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    RESUMEN

    El concepto de imaginario y la obra de su principal mentor, C. Castoriadis, han tenido unainsercin marginal, y la mayora de las veces parcial, en la tradicin terica de la sociologa.La intencin de este artculo es ensayar una apropiacin sociolgica de Castoriadis, pero no

    con la intencin escolstica (Bourdieu) de cruzar escuelas y tradiciones, sino con vocacinde oxigenar y revitalizar los fundamentos de la teora sociolgica, algo que puede hacersecon provecho, se sostiene, recurriendo a Castoriadis. En concreto, se afirma que la filosofade Castoriadis invita a (y ofrece algunos recursos para) un reordenamiento de las bases on-tolgicas de la teora social, y que su concepto de imaginacin radical habilita un replan-teamiento de la teora de la accin social. Se presenta el argumento en sendas secciones de-dicadas a cada tema, que se vinculan entre s en trminos de general/particular.

    Palabras clave: imaginacin, accin social, creatividad, Castoriadis, hbitus.

    ABSTRACT

    The concept of imaginary and the work of C. Castoriadis, its main promoter, have had a

    marginal and usually partial insertion in sociologys theoretical tradition. This article at-

    tempts a sociological take on Castoriadis, but not under the scolastic (Bourdieu) intent

    of intertwining schools of thoughts and traditions, but to revitalize and to give some fresh

    air to the sociological theorys foundations. This can be done, this article argues, through

    Castoriadis work. In particular, this article states that Castoriadisphilosophy proposes a

    rearrangement of ontological foundations of social theory, and that it provides some ele-

    ments in order to achieve that. His concept of radical imagination paves the way for a

    Imaginario instituyente y teora de la sociedad

    Instituting imaginary and social theory

    JAVIER L. CRISTIANOCEA-UE Conicet, Universidad Nacional de Crdoba (Argentina)

    [email protected]

    RES n 11 (2009) pp. 101-120

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    reconsideration of social action theory. Each section of the article deals with a topic, link-

    ing the general and the specific levels.

    Keywords: imagination, social action, creativity, Castoriadis, habitus.

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    Aunque lo imaginario ocupa desde hace mucho un lugar importante en el discurso dela sociologa1, no es ni remotamente cierto que el terico por excelencia de lo imagina-rio, Cornelius Castoriadis, haya merecido una atencin sistemtica, completa y producti-va en el campo2. Las razones son diversas pero el hecho, que es lo que importa, es de la-

    mentar. Y no porque haya que sobreestimar de antemano sus ideas, sino porque sonconsistentes, importantes y pertinentes en suficiencia como para, al menos, merecer msatencin.

    La intencin de este artculo es pagar una cuota de la deuda, para que en todo casopueda estimarse si la deuda es tal. Me propongo mostrar que una asuncin integral de loimaginario, del modo en que lo tematiza Castoriadis, implica un reordenamiento de lasbases ontolgicas de la teora social, primero, y un aporte potencialmente clave para re-pensar, en su marco, la teora de la accin social. La tesis, que aqu no hace ms queesbozarse, se inscribe tal como la veo en el panorama de inquietud respecto del estado ac-

    tual de la teora de la sociedad, y en la bsqueda consiguiente de alternativas tericasy epistmicas para proyectar una teora a la altura de sus desafos actuales3.

    La primera parte comienza con una aclaracin operativa de las relaciones entre onto-loga y teora sociolgica, para presentar luego el trasfondo ontolgico del concepto deimaginario que desarrolla Castoriadis y sealar sus implicancias generales para el proyec-to de una teora de la sociedad. La segunda se avoca al desarrollo de esas implicancias enel campo concreto de la teora de la accin social. La tesis que sostengo es que la teorade la accin encuentra en la nocin de imaginacin radical una base de sustentacinpara vincularse, en tanto que conceptualizacin parcial de lo social, con la teora del cam-

    bio social. Muestro este argumento en el mbito general de la teora de la accin, y lo es-pecifico luego a propsito de una teora concreta, la de P. Bourdieu.

    Imaginario instituyente y teora de la sociedad 103

    1 La cuestin ha sido recogida sobre todo en torno a la preocupacin por lo simblico y las representacio-nes, y tiene una circulacin que no siempre hace justicia a lo especfico de imaginario en relacin a conceptos

    afines, como ideologa o conciencia colectiva. Una excelente presentacin de estas relaciones se encuentraen Cabrera (2006).2 Hay importantes recepciones del pensamiento de Castoriadis hechas por protagonistas centrales de la teora

    social contempornea: J. Habermas (1989), A. Honneth (1986) y H. Joas (1998b). Se trata sin embargo de discusionesque se dan al interior de esas mismas propuestas, con lo que Castoriadis aparece o bien considerado parcialmente (elcaso de Joas es especialmente significativo: digo algo ms al respecto en la parte II), o bien virtualmente desfiguradopor su asimilacin en otras filosofas (es el caso de Habermas). Recientemente se ha publicado en castellano un muybuen esfuerzo de recepcin sociolgica de Castoriadis (Carretero, 2008), que constituye una excepcin dentro de lasimposia, y no slo en nuestra lengua. El nombre de Castoriadis es atpico por lo dems en las currculas, diccionariosy manuales de sociologa (excepcin: Beriain & Iturrate, 1998).

    3 La teora sociolgica tuvo hacia los aos ochenta el ltimo gran impulso integrador, con propuestas comola de Habermas, Luhmann, Bourdieu, Giddens o Alexander, tras lo cual el empuje de la empresa pareci en gran

    medida debilitarse. Ni bueno ni malo por s mismo a algunas de estas propuestas le caben sayos tan incmodoscomo universalismo, eclecticismo y eurocentrismo el panorama del nuevo siglo puede describirse como unainquietud plural y dispersa por revitalizar, con la savia de nuevas races, pero con moderacin y una cuota gran-de de escepticismo, la reflexin integradora sobre un objeto cada vez ms complejo y acuciante.

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    LA TESIS DE LO IMAGINARIO Y LA TEORA SOCIOLGICA

    Ontologa y sociologa

    El problema de la relacin entre teora sociolgica y ontologa es el mismo, en trazos grue-sos, que el de su vnculo con la filosofa. De modo que traerlo a colacin es poner sobre lamesa un debate tan viejo e insaldado como para implicar a la teora crtica, la metodologa,la interdisciplinariedad y la discusin desde y con nuestros clsicos, por no hablar del pro-grama mismo de la filosofa. Lejos de pretender semejante esclarecimiento, quisiera explici-tar la naturaleza de esa relacin tal como la tengo en mente y a fines slo operativos, de caraa la argumentacin que sigue.

    Lo primero es reconocer el estatuto, raro y dificultoso, de la teora sociolgica. Ademsde ser el primer discurso, dentro de la episteme occidental, dedicado exclusivamente a lo

    social4, se encuentra en un incmodo lugar intermedio entre la reflexin especulativa de lafilosofa y el tallado de conceptos orientados a la investigacin emprica. Una tensin queadopta distintas formas orientacin abiertamente emprica (Bourdieu), esfuerzo al servi-cio de la reflexin filosfica (Habermas), programa rigurosamente autonomizado de la filo-sofa (Parsons) pero requiere siempre de un delicado equilibrio que impulsa, cuando fra-casa, la crtica de los empiristas por exceso de especulacin, y la crtica de los filsofos porescasez de fundamentacin (Joas, 1998: 272).

