anales de aragón. libros xi, xii y xiii

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Jerónimo Zurita Anales de Aragón 1.- Libros I, II y III 2.- Libros IV y V 3.- Libros VI y VII 4.- Libros VIII, IX y X 5.- Libros XI, XII y XIII 6.- Libros XIV y XV 7.- Libros XVI, XVII y XVIII 8.- Libros XIX y XX LIBRO XI CAPÍTULO I Del estado en que quedó el reino de Aragón por la muerte del rey don Martín. Infelice estado de la cristiandad. El estado de los reinos y provincias de la cristiandad al tiempo de la muerte del rey don Martín de Aragón, fue por la mayor parte sangriento y lleno de turbaciones y fundado en movimientos y guerras, con abatimiento y estrago en todos los sucesos y con caída y diminución de los estados y tiempos. Entendióse bien universalmente cuán mal compañero es el temor de la conservación de todas las cosas que necesariamente se han de sustentar con constancia y firmeza de verdadera concordia. Vejación de Italia. Primeramente Italia, patria común de las gentes, estando la iglesia católica y el imperio en tanta división como estaba en este tiempo, forzadamente había de sentir mayor vejación y ofensa que las otras provincias, usurpando y tiranizando cada cual como más podía las ciudades y pueblos que estaban sujetos a los sumos pontífices y al imperio; y aquellos que al tiempo que en sus disensiones civiles se contendía en sus senados sin llegar a las armas, seguían la más justa y honesta causa, cuando se pasaba a juntar sus ejércitos y se ponían los negocios a la ventura de la victoria, cada uno se acogía a lo más fuerte y firme, y aquello se tenía por más honesto y justo que parecía más seguro. Cisma y los que por el sumo pontífice competían. Después de los tiempos de Arrio nunca la iglesia de Dios se vio en mayor aflicción y tormenta, cresciendo cada día la mayor cisma que hubo jamás, compitiendo por el sumo pontificado en estos días Gregorio XII, Juan XXIII y Benedicto XIII, de donde comenzó a cobrar fuerzas la herejía en las partes de Bohemia; y como en el tiempo de Arrio extendiéndose la fe católica y la doctrina evangélica por todo lo habitado de la tierra, en cada pueblo y en cada casa acontecía haber herejes y católicos, agora comenzaban a pervertirse e inficionarse toda una provincia y un reino entero. Muerte del emperador Roberto [de Baviera] y elección de Segismundo [de

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Jerónimo Zurita Anales de Aragón

1.- Libros I, II y III 2.- Libros IV y V 3.- Libros VI y VII 4.- Libros VIII, IX y X 5.- Libros XI, XII y XIII 6.- Libros XIV y XV 7.- Libros XVI, XVII y XVIII 8.- Libros XIX y XX

LIBRO XI

CAPÍTULO I

Del estado en que quedó el reino de Aragón por la muerte del rey don Martín. Infelice estado de la cristiandad. El estado de los reinos y provincias de la cristiandad al tiempo de la muerte del rey don Martín de Aragón, fue por la mayor parte sangriento y lleno de turbaciones y fundado en movimientos y guerras, con abatimiento y estrago en todos los sucesos y con caída y diminución de los estados y tiempos. Entendióse bien universalmente cuán mal compañero es el temor de la conservación de todas las cosas que necesariamente se han de sustentar con constancia y firmeza de verdadera concordia. Vejación de Italia. Primeramente Italia, patria común de las gentes, estando la iglesia católica y el imperio en tanta división como estaba en este tiempo, forzadamente había de sentir mayor vejación y ofensa que las otras provincias, usurpando y tiranizando cada cual como más podía las ciudades y pueblos que estaban sujetos a los sumos pontífices y al imperio; y aquellos que al tiempo que en sus disensiones civiles se contendía en sus senados sin llegar a las armas, seguían la más justa y honesta causa, cuando se pasaba a juntar sus ejércitos y se ponían los negocios a la ventura de la victoria, cada uno se acogía a lo más fuerte y firme, y aquello se tenía por más honesto y justo que parecía más seguro. Cisma y los que por el sumo pontífice competían. Después de los tiempos de Arrio nunca la iglesia de Dios se vio en mayor aflicción y tormenta, cresciendo cada día la mayor cisma que hubo jamás, compitiendo por el sumo pontificado en estos días Gregorio XII, Juan XXIII y Benedicto XIII, de donde comenzó a cobrar fuerzas la herejía en las partes de Bohemia; y como en el tiempo de Arrio extendiéndose la fe católica y la doctrina evangélica por todo lo habitado de la tierra, en cada pueblo y en cada casa acontecía haber herejes y católicos, agora comenzaban a pervertirse e inficionarse toda una provincia y un reino entero. Muerte del emperador Roberto [de Baviera] y elección de Segismundo [de

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Luxemburgo]. En el imperio romano había la misma división, no sólo en lo temporal pero en las cosas de la religión; y el emperador Roberto duque de Baviera -que fue católico príncipe- fallesció el 1.º de junio deste año, un día después de la muerte del rey de Aragón su primo hermano; y aunque Venceslao vivía, por su torpe y disoluta vida, los príncipes electores perseveraron en tenerle privado del gobierno; y procedieron a elegir sucesor, como lo hicieron por muy justa causa, pues fue cosa muy averiguada y cierta que por su remisión y descuido se extendió la herejía en Bohemia y fue estragando y contaminando a sus vecinos. Segismundo [de Luxemburgo] sujetó el reino de Hungría: batalla de Tracia y prisión del duque de Borgoña. Sigismundo su hermano, que en conformidad de los electores por la muerte del emperador Roberto fue eligido rey de romanos, siendo rey de Hungría y príncipe muy católico y de gran valor, tuvo más ventura para conquistar de los rebeldes el reino de Hungría y sujetarlo a su señorío, que en la empresa que tomó contra los turcos, de quien fue vencido en la provincia de Tracia en una gran batalla con mucha parte de la caballería francesa: y en ella fue preso el duque de Borgoña. Y alzando la mano de aquella guerra, estaba en esta sazón para romper la tregua que tenía con Ladislao rey de Polonia con quien traía ordinaria contienda, amparando y defendiendo sus enemigos. Al emperador [Manuel] Paleólogo hacía guerra Bayaceto: qué fue y lo que pasó entre Ladislao y Luis duque de Anjou. Padecía también el imperio de Constantinopla mayores adversidades y males estando fuera de la obediencia de la iglesia católica, reinando el emperador Manuel Paleólogo que era guerreado perpetuamente y acometido en sus reinos por los turcos. En cuyo tiempo Mahomete, hijo de Bayacete que fue preso por el Taborlán, había sido el primero que pasó el Danubio con sus ejércitos y sojuzgó por guerra la provincia de Macedonia. Estaba en el reino de Nápoles tan encendida y trabada la guerra entre Ladislao y Luis duque de Anjous por la sucesión de aquel reino, que siendo llamado el rey Luis por el papa Juan porque Gregorio favorecía a su adversario, por este tiempo tuvieron a los confines del reino una muy sangrienta batalla; y aunque quedó el rey Luis vencedor, pudo su enemigo resistirle y defenderle la entrada del reino; y pensando acudir a las cosas de Aragón por la muerte del rey don Martín teniendo a Luis conde de Guisa su hijo primogénito por legítimo sucesor destos reinos, ni salió con ello ni con lo que estaba tan en la mano de conquistar si prosiguiera sus buenos sucesos. Guerra entre Carlos [VI] rey de Francia y Enrique [IV] rey de Inglaterra y muerte de Luis duque de Orleans. En el reino de Francia no solamente había muy cruel guerra entre el rey Carlos VI deste nombre y el rey Enrique de Inglaterra, que siendo duque de Alencastre se apoderó de aquel reino y echó dél a Ricardo; pero por la muerte de Luis duque de Orliens hermano del rey de Francia -que fue muerto por el duque Juan de Borgoña- toda la nobleza y fuerzas de aquel reino y

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las ciudades y pueblos se pusieron en armas, y la mayor parte de los grandes se juntó contra el duque de Borgoña. Y en este año, que fue del nacimiento de nuestro Señor de 1410, por haberse cumplido el término de las treguas entre franceses e ingleses volvieron a sus correrías y guerra ordinaria. El valor del infante don Fernando se vio en el gobierno de Castilla; y quietud de Navarra y Portugal. Los reinos de Castilla y León se gobernaban por la reina doña Catalina, madre del rey don Juan, que era muy niño y por el infante don Hernando su tío, y tenían partidas sus provincias: y de tal manera estaban las cosas que por la mucha bondad y valor del infante se vieron aquellos reinos libres de los males y guerras que padecieron siempre quedando los príncipes sucesores de menor edad. Y el infante, como muy excelente príncipe, empleó los grandes y las fuerzas y armas del reino en la guerra contra los moros. Debajo de aquella seguridad se sustentó el reino de Navarra sin trance ni acometimiento ninguno de guerra por el rey Carlos, el postrero deste nombre, cuyos hijos eran primos hermanos del infante, aunque en las alteraciones y guerras de Francia por los estados que allá tenía le cabía buena parte. También don Juan rey de Portugal, en los últimos fines del occidente, gozaba -como si fuera en perpetua paz- de la gloria de las victorias pasadas y del reino por él adquirido y valerosamente fundado por las armas, contra la grandeza y pujanza de los reyes de Castilla, siendo príncipes comarcanos y tan poderosos. Y todos sus pensamientos se convertían -cuando le daban lugar las treguas que tenía con el rey de Castilla- en emplear sus ejércitos y armadas en Africa con deseo de hacer guerra -si le dejasen en su reino en paz- a los infieles por las costas del océano. De suerte que fuera desto no podía ser mayor la ira y ofensa del Cielo pues todo ardía en guerra, cisma y disensión. Lo que el estado de estos reinos amenazaba; y cuál era. Mas el estado destos reinos sin duda ninguna amenazaba mayores males y peligros que los que suelen padecer los reinos en sus mudanzas; y se hallaba en peor condición habiendo perdido en tan breves días dos príncipes en quien parecía estar tan bien fundada la esperanza de la sucesión. Y quedando tan divididos entre sí los grandes y pueblos, que cada cual ponía los ojos y su afición en el que le parecía estarle mejor que reinase. Todos estaban alterados y temerosos, considerando aquella mudanza en las cosas de una tan grande fuerza tan repentina y no pensada que a donde tan pocos días antes había florecido el reino en autoridad y gloria, tan a deshora careciese de todo aquello y lo llevase todo tras sí la fuerza y mudanza de todas las cosas y de los tiempos en aquella común miseria. Turbación general. Tan grande era la turbación y confusión dellas y de tal manera

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estaban trastornadas y revueltas, y tan derribado el bien público, que a donde cada uno se hallaba allí se le representaba mayor peligro, considerando con cuánto discrimen se había de contender del derecho y beneficio de la patria con las armas, y cuán cruel había de ser la victoria a donde tantos competían por la sucesión del reino, estando el uno de los competidores en Francia con tanto favor de los príncipes de aquella casa, y el otro en el mismo tiempo victorioso con muy pujante ejército en la Andalucía. Reconociendo y mirando todas las partes y estados del reino, ninguno había que no estuviese muy debilitado y caído y cada uno se aconsejaba a sí mismo con temor y desesperación en tiempo que todos estaban temerosos; y solos aquéllos cobraban ánimo y vigor que confiados de las fuerzas de las partes tenían por ganancia el rompimiento para sus cosas particulares y proprias. El riesgo en que la [libertad] se consideraba estar puesta. No se tenía ya temor de las islas de Cerdeña y Sicilia que se tenían por perdidas, sino de la misma libertad, pues era de temer que el vencedor había de poner la ley que quisiese, aunque fuese el legítimo y verdadero sucesor y el más piadoso y justo de los que se declaraban por competidores en la sucesión; porque de competencia y contienda entre tantos príncipes por la dignidad y corona del reino, no podía resultar sino quiebra de la libertad y nueva forma de reino en todo el gobierno.

CAPÍTULO II Que los estados del principado de Cataluña, que estaban congregados a cortes en la ciudad de Barcelona, estando el rey en el artículo de la muerte, dieron orden de

entender su voluntad en lo de la sucesión, y él declaró que se determinase por justicia.

Lo que en las cortes de Barcelona se previno antes que muriese el rey don Martín. Cuando el rey don Martín adolesció de la enfermedad de que murió en muy breves días, aunque andaba ya muy doliente y había poca esperanza de su vida, se celebraban cortes generales en la ciudad de Barcelona con harta disensión y diferencia de los barones grandes que se llamaban del principado. Y como se entendió un viernes a 30 del mes de mayo que el rey estaba al fin de sus días y no se hallaba en disposición de ordenar su testamento ni declaraba a quién dejaba por sucesor, habiéndose puesto en contienda en su vida, considerando los males que se podían seguir de aquella incertidumbre, deliberaron que de cada estado se nombrasen personas para que supiesen del rey si era su voluntad que el sucesor de la corona real de Aragón se declarase por justicia, como lo había dicho en su enfermedad, para mayor satisfacción de todos. Lo que los nombrados por las cortes dijeron al rey. Estos fueron al monasterio de Valdoncellas, a donde el rey estaba doliente en la celda de la priora, a las once horas de la noche. Y Ferrer de Gualbes, que era consejero de la ciudad y fue nombrado para esto con otras personas, en presencia de Ramón Cescomes

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protonotario del rey y de otros dos notarios dijo al rey que estaba en su sentido estas palabras: "Señor: Nosotros, que somos eligidos por la corte de Cataluña y estamos aquí delante de Vuestra Majestad, os suplicamos humilmente que os plega hacer dos cosas las cuales redundan en soberana utilidad de la cosa pública de todos vuestros reinos y tierras. La primera que los queráis exhortar que tengan entre sí amor, paz y concordia porque los quiera Dios conservar en todo bien. Y lo otro que tengáis ahora por bien de mandar a todos los de vuestros que por todo su poder y fuerzas hagan por tal forma y manera que la sucesión de vuestros reinos y tierras, después de vuestros días, venga a aquel a quien por justicia deba, como esto sea muy placiente a Dios y en gran manera provechoso al bien público y muy honroso y perteneciente a vuestra real dignidad." Y tornando a decirle esto mismo le preguntó así: "Señor: ¿Pláceos que la sucesión de vuestros reinos y tierras después de vuestros días venga al que por justicia debe venir?" Respuesta del rey [don Martín], y en presencia de quién la dio. Y entonces respondió al rey y dijo: "Sí." A esto se hallaron presentes con el protonotario don Luis obispo de Mallorca, don Guerau Alamán de Cervellón gobernador de Cataluña, don Roger de Moncada gobernador de Mallorca -que eran camareros del rey- don Pedro de Cervellón su mayordomo, Ramón de Semenat camarero y Francés de Aranda donado de Portaceli de la orden de Cartuja que eran del consejo del rey, y Luis Aguiló y don Guillén Ramón de Moncada. Voluntad del rey [Martín de Aragón]. Otro día, sábado, que fue el último de mayo, a hora de tercia, volvió Ferrer de Gualbes ante la presencia del rey con las mismas personas que se eligieron por la corte del principado; y redujo a su memoria las mismas palabras, y respondió de la misma suerte; y el protonotario le hizo la misma pregunta y le respondió lo mismo. Y murió aquel día. Que esta fuese la voluntad del rey nunca se tuvo duda en todos sus reinos, por lo que había declarado por la obra después de la muerte del rey de Sicilia su hijo, así con don Jaime de Aragón conde de Urgel como con don Fadrique de Aragón conde de Luna su nieto, deseando para el nieto la sucesión del reino de Sicilia -como lo pedían y procuraban los sicilianos- y no dando favor ninguno al conde de Urgel para que usase de la gobernación general como la tienen los hijos primogénitos desta corona, antes procurando que se le resistiese y no diesen lugar que entrase en la posesión y ejercicio de aquel oficio. Incertidumbre del rey [don Martín] y en qué. Esto se manifestó más por lo que ordenó en lo de la sucesión destos reinos en su testamento, en vida del rey de Sicilia su hijo, en el cual mostró bien la incertidumbre que tuvo del que le debía suceder en sus reinos si le faltase el rey su hijo y sus descendientes; porque ninguna mención ni sustitución hizo de los transversales, que eran don Alonso duque de Gandía, don Juan conde de Prades y don Jaime conde de Urgel, legítimos descendientes de la casa real por línea de varón.

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Fundador del monasterio de Val de Cristo y peligro de Gil Ruiz de Lihori gobernador de Aragón. Este testamento se testificó por el mismo protonotario Ramón Cescomes. Y el rey le otorgó -como se ha referido en estos anales- estando en el monasterio de Val de Cristo del reino de Valencia que él había fundado. Hallóse a la muerte del rey Gil Ruiz de Lihori gobernador de Aragón y entróse -según Lorenzo de Vala escribe- en el mismo instante en Barcelona ascondidamente, a donde se vio en grande peligro porque toda la ciudad estaba llena de gente armada de la afición y parcialidad del conde de Urgel como lo eran allí casi todos; y públicamente andaban discurriendo por ella con gran tumulto cuando se entró dentro en hábito disimulado con el confesor del rey, al mismo tiempo que en el palacio real se trataba de prenderle algunas personas a quien el conde lo había encargado o de matarle; y cuando entraban por la ciudad andaban preguntando por las calles si vivía aún el rey y si estaba allí el gobernador de Aragón. Cómo se escapó el gobernador de Aragón en Barcelona. Y aquella noche, habiéndose cerrado las puertas de la ciudad, oía él mismo a diversas gentes que con gran admiración se preguntaban a dónde estaba el gobernador y si había huído. Y otro día se entró en un navío y se fue a Peñíscola.

CAPÍTULO III Del parlamento general que se convocó del principado de Cataluña después de la muerte del rey para la villa de Momblanc, y que de allí se volvió a prorrogar para

Barcelona; y de la contradicción que en ello Gobierno del principado de Cataluña y exequias del rey [don Martín] en Poblet. Quedando las cosas de la sucesión destos reinos en esta confusión e incertidumbre, lo primero que se proveyó -quedando la corte de aquel principado deshecha por la muerte del rey y la orden que se dio por los que se hallaban en Barcelona de todos estados- fue nombrar doce personas que representasen el principado, para que éstos proveyesen en todo lo que convenía para el buen regimiento dél. Y el gobernador por su parte y los consejeros de Barcelona por la suya hacían sus provisiones cuáles convenían para la conservación de la paz y justicia. Entretanto que se entendía en las exequias del rey y en su enterramiento con la cerimonia que se acostumbra, el gobernador desde Barcelona a 22 de julio convocó parlamento general del principado para la villa de Momblanc para el postrero del mes de agosto. Peste en Cataluña. Después que se acabaron las honras en el monasterio de Poblete según la costumbre antigua -que duraban muchos días y juntaron en

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aquel lugar de Momblanc en la iglesia de San Miguel- en conformidad de la mayor parte de los que allí se hallaron, se deliberó a 10 del mes de septiembre por causa de la pestilencia de que estaban inficionados muchos lugares por este tiempo, mudar el lugar del parlamento; y prorrogóse para la misma ciudad de Barcelona para 25 del mes septiembre. Parlamento en Barcelona. Quién asistió y lo que allí se determinó. Túvose aquella congregación en la sala del palacio real mayor de aquella ciudad, y concurrieron a ella con el gobernador, don Pedro Zagarriga arzobispo de Tarragona -que era persona generosa y de mucha autoridad- y los procuradores de algunas iglesias catedrales, y los síndicos de Barcelona y Perpiñán. Y en su presencia propuso el gobernador aquel mismo día que de consentimiento de la mayor parte de los estados que se juntaron en la villa de Momblanc por las muertes que sobrevinieron en aquel lugar mudó el parlamento para aquella ciudad y se fue prorrogando hasta 30 del mismo mes. Y comenzaba ya a juntarse la nobleza de aquel principado para un hecho que apenas podían entender: que fuesen ellos parte para poner el remedio en el peligro que se les representaba dentro de su misma casa entre tantos inconvinientes y temores, ni los reinos con ellos juntos, de donde era cierto que se había de seguir mayor turbación en los negocios, siendo tales y mayor confusión. Los primeros que se juntaron de los grandes barones que ellos llamaban en este tiempo fueron don Juan Ramón Folch conde de Cardona y almirante de Aragón, don Pedro de Fenollet vizconde de Illa y Canete y don Roger Bernaldo de Pallás hijo mayor de don Hugo conde de Pallás. Y juntándose en aquel palacio real a 30 del mes de septiembre, el arzobispo celebró la misa con grande solemnidad. Y habíanse ya juntado con ellos otros barones que eran don Roger de Moncada, don Berenguer Arnaldo de Cervellón, don Bernaldo de Fortiá, don Antonio de Cardona hermano del conde de Cardona y don Roger de Pinós. Lo que representó el gobernador de Cataluña. Representó el gobernador en esta congregación con gran discreción y prudencia -como la extrañeza del caso lo requería- el miserable estado en que se hallaba aquel principado después de la muerte del rey don Martín no quedando cierto sucesor; y que por esto, considerando los peligros y males que se podían seguir por estar sin rey y señor soberano, como gobernador de Cataluña creado en vida del rey y confirmado por él, en el artículo de la muerte los había convocado para que con su mucha consideración y prudencia procediesen al remedio de tantos peligros y males como se temían. Prudencia del gobernador de Cataluña y lo que pidió. Que por descargo de su oficio, en la mejor forma y manera que podía y debía, les rogaba que guardando la santa y loable amonestación y ordenanza que el rey hizo al fin de sus días, con verdadera unión y concordia de los otros reinos, tuviesen y obedeciesen por su rey y señor aquel a quien perteneciese de justicia, dejando ellos y olvidando y menospreciando toda afición y parcialidad, por tener solamente respeto a Dios y a la justicia y a su fidelidad y lealtad, como ellos y sus predecesores lo habían hecho

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hasta entonces. Porque el gran renombre de la nación catalana -que tan preciado y ensalzado era generalmente por todo el mundo- no se amancillase ni pereciese. Pedíales que con gran cuidado y diligencia se esforzasen en considerar y proponer tales medios y caminos que pudiesen tratar y comunicar con los otros reinos desta corona en lo que tocaba a esta sucesión, y se dispusiesen a conocer de la justicia de los que pretendían tener derecho a ella lo más brevemente que pudiese ser por los peligros que amenazaban aquellos tiempos, como más largamente lo había declarado en la congregación de Momblanc el arzobispo de Tarragona. Que entre tanto que les hacía Dios tanta merced de darles en conformidad y concordia aquel príncipe y rey que de justicia lo debía ser, proveyesen cauta y prudentemente al gobierno de aquel principado y al bien público dél, de tal suerte que se siguiese el fin que deseaban, y la gran fama de lealtad de su nación se conservase y aumentase por sus loables y virtuosas obras. Respuestas, y de quién. El arzobispo en su nombre y por el estado eclesiástico y el conde de Cardona por el suyo, respondieron con gran demostración y voluntad de asistir en aquel negocio de manera que nuestro Señor fuese loado y bendecido y aquel principado alcanzase mucha honra y provecho. Mas don Roger Bernaldo de Pallás en su nombre y por otros barones y caballeros y hombres que llamaban de paraje que estaban presentes, y por los que quisiesen conformarse con su opinión, no daba a esto su consentimiento, antes lo contradecía y protestaba cuanto a la mudanza que se hizo por el gobernador del lugar de Momblanc a donde se había tenido el parlamento. Altercación sobre a dónde se había de tener el parlamento. Decían los desta opinión que Barcelona no era lugar competente para esta congregación por muchas causas, y que no decían esto por rehusar que se tratase en parlamento de lo que se proponía, con que el lugar fuese conviniente. Comenzóse a altercar mucho sobre esto por aquellos barones; y el conde de Cardona y don Roger y don Pedro de Moncada que se tenían por aficionados del conde de Urgel y otros muchos caballeros que los seguían de aquel estado militar decían que tenían aquella ciudad por muy competente lugar y bien dispuesto para celebrar aquel parlamento y que la mudanza que se hizo por el gobernador fue a lugar muy cómodo para lo que trataban y se había de deliberar. Fuese poco a poco moviendo entre ellos sobre este punto gran disensión: y Ramón de Senmenat, Guerao de Sanahuja, Gregorio Burgues y Berenguer de Malla como procuradores del estado de los caballeros protestaban que todo lo que hasta entonces se había hecho era en gran perjuicio de sus libertades y costumbres y que hallándose sin rey y señor cierto convenía que todo lo que se proveyese y ejecutase fuese en conformidad de todos, y que para tratar negocio tan universal era necesario que se juntasen en lugar libre y cercano a los otros reinos. Que por las muertes que aún duraban en Barcelona el gobernador había escogido la villa de Momblanc y no esperando los llamados ni en conformidad de los presentes, tornó a mudar aquella congregación por causa de la pestilencia

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para Barcelona, a donde las deliberaciones tomaban gran dilación y se esperaba seguir mayor turbación en ellas. Y por estas consideraciones no daban su consentimiento que se procediese adelante. Los que se conformaron con el conde de Cardona y en lo que estuvieron indiferentes. El arzobispo y el estado eclesiástico y el real se conformaban con el conde de Cardona y con los de su opinión; y habían dado su consentimiento en la mudanza del parlamento de Momblanc a Barcelona, pero no se declaraban a la una ni a la otra parte sino que seguirían lo que más conviniese; y así lo dijo el arzobispo, y propuso que se nombrasen personas que determinasen aquella diferencia. Y altercándose mucho en esto y no se pudiendo concertar, prosiguieron adelante en sus protestaciones en su congregación militar. Y por este camino nunca dejaban de proceder con mucha consideración en lo que tocaba al bien universal, reservando sus aficiones para su tiempo.

CAPÍTULO IV

Que los del principado de Cataluña hicieron requerir al conde de Urgel que no usase de la gobernación general de estos reinos.

Rompimiento en Aragón y por qué. En el reino de Aragón estaban las cosas en mayor rompimiento cuanto habían tenido más lejos al rey, y siendo él causa según se tuvo por cierto que se resistiese al conde de Urgel para que no usase del oficio de gobernador general, aunque le había dado sus provisiones en la misma forma y tenor que solían darse al primogénito de la casa real. Desde que se comenzó guerra formada sobre esto y se vino el conde de Urgel de Cataluña, por Gil Ruiz de Lihori lugarteniente de gobernador en este reino y por los del bando de Heredia que era muy gran parcialidad, no cesaba la guerra entre las partes con odio y enemistad terrible, hallándose el conde de Urgel en la villa de La Almunia, de la orden de San Juan. Lo que hizo el conde de Urgel estando en La Almunia y por qué se detuvo en ella. Habiendo el rey fallecido y estando el conde en aquel lugar comenzó a usar del oficio de gobernador general, no embargante el escándalo y alteración que sucedió en este reino por esta causa; y detúvose en La Almunia porque fray Pedro Ruiz de Moros castellán de Amposta era declarado servidor suyo, y por la vecindad de los lugares de don Antonio de Luna, que era muy gran señor en este reino y el caudillo principal en todas las empresas del conde de Urgel. Recuesta que el principado de Cataluña hizo al conde de Urgel y el recelo que le causó. Temiéndose por esta causa algún gran movimiento en Aragón y que sería ejemplo para lo de Cataluña, las doce personas que se nombraron para que representasen aquel principado y proveyesen en todo lo que conviniese al pacífico estado dél, aunque el conde estaba en Aragón, como tenía la misma pretensión de usar de la gobernación general de aquel principado y tenían por muy peligroso ejemplo permitirlo en perjuicio de los otros príncipes que competían por la

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sucesión, enviaron al conde un caballero que se decía Ramón Zavall para que en su nombre le rogase que por su contemplación sobreseyese en usar del oficio de gobernador general en todos los reinos y tierras de la corona real; y para esto también hiciese derramar la gente de guerra que tenía junta en Aragón, porque si gente de armas extranjera entrase en estos reinos ellos proveerían en su debida defensa. Lo que el conde de Urgel otorgó; y el cómo. Esta recuesta hecha en nombre del principado puso al conde mucho recelo juntándose con la resistencia que se le hacía por muy gran parte deste reino; y como toda su esperanza se ponía en el favor de la nación catalana y en la afición que le tenían por la naturaleza que tenía en Cataluña, vino a otorgar lo que se le pidía aunque con cierta condición: y ésta era que don Guerau Alamán de Cervellón -a quien él tenía por muy enemigo y contrario a sus fines- no usase del oficio de lugarteniente de gobernador en Cataluña. Mas no se contentando desta respuesta se le tornó después a hacer el mismo requirimiento en nombre del parlamento general de Cataluña, y el conde siempre respondía lo mismo. Bandos en Aragón y entre quién. Con toda esta prevención las cosas quedaban en este reino en el rompimiento que antes y en mucho mayor faltando la autoridad del príncipe que había de proveer del remedio en los bandos que prevalecían entre dos personas tan grandes como eran don Antonio de Luna y don Pedro Ximénez de Urrea señor del vizcondado de Rueda y de la tenencia de Alcalatén; y no se trataba entre ellos de medios para que dejando sus diferencias se juntasen para proveer en lo del bien universal, antes parecía que no contendían ya por sus respetos particulares sino por cuál pondría rey en el reino. El estado en que las cosas del reino de Valencia estaban y por qué. A muy peor estado que éste habían llegado las cosas del reino de Valencia, teniendo los Centellas y Vilaragudes dividida no sólo la nobleza dél pero las ciudades y villas reales; y los del bando de los Vilaragudes con la autoridad y favor de Arnaldo Guillén de Bellera gobernador de aquel reino se habían apoderado de la ciudad de Valencia, y eran de su parte los que tenían el gobierno della, la cual era poderosa para poner la ley que quisiese a todo el reino sino se valiese de fuerzas y gente extranjera.

CAPÍTULO V De la pérdida de Longosardo y del peligro en que estaban las cosas de la isla de

Cerdeña. Lo que Aimerico [de Narbona] emprendió en Cerdeña y el intento que tuvo. Como Aimerico vizconde de Narbona después de la muerte del rey don Martín de Sicilia volvió con mucha pujanza a su empresa como sucesor en el juzgado de Arborea y después por la muerte del rey de Aragón levantase su pensamiento a mucho más que ser señor de aquel estado y le siguiesen los pueblos que se habían rebelado

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en la isla, señaladamente los de Sácer, Pedro de Torrellas -que era visorrey y lugarteniente general- con la gente de guerra que le quedaba y con la nación catalana salió con grande valor a la defensa de las fortalezas y castillos que se tenían por la corona real; y tenía en orden algunas galeras. Gobierno y valor del virrey Pedro de Torrellas, cosa notable. Mostró aquel caballero en esta mudanza de tiempos lo que puede el esfuerzo e industria de un muy excelente capitán, pues estando dentro de casa en tanta turbación las cosas y en tan grande contradicción y competencia de tantos por la sucesión del reino, y con quedar su ejército muy diminuído de gente de nuestra nación por tan larga guerra y de la contagión y pestilencia ordinaria, él sólo sustentó que aquella isla no viniese a ser sojuzgada de los enemigos, siéndolo no sólo el vizconde de Narbona con la parte de los rebeldes que le seguían, pero la señoría de Génova y los de la casa de Oria que eran tanta parte en ella y pretendían diversos estados. Novedad en Cerdeña y quién la causó. Había enviado el visorrey a Cataluña a don Ramón de Perellós para dar aviso del estado en que estaban las cosas y del peligro manifiesto si no fuese socorrido de gente con mucha celeridad. Y después de la venida deste caballero sucedió una novedad que declaró bien la necesidad que había del socorro: tenía en este tiempo Cassano de Oria a Castel Genovés, fuerza muy importante de aquella isla y éste se juntó con don Artal de Alagón -que era el principal señor de aquella casa que se perdió en la conquista del reino de Sicilia en tiempo del rey don Martín- y discurría con armada por las costas de Sicilia buscando ocasión cómo volver a su estado. Combate de la torre de San Jorge. Llevaba cuatro naves muy bien armadas; y corriendo las costas de Cerdeña arribaron a Longosardo y allí sacaron toda la gente a tierra un sábado a 16 del mes de agosto deste año, y comenzaron a combatir una torre que llamaban de San Jorge; y pusiéronla en tanto estrecho que los que la tenían en defensa se pusieron en plática de partido, y otro día domingo por la mañana alzaron la bandera de Génova. De allí pasaron los enemigos a combatir el burgo a donde había hasta cien soldados, y fue en su defensa el capitán Berenguer Miguel con una galera; y sin mucho combate entraron el burgo por fuerza de armas y el capitán con toda su gente se recogió a otra torre que decían de Santa María que la batía la mar; pero luego trataron de partido y la rindieron, lo cual se tuvo por gran traición y maldad por los que entendieron que se pudieran defender y tenían bastante vitualla para todos los que estaban dentro, y si se hubieran defendido llegaba el visorrey en su socorro por mar y por tierra. Peligro de la villa de Alguer y lo que el virrey hizo y previno estando en el castillo de Cáller. Así se perdió aquella fuerza que era de las más importantes que se tenía por la corona real; y por este suceso la villa de Alguer -que por causa de la pestilencia quedaba muy despoblada- estuvo a grande peligro; y como los enemigos cobraron mucho ánimo y osadía el visorrey envió al Alguer un caballero catalán que se llamaba Jorge de Caramayn con setenta de caballo y una galera armada porque se tenía nueva que las galeras del rey Ladislao con la armada de

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naos de genoveses iban a combatir el Alguer; y los soldados que estaban en su defensa como no eran socorridos ni de gente ni de sus pagas no hallaban otro remedio para salvarse sino salir a robar a toda gente. Lo que el virrey Pedro de Torrellas envió a decir a los del principado de Cataluña y con quién. Con tanta necesidad como ésta pedía el visorrey a los del principado de Cataluña que en una pérdida como aquélla que tocaba en lo más vivo de su nación no se olvidasen de enviarle luego el socorro de dineros y gente para entretener aquel ejército y la armada de galeras que allí había quedado, diciendo que esperarían por todo el mes de septiembre. Estaba en el castillo de Cáller en el principio deste mes haciendo las provisiones que convenían para la defensa de los lugares y fuerzas que se habían sustentado, porque no tenían gente con que pensase ofender a los enemigos; y requería a los del principado que redujesen a la memoria cuánto habían trabajado los reyes pasados por la conquista de aquella isla poniendo en ella sus personas y que destruyeron su patrimonio real. Que poco antes por la gracia de nuestro Señor se habían vengado las injurias y ofensas que se habían hecho a la nación catalana, y estaba aquella isla en tal punto que con poco socorro sería para siempre sojuzgada a la obediencia y señorío de la casa real de Aragón. Con esta demanda envió a Cataluña a Andrés de Biure y a Francés Zatrilla para que informasen en el parlamento del estado en que quedaban los capitanes y caballeros que estaban en la defensa de las fortalezas y lugares fuertes de la isla, representando que si no eran socorridos no podían dejar de desamparallo todo, y cuánto importaba que tuviesen ciertas sus pagas los soldados, y que se sustentasen los que habitaban en el castillo de Cáller y en el Alguer porque no tornasen a su primer ejercicio de robar por salvarse; y afirmaba que aun con esto tendrían harto quehacer si se pudiesen sostener. El virrey favorece a don Fadrique de Aragón. Como el visorrey había sido tan gran privado del rey don Martín de Sicilia, hacía muy grande instancia con los de la congregación que tuviesen por encomendado a don Fadrique de Aragón, hijo del rey de Sicilia, así sobre la sucesión del reino de Sicilia para la cual fue requerido y llamado por los sicilianos mismos en vida del rey de Aragón su agüelo, como en el derecho del condado de Luna, en el cual le había dejado heredero el rey de Sicilia su padre y en todo el estado que fue del conde don Lope, con el señorío de la ciudad de Segorbe. Prisión y libertad de Ramón de Torrellas, a quien se encomendó la persona de don Fadrique. Y porque Ramón de Torrellas hermano del virrey había sido preso después de la muerte del rey don Martín de Aragón y fue puesto en el castillo nuevo de Barcelona, por intercesión de los consejeros de aquella ciudad se sacó dél, pues los servicios de su hermano lo merecían y el peligro en que allá estaba. Y Ramón de Torrellas fue a la ciudad de Segorbe para tener cuenta con la persona de don Fadrique que llamaban ya conde de Luna y se declaraba uno de los competidores en la sucesión del reino.

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CAPÍTULO VI

De la legitimación, que el papa Benedicto concedió a don Fadrique de Aragón,

conde Luna, para poder suceder en la dignidad del reino de Trinacria. Don Fadrique de Aragón fue legitimado: por quién y con qué intento. El rey don Martín de Aragón, en vida del rey de Sicilia su hijo, por grande instancia suya había legitimado a don Fadrique su nieto, porque el rey de Sicilia tenía fin que le sucediese en el condado de Luna y en el señorío de la ciudad de Segorbe y en todo el estado que fue de la reina doña María su madre, hija del conde don Lope de Luna; y así lo hizo como se ha referido. Demás desto procuraba el rey de Sicilia que fuese legitimado para suceder en el reino de Sicilia no teniendo él hijos legítimos. Lo que declaró el rey [don Martín] en la legitimación de don Fadrique su nieto y lo que le dejó su padre. Legitimóle el rey por todos los derechos legítimos como si fuera nascido de legítimo matrimonio y para suceder en virtud del testamento que hubiese hecho el rey de Sicilia su padre o por el que después ordenase, o muriendo sin testamento o por cualquiere donación. Y declaró el rey en esta legitimación que no era su voluntad de hacerle hábil ni capaz para suceder en los reinos de Aragón, Valencia, Cerdeña, Córcega y Mallorca ni en los condados de Barcelona, Rosellón y Cerdania. Cuanto a los otros estados y bienes que eran del rey de Sicilia su hijo, declaraba el rey que no era su intención de derogar a los hijos legítimos y naturales del rey su hijo si algunos tuviese o le nasciesen. En virtud desta legitimación dejó el rey de Sicilia a don Fadrique su hijo, sucesor en todo el estado del conde don Lope su agüelo, y en el reino de Sicilia nombró por heredero al rey su padre como lo era legítimamente; y por la muerte del rey de Sicilia procuró el rey de Aragón con el papa Benedicto que le legitimase para la sucesión del reino de Sicilia, lo que era necesario por ser derecho señor del feudo; y aquello no se pudo alcanzar ni haber del papa en su vida. Lo que el papa Benedicto [XIII] declaró en favor de don Fadrique de Aragón, conde de Luna. Después de la muerte del rey y estando en la torre que llamaban del Rey fuera de los muros de Barcelona, a 20 del mes de agosto, que fue en el quinceno año de su pontificado, legitimó a don Fadrique de Aragón conde de Luna, declarando que el rey de Aragón su agüelo le había afirmado ser hijo natural del rey de Sicilia, y no embargante aquel impedimento dispensaba con él para la sucesión del reino desta manera: que no obstante aquel defecto de su nascimiento si acaeciese que el reino de Trinacria le competiese por concesión de la sede apostólica por sucesión o por otra orden, le hacía hábil y capaz para cualquier honor o dignidad real y para cualesquiera autos reales y legítimos en el reino de Trinacria y en las islas adyacentes, de suerte que sus hijos legítimos y descendientes sucediesen en el señorío y regimiento y dignidad real de aquel reino sin perjuicio del derecho de la iglesia romana, a cuya disposición y ordenanza era vuelto.

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El conde de Urgel era malquisto y el de Luna muy acepto. Estaba el conde de Urgel de muchas gentes tan mal quisto que se holgaban de cualquier embarazo que se le pusiese, y al conde de Luna se le aficionaban todos los de la casa de los reyes su padre y agüelo, de manera que si tuviera fuerzas y autoridad y edad para oponerse como los otros competidores al derecho de la sucesión, le hicieran parte no sólo para lo de Sicilia como lo desearon su padre y agüelo, pero para lo demás de la corona real. Pero este favor que tuvo a los principios no le aprovechó para más de darle alas para perderse, creyendo que aquella legitimación le bastaba para fundar el derecho de la sucesión en el reino de Sicilia. Muerte de la reina Margarita. De Barcelona se pasó Benedicto a Tarragona; y allí estuvo el mes de septiembre. Y en el mismo mes murió la reina Margarita madre del rey Ladislao.

CAPÍTULO VII De la guerra que se movió en Sicilia entre la reina doña Blanca y los barones que la siguieron y don Bernaldo de Cabrera conde de Módica maestre justicier, por el

gobierno del reino. Ejército del rey Luis, los que le seguían y su coronación. Cómo Ladislao asentó su real, y de la batalla en que por el rey Luis fue vencido, con los que fueron presos. Después de la muerte del rey don Martín tuvo el rey Ladislao en la mano apoderarse de la isla de Sicilia, según fue ardid y guerrero, si no tuviera al rey Luis su enemigo dentro en su reino y tan vecino de Nápoles y a punto de dar la batalla. El ejército que había juntado el rey Luis era tal que se afirmaba tener doce mil de caballo con cuatro capitanes que fueron los mejores de aquellos tiempos, y eran Bracio de Montone, Sforza de Ceriñola, Pablo Ursino y Gentil de Monterano: y seguían esta parte anjoina muchos señores del bando ursino y los de Sanseverino y el conde Tagliacozo. Habíase coronado el rey Luis en Roma; y salió de Nápoles para defenderle la entrada en el reino Ladislao en el mes de mayo deste año y asentó su real en Rocaseca a la frente de los enemigos, teniendo el río del Garellano en medio. Eran dos ejércitos tan iguales que ambos reyes estaban con grande recelo, y a cabo de siete días el rey Luis envió a presentar la batalla, y el martes siguiente a hora de vísperas la acometió tan bravamente que rompió y venció a su contrario y con gran fatiga se pudo escapar a pie el rey Ladislao. Fueron presos en aquella batalla de los barones del reino que seguían a Ladislao el duque de Andria, los condes de Celano y Carrara, el conde Luis del linaje Cantelmo y el conde de Montedorisi, Ottino Caraciolo, Betto de Lipari y otros barones; y Ladislao puso en guarniciones sus gentes en los lugares de la abadía de San Germán todo el tiempo que el rey Luis se detuvo en los confines del reino hasta la entrada del invierno. Lo que Lorenzo Valla escribe de la batalla entre los reyes Luis y Ladislao; y

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parlamento general en Sicilia. Lorenzo de Vala escribe que esto fue antes de la muerte del rey de Aragón, y así quedó libre la isla de Sicilia y de un enemigo tan vecino y poderoso. Y dentro della se movió gran disensión y guerra civil y todo el reino se puso en armas, y tuvo el principio por esta causa: después que llegó a Sicilia la nueva de la muerte del rey de Aragón se propuso de juntar parlamento general para que en él se diese la orden que convenía en el buen regimiento de aquel reino y en el pacífico estado dél hasta tanto que tuviesen príncipe de la corona real de Aragón. En esto vinieron universalmente los perlados y barones de aquel reino y las universidades dél, y también se conformó con ellos al principio don Bernaldo de Cabrera conde de Módica maestre justicier del reino con que fuese con la orden y en el lugar y tiempo que declarase la ciudad de Mecina. Señálase para el parlamento la ciudad de Messina, envía mensajeros a la reina doña Blanca y a otros y lo que allí pasó. Por los mecineses y por otras ciudades y lugares que se conformaron con ellos se señaló la ciudad de Mecina a donde se congregase el parlamento; y enviaron sus mensajeros a la reina doña Blanca -que había sido vicaria del reino desde que falleció el rey su marido- y a don Bernaldo de Cabrera y a los perlados y barones para que se juntasen en Mecina. Pero entonces don Bernaldo de Cabrera se excusó de juntarse con ellos pretendiendo que estaba a su cargo la gobernación de aquel reino y comenzó de traer a su opinión las ciudades y tierras de la corona dellas por fuerza y otras de su voluntad y no dio lugar que se juntasen en aquella congregación en Mecina ni en Tauormina a donde habían deliberado de juntarse como más sano lugar y libre de pestilencia. Cómo se junta en Taormina el parlamento. Juntáronse en Tauormina, a donde fue la reina y muchos perlados, condes y barones del reino; y allí celebraron su parlamento con mucha solemnidad y hicieron las ordenanzas de su nuevo regimiento. Lo que en Taormina se decidió. Ante todas cosas se declaró en él que la reina de su voluntad revocase y dejase el ejercicio y administración del vicariato de Sicilia; y ordenaron cierto regimiento del reino en el cual asistiese un perlado, dos barones y seis ciudadanos de Mecina y dos de Palermo y uno de cada una de las otras ciudades; y que las letras que se despachasen fuesen con el título de rey de Sicilia y de la reina doña Blanca vicaria del reino y del regimiento del reino de Sicilia ordenado por público parlamento. En caso que las otras ciudades se redujesen a la orden deste regimiento y a su obediencia, deliberaron que fuesen recibidos en él dos ciudadanos de Catania, uno de Zaragoza y sendos de Trápana y Jorgento. Fuerte ordinación del parlamento; y lo que don Bernaldo de Cabrera hizo. Hubo otra cosa muy grave y escandalosa: que ordenaron que este regimiento juntamente con la ciudad de Mecina entendiesen en la declaración del que debía ser rey, y que fuese de la casa real de Aragón; y la reina había de poner el castillo de Zaragoza en poder de la Universidad de Mecina y las otras fuerzas. Y nombraron a don Antonio de Moncada conde de Aderno por capitán general de la

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gente de armas que tenían junta, y declararon que su propósito y firme voluntad era de favorecer y honrar y conservar la nación catalana en su amistad. Don Bernaldo de Cabrera, entendiendo que la reina era inducida con engaño y que los barones que eran sus enemigos le querían echar del gobierno y perseguirle, y que pasaba su atrevimiento adelante para usurparse autoridad de nombrar rey y que se aficionaban a don Fadrique de Aragón conde de Luna por sacar aquel reino de la unión de los otros de la corona real, juntó los barones de aquel reino de la nación catalana y toda su gente de armas para apoderarse de las ciudades y fuerzas de la corona real; y entre ellos el principal fue don Artal de Luna conde de Calatabelota que era primo del rey don Martín de Sicilia y tenía muy gran estado. Duda en lo que Lorenzo Valla escribe. Yo estoy muy dudoso en esta parte de dar del todo crédito a lo que escribe Lorenzo de Vala, autor tan grave y que fue tan riguroso censor de todos los otros y que profesa tanta verdad en su historia, que afirma que don Bernaldo de Cabrera en aquella mudanza y turbación de tiempos tuvo tan grande osadía que pensó hacerse rey y señor de Sicilia, viendo las ocasiones de guerra que se ofrecían entre los que competían por la sucesión del reino y que en Sicilia ninguno había de tanto poder y grandeza. Aunque él era en aquel reino muy gran señor y tan poderoso como este autor dice después de haberse perdido en la conquista de aquel reino los señores de las casas de Alagón y Claramonte, tenía dentro en la isla tantos enemigos que con ser tan privado del rey don Martín de Sicilia le persiguieron y echaron del reino en su vida, y era cierto que ningún favor había de hallar en los barones que eran de la nación catalana teniendo con algunos dellos grande enemistad. De manera que faltándole todo favor de su nación y de la siciliana y teniendo por enemigos al papa y al rey Ladislao, ésta era una muy vana presunción y que carescía de fundamento. Intento de don Bernaldo de Cabrera. Lo cierto -a lo que yo conjeturo- era que él iba adquiriendo y ganando toda la jurisdicción que podía en las fuerzas y castillos de la corona real, pretendiendo de revocar y deshacer aquel parlamento que proseguía tan malos fines, y que la reina le dejase el gobierno que él pretendía que le competía como a maestre justicier, pues había expirado el vicariato que tenía la reina en vida de los reyes de Aragón y Sicilia; y en esto concurrían con él las ciudades de Palermo y Trápana y otras. Nótese esto. Afirma también el mismo autor que su fin era casar con la reina, y que considerado que muerta la reina doña María sin hijos no pudo suceder en aquel reino el rey don Martín su marido ni el rey de Aragón su padre y que de justicia aquél debía reinar a quien los sicilianos escogiesen por rey y señor, entendía que apoderándose del reino y de la reina cualquier derecho sería justificado y legítimo. Muchos pueblos de Sicilia redujo don Bernaldo de Cabrera a su obediencia; y lo que la reina hizo. Como quiera que fuese en esta parte lo que don Bernaldo decía

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haber sido falsamente inventado por sus enemigos, él juntó sus gentes y parte por fuerza, y con su voluntad por la enemistad que algunas ciudades tenían con los mecineses -señaladamente los de Palermo- y por la autoridad del cargo de maestre justicier redujo muchos pueblos que estaban en la obediencia de la reina a la suya. Temiendo la reina no hiciese lo mismo de la ciudad de Zaragoza que era de su cámara y proprio estado suyo, pasóse allá y mandó al almirante don Sancho Ruiz de Lihori -que era enemigo del maestre justicier- que se fuese para ella para dar orden cómo se resistiese a los fines que el conde de Módica seguía; y teniendo aviso dello don Bernaldo de Cabrera, estando el almirante con la reina en el castillo Marqueto de Zaragoza, se apoderó de la ciudad con setecientos de caballo y mil peones. Cerco del castillo de Marqueto donde estaba la reina de Sicilia; es cosa notable. Y puso cerco al castillo con fin de reducir aquel estado a su obediencia hasta que se determinase por justicia el derecho de la sucesión de la corona real; y amenazaba de castigar al almirante que había tenido osadía de tomar las armas contra él siendo presidente del reino y habiéndose reconciliado con él. Puso en mucho estrecho el castillo combatiéndole a grande furia por todas partes por la falta que tenían dentro de bastimentos y por tener acabada su empresa antes que se declarase lo de la sucesión. Y todo aquel reino se puso en armas, siguiendo la parte de la reina los barones de la casa de Moncada y los que eran de aquel bando con voz de ponerla en su libertad, confiando que el rey de Navarra y los del reino de Aragón le enviarían bastante socorro y no se asegurando que del principado de Cataluña se proveyese como les convenía por la mucha parte que en él tenía don Bernaldo de Cabrera.

CAPÍTULO VIII

Que don Alonso duque de Gandía, hijo del infante don Pedro de Aragón se declaró por competidor en la sucesión destos reinos.

Sucesos de don Alonso duque de Gandía. Don Alonso duque de Gandía, hijo del infante don Pedro, estaba en la villa de Gandía en tan anciana edad que por su persona no podía atender a lo de su estado; y recibió en él muy grande diminución habiéndole echado en tiempo del rey don Enrique de Castilla el III deste nombre de la posesión del marquesado de Villena que por sus muy señalados servicios se le dio por el rey don Enrique el mayor, y también dejó el título de condestable de Castilla. Mas esto no le desautorizó tanto cuanto el mal regimiento que traía en su casa y estado la duquesa doña Violante de Arenós su mujer, que traía con don Alonso conde de Denia su hijo tan gran disensión y pendencia que della resultó mucha infamia a toda aquella casa. El duque de Gandía envía unas letras al parlamento, y lo que contienen. Contentóse el duque con enviar al parlamento de Cataluña un caballero con unas

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letras patentes en que se declaraba el derecho que pretendía a la sucesión; y como estaba en lo postrero de sus días cualquier dilación parecía que era privarle de su justicia. Decía que por la dilación que se puso después de la muerte del rey don Martín en declararse el legítimo sucesor destos reinos, podían suceder grandes peligros y males en mucho perjuicio de su verdadero rey y sucesor, declarando que él era el cierto y legítimo sucesor, señaladamente por la sustitución del testamento del rey don Jaime que conquistó los reinos de Mallorca y Valencia, ordenándolo así después de la institución del infante don Pedro su hijo primogénito. Porque se veía manifiestamente que siendo acabados todos los descendientes del rey don Jaime por línea derecha sin hijos varones legítimos hasta el rey don Martín que fue el postrero por línea derecha, y habiendo antes de la muerte del rey don Martín faltado todos los que fueron substituídos de los que se nombraron en aquel testamento del rey don Jaime, se seguía que todos los reinos y herencia que el rey don Jaime dejó a su hijo primigénito le pertenecían a él que era el más propinco al rey don Jaime en línea de parentela y era varón y legítimo descendiente de varón por derecho grado de su linaje. Pretensión y descendencia del duque de Gandía. Pretendía que entre los que descendían por derecha línea de varón de la casa real, dejando de hacer cuenta de los que sucedían por línea de mujer -que eran habidos por extraños- no había ninguno en el reino ni fuera dél que tuviese las preeminencias que él tenía, porque el infante don Pedro su padre era hijo legítimo del rey don Jaime el II, lo que no tenía otro ninguno de los competidores; y así era nieto del rey don Jaime y sobrino del rey don Alonso y primo hermano del rey don Pedro, y era tío de los reyes don Juan y don Martín, y no había ninguno de aquella calidad ni de tan anciana edad, y era natural de la casa y reinos de Aragón; y por esta razón había de ser el primero y mejor en derecho. También era de mucha consideración lo que había servido a la casa real en todas las guerras y grandes empresas que en su tiempo se habían seguido, derramando su sangre; y su larga prisión en Guiana e Inglaterra según a todo el mundo era notorio. No le respondió el parlamento al duque de Gandía. De Gandía envió esta recuesta a 2 del mes de septiembre, haciendo muy grande instancia que lo determinasen en aquel parlamento con toda brevedad como su fidelidad los obligaba a ello. Y habiéndose propuesto y presentado en aquella congregación a 30 del mismo, se dio a aquel caballero el callar por respuesta, condenando tan inconsiderada demanda fuera de sazón, pues ni ellos eran jueces de aquella causa, ni había esperanza que los pudiese haber en mucha distancia de tiempo; y se requería la conformidad no sólo de personas, pero de naciones y reinos.

