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03 Extra Homenaje a Rodrigo de Balbín Behrmann 2015

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03Extra

Homenaje a Rodrigo de Balbín Behrmann

2015

ARPI 03 Extra

Homenaje a Rodrigo de Balbín Behrmann

Publicación Extra: 2015 ISSN: 2341-2496 Dirección: Primitiva Bueno Ramírez (UAH) Subdirección: Rosa Barroso (UAH) Consejo editorial: Manuel Alcaraz (Universidad de Alcalá); José Mª Barco (Universidad de Alcalá); Cristina de Juana (Universidad de Alcalá); Mª Ángeles Lancharro (Universidad de Alcalá); Estibaliz Polo (Universidad de Alcalá); Antonio Vázquez (Universidad de Alcalá); Piedad Villanueva (Universidad de Alcalá). Comité Asesor: Rodrigo de Balbín (Prehistoria-UAH); Margarita Vallejo (Historia Antigua- UAH); Lauro Olmo (Arqueología- UAH); Leonor Rocha (Arqueología – Universidade de Évora); Enrique Baquedano (MAR); Luc Laporte (Laboratoire d'Anthropologie, Université de Rennes); Laure Salanova (CNRS). Edición: Área de Prehistoria (UAH) Foto portada: Peña Somera (J. A. Gómez Barrera)

SUMARIO Editorial 05-12 Semblanza asturiana seguida de un oprobio de la vejez . Limón Delgado, Antonio 13-19 Hacerse humano. Carbonell Roura, Eudald 20-31 Peuplement de l’intérieur de la Péninsule Ibérique pendant le Paléolithique supérieur: où en est-on? Aubry, Thierry 32-43 Arte rupestre en la frontera hispano-portuguesa: cuenca del río Águeda. Reis, Mario; Vazquez Marcos, Carlos 44-55 Ganando altura. Tránsito, explotación y campamento de cazadores-recolectores en los espacios de monta-ña de la encrucijada vasca. Arrizabalaga, Alvaro; Calvo, Aitor; Domínguez-Ballesteros, Eder; García-Ibaibarriaga, Naroa; Iriarte-Chiapusso, María José 56-72 Los anzuelos de la Cueva de la Canaleja (Romangordo, Cáceres). González Cordero, Antonio; Cerrillo Cuenca, Enrique 73-80 L’art céramique et l’émergence de l’économie agricole. Salanova, Laure 81-95 La nécropole de Barnenez à Plouezoc’h dans le Finistère: le long tumulus nord et son implantation. Cousseau, Florian 96-110 L’intégration de pierres dressées isolées à l’air libre dans les espaces sépulcraux de l’ouest de la France: Le département du Morbihan Gouezin, Philippe 111-118 Les pétroglyphes de la Pierre des Farfadets. Commune du Poiré sur Vie–Vendée (France). Etude d’inter-prétation provisoire. Benéteau, Gérard 119-132 Algunas reflexiones sobre métodos de realce digital de la imagen en pinturas rupestres. Cerrillo Cuenca, Enrique 133-147 El tiempo y los ritos de los antepasados: La Mina y el Alto del Reinoso, novedades sobre el megalitismo en la Cuenca del Duero . Rojo-Guerra, Manuel; Garrido-Pena, Rafael; Tejedor-Rodríguez, Cristina; García-Martínez de Lagrán, Iñigo; Alt, K.W. 148-163 El megalito pseudohipogeico “Monte Deva III” como representación de la plenitud neolítica en el hinter-land de Gijón (Asturias). de Blas Cortina, Miguel Angel 164-179 Ad aeternum. Enterramiento de la Edad del Bronce en Carmona (Sevilla). Belén Deamos, María ; Román Rodríguez, Juan Manuel; Vázquez Paz, Jacobo

