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Revista Cuenca Nazarena 2004. Editada por la Junta de Cofradías de la Semana Santa de Cuenca.

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Queremos dar las gracias a todas las entidades y empresas que aparecen en esta publicación, ya que sin su colaboración hubiera sido prácticamente imposible que este ejemplar de la revista Cuenca Nazarena, verdadero testimonio del sentimiento nazareno conquense, se hubiese podido editar.

Fotografía ContraportadaGregorio Cubillo

Fotografía CubiertaAntonio Abarca

EditaJunta de Cofradías de Semana Santa de Cuenca

Diseño y MaquetaciónZOOM-3000, S.L.

AgradecimientosA las Juntas de Diputación de las Venerables Hermandades de Semana Santa

118 Decíamos AyerLa Ciudad de Cuenca y su Semana Santa. 1946

InvestigaciónLa Semana Santa de Cuenca en 1928. Por Enrique Valero

La joya del Paso del Huerto. Por Julián Recuenco

José Martín de Aldehuela. Por Israel José Pérez

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Hablan las HermandadesApuntes para la historia de El Prendimiento. Por Luisma Calvo

Otra forma de hacer hermandad. Por Luisma Calvo

II Pregón Juvenil de Semana Santa. Por Mª Inmaculada González

Restauración del Cristo de la Agonía.Turbas: La tradición insobornable. Por Grupo Turbas

Tomas Bux, sentimiento nazareno. Por Juan Carlos Muñoz

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OpiniónLa esencia nazarena Por Adrián López

El Via Crucis. El Via Matris Por Ángel Horcajada

Por quererte Dolorosa Por Joaquín Martínez

Verónica del Puente Por José Luis Lucas Aledón

La emoción de la música Por Rafael Torres

Pasión en Música. Por Fernando J. Cabañas

Sobre la imagen del Cristo de Marfil. Por Francisco Alarcón

Del nacimiento de Cristo a la Pasión, de las cofradías de la Semana Santa a la Navidad. Por Jesús Martín de los Santos

Viernes Santo 2002. Procesión Camino del Calvario. Por Javier Caruda

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EntrevistasAl Pregonero: Rafael Pérez Por José Luis Muñoz

A la Cartelista: Estrella Plaza Por Antonio Garrote

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Mensaje de S.S. Juan Pablo II9

Saluda5

ImprimeGráficas MartínDepósito Legal: Cu-

Comisión de Publicaciones de la Junta de CofradíasAntonio Abarca ContrerasJuan Carlos García RecuencoJavier Hevia CevaRamón Pérez Tornero

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Queridos hermanos nazarenos:

Quiero, ante todo, dar las gracias a la Comisión de Publicaciones de la Junta de Cofradías la posibilidad de dirigirme a todos ustedes por primera vez en nombre del Sr. Obispo.

El Mensaje para la Cuaresma que ha escrito para toda la Iglesia Católica el Papa Juan Pablo II tiene como tema “El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe” (Mt. 18,5). En él nos invita a todos los creyentes a “convertirnos” en pequeños y a “acoger” a los pequeños. El núcleo fundamental de toda cuaresma es la conversión radical del hombre, es decir, la transformación del corazón. Desde aquí invito y animo, en nombre del Sr. Obispo, a que transformemos nuestros corazones nazarenos en auténticos corazones enamorados de Cristo, nuestro Dios y Señor. Al mismo tiempo la Iglesia nos invita a “acoger” a los pequeños. Pequeños porque son pobres, necesitados, enfermos, forasteros, hambrientos, sedientos... sin olvidar a los niños, que son el futuro de la humanidad.

Aprovecho la oportunidad para hacer una llamada a las hermandades y cofradías nazarenas a que cuiden el mundo infantil y juvenil de nuestra Semana Santa, ellos son el futuro. También les pido que colaboren al máximo con la nueva Comisión Ejecutiva de la Junta de Cofradías, porque precisamente uno de sus objetivos principales es la de crear una Escuela Nazarena, con el fin de educar, animar e inculcar en los niños y jóvenes los valores humanos y cristianos que se respira en el entorno de nuestra Semana Santa.

Por último hacerles partícipes que el pasado día 28 de Enero, Solemnidad de San Julián, segundo Obispo y Patrón de la Diócesis de Cuenca, nuestro Obispo D. Ramón del Hoyo, presentaba a los fieles diocesanos la Carta Pastoral “Raíces cristianas centenarias” en la que nos comunica la intención, si es posible y viable, de realizar un Sínodo Diocesano, para el cual también estarían invitadas a participar las hermandades y cofradías de la Semana Santa de Cuenca como asociaciones públicas de fieles.

Confiando en la intercesión del Señor y de María Santísima, saluda y bendice a todas las familias nazarenas.

José Javier Muñoz PérezDelegado Episcopal en la Junta de Cofradías de Semana Santa de Cuenca

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Estimado hermano:Un año más, al caer el invierno, la ciudad de Cuenca

cambia su anodino quehacer diario, por un bullicio extraordinario que concuerda con el renovado aspecto que presentan su entorno único.

Un año más, al comenzar la primavera, es el momento de retomar viejas tradiciones, es el momento de retomar las amistades encontradas compartiendo un banzo, es el momento de paralizar durante una semana cualquier actividad en esta vieja ciudad castellana.

Un año más, Cuenca se apresta a interpretar la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor. Es evidente que hay elementos que colaboran a que esta interpretación sea única, el paisaje urbano, la Semana de Música Religiosa, la connivencia entre poder civil y eclesiástico...

Pero sobre todo hay un elemento imprescindible. Y ese elemento eres Tú, querido hermano, querido nazareno.

Porque, si nuestra Semana Santa es como es, se debe fundamentalmente a la aportación que TÚ y otros miles como tú habéis hecho. Una vez iniciado el desfile procesional se superan cualquier tipo de problema, se supera el concepto de Junta de Cofradías y el de Hermandad, se trasciende al propio yo personal, a tu propia relación con Dios, a tu aportación a que este maravilloso fenómeno anual alcance cotas que, fuera de nuestros límites ciudadanos, muy pocos entienden.

Por esto, y porque nuestra Semana Santa se basa en TU aportación, quiero, en nombre de la Junta de Cofradías de Semana Santa de Cuenca, y aprovechando la oportunidad que me da nuestra publicación, Cuenca Nazarena, agradecerte tu participación, tu comprensión, tu cariño a estos desfiles procesionales heredados de nuestros antepasados y que hemos de conservar y mejorar. Al menos, creo, tenemos la obligación moral de intentarlo.

Para poder realizar una nueva edición de nuestros desfiles procesionales, ha sido necesaria la aportación de muchos nazarenos que, anónimamente, han colaborado para la Ciudad disfrute durante esta Semana Santa del mayor acto religioso y cultural de Cuenca. Quiero agradecer también a todos los que han asumido el riesgo y el reto de colaborar con la Junta de Cofradías, con las directivas de las hermandades, a las Instituciones, en definitiva, a todos los que habéis hecho posible que en el 2004, Cuenca sea, una vez más, un referente nazareno. Pero, sobre todo, os animo a que desde la felicidad de la Pascua de Resurrección, realicemos todos una reflexión importante sobre nuestra participación y sobre el sentido de la misma.

Gracias a todos.

Javier Caruda de JuanasPresidente de la Junta de Cofradías de Semana Santa

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Queridos hermanos y hermanas:1. Con el sugestivo rito de la imposición de la Ceniza,

inicia el tiempo de la Cuaresma, durante el cual la liturgia renueva en los creyentes el llamamiento a una conversión radical, confiando en la misericordia divina.

El tema de este año - “El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe” (Mt 18,5) - ofrece la oportunidad de reflexionar sobre la condición de los niños, que también hoy en día el Señor llama a estar a su lado y los presenta como ejemplo a todos aquellos que quieren ser sus discípulos. Las palabras de Jesús son una exhortación a examinar cómo son tratados los niños en nuestras familias, en la sociedad civil y en la Iglesia. Asimismo, son un estímulo para descubrir la sencillez y la confianza que el creyente debe desarrollar, imitando al Hijo de Dios, el cual ha compartido la misma suerte de los pequeños y de los pobres. A este propósito, Santa Clara de Asís solía decir que Jesús, “pobre fue acostado en un pesebre, pobre vivió en el siglo y desnudo permaneció en el patíbulo” (Testamento, Fuentes Franciscanas, n. 2841).

Jesús amó a los niños y fueron sus predilectos “por su sencillez, su alegría de vivir, su espontaneidad y su fe llena de asombro” (Ángelus, 18.12.1994). Ésta es la razón por la cual el Señor quiere que la comunidad les abra el corazón y los acoja como si fueran Él mismo: “El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe” (Mt 18,5). Junto a los niños, el Señor sitúa a los “hermanos más pequeños”, esto es, los pobres, los necesitados, los hambrientos y sedientos, los forasteros, los desnudos, los enfermos y los encarcelados. Acogerlos y amarlos, o bien tratarlos con indiferencia y rechazarlos, es como si se hiciera lo mismo con Él, ya que Él se hace presente de manera singular en ellos.

2. El Evangelio narra la infancia de Jesús en la humilde casa de Nazareth, en la que, sujeto a sus padres, “progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres” (Lc 2,52). Al hacerse niño, quiso compartir la experiencia humana. “Se despojó de sí mismo – escribe el Apóstol San Pablo –, tomando condición de siervo haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz” (Flp 2,7-8). Cuando a

El que reciba a un niño como éste en mi Nombre, a Mí me recibe”

Mensaje del Santo Padre Juan Pablo II para la Cuaresma

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la edad de doce años se quedó en el templo de Jerusalén, mientras sus padres le buscaban angustiados, les dijo: “¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?” (Lc 2,49). Ciertamente, toda su existencia estuvo marcada por una fiel y filial sumisión al Padre celestial. “Mi alimento – decía – es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra” (Jn 4,34).

En los años de su vida pública, repitió con insistencia que solamente aquellos que se hubiesen hecho como niños podrían entrar en el Reino de los Cielos (cf. Mt 18,3; Mc 10,15; Lc 18,17; Jn 3,3). En sus palabras, el niño se convierte en la imagen elocuente del discípulo llamado a seguir al Maestro divino con la docilidad de un niño: “Así pues, quien se haga pequeño como este niño, ése es el mayor en el Reino de los Cielos” (Mt 18,4).

“Convertirse” en pequeños y “acoger” a los pequeños son dos aspectos de una única enseñanza, que el Señor renueva a sus discípulos en nuestro tiempo. Sólo aquél que se hace “pequeño” es capaz de acoger con amor a los hermanos más “pequeños”.

3. Muchos son los creyentes que buscan seguir con fidelidad estas enseñanzas del Señor. Quisiera recordar a los padres que no dudan en tener una familia numerosa, a las madres y padres que en vez de considerar prioritaria la

búsqueda del éxito profesional y la carrera, se preocupan por transmitir a los hijos aquellos valores humanos y religiosos que dan el verdadero sentido a la existencia.

Pienso con grata admiración en todos los que se hacen cargo de la formación de la infancia en dificultad, y alivian los sufrimientos de los niños y de sus familiares causados por los conflictos y la violencia, por la falta de alimentos y de agua, por la emigración forzada y por tantas injusticias existentes en el mundo.

Junto a toda esta generosidad, debemos señalar también el egoísmo de quienes no “acogen” a los niños. Hay menores profundamente heridos por la violencia de los adultos: abusos sexuales, instigación a la prostitución, al tráfico y uso de drogas, niños obligados a trabajar, enrolados para combatir, inocentes marcados para siempre por la disgregación familiar, niños pequeños víctimas del infame tráfico de órganos y personas. ¿Y qué decir de la tragedia del SIDA, con sus terribles repercusiones en África? De hecho, se habla de millones de personas azotadas por este flagelo, y de éstas, tantísimas contagiadas desde el nacimiento. La humanidad no puede cerrar los ojos ante un drama tan alarmante.

4. ¿Qué mal han cometido estos niños para merecer tanta desdicha? Desde una perspectiva humana no es sencillo, es

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más, resulta imposible responder a esta pregunta inquietante. Solamente la fe nos ayuda a penetrar en este profundo abismo de dolor.

Haciéndose “obediente hasta la muerte y muerte de cruz” (Flp 2,8), Jesús ha asumido el sufrimiento humano y lo ha iluminado con la luz esplendorosa de la resurrección. Con su muerte, ha vencido para siempre la muerte.

Durante la Cuaresma nos preparamos a revivir el Misterio Pascual, que inunda de esperanza toda nuestra vida, incluso en sus aspectos más complejos y dolorosos. La Semana Santa nos presentará nuevamente este misterio de la salvación a través de los sugestivos ritos del Triduo Pascual.

Queridos hermanos y hermanas, iniciemos con confianza el itinerario cuaresmal, animados por una más intensa oración, penitencia y atención a los necesitados. Que la Cuaresma sea ocasión útil para dedicar mayores cuidados a los niños en el propio ambiente familiar y social: ellos son el futuro de la humanidad.

5. Con la sencillez típica de los niños nos dirigimos a Dios llamándolo, como Jesús nos ha enseñado, “Abbá”, Padre, en la oración del Padrenuestro ¡Padre nuestro! Repitamos con frecuencia a lo largo de la Cuaresma esta oración; repitámosla con profunda devoción. Llamando a Dios Padre nuestro, nos daremos cuenta de que somos hijos suyos y nos sentiremos hermanos entre nosotros. De esta manera, nos resultará más fácil abrir el corazón a los pequeños, siguiendo la invitación de Jesús: “El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe” (Mt 18,5).

Con estos deseos, invoco sobre cada uno de vosotros la bendición de Dios por intercesión de María, Madre del Verbo de Dios hecho hombre y Madre de toda la humanidad.

Vaticano, 8 de diciembre de 2003Joannes Paulus II 

MENSAJE DE S.S. JUAN PABLO II

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ENTREVISTA

Rafael Pérez CaballeroPor José Luis Muñoz MartínezPregonero Semana Santa 2003

Un calcetín granate tirado en la acera de la calle Calderón de la Barca, donde nace el callejón salpicado de peldaños-bancales que sirven para acceder al Hospital de Santiago, y donde vuelven los pasos de la procesión “En el Calvario”, anuncia ya colores que llenan el alma de nuestra Semana Santa. Es lo que le dije a Rafael, a modo de saludo, cuando pacientemente me esperaba a la puerta de la oficina que la Cámara de Comercio tiene poco más allá de la principal en donde, Rafael, ingresara por oposición hace diez años y en donde se realiza, desde hace tres, como Técnico de Formación después de haber hecho Bellas Artes y de pintar pasiones en acuarelas y dibujos que, por algo, los vio desde la cuna.

Desde la distancia sin medir en la que me coloco, me ha dado la sensación de que, Rafael, -Rafa-, es más serio que esos treinta y ocho años que dice tener. Me ha parecido que está más enamorado de las cosas de Cuenca que él mismo da a entender y me ha dado la sensación de que, cuando se refiere a nuestras cosas, a las costumbres y sobre todo a la Semana Santa de Cuenca, no dice ni la mitad de todo lo que sabe y lo que guarda. Eso sí, cuando habla de sus cinco años de casado, de sus hermanas, de su madre y sobre todo de su padre, Rafael Pérez Rodríguez, las palabras hay que capturarlas con red. Y es que, Rafa, se inicia en la Cuenca Nazarena de la mano de su padre cuando tenía apenas dos años cumplidos.

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Es que ves el ambiente en tu propia casa, tu padre..los gustos, las costumbres..A las pocas horas de nacer ya me apuntaron a una Hermandad...Quizás por eso mis primeros recuerdos son de una procesión de la mano de mi padre y, después, con los amigos participando en la procesión del Jueves Santo. En el Jesús Caído y la Verónica hasta que tuve dieciocho años y pude contemplar la procesión, íntegra, por vez primera en mi vida.

¿Y eso?

Dejé de salir porque salía en otras y, claro, cuando me vi en la calle, en la acera, y vi pasar a mi Hermandad, me entró una angustia tremenda. Me dio mucha pena. Y es que, ver a tu Hermandad tan organizada y no estar allí, pues da una sensación muy rara aunque, esa vez, veas la procesión entera. Es como cuando estaba en la mili y no pude venir un Martes Santo. Pues eso, que te quedas con cara de pasmao viendo mentalmente la procesión. Pero eso también te hace pensar que el mundo sigue dando vueltas y no pasa nada.

Rafa pertenece a nueve Hermandades: la de la Vera Cruz, San Juan Bautista, a la del Medinaceli, Jesús Orando en el Huerto, el Ecce Homo de San Miguel del que ya ha sido Hermano Mayor, Jesús Caído y la Verónica, San Juan Evangelista, al Santísimo Cristo de la Agonía y a la hermandad de la Congregación de la Soledad y de la Cruz.

Los recuerdos salen a granel. Recuerdos de cuando guardaban el paso en los Salesianos -en lo que hoy es la Biblioteca del Campus- y de cómo lo bajaban hasta San Antón en donde, una vez, a la altura de tan sólo ocho años, tuvo el honor de conocer al escultor: a Leonardo Martínez Bueno que aquél día le regaló un boceto de la Verónica en escayola que guarda como una joya.

Lloros no recuerda. Ya he dejado escrito que me parece un hombre más serio que sus treinta y ocho años.

Recuerdo que un año llovió mucho, me sacaron de la procesión y me llevaron a casa de mi abuela. Allí me quitaron la túnica que chorreaba agua y la pusieron a secar junto al capuz que, más que de cartón, parecía hecho con plastilina blanda. No me dejaron volver a la procesión y allí me quedé. Viendo la tele.

Cuenca. ¿Qué tiene Cuenca que trepa calle arriba o baja hasta bañarse en el río?

Tiene el marco físico. Yo me podría acostumbrar a llevar las procesiones por calles llanas, avenidas nuevas porque las procesiones pasan por Carretería. Pero el marco físico de Alfonso VIII, El Peso.., es diferente. El callejero, la distinta luz según los horarios...

Por otro, lo que veo es una transformación en los conquenses. Y es que, del carácter apático, del dejarse llevar en esta ciudad que apenas tiene actividad, en esas fechas nos unimos y, por el contrario, somos muy participativos.

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Rafa no cree que exista el “semanasantero” ideal porque, cada cual, ve su Semana Santa y se identifica con ella sea festiva, religiosa o meramente tradicional.

Un “semanansatero” ideal, -dice-, sería el que perteneciendo a varias hermandades la viera de forma global. Que amase toda la Semana Santa y que tuviera una base religiosa y tradicional heredada de sus antepasados. Aunque no forzosamente, -añade-, porque tengo amigos que se han hecho nazarenos porque han venido a Cuenca y no había tradición alguna. “Semansantero” ideal no existe. Sería una mezcla de varias cosas: religiosidad, tradición, costumbres, emoción, devoción...

¿Alguna imagen provoca en ti algún escalofrío? Al Ecce Homo de San Miguel le tengo especial devoción. Es una

Hermandad en la que participa toda mi familia. Hay otras en las que salgo con mi hermana.., pero en ésta, en el Ecce Homo, salimos todos. Es, quizás, con la que mas vivo la Semana Santa todo el año. Está, el yacente... Hay imágenes que, aunque no pertenezca a ellas, me producen emoción. Sobre todo en determinados sitios y más si, en ese momento, tocan una marcha concreta. La Borriquilla me emociona igualmente. Es un paso, y lo diré en el pregón, que le gusta muchísimo a los niños por lo del burro, las palmas...

Lo que mas vale es la víspera y lo que mas cuenta es el recuerdo. Recordar es detener el tiempo. ¿Lo pararías?

Algunas veces lo pararía. Pararía un instante para recordarlo porque hay cosas que es imposible que se repitan. Estaría un momento con mi padre en una procesión como cuando era joven. Hay otras que no pararía porque, en Semana Santa, se ha evolucionado y no hay dos años iguales. Pulsaría el botón para volver a vivir esos momentos irrepetibles.

Irrepetibles.Los recuerdos del Viernes Santo del 2003 se agolpan en

mi mente cuando, poco después de las cinco y media de la mañana, España entera escucha en directo, a través de RNE, Radio 1, unos gritos desgarrados lanzando a los cuatro vientos ¡¡¡Que salga el Jesús”!!!, ¡¡¡Queremos al Jesús!!! recordando pasajes bíblicos más que una procesión sin Turbas en una mañana que, por rocío, se bañaba en lágrimas ahogadas en sollozos y penas.

Con los acontecimientos presentía que iba a ser una Semana Santa distinta. Me sentí muy raro. Era bancero de San Juan y sólo salió San Juan, el Encuentro y la Soledad de San Agustín. Era muy triste. No estaba la Turba... Pero conforme avanzábamos, veía caras en las filas... Reconocía en ellas a muchos turbos, en las aceras, con sus familias... ¡Fue muy triste! Los hermanos del Jesús estarían igual de tristes. Yo vi gente llorar. No se me olvidan los conatos de aplausos, silencios, abucheos... cuando sacamos aSan Juan. Muy triste lo que vi debajo de las andas.

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ENTREVISTA

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Hay que hablar del Pregón porque, el Pregón, es la excusa de esta entrevista.

Desde hace años, cuado te van diciendo que pronto te tocará a ti, lo ves desde una lejanía práctica porque, lógicamente, aún no ha llegado el momento. Pero cuando recibí la llamada de la Junta de Cofradías, por un lado me entró un susto muy grande. ¡¡Madre mía!! Luego, esas horas, estás muy nervioso. Y claro, dije que sí. Que muy contento.

Lo primero que hice fue llamar a mi familia porque al día siguiente tenía que viajar a Toledo y, bueno, durante todo el viaje iba pensando y pensando. Dándole vueltas. Cómo lo iba a hacer... Y es que es un compromiso muy grande. Un honor inmenso por muchísimas cosas. Sobre todo porque tiene mucha relación con nosotros al haber sido, mi padre, el pregonero del año 1986. Un pregón que viví muy de cerca porque vi cómo lo escribía y lo leíamos juntos o por separado. Es algo que no puedo explicar porque mi padre ya no está con nosotros. Pero quedan mi madre, mis hermanas y una emoción que no sé si podré contener en San Miguel.

Sabes perfectamente que, tu Pregón, será rápidamente comparado con...

Lo veo... lo veo... –me dice sin dejarme terminar mi apreciación-, es que es muy emocionante. Y no porque me plantee que si van a comparar mi pregón con el de mi padre, no. Es que, la gente, siempre tiene como referencia tal o cual pregón. El del año anterior... Me preguntan que si voy a poner imágenes y cosas de esas y, claro, respondo que no. Que no lo sé si, finalmente, las pondré o no. Es que incluso, la gente, por la calle, te dice hola Rafa, enhorabuena... y te preguntas: enhorabuena, ¿de qué? Y que tienes que hablar de esto y de lo otro...Y es que, ya lo hemos dicho, cada cual tiene su Pregón. Lo que me preocupa es que me veo muy joven para hacer un Pregón. No tengo tanta experiencia como otros pregoneros que llevan muchos años escribiendo y por eso tengo dificultades para transmitir. Es muy especial. Lo importante es que cada cual haga el suyo.

Y... ¿cómo va a ser el tuyo? ¿Vas a poner música?Mira, mi padre era un gran coleccionista de las cosas de Cuenca

y tenía muchísimas grabaciones musicales relacionadas con la Semana Santa. Intercambiaba cintas con Julián Aguirre, el músico. Grabaciones caseras. Mi pregón, si lleva música, será poca porque, pregón, es anuncio de algo. Y de algo que se hace para gente que, en San Miguel, sabe de esto tanto como tú. Por eso llevará los siguientes ingredientes: recuerdos de mi Semana Santa. Recuerdos, sensaciones y cómo veo la Semana Santa actual. Cómo van las imágenes por la calle del Peso mientras suena una marcha... Un pregón a la vieja usanza que toque todos los aspectos. Desde la campana de Paz y Caridad en una recreación que abarque todos los pasos... sin olvidar que se trata de una representación religiosa. Abrir mis sentimientos y compartirlos con todos en San Miguel.

Claro que llevará dedicatoria este Pregón. De hecho, ya la lleva. Está dedicado a todos los nazarenos y nazarenas de Cuenca pero, especialmente, a sus padres porque si Rafa es nazareno, si ama y le gusta nuestra Semana Santa, es gracias a ellos.

Difícilmente te puede gustar la Semana Santa, -me dice-, si alguien no te coge un día de la mano y te dice: ”vente conmigo que vas a ver una procesión. Vas a ver cómo se pone en andas o cómo se comparte un bocadillo en el descanso de la procesión. Cómo comparte, detrás de una enlutada Virgen que nunca alcanza a ver a Jesús vivo, o cómo se lo llevamos a nuestros hijos -cuando son pequeños- para que repongan fuerzas en el descanso, en la Plaza Mayor, y puedan descender, calle abajo.

Hablamos de muchas más cosas en las dependencias de la Cámara de Comercio: de cómo sería esa utópica procesión dibujada por Federico Muelas en el río Júcar, de otra que podría ir por las laderas de las Casas Colgadas... de la tradición...

José Luis, que no se me olvide. Que la gente sepa que, este año, no me presentarás tú en San Miguel porque, hace años, un amigo mío me dijo que si algún día me nombraban pregonero, él sería mi presentador. Fue un pacto nazareno. Ese día ha llegado y, bueno, ya está todo arreglado.

En San Miguel, el Viernes de Dolores, ante el Ecce Homo, –la imagen que más emociones le mueven-, las vivencias de la Vera Cruz, San Juan Bautista, el Medinaceli, Jesús Orando en el Huerto, Jesús Caído y la Verónica, San Juan Evangelista, el Santísimo Cristo de la Agonía y las de la hermandad de la Congregación de la Soledad y de la Cruz serán el aire que respire nuestro pregonero: Rafael Pérez Caballero.

Cuando ello ocurra comprenderás que, en Cuenca, un año más, destella la luz de un sueño.

Pero tendrás que venir a comprobarlo.

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ENTREVISTA

Estrella PlazaPor Antonio Garrote

¿Quién es Estrella Plaza?¡Qué difícil me lo pones! Hablar de Estrella Plaza no es fácil para mí. Puedo decir que nací en Villarta, un pueblo de la Manchuela Conquense. Que no recuerdo cuando empecé a pintar.

Desde muy niña la pintura fue para mí, un medio de expresión fascinante. Un medio que despertaba mis sentidos, haciendo posible un mundo de formas y colores que yo podía manejar. Un mundo propio y personal que era, es y será verdaderamente mio. De nadie más.