CAPÍTULO IX

De la aceptación que hizo el infante don Hernando de Castilla, estando en el cerco de Antequera, de la herencia y sucesión de los reinos de la Corona de

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Aragón. El rey don Martín deseó verse con el infante don Fernando de Castilla y no pudo. Había procurado el rey don Martín de Aragón de verse con el infante don Hernando de Castilla su sobrino; y para estas vistas ofreció de venir a Zaragoza y así lo envió a decir al infante con don Alonso de Ejea arzobispo de Sevilla que estaba en la corte del papa Benedicto. En aquella sazón estaba el infante con muy poderoso ejército sobre la villa de Antequera, que era la más principal fuerza que los reyes de Granada tenían opuesta en sus fronteras contra los reyes de Castilla. Y estaba esta empresa tan adelante y el gasto que se hizo en aquel ejército fue tal que no pudo el infante divertirse a otro negocio ni venir a las vistas. Lo que se pudo entender que movió al rey a procurarlas -según escribe Alvar García de Santamaría autor no sólo de aquellos tiempos, pero que intervino en las principales cosas del estado del infante- fue desear declarar al infante, que pues no tenía hijo legítimo para que después de sus días sucediese en el reino en su lugar, él conocía que no le quedaba pariente más propinco que él: y pensaba dar orden en aquellas vistas cómo después de sus días sucediese en el reino y quedase así declarado. El infante don Fernando consulta la justicia de su sucesión; y la embajada que envió a Barcelona, y lo que resultó. Desde entonces ya el infante mandó con gran cuidado que se viese por muy famosos letrados y se examinase el derecho y razón y la justicia que tenía a la sucesión destos reinos. Y como el rey por estar tan impedido no pudo venir a las vistas, envió el infante a Barcelona sus embajadores que fueron Fernán Gutiérrez de Vega y el doctor Juan González de Acevedo, y allá se puso en contienda y disputa en vida del rey lo del derecho de la sucesión; y dello se siguió mayor confusión. El fin principal del rey bien se entendió que fue que se encaminasen las cosas de manera que don Fadrique de Aragón su nieto, de aquella contienda y disensión de los que pretendían suceder en el reino, saliese con el reino de Sicilia, lo que deseaban los sicilianos en gran manera. Y parecía esto cosa no muy fuera de razón siendo hijo tan natural del rey de Sicilia que algunos le tenían por legítimo, y creyendo que el papa fácilmente le concedería la investidura. Aceptación del infante don Fernando después de la victoria de Antequera; y las palabras que dijo. Mas el infante, aunque estaba tan poderoso que tenía a su mano con la reina doña Catalina el gobierno de aquellos reinos de Castilla y toda la gente de guerra estaba a su disposición, no se descuidó un punto de fundar su derecho y justicia por los términos que disponen las leyes; y estuvieron en esto tan advertidos los que le aseguraban que tenía muy justificada causa, que estando en la furia de la guerra y ganada la villa y castillo de Antequera y pasando sus gentes a combatir otras fuerzas, estando en el real sobre la villa de Antequera se hizo por el infante la aceptación de la herencia y sucesión destos reinos como si no estuviera en más que aquello adquirir el señorío de tierras y provincias que tanto

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costaron de conquistar. Tan grande fue la confianza y esperanza que tuvo del buen suceso, que por ser en hecho tan señalado es muy digno de referirse a la letra y leerse en este lugar: "Yo el infante don Fernando de Castilla, señor de Lara, duque de Peñafiel e conde de Alburquerque e de Mayorga e señor de Castro e de Haro, fago saber a vos los perlados, condes, ricosomes e caballeros que conmigo estades en esta villa e real de Antequera en la guerra de los moros, que yo so el más propinco pariente e heredero legítimo de la corona e casa real de los reinos, principados, ducados, condados, señoríos, villas e tierras e bienes raíces e muebles de Aragón; e pertenécenme por derecho como entiendo declarar en su tiempo e lugar ante quien e con derecho debo e cada e cuando me fuese pedido e fuese dello requerido. E por ende yo en estos e por estos escritos e público instrumento en forma de mi derecho e de la verdad a vos e a todos los otros a quien atañe e atañer puede e a los dichos reinados, principados, ducados, señoríos, islas e tierras de Aragón, declaro mi corazón e intención e publícola e notifícola; e fago saber que yo acepté a acepto la dicha herencia e los reinos de Aragón e de Valencia e de Mallorcas e de Sicilia que se llama Trinacria e condado de Barcelona e todos los otros ducados e condados e señoríos e islas e tierras e bienes raíces e muebles que la dicha corona e casa real tovo e tiene, le perteneciere e pertenecer pudiere en cualquier manera. Por cuanto su herencia e todo lo susodicho pertenece a mí, así como a pariente suyo más propinco de la dicha corona e casa real e su heredero universal en todo lo sobre dicho. E por ende yo requiero una e dos e tres veces, con el mayor afincamiento que puedo e debo de derecho e en la mejor manera e forma que debo, a todos los perlados, duques, condes, vizcondes, nobles, caballeros, gobernadores e a los jurados, cónsules e justicias e a todas las ciudades, villas e lugares de los dichos reinados e tierras de Aragón, que me entreguen la dicha herencia e me den la posesión della natural e civil, realmente e con efeto, como yo so presto e aparejado de la recibir por mi persona misma cuanto más aína yo pudiere e de enviar mi procurador con mi poder bastante para todo ello. E por cuanto yo estove e esto en aquesta guerra que los moros -enemigos notorios de la santa madre universal iglesia e de la santa fe católica e de todo el pueblo cristiano- e el rey de Castilla e de León mi señor e hermano dejó esta guerra acordada e comenzada e aparejada de tesoros e diversos pertrechos e bastidas, e me dejó por tutor del rey mi señor e sobrino su fijo regidor de los sus reinos, a mí fue e es forzado por el deudo que con él tove e por la fialdad e lealtad que debo al rey mi señor e mi sobrino su fijo, e por la carga de la tutela e regimiento de los sus reinos que dél tengo, continuar la dicha guerra; e por ende non puedo tan cedo partir de aquí para ir a los dichos reinados, principados e ducados, condados, señoríos, islas e tierras de Aragón sin gran detrimento del dicho señor rey e mío e de los fieles cristianos que aquí están conmigo, perseguidores de la seta e alcorán de Mahomad e punadores de la ley de Jesucristo; por ende yo ante vosotros como ante nobles e honestas personas fago la dicha declaración e aceptación e requerimiento; e protesto una, e dos e muchas veces mi derecho e de los mis legítimos herederos ser en salvo a todas cosas. E cuan cedo e más aína pudiere en el nombre de Dios partir e ir a las

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partes de Aragón e intimar e notificar e facer la dicha aceptación e requerimiento e protestación, si menester fuere, e otra vez aceptarla e facer el dicho requerimiento e protestación de nuevo por mi persona, e de facer cerca de todo lo sobredicho e cada cosa dello todas cosas que heredero legítimo e verdadero debe facer e cumplir de derecho e de fecho. E desta aceptación e requerimiento e pedimiento e protestación que aquí ante vos fago ruego e mando a vosotros que me seades dello testigos, e a los escribanos que me lo den signado una e muchas veces e cuantas menester me fuere para guarda de mi derecho e de los míos. Que fue fecho en el real de sobre la villa de Antequera, martes 30 días del mes de septiembre, año del nascimiento de nuestro salvador Jesucristo de 1410 años. Testigos que a ello fueron presentes: los mariscales Diego de Sandoval e Pero González de Ferrera e frey Juan de Sotomayor gobernador del maestrado de Alcántara, e el doctor Alfonso Fernández del Castillo e Fernán Vázquez chanciller del dicho señor infante". Los embajadores del infante don Fernando que estaban en Barcelona, y lo que hicieron. Mas aunque esta aceptación parecía publicarse a todos estuvo muy secreta hasta que estos reinos se juntasen en sus congregaciones y se procediese a dar orden en la declaración de la justicia. Y entre tanto Fernán Gutiérrez de Vega y el doctor Juan Gonzáles de Acevedo embajadores del infante, que estaban en Barcelona, entendían con gran solicitud en saber las deliberaciones que se hacían, y esperaban los embajadores de los otros príncipes competidores en la sucesión.

CAPÍTULO X De la diversidad que hubo en el parlamento del principado sobre la mudanza que

se hizo del de Momblanc a Barcelona. Los que no querían el parlamento en Barcelona, y las causas que daban. Ibanse declarando más cada día muchos de los barones de Cataluña en no dar lugar que el parlamento se continuase en Barcelona; y eran principales en esta opinión el vizconde de Illa y Canete, don Roger Bernaldo de Pallás hijo de Hugo conde de Pallás, don Berenguer Arnaldo de Cervellón, don Guillén Hugo de Rocabertí, don Pedro de Cervellón, Acart de Mur y Luis de Mur, Ramón de Peguera, Francés de Zaramain, Ramón Icart en nombre de don Juan conde de las montañas de Prades, don Guillén de Queralt por el conde de Pallás, Guillén de Tagamanet por don Bernaldo de Cabrera conde de Módica y don Jofre Gilabert de Centellas. La principal causa que proponían para que no se continuase en Barcelona era contradecir y condenar la mudanza que se había hecho de la villa de Momblanc a aquella ciudad, afirmando que la ciudad de Barcelona siempre había seguido una costumbre de hacer gran perjuicio a las preeminencias y libertades y privilegios de los barones y nobles de Cataluña más que otra ciudad o villa del principado y que era cierta cosa que hallándose sin rey y en la competencia de tantos que lo pensaban ser, se había de señalar más en contradecirles; y por su contradicción

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era muy sabido que resultaría muy grande estorbo a la declaración de la sucesión. También se decía que en una deliberación como aquélla de mudar el lugar del parlamento se debiera determinar en gran conformidad, y que esperaran que estuvieran juntos y fuera razón de hacerse prorrogaciones para aguardar a los absentes. Superioridad de los consejeros de Barcelona. Decían que, considerando el estado en que se hallaban sin tener rey y que muchas personas no se sujetaban a la obediencia y temor de la justicia, y hubiese peligro de juntar mucha multitud de gente dividida en parcialidad y bandos en una gran población a donde concurriese diversidad de opiniones y aficiones, se entendía que estando en aquella ciudad se pondrían las cosas en mayor turbación y confusión, considerada la intolerable preeminencia y autoridad y superioridad que en aquel tiempo se usurpaban los consejeros de Barcelona en los parlamentos de aquel principado; y que esto se señalaba notoriamente en los pregones que en esta sazón se hacían, prohibiendo las armas, que buenamente no se podían tolerar por los barones por ser en mucho perjuicio suyo; que podrían ser causa de mayor disensión vistas las nuevas ordenanzas que se publicaban y sus amenazas, con que ponían terror y espanto a las gentes. Concluían en esta pretensión afirmando que cuando la mudanza del lugar fuera necesaria había de ser para ciudad vecina a los reinos de Aragón y Valencia para dar esperanza de reducirse el principado a buen orden y dar de sí mismo ejemplo a los otros reinos para la buena conclusión del negocio, que estaba en tanta disensión y discordia entre sí que faltaba muy poco para ser guerra formada. Diputados del principado y consejeros. Parecer de la ciudad de Tortosa. Eran en esta sazón diputados del principado Guerao de Palazolo caballero y Ramón Dezplá; y consejeros Guillén Oliver, Francés Burgues, Marco Turell, Juan Fivaller y Bonanat Pere, y como síndico de Barcelona Berenguer Oliver en su nombre y de todas las ciudades y villas del estado real, salvo Tortosa, que en lo de la mudanza del lugar que se había hecho disentía expresamente. Y contradecían a lo que se proponía por parte de los barones y caballeros con gran orgullo y presunción, condenando lo que se proponía por la otra parte, diciendo ser muy fuera de tiempo no teniendo juez proprio ni conveniente; y declaraban las buenas comodidades que había en aquella ciudad para proseguir un negocio tan grande, y por la libertad y seguridad común de los que concurriesen al parlamento sin ninguna alteración y escándalo. Mas como nación atenta al beneficio público sabían deponer sus disensiones y diferencias particulares cuando se llegaba a tratar del bien universal. Indiferencia del estado eclesiástico y lo que se resolvió en razón de continuar el parlamento. Y en esto, aunque se altercó mucho, como el estado eclesiástico estaba indiferente y venía bien en juntarse en cualquier lugar que les pareciese más conveniente, y el estado real de las universidades se conformaba en que se continuase el parlamento en aquella ciudad, y el conde de Cardona y los de su

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parcialidad viniesen bien en ello, estos barones y caballeros fueron disimulando su pretensión. Y en esto se señaló mucho don Roger de Moncada en persuadir al parlamento que atendiesen a lo universal y cesase aquella porfía de la mudanza que se había hecho del parlamento; aunque don Pedro de Cervellón lo contradecía afirmando que aquella mudanza se hizo en contradicción de la mayor parte de los barones.

CAPÍTULO XI Que los embajadores del conde de Urgel y los del rey de Francia y rey y reina de Nápoles y del infante don Hernando se presentaron en el parlamento de Cataluña declarando por competidores de la sucesión del reino al conde y a la reina doña Violante de Nápoles y a don Luis su hijo y al infante don Hernando. TC> Los embajadores que llegaron al parlamento de Barcelona, y para qué. Esta diferencia se trataba muy de propósito en el parlamento en principio del mes de octubre; y llegaron por el mismo tiempo a Barcelona embajadores del rey Carlos de Francia y de la reina doña Violante de Nápoles y del conde de Urgel para declarar por competidores en la sucesión del reino los unos al infante don Luis hijo de la reina doña Violante y los otros al conde. Parecía que en aquella congregación se había de decidir esta diferencia, estando los reinos de Aragón y Valencia en tanta división que se temía habían de proseguir el negocio por las armas, asistiendo los catalanes con tanto acuerdo y consejo a platicar de los medios que convenían para introducir esta causa que se determinase por lo que disponían las leyes y la razón y justicia. Embajadores del conde de Urgel. Había ido el conde de Urgel de Aragón al monasterio de Belpuch con propósito de pasar al lugar de Sanboy, que está tan cerca de Barcelona que en una hora pudiera hallarse presente a todo lo que convenía deliberar con sus amigos y valedores. Y de aquel monasterio a 24 del mes de septiembre había enviado sus embajadores a Barcelona, que fueron fray Juan Ximeno de la orden de San Francisco, obispo de Malta, y un barón de Cataluña llamado don Dalmao de Queralt, y dos letrados en el derecho canónico que eran Mathías Vidal y Domingo Savarde. Y se presentaron en el parlamento a 6 días del mes de octubre. Y como en el mismo tiempo fue a asistir en aquel ayuntamiento Juan de Fox vizconde de Castelbó, hubo diversos juicios si iba en favor de la causa del conde o de la reina doña Violante de Sicilia y Nápoles y del infante don Luis su hijo. Embajadores del rey de Francia y de la reina doña Violante; a lo que vinieron, cómo se les dio audiencia y lo que el obispo propuso. Porque en el mismo tiempo entraron en Barcelona los embajadores del rey de Francia y de la reina doña Violante. Estos fueron Geraldo obispo de Santa Flor, Enrico de Marla primer presidente del parlamento de París, Roberto de Chalaz senescal de Carcasona y Guillén de Vendello letrado en derecho civil. Habían sido enviados los mismos en vida del rey don Martín para renovar las confederaciones antiguas que hubo entre

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los reyes de Francia y Aragón por sí y sus herederos y con el mismo fin de dar favor a la pretensión de la reina doña Violante que se declaraba pertenecerle la sucesión destos reinos o al infante don Luis su hijo, de lo cual había querido el rey de Aragón que se tratase en su vida. Y en el camino tuvieron nueva de su muerte. Dio el parlamento audiencia a estos embajadores a 11 del mes de octubre; y en él propuso el obispo una larga plática exhortándolos con aquellas palabras del profeta Zacarías, que juzgasen la verdad dentro de sus puertas y el juicio de paz, requiriendo lo mismo en la conclusión. Carta del rey de Francia al Parlamento. En la carta que les dieron del rey de Francia se decía que él había mandado ver los traslados de los testamentos de los reyes antecesores del rey don Martín, y examinar todas las dudas que en ellos se representaban, por muy famosos letrados en los derechos divino, canónico y civil; y que todos en conformidad se resolvieron que la sucesión competía a su primogénito del rey Luis de Sicilia y de la reina doña Violante su mujer, hija del rey don Juan de Aragón y no a otro ninguno. Y ofrecía que si ellos declarasen su determinación en su favor -como lo esperaba de su prudencia y fidelidad- tanto más quedaría obligado a la confederación entre sus súbditos y los reinos de la corona de Aragón. Que por esta causa, habiendo tenido nueva de la muerte del rey, había mandado a sus embajadores que continuasen su camino para que tratasen con las personas diputadas por el principado por la orden que él les daba para que supiesen que de allí adelante él y toda la casa de Francia, habían de salir contra los que estorbasen, que ellos no hiciesen la declaración de la justicia o la pensasen turbar o impedir y les daría todo favor y consejo para que se ejecutase su determinación. Lo que sobre esto se decía. Y a esto decía moverse entre las otras causas porque el rey Luis cuando fue postreramente a la conquista de su reino le encomendó sus estados y súbditos. Otras cartas y respuesta del parlamento. Escribían sobre lo mismo Luis duque de Guiana y delfín de Viena, primogénito del rey de Francia y Juan duque de Borgoña y conde de Flandes, que había desposado a madama Catalina su hija con el mismo Luis hijo del rey de Sicilia. Respondió el arzobispo de Tarragona a lo que se propuso, en nombre de todo el parlamento: que habiéndose juntado la congregación general destos reinos y hecho en ella su deliberación se daría el derecho de la sucesión a quien perteneciese por justicia. Audiencia y respuesta a los embajadores del conde de Urgel y del infante don Fernando. De allí a dos días dieron audiencia a los embajadores del conde de Urgel; y diéronles la misma respuesta. Dióse el postrero deste mes a los embajadores del infante don Hernando; y uno dellos preguntó si deliberaban tratar en aquella ciudad en el examen y averiguación del derecho de la sucesión destos reinos, porque si el parlamento deliberaba proceder a la declaración de la justicia estaban aparejados para informarlos que el derecho de la sucesión pertenescía al infante de Castilla y no a otro alguno, y si no habían de tratar del negocio principal

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les pidían que acelerasen la determinación de aquel negocio, porque cualquiera tardanza era muy dañosa. A esto respondió el arzobispo, que no deliberaban tratar del derecho de la sucesión sin los otros reinos; y que ellos con gran brevedad entenderían en el negocio cuanto pudiesen cómodamente.

CAPÍTULO XII De la disensión que había en Aragón entre los ricos hombres; y que el parlamento

de Cataluña hizo elección de ciertas personas para reducirlos a la concordia. División del reino de Aragón. En el reino de Aragón estaban las cosas en mayor rompimiento, estando partido el reino en dos parcialidades, que eran la de don Pedro Ximénez de Urrea y de don Antonio de Luna. Y eran entrambos muy poderosos, porque con ser don Artal de Alagón muy cercano pariente de don Pedro de Urrea daba todo favor a don Antonio por ser casado con doña Marquesa de Luna su hermana; y don Artal su hijo y don Francés de Alagón señor de Almuniente hermano de don Artal, y don Pedro de Alagón, don Fernán López de Luna y don Juan su hijo, don Pedro Fernández de Ijar comendador mayor de Montalbán y don Juan de Ijar señor de Ijar, don Guillén Ramón de Moncada señor de Mequinenza y Vallobar. Eran en gran número los caballeros que seguían la parcialidad de don Antonio y en suma todos aquéllos que eran servidores y aficionados del conde de Urgel le tenían por principal caudillo y acudían a él como a la persona del conde. Parcialidad de don Pedro de Urrea. A don Pedro de Urrea, allende de los ricos hombres que eran de su opinión, resultaba mucho favor entender que Gil Ruiz de Lihori gobernador de Aragón y sus hijos y aquella casa de Heredia -que eran muy poderosos por la autoridad y fuerzas de don García Fernández de Heredia arzobispo de Zaragoza- no solamente habían resistido al conde de Urgel para que no usase de la gobernación general, pero eran declarados enemigos del conde. Y el arzobispo, allende de su dignidad y de los servidores y deudos que tenía, había tomado a su cargo la defensa y capitanía de la ciudad de Zaragoza por el daño y alteración que se había seguido en las peleas que tuvieron con el conde cuando por fuerza de armas pensó apoderarse de la ciudad y usar del oficio de gobernador general. Allegábase a esto que Juan Ximénez Cerdán justicia de Aragón, tenía por lo de su cargo gran conformidad con el gobernador y había con mucha constancia defendido que el conde no usase de la gobernación general sino declarándose primero por términos de justicia. Intento del papa Benedicto [XIII]. También se tuvo por cierto que el papa Benedicto, cuya casa era tan principal en este reino, había de dar favor a que prevaleciese el derecho del conde de Urgel, por convenirle que la sucesión destos

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reinos recayese en el infante don Hernando de Castilla: porque con ella le parecía que fundaba su pontificado y ternía segura y muy cierta la obediencia de los reyes de Castilla, Aragón y Navarra, y así como los señores de su casa fueron muy servidores de los reyes de Castilla por haber servido con ella su padre y hermano al rey don Enrique el mayor hasta quedar pacífico en el reino, esperaba que sería preferido a las de sus vecinos, si por su mano y medio príncipe de aquella casa sucediese en el reino de Aragón. Y en este tiempo don Juan Martínez de Luna sobrino del papa, con el favor del papa y del rey de Castilla, era en el reino mucha parte. Los bandos querían apoderarse de Calatayud; y por qué. Como don Antonio de Luna era demasiadamente arriscado y guerrero y traía continua guerra con don Pedro de Urrea y con don Jimeno de Urrea y don Juan Ximénez de Urrea, y no había caballero en el reino que no siguiese una de aquellas partes, toda la mayor fuerza de los bandos se ponía en apoderarse de Calatayud por estar aquella ciudad dividida en ellos, que eran los Sayas y Liñanes, siguiendo los Sayas a don Pedro de Urrea y el de los Liñanes a don Antonio de Luna. Y así estaba todo el reino en armas. Y don Antonio ponía gran fuerza en apoderarse de aquella ciudad como cosa tan importante, pues sus contrarios estaban tan poderosos y se favorecían tanto con tener de su parte la ciudad de Zaragoza. Guerra y bandos en Cataluña y disensión en el parlamento. Era cierto que en Cataluña no faltaban ocasiones de grandes contiendas; y comúnmente los de aquella nación eran aficionados al conde de Urgel. Y en este tiempo había guerra formada entre el conde de Pallás y don Galcerán de Vilanova obispo de Urgel. Y en la ciudad de Lérida estaban puestos en armas dos bandos: y del uno se hacía caudillo don Pedro de Cardona obispo de aquella ciudad, que era hermano del conde de Cardona; y en el parlamento se movió plática de harta disensión entre los del estado militar y con los otros estados, porque ciertos caballeros y personas que llaman de paraje pretendían hacer estado distinto por sí y no juntarse con los barones y nobles, de que se esperaba mayor disensión y confusión. Las disensiones del parlamento se comprometieron; y en poder de quién. Mas cuando se trataba de lo universal podía con ellos en gran manera el respeto del bien público, y por él venían a componer sus diferencias. Y así deliberaron dejar todas sus disensiones en poder de ciertas personas para que dentro de un mes lo declarasen por justicia o por otros buenos medios. Estos fueron: por el estado de la iglesia el arzobispo de Tarragona y el obispo de Vic, y Bernaldo de San Amancio por la iglesia de Barcelona; y por el estado militar eran el vizconde de Castelbó, don Guillén Ramón de Moncada y Manuel de Rajadel, y por el real Francés Basset síndico de Lérida, Guillén Domenge de Girona y Guillén Lobet de Perpiñán. Y habían de concurrir con ellos Berenguer de Cortey y Juan Ros consejeros de Barcelona, para que en conformidad de todos se determinasen las diferencias que hasta entonces habían detenido el parlamento y las que se moviesen de allí adelante, que fue un gran expediente para venir a tratar del negocio principal.

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Los doce embajadores que nombró el parlamento; y para qué. Como convenía tanto procurar que las disensiones y guerra que había entre los ricos hombres deste reino y del reino de Valencia se apaciguasen o a lo menos sobreseyesen y que para ello se enviasen del parlamento de Cataluña solemnes embajadas, cometiéronlo a doce personas, tres de cada estado, para que nombrasen los embajadores y éstos tuviesen cargo de procurar todo lo que conviniese para la buena expedición de la declaración que se había de hacer por justicia en lo de la sucesión. Para esto fueron nombrados: el arzobispo de Tarragona y el obispo de Vic, Juan Siurana prior de Tortosa y Bernaldo de San Amancio que eran del estado de la iglesia; y por el militar se nombraron el conde de Cardona, don Pedro de Cervellón, Dalmao Zacirera y Berenguer Dolms; y por el real cuatro síndicos que eran Guillén Oliver de Barcelona, Bernaldo Olzinellas de Lérida, Jaime Granell de Tortosa y Pedro Garat de Perpiñán. Tregua que puso el parlamento. Puso el parlamento tregua general entre todos los que asistían a él por todo el tiempo que durase, y un mes después dentro de aquella ciudad y dos leguas de fuera. Y por estos medios no sólo con gran prudencia pero con mucha igualdad y conformidad se iban remediando y reformando sus diferencias y reduciendo las deliberaciones a más breve resolución. Embajadores para Aragón y Valencia. Los embajadores que se eligieron para enviar a este reino fueron: fray Marco abad de Nuestra Señora de Monserrate, Francisco Ferriol canónigo de Vic, don Guillén Ramón de Moncada, don Pedro de Cervellón, Francés Burgues síndico de Barcelona y Guillén Lobet de Perpiñán. Y para el reino de Valencia se nombraron el abad de Santas Cruces, Pedro de Bosch canónigo de Girona, don Gilabert de Canet, Gregorio Burgues, Francés Basset de Lérida y Francés de San Seloni de Girona. Alteración que se remedió en el parlamento. Juntamente con esto pusieron también remedio en una grande alteración y contienda que había en el parlamento sobre si podían intervenir en las deliberaciones dél el gobernador de Cataluña; y por el parlamento se remitió a la determinación de Francés Basset doctor en derecho canónico, síndico de Lérida y de Pedro Basset asesor del mismo gobernador, para que lo declarasen por justicia.

CAPÍTULO XIII De la pretensión de la reina doña Margarita de Aragón y de lo que se proveyó en

ella por el parlamento de Cataluña. Pretensión de la reina doña Margarita. Pretendía en este tiempo la reina doña Margarita mujer del rey don Martín de Aragón que podía poseer todos los bienes que fueron del rey su marido y que había de ser alimentada dellos dentro del año del duelo, y pasado aquel término gozar de los frutos hasta que enteramente fuese pagada de su dote y de todo lo que le pertenecía. Y en esto se hacía muy grande

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instancia en su nombre por don Roger Bernaldo de Pallás y por el conde de Prades que era agüelo de la reina. Lo que el parlamento deliberó en la pretensión de la reina doña Margarita. Mas los del parlamento, considerando que no era sazón de entrar en aquella disputa si le pertenecía aquel derecho o no, porque no solamente tocaba al principado pero a todos los otros reinos, y que de las rentas ordinarias no se podía sacar ningún socorro para sustentar la gente de guerra que estaba en la defensa de las fuerzas que se tenían en Cerdeña contra los rebeldes, y dieron orden que se sustentase de aquellos bienes de que gozaba en vida del rey hasta que se le pudiese hacer algún socorro de lo que se sacaba de la generalidad del principado, entre tanto que se daba orden en procurar por el parlamento lo que tocaba a la declaración de la sucesión. Bandos en el principado de Cataluña; y lo que el parlamento proveyó. Estaba muy encendida la guerra entre el conde de Pallás y el obispo de Urgel: y entre las otras novedades que ponían gran turbación en aquel principado era el bando que había en la ciudad de Lérida entre Ramón y Pedro Cescomes y su parcialidad de una parte y Sansón de Naves de la otra, acudiendo el obispo de Lérida con los suyos a Sansón, y otros barones a la parte y bando de los Cescomes; y don Antonio de Cardona pasó con algunas compañías de gente de armas en favor del obispo su hermano. Como por esta disensión se seguían en aquella ciudad muchos insultos y para lo de Urgel y Lérida era forzado que se juntase gente del conde de Urgel para favorecer a una de las partes, acordó el parlamento que el gobernador fuese a poner algún remedio en lo de Lérida y Urgel. Y porque en el condado de Ampurias había también movimiento de gente de guerra en el bando entre Francés de Valguarnera y Manuel de Rajadel, se nombró un caballero que de parte del parlamento les requiriese que hiciesen treguas y comprometiesen sus diferencias.

CAPÍTULO XIV

Que el estado eclesiástico y real del reino de Valencia comenzaron a juntar su congregación para atender a lo que se debía proveer en la declaración de la

sucesión. Lo que procuró don Hugo de Lupia y Bages obispo de Valencia, varón eminente. En el reino de Valencia, el que más instancia hizo de procurar lo que convenía al bien público, fue don Hugo de Lupia y Bages obispo de Valencia, que fue un muy notable varón y gran perlado, y era persona muy generosa. Y como entre la nobleza de aquel reino hubiese muy gran disensión y estuviesen puestos en armas los Centellas y Vilaragudes y no se hallase forma ni medio para concertarlos ni reducirlos a una congregación, el obispo procuró que se juntasen en aquella ciudad los perlados y personas eclesiásticas; y comenzaron a juntarse mediado el mes de noviembre.

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Tregua que publicó el infante de Castilla en Murcia, el casamiento que se divulgó, lo que el parlamento pidió al papa Benedicto [XIII] que estaba en Caspe, y lo que allí hizo. Y no bastó a apaciguar aquellos barones que en esta sazón se juntaba gente de guerra en la ciudad de Murcia y se había pregonado en ella en nombre del infante de Castilla tregua por cierto tiempo con el rey de Granada y se mandaba que ninguno hiciese daño a los moros. Y con esto se publicó que toda la gente de guerra del reino de Murcia se ponía en orden por las fronteras del reino de Valencia y en el campo de Cartagena y en el de Mula que está a la parte de Lorca; y que Pedro Manrique adelantado del reino de Galicia iba a Murcia con quinientas lanzas. Como entonces se divulgó por cierto que el conde de Luna casaba con una hija del infante de Castilla y que el conde venía a Aragón, y parecía que era poner el negocio por diferente camino y querer seguir el de las armas, de esto se tuvo tanto temor por los del parlamento de Cataluña que enviaron a suplicar al papa Benedicto que por lo que tocaba al bien universal tuviese por bien que se desviase aquel tratado. Había el papa entendido que se trataba de diversos matrimonios para el conde y como cosa que no convenía en aquella sazón que se tratase dello lo había desviado; y estando en la villa de Caspe a donde era ido por procurar de poner algún asiento en las diferencias que había entre los de Luna y la casa de Urrea, entendió del obispo de Segorbe y Vidal de Blanes y Ramón de Torrellas -que tenían cargo de la persona del conde de Luna- cuán desfavorecidas estaban sus cosas, y fuera de pensar que el infante le quisiese por yerno y que deliberaban de traerle a Huesa lugar del reino de Aragón que era suyo, por recelo de la pestilencia que había en la ciudad de Segorbe, o mudalle a Bexix que es de la orden de Calatrava en el reino de Valencia. Lo que los mensajeros del parlamento hicieron en Valencia. Los mensajeros del parlamento de Barcelona que iban a Valencia pararon en la villa de San Matheo a donde hallaron a fray Romeo de Corbera maestre de Montesa; y allí entendieron que los estados de aquel reino estaban partidos por sus discordias y diferencias y no juntos en un lugar por orden del parlamento; y aunque los hallaban en muy diferente estado del que convenía para tratar de un negocio tan grande y vieron que con mucho afán los podían juntar y reducir a buena concordia -así por la pestilencia que había en la ciudad de Valencia y en los lugares de su comarca como por estar en gran rompimiento los barones principales del reino- salieron de aquel lugar el 1.º de diciembre para pasar a Valencia.

CAPÍTULO XV

Que el papa Benedicto vino a Zaragoza para tratar de poner algún asiento en la guerra que se hacían don Antonio de Luna y don Pedro Ximénez de Urrea, y por

medio de los embajadores del principado de Cataluña se asentó tregua entre ellos. El papa Benedicto [XIII] vino a Zaragoza; y la fiesta que le hicieron. De Caspe se vino el papa Benedicto a Zaragoza; y porque la ciudad le quiso hacer muy grande

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recibimiento se fue a posar a la Aljafería; y otro día por la mañana -que fue en la fiesta San Nicolás- entró en la ciudad con gran solemnidad y fiesta, y fuese al palacio del arzobispo. Notable recibimiento que se hizo en Zaragoza a los embajadores del parlamento; la quietud que se consiguió y por quién. Habíanse juntado los embajadores del principado de Cataluña a 4 del mes de deciembre en el lugar de Pina; y otro día por la tarde entraron en Zaragoza: y saliéronlos a recebir el arzobispo y jurados de Zaragoza, el gobernador de Aragón don Juan de Luna, Blasco de Heredia y Juan Fernández de Heredia y otros muchos caballeros, que serían más de trecientos a caballo. La ida del papa y de los embajadores fue para dar alguna paz o sobreseimiento de guerra en las diferencias y bandos de los ricos hombres deste reino que le tenían puesto en armas valiendo los unos a don Pedro Ximénez de Urrea y otros a don Antonio de Luna; y aunque el conde de Urgel había acudido a Cataluña por hallarse cerca de Barcelona y entender las deliberaciones y fines que llevaban los barones que asistían al parlamento y dar favor a sus amigos y servidores, don Antonio de Luna hizo ayuntamiento de toda la gente de su valía por si pudiera con ella echar de Calatayud los del bando de Sayas, porque en tener por sí aquella ciudad le parecía que se diera mucho favor a la causa del conde. Con la venida del papa y con grande instancia que se hizo por los embajadores del principado, se procuró de poner tregua entre los ricos hombres que andaban en declarado bando, para reducir los reinos a tal concordia que en conformidad se declarase el que debía ser admitido por legítimo sucesor. Y según escribe Alvar García de Santamaría se asentó tregua entre ellos por tres años y se firmó entre las partes haciendo los unos a los otros sus homenajes y juramentos, lo que yo no hallo en nuestras memorias. Disensión en Calatayud entre los Sayas y Liñanes, lo que don Antonio de Luna y don Pedro de Urrea hicieron y el suceso y tregua que hubo. La disensión que había entre los Sayas y Liñanes en Calatayud era perpetua y continua guerra; y cada día tenían sus peleas que llegaban a punto de perder la ciudad. Y don Antonio de Luna envió ciertas compañías de gente de caballo en favor de los que eran de su bando con fin de apoderarse de la ciudad y tenerla por el conde de Urgel, y él estaba en orden con su gente para este efecto en Almonacir que era suyo y está desta parte de la sierra; y su fin era hacerse fuerte en tres castillos que había en Calatayud que sojuzgaban la ciudad y estaban en buena defensa. Habíase puesto don Pedro de Urrea en Aranda con sus gentes y en otros lugares suyos que están muy cerca para socorrer a los de su bando; y los Sayas y Liñanes -entre tanto que les llegaba el socorro- pelearon dentro de la ciudad; y después los Sayas -con la gente de don Pedro de Urrea- tuvieron cierto rencuentro con la gente de don Antonio y los desbarataron y destrozaron. Y estando otro día para volver a pelear se procuró por medio de algunos caballeros que el papa Benedicto envió allá y de Diego Gómez de Fuensalida abad de Valladolid, embajador del infante -que era oidor de la audiencia del rey de Castilla y capellán mayor del infante, varón señalado y natural de la ciudad de Toledo- que se halló allí acaso,

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que se pusiese entre ellos tregua. Y los principales fueron al monasterio de Santa Clara a donde era abadesa doña Contesina de Luna hermana del papa Benedicto y allí se concertó de ponellos en tregua. Cuatro personas que en Aragón ayuntaron los estados. Aun en este tiempo todo el reino era confusión y división, aunque con la presencia del papa y de los embajadores del principado de Cataluña se comenzó a tratar de apaciguar sus diferencias para que se juntasen en una congregación los estados del reino y formasen su parlamento general. Y lo que no se pudo acabar con los ricos hombres -que eran los grandes y principales del reino- que con su autoridad y fuerzas se redujesen las cosas a términos que cesase entre ellos por el bien universal toda disensión y contienda, fueron solos cuatro parte para que se diese orden en que se juntasen los estados del reino, aunque el de los barones estaba entre sí tan partido y en división. Estos fueron: don García Fernández de Heredia arzobispo de Zaragoza, el gobernador Gil Ruiz de Lihori, Juan Ximénez Cerdán justicia de Aragón y Berenguer de Bardají, que entre ellos y entre todos los de su tiempo fue en prudencia, letras y consejo un muy señalado varón de grande experiencia en todos los mayores negocios del estado del reino. Berenguer de Bardají con razón alabado, y origen de su casa. No sólo se encarece esto por autores de aquel tiempo y extranjeros como fueron Alvar García de Santamaría y Lorenzo de Vala, pero Alvar García escribe que era hombre generoso, de solar de las montañas de Aragón; y así parece deducirse su origen de un caballero de Ribagorza que se llamó Berenguer de Bardají que fue en tiempo de don Ramón Berenguer conde Barcelona y príncipe de Aragón. Lo que los cuatro varones representaron a los tres estados del reino; y cómo su persuasión movió aunque no a Huesca. Estos cuatro varones representaron a los tres estados eclesiástico y de caballeros e infanzones y de las universidades del reino, la perdición dél, si se contendiese de la sucesión por las armas y que el vencedor les había de poner las leyes que por bien tuviese como a gente nuevamente conquistada; y se persuadieron para que se diese orden que se pusiese en términos de justicia como el rey don Martín lo quiso. Y que para esto se juntasen los parlamentos de Aragón y Valencia y del principado de Cataluña y interpusiesen su autoridad y fuerzas para perseguir a los que lo resistiesen. Con este acuerdo comenzaron los pueblos a confederarse y unirse en mucha conformidad, excepto la ciudad de Huesca y algunos pueblos que don Antonio de Luna en nombre del conde de Urgel pudo reducir a su opinión: tanto pudo la autoridad y prudencia y gran consejo de aquellos varones en tanta disensión y contradicción de los grandes del reino que tuvieron sus fines y respetos particulares. Dos cosas notables. Fueron verdaderamente dos cosas muy señaladas en tanta turbación y confusión de tiempos: que tantos barones tan principales de Cataluña y todo el principado junto se conformasen en lo que tocaba al bien universal, y

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diesen de sí tal ejemplo a los otros reinos, y que en Aragón tan pocos fuesen parte para encaminar los negocios a que se siguiesen aquellos medios, en tanta contradicción y repugnancia de los ricos hombres. Los sucesos que tanta división y competencia prometían. Parecía que había de resultar de la división de las partes y de la competencia de los príncipes que pretendían tener fundado su derecho en la sucesión del reino, por lo que don Antonio de Luna intentaba y por sus acometimientos y de la gente de guerra que se comenzaba a juntar por las partes, tanta disensión y guerra como se había visto jamás; porque unos habían de seguir al que más afición tenían y de quien esperaban mayor premio y otros al que más podría; y todos habían de tomar la voz de la república como suele acaecer en las disensiones civiles. Si se había de contender con ejércitos algunos había que pensando tener de su parte la justicia y resistir o ofender a sus enemigos querían ser antes vencidos con el conde de Urgel que vencer con cualquier de los otros competidores; y destos era el caudillo don Antonio de Luna; y no se tenía esperanza de poder reducir las cosas a medios de concordia en semejante contienda ni de alcanzar victoria por la parte que más conviniese al reino, pues la diferencia que había entre los ricos hombres de Aragón y Valencia era por cuál desharía a su contrario o acrecentaría más su estado en daño y peligro de la república. El conde de Urgel era amado de todos en Cataluña. Tomábase contienda con el conde de Urgel que generalmente era muy amado en Cataluña porque era tenido por benigno, franco, liberal y sencillo y muy verdadero príncipe y de grande y muy hermosa estatura, pero con esto arriscado y atrevido aunque de poca autoridad y que en las contiendas pasadas había expendido gran parte del tesoro que le dejó el conde su padre, y de quien se tenía por cierto que en la necesidad había de llegar a sí todos los hombres perdidos y condenados a muerte y los notados de cualquier ignominia y desterrados y malhechores, pues no se podía valer de gente extranjera de Francia ni de Castilla; cuyo derecho y causa en la opinión de los más tenía tanta reputación que si le acudiera mediano socorro de fuera y dentro en el reino supiera conservar algunos pueblos en su opinión, ninguna autoridad tuvieran las leyes entre las armas. Don Alonso duque de Gandía, Don Fadrique de Aragón. De los competidores don Alonso de Aragón duque de Gandía fue de quien menos cuenta se hizo por reducir de más antiguo su justicia. Y don Fadrique de Aragón en su menor edad estaba tan sin favor, muerto el rey de Aragón su agüelo que no tuvo poco que hacer en entrar en la posesión del estado que fue del rey de Sicilia su padre por el derecho que otros pretendían en él por el testamento del conde don Lope de Luna su bisagüelo, señaladamente doña Brianda Cornel hija y heredera de don Luis Cornel que era nieta del conde don Lope. La reina doña Violante y su hijo. El derecho de la reina dona Violante y del infante don Luis su hijo, estando el rey Luis su padre tan puesto en la empresa del reino de Nápoles, se favorecía del rey Carlos y de los señores de la sangre real de

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Francia; y comenzó la opinión del infante de Castilla a cobrar tanta reputación por los enemigos que el conde de Urgel tenía declarados en este reino que no tenía menos parte en él que el mismo conde. Lo que hacían los que deseaban la quietud del reino. Los que deseaban el beneficio del reino y trabajaban de estorbar que no se viniese a las armas -cuyos sucesos aunque suelen ser siempre dudosos e inciertos eran en esta causa más de temer- por todas partes comenzaron a dar autoridad a los que presidían en el gobierno como a ministros del verdadero y legítimo sucesor cualquiere que fuese.

CAPÍTULO XVI Que el vizconde de Narbona venía en dejar sus diferencias a la determinación del

conde de Urgel y del vizconde de Illa y Canet. Calamidad de Cerdeña. Las cosas de Cerdeña en este tiempo llegaban a la última desesperación, porque estaba en punto de perderse todo lo que en tantas guerras se había sustentado por los reyes pasados y con tanto derramamiento de sangre; y por falta del socorro de dinero la gente de armas y ballesteros que estaban en la defensa de los castillos y fuerzas los iban desamparando y se venían a Cataluña. Y estaba Pedro Torrellas capitán general con muy poca gente, de manera que no era poderoso para resistir a los enemigos; y el castillo de Cáller que era la principal entrada y fuerza de la isla estaba casi desierto por causa de la pestilencia. Embajada de Cáller al parlamento. Para dar noticia desto a los del parlamento de Cataluña fue enviado por los de Cáller Marco Jover; pero por el valor de Pedro Torrellas hubo en las cosas de aquella isla alguna bonanza cuando las de dentro de casa amenazaban alguna gran novedad. Porque habiendo pasado el vizconde a Cerdeña pensando adquirir por las armas la parte que decía pertenecerle en ella y todo lo demás que pudiese, se puso en el mes de septiembre deste año con su ejército delante de Oristán por poner cerco sobre aquella ciudad, y según se había diminuido nuestra gente, todo lo que se había ganado por Pedro Torrellas estaba en punto de rebelarse. Deliberación importante de Pedro de Torrellas y el suceso que tuvo. En esta necesidad deliberó Pedro Torrellas salir en campo con la poca gente que le quedaba que eran hasta cuatrocientos de caballo; y anduvo discurriendo por los lugares que se habían ganado por él y hizo en ellos tal castigo que se reformaron. Acabado esto se fue con toda su gente al castillo de Monreal y de allí envió a Oristán cien hombres de armas, cuyos capitanes eran Jorge de Caramayn, Ramón de Rexa y Pedro Beltrán. Con este socorro cobraron mucho ánimo los de Oristán y envió el vizconde a Pedro Torrellas al señor de Morlans. Oferta del vizconde de Narbona a Pedro de Torrellas; lo que le respondió y el intento que tuvo. Y con él ofrecía que quería ser buen vasallo de la casa y corona

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de Aragón y requería que tuviese por bien de restituirle todo lo que era suyo. A esto respondió el visorrey que por estar el vizconde delante de Oristán no le respondía a ningún tratado que le moviese, pero como lugarteniente del rey le mandaba que se partiese de Oristán; y decía que como él hubiese levantado su gente de aquel lugar le respondería tornando el vizconde a Sácer. Era la intención del visorrey de remitir sus diferencias y pretensiones al conde de Urgel y al vizconde de Illa; y tratándose entre ellos de esta plática el vizconde vino en este acuerdo y enviaron sobre ello sus mensajeros al parlamento de Cataluña. Lo que el visorrey pidió al parlamento y suspensión de la guerra en Cerdeña. Pedía el visorrey que por la falta de gente que teníase le enviasen trecientos de caballo y docientos ballesteros y veinte y cinco mil florines con que pudiese socorrer la gente de armas que le había quedado y las galeras que tenía en aquella guerra; y con la esperanza deste socorro se entretuvo la gente de guerra, y con la tregua se suspendieron por entonces las armas.

CAPÍTULO XVII De lo que se determinó por los del parlamento de Cataluña para que cesasen las

causas de disensión que se habían movido en él. Diferencias en Lérida: por qué y lo que el parlamento previno. Como las cosas de Lérida causaban mucha turbación en Cataluña y la mayor diferencia que había entre las partes era por la tenencia de algunos castillos que tenía el obispo, los del parlamento procuraban que los pusiesen en poder de alguna persona que fuese eligida por aquella congregación. Y para dar orden en esto y en procurar entre las partes algún sobreseimiento de guerra como en cosa que tanto importaba por la vecindad del estado del conde de Urgel y por el peligro que había si se declarase en aquel bando, enviaron un caballero a Lérida que se llamaba Luis Aversó. Guerras entre el conde de Pallás, el obispo de Urgel y otros: lo que se procuró para su remedio y treguas que se hicieron. Era mucho mayor el movimiento de gente que se juntaba y acudía a la guerra que se hacían el conde de Pallás y el obispo de Urgel; y aunque el parlamento había enviado a Juan Siurana prior de Tortosa y un caballero que se decía Juan Aymerich para que procurasen de inducirlos a que dejasen las armas, estaban en tanto rompimiento que se temía viniesen a dar batalla, estando el conde en un lugar suyo que dicen Salas y el obispo en Tremp que era suyo, y por respeto y reverencia del parlamento, hicieron entre sí y sus valedores y vasallos tregua voluntaria por siete días; y lo mismo se procuraba entre los Comes y Naves. Y sobre ello se juntó Luis Aversó en Juneda con el obispo de Lérida y con Sansón Naves que eran los caudillos del un bando. Por lo que se pusieron en orden algunas fuerzas y fronteras de Cataluña y la gente que hizo el parlamento. Era esto en sazón que un capitán francés de algunas compañías de gentes de armas desmandada que se llamaba Borrodo había juntado hasta cuatro mil caballos, y publicóse que amenazaba que pasaría a Cataluña a donde no tenían rey ni se podían concertar en quien lo había de ser. Y

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también Bernaldo de Armeñaque amenazaba que había de pasar los montes de otra manera y con mayor pujanza que había venido otras veces. Aunque esto no era tan cierto como se publicaba, se comenzaron a poner en orden las fronteras y fuerzas de Rosellón, Puycerdán y Pallás, y se deliberó por el parlamento de dar sueldo a mil bacinetes y mil pilartes y otros mil ballesteros a caballo. Oferta del conde de Urgel. Y aunque el conde de Urgel, que estaba en Sanboy, mediado el mes de deciembre envió con el obispo de Malta su confesor y con Macián Vidal a hacer gran ofrecimiento a la congregación de Barcelona de su persona y estado por la defensa de la tierra y salir a resistir que gentes de armas extranjeras no entrasen en el principado, bien se entendió que aquella gente que se mandaba hacer más era contra los enemigos de casa y contra los que intentasen de poner alguna turbación en la tierra. Lo que el parlamento requirió a los pretensores de la sucesión y lo que a la sospecha de gente extranjera se previno. Porque acordaron de requerir a los que competían por la sucesión que no causasen turbación alguna en el principado ni emprendiesen en él cosa de hecho, pues se ponía en medios de equidad y justicia, protestando que si lo hiciesen el principado se satisfaría en su derecho del que quisiese proceder por vía de las armas. Y por lo de la sospecha de entrada de gente extranjera Ramón Zagarriga -que era gobernador de Rosellón y Cerdania- puso en orden algunas compañías de soldados, y Bernaldo Dolms alcaide del castillo de Perpiñán le puso en la mejor defensa que pudo. Con esto, con gran solicitud atendían a excusar toda disensión y diferencia de las que se habían movido al principio de su congregación para que con mayor libertad se prosiguiese en la causa principal de disponer los medios para la declaración de la justicia del verdadero sucesor. Aprobación del lugar del parlamento a quien se evocó la jurisdicción de las doce personas que nombró el principado. Y cuanto a la diferencia que se movió sobre haberse mudado el lugar del parlamento, el conde de Cardona con el poder que tuvo del estado militar declaró que por entonces no se hiciese ninguna mudanza de aquella ciudad y se fuese continuando el parlamento. Y que aquellas doce personas que se nombraron después de la muerte del rey don Martín que representaban el principado para proveer en las cosas que se ofreciesen más libre y aceleradamente, y después de la congregación del parlamento pretendían tener jurisdicción y aquello se remitió también al conde, declaró que cesase su ejercicio y todo se redujese a lo que el parlamento general ordenase. Sentencia al brazo de los barones. Sobre la pretensión de los caballeros y gentileshombres que pretendían tener su brazo particular que era contienda que daba mucho desasosiego, sentenció que se guardase en todos los autos de aquel parlamento la usanza y costumbre del parlamento que tuvo en aquella ciudad la reina doña María mujer del rey don Martín. Declaración sobre el pregón de las armas. Y que por el pregón que se hizo en lo

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de las armas por los consejeros no se parase perjuicio de allí adelante a los barones, caballeros y gentileshombres. En conformidad de lo que declaró el conde por comisión del estado militar proveyeron y ordenaron lo mismo las personas a quien se cometió por los otros estados.

CAPÍTULO XVIII Que don Juan de Moncada libró a la reina doña Blanca, que estaba cercada en el

castillo del marquesado de Zaragoza de Sicilia. Los que se juntan en Zaragoza.] Era mediado el mes de deciembre y aún no se había dado orden que el parlamento deste reino se juntase, aunque ya por este tiempo estaban en Zaragoza algunos perlados, y barones, y caballeros y síndicos de algunas ciudades y villas que venían para asistir a la congregación general; y se iban juntando por llamamiento, a lo que yo creo, del gobernador y justicia de Aragón. Lo que la reina de Navarra pidió para la reina de Sicilia, y deliberación que se hizo en Zaragoza. Envió a esta congregación la reina doña Leonor de Navarra, estando el rey don Carlos su marido en París, a procurar se diese algún socorro a la opresión que la reina doña Blanca de Sicilia su hija recibía de don Bernaldo de Cabrera maestre justicier de aquel reino, que estaba cercada en el castillo de Marqueto de Zaragoza y se combatía con bombardas y otros pertrechos de guerra. Y representaba la obligación que todos los naturales y súbditos destos reinos tenían a su amparo y defensa y a procurar el honor de la reina. Deliberóse por los perlados y ricos hombres y caballeros y ciudadanos que estaban juntos que, en congregándose parlamento deste reino que se esperaba juntar brevemente, se proveyese por él como convenía a la dignidad y autoridad del reino. Y para exhortar y animar a lo mismo a los del parlamento de Cataluña enviaron a Barcelona a Juan Gilbert oficial del arzobispo de Zaragoza. Disculpan los catalanes a don Bernaldo de Cabrera en lo que se le carga por la reina de Sicilia; y con qué razones y motivos. Pero en el parlamento de los catalanes, por la mayor parte dél se entendía de manera que no se pensaba haber hecho menos servicio don Bernaldo de Cabrera después de la muerte del rey de Aragón en ir a la mano a los que con autoridad de la reina intentaron de congregar el reino para Mecina y haberse rompido lo que ordenaron en Tauormina que sirvió en la conquista de aquel reino. Porque muerto el rey don Martín de Sicilia y después el rey de Aragón su padre como entendió que algunos de los rebeldes de aquel reino intentaban de poner en él nueva turbación y considerando que el mayor cargo recaía sobre él y que el remedio era discurrir poderosamente por el reino, requirió y suplicó con mucha instancia a la reina que, no embargante que su oficio de vicaria del reino había expirado, anduviese por el reino. Y ofrecía de acompañarla y hacerla toda honra y reverencia. La reina -según don Bernaldo

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decía- fue desto muy contenta, más al tiempo de la ejecución, por consejo de don Sancho Ruiz de Lihori almirante del reino y de los de su opinión se desvió de seguir aquel propósito. Discurso de don Bernaldo de Cabrera y lo que deliberó. Don Bernaldo, que entendía que si dejase de discurrir por el reino se ponía a muy grande peligro, deliberó de ir por él con los estandartes reales juntamente con Arnaldo de Santa Coloma que era capitán de la gente de armas de la reina, y que fue eligido con su voluntad y la del maestre justicier: y era un muy valeroso caballero que se señaló en gran manera en la conquista de aquel reino. Beneficio causado por don Bernaldo de Cabrera contra voluntad de sus enemigos y suceso del Val de Mazara. Anduvo discurriendo el conde de Módica por el reino poderosamente usando de su oficio, y con él por representar la persona real era obedecido; y en vigor dél fue conservando la preeminencia real de aquel reino, de que se siguió gran beneficio y muy general concordia, y se apaciguaron los ánimos de los sicilianos para esperar la declaración e ida de su rey y señor natural. Pero los enemigos del conde no holgaban que esto se consiguiese por él, hallándose la reina presente, ni que se apoderase de las ciudades y fuerzas de la corona real. Sucedió que discurriendo por el Val de Mazara, los pueblos del estado de la cámara de la reina se pusieron en armas contra los oficiales y capitanía que la reina tenía en ellos, apellidando "¡Viva el rey y el maestre justicier!" Y según se decía fue causa deste alboroto porque la reina había hecho donación de aquellos lugares a algunos de su consejo y de su casa por contradecir y resistir al maestre justicier. Y decían aquellos que se rebelaron contra la reina que ella y los suyos decían que más amaban que se perdiese el reino que se conservase por el maestre justicier. Lo que el conde de Módica hizo en el Val de Mazara y suceso en el castillo de Marqueto donde estaba la reina de Sicilia. Por esta novedad, temiendo mayores inconvenientes, con gran celeridad volvió el conde de Módica al valle de Noto a donde están aquellos pueblos, y le acudieron y obedecieron como los de los otros pueblos de la corona real. Y con esto se volvió a la ciudad de Catania dejando aquella tierra en muy pacífico estado. Siguióse tras esto -estando en Catania y la reina en el castillo de Marqueto que era la fuerza principal de Zaragoza- que el conde requerido por los de Zaragoza que fuese allá, amenazando que si no lo hacía ellos se darían buen cobro. Y recelándose de don Artal de Alagón que andaba por aquellas mares con armada de genoveses fue el conde con sus gentes de armas como dicho es a Zaragoza y fue allí recebido y obedecido. Y según él se excusaba en lo desta guerra los vecinos le requirieron con mucha instancia que pusiese cerco al castillo a donde se habían recogido aquellos que procuraron se les diesen los lugares de la cámara de la reina; y afirmaban tenerla opresa en su poder y pedían que la pusiese en su libertad. Y el conde decía que lo había rehusado no sabiendo la verdad, aunque creía que fue detenida por fuerza y

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que estaba en manos de los que eran sus enemigos y también suyos; y ofrecía que le restituiría sus tierras y rentas con que los castillos estuviesen en poder de personas que no fuesen parciales y los tuviesen por la corona real. Opinión de los que excusan al conde de Módica y lo que hizo don Juan de Moncada. Entonces -según se decía por los que excusaban al conde de Módica- el pueblo con gran movimiento puso cerco al castillo y le combatieron con mucha artillería contra la voluntad del conde, porque su intención no era que la reina fuese cercada sino sus enemigos que estaban dentro del castillo, del cual la reina había hecho donación a uno de su consejo. Todos los del bando del almirante don Sancho Ruiz de Lihori y muchos que no lo eran y deseaban nuevo gobierno tomaron por su capitán y caudillo a don Juan de Moncada sobrino del conde de Aderno hijo de su hermana; y con trecientos de caballo y otros tantos a pie acometió la una parte del real y entróle por fuerza, y pasó a apoderarse de una puente; y acudiendo la otra parte del real que estaba sobre el castillo tuvieron una muy recia pelea y resistió en ella el conde de Módica valerosamente peleando con los enemigos, animando los suyos, hasta que se rompió la puente a sazón que la reina estaba para ponerse en ella y entrar en una galera que estaba en el puerto cuyo capitán era Ramón de Torrellas. Libertad de la reina de Sicilia y alabanza de don Juan de Moncada. En este trance los del castillo y la gente de don Juan de Moncada abrieron una puerta del muro y acometieron la parte del real que estaba de la otra parte del castillo y echaron de aquel lugar la gente del conde; y libróse del cerco la reina y púsose en la galera. Y rindióse la ciudad con gran alabanza de don Juan de Moncada y de aquella casa y linaje que pareció tener particular suerte y ventura en poner en libertad dos reinas de aquel reino estando cercadas y hallándose en tanto peligro. El matrimonio que trataron a la reina con don Nicolás de Peralta; y quién era. Estando las cosas en este conflicto, algunos de los regidores de la ciudad de Palermo que habían hecho pleito homenaje de tenerla por la casa real de Aragón pusieron el pueblo en armas; y trataron de matrimonio de la reina con don Nicolás de Peralta, con fin de salir de la sujección de la casa real de Aragón, diciendo que los catalanes tuviesen su rey y los sicilianos el suyo y que don Nicolás descendía de la casa real de Aragón. Era don Nicolás de Peralta sobrino del conde Nicolás de Peralta, hijo de don Juan de Peralta su hermano, que fueron hijos del conde Guillelmo de Peralta y de la infanta doña Leonor, hija del infante don Juan duque de Atenas y Neopatria hijo del rey don Fadrique el mayor. Y pretendía don Nicolás suceder en el estado de la condesa doña Margarita de Peralta que casó con don Artal de Luna y era su prima, como legítimo varón de la casa de Peralta y nieto del conde Guillelmo. La reina doña Blanca de Sicilia se aposentó en Palermo. Con esta voz andaban alterando y conmoviendo los pueblos, y procuraron que la reina se mudase a

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Palermo, creyendo que los lugares de Val de Noto le acudirían. Y aposentóse en Palermo en un palacio real que llaman Hester que está sobre la mar a donde se tenía por más segura confiando en los vecinos de aquella ciudad que estarían a su obediencia. Proceder del conde Nicolás de Peralta. El almirante dejando a la reina se juntó con don Juan de Moncada para resistir lo que el conde emprendiese, el cual justificaba su causa ofreciendo de estar a lo que determinasen el rey de Navarra y el parlamento general de Cataluña con los consejeros de Barcelona y el vizconde de Castelbó que era yerno del rey de Navarra y don Roger Bernaldo de Pallás sobre lo que tocaba al regimiento de aquel reino; y en lo de la sucesión prometía tener por rey y señor al que según lo ordenado por el rey don Martín en su muerte se determinaría por justicia que lo debía ser.

