adviento y navidad (co.di.li. rafaela)

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ADVIENTO Y NAVIDAD Propuesta para la formación y el servicio pastoral de los agentes de la pastoral litúrgica COMISIÓN DIOCESANA DE LITURGIA [email protected]

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Material elaborado por la Comisión Diocesana de Liturgia de la Diócesis de Rafaela para los tiempos litúrgicos de Adviento y Navidad.

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Page 1: Adviento y Navidad (Co.Di.Li. Rafaela)

ADVIENTO Y NAVIDAD

Propuesta para la formación y el servicio pastoral de

los agentes de la pastoral litúrgica

COMISIÓN DIOCESANA DE LITURGIA [email protected]

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INTRODUCCIÓN Una vez más nos vamos acercando al comienzo del Adviento, y con él, al comienzo de un nuevo año litúrgico. Es por esto que llegamos a ustedes con un nuevo subsidio que nos ayude a prepararnos, formándonos, rezando y esforzándonos por pensar lo adecuado para nuestra comunidad. Este material está dividido en varias secciones que podrán servirnos a tales fines:

I. El Adviento y la Navidad: su naturaleza, su sentido teológico y litúrgico siempre actuales.

II. La presencia de María durante el Adviento y la Navidad. III. Los signos litúrgicos del Adviento y la Navidad: una llamada a redescubrirlos y

proponerlos de manera creativa. IV. Algunas propuestas litúrgicas para acompañar la preparación penitencial del

Adviento. V. Sobre la música litúrgica de estos tiempos fuertes.

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I. El Adviento y la Navidad: su naturaleza, su sentido

teológico y litúrgico siempre actuales.

Cada tiempo litúrgico es un momento de gracia especial que Dios, en su Hijo Jesucristo,

nos regala a cada uno de nosotros.

Cada uno de estos momentos nos vincula de manera íntima a un aspecto de la salvación

operada por Jesucristo por medio de la acción litúrgica. “En efecto en ella se realiza la

obra de nuestra redención” (S.C. 2).

Cada tiempo fuerte que nos ofrece la liturgia es momento especial de gracias que anima

y renueva nuestra vida espiritual. De hecho el año litúrgico cada día, mes y año, nos

hace avanzar más, hacia arriba y hacia delante en nuestro caminar hacia el Padre. Cada

año es distinto, es más profundo y cercano en el encuentro con el Señor. El año litúrgico

nos vehicula en la santidad; le da sentido, hondura y espesor a nuestra vida espiritual. La

oración litúrgica le da sentido a nuestra acción; sin vida litúrgica, el anuncio del

Evangelio, la evangelización, sería solamente la acción de hombres buenos. Nuestra fe

no sería más que una simple ideología.

Hoy les ofrecemos este material para ayudarlos a celebrar el tiempo de Adviento.

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Tiempo que de una manera particular nos invita a ponernos en sintonía con el proyecto

de Dios. Sí, ponernos en sintonía con el proyecto de Dios, porque en algunos momentos

de nuestras vidas, tenemos que reconocer que hemos armado proyectos sin tenerlo en

cuenta a él. Nos hemos puesto fuera de sus vías. Nuestros proyectos tienen que ser

proyectos de Dios, proyectos que den cuenta de la voluntad del Señor.

Adviento es el tiempo que nos invita a tomar conciencia de que nuestras vidas tienen

que ser un amén al proyecto del Padre.

Adviento en su sentido original – Adventus - marcaba el tiempo que se ubicaba entre el

anuncio de una visita inspectiva hasta el momento en que ésta comenzaba. De esta

fácilmente se deduce que Adviento es un tiempo de espera activa, de espera creyente.

Nuestro actual tiempo de Adviento inaugura el año litúrgico y tiene dos dimensiones: la

que va desde el primer Domingo de Adviento hasta el 16 de diciembre, y que nos invita

a vivir un Adviento Escatológico, es decir, a la espera de la segunda venida del Señor; y la

que va desde el 17 hasta el 24 de diciembre, un Adviento natalicio, que recuerda año tras

año la primera venida de Jesucristo, nuestro Salvador. Comenzamos el año litúrgico

mirando la concreción de nuestra esperanza.

“El tiempo de Adviento tiene una doble índole: es el tiempo de preparación para las

solemnidades de Navidad, en las que se conmemora la primera venida del Hijo de Dios

a los hombres, y es a la vez el tiempo en el que por este recuerdo se dirigen las mentes

hacia la expectación de la segunda venida de Cristo al fin de los tiempos. Por estas dos

razones el Adviento se nos manifiesta como tiempo de una expectación piadosa y

alegre”.

Tiene como color litúrgico al morado, el cual nos recuerda la actitud de penitencia y

sacrificio que todos los cristianos debemos tener para prepararnos a tan importante

acontecimiento de Dios que vino, viene y vendrá:

VINO: Recordamos el pasado y celebramos - contemplamos el nacimiento de Jesús en

Belén, en el que Dios se hizo uno de nosotros para recuperar la amistad herida por el

pecado.

VIENE: en nuestro presente, en nosotros y por nosotros, está aquí en el mundo como el

Dios Vivo y resucitado que camina a nuestro lado, mientras germina el Reino definitivo.

VENDRÁ: en la Parusía o segunda venida de Jesucristo en la "majestad de su gloria", en

la que se nos manifestará como Señor y como Juez de todas las naciones, y abrirá la

creación a un “nuevo cielo y una nueva tierra”

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El adviento es memoria del misterio de gracia del nacimiento de

Jesucristo. Es memoria de la encarnación, es memoria de las maravillas

que Dios hace en favor de los hombres. Es memoria de la primera

venida del Señor.

El adviento es historia viva.

El adviento es el tiempo de la espera, ícono de la vida como espera. El adviento es el

tiempo que se nos da para que aprendamos a esperar, para que aprendamos a vivir

esperando, para que no pretendamos obtener enseguida lo que queremos, aunque se

trate de Dios y de la visión de su rostro; es el tiempo del intervalo, de la capacidad de

hacer mientras tanto una pausa, una especie de suspensión de nuestros reclamos y de

la pretensión de obtener inmediatamente lo deseado.

Es un llamado a vivir el

presente de nuestra vida

cristiana comprometida y a

experimentar y testimoniar

la presencia de Jesucristo

entre nosotros, con

nosotros, por nosotros. El

adviento nos interpela a

vivir siempre vigilantes. El

adviento es presencia

encarnada del cristiano,

que cada vez que hace el

bien, reactualiza la

encarnación y la natividad

de Jesucristo.

Dice nuestro Papa Francisco en su exhortación apostólica Evangelii Gaudium:

«Hay que reconocerse a sí mismo como marcado a fuego por esa misión

de iluminar, bendecir, vivificar, levantar, sanar, liberar. Allí aparece la

enfermera de alma, el docente de alma, el político de alma, esos que

han decidido a fondo ser con los demás y para los demás. Pero si uno

separa la tarea por una parte y la propia privacidad por otra, todo se

vuelve gris y estará permanentemente buscando reconocimientos o

defendiendo sus propias necesidades» (EG 273)

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En el comienzo del Adviento, se abre la perspectiva global del sentido del tiempo. Se

nos invita a mirar desde los orígenes hasta la consumación. Miramos lo que viene, que

no es una cosa: es una persona, es alguien, es el Señor.

Desde el comienzo del Cristianismo, los discípulos del Señor se caracterizan por vivir en

la esperanza. Dice San Pablo a los Corintios, “Aguarden la Manifestación de Nuestro

Salvador Jesucristo” (1 Cor 1,7).

Nos reconocemos peregrinos, pero al mismo tiempo, responsables de la transformación

del mundo. En otras palabras tenemos que asumir la Evangelización del Corazón de la

ciudad, la Evangelización de la cultura: anunciar al corazón del hombre el Evangelio de

Jesucristo.

Vivir Adviento es reconocer que necesitamos adecuar nuestros proyectos a los del

Señor, optar por dejar que sea Cristo quien reine en nosotros. El primer terreno a

allanar y preparar para Jesucristo en este Adviento, es nuestra propia vida.

En la segunda parte del Adviento la espera tiene otra característica: mira la venida en

la carne del Hijo de María, es la preparación a la celebración de la Navidad, celebración

que nos ayuda a contemplar la promesa y la misericordia de Dios que se concretan en

la encarnación de su Hijo. Esta segunda parte del Adviento, Adviento natalicio, nos

prepara a reconocer que el Señor cumple sus promesas y las cumple con la cooperación

del hombre: el sí de María, posibilita el sí de la misericordia de Dios.

«Después de la celebración anual del misterio pascual, nada tiene en

mayor estima la Iglesia que la celebración del Nacimiento del Señor y

de sus primeras manifestaciones: esto tiene lugar en el tiempo de

Navidad» (Normas Universales para el Año Litúrgico 32).

La Navidad es la fiesta litúrgica que se ha hecho más popular en las culturas del mundo occidental. Todos sabemos que muchas de las figuras con que el consumismo desenfrenado “celebra” la Navidad, vienen de la Navidad, pero que se han “divorciado” de la liturgia y de la fe (el árbol de la Navidad, Santa Claus, los regalos). Deberíamos estudiar este fenómeno desde la antropología, la sicología y otras disciplinas humanas, porque arrasa con el sentido de la fe cristiana, y no nos estamos dando cuenta de esto. Gracias a Dios, esta desviación de la Navidad, es contrarrestada en buena parte por la hondura del misterio que celebramos en la Navidad. Y es el de la Encarnación de Cristo, misterio germinal de la Pascua, de la resurrección. En la debilidad y ternura del Niño Dios del portal, se revela la paradójica grandeza de quien no dudó en hacerse uno como nosotros (Flp 2,6-11), para compartir nuestra humanidad, marcada por el pecado y la muerte, compartir nuestra suerte y salvarla desde dentro, haciéndose carne (Jn 1,14). El tiempo de Navidad comienza con las primeras vísperas de la fiesta de Navidad y termina con el domingo después de Epifanía, o después del día 6 de enero. El Bautismo

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del Señor es la fiesta que cierra el tiempo de Navidad, y se celebra el domingo posterior a la Epifanía, que es la celebración de la manifestación del Señor. La Epifanía se celebra el 6 de enero, o bien, donde no es día de precepto, el domingo entre el 2 y el 8 de enero. La Epifanía está en íntima relación con la Navidad, pues se remonta a su mismo origen. El acontecimiento bíblico de la llegada de los magos de Oriente a Belén (Mt 2,1-12), adquiere una dimensión universal, como manifestación de Jesús a las naciones (representadas en los sabios), y le da a la fiesta un carácter ecuménico y misionero. La Epifanía del Señor, que se completa con la manifestación de Jesús a Israel en su bautismo, nos recuerda que Jesús es la revelación de Dios, la manifestación del Padre mismo desde su nacimiento, hasta su vida adulta. El Bautismo de Jesús nos recuerda que él inicia su vida pública con su manifestación en el Jordán, a su pueblo Israel. Esta fiesta “completa” el ciclo de Navidad. Es el término de la infancia de Jesús, para dar comienzo a su vida pública (coincide con el comienzo del Tiempo Ordinario), en el que se despliegan los acontecimientos de la vida pública de Jesús: enseñanzas, milagros y palabras, sin centrarse en algún aspecto particular hasta entrar la Cuaresma en el Miércoles de Ceniza.

