón de plástico para abrirlo—. ¿Y estás celoso?

—Eso incluye a Becky, y a Candace, y a Melissa, y Sarah, por el amor de Dios, y a ti....

—Y a esa rubia que trabaja junto a Sarah —agrego.

—¿Quién?

—La rubia. La que lleva el vestido verde. Estuvo sentada con Candace toda la noche.

Un destello de reconocimiento.

—Oh. Todo el mundo la estaba mirando.


—Eres tan hombre. ¿Dónde está Becky, de todos modos?


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Él sacude su cabeza hacia la mesa donde mis padres están de pie, todavía hablando con los invitados.

—Ella está ocupándose de Joshua.

Ella está sentada en una mesa vacía sosteniendo a Joshua, que está profundamente dormido, con la cabeza en su hombro.

—Pobre hombrecito, tuvo un día ajetreado.

—Hubo un montón de emoción —responde.

—Los padres de Sarah se excedieron en realidad —medito.

—El exceso de precio, una mezcla de color rosa innecesaria.

—Nuestro hermano mayor sentando cabeza. Mudándose.

—Sí, bueno, estoy pensando en algo más alto que todo eso —dice.

Lo miro recelosamente.

—¿De qué estás hablando?

Él busca en su bolsillo y saca una pequeña caja negra.

—Phillip —susurro—. ¡De ninguna maldita forma! —Miro hacia Becky, todavía sentada con Joshua, ajena a todo.

Abre la tapa, manteniendo la caja protegida debajo de la mesa. Un deslumbrante diamante cuadrado, situado profundamente entre pliegues aterciopelados, brilla de vuelta.

—Oh Dios mío. ¡Es una preciosidad! —grito, mi corazón manteniendo el latido—. ¿Cuándo se lo vas a pedir?


—Más tarde, esta noche. Oí algo sobre las mujeres y las bodas. Pensé que sería más probable conseguir un sí, si se lo pedía hoy.

Tomo un trago de agua, luego sacudo la cabeza con incredulidad, tragando saliva.

—No te lo puedo creer. En realidad encontraste una chica que te gusta... y quieres casarte con ella.


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—¿Por qué es eso tan sorprendente? —pregunta.

—Porque eres... tú. Nunca has salido con una chica más de una semana. Lo juro por Dios, estoy esperando a que empiece a nevar, o el apocalipsis zombie, porque el mundo está llegando a su fin.

Él sonríe.

—Tal vez. Pero ya sabes, cuando amas a alguien tú los amas. Y cada día te sientas pretendiendo que no tienes un día menos para pasarlo con él.

—Ella —le corrijo.

Él mueve sus ojos en mi dirección.

—Yo no estaba hablando de mí.

Él no estaba hablando de… Trago saliva, obligándome a tragar el nudo profundamente asentado en el fondo de mi garganta.

—Bueno, de todos modos. A mí me gusta ella. Espero que diga que sí.

—Yo también.

Cierra la caja con un broche de presión y exhala profundamente.

—Vamos a tratar de darte un respiro, sin embargo.

Mis cejas se fruncen.

—¿Qué se supone que significa eso?

Se pone de pie, dejando caer la caja del anillo en el bolsillo de su chaqueta de esmoquin negro, una sonrisa maliciosa tirando de las comisuras de la boca.

—Porque si dice que sí, tendrás que jugar a dama de honor otra vez.


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30

Traducido por Paaau


ntre el tiempo que toma viajar entre el aparcamiento y mi casa, el sol desaparece detrás del horizonte. El mundo entero se sumerge en sombras rojas, negras y azules. Melissa estaciona su coche en la acera, y damos un paso hacia el aire gélido de la tarde. Tiemblo, frotando

mis brazos mientras cruzamos el césped húmedo.

La camioneta de Daniel, aún cubierta con serpentinas, globos y pintura, está estacionada en la entrada.

—Imaginé que ustedes ya se habrían ido para esta hora —dije, entrando al vestíbulo.

La voz de Sarah llega desde abajo, apagada:

—¡Estamos haciendo las maletas!