¿Qué es para ti la Semana Santa?La Semana Santa creo, debe ser un manifestación religiosa, naturalmente. De otra forma no tendría sentido. Además es un tiempo de convivencia entre hermanos, de unión. Todos sabemos que aquí (en Cuenca) se vive más intensamente que en otros lugares. Tal vez, porque desde muy jóvenes hemos aprendido a amarla. Realmente, en Semana Santa existen matices extraordinarios. Para mí tiene un sentido muy profundo. Es rememorar aquello que Jesús vino a desvelarnos. Es aquella luz que puso en las tinieblas de este mundo.

¿Cómo definirías tu cartel?A pesar de su simbolismo, como un cartel de fácil comprensión. He procurado, que a través de todos los elementos que componen el tema, pueda ser fácil, llegar a una lectura de Pasión.

Puedo decir que me parece, que el cartel no es frío, ni agresivo, a pesar de la intensidad de sus colores. El tema le hace cálido, cercano a todas aquellas personas que miren serenamente, sin pensamientos (o sentimientos) oscuros. Tengo la satisfacción de haber podido comprobar, como ha llegado a personas profundamente religiosas.

A tu juicio, ¿qué cualidades debe tener un cartel?Todos sabemos que un cartel tiene la función de atraer

la atención del espectador. De transmitir un mensaje visual. No obstante un cartel de Semana Santa debe ser algo más. Tiene que emocionar y conectar con el espíritu.

Cartelista de la Semana Santa 2004

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¿Qué iconos característicos o propios de la Semana Santa destacarías en tu cartel?Todos son importantes en la composición, pues están unidos, ocupando un lugar en el espacio.

Tal vez podríamos destacar, la cabeza del Cristo y la corona de espinas. La figura de la Virgen, la madre. Que también es la imagen de todas las madres... Expresión del dolor y del amor.

La Cruz: la Cruz que lleva el Cirineo, éste representa, el auxilio que toda persona puede prestar al ser caído. Es la misericordia. La lealtad al Ser Supremo.

¿Cual ha sido el proceso de elaboración?Ha sido lento y minucioso... Muy pensado y vivido.

¿Cuántos bocetos, dibujos, pruebas has realizado hasta tener la obra definitiva?Ninguno. He trabajado directamente, sin duda de lo que quería hacer. Desde el principio lo vi muy claro. Tenía la idea muy dentro de mí. Las dificultades estaban ahí, cierto, y tenía que vencerlas, con trabajo. Con muchas horas de trabajo. Contaba, con la ilusión y el tesón. Y también, con la libertad que he tenido de expresarme, pues, en la Junta de Cofradías no me impusieron nada. ¡Gracias por su confianza!

¿Qué papel desempeña la letra impresa, la iconografía, el formato, el tamaño, el color?Todo es necesario en su justa medida. El autor apuesta por una elección que, aglutinada, puede dar determinados resultados. Esta elección tiene bastante de conocimientos del tema, de la técnica de la pintura y en gran medida, intuición. Si el resultado es armónico, habremos apostado bien.

En concreto en tu obra, ¿qué elementos has resaltado y cómo los has organizado?Los elementos tradicionales, están organizados de forma, que el recorrido visual nos lleva. Permite profundizar en el mensaje que Él nos dejó. Un mensaje de innumerables valores que el ser humano puede desarrollar.

En mi obra, todo lo podría resumir en unas palabras: Lo que he intentado es transmitir un sentimiento, me explico, cuando todo estaba en blanco (el lienzo) pensé, ¿qué quiero expresar?, ¿qué debo pintar?, difícil es (casi imposible) conformar a todo el mundo. ¡Estaba claro!, tenía que ser yo misma, con un deseo y una obligación . Ser sincera conmigo y con los demás.

¿Qué elementos innovadores has introducido en tu cartel y qué aspectos tradicionales has querido conservar?

No sé si es innovador. Lo que sí puedo decir es que es

sincero. Destacaría la composición. Puede ser atrevida la situación de la cabeza de Cristo, ciertamente no es corriente que el elemento principal del tema esté de espaldas al espectador y mucho menos que esté situado en la parte más baja del cuadro.

Considero que esta situación de la cabeza puede ser lo más importante de la composición. De esta forma, al ser un Cristo sin rostro, se convierte en todos los Cristos del mundo y se hace luz. Luz que inunda todo, que nace de dentro, iluminando las tinieblas.

¿Que te gustaría transmitir con el cartel?Valores eternos. Emoción y sentimientos.

¿Sabías que eres la segunda mujer a la que se le ha encargado la realización del cartel de la Semana Santa Conquense?

Sí, después de Leonor Culebras. Es evidente que la mujer ha estado menos presente. Han pasado muchos años desde entonces. Es necesario que esta desigualdad de número no siga produciéndose. Todas las personas tenemos algo que decir, si las oportunidades lo permiten.

Ignoro si alguna vez hubo mujeres pregoneras.Yo deseo que en adelante puedan disfrutar de todo esto,

lo mismo hombres que mujeres. Son vivencias que enriquecen y llenan de satisfacción.

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ENTREVISTA

¿Qué ventajas tiene el encargo del cartel a un artista concreto con respecto al sistema de concurso?

El ser elegido libremente (lo digo por experiencia) motiva y es muy halagador. No dudo que toda persona, hombre o mujer, si es elegido pondrá todo su interés, todos sus conocimientos al servicio de una causa..., tan vivida, tan sentida como es nuestra Semana Santa. Todos los que hemos tenido la suerte de ser cartelistas, lo hemos hecho así, estoy segura.

Es una responsabilidad que merece la pena vivir.

¿Qué opinas de los acontecimientos culturales en las Semana Santa de Cuenca y en qué medida la mujer participa en los mismos?La mujer siempre ha sido parte activa en la Semana Santa y en muchos acontecimientos sociales. En casi todos, asumiendo segundos planos. Creo que la mujer ha sido, es, muy importante en la cultura. Debemos formar un todo con el hombre en participación, como seres humanos que somos.

En la vida debería haber un capuz que nos hiciera iguales en lo que nos une. Como en las procesiones, todos unidos, caminando hacia delante hermanados por la fe, en Dios y en nosotros mismos. Y aquí entra el último mensaje de mi cartel. Hombres y mujeres, niños y niñas, todos unidos. Como en la orla, enlazados por ese cordón nazareno que nos une a todas las hermandades. ¡Por Cuenca!

Cabeza del Cristoluz para alumbrar las sombras

caído bajo la cruzno aplastado

pues mira hacia arriba: hacia los otroses contemplado por Cirineo y María

son la humanidad que mira a aquel que los contemplael cruce de miradas es de encuentros, de sorpresa

las lágrimas son de dolor pero no amargasla luz todo lo ilumina

del encuentro de Cristo con Cirineo y María nace una interminable andadura: la humanidad recibe una misiónla misión es el amor: el hospital

los que se han sentido mirados y han visto, tienen que miraren el hospital hay encuentro

el hospital es el mundo lleno de doloren él los doloridos de la vida se sienten mirados

en él los que cumplen la misión, miran

así alumbra un nuevo amacecerque tiene los tintes de un ocaso

pues todo final es un inicioy todo inicio es un final

que nace y finalizaen la luz que vino a alumbrar al mundo

fruto del árbol del amorque acude a cada primavera

en cita con el Amorque da alcance al fugaz tiempo

el camino se continúa hasta el día de hoyen cofradías hermanadas

que se han sentido miradas y han vistoy lo proclaman por calles y plazas

con vestidos y marchascon encuentros sucesivos y personales

con nuevos hospitales en calles retiradas, el mundo marginal de los dolores,

de los nuevos caídos,haciendo amanecer y anochecer

en el alumbrar de un nuevo mañana

Vicente Malabia.

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Hoy los nazarenos de Cuenca hemos dado un gran paso hacia el final del túnel y, sin embargo, todavía no logramos salir de él. Ha poco tiempo que vivimos días aciagos y que soportamos una disputa sin fundamentos. Tuvimos que ser espectadores casi pasivos de una lucha que nos incumbía, y nos incumbe hoy todavía, tanto como nos ataba y nos ata las manos. Y ésta, a pesar de lo que piense mucha gente, no es una lucha entre poderes ni instituciones de nuestra Semana Santa; éste es el pulso que mantienen aún hoy nuestra semana grande y la locura de una tribu de bárbaros que se empeñó en dejarnos huérfanos en nuestro sentir cofrade. Pero parece que al fin las heridas se van cicatrizando y, poco a poco, quienes vivimos encaramados a los ojos de un capuz y a la luz de una tulipa vamos entrando en razón y reconociendo que juntos podemos llegar a cualquier lugar que nos propongamos. Es hora de continuar esta andadura, de ir modelando nuestras diferencias para crear una obra común y satisfactoria que nos llene de orgullo y que asombre y gratifique a las generaciones venideras. Quiero hacer, desde estas líneas, una reflexión sobre el momento en el que se encuentra la comunidad nazarena. Mis palabras son, evidentemente, una opinión a título personal de un nazareno que se entristeció al ver acontecimientos tan graves como los que se han visto y que se alegra al ver que, efectivamente, después de la tempestad va llegando la calma.

No podría ni querría hablar evitando el siempre espinoso tema de la procesión Camino del calvario. De hecho considero imprescindible que todos y cada uno de nosotros nos sinceremos con nuestros compañeros cofrades y aportemos solidariamente nuestro granito de arena, dando nuestra humilde opinión y sumando todo lo bueno que podamos sacar de ella a un interés común: recuperar la normalidad en nuestra Semana Santa. Últimamente se ha departido mucho sobre este tema, que nos viene ocupando desde hace dos años y que es, queramos o no, el principal problema de nuestra comunidad y de nuestro tiempo; lo cual es un síntoma de salud envidiable a pesar de las dificultades. Porque si bien es más fácil ahondar la herida y continuar enfrentados sin llegar a ningún punto, demuestra mejor intención quien es capaz de ceder y llegar a un punto común que salve todos los intereses sin satisfacer por completo ninguno. Todo el mundo se ha implicado de forma distinta y dentro de sus posibilidades para lograr la solución de tan

OPINION La esencia nazarenao reflexión sobre el hoy y el mañana de la Semana Santa

Por Adrián López Álvarez

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grave asunto, aportando su humilde opinión y teniendo en cuenta en todo momento que la decisión final la deben tomar quienes están directamente implicados en el conflicto: los nazarenos y nazarenas de la hermandad del Jesús Nazareno del Salvador y todos los miembros de la turba que tradicionalmente lo ha acompañado. Por eso desde las juntas de las diferentes hermandades, las tertulias personales y los foros nazarenos que con acierto discuten sobre este tema en la red de redes, desde las charlas de banceros y directivos en los bares y figones al salir de una u otra junta, y también desde estas páginas; sólo podemos aportar una visión colectiva y participativa de lo que deseamos fervientemente, unas opiniones nacidas de la buena fe de nuestros corazones nazarenos y destinadas simplemente a ayudar. Y creo que es precisamente por este compendio y esta participación por la que se llegará a una nueva era, en la que los nazarenos de Cuenca participaremos colectivamente sin discutir más de lo necesario y sin hacer distinciones de ningún tipo entre nosotros, aparcando nuestras rivalidades a un lado porque lo que a todos nos mueve es el derecho y la obligación de velar por la supervivencia de nuestra semana grande, que algunas veces ha parecido estar en tela de juicio.

Se ha debatido sobre las necesarias medidas de control y seguridad que consigan una situación de blindaje absoluto alrededor del desfile. Esto es algo imprescindible, por su puesto, pero que no logrará luchar contra actitudes personales si no atacamos la raíz del problema que nos concierne. Para ello, primero debemos preguntarnos cuál fue la causa del grave incidente, que no merece la pena recordar, de dónde nació. Habrá que remitirse a la fatídica mañana en la que se comenzó a fraguar la desgracia que hemos arrastrado

hasta hace bien poco y que ahora comenzamos a soltar de pronto. Aquella mañana se oyeron palabras airadas y nacieron rencillas absurdas que permanecieron durante algún tiempo y que seguramente permanecerán, pero ahora tenemos la oportunidad de reflexionar fríamente y hallar en qué punto perdimos el norte y nos desviamos de la vía correcta. Creo que el problema se inició cuando la esencia de la turba se fue difuminando y perdiendo entre nosotros. La turba, como nuestra Semana Santa, no es inmutable y debe adaptarse a los tiempos si quiere permanecer en ellos. Para lograrlo es necesario desprenderse de ciertas ataduras que las mantienen a ambas algo ancladas al pasado, pero también es necesario conservar tesoros del pasado cuya posesión es valiosísima y necesaria para que al progresar no se cambie, sino que se evolucione. Estoy hablando de esa “esencia de la turba nazarena” que se ocultó a nuestros ojos aquella mañana en la que vimos morir a una turba y nacer una adversidad. La turba que yo vi morir, era especial y maravillosa, única e irrepetible, nazarena y grande como lo es nuestra gente. La turba que yo vi morir tenía un sentido, un sentimiento, que los hacía turbos y que hacía del desfile Camino del Calvario el bellísimo contraste que hizo de él un símbolo para todos nosotros.

Últimamente se pensaba entre muchos no conocedores de esta turba ancestral, aunque cambiante y renovada, que ser turbo significaba salir “a hacer ruido” con un tambor o un clarín o simplemente con unos palillos. Se equivocaban. Lo que hacían quienes realmente conocían y conocen el espíritu y la realidad de este desfile; lo que harán si se permite que renazca, es insultar venerando al Nazareno del alba. Porque todo turbo que toca el tambor y el clarín,

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antes que nada, sabe que debe respetar y admirar la imagen a la que, teatralmente, hace que insulta. Porque quienes no formaron parte de los salvajes que nos condenaron lo sabían y lo saben. Porque ellos saben lo que es ser turbo en el sentido limpio y verdadero de la palabra.

Hay que recuperar ese sentimiento, esa turba de tradición en la que cada padre legaba a su hijo el clarín y el tambor igual que legaba la horquilla y el capuz, hay que recuperar esa estirpe de turbos nazarenos que acompañaban solitariamente al Jesús, allá por los inicios de esta gran tradición. Hay que hacer renacer esta esencia, y también la simbiosis entre esta y el sentimiento cofrade de las filas del Jesús Nazareno del Salvador. Quizás haya que volver a educar y haya que volver a enseñar dónde se toca el clarín y dónde el tambor; y cosas más hondas que ya he descrito y que son la verdadera razón de la existencia de esta procesión, el verdadero carácter de la misma y, en definitiva, su todo heterogéneo y unido. No quiero con estas palabras mover a nadie a una confusión. No hay que enarbolar un rancio tradicionalismo trasnochado que nos condenaría todavía más. Hay que avanzar y progresar conservando aquellas cosas buenas del pasado, aquellos sentimientos, que no entendían de gentes ni de diferencias, que eran comunes a todos los que participaban de ellos, e inmutables en su naturaleza y su condición. Que todos y todas los que desfilen como turbos sepan que lo hacen de verdad y que no desfilan para gritar y rebelarse. La turba no es la borrachera de un jueves que muere como otro cualquiera en las aguas del Júcar, ni debe ser una turba nueva y distinta que se acabe deteriorando con el paso del tiempo. La turba debe ser una turba nueva y moderna, libre de otros prejuicios y

distinciones que nos conduzcan a la fatalidad, y otra vez nacida de un sentimiento de pertenencia a ella que guíe a los turbos y los aleccione en contra de barbaries como la que hemos vivido.

En otro orden de cosas, relacionado sin embargo muy estrechamente con lo anterior, quiero expresar otro deseo que ya he expresado en ocasiones anteriores, escribiendo para todos los que compartís conmigo el sentido nazareno y leéis esta publicación. Es necesario caminar juntos y conseguir que el progreso se haga patente en nuestra grandiosa festividad. Es necesario eliminar consideraciones antiguas y destructivas y avanzar hacia un tiempo moderno de modo que la modernidad no signifique la destrucción de nuestra semana grande. Parece que por fin comenzamos a lograr esto. Un ejemplo es el hecho histórico de que este año una mujer forme parte de la junta directiva de la Junta de Cofradías, de hecho es la primera mujer en la historia de esta institución que ocupa un cargo en ella. Espero que esto sirva de lección para todos nosotros, para comprender que el hecho de trabajar en pos de una Semana Santa brillante, ya sea en los despachos, debajo de un capuz o debajo de un banzo; es algo indistinto de consideraciones físicas y mentales; porque nace de un sentimiento que se guarda en el alma y que se lleva en el corazón: la esencia nazarena.

Si nuestras diferencias se van limando, si las rencillas y rivalidades que tanto daño nos hacen se intentan zanjar por medio de las palabras y de la concordia, y no por medio del rencor y la lucha, entonces hallaremos una paz que hará a nuestra Semana Santa más grande, y un símbolo de nuestro sentimiento cofrade para siempre.

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PLAZA DE LOS CARROS, 1CUENCA

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Entre los ejercicios de piedad con los que los fieles veneran la pasión del Señor, hay pocos que sean tan estimados como el Via Crucis. A través de este ejercicio de piedad los fieles recorren, participando con su afecto, el último tramo del camino recorrido por Jesús durante su vida terrena: del Monte de los Olivos, donde en el “huerto llamado Getsemaní” (Mc. 14.32) el Señor fue “presa de la angustia” (Lc. 22.44), hasta el Monte Calvario, donde fue crucificado entre dos malhechores (Lc. 23.33), al jardín donde fue sepultado en un sepulcro nuevo, excavado en la roca (Jn. 19.40-42)

EL VIA CRUCIS

Es la síntesis de varias devociones surgidas desde la Alta Edad Media: la peregrinación a Tierra Santa, durante la cual los fieles visitan devotamente los lugares de la Pasión del Señor; la devoción a las “caídas de Cristo” bajo el peso de la cruz; la devoción a los “caminos dolorosos de Cristo”, que consiste en ir en procesión de una iglesia a otra en memoria de los recorridos de Cristo durante su Pasión; la devoción a las “estaciones de Cristo”, esto es, a los momentos en los que Jesús se detiene durante su camino al Calvario, o porque le obligan sus verdugos o porque está agotado por la fatiga, o porque, movido por el amor, trata de entablar un diálogo con los hombres y mujeres que asisten a su Pasión.

En su forma actual, que está ya atestiguada en la primera mitad del siglo XVII, el Via Crucis, difundido sobre todo

El Via Crucis.El Via Matris.Por Ángel Horcajada. Sacerdote

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por San Leonardo de Porto Mauricio (1751), ha sido aprobado por la Sede Apostólica, dotado de indulgencias y consta de CATORCE estaciones.

En el ejercicio de piedad del Via Crucis –camino trazado por el Espíritu Santo y camino amado por la Iglesia, que ha conservado la memoria viva de las palabras y de los acontecimientos de los últimos días de su Esposo y Señor- confluyen también diversas expresiones características de la espiritualidad cristiana: la comprensión de la vida como camino o peregrinación; como paso, a través del misterio de la Cruz, del exilio terreno a la patria celeste, el deseo de conformarse profundamente con la Pasión de Cristo; las exigencias de la “sequela Christi”, según la cual el discípulo debe caminar detrás del Maestro, llevando cada día su propia cruz (Lc. 9.23). Por todo esto el Vía Crucis es un ejercicio de piedad especialmente adecuado al tiempo de Cuaresma.

Para realizar con fruto el Via Crucis pueden ser útiles las siguientes indicaciones:

La forma tradicional, con sus catorce estaciones, se debe considerar como la forma típica de este ejercicio de piedad; sin embargo, en algunas ocasiones, no se debe excluir la sustitución de una u otra “estación” por otras que reflejen episodios evangélicos del camino doloroso de Cristo, y que no se consideran en la forma tradicional.

En todo caso, existen formas alternativas del Via Crucis aprobadas por la Sede Apostólica o usadas públicamente por el Romano Pontífice: éstas se deben considerar formas auténticas del mismo, que se pueden emplear según sea oportuno.

El Via Crucis es un ejercicio de piedad que se refiere a la pasión de Cristo; sin embargo, es oportuno que concluya de manera que los fieles se abran a la expectativa, llena de fe y de esperanza, de la resurrección; tomando como modelo a la estación de la “Anastasis” al final del Via Crucis de Jerusalén, se puede concluir con la memoria de la resurrección del Señor.

LOS TEXTOS para el Via Crucis son innumerables. Han sido compuestos por pastores movidos por una sincera estima a este ejercicio de piedad y convencidos de su eficacia espiritual; otras veces tienen por autores a fieles laicos, eminentes por la santidad de su vida, doctrina o talento literario.

La selección del texto, teniendo presente las eventuales indicaciones del obispo, se deberá hacer considerando sobre todo las características de los que participan en el ejercicio de piedad y el principio pastoral de combinar sabiamente la continuidad y la innovación. En todo caso, serán preferibles los textos en los que resuenen, correctamente aplicadas, las

palabras de la Biblia, y que estén escritos con un estilo digno y sencillo.

Un desarrollo inteligente del Vía Crucis, en el que se alternan de manera equilibrada: palabra, silencio, canto, movimiento procesional y parada meditativa, contribuye a que se obtengan los frutos espirituales de este ejercicio de piedad.

EL VIA MATRIS

Así como en el plan salvífico de Dios (Lc. 2. 34-35) están asociados Cristo crucificado y la Virgen Dolorosa, también los están en la Liturgia y en la piedad popular. Como Cristo es el “hombre de dolores” (Is. 53.3) por medio del cual se ha complacido Dios en “reconciliar consigo todos los seres: los del cielo y los de la tierra, haciendo la paz por la sangre de su cruz” (Col. 1.20), así María es la “mujer del dolor”, que Dios ha querido asociar a su Hijo, como madre y partícipe de su Pasión “socia Passionis”.

Desde los días de la infancia de Cristo, toda la vida de la Virgen, participando del rechazo de que era objeto su Hijo, transcurrió bajo el signo de la espada (Lc. 2. 35). Sin embargo, la piedad del pueblo cristiano ha señalado siete episodios principales en la vida dolorosa de la Madre y los ha considerado como los “siete dolores” de Santa María Virgen.

Así, según el modelo del Via Crucis, ha nacido el ejercicio de piedad del Via Matria dolorosae, o simplemente Via Matris, aprobado también por la Sede Apostólica. Desde el siglo XVI hay ya formas incipientes del Vía Matris, pero en su forma actual no es anterior al siglo XIX. La intuición fundamental es considerar toda la vida de la Virgen, desde el anuncio profético de Simeón (Lc 2, 34-35) hasta la muerte y sepultura del Hijo, como un canto de fe y de dolor: camino articulado en “siete estaciones”, que corresponden a los “siete dolores” de la Madre del Señor.

El ejercicio de piedad del Via Matris se armoniza bien con algunos temas propios del itinerario cuaresmal. Como el dolor de la Virgen tiene su causa en el rechazo que Cristo ha sufrido por parte de los hombres, el Via Matris remite constante y necesariamente al misterio de Cristo, siervo sufriente del Señor (Is. 52.13-53.12), rechazado por su propio pueblo (Jn. 1.11; Lc. 2.1-7; 2.34-35; 4.28-29; Mt. 26.47-56; Hch. 12.1-5). Y remite también al misterio de la Iglesia: las estaciones del Via Matris son etapas del camino de fe y dolor en el que la Virgen ha precedido a la Iglesia y que ésta deberá recorrer hasta el final de los tiempos. El Via Matris tiene como máxima expresión la “piedad”, tema inagotable del arte cristiano desde la Edad Media.

CUENCA asocia, con toda naturalidad, esta consideración al “recuerdo de los dolores de la Santísima Virgen María”

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a la “Hora de la Dolorosa” en la que los fieles, con expresión de conmovedora devoción, hace compañía, contemplando a la Virgen de LAS ANGUSTIAS con el Hijo entre sus brazos, y ya, separado el Hijo de la Madre, por la crucifixión y muerte, le da “el pésame”, como madre desolada; pero desde la fe en la resurrección, comprende la grandeza del amor redentor de Cristo y la participación en el mismo de su Madre.

(Síntesis literal del “Directorio sobre la piedad popular y la liturgia”números del 131 al 137).

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Por quererte Dolorosa

Y lejos, muy lejos, entre el grito de las nubes y el silbido de los tiempos, levantaremos un altar para ascender al lugar anunciado por la escalera de la soledad de una Virgen que se oculta entre los minutos que recorren la tarde de Jueves Santo.Tarde que apenas se cubre de luto en un silencio envuelto en un misterio, entre tristeza y belleza, en lágrimas, que descienden su caudal, hasta el surco de los labios, donde el pañuelo de las manos,sera incapaz de enjugarlas. Mas... ¡ay! Soledad del Puente...que por quererte Dolorosa, será tu Hijo en su pasión, la espada mas amarga, profunda e inmensa que te ha de traspasar.Dolor que no es otra cosa, que camino de sufrimiento, huésped de un corazón atormentado, blanco y puro, que es la mirada de un dolor contenido ante la incertidumbre de poder alcanzar al Hijo. Mas... ¡ay! Soledad del Puente... Tu que naciste Nazarena.¿Qué voz puede alzarse en este mundo, para quejarse de una pena semejante a la tuya?

Joaquín Martínez Culebras

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Verónica del PuenteCayó Jesús.

Y el guijo durohirió su rodilla.

Sudor de la tarde.Tarde santa dolorida

sobre el río verde.El bravo río refleja

o lleva, calle de amor y dolor,los reflejos de capuces canelas.

Cayó Jesús.Ante su Santa Faz llegó ella

y con finos linos y sedassecó sangre y sudor,

que la muerte predecía.Duras las Santas Espinas.

Cayó Jesús Nazarenoy con dócil amor de fuego,

Verónica, rosa blanca;¡Blanca Verónica en perlas!,

secó su bendito sudorDios Cristo sonrió a la niña mujer,

que con súbelo nubilaliviaba sus lágrimas de pena.Y hubo unos besos de torcacespor la cimera de las piedras.

Verónica en su regazose llevaba gloriosa

la imagen dolorida de Cristocaído por las callejas de Cuenca.

JOSÉ LUIS LUCAS ALEDÓN

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A tan solo unos días de producirse el consuelo infinito de todos los nazarenos Conquenses, la Semana Santa: Milagro de Amor, que cada primavera se repite en Cuenca, para asombro y envidia de los mismos ángeles.

¡Bendito sea Dios, que nos ha permitido conocerla y honrarla!