Este Adviento tiene que ser renovación, quizás, un comenzar de nuevo; este Adviento

es ciertamente un inicio. Pero nunca partimos de cero, siempre partimos con la

ganancia del amor y de la misericordia de Dios.

La invitación del Bautista a preparar los caminos del Señor, nos estimula a realizar una

espera activa y eficaz. No esperamos de brazos cruzados, es preciso poner en juego

todos nuestros recursos, para preparar la venida del Señor.

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II. La presencia de María durante el Adviento y la Navidad.

ADVIENTO Y NAVIDAD… TIEMPOS PARA CONTEMPLAR A MARÍA

8 DE DICIEMBRE: INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA

María, la madre de Jesús, fue preservada de todo pecado desde su concepción, por eso

el 8 de diciembre de l854 se declara el dogma de fe de la Inmaculada Concepción de

María. Es día de precepto.

«...Para honra de la Santísima Trinidad, para la alegría de la Iglesia

católica, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, con la de los

Santos Apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra: Definimos, afirmamos

y pronunciamos que la doctrina que sostiene que la Santísima Virgen

María fue preservada inmune de toda mancha de culpa original desde

el primer instante de su concepción, por singular privilegio y gracia de

Dios Omnipotente, en atención a los méritos de Cristo-Jesús, Salvador

del género humano, ha sido revelada por Dios y por tanto debe ser

firme y constantemente creída por todos los fieles. Por lo cual, si alguno

tuviere la temeridad, lo cual Dios no permita, de dudar en su corazón lo

que por Nos ha sido definido, sepa y entienda que su propio juicio lo

condena, que su fe ha naufragado y que ha caído de la unidad de la

Iglesia y que si además osaren manifestar de palabra o por escrito o de

otra cualquiera manera externa lo que sintieren en su corazón, por lo

mismo quedan sujetos a las penas establecidas por el derecho»

(Bula Ineffabilis Deus, 8 de diciembre de l854)

12 DE DICIEMBRE: NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE, PATRONA DE LA DIÓCESIS

DE RAFAELA

En 1531 la Virgen María se apareció al indio Juan Diego en la colina de Tepeyac (México)

y le expresó su deseo de que en el lugar se edificara un templo. El obispo de México

requirió un signo por el que se manifestase claramente la voluntad de la Virgen.

Entonces Nuestra Señora se volvió a aparecer a Juan Diego y, sobre una roca árida y en

pleno invierno, le hizo recoger rosas frescas que el indio colocó en un pliegue de su capa

o tilma. Al desplegarla ante el obispo, a la sorpresa de las rosas fuera de estación se

agregó el hecho de aparecer grabada en la tilma una pintura de la Virgen, en la misma

forma como decía el indio haberla visto en la colina. Se levantó allí una capilla que luego

se convirtió en una monumental basílica, principal centro de peregrinación mariana de

América. En 1877 Nuestra Señora de Guadalupe fue declarada Patrona de América

Española y más tarde de toda América.

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MARÍA, MODELO DE CONTEMPLACIÓN

«La contemplación de Cristo tiene en María su modelo insuperable. El

rostro del Hijo le pertenece de un modo especial. Ha sido su vientre

donde se ha formado, tomando también Ella una semejanza humana

que evoca una intimidad espiritual ciertamente más grande aún. Nadie

se ha dedicado con la asiduidad de María la contemplación del rostro

de Cristo. Los ojos del corazón se concentran de algún modo en Él, ya

en la Anunciación, cuando lo concibe por obra del Espíritu Santo, en los

meses sucesivos empieza a sentir su presencia y a imaginar sus rasgos.

Cuando por fin lo da a luz en Belén, sus ojos se vuelven también

tiernamente sobre el rostro del Hijo, cuando lo “envolvió en pañales y lo

acostó en un pesebre”(Lc2,7)» (J. P. II, Rosarium Virginis Mariae 10)

MARÍA, MODELO DE EVANGELIZACIÓN Y MISIÓN

287. «A la Madre del Evangelio viviente le pedimos que interceda para

que esta invitación a una nueva etapa evangelizadora sea acogida por

toda la comunidad eclesial. Ella es la mujer de fe, que vive y camina en

la fe y «su excepcional peregrinación de la fe representa un punto de

referencia constante para la Iglesia». Ella se dejó conducir por el

Espíritu, en un itinerario de fe, hacia un destino de servicio y

fecundidad. Nosotros hoy fijamos en ella la mirada, para que nos ayude

a anunciar a todos el mensaje de salvación, y para que los nuevos

discípulos se conviertan en agentes evangelizadores» (Francisco,

Evangelii Gaudium 287)

MARÍA, LA MUJER QUE OYÓ, MEDITÓ Y VIVIÓ LA PALABRA

El que logró realmente ser pobre del Señor pudo percibir la manifestación y la presencia

salvadora de Dios en su vida. El Evangelio nos presenta a María, la Madre de Jesús, como

una mujer dichosa por haber creído, por haber descubierto a Dios y por haberse sabido

fiar de Él.

El Evangelio nos la muestra en un proceso de esa aceptación y de este acercamiento al

Dios que se le manifestaba. La Virgen escuchó meditó y vivió el contenido de la Palabra

o manifestación de Dios a través de su Hijo.

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María escucha la Palabra. Y por esa razón fue dichosa. Tuvo estrecho contacto con su

Hijo en el hogar de Nazaret, en donde Cristo vivía los contenidos que después, en los

días de su vida pública, predicó; oyó atónita el mensaje del ángel el día de la

Anunciación; escuchó la profecía que Simeón le hacía.

Pero en la aceptación de la Palabra y en su proceso de fe, María también siguió el

caminar corriente de todos los creyentes. Como no comprendía el sentido y la

proyección de lo que escuchaba como manifestación del querer y de los planes de Dios,

la Virgen meditaba y reflexionaba, guardaba en su corazón el mensaje de Dios.

Y la grandeza de la Madre de la Iglesia consistió en vivir el contenido de esa

manifestación de Dios, vivencia que no le fue fácil, sobre todo cuando veía la

marginación que se hacía de su Hijo en los días de su vida pública, y más todavía cuando

estaba de pie junto a la cruz de su Hijo, asumiendo su rol y viviendo su hora junto a

Jesús Salvador. Así se constituyó en madre de los creyentes y medianera del pueblo de

Dios.

Frente a la nueva manifestación de Jesucristo como Salvador, que sacramentalmente

celebramos en este Adviento, la Iglesia nos propone el modelo bíblico de María para

que nosotros también asumamos este ejemplo de docilidad, docilidad que, en el

itinerario de fe de la Virgen, no estuvo exenta de dudas e incertidumbres, pero que supo

apoyarse en la bondad infinita del Dios que nos ama y que, por ese amor, nos salva en

su Hijo.

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Por esta razón, les acercamos una propuesta para meditar de un modo especial el

Misterio segundo del Santo Rosario: la Visitación de María a su prima Isabel. Para esto,

se puede elegir algún momento adecuado de la semana, hacer una convocatoria en

torno a la imagen de la Madre de Dios y contemplar comunitariamente este misterio.

CONTEMPLANDO EL SEGUNDO MISTERIO GOZOSO: LA VISITACIÓN Preparar un altarcito (si es posible con alguna imagen que ilustre el misterio)

Invocación al Espíritu Santo, con cantos o espontáneamente.

Proclamación del texto (Lucas 1, 39-45). Se puede proclamar el texto al modo como se

proclama la Pasión, con tres lectores: Narrador – María – Isabel

Después de la proclamación del evangelio, se invita a un momento de silencio breve,

después del cual el animador del momento, dice:

Miramos nuestra vida

El texto de hoy nos habla de la visita de María a su prima Isabel. Las dos se conocían

bien; sin embargo en este encuentro descubren entre ellas un misterio que todavía no

conocían y que les llenó de inmensa alegría. Se trata del misterio que ambas llevan en

sus entrañas y que es esencial para poner en marcha el Plan Providente de Dios para la

salvación de la humanidad. Isabel representa el Antiguo Testamento que termina:

María el Nuevo que comienza. Ambas se identifican por su gran fe en Dios.

Reflexión compartida: se invita a los participantes a compartir las resonancias que el evangelio dejó en sus corazones. Este diálogo puede estar motivado por las siguientes preguntas: ¿Tenemos nosotros como María e Isabel una fe inquebrantable en Dios? ¿Orientamos nuestra vida desde la fe y los valores que de ella derivan? ¿Hemos renovado nuestros vínculos con otras personas a través de la fe? Meditamos

El animador del momento, u otra persona preparada con anterioridad, cierra este

momento de reflexión, mostrando cómo la visitación de María nos presenta un modelo

de misión, un modo de entender la vida cristiana como vida de discípulo misionero

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lanzado a la evangelización. Para tal fin, puede ayudar el cuadro que se encuentra más

abajo.

Lucas cuando narra esta visita de María a Isabel está enseñando a las comunidades

cristianas – a nosotros – lo que debemos hacer para transformar la visita de Dios en

servicio a los hermanos y hermanas.

Descubramos el itinerario espiritual que nos propone este pasaje del Evangelio…

Rezamos: El animador propone concluir este momento de oración, rezando juntos el

misterio meditado: 1 Padre Nuestro – 10 Ave María – 1 Gloria

Con alegría le cantamos a María

1-ENVÍO: IMPULSO DEL ESPÍRITU SANTO

2- CAMINO: PRONTITUD PARA SALIR – CON

DIFICULTADES – CONFIADOS EN DIOS

3- KERYGMA: ANUNCIO – LLEVAR A CRISTO

CON ALEGRÍA

4- RECIBIMIENTO GOZOSO DE JESÚS – LA

FE ABRE EL CORAZÓN

LA VISITACIÓN DE MARÍA A SU PRIMA

ISABEL

5- MEDIACIÓN POR MEDIO DE LA FE:

MARÍA NOS LLEVA A CRISTO

MISIÓN

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III. Los signos litúrgicos del Adviento y la Navidad: una llamada a

redescubrirlos y proponerlos de manera creativa.