—Ya deberíamos habernos ido, pero Sarah no podía irse sin decirle adiós a Joshua —añadió Daniel, apareciendo en la cima de las escaleras.

E


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—Están de camino. Salieron justo detrás de nosotros. —Me saco los zapatos y los lanzo hacia la sala de estar, los pies adoloridos. Enciendo la luz. Secadores de pelo, rodillos, maquillaje, alfileres de gancho, bolsas de ropa, y ropa están dispersas por toda la habitación. Está destrozado más allá de todo reconocimiento. Suspiro, apagando la luz. Esto no es algo con lo que pueda lidiar ahora mismo—. Creo que no seré capaz de caminar derecha por un año —le digo a Melissa.

—Lo sé —responde ella—. ¿Sarah? Todo ese asunto del “teñido para coincidir” no funcionó para nosotras —grita.

—Es demasiado tarde ahora —señala mientras vamos escaleras arriba.

Sarah, ya cambiada en vaqueros y una camiseta, está empacando una maleta. Su vestido de novia está sobre la cama en un montón de raso y tul.

—¡La boda ha terminado! —bromeo, pasando su cuarto y entrando al mío.

Enciendo la luz de mi baño, caminando hacia el fregadero, sintiendo el cansancio en mis piernas por estar de pie la mayor parte de la velada. Estudio mi reflejo en el espejo. Definitivamente necesito una buena noche de descanso, pienso, examinando los círculos oscuros bajo mis ojos. Y el corrector en mi cicatriz no se mantiene.

Sin pensarlo, busco la llave para abrir el agua pero… no está.

—¿Qué? —murmuro.

Ahí es cuando lo veo: un grifo nuevo. Un aparato totalmente nuevo… con dos asas brillando bajo la luz. Cuidadosamente giro la perilla. Agua helada sale desde la boquilla. Funciona.

Sonrío.

Detrás de mí, Daniel carraspea.

—¿Qué es esto? —pregunto, girándome para mirarlo.


—¿Cuándo hiciste esto? —pregunto—. Porque sé que no fue papá.

—No sabes que no fue papá —dice él, entrando al baño. Lo miro sospechosamente—. Está bien, no fue papá —confiesa.


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—No entiendo cómo te las arreglaste. —Mi brillante nuevo grifo resplandece—. Quiero decir, estabas cuando comenzó la boda.

—Yo no lo hice —me asegura él, apoyándose contra el toallero de mi pared.

—¿Fue Phillip?

—Nop.


—Vamos. ¡Me estás matando, Daniel!

Cruza sus brazos.

—Sólo digamos que alguien pidió un favor.

Miro fijamente el grifo por un momento. Cuando miro de vuelta a Daniel, él asiente con la cabeza.

Trago fuertemente.

—¿Hablaste con él? —Las palabras se rompen en mi garganta.

—Unas pocas veces. —Se encoge de hombros, levantando sus hombros y luego dejándolos caer.

—¿Cómo está?

—¿La verdad?

Asiento con la cabeza.

—Te extraña.

Yo lo extraño, quiero decirlo, mis ojos cada vez más húmedos.

Daniel se para rectamente, metiendo sus manos profundamente en sus bolsillos.

—De todas formas, él quería hacer algo por mi pequeña hermana así que le dejé una llave. Vino mientras estábamos en la boda. —Arrastra los pies en la puerta, pasando sus dedos por su cabello—. Ya había terminado para cuando llegamos. Medio esperaba que aún estuviera por aquí.


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—No sé que le habría dicho. —Hago una pausa por un momento, estudiando el fregadero de porcelana, tratando de procesar a Parker aquí, trabajando en él sin que yo lo supiera. Miro alrededor del cuarto, peguntándome si dejó una nota, algún tipo de señal. Nada está fuera de su lugar. Es casi como si el grifo hubiese aparecido de la nada, como magia—. Gracias —murmuro, aún aturdida.

Él vuelve hacia mi cuarto.

—De nada. Pero no soy a quien deberías agradecerle.

Al momento siguiente, estoy sola.