CAPÍTULO XIX

De la venida del rey de Navarra a Barcelona para procurar la libertad de la reina de Sicilia su hija.

Deliberación del rey de Navarra en París. Entendiendo el rey de Navarra que estaba en París, el estado a que habían llegado las cosas de Sicilia y estrecho en que se hallaba la reina doña Blanca su hija teniéndola cercada y combatiendo el castillo a donde se había recogido, deliberó de venir a su reino y pasar por Cataluña para tratar con los del parlamento general de aquel principado lo que tocaba a la libertad de su hija y que se enviase embajada para que cesasen las cosas de hecho y se diese orden en el gobierno como convenía a la autoridad destos reinos. El rey de Navarra pide salvoconducto al parlamento: quién se lo dio y cómo fue recibido y alojado en Barcelona. Antes que saliese de París envió un camarero suyo que se llamaba Oliver de Greu a pedir a los del parlamento que se le diese salvoconducto para pasar a su reino por aquel principado. Y porque el rey hizo su camino la vía de Narbona enviaron un caballero que saliese a recebir al rey y lo acompañase por toda Cataluña que se decía Ramón Xatmar, y deliberaron como nación muy atenta en guardar sus costumbres que el gobernador de Cataluña a quien aquello tocaba diese el salvoconducto. Entró el rey en Figueras a 24 de deciembre; y un lunes a 29 del mismo entró en Barcelona a donde fue recibido con grande honra aunque sin son de fiestas y regocijo como de súbditos que estaban en aquel estado que había muerto su rey y señor natural y no sabían quién lo había de ser. Aposentáronle en casa de un caballero que se decía Guerau de Palou. Embajada del papa Benedicto [XIII] al parlamento en favor de la reina de Sicilia. Y en el mismo tiempo llegaron a Barcelona tres mensajeros que Benedicto enviaba por lo que tocaba a la defensa y libertad de la reina de Sicilia: y éstos eran Martín Moliner deán de Barcelona, Francisco Rovira canónigo y preboste de Vic y Guillén

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Carbonel canónigo de Barcelona. Y con ellos exhortaba el papa a los del parlamento que por honor de la patria y por contemplación de la amistad y deudo que los reyes de Aragón y Sicilia tenían con el rey de Navarra y por la conservación del mismo reino de Sicilia se proveyese cómo fuese socorrida de aquel principado. El rey de Navarra pide audiencia al parlamento: todo junto fue a su posada y él a su reino. Quiso el rey de Navarra ir al lugar a donde se celebraba el parlamento para pedirles y requerirles lo mismo. Y otro día, después de su llegada, envió con el vizconde de Castelbó su yerno a pedir al parlamento que le señalasen hora y lugar a donde les pudiese hablar. Y deliberaron de no dar lugar a esto; y todo el parlamento junto fue a la posada del rey de Navarra. Y luego continuó su camino para su reino. Trátase que la reina doña Violante no entre en Cataluña. Por este tiempo se iban ya desmandando algunas compañías de gente de armas del condado de Comenge y hacían guerra en el val de Arán, estando absente don Arnaldo de Eril que era capitán y gobernador de aquel valle. Y los del parlamento proveyeron que fuese a resistir la entrada y guerra que hacía aquella gente. Era capitán general de los condados de Rosellón y Cerdania el vizconde de Perellós; y porque se publicó que la reina doña Violante -que por sí y su hijo pretendía tener muy cierto derecho a la sucesión del reino- se venía a Cataluña sin otra orden sino con ser requerida y llamada de algunos caballeros que se ofrecían de seguilla como criados y servidores del rey don Juan y de la reina doña Violante su madre, en el parlamento se hizo gran provisión para que se le embarazase y defendiese la entrada.

CAPÍTULO XX

De la causa de la dilación que hubo en congregarse el parlamento de Aragón. Y del rompimiento de guerra que hubo entre el conde de Pallás y el obispo de Urgel,

estando en treguas. Quieto estado en las cosas de Aragón. En el principio del año de nuestro Salvador de 1411 estaban las cosas en tal estado en este reino por la intervención del papa Benedicto y de los embajadores del parlamento de Cataluña que de una muy cruel disensión y guerra entre las partes se había reducido a que dejasen las armas y se entendiese en la congregación general de los estados del reino para proponer en ella lo que convenía al bien universal en lo de la declaración de la sucesión en conformidad de los otros reinos. Disensión entre don Pedro de Castro y don Pedro de Urrea y lo que causó. Pero en un instante, cuando se tenía por asentada la concordia se movió gran disensión y contienda entre don Pedro Galcerán de Castro de una parte y don Pedro de Urrea y don Lope de Gurrea de otra, y comenzaron a hacer grandes ayuntamientos de gentes; y esto entretuvo algunos días que no se juntase el

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parlamento general, con gran sentimiento de los del principado en ver que se disponían las cosas con tanta dilación. Y aunque destas novedades nunca faltaban en Cataluña, siempre en su congregación se ordenaba y proveía de manera que cesasen todos los inconvenientes que podían turbar la paz general y divertirlos del propósito que llevaban. Valor de Cataluña. En lo cual se señaló grandemente la constancia y prudencia de aquellos principales perlados y barones que con celo del bien público asistían a sus deliberaciones y consejos. Saco del lugar de Eroles y lo que sucedió. Entre las cosas que más los desasosegaban era la contienda terrible que traían con sus estados y valedores el conde de Pallás y el obispo de Urgel que iba cada día más en aumento. Porque habiendo el conde asentado tregua con el obispo se siguió que, cierta gente de Tremp entró por fuerza el lugar de Eroles y le puso a saco, cuyo señor era un caballero de la casa del conde. Y por esta nueva ofensa el conde y su hijo comenzaron a juntar sus gentes; y entró de Francia en ayuda del conde el vizconde de Coseráns con algunas compañías de soldados. Prisión del obispo de Urgel y castigo de otros culpados. Por este acometimiento dieron los del parlamento orden que se hiciese toda satisfacción al señor del castillo de Eroles porque cesasen las cosas de hecho. Y tuviéronse por tan ofendidos los de la congregación que se propuso de apremiar al obispo, que fue muy culpado en este exceso, que pusiese su persona en poder del arzobispo de Tarragona, y el lugar de Tremp y los que cometieron aquel insulto en manos del gobernador de Cataluña; y mandaron al veguer de Lérida y Pallás que subiese a Tremp para castigar los malhechores.

CAPÍTULO XXI

De la disensión que había entre los barones y caballeros del reino de Valencia y de la orden que se dio para que se juntasen dentro de la ciudad de Valencia con los otros estados para que los embajadores del principado les pudiesen explicar

su embajada. Bandos en el reino de Valencia; y entre quién. En el reino de Valencia había tan gran disensión entre Arnaldo Guillén de Bellera gobernador de aquel reino de una parte y don Bernaldo de Centellas, que tenían en guerra declarada toda la nobleza dél; y no podían reducirse los estados militar y real a juntarse en una congregación por estar los caballeros y pueblos en la misma parcialidad y división; y así estaban no sólo los linajes pero los estados mismos discordes y partidos, y no se podían conformar para concurrir en un lugar. Esto era tan apasionadamente que las personas que fueron enviadas por el parlamento de Cataluña para inducir a los estados de aquel reino que se conformasen con los otros reinos en lo que convendría proveer para el bien universal, apenas hallaban con quién comunicar su embajada, no se juntando los tres estados de aquel reino enteramente en concordia de las partes.

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Tregua entre los de la casa de Vilaragut y los Pardos, y de los Centellas y Mazas. Estaban muchos de los barones y caballeros fuera de la ciudad de Valencia que eran declarados enemigos de los de dentro a quien asistía el gobernador; y aunque entre don Berenguer y don Ramón de Vilaragut de una parte y los Pardo de la otra -que proseguían su bando muy terriblemente después de la muerte del rey don Martín- se había puesto tregua por cierto tiempo, y el bando de los Centellas de una parte y don Pedro Maza de la otra también habían dejado las armas hasta que fuese declarado por justicia el verdadero sucesor del reino y por tres meses después, y éstos venían con mayor conformidad a juntarse como si no tuvieran ninguna contienda, pero don Pedro de Vilaragut que estaba dentro de la ciudad no quiso venir en aquella tregua; y por esta causa se seguía gran turbación en los negocios de la embajada del principado de Cataluña, y porque todo aquel estado militar estaba entre sí muy dividido y en declarada enemistad y guerra. Pretensión de algunos barones en Valencia y lo que allí pasaba. Pretendían don Pedro de Vilaragut y los otros barones y caballeros que estaban dentro de la ciudad que en respeto de los otros eran muy pocos de formar por sí estado por el favor que les daban el gobernador y jurados y otros oficiales que tenían el regimiento de la ciudad a su mano defendiéndolos y sustentándolos cuanto podían y recibiéndolos como si representaran el estado militar de aquel reino. Estos estaban en gran manera desavenidos de muchos de los barones de fuera que eran muy poderosos y tenían más vasallos, y no permitían que los que eran de su bando entrasen en la ciudad -aunque hubiesen hecho treguas- sino con muy poca compañía; y ellos no se querían poner en peligro ni los de dentro osaban salir de fuera, siendo los principales de dentro los Vilaragudes y los de fuera los Centellas que eran muy gran parte en aquel reino. Y así estaban en rompimiento y recelo de guerra. Otras contiendas y disensiones entre los estados de Valencia. Hubo allende desto otra contienda, porque el gobernador había prohibido a los barones y caballeros de fuera con grandes penas que no se juntasen sino dentro de la ciudad y no daba por otra parte lugar que entrasen en ella sino con muy poca compañía, lo cual ellos no quisieron hacer. Y aunque el estado eclesiástico y real venían en concertarse en algunas cosas pero los eclesiásticos y algunas villas reales tenían alguna diferencia con los jurados y regidores de aquella ciudad y con los barones y caballeros que estaban en ella, y no querían admitir por estado militar a los barones y caballeros que se hallaban dentro ni a los de fuera, por no estar unidos y juntos, hasta que se congregasen en conformidad -como era costumbre- si habían de representar su estado. Por este camino la disensión estaba entre ellos tan viva y en su fuerza que no se esperaba que los pudiesen reducir a concordia ni aun para que se juntasen, aunque ayudaba en gran manera el obispo de Valencia a los embajadores de Cataluña para que aquellas diferencias se compusiesen: y diversas veces se juntaron en Torrent y Xilvella y en otros lugares por venir a plática y vistas con los

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barones y caballeros de fuera para persuadirlos e inducirlos a su propósito en el mayor negocio que se podía ofrecer para el bien universal; y también se juntaron con los de la ciudad y con los del regimiento della y con los estados eclesiástico y real dándoles gran culpa de aquella disensión, porque en conformidad de todos pudiesen explicar su embajada. El acuerdo que se tomó para que la junta tuviese efecto y cómo se juntaron en El Real de Valencia. Finalmente acordaron los tres estados de aquel reino que se hallaban dentro de la ciudad que se juntasen con ellos de los de fuera en cierto número y con ciertas condiciones poniendo entre ellos ciertas seguridades y treguas: y señaládamente hicieron pleito homenaje en manos de Benet de Vilarig -que fue en lugar de uno de los embajadores que se enviaron por el principado a Valencia- que durando aquel tratado no se haría daño ninguno. Con esto se juntaron en el palacio de aquella ciudad que llaman El Real con gran fiesta y cerimonia y hiciéronse buen acogimiento los unos a los otros con mucha cortesía como si hubieran cesado todas sus diferencias, cosa que causó admiración al pueblo y mucha alegría en ver en un ayuntamiento con tanta conformidad tantos enemigos juntos. Lo que en la congregación se ordenó. Esto fue a 15 del mes de enero, y en aquella congregación propusieron los del principado su embajada y respondieron a ella con grande satisfacción de todos. Hicieron luego los estados eclesiástico y real y los barones y caballeros que residían en la ciudad elección de ciertas personas para que tratasen con los embajadores del principado. Pero los barones y caballeros y las otras personas que fueron eligidos por los de fuera para asistir a lo que se había de proponer en nombre del parlamento de Cataluña dijeron que no tenían comisión para más de oír lo que se propusiese, y que habían de referirlo a los demás y que brevemente deliberarían entre sí lo que debían hacer. El concierto se deshizo y los presos se fueron del castillo de Segorbe. Y así lo que paresció que llevaba buen principio de concierto, volvió luego al mesmo desvarío y disensión en que primero estaban. Y conocíase notoriamente que era imposible que se pudiesen conformar para concertarse todos juntos a formar su estado militar. Siguióse tras esto que ciertos barones sicilianos que el rey mandaba detener presos en el castillo de Segorbe se salieron dél y libraron de la prisión. Y quedó solo uno dellos que por su vejez no pudo seguir a los otros.

CAPÍTULO XXII Que por parte de la reina doña Violante de Aragón se pidió a los del parlamento de

Cataluña que no interviniesen en él las personas que eran sospechosas. Lo que en el parlamento de Cataluña se pidió en nombre de la reina de Sicilia y de su hijo el infante don Luis. Cuando se procedía en el parlamento de Cataluña a proponer los medios cómo se viniese al fin deseado de la declaración de la justicia

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en lo de la sucesión, se propuso por parte de la reina doña Violante de Aragón, en nombre de la reina doña Violante de Sicilia su hija y del infante don Luis su nieto que pretendían pertenecerles la sucesión destos reinos, una cosa que bastara a descomponerlo todo si no fuera rechazada por la discrección y prudencia de los que tenían el celo que debían al beneficio general. Esto era: que con mucha instancia se pidió que no interviniesen en aquel ayuntamiento las personas que eran notoriamente sospechosas a las partes y no se diese lugar que tuviesen voto en lo que tocaba a la declaración de la sucesión, pues por toda disposición de derecho se privaban de voto y juicio en cualquier caso, y era más razón ejecutarlo en un hecho que importaba tanto al bien universal que se hiciese justicia cesando toda sospecha. Mayormente que convenía que de aquella declaración resultasen dos cosas juntamente: que era tener su verdadero rey y señor y quedar paz muy fundada a los pueblos; y que esto había de proceder de la igualdad del juicio. Que ninguna cosa destas se podía conseguir ni tenerse razonable firmeza si en las deliberaciones y consejos interviniesen los procuradores de las partes y sus vasallos y familiares domésticos y sus mismos embajadores. Y un Bernaldo Gallac en nombre de la reina requirió que fuesen echados del parlamento por el interés de la reina de Sicilia su hija y del infante su nieto, a quien decía pertenecer notoriamente la sucesión; y protestaba de tener recurso a la congregación general que se había de hacer de todos los reinos con el principado. Respuesta del parlamento a la reina doña Violante de Sicilia y lo que con ella previno. A esto se respondió por el parlamento que se proveería en aquello lo que conviniese y fuese lícito por justicia en su tiempo y lugar. Y con esta respuesta se excusaron de entrar en una materia tan odiosa como era ponerse en declarar todas las personas que podían ser sospechosas a las partes. Porque ya el conde de Urgel pretendía que sus servidores y aficionados no debían ser prohibidos de intervenir en el parlamento, pues no se trataba en él principalmente de la determinación de la justicia, y cuando se tratase decía que tal era la gran lealtad de la nación catalana y de los otros súbditos de la corona de Aragón que no serían habidos por sospechosos. Y así se entendió que todas estas sospechas se tenían de los que eran aliados y aficionados del conde y que se iba formando bando contra él. Los que con la condesa de Ampurias se querellaron al parlamento; y por qué. Lo cual se declaró más porque en el mismo tiempo doña Juana condesa de Ampurias y don Pedro de Fenollet vizconde de Illa en nombre de la condesa y otros caballeros se querellaron dél al parlamento, agraviándose por haber tomado a su poder a doña Elieta hermana de la condesa que había sido mujer de don Hugo de Anglesola, y en esta sazón estaba casada con Jorge de Caramayn, y a doña Madalena de Anglesola hija de don Hugo y de doña Elieta y que quería casar a doña Madalena contra la voluntad de su madre y de sus parientes y de la misma doncella. Lo que el parlamento requirió al conde de Urgel y lo que respondió. Pidieron con

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grande instancia que se pusiese en esto remedio por la disensión que se esperaba seguir de aquella fuerza, y sobre ello enviaron a requerir al conde que diese orden que cesase toda causa de novedad. Y esto se procuró con gran calor considerando que otras menores ocasiones ponían en mucha turbación aquel principado. Excusábase el conde afirmando que él no tenía en su poder detenida a doña Elieta y que podía a su albedrío irse a donde por bien tuviese. Decía que doña Madalena le había sido encomendada por don Ponce de Ribellas -que era su tutor- con voluntad de su madre y por sus parientes y amigos para mayor seguridad de su persona, e interviniendo él en ello doña Madalena había contraído matrimonio con un hijo de don Ponce y se habían ordenado ciertos capítulos por las partes, y que agora mudando su madre de propósito porcuraba desviar no se efectuase aquel matrimonio y no lo sabiendo él se había llevado su hija. Y viendo que era afrenta suya procuró que viniese su hija a su poder, pero era contento de dejarlo a la determinación de las personas que se nombrasen por el parlamento para que declarasen lo que se debía hacer de justicia. Razones del conde [de Urgel] que ofendieron al parlamento. No se partía el conde un punto de Sanboy que era estar como a las puertas de aquella congregación, y respondiendo esto al parlamento añadió una cosa que los ofendió en gran manera, en que parecía tener en poco lo que ellos trabajaban y el afán que recibían en sus deliberaciones y los otros reinos en sus ayuntamientos. Porque allende de haber dicho que el agüelo y padre de doña Madalena habían sido servidores y amigos del infante don Jaime su agüelo y del conde de Urgel su padre y recibieron dellos grandes beneficios, y que su agüela doña Madalena era de la casa de Ribellas que estaba poblada en el condado de Urgel, añadía que al tiempo de la muerte del rey don Martín, don Ponce de Ribellas -que era tutor de aquella doncella- estando ella en la casa del conde, viendo que la sucesión del reino le pertenecía y era gobernador general, la puso en su poder; y que por esta causa tenía aquella doncella y la tendría todo el tiempo que fuese razón, y oiría a los que algo quisiesen pedir por vía de justicia; y concluía con algunas palabras de amenazas. El parlamento procura se efectúe el casamiento de doña Magdalena de Anglesola. Entendiendo el parlamento que se había tratado aquel matrimonio de doña Madalena con el hijo de don Ponce de Ribellas, procuraban -por excusar nuevos movimientos- que doña Esclaramunda vizcondesa de Rocabertí -que era agüela de doña Madalena- y doña Elieta su madre viniesen bien en que se efectuase.

CAPÍTULO XXIII

De la convocación que se hizo por el gobernador y justicia de Aragón del parlamento general para la ciudad de Calatayud, y de la guerra que se movió entre

don Fernán López de Luna y Juan Fernández de Heredia.

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Parlamento en Calatayud con presidencia del gobernador y justicia de Aragón. Por la intervención del papa Benedicto y grande instancia que se hizo por los embajadores del principado de Cataluña, se deliberó por los perlados y ricos hombres y caballeros y procuradores de las ciudades y villas del reino de Aragón, que se llamase parlamento general para la ciudad de Calatayud, para que en él con las personas que se enviasen del reino de Valencia y de Cataluña se deliberasen los medios que convenían para llegar a la declaración de la justicia de los que competían por la sucesión. Con este acuerdo se convocaron los estados por el gobernador y justicia de Aragón para la ciudad de Calatayud para 8 del mes de febrero, y quedó determinado que en aquella congregación presidiesen el gobernador y justicia de Aragón. En esto se porfió hasta 20 del mes de enero; y túvose por hecho grande haberse conformado tantos, estando las cosas de los bandos en gran rompimiento, mayormente que cada día nascían nuevas dificultades y causas de disensión. Contienda sobre la tutela del conde de Luna y lo que el papa y los embajadores de Cataluña hicieron por deshacerla. Porque allende de la guerra que se hacían continuamente don Pedro Galcerán de Castro y don Lope de Gurrea, se movió otra división y contienda entre don Fernán López de Luna de una parte y Juan Fernández de Heredia de la otra, por razón de la tutela del conde de Luna que el gobernador la había encomendado a Juan Fernández de Heredia su hijo; y don Fernán López la pretendía como hermano de la reina doña María que fue señora del estado del conde y su agüela. En favor y ayuda destos caballeros acudía gran multitud de gente deste reino y pensóse que diera mucho estorbo a lo que tanto se había procurado de reducir las cosas a una cierta congregación. Y por esta causa no iban allá durando aquellas disensiones. Y como don Antonio de Luna acudía con gente de armas en favor de don Fernán López de Luna, el papa envió un auditor de cámara; y fueron con él don Guillén Ramón de Moncada y don Pedro de Cervellón embajadores de Cataluña, para que se diese orden de poner algún sobreseimiento en sus ayuntamientos de gentes, que ponían mucha turbación en todo el reino y descomponían todo lo que se había deliberado en beneficio de la república. Combate de Huesca. Lo primero que acometieron las compañías de gente de guerra que acudieron a don Fernán López de Luna fue el lugar de Huesa que era del conde de Luna; y entráronlo por fuerza y comenzaron de combatir el castillo, en cuya defensa estaba un caballero que se decía Pedro de Sesé, al cual acudían las compañías de gente de caballo de don Pedro de Urrea; y íbase juntando gran número de la gente de su valía en Epila. Y como el papa y los embajadores del principado de Cataluña se interpusieron a poner algún remedio en esta disensión, acabóse con ellos que cesasen las cosas de hecho y dejasen aquella contienda a determinación del arzobispo de Zaragoza y de don Antonio de Luna. La contienda de la tutela se compuso. Y ofrecieron de hallarse en el parlamento

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para el día que se les había señalado. También don Pedro Galcerán de Castro y don Lope de Gurrea vinieron en ofrecer que dejarían de juntar sus gentes hasta que lo de la sucesión se declarase.

CAPÍTULO XXIV De la entrada del gobernador y justicia de Aragón en Calatayud para presidir en el

parlamento general; y que no dieron lugar que el castellán de Amposta y don Antonio de Luna entrasen en aquella ciudad hasta que hubiesen llegado el

arzobispo y síndicos de Zaragoza. Los embajadores de Cataluña entran en Calatayud. Llegada del gobernador de Aragón; y con quién. Entraron en la ciudad de Calatayud los embajadores del principado de Cataluña el 1.º del mes de febrero, porque ellos querían ser en todo los primeros para disponer lo que convenía a la buena determinación de los negocios en que había de concurrir el consentimiento general destos reinos. Y a 7 del mismo llegó el gobernador de Aragón, con el cual iban Ramón de Palafox y fray lñigo de Alfaro comendador de Ricla que se nombraron por acompañados al gobernador y justicia de Aragón que habían de presidir en el parlamento. Entrada del justicia de Aragón en Calatayud a prorrogación del parlamento; y lo que se previno. Otro día -que era el señalado para esta congregación- entró el justicia de Aragón acompañado del baile general. Y el gobernador y justicia prorrogaron el parlamento para el mismo lugar para el jueves siguiente; y estos términos duraron hasta 23 de febrero, y de allí pasaron a otra dilación. En este medio don Antonio de Luna y el castellán de Amposta se acercaron a tres leguas de aquella ciudad: y el gobernador y justicia de Aragón no quisieron dar lugar que entrasen en ella hasta que el arzobispo y síndicos de Zaragoza estuviesen dentro, por los movimientos que se esperaban seguir si entrasen antes. Y el arzobispo y el jurado primero de Zaragoza ofrecían que irían brevemente. Francés de Aranda cartujo, varón de grandes partes. Y solicitaba su ida en nombre del papa Benedicto, Francés de Aranda donado de cartuja en el monasterio de Portaceli, cuya prudencia y gran uso de negocios juntamente con menosprecio de las cosas del siglo eran de tanta estimación que ninguna cosa grande se trató en aquellos tiempos así por los reyes de Aragón don Juan y don Martín como en esta turbación, que fuese sin su deliberación y consejo. Muerte de Gastón de Roda y por qué y lo que a las puertas de Calatayud pasó con el castellán de Amposta y don Antonio de Luna. Mas la dilación de la ida del arzobispo y jurado y síndicos de Zaragoza fue por ocasión de ser muerto un escudero muy honrado llamado Gastón de Roda de la casa de don Juan de Ijar que le mataron dentro de la ciudad; y por cierto pecho que el arzobispo así como capitán de la ciudad de Zaragoza había impuesto aquellos días para haber cierta suma de dinero; y por esto se siguió grande alteración del pueblo.

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Llegaron el castellán de Amposta y don Antonio de Luna con muchos caballeros de su parcialidad a las puertas de Calatayud a 23 de febrero; y porque el gobernador y justicia de Aragón habían mandado cerrar las puertas y no los dejaban entrar aunque se ofrescían de entrar pacíficamente y dar toda la seguridad que les pidiesen, salieron los embajadores del principado de Cataluña a hablarles y procuraron cuanto pudieron su entrada, pero el gobernador y justicia de Aragón no dieron lugar que entrasen porque no estaban las cosas ordenadas como convenía ni lo estarían hasta el lunes siguiente. Y los embajadores les rogaron que volviesen para aquel día, y con esto se fueron y dejaron de hacer ciertas protestaciones a las puertas de la ciudad.

CAPÍTULO XXV De la tregua general que se puso en el parlamento de Cataluña y que se envió a requerir a la reina doña Violante de Sicilia que no entrase en el principado sino

conforme a la costumbre que se usaba entre los reyes. P[rudencia de los parlamentarios de Cataluña.] Cualquier novedad que sucedía en este reino y en el de Valencia, ponía las cosas en mayor turbación y amenazaba el rompimiento con gran peligro del estado público. Y las de Cataluña, que parecían más peligrosas por la parte de Francia, tenían presente y muy fácil el remedio por la providencia de los que presidían y gobernaban su parlamento. Prevención de la condesa de Comenge contra el val de Arán y lo que se hizo por orden del parlamento de Cataluña. Hacía la condesa de Comenge grandes ayuntamientos de gente de guerra que se entendía eran para acometer el val de Arán. Y porque don Arnaldo de Eril, que era capitán de aquel valle, se había encargado de la capitanía de la ciudad de Barcelona y de otras villas y lugares de aquella capitanía a donde acudía gente de guerra desmandada para robar por aquella comarca, se proveyó por el parlamento de Cataluña que el gobernador encargase la capitanía del valle de Arán a don Francés de Eril. Con esto porque se comenzaba a declarar entre los barones de Cataluña nueva parcialidad siguiendo don Roger y don Diego de Moncada, don Bernaldo de Fortiá y otros barones y caballeros a los condes de Prades y Cardona y otros al bando y parcialidad del conde de Pallás, la cual seguían el vizconde de Illa y Canet, don Berenguer Arnaldo de Cervellón, don Berenguer de Cabrera y otros barones y caballeros muy principales, con gran facilidad se redujeron y conformaron en dar orden que no se cesase de entender en la buena expedición de los negocios, y cometieron a ciertas personas de cada estado lo que tocaba a la buena provisión y ejecución de la justicia. Por el estado militar se nombraron el conde de Cardona, don Roger Bernaldo de Pallás hijo del conde de Pallás, Berenguer Dolms y Berenguer de Copones; y por el eclesiástico intervinieron el arzobispo de Tarragona y el obispo de Lérida con otros dos de su estado. Tregua general entre los del parlamento de Cataluña; y lo que enviaron a requerir

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a la reina de Sicilia. Vinieron muy pacíficamente en que se hiciese tregua general entre todos los que concurriesen al parlamento, que fue poner gran asiento en las determinaciones que se hubiesen de hacer en nombre de todo el principado. Esto se concluyó a 7 del mes de febrero; y porque en esta sazón se afirmaba que la reina doña Violante de Sicilia venía a Cataluña y esto se había dicho públicamente en el parlamento por los embajadores del rey de Francia, le enviaron a suplicar y requerir que si acordaba venir a Cataluña tuviese por bien de consultárselo y esperar su respuesta y avisalles de lo que pensaba hacer, guardando la costumbre que se usaba entre los príncipes. Amonestación a la reina de Aragón y al conde de Urgel y jura del parlamento. Con esta ocasión, por excusar algunas sospechas que en tal tiempo causaba el estado de las cosas, enviaron a aconsejar y amonestar a la reina doña Violante de Aragón y al conde de Urgel que se apartasen de Barcelona por distancia de una jornada o más, y acordaron de recebir juramento a todos los del parlamento que bien y fielmente aconsejarían en las cosas que se propusiesen y de no revelar lo que en él se tratase. Y deliberaron de no admitir a ninguno que no quisiese hacer este juramento.

CAPÍTULO XXVI Que el gobernador del reino de Valencia revocó el salvoconducto que había dado

a los caballeros de fuera y comenzó a hacerles guerra. M[ayores inconvenientes en el reino de Valencia.] En el reino de Valencia se ofrescían cada día mayores inconvenientes, perseverando los barones y caballeros con gran pasión en sus bandos; y los que estaban fuera de la ciudad desistieron de querer entender en lo que tocaba al beneficio general de aquel reino, no queriéndose conformar con los estados eclesiástico y real y mucho menos con la otra parte de la nobleza de su estado que se hallaba dentro de la ciudad de Valencia. Instancia de los embajadores de Cataluña y del obispo de Valencia, y novedad que sucedió en aquel reino. Y por muy grande instancia del obispo de Valencia y de los embajadores de Cataluña que los indujeron a conformarse en formar su estado militar se juntaron a 23 del mes de enero a entender con los embajadores en el negocio principal. Pero esto duró muy pocos días y los negocios se pusieron a todo rompimiento por haber revocado el gobernador el salvoconducto que se había dado a los barones y caballeros que estaban de fuera. Desta novedad tan perjudicial a los fines que se llevaban por los que deseaban el bien público se siguió que, como la disensión y bando que había entre el gobernador y don Bernardo de Centellas se iba cada día más encendiendo y poniendo aquel reino en división y guerra civil, siguiendo la ciudad de Valencia al gobernador y otras villas y lugares el bando de los Centellas, todos se pusieron en armas.

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Justicias que hizo el gobernador de Valencia y lo que causaron. Y salió el gobernador con sus compañías de gente de guerra y tomó a Villafamez y degolló al bastardo de Riusec, y mandó ahorcar a Nostalles baile de Castellón y ejecutar otras justicias; por donde quedó guerra formada entre las partes sin ninguna esperanza de poderlo reducir a concordia.

CAPÍTULO XXVII

De la muerte de Pedro de Torrellas lugarteniente y capitán general del reino de Cerdeña y de la tregua que se firmó con el vizconde de Narbona.

Muerte de Pedro de Torrellas visorrey de Cerdeña y lo que dispuso en su lugar Juan de Corbera. Había ido Pedro de Torrellas lugarteniente y capitán general de Cerdeña al Alguer con tres galeras para entender en la concordia que se había tratado con el vizconde de Narbona. Y sobrevínole una fiebre pestilencial de que murió dentro de muy breves días. Estando en el artículo de la muerte encomendó el cargo de lugarteniente a un caballero catalán de mucho valor que se llamaba Juan de Corbera en presencia de todos los caballeros que se hallaron con él. El asiento que se tomó con el vizconde de Narbona y suceso en tierra de los rebeldes. Y entre las otras cosas le encargó que hiciese tregua con el vizconde de Narbona y confirmase la capitulación que se había hecho entre ellos. Y luego se firmó y aprobó el asiento que se había tomado entre el vizconde y Pedro de Torrellas. La suma dél era que el vizconde dejaba su pretensión en poder del vizconde de Illa y de otros dos caballeros que él nombrase. Y Juan de Corbera nombró de parte del rey al conde de Urgel y a dos caballeros de la ciudad de Barcelona. Eligen capitán en Cáller al conde de Quirra y sintióse con extremo la muerte de Pedro de Torrellas. Siguióse tras esto que estando Juan de Corbera en el Alguer tratando con el vizconde y con Nicoloso de Oria en la pacificación de la isla, los consejeros de Cáller sabiendo la muerte del lugarteniente general y que Juan de Montañana gobernador del cabo de Cáller fue muerto con mucha gente al recogerse de cierta cabalgada que hizo en tierra de los rebeldes, y no entendiendo que Juan de Cabrera quedaba por lugarteniente, viéndose sin gobernador eligieron por capitán a Berenguer Carroz conde de Quirra. Túvose esta nueva de la muerte de Pedro de Torrellas por una de las mayores adversidades que podían suceder en aquel tiempo por lo que tocaba a la defensa y conservación de aquel reino, el cual se podía decir que por su valor se había nuevamente conquistado.

CAPÍTULO XXVIII

De la ida del conde de Urgel al monasterio de Val doncellas, y de lo que se

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requirió por parte del infante de Castilla a los del parlamento de Cataluña. Recado del conde de Urgel al parlamento de Barcelona, lo que sobre él se deliberó y se trató en las vistas. Túvose la nueva de la muerte de Pedro de Torrellas en el parlamento que se celebraba en Barcelona a 14 del mes de febrero. Y con esta ocasión, otro día el conde de Urgel que estaba en Sanboy se fue al monasterio de Valdoncellas. Y envió delante al obispo de Malta y a Juan de Escagüés caballero de la orden de San Juan con una carta de creencia para los del parlamento, y dijeron en él que el conde era ido a aquel monasterio y que tuviesen por bien de llegarse allá porque les quería hablar, así sobre las cosas de Cerdeña como por otras que tocaban al principado. Deliberóse que el arzobispo de Tarragona con veinte y cuatro personas que se habían nombrado por el parlamento para proveer en las cosas de la defensa de la justicia y del gobierno del general del principado o parte dellos y los demás que quisiesen hallarse presentes saliesen al monasterio. La sospecha y temor que causó el atrevimiento del conde de Urgel y lo que los embajadores del infante don Fernando que llegaron a Barcelona pasaron en el parlamento. Aunque no se pudo entender que en aquellas vistas se tratase de otra cosa sino ofrecer el conde con gran liberalidad su persona y estado por la defensa del reino de Cerdeña, como se había deliberado que él y la reina dona Violante de Aragón no se acercasen a Barcelona por una jornada a los que amaban el camino que se proseguía de la justicia y a los competidores no causó menor sospecha y temor que si se dijera que entraban enemigos poderosamente por la tierra, teniendo por atrevimiento grande no sólo el venir el conde a ponerse a los muros de aquella ciudad, pero detenerse en Sanboy contra la orden que se había dado por el parlamento. Después desto, Fernán Gutiérrez de Vega y Juan González de Acevedo embajadores del infante don Hernando de Castilla que llegaron postreramente a Barcelona, entraron a dar razón al parlamento de su ida. Y Juan González de Acevedo declaró su creencia que en efecto era afirmar que la intención del infante no era como se publicaba de entrar en el señorío del reino de Aragón para hallarse por su persona al parlamento general que se había de juntar de todos los reinos, antes era su fin muy contrario. Pero cuando alguno de sus competidores quisiese entrar en el lugar donde se había de juntar o acercarse a él, en aquel caso certificaba que con su persona y estado haría lo mismo. A esto añadió que había entendido el infante su señor que el conde de Urgel por inducir a su opinión y voluntad los pueblos por vías no muy honestas, se había ido acercando a la ciudad de Barcelona, a una legua, que era a la villa de Sanboy y al monasterio de Valdoncellas que era irse a poner en aquella ciudad, y que sufrir tal plática era muy ajeno de la justicia. Respuesta del parlamento a los embajadores del infante don Fernando. Después de salidos los embajadores, habida su deliberación sobre la respuesta, los

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mandaron entrar. Y el arzobispo de Tarragona les dijo que la intención de aquel parlamento era entender en lo que tocaba a la justicia de la sucesión, juntamente con los otros reinos de aquella corona justa y debidamente, sin nota ni blasmo de su fe y naturaleza, y que no era de presumir ni presumiese el infante ni sus embajadores que ninguno de aquella congregación por inducimiento de cualquiera de los príncipes que competían por la sucesión, se desviasen de su lealtad y fidelidad por ninguna dádiva o soborno. Y cuanto a lo que el infante decía que pensaba hacer fue respondido por el arzobispo, que creían bien que juntándose el parlamento general de los reinos se proveería por él en su seguridad y defensa y honor, de manera que la justicia y derecho de los competidores se tratase tan libremente como convenía, y sobre la presencia o apartamiento de las personas que contendían sobre la sucesión.

CAPÍTULO XXIX

De la deliberación que hubo en el parlamento de Cataluña de enviar sus embajadores a Sicilia.

S[ituación ventajosa del principado de Cataluña.] Procedíase con tanta deliberación y consejo por los de aquella congregación en todo lo que se ofrecía, que se persuadían algunos que estando los reinos de Aragón y Valencia en tanta disensión y discordia estaría en manos de los del principado poner la ley que quisiesen y dar el reino o quitarle a su albedrío. Lo que Ramón de Torrellas curador del conde de Luna representó al parlamento de Barcelona. Y estando en tanta turbación y confusión las cosas, Ramón de Torrellas que era curador de la persona del conde de Luna representó en el parlamento que el rey don Martín había legitimado a don Fadrique su nieto para la sucesión del reino de Sicilia, y que después le hizo solemne donación dél entre vivos; y los sicilianos con la postrera embajada le enviaron a suplicar que les hiciese merced de darles su nieto para llevarle a aquel reino: y que en esta sazón teniendo memoria de la gran caballería del rey de Sicilia su padre deseaban tenelle por su rey y señor. Pedía con mucho encarecimiento que considerando que entre muy grandes y poderosas personas de aquel reino había cruel enemistad y que estaban dispuestos para destruirle, y que se publicaba que se enviaban compañías de gentes de guerra a aquella isla -y esto era para su perdición, pues aquel reino era de don Fadrique de Aragón- pusiese en ello el remedio que convenía a la honra y gloria de la casa real de Aragón. Lo que el parlamento de Cataluña procuró en beneficio de las cosas de Sicilia. Esto movió en gran manera los ánimos de aquel parlamento a procurar el remedio de las cosas de Sicilia que estaban en tanto peligro, a lo menos para que en nombre del principado se hiciese grande instancia que el maestre justicier y la parcialidad de la reina doña Blanca dejasen las armas. Y para esto se enviaron embajadores que lo propusiesen y procurasen de su parte, entre tanto que se declaraba el legítimo sucesor destos reinos, aunque en aquella parte se entendía

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por muchos que el rey don Martín había declarado su voluntad que sucediese su nieto en aquel reino y que por esta causa ellos no eran jueces de lo que tocaba a Sicilia, ni los parlamentos de los otros reinos, mayormente habiendo hecho el papa Benedicto capaz a don Fadrique para la sucesión dél, y que no fue la intención del rey don Martín que aquello se declarase por justicia como lo que tocaba a los reinos de la corona de Aragón.

CAPÍTULO XXX

Del acuerdo que hubo en los parlamentos de juntarse en un lugar; y de la disensión que resultó entre los del estado militar de Cataluña sobre la persona que

debía presidir en su parlamento dentro del reino de Aragón, y sobre el lugar y alcaides que habían de tener la guarda y defensa dél.

Trátase en qué lugar se debe celebrar la congregación general, quién ha de presidir, la guarda que ha de haber; y lo que el gobernador de Cataluña requirió. Después que se fue formando el parlamento deste reino en la ciudad de Calatayud y se comenzó a celebrar, lo primero que por todos generalmente se proponía, así en su parlamento como en los otros, era que forzosamente habían de venir a juntarse en un lugar para que en él en conformidad de los reinos se procediese a la declaración de la justicia. Como era cosa muy llegada a razón que el lugar fuese dentro deste reino por la preeminencia que se le debía deferir como cabeza de todos los otros, comenzóse a tratar y altercar por los estados del principado sobre el lugar a donde se debía celebrar aquella congregación general y sobre la manera del juez superior o presidente que debía ser sobre los catalanes dentro del reino de Aragón, y sobre las personas a quien en su nombre se encomendase la guarda y defensa del lugar que se señalase. Por esta alteración don Guerau Alamán de Cervellón gobernador general que se llamaba en esta sazón de Cataluña, que se tenía por presidente de aquella congregación, que fue un caballero de muy gran valor, porque no se derogase a su oficio y a la preeminencia real, requirió y amonestó a los del parlamento que en aquello guardasen la verdadera justicia y razón según derecho y constituciones y usages y capítulos de cortes, ofreciendo de su parte que se contentaría que se declarase por personas no sospechosas lo que se debía proveer de justicia y que en las determinaciones y decretos y en los otros autos guardaría la costumbre; e inhibía a los que lo contrario intentasen. Los que a la recuesta del gobernador de Cataluña se opusieron. A esto se opusieron los estados eclesiástico y real y parte del militar cuyo caudillo era el conde de Cardona. La otra parte del estado militar de aquel principado que se llamaban la mayor y más sana parte de los barones, caballeros y gentiles hombres de Cataluña contradecían los dos estados, y la parte del conde de Cardona y los principales barones eran el conde de Pallás, el vizconde de Illa y Canet, don Dalmao vizconde de Rocabertí, don Bernaldo de Cabrera, don Roger Bernaldo de Pallás hijo del conde de Pallás, Arnaldo Roger de Pallás, don Guerau y don

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Guillén Hugo de Rocabertí, don Berenguer Arnaldo de Cervellón y don Pedro de Cervellón, Acart y Simón de Mur, don Jofre Gilabert de Cruyllas, don Ramón Cartella, Ramón de Peguera y Antonio de So que eran barones, a los cuales seguía muy gran parte de la caballería de aquel principado. Y los principales caballeros desta parte eran: Ramón de Bages, Pedro de Semenat, Manuel de Rajadel, Luis de Requesens y Riambau y Francés de Corbera, y Berenguer y Arnao Dolms y otros caballeros de aquel linaje. Advertencia de los estados eclesiástico y real y lo que se les replica. Los estados eclesiástico y real comunicando esta duda con sus letrados fueron advertidos que la presidencia podía caer en el gobernador, pero que no era necesidad que recayese en él, pues cualquier otro oficial real que tuviese mero y mixto imperio era suficiente y capaz de la presidencia. Y estos barones afirmaban que sus letrados les aconsejaban lo contrario: que tal presidencia no podía ni debía recaer sino en oficio real superior y que tuviese general jurisdicción, porque la grandeza de la causa de la sucesión así lo requería. Ofrecían que por excusar toda dilación ellos estarían a la determinación y consejo de Guillén de Valseca que era la persona de más autoridad y crédito y más estimada entre todos los letrados que concurrían en su tiempo en aquel principado y de mucha virtud y bondad y de muy buena conciencia y fama, si los estados eclesiástico y real y el conde de Cardona y los barones y caballeros de su opinión que llevaban tras sí la otra parte de la nobleza de Cataluña lo quisiesen dejar a su determinación. Los que seguían la contraria opinión; y cuál era. Seguían la opinión contraria que tenía el conde de Cardona, el conde de Prades, don Berenguer Carroz conde de Quirra, don Antonio de Cardona, don Roger y don Pedro de Moncada, don Bernaldo de Fortiá, don Francés de Vilanova, don Bernaldo Galcerán de Pinós, el vizconde de Vilamur, don Guillén de So, don Guillén Ramón de Moncada, don Dalmao de Queralt y los caballeros de su opinión que también se llamaban la mayor y más sana parte de los barones y gentiles hombres de Cataluña. Venían, si el conde de Cardona y los de su opinión lo querían, en que Guillén de Valseca, oídas las partes, brevemente determinase por derecho y justicia en qué estado o condición de oficiales y personas estaría mejor y más propriamente y con menos dificultades aquella presidencia, considerada la grandeza del negocio de la sucesión. Pretendían que la parte del conde de Cardona sin ellos no podía formar estado, pues en otro parlamento que se celebró en aquella ciudad se había así declarado por menor causa a instancia de los síndicos de Barcelona. El lugar señalado quieren que sea Alcañiz. Conformábase esta parte con los estados eclesiástico y real cuanto a lo del lugar que se había señalado por ellos que fuese la villa de Alcañiz, a donde se juntasen todos los parlamentos; y venían en que fuesen dos presidentes por el principado de Cataluña con el consejo que les habían de dar para regir la jurisdicción que se les cometiese, y querían que se hiciese elección de los presidentes. Entendían aquellos dos estados con la parte

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del conde de Cardona que en los autos del parlamento no se requería decreto ni autoridad del que tenía las veces de gobernador, considerado que los hechos y autos de cortes o parlamentos no se acostumbraban decretar por oficial alguno; y no embargante la inhibición del gobernador decían que prosiguirían su propósito en los autos que se hubiesen de hacer por todo su poder. Aunque los dos estados venían en dejar aquella diferencia que causó gran turbación en los negocios a la determinación de Guillén de Vallseca no quiso determinadamente aconsejar sobre aquel punto ni aceptar el compromiso, antes lo rehusó expresamente. Y así se contendía con gran porfía por la nobleza de aquel principado hasta llegar cada una de las partes a tenerse por la mayor y más sana parte del estado militar. El intervalo que causó estar discordes los de Cataluña y lo que de él se siguió. Como del parlamento de Aragón se había conquistado con el de Cataluña sobre estos puntos del lugar y de los presidentes por esta disensión y discordia que hubo entre los barones catalanes, se difirió más de dos meses el declarar si se vendría a la congregación general de los reinos; de que se siguieron grandes inconvenientes y males y vinieron a conformarse con los dos estados el vizconde de Rocabertí y los de aquella casa y una gran muchedumbre de caballeros del Ampurdán, tanto que decían éstos que bien parecía que el vizconde de Illa y don Roger Bernaldo de Pallás no sabían cuántas eran las casas de barones y caballeros y hombres de paraje de Cataluña, las cuales eran ochocientas o muy cerca dellas, y que eran ciento y doce los de aquella opinión y no tenían autoridad o poder para atribuirse a sí mismos ser la más sana parte de la nobleza del principado. Parecer del vizconde de Castelbó, réplica de los del conde de Pallás y del vizconde de Illa y la elección que hicieron. Concurrió también el vizconde de Castelbó en conformarse con los dos estados en que el parlamento general de los reinos se tuviese en Alcañiz que se había señalado por los del reino de Aragón y lo de los presidentes remitía que se declarase por justicia. Pero aquella parte del conde de Pallás y del vizconde de Illa hicieron públicamente elección de la persona del gobernador para presidente en el parlamento general, con esta condición: que si algunos le tenían justa y probablemente por sospechoso se proveyese de remedio conforme a derecho. Diez y ocho personas que en nombre del parlamento se nombraron y para qué. Siguióse tras esto que los estados eclesiástico y real con la parte del conde de Cardona que se juntó con ellos, como estado militar, en nombre del parlamento nombró y declaró diez y ocho personas a quien se cometía la elección de los presidentes y a alcaides y del lugar. Estos fueron: el arzobispo de Tarragona y los obispos de Urgel y Vic, y los abades de San Cugat, Santas Creus y San Juan de las Abadesas; don Juan conde de Cardona, don Ramón vizconde de Perellós, don Roger de Moncada, Berenguer de Hostalric. Dalmao Zacirera y Azberto Zatrilla, Guillén Oliver y Bonanat Pere síndicos de Barcelona, Gonzalo Carridell de

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Tortosa, Juan de Ribasaltas de Perpiñán, Mateo Fernandell de Villafranca de Penadés y Bernaldo de Perearnao de Berga. Pero esto fue en la misma contradicción del vizconde de Illa y de don Roger Bernaldo de Pallás y de los de su opinión que no tenían aquél por parlamento, afirmando ser los más los que disentían; y quedaron en la misma contradicción y discordia hasta que las novedades y guerra que sucedieron en Aragón los llevaron por otro camino.

CAPÍTULO XXXI De las nueve personas que fueron nombradas en el parlamento de Calatayud para

que le representasen, y la causa porque se despidió. El asiento que se procuraba en la discordia de los barones de Cataluña; y por qué medios. Duró por estos días la disensión que hubo entre los barones de aquel principado con tanto furor y porfía que no se halló remedio ninguno para reducirlos a medios de concordia si no lo dejasen a la determinación de los parlamentos de Aragón y Valencia o de las personas que en ellos se nombrasen, estando ellos entre sí tan discordes y divididos; y de este parecer era el vizconde de Castelbó que se declaró desear en gran manera que cesase toda disensión entre las partes. A este medio vinieron luego el conde de Pallás y el vizconde de Illa y todos los barones y caballeros de su opinión, que eran los que pretendían que debía ser preferido a todos para la presidencia de su parlamento dentro del reino de Aragón el gobernador de Cataluña. Pero los estados de la iglesia y real que se decían parlamento, con los barones y caballeros de la opinión del conde de Cardona, que afirmaban ser las dos partes de los barones y caballeros y gentiles hombres del principado, no vinieron en este partido por la dilación que habría en aquella determinación remitiéndose a los otros reinos; y por no dar lugar que se revocase lo que ellos habían deliberado teniéndose por verdadero parlamento y el nombramiento que habían hecho de las diez y ocho personas a quien remitían la elección de los presidentes; y así quedaron en su disensión y contienda. Embajadores del parlamento de Valencia al de Cataluña y diligencia del papa Benedicto [XIII]. En este medio los del parlamento del reino de Valencia enviaron sus embajadores al parlamento de Calatayud; y los que yo hallo que fueron en esta embajada son: Juan Cifré de Gandía y Berenguer Venrell de Algecira que fueron jurados de Valencia. Y había ido el papa Benedicto al monasterio de Benifazá de la orden de San Bernardo en la diócesi de Tortosa, donde en principio del mes de mayo procuraba que se apaciguasen las diferencias de los bandos de aquel reino y en conformidad se redujesen a una cierta congregación general para que en nombre de toda ella se procurase de proceder a la declaración del legítimo sucesor con el reino de Aragón y con los del principado de Cataluña.

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Nueve personas que el parlamento de Aragón nombró; y para qué. Después que el parlamento deste reino fue ayuntado en Calatayud, al cual se hallaron fray Pedro Ruiz de Moros castellán de Amposta y don Antonio de Luna como diputado del reino y don Artal de Alagón y algunos ricos hombres y muchos caballeros en gran número, por excusar entre sí los que allí concurrieron toda manera de alteración y escándalo que se esperaba seguir si todos se hallasen e interviniesen a las deliberaciones, dieron poder a nueve personas que deliberasen sobre los autos y medios que se debían proponer para que se congregase parlamento general de los reinos y principado para tratar del derecho de la sucesión. Estas personas fueron: el arzobispo de Zaragoza, don Juan de Valtierra obispo de Tarazona, y por el estado de los nobles micer Berenguer de Almenara y Juan Cid letrado vecino de Calatayud, y por el de los caballeros Juan Fernández de Sayas y Gil del Vayo, también de Calatayud, y por las universidades Ramón de Torrellas ciudadano de Zaragoza y Antonio del Castillo justicia de Alcañiz. Y por todos los cuatro estados del reino fue nombrado Berenguer de Bardají. Lo que los nueve nombrados acordaron con los embajadores de Cataluña y Valencia. Estas nueve personas comenzaron a tratar con los embajadores del principado de Cataluña y del reino de Valencia y en todo vinieron a estar conformes si no en lo que tocaba a declarar los que habían de ser presidentes en el parlamento general de todos los reinos. Y dudando de llegar a término de discordia en negocio tan grande y de tanta importancia se movió un nuevo partido, y fue acordado que pues el arzobispo de Zaragoza por causa necesaria había de venir a Zaragoza, los embajadores de Valencia y Cataluña y los nueve nombrados por el reino de Aragón se viniesen a Zaragoza o cerca desta ciudad por dar buena conclusión en los negocios. Lo que con el obispo de Tarazona trató el justicia de Aragón y el rompimiento que hubo. Siguióse tras esto que un jueves a 28 de mayo el justicia de Aragón, Juan Cid y Antonio del Castillo fueron a declarar al obispo de Tarazona que habiéndose mandado llamar los letrados y foristas que se hallaban en esta sazón en aquella ciudad, comunicaron entre sí este mismo día juntándose en las casas del obispo a donde el arzobispo de Zaragoza posaba; y en su presencia y de otras personas que se habían congregado en nombre del parlamento sobre la respuesta que se había de dar a los embajadores del principado de Cataluña que tocaba a lo de la presidencia que se había de tener por el mismo principado en el ayuntamiento general de los reinos, se había ya resolvido y determinado el parecer de aquellos letrados y de otras personas del consejo; y se acordó que se les diese la respuesta. Mostró el obispo recibir de aquello grande admiración, afirmando que ni había sido llamado ni se halló presente a la deliberación que decían ni a la disputa y plática que señalaban, y que debiera ser requerido como uno de los dos eligidos por el brazo eclesiástico y hallarse a la determinación. Por esta causa dijo que no consentía a lo acordado y en su nombre y de su cabildo lo contradecía.

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El arzobispo de Zaragoza en nombre de la congregación despidió el parlamento. A 30 del mismo mes, después de las vísperas, estando en la iglesia de San Pedro de los Francos ayuntados el arzobispo, gobernador y justicia de Aragón y las personas que se congregaban al parlamento general, el arzobispo en nombre de la congregación concluyó el parlamento y dio a todos licencia para que se fuesen a sus casas con esta orden: que el poder y facultad que dio aquella congregación a las nueve personas durase en su fuerza y vigor. Y lo mismo dijeron y aprobaron el gobernador y justicia de Aragón. Réplicas del obispo de Tarazona. Entonces dijo el obispo de Tarazona que como uno de los nombrados por el estado eclesiástico y en nombre de cuyo interese fuese, no consentía en tal deliberación y la contradecía, y no lo quiso permitir ni aprobar; pero el arzobispo, gobernador y justicia de Aragón perseverando en su determinación mandaron que se testificase aquel despidimiento. El domingo siguiente, que fue el postrero de mayo, estando en la congregación junta en aquella iglesia el obispo de Tarazona y Ramón Torrell vicario general de Tarazona como procurador del cabildo, protestaron que no consentían en lo que se había ordenado y lo contradijeron, afirmando que ni la congregación ni los mismos nueve nombrados habían tomado resolución alguna con los embajadores del principado de Cataluña de aquellas cosas para cuya deliberación habían sido llamados y se juntaron en aquella ciudad ni con los embajadores del reino de Valencia y por otras causas; y que si el parlamento se deshacía expirase el poder que se había dado a los nueve y no pudiesen de allí adelante ordenar ni disponer cosa alguna en nombre del parlamento. Lo que persuadieron al obispo de Tarazona: su respuesta y cómo quedó el parlamento desbaratado. El 1.º de junio celebrándose en la misma iglesia el oficio de prima, hallándose allí el arzobispo, justicia de Aragón, el abad de Montserrat, don Guillén Ramón de Moncada, don Pedro de Cervellón y la mayor parte de los embajadores de Cataluña y los del reino de Valencia, se envió a decir al obispo de Tarazona que estaba ya a caballo para partirse, que el arzobispo y las ocho personas le rogaban que considerado que ellos se habían congregado en aquella iglesia de San Pedro a su parlamento y entendían tratar en él de mudar el lugar de la congregación, fuese allá. Y respondió que ya había enviado su voto y parecer por escrito y que en aquello perseveraba. Así se partió el obispo y quedó el parlamento desbaratado y deshecho. Resolución que se tomó. Y fue allí acordado que los parlamentos de los reinos y principado de Cataluña se congregasen de manera que representasen los reinos y se juntasen en los lugares más vecinos. Esta resolución se tomó por el consejo y parecer de Berenguer de Bardají y se deliberó con acuerdo de los embajadores de Cataluña y Valencia, aunque primero se trató de señalar lugar a donde se juntasen todos. Y como no se conformaron se despidió el parlamento.