Como muchos de los signos que conocemos y realizamos provienen de la fe del pueblo de Dios que a lo largo de las

generaciones fue sosteniendo el caminar creyente, nos parece bien comenzar esta sección con una síntesis de

algunos números del Directorio sobre la piedad popular y la liturgia:

94 «El Año litúrgico es la estructura temporal en la que la Iglesia celebra todo el misterio de Cristo: "desde la Encarnación y la Navidad hasta la Ascensión, al día de Pentecostés, y a la expectativa de la dichosa esperanza y venida del Señor"»

97 «La piedad popular es sensible al tiempo de Adviento, sobre todo en cuanto memoria de la preparación a la venida del Mesías. Está sólidamente enraizada en el pueblo cristiano la conciencia de la larga espera que precedió a la venida

del Salvador. Los fieles saben que Dios mantenía, mediante las profecías, la esperanza de Israel en la venida del Mesías. A la piedad popular no se le escapa, es más, subraya llena de estupor, el acontecimiento extraordinario por el que el

Dios de la gloria se ha hecho niño en el seno de una mujer virgen, pobre y humilde. Los fieles son especialmente sensibles a las dificultades que la Virgen

María tuvo que afrontar durante su embarazo y se conmueven al pensar que en la posada no hubo un lugar para José ni para María, que estaba a punto de dar a

luz al Niño (cfr. Lc 2,7). Con referencia al Adviento han surgido diversas expresiones de piedad popular, que alientan la fe del pueblo cristiano y

transmiten, de una generación a otra, la conciencia de algunos valores de este tiempo litúrgico»

105 «La piedad popular, a causa de su comprensión intuitiva del misterio cristiano, puede contribuir eficazmente a salvaguardar algunos de los valores del Adviento, amenazados por la costumbre de convertir la preparación a la

Navidad en una "operación comercial", llena de propuestas vacías, procedentes de una sociedad consumista. La piedad popular percibe que no se puede celebrar el Nacimiento de Señor si no es en un clima de sobriedad y de sencillez alegre, y con una actitud de solidaridad para con los pobres y marginados; la espera del

nacimiento del Salvador la hace sensible al valor de la vida y al deber de respetarla y protegerla desde su concepción; intuye también que no se puede

celebrar con coherencia el nacimiento del que "salvará a su pueblo de sus pecados" (Mt 1,21) sin un esfuerzo para eliminar de sí el mal del pecado,

viviendo en la vigilante espera del que volverá al final de los tiempos»

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Durante el Adviento y la Navidad encontramos diversos signos que pueden ayudar a nuestro pueblo a prepararse en un auténtico camino espiritual para celebrar el misterio del nacimiento de nuestro Salvador. De entre ellos, elegimos algunos que por su tradición y significado siguen siendo opciones válidas. En cada uno de estos signos, haremos una breve explicación de su naturaleza, tratando de brindar también opciones creativas para adaptarlas a cada comunidad, según lo que el discernimiento comunitario crea oportuno.

La Corona de Adviento La Corona de Adviento es un signo tradicional que permite a la asamblea y a la familia (cuando se arma en cada hogar) ir preparando el corazón de manera progresiva, para la venida del Salvador. Si bien su origen la sitúa en el hemisferio norte, nuestras comunidades no han visto demasiada dificultad en adoptar este gesto simbólico e integrarlo a su celebración. La “corona de Adviento”, que se puede hacer en el templo o en nuestras casas, como signo de la espera de Cristo, de nuestra preparación a celebrar la Navidad, es de forma circular, porque indica la perfección o la eternidad, la plenitud. El color de sus velas generalmente es morado, aunque nada dice que no pueda ser de otro color. En ocasiones se suele ubicar una vela color rosa como tercera de la serie, para significar el domingo Gaudete que, litúrgicamente, nos invita a renovar la alegría de ver que el Señor cumple sus promesas. Se enciende una vela por semana, toda vez que nos reunamos en casa para rezar o en la Iglesia para celebrar la eucaristía. Las luces, por su parte, nos recuerdan que Cristo es la luz, que disipa nuestras tinieblas y triunfa sobre la oscuridad del pecado y de la muerte, por su Misterio Pascual (Is 2,5; 9,1; 60,1-2). Las características propias de este signo las podríamos resumir en las siguientes:

La vida que se hace presente durante la espera (color verde de las ramas) La luz que ilumina de a poco el camino del Adviento (velas) La progresividad de la iluminación, marcando el ritmo semanal

Estas notas de la Corona de Adviento nos dan pie para pensar otras posibilidades. Igualmente fundadas en la biblia, tenemos algunos signos que pueden ayudar a la comunidad a fortalecer la espera.

Tronco: durante el Adviento nos sale al paso el profeta Isaías con su famosa promesa de parte de Dios: “Saldrá un vástago del tronco de Jesé, y un retoño de sus raíces brotará” (Is. 11, 1), haciendo alusión con estas palabras a la llegada del Mesías que nacerá de la Virgen María. Por esta razón, un tronco con un pequeño pero evidente brote, puede servir como contexto ornamental para el encendido de las velas dominicales. En este caso, una necesaria catequesis al comienzo

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del Adviento puede ayudar a incorporar este signo sin problemas. Y sería bueno también que las oraciones de cada domingo, haciendo referencia esencialmente a la luz de la esperanza del pueblo creyente, haga también alusión a la promesa del profeta. La progresividad, en este caso, no estaría sólo posibilitada por la cantidad de luces, sino también por el aumento progresivo de follaje que adorne el tronco que sigue “brotando”.

Ventana o puerta que se abre: lo mismo podemos decir de estas otras alternativas que permitirían acentuar la espera como actitud interior de preparación, por la cual los cristianos, abren sus vidas al que llega para que su luz los ilumine. Si a esto sumamos la presencia de la Palabra de Dios, nos permitiría comprender el papel que la lectura y meditación de la Palabra de Dios juega en el camino del Adviento, que nos lleva a celebrar el acontecimiento en el cual “la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros” (Juan 1, 14)

Faroles o lámparas: si, en cambio, se quisiera hacer hincapié en la vigilancia y espera que exige el Adviento, las lámparas de aceite o faroles podrían ayudarnos. Los textos bíblicos que hacen referencia a esta actitud son bien conocidos y claros y aportarían el espíritu atento y penitencial que, sin ser de igual calibre que en la cuaresma, no deja de estar presente en el Adviento. En este caso, con mayor razón, las oraciones deberían hacer referencia al permanecer atentos y despiertos, con las lámparas encendidas, etc.

Maceta sembrada: especialmente donde la presencia numerosa de niños lo requiera como un signo fácil de comprender. Un recipiente sembrado que se riegue domingo a domingo bastaría en su simpleza para hablarnos de aquello que viene brotando y de la necesidad de cuidar y regar el corazón con lo que en cada domingo el Señor nos regale en la liturgia. No faltan los textos bíblicos que hagan referencia a la siembra, al crecimiento, a los frutos y a las semillas que el Señor planta en los corazones.

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Camino: En lugar de la circularidad de la corona, en este caso, vendría presentado el tiempo más bien como un camino progresivo que se dirige hacia el lugar donde luego aparecería el pesebre, o bien hacia el altar. De este modo se podrían utilizar los escalones que se encuentran en la mayoría de nuestros presbiterios, formando con ellos las

diversas etapas del Adviento. Este camino, en cada etapa, puede ser ayudado con algún signo que permanezca a lo largo del tiempo de espera y que ayude a la memoria semana a semana: por ejemplo, que la primer semana junto a la primer vela se ponga un pequeño tronco brotado; la segunda vela acompañada por un reloj de arena; la tercera semana acompañada por la Palabra de Dios y la cuarta vela por una imagen de la Virgen María. Estos son sólo ejemplos de los muchos signos que se pueden buscar a la hora de ilustrar el camino del Adviento. Cae agregar la conveniencia de que se agreguen oraciones con el encendido que tengan que ver con el signo y que, sin “explicarlos”, pongan de manifiesto su profundo simbolismo.

Más allá de la importancia del signo, sería bueno que no ocupe un lugar que no le corresponde ya que, por ejemplo, sería una incoherencia que demos más atención a un signo de la espera del Salvador que a la presencia real y actual en medio de su pueblo (Palabra, Eucaristía, ministros, asamblea, oraciones, etc.). Por esto mismo es bueno tener en cuenta algunos consejos prácticos:

Que el lugar donde ubiquemos el signo del Adviento no reste importancia al altar ni al ambón.

Que sea un lugar donde sea fácil de llegar, especialmente si queremos hacer participar a niños, ancianos, discapacitados, etc.

Que el signo sea firme y seguro: sobre todo en lo que tiene que ver con el fuego, el material que se utilice, asegurarse que llama permanezca encendida durante toda la celebración, la altura y la estabilidad del soporte.

Que cerca o integrando el signo, haya algún cartel con algún versículo que ilumine el signo aun cuando no se lo está realizando (por ejemplo, cuando se visita durante el día el templo). También sería oportuna una explicación breve del signo adoptado para que sea más evidente su sentido.

Que mantenga su lugar hasta la víspera de la Navidad y, luego, que desaparezca de escena, para que no haya visualmente una contradicción.

Que a la hora de elegir colores predominen los morados. Aunque, según qué signo se elija, pueden acompañar también otros colores; en todo caso, manteniendo siempre la sobriedad.

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Pesebre Desde muy antiguo las Iglesias adquirieron la venerable costumbre de armar los “pesebres o nacimientos” dentro de sus naves, para que las imágenes ayudaran a los fieles a acercarse sensiblemente al Misterio que se celebraría. No siempre el pesebre ha aparecido en forma de pequeñas imágenes de material, sino también en forma de pinturas. En el año 1223 San Francisco de Asís dio origen a los pesebres o nacimientos que actualmente conocemos, popularizando entre los laicos una costumbre que hasta ese momento era sólo al interno de las iglesias, haciéndola extra-litúrgica y popular. La tradición de armar el pesebre en nuestras iglesias es una linda oportunidad para catequizar con él a las familias que participan de nuestras celebraciones. Por tanto, a la hora de su armado, tengamos en cuenta algunos tips que pueden ayudarnos a recuperar el sentido de su presencia y su mejor aprovechamiento:

¿Cuándo armar el pesebre? No hay una respuesta única, porque depende de la costumbre de cada lugar y del significado que se busque expresar. Ciertamente, en la mayoría de nuestras casas la aparición del clima navideño en todos sus signos (pesebre, arbolito, luces, etc.) tiene lugar el 8 de diciembre, que le agrega un ingrediente más a la celebración de la Inmaculada Concepción. Pero tratándose de la Iglesia, lugar donde los signos no deben entorpecer, sino ayudar, hay que analizar en el equipo de liturgia cuando sea el momento oportuno. Además, agreguemos, la presencia de la corona de Adviento (u otro signo fuerte) corre el riesgo de comenzar a “competir” con el pesebre, si es que este aparece casi desde el inicio del Adviento. Para buscar un poco de luz desde la misma liturgia, es claro que las cuatro semanas del Adviento no tienen todas el mismo sentido teológico: las dos primeras hacen referencia más a la espera escatológica y final de nuestro Señor, mientras que la tercera y cuarta semana miran más bien a la realización de la espera del Mesías en su primera venida, es decir, la Encarnación de Jesucristo, nacido entre los pobres para enriquecernos a todos. Además, si hojeamos el misal y el leccionario, nos encontraremos con las llamadas “Ferias de Adviento”, es decir, con lecturas especiales que se emplean desde el día 17 al 24 de diciembre. Estos datos nos hacen pensar como posible y mejor – generalizando – la opción de preparar el pesebre en el templo a partir del día 16 de diciembre, o bien, por una cuestión pastoral, el domingo anterior.