Mi cuarto está casi a oscuras, el débil resplandor del atardecer iluminando la ventana, proyectando sombras azules y grises. Enciendo la luz. El cuarto, también, está como lo recuerdo. Parker no se sentó en mi cama, arrugando el cobertor. No movió la silla de mi escritorio. Ni siquiera hay una huella de pie en mi alfombra. Nada. Como si él hubiera llegado como una aparición, haciendo sólo el más obvio de los cambios, un nuevo fregadero, y nada más.

Camino hasta mi armario. El ramo de tulipanes que él dejó en mi parabrisas la noche anterior, el que dejó durante la ceremonia de graduación, se mantiene erguido en el florero de vidrio. Meto mi cabello tras mis orejas y me inclino para inhalar su olor.

Mi garganta se aprieta.

Él está listo. Sólo está esperándome.

Levanto la tapa de mi joyero; su fotografía aún está protegida dentro. La examino, tomando nota de sus oscuros ojos, su cabello oscuro, su expresión seria. Ni siquiera se ve como si estuviese en la secundaria. No sé por qué no me di cuenta antes. Y sus labios: los que, en otra vida, toqué con mis propios labios.

Lo estaba haciendo tan bien: llegando a la graduación, y a casa y a la boda, finalmente flotando en el agua en lugar de ahogarme. Pero ahora, mientras miraba la fotografía, sabiendo que él estaba tan cerca, todo volvió de golpe, como una ola, lo bastante fuerte como para derribarme. Regresé la fotografía a su lugar, cerrando la tapa.

Mi corazón late fuertemente, sangre martilleando en mis oídos. Me apresuro hacia el armario y saco un par de sandalias, poniéndomelas mientras salgo rápidamente por la puerta, apagando la luz mientras salgo, sin afectarme por el desgarro en la pared en donde una vez estuvo mi calcomanía de Harvard.


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Mis zapatos aporrean en casa paso que doy mientras bajo por las escaleras, puñados de raso color lavanda apretados en mis manos.

—¿Jaden? —llama Sarah.

—¡Tengo que irme!

—Jaden es tarde —dice Daniel. Puedo sentirlos mirar desde las escaleras.

—No —respondo, desapareciendo en la sala de estar, tomando mi bolso y las llaves—. Tengo que hacer esto. Ahora. —Regreso al vestíbulo—. Dile a mamá que lo siento y que regresaré pronto.

Estoy girando el pomo de la puerta, lista para irme, cuando:

—¿Jaden?

Me giro y miro a mi hermano, mi pecho agitado.

Se saca su sudadera por encima de su cabeza y me la arroja. Aterriza en una pila a mis pies.

—Está haciendo frío.

ZZZ

Tomo el camino desde la escuela que lleva hasta ese viejo remolque. Conduzco lentamente en la oscuridad, manteniendo mis ojos bien abiertos. Reconozco algunos lugares y casas que pasé el día en que seguí a Parker. Y cuando llego a ese familiar camino, me dirijo hacia la entrada, pasando a través de los baches, suciedad levantándose tras de mí. El jardín es el mismo: cubierto de maleza, lleno de neumáticos, de basura, viejas piezas de automóviles y oxidados barriles quemados. La casa es la misma: el revestimiento de metal abollado, oxidado, escaleras poco seguras.

Pero la motocicleta de Parker no está.


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Aun así, abro la puerta del auto y bajo a la tibia hierba, apretando las mangas de la sudadera de Daniel, abrazándome. Subo la destartalada escalera. El vitral en la puerta de aluminio está demasiado alto para poder mirar a través de ella, por lo que inhalo profundamente… y golpeo la puerta.

Cuando, después de unos pocos y largos segundos, nadie responde, golpeo de nuevo.

—¿Dónde estás? —susurro.

Doy un paso hacia atrás, mirando el viejo tráiler. Las nubes se abren, y la luz de la luna se derrama hacia abajo, iluminando los campos y el jardín.

Y me doy cuenta.

Él no vive aquí. No me trajo aquí ese día porque aquí es donde vive. Era parte del juego, también. Él estaba interpretando un papel.

Una fuerte ráfaga de viento sopla, impulsando las hierbas del campo hacia los lados, despeinando mi cabello y azotándolo en mis ojos, golpeando mi cara.