180-196 Nuevos datos sobre la secuencia de uso sepulcral de la cueva de Santimamiñe (Kortezubi, Bizkaia). López Quintana, Juan Carlos; Guenaga Lizasu, Amagoia; Etxeberria, Francisco; Herrasti, Lourdes; Martínez de Pancorbo, Marian; Palencia, Leire; Valverde, Laura; Cardoso, Sergio 197-210 Novedades en torno al arte rupestre de Valonsadero (Soria). Gómez-Barrera, Juan A. 211-223 Ces marques qui ne font pas partie du corpus. Hameau, Philippe 224-237 A dos metros bajo tierra. Pensando los yacimientos prehistóricos de hoyos. Márquez-Romero, José Enrique 238-256 The diversity of ideotechnic objects at Perdigões enclosure: a first inventory of items and problems. Valera , Antonio Carlos 257-271 Sobre la cronología de los ídolos-espátula del dolmen de San Martín (Laguardia– Alava). Fernández– Eraso, Javier; Mujika-Alustiza, José Antonio; Fernández– Crespo, Teresa 272-286 La diversidad campaniforme en el mundo funerario. Algunos ejemplos de la cuenca media/alta del Tajo en el interior peninsular. Liesau von Lettow-Vorbeck , Corina; Blasco Bosqued, Concepción 287-305 El Yacimiento romano de la Ermita de San Bartolomé (Atalaya del Cañavate, Cuenca). López, José Polo; Valenciano Prieto, Mª del Carmen 306-319 De un largo “tiempo perdido” en la reconstrucción de la Prehistoria canaria a una rápida construcción de su protohistoria. González-Antón, Rafael; del Arco Aguilar, Carmen 320-333 Manifestaciones rupestres protohistóricas de la isla de Lanzarote en un contexto doméstico: el sitio de Buenavista (Teguise) Atoche Peña, Pablo; Ramírez Rodríguez , Mª Ángeles 334-356 Décorations et représentations symboliques sur les mégalithes du Sénégal et de Gambie Laporte, Luc; Delvoye, Adrien; Bocoum, Hamady; Cros, Jean‐Paul; Djouad, Sélim;Thiam, Djibi 357-370 Breves notas en torno a unos grabados de armas metálicas de influencia atlásica en las tierras del Tiris, al SE del Sahara Occidental Sáenz de Buruaga, Andoni 371-387 La figura humana en el arte rupestre en el sur del Valle Calchaquí (Salta, Argentina). Ledesma, Rosanna

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SEMBLANZA ASTURIANA SEGUIDA DE UN OPROBIO DE LA VEJEZ

Antonio Limón Delgado (1)

Resumen

El escrito se propone recordar circunstancias biográficas compartidas en el pasado y en el presente

por el autor y el homenajeado.

Palabras clave: Recuerdos. Futuro

Abstract

This article's aim is to remember past and present vital experiences shared between the author and

Professor Rodrigo de Balbín-Behrmann

Key words: Past. Future

1.– SEMBLANZA ASTURIANA

Escribí este texto, para presentar a Rodrí-

go Balbín cuando lo nombraron Pregonero del Cen-

tro Asturiano de Sevilla por invitación del entonces

Presidente de aquel Centro, Joaquín Álvarez .

Al encargarme la presentación de este

ilustre asturiano, no creo que se haya pretendido

que glose, como suele hacerse, la actividad profe-

sional en su cátedra de Prehistoria o la abundancia

y calidad de sus publicaciones, pues por mi dedica-

ción a la etnografía, no me considero autorizado

para meterme en este terreno. La lenta amistad

que fuimos haciendo desde que nos conocimos

hasta ahora incluye una parte importante de nues-

tras vidas. Desde las excavaciones del cabezo de la

Joya en Huelva, hasta ahora, pasando por los años

en que coincidimos, intentando enseñar lo que sa-

bíamos en aquella Universidad Complutense ocu-

pada discretamente por la fuerza de la policía na-

cional que, por su contumacia, parecía que había

venido también como los estudiantes, a hacer la

carrera.

Tampoco creo que sea esta ocasión para entrar de

lleno en los detalles de esa larga relación que no se

rompió nunca a pesar de la distancia, cuando me

trasladé a Sevilla.

Sin embargo, me gustaría recordar que su

predilección por el arte rupestre al que ha dedicado

mucho tiempo desde que hizo su tesis doctoral

sobre aquellos preciosos grabados del Sáhara, de-

jará para los que vengan detrás un poco más fácil el

camino para entender qué pretendía aquella gente

marcando la roca con todos aquellos animalotes

(1) Antiguo director del Museo de Artes y Costumbres Populares de Sevilla

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mezclados con signos tan misteriosos , que incluso

algún francés llegó a pensar que tenían cierto

significado sexual.

