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1|2006 1 Ketzalcalli 1 2006 Ketzalcalli EDITORIAL Ketzalcalli es una publicación con un enfoque amplio y multidisciplinario cuyo propósito es dar a conocer de manera expedita los resulta- dos de las más recientes investigaciones. Dedi- cado a las humanidades, la publicación traerá una amplia gama de temas de los campos de antropología, arqueología, epigrafía, historia, lingüística, sociología, filosofía y áreas afines. La revista aparecerá dos veces al año, ade- más de un suplemento especial dedicado a un tema específico. Aunque, como su nombre lo indica, el enfoque principal es en las Améri- cas, también se incluirán áreas históricamente relacionadas. Los artículos serán en español e inglés. Ketzalcalli is a journal with a broad and multidisciplinary approach aimed at publishing the most recent research in a timely fashion. Dedicated to the humanities, it will bring a mix of subjects from the fields of anthropo- logy, archaeology, epigraphy, history, linguis- tics, sociology, philosophy and related fields. The journal will appear semiannually with an additional supplement to be dedicated to a specific theme. While, as its name implies, the principal focus will be on the Americas, from its ancient past to the present, it will also inclu- de historically related areas. In keeping with its geographical focus, articles will be in Eng- lish and Spanish. CONTENIDO / CONTENTS EL Barco de los Muertos —Un ritual chamanístico mortuorio de los mayas del Clásico— Hans Jürgen Kremer 2 Perspectivas de la exploración arqueológica en Yucatán a principios de la década de 1920 José Juan Cervera 26 Destiladores y comerciantes de aguardiente en Yucatán en el siglo XIX Guadalupe del C. Cámara Gutiérrez Andreas Koechert Edgar Santiago Pacheco 37 De la deportación a las milicias activas de Yucatán –Los Yaquis y el Batallón Cepeda Peraza– Raquel Padilla Ramos 52 La ‘Canción del arquero flechador’. El canto de la palabra Patricia Martel 68 Los clíticos determinantes en el maya yucateco Jorge Monforte Madera 88 Lo característico de la maya de Quintana Roo Fidencio Briceño Chel 100 A Formal Model of Personal Pronouns Manfred Kudlek 111 Impressum 130

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EDITORIAL Ketzalcalli es una publicación con un enfoque amplio y multidisciplinario cuyo propósito es dar a conocer de manera expedita los resulta-dos de las más recientes investigaciones. Dedi-cado a las humanidades, la publicación traerá una amplia gama de temas de los campos de antropología, arqueología, epigrafía, historia, lingüística, sociología, filosofía y áreas afines.

La revista aparecerá dos veces al año, ade-más de un suplemento especial dedicado a un tema específico. Aunque, como su nombre lo indica, el enfoque principal es en las Améri-cas, también se incluirán áreas históricamente relacionadas. Los artículos serán en español e inglés.

Ketzalcalli is a journal with a broad and multidisciplinary approach aimed at publishing the most recent research in a timely fashion. Dedicated to the humanities, it will bring a mix of subjects from the fields of anthropo-logy, archaeology, epigraphy, history, linguis-tics, sociology, philosophy and related fields.

The journal will appear semiannually with an additional supplement to be dedicated to a specific theme. While, as its name implies, the principal focus will be on the Americas, from its ancient past to the present, it will also inclu-de historically related areas. In keeping with its geographical focus, articles will be in Eng-lish and Spanish.

CONTENIDO / CONTENTS

EL Barco de los Muertos —Un ritual chamanístico mortuorio de los mayas del Clásico— Hans Jürgen Kremer 2 Perspectivas de la exploración arqueológica en Yucatán a principios de la década de 1920 José Juan Cervera 26 Destiladores y comerciantes de aguardiente en Yucatán en el siglo XIX Guadalupe del C. Cámara Gutiérrez Andreas Koechert Edgar Santiago Pacheco 37 De la deportación a las milicias activas de Yucatán –Los Yaquis y el Batallón Cepeda Peraza– Raquel Padilla Ramos 52 La ‘Canción del arquero flechador’. El canto de la palabra Patricia Martel 68 Los clíticos determinantes en el maya yucateco Jorge Monforte Madera 88 Lo característico de la maya de Quintana Roo Fidencio Briceño Chel 100 A Formal Model of Personal Pronouns Manfred Kudlek 111 Impressum 130

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EL BARCO DE LOS MUERTOS —UN RITUAL CHAMANÍSTICO MORTUORIO DE LOS MAYAS DEL CLÁSICO— Hans Jürgen Kremer Universidad de Hamburgo, Hamburgo

Resumen: Este artículo representa un análi-sis hermenéutico de escogidos textos jeroglí-ficos del llamado “Periodo Clásico” de la cultura maya (aprox. 250 hasta 850 d.C.) y su subsiguiente síntesis bajo los puntos de vista de la ciencia de las religiones. Por ende, la meta de este trabajo es contribuir a un mejor conocimiento de aquel compo-nente de la cultura de los antiguos mayas que en el mundo occidental actual se clasi-fica como “religión”. Este elemento cultural constituía un aspecto de altísima importan-cia de la civilización maya. Palabras clave: Civilización maya, cultura maya prehispánica, Periodo Clásico, religión, texto jeroglífico

INTRODUCCIÓN1 El autor basa sus estudios principalmente en los textos jeroglíficos mayas pero no pretende de ninguna manera participar en la “compe-tencia” de los epigrafistas acerca de nuevos desciframientos de los glifos mayas. Por otro lado no se contiene con su crítica acerca de los productos mentales de los epi-grafistas, particularmente cuando ellos traspasan los límites de su arte y entran en los campos de la historia, la etnología, la ciencia de reli-giones, la milicia y otros de la antropología socio–cultural, en los cuales, como muchas veces es obvio, no tienen práctica profesional.

Debido al volumen limitado disponible para nuestro estudio se renunció a una deri-

vación epigráfica–lingüística de la lectura de los glifos individuales. Sin embargo, se utili-zan sólo las lecturas de grafemas mayas que se han comprobado correctas o bien com-prensibles, pues, llegan a resultados plausi-bles en todos los contextos conocidos en que ocurren. También por razones de espa-cio no es posible hacer una referencia lexi-cográfica para cada lexema maya mencio-nado.

Para verificar los resultados del presente trabajo acerca de aspectos filológicos remi-timos al lector a los diccionarios y gramáti-cas mayas anotados en la bibliografía y a The New Catalog of Maya Hieroglyphs de Martha J. Macri y Matthew G. Looper de 2003 acerca del desciframiento de los jeroglí-ficos tratados en el presente artículo. Algu-nas ideas básicas que constituyen la segunda parte de esta contribución fueron publicadas en forma muy abreviada y preliminar como carta al editor en 1999 en la revista Arqueo-logía Mexicana (Vol. VI, Núm. 36: 1–3).

EL BARCO DE LOS MUERTOS – UN RITUAL CHAMANÍSTICO MORTUORIO DE LOS MAYAS DEL CLÁSICO

La mar occidental del inframundo En la introducción a su libro “Die Hiero-glyphen der Maya–Handschriften” de 1956 Günter Zimmermann escribe:

“El hecho de que la alta civilización de los mayas diera los pasos necesarios,

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singulares en la América Antigua, para desarrollar una escritura diferenciada, tiene una importancia mayor que la relacionada con el estudio de la anti-güedad mesoamericana; este evento es significativo para la historia del desa-rrollo de la mente humana. La plétora de los grafemas en los monumentos y en los pocos códices que se conservan excita esperanzas de que con el pro-greso en el desciframiento de la escri-tura maya se abra una fuente de información que por su originalidad es especialmente valiosa” (trad. JK).

Un concepto original del pensamiento maya, no alterado, ni manipulado, ni falsificado por las ideas y el idioma de una raza y civili-zación foránea, se encuentra en una coloca-ción, es decir en una expresión jeroglífica, que ocurre alrededor de treinta veces en las inscripciones que conocemos del llamado Clásico (aprox. 250 hasta 850 d.C.). Se trata del glifo llamado “estrella encima de tierra”. Este glifo está formado por algunos componen-tes obligatorios y por otros signos que son variables.

Los signos invariables consisten de tres grafemas (fig. 1a): (1) T 510b, el significado del cual segura-

mente es “estrella” y su valor fonético por consecuencia <EK'> en el maya yucateco (Barrera Vásquez 1980: 150) y los idiomas ch'olanos (Kaufman & Norman 1985: 119).2

(2) T 526, con el valor fonético <KAB> o <KA> que tiene no menos de ocho sig-nificados en el yucateco, entre ellos todo lo que trata de la apicultura como “abeja”, “miel”, “colmena” etc. El lexe-ma <KAB> además significa “tierra” y “mundo”. La Forma <KAB–AL> tiene el significado “bajo, abajo”, literalmente “hacia la tierra” (Barrera Vásquez 1980: 277, 278) de la misma manera que <KA’AN–AL> significa una “cosa alta o en lo alto”, literalmente “hacia el cielo” (Barrera Vásquez 1980: 292).

(3) De ambos lados del signo T 526 (algunas veces de un solo lado) se

encuentra el signo T 325 que repre-senta chorros de agua en los que “la estrella” T 510b parece aletear o estar asentada. Agua en yucateco y los idio-mas Ch'olanos es <HA'> (Barrera Vás-quez 1980: 165; Kaufman & Norman 1985: 120). El yucateco también tiene <CHAAK> “lluvia”, <K'AK'NAB> “mar”, <YAAL> “agua viva, agua de fontana” (Barrera Vásquez 1980: 77, 367, 964) y muchas frases nominales, sustantivos compuestos y metáforas que significan “agua” en sus diversas apariencias, esta-dos y condiciones (véase Álvarez 1980, I: 143–152).

Fig. 1a: El glifo Estrella encima de Tierra Dibujos por Markus Eberl y Alexander Voss

En su ejecución formal, consistiendo de tres distintos elementos gráficos, el glifo “estrella encima de tierra” es muy parecido al llamado glifo “sol sobre horizonte” que también consiste de tres distintos signos: T 561 <KA’AN> “cielo”, T 526 <KAB> “tierra, mundo” y T 544 <K'IN> “sol, día” (fig. 1b). Los valores fonéticos de estos tres signos es-tán establecidos fuera de duda. No obstante, ni uno de los valores fonéticos de sus com-ponentes forman parte del valor fonético del signo compuesto. Es la visión integral de los tres conceptos señalados por sus respectivos signos la que lleva el significado y por con-

Fig. 1b: El glifo Sol sobre Horizonte con el valor fonético <PAS> “salida (del sol)” o “madrugada” Dibujos tomados de Thompson 1960: fig. 31

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secuencia el valor fonético del signo. Es el cielo arriba, la tierra abajo y el sol en medio, que parece abrir una grieta para salir entre los otros dos. En el pensamiento de los anti-guos mayas plasmado por los escultores de Copán, Tikal, Naranjo y Piedras Negras, la metáfora del “sol o del nuevo día que sale entre el cielo arriba y la tierra abajo” obvia-mente expresaba el concepto de la “salida del sol” o la “madrugada”.

Fue Floyd Lounsbury quien mostró en su análisis del nombre y los títulos del decimo-sexto <AHAW> de los <XUKUP> de Copan (Lounsbury 1989: 73–91) que el mismo nombre <YA'X/ YAX PASAH> “nueva o pri-mera salida del sol, madrugada” se encuen-tra en algunos casos escrito de manera silá-bica <YA'X/YAX PA–SA–HA> (fig. 1c) y en otros casos de manera logográfica con el signo “sol sobre horizonte” <PAS> (fig. 1d; véase Barrera Vásquez 1980: 631 <PA'S / PA'S–BAL>; Kaufman & Norman 1985: 128 <PAS / PAHS>; Aulie & Aulie 1978: 92 <PAS–EL>).

El método analítico de Lounsbury, la sus-titución mutua entre las dos formas de escribir un mismo morfema de la lengua en escritura jeroglífica maya, la una silábica y la otra logográfica, ha resultado ser muy provechoso para descifrar signos y coloca-ciones hasta hoy desconocidos.3

Desgraciadamente en el caso del glifo “estrella encima de tierra” hasta ahora no se ha encontrado una versión silábica de este

logograma que permitiera su lectura de tal manera. Sin embargo, queda la sospecha de que al igual que el glifo tripartito “sol sobre horizonte” con el valor fonético <PAS>, tam-bién el glífo “estrella encima de tierra”, con la misma representación gráfica tripartita, refleja un simple morfema del tipo conso-nante–vocal–consonante (CVC). Entonces, para llegar a un entendimiento de la semán-tica y, con base en esto, a una lectura foné-tica del glifo “estrella encima de tierra”, se necesita utilizar un método diferente: la aclara-ción de su significado mediante el con texto.

Sabemos que las raíces de las palabras mayas frecuentemente permiten una varie-dad de posibles interpretaciones, tanto por el número de homónimos del idioma mismo, como por el aún mayor número de palabras que no están diferenciadas en la ortografía de los textos y diccionarios coloniales escri-tos con base en el alfabeto latino (véase Edmonson 1970: 37–38). En muchos casos el sentido de un morfema, o de una coloca-ción jeroglífica como en el presente caso, se hace patente sólo a través del conocimiento exacto del contexto.

Tenemos la buena suerte de que entre las más de treinta ocurrencias del glífo “estrella encima de tierra” en las inscripciones del Clásico, la colocación aparece una vez en un contexto que es extensamente ilustrado por la

Fig. 1c: El nombre del décimo sexto ahaw del linaje de los <XUKUP> de Copán <YAX/ YA’AX PAS>, “Primera/nueva Madrugada”, escrito de manera silábica como <PA–SA–HA> seguido por el epíteto <CHA'AN Y–OAT> “El Cielo es su Pene” Dibujo por Floyd Lounsbury

Fig. 1d: El nombre del décimo sexto ahaw del linaje de los <XUKUP> de Copán <YAX/ YA’AX PAS> “Primera/nueva Madrugada”, escrito de manera logográfica con el signo Sol sobre Horizonte <PAS> seguido por el epíteto <CHA'AN Y–OAT> “El Cielo es su Pene” y el ti-tulo más alto de su linaje <K’UL XUKUP AHAW> “consagrado ahaw de los XUKUP” Dibujo por Floyd Lounsbury

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iconografía que acompaña al texto jeroglífico. Se trata de las escenas y los textos esgrafia-dos en dos pares de objetos óseos encontrados en la tumba 116 de Tikal (Trik 1963). La tumba es la del bien conocido vigésimo sexto <AHAW> de los Mutul de Tikal llamado <HASAW CHA’AN K'AWIL>. Los diseños en estos huesos, denominados MT 38 A, B, C y D, son muy similares y los textos son idénti-cos. Esto nos permite la reconstrucción de los dibujos y textos glíficos es carificados que están mal conservados ilegibles. Linda Schele hizo este trabajo durante la prepara-ción de su libro (con Mary Ellen Miller) Blood of Kings de 1986 (fig. 2). El texto con-siste de dos partes. La primera parte, gra-

bada idénticamente en el anverso de los cuatro huesos MT 38 A–D cuenta con siete colocaciones glíficas y comienza con la fecha 6 Ak'bal 16 Sak de la llamada Rueda Calen-dárica. El segundo texto esgrafiado en el reverso de los huesos MT 38A y B menciona a <HASAW> (CHA’AN K'AWIL) como el poseedor del hueso. Si relacionamos la Rueda Calendárica de la primera parte del texto con los otros datos cronológicos de la vida de este rey, bien conocida por sus otros monu-mentos, se obtiene la fecha 9.14.11.17.3 en la Cuenta Larga y el 12 de Septiembre de 723 d.C. en el Calendarío Juliano. El glifo que sigue a la fecha, es el predicado de la oración. Se trata de la colocación “estrella

A: 6 AK’BAL B: 16 SAK C: glifo “estrella encima de tierra” D: WAK-NAL-AHAW’ E: WAK-NAL-HIX

F: NA– ??? G: MUTUL

1: U “glifo canoa con remo” BAK 2: HASAW 3: ?CHAWAN 4: KAN K’ATUN 5: TU MAM

Fig. 2: Los “Huesos de Remar” MT 38 A–D de <HASAW CHA'AN K’AWIL>, el vigésimo sexto<AHAW> de los <MUTUL> de Tikal Dibujos por Linda Schele

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encima de tierra” seguida por los nombres y títulos de un individuo del linaje de los Mutul de Tikal.

El contexto de esta oración, como señalan los dibujos en los huesos MT 38 A–D, es mar como está indicado por las olas y las llama-das “pilas acuáticas”. Además están los dos “Dioses Remeros” remando el cayuco, uno en la proa y el otro en la popa. En el par de huesos MT 38 C y D los “Dioses Remeros” están remando su cayuco bajo la superficie del agua. El de la proa ya ha desaparecido.

Esto permite concluir que el destino de la canoa no está ubicado en dimensiones terres-tres sino en regiones subacuáticas.

Entonces el contexto semántico del glifo “estrella encima de tierra” hasta ahora con-siste de (1) un cuerpo acuático, lago o mar expre-

sado por el grafema T 325, y (2) una dirección de movimiento desde

arriba hacia abajo expresada por T 526. Lo que falta es el aspecto sideral del signo

T 510b para llegar a una visión integral de los

Tab. 1: Varias formas y significados de la raíz <T’UB> en idiomas mayas

<T’UB> (1) Maya yucateco colonial (Barrera Vásquez 1980: 842/843) T’U (B) hundir o sumir en el agua T’UB hundir o sumir T’UB-UL hundirse o sumirse en agua, tinaja o cosas así T’UB-KAB hundir o sumir de presto en agua MA A T’UB-IK A BA ICH HAA’ no te sumerjas en el agua TI’ T’UB-I K’IN se ha puesto el sol T’UB-UL Ú ponerse la luna T’UB-A’AN cosa que está hundida o sumida en agua o en cosas huecas o

cóncavas Maya yucateco moderno (Telchaquillo 1999/2000) MA T’UB-UK TSAB-I ya no se hundió la cascabel T’U(B) K’IN se hundió el sol T’U(B) Ú se hundió la luna U T’UB-IL SAK HA’ flotador de atole; se dice de la jícara chica <LUCH> que flota

en el atole <SAK HA’> de la calabaza <LEK> T’UB-UL YÁANAL LU’UM puesto bajo la tierra, ser muerto LE CHAMBAL-O TI YAN T’UB-E el bebé, aquí está, (en la) hondonada (de su hamaca); es

decir que ya duerme Itzá moderno (Hofling & Tesucún 1997: 620, 621) T’UB’ hondo, profundo (agua), grave (enfermedad) T’UB’-IL profundidad, lo profundo T’UB’-UL ahondarse (agua), agravarse, empeorarse (enfermedad) T’UB’-S-IK ahondar a/c, agravar a/c <T’UB> en otros idiomas Mayas Chontal moderno (Pérez Gonzáles & Cruz 1998: 72) T’UB jícara Ch’orti moderno (Pérez Martínez, García, Martínez & López 1996: 219) T’U’ arroyo Tzotzil colonial (Laughlin & Haviland 1988: 324) T’UB remozar Jakalteko moderno de Popti’ (Méndez Cruz 1997: 352) T’UB’U comer aspirándolo y sin masticarlo

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tres elementos gráficos y su expresión idio-mática por un morfema que tenga un valor fonético definitivo.

No fue sino hasta mediados de agosto del año 1999 mientras trabajaba con gente maya en el pueblo de Telchaquillo, Yucatán, México, que el autor encontró el significado del tercer elemento gráfico, “la estrella”, en el con-texto de los otros dos, los “chorros de agua” y el signo <KAB> para “tierra” y “abajo”. En este pueblo, entre los agricultores de edad, siempre se utiliza a manera de reloj la apa-rente migración este–oeste de las estrellas en el cielo nocturno. Así, para indicar un momento bastante anticipado al amanecer, se dice <MA T'UB–UK TSAB–I> “no ha sumer-gido el cascabel”.4

<TSAB> o <TSAB KAN> “la víbora casca-bel” son las Pléyades en la constelación de

Tauro. Entonces, <MA T'UB–UK TSAB–I> indica que las Pléyades aun no han desapa-recido bajo el horizonte occidental. De tal manera vemos que entre los mayas yucate-cos de las áreas rurales al sur de Mérida hasta hoy se utiliza el mismo reloj nocturno que estaba en uso entre sus antepasados del siglo XVI. Esto nos lo explica Landa: “Regían se de noche para conocer la hora que era por el lucero (el planeta Venus) y las cabrillas (las Pléyades) y los Astillejos (la constelación de Géminis del zodiaco)” (Landa 1983: 69,70). Aún más importante que esta notable longevidad de un concepto prehispánico en el pensamiento de los mayas yucatecos de hoy es el aspecto acuático del concepto de la desaparición de las estrellas del cielo nocturno occidental antes del ama-necer. Este aspecto acuático resulta de la

Tab. 2: El campo semántico de la raíz polivalente <T’UB>

T’UB> (2) El participio predicativo <T’UB-A’AN> “cosa que está hundida o sumida en agua o en cosas huecas o cóncavas” del Maya Yucateco Colonial sugiere dos contextos ligeramente diferentes: Contexto A = hundido o sumido en agua o algún líquido Contexto B = hundido o sumido en cosas huecas o cóncavas Maya yucateco moderno, contexto A, líquidos U T’UB-IL SAK HA’ la jícara chica <LUCH> flotando en el atole de la calabaza <LEK>

se expresa como “flotador del atole” MA T’UB-UK TSABI ya no se hundió la cascabel T’U K’IN se hundió el sol T’U Ú se hundió la luna Maya yucateco moderno, contexto B, huecos y concavidades T’UB-UL YÁANAL LU’UM puesto bajo la tierra, estar muerto LE CHAMBAL-O TI YAN T’UB-E el bebé, aquí está, (en la) hondonada (de su hamaca), es decir

que ya duerme Semántica En efecto tal distinción entre líquidos por un lado y huecos o concavidades por el otro no necesa-riamente existe en el pensamiento Maya pues siempre se necesita una concavidad de cualquier tipo para guardar un líquido. Entonces, el contenedor y su contenido, sobre todo líquidos, parecen perte-necer al mismo campo semántico. Morfología En el Maya Yucateco el lexema <T’UB> se manifiesta como una raíz polivalente (Smailus 1989: 13-15) como muestran los ejemplos que siguen: T’UB-UL: verbo intransitivo T’UB-IK: verbo transitivo T’UB-IL: sustantivo poseído o abstracto T’UB-E: sustantivo con determinante “fuera de vista”

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semántica del verbo <T'UB> que significa “hundir o sumir en el agua”.5 Encontramos una cantidad de formas suficientemente grande para llegar a un conocimiento exacto de la semántica del lexema <T'UB> en el maya yucateco colonial (MYC), el maya yuca-teco moderno (MYM) y el Itzá Moderno. Pre-sencias aisladas documentadas en otros idio-mas mayas parecen indicar un campo semántico similar al del a maya yucateco y del Itzá (véase tab. 1). Como se puede bóxer-var, no sólo las Pléyades, sino también el Sol y la Luna desaparecen en el agua o, para ser más preciso, en el mar cocídental cuando se ponen. Se debe suponer que también en tiempos prehispánicos este concepto era per-tinente al Sol, a la Luna y a todas las estre-llas, constelaciones y otros fenómenos y cuer-pos celestes que se llaman <EK'> en maya. Además, el carácter morfológico polivalente de la raíz <T'UB> en el maya yucateco junto con el hecho de que en la semántica se mues-tran dos contextos, el del agua o algún líquido y el de una cosa hueca o cóncava, hacen su poner que la acepción práctica de esta raíz era bastante amplia (véase tab. 2). Tomando en cuenta lo anteriormente dicho, la semántica de la raíz <T'UB> todavía carece de la preci-sión debida. Como lo muestran los dos ejem-plos siguientes, el uso de una palabra formada con base en la raíz <T'UB> siempre implica que el hablante piensa en un proceso repetitivo en que el objeto especificado primero se sumerge y después resurge (Telchaquillo 2000):

(1) T'UB–E IK ICH A–WO'CH –O “¡Sumerge el chile en tu comida –

lejos del hablante–!” (véase Barrera Vásquez 1980: 50a)

(2) LE PAL –O TS'O'OK–U–T'UB–IK U–K'A(B) ICH E–HA' –O “El niño –lejos del hablante– metió su mano dentro del agua –lejos del hablante–”.

Para expresar un proceso o un aconteci-miento en que la persona o el objeto desapare-cen completamente bajo el agua y no se asoma otra vez, es decir se ahoga o se anega, se utilizan formas basadas en la raíz verbal <BUL>. Ejemplos (Telchaquillo 2000):

(1) BUL E–WINIK–O “Se ahogó el hombre –lejos del hab-

lante–”. (2) BUL–UL IN–BEL “Se anegó mi camino”. La comparación de estos dos campos

semánticos diferentes nos hace entender, por qué el concepto para la conducta de los cuerpos celestes no puede ser <BUL> sino debe de ser <T'UB>. Al observador humano la rotación oeste–este de nuestro planeta sugiere que las estrellas nocturnas y las con-stelaciones siempre repiten el mismo curso: suben en el oriente por la tarde con el anochecer y bajan en el occidente por la mañana antes del amanecer.

Con esto tenemos los tres elementos que no solamente nos presentan una visión integra del significado sino también el valor fonético del logograma “estrella encima de tierra”:

Los tres signos distintos T 510b <EK'> “estrella”, T 325 <HA'> “agua” o mejor dicho “la superficie del mar” <K'AK'NAB> y T 526 <KAB> “tierra”, <KAB –AL> “abajo” parecen señalar un acontecimiento en que una cosa o una persona sumerge en el agua o un receptáculo cóncavo con la decidida connotación de reaparecer de nuevo otra vez. El morfema CVC que expresa tal con-cepto en el maya Yucateco, en el maya Itzá y también en otros idiomas mayas es la raíz polivalente <T'UB>.

Un repaso preliminar del valor fonético <T'UB> para el glifo “estrella encima de tierra” en algunos contextos del corpus de las inscripciones mayas nos da los siguientes resultados:

El famoso “Vaso de los Siete Dioses” (K 2796), el vaso tetragonal policromo (K 7750) y el llamado “Vaso de la Serie Inicial” de Palenque (en H2) muestran la frase nominal <BOLON T'UB> “Nueve profundidades”, obviamente la designación de los mayas del Clásico para los bien conocidos <CHICU–NAUHMICTLAN>,6 los “nueve inframundos” o el “noveno inframundo” de la mitología nahua. Molina describe este lugar como el “lugar postrero y más profundo del infierno” (Coe 1973: 107–109; Reents–Budet 1994:

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226; Schele & Mathews 1993: 132; Seler 1960–61 IV: 20–21; Robelo 1982: 153–154; Molina M/C 20v).

La inscripción del Trono 1 de Piedras Negras relata la accesión al poder del llamado “Gobernante 7”. Previo a este evento clave el texto narra de su llegada a un lugar llamado <HAW NAH>“, posiciones E’3 – E’5. El evento sucede <TU T’UB–IL TAN CH’EN/KUN ICH’AK TUN...> “en su bajada delante del “lugar” de Garra–Piedra...”, posiciones E’6 – F’2. Anti-guamente, el Trono 1 de Piedras Negras estaba ubicado en el interior de la estruc-tura J–6 de Piedras Negras, puesto en un nicho particular en el centro de la pared trasera del cuarto (véase Martin & Grube 2000: 152, 153). Por consecuencia se puede asumir con fundada razón que la frase <TU T’UB–IL TAN KUN...> “en su bajada delante del “lugar” de Garra–Piedra...” se refiere a un acontecimiento en que el llamado “Gober-nante 7” de Piedras Negras bajó hacia el “trono” <ICH’AK TUN> que estaba precisa-mente en este lugar. Stuart y Houston han identificado varias colocaciones jeroglíficas más en la inscripción del Trono 1 que apa-

rentemente nombran edificios específicos del complejo residencial del “Gobernante 7”. Esta circunstancia confirma la lectura y el signifi-cado de <T’UB–IL> como la “bajada” del rey en su “lugar del trono”, es decir el edificio J–6 (véase Stuart & Houston 1994: 31, fig. 36).

La mayoría de las ocurrencias del glifo “estrella encima de tierra” se refieren a con-textos violentos (Riese 1982a: 274–278) en los que los reyes mayas, sus linajes, reinos, palacios y banderas, como resultado de una lucha o guerra perdida, “se van para abajo” o “caen en el agua o un hueco”, <T'UB> meta-fóricamente dicho. Tomando en cuenta el campo semántico de <T'UB> delineado arriba, en todos estos casos no se trata de un ocaso definitivo sino de una perdida temporal de la cual se pudo recuperar la persona, el linaje, el edificio o cualquier otra cosa mencionada.7

Como hemos mostrado, el grafema T 510b <EK'> en el glifo “Estrella encima de Tierra” no tiene ni un valor fonético ni un significado particular independiente, sino solamente contribuye al concepto integral en la composición tripartita del logograma <T'UB>. Del grafema “Estrella encima de Tierra” no se obtiene un valor fonético <EK'> con el significado “estrella” y aun menos una frase nominal como <CHAK EK'> “el planeta Venus”.8

Sin embargo, hay una inscripción en Palenque en que el glifo “Estrella encima de Tierra” claramente se refiere al planeta Venus, aunque no mediante el verbo <T'UB> mismo, sino a través de la frase nominal que le sigue al verbo. Se trata del texto que se encuentra en las posiciones G7 – G9 del tab-lero central del llamado “Templo de las Inscripciones” de Palenque (Greene Robert-son 1983: Plate 96). Este texto se lee <T'UB–I LAK'IN AHAW–TAK CHIK'IN AHAW –TAK> “sumergieron los señores de la región Salida del Sol (este), los señores de la región Puesta del Sol (oeste)”.

Como es bien conocido de los <TEUTLA-TOLLI>, los “cuentos de los dioses”, es decir los mitos de los mexica y sus vecinos en el altiplano de México, el señor del este o la “región del resplandor del alba” <TLA-

Fig. 3: La inscripción jeroglífica en la taza deónice, Kerr #4692 Dibujo por Markus Eberl

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HUISCALPAN TECUHTLI> era un epíteto con el que los mexica denominaban al dios del planeta Venus como estrella de la ma-ñana, dueño del cielo nocturno oriental y del aclarecer antes de la salida del Sol (Seler 1960–61 I: 323; Robelo 1982: 566–567).

En las llamadas “Tablas de Venus” de los códices Vaticanus 3773 (Vaticanus B) y Cospi (Bologna) se encuentra este dios, en cada caso retratado cinco veces seguidas de forma más o menos idéntica. Por otro lado, la “Tabla de Venus” en el Códice Borgia y más claramente el “Capitulo de Venus” del Códice Dresde, que corresponde a las “Tablas de Venus” de los códices Borgia, Vaticanus 3773 y Cospi, exhi-ben a este dios, es decir al señor del este o la “región del resplandor del alba” como cinco seres divinos claramente distintos.

Esto significa, que lo que parece ser un solo dios a primera vista se convierte en no menos de cinco dioses diferen-tes en la tradición pre-hispánica del altiplano de México e igualmente del área maya. Esto explica plausiblemente porque el texto del “Templo de las Inscrip-ciones” de Palenque no se refiere a un solo “dueño del este” <LAK'IN AHAW> sino utiliza el plural <LAK'IN AHAW–TAK>.

Como muestra este mismo texto palencano, entre los mayas del Clá-sico el dios del planeta Venus en sus cinco apariencias obviamente también tenía un epíteto que se refería a sus otras manifesta-ciones astronómicas como estrella de la noche, el dueño del cielo nocturno occiden-tal después del oscurecer: <CHIK'IN AHAW–TAK>.9 La fecha de este texto de Palenque es la del principio del nuevo <K'ATUN> en el día 10 AHAW 8 YAXK'IN (9.12.0.0.0), men-cionado en las posiciones G1 y H1 del

tablero, que corresponde al 28 de junio de 672 en el Calendario Juliano.

En esta fecha el planeta Venus ya estaba bajando de manera claramente visible de su máxima altura sobre el horizonte occidental, que ocurrió el 8 de junio de 672 (Jul.), para desaparecer completamente de la vista en la conjunción inferior el día 28 de agosto de 672 (Jul.) (Bricker 1996: 371–376, fig. 3).

Este descenso del planeta Venus hasta su ulterior “sumersión en las aguas del mar occidental” era el aspecto que obviamente importaba al rey palencano <BALAM KAN> II que confeccionó o hizo confeccionar la inscripción. Seguramente se debe buscar la razón para tal mención del planeta en un acto de adivinación llevado a cabo en oca-sión de un acontecimiento importante como

lo era el principio del nuevo <K'ATUN>.10 Con su movimiento de des-censo después de lle-gar a su máxima altura y su siguiente “sumergi-miento en las aguas de la mar occidental” la conducta del planeta corresponde a la de los otros cuerpos celestes como el Sol, la Luna y las Pléyades. Al igual que ellos, el planeta re-aparecerá de nuevo después de la conjun-ción inferior, como “estrella de la mañana” en el horizonte noc-turno oriental antes del amanecer.

Esto es exactamente lo que señala el verbo intransitivo <T'UB, T’UB–UL> en este contexto.11

El Barco de los Muertos Como muestra el ejemplo del maya yucateco moderno <T'UB–UL YÁANAL LU'UM> “puesto bajo la tierra” es decir “estar muerto”, el lexema <T'UB> de manera metafórica también tiene el significado de “morir” con la obvia

Fig. 4: El texto secundario “rótulo de nombre” esgrafiado en los huesos MT 38 A y B de Tikal. El texto consiste de cinco glifos, enumerados 1-5 de arriba á abajo Dibujo por Markus Eberl

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connotación de una resurrección (Cristia-nismo), reencarnación (Hinduismo) o cual-quier otro concepto que se encuentre en una de las religiones del mundo que señala la continuación de la existencia humana y una nueva vida más allá de la muerte.

Este significado mortuorio metafórico de <T'UB> se muestra claramente en la iconografía de los huesos MT 38 A–D de Tikal por el hecho de que no aparecen remeros, humanos, los <AH CHEMBEL WINIK> del Libro de Chilam Balam de Kawa (Miram 1994 pagina original 12, 21–22), sino los dos llamados “Dioses

Remeros”, bien conocidos de la iconografía maya del periodo Clásico, quienes están remando los cayucos (fig. 2). Este no es el lugar para entrar en una discusión de los glifos y nombres para estos dioses compañeros. Una orientación básica acerca de este tema se encuentra en D. Stuart 1988: 189–192. Para los fines de este trabajo es suficiente mostrar la apariencia y la función de los dos “Dioses Remeros” en un contexto mortuorio. Este tam-bién es el tema de las dos partes de una inscrip-ción esgrafiada en una pequeña taza de ónice (fig. 3; Kerr # 4692, Vol. 4: 594; Eberl 1999: Abb. 2.9).

La primera etapa en la muerte de una persona de alto rango con el título <BAKAB> (B5–B6) en un día 7 AK'BAL 16 SIP (A3, B3) está descrita por la oración <CH'AY–I U NIK SAK NAL U TIS> (A4–A5). El significado de la raíz verbal <CH'AY> se ha conservado en el Tzotzil Colonial y quiere decir “ser destruido, perdido, muerto” (Laughlin & Haviland 1988 I: 196, 197). La raíz verbal correspondiente del maya yucateco colonial parece ser <HAAY> (con <H> simple) de la cual se derivan formas con el significado de “destruir, derribar, morirse” etc. (Barrera Vásquez 1980: 190; Acuña 1984 I: 263v). La frase <U NIK SAK NAL> (B4) literalmente se traduce como “su flor, elote blanco” o “la flor del elote blanco” y obviamente es la expresión metafórica para la energía vital del difunto mientras que <U TIS> (A5) “su pedo” parece representar las energías cor-porales expresadas por un concepto sacado del proceso digestivo humano. El lexema <TIS> de los idiomas Ch'olanos (Kaufman & Norman 1984: 132) corresponde al <KIS> del yucateco (Barrera Vásquez 1980: 320–321). Entonces la oración entera se traduce como “se acabaron su flor, el elote blanco, su pedo”, una expresión metafórica bipolar para la muerte física en la que “la flor, elote blanco” se refiere a los últimos alientos del moribundo, mientras que “el pedo” señala el fin del proceso digestivo con la apertura del músculo obturador y la última defecación con sus gases. La segunda etapa de la

Fig. 5: El perforador óseo con el texto MT 44 deTikal. El texto es del tipo “rótulo de nombre” e indica a <HASAW CHA'AN K’AWIL> como suposeedor Dibujo por Annemarie Seuffert

1: U BAK 2: HASAW 3: ?CHAWAN 4: K’UL MUTUL AHAW 5: CHIK’IN 6: CHAKTE’ 7: U NIKIL (hijo de padre) 8: UN BAK (nombre de padre) 9: K’UL MUTUL AHAW

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muerte del <BAKAB> sigue con un evento que tuvo lugar sólo dos días más tarde en 9 CHIKCHAN 18 SIP (D1, C2).

El predicado de esta segunda oración es representado por el logograma de una canoa

flotando y aparentemente sumergiéndose en el agua (D2). Dentro de la canoa se ve una cara antropomorfa que exhibe los rasgos del llamado “Dios Viejo” (Dios N) con un tocado de piel de Jaguar. La cabeza es muy pare-

Fig. 6: El rey-chamán <HASAW CHA'AN K’AWIL>, vigésimo sexto <AHAW> de los <MUTUL> deTikal, con su <WAY>, un espíritu felino llamado <NUPUL BALAM> “Jaguar Gemelo Compañero” enun texto jeroglífico procedente de Altar de Sacrificios. Tikal, Templo I, Dintel 3 Dibujo por William R. Coe

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cida a la del “Dios Remero” remando en la proa del barco en el hueso MT 38A de Tikal. Se puede, pues, concluir que la cara repre-senta a este “Dios Remero” (véase fig. 2). Esa suposición se confirma por el hecho que los dos “Dioses Remeros” se encuentran mencionados por sus glifos nominales (D3 y D4) “juntos” <YITAH> (C4) en las partes del texto que siguen. Los glifos en C3 y C6 mar-can topónimos como indica el prefijo T 59 <TI>, la preposición “a”, “en el lugar...”. El lugar se llama <Y–E TUN PET> “Filo/Dien-te/Boca de la Redondez de Piedra” (C3) y <Y–E TUN> “Filo/ Diente/Boca de la Piedra” (C6) y marca la entrada al inframundo.

Es a este lugar a donde los “Dioses Remeros” llevan al difunto. En este lugar que lleva el epíteto <BAH WAY–BI(L)> (D6) “el lugar primordial o definitivo para dor-mir”, el difunto muere definitivamente <KIM–I> (D5) (véase Laughlin & Haviland 1988: 161, 162; Kaufman & Norman 1984: 119, 135; Barrera Vásquez 1980: 148, 317, 318).12

Con base en la información que nos pro-vee la pequeña taza de ónice K4692 se entiende mejor el significado del texto y la iconografía de los huesos MT 38 A–D de Tikal (fig. 2).13 El texto dice que en el día 6 Ak'bal 16 Sak que corresponde a 9.14.11.17.3 en la Cuenta Larga y al 12 de septiembre de 723 d.C. “se hundió en las aguas del infra-mundo” <T'UB>, es decir “murió”, el indivi-duo llamado <WAK NAL AHAW – WAK NAL HIX> de los <MUTUL> de Tikal. En el cayuco se ve a los dos “Dioses Remeros” llevando al destino final de los muertos al <NIK SAK NAL>, la “flor del elote blanco”, la “energía vital”, o sea “el alma” de este difunto sentado en el cayuco con su tocado compuesto de una flor, una hoja larga y el grafema <NIK> “flor”. El papel de los cuatro animales que están acompañando el alma del difunto aún no está claro, sus gritos y gesticulaciones sugieren una conducta de luto y tristeza como la que ha descrito tan expresivamente Durán al hablar de los familiares de un difunto México (Duran 1984 II: 289–290). El hecho de que en los huesos MT 38 C y D la

canoa se sumerge bajo la superficie del agua indica que su destino esta ubicado en las regiones subacuáticas.14

Con base en estos conceptos mortuorios también se explica ahora el significado de la segunda parte de la inscripción esgrafiada en el reverso de los huesos MT 38 A y B (figs. 2, 4). Se trata de un texto de tipo “rótulo de nombre” en donde se indica a quién pertene-cía el objeto inscrito. Sintácticamente se trata de una frase verbal estática en la que un sustantivo ocupa el papel del predicado. La colocación consiste del signo <U> que aquí indica el pronombre posesivo de la 3ª per-sona singular “su, suyo”. Lo que sigue es la calificación del objeto que consiste de dos elementos, el logograma para <BAK> “hueso” con la representación de un cayuco sobre-puesto. En vez de la cabeza de uno de los “Dioses Remeros” de la pequeña taza de ónice el barco lleva un remo. Así pues, semánticamente se trata de un hueso para remar. En efecto, la forma de los cuatro huesos MT 38 A–D corresponde a un pe-queño remo posiblemente confeccionado de un hueso ilíaco, un omóplato o una espaldilla. La paráfrasis de este “rotulo de nombre” es <U “canoa con remo” BAK HASAW ¿?–CHAWAN KAN K'ATUN TU MAM> que se traduce como “este es el hueso para remar de Hasaw (titulo aun no descifrado), en (su) cuarto k'atun (se fue hacía) sus antepasa-dos”. Como ha mostrado Eberl (1999: 65, 66), este texto indica que <HASAW CHA’AN KAWIL> ya estaba “en el camino a sus ante-pasa dos”, precisamente dicho, estuvo en el cuarto <K'ATUN> de su vida teniendo entre 60 y 79 años de edad cuando murió.15

La mayoría de los 89 artefactos de hueso encontrados con el esqueleto de <HASAW CHA’AN K'AWIL> son agujas y perforadores óseos como el hueso inscrito # MT 44. Esto tipo de objetos parecen haber sido de uso normal porque en el texto de su “rotulo de nombre” se le llama simplemente <BAK> “hueso” (fig. 5). Mientras la función de estos instrumentos óseos parece ser bastante clara, la pregunta es: “¿Que función tenía un “hueso para remar” o un “remo de hueso”?