Lo reúno en mi nuca mientras la luna es tapada por las nubes de nuevo, sumiendo el mundo en la oscuridad.

Hago mi camino escalones abajo, moviéndome hacia mi auto.

Dentro, enciendo la luz y busco dentro de mi bolso. Cuando encuentro mi teléfono, llamo a Informaciones.

—Me preguntaba si podría darme la dirección de Parken Whalen —le digo a la operadora.

—¿Cómo deletreas eso? —pregunta ella.

Espero, escuchando el traquetear de un teclado al otro lado de la línea.

—Lo siento. No veo ningún Parker Whalen.

Mi corazón se desploma.

—¿No hay ningún número o dirección?

—No. No hay un sólo Whalen en el país.

—¿No hay ninguno? —pregunto, sin querer creerle.


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—Lo siento.

No voy directa a casa. No puedo. En cambio, conduzco. Vagando sin rumbo. De un lado del condado hacia otro, tratando de aclarar mi mente. Finalmente estaciono mi auto en la curva frente a mi casa, justo antes de medianoche. Exhausta. Mamá me encuentra en el vestíbulo.

—Lo siento —le digo, exhalando fuertemente, lágrimas llenando mis ojos—. Sólo… sólo quería hablar con él.

Me lanza una sonrisa resignada.

—Descansa un poco. Lo averiguaremos por la mañana.

Subo por las escaleras, pasando por la hilera de fotos de la familia, el cuarto de Daniel y Sarah, que está vacío.

Cierro la puerta de mi cuarto, me saco la sudadera de Daniel, y enciendo la luz del baño. Mi nuevo grifo brilla. Abro la puerta de mi armario blanco de medicinas y saco el vaso que mantengo dentro. El agua salpica, burbujeando mientras lo lleno. Saco un Advil18 y tomo pequeños sorbos, luego apago la luz, sumiendo el cuarto en la oscuridad.

Estoy esperando que mis ojos se ajusten cuando lo escucho. Mi corazón se detiene. Espero. Y escucho. Esfuerzo mis oídos. Y sé que es verdad. No es mi imaginación. No estoy perdida en el delirio por falta de sueño. Lo sé, sin duda, mientras los golpes ligeros como plumas suenan contra mi ventana: esto no es un sueño.

Así que avanzo por el cuarto de manera constante, con cuidado. Manos temblando, tiro la cadena, levantando las persianas. Se levantan lentamente, derramando más luz de luna en el cuarto con cada centímetro.

Y ahí está él, agazapado en el techo. La misma chaqueta de cuero. Su cabello, sus pómulos, la nariz perfecta… los ojos: oscuros y misteriosos… llenos de secretos… mi corazón se acelera, mi cuerpo ligero. Extiendo una mano para tocarlo, pensando que quizás desaparecerá, mis dedos interrumpidos por la ventana.

En el otro lado, Parker levanta su mano y gesticula “Hola”.

Gesticulo “hola” de vuelta.

18 Advil: Conocido como Ibuprofeno.


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Extiende solo un dedo, señalando que espere. Toma un cuaderno de espirales y lo abre, girando la primera pagina hacia mí. Reconozco su ordenada escritura de inmediato: rotulador negro.

Sé que esto es inesperado… leo.

Cambia la hoja.

… y extraño…

Levanto una ceja.

… pero por favor escúchame, léeme.

Cambia a la siguiente página.

Sé que te dije que nunca miento…

… pero esa era (obviamente) la mayor mentira de todas.

La verdad es: soy un mentiroso.

Mentí.

Me mentí a mi mismo…

… y a ti.

Parker mira mientras leo. Nuestros ojos se encuentran, y cambia la página.

Pero sólo porque tuve que hacerlo.

No se supone que me enamorara de ti, Jaden…

…pero pasó de todos modos.

Carraspeo, y trago fuerte, pero se cierra de nuevo, apretada.

Y se pone peor.

No sólo soy un mentiroso…

Soy egoísta.

Lo bastante egoísta como para quererlo todo.

Y sé que si no te tengo…


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Aguanto mi respiración, esperando.

…No tengo nada.