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CAPÍTULO XXXII

De las vistas que tuvieron el arzobispo de Zaragoza y don Antonio de Luna a las puertas de La Almunia, y que fue en ellas muerto el arzobispo.

Lo que se vio en la congregación de Calatayud. Por lo que está referido se puede entender muy bien cuánta parte de la pasión que hubo entre los barones y caballeros de Cataluña que asistían a su congregación en Barcelona sobre la elección de las personas que habían de presidir en su parlamento cuando se juntasen en un lugar los de la congregación de Calatayud. Pues por la misma causa resultó entre otros reinos, y cuánta parte de la milicia del tiempo vino a alcanzar a ellos tan a deshora tanta disensión que vinieron a romper lo que tanto había costado de introducir y ordenar en beneficio del bien universal y a seguirse tan grandes movimientos. También el arzobispo salió de aquella ciudad el mismo día que el obispo de Tarazona sin detenerse un punto y vínose al lugar de La Almunia. Estando en aquel lugar, un Francisco de Belcayre y Miguel de Mazas notario que era de la casa de don Antonio de Luna, fueron al arzobispo de parte de don Antonio y le dijeron que le esperaba en el camino y le suplicaron que saliese fuera. Y así se fue para él como estaba entre ellos acordado; y salió del lugar desarmado. El arzobispo de Zaragoza fue a verse con don Antonio de Luna. Iban con el arzobispo algunos caballeros y pocos de sus familiares y servidores y entre éstos se escribe que eran el sacristán de la iglesia mayor de Zaragoza y Juan Bonet rector de Martín y otros capellanes y cinco escuderos desarmados, que era bien diferente traje del que había hecho oficio de capitán de Zaragoza en aquellas turbaciones, y más, saliendo a verse con un enemigo tan declarado y poderoso y con esto arriscado y atrevido, aunque el arzobispo se persuadiese que serían las vistas para tomar algún buen asiento en aquella diferencia de la mudanza del lugar del parlamento. Con don Antonio de Luna iban un caballero que se decía don Juan Ximénez de Salanova, Fortún Díaz de Escorón, Garci López de Cabañas, Juan Dordás, Luis de Lográn, Pascual Navarro y Miguel de Mazas y otros escuderos y gente de caballo. Celada que tenía don Antonio de Luna. Tomó el arzobispo su camino para aquel lugar a donde don Antonio y su compañía le esperaban. Y tenía don Antonio -según Lorenzo de Vala escribe- en un bosque hasta docientas lanzas en celada. Y él pasó a verse con el arzobispo con muy pocos armados, porque en aquel tiempo por prevalecer los bandos siendo él principal del uno, todos llevaban armas ofensivas y defensivas. Palabras del arzobispo y de don Antonio de Luna. Habiéndose saludado muy amorosamente se apartaron y hablaron solos por gran espacio. Mas el mismo

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autor declara las palabras que pasaron: que habiendo llamado hijo el arzobispo a don Antonio y don Antonio a él padre, le preguntó don Antonio si había de ser rey el conde de Urgel; y que el arzobispo le respondió que no mientras él viviese. Y que don Antonio le dijo que lo sería, o vivo el arzobispo o muerto. Y que a esto respondió el arzobispo que muerto bien podría ser, pero no siendo preso: y que en este punto revolviendo el arzobispo la rienda, don Antonio le hirió con la mano en la cara, y echando mano a la espada le hirió en la cabeza. Y volviendo huyendo le hirieron los que iban con don Antonio; y que uno dellos que sólo llevaba una lanza para don Antonio le hirió con ella y derribó a tierra, y caído le acabaron de matar; y entre las otras heridas le cortaron la una mano. Mató don Antonio de Luna a don García Fernández de Heredia arzobispo de Zaragoza. Lo que por nuestras memorias parece es que con la plática fue don Antonio apartando al arzobispo y desviándole de su compañía cuanto pudo, estando en el camino público por donde se va de La Almunia al lugar de Almonacir. Y Martín de Alpartil escribe que fue hacia la parte del término que llamaban del Pueyo de Aranda. Y puédesele dar crédito, pues fue en aquel tiempo y era nacido tan cerca de aquel lugar. Entonces, según se afirma por la información que se recibió de aquel caso, que don Antonio furiosamente desenvainó su espada y los escuderos que estaban con él arremetieron juntamente con sus lanzas e hirieron al arzobispo de muerte así en la cabeza como en otras partes del cuerpo y le derribaron de la mula y allí le acabaron de matar muy cruelmente y le degollaron. Los que con el arzobispo murieron. Fueron con él muertos, según escribe Juan Ximénez Cerdán justicia de Aragón: Pero Díaz Garlón, Tomás y Alonso de Liñán que eran dos caballeros hermanos de Calatayud; y cortaron un brazo a Pero Fernández de Felices, y fue preso Jaime Cerdán hijo del justicia de Aragón, y fue herido Juan Bonet su capellán. Lo que causó la muerte del arzobispo de Zaragoza. Fue la muerte deste perlado en tal tiempo con gran detrimento de la república, porque allende de ser el caso tan malvado y sacrílego fue de gran turbación y estorbó a la expedición del negocio general que se trataba de la sucesión, así porque con gran hervor mostraba tener muy buena intención a la declaración de la justicia de la sucesión del reino y trabajaba sin cesar en ello; y su linaje y autoridad cumplía mucho para la buena determinación de lo que se procuraba por estos reinos, como para entenderse que sus parientes y amigos que eran muchos no solamente en este reino pero en Castilla y Navarra se habían de mostrar por una parte y por otra poderosamente. Opinión de Lorenzo de Valla sobre la muerte del arzobispo [de Zaragoza]. Refiere una cosa el mismo Lorenzo de Vala que hace más grave el acometimiento de don Antonio, porque afirma que don Antonio era tan familiar y allegado a la casa del arzobispo que llevaba dél en cada un año setecientos florines y que se los daba porque favoreciese la parte de Blasco Fernández de Heredia que era su sobrino por parte de varón del linaje de los Heredias; y tenía diferencia por parte del

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estado con Juan Fernández de Heredia que también era su sobrino pero por parte de su madre que era hermana del arzobispo y mujer del gobernador Gil Ruiz de Lihori. Y dice este autor que muy pocos tenían noticia desto, lo que para mí es muy dudoso. Quién era don Antonio de Luna; y a dónde se recogió. Porque don Antonio era de los mayores señores del reino, y su casa de las más ilustres y de gran parentela y por la madre de la sangre real. Y eran sobrinos suyos don Juan Ramón Folch conde de Cardona y don Guillén Ramón de Moncada y don Artal de Alagón señores de Mequinenza y de Pina. Y así no parece que podía ser que un tan gran señor en este reino fuese cliente -como él dice- del arzobispo no siendo de su linaje. Don Antonio se entró en su lugar de Almonacir y allí se detuvo algunos días. Valedores de don Antonio de Luna. Y como luego comenzaron a juntarse diversas compañías de gente de armas de fuera del reino, él y los suyos hubieron de recogerse a los lugares del castellán de Amposta y de don Pedro Fernández de Ijar comendador mayor de Montalbán y de don Artal de Alagón. Y acudieron a valerle don Artal hijo de don Artal señor de Pina, don Fernán López de Luna y don Juan Ruiz de Luna su hijo, don Juan de Ijar, Garci López de Sesé y García de Sesé su hijo. Peligro en que se vio don Guillén de Moncada embajador de Cataluña. En un caso tan atroz como éste parecía que no se hizo solamente injuria y ofensa a la universal iglesia pero a todo el reino, siendo el arzobispo el que en sus congregaciones presidía con tanta dignidad tratándose en ellas de un negocio tan general y que tanto tocaba al beneficio de todos los estados dél. Y por su muerte quedaron tan turbados los embajadores del principado de Cataluña y del reino de Valencia que no sabían deliberar lo que debían hacer. Pero mostraron en este trance mucha constancia, porque sin salir del reino se fueron a la villa de Alcañiz, y don Guillén Ramón de Moncada, uno dellos, que era sobrino de don Antonio de Luna, se vio en grande peligro y con harto trabajo se fue a Pina lugar de don Artal de Luna que fue casado con doña Marquesa de Luna hermana de doña Elfa de Luna su madre, que fueron hermanas de don antonio.

CAPÍTULO XXXIII Que el rey don Juan de Castilla y la reina doña Catalina su madre declararon a los parlamentos que el derecho de la sucesión destos reinos competía al infante don Hernando porque no se tuviese por competidor en ella el rey de Castilla. Y de lo que les respondió por el parlamento del principado a la posesión que se pidió de los reinos en virtud de la aceptación. TC> La reina doña Catalina favorece al infante don Fernando. Desde que el infante don Hernando de Castilla se declaró competidor en la sucesión destos reinos aún

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en vida del rey don Martín su tío, siempre se favoreció de la reina doña Catalina madre del rey don Juan de Castilla su sobrino, con quien tenía el regimiento de aquellos reinos, no sólo por valerse y servirse de las fuerzas y riquezas de Castilla para su autoridad y casa, pero para que la reina y los grandes del reino reconociesen que a él pertenecía el derecho de la sucesión por justicia y que en ella debía ser preferido al rey don Juan su sobrino como más propinco del rey don Martín. Con este intento en todas las embajadas venían principalmente personas muy señaladas por embajadores del rey de Castilla para recomendar en su nombre a los estados destos reinos el derecho y justicia del infante su tío. Era esto con gran consejo y con mucha consideración: tanto que sucedieron tiempos que el rey de Castilla se sintió bien de la declaración que se hizo por los letrados de aquellos reinos que la justicia era del infante y no suya. Lo que el infante don Fernando ordenó a los embajadores de su sobrino y suyos; y quiénes fueron. Había el infante dado orden desde Medina del Campo a los embajadores del rey de Castilla y suyos que eran don Diego Gómez de Fuensalida abad de Valladolid, Fernán Gutiérrez de Vega, Pedro Díaz de Quesada, el doctor Juan González de Acevedo y Lope Guillén de Olmedo, que presentasen en forma pública a los parlamentos la aceptación y la que llamaba adición de heredad de la sucesión destos reinos que tuvo el rey don Martín su tío, que él hizo con solemnidad en el real sobre la villa de Antequera como se ha referido; la cual había confirmado en Medina del Campo y la tornó a hacer de nuevo como si en aquello estuviera la seguridad de la sucesión, prosiguiéndose por términos de justicia y no por las armas como ordinariamente suele ser. Testigos de la aceptación del infante don Fernando [de Antequera]. Hízose aquel auto entonces con más solemnidad, hallándose a él presentes don Alonso obispo de León chanceller mayor de don Alonso de Castilla del infante, y de don Diego López de Stuñiga justicia mayor del rey de Castilla, y de don Alonso Enríquez almirante mayor del rey de Castilla, y de don Gutierre Gómez de Toledo arcidiano de Guadalajara. Esto fue a 14 del mes de mayo; y para más satisfacción de los parlamentos procuró que el rey de Castilla y la reina su madre por escrito les declarasen que tenían por muy notoria y cierta su justicia en la sucesión, porque en estos reinos no se tuviese en ella por competidor el rey de Castilla como bisnieto del rey don Pedro de Aragón. Desto se despacharon cartas para los parlamentos que eran deste tenor: Carta del rey [don Juan II] de Castilla a los parlamentos [de la corona de Aragón]. "A los reverendos padres arzobispos, obispos, e a los condes e ricos homes e nobles mis bien amados, el gobernador e justicia de Aragón e caballeros del reino de Aragón. Yo el rey de Castilla e de León vos envío mucho saludar como aquellos que mucho amo e precio e para quien mucha honra e buena ventura querría. Sabed que yo considerando la gran lealtanza e nobleza e fidelidad que los vuestros e los desos reinos de la corona de Aragón siempre acataron e guardaron

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en las sucesiones que los reyes pasados desos reinos, que hayan santo paraíso, onde yo vengo ovieron a ellos, e en cómo el rey don Martín mi muy caro e muy amado tío, que Dios perdone, se pasó desta presente vida ab intestado, e en cómo el infante don Fernando mi tío e mi tutor e regidor de mis reinos sea el pariente más propinco varón al dicho rey mi tío e el que más claro e mayor derecho ha a la sucesión dellos según ya del negocio sois bien certificados; por ende, confiando en la vuestra gran nobleza e que sois tales personas que guardaredes justicia e verdad a aquel que la tiene, guardando vuestras conciencias e lealtanza como siempre fecistes, acordé de vos escrivir sobre ello. Porque vos ruego cuanto puedo que querades dar acucia porque la congregación general e determinación desos dichos reinos se faga en breve e sin acatar luenga oviedes a los estorbadores que han voluntad que la dicha determinación non aya efeto e se aluengue de cada día; e querades guardar la justicia e derecho al dicho infante mi tío pues que lo él tiene claro a la dicha sucesión desos dichos reinos como yo creo que sabedes; en lo cual faredes lo que debedes parando mientes al buen deudo e naturaleza que el dicho infante mi tío tiene en esos dichos reinos e tenía con el dicho rey mi muy caro y muy amado tío que Dios perdone e a la gran buena voluntad que le había; e guardaredes vuestras conciencias e daredes manera a vía como estos mis reinos e otrosí esos de la corona de Aragón sean siempre como una cosa e dure siempre entre ellos buena hermandad como está en deudo e en razón. Lo que si así no ficiesedes por fallecer la justicia, por aventura podría ser otra cosa. E por cuanto a mí es fecho entender que avedes señalado lugar donde se faga la dicha congregación, ruego vos que me enviedes decir el lugar e tiempo e cuándo se ha de facer el ayuntamiento general sobre la dicha sucesión porque yo pueda enviar allá mis embajadores con tiempo bien informados sobre el dicho negocio. E en esto faredes vuestro deber e yo gradescer vos lo he mucho para en lo que a vuestras honras cumpla. E sobre esto vos ruego que aya luego vuestra respuesta porque yo sea certificado de vuestras voluntades. Dada en la villa de Valladolid diez e nueve días de mayo. Yo Sancho Romero la fis escrivir por mandado de los señores reina e infante tutores de nuestro señor el rey e regidores de los sus reinos." Lo que los embajadores del rey [Juan II] de Castilla hicieron en el parlamento de Cataluña; y las palabras expresas de su embajada. Mas como los embajadores del infante hallaron las cosas tan turbadas en Aragón que comenzaron todos a ponerse en armas, Fernán Gutiérrez de Vega y Juan González de Acevedo presentaron sus letras en el parlamento de Cataluña a 8 del mes de junio y el instrumento de la aceptación que hizo el infante de la heredad de la sucesión del rey de Aragón su tío, y explicaron públicamente su embajada que en suma era esta: "Que maguer considerada la naturaleza de los reinos e dignidades reales creían que no fuese necesario ningún misterio de adición e aceptación de herencia al muy gran triunfador el infante don Hernando de Castilla en la sucesión de los reinos e dignidades reales e señoríos e tierras que se tenían e poseían por el muy alto e muy poderoso príncipe de muy ínclita e muy gloriosa memoria el rey don Martín tío del infante, por cuanto los dichos reinos e dignidades reales e señoríos e tierras eran debidas e pertenescían al infante por su proprio derecho, por

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derecho de sangre de linaje por ser pariente más propinco e más acostado al rey don Martín que otro alguno en ser varón e nascido de legítimo matrimonio e descendiente de aquella misma estirpe e ser de la misma línea donde descendía e era el rey don Martín postreramente defunto, a la persona del cual debía ser habido respeto en el cuento de la propincuidad e proximidad de la consanguinidad e parentela. Pero a mayor abundamiento e cautela el infante fizo adición e aceptación de los dichos reinos e dignidades reales e señoríos según que se tenían e poseían por el rey don Martín en su vida, declarando su voluntad por palabras expresas en diversos tiempos que quiso e quería la dicha sucesión e ser sucesor del rey don Martín, pues que la dicha sucesión le pertenescía por derecho." Protestas de los embajadores de Castilla al parlamento de Cataluña. "Que ellos protestaban estas adiciones y aceptaciones y declaraciones así como embajadores del infante e sus procuradores especialmente constituídos para ello e ordenados, e las notificaban ante el parlamento, suplicándoles con aquella instancia que pertenescía, que reconosciendo e guardando la justicia del infante según lo tenían a cargo les pluguiese de le dar posesión civil e natural y corporal destos reinos e señoríos cuanto en ellos fuese e ir pudiese, recibiendo por rey e natural señor al infante e haciéndole las fidelidades e homenajes que se acostumbraron facer a los reyes e señores destos reinos. Ca él era presto para venir personalmente a recibir la dicha posesión e fidelidades e homenajes e naturalezas e facer a los reinos e naturales dellos todas aquellas cosas que facer se deben. E si para esto eran necesarios algunos instrumentos rogaban al notario que estaba presente que lo hiciese por conservación del derecho del infante." Respuesta prudente y grave del parlamento de Cataluña a la embajada por el infante don Fernando del rey [don Juan II] de Castilla. A esta embajada se respondió por el parlamento muy grave e prudentemente porque dijeron que aquella congregación creía que considerada la disposición del derecho común y la naturaleza de los reinos y dignidades reales no era necesario misterio de adición y aceptación de herencia al que por derecho, justicia y razón le pertenescía, y el señor infante podía haber declarado de palabra su voluntad, que era de haber querido y querer aceptar la sucesión de los reinos y señoríos desta corona en los cuales pretendía haber derecho. Mas viniendo a la suplicación hecha por que por derecho, justicia y razón le pertenescía, y que el señor infante respondía el parlamento con todo honor e reverencia que él no podía ver ni conocer en alguna manera que le fuese lícito o permitido dar al señor infante ni a otro competidor posesión alguna destos reinos ni hacer fidelidades ni homenajes al señor infante ni a otro alguno, hasta que fuese visto e deliberado por justicia por los reinos e tierras de la corona real de Aragón a quien pertenescía el derecho de la sucesión. Que esta deliberación no la podía hacer por sí apartadamente aquel principado sin los otros reinos e señoríos ni era expediente, y así no podrían reconocer su derecho ni pasar a darle posesión alguna pues por buena razón y por orden y derecho, primero se debía discutir a quién pertenescía la justicia de la sucesión, lo que aquel principado no había hecho por algunas dificultades que se habían

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seguido en hacerse el ayuntamiento general de los reinos y por otras justas razones; y mucho más porque no le tocaba sin los otros reinos entremeterse en aquello. También dijeron que según la grandeza del señor infante y la prudencia y consideración de sus embajadores bien debían saber que los competidores que pretendían tener derecho en la sucesión eran muchos, y podía ser manifiesto a cada uno que si la demanda del señor infante fuera sola, más fácilmente pudiera ser vista la salida y la conclusión de tan soberano y grande negocio como era este de la sucesión, porque solamente se hubiera de entender en la ejecución y averiguación de su derecho. Mas como los competidores -según era notorio- eran tantos, necesariamente la averiguación del derecho y justicia había de ser más difícil. En lo demás ofrecían muy largamente de asistir para que con toda brevedad se determinase lo que convenía a la declaración, representando que de la dilación que hubiese en tan grande y grave negocio no se debían maravillar los competidores.

CAPÍTULO XXXIV Que por parte de don Antonio de Luna se tuvo recurso al parlamento de Cataluña

creyendo ser favorecido contra sus enemigos. Atrevimiento de don Pedro de Moncada en el parlamento de Cataluña. Después de un hecho tan enorme y terrible como fue la crueldad que se ejecutó en la persona del arzobispo de Zaragoza, que era de tan gran dignidad y tan generoso y tanta parte en el estado del reino, no pudo ser cosa más vergonzosa y deshonesta que representar en el parlamento general de Cataluña don Pedro de Moncada, sobrino de don Antonio de Luna, las causas de su muerte como si se hubiera ejecutado en una persona muy facinerosa y que era perturbador de la paz pública del reino. Don Antonio de Luna defensor del conde de Urgel. Tenía don Antonio en aquel principado grandes amigos y valedores no sólo por ser tan propria cosa del conde de Urgel y haberse hecho caudillo de sus aliados y servidores y defensor público de su derecho y justicia, pero por el deudo que tenía con las casas de Cardona y Moncada que eran tanta parte en aquel principado siendo sus sobrinos el conde de Cardona y don Guillén Ramón de Moncada y don Pedro de Moncada. El gobernador y el justicia de Aragón no dejaron su presidencia en Calatayud. Mas los que presidían en las deliberaciones del parlamento general de Aragón, que eran el gobernador y justicia de Aragón, sus declarados y perpetuos enemigos, aunque después de la muerte del arzobispo estando don Antonio de Luna en su lugar de Almonacir, siempre le iban acudiendo sus valedores y era de temer que desta tan grande novedad se habían de seguir mayores movimientos y rompimiento de guerra a que no se pudiese poner remedio considerada la mucha fuerza y poder de las partes, el gobernador y el justicia de Aragón y Berenguer de

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Bardají estando don Antonio tan cerca, asistieron en Calatayud, esforzando y persuadiendo que se entendiese en dar fin a lo comenzado y no desampararon su presidencia, aunque los embajadores de Cataluña y del reino de Valencia se fueron para Alcañiz a donde estaba acordado entre ellos que se juntase el parlamento de Aragón; y don Guillén Ramón de Moncada como dicho es, se fue a Pina y después se envió en su lugar don Pedro de Moncada su hermano. Con lo que don Antonio de Luna se descarga de la muerte del arzobispo de Zaragoza. Detuviéronse en Calatayud el gobernador y justicia de Aragón hasta 15 de junio; y del caso sucedido en la muerte del arzobispo se hizo tal relación a los de la congregación del principado que se afirmaba por cartas de don Antonio de manera como si se hubiera hecho un muy señalado servicio a estos reinos en quitar de medio el que era causa de la disensión general de todos ellos, afirmando ser hombre de mala vida y que por todo su poder había desviado con falsos y deshonestos tratos la prosecución de los medios de justicia y la declaración de la sucesión, en tanto grado que continuamente entendía después de la muerte del rey don Martín en apoderarse de las ciudades y villas y castillos reales; y así lo iba ejecutando sin algún temor de Dios ni respeto de las gentes. Que él había sido causa que se rompiesen de hecho todas las buenas deliberaciones y los asientos que en concordia se habían tomado con los embajadores de Cataluña y Valencia. Y porque los hechos del todo viniesen a su intención y propósito y que en ninguna manera se pudiesen corregir y reformar por los estados deste reino algunas dudas y contiendas que había entre los embajadores del principado de Cataluña y del reino de Valencia, especialmente sobre el hecho de la presidencia y del lugar a donde se debía congregar el ayuntamiento general destos reinos, el arzobispo y los de su opinión dieron licencia que se despidiese el parlamento de Calatayud, habiendo tratado el arzobispo la muerte diversas veces a don Antonio de Luna; y con aquella intención de ejecutarlo por su poder partió de Calatayud tomando su camino la vía de Zaragoza a donde había hecho grandes aparejos por tenerla ocupada por tiranía, y que llegó al lugar de La Almunia de Doña Godina con gran número de gente de caballo armada y desde allí él requirió a don Antonio que se viesen. Cuenta don Antonio de Luna la muerte del arzobispo [de Zaragoza]. Afirmaba don Antonio que él llegó muy cerca de las puertas del lugar antes del sol puesto como quiera que había sido avisado del falso trato que le había movido el arzobispo, y que allí tuvieron algunas pláticas asaz estrechas, y en ellas le acusó el arzobispo de trato falso y desleal sobre el cual se habían ordenado por él ciertos capítulos, y sobre ello rompieron los dos en tanto que vinieron a las manos; y la pelea fue mezclada asaz grande e muy trabada en la cual había dejado atrás don Antonio toda su gente por gran distancia y él se hallaba solo con uno de a caballo y con el arzobispo había hasta treinta de caballo y diez a pie bien armados; y en aquel punto hizo don Antonio todo su poder por prender al arzobispo y no hacerle otro daño hasta tanto que él fue herido de golpe de espada en la garganta. Que entonces con los que acudieron a don Antonio se encendió la pelea y por la gracia de nuestro Señor el arzobispo fue puesto en vencida y los que con él eran, y

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jamás se quiso dar a prisión y quedó en el campo muerto con otros sus servidores cerca de las puertas del lugar. Don Antonio de Luna se justifica con el parlamento de Cataluña. Ofrecía que si alguna persona señalada, barón o caballero su igual, quisiese defender lo contrario, aunque lo podía probar bastante y legítimante, combatiría su cuerpo al suyo y le haría otorgar ser todo esto verdad. Que como quiera que él con sus parientes y amigos y servidores pudiesen en esta sazón ocupar algunas ciudades, villas y castillos y lugares reales como el arzobispo lo hacía, pero siguiendo las pisadas de sus antecesores como aquel que pensaba descender en parte verdaderamente de la corona real de Aragón y de pura lealtad, que habían derramado su sangre en diversas conquistas, él con sus parientes y amigos y servidores se pensaba emplear por entender quién era su verdadero rey y señor, gobernándose por la forma y manera muy santa que los del parlamento de Cataluña habían descubierto a los otros. El aviso que don Antonio de Luna refirió al parlamento. Por otra parte certificaba que tenía aviso de Guillén y de Ramón de Palafox que el infante de Castilla era solicitado con gran instancia que viniese a este reino o enviase algunas compañías de gente de armas, que entrasen en Calatayud, ofreciéndole aquella ciudad y otras fuerzas a recuesta de Gil Ruiz de Lihori con otros de su bando; y que puesto que no creía que el infante se moviese sino de la manera que pertenescía a un príncipe tan justo y verdadero como él era y que amaba y temía a Dios; pero por excusar todos los males que se esperaban seguir pedía al parlamento que proveyesen en ello pues por la muerte de un tirano no se debía turbar tan santa obra como era la declaración de su verdadero rey y señor. El descargo de don Antonio [de Luna] se oyó y sus cartas se guardaron. Todas estas cosas no solamente se oyeron públicamente en aquella congregación pero se pusieron las cartas en los auctos del parlamento como para perpetua memoria, y se platicó del remedio para que no se diese lugar que entrase en el reino gente de armas extranjera.

CAPÍTULO XXXV De la guerra que Juan Fernández de Heredia comenzó a hacer en venganza de la

muerte del arzobispo de Zaragoza, su tío. Lo que por la muerte del arzobispo [de Zaragoza] se temió resultase. Habiéndose cometido un hecho tan cruel en la persona de un tan gran perlado y tan ilustre, se tuvo la guerra por cierta, creyendo haberse emprendido acordadamente para sacar aquel negocio de los términos de disputa y averiguación de justicia y seguirle por las armas. Y aunque pareció haber sido para poner espanto, porque no se osasen juntar, se temió que era con mayor apercibimiento y conspiración de gentes de lo que después pareció. Hubo temor que el conde de Urgel esperaba algunas compañías de gente de Gascuña o de Lombardía de los señores que eran

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de la casa de los marqueses de Monferrat de donde descendía la condesa doña Margarita su madre, socorro muy débil e incierto y de lejos; y por aquel camino se quitaba la esperanza de reducir las cosas a términos de justicia y se habían de poner a todo riesgo y peligro, pues del concurso de ejércitos de gente extranjera y de vencimiento no se podían seguir sino grandes movimientos y males y opresión de la libertad con tiranía. Mas ello se cometió tan mala y temerariamente que fue allanar la entrada de las gentes del rey de Castilla que estaban a disposición del infante, no teniendo el conde que era el más poderoso de los que competían por la sucesión dentro del reino gente ninguna extranjera. Los parientes del arzobispo muerto determinan seguir al infante don Fernando: de qué modo y por qué. Y sucedió por esta vía de fuerza lo peor que pudo ser; porque los parientes del arzobispo -que eran mucha parte en el reino-, que se pensaba antes que estaban aficionados en procurar la sucesión del infante don Luis hijo de la reina doña Violante de Sicilia (que fueron muy favorecidos de la reina doña Violante su agüela mujer del rey don Juan de Aragón, que parecía convenir en gran manera pues con aquella sucesión volvía la Proenza a la corona real, estando el rey Luis de Sicilia tan puesto en la empresa del reino de Nápoles), deliberaron de seguir después de la muerte del arzobispo la parte del infante don Hernando si aquello se había de determinar por las armas, por valerse de su poder y de la gente del rey de Castilla que se vino acercando a las fronteras. Esto fue ponerles las armas en las manos para echar con ellas a sus enemigos por asegurar y allanar la tierra para que pacíficamente se siguiesen los medios de justicia, pues en el conde de Urgel ni en los suyos no se descubrían tantas fuerzas sino temerario furor y osadía. El conde de Urgel era ya más aborrecido que estimado. Así fue poco a poco perdiendo la estimación y reputación que le quedaba como más propinco sucesor de la casa real por línea legítima de varón, y como se creía que él fue causa de la muerte del arzobispo por la contradición que se hacía en lo de la presidencia del parlamento de Cataluña en caso de la congregación general de todos los reinos, comenzaron a menospreciarle y aborrecerle los más como a tirano, y desconfiar de la parte que se había usurpado. Y solamente le seguían en este reino aquellos que se habían ya declarado enemigos de la república y sus aliados y valedores. Toma de la ciudad de Albarracín. Lo primero que se acometió en venganza de la muerte del arzobispo fue procurar Juan Fernández de Heredia de apoderarse de la ciudad de Albarracín a donde tenía las dos partes del pueblo a su mano y tener en su poder el castillo como cosa tan importante por estar aquella ciudad a los confines de los reinos de Castilla y Valencia y ser plaza tan fuerte e importante. Juan Ruiz de Moros se apoderó del castillo de Albarracín por don Antonio de Luna y lo que Juan Fernández de Heredia hizo. En el mismo instante se apoderó del castillo por orden de don Antonio, Juan Ruiz de Moros, estando el castellán de Amposta en el castillo de Azcón que era de las más principales fuerzas de su orden. Y el castellán de Amposta era el que daba gran favor a todas las empresas

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de don Antonio de Luna y en esta fue el más declarado por aquella parte. Y Juan Ruiz de Moros entró en el castillo de Albarracín con treinta de caballo y con veinte ballesteros. Como supo Juan Fernández de Heredia que el castillo de Albarracín estaba por sus enemigos luego dio la vuelta para Teruel, y de allí salió publicando que iba a una aldea de Teruel; y aquella noche con setenta de caballo y mil cuatrocientos de pie emprendió de escalar el lugar de Villel y entraron el arrabal y lo pusieron a saco; y otro día combatieron el lugar y después le dieron otro combate. El bando de Muñoz seguía al castellán de Amposta y a don Antonio de Luna. Los del bando de Muñoz, que eran muy gran parte en Teruel y seguían la opinión del castellán de Amposta y de don Antonio de Luna, dieron aviso desto al castellán; pero él no era poderoso para resistir a los que habían tomado la voz de perseguir a los que cometieron el insulto de la muerte del arzobispo, porque Zaragoza cabeza del reino estaba en poder de los que siempre fueron a la mano al conde de Urgel en su pretensión de querer usar de la gobernación general; y los mismos -que eran el gobernador de Aragón y su parcialidad- tenían en esta sazón a Calatayud, Daroca y Teruel y todas las aldeas de Tarazona; y no se osaba mudar el castellán de aquel castillo que estaba en muy buena defensa ni salir de aquella comarca, teniendo gran confederación con el gobernador del reino de Valencia que tenía mucha gente junta y hacía guerra contra los caballeros de la opinión contraria que llamaban de fuera. Lo que hizo don Juan de Vilaragut y quién era. Y don Juan de Vilaragut -que era de los principales que los perseguían- con orden del gobernador había tomado un castillo junto de la villa de Morella y lo iba fortificando y proveyendo de buena guarnición de gente de guerra para hacerla a los de Morella; y ponía todos los bastimentos en la aldea de Forcallo, y sus gentes robaban toda aquella comarca. [sucesos de Juan Fernández de Heredia.] Fuese juntando mucha gente con Juan Fernández de Heredia así de Castilla como de Aragón y perseveró en su propósito de tener a su mano la ciudad de Albarracín; y tuvo el castillo cercado muchos días.

CAPÍTULO XXXVI

Que los del parlamento de Cataluña le prorrogaron para la ciudad de Tortosa. El parlamento de Cataluña se mudó a Tortosa; y con qué orden. Vistas las novedades que se seguían en este reino después de la muerte del arzobispo y temiendo las que se esperaban seguir, los del parlamento de Cataluña deliberaron a 16 de junio mudar su congregación a la ciudad de Tortosa por ser tan vecina de los reinos de Aragón y Valencia. Para que el parlamento se pudiese mudar con toda seguridad y como convenía en tiempo de tanta turbación, cometieron las provisiones dello al arzobispo de Tarragona y a los consejeros de Barcelona y a los síndicos de Tortosa, Girona y

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Perpiñán que estaban en aquel parlamento y a Guillén de Valseca. Y porque el mudar y continuar el parlamento pertenescía a la persona real y a su preeminencia o al gobernador, concurrió el gobernador en su nombre en hacer la misma prorrogación; y prorrogóse a 17 de junio para 16 del mes de agosto con gran conformidad y concordia. Guillén de Vallseca por sus grandes calidades consejero del principado de Cataluña. Fue en estos negocios en aquel principado en gran manera estimada la prudencia y consejo de Guillén de Valseca, que era varón de mucha autoridad y de gran ciencia en la profesión del derecho civil; y fue de un ingenio muy singular aunque en anciana edad y de muy débil salud, en cuya persona todo el principado hizo tanta confianza que le tomaron por su consejero común como a persona de puro corazón y muy limpio en las manos y de una grande bondad e integridad; y por esta causa dejó de aconsejar y abogar por cualquiere de los competidores. Los embajadores de Cataluña que de Calatayud se fueron a Alcañiz y el aviso que dio el principado y a quién. Los embajadores del parlamento de Cataluña que estaban en Calatayud, como se ha referido, en aquella tempestad y tormenta se salieron de aquella ciudad como mejor pudieron; y fuéronse a Burbáguena y de allí continuaron su camino para Alcañiz donde se propuso que había de ser la congregación general de todos, aunque aquello no estaba acordado por los otros parlamentos. Y entraron todos en Alcañiz a 11 del mes de junio, excepto don Guillén Ramón de Moncada que se vino a Pina con harto peligro de su persona. Y como dicho es, se envió en su lugar don Pedro de Moncada su hermano. De aquella mudanza dieron los del principado de Cataluña aviso a los perlados y barones y caballeros y universidades del reino particularmente y no como parlamento, antes de llegar a Tortosa, refiriendo que ellos deseando venir con mucha conformidad en el conocimiento de su verdadero rey y príncipe y señor, con el mayor cuidado que pudieron habían procurado que se hiciese una congregación general de todos los reinos y tierras sujetas a la corona real de Aragón para que juntos pudiesen saber y conocer quién era su común rey y señor, por cuya protección y amparo fuesen todos preservados de muchas insolencias y ocasiones que se habían seguido, y se entendía que estaban aparejadas muy peores para adelante, si aquel conocimiento de su rey y señor se difiriese mucho tiempo. Razones de los del principado de Cataluña. Decían que les semejaba ser muy dura cosa y llena de gran desolación que una nación y gente que había acostumbrado vivir con tanta felicidad y paz debajo de la obediencia y regimiento de su rey y señor natural, hallarse sin él o no conocerle ni tener quién le gobernase. Que muy doloroso y triste día fue aquel que perdieron su rey y señor, que los conocía y regía y gobernaba a todos; pero que muy más tristes y lastimeros días eran aquellos que crecían en aumento de divisiones y movimientos y guerras, no teniendo conocimiento del que legítimamente debía suceder. ¿Quién podía prevenir ni considerar los inconvenientes y daños y divisiones y peligros y males que por estar tanto tiempo sin rey estaban dispuestos a todas gentes

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sujetas a esta corona? Pues teniendo experiencia en tan breves días de tanta parte de aquella adversidad y miseria, por medio de sus embajadores que se habían enviado a los reinos de Aragón y Valencia y Mallorca habían trabajado que se juntase aquella congregación general: y por la permisión divina no se pudo aquello conseguir hasta que habían sucedido tales inconvenientes en este reino -de lo que ellos se dolían grandemente- que creían que sería muy difícil y casi imposible poder en esta sazón congregar aquel parlamento general. Que considerada la grandeza destos hechos y lo que les importaba tener verdadero conocimiento de su rey y señor por justicia y cuántos eran los provechos y honras y bienaventuranzas que se seguirían con la noticia de su príncipe y cuántos serían los males que sin él se les podían seguir, teniendo memoria de sus antecesores y cómo se hubieron virtuosa y valerosamente en los negocios árduos y grandes que se siguieron en sus días, queriéndolos imitar en cuanto pudiesen, confiando singularmente de la constancia y animosa lealtad deste reino, habían cobrado ánimo y esfuerzo en sus corazones y deliberado de perseverar con estos reinos en su empresa de saber y ver por justicia quién era su rey y señor. Y así habían prorrogado su parlamento para la ciudad de Tortosa para 16 de agosto por estar en los confines deste reino y del de Valencia y más fácilmente hacer sus deliberaciones y asientos. Y los rogaban y requerían que tuviesen por bien de hallarse para aquel día en el más vecino lugar de Tortosa que pudiesen, que estuviese dentro de Aragón, de suerte que pues no se habían podido juntar en un lugar, a lo menos estando los unos vecinos de los otros pudiesen entender en la prosecución destos tan grandes y tan necesarios negocios, y con su consejo, ayuda y favor pudiesen llegar por los medios de justicia a su fin tan deseado. Este medio había ya sido propuesto en Calatayud por Berenguer de Bardají. Los embajadores que de Alcañiz se fueron, y los que vinieron de Mallorca. Entendieron sus embajadores en persuadir a los perlados y barones deste reino a este medio, el cual todo el parlamento de Cataluña declaraba haber sido propuesto por Berenguer de Bardají en Calatayud. Por esto, por estar los negocios en tan diferente estado, deliberaron que de sus embajadores que estaban ya en Alcañiz por este tiempo se fuese el abad de Montserrat y don Pedro de Cervellón y don Pedro de Moncada a su parlamento. Habían venido para hallarse con el parlamento de Cataluña a las deliberaciones de la declaración de la justicia por el reino de Mallorca un caballero que se llamaba Berenguer de Tagamanent, micer Arnaldo de Mur y Jaime Albertín de la villa de Inca, que fueron escogidos por el consejo general de aquella isla.

CAPÍTULO XXXVII

De la guerra que se hizo en Aragón por Gil Ruiz de Lihori gobernador del reino y por don Pedro Ximénez de Urrea, contra don Antonio de Luna y sus valedores.

S[ituación de Aragón.] Propiedades de las armas. Cuando los catalanes hicieron mudanza en mucha conformidad de aquella congregación que celebraban en

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Barcelona para la ciudad de Tortosa, y había cesado aquella gran diferencia que hubo entre los barones sobre la presidencia de su parlamento para en caso que los reinos se juntasen en un lugar, estaban en este reino las cosas en tanta turbación y rompimiento que se siguió una tan cruda guerra entre las partes que parecía haberse del todo desistido de los medios de la justicia y llegado al juicio de las armas, que son las que suelen poner los reyes en su trono real y sacarlos dél. Gil Ruiz de Lihori gobernador de Aragón se ofrece al infante don Fernando y con quién. Era así que, no sólo por la venganza de un hecho tan feo como fue la muerte del arzobispo, que se cometió por un hombre tan poderoso, pero con temor de otra fuerza mayor, creyendo que aquello se había ejecutado para encaminar el negocio por aquella vía y que era con gran conspiración y ayuntamiento de los que seguían la opinión del conde de Urgel, Gil Ruiz de Lihori gobernador de Aragón, a quien el conde tuvo por declarado enemigo ya en vida del rey don Martín, que era muy poderoso en el reino y era cuñado del arzobispo, se envió a ofrecer al infante don Hernando de Castilla con el doctor Juan Rodríguez de Salamanca con todos los de su linaje y valía y a declararle el estado en que se hallaban las cosas del reino. Con éste envió a pedir que el infante mandase venir las compañías de gente de armas que estaban ya en orden en las fronteras. Y el infante lo proveyó luego como entendió que le cumplía si aquella causa se había de proseguir por las armas o si se perseverase en querer declarar por justicia lo de la sucesión, porque con su mano y favor se allanase el reino y se persiguiesen los que turbasen el estado público dél. Lo que el infante don Fernando [de Antequera] cometió a don Diego Gómez de Fuensalida que estaba en Aragón; y el aviso que don Antonio de Luna tuvo. Estaba por el infante en este reino don Diego Gómez de Fuensalida abad de Valladolid procurando lo que tocaba a su servicio: y cometióle el infante que si al gobernador y a él pareciese que se debía enviar más gente, estuviesen apercibidas otras compañías cuyos capitanes eran Pero González de Mendoza, Diego Pérez Sarmiento, Iñigo López de Mendoza y Pero López de Padilla y que tuviesen ciertas lanzas para que partiesen luego que el abad se lo enviase a mandar de parte del infante. Esto fue hallándose el infante en Valladolid a 10 de junio, pocos días después de la muerte del arzobispo: tan dispuestas y ordenadas estaban las cosas para en cualquier suceso. Apercibimiento por Guillén y Ramón de Palafox en su villa de Ariza. Y dello tuvo aviso don Antonio de Luna estando en Almonacir a 7 del mismo por certificación de Guillén de Palafox y Ramón de Palafox su hijo, que tenían mucho deudo con don Antonio y estaban en su villa de Hariza, los primeros opuestos a cualquiera rompimiento de guerra. Y como supo de la entrada de las compañías de gente de armas de Castilla, apercibió todas las suyas y las de sus parientes y valedores. [planes de Antonio de Luna.] Declarada ya la guerra entre las partes, lo que más le importaba era apoderarse de la ciudad de Zaragoza como de la cabeza del reino y de algunos castillos y plazas fuertes de la frontera, señaladamente de la

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ciudad de Albarracín. Y en esta sazón tenía Juan Fernández de Heredia cercado el castillo de Albarracín a donde se entró como dicho es un caballero aragonés llamado Juan Ruiz de Moros. El gobernador de Aragón procuraba echar la gente del conde de Urgel; cómo y de dónde. Lo primero que se procuró por el gobernador con sus gentes y con la que venía entrando de Castilla fue echar la gente del conde de Urgel que estaba repartida en los lugares de don Antonio de Luna; porque ninguna cosa se temía más por los de este bando que tener al conde por rey con victoria de los suyos o por declaración de la justicia, asegurándose en su nombre la tierra; y a los desta parte los sustentaba la esperanza de ser más poderosa la del infante para oponerse con los que tenían el principal cargo de justicia por la defensa de la libertad. Junta que en Epila hizo don Pedro de Urrea; con quién y lo que deliberaron. Recogió don Pedro Ximénez de Urrea toda su gente de armas y de sus parientes y amigos, y juntáronse con él en Epila el gobernador y justicia de Aragón don Juan Martínez de Luna señor de Illueca, Berenguer de Bardají y Juan de Bardají su hijo, con deliberación de entrarse en Zaragoza porque no se apoderase della gente del conde con ayuda de don Antonio de Luna y de los ricos hombres que le seguían y de un caballero que tenía muchos parientes y amigos dentro y parte del pueblo, que se llamaba Pedro Cerdán, que estaba muy declarado por el conde de Urgel. El gobernador y Berenguer de Bardají volvieron a Calatayud y fueron a Tarazona, Daroca y Teruel para dar ánimo y favor que estas ciudades estuviesen firmes y unidas y muy conformes en su propria defensa contra los que estorbasen los medios de la justicia que se procuraba en la sucesión. Valor grande de Gil Ruiz de Lihori gobernador de Aragón. Y en esto fue muy señalado el esfuerzo y valor del gobernador, que era muy prudente caballero y de anciana edad y de mucha experiencia en las cosas de la guerra y de gran uso y consejo en los negocios de estado, y por su cargo procedía rigurosamente contra los delincuentes y turbadores de la paz y justicia, y andaba por el reino con mucha gente de guerra. El gobernador prendió al obispo de Tarazona; prevención del conde de Urgel y lo que por don Pedro de Urrea se hizo, y capitanes que entraron de Castilla. Entendiéndose que don Juan de Valtierra obispo de Tarazona y mosén Gutierre del Mar el mayor, de Calatayud, que eran del bando de Liñán resistían con todo su poder, que se conociese por términos de justicia lo de la sucesión, fue el obispo preso por el gobernador como persona que turbaba la paz general y que era gran causa de alterar mucha parte de aquella tierra. En este medio envió el conde de Urgel algunas compañías de gente de caballo lo más disimuladamente que pudo en otro nombre a don Antonio de Luna porque se juntaban sus enemigos para hacerle guerra en su estado, y don Pedro de Urrea acudió con sus gentes; y se envió a dar aviso a los capitanes de la gente de armas que estaban en la frontera, y se juntaron con Blasco Fernández de Heredia y Juan de Bardají y con los parientes del arzobispo con voz que todos resistiesen a la entrada del conde en el

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reino y persiguiesen a los que se hallaron en la muerte del arzobispo. Fueron los capitanes que entraron entonces de Castilla en el reino con la gente de armas que estaba en la frontera Garci Fernández Sarmiento adelantado de Galicia, Alvar González de Avila camarero mayor del infante y su mariscal, Pero Núñez de Guzmán, las compañías de Carlos de Arellano señor de los Cameros y de Juan Hurtado de Mendoza mayordomo mayor del rey de Castilla, Lope de Rojas con la gente de Diego Gómez de Sandoval adelantado de Castilla, su primo, y Pero Gómez Barroso. Y era esta gente hasta ochocientos de caballo. El estado que don Antonio de Luna tenía en Aragón. El estado que don Antonio de Luna tenía en este reino era grande, y tan extendido que desde la tierra de Almonacir que está al occidente nueve leguas de Zaragoza y casi otras tantas de los confines de Castilla se podía ir por sus castillos y lugares hasta los montes Pireneos y a los confines de Cataluña, a donde el conde de Urgel tenía su estado y era tanta parte; y también confinaba con Francia porque tenía el señorío de los lugares de Almonacir, Morés, Puysec, Agón, Pola, Alcalá, Sobradiel, Bolea, Loarre, Torres de Galindo, El Frago, Sangarrén, Pequera, Barbués, Torres con el lugar de Apiés en la montaña, Plenas y Pradilla con la mitad de Plasencia, Purroy y la morería de Sabiñán. De suerte que con ocasión de hacer la guerra en el estado de don Antonio y en sus castillos y casas fuertes se atravesaba el reino de parte a parte. Combate del lugar y castillo de Morés. Juntáronse todas estas compañías con las del gobernador y de don Pedro de Urrea, y fuéronse a poner sobre Morés que era un lugar fuerte con un castillo, y entraron el lugar por combate y quemaron el lugar y pusieron fuego a los panes; y talaron las villas y hicieron mucho daño en aquella comarca. Pusieron cerco al castillo y fue combatido bravamente. Y en un combate los que estaban en su defensa mataron a Lope de Rojas de una piedra de un trueno y no se pudo ganar el castillo. Combate de Alcalá y de Pola; y don Antonio de Luna se fue a Oliete lugar de Garci López de Sesé. Como iban en seguimiento de don Antonio de Luna y de su gente pasaron a Alcalá y entraron por combate el lugar y talaron su término. Y de allí fue el ejército sobre Pola y ganaron el castillo, porque la gente del lugar le había desamparado. Y viendo don Antonio el daño que se hacía en su tierra, fuese a Oliete que era de Garci López de Sesé, porque este caballero con los de su linaje y casa -que eran muchos- era de los que más se habían aventurado en seguir a don Antonio de Luna por la empresa del conde de Urgel. Suceso de Belchite. Y pasando la gente de armas en su seguimiento supieron que estaban en Belchite sesenta hombres de armas que eran de don Antonio y de don Juan Ruiz de Luna su yerno, hijo de don Fernán López de Luna que estaban en su defensa; y entráronle por combate y destrozaron y prendieron aquella gente de caballo: y entre ellos fue preso un caballero que se decía mosén Juan de Urriés y otros dos caballeros de cuenta del bando de Luna.

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Don Antonio [de Luna] se pasó a la comarca de Huesca; la guerra que hacía y lo que el gobernador de Aragón previno e hizo. Estando don Antonio a tres leguas con toda su gente y con la que pudo recoger del conde de Urgel fuese de aquella tierra muy apresuradamente; y pasóse a la comarca de Huesca a donde él tenía algunos castillos en gran defensa que eran el de Bolea y Loarre; y la ciudad de Huesca se tenía por muy declarada y aficionada al conde de Urgel. Y desde aquellas fortalezas comenzó a hacer guerra a todos los lugares que no seguían la voz y parcialidad del conde. Entonces el gobernador mandó repartir las compañías de gente de caballo por algunas ciudades y villas del reino para asegurar los caminos a los que fuesen al parlamento a la villa de Alcañiz. Blasco Fernández de Heredia, capitán de Zaragoza en lugar del arzobispo su tío. La gente que repartió y el daño que don Juan Ruiz de Luna y otros hacían. Y en Zaragoza se puso el adelantado de Galicia con trecientos de caballo, y estaba dentro por capitán de la ciudad Blasco Fernández de Heredia con otros ciento de caballo, al cual la ciudad proveyó de aquel cargo que le había tenido el arzobispo de Zaragoza su tío. Enviaron a Diego Gómez del Aguila con cincuenta de caballo para que se pusiese en frontera contra el lugar de Arcaine, porque don Juan Ruiz de Luna hacía mucho daño de aquel lugar en toda la comarca. Y Pero Núñez de Guzmán con docientos de caballo pasó al reino de Valencia y se fue a poner en Morella, porque desde El Forcallo y otras aldeas de aquella villa -que estaban a disposición del gobernador de Valencia como dicho es y claramente tenían la voz del conde de Urgel- hacían guerra continua contra Morella, en cuya defensa se pusieron los barones y caballeros del bando de Centellas que llamaban de fuera. [guarnición de Fraga.] Púsose en guarnición en Fraga el mariscal Alvaro González de Avila con trecientos de caballo y con él Juan de Bardají con ciento y treinta para estar como a la frente del conde de Urgel a la parte de Cataluña e impedir la entrada de sus gentes. Don Juan Ruiz de Luna desbarató a Pedro Gómez Barroso en Muniesa y los que allí fueron presos. Fue Pero Gómez Barroso a Muniesa con ciento de caballo, porque don Juan Ruiz de Luna desde Arcaine con gente del conde y suya hacía mucha guerra a sus contrarios. Y dio don Juan de rebato sobre Pero Gómez Barroso que estaba en aquel lugar con su compañía de a caballo y con otras compañías de lanceros y ballesteros: y entróse a media noche el lugar por trato que hubo con los de dentro; y aunque se comenzó a pelear se hubieron de dar a prisión. Fueron presos con Pero Gómez Barroso algunos caballeros, y los de más estima fueron Sancho Sánchez de Avendaño, Galezao de Luria, Gonzalo de Espinosa y Alonso González de Sosa. Juan Fernández de Heredia tenía oprimido a Juan Ruiz de Moros en el castillo de Albarracín. Por el mismo tiempo Juan Fernández de Heredia tenía en gran estrecho a Juan Ruiz de Moros que se puso a la defensa del castillo de Albarracín; y defendíalo valerosamente con esperanza que sería socorrido del conde de Urgel o a lo menos del castellán de Amposta, que desde los castillos que se tenían por él en las encomiendas de San Juan y de los suyos tenía muy fácil la entrada para

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socorrerle, mayormente teniendo de su parte al gobernador de Valencia y las aldeas de Morella, a donde residían compañías de gente de guerra de aquel bando.