    En el tema que nos interesa el problema se puede encuadrar entonces en la siguiente pre-gunta: en qu punto la construccin de la teora de la sociedad puede darse por satisfecha con

    la profundidad y meticulosidad adquirida en la discusin de sus propios fundamentos. Desdeluego no es una pregunta que pueda responderse en abstracto, sin consideracin de teoras yfilosofas especficas. Pero puede darse s una respuesta sumaria: un umbral mnimo desea-ble consiste en la explicitacin de sus postulados ontolgicos. En la medida en que la teorasociolgica consiste en la formulacin de una red conceptual que d cuenta del fenmenosociedad (o del fenmeno esta sociedad), su pregunta de fundamentacin por excelenciase refiere al modo de ser del fenmeno que trata. No hay por tanto teora de la sociedad sinrespuesta aunque sea implcita a esa pregunta, y en consecuencia no hay teora de la socie-dad sin ontologa del ser social.

    Para cualquiera que est familiarizado con el campo resultar claro que esta explicitacinno es del todo frecuente. La pregunta por el ser de lo social aparece resguardada por un si-lencio que de todos modos no es tal, porque el silencio es tambin, como todo el mundo sabe,un modo de decir. No es ste el lugar para comentar las tensiones que algunas teoras con-temporneas deben precisamente al hecho de rejuntar ontologas contradictorias en la super-ficie de conceptos en apariencia armnicos5. Pero un examen preciso en esa lnea mostrara

    Javier L. Cristiano104

    4 Suele decirse que es la primera ciencia de lo social, pero esta autorestriccin de su objeto (solamente losocial) es quiz ms importante, y ciertamente mucho menos debatida en sus implicancias no metodolgicas.

    5 Para el caso de la teora de la estructuracin de Giddens, Belvedere (1997) ha mostrado por ejemplo las ten-

    siones sin resolver que surgen al tomar prestados conceptos de la fenomenologa y del estructuralismo sin reconocerla disonancia profunda de sus fundamentos. El caso de Giddens es quiz por dems ilustrativo, por cuanto lleva alextremo el uso a la carta de nociones de otras teoras. Pero la proliferacin de sntesis tericas es un fenmenomucho ms extendido y una estrategia conceptual en la que el riesgo de eclecticismo ontolgico es mucho mayor.

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    por contraste hasta qu punto la asuncin explcita de supuestos ontolgicos concretos serauna prctica deseable para la solvencia conceptual y terica.

    Lo imaginario y lo magmtico: elementos de una ontologa del ser social

    Por supuesto, el silencio ontolgico de la sociologa debe algo al modo en que la propia fi-losofa estima hoy la teora del ser6. En este sentido la obra de Castoriadis7 es atpica tam-bin al interior de la filosofa, por cuanto se propone, contra los vientos dominantes de poca,formular sin complejos una ontologa como filosofa fundamental. Su concepcin de loimaginario supone y sustenta esa ontologa, as que corresponde presentarla para desandardespus hacia lo ms familiar.

    La descripcin de sntesis podra rezar as: el ser social es caos, indeterminacin y crea-cin. Caos porque en el fondo de ser anida un abismo o sin fondo que puede traducirse

    como ausencia de orden y sentido. Y lo que viene a hacer el ser social es justamente dome-ar y poner cotas al vaco mediante la conformacin de un orden (cosmos) hecho de institu-ciones que dan previsibilidad y que sobre todo dan sentido. Lo que hace en primera instan-cia una sociedad es crear sentido para s y para sus miembros, y crearlo desde el fondo denada y sin sentido.

    Pero se trata justamente de creaciones. Es decir, formulaciones nuevas en el sentido de queaunque tomen elementos de lo que haba (no puede ser de otro modo) lo trascienden en lo sus-tantivo porque ponen en el mundo algo nuevo. El surgimiento de la polis en Grecia, de las re-ligiones monotestas en Mesopotamia o de los derechos del hombre y del ciudadano en Europa

    son creaciones en sentido estricto, invenciones de rigurosa novedad histrica que ningn his-toriador ni socilogo podra haber previsto, aunque pueda comprenderlaspost facto.De lo que se sigue que el ser social es tambin indeterminado: no puede establecerse

    nunca por completo el estado sucesivo a partir del anterior. Indeterminado por tanto no en elsentido de desorden absoluto, sino en el sentido estricto de la posibilidad de surgimiento dealgo no previsto ni previsible y por tanto apertura indefinida a nuevas formas y modos de ser.En las precisas palabras de Castoriadis, ningn estado del ser es tal que haga imposible elsurgimiento de otras determinaciones que las ya existentes (Castoriadis, 2005: 210).

    Estas caractersticas lo son del plano ms abstracto y general, al que hay que aadir la

    pregunta ms concreta: cmo y por qu creacin. Pregunta que puede responderse en elnivel colectivo y en el singular. En el colectivo la sociedad se crea a s misma creando sussignificaciones. Crea ninfas, dioses o derechos del hombre que no pueden surgir de un indi-viduo suelto sino siempre del colectivo annimo. En esta institucin primera de la sociedad,

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    6 Acerca de la discusin en torno al estatuto de la ontologa y su relacin con la metafsica y la gnoseologa,cfr. Ferrater Mora (1964: T. II 321 y ss.).

    7 El texto ms importante de Castoriadis, en el que se expone lo esencial de su doctrina, es Castoriadis (1983;1989). Hay varios trabajos cortos en los que el propio Castoriadis ofrece una sntesis: por ejemplo Castoriadis, 1996.El ltimo texto que escribi en vida (Castoriadis, 1999a) es especialmente importante, porque responde a objecio-

    nes de destacados comentaristas y da una versin nueva y depurada del conjunto. En cuanto a los textos de intro-duccin de otros autores puede verse Poirier (2007). La pgina web www.agorainternational.com es posiblementela ms completa en referencia a su obra. En Cabrera (2008) se encuentra abundante informacin adicional, ademsde una contextualizacin de Castoriadis en el marco ms amplio del pensamiento sobre lo imaginario.

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    como la llama Castoriadis, las significaciones son sociales (producto siempre del colecti-vo) pero son adems imaginarias en el exacto sentido que da l a la palabra: no provienenni de lo real ni de lo racional. Ni lo que puede percibirse ni lo que puede argumentarsefundamentan la existencia y el valor de un dios o una creencia cualquiera. Puesto que la so-

    ciedad se crea a s misma creando estas significaciones, y puesto tambin que esas significa-ciones son cambiantes por definicin, la ontologa del ser social puede describirse como au-tocreacin que se despliega como historia (Castoriadis, 2005b: 73).

    Pero tambin hay creacin en el sujeto singular, y ms concretamente en su psique.Castoriadis ensaya una sofisticada recuperacin del psicoanlisis por lo que tiene de impli-cacin ontolgica: el descubrimiento de un sustrato del ser humano singular cuya caracters-tica ms notable es la capacidad de producir en forma relativamente inmotivada un flujoconstante de representaciones. Esta imaginacin radical de la psique (Castoriadis, 1999b:288 y ss.) es origen permanente de novedad, porque ni las significaciones imaginarias del co-

    lectivo pueden cubrirla por completo, ni ninguna funcionalidad o racionalidad puede expli-carla, contenerla y agotarla. Vuelvo con bastante detalle a este punto en la segunda seccin.