Cambia a otra página y leo:

No soy Ethan…

…y no voy a rendirme…

…hasta que pueda demostrarte…

…que tú eres lo único que importa.


Así que continúa alejándome…

…pero yo seguiré regresando a ti.

Una vez…


… y otra vez…

Y la siguiente:

… y otra vez.

Se me pone la piel de gallina. Y tiemblo, abrazándome.

Y si nunca puedes en tu (corazón) perdonarme…

Hay un gran “corazón” negro en donde deberían estar las palabras.

Haré todo lo que sea necesario para compensártelo.

Cierra el cuaderno y lo tira detrás de él. Aterriza en el techo con un golpe sordo. Luego, levantando su dedo índice, dibuja una X en su pecho.

Te lo juro.

Ahogo la risa feliz que brota en mi interior, escondiendo mi sonrisa mientras alcanzo el pestillo de metal para abrir mi ventana. Lenta, cuidadosamente, levanto el marco. Una explosión de frescas madreselvas satura el tibio aire de


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medianoche, repugnantemente dulce, llenando la habitación. Cierro mis ojos, inhalándolo, mientras miles de noches sin dormir se unen, alejándose. Recojo el satén color lavanda de mi vestido en mi mano, escalando la ventana abierta, quedando de pie en el techo, sintiendo la altura, el calor de las tejas bajo mis pies, enfrentando a Parker.

Toca la longitud de la cicatriz en mi frente con su frío dedo, mete mi cabello detrás de mi oreja, traza el borde de mi cara con el dorso de su mano. Mis ojos se cierran.

—¿Sabes que eres hermosa? ¿Incluso cuando lloras? —Él sonríe, sosteniendo mi cara en sus manos, secando las lágrimas con sus pulgares.

Respiro, mis pulmones temblando.

—Lo siento —susurra, ojos oscuros sinceros.

Trago.

—Sé por qué tuviste que hacerlo.

—No hace que esté bien.

—Ya no importa —digo, negando con la cabeza.

La luna cuelga suspendida en el cielo, estrellas titilando sobre nosotros, mientras él se inclina hacia abajo y me besa suavemente, sus labios encontrando los míos, familiares… labios que imaginé, con los que soñé, memorizados hace un millón de horas.

Luego envuelve sus brazos a mi alrededor, acercándome a él, calmando cada duda, miedo e incertidumbre en este único, perfecto momento.


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Epílogo

Traducido por Paaau


Unos meses después

Las hojas crujen bajo mis suelas mientras camino por la acera, la correa del bolso de mi laptop sobre mi hombro y el móvil presionado contra mi oído.

—Es loco, Savannah. Harán que diseccionemos un ojo de vaca mañana.

—Hola. Quieres ser doctora —responde ella—. Estoy bastante segura de que, en algún punto, harás algo mucho peor que diseccionar el ojo de una vaca. Odio tener que decirlo, pero vas a tener que acostumbrarte a escarbar dentro de partes del cuerpo humano.

Me río.

—¿Y qué es lo que de pronto te convierte en la autoridad? Dos meses en nuestras carreras universitarias y ya eres una especie de experta. —Dejo mi bolso bajo la mesa de café. Los días son más fríos, y coloco las mangas de mi suéter gris sobre mis muñecas. Me siento y enciendo mi laptop mientras


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Savannah me cuenta acerca de su profesor de Historia Americana, quien aparentemente no dejará de hablar acerca del Nuevo Trato19. No solo puede hacer una eficaz transición de los Puritanos de Salem hasta Rooselvet, sino que también tuvo el descaro de ponerle un 90 a Savannah en su último ensayo porque olvidó colocar la entrada bibliográfica de la novela sobre la que se trataba.

—Eso apesta —respondo, esperando que mi ordenador encuentre una señal del internet inalámbrico del café.

—Si lo fue, pero luego, estaba como, escrito en grandes letras negritas en la parte superior de nuestra hoja de trabajo no olvidar la bibliografía, así que fue en parte mi culpa.

—Oh, bueno, si lo pones de esa forma…

—Pero aun así —interrumpe ella—, estaba totalmente enfada conmigo misma sabiendo que me habría lucido en el trabajo si lo hubiera recordado.