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Antes de llegar a la respuesta a esta pre-gunta necesitamos ocuparnos brevemente de la persona del vigésimo sexto rey de los <MUTUL> de Tikal. <HASAW CHA’AN K'AWIL> no sólo era un rey y guerrero potente sino también un hombre devoto y piadoso. El texto del dintel #3 del llamado Templo I de Tikal, que se levanta sobre su tumba, men-ciona que el rey realizó un autosacrificio el 14 de septiembre de 695 d.C., sacando san-gre de su lengua como parte de la celebra-ción de su victoria militar sobre <YICH'AAK K'AK'>, el gobernante contemporáneo del linaje de los <KAN> de Kalak'mul (fig. 6, A1–D5). Probablemente utilizó un perfora-dor óseo del tipo que se encontró en su tumba.

En el Altar 5 de Tikal <HASAW CHA’AN K'AWIL> nos documenta la exhumación de los huesos y del cráneo de una mujer de alto rango, posiblemente una pariente próxima, en la isla de Topoxte el 28 de octubre de 711 d.C. y su presentación en Tikal tres días más tarde (Grube 2000: 260, 261; véase fig. 7, glifos 24–26 y el texto debajo de los huesos más los glifos 27–31). Posiblemente esta

ceremonia ósea formaba parte de la prepara-ción para celebrar la llegada del nuevo <K'A-TUN> 9.14.0.0.0 el 1° de diciembre de 711 d.C. Este evento, el gran número y la alta calidad artística del esgrafiado en los objetos óseos encontrados en su tumba, nos indican que <HASAW CHA’AN K'AWIL> era un espe-cialista en el manejo de huesos, un “osteó-logo” muy particular.

En 1989 Stephen Houston y David Stuart descifraron el glifo con el valor fonético <WAY> que significa “dormir” y “cama”, y también “transfigurar por encantamiento”, “ver visiones como entre sueños”, “ser hecho brujo en figura de animal”. <AH WAY> es el “brujo que toma figura de un animal” y cuando el brujo “habla y trata con el demo-nio” es un <AH WAY XIBALBA'> (Kaufman & Norman 1984: 135; Barrera Vásquez 1980: 915, 916). Además, Houston y Stuart demostraron que los reyes mayas del Clá-sico utilizaban este glifo para identificar a sus compañeros sobrenaturales. En 1994 Nikolai Grube y Werner Nahm presentaron un catálogo detallado de más de treinta compañeros sobrenaturales de los reyes mayas del Clásico. Así el <WAY>, el ser sobrenatural que acompañaba y protegía a los reyes de Palenque se llamaba <BAKEL WAY> o <BAK WAY> de manera abreviada. Como su nombre lo indica, este ser sobrena-tural en forma de culebra bicefálica era de puro hueso.

El <WAY> en que se transfigura un miem-bro del linaje de los <MUTUL> de Tikal era un ser sobrenatural con rasgos del Jaguar (Felis onça). Su nombre es <NUPUL BALAM> “Jaguar Gemelo Compañero”. En la famosa vasija de Altar de Sacrificios este <WAY> de Tikal aparece flotando en el aire (fig. 8). El <WAY> de su colega de Motul de San José también exhibe rasgos felinos. Se llama <CHAK BALAM> “jaguar rojo o grande” y baila en el piso. El <WAY> del tercer indivi-duo que baila sentado se llama <CH'AK–BA ACHA’AN> “el sosegado (es decir: el muerto) corta a si mismo con golpe”, un nombre del dios de la muerte en su manifestación como dios del auto sacrificio (Dios A’). (Grube &

Fig. 7: El Altar 5 de Tikal con la presentación delos huesos y el cráneo de una mujer de Topoxte, exhumados por HASAW CHA'AN K’AWIL y un compañero de alto rango Dibujo por William R. Coe

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Nahm 1994: 692, 708; Barrera Vásquez 1980: 6, Zimmermann 1956: 38, 162, Tafel 6).

El contexto arqueológico en el que se encontró esta pieza extraordinaria del arte maya sugiere un tiempo entre “poco antes de 9.14.0.0.0 (711 d.C.) hasta 9.17.0.0.0 (771 d.C.)” (R.E.W. Adams 1971: 75). Enton-ces, la fecha de este baile expresada en la Rueda Calendárica como 3 Ahaw 18 Sots' puede caer en 9.13.10.5.0 (2 de mayo de 702 d.C.) o en 9.16.3.0.0 (19 de abril de 754 d.C.). De estas dos fechas la primera cae en el tiempo de la vida de <HASAW CHA’AN K'A-WIL>. Probablemente es él, quien está bai-lando en el aire trans-formado en su <WAY>, el “Jaguar Gemelo Compañero”. Esta interpretación es respaldada por el dintel 3 del llamado Templo I en el cual <HASAW CHA’AN K'AWIL> celebra su victoria militar con un autosacrificio de sangre el 14 de sep-tiembre de 695, Jul. El relieve de madera muestra al vencedor sentado en su trono portátil y adornado como rey–guerrero. Detrás del trono esta parado un inmenso jaguar que estira su garra derecha sobre el rey, un verdadero <NUPUL BALAM> “Jaguar Gemelo Compañero” (véase fig. 6).

Con base en este breve análisis de los ras-gos característicos más importantes que nos proporcionan las inscripciones jeroglíficas y las representaciones pictóricas acerca de <HASAW CHA’AN K'AWIL> podemos estar seguros que el vigésimo sexto gran rey de los <MUTUL> de Tikal era un <NAUAL AHAU> en las palabras del Popol Vuh, es decir un soberano con los poderes de un “brujo”, un <AH WAY BALAM> en los conceptos yucate-

cos del siglo XVI (Schultze Jena 1972: 154: 6, 8, 13; Barrera Vásquez 1980: 916).

En este punto parece apropiado abando-nar el término “brujo” porque, al igual que “demonio”, refleja un prejuicio católico nega-tivo proveniente de los frailes franciscanos que compusieron los diccionarios del maya yucateco colonial. Además, las característi-cas del concepto maya <WAY> aquí ex-puestas nos permiten introducir el término técnico adecuado para traducir y entender mejor el significado de este concepto. Este término es “chamán”.

En las religiones ancestrales basadas en o influenciadas por el chamanismo se encuentra el barco que lleva las almas de los difuntos al infra-mundo. Para los pueb-los aborígenes de Malasia e Indonesia el “barco de los muer-tos” juega un papel importante en varias prácticas mágico–reli-giosas de los chamá-nes. Una de sus fun-ciones es llevar a las almas de los difuntos por las “aguas de la muerte” a un infra-mundo acuático o subacuático (Eliade 1964: 355–358).

Antes de llevar a las almas de los difun-tos más allá del lago Baikal, a la región de los muertos en el oeste, el chamán de los Tungus que viven en Mongolia, Manchuria y en otras partes del sur de Siberia, prepara los objetos que necesita para su viaje en una sesión de éxtasis. Uno de dichos objetos es una pequeña balsa, en la que él y las almas van a cruzar el lago (Eliade 1964: 237–238).

Los conceptos chamanísticos de Siberia y del norte de Asia también se encuentran en los pueblos nómadas de las estepas del sur de Rusia. De allí los tomó la religión de los griegos

Fig. 8: El Baile de los <WAY>. Seres # 5 (arriba): <NUPUL BALAM>, # 6 (abajo): <CH’AK-BA AKA'AN> y # 1: <CHAK BALAM> (a la derecha) de la “Vasija de Altar de Sacrificios” Dibujo por Alexander Voss

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Tab. 3: Las características de un chamán según Motzki (1977: 107)

Interpretaciones / Conceptos

Técnicas / Modos

Ocupaciones / Oficios

Peregrinación

Visión / Aparición

Obsesión Médium

Transformación

Éxtasis

Drama

Sueño Meditación

Curandero Mediador

Adivino

Sacrificador Protector de Espíritus

Llevador de Almas

Traedor de Almas (Conjurador)

Dimensión animística

Dimensión Anómica

Dimensión social–positiva

Dimensión animística El chamán trata a espíritus, a seres no–materiales o sobre-naturales.

Dimensión anómica El modo psíquico-físico en la conducta del chamán durante su ejecución está fuera de las normas establecidas, no está conforme con la conducta de vida cotidiana en su sociedad.

Dimensión social–positiva El chamán ejerce su actividad para el bien público.

griegos, cuando se abrieron a la coloniza-ción y al comercio las costas del Mar Negro en el siglo VII antes de nuestra era. Así que no es nada sorprendente encontrar en la mitología griega a un Carente, el barquero que llevaba en su barco las almas de los difuntos a través de la laguna Estigia hasta el Hades, el inframundo griego (Robertson Dodds 1970: 77–78, 220; Burkert 1985: 241).

Como hemos visto en el texto de la pequeña taza de ónice también los “Dioses Remeros” de los mayas reman la “flor del elote banco”, el “alma del difunto” en con-ceptos occidentales, al “lugar de la estancia definitiva” en un barco.

Eso nos da dos posibilidades para expli-car la función más probable de los “huesos para remar” de <HASAW CHA’AN K'AWIL>. La primera es que servían a su poseedor como objetos mágicos en un ritual chama-nístico mortuorio. Es de suponer que en tal ritual el rey–chamán conjuró a los “Dioses Remeros” para que llevaran el alma de un difunto miembro de su linaje llamado <WAK NA(L) AHAW WAK NAL HIX NA ¿? MUTUL> al reino subacuático de los muertos. En este

caso la inscripción secundaria “rótulo de nombre” esgrafiada en los huesos MT 38 A y B debe haber sido póstuma, a manera de un texto de consagración mortuoria. La segunda posibilidad es que estos huesos y por supuesto los dos pares de los “huesos para remar” MT 38 A–D fueran confeccionados en su totalidad como añadiduras funerarias para el rey muerto indicando su poder especial como chamán que trataba con el inframundo conjurando a los Dioses Remeros, un verda-dero <AH WAY XIBALBA> en conceptos Yucatecos. Bajo tal suposición la “flor del elote blanco”, el alma del difunto represen-tada en los barcos MT 38A–D, es la de <HASAW CHA’AN K'AWIL> mismo. Además en este caso, se debe concluir que la frase nominal <WAK NA(L) AHAW WAK NAL HIX NA ¿? MUTUL> en la inscripción principal de los huesos se refiere al rey con epítetos y/o títulos que aún desconocidos en sus otras ins-cripciones describen ciertas calidades y carac-terísticas del “alma” del soberano difunto.

La literatura científica sobre “chamanes” y “chamanismo” es extensa. Los conceptos y sus contenidos cambian con cada autor,

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cada idioma y cada asignatura que se ocupa del “chamanismo”. Un esfuerzo encaminado a ordenar, sistematizar y estructurar los fenó-menos conocidos en términos de la Ciencia de las Religiones fue realizado por el investigador Harald Motzki de la Universidad de Bonn. En su obra “Schamanismus als Problem religions- wissenschaftlicher Termi-nologie” Motzki muestra que la actividad de un chamán opera en tres dimensiones:

La primera es la dimensión “animística”, es decir que el chamán trata a espíritus, a que el modo psíquico–físico que se observa en la conducta del chamán durante su eje-cución, está fuera de las normas estableci-das, no está conforme con la conducta de vida cotidiana en su sociedad.

La segunda es la dimensión “anómica”,16 es decir que el modo psíquico–físico que se observa en la conducta del chamán durante su ejecución, está fuera de las normas esta-blecidas, no está conforme con la conducta de vida cotidiana en su sociedad.

La tercera es la dimensión “social–positi-va”, es decir que el chamán ejerce su activi-dad para el bien público.

En estas dimensiones se encuentran varias manifestaciones y diferentes grados de intensi-dad, ordenados por Motzki en un diagrama (tab. 3). La información que tenemos sobre <HASAW CHA’AN K'AWIL> de Tikal nos permiten clasificarlo como un verdadero cha-mán en los términos de la Ciencia de las Reli-giones y con esto establecer que el “chama-nismo” representaba una parte, tal vez podría hablarse de una parte importante, de la “reli-gión” de los antiguos mayas.

En la dimensión “animística” se encuen-tra al <WAY> el “animal sobrenatural en que el chamán se transfigura”. El <WAY> de <HASAW CHA’AN K'AWIL> es un espíritu felino llamado <NUPUL BALAM> “Jaguar Gemelo–Compañero” según la vasija de Altar de Sacrificios (figs. 6 y 8). La manifes-tación en esta dimensión según Motzki es la de “transformación”.

La dimensión “anómica” la encontramos en la escena tridimensional en que este <WAY> está bailando junto con los <WAY> de

otros señores de la alta nobleza maya como lo dibuja la vasija de Altar de Sacrificios. La manifestación en esta dimensión según Motzki es la del “drama”.

Y por fin, encontramos la dimensión “social–positiva” en el uso de los “remos de hueso” o “huesos para remar” por <HASAW CHA’AN K'AWIL> para conjurar a los “Dioses Remeros” para que lleven a los miembros difuntos de su sociedad al lugar del descanso y olvido. La manifestación en esta dimensión de Motzki es la del “llevador de almas”.

EPÍLOGO El regreso de las almas a un lugar acuático o subacuático del cual salieron al nacer para convertirse en seres humanos, es una creen-cia que se ha conservado hasta nuestros días entre los tewa, cuyo territorio tribal se encuentra al borde oriental del Río Grande al norte de la ciudad Santa Fe en el estado de Nuevo México, EE.UU. Allí los tewa viven en seis pueblos; el más grande actualmente lleva el nombre de San Juan Pueblo. En el tiempo del primer contacto con los euro-peos San Juan Pueblo formaba el barrio que se ubicaba al borde oriente del Río Grande del asentamiento conocido como <YÚNGÉ> (Yunque), que se extendía a lo largo de ambos lados del río. Los primeros españoles que entraron a este pueblo en 1541 perte-necían a la expedición de Francisco Vásquez de Coronado (véase HNAI, Vol. 9: IX; Ortiz 1971: 61; 1979: 278, 280).

Independientemente del punto de vista individual, los tewa pueden considerarse como uno de los pueblos de Mesoamérica o uno de sus vecinos colindantes norteños con una plétora de características mesoamerica-nas (véase Kirchhoff 1967: 8). Al parecer su ubicación marginal en relación a la antigua Nueva España fue una de las razones por las cuales la colonización y evangelización o con-versión no llegaron a tomar las formas excesi-vas o radicales como se han documentado para el México central o Yucatán. Por lo tanto, los tewa pudieron conservar una buena parte de sus tradiciones culturales, especialmente en

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el campo de las expresiones intelectuales–reli-giosas, que se documentaron en las fuentes prehispánicas y coloniales de las otras áreas mencionadas, pero que allá subsecuentemente fueron víctimas de la progresiva hispanización y conversión a la religión católica.

A las expresiones de la cultura tewa, que en nuestra percepción cristiana–occidental se acostumbran clasificar bajo la noción de “religión”, también pertenece el concepto de un “lago de origen y procedencia” tam-bién conocido como “lago de emersión”. En un principio los tewa vivían juntos con sus dioses y sus animales debajo del fondo de este lago, antes de salir a la superficie de la tierra y encaminarse a tomar posesión de su territorio terrestre. Los dioses permanecie-ron debajo del fondo del lago y aún viven allí (véase Ortiz 1971: 13, 91–92, 96).

No obstante de los seres espirituales y los eventos mitológicos, que se desarrollan en torno y debajo del fondo de aquel sitio y que le dan su cualidad trascendental, los tewa le asignan un lugar geográfico real a este lago. Se trata de un antiguo lago poco profundo, que se secó paulatinamente, ubicado en el parque Great Sand Dunes National Monu-ment cerca de Álamos en el actual estado de Colorado, EE.UU. Por esto, el “lago de emer-sión” también lleva por nombre Sandy Place Lake en inglés, que traducimos como “lago del lugar arenoso”. Según la opinión de los tewa, las ánsares y garzas tienen aquí sus sitios de incubación antes que lleguen como aves de paso al valle del Río Grande durante su migración hacia el sur a partir de princi-pios del mes de octubre (véase Ortiz 1971: 13, 171–172 (nota 18); 1979: 279–280).

Todos los tewa, que se convierten en miembros de uno de los grupos sociales–espirituales de su comunidad, después de un largo tiempo de instrucción seguido por un examen, y que así adquieren la capacidad de ejercer uno de sus cargos, pertenecen a la categoría de los “hombres hechos” (made people). Así se cierra el círculo; los cargos originan en tiempos mitológicos cuando los antepasados de los tewa aún vivían debajo del fondo del “lago de origen” donde reci-

bieron estos cargos por primera vez. En el curso de su iniciación, la cual también inclu-ye la puesta en escena de un viaje simbólico de regreso al “lago de origen”, los dioses le dan la bienvenida al nuevo miembro de la clase dirigente de la comunidad tewa y lo admiten en el grupo de los que son “del lago”. De tal manera todos los “hombres hechos” se convierten en representantes terrestres de los dioses, con los cuales se reúnen en la muerte. Desde un principio el “hombre hecho” de esta cualidad está pre-destinado de pasar a formar parte de los dioses en el “lago de origen”. Ahora el “hombre hecho” fallecido recorre el camino del “lago de emersión” hasta los territorios terrestres de los tewa en dirección opuesta (Ortiz 1971: 79, 87–89, 96).

Base para esta comparación entre tewa y maya es el fundamento cultural común que se manifiesta en el concepto metodológico “Mesoamérica” propuesto por Paul Kirch-hoff (1943). De tal manera podemos detec-tar y descubrir deficiencias y faltas de info.-mación en los textos jeroglíficos prehispáni-cos y en las fuentes coloniales sobre los pueblos y tribus del centro de Mesoamérica para llenar los vacíos de comprensión, espe-cialmente aquellos en el campo intelectual–religioso (véase Zimmermann 1974: 218).

En última instancia es sólo a través de las tradiciones intelectuales–religiosas de Meso-américa que el mitologema del mundo acuáti-co o subacuático de los muertos tratado intensamente en el presente trabajo recibe su fundamento documentado según las fuentes y queda susceptible de una sola interpretación. De esto resultan las imágenes y los conceptos comprensibles e inteligibles de una mitología en la cual las aves acuáticas, peces, plantas acuáticas y otros motivos relacionados con el agua en la iconografía mesoamericana pueden ser relacionadas con significados autóctonos fiables y empíricamente verificables proce-dentes de un mundo intelectual–religioso ver-daderamente prehispánico.

También el perro bermejo que encontra-mos en <CHICONAUHMICTLAN>, el infra-mundo de nueve capas de los mexica, allí, en

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una región acuática subterránea de dioses, animales y muertos, ocupa un lugar y cumple con un papel social, que, en el contexto más amplio y más detallado de los mitos de los tewa, son más inteligibles como elementos sacados de un campo integral de expresiones intelectuales–religiosas que todas las nacio-nes y tribus de Mesoamérica antiguamente tenían en común. Según informe de Fray Bernardino de Sahagún en el Capitulo I del apéndice del Libro Tercero de su Historia General de las Cosas de Nueva España

“(….= hacían al difunto llevar consigo un perrito de pelo bermejo, y al pes-cuezo le ponían hilo flojo de algodón; decían que los difuntos nadaban encima del perrillo cuando pasaban un río del infierno que se nombra Chico-nahuapan [Nahuatl: “Región de las Nueve Aguas”]; // y, después de pasa-dos cuatro años el difunto se sale y se va a los nueve infiernos, donde está y pasa un río muy ancho y allí viven y andan perros en la ribera del río por donde pasan los difuntos nadando, encima de los perritos. Dicen que el difunto que llega a la ribera del río arriba dicho, luego mira el perro y si conoce a su amo luego se echa nadando al río, hacia la otra parte donde está su amo, y le pasa a cues-tas”.

NOTAS 1. Al realizar el presente trabajo estoy particular-

mente en deuda con mi "familia Maya" de Tel-chaquillo, Mpo. de Tecoh, Yucatán, México, por iniciarme en los conceptos, los significados y las metáforas de su idioma materno, el Maya Yuca-teco Moderno (MYM). Además debo un agrade-cimiento especial a mi colega y buen amigo Alexander Voss por aconsejarme en el campo de la epigrafía Maya durante todo el tiempo en que se ha desarrollado este trabajo.

2. Para facilitar un examen rápido de las palabras mayas al nivel de los lexemas, se utilizaba la ortografía del Diccionario Maya Cordemex (Barrera Vásquez 1980).

3. En 1566 Landa describió estos dos conceptos gráficos de la escritura maya y su uso inter-cambiable (Landa 1983: 117–119). Después de haber sido mal traducido y mal entendido por los investigadores desde los tiempos de Brasseur de Bourbourg, lo que Landa ya había descrito con detalle, necesitó ser redescubierto por Lounsbury en 1989.

4. Un día había planeado acompañar muy tem-prano a mi suegro don Benedicto Flores a su milpa, para fotografiar una pequeña ceremonia que él llama <Y–UK’LI(L) KOL> “bebida de la milpa“. Mi suegro tiene más de 80 años y su milpa es parte indispensable de su vida. Yo tenía prisa y pensaba tomar las fotos, grabar su canto y regresar a mi computadora. Pero mi suegro me calmaba y mirando hacia el cielo me dijo que era muy temprano para salir porque, como él dijo en maya, <MA T’UB–UK TSAB–I> “no ha sumergido el cascabel“, es decir, “todavía es temprano, tenemos que esperar un rato más”.

5. Mis informantes del idioma maya yucateco moderno son mi esposa, Amira de Jesús Flo-res Pech (edad 30), mis suegros, doña Epitá-cia Pech Chan (edad 70) y don Benedicto Flo-res (edad 80), y su hermano menor, don Fausto Uc Flores (edad 75), todos vecinos del pueblo de Telchaquillo, Mpo. de Tecoh, Yuca-tán.

6. Compuesto de los lexemas <CHIUC–NAHUI> “nueve“ y <MICTLAN–TLI> “infierno“ del na-hua (Karttunen 1983: 53, 147).

7. A veces los grafemas que señalan a las perso-nas o los objetos caídos ocupan el lugar del signo T 526 <KAB, KAB–AL> en el glifo “estrella encima de tierra“ formando así una expresión gráfica comprimida. En otras ocu-rrencias los sufijos verbales T 17/575 <YI> y T 125/126 <YA> que pueden señalar el aspecto completivo de la 3ª persona singular <–I>, se encuentran en vez de T 526 <KAB, KAB–AL>. Estos son los signos variables mencionados anteriormente. En todos estos casos los dos grafemas “estrella“ T 510b y “chorro(s) de agua“ T 325 son suficientes para señalar el valor fonético del morfema CVC <T’UB>. Este proceso también abre la posibilidad adicional de que el elemento T 526 podría haber fun-

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cionado como un sufijo verbal <–KAB>. La base verbal intransitiva <T’UB–KAB> se en-cuentra en el diccionario de Motul con el signi-ficado “hundir o sumir de presto en agua, etc.“ (tab. 1; Acuña 1984 II: 435r). Allí la base <T’UB–KAB> obviamente señala un proceso más rápido y más determinado, sin alterar la semántica esencial de la raíz <T’UB>. En vista de la falta de ejemplos de una base verbal <T’UB–KAB> en otros idiomas mayas que per-mitirían una comparación analítica de formas y significados aunada a la congruencia gráfica formal con el glífo “sol sobre horizonte“, el autor prefiere la interpretación del signo T 526 <KAB, KAB–AL> como parte integral del glifo “estrella encima de tierra“ sin un valor fonético particular.

8. Con eso los conceptos de Guerras dirigidas por Venus “Venus regulated Warfare“ (Carl-son 1991), Guerras de Venus/Tlaloc “Venus/ Tlaloc Warfare“ (Schele & Grube 1994), Gue-rras Mayas y el año de Venus “Maya Warfare and the Venus Year“ (Nahm 1994), la <Gue-rra de las Estrellas> de Tikal contra Naranjo “Tikal’s <Star War> against Naranjo“ (Martin 1996) y otras ideas que siguen tal concepto carecen de una base epistemológicamente fun-dada. No se encuentran ni en el corpus enorme de las fuentes coloniales del altiplano de México ni en los documentos comparables de Yucatán la mención de una “Guerra de Venus”. Se trata de un imagen virtual basada en conceptos y pensamientos occidentales generadas por sus respectivos autores.

9. Un concepto bipolar parecido al <LAK’IN AHAWTAK CHIK’IN AHAWTAK> como desig-nación del mismo dios–planeta Venus en sus cinco aspectos entre los mayas, se encuentra en la mitología nahua en forma del epíteto del dios <TEZCATLIPOCA>: <TLOQUEH NA-HUAQUEH> “el de lo cerca, el de lo junto“. También los dos Dioses Remeros posible-mente representan aspectos polares de un sólo fenómeno, el Sol subacuatico. La tapa del lla-mado “Austin Tetrapod“ muestra a un solo remero, el Sol en un cayuco acompañado por peces (Zimmermann 1974: 227; Anderson & Dibble 1978 III: 11; Robelo 1982: 598–618;

Clendinnen 1983: 308, 309, 157; Hellmuth 1987: Abb. 166–167).

10. Como indica la forma completiva <T’UB–I>, el planeta ya estaba bajando el día 10 AHAW 8 YAXK’IN. Por ende el interés de BALAM KAN II de Palenque obviamente no estaba dirigido a la máxima elongación oriental del planeta, un concepto astronómico moderno seguramente desconocido por el rey maya, ni a su máxima altura sobre el horizonte que era difícil y hasta imposible de observar a simple vista (Bricker 1996: 371, 376). El soberano sólo parece haber observado el hecho del descenso del potente dios planeta con las implicaciones adi-vinatorias de esta conducta suya y lo incorpo-raba en su pronosticación para la fecha men-cionada, que debe haber sido de suma impor-tancia para él. Tal técnica de la “modulación“ del calendario adivinatorio de 260 días por las cuatro manifestaciones del planeta Venus tam-bién se encuentra en las paginas 24 y 46–50, en el llamado Capitulo de Venus del Códice de Dresde (Kremer 1995).

11. La observación continua y atenta de los cuer-pos celestes con motivos de adivinación era una obligación importante de los reyes Azte-cas. Después de su elección como soberano, los representantes de la alta nobleza Azteca exhortaban a Motecuhzoma II a tener cuenta sobre todo con las estrellas y entre ellas espe-cíficamente “con el lucero de la mañana, y al alborada que llamaban <TLAHUIZCALPAN TEUCTLI>“ (Tezozomoc 1987: 574). Como muestra la inscripción en el tablero de Palen-que, entre los mayas del Clásico al igual que entre los <AH K’IN> que confeccionaron el Códice de Dresde en el siglo X, el planeta Venus no sólo tenía importancia adivinatoria particular en sus cinco manifestaciones como lucero de la mañana, <LAK’IN AHAWTAK>, sino también en sus cinco manifestaciones como estrella de la noche, <CHIK’IN AHAW-TAK> en los términos de la inscripción palen-cana (véase Kremer 1995).

12. La frase maya <Y–E TUN PET> “Filo/ Diente/ Boca de la Redondez de Piedra“ obviamente corresponde al <YAHUALIUHCAN> el “lugar redondo“ de los mexica. Sahagún describe este lugar que él llama <YAHUALYUHQUI>

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como un “monte hueco con cumbre redonda“, ubicado cerca de Cuitlauac al sur de Tenoch-titlan. Por allí la triste familia del finado se liberaba de toda su tristeza, su llanto y su luto para volver a su casa alegre y consolada. (Dyckerhoff 1970: 292; Duran 1984 II: 289, 290; Tezozomoc 1987: 292, 428; Dibble & Anderson 1963, Book 11: 259). También el concepto maya <BAH WAY–BI(L)> “el lugar primordial o definitivo para dormir“ tiene su equivalente en el nahua. Se trata de un lugar en el reino de los muertos que los mexica lla-maban <XIMOHUAYAN>. Para este término nahua existen varias traducciones e interpreta-ciones (p.ej. Seler 1960–61 II: 992; Karttunen 1983: 325). El autor prefiere la traducción de Dyckerhoff según Zimmermann como “lugar de la estancia definitiva“, porque semánticamente este concepto corresponde mejor al maya “WAY–BIL“ y a la paráfrasis de Tezozomoc. Éste, con referencia al difunto rey Tizoc, des-cribe este lugar que llama <XIUHMOAYAN>, con las palabras: “adonde quieto y pacífica-mente se fue a acostar con descanso en su lecho con el sueño del olvido“ (Dyckerhoff 1970: 319; Tezozomoc 1987: 454).

13. Para esta exposición muy abreviada del texto glífico de la taza de ónice K4692 el autor se sirvió de las partes respectivas de la tesis de Magíster Artium de Markus Eberl (Eberl 1999: 18–20 y 24–25) y le agradece mucho a su colega y amigo el permiso correspondiente. Sin embargo, en algunos aspectos el autor llega a lecturas, traducciones y conclusiones que difieren de las de Eberl, siendo la diferen-cia más notable la lectura e interpretación de la frase nominal <U NIK SAK NAL> por las razones que siguen: (1) Seguimos la propuesta de Kaufman y Justeson (2003: 29–34) que identifican la vocal final como representación del sufijo “–Vl” y no como elemento que determina la calidad vocálica de los lexemas en los textos jeroglíficos mayas (Houston, Stuart & Robert-son 1998). En consecuencia, la lectura de los grafemas T 23:82 y T 503:24 en la colocación jeroglífica que señala <U NIK SAK NAL> puede ser tanto <NAAL> “conocimiento“ como la lee

Eberl o también <NAL> “elote/maíz“ como la lee el autor. (2) La ecuación “hombre = elote/maíz“ se manifiesta en un concepto todavía vigente entre los agricultores de edad avanzada del pueblo de Telchaquillo, Mpo. de Tecoh, Yuca-tán. En 1993 uno de mis informantes, don Fausto Uc Flores, me elucidaba la identidad entre hombre y maíz con un breve relato cuyo contenido era como sigue. Después de haber cortado el cordón umbilical del niño recién nacido, la partera inmediatamente lava al bebé en agua tibia para remover la pasta cerácea blanca (Vernix caseosa) que lo ha protegido del líquido amniótico en el útero de su madre. Esta pasta se llama <SAK HU’UN–AL> “la(s) hoja(s) blanca(s)“ en maya yucateco moderno. Este concepto es una metáfora, derivada de las hojas de calidad papelera que envuelven al elote nuevo. Las hojas más cercanas a las semi-llas de la mazorca se llaman <SAK HU’UN–AL> porque no son verdes sino blancas. (3) En el contexto de los huesos MT 38 A–D, el joven sentado en el cayuco que lleva una flor en la parte posterior, una hoja larga por delante y el grafema <NIK> “flor“ en medio de su tocado no representa al llamado “Joven Dios del Maíz“ (Dios E) como lo han interpretado Freidel, Schele, y Parker (1993: 90) y muchos otros investigadores anterior y posteriormente a de ellos. En su lugar y en el contexto mortuorio dado, se trata de la representación iconográfica de la “energía vital“, o sea “el alma“ del difunto según la opinión del autor que esto suscribe. Otro ejemplo de la representación iconográ-fica del alma de una persona se encuentra en la famosa tapa del sarcófago de <HANAB PAKAL> II de Palenque. Este rey murió a la notable edad de 80 años. Sin embargo el relieve representa a un joven en cuyo tocado se encuentra otra vez el grafema <NIK> “flor“ (Greene Robertson 1983: Plates 98, 99, 122). Con base en la ecuación “hombre = elote“ mostrada arriba, la iconográfica y la epigráfica plausiblemente señalan el concepto <NIK SAK NAL> mediante la representación del cuerpo de un joven humano y una flor <NIK> en su tocado. Pues, el famoso relieve de Palenque

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obviamente no muestra al viejo rey, sino a su “alma“ eternamente joven.

14. Una representación iconográfica muy parecida a la de los cayucos esgrafiados en los huesos MT 38 A y B de Tikal se encuentra pintada en una vasija mortuoria publicada por Freidel, Schele, and Parker (1993: fig. 2: 27a.). Des-graciadamente, la escena con los dos “Dioses Remeros“ llevando “el alma“ de un difunto en lo que obviamente es una región subacuatica carece de texto. Sin embargo, se puede con-cluir de esta representación que el concepto de un “barco de las almas“ no estaba restrin-gida a Tikal, sino que representa una idea de ultratumba que era divulgada entre los mayas del Clásico, proveído que esta vasija no origina de un saqueo en Tikal.

15. La metáfora maya de que con su muerte el difunto rey entraba en un camino “hacía sus antepasados“ <TU MAM> hace juego con la creencia Azteca. Como nos lo describe Tezo-zomoc, lloraba el viejo <CIHUACOATL TLA-CAELELTZIN> “por haber fallado nuestro tan caro y amado nieto, rey y señor nuestro <TIZOCZIC>“ y decía: “Ya llegó á la presencia de sus padres antecesores los reyes, de cuya casa y linaje salía“ (Tezozomoc 1987: 454).

16. Formado del Griego <Α-ΝΟΜΟΣ> “fuera de la ley“.

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EXPLORACIÓN ARQUEOLÓGICA

EN YUCATÁN A PRINCIPIOS DE LA DÉCADA DE 1920 José Juan Cervera Instituto de Cultura de Yucatán, Mérida

Resumen: El artículo aborda las tendencias generales de los estudios antropológicos, extranjeros y nacionales, en relación con las exploraciones arqueológicas en Yucatán durante la década de los veinte del siglo pasado, con especial atención en el tiempo en que gobernó Felipe Carrillo Puerto. Alude a la influencia de Franz Boas en la obra de Manuel Gamio y su conexión con iniciativas concernientes a la región maya peninsular. En este sentido, las concepcio-nes culturales y políticas, las acciones administrativas y los enfoques académicos confluyeron en la conformación de una etapa histórica importante en el desarrollo de la nación mexicana. Palabras clave: Exploración arqueológica, Revolución Mexicana, historia del siglo XX, península de Yucatán Durante el breve lapso en que Felipe Carri-llo Puerto gobernó Yucatán, de febrero de 1922 a diciembre de 1923, emprendió una serie de reformas políticas y sociales que favorecieron a los sectores populares. El mandatario yucateco revistió su gestión de un marcado interés por las expresiones de la cultura maya, el cual se manifestó de muchas formas. Percibió en la exaltación de los valores autóctonos un medio para infun-dir la conciencia de los derechos civiles e impulsar el desarrollo social a partir del afianzamiento de la identidad histórica.

Tales esfuerzos articularon varios cam-pos de la experiencia colectiva, como la edu-cación, el arte y la difusión impresa. Ade-más, las circunstancias fueron propicias para incorporar nociones relacionadas con los avances que en ese tiempo registró la arqueología. El desarrollo profesional de esta disciplina, su extensión a nuestro país y las experiencias particulares que, al plante-arse de manera sistemática, sirvieron de modelo para emprender nuevas acciones en diversos sitios, se sumaron al mismo escena-rio. Por varios motivos, Yucatán atrajo la atención de otras partes del mundo durante la década de los veinte. Uno de ellos fue el caudal de conocimientos que el pasado pre-hispánico brindó a propios y extraños.

LA ARQUEOLOGÍA Y LAS CIENCIAS SOCIALES Los estudios arqueológicos en México pue-den enmarcarse en los cauces que registra-ron las disciplinas antropológicas en gene-ral, influidas a su vez por los grandes acon-tecimientos sociales y políticos que movie-ron al mundo y a nuestro país en las déca-das iniciales del siglo XX, como la Primera Guerra Mundial y la Revolución Mexicana, respectivamente (Rivermar Pérez 1987: 91-92). Los cambios suscitados por esos proce-sos se reflejaron en las orientaciones teóri-cas y en la conformación de los marcos de referencia de las ciencias sociales, impri-miendo un impulso decisivo a nuevos enfo-

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ques que se propusieron registrar la realidad circundante (Velázquez Morlet 1988: 14). Precisamente por tratarse de un período que asumió las características de una transición evidente, el acomodo de grupos específicos en torno a intereses varios se combinó con los procedimientos postulados por los estu-diosos de la cultura para dar cuenta de sus propensiones científicas y de los fenómenos hacia los cuales las enfocaban.

En ese contexto se manifestaron dos ten-dencias fundamentales en los estudios socia-les. Una de ellas se desarrolló a partir del propósito de consolidar las instituciones ema-nadas del proceso revolucionario en el ámbito nacional, en tanto que la otra respondió más bien a la expansión de los intereses de los países capitalistas en su afán de apropiarse los recursos de los países periféricos, lo que dio como consecuencia el acopio de infor-mación alusiva a las formas de vida de los moradores de las regiones susceptibles de intervención económica (Velázquez Morlet 1988: 12). Estos fueron los sesgos que mar-caron el sentido de muchos estudios repre-sentativos de esa época.

Una de las corrientes antropológicas que durante esos años caracterizaron el pano-rama académico mundial fue el culturalismo norteamericano, conocido también como particularismo histórico. Franz Boas, su ini-ciador, planteaba que no era posible tener una visión global del desarrollo de las socie-dades si antes no se reunían suficientes da-tos específicos que le sirvieran de sustento, por lo que era preciso realizar un intenso trabajo de campo (Rivermar Pérez 1987: 96; Velázquez Morlet 1988: 16). A pesar de las polémicas en que se vio envuelto y de las críticas de que fue objeto al postular este método, Boas hizo importantes aportaciones que hasta la fecha son reconocidas por los especialistas de disciplinas afines.

La influencia de Boas se hizo patente en México especialmente a partir de la funda-ción de la Escuela Internacional de Arqueo-logía y Etnología Americanas, inaugurada el 20 de enero de 1911 (Noyola Rocha 1987: 139; Rivermar Pérez 1987: 96-97; Strug

1986: 162-163). Esta institución fue patro-cinada en sus inicios por los gobiernos de Francia, Prusia, Estados Unidos y México. Tanto la composición de su planta acadé-mica como la del conjunto de sus alumnos provenían de distintos países (Strug 1986: 163). Tuvo como directores, sucesivamente, a Eduard Seler, Franz Boas, George Enge-rrand, Alfred Tozzer y Manuel Gamio, quien se encontraba al frente de ella al momento de ser clausurada en 1920 como consecuen-cia de la aguda inestabilidad que provocó la Primera Guerra Mundial (Noyola Rocha 1987: 139). Pese a su desaparición, tan ambicioso centro educativo había fecundado el terreno que dejaría frutos no previstos en ese entonces, ya que habrían de apreciarse no únicamente en el plano académico, sino también en la conformación de proyectos sociales y políticos que tomaron como refe-rencia aspectos específicos de la obra de algunos de los personajes que en él comenza-ron a forjar su destacada trayectoria.

LA INFLUENCIA DE GAMIO Manuel Gamio recibió apoyo de Boas para perfeccionar su formación profesional. Cuan-do Gamio era aún estudiante del Museo Nacional de México, dio a conocer los resul-tados parciales de una investigación arqueo-lógica que realizó en Zacatecas; fue por ese medio que la antropóloga Zelia Nuttal tuvo conocimiento de la aptitud del estudiante mexicano, recomendándolo a Boas. Éste lo ayudó a obtener una beca en la Universidad de Columbia y siguió atento a su evolución intelectual. A su regreso a México pasó a estudiar a la Escuela Internacional de Arque-ología y Etnología Americanas, de la que llegó a ser director unos años más tarde (Strug 1986: 171-172).

En el curso de su carrera profesional, Gamio reunió los méritos suficientes para convertirse en uno de los pilares de la antro-pología mexicana. Tuvo un destacado desem-peño en la administración pública y efectuó importantes estudios. Sus obras de divul-gación abarcaron la arqueología, la etno-

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logía, la historia y la estética, entre otros campos del conocimiento. Hizo del indige-nismo –al que denominó “indianismo”– una de sus preocupaciones fundamentales (Fer-nández 1982: XIII), al grado de postular lo que Luis Villoro ha llamado “la recuperación social del indígena”, de acuerdo con una dinámica que permitiera conservar los ele-mentos esenciales de las culturas aborígenes pero que al mismo tiempo favoreciera su asimilación de los valores occidentales para encaminar su desarrollo material y espiritual (Villoro 1984: 199).

Gamio se apoyó en los estudios de Franz Boas para revalorar las aptitudes intelectua-les de las comunidades indígenas de nuestro país e impugnar los prejuicios existentes sobre la presunta inferioridad biológica de estos grupos. En una obra publicada en 1916, el antropólogo mexicano analiza la resistencia de las poblaciones nativas al cambio cultural, y la atribuye en parte al desconocimiento que los agentes externos tienen de su sistema de valores. Considera también que imperan concepciones erró-neas sobre la historia de las civilizaciones prehispánicas, ya que la mayoría de los tex-tos disponibles sobre el tema carecen de metodología científica y de perspectiva histó-rica, por lo que el conocimiento riguroso de esa etapa de nuestra historia todavía está en formación (Gamio 1982: 23-26).

