13tematicos

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Estudios Temáticos Titulo Garcia, Edgardo - Autor/a Kersffeld, Daniel - Autor/a Amadeo, Javier - Autor/a Perez Jaime, Bárbara - Autor/a González, Sabrina T. - Autor/a Demirdjian, Liliana A. - Autor/a Singer, André - Autor/a Pousadela, Inés - Autor/a Morresi, Sergio - Autor/a Autor(es) La filosofía política moderna. De Hobbes a Marx En: Buenos Aires Lugar CLACSO, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales Editorial/Editor 2000 Fecha Colección Karl Marx; Historia; Filosofia; Politica; Filosofia Politica; Teoria Politica; Hobbes; Temas Capítulo de Libro Tipo de documento http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/clacso/se/20100609023951/13tematicos.pdf URL Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 2.0 Genérica http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.0/deed.es Licencia Segui buscando en la Red de Bibliotecas Virtuales de CLACSO http://biblioteca.clacso.edu.ar Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) Conselho Latino-americano de Ciências Sociais (CLACSO) Latin American Council of Social Sciences (CLACSO) www.clacso.edu.ar

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  • Estudios Temticos Titulo Garcia, Edgardo - Autor/a Kersffeld, Daniel - Autor/a Amadeo, Javier - Autor/a Perez Jaime, Brbara - Autor/a Gonzlez, Sabrina T. - Autor/a Demirdjian, Liliana A. - Autor/a Singer, Andr - Autor/a Pousadela, Ins - Autor/a Morresi, Sergio - Autor/a

    Autor(es)

    La filosofa poltica moderna. De Hobbes a Marx En:Buenos Aires LugarCLACSO, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales Editorial/Editor2000 Fecha

    ColeccinKarl Marx; Historia; Filosofia; Politica; Filosofia Politica; Teoria Politica; Hobbes; TemasCaptulo de Libro Tipo de documentohttp://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/clacso/se/20100609023951/13tematicos.pdf URLReconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 2.0 Genricahttp://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.0/deed.es

    Licencia

    Segui buscando en la Red de Bibliotecas Virtuales de CLACSOhttp://biblioteca.clacso.edu.ar

    Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO)Conselho Latino-americano de Cincias Sociais (CLACSO)

    Latin American Council of Social Sciences (CLACSO)www.clacso.edu.ar

  • E Estudios Temticos e

  • La Repblica entre lo antiguoy lo moderno

    c Liliana A. Demirdjian*

    c Sabrina T. Gonzlez**

    Ninguna civilizacin - artefacto hecho por el hombre para albergar a suce-sivas generaciones - hubiera sido posible sin un marco de estabilidad para fa-cilitar el fluir del cambio. Fundamentales entre los factores estabilizadores,ms resistentes que las costumbres, las maneras y las tradiciones, son los sis-temas legales que regulan nuestra vida en el mundo y nuestros asuntos coti-dianos con los dems (Arendt, 1999: p. 86).

    L a preocupacin por la construccin de un orden estable es un dato insos-layable en la tradicin del pensamiento de la filosofa poltica. Un segun-do plano suele destinarse a la consideracin de las situaciones crticas,que por lo general son la antesala para la concepcin, madurez y puesta en mar-cha de proyectos polticos creados con el solo fin de atemperar los nimos impe-rantes. Es as como, conforme lo seala Sheldon Wolin, todo filsofo poltico seencuentra alguna vez interpelado por la siguiente pregunta: Qu tipo de cono-cimiento necesitan gobernantes y gobernados para que se mantenga la paz y la es-tabilidad? (Wolin, pp. 17-8).

    Una respuesta posible a tal interrogante es la opcin por un sistema republi-cano de gobierno. As, la nocin de repblica aparece entre los clsicos de la an-tigedad, el humanismo cvico de la Italia renacentista, el radicalismo ingls y elconstitucionalismo norteamericano (Gargarella, 1998: p.40) como alternativa an-te el dilema siempre acuciante que impone el dirimir una realidad caracterizadaen trminos de orden y conflicto 1.

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    * Licenciada en Ciencia Poltica y Sociologa de la Universidad de Buenos Aires. Docente e investigadora en laFacultad de Ciencias Sociales de la mencionada institucin.* Licenciada en Ciencia Poltica de la Universidad de Buenos Aires. Docente e investigadora en la Facultad deCiencias Sociales de la mencionada institucin.

  • La filosofa poltica moderna

    Nos interesa entonces hacer hincapi en la categora de repblica como sig-nificante con la cualidad de adoptar diversos significados segn el contexto en elque su frmula se despliegue. En particular, al menos dos aspectos dotan a estacategora de un contenido propio que permite establecer un hilo conductor entreperodos histricos tan distantes. En primer lugar, la repblica es recuperada co-mo parte de una tradicin de pensamiento que encuentra en el carcter mixto delrgimen un reaseguro de estabilidad alternativo a las formas simples de gobier-no, como por ejemplo la monrquica. En segundo trmino, esta reedicin no esmecanicista ni mucho menos lineal, sino que requiere de instituciones y condicio-nes materiales que adapten y/o trasciendan su diseo primigenio. En otras pala-bras, se trata de una repblica siempre renovada ante las exigencias de cada rea-lidad, segn las condiciones que est ltima imponga, tales como una mayor ex-tensin territorial y un aumento demogrfico considerable que se torna imperio-so integrar dentro de un proyecto de pas.

    Justificar ambas afirmaciones nos impone circunscribir un recorrido, ante elpeligro de disgregar la argumentacin al punto de tornarla incomprensible y porlo tanto absolutamente intil. Asimismo, sucede que es difcil escapar de la in-fluencia de los dos grandes hitos de la tradicin occidental: el modelo romano yel norteamericano.

    Para definir la historia de la antigua Roma de modo restringido, nos remiti-remos a su transformacin de ciudad-estado en Imperio. Con la expulsin del l-timo rey romano, Tarquino el soberbio (509 a.C.), la repblica es fundada a par-tir de la sustitucin del monarca por la institucin del Magisterio.

    As, la conduccin de los asuntos romanos no era ya una cuestin regia: elgobierno se transform en cosa del pueblo, esto es, en res publica.

    En el primer apartado transitaremos los aportes de Polibio, Cicern, Bodin yMaquiavelo en lo que de esencial nos permita trazar una lgica argumental quenos conecte con los aos fundacionales del constitucionalismo norteamericano.En un segundo acpite daremos cuenta de la repblica posible que plasma El Fe-deralista, considerado una de las fuentes de primer orden para una exgesis de laConstitucin norteamericana. Respecto del mismo, nos interesa trascender la im-pronta de sus mecanismos poltico institucionales y fijar la mira en el tipo de ciu-dadano que requiere la particular forma de organizacin econmico-poltica a laque aspira una nacin con deseos de apropiarse de un futuro de grandeza. Final-mente, y slo con el objeto de ejemplificar la reconocida influencia de los meca-nismos e instrumentos institucionales legados por la constitucin norteamericanaen el contexto latinoamericano an cuando la circulacin y difusin de dichosdebates no fue inmediata ni mucho menos masiva-, tomaremos sucintamente laformula presentada por Juan Bautista Alberdi en las Bases y puntos de partidapara la organizacin poltica de la Repblica Argentinacomo modelo que repro-duce la repblica restrictiva pautada en El Federalista, que encontrar en sus li-

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  • neamientos fundamentales expresin institucional en el proyecto constitucionalde 1853.

    Segn lo expuesto hasta aqu, slo nos resta explicitar que partimos del si-guiente presupuesto bsico: no existe proyecto institucional alguno que pueda serconsiderado objetivo ni mucho menos inocuo; siempre est inscripto dentro deuna particular seleccin y distribucin de premios y proscripciones, a las que nosreferiremos brevemente en las conclusiones.

    Un derrotero posible a partirde la nocin de Repblica

    En la antigedad el concepto de repblica connotaba un signo de estabilidaddefinido en virtud de su carcter mixto. Elemento ste que implicaba la fusin demagistraturas, que tendran como cualidad incorporar a los sectores sociales fun-damentales. A continuacin consideraremos algunos de los principales cambios atener en cuenta para entender por qu esta forma de gobierno se torna pasible deser retomada ante diferentes situaciones de crisis.

    Inicialmente cabe preguntarse por qu la repblica inaugura su tradicin enRoma y no en Grecia. Ante tal interrogante, baste recordar que dentro del pensa-miento griego la aproximacin analtica es siempre totalizante y subsume la po-sibilidad de lo diverso en la unicidad como lugar de la suma perfeccin. Por ello,Grecia no es el mbito donde podr concebirse una idea acabada de repblica co-mo forma de organizacin de las magistraturas. Por el contrario, Roma facilitarla posibilidad de pensar lo dismil como lugar de la integracin en vistas a la con-formacin de un orden. La aceptacin de lo diverso imprime al diseo institucio-nal romano un modelo que expresa en cada uno de los tres espacios pblico-ins-titucionales (el consulado, el senado y el tribunado de la plebe) la lgica de lo he-terogneo. Este entramado se amplifica y entra en crisis con el paso de la urbe alorbe.

    No obstante lo antedicho, resta explicar por qu Aristteles merece ser men-cionado entre los clsicos de la antigedad. Al respecto, retomemos a Aristtelescuando incorpora en La Polticaa la politeia o mejor rgimen posible como la fu-sin de dos regmenes desviados: oligarqua y democracia. Si bien Aristteles noresuelve la frmula republicana en el mismo sentido que Roma, proyecta la plu-ralidad y el inters material dentro de la tensin entre lo pblico y lo privado.

    En continuidad con aquello que anticipramos en la introduccin, la estabili-dad de los regmenes es el horizonte de la bsqueda que el fundador del Liceoemprende en su estudio de las diversas constituciones griegas. La armona de laspolis griegas se lograra con el desarrollo de un amplio sector medio que disten-diera la tensin entre dos polos igualmente perniciosos para la ciudad: la excesi-va posesin de bienes, y la extrema pobreza. Esta pugna entre ricos y pobres es

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    La Repblica entre lo antiguo y lo moderno

  • La filosofa poltica moderna

    una distincin supuesta como natural, a partir de la cual se comprende por qu laigualdad es siempre un atributo del ciudadano, que se resuelve por lo tanto en elmbito especfico de lo pblico, pero que de ninguna manera implica o presupo-ne condiciones de igualdad material entre los habitantes de la polis.

    Ya insertos en la experiencia romana como momento fundacional respecto dela concepcin del trmino repblica, es Polibio quien sienta escuela respecto dela tradicin clsica, al explicitar que el ciclo de degeneracin de los regmenes esproducto del carcter simple de los mismos. En tanto pensador de la historia y nomero compilador cronolgico, Polibio aporta como originalidad una mirada grie-ga sobre la realidad romana 2. Slo desde tal perspectiva puede comprenderse unade sus afirmaciones ms fuertes, la teora de los ciclos sempiternos 3, y la conse-cuente necesidad de estructurar un rgimen mixto que resuelva el dilema de lainestabilidad y genere estructuras de equilibrio.