¿Cuándo desarmarlo? Tampoco encontramos una respuesta única posible. Nos vendrá bien buscar en la liturgia una respuesta… El ciclo litúrgico llamado Tiempo de Navidad, abarca desde el 25 de diciembre hasta el Bautismo del Señor. La finalidad de este tiempo es celebrar con gozo el Nacimiento del Señor, en Belén; su infancia y vida oculta, en Nazareth; y las primeras y solemnes manifestaciones del mismo a los hombres. Por su finalidad y extensión puede dividirse este tiempo, y, en la Liturgia, de hecho se divide, en dos períodos: a) Período de Navidad, propiamente dicho, que abarca los quince días comprendidos entre esta fiesta y la de Epifanía (6 de enero); y b) Período de Epifanía, que va hasta el Domingo del Bautismo del Señor.

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El 1er. Período es una fiesta no interrumpida en torno a la cuna de Belén, donde la Iglesia contempla y celebra embelesada los encantos y grandezas del Divino Infante, y también las alegrías y excelencias de la Virgen Madre. El 2° Período ensancha más el horizonte litúrgico y pone de relieve las manifestaciones del Hijo de Dios principalmente en el misterio de la Adoración de los Reyes, en el de su Bautismo, y en su primer milagro, en las bodas de Caná. Teniendo en cuenta estos datos, el desarmado del pesebre podría ser una ayuda al cambio de perspectiva litúrgica: una vez celebrada la Epifanía, si bien el tiempo de Navidad continúa, se puede desarmar el pesebre ya que la mirada creyente no se posa sobre él, sino más bien en la vida escondida de Jesús en Nazaret y en sus primeras manifestaciones públicas.

¿Qué lugar es conveniente? Como es de intuir, no hay un lugar específico. Sí hay criterios que nos ayudarán a encontrar el adecuado. Por ejemplo, uno que ya dimos arriba, que el pesebre no “compita” con la corona de Adviento o el signo elegido. Para esto no estaría de más pensar cómo “integrar” las dos cosas, o pensar cómo cada una puede conservar su lugar en el templo sin necesidad de “trasladar” la corona para poner el pesebre. Respecto a la integración, se podría pensar especialmente en los signos propuestos como alternativas a la corona, más fácilmente incorporables a la escena del nacimiento. O bien, la integración se puede dar por la progresividad con la que vayan apareciendo las imágenes de los personajes, mientras se encienden las luces correspondientes del Adviento, acompañando esa entrada o aparición con una oración preparada para la ocasión. Otro criterio a tener en cuenta es que el pesebre no quite valor al ambón o al altar, sino más bien que lleve la atención del fiel a lo que sucede sobre el altar y no debajo de él.

Arbolito de Navidad Tiene sus orígenes en la antigua Alemania. En algunas casas, siguiendo una costumbre pagana, se cortaban algunas ramas y se lo decoraba con pan, fruta y adornos brillantes para alegrar la vida de los habitantes de la casa. Se cuenta que un misionero inglés en Alemania, en el siglo VII, comprendiendo que era imposible arrancar de raíz esta tradición pagana, la adoptó dándole un sentido cristiano, haciendo que el árbol adornado fuera también un símbolo del nacimiento de Cristo.

Los primeros documentos que nos hablan de la costumbre de colocar en Navidad árboles en las casas son del siglo XVII. En los países nórdicos, se empiezan a reunir las familias en torno a un árbol de Navidad. El día 24 los niños eran llevados a pasear o de día de campo, mientras los adultos colocaban y decoraban con dulces y juguetes el árbol; a su regreso los niños eran sorprendidos con el árbol y así daba inicio la celebración de la fiesta de Navidad. Esta costumbre va cobrando fuerza y se extiende por todo el mundo. Ya en la Biblia aparece el árbol asociado al plan que Dios tiene para salvar al hombre. En primer lugar se asocia al árbol de Navidad con el árbol de la vida, que lucía en medio en medio del Jardín del Edén y después de la caída desaparece; la fruta y las decoraciones nos recuerdan las gracias y dones que el hombre tenía cuando vivía en el Paraíso en completa amistad Dios. Por el nacimiento de Cristo, los hombres renacen y

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tienen acceso a la plenitud de la vida. El árbol de Navidad representa el haber recobrado dichos dones gracias al sacrificio de Jesucristo. Los adornos del árbol y las luces que se encienden representan el nuevo estado que el amor de Cristo nos prepara. La presencia de Cristo responde al anhelo de la creación para ser liberada de la esclavitud y de la destrucción; mientras tanto se queja y sufre, tal como una mujer en sus dolores de parto tal como nos lo describe San Pablo en la epístola a los Romanos. Por eso el árbol de Navidad representa esa naturaleza restaurada y engalanada para recibir a su redentor; el árbol perennemente verde quiere saludar en nombre de la naturaleza renovada a su Señor "Alégrense los cielos y la tierra, retumbe el mar y el mundo submarino. Salten de gozo el campo y cuanto encierra, manifiesten los bosques regocijo" (Salmo 5). El árbol de Navidad también representa ese árbol que nace y que con el tiempo madurará en un gran árbol del cual saldrá la cruz que tal como nos recuerda la liturgia del Viernes Santo: "Cruz amable y redentora, árbol noble y espléndido, ningún árbol fue tan rico ni en frutos ni en flor". Podemos decir que de alguna manera el árbol de Navidad nos recuerda la redención. Las luces representan la luz de Cristo en nuestra vida y la estrella que en algunas ocasiones se coloca en la punta representa a la estrella de Belén que anuncia la redención a la humanidad. Como podemos ver, la historia y el sentido del árbol de Navidad nos permiten acogerlo como una oportunidad para evangelizar. A esto hace referencia también la Congregación para el Culto Divino, en el Directorio sobre Piedad popular y Liturgia cuando nos dice: «Independientemente de su origen histórico, el árbol de Navidad es hoy un signo fuertemente evocador, bastante extendido en los ambientes cristianos; evoca tanto el árbol de la vida, plantado en el jardín del Edén (cfr. Gn 2,9), como el árbol de la cruz, y adquiere así un significado cristológico: Cristo es el verdadero árbol de la vida, nacido de nuestro linaje, de la tierra virgen Santa María, árbol siempre verde, fecundo en frutos. El adorno cristiano del árbol, según los evangelizadores de los países nórdicos, consta de manzanas y dulces que cuelgan de sus ramos. Se pueden añadir otros "dones"; sin embargo, entre los regalos colocados bajo el árbol de Navidad no deberían faltar los regalos para los pobres: ellos forman parte de toda familia cristiana» Algunos ítems que ayuden a pensar esta presencia también en nuestros templos:

El lugar dónde colocar el árbol de Navidad: evitar en lo posible colocarlo en el presbiterio, ya que puede entorpecer la visión o provocar más una carga que una ayuda. Si se opta por un árbol pequeño, puede integrarse fácilmente al pesebre. Si se eligió como signo de Adviento el Tronco, puede pensarse de tal modo que, llegada la Navidad se transforme con adornos y luces en el tradicional árbol navideño. Sin embargo, preferentemente se puede ubicar el árbol navideño a la entrada del templo, en al atrio.

Por costumbre, solemos pensar en pinos, pero ese es un dato más bien histórico por el lugar y el tiempo del año (invierno) que responden a su historia. Sería bueno que nos animemos a inculturar un poco esta tradición buscando más bien algún árbol o arbusto propio de nuestra zona. Con mayor razón, tengamos en cuenta que de ningún modo, este árbol puede estar adornado con “nieve”… lo cual vuelve extraño el signo.

Atendiendo al simbolismo del árbol, se podría pensar en el equipo de liturgia o en el

Consejo pastoral, el modo catequético de presentar el árbol. Aquí sólo sugerimos algunos de los tantos posibles:

o Solidario: ir adornando progresivamente el árbol con obras solidarias realizadas (para eso se necesitaría un cesto con moños y una clara explicación cada domingo) que permita a los fieles ir adornando el árbol no con buenos deseos sino más bien con acciones solidarias realizadas, frutos de conversión y de penitencia, etc.

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o De la Vida: que los adornos vayan expresando compromisos en torno al cuidado de la vida de los más débiles, niños por nacer, ancianos, enfermos de la comunidad, etc.

o De la Palabra: que en lugar de adornos esté repleto de papeles con citas bíblicas que ayuden a la oración familiar, invitando a los participantes de la misa a llevarse uno por semana para rezar juntos en casa.

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IV. Algunas propuestas litúrgicas para acompañar la

preparación penitencial del Adviento.

Celebraciones penitenciales: ¿Para Quienes? La celebración penitencial no está pensada solo para aquellos hermanos que no pueden celebrar el Sacramento de la Reconciliación, sino para todos. Para los que pueden celebrar sacramentalmente la reconciliación, significará una preparación a una confesión más serena, más sincera, más profunda. Para aquellos que no pueden celebrar la reconciliación sacramental, significará una posibilidad más de penitencia en el camino de perfección cristiana, al cual todo bautizado está llamado. En lugar de los textos bíblicos sugeridos, se pueden elegir esquemas de textos penitenciales. Los cantos - en los momentos sugeridos - podrían ser más bien de carácter comunitario para el inicio, y el resto: de tono penitencial, bautismal y de reconciliación. Si no es posible que el ministerio de música anime la celebración con los cantos, entonces la música grabada sería una buena alternativa. Monición introductoria para cualquier celebración Antes de celebrar la Navidad vamos preparar convenientemente la cuna en que ha de nacer el Señor. Hoy no va a nacer en ningún belén y en ningún templo. Él sólo puede nacer en el corazón de los creyentes. Pero esto no es una rutina, ni un teatro, ni una fiesta pasajera. Si Cristo realmente naciera en nuestro corazón, todo sería distinto. Si Cristo naciera en nuestro corazón, tendríamos que cambiar radicalmente. Es lo que llamamos Conversión. Esta celebración penitencial quiere ser una preparación esperanzada y cariñosa a la venida del Señor. ¿Cómo podemos recibir a Dios en nuestra casa si hay algo que molesta su llegada? Dios quiere hacerse presente perdonado y liberando. Fiesta de reconciliación y libertad, triunfo de la misericordia y del amor.