Entrada la cuaresma, las Hermandades se preparan para honrar a sus imágenes con la magnificencia de sus cultos solemnes, según manda la tradición.

La Venerable Hermandad de Jesús Orando en el Huerto (de San Esteban), quiere, en este 2004, engrandecer el importantísimo patrimonio de nuestra música procesional presentando un CD doble de marchas procesionales, con el único objetivo de apoyar y divulgar esta modalidad de oración musical, tan íntimamente ligada a la celebración de la Semana Santa conquense.

Esta edición ha sido realizada, desde el primer sonido hasta el final, por la Banda de Música de Cuenca, nuestra banda. Se omitió lo banal y se puso énfasis en lo autentico. Demostraron su valía como músicos inspirándose en el sentimiento y en la verdad, adornándolo con una plasticidad y belleza inusual.

Después de un gran esfuerzo, el resultado final es un trabajo hecho desde el esfuerzo para convencer, credibilidad para emocionar y amor propio para crear una obra de arte.

LOS ARTISTAS LLEVAN SIEMPRE, EN SU SER ALGO DE ESENCIA, OFRECERLA ES SU MEJOR GRACIA.

El CD que pronto tendrá en sus manos no es una mera recopilación sobre ritmos procesionales, ni un instrumental sobre la Semana Santa. Va más allá de la mera curiosidad documental. Hay una mirada sin complejos, ajena a cualquier crítica. Revela el lado más sensible de las composiciones procesionales, el lado del anhelo, del deseo, de la ilusión. Es la historia de una pasión. Y, como casi todas las pasiones, infantil al principio, adolescente y desinteresada. Pura, en definitiva.

Han sido muchos años de trabajo con nuestra querida Banda de Música, desde aquel año, de 1991, donde se inicio esta especial relación con un planteamiento diferente; muy limpio, a veces tan admirable como el propio producto final. Durante estos 13 años de conciertos las marchas procesionales, de diferentes compositores, interpretadas en la iglesia de San Esteban se aproximan al centenar. Unas más conocidas y cercanas al público; otras de forma y estilo

La emoción de la músicaPor Rafael Torres Muelas.Secretario de la V.H. de Jesús Orando en el Huerto (de San Esteban).

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diferentes, han sido estrenadas por la Banda de Música de Cuenca con el arte de combinar los sonidos con el tiempo. Por esta razón, el CD se convierte en urna mirada sin pudor, sin caducidad y sobre todo sin perjuicios, sobre la Música Procesional.

La Hermandad estaba en deuda con la Banda de Música, las relaciones de amistad y de afecto, que cada cual elegimos voluntariamente en nuestras respectivas vidas, son el tesoro más preciado que podemos guardar en nuestro particular armario. El CD dedicado a la Banda de Música, era una obligación como respeto a tantos músicos que a lo largo de estos 100 años han formado parte de la historia de nuestra querida Banda de Música y por ende de nuestra Semana Santa y de Cuenca.

Este CD, producido por esta hermandad pretende, además, servir de homenaje y agradecimiento a la figura de D. Aurelio Fernández Cabrera, director de la Banda de Música de Cuenca durante 23 años y que este año se jubila.

¡Adiós, que será un, hasta siempre, a un gran músico!Adiós, a uno de los grandes: afición, sentimiento, entrega,

capacidad para sufrir y honradez, ... Ese ha sido D. Aurelio, un músico difícil de entender, como los genios, pero recompensado con triunfos que ahora nosotros ponemos en circulación para conocimiento y satisfacción de todos los nazarenos.

Se va. Ahora de verdad y para siempre. Se va, pero lleva el arca de su vida musical repleta de triunfos y entregas de la que ha sido su verdadera pasión “La Composición”. Pero el arca no está llena, todavía hay hueco para seguir acumulando glorias y miedos; para continuar atesorando las creaciones del compositor.

LA MÚSICA ES LENGUAJE DE LA VIDA, EL ALMA DEL MUNDO.

Para finalizar, decir que cada trocito de este CD, cada sonido que de él se emite, irradia el nombre anónimo de cada uno de los hermanos de la Venerable Hermandad de Jesús Orando en el Huerto (de San Esteban). Los que aún siguen entre nosotros se sentirán gozosos de esta obra. De los muchos, que lo escucharan desde la Orilla Celestial, junto a Santiago, Juan, Pedro y el Maestro comprenderán que el sueño eterno no existe, que sólo morimos cuando se nos olvida.

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La primera referencia que encontramos sobre la Banda de Música de Cuenca se remonta a aquel 16 de Diciembre de 1895 cuando el entonces Alcalde, D. Santos Fontana, propuso a la Corporación Municipal la creación de una Banda de Música, la cual, fundamentalmente, acogiera a los estudiantes de la ya existente Academia Municipal de Música, creada 15 años antes.

En 1896, es decir, un año después, la Banda de Música ofrecía ya su primer concierto en la capital. Se iniciaba así la larga trayectoria de la hoy ya centenaria Banda de Música. Una de las salidas que en sus primeros tiempos esta agrupación realizó fuera de la capital y de la provincia se produjo en Madrid, acompañando al Ayuntamiento en el homenaje que las corporaciones locales rindieron a Primo de Rivera en 1927.

En aquellos tiempos era inconcebible organizar un acto social en el que la Banda de Música no estuviese presente. Debido a esta desmesurada oferta, en 1899 el Ayuntamiento se vio en la necesidad de proponer a la Diputación que la Banda Provincial alternase con la Municipal en los ciclos

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de conciertos programados para las noches de verano, ya que por entonces coexistían en la capital conquense las dos Bandas de Música.

Tras 26 años de vida artística laboriosa, debido a supuestas irregularidades, el 18 de Abril de 1921 la Banda de Música fue disuelta por acuerdo municipal. No obstante, meses después, el Ayuntamiento reconsideró su actuación y volvió a recrear la citada Banda de Música, entregando los regidores locales los poderes directoriales a D. Nicolás Cabañas.

Varios son los Directores que han empuñado la batuta al frente de esta centenaria Banda de Música. Su primer Director fue D. Arturo García Agúndez, al que luego irían sustituyendo D. Casimiro y D. Rafael Rubio, D. Nicolás Cabañas, D. Jesús Calleja, D. Lucio Navarro y D. Aurelio Fernández-Cabrera, actual Director.

Desde aquella lejana fecha de su creación hasta el momento actual, la Banda de Música de Cuenca siempre ha ido dejando constancia de su calidad y buen hacer en todas sus actuaciones, a pesar de no haber contado en muchas ocasiones con los medios y apoyos necesarios.

Banda de Música de Cuenca

Banda de Música de Cuenca. Abril de 1957. Colección Antonio Abarca.

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Nace en Orgaz (Toledo), inicia sus estudios musicales en su ciudad natal. Posteriormente los amplía en los Conservatorios Superiores de Sevilla y Madrid, obteniendo los títulos de Armonía, Contrapunto y Fuga, Composición, Piano y Dirección de Orquesta.

En cuanto a la especialidad de Dirección de Orquesta, además del Título Superior obtenido en el Conservatorio de Madrid, ha recibido clases y consejos de prestigiosos Maestros internacionales como Igor Markevich y Sergiu Celebídache.

En 1963 ingresa por oposición en el Cuerpo Nacional de Directores de Bandas de Música Civiles, con el número uno de su promoción, ascendiendo años después, también por oposición, a la primera categoría del Cuerpo.

Tras ocupar diferentes plazas de Director, en el año 1981, por Concurso de Méritos fue nombrado por la Dirección General de Administración Local, Director de la Banda Municipal de Música de Cuenca, puesto que ocupa en la actualidad. Asimismo, desde 1993, hasta Julio de 1999 dirige la Joven Orquesta de Cuenca.

Durante varios años ha ejercido la labor docente en el Conservatorio Profesional de Música de Cuenca como Profesor de Solfeo y Armonía.

En el campo de la Composición es autor de varias obras de diferentes estilos, habiendo obtenido los siguientes premios:

-TERCER PREMIO en el Concurso Nacional de Composición, convocado por la Sociedad Musical "Santa Cecilia" de Cultera (Valencia), en el ano 1980.

-SEGUNDO PREMIO en el III Concurso de Música Festera "Barceló de Sax" (Alicante), en el ano 1982.

-PREMIO ÚNICO en el Concurso de Composición "Año Santo Compostelano 1982", convocado por el Excmo. Ayuntamiento de Santiago de Compostela.

-PRIMER PREMIO en el Concurso Internacional de Composición "Música para la Fiesta de los Toros", convocado

por la Real Maestranza de Caballería de Sevilla para conmemorar la importante referencia histórica de 1992, "EXPO".

-PRIMER PREMIO en el "I Certamen Nacional de Composición de Marchas Procesionales de la Semana Santa de Cuenca", convocado por la Asociación Cultural "Hoces Nazarenas", año 1997.

-SEGUNDO PREMIO en el I Concurso Nacional de Composición de Pasodobles "Villa de Albatera" (Alicante), convocado por el Excmo. Ayuntamiento, en el año 1998.

-SEGUNDO PREMIO en el IV Concurso Nacional de Composición de Marchas Procesionales "Ciudad de Orihuela", en el año 1999.

-PRIMER PREMIO en el V Concurso Nacional de Composición de Marchas Procesionales "Ciudad de Orihuela", en el año 2000.

-TERCER PREMIO en el Concurso Nacional de Composición de Marchas Procesionales "Ciudad de Málaga", en el año 2001.

-PRIMER PREMIO en el V Concurso Nacional de Composición de Marchas Procesionales "San Femando" (Cádiz), en el año 2001.

-PRIMER PREMIO en el III Concurso Nacional de Composición de Marchas Procesionales "Ciudad de Alicante", en el año 2002.

-SEGUNDO PREMIO en el IV Concurso Nacional de Composición de Pasodobles "Villa de Albatera" (Alicante), en el año 2002.

Ha sido finalista en otros tantos Concursos de Composición: Sevilla 1991, Sevilla 1994, Quart de Poblet (Valencia) 1995, Cuenca 1997, Orihuela 1997, etc...

Es miembro de la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE) en calidad de "Socio Compositor Numerario" y Secretario del Colegio Nacional de Directores de Bandas de Música Civiles.

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Aurelio Fernández-CabreraDirector de la Banda de Música de Cuenca

Fotografía: Mª Carmen Cubillo

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Desde hace tiempo, me es imposible evitar que, cada vez que en mi camino se cruza algo relacionado con la Joven Orquesta de Cuenca, nuestra JOC, varios términos vengan a mi mente. Éstos son ilusión, cohesión, compromiso, futuro y pasión. Explicar el por qué, requeriría un espacio del que no dispongo. Sin embargo, sospecho que para muchos la aclaración estaría de sobra pues, o mucho me equivoco, o estoy seguro de que mi sensación no es tan exclusivamente personal como podría parecer.

Y de las cualidades antes enumeradas, posiblemente sea la pasión la que destaque por encima de las demás virtudes. Es ese entusiasmo por hacer de la música un elemento de comunicación universal, o simplemente por convertir a ésta en la excusa idónea para ser proclamada como medio incomparable de disfrute del que se empapen regularmente varias decenas de jóvenes, lo que principalmente me emociona.

Pero, esa Pasión con mayúsculas que mueve a las gentes de Cuenca como pocas otras cosas lo han conseguido desde tiempos inmemoriales, también ha sido parada obligada y punto de referencia para la JOC. Ya son historia, y de la que todos recuerdan, las actuaciones ofrecidas por esta agrupación orquestal en el marco de los actos propios de la Semana Santa conquense. Ellas nos devuelven en el tiempo a los emotivos momentos vividos en actos que

sirvieron de acicate para incrementar la pasión ya aludida. Y ello, merced a la buena armonía existente entre la JOC y, por ejemplo, la Junta de Cofradías de Cuenca, la Real e Ilustre Esclavitud de Nuestro Padre Jesús Nazareno, la Venerable Hermandad de María Santísima de la Esperanza, la Ilustre y Venerable Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno de “El Salvador”, la Venerable Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno de “El Puente” o la Hermandad de Nuestro Señor Jesucristo Resucitado y María Santísima del Amparo. En estas actuaciones, al margen de ayudar de manera inigualable a solemnizar algunos de los actos que los conquenses devotos con más cariño recuerdan, decenas de jóvenes de la JOC contribuyeron de manera decidida a escribir páginas memorables de la historia semanasantera conquense.

Y es oyendo a nuestra joven pero madura JOC, en esos actos cargados de sentimientos inquebrantables, donde uno siente la necesidad interna de releer e interiorizar la oda que nuestro paisano Fray Luis de León escribió cuando escuchaba la mágica música producida por el mítico Salinas:

A cuyo son divinoel alma, que en olvido está sumida,

torna a cobrar el tinoy memoria perdida

de su origen primera esclarecida.

PASIÓN EN MÚSICALa Joven Orquesta de Cuenca

Por Fernando J. Cabañas Alamán

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El 12 de Mayo de 1715, dieciséis licenciados en teología, y en la Iglesia de Santo Domingo de Silos, fundan la Vble. Hermandad del Santísimo Cristo de la Agonía.

Quince años más tarde, el día 6 de abril de 1730, don Juan Cerdán de Landa, a la sazón, comisario corregidor y alguacil del Santo Tribunal de la Inquisición, hacía donación a esta hermandad, y para ser titular de la misma, una imagen de incalculable valor, la talla del Cristo de Marfil o “Del Cristillo” como popularmente es conocido por sus reducidas dimensiones.

La imagen tallada toda ella en marfil, es de autor desconocido y tampoco se tienen datos sobre su procedencia, aunque esta catalogada entre los siglos XIV y XVI, siendo esta la más antigua de cuantas desfilan en la Semana Santa de Cuenca, y una de las escasas obras salvadas de la destrucción del año 1936.

Cuando finalizó la Contienda Civil de 1936, no existía noticia alguna de la suerte que había podido correr la valiosa imagen.

Incluso casi se habían perdido las esperanzas de encontrarla, cuando el 15 de Marzo de 1941, "El Cristillo" fue hallado, junto a otras obras de arte, escondido para evitar así su destrucción.

Entonces surgió la pregunta sobre quién fue el que consiguió salvarla del expolio con el resto de las imágenes de la Semana Santa y otros objetos de arte religioso.

Sobre la imagen del Cristo de MarfilPor Francisco Alarcón

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Las indagaciones, pronto llegaron a una sorprendente conclusión. Se trataba de un hombre cuya identidad no interesaba hacer pública, ocultando su nombre a la opinión conquense hasta muchos años después, don Juan Jiménez Aguilar, puesto que se trataba de un conocido conquense, que había sido influyente republicano.

Polígrafo en arte, historia y arqueología, había desempeñado el cargo de director del Instituto Alfonso VIII.

Entre sus títulos figuraba el de Cronista de la Cuenca y licenciado en Ciencias Naturales.

Había presidido en su día la Junta Republicana de Recuperación Artística.

No estaba bien considerado por la jerarquía eclesiástica por su militancia en la masonería y por haberse declarado agnóstico en cuanto a creencias religiosas.

Por sus connotaciones políticas, había sido condenado a muerte, si bien esta sentencia nunca llegaría a cumplirse, siéndole conmutada con la pena del destierro, situación en la que moriría.

Esta es a grandes rasgos la figura de un hombre, a quien por sus intervenciones directas o indirectas, se le debe la salvación del retablo de la Iglesia de la localidad conquense del Peral y de la Colegiata de Villanueva de la Jara. En cuanto a la Catedral de Cuenca, declarada Monumento Nacional, que estaba en el punto de mira de las hordas vandálicas, don Juan Jiménez Aguilar tuvo una influencia decisoria, parándolas con firmeza negándose a la intervención de las mismas y preservando al tiempo con ello el Tesoro Catedralicio.

En definitiva, a este hombre al que le temblaban la voz y las manos, no le tembló la voluntad de salvar de la destrucción la Imagen del "Cristo de Marfil" la más valiosa y antigua joya de la Semana Santa de Cuenca.

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Un belenista al realizar su labor para dar forma al Misterio del Nacimiento de Cristo, es plenamente consciente de que con sus manos debe dar expresión artística a la promesa que Dios hizo al hombre en la expulsión del Paraíso, y que culminaría con la inmolación de su Hijo para nuestra redención.

Hace poco más de dos años, vino a mi el secretario de la Hermandad de la Santa Cena de Cuenca, para comunicarme que un grupo de hermanos estaban ilusionados en la elaboración de un belén propio de la hermandad, cosa que me agradó enormemente, pero cuyo cumplimiento me fue imposible en aquellos momentos, pues esta conversación tiene lugar en los días previos a la Navidad, fechas en las que un belenista está totalmente entregado a sus montajes y exposiciones.

En aquel momento, sólo pude expresarle mi promesa de colaborar con ellos, en aquellas fechas del año que no afectaran a los momentos de mayor intensidad de mi trabajo, que tiene lugar en los días antes mencionados. Cuando yo prácticamente tengo olvidado el tema, y pasa la fiesta de San Mateo del año siguiente, este grupo vuelve a ponerse en contacto conmigo, con el mismo propósito y una ilusión, si cabe, incrementada. Entusiasmo que me contagian de inmediato, y que hace que pasados pocos días, comencemos a trabajar en su proyecto en los locales de la Junta de Cofradías.

Iniciamos así un curso, en el que aprenden a trabajar las técnicas más habituales del belenismo, como construir casas con poliespan y escayola, trabajar el corcho natural, dar forma al barro y darle colorido, y otras imprescindibles con las que intentar recrear de la forma más fiel posible calles, plazas, mercados y situaciones de la vida cotidiana de Tierra Santa en aquella época.

Con mucho entusiasmo invertido, pocas horas de sueño y un ambiente pleno de camaradería , logramos llevar a cabo el primer montaje que encontraría su ubicación a la sombra del Arco de Jamete de la Santa Iglesia Catedral Bas í l ica , marco absolutamente inmejorable .

Debo reconocer, que fui la primera persona que quedo gratamente sorprendida por la realización del belén, detectando por mi parte que las posibilidades de este grupo eran muy grandes si seguían trabajando con el mismo entusiasmo, y sabiendo desde ese momento que sin duda entrarían con fuerza en la tradición de los belenes conquenses, que ya hizo realidad la hermandad de la Soledad del Puente, contando para ello con el tesón y buen hacer de Joaquín Culebras, conquense que deleitó durante numerosos años a grandes y chicos, con el belén monumental de la Iglesia de San Pedro, al que acudían familias enteras casi en peregrinación, y que se haría cargo en el momento idóneo del montaje que la hermandad de la Soledad del Puente quería hacer en su sede, facilitando además el aprendizaje a niños mediante cursos en los que los instruye y acerca a este mundo.

Ya en el año 2003, con la misma entrega, este grupo de hermanos de la Santa Cena, se integra plenamente y de forma práctica, colaborando de forma abierta y generosa en la preparación y montaje que la Asociación de Belenista realiza en el Palacio la Excma. Diputación de Cuenca desde hace once años, participando ya en los futuros proyectos que ocupan a la asociación, que en la futura exposición del próximo año pretende desempolvar una moda que en el belenismo se realizó en España a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX. Consistía en la representación dentro del marco del nacimiento tradicional, de escenas ya no sólo de la Pasión y Resurrección de Cristo, sino también escenas bíblicas, como la Creación de Adán y Eva, pecado Original y expulsión del Paraíso.

Si bien en gran cantidad de Asociaciones españolas, como las de la zona catalana, levante, Murcia y Andalucía, es tradicional montar exposiciones con escenas de Pasión, no es habitual, llevar a cabo estos montajes en las exposiciones navideñas, como ocurría en la época anteriormente referida, exponente que pretendemos elaborar en nuestra próxima exposición para deleite de los conquenses.

Del nacimiento de Cristo a la Pasión, de las cofradías de la Semana Santa a la NavidadJesús Martín de los Santos

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El artículo que el año pasado fue publicado en la Revista Cuenca Nazarena 2003 titulado “Viernes Santo 2002. Procesión Camino del Calvario” que yo mismo firmaba como Presidente de la Junta de Cofradías de la Semana Santa de Cuenca provocó un alto grado de indignación en todos los miembros de la Venerable Hermandad de Ntra Sra. la Soledad de San Agustín, especialmente a su Junta de Diputación, y así me lo hicieron llegar por medio de una carta.

Nada estaba más lejos de mi intención.Por lo que, utilizando el mismo medio, es decir la revista

Cuenca Nazarena, hago pública mi rectificación, pidiendo humildemente perdón a los hermanos de esta venerable hermandad, en los siguientes puntos:

Que la Venerable Hermandad de la Soledad de San Agustín no se limitó únicamente a acordar no salir si llovía, sino que su actuación en la reunión de la madrugada del Viernes Santo de 2002, fue la de colaborar con racionalidad y sentido común para lograr que las decisiones que se tomaran no produjeran resultados contrarios indirectos, como ocurrió con alguno de ellos que aún estamos lamentando el pueblo y los nazarenos de Cuenca.

Que la Venerable Hermandad de la Soledad de San Agustín decidió al final no salir por no incumplir la norma impuesta a esta Hermandad por sus propios estatutos de "salir si el tiempo no lo impide", expresada por su Representante de la Junta de Cofradías durante la reunión, al comprobar que efectivamente llovía al empezar la procesión.

Que inmediatamente después la Venerable Hermandad de la Soledad de San Agustín expresó su postura oficial respecto a la decisión de no salir con una nota informativa entregada esa misma mañana a los medios de comunicación local indicando que su salida no se había llevado a cabo, además de por cumplir con sus propios estatutos, principalmente por "el respeto y veneración" por los pasos que acompañan. Declaración oficial de la Hermandad que

Viernes Santo 2002. Procesión Camino del CalvarioPor Javier Caruda de Juanas.Presidente de la Junta de Cofradías de Cuenca

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debía haberse respetado por cualquier miembro de la Junta de Diputación de la Junta de Cofradías, incluido su presidente.

Que la Venerable Hermandad de Nuestra Señora La Soledad de San Agustín nunca se burló ni se chanceó en Junta General de 2002 ni en ninguna otra del Presidente de la Junta de Cofradías de Cuenca, y que aunque un hermano hizo con carácter particular un comentario que pudo entenderse como ofensivo, se censuró inmediatamente, pidiendo el autor perdón a la Hermandad al momento, y posteriormente al propio Presidente de la Junta de Cofradías en reunión mantenida entre éste, el hermano en cuestión y una amplia representación de la Junta de Diputación de la Hermandad.

Que la actuación de la Venerable Hermandad de Nuestra Señora la Soledad de San Agustín, a través de su Junta de Diputación, personal e institucionalmente, no sólo ha sido siempre de exquisito respeto con la figura y la persona del Presidente de la Junta de Cofradías, sino de leal cooperación, siempre que se le ha pedido, incluso en el grave asunto de la posible ruptura de la procesión "Camino del Calvario" en la procesión de 2003.

Que el Presidente de la Junta de Cofradías lamenta que por el artículo, aparecido en el Órgano Oficial de la Semana Santa de Cuenca, la revista "Cuenca Nazarena" de carácter anual, artículo firmado por él mismo y utilizado además la definición de su cargo, pueda originarse una negativa opinión ante los lectores a causa de sus opiniones escritas sobre esta Venerable Hermandad; opiniones que dio sin ánimo de ofender, pero que, una vez analizadas, ya publicadas, por el propio Presidente de la Junta de Cofradías, éste entiende que sacan de contexto lo acaecido la madrugada del Viernes Santo, dando una imagen equivocada de la actuación de los representantes de esta Venerable Hermandad, motivo por el que aquí pide disculpas a esta Venerable Hermandad, a la que nunca tuvo ánimo de ofender premeditadamente.

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A caballo entre la Semana Santa que ahora comienza y la del próximo año, la Hermandad del Prendimiento de Jesús, conocida popularmente como “El Beso de Judas”, cumple sus primeros cien años de historia, un historia que discurre paralela a la de la procesión de la noche del Miércoles Santo.

No es este el lugar para hacer una cronología detallada de lo acontecido en estos casi cien años de historia, pero sí puede ser un buen soporte para dar unas pinceladas de los acontecimientos más destacados de la última centuria en el seno de “El Beso de Judas”. Para aquellos que quieran acercarse más a la historia de la Hermandad, en las fechas previas a la Semana Santa esta prevista la publicación de un libro donde, más extensamente, se tratará de reflejar la vida de esta cofradía conquense.

Hace un siglo

El sábado ocho de abril de 1905, el semanario de propaganda católica El Correo Católico publicaba un artículo titulado Semana Santa en Cuenca. En el mismo, se hablaba de las novedades de la próxima Semana Santa entre las que se destacaba el nuevo desfile de “El Silencio” que partiría a las ocho de la tarde desde la iglesia de San Esteban y discurriría por las calles de Mariano Catalina, Calderón de la Barca, Palafox, Alfonso VIII y Plaza Mayor para regresar a la iglesia de origen. Participaría en este cortejo la nueva hermandad de “El Prendimiento de Jesús”, “cuyo paso, que ha estado expuesto en un escaparate de la calle de la Concepción Jerónima, ha gustado extraordinariamente, es costeado y se enviará desde Madrid por nuestro ilustre paisano el Excmo. Sr. D. Mariano Catalina, que tantas pruebas esta dando de entrañable cariño a su querida ciudad”. Ocho días después, el obispo de la Diócesis, Wenceslao Sangüesa, bendecía la nueva talla en la que, desde entonces, sería su iglesia: San Esteban Protomártir. Carmelo Arroyo y Joaquín Parra fueron los primeros Hermanos Mayores de la historia de “El Beso de Judas”.

El nuevo paso, portado por doce banceros, desfiló por primera vez el Miércoles Santo 19 de abril de 1905, acompañado en el cortejo por las imágenes de Jesús en el Huerto, San Juan Evangelista y Jesús Ante Anás. El acompañamiento musical, corrió a cargo de las Bandas de Música Provincial y Municipal dirigidas por los señores

HABLAN LAS HERMANDADES El Prendimiento

Apuntes para la historia de

Por Luisma Calvo

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Cabañas y Rubio, respectivamente. Destacó la participación del Orfeón de la Sociedad Benéfico-obrera ‘La Fraternal’ que a lo largo del recorrido entonó el ‘Miserere’ “más de cincuenta veces, resultando el canto muy armonioso y dirigido acertadamente por el señor Rubio Casañes”.