—Lección aprendida.

—Dímelo a mí.

Sonrío, imaginando que pone los ojos en blanco al otro lado del teléfono.

—Tengo que admitirlo: ahora mismo, me asustas.

—¿Qué se supone que significa eso?

—Significa que no estoy acostumbrada a esta… a esta tú. Hace unos pocos meses ni siquiera habrías dado vuelta el papel. Estás totalmente estudiosa.

—¡Lo sé! —llora ella—. ¡Creo que quizás sea una nerd! Y Jaden, no te imaginas a los chicos de aquí. Quiero decir, no tenía idea de lo que nos estábamos perdiendo, desperdiciando nuestro tiempo en chicos de secundaria.

Sonrío. Blake y Tony, juntos con varios otros miembros del equipo masculino de basquetbol, fueron citados por diferentes infracciones relacionadas con drogas durante el allanamiento de la escuela. Tony perdió su beca. Savannah fue a la Universidad sin él.

19 Nuevo Trato: Nombre dado por el presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt a su política intervencionista puesta en marcha para luchar contra los efectos de la Gran Depresión en Estados Unidos.


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Me reclino en la silla de hierro. Las hojas de los árboles están en distintas etapas del otoño. Algunas aún son verdes, otras se están volviendo amarillas, otras son de un carmesí oscuro, listas para volar lejos. Revolotean en la brisa, crujiendo unas contra otras. Hago una inhalación purificadora, tomando aire fresco.

Miro hacia arriba en el momento preciso para verlo cruzar la calle. Trota hacia mí, el bolso colgando sobre su hombro. Está usando pantalones de vestir grises, y puedo ver el chaleco burdeos bajo su chaqueta de cuero. Sonrío cuando lo veo.

—¿Has oído hablar de Ash últimamente? —pregunto.

—Hablé con ella la semana pasada. Pero si estamos todas en casa para las vacaciones de otoño la próxima semana, necesitamos juntarnos. Siento como que no las he visto en años. Y no puedo creer que esté diciendo esto, pero mataría por un poco de pizza en Papa Guido’s.[

—¡Muéstrenme-ah un poco de magia-ah! —me burlo.

Savannah rompe a reír.

—Hablo en serio.

Parker da un paso hacia la acera y deja caer su bolso en el suelo. Roza mi brazo mientras pasa y desaparece dentro del café. Mi teléfono suena. Lo alejo de mi oído y le doy un vistazo a la pantalla.

—Savannah, mi mamá está llamando. ¿Puedo llamarte más tarde?

Nos despedimos y respondo la otra llamada.

—Hola, mamá. —Busco dentro de mi bolso y saco mi libro de anatomía—. No, todo está bien. Simplemente tengo un montón de tarea que hacer. La historia de mi vida durante la próxima década.

Parker sale del café trayendo una soda, una botella de agua, y dos galletas con chips de chocolate. Deja una de las galletas y la botella de agua frente a mí.

Gracias, murmuro.

—¿Qué? No, le estaba dando las gracias a Parker. Compró algo de comer.

La escucho por un momento, luego alejo el teléfono de mi boca.

—Ella dice hola.


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Él sonríe y mis entrañas se derriten y se funden.

—Dile que le digo hola.

Pongo mis ojos en blanco, pretendiendo estar enfadada.

—Él dice hola. —Mi mamá sigue hablando. Vuelvo a alejar el teléfono—. Quiere saber si irás conmigo a casa para las vacaciones de otoño.

—Si estoy invitado.

Sonrío y vuelvo con mi mamá.

—Dice que si está invitado le encantaría ir. —Escucho y pongo mis ojos en blanco de nuevo—. Ella dice que siempre estás invitado.

Él se ríe, una sonrisa cruzando su cara.

—Entonces estaré ahí.

Mi corazón se acelera, saltándose unos pocos latidos.

—Aunque te das cuenta —comienza él después de que he colgado—, que los estudiantes de secundaria no tienen vacaciones de otoño, ¿verdad?

Mi sonrisa se vuelve un ceño fruncido, profundizándose.

—¿No tienes la próxima semana libre?

—Nop. Así que tendré que esperar hasta la noche del viernes para verte.