Manuel Gamio propuso aplicar un método de investigación integral e intensiva para el estudio de las sociedades con el auxilio de especialistas de distintas disciplinas. Tal pro-cedimiento tendía a sugerir alternativas de mejoramiento material e intelectual en las comunidades estudiadas (Gamio, 1986: 27–34; 1987: 157-158). Estas nociones, en un país como México que por ese entonces se hallaba en el proceso de definir su rumbo tras pocos años de un conflicto armado en el que las demandas sociales tuvieron un papel relevante, lograron atraer la atención de acto-res políticos que tomaron como bandera la defensa de las clases menos favorecidas.

El destacado arqueólogo declaró, en 1935, que los dos únicos estudios realizados hasta

entonces en México de acuerdo con esas exigencias fueron, por una parte, el que inició la Institución Carnegie en Yucatán en 1924, y por otra el que él mismo coordinó en el Valle de Teotihuacán, cuyos resultados se publicaron en 1922 y le sirvieron para gra-duarse un año antes en la Universidad de Columbia (Matos Moctezuma 1986: 12).

Fue precisamente el estudio sobre la po-blación del Valle de Teotihuacán el que le sir-vió de base a Edmundo Bolio Ontiveros, direc-tor del Diario Oficial de Yucatán, para elabo-rar un proyecto sobre la “Exposición Regio-nal” de dicho estado, el cual formuló de acuerdo con los lineamientos metodológicos propuestos por Gamio, a quien le presentó el documento de referencia (DO 1923: 1). Este suceso tuvo lugar durante el tiempo en que Felipe Carrillo Puerto gobernó la entidad, imprimiéndole a su gestión un estilo caracte-rístico que se nutrió de múltiples vertientes. En este caso, la acción de sus colaboradores asimiló tendencias que circulaban en el am-biente académico suscritas por el creciente prestigio de uno de los forjadores de la tradi-ción antropológica en tierras mexicanas.

LA INSTITUCIÓN CARNEGIE En noviembre de 1922 se difundió una noti-cia acerca de la petición que un par de arqueólogos estadounidenses hizo al gobierno de México para permitir a las asociaciones científicas representadas por ellos hacer excavaciones en el país. La comunicación se acompañaba del ofrecimiento de aportar recursos económicos para emprender los tra-bajos de conservación de los vestigios dis-persos en la república, ya que los investiga-dores extranjeros estaban conscientes de la situación crítica de nuestro país, que impe-día destinar dinero suficiente para efectuar esa clase de trabajos (EP 1922b: 1, 4).

Dichos arqueólogos, entre los que figuró Sylvanus G. Morley, habían asistido como delegados al XX Congreso Internacional de Americanistas que se efectuó en Brasil en 1922. En relación con su solicitud, se les hizo saber que la Secretaría de Agricultura y

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Fomento la tenía en estudio. Como se sabe, algún tiempo después recibió una respuesta favorable, al grado que en 1924 pudieron iniciarse las exploraciones respectivas.

El proyecto de investigación dedicado a Chichén Itzá lo elaboró Morley en 1912 y dos años después fue aceptado por la Insti-tución Carnegie. En su versión inicial se proponía estudiar diversos aspectos históri-cos y sociales, como los orígenes del grupo étnico avecindado en el área, sus interrela-ciones con distintas sociedades, su evolu-ción cultural y la presencia de pobladores provenientes de otras regiones. Al aprobarse lo que parecía su versión definitiva, ésta tuvo que ser modificada haciendo énfasis en la investigación arqueológica y en las parti-cularidades culturales del grupo a estudiar (Hammond 1992: 46-48). Puede afirmarse, entonces, que el enfoque evolucionista ini-cial fue sustituido por una concepción más cercana al particularismo histórico (Veláz-quez Morlet 1988: 16).

En el curso de esos años, el proyecto para realizar exploraciones en Chichén Itzá expe-rimentó muchas vicisitudes. Se registra el tes-timonio de Edwin Shook, uno de los colabo-radores de Morley, quien dio a conocer las resistencias que enfrentó el arqueólogo extran-jero para lograr su aprobación. Ante la casi inminente negativa, como consecuencia de una preferencia institucional hacia el estudio de otras culturas, Morley logró orientar el interés de John Merriam, profesional de las ciencias exactas que fungía como presidente de la Institución Carnegie, hacia el conjunto de conocimientos matemáticos de la antigua civilización maya, lo que se tradujo en un apoyo decisivo a sus propósitos de investiga-ción (Menéndez Rodríguez 1999: 8-9).

Al darse a conocer los planes de explora-ción en nuestro país, hubo reacciones, como las de Leopoldo Batres, que representaron una oposición absoluta a cualquier intento de injerencia foránea en términos de investi-gación arqueológica. Batres, quien durante mucho tiempo se había desempeñado como funcionario del Museo Nacional ocupando diversos cargos, (EM 1988), envió una exten-

sa carta a la Cámara de Diputados en la que expresó su inconformidad ante los preparati-vos de la expedición científica anunciada (EP 1923b: 1).

Batres evocó el saqueo perpetrado por ciudadanos extranjeros en suelo nacional, y citó los ejemplos de Augustus Le Plongeon y Alfred Maudslay. Sobre Le Plongeon indicó que podían apreciarse en Chichén Itzá y Uxmal las huellas de su acción destructora, en la que con tal de poder llevarse las piezas de su interés utilizó incluso explosivos. Acerca de Maudslay, se refirió al conjunto de objetos que sustrajo clandestinamente por Belice. Mencionó a Edward Thompson, ex cónsul de Estados Unidos que llevó a su país una gran cantidad de piezas extraídas de Chichen Itzá “hasta que mi acción lo impidió”, según palabras de Batres.

Finalmente, Batres solicitó a los legisla-dores que agregasen a la Ley de Monumen-tos Arqueológicos un artículo que estable-ciera como facultad exclusiva del Poder Eje-cutivo Federal la realización de exploracio-nes arqueológicas, sin que ésta pudiese ser delegada a individuos o corporaciones nacio-nales ni extranjeras.

Los editores del periódico El Popular, partidarios del régimen de Felipe Carrillo Puerto, comentaron la carta de Batres y coincidieron con él en la necesidad de evitar el saqueo y la destrucción de los vestigios arqueológicos. Sin embargo, defendieron la realización de expediciones científicas extran-jeras siempre que éstas se ocuparan exclusiva-mente del conocimiento del pasado sin afectar el patrimonio nacional. Expresaron que ade-más de permitirse, debían alentarse por favo-recer vínculos de cordialidad entre los pue-blos (EP 1923b: 1). Desde la perspectiva del gobierno yucateco, los estudios dedicados al pasado prehispánico, tanto por reflejar una iniciativa de la que participaban las autori-dades federales como por contribuir a afian-zar los alcances culturales del programa deli-neado por el socialismo vernáculo, mostra-ban una pertinencia fuera de toda duda, tal como lo reflejaban los medios impresos lea-les al Ejecutivo local.

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Durante el primer semestre de 1923 se intensificaron en nuestro país las visitas de los responsables directos de los trabajos de investigación arqueológica en ciernes. Acu-dieron a la Ciudad de México para efectuar gestiones ante las autoridades pertinentes y viajaron también a Yucatán con el propósito de conocer el terreno donde aplicarían sus acciones. De este modo llegaron a México, entre otros personajes, John F. Barry, Wil-liam Barclay Parson, John Merriam y, por su-puesto, Sylvanus Grisworld Morley (EP 1923c: 1; 1923d: 1).

En julio de 1923 se dio a conocer la sus-cripción del convenio entre la Carnegie y la Secretaría de Agricultura y Fomento para la exploración de Chichén Itzá (LRY 1923a: 1). En el curso de ese mes, Morley visitó de nuevo Yucatán, esta vez en compañía de Manuel Gamio, director de la sección de Antropología de la Secretaría mencionada (LRY 1923b: 1).

Durante su estancia en la entidad, Gamio ofreció apoyo institucional a la Asociación Conservadora de los Monumentos Arqueoló-gicos de Yucatán, y anunció los trabajos que el gobierno federal emprendería en otros sitios arqueológicos del Estado, al mismo tiempo que la Carnegie se ocupara de Chi-chén Itzá (LRY 1923c: 5).

El convenio para la realización de los trabajos de la Carnegie en Chichén Itzá se firmó el 3 de julio de 1923. En dicho docu-mento, el organismo extranjero, designado como “el permisionario” para efectos lega-les, obtenía autorización para realizar exca-vaciones y labores de restauración en la zona arqueológica referida, que para una descripción más precisa de las acciones a emprender, fue dividido en seis grupos arquitectónicos. De acuerdo con el permiso concedido, extensivo a un plazo de diez años, los trabajos habrían de iniciarse el primer día de 1924 (AGEY 1923b).

Las exploraciones se realizarían bajo la vigilancia de inspectores designados por la Secretaría de Agricultura y Fomento, cuya intervención se limitaría a supervisar el cumplimiento de los acuerdos registrados

en el documento. La Carnegie se compro-metía además a presentar ante dicha Secre-taría un plan general de trabajo treinta días antes del inicio de cada temporada de campo.

En relación con el destino de los objetos que se encontraran durante el desarrollo de los trabajos, el contrato hacía énfasis en la calidad de éstos como propiedad de la nación mexicana, aunque en caso de encon-trarse varios ejemplares de una misma pieza, éstos se distribuirían de tal modo que dos de ellos tendrían que entregarse a los museos de Yucatán y otro a la Dirección de Antropología para incorporarlo a la Exposi-ción Regional de Yucatán montada en la Ciudad de México. El artículo correspon-diente indicaba también que los ejemplares restantes se podrían entregar a instituciones científicas nacionales, e incluso extranjeras, si así lo recomendaba la Carnegie y si así lo juzgaba conveniente la Secretaría de Agri-cultura y Fomento.

El convenio preveía también el carácter multidisciplinario de las exploraciones cuando señalaba que la Institución Carnegie efectua-ría en Yucatán investigaciones complemen-tarias orientadas a los campos de la arqui-tectura, ingeniería, estratigrafía, arte, histo-ria, antropología cultural, antropología física y lingüística, entre otros. Los resultados de estos estudios estarían a disposición de las autoridades mexicanas y la Carnegie se comprometía a entregar a la Secretaría de Agricultura veinticinco ejemplares de cada una de las publicaciones que se editasen sobre esos temas.

Otro aspecto relevante del documento suscrito es que dejaba abierta la posibilidad de que los investigadores de la Carnegie pu-diesen estudiar otras ruinas arqueológicas si-tuadas en los estados de Yucatán y Campe-che y en el entonces territorio de Quintana Roo, en caso de que sus trabajos en dichos lugares pudiesen aportar más información al relacionarlos con las exploraciones de Chi-chén Itzá (AGEY 1923b).

Durante los preparativos para iniciar los trabajos, la Carnegie rentó a Edward H.

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Thompson, ex cónsul de Estados Unidos en Yucatán, la hacienda Chichén Itzá. Aunque el terreno rentado incluía la casa principal de la hacienda, Morley prefirió instalarse en uno de los edificios del sitio arqueológico. La prensa local informó sobre la construc-ción de habitaciones para los investigadores y los obreros que los auxiliarían. Los mis-mos periódicos especulaban sobre todas las edificaciones que se establecerían en esa área, incluyendo una plaza, fuentes y jardi-nes. Morley contrató a un representante suyo en Dzitás, quien se hizo cargo de pagar semanalmente a los trabajadores para efec-tuar la limpieza de las antiguas estructuras arquitectónicas (LRY 1923d: 7).

Es indiscutible la importancia de los tra-bajos de investigación practicados por la Institución Carnegie en Chichén Itzá. Los focos de atención en esos estudios eran fun-damentalmente las inscripciones jeroglíficas, la preparación de un mapa topográfico y la descripción del diseño arquitectónico. Es preciso tener en cuenta también la informa-ción obtenida mediante la participación de especialistas de las diversas disciplinas que intervinieron en el desarrollo del proyecto (Benavides 1992: 37). Constituyó un modelo para otros proyectos de alcances ambiciosos, como los que la misma Carnegie ejecutó posteriormente en Uaxactún y Copán, o los que años después tuvieron lugar en Dzibil-chaltún y Palenque, por mencionar algunos (Hammond 1992: 47).

La gran cantidad de publicaciones edita-das por la Institución Carnegie representan un testimonio muy preciso de la variedad de aspectos arqueológicos, históricos y sociales abordados en las exploraciones, si bien se considera que en tales obras predominan los estudios descriptivos sobre los interpretati-vos (Benavides 1992: 38).

En 1928, Morley abandonó la dirección del proyecto, cuya responsabilidad recayó a partir de ese momento en Karl Ruppert, arqueólogo competente y administrador efi-caz, quien aún coordinó algunos trabajos en Chichén Itzá durante la década de 1950 (Hammond 1992: 48).

EXPLORACIONES NACIONALES Manuel Gamio, director de la sección de An-tropología de la Secretaría de Agricultura y Fomento, dio a conocer en 1923 el propó-sito del gobierno federal de realizar trabajos de exploración y restauración arqueológicas al mismo tiempo que la Carnegie de Was-hington interviniera en Chichén Itzá. Los trabajos se llevarían a efecto, según Gamio, en otros sitios arqueológicos de Yucatán, probablemente en Uxmal (LRY 1923c: 5).

Hasta entonces, se disponía de reportes de inspección elaborados por funcionarios del Museo Nacional y la Dirección de Antro-pología y Poblaciones Regionales de la Repú-blica, enviados a Chichén Itzá y a los sitios localizados en la región Puuc. Tal fue el caso de los informes de Juan Martínez Hernández, suscritos en los años 1913 y 1914, y de Edu-ardo Martínez Cantón, de 1918, 1919, 1920 y 1923. Estos ejemplos prefiguraron lo que se ha designado “el período institucional” de la arqueología mexicana, reflejo a su vez del proceso de consolidación de las instituciones políticas y administrativas en nuestro país. (Velázquez Morlet 1988: 15).

Entre 1911 y 1915, el Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnología orientó las actividades de sus diversos departamen-tos a las labores de conservación, difusión y docencia (Rivermar Pérez 1987: 97). Estas atribuciones fueron reduciéndose en la me-dida en que se creaban nuevas dependencias gubernamentales con propósitos análogos. Antropólogos de renombre, como Manuel Gamio y Miguel Othón de Mendizábal inicia-ron su formación profesional en el Museo (Rivermar Pérez 1987: 103). A partir de 1919 esta institución se denominó Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnogra-fía (Noyola Rocha 1987: 138).

En aquellos años funcionó también la Inspección de Monumentos Arqueológicos que alrededor de 1910 dependía de la Se-cretaría de Instrucción Pública y Bellas Ar-tes (Rivermar Pérez 1987: 99). Como con-secuencia de la afinidad de sus intereses profesionales, surgieron fricciones entre el Museo y la Inspección. Jesús Galindo y Villa,

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encargado del departamento de Historia y Arqueología del Museo, llegó a proponer que éste dirigiese las actividades de ambas insti-tuciones, hecho que se consumó en 1913 cuando la Inspección pasó a depender de aquél. A partir de entonces Manuel Gamio tuvo a su cargo la Inspección General de la dependencia (Rivermar Pérez 1987: 115).

La Inspección de Monumentos Arqueo-lógicos se transformó en 1917 en la Direc-ción de Estudios Arqueológicos y Etnográfi-cos como resultado de las gestiones de Ga-mio, y esta dependencia se convirtió a su vez, en 1920, en la Dirección de Antropolo-gía (Loyola Rocha 1987: 139). En el curso de esta evolución, las instituciones fueron perfeccionando sus objetivos y sus métodos de trabajo.

El ejemplo más representativo de las nuevas orientaciones en el campo de aten-ción de estas instituciones lo constituye el ya mencionado estudio sobre la población del Valle de Teotihuacán. En este sentido, destaca igualmente el proyecto anunciado en 1923 para investigar la interrelación de los mayas con los toltecas, problema que atrajo el interés de científicos extranjeros, quienes ofrecieron su apoyo al gobierno mexicano para colaborar en el desarrollo de los trabajos planteados (LRY 1923e: 2).

Fue hasta 1926 cuando los arqueólogos mexicanos comenzaron a intervenir en la res-tauración de algunos edificios en Chichén Itzá, al mismo tiempo que el personal de la Institución Carnegie atendía otras estructuras en el mismo conjunto arquitectónico (Mal-donado Cárdenas 1998: 1). En la década siguiente, la Expedición Científica Mexicana, conformada por especialistas de distintas dependencias federales, efectuó trabajos de investigación en zonas arqueológicas de Yuca-tán y Quintana Roo (Benavides 1992: 39).

INICIATIVAS LOCALES DE EXPLORACIÓN Y

DIVULGACIÓN ARQUEOLÓGICAS A fines de febrero de 1923, el gobernador Felipe Carrillo Puerto remitió una circular a todos los presidentes municipales de la enti-

dad solicitándoles informes sobre la proba-ble existencia de vestigios arqueológicos en las localidades bajo su jurisdicción. Tal como lo haría algunos meses después a pro-pósito de las piezas prehispánicas y colonia-les que pudiesen encontrarse en los diversos municipios, Carrillo Puerto pidió enviar los reportes a Luis Rosado Vega, director del Museo Arqueológico. El gobernador hizo ver a las autoridades municipales la urgencia de que expresaran entusiasmo “por estos nues-tros monumentos que simbolizan la gran-deza de nuestra raza”. Pidió que describie-ran su estado de conservación para hacerlos limpiar y enviar posteriormente a una comi-sión de arqueólogos que se harían cargo de estudiarlos (AGEY 1923a)

Varios presidentes municipales dieron una respuesta favorable a la circular del mandatario. El de Cuncunul reportó la exis-tencia de un subterráneo en el pueblo de Kaua, en tanto que el de Dzilam González se refirió a dos cerros situados en su munici-pio. El alcalde de Kinchil informó acerca de otros tres cerros con piedras labradas, ubi-cados en el terreno de un particular; otros más fueron reportados por el presidente municipal de Uayma, en tanto que el de Temozón aludió a las ruinas de Ekbalam, lo-calizadas en el rancho de Francisco Cantón Rosado (AGEY 1923a), descendiente del general conservador del mismo nombre. La prensa yucateca dio cuenta de una visita emprendida por funcionarios y dirigentes de ese municipio a dichos vestigios (EP 1923f: 2). Algunos meses después, el mismo Can-tón se dirigió al gobernador y al presidente de la Asociación Conservadora de los Moun-mentos Arqueológicos de Yucatán con el propósito de promover la realización de estudios arqueológicos en el sitio compren-dido en sus propiedades (LRY 1923f: 3).

Durante esos meses, los periódicos se-guían reportando la existencia de vestigios arqueológicos en el estado, como los de Sa-bacché y Nohcacab, (EP 1923e: 2) y los de Kulubá que habían sido explorados por el arqueólogo estadounidense William Gates (EP 1923g: 2).

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Otro hecho que puso de relieve el interés de Carrillo Puerto por el rescate y la conser-vación de los vestigios prehispánicos fue la limpieza que por órdenes suyas se hizo de las ruinas de Mayapán en febrero de 1923 (EP 1923a: 3).

Sin embargo, no debe perderse de vista que, para ese entonces, el ejercicio profesio-nal de la arqueología a cargo de ciudadanos yucatecos era prácticamente inexistente, por lo que hubo de ser necesaria la concurren-cia de investigadores foráneos –del centro del país o extranjeros– formados en ese campo. Lo que se advertía claramente era un entusiasmo generalizado por conocer y exaltar el pasado maya, suscrito tanto por las principales autoridades del estado como por un conjunto de personas que incluso colaboraron con ellas al enarbolar paralela-mente los mismos propósitos.

Tal fue el caso de la Asociación Conser-vadora de los Monumentos Arqueológicos de Yucatán, organismo fundado en junio de 1922, entre cuyos socios figuraron hacen-dados, comerciantes, funcionarios públicos, periodistas y escritores. Contó inicialmente con ochenta y seis miembros, mexicanos y extranjeros. Su objetivo fundamental lo en-unció en los siguientes términos:

“(...) procurar por todos los medios po-sibles la conservación de las obras de arquitectura, escultura, grabado y de-más manifestaciones de la antigua civi-lización maya, principalmente en lo que se refiere a las grandiosas Ruinas de Yucatán” (Estatutos... 1922: 3).

En sus orígenes, esta entidad colectiva mos-tró intereses mucho más limitados, ya que tuvo como antecedente inmediato a la Compañía Impulsora del Turismo creada por Francisco Gómez Rul y Manuel Amábilis Domínguez en 1921. Ambos pioneros reci-bieron el consejo del hacendado Felipe G. Cantón para modificar sus propósitos, pues éste a su vez había escuchado sugerencias de parte de ciudadanos estadounidenses para ampliar los alcances de la agrupación recién constituida, de tal modo que pudie-sen recibir apoyo pecuniario de las numero-

sas asociaciones científicas existentes en el extranjero y, por añadidura, promover los atractivos turísticos de Yucatán, sin que éste fuese el fin primordial del nuevo organismo (EP 1922: 1).

Otro de los propósitos que la Asociación Conservadora de los Monumentos Arqueo-lógicos de Yucatán fue el de “gestionar el mejoramiento y conservación de las vías entre las principales ruinas, la ciudad de Mérida y el puerto de Progreso” (Esta-tutos... 1922: 3). En este tenor, el Ejecutivo del estado había emprendido la con-strucción de caminos, mediante obras desti-nadas explícitamente a propiciar el acceso a zonas arqueológicas específicas, aunque en otros casos facilitaban también el des-plazamiento hacia comunidades apartadas y la distribución de los productos de cada comarca. En lo que toca al propósito expuesto en primer término, la carretera de Dzitás a Chichén Itzá fue el ejemplo más patente, ya que favoreció las actividades de exploración y restauración que a partir de 1924 habría de realizar la Institución Carne-gie en esa zona.

Desde que se creó la Asociación Conser-vadora, sus integrantes se propusieron fundar un museo arqueológico con apoyo del go-bierno y de los particulares. El mandatario estatal, quien había sido designado presidente honorario de dicho organismo, ofreció facili-tar un edificio con ese fin y brindar un subsi-dio que permitiese sufragar los gastos del nuevo recinto (EP 1922: 1).

Pasado un tiempo, a principios de 1923, el gobernador Carrillo Puerto dio a conocer el acuerdo de creación del Museo Arqueoló-gico de Yucatán, que tuvo como director a Luis Rosado Vega, escritor y a la vez uno de los socios fundadores de la asociación refe-rida (Estatutos... 1922: 8 y 3ª de forros). En esos días existía ya el llamado Museo Yuca-teco bajo la dirección del también escritor Ricardo Mimenza Castillo, aunque los obje-tos que se hallaban a su cuidado no se cir-cunscribían a los vestigios materiales del pasado prehispánico. De cualquier modo, Carrillo Puerto respaldó también a esta insti-

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tución, ya que, entre otras acciones, hizo un llamado para enriquecer sus colecciones con nuevas piezas (DO 1922: 1).

El museo recién creado respondió al im-pulso que la Secretaría de Agricultura y Fo-mento, por medio de su Dirección de An-tropología, imprimió a los estudios arqueo-lógicos, y para impedir la desaparición de los vestigios de la antigua cultura maya, de acuerdo con lo que declaró Edmundo Bolio Ontiveros, director del Diario Oficial del Es-tado. Este personaje se ostentó como amigo personal de Manuel Gamio, de quien dijo haberle presentado un proyecto, inspirado en su investigación sobre el Valle de Teoti-huacán, alusivo a una visión panorámica del desarrollo histórico y social de Yucatán (DO 1923: 1-2).

Tal iniciativa permitiría concretar el ofrecimiento, formulado por la Secretaría de Agricultura y Fomento, de reservar a Yuca-tán la siguiente exhibición regional a su cargo, tras la que inició con las muestras más representativas del estudio emprendido en el Valle de Teotihuacán. Así dio inicio la denominada “Exposición Regional de Yuca-tán”, que se desplegaría simultáneamente en un espacio que la referida secretaría habría de destinar en la Ciudad de México, y en Yucatán mediante un esfuerzo integral del que formaba parte medular el Museo Ar-queológico de Yucatán, aunque también consideraba la difusión de contenidos afines por medios impresos, conferencias y exhibi-ciones cinematográficas.

Bolio Ontiveros propuso describir los di-ferentes aspectos de la vida cotidiana en suelo yucateco en el curso de las etapas de su historia, desde la época prehispánica hasta los días más recientes; para ello sería necesario dividir el estado en tres regiones, cada una de ellas presentada con sus respec-tivos productos e industrias. Con esta expo-sición, el director del Diario Oficial esperaba encontrar los medios para propiciar el desa-rrollo físico, económico e intelectual de los yucatecos (DO 1923: 1-2).

Si bien las nuevas circunstancias políti-cas originadas por el asesinato de Carrillo

Puerto restaron ímpetu y solidez organiza-tiva a esta iniciativa en el ámbito regional, es probable que en la capital del país haya seguido viva e incluso diera algunos frutos con el cobijo de las autoridades federales. Sin embargo, la interrupción del mandato consti-tucional en Yucatán afectó el programa de reformas sociales alentado por el gobernante socialista, cuya mira instalada en la reafirma-ción de los valores autóctonos redujo su campo de posibilidades. El curso de los acon-tecimientos impidió llevar a efecto las aspira-ciones que acompañaron el proyecto guber-namental que hasta la fecha es objeto de polémicas y especulaciones diversas.

CONSIDERACIONES FINALES El impulso del conocimiento y la recreación del pasado prehispánico no surgieron en un proceso de inspiración exclusivamente local, sino que fue consecuente con las iniciativas federales desarrolladas en ese ámbito, parti-cularmente en el de la exploración arqueoló-gica atendida por la secretaría del ramo, tal como lo reconoció el acuerdo que dio origen al museo dirigido por Luis Rosado Vega. Este hecho pone de relieve la intervención de ase-sores bien informados que ponían a Carrillo Puerto al corriente de los avances que las ciencias sociales reportaban en México al influjo de diversos factores, entre los que se contaba la ejecución de planes académicos tan ambiciosos como los que la Escuela Inter-nacional de Arqueología y Etnología America-nas encarnó significativamente.

Como podía esperarse, la citada depen-dencia federal tuvo acercamientos con la Asociación Conservadora de los Monumen-tos Arqueológicos de Yucatán, de la que fue-ron integrantes funcionarios del gobierno local y representantes de la sociedad civil, en un canal de interlocución que descartaba ostensiblemente la posibilidad de hacer valer un discurso que ignorase la realidad nacional en aras de una especie de narci-sismo que a su vez hiciese de los procesos regionales el marco de referencia unilateral de sus acciones.

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Con tales antecedentes, resulta imperioso aproximarse al estudio del Yucatán posterior al triunfo de la Revolución de 1910 con en-foques que promuevan una clara conciencia del papel que en ese proceso desempeñaron múltiples factores, algunos de ellos situados más allá de la dinámica interna de la región peninsular.

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DESTILADORES Y COMERCIANTES

DE AGUARDIENTE EN YUCATÁN EN EL SIGLO XIX Guadalupe del C. Cámara Gutiérrez Andreas Koechert Edgar Santiago Pacheco Universidad Autónoma de Yucatán, Mérida

Resumen: El presente artículo tiene como objetivo fundamental plantear el desarrollo de la destilación y el comercio del aguar-diente en Yucatán durante los primeros setenta años del siglo antepasado. Asimismo expone el panorama general sobre la producción de caña de azúcar en Yucatán desde el siglos XVI hasta la década de los 70’s del siglo XIX; las zonas de producción cañera y las zonas de destilación de aguardiente. Se explica la importancia que adquirió en Yucatán el cultivo y procesamiento de la caña de azúcar y que generó profundas transformaciones en la península, que mar-caron la dirección de la economía regional y las presiones políticas y sociales que manifiestan la influencia de esta actividad productiva sobre la organización social del trabajo y sobre la distribución de la tierra. Planteamos las modificaciones que se sus-citaron en Yucatán a partir del movimiento indígena de 1847, no sólo en la política arancelaria, sino también en la distribu-ción de las zonas productoras y destila-doras de aguardiente de caña. Después de la Guerra de Castas, hacia la segunda mitad del siglo XIX, se constituye el desarrollo comercial del aguardiente y sur-gen los grandes comerciantes, grupo pode-roso que se infiltró en los ámbitos econó-mico, social y político de los primeros setenta años del siglo antepasado. Palabras clave: Producción de azúcar, pro-ducción de aguardiente, historia de Yuca-tán, siglos XVI–XIX

En Yucatán se inicia la producción de la caña de azúcar desde el siglo XVI, aunque ésta decayó hacia el siglo XVII, mantenién-dose solamente dos zonas como productoras locales, Mérida y Valladolid. No es sino hasta el siglo XVIII que la producción ca-ñera en Yucatán retoma importancia en las zonas de Tekax, Peto, Tizimin, Espita, Ticul, Izamal y Sotuta, cuyas tierras menos pedre-gosas y con valles fértiles, permitieron el cultivo de la caña de temporal. La produc-ción, principalmente se destinaba para pilon-cillo y aguardiente y no para azúcar.

El modelo yucateco para la implantación del cultivo de la caña de azúcar es tomado del contexto caribeño, de Haití, Puerto Rico y Santo Domingo, pero, sobre todo de Cuba. Desde luego, no podemos establecer compa-raciones entre el desarrollo alcanzado en el caribe y la trascendencia que, para la vida económica, política y social, tuvo el sistema de plantación cañera de éstos y el caso de Yucatán. La aparición del cultivo de caña dulce como uno de los pilares de la econo-mía caribeña es casi inmediata a la coloni-zación y, su desarrollo como empresa pro-ductiva conllevó a la imposición de un sis-tema de plantación esclavista que respondió primero a los intereses de la oligarquía terra-teniente y, posteriormente de la burguesía nacional al servicio de los norteamericanos.

Es necesario aclarar que existieron gran-des diferencias entre el sistema caribeño para la producción e industrialización de la caña de azúcar y su cultivo en Yucatán; estas dife-

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rencias se presentan en las unidades produc-tivas, sistemas de trabajo, relaciones sociales de producción, inversión de capital, infra-estructura, mercado y en general, en el desa-rrollo económico, social, político e ideológico.

En Yucatán la producción de caña de azúcar responde a una dinámica diferente a la caribeña, la propiedad de la tierra desem-peñó un importante papel en el desarrollo del cultivo; los cambios en la política agraria estatal a partir de la primera mitad del siglo XIX posibilitaron y propiciaron la propiedad privada. En este sentido las unidades pro-ductivas para la caña de azúcar estaban representadas por ranchos y haciendas ubi-cadas, sobre todo, en la región sur del estado. El proceso de industrialización de la caña era rudimentario y destinado para la obtención de aguardiente y, en menor escala azúcar. La fuerza de trabajo utilizada provenía de las comunidades indígenas cer-canas. El destino de la producción era para satisfacer un mercado local y regional y, para un sector específico de la población: los indígenas.

Durante el siglo XVIII, Yucatán no per-maneció al margen de la política económica que se desarrollaba con respecto a la pro-ducción de caña de azúcar y especialmente, del aguardiente de caña; siendo afectada la economía yucateca por diversos factores entre los que se encuentra la política fiscal prevaleciente a partir de los Borbones. Al mismo tiempo, los conflictos políticos que se sucedieron en Yucatán hacia la primera mitad del siglo XIX, modificaron las caracte-rísticas de la producción cañera y, por consi-guiente de la destilación de aguardiente.

Para el período colonial, se aprecia en Yucatán una tendencia a estimular la pro-ducción de caña y destilación de aguar-diente, esta situación responde a la lejanía de Yucatán del resto de Nueva España. El aguardiente producido en Yucatán no repre-sentaba competencia para los vinos y licores españoles, puesto que no toda la población tenía acceso a este tipo de bebidas; la po-blación indígena mayoritaria, consumía un licor más barato y de fácil acceso: el aguar-

diente de caña o chinguirito. Las tierras de Yucatán, pedregosas en su mayoría, sola-mente permitían aprovechar, para el cultivo de la caña, algunas zonas con características específicas que eran susceptibles de explo-tación, como terrenos poco pantanosos; este tipo de tierras las encontramos en las regio-nes oriental y sur del actual estado yuca-teco. Elemento que, hasta cierto punto, per-mitía controlar la producción, por parte de las autoridades, y evitar su expansión ilimi-tada, a costa de otros productos agrícolas.

Por tanto, podemos expresar que el cul-tivo y el procesamiento de la caña de azúcar generaron profundas transformaciones en la península, que marcaron la dirección de la economía regional y las presiones políticas y sociales, que manifiestan la influencia de esta actividad productiva sobre la organiza-ción social del trabajo y sobre la distribu-ción de la tierra.

Desde inicios del siglo XIX la historiogra-fía, en general, apunta que el cultivo de la caña de azúcar en Yucatán era considerado importante y comparable, en calidad, al de las Antillas, pero no se contaba con un equipo adecuado para poder elaborar azúcar blanca; por tanto, la mayor parte se conver-tía en panela y aguardiente. Ya a mediados de ese siglo, la zona geográfica donde se ubicaba la producción cañera era la región puuc, tierra fértil y adaptable al cultivo de esta gramínea.

Uno de los aspectos que causó inquietud desde las primeras décadas del siglo XIX, sobre todo entre los productores de caña, fue la constante necesidad de fuerza de tra-bajo, agudizada durante los años que se mantuvo el movimiento armado iniciado en 1847. El gobierno yucateco, se interesó en apoyar a los productores de caña y destila-dores de aguardiente, ante las perspectivas económicas favorables que ofrecían ambas actividades.

En las tres primeras décadas del siglo XIX, el azúcar que se consumía en Yucatán, llegaba proveniente de Córdova, Orizaba y Cuernavaca pertenecientes, los dos primeros al actual estado de Veracruz; y el tercero a

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Morelos. Posteriormente, el comercio de dulce se estableció exclusivamente con La Habana. Hacia 1830, la guerra entre México y España frenó este libre comercio con el Caribe, haciendo necesario establecer modi-ficaciones a las políticas de producción de caña, para fomentar su cultivo.

Cabe recordar que desde 1808, diversos factores continuaban afectando el intercam-bio mercantil yucateco con la metrópoli, a través de Campeche: 1. España era el único abastecedor de mercancías extranjeras; 2. Veracruz y Cuba sus intermediarios y, 3. el sistema de cobro de derechos, de raíz ca-suística, que generaba enormes confusiones. Aunque es indudable que, para la metrópoli, el ramo principal de ingresos al erario lo conformaban los derechos de importación y exportación.

Una constante a lo largo de casi todo el siglo XIX fue la necesidad de fuerza de tra-bajo o quejas de indígenas por malos tratos en el desempeño de sus labores, sobre todo en los períodos más difíciles de inestabilidad política y social, posibilitando la implemen-tación de medidas para intentar la sujeción de ésta. Uno de los mecanismos más soco-rridos por los propietarios fue el endeuda-miento que, para fines del siglo XIX consti-tuyó la vía casi exclusiva para el acasilla-miento.

Uno de los problemas más frecuentes en la cuestión agraria yucateca del siglo XIX, fue la ocupación o invasión de terrenos bal-díos; no solamente para el cultivo de caña de azúcar, sino también para maíz y para la ganadería. Así, los problemas con las tierras uno de los motivos principales de la guerra de castas continuaron, debido a que con este movimiento de 1847, las actividades para la legalización de terrenos o demarca-ción se suspendieron.

Otro de los problemas que enfrentaron los agricultores yucatecos fue la invasión del ganado mayor a las sementeras, provocando la destrucción de las mismas. El Estado a veces manifestó su interés por resolver este problema, emitiendo decretos que obligaban a encerrar al ganado mayor.

Desde 1823, se suscitaron una serie de cambios en las reglamentaciones arancela-rias para producción de caña de azúcar que propiciaron diversas manifestaciones; ya a partir de 1833, se establecieron reglamenta-ciones arancelarias para las recaudaciones sobre destilaciones de aguardiente.

Algunas de las modificaciones arancela-rias relacionadas con caña de azúcar y aguardiente, permitieron la introducción de azúcar y aguardiente sobre todo de la isla de Cuba, contribuyendo a la obtención de re-cursos para el erario público y para abaste-cer de azúcar el mercado local a partir de 1848. Por tanto, el aguardiente o ron haba-nero no desplazó al aguardiente yucateco en el mercado local, sino por el contrario con-tribuyó a la economía estatal al generar impuestos por introducción a la aduana marítima; hecho que suscitó protestas por parte de los destiladores yucatecos que se sintieron afectados económicamente.

La política arancelaria yucateca, basada en la apertura a productos nacionales y extranjeros relacionados con la industria cañera, produjo encontradas opiniones; sin embargo, y esto hay que resaltarlo, posibi-litó la competencia de los productores yuca-tecos –caña de azúcar y aguardiente– en el mercado local, nacional y extranjero, con-tribuyendo al fortalecimiento de la econo-mía yucateca del siglo XIX. Aunque estos cambios generaron protestas por la afecta-ción de intereses particulares.

Para Yucatán, la inestabilidad política originada por la Guerra de Castas de 1847, propició cambios repentinos y constantes en el ramo de impuestos, que tenían como finalidad obtener recursos para financiar la guerra contra los indígenas. Este movi-miento afectó en mayor medida, a los pro-ductores de caña debido a que las zonas más desvastadas fueron las ubicadas en la parte oriental y sur del actual estado de Yucatán, caracterizadas por su producción cañera. Los destiladores y comerciantes de aguardiente, continuaron trabajando en las pequeñas fábricas de aguardiente, supliendo el abastecimiento de caña, con mieles o

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panela provenientes de las zonas de Campe-che y, sobre todo, de El Carmen. Por tanto, durante los años de la guerra de castas, el cultivo de la caña de azúcar en las zonas sur y oriente disminuyó, siendo la franja pobla-cional del suroeste de la Península, repre-sentada por Hecelchakán, Tenabo, Seyba-playa y Villa del Carmen, que desde antes de este movimiento habían estado produciendo caña y destilando licor, quienes suplieron a la zona conflictiva momentáneamente.

El resurgimiento y consolidación de la industria cañera a partir de 1861 y la aper-tura arancelaria a productos nacionales y extranjeros relacionados con ésta, permitió la competencia en el mercado local, nacio-nal y extranjero de azúcar y aguardiente, contribuyendo al fortalecimiento de la eco-nomía yucateca.

El pago de aranceles que los productores de caña y destiladores de aguardiente de-bían abonar por sus ramos respectivos, además de las contribuciones sobre capita-les y derechos de patente, originó el incre-mento de los costos de producción, tanto para el productor como para el destilador, con la consiguiente disminución de sus ga-nancias. Esta situación propició la manifes-tación de sucesivas inconformidades, du-rante todo el siglo XIX.

Los cambios repentinos y constantes en el ramo de impuestos, generaron la afectación de intereses particulares y el establecimiento de grupos poderosos política y económica-mente, que simpatizaban con el gobernante en turno; es decir, que la inestabilidad polí-tica en este período posibilitó el estableci-miento de una relación directa entre una determinada política arancelaria y el gober-nante de ese momento.

Por tanto, cada gobernante apoyó a uno de los dos grupos económicos involucrados, por un lado a los productores de caña, dedi-cados exclusivamente a esta actividad y por el otro, a los destiladores y/o comerciantes de aguardiente. Las políticas arancelarias propiciaban alternativamente el desarrollo y consolidación de estos poderosos grupos. La intención de los gobernantes era la de pro-

teger los productos yucatecos, específica-mente azúcar y aguardiente de la compe-tencia que pudiera existir con los productos cubanos.

Las protestas principalmente provenien-tes de los destiladores y comerciantes de aguardiente no eran, en particular, contra los proveedores de La Habana sino contra la política arancelaria, debido a que el aguar-diente habanero era más barato que el yuca-teco. La diferencia radicaba en los costos de producción: los destiladores cubanos tenían avances tecnológicos significativos en el pro-ceso de destilación; por el contrario, los yucatecos todavía utilizaban alambiques rudimentarios; a la vez que significaba com-petencia en el mercado cautivo de los desti-ladores yucatecos.

Entre los años de 1853 a 1856, las regla-mentaciones arancelarias no sufrieron modi-ficaciones drásticas y continuas; observán-dose una tendencia a mantener un mismo nivel arancelario, tanto estatal como muni-cipal. Esta tendencia del Gobierno y espe-cialmente de la Tesorería, respondía a la conveniencia política y económica de no complicar aún más la ya difícil situación en el estado. Cabe recordar que la guerra de castas todavía no había concluido, y todos los esfuerzos de las autoridades se dirigían hacia terminar por completo con este pro-blema. Por otra parte, consideramos no con-veniente para las autoridades que todos los grupos afectados por determinada política arancelaria –productores de caña destila-dores y/o comerciantes–, se unificaran para protestar o bloquear las reglamentaciones arancelarias puesto que, como se ha mencio-nado, estos grupos contribuían en gran medida a financiar la guerra contra los indí-genas. Asimismo el poder tanto económico como político que ya habían adquirido éstos, podría facilitar la desestabilización del gobierno.

En síntesis, la economía yucateca basada en la producción de caña de azúcar y, sobre todo, en la destilación y comercio de aguar-diente, se desarrolló en el contexto de una política económica no bien definida. Es

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decir, que se desarrollaron enmarcados en un período caracterizado por altibajos políticos y tendencias para la creación de una base se autosuficiencia económica en el estado, pero que afectaron el balance de la política local. En este sentido, la destilación de aguardiente, a pesar de que fue un pro-ducto cuyo volumen de producción fue con-stante, sufrió modificaciones originadas por los conflictos políticos que se sucedieron en el estado, sobre todo a partir de mediados del siglo antepasado, propiciando una serie de acontecimientos que afectaron todos los ámbitos de la vida yucateca.