Celebración I Canto inicial Señal de la cruz Saludo de quien preside Acto penitencial: Yo confieso... Oración: Dios nuestro, acompaña con tu gracia el camino penitencial, para que nuestra vida exprese con sinceridad los frutos de un corazón renovado por tu presencia. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo... Proclamación del Evangelio (Lc 15, 11-32 o bien Lc 19, 1-9)

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Homilía o reflexión Canto Tropos penitenciales

Tú, que viniste al mundo para salvarnos. CRISTO, TEN PIEDAD. Tú, que llevaste a la cruz nuestros pecados. CRISTO, TEN PIEDAD. Tú, que nos invitas a una sincera conversión. CRISTO, TEN PIEDAD. Tú, que conoces nuestros pensamientos. CRISTO, TEN PIEDAD. Tú, que perdonas mucho a quien mucho ama. CRISTO, TEN PIEDAD. Tú, que creas en nosotros un corazón nuevo. CRISTO, TEN PIEDAD. Tú, que nos devuelves la alegría de la salvación. CRISTO, TEN PIEDAD. Tú, que confiaste a la Iglesia el signo de tu perdón. CRISTO TEN PIEDAD.

Canto Padrenuestro Gesto: Si el texto utilizado es el del Padre misericordioso, el gesto propuesto es el abrazo: el ministro – o quien anima la celebración - ofrece a cada uno el abrazo del Padre que nunca se cansa de esperar el regreso de su Hijo. Mientras tanto se pueden cantar algunos cantos de reconciliación. Si se utiliza el Evangelio con el relato de la conversión de Zaqueo, el gesto sugerido es hacer la señal de la cruz sobre la frente de cada uno con agua bendecida, recordando la primera vez que Jesús pasó por nuestra vida y nos regaló el perdón a través del Bautismo. También aquí son oportunos los cantos de reconciliación o de tono bautismal. Oración final: Dios y Padre bueno, infunde el espíritu de arrepentimiento sobre los que se inclinan ante tí, para que merezcan conseguir, por tu misericordia, los premios prometidos a los que hacen penitencia. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén. Bendición final: (si quien preside es sacerdote o diácono) -El Señor los anime a permanecer en la esperanza que no defrauda. Amén -Para que caminen en fraterna comunión con los hermanos, esperando con alegría al Señor que viene con la salvación de sus Reino. Amén -Que derrame su gracias sobre ustedes, para que puedan actuar repartiendo amor y alegría. Amén Y que los bendiga Dios todopoderoso, Padre, + Hijo y Espíritu Santo. Amén Envío Canto de despedida

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Celebración II Canto inicial Señal de la cruz Saludo de quien preside Acto penitencial: Yo confieso...

Oración: Oremos al Señor, porque sólo él puede renovar nuestro corazón y preparar nuestro espíritu a una sincera conversión (Pausa) Señor y Dios nuestro, tú conoces mejor que nadie cuánto hemos de cambiar, danos tu Luz para reconocer en lo que fallamos, y sinceridad para iniciar animosos el camino que nos trazas. Por Nuestro Señor Jesucristo… Liturgia de la Palabra (Is. 40, 1-5; Sal. 50; Mt. 3, 1-6) Homilía o reflexión Canto Tropos penitenciales Pedimos al Señor su misericordia, respondiendo: Perdón, Señor. Por nuestra pequeñísima fe. Por nuestras dudas y miedos. Por nuestra falta de compromiso y de testimonio. Por nuestra rutina y desgana para orar. Por nuestra débil esperanza: Por nuestros desánimos y tristezas. Por nuestras prisas e impaciencias. Por nuestro olvido de la palabra de Dios. Por nuestra tibia caridad: Por nuestra insolidaridad e insensibilidad ante el sufrimiento de los demás. Por nuestros gastos excesivos. Por nuestra violencias, agresividades y rencores. Por Nuestras mentiras e hipocresías. Por Nuestro consumismo y deseos de tener. Por Nuestras faltas generalizadas de prudencia. Canto Padrenuestro Gesto: Si la pila bautismal es movible, se la coloca en la mitad del pasillo central del lugar. Si no se puede mover y el lugar donde se encuentra es cómodo, se puede realizar el gesto directamente yendo a la pila bautismal. Se invita a los presentes a que, imitando el deseo de conversión de quienes escuchaban a Juan el Bautista, y como un modo de allanar los caminos al Señor que viene, renovemos el Bautismo que nos ha hecho hijos de Dios, miembros de una comunidad reconciliada con el Señor. Mientras se entonan cantos adecuados, espontáneamente los fieles pueden pasar a la pila bautismal a renovar la gracia del bautismo con un compromiso serio de conversión, haciéndose él mismo la señal de la cruz en la frente con el agua de la pila, previamente bendecida.

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Oración final (todos juntos, para lo que se requerirán fotocopias): Te entrego, Señor, mi vida; hacela fecunda. Te entrego mi voluntad; hacela idéntica a la tuya. Toma mis manos, hacelas acogedoras. Toma mi corazón, hacelo ardiente. Toma mis pies, hacelos incansables. Toma mis ojos, hacelos transparentes. Toma mis cansancios, hacelos tuyos. Toma mis muertes, hacelas vidas. Toma mi pobreza, hacela tu riqueza. Toma mi nada, hacela lo que quieras. Toma mis pecados, toma mis faltas de amor, toma mis eternas desilusiones, mis horas de amarguras... Transformalo todo por tu misericordia. Amén Quien preside, concluye: Señor, Padre de misericordia, Tú que por Juan Bautista nos has pedido que preparemos tu camino, te pedimos esperar tu venida con alegría y recibirte con un corazón generoso. Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén Saludo de la paz Bendición final: (si quien preside es sacerdote o diácono) -El Señor los anime a permanecer en la esperanza que no defrauda. Amén -Para que caminen en fraterna comunión con los hermanos, esperando con alegría al Señor que viene con la salvación de sus Reino. Amén -Que derrame su gracias sobre ustedes, para que puedan actuar repartiendo amor y alegría. Amén Y que los bendiga Dios todopoderoso, Padre, + Hijo y Espíritu Santo. Amén Envío Canto de despedida

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V. Sobre la música litúrgica de estos tiempos fuertes.

En el Adviento

Es importante ayudar mediante el canto a resaltar este tiempo de conversión y espera de la venida del Señor en la Navidad.

Tener en cuenta que cada domingo de adviento tiene un sentido especial del camino que la Iglesia propone. Los cantos que elijamos, en lo posible, deberán resaltar ese aspecto.

No se canta el Gloria, excepto en las festividades marianas de la Inmaculada Concepción y de la Virgen de Guadalupe (8 y 12 de diciembre respectivamente).

El aleluya se canta normalmente (esto lo diferencia de la cuaresma). El carácter de la celebración, si bien dista de ser “penitencial” como en cuaresma,

debe ser austera e invitar a la conversión; por lo que se deberá optar por un servicio más sobrio en lo que respecta a instrumentos para resaltar luego el carácter festivo del tiempo de Navidad.

Los cantos procesionales propios del adviento sólo se cantan durante este tiempo, eso no significa que siempre tengamos que cantar los mismos cantos, ya que se pueden enriquecer mucho las celebraciones con canciones nuevas que resalten justamente el sentido y particularidad de cada domingo.

En caso de aprender cantos nuevos sería interesante planificar con tiempo, aprendiendo uno o dos por año para que la comunidad pueda ir aprendiéndolos, asimilándolos, tomándolos como propios. Asimismo habría que tomarse un momento antes de la misa (según las posibilidades y tiempos en cada comunidad) para ensayar con la gente estos cantos, es algo que ayuda bastante a que toda la asamblea participe, celebre, rece con el canto.

Se han de evitar los cantos con motivo navideño explícito para no adelantarse al tiempo litúrgico que vendrá.

Los villancicos (“Din, don, dan”, “Vamos pastorcitos”, etc), suelen ser cantados en algunas comunidades en este tiempo y, sobre todo en navidad. Al momento de incluir estos cantos tengamos en cuenta, por un lado, lo señalado en el punto anterior; por el otro que -si atendemos a criterios litúrgicos para la selección de cantos- no siempre son los más apropiados para ser incluidos dentro de la liturgia (o al menos muchos de ellos). Este último punto lo veremos más adelante refiriéndonos más específicamente al tiempo de navidad, para ayudar a buscar cantos más adecuados.

En este camino de enriquecer el servicio al pueblo de Dios mediante el canto en las celebraciones litúrgicas les proponemos algunos enlaces que pueden ser muy útiles para aprender nuevas canciones o comparar diferentes versiones de algunas que ya hemos cantado. Más allá de estas páginas sugeridas pueden enviarnos un mail consultando, pidiendo material, compartiendo experiencias y podamos así seguir creciendo y acompañándonos como iglesia diocesana. Grupo Pueblo de Dios: tener en cuenta que aquí se ofrece el material de muestra de un cd que contiene cantos tanto de adviento como de navidad. http://www.grupopueblodedios.org/gpdmusica/gpdvertracks.php?id=48

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Obispado de Gualeguaychú: se ofrecen las letras con acordes (son sólo una propuesta, se pueden pensar otros) y en la mayoría, partituras y archivos midi (es la melodía para quienes no leen música). http://www.obispadogchu.org.ar/cancionero/05adviento/index.htm Diócesis de 9 de Julio: dispone de letras que pueden servir para confrontar con otras versiones y en algunos casos también partituras. http://www.diocesis9dejulio.org.ar/cantos.html

Algunas canciones para este tiempo de Adviento: Señor a Ti clamamos Baguala de la conversión Toda la tierra espera Ven a nuestro mundo Arriba los corazones Muéstranos tu misericordia Despertemos, llega Cristo El día llegará Mirad las estrellas Caminamos hacia el sol María de la esperanza

En la Navidad

Luego del tiempo de adviento, las celebraciones litúrgicas cambian notablemente en muchos aspectos y la música es uno de ellos, quizás uno de los que más visible hace este cambio de “colorido” por el sentido de lo que se celebra. Este tiempo de Navidad no se limita simplemente a las misas de nochebuena y navidad, sino que es un período donde la iglesia nos invita a adentrarnos en el misterio del Hijo de Dios que “siendo de condición divina… se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor y haciéndose semejante a los hombres” (Fil 2, 6-7), que comprende desde las primeras vísperas de la Natividad del Señor, el 24 de diciembre, hasta las segundas vísperas del domingo en que se celebra el Bautismo del Señor. En lo que refiere a la música, hay una marcada impronta festiva que, sin que vaya en detrimento de otros aspectos de la liturgia, deberán favorecer un clima de gozo, de alegría por el misterio de Dios hecho hombre para nuestra salvación. No obstante –y ya centrándonos en la selección de cantos- es muy común escuchar/interpretar en este tiempo muchas canciones que suelen ser una “marca registrada” tanto de las celebraciones eucarísticas como también de otros ambientes o prácticas populares que son los llamados “villancicos”. Este tipo de cánticos de origen popular, con varios intentos de introducción en la liturgia con diferentes características a lo largo de la historia, merecen una atención especial –o al menos en este material así lo proponemos- para pensar en la conveniencia de su inclusión dentro de las celebraciones o no, y en qué situaciones pastorales puntuales, de acuerdo a la particularidad de nuestras comunidades.