Pero, dejando a un lado la ciencia, lo que

de verdad recuerdo con deleite de aquellas tareas

de Rodrigo, son las fotografías magníficas que

hacía con una paciencia de santo. Fotografías arte-

sanas que revelaba y copiaba él mismo en unos

laboratorios domésticos que parecían el retrete de

un alquimista. Casi todos los que le hemos tratado,

tenemos colgada en la pared alguna foto suya de

nuestros amigos, de nuestros hijos

Tal vez les divierta saber que la opinión

que este andaluz tiene de los asturianos está en

muy buena parte formada por mi relación con Ro-

drigo Balbín. Seguramente esa opinión es muy

parcial y hasta cierto punto tópica. Pero es la mía,

la que he vivido y, por supuesto, es para mí más

real y entrañable que todo lo que aprendí de Astu-

rias en los libros de don Aureliano de Rozas Ampu-

dia o de don Gaspar Melchor de Jovellanos. Yo no

he visto hacer nunca a Rodrigo profesión de fe de

asturiano Tal vez porque las cosas que se sienten

no se necesita hacer alarde de ellas Sin embargo,

he visto que le asomaban las lágrimas cuando re-

matábamos alguna noche por la vía folclórica y se

atrevía a entonar una canción de vaqueiros.

Mi opinión sesgada y parcial sobre los

asturianos es que esconden una delicada sensibili-

dad en una envoltura de ademanes poderosos y, a

veces, incluso bruscos, como si se sintieran obliga-

dos por no sé qué causa a disimular esa dulce vena

sentimental en una apariencia de fortaleza que

sólo puede engañar a quien no los conoce.

Los andaluces tenemos menor recato en

mostrar nuestro lado blando Somos más expresi-

vos, pero tal vez escondamos también en el fondo

de tanta exhuberancia expresiva, una visión sere-

namente triste y socarrona de la vida.

A través de Rodrigo Balbín he conocido a

asturianos tan divertidos y peculiares como el Raru

o el Guaje o a aquella panda de paisanos, que vi-

nieron como en romería al bautizo de su hijo Álva-

ro vestidos con Ja indumentaria de la tierra y

subían por la calle de la Madera con gran estruen-

do de gaitas que salían del magnetofón que traía el

gaitero estratégicamente escondido Pero todos

ejercían su papel con tan aparente destreza y se-

riedad que estaban a punto de reventar de risa.

Nos sorprendieron a todos con los bollos preñaos

que traían en las cestas y, después de mezclarse en

la algarabía de la fiesta, volvieron a la seriedad de

su papel y se fueron a las tantas, a recorrer Madrid

de madrugada poniendo de nuevo en funciona-

miento la tecla de las gaitas.

Había que echarle narices al asunto para

venir formando aquel espectáculo por medio de la

calle tan metidos en su papel como si estuvieran

camino de la Pola, pero no se me olvidará -y creo

que a él tampoco- la emoción que le causó a Rodri-

go aquella aparición de sus paisanos. Cosas como

esta, en que la seriedad meditada del espectáculo

que venían dando, escondía un mensaje de cariño

y amistad muy delicado, son las que han formado

la opinión personal que antes les expresaba sobre

los asturianos.

También hay algo que nos une a los astu-

rianos y a los andaluces y que he tenido ocasión de

ARPI. Arqueología y Prehistoria del Interior peninsular 03– 2015 7

conocer a través de Rodrigo Balbín, es nuestra pro-

pensión a lo que los antropólogos llaman con un

término poco afortunado comensalismo. Nuestra

afición a celebrarlo todo comiendo y bebiendo En-

tre trabajo y trabajo nos hemos reunido muchas

veces para charlar, cantar, comer y beber hasta

que el sueño nos rendía.