Esta situación originó, a lo largo de los primeros sesenta años del siglo XIX, una serie de modificaciones, principalmente a la regla-mentación arancelaria para la caña de azúcar y el aguardiente. Cambios que tuvieron la intención de proteger estos productos yucate-cos de la competencia que pudiera existir con productos provenientes de otros lugares pero, sobre todo del Caribe. Sin embargo, los cam-bios repentinos y constantes en el ramo de impuestos propiciaron las protestas de produc-tores de caña y destiladores de aguardiente debido a que se afectaban los intereses parti-culares de estos dos grupos poderosos, política y económicamente.

Durante los primeros setenta años del si-glo XIX, el Estado manifestó preocupación por impulsar lo que ahora podemos enten-der por modernidad. Para los productores de caña y destiladores de aguardiente, el progreso, la modernidad, se traducía al desa-rrollo agrícola que traería como conse-cuencia el crecimiento comercial y el indus-trial; asimismo el tener ciertas concesiones en el pago de arbitrios que les permitiera obtener mayores ganancias y una reglamen-tación que favoreciera el proteccionismo hacia los productos locales, contra los extran-jeros, eran algunos de los elementos por los que abogaban ante el Estado.

La preocupación de los productores de caña, destiladores y/o comerciantes de aguar-diente y del Estado por proteger el surgi-miento, desarrollo y posterior consolidación de la industria cañera en Yucatán, así como

también la intención de aquellos por velar por los intereses particulares, posibilitó el establecimiento de compromisos que adqui-rieron los funcionarios municipales con estos grupos, quienes los adoptaron como sus representantes y servidores ante autori-dades estatales. Este mecanismo político permitió el surgimiento de grupos podero-sos, política y económicamente, vinculados desde luego, a la industria cañera.

Los destiladores que constituyeron el grupo poderoso de la capital yucateca fueron: Ildefonso Gómez, José Cruz Villamil, Roque Milán, los Sres. Rejón e hijos, Faustina Guz-mán, Nicolás Almeida, Anastasio Pinto, José León Ayala y Juan Bautista Ayala; y del pue-blo de Hunucmá, Antonio Menéndez.

En Campeche destacaron Juan Ferreyro, Manuel Herrera, Juan Méndez y José Dolores Pacheco; en Hecelchakán, Mateo Reyes y An-tonio Méndez; y en el pueblo de Tenabo, Miguel Cabrera. En la hacienda Hicil de la Subdelegación de Seybaplaya, Santiago Carpi-zo y en el rancho Sac Mahal, Miguel Díaz Mau-ry; y en la hacienda Yaxkukul, José D. López.

En la zona centro-oriental de Yucatán, en Motul, Manuel Antonio Palma; en Espita Eleuterio Rosado; y en Valladolid Anastasio Castillo.

Para la región sur del estado, en la Villa de Peto, Marcos Duarte; en Ticul, Felipe Peón; y en Tekax, Cirilo Montes de Oca.

Las zonas donde se concentraba la desti-lación de aguardiente comprendía la región sur yucateca –Ticul, Tekax y Peto-; y la cen-tro-oriental: Mérida, Motul, Espita y Vallado-lid. Y por la región campechana las Subde-legaciones de Campeche, Hecelchakán, Villa del Carmen y Seybaplaya.

La fabricación de aguardiente de caña en la primera mitad del siglo XIX, se desarrolló con algunos contratiempos, debido a que es una industria que fabrica un producto co-mercial de gran demanda en la población, sobre todo indígena, y en donde intervienen numerosos factores como: productores de caña de azúcar, destiladores, comerciantes, fuerza de trabajo, infraestructura, capital, aranceles, entre otros.

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DESARROLLO COMERCIAL DEL AGUARDIENTE Como se ha planteado, en la primera mitad del siglo XIX se constituyó un grupo de des-tiladores y/o comerciantes de aguardiente que, a lo largo de ese siglo logró confor-marse como grupo poderoso al insertarse, no solamente en el ámbito económico, sino también en el social y político de los prime-

ros setenta años del siglo XIX. Los intereses y decisiones de este grupo de destiladores y/o comerciantes fueron, sobre todo en los momentos de mayor inestabilidad política, importantes y determinantes para el desa-rrollo y posterior consolidación de la indus-tria y comercio del aguardiente.

El desarrollo comercial del aguardiente, en la primera mitad del siglo XIX, se esta-blece paralelamente al crecimiento y expan-sión de la producción cañera y a la destila-ción de aguardiente. Por lo tanto, las zonas de influencia del comercio de licores se distribuían a través de las zonas sur y cen-

tro-oriental de Yucatán y noreste de Cam-peche. Es decir, se comprendían las pobla-ciones de Tekax, Ticul y Peto, en el sur; Mérida, Motul, Espita y Valladolid, en el centro-oriente; y Campeche, Seybaplaya, Hecelchakán, Calkiní, Tenabo y Villa del Carmen, en el noreste campechano. Estas regiones permitían tener dos vías de acceso hacia los centros urbanos de Mérida y Cam-

peche. En el primer caso, en éste se concen-traba la actividad comercial de la Península; y en el segundo, era el puerto receptor más importante, para las exportaciones e impor-taciones de productos. La primera mitad del siglo XIX es la etapa del surgimiento y desa-rrollo de la destilación de aguardiente, y que comprende de 1821 a 1852. En el mapa 1 pueden observarse las zonas productoras de caña, las destiladoras de aguardiente y las vías de comercialización.

En la segunda etapa de desarrollo de la destilación de aguardiente que comprende de 1853 a 1870, último de los años estudia-

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dos, esta industria se consolida, y su comer-cio se incrementa y diversifica. En este sen-tido, el grupo de pequeños comerciantes, quienes se dedicaban a la venta de licor al menudeo en las poblaciones desde la pri-mera mitad del siglo XIX, permitió la conso-lidación de los comerciantes capitalistas, que eran los que abastecían de aguardiente

a aquellos. Asimismo, en la segunda mitad del siglo XIX, si bien no se identifican nue-vas áreas de influencia del comercio de aguardiente, si se observa una concentra-ción en alguna de éstas, pues numerosas poblaciones se integraron como consumido-ras. En el mapa 2 pueden observarse las modificaciones que sufre el comercio del aguardiente, en la segunda mitad del siglo XIX. La consolidación del grupo de peque-ños comerciantes conformados en la pri-mera mitad del siglo pasado, se propicia con la emisión del decreto del 28 de abril de 1856 que derogó los impuestos sobre desti-laciones de aguardiente, y sujetó el pago al derecho de patente la venta al menudeo de aguardientes, vinos y demás licores espiri-

tuosos. La intención del Gobierno era suplir el derecho impuesto a la destilación por el de patentes para vender al menudeo; sin embargo, para evitar la inconformidad del grupo de pequeños comerciantes, se deter-minó que en compensación por el pago de ese derecho, comprarían a los destiladores más barato el aguardiente, pues éstos ya no

tendrían que pagar el impuesto derogado (Ancona 1882: 324).

LOS GRANDES COMERCIANTES Para el período colonial, los comerciantes no solamente se dedicaban a la compra-venta de las mercancías, sino que también fungían como prestamistas; sin embargo, no invertían su capital en las actividades agrícolas y ganaderas. No obstante, con el paso de las décadas, un comerciante pudo llegar a ser dueño de estancias y tener distintos giros mer-cantiles en la ciudad, o bien dedicarse a desti-lar aguardiente (Zanolli Fabila 1989: 231).

Muchas de las casas comerciales instaladas en Mérida y Campeche en la primera mitad

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del siglo XIX, habían sido fundadas con capi-tales que provenían de la época colonial y de herencia familiar. Zanolli señala que dos eran los principales ramos de mercantilización: la venta de ropa y las tiendas de abarrotes (Zanolli 1989: 280-281). Sin embargo, entre los propietarios de estos dos giros, pudimos identificar a conocidos destiladores y/o comer-ciantes de aguardiente como Manuel José Peón y Juan José Leal; y en el giro de merce-ría a Darío Galera. En la lista de giros indus-triales, Zanolli incluye a las fábricas de aguar-diente, apareciendo como propietarios Juan José Leal y Joaquín García Rejón; especifi-cando que para 1860, Pedro Leal Gamboa, entonces propietario de “El Elefante” hizo de este negocio uno de los más prósperos del estado (Zanolli, 1989: 288.).1 Pero, entre algu-nos de los giros mercantiles destacan Juan Mi-guel Castro, además de los ya citados Peón, Leal, García Rejón y Millán.

En Campeche destacaban hacia media-dos del siglo XIX, los señores del capital y sus familias: Vicente Ferrer, Esteban Pau-llada, Pedro Badía, Venancio Azcue, Juan Repeto, Domingo Trueba, Guillermo Jon-son, Nicanor Montero, Victoriano Nieves, Pedro Requena, Joaquín Gutiérrez y la sociedad Preciat y Gual, formada por Rafael Preciat y Julián Gual (Vadillo 1990: 110). En Villa del Carmen tuvieron sucursales las casas comerciales Gutiérrez, Mac. Gregor, Ferrer, Aubry e Ibarra, al igual que Preciat y Gual y Victoriano Nieves. El comercio de cabotaje regional, fue trabajado por José de la Cruz Domínguez y Juan Ferrer Otero (Vadillo 1990: 111 y 113).

Coincidimos con el planteamiento de Claudio Vadillo en el sentido de que “no fueron los propietarios de las haciendas, ranchos y sitios, sino los comerciantes quie-nes promovieron y usufructuaron las más importantes masas de capital en la región” (Vadillo 1990: 137); es probable que esta misma situación se presentara para Yucatán. Los comerciantes, añade, tejieron con su actividad el mercado regional y generaron los grandes capitales que dinamizaron la economía; “aquellos comerciantes que siendo

propietarios o no de tierras estuvieron meti-dos en el transporte marítimo y en los prés-tamos de dinero, tuvieron garantizada una ganancia global sobre su capital, incluso superior a la de los otros propietarios” (Vadillo 1990: 116).

Así, quienes se dedicaban a la actividad comercial pudieron acumular un capital que les permitió adquirir propiedades urbanas y convertirse en los mayores prestamistas no sólo de particulares, hacendados y comer-ciantes menores, sino también del Estado, sobre todo en los períodos de mayor inesta-bilidad política.

En este sentido, el 26 de abril de 1847, se envió a la Secretaría General de Go-bierno, “la lista nominal de los propietarios y capitalistas, que proporcionaron al R. Ayuntamiento, la cantidad de $10,146.50 y que se destinó al socorro de las tropas que comandó el Jefe Agustín de León”.2 Asi-mismo, el 23 de septiembre de 1858, José D. Villamil, “donó la cantidad de $50.00 pues, no le es posible dar como deseara…sus fincas tienen poco rendimiento y su comer-cio está reducido únicamente a dos tiendas de menudeo”.3

Por otra parte, en la Villa del carmen, los más importantes prestamistas fueron Gutié-rrez y Cía. Con el 54.5% de los préstamos otorgados en 1846, 25% en 1850, 36% 3n 1851, 50% en 1853, 25% 3n 1866 y 16.6% en 1869; y don Victoriano Nieves, que de no prestar nada en 1846, pasó a efectuar el 58% de los préstamos efectuados en 1850, sobre todo para la reconstrucción de edifi-cios devorados por el fuego; al 18% en 1851, el 40% en 1853, el 75% en 1866 y el 66% en 1869 (Vadillo 1990: 116). En 1849, la Sociedad Preciat y Gual era dueña de cuando menos tres canoas: la Nieve, la Ramona y la Dominga; y era la principal comerciante de aguardiente, ladrillos, cacao, cueros de res y venado, café y costales de hilo de henequén (Vadillo 1990: 127).

En 1844, en el Libro Principal de la Aduana Marítima de Sisal,4 se incluyen todos los embarques que llegaron al puertos, desde el 18 de enero hasta el 26 de no-

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viembre; en el documento pudimos detectar que en ese año, quienes recibieron mayor carga relacionada con aguardiente y licores 5 fueron Juan Miguel Castro con 13; Darío Galera con 7; Bernabé Mendiolea y los Sres. Rejón e Hijos, con 6; Manuel José Peón con 5; Joaquín Morales e Ildefonso Gómez, con 4. De éstos destacan como destiladores los Sres. Rejón e Hijos e Ildefonso Gómez; y como comerciantes de aguardiente de caña los mismos señores Rejón, Juan Miguel Cas-tro, Darío Galera y Manuel José Peón.

Hacia 1852, un grupo de reconocido prestigio en la sociedad meridana decimo-nónica fundó una Sociedad Meridana de Agricultura e Industria Rural, con la finali-dad de promover las inversiones en los ramos que señala el título; cada integrante debía contribuir con una donación mínima de $5.00, costo de cada acción. Entre los integrantes podemos señalar a Antonio Rejón, quien compró cuatro acciones, que junto con sus hijos era propietario de desti-ladoras y comerciante; Nicolás Almeida y José Dolores Villamil, quienes adquirieron dos acciones, también conocidos destilado-res meridanos.6

COMERCIANTES Y POLÍTICA Se ha señalado que, el grupo formado por los destiladores y comerciantes de aguar-diente constituyó un grupo poderoso, que se infiltró en los ámbitos económico, social y político de los primeros setenta años del siglo XIX, y cuyos intereses y decisiones fueron, sobre todo en los momentos de ma-yor inestabilidad política, importantes y determinantes para el desarrollo y posterior consolidación de uno de los ramos de la economía yucateca decimonónica: la desti-lación de aguardiente.

En este sentido, la consolidación econó-mica de este grupo, despertó su interés por participar en la vida política; y uno de los organismos de gobierno más cercanos a ellos fueron los Ayuntamientos. Esta situa-ción posibilitaba su cohesión política al par-ticipar en la toma de decisiones importan-

tes, sobre todo económicas, que los involu-craba directa o indirectamente. Así, Vadillo señala que en el Partido del Carmen, “muchos de los grandes y pequeños comer-ciantes más conocidos, fueron alguna vez representantes de la ciudadanía en los ayun-tamientos” (Vadillo 1990: 141).

Sin embargo, no podemos considerar que este grupo fuera homogéneo, desde luego aunque en algunos períodos los unie-ran los intereses económicos comunes, en otros fueron precisamente éstos quienes los dividieron. El interés fundamental y común de los destiladores y/o comerciantes de aguardiente fue contar con políticas arance-larias favorables que les permitiera ampliar el mercado interno y, posteriormente, con-solidarse para intentar su participación en el mercado externo.

Los destiladores y comerciantes yucate-cos que participaron en la política, según Suárez Molina (Suárez Molina 1977: 121–124), como Diputados Comerciales fueron: Manuel José Peón y Bernabé Mendiolea como miembros de la Junta de Diputados de Comercio, entre 1804 y 1857; éste último comerciante, también fue representante comercial entre 1857 y 1881. Juan Miguel Castro, como presidente de la Diputación provincial en 1881.

Por otra parte de Mérida, Darío Galera fue Alcalde en 1840 y Juan José Leal, Sín-dico Procurador 1º y Diputado al II Con-greso Nacional en 1823; Manuel José Peón, Alcalde en 1824 y 1831 (Zanolli Fabila 1989: 321-330). En 1865, el Comisario Imperial de Yucatán recibió la lista de las personas que iban a componer el nuevo Ayuntamiento; entre éstas se encuentran como Presidente, Juan Miguel Castro, y como 6º Regidor, Anselmo Duarte.7

En el ayuntamiento de la Villa del Car-men, Victoriano Nieves fue alcalde en 1841 y responsable de llevar la cuenta municipal en 1841 y 1842; asimismo formó parte del Consejo de Gobierno del Territorio en 1855 (Vadillo 1990: 142).8

La concepción de progreso de los “empre-sarios” agrícolas y el interés por desarrollar la

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agricultura y la industria, no siempre se tra-ducía en la utilización de los avances tecnoló-gicos y en la especialización de la fuerza de trabajo, que permitieran obtener menos costos de producción, sino en mecanismos como la sobreexplotación de la mano de obra indígena, en su mayoría, y la obtención de reglamenta-ciones arancelarias preferenciales que facilita-rían el enriquecimiento personal y el acceso a las esferas políticas.

Dos ejemplos de esta situación se obser-van, primero con respecto a la utilización de avances tecnológicos, tal es el caso de Juan José Duarte, cañero y destilador de Tekax, quien se dedicó al cultivo de la caña dulce en la Sierra del estado de Yucatán, y se reconocía su decidido empeño, demostrado a través de los adelantos adquiridos en la elaboración de azúcar y panela, porque él fue el primero en establecer los hornos de reverbero, para favorecer a sus coagricultores del sur.

En segundo ejemplo, correspondiente a menores aranceles, se refiere a un proyecto de reducción del impuesto al aguardiente, que solicitaron los propietarios de oriente y sur del estado, y quienes esperaban que la corporación municipal, atendiendo al interés y prosperidad del país, apoyara esa moción ante el Ejecutivo.

En síntesis, la fabricación de aguardiente de caña en la primera mitad del siglo XIX, se desarrolló con algunos contratiempos. Esta situación se debe a las características propias de un producto comercial de gran demanda en la población, sobre todo indí-gena; y al mismo tiempo, en su elaboración intervienen numerosos factores como: pro-ductores de caña de azúcar, destiladores, comerciantes, fuerza de trabajo, infraestruc-tura, capital, aranceles. Las dificultades más importantes encontradas en la primera mitad del siglo XIX, se relacionaron con la obten-ción y/o disminución de ganancias, de algu-nos de los grupos poderosos política y eco-nómicamente, que simpatizaban con el gobernante yucateco en turno. Esta situa-ción se evidenció más claramente, durante los años posteriores al inicio de la Guerra de Castas, caracterizados por la inestabilidad

política. Las políticas arancelarias propicia-ron alternativamente el desarrollo y consoli-dación de estos poderosos grupos.

Podemos señalar que en el ramo de des-tilación de aguardiente, se observa una etapa de surgimiento y desarrollo de esta industria que comprende de 1821 a 1852; etapa caracterizada por el apego casi estricto a las disposiciones arancelarias, ubicación inamovible de zonas destiladoras, expansión del comercio del aguardiente; y conforma-ción de un grupo de destiladores. Esta etapa se circunscribe en una reglamentación aran-celaria hasta cierto punto flexible, que permitió el desarrollo de la industria y, hasta antes de 1852 la protegió, controlando la introducción de dulces extranjeros al estado. Los destiladores, por su parte, acataron las disposiciones arancelarias porque en gran medida, no les afectaron económica y políti-camente, permitiéndoles incluso, su conso-lidación como grupo poderoso.

La segunda etapa, de 1853 a 1870, es el período de consolidación y expansión de la destilación, y de crecimiento y diversificación del comercio del aguardiente. En el primer caso, no se registraron nuevos destiladores; pero en el segundo surgen, a la par con la consolidación de los comerciantes capitalistas, los pequeños comerciantes, quienes se dedi-caban a la venta de licor al menudeo en las poblaciones. Asimismo, el área de influencia de las vías de comercialización, identificada para la primera mitad del XIX, se concentró, al abarcar un mayor número de poblaciones que se integraron como consumidores.

Por otra parte, la concepción de pro-greso de los “empresarios” agrícolas y el interés por desarrollar la agricultura y la industria, no siempre se traducía en la utili-zación de los avances tecnológicos y en la especialización de la fuerza de trabajo, que permitieran obtener menores costos de pro-ducción; entre los mecanismos utilizados se encuentra la sobreexplotación de la mano de obra indígena, en su mayoría, y la obten-ción de reglamentaciones arancelarias pre-ferenciales que facilitarían el enriquecimiento personal y el acceso a las esferas políticas.

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Por tanto, el grupo formado por los desti-ladores y comerciantes de aguardiente, con-stituyó un grupo poderoso que se infiltró en los ámbitos económico, social y político de los primeros setenta años del siglo XIX, y cuyos intereses y decisiones fueron, sobre todo en los momentos de mayor inestabilidad política, importantes y determinantes para el desarrollo y posterior consolidación de este ramo de la economía yucateca decimonónica.

NOTAS 1. Cabe aclarar que, para 1859 en el intestado

de doña Fermina Arjona, esposa de Roque Milán, conocido destilador y comerciante meridano, aparece el inventario y balance de El Elefante, en copropiedad de éste y Este-ban Martínez. AGEY, Justicia, Caja 60, 1859.

2. AGEY. Poder Ejecutivo, Gobernación, “Lista de prestamistas al Ayuntamiento”, Caja 26, 1847.

3. AGEY. Poder Ejecutivo, Gobernación, “Dona-tivo”, Caja 78, 1858.

4. Biblioteca Manuel Cepeda Peraza, Sección Crescencio Carrillo y Ancona. Libro principal para los asientos del Alcalde de esta Aduana Marítima de Sisal, correspondiente al año civil de 1844.

5. Los licores que se registraron fueron aguar-diente, vino en sus diferentes presentaciones: seco, tinto, dulce, moscatel, jerez, oporto; ginebra, cerveza, cerveza blanca, brandi, anís y sidra. Además de artículos relacionados con la destilación de aguardiente como caña, cal-deros de cobre, alambiques, bocoyes, pailas de hierro y de cobre y cucharones de cobre. Asimismo, objetos que se utilizaban para el envasado de aguardiente como garrafones vacíos, barriles, botellas vacías, tapas de cor-cho y tapas de botella.

6. AGEY. Poder Ejecutivo, Gobernación, “Rela-ción de los Individuos de la Sociedad Meri-dana”, Caja 52, 1852.

7. AGEY. Poder Ejecutivo, Gobernación, “Lista de personas que componen el nuevo Ayun-tamiento”, Caja 106, 1865.

8. Información obtenida en el AMCC, Relación de las Cuentas de Fondos Municipales de la Villa del Carmen, 1850; y en Álvarez, Fran-

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DE LA DEPORTACIÓN A LAS MILICIAS

ACTIVAS DE YUCATÁN –LOS YAQUIS Y

EL BATALLÓN CEPEDA PERAZA– Raquel Padilla Ramos Centro INAH Sonora, Hermosillo

Resumen: La guerra y la deportación de los yaquis son dos asuntos a los que la historiografía empezó a poner atención recientemente, pero aún faltan muchas incógnitas por despejar que ayudarían a alcanzar una mejor comprensión sobre los procesos de diáspora y expulsión étnica. Este artículo, a través del análisis del papel desempeñado en las milicias activas por los yaquis expulsos a la península de Yucatán, intenta poner de manifiesto cómo un pueblo bajo condiciones de deportación, establece negociaciones y componendas con el grupo de poder, para garantizar su supervivencia física y cultural. Palabras clave: Yaquis, etnohistoria, Yuca-tán, Sonora, deportación, Batallón Cepeda Peraza

INTRODUCCIÓN El artículo que ocupa estas páginas aborda el proceso histórico mediante el cual miles de yaquis llegaron a la península de Yucatán a principios del siglo XX. Básicamente, mi intención es explicar cómo se dio esta situa-ción (que se había mantenido en el oscuran-tismo historiográfico, posiblemente por el dolor que representa y la vergüenza que significa y no por la dificultad de encontrar las fuentes adecuadas), así como destacar la forma en que este grupo étnico, bajo la nueva situación de destierro, supo aprove-char coyunturas que se le presentaron en el exilio para mejorar su condición económica

y lograr un ascenso de estatus. Particular-mente, este trabajo toca las representacio-nes, soterradas o explícitas, de resistencia y negociación que sostuvieron los yaquis, indí-genas del estado de Sonora, con el grupo dominante de Yucatán en 1911.1

Mucho se ha discutido acerca del con-cepto resistencia en el argot antropológico. Desde mi punto de vista, es muy desafortu-nado que se debata sobre su existencia, y no lo concerniente a una definición operativa para la investigación social y humanística. No obstante, hay aportaciones relevantes en este sentido, como la del historiador inglés Edward Thompson con su concepto de “economía moral” y más recientemente, la de James C. Scott, propuesta en su libro Los dominados y el arte de la resistencia (2000). Resistir, en el caso que aquí abordaremos, no es sinónimo de aguantar, tolerar o sufrir. Resistencia es una actitud grupal –aunque también puede ser individual–, consensuada de manera tácita o manifiesta, y reactiva a elementos ajenos que pueden o no ser vio-lentos, al igual que su forma de expresarse. De la resistencia se puede además obtener ganancias, pues muchas veces lleva a sus protagonistas (subalternos y dominantes) a pactar, transar o negociar.

Existen dos niveles de resistencia: La ac-tiva, que consiste en enfrentar o atacar al sistema de manera abierta; y la pasiva, que se esconde en el anonimato y la conformi-dad aparente; es ventajosa y oportunista, ya que se utiliza para realizar un acomodo dentro del mismo sistema de dominación al que se está resistiendo (Scott 2000), aunque

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suene paradójico. Pues bien, el proceso his-tórico que presento en este artículo, tiene que ver con esta última clase de resistencia.

Es prudente señalar que los yaquis con-forman un grupo étnico del sur del estado de Sonora, hablante de lengua cahita de la familia yuto–azteca (Moctezuma 2001). Actualmente, la comunidad yaqui está com-puesta por cerca de 40,000 personas, entre los que habitan los ocho pueblos históricos situados en el valle del Yaqui, en las márge-nes del río del mismo nombre; los de la ciudad de Hermosillo y los que emigraron a Arizona, Estados Unidos, a fines del siglo XIX, huyendo de la guerra. Así, es necesario remontarnos a las últimas décadas de esta centuria, cuando se desató la conflagración entre los yaquis y el gobierno federal por la defensa étnica de la Tierra y Autonomía.

GUERRA DEL YAQUI Esta guerra también es conocida como “lu-cha secular”, por su larga duración y lo difícil que es definir su principio y su final, ya que se caracterizó por la aparición de brotes rebeldes intermitentes desde las primeras décadas del siglo XIX hasta los albores del XX. En la segunda mitad de la centuria de-cimonona, la lucha por parte de los yaquis estuvo encabezada por José María Leyva (Cajeme), que aglutinó en torno a su figura a todos los yaquis del Río (y aun los mayos, vecinos geográficos y culturales) y logró con-formar un ejército bien organizado, cuyas armas eran carabinas y rifles, arcos y flechas (AGN (FMGR)/Vol.49/Fojas 00336, 00337 y 00338: 1908.).

Con Cajeme los yaquis mantuvieron de cierto modo cercado su territorio, al que los yoris (blancos o no yaquis en lengua cahita) no podían penetrar sin pago y consenti-miento previo. Igual sucedía con los lanche-ros que deseaban transitar por el río Yaqui. Cajeme “(….) se ha contentado con mante-ner independiente el territorio que queda expresado, oponiéndose a mano armada a que la acción del gobierno se haga sentir de ninguna manera sobre aquellos indios(…)”,

decía en su informe de gobierno el general Luis E. Torres, en 1884 (Troncoso 1982: 102).2 Fue en este tiempo cuando los yaquis pudieron ejercer un mayor control cultural y político, similar tal vez al que vivieron en tiempos de las misiones jesuitas.3 Empero, el líder (“cabecilla” se decía despectivamente entonces) fue aprehendido en Guaymas en 1887 y pasado por las armas en Tres Cru-ces, cerca de Cócorit, pueblo yaqui (Aguilar 1986).

Con la muerte de Cajeme el desánimo cayó sobre los yaquis y aquel ejército firme y cohesionado se disgregó. Poco después surgió la figura de Juan Maldonado (Teta-biate), que encabezó la siguiente etapa de la guerra, llevada a cabo como guerrilla (Padi-lla 2002a). Su desempeño como jefe yaqui es aún valorado por los miembros de la et-nia, que visitan de vez en cuando su tumba, situada al pie del viejo cuartel federal de la

Foto: Tumba del líder yaqui Juan Maldonado Texto de epitafio: “Tumba del líder yaqui Juan Maldonado,Tetabiate, en la sierra del Bacatete” Foto: Raquel Padilla 2005

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sierra del Bacatete (ver foto). Después de que Tetabiate falleció en 1901, la táctica bélica que siguieron los yaquis fue el pillaje, los asesinatos y el merodeo (Padilla 2002a).

Los años de combate tuvieron en los albores del siglo XX un drástico cambio. Según el coronel Francisco P. Troncoso sólo tres medidas gubernamentales podían esta-blecer el “orden y progreso” en el estado de Sonora, pero implicaban colateralmente la desaparición de los yaquis: La deportación a tierras lejanas, el exterminio total y la colo-nización de sus tierras (Troncoso 1982). De estos tres puntos, el primero será materia sucinta del presente artículo, así como los prolegómenos de la “repatriación”, que se volvió posible gracias a la participación ya-qui en el batallón Cepeda Peraza de Yucatán (Padilla 2002b), llamado así por el general Manuel Cepeda Peraza, prócer de la Refor-ma en Yucatán y fundador de lo que es hoy la Universidad de Yucatán.

LAS PRIMERAS DEPORTADAS Producto de la guerra –en su etapa de guerrilla fue la captura y deportación de gran cantidad de indios a los estados de la península de Yucatán. Fueron más de seis mil los desterrados, tanto sublevados como pacíficos (Padilla 1995). Particularmente, la deportación a Yucatán inició en 1900, a raíz del combate del Mazocoba, cañón situado en la sierra del Bacatete, en Sonora. Este enfrentamiento, suscitado en el mes de enero, arrojó como saldo un número de aproximadamente cuatrocientos varones yaquis muertos en batalla. Por ende, las viu-das y huérfanos quedaron vulnerables y con-formaron las primeras “remesas”4 de expa-triados (Balbás 1985 [1927]). El hecho de que se aprehendiera y cautivara a las muje-res, también es un posible indicador de que el ejército pretendía utilizarlas como car-nada para obligar a los hombres sobrevivien-tes a regresar por ellas. Existen más explica-ciones respecto a la susceptibilidad de las féminas yaquis (Ramírez 2005).

Las primeras deportadas arribaron a la hacienda Tankuché, en el estado de Campe-che. La finca era propiedad de doña María Jesús Peón de Peón y la administraba su yerno, Manuel Arrigunaga y Gutiérrez (Padi-lla 1995):

“Acaba de celebrarse en la capital de la República un contrato, en cuya facción intervinieron el Sr. Ministro de Fomento y el Sr. Ingeniero D. Manuel de Arrigu-naga y Gutiérrez, radicado en esta ciu-dad... El contrato referido tiene por objeto, y como principal punto de mira, propor-cionar trabajo en las haciendas de los dos Estados de nuestra Península, á los indios yaquis que han caído ó caigan prisioneros en la campaña de pacifica-ción que el Gobierno se ha visto obli-gado á emprender á causa de la actitud hostil asumida... Han llegado ya 250 personas... que se han instalado en la Hacienda Tankuché situada en el Estado de Campeche” (LRM, 7/jun/1900: 1, 2).

La suerte que corrieron estas yaquis fue descrita con las siguientes palabras por la señora Petronila Cuculai, hija de una de las mujeres deportadas a Tankuché: “esclavitud, cástigo y sufrimiento”.5 En la conversación que sostuve con esta señora, me informó que de las 300 yaquis desterradas, muchas murieron en breve. De acuerdo a La Revista de Mérida, llegaron a Tankuché 250 mujeres y el censo de octubre de ese año nos dice que quedaban en la hacienda 208 personas originarias de Sonora, de los cuales 47 eran hombres y 161 mujeres. Es pertinente su-poner que, entre los varones, algunos o mu-chos fueran niños.

En cambio, el censo de todo el estado de Campeche de 1895, esto es cinco años antes, reporta que sólo había dos hombres y una mujer sonorenses en toda la entidad. Uno de ellos vivía en Campeche de Baranda y el otro en ciudad del Carmen (AGEC: 1895.). De acuerdo al contraste de ambos censos, tenemos que de 1895 a 1900, años en que la tendencia poblacional no era pre-

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cisamente a la alta, Tankuché vio aumentar el número de sus habitantes en 266, es de-cir, ¡un 49.8%! El impacto demográfico por el arribo de yaquis debió representar un gran problema social y sanitario.

Ahora bien, es oportuno advertir que el censo de 1900 se levantó en octubre. Es entonces posible que las yaquis radicasen en Tankuché desde cuatro meses atrás. Si tomamos en cuenta las palabras de doña Petronila, entonces también es probable que en ese lapso ya muchas (o al menos algu-nas) yaquis hubiesen fallecido. Pudieron ser entonces 300 las mujeres deportadas, como lo señaló la señora Cuculai, y para el mes de octubre ya la población de yaquis se habría reducido en un 30.7%. Si me detuve a hab-lar de porcentajes y números fue para brin-dar al lector la oportunidad de hacerse una idea cuantitativa de lo que ocurrió con los yaquis en la Península. Para objeto de este artículo, Tankuché es un solo caso, pero sin duda es ilustra-tivo.

Doña Petronila me narró que su madre sobrevivió muchos años a la expulsión debido a que pronto, pese a su viudez y juventud, se casó con un maya llamado Nazario.6 Para las mujeres yaquis depor-tadas, el hecho de tener compañero las eximía del trabajo duro en los heneque-nales. Las que no pu-dieron hacer el orgullo étnico a un lado, tuvieron que trabajar como hombres en el corte de hojas de henequén (Holden 1982), como lo demuestra la siguiente cita, obtenida de La Revista de Mérida:

“Ahora bien, estas mujeres, atendiendo á los informes exactos que poseemos, podemos asegurar á nuestros lectores

que, para ciertos trabajos de campo, son casi tan fuertes y animosas como los varones. Entre las que se encuentran actual-mente en la citada finca [se refiere a Tankuché], las hay que hacen diaria-mente hasta dos mecates de chapeo (trabajo á que principalmente se les ha dedicado) en planteles de hene-quén” (LRM, 7/jun/1900, Año XXXII, Núm. 4067: 1, 2 (itálicas son del original).

EL NORTE: CÓMPLICE La sistematización de los enfrentamientos bélicos de los yaquis con el ejército federal, se mantuvieron más o menos dentro de los límites del valle del Yaqui; pero después de la captura y fusilamiento de Cajeme, los rebeldes se dispersaron por todo el estado de

Sonora, llegando inclu-sive a los distritos más norteños como el de Arizpe, el de Altar o el de Magdalena (AGN: FMGR/V.47/00339–40 y 00356:1908 y AGN: FMGR/V.48/F.0038

3 y 00384:1908) (ver mapa).7

La diáspora yaqui buscó allende la fron-tera, en el territorio de Arizona, el apoyo del gobierno y la ciudada-nía estadounidenses, que en eso de defen-der derechos humanos ajenos siempre se han pintado solos.

No faltaron casos en Arizona de yaquis que incursionaban a ese territorio (aún no se erigía como entidad federativa de la Unión Americana) y que eran asilados y protegidos por las leyes de aquel país (ADS, viernes 1/May/1908, Vol. XLII, Núm. 305: 2 (traducción libre). La prensa arizonense frecuentemente, casi de

Mapa: Distritos con mayor población yaquis

Dibujo por Raquel Padilla 2006

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manera cotidiana, cubría notas sobre la guerra del Yaqui y la deportación, dejando entrever que la posición del Tío Sam era la de defender a los perseguidos, aun a pesar de que en más de una ocasión los alzados llegaron a asaltar caravanas de mineros o inversionistas estadounidenses en el estado de Sonora (Padilla & Tonella 1997).

Pero los “refugiados” sabían que estaban en el lugar idóneo para obtener armas y parque (Padilla & Tonella 1997). Fue éste, pues, un éxodo “forzadamente voluntario” que permitió a los yaquis adquirir arma-mento y pertrechos de guerra con la ayuda de sus congéneres emigrados hacia el Norte. En pocos años el gobierno federal idearía, basado en prácticas anteriores como la de expulsar mayas a la isla de Cuba a mediados del siglo XIX (Betancourt & Sierra 1989: 250), la deportación masiva de indios yaquis a Yucatán, considerado entonces como la Siberia de México (Turner 1989 [1911]).

De la gran diáspora yaqui, ningún des-tino fue más cruel e ignominioso que el de la península de Yucatán. Allí los yaquis fue-ron confinados a laborar en prósperas haciendas henequeneras, con la calidad de prisioneros de guerra, tal como lo señaló La Revista de Mérida cuando arribó el grupo de mujeres. Hay registros también de yaquis trabajando en ranchos salineros y cocoteros, en plantaciones chicleras y en ingenios azu-careros.8 Los propietarios de estas fincas eran importantes empresarios agrícolas y hombres de la política estatal y/o nacional como Olegario y Augusto L. Peón, por men-cionar sólo algunos (Padilla 1995).

EL SUR: PRISIÓN DE GUERRA Desde lo político, la maniobra de deporta-ción de yaquis fue orquestada desde el Cen-tro. Para el gobierno federal no fue difícil seleccionar el punto de destino de los depor-tados. Yucatán figuraba en la economía internacional debido a la vasta producción de henequén y la carencia de brazos para trabajarlo; y en la política nacional a través del ingeniero Olegario Molina, gobernador

de Yucatán con licencia, sin duda el princi-pal hacendado henequenero y, por si fuera poco, ministro de Fomento a partir de 1906. Molina conocía de cerca al general Luis Emeterio Torres, jefe de la I Zona Militar, cuya sede era Tórim, uno de los ocho pue-blos yaquis. Las relaciones de estos dos per-sonajes databan de 1897, cuando el militar viajó a Yucatán, comisionado por el presi-dente Porfirio Díaz, para ayudarlo en la selección del candidato a gobernador de Yucatán para el siguiente cuatrienio (Padilla 1995).9

Durante su estadía en Yucatán, Luis To-rres se percató de la situación del campo peninsular y de la necesidad de mano de obra para el corte de pencas de henequén. Fue así como se gestó la política de depor-tación de yaquis a Yucatán, que inició unos años después, como ya ha quedado asen-tado, apoyada por el gobierno federal. En la silla vicepresidencial estaba aposentado Ramón Corral, ex gobernador de Sonora y también ex secretario de Gobernación. Su amistad con el general Torres se inició desde sus mocedades en Sonora.

El gobierno de este entidad dio en 1908 la orden terminante de capturar a todos los yaquis (AGN: FMGR/Vol.48/F.00198: 1908), fuesen alzados o pacíficos, broncos o man-sos, categorías que eran empleadas por las autoridades civiles y militares para referirse a ellos. La expulsión inició en 1900 pero se intensificó en 1908, debido a la orden emi-tida. Como resultado, se logró la captura y el traslado de cientos de yaquis a la tierra del Mayab, de manera que en 1909, había en ella al menos 6,432 yaquis (Padilla 1995), cantidad que pudo irse incrementando hasta el estallido de la Revolución Mexicana.

A partir de su arribo a suelo peninsular y después de pasar la cuarentena debida, por causa de la aparición de brotes de viruela (LRM, 19/mar/1908, Año XL, Núm. 6403: 3), los deportados eran distribuidos en planta-ciones henequeneras, cuyos propietarios habían pagado un precio por tenerlos a su servicio, suma que posiblemente se usó para los gastos de transportación. El periodista

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norteamericano, John Kenneth Turner, seña-la que la cifra pagada por el traslado de cada yaqui era de 65 pesos, pero también afirma que en el mercado negro de Yucatán, podían alcanzar un valor de hasta 400 pesos. (Turner 1989 [1911]). La estadía yaqui en la península de Yucatán estuvo enmarcada por cuadros de disgregación familiar, mortandad –en especial infantil–, depresión, suicidios, trabajo excesivo, mal-tratos10 y repudio étnico o discriminación. Sin embargo, mil novecientos once significó un cambio radical,11 como se verá en los próximos apartados.

LA REVOLUCIÓN MADERISTA En mayo de 1911, gracias al triunfo de la revolución maderista, el barco Ipiranga llevó rumbo al exilio al viejo dictador Porfirio Díaz. Este movimiento se expresó de distin-tas formas en la diversidad de la Nación; en Yucatán, lo hizo básicamente a través de la figura política de José María Pino Suárez, que se encargó del gobierno estatal en cali-dad de interino. Un mes después del ascenso de Pino, los yaquis fueron “libera-dos” de la “esclavitud” y muchos, más de mil, fueron concentrados en Mérida en espera de un próximo aviso de repatriación (LRM: dom/16/jul/1911, Año XLIII, Núm. 7439: 2).

Aquí hago un paréntesis para explicar el por qué del abuso de las comillas: A lo largo de este trabajo, he hecho referencia a cier-tos conceptos que pueden ser cuestionables. Por ejemplo, en el caso de “liberación” o “libertad”, uso estos signos para dejar entre-ver que fue muy relativa, puesto que a los yaquis se les permitió salir de las haciendas para re–confinarlos en campamentos y enlis-tarlos en la milicia. Esclavitud, por su parte, es el término que usan los yaquis para refe-rirse a las condiciones que prevalecieron en los campos henequeneros, pero en teoría la esclavitud no estaba (ni está) permitida en México desde la época de la Independencia. El caso de la palabra “repatriación” será explicado en nota al pie de página posterior.

Hecha la aclaración procedo a quitar este recurso de aquí en adelante.

El señor Gerardo Manzanilla, a la sazón Tesorero General del Estado, ofreció su quinta (¿o rentó?) situada en la esquina de “El Hueso”12 en la calle 59–A en el poniente de la Ciudad, para que sirviera como cam-pamento de los yaquis recientemente libe-rados (LRM: jue/20/jul/1911, Año XLIII, Núm. 7442: 2). Aquí cabe preguntar ¿qué intereses podía tener el Tesorero en dar cobijo altruista a los ex–prisioneros de gue-rra?, ¿cómo fue el proceso mediante el cual se les liberó del trabajo en los henequena-les?, ¿quiénes estaban detrás de la libera-ción? Particularmente, un hombre cambió la suerte de los yaquis y ése era Tomás Pérez Ponce.