    Desde este descubrimiento de la imaginacin Castoriadis vuelve la mirada sobre laontologa heredada para formular su tesis ms radical: poco y nada en ella ha sido pensa-do para un ser de estas caractersticas. Desde Parmnides hasta Hegel y Heidegger, el tras-fondo de la ontologa ha sido la tesis de que ser es ser determinado, es decir, de que el serest dado de una vez y para siempre, ya sea porque est hecho de esencias inmviles, ya por-que su movimiento obedece a una lgica que est dada de antemano y excluye por tanto lanovedad sustantiva. Con lo que la creacin en sentido fuerte, y la existencia de un ser que

    crea y que se crea a s mismo, resulta una suerte de escndalo ontolgico que queda literal-mente fuera de lo pensable.De todo lo cual se sigue la necesidad de una nueva ontologa. Tarea inevitablemente co-

    lectiva y de largo alcance pero a la que Castoriadis aporta con la ltima de sus ideas que quie-ro glosar, la nocin de magma. En realidad ms que nocin habra que decir subnocin,porque es ms bien una metfora8 destinada a hacer pensable algo que, como vimos, no hasido pensado. Para imaginarlo, Castoriadis nos invita a pensar en la totalidad de lo que resul-ta representable en el marco de una lengua, o la totalidad de las representaciones de que escapaz un individuo (algo as como un Aleph borgeano: lo pasado, lo presente, lo futuro, lo

    real, lo fantaseado, etctera). Se podra pregunta realmente separar, recortar, disponer,ordenar, contar? O bien son esas operaciones mas bien imposibles y absurdas teniendo encuenta aquello de que se trata? (Castoriadis, 2005: 194). Pues lo son, porque el fenmeno dela representacin no se rige por la lgica conjuntista identitaria (elementos separables, iden-tificables en sus propiedades y relacionables) sino por una lgica distinta, cuya clave intuiti-va es la idea de remisin. Si en mis representaciones, por ejemplo, quisiera separar como dis-tintas y definidas las que corresponden al conjunto referidas a mi familia no podra hacerlo,

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    8 La palabra magma designa en geologa a una capa que subyace a la corteza terrestre, que est en la base de

    las erupciones volcnicas y que tiene adems propiedades particularmente extraas, que no se corresponden ni conlas del estado lquido ni con las del slido. Ese carcter sui gneris, su relacin con la explosin volcnica y su exis-tencia soterrada lo convierten en un recurso metafrico extraordinariamente rico. Algunas precisiones adicionalesen Castoriadis (2005a: 194).

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    porque las cadenas asociativas son indefinidas y remiten o pueden remitir siempre en algnpunto a mi familia.

    Esta apertura del fenmeno magmtico es lo que lo hace fuente de movimiento y crea-cin. Las significaciones imaginarias que crea la sociedad, y el flujo inmotivado de represen-

    taciones que define a la psique, son fenmenos magmticos por excelencia, sometidos a lalgica no-lgica de la remisin, y renuentes a la lgica cerrada que los ha querido apren-der, la lgica de la identidad.

    Hacia una teora de la sociedad informada por la ontologa de lo imaginario

    Por supuesto que no pretendo que estos prrafos resuman el trabajo de una vida, pero s es-pero que sean suficientes como punto de referencia para la discusin que sigue, a saber: quconsecuencias generales tendra todo esto para la construccin o reconstruccin, hoy, de la

    teora social. En mi opinin son consecuencias de gran calado, a condicin de tomar la filo-sofa de Castoriadis en conjunto y no por partes. Enumero a continuacin algunas de esasimplicancias, las que me parecen ms importantes, sin pretensin de exhaustividad pero scon la intencin de abarcar una diversidad suficientemente grande de cuestiones.

    En primer lugar, asumir la ontologa de Castoriadis implica abrazar a nivel macrosocialla idea de autocreacin y autoorganizacin. Se sabe que esta idea ha sido intuida en sociolo-ga cada vez que se ha pensado el problema del orden (el hecho social de Durkheim o elSocial System de Parsons), y cada vez que se ha constatado la insuficiencia del individualis-mo y el reduccionismo para darle respuesta. Y se sabe tambin que es recin con N. Luhmann,

    y con su apelacin a la autopoiesis, que encuentra un sustento epistemolgico explcito y deuna sofisticacin acorde con su importancia.El modo en que Castoriadis invita a pensar la autocreacin tiene afinidades con la auto-

    poiesis9 pero se distancia de ella, y ms especficamente de su versin luhmaniana, en pun-tos fundamentales. En primer lugar apela como fundamento no a las ciencias de la comple-

    jidad sino a la nocin de para s10, lo que significa que apoya la nocin de autoorganizacinen una tradicin filosfica veteroeuropea (Iglesias, 2005: 57), como despectivamente diceLuhmann. Ms que una diferencia superficial de apreciacin de lo que sigue o no siendo v-lido, esto implica una diferencia de fondo respecto de las relaciones entre la sociologa y la

    tradicin filosfica, que se contrapone a la apelacin de Luhmann a las ciencias de la com-plejidad como vanguardia epistmica y metodolgica. Pero ms profundamente, la autocre-acin a nivel colectivo no excluye para Castoriadis el nfasis en la praxis (recurdese la evo-cacin de la psique del ser humano singular). Lo que en lenguaje valorativo implica eludir el

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    9 Suzi Adams ha explorado introductoriamente las relaciones entre Castoriadis y la autopoiesis que, segn sulectura, se limitan en gran medida a una confirmacin por otra va de lo que ya pensaba sobre lo histrico social.Ms precisamente, Castoriadis habra encontrado en la autopoiesis una confirmacin de sus ideas sobre la autocre-acin, slo que para generalizarlas a otras regiones del ser (la vida), ms all de lo histrico social. Esto implica queCastoriadis no desarroll los matices y desplazamientos que la autopoiesis podra implicar en su propia concepcin.

    La obra de N. Luhmann, por lo dems, la ms importante asuncin de la autopoiesis en ciencias sociales, no tieneninguna aparicin relevante en los escritos de Castoriadis.10 Cfr. al respecto, y para una introduccin, el captulo segundo del texto ya citado de Poirier (2007). Y para un

    desarrollo directo, Castoriadis (2005b).

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    antihumanismo de la sociedad sin hombres (Isusquiza, 1998) y en trminos de teora so-cial implica la vocacin de conectar la autocreacin y la autoorganizacin con la teora de laaccin social. Es los escritos de Castoriadis esta conexin es un intrincado problema resuel-to filosficamente torno al concepto de hacer como praxis (Catoriadis, 1983: cap. 3), resolu-

    cin que justifica y que requiere una traduccin y especificacin sociolgica.Una segunda consecuencia es poner el sentido en el centro de la teora, de dos maneras.