Recuerdo que una de estas veces Rodrigo

había conseguido unas botellas de sidra y un queso

de Cabrales. En una pequeña casa que teníamos

por Cuatro Caminos tratábamos de escanciar la

sidra lo mejor que se podía , pero buena parte iba

al suelo Optamos por meterlos en la bañera para

escanciar y hacer aquella pasta de cabrales con

sidra. El cuarto de baño estuvo oliendo a aires astu-

Fig.2. Excavaciones en Niebla, Huelva. Maria Belén sentada en primer plano. Alicia Rodero en pié, acompañadas por estudian-tes y obreros. 1980.Foto R. de Balbín

Fig. 1. Alfonso Moure, Marisa Cerdeño, Manolo Fernández-Miranda, María Belén y Antonio Limón. Departamento de Prehisto-ria. Universidad Complutense,1972. Foto R. de Balbín

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rianos durante bastante tiempo.

No me gustaría acabar sin decir que para

nosotros, Rodrigo forma parte de una entidad má-

gica indisoluble que todos conocimos como Mano-

lo y Rodrigo. Dos asturianos tan iguales y tan dis-

tintos que me resulta imposible ver al uno sin pen-

sar en el otro Manolo Fernández Miranda ya no

está entre nosotros, pero sé que fueron entre ellos

como hermanos que se querían y se odiaban a la

vez y que no sería de recibo presentar a uno sin

acordarme del otro. Los dos son responsables, sin

haberlo pretendido, de mi concepto de asturiano y

no creo que a estas alturas merezca la pena cam-

biarlo

2.- OPROBIO DE LA VEJEZ . (Con permiso de

Hermann Hesse )

Como era de esperar nos hicimos viejos.

Oficialmente viejos incluso. Y claro, los viejos ya se

sabe: corremos el peligro de convertirnos en viejos

irredentos. El viejo irredento es una especie abun-

dante cuya principal característica consiste en ne-

garse a envejecer. Cuando está tan de moda ser

joven, la tentación es demasiado fuerte.

Desde que los viejos somos "mayores" y

los negros "de color", uno no sabe a qué carta que-

darse. Es todo tan políticamente correcto que si

por un lado se ensalza la juventud, por otro abun-

dan las organizaciones dedicadas a que los

"mayores" no se sientan viejos. Da igual el procedi-

miento. Lo mismo sirve ponerlos a hacer el pino

que llevarlos de viaje sin pagar. Todo es un poco

sospechoso, escamante... Algo hay detrás de tanto

interés por que los viejos "se sientan útiles" que no

huele del todo bien. Cuando nos dan la papela ofi-

Fig.3. Manolo Fernández-Miranda y el Raru en las excavaciones del Cabezo de san Pedro, Huelva. 1976. Foto R. de Balbín

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cial en medio de regocijos y parabienes uno duda

entre si es porque nos quieren mucho o porque

celebran que nos vayamos. Vaya usted a saber.

Lo que sí está claro es que, en medio de

esta trapisonda, corremos el riesgo de no enveje-

cer honestamente, con la templanza que requiere

ver pasar por delante de nuestros ojos lo que ya no

seremos nunca, con la sonrisa socarrona y com-

prensiva de quien ha bebido también de esas aguas

agridulces.

Los que estudian la Psicología dicen que

somos extraordinariamente selectivos a la hora de

organizar nuestros recuerdos. Escondemos lo malo

y nos quedamos con lo bueno. Tal vez, si nos fuera

dado recordar los miedos de la infancia, las desazo-

nes de la adolescencia y la cobardía de la madurez

en que nos tragamos tantas cosas, seguramente

envejeceríamos de buen grado, pero es muy pro-

bable que nuestra sanidad mental y eso que ahora

llaman la "autoestima", no andaran muy allá. Así es

que sea lo uno por lo otro. Y el que quiera hurgar

en su pasado para buscar el consuelo de los años,

con su pan se lo coma.

Otra cantinela que nos asalta a la vejez es

que no sé qué cambios en la familia nos ha dejado

sin el rincón que supuestamente nos corresponde y

por mucho que nos larguen a los nietos para llevar-

los al colegio y se vendan al mejor postor las

"ayudas a la dependencia", poco se ayuda así a que

podamos digerir airosamente nuestras miserias.