Los estudiosos de la Revolución en Yuca-tán saben quién fue Pérez Ponce, pero en cambio, su recuerdo prácticamente se ha esfumado de la memoria de los yucatecos, a no ser por una avenida de regular importan-cia que lleva su nombre. La vida y trayecto-ria de Tomás Pérez Ponce está resumida en el Diccionario Histórico y Biográfico de la Revolución Mexicana (s.f., Estado/Secc. Internacional: Yucatán, Match 17,764 (CD)) y no ha faltado historiador que lo califique como un exacerbado oportunista (Menéndez 1995), pasando por alto que ésa es una de las características primordiales de todo hom-bre que se mueve en el medio de la política. En síntesis podemos decir que Tomás era periodista y abogado, reconocido en la época como anarquista y como líder obrero y campesino. Respecto a su anarquismo, personalmente no he encontrado indicios, ni en sus actuaciones ni en su discurso escrito, que me lleven a etiquetarlo de esa forma o como miembro adscrito a alguna otra doc-trina; sin embargo, sí tenía una personalidad fuerte, era también un “agitador social” y poseía cierto “arrastre” entre las masas obreras y campesinas.

Ciertamente, Pérez Ponce se movía de un bando a otro con una facilidad inusitada. En los albores del triunfo revolucionario lo veremos aparejado del pinismo, y con su

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calidad de pinista, se presentó a mediados de 1911 en algunas haciendas henequeneras para decir a los yaquis que ya eran libres y que pronto arribaría a Progreso un buque de guerra que los llevaría de regreso a su hogar (LRM: dom/16/jul/1911, Año XLIII, Núm. 7439: 2). Para tal efecto, tendrían que con-centrarse en Mérida donde recibirían el aviso oportuno. Fue así como los yaquis se hospedaron en la quinta de Manzanilla, amigo personal de Pino Suárez.

LA FÓRMULA MADERO – PINO SUÁREZ En septiembre de 1911 se verificaron elec-ciones para gobernador del estado de Yuca-tán. Por esta razón, Pino Suárez renunció al interinato que ocupaba en el Ejecutivo, con miras de alcanzar la primera magistratura constitucional (LRM: mar/8/ago/1911, Año XLIII, Núm. 7458: 2). Su candidatura, pese a ser respaldada por el Partido Nacional Antirreeleccionista, que postuló a Madero para la presidencia de la República, no fue bien recibida por los yucatecos. Éstos tenían en Delio Moreno Cantón a su candidato favorito, no sólo porque era auténticamente yucateco (Pino era tabasqueño), sin también porque había sido vencido fraudulentamente en los comicios de 1909 por Enrique Muñoz Arístegui, aliado de Olegario Molina (DHBRM, Estado/Secc. Internacional: Yucatán, Match 17, 686, (CD)).

La impopularidad de José María Pino Suárez provenía de su no–origen geográfico (el problema no era que fuese tabasqueño, sino que no fuese yucateco) y de la forma como surgió su candidatura, impuesta prác-ticamente por Gustavo Madero a su her-mano Francisco. Como sabemos, poco des-pués los Madero ofrecieron a Pino Suárez la vicepresidencia de la República. En este orden de cosas, el candidato Antirreeleccio-nista tenía que hacerse de recursos huma-nos para aumentar su popularidad e incre-mentar el contingente de seguidores. Los yaquis que “pululaban” en Mérida venían pues, como anillo al dedo. El verbo “pulu-lar”, por cierto, fue utilizado por La Revista

de Mérida para referirse a los movimientos de los yaquis durante su estancia en Mérida (LRM: miér/19 /jul/1911, Año XLIII, Núm. 7441: 2). Independientemente del trasfondo económico y político que hay detrás de la molestia del rotativo por la presencia de tanto yaqui en la capital yucateca, subyace también un problema “racial” o étnico, que queda reflejado en el uso de este verbo que, según el Diccionario Larousse, significa “multiplicarse los insectos”.

Para dar legalidad al trabajo proselitista de los indios sonorenses a favor de la causa pino–maderista, a más de cien se les dio de alta en el batallón Cepeda Peraza (LRM: mar/5/sep/1911, Año XLIII, Núm. 7482: 2 y AGEY :Poder Ejecutivo/C. 768, Milicia: 1911) el 5 de septiembre de 1911, es decir, apenas un par de meses después de haber sido liberados. Este organismo militar había sido creado por decreto poco tiempo atrás por el último gobernador porfirista de Yuca-tán, el general Luis del Carmen Curiel. El decreto estipulaba la conformación del bata-llón de milicia activa Cepeda Paraza (AGEY :Poder Ejecutivo/C. 733/Gobernación: 1911), en vista de “(...) haber ciertas alteraciones del orden público en algunos puntos del Estado” (AGEY :Poder Ejecutivo/C. 733/ Gobernación: 1911).

En su Léxico Histórico Militar, Leopoldo Martínez define de este modo a la milicia activa:

“Tenía por objeto servir de reserva y aumentar la fuerza del ejército perma-nente. Dependía directamente de los gobiernos de los estados. No estaban acuartelados y solamente eran llamados cuando se requerían, por consiguiente, su adiestramiento dejaba mucho que desear. Tenían los mismos fueros y, en ocasiones, los mismos uniformes que el Ejército Permanente. A mediados del siglo XIX se le comenzó a llamar Guardia Nacional. Su organización tam-bién corría por cuenta de los gobiernos de los estados” (Martínez 1990: 79).

Es importante destacar que el cuerpo militar que se creó con los yaquis cumplía a la

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perfección con la definición dada. El único enunciado que no concuerda es el que señala que desde mediados del siglo XIX se le llamó Guardia Nacional, concepto que sí se utilizaba en otros lugares de la República. El ejecutivo yucateco (Curiel) inicialmente asignó al bata-llón Cepeda Peraza una suma de $200,000 pesos anuales para su organización y sosteni-miento, y lo conformó al principio “...en pie de paz pudiendo luego elevarse á pie de guerra con la dotación respectiva en este caso” (DY, miér/22/mar/1911, Año V, Núm. 1263 (mañana): 1). Huelga añadir que un batallón podía tener hasta 500 hombres y que en el Porfiriato las armas que usaban eran máuseres calibre 7 mm, con cargadores de cinco cartuchos cada uno (Martínez 1990).

Después de la renuncia de José María Pino Suárez al gobierno interino de Yucatán, arribó como mandatario sustituto el señor Jesús L. González (LRM, dom/6/ago/1911, Año XLIII, Núm. 7457: 2), que fue enviado por la revolución triunfante para brindar apoyo absoluto a la candidatura de aquél. Su paso por el gobierno estatal fue efímero, pero sentó las bases para impulsar al tabas-queño (Padilla 2002b). Así, con la aproba-ción total de la cúpula revolucionaria, Pino Suárez echó mano del incipiente pero opor-tuno recurso bélico que significaba el Cepeda Peraza, para ayudarse en la difícil campaña electoral.

LOS ACARREADOS Hasta aquí hemos visto cómo los yaquis fueron utilizados por el grupo de poder yu-cateco en 1911. La voz pasiva en la que están construidas mis oraciones,13 nos da una idea de cuál era la actitud asumida por los deportados, y de quiénes llevaban la batuta en este asunto. Sin embargo, a pesar de su tutelaje, los yaquis aprovecharon la oportu-nidad que se les presentó para inmiscuirse en la milicia de Yucatán, desde donde demostra-ron su inconformidad y sacaron a relucir el rencor guardado por los años de destierro.

En septiembre, Madero, el “Apóstol de la Democracia”, acompañado por su esposa y

una amplia comitiva, realizó una gira por el Sureste. Uno de los diarios peninsulares más importantes, La Revista de Mérida, que pro-movía la candidatura de Delio Moreno Can-tón, se encargó de difundir las anomalías de la campaña electoral de Madero y Pino Suá-rez, en especial lo relativo al desempeño de los yaquis. Éstos, armados con cuchillos y otras armas blancas, amedrentaron a los morenistas que presenciaron los mítines de la fórmula antirreeleccionista:

“Después de las once, y en espera de la llegada del tren que conducía al señor Madero y á su comitiva, se presentaron en las calles adyacentes á la estación, unos cuatrocientos jornaleros yaquis, encabezados por Valentín Carrillo y comandados por el capitán de ellos Lau-reano Vacasegua [Bacasegua]. Todos armados con cuchillos, llevando ade-más, algunos, palos y varillas de hierro otros” (LRM, dom/8/sep/1911, Año XLIII, Núm. 7487: 5).

El papel proselitista que jugaron los sono-renses como acarreados y grupo de choque en cada una de las actividades de Madero y Pino Suárez durante las tareas preelectora-les de septiembre de 1911, estuvo amparado bajo el membrete del batallón Cepeda Peraza, a la sazón comandado por el coronel Ignacio Lara. Obviamente, las denuncias por parte de los morenistas no tuvieron eco en el seno del gobierno estatal.

Al interior del Batallón, los yaquis recu-peraron el estatus, o al menos el prestigio o la fama, que la deportación les había robado. En primer lugar, por el nada despreciable “haber”14 de un peso diario (AGEY: Poder Ejecutivo/C.768/Milicia: 1911), muy superior al de 50 ó 75 centavos que percibían como jornaleros de campo. Segundo, el portar uni-forme militar y armas otorgados por la mis-ma oficialidad, los situaba en una condición ventajosa, por encima incluso de ciudadanos yucatecos comunes y corrientes (Holden, 1982). Los yaquis ostentaron su orgullo por la capital yucateca, de manera que no es extraño que algunos de ellos, “alcoholiza-dos” y “...armados con cartucheras y cana-

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nas hiciero[a]n un gran escándalo amena-zando a cuanto transeúnte pasaba” (LRM: jue/16/nov/1911, Año XLIII, Núm. 7544: 1).15 Uno de ellos tiraba piedras argumen-tando que era pinista y que no tenía miedo a nadie.

Evidentemente, un fraude electoral se estaba gestando y era claro también que Delio Moreno sería el perjudicado a pesar del poder de la vigorosa tribuna que era La Revista de Mérida. A sabiendas de que se enfrentaba a un fuerte adversario, Pino Suá-rez y su grupo echaron mano de los yaquis para “aumentar” el número de sus seguido-res y aterrorizar a los que no lo eran:

“En pos de los acompañantes del señor Madero cuando éste se dirigió á su alo-jamiento fue ayer un grupo de indivi-duos vitoreando al “Centro Electoral” y al Lic. Moreno Cantón quienes se detu-vieron en el ángulo suroeste de la Plaza de la Independencia. Los yaquis (siempre los yaquis) que asistieron al recibimiento del “leader” fueron colocados formando valla en la calle 62, en el tramo comprendido entre la 63 y 65. Con ellos estaba don Tomás Pérez Ponce y Basilio Hernán-dez. Los yaquis al oír los vítores se diri-gieron precipitadamente enarbolando cuchillos unos y otros palos, hacia el grupo el que se vió obligado á alejarse tanto más cuanto que se vió adelantar al señor Pérez Ponce pistola en mano (….)” (LRM, dom/10/sep/1911, Año XLIII, Núm. 7487: 2).16

Notas como ésta sobran, y no es de extrañar que sea La Revista de Mérida las que las consigne. En todas ellas se aprecia la movili-zación de yaquis (con Tomás Pérez Ponce detrás de ellos) a favor del Partido Antire-eleccionista y en contra del Centro Electoral Independiente, que propulsaba la candida-tura de Moreno. Una de ellas, por ejemplo, señala que en un enfrentamiento verbal entre seguidores de Moreno y adeptos a Pino Suárez, uno de éstos de apellido Arjona, “…se dirigió, según dijo, en busca de los yaquis, regresando luego con una partida

como de cien…, quienes llegaron en son de guerra” (LRM, dom/10/ sep/1911, Año XLIII, Núm. 7487: 2).

Para dar mayor dramatismo al asunto, la nota en sus párrafos finales, dice que los yaquis corrían persiguiendo a los “(….) chiqui-llos que huían llenos de terror; y como éstos se refugiaban en las tiendas los seguían hasta allí (...)” Es justamente en esta nota cuando La Revista bautiza a Pérez Ponce como el jefe de los yaquis: “En la esquina de ‘El Venado’ se vió á don Tomás Pérez Ponce, jefe de los yaquis puñal y revólver en mano amenazando á los carretilleros algunos de ellos inocentes…” Pero don Tomás no siempre salió bien librado de las trifulcas; así, el 10 de agosto el Diario Yucateco (DY: jue/ 10/ago/ 1911, Año V, Núm. 1384: 4) informaba que una pedrada lo hirió en la calle 58 (entre 53 y 51), en el barrio de Santa Ana. Difícilmente LRM hubiera dado esta noticia pues por ella, y muchas otras que publicaba el Diario Yucateco, deduzco que los morenistas también hacían de las suyas.

La directiva del CEI estaba al tanto de que “(...) varios grupos agresivos se presentarán en los sitios en que los ciudadanos deben depositar sus votos (...)” y que se utilizaría a los yaquis como contingente pinista, pues se les distribuiría “en actitud amenazante”, cerca de las mesas electorales. Por tal motivo, se dirigieron al gobernador González para solici-tarle que tomase cartas en el asunto a lo que, políticamente, se les contestó “(...) que no deben tener ningún temor... pues (...) el Gobierno cuenta con la fuerza suficiente para garantizar el orden y la tranquilidad pública durante las elecciones” (AGEY: Poder Ejecu-tivo/C.743/Gobernación: 1911).

En este contexto electoral, que por cierto no difería gran cosa del Antiguo Régimen, los yaquis anduvieron de Herodes a Pilatos, de cuartel en cuartel, de pueblo en pueblo, o de hacienda en hacienda, esperando la buena nueva sobre el buque de guerra que anclaría en Progreso para llevarlos de regreso a So-nora. Mientras tanto, los que estaban concen-trados en Mérida, pero en especial los que estaban filiados al batallón Cepeda Peraza,

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tuvieron la oportunidad de organizar en cua-resma la fiesta del Sábado de Gloria,17 en la que Pascolas y Venados ejecutaron sus dan-zas respectivas.

FIEBRE AMARILLA Pese a lo atractivo que era Yucatán para la inmigración extranjera por las supuestas oportunidades de trabajo originadas por el auge henequenero, el fantasma de la fiebre amarilla perseguía a todos los foráneos pro-venientes de zonas no tropicales. Se trata de una enfermedad de tipo infecto–contagioso, también conocida como vómito prieto o vómito negro. En Yucatán era endémica en esos años. Es provocada por la presencia de un virus, transmitido a través de la picadura del mosquito hembra Aedes aegipty, más conocido ahora por la transmisión del dengue.

Los edificios públicos, debido a la falta de higiene y a la concentración de fuereños, eran propicios para la difusión de la fiebre amarilla. Los cuarteles militares, por lo tanto, no estaban exentos de la presencia del vómito prieto y los yaquis, por su origen geo-climático, fueron agentes receptores ad-ecuados de contagio. Específicamente el cuartel de Dragones, situado junto a la iglesia de La Mejorada en la calle 48 entre 59 y 61 de Mérida, fue testigo mudo de la virulencia de la enfermedad contra los soldados yaquis.

Las boletas de entradas y salidas de ya-quis al lazareto18 de Mérida son abundantes. Por tal razón el gobierno del estado tuvo que destinar parte del presupuesto de egresos a la prevención de la fiebre amarilla en los cuarteles de Mérida, poniendo mosquiteros y tapando depósitos de agua (AGEY: Poder Ejecutivo/C.733/Gobernación: 1911). A los soldados y a sus mujeres, las cuales vivían en lo que era el antiguo convento de la Iglesia de La Mejorada junto al cuartel de Dragones, se les conminó a darse diariamente un baño matutino con agua fría y a tomarse la tempe-ratura dos veces al día (DY, mar/5/sep/ 1911, Año V, Núm. 1407, s.p. y miér/11/ oct/1911, Año V, Núm. 1437: 9).

Es evidente que las medidas profilácticas no fueron suficientes ya que las entradas de yaquis y otros foráneos al lazareto estaban a la orden del día. La triste enfermedad des-encadenaba cuadros dolorosos, ictéricos, febriles y muchas veces culminaba con la muerte; sin embargo, posiblemente el pro-blema de la fiebre amarilla fue de cierto modo magnificado por las autoridades esta-tales, puesto que implicaba una asignación anual para su combate por parte de la Fede-ración.

En la memoria yaqui del destierro la fie-bre amarilla no existe, pero esto también puede obedecer a otras causas, como el no relacionar la sintomatología con el nombre de la enfermedad; o tal vez que simplemente no era tan importante como otros tópicos que sí son reiterativos en su discurso del exilio: Esclavitud, Muerte Infantil, Maltra-tos... Un indicador más que me permite percibir una cierta exageración respecto al vómito negro es que, de todos los casos de sospechosos de padecerlo, muy pocos fue-ron confirmados y más bien la mayoría era dada de alta con otro diagnóstico.

No obstante, por motivos de estrategia combatiente, de salubridad e higiene o por cuestiones de jurisdicción militar o política, las milicias se movían de un reducto a otro, entre la ex ciudadela de San Benito, la cár-cel de mujeres, el cuartel de San Sebastián y el antiguo cuartel de Dragones, situado en el barrio de La Mejorada. Este lugar debe su nombre a la iglesia de la tercera orden fran-ciscana mejorada, llamada así porque ponía en práctica los preceptos originales de la hermandad fundada por San Francisco de Asís.

La ex ciudadela de San Benito también fue conocida como El Castillo. En tiempos virreinales era un monasterio franciscano, pero después, aprovechando su tipo de construcción en alto pues había sido edifi-cado sobre una pirámide maya, fue conver-tido en cuartel. Ocupaba lo que es hoy una parte del mercado municipal de Mérida, lla-mada hasta hace unos diez años “Chetuma-lito”, ya que era un lugar donde se vendían

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productos provenientes de Chetumal, Quin-tana Roo, importados a su vez de Belice. En el libro de Jane Holden Kelley (1982), las entre-vistadas que habían sufrido la deportación mencionaron frecuentemente el Castillo.

Por cierto, los yaquis siempre prefirieron referirse a la ex ciudadela de San Benito como El Castillo, nombre que además de ser más breve, probablemente les resultaba más acogedor. En cuanto a La Mejorada, nomi-nación que también permaneció muy vívida en sus recuerdos, se les debió llenar la boca de satisfacción cuando la pronunciaban, puesto que en verdad significó una mejoría para su estatus y sus condiciones de vida. La Mejorada en un principio era sede de un convento; después fue cuartel de Dragones y posteriormente se le llamó cuartel de La Mejorada.

Hoy día, el cuartel de La Mejorada es al-bergue del CECUNY (Centro Cultural del Niño Yucateco). Desde el interior se aprecia que el edificio de enfrente, hoy Museo de Arte Popular, tiene también apariencia de castillo medieval, lo que me hizo pensar inicialmente que se trataba de la ex ciuda-dela, aunque no está en alto. El portero del CECUNY, don Elías Esma (de 80 años de edad aproximadamente), me explicó que el recinto donde se alojaban las mujeres de los soldados era el que está junto a la Iglesia de La Mejorada, hoy escuela de Arquitectura. Me contó también que él vivió desde niño por allí cerca y que personalmente vio a muchos yaquis pertenecientes al batallón 42º, el cual después marchó rumbo a Vera-cruz.19 En realidad, si se viajaba por mar, Veracruz era paso obligado para transitar rumbo a México o al Norte, pues los barcos partían de Progreso a al puerto jarocho.

EN EL BATALLÓN CEPEDA PERAZA La vida militar no sólo era enfermedad y muerte. En oposición a este panorama, como ya vimos, el batallón Cepeda Peraza dio a los recientemente liberados la oportunidad de accionar como grupo de choque de la cúpula revolucionaria yucateca, y además les permi-

tió fungir como verdaderos soldados en el sofocamiento de diversos levantamientos populares. Prácticamente en toda la entidad se habían desatado tumultos, motines y algu-nos movimientos20 que parecían tener autén-ticas demandas sociales, rurales específica-mente. En general, 1911 fue año de descon-tento político en Yucatán, por el cuestionable triunfo de Pino Suárez.

Así, la soldadesca yaqui, algunas veces con sus mujeres siguiéndolos, hicieron acto de presencia en Valladolid, Misnebalam, Temax y otros puntos del estado. Mientras tanto, el acariciado sueño de ver en Progreso el buque de guerra que los llevaría de regreso a su Tierra se alejaba cada vez más. Los yaquis que no fueron alistados en el batallón, procuraron contratarse como jornaleros de campo en haciendas henequeneras cercanas a Mérida, para tener oportunidad de estar pen-dientes de cualquier orden de repatriación.21

Alrededor de los cuarteles la vida era mucho más entretenida y pintoresca que en el área rural, según relató una yaqui depor-tada a la antropóloga Jane Holden Kelley. De la Ceca a la Meca y entre vivas a Madero y Pino Suárez, el batallón Cepeda Peraza se movía por la capital yucateca, desalojando la ex ciudadela para situarse en San Sebastián y viceversa, con soldados yaquis y sus mujeres siguiéndolos, las cuales se ayudaban econó-micamente con la venta de comida. Por esa razón, a las “...pobres mujeres que se buscan la vida vendiendo golosinas á los soldados del batallón ‘Cepeda Peraza’ se les cobrará 25 centavos por persona cuando sube[a]n por ventas á la exciudadela” (EC, sábado 2/mar/ 1911, 2ª Época, Núm. 59: 3). Aquí bien cabe el dicho de “Como Santo Tomás, al fregado, fregarlo más”. El cobro de esos centavos, no obstante, podría también interpretarse como una especie de “mordida” o recaudación que hacían los mandos medios de la milicia, para dejar entrar a las mujeres, no precisamente con la intención de que vendiesen alimentos.

Como quiera que fuera, el recaudo sólo es una muestra de cómo la vida militar extendía beneficios económicos por diferen-tes partes: comercio, transportistas, fisco, a

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los mismos militares... Y cuando el batallón era movilizado hacia algún punto del estado, a las féminas no les quedaba más remedio que seguirlo, puesto que sus ingresos depen-dían de las ventas. Agustina Ramírez, por ejemplo, se trasladó a Valladolid junto con sus hijas, Concepción y Dominga, siguiendo a la clientela yaqui (Holden 1982). Al parecer las mujeres yaquis no fungieron como solda-deras en Yucatán, pero al salir del estado y avanzar rumbo al Noroeste, siguieron a los ejércitos con esa función (Holden; 1982). Las soldaderas hacían de la guerra su modo de vida; según Roberto Espinosa de los Monteros, “(...) se incorporaron al ejército siguiendo a su hombre, de tal manera que, muerto, el compa-ñero, se unían a otro y continuaban la penosa existencia de los combates” (Espinosa de los Monteros 1999: 38).

En noviembre de 1911 los yaquis del batallón Cepeda Peraza fueron desarmados, pues se había corrido el rumor de que se suscitaría un levantamiento entre ellos, aun-que después se dijo que la razón era que al fin serían repatriados (LRM, miér/22/nov/ 1911, Año XLIII, Núm. 7549: 1). Sin embargo, aún faltarían casi dos meses para que un primer convoy, compuesto por más de 500 yaquis, marchara de Mérida con rumbo a Progreso para partir a Veracruz (EC, miér/ 27/dic/1911, 2ª Época, Núm. 4: 3) y de allí, supuestamente a Sonora. La responsabilidad del murmullo del amotina-miento yaqui recae, posiblemente, en La Revista de Mérida, pues a través de sus pági-nas se percibe una clara intención de hacer parecer la presencia de yaquis en la capital yucateca como terrorismo étnico.

La repatriación de los yaquis fue algo que existió sólo en el discurso revoluciona-rio, ya que en realidad éstos fueron llevados al centro de la República para enrolarlos en la leva revolucionaria. De hecho, no hubo yaqui de los deportados que en 1911 retor-nara a su hogar, según he podido constatar en el Archivo General del Estado de Sonora. Hasta mediados de 1912 arribó a Sonora un grupo de 40, entre hombres, mujeres y niños. Estos repatriados tuvieron que cargar

con el estigma de “yaquis yucatecos”.22 Posi-blemente, este mote fue impuesto por la misma oficialidad con el fin de provocar diferencias con los que se quedaron.

CONCLUSIONES Los grupos étnicos en situación de diáspora buscan la manera de crear estrategias que les permitan no sólo sobrevivir, sino hasta usufructuar, entendiendo que el usufructo no solamente es de carácter económico. Los yaquis, en el momento de su liberación de las fincas henequeneras de Yucatán, desa-rrollaron ingeniosamente diversos mecanis-mos de resistencia que coadyuvaron a su estabilidad física y cultural. Es claro que la revolución maderista les dio pocos benefi-cios, a pesar de su afiliación a las milicias activas en Yucatán, pero es justo señalar que esta inserción militar mejoró su situación social y económica, además de que los colocó un paso más cerca del regreso a su tierra.

La turbulencia política en el estado de Yucatán en 1911 rindió fruto en las necesi-dades de los expulsos, pues supieron apro-vechar las coyunturas precisas para salir de las haciendas y establecer una relación de trato con la sociedad yucateca en un plano menos vertical. Los uniformes militares y las armas de cierto modo les facilitaron ese acceso, pero el hecho de portar estas últi-mas propició que la prensa yucateca –al menos la descontenta con el estado de cosas que fincaba la revolución maderista– difun-diera la idea de terrorismo étnico por la pre-sencia de yaquis armados en Mérida.

El contraste de las fuentes históricas em-pleadas (documentales, hemerográficas y ora-les) me ha permitido tener una visión más completa de la deportación de los yaquis a Yucatán. Aunque éstas se llegan a contrapun-tear –tal es el caso de la cifra de mujeres yaquis en Tankuché proporcionada por la señora Cuculai y la que dio La Revista de Mérida–, su disparidad me ha brindado la oportunidad de ubicar a los actores sociales y políticos en una dimensión más cercana a la

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realidad, y de desentramar algo de las inten-ciones ocultas.

Que la liberación de los yaquis del confi-namiento en el que vivían en las haciendas henequeneras en 1911 los haya liberado también de la deportación es algo muy dis-cutible, pues ya constatamos que el objetivo de sus emancipadores era electorero, no libertario, de desagravio o de justicia social. La revolución maderista utilizó a los yaquis en Yucatán como grupo de choque y acarre-ados en los comicios de septiembre de 1911, en los que resultó electo para gober-nador José María Pino Suárez. No se trata de una alianza, al menos no en un sentido de igualdad. Fue más bien un préstamo de servicios personales, una oportunidad de asistir al enemigo, lo que de entrada parece contraponerse a la prosapia yaqui. Sin em-bargo, no debemos pasar por alto que se trató de una forma de protección y supervi-vencia, una estrategia de resistencia expre-sada en una negociación tácita en la que el acuerdo mutuo fue la repatriación a cambio del auxilio prestado en el contexto electoral.

Por otro lado, el exilio implicaba enfren-tarse a problemas de salud diferentes a los acostumbrados. Por su origen geoclimático, los cahitas eran sumamente vulnerables a la contracción de la fiebre amarilla, enfermedad tropical endémica en la región peninsular. Sin embargo, la virulencia de la enfermedad no era tan grave como el gobierno del estado hacía parecer, ya que fueron más los casos que se reubicaron con otro diagnóstico que los que se confirmaron como enfermos de vómito prieto. Pregonar su presencia en Yucatán, hacía que a las autoridades sanita-rias de la entidad se les otorgara una asigna-ción federal anual para su combate.

Los nuevos representantes de la política estatal revolucionaria buscaron la manera de intermediar su actuación con las bases a tra-vés de un agente específico, quien se encargó de ejecutar la maniobra de liberación de yaquis y su consecuente concentración en Mérida, así como la futura inserción en las milicias activas o redistribución en haciendas henequeneras. Esta intervención se materia-

lizó en la figura de Tomás Pérez Ponce, per-sonaje que dio la cara ante la opinión pública por la liberación de los jornaleros de campo y de yaquis, pretendiendo muy posiblemente arribar a posiciones políticas que fueran más allá de la de un simple agente mediador.

En este “tejemaneje” político la prensa tuvo un papel fundamental. La liberación de yaquis no significó lo mismo para todos los periódicos yucatecos ni fue difundida de igual manera. Particularmente, La Revista de Mérida promovió la presencia de “más de mil yaquis” en la capital yucateca casi como un problema de terrorismo racial (y racista), que ahora sería concebido como étnico, debido a su postura política coyuntural que se oponía a la presencia de José María Pino Suárez en el ejecutivo del estado. Detrás de las formas nominales, de los adjetivos y hasta de los signos de puntuación hay una fuerte carga intencional para conducir a los lectores en la hechura de una opinión y en la toma de una actitud “cívica”.

En todo el lapso que va desde su libera-ción de los henequenales hasta la marcha del primer buque de guerra repleto de ex–prisioneros de guerra, los cahitas fueron manipulados una vez más, como muchas otras veces en su historia, por las fuerzas políticas en juego, pero ellos también supie-ron sacar provecho de ellas para negociar su posición, reforzar su identidad aun en el exilio y acariciar la tan deseada repatriación.

NOTAS 1. Luz Ramírez (2005) señala que la inser-

ción de los yaquis en los diferentes movi-mientos revolucionarios (maytorenismo, constitucionalismo, etc.), surgió como res-puesta a la dominación y sometimiento ejerci-dos por los gobiernos porfiriano y revoluciona-rio. Fue pues, una táctica de resistencia pasiva, aparejada a la resistencia activa que llevaban a cabo los yaquis “alzados” o “broncos”.

2. En el Archivo General del Estado de Sonora, extractos de esta misma memoria aparecen adjudicados a Ramón Corral. (AGES: Poder Ejecutivo/C.340/ T.8: 1884–85).

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3. Durante el siglo y medio que transcurrió entre la evangelización del territorio yaqui por sacerdotes jesuitas y la expulsión de éstos de todo territorio español en 1767, los yaquis se mantuvieron relativamente marginales al desarrollo económico y político ajeno a las misiones en las que vivían. Los jesuitas ejer-cían un severo control sobre las comunidades indígenas, impidiendo su flujo hacia afuera de la misión para evitar la fuga de mano de obra y la intrusión del pecado. No es de extrañar, de este modo, que existiera un des-contento generalizado de los colonos hacia la orden ignaciana, mismo que contribuyó a que se capitalizara el decreto de expatriación, sig-nado por el rey Carlos III.

4. En las fuentes hemerográficas se habla de remesas de yaquis, como si se tratara de mer-cancías.

5. Entrevista a Petronila Cuculai; Tankuché, Campeche, noviembre 1999.

6. Entrevista a Petronila Cuculai; Tankuché, Campeche, noviembre de 1999.

7. En todos estos documentos se aprecia la enorme movilidad que tenían los yaquis a lo largo y ancho del estado de Sonora.

8. Sobre los yaquis en ranchos cocoteros y Sali-neros, ver AGEY: Poder Ejecutivo/ C.739/ Milicia: 1911); en ingenios azucareros ver DY, de los números 1249 al 1271, es decir del 4 de marzo al 4 de abril de 1911, diversas pági-nas; la información de yaquis en plantaciones chicleras me fue proporcionada por la inves-tigadora Teresa Ramayo; Mérida, Yuc., 1993.

9. Ver también La Sombra de Cepeda, Año IX, números 355, 364 y 367, 368, abril–julio 1993.

10. En AGEY: Poder Ejecutivo/C.765/ Población: 1911), se palpan claramente los altos índices de mortalidad en Yucatán. Se puede apreciar también que la mortandad infantil (perinatal, sobre todo) era muy elevada. Además, la docu-mentación referida nos muestra las causas principales de los fallecimientos de yaquis. En ADS, jueves 13/feb/1908, Vol. XLII, Núm. 339: 1, se lee una noticia sobre suicidios de mujeres yaquis, además de infanticidio. El poeta Amado Nervo titula “La yaqui hermosa” un relato en el que da razón de una joven

yaqui deportada a Campeche, que optó por dejarse morir para no seguir sufriendo el destierro. Son muchas las fuentes documenta-les, hemerográficas y orales, que nos hablan de las condiciones infrahumanas que sufrieron los yaquis durante los años de la deportación y de las acciones de éstos como estrategias para sobrellevarlas, o bien, de su decisión de no luchar contra ellas, tal vez también como símbolos de resistencia.

11. La vida de los yaquis en las haciendas henequé-neras, las relaciones interétnicas, sociales y laborales, son temas que abordé en Padilla (2002b). Actualmente está en prensa en el Instituto Sonorense de Cultura.

12. En la ciudad de Mérida y otros puntos importantes de Yucatán, algunas esquinas céntricas guardan nombres que datan pro-bablemente del siglo XIX y que tienen que ver con fauna, como “La Paloma” y “La Calan-dria”; con flora, como “El Ramón” y “El Cai-mito”; con sustantivos abstractos como “La Honradez”, entre otros.

13. Por voz pasiva me refiero a aquella forma gramatical que nos indica que un sujeto recibe una acción por parte de un agente, sin cooperar con ella, es decir, que se deja tutelar sin hacer algo por sí.

14. “Haber” se refiere al salario que devengaban los soldados por sus servicios.

15. La nota se titula “Yaquis Escandalosos”. 16. “Las negritas son mías”. 17. Información que proporcionó el señor Alberto

Martínez Valdez, yaqui del pueblo de Ráhum, a los investigadores encargados de realizar el trabajo (Dirección General de Culturas Popu-lares/Unidad Regional Sonora, Hermosillo 1990).

18. Los hospitales que alojan y atienden a enfermos de males contagiosos son llamados lazaretos, en virtud de que San Lázaro es el santo patrono de los leprasos y su culto se ha extendido entre quienes padecen este tipo de padecimientos transitivos.

19. Información verbal de don Elías Esma; Mérida, Yuc.; abril de 2001.

20. Sobre los movimientos sociales en Yucatán en 1911, ver Medina (1991) y Joseph & Wells (1996).

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21. Aunque el uso actual del vocablo “repatria-ción” se refiere a devolver alguien a su patria, ésa es la palabra que utilizaron las autoridades y la prensa para aludir a la política de retorno de yaquis a su tierra.

22. AGES: Poder Ejecutivo/T.2782, Campaña del Yaqui: 1912. Telegramas entre Jesús Ramos, prefecto del Distrito de Guaymas, y el gober-nador de Sonora, José María Maytorena.

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Yucatán (Poder Ejecutivo) AGES Archivo General del Estado de

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LA ‘CANCIÓN DEL ARQUERO FLECHADOR’. EL CANTO DE LA PALABRA Patricia Martel IIA, Universidad Nacional Autónoma de México

Resumen: Este trabajo propone un análisis literario del texto maya yucateco: “La canción del Arquero Flechador”, Cantar 13 del Libro de los Cantares de Dzitbalché. Dicho análisis permite plantear de manera sucinta y en una primera fase de análisis, el mecanismo comunicativo en un texto al que se clasifica como lírico, según los cánones de la literatura hispánica. El trabajo muestra la serie de recursos retóricos que emplea el lenguaje especializado en este cantar, los cuales se detectan en distintos niveles lingüísticos y extralingüísticos de la palabra maya. Palabras clave: than, palabra maya, análisis literario, retórica, discurso ritual, recursos lingüísticos y extralinguïsticos

Los caminos hacia el estudio de los textos mayas casi siempre nos conducen a un complejo y en ocasiones abrumador tejido. Para entenderlo, es necesario seguir la urdimbre de sus diversos hilos, como aquel que nos lleva a los creadores de los textos mayas. Son ellos quienes dirigen la voz de los cantos o quienes manipulan los conocimientos de la cosmovisión, de la magia y de la ritualidad. Son quienes manejan las palabras y las ideas en sus dos planos de expre-sión: el oral y el visual. El hábil manejo de este binomio, sus recursos y su función son en conjunto el gran reto en el estudio de los textos mayas.

En la disfasia que crean los tiempos, entre nuestro presente y el pasado maya, se ha perdido la mayor parte del pensamiento original que inspiró el notable legado de esa cultura, de modo que en el camino desde lo que rescatamos hoy, hacia lo que una vez fue, ten-demos a un etnocentrismo alimentado por nuestra experiencia pre-sente. Y es que el manejo de los tiempos culturales a veces resulta insalvable. Los criterios aplicados durante siglos nos atan, de tal manera, que cuando tratamos de adaptar al nuestro un sistema de pensamiento (y la forma de expresarlo) ya desvanecido, corremos el riesgo de inventar una realidad.

Un ejemplo elocuente de estos avatares culturales son las tra-ducciones que se han hecho hasta ahora de los documentos mayas yucatecos rescatados por el alfabeto latino, glosados a los idiomas modernos —principalmente al español— e incorporados al acervo de la literatura indígena, por haber ascendido al rango de comunica-

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ción evolutivo de la palabra escrita. Pero debido a la natural disimi-litud del léxico entre dos lenguas, y a transcursos históricos y cultu-rales diferentes, como es el caso de la lengua maya y sus contextos primordialmente rituales, el mecanismo de los mensajes ha quedado al margen de análisis profundos, único camino metodológico que podría revelar claves para entender el sistema de comunicación maya antiguo.

Los textos mayas suelen traducirse mediante una glosa automá-tica, obtenida de las equivalencias semánticas extraídas de dicciona-rios bilingües; pero vocablos y frases requieren un análisis previo de su contexto, de sus recursos formales, estructurales, inclusive ideo-lógicos, y desde luego, retóricos; es decir, es imprescindible buscar, con todas las herramientas posibles, la exégesis de los textos para proponer traducciones e interpretaciones con un mayor apego al pensamiento y a la lengua originales.

Por lo anterior, se hace necesario estudiar los textos-mayas yuca-tecos de la Colonia, guiados por las premisas ineludibles de que nuestro acercamiento al problema de estudio no es directo, sino indirecto. Que los textos coloniales son el único asidero a las formas de comunicación oral y a otras ya desaparecidas, pero que surgie-ron del mismo crisol; es decir, un pensamiento pasado en que con-verge en la palabra, en los códigos de otros lenguajes, ampliando las dimensiones cognitivas de lo oral y lo visual. Es precisamente la práctica de este binomio y su reconocimiento como expresión esté-tica lo que se debe considerar literatura maya.

EL CANTO DE LA PALABRA Than (en maya yucateco colonial) o t’aan (en maya moderno) era la palabra para expresar los cantos, para conjurar los males, para leer e interpretar los designios de los tiempos y para transmitir los pasajes oscuros de la mitología; era la voz de lo divino y de su poder creador.

El sentido profundo del vocablo than desarrolló su propio código, enriquecido al combinarse con el lenguaje del canto, el de la música, el de la danza y el de los movimientos corporales. De esta manera, la imbricación de códigos, en un solo tejido auditivo-visual, dio cauce a un lenguaje especializado dedicado a los contextos ritua-les. Estos eran ámbitos especializados y sagrados inaccesibles a los hombres comunes, por lo tanto, el diálogo con los seres de ese mundo fluía a través del manejo de un lenguaje que empleaba pala-bras y fórmulas, así como tonos, pausas, ritmo formulario, acciones corporales y movimientos de objetos, puestos en acción de acuerdo con un saber de significados simbólicos. Todo junto ponía en prác-tica el movimiento mágico de la palabra, haciendo visible lo que nombraba el emisor. Éste, por lo tanto, mediante dicho mecanismo, se convertía en una figura central, en íntima interacción con su palabra, como señala Henri Meschonnic (1992: 215: citado y tradu-cido por Héau 2001: 37):

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“(…) la organización del movimiento en la palabra [es] la organización de un discurso por un sujeto y de un sujeto por su discurso. Nuestra materia ya no es sonido o forma, sino un sujeto. El discurso se realiza en una semántica rítmica y pro-sódica. Es una física del lenguaje en continuidad con la voz y el cuerpo en lo ‘hablado’”.

Por lo general, podemos distinguir los discursos mayas por la acti-tud que asume el oficiante del rito o el elocutor del discurso ritual; así, por ejemplo, detectamos el tono sentencioso con el que los chilames leen y recitan los versos proféticos de los códices, como en estos versos del Chilam Balam de Tizimín que reestructura Almeida (1996, folio 01v: 34):

011. Tu tzan ca (3) Entonces el zumbido 012. tu likil (3) se elevará, 013. auantom cuy (4) el búho chillará, 014. auantom icin (5) la lechuza chillará, 015. auantom ah ya (5) el ah ya chillará.

O bien el tono narrativo, de misticismo cifrado, en textos que invocan el tiempo cosmogónico, como en algunos pasajes del Chu-mayel, salpicados por fórmulas invocatorias del cristianismo:

“Dominus vobiscum decían todos cantando allí donde no había cielos ni tierra. Del abismo nació la tierra, cuando no había cielos ni tierra. El que es la Divinidad y el Poder labró la gran Piedra de la Gracia, allí donde antiguamente no había cielo (…)” (Chilam Balam de Chumayel, 2003, cap. VI: 96).

La tradición oral de los mayas actuales aún preserva la fuerza de la palabra como forma de comunicación, de identidad y de resistencia culturales. Los uuchben tzicbalo’ob, “conversaciones antiguas”, cuentos y otras formas cortas de arte verbal” (Burns 1995: 18) aprendidos y transmitidos de boca en boca, se sustentan en un arraigado acervo de conocimientos que pone de relevancia la figura social del especialista de lo sagrado.