    En concordancia con la tradicin griega, Polibio distingue tres formas bue-nas y tres formas desviadas de regmenes polticos. En el primer caso sita entrelos buenos regmenes a la monarqua, la aristocracia y la democracia segn go-biernen uno, los mejores, o el pueblo. Entre los segundos -segn gobiernen uno,los ricos, o el populacho- nombra a la tirana, la oligarqua y la oclocracia 4.

    En este sentido, podemos sealar respecto de la ubicacin de la democracia,que, en tanto para Aristteles aparece como el primero de los gobiernos no rectosy en este sentido es contraparte de su construccin republicana, para Polibio elgobierno del pueblo ya se instaura como una forma buena de mandato.

    Estaba persuadido de que toda especie de gobierno simple y constituida so-bre una sola autoridad era peligrosa, () porque fomenta en s mismo la cau-sa de su destruccin; del mismo modo cada especie de gobierno alimentadentro de s un cierto vicio que es la causa de su ruina. Por ejemplo, la mo-narqua se pierde por el reino, la aristocracia por la oligarqua, la democraciapor el poder desenfrenado y violento (Polibio, 1965: p.348).

    Para Polibio, entonces, el gobierno de la repblica romana descansara en trescuerpos, en los cuales los derechos estn balanceados y distribuidos de tal modo,que de ninguno puede darse certidumbre respecto de si se est frente a un gobier-no aristocrtico, democrtico o monrquico 5. El pasaje entre las distintas formasde gobierno que propone Polibio responde a la siguiente secuencia: monarqua,tirana, aristocracia, oligarqua, democracia y oclocracia. Esta ltima forma, laoclocracia, es concebida no como el poder del pueblo en el sentido positivo de laprctica participativa, sino en tanto expresin del desprecio por la ley y la violen-ta movilizacin de las masas.

    Llegado este punto en la trama de nuestro desarrollo, un segundo momento dereflexin exige recurrir a la innovacin que aporta el pensamiento ciceroniano.

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  • En Sobre la RepblicaCicern enaltece la vida prctica y nos presenta unareflexin pragmtica respecto de las prcticas del pueblo romano, pero conjuga-da con una alta concepcin de la vida poltica 6. El hombre ciceroniano existe pa-ra servir a los dems y perfeccionarse en la virtud. Y, en este sentido, no hay vir-tud ms excelsa que la que se expresa en la prctica de quien se esfuerza por ejer-cer el gobierno de la repblica.

    Es por boca de Escipin que Cicern afirma:

    As, pues, la cosa pblica (repblica) es lo que pertenece al pueblo; peropueblo no es todo conjunto de hombres reunido de cualquier manera, sino elconjunto de una multitud asociada por un mismo derecho, que sirve a todospor igual (Cicern,1995: 25,39).

    La repblica es entonces la gestin pblica del gobierno del pueblo, enten-dido ste como aquel agregado humano que posee el derecho comn al serviciode todos, a partir de un acto voluntario - racional asociativo.

    Segn el pensar ciceroniano, cada uno de los regmenes clsicos tiene desven-tajas. En la monarqua los restantes ciudadanos quedan apartados en demasa de lasactividades en el derecho y el gobierno. Si dominan los mejores se dificulta el ac-ceso de las mayoras, cuya posibilidad de participacin se ve cercenada por no po-seer potestad para la toma de decisiones. En el caso de que quien detente el podersea el pueblo, dado su carcter igualitario se torna inexistente la distincin de gra-dos de dignidad. An cuando no exista perfeccin en ninguna de las formas tradi-cionales rectas, sin embargo aconseja la tolerancia en virtud de cierta estabilidad.

    Cualquiera de estas tres formas sirve para mantener aquel vnculo que em-pez a unir en sociedad pblica a los hombres, no es perfecta ciertamente, nininguna de ellas, en mi opinin, es la mejor, pero s es tolerable, y cada unapuede tener ventajas sobre las otras. En efecto, un rey justo y sabio, o losprincipales ciudadanos selectos, incluso el mismo pueblo, aunque esto sea lomenos deseable, puede ofrecer cierta estabilidad, siempre que no interfieraninjusticias y codicias (Cicern,1995: 26,42).

    Ahora bien, Cicern se posiciona finalmente a favor de la forma mixta de go-bierno cuando detalla que es sta la que conjuga la fortaleza de la monarqua conel respeto por la libertad de los mejores propio de la aristocracia y la atencin delos intereses de todo el pueblo presente en la democracia.

    Siendo esto as, es con mucho la mejor forma de gobierno de aquellas tresprimeras a mi juicio, la de los reyes, pero mejor que sta ser aquella formacombinada y moderada que se compone de los tres primeros tipos de rep-blicas. En efecto, conviene que haya en la repblica algo superior y regio, al-go impartido y atribuido a la autoridad de los jefes, y otras cosas reservadasal arbitrio y voluntad de la muchedumbre (Cicern,1995: 45,69).

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    La Repblica entre lo antiguo y lo moderno

  • La filosofa poltica moderna

    Para finalizar este apartado nos parece imprescindible mencionar un contra-punto entre dos autores que comparten la misma poca del viejo continente, yaque en ellos podemos ver dirimida la polmica entre la opcin monarquao re-pblicadesde posturas divergentes: Jean Bodin y Nicols Maquiavelo.

    En primer lugar, Bodin es terminante y no acepta la posibilidad de existenciade una forma poltica mixta. La razn de tal negacin es interesante porque remi-te al concepto de soberana. En otras palabras, Bodin dice que el trmino rep-blicaimplica una contradiccin respecto del principio de indivisibilidad inma-nente a la lgica soberana.

    El principal atributo de la repblica -el derecho de soberana-, slo se da yconserva en la monarqua. En una repblica slo uno puede ser soberano; sison dos, tres o muchos, ninguno es soberano, ya que nadie por s solo puededar ni recibir ley de su igual (Bodin, 1997: p. 289).

    En este sentido, Bodin sostiene que slo las tres formas simples de regme-nes pueden sustentar este principio esencial para la materializacin de estados so-beranos. Entre ellas opta claramente por la potestad regia, y retoma una visinanrquica y desventajosa respecto de los gobiernos populares 7.As, Bodin se pre-gunta:

    Cmo puede un pueblo, es decir, un animal de muchas cabezas, sin enten-dimiento ni razn, aconsejar nada bueno? Pedir consejo al pueblo, como sehaca antiguamente en las repblicas populares, significa tanto como pedircordura al loco (Bodin, 1997: p. 282).

    En contrapunto con Bodin, Maquiavelo observa en los Discursos sobre laprimeras dcada de Tito Livioel carcter cclico en el que giran los regmenes po-lticos, y afirma: Un pas podra dar vueltas por tiempo indefinido en la rueda delas formas de gobierno (Maquiavelo, 1997: p. 35).

    Al igual que Polibio, Maquiavelo establece el ritmo y las causas por las cua-les ningn rgimen simple logra mantenerse a travs del tiempo. La secuencia delpasaje va de la monarqua a la tirana, de sta a la aristocracia, de aqu a la oli-garqua, que deviene en democracia, y finalmente sta resulta en un gobierno se-mejante a la anarqua, especialmente una vez extinguida la generacin que la ha-ba organizado.

    A partir de la comparacin entre las experiencias de Atenas y Esparta, Ma-quiavelo afirma que la constitucin de formas de gobierno simple produce ines-tabilidad. El diseo institucional que Soln concibi para la primera ciudad y Li-curgo defini para la segunda, condicion el breve destino de la una y el largo ca-mino recorrido por la otra.

    Entre los que merecieron ms alabanzas por haber dado constituciones deeste tipo mixto se encuentra Licurgo, que orden sus leyes de Esparta de ma-

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  • nera que, dando su parte de poder al rey, a los nobles y al pueblo, dur masde ochocientos aos, con suma gloria para l y quietud para su ciudad. Suce-de lo contrario con Soln, el que dio leyes a Atenas, pues organizndolo to-do segn gobierno exclusivamente popular, lo construy de vida tan breveque antes de morir vio cmo naca la tirana de Pisstrato (); as que, slopor no haber incorporado a su gobierno el poder del principado y el de la no-bleza, vivi Atenas muy breve tiempo en comparacin con Esparta (Ma-quiavelo, 1997: pp. 35-6).

    Maquiavelo rescata la experiencia republicana segn la lectura que Tito Li-vio hace de la historia romana. Nuestro autor hace hincapi en la incorporacindel consulado, el senado y el tribunado de la plebe como instrumentos que ope-ran a la manera de un resorte que proporciona estabilidad al rgimen.

    En este sentido, sostenemos que Maquiavelo hace una opcin clara en favorde la repblica. Si bien no desconocemos la disyuntiva existente en referencia asi hay continuidad o ruptura en la forma de interpretacin de la relacin entre ElPrncipey los Discursos sobre la primera dcada de Tito LivioDiscorsi 8, al res-pecto compartimos con Antonio Negri la perspectiva que l asume entre las dostradiciones: la italiana y la anglosajona.

    Anosotros, en contra de lo que ambas escuelas interpretativas sostienen, nosparece que la estrechsima interdependencia de El Prncipey los Discursossobre la primera dcada de Tito Livio, lejos de determinar la renuncia, com-porta por el contrario la exaltacin del principio republicano. La absolutez delo poltico, inventada en El Prncipe, es hecha vivir en la repblica: slo larepblica, slo la democracia es gobierno absoluto (Negri, 1994: pp.90-1).

    Para introducir el prximo apartado, baste mencionar que la revolucin nor-teamericana rompe con el mito de la repblica del pequeo estado donde funcio-na la democracia directa. La extensin territorial y la expansin demogrfica re-dimensionan en diversos sentidos a las modernas repblicas.

    La repblica como frmula operativa de gobierno

    El resurgimiento de la nocin de repblica -en las comunas de la Italia rena-centista, entre los constitucionalistas ingleses del siglo XVII e incluso entre losopositores al absolutismo francs- exalt valores opuestos a los que se conside-raban causantes de la corrupcin y los males sociales en que devinieron las for-mas monrquicas. Como seala Roberto Gargarella:

    Ante todo, en su rechazo de la dominacin y la tirana, el republicanismoreivindic una idea robusta de libertad. Dicha libertad precisaba, para su sos-tenimiento, de la virtud de los ciudadanos; y dicha virtud, a su vez, requerade ciertas precondiciones polticas y econmicas. Un buen gobierno, as, de-

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    La Repblica entre lo antiguo y lo moderno

  • La filosofa poltica moderna

    ba contribuir a mantener y desarrollar estas precondiciones, y apoyar la pre-sencia de ciudadanos virtuosos, polticamente activos (Gargarella, 1999:p.42).