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No es fácil en el villancico conjugar la alegría juguetona y traviesa con la profundidad teológica y mistérica. Dentro de este grupo de cantos podemos nombrar, a modo de ejemplo: “El niño Dios ha nacido”, “Vamos pastorcitos”, “Pastores de la montaña (Gloria in excelsis Deo)”, “Noche de paz”, “Los peces en el río”, “Din-don-dan”, “Mi burrito sabanero”, entre muchos otros; inclusive puede que algunos no sean estrictamente villancicos, sino cantos con motivo navideño compuestos o no para la liturgia. En cualquier caso, los criterios a considerar son los mismos que para cualquier tipo de canto que se quiera introducir en las celebraciones; de manera resumida podríamos preguntarnos si la letra de la canción refleja el misterio que se celebra, es decir, la encarnación del Hijo de Dios, o sólo refiere a sentimientos o imágenes populares que no reflejan la profundidad del sentido y el espíritu navideño (un criterio litúrgico); en cuanto a aspectos musicales se habrá de favorecer el carácter festivo y gozoso que suelen tener los villancicos, sin perder de vista el aspecto estético y la delicadeza propia de la liturgia (criterio musical); y por último, más relacionado al sentido común y a la realidad particular de cada comunidad, se han de seleccionar cantos que puedan ser cantados por la asamblea, que ayuden a vivir y adentrarse en el misterio que celebramos, que sean especialmente significativos (o comiencen a serlo si se introducen cantos nuevos) para la comunidad que camina con alegría al encuentro del Dios Niño (criterio pastoral) considerando particularmente si se trata de una misa de niños, de jóvenes, en un asilo de ancianos, en el templo parroquial, en un centro comunitario o misional, o cualquier otro contexto.

Tips para este tiempo de Navidad Para no ser tan extensos y considerar algunos aspectos más prácticos, les acercamos

unos tips para tener en cuenta en este tiempo de Navidad:

Tiene una marcada diferencia en el carácter de las celebraciones respecto al

adviento. Este es un tiempo especialmente de gozo, y la música deberá reflejar

este espíritu.

Se vuelve a entonar el Gloria, por lo que, de ser posible, se debería cantar en

todas las misas dominicales. No estaría mal que con ocasión de este tiempo de

“abstinencia” del canto del Gloria, podamos ensayar nuevas versiones litúrgicas

del mismo.

Es conveniente, en caso de cantar villancicos, que se los pueda cantar en un

momento de saludo al niño, o como canto procesional de entrada o de despedida.

Siempre ha de considerarse su conveniencia o no de acuerdo a los criterios

anteriormente marcados, ya que cada momento en la celebración tiene su

impronta y no siempre un villancico navideño ayuda a acompañar ese momento

particular.

Hay cantos especialmente pensados para entrada o “Aleluya” con alusión a la

Navidad y otros para el gesto de saludo al Niño (como por ejemplo: “Cristianos

vayamos”, “Gloria in excelsis Deo”) que podrían acompañar especialmente estos

momentos.

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Si se han de introducir cambios, nuevos cantos o reformar la manera en que se

suelen cantarlos, es conveniente no hacerlo “de golpe”, sino tomarse un tiempo

antes de las celebraciones para ir aprendiendo o ensayando los cantos con la

comunidad para asegurar su participación durante la misa.

Tener en cuenta que al ser cantos propios de un tiempo litúrgico particular, esto

hace que no todos se acuerden la letra de las canciones: habría que facilitar un

cancionero para que todo el pueblo participe.

En algunas comunidades se canta el pregón (Anuncio de navidad). Es una linda

manera de comenzar la celebración en misa de nochebuena, pero queda a

criterio del sacerdote que preside la pertinencia o no del canto.

Links de interés

En este camino de enriquecer el servicio al pueblo de Dios mediante el canto en las celebraciones litúrgicas les proponemos algunos enlaces que pueden ser muy útiles para aprender nuevas canciones o comparar diferentes versiones de algunas que ya hemos cantado. Más allá de estas páginas sugeridas pueden enviarnos un mail consultando, pidiendo material, compartiendo experiencias y podamos así seguir creciendo y acompañándonos como iglesia diocesana. Algunas páginas con recursos para este tiempo: http://www.grupopueblodedios.org/gpdmusica/gpdvertracks.php?id=48 Cantos de navidad (desde “Cristianos vayamos” en adelante) http://www.obispadogchu.org.ar/cancionero/06navidad/index.htm Cantos de navidad, con acordes, partituras y midi http://www.pastoraldemusica.org.ar/cancionero/ En el buscador avanzado pueden seleccionar el tiempo litúrgico “Navidad”

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ANEXO En este anexo podrán encontrar diversos elementos nombrados durante el subsidio que se pueden utilizar convenientemente.

Pregón de Adviento El primer domingo de Adviento, omitida la monición introductoria, se puede incorporar este anuncio del Adviento. Una vez que el presidente de la asamblea llega a la sede y termia el canto, el guía dice “Escuchemos con atención este anuncio de la Iglesia”, y un recitador (o dos), desde el ambón o desde otro lugar adecuado, recita: (recitado) Les anuncio que comienza el tiempo de Adviento. Dense cuenta del momento. Empezamos el tiempo litúrgico de Adviento, y una vez más renace la esperanza. En el horizonte: la Navidad. Una Navidad sosegada, íntima, pacificada, también superficial, desgarrada, violenta... Pero siempre esposada con la esperanza. Es Adviento, es esperanza, esa niña esperanza, una llama temblorosa que atraviesa el espesor de los tiempos, una llama imposible de apagar al soplo de la muerte. Con esta esperanza grita Isaías: «Caminarán todos los pueblos hacia el monte del Señor». Con esta esperanza pregona Juan Bautista: «Conviértanse, porque está cerca el reino de Dios». Con esta esperanza, con la esperanza de todos los pobres de Israel, con la esperanza de todos los pobres del mundo, y de los siglos, susurra María una palabra de acogida: «Hágase en mí según tu Palabra». Empieza el tiempo de Adviento. Se empieza a preparar la Navidad. Se aviva la alegría, la paz y la esperanza en el corazón de la humanidad. Con esa misma esperanza grita, pregona, ora con el deseo más profundo de tu existencia: ¡Viene Dios! Y está ya a la puerta. Otra opción: (recitado) Les anuncio que comienza el Adviento. Alcen la vista, abran los ojos, miren el horizonte.

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Agudicen el oído. Capten los gritos y susurros, el viento, la vida... Empezamos el Adviento, y una vez más renace la esperanza en el horizonte. Al fondo, clareando ya, viene la Navidad. Una Navidad sosegada, íntima, pacífica, fraternal, solidaria, encarnada, también superficial, desgarrada y violenta; pero siempre esposada con la esperanza. Es Adviento, es esa esperanza que todos llevamos, sin saber cómo, en las entrañas; una llama temblorosa, imposible de apagar, que atraviesa el espesor de los tiempos; un camino de solidaridad bien recorrido; la alegría contenida en cada trayecto; unas huellas que no engañan; una gestación llena de vida; anuncio contenido de buena nueva; una ternura que se desborda... Estén alerta y escuchen. Lleno de esperanza grita Isaías: «Caminemos a la luz del Señor». Con esperanza pregona Juan Bautista: «Conviértanse, porque llega el Reino de Dios». Con la esperanza de todos los pobres de Israel, de todos los pobres del mundo, susurra María su palabra de acogida: «Hágase en mí según tu palabra». Alégrense, salten de júbilo. Pónganse su mejor traje. Perfúmense con los mejores aromas. ¡Que se note! Viene Dios. Aviven la alegría, la paz y la esperanza. Preparen el camino. Ya llega nuestro Salvador. Viene Dios... y está a la puerta. ¡Despierten a la vida! Otra opción: (recitado) Preparen sus corazones, y Dios los llenará con su alegría Allanen sus caminos, y el Señor los conducirá hacia la verdad Abran sus hogares, y Jesús, los inundará con su presencia ¡ES ADVIENTO! Viene el Señor y, tal vez, no nos preguntamos por qué, ni para qué viene Aparecerá, el Señor, por y para los hombres de buena voluntad Para todo aquel que, mirando hacia el cielo, Desee nueva vida y un amor de infinito valor

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¡ES ADVIENTO! Dios y el hombre, por iniciativa del primero, están llamados a fundirse en un Jesús humanado Dios, en búsqueda del hombre, desciende al encuentro de quien sabe esperarlo ¡ES ADVIENTO! Y, sólo velando, meditando, reflexionando, divisando el inmenso horizonte podremos descubrir y añorar la llegada del Salvador. Sólo estando atentos, sin distracciones sin excusas…en permanente vigilancia podremos comprender que, por más que tarde, el Señor se presenta en la puerta ¡ES ADVIENTO! Es Dios que llama al hombre a la LUZ Otra opción: (recitado) Les anuncio una gran esperanza. Quiero convencerlos de que hay que esperar Porque les anuncio que comienza un día nuevo, que nos visitará el sol que nace de lo alto Aunque casi no me atrevo, voy a pregonar… ¡viene Dios! Tengo miedo a que no haya consecuencias, ni de espanto ni de dicha y que se pase desapercibida la noticia Tengo miedo de anunciar: ¡llega Dios! y que no haya consecuencias ni en mi alma ni en la ciudad, que ni teman ni se alegren, ni preparen lámparas que guarden copioso y claro el aceite. Tengo miedo que le busquen en la dirección opuesta a su llegada Que nadie lo busque entre los pobres, nadie lo acoja en el silencio, nadie espere encontrarlo en el amor y en el trabajo. Que nadie lo acoja en los pequeños. Que no salgan presurosos a su encuentro, que no sepan descubrir su rostro en medio del pueblo, que lo piensen tan futuro y remoto que opinen que ya DIOS no es de este nuestro tiempo Tengo miedo a pregonarlo y que no preparen la paz, ni los enemigos se reconcilien entre ellos. Que los cristianos se queden dormidos, mientras los demás construyen a sus espaldas otra vez un mundo viejo. Tengo miedo de anunciar que viene Dios y no abunde la alegría,

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y que nos encuentre a todos con las esperanzas por los suelos. O que venga, y nadie se haya dispuesto a edificar la justicia entre los pueblos. Pero mi deber es pregonar la esperanza que nace en cada Adviento Y cantar MARANATHÁ, ¡Ven, Señor Jesús! Para que él escuche el vivo clamor de los pueblos y vea claramente la necesidad de los pequeños. Quiero pregonar el ADVIENTO para que se creen comunidades de oración al servicio de su pueblo, para que haya quien quiera sembrar su vida para que venga el Reino, o perder por él su dinero y fama por vivir sirviendo. Quiero pregonar, para que se inventen y ejerciten nuevas virtudes para esperar lo nuevo; para que hagan oraciones y entonen himnos de esperanza llenos; para que desemboten la mente y levanten la cabeza, aguarden su liberación y escuchen su Palabra malos y buenos, vecinos y forasteros. Para que las iglesias celebren alegres su Memorial y esperen atentas su Regreso. ¡Prepárense! Llega el Adviento de nuestro Dios, Dios que es siempre Futuro y Presente, perenne acontecimiento de nuestro tiempo. Para la Navidad ya habrá otro momento y muchos otros mensajeros. De momento, les anuncio que comienza el Adviento.