Según recoge Antonio Pérez Valero en su libro A través de mi capuz, meses después, el 27 de octubre de ese mismo año, la autoridad eclesiástica aprobó las Constituciones de la Hermandad, texto del cual se desconoce su contenido y del que no hay referencia en los archivos de la Diócesis.

La Semana Santa de Cuenca estaba en plena expansión y a ella contribuyó Mariano Catalina que en poco tiempo entregó a la hermandad de “El Prendimiento” varias imágenes procesionales. Así, en 1908, “El Beso de Judas” ponía en la calle dos nuevos pasos, “La Negación de San Pedro” y “Jesús Orando en el Huerto”. En 1909, Mariano Catalina regaló de nuevo un “paso” a la Hermandad del Prendimiento. Se trataba de la representación de Jesús en

el Pretorio, una talla que ya desfiló en la Semana Santa de aquel año, realizada con “delicado gusto artístico” y a la que se le achacó “que las esculturas que lo componen no sean de mayor tamaño” (El Correo Católico, 10 de abril de 1909).

Sin embargo, la Hermandad no debía de contar con suficientes hermanos para poner en la calles este nuevo “paso” puesto que se dirigió a la Hermandad del Santísimo Cristo de la Salud (“El Descendimiento”) solicitando su colaboración. Según recoge Leopoldo Villalba Cruz en su libro Historia de la Venerable Hermandad del Santísimo Cristo de la Salud. El Descendimiento), el 28 de marzo de 1909 la cofradía del Viernes Santo accedió a la invitación “para sacar en procesión el paso de Jesús en el Pretorio la noche del Miércoles Santo, acordándose concurrieran los hermanos que voluntariamente quisieran”. Esta invitación se realizó anualmente hasta el año1920. Hay constancia gráfica que

esta imagen llegó a desfilar también en la mañana del Viernes Santo bajo el nombre de “Jesús despojado de sus vestiduras”.

En 1923 se constituiría la Venerable Hermandad de Jesús Orando en el Huerto y solicitaría a la del Prendimiento “que le sea cedido el paso de Jesús Orando en el Huerto, propiedad hoy de la misma al que será devuelto si esta Hermandad se disolviese por cualquier causa y lo mismo los fondos que hubiere para aplicarlos al culto del Paso”. Este párrafo se incluye en las Disposiciones Transitorias de las Constituciones de la Venerable Hermandad de Jesús Orando en el Huerto fechadas el 2 de diciembre de 1923 y firmadas por el Hermano Mayor provisional, Salustiano García, y el Secretario provisional, Julián Sáiz.

Según recogen varios autores –Antonio Pérez Valero y Ángel Martínez Soriano- los problemas surgidos por la falta de hermanos tocaron fondo en 1926, año en el que la Hermandad estuvo a punto de desaparecer, “pero después

se reorganizó y fue creciendo progresivamente”. Pero llegó la Guerra Civil y con ella la destrucción de la mayor parte de los enseres procesionales.

La reconstrucción

A las 12 horas del 5 de enero de 1941, la Venerable Hermandad del Prendimiento de Jesús celebró la Junta General tras la guerra. El lugar elegido fue la sacristía de la Iglesia Parroquial de San Esteban y la reunión estuvo presidida por Alfonso Cabañas, quien había ocupado el puesto de Hermano Mayor en la última procesión celebrada, la de 1936. Antonio Benítez, Tesorero de la Hermandad, anunció que “la Junta de Hermandades había encargado entre otros un nuevo paso del Prendimiento de Jesús a Marco Pérez y que seguramente estaría disponible para la próxima Semana Santa”.

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INVESTIGACIÓNHABLAN LAS HERMANDADES

El primer día del mes de febrero de 1942 se volvieron a reunir los escasos hermanos de El Prendimiento, cuya lista alcanzaba ya los 36. Por entonces, se contaba con un saldo favorable de 50 pesetas por lo que para “atender los muchos gastos que se han de originar en la adquisición de andas, mesas, velas, bendición de imagen y otros” se acordó realizar una suscripción extraordinaria a voluntad de los hermanos que viniese a complementar los 50 céntimos mensuales que se fijaron como cuota.

Un par de semanas antes del comienzo de la Semana Santa de 1942 llegó a Cuenca la nueva talla. Entre los escasos hermanos de conformaban las listas, no todos estaban disponibles por su edad para sacar la imagen en procesión por lo que a los problemas emanados de la falta de recursos económicos y materiales se unía la escasez de banceros. Comenzó entonces un trabajo frenético por conseguir los medios humanos y materiales necesarios, pero el tiempo se echaba encima. La solidaridad de la Hermandad de Nuestro

Padre Jesús Nazareno de ‘El Salvador’ posibilitó que el Miércoles Santo de 1942 ‘El Beso de Judas’ volviese a las calles de Cuenca. Sobre andas prestadas, con horquillas ajenas y con banceros del Prendimiento, pero también del “Jesús de la mañana”, ataviados con túnicas y capuces morados, salió a la calle la Hermandad en la noche del Miércoles Santo. En las filas, dos o tres nazarenos a cada uno de los lados acompañaban a la imagen.

La crisis económica en la que estaba sumida la mayor parte del país, los problemas para confeccionar las túnicas, unas veces por falta de recursos económicos y otras por la escasez de tela blanca, hicieron muy difíciles la reconstrucción de la Hermandad. Las donaciones desinteresadas de algunos hermanos posibilitaron que, poco a poco, “El Prendimiento” consiguiese consolidarse. A la falta de medios económicos se unió la escasez de hermanos y de nuevo el interés de aquellas personas que participaron en la reconstrucción fue

decisiva. Miembros de la Banda de Música, de la que Alfonso Cabañas era miembro, y médicos y personal del antiguo hospital del 18 de julio, donde trabajaba José Buendía, fueron los primeros en entrar a formar parte de la reconstruida hermandad de “El Beso de Judas”.

Poco a poco, la Hermandad fue adquiriendo los enseres procesionales necesarios para completar su desfile: andas, mesas, banzos, horquillas, grupos de luces, guión, cetros,... Además, como antiguamente, se seguía atendiendo a los familiares de los hermanos difuntos con un “Bien Material” que contribuía a costear los entierros y un “Bien Espiritual” en forma de misa.

En 1946, se sentaron las bases para lo que sería la Junta de Cofradías de la Semana Santa de Cuenca. Esta primera Junta provisional acordó la modificación del recorrido de la procesión del Silencio que a partir de ese año lo haría de forma inversa a como venía realizándolo.

Años de transición

Tras los esfuerzo de los primeros años de la posguerra, la reconstrucción estaba prácticamente finalizada. Las hermandades, pese a la precariedad económica, lograban, año tras año, poner sus imágenes en la calle e ir adquiriendo poco a poco parte de los enseres perdidos. Se iniciaba entonces un periodo en el que el principal objetivo era lograr recursos económicos para engrandecer los desfiles existentes.

El 26 de marzo de 1950 se acordó que, por primera vez en la historia, los 20 banzos de “El Prendimiento” se adjudicaran mediante subasta. Gracias a este nuevo método, la Hermandad ingresó ese año 726 pesetas. El banzo más caro se adjudicó en 50 pesetas mientras que el más barato alcanzó las 16 pesetas. La subasta de banzos había sido un importante revulsivo económico. Atrás parecían quedarse los años en los que las aportaciones desinteresadas de muchos

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cofrades habían servido para reconstruir una cofradía que en poco más de una década había pasado de la veintena de hermanos a contar con más de 300. Sin embargo, posiblemente por la falta de hermanos, en 1956 desaparecería momentáneamente la subasta de banzos cubriéndose los puestos por petición de los hermanos que se comprometían a entregar un donativo voluntario.

En 1959, la Hermandad encargó a Gimeno Monrabal el dorado de las andas, trabajo por el que se abonó la cantidad de 29.900 pesetas.

La Semana Santa de Cuenca atravesaría en los años sesenta uno de sus peores momentos desde la reconstrucción tras la Guerra Civil. Mientras que algunas hermandades conseguían suculentos beneficios en sus subastas, otras tenían que buscar banceros allá donde no los había. Sin embargo, tras unos años repletos de dificultades, fue en este el momento cuando “El Beso de Judas” volvería a recuperar su esplendor, seguramente gracias a la incorporación de gente joven. Así, el interés mostrado por los hermanos en los dos últimos años por participar en el desfile como banceros hizo que se recuperase la subasta de banzos de cara a la Semana Santa de 1965. Se recaudaron 4.130 pesetas por este concepto, siendo el banzo más caro el subastado en último lugar por José Antonio Sáiz que pago 325 pesetas. Entre los portadores del paso aparecían gran cantidad de nombres nuevos que correspondían hermanos que rondaba los treinta años.

En 1972, tras la rápida adjudicación de los 22 banzos disponibles, “con un promedio de quinientas pesetas por banzo”, y al quedarse varios hermanos con el deseo de ser banceros, se acordó tras el oportuno debate ampliar el número de banceros en dos más, puestos estos que fueron cubiertos inmediatamente.

No era objetivo de la Hermandad atesorar riquezas por lo que, tras conocer la disponibilidad económica –más de 30.000 pesetas-, en 1973 se acordó encargar un nuevo guión y dos estandartes –que se estrenaron en 1975-, así como retocar y pintar la imagen, lo cual se encargaría a Marco Pérez. Igualmente, se llegó al acuerdo de utilizar el dinero restante para confeccionar túnicas para los hermanos que las necesitasen.

Tras la Semana Santa de 1973, la Junta de Cofradías concedió a la Hermandad el premio “Cinta verde”, “por el comportamiento ejemplar de los banceros portadores de la imagen, exhortándoles a esforzarse para conquistar tal distinción en años sucesivos”

En 1978, se estrenaron andas nuevas confeccionadas por los Hermanos Pérez del Moral y en las que se gastó 375.000 pesetas. También, se habían encargado horquillas nuevas de hierro por un importe de 11.712 pesetas.

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INVESTIGACIÓNHABLAN LAS HERMANDADES

Despegue definitivo

El buen momento por el que atravesaba la Hermandad en los primeros años de la década de los 80 hizo a la Junta Directiva plantearse la posibilidad de recuperar algunas de las tallas que desfilaban antes de la Guerra Civil. Se pensó en “Jesús en el Pretorio” y aquel año comenzarían las gestiones oportunas para su construcción. Se pensaba que habría suficiente número de banceros para portar la nueva imagen sobretodo viendo el importante aumento que habían experimentado las listas de cofrades que habían pasado en el último año de los 443 a 520. El escultor elegido para realizar el nuevo paso fue el conquense Javier Barrios, quien se había ofrecido desinteresadamente a realizar la obra. Así las cosas, la Hermandad sólo debería costear el material necesario y las andas, estimando que el coste de ambas cosas rondaría los dos millones de pesetas. El mismo artista sería el encargado de realizar una placa como homenaje a la Banda de Música de Horcajo de Santiago por su colaboración con la Hermandad. La nueva imagen procesional desfilaría por primera vez en 1987.

Tres años después, en la Junta General del 8 de abril de 1990, “El Prendimiento” tomaba la decisión de que ese año, sería el último en el que desfilaría “Jesús Ante el Pretorio” por “considerar que no reúne los requisitos artísticos necesarios para desfilar en nuestra Semana Santa”.

Durante muchos años, al Hermandad discrepaba con la Junta de Cofradías por la colocación de las bandas de música en el desfile de la noche del Miércoles Santo, entendiendo que existía cierta discriminación. Por este motivo, en la Junta General celebrada el 20 de marzo de 1999, “El Prendimiento” decidió contratar, al margen de la Junta de Cofradías, a la Banda de Horcajo de Santiago para que desfilase tras el paso titular de la cofradía en la Semana Santa de ese año. Este hecho provocaría un cruce de correo entre la Hermandad, la Junta de Cofradías y la Banda de Música.

Y llegó el Miércoles Santo 31 de marzo. A la hora prevista, la Banda de Cornetas y Tambores de Campo de Criptaza inició el toque de corneta y el consiguiente replique de tambores. Bajo la presidencia de los Hermanos Mayores Ángel Quintero y de Pedro Culebras, el Beso de Judas salió a la calle seguido por la Banda de Horcajo de Santiago bajo la batuta de Superancio Martínez. A la altura de la Puerta de Valencia, don Teodoro Rubio de la Hoz, coadjunto de la parroquia de El Salvador, bendijo la placa realizada por Miguel Ángel Moset que, en honor de la hermandad, luce desde ese momento en el edificio propiedad de Pedro Martínez, quien durante seis años había ostentado el cargo de secretario de la Hermandad.

Tras la Semana Santa, el 27 de abril, la Junta General de la Junta de Cofradías aprobó, por 63 votos a favor, 11 en contra y un voto en blanco, incoar expediente a la Hermandad por la contratación de la Banda de Horcajo de Santiago al entender que quien tiene reconocida la competencia para contratar las Bandas de Música es la Junta de Diputación de la Junta de Cofradías “y no ningún otro órgano, ni unipersonal ni colegiado”.

El 3 de abril de 2000, un año después de los hechos, la Junta General de la Junta de Cofradías acordaba sancionar a la Venerable Hermandad del Prendimiento de Jesús con dos años sin ser acompañada por banda de música alguna. La hermandad asumió la sanción y no ejerció su derecho a presentar recurso de reposición ante la Junta General de la Junta de Cofradías. Sin embargo, la Junta General, celebrada el 14 de abril de 2000, tras la intervención del Sr. Presidente de la Archicofradía de Paz y Caridad en la que argumentó la no presentación del recurso por parte de la Hermandad, la confraternidad entre hermandades y la celebración del año Jubilar, acordó, por 43 votos a favor, 14 en contra y 7 en blanco, anular la resolución de sanción.

Hoy, “El Prendimiento” es una hermandad saneada económicamente que cuenta en sus filas con 534 hermanos y 226 hermanas que se rigen por los Estatutos aprobados el pasado 3 de febrero por el Obispo de la Diócesis, Ramón del Hoyo López. La ilusión de sus hermanos le ha llevado a superar momentos difíciles en sus cien años de historia. El esfuerzo de todos ellos, principalmente el de sus fundadores y el de aquellos que participaron activamente en su reconstrucción tras la Guerra Civil, y su ilusión por contribuir activamente al engrandecimiento de la Semana Santa de Cuenca ha hecho posible que ahora podamos celebrar su primer centenario.

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Alejadas en el tiempo pero unidas en un objetivo común: fomentar la participación de los más jóvenes. Este es, sin duda, el principal nexo de unión de las hermandades que protagonizan los desfiles procesionales en los Domingos de Gloria de la Semana Santa de Cuenca, el de Ramos y el de Resurrección. Tampoco pasa desapercibido que cerca de la mitad de sus cofrades sean comunes, algo que viene ocurriendo desde la fundación de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Resucitado allá por los primeros años de la década de los 70 cuando algunos directivos de la cofradía de Nuestro Padre Jesús Entrando en Jerusalén se hacen cargo de los preparativos para organizar el desfile del Domingo de Resurrección.

No es por ello extraño que por segundo año consecutivo, aprovechando el periodo vacacional de la Navidad, ambas hermandades hayan organizado conjuntamente dos talleres dedicados a los más jóvenes: uno de cerámica dirigido por el artista conquense Luis Castillo y otro de pintura y plástica celebrado en el Museo de Arte Abstracto de la capital.

Como novedad, el taller de cerámica se celebró en el nuevo taller que Luis Castillo ha instalado en la pedanía conquense de La Melgosa. Esta actividad sirvió como acto inaugural del nuevo recinto del artista y a él asistieron 38 alumnos de edades comprendidas entre los cuatro y los doce años.

Durante tres días, del 29 al 31 de diciembre, los jóvenes nazarenos se desplazaron en autobús hasta La Melgosa donde recibieron unas nociones básicas sobre la utilización del barro ya que, en la mayoría de los casos, éste era su primer contacto con el mundo de la cerámica.

Repartidos por grupos según su edad, cada uno de los asistentes tuvo la posibilidad de dejarse llevar por su creatividad y plasmar en la arcilla cualquier objeto elegido por ellos mismo. Animales, nazarenos, pendientes... fueron algunas de las creaciones sin que faltasen las representaciones de las tallas titulares o los escudos de las hermandades organizadoras. Todo, bajo la mirada atenta de Luis Castillo.

Otra forma de hacer hermandadPor Luisma Calvo

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Paralelamente, el Museo de Arte Abstracto de Cuenca acogió a otros 25 de estos “alumnos especiales”. A lo largo de dos jornadas, Celina Quintas y Silvia Garrote, encargadas del Plan Educativo del Museo, se afanaron por acercar a sus jóvenes visitantes algunos aspectos de la labor que se viene desarrollando en el Museo de las Casas Colgadas.

Como toma de contacto, los niños conocieron los contenidos del museo mediante una visita guiada por las distintas salas permanentes y la exposición temporal del artista Esteban Aguirre. Ya en un ambiente más distendido,

comenzaron los trabajos en el taller que durante la primera jornada se centraron en la realización de dibujos alusivos a las dos Hermandades organizadoras de estas actividades y para los que se utilizaron diversas técnicas (acuarela, acrílicos,...).

La segunda jornada en el taller estuvo dedicada a la interpretación sobre planchas de estaño de los escudos de “La Borriquilla” y “El Resucitado”. Tras realizar un boceto, los niños se iniciaron en esta técnica artística siempre de la mano del personal del Museo de Arte Abstracto.

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El propio director del Museo, Antonio Garrote, fue breve y conciso a la hora de hacer un balance de esta actividad: “nos lo hemos pasado muy bien”. Además, Garrote, recordó que el Museo de Arte Abstracto “esta abierto a actividades culturales relacionadas con la Semana Santa”, haciendo un llamamiento a otras Hermandades y Asociaciones para que encuentren en este espacio un lugar de acogida para sus proyectos relacionados con la cultura.

Ahora, las Hermandades tienen previsto ealizar una exposición con los trabajos realizados por sus cofrades más jovenes durante las pasadas navidades.

Como ya ocurriese el año anterior, tanto las Hermandades organizadoras como los participantes se han mostrado satisfechos por el desarrollo de estas actividades que buscan, además de entretener y formar, alimentar en sentimiento de hermandad más allá de los tradiciones desfiles procesionales.

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De nuevo, la rueda del tiempo nos sitúa en unos días muy marcados para nuestra pequeña ciudad, que durante una semana se va a convertir en una gran ciudad para todos sus habitantes. Unos días en los que se junta la emoción, la liturgia, el luto y por qué no la alegría de todos los conquenses para rememorar la Pasión de Cristo.

Desde hace unos meses todas las hermandades se preparan para vivir nuestra Semana Santa, juntas para subastar banzos, estandartes... camareras que visten las imágenes, etc. Pero no debemos de olvidarnos de todas aquellas personas que preparan con tanto entusiasmo los conciertos de Música religiosa para interés de todos los conquenses y turistas que vienen a nuestra ciudad atraídos por su Semana Santa.

Por las calles de Cuenca, va oliendo a esas deliciosas torrijas que tanto madres como abuelas realizan en sus casas a la vez que confeccionan las túnicas y capuces para salir en el desfile procesional, tradición que dentro de muy poco tiempo heredarán sus hijos e hijas, que a día de hoy, están jugueteando por los parques con todos sus amigos a que llevan un paso con diferentes muñecos que ellos mismos han confeccionado.

Como ya digo, el ambiente semanasantero se va haciendo notar poco a poco por la ciudad conquense, y es que la Semana Santa de Cuenca, otro año más ¡ha llegado!

Viernes de Dolores: Recuerdo una tarde soleada en la que mis padres me llevaron a la parte alta de la ciudad. Tras una breve caminata nos situamos en la ermita de Nuestra Señora de las Angustias donde, con el último rayo de luz, se agolpaban en la puerta de dicha Ermita decenas de personas (niños, mayores, ancianos, enfermos...) para besar el manto de la Virgen, toda ella dolorosa por el sufrimiento de su hijo. Si, recuerdo esa calurosa tarde de viernes que poco a poco se fue vistiendo de luto.

Domingo de Ramos: desperté una mañana de domingo y vi que la ciudad se había vestido de fiesta, por Carretería

II Pregón Juvenil de Semana Santa

Por Mª Inmaculada González Fernández

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Semana Santa 2003

Organizado por la Vble. Hdad. de Nuestra Señora de la Soledad del Puente

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se ven correteos de niños que iban de la mano de sus padres y abuelos, bien peinados, con ropa nueva para guardar la tradición y con sus palmas y ramas de olivo para recibir al salvador montado en su borriquilla seguido de una madre jubilosa aclamada por todos los conquenses. Entre palmas y personas pude apreciar capuces rojos, signo de que la Semana Santa había llegado.

Lunes Santo: Bajo un frío y tupido tul de tinieblas en la Noche Santa, se puede ver al cristo de la vera Cruz descendiendo de las escalinatas de la Catedral Basílica de Cuenca, donde se pronuncia la Primera Palabra de las llamadas “LAS SIETE PALABRAS”, a cargo del Obispo de la diócesis. Más tarde, continúa el desfile procesional haciendo un alto en las distintas iglesias que el cortejo encuentra en su camino, hasta cubrir las “SIETE PALABRAS”, pronunciadas por el Cristo de la Vera Cruz.

Martes Santo: a eso de las ocho de la tarde sale de el Salvador, de San Andrés y la iglesia de Felipe Neri el desfile de la Procesión del “Perdón”. Desde mi fila, con mi tulipa, voy alumbrando los rostros de todas aquellas personas que con todo su respeto observan el paso de nazarenos, penitentes y las Imágenes que con sus rostros de tristeza, son llevadas a hombros de los distintos banceros: María Magdalena o Jesús de Medinaceli, son dos de los cinco pasos que desfilan durante la Noche Santa del Perdón en Cuenca... es Martes Santo.

Miércoles Santo: ha caído la tarde sobre la ciudad y Cuenca se prepara para otra noche de procesiones, que hoy van precedidas por el color blanco de los capuces que reflejan la luz de la luna, que desde lo más alto del cerro del Socorro parece observarnos con su peculiar mirada. A todo ello se une el silencio de la noche, roto por el sonido de las horquillas de los diferentes banceros que portan las imágenes del Huerto se San Esteban, el Ecce-Homo de San Miguel o de la Virgen de la Amargura con San Juan Apóstol, y el compás de los tambores que van subiendo por la calle Alfonso VIII hasta llegar a la Plaza Mayor para “recoger” la Santa Cena. Es Miércoles Santo en Cuenca y la Procesión del “Silencio” no ha hecho más que comenzar.

Jueves Santo: casi sin terminar de comer, debemos desplazarnos a San Antón para dar comienzo al 5º día de procesiones de la Semana Santa. Hoy empieza verdaderamente la Pasión de Cristo, su martirio, que se da bajo el sofocante calor del sol, rebajado por la suave brisa

que desprende el río Jucar. Nazarenos y penitentes se disponen a dar comienzo a la Procesión de “Paz y Caridad”, con pasos como Jesús Amarrado a la Columna, “La Verónica”, Jesús Nazareno y la Soledad (del Puente).

Viernes Santo: todavía no se ha acostado el último nazareno rezagado del Jueves Santo cuando da comienzo el amanecer mas amargo de la ciudad conquense junto a sus ya populares Turbas (vulgar y equivocadamente conocida como la Procesión de “los borrachos”). Frente a la iglesia de El Salvador cientos de turbos esperan la salida de Jesús Nazareno para acompañarle en su camino al Calvario. A la bajada, frente a la iglesia de Felipe Neri se oye el famoso y tradicional Miserere cuyos turbos no dejan terminar. Detrás aparece San Juan Apóstol Evangelista, y cerrando el desfile la Soledad de San Agustín, rota en llanto por el martirio de su hijo.

Doce y media del medio día sobre la ciudad de Cuenca y desde San Esteban da comienzo la Procesión “En el Calvario” con las imágenes de “La Exaltación” y “El Descendimiento”. Una vez en El Salvador se incorporan las imágenes de El Cristo de la Agonía, La Lanzada y El Cristo de los Espejos (de la Luz) y cerrando el desfile Nuestra Señora de las Angustias. Este desfile nos muestra la muerte de Jesús en la Cruz y junto a ello el sufrimiento de su Madre arropada en todo momento por San Juan y María Magdalena.

Después de ésta Procesión recuerdo a gente bajando a la Ermita de la Virgen de las Angustias para besar las heridas de su hijo Jesús yacente a los pies de la Madre, en cuyas manos se encuentran la corona de espinas, los clavos...

Más tarde, al anochecer, el Entierro, Cuenca, de nuevo de luto, sólo da un toque de calor las llamas de las velas de los nazarenos que acompañan al cuerpo yacente junto a la Cruz Desnuda de Jerusalén y a Nuestra Señora de la Soledad.

Domingo de Resurrección: otro Domingo más, Cuenca y sus gentes vuelven a despertar, esta vez con más alegría que el anterior, en los ojos de las personas pude ver las lágrimas de alegría por la Resurrección del Señor, en la conquense plaza de Canovas “El Encuentro” de Jesús Resucitado y la Virgen del Amparo bajo un manto de palomas blancas Madre e Hijo se funden en un suspiro de alegría mientras que cientos de ciudadanos despedimos un año más la Semana Santa, nuestra Semana Grande y la de todos aquellos que disfrutan de ella.

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El 14 de junio de 2003, sábado, se realiza el traslado, de nuestra Imagen Titular, al taller del afamado restaurador, en la madrileña calle Diego de León muy cerca de donde salió en el año 1946 para formar parte de nuestra Semana Santa, calle Ayala número 100. En el mes de abril regresará a nuestra ciudad donde volverá a lucir toda su grandeza en el desfile procesional del Viernes Santo.

Esta restauración es debida al mal estado en el que se encuentra la Imagen y en un primer estudio se puede apreciar:

• Suciedad superficial acumulada

• Manchas dispersas

• Oxidación

• Faltas de material originales

• Pérdidas de policromía

• Levantamientos de material

• Pérdidas de la capa pictórica por falta de adherencia

• Repintes

• Roturas de diversos elementos

Restauración del Cristo de la Agonía

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Las causas de este mal estado son atribuibles al paso del tiempo, más de cincuenta años; a las condiciones atmosféricas durante los desfiles procesionales; a las manipulaciones en las puestas y quitadas de andas, a los retoques en los desperfectos, etc...