    Si bien, tal como propona Artistteles, el ciudadano encuentra slo en la vi-da pblica el espacio donde dirimir aquello que le atae como parte de la comu-nidad, dicha realidad, como Jano, presenta dos caras. Al rechazo de los regme-nes opresivos y la defensa de un orden poltico ms abierto a la ciudadana, secontrapone una multiplicidad de estrategias de exclusin para el acceso al ttulode ciudadano. As, los no-propietarios, los negros y las mujeres tienen denegadoel derecho a deliberar sobre el bien comn de aquella comunidad de la cual tam-bin forman parte.

    Cabe preguntarse entonces: qu organizacin poltica y econmica requierela repblica buscada?

    Tomaremos para responder el ejemplo norteamericano a partir de los artcu-los compilados bajo el ttulo de El Federalista, publicados en ocasin del debateprevio a la aceptacin de la Constitucin realizada en la Convencin Constituyen-te de Filadelfia de 1787.

    La repblica plasmada en El Federalistase aleja del modelo clsico en dossentidos. Por un lado, dada la situacin demogrfica y territorial cuantitativa ycualitativamente dismil, que torna a la temtica de la unificacin y la resolucinde las tensiones internas un tema de primer orden. Por otra parte, desde la imple-mentacin de la separacin de las magistraturas, que desde un aspecto formal re-presenta a la totalidad de la ciudadana, organizando dentro de diferentes esferasadministrativas un orden poltico centralizado. Este nuevo marco institucional,lejos de ser ocioso, se desarrolla con miras a consolidar un estado nacional conexpectativas hegemnicas.

    En relacin al primer tema, la unin, al proyectar una nacin ms extensa,aporta las cualidades necesarias para evitar la sedicin y convertirse al mismotiempo en una nacin competitiva dentro del concierto internacional. De este mo-do, la nueva versin de la repblica permite la expresin de un potencial creci-miento, en el marco del cual se conceba el glorioso futuro de los Estado Unidosde la Amrica del Norte en un contexto diferente del vivenciado por las tpicasdemocracias directas de la antigedad clsica.

    Una firme Unin ser inestimable para la paz y la libertad de los Estados co-mo barrera contra los bandos domsticos y las insurrecciones. Es imposibleleer la historia de las pequeas repblicas griegas o italianas sin sentirse as-queado y horrorizado ante las perturbaciones que las agitaban de continuo, yante la rpida sucesin de revoluciones que las mantenan en un estado deperpetua oscilacin entre los extremos de la tirana y la anarqua (Hamilton,Madison y Jay, 1998: p.32).

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  • Con un tinte claramente hobbesiano, es aceptada como fuerza innata la pro-pensin de la humanidad a caer en animadversiones mutuas. En este sentido, elms comn de los conflictos se suscita cuando deben dirimirse cuestiones respec-to de la propiedad. Una vez ms la recurrente preocupacin de los antiguos porevitar las distancias pronunciadas entre ricos y pobres se inmiscuye entre los mo-dernos como principal fuente de perturbacin al interior de un estado.

    La defensa de la organizacin de la unin en detrimento de las posibilidadesde fortaleza o autonoma de los estados, construir los cimientos para la argumen-tacin sobre los beneficios de aquellas repblicas grandes, y nunca de las peque-as. Las primeras permiten que el nmero de representantes con facultades de go-bierno sea un grupo de ciudadanos reducido -en proporcin a la totalidad de elec-tores-, pero adems anan un mayor nmero de ciudadanos y una extensin terri-torial mucho ms amplia. En otras palabras, a diferencia de Platn y Aristteles,quienes se preocupaban por conseguir un marco de estabilidad y autosuficienciadado por ciudades que no fueran ni excesivamente grandes ni desmedidamentepequeas, los constituyentes americanos asociaban la magnitud a la posibilidadde dispersin de los intereses encontrados y al potencial de desarrollo econmi-co. As, la sociedad norteamericana se construye bajo la gida de los colonos pro-pietarios:

    El espacio es el horizonte constitutivo de la libertad americana, de la liber-tad de los propietarios. () La repblica expansiva ser por tanto aquella quesepa trasladar los conflictos hacia la frontera, una frontera de apropiacinsiempre abierta (Negri, 1994: p.184).

    No es ocioso sealar que, an cuando se reconoce como origen de la legiti-midad del poder al pueblo, ste es definido como un universal restringido -en lostrminos que explicramos al inicio de este apartado- y es convocado tan prontocomo descartado como fuente de este poder constituyente.

    Como el pueblo constituye la nica fuente legtima del poder y de l proce-de la carta constitucional de que derivan las facultades de las distintas ramasdel gobierno, parece estrictamente conforme a la teora republicana volver ala misma autoridad originaria () Como toda apelacin al pueblo llevaraimplcita la existencia en el gobierno de algn defecto, la frecuencia de es-tos llamados privara al gobierno, en parte, de esta veneracin que el tiempopresta a todas las cosas y sin la cual es posible que ni los gobiernos ms sa-bios y libres poseeran nunca la estabilidad necesaria (Hamilton, Madison yJay, 1998: pp. 214-5).

    Los mecanismos institucionales planteados a fin de evitar los mandatos vita-licios y limitar la discrecionalidad de quienes detentan la autoridad para la tomade decisiones, parecen delinear un sistema de mayor imbricacin y control entreel ciudadano y sus representantes. Sin embargo, la impronta de Montesquieu no

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    La Repblica entre lo antiguo y lo moderno

  • La filosofa poltica moderna

    se deja ver solamente respecto de la cuestin de la divisin de poderes - y los de-bates en torno a ella generados- o la virtud republicana (Gargarella, 1999), sinoque tambin es identificable en su posicionamiento favorable respecto de una re-pblica restringida.

    Hay siempre en los Estados personas distinguidas por su nacimiento, su ri-queza o sus honores que si estuvieran confundidas como el pueblo y no tu-vieran ms que un voto como las dems, la libertad comn sera esclavitudpara ellas y no tendran ningn inters en defenderla, ya que la mayor partede las resoluciones iran en contra suya. La parte que tomen en la legislacindebe ser, pues, proporcionada a las dems ventajas que poseen en el Estado,lo cual ocurrir si forman un cuerpo que tenga derecho a oponerse a las ten-tativas del pueblo, de igual forma que el pueblo tiene derecho a oponerse alas suyas. () De este modo, el poder legislativo se confiar al cuerpo de no-bles y al cuerpo que se escoja para representar al pueblo; cada uno de ellosse reunir en asambleas y deliberar con independencia del otro y ambos ten-drn miras e intereses separados (Montesquieu, 1998: p.110).

    A fin de recapitular, Negri nos permite volver al tratamiento clsico de la re-pblica desarrollado en el apartado anterior, para consignar que la relacin exis-tente entre la constitucin y el espacio en la revolucin norteamericana marca uncorte respecto del esquema polibiano de sucesin histrica temporal. Un ordenconstitucional que debe concebirse en trminos de espacio -no ya de tiempo- mo-difica incluso la concepcin sobre el pueblo. Desde una perspectiva clsica, unpueblo considerado como una masa indiferenciada permite, tal como lo registraPolibio, una relacin unvoca entre la segmentacin social y las formas de gobier-no. Cuando el pueblo es concebido como el ciudadano que avanza sobre un terri-torio, se define la ruptura con la clsica polis y la participacin directa en la vidapoltica (Negri, 1994).

    Coincidimos con Hannah Arendt cuando afirma que la preocupacin por unarepblica libre e igualitaria pero ante todo duradera que cristalizara en institucio-nes perdurables, se encontraba presente en posturas enfrentadas como las deJefferson y Hamilton. As, respecto de los debates constituyentes norteamerica-nos Arendt afirma:

    De este modo toda la discusin en torno a la distribucin y equilibrio de po-der, el tema central de los debates constitucionales, gir parcialmente en tor-no a la vieja idea de una forma mixta de gobierno que, por combinar los ele-mentos monrquico, aristocrtico y democrtico en el mismo cuerpo polti-co, fuera capaz de detener el ciclo de cambio sempiterno, el nacimiento y ca-da de los imperios, y de establecer una ciudad inmortal (Arendt, 1992: p.239).

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  • El caso argentino

    Un breve comentario acerca de los orgenes institucionales que conformaronel estado nacional argentino nos permite disentir con aquel lugar comn que dapor sentada la gravitacin inmediata y consecuente importacin de la Constitu-cin norteamericana al resto de Latinoamrica. En principio, se tiene constancia,dado que la traduccin de estos debates no fue inminente, de que slo algunosintelectuales latinoamericanos de la poca tuvieron acceso a la misma. Entreellos, en el caso argentino, Juan Bautista Alberdi es desde entonces uno de losfundados profetas de la repblica posible, resumida por Julio Argentino Roca du-rante su presidencia (1880-86) como ideal de una generacin bajo el lema paz yadministracin.

    Estas dos palabras implicaron en su contexto imponer definitivamente el r-gimen de respeto a la Constitucin y a las leyes como corolario superador de aosde disputas entre peninsulares y criollos, unitarios y federales, porteos y provin-cianos. Supusieron adems promover el desarrollo econmico y la organizacinde un Estado fuerte y con designios de grandeza, especialmente para los gruposdominantes.

    Este doble propsito de asegurar la juridicidad y el progreso correspondabastante exactamente al sistema de principios liberales y positivistas que pre-dominaba en el ambiente intelectual de la poca. Se perfeccionaba con el de-signio inequvoco de extender el orden liberal hacia otros campos, como porejemplo, el de la conciencia individual, imponiendo el laicismo en la educa-cin, e imponiendo la jurisdiccin del Estado en ciertos dominios donde an-tes imperaba la Iglesia (Romero, 1987: p.36).

    Para cumplir con este objetivo, la generacin del 80 al menos tena tres pro-blemas claves para resolver: la integridad territorial, la identidad, y la organiza-cin de un rgimen poltico. En este sentido, la frmula constituyente argentinaser en lo fundamental alberdiana en su carcter prescriptivo y luego operarcreando un sistema de legitimidad vinculado con las expectativas, valores e inte-reses de los sectores dominantes. Es interesante entonces:

    Observar un rgimen poltico como un orden de dominacin donde algunos-y no todos tienen el privilegio de fijar metas, elegir medios y alternativas,adjudicar, en fin recompensas y sanciones (Botana, 1986: p.42).

    En Bases y puntos de partida para la organizacin poltica de la RepblicaArgentina,Alberdi conjuga las libertades civiles con un estricto control del acce-so a las funciones gubernamentales. Tomando como ejemplo la forma norteame-ricana de gobierno, y al parecer ignorando las diferencias estructurales entre am-bos pases, seala:

    De las tres formas esenciales de gobierno que reconoce la ciencia, el monr-

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    La Repblica entre lo antiguo y lo moderno

  • La filosofa poltica moderna

    quico, el aristocrtico y el republicano, este ltimo ha sido proclamado por larevolucin americana como el gobierno de estos pases. No hay, pues, lugara cuestin sobre forma de gobierno (Alberdi, 1991: p. 134).