Hoy en día, en las oraciones de los h-men de las comunidades mayas, sobresale el tono petitorio de las plegarias, con algunos resa-bios del antiguo simbolismo, encubierto por metáforas de la antigua oralidad, como es el caso de los ritos agrícolas de este ch´a chaac:

Kirich María Isabel Santa María Isabel x-hotun Balam Jaguar Guardián de las cinco

piedras preciosas x-hotun sastun ik´o Aires de las cinco piedras

translúcidas xamankaan ik´o aires de los cuatro nortes

(Boccara, 1970, texto 82: 294) Desafortunadamente, han quedado en silencio los versos imperati-vos, en ocasiones inclusive de vituperio, que recitaban los ah miat-zoob para dominar la influencia negativa causada por la voluntad cambiante e inasible de los vientos sobrenaturales, como se muestra

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en las constantes frases interrogativas increpantes que recita el ah miatz en este conjuro del Ritual de los bacabes (Arzápalo, 1986: texto viii, folio 46: 300-301).

57. Macx cech xan (3) Y tú ¿quién eres? 58. tech bacin (3) ¿Acaso eres tú? 59. cech Mo tancase (6/7) A ti me dirijo Mo tancase,

Frenesí-Guacamaya .... ..... 65. Ten bacin (3) Yo mismo fui 66. tu maach tech (4) ¿Quién te atrapó? 67. tu can muc (3) Por cuarta vez 68. in pedzcech (3) te oprimí, 69. cat ualhen (3) me puse de pie

En 1942, Alfredo Barrera Vásquez descubre en Mérida un docu-mento con 15 textos en maya yucateco “escritos en la grafía tradi-cional del siglo XVIII” bautizados como El libro de los Cantares de Dzitbalché (Campeche), (Barrera Vásquez 1965: 14). Este descubri-miento abrió en los registros literarios mayas un nuevo género de carácter lírico. “Con excepción de cuatro de los textos, todos los demás están escritos en dos columnas imitando el verso español”, nos dice Barrera Vásquez (Barrera Vásquez 1965: 14). Sin embargo, esta breve descripción inicial que menciona el verso espa-ñol, así como la nomenclatura de los textos, trae de nueva cuenta a la reflexión la disfasia cultural ya mencionada, pues desde un inicio estamos obligados a abordar Los cantares de Dzitbalché de acuerdo con una concepción que corresponde a la hispanidad.

El término y concepto cantares, transferido por la lírica popular a la poesía culta española para referirse a poemas cantados, forma parte de la recreación de las escuelas popularizantes españolas que desde el siglo XV aprehenden las formas poéticas populares, que una vez recreadas y enriquecidas por la letra, son devueltas al pueblo.

El carácter cancioneril o de canto atribuido a este género poé-tico maya se refuerza en la descripción de otro código de comuni-cación adjunto que es el de la danza. Así la portada de los textos de Dzitbalché señala que se trata de: “El libro de las danzas de los hombres antiguos que era costumbre hacer acá en los pueblos cuando aún no llegaban los blancos”. Barrera Vásquez agrega que sin duda los textos se cantaban danzando, y cita a Landa, quien por su parte, describe danzas y cantos acompañados por instrumentos:

“Tienen atabales pequeños que tañen con la mano (…) trompe-tas largas y delgadas (…) y con estos instrumentos hacen son a los bailantes. Tienen especialmente dos bailes muy de hombre y de ver. El uno es un juego de cañas y así llaman ellos Colomché (…). Otro baile hay en que bailan ochocientos y más y menos indios, con banderas pequeñas, con son y paso de guerra (…)” (Landa 2003: 85).

La presencia del canto y de la danza se refuerza por el registro léxico de una serie de instrumentos que se mencionan en los

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cantares, pero que ya desde épocas anteriores registra el Calepino de Motul. (Ciudad Real, 1995). Por ejemplo, el tunkul o el zacatán; también se registra la función del holpop o “maestro de canto”, la del ah cuch tzulbal o “danzante”, la del ah kayom o “cantor”.

La combinación de música, danza y canto, por lo tanto, hizo que a estos textos se les llamara cantares, manifestación escrita de un nuevo género literario cultivado por los poetas mayas. De modo que en un sentido estricto de la definición, los textos líricos, según nuestra tradición occidental, vendrían a particularizar la autoexpre-sión de un estado de ánimo... que “utiliza la narración y la descrip-ción subordinadas totalmente a la necesidad de expresión de la subjetividad, cumpliendo una función connotativa, de modo que se resuelven en una gran metáfora (…)” (Beristáin 2004 cita a Barthes: 236). Y si además, consideramos de manera ortodoxa, que el cantar es una composición poética popular, cantada, acompañada por música y representada dancísticamente, entonces cabría pregun-tarse, ¿son estas características aplicables a los textos mayas de Dzitbalché? La función del emisor, por ejemplo, ¿es una función estética en el sentido de autorrealización, mediante la cual los objetos y las acciones de carácter artístico pueden llegar a perder su función? Por otra parte, ¿qué debemos considerar como popular? ¿Es la estructura poética? ¿Es la recreación del texto? ¿Es el público receptor?

Las preguntas nos llevarían a reflexionar si el género lírico flore-ció entre la gente del pueblo maya antes de la llegada de los españo-les, o si fueron éstos los que le adjudicaron un carácter popular, por el hecho de que los especialistas de lo sagrado divulgaban la palabra al pueblo, procesando de antemano los cánones simbólicos de la ritualidad, para que éstos fueran recreados por el grueso de la gente. Claro que esto no es imposible, toda vez que las fuentes documentales testimonian la existencia de cantos y danzas en los que intervenía el pueblo, pero ¿hasta qué punto los llamados “Can-tares” nos podrían colocar frente a los vestigios de un arte teatral y lírico de corte popular?

Barrera Vásquez señala que se les llamó cantares, “aunque algu-nos son más bien narraciones o explicaciones escritas en columnas a manera de verso, sin haberlo propiamente” (Barrera Vásquez, 1965: 14).

En realidad, los de Dzitbalché nos colocan no sólo frente a un contexto ritual maya, sino principalmente frente al complejo meca-nismo de comunicación de los textos, en el cual confluyen los códi-gos oral, visual, auditivo y corporal para cantar la palabra, en el sen-tido de conferirle movimiento al combinar éste con la elocución de fórmulas y otros recursos; algunos con fuerte contenido simbólico.

Para comprender el ejercicio de este particular mecanismo de comunicación en los Cantares de Dzitbalché es menester realizar un análisis integral que en una primera fase procede a “segmentar en unidades de análisis, delimitadas a partir de las relaciones que las unen; unidades sintáctico/semánticas... [que] aparecen super-

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puestas a elementos morfológicos, y éstos a elementos fónicofono-lógicos” (Beristáin 2004: 47). El análisis de estos diversos niveles lingüísticos nos permitirá definir las características estructurales o de forma que emplean estos textos; es decir, destejer la complicada urdimbre del sistema de comunicación maya.

Entre los 15 cantares de Dzitbalché seleccioné uno que en mi opinión combina claramente los diversos códigos que emplea la palabra maya. Se trata del Cantar 13, cuyo tema ritual es el sacrifi-cio por flechamiento.

La “Danza del arquero flechador”, título del cantar 13, es un claro ejemplo del canto y movimiento rítmicos de la palabra maya. Es canto en cuanto a su estructura poética, posiblemente acompa-ñada por una entonación melódica, quizá monótona y repetitiva, como compete a casi toda realización ritual en pos de una expe-riencia extática. Es un cantar rítmico debido al manejo puntual de los vocablos y de su combinación para producir oral y auditiva-mente un efecto dancístico, conjuntado con la representación tea-tral de las acciones rituales. Todo se combina para producir en el oyente/espectador la sensación de estar dentro del núcleo rítmico y escénico de la palabra, el cual provoca una experiencia anímica tal, que se diluye nuestro posible horror ante la idea del sacrificio humano, objetivo ritual de este Cantar 13.

Debido a la fuerza retórica que adopta la palabra en su forma y sentido, el análisis que aquí propongo se enfoca en los aspectos lin-güísticos y extralingüísticos del cantar. Los primeros reúnen recur-sos estructurales, de tipo fónico y fonológico como rima y métrica, así como de tipo morfológico que se relacionan con la forma de las palabras y con la sintaxis de las frases. Los segundos atañen a diver-sos niveles del significado, como son los del nivel léxico-semántico que abarca fenómenos retóricos, empleados en el contexto maya para resaltar valores simbólicos y rituales.

Para mostrar la secuencia de análisis del Cantar 13, objetivo del presente ensayo, realicé los siguientes pasos:

1. Convertí en minúsculas las letras mayúsculas de la grafía original del texto y realicé la separación y unión adecuadas de las palabras.

2. Separé las palabras de acuerdo con un patrón auditivo de ideas sin cortes de palabras arbitrarios a la morfología de la lengua maya.

3. Marqué al final de cada verso o renglón el número de sílabas total. Las líneas o versos se determinaron conforme a un patrón silábico empleado en otros textos mayas, en el que sue-len predominar 4, 3 y 5 sílabas (Martel 1995).

4. Se respetó la ortografía unificando solamente el uso de la u que aparece como v y representando la c invertida mediante el símbolo ⊃.

5. Además, para facilitar el análisis del contenido posterior, dividí el cantar en estrofas.

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EL CÓDIGO AUDITIVO DEL CANTAR 13 Barrera Vásquez señala que las primeras trece líneas del Cantar 13 muestran una influencia europea en el intento por ensayar una rima, pero los cortes de las palabras que aparecen en el original restan fuerza auditiva a los vocablos mayas, en cierta medida, demeri-tando, sus significados. Por este motivo, considero que la división de los versos se debe hacer de acuerdo con la secuencia que requiere la cadencia formularia de la lengua1 con recursos de la ora-lidad que aún hoy es posible encontrar en las tradiciones rituales de los mayas actuales. Tal es el caso de la preferencia por versos de 3, 4 y 5 sílabas, o por fórmulas difrásticas e inclusive trifrásticas que dan lugar a corpus de versos pareados:

Tu luk´in pixan se devela el alma Tu luk´ in puksik´al se devela el corazón

(Oración anónima de Pustunich, Boccara 1970, texto 82: 291) Samak t´ano (4)) Será la palabra, Bolon t´anno (4) la excelsa palabra, x-kirich t´annob (4) la sagrada palabra

(Boccara 1970, texto 82: 296)

Las palabras, su sonido y significado no son triviales ni azarosos, se escogieron para cumplir un objetivo premeditado que busca la representación auditiva y visual de un rito. De modo que, conforme a estas reflexiones, propongo el siguiente esquema poético, con división del texto por versos, con su correspondiente número de sílabas marcado al final de los mismos. Los números romanos entre secuencias de versos marcan los momentos de la representación ritual, la cual se analizará en su momento.

X’okoot kay (4) Canción de la danza h’ppum t huul (3) del arquero flechador

I

1. x-pacum (3) Espiador 2. x-pacum che (4) Espiador de los árboles 3. ti humppel (3) A uno 4. ti caappel (4) A dos 5. coox zuut (4) Vamos a cazar 6. tut-halche (3) A orilla de la arboleda 7. t alca <alcab> okoot En danza ligera <okot> (4/5) 8. tac oxppel (3) Hasta tres.

II

9. cii liiz (4) Bien 10. u tan a pol (4) Alza la frente 11. maló.ppilha uich (5) Bien avizora el ojo 12. maa mentic x-ttileich (7) No hagas yerro 13. tial caa ch'a (4) Para coger 14. u tohol (3) el premio.

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15. a ci zuuzma (5) Bien aguzado has 16. u yeé (3) la punta 17. a huul (3) de tu flecha 18. a ci xaabcheilt ma (6) bien enastada has 19. u zumil a ppum (5) la cuerda de tu arco 20. a ⊃amaá (4) puesta tienes 21. maloob yiitz x-caatzim (7) buena resina de catsim 22. tut kuuk meel (5) en las plumas 23. u yiit (3) del extremo 24. u chilbil (3) de la vara 25. a huul (3) de tu flecha 26. a ci choimaá uba (7) Bien untado has 27. u tzatzel (3) grasa 28. xibil ceh (3) de ciervo macho 29. tu muuk a kab (5) en tus bíceps 30. tu muuk a uoc (5) en tus muslos 31. tá piix (3) en tus rodillas 32. tá ttoon (3) en tus gemelos 33. taa ch'alatel (5) en tus costillas 34. taa tzém (3) en tu pecho

III

35. ⊃aa oxppel (4) Da tres 36. alcá zuut (4) vueltas 37. tut pach leil ocóm (5) alrededor de la columna pétrea 38. tum bonan lail (4) pintada aquélla, 39. tuux kaxaan (4) donde atado está 40. leil xibil pal (4) aquel viril muchacho, 41. h'zac zuhuy uinic (5) impoluto, virgen hombre. 42. ⊃aa u yaax (5) Da la primera. 43. ti cá zutil (4) A la segunda, 44. chh'a a ppum (3) Coge tu arco 45. ⊃a u hul ch[ei]l (4) Ponle su dardo 46. toh tant u tzem (4) Apúntale al pecho 47. ma kabeilt a ⊃iic (6) No es necesario que pongas 48. tu lacal a muuk (6) toda tu fuerza 49. tiyal a huul lomtci (7) para asaetearlo 50. tiolal ma u kilic (4) para no herirlo 51. tu tamil (3) hasta lo hondo 52. u bakel (3) de sus carnes 53. u tial ca paatac (6) y así pueda 54. u muk yaatic (5) sufrir 55. hu humppiitil (4) poco a poco, 56. ley u yota (4) que así lo quiso 57. ciliichcelem yum kv (7) el Bello Señor Dios. 58. tu caa zuut (5) A la segunda vuelta 59. ca ⊃aa (3) Que des 60. ti leil ocóm tum cho (6) A esa columna pétrea azul 61. cá zuut (3) A la segunda vuelta

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62. ca ⊃ae (3) Que dieres 63. ca hulic (3) Fléchalo 64. tu caaten (4) Otra vez. 65. lailo yan a beiltic (6) Eso habrás de hacerlo 66. xmá má a paatic (6) Sin dejar 67. a vokoot (4) De danzar 68. tu men bail (3) Porque así 69. v mentic (3) Lo hacen 70. maló chima[l] (4) Los buenos escuderos 71. h' batel uinic (5) peleadores hombres 72. tu t teetal (4) Que se escogen 73. u tial u ⊃a utz (5) para dar gusto 74. t yiich yum ku (4) A los ojos del Señor Dios.

IV

75. lail cu tippil kin (5) Así como asoma el sol 76. t yokol kaax (4) Por sobre el bosque 77. t-lákin (3) Al oriente 78. cu hoppol (3) Comienza 79. hul ppum kay (3) Del flechador arquero el canto 80. leil chimal h-bateil (5) Aquellos escuderos peleadores 81. u ⊃aicoob tulacal (7). Lo ponen todo.

DE LA FORMA A LOS SIGNIFICADOS Observamos gráficamente y comprobamos auditivamente en el can-tar, al leerlo en voz alta, la importancia fónica, lograda por medio de repeticiones y reiteraciones de sonidos y palabras. Estos recur-sos, apenas uno de los hilos del complejo entramado de la palabra maya, nos muestran la fuerza oral que subyace en el texto y su intención por acompañar, y en su momento, reproducir la dimen-sión visual del rito.

El análisis del cantar se debe analizar desde el título, ya que estos versos enunciativos funcionan retóricamente como exordio, y ritualmente como una fórmula para abrir el umbral hacia el espacio sagrado del rito (véase Martel 1995b), durante el transcurso de su elocución y ejecución:

X’okoot kay (4) Canción de la danza h’ppum t huul (3) el arquero flechador

La secuencia de los primeros versos después del exordio marca un ritmo fónico. La aféresis u omisión de la vocal en el prefijo ix, con significado femenino, se neutraliza mediante el sufijo um. La afére-sis permite un efecto auditivo, casi onomatopéyico, como si se arrastrara la pronunciación del vocativo para simular auditivamente un paso de danza que también se arrastra:

1. x–pacum (3) Espiador 2. x–pacum che (4) Espiador de los árboles 3. ti–humppel (3) A uno

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4. ti caappel (4) A dos 5. coox zuut (4) Vamos a cazar 6. tut–halche (3) A orilla de la arboleda 7. t alca <alcab> okoot En danza ligera <okot> (4/5) 8. tac oxppel (3) Hasta tres

La repetición de sonidos crea una armonía auditiva y rítmica, pero también permite introducir en el cantar al personaje central de la narración, interlocutor del emisor. Las características fónicas dan la idea de que la invocación del personaje se realiza mediante pasos de danza. Estos primeros versos introducen la importancia numero-lógica relacionada a la vez con la danza mediante uno, dos y tres pasos o su correspondencia con movimientos y acciones:

42. ⊃aa u yaax (5) Da la primera 43. ti cá zutil (4) A la segunda

Si bien reconocemos la rima pareada al final del verso, como poéti-camente se realiza en diversas lenguas modernas:

65. lailo yan a beiltic (6) Eso habrás de hacerlos 66. x má má a paatic (6) Sin dejar

Esta forma de rima es poco frecuente en los textos mayas. Si obser-vamos el esquema, podremos descubrir la constante corresponden-cia de sonidos entre un verso y otro, a veces en una constante reite-ración de sonidos, sobre todo al principio y en medio de las pala-bras. La repetición insiste en la importancia de un significado, pero también proporciona una cierta cadencia reiterativa a la estrofa, lo que nos indica, evidentemente, la presencia de recursos poéticos manejados con un fin auditivo, pero también para reiterar la trascendencia de significados en pos de una idea o concepto; o bien para crear ciertos efectos psico-hipnóticos en los oyentes, al crear una monotonía repetitiva de sonidos. Léase en voz alta la siguiente secuencia:

16. u yeé (3) la punta 17. a huul (3) de tu flecha 18. a ci xaabcheilt ma (6) bien enastada has 19. u zumil a ppum (5) la cuerda de tu arco 20. a ⊃amaá (4) puesta tienes … … 23. u yiit (3) del extremo 24. u chilbil (3) de la vara 25. a huul (3) de tu flecha 26. a ci choimaá uba (7) Bien untado has

Los versos anteriores nos muestran el constante recurso de la reite-ración fónica en el inicio de palabras o frases con significado dife-rente; tal es el caso del pronombre maya de segunda persona en a y el de tercera persona en u y sus correspondientes locativos ta y tu, como en la siguientes secuencias:

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15. a ci zuuzma Bien aguazado has 16. u yee la punta 17. a huul de tu flecha 18. a ci xaabcheilt ma bien enastada has 19. u zumil a ppum la cuerda de tu arco 20. a ⊃amaá puesta tienes

Los pronombres cumplen una función conativa o apelativa que se orienta en las narraciones hacia la segunda persona, hacia el oyente o receptor o hacia el narratario (receptor dentro del relato, Beris-táin, 2004: 358). El emisor llama la atención de este receptor para influir en su comportamiento. “La ‘más pura expresión gramatical’ de esta función se halla en el empleo del vocativo y del imperativo” (Beristáin 2004: 225).

La reiteración de pronombres y relacionadores establece una conversación unívoca o discurso de una sola voz del emisor con su narratario que es el danzante flechador a quien el narrador dirige para que cumpla con los movimientos rituales:

27. a ci choimaá uba (7) Bien untado has 28. u tzatzel (3) grasa 29. xibil ceh (3) de ciervo macho 30. tu muuk a kab (5) en tus bíceps, 31. tu muuk a uoc (5) en tus muslos, 32. tá piix (3) en tus rodillas, 33. tá toon (3) en tus pantorrillas, 34. taa ch'alatel (5) en tus costillas, 35. taa tzém (3) en tu pecho.

Nótese esta otra secuencia donde predomina ca y sus combinacio-nes con diferentes significados:

59. ca ⊃aa (3) Que des 60. ti leil ocóm tum cho (6) A esa columna pétrea azul 61. ca zuut (3) A la segunda vuelta 62. ca ⊃ae (3) Que dieres 63. ca hulic (3) Fléchalo 64. tu caaten (4) Otra vez

La paranomasia (homofonía) de ca con función de relativo y caa, numeral dos o doble, con sentido adverbial, en los versos citados, no sólo permite enlazar los versos de manera fónica, sino también dotarlos de un patrón silábico:

61. cá zuut (4) A la segunda vuelta 62. ca ⊃ae (3) Que dieras 63. ca hulic (3) Fléchalo

Los cambios en el nivel fónico de las palabras, crea una armonía rítmica de sonidos. Por ejemplo, suele ser frecuente el recurso de omitir letras de las palabras, algunas veces para reducir la cantidad silábica del verso; otras para provocar un efecto auditivo. Con esta

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intención se emplean las aféresis o supresión de letras al principio de la palabra. Tal es el caso de los primeros ocho versos del cantar ya mencionados, en los que el prefijo ix femenino, suele funcionar como despectivo o reverencial, según su contexto. Por norma gene-ral, dicho prefijo suele perder la vocal inicial, como en los siguientes versos:

1. x-pacum (3) Espiador 2. x-pacum che (4) Espiador de los ….. ….. 12. maa mentic x-ttileich (7) No hagas yerro ..... ….. 17. x-caatzim (4) de tu flecha

En el verso 41 aparece h' zac en vez de ah zac, y en el 71. h bateil - en vez de ah bateil quizá por la misma búsqueda de eufonía al no repetir la doble acentuación tónica de la vocal a en sílabas consecu-tivas.

Con otro sentido, el recurso de la síncopa (supresión de vocal al final de palabra), por ejemplo en el verso 60, donde, cho “añil” (azul) pierde su vocal glotalizada <ch’oh>, permitiendo reducir las sílabas del verso:

60. ti leil ocóm tum cho A esa columna pétrea azul <ch’oh> (6/7)

Lo mismo ocurre en el verso 70, donde aparece malo en vez de maloob. La síncopa permite hacer homogénea la secuencia de ver-sos cuatrisílabos:

70. maló <oob> chimal (4/5). Los buenos escuderos

El locativo o relacionador ti (tin + i = ti), pierde su vocal en los siguien-tes versos:

7. t alca okoot (5) en danza ligera ….. ..… 76 t yokol kaa (4) por sobre el bosque 77. ti lakin (3) al oriente

Los cambios fónicos o bien sus repeticiones pueden ser en el nivel de una letra, de una palabra o de una frase. En el nivel de las pala-bras y frases produce sonidos semejantes u homónimos, empleados con la intención de crear cierta confusión o equivocidad en los sig-nificados. Véase por ejemplo los siguientes versos del cantar:

37. tut pach leil ocóm (5) alrededor de la columna pétrea 38. tum bonan lail (4) pintada aquélla 39. tuux kaxaan (4) donde atada está

en donde tu es un locativo (en), tum es “aquélla” y tuux, “donde”. Lo mismo ocurre con tu que aparece con significados distintos

en los siguientes versos:

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51. tu tamil (3) hasta lo hondo 52. u bakel (3) De sus carnes ….. ..… 64 tu caaten (4) Otra vez ….. …… 68. tumen bail (3) Porque así

Podemos afirmar que los cambios en los sonidos de las palabras, así como sus repeticiones suelen emplearse en los discursos mayas con diferentes objetivos. El más frecuente es, en un nivel fónico, para crear un patrón o secuencia auditiva de los versos y a la vez un patrón silábico, como ya lo observamos en los ejemplos anteriores, donde se pierden letras o se cambian los sonidos. Lo mismo ocurre cuando se agregan letras para sostener la armonía fónica del discurso. Pero este recurso inclusive, puede repercutir en el nivel léxico/ semántico, por ejemplo en los siguientes versos donde la t del loca-tivo se repite produciendo un pleonasmo:

22. tu t kuukmeel (5) en las plumas ….. ….. 37. tu t pach leil ocóm (6) alrededor de la columna …… ….. 72. tu t teetal (4) que se escogen

La sinonimia es un recurso retórico frecuente en este nivel léxico/ semántico del texto. Nótese el cambio de a ci: “bien” por maloob: “bien”, que es menos formal; cii requiere de otras palabras para conformar un verso, en tanto que maló (maloo con la síncopa de la b) es una palabra más larga y reduce la entrada de otras palabras en un mismo verso:

9. cii liiz (4) Bien 10. u tan a pol (4) Alza la frente 11. maló ppilha uich (5) Bien avizora el ojo

En contraposición, los antónimos también se emplean con función retórica. Como palabras antónimas o como frases, el empleo de esencias opuestas responde a formas de pensamiento características de las culturas mesoamericanas. De este modo, encontramos en los siguientes versos, palabras que se oponen en su significado: como yerro y premio:

12. Maa mentic x ttileich No hagas yerro 13. tial caa ch’a Para coger 14. u tohol El premio

Como sucede con el texto del Cantar 13, así como en otros textos de carácter ritual (véase Arzápalo 1987; López Rosas 1995; Martel 1995b, Almeida 1996) hay una función pragmática en el texto, debido a que el emisor, especialista de lo sagrado y usuario del len-guaje ritual, quien además ocupa el papel primordial de sujeto en la elocución narrativa de estos discursos, suele emplear su habilidad en el manejo del lenguaje especializado, agregando una buena dosis

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de su propia creatividad. Y es aquí, en el nivel léxico-semántico y en el pensamiento lógico, donde se emplea una serie de recursos con fines diversos.

DEL NIVEL LÉXICO-SEMÁNTICO A LA COSMOVISIÓN Como se observa en el esquema correspondiente, los versos se nume-raron y se dejó un espacio entre cada secuencia. Los números roma-nos marcan las estrofas del cantar, las cuales suelen diferenciar los momentos rituales. Se trata de un conjunto de versos que al recitarse marcan pausas y tonos que resaltan la intensidad de la acción.

Como se puede observar en el esquema, hay cuatro estrofas que corresponden a cuatro momentos de la acción ritual.

El título del cantar forma parte del rito y de su elocución. Ya en otros trabajos (Martel 1995; 1997) he señalado que estos versos son como un exordio para abrir el espacio sagrado que enmarcará la celebración de un rito. Es como una fórmula de invocación y de saludo a los seres sobrenaturales a quienes estará dedicado el rito.

Enseguida, los ocho versos de la primera estrofa, casi apegados a un patrón silábico de 3, 4, 3, 4 son una enunciación y un llamado a la danza que hace el sujeto o relator, quien a su vez establece rítmica-mente los tiempos del baile (uno, dos y tres). Los versos, con este predominio de 3 y 4 sílabas, aportan un ritmo homogéneo, rasgo característico del lenguaje poético de los textos, para invocar o enun-ciar a los personajes o las circunstancias que prevalecerán en el rito.

En el caso del Cantar 13, los ocho versos después del exordio llaman al danzante que efectuará el sacrificio por flechamiento. El narrador emplea el característico vocativo de las narraciones, pero además se desdobla en un personaje más para formar parte del apresto a la danza, en una cacería metafórica para obtener el pre-mio de “una presa”.

El término “espiador” no resulta muy convincente, toda vez que se refiere al “espía” de los árboles en el bosque para buscar la presa. La glosa no resulta muy afortunada, pues “espiar” se refiere a observar con disimulo, y en el cantar se refiere a un individuo que busca o que hurga sigilosamente, observando con cuidado, los nidos de aves y de otros animales para cazarlos. Considero que un término en español sería “hurgador” o “buscador” o “cazador de los árboles”.

La segunda estrofa está marcada por un número mayor de versos, con un patrón menos homogéneo de sílabas, excepto al final de la estrofa donde se establece un patrón de versos de 3, 3, 5, 5, 3, 3, sílabas.

Los versos de esta segunda estrofa son un preludio a las acciones que se efectuarán después. Los versos corresponden a una serie de instrucciones para la preparación ritual de las armas que serán el instrumento sacralizado del “cazador”. El predominio de versos tri-sílabos que se componen en secuencias de dos y tres versos, pun-tualizan de manera rítmica cada uno de los objetos sagrados que uti-lizará el flechador en el rito de sacrificio.

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Hacia el final de la estrofa, seis versos marcan un recorrido pun-tual por el cuerpo del flechador; resaltado por la fuerza de seis pun-tos distribuidos por sus piernas, sus brazos y su pecho:

26. Bien untado has 27. grasa 28. de ciervo macho 29. en tus bíceps 30. en tus muslos 31. en tus rodillas 32. en tus gemelos 33. en tus costillas 34. en tu pecho

La mención de estas partes, como se puede observar en estos versos es muy detallada. No se habla de brazos o piernas simplemente, sino con detalle de los puntos que proporcionan la mayor fuerza a las cuatro extremidades y al torso. Es interesante señalar el rasgo de mas-culinidad atribuido al personaje mágicamente resaltado por medio de la grasa de venado macho. Elemento este último que merece una amplia y particular reflexión por su importancia en la cosmovisión maya.

De alguna forma, la secuencia corporal invoca la división maya del cuerpo humano marcada por los brazos y las piernas abiertas, unidas por un quinto punto al centro, representado por el pecho, y por el sexto punto que marca la cabeza.

El quinto punto es la unión armónica de los cuatro puntos en que dividen los mayas su cosmos. Ritualmente es el centro o espa-cio sagrado donde se coloca el ah-men o especialista de lo sagrado para realizar el rito que le permitirá establecer el contacto mágico con la sobrenaturaleza.

La tercera estrofa no sólo es la más extensa, sino también la más intensa, toda vez que sus versos penetran en el momento medular del rito de sacrificio. Sus 30 versos asumen al principio un tono de exhorto o de instrucción, para indicar cómo se debe realizar con éxito el sacrificio de la joven víctima. Pero después, el tono se torna imperativo, como si el nararrador de pronto se convirtiera en el personaje ejecutor del sacrificio. Esta actitud nos recuerda el tono imprecatorio que asume el médico-mago en los conjuros curativos del Ritual de los bacabes (Arzápalo 1987).

Esta tercera estrofa es el momento paroxístico del discurso, donde predominan de manera secuencial y rítmica los versos de 4 y 5 sílabas, por momento interrumpidos por versos de 6 ó 7 sílabas que, de acuerdo con el análisis de otros textos rituales (véase Martel 1995a, b), producen un rompimiento intencional del patrón silá-bico. Es posible que dichos rompimientos coincidan con un breví-simo instante de descanso en el discurso (parecido a los hemisti-quios en versos hispanos, utilizados poéticamente para respirar), o con un énfasis sobre el significado de ciertas fórmulas que destacan por su fuerte peso simbólico.

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Vale la pena señalar que casi todos los versos de siete sílabas corresponden a una instrucción y aprobación del emisor hacia las acciones realizadas, como en los siguientes versos de la estrofa II a la que volvemos de manera momentánea:

12. maa mentiic x-ttileich (7) No hagas yerro ….. ….. 21. maloob yiitz x-caatzim (7) Buena resina de Catzim ….. ….. 26. a ci choimaá uba (7) Bien untado has

De igual manera, en la estrofa III, los versos de siete sílabas apare-cen tras una secuencia de dos versos de seis sílabas, enunciando a la deidad:

47. ma kabeilt a ⊃ iic (6) No es necesario que pongas 48. tu lacal a muuk (6) Toda tu fuerza 49. tiyal a huul lomtci (7) Para asaetearlo ….. ….. 57. ciliichcelem yum ku (7) El Bello Señor Dios

La tercera estrofa se intensifica mediante la enunciación detallada de instrumentos como el arco, y el dardo que intervendrán en el juego paradójico muerte-vida del sacrificio humano, precisamente en ese orden, ya que la muerte de la víctima ofrece expectativas de vida por voluntad del Señor Dios:

60. ley u yota (4) que así lo quiso 61. ciliichcelem yum kv (7) el Bello Señor Dios.

La deidad, para algunos, advocación de Jesucristo, y para otros, del Dios Sol, se invoca en esta tercera estrofa como un cuarto personaje de la trama ritual, hecho que pone nuevamente de relevancia la importancia del número cuatro en la visión mágica de los mayas.

La intensidad de esta estrofa se escucha mediante la repetición rítmica de versos como en la del siguiente fragmento, en el que se combinan secuencias de versos cortos con versos largos:

49. tiyal a huul lomtci (7) para asaetearlo 50. tiolal ma u kilic (6) para no herirlo 51. tu tamil (3) hasta lo hondo 52. u bakel (3) de sus carnes 53. u tial ca paatac (6) y así pueda 54. u muk yaatic (5) sufrir 55. hu humppitil (4) poco a poco

Algunos fonemas (especialmente u) se repiten una y otra vez, pro-bablemente para marcar la fuerza rítmica de la danza, como si debiera golpearse el suelo primero con un pie y después con el otro. Tal es el caso de los siguientes versos que tienen un patrón silábico muy homogéneo, y también el patrón fónico de de los siguientes, donde se escucha el juego reiterado del número dos, ca, utilizado para marcar el ritmo de las acciones:

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58. tu caa zuut (5) A la segunda vuelta 59. ca ⊃aa (3) Que des 60. ti leil ocóm tum cho (6) A esa columna pétrea azul 61. cá zuut (3) A la segunda vuelta 62. ca ⊃ae (3) Que dieres 63. ca hulic (3) Fléchalo 64. tu caaten (4) Otra vez

La intensidad de la estrofa III decrece hacia la cuarta, debido a que ha disminuido la intensidad de las acciones. La estrofa misma y los versos son más cortas que en los versos precedentes.

En esta parte se explica las razones del rito y en general, de las acciones realizadas. Es la conclusión o cierre ritual, como si los per-sonajes salieran de este espacio, para cerrar tras sí el umbral sagrado. Corresponde al momento de la reificación alcanzada, com-probando la eficiencia del ritual. Tal vez la reificación sea un nuevo ciclo de vida para los mayas o un momento vital deseado dentro del movimiento cíclico del tiempo.

CONCLUSIONES Vocablos y fórmulas del texto del Cantar 13 se componen para pro-ducir una sensación visual y auditiva en cualquier lector o receptor real o potencial; sin embargo, no debemos olvidar que un texto litera-rio cumple una función lingüística, pero también una función social. De este modo, el sentido ritual del Cantar del Arquero Flechador provoca una doble interpretación de su mensaje: la esperanza de la reificación (véase función fática de Jakobson 1986: 356, basado en Malinowski 1953), o de los beneficios, resultado positivo por haber realizado adecuadamente el rito, a la vez que un reconocimiento social del poder y jerarquía del emisor especialista. Como señala Giraud (1999: 15): “La función fática desempeña un papel muy importante en todos los modos de comunión: ritos, solemnidades, ceremonias, discursos, arengas; conversaciones familiares, amoro-sas…”.

En esta muestra de análisis en los diversos niveles del discurso, es posible descubrir una significativa gama de recursos lingüísticos y extralingüísticos imbricados en un género poético que en mi opi-nión no tiene un carácter popular. El concepto es de la mentalidad hispana, no de la maya, y por ende, refleja el lamentable vacío de un marco teórico aplicable a los procesos de comunicación que desarrolló la cultura maya. Se adoptan conceptos o formas de clasi-ficación que le son ajenos, casi siempre derivados de culturas con experiencia escritural, y por ello, con insistente tendencia a encasi-llar a las culturas prehispánicas desde una óptica moderna. Por esta razón, y a pesar de nuestra reticencia, nos vemos obligados a utili-zar términos inapropiados, empleados como una convención, para definir los diversos giros que adopta than.

El resultado de los préstamos teóricos deja grandes hiatos y pro-voca numerosas preguntas, la mayoría de ellas sin respuestas inme-

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diatas. Cabe entonces preguntarnos si el cantar analizado es un can-tar narrado o una narración cantada. ¿Qué tiene de popular? ¿Quién lo narra? ¿Podríamos decir que el Cantar 13 es el discurso de un holpop o de un maestre especializado de la danza ritual? ¿Sería el ah kayom, un tipo de sacerdote de alto rango, especialista en estas artes de la danza y del canto, un real y cabal usuario de than?

A pesar de su función indeterminada, el sujeto o narrador del Can-tar 13 aparece en el discurso como una voz sin coros ni estribillos. Él habla por los personajes mediante su desdoblamiento como narrador, que lo convierte sutilmente en personaje. “Vamos a cazar”, dice.

Y en esa acción asume el papel del mago que puede desplazarse al tiempo mítico.

Si bien hay un doble enlace entre el emisor, con el narratario y con el destinatario virtual del cantar, considero que éste pudo ser del dominio popular por su música y ejecución, pero no por la com-posición estructural del discurso, ni por su sentido profundo, el cual siguió siendo predominio de especialistas de lo sagrado.

Meschonnic (1992: 223, citado y traducido por Héau 2001:37) afirma que “la poesía es la máxima realización de la oralidad. Escri-ta o no escrita, cuando se realiza plenamente, la oralidad es litera-tura. Por lo tanto, se supera la división entre literatura oral y litera-tura escrita por medio de la oralidad, es decir, de las sonoridades rítmicas del discurso, sea éste hablado o escrito”.

Si no perdemos de vista estas premisas, seguramente estaremos en camino de responder a la serie de preguntas que nos aquejan cuando nos entregamos a la tarea de interpretar los mensajes dejados por los textos mayas en la letra escrita por el alfabeto latino.

NOTA 1. Véanse diversos trabajos al respecto (Almeida, 1996; López Rosas,

1995; Martel 1995a, b).

REFERENCIAS Arzápalo, Ramón 1987 El Ritual de los Bacabes. Edición facsimilar con transcrip-

ción rítmica, traducción, índice, glosario y cómputos esta-dísticos. (Fuentes para el Estudio de la Cultura Maya no. 5). México: IIF/CEM, UNAM.

Almeida, Rosana de 1996 Viejos textos, nuevos abordajes. Técnicas y métodos moder-

nos para la traducción de textos indígenas coloniales: El Chilam Balam de Tizimín, Trabajo final para obtener el diploma de Especialización en Literatura Maya y Náhuatl.

Barrera Vásquez, Alfredo 1944 “Canción de la Danza del Arquero Flechador”. Tlalocan I

(4): 273–277. 1965 El Libro de los Cantares de Dzitbalché. Traducción, notas

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y una introducción, INAH, por Alfredo Barrera Vásquez. México: INAH.

Beristáin, Helena 2004 Diccionario de Retórica y Poética. México Editorial Porrúa. Boccara, Michel 1970 Chak et ses Chevaux. Mythologie de la Pluie et de la

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Madrid: Dastin. Ciudad Real, Fray Antonio de 1995 (original, siglo XVI) Calepino de Motul. Diccionario

Maya–Español. Edición computarizada, sistematización de la ortografía del maya, modernización del español. Indice de vocablos mayas y su localización, indice adverso del maya, clasificación gramatical, semántica y pragmática de las entradas léxicas. Clasicación cientifica de términos de fauna y flora. Adición de traducciones al español faltantes en el documento original. Lista de expresiones latinas, muestras de las concordancias y transcripción paleográfica por Ramón Arzápalo Marín, en colaboración de Roxana de Almeida, María Isabel López Rosas, Patricia Martel Diaz–Cortés, Carlos Strassburger Frias y Alejandro Villanueva González. México: IIA–UNAM.

Guiraud, Pierre 1999 La semiología, 24 edición. México: Siglo XXI. Héau, Catherine 2001 “Marcas de oralidad en los corridos surianos”, Antropoló-

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1995b Contexto histórico, análisis literario y pragmático del con-juro maya yucateco ‘lo que se dice para apagar con el agua lo que en el fuego está’. Trabajo final para obtener el Diplomado en Especialización en Literaturas Maya y Náhuatl. UNAM, México.

1997 Los números cabalísticos en la métrica y contenido de un conjuro maya, En: Latin American Indian Literaturas, Messages and Meanings, Papers of the Twelfth Annual Symposium ALILA/LAILA. Lancaster: Labyrinyhos: 15–19.

Meschonnic, Henri 1992 D’une poétique du rythme a une politique du rythnme,

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LOS CLÍTICOS DETERMINANTES EN EL MAYA YUCATECO Jorge Monforte Madera Acanceh, México

Resumen: Se muestra cómo algunas características gramaticales de los clíticos determinantes le…a’, le…o’ y le…e’ en el maya yucateco manifiestan ciertas peculiaridades morfofonológicas y sintácticas, incluso semánticas, en la lengua. Palabras clave: Lingüística, Maya-Yucateco, clíticos En este artículo hablamos principalmente sobre algunas caracterís-ticas gramaticales de los clíticos determinantes le…a’, le…o’ y le…e’ en el maya yucateco. Nuestro propósito será mostrar cómo estos determinantes manifiestan ciertas peculiaridades morfofonológicas y sintácticas, incluso semánticas, en la lengua.

Antes que nada convendría decir, de manera general, que los determinantes le…a’, le…o’ y le…e’ son considerados como una clase de pronombres demostrativos formados por dos elementos, por le= que funciona como una especie de demostrativo o un tipo de artí-culo definido, y por =a’, =o’, y =e’ que fungen como demostrativos indicadores de distancia, ya sea cerca (=a’), lejos (=o’) o ausencia y lejanía (=e’) (cfr. Barrera Vásquez 1980: 98–99; Tozzer 1977: 50). Son determinantes de sustantivos y de frases nominales y también marcan límite de frase; al carecer de acento se apoyan fonológica-mente en otra palabra acentuada, así, nunca aparecen aislados.

FUNCIÓN DETERMINADORA Y DEMARCATIVA DE

LE..A’, LE...O’, LE...E’ Los determinantes entran en relación con conceptos para actualizar-los o particularizarlos, fijándoles una “extensión”.1 Dichas formas permiten pasar del sentido al referente para hacerlo corresponder a un sector de la realidad de los hablantes de una lengua.2 La deter-minación dirige hacia la realidad concreta un signo «virtual» (perte-neciente a «la lengua»), o delimita, precisa y orienta la referencia de un signo (virtual o actual). 3

Si un nominal, por ejemplo, tsíimin ‘caballo’, es pronunciado fuera de contexto, no se sabría a cuál caballo se está haciendo refe-rencia, pero al agregar cualquiera de los determinantes le...a’, le...o’, o le...e’ se adquiere referencia dentro de un contexto. Así, en

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cierta situación vemos dicho animal y lo señalamos lingüística-mente. Compare las siguientes expresiones:

1(a) Le tsíimina’ ‘Este caballo’ (cerca del hablante) Le tsíimino’ ‘Ese caballo’ (cerca del oyente) Le tsíimine’ ‘Aquel caballo’ (fuera de la vista del hablante y del oyente)

1(b) Le in tsíimina’ sùuk. ‘Este caballo mío’ (cerca del hablante) es manso.’ Le in tsíimino’ sùuk. ‘Ese caballo mío’ (cerca del oyente) es manso.’ Le in tsíimine’ h kíimih. ‘Aquel caballo mío’ (fuera de la vista del hablante y del oyente) murió.’