—Eso apesta.

—Creí que sabías eso.

—Lo siento. Algunos de nosotros no somos Senior de cuarto año —bromeo.

Sacude su cabeza, sonriendo.

—Eso es un golpe bajo.

—Así que, ¿Qué hay en la agenda para hoy? —pregunto.

Abre su Antología de Literatura Americana de Norton y pasa el dedo sobre el índice.


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—Hoy toca Nathaniel Hawthorne en todo su esplendor.

—Suena fascinante. Yo diseccionaré un ojo de vaca mañana.

—Recuérdame no anotarme en esa clase.

—Ni siquiera trates de hacerte el tonto conmigo, Academia Preparatoria del Sr. Montgomery.

—Sí. Soy tan brillante —responde, dándome un golpe juguetonamente en el pliegue del codo—. Lo bastante brillante como para escoger una carrera que me haga jugar con cuchillos y cortar carne de animales.

Le lanzo una mirada maliciosa.

—No, solo has elegido una que te deja jugar con armas y te deja como un Senior de Secundaria permanente.

—Es por eso que estoy dispuesto a admitir que estás en un plano mucho más elevado de inteligencia que yo.

—La idea de inteligencia es relativa.

Parker sonríe.

—¿Qué más tienes para mí, Señorita Introducción a la Filosofía?

—La idea del amor también es relativa. Por ejemplo: amo que pretendas que soy más inteligente que tú.

—Amo tu falsa modestia —responde él, sus ojos brillando.

—Amo que a pesar de todas mis advertencias, sigas consumiendo esa bebida gaseosa con cafeína. —Toco la botella de agua frente a él en la mesa con mi lápiz.

—Amo que estés tan preocupada sobre mi salud y bienestar para advertirme de los peligros.

—Amo que no escuches nada de lo que digo. —Pongo los ojos en blanco.

Él se burla.

—Escucho todo lo que dices.

—Ok, bueno, quizás escuchas las cosas más importantes —especifico.


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Toma su cuaderno, se recuesta en su silla.

—Amo que me digas las cosas importantes.

—Amo que la mitad del tiempo no quieras escucharlas, pero luego, como, dos semanas más tarde, me digas que tenía razón.

Él sonríe.

—Amo como me mantienes alejado a propósito de Hawthorne.

—Amo como me mantienes alejada a propósito de la degeneración macular20.

—Entonces deja de discutir conmigo y ponte a trabajar —dice Parker con firmeza, el rastro de una sonrisa tras sus ojos.

Una brisa fresca sacude al árbol que está por encima de nosotros. Hojas rojas, amarillas y naranjas caen desde sus ramas, rociando la acera y la mesa. Tomo una y la giro entre mis dedos, viéndola bailar. Cuando levanto mi cabeza, Parker me está mirando, sus ojos negros brillantes y vivos.

—Amo tus ojos —le digo.

—No tanto como yo amo los tuyos. —Me observa de cerca, el indicio de una sonrisa jugando en sus labios, bromeando.

Mis mejillas se sonrojan con calor y me inclino hacia adelante, tomando su cuaderno y su lápiz. Escribo con cuidado bajo su firme letra, sonriéndole a la vida y sus ironías. A lo conocido y a lo desconocido. A lo bueno y a lo no tan bueno. A los altos y bajos: a los interminables sube y baja de una relación.

Porque la verdad es que: Parker Whalen me cambió. Me enseño a llorar, a amar, a perdonar. Me enseño que algunas veces la verdad es complicada, más profunda de lo que podríamos imaginar. Me enseño a dejar ir. A retener.

Y lo que es real… es todo lo que siempre importará.

20 Degeneración macular: Trastorno ocular que destruye lentamente la visión central y aguda, el cual dificulta la lectura y la visualización de detalles finos.


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Fin.


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Sobre la autora: Katie Klein es una romántica acérrima con una predilección por los protagonistas que patean traseros.

Actualmente vive en la costa este y está trabajando duro en su próxima novela YA.

Entre sus obras podemos destacar también:

~ Su saga The Guardians, de la cual ya puedes encontrar dos libros en venta.


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I Purple rose

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