La restauración será realizada por D. Raimundo Cruz Solís, restaurador titulado en escultura y profesor del Estudio-Taller de Arte de la Conferencia Episcopal Española. Como ejemplo, podemos citar los últimos trabajos realizados por tan afamado restaurador:

• Cuenca: Virgen de las Angustias, Jesús Amarrado a la Columna, Soledad del Puente.

• Madrid: Nuestro Padre Jesús de Medinaceli, Santa María la Real de la Almudena, Jesús Nazareno “El Pobre”.

• Sevilla: Nuestro Padre Jesús “El Cachorro”.

El proceso de restauración consistirá en:

• Desinfección de la madera

• Fijado del color, protección de la capa pictórica

• Limpieza, suciedad acumulada, manchas, oxidaciones...

• Levantado de repintes

• Estucado, juntas de unión, lagunas, grietas...

• Reintegración del color

• Barnizado

• Restauración de la cruz

Lo que también se pretende con esta restauración es preservar los valores originales artísticos e históricos, para conseguir una obra para ser admirada en todo su explendor.

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Es un hecho que las cosas son como son y, muchas veces, no como a la totalidad les gustaría que fueran. Esta máxima vale para el conjunto de los actos de la vida, pero especialmente incide de forma definitiva en todo aquello que es fruto de la tradición consuetudinaria, y su estructura ha sido desarrollada a través de un lapso de tiempo más o menos extenso, y por gentes diversas, pertenecientes por lo común a varias generaciones. Por este motivo, su diseño se ha visto influenciado por muchas variables, por muchos talantes y por muchas opiniones; unas veces, convergentes con nuestra visión actual y otras, divergentes de ella, cuando no en franca contradicción. Mas en ello reside su valor reverencial, en esa pervivencia a través de todos los avatares y gracias o a pesar de tantas personas y pensamientos dispares que puedan emanar de la mente humana.

Las Turbas de Cuenca son una de esas tradiciones populares que han sobrevivido al tiempo y al espacio para mostrar los sentimientos de un pueblo. En ellas, se concentra un fundamento religioso que las motiva y da carta de naturaleza, digamos que es su base formal; pero también, conviviendo con su contenido espiritual, poseen un sentido sociológico de componente civil y laico, que puede parecer contradictorio y hasta esquizofrénico al espectador poco ducho, mas es lo que lo hace atractivo y le ha dado la fama y el predicamento que tiene en el resto de España e incluso en algunos lugares del extranjero. Lo que consecuentemente sería una contradicción, se resuelve en una paradoja profundamente humana, en la que reside el valor teológico de una dicotomía que explica a la perfección la principal verdad cristiana: Dios y los hombres.

En origen, las Turbas se componían de un grupo reducidísimo de integrantes, contratados bajo estipendio aportado por las clases dominantes mas relevantes, para representar al pueblo judío que vilipendiaba a Cristo en su Pasión. Eran, por definición impuesta por las circunstancias de la vida, humildes, tanto económica como culturalmente, y se les pagaba para que hicieran el papel de malos en la representación. Desfilaban delante de la Hermandad, pero apartados de ella a partir de su vanguardia de símbolos procesionales, exentos de los píos hermanos que lo hacían en orden penitencial, mayoritariamente procedentes de la

Turbas: la tradición insobornable

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Grupo Turbas

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clase acomodada, que asumían y eran contemplados en el papel de buenos. Simplificando, los primeros eran considerados la escoria social y víctimas del rechazo de esa misma sociedad que los patrocinaba, tenían que darse ánimos para afrontar la representación, con más o menos libaciones etílicas -de ahí el innombrable sobrenombre con que se conoce a esta procesión-; los segundos, farisaicamente, levantaban señalando el dedo acusador. Así, tomaba cuerpo la paradoja y se veían sumidos en el esquizofrénico papel de verdugos en la representación procesional y de víctimas en el gran teatro del mundo.

Con los cambios sociológicos, ideológicos y políticos que con el tiempo se llevaron a cabo en el seno de nuestra sociedad, algunos hijos presuntamente descarriados de la sociedad dominante, jóvenes alocados, comenzaron a

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integrarse en las Turbas, sencillamente por un deseo jovial de epatar de universitarios rebeldes y, junto a compañeros y amigos de los lugares donde estudiaban, empezaron a incrementar en número de participantes, en medio del íntimo consentimiento de sus tutores, manifestado al exterior con una circunspecta sonrisa sardónica. De esta forma, se llegó a la aceptación social de los turbos, el desbordamiento de la compartimentación rígida de la escala social y la masificación y deconstrucción de esta manifestación, puramente religiosa en principio y, expresamente, secularizada ahora.

Por los vaivenes de la política, los aires sociales retornaron, en un determinado momento, a soplar hacia posturas añoradas y se propició que saltase la chispa que hizo detonar la crisis, sin ser ésta muy diferente de la práctica habitual

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de los últimos años. El punto de inflexión se concretó en los incidentes acaecidos en la puerta de la iglesia de San Esteban el Viernes Santo de la Semana Santa del año 2002. Se calentaron los ánimos dentro de la Hermandad y, los hermanos, sabiamente inducidos hacia un particular buen camino, decidieron permanecer encerrados alegando falta de seguridad, sin desfilar el Viernes Santo de la Semana Santa del año 2003; se mantuvieron firmes en su decisión a pesar de las exhortaciones de las instituciones religiosas y políticas de la ciudad, y ante el clamor ciudadano. El hecho trajo consigo una serie de consecuencias poco o nada edificantes dentro del ámbito de una Semana Santa, con actuaciones traumáticas para todos, unas veces presididas por el acierto y otras por el error, pero que en conjunto, dejan mucho que desear de ciertas actitudes. La fractura dentro de la Hermandad es palpable y es algo que debería haberse evitado por todos los medios.

La perspectiva para el desfile del Viernes Santo de la Semana Santa del año 2004, parece haber despejado los nubarrones del horizonte tras la celebración de la Junta General de la Hermandad del día 7 de febrero, en la que los hermanos, por mayoría asistente, decidieron dar su sí a la salida. Desde el Grupo Turbas, deseamos fervientemente que la herida esté cerrada y no lo haya hecho en falso, cicatrizando sinceramente, y sin que una imprevisible infección, presente en el futuro nuevas complicaciones. Es mejor pasar página sin empeñarse en encontrar culpas ni culpables. Dejarse de enfrentamientos entre patricios y plebeyos, porque unos y otros, afortunadamente para todos, dejaron de existir hace mucho tiempo con la asunción de la democracia, que ha homogeneizado en lo que cabe la sociedad.

El Grupo Turbas ha decidido mantenerse en la línea de autocontrol que ya demostró el año pasado, exhibiendo durante el desfile un comportamiento digno dentro de su papel. Para ello pedimos a todos los turbos un respeto exquisito a todo el resto de participantes, a todos los hermanos de las hermandades que se integran en el desfile, autoridades, músicos, espectadores presentes en las aceras; invocamos su colaboración para seguir las indicaciones de los miembros de los grupos de seguridad y orden, tanto internos como externos, así como las instrucciones de las fuerzas de orden público; apelamos a su espíritu humanitario para ayudar a los que por una u otra causa, se vean impedidos a continuar el recorrido y tengan que apartarse del paso del desfile y, por último, rogamos encarecidamente que, bajo ninguna circunstancia, respondan a las provocaciones si las hubiera, vengan de donde o de quien vengan.

Deseo que esperamos cumplir y hacer cumplir para que la Semana Santa de Cuenca siga gozando del esplendor que la caracteriza y el predicamento turístico del que disfruta.

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Poco a poco, se van elevando unos abultados ojos dormidos, anárquicamente situados alrededor de un dédalo de intuidas calles de nuestra ciudad, y en su levitar van dejando entreabiertos los párpados que muestran tímidamente su pupila; en lo más alto, el ojo alcanza toda su expresión, en su interior, se refleja la media luna del Cuarto Creciente en Noche de Cuaresma que corona la escultura de barro cocido. Bux, a través de una de sus cincuenta piezas, su peculiar y personal sentimiento de lo que el llamó: “Mi Semana Santa, Sentimiento y Barro”, en la exposición monumental que nos ofreció la pasada Semana Santa de 2003, en el Salón de Actos del Palacio de la Diputación Provincial , entre el 4 y el 26 de abril.

Una exposición donde el artista conquense nos mostró el arte de su reconocida segunda etapa. Una etapa llena de grandes composiciones en las que el policromo engobe nos recordaba, en cada pieza, a los colores de las procesiones que conforman la Semana de Pasión de Cuenca, colores tan austeros como las diferentes tallas procesionales que la integra, tan nobles como la propia materia prima de la que se nutre su oficio convertido en arte.

Su obra es personal e inconfundible. Al realismo que deja entrever en sus esculturas de barro, se le une el surrealismo del que orgullosamente presume; un surrealismo que aflora desde lo más recóndito de su inspiración y que nos invita a aproximarnos al artista de Figueras del que este año se conmemora el centenario de su nacimiento, su admirado Dalí.

La composición de sus piezas de cerámica, todas distintas pero con una seña de identidad, hace indiscutible su paternidad.

Su obra ha traspasado el ámbito provincial, regional y nacional, el reparto de su obra alcanza ciudades como París o Nueva York.

Por Juan Carlos Muñoz del Olmo

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Tomás Bux, sentimiento nazarenoUn artista comprometido con la V. H. de “La Negación de San Pedro”

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Son muchas las personalidades que cuentan con obra de Bux: desde Ministros a Toreros; pasando por deportistas; locutores; políticos..; todos ellos de relevancia nacional.

Pero..., intramuros, seguramente, con lo que más identificamos los nazarenos conquenses a Tomás Bux es por su vasta obra relacionada con la Semana Santa de Cuenca, mostrada en diversas exposiciones y locales comerciales de la capital en época cuaresmal.

Buena prueba de ello la tenemos en algo que viene siendo tradicional ya desde hace unos años y es que, el órgano que aglutina a las diferentes Hermandades, la Junta de Cofradías de la Semana Santa de Cuenca, con sumo acierto, viene entregando, el Viernes de Dolores, a quienes han tenido el honor de ser Pregoneros y Cartelistas, una escultura que representa a un nazareno revestido con el hábito de la hermandad a la que pertenecen cada uno de los elegidos.

Asimismo, la institución nazarena, posee dentro de sus fondos artísticos y culturales, entre otras piezas de Bux y de no menos relevancia, una colosal escultura que recoge a un conjunto de banceros que, hombro con hombro, representan el esfuerzo de todas y todos los que trabajan calladamente para engrandecer nuestra Semana Santa de una forma digna y ejemplar.

Innumerables son los encargos de piezas que recibe, por parte de particulares y de hermandades; recientemente ha finalizado un mural en relieve para la V.H. del Stmo. Ecce Homo de San Miguel, que, a buen seguro, nos sorprenderá desde el mirador privilegiado de alguna calle de nuestra ciudad.

Indiscutiblemente, se adivina un compromiso entregado de Tomás Bux con la Semana Santa de Cuenca, donde, de forma acertada, expresa su “Sentimiento y Barro”.

Pero, si de compromisos hablamos, tácito es el que tiene hacia la Venerable Hermandad de la Negación de San Pedro desde lo más profundo de su corazón, desde sus más nobles sentimientos. Hermano de contadas hermandades desde niño y hermanado con una de ellas desde su humildad.

Quien conoce a Bux, sabrá de la humildad de su persona, rebosante por todos los poros de su piel, salpicados por esas manchas de arcilla que, en su quehacer, se quedaron por un momento empeñadas en mostrar lo que son, estrellas perdidas de una gran y bella obra en eclosión.

Comprometido desde el inicio, Tomás Bux, es uno de los hermanos que figura como fundador y bancero desde el primer año del desfile en 1997, actualmente miembro implicado en su Junta de Diputación

El compromiso con esta joven Cofradía, no queda aquí, se traslada a la primera celebración de los Actos y Cultos que, en Honor a su Titular, celebró la Hermandad; de ahí, hasta hoy en día, todos los años, sin que nadie se lo pidiera ha venido ofreciendo a la Hermandad una escultura de cerámica con motivos alusivos a la misma, para ser sorteada entre los asistentes, durante la Comida de Hermandad,

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Tomás Bux junto a miembros de la Directiva de la V.H. de la Negación de San Pedro, en la exposición de la Diputación Provincial. De izquierda a derecha: D. Anastasio Martínez (Consiliario) Tomás y Paco (vocales) Juan (secretario).

después de la Solemne Función Anual.Piezas únicas, con las que, año tras año, deleita a las

hermanas y hermanos de la Venerable Hermanad de La Negación de San Pedro con una genial y novedosa obra: un nazareno, el conjunto escultórico, un grupo de banceros, un gallo...

¿Con qué fin? la respuesta sencilla y escueta de Bux, pero cargada de sentimiento: “para crear ambiente de hermandad”.

No se equivocaba, es un acicate para la participación en una joven Hermandad de nuestra Semana Santa. Joven, pero con lazos tan fuertes que le unen a la Semana Grande a través de otra Hermandad de la Procesión del Silencio en la noche del Miércoles Santo, representada en uno de los tres conjuntos escultóricos en sus desfiles por las calles de Cuenca antes de la contienda civil.

Una joven Hermandad con un antiguo paso recuperado.También es compromiso de Tomás Bux con la V.H. de

La Negación de San Pedro, el mural en bajorrelieve que se encuentra colocado en el itinerario del desfile procesional.

En el mural, se puede contemplar el paso procesional que da nombre a la Hermandad, resaltando en un primer plano la figura de San Pedro, en un segundo plano el Soldado del Sanedrín y la Portera de Caifás, y en un tercer plano el resto de elementos que rodean al conjunto

escultórico (pebeteros, columnas, leyenda,...), consiguiendo con ello un efecto tridimensional.

Con un toque surrealista y en su parte superior izquierda, se contempla la luna llena del primer plenilunio primaveral con la imagen dibujada del gallo de la pasión en actitud de canto.

El mural descansa a su vez sobre una base de piedra de nobelda, tallada en su estela la leyenda: “Venerable Hermandad de La Negación de san Pedro” , asimismo en su lado izquierdo vemos el emblema de la Hermandad y en el lado derecho el escudo de Cuenca. Todo el perímetro del mural se encuentra enmarcado en piedra de las mismas características.

La realización del trabajo en piedra fue llevada a cabo junto al también artista conquense, y hermano de La Negación, Eduardo Luis Bustamante Monedero.

Fue inaugurado y bendecido en la Semana Santa de 2002, en honor de todos los hermanos y hermanas, de los que están y de los que nos dejaron, en definitiva: por y para todas las luces que se encendieron, se encienden y se encenderán.

Ante la situación económicamente precaria que viene padeciendo la Hermandad y ante la necesidad de adquirir varales para los estandartes y guión de la Hermandad, y así poder devolver a la R.I.V. Cofradía de Ntra. Sra. de las

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Angustias los que actualmente utiliza en el desfile, que gustosamente se los dejó en usufructo. Tomás adquirió otro compromiso con la Hermandad. En la pasada Navidad de 2003 decidió hacer un regalo a la Hermandad. Su creatividad le llevó a trabajar otro material: el papel. Diseñó un dibujo y en una tirada limitada (sesenta grabados en color sepia) plasmó el conjunto escultórico de La Negación de San Pedro llevado a hombros por sus banceros. Un desfile imaginario entre los hocinos de Cuenca, acompañado de la ya simbólica luna surrealista con el gallo dentro de ella en actitud de canto. Al fondo, sobre las rocas, la Iglesia de San Pedro y la arquitectura civil y religiosa que le acompañan en tan impresionante panorámica.

Los grabados los donó íntegramente a la Hermandad para ponerlos a la venta y poder recaudar el dinero suficiente para la adquisición de los varales para los Estandartes y Guión de la Hermandad.

Ese gesto ha hecho realidad el poder desfilar en la Semana Santa de 2004 con varales propios. Gracias Tomás.

Todo este gesto desprendido, de hermandad, de

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colaboración, nos recuerda a algunos de los principios que dan origen y sustentan las Hermandades, con fines de ayuda mutua, benéficos...,principios a los que nunca hay que renunciar, ya que parten de Enseñanzas bien conocidas.

Solo nos queda estar a la expectativa para ver con qué obra nueva nos sorprenderá Tomás Bux esta Semana Santa de 2004, si le acompañará títulos tan sugerentes y surrealistas como sus propias esculturas en la exposición del año pasado en el Palacio de la Diputación ( “Silencio roto por el llanto”; “Penitencia observada”; “Azota, clava, rompe...mata”; “Turbo Cristo”; “Sentimientos lívidos del amanecer”; “Despojado en la Noche Blanca”; “Antes de que el gallo cante, me negarás”... )

Puede sorprendernos con innovaciones, pero sus esculturas tienen la impronta que se reseñaba del artista, ese halo inconfundible que a uno le hace expresar: “...es de Bux.”.

Sigue Tomás hurgando con tus dedos en el barro. Me hermana a ti mi corazón nazareno, tus sentimientos, que son míos, nuestros....Dales forma, permítenos ver lo que llevamos dentro dicho en arcilla.

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Tras los tremendos desastres ocurridos en la guerra civil española, la ciudad de Cuenca se encontró con su Semana Santa totalmente arruinada. Su semana mayor, celosamente construida a lo largo de los siglos por sus verdaderos hijos, querida y alabada entre las mejores del país, había sido convertida en humo. Aquel humo, no sólo se llevó docenas de tallas procesionales con sus enseres, se marchó también con sus documentos, templos, personas, tradiciones....,¡pero quedó lo más importante, la incombustible Fe!.

“y las campanas no pudieron tañer a la Noche del Silencio en Carretería, y el milagroso Cristo de Límpias quedó sin su réplica en agonía de fuego y tiros, el Ecce Homo de San Gil ya no volvió a mirar el cielo conquense, partió, quizás hacia una tierra diferente, donde la palabra guerra no tuviera cabida; y la noche Larga se tornó muda, sin los clarines del amanecer, sin el ruido de todos los tiempos...”.

A continuación, comenzó la tarea de la reconstrucción, costó muchos años y en ella destacan personas y hechos que son parte de esa historia, también del pasado siglo XX.

Durante la guerra, y en contadas ocasiones, alguien consiguió guardar y ocultar, arriesgando su vida, cosas que hoy son admirables; y así, de vez en cuando, surgen de algún desván fotografías, actas, programas, o datos, gracias a los cuales podemos acercarnos a la Semana Santa vivida en otros tiempos. No todo ha sido dicho al respecto, existen infinidad de datos desconocidos, olvidados u obviados. El artículo que aquí sigue está dedicado a la memoria de todas aquellas personas que trabajaron por nuestra Semana Santa, la forjaron, construyeron y reconstruyeron. Retrocedamos hasta 1928, un año lluvioso como otros, pero clave para poder comprender el momento al que habían llegado las procesiones, las cofradías y los propios conquenses unos años antes del desastre.

INVESTIGACION La Semana Santa de Cuenca en 1928Enrique Valero Moscardó

Cuenca en 1928. Espectacular fotografía de la parte antigua de la ciudad desde el occidente. Destacan, sobre la vieja parroquia de San Miguel y su barrio: la gran nave central de la catedral abierta y sin fachada, así como la arista rocosa del Cerro, con la antigua ermita de Ntra. Sra. del Socorro vista de frente. (Colección E.Valero)

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Cuenca, 29 de Febrero de 1928Ayuntamiento de Cuenca.

Reunión de la Comisión Permanente. Preside el Sr. Alcalde ( Sr. Conversa) y se toman, entre

otros, los siguientes acuerdos con respecto a la próxima celebración de la Semana Santa:

• Autorizar a la hermandad de Ntra. Sra. de las Angustias para que la cuesta de acceso al atrio se convierta en Vía Sacra y se les conceda la cruz que hubo en la plaza del Carmen, para que sea colocada en dicha cuesta.

• Conceder la Banda Municipal gratuitamente a las procesiones de Semana Santa.

• Convocar una reunión en la Cámara de Comercio para organizar dicha celebración.

Cuenca, 3 de Marzo de 1928Cámara de Comercio de Cuenca

A primeros de marzo, y con objeto de dar mayor realce y atractivo propio a la Semana Santa de Cuenca, se reúnen en la Cámara de Comercio todos los presidentes de las cofradías, algunos concejales y párrocos, invitados por el Sr. Alcalde.

En dicha reunión, primeramente se trató acerca de la necesidad de completar las festividades religiosas con un programa de festejos profanos, para que el Sábado de Gloria se mantuviese al público forastero en la capital y el Domingo de Resurrección se organizara una novillada de primera fila, terminando con una sección de fuegos artificiales. Al final los acuerdos tomados fueron los siguientes:

Que cada hermandad presentase un informe escrito al ayuntamiento de las necesidades o reformas que cada una deseaba introducir.

Que las imágenes no se dejasen a los paisanos al llegar a la Plaza Mayor y que con el permiso del Sr. Obispo se coloquen unas mesas en el portal del palacio episcopal donde se depositaran en la media hora de descanso.

Que serán cerradas todas las tabernas al paso de la procesión, señalando la Plaza de San Nicolás como la única para establecer bebidas de refrescos.

Por último se trató el tema de las bandas de música.“¡Porque la Semana Santa sea cual nunca se haya

visto en la ciudad de Cuenca!”

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Cuenca, 15 de Marzo de 1928.(Prensa local y nacional )

Tras la difusión de estas primeras reuniones organizadoras, las críticas no tardan en hacer acto de presencia. Al parecer, es necesario potenciar la estancia de los turistas, para lo cual se solicitan rebajas en los billetes de trenes y autobuses, también es necesario crear un cartel anunciador, un programa digno (se vuelve a repetir el mismo de los dos años anteriores con algunos cambios en la publicidad) y unas atracciones profanas menos mediocres que en los pasados festejos (toros, teatro, fuegos, etc..).

Del mismo modo, se insiste en la contratación de bandas de cornetas y tambores militares y mantener la idea de J. Giménez de Aguilar ( el año anterior diseñó los trajes de los centuriones romanos que escoltaron al Ecce Homo de San Gil), así como de intentar crear alguna nueva procesión, ya que desde la creación de la del Silencio, hacía ya veinticinco años, nada se había hecho al respecto.

Pero, como casi siempre ocurre, no había razones para algunas críticas, ya que la Semana Grande se estaba organizando conforme a lo previsto.

En Madrid y la prensa nacional se insertaron anuncios para visitar la ciudad y sus parajes en la mejor época del año, la Semana Santa; y en nuestra ciudad, la actividad en las cofradías era patente al haber encontrado medios para mejorarla.

Unos días más tarde, en la sesión del pleno del Ayuntamiento, se aprobaron las gratificaciones a las hermandades que pidieron para mejorar sus pasos, se aprobaron también los festejos profanos para el Sábado de Gloria y Domingo de Resurrección (corrida de novillos, fuegos artificiales, iluminación de Carreteria, etc..), y dar 600 pesetas a la Banda del Regimiento de Infantería Inmemorial del Rey, número 1, para que asista a la procesión del Santo Entierro.

Por otro lado, el gobernador civil, D. Manuel Roldán dictó un bando contra la blasfemia, según el cual se impondrían fuertes multas a las personas que no se contengan de tan repugnante vicio.

Con todo ello, el programa oficial es publicado a los pocos días.

Desfile de la cofradía de la Oración del Huerto de San Esteban. Impresionante fotografía de la Hermandad del Huerto desfilando en la noche de Miércoles Santo de 1928, fue la primera en iluminar de forma fantástica un paso procesional con bujías eléctricas. Fue destruido totalmente en la guerra civil.

(Foto: Colección E. Valero)

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INVESTIGACIÓN

Miércoles Santo15,00 h. En la SICB se cantaran solemnes tinieblas por

la Schola Cantorum de los PP Paules.20,00 h.: PROCESION DEL SILENCIO (Parte de la parroquia de San Esteban)Pasos: Oración del Huerto (88 cofrades), El

Prendimiento o Beso de Judas (45 cofrades), Las Injurias (no tiene hermandad), Ecce-Homo (62 cofrades), Negación de San Pedro (sin cofradía) y San Juan y la Santísima Virgen (55 cofrades). La procesión describe una larga carrera, formando un círculo en la ciudad que comprende los cuatro puntos cardinales, encerrándose en su lugar de origen sobre la 1 de la mañana.

Jueves Santo15,00 h.: Lavatorio y Sermón de Mandato a cargo del

ilustre Sr. Magistral don Joaquín Mª de Ayala.16,30 h.: PROCESIÓN DE PAZ Y CARIDAD (Parte

de la ermita de San Antonio Abad)Pasos: Jesús en el Huerto (80 cofrades), Jesús en la

Columna ( 68 cofrades), Jesús con la Caña (50 cofrades), Ecce-Homo de San Gil ( 52 cofrades), Ntro. Padre Jesús Nazareno con la Cruz (250 cofrades), Cristo de Paz y Caridad y Ntra. Sra. de la Soledad (74 hermanos). Encerrándose en su lugar de origen sobre las 22,00 h.

Viernes Santo04,00: Apertura de los templos para las visitas al Sagrario.06.00: PROCESIÓN CAMINO DEL CALVARIO (Parte

de la parroquia del Salvador).Precedida por Turbas de Escribas y Fariseos que hacen

burla al Señor con tambores y clarines.Pasos: Jesús con la Cruz y el Cirineo (64 cofrades),

Jesús y la Verónica (no tiene cofradía), San Juan Evangelista (98 cofrades) y Soledad de San Agustín (300 hermanos).

07,00 h.: Oficios.11,00 h.: PROCESIÓN EN EL CALVARIO (Parte de la

parroquia del Salvador)Pasos: Crucifixión ( sin hermandad), Exaltación ( 94

cofrades) 16 banceros portan el paso, Agonía ( 44 hermanos), Santísimo Cristo de la Luz (64 hermanos), Descendimiento ( 68 hermanos) y Ntra, Sra. de las Angustias ( 180 hermanos).

16,00 h.: En el Salvador “Sermón de Soledad”. 16,30h.: PROCESIÓN DEL SANTO ENTIERRO (Parte

de la parroquia del Salvador)Se inicia con el siguiente orden:Precede la Escolta de la Guardia Civil de caballería vestida

de gala y banda de música.