    Ahora bien, Alberdi retoma a los antiguos para definir restrictivamente qui-nes poseen facultades y aptitudes para decidir en las cuestiones de gobierno.

    Todo el xito del sistema republicano (...) depende del sistema electoral. Nohay pueblo, por limitado que sea, al que no pueda aplicarse la Repblica, sise sabe adaptar a su capacidad el sistema de eleccin o de sus leyes. A no serpor eso, jams habra existido la Repblica en Grecia y en Roma, donde elpueblo sufragante slo constaba de los capaces, es decir, de una minora re-ducidsima en comparacin del pueblo inactivo (Alberdi, 1991: pp. 160-1).

    De esta manera, la frmula alberdiana avala una distincin entre habitantey ciudadanoque le permite propiciar un trasvase cultural. Su proyecto de pasrequera de determinados contingentes inmigratorios y del ingreso de elementosindustriales y tcnicos. En todo momento, para preservar la estabilidad del ordenconseguido, se dan por sentado el resguardo de la propiedad y la toma de decisio-nes en manos de unos pocos.

    Reflexiones finales

    Nuestro recorrido retom la nocin de repblica, dando cuenta sucintamen-te de su raigambre en la antigedad clsica y de su reedicin en los orgenes ins-titucionales angloamericanos. Forma parte de una discusin posterior el planteode sus conexiones en trminos de semejanzas y diferencias con tradiciones con-servadoras, liberales y comunitaristas, desarrollo que excede las intenciones deeste artculo.

    Nos interesa simplemente remarcar que es cuando menos apresurado unificarlas nociones de repblicay democracia, habida cuenta que la primera, en susdiferentes versiones, no ces de remarcar un estricto respeto por la autoridad, yen este sentido no fue anti-jerrquica ni mucho menos horizontal, al menos en suscomienzos.

    Ciertamente, si nos quedamos con la mirada de Tocqueville, Estados Unidoscont en sus orgenes constitucionales con ventajas inapreciables: la ausencia devecinos, la inexistencia de una capital fuerte que pretendiera imponerse, la efica-cia de pequeos colonos propietarios y un pas vaco, avidez por apoderarse delas soledades del Nuevo Mundo (Tocqueville, 1996).

    No podemos calificar ni siquiera de ingenua a aquella mirada que pase poralto el sesgo de tales aportes de la providencia. Ni el territorio estaba vaco, ni larepblica construida fue la nica opcin posible. Y esto es igualmente vlido pa-

    348

  • ra el caso argentino, donde los latifundistas no avanzaron sobre tierras desiertasni el fraude electoral se impuso dentro de un sistema que en las letras prescribael sufragio universal sin integrar a gran parte de sus habitantes dentro de la cate-gora de ciudadanos.

    Entre lneas puede leerse el terror que los protagonistas de la poca sentanfrente a la participacin de las mayoras. Un Montesquieu precavido sealaba enEl espritu de las leyes:

    La gran ventaja de los representantes es que tienen capacidad para discutirlos asuntos. El pueblo en cambio no esta preparado para esto, lo que consti-tuye uno de los grandes inconvenientes de la democracia(Montesquieu,1994: p. 109).

    Existe en la construccin de estos modelos republicanos una violencia cons-titutiva, de la cual usualmente no dan cuenta las visiones juridicistas. Este origen,que surge bajo la forma de conquista, expropiacin y avasallamiento del otro, esdesatendido por lecturas que acentan los aspectos formales de la institucionali-zacin de un orden.

    De esta manera, y para finalizar, compartimos la advertencia de Antonio Ne-gri cuando afirma:

    Olvidar esta dimensin salvaje de la libertad americana, (...) tiene comoefecto la conclusin formalista (y potencialmente pesimista) de Tocquevilleo peor an la empalagosa utopa expansiva de Hannah Arendt; olvidan (...)que la expansin, cuando el espacio salvaje termina, se traduce en expansio-nismo e imperialismo (Negri, 1994: p.183).

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    La Repblica entre lo antiguo y lo moderno

  • La filosofa poltica moderna

    BibliografaAlberdi, Juan Bautista 1991(s/d) Bases y puntos de partida para la organiza-cin poltica de la Repblica Argentina (Buenos Aires: Editorial Plus Ultra).

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    G a rgarella, Roberto 1995 Nos los re p re s e n t a n t e s(Buenos Aires: Mio y Dvila).

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  • Notas

    1. El hecho que las mencionadas versiones encuadradas dentro de la tradicindel republicanismo presenten diferencias entre s, no invalida aquello que decomn poseen en los trminos del presente estudio temtico, es decir, su ca-rcter mixto como alternativas a formas simples de gobierno.

    2. Polibio de Megalpolis, historiador griego deportado a Roma despus dela conquista de Grecia, escribi la primera historia apologtica de Roma an-terior a la de Tito Livio.

    3. Sobre el carcter natural a partir del cual Polibio caracteriza los cambioscclicos de los regmenes al estilo antiguo ver Arendt, H., 1992: pp. 22-3.

    4. Etimologa del trmino oclocracia: Okhlos (multitud, masa, chusma, plebe).

    5. Como fundamento para sostener esta posicin, Polibio recurre a la historiade Esparta: Atento a esto, Licurgo form su repblica, no simple ni uniforme,sino compuesta de lo bueno y peculiar que hall en los mejores gobiernos, pa-ra que ninguna potestad saliese de su esfera y degenerase en el vicio connatu-ral. En su repblica estaban contrapesadas entre s las autoridades para que launa no hiciese ceder ni declinar demasiado a la otra, sino que estuviesen enequilibrio y balance (Polibio, 1965: p. 348). Retomaremos esta cuestin al fi-nal del presente apartado a partir de la lectura que del mismo hecho realiza Ni-cols Maquiavelo en los Discursos sobre la primera dcada de Tito Livio.

    6. En el Sueo de Escipin se consuma esta combinacin entre praxis y exce-lencia en el ejercicio de la poltica, estrechamente relacionada con una crticamirada sobre la moral romana a la que Cicern describe, desde la trascenden-cia de las cuestiones terrenales, como abiertamente decadente. Finalmenteo t o rga la gloria en los cielos no ya al eximio filsofo, sino al gobernante vir-tuoso que ha logrado conjugar su hacer poltico con una moral superior.

    7. Cabe aclarar que slo las formas rectas clsicas de gobierno son reconoci-das por este autor, en tanto que aqullas que conocemos como desviadas ocorruptas carecen de status propio.

    8. Antonio Negri seala dos tradiciones contrapuestas. Por un lado la vertien-te italiana, que insiste sobre la sntesis de las dos obras dentro de una sola l-nea de pensamiento, y tiende a fijar la primaca en El Prncipey a exaltar elconcepto de autonoma de la poltica. En el otro extremo, la corriente inter-pretativa anglosajona plantea la sustancial divergencia de las obras y tiendea privilegiar los Discursos sobre la primera dcada de Tito Liviopor su tonorepublicano y por la idea de gobierno mixto que lo recorre.

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    La Repblica entre lo antiguo y lo moderno

  • Maquiavelo y el liberalismo:la necesidad de la Repblica*

    c Andr Singer**

    (...) decir de una ciudad que est en posesin de la libertad es equivalente adecir que se mantiene independiente de cualquier autoridad, excepto de la co-munidad misma. La libertad viene as a quedar equiparada al autogobierno(Skinner, Maquiavelo, 1998: p. 69)

    Introduccin

    D e acuerdo con Giovanni Sartori, el liberalismo poltico (distinto, para l,del liberalismo econmico) debe ser entendido as: El liberalismo pue-de ser considerado, muy simplemente, la teora y la prctica de la de-fensa jurdica, a travs del Estado constitucional, de la libertad poltica indivi-dual, de la libertad individual (Sartori, 1984: pp. 162-3). El liberalismo, por lotanto, de acuerdo con la definicin sugerida por Sartori, se articula en relacincon dos elementos fundamentales. Por un lado la libertad poltica individual, ypor el otro aquello que la garantiza: el Estado constitucional. Este artculo preten-de argumentar que tal definicin de liberalismo podra enriquecerse con un tercerelemento, la participacin poltica, fundamental en la tradicin republicana, unade las fuentes histricas del liberalismo. Tal tradicin, que ser ilustrada aqu porla obra de Maquiavelo, tiene particular importancia para nosotros, los sudameri-canos, en cuanto herederos del modelo republicano de los Estados Unidos, el cualfue inspirado tambin por las ideas renacentistas de auto-gobierno.

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    * Traduccin Javier Amadeo y Miguel Angel Rossi.** Profesor Doctor del Departamento de Ciencia Poltica de la Universidad de San Pablo, (USP), Brasil.

  • La filosofa poltica moderna

    En la historia del pensamiento poltico los dos polos formados por libertad yEstado, lejos de ser un par armnico, presentan tensiones difcilmente reconcilia-bles a no ser por intermedio del ejercicio de la virtud pblica, esto es, de la par-ticipacin poltica. De ah la importancia actual de la obra de Nicols Maquiave-lo (1467-1529). En este texto se indica brevemente cmo la relacin entre esosconceptos aparece en las dos obras principales del autor florentino (El Prncipe ylosDiscursos sobre la Primera Dcada de Tito Lvio)y cmo para l slo es po-sible escapar de la contradiccin entre Estado y libertad mediante la participacinpoltica o en sus propios trminos por el ejercicio de la virt.En otras palabras,mirando la historia desde el ngulo de Maquiavelo se percibe que la frmula li-beral de libertad poltica individual garantizada por el Estado constitucional, co-mo pretende Sartori, depende de una tercera idea, la de participacin poltica.

    Antes de que una justa acusacin de anacronismo sea levantada contra las in-tenciones de este texto, conviene explicar por qu un autor del siglo XVI puedeser invocado para debatir temas tpicos de los siglos XIX y XX. Efectivamente,en tiempos de Maquiavelo los estados nacionales apenas empezaban a ejercer sularga hegemona que marcara indeleblemente la modernidad, pese a que la no-cin de Estado constitucional todava tardara unos cuantos siglos en aparecer yconsolidarse. Qu tiene que ver entonces Maquiavelo con una teora que preten-de garantizar la libertad individual por medio de una forma de Estado que toda-va no se haba plenamente desarrollado en su tiempo?

    La respuesta es doble. Por una parte, est el hecho de que el estado constitu-cional antes de ser constitucional es Estado. Esto es, posee una caracterstica queel hecho de ser constitucional no elimina: la de detentar el monopolio del uso dela violencia legtima en un determinado territorio (Weber 1993). En segundo lu-gar, el ideal de un Estado que garantice la libertad poltica nace justamente conlos humanistas cvicos del Renacimiento, y ser por lo menos en parte con refe-rencia a l que el liberalismo se ir gestando como el pensamiento poltico domi-nante en Occidente a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, como apuntanPocock (1975) y Skinner (1996).