    Por un lado lo social est hecho de sentido, la significacin es su materia y su sustancia. Loque requiere de una teora no slo un esfuerzo de construir categoras hermenuticas desti-nadas al sentido como una entre otras dimensiones, sino algo ms sustancial: pensarse as misma como una construccin de sentido, evanescente e histrica en la medida en que ha-bita su propio objeto y est hecho de su misma materia. Pero adems, el sentido est propia-mente en el centro por cuanto existe en toda sociedad un ncleo de significaciones imagina-rias que son fundantes de todo lo dems, en el exacto sentido defundar yfundamentar como

    trasfondo y teln de fondo invisible e inevitable.Ninguna de las dos cosas es novedosa como tal pero s lo es, amn de la particularidad

    del modo en que las piensa Castoriadis, el desafo de su articulacin y puesta en sntesis. Lossucesivos giros epistemolgicos y filosficos han puesto desde hace mucho a la sociolo-ga de cara al problema sustantivo del sentido, y diversas sociologas regionales han dis-currido al menos desde Durkheim sobre la cuestin del centro simblico de la sociedad(Prez Agote, 1984). Una teora de la sociedad informada por la ontologa de Castoriadistiene como tarea cruzar ambos caminos, un desafo que tiene precedentes pero que est lejosde ser dominante (Snchez Capdequ, 2006: 7), y que en todo caso requiere recursos que es

    ms fcil encontrar en campos conexos, como la teora de la discursividad social11.Asumir la ontologa de Castoriadis implica en tercer lugar reposicionar toda una serie de con-ceptos familiares que se refieren, no obstante sus diferencias, al plano determinado y conjun-tista identitario de la vida social, esto es, a una de sus dimensiones. La sociedad es un cosmosque se crea sobre el caos, un conjunto de estabilidades y regularidades por debajo de las cualeshabita lo fluido y lo magmtico como desafo y como ser que espor ser. Lo que implica quenociones como regla, hbitus, ley, marco, estructura y muchsimas otras aluden a unadimensin especfica central sin duda, pero parcial de lo social, y que deben ser completa-das y complementadas con categoras que den cuenta no de lo instituido sino de lo instituyente.

    Aqu s el terreno es casi virgen, cosa que no puede sorprender si aceptamos el diagnsti-co de Castoriadis sobre el pensamiento occidental, que por supuesto incluye a la sociologa.De lo que se trata en consecuencia es de la vocacin activa de abrir paso a esas categoras ca-paces de captar lo instituyente, en la lnea que marcan justamente conceptos como imagina-rio o imaginacin radical. Lo que implica el desafo adicional de pensar el modo en quese conectan con la dimensin determinada de lo social, por cuanto lo determinado y lo inde-terminado, lo instituido y lo instituyente, efectivamente se conectan y su conexin es crucialpara la comprensin del cambio social. Tambin sobre este punto me explayo ms en la

    Javier L. Cristiano108

    11

    Me refiero fundamentalmente a las tradiciones semiolgicas francesas, y a su recuperacin, frente al estruc-turalismo, de la lgica semitica pragmatista de Ch. Peirce (vase por ejemplo Vern, 1987: II - 5). Recientementese ha publicado, dicho sea de paso, un interesante ensayo de confluencia entre la filosofa de Peirce y la deCastoriadis (Mc Nabb, 2008).

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    prxima seccin, a propsito de la unidad de instituyente e instituido al interior de la acciny el agente social.

    La ubicacin de la temtica del cambio en el centro de la discusin terica es una ms,la cuarta, de las consecuencias. La sociologa surgi como se sabe en el marco de la preocu-

    pacin por el cambio (sociedad tradicional/sociedad moderna) pero con el tiempo, a medidaque se fueron degradando sus filosofas de origen (hegelianismo, naturalismo), fue perdien-do al respecto vitalidad y ambicin. Asumir la ontologa de lo imaginario es volver a poneren el centro la cuestin de la historicidad, pero en el especfico sentido de promover concep-tos destinados a comprender la mutabilidad no como movimiento de lo que existe, sino comorasgo constitutivo de lo social.

    No es este el momento de hacer un diagnstico sobre la teora vigente del cambio social,pero su orfandad terica parece en general poco discutible e incluso asumida, si pensamosen la renuncia explcita a las grandes explicaciones del cambio como las que promovieron

    en otro tiempo el marxismo o el evolucionismo. La forma en que la teora social entiendehoy el cambio se reduce o bien a la descripcin post facto de procesos macro no generaliza-bles (diferenciacin funcional y racionalizacin, especialmente), o bien a la disposicin deconceptos operativos que, supuestamente, sirven para explicar cualquier tipo de proceso,incluidos los que implican cambios (pienso en sociologas como las de Giddens o Bourdieu).Lo que queda excluido en estas opciones es justamente la pregunta a la que pretende respon-der un concepto como imaginario: qu hay en lo social que lo haga capaz de creacin, in-novacin y transformacin. Es la voluntad de responder a esta pregunta lo que define exac-tamente la re-centralizacin del problema del cambio social.

    Una ltima consecuencia es ms indirecta pero igual de importante, o quizs ms: asu-mir la ontologa de lo imaginario es enfocar de un modo especfico la cuestin del carctercrtico de la teora. En el apartado anterior no hice ninguna alusin a la dimensin polticade Castoriadis, que remite a sus orgenes marxistas y se dirige, post ruptura, a lo que lmismo llam proyecto de autonoma12. Asumir su ontologa no conduce estrictamente a eseproyecto, pero s proporciona herramientas para repensar el sentido de la teora como esfuer-zo crtico y transformador de lo dado. En concreto, su tesis de lo imaginario como potenciacreadora, capaz de alumbrar nuevos mundos sin ms lmite que su propia productividad, peroal mismo tiempo la afirmacin del carcter evanescente, sustentado solo sobre s mismo, de

    todo lo instituido, hacen del pensamiento que lo capta y en nuestro caso, de la teora so-cial que lo conceptualiza un instrumento crtico especfico en la estela de la tradicinemancipatoria, entendiendo por tal aquella que (i) confa en la potencialidad del pensamien-to para dilucidar limitantes y condicionantes no advertidos de la accin; (ii) descarga sobrela propia accin la potencialidad transformadora13. No siempre pensar el cambio social es

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    12 El concepto de autonoma resume la filosofa poltica de Castoriadis y es el horizonte normativo de su pen-samiento. Un desarrollo breve pero suficiente como introduccin puede leerse en Castoriadis, 1999a: 72 y ss.

    13 Hay una polmica explcita, por desgracia breve y no exhaustiva, entre Habermas y Castoriadis (Habermas,1989; Castoriadis, 1999a: 53 y ss.). El centro de la discusin no se refiere sin embargo al rol emancipatorio de la

    filosofa, sino al punto en el cual fundamentar la crtica de lo existente y la anticipacin de la vida buena. Castoriadisrechaza enrgicamente la pretensin habermasiana de fundar la razn, y Habermas le endilga a Castoriadis la inca-pacidad de su modelo para deslindar las creaciones humanamente deseables de las indeseables. Una sntesis comen-tada de la polmica se encuentra tambin en Kalyvas, 2001.

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    apostar por una teora crtica, pero lo es en el caso de Castoriadis, al menos si se asumen susideas en conjunto.