1(c) Le in ka’-túul chan boox tsíimina’ sùuko’ob. ‘Estos dos caballitos negros míos son mansos.’

1(d) Le in ka’-túul chan boox tsíimin k’axa’an ich koorrala’

sùuko’ob. ‘Estos dos caballitos negros míos que están amarrados en el corral son mansos.’

Los determinantes agregan referencia al nominal tsíimin, ‘caballo’. Si un hablante pronuncia una frase como le= tsíimin=a’, ‘este caballo’, y el caballo se encuentra a la vista de los oyentes, no habrá problema de interpretación para el interlocutor. En cambio, si se pronuncia sólo tsíimin, el interlocutor no sabría a qué caballo en particular se está haciendo referencia, excepto que tsíimin sea una respuesta a una pregunta, como ba’ax lelo’ (‘¿Qué es esto?’) o si se llama al animal. El contexto pragmático ayuda a reconocer de qué estamos hablando.

Al agregar cualquiera de los determinantes =a’, =o’, y =e’ al sustan-tivo ts’íimin ‘caballo’ se introduce el rasgo semántico [+determinado]. Este rasgo proporciona información sobre la relación espacial entre hablante y la entidad. Estos constituyentes nos dicen si el animal se encuentra en cierto espacio, respecto del hablante y del oyente.

Los determinantes proporcionan información morfológica. Señalan hasta dónde llega la frase nominal al indicar que los constituyentes que se encuentran entre le...a’(o’,e’) pueden representar una frase nominal.

Los ejemplos 1a-d muestran cómo los determinantes le...a’/o’/e’ pueden adherirse a cualquier constituyente. Al desplazarse hacia la izquierda o la derecha del núcleo de la frase muestran independen-cia morfológica y semántica respecto a la palabra a la cual están

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unidos fonológicamente. Esto indica que al menos no son afijos, pero tampoco total independencia.

LOS DETERMINANTES LE… A’, LE… O’ COMO PRO–FORMAS En este apartado hablaremos sobre el concepto de pro–forma apli-cado únicamente a le...o’. El término de pro–forma hace alusión a unidades lingüísticas que operan como sustitutos de otros de la misma clase. De manera general, estos sustitutos se han circuns-crito a los pronombres, señalando que éstos tienen la función de sustituir nombres. Pero sería mejor considerar a estos elementos como pro–constituyentes o pro–formas4 que reemplazan frases, sean éstas nominales, verbales, adverbiales, etc. En este sentido tenemos que una pro–forma puede ocupar el lugar de una frase y no sólo el del núcleo de ésta.

Como veremos más adelante, la adopción del término pro–forma puede ser de más utilidad que el de pronombre, ya que el primero nos permite una mayor cobertura conceptual al incluir a toda la frase, y no solamente al núcleo de la misma o a frases nominales.

Antes de hablar sobre la función del determinante como pro–forma, veremos primero que el determinante le...o’ también tiene la posibilidad de reemplazar sólo al núcleo de la frase nominal, cuando la frase nominal está acompañada de otros modificadores. En estos casos el determinante funcionaría como un pronombre. Partiremos del siguiente ejemplo:

2(a) Le chan5 box pèek’o’ hach ts’íik. le=chan box pèek’=o’ hach ts’íik-Ø DET=pequeño negro perro=DIST6 muy bravo-3AbsSg ‘Ese perrito negro es muy bravo.’

En este ejemplo supondremos que ha sido introducido el tema de discurso; el perro. Hablamos de un perro de cierto color y tamaño, y particularmente tiene el atributo de ser bravo.

Ahora veamos qué sucede con el determinante le...o’ de la ora-ción del ejemplo 2(a) si, en primer lugar, elidimos el núcleo de la frase nominal y posteriormente cada uno de los modificadores del núcleo nominal, como se ven en los siguientes ejemplos:

3(a) Le chan boxo’ hach ts’íik. le=chan box=o’ hach ts’íik-Ø DET=pequeño negro=DIST muy bravo-3AbsSg ‘Ese negrito es muy bravo.’

3(b) Le boxo’ hach ts’íik le=box=o’ hach ts’íik-Ø DET=negro=DIST muy bravo-3AbsSg ‘Ese negro es muy bravo.’

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3(c) Le chichano’ hach tsíik le= chichan=o’ hach tsíik-Ø DET=equeño=DIST muy bravo-3AbsSg ‘Ese pequeño es muy bravo.’

3(d) * le...o’ hach ts’íik

En los ejemplos 3 vemos que la elisión del núcleo se debe posible-mente a ciertas condiciones pragmáticas y gramaticales que los hab-lantes tienen como un recurso de la lengua.

Una condición pragmática para la elisión del nominal es que el nominal sea previamente introducido en el discurso. De esta mane-ra los hablantes sabrán de qué o de quién se está hablando; eso permite que el tema del discurso tenga la posibilidad de ser elidido. La otra condición es que dentro de la estructura de la frase nominal hay algún otro elemento morfológico o léxico con la posibilidad de funcionar como sustituto del núcleo nominal. En los ejemplos 3 notamos que de todos los elementos que acompañan al nominal solamente el determinante no puede ser elidido; siempre acompa-ñará al modificador, o los modificadores, que permanecen en la frase nominal. Si quisiéramos elidir todos los modificadores, dejando solamente al determinante, la oración resultaría agramati-cal. Viendo los ejemplos con un poco más de atención, nos daría-mos cuenta que el determinante necesita de un soporte fonológico en el cual pueda apoyarse, de tal manera que es indispensable la permanencia de cualquiera de los modificadores del núcleo nomi-nal, u otro elemento morfológico, para que la frase sea aceptable. De lo anterior, podemos decir que el determinante está compuesto de dos elementos átonos los cuales necesitan de otro constituyente con acento propio en el cual puedan apoyarse fonológicamente, es por esa razón que no podría aparecer de manera aislada, como se ve en el ejemplo 3(d). Eso explicaría, por qué en la frase nominal aun cuando se elide el núcleo, o cualquiera de los adjetivos, siempre conservará uno de los modificadores para servir de soporte fonoló-gico al determinante.

Tenemos entonces que el determinante en los ejemplos 3 está reemplazando al núcleo nominal y no a toda la frase nominal, y que al no aparecer como un constituyente fonológicamente aislado necesita del otro. En este caso diríamos que el determinante está funcionando como un pronombre de carácter demostrativo.

Ahora bien, para que el determinante le...o’ funcione como una pro–forma tendría que aparecer como una forma léxica fonológica-mente independiente. En el maya yucateco existen las formas lelo’ y lela’ que parecen provenir de le...o’/a’ (Barrera Vásquez (1977: 221) considera que el determinante le...o’/a’ también pueden aparecer como formas libres cuando se le inserta, entre sus dos componentes, otro elemento fonológico, una lateral [l], dando como resultado lelo’,7 “eso, ésa ,ése, aquél, aquello, aquélla”; y lela’, “esto, éste, ésta. No

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existe la forma *lele’. Sin embargo, parece ser que la lateral insertada es epentética, no hay evidencia morfológica ni semántica que mues-tre si la lateral proviene de otro elemento. A través del tiempo sufrió un proceso morfológico y semántico, por ejemplo, de gramaticaliza-ción, y desde entonces se ha fusionado al determinante. Lo que tam-bién aparenta este constituyente con la lateral insertada, es estar sus-tituyendo a la frase nominal, y no al determinante.

Veamos dos ejemplos basados en los anteriores para ilustrar este comentario:

4(a) Lelo’ hach ts’íik. lelo’ hach ts’íik-Ø ese/aquel muy bravo-3AbsSg ‘Ése es muy bravo.’

4(b) Lela’ hach ts’íik. lela’ hach ts’íik-Ø este muy bravo-3AbsSg ‘Éste es muy bravo.’

Contrastando estos dos ejemplos con los ejemplos 3, tendríamos dos posibles interpretaciones. En la primera el determinante lelo’ estaría funcionando como sustituto de toda la frase nominal (le chan box pèek’o’), y no solamente al núcleo pèek’, ‘perro’, a la manera de una pro–forma. La otra interpretación es que las formas lela’ y lelo’ serían formas alomorfos de le...a’ y le...o’, las cuales estarían en lugar de la frase nominal, cuando no haya otro elemento léxico entre le...a’ y le...o’. Viéndolo desde este punto de vista, entonces tendríamos que el papel de pro–forma lo cubriría la lateral [l] y no lela’ y lelo’.8 Por esto sería aceptable que la lateral no es epentética sino un morfema que sustituye a la frase nominal, aunque falta evidencia de que esto sea así. Por lo tanto, el papel de pro–forma estaría representado por lelo’ y lela’. LA ORACIÓN EN FUNCIÓN ADJETIVA Con la noción de oración adjetiva veremos cómo los determinantes también pueden aparecer “pegados” a frases verbales. Si recorda-mos que una característica fonológica del determinante es que sus elementos carecen de acento, cuya presencia en una construcción depende de ciertos factores fonológicos, entonces tendremos que tomar en cuenta el ámbito donde aparece el determinante para explicar la razón por la cual aparece en frases verbales.

El concepto general de oración adjetiva consiste en que una ora-ción se subordina a la frase nominal para ser un modificador del núcleo de la frase, quedando la oración incluida dentro de la frase. La oración adjetiva tiene dos funciones; una restrictiva que ayuda a identificar o a especificar al nominal, otra no restrictiva que única-mente explica algo acerca del nominal. En lenguas como el español,

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la oración como modificador del núcleo nominal es introducida por un pronombre relativo (cfr. Pickett y Elson 1986:115. También cfr. Comrie 1988:199–208; y Benveniste 1984: 144–158).

La oración adjetiva en el maya yucateco está indicada por medio de una oración que modifica a un núcleo nominal, y donde ambos están delimitados por el determinante le...o’.

Así, partiendo de la oración adjetiva presentaremos un argumento sintáctico para determinar la razón por la cual el deter-minante aparece adicionado a una frase verbal, cuando una de sus funciones es la de modificar a sustantivos. Vamos a suponer que hemos introducido el tema del discurso, estamos hablando de un perro, el cual ha sido omitido en el discurso, antes propiedad de mi hermano, y que tiene la particularidad de ser bravo, pero que en cierto momento regalé. Ahora centrémonos sobre la posición del determinante en las distintas oraciones. Para este caso contrastemos dos grupos de ejemplos:

5(a) Tin síihah le péek’e’. t-in=síih–ah le=péek’=e’ PFV-1ErgSG=regalar-COMP DET=perro=DIST ‘Regalé aquel perro.’

5(b) Tin síihah le péek’ hach ts’íike’. t-in=síih–ah le=péek’ hach ts’íik=e’ PFV-1ErgSg=regalar-COMP DET=perro muy bravo=DIST ‘Regalé aquel perro muy bravo.’

5(c) Tin síihah le hach ts’íike’. t-in=síih–ah le=hach ts’íik=e’ PFV-1ErgSg=regalar-COMP DET=muy bravo=DIST ‘Regalé aquel más bravo.’

5(d) Tin síihah le ts’íike’ t-in=síih–ah le=ts’íik=e’ PFV-1ErgSg=regalar-COMP DET=bravo=DIST ‘Regalé aquel bravo.’

5(e) * le hache’ ts’íik tin síihah

Contrastemos las oraciones anteriores con las siguientes:

6(a) Le pèek’ tin síihahe’ hach ts’íik. le=pèek’ t-in=síih–ah=e’ hach ts’íik-Ø DET=perro PFV-1ErgSg=regalar-COMP=DIST muy bravo-3AbsSg ‘Aquel perro que regalé es muy bravo.’

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6(b) Hach ts’íik le tin síihahe’. Hach ts’íik-Ø le=t-in=síih–ah=e’ muy bravo-3AbsSg DET=PFV-1ErgSg=regalar-COMP-DIST ‘Es muy bravo aquel que regalé.’

6(c) *pèek’ tin síiha hach ts’íik

6(e) *hach ts’íik tin síihah

En cada una de las oraciones del ejemplo 5 los interlocutores hablan sobre un perro, particularmente bravo, enfatizando a uno de color negro, de un conjunto de perros. Además hablan de un perro que no está a la vista de los hablantes.

Contrastando la posición del determinante en las oraciones de 5 y 6 vemos que en los ejemplos de 6 incorporamos la frase verbal entre el determinante le...e’, situándolo a la derecha del núcleo nominal. Este movimiento de constituyentes ocasiona ciertos cambios sintácti-cos y semánticos de las oraciones del ejemplo 6; por un lado, trans-forma las oraciones transitivas en oraciones atributivas; por otro lado, la frase verbal al incorporarse a la frase nominal se convierte en modificador del núcleo nominal del objeto directo ‘perro’. A través de esta incorporación de la frase verbal vemos cómo la oración transitiva se convierte en una oración adjetiva. Diríamos que en este caso la oración incorporada dentro de la estructura de la frase nominal esta-ría funcionando como un modificador más del núcleo del sustantivo, es decir, estaría identificando o especificando al sustantivo ‘perro’.

Las oraciones adjetivas de los ejemplos 6(a)(b) representan oraci-ones restrictivas ya que especifican a qué perro me estoy refiriendo dentro de un conjunto de perros, no se habla de un perro único.

Ahora bien, si en la oración adjetiva seguimos elidiendo otros constituyentes, además de los modificadores adjetivos el núcleo nominal, entonces tendremos la siguiente estructura; determinante más una frase verbal, [le+FV+o’], como por ejemplo:

7(a) Le tin síihahe’ utial in suku’un ka’chi.9 le=t-in=síih–ah=e’ utial in=suku’un ka’chi DET=PFV-1ErgSg=regalar-COMP=DIST suyo 1POSS=hermano mayor entonces ‘Aquel que regalé era de mi hermano mayor.’

7(b) * le...e’ utial in suku’un ka’chi’

7(c) * lele’ utial in suku’un ka’chi

Si también elidimos la frase verbal y dejamos sólo el determinante, entonces la oración no tendría sentido como se muestra en el ejem-plo 7(b)(c). Ésta es una de las peculiaridades del determinante que

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mencionamos a principio, que a veces lo encontramos acompa-ñando a una frase verbal. Sin embargo, esta peculiaridad del deter-minante tiene una explicación más que nada fonológica, como vimos en el apartado anterior sobre pro–forma.

Antes de aceptar qué tanto los modificadores adjetivos como la oración adjetiva sólo sirven de apoyo fonológico a los determinantes le...e’, veremos primero otros argumentos que permiten demostrar y apoyar esta idea. En todo caso cabe preguntarnos si, a) la estructura le tin síihahe’ estaría funcionando como un sustituto de la frase nominal, b) o si el determinante le...e’ estaría sustituyendo sola-mente al núcleo que se ha elidido, c) o bien estaría modificando a los constituyentes encerrados por le...e’.

Para demostrar lo que estamos proponiendo analicemos más detenidamente el ejemplo 7(a), vemos que la elisión del determinante ocasionaría que la oración se convierta en una respuesta a una pre-gunta, es decir, para entender la oración 7(a) cuando elidimos el determinante tenemos que contextualizarla haciendo una pregunta previa, para que la oración tenga sentido, por ejemplo:

8(a) Tu'ux h ts’o’ok le peek’e’. tu’ux h-ts’o’ok le=peek’=e’ dónde PFV-acabar DET=perro=DIST ‘¿Dónde acabó aquel perro?’

8(b) Tin síihah utial in suku’un ka’chi’. t-in= síih–ah utial in=suku’un ka’chi’ PFV-1ErgSg regalar-COMP suyo 1sg.POSS=hermano mayor entonces ‘Lo regalé, era de mi hermano.’

El ejemplo 8 no sirve como argumento para demostrar la relación entre el determinante y la frase verbal. Solamente los mencionamos como una consecuencia de lo que sucede cuando elidimos el deter-minante.

Si elidimos la oración tin síiha encerrada por le...e’ y quedara solamente este, tampoco la oración tendría sentido, como se mues-tra en 7(b). Tampoco existe la forma *lele’ como un sustituto o como demostrativo, como vemos en 7(c). Solamente existen las formas lela’, ‘esto’ y lelo’, ‘eso’. Estos argumentos nos llevan a decir que la forma le...e’ necesita un soporte fonológico para funcionar como una pro–forma, ya que no solamente sustituye el núcleo nominal, sino a toda la frase nominal.

En este caso podemos decir que al elidir el núcleo de la frase nominal, el determinante le...e’ necesita de cualquiera de los modi-ficadores del sustantivo para que funcione como una pro–forma. Creemos que estos argumentos responderían a las preguntas si, a) la estructura le tin síihahe’ estaría funcionando como un sustituto de la frase nominal, b) o si el determinante le...e’ estaría sustitu-yendo solamente al núcleo que se ha elidido.

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Otra prueba que nos serviría para ampliar el argumento anterior sería mover el determinante fuera de la frase verbal y adjuntarlo al predicado, por ejemplo:

9(a) Tin síihah le utial in suku’un ka’che’. t–in=síih–ah le=utial in=suku’un ka’ch=e’ PFV-1ErgSg=regalar-COMP DET=suyo 1POSS=hermano mayor entonces:DIST ‘Regalé aquel que era de mi hermano mayor.’

En este ejemplo el único constituyente que puede sustituir a la frase nominal omitida en el discurso es el determinante le...e’.

Este traslado del determinante de la frase verbal al predicado y la elisión de la frase nominal, nos proporciona un argumento que nos permite afirmar que el determinante estaría funcionando como sustituto de la frase nominal; dentro del predicado de la oración no hay otro constituyente que nos lleve a pensar si es el que está susti-tuyendo a la frase nominal y no el determinante. En este sentido también diríamos que todo el predicado estaría funcionando como soporte fonológico del determinante.

Otra prueba para saber si el determinante está sustituyendo a la frase nominal sería indagar si modifica a los constituyentes o solamente los ocupa como soporte fonológico, como se muestra en los ejemplos 7 y 9 donde aparece con una oración adjetiva o con el predicado. En el ejemplo 7 el elemento le no tiene relación semántica con el primer constituyente de la oración. Esto lo comprobamos cuando trasladamos el clítico =e’ después de tin, o le delante de síihah, por ejemplo:

10(a) * le tine’ síiha

10(b) * tin le síihae’

Estos dos ejemplos nos muestran que el determinante le...e’ no puede modificar al constituyente que permanece entre ellos. En cambio, sí podemos introducir un nominal como pèek’, para formar la oración:

11(a) Le pèek’ tin síihahe’. le=pèek’ t-in=síih–ah=e’ DET=perro PFV=1ErgSg=regalar-COMP=DIST ‘Aquel perro que regalé.’

11(b) Le pèek’e’ tin síihah. le=pèek’=e’ t-in=síih-ah DET=perro=DIST PFV=1ErgSg=regalar-COMP ‘Aquel perro lo regalé.’

Contrastando los ejemplos 9 con los 10, vemos que el determinante le no determina a tin como lo haría con pèek’, lo mismo diríamos

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del elemento =e’, este no está agregando ningún rasgo al consti-tuyente que le antecede, que es síihah.

El mismo fenómeno sucede con el ejemplo 9, ninguno de los ele-mentos parecen tener relación semántica con el determinante. En este ejemplo se habla del perro que tiene ciertas cualidades, agre-gando la información indicando a quién pertenecía. En este ejemplo también vemos que el determinante solamente hace alusión al ani-mal y no mantiene relación semántica con los constituyentes del predicado. Si elidimos el determinante, toda la oración cambia de significado como se observa en el ejemplo 8.

También es importante mencionar casos de oraciones adjetivas donde el determinante solamente aparece con la frase verbal com-puesta de un sólo constituyente, como por ejemplo:

12(a) Máax Pedro. máax-Ø Pedro quién-3AbsSg Pedro ‘¿Quién es Pedro?’

12(b) Le (h) bino’. le=(h-)bin-Ø=o’ DET=(PFV)ir-3AbsSg=DIST ‘Ese que se fue.’

Compárese con el siguiente ejemplo donde aparece el núcleo nomi-nal:

13 Le Pedro (h) bino’. le=Pedro (h-)bin-Ø=o’ DET=Pedro (PFV-)ir-3AbsSg =DIST ‘Ese Pedro que se fue.’

14 Le Pedro’ (h) binih. le=Pedro=o’ (h-)bin-ih-Ø DET=Pedro=DIST (PFV-)ir- COMP -3AbsSg ‘Ese Pedro se fue.’

En el ejemplo 12(b) el determinante no muestra evidencia de que esté modificando al verbo ‘bin’, sino que la frase nominal es modifi-cada por una oración, en la cual el determinante está sustituyendo al nominal y también está delimitando la extensión de la misma frase.

Así, tenemos que la oración subordinada, al realizar la misma función que otros modificadores adjetivos de la frase nominal, tiene la posibilidad de servir como soporte fonológico a los determinan-tes. En este sentido, los determinantes solamente tendrían relación sintáctica y semántica con el núcleo nominal y no con los modifica-dores del núcleo. Con los modificadores solamente tendría una rela-ción fonológica.

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Lo que hemos expuesto en este apartado viene a comprobar lo que más arriba mencionamos sobre la idea de que los determinan-tes tienen dos posibles formas. Una de éstas es cuando los determi-nantes aparecen como le...a’/o’/e’, si hay otros elementos léxicos con acento propio que pueden servirle como soportes fonológicos. La otra forma sería lelo’/lela’, cuando aparecen como una forma léxica independiente, donde la lateral [ l ] es insertada entre sus dos componentes sirviendo como soporte fonológico.

NOTAS 1. Parte de los conceptos presentados sobre “sentido”, “signifi-

cado”, “extensión” y “referencia” y las nociones de determina-ción han sido tomados y se encuentran más detallados en Josefina García Fajardo (1991).

2. Ducrot y Todorov (1986: 293). (cf. Lyons 1980: 396–398) 3. Coseriu (1989: 291–293) 4. Radford (1988: 79) dice: “In more general terms, since Pro-

nouns ‘replace’ o ‘refer’ back to the other constituents, we might refer to them as pro–constituents, or proform.” Véase también ‘Pro–forma’, en: Werner Welte (1985: 491–492).

5. La forma chan es apócope de chichan, ‘pequeño’. En el habla coloquial se usa con más frecuencia la forma apocopada. Sin embargo, cuando esta acompañada del determinante y no apa-rece acompañada por otro adjetivo se pronuncia de manera completa, como se observa en el ejemplo 5(c).

6. DET = Determinante DIST = Deíctico de distancia 7. Barrera Vásquez hace notar que “El complejo pronominal

demostrativo libre en “le” es también una forma compleja, léxica independiente. Está compuesta de las formas le –a’ y le –o’, pero unida por un sustituto, –l–, el cual recibe le– como prefijo y –a’ u –o’ como sufijos. Las formas resultantes equiva-len exactamente a “éste” y a “ése” del español. La forma plu-ral se hace tomando a –l– como nombre para recibir el plural –oob que queda incorporado entre –l– y la vocal. Su función es de suplir nombres o señalarlos”.

8. También es posible que la’ y lo’ de lela’ y lelo’ sean un residuo de los constituyentes la’ y lo’ que menciona Smailus (1989: 107–109) del maya colonial y que ilustra en los ejemplos: “tzi-min la”, ‘el caballo aquí’; y “tzimin lo”, ‘el caballo allá’. Pero para afirmarlo tendríamos que investigarlo diacrónicamente.

9. El término ka’chi es considerado por Barrera Vásquez (1977: 270–271) como un adverbio de tiempo que significa “enton-ces, en aquel tiempo” y que se pospone a construcciones como tan in emel, “estoy bajando”, para darle a la oración un sentido de tiempo pretérito, ejemplo: tan in emel ka’chi, “bajaba, estaba bajando”.

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REFERENCIAS Ayres, Glenn y Barbara Pfeiler 1997 Los Verbos Mayas. La conjugación en el maya yucateco

moderno. Mérida: Universidad Autónoma de Yucatán. Barrera Vásquez, Alfredo 1977 La lengua maya de Yucatán. En: Hoyos Villanueva, et. al.

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Benveniste, Emile 1984 Problemas de lingüística general. vol. I México: Siglo

XXI Comrie, Bernard 1989 Universales del lenguaje y tipología lingüística. Madrid:

Gredos. Coseriu, Eugenio 1989 Teoría del lenguaje y lingüística general. Madrid: Gredos. Ducrot, Oswald y Tzvetan Todorov 1986 Diccionario Enciclopédico de las Ciencias del Lenguaje.

México: Siglo XXI. García Fajardo, Josefina 1991 El significado de los determinantes españoles. Nueva

Revista de Filología Hispánica, v.39, no.2: 737–752 1992 La frase sustantiva en el español actual. Cuatro cambios

sintácticos. México: UNAM. Lyons, John 1980 Semántica. Barcelona: Teide. Pickett, V. B. y B.F. Elson 1986 Introducción a la morfología y sintaxis. México: Instituto

Lingüístico de Verano. Radford, Andrew 1988 Transformational Grammar. A first Course. Cambridge:

Cambridge University Press. Smailus, Ortwin 1989 Gramática del Maya Yucateco Colonial. Hamburg:

WAYASBAH. Tozzer, Alfred 1980 A Maya Grammar. New York: Dover Pub. Welte, Werner 1985 Lingüística moderna. Terminología y bibliografía. Vol II.

Madrid: Gredos.

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LO CARACTERÍSTICO DE LA MAYA DE QUINTANA ROO Fidencio Briceño Chel Instituto Nacional de Lenguas Indígenas, México

Resumen: Este trabajo intenta llamar la atención del lector hacia algunos de los aspectos más característicos de la llamada maya de Quintana Roo, con esto se pretende mostrar, por un lado, que la maya no es homogénea en toda la Península de Yucatán y, por el otro, de que a pesar de ser esta la zona considerada más conservadora lingüística y culturalmente, presenta procesos de evolución distintos a los que se están llevando a cabo por el resto de los hablantes de esta lengua. Este trabajo es una revisión somera y meramente descriptiva de los cambios que son más notorios y se espera que este sea un referente para posteriores trabajos acerca de la variación dialectal de la lengua maya actual. Palabras clave: Lingüística, dialectología, maya yucateco, Quin-tana Roo En este trabajo quiero señalar algunas de las características más sobresalientes de la lengua maya hablada en el Estado de Quintana Roo. De entrada, con esto propongo la existencia de una variedad de esta lengua que es representativa de esta zona, que ha tomado el nombre del Estado aunque no corresponde al total de este territorio estatal.

Dichas características tienen que ver no sólo con las diferencias léxicas notadas sino sobre todo con características morfosintácticas sobresalientes en esta parte del territorio peninsular. Para empezar, las características etnohistóricas de la zona la hacen totalmente dife-rente al resto de la península de Yucatán y esto sin duda ha tenido peso también en lo lingüístico, a pesar y sobre todo lo que puedan decir aquellos que señalen que la lengua maya es única y homogénea.

La maya de Quintana Roo, en comparación con la de Yucatán, se dice que es más conservadora y “más original”, es por eso que algunos hablantes e incluso determinados investigadores la han catalogado como la “Jach maya”, la “verdadera maya” o variante no corrupta de esta lengua del sureste mexicano (cfr. Pfeiler 1995); sin embargo, no todos coinciden en esto, pues a la fecha hay hablantes que dicen que la “Jach maya” era la hablada por “los abuelos” y que la actual ya está corrompida.

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De cualquier manera, los mismos hablantes de maya reconocen que hay diferencias entre ellos y aceptan que no todos hablan igual pero que se entienden sin grandes dificultades, por lo que entonces estaríamos hablando de variantes regionales y no de dialectos dife-renciados, pero lo cierto es que la variante Quintanarroense pre-senta características muy singulares que se están desarrollando dis-tintamente a lo que viene ocurriendo en Yucatán.

LA MAYA DE QUINTANA ROO Desde el punto de vista netamente lingüístico se pueden apuntar dis-tinciones propias de la variante Quintanarroense de la maya en todos los niveles. En el plano léxico no abundaremos ya que en muchas ocasiones tiene que ver con el hecho de que ciertas palabras se hayan perdido en la variante yucateca y se mantengan en uso en la de Quin-tana Roo o acaso se conserven ciertas formas del maya colonial. Algunas de las palabras muy citadas para ver las diferencias son:

Yucatán Quintana Roo Significado Ixi’im Xi’im “Maíz” K’uxub Kiwi’ “Achiote” K’abéet K’ana’an “Necesario” Óok’ol O’osaj “Sobre” Leten La’aten “Por eso”

LOS PRONOMBRES En algunos casos la variante aquí denominada como Quintanarroense es similar a la del Oriente de Yucatán, como en la mayoría de los ejemplos léxicos anteriormente presentados. Otro de los aspectos en los que concuerdan estas zonas es en el pronombre de primera per-sona del plural y que a su vez las distingue de la maya de la parte central de Yucatán, como puede verse en el siguiente cuadro:

Español Centro de Yucatán

Oriente de Yucatán

Quintana Roo

Yo in (w) in (w) in (w) Tú a (w) a (w) a (w) Él/ella u (y) u (y) u (y) Nosotros k in –o’on in –o’on Ustedes a (w) –e’ex a (w) –e’ex a (w) –e’ex Ellos/as u (y) –o’ob u (y) –o’ob u (y) –o’ob Ejemplos:

C. YUC Yaan k bin Tepich Asp A1Pl V N ‘Tenemos que ir a Tepich’

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O. YUC Yaan=in bino’on Tepich Asp A1s=V–B1Pl N ‘Tenemos que ir a Tepich’

Q ROO Yaan in=bino’on Tepich Asp A1s=V–B1Pl N ‘Tenemos que ir a Tepich’

En donde vemos que hay una doble marcación de pronominal en el Oriente de Yucatán y la variante de Quintana Roo, in- que repre-senta a la primera persona de Ergativo (yo) y que aparece después de la marca tempo-aspectual Yaan más -o’on que es la primera per-sona absolutiva de plural (nosotros) que aparece ligado al verbo.

Estos ejemplos resultan doblemente interesantes, por un lado muestran esta doble marcación pronominal que no hace la variante yucateca de la maya y por otro lado demuestran que la maya de Quintana Roo y la del Oriente de Yucatán son bastante similares, además de mostrar un cuadro icónico para los pronominales de plu-ral que combinan la forma ergativa más la forma absolutiva, que en ciertos casos han sido analizados como marcadores de plural de segunda persona (para el caso de -e’ex) y de tercera persona (para el caso de -o’ob).

‘Nosotros’ ‘Ustedes’ ‘Ellos/ellas’ in (w) –o’on a (w) –e’ex u (y) –o’ob ERG ABS ERG ABS ERG ABS

Véase por ejemplo la iconicidad manifiesta en las siguientes oracio-nes provenientes de la zona maya de Quintana Roo:

K–in=janal–o’on Hab–A1s=comer–B1Pl ‘Nosotros comemos’

K–a=janal–e’ex Hab–A2s=comer–B2Pl ‘Ustedes comen’

K–u=janal–o’ob Hab–A3s=comer–B3Pl ‘Ellos/ellas comen’

LOS DEMOSTRATIVOS Por otro lado y pasando a otro nivel, en el plano morfosintáctico se ven ciertas diferencias como las documentadas con los demostrati-vos (cfr. Barrera Vásquez 1946, así como Monforte 1999):

Le Simplemente señala Je’ Señala y localiza Te’ Localiza

Estos se complementan mediante tres elementos que funcionan como clíticos deícticos:

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=a’ cuando el objeto está al alcance del hablante =o’ cuando el objeto está en presencia del hablante =e’ cuando el objeto está ausente

En el Centro de Yucatán aparecen como en las siguientes frases nominales usando el demostrativo Le:

Le=peek’=a’ Dem=perro=Clít ‘Este perro’

Le=peek’=o’ Dem=perro=Clít ‘Ese perro’

Le=peek’=e’ Dem=perro=Clít ‘Aquel perro’

El demostrativo Je’ utiliza el mismo sistema, como puede apreciarse en las frases:

Je’=Maruch=a’ Dem=María=Clít ‘Aquí está (esta) María’

Je’=Maruch=o’ Dem=María=Clít ‘Allí está (esa) María’

Je’=Maruch=e’ Dem=María=Clít ‘Allá está (aquella) María’

Te’ sigue el mismo patrón de combinación tal como aparece abajo:

Te’=kúuchil=a’ Dem=lugar=Clít ‘En este lugar

Te’=kúuchil=o’ Dem=lugar=Clít ‘En ese lugar’

Te’=kúuchil=e’ Dem=lugar=Clít ‘En aquel lugar’

Como puede verse con los datos previamente presentados, en el Centro de Yucatán basta con que aparezca uno de los elementos iniciales y se complemente por uno de los clíticos finales, pero en la variante Quintanarroense de Laguna Kaná se han registrado datos como los siguientes:

Le=ka’ansaj je’el=a’ Dem=enseñanza Dem=Clít ‘Esta enseñanza’

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Le=k’oja’anil je’el=a’ Dem=enfermedad Dem=Clít ‘Esta enfermdad’

Le=wíinik je’el=o’ Dem=hombre Dem=Clít ‘Ese hombre’

En donde aparecen doblemente marcados los demostrativos, Le al inicio de la frase nominal y señalando al sustantivo y Je’el que lo localiza, además del clítico final que señala la distancia con respecto al hablante.

Para la variante identificada como del Centro de Yucatán basta-ría con decir:

Le=ka’ansaj=a’ Dem=enseñanza=Clít ‘Esta enseñanza’

Le=k’oja’anil=a’ Dem=enfermedad=Clít ‘Esta enfermedad’

Le=wíinik=o’ Dem=hombre=Clít ‘Ese hombre’

Y la doble marcación tendría otro sentido y se analizaría semántica-mente como abajo:

Le=ka’ansaj je’el=a’ Dem=enseñanza Dem=Clít ‘Esta enseñanza (que está aquí)’

Le=k’oja’anil je’el=a’ Dem=enfermedad Dem=Clít ‘Esta enfermedad (que está aquí)’

Le=wíinik je’el=o’ Dem=hombre Dem=Clít ‘Ese hombre (que está allí)’

El sentido de estas frases muestra que para el Centro de Yucatán se entendería la existencia de dos demostrativos: uno (le) que señala y otro (je’el) que localiza la cosa anteriormente señalada. De cualquier manera, cabe aclarar que estos datos de Quintana Roo han sido toma-dos de una historia narrada por un hablante de Laguna K’ana’; pero en elicitación directa se tienen muy pocos datos similares, más bien la ten-dencia es hacerlo como en la variante yucateca del centro del Estado. EL SUBJUNTIVO Otro de los elementos distintivos de la variante de la maya de Quin-tana Roo es una partícula introductora de oraciones subjuntivas con

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el significado de “cuando” o eventualmente “y”. En Yucatán este elemento es lekéen, kéen, lekáan o káan mientras que en Quintana Roo es chen o lechen, de esta manera, las variaciones son solamente de forma pero no de significado como se ve en los siguientes ejemplos:

C.YUC Kéen chil–ak wenel... Subj V–Subj V ‘Cuando se acueste a dormir...’

QROO Chen chil–ak wenel... Subj V–Subj V ‘Cuando se acueste a dormir...’

C.YUC Lekéen u y=a’al u y=ajal… Subj A3s=V A3s=V ‘Cuando diga despertar...’

QROO Lechen u y=a’al u y=ajal... Subj A3s=V A3s=V ‘Cuando diga despertar...’

C.YUC Káan ts’o’ok–ok=e’… Subj V–Subj=Top ‘Cuando termine...’

QROO Chen ts’o’ok–ok=e’. Subj V–Subj=Top ‘Cuando termine...’

EL DURATIVO En el maya colonial según Tozzer (1977) existió la palabra Táan que aparentemente fue una forma con el significado de “hacer”. En la actualidad ha perdido su sentido léxico y su función más bien es la de marcador tempo-aspectual del Durativo o Progresivo, es decir acciones que se están realizando en el momento de su enunciación. Pues bien, en Yucatán ha evolucionado y se ha adaptado morfosin-tácticamente como la gran mayoría de los elementos que se grama-ticalizan como auxiliares marcadores tempo-aspectuales (cfr. Bri-ceño 1997), los cuales se reducen y se unen al pronombre, como se ve en los ejemplos:

Táan in=janal > T:in janal Dur A1s=comer Dur:A1s comer ‘Estoy comiendo’

Táan a=báaxal > T:a báaxal Dur A2s= jugar Dur:A2s jugar ‘Estás jugando’ Táan u=meyaj > T:u meyaj Dur A3s=trabajar Dur:A3s trabajar ‘Está trabajando’

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En la variante de Quintana Roo también se está gramaticalizando la forma del durativo, pero con ciertos cambios:

Táan in= janal > T:in janal Dur A1s=comer Dur:A1s comer ‘Estoy comiendo’

Táan a=báaxal > T-an báaxal Dur A2s=jugar Dur:A2s jugar ‘Estás jugando’

Táan u= meyaj > T-un meyaj Dur A3s= trabajar Dur:A3s trabajar ‘Está trabajando’

Es decir, se presenta iconicidad en la oración al mantenerse la n, que bien a bien no se sabe si es la de Táan o se pone para equiparar la estructura con la primera persona de Ergativo in. Esta última hipóte-sis se refuerza con un ejemplo en donde aparece el ergativo de ter-cera persona u con n en donde no hay marcación de durativo (Táan):

Yan=e’ pwes k-u=tokar un=bin Exist=Top Interj Hab-A3s=tocar A3s= ir ‘Hay pues a quien le toca ir...’

Aunque este es un dato aislado, creo que el hecho de aparecer en el mismo cuento refuerza la hipótesis sobre iconicidad propiciada por la n del pronombre de primera persona in.

LA NEGACIÓN La negación es otro de los contextos en los que se notan ciertas dis-tinciones propias de la maya de Quintana Roo. La negación es mar-cada en maya con:

Ma’ ‘No’ Mix ‘Ni’ Mina’an ‘No hay’

Cuando en Quintana Roo se antepone la negación a los pronom-bres, se unen y forman algo similar a lo que pasa con el Durativo:

Quintana Roo Yuca¬tán

A B Ma’ in Min Mi’in Ma’ a Man Ma’a Ma’ u Mun Mu’u

C.YUC Ma’ in w=ojel... Neg A1s=saber ‘No (lo) sé...’

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QROO A) M:in w=ojel... Neg:A1s=saber ‘No (lo) sé...’

QROO B) Mi’:in w=ojel... Neg:A1s=saber ‘No (lo) sé...’

Estos datos recopilados en Quintana Roo resultan bien interesantes pues en la variante A) la negación Ma’ se reduce a M y se le une el pronombre, mientras que en la variante B) la vocal de la negación se asimila a la vocal del pronombre por lo que presenta una asimi-lación regresiva en los tres pronominales, como puede verse en el cuadro. Otros ejemplos que han sido recopilados en la zona maya de Quintana Roo son:

Utia’a m:in w=il–ik Para Neg:A1s=ver–Mod ‘Para que yo no lo vea’

Kexi’ m:u=ts’o’okol=e’ Ojalá Neg:A3s=acabar=Clít ‘Ojalá no se acabe’

Cuando se antepone la negación a una oración con durativo, la n de Táan (durativo) vuelve a aparecer con la vocal del pronombre en la variante Quintanarroense, por lo que al desaparecer el resto del auxiliar, queda la nasal (n) como único rasgo de dicho elemento gramatical:

Yucàtan Quintana Roo

A B Ma’ táan in Min Mi’in Ma’ táan a Man Ma’an Ma’ táan u Mun Mu’un

Esto aparece claramente ejemplificado en el siguiente verso de Amparo Catzín Chuc (Programa de Lenguas y Literatura Indígenas 1996):

Teche’ na’anech weye’ “Tú no estás aquí, mi’in machkech no te toco, mi’in ts’u’uts’kech no te beso”

Asimismo podemos verlo con las tres primeras personas pronomina-les en el siguiente verso de Arsenio Nahuat Morales (Programa de Lenguas y Literatura Indígenas 1996):

Wa ma’a yo’osale’ mi’in k’a’ajal ti’ ‘Si no fuera por tí no me recordaría,

Wa ma’a yo’osale’ mu’u k’ankeno’ob si no fuera por tí no me recibirían’

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Finalmente presento un fragmento de otro verso maya tomado de Martiniano Pérez Angulo (Programa de Lenguas y Literatura Indí-genas 1996) en el que se ve el uso del durativo y la negación juntos y la forma clásica de la variante de Quintana Roo:

Taan tuklik a wike’ ma’an wilik ‘estás pensando verlo y no lo ves’

Taan tuklik a na’atke’ ma’an na’atik ‘estás pensando enten-derlo y no lo entiendes’

Taan tuklik a kuxtale’ ma’an kuxtal. ‘estás pensando vivir y no vives...’