Pregón de Navidad (recitado) Les anunciamos, hermanos, una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo; escúchenla con corazón gozoso. Habían pasado miles de años desde que, al principio, Dios creó el cielo y la tierra e hizo al hombre a su imagen y semejanza; y miles de años desde que cesó el diluvio y el Altísimo hizo resplandecer el arco iris, signo de alianza y de paz. Cerca de dos mil años después de que Abrahán, nuestro padre en la fe, dejó su patria; 1.250 años después de que los israelitas, guiados por Moisés, salieran de Egipto; mil años después de la unción de David como rey; En el año 752 de la fundación de Roma; en el año 42 del imperio de Octavio Augusto,

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mientras sobre toda la tierra reinaba la paz, hace más de 2.000 años, en Belén de Judá, pueblo humilde de Israel, ocupado entonces por los romanos, en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada, de María virgen, esposa de José, de la casa y familia de David, nació Jesús, Dios eterno, Hijo del eterno Padre y hombre verdadero llamado Mesías y Cristo, que es el Salvador que la humanidad esperaba. Hermanos, les anunciamos una gran alegría: ¡Hoy, como cada año, nos ha nacido el Salvador!

Bendición de la Corona de Adviento Monición introductoria Hermanos: Al comenzar el nuevo año litúrgico vamos a bendecir esta corona con que inauguramos también el tiempo de Adviento. Sus luces nos recuerdan que Jesucristo es la luz del mundo. Su color verde significa la vida y la esperanza. La corona de Adviento es, pues, un símbolo de que la luz y la vida triunfarán sobre las tinieblas y la muerte, porque el Hijo de Dios se ha hecho hombre y nos ha dado la verdadera vida. La acción de encender, semana tras semana, las cuatro velas de la corona debe significar nuestra gradual preparación para recibir la luz de la Navidad. Por eso hoy, primer domingo de Adviento, bendecimos esta corona. Oración de bendición El sacerdote, con las manos extendidas, dice la oración de bendición. La tierra, Señor, se alegra en estos días, y tu Iglesia desborda de alegría ante tu Hijo, el Señor, que se avecina como luz esplendorosa, para iluminar a los que estamos en las tinieblas de la ignorancia, del dolor y del pecado. Lleno de esperanza en su venida, tu pueblo ha preparado esta corona y la ha adornado con luces. Ahora, que vamos a empezar el tiempo de preparación para la venida de tu Hijo,

te pedimos, Señor, que la bendigas + para que, mientras se acrecienta cada día el esplendor de esta corona, con nuevas luces, a nosotros nos ilumines con el esplendor de aquel que, por ser la luz del mundo, iluminará todas las oscuridades. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos. R. Amén. A continuación se enciende uno de los cirios de la corona con la oración correspondiente.

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Oraciones para el encendido de las velas de Adviento 1º Primer domingo de Adviento Encendemos, Señor, esta luz en este primer domingo de Adviento, para mantenernos despiertos y en pie, como centinelas avispados, ante el Hijo del Hombre que viene, el Futuro glorioso que nos aguarda, a despertar nuestra débil y adormilada esperanza. Despiértanos, Señor, para avistar a los desesperados de la vida, para poder ver a los que sólo esperan cosas menores que ellos mismos, para entrever a los que no tienen o perdieron la ilusión en Ti para divisar a los que tienen su futuro cargado de dudas e increencia… Señor, para que en nuestro entorno seamos testigos claros de tu luz y motivos creíbles de esperanza, ¡Marana tha, ven, Señor, Jesús! 2º Segundo domingo de Adviento Deseamos, Señor, con esta segunda luz que encendemos, que intensifiques el resplandor de tu rostro para los que viven en tinieblas y en sombras de muerte. Que la Luz de tu presencia, alumbrada en nuestras vidas, nos haga percibir nuestras orgullosas altiveces y nuestros abismos de pecado Equilibra y allana nuestras vidas, Señor, y haznos caminos de acceso hacia Ti para los hombres en destierro, alejados de Ti y de los hermanos. Señor, para que seamos contigo luz atrayente y seductora, ¡Marana tha, ven, Señor, Jesús! 3º Tercer domingo de Adviento Encendemos ,Señor, esta tercera luz más cercanos ya a la noche buena de la Luz Mayor Queremos dar testimonio de tu Luz, Señor, como hizo Juan el Bautista, No somos nosotros la Luz, pero sí los testigos de la Luz verdadera venida a este mundo Deseamos, Señor, con esta tercera luz que encendemos, que el fuego de tu Espíritu encienda nuestros corazones

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y los convierta en luminarias para los demás. Danos un corazón que vea las necesidades de nuestro prójimo para compartir con él lo mejor que somos y tenemos. Quema en tu hoguera, Señor, toda la paja de nuestras vidas y reúne nuestros granos en pan comunitario para renacer en Belén, la Casa del Pan. Para que Te revelemos como buena y gozosa Noticia para los hombres, tan necesitados de reconocerse como hijos de Dios en la Cuna comunitaria de Belén, ¡Marana tha, ven, Señor, Jesús! 4º Cuarto domingo de Adviento Encendemos, Señor, esta cuarta luz, redoblando nuestro deseo de llegar, limpios e irreprochables, a tu gran Día sin ocaso. Oh Dios, restáuranos; que brille tu rostro y nos salve. Te necesitamos, Cristo, a Ti, Luz Viva y Verdadera, para aclarar e iluminar los caminos que nos conducen a Ti, Camino de los caminos humanos. Enciéndenos tú, Señor, nuestras lámparas que te esperan, cargadas del aceite de nuestras mejores obras. Que Te alumbremos, como María, Aurora del Sol naciente, en nuestras palabras y obras para luz del mundo y de los hermanos Para que así sea, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, ¡Marana tha, ven, Señor, Jesús!

Oración de bendición del árbol de Navidad Oremos. Alabado seas, Señor y Padre nuestro, que nos concedes recordar con fe en estos días de Navidad los misterios del nacimiento de Jesucristo. Concédenos, a quienes hemos adornado este árbol y lo hemos embellecido con luces, vivir también a la luz de los ejemplos de la vida santa de tu Hijo y ser enriquecidos con las virtudes que resplandecen en su santa infancia. Gloria a él por los siglos de los siglos.

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R. Amén.

Te Deum para el fin de un año y el comienzo de otro El día 31 de diciembre por la tarde/noche y el 1 de enero, celebramos la Solemnidad de María, Madre de Dios. La misa cuenta con las oraciones y lecturas propias de la solemnidad. Pero además, la presencia de María nos hace celebrar agradecidos la finalización de un año y la llegada de otro nuevo. Por tal motivo, como es costumbre en la Iglesia, se podría cantar o recitar el Te Deum, antiguo himno de alabanza que la Iglesia eleva a Dios en momentos significativos de su vida. Proponemos realizarlo después de la oración pos-comunión, antes de la bendición final. Para esto, sería conveniente que todos los participantes de la celebración tengan el texto para poder recitarlo a dos coros. Señor, Dios eterno, alegres te cantamos, a ti nuestra alabanza, a ti, Padre del cielo, te aclama la creación. Postrados ante ti, los ángeles te adoran y cantan sin cesar: Santo, santo, santo es el Señor, Dios del universo; llenos están el cielo y la tierra de tu gloria. A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles, la multitud de los profetas te enaltece, y el ejército glorioso de los mártires te aclama. A ti la Iglesia santa, por todos los confines extendida, con júbilo te adora y canta tu grandeza: Padre, infinitamente santo, Hijo eterno, unigénito de Dios, Santo Espíritu de amor y de consuelo. Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria, tú el Hijo y Palabra del Padre, tú el Rey de toda la creación. Tú, para salvar al hombre, tomaste la condición de esclavo en el seno de una virgen. Tú destruiste la muerte y abriste a los creyentes las puertas de la gloria. Tú vives ahora, inmortal y glorioso, en el reino del Padre. Tú vendrás algún día, como juez universal.

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Muéstrate, pues, amigo y defensor de los hombres que salvaste. y recíbelos por siempre allá en tu reino, con tus santos y elegidos. Salva a tu pueblo, Señor, y bendice a tu heredad. Sé su pastor, y guíalos por siempre. Día tras día te bendeciremos y alabaremos tu nombre por siempre jamás. Dígnate, Señor, guardamos de pecado en este día. Ten piedad de nosotros, Señor, ten piedad de nosotros. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti. A ti, Señor, me acojo, no quede yo nunca defraudado.

Otros detalles y consejos a tener en cuenta Conviene repasar lo que nos dice la carta apostólica «Mysterii Paschalis» (normas universales del año litúrgico o NUAL), sobre los tiempos de Adviento y Navidad: El tiempo de Navidad 32. En la Iglesia, la celebración más antigua después de la del Misterio Pascual es la memoria del Nacimiento del Señor y sus primeras manifestaciones, que se realiza en el tiempo de Navidad. 33. El tiempo de Navidad va desde las primeras vísperas de Navidad hasta el domingo después de Epifanía, o después del 6 de enero, inclusive. 34. La Misa de la vigilia de Navidad se celebra en la tarde del 24 de diciembre, antes o después de las primeras vísperas. El día de Navidad se pueden celebrar tres Misas, según una antigua tradición de la Iglesia Romana, o sea en la noche, en la aurora y en el día. 35. El día de Navidad tiene su octava propia dispuesta de la siguiente manera: a) Domingo dentro de la octava, o en su defecto, el día 30 de diciembre: fiesta de la Sagrada Familia. b) El 26 de diciembre: fiesta de san Esteban, el primer mártir. c) El 27 de diciembre: fiesta de san Juan, apóstol y evangelista. d) El 28 de diciembre: fiesta de los santos Inocentes. e) El 29, 30, 31 de diciembre son días «dentro de la octava». f) El 1 de enero, octava de Navidad: solemnidad de santa María Madre de Dios, en que se conmemora también la imposición del santo Nombre de Jesús.