CAPÍTULO XXXVIII De la orden que se tuvo en juntar los estados del reino de Aragón en parlamento

general que se convocó para la villa de Alcañiz. Asistencia y consejo importante en las cosas de Aragón. Con haberse recogido don Antonio de Luna a lo fuerte de los montes y perseguirse los inculpados en la muerte del arzobispo de Zaragoza con voz de la justicia y prevalecer los que proponían de seguir los medios que se habían deliberado para la declaración de la sucesión, el gobernador y justicia de Aragón y Berenguer de Bardají -sin cuya asistencia y consejo no se podía emprender cosa importante que tocase al estado del reino- comenzaron a proponer lo que se debía ejecutar para que los estados del reino se juntasen en su congregación como se había acordado en el parlamento de Calatayud; pues ya los catalanes habían prorrogado el suyo para Tortosa y los del parlamento del reino de Valencia que estaban dentro de la ciudad procuraban de concertarse para escoger lugar cómodo a los confines para su congregación. Dificultades dignas de consideración. Era muy grande la dificultad que se proponía en tener junta por una parte gente de guerra para seguir los que turbasen la paz pública del reino y le ponían en bando y contención de armas; y por otra no era menor dar forma que se cesase de todo auto de guerra y se asistiese a la congregación general que se había de juntar, que era negocio pacífico y que consistía en libertad de consejos y pareceres, pues se había de fundar tribunal de juicio formado para la mayor declaración que se hizo jamás en España después del reino de los godos. Pretensión de los diputados de Aragón, de los nombrados en Calatayud y de los ministros del rey. También lo era muy grande juntar los estados del reino y dar quien con autoridad pública presidiese en aquella congregación, porque los ocho que eran diputados del reino en este año como procuradores ordinarios de la república decían que a ellos tocaba juntar el reino y presidir a las deliberaciones de la congregación, y los que quedaron nombrados por el parlamento de Calatayud que también eran ocho -muerto el arzobispo- proponían que tenían particular poder de aquel ayuntamiento para que se llamase por ellos el reino. Y por otra parte el gobernador y justicia de Aragón, como principales ministros del rey, pretendían que aquello tocaba a su jurisdicción y preeminencia. Y era muy dudosa y aun peligrosa esta diferencia por la disensión de las partes que resultaba della y gran confusión en todos los hechos: tanta era la turbación que había en las deliberaciones y consejos, estando todos los más principales encerrados y recogidos por los castillos y lugares fuertes y como suspensos y atónitos; y lo que se deliberaba, a los más parecía que era temerariamente y no con buena

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consideración. Dudábase dejar a Zaragoza por Alcañiz; y por qué. Teníase por cosa grave -y de no buen consejo- que se desamparase la ciudad que era la cabeza del reino y como el homenaje de la república, y juntarla a los últimos fines dél en lugar pequeño y no seguro como era Alcañiz, que se había ya escogido para esto por los nueve en Calatayud. Y con este recelo siempre tenían por peor lo que se deliberaba, temiendo engaño o alguna fuerza mayor; y todo estaba lleno de error y miedo. Las dificultades allanan la prudencia del gobernador, justicia de Aragón y de Berenguer de Bardají: con qué medios y lo que propusieron. Mas todas estas contradicciones y dificultades fueron allanando y asegurando aquellos tres singulares y excelentes varones con su mucha prudencia y consejo, que dieron tal orden y le fundaron cómo se pudiese juntar ejército por una parte y por otra la congregación, y todo con autoridad pública del reino. Dejando repartida la gente de guerra contra los que fuesen protervos contra la justicia, y habiéndose juntado en Epila el gobernador y justicia de Aragón, en su presencia Berenguer de Bardají, Juan Cid y Juan Fernández de Sayas -que fueron nombrados por la congregación de Calatayud- con las otras seis personas a las cuales se había dado poder para deliberar y proveer lo que convenía para dar orden en la congregación general que se había de juntar para la declaración de la sucesión, a 24 del mes de julio, propusieron que habiendo sido ellos nombrados con otros seis para todo esto, en este medio el arzobispo de Zaragoza que era nombrado entre los nueve había sido muerto mala y alevosamente, y los otros cinco -que eran el obispo de Tarazona, Ramón de Torrellas, Berenguer de Almenar, Gil del Bayo y Antonio del Castillo justicia de Alcañiz- estaban absentes. Por esta causa el gobernador y justicia de Aragón como presidentes de aquella congregación juntamente con ellos señalasen día cierto para aquel ayuntamiento. Junta en Zaragoza; y lo que se deliberó. Con este requerimiento el gobernador y justicia de Aragón acordaron que ellos y las otras personas nombradas se juntasen en Zaragoza para 8 del mes de agosto siguiente. Como ninguno de aquellos cinco nombrados viniese a Zaragoza al plazo señalado, el gobernador y justicia de Aragón con aquellos tres diputados se juntaron en Zaragoza en el palacio del arzobispo a 11 del mes de agosto; y deliberaron que los perlados y personas eclesiásticas y los ricos hombres, mesnaderos, caballeros y hidalgos, y las ciudades, villas y lugares del reino que se acostumbraban juntar en semejantes congregaciones, fuesen llamados para el segundo día del mes de septiembre para la villa de Alcañiz del reino de Aragón. De la manera que se ordenaron las cartas de llamamiento; y los que concurrieron en aquel tiempo. Desta deliberación mandaron dar sus letras para los del principado de Cataluña y reino de Valencia. Las cartas del llamamiento se ordenaron en nombre del gobernador y justicia de Aragón. Y los ricos hombres

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que concurrieron en aquel tiempo fueron los que se nombran en este lugar por ser en hecho tan señalado: y aunque los principales eran don Alonso duque de Gandía y conde de Ribagorza y don Fadrique de Aragón conde de Luna que eran los que tenían mayores estados en el reino, no se llamaron para ningún asiento que se hubiese de tomar por ser competidores en la sucesión. Los llamados eran éstos: don Pedro Ladrón vizconde de Vilanova señor de Manzanera, don Fernán López de Luna hermano de la reina doña María de Aragón que vivió poco tiempo después deste llamamiento, don Pedro Ximénez de Urrea, don Juan de Luna y Urrea y don Jimeno de Urrea sus hermanos, don Juan Martínez de Luna y don Juan de Luna su hijo, don Pedro Galcerán de Castro, don Artal de Alagón, don Arnal de Eril, don Guerau de Espés, don Juan Fernández de Ijar, don Francés de Alagón, don Juan Ximénez de Urrea y los herederos de don Pedro Fernández de Vergua y de don Luis Cornel. No se llamaron a este parlamento el castellán de Amposta, don Pedro Fernández de Ijar comendador mayor de Montalbán ni don Juan Ruiz de Luna hijo de don Fernán López de Luna y de doña Emilia Ruiz de Azagra señora de Villafeliz, como receptadores y favorecedores de don Antonio de Luna, por procederse contra ellos por el juez ordinario por las censuras de la iglesia por la muerte del arzobispo y estar descomulgados, y como reos y malhechores que habían sido ya condenados por el gobernador. Tenor del llamamiento. El tenor del llamamiento era: que considerado que el reino de Aragón, después de la muerte del rey don Martín de gloriosa memoria, que había fallecido sin dejar hijos naturales y legítimo ni hermano alguno, estaba desamparado del gobierno de su rey y príncipe, de donde se habían seguido diversos males y daños al reino y a toda la república, y se temían otros mayores, y por la dilación que hubo en declararse mediante justicia quién era su legítimo rey y señor se turbase el estado público y no se podía usar del remedio sino en caso que los naturales del reino que se solían juntar a cortes generales se juntasen para esto en lugar cierto y de tal manera procediesen que tuviesen rey y señor natural que reinase: y mirando también que en el parlamento de Calatayud se había deliberado que se juntasen en Alcañiz al llamamiento del gobernador y justicia de Aragón: por esto y por razón de su oficio y por la instancia que se les hacía por diversas personas de todos los estados del reino, y por la autoridad de que usaban, los requerían que para el 2 del mes de septiembre pareciesen en aquel lugar, protestando que si no fuesen a él ellos procederían en su ausencia en aquel hecho como de razón y justicia lo debían hacer. A quién se encomendó el guardar la villa de alcañiz. detuviéronse en zaragoza el gobernador y justicia de aragón hasta el postrero del mes de agosto, dando orden cómo la villa de alcañiz estuviese llana y segura, y concertaron con don guillén ramón alamán de cervellón comendador mayor de alcañiz que tuviese la gente que pareciese en la guarda del castillo, y le tuviesen en defensa del mismo comendador mayor y don juan de luna hijo de don juan martínez de luna que había de estar dentro por el parlamento general.

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CAPÍTULO XXXIX

Del requerimiento que se hizo en nombre del conde de Urgel al parlamento de

Cataluña antes que se mudase a Tortosa; y cuan desierta estuvo su congregación en aquella ciudad, no se juntando en ella los perlados y barones en muchos días.

El conde de Urgel procura que se prosiga la contienda de los barones con el gobernador de Cataluña. Como el conde de Urgel vio que los barones que habían procurado sacar de la presidencia del parlamento de Cataluña al gobernador no pudieron salir con su intención, y a él le iba tanto que aquella contienda se prosiguiese y se tuviese por agraviado que le hubiesen ido a la mano para que no usase de la gobernación general, porque no sólo las doce personas que muerto el rey don Martín representaban el principado le enviaron a requerir estando en La Almunia que sobreseyese de usar de aquel oficio, pero después en nombre del parlamento estando en Balaguer con gran instancia le requirieron sobre lo mismo Ramón Fivaller y Francés Burgues, pretendía que por la misma razón que él había condescendido en aquello, el gobernador de Cataluña había de cesar de usar del oficio de tener las veces de la gobernación general. Al parlamento pide el conde de Urgel que el gobernador de Cataluña no lo sea a donde se trate de su pretensión. Lo que se le respondió y lo que hizo. Antes que el parlamento se mudase en principio del mes de julio, un caballero de la casa del conde que asistía a las deliberaciones del parlamento, pidió en su nombre y requirió a los de la congregación que por su honestidad y fidelidad y naturaleza proveyesen en este caso, de manera que don Guerau Alamán de Cervellón se abstuviese del uso del oficio en Cataluña, o a lo menos en la ciudad de Tortosa y en los otros lugares a donde se tratase de la causa de la sucesión, y no se entremetiese en las causas de los vasallos del conde y sus servidores; protestando que si no lo proveían, sería el conde forzado de usar de su oficio de gobernador general, sin perjuicio de su derecho y de proceder por otros medios. Y aunque a esta demanda se respondió por el parlamento que en aquello proveerían como debiesen por justicia, el conde -con la pretensión de ser gobernador general- hacía sus ayuntamientos, y como casi todo el tiempo que el parlamento se hizo en Barcelona él estuvo en Sanboy, aunque a él y a la reina doña Violante de Aragón se les prohibió que no se acercasen por una jornada a Barcelona, cuando se mudó el parlamento a Tortosa él se pasó a la villa de Agramonte. El parlamento de Cataluña se muda a Tortosa: y lo que en él pasó. Y el día señalado para acercarse a la ciudad de Tortosa y muchos días después, no sólo no intervino el gobernador de Cataluña ni perlado ni barón de aquel principado, pero apenas había tres o cuatro personas que representasen sus estados. Francés Burgues adjunto del gobernador de Cataluña y lo que contra él se protestó. Y Francés Burgues, que fue dado por adjunto al gobernador para hacer los autos que se requirían y sus prorrogaciones, con poder del mismo gobernador,

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asistió para la continuación de aquella congregación; y en nombre del gobernador y suyo, como adjunto, prorrogaba y continuaba el parlamento. Y los que se hallaban presentes, que eran tan pocos como aquí se dice, creyendo que no tenía poder para aquello, ellos en nombre del parlamento hacían las prorrogaciones; aunque siempre en aquellos autos procedía Francés Burgues como presidente de su congregación. De esta manera estuvo muchos días aquella congregación tan sola y desierta, juntándose en la casa a donde el obispo de aquella ciudad y su cabildo solían juntarse -que fue el lugar señalado para este parlamento- en ausencia de los perlados y barones que estaban en sus estados. Y en nombre del conde de Pallás y del vizconde de Illa y de los barones y caballeros de su opinión se protestó que era ninguno todo lo que allí se deliberaba, señaladamente en el particular de dar a Francés Burgues por adjunto al gobernador, al cual ellos tenían por verdadero presidente del parlamento, y que no se le debía dar adjunto ninguno; y tenían a Francés Burgues por persona privada y que no se le debía comunicar jurisdicción ninguna; y él decía ser dado por el parlamento por adjunto al gobernador sin contradicción ninguna, y que fue de su voluntad aceptado por el mismo gobernador excusándose él dello. Y así declaró el parlamento que legítimamente debía asistir como adjunto, y que se continuasen los autos de su congregación. Los síndicos de Barcelona; y avisos de Aragón y Valencia llegaron a Tortosa; y lo que se deliberó. Llegados los síndicos de Barcelona, que fueron Juan Dezplá y Bernaldo de Gualbes letrados en derecho civil, y Ramón Fivaller y Bonanat Pere, que era doctor en el derecho canónico, tuvieron letras del gobernador y justicia de Aragón en que les certificaban cómo estaba llamado el parlamento de aquel reino para Alcañiz. Y los del reino de Valencia, que estaban dentro en la ciudad, también les avisaban que se juntarían en Trahiguera. Entonces deliberaron los de Tortosa de llamar a los perlados y barones de aquel principado; y suplicaron al papa Benedicto que mandase a los perlados y cabildos de las iglesias que fuesen a asistir a su congregación; lo cual se hacía por ellos con tanta pesadumbre que mostraban dejar este negocio por desamparado y desierto. Los barones que se llamaron de Cataluña al parlamento. Hízose la misma instancia con los barones; y los que se llamaron fueron estos: don Hugo conde de Pallás, Juan de Fox vizconde de Castelbó, don Juan Ramón Folch conde de Cardona, don Bernaldo de Cabrera, don Dalmao vizconde de Rocabertí, don Roger de Moncada, don Francés de Caramayn, don Bernaldo de Cruyllas, don Guerau de Cerviá, don Antonio de So, don Berenguer Arnaldo de Cervellón, don Bernaldo de Fortiá, don Bernardo de Senesterra, Acart de Mur, don Berenguer Galcerán de Pinós, don Jofre Gilabert de Cruyllas, don Ramón de Peguera, don Narcís Guillén de Bellera, don Francés de Eril, don Pedro de Orcau, don Guerau de Rocabertí, don Guillén Ramón de Jossa, don Gilabert de Centellas, don Guillén Ramón de Moncada; y no se llamaron el conde de Prades y el vizconde de Illa y Canete porque tenían ya sus procuradores en Tortosa.

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Don Pedro Zagarriga arzobispo de Tarragona no va al parlamento; y por qué. Sólo don Pedro Zagarriga arzobispo de Tarragona, que era un muy señalado perlado y tuvo gran celo al beneficio público en aquella adversidad de tiempos, fue forzado entre los perlados por causa particular de sobreseer en su venida a Tortosa, estando ya en Tarragona para partirse; porque en el mismo tiempo se pusieron todos los caballeros y hombres de paraje del Ampurdán en armas, por acudir los unos a Juan de Vilamarín, que era primo del arzobispo, y los otros a Ramón Zagarriga gobernador de Rosellón y Cerdania, su hermano. Suceso en el castillo de Palau. Porque Juan de Vilamarín algunos días antes, con ciertas compañías de pie, entró por fuerza de armas el castillo de Palau Zavardera que le tenía Ramón Zagarriga. Juntáronse por aquel caso los parientes y valedores del hermano del arzobispo, que era un muy principal caballero, en el castillo de Garriga que está muy cerca. Sale el estandarte de San Jorge; y la tierra se pone en armas. Por una novedad como esta -que fue causa de grande alteración en aquellas comarcas- fue enviado Pedro de Sant Clemente al condado de Ampurias que era de la señoría de los consejeros de Barcelona; y, según la costumbre del principado, convocó las huestes sobre el castillo de Palau con el estandarte de Sant Jorge en nombre del general de Cataluña; y púsose toda aquella tierra en armas por ser en ellas muy poderosas las partes. Y el arzobispo -si aquello se había de apaciguar por buenos medios- pensó ser mucha parte entre personas con quien tenía tanto parentesco; y en caso de rompimiento deseaba toda satisfacción y enmienda a la injuria y ofensa que había recibido su hermano.

CAPÍTULO XL Que los del parlamento, que le celebraban en ciudad de Valencia, le mudaron a la

villa de Trahiguera en contradicción de los barones y caballeros de fuera. Y los unos quedaron en Vinalaroz y los otros en Trahiguera.

Dificultades y recelos en los parlamentos. No pudo ser cosa más difícil en gobierno civil que reducir, los que se hallaban en el regimiento de la justicia destos reinos, las cosas a tales medios que se pudiese en una cierta conformidad hacer la declaración del legítimo sucesor en competencia de tantos: porque lo que fuera de gran misterio que cada uno destos reinos se concertara por sí, si hubiera de tener un rey, en declarar por justicia quién lo debía ser parecía que venía a ser fácil, concurriendo todos por esta orden a tratar de la justicia de la sucesión; pues los que no venían al principio de buena gana en dar autoridad a estos ayuntamientos, después con gran ambición deseaban ser parte en la declaración de un negocio de tanta grandeza, temiendo que cualesquiera que se juntasen se concertarían con los de los otros reinos y provincias. Lo que puede una prudente consideración. Esto fue lo principal que redujo las

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cosas a buenos medios; lo que parecía imposible entre tantos y de diversas leyes y costumbres. Consideraban que si no se encaminaban las cosas a medios de concordia entre los reinos y principado de Cataluña, resultaría la peor guerra de todas; que sería de tal manera civil que no tuviese principio de la disensión de las partes sino del atrevimiento y osadía de uno solo; y éste se temía que sería el conde de Urgel, y con su favor de los que se habían arriscado por él contra la voz de la justicia, que habían puesto los ojos en los bienes y estados de todos. Y con aquella esperanza y con muy vanas promesas pensaba el conde con cualquier ocasión, hacerse más poderoso con los naturales destos reinos que con gente extranjera. Temor discreto y prevenido en la congregación de Alcañiz; embajada al papa y con quién. Pues ¿qué no se había de temer de príncipe que en el comienzo de proseguir su derecho mandaba ejecutar la muerte tan fieramente en un ungido de Dios y tan gran perlado? Entendióse que ninguno podía representar esto con más autoridad ni promover las cosas al verdadero camino de concordia entre ellos y el principado como el sumo pontífice, que estaba en Peñíscola en este tiempo. Y por esta causa, los de la congregación de Alcañiz que se juntaban en la iglesia de Santa María la Mayor, enviaron al papa a Alonso de Luna y Pedro Ruiz de Bordalba, jurados de Zaragoza, para suplicarle que diese todo favor y consejo para lo que convenía al bien público destos reinos; y sobre lo mismo se escribió a su colegio, señaladamente al cardenal de Ostia y a Francés de Aranda. Don Domingo Ram, obispo de Huesca, varón eminente. Y porque la congregación estaba muy falta de perlados y de personas de letras, enviaron a suplicar al papa que mandase que los perlados absentes se juntasen con ellos, señaladamente don Domingo Ram obispo de Huesca, que era muy famoso letrado, y confiaban dél más que de otro de aquella dignidad. Y el papa le envió luego a la congregación de Alcañiz. Fue así que todo el tiempo que duró la de Calatayud -que fue desde el principio de febrero hasta el postrero de mayo- concurriendo allí los embajadores del principado de Cataluña y del reino de Valencia y otros de parte de los barones y caballeros que se juntaban fuera de la ciudad de Valencia, se entendió cuán difícil cosa era concertar los del estado militar de aquel reino. Y para procurar de inducirlos a buenos medios de concordia y poner sobreseimiento en sus bandos y diferencias, se enviaron de Calatayud -en nombre de aquel parlamento- fray lñigo de Alfaro comendador de Ricla y por los embajadores del principado mícer Francés Basset; y aunque estuvieron allá dos meses, no pudieron persuadirlos que se concertasen. Embajada del parlamento de Tortosa al de Alcañiz; y con quién. Durando esta división y creciendo cada día en gran disensión y diferencia de partes, el parlamento de Tortosa y los que con él asistían del reino de Mallorca, enviaron a Alcañiz a Azberto Zatrilla; y aunque iba con orden que se comenzase a tratar en los medios que convenían para llegar a la declaración de la sucesión y para poner asiento en alguna diferencia que los caballeros castellanos y aragoneses que estaban en Morella de guarnición tenían con las compañías de gente del

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parlamento de Tortosa, era lo más cierto para procurar que el gobernador de Aragón pusiese en libertad al obispo de Tarazona, al cual tenía en prisión, o se remitiese al papa. El papa procuró unir la división de Valencia; y no pudo. Como por el papa se propusieron algunos medios para concentrar al gobernador del reino de Valencia y al parlamento que se tenía en El Real de aquella ciudad con los barones y caballeros de fuera, y no se pudieron acordar en sus diferencias ni juntarse el parlamento de Valencia en Trahiguera -como lo habían ofrecido- los de fuera persuadieron a su opinión algunos pueblos de las villas y lugares reales para hacer por sí su congregación. Y por esta causa los del parlamento de Valencia prorrogaron su congregación para la villa de Trahiguera para 9 del mes de septiembre; y los de la opinión contraria se pusieron en la villa de Morella. Opiniones encontradas en los del reino de Valencia. Tratóse después que el parlamento de Valencia -que no acababa de juntarse en Trahiguera- se juntase en Vinalaroz para 25 de septiembre; y esto era con fin de pasarse a juntar con los de Tortosa con ciertas condiciones que se habían tratado por sus embajadores en el parlamento de Calatayud en lo que tocaba a la presidencia del parlamento del reino de Valencia; y habíaseles señalado cierta parte de la ciudad de Tortosa. También, por la gran disensión que había entre el gobernador y ciudad de Valencia y los barones de su opinión de una parte y los barones y caballeros que se juntaban en Morella de la otra, cada día sucedían mayores novedades y peleas, y comenzaban a mezclarse en ellas diversas compañías de gente de a caballo de Aragón y Castilla; y los caballeros que estaban de fuera, en esta sazón se juntaron en la villa de Paterna en nombre del parlamento, aunque el papa y el maestre de Montesa habían procurado que se juntasen en la congregación de Valencia; y para esto se habían asegurado con salvoconducto y con homenaje, y por los de fuera se había dado por buena su congregación. Y queriendo entrar en El Real les fue dicho que el gobernador había puesto mucha gente de armas por las torres y cámaras de aquel palacio, y tenía mucha gente al derredor del Real en diversas partes. La congregación del Real de Valencia se desbarató. Por esto se desbarató aquella congregación; mayormente que se decía por los de fuera que ciertos caballeros que no estaban con ellos en tregua, se habían puesto con gente armada en dos torres de dos puertas de la ciudad, a donde estaban con sus armas y caballos; de donde se siguió que el gobernador revocó el seguro a los de fuera, y se iban juntando de los de Valencia en Vinalaroz y de los de fuera en Trahiguera y otros en Benicarló, con gran disensión y división de partes. Y para reducirlos a medios de concordia se enviaron por el parlamento de Tortosa el maestro Felipe Malla y Azberto Zatrilla. En la asistencia y santidad de fray Vicente Ferrer fundan el común sosiego y procuran su venida. Para concertar tan diferentes voluntades y pareceres en tanta contradición y contienda, de que se temía que habían de venir a rompimiento de

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guerra, ninguna cosa se deseaba más comúnmente que se diese orden que viniese a asistir en sus congregaciones el bienaventurado varón maestro Vicente Ferrer, cuya santidad y religión era muy reverenciada en aquellos tiempos, que se hallaba en esta sazón en Castilla. Y hacíase muy grande instancia que viniese luego, como el más verdadero ministro que se podía hallar para conformar tantos y tan diversos pareceres, señaladamente en las disensiones y bandos de los de su propria nación; teniendo por cierto que con tales ministros acostumbra nuestro Señor mostrar singulares obras.

CAPÍTULO XLI

De la guarda que se puso para tener en defensa la villa de Alcañiz. Diligencias del gobernador y justicia de Aragón. Deteníanse los ricos hombres deste reino de ir a la congregación de Alcañiz, unos por estar ocupados en la guerra que se había movido contra don Antonio de Luna y contra los que fuera de los términos de justicia tomaban la voz del conde de Urgel siguiendo cada uno su parcialidad, y otros por confiar poco del suceso que había de resultar de aquellos ayuntamientos si prevalecían las armas. Y el gobernador y justicia de Aragón hacían muy grande instancia porque fuese a Alcañiz don Pedro Ximénez de Urrea señor del vizcondado de Rueda, que era el más poderoso de los ricos hombres que seguía la opinión contraria del conde de Urgel y más declarado; y lo mismo se procuraba con don Juan Martínez de Luna señor de Illueca y Gotor y con don Jaime de Luna su hijo segundo. El castillo de Albarracín está cercado y el conde de Urgel entra gente facinerosa en Aragón. Y de los principales caballeros procuraban tener en su compañía a Juan Fernández de Heredia, señor de Mora, al cual tenían divertido de su congregación las cosas de Albarracín, y tenía puesto cerco al castillo de aquella ciudad. Como toda la tierra estaba tan alterada y puesta en armas y los ministros superiores de la justicia presidían en la congregación, el conde de Urgel con toda la disimulación que podía, enviaba algunas compañías de soldados; y con ellas venía gente muy desmandada de salteadores y ladrones que entraban en el reino por el estado de don Artal de Alagón que era tan declarado en la opinión del conde como el que más. También hacían mucho daño por aquella comarca los del lugar de Sástago -que era de don Artal- en el barranco de Loper y en el pinar de Romana y en el camino público que va por aquella parte. Los lugares a quien se encargó la seguridad de los caminos de Alcañiz; y el homenaje que allí se hacía. Para mayor seguridad de los que iban a Alcañiz y a Tortosa se dio orden que los lugares comarcanos de Fuentes, Pina, Quinto, Vililla, Gelsa, Matamala, La Zayda, Sástago, Escatrón, Cinco Olivas y Romana y los otros de su comarca, guardasen sus términos y caminos. Todos los que entraban en Alcañiz hacían pleito homenaje en poder de los presidentes de la congregación que todo el tiempo que durase aquel parlamento y quince días después no

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moverían ningún ruido ni darían favor al que lo moviese, y que obedecerían sus mandatos y defenderían aquella villa; y siempre que fuesen requeridos saldrían della sin ninguna dilación. Guarda que se puso en el castillo y villa de Alcañiz. Estaba el castillo en muy gran defensa con mucha gente de guerra muy escogida y de gran confianza en poder de don Guillén Ramón Alamán de Cervellón comendador mayor de Alcañiz y de don Juan de Luna hijo de don Juan Martínez de Luna. Y tuvieron cargo de poner las velas en los muros y de la guarda dellos Ramón de Mur, baile general de Aragón, y fray Iñigo de Alfaro; y repartieron la guarda y vela entre los caballeros y ciudadanos de Zaragoza y de otras ciudades que asistían al parlamento; y dióse cargo del cuerpo de la guarda que estaba en la plaza, a dos caballeros, que eran Berenguer de Ariño y Astor Zapata alguacil del gobernador. Y de allí adelante estuvo aquella villa en tan buena defensa y guarda como si estuviera cercada de los enemigos.

CAPÍTULO XLII Del principio que se dio en el parlamento de Alcañiz para que se procediese a los

medios de la declaración de la justicia en lo de la sucesión. En las congregaciones de Aragón y Cataluña había conformidad: en Valencia discordia. Cómo se congregaron en Vinaroz, y lo que allí hubo. Era cosa de gran maravilla ver la conformidad que en este tiempo hubo entre las congregaciones de Aragón y Cataluña, y cuán fácilmente se reducían sus voluntades y opiniones a todo lo que convenía al bien universal. Y por el contrario, la disensión y discordia que había entre los del reino de Valencia y no sólo en los estados unos entre otros, pero entre los que se llamaban personas generosas y del estado militar. Y ya el gobernador Arnaldo Guillén de Bellera y la congregación de Valencia habían formado su parlamento en Vinalaroz, lugar muy cercano a los confines de Cataluña, y éstos se tenían por declarados y aficionados de la parte del conde de Urgel; y los que llamaban de fuera, que publicaban tener la parte y causa de la justicia -que eran los del linaje de Centellas y los más poderosos barones y caballeros de aquel reino- y algunos procuradores de ciudades y villas dél se juntaron en Trahiguera. Las congregaciones de Aragón y Cataluña cobran autoridad; y no aprovecha con don Antonio de Luna. Así iban las cosas de las congregaciones de Aragón y Cataluña cobrando mucha autoridad, como aquellos que habían tomado la causa y voz de la república y del bien universal destos reinos, aunque ni don Antonio de Luna se mostraba arrepentido de su acometimiento y furor ni las congregaciones se hallaban de suyo en tanta fuerza y pujanza que sin la gente de guerra pudiesen tener segura la tierra. Y en lo que mayor confianza se tenía era en parecer que los reinos se conformarían en seguir aquel medio de la justicia. Los buenos no cesaban de animar y exhortar se siguiese el camino más seguro y pacífico, declarando cuán injusta sería la guerra en aquella causa y cuán peligrosa al

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estado público; y los más deseaban sujetarse a cualquier de los competidores antes que pelear; y fuera desto cada uno se estimaba en mucho, como si estuviera en su mano ser parte para poner o quitar rey. Causa de turbación de asegurarse cada uno; lo que se tuvo por peor consejo; y estado de las cosas de la mar en Cataluña. Cualquiera nueva de entrada de gente extranjera o que el conde ponía en orden la suya o la esperaba de fuera -aunque fuese de Lombardía- turbaba las gentes, de suerte que no se pensaba sino a dónde estaría cada uno más seguro; y condenaban los nuestros por el peor consejo haber desamparado la cabeza del reino. Y no estaban en Cataluña las cosas de la mar como en tiempos pasados; y las armadas que había estaban ocupadas en las cosas de Cerdeña y Sicilia: y así estaban las costas desiertas, y cualquiera armada de la Proenza pudiera poner en mucho peligro las costas si el rey Luis de Sicilia no estuviera divertido en su empresa de Italia. Al duque de Anjou valía el rey de Francia. Aunque el duque Luis de Anjous su hijo era uno de los competidores en la sucesión del reino y el que se creía que sería mucha parte, teniendo la reina de Aragón su agüela muchos aficionados y servidores en estos reinos, y al rey de Francia por muy declarado valedor y favorecedor de su justicia. Afición y temor imposibilitan la brevedad que se pretende. De manera que sola la esperanza del beneficio y remedio de la república consistía en que no se difiriese la declaración del sucesor y se conformasen los reinos en querer entender quién debía reinar; lo que parecía no sólo dificultoso pero casi imposible estando los más aficionados y temerosos. Fundamento santo a la congregación de Alcañiz. Después que comenzó a estar formada la congregación de Alcañiz en número competente de personas de cada estado, se celebró con mucha solemnidad el oficio divino por el abad de Santa Fe; y después del sermón con voto público invocaron que Dios infundiese en ellos nuevo espíritu, cual era menester para la deliberación de un negocio tan arduo y difícil, que tanto cumplía al servicio de nuestro Señor y al aumento de nuestra santa fe católica. Deliberación del parlamento y réplicas del gobernador y justicia de Aragón y otros. Esto fue a 10 del mes de septiembre. Y el día siguiente se deliberó por los del parlamento que se continuase en contumacia de los absentes, reservándose poder para admitir a los que les pareciese. Y el gobernador y justicia de Aragón no consintieron en ello, porque redundaba en gran perjuicio de la preeminencia real y suya y de sus oficios; y así las prorrogaciones y continuaciones del parlamento se hacían por una parte por el gobernador y justicia de Aragón y por otra por los cuatro estados del reino estando juntos; y los unos protestaban por la jurisdicción y preeminencia real y los otros por la del reino. Y la misma contienda había en la

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congregación de Tortosa entre el gobernador y el parlamento. El papa Benedicto [XIII] se acercó a Tortosa; con qué acuerdo, y el que en Alcañiz se tuvo. El papa Benedicto, por conciliar los ánimos de todos a la concordia, se pasó a Sant Mateo de la diócesi de Tortosa; y como era tan dificultoso que se conformasen tantos en lo que se debía proveer, procuró el parlamento de Alcañiz que los de la congregación de Tortosa escogiesen algunas personas con quien comunicasen las deliberaciones que se debían hacer por las personas que ellos nombrasen, y por las alteraciones y acometimientos de guerra que en este reino se habían movido por la muerte del arzobispo. Y considerando que los que asistían en Alcañiz estaban con mucho recelo y temor, pidieron a los de Tortosa que tuviesen por bien de enviar aquellas personas a su congregación. Los que de la congregación de Tortosa se ayuntaron; con quién. La de Alcañiz nombró; y qué personas fueron. Y por esta consideración usaron los de Tortosa desta gentileza y cortesía, y enviaron a micer Juan Dezplá consejero primero y síndico de Barcelona. Y los embajadores del reino de Mallorca que estaban en aquel ayuntamiento, eligieron de su parte al principal de aquella embajada, que era un caballero que se decía Berenguer de Tagamanent. Fueron nombrados por la congregación de Alcañiz para tratar con ellos el obispo de Huesca, don Juan de Luna y Jimeno de Sayas procurador de don Juan Martínez de Luna, y dos por el estado de los caballeros que fueron Berenguer de Bardají y micer Juan de Funes; y por la ciudad de Zaragoza Domingo Lanaja, y Jaime de Pueyo por Barbastro. La ciudad de Huesca no había enviado sus procuradores, ni los de Jaca, Uncastillo, Sos, Fraga, Sant Esteban de Litera y Ejea. Muertes de Huesca y Jaca; y combate del castillo de Albarracín. Y en Jaca y Huesca había gran mortandad; y la gente de don Antonio de Luna, mediado el mes de septiembre, cargaba hacia la comarca de Ejea. Por el mismo tiempo fue entrado por combate y fuerza de armas el castillo de Albarracín por la gente que tenía sobre él Juan Fernández de Heredia, y prendieron a Juan Ruiz de Moros que pasó muy grande afán por defenderle; y encomendó Juan Fernández de Heredia la tenencia del castillo a Bives de Morviedro. Opresión de Vinaroz; y por quién. Persistían los del reino de Valencia en sus disensiones y peleas ordinarias; y los de Vinalaroz comenzaban a sentirse apremiados de las compañías de gente de armas de Aragón y Castilla que se habían puesto en Morella: y salieron a combatir con artillería una de las aldeas de Morella que les hacían guerra, que se dice Cincotorres. Y el gobernador de aquel reino andaba juntando la gente de guerra de su bando y presidía en su lugar en la congregación de Vinalaroz don Ramón de Vilaragut que era lugarteniente de gobernador. Excusa del parlamento de Alcañiz; y en qué. Y los del parlamento de Alcañiz se excusaban que no podían vedar a los aragoneses que no valiesen a sus amigos, porque les era permitido por fuero y ley de la tierra.

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CAPÍTULO XLIII

De la instancia que se hizo por el conde de Urgel para que se diese orden de echar la gente de guerra extranjera que había entrado de Castilla.

Valor de los pocos que había en el parlamento de Tortosa. Era mediado el mes de septiembre; y ningún perlado ni barón ni otra persona señalada del principado de Cataluña había entrado en la ciudad de Tortosa para asistir a la congregación que en ella se tenía, siendo el más importante negocio que se pudo ofrecer. Pero los que se hallaban en esta sazón en ella hacían su deber tan consideradamente y con tanto valor que fue gran maravilla; y procuraban con todos los medios posibles de conformar las partes que estaban en tanta disensión en el reino de Valencia para que se conformasen con ellos en los medios para venir a la declaración de la sucesión. Muerte en Lérida de Sansón de Naves, barón y caudillo importante. Detúvose el gobernador de aquel principado de venir a presidir en el parlamento, que fue un muy valeroso caballero por acudir a la ciudad de Lérida, a donde se movió una gran división del pueblo por haber muerto a Sansón de Naves ciudadano principal de aquella ciudad y que era muy gran parte en ella y el caudillo del bando de los Naves; porque aquel movimiento causaba mayor recelo por estar el conde de Urgel en Agramonte que está muy cerca de Lérida. Turbación del gobierno en Cataluña, desestimación de la justicia y apercibimiento de armas. Era esto en tal turbación del gobierno público que ya los oficiales reales no eran obedescidos en la ejecución de la justicia y mucho menos tenidos; y estaban por esta y otras novedades las cosas dispuestas a mayores peligros. Como en esta sazón iban entrando cada día en este reino diversas compañías de gente de guerra de Castilla, todos los pueblos se ponían en armas, mayormente que en el mismo tiempo se levantaban otras compañías en Gascuña y se acercaban para entrar en Aragón como en defensa de la parte de don Antonio de Luna y para resistir a la gente de Castilla. Lo que el conde de Urgel envió a requerir al parlamento de Tortosa; y a lo que se ofreció. De Agramonte se pasó el conde de Urgel a Balaguer, a donde estaba mediado el mes de septiembre, por venirse más acercando a los confines de Aragón y a la comarca de Tortosa; y como la gente de Castilla entraba en este reino a su parecer en muy excesivo número y hacían en él la guerra, persiguiendo los valedores y amigos de don Antonio de Luna hostilmente, y pasaban adelante acercándose a los límites de Cataluña, y parte de aquella gente se puso en Fraga como en frontera, el conde envió a requerir a los del parlamento de Tortosa que se proveyese en echallos como enemigos públicos, querellándose que no hacían provisión ninguna como si no fuera interese de la república y de estos reinos que sabían ellos ciertamente que eran suyos de justicia. Pedíales que tuviesen consideración que por contemplación del principado y de

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las doce personas que le representaban, muerto el rey, había derramado sus gentes estando en La Almunia; y ellos se habían ofrecido largamente que en caso que entrase gente de guerra extranjera, juntamente con él, saldrían poderosamente a la defensa de la tierra; y el conde ofrecía de poner su persona y estado por la defensa de la patria. Tenía en este tiempo Juan Fernández de Heredia de muchos días atrás -como dicho es- puesto cerco al castillo de Albarracín en cuya defensa estaba Juan Ruiz de Moros; y como el conde no podía dar socorro ninguno a lo de Albarracín que le venía tan lejos, procuraba que los del parlamento de Tortosa hiciesen instancia con el gobernador de Aragón para que diese orden que su hijo se levantase del cerco. Embajadores de Cataluña a Castilla; y por qué. Habían los catalanes enviado sus embajadores al rey de Castilla y al infante don Hernando a requerir que mandasen salir la gente de armas de Castilla que había entrado en Aragón; y aun amenazaban que el principado proveería en aquello si no se remediase; y por la instancia que hacía el conde de Urgel por medio de Juan Dezplá y de Berenguer de Tagamanent, solicitaban a los de la congregación de Alcañiz que se diese orden por este reino de echar dél la gente de guerra extranjera que ponía tanta turbación en todo lo que se había de deliberar. Respuesta del parlamento de Tortosa al conde de Urgel; sobre qué. Pero en lo que el conde decía que las doce personas que representaban el principado habían prometido que si gente de armas extranjera entrase en los reinos y tierras de la corona de Aragón las mismas doce personas por el principado lo proveerían, en tal forma que juntamente con el conde serían bien defendidos, respondían que -según eran informados por Ramón Zavall que fue enviado a La Almunia- fue tan solamente ofrecido por los doce que proveerían en su debida defensa y ésta entendían que se debía hacer por el principado con personas comunes e indiferentes y medianeros, sin interponer ni mezclar algunos de los competidores ni gente y fuerzas suyas, por excusar el peligro que se podría seguir. Otra respuesta grave del parlamento de Tortosa al conde de Urgel. A lo que el conde en su carta decía que el parlamento de Tortosa veía claramente y sabía por cierto que le competía legítimamente la sucesión destos reinos y que por justicia eran suyos, respondían que hablando con su honor y con la reverencia que le debían, después de la muerte del rey don Martín jamás habían visto ni sabido cierta y claramente quién era su rey y señor natural, antes continuamente desde aquel día y hora habían trabajado en descubrir la verdad de la sucesión; y por lo mismo instaban entonces y asistirían en ello hasta lo entender; y que aquello se había de deliberar y examinar oyendo los competidores, y en concordia y conformidad de todos los reinos y principado de la corona real. Sentimiento del conde de Urgel. Pero el conde mostraba gran sentimiento, lamentándose de todo el principado, afirmando que si no hubiera desistido de la

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gobernación general ni derramado sus gentes no hubieran entrado en Aragón aquellas compañías de gentes de guerra de Castilla.

CAPÍTULO XLIV

Que el conde de Urgel, como gobernador y lugarteniente general, comenzó a hacer ayuntamiento de gente de guerra; y de lo que se deliberó sobre ello en la

congregación de Alcañiz. Prevenciones del conde de Urgel. Con esta prevención que hizo el conde de Urgel comenzó por este tiempo a juntar algunas compañías de gente de guerra, en nombre y voz del gobernador y lugarteniente general del rey, para dar favor a don Antonio de Luna y a los ricos hombres de su opinión en este reino, con voz de resistir a los que estaban en él hostilmente y con fin de entrar con la primera ocasión por Aragón contra los lugares que no le quisiesen obedecer como a gobernador general. Las leyes y las armas desengañan al conde de Urgel. Su causa parecía estar tan mal fundada en las leyes como en las armas, pues ya todo el principado de Cataluña -a donde él pensaba tener más parte- se había declarado en requerirle diversas veces que no usase de la procuración y gobernación general; y en este reino se le había resistido por las armas después que, ante el justicia de Aragón, se había firmado de estar con él a derecho sobre la competencia de la sucesión, que en efecto era inhibille y que no usase del oficio de la gobernación general hasta que lo de la sucesión se hubiese declarado por justicia; y no se había fenecido aquella contienda, antes estaba pendiente ante el justicia de Aragón. Inhibición que se hizo al conde de Urgel; y lo que de esto resultó. Y como algunos días antes el conde, así como lugarteniente y gobernador general, había querido usar de la jurisdicción de aquellos oficios y fuese contra la inhibición que se le hizo por el justicia de Aragón y contra la presentación de la firma que llaman de derecho y contra las libertades de la tierra, fundaban por estas consideraciones que el oficio de lugarteniente no había lugar en aquel tiempo en Aragón sino en los autos de guerra; mayormente que siendo el conde uno de los competidores, era contra razón y derecho decirse señor y oficial; y también porque el rey, de quien se decía ser lugarteniente, era muerto y había expirado su oficio. Calidades del gobernador general de Cataluña; lo que la congregación de Alcañiz deliberó contra el conde de Urgel, y prevención que se hizo. También pretendían que oficio de gobernador no lo podía ejercitar conde ni barón si no era hijo primogénito del rey y mayor de catorce años; y en este caso se había de regir aquel oficio por caballero del dicho reino. Todo esto, bien considerado, deliberó la congregación de Alcañiz que se pusiese demanda criminal contra el conde delante los oficiales reales a quien pertenescía, no embargante que conforme a las leyes de la tierra había quien aconsejaba que

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se podía proceder de manera que con mano poderosa se defendiesen las libertades y costumbres del reino; y acordaron que para esta defensa se apercibiesen las juntas de todos aquellos que recibían caballerías del reino, pues estaban ordenadas para la defensa dél. Las personas a quien se dio poder contra el conde de Urgel. Dio el parlamento entonces poder a don Guillén Ramón Alamán de Cervellón comendador mayor de Alcañiz, y a don Juan Fernández de Ijar, Juan de Funes y Domingo La Naja, para que en nombre del reino se mostrasen parte contra el conde de Urgel delante de los que eran jueces de aquella causa, por usurpar el oficio de gobernador y lugarteniente general no lo pudiendo ser. Habían ido en este tiempo a la congregación de Alcañiz don Juan Fernández de Ijar y Juan Fernández de Heredia; y la disensión entre los barones y caballeros de Valencia se iba cada día más encendiendo y cobrando fuerzas; y unos acudían a Vinalaroz, a los cuales los del parlamento del principado de Cataluña tenían por ayuntamiento y parlamento legítimamente congregado, y otros a Trahiguera y a La Puebla de Benaguacil. Aragón y Cataluña procuran reducir la disensión de Valencia. Hízose grande instancia por las congregaciones de Aragón y Cataluña para conformar aquellas partes y reducirlos a una congregación que representase todo el reino; y fue lo más difícil de cuanto se les ofreció en un negocio tan grande.

CAPÍTULO XLV Del requirimiento que se hizo al infante don Hernando en nombre del parlamento de Cataluña para que mandase echar destos reinos las compañías de gente de

guerra que habían entrado en ellos de Castilla. Mensajeros de Cataluña a Castilla: quién fueron y lo que trataron en Aillón con el infante don Fernando. Había enviado el parlamento de Cataluña, como se ha referido, al rey de Castilla y al infante don Hernando su tío, sus mensajeros para que les requiriesen que mandasen salir destos reinos las compañías de gente de guerra que había entrado en ellos de Castilla; y esto fue antes que se mudasen a la ciudad de Tortosa. Eran los mensajeros un barón de aquel principado que se decía Ponce de Perellós y un Guillén Domenge. Y fueron primero al infante, al cual hallaron en la villa de Ayllón, y allí se les dio muy graciosa audiencia. Lo primero de su plática fue reducir a la memoria al infante lo que diversas veces les había ofrecido por sus embajadores: que era su deliberación de proseguir su derecho en la sucesión destos reinos por los medios de justicia, como el rey don Martín su tío lo había ordenado al fin de sus días, resistiendo a cualquier que por su autoridad y osadía pensase adquirir el reino. Tras esto le suplicaron que pues por todo el mundo era ensalzada entre todos los príncipes de la cristiandad su fama y renombre, y su gran lealtad y verdad, tuviese por bien de mandar salir de

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todos los reinos desta corona las compañías de gente de armas de Castilla que habían entrado en Aragón, de cuya entrada se habían seguido innumerables daños y gran turbación y estorbo en el conocimiento del derecho de la sucesión; y proveyese que no entrasen de allí adelante como lo hacían cada día, pues podía considerar lo que aprovecharían las leyes a donde reinaba absoluta y armada potencia. Pidieron asimismo que el infante cesase y se abstuviese de proceder por las armas y por vía de hecho, pues aquello había de ser causa de tanta turbación en la declaración del derecho que pretendía tener a la sucesión. Que seguramente podía esperar que habiéndose juntado los reinos en un lugar, y siendo oídos los competidores cuanto convenía, tendrían y nombrarían por su rey y señor, sin aceptación de persona, a aquel a quien perteneciese de justicia. Respuesta del infante don Fernando [de Castilla] a Cataluña. La respuesta que se dio a esta demanda por el infante fue: que el rey don Martín de buena memoria su tío, en su vida, se puso en conocer quién debía suceder en sus reinos y tierras; y después de su muerte él mandó reconocer los testamentos de los reyes pasados desde el testamento de la reina doña Petronila; y no solamente los vieron letrados de Castilla más muchos otros de Italia y Francia y de otras partes, para que le declarasen si le pertenescía la sucesión en estos reinos por muerte del rey su tío, que había fallescido sin testamento y sin hijo legítimo natural, y no dejaba pariente varón legítimo tan cercano como lo era él; y todos le aconsejaron que le pertenescía claramente el derecho de la sucesión, y que debía tomar la posesión de los reinos y tierras desta corona. Intento del infante don Fernando [de Castilla]. Que no lo había dejado de hacer por falta de justicia ni de poderío, y lo había diferido de emprender, confiando de su clara justicia y de la gran lealtad que siempre se halló en los súbditos de la corona real de Aragón, y esperando que brevemente le rindirían el deudo de fidelidad que eran tenidos de rendir a su verdadero señor. Decía más, que su propósito e intención había sido y era tal como lo había significado por sus cartas y embajadores y les había sido notificado con que el reconocer de la justicia por los súbditos de la corona real fuese brevemente, y se hiciese sin desordenados favores que se había procurado de dar por diversas personas a algunos de los competidores. El infante don Fernando [de Castilla] favorece la venganza contra los matadores del arzobispo de Zaragoza. A lo demás respondió el infante que bien sabían los del principado de Cataluña cómo había sido muerto el arzobispo de Zaragoza sobre seguro tan malamente, procurando lo que tocaba al bien universal; y que por ser persona tan señalada y por tener muchos parientes y amigos en Castilla y señaladamente en estas fronteras de Aragón -por ser su naturaleza en Castilla- algunos caballeros y escuderos parientes y amigos suyos, como estaban en la frontera, fueron requeridos que entrasen en Aragón por valer a los parientes del arzobispo para vengar su muerte y defenderse de sus enemigos; y que en semejantes casos siempre fue costumbre de los reinos de entrar de una parte y de otra valedores, y nunca los reyes lo vedaron ni buenamente lo pudieron vedar.

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Razones prudentes y justas del infante don Fernando [de Castilla]. Siendo esto así, que él y aun todo el mundo esperaba que por ser el arzobispo persona tan señalada y uno de los que se habían deputado para dar obra al negocio de la congregación general, que cumplía tanto al bien público, que los destos reinos harían el sentimiento que debían de un hecho tan cruel y de tan mal ejemplo, y proveerían sobre ello rigurosamente como se requería en delito tan atroz y grave, o a lo menos lanzarían los malhechores fuera destos reinos así como turbadores de la república. Tácita reprensión del infante don Fernando [de Castilla]. Y sobre ello no hicieron cosa alguna, antes -lo que era de maravillar- se consintió que ciertas compañías de gente de alguno de los competidores estuviesen con los que acometieron el delito y les valiesen. Visto esto y recelando que con aquel favor de aquellas gentes no destruyesen a los parientes y amigos del arzobispo y persiguiesen a los que habían entrado en su defensa, no viendo provisión ninguna de parte del reino en un exceso tan detestable, y por excusar mayores inconvenientes y males permitió la entrada de las otras compañías que después entraron, afirmando que fue la entrada de aquella gente de gran beneficio, porque la congregación general del reino no cesase, la cual quisieran embarazar si pudieran. El infante don Fernando [de Castilla] aprueba la entrada de las compañías extranjeras; y ofrece enmienda del daño injusto que hubieren hecho. Añadió a esto que -según era informado- estas gentes no hicieron cosa que no debiesen y que no se pudiese hacer por valedores, así en estos reinos como en los de Castilla -según la costumbre antigua de los unos y de los otros- y no se debía presumir que por la entrada desta gente él tuviese intención ni voluntad de proceder a cosa no debida, salvo para ayudar que se hiciese la discusión de la justicia porque cuando tal cosa se hubiese de emprender él la haría pública y poderosamente, según su poder y estado requería. Ofrescía con esto que si algún daño se había hecho o injuria a personas que no fuesen los matadores y sus valedores, mandaría hacer breve justicia y enmienda; y sobre todo enviaría sus embajadores al parlamento y daría tal respuesta que con razón se debían tener por contentos. Y con esta respuesta se despidieron aquellos mensajeros.

CAPÍTULO XLVI De la dilación que hubo en juntarse el arzobispo y obispos y barones de Cataluña

en el parlamento de Tortosa. Los barones de Cataluña que acudieron a la congregación de Tortosa; y quién presidió. Los primeros barones de Cataluña que se juntaron en la congregación de Tortosa fueron don Juan conde de Prades hermano del duque de Gandía y el gobernador de Cataluña, que por razón de su oficio hacía con su absencia muy gran falta; y después fue el vizconde de Illa; y perlado ninguno que fuese obispo

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no asistió a la congregación por dos meses y medio. Y presidió en ella lo más deste tiempo don Vicente abad de Ager que era íntimo familiar y devoto del conde de Urgel. El arzobispo de Tarragona se echaba menos en Tortosa; por qué se detuvo, y el cargo que a Juan de Vilamarín se hacía. Echábase mucho de ver estar absente tanto tiempo un tan excelente y gran perlado como el arzobispo de Tarragona, que se detuvo en Barcelona por la guerra que se había movido en el Ampurdán entre Ramón Zagarriga gobernador de Rosellón -su hermano- y Juan de Vilamarín; y los perlados de aquel principado no holgaban de hallarse en aquella congregación no presidiendo en ella el arzobispo. Imputóse a gran culpa de Juan de Vilamarín haber en tal tiempo entrado el castillo de Palau Zavardera, siendo primo del gobernador de Rosellón que le tenía, y haberle entrado de noche con gente de pie armada y poniendo fuego a las puertas sin haber precedido desafío; cosa que puso en mucha turbación aquella tierra. El arzobispo de Tarragona se fue a Barcelona; y a qué. Pero el arzobispo no curando de la culpa de las partes, deseaba que hasta que se declarase lo de la sucesión por justicia cesase toda la división y bando entre aquellos caballeros que eran muy poderosos en el Ampurdán. Por esta causa se había vuelto de Tarragona a Barcelona; y procuraba que los diputados y consejeros pusiesen en aquello remedio, pues era tan necesario al bien público. Y tratábase que aquel castillo se pusiese en poder de los diputados y consejeros, y que ellos le diesen a cuyo debía ser de justicia. Y el arzobispo, por el honor de su hermano que le había criado y era el pariente mayor de aquel linaje, deseaba que las cosas se redujesen a buenos medios de concordia. Mas persistiendo en su porfía Juan de Vilamarín, Pedro de Sant Clemente en nombre del principado, con la hueste que había convocado, puso cerco al castillo y comenzóse de combatir, y los de dentro estaban en buena defensa y hacían el daño que podían. Juan de Vilamarín rindió al principado el castillo de Palau; el arzobispo de Tarragona fue y presidió en el parlamento de Tortosa; y lo que en Vinaroz y Trahiguera se hacía. Y finalmente Juan de Vilamarín rindió el castillo a Pedro de Sant Clemente procurador del principado, y con esto el arzobispo se vino a Tortosa y comenzó a presidir en el parlamento a 29 del mes de octubre. El no acudir los barones de Cataluña a su congregación se entendía que era por esperar que los barones y caballeros del reino de Valencia se concertasen a concurrir en una congregación; y los que fueron enviados de Tortosa a Vinalaroz para procurarlo llegaron a aquel lugar a 16 de octubre; y otro día se fueron a Trahiguera a donde se iban juntando los de la parcialidad que se decían de fuera. Pero los de Vinalaroz pretendían que su congregación se había convocado y juntado como era costumbre; y estaban aquellas partes tan discordes y divisas y en tanta disensión y diferencia que ninguna esperanza se tenía de persuadirlos a iguales medios de concordia.

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La culpa que al gobernador de Cataluña se daba y cómo hicieron lugarteniente a Nicolás Zurita. Y toda la culpa se imputaba al gobernador de aquel reino y a don Juan de Vilaragut, que se decía su lugarteniente, que habían perseguido a los de Morella. Y por esta causa hicieron lugarteniente de gobernador a Nicolás Zurita, no siendo de aquel reino sino aragonés de la villa de Mosqueruela, letrado en el derecho civil. Y éste daba gran vejación a los de Morella y les hacía guerra desde sus aldeas; y prohibía que no les entrasen vituallas, y ponía en defensa los lugares que eran aldeas de Morella y los muraba. Entonces por instancia de los de Alcañiz -que tenían muchos parientes en Morella- fueron diversas compañías de aragoneses y castellanos, que eran hasta cuatrocientos de caballo, a ponerse en Morella: y tomaron una de aquellas aldeas que se dice Cincotorres, y las otras se redujeron a la jurisdicción de Morella; y quedó solamente en la obediencia del gobernador de Valencia El Forcallo. Lo que el papa [Benedicto XIII] procuró por medio del maestre de Montesa; y deliberación que se hizo. Procuró el papa, por medio de don Romeo de Corbera maestre de la caballería de nuestra señora de Montesa, de conformar aquellas partes; y para esto se deliberó que los barones de fuera enviasen a Trahiguera a don Jimén Pérez de Arenós, Pedro Pardo, Vidal de Vilanova y a micer Juan Mercader con bastante poder de todos los que llamaban foranos; y juntóse con ellos el maestre, y trabajóse por inducirlos a que se conformasen en juntarse en una congregación. Y con esto se procuraba que el papa enviase a tratar con ellos a Francés de Aranda que era el principal en todas sus deliberaciones y consejos.

CAPÍTULO XLVII

De la sentencia que se dio por el juez eclesiástico contra don Antonio de Luna y contra los que se hallaron con él en la muerte del arzobispo de Zaragoza.

El conde de Urgel convoca gente: don Antonio de Luna, el castellán de Amposta y otros, parlamento; en dónde y con qué motivo. Fuéronse por este tiempo juntando algunas compañías de gente de guerra del conde de Urgel y las de don Antonio en los castillos de Aytona, Serós y Zaidí y en otros lugares de aquella comarca de Lérida por orden de don Antonio, que tenía ya acordado con el castellán de Amposta y con los ricos hombres y caballeros del reino que juntasen su congregación en forma de parlamento en Mequinenza; que así por el sitio del lugar y estar en los límites del reino de Aragón y de Cataluña y no lejos del reino de Valencia, como por ser de don Guillén Ramón de Moncada su sobrino, le venía muy a propósito. Los que se hallaron en la muerte del arzobispo de Zaragoza; la sentencia que se les dio y por quién. Como esto era en tanta contradicción y ofensa del parlamento de Alcañiz que representaba todo el reino, y ya se había procedido por las censuras de la iglesia contra don Antonio y los que perpetraron la muerte del arzobispo y contra los que les dieron favor, en esta misma sazón se publicó la sentencia que se dio por Juan Ximénez de Huguet vicario general de la metrópoli

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de Zaragoza, que fue deputado por el papa en la sede vacante; porque con las armas temporales y espirituales fuesen perseguidos los que cometieron tan grave y detestable sacrilegio. Declaróse por la sentencia haber sido los perpetradores deste delito y los que acometieron la persona del arzobispo para matalle, don Antonio de Luna, Juan Ximénez de Salanova, Garci López de Cabañas, Fortún Díaz de Escorón, Juan Dordás, Miguel de Mazas notario y Jaime Jaques hijo de Guillén Jaques; y publicólos por descomulgados y sacrílegos y haber incurrido en las penas que disponen los sagrados cánones. Declaráronse por todas las iglesias del reino y ser privados de los feudos y beneficios y bienes que tenían de la iglesia cuando cometieron este delito; y que sus descendientes hasta la cuarta generación, no pudiesen ser promovidos a grado eclesiástico ni tener beneficio feudal en la provincia de Zaragoza. Sentencia contra Garci López y García de Sesé: con qué causa y lo que el juez que la dio exhortó a las congregaciones. Y porque se probó que Garci López de Sesé y García de Sesé su hijo, pocos días después de la muerte del arzobispo recogieron a don Antonio de Luna y a los otros matadores en el lugar de Oliet y haberles dado favor, los declararon por descomulgados; y por la injuria que se hizo en aquel sacrilegio a la iglesia, condenó a don Antonio y a los matadores en docientos y cincuenta mil florines de Aragón. Y exhortaba el juez a los de aquellas congregaciones que no admitiesen en ellas a los matadores ni a Garci López de Sesé ni a su hijo. En la causa contra el castellán y otros se reservó el vicario general la deliberación. Habíase dado en Zaragoza esta sentencia a 26 de agosto; y notificóse en el parlamento de Cataluña a 24 de octubre. Y en lo que tocaba al proceso que se hizo contra el castellán de Amposta y contra los ricos hombres que habían dado favor a don Antonio, que eran don Pedro Fernández de Ijar comendador de Montalbán, don Artal de Alagón y don Artal su hijo y don Juan Fernández de Ijar, se retuvo el vicario general deliberación para proveer en ello como convenía. Y don Juan Fernández de Ijar ya había compuesto sus cosas, y reducídose al parlamento de Alcañiz como dicho es. Por esta sentencia se procedió a entrar el estado de don Antonio, que era grande en este reino; y no se ocuparon los lugares dél por vía de confiscación.