    Caos, indeterminacin y creacin son, en suma, cualidades ontolgicas del ser social querepercuten no slo sobre el objeto, hablando en trminos clsicos, sino tambin el suje-

    to de la teora. Tambin la sociologa es una institucin social, precariamente apoyada sobreun fondo de sin sentido que la amenaza pero al mismo tiempo la dinamiza y la renueva. Peroadems de captar en sus conceptos la indeterminacin y la creatividad, es ella misma, entanto institucin, un medio y un objeto de la indeterminacin y de la creatividad social. Enresumidas cuentas, esto quiere decir que una teora de la sociedad informada por la ontolo-ga de lo imaginario es siempre e inevitablemente reflexiva, y es potencialmente, ya segnsu ethos y contenido, teora crtica.

    Dije y repito que no se trata de un desarrollo exhaustivo sino solo de un esbozo de las im-plicancias que tendra, para la sociologa, renovar sus fundamentos acudiendo a Castoriadis.

    Va de suyo que tampoco se trata de asumir esa ontologa como verdad indiscutible, y pien-so incluso que la propia tradicin sociolgica tendra cosas importantes que aportar, an cr-ticamente, a esa ontologa14. Y dos cosas ms: esta ontologa no excluye necesariamente aotras, y una teora que desarrolle las implicancias que he comentado no estara para nadacompleta (casi no he dicho nada sobre las instituciones, el poder, la desigualdad y muchosotros tpicos centrales de la teora social). Todas estas aclaraciones se refieren a un inmen-so trabajo posible y pendiente, cuya pertinencia e inters el lector est ya en condiciones deestimar por su cuenta. Lo que sigue es un desarrollo ms acotado en ese marco: la discusinde la teora de la accin social y del modo en que podra reelaborarse desde esta ontologa

    de lo imaginario.

    IMAGINARIO Y TEORA DE LA ACCIN

    Sobre el estatuto de la teora de la accin

    Uno podra pensar que la cuestin de lo imaginario, y ms especficamente de la imagina-cin, est presente en sociologa sobre todo en la teora de la accin15. No es as en abso-

    luto16

    y es importante entender por qu, pero sobre todo con qu consecuencias. En trminos

    Javier L. Cristiano110

    14 Espero poder desarrollarlas con detalle en un trabajo especfico, pero se trata grosso modo del carcter extre-madamente general de la filosofa de Castoriadis, cuyas mallas conceptuales son decididamente incapaces de sus-tentar la indagacin de procesos histricos y sociales concretos. As, por ejemplo, su concepto de institucinrene todos los requisitos de un concepto filosfico pero casi ninguno de los que se espera de uno sociolgico,orientado a la comprensin de casos singulares.

    15 Uso esta expresin, teora de la accin, para referirme a las obras y escuelas de la tradicin sociolgicaque tratan explcitamente la cuestin de la accin y del actor social. No hago diferencias entre los conceptos deactor, agente y otros similares, aunque s que tienen connotaciones y races distintas. Si bien la tradicin queevoco no tiene lmites precisos, tengo en mente sobre todo las teoras contemporneas de J. Habermas, M. Archer,

    P. Bourdieu, H. Joas y A. Giddens.16 El concepto de imaginacin no forma parte de la trama conceptual primaria de la teora de la accin. Tiene,s, apariciones puntuales en un segundo plano, que justificaran un interesante pero trabajoso proceso de exgesis.A manera de ejemplo vanse los casos de Mead (1972), Schtz (1974: 219 y ss.) y Elster (1997).

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    globales, se trata de la insuficiencia de la teora de la accin para conectarse desde sus pro-pios conceptos con la teora del cambio social. ste es el tema que trato de aclarar ahora, paraavanzar luego hacia la propuesta positiva: de qu modo lo imaginario puede insertarse en lateora de la accin.

    La relacin entre accin y cambio social es casi un a priori de la teora de la accin. Nadiededicara tiempo a pensar la accin si no la creyese capaz de afectar el orden social e institu-cional. Que esa afectacin sea grande o chica, que dependa de muchas o pocas condiciones,y que esas condiciones sean raras o frecuentes, es otra cuestin y depende de cada enfoque enparticular. Pero se piensa la accin en lo esencial porque se le atribuye un potencial de cambioy ste es, dicho en poqusimas palabras, el estatuto de la teora de la accin en sociologa 17.

    En qu consiste ese potencial es por supuesto ms controvertido. En el plano externo sesuele resolver con algn tipo de consecuencialismo (Ramos, 1998), que toma a la accincomo intervencin causal en el mundo adoptando alguna opcin entre los extremos de las

    consecuencias no intencionales (Merton, Boudon) y la teora de la accin colectiva refle-xiva o los movimientos sociales (Tarrow, Touraine). Digo que este aspecto es externo porqueconsidera al cambio como un efecto de la accin que sera causa, en un sentido ampliode ambas palabras.

    Pero el plano ms importante es el interno, que debiera permitirnos entender no ya loque sucede de la accin hacia fuera, sino lo que sucede en la accin misma. La preguntaes qu elementos de la descripcin conceptual del actor permiten sustanciar esa capacidadpotencial de transformacin, y ms concretamente: qu es lo que le permite al actor pos-tular formas de hacer y formas de ver distintas de las que existen, promoviendo de este modo

    el cambio. Es casi evidente que esta pregunta nos lleva, si no al concepto de imaginacin, auno parecido y de funciones anlogas. Y apelo al background del lector para hacer plausiblela siguiente afirmacin: las teoras de la accin al uso son mucho ms proclives a dar por sen-tada la contingencia y creatividad de la accin, que a sustanciarla en conceptos ad hoc 18. Loque no es ms que la traduccin, al campo de la teora de la accin, del macrodiagnstico deCastoriadis sobre la ontologa tradicional: ve ms y mejor lo instituido que lo instituyente.

    Mi propuesta es entonces que la imaginacin es un concepto ad hoc (aceptando desdeluego otros posibles) y que permite conectar de un modo concreto la teora de la accin conel cambio social.

    La accin es germen de cambio en la medida en que los actores son capaces de hacer algoms que tomar lo dado y repetirlo. Y son capaces porque pueden imaginar hechos, normas,

    Imaginario instituyente y teora de la sociedad 111

    17 La sociologa es por supuesto una de las formas de acercarse a la accin: ni la filosofa ni la psicologa ni laliteratura lo hacen con el mismo espritu y por las mismas razones, y los cruces conceptuales y disciplinarios tienencomo trasfondo esta respuesta, no siempre explcita, del qu y el para qu. Un actualizacin reciente del debate seha planteado en Joas (2004) y Wallerstein (2004).

    18 En otro trabajo (Cristiano, 2008: 210 y ss.) he intentado mostrar esta afirmacin general a propsito de lasteoras de la accin que mencion en la nota 15. Retomo ms abajo el argumento para el caso especfico de la teo-ra de las prcticas de P. Bourdieu. Pero en apretada sntesis se trata de la ausencia, en las teoras contemporneasde la accin en general, de conceptos especficos para dar cuenta de la naturaleza y el funcionamiento de la capa-

    cidad inventiva y creadora de los actores. Todas las teoras afirman esa capacidad como axioma antropolgico,pero se diluyen y se vuelven inespecficas a la hora de sustanciarla en concepto especficos. Esto no significa quela creatividad no pueda comprenderse desde esas propuestas, sino ms bien que no se comprende desde conceptosad hoc, y por tanto se comprende parcial y limitadamente.