Después, abren la marcha los Heraldos de La Fama, llevando el del centro una cruz sobre un mundo, montado en un caballo blanco, y los de los extremos van sobre caballos negros y tañen clarines con toques lentos y prolongados. Después siguen los de Armas, llevando en medio la Enseña del Cabildo, que es una bandera de damasco de seda de color negro y en el centro, bordado en oro, el escudo en grana, con una cruz fileteada de oro, el sudario de plata, tres clavos al pie de la cruz en oro y puesta la cruz sobre una montaña bordada en sedas de color tierra. A continuación, forman dos filas por las aceras todos los asilados de la casa de Beneficencia, con las Hijas de San Vicente, en recuerdo de los pobres que tanto amó Ntro. Señor Jesucristo. En dos filas, todas las hermandades de la Semana Santa cubiertas con capuz y con tulipas y en medio de estas sus presidentes con los cetros, van a continuación, seminaristas y profesores con velas encendidas, beneficiados y Cabildo Catedral.

Después formaran los pasos de la Cruz Desnuda de Jerusalén, el Santo Sepulcro y la Virgen de la Soledad ante la Cruz, en el centro el cabildo de Caballeros con capas blancas y frac (en la actualidad son 32), antes del Santo Sepulcro irá también el apostolado de Jesús (de nueva creación e idea del prioste don Aurelio Torralba) y doce niños vestidos con túnicas de terciopelo que portan los atributos de la pasión y ciñen coronas de espinas, llevando sandalias y hermosas cabelleras. El Santo Sepulcro va rodeado de la guardia pretoriana y la guardia civil a pie, después los cuatro Evangelistas con todos los distintivos de los escritores sagrados, siguen las niñas que representan a las mujeres: Marta, la Samaritana, la Verónica y las tres Marías con trajes apropiados de la época y portando, respectivamente, el Santo Sudario, el cántaro, el Santo Rostro, los frascos de los ungüentos, el jarro, la jofaina, los dados, los clavos y la corona de espinas. Tras el paso de la Virgen van el clero parroquial, el Excmo. Sr. Obispo y las autoridades eclesiásticas, civiles y militares(en traje de kaki con ros de plumero, leguis, sable y guantes blancos), el ayuntamiento bajo mazas, guardia civil, cuerpo de seguridad, banda de música y el pueblo. Al terminar se cantará un solemne Miserere.

La noche del Viernes Santo estará abierta la ermita de Las Angustias hasta el toque de Gloria, en cuyo tiempo harán compañía a Ntra. Sra. los hermanos de la Congregación y devotos fieles.

Programa de Semana Santa 1928

*Aparte de la programación aquí descrita, cabe decir, que los actos comenzaban el Viernes de Dolores y se sucedían los cultos religiosos durante todos los días hasta el Domingo de Resurrección.

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A la esplendidez del tiempo, los forasteros se han animado y los coches de viajeros y automóviles llegan a esta capital repletos a pasar estas fechas de Semana Santa. A todos les damos la bienvenida deseándoles feliz estancia entre nosotros. Entre ellos, y como cofrade de la hermandad de Jesús ante Anás y Caifas, se encuentra con su familia el inteligente y católico literato, cantor de las bellezas naturales de Cuenca, don Luis Martínez Kleiser.

1928. “Otro año de Novedades”

En este sentido, las mejoras o novedades que durante las procesiones de la Semana Santa de 1928 se iban a producir fueron divulgadas para concentrar el mayor interés y la participación, estas serían: en el paso de la Oración del Huerto (de San Esteban) un juego de baterías para iluminar las tulipas, la corona y el árbol, en el del Beso de Judas (Prendimiento) 20 túnicas para los banceros que portan los tres pasos y túnicas con cola para los hermanos, la cofradía del Ecce-Homo de San Miguel estrenaría grupos de tulipas en sus andas, la hermandad de San Juan y la Virgen desfilaría por vez primera como cofradía, el paso de Jesús en la Columna desfilaría con las andas restauradas, el Ecce Homo de San Gil y Ntro.Padre Jesús (del Puente) irían escoltados por dos centurias romanas, las mismas que horas más tarde escoltarían al Jesús “de las Seis” y al paso de la Verónica, el paso del apóstol San Juan estrenaría una artística palma de plata así como la túnica con banda bordada en oro, regalo de dña.Anselma Lledó (la palma de plata fue expuesta en un comercio de Carretería), Ntra. Sra. de la Soledad de San Agustín estrenaría unas maravillosas andas de plata, la hermandad del Descendimiento también saldría con el grupo de imágenes restaurado, arregladas las andas y mejor decorado, también desfilaría, por vez primera, la Cruz Desnuda de Jerusalén en la procesión del Entierro ( tras el consejo y la aprobación del Ilmo.Sr. Obispo de la diócesis, y de acuerdo con el Sr. Alcalde presidente del Excmo. Ayuntamiento y hermandad de los Caballeros del Santo Sepulcro, han resuelto asistir en corporación formando la compañía de la Santa Vera Cruz, en la solemne procesión del Santo Entierro de Cuenca, en la tarde del Viernes Santo. La cofradía irá en dos filas delante del Santo Sepulcro, llevando en el centro el paso de la Cruz Desnuda, el cual sale por primera vez este año (túnica de color castaño con cordón propio y capuz blanco, portando el escudo de la orden franciscana). Admitiéndose que sus integrantes no formaran parte en ninguna otra procesión de la Semana Santa fuera de la indicada. Del mismo modo, otra novedad la constituiría la incorporación de los Apóstoles y los Evangelistas en dicha procesión.

Las marchas que tocará el maestro Cabañas este año, serán:

Como novedad Reposa en paz (Baudonck), Goya (Borobia), Imparadisum

(J.Franco), Misericordia ( J.Franco), Mektub, San Miguel, Jesús Christus (Espinosa)

De repertorioA Jesús crucificado ( Ortiz Peña), Cuatro notas a la

memoria de Gayarre, La devoción de la Cruz (Duran), Paz y Caridad (N.Cabañas), A la memoria del maestro Chapí y la marcha fúnebre de Beethoven.

La corrida del Domingo de Resurrección tendrá lugar en la nueva plaza de Toros, (estrenada en Septiembre del año anterior) y contará con el siguiente cartel: Seis novillos de don Adrián Peñalver de Córdoba. Matadores: Manuel Agüero de Bilbao, Antonio García “Maravilla” de Madrid y Juan Blanco de Sevilla. Banderilleros: Alfredo Morato, Miguel Zapata, Francisco Astola, Ginés Hernández (“Ginesito”), Antonio Marcelo (“Marcelito”), Mariano Moya (“Moyita”) y un puntillero

Jesús ante Anas y Caifas o Ecce Homo de San Miguel. Bella imagen del paso tomada en los años veinte por A. Ciaran, publicada en el programa oficial de 1928. Las artísticas andas tenían la forma de una estrella de ocho puntas. Fue

destruido en la guerra civil.

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LAS PROCESIONES

Procesión del SilencioEl Miércoles Santo salió la procesión que se titula como

queda dicho, a las ocho de la noche. Hizo una noche primaveral, desbordándose por las calles un inmenso gentío que invadía las aceras y los balcones de Carretería, para ver el desfile de una procesión que con todo orden desfiló por todas las calles de la ciudad a los acordes de las marchas fúnebres magistralmente interpretadas por ambas bandas de música, provincial y municipal. El primer grupo escultórico “Jesús Orando en el Huerto” se hallaba artísticamente iluminado por infinidad de bujías eléctricas ofreciendo un verdadero cuadro fantástico. Después seguían las efigies y grupos “El Prendimiento” de gran ornamentación y gusto en sus vestiduras (Jesús y Judas), magníficas tallas escultóricas; a ellos siguieron “ La Negación de San Pedro” y “Pretorio” de ningún valor artístico, y a continuación “ Jesús ante Anas y Caifás” ó Ecce Homo de San Miguel, rica obra, meritoria de arte y que hoy se venera en la parroquia de San Pedro Apóstol. Terminaba esta procesión con el grupo de la “Virgen de la Soledad y San Juan en el camino de la Amargura”. Esta cofradía de reciente creación formaba un conjunto en el paso que agradó a los que apiñados en las calles y balcones gustaban de la mística ceremonia religiosa. En una palabra, la procesión resultó lucidísima, únicamente hubo una nota poco edificante y es el espectáculo triste de abandonar las imágenes en la Plaza Mayor, cosa que fácilmente se hubiera solucionado, si a su debido tiempo, se hubiesen colocado las mesas que han sido construidas este año para tal fin.

Jueves SantoEn la Catedral, el señor Obispo consagró a las ocho de la

mañana los Santos Oleos. Al Lavatorio, que se celebró a las tres de la tarde asistió el Ayuntamiento bajo mazas e inmenso gentío ocupó las naves de la iglesia que hacían imposible ver la Capilla Mayor en el acto del Lavatorio a doce ancianos por el señor Obispo, ocupando la Sagrada Cátedra don Joaquín Mª de Ayala, canónigo doctoral, que con elocuente palabra expresó el Sermón de Mandato. También en otras parroquias y conventos se celebraron solemnes tinieblas y el Canto del Santo Evangelio.

A las cuatro y media salió la procesión de Paz y Caridad de la ermita de San Antón, momento indescriptible, pues la emoción embargaba el ánimo por su bien ordenada religiosidad y las imágenes bien ordenadas en sus Cofradías, formando una carrera interminable de luces, el gentío apiñado en el puente de San Antón, el de la Trinidad y aceras, guardó un silencio majestuoso.

Las esculturas de “Jesús Orando en el Huerto”, “Jesús de la Columna”, “Jesús coronado de Espinas” , “Ecce Homo”, “Jesús del Puente”, “Cristo de las Misericordias” y “Soledad”, de la antigua ermita de San Roque casi todas ellas son efigies muy estimables, en particular el Ecce Homo de medio busto procedente de la suprimida parroquia de San Andrés es, y puede casi asegurarse, la mejor talla de las obras que figuran en nuestra Semana Santa; no olvidamos tampoco el Jesús Nazareno del Puente, que es bello en verdad y de una gran expresión artística.

La correría pasionaria de esta procesión fue ordenada muy bien. A las diez de la noche hacía su entrada en San Antón esta comitiva religiosa.

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Desfile de la Hermandad de Jesús en la Columna. Magnífica fotografía de 1928 de la hermandad desfilando por Carretería. (Luis Martínez Kleiser).

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Viernes SantoAl despuntar el día de Viernes Santo se oyeron los

estridentes sonidos de los clarines y los tambores que hicieron mover del lecho a los más perezosos, abandonando el hogar, y echando pie a la calle para ver el menudeo zurcir de nazarenos vestidos de verde unos y morado otros, y los que rinden culto a la Soledad , que visten de luto riguroso.

Pero el tiempo adverso, hizo ya pensar con su lluvia persistente, que el día iba a ser monótono, pues la iglesia del Salvador cobijaba bajo sus naves una gran multitud de gente que aguardaba un momento de claridad en el cielo, para sacar la procesión titulada “Camino del Calvario”, con sus efigies “Jesús con la Cruz”, de excelente gusto artístico, con su cirineo; “La Verónica”, “San Juan Apóstol y Evangelista”, con su nueva palma de plata, y “La Soledad”; todo estaba preparado, pero la insistente lluvia hizo desistir de realizar comitiva procesional. Las gentes, al verse defraudadas, se dispersaron por los distintos templos de la ciudad, donde resignadas, asistieron a los Oficios Divinos del día, resaltando los de la Catedral.

A las diez de la mañana, seguía lloviendo sin dejarlo, por cuyo motivo la autoridad suspendió la procesión titulada “En el Calvario”, anunciándonos el señor cura párroco, don Herminio Lozano, que si el tiempo lo permitiera, ambas procesiones, de las seis y las once, saldrían con la del Santo Entierro, por lo que quedó despejado el templo de cofrades que esperaban con fe el momento del cese de la lluvia.

A las tres se celebró en Las Angustias el Sermón de Soledad, a cargo del canónigo don Juan García Plaza de San Luis. La ermita se hallaba enlutada con negros crespones. La Virgen vestida en su urna de sencillo manto negro y en las manos sosteniendo los emblemas de la Pasión, y a sus pies, en rica cama, se hallaba su Cristo Yacente, que adoran infinidad de fieles devotos.

A las cuatro de la tarde en El Salvador, ocupó la Sagrada Cátedra del Espíritu Santo, el reverendísimo e ilustrísimo, doctor don Cruz Laplana Laguna, que predicó el sermón de Soledad; pero por la gran afluencia de nazarenos que esperaban organizar la magna procesión, tuvo que cortar su oración sagrada para dar principio a la comitiva procesional. Salieron algunos pasos con sus cofradías, pero tuvieron que regresar al templo por empezar otra vez a llover. En síntesis, el día resultó completamente deslucido y las procesiones se suspendieron por estar el tiempo metido en un temporal de aguas. A pesar de mal estado del día, los fieles no dejaron de visitar a la Virgen en su Soledad, expuesta en la ermita de Las Angustias todo el día y noche, hasta esta madrugada.

Al Viernes Santo todo lluvioso y monótono con desconcertante desilusión de forasteros que invadía hoteles y casas de huéspedes, ha amanecido el del Sábado Santo amenazador y gris, más propio de un día de Otoño. Muchas gentes que llegaron de fuera ahítos de contemplar ese ambiente entremezclado de pasión y atisbos de primavera que eleva el alma contemplando lo bello y lo divino, desconcertadas, emprenden sus viajes sin esperar a los festejos profanos que anuncia el programa de hoy Sábado y mañana Domingo de Resurrección, y los autos y trenes salen repletos de forasteros que vinieron a compartir con nosotros, nuestras expansiones espirituales y materiales.

Textos: Enrique Valero Moscardó, Prensa local, prensa nacional y programa de Semana Santa de Cuenca.1928

Fotografías:“Cuenca antigua- 1928” (colección Enrique Valero). “Desfile de La Oración de Huerto de San Esteban” (colección: Enrique Valero), “Jesús en la Columna-1928” (L. Martínez Kleiser), “Ecce Homo de San Gil” (L.Martínez Kleiser), “Ecce Homo de San Miguel”(A. Ciaran/Programa S. Santa 1928).

Stmo.Ecce Homo de San Gil. Según los cronistas, la mejor de cuantas tallas desfilaban en las procesiones de Cuenca antes de su desaparición en la guerra civil. Obra de grandísimo mérito artístico, procedía de las parroquias de San

Gil, San Juan, San Andrés y ermita de San Antón. (foto: Luis Martínez Kleiser)

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Un elemento realmente querido por muchos hermanos del Paso del Huerto es, sin duda alguna, el relicario, el medallón, la querida y popular joya que cada Jueves Santo, con cariño, cuando está a punto de salir la procesión, colgamos del cuello de la imagen de Jesús. Aunque en algún artículo hemos podido leer que se trata de una pieza de orfebrería del siglo XVII, la medalla en sí misma, realizada muy probablemente en plata dorada, no va más allá de la centuria siguiente. En una de sus caras figura la imagen de Cristo en la Cruz, rodeado de tres santos mártires, respondiendo todo ello a una iconografía muy definida; en la otra cara, el motivo que se representa, en una composición vertical, a la Santísima Trinidad en sus tres personas, flanqueada a la altura del Hijo por una Virgen coronada y la imagen de San Miguel Arcángel. Todo ello está revestido por una filigrana de plata de la segunda mitad del siglo XIX, realizada por la escuela salmantina de la Tierra de Campos o, al menos, con influencia manifiesta de ésta, algo que se puede apreciar por los motivos decorativos que aparecen en dicha filigrana: el típico botón charro.

La joya del Paso del HuertoPor Julián Recuenco PérezFotografías: Antonio Abarca

INVESTIGACION

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¿Cuál es el origen de este medallón? ¿Cómo ha llegado la pieza a manos de la hermandad? Todos conocemos la leyenda que, como todas las leyendas, no tiene un origen definido. En alguna ocasión, durante algún desfile de Jueves Santo, la abundante lluvia que había empezado a caer sobre la ciudad una vez iniciada la procesión, obligó antes de que ésta terminara a que todos los pasos fueran encerrados, para protegerlos del agua, allí donde la situación de los mismos y su volumen lo permitiera. El nuestro se guardó en el antiguo palacio de Luis Carrillo, convertido en sede de la vieja audiencia, allí donde hoy se encuentra todavía, en un edificio completamente nuevo, el Palacio de Justicia. Los nazarenos esperaron un tiempo prudencial para ver si al final la procesión, terminada la tormenta, se pudiera reanudar, y al comprobar que aquello sería ya imposible por la llegada, ya próxima, de la noche, decidieron finalmente regresar a sus casas y dejar el paso allí; a la mañana siguiente volverían al viejo palacio para trasladar de nuevo las imágenes hasta la iglesia.

Pero cuando regresaron al lugar, se sorprendieron al ver como del pecho de Jesús pendía una hermosa pieza de plata, aparentemente antigua, el relicario famoso que todavía hoy porta con orgullo cada nuevo Jueves Santo. Intentaron averiguar quién era el propietario de aquella joya, y después de que dichas averiguaciones no tuvieran éxito, supusieron una historia que ha dado pábulo a la leyenda: un ladrón había entrado durante la noche en los locales del palacio, acosado por la policía, acorralado también por su culpa y su delito, y al encontrarse frente a frente con la imagen sagrada de Jesús, arrepentido, se dejó llevar por un impulso extraño que le movía hacia el rincón donde el paso había sido dejado. Sin comprender en realidad por qué lo hacía, subió a las andas y dejó el botín de su robo, un hermoso y antiguo relicario de filigrana de plata. Esperaron a ver si alguien reclamaba aquel objeto, y como nadie lo reclamó nunca, los hermanos decidieron que el comportamiento de aquel hombre podía haberse visto marcado por el milagro. Fue por ello por lo que decidieron, a partir de aquella Semana Santa, revestir a la imagen del Maestro con esa joya preciosa cada nuevo Jueves Santo.

¿Qué hay de verdad en todo ello? Pocos son los datos objetivos que tenemos sobre el hecho, aunque el lugar del milagro existió en realidad. Luis Carrillo de Albornoz, descendiente directo del célebre cardenal Gil de Albornoz y emparentado por línea materna con el duque del Infantado, fue alcalde mayor de los hijosdalgo de Cuenca y uno de los miembros de la pequeña nobleza local que, allá por 1520, se rebelaron contra el poder centralizador del futuro emperador Carlos V, en lo que los historiadores han venido a llamar Guerra de las Comunidades. Se trataba este levantamiento, en realidad, y sin necesidad de entrar en

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INVESTIGACION

profundidades que se escapan de nuestro trabajo, de una lucha por conservar las libertades públicas de las ciudades castellanas, perdidas en parte con la llegada al trono de la monarquía absoluta de los Habsburgo, y en esta lucha Luis Carrillo fue desde el principio uno de los cabecillas locales del movimiento. Sin embargo, en un momento determinado, cuando estaba empezando a girar la moneda de la lucha hacia una cruz desoladora y sangrienta que terminará en Villalar, Carrillo se pasó al bando realista, por lo cual tuvo que soportar durante mucho tiempo, con paciencia, las burlas despiadadas de sus antiguos compañeros. Pero su esposa era más rencorosa que el antiguo comunero, y un día, simulando un olvido que en realidad no se había producido, invitó a cenar a todos los que antes se habían burlado de su marido. Cuando la cena estaba llegando a su final, cuando los invitados estaban ya cuando menos demasiado alegres por efecto del vino, todas las luces de la casa se apagaron, y de la oscuridad apareció un grupo de sicarios que durante la cena habían permanecido escondidos detrás de la cortina, que acuchillaron sin piedad a todos los invitados. Estos fueron decapitados, y al día siguiente colgaban sus cabezas de los balcones, como tétrico y cruel adorno de la casa.

La dolorosa historia de Luis Carrillo quedó en el recuerdo de los conquenses como un homenaje a la traición y al engaño, aunque con el paso del tiempo su antigua casa solariega, edificada a caballo de los siglos XV y XVI en la parte baja de la ciudad antigua, fuera derribada allá por los años setenta, para edificar sobre su solar, del que solo se mantiene, muy trastocado, el antiguo patio columnado, el nuevo Palacio de Justicia. Por evolución fonética, el nombre del viejo comunero quedó convertido en Escardillo, término con el que todavía hoy es conocida la fuente y el paraje que aún se encuentran en la zona, fuente que ya existía en este lugar desde mediados del siglo XVI, cuando se produjo la primera traída de aguas hasta la ciudad, desde la Cueva del Fraile.

Por otra parte, José María García Atienza cuenta en los “Cuadernos de Semana Santa”, en su edición de 1986, una historia muy diferente. Es una historia que se olvida de misterios y milagros (no del todo, como veremos), y manteniendo el papel dado al arrepentimiento, le convierte a él mismo en protagonista de la historia. Heredero de una tradición nazarena que pasaba, sobre todo, por las hermandades del Ecce-Homo de San Miguel y la nuestra, un año rompió, así lo confirma él mismo, la vinculación que había tenido con la ciudad del Júcar y con su propia historia familiar. Al año siguiente no pudo por más que sentir el arrepentimiento, y una fuerza invisible le llevó de regreso a Cuenca en esos días sagrados en los que Cuenca se convierte en la Jerusalén soñada.

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A partir de este momento, por más explícitas y directas, recogemos las palabras del propio narrador:

<<Aquella tarde de Jueves Santo amenazaba lluvia, el sol no había querido asomarse al drama de la pasión. En los nazarenos se advertía preocupación. Un negro nubarrón se cernía sobre Mangana y se acercaba a pasos agigantados. A pesar de todo salió la procesión. Cuando todas las hermandades cruzaron el puente se desató la lluvia, al principio con parsimonia. El desconcierto empezó a reinar en el desfile, entre un nervioso ir y venir de hermanos mayores. Como cada vez llovía menos, se decidió seguir adelante. Una vez acabada la calle de la Trinidad la lluvia arreció y todas las cofradías buscaron un lugar para guarecer a sus figuras. El Huerto se metió en las cocheras de don Luis Carrillo. Allí se resguardaron también los hermanos y muchos de los que estábamos viendo la procesión. Esperamos durante más de una hora y después se decidió que había que suspender el desfile. Poco a poco todos nos fuimos marchando.

<<La Plaza Mayor permanecía desierta, la multitud se apiñaba bajo los arcos del ayuntamiento. A todos nos faltaba algo, sentíamos una desazón cercana a la desolación.

<<Al llegar a la casa no pude evitar asomarme a la ventana, hechizado por los infinitos regueros plateados que se iban formando con el empedrado como cauce. Parecía como si la ciudad enamorada de la primavera deshiciese su unción y su encanto. Al sentarme en la mesa descubrí el relicario de plata que mi madre siempre acostumbraba a llevar en los días de la Pasión. Estaba seguro que el día anterior no estaba allí y yo no podía haberlo puesto ya que desconocía el lugar donde mi madre lo guardaba.

<<No sé por qué lo hice, el caso es que me metí el relicario en el bolsillo y me dirigí hacia las cocheras de don Luis Carrillo. La cofradía no pasaría a recoger el paso hasta el día siguiente. Intenté abrir la puerta y cuál fue mi sorpresa al descubrir que estaba cerrada. No me desanimé, algo se me ocurriría. Empecé a dar vueltas alrededor de la casa y descubrí una pequeña ventana abierta en el primer piso. Como un vulgar ladrón me encaramé sobre ella y caí en una pequeña estancia repleta de muebles viejos. Me costó una hora dar con la cochera. Jesucristo y el ángel adolescente estaban envueltos en sombras. Me dio la impresión de que me miró con curiosidad. Me subí a las andas y deposité el relicario de plata en el cuello de Jesús. Por unos instantes me envolvió una serenidad muy placentera.

<<Al día siguiente, cuando los hermanos pasaron a recoger el paso, se dieron cuenta de la existencia del relicario. Lo tomaron por un acto milagroso, y yo creo que en cierto modo así fue.

<<La leyenda habla de un ladrón que acosado por la policía se refugió en la cochera y al ver a Jesús se arrepintió de sus fechorías y puso el relicario.

<<Desde entonces acudo fiel a mi cita con Cuenca y su Semana Santa, y así espero que ocurra hasta que muera.>>

La lectura del relato anterior deja en el alero, sin embargo, algunas preguntas sin resolver, preguntas que quizá podrían haber sido respondidas a partir de una entrevista personal, imposible de realizar por otra parte, con el autor del mismo. Si fue él personalmente quien dejó la pieza de orfebrería en el cuello de Jesús, ello significaría que el hecho había sucedido, seguro, en este mismo siglo, más probablemente después de la guerra civil. Sin embargo, el silencio que las actas, conservadas a partir ya de 1940, guardan con respecto a este tema, es total hasta que en la reunión del día 7 de enero de 1980 <<se acuerda que por expertos en la materia sean valorados un relicario de plata y una corona del mismo metal, en la actualidad en desuso, propiedad de la Hermandad.>>, consulta que, por otra parte, aunque llegó a realizarse, no consta en el archivo de la cofradía ningún documento que avale cuál fue su resultado.

Desde luego, y volviendo a nuestro tema, no es lógico que, de ser un hecho aparentemente tan próximo en el tiempo, nadie de las personas consultadas sobre el tema sea capaz de responder a nuestras preguntas sobre el origen de este objeto. Por otra parte, de entre los datos sacados por Luis Calvo sobre las diferentes suspensiones de nuestras procesiones de Semana Santa, en el periodo comprendido entre los años 1940 y 1990, sabemos que, en lo que respecta a la de Paz y Caridad, ésta tuvo que ser suspendida en los años 1952 y 1956. En el primero de los casos citados, terminó en la iglesia de El Salvador, aunque no sabemos si todos los pasos pudieron ser guardados en dicha iglesia. Podría darse el caso de que nuestra imagen, que tres años antes había estrenado manto, fuera resguardada de la lluvia incluso antes de llegar a dicho templo.

Más explícita es la conversación mantenida con la hermana María Martínez Frías, nieta de Juan Martínez Vindel, último depositario de la hermandad antes de 1936, y prima además de Julián Castellanos, primer secretario de la posguerra. Dice así nuestra entrevistada: << Cuando en la guerra, como registraban las casas... y decía el abuelo: “No vaya a ser que venga alguno con mala intención y se lleve la comida, hay que guardar la joya del santo. ¿Dónde la guardaremos?; Vas a hacer un taleguillo -me dice-, un taleguillo negro.”. Pues yo cogí mi aguja, mi tela, la cosí... ¿Y a dónde la guardamos? Como entonces teníamos la chimenea, que se hacía con leña la comida, aunque era en alto, pero con leña, pues allí me hicieron clavar un clavo y allí colgamos el taleguillo con la joya, y allí estuvo toda la guerra. Y las horquillas que las teníamos siempre allí en una habitación sola, con todos los arcones, con las tulipas, y la cera.>>

Como vemos, la joya se había ya incorporado en la hermandad algún tiempo antes de la guerra civil, y retrocediendo en el tiempo su pista se pierde en la leyenda. Todas las leyendas tienen un componente romántico, lo sé; es por eso por lo que son tan populares en todas las

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sociedades. Sin embargo, lo que la leyenda pierde en este sentido, cuando la leyenda se convierte por fin en una verdad científica, lo gana en rigor, en objetividad, en certeza. Por tanto, una de las asignaturas pendientes de este trabajo sigue siendo encontrar más datos objetivos sobre este objeto que, si bien pude no tener un gran valor material, como fragmento de nuestra historia se ha convertido en una pieza insustituible.