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36. El domingo entre el 2 y 5 de enero se llama Domingo 2° después de Navidad. 37. La Epifanía del Señor se celebra el 6 de enero, a no ser que se transfiera -donde no es de precepto- al domingo situado entre el 2 y el 8 de enero. 38. La fiesta del Bautismo del Señor se celebra el domingo siguiente al 6 de enero. El tiempo de Adviento 39. El tiempo de Adviento tiene dos características: es a la vez un tiempo de preparación a las solemnidades de Navidad en que se conmemora la primera Venida del Hijo de Dios entre los hombres, y un tiempo en el cual, mediante esta celebración, el ánimo se dirige a esperar la segunda Venida de Cristo al fin de los tiempos. Por estos dos motivos, el Adviento se presenta como un tiempo de piadosa y alegre esperanza. 40. El tiempo de Adviento comienza con las primeras vísperas del domingo que cae el 30 de noviembre, o más próximo a ese día, y concluye antes de las primeras vísperas de Navidad. 41. Los domingos de este tiempo se llaman: primer, segundo, tercer y cuarto domingo de Adviento. 42. Las ferias del 17 al 24 de diciembre, inclusive, se ordenan más directamente a la preparación de la Navidad. Además, en el Calendario Litúrgico 2015 para Argentina, leemos algunas notas interesantes:

«El tiempo de Adviento, con el que se inicia el ciclo litúrgico de Navidad

y con el cual comienza un nuevo año litúrgico, el pueblo de Dios que

peregrina en el tiempo redescubre la tensión entre la primera venida

histórica de Jesucristo y la segunda, que acontecerá, de modo glorioso,

al fin de los tiempos.

La espiritualidad del Adviento encamina a los cristianos a profundizar

la perspectiva escatológica de la vida, a la vez que prepara a la Iglesia

para conmemorar la venida histórica del redentor, celebrada en cada

Navidad. El primer aspecto señalado, con su carácter de fuerte llamada

a vivir vigilantes y a prepararse siempre, se destaca más claramente en

los primeros días del tiempo de Adviento, mientras que la

consideración de los acontecimientos históricos que rodearon el

nacimiento de Jesús quedan reservados para los últimos días, las

llamadas “ferias fuertes” de Adviento.

El trasfondo de este tiempo es el de la esperanza y la alegría cristianas.

Éstas se apoyan en la certeza de que “el que ha de venir” ya llega, y con

él, el advenimiento del cielo nuevo y de la tierra nueva. Las dos

expresiones más habituales de la esperanza escatológica cristiana son

la petición “venga a nosotros tu reino” del Padrenuestro, y la

aclamación “Ven, Señor Jesús” inmediata a la consagración en la

Plegaria Eucarística».

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Y como indicaciones del mismo calendario encontramos lo siguiente: Tiempo de Adviento En el tiempo de Adviento, con el que se inicia el ciclo litúrgico de Navidad y con el cual comienza un nuevo año litúrgico, el pueblo de Dios que peregrina en el tiempo redescubre la tensión entre la primera venida histórica de Jesucristo y la segunda que acontecerá, de modo glorioso, al fin de los tiempos. La espiritualidad del Adviento encamina a los cristianos a profundizar la perspectiva escatológica de la vida, a la vez que prepara a la Iglesia para conmemorar la venida histórica del Redentor, celebrada en cada Navidad. El primer aspecto señalado, con su carácter de fuerte llamada a vivir vigilantes y a prepararse siempre, se destaca más claramente en los primeros días del tiempo de Adviento, mientras que la consideración de los acontecimientos históricos que rodearon el nacimiento de Jesús quedar reservados para los últimos días, las llamadas «ferias fuertes» de Adviento. El trasfondo de este tiempo es el de la esperanza y la alegría cristianas. Éstas se apoyan en la certeza de que «el que ha de venir» ya llega, y con él, el advenimiento del cielo nuevo y de la tierra nueva. Las dos expresiones más habituales de la esperanza escatológica cristiana son la petición «venga a nosotros tu Reino» del Padrenuestro, y la aclamación «Ven, Señor Jesús» inmediata a la consagración en la Plegaria eucarística. El Adviento comienza el domingo más próximo al 30 de noviembre, y se extiende durante cuatro semanas; la cuarta semana se interrumpe ante la celebración de la Navidad que tiene por fecha fija el 25 de diciembre. El Adviento es un tiempo de conversión y preparación. Por ello las características de las celebraciones deben ser más sobrias que lo habitual; de ese modo quedarán resaltados los elementos festivos de la liturgia en el tiempo de Navidad, al cual el Adviento se encamina. En ese sentido deben tenerse en cuenta las siguientes disposiciones: - El altar puede adornarse con flores y puede tocarse música instrumental, pero ambas cosas, con mayor moderación que durante el resto del año (cf. OGMR 305; Ceremonial 236). - Hasta el 16 de diciembre inclusive no se permiten las Misas para diversas circunstancias, ni las votivas, ni las de difuntos llamadas "cotidianas", a no ser por una necesidad o utilidad pastoral (cf. OGMR 376). En cambio, están permitidas las Misas de las memorias que caen en esos mismos días según lo indica OGMR 355. De elegir la Misa de la memoria, se tome la colecta propia y el resto de las oraciones, si no hay propias, del común o de la feria de Adviento; el prefacio se tome del tiempo o del común. Desde el día 17 hasta el 24 de diciembre, se emplea el formulario propio del día; toda memoria que pueda estar señalada para alguno de esos días, debe tomarse como libre y sólo se hace conmemoración, diciéndose la oración colecta; todos los demás elementos se toman del tiempo del Adviento. - Los domingos no se permiten las Misas de difuntos, tampoco la exequial (cf. OGMR 380). Durante las ferias de todo el tiempo de Adviento pueden celebrarse la Misa exequial y la Misa de difuntos después de haber recibido la noticia de la muerte, y en el primer aniversario, pero ninguna otra. - El color de los ornamentos litúrgicos es el morado o violeta. El rosado puede emplearse el tercer domingo de Adviento. En las memorias de los santos hasta el 16 de diciembre, si se desea, puede utilizarse el color propio (blanco o rojo), pero desde el 17 de diciembre hay que emplear el morado, aún en las conmemoraciones.

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- La Corona de Adviento es un signo muy popular de este tiempo sin ser litúrgico en sentido

estricto, y no es obligatoria. Es costumbre que en esta corona se coloquen cuatro cirios. Debe

procurarse que la corona esté colocada estéticamente pero en ningún caso puede resaltar más

que el altar, el ambón o la sede. Las velas de la corona de Adviento pueden encenderse

sucesivamente en cada uno de los cuatro domingos, ya sea al inicio de la Misa dominical después

del saludo inicial del sacerdote, o bien, donde se celebren, antes de las Primeras Vísperas del

Domingo. Durante la semana, tanto en la Misa como en Laudes y Vísperas, pueden estar

encendidos los respectivos cirios iluminados los domingos anteriores.

Para la Misa: Leccionario dominical B Para la Liturgia de las Horas: 1° volumen Tiempo de Navidad La Navidad no es simplemente una solemnidad sino un verdadero tiempo litúrgico que se detiene en la contemplación del "Dios con nosotros". La solemnidad inicial de la Navidad lleva a una consideración detenida del "niño que se nos ha dado" y la liturgia se destaca por la alegría y el regocijo que produce su presencia. La fiesta de la Epifanía completa la consideración de este Misterio que no queda reservado a los confines de Israel ni a los límites del mesianismo temporal de Jesús. Ese niño es "luz para alumbrar a las naciones" y es el Dios verdadero que los magos de Oriente adoran, y el Padre confirma con la unción espiritual en el Bautismo del río Jordán. En el interior del tiempo navideño se distinguen diversas etapas que tienen variada intensidad festiva e incluso características propias. El tiempo de Navidad comienza con las Vísperas de la solemnidad de la Natividad del Señor y se extiende hasta el domingo posterior a la solemnidad de Epifanía inclusive, domingo llamado «del Bautismo del Señor». La solemnidad de la Navidad se prolonga durante la Octava, es decir, abarca ocho días que, aun con características propias originadas en distintas circunstancias de la historia litúrgica, resuenan con fuerte intensidad y apuntan a conservar el espíritu de la gran fiesta navideña. Los días posteriores a la Octava de Navidad ayudan a meditar en las consecuencias del Misterio de la Encarnación del Verbo y tienen un tono festivo menor, si bien deben distinguirse en el modo de celebrar, del Tiempo durante el año. Al proyectar y celebrar los días de este tiempo festivo conviene tener presente que la solemnidad con que se puede celebrar las fiestas de Navidad no puede igualar la que corresponde a las fiestas del Triduo Pascual y a la Cincuentena posterior. El día de Navidad (donde se celebren, antes o después de las primeras vísperas; en las demás iglesias, antes de la misa de la noche) puede bendecirse la imagen del Niño Jesús con el formulario propio que se halla en el Bendicional. Dado que para la liturgia, los días de la octava forman como un gran día, durante esos días se canta o dice el Gloria y se utilizan los elementos propios del día de Navidad en las Plegarias eucarísticas. Asimismo deben tenerse en cuenta las moniciones y partes variables de la Misa para que se destaque el clima litúrgico de este tiempo.

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Durante la octava de Navidad, todas las memorias son libres y solamente pueden celebrarse a la manera de conmemoración, es decir, tomando únicamente la oración colecta. En los días posteriores se siguen las reglas generales. Durante la octava de Navidad no se permiten las Misas para diversas necesidades, ni las votivas, y tampoco las misas de difuntos a excepción de la Misa exequial. En el resto del tiempo, la Misa exequial está permitida incluso los domingos y en los demás días también puede celebrarse la Misa de difuntos después de recibida la noticia de la muerte y en el primer aniversario, pero no las Misas generales de difuntos. El color de los ornamentos litúrgicos es blanco. En la Octava de Navidad, en la feria de los santos allí inscritos, se utiliza el color blanco o el rojo, según se indica. En las memorias de los santos, a partir del 2 de enero, puede usarse el color propio (blanco o rojo)» A todo esto, para el día de la Navidad, agreguemos, se pueden contar varias misas con sus lecturas propias: Misa de la Noche (cerca de la medianoche) - Misa de la Aurora - Misa del día (resto del día). El Ordo nos aclara lo siguiente: «Todos los sacerdotes pueden celebrar o concelebrar tres misas, con tal que la celebración tenga lugar a su debido tiempo. Quien celebre una sola, elegirá la que corresponde a la hora que celebre. Pero puede elegirse, según se considere más oportuno, cualquiera de los tres formularios de lecturas». Y más adelante, vuelve a aclarar: «Está permitido elegir las lecturas más adecuadas de cualquiera de las tres Misas, teniendo en cuenta las necesidades pastorales». En la Misa de la Vigilia y en todas las misas del 25, a las palabras del Credo: «se encarnó…» todos se arrodillan, con una sola rodilla si se reza, con dos si se canta.