    Una ltima aclaracin es necesaria a fin de destacar la importancia del obje-to de este texto para el pensamiento poltico progresista contemporneo. En laconcepcin de liberalismo ofrecida por Sartori encontramos componentes funda-mentales de los sistemas polticos democrticos, lo que no significa que la demo-cracia se agote en ellos. Siempre se puede argumentar que, limitada a la prcticaliberal, la democracia acaba siendo una traicin a s misma. Pero si el liberalis-mo, tal como es visto por Sartori, no agota la democracia, es difcil imaginar quela democracia puede prescindir de l. Para decirlo claramente: las libertades po-lticas y las libertades individuales son elementos sine qua nonde los regmenesdemocrticos. De ah el inters, desde el ngulo democrtico y progresista, endialogar con el pensamiento liberal. Este artculo quiere as contribuir a una in-

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  • terpretacin del liberalismo que pueda ayudar en los esfuerzos de construccin dedemocracias participativas en las repblicas latinoamericanas.

    I. Estado y moralidad

    Pensador del Estado y de la soberana, el florentino Maquiavelo fue no pocasveces retratado como defensor de la tirana. Para quien lee El Prncipe(1973) porprimera vez, y con ojos desnudos, la acusacin no resulta absurda. Execrado porlos propios comentadores de su propio siglo y de los siguientes, al punto de ha-berse hoy convertido la voz maquiavlica en sinnimo de inmoralidad, no esfcil percibir lo que Maquiavelo tiene que ver con el liberalismo y la democracia.Pero contrariamente a las primeras apariencias, la obra de Maquiavelo es funda-mental para pensar tanto al estado cuanto a la libertad, y especialmente la rela-cin entre ambos. El problema, segn veremos, no est slo en una lectura inge-nua o mal intencionada de la obra de Maquiavelo. Tiene que ver adems con lanaturaleza contradictoria de la conexin entre Estado y libertad. El Estado, tal co-mo es presentado por Maquiavelo en El Prncipe, es impuesto por la fuerza. C-mo es posible entonces que algo impuesto a los hombres sea el instrumento de supropia libertad? Son las originales respuestas a esas preguntas fundamentales lasque hacen la grandeza de la obra del ex-secretario de la Repblica de Florencia.

    En El Prncipe, su libro ms popular, se encuentra una incmoda lista de con-sejos poco escrupulosos para aquel que desea construir un Estado nuevo. El rea-lismo de Maquiavelo lo lleva a percibir e inslitamente, a declarar que un Estadoslo puede ser construido con la violencia, en tanto que se trata simultneamen-te de eliminar la competencia externa e interna. Quien quiera organizar un Esta-do necesita lograr que un determinado territorio quede a salvo de las invasionesde fuerzas extranjeras, as como impedir que otra faccin interna se arme para in-tentar ocupar el poder por medio de las armas. En otras palabras, no hay Estadosi las fronteras son inseguras o existe la amenaza, o la realidad de una guerra ci-vil. En resumen, cuando las dos condiciones, paz externa e interna, estn satisfe-chas se puede hablar de Estado, o sea, de un poder que permanece, que es esta-ble (stato), y que por tener esa estabilidad garantiza paz y orden a la poblacinque vive en el territorio gobernado por l.

    Lo que impresiona de El Prncipe, an casi cinco siglos despus de haber si-do escrito, es la naturaleza cruel de la lucha por el poder, tal como Maquiavelo laexpone. En el libro, la competencia aparece como un factor inescapable de las re-laciones humanas y, partiendo del hecho de que los hombres no son buenos pornaturaleza o sea, no obedecen a lmites naturales-, la competencia tiende siem-pre a la guerra. Los hombres mienten, desprecian y atacan cuando estn en jue-go los intereses propios. Desconocen la moral en la lucha por la victoria. De ahque la violencia, la crueldad y la muerte sean el resultado inevitable de la dispu-

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    Maquiavelo y el liberalismo: la necesidad de la Repblica*

  • La filosofa poltica moderna

    ta entre los hombres. El nico modo de frenar esa guerra incesante a la cual es-taban habituadas las ciudades-Estado italianas de la poca, entre ellas Florencia es el predominio militarestable de una de las facciones, o sea, una victoria du-radera de una de ellas, sin importar cul. Es decisivo desde el punto de vista delbienestar de la poblacin que, en primer lugar, una de ellas gane y consiga man-tenerse en el poder. Cuando la lucha entre los partidos es pre-estatal - cuando nohay un poder comn sobre ellos- no hay razn moral que legitime la victoria deuna faccin sobre otra, dado que no hay reglas comunes para juzgar lo cierto y loerrado.

    Por eso, Maquiavelo puede darle consejos a cualquier prncipe, lase a cual-quier dirigente poltico, de manera indistinta. Tanto Girolamo Savonarola, de ha-ber estado vivo, como Lorenzo de Mdici, podran haber sacado provecho de susdescubrimientos. Los consejos de Maquiavelo consisten en el reconocimiento deleyes universales de lucha por el poder. Ellas sirven a quien quiera resolver dis-putas de poder, como cuatrocientos aos ms tarde reconocer Weber (1993). Sibien el oportunismo orient la conducta de Maquiavelo, un republicano que ofre-ca consejos a un prncipe, es innegable que percibi que ciertas reglas polticasvalen para todos los jugadores, y que se trata de reglas de las que nadie escapa,por buenas que sean sus intenciones. La primera de esas leyes tiene que ver conel justo valor a asignar a las armas, esto es, a la violencia.

    La convivencia pacfica fundada en las normas mutuamente acordadas, a par-tir de las cuales la moralidad de las acciones puede ser juzgada, depende de unhecho anterior, a saber, de la constitucin de un Estado que permita ordenar lasrelaciones humanas a partir de criterios racionales en un determinado territorio.De ah el inters colectivo y moral en que surja un estado, y el valor colectivo ymoral que posee la existencia de un verdadero prncipe, entendido como aquelque posee la virt necesaria parar fundar un Estado. Es sa la extraa conexinentre fuerza y moralidad develada por Maquiavelo. De ah que tambin puedadiscutirse su supuesto oportunismo. Como veremos, las condiciones histricasimponen lmites severos a una accin poltica.

    II. Virt y libertad

    Pero que virt es sa que caracteriza a un Prncipe? Aquel que quiera cons-truir un Estado necesita contar con tres factores. El primero es ajeno a su volun-tad: las circunstancias deben ser favorables a la accin. Un contexto benigno noes suficiente para garantizar un resultado positivo, pero sin ste nada es posible.En otras palabras, hay condiciones objetivas que impiden la construccin de unEstado. En segundo lugar, se requiere del liderazgo para emprender una accinpoltica. El dirigente es aqul que consigue unificar fuerzas sociales en torno des. En tercer lugar, es imprescindible tener coraje para realizar las acciones exigi-

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  • das por las vicisitudes de la contienda, incluso aquellas que repugnan al sentidomoral del propio prncipe.

    La paradoja est en ser capaz de actuar de modo inmoral para establecer lapropia moral. En otras palabras, en estar dispuesto a usar de la violencia contralos oponentes hasta alcanzar una victoria final capaz de sustentarse en el tiempo,y con ello crear las condiciones para fijar lmites en las relaciones humanas. Ade-ms de la fortuna, que es independiente de la voluntad del individuo y a su vezdetermina el contexto de su accin, comprobamos que la virtque garantiza el li-derazgo y la estabilidad del poder consiste en una combinacin de coraje y capa-cidad de representar los intereses sociales, entre los cuales la libertad es funda-mental. Vase la serie de historias ejemplares que aparecen en el captulo VI deEl Prncipe,en donde Maquiavelo ilustra con ejemplos histricos su tesis respec-to de la construccin del Estado. De acuerdo con Chisholm (1998), en este cap-tulo se encuentran por entero los modelos de Prncipe de Maquiavelo como aqulque funda estados e instituciones duraderas. No casualmente el captulo tiene portema los principados absolutamente nuevos. Maquiavelo busca en la antige-dad, ms precisamente en la trayectoria de Moiss, Ciro, Rmulo y Teseo, losconsejos para los fundadores modernos. Qu es lo que esos personajes tienen encomn? En primer lugar, el hecho de encontrar condiciones propicias para su ac-cin tales circunstancias significan que la fortuna les sonri. Sin ella, nada po-dra hacerse. Pero de no haber aparecido alguien para aprovecharla, tampoco na-da hubiese ocurrido. Moiss liber al pueblo de Israel esclavizado por los egip-cios. Ciro gui a un pueblo descontento con el dominio meda. Rmulo sobrevi-vi y veng una traicin que haba afectado a su linaje, adquiriendo el liderazgonecesario para fundar una ciudad. Teseo, por fin, no habra podido revelar susvirtudes si no hubiese encontrado a los atenienses dispersos (Maquiavel 1973, p.30). Si los hebreos, los persas, los habitantes de Alba y los griegos hubieran es-tado satisfechos con el orden al cual estaban sometidos, de nada hubiera valido laaparicin entre ellos de un dirigente poltico dotado de caractersticas excepcio-nales como fueron Moiss, Ciro, Rmulo y Teseo. En resumen, el dirigente pol-tico no inventa la necesidad de la accin poltica. O sta existe objetivamente, otoda su virt no servir para nada.

    Ese es el papel de la fortuna o, si quisiramos ser ms precisos y actuales, dela Historia. Cuntas oportunidades polticas habrn sido desperdiciadas por ha-ber aparecido en momentos y lugares histricos en los cuales no eran necesarias?Y por otra parte, cuntas posibilidades histricas se habrn perdido por la ausen-cia de dirigentes dotados de las virtudes especficas adecuadas para actuar en unacoyuntura en la cual los hombres estaban preparados para una conduccin polti-ca? Aqu emerge la importancia crucial de la Historia en la construccin tericade Maquiavelo. Ser de la relacin concreta entre coyunturas histricas especfi-cas y hombres particulares que se encontraron all, que surgir -o no una accinpoltica capaz de fundar un orden nuevo.

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  • La filosofa poltica moderna

    Como dijimos anteriormente, no basta con que existan circunstancias favora-bles a la accin poltica para que ella acontezca. Incluso porque, como sostieneMaquiavelo (1973) en el captulo XXV, la fortuna es mujer y para dominarla espreciso contrariarla. Esto es, no se puede desconocer el peso de la Historia (loshombres hacen la Historia en condiciones que no eligen, como dira Marx), perotoda accin poltica victoriosa depende de una decisin inicial en la cual hay cier-ta dosis de incertidumbre. Es, en suma, una iniciativa de riesgo. De ah la rele-vancia de que exista o no un Prncipe, esto es, alguien que disponga de capacidadpara unificar las fuerzas insatisfechas (liderazgo), y de coraje para emprender unaaccin peligrosa y audaz. Y al dar el primer paso es preciso saber que ser nece-sario usar la violencia, sin la cual por un lado no se obtiene la victoria sobre elenemigo, y por otro no se garantiza la obediencia por parte de los propios coman-dados en el nuevo orden. Quien acta con violencia sabe que la reaccin ser delmismo tipo, por lo cual es preciso coraje. Es comprensible por qu una tal des-cripcin de la vida poltica inspir: un pensador como Gramsci, fascinado por laidea de instituir un Estado de nuevo tipo que significara un nuevo comienzo en laHistoria de la humanidad.