GRAMATICALIZACIÓN DE MARCADORES TEMPO–ASPECTUALES En otro tenor de ideas, una de las formas tempo-aspectuales más representativas de la variante maya de Quintana Roo es la marcada mediante Sáam, un adverbio que de momento no podemos con cer-teza señalar su proveniencia, sin embargo, aparentemente dicha raíz puede usarse con significado de pasado como en Sáamjeak (“Hace un rato”) en Yucatán, pero que en Quintana Roo tiene otro signifi-cado muy distinto, veamos:

C.YUC Sáam in=jaan-t-ej Adv A1s=comer-Tr-Mod ‘Hace rato que lo comí’

QROO Sáam in=jaan-t-ej Adv A1s=comer-Tr-Mod ‘Ya lo comí’ (Lo he comido)

Es decir, el significado de la oración de Quintana Roo equivaldría a lo dicho con el “Terminativo” en Yucatán (cfr. Briceño 1997):

C.YUC Ts’o’ok in=jaan-t-ik Term A1s=comer-Tr-Mod ‘Ya lo comí’ (Lo he comido)

Sin embargo, una gran diferencia notada es que mientras la forma de Quintana Roo tiene un morfema de modo irreal o subjuntivo (–ej), la forma de Yucatán tiene un morfema (–ik) que señala modo imperfec-tivo, sin embargo su significado es similar. Esto además sirve también para señalar que la variante Quintanarroense no desarrolló la forma de Terminativo con Ts’o’ok, que se está desarrollando en el resto de la Península de Yucatán, lo cual también demuestra que la variante Quintanarroense sigue un desarrollo propio.

Para finalizar, quiero recalcar que estos datos son solamente un rápido acercamiento a la variante maya de Quintana Roo que inten-tan llamar la atención hacia la importancia de su desarrollo distinto al del resto de la maya peninsular y su necesidad de investigarla. Además, a lo largo del trabajo se ha intentado demostrar que ciertos cambios en esta variante de la lengua la están convirtiendo en una forma diferenciada para la región central del Estado de Quintana

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Roo, que como ya dijimos, no es compartida en la totalidad del territorio estatal, ya que parte de estos hablantes han migrado de otras zonas de Yucatán lo cual los hace seguir usando su variedad del maya de dicho Estado.

Asimismo, estos datos representan lo más característico que en un primer abordaje se ha podido analizar de la variante maya de Quin-tana Roo, sin embargo, con más investigación seguramente podremos señalar más diferencias y explicarlas más detalladamente haciendo un análisis comparativo no sólo espacial (sobre cada una de las regiones) sino también temporal (contrastando maya actual y maya colonial).

ABREVIATURAS Adv Adverbio Asp Aspecto A1s Ergativo de 1a. persona singular A2s Ergativo de 2a. persona singular A3s Ergativo de 3a. persona singular B1Pl Absolutivo de 1a. persona plural B2Pl Absolutivo de 2a. persona plural B3Pl Absolutivo de 3a. persona plural Clít Clítico Dem Demostrativo Dur Durativo Exist Existencial Hab Habitual Interj Interjección Mod Modo Neg Negación Subj Subjuntivo Term Terminativo Top Topicalizador Tr Transitivizador V Verbo N Nombre

REFERENCIAS Ayres, Glenn & Barbara Pfeiler 1997 Los verbos mayas. La conjugación en el maya yucateco

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1|2006 111 Ketzalcalli

A FORMAL MODEL OF PERSONAL PRONOUNS Manfred Kudlek University of Hamburg

Abstract: This article presents a formal mathematical model of personal pronouns in natural languages. As such it deals with one of the universals like cases or numerals. Based on a communication model it gives a theoretical description of the mathematical encoding of personal pronouns as well as relations between them. A number of examples from natural languages, with a focus on Mesoamerica, illustrates the model. Keywords: Formal model, personal pronouns, universals, Meso-american languages

INTRODUCTION An approach to a precise mathematical model for the description of personal pronouns in natural languages is presented in this paper, such that the category of personal pronouns can be seen as one of several universal categories in natural languages.

The first step is the description of a communication situation with normally one speaker (first person), several listeners, the audience (second persons), and also several other persons or things (third per-sons), and the definition of a mathematical personal pronoun.

The second step then is the encoding of this situation by a word or several words over some alphabet. Normally, such an encoding is not unique and may depend on the communication situation. There may exist several encodings for the same mathematical personal pronoun, e.g. possessive pronouns and forms for different cases, and one expression may also encode several mathematical personal pronouns.

The third step is a presentation of certain relations between mathematical personal pronouns, describing actions with several par-ticipants, and their encoding.

THE BASIC COMMUNICATION MODEL A normal situation of communication among people includes a sin-gle speaker and not a choir (first person), an audience consisting of one or several listeners (second persons), and a group of persons or things spoken about (third persons). Usually, the speaker receives information about the audience and other persons or things by see-

112 1|2006 Ketzalcalli

ing them, and sends information to the audience. This situation can be described in the following simplest communication model using sets for the different participants in the communication process:

1 sender (speaker, 1st person) {s} several receivers (audience, 2nd persons) R several others (thirds, 3rd persons) T

with a 1-way communication channel for receiving visual informa-tion by s about R and T, represented by a visibility relation σ, and another 1-way audio communication channel for sending informa-tion from s to R, represented by a relation τ = {s} × R.

σ ⊆ R × {s} ∪ T ⋅({s} ∪ R) with R × {s} ⊆ σ

In a more general situation not all members of T can be seen by s, thus causing a partition of T into 2 disjoint sets T0 (not seen by s) and T1 (seen by s).

Related to this distinction is another one, defined by distance from the speaker: here (at me), there (at you), over there (at them), further away.

In a still more general situation R can also receive visual infor-mation about T, thus partitioning T into 4 disjoint sets. This can be described by

T00 = {t ∈ T |¬ (t,s) ∈ σ ∧ ¬ ∃ r ∈ R : (t,r) ∈ σ}

T01 = {t ∈ T | ¬ (t,s) ∈ σ ∧ ∃ r ∈ R : (t,r) ∈ ⌠}

T10 = {t ∈ T |(t,s) ∈ σ ∧ ¬ ∃ r ∈ R : (t,r) ∈ ⌠}

T11 = {t ∈ T |(t,s) ∈ σ ∧ ∃ r ∈ R : (t,r) ∈ σ}

A mathematical personal pronoun can now be defined simply as some subset

P ⊆ {s} ∪ R ∪ T .

The visibility relation will give s information for the encoding of the mathematical personal pronouns. In a strict sense, s also has to receive information about the subset of T seen by all r ∈ R. But for simplicity this fact will be neglected in this context.

s R

T T1 T0

s R

1|2006 113 Ketzalcalli

FEATURES OF MATHEMATICAL PERSONAL PRONOUNS In many natural languages the elements of {s} ∪ R ∪ T have a number of features, e.g. (animate, inanimate), (female, male, neu-ter), or degrees of social rank. In some natural languages several such features are present. The features can be modelled at best by finite sets Ci

,1 δ i δ k. The elements of such sets are usually called classes, and for simplicity they can just be enumerated from 1 to mi :

Ci = {1, ⋅⋅⋅⋅, mi}.

The properties of elements p ∈ {s} ∪ R ∪ T are given by feature functions ƒi which maybe assumed to be subjective

ƒi : {s} ∪ R ∪ T→ Ci , 1≤ i ≤ k .

Mathematically, all k features may be combined into one by con-sidering the Cartesian product

C = C1 × ⋅⋅⋅⋅ × Ck with elements (j1, , jk).

or linguistic reasons, however, only the model with several features will be presented. Some examples of such features are:

C = {1}no distinction by gender or social rank (Chinese) C = {1, 2}{female, male}(Arabic) {animate, inanimate} C = {1, 2, 3}{female, male, neuter}(German) C = {1, 2, 3, 4, 5, 6}6 classes (Swahili)

The feature functions introduced, however, are not sufficient for a description of the features of an entire mathematical personal pronoun P. Therefore, the definition has to be generalized. This can be done by generalizing the ƒi from elements p ∈ {s} ∪R ∪T to subsets:

Fi : 2{s} ∪R ∪T→ Ci

with several possibilities to generalize from one element to a subset, e.g.

Fi (P) = min{ƒi (p) |p ∈ P} or

Fi (P) = max{ƒi (p) |p ∈ P}.

s R

T00

T01

T10

T11

114 1|2006 Ketzalcalli

CARDINALITY The mathematical personal pronoun P introduced so far allows an arbi-trary number of different possibilities. In natural languages, however, these are put into a few categories (or mathematical equivalence clas-ses) only, usually defined by number (cardinality), the most common ones being singular, dual, (trial), plural. Normally, only the following distinctions between such cardinalities are important, with the number of equivalence classes (see below) given in the 3rd column:

ε1 no distinction 3 (1, > 1) singular, plural 9 (1, 2, > 2) singular, dual, plural 14 (1, 2, 3, > 3) singular, dual, trial, plural 21

Possible mathematical personal pronouns depending on their cardinalities will be considered below. To simplify the notation, r, t will be written for p ∈ R, p ∈ T, respectively.

SINGULAR In this case there are only 3 possibilities, given in the following list with some English encoding and a short notation in the 1st column:

s {s} I r {r} you t {t} he/she/it

DUAL There are 5 possibilities in the case of dual, 4 of them distinguished in a number of Amerindian languages. The 1st column gives a short notation again:

sr {s, r} we both inclusive (the addressee) st {s, t} we both exclusive (the addressee) rr {r, r} you both rt {r, t} both you and he tt {t, t} they

TRIAL In this case, rather rare in natural languages, the following pronouns are possible:

{s, t, t} we excl. {s, r, t} we all {s, r, r} we incl. {r, r, r} you {r, r, t} you all {r, t, t} you all {t, t, t} they

1|2006 115 Ketzalcalli

PLURAL For simplicity only the case of > 2 with 6 equivalence classes will be presented, giving also a short notation in the 1st, and special situa-tions in the 5th column.

sT s ∈P, P ∩ R = ∅, P ∩ T ≠ ∅, we excl. P = {s} ∪ T sR s ∈P, P ∩ R ≠ ∅, P ∩ T ≠ ∅, we incl. P = {s} ∪ R sRT s ∈P, P ∩ R ≠ ∅, P ∩ T ≠ ∅, we all P = {s} ∪ R ∪ T R s ∈P, P ∩ R ≠ ∅, P ∩ T = ∅, you P = R RT s ∈P, P ∩ R ≠ ∅, P ∩ T ≠ ∅, you all P = P ∪ T T s ∈P, P ∩ R ≠ ∅, P ∩ T ≠ ∅, they P = T

In natural languages there is usually no distinction between RT and R, and between sRT and sR.

ENCODING OF MATHEMATICAL PERSONAL PRONOUNS A mathematical personal pronoun defined in the previous sections, or more precisely, its equivalence classes according to cardinality, is mapped onto one word or several words over some alphabet V, or onto a finite set of such words. This encoding may depend on sev-eral relations based on features of the different participants in the communication, and on syntactical or semantic categories.

In the simplest case the encoding is a function

c : {s} ∪ R ∪ T → V* or c : {s} ∪ R ∪ T → 2V+

In the general case the encoding c may depend on the commu-nication situation, or more precisely on the features of the different participants in the communication. This means that there are sev-eral such encodings depending on ƒ (s), F(R), and F(T), giving functions

c(ƒ (s),F(R),F(T)) .

Furthermore, the encoding may depend on syntactical or even semantic categories i, like cases. This gives functions

c(ƒ (s),F(R),F(T)),i .

In the simplest situation the encoding is independent of such features and categories, giving a function c.

The first example is from Mixe (Hoogshagen Noordsy & Halloran de Hoogshagen 1993), a language spoken in Southern Mexico:

s iich sR uchajt

sT uchajcxy

r miich R,RT miichajcxy

t10, t11, t01 yı’ T10, T11, T01 yı’ajcx

t00 je’ T00 je’ajcx

116 1|2006 Ketzalcalli

The following example is from Classical Arabic giving the encodings of pronouns as prefixes and suffixes of verbs in the indicative imperfect tense. The feature set is C = {1, 2}for {male, female}with F(P) = min{ƒ (p) |p ∈ P}, with short notations for singular, dual, and plural.

Sing. c(P) Dual c(P) Plur. c(P)

t, ƒ (t) = 1 y – u tt, F(P) = 1 y –a ‹ni t, F(P) = 1 y – u‹na

2 t – u 2 t – a‹ni 2 y – na

r, ƒ (r) = 1 t – u rr, rt, tt, F(P) ≤ 2 t – a ‹ni R, RT, F(P) = 1 t – u‹na

2 t – i ‹ma 2 t – na

s, ƒ (s) ≤ 2 ’ – u sR,sT,F(P), F(P) ≤ 2 n – u

The third example is from Potowatomi (Bloomfield 1962; Hocket 1966), an Algonquian language, and presents the possessive pro-nouns, again as prefixes and suffixes.There is no distinction of gender.

Sing. c(P) Plur. c(P)

r

s

t

k–

n

w –

R,RT

sR, sRT

sT

T

k –wa

k –nan

n –nan

w –wa

The encoding is achieved by the following algorithm for prefixes (pref) and suffixes (suff) :

Begin If P ∩ R = ∅ then pref = k else if s ∈ P then pref = n else pref = w if card(P) > 1 then if s ∈ P then suff= nan else suff = wa End

Example: n–c‡iman–nan = our (excl.) canoe. The fourth example is from Samoan (Marsack 1962):

s

r

t

a’u, ’ou

’oe, e

ia

st

sr

rr

tt

ma ìua, ma

ta ìuaua, ta

oulua, lua

laua, la

sT

sR,sRT

R,RT

T

matou

tatou

outou

latou

Another example is from Huave (Stairs & Stairs 1981), a language spoken in Southern Mexico. The table presents the subject forms:

s

r

t

sR

xique

ique

nej

icora

sT

R, RT

sRT

T

xicona

icona

icootsa

nejiw

1|2006 117 Ketzalcalli

The next example is from German and presents different encodings c1 for mathematical pronouns according to linguistic case (nomi-native, dative, accusative), possessive, and (additional) verbal suffix. The feature set is C = {1, 2, 3} for male, female, neuter.

P Nom. Dat. Acc. Poss. Suff.

s, ƒ (s) ≤ 3 Ich mir mich mein

r, ƒ (r) ≤ 3 Du dir dich dein st

t, ƒ (t) = 1 Er ihm ihn sein t

2 Sie ihr sie ihr t

3 Es ihm es sein t

sR, ST,sRT Wir uns uns unser n

R. RT Ihr euch euch euer t

t Sie ihnen sie ihr n

In a more complex case the encoding may depend on the feature of the speaker, giving a function cƒ(s) . This can be found in the incom-plete example from Classical Mixtec (Reyes 1593).

r

man

boy

woman

girl

t

man

boy

woman

girl

man

boy

woman

girl

dzi

do

dzi

ye

dzu

dacu

cacu

dzuq

yco

yco

Other possibilities are cF(R), c(f(s),F(R)) , being important for lan-

guages with several social ranks. Theoretically, also cF(T) , c(ƒ(s),F(T)) , and c(ƒ(s),F(R),F(T))

are pos-

sible. To illustrate this, a simple theoretical example is presented. In

this example there is only one feature {male, female, nonhuman}, abbreviated by {m, f, n}. The encoding of P depends on ƒ(s), F(R), and F(T). F is defined by

m if ∃ p ∈ P : ƒ (p)= m F(P)= ƒ if ¬ ∃ p ∈ P : ƒ (p)= m ¬ ∃ p ∧ P : ƒ (p)= f

n if ¬ ∃ p ∈ P : ƒ (p)= m ∧ ¬ ∃ p ∧ P : ƒ (p)= ƒ ∧ ∃ p ∈ P : ƒ (p)= n

with ƒ (s) ∈ {m, ƒ} and F(R) ∈ {m, ƒ}.

This gives 4 functions c(m,m), c(m, ƒ), c(ƒ,m), and c(ƒ,ƒ) which have to

be used for the encoding in the corresponding situations. RELATIONS BETWEEN PERSONAL PRONOUNS In the previous sections only isolated pronouns have been consid-ered, either as mathematical objects or as encodings. There are however also relations between personal pronouns, ranging in arity

118 1|2006 Ketzalcalli

from 1 to some n. This relations are important for verbs with their participants in actions. Verbs or verb forms with 1 participant are usually called (not in the mathematical but in the linguitic sense) intransitive, those with 2 transitive (also reflexive in some situa-tions). To intransitive verb forms belong also passive forms. Most natural languages have special encodings for these situations. There exist also natural languages with special encodings for verb forms with 3 or even 4 participants.

Mathematically, these are just relations on the Cartesian products

Rk ⊆ ({s} ∪ R ∪ T)k with elements (P1,⋅⋅⋅⋅,Pk).

UNARY RELATIONS Unary relations (k = 1) are just the mathematical personal pronouns themselves. In natural languages they are realized for instance as subjects in 1-referent actions (active or passive), or possessors.

BINARY RELATIONS Binary relations R2 ⊆ ({s} ∪ R ∪ T)2

are common for most natural languages describing for instance 2-referent actions. The first component P1 is called subject, the second one P2 object in a binary relation. The relations can be classified in the following way:

P1 ∩ P2 = ∅ transitive P1 ∩ P2 ≠ ∅ ∧ P1 = P2 pure reflexive P1 ∩ P2 ≠ ∅ ∧ P1 ≠ P2 ∧ P1 ⊂ P2 reflexive P1 ∩ P2 ≠ ∅ ∧ P1 ≠ P2 ∧ P2 ⊂ P1 reflexive P1 ∩ P2 ≠ ∅ ∧ P1 ≠ P2 ∧ P2 ⊄ P1 (incomparable)

This yields, with the short notation introduced in section 4, the fol-lowing possibilities for transitive actions (only singular and plural).

s r t sT sR sRT R RT T

s (s,r) (s,t) (s,R′) (s,RT) (s,T)

r (r,s) (r,r′) (r,t′) (r,sT′) (r,sR′) (r,sR′T) (r,R′) (r,R′T) (r,T)

t (t,s) (t,r) (t,t′) (t,s′T′) (t,sR) (t,sRT) (t,R′) (t,RT) (t,T′)sT (sT,r) (sT,t′) (sT,R′) (sT,RT) (sT,T′)sR (sR,r′) (sR,t) (sR,R′) (sR,R′T) (sR,T)

sRT (sRT,r′) (sRT,t′) (sRT,R′) (sRT,RT) (sRT,T′)R (R,s) (R,r′) (R,t) (R,sT) (R,sR′) (R,sR′T) (R,R′) (R,RT) (R,T)

RT (RT,s) (RT,r′) (RT,t′) (RT,sT′) (RT,sR′) (RT,sR′T′) (RT,R′) (RT,RT) (RT,T′)T (T,s) (T,r) (T,t′) (T,sT′) (T,sR) (T,sRT′) (T,R′) (T,RT) (T,T′)

where r, t, R, or T indicate that in the corresponding pronouns either

1|2006 119 Ketzalcalli

t ∉ Pj (j = 1,2), P1 ∩ P2 ∩ T = ∅ , r'∉ Pj (j = 1,2), or P1

∩ P2 ∩ R = ∅ .

The distinction of different subsets of the addressed group R is rather theoretical, however.

TERNARY RELATIONS As there are too many possibilities for characterizing ternary rela-tions only transitive ones will be introduced. R3 is called such if

P1 ∩ P2 = P1 ∩ P3 = P2 ∩ P3 = ∅.

With only singular and plural, excluding different subsets of R, the following triples are possible:

(s,r,t) (s,r,T) (s,R,t) (s,R,T) (s,t,t') (s,t,T') (s,T,t') (s,T,T')

(r,t,t') (r,t,T') (r,T,t') (r,T,T') (R,t,t') (R,t,T') (R,T,t') (R,T,T')

(t,t',t'') (t,t',T'') (t,T',t'') (t,T',T'') (T,t',t'') (T,t',T'') (T,T',t'') (T,T',T'')

An example in English with 3 participants is :

You give me her book.

ENCODING OF BINARY RELATIONS There exist many possibilities for the encoding of binary relations between mathematical personal pronouns. Only some will be con-sidered.

In the simplest case the encoding of the mathematical personal pronouns is unique, and it is also used for the encoding of personal pronouns in binary relations, yielding

c (P1, P2) = (c (P1), c (P2)).

Combined with a verb V, either isolated or affixed, this gives the possibilities (all permutations)

c (P1) − c (P2) − V, c (P1) − V − c (P2), V − c (P1) − c (P2), c (P2) − c (P1) − V, c (P2) − V − c (P1), V − c (P2) − c (P1).

Reflexive forms can also be encoded by using some special word ρ giving c (P) – ρ – V and its permutations.

In the next case the encoding of binary relations is related to the encoding of unary relations. Here they exist 2 encodings of unary

120 1|2006 Ketzalcalli

relations, c and c'. They can be also used to encode the subject in active and inactive (passive) actions with 1 participant.

If the active participant of 1–participant actions is encoded by c(P) (for nominative) and the participants of 2–participant actions are encoded by (c (P1),c (P2)), this situation is called a nominative-accusative structure.

If the active participant of 1–participant actions is encoded by c (P) (for nominative) and the participants of 2–participant actions are encoded by (c' (P1), c (P2)), this situation is called a nomina-tive–ergative structure.

There is also the possibility that two encodings c and c' are used for 1–participant actions (active and passive for instance), and the 2-participant actions are encoded again by (c (P1), c' (P2)) or (c' (P1), c (P2)). e

An example for a natural language with a nominative-accusative structure is German, encoding the subject (c (P1) in nominative, and the object c' (P2) in accusative :

c (P1) −V and c (P1) − V − c' (P2).

An example for a natural language with a nominative-ergative structure is Quiché (Ximenez 1701), a language spoken in Guate-mala. In this language the personal pronouns are encoded by pre-fixes:

Sing. c (P) c' (P) Plur. c (P) c' (P)

s nu, v i, in sR, sRT, sT qa, q oh

r a, av At R, RT i, iv is ‡

t u, r ∅ T ke, k e

where the second variants have to be used before vowels. 1–participants forms (active or passive) are c(P) – V , and 2–

participant (transitive) forms are c' (P2) – c (P1) – V .(k is the pre-sent tense prefix).

Example: keloq’on = they love, kiloq’os‡ = I am loved, katnuloq’oh = I love you.

Some natural languages use an entire different encoding of binary relations. The next example is from Potowatomi (Hockectt 1966) again.

The encoding starts with the question which kind of partici-pants is present in the action : R, s, and T ? (in this order), mar-ked by prefixes k, n, and w, respectively. The next fact to be enco-ded is the direction of the action, namely s → R, R → s, s → T, T → s, R → T, T → R, T → T' , and T' → T, where T' stands for more distant participants. This is encoded by suffixes un, uy, a, uk, a, uk, a, and uko, respectively. Finally, the cardinality of the entire group G = P1 ∪ P2 of participants has to be encoded asking card (G) =2, card (G) > 2 ? (in this order). In the second case

1|2006 121 Ketzalcalli

further questions, s ∈ G, R ⊆ G, T ⊆ G ? are put (in this order), encoded by suffixes mun, nan for s, wa for R, and wa, k for T, respectively.

All forms are presented in the following table :

r R,RT sR,sRT s sT t T

r k-∅ k-uy-mun k-a k-a-k

R,RT k-um k-uy-mun k-a-wa k-a-wa-k

sR,sRT k-a-mun k-a-mun

s k-un k-un-um n-a n-a-k

sT k-un-mun k-un-mun n-a-mun n-a-mun

t k-uk k-uk-wa k-uk-nan n-uk n-uk-nan w-a-n

w-uko-n

(w-a-n)

(w-uko-n)

T k-uko-k k-uk-wa-k k-uk-nan-uk n-uko-k n-uk-nan-uk w-a-wa-n

w-uk-wa-n

(w-a-wa-n)

(w-uk-wa-n)

Example:

n-wapm-uk-nan-uk = they see us (excl.), k-wapm-a-mun = we (incl.) see him.

The last example is from Quechua (Hartmann 1985), the second official language of Peru. The personal pronouns can be encoded by suffixes being used for 1–participant forms:

Sing. c(P) Plur. c(P)

s -ni sT -niku

r -nki sR,(sRT) -nchik

t -n R,(RT) -nkichik

T -nku

Some, but not all, 2–participant relations can be encoded by suf-fixes indicating the direction of the action, and by suffixes for par-ticipants. The directions s → R, R → T, T → s, and T → R are encoded by the suffixes yki, wan, wan, and su, respectively. All possible forms are given in:

s st sR r R t T

s -yki -yki-chik

sT -yki-ku

sR

r -wan-ki -wan-kiku

R -wan-kichik

t -wan -wan-ku -wan-chik -sun-ki -sun-kichik

T

Example: pukllaniku = we (excl.) are playing, qayasunkichik = he is calling you.

122 1|2006 Ketzalcalli

Another complex example is from Seneca (Chafe 1967), an Iro-quois language, presenting also the 1–participant forms.

S O S O S O

s ke ’ake’ st ’akhni ’o•khni sT ’akwa ’o •kwa

sr hni ’o•khni sR,sRT twa ’o •kwa

r se sa rr,rt sni sni R, RT swa swa

tm ha ho ttm hni hoti Tm hati hoti

Tƒ ye ko tt khni ’oti T wati ’oti

tn ka ’o s

s st sT sr sR,sRT

S

St

S

Sr

sR,sRT

R ske skhni Skwa

rr,rt skhni skhni Skwa

R,RT skwa skwa Skwa

tƒ hake sho •khni sho •kwa sho•khni sho •kwa

Tm ’o •khi ’o•khi ’o•khi ’o•khi ’o•khi

tt,T hoke ’okhi ’o•khi ’o•khi ’o•khi

Here, S , O , tm , tƒ , tn , Tm‹ denote subject, object in 1–participant forms, 3rd person male, female, neuter singular, and 3rd person non-male plural, respectively. In an extreme case all (P1, P2) may be encoded differently.

r rr, rt R, RT tm tƒ tt, T Tm ‹ tn

s ko khni kwa he khe khe

st khni khni kwa shakhni ’akhi ’akhi

sT kwa kwa kwa shakwa ’akhi ’akhi

sr shehni ’ethi ’ethi

sR, sRT shetwa ’ethi ’ethi

r hehse She she

Rr, rt shesni ’etsi ’etsi

rT, RT sheswa ’etsi ’etsi

tm ya shesni sheswa ho •wo • shako hako •

Tƒ ’esa ’etsi ’etsi ho •wo • ho •wo •ti ko •wo •ti

Tt, T hosa ’etsi ’etsi ho •wo • shakoti ho •wo •ti ko •wo •ti

tn ko •wo •

1|2006 123 Ketzalcalli

OTHER LANGUAGES FROM MESOAMERICA In this section some more examples of pronouns from languages in Mesoamerica are given. The first one is Nahua (Carochi 1645, An-drews 1975) presenting prefixes for possession, subject, object, and reflexive prefixes, as well as the suffix for plural.

P Pos sub obj refl

S No–, n ni–, n– –ne ‹ch– –no–

R Mo–, m– ti–, t– –mitz– –mo–

T i ‹–, i– ∅ –c–, –qui– –mo–

T’ –te ‹–

T” –tla

sT, sR, sRT To–, t– ti––’, t–’ –te ‹ch– –to–

R,RT Amo–, am– an– –’, am–’ –ame ‹ch– –mo–

T i ‹n–, i ‹m ∅– –’ –quin– –mo–

te and tla express an indefinite object, person or thing, respectively.

Examples: tinemi you live, nemi’ they live, na‹miqui Iam thirsty, nite‹po‹hua I count persons, antlao‹hua’ you (plural) count things, nimitzitta I see you, titotta you see yourself, nite‹tlamaca you give something to someone, ninotlamaca I give something to myself, nicte‹tlamaca I give it to you, tine‹chte‹tlapa‹caltilia you have some-one wash something for me, you have me wash something for some-one, ninote‹tlapa‹caltilia I have someone wash something for myself.

The second one is from Huasteco (Edmonson 1988).

P A B

S ’u– ’in-

R ’a– ’it–

T ’in– ∅–, ’u–, ’i–

sT, sR, sRT ’ ’u–

R. RT ’a– –(c ‡ik), ’i– –(c‡ik) ’it– –(c‡ik), ’is ‡– –(c‡ik)

T ’in– –(c‡ik) ∅–, ’u–, ’i– –(c‡ik)

Set A denotes subjects in transitive verbs, set B subjects in intransi-tive verbs and objects in transitive verbs.

The next example is Ch’ol (Warkentin & Scott 1980).

P A B

s c-, qu– –(y)on

r a– –(y)et

t i– ∅ sT lojon c-, lojon qu- –(y)on lojon

sR, sRT lac–, laqu– –(y)onla

R. RT la’– –(y)etla

T i– -ob –(y)ob

124 1|2006 Ketzalcalli

Set A serves for subjects of intransitive verbs in present and future, subjects of transitive verb, set B for subjects of intransitive verbs in past and objects of transitive verbs.

Another example is from Yucateco (Tozzer 1921).

P A B B’

S –en in– in– –w–

R –ech a– a– –w–

T ∅, (–i) u– u– –y–

St –o’n ka– –o’n k–

rr, rt –o’ne’x ka– –o’ne’x k– –o’ne’x

sR, sRT –o’ne’x ka– –e’x k– –e’x

R. RT –e’x a– e’x a– we’x

T –o’b u– –o’b u– yo’b

Set A is used for subjects of intransitive verbs in past tense, and

for objects of transitive verbs. Set B (B’ before vowels) is used for subjects of intransitive verbs in present and future tense, and for subjects of transitive verbs, as well as for possesive.

Examples : kimi he died s → r : tinpuchikech I am hitting you t → s : hupuchikene he will hit me

The next one gives the pronouns in Chontal (Keller et al 1997).

P A A’ B

S cä– c–,qu– –on

R a– aw– –et

T u– uj–,uy– –i

sT cä––t’ocob c–,qu––t’ocob –on t’oocob

sR, sRT cä––la c–,qu––la

R. RT a––la –et

T u––job,–ob –i

Set A (A’ before vowels) denotes subject of transitive verbs, set B subject of intransitive verbs and object of transitive verbs.

Another example is from Ch’orti’ (Diccionário del Idioma Ch’orti’ 1996).

P A A’ C B

S in- w in- -e’n,-en

R a- aw- i- -e’t,-et

r’ a--ob’ aw--ob’

T u uy a- ∅ sR, sRT ka- kaw- ka- -o’n,-on

R. RT i iw ix- -o’x,-ox

T u--ob’ uy--ob’ a--ob’ ob

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r’ denotes reverencial forms.Set A (A’ before vowels) is used for subjects oftransitive verbs in completive tense, set C for subjects of transitive verbs in incompletive tense, set B for subjects of intransitive verbs in completive tense and for objects oftransitive verbs.

The following example presents Mam, dialect Cajolá (Pérez Vaíl & Jiménez 1997).

P A A’ B

s n– – (y)e’ A’ w– –(y) e’ (ch)in –(y)e’

r t– –(y)a t– –(y)a ∅,k,k’,tz,tz’ –(y)a

t t– –∅ t– –∅ ∅,k,k’,tz,tz’ –∅

sT q– –(y)e’ q– –(y)e’ (q)o(’) –(y)e’

sR, sRT q– –∅ q– –∅ (q)o(’) -∅

R. RT k– –(y)e’ ky– –(y)e’ (ch)e’(i) –(y)e’

T k– –∅ ky– –∅ (ch)e’(i) –∅

Set A (A’ before vowels) is used for subjects oftransitive verbs, set B for subjects of intransitive verbs and for objects oftransitive verbs.

Another example gives Tojolabal (Lenkersdorf 1979).

P A A’ B B’

s -yon la--yon j--a x--a

r -ya la--i j--a xa--a

t -i x--i s--a s--a

sT -tikon la--tikon j--atikon x--atikon

sR, sRT -tik la--tik j--atik x--atik

R. RT -yex la--yex j--wex xa--awex

T -ye’ x--ye’ s--we’ s--awe’

Set A is used for subjects of intransitive verbs in past tense, A’ for subjects of intransitive verbs in present tense, and for objects of transitive verbs, set B for subjects of transitive verbs in past tense, B’ for subjects of transitive verbs in present tense.

The last example is from Tarasco (Gylberti 1987 [1558]; Basalenque 1886 [1714]).

P N A S

1 Hi hindeni, hinthsini -ca

r Thu thunguini, thunxsini -care

t Ynde yndeni -ti

st, sR, sRT Hucha huchanthsini -cacuhche

R. RT thucha thuchanxsini -cahtsi

T hyhcha hihchani -tix

N, M, S denote pronouns in nominative, accusative form, and suffixes for intransitive forms, respectively.

The table gives prefixes for transitive forms (Gylberti 1987).

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P S s r t, T st,sR,RT R, RT

1 hi quini ∅ xsini

R thu reni Re htsini

T ynde reni quini ∅ htsini xsini

st, sR, sRT hucha xsini ∅ xsini

R. RT thucha htsini htsi htsini

T hyhcha htsini xsini Xsi htsini xsini

Examples: hurendahpecare you teach

pampzpehacare, thurepampzpehaca you love pampzpehatix, thsimixpampzpehati they love hixsinihurendaca I teach you (plural) thurehurendaca you teach him yndehtsinihurendati he teaches us.

REFERENCES Andrews, J. Richard 1975 Classical Nahuatl. Austin: Universityof Texas Press. Basalenque, Fray Diego 1886 [1714] Arte de la Lengua Tarasca. México. Bloomfield, L. 1962 The Menomini Language. New Haven, London: Yale Univ. Press. Carochi, Horacio 1645 Arte de la Lengua Mexicana. México. Chafe, W.L. 1967 Seneca Morphology and Dictionary. Washington:

Smithsonian Press. Diccionário del Idioma Ch’orti’ 1996 Antigua, Guat.: Proyecto Lingüístico Francisco Marroquín. Edmonson, Barbara 1988 A Descriptive Grammar of Huastec. Ann Arbor: Univ. of

Michigan. Gylberti, Fray Maturino 1987 [1588] Arte de la Lengua de Michuacan. México. Hartmann, R. (ed.) 1985 ‘rimaykullayki’. Berlin: Reimer. Hockett, C. F. 1966 “What Algonquian is really like”. IJAL vol. 32, no. 1: 59–73. Hoogshagen Noordsy, Searle & Hilda Halloran de Hoogshagen 1993 Diccionario Mixe de Coatlán. México: ILV, Serie Vocabu-

larios y Diccionarios Indígenas 32. Keller, Kathryn C. Keller & Plácido Luciano G. 1997 Diccionário Chontal deTabasco. México: ILV, Serie Voca-

bularios y Diccionarios Indígenas 36. Lenkersdorf, Carlos 1979 b’omak’umal tojolab’al–kastiya, Diccionário tojolabal–

español. México.

1|2006 127 Ketzalcalli

Marsack, C.C. 1962 Teach Yourself Samoan. London: The English Univ. Press. Pérez Vaíl, Eduardo Gustavo & Odilio Jiménez 1997 Ttxoolil Qyool Mam, gramática Mam. Guatemala. Reyes, Antonio de los 1593 Arte en Lengua Mixteca. Mécico. Stairs Kreger, Glenn Albert & Emily Florence Scharfe de Stairs 1981 Diccionario Huave de San Mateo del Mar. México: ILV,

Serie Vocabularios y Diccionarios Indígenas 24. Tozzer, Alfred M. 1921 A Maya Grammar. Cambridge: PeabodyMuseum of

American Archaeology and Ethnology, Harvard University. Warkentin, Viola & Ruby Scott 1980 Gramática Ch’ol. México: ILV, Serie gramáticas. Ximénez, Francisco 1701 Arte de las tres lenguas Cakchiquel, Quiche y Tzu´tujil.

Guatemala.

128 1|2006 Ketzalcalli

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(F) Las referencias citadas han de seguir el es-tilo siguiente (Arial 10 pts).

Rojas Nieto, Cecilia 1999b “El sí de los niños. Funciones tem-

pranas”, Anuario de Letras 34: 139 155.

Ayres, Glenn & Bárbara Pfeiler; 1997; Los verbos mayas. La conjugación en el

maya yucateco moderno. Mérida: Uni-versidad Autónoma de Yucatán.

López de Cogolludo, Diego 1971 [1688] Los tres siglos de la dominación

española en Yucatán o sea Historia de esta provincia, reedición [1842–1845], 2 tomos, Graz: ADEVA.

Viramontes Anzures Carlos & Ana María Crespo (coords.)

1999 Expresión y memoria: pintura rupestre y petrograbado en las sociedades del norte de México. Colección científica 385, México: INAH.

Libro de Chilam Balam de Chan Cah s.f. Manuscrito en la Biblioteca del Museo

Nacional de Antropología e Historia, México.

Valderrama Zaldiver, María del Carmen & Ana María Velasco Eizaguirre

El arte prehispánico en el Porfiriato. Unpubl. B.A. thesis, vols. I and II, Uni-versidad Iberoamericana, México.

Rincón Mautner, Carlos n.d. “The Cave of Creation: on the Trail of

Quetzalcoatl in the Mixteca” Paper presented 10th Texas Symposium, The Maya Meetings at Texas, Austin, Uni-versity of Texas. (1994).

Cuadernos de Tekax y Nah Véase Grupo Dzibil, 1981; Gubler y

Bolles, 2000. (G) Tablas (cada una debe estar en una página

separada; en Arial 10 pts). Todo el material tabu-lar debe estar separado del texto, en una serie de “tablas” numeradas consecutivamente con nume-rales arábicos. Cada tabla debe imprimirse en una página separada e identificarse con un título descriptivo corto centrado como encabezamiento de la tabla.

(H) Figuras y encabezamientos: Todo el mate-rial ilustrativo (dibujos, gráficas, mapas, diagramas y fotos) deben incluirse en una sola serie nume-rada de “figuras” con título y referencia (en Arial 10 pts).

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(F) References cited in the following style (Arial 10 pts):

Rojas Nieto, Cecilia 1999b “El sí de los niños. Funciones tem-

pranas”, Anuario de Letras 34: 139 155.

Ayres, Glenn & Barbara Pfeiler; 1997; Los verbos mayas. La conjugación en el

maya yucateco moderno. Mérida: Uni-versidad Autónoma de Yucatán.

López de Cogolludo, Diego 1971 [1688] Los tres siglos de la dominación

española en Yucatán o sea Historia de esta provincia, reedición [1842–1845], 2 tomos, Graz: ADEVA.

Viramontes Anzures Carlos & Ana María Crespo (coords.)

1999 Expresión y memoria: pintura rupes-tre y petrograbado en las sociedades del norte de México. Colección científica 385, México: INAH.

Libro de Chilam Balam de Chan Cah s.f. Manuscrito en la Biblioteca del Museo

Nacional de Antropología e Historia, México.

Valderrama Zaldiver, María del Carmen & Ana María Velasco Eizaguirre

El arte prehispánico en el Porfiriato. Unpubl. B.A. thesis, vols. I and II, Uni-versidad Iberoamericana, Mexico.

Rincón Mautner, Carlos n.d. “The Cave of Creation: on the Trail of

Quetzalcoatl in the Mixteca” Paper presented 10th Texas Symposium, The Maya Meetings at Texas, Austin, Uni-versity of Texas. (1994).

Cuadernos de Tekax y Nah Véase Grupo Dzibil, 1981; Gubler y

Bolles, 2000. (G) Tables (each on a separate page; Arial 10

pts): All tabular material should be separate from the text, in a series of "tables" numbered conse-cutively with arabic numerals. Each table should be printed on a separate page and identified by a short descriptive title centered at the top of the table.

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IMPRESSUM

Editores/Editors: Andreas Koechert (Universidad Autónoma de Yucatán, Mérida), Barbara Blaha Pfeiler (Universidad Nacional Autónoma de México, D.F. México/Mérida), Ruth Gubler (University of California, Los Angeles) Comite editorial/Editorial Board: M. Jill Brody (State University of Louisiana, Baton Rouge), Jorge Castillo Canché (Universidad Autónoma de Yuca-tán, Mérida), John F. Chuchiak (Southwest Mis-souri State University, Springfield), Karen Dakin (Universidad Nacional Autónoma de México, D.F. México), Marie Gaida (Museum of Ethnography, Berlin), Galina Ershova (Universidad Nacional Estatal de Humanidades de Rusia, Moscú), Merce-des de la Garza (Universidad Nacional Autónoma de México, México), Ingolf Goritz (University of Hamburg, Hamburg), Esteban Krotz (Universidad Autónoma de Yucatán, Mérida), Alfredo López Austin (Universidad Nacional Autónoma de México, D.F México), Enrique Martín Briceño (Instituto de Cultura del Estado de Yucatán, Mérida), Lorenzo Ochoa (Universidad Nacional Autónoma de México, D.F. México), Edgar Santiago Pacheco (Universi-dad Autónoma de Yucatán, Mérida), Peter Schmidt (Instituto Nacional de Arqueologia e Historia, Mérida), Ortwin Smailus (University of Hamburg, Hamburg), Alexander Voss (Universidad de Quin-tana Roo, Chetumal) Institución/Institution: CA Estudios Históricos y Culturales – Lenguas y Culturas Mesoamericanas (FCA–Universidad Autónoma de Yucatán), Institute of Mesoamericanistics (University of Hamburg)

ISSN: 1860-5710 Indización/Indization: en tramite/in process

Dirección/Addresses: Andreas Koechert, Facultad de Ciencias Antropológicas – Universidad Autóno-ma de Yucatán, KM 1 Carretera Mérida–Tizimín, Cholul– Mérida, C.P. 97305, México Contacto/Contact: [email protected]; [email protected]; [email protected] Precio/Cost: Volumen (dos números)/Volume (two issues): EUR 39,00; supplemento/supplement: variable. Los gastos de envío son adicionales/ there will be an additional shipping charge. Editorial/Publisher: Kommission Verlag für Eth-nologie, Dachstrift 14, 30657 Hannover, Germany Producción/Production: Offizin Druck Hannover, Germany

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