CAPÍTULO XLVIII

Que el conde de Urgel se ponía en orden para salir por el reino. Y en el mismo tiempo don Juan, conde de Prades, procuraba de traer a su estado compañías de

gente de guerra de Castilla. Prevenciones del conde de Urgel contra la justicia con color de ella y con qué intento. Juntamente con pasar las compañías de gente de guerra del conde de Urgel a los lugares de los señores de la casa de Moncada y darse orden de formar parlamento en Mequinenza por el castellán de Amposta y por los ricos hombres de la opinión de don Antonio de Luna, comenzó por este tiempo el conde a hacer

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algunos aparejos que pusieron en mucho cuidado a los que pensaban haber allanado el camino de la justicia, que fue juntar diversas compañías de gente de armas, así de fuera del reino como del principado. Y esto era con tanta publicación, que se hacían banderas y otras insignias reales con ademán de salir poderosamente con sus gentes por el reino como gobernador y lugarteniente general o como condestable. Lo que Juan González de Acevedo pidió al parlamento de Tortosa por el infante don Fernando [de Castilla]. Esto se entendió: que se ponía en orden para recoger ciertas compañías de gente de guerra que se habían levantado en su nombre en Gascuña. Y con esta nueva Juan González de Acevedo que estaba en Tortosa, entendiendo que todas las fuerzas y poder y autoridad del conde consistían en el principado de Cataluña, y en este reino estaba su partido muy quebrado, pidió a los del parlamento de Tortosa que no diesen lugar de allí adelante (pues el conde se declaraba en seguir las cosas de hecho) que fray Vicente abad de Ager -que era del consejo del conde- y sus valedores y familiares, asistiesen a las deliberaciones del parlamento, el cual muchos días había presidido en él; ni permitiesen que el conde procediese por aquel camino de fuerza, certificando que si no proveían en ello, el infante su señor por conservación del bien público destos reinos -en los cuales era tan natural- y por su derecho y justicia, proveería de derecho y de hecho; en tal manera que aquellas gentes que tal cosa emprendiesen y a los promovedores de aquellas perturbaciones, se haría la resistencia como pertenescía a su estado, la cual a él sería desplaciente por muchas razones. Intención del conde de Prades. Esto fue en sazón que el arzobispo de Tarragona y don Ramón Folch conde de Cardona y otros muchos barones vinieron al parlamento; y se comenzó a platicar del remedio. Y por otra parte el conde de Prades -que tenía su estado muy vecino de Tortosa- procuraba de traer algunas compañías de gente de guerra del infante, para valerse della contra sus enemigos por una querella bien afrentosa y no digna de quien él era. Divorcio de la condesa doña Sancha Ximénez de Arenós; y lo que el conde procuró. Esto fue: que la condesa doña Sancha Ximénez de Arenós mujer del conde, en vida del rey don Martín, determinó de hacer divorcio de su matrimonio habiendo vivido con su marido veinte y un años; y como los deudos de la condesa diesen favor a ello, el conde (que había servido al rey don Enrique el mayor en sus guerras con don Alonso conde de Ribagorza su hermano, y en las necesidades que se le ofrecieron estando en Aragón siempre le asistieron y dieron todo el favor cuando le eran muy contrarios la reina de Aragón y los condes de Urgel y Cardona) en esta ocasión se pensó favorecer de la gente de guerra que el infante tenía en Aragón y en las fronteras para defender los lugares de la condesa como de su dote. Lo que el parlamento mandó requerir al conde de Prades; y lo que hizo y lo que resultó. Entonces, temiendo las novedades que de aquello se podían seguir, los

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del parlamento enviaron a requerir al conde con un caballero que era todo de la casa de Urgel -que se decía Galcerán de Rosanes- que no intentase de valerse de aquel remedio que era tan peligroso en este tiempo poniendo gente de armas en el reino de cualquiera de los competidores. Doña Violante de Arenós duquesa de Gandía, estuvo desavenida con el duque don Alonso su marido. Por esta recuesta vino el conde a dejar aquella diferencia en el parlamento de Cataluña y desistió de recoger las compañías de gente de armas que se juntaban en Mora; y no sirvió esto de más que dar a entender a las gentes que la condesa estuvo tan desavenida con su marido como doña Violante de Arenós duquesa de Gandía su prima hermana lo estaba del duque don Alonso, que era hermano del conde de Prades; de donde resultó harta infamia a dos señores tan grandes de la casa real, que eran hermanos, por sus mujeres primas hermanas. Excusa del conde de Urgel. Con el conde de Urgel no se hizo tanta demostración en lo que se pidió por Juan González de Acevedo; porque los de aquel parlamento mostraban muy a la clara grande descontentamiento de no haber el infante proveído en lo que con tanta instancia se había pedido que mandase salir deste reino las compañías de gente de guerra que habían entrado en él. Y el conde siempre se excusaba con aquella razón: que al tiempo que murió el rey don Martín él estaba en este reino poderoso; y por contemplación del principado derramó sus gentes y se fue a Cataluña, a donde él y los suyos habían nascido y se habían criado; y cesó de usar de su oficio de gobernador general: y todo esto hizo por conformar su voluntad con los catalanes. Y así se podía entender que él había desviado y desviaría de allí adelante cualquier camino de fuerza y tiranía; y pidía lo mismo que el infante: que no se diese lugar que la gente de armas de otra nación que estaba en este reino pusiese tanta confusión y turbación en él.

CAPÍTULO XLIX De la congregación que el castellán de Amposta y don Antonio de Luna y los ricos

hombres y caballeros de su opinión juntaron en Mequinenza; y de lo que por su parte se requirió a los del parlamento de Tortosa.

Grande disensión en Aragón. No fue menor la disensión y contienda que entonces hubo entre los ricos hombres y caballeros del reino de Aragón, ni menos sangrienta, que lo fue la de la nobleza del reino de Valencia en esta turbación de tiempos. Y fue tan declarada la disensión y división de las partes pues llegó su enemistad y pasión a pretender también de formar por sí parlamento, y no tener por legítima congregación la de Alcañiz siguiendo los mismos medios y modos que los barones y caballeros que estaban por este tiempo en Trahiguera. Fuerza de la causa y voz de la república; y temor al conde de Urgel. Aunque la misma causa y voz de la república tenía tanta fuerza que inducía a muchos que no se osasen declarar por ninguno de los competidores ni se aventurasen a correr

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una fortuna con el suceso de la patria, estaban con grande temor de caer en las manos y poder del que fuese superior por las armas; y temían que se había de pasar peligro con mucha afrenta si el conde de Urgel fuese preferido por justicia, o quedase vencedor. Consideraciones de los más pueblos de Aragón. Son prudentes y de notar. Estos eran los más pueblos del reino de Aragón; y consideraban ser tan flacas sus fuerzas que se hubieron de valer de gente de guerra de Castilla enviada por el infante, siendo uno de los competidores en la sucesión, y que no tenían tan fuerte y seguro amparo y defensa los que deseaban ver defendida y libre la república que habían escogido lugar para su congregación muy desviado del ímpetu de la guerra que parescía estar en las manos. Temen que los enemigos se hagan fuertes en Huesca y su comarca. Y dejaban desierta la comarca a donde los que fuesen enemigos habían de hacerse fuertes que era la ciudad de Huesca y aquella región tan vecina a los montes. Y poníales espanto que la muchedumbre y gente baja que no tenía que perder, se inclinaba más al conde de Urgel, y que los más estaban deseosos de ver alguna mayor mudanza en las cosas; y que había entre ellos algunos muy principales que no se podían reducir a sus congregaciones ni a los medios que se proponían para declarar la justicia del verdadero sucesor, que los tenían por muy débiles y sin autoridad ni fuerza ninguna. Temen falta de gente y dinero y sobra del conde de Urgel. La falta de guarniciones de gente de guerra era muy grande y muy mayor la del dinero; y si prevaleciesen las fuerzas y parte del conde, temían el ímpetu y furor con que se procedería contra los que habían seguido la voz y causa de la justicia; y mucho más aquellos que eran más grandes y poderosos, porque en deshacellos pensaría asegurar su estado y que en aquello daría contentamiento a la gente popular y común, y con esto tendría aparejo de gratificar a los que le hubiesen servido. Y esto parecía que había de animar al conde a querer alcanzar el reino por las armas aunque tuviese muy fundada su justicia. La novedad que sucedió contra el parlamento de Alcañiz; y con qué causa. Dábase mayor crédito a esto por la novedad que sucedió en este tiempo, que parecía ir encaminada a mover guerra formada contra los que estaban en Alcañiz, como congregación que no estaba fundada con la autoridad que convenía y que procedían en ella contra sus leyes y costumbres. Esto fue por esta causa: en la congregación que se tuvo en Calatayud se hallaron fray Pedro Ruiz de Moros castellán de Amposta, don Antonio de Luna y don Artal de Alagón, que se habían declarado seguir la parte del conde de Urgel por diferente medio del que se llevaba; y aunque allí se había deliberado por los más que aquella congregación se mudase a Alcañiz, el obispo de Tarazona y estos caballeros no vinieron en ello ni lo consintieron, como se ha referido. Sitio famoso del lugar de Mequinenza. El castellán y don Antonio eran de los ocho

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diputados del reino en este año, y como sucedió la muerte del arzobispo y juntarse el reino en parlamento en Alcañiz, ellos, con don Artal de Alagón, deliberaron -llamándose diputados del reino- de convocarle por sus letras para el lugar de Mequinenza, lugar del reino de Aragón en los mismos confines de Cataluña, muy famoso y conocido por su sitio, el cual ciñe de una parte el río Ebro y de la otra Segre y allí se juntan, que Julio César llamó Octogesa. Este lugar tenía un buen castillo muy fuerte y era de don Guillén Ramón de Moncada, sobrino de don Antonio, porque doña Elfa de Luna su hermana, casó con don Ot de Moncada y hubieron a don Guillén Ramón y a don Pedro de Moncada. Fue ventilado si los diputados podían convocar el reino. Habíase tratado ya en la congregación de Calatayud -y fue esto muy porfiado- si los diputados ordinarios del reino (que en aquel tiempo se nombraban en cortes y son ocho, dos de cada estado) tenían poder para convocar y juntar el reino. Y allí se había determinado que no les era permitido y mucho menos al castellán de Amposta y a don Antonio de Luna que eran dos diputados; porque a don Artal de Alagón no le tenían por diputado, aunque después fue subrogado en lugar de don Fernán López de Luna que era diputado y murió por este tiempo. Los que en Mequinenza y su comarca se congregaron. Juntáronse en esta congregación como en parlamento general (después de haberse repartido las compañías de gente de armas como está dicho en los castillos de Aytona, Serós y Zaidí y en este de Mequinenza y en otros lugares de aquella comarca) el castellán de Amposta, don Antonio de Luna, don Artal de Alagón, don Guillén Ramón de Moncada señor de Mequinenza y Ballobar, don Francisco y don Pedro de Alagón, don Jaime López de Luna, don Artal de Alagón hijo de don Artal, que eran ricos hombres; y por el estado de los caballeros se hallaron Juan Ximénez de Salanova, Martín López de Lanuza, Fadrique de Urriés, Garci López de Sesé y García de Sesé su hijo, Pedro de Pomar, Fortún Díaz de Escorón, Sancho de Antillón, Francisco de Urriés, Ferrer de Samper, Sancho Pérez de Ayerbe y otros muy pocos y de muy pocas prendas pero de gran empresa. Embajada del parlamento de Mequinenza al de Tortosa, que dilató la respuesta. Estos caballeros -después que les pareció que tenían formada y fundada su congregación- enviaron al parlamento de Tortosa su embajada; y con ella fueron don Artal de Alagón, Martín López de La Nuza y un letrado en derecho civil que llamaban Juan Gallart; y requirieron a los del parlamento que en el tratado de la sucesión no admitiesen a los que se habían juntado en Alcañiz, porque no eran parlamento ni le pudieron convocar justa y legítimamente; y ofrecieron que ellos estaban aparejados para asistir con los del principado y del reino de Valencia a los medios de la declaración de la justicia en lo que tocaba a la sucesión. Y los del parlamento fueron entreteniendo y dilatando la respuesta. Lo que el parlamento de Alcañiz determinó y previno. Los del parlamento de Alcañiz, por ir a la mano a este atrevimiento y excusar las turbaciones que se podían seguir de aquel acometimiento, como se iban juntando en Mequinenza algunos caballeros y procuradores de algunas villas del reino, poníase gran

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diligencia en que aquella congregación se deshiciese y revocase, y no se obedeciesen las letras de aquellos que los llamaban, ni se les diese favor ni ayuda. Providencia del gobernador y del justicia de Aragón y los que fueron a Alcañiz; y cómo el castillo se encomendó a lñigo de Alfaro comendador de Ricla. Y por esto se despacharon cartas de todo el parlamento y a otra parte por el gobernador y justicia de Aragón, pretendiendo los unos y los otros que a ellos tocaba esta preeminencia. Los unos en nombre del reino y el gobernador y justicia de Aragón por la jurisdicción y preeminencia real. Era esto a 3 del mes de noviembre y fueron por esta novedad a Alcañiz don Pedro Ximénez de Urrea y don Pedro Fernández de Ijar comendador de Montalbán. Y porque don Juan de Luna hijo de don Juan Martínez de Luna señor de Illueca se fue de Alcañiz. Por el parlamento se encomendó la guarda del castillo de Alcañiz en su lugar a Iñigo de Alfaro comendador de Ricla.

CAPÍTULO L

De la instancia que se hizo por los parlamentos de Aragón y Cataluña para conformar los barones y caballeros del reino de Valencia en que se juntasen en

una congregación con los otros estados. Ocasión de ser menos favorecida la causa del conde de Urgel en la opinión de las gentes. Si estos ricos hombres y caballeros que se juntaron en Mequinenza fueran en este reino tantos y tan poderosos como los que contendían con el parlamento de Vinalaroz, y aquella congregación de Vinalaroz estuviera tan fundada y con la autoridad que lo estaba la de Alcañiz, ninguna duda tengo para afirmar que la causa del conde de Urgel fuera más aventajada y favorecida que otra ninguna de sus competidores en la común opinión de las gentes. No tuvo fundamento la congregación de Mequinenza. Conocióse esto en la gran fuerza y cuidado que se puso por los dos parlamentos de Aragón y Cataluña en componer la disensión y discordia que había entre aquella gente noble de Valencia y la poca estimación y cuenta que se hizo de la congregación que se juntó en Mequinenza, que no tuvo más fundamento de una temeridad de arriscar y poner el negocio al juicio de las armas siendo en ellas tan pequeña parte; y como de la dilación de llegar a la declaración de la justicia se temían diversos peligros y todo consistía en que en conformidad de los reinos y del principado se declarase el legítimo sucesor para mejor reducir los negocios a concordia, y que se pudiesen comunicar los barones y caballeros que estaban en Trahiguera -que eran los de fuera- con el parlamento de aquel reino que se había juntado en Vinalaroz y sus mensajeros concurriesen con los parlamentos de Tortosa y Alcañiz, se procuró de asentar tregua entre ellos por quince leguas en torno de Tortosa. Pero no vinieron en ello los de Vinalaroz; y parecía justificarse con hacer muy grande instancia que los recibiesen dentro de la ciudad de Tortosa para donde habían prorrogado su parlamento.

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La tregua que para comunicación de los parlamentos se procuró y la repugnancia que hubo. Duda e intervalo de la congregación de Alcañiz y justificación de la de Vinaroz. Hubo mucha repugnancia y contradicción en conformarse en esto entre los mismos del parlamento de Tortosa, a quien parecía que se hacía mucha honra; porque con su consideración acostumbrada entendían que en aquello había sus inconvinientes. Y era cierto que los de la congregación de Alcañiz no tenían por bien ni holgaban que los catalanes, valencianos y mallorquines se juntasen en un lugar para tratar de aquella materia en su absencia y se hiciesen un cuerpo y una voluntad sin ellos, dudando que no estuviesen confederados y unidos contra su congregación siendo tantos. Y también les era muy molesto y grave que la concordia de las partes de la gente noble del reino de Valencia se hiciese sin ellos. También parecía justificarse harto los de Vinalaroz, porque afirmaban que aquel parlamento no tenía disensión ni diferencia ninguna porque hubiese necesidad de concordia o tregua, pues aquel parlamento había convocado a todos los que suelen llamarse legítimamente a cortes generales y a parlamentos y se hizo por persona legítima, afirmando que ellos habían tenido y tenían las puertas abiertas para los que quisiesen ir a hallarse en sus deliberaciones y consejos, y que si algunos barones y caballeros que se llamaban de fuera no querían ir no era culpa del parlamento, que representaba todo lo universal del reino. Que por quitar toda sospecha habían ofrecido seguro a todos los que quisiesen ir, aunque había algunos que eran inculpados de muy graves delitos; y porque habían declarado por sospechoso al gobernador de Valencia y a la misma ciudad, mudaron de presidente, y el parlamento a lugar de muy poca población a donde con justa causa no podían alegar temor. Las palabras de la congregación de Vinaroz prometen quietud, y disensión las obras. A esto añadían que si quisiesen ir los de fuera, los acogerían como a hermanos, y con ellos procederían a eligir las personas que se debían enviar a los parlamentos de Aragón y Cataluña y para los otros medios que se habían de proponer y platicar para la declaración de la justicia. Mas tras estas buenas palabras y ofertas se seguían obras de gran disensión y de guerra formada, porque el gobernador del reino de Valencia salió con la hueste de la ciudad y con su bandera de Valencia contra don Bernaldo de Centellas y contra la villa de Nules que era de don Bernaldo; y este caballero también hacía sus ayuntamientos de gentes para resistirle, y procurábase por los de Alcañiz y Tortosa que sobreseyese el gobernador de hacer aquella salida. A la congregación de alcañiz enviaron a guillén galcerán los de vinaroz; y quiénes eran. entonces enviaron los de vinalaroz a la congregación de Alcañiz un caballero que se llamaba Guillén Galcerán de la Sierra. Y los que en aquella sazón estaban juntos en Vinalaroz eran don Ramón de Vilaragut lugarteniente de gobernador, que por su absencia era presidente de aquella congregación, don Gilabert de Centellas, Galbán de Villena, Berenguer de Vilaragut y Juan de Vilaragut, Felipe de Boil, don Pedro de Vilaragut, don Pedro Sánchez de Calatayud y Manuel Díaz, que eran barones. Y con ellos estaban algunos

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comendadores de la orden de Montesa. De los caballeros que siguieron esta congregación fueron los principales: Juan Martínez de Eslava y Martín Iñiguez de Eslava, Bernaldo Juan señor de Tous y de Canet, Francés, Juan Vives, Pelegrín de Montagudo, Hernando Muñoz y Pedro Zapata. Los pueblos que acudían a Vinaroz. Y lo que Guillén Galcerán propuso en Alcañiz. Y los pueblos que les acudían eran: la ciudad de Valencia, Algecira, Origüela, Alicante, Guardamar, Castellón, Villarreal, Liria, Ejérica, Cullera y Biar y cuando podían las aldeas de Morella; y esta era la parte que el conde de Urgel tenía en aquel reino. Lo que aquel caballero propuso fue: que el parlamento de aquel reino que estaba en Vinalaroz, fue convocado por Arnaldo Guillén de Bellera gobernador de aquel reino; y primero se juntaron en El Real de Valencia; y que habiéndose llamado los estados del reino para 16 de agosto pasado para Trahiguera, por algunas justas causas no se juntaron en aquel lugar, y se mudó la congregación a Vinalaroz y las justificaciones que se han referido. De Trahiguera fue Pedro Pardo al parlamento de Alcañiz; y lo que informó. Por otra parte, los que estaban en Trahiguera, enviaron en su nombre a Alcañiz a Pedro Pardo de La Casta y éste informó a los del parlamento que el gobernador de Valencia y don Juan de Vilaragut su teniente de gobernador perseguían con gente de guerra a los de Morella y a Juan Ram que era alcaide del castillo real de Morella, procurando los de aquella villa y el alcaide de tenerla en buena guarda y defensa para el que fuese declarado rey; y nunca se podía dar orden en conformallos, aunque se procuraba juntamente por las dos congregaciones de Cataluña y Aragón. Embajada del parlamento de Trahiguera al de Tortosa; y con quién. Y los de Trahiguera, con nombre de parlamento general, enviaron a la congregación de Tortosa sus embajadores, que fueron don Jimén Pérez de Arenós, don Vidal de Vilanova, Juan de Belvís, Jazbert de Valeriola, micer Domingo Mascón, Francés de Esplugues, Luis de Loriz y micer Juan Mercader. Y éstos fueron enviados por la instancia que se hizo para tratar con ellos y con los que fuesen de Vinalaroz que pusiesen sus diferencias a su determinación, señaladamente porque los de Trahiguera comenzaban a hacer la guerra a los de la Plana de Burriana.

CAPÍTULO LI

De las ofertas que se hicieron de parte del infante don Hernando de Castilla a Garci López de Sesé y a sus hijos y parientes por reducirlos a la opinión de la

justicia. La instancia que se hacía a la congregación de Alcañiz, por quién, sobre qué y lo que respondió. Habíanse conformado en gran manera los de Tortosa con los Vilaragudes y con aquel bando del gobernador de Valencia que estaban en

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Vinalaroz en hacer grande instancia con la congregación de Alcañiz que se diese orden en echar del reino las compañías de Castilla que había en Aragón y Valencia; y ellos les respondían justificándose que ninguno había entrado en el reino por orden suya. Mas después de la desastrada muerte del arzobispo de Zaragoza que había sido muerto interviniendo con los embajadores de Cataluña y Valencia para los medios del beneficio tan universal, los amigos y parientes del arzobispo comenzaron a perseguir los malhechores, que habían tomado tanta osadía que intentaban de enseñorearse del reino y que por la entrada de las compañías de gente de armas de Castilla habían cesado muchas muertes y robos y otros insultos y maleficios que se hacían en el reino por la gente desmandada que andaba por él por el favor de los que habían cometido aquel caso. Conclusión de lo que se respondió en Alcañiz. Pero decían que si los del parlamento de Tortosa ponían remedio que de las partes de Gascuña no entrase la gente de armas que se aparejaba para entrar, ellos proveerían que aquella gente de armas que había de entrar de Castilla no entrase ni de otras partes; porque se esperaba que de Gascuña había de entrar también gente en favor de los amigos del arzobispo, y si se daba orden que los que cometieron la muerte del arzobispo fuesen echados del reino, de manera que no estuviesen en él hasta que fuese hecha la declaración de la justicia, en lo de la sucesión se tendría orden que todos los extranjeros que estaban en Aragón saliesen fuera. A los de la casa de sesé procura el infante don fernando [de castilla] tener propicios; por qué y con qué medios. era uno de los capitanes que se esperaba que había de traer algunas compañías de gente de guerra de gascuña en favor del conde de urgel, con publicación que era por defensa de los estados de don antonio de luna y de los ricos hombres de su valía, garcía de sesé hijo de garci lópez de sesé. y como su padre y hermanos y los de aquel linaje fuesen mucha parte en el reino, el infante don hernando procuró de reducirlos con grandes ofertas a la opinión de la justicia, y porque le diesen los capitanes que fueron presos en la entrada de muniesa. Procuró esto en nombre del infante Diego Gómez de Fuensalida abad de Valladolid, que estaba en este tiempo en Albalate, por medio de don Juan Martínez de Luna señor de Illueca; y tratóse principalmente por Garci López y por García y Juan de Sesé su hijo y por otros caballeros de aquel linaje, que todos habían seguido la parte de don Antonio de Luna en sus bandos y guerras ordinarias. Seguro de Garci López de Sesé a los capitanes que había de dar libertad; y ofertas del infante don Fernando [de Castilla]. Para esto aseguraron a Garci López para que con doce escuderos pudiese andar por el reino sin temor de las compañías de gente de guerra que entendían en la venganza de la muerte del arzobispo, y porque pusiesen en libertad aquellos capitanes que eran Sancho Sánchez de Avendaño, Pero Gómez de Barroso, Galeazo de Luria, Gonzalo de Espinosa y Alonso González de Sosa. Se le ofrecía encomienda para él y tierra para ciertas lanzas a García de Sesé y a Juan de Sesé sus hijos si siguiesen la

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opinión de la justicia y también se prometían ciertas lanzas para Juan de Sesé de Layana y a Miguel de Aisa, Lope de Albero, Juan de Aso y a Juan Galíndez de Sesé y a otros caballeros de su parentela. El pleito homenaje que a los de la casa de Sesé pidieron por el infante, y lo que resultó. Pedíase que hiciese Garci López pleito homenaje que tendría por rey y señor al que fuese declarado y nombrado por justicia que lo debía ser, y que García y Juan de Sesé sus hijos y sus parientes y amigos -que estaban en Oliet y Arcayne- harían lo mismo, y los castillos y fuerzas que tenían en su poder y de sus parientes seguirían esta opinión de la justicia. Y porque García de Sesé, hijo de Garci López, había de entrar con aquellas compañías de gente de guerra de Gascuña, se hacía muy grande instancia por reducirle a esta opinión. Y todo aprovechó muy poco o por la firmeza que en ellos hubo en perseverar en su empresa, o porque todo este trato vino a noticia del conde de Urgel y por su parte se dio dello aviso a los del parlamento de Tortosa y se les mostró el asiento de todas estas promesas que el abad de Valladolid hacía en nombre del infante.

CAPÍTULO LII

De la protestación que los ricos hombres y caballeros que se juntaron en Mequinenza hicieron a los de Tortosa que no procediesen a hacer auto alguno que

tocase a la declaración de la sucesión. Indiferencia en las cosas del conde de Urgel. Estaban las cosas del conde de Urgel de manera que ni podía ponerlas al juicio y trance de las armas, ni a derechas se valía de los medios de justicia sino con protestaciones y requerimientos. Parlamento general de Aragón se llama el de Mequinenza y lo que requirió a los de Tortosa. Nótese esta novedad. Por esta causa los ricos hombres y caballeros que se juntaron en Mequinenza, como los embajadores que enviaron a Tortosa no pudieron traer resolución ninguna que les contentase de aquella congregación, en principio del mes de deciembre por escrito tornaron a hacer otro requirimiento a los de Tortosa, llamándose parlamento general del reino de Aragón. Proponían lo mismo que sus embajadores: que la convocación que se había hecho para la villa de Alcañiz fue no debida ni legítimamente y contra lo deliberado en la congregación de Calatayud, a donde ellos decían que se juntaron en gran contradicción y discordia y habiendo en aquella ciudad muchas compañías de gente extranjera. Afirmaban que los que estaban en Mequinenza hacían verdadero parlamento de Aragón, considerando que todas las congregaciones o la mayor parte dellas -que tocaban a la próspera conservación de la república deste reino- se hacían en el nombre y voz y con autoridad del teniente de gobernador y por el justicia de Aragón contra la orden antigua, pues tales autos como aquéllos se solían hacer en nombre y por parte de los diputados del reino, como se hizo en vida del rey don Juan y del rey don Martín y en tiempo de los reyes sus predecesores.

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Dos convocaciones que sin contradicción hicieron los diputados de Aragón; lo que resultó de ellas y lo que en esto se funda. Desta novedad decían ser causa que los que querían turbar lo que estaba dispuesto desde lo antiguo andaban engañando y persuadiendo al pueblo simple, diciéndoles que por auto de corte y ordenanza de fuero deste reino se revocaba a los diputados dél toda facultad de poder convocar; y era notorio que de tres años a esta parte -viviendo el rey don Martín- se hicieron dos convocaciones por los diputados sin ninguna contradicción; de donde resultaron muy señalados autos jurídicos y conformes a fuero, como eran firmas de derecho, requirimientos y protestaciones de todo el reino. Que conforme a este poder, con solemne y auténtico requirimiento, habían protestado contra los que se habían juntado en Alcañiz, por no ser aquél lugar seguro y también porque el gobernador y justicia de Aragón -que presidían en aquella congregación- no eran personas convenientes ni idóneas o mayores de toda excepción, antes los tenían por sospechosos, y eran tales que no podía resultar de su determinación verdadero examen y discusión de la justicia; y que su llamamiento era de ningún efecto por no haber intervenido en él los diputados del reino a quien estaba cometida la administración y gobierno de la república, y que a ellos pertenescía convocar el parlamento. Finalmente afirmaban que puesto que en Calatayud se había deliberado que se hiciese aquella convocación, pero aquello había sido con ciertas condiciones; y que aquella protestación que hicieron contra los que se juntaron en Alcañiz se hizo delante del justicia y jurados de Maella y Fabara por el conocido peligro que tenían los que fueran a la congregación de Alcañiz. Los de Tortosa dilatan la respuesta a los de Mequinenza. Con estos presupuestos requerían a los de Tortosa que no procediesen adelante a hacer auto ninguno que tocase a la declaración de la sucesión; y los de Tortosa iban difiriendo la respuesta; y dábales más cuidado la disensión de los barones y caballeros del reino de Valencia por ser tan gran parte en él los que se juntaron en Trahiguera, lo que no eran los de Mequinenza en respeto de los que se habían conformado con la congregación de Alcañiz.

CAPÍTULO LIII Que los del parlamento de Tortosa tornaron a requerir al infante don Hernando de

Castilla que saliese la gente de guerra que había entrado en Aragón. Sentimiento y conformidad de catalanes. Mostraron los catalanes mucho sentimiento que el infante de Castilla no proveyese en lo que tocaba a las compañías de gente de guerra que entraba de aquel reino en Aragón que se le había pedido los mandase salir dél; y en esto había gran conformidad en su congregación que era bien diferente de los otros reinos, de donde los llamaban y recogían los que los habían menester contra sus enemigos. Los catalanes toleraban la gente del conde de Urgel y no la del infante [don Fernando] de Castilla. Porque puesto que el conde de Urgel iba juntando de

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diversas partes gente de guerra, como aquello era con fin de dar favor a sus servidores y aliados en los reinos de Valencia y de Aragón y en el principado no intentaba ninguna novedad, no les ofendía tanto que tuviese aquella gente; y ponían gran fuerza en que el infante mandase salir destos reinos las compañías de gente de armas que habían entrado en ellos de Castilla, no siendo aquello a su cargo de los de la congregación de Cataluña. Y en ninguna cosa declararon tanto la afición que generalmente tenían al conde de Urgel. Lo que Macián Dezpuch requirió en Mondéjar al infante [don Fernando] de Castilla por el principado de Cataluña. Porque dado que el infante, en lo de la embajada que se le había enviado sobre esta razón, parecía que procedía con alguna justificación, tornaron a enviarle a requerir sobre lo mismo con un caballero que se decía Macián Dezpuch. Este caballero halló al infante en su villa de Mondéjar que se venía acercando a los confines de Aragón; y allí le pidió, en nombre del principado, que le pluguiese mandar que no entrase en Aragón gente de guerra de aquellos reinos, y mandase luego salir la que estaba en él, porque con más libertad pudiesen asistir a los negocios de la declaración de la justicia en la causa de los que competían por la sucesión, y los parlamentos sin ningún embargo viniesen a su deseado fin como antes lo habían pedido y requerido. Y afirmaban que lo mismo habían pedido y requerido a los otros competidores. Los que se hallaron presentes a lo que se requirió al infante [don Fernando de Castilla]. Suplicó aquel caballero al infante, con muy buenas palabras, que considerase los muchos trabajos y peligros que pasaban los de la congregación de Tortosa por reducir las cosas al verdadero camino de la justicia; y este requirimiento se hizo al infante en forma pública, en presencia de don Enrique de Villena maestre de Calatrava nieto del duque de Gandía, y de Perafán de Ribera adelantado de la Andalucía, Garci Fernández Manrique y del doctor Juan Alfonso de Toro y de Juan Velázquez de Cuéllar y del secretario Diego Fernández de Vadillo. Respuesta del infante [don Fernando de Castilla] al requerimiento de Cataluña. A este requirimiento se respondió por el infante, que era notorio que algún otro de los competidores había hecho todo su poder por embargar la justicia; y defendía a don Antonio de Luna y a los que con él pusieron las manos por dar muerte tan horrible y detestable al arzobispo de Zaragoza; y que sabía todo este reino que las compañías de gente de guerra que habían entrado en ayuda de los parientes del arzobispo no hicieron mal ni daño ni aun sin razón alguna, ni pasaron a impedir la determinación de la justicia; antes era cosa muy sabida que habían hecho mucho servicio en beneficio del bien público resistiendo a los enemigos de la patria: y así se podía decir con toda verdad que ellos habían sido causa que los medios de la declaración de la justicia se llevasen a debido estado. El infante [don Fernando de Castilla] se remite a sus embajadores. Concluía que por cuanto por escrito no podía tan largamente declarar y mostrar su buena intención y propósito, los embajadores del rey de Castilla su sobrino y suyos, que

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acá eran venidos, notificarían al parlamento de Cataluña su buena y sana intención, cual era cerca destos negocios y del bien universal destos reinos y de la determinación de la justicia, y les darían más cumplida respuesta y razón a su requirimiento. Y con esta respuesta que se dio por el infante por escrito en Mondéjar a 7 del mes de diciembre se volvió aquel caballero. Sospecha, por qué y de quién. Y no dejaba de causar alguna sospecha la demasiada instancia que sobre esto se hacía por los catalanes, y lo poco que se les daba a los aragoneses -que eran más parte en la congregación de Alcañiz- que se mandase echar del reino la gente de guerra que había entrado de Castilla.

CAPÍTULO LIV

De los embajadores que se enviaron por el infante don Hernando en nombre del rey de Castilla su sobrino, y suyo al parlamento de Alcañiz.

En los tres que consistía la esperanza del bien universal de estos reinos. Toda la confianza de los que deseaban el beneficio del reino y de la patria se tenía en el gobernador y justicia de Aragón y en Berenguer de Bardají, que habían dado de su parte -después de la muerte del rey don Martín- muchas prendas a la república, tomando a su cargo la defensión de la libertad y justicia contra cualquier fuerza y tiranía; cuya autoridad y consejo movía a todos en gran manera porque habían introducido forma y medios de cobrar la seguridad del tiempo por venir y defender el estado en que se hallaban las cosas hasta haber declarado su rey y señor natural. Prudencia y consejo de Berenguer de Bardají. Y fue en esto tanta parte la prudencia y consejo de Berenguer de Bardají, que a juicio de todo el principado de Cataluña -que en esta parte estaba muy libre- a él solo se atribuía la gloria de haber reducido las cosas a los medios que llegaron; porque cuando él vio la dificultad que habría en juntarse los parlamentos en un lugar y los inconvenientes que se seguirían ya que estuviesen juntos, abrió el camino a los del principado y a los deste reino para que se pusiesen en lugares vecinos, y se nombrasen personas que tuviesen poder para disponer y ordenar los medios que convenían para que se hiciese la declaración de la justicia; y así lo tenían los unos y los otros deliberado y en punto de resolverse. El infante ganaba voluntades y el conde de Urgel las perdía. Parecía que iba ganando el infante en aquella causa -teniéndola al principio incierta y dudosa- los ánimos de las gentes; y al conde de Urgel -que pensaba tener muy fundada su razón y justicia- le salían nuevas contradicciones y ofensas. El uno era tenido por allegador y acariciador de los deservidores y enemigos, y el otro por príncipe que desamparaba a los amigos y que había entrado en esta empresa muy desatinadamente, y con tener tan mal prevenidas las cosas y tan mal dispuestas que era causa que los que le seguían se perdiesen; y parecía que no podía ser cosa más injusta que pensar el conde que se mejoraba su partido y se justificaba

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más su causa, si eran los que seguían condenados y perseguidos. Aborrecimiento y temor de algunos. Por otra parte aunque los más temían el reino y tiranía del conde si le usurpase por las armas, otros no amaban la confianza y ufanía de la nación castellana; y aborrescían el yugo y mando de los privados, y aquella forma y manera de gobierno a que se habían de reducir sus leyes y costumbres. Y esto les ponía mayor temor, cuanto entendían que el infante se había puesto en esta empresa no solamente confiado de su justicia, pero poniendo de su parte la autoridad y grandeza del rey de Castilla su sobrino, cuya embajada muy solemne y de grandes hombres llegó por este tiempo a la villa de Alcañiz. Los embajadores del rey de Castilla y del infante [don Fernando] que llegaron a Alcañiz; y la esperanza que de esta embajada y de la de Francia resultó. Estos fueron don Sancho de Rojas obispo de Palencia, don Alonso Enríquez que llamaban almirante mayor de las mares de Castilla tío del infante don Hernando, don Diego López de Stuñiga justicia mayor de la casa del rey de Castilla, los doctores Pero Sánchez del Castillo y Juan Rodríguez de Salamanca y Gonzalo Rodríguez de Neira arcidiano de Almazán. La forma desta embajada y la que venía por el mismo tiempo del rey de Francia, y la elección de personas muy señaladas que se hizo por los del parlamento de Tortosa para enviar a Alcañiz, daba a todos muy cierta esperanza que se llegaba ya a la conclusión de un negocio tan deseado, restando tanto que hacer para venir a los medios della.

CAPÍTULO LV

De las personas que fueron eligidas por el parlamento de Tortosa para que interviniesen con las que se nombrasen por la congregación de Alcañiz en la

deliberación de los medios de la declaración de la justicia en lo de la sucesión. Para lo que el parlamento de Cataluña nombró veinticuatro personas y quiénes fueron [por el estado eclesiástico]. Por dar más breve expediente en la determinación desta causa y excusar tanta confusión como había con la resolución de los pareceres de tantos, se deliberó por el parlamento de Cataluña -en lo que a él tocaba- que todos los negocios en que no hubiese entre ellos conformidad se remitiesen a veinte y cuatro personas con orden que lo que se determinase por ellos o por la mayor parte con que en aquel número concurriese la metad de los ocho de cada estado aquello fuese firme y valedero. Las personas a quien se dio esta autoridad fueron: el arzobispo de Tarragona y los obispos de Urgel y Barcelona y los abades de Monserrat y San Cugat, Narcís Astruch arcidiano de Tarragona, Felipe de Malla arcidiano de Penadés y procurador de la iglesia de Barcelona y Pedro de Boscho procurador del obispo de Gerona. Barones y caballeros. Por el estado de los barones y caballeros se nombraron

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don Juan Ramón Folch conde de Cardona, aunque estaba absente, y por su absencia Berenguer de Copones su procurador, don Pedro de Fenollet vizconde de Illa, don Guillén Ramón de Moncada, don Pedro de Cervellón, don Ramón de Bages, Galcerán de Rosanes, Luis de Requesens y Dalmao Zacirera. Por el estado real. Nombráronse por el estado real Juan Dezplá, Bernaldo de Gualbes y Ramón Fivaller síndicos de Barcelona, Francisco Samalón y Guillén Domenge de Gerona, Pedro Grimau y Juan de Ribasaltas de Perpiñán y Gonzalo Garridell por la ciudad de Tortosa. Solemne juramento de los nombrados. Hicieron el juramento de haberse fielmente en aquella comisión con gran solemnidad, y de no revelar el secreto. Y comenzóse entonces a poner gente de armas en la defensa de aquella ciudad. Los embajadores que fueron del parlamento de Cataluña al de Alcañiz; y el poder que se les dio. Aunque esta deliberación fue de tanta importancia para la breve resolución de los negocios, fue mucho mayor el concertarse de enviar sus embajadores al parlamento de Alcañiz, para que con las personas que en él se nombrasen pudiesen entender en disponer los medios que convenían para la declaración de la justicia, que fue sacar aquel negocio de una gran confusión y contienda de votos y pareceres y reducirse a términos de poderse fenecer. Estas personas fueron: el arzobispo de Tarragona y Felipe Malla por el estado eclesiástico; y por el militar micer Guillén de Valseca y Azbert Zatrilla doncel; y por las universidades reales Juan Dezplá letrado en derecho civil, síndico de Barcelona, y Juan de Ribasaltas por Perpiñán. Dióseles muy bastante poder para tratar de los medios que habían de preceder para allegar al examen y conocimiento y determinación de la justicia del príncipe a quien por derecho pertenescía la sucesión destos reinos, y de la forma y manera y término que se debía proponer. Lo que el parlamento de Cataluña se reservó y el juramento que sus embajadores hicieron. Exceptábase tan solamente en esta comisión el nombrar las personas que habían de hacer la declaración de la justicia y la publicación della, que se reservaba a sí el parlamento. Hicieron primero estos embajadores muy solemne juramento que usarían del poder que se les daba y harían su oficio bien y lealmente a bueno y sano entendimiento, con fin que tuviesen por justicia rey y señor lo más presto que ser pudiese y procurarían con todo su poder el servicio y honor de la corona real y la utilidad pública del principado de Cataluña; y que durando su mensajería no recibirían ni aceptarían de alguno de los competidores oficio ni beneficio ni don ni presente alguno, ni promesa o esperanza dello. También juraban que si por alguno de los competidores se les moviese algún trato, luego lo revelarían a sus compañeros y guardarían secreto de lo que les sería encargado. Recibimiento de los embajadores en Alcañiz. Entraron en Alcañiz estos

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embajadores un sábado a 16 del mes de diciembre y saliéronlos a recibir fuera de la villa los embajadores del rey de Castilla y del infante su tío. Y dentro a la entrada salieron a ellos tres caballeros en nombre del parlamento que estaba celebrando su congregación.

CAPÍTULO LVI

De la embajada que se explicó en el parlamento de Alcañiz por los embajadores del rey de Castilla y del infante su tío.

Audiencia en el parlamento de Alcañiz a los embajadores de Castilla y quién presidió en él. Dióse audiencia a los embajadores del rey de Castilla y del infante don Hernando su tío en el lugar a donde estaba junta la congregación del reino el mismo día que el arzobispo de Tarragona y las otras personas nombradas por el parlamento de Tortosa entraron en Alcañiz, presidiendo en ella el gobernador y justicia de Aragón. Y en la carta que presentaron del rey de Castilla, en su creencia, se decía que enviaba estos sus embajadores sobre razón de la sucesión de la corona de Aragón, que pertenescía al infante don Hernando su tío y su tutor y regidor de sus reinos, que se despachó en Ayllón a 2 de noviembre deste año. Razonamiento del obispo de Palencia embajador del rey de Castilla. Propuso el obispo de Palencia su embajada con un largo razonamiento, diciendo que el rey su señor los enviaba a su congregación y a los otros parlamentos de Valencia y Cataluña. Y representóles de nuevo el cuidado que se había tenido que grandes letrados, así perlados de mucha autoridad y ciencia como maestros en teología y doctores en leyes y cánones de sus reinos y de Italia, examinasen la justicia de los que competían por la sucesión deste reino; y que todos se conformaron que pertenescía al infante don Hernando su tío, así como pariente más propinco y más acercado por deudo de sangre al rey don Martín y mejor en derecho; y así había enviado sus cartas a este parlamento y a los otros rogándoles que -acatando su gran fidelidad y lealtad que siempre en ellos fuera con sus reyes y señores- quisiesen reconocer y haber por su rey y señor al infante don Hernando, pues lo era de derecho. Que como quiera que aquellos letrados dijeron y declararon que el infante, así como legítimo heredero del rey don Martín su tío, pudiera y podía entrar a tomar la posesión de los reinos y señoríos de la corona de Aragón así como de cosa suya y por falta de poderío no lo dejara, que a Dios gracias él tenía asaz, pero que lo dejó por la gran confianza que tenía en su justicia, y no menos en la mucha lealtad y fidelidad dellos que brevemente guardando su justicia de derecho le recibirían a la posesión así como su rey y señor, y le darían la obediencia debida. Y aunque envió a rogar esto, porque se excusasen los males y daños que se podían seguir en el reino, no lo habían hecho en tantos días que estaban juntos (de lo cual se habían visto los males que se seguían y los que se esperaban seguir) por esta consideración, los exhortaba que parando mientes a Dios y a la justicia y a su gran lealtad y al bien público del reino, y por excusar que más escándalos ni males no se hiciesen de los hechos, porque el reino fuese proveído de constante justicia y firme y bien ordenada, quisiesen -haciendo lo que

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eran tenidos de hacer- dar la posesión de los reinos al infante, a quien de hecho pertenescía, recibiéndolo por su rey y señor. Virtudes y excelencias del infante don Fernando [de Castilla]. La otra parte de la plática se empleó en ensalzar las grandes virtudes y excelentes partes del infante, que en conciencia era puro y en sus obras justo, en la justicia firme y derecho, en la caballería muy valeroso; y que los sus sudores bélicos las gentes bárbaras por él por la gracia de Dios vencidas, los conocían. Finalmente afirmaba que bienaventurados eran los que le cobraban por señor, ca en él cobraban justicia, paz y gloria y seguridad de sí y de sus cosas. Excusa a la gente que entró de Castilla y oferta de satisfacer el daño que hubiere hecho. Fue lo postrero excusarse con el reino de la gente de guerra que había entrado en estos reinos de Castilla, que había sido de algunos parientes del arzobispo como de otros que se juntaron por el llamamiento de aquellos mismos parientes; y que después entraron otros: y su entrada no fue por hacer mal ni daño en este reino, antes para perseguir a los que le quisiesen hacer, señaladamente a los que intentasen embarazar o resistir porque las congregaciones no se juntasen; y que al rey de Castilla y al infante desplacería mucho que las gentes que acá estaban hiciesen daño alguno. Y si le habían hecho, ofrecían los embajadores -en nombre del rey de Castilla y del infante- que harían cumplimiento de justicia dellos y de sus bienes. Respuesta a los embajadores de Castilla. Desta oferta se dieron por los de la congregación grandes gracias a los embajadores en nombre del rey y del infante, y respondieron que deliberarían sobre la respuesta que se les había de dar.

CAPÍTULO LVII De los medios que se comenzaron a proponer a los embajadores del parlamento

de Tortosa que vinieron a la villa de Alcañiz. Cortesía del parlamento de Alcañiz con los embajadores del de Tortosa; y lo que el arzobispo de Tarragona refirió. Después que los embajadores del parlamento de Tortosa llegaron a la villa de Alcañiz, otro día domingo por la mañana, los mayores y principales del parlamento fueron a visitarlos a su posada y para excusarse que no habían salido a recibirlos por estar en su congregación. Fueron el lunes a la iglesia mayor de aquella villa acompañados de doce personas que el parlamento había nombrado para que tratasen y comunicasen con ellos de los medios que se habían de proponer. Refirió el arzobispo de Tarragona la santa y buena intención que el parlamento de Tortosa y el principado tenía en los negocios de la sucesión y que soberanamente deseaban tener rey y sin dilación y en concordia de todos los reinos y tierras de la corona real, y haberle por pura y verdadera justicia y que universalmente fuese habido por tal. Que por no hallarse presente micer Guillén de Valseca que era nombrado con ellos en aquella comisión y embajada (que era persona muy singular famosa y de gran providencia

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y tal que para lo que se había de comunicar y deliberar debía ser esperado) porque se entendiese que el principado de Cataluña y el reino de Aragón venían todos a un fin, antes que procediesen a otras particularidades querían saber dellos si era su intención la misma que ellos habían propuesto por parte de su parlamento. Respuesta del obispo de Huesca y lo que remitió a Berenguer de Bardají. A una pregunta tal y en causa de tanta importancia y por persona tan grave y a congregación de un reino, respondiendo el obispo de Huesca, satisfizo con gran cortesía a lo general; y a lo demás remitió la respuesta a Berenguer de Bardají; y porque entendiesen cuán determinados estaban y con cuánta resolución en conformarse con ellos a deliberar con toda brevedad lo que convenía para llegar a la declaración de su verdadero rey y señor, les dijo lo que tantos días antes él había propuesto y aconsejado en la congregación de Calatayud, que había sido muy admitido por todos los que allí se hallaron, exceptando el obispo de Tarazona, castellán de Amposta y don Antonio de Luna y los de aquella opinión. Esto era: que aquella congregación había propuesto algunas cosas para venir al término en que estaban, y que si ellos querían decir alguna cosa de su parte, ellos lo oirían y si les daba más contentamiento que les declarasen lo que habían pensado, lo dirían de muy buena voluntad. Palabras de Berenguer de Bardají a los embajadores de Tortosa. Y como fuese dicho por los embajadores que les placía oír y saber las cosas que habían pensado, luego procedió Berenguer de Bardají en su plática y dijo así: que parecía al parlamento de Aragón muy expediente para abreviar los negocios, que el conocimiento de la justicia de la sucesión se debía hacer por algunas personas que fuesen eligidas por todos los reinos; y que era muy peligroso que los parlamentos se juntasen, porque estaba en la mano que se habían de seguir grandes dilaciones e inconvinientes; y que estas tales personas fuesen muy notables y señaladas y de santa vida. Cifra y suma de la verdadera resolución que se tomó. No contento con esto aún se declaró más: que el declarar que se había de proceder en aquella causa por este medio se debía ordenar notificándolo a los príncipes que competían por la sucesión, en forma muy honesta y cortés y no por vía de citación ni amonestación -que representase alguna jurisdicción- mas por vía de una notificación cortés, significándoles que los parlamentos entendían en el conocimiento e averiguación de la justicia de la sucesión, y que les pluguiese dar por escrito su derecho y razón sin señalarles término alguno. En esta plática tan breve y de tan pocas palabras se les propuso y declaró la cierta y verdadera resolución de negocio tan perplejo y peligroso, en el cual se oponían tantas sombras de medios y dificultades; y con resolución tan prudente y cierta se fueron encaminando las cosas a la buena y breve determinación que convenía seguir en los medios de la declaración de la justicia.

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Dificultad en el parlamento de Alcañiz. Ofrecióse alguna dificultad entre los de la congregación de Alcañiz en nombrar las doce personas a quien de su parte se había de dar la misma comisión que se dio al arzobispo de Tarragona y a sus compañeros por el parlamento de Tortosa, a cuya deliberación estaba remitido que dispusiesen y ordenasen los medios y prevenciones que convenía para llegar a nombrar las personas que habían de declarar el legítimo sucesor; y aunque se hizo elección dellas, como unos estaban absentes y otros no satisfacían tanto, hubo sobre ello alguna alteración y contienda, hasta que algunos días después se nombraron en mucha conformidad de su congregación. Nominación de don Berenguer Arnaldo de Cervellón; y en qué. Por la indisposición de Guillén de Valseca -que era de anciana edad- fue nombrado en su lugar por las veinte y cuatro personas a quien la congregación de Tortosa lo había remitido, un barón de aquel principado que se decía don Berenguer Arnaldo de Cervellón.

CAPÍTULO LVIII

Que el papa Benedicto fue a Trahiguera por concertar los barones y caballeros que allí se habían congregado con los que asistían en el parlamento de Vinalaroz;

y de la orden que se daba para que se juntasen en su congregación del estado militar.

El estado en que el gobernador, justicia de Aragón y don Berenguer de Bardají tenían las cosas en su reino; y lo que sentían. Habían llegado el gobernador y justicia de Aragón y Berenguer de Bardají a poner las cosas en este reino en tal esperanza que, o se reducirían a medios de justicia, o si se viniese a rompimiento de guerra y formados ejércitos, se defendería el reino, sino con tanta dignidad por haberse favorecido y valido de la gente de guerra de Castilla y mostrado tanta flaqueza en las fuerzas y poder del reino, a lo menos sería echado dél al conde de Urgel su enemigo. Mas con todo esto sentíase ya el daño de la dilación, y conocían que el reino estaba muy vejado y aflijido; y parecía que no se podían restaurar tantos males y detrimentos sino con otros mayores y con muy cruel y perniciosa guerra civil. Y en el trabajo echaban de ver el descuido y temeridad del tiempo presente y en cuánto peligro estaban las cosas públicas pues se comenzó a poner tan cruelmente la espada en persona tan sagrada; y que si por justicia no se declaraba el sucesor, había de durar mucho tiempo aquella competencia por las armas. Y este reino estaba opuesto a mayores peligros teniéndole en medio cercado por la parte de Castilla, Cataluña y Francia tres príncipes competidores del reino, de lo que estaba más libre el reino de Valencia y el principado de Cataluña. Las casas de Heredia y Urrea deseaban que sucediese el infante don Fernando [de Castilla] y no el conde de Urgel. Muchos estaban ya muy determinados que querían antes (en duda de la sucesión) vencer con el infante de Castilla que

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sujetarse entrando en el reino pacíficamente el conde de Urgel y sufrir debajo de su sujeción la gente perdida que le seguía. Estos eran los barones y caballeros de la casa de Urrea que eran tanta parte en el reino y los del linaje de Heredia con los de su opinión y bando, que no se podían persuadir del reino y gobierno del infante, sino que había de ser muy sincero y justo y que procuraría la utilidad y beneficio público; y de parte del conde todo les parecía amenazas y temores y venganza de las injurias recebidas de los que le habían echado de la gobernación y lugartenencia general en vida del rey don Martín, que fue sacarle el cetro real de las manos; cuya victoria por esta causa no podía dejar de ser muy cruel y terrible. Era muy dificultoso concertar las voluntades y fines de cada uno de los estados del reino, que eran cuatro, señaladamente del estado de los caballeros e infanzones, que con concurrir tantos y de diversas parcialidades parece ayuntamiento lleno de turbación y confusión; y después desto con mayor fatiga se venían a conformar los unos estados con los otros, y sobre todo se habían de reducir a unas deliberaciones y pareceres los de Aragón y Cataluña. El papa fue a Trahiguera donde presidía don Olfo de Proxita. A qué. Mas todas estas dificultades sobrepujaba sin ninguna comparación el trabajo y pesadumbre que los unos y los otros tenían en concertar los bandos y diferencias de los barones y caballeros del reino de Valencia que se habían dividido en dos partes, y cada una dellas pretendía tener por sí la autoridad y poder de todo aquel reino; y cuando se iba procediendo en tanta concordia entre catalanes y aragoneses para allegar al término deseado de la declaración de la justicia, y se esperaba que el parlamento de Valencia enviase sus embajadores a la villa de Alcañiz -para que en conformidad de todos se hiciesen las deliberaciones que convenía- estaban en tanta disensión y rompimiento que fue necesario que el papa fuese a Trahiguera para persuadirlos e inducirlos a la concordia. Presidía en la congregación de Trahiguera don Olfo de Proxita. Lo que que resolvió y quién intervino. Y a 15 del mes de diciembre se resolvieron que se fuesen a juntar con los que estaban en Vinalaroz, para que todos hiciesen un cuerpo que representase con los otros dos estados parlamento general de aquel reino. Y en esto intervinieron dos famosos letrados que eran Pedro Catalán y Jaime Pelegrín de parte de los de Vinalaroz, y por los de Trahiguera concurrieron otras dos personas de muchas letras y grande autoridad, que eran mosén Domingo Mascó y micer Juan Mercader. Con éstos intervinieron de por medio -en nombre de la congregación de Cataluña- el arzobispo de Tarragona y el vizconde de Illa. Las condiciones que se propusieron en Trahiguera; y para qué. Y para mayor seguridad de las partes se proponían estas condiciones: que don Olfo de Proxita por los de Trahiguera, y don Ramón de Vilaragut por la congregación de Vinalaroz se fuesen a un lugar que estuviese entre Trahiguera y Vinalaroz, con igual compañía de gente; y el uno al otro se hiciesen homenaje por sí y por los que hubiesen de ir a la congregación. Daban orden que después desto, los de

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Trahiguera y los de su opinión -que estaban absentes por la guerra que en el mismo tiempo se hacían el gobernador de Valencia con la hueste de aquella ciudad de una parte y don Bernaldo de Centellas y los de su bando de la otra- se fuesen con don Olfo de Proxita su presidente a Vinalaroz y entrasen por la puerta que se concertase entre aquellos dos caballeros, y aquélla quedase debajo de la guarda y defensa del mismo don Olfo y todos a la entrada entregasen las armas ofensivas a don Olfo de Proxita. Medio para concordar las congregaciones de Vinaroz y Trahiguera, aunque no se consiguió. Veníase en que al mismo tiempo, todos los que estuviesen juntos en Vinalaroz y los de su bando entregasen también las armas ofensivas a don Ramón de Vilaragut; y el uno tuviese la una puerta del lugar y el otro la otra, con igual número de gente de armas. Y todos habían de hacer homenaje en poder destos caballeros de no dar lugar que se hiese mal trato o mal y daño alguno. Por esta forma se daba orden que todos los barones y caballeros de las dos partes se juntasen entre sí en una congregación y cuerpo, para que pudiesen proveer en nombrar personas que viniesen a la villa de Alcañiz y tratasen con los que estaban nombrados por aquella congregación y por la de Tortosa en las prevenciones que se habían de hacer para la declaración de la sucesión del reino. Pero ellos estaban en tanta disensión y rompimiento que, aunque estaba bien ordenado, nunca se aseguraron para que se pudiese poner en ejecución. Furiosa turbación del reino de Valencia. Por esto se puede bien entender el estado en que se hallaban las cosas de aquel reino y cuán estragados estaban los ánimos, inficionados en parcialidad y bando; de donde resultó gran turbación en todo aquel reino y guerra civil en las entrañas dél, estando dividido y puesto en armas y convocando y solicitando cada una de las partes gente de guerra extranjera que fuesen en su socorro. Y esto fue con tanto furor que en ninguna de las provincias tuvo el conde de Urgel tanta parte y a donde más se temiese su atrevimiento y confianza y menos pudiesen los que deseaban el beneficio público con el poder y fuerzas de dentro de casa. Fortaleza del bando de los Centellas. Y la parte y bando de los Centellas estaba tan en orden con las compañías de gente de guerra que les acudía de Castilla que, cuando no tuviesen la victoria cierta, no parecía que podían ser vencidos ni echados de sus estados y de los lugares de la corona real que seguían su opinión.