    Estar dispuesto a liderar y tener un poder militar para ello son los requisitosde la victoria. Concluye Maquiavelo: De este modo todos los profetas armadosvencieron y los desarmados fracasaron (1973, p. 31). De acuerdo con Chisholm,lo que caracteriza la accin de los cuatro modelos invocados por Maquiavelo esel haber tenido la osada de sobrepasar los lmites de la tica comn para fundarun poder duradero. Por eso, sugiere Maquiavelo, luego retomado por Weber que,la tica poltica debe ser comprendida como una tica especial, separada de lamoralidad comn. Moiss necesit desenvainar la espada y usarla para castigar asus propios seguidores que, contrariando sus indicaciones, continuaban adorandoal becerro de oro. Slo despus de la masacre, que no puede ser consideradasimplemente como un castigo justo, debido a que los idlatras fueran diezmadosarbitrariamente, es que Moiss puede proclamar la Ley para su pueblo (Chis-holm, 1998: p. 72). En la misma lnea de acciones moralmente condenables, Ci-ro traicion a su abuelo, Teseo llev al padre al suicidio, y Rmulo cometi fra-tricidio. Tales acciones inmorales hicieron que su poder fuera efectivamenteunificado, y que un orden pblico pudiera emerger.

    Significa ello que Maquiavelo es un es un aplogo de la tirana? O que pa-ra l los fines justifican los medios? No.El Prncipe, y ms tarde losDiscursossobre la Primera Dcada de Tito Livio(1979), muestran ms bien que la libertadpoltica, el derecho de oponerse pacficamente a quien est en el poder, en un con-texto de Estados nacionales, depende de un primer momento de no-libertad. Co-mo en la realidad humana la disputa por el poder es inevitable, para que una co-munidad sea libre es necesario que sta cree una soberana territorial frente a losdems, partiendo del hecho que el dominio de una fuerza extranjera significa laobediencia a designios heternomos. Pero la creacin de esa soberana territorial

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  • implica una unificacin interna, es decir, la aceptacin de una fuente nica de po-der interno. La divisin del planeta en Estados distintos obliga a que cada territo-rio acepte el dominio de un nico poder local para poder quedar a salvo de losotros. La ventaja de adoptar un poder local consiste precisamente en la posibili-dad de auto-gobierno. Es eso lo que el poder local tiene de superior en compara-cin con el poder extranjero, de forma tal que la grandeza y la justificacin de laaccin del Prncipe estn en garantizar la libertad externa. Como veremos msadelante, la libertad interna ser a su vez resultado de la necesidad de mantenerel Estado: de ah la opcin por la forma republicana de gobierno.

    Antes de proseguir, conviene abrir un parntesis en la exposicin. Ser quela actual decadencia de los Estados apunta hacia una forma de gobierno univer-sal que puede prescindir del actuar del Prncipe alterando las leyes de la polticadescubiertas por Maquiavelo? El futuro es incierto, pero en todo caso, en la me-dida en que prevalezcan las condiciones observadas por Maquiavelo, la sobera-na slo puede garantizarse si existe una unificacin de las fuerzas de la comuni-dad en torno de un, y solamente un, poder armado en determinado territorio. Deah la necesidad de que una faccin se imponga por medio de las armas sobre lasotras. Weber muestra cmo ese proceso de unificacin de la dominacin ocurrehistricamente. Primero un grupo toma el poder y desarma a los rivales. Despuslegitima su poder, y son las diversas formas de legitimacin las que determinarnhistricamente el carcter de cada una de ellas.

    Maquiavelo destaca que el no-reconocimiento claro de las tareas necesariaspara la construccin del Estado significa desde el principio encaminarse a su pro-pia ruina. Por eso, quien lee El Prncipepuede tener la impresin de que Maquia-velo hace apologa del uso de medios indiscriminados y arbitrarios para mante-ner el poder. En realidad, Maquiavelo est buscando dilucidar las acciones nece-sarias para obtener un bien ms alto: la libertad poltica. No todo fin justificacualquier medio, pero la libertad (que no existe sin Estado) justifica el uso de laviolencia.

    III. La opcin republicana

    Quien profundice en la obra de Maquiavelo podr verificar que si bien la so-berana territorial armada es condicin necesaria para la libertad externa no sesustenta sin libertad poltica interna, porque slo ella lleva a los ciudadanos a ac-tuar convirt, o sea, a colocar los intereses pblicos por encima de los interesesprivados. Y si no existe una ciudadana virtuosa, la independencia externa no pue-de mantenerse, toda una vez que nadie se aviene a luchar por ella. En el captulo24 del Libro II de losDiscursos, Maquiavelo sostiene que la fuerza real de un Es-tado es funcin de la participacin popular, la cual a su vez slo surge cuando haylibertad de manifestacin. En losDiscursos, Maquiavelo toma partido claramen-

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    Maquiavelo y el liberalismo: la necesidad de la Repblica*

  • La filosofa poltica moderna

    te a favor de la forma republicana de gobierno, o sea, en contra de la tirana. Elargumento aqu es el siguiente: Todo Estado tiende a corromperse y a debilitarse,pero donde exista libertad, la decadencia puede demorarse, y la grandeza y feli-cidad cvicas, ser ms duraderas. Evitar la tirana, que tiende a arruinar el Estado,es entonces un asunto que, analizado en losDiscursos, contina de manera lgi-ca con los temas de El Prncipe. No hay contradiccin entre ellos. El Prncipemuestra el arte necesario para fundar un Estado. LosDiscursos, el arte necesariopara mantenerlo. En el primer caso la libertad es la meta. En el segundo, la con-dicin indispensable.

    Es interesante notar que los tericos florentinos del Renacimiento, y Maquia-velo en particular, tendan a enaltecer la experiencia republicana de la Roma anti-gua en detrimento de la etapa monrquica e imperial de la historia romana. Elloscrean que el auge de Roma se haba dado durante la Repblica, en la medida queel Imperio haba significado el comienzo de la decadencia. La razn que llev alos pensadores florentinos a defender la tesis mencionada es clara. Florencia erauna repblica, as como Venecia y otras ciudades del norte de Italia. No obstante,aunque en la poca de Maquiavelo Florencia estuviese pasando por otra forma degobierno (principado), haba all una larga tradicin de pensamiento republicanoque se remontaba al siglo XI. En el contexto de la desorganizacin poltica del pe-rodo feudal, algunas ciudades italianas del norte haban logrado conquistar su in-dependencia tanto frente a los nobles rurales como al Sacro Imperio Romano-Ger-mnico, al cual formalmente pertenecan. Algunas veces aliadas al papado (Guel-fos), otras al Imperio (Gibelinos), haban desarrollado formas de gobierno republi-canas en plena Edad Media. Esas ciudades eran gobernadas con mayor o menorparticipacin popular y mayor o menor peso aristocrtico, pero en ninguna de ellasse haba establecido monarquas. De ah que hubieran desarrollado una ideologarepublicana, de la cual Maquiavelo es la expresin ms brillante.

    Al proponer una salida republicana, Maquiavelo adhiere a una lnea de pen-samiento que constituye una de las grandes vertientes del liberalismo. La posi-cin republicana de Maquiavelo tendr influencia en el republicanismo america-no, la primera repblica continental de la historia. Pocock (1975) defiende la hi-ptesis de que los padres fundadores de los Estados Unidos se decidieron a favorde la Repblica (que a partir de entonces se tornar una de las formas de gobier-no predominantes en el mundo, y particularmente influyente en Amrica Latina)porque conocan la tradicin republicana florentina.

    Conclusin

    El tema de la libertad es tomado por Maquiavelo bajo la perspectiva de dosasuntos entrelazados: por un lado cmo obtener la soberana en otras palabras,fundar el Estado, lo cual slo puede ser lograrse por las armas y por otro cmo

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  • es posible mantener al Estado alejado el mayor tiempo posible de la corrupcin.Para lograr el segundo objetivo es preciso adoptar la forma republicana de gobier-no, la nica que permite evitar en el largo plazo la guerra civil o la tirana, por-que en ella los ciudadanos desarrollan lavirtcvica. Los medios para preservarla libertad interna son: dar representatividad a las clases principales, permitir queuna se oponga pacficamente a otra, y aprovechar esos conflictos, aunque sea ne-cesario contenerlos en lmites adecuados, para hacer que la virtud de los ciudada-nos se desarrolle. Slo la Repblica es capaz de ello, precisamente porque solo laRepblica es capaz de garantizar la libertad.

    La Repblica se diferencia de la Monarqua por ser un gobierno de ms deuno, pudiendo ser de muchos o de pocos (Aristocracia o Democracia), pero nun-ca de uno. Ahora bien, qu es la tirana? La tirana es el rgimen en el cual unodecide arbitrariamente y los dems se sujetan a esa decisin. Por oposicin, la li-bertad es el rgimen en el cual la voluntad de quien est al mando admite la opo-sicin pacfica de una o ms fuerzas independientes. Ese derecho de oposicingarantiza que la voluntad de quien ejerce el poder deba tolerar la de quien no loest, ya sea para negociar, para ceder, o para convencer. En resumen, significaque la voluntad de los poderosos tiene lmites. Pero para que haya esa oposicinde fuerzas, es preciso que exista ms de una fuerza: por ello el rgimen no puedeser monrquico, donde uno solo concentra todo el poder. Las fuerzas que gobier-nan la Aristocracia y la Democracia (los aristcratas y el pueblo) se pueden divi-dir, pero el rey no se puede dividir porque es uno solo. Por ello, algunas versio-nes del naciente liberalismo del siglo XVIII estarn asociadas al republicanismo.

    Otras vertientes liberales sern inspiradas mayormente por Locke y Montes-quieu, orientndose hacia una monarqua constitucional. Tales corrientes arg u m e n-tan que para ser libre el gobierno tampoco puede ser democrtico o aristocrtico,porque en esos casos la f u e n t edel poder tambin es una sola (la aristocracia del pue-blo). Como resultado, se postula que el Estado debe dividirse en diferentes pode-res, siendo el del rey apenas el poder ejecutivo. La combinacin de estas dos ideas- el valor de la Repblica y la lucha entre las facciones, junto con la necesidad dedividir el poder orientar la constitucin norteamericana de 1787, a su vez toma-da como modelo por los pases de Amrica Latina. Brasil ingres tardamente alclub, preservando durante casi todo el siglo XIX la forma monrquica de gobierno,pero ahora navega desde hace ms de un siglo en las aguas del republicanismo.