Por mucho que nos animen, ya no podremos subir

aquellas escaleras de la calle de la Madera con el

frigorífico cargado a la espalda, pero con un poco

de suerte, si la cabeza acompaña, no podrán evitar

que pensemos como nos venga en gana por más

que se empeñen en entretenernos con gimnasias y

viajes. Rodrigo tiene a su favor no haber sido nunca

"bien pensante" y eso ya es un punto.

El alivio de saber que ya se espera poca

cosa de nosotros cuando casi todo nuestro esfuer-

zo se ha dirigido a dar lo que los demás esperaban

que diéramos, tiene un regusto de libertad exquisi-

to. Con poco que aguanten los huesos y las carnes,

hay pocos placeres solitarios comparables a este

diletantismo de organizarse (o desorganizarse) uno

sin que nos amenacen con todas las penas del in-

fierno.

No vale caer en la trampa de tener que

hacer "lo que no hemos podido hacer". No no. Eso

que lo hagan otros. Una cierta indeterminación es

ingrediente fundamental de estos pequeños place-

res. Lo que no está previsto al día siguiente es jus-

tamente de lo que nos disponemos a disfrutar. Es

como cuando cantamos aquellas serias milongas

de Zitarrosa y por medio metemos "el jabón Heno

de Pravia" o el "yo soy aquel negrito" Ahora nos

podemos permitir un desorden organizado en co-

sas tan sabrosas y aún más que nuestro extenso

repertorio.

Al fin y al cabo, somos de una generación

que ha puesto patas arriba desde las relaciones

familiares o de poder, hasta el aprenderse de me-

moria la tabla de multiplicar. Los hijos debían ser

"amigos" y los alumnos "compañeretes". Que el

Ebro pasara por Zaragoza o por Guadalajara no nos

pareció sustancial. No sé si tanta subversión ha

valido para algo, pero ahora ya no vale de nada

quejarnos de la parte del desbarajuste que nos

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toca. Tampoco ha sido para tanto. Ya el manta de

Cicerón se quejaba amargamente del poco respeto

que los jóvenes tenían a sus mayores. Es muy pro-

bable que aquel "hoy los tiempos adelantan que es

una barbaridad" que cantaba Don Hilarión, no sea

más que una de tantas alucinaciones piadosas con

que se consuela nuestra miopía social. Tampoco

estoy seguro de que hayamos cambiado algo ver-

daderamente importante pero está claro que lo

hemos intentado. Entretenidos en acabar con lo

viejo, con lo que creíamos que ya no funcionaba,

nos hemos hecho viejos. No se puede pedir más.

Los que os dedicáis a esas etapas remotas

de la Historia en que los hombres se comportaban

de manera tan rara como ahora, tenéis la ventaja

de poder ejercitar la imaginación con un poco más

de liberalidad que el resto de los mortales. Una

profesora de mi hija que le daba Historia Universal

empezaba en Napoleón porque lo otro hacía ya

mucho tiempo que había pasado y no estaba muy

claro. Digo esto no con ánimo de ofender, sino

porque la imaginación tal vez sea de las pocas co-

sas que podemos reclamar legítimamente a pesar

de los años.

Detrás de una buena hipótesis histórica,

siempre ha habido una imaginación exuberante y

detrás del desorden organizado que reclamo ahora

como patrimonio de la vejez ¿qué puede haber

sino imaginación?

Dicen que después de los treinta, se seca

la imaginación y nadie inventa nada que merezca

la pena. Pero eso no es verdad. Lo que no se tiene

después de los treinta es arrestos para sacar ade-

lante, abriéndose paso a codazos y dentelladas,

esas alucinaciones maravillosas que acaban siendo

aceptadas por los demás como la realidad misma.

Por eso, a estas alturas, hay que practicar la imagi-

nación como un placer solitario, para no tener que

andar pisándole el cuello a nadie.

Ahora nos corresponde reclamar que nos

dejen ser viejos de verdad y no permitir que nos

embauquen con esas supercherías del "mayor con

espíritu joven". Si quieren llevar a los ciegos al cine

y les gusta hacer correr a los cojos, allá ellos. Pero

a los viejos que nos dejen tranquilos. No estamos

para morbos a estas alturas. Ante la aparición de

las arruguillas y los achaques, proclamar que, a

pesar de ello, somos "jóvenes de espíritu", no sería

más que ponernos en evidencia.