La conversación mantenida con María Martínez Frías demuestra una cosa al menos: la joya era ya propiedad de la hermandad desde algún tiempo antes de iniciada la guerra, lo cual hace ya más comprensible el hecho de que ni siquiera los hermanos más antiguos hayan sabido responder a nuestras preguntas sobre el origen de dicha propiedad. Y por otra parte, como es lógico, cuanto más nos retrotraigamos en el tiempo, y por alguna conversación mantenida con algunos de los hermanos más antiguos nos estamos metiendo ya en el siglo XIX, más improbable resulta dar credibilidad al artículo antes citado de José María García Atienza.

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A MODO DE INTRODUCCIÓNA menudo ocurre que algunos de los muchos elementos

primarios y secundarios que componen nuestra Semana Mayor, si es que se pueden priorizar los ingredientes de un catálogo tradicional como el que nos ocupa, pasan inadvertidos al menos para la mayor parte de la ciudadanía y, por supuesto, para los visitantes. En este sentido, con el transcurrir inexorable de los años, algunos de los templos conquenses que de una u otra manera se encuentran vinculados a la Semana Santa de Cuenca han pasado a engrosar definitivamente el paisaje pasionista que florece en nuestras calles con el anuncio cuaresmal de la primavera. Si bien es cierto, como algunos acertadamente pudieran alegar, que los verdaderos protagonistas de nuestras representaciones procesionales son, en compartido orden de importancia, las esculturas producidas por la imaginería religiosa y la enraizada devoción nazarena que mana de estas tierras, también parece evidente que las iglesias conquenses, si se quiere desde un segundo plano, se han erigido por merecimiento propio en una suerte de icono tradicional indisoluble de nuestra celebración religiosa por antonomasia, ya sea por custodiar la mayor parte del año algunos de los pasos procesionales o por servir de punto de partida o finalización de algunos de los cortejos. De hecho, y por consiguiente, algunos de los momentos más emotivos y deslumbrantes de la Semana de Pasión poseen como marco natural las inmediaciones mismas de los templos religiosos comentados.

Por otro lado, a este esfuerzo analítico por valorar, en la medida de lo posible, el papel enriquecedor que estos edificios vienen desempeñando en el desarrollo de la Semana Santa, he vinculado otro aspecto, no menos atractivo, como es el de examinar la figura artística de José Martín de Aldehuela, sin ningún temor a equivocarnos, el gran renovador del lenguaje arquitectónico del siglo XVIII en Cuenca debido al abundante y espléndido catálogo creativo que el arquitecto turolense diseñó con elegancia en la ciudad del cáliz y la estrella, lo que supuso a su vez una metamorfosis artística sin parangón en estas frías tierras castellanas. El objetivo de esta sucinta síntesis analítica no es otro que el

José Martín de Aldehuela

Israel José Pérez CallejaLicenciado en HumanidadesBecario de Investigación de la UCLM

y la arquitectura religiosa de la Semana Santa de Cuenca

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de desglosar de la mano del maestro aragonés la vertiente arquitectónica que sin ninguna duda posee nuestra celebración de otras más evidentes tradicionalmente tratadas por otros campos científicos y acientíficos, con el fin último de saborear aunque sea de manera breve la intrahistoria de los templos pasionistas de cuño aldehuelesco, así como parte de la ingente contribución del arquitecto a nuestro patrimonio histórico-artístico y a nuestra devoción más añeja. De esta manera, con el firme propósito de despejar la huella aldehuelesca en la arquitectura religiosa de la Semana Santa de Cuenca, en las siguientes líneas de este trabajo de investigación se atenderá de manera exclusiva las numerosas intervenciones del autor turolense solamente en aquellos edificios tangenciales a nuestra Semana Mayor.

EL ARQUITECTO JOSÉ MARTÍN DE ALDEHUELA, UN GENIO OLVIDADO DEL ARTE CONQUENSE

Como bien saben casi todos los lectores interesados en la génesis y desarrollo de nuestros más flamantes tesoros arquitectónicos, el maestro aragonés constituye un icono creador innegable e inherente al periodo barroco conquense en su etapa de plenitud creativa, así como el máximo responsable, junto al sempiterno patrocinador diocesano Flórez Osorio, de buena parte de la actual apariencia de nuestro catálogo artístico-monumental tantas veces depauperado.

El artista turolense ha personalizado de manera reiterada el habitual ostracismo silencioso al que se ha visto postergado uno de los más importantes períodos de la historia del arte conquense. Martín de Aldehuela, creador de obras del pedigrí arquitectónico y decorativo de la Iglesia del Oratorio de San Felipe Neri, la Iglesia de la Virgen de la Luz o la revalorizada, y no menos espectacular, Capilla del Pilar en la Catedral conquense, entre otras excelentes creaciones, desarrolló su talento al amparo del ya conocido prelado leonés Florez Osorio que vio en la figura deslumbrante del aragonés al maestro perfecto para rentabilizar al máximo la pobreza material de la que disponía, en su recién iniciado ciclo renovador del aspecto arquitectónico de la ciudad.

Por todo ello, y siendo justos con la magnitud y calidad de su producción, estamos en condiciones de afirmar que el conjunto creativo firmado por el maestro José Martín en Cuenca, constituye la más brillante aportación de éste al conjunto del patrimonio arquitectónico español, con permiso y en saludable convivencia con la renombrada catedral gótica. En esta misma dirección apunta Chueca Goitia, quien considera al arquitecto turolense como “maestro provincial, a través de cuya obra, Rodríguez –por Ventura

Rodríguez- transformó la práctica de la arquitectura en España”1

En mi opinión, figura artística de tamaña entidad debería ser prestigiada con mayor brío y honestidad, pese a no haber desarrollado su obra en los ambientes cortesanos de la época, tan premiados por algunos críticos, para alcanzar definitivamente el merecido reconocimiento a su fecundo talento, tanto por parte de la crítica, demasiado condicionada por la furibunda denostación clasicista hacia buena parte de sus obras, como por parte de sus propios conciudadanos, algunos de los cuales han comenzado a cuestionar sin base científica alguna la autoría de ciertas producciones del autor, cuando no es ignorado por completo de manera inexplicable.

El arquitecto aragonés José Martín de Aldehuela, merecedor, como digo, de un estudio más riguroso y completo que el presente, deja su sello innovador en apenas un cuarto de siglo, a través de un original y no menos ampuloso conjunto arquitectónico y decorativo que posteriormente desmenuzaremos. Conviene, antes de abordar este cometido, realizar una breve aproximación a la evolución biográfica del que fuera con el tiempo maestro mayor de Obras de la diócesis conquense.

Así, Martín de Aldehuela nace durante el reinado de Felipe V (1700-1746) en la localidad turolense de Manzanera, un pequeño enclave aragonés situado en las faldas escarpadas de la Sierra de Javalambre. Sobre su fecha exacta de nacimiento circula una cierta contradicción, ya que si bien hay autores como Barrio Moya2 que, a mi parecer, de manera acertada, sitúan en el año 1719 su nacimiento, hay otros que consideran el mismo en distintas fechas posteriores cuyo tope máximo se estanca en el año 1730. De sus primeros pasos formativos en el mundo artístico poco se conoce, aunque sí parece claro que su aprendizaje estuvo vinculado a una evidente preponderancia del barroco levantino encabezado por Corbinos y Francisco del Moyo, ambos con una nítida influencia del rococó francés.

En el año 1745, el por entonces obispo de Teruel, don Francisco Pérez Prado, requiere sus servicios para las obras de la diócesis turolense. De esta manera, José Martín se hará cargo de la que será su primera gran obra documentada, la iglesia del Seminario de Teruel, sin duda, uno de los edificios más sobresalientes del barroco en su modalidad levantina. El obispo Pérez Prado no escatimó esfuerzos para la consecución de este ambicioso proyecto ya que se tiene constancia de la generosa inversión realizada por parte del comitente religioso3 para acometer la obra de mayor envergadura que realizara en su tierra natal. Estas saludables

1. G. KLUBER, Historia General del Arte. Ars. Hispania. Vol. XIV. Ed. Aguilar, Madrid, 1947,p. 253.2. J.L. BARRIO MOYA, “José Martín de Aldehuela en Cuenca: la capilla del Pilar en la catedral”. En Boletín del Museo e Instituto Camón Aznar, XXIX, Zaragoza, 1987,

pp. 123-130.3. Al parecer el montante del proyecto rondó los 130.000 pesos.

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condiciones económicas van a diferir paradójicamente de las que condicionarán más adelante la obra aldehuelesca en Cuenca donde la coyuntura económica no era la más propicia para imaginar grandes y suntuosas creaciones.

Este espectacular Seminario, asolado fatalmente en 1937 durante la Batalla de Teruel en plena Guerra Civil española y cuya reconstrucción no nos deja apreciar la calidad de la original obra de Aldehuela, debió de ser referente paradigmático del esbelto estilo rococó en su tipología levantina a tenor de la entusiasta descripción de Kubler: “era uno de los monumentos sobresalientes del rococó levantino, con pilastras de nichos, arcos sesgados, arabescos lineales y columnas de curvados fustes, derivado la última de Andrea del Pozzo”4. Este tipo de justificadas apreciaciones con cierto grado de halago contrasta con la ya tradicional inquina de la crítica clasicista, detractora radical del deslumbrante decorativismo barroco.

Así, figuras como Ponz y Madoz son dos claros ejemplos de la particular visión academicista, por denominarla de alguna manera, que tenían sobre la monumental obra conciliar del maestro turolense. Ponz, al hablar de la iglesia del Seminario asevera lo siguiente: “De éste –por el Seminario- es mejor que U. no quiera saber porque si tengo que decirle las barbaridades de talla con que se afeó la iglesia, altares y todo lo demás donde se trató de ornatos y decoración seria nunca acabar”5. En esta misma línea, Madoz, en un ejercicio depreciativo revestido de sutileza considera que “tiene una magnífica iglesia de una nave con cruz latina si bien, aglomeradísimos y confusos los adornos y frescos, de los que hay de perfección rara y muy bien conservados”6.

También en la provincia turolense, y dentro del catálogo creativo del autor en tierras aragonesas, está documentada la fastuosa iglesia parroquial de Orihuela del Tremedal emprendida pocos años más tarde que la edificación anteriormente analizada y que fue patrocinada por el también obispo de Teruel don José Molina Larios. Con la ya consabida desaparición de su primera gran obra catalogada, esta iglesia parroquial se convierte en el más destacable testimonio de todo el conjunto barroco de la provincia de Teruel. Este edificio religioso posee una concepción del espacio arquitectónico espléndida, tal y como apunta el historiador, también turolense, Santiago Sebastián López al comentar

de esta manera sus características: “los templos barrocos de este tipo suelen tener pilares cruciformes con un brazo de entablamento sobre los capiteles, lo que no es sino una persistencia sobre la solución renacentista que adopta Diego de Siloé”, y sobre su profusa decoración afirma que “la rocalla suele ser el aditamento decorativo que da personalidad a esta tardía fase del esquema espacial vignotesco”7.

Tras esta etapa creativa desarrollada en su tierra natal, hacia el año 1750, José Martín de Aldehuela abandona tierras aragonesas para llegar a la capital conquense donde es reclamado, debido a su creciente prestigio profesional, por don Álvaro de Carvajal y Lancáster para finalizar las obras de la Iglesia del Oratorio de San Felipe Neri.

En la capital conquense permaneció José Martín hasta el año 1778, tiempo durante el cual fue nombrado con acierto maestro mayor de Obras del obispado, amén de trazar un buen número de iglesias y retablos hoy en día diseminados por la provincia de Cuenca. Y es que el gran maestro aragonés, pese a desarrollar el grueso de su obra en lugares como Teruel o Cuenca, es decir, enclaves artísticos en decaimiento y alejados del poderoso ambiente cortesano, tuvo en cambio la fortuna de poder ser respaldado en su actividad por protectores y comitentes del talante emprendedor del obispo Flórez Osorio, eterno dignus praeconio y otro gran protagonista de esa extensa nómina de personalidades trascendentales para el rico devenir de las artes y las letras conquenses, que anida polvorienta en el olvido colectivo de todos nosotros.

Una vez finalizado el completo e irrepetible legado arquitectónico donado a la capital conquense, el arquitecto José Martín se traslada a la diócesis de Málaga requerido por el también aragonés obispo de la ciudad andaluza, donde permanecerá definitivamente hasta su muerte, en el año 1802. En la capital malagueña y su provincia ejecutará excelentes obras religiosas y civiles, entre las que cabe destacar los jardines del Retiro de Santo Tomé del Monte, en la tranquila localidad de Churriera, la decoración de la iglesia de San Felipe Neri trazada originalmente por Ventura Rodríguez en la capital, o el conocido puente de la bella localidad de Ronda, de considerable altura y con un solo arco de elegante y majestuosa prestancia.

4. G: KLUBER, op. cit., p.324.5. A. PONZ, Viaje a España. Tomo XIII. Madrid, 1778, p. 1146. P. MADOZ, Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España. Tomo XIV. Madrid, 1849, p. 742.7. S. SEBASTIÁN LÓPEZ, Visión panorámica del arte turolense, Excma. Diputación Provincial de Teruel, 1996, pp. 51 y siguientes.

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EVOLUCIÓN ARTÍSTICA Y CATÁLOGO CREATIVO DEL AUTOR

En cuanto a la evolución artística del que fuera, sin duda, uno de los maestros más originales y representativos del siglo XVIII, hay que apuntar una serie de referencias indispensables para un riguroso análisis de su figura. Si bien estamos ante un genio creativo cuyas producciones gozan de una homogeneidad estilística palpable, tal y como se desprende de un rápido estudio de la austera apariencia de los exteriores de los edificios que tan espectacularmente contrastan con la copiosa decoración de sus interiores, hay un punto de inflexión muy interesante en el devenir creativo de Aldehuela según afirma Barrio Moya, a la sazón uno de los grandes conocedores de la producción arquitectónica aldehuelesca: “La influencia de Ventura Rodríguez sobre Martín de Aldehuela fue decisiva, puesto que gracias a ella el arquitecto turolense abandonó progresivamente sus esquemas rococó para adaptarse al lenguaje italiano de un Fontana y sobre todo de Borromini”8. Por lo tanto, en consonancia con esta apreciación, el efervo creativo del arquitecto aragonés atravesaría en su línea evolutiva por dos grandes fases:

1.- La primera etapa estaría condicionada, tal y como se apunta en la reseña biográfica, por una considerable influencia del rococó levantino que determinaría la creación de una serie de obras impregnadas de fina gracia y con presencia reiterada de motivos ornamentales como la rocalla, que conferiría a los edificios, a su vez, una sensación espacial de sentido irregular y asimétrico con evidentes reminiscencias del barroco levantino. Durante esta primera fase, se podrían incluir, en el caso de Cuenca, las siguientes obras: Iglesia del Oratorio de San Felipe Neri (1754), restauración de la Iglesia de Santa Cruz (1755-1756), fachada de la iglesia conventual de San Pablo (1756-1757), fachada de la Ermita de Nuestra Señora de las Angustias (1756) y la casi total reconstrucción de la Iglesia de San Pedro (1758).

2.- Según esta discutida distinción propugnada por Barrio Moya, hacia el año 1760 9, nueve años antes de la llegada a Cuenca, en fecha de 1751, del académico madrileño Ventura Rodríguez y de cuyas obras en tierras conquenses sería veedor José Martín, la evolución artística del propio arquitecto turolense, siempre según este criterio, estaría ya plenamente encaminada hacia la renuncia parcial de su arduo fervor decorativo y el sinuoso juego de curvas ondulantes que le había caracterizado hasta entonces. Así, a partir de su encuentro con Ventura Rodríguez, el maestro aragonés readaptaría su lenguaje artístico de manera progresiva y delicada hacia la consecución de un ideario estilístico presidido por el clasicismo italianizante, de raíces borrominescas, tan característico del estilo romanista que el propio Ventura Rodríguez aprendiera de Filippo Juvarra y Giovanni Sachetti. De modo que esta etapa de mayor depuración decorativa, antesala del pleno clasicismo académico, constaría en Cuenca de las siguientes obras:

Iglesia de San Antón o Nuestra Señora de la Luz (1764), intervención en la Iglesia del Hospital de Santiago (1764), cierre de las arquerías del claustro de la Catedral (1764-1766), Iglesia de la Concepción Francisca (1768-1771), construcción de la Capilla del Pilar en el interior de la Catedral (1769), edificación de la Capilla de la Virgen del Rosario situada en el interior de la iglesia conventual de San Pablo (1769-1770), retablo de la Magdalena en la Capilla de los Apóstoles en la Catedral (1772) 10, vestíbulo de la Sala Capitular de la Catedral (1772) 11 y torre de la Iglesia de Santo Domingo de Silos, hoy desaparecida (1773)12.

José Martín de Aldehuela también intervino en la década de los años 70 en un buen puñado de obras en la provincia de Cuenca, entre las que destacan el Convento de San Miguel de las Victorias situado en las encumbradas cercanías de Priego (1772), el retablo mayor de la Iglesia de la Merced de Huete (1774) o la Iglesia de San Bartolomé en Cólliga13. Por todo lo cual, y teniendo en cuenta el considerable número de obras realizadas por José Martín en tierras conquenses, parece más que lógico focalizar nuestro esfuerzo analítico en aquellas intervenciones aldehuelescas que gocen de un mayor interés dentro del magnífico y amplio ciclo arquitectónico conquense de esta época y de acuerdo con el papel protagonista que las mismas han venido protagonizando en la arquitectura religiosa de la Semana Santa de Cuenca.

8. J.L. BARRIO MOYA, "José Martín de Aldehuela en Cuenca: la capilla del Pilar en la Catedral”, op. cit., p. 125

9. T. MUÑOZ Y SOLIVA, Noticias de todos los Ilmos. Señores Obispos que han regido la Diócesis de Cuenca aumentadas con los sucesos más notables acaecidos en sus pontificados y con muchas curiosidades referentes a la Santa Iglesia Catedral y a su Cabildo y a esta ciudad y su provincia, Ed. Imprenta de Francisco Gómez e hijo, Madrid, 1860, p. 349.

10. J. BERMEJO DÍEZ, La Catedral de Cuenca, Caja de Ahorros Provincial de Cuenca, Cuenca, 1977, p. 56.

11. Ibidem.12. J.L. BARRIO MOYA, “José Martín de Aldehuela y su intervención en la iglesia

de Santo Domingo de Silos en Cuenca”. En Revista Teruel, 80-81, tomo 2, Teruel (1989-1990), pp. 299-309.

13. J.L. BARRIO MOYA, “El arquitecto turolense José Martín de Aldehuela y la iglesia de San Bartolomé en Cólliga”. En Revista Teruel, 72, tomo 2, Teruel (1984) pp. 279-289.

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IGLESIA ORATORIO DE SAN FELIPE NERIComenzaremos este breve recorrido analítico por el profuso

conjunto arquitectónico de huella aldehuelesca catalogado en Cuenca y enmarcado en nuestra celebración procesional, deteniéndonos en la famosa Iglesia Oratorio de San Felipe Neri, cuya edificación fue motivo fundamental para que el gran maestro turolense llegara a Cuenca. Esta Iglesia Oratorio constituye un eje esencial en el conjunto de tradiciones que jalonan nuestra Semana Santa, ya que desde las escalinatas por las que se accede a las puertas principales del edificio se eleva con voz delicada el canto del Miserere de Pradas en lo que viene a ser uno de los momentos álgidos de nuestro catálogo pasionista. Además, por esas mismas escaleras desciende majestuoso la noche santa del Perdón la figura de Jesús de Medinaceli con un innegable aroma de devoción madrileña.

Al contrario de lo que ocurrió con la mayor parte de su extensa producción en tierras del Húecar, el patrocinio de esta obra no recaló en la figura emprendedora del obispo Flórez Osorio sino en don Álvaro de Carvajal y Lancáster, arcediano de Moya y canónigo de Cuenca que, junto a su hermano, don Isidro de Carvajal, también canónigo y a la postre obispo de Cuenca, fundaron la Congregación del Oratorio de San Felipe Neri, con fecha de 14 de septiembre de 1758 14. Ambos personajes fueron sobrinos de don Juan de Lancáster, duque de Abrantes y marqués de Linares, que también fue obispo de Cuenca y con quien Luis Carretero15

establece una dudosa relación de descendencia con el que fuera afamado emperador mejicano Moctezuma. Los dos hermanos Carvajal y Lancáster dispusieron su sepultura en esta magnífica iglesia pero sus restos, allí depositados tras sendos fallecimientos, fueron profanados por las tropas francesas con motivo de los sonados saqueos protagonizados durante la invasión napoleónica.

Esta edificación religiosa es una producción de primer orden que consagró definitivamente la figura del maestro aragonés, que tan buena impresión había causado ya con la elaboración de las obras desarrolladas en su tierra natal. Sin embargo, la oportunista crítica clasicista tampoco vería con buenos ojos su primera gran creación en la capital conquense tal y como se desprende de las palabras del arquitecto académico Mateo López, futuro responsable de la también maltratada Casa de Recogidas: “Aunque iglesia de esta casa es bastante espaciosa su decoración y adorno son de mal gusto, cargado todo ello de tallas chinescas extravagantes”16.

Las obras de esta iglesia se iniciaron en 1748, culminando seis años más tarde, lo que fue una muy acertada disposición artística del edificio que lo convierte, sin titubeos, en una de las más bellas producciones dieciochescas españolas, superando, sin discusión, en parámetros cualitativos, a la iglesia homónima realizada por el turolense en la capital malagueña.

La iglesia, de originalísima planta y única nave, está abovedada con cúpula elíptica (elemento repetido en otros

proyectos del autor, como la Iglesia del Hospital de Santiago) y presenta el tramo de los pies poligonal, práctica ésta muy propia del barroco levantino. La iglesia posee una muy rica ornamentación rococó en su espacio interno en el cual podemos apreciar la armoniosa conjugación de rocallas, dentellones y contracurvas en una suerte de juego curvilíneo y ondulante sin comparación alguna en la arquitectura española de este tiempo. A un lado de la nave principal, se abre la fastuosa Capilla de las Angustias con la ya tradicional cúpula elíptica aldehuelesca y en cuyo interior decorativo se puede respirar un dorado aroma tan sinuoso y sugerente como el que emana del resto de la iglesia.

El interior de esta infravalorada iglesia conquense fue acertadamente restaurado entre los años 1987 y 1992 tras los lamentables desperfectos ocasionados por la Guerra Civil que desvirtuaron, en grado sumo, el que es el más destacable exponente arquitectónico del barroco levantino en la ciudad de Cuenca.

De este modo, durante la contienda civil se perderá todo el apreciable mobiliario litúrgico, así como los numerosos altares y los ricamente adornados retablos que dotaban al edificio de una suntuosidad que ya jamás recuperará.

En otro orden de cosas, la puerta principal de la iglesia es digna de considerar debido al impulso que supone su creación en cuanto a la excelente calidad escenográfica del edificio. La misma posee un sencillo arco de medio punto flanqueado por pilastras vaciadas, y cuya rica decoración primitiva se fue diluyendo a causa del excesivo castigo infringido a la misma por los tristes acontecimientos históricos sucedidos, y la tradicional despreocupación de la que, en esta materia y en algunas otras más, hace gala nuestra querida ciudad.

También, en el exterior del edificio, cabe destacar por su notable factura la puerta de la cripta sobre la que, en realidad, se eleva el cuerpo de la construcción religiosa. La misma está situada frente a la Iglesia de San Gil y parece ser que fue utilizada hace ya algunos años, según afirma Luis Carretero, como capilla, por los Padres Oblatos cuyo convento estaría ubicado en el edificio inmediato17.

Posee, al igual que la portada anterior, un arco de medio punto enmarcado por pilastras y contrapilastras cajeadas, de gusto corintio, entablamento y cornisa ondulada y ventana hornacina bajo frente curvilíneo rematado de crestería en el montante. Esta bien trazada portada combina con amabilidad creativa ciertos aspectos ornamentales de honda raigambre rococó con algunos anticipos neoclásicos.

14. L. CARRETERO, Portadas de Cuenca, Diputación Provincial de Cuenca, 1987, p. 87

15. Ibidem16. M. LÓPEZ, Memorias históricas de Cuenca y su Obispado, Ed. de A. González

Palencia, Instituto Jerónimo Zurita de CSIF y Ayuntamiento de Cuenca, 2 vols, Madrid 1949.

17. L. CARRETERO, op. cit., p. 89

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FACHADA DE LA ERMITA DE LA VIRGEN DE LAS ANGUSTIAS

La Ermita de Nuestra Señora de las Angustias está situada, bajo un impactante y espectacular efecto escenográfico, en un pedregoso promontorio natural asomado a la ribera salobre del Júcar. Es en este histórico santuario, foco constante de peregrinación nazarena durante toda la Cuaresma, en el que se venera la espléndida imagen de Nuestra Señora de las Angustias, obra del valenciano José Rabasa y propiedad de la Real e Ilustre Congregación de Esclavos de Nuestra Señora de las Angustias. Sin ningún género de dudas, el valor que para Cuenca y su Semana Mayor posee esta recogida ermita y la figura enlutada de la Madre que muestra desconsolada al Hijo muerto en su regazo, desborda cualquier esfuerzo antropológico o racional, pese a no hacer acto procesional de manera regular por las calles de Cuenca, por establecer argumentaciones sobre esta admiración unánime ya que la Semana Santa de Cuenca por una serie de razones inabarcables no puede ni debe ser entendida sin la Virgen de las Angustias ni el pequeño santuario al que da nombre. El edificio, aunque no en su estructura actual, existe desde el siglo XIV pero con la llegada a dicho lugar de la comunidad religiosa de franciscanos descalzos en las postrimerías del siglo XVI, estos espacios quedaron bajo la única jurisdicción de éstos, lo que provocó la asimilación paulatina de lo que fuera original ermita por las más amplias dependencias monásticas de los franciscanos.