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    instituciones o prcticas diferentes a las que existen o han percibido. Esto no agota por su-puesto el vnculo entre accin y cambio, ni implica que la imaginacin de cuenta del cam-bio por s sola (se puede imaginar sin hacer, y se puede hacer, movido por la imaginacin,sin producir cambios). Pero incorpora una dimensin del actor a partir de la cual la contin-

    gencia y la creatividad pueden entenderse y desarrollarse conceptualmente como tales.

    La insercin de la imaginacin en la teora de la accin

    Ahora bien, el concepto de imaginacin es vasto y las opciones disciplinarias y tericasson muchas19. En lo que sigue me apoyo por supuesto en la imaginacin de Castoriadis,pero no slo por ser el objeto de este artculo. Tambin tiene la ventaja inicial de ahuyentarlos fantasmas y peligros que la sociologa ve, no sin razn, cuando se habla de imagina-cin. La palabra suena a filosofa de la conciencia, a subjetivismo, a esteticismo y otras tan-

    tas filosofas incmodas, pero sobre todo convoca la ideologa del genio, el inventor o el crea-dor libre que se pone por encima de la sociedad. Justamente aquello contra lo que habatallado la mejor parte de la mejor sociologa. La imaginacin de Castoriadis es en cambiouna imaginacin socializada y situada, y en ese sentido, no obstante psicoanaltica y filos-fica, una imaginacin perfectamente dispuesta sociolgicamente20.

    La llave de su argumento es que lo que se opone a lo social no es el individuo sino lapsique. Una psique conceptuada en trminos ontolgicos como un ser de representacin, loque quiere decir no algo material y localizable ms all de su soporte sino un flujorepresentativo que responde al modo de ser del magma, segn vimos en la parte I.

    La psique en tanto representacin-magma tiene la particularidad de ser constante, ilimi-tada y desfuncionalizada. No se detiene nunca: comienza con la vida y fluye sin interrupcio-nes hasta la muerte, noche y da, en el sueo o la vigilia. Pero adems es una actividad ca-rente de determinacin: su flujo excede cualquier lgica rgida y es por definicin abierto,contingente e imprevisible (recurdese lo que dijimos sobre la remisin: I. 3; pero hgasetambin un sencillo ejercicio de autointrospeccin). De lo que se sigue que no responde tam-poco a ninguna funcionalidad, como ocurre en los animales inferiores. La actividad repre-sentativa de la psique no est atada a las necesidades orgnicas y tiene su propia vida, inde-pendiente en parte de cualquier exigencia exterior.

    Ese sustrato psquico es la materia prima sobre la que se desarrolla el proceso de socia-lizacin. Que por supuesto viene a poner cotas y lmites al flujo representativo pero y estoes lo central para nosotros sin hacerlo nunca de manera definitiva y completa. Por debajode las imposiciones, encausamientos y lmites que la sociedad impone a la psique, perma-nece ese flujo constante y en parte autnomo de representaciones, que responde a su propialgica y que sobrepasa cualquier intento de encapsularlo in toto. De modo que la psique noslo va ms all de las exigencias biolgicas sino tambin de las exigencias sociales de

    Javier L. Cristiano112

    19 Hay varias presentaciones globales de la historia del concepto de imaginacin. Cfr. por ejemplo Warnock(1981), Lapoujade (1988) y Ferraris (1999).

    20

    Castoriadis ha dicho ms de una vez que en el captulo sexto de La institucin imaginaria de la sociedadsuper el letargo sociolgico de los psicoanalistas y el letargo psicolgico de los socilogos y politlogos(Castoriadis, 1999a: 45-46). Sera largo discutir si es cierto (Habermas lo ha negado: 1989: 277), pero en todo casoes verdad su clara vocacin de transponer ambas fronteras.

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    cualquier tipo. Contempla por supuesto esas exigencias, pero hasta cierto punto. Tambin lasdesborda, porque deja un espacio para s misma, para su propia lgica y para su propio des-pliegue.

    Castoriadis ha llamado imaginacin radical a este sustrato de la vida psquica, porque

    es una fuente de dinamismo y creatividad que, desde el corazn mismo del ser humano sin-gular, desafa y transpone lo instituido. Y es exactamente en este punto que constituye unconcepto estratgico para la teora de la accin. Las definiciones y descripciones al uso delactor social ofrecen toda una gama de conceptos que describen justamente aquello que enel agente ya es institucin social. El sentido prctico, la conciencia discursiva y pre-discursiva, los acervos de conocimiento, y por supuesto las expectativas de rol o elotro generalizado, son todas dimensiones del actor que recogen lo dado socialmente y ex-presan, por as decirlo, la inscripcin en el agente de las instituciones sociales. Todas se valende algn modo de la psique y al revs, la psique se vale de ellas pero no terminan nunca

    de cubrirla y cerrarla por completo. Aluden a aquello del actor en que se expresa lo social,y por lo tanto actualiza sus parmetros, instituciones y sentidos. Pero tienen como fondo ybase a ese flujo de novedad representativa que es la imaginacin radical.

    La imagen que surge entonces es la de un agente compuesto por dos planos, solo anal-ticamente diferenciables y de mil maneras entrelazados, pero distintos en sustancia. De unlado la psique como fluir de representaciones inmotivadas y abiertas, y del otro las formas,estructuras y parmetros que lo social, en tanto medio de instituciones y sentidos, imprimeen la constitucin del agente. Lo que traducido en los trminos de Castoriadis implica la uni-dad compleja, al interior mismo del actor social, de lo instituido y lo instituyente.

    Por supuesto que este dibujo general debe plasmarse y validarse en el mbito de teorasy conceptos concretos. En el prximo apartado doy un paso en esa direccin, pero antes megustara responder una inquietud probable y razonable: no es acaso, esta insercin de la psi-que en la teora de la accin, un revival de lo que ya hicieron Parsons, Habermas, Giddens,y ms recientemente Joas? La respuesta es que no por motivos sustantivos. Primero que lapsique de la que hablan no es en ningn caso la de Castoriadis, lo que no es un detalle no-minal o de escuelas sino una diferencia de fondo: lo que distingue la apropiacin castori-diana de Freud es precisamente su nfasis en la creatividad21. Y segundo, como consecuen-cia: la funcin de lo psquico en el modelo esbozado es virtualmente opuesta a la que cumple

    en esas obras. Con la excepcin de Joas22

    , todos apelan a lo psquico para indicar aquello quehace del agente o bien algo universal y constante (Habermas lector de Piaget23), o bien algofijado e instituido de lo que puede esperarse respuestas determinadas (la personalidad

    Imaginario instituyente y teora de la sociedad 113

    21 Para una presentacin breve, pero contextualizada en el resto de la teora, cfr. Castoriadis (1999b).22 El proyecto intelectual de Joas tiene con el argumento de este artculo un contacto mucho ms estrecho del

    que he hecho explcito. Intenta desarrollar un concepto de accin creativa con los recursos filosficos del prag-matismo, y en ms de un punto se cruza explcitamente con la filosofa de Castoriadis. Un hecho por dems curio-so, sin embargo, es que en el momento de buscar en la psicologa apoyo a la idea de creacin y especficamente alo que llama capacidad para desear y soar reconoce expresamente la importancia de Castoriadis pero elige, sin

    mayores argumentos, a la psicologa social de D. Winnicott. Las consecuencias son profundas porque la creatividadno es en Castoriadis, como en Winnicott, un hecho psicolgico ms, sino el que resume la especificidad de la psi-que en tanto tal.