La sensación de que el tiempo es corto y

nos quedan por hacer muchas cosas, se nos inocu-

la poco a poco y cuando vamos a darnos cuenta,

estamos arrebatando las fabes con almejas en vez

de cocerlas despacito, a fuego lento para que no se

rompan.

Los que han pensado en el tiempo como

una institución social básica que capitaliza nues-

tros esfuerzos y nuestros afanes, no iban del todo

descaminados. Aplicar ese "tiempo social" al tra-

bajo y al descanso es la peor forma de convertirlo

todo en dinero. Desde hipotecar las comezones

juveniles y condicionar la reproducción a que se

tenga piso y trabajo, hasta convertir nuestra pen-

sión en la medida del "afecto" familiar. A todo al-

canza esa carcoma que capitaliza el tiempo en aras

de "implementar el desarrollo" la "eficiencia" y la

"competitividad".

ARPI. Arqueología y Prehistoria del Interior peninsular 03– 2015 11

No es fácil escapar a patrones tan profun-

damente implantados desde que somos niños. Por

eso, una cierta ignorancia del tiempo, negándose a

los apremios de los rituales laborales, a la conver-

sión de las horas en divisas, a sopesarlo en defini-

tiva como una mercancía, es, ahora, parte sustan-

cial de nuestra provecta rebelión.

Es reconfortante ver que nuestros hijos

hacen tonterías muy parecidas a las que nosotros

hicimos a su edad. Y aunque tengamos que poner

cara de póker y "afearles la conducta", hemos de

reconocer que cada edad tiene sus desahogos.

Seguro que ahora no permitirías que aquella pan-

da de divertidos beodos te destrozaran a piqueta-

zos las paredes del piso bajo la excusa de decorar-

las debidamente.

Parece cosa propia de la condición huma-

na que nadie esté satisfecho con su edad. Cuando

niños queremos tener más años y cuando viejos,

menos. Oponerse a esa experiencia es poco menos

que imposible. Aunque no del todo. Si supiéramos

"vender" adecuadamente la vejez, a lo mejor en

todas las edades se querría ser viejo. Pero enton-

ces todo sería demasiado aburrido e incluso peli-

groso, me atrevería a decir. Así es que mejor lo

dejamos como un negocio a medias y no abrimos

la oferta a grandes mercados. No vayamos a fasti-

diarla.

Fig.4. Foto de despedida de Antonio Limón con su equipo del Museo de Artes y Costumbres populares. Navidades del 2010

ARPI. Arqueología y Prehistoria del Interior peninsular 03– 2015 12

Sucede a veces que acariciando la vejez,

dispuesto ya uno a quitarse de en medio, empie-

zan a llover ofertas, oportunidades, invitaciones,

honores, prebendas más propias de otra edad que

de la nuestra. A poco que uno mire alrededor com-

prende que alcanzar cierta "relevancia social" no

acarrea más que sinsabores y desazones, comidi-

llas, envidias, odios incluso. Y no digamos cuando

esa "relevancia", por h o por b, salta a eso que lla-

man piadosamente, "medios de comunicación".

No es éste tampoco mal camino para acabar en

ese viejo irredento, oprobio de la vejez. Camino no

tan transitado como el de vestirse de jovencito,

hacer "running", o cortejar mocitas, pero mucho

más sofisticado por lo que tiene de añagaza hala-

güeña, de retorcido narcisismo, de dejarse querer

a sabiendas de que nos van "utilizar" para esto o

para aquello.

A estas edades, si se puede andar un poco

escondido o por lo menos camuflado en el follaje

de la vulgaridad, mejor que mejor. Hay que reser-

var lo mucho o lo poco que hayamos aprendido

para compartirlo con la gente que queremos y hay

que darlo sin que se note mucho, disimuladamen-

te, sin mayores alharacas y sobre todo, sin esperar

que nos devuelvan nada. Este afán anónimo y no

los libros, ni los cursos, ni las tesis, será, a la pos-

tre, lo poquito que quede de nosotros.