De todos los conquenses es sabido la honda veneración que en la capital se profesa desde antiguo a esta advocación mariana, algo que los fieles comenzaron a manifestar de manera creciente al ver dificultado el cumplimiento regular

con la devoción a su santa imagen tras la llegada de los franciscanos al lugar. Los religiosos, poco receptivos a la demanda de los fieles, idearon una fórmula poco afortunada consistente en disponer a la entrada del convento, y a tal efecto, una pequeña escultura de la Virgen que no colmó la aspiración generalizada reinante entre la ciudadanía, que vio, ante su acrecentada indignación, cómo se optó para paliar las dificultades existentes por levantar otra ermita que, debido a sus reducidas dimensiones, tuvo que ser demolida para edificar de nuevo, a finales del siglo XVII, la actual construcción.

La intervención de José Martín de Aldehuela en este pequeño templo de planta de cruz latina y cúpula sobre pechinas en lo alto del crucero, nos remite a la original fachada que fuera trazada por el arquitecto turolense en el año 1756, que contrasta por su acusado barroquismo con la simplicidad austera del resto del edificio, situación esta antagónica a la existente en la Iglesia de San Antón o la iglesia conventual de la Concepción Francisca donde la rica ornamentación diseminada por sus interiores, deja paso a las sobrias estructuras del exterior.

La fachada de esta ermita posee un arco de medio punto enmarcado por pilastras toscanas en cuyo refuerzo se deshace sinuosa una espiral de claros tintes barroquizantes. Se aprecia, a su vez, un grueso entablamento que da pie al segundo cuerpo de la fachada aglutinado por un ventanal enrejado con estípites, a cuyos lados sobresalen originales aletones de formas curvadas rematada por pináculos. La portada es culminada con el muy asiduo recurso aldehuelesco de la espadaña, que aquí aparece dispuesta sobre varias fuentes gallonadas y en la que se insertan tres campanas a diferente altura.

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IGLESIA PARROQUIAL DE SAN PEDROLa Iglesia de San Pedro es, sin duda, una de las más

hermosas producciones barrocas de la época y, por consiguiente, del ampuloso conjunto artístico urdido por José Martín de Aldehuela en la capital conquense. En lo referente a su contribución al desarrollo de la Semana de Pasión, el edificio religioso de San Pedro sirve de custodia anual para algunos de los más emblemáticos pasos procesionales de la Semana Santa de Cuenca, como son los casos del monumental San Pedro Apóstol o el de novísima incorporación del Santísimo Cristo de la Vera Cruz por citar algunos de los allí presentes. Por otro lado, también del fastuoso interior de su estructura, parte cada noche silenciosa de Miércoles Santo la espectacular talla del Ecce-Homo de San Miguel, firmada por Coullaut-Valera Mendigutía, para protagonizar junto a la imagen de San Pedro un descenso vertiginoso y repleto de emociones hacia la Plaza Mayor por la angosta calle a la que da nombre también el apóstol marinero.

En el maestro turolense recayó la ardua labor de reconstruir en su práctica totalidad este espléndido edificio religioso. La Iglesia de San Pedro, situada en la tradicional Plaza del Trabuco, es uno de los más antiguos conjuntos religiosos de los que aún permanecen en pie en la castigada ciudad conquense, cuya primitiva estructura, edificada seguramente en la centuria posterior a la conquista alfonsina de Cuenca, se correspondía con las clásicas iglesias de repoblación de nave rectangular tal y como se desprende de la planta inicial descubierta durante la intervención arqueológica llevada a cabo en la reciente restauración a la que ha sido sometida.

La primera reconstrucción de tan histórica iglesia conquense se produjo durante la segunda mitad del siglo XV, con el objetivo de paliar los grandes desperfectos sufridos por el edificio religioso tras servir de fortaleza a los seguidores del entonces obispo conquense Lope Barrientos, partidario declarado de Juan II de Castilla, que estableció encarnizado enfrentamiento hacia el ecuador de la decimoquinta centuria con el poderoso marqués de Cañete, don Diego Hurtado de Mendoza, a la sazón gran valedor nobiliario del rey de Aragón. La iglesia, tras estos desafortunados sucesos, quedó prácticamente destruida iniciándose una serie de proyectos encaminados hacia la lenta recuperación del mismo.

Durante el siglo XVI fueron relativamente pocas las transformaciones realizadas en el edificio; si acaso cabe resaltar la construcción de la Capilla de San Marcos bajo el patrocinio del por entonces capellán de la catedral conquense, don Miguel Enríquez. El levantamiento de dicha capilla ha sido fechado de manera aproximada en los últimos años de siglo, ya que se tiene constancia de la contratación el 29 de octubre del año 1580 de la obra de yesería por el albañil Alonso de Torres con unos trazados

similares en la misma iglesia que bien pudieran ser, como así parece, los de la capilla de San Marcos. La culminación de esta pequeña capilla de planta cuadrada y maravilloso artesonado mudéjar se produciría en el año 1604, fecha ésta aparecida en una inscripción que reza en el friso del ochavado artesonado de la propia capilla lo siguiente: “fundó y dotó Don Miguel Enríquez, capellán mayor de Cuenca y acabóse en 24 de diciembre de 1604”18.

Hasta el siglo XVIII, ámbito cronológico en el que se inserta el verdadero objeto de análisis aquí propuesto, la actividad en la evolución del edificio es poco destacable, aunque se puede apuntar la reedificación documentada de la torre chapitel que, al parecer, era presa de un alto grado de deterioro, aunque será tras las ya nombradas devastadoras consecuencias materiales de la Guerra de Sucesión, que tan insidiosamente se cebó con el patrimonio arquitectónico conquense, cuando a instancias del prelado comitente Flórez Osorio, se emprende la reconstrucción de esta vetusta iglesia que será confiada al arquitecto aragonés Martín de Aldehuela, el cual ya tendría preparado el nuevo trazado de la misma en la pronta fecha de 1758, aunque otras opiniones19 no vinculan de manera incomprensible la autoría del edificio a la persona del turolense.

A finales del siglo XVIII y una vez terminadas las obras que impregnarán al renacido edificio religioso de un sentido armónico inigualable, se añadirá de la mano del conquense Mateo López, una campana en la Torre de San Pedro, y en cuya remodelación transmitió un aspecto ciertamente gracioso que solidificó la estructura.

En el siglo pasado, con la cruenta Guerra Civil española, se tuvo que acometer otro período de restauración como consecuencia de los graves desperfectos provocados que aún, hoy en día, se están intentando subsanar20. Sin embargo, los erróneos criterios aplicados sobre todo a la hora de elegir un tan dudoso cromatismo, minimiza la suntuosidad cálida y apacible que la original estructura aldehuelesca irradiaba.

La Iglesia de San Pedro, en lo que a la intervención del arquitecto José Martín se refiere, aparece diferenciada del resto de su producción por la monumental disposición circular trazada en su espacio interno bajo la espectacular cúpula. El exterior del edificio presenta, en cambio, una forma poligonal que está presidida por la original y espléndida fachada que el maestro aragonés diseñó con un sentido quebrado muy elogiable.

En el interior del edificio es digna de destacar la acertada decoración tanto de la enorme cúpula de media naranja como de las numerosas capillas laterales del templo, que parecen abrirse con elegante prestancia a través de considerables arcos de medio punto. Además del coro, situado a los pies del templo, conviene hacer hincapié, dentro del apartado decorativo del interior, en la profusión ornamental llevada a cabo, tan del gusto del autor, de

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motivos de rocalla que aunque con un sentido curvilíneo y decorativo preponderante, gozan de una apariencia más serena y contenida que en la sinuosa política ornamental impuesta en la Iglesia del Oratorio de San Felipe Neri.

La portada del edificio, como ya dijimos con anterioridad, es de singular belleza por su originalidad y particular sentido quebrado. La misma consta de dos cuerpos superpuestos de los que el inferior está compuesto por un arco de medio punto en el vano de entrada y flanqueado por las ya célebres pilastras cajeadas y ocurrentes jambas abocinadas, en cuyo interior se incrustan hornacinas abeneradas desprovistas de las esculturas de santos que cobijaron antaño. El entablamento se curva de manera visible comprimiendo el detallado blasón heráldico del obispo Flórez Osorio que, como en casi todas las obras de este cariz emprendidas bajo su mandato eclesiástico, ejercía de comitente del proyecto.

18. J.M. QUADRADO, Guadalajara y Cuenca, Ediciones El Albir, 1978, p. 26919. A. PONZ, op. cit., p. 12420. La última restauración se llevó a cabo entre los años 1995-1999 y fue acometida en vista de la fuerte degradación de

la cubierta del edificio.

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IGLESIA DE SAN ANTÓNLa Iglesia de Nuestra Señora de la Luz es, con total seguridad,

una de las edificaciones religiosas de mayor acerbo popular en la capital conquense por custodiar en el interior de su espléndida estructura escenográfica, al otro lado del puente que lleva el mismo nombre de la Patrona y Alcaldesa de Cuenca, la imagen de la Virgen de la Luz, cuya honda veneración en esta tierra se remonta hasta los tiempos medievales de la conquista de la ciudad por tropas cristianas.

Por otra parte, el indiscutible valor histórico y sentimental de este templo situado a los pies de una gran masa rocosa, se ve alimentado por la notable presencia en su espacio interior de la mayoría de las imágenes que históricamente han integrado la Archicofradía de Paz y Caridad, a la sazón germen procesional de nuestra Semana Santa. Sin duda, el lento peregrinar de la procesión que nace junto al barrio de San Antón cada tarde de Jueves Santo es una de las fotografías más cotizadas de todas las que aparecen ligadas al Misterio de la Pasión que de manera tan diferente y emocionada se vive en Cuenca.

El nombre de San Antón que ha llegado también hasta nuestros días para designar a esta legendaria iglesia conquense, debe ser vinculado a la comunidad de religiosos que se instaló en este solar al pie del pedregoso Cerro de la Majestad allá por el año 1352. La selectiva y poco proliferante orden religiosa de los Antonianos o Antoneros tuvo su origen en Francia bajo la custodia moral de las reliquias de San Antonio, que tan milagrosas fueron para sanar el fuego sacro, también denominado fuego de San Antonio. La Orden, que gozaba en aquellos tiempos del favor real y de la autoridad papal, llegaría a Cuenca hacia el ecuador, aproximadamente, del siglo XIV, según el Bulario de la Orden de Santiago, que les permitió, por otra parte, recaudar limosna en el cercano Priorato de Uclés.

El convento antoniano, pese a lo que creen muchos estudiosos, no supuso la primera estancia religiosa en este lugar, ya que entre las posteriores dependencias conventuales y el mencionado Cerro de la Majestad debió existir una pequeña ermita en la que se rendiría culto a Nuestra Señora del Puente o de la Luz y que, tiempo más tarde, tras los infortunios provocados por la Guerra de Sucesión, se procedió a la refundación de ambos edificios religiosos. La comunidad religiosa de los Antoneros, sobre la que todavía hoy circula un creciente secretismo, permanecería en nuestra ciudad cerca de cuatro siglos y medio ya que el 22 de mayo del año 1791, el entonces Papa Pío VI, mediante bula, dispuso la disolución de esta Orden, siendo obispo de nuestra diócesis don Felipe Antonio Solana.

La primitiva iglesia conventual, que dos siglos más tarde sería reconstruida prácticamente en su totalidad por José Martín de Aldehuela se construyó, según opinión unánime de los historiadores, a principios del siglo XVI, tal y como se desprende de la inscripción gótica que aparece en la cornisa

de la hoy muy mal conservada portada renacentista, que con tanta sensatez respetaría nuestro arquitecto en su intervención dieciochesca. Dicha inscripción rezaba lo siguiente: “Esta obra hizo el venerable Sr. Frey Xtobal Agustin de Montalbo; comendador de San Antón de Cuenca y Murcia y Huete; año de MDXXIII (1523)”. El responsable de esta creación sería con casi total seguridad, en opinión de Rokiski Lázaro, el maestro Antonio Flórez que habría sido ayudado para este cometido por el ya nombrado Juan de Alviz. El material de cantería utilizado para realizar esta edificación habría sido extraído de la propia Hoz del Júcar, según se desprende del protocolo firmado por el escribano Juan del Castillo, siendo testigo del mismo los vecinos de Cuenca Pedro de la Torre, Juan Cantero y Juan Ovejero con fecha de 11 de mayo de 152321.

La espléndida remodelación de la Iglesia de San Antón llevada a cabo, como ya se ha apuntado, por el gran renovador del lenguaje artístico dieciochesco conquense, José Martín de Aldehuela, se erige como obra clave dentro del patrimonio arquitectónico de esta ciudad. La intervención del maestro aragonés en el edificio, se debió producir en el mismo inicio de la década de los años sesenta, siendo obispo don Isidro Carvajal y Lancáster (1760-1771).

Así, las obras comenzaron a finales del año 1760 ya que el día 8 de abril del año 1761, el comendador de la Real Casa Hospital, Fray José López de Tejada, informaba al padre provincial de su Orden de que “no es posible tener en dicha yglesia el culto debido como corresponde en mucho tiempo y con el fin de evitar tan indecorosa falta”. Para ello, solicitaba dos mil ducados a censo para poder llevar a buen puerto la construcción y mejora de las desgastadas estructuras. A partir de este momento, las obras caminaron a buen ritmo siendo prontamente finalizadas en el año 1764.

Esta “verdadera joya del barroco maduro español”22, en palabras del profesor Ibáñez Martínez, fue diseñada por el arquitecto turolense con su ya habitual maestría y originalidad en el trazado de la planta a la que dotó de un profundo sentido barroquizante donde, pese a la pobre calidad de materiales disponibles para su cometido, logró un armonioso concepto espacial galvanizado por los sinuosos ritmos curvos de su espacio interior.

Sin embargo, tampoco la fastuosa decoración del edificio sació el impulso crítico de Mateo López, que dijo de la misma que “la iglesia de esta Casa Hospital, con una gran cúpula, toda cargada de muchos adornos que, aunque no sean de tan mal gusto como los extravagantes de tallas chinescas que en otras se hallan, con todo, estaría mejor sin ellas, y con más sencillez y mas arreglada decoración”23, opinión ésta bastante subjetiva y que contrasta con la más acertada ponderación de Ibáñez Martínez que en referencia a la misma afirma que “representa un broche de cierre para el recorrido artístico de la ciudad. Es obra maestra del gran José Martín, que finalizó en 1764 sobre los solares del Hospital de San Antonio Abad y de la ermita de Santa María del Puente”24.

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Como algunas otras edificaciones religiosas selladas por la extraordinaria genialidad aldehuelesca, en la iglesia de San Antón se puede observar en su apariencia externa un pobre y anodino diseño de evidente trayectoria sobria, que se contrapone a la suntuosidad ornamental inquieta de nítida raigambre borrominesca, que conforma el interior del edificio. El templo es de nave única, abovedada, con estructura de medio cañón y preciosa cúpula elíptica sobre pechinas en el crucero, con arcos fajones al uso de los que realizara también el de Manzanera en las ya mencionadas iglesias de San Felipe Neri o del Hospital de Santiago. En este sentido, es digno de destacar por su imponente efecto escenográfico, el profundo presbiterio ubicado en la cabecera de la iglesia donde se sitúa de manera efectista el camarín de la Virgen de la Luz, decorado con estucos y en el que se representa la Anunciación y Visitación de la Virgen. Este espacio arquitectónico es de evidentes parámetros barrocos, tal y como señala Virginia Tovar Martín25.

Un rápido análisis por el luminoso interior de la iglesia nos remite al prototipo arquitectónico tan bien ideado por nuestro protagonista a lo largo de su catálogo productivo, donde podemos apreciar elementos tan propios de su estilo como las bóvedas de forma elíptica, el coro situado a los pies del templo, las líneas sinuosas y movidas de la planta a lo que también habría que añadir, ya en un plano puramente ornamental, el elevado número de columnas y pilastras rematadas con ostentoriedad por dorados capiteles entre los que se alternan profundas hornacinas y nichos reducidos.

De manera que este logrado juego espacial del interior de la iglesia protagonizado también por otros recurrentes motivos ornamentales como los estucos y frescos que tapizan delicados los muros, los capiteles y basas policromados a modo dorado junto a las rocallas y querubines dispuestos de manera graciosa, confieren a todo el conjunto del edificio una acertada riqueza decorativa agradable a la vista, y que bien pudiera ofrecernos una ligera idea de lo que tuvo que ser el palaciego aspecto interno de la desmantelada iglesia, también aldehuelesca, de San Felipe Neri.

Por último, y sin abandonar esta arquitectura religiosa, es inevitable plantear una breve reflexión crítica acerca del espacio interior de este edificio, ya que un rápido recorrido visual por el grueso de la estructura, nos advierte de las nacientes grietas, que trémulas, parecen poner en entredicho la salud de este original templo. Por otro lado, en el interior de esta iglesia se pueden apreciar, como ya apuntamos con anterioridad, un buen número de imágenes procesionales pertenecientes a distintas hermandades de la Semana Santa conquense a cuyo culto responde la proliferación desordenada de altares destinados a la veneración de las imágenes, los cuales, desgraciadamente, distorsionan la unidad estilística del conjunto espacial por responder, en muchos casos, a criterios artísticos heterogéneos bastante alejados e incompatibles del patrón barroquizante que inspira el edificio.

21. VV.AA., Nuestra Señora de la Luz. 50 Aniversario de su Coronación, Instituto Libre de Estudios Conquenses, 2000, p. 328.

22. P.M. IBÁÑEZ, Por tierras de Cuenca, ed. Lancia, Madrid, 1997, p. 37.23. M. LÓPEZ, op. cit., p. 326.24. P.M. IBAÑEZ, op. cit., p. 3725. V. TOVAR MARTÍN, Historia del Arte (Historia 16), nº 34, Ed. Grupo 16,

Barcelona, 1989, p.29

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LA IGLESIA CONVENTUAL DE LA CONCEPCIÓN FRANCISCA

El Convento de las Madres Concepcionistas Franciscanas está situado frente a la que fuera Puerta de Valencia tiempo ha, en el mismo lugar en el que también estuviera situada la Ermita de la Trinidad, cuyos responsables donarán sus dependencias a favor de la Orden de la Santa Concepción mediante escritura otorgada en Toledo, con fecha de 14 de abril de 150126, aunque otros autores retrasen la citada fecha. De las dependencias eclesiásticas de este convento salen en procesión con los latidos acompasados del mediodía de Viernes Santo las imágenes de la Real, Ilustre y Venerable Cofradía de Nuestra Señora de las Angustias, la más numerosa en cuanto a presencia de penitentes y quizá una de las advocaciones más arraigadas en los corazones conquenses. Así, desde la iglesia conventual de las RR.MM. Concepcionistas Franciscanas que a continuación nos ocupará, el misterio sacro de Cristo Descendido, obra del escultor conquense Vicente Marín, y la venerada imagen titular de Nuestra Señora de las Angustias, afortunadísima obra del también escultor e imaginero conquense Marco Pérez, se unen con solemnidad al desfile ascendente de la Procesión “En el Calvario” que enfila entre capuces multicolores las rampas adoquinadas que conducen a la cercana iglesia de El Salvador.

En cuanto a la identidad del personaje encargado de fundar este convento, parece unánime la idea de que sería el entonces canónigo de la Catedral de Toledo, don Álvar Pérez de Montemayor, según afirma Barrio Moya27, aunque Luis Carretero cita a don Álvaro Sánchez de Teruel como otro posible fundador28.

La cesión de las dependencias monásticas fue efectuada mediante escritura, el 2 de octubre de 1504 por parte del canónigo fundador a la abadesa del convento concepcionista, doña Isabel Narváez, lo que esclarece todavía más si cabe, en detrimento de la opinión de Carretero, la verdadera identidad del fundador del monasterio. Meses antes de esta protocolaria cesión, se habían estipulado, de común acuerdo por parte de canónigos y prelados de la Orden, las capitulaciones, algo que tuvo lugar en fecha de 27 de abril del año 1504 en el toledano monasterio de San Juan de los Reyes. Los compromisos entonces adquiridos fueron por su trascendencia los siguientes:

1.- Los padres principal y custodio debían trasladar al nuevo edificio a la que sería abadesa del convento, la ya citada doña Isabel Narváez, a la que acompañarían cuatro monjas más para instruir a las nuevas religiosas. Asimismo, don Álvar Pérez debería designar ocho plazas de monjas, cupo que se fue reduciendo paulatinamente hasta llegar a una sola en el siglo XIX.

2.- El canónigo fundador o, en su defecto, el sucesor en el patronazgo del monasterio que, de manera inmediata,

fue el sobrino de aquél, don Juan Pérez de Teruel, era instado a abonar 40.000 maravedíes de renta para el correcto mantenimiento del convento.

3.- La capilla mayor de la iglesia conventual sería destinada para el enterramiento del canónigo comitente y su parentela. Así, don Álvar Pérez, a la sazón fundador del convento, fue sepultado delante del altar en esta misma capilla.

4.- Otra compensación económica que aparece estipulada es la que tuvo que entregar el citado canónigo a los rectores del monasterio en forma de ocho casas de nueva construcción adyacentes a las dependencias conventuales, además de tener que abonar la cantidad de 4.375 maravedíes.

La estructura primitiva del complejo conventual estaba conformada por tres cuerpos de altura diferente con escuetos ventanales y fachadas poco complejas, cuyo ejemplo más significativo sería la puerta principal de ingreso a las dependencias monásticas, únicamente formada por un arco de medio punto. De aquella original composición del convento, el vestigio más emblemático que en la actualidad se puede apreciar es la portada existente en la fachada de la iglesia conventual.

Esta “portadita caprichosa”29 en palabras del crítico decimonónico Antonio Ponz, constituye uno de los más sobresalientes exponentes de la arquitectura plateresca. La original portada renacentista realizada, según el profesor Martínez Ibáñez,30 por el maestro Pedro de Alviz en la década de los años cuarenta, se conserva, en buena medida, por la sensibilidad artística del que fuera gran renovador del edificio en el tercer cuarto del siglo XVIII, José Martín de Aldehuela, que respetó la primitiva portada plateresca tal y como hiciera también en la Iglesia de Nuestra Señora de la Luz. En este sentido, es de ley alabar aquí el sentido constructivo y la gran perspectiva artística del arquitecto turolense tan antagónico afortunadamente a la necedad conceptual de la que hiciera gala, tiempo más tarde, un personaje tan sobrevalorado como Vicente Lampérez cuyas lamentables aportaciones al patrimonio conquense aún pueden observarse, por desgracia, en la Catedral conquense.

Para concluir este breve apunte sobre la todavía muy desconocida fachada original conservada en el exterior del convento objeto de nuestro estudio, hay que reseñar que la misma, desde un prisma estilístico, está formada por el reiterado arco de medio punto entre pilastras cajeadas con una aportación decorativa de mayor volumen pero menos numerosa que en otras obras anteriores de semejante vertiente artística. Las enjutas aparecen decoradas por ángeles, hay también medallones y destacan sobremanera los típicos grutescos que recorren inquietos la horizontal del friso. En la cúspide del frontón triangular, en el que descansa la figura de una virgen venerada por pequeños ángeles voladores y que sobresale de una reducida ventana, se encuentra una figura junto a una calavera en cuya inscripción inferior se

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puede leer lo siguiente: Memento mori respice finem.La iglesia del convento fue renovada en la segunda mitad

del siglo XVIII debido al consabido proyecto ambicioso de remodelación global impulsado por el prelado Flórez Osorio tras la fatal Guerra de Sucesión. El proyecto de esta obra fue entregado en fecha 24 de septiembre del año 1768, confirmándose un día después la adjudicación de la misma al espléndido maestro aragonés que de nuevo supo rentabilizar de manera inimaginable la generalizada pobreza material de la que dispuso para remozar un templo que sería culminado en 1771, tal y como se desprende de la revisión final a la que fue sometida la edificación por los veedores Lorenzo de Santa María y Esteban Velasco, de la que concluyeron lo siguiente: “hallamos ejecutada bien y fielmente su parte y en todo de ella, tanto por dho Joseph Martin y demas, como por el dicho Maestro maior y theniente, y aun con maiores bentajas para su maior fortaleza, asi en el grueso de sus cimientos como en las paredes de su elebacion: y asimismo prolongada y alargada a su maior longitud, todo ejecutado atendiendo a la debido proporcion y seguridad que se requiere”31.

El templo, que en días cercanos a nuestra existencia perdiera su ostentosa decoración original y su apacible cromatismo vitalista al ser pasto de las llamas durante la Guerra Civil española, poseía una concepción típicamente italiana que, con su nave de planta elíptica y profundo presbiterio con cabecera plana, nos insinuaría un sentido espacial centralizado que tanto evoca la concepción estructural de la iglesia parroquial de San Pedro. Al evidente sentido italianizante, tan propio de la figura de Fontana, habría que añadir la profusa decoración interna de la iglesia conventual en la que las diminutas cabezas de querubines exhalan un aroma borrominesco que vendría a confirmar, junto a las desaparecidas molduras y rocallas, una muy rica y sugerente ornamentación rococó de finura equiparable a la de otros interiores tan magníficamente trabajados por Martín de Aldehuela.

26. E. REDONDO RUBIO, “El monasterio de monjas de la Concepción Francisca (vulgo de la Puerta de Valencia)”. En Boletín de Información del Excmo. Ayto. de Cuenca, 44, 1965, pp. 17-31.

27. J.L. BARRIO MOYA, “Cuenca Barroca”. En Cuenca, mil años de arte. Asociación de Amigos del Archivo Histórico Provincial de Cuenca, 1999, p. 313.

28. L. CARRETERO, op. cit., p. 10129. A. PONZ, op. cit., p. 11230 P. M. IBAÑEZ, “Reflexiones sobre el centro histórico de Cuenca”. En las Ciudades

del Encuentro, Grupo Noriega Editores, UCLM, Universidad Autónoma Metropolitana, México, 1992, p. 106

31. Mª LÓPEZ DE ATALAYA, “Una nueva visión del arquitecto José Martín (Aldehuela) en la diócesis de Cuenca”. En Boletín de Arte, nº 15, Universidad de Málaga, 1994, p. 139.

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