    23 Una introduccin a la lectura y uso que hace Habermas de Piaget puede leerse en McCarthy (1997: 344 y ss.).

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    convertida en sistema funcional, en Parsons24, y la apelacin a Erikson para conceptuar laseguridad ontolgica, en Giddens25). En pocas palabras, la psique de la teora de la accinal uso es la psique de lo reprimido y de lo funcionalmente domeado, y no la psique de laimaginacin.

    Esbozo de un desarrollo especfico: hbitus e imaginacin radical

    Voy a tratar entonces de desarrollar con ms detalle el argumento considerando una teoraconcreta de la accin, la de P. Bourdieu26. La elijo por su indiscutible importancia terica ypor su predicamento en el campo, pero tambin por lo que me parecen mayores afinidadeselectivas entre Bourdieu y Castoriadis27, si comparamos con otras opciones.

    La traduccin del esquema general al caso de Bourdieu sera la siguiente: el hbitus esun concepto clave pero incompleto para dar cuenta del agente y de las prcticas. Y lo es por-

    que representa ms y mejor una de las dimensiones del agente, la instituida, excluyendoen gran medida la instituyente. De lo que se sigue que el hbitus debe ser complementado, entanto concepto eje de la teora de la accin, con la referencia a la imaginacin radical, y portanto con la referencia a la psique en tanto flujo representativo. Un complemento del quesurge un retrato ms completo y complejo del agente que enriquece ambos paradigmas, lateora de las prcticas y la teora del imaginario.

    Recordemos primero lo esencial de Bourdieu: la accin social no puede entenderse ni conla imagen cartesiana del sujeto intencional ni con la opuesta del sujeto sobresocializado. Laspersonas se mueven por sus propios fines sin necesidad de que sean conscientes, y se mue-

    ven tambin de acuerdo con pautas sociales, sin convertirse en marionetas inertes. La clavede esta alquimia es el concepto de hbitus, que implica la existencia de un esquema de ac-tuacin y apreciacin forjado en la experiencia social, y por tanto ajustado a sus exigenciasy necesidades (las del medio y las del agente). La puesta en juego de los hbitus en situacio-nes similares a las de su formacin garantiza una orquestacin sin director de orquesta,que se parece a la del buen jugador de cualquier deporte: hace lo que corresponde sin nece-sidad de pensar y calcular.

    Pero el hbitus no es slo reproductor sino tambin creador. No es un molde rgido sinoun esquema, que permite respuestas innovadoras a situaciones cambiantes. La cuestin ha

    sido largamente debatida28

    y es clave para nuestra discusin, porque seala precisamente ellmite del concepto de hbitus. En tanto esquema abierto puede en efecto dar lugar a muchasacciones de un mismo tipo, y puesto que esas acciones no pueden preverse implican por

    Javier L. Cristiano114

    24 Cfr. por ejemplo Parsons, 1982: 501 y ss.25 Cfr. Giddens, 1995: 86 y ss.26 A los efectos que aqu interesan, basta tener en cuenta los escritos tericos centrales de Bourdieu: 1988

    y 2007, adems de Bourdieu & Wacquant (1995), que es a la vez sinttico y aclaratorio.27 Adems de un ethos poltico comparable, provienen del mismo entramado intelectual de poca y tienen con

    frecuencia interlocutores polmicos comunes (Sartre y el francoestructuralismo entre otros). Por supuesto que esto

    no dice nada sobre confluencias sustantivas, pero acorta el camino respecto de, por ejemplo, propuestas como lasde Habermas o Giddens.28 El tema est hoy bastante saldado, pero vuelve cada tanto a la discusin con motivo de las equivocadas pero

    persistentes lecturas estructuralistas de Bourdieu. Cfr. al respecto la sntesis de Baranger (2004: 21 y ss.).

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    supuesto una inventiva del actor. Pero lo que explica la inventiva no es, hablando estrictamen-te, el hbitus. El hbitus explica aquello en que las acciones se parecen y por qu se parecen,pero no por qu y cmo se diferencian en lo que se diferencian. Un ejemplo lo aclara mejor.

    Desde el concepto de hbitus podemos entender por qu las cosas que hace un miembro

    de la clase obrera son coherentes entre s y respecto de sus condiciones. El sujeto en cuestinno se priva de comer en cantidad cuando puede, ni se fija en tal caso en modales de mesa.Adems se desentiende de la planificacin familiar y no tiene una disposicin al ahorro. Todoesto se explica por un hbitus de hedonismo inmediatista (Bourdieu, 1988), que define a laclase obrera y se ajusta a sus condiciones. Pero imaginemos al mismo individuo en una situa-cin nueva, que no admite las respuestas repetidas y que lo fuerza a la innovacin, comopuede ser un brusco ascenso social. Todo lo que puede el hbitus en tanto concepto es mos-trar que las nuevas respuestas seguirn el viejo patrn. Pero no de dnde salen las nuevas res-puestas, por qu son sas y no otras (otras tambin coherentes con el hbitus y la situacin)

    y en suma, qu es, en qu reside y qu es lo que fundamenta la capacidad creativa.Este lmite del concepto sugiere la necesidad de extender la concepcin del actor median-

    te la psique y la imaginacin, como vengo indicando. Pero hay que aclarar de inmediato enqu sentido preciso psique y hbitus pueden convivir en un mismo cuadro conceptual. El h-bitus supone la existencia de una materia prima sobre la que inscribirse, y esa materiaprima puede perfectamente ser la psique. La afirmacin es contraintuitiva porque Bourdieuinsiste mucho en la palabra cuerpo y porque psique sugiere mente o conciencia.Pero el obstculo es aparente porque el cuerpo de Bourdieu no se refiere slo a lo material-externo29, y porque la psique de Castoriadis encierra tanto psique como soma30. Lo ps-

    quico incluye en suma lo corporal, no se limita a lo mental y define la superficie deinscripcin, primero presocial y luego socializada, de la institucin social.Desde este punto de vista, psique y hbitus son expresin concreta de la relacin abstrac-

    ta entre psique y sociedad. Y en su concrecin, el concepto de hbitus permite precisar elmodo en que lo social ocupa la psique:

    Lo social vive en la psique en forma de disposicin o inclinacin. Eso que en la ex-terioridad del agente existe como red de instituciones hechas cosa, adopta en su in-terior la forma de esquemas orientadores de la accin y de la percepcin del mundo.

    Pero adems, el hbitus es lo que da forma a la materia informe de la psique. Hemosvisto que la psique es un flujo representativo constante e indeterminado al que lo so-cial limita y encausa. Las disposiciones del hbitus son justamente ese cauce que losocial impone a la psique, y que puede describirse como estructuracin y puesta enforma de algo que carece, en ltima instancia, de forma y de estructura.