CAPÍTULO LIX Que algunas compañías de gente de guerra francesa del vizconde de Castelbó, se apoderaron del castillo de Castelví de Rosanes. Y don Pedro Ximénez de Urrea,

con algunas compañías de gente de armas, se fue a poner delante de la ciudad de Huesca que estaba indiferente.

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Arnaldo de Santa Coloma tomó el lugar y castillo de Castelví de Rosanes. Atrevimiento notable y el motivo que tuvo. Cuando las cosas del principado de Cataluña estaban con mucha paz y sosiego y se trataba de ordenar los medios para venir a la determinación de un negocio tan grande, que era tan deseado por todas gentes, sucedió que habiendo entrado algunas compañías de gente de guerra de Francia se tomó por Arnaldo de Santa Coloma -que era de la casa de Juan de Fox vizconde de Castelbó y venía con aquella gente- el lugar y castillo de Castelví de Rosanes. Causó esto gran turbación en el estado en que se hallaban las cosas por ser aquello como a las puertas de Barcelona e insulto cometido con favor de gente extranjera, y por un señor tan poderoso dentro del principado y tan vecino por el estado del conde de Fox su padre cuyo sucesor era. Este acontecimiento fue porque en esta turbación de tiempos pensaron Archimbau conde de Fox y Juan de Fox vizconde de Castelbó su hijo, apoderarse de Castelví de Rosanes y de Martorel con toda su baronía, que habían sido gran tiempo de los condes de Fox y vizcondes de Bearne desde don Guillén de Moncada vizconde de Bearne y de Castelbó; y por la guerra que hizo el conde Mateo de Fox en Cataluña por la sucesión del reino, muerto el rey don Juan, el rey don Martín confiscó a la corona real el vizcondado y la baronía de Martorel. Después de la muerte del conde Mateo de Fox sucediendo en aquel estado el conde Archimbaudo, el rey don Martín -como se ha referido en estos anales-, se concertó con él y le dejó el vizcondado de Castelbó; y el rey se reservó a Castelví de Rosanes y a Martorel con toda su baronía. Y pareció esta buena ocasión para cobrarlo todo. Barcelona cobró poderosamente el lugar y castillo de Castelví de Rosanes; y lo que hizo en defensa suya. Como iba a la ciudad de Barcelona todo el sosiego de aquella comarca y su defensa, y entraban otras compañías de gascones en socorro de los que se apoderaron de aquel lugar y de su castillo, pusieron en esto los consejeros todas sus fuerzas para procurar el remedio; y luego el regente la veguería y Galcerán de Gualbes juntaron ciertas compañías de gente de armas y se fueron a poner en Martorel como en frontera, convocando la gente de la tierra por el apellido que ellos llamaban "viafos de sacramento" para poner en defensa el lugar de Martorel, porque de allí se diese orden que no se fortificase el lugar que se había entrado por la gente del vizconde, y se defendiesen los de aquella baronía. En esto se puso tan buena orden y se hizo tan excesivo gasto en juntar todos los pueblos de aquellas comarcas por cobrar aquel castillo, que fue entrado por combate y sacado de poder de gente extranjera y quedó en defensa de la ciudad de Barcelona. Los que corrieron con sus gentes las comarcas de Huesca. Por el mismo tiempo don Pedro Ximénez de Urrea, don Juan de Luna y don Juan Fernández de Ijar, con algunas compañías de gente de armas de Aragón y de Castilla, que eran hasta setecientos de caballo, pasaron el río Ebro y fueron a la villa de Luna; y de allí corrieron por las comarcas de Huesca y fueron a la villa de Almudébar. Indiferencia de Huesca. Y pasaron con sus batallas ordenadas a ponerse delante

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de Huesca, estando los de aquella ciudad en diferencia y no habiendo enviado sus procuradores a la congregación de Alcañiz; en lo cual se señalaron solos, aventurando mucho contra el común consentimiento de todas las ciudades y villas del reino; lo que se atribuía a mucha temeridad, siendo las fuerzas de don Antonio de Luna y de los ricos hombres que le seguían tan débiles y estando su congregación con tan poca reputación. Intento de los que corrían las comarcas de Huesca; cómo se volvieron a Amudévar y la fama que en Alcañiz tenían. Mas aquellos ricos hombres no tuvieron fin, según pareció, de proceder a auto ninguno de guerra contra los de Huesca, y más fue su intención mostrar su poder para resistir contra cualquier entrada en el reino de gente extranjera. Y sin hacer daño ninguno se volvieron la misma noche, que fue a 23 de diciembre, a Almudébar. Y los del parlamento de Alcañiz decían que eran de los parientes del arzobispo de Zaragoza y sus valedores, que iban persiguiendo a los matadores y a los que ponían turbación en la paz y justicia del reino y contra los que los recogían y les daban favor y ayuda.

CAPÍTULO LX

Que el vizconde de Narbona tornó a dar favor a los rebeldes en Cerdeña contra los que estaban en defensa de las ciudades que se tenían por la corona real.

Las leyes están a pique de valerse de las armas. A este punto habían llegado las cosas en fin deste año en la prosecución de la declaración de la justicia en la causa de la sucesión, que no estaban las gentes fuera de temor que las leyes se hubiesen de valer de las armas, estando la nobleza de los reinos de Aragón y Valencia en tanta contienda y disensión. Y fue gran maravilla que pudiese tanto en aquella turbación de tiempos la voz de la justicia y la causa de la república, que prevaleciese hasta ver el fin tan deseado por todos. La rebeldía de Cerdeña prevalece. Como en lo de casa tenían tan presente el peligro, no se proveía en lo de fuera que importaba tanto a la corona como convenía; y así volvieron a prevalecer en Cerdeña los rebeldes. Sospecha que del vizconde de Narbona se tenía y por qué. Y teníase del vizconde de Narbona la sospecha que de un enemigo que estaba en tregua con nuestros capitanes y gobernadores; y era cierto que el vizconde no podía tratar ni obrar cosa alguna sino con consejo y voluntad de los de Sácer que no podían tener peor intención; y publicaban que estaban determinados de entregarse antes a moros que a la corona real. Con esto la nación sardesca tenía gran amor y afición al vizconde, porque los defendía que no viniesen a la sujección del rey de Aragón. Libertad de Nicoloso de Oria; y lo que el vizconde publicaba a los que se volvían a su obediencia. Y por consejo de los de Sácer puso el vizconde en libertad a Nicoloso de Oria señor del castillo de Monteleón que tenía en su poder preso; y

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pagó treinta y tres mil florines por su rescate, y se hizo vasallo del conde con el estado que tenía en aquella isla. Todos los lugares y tierras que se habían rebelado y después se habían reducido a la corona real por fuerza de armas, por las nuevas que publicaba el vizconde certificando que estos reinos estaban en gran división y que no querían declarar quién era el legítimo sucesor y que los catalanes no podían permanecer en aquella isla, se volvían a la obediencia del vizconde. Y por esta causa después de la muerte de Pedro de Torrellas capitán general, se quedó en Cerdeña; y la gente de armas que estaba en la defensa de los castillos y fuerzas no tenían de qué ser socorridos, ni las guarniciones que se pusieron en los castillos de Monreal, Marmila, Sanluri y villa de Iglesias. Y tenían tanta falta de gente de la nación catalana, que no hallaban a quién poner en los castillos ni aun en las velas y guardas ordinarias del castillo de Cáller y de la villa de La Pola. Intento de la gente en el Alguer; y nominación de capitán general que los de Cáller hicieron. Toda la gente de guerra o la mayor parte estaba en el Alguer, entendiendo que los enemigos se iban juntando en gran número por acometer las comarcas de Cáller. Y entonces tomaron los de Cáller por su capitán general a don Berenguer Carroz conde de Quirra por la guarda y defensa de aquel cabo de Gallura. Y estaba en el gobierno del cabo de Lugodor un caballero catalán llamado Ramón Cartella. Confederación del vizconde de Narbona con Casano de Oria; y lo que de ella resultó. Siguióse tras esto que el vizconde, que se llamaba juez de Arborea, se confederó con Casano de Oria de Génova, el cual con su parcialidad se apoderó del castillo de Longosardo y comenzó a hacer guerra contra Nicoloso de Oria; y así se tornó a romper la guerra en la isla contra los que la tenían en defensa por el servicio del rey. Y Nicoloso de Oria se juntó con el conde de Quirra y se hizo vasallo de la corona real de Aragón y confederóse con Vicentelo de Istria conde de Cinercha y con Juan de Istria su hermano, que eran poderosos en la isla de Córcega y muy fieles a la corona de Aragón. A lo que juan de istria vino a cataluña; el dinero que trajo y para qué. había venido por este tiempo juan de istria a cataluña para llevar algunas compañías de gente de guerra en favor de nicoloso de oria. y para levantar esta gente envió nicoloso al parlamento general de cataluña treinta mil florines de aragón en moneda de florencia y en ducados de oro, contando quince sueldos barceloneses por cada florín. y con este dinero se le habían de enviar trecientos hombres a caballo, que con sus pajes eran seiscientos y trecientos ballesteros. Novedad peregrina. Era cierto que con este socorro, si fuese con tiempo, se acababa de sustentar aquella isla y defenderse de los rebeldes en tal sazón que dentro destos reinos para la defensa dellos había tanta necesidad de gente y dinero; cosa jamás vista desde el tiempo que se comenzó la conquista de aquel reino que para la defensa dél viniese de allá dinero para la paga de la gente de guerra que se había de enviar de Cataluña. Vino este dinero a Barcelona en una galera del principado, cuyo capitán era Nicolao de Balbo de la casa de Nicoloso de

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Oria; y con las pagas dél se había de poner aquella gente en el Alguer pagada por cuatro meses. Temor y embajada del vizconde [de Narbona]. Por otra parte, temiendo el vizconde que fuese de acá este socorro, envió sus mensajeros a Cataluña; y ofrecía de comprometer las diferencias que tenía con Nicoloso, que él llamaba el bastardo de Oria. Opiniones en contra y favor del vizconde de Narbona. Las cuales parecía a muchos que era bien sustentallas hasta que se hiciese la declaración de la sucesión, pues con ellas la nación catalana tenía de su parte aquella parcialidad de Nicoloso de Oria; y no faltaba quien favoreciese al vizconde en el parlamento de Cataluña hallándose en él el vizconde de Illa y Canete.

CAPÍTULO LXI De la guerra que el gobernador del reino de Valencia y don Bernaldo de Centellas se hacían con los de su bando y que el gobernador cobró la villa de Elche que se

había entrado por don Pero Maza de Lizana. Apercibimientos del gobernador de Valencia y de los Centellas. Tenían el gobernador del reino de Valencia y los del bando contrario, que eran los Centellas, en el principio del año 1412 muy apercibida su gente; y los Centellas y Miralles y otros que estaban desterrados de Castellón de Burriana comenzaron a correr la comarca de Villarreal por cobrar a Castellón. Y el gobernador de aquel reino que era demasiadamente guerrero y la ciudad de Valencia enviaron algunas compañías de gente de armas y ballesteros para que defendiesen a Castellón. Y fue por capitán de los ballesteros Lorenzo Strayn. La villa de Elche fue escalada y el gobernador de Valencia la cobró. En esta sazón, que fue el postrero del mes de diciembre, un barón de los más poderosos de aquel reino que era del bando de los Centellas y se decía don Pero Maza de Lizana, escaló la villa de Elche, y teniendo la nueva dello el gobernador, con una celeridad increíble, juntó mil de caballo y diez mil de pie y fue contra él y a poner cerco sobre aquella villa. Pero don Pero Maza, visto que no tenía gente con qué defenderse del gobernador y de los de la villa, hubo de salir della; y cobróse por el gobernador. Suceso de Almazora. Tras este buen suceso del gobernador, los de Castellón que seguían su bando, con la gente que pudieron juntar fueron sobre Almazora, a donde se decía que estaban algunas compañías de los Centellas; y hicieron mucho daño en la vega y mataron algunos que hallaron en el campo. La guerra se aumenta en el reino de Valencia. Desta suerte se iba cada día más encendiendo la guerra entre las partes en aquel reino, sin que se pudiesen poner en tregua ni persuadirse a ella con la autoridad del papa que estaba como a la

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vista de sus peleas, ni por el honor y respeto de sus congregaciones que residían en Vinalaroz y Trahiguera.

CAPÍTULO LXII De las cartas que don Diego Gómez de Fuensalida, abad de Valladolid, presentó al parlamento de Alcañiz, que se escribieron por el conde de Urgel a Jucef rey de

Granada. Los que siempre asistieron en Alcañiz por el infante don Fernando [de Castilla]. Desde el principio que se comenzó a juntar la congregación de los aragoneses en Alcañiz, tuvo el infante de Castilla en aquella villa a don Diego Gómez de Fuensalida, abad de Valladolid, que asistía ordinariamente, informando de su derecho a la sucesión a los presidentes y a las congregaciones de los cuatro estados del reino. Y en esto entendían el abad y el doctor Juan Rodríguez de Salamanca general y particularmente; y los dos iban del papa a las congregaciones informando y procurando todo lo que convenía al servicio del infante. Lo que el conde de Urgel procuraba; y confederación que hizo. Y como el conde de Urgel no esperaba que de ningún príncipe comarcano le pudiese venir socorro, procurábalo por todos los medios que podía del rey de Inglaterra, al cual envió a informar del derecho que tenía en la sucesión destos reinos. También se había confederado con este fin con Jucef rey de Granada; y desta confederación pareció por ciertas cartas y capítulos firmados de la mano del conde que se tomaron a sus mensajeros en Castilla. Carta que leyó don Diego Gómez de Alcañiz escrita por el conde de Urgel al rey de Granada y lo que se verificó por ellas. Estando la congregación junta a 2 del mes de enero deste año, don Diego Gómez leyó públicamente aquellas cartas; y parecía por ellas que en vida del rey don Martín y después dél, el conde traía secreta plática, y firmó su confederación con Jucef rey de Granada como legítimo sucesor de los reinos de la corona de Aragón; y sobre ello fueron a Granada diversos mensajeros, y Jucef le hizo grandes ofrecimientos por medio de un moro su embajador y después con un caballero castellano estando el conde en Sanboy. Tras aquella oferta fue otro caballero de parte del rey de Granada a Balaguer; y con él ofrecía largamente su tesoro y gente. Y por parte del conde entre otros había ido a Granada un caballero catalán llamado Francés Calonge, y con éste informaba muy de propósito del derecho y justicia que tenía a la sucesión de los reinos que fueron del rey don Martín. Lo que por el conde de Urgel se pide al rey de Granada y al gobernador de Mallorca. Con éste enviaba a pedir al rey de Granada dinero para dar sueldo a mil bacinetes y mil pilartes por medio año y que se hiciese guerra al infante de Castilla. Y daba larga esperanza que el conde por su parte la haría con todo su

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poder contra el estado y tierras del infante; e intercedía por don Pedro de Vilaragut que pedía al rey de Granada que pusiese en libertad los hijos de Pedro Marradas y otro caballero que estaba cativo llamado Arnaldo de Romaní. También se entendió que el rey de Granada procuraba con don Roger de Moncada gobernador de Mallorca que siguiese la parte del conde. Desesperación de la justicia del conde de Urgel. Mas aunque esta plática pudo indignar a los de la congregación, por ser trato tan infame y deshonesto el que se llevaba con aquella nación infiel, no se hizo menos caso desto de parte del infante, para que las gentes entendiesen la desesperación y desconfianza del conde en su razón y justicia y cuán vanas e inciertas eran sus esperanzas confiando de socorro de los reyes de Granada e Inglaterra. El parlamento de Alcañiz cometió a Berenguer de Bardají la respuesta a la embajada del rey de Castilla. Cometióse por el parlamento de Alcañiz a Berenguer de Bardají que respondiese en nombre de todo él a lo que se propuso por la embajada del rey de Castilla, que en suma fue en lo que tocaba al derecho que se decía que tenía a la sucesión el infante, como había otros príncipes que pretendían lo mismo, no había por entonces a qué responder, y que la gente que había entrado en Aragón de Castilla se habían no como extranjeros sino mejor que los naturales, y que ninguna queja se tenía dellos; concluyendo su respuesta con una muy determinada declaración: que en caso que los otros parlamentos no quisiesen libremente entender en la causa de la sucesión, los del reino de Aragón y el parlamento dél usarían de su preeminencia y libertad así como aquéllos que eran cabeza de los otros reinos y tierras de la corona real.

CAPÍTULO LXIII

De la embajada que vino a los parlamentos de Tortosa y Alcañiz del rey de Francia y de la reina doña Violante de Jerusalén y Sicilia.

El conde de Urgel tiene enemigos y no valedores. Sólo el conde de Urgel ponía su causa en tanta desconfianza, que no pudiéndose valer de los que eran parte para favorecer su empresa había de buscar tan deshonestos y inciertos partidos teniendo muy declarados enemigos dentro del reino y ningún amigo de fuera; y los señores de Monferrat -en cuya casa tenía tanto deudo- ni por mar ni por tierra pudieron hacer ademán ninguno de valerle en su justicia. Cómo estaban guardadas las entradas del reino. Por otra parte cualquier aparejo y prevención que se hiciese de juntar gentes, que en otros tiempos siendo en justa guerra aunque se ordenasen con toda moderación por sí eran habidos por molestos y de gran vejación, en esta sazón eran de mucha graveza, porque parecía hacerse con opresión y lo tenían por tiranía. Estaban los puertos y costas de la mar y todas las entradas del reino en guarda como si estuvieran cercados de los enemigos, y parecía que había de ser el reino de quien primero le acometiese, mayormente si el rey Luis de Jerusalén y Sicilia convirtiera sus gentes y armadas

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en esta empresa por el derecho de la reina doña Violante su mujer y de Luis su hijo que llamaban conde de Guisa, y desistiera de la guerra del reino a donde su ejército estaba en frontera contra el rey Ladislao su enemigo. Estado de las cosas de Francia, embajada de su rey a los parlamentos y quién fueron los embajadores. Las cosas de Francia estaban de manera que por la guerra de ingleses tuvo el rey Luis de aquella casa muy poco o ningún socorro y favor, y no se extendió a más de enviar el rey Carlos su embajada a los parlamentos en su nombre y del rey y reina doña Violante y del delfín duque de Guiana su hijo y del duque de Borgoña que tenía a su mano el gobierno de Francia y, como dicho es, había desposado su hija con el conde de Guisa. Fueron estos embajadores el obispo de Sant Flor -que fue ya enviado a Cataluña- y un gran señor de aquel reino que era Luis conde de Vendosme gran camarero de Francia, de la casa de Borbón -cuya madre fue la condesa de Vendosme- y era hermano menor de Jaques conde de La Marcha que casó después con la reina Juana hermana del rey Ladislao. Sucesión de la casa de Borbón. Y deste conde de Vendosme sucedieron los señores de aquella casa de Borbón hasta nuestros tiempos. Embajadores de Francia en Tortosa, la licencia que se les dio y lo que propusieron. Con ellos vinieron los embajadores que ya habían venido en nombre de aquellos príncipes al parlamento de Barcelona, que eran Roberto de Chalans senescal de Carcasona, Gualter de Passar, el señor de Vencerol, el doctor Juan de Sazo y Guillén Sirguet. Vinieron su camino derecho a Tortosa; y allí explicaron su embajada ante el parlamento a 29 del mes de diciembre, pidiendo de parte de sus príncipes que atendiesen al conocimiento de la verdadera justicia de la sucesión y que se hiciese pública y notoriamente, y se denegase la audiencia a los competidores que con fuerza de armas prosiguiesen su derecho. Y ofrecieron en nombre de sus príncipes que darían favor y socorro para echar la gente extranjera del reino; y porque estaban fuera de la obediencia de Benedicto se les dio licencia que los del parlamento pudiesen tratar y conferir con ellos teniéndolos por cismáticos. Entraron los embajadores en Alcañiz; el homenaje que primero hicieron y lo que por ellos se ofreció y fue requerido. Entraron en Alcañiz a 8 del mes de enero, y antes de su entrada en el camino que va de Alcañiz a La Codoñera, hicieron el homenaje que todos los otros que venían a la congregación. Y a 11 de enero se presentaron ante el parlamento; y en la plática que se propuso todo su fin fue requerir y exhortar a la congregación que procediesen a declarar la justicia que tenía la reina de Sicilia. Estaba en este tiempo la reina en Tarascón, y en su nombre ofrecían lo que otras diversas veces: gente de armas para echar los que andaban discurriendo por el reino que ponía diversos temores y gran turbación en él. Y entre otras cosas

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propusieron el beneficio y grande aumento que resultaría a la corona real si se juntasen los reinos de Jerusalén y Sicilia y el ducado de Anjous y señaladamente el condado de la Proenza, que ya en los tiempos pasados fue de los reyes de Aragón. Declaraban también lo que habían ofrecido en el parlamento de Barcelona: que en caso que quisiesen por rey y señor a Luis conde de Guisa, hijo primogénito de la reina, como lo debían querer, resultando a la corona tanto aumento y honor, la reina su madre le renunciaría el reino; y no fuera esto de poca consideración si la gente que la reina ofrecía estuviera dentro en el reino tan poderosa como lo estaba la del rey de Castilla. Respuesta a los embajadores y embajada del papa Benedicto [XIII] con Francés de Aranda, su gran consejero cartujo. La respuesta del parlamento fue que comunicaría lo que se les debía dar; y con esto salieron los embajadores de la congregación. El mismo día que estos embajadores entraron en la villa de Alcañiz envió el papa Benedicto desde Peñíscola al parlamento del reino de Aragón a Francés de Aranda, donado del monasterio de cartuja de Portaceli, su gran consejero y privado, siendo así que mucho tiempo había que los príncipes pasados no deliberaron ninguna cosa de estado de gran momento sin su parecer y consejo. Santidad y prudencia de Francés de Aranda. Tan grande era su discrección y prudencia en las cosas del gobierno del reino en paz y guerra, y tan compuestas y consideradas fueron todas sus acciones con memoria y uso de diversos negocios y con maduro juicio y providencia del gobierno de las cosas públicas que se fundaba en suma religión y piedad. Lo que por [Francés de Aranda] se hizo. Puesto que el papa le cometió algunos negocios suyos y de la iglesia que eran muy arduos, pero quiso que a todo se prefiriese el de la sucesión, en que tanto iba a toda la cristiandad. Y como todo el bien consistía en abreviar la declaración de la justicia con la autoridad del padre santo y con la intervención y consejo de un tal varón, las cosas se fueron encaminando a los verdaderos medios de llegar al fin tan deseado por todos.

CAPÍTULO LXIV De los embajadores que se eligieron por los del parlamento del reino de Valencia para que interviniesen con los nombrados por el parlamento de Alcañiz y con los

embajadores del parlamento de Tortosa que allí asistían para entender en los medios de la declaración de la justicia de la sucesión.

Discordia entre la congregación de Vinaroz y la de Trahiguera. Estaban tan lejos de la congregación de Vinalaroz y los barones y caballeros que se juntaron en Trahiguera de reducir sus diferencias a medios de concordia como se había tratado, que el gobernador de aquel reino y don Bernaldo de Centellas -que eran los principales caudillos de los bandos que tenían en tanta turbación aquel reino-

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se hacían guerra cruel, valiéndose el gobernador de la ciudad de Valencia y don Bernaldo de Centellas de su parcialidad y de los más poderosos barones de aquel reino que por sus estados lo eran; y se les habían juntado las compañías de gente de armas del infante don Hernando que entraron de Castilla. Conformidad en Alcañiz con los de Tortosa. Como en esta sazón había tanta conformidad entre el parlamento de Alcañiz y los que fueron enviados del de Tortosa para disponer y ordenar los medios que convenían para llegar a la declaración de la justicia, los de Vinalaroz (que siempre fueron habidos desde el principio por los catalanes por justa y legítima congregación, por concurrir en ella el estado eclesiástico y la ciudad de Valencia y algunas villas y lugares del reino y buena parte de la nobleza dél) deliberaron hacer elección de algunas personas para que, en nombre de aquel reino, interviniesen en Alcañiz en la plática y consulta de los medios que se habían de proponer para la declaración de la justicia. Las personas que para la declaración de la justicia nombró la congregación de Vinaroz. Estos fueron: fray Bonifacio Ferrer prior general de cartuja que ellos llaman Gran Don aunque la nación de Francia se había salido de su obediencia por estar él en la de Benedicto, fray Pedro Dezpujol prior de Val de Cristo de la misma orden de cartuja, y éstos se nombraron por el estado eclesiástico; micer Juan Gascón y micer Giner Rabaza por el estado militar, y por el real micer Andrés de Conques y micer Pedro Catalán. Lo que ofrecieron los de Trahiguera y la dificultad que en los parlamentos de Aragón y Cataluña se movió. Eran personas tan graves y de tan grandes méritos y partes que los de Trahiguera los admitían por muy señaladas y notables personas, y ofrecían que ellos nombrarían otras personas de aquella dignidad y dejarían todas sus diferencias a la determinación del parlamento general de Aragón y de los embajadores del principado de Cataluña que estaban en Alcañiz, o por más breve expedición lo remitirían al santo padre. Este nombramiento se hizo a 25 del mes de enero; pero en los parlamentos de Aragón y Cataluña no querían admitirlos sino fuesen en concordia de todos, cuya división y discordia era causa de grande turbación.

CAPÍTULO LXV Que la gente que se envió en socorro de la villa de Ejea fue desbaratada por don Antonio de Luna y fue preso su capitán don Pero López de Gurrea. Y de la respuesta que se dio por la congregación de Tortosa al requerimiento que hicieron los ricos hombres y caballeros del reino de Aragón que se juntaron en Mequinenza. TC> Deliberación del parlamento de Cataluña en defensa de su principado. Visto que en el reino de Valencia estaba la guerra encendida entre las partes y que por el reino de Aragón andaban discurriendo las compañías de gente de armas así de la

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tierra como las que entraron de Castilla, y que de Francia no dejaban de pasar continuamente y por el vizconde de Castelbó se acometió lo de Castelví de Rosanes, se deliberó ante todas cosas en el principado deste año por el parlamento de Cataluña, de proveer a la defensa del principado y que para ponerlo en común y general seguridad se diese sueldo del dinero del general a mil bacinetes y pilartes y otros mil ballesteros. Y la metad desta gente se puso luego en orden. Para esto, según era costumbre, se puso la tabla que llaman de acordar para que los que quisiesen fuesen a recibir el sueldo, y túvose mucha cuenta que esta gente no fuese del pueblo menudo sino caballeros y gentiles hombres, ciudadanos y burgueses. Con esto iban cobrando más autoridad los ministros de la justicia. Querella contra el conde de Urgel ante el gobernador de Cataluña. Y porque el conde de Urgel, muchos días había, tenía preso un caballero que se decía Francés de Vilamarín y su hermano Juan de Vilamarín y Riambau de Corbera su sobrino, tuvieron recurso al gobernador de Cataluña y al parlamento, pidiendo que les hiciese cumplimiento de justicia y el conde restituyese los bienes que había tomado a Francés de Vilamarín, los de la congregación enviaron a requerir al conde sobre ello; y él difirió de cumplirlo. Lo que Zaragoza hizo en socorro de la villa de Ejea y los caballeros que contra ella juntó don Antonio de Luna. También por el mismo tiempo algunas compañías de gente extranjera acometieron de entrar por fuerza de armas la villa de Ejea; y como esta nueva causó mucha alteración al pueblo en Zaragoza proveyeron los jurados que don Pero López de Gurrea, señor de Torrellas y de Los Fayos que en las alteraciones pasadas había acudido en favor y ayuda de aquella ciudad, fuese con quinientos hombres entre ballesteros y lanceros, con orden que si fuese entrada por enemigos la cobrase o la defendiese. Y fueron por capitanes desta gente Rodrigo Datés jurado y Antonio Ximénez del Bosque. Por otra parte, don Antonio de Luna juntó los más principales caballeros de su opinión que tenían ya cargo de algunas compañías de gente de caballo, que eran don Francés de Alagón señor de Almuniente hermano de don Artal de Alagón señor de Pina y Sástago, Garci López de Sesé el menor, Fadrique de Urriés y Juan de Urriés, Pedro de Pomar, Ramón Berenguer, de Fluviá, Juan de Sesé señor de Layana y Guillén Jaime de Figueruelas. Y con la gente de Gascuña acudió a juntarse con don Antonio de Luna, Menaut de Favars. La gente de Zaragoza fue desbaratada por don Antonio de Luna y la prisión y rescate de don Pedro López de Gurrea. Fueron por entrambas partes a juntarse los unos a combatir a Ejea y los otros a socorrerla; y tuvo tan mal suceso lo deste socorro que fue desbaratada la gente de Zaragoza por don Antonio de Luna y por Menaut de Favars; y fue preso don Pero López de Gurrea y llevado al castillo de Loarre, y púsose en mucha turbación el reino. Y don Pero López de Gurrea fue después rescatado por don Antonio de Luna por gran suma de florines, por ser de los más principales caballeros del reino y de muy poderosos parientes: y estaba

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casado con doña Aldonza de Moncayo; y después en satisfacción y enmienda del rescate se le dio la metad de Plasencia que está en la ribera de Jalón y era de don Antonio de Luna. Daba gran osadía a cualquier novedad e insulto estar los ricos hombres y caballeros del bando de don Antonio de Luna en su congregación en Mequinenza, no sólo en contradicción pero como en frontera del parlamento de Alcañiz. Y vista su pertinacia y porfía los de la congregación de Tortosa deliberaron responder a su requerimiento, considerando que ninguna cosa los detenía en aquel su ayuntamiento sino la confianza que tenían en algunos barones de la congregación de aquel principado, y en la división y guerra que había entre los barones y caballeros del reino de Valencia, y en la autoridad que iba cobrando el parlamento de Vinalaroz. Respuesta de la congregación de Tortosa a los ricos hombres de Aragón. La respuesta fue: que ellos hasta este tiempo en la plática del derecho de la sucesión siempre habían comunicado por medio de sus embajadores con los estados del reino de Aragón que habían asistido a los parlamentos de Calatayud y Alcañiz, teniendo aquella congregación de Alcañiz por verdadero parlamento, y que como tal se había juntado y tenido comúnmente, y que con él entendían continuar los tratados y deliberaciones y los otros autos necesarios para llegar al conocimiento de su verdadero rey y señor por términos de justicia. Que los de aquel parlamento holgarían en gran manera que todos los que no se hallaban ni concurrían en el parlamento de Aragón, por mostrar buena conformidad y unión, interviniesen en aquellos hechos cuanto conviniente fuese, pero que no era de su congregación altercar ni disputar sobre sus diferencias y mucho menos declarar lo que se proponía contra la convocación del parlamento de Aragón, pero cuanto al requerimiento que les hacían los de Mequinenza haría su congregación lo que debía de justicia y le pertenescía. Perseverancia de los ricos hombres de Aragón. Mas no embargante que entendieron que aquella congregación estaría muy firme y constante en este propósito y que la de Alcañiz iba siempre cobrando nuevas fuerzas y todas las congregaciones de Cataluña y Valencia le deferían como a cabeza destos reinos, ellos perseveraron en su opinión; y fueron gran parte para que algunas compañías de gente de armas que el conde de Urgel había levantado para enviar en socorro del gobernador de Valencia se atreviesen a pasar casi a vista de los dos parlamentos de Alcañiz y Tortosa.

CAPÍTULO LXVI

De la exhortación que el papa Benedicto envió a los de la congregación de Alcañiz.

Acuerdo del papa Benedicto [XIII]; lo que a la congregación de Alcañiz escribe y la ley en que se funda. En esta sazón, considerando el papa Benedicto los peligros que se podían seguir de tanta dilación como la que se esperaba que habría en la

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declaración de un negocio tan nuevo y el mayor que se había visto en muchos siglos, aunque por un tal ministro como el que se ha referido solicitaba la breve determinación dél para que saliesen estos reinos de la confusión y peligro en que estaban, les envió por escrito una muy prudente y grave amonestación. Esta iba fundada en una ley de uno de los reyes godos de España, que tratando de aquellos que en vida del rey intentan de usurpar para sí o para otros el reino, entre las otras cosas establecía que cuando tal caso sucediese que el rey muriese, no se atreviese ninguno a tomar el reino por fuerza con presunción de tirano. Obligación universal referida por el papa Benedicto [XIII]. Encarecía cuánto era razón que aquella era ley santa que debía ser guardada inviolablemente en todas las regiones del mundo y disciplina y información que a todas gentes debía ser muy agradable y acepta; por que como en las mismas leyes se contenía no era lícito llegar a la majestad del cetro real deste reino por conspiración de los malos o por discordia o movimiento de muchos, mas aquel solo fuese admitido que por justicia pareciese que lo debía ser con común consentimiento de todos. Palabras dignas de ponderarse. Exhortábalos que considerasen con diligencia en el llanto de la muerte de sus príncipes el triste suceso de un caso tan peligroso, por el cual no tan solamente eran desamparados del favor de un rey piadoso pero fueron privados de la sucesión de un príncipe victorioso como lo era un solo hijo que el rey tenía; y sobre todo esto, hasta aquel día estaban dudosos y desconfiados de entender quién fuese el verdadero sucesor, porque de muchos príncipes poderosos que pretendían este reino por sucesión cada uno pensaba que era su derecho tan claro y cierto que apenas se le podían proponer ni decir lo contrario. Lo que las discordias prometen, y cómo se ha de prevenir el peligro. De donde podían manifiestamente entender qué sería si en la división y contienda de tan contrarias voluntades y pretensiones se partiesen y dividiesen entre sí los deste reino por bandos y contrarios favores. Que cierta cosa sería que, por tales disensiones y discordias, se habían de seguir tales movimientos y guerras civiles que por ellas el reino vendría a peligrosa caída y a estado de perderse; y así debían continuar su propósito de manera que ningún respeto particular los moviese a lo injusto, ni amenazas y vanos temores que se les propusiesen los desviasen del verdadero camino de la justicia, ni por ninguna persuasión o artificio se quebrantase la lealtad a que eran a su reino obligados y a su rey cualquiere que lo debía ser; antes guiando por el verdadero camino de la justicia y abriendo la senda dél, la conservasen puramente según se la dejaron descubierta sus antecesores sin mancilla hasta aquel día como por cierto derecho de herencia. Dechado de fortaleza y prudencia. Requeríales que en esto estuviesen más advertidos y atentos cuanto más viesen turbarse en el reino el estado de la república y trastornarse por particular odio o amor, de tal manera que ninguna diferencia se conocía de los estados, ninguna distinción había de los merecimientos ni se tenía respeto a la razón, ninguna resolución se hallaba en el

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derecho por donde se debiese presumir que de aquel ayuntamiento se pudiese seguir alguna buena determinación. Pero dado que esto pareciese ser así, ellos con gran cautela y cuidado, cada uno por sí, se esforzase de abrir la senda de la justicia y apartar de medio los inconvinientes de las pasiones y afectos particulares, y excusar lo dudoso de las cuestiones sotiles que muchas veces son causa que salen los hombres del verdadero camino que deben seguir. Si no se podían excusar que no se moviesen debían reservar el examen dellas a lo por venir y apagar las contiendas y peleas entre ellos y cuanto les fuese posible pacificar su reino. La diligencia y justicia han de ir en busca de la verdad. Finalmente les representaba cuánto les convenía que con gran cuidado y diligencia y con toda pureza y sinceridad se dispusiesen a inquirir y descubrir la verdadera justicia desta sucesión, de suerte que después que fuese declarada no pudiese sobre ella moverse duda ni nueva contienda. Prudente consejo del papa Benedicto [XIII]. Si por ventura, consideradas las diversidades de aficiones y voluntades que concurrían entre ellos, les pareciese que esto no se podía conseguir en concordia entre tantos, tenían el remedio en la mano por donde se podía proveer a tanta confusión. Esto era: que eligiesen entre sí algunas personas temerosas de Dios que supiesen los derechos y leyes de sus reinos y fuesen celosas del bien público, en cuyo entendimiento se abrazasen la verdad y justicia y quisiesen y pudiesen lanzar de sus ánimos todo amor, odio y temor humano y menospreciasen las dádivas y sobornos y supiesen excusar cualquier acechanza y engaño, y con gran sabiduría proveer y prevenir de remedios a los casos que en semejantes negocios suelen suceder. Así decía que por estos medios se reducirían las cosas a buen fin y gloriosa conclusión, pues no se debía esperar ni creer que este reino ni esta patria, que hasta agora nunca crió ni mantuvo tiranos, agora los comenzase a producir. Utilidad del papa y lo que con autoridad suya hicieron el gobernador y justicia de Aragón y Berenguer de Bardají. Con autoridad del sumo pontífice y de sus amonestaciones tuvieron lugar el gobernador y justicia de Aragón y Berenguer de Bardají de encaminar las cosas al fin que se deseaba, lo que por otra vía no podía ser sino con tanta confusión y contrariedad que el reino se perdiese; y aunque estas amonestaciones eran tan fundadas en razón y prudencia y parecían ser propuestas por bien de la justicia, el papa -según la común opinión- ninguna cosa le convenía tanto como ser el infante de Castilla antepuesto en la sucesión, y por su persuasión y consejo, porque por aquel medio parecía que había de tener cierta y segura la obediencia destos reinos y de los de Castilla; y como la contienda era por quién había de reinar los buenos deseaban que fuese preferido el mejor y el más modesto y aquel que si no reinaba les parecía que quedaba el reino perdido.

CAPÍTULO LXVII

De la concordia y asiento que se tomó entre las personas nombradas por el

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parlamento de Alcañiz y por los embajadores de la congregación de Tortosa de eligir nueve personas que declarasen la justicia de la sucesión entre los príncipes

que competían por ella; y la orden que se les dio. Alteración en la congregación de Alcañiz. Hubo mucha alteración entre los estados de la congregación de Alcañiz sobre la elección de las personas que habían de intervenir con el arzobispo de Tarragona y con los que fueron nombrados con él para comunicar y resolver los medios que convenían para la declaración de la justicia en lo de la sucesión en que iba tanto a la buena y justa determinación de un negocio tan grande. Y finalmente a 6 del mes de febrero deste año se hizo nueva elección de aquellas personas. El poder que dio, y a qué personas, en el parlamento de Alcañiz. Y dióseles poder que tratasen con los embajadores del parlamento de Tortosa la final conclusión de lo que se debía proveer para proceder a la declaración, y fueron estos: don Domingo Ram obispo de Huesca, don Guillén Ramón Alamán de Cervellón comendador mayor de Alcañiz, Juan del Arcipreste maestro en santa teología chantre y canónigo de la iglesia metropolitana de Zaragoza -que quisieron con muy justa y santa consideración que representase la persona del arzobispo por haberle muerto por intervenir en esta causa- Antonio de Castellón procurador de don Pedro Ximénez de Urrea señor del vizcondado de Rueda, Alonso de Luna procurador de don Juan Fernández de Ijar y de don Juan de Luna hermano de don Pedro Ximénez de Urrea, Gil Ruiz de Lihori gobernador de Aragón, Juan Ximénez Cerdán justicia de Aragón, Berenguer de Bardají señor de Zaidín, Juan de Funes doctor en derecho civil, Arnaldo de Bardají y Bernaldo de Urgel escuderos, Domingo Lanaja jurista ciudadano de Zaragoza y Juan Primerán, también de aquella profesión, de la comunidad de las aldeas de Calatayud, Juan Sánchez de Orihuela jurista, de la comunidad de las aldeas de Albarracín. Conformidad entre el parlamento de Aragón y el de Tortosa. Estas personas nombradas por el parlamento general de Aragón como procuradores de aquella congregación que representaba el reino, se conformaron con los embajadores del parlamento de Tortosa en ordenar lo que convino para la determinación de un negocio tan grande como era el de la sucesión. Treguas y entre quién. Y porque en estos mismos días se movió una gran disensión y pelea entre don Berenguer Arnaldo de Cervellón y don Pedro de Cervellón de una parte y don Guillén Ramón de Centellas, don Juan Fernández de Ijar y Nicolás Jofre de otra, y el gobernador y justicia de Aragón los pusieron en treguas, y cesó un gran movimiento que se temía de aquella diferencia, procediendo adelante en su comisión hicieron a 15 de febrero una gran deliberación que fue el verdadero medio de concertarse en un hecho tan grande y tan dificultoso de resolverse y peligroso de ejecutarse como era llegar a la declaración de la justicia. Deliberación de elegir nueve personas; y para qué. Y esto fue que se concertaron

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que toda aquella causa de la declaración y publicación del que debía ser el verdadero sucesor a quien los reinos debían prestar la fidelidad por razón de justicia, se cometiese libre y absolutamente y remitese a personas de pura conciencia y buena fama y tan constantes que pudiesen proseguir tan arduo y señalado negocio hasta la fin, en quien se pusiese todo el poder de los parlamentos; y que estas personas fuesen nueve. Siendo eligidos, se habían de juntar en el lugar que se les señalase, y graduarse de suerte que se pusiesen tres en el primer grado y otros cada tres en el segundo y tercero. Compañía que los nueve podían tener y el poder que se les dio. Deliberóse que los tres primeros no pudiesen llevar consigo al lugar a donde se habían de juntar sino hasta cuarenta personas, y de la misma manera otras tantas los segundos y terceros con armas o sin ellas. A estas nueve personas que se habían de eligir dentro de veinte días por los parlamentos de Aragón y Cataluña, cometieron las personas diputadas por el parlamento de Alcañiz y los embajadores del parlamento de Tortosa aquel poder y facultad tan general y bastante como le tenían de sus parlamentos para investigar e inquirir y publicar a quien habían de obedecer por su rey y lo que declarasen las nueve o las seis dellas se tuviese por verdadero y firme. Habíase de hacer la publicación dentro de dos meses, contándose desde 29 de marzo; y dióseles facultad de prorrogar este término con que no excediese de otros dos meses que habían de fenecer a 29 de julio. Juramento de las nueve personas y orden que han de guardar. Dábase la orden que habían de tener en el juramento, que era votar a nuestro Señor y jurar con gran solemnidad después de haber confesado y comulgado públicamente que procederían en aquel negocio; y lo más presto que pudiesen según Dios y justicia y su buena conciencia publicarían el verdadero rey y señor, pospuesto todo amor y odio, y no rebelarían antes de la publicación su intención o voto ni el de los otros. También quedó deliberado que oyesen la información del primer competidor que se les presentase y así fuesen procediendo por su orden; y si se presentasen todas o algunas dellas juntas estuviese en su elección recibirlos por la orden que quisiesen; y dióseles poder para que nombrasen en lugar del que por justo impedimento no se pudiese juntar con ellos la persona a quien bien visto les fuese. En la villa de Caspe se puso el tribunal de los nueve electores. Declaróse ya desde entonces el lugar a dónde aquellas nueve personas se habían de juntar, que fue Caspe (cerca de la ribera del río Ebro, en muy fértil y abundosa comarca y el muy cómodo y oportuno para que se hiciese en él con toda libertad la declaración) que es de la orden de San Juan, y tenía un fuerte castillo y está muy vecino de Alcañiz y no lejos de Tortosa, cuya jurisdicción y señorío se habían de entregar a las nueve personas, para que estuviesen todos los que en él concurriesen debajo de su fidelidad como de sus señores. Capitanes y guarda en la villa de Caspe. También se nombraron dos principales capitanes, que fueron por el reino de Aragón Pedro Martínez de Marcilla hijo de García Martínez de Marcilla y por el principado de Cataluña Azberto Zatrilla hijo de

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Azberto Zatrilla, para que en nombre de los nueve tuviesen cargo de la guarda de la villa de Caspe y de sus términos y estuviese a su mano la jurisdicción y regimiento de la villa. Y estos habían de hacer solemne juramento y homenaje a los nueve de guardar sus personas y familias y de obedecerlos. Señaláronse a cada uno destos capitanes cincuenta hombres de armas y cincuenta ballesteros y mandóse proveer la villa y castillo de vituallas. La gente que podía llegar a Caspe. Ninguno se había de acercar a Caspe con cuatro leguas con gente de armas de veinte hombres a caballo arriba, sino los embajadores de los príncipes que competían por la sucesión; y éstos no podían entrar con más de cuarenta cabalgaduras y cincuenta personas por cada embajada. Y los parlamentos se habían de continuar hasta que fuese publicado el verdadero sucesor del reino. Juramento de los parlamentos y embajadores, y deliberación que hicieron. Juraron estos diputados de la congregación de Alcañiz y los embajadores del principado de Cataluña que los parlamentos no revocarían el poder que se daría a las nueve personas que se nombrasen y que ternían por su rey y señor al que por ellos se declarase que lo debía ser. Por los mismos se deliberó que fuese llamado como competidor de la sucesión don Fadrique de Aragón conde de Luna hijo del rey don Martín de Sicilia y requiriesen de parte de los parlamentos al obispo de Segorbe en cuya guarda estaba, que prosiguiese el derecho que pretendía tener en la sucesión de los reinos o le hiciese proseguir por suficientes abogados y procuradores. Acuerdo en razón del reino de Valencia. Fue esta determinación no sólo de gran providencia pero muy valerosa, porque considerando estas personas que los del reino de Valencia por largo discurso de tiempos habían sido requeridos por el modo que se debía que se conformasen a reducirse en un cuerpo y concurriesen con los otros parlamentos a las deliberaciones que se debían hacer y aquella causa no sufriese más dilación, se determinó por ellos que -no embargante su absencia- se procediese adelante a la ejecución de lo deliberado, pero quedó acordado que si enviasen sus embajadores en conformidad de tal manera que representasen el reino de Valencia, fuesen recibidos en las deliberaciones que no se hubiesen ejecutado, en el estado en que se hallasen. Cartas de llamamiento. Aquel mismo día se despacharon las cartas de los llamamientos de los príncipes competidores por el parlamento general del reino de Aragón y por los embajadores del parlamento del principado de Cataluña, y fueron llamados por esta orden: el primogénito del ilustrísimo rey Luis de Nápoles, los ínclitos infante don Hernando de Castilla y don Alonso duque de Gandía, y los egregios don Fadrique conde de Luna y don Jaime conde de Urgel. Y fue de mucha consideración que no llamaron a esta competencia a la reina doña Violante de Sicilia hija del rey don Juan de Aragón ni a la infanta doña Isabel hija del rey don Pedro mujer del conde de Urgel, como se hizo después por las nueve personas que se nombraron.

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Lo que se notificó a los pretensores de la corona de Aragón. Notificábaseles que ciertas personas notables que tendrían poder de los parlamentos, se juntarían en la villa de Caspe en el reino de Aragón para reconocer e inquirir y publicar a cuál de los príncipes competidores habían los parlamentos y vasallos de la corona real de hacer el juramento de fidelidad y al que por justicia, según Dios y sus conciencias, habían de tener por su verdadero rey y señor, y que se hallarían juntos en aquel lugar para 29 de marzo, sin decirles más ni requerirles que enviasen sus abogados y procuradores; añadiendo tan solamente que en caso que enviasen sus embajadores y procuradores a Caspe viniesen en estado decente y en hábito honesto. Proveyóse que los competidores ausentes viniesen y los presentes no se acercasen a dos jornadas de los parlamentos. Antes desto se había proveído por los parlamentos de Aragón y Cataluña que los competidores que estaban absentes no entrasen en los reinos y principado de Cataluña y los presentes -que eran el duque de Gandía y los condes de Urgel y Luna- no se acercasen por dos jornadas a donde estaban congregados los parlamentos. Con esta provisión de tan gran momento y de tanta resolución se volvió luego el arzobispo de Tarragona con sus compañeros a la ciudad de Tortosa; y a 20 de febrero notificaron a su congregación en gran secreto lo que quedaba proveído y deliberado.

CAPÍTULO LXVIII

Que la congregación de los barones y caballeros que estaban en Trahiguera se mudó a la villa de Morella y de la protestación que se hizo por parte de los de

Vinalaroz. La congregación de Trahiguera se mudó a Morella. Antes que se tomase este acuerdo los barones y caballeros del reino de Valencia que celebraban su congregación en Trahiguera se mudaron a Morella; y allí continuaron de asistir como si representaran todo aquel reino de Valencia. Y de los seis embajadores que los de Vinalaroz deliberaron enviar a Alcañiz vinieron fray Pedro Dezpujol prior del Val de Cristo, Juan Gascón y micer Pedro Catalán. Protestación de los embajadores de Vinaroz; quién fueron y a quién se hizo. Estos hicieron ante Francés de Aranda, en cuya posada se juntaban, el arzobispo de Tarragona y los embajadores del principado de Cataluña y algunos de los que fueron diputados del parlamento de Aragón, cierta protestación en que decían que si fuesen admitidos por el parlamento general de Alcañiz y por los embajadores de Cataluña en nombre y voz del reino de Valencia y del parlamento de Vinalaroz que representaba todo aquel reino, aprobarían lo que se había proveído y deliberado en lo que se había acordado para la elección de las nueve personas.

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Respuesta a los embajadores de Vinaroz y la que se dio a los de Francia y Sicilia. A esto respondieron el arzobispo de Tarragona y don Berenguer Arnaldo de Cervellón y Azberto Zatrilla embajadores del principado de Cataluña que, si viniesen en conformidad de los que estaban en Morella de tal manera que representasen el reino de Valencia, les admitirían para en las cosas que no estaban ejecutadas en el mismo estado que se hallasen los negocios, sin contradicción ni averiguación o examen de lo que estaba acordado y deliberado. Después desto, a 19 de febrero, el obispo de Huesca en nombre de la congregación respondió a los embajadores de los reyes de Francia y Sicilia con las palabras generales que solían; y se despidieron y entraron en Zaragoza a 22 del mismo a donde fueron recibidos con mucha honra.

CAPÍTULO LXIX

Del poder que el parlamento de Aragón dio al gobernador y justicia de Aragón para que nombrasen las nueve personas que habían de hacer la declaración de la

sucesión. La dificultad que en el nombrar las nueve personas se ofrecía. Aunque parecía que estaba hecho mucho en haber reducido las cosas a tales medios como los que se han referido, pero verdaderamente a juicio de todos quedaban en la misma confusión y contienda, pues no había de resultar menor contradicción en nombrar nueve personas a quien se había de dar tanta autoridad y poder que la hubo en todas las deliberaciones pasadas en todo el tiempo que aquellas congregaciones se fatigaron por tomar la conclusión que se deseaba en la declaración de la justicia, en una tan peligrosa competencia como era dar en diversos reinos y provincias, entre tantos que competían por la sucesión el legítimo y verdadero rey sin llegar al juicio de las armas. Lo que causó la disposición del rey don Martín. Por esta causa venían a condenar comúnmente la orden y disposición del rey don Martín, que no sabiendo él o no queriendo determinarse a darles su legítimo sucesor lo pusiese al juicio de sus reinos, de donde había de resultar forzadamente guerra cruel entre las partes, o disensiones y movimientos de reinos y provincias para que viniesen a prevalecer las armas. Al gobernador y al justicia de Aragón se les dio poder para nombrar los nueve electores. Fue honra y confianza suprema. Considerando esto y que se iban juntando y acercando compañías de gente de armas por todas partes y el peligro en que se ponía la causa de la república si la declaración se difiriese, los aragoneses que asistían a la congregación de Alcañiz, persuadidos por los que presidían en ella, con grande conformidad -por excusar tantos males como se temían si la guerra se rompiese dentro deste reino- deliberaron de remitir el nombramiento de las nueve personas al parecer y voto del gobernador y justicia de Aragón, para que ellos las eligiesen de cualquiere provincias o estados y ciudades y villas y lugares de las tierras del señorío del rey de Aragón.

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Diéronles poder para que sobre esta elección se pudiesen concertar con el parlamento de Cataluña, y para graduarlos de manera que los pusiesen de tres en tres por sus grados dentro de veinte días, y para ordenar todo aquello que tocaba al parlamento general del reino. Dióseles este poder a 26 del mes de febrero; y fue de tan gran confianza que no se ha de estimar en menos el honor que en ello se hizo a estos dos barones que el que habían de alcanzar los que ellos nombrasen para declarar el verdadero y legítimo sucesor del reino. Lo que se temió y por qué. Fue esto en tal ocasión que se temió alguna gran mudanza de poner mayor turbación en las cosas, porque el conde de Urgel parecía que apresuraba de arriscar el negocio, e iban acudiendo diversas compañías de gente de guerra hacia los confines del reino de Valencia para juntarse con el gobernador de aquel reino y dar favor a los de Castellón de Burriana en tiempo que la ciudad de Valencia tenía junta su gente, que era un muy formado ejército contra los Centellas; y por esta guerra tenía el conde muy gran parte de aquel reino, de cuya determinación nunca se pudiera creer que habían de poner en tanto peligro las cosas por causa tan desierta como se tenía por todos la del conde de Urgel. Lo que tuvo bueno este negocio fue que los más estuvieron en este reino de por medio y no se aventuraron a seguir las cosas de hecho, pues en nombre de la república se trataba de declararles el sucesor que de justicia debía reinar, porque si no fuera por esto parecía tan peligroso tener quien sucediese por victoria como si declararan por sucesor al que menos lo debía ser. Al papa se le pide la jurisdicción y dominio de Caspe durante la elección. En el mismo tiempo, estando el papa Benedicto en Peñíscola, los parlamentos de Aragón y Cataluña le suplicaron que, atendido que ellos habían eligido aquel lugar donde se juntasen las nueve personas que habían deliberado que hiciesen la declaración de la justicia debajo de esperanza de la concesión y gracia que su santidad les haría, tuviese por bien de mandarlo dejar y poner libremente en manos de aquellas personas y en su poder y dominio. Desto pareció haber mayor necesidad para la seguridad de los que habían de ser jueces en un negocio tan grande, porque se recelaban mucho de los caballeros de aquella orden del hospital de San Juan cuya encomienda era de mucha dignidad por respeto del castellán de Amposta, tan declarado por el conde de Urgel que se había apartado de la congregación general del reino y se hizo presidente y caudillo del ayuntamiento que hicieron en Mequinenza los ricos hombres y caballeros de Aragón que eran del bando y opinión del conde. De la manera que el papa entregó a Caspe y cómo lo tomó a su mano el obispo de Huesca. Como iba mucho en dar buena orden en esto por la paz y sosiego del reino, condecendió el papa con lo que se le suplicaba deseando el próspero suceso de lo que se pretendía; y tomó a su mano el lugar con toda su jurisdicción

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como se poseía por la orden, dejando las rentas al que era bailío. Y cometió al obispo de Huesca que tomase a su mano la jurisdicción y tenencia de la villa y castillo y de sus fuerzas, con el juramento de fidelidad que le solía hacer a los bailíos, y le tuviese y gobernase en su nombre. Lo que el obispo de Huesca había de hacer de la villa de Caspe. Mandó al castellán de Amposta y al bailío y a los vasallos y vecinos de aquel lugar que diesen al obispo la posesión dél y le hiciesen el juramento y homenaje, y diesen todo favor; y con esto juntamente se daba orden que el obispo entregase el lugar y sus fuerzas con la jurisdicción en poder y manos de los que habían de hacer la declaración de la justicia o de la persona que ellos nombrasen por el tiempo que allí residiesen, de suerte que ellos fuesen señores de la villa y castillo y de sus términos, y después volviese al poder del bailío como antes y al mismo estado.