    En la refundacin que represent la independencia de los pases americanos, laadopcin del modelo que podramos llamar republicano-constitucional tuvo mlti-ples consecuencias. Nuestros regmenes fueron desde el inicio diseados para la li-bertad -aunque sta haya tardado tanto alcanzarse en Amrica Latina- , y para el au-to-gobierno; tanto una como otro son postulados centrales del republicanismo.

    El republicanismo tiene por su parte grandes exigencias para con la ciudada-na, dado que para l la libertad no es tan slo la libertad negativa mencionada

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    Maquiavelo y el liberalismo: la necesidad de la Repblica*

  • La filosofa poltica moderna

    por Sartori en la definicin del liberalismo antes citada. El republicanismo equi-vale a una forma de gobierno en la cual los ciudadanos se auto-gobiernan. La con-secuencia de esa manera de definir a una forma de gobierno es que ella requiere,para realizarse, la participacin del ciudadano en poltica, o ms precisamente, enla direccin del Estado (Bock et altri, 1990).

    La disminucin de la participacin poltica, de antigua data en los EstadosUnidos y ms reciente en las democracias latinoamericanas, pone de relieve enlos desafos que nuestras repblicas deben enfrentar. En este contexto, la recupe-racin de aquellos autores renacentistas sobre todo Maquiavelo - que hacen dela Repblica un ideal de auto-gobierno, puede ayudarnos a superar los importan-tes obstculos para la construccin de una democracia participativa en el conti-nente. Es probable que la nocin de virtud cvica deba ser incorporada a la defi-nicin de liberalism, si queremos de hecho preservar la libertad.

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  • Bibliografa

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    Maquiavelo y el liberalismo: la necesidad de la Repblica*

  • El contractualismo hobbesiano(o de cmo para entender del derecho

    es necesario pensar al revs)

    c Ins M. Pousadela*

    El terror del estado de naturaleza empuja a los individuos, llenos de miedo,a juntarse; su angustia llega al extremo; fulge de pronto la chispa de luz de laratio y ante nosotros surge sbitamente el nuevo dios(Schmitt, 1990: p. 30)

    I. La ciencia poltica como ciencia deductiva

    E n la construccin del monumental edificio terico que aparece plasmado,en su forma ms acabada, en el Leviatn, Thomas Hobbes despliega to-das sus habilidades con miras a obtener el controvertido ttulo de Gali-leo de las Ciencias Sociales. En efecto, Hobbes adopta como modelo para suempresa el de la ciencia demostrativa, que tiene como puntos de partida axiomas(verdades evidentes o sea, verdaderas en s mismas- captadas intuitivamente)basados en definiciones, a partir de los cuales se demuestran otras proposicionesllamadas teoremas.

    Por qu adoptar el modelo de la geometra, e intentar hacer con las cienciassociales lo que Galileo lograra para la fsica? Pues porque la filosofa se encuen-tra a menudo plagada de absurdos -no puede haber nada tan absurdo que sea im-posible encontrarlo en los libros de los filsofos- (Hobbes, 1992: p. 35) debidoa la falta de mtodo, a la imprecisin del significado de las palabras y a la utili-zacin de trminos sin ninguna referencia concreta. Y el error, que en otros cam-pos tan slo obstaculiza el avance del conocimiento, tiene en este mbito conse-

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    * Licenciada en Ciencia Poltica, Facultad de Ciencias Sociales de Universidad de Buenos Aires (UBA), y docen-te en el rea de filosofa poltica de la mencionada institucin.

  • La filosofa poltica moderna

    cuencias espantosas. Cuando las palabras se vuelven emotivas y son utilizadaspara enunciar preferencias personales en lugar de hechos, todo orden se vuelveimposible. Y si bien todos los hombres, por naturaleza, razonan del mismo mo-do, y lo hacen bien, cuando tienen buenos principios (Hobbes, 1992: p. 36), enel estado de naturaleza, en la situacin de guerra civil, faltan esos buenos prin-cipios y por ello estn tambin ausentes la propiedad, la industria, la agricultu-ra, el progreso, la ciencia. Para que sta ltima (y, junto con ella, todo lo dems)sea posible, es necesaria ante todo la unidad de definiciones. El objetivo que per-sigue una ciencia de la poltica es la paz ms que la verdad con maysculas. Detodos modos, la verdad ser siempre convencional a los ojos de Hobbes, y ade-ms como dir Edmund Burke mucho ms tarde- qu importa lo que pudieraser metafsicamente verdadero si es, a la vez, polticamente falso?

    Entonces: el desafo consiste en instaurar un orden estable, si bien nada delo que los hombres hacen puede ser inmortal, si tienen el uso de razn de que pre-sumen, sus Estados pueden ser asegurados, en definitiva, contra el peligro de pe-recer por enfermedades internas (Hobbes, 1992: p. 263). No existe un orden na-tural en los asuntos humanos: el orden debe ser creado. El mismo hombre que in-venta la ciencia, la matemtica, la filosofa, los valores e incluso la verdad, debeencargarse de construir Estados destinados a durar. Si cuenta con el mtodo co-rrecto -piensa Hobbes- es capaz de lograrlo. La poltica puede transformarse enuna ciencia demostrable por la misma razn por la que puede serlo la geometra:somos nosotros los que creamos las figuras sobre las que razonamos; asimismo,somos tambin nosotros quienes creamos los Estados. El punto de partida a la ho-ra de razonar sobre estas cuestiones no puede ser otro que el hechoineludible dela Modernidad: la existencia de individuos libres e iguales, portadores de dere-chos. O sea, la conviccin de que no hay obligacin que no se derive de un actovoluntario de quien la contrae.

    Ahora bien, un sistema deductivo, una vez completados los axiomas que loponen en movimiento, no agrega nada nuevo a lo que ya sabemos; slo aclara re-laciones antes no percibidas. Adiferencia de la induccin no agrega informacinnueva, dado que las conclusiones estn desde el primer momento contenidas en laspremisas, lo cual significa que nada puede agregarse desde fuera una vez echadoa andar el mecanismo: todo tiene que estar contenido en l desde un principio. Eneste caso, ello quiere decir que nada puede agregarse al estado de naturaleza paraexplicar el pasaje de ste al Estado, que debe ser d e d u c i d ode la descripcin conla que contamos, desde un principio, acerca del estado de naturaleza.

    Pues bien, lo que segn Hobbes resulta evidente para cualquiera (en otras pa-labras, funciona como axioma) es la descripcin del hombre, de sus pasiones y delos mecanismos que lo mueven. El punto de partida es bien simple: se trata delsupuesto de que todos los motivos e impulsos humanos derivan de la atraccin orepulsin causadas por determinados estmulos externos. Toda conducta deriva

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  • del principio de auto-conservacin. Como puede apreciarse, el camino elegidopor Hobbes no es emprico, si bien hay ciertos hechos que contribuyen a poneren evidencia la verdad indiscutible de los axiomas; vase por ejemplo la reco-mendacin del autor al lector de mirar a su alrededor y, con total honestidad, ha-cia adentro de s mismo, para de ese modo comprender qu es en definitiva el es-tado de naturaleza. A continuacin, de esos axiomas deduce Hobbes el derechonatural y la configuracin del estado de naturaleza. Del derecho natural deriva laley natural, y finalmente busca, a partir de all, derivar el Estado.

    II. De adelante hacia atrs: el orden de la exposicin

    Puede, como pretende Hobbes, deducirse el Estado a partir del estado de na-turaleza? Al final del captulo XIII nuestro autor explica de qu modo sera posi-ble salir de aquel deplorable estado en que no habiendo propiedad, nociones com-partidas del bien, el mal, la justicia y la injusticia, ni oportunidad para la indus-tria, las artes y las ciencias, la vida del hombre es solitaria, pobre, tosca, embru-tecida y breve (Hobbes, 1992: p. 103). La solucin de Hobbes es extremadamen-te sencilla: seran ciertas pasiones (bsicamente, el temor a la muerte violenta amanos de otro hombre, junto con el deseo de una vida confortable) de la mano dela razn (a partir de la cual podran conocerse las normas de paz, es decir, las le-yes de la naturaleza que hacen posible la convivencia) las que permitiran ponerfin a la guerra.

    Es ello verdaderamente posible? Atengmonos a la descripcin de la natu-raleza humana que el propio Hobbes proporciona en los captulos precedentes, y,en el mismo captulo XIII del Leviatn, del estado de naturaleza en que se encon-traran dichos seres, con su razn y sus pasiones a cuestas, en ausencia de un po-der comn que los atemorizara a todos.

    Razn y pasiones

    Cmo es el hombre natural? Para empezar, sabemos que la naturaleza hu-mana se compone tanto de pasin como de razn. El hombre es una especie demquina de desear, y el objeto de su deseo constituye el bien, mientras que el ob-jeto de su aversin recibe el nombre de mal. Las pasiones son los movimientosque impulsan a los hombres, y a su vez resultan de otros movimientos.

    Ahora bien, qu es lo especficamente humano en el hombre? En primer lu-gar, el lenguaje(convencional y adquirido), que hace posible la ciencia y por lotanto la razn. Pero hay adems una pasin que los hombres poseen y los anima-les no, o stos la poseen en un grado nfimo en tanto que en los hombres es pri-mordial: la curiosidad-el deseode saber por qu y cmo (Hobbes, 1992: p. 45).Gracias a ella, la existencia humana no se desarrolla en un espacio de deseos y

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    El contractualismo hobbesiano

  • La filosofa poltica moderna

    satisfacciones inmediatos, sino en un mundo condicionado por la muy humanaansiedad ante el aseguramiento de futuras satisfacciones. De ah la constante bs-queda de medios que conduzcan a esas satisfacciones y de medios que sirvan pa-ra asegurar esos medios, o en otras palabras, el perpetuo e incesante afn de po-der, que cesa solamente con la muerte (Hobbes, 1992: p. 79).

    Qu es el poder? Segn Hobbes, es poder todo aquello que pueda utilizarsecomo medio para conseguir un fin: dotes naturales, habilidades adquiridas con eltiempo y la experiencia, bienes externos de todo tipo. Cualquiera cualidad quehace a un hombre amado o temido de otros, o la reputacin de tal cualidad, es po-der, porque constituye un medio de tener la asistencia y servicio de varios (Hob-bes, 1992: p. 70).

    Es importante recalcar que los hombres no slo desean cosas, sino tambinvanagloria(sentimiento de poder sobre otros hombres) y honor(reconocimientode su poder), virtudes aristocrticas en competencia con las burguesas virtudesque apuntan al logro de la seguridad de la vida y los bienes. Se trata de un datoimportante porque, como lo apunta Zarka, constituyen, de entre las tres grandescausas de discordia -competencia, desconfianza y gloria- la nica verdaderamen-te irracional(Zarka, 1987: p. 308-9; Strauss, 1963: p. 18).