    Imaginario instituyente y teora de la sociedad 115

    29 La visin mentalista, que es inseparable de la creencia en el dualismo del alma y el cuerpo, el espritu y lamateria, se fundamenta en un punto de vista casi anatmico, y por lo tanto, tpicamente escolstico, sobre el cuer-po como exterioridad [...]. Este cuerpo-cosa, conocido desde afuera como mera mecnica [...] se opone al cuerpohabitado y olvidado, sentido desde el interior como apertura, impulso, tensin o deseo, y tambin como eficiencia,

    connivencia y familiaridad... (Bourdieu, P. 1999: 176-7).30 No estamos hablando de una psique cartesiana, externa a un cuerpo en cuyo interior se halla aprisionada,y con el cual tiene como nico punto de contacto la glndula pineal. Hablamos de una psique/soma, de una psique quees la dimensin imperceptible del cuerpo, revestido en toda su extensin (Castoriadis, 1999a: 47).

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    Finalmente, la estructuracin de la psique por el hbitus no se refiere a la sociedaden general sino a posiciones concretas al interior de la sociedad, definidas en trmi-nos de poder diferencial. La psique no se socializa en un medio abstracto sino en larealidad concreta de posiciones dominantes o dominadas, que configuran el hbitus

    y por consiguiente tambin la psique.

    Ahora bien, la estructuracin de la psique nunca es completa como vimos, y de eso sesigue que la psique conserva una cierta autonoma frente al hbitus, en dos sentidos. Porun lado el flujo representativo tiene un campo de actividad al interior del esquema, campoque no es infinito pero s indefinido. No toda representacin es posible al interior de un h-bitus, pero las que son posibles estn abiertas y carecen de determinacin. Pero adems, elflujo representativo puede desbordar cualquier esquema, incluido el del hbitus. Puesto quela imaginacin radical de la psique no se agota en la sujecin a ninguna funcionalidad, puede

    por definicin romper las mayas que le impone el hbitus y, literalmente, salirse del caucesocialmente instituido.

    Por supuesto que esto ltimo no es lo habitual, y el campo de exploracin que se abre esel de las condiciones en que puede suceder. Ms precisamente, cules son las condiciones enque el dinamismo de la psique puede ms que la estructuracin del hbitus, o lo que es lomismo, en qu circunstancias la imaginacin radical hace su aparicin, y lo instituyente des-borda a lo instituido a escala de la accin social. En mi opinin, una de las razones por lasque vale la pena intentar esta confluencia Castoriadis/Bourdieu es que ofrece recursos parapensar este crucial problema, que como se entender en profundo y transciende con mucho

    lo que aqu puede darse por saldado. Sin ms nimo entonces que ensayar una aproximacin,propongo las siguientes hiptesis cuya validacin, dicho sea de paso, excede ya un trabajosolamente conceptual.

    La primera es que no todos los hbitus son iguales, y puede pensarse en esquemasms o menos abiertos o cerrados respecto de las representaciones de la psique.B. Lahire ha mostrado en sus trabajos que el carcter irreflexivo del hbitus no es ine-vitable, y que incluso puede hablarse de hbitus de reflexin (Lahire, 2004: 111).En la misma lnea puede pensarse en hbitus ms o menos abiertos y ms o menos

    flexibles respecto del fluir representativo de la psique, y en el extremo en la ideamisma de hbitus de creacin o de innovacin, cuya vocacin es justamente la de tras-cenderse a s mismos. Esta paradoja tiene estricta afinidad con lo que Castoriadisllama proyecto de autonoma, que consiste justamente en la promocin de institu-ciones inclinadas a la exploracin de sus propios lmites, y con lo que Bourdieu de-nomina autosocioanlisis, la orientacin a reconocer los propios hbitus con la in-tencin de domearlos y trascenderlos.

    Lo que sugiere en seguida una segunda hiptesis, que es la desigual distribucin deese tipo flexible de hbitus. No todas las posiciones permiten la misma flexibilidad,y los hbitus de creacin, innovacin y autotrascedencia no estn homogneamentedistribuidos. Qu tipo de posiciones son ms o menos proclives es una cuestin desdeluego emprica, aunque parece claro que existen campos ms propicios, posiciones

    Javier L. Cristiano116

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    mejor dispuestas al interior de los campos, y ciertamente clases y posiciones de claseque lo hacen ms o menos probable. A lo que hay que agregar las particulares trayec-torias sociales, que pueden mezclar campos y posiciones de clase y configurar enton-ces disposiciones compuestas. Y tambin el hecho de que el tipo y la forma de la in-

    novacin y la creatividad depende en parte, en su orientacin y contenido, de lasposiciones y de los campos (pinsese por ejemplo en la diferencia entre la creatividadartstica y la creatividad poltica).

    En tercer lugar, hay no ya posiciones, sino circunstancias que llaman al desborde delhbitus por la imaginacin. Tambin aqu se trata de una cuestin emprica, pero pue-den plantearse un par de cuestiones a priori. Una, que las circunstancias no operan pors solas sino en consonancia con las disposiciones. No existen circunstancias sino per-cepciones de las circunstancias, puesto que las circunstancias lo son para alguien (su-

    jeto socializado, con trayectoria y disposiciones especficas). Segundo: las circunstan-

    cias que desbordan el hbitus son situaciones de crisis en un sentido amplio, es decir,aquellas que ponen en tela de juicio el desempeo regular y ms o menos espontneode la accin social en tanto instituda. El flujo representativo de la psique, y su capa-cidad de invencin y de innovacin, es convocado especialmente cuando las formas ylos usos regulares han sido puestos en crisis por las circunstancias. Fenmeno que in-cluye una infinita variedad emprica, que va desde momentos crticos de la biografaindividual hasta acontecimientos excepcionales y disruptivos en el plano colectivo.

    Pienso que estas hiptesis dan idea suficiente de la productividad potencial del encuen-

    tro Castoriadis-Bourdieu, pero ms ampliamente, y es lo que me interesa, de la insercinde la imaginacin en la teora de la accin. Queda en manos del lector, y de la continuidad deeste mismo trabajo, avanzar sobre otras teoras de la accin, y tambin por supuesto sobreotras teoras de la imaginacin. La apelacin exclusiva a Castoriadis es un recurso metodo-lgico y en parte sustantivo, pero obviamente debe abandonarse donde sea necesario. Y unaltima aclaracin: me he limitado en lo anterior a una sola dimensin de lo imaginario,que es la imaginacin radical de la psique. No he hecho alusin a lo imaginario como pro-ducto del colectivo annimo, que ciertamente se conecta con la accin social y con su pro-yeccin sobre el cambio social. La densidad de esa trama es intuitivamente evidente a la luz

    de lo dicho, y no tiene sentido ensayar aqu ni siquiera un marco general. Amerita sin dudaotro trabajo, aunque no agota tampoco, de por s, la confluencia imaginario/accin social.

    CONCLUSIN

    Quisiera terminar marcando de nuevo los lmites de este trabajo, pero tambin subrayando susentido. Los lmites: el argumento ha sido simplemente esbozado, y es mucho ms lo pendien-te que lo concluido; se trata de un argumento que nos lleva seguro no slo ms all deCastoriadis, como acabo de indicar, sino tambin ms all de la sociologa instituida, del cuer-po cannico de autores y escuelas que ms o menos he respetado. En cuanto al sentido, no setrata de un ejercicio escolstico en el sentido de Bourdieu, una inflacin artificial de teora sin

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    ms sentido que su propia existencia. Es, creo, un encuentro factible y de verdad enriquecedor,de cara a problemas medulares de la teora social y de la ciencia social en general. Me doy porsatisfecho si he conseguido hacerlo plausible, despertando en el lector el inters por continuar.

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