    El estado de naturaleza

    Una vez disecado el individuo y puestos en evidencia sus mecanismos inter-nos, es muy simple imaginar cmo sera el estado de naturaleza (por definicin,toda situacin en que los hombres viven juntos en ausencia de un poder comnque imponga un orden que los contenga). Ya sabemos cmo es el hombre: aho-ra lo colocamos junto a otros que son exactamente iguales a l y observamos c-mo se conducen unos respecto de otros.

    En ese estado no existe lmite alguno para el deseo, como as tampoco parael derecho. Todos los hombres tienen derecho a todo, de donde se sigue que na-die puede adquirir un derecho exclusivo a nada.

    Los hombres -sostiene Hobbes- son iguales por naturaleza, tanto en fuerza(dado que hasta el ms dbil es capaz de matar al ms fuerte) como en facultadesmentales, puesto que por un lado la prudencia no es sino la experiencia, y por elotro nada prueba mejor la distribucin equitativa de los talentos que el hecho deque cada uno est satisfecho con lo que le toc. Y, lo que es an ms importante,Hobbes afirma que aunque de hecho no fueran iguales, deberan ser tratados co-mo tales porque todos ellos as lo esperan. De ah que esa sea la nica forma deestablecer un orden: los hombres que se consideran a s mismos iguales no en-tran en condiciones de paz sino cuando se les trata como tales (Hobbes, 1992: p.127). El horizonte de la igualdad de condiciones que tanto dar que hablar a

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  • Alexis de Tocqueville, esa igualdad que no por imaginaria deja de tener efectosbien reales, ya se ha convertido en referente de la legitimidad moderna.

    De la igualdad en cuanto a las capacidades, contina nuestro autor, se derivala igualdad de las esperanzas de alcanzar los fines propuestos. Si dos hombres de-sean lo mismo y no pueden disfrutarlo ambos, se vuelven enemigos. En sntesis,Hobbes identifica tres causas de discordia activas en el estado de naturaleza yprocedentes de la naturaleza humana: la competencia (por el beneficio), la des-confianza (por la seguridad), y la gloria (por la reputacin). As, mientras no ha-ya un poder comn que atemorice a los hombres, el estado de naturaleza ser unestado de guerra, real o potencial1.

    En un estado semejante las nociones de derecho e ilegalidad, justicia e injus-ticia no son en absoluto pertinentes, ya que no constituyen otra cosa que cualida-des referidas al hombre en sociedad. Lo mismo se aplica al derecho de propiedad,que es sustituido por la mera apropiacin: cada uno posee aquello que puedeobtener, y slo mientras pueda conservarlo. La conclusin es que en estado de na-turaleza nada puede ser injusto. La fuerza y el fraude se constituyen en las dosvirtudes cardinales. O sea: el estado de naturaleza es, ante todo, uncaos de sub-jetividad. En l cada uno puede utilizar libremente su razn para procurar sus pro-pios fines; cada uno es juez de lo que es o no racional. Segn veremos luego, s-te se constituir en un excelente argumento en contra del uso de la razn privadacomo lo opuesto de la ley, que es la conciencia pblica: as, el soberano contarentre sus principales tareas las de controlar las doctrinas que se ensean y predi-can en sus dominios, impidiendo la difusin de doctrinas sediciosas. El lengua-je es una creacin humana, y el vocabulario poltico, como todas las palabras, co-munica significados arbitrarios. Pero se distingue de otros usos del lenguaje porel hecho de que, en este caso, slo puede haber significados comunes si existe unpoder capaz de imponerlos. Y lo fundamental aqu no es el contenido concretoque asuma el significado compartido, sino el hecho mismo de que sea comparti-do: importa mucho menos la verdad, acerca de la cual Hobbes se muestra escp-tico, que la certidumbre.Despus de todo, se trata ni ms ni menos que de un sim-ple dispositivo ordenado al logro de la paz y el orden, y opera del mismo modoque un semforo: poco importa si es el verde o el rojo el color que nos ordena de-tenernos, siempre y cuando ese color signifique lo mismo para todos.

    Ninguna pasin ni tampoco los actos que de ella proceden- es pecado hastaque una ley la prohibe: los hombres no pueden conocer las leyes antes de quesean hechas, ni puede hacerse una ley hasta que los hombres se pongan de acuer-do con respecto a la persona que debe promulgarla (Hobbes, 1992: p. 103). Des-de esta perspectiva, el soberano es ante todo quien acta como el Gran Defini-dor 2, lo cual nos remite al problema del status de la ley natural.

    Ahora bien, la ley natural no es (como s lo ser para John Locke) indepen-diente -y por lo tanto limitante- de las pasiones humanas. El derecho natural lo es

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    El contractualismo hobbesiano

  • La filosofa poltica moderna

    menos an: no es algo objetivo que se impondra a los hombres desde afuera (oms bien desde arriba -el Cielo- o desde adentro -la Razn-) como una limi-tacin a sus acciones. El derechode naturaleza tiene para Hobbes carcter facul-tativo, a diferencia de la leyde naturaleza, que es obligatoria, y hace referenciaa la libertad entendida como ausencia de impedimentos externos que cada hom-bre tiene de usar su propio poder como quiera con el fin de conservar su propiavida. La leyfundamental de naturaleza, por el contrario, es una norma queprohi-be a un hombre hacer lo que puede destruir su vida o privarle de los medios deconservarla, o bien omitir aquello mediante lo cual cree que su vida puede que-dar mejor protegida.

    Pues bien, de esa ley fundamental se derivan otras, la primera de las cualesestablece la obligacin de buscar la paz y seguirla, pero aclarando que de resul-tar imposible obtenerla deben utilizarse todos los medios de la guerra. Dado quelo que debe hacerse es tender a la paz, la segunda ley natural proporciona los me-dios para lograrlo: renunciar al derecho a todas las cosas y satisfacernos con lamisma libertad que concedamos a los dems respecto de nosotros. Le siguenotras leyes de naturaleza, tales como las que ordenan cumplir los pactos celebra-dos, mostrar gratitud por los beneficios obtenidos de otros (de donde surgiran labenevolencia y la confianza), el mutuo acomodo o complacencia, la facilidad pa-ra perdonar (garanta del tiempo futuro), evitar la venganza, no manifestar odio odesprecio por otros, no mostrarse orgulloso ni arrogante (y reconocer, en cambio,a los dems como iguales), juzgar con equidad, aceptar el uso comn de las co-sas que no pueden dividirse, etc. (Hobbes, 1992: cap. XV). Pero todas stas,cuando no existe el temor a un determinado poder que motive su observanciason, segn afirma Hobbes, contrarias a nuestras pasiones naturales (Hobbes,1992: p. 137), es decir, slo pueden ser efectivas cuando el actor se siente segu-ro de seguirlas sin que ello redunde en su propio perjuicio. De donde se sigue lanecesidad de establecer condiciones en cuyo marco sea prudente obedecer las le-yes de naturaleza. Estas leyes slo lo son en sentido estricto en el interior de unEstado, cuando pueden ser impuestas, y su violacin castigada, por el poder de laespada. Pero en ese caso derivan su validez ya no de su carcter de leyes divinaso racionales, sino del hecho de haber sido decretadas por el soberano.

    En sntesis: todas las leyes son leyes civiles. Todas ellas, entonces, son vli-das por el simple hecho de haber sido decretadas por el soberano. As, las costum-bres slo son leyes si y cuando el soberano las ha aprobado (probablemente, con-sintindolas implcitamente). Del mismo modo, el poder soberano de legislar noest limitado por las leyes existentes: slo est comprometido por su propia vo-luntad de prolongar su vigencia. En otras palabras, al estar atado tan slo a s mis-mo, no est limitado en modo alguno.

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  • El imposible momento del contrato

    Ahora bien, la idea original de Hobbes consiste en deducir al estado de natu-raleza de la descripcin del hombre y de sus pasiones, y a continuacin derivar elestado a partir de ese estado de naturaleza. Pero lo nico que se deduce del esta-do de naturaleza tal como lo describe Hobbes es la necesidadde un estado; no suposibilidad. En este sentido, el Estado jams podra surgir del Estado de natu-raleza. De modo que Hobbes enfrenta el problema opuesto al de Locke en lo queal momento contractual se refiere. En el caso del segundo, el problema est en ladificultad implicada por la necesidad de la presencia de un momento hobbesia-no 3. Parece claro cmo haran los hombres lockeanos para escapar al estado denaturaleza, pero en principio no resulta evidente por qu habran de hacerlo. Enel caso de Hobbes, las razones para salir de ese estado saltan a la vista; lo que noparece tan claro escmo, exactamente, sera posible huir de l.

    Cmo debera concebirse ese misterioso momento en que, como lo resalta-ra cnicamente Carl Schmitt, fulge de pronto la chispa de luz de la ratio y antenosotros surge sbitamente el nuevo dios? Es posible, acaso, pensarlo como un(inexplicable) relevo de las pasiones por parte de la razn? Precisamente as loexpone, socarronamente, el propio Schmitt, con el objeto de poner en evidenciael absurdo de semejante ocurrencia. De hecho, una versin tan grotescamentesimplificada de la teora hobbesiana resulta insostenible incluso frente a la letradel texto, por no hablar de su espritu. Todo parece apuntar en direccin opues-ta a la idea de que en el estado de naturaleza predominaran las pasiones, mien-tras que luego, de algn modo, se impondra la razn. Puesto que ambas estnpresentes en el hombre que habita el estado de naturaleza, y en ese contexto la ra-zn no acta en modo alguno como contrapeso o moderador de las pasiones, si-no ms bien como la encargada de encontrar los mejores medios para satisfacersus apetitos.

    Segn Hobbes, sera la razn, actuando junto con ciertas pasiones el temora la muerte violenta, el deseo de una vida confortable y la esperanza de alcanzar-la por medio del trabajo-, la que proporciona reglas de paz para la vida en comn.Se podra sugerir, como lo hace Berns, que al comparar estas pasiones con lastres grandes causas naturales de enemistad entre los hombres, vemos que el mie-do a la muerte y el deseo de comodidad se encuentran presentes tanto entre las in-clinaciones a la paz como entre las causas de enemistad; la vanidad o el deseo degloria est ausente del primer grupo. As pues, la tarea de la razn [consistira] eninventar medios de redirigir y de intensificar el temor a la muerte y el deseo decomodidad, de tal manera que se sobrepongan los efectos destructivos del deseode gloria u orgullo (Berns, 1996: pp. 381-2; Strauss, 1963). El mecanismo de sa-lida del estado de naturaleza queda localizado en el juego de las pasiones: la cla-ve estara en que una de ellas, conducente a la paz (el temor), se sobrepondra aotra, conducente a la discordia (la vanidad). Sera entonces el temor (que apare-

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    El contractualismo hobbesiano

  • La filosofa poltica moderna

    ce aqu sobreestimado, segn creo, en su capacidad para conducir a la paz) el en-cargado de s