CAPÍTULO LXX

De la batalla de Morviedro en la cual fue vencido y muerto Arnaldo Guillén de Bellera gobernador del reino de Valencia.

La gente que ayuntó el conde de Urgel fue para socorrer al gobernador del reino de Valencia. Cuántos fueron y quién los llevó. Toda la fuerza que se hizo por el conde de Urgel en juntar las compañías de gente de armas que pudo sacar de Gascuña en el estado del rey de Inglaterra y del principado de Cataluña fue con fin de socorrer al gobernador del reino de Valencia; con lo cual parecía que sustentaba todo aquel reino en su devoción y que tenía más obligación a esto que a otra cosa ninguna por tener de su parte al gobernador y la ciudad de Valencia y al parlamento de Vinalaroz que, siendo legítimamente congregado, representaba todo aquel reino. Fin de Ramón de Perellós. Juntáronse hasta cuatrocientos de caballo -según escribe Lorenzo de Vala- y llevó el cargo de aquella gente un barón principal de Cataluña llamado Ramón de Perellós, capitán muy diestro y de mucha reputación. Y tomaron su camino por los lugares de don Guillén Ramón de Moncada y atravesaron la vía de Tortosa hasta llegar a Cherta; y su fin era dar favor a los de Castellón de Burriana contra don Bernaldo de Centellas que tenía junta mucha parte de la gente de armas que había entrado de Castilla, con muy buenas compañías de gente de caballo que llevó de Aragón en su socorro Juan Fernández de Heredia. Lo que el parlamento de Tortosa mandó requerir a Ramón de Perellós y a su gente; y lo que respondieron a don Francés de Eril. Como esto era tan a la vista de la congregación de Tortosa, tuvieron aquella empresa por gran ofensa y injuria hecha a su ayuntamiento asistiendo a lo que tocaba al bien universal; y enviaron un caballero muy principal de su congregación -que se decía don Francés de Eril- para que requiriese a Ramón de Perellós y a los capitanes y caballeros que iban en su compañía que dejasen aquel camino y se volviesen. Respondieron a esta

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recuesta que la defensa era permitida y que no se volverían de su camino si no se lo mandase el conde de Urgel. Y así pasaron adelante siguiendo el camino de Castellón. Esto fue en Cherta a 17 del mes de febrero. Prevención hecha por el infante don Fernando [de Castilla] al adelantado mayor de Castilla. Había mandado el infante don Hernando a Diego Gómez de Sandoval adelantado mayor de Castilla, que estuviesen en Requena con las compañías de gente de caballo y de pie que quedaban en orden en las fronteras de Castilla para acudir a la defensa de los Centellas: porque sus enemigos, teniendo por caudillo al gobernador de aquel reino y de su parte la ciudad de Valencia, estaban muy poderosos; y desde allí socorriese a la mayor necesidad. La gente que estaba cerca de Castellón; y para qué. Estaban en la llana de Burriana a dos leguas de Castellón don Bernaldo de Centellas y don Guillén Ramón de Centellas, Juan Fernández de Heredia, el mariscal Pero García de Herrera hermano del adelantado Diego Gómez de Sandoval sobrino de don Sancho de Rojas obispo de Palencia, Luis de la Cerda y Diego de Escobar con las compañías de gente de caballo castellanos y aragoneses, que podían ser hasta trecientos y cincuenta de caballo, haciendo guerra a los enemigos y por tener el paso que la gente de armas que llevaba Ramón de Perellós no se juntase con la del gobernador y con la de Valencia. La nueva que el adelantado [de Castilla] tuvo. Cómo pasó a Sieteaguas y lo que él y el gobernador de Valencia hicieron. Y teniendo el adelantado nueva que pasaban adelante, salió de Requena un martes a 23 de febrero con docientos hombres de armas y trecientos peones y fue aquella noche a Sieteaguas que estaba por el conde de Urgel. Otro día siguió la vía de Chiva, y todo el día anduvo hasta que llegó a la Puebla de Benaguacil. Y estando en aquel lugar salió el gobernador con la gente de caballo y de pie de Valencia, que era un muy formado ejército para pelear con el adelantado; y púsose en su campo a legua y media del camino por donde habían de pasar a Morviedro, y el adelantado apresuró su camino para irse a juntar con los caballeros que estaban en aquella comarca que llaman la Plana de Burriana, y continuó su camino derecho a Morviedro. Por cerca del gobernador [de Valencia] pasó el adelantado [de Castilla] a Murviedro. Los que con él se ayuntaron; y cómo los de Valencia pasaron a Puzol y movieron hacia el mar; y con qué fin. Estando el gobernador con su ejército a media legua, pasó el adelantado el jueves al amanecer a Morviedro que se tenía por los Centellas, porque anduvieron toda la noche; y la bandera de Valencia se fue con toda la gente al Puig y detuviéronse allí todo el día. Pasaron los de Valencia el día siguiente a Puzol y allí asentaron su real. Y aquel mismo día se juntaron con el adelantado los caballeros y capitanes que estaban en la parte de Burriana, y salieron con todas sus compañías a recoger las que llevaba el adelantado de Castilla. Movió el gobernador con la bandera de Valencia y con todas sus compañías de caballo y de pie el sábado a la tarde sus batallas ordenadas hacia la mar para tomar el camino de Castellón, también con fin de

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recoger las compañías de gente de armas de Gascuña que llevaba Ramón de Perellós. Determinación de los caballeros aragoneses y castellanos y lo que de parte del papa [Benedicto XIII], se requirió a los de Valencia sin ser de provecho. En aquel punto habido acuerdo entre los caballeros aragoneses y castellanos, pareció que se les debía resistir el paso y que se rompiese con ellos y diese la batalla: y movieron contra la marina por donde habían de pasar y pusieron sus batallas ordenadas de la una y de la otra parte. Y entonces llegaron Vidal de Blanes y otro caballero de parte del papa y requirieron a los de Valencia que no quisiesen pelear; y ellos todavía dijeron que no dejarían de poner aquel hecho al juicio de la batalla. Y aquellos caballeros se apartaron afuera aunque volvió Vidal de Blanes otra vez a exhortarlos que no quisiesen tentar a Dios y destruir aquel reino y poner tan gran hecho en aventura en una hora. Batalla del Grao de Murviedro y muerte del gobernador de Valencia. Hay mil muertos y mil quinientos presos y cuatro mil heridos. Pero el gobernador se determinó de no dejar su propósito; y deliberó de dar la batalla, que por ser en muy angosto estrecho en el Grao que llaman de Morviedro entre el lugar y la mar fue muy cruel y sangrienta, en la cual fueron los de Valencia desbaratados y vencidos, siendo según se afirma en la relación que envió al infante del suceso desta jornada el adelantado mismo hasta cuatrocientos de caballo y quince mil de pie. Fue muerto en ella el gobernador y Perot Dezpont y el baile. Y en aquella relación se escribe que se decía que era muerto mosén Galbán de Villena y Hernán Pérez de Guzmán le pone entre los muertos, y creo que lo deben decir por Galbán de Villena hermano de don Enrique de Villena maestre de Calatrava; y que entre muertos y ahogados en la mar serían hasta tres mil, y presos mil y quinientos. Los nombres de algunos prisioneros; y el suceso de la bandera de Valencia. Lorenzo de Vala escribe que entre los que quedaron muertos en el campo y los que murieron de los heridos serían hasta cuatro mil. Entre los prisioneros fueron Arnaldo Guillén de Bellera hijo del gobernador que se puso en poder de don Bernaldo de Centellas, y Francés Vives al cual prendió Juan Carrillo y el justicia de Valencia y otros caballeros. Tomó Ruy Díaz de Mendoza la bandera de Valencia, la cual envió el adelantado al infante con el mismo Ruy Díaz; y le envió a suplicar que cuando Dios quisiese que tomase título de rey -lo que fiaba en Dios que sería aína- que le pluguiese de tomarle con aquella bandera real y hacer merced a aquellos caballeros que se habían hallado por su servicio en esta batalla. Señaláronse Juan Fernández de Heredia y Guillén de Vic. Señalóse en ella de muy valiente caballero Juan Fernández de Heredia y un caballero catalán que se decía Guillén de Vic, que andaba con el adelantado y tenía tierra del infante. De parte de los Centellas murieron don Guillén Ramón de Centellas y Fernán Gutiérrez de Sandoval señor de Olmillos que era primo del adelantado.

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La cabeza del gobernador de Valencia llevó su hijo en una lanza. Con esta victoria se entraron aquellos capitanes en Morviedro; y -según escribe Lorenzo de Vala- llevaba el hijo del gobernador la cabeza de su padre en una lanza, y pusiéronla en la plaza de Morviedro; lo que si así pasó fue muy inhumana y cruel venganza. Dióse esta batalla en el Grao de Morviedro sábado a 27 de febrero; y con ella se mudaron las cosas de suerte que los de Vinalaroz no se sentían por seguros, y allanó el camino de la declaración de la sucesión en tal coyuntura que si el gobernador se pudiera juntar con Ramón de Perellós se pusieran las cosas en estos reinos en gran conflicto. Lo que Lorenzo de Vala escribe. Y así refiere Lorenzo de Vala que dijo Ramón de Perellós que conocía la poca ventura del conde de Urgel. Los barones y caballeros que estaban en Trahiguera y se mudaron a Morella fueron creciendo en gran autoridad y iban cobrando muchos valedores que se juntaron con ellos. Huesca se conforma con el parlamento de Alcañiz. También la ciudad de Huesca que no había querido enviar sus procuradores a la congregación de Alcañiz y hasta este tiempo tuvo presunción de estar como en diferencia, enviaron sus síndicos para que aprobasen todo lo que se había ordenado por las personas nombradas por el parlamento de Alcañiz y por los embajadores del principado de Cataluña. Mas generalmente las cosas estaban en tanta turbación por todas partes que no valía razón ni modo ni ley ni costumbre ni el juicio y estimación de los buenos, ni el respeto de la justicia.

CAPÍTULO LXXI De la muerte del duque de Gandía, uno de los competidores del reino y que en su lugar se declararon competidores don Alonso duque de Gandía su hijo y don Juan

conde de Prades su hermano. Confianza del conde de Urgel y lo que por el parlamento de Aragón le fue requerido. Estuvo el conde de Urgel tan confiado en la disensión de las partes que se declararon por parlamentos en los reinos de Aragón y Valencia en su opinión y en la que comúnmente tenía en los ánimos de las gentes del principado de Cataluña que, cuatro días antes que se diese la batalla de Morviedro, siendo requerido en nombre del parlamento de Aragón y de los embajadores de Cataluña que se juntaron en Alcañiz con las letras que se ordenaron para que los competidores enviasen a Caspe sus abogados y procuradores que alegasen de su derecho, que se le presentaron por un caballero catalán llamado Guillén de Montoliu, habiendo juntado los de su consejo en su presencia y del obispo de Malta su confesor respondió. Respuesta del conde de Urgel al parlamento de Aragón. Que la sucesión de la corona real de Aragón era suya, y le pertenescía, y no a otro ninguno; y que a él como a verdadero y legítimo sucesor se le debía dar la obediencia por los vasallos y súbditos de la corona real y que no daba su consentimiento a la presentación de

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aquellas letras ni a otros cualesquiere autos que se hubiesen hecho o se hiciesen en cuanto fuesen en perjuicio de su sucesión. Como antes se había mostrado muy conforme con las deliberaciones de la congregación general de Cataluña y por su requirimiento a los principios condecendió a no usar de la gobernación general, daba a entender por cuán peligroso tenía el suceso de aquella causa, habiéndose reducido a la determinación de solas nueve personas, y tuvo gran confianza que con el socorro que enviaba de las compañías de gente de armas de Gascuña prevalecería la parte del parlamento de Vinalaroz y el bando del gobernador de aquel reino que los tenía por suyos. Cómo se presentó la intimación a los demás pretendientes y lo que respondieron. Esta respuesta se dio a aquel caballero a 23 de febrero en la ciudad de Balaguer. Y a 25 del mismo, otro caballero también catalán llamado Bernaldo de Monlauro presentó en el castillo de Tarascón en la Proenza a la reina doña Violante y al infante Luis su hijo que se llamaba hijo primogénito del rey de Silicia, las letras de la intimación. Y respondieron que el rey su marido y padre estaba en París y proveería en aquello lo que bien visto le fuese. El mismo día, a 25 de febrero, se notificó esto en la ciudad de Segorbe a don Fadrique de Aragón conde de Luna. Muerte del duque de Gandía. Y el postrero de febrero deste año que fue bisiesto, se notificó al infante don Hernando en la ciudad de Cuenca, en sazón que el duque de Gandía estaba a la muerte. El cual fallesció a 5 del mes de marzo siguiente. Por este príncipe pasaron grandes cosas en paz y guerra, y era de tan anciana edad que por su persona podía muy poco aprovecharse ni de su negociación ni consejo en cosa que tanto requería valor y fuerzas y autoridad. Y en las de su propria casa tuvo harta necesidad de sus puertas adentro de quien la gobernase y reformase, estando muy desavenido de la duquesa doña Violante de Arenós su mujer, que tuvo muy poca cuenta con el honor de aquella casa y suyo. A don alonso hijo del duque de gandía presentaron las letras; y lo que hizo. sucedió en aquel estado don alonso conde de denia y ribagorza; y otro día, después de la muerte del duque su padre, se le presentaron las letras de la notificación; y para mostrar el derecho y justicia que le pertenescía en la sucesión envió un religioso maestro en teología llamado fray juan de monzón y a don arnaldo de eril y don bernaldo de vilarig y dos doctores en leyes que eran francés blanc y pedro de falchs y un caballero que se decía pedro navarro. Pretensión de don Juan conde de Prades por muerte del duque de Gandía su hermano. Por la muerte del duque salió otro nuevo competidor que puso en muy poco discrimen las cosas y en menos cuidado a sus competidores, que fue don Juan conde de Prades, que envió a Caspe un caballero de su casa llamado Ramón Icart; y pretendía que siendo él hijo del infante don Pedro de Aragón quedaba cierto y verdadero sucesor de la corona real como uno y solo más propinco que ninguno de los otros; y que por aquella razón debía ser preferido al

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duque de Gandía su sobrino como parescía por diversos autos e instrumentos que su sobrino había presentado. Y desto ninguna consideración se tuvo para darle por competidor.

CAPÍTULO LXXII

De la elección que hicieron el gobernador y justicia de Aragón en nombre de la congregación de Alcañiz de las nueve personas que habían de hacer la

declaración de la justicia, y por el medio que se vinieron a conformar con ellos los del parlamento de Tortosa y Valencia.

Lo que la congregación de Alcañiz notifica a los de Tortosa. Enviaron de la congregación de Alcañiz a los de Tortosa a notificarles con Juan de Sobirats sacristán de la iglesia metropolitana de Zaragoza que aquella congregación había cometido todo su poder al gobernador y justicia de Aragón para que nombrasen las nueve personas a quien se había encargado que hiciesen la declaración de la justicia de la sucesión; y a 24 de febrero requirió a los de aquel ayuntamiento que con brevedad entendiesen en hacer el nombramiento de aquellas nueve personas. Confianza nunca vista y discordia sobre ella en la congregación de Tortosa. Hecha una tan gran deliberación por los aragoneses en confiar de solos dos hombres la elección de los nueve que habían de ser jueces del derecho de la sucesión, a cuyo albedrío quedaba darles rey a quien de derecho pertenesciese o quitarlo, los de la congregación de Tortosa estaban entre sí muy discordes y en más confusión que antes; porque no les parecía que tal comisión como aquélla se debía dar a ninguno, sino que todos concurriesen en nombrar aquellas nueve personas a quien se daba tan gran poder; y hubo entre ellos mucha disensión y diferencia como en hecho de que dependía la suma de todas las cosas. Prorrogación que hizo el parlamento de Alcañiz y embajadores del de Valencia. Visto por los de la congregación de Alcañiz que con mucha dificultad se vendrían a concertar los catalanes y que se descubría entre ellos gran división y contienda y que por estar ya conformes el gobernador y justicia de Aragón en los que habían de nombrar se había enviado a requerir al parlamento de Tortosa que con brevedad se determinasen, y que el término de los veinte días dentro del cual se habían de nombrar fenecía otro día sábado a 5 del mes de marzo, porque quedase en su firmeza lo que con tanto acuerdo se había deliberado y no se desordenase todo, prorrogaron el término de los veinte días hasta 14 de marzo. Lo que en Alcañiz propusieron y pretendían los embajadores de Valencia. En este medio Pedro Marradas, micer Juan Mercader, Bernaldo de Esplugues, Pedro Mercader, Juan Pardo, Bernaldo Zaidía y Segarra embajadores del parlamento del reino de Valencia que estaba congregado en la villa de Morella, propusieron en la congregación de Alcañiz que sin ellos no se pudo tomar asiento entre el parlamento de Aragón y los embajadores del principado de Cataluña en la orden que se había dado de la elección de las nueve personas y del poder que se les

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dio. Pretendían que debieran ser antes llamadas las dos congregaciones, la suya de Morella y la de Vinalaroz -que se había mudado a la ciudad de Valencia después de la batalla de Morviedro- y en contumacia de los que no quisieron concurrir por los diputados por el parlamento de Aragón y por los embajadores del principado de Cataluña debían ser admitidos los otros. Que en la elección de las nueve personas si alguna hubiese de haber del reino de Valencia no era justo que fuesen todas de la congregación de Vinalaroz, y sería mucha razón que se nombrasen también de la suya pues siempre habían seguido la parte de la justicia y verdad, y de los nueve se debían eligir tres que fuesen de aquel reino. Pretensión de la congregación de Vinaroz sobre la nominación de los nueve. Los de la otra congregación que asistían en Vinalaroz querían que fuesen nombrados por aquel reino Bonifacio Ferrer prior general de cartuja, micer Giner Rabaza y micer Arnaldo de Conques; y aunque aquel reino estaba partido en dos congregaciones la parte de Trahiguera que se mudó a Morella era mayor cuanto a la gente noble en número y cualidad que la de Vinalaroz, y parecía a los de la congregación de Alcañiz que sería agravio y en menosprecio de los de Morella si fuesen nombrados aquellos tres, pues aquella parte estaba más fortificada y la de Vinalaroz muy diminuída y deshecha. Acuerdo de los aragoneses en la nominación de los nueve. Por esta consideración los aragoneses, queriendo proceder en aquello en toda manera de concordia y guardar igualdad, decían que Bonifacio Ferrer -que era señalada y muy notable persona- aunque fue nombrado por los de Vinalaroz se admitiese en los tres del reino de Valencia y de los restantes el uno se nombrase por la congregación de Tortosa y el otro por la de Aragón ora fuesen Giner Rabaza y Arnaldo de Conques o de otras personas de aquel reino. Prevención importante. Cuando los catalanes no viniesen en esto decían los del parlamento de Alcañiz que este reino tenía notables remedios y con muchos que se conformarían con el reino procederían lealmente y con gran consideración y justicia porque de allí adelante los remedios del reino de Aragón eran grandes y señalados y descubiertos que harían en su favor y de los que los quisiesen seguir que serían muchos. Las personas a quien dieron poder Valencia y Morella para la elección de los electores. Estando las cosas en esta dificultad y conflicto en que se representaban tantos inconvinientes por todas partes, la ciudad de Valencia dio poder a micer Juan Mercader que estaba en la congregación de Morella y a Miguel Novales síndico de la misma ciudad para intervenir con los parlamentos de Aragón y Cataluña. Y los de Morella enviaron a Tortosa a Vidal de Vilanova y Domingo Mascón y escribieron al maestre de Montesa que él y los otros eclesiásticos indiferentes enviasen a lo mismo alguna persona en su nombre, y otros fuesen por Játiva, Morella, Morviedro, Ontiñent y Biar. Y así se juntaron para hacer la elección

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de los tres de aquel reino. Intervención del papa Benedicto [XIII] y las cuatro personas que los veinticuatro nombraron. Y en esto el papa Benedicto fue el que pudo ser parte para concertarlos, y a los del parlamento de Tortosa, que en esta parte estuvieron más desavenidos y discordes, hasta que remitieron el nombramiento de todas las nueve personas a los veinte y cuatro que representaban toda su congregación a quien habían dado poder para decidir y resolver todas sus diferencias. Electores por el reino de Valencia. Concertáronse aquellas veinte y cuatro personas a 12 del mes de marzo en conformidad en nombrar a Guillén de Valseca (que, como dicho es, en la opinión de todo el principado era estimado sobre todos los hombres de letras de su profesión que concurrieron en él en su tiempo) y a fray Vicente Ferrer y Giner Rabaza y Arnaldo de Conques por los tres del reino de Valencia; y cuanto a los otros cinco que faltaban que también habían de ser nombrados por ellos decía el conde de Cardona que quería deliberarlo y que el arzobispo de Tarragona se pusiese en el número de los nueve. Lo que el vizconde de Illa y don Pedro Cervellón, que eran de los veinticuatro, dificultaban y ofrecieron. Mas el vizconde de Illa y Canet y don Pedro de Cervellón que eran de los veinte y cuatro, pretendían que era perjuicio grande a los barones y caballeros que el arzobispo de Tarragona y Micer Bernaldo de Gualbes interviniesen en ser jueces desta causa, porque el uno era perlado y el otro síndico de Barcelona y los estados eclesiástico y real eran muy infestos y contrarios a su estado militar, pero salvando aquel perjuicio les parecía que eran notables personas y buenos varones y remitían aquella deliberación a las consciencias de sus compañeros que los nombraban; y ofrecían cuanto a los tres del reino de Aragón que estarían al parecer y consejo de los estados eclesiástico y real que concurrían en el número de los veinte y cuatro. Los nueve electores que el gobernador y justicia de Aragón habían elegido. Era así que ya antes desto el gobernador y justicia de Aragón habían hecho elección de las nueve personas, y lo enviaban a notificar con Juan de Sobirats al parlamento de Tortosa y fueron éstos: don Pedro Zagarriga arzobispo de Tarragona, don Domingo Ram obispo de Huesca, Bonifacio Ferrer prior general de cartuja, el maestro fray Vicente Ferrer, Francés de Aranda que era natural de la ciudad de Teruel, Guillén de Valseca, Berenguer de Bardají y Bernaldo de Gualbes y Giner Rabaza que era letrado y caballero. Otro día 13 de marzo, continuando los veinte y cuatro que representaban la congregación de Tortosa a hacer el nombramiento de los nueve, propusieron para los tres del principado al arzobispo de Tarragona, Guillén de Valseca, micer Bonanat Pere y micer Guillén Domenge y por el reino de Valencia al maestro Vicente Ferrer, Giner Rabaza y Arnaldo de Conques; y en lo que tocaba al obispo de Huesca, Berenguer de Bardají y Francés de Aranda que se habían nombrado por el reino de Aragón lo remitieron a seis personas de los veinte y cuatro que

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eran del estado eclesiástico y real. La misma elección de electores hizo el principado de Cataluña que el gobernador y justicia de Aragón habían hecho. Es cosa muy notable. Finalmente, habiéndose votado por aquellas veinte y cuatro personas que representaban el principado de Cataluña, fueron eligidos por la mayor parte y nombrados los mismos nueve que se habían eligido por el gobernador y justicia de Aragón, que fue cosa de grande admiración que hubiese sido tal la elección que aquellos dos varones hicieron no sólo de las personas de su congregación, pero del reino de Valencia y del principado que se aceptase por los de su misma nación, habiendo tanta pasión y diferencia sobre ello entre las partes. Mas porque el vizconde de Illa, don Pedro de Cervellón, don Ramón de Bages, Macías Dezpuch y otros que eran de aquel número de los veinte y cuatro habían nombrado a Arnaldo de Conques en caso que los del parlamento de Aragón viniesen bien en ello, y si no se conformaban en él, venían en que lo fuese Bonifacio Ferrer; y como no se pudo alcanzar que admitiesen en la congregación de Alcañiz a Arnaldo de Conques, por excusar el rompimiento le excluyeron y nombraron al prior general de cartuja. Esto se concluyó a 14 del mes de marzo, y Juan de Sobirats embajador del parlamento de Alcañiz, en su nombre, hizo elección de las mismas personas; y así se hizo este nombramiento en conformidad del reino de Aragón y del principado de Cataluña y de los embajadores de los parlamentos del reino de Valencia que vinieron a Tortosa. Publicación de los nueve electores y cómo fueron graduados. El mismo día, a 14 de marzo, se publicó la elección destas nueve personas en la congregación de Alcañiz, y los graduaron desta manera: en el primer grado y asiento fueron nombrados el obispo de Huesca, Francés de Aranda y Berenguer de Bardají; y en el segundo el arzobispo de Tarragona, Guillén de Valseca y Bernaldo de Gualbes; y en el tercero Bonifacio Ferrer, el maestro fray Vicente Ferrer y Giner Rabaza, todas personas tan graves y de tan excelentes partes que cada uno en su grado merescía ser nombrado para juez de tan gran hecho. El maestro fray Vicente Ferrer lucero de la cristiandad. Pero la religión y santidad de aquel bienaventurado varón fray Vicente Ferrer resplandecía entre todos como verdadero lucero, y no parescía que con aquella guía se podían desviar del verdadero camino de la justicia ni se les podía encubrir. Y fue muy mirado en esto haber sido nombrados dos hermanos por jueces en esta causa. El Principado se conformó con lo que el gobernador y justicia de Aragón le requirieron. Requirieron el gobernador y el justicia de Aragón a los del parlamento del principado de Cataluña que eligiesen y nombrasen aquellas mismas nueve personas dentro del término que se había prorrogado; y así se hizo por la forma que se ha referido el mismo día que en la congregación de Alcañiz se hizo la

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publicación desta elección; y también les pedían que se graduasen por esta misma orden y se conformasen con ellos, pues era cosa notoria y manifiesta que la elección que se hizo por el gobernador y justicia de Aragón se hizo de personas de buena fama y pura conciencia y muy suficientes para dar conclusión en un negocio tan grande como aquél, que fue el mayor que había sucedido en España después que se fue librando de la sujeción del reino que poseyeron los moros en toda ella. Regocijo y fiesta universal. Y así se publicó con grande solemnidad y fiesta. Alcaides del castillo de Caspe. Estaban todas las cosas que convenían tan asentadas y proveídas por el parlamento de Aragón y por el arzobispo de Tarragona y los que con él se hallaron en Alcañiz en nombre de la congregación de Tortosa, que tras esta publicación luego nombraron los del parlamento de Alcañiz por alcaide del castillo de Caspe a Domingo Lanaja ciudadano de Zaragoza y a Ramón Fivaller ciudano de Barcelona con la gente de armas que habían de tener en su defensa, y por el reino de Valencia se nombró después Guillén Zaera. Porque el juntarse los nueve en Caspe había de ser para 29 de marzo. Conformidad de los tres reinos de la corona y no de Centellas y Vilaragut, aunque se procuró. En esta sazón todos los estados del reino de Valencia se conformaron en una concordia y propósito de asistir con las congregaciones de Aragón y Cataluña por lo que convenía a la declaración de la sucesión, aunque la disensión entre los bandos de Centellas y Vilaragut estaban en su vigor y fuerza, y procurando el parlamento de Tortosa que don Bernaldo de Centellas pusiese en libertad a Arnaldo Guillén de Bellera hijo del gobernador que fue preso en la batalla de Morviedro, no se podía acabar con él que lo soltase de la prisión en que estaba.

CAPÍTULO LXXIII Que los embajadores de la reina doña Violante de Sicilia dieron por sospechosas

a cuatro personas de las que fueron nombradas entre los nueve antes de ser declarados.

Retrato admirable del maestro fray Vicente Ferrer y frutos de su predicación y doctrina. Vista la elección de personas de tanta religión y de tan gran dignidad y autoridad que eran dotados de singulares virtudes y excelentes y muy famosos letrados, todos generalmente los que deseaban que se diese el reino al que de justicia lo debía haber se animaron en gran manera; y desechaban de sí toda duda y sospecha y tenían muy gran esperanza que Dios y su justicia y verdad serían en aquel hecho en el cual intervenía aquella santa persona fray Vicente Ferrer que era ejemplo muy esclarecido de toda religión, justicia y penitencia, cuya predicación, obras y vida eran tan maravillosas en toda la cristiandad, que en esta sazón que fue nombrado para la determinación deste juicio estaba en Castilla. Consideraban cuánto habían de aprovechar y la fuerza que tendrían las oraciones

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continuas y predicaciones y amonestaciones deste santo varón entre tales personas, habiéndose visto infinitas veces que por un solo sermón suyo diversos pecadores muy obstinados y grande multitud de infieles se habían convertido; y así se tenía por cierto que confirmaría en los ánimos de sus compañeros toda verdad y justicia. Los cuatro que fueron dados por sospechosos; por qué y por quién. Con ser todas las personas nombradas de tanta dignidad y preeminencia y de tanta estimación, los embajadores del rey de Francia y de la reina doña Violante de Sicilia antes que se nombrasen a 12 del mes de marzo dieron por sospechosos al obispo de Huesca, Bonifacio Ferrer, Berenguer de Bardají y a Francés de Aranda. Decían que Bonifacio Ferrer y Francés de Aranda eran declarados enemigos del rey de Francia, y que el obispo había alegado en derecho por uno de los competidores. Y demás desto oponían a Francés de Aranda que no era letrado en el derecho civil y canónico y que los de aquella profesión de cartuja habían de emplearse en la contemplación de las cosas divinas y era su instituto muy ajeno de entremeterse en negocios profanos. Contra Berenguer de Bardají se propuso que llevaba una pensión de quinientos florines en cada mes de uno de los competidores y también un su hijo tenía tierra para ciertas lanzas. Contradicción en el parlamento de Tortosa acerca de las sospechas, y los que en ellas se señalaron. De aquí resultó que después que fueron nombrados hubo gran contradicción en el parlamento de Tortosa sobre aquella elección del obispo de Huesca y de Berenguer de Bardají que decían ser notoriamente sospechosos; y también tenían por tal a Bonifacio Ferrer afirmando que se había declarado antes y dado su voto a don Fadrique de Aragón. Los que más se declararon en publicar estas sospechas fueron el obispo de Urgel, el conde de Cardona y don Antonio de Cardona su hermano, el conde de Prades, don Berenguer Carroz en su nombre y del conde de Quirra, don Guillén Ramón de Moncada, don Jorge de Queralt, don Guillén y don Juan de Espés, don Pedro y don Arnaldo de Orcau, don Bernaldo de Forciá, don Pedro de Moncada, Francés de Vilanova, Galcerán de Rosanes y Dalmau Zacirera y otros muchos caballeros que todos eran de la afición y parcialidad del conde de Urgel. Todos estos barones y caballeros protestaron a 23 de marzo en su parlamento, y pusieron mucha turbación y escándalo en este punto cuando se pensaba que estaba del todo resuelto en el medio más principal para llegar a la declaración de la justicia. Pero esta recusación se tuvo por muy apasionada, considerando que en la elección de las nueve personas los veinte y cuatro que representaban el principado procedieron conforme a la comisión que se les dio en concordia, y la mayor parte hizo la elección en la cual concurrió la metad del estado que ella hizo mayor contradicción, teniendo todos por una gran maravilla que hubiese entre ellos tanta conformidad. Sospechas que se tuvo del conde de Cardona, los barones que en Tortosa

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asistían y bandos que se movieron. Desta contradicción que hizo el conde de Cardona tan fuera de tiempo se entendió que hacía todo su poder por excluir de la sucesión al infante don Hernando como nieto del rey don Enrique, cuyos enemigos fueron los de su casa muy declarados después de la muerte del infante don Hernando de Aragón, que se entendió haber sido muerto por su causa. Asistían en este tiempo en Tortosa de los barones principales los condes de Prades y Cardona, el vizconde de Illa, don Bernaldo de So vizconde de Ebol, y comenzóse a mover nuevo bando entre Ramón de Torrellas y Pedro de Senmenat que fue causa de mucha disensión entre la gente noble de aquel principado. Rompimiento de Vilaragudes y Centellas. Y en el reino de Valencia se juntaban compañías de gente de guerra por los Vilaragudes y Centellas y estaban muy cerca de llegar a batalla.

CAPÍTULO LXXIV

De la prorrogación que se hizo del parlamento de Alcañiz para la ciudad de Zaragoza y de la de Vinalaroz a la ciudad de Valencia.

Turbación impensada que con color de justicia se iba fabricando. Cuando se creía que las cosas se iban asegurando por el camino de la justicia y que prevalecía la causa de la república, se comenzó a hacer mayor fuerza y rompimiento; y se juntaban diversas compañías de gascones para acudir al reino de Valencia, lo que no se podía condenar tan justificadamente estando en aquel reino y en el de Aragón diversas compañías de gente de armas de Castilla, pues los unos y los otros tomaban la voz que era para librar la patria de los enemigos y de la gente extranjera. De Gascuña e Inglaterra favorecen al conde de Urgel; y con qué título. Los que lo entendían con buena consideración y celaban el beneficio universal decían que no se debía defender el reino con socorro de gente extranjera y mucho menos ofender, mayormente contra ejército tan victorioso como era el que estaba en Aragón y Valencia; y que se publicaban grandes aparejos de guerra en favor del conde de Urgel de la parte de Gascuña y de Enrico rey de Inglaterra para poner estorbo en la declaración de la justicia; afirmando que no lo era sino muy cierta y conocida tiranía para despojar al conde de la legítima sucesión que le pertenecía del reino, que era tan declarada y sabida que el rey don Pedro en su testamento había excluído las hembras, y quiso que fuese preferido el infante don Martín su hijo segundo a las hijas del duque de Gerona su hermano mayor y que así sucedió; y ninguna cosa era más notoria en aquellos reinos; y que puesto aquello en disputa de letrados y no defendiendo el conde su justicia por las armas, era dar el reino al infante de Castilla, los enemigos del conde, por medio de juicio infame y corrompido y de personas puestas por su mano con la fuerza de sus capitanes y gentes.

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Persuasiones y temores diferentes. No faltaban muchos que se persuadían que resistiendo poderosamente al infante se podían reducir las cosas a esperanza de alguna concordia entre los competidores, y otros no querían remedio de tantos males por la mano de los que habían traído gente de guerra extranjera que eran señores del campo y de los pueblos, y con el nombre de la justicia hacían más daño que si entraran como enemigos o lo podían hacer gascones o ingleses. No se podía imaginar mal ni peligro grande que ya no le sintiesen presente, y teníanse por guerreados y combatidos sin ningún socorro ni remedio, y no se veía fin de tanto mal sino con fuerza de ejércitos y victoria, que no podía ser más cruel que la guerra que sostenían entre sí en sus deliberaciones y consejos estando la tierra sujeta al estrago de los malhechores. La tardanza en la declaración era provechosa al conde de Urgel y dañosa al infante; y se hacían diversos insultos. La tardanza de la declaración daba más autoridad a la causa del conde, e iba cada día cobrando más valedores no sólo en Gascuña pero dentro de España y en medio de Cataluña. Y considerando esto, el infante -que estaba en la ciudad de Cuenca- hacía muy gran instancia para que se procediese a la declaración, teniendo por muy dañoso el diferirse. Hacíanse grandes insultos y muy enormes delitos por todo el reino y diversos raptos de dueñas y doncellas y otros grandes maleficios; y la gente de don Antonio de Luna, que estaba en la comarca de Huesca pusieron a saco y quemaron algunos lugares, y robaron los términos de la encomienda de Monzón; y en el lugar de Novillas a las riberas de Ebro se recogían algunas compañías de soldados que corrían aquella tierra y hacíanse fuertes en el castillo de aquel lugar. Y desto y de otros acometimientos se seguía gran turbación por todas partes. La congregación de Alcañiz se mudó a Zaragoza. Por el temor de alguna mudanza, habiendo de estar las nueve personas en Caspe para 29 de marzo, no se hallaron en aquel término sino los cinco, que eran el arzobispo de Tarragona, el obispo de Huesca, Francés de Aranda, Berenguer de Bardají y Bernaldo de Gualbes. Y la congregación de Alcañiz se prorrogó y mudó a la ciudad de Zaragoza por estar en lugar seguro y poder proveer con más autoridad y calor en poner remedio en los insultos que se hacían por el reino. Los que en la congregación de Zaragoza residían. Y aunque estaba ya formado el parlamento en Zaragoza a 13 del mes de abril, no se hallaba en aquella congregación ningún perlado ni rico hombre; y solamente presidía a las deliberaciones que se hacían Aztor Zapata en nombre de don Pedro Ximénez de Urrea y de don Juan de Luna y don Jimeno de Urrea sus hermanos y don Jaime de Luna hijo de don Juan Martínez de Luna. Cómo se redujo la ciudad de Valencia y juntó parlamento; y otras novedades que hubo. En el mismo tiempo, por la muerte del gobernador Arnaldo Guillén de Bellera, la ciudad de Valencia se redujo a la opinión y camino de la justicia; y tuvo allí su congregación en forma de verdadero parlamento general todo aquel reino, aunque los de Vilaragut y su bando -que estaba muy diminuído y desfavorecido-

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intentaron de hacer congregación por sí y juntarse en la villa de Algecira por un buen suceso que hubieron contra sus enemigos. Esto fue que algunas compañías de gente de armas de Gascuña pasaron al reino de Valencia a donde menos se pensó que habían de acudir; y los de la congregación de Zaragoza enviaron en socorro de las fronteras de aquel reino con algunas compañías de gente de caballo a Juan Fernández de Heredia señor de Mora; y entre tanto que se juntaba su gente fueron desbaratadas algunas compañías de caballo de Castilla por la gente que estaba en guarnición en Castellón de Burriana. Victoria de los de Castellón de Burriana; y los que allí murieron. Y murieron en aquella pelea Antonio de la Cerda que era su capitán y más de quinientos hombres; y perdieron cuatrocientos caballos, y los pendones de Morviedro y de Miralles. Este destrozo fue a 24 de abril por el cual fue necesario que entrasen nuevas compañías de hombres de armas de las fronteras de Castilla; y las cosas iban amenazando nuevo peligro o confusión.

CAPÍTULO LXXV

Del requirimiento que se hizo a los del parlamento de Tortosa en nombre de los ricos hombres y caballeros de la congregación de Mequinenza contra todo lo que

se había deliberado. La prevención que el gobernador y justicia de Aragón hicieron y de lo que avisaron a los de Tortosa. Tuvieron el gobernador y justicia de Aragón tal forma que juntaron gente del reino y la pusieron en orden para la defensa dél, pues aquello convenía tanto, habiendo de estar las nueve personas que habían de hacer la declaración de la justicia dentro de los límites del reino; y tuvieron en Alcañiz cuatrocientos de caballo a punto de guerra para lo que se ofreciese, cuyos capitanes eran los ricos hombres que habían seguido la parte de la justicia. Y cuando deliberaron de prorrogar su parlamento para Zaragoza, dieron aviso dello a los de Tortosa. Embajada de los que se ayuntaron en Mequinenza al parlamento de Cataluña. Esto fue a 26 de marzo; y aunque parecía que las cosas estaban en términos que se podía tener firme esperanza que se llegaría brevemente a la declaración y publicación de la justicia en lo de la sucesión, los ricos hombres y caballeros que se apartaron de la congregación de Alcañiz y se juntaron en Mequinenza (a donde residían por este mismo tiempo como si representaran todo el reino, presidiendo en ella el castellán de Amposta) por poner turbación y contienda en todo lo acordado y deliberado enviaron a notificar al parlamento del principado de Cataluña que aquel parlamento del reino de Aragón por dar breve expedición del conocimiento de su verdadero rey y señor natural -lo que ellos deseaban sobre todas las cosas- y porque más brevemente se excusasen los males e inconvenientes que estaban aparejados y se temían de cada día en estos reinos,

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habían deliberado de hacer elección de ciertas personas comunes de gran conciencia y sabiduría y buena fama, y que fuesen sin sospecha para reconocer quién era su verdadero rey por derecho y pura justicia y hacerle la obediencia que pertenecía, así como leales y naturales vasallos lo debían hacer. Por esta causa decían que les rogaban y requerían y exhortaban que les enviasen sus mensajeros con poder bastante a la villa de Mequinenza que estaba dentro de los límites deste reino y a las riberas del río Ebro para 20 de abril, porque concurriesen con ellos en concordia en el nombramiento de aquellas personas y del lugar a donde se hiciese la declaración de la justicia. Declaraban que si dentro de aquel término no lo cumpliesen, ellos de allí adelante por su descargo procederían al nombramiento de aquellas personas y del lugar con los que quisiesen juntarse con ellos, y que no daban su consentimiento a la elección que hubiesen hecho de otras personas y lugar en compañía de cualesquier otros, considerando ser notoriamente parciales que no tenían ningún poder. Firmeza y respuesta prudente del parlamento de Tortosa a la junta de Mequinenza. Mas los del parlamento de Tortosa perseveraban en la respuesta que habían dado: que ellos por justas y verdaderas razones siempre tuvieron por verdadero, legítimo y no dudoso parlamento del reino de Aragón el que se había juntado en Calatayud, en el cual se hallaron presentes la mayor parte de los que agora se decían parlamento de Mequinenza; y aquél aprobaron ellos mismos y conformaron en la prorrogación que se había hecho en Calatayud para Alcañiz, a donde se había tenido y celebrado; y agora postreramente se decía haberse mudado para la ciudad de Zaragoza. Decían asimismo que era cosa muy averiguada y cierta que en este reino no podía ni debía haber dos parlamentos y no se acostumbraba celebrar sino un parlamento general; y ellos habían concurrido y conformado con aquel de Alcañiz en todos sus autos en lo que convenía al examen y conoscimiento de la verdadera justicia de su rey y señor y a quien pertenescía el cetro y señorío real por legítima, verdadera y natural sucesión. Y por aquel camino era cierto que por la gracia de nuestro Señor habían llegado a tales términos que se debía esperar y tener confianza que en breve estos reinos y principado conocerían a su verdadero y legítimo rey y señor. Por estas consideraciones afirmaban que no les convenía ni era expediente de reconocer ni admitir ni estimar otra congregación del reino de Aragón sino aquélla con quien habían deliberado y comunicado sus consejos. Y así firmemente perseveraron en todo lo que habían firmado y concluído en el parlamento general de Aragón; y dieron esta respuesta a 13 del mes de abril.

CAPÍTULO LXXVI Que don Bernaldo de Cabrera maestre justicier del reino de Sicilia, se apoderó de la ciudad de Palermo; y la reina doña Blanca se fue a Catania y se continuó entre

ellos la guerra.

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La reina de Sicilia, libre de Marqueto, se recogió en Palermo. En el principio deste año de 1412 la reina doña Blanca de Sicilia, después que se libró del ejército de don Bernaldo de Cabrera que la tuvo cercada en Zaragoza en el castillo de Marqueto, se entró en la ciudad de Palermo y se aposentó en un palacio real que se llama Ester, a la parte de la marina. Jaca se redujo a don Bernaldo [de Cabrera]. A Catania escalaron, y llegada de los embajadores y de la armada de Cataluña a Trápana; y para qué. Y don Bernaldo de Cabrera se fue a la ciudad de Jaca, la cual había veinte días que se había reducido a su obediencia. Y en el mismo tiempo Sancho Ruiz de Lihori almirante de Sicilia con algunos barones de su opinión escalaron de noche la ciudad de Catania. Y la guerra estaba tan trabada y encendida entre las partes que hubo entre ellos diversos rencuentros. Y por este tiempo arribó a Trápana la armada de Cataluña que llevó los embajadores que enviaba el principado de Cataluña para procurar la concordia entre la reina y don Bernaldo de Cabrera. Tercera vez se escapó la reina doña Blanca de Sicilia de las manos de don Bernaldo de Cabrera. Los embajadores del principado la hablaron, lo que resolvieron y lo que se hizo. Traía don Bernaldo muy gran cuidado por tomar a su mano la persona de la reina, que decía estaba rendida al gobierno y mando de sus enemigos y eran causa de todas las disensiones y calamidades de aquel reino; y procurábalo de poner en ejecución antes que llegasen los embajadores del principado. Y estando en Alcamo, secretamente mandó juntar sus gentes; y una noche acometió de entrar la ciudad; y siendo sentido, la reina se recogió en una galera de Ramón de Torellas que por gran ventura se halló en aquel puerto, y pasó muy gran peligro; y cuando don Bernaldo de Cabrera entró en palacio ya la reina se había puesto en salvo con sus doncellas, siendo ésta la tercera vez que se escapó de sus manos. Esto fue en el mes de enero pasado; y como la reina supo que los embajadores habían desembarcado en Trápana, los esperó en la galera junto de Palermo delante de Sant Jorge; y entraron en la galera a darle razón de su ida y de la comisión que llevaban; y por acuerdo y consejo suyo salió a tierra y se entró en el castillo de Solanto que el alcaide entregó en poder de los embajadores con ciertas seguridades; y le pusieron en buena defensa por la guarda de la persona de la reina y de los suyos, y tomó a su cargo el castillo Ramón de Torrellas. Los barones que también dejaron sus diferencias en poder de los embajadores de Cataluña. Ofreció la reina de poner todas las diferencias que tenía con el maestre justicier en poder de los embajadores por honra de la corona de Aragón y del principado de Cataluña y por el beneficio y conservación de aquel reino. Los barones que tenían la voz de la reina y seguían su opinión -que eran don Antonio de Moncada conde de Aderno, Enrico Russo conde de Esclafana, don Mateo de Moncada conde de Calatanixeta, el conde don Mateo de Veintemilla, el almirante Sancho Ruiz de Lihori, Galcerán de Santa Pau, don Juan de Moncada,

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Juan Balute de la Balba, don Pedro de Moncada- y otros barones y caballeros que tenían hasta setecientos de caballo, fueron a ponerse delante del castillo de Solanto que está a diez millas de Palermo sobre la mar, y entraron dentro el conde don Antonio de Moncada y Galcerán de Santa Pau y también ofrecieron que dejarían las diferencias que tenían con don Bernaldo de Cabrera en poder de los embajadores. Otras diferencias de que se trató concierto, y entre qué personas. Esto fue a 15 del mes de febrero; y el mismo día Archimbau de Fox hermano del vizconde de Castelbó (que tenía mucho deudo con don Bernaldo por parte de la condesa de Osona madre de don Bernaldo que era de la casa de Fox) y don Artal de Luna conde de Calatabelota (que era primo del rey don Martín de Sicilia y seguían la parte de don Bernaldo) fueron con aquella galera de Ramón de Torrellas a Solanto para tratar que todas sus diferencias se concertasen y compusiesen. Llegada del legado del papa Juan [XXIII] a Mecina y para qué. Parecía que llevaba camino de apaciguar sus diferencias, porque en la misma sazón llegó a la ciudad de Mecina un obispo legado del papa Juan con tres galeras, y los de la ciudad le acogieron; y entre otras cosas que propuso para levantar el pueblo fue que, considerado que los reyes pasados que tenían aquel reino en feudo de la iglesia, no habían pagado el censo, era vuelto aquel reino a la sede apostólica. Y aquella ciudad y su territorio se pusieron en su obediencia, excepto el castillo de Matagryphón, y entregáronle a Melazo que era una de las más importantes fuerzas de la isla y se tenía por la ciudad de Mecina; y comenzaba el legado a juntar gente de armas y pagar el sueldo; y los mecineses hacían grandes aparatos de guerra y túvose gran recelo que era contra la nación catalana; y por esta novedad se tuvo alguna esperanza que se reducirían las cosas a medios de concordia. La reina de Sicilia pide socorro al infante [don Fernando] de Castilla y sospecha que en esto hubo. Mas lo que mayor miedo ponía a don Bernaldo era que se entendió de cierto que la reina con grande instancia pedía al infante don Hernando de Castilla -que era su primo hermano- que enviase alguna gente de guerra, porque con ella aquella isla se conservaría para su sucesión; y que esto se disponía y ordenaba por el almirante que era hijo del gobernador de Aragón, y a los de aquella casa y de la de Heredia -que eran poderosos en este reino- teníanlos por muy obligados y servidores del infante. El peligro que los embajadores de Cataluña evitaron en presencia de la reina de Sicilia. Sucedió luego que a 18 del mismo mes de febrero, aquellos barones que seguían la opinión de la reina, tornaron a ponerse delante del castillo de Solanto; y por instancia de los embajadores se fueron porque estaban a vista de Palermo. Y apenas pasó una hora que don Bernaldo -sabiendo que aquellos barones habían llegado a donde estaba la reina- salió de Palermo con el conde don Artal de Luna y don Archimbau de Fox y con otros muchos barones y caballeros de su parcialidad -que era hasta setecientos de caballo- su batalla ordenada, y con

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sonido de trompetas; y pusiéronse delante del castillo. Y los unos y los otros saludaron a la reina que se puso a una ventana y con esto se volvieron a Palermo y túvose por gran ventura que no se encontrasen, porque si se vieran se tuvo por cierto que no hubiera en mucho tiempo en aquel reino tan mala jornada. La reina de Sicilia se pasó al castillo de Catania y se retiró de lo que ofreció a los embajadores del principado. Por excusar aquel peligro, estando la reina a las puertas de Palermo procuraron los embajadores que la reina se fuese al castillo de Catania, teniendo por cierto que aquellos barones de su parcialidad llevaban aquel mismo camino. Y así salió la reina del castillo de Solanto un domingo a 21 de febrero. Cuando la reina se vio en el castillo de Catania tuvo nueva deliberación en lo de la concordia que se había procurado por medio de los embajadores estando en el castillo de Solanto, siendo persuadida e inducida por los que tenía en su consejo; y volvieron las cosas al primer rompimiento. Había ofrecido la reina a los embajadores que iría su camino derecho en la galera de Ramón de Torrellas a Catania, y no saldría a ciudad o lugar a donde otros fuesen más poderosos, ni permitiría entrar en el castillo de Catania a barón que la pudiese remover de su libertad. Y con esta condición los embajadores se fueron con la reina a Catania; y queriendo salir a tierra para entrarse en la ciudad la requirieron que no saliese de la galera ni tomase tierra sino en el castillo. Y entró dentro. Gabriel de Faulo guardaba a Catania y a la reina de Sicilia y fue gran privado del rey su marido. Y la resolución que hubo. Y se puso en poder de Gabriel de Faulo que le tenía a su guarda y fue muy privado del rey don Martín su marido. Tratando desde aquel castillo con los barones de su opinión deliberó de no pasar por lo que estaba acordado en Solanto, que en suma era que todos los lugares de la corona y los castillos de la cámara de la reina se pusiesen en la obediencia del maestre justicier en nombre del que fuese declarado por rey de Aragón y Sicilia, y se diesen a la reina veinte mil florines, y don Bernaldo de Cabrera hiciese tregua con los barones que habían seguido la voz de la reina. Y siguióse tras esto que el conde Juan de Veintemilla se apoderó de la ciudad de Cephalí diciendo que la reina le había hecho capitán general. El provecho que don Bernaldo de Cabrera hizo en Sicilia; y no aprovechó. Era cierto que el maestre justicier por su gran valor sostuvo las cosas de aquella isla; de manera que se conservó aquel reino y la nación catalana por su causa, que fuera del todo destruída si muriera de una muy grave dolencia que le sobrevino; y fueron perseguidos y desterrados los barones catalanes que le fueron contrarios con el almirante, con los cuales por medio de los embajadores él quería asentar buena concordia. Y no quiso tratar de medios de paz con los barones sicilianos que había condenado el rey don Martín de Sicilia, aunque vino en la tregua. En este estado se hallaban las cosas de aquella isla a 12 del mes de mayo deste año que fue quedar en la misma guerra y rompimiento que antes.

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CAPÍTULO LXXVII

Que el vizconde de Narbona rompió la tregua que se había asentado con él en la

isla de Cerdeña; y de la gente que pasó de Cataluña contra él. Que Sicilia se aquietase fue suerte de la corona de Aragón. No fue la menor buena suerte destos reinos después de declararse por sucesor el que más convino que reinase en ellos, sustentarse las cosas de Sicilia estando en tanta disensión y guerra, en tal turbación de tiempos y en tanta incertidumbre del suceso que habían de tener, hallándose los grandes de la isla en guerra formada y teniendo por enemigo la iglesia y al rey Ladislao tan vecino, siendo tan enemigo y guerrero, y no siendo aún del todo deshecha la parte que había sido declarada por rebelde y fue echada del reino. Ventura fue conservarse Cerdeña teniendo tales contrarios. Lo mismo sucedió en las cosas de Cerdeña por gran ventura de la sucesión de la casa real de Aragón, que permanesciendo parte della en su rebelión y teniendo por caudillo al vizconde de Narbona que pretendía suceder en el juzgado de Arborea cuando menos bien le sucediesen las cosas, y siendo tan declarados enemigos los genoveses por la conquista de aquella isla, se defendiese y sustentase en tanta contradicción y confusión como estaban estos reinos; que a mi juicio es una de las cosas más de considerar que por ellos pasaron. Tregua en Cerdeña y pretensión de los de Nicoloso de Oria. Estaban las cosas de Cerdeña sobreseídas, sin pasar a auto ninguno de guerra por la tregua que el vizconde de Narbona -que se llamaba juez de Arborea- y los de su parcialidad (que hacían guerra a los catalanes que estaban en la defensa de las plazas y castillos que se tenían por la corona real), habían hecho con el conde de Quirra y con los gobernadores. Pero los que seguían la parte de Nicoloso de Oria, que era fiel a la corona real, afirmaban que el vizconde había rompido la tregua que estaba asentada con los gobernadores y oficiales reales, y ocupó alguna parte del patrimonio real; y juntamente con los de Sácer salió al encuentro a Cassano de Oria que se había confederado con Nicoloso y venía en favor de los fieles al rey; y los rompió en un encuentro, y mataron en él cerca de trecientos hombres. Leonardo Cubello seguía la voz real en Cerdeña. El vizconde fortaleció la villa de Macomer y la junta y cosas que hizo. Seguía la parte de los oficiales reales contra el vizconde de Narbona Leonardo Cubello marqués de Oristán que era su enemigo por razón del estado que el vizconde pretendía como la principal cosa del juzgado de Arborea y la cabeza y homenaje dél. Y en esta mudanza y confusión de tiempos y después de la tregua que se había asentado, el vizconde con ayuda de los sacereses, pasó con gran número de gente a fortalecer la villa de Macomer por tener allí su frontera así contra Oristán como contra el conde de Quirra -capitán general y defensor de aquel reino- que estaba en Cáller.

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Juntó el vizconde toda la gente que pudo de Sácer y del cabo de Lugodor por reducir a su obediencia las villas y castillos de aquellas comarcas que llamaban Parte Valencia y Parte Montis, y de Marmila. El conde de Quirra y los catalanes tuvieron su frontera en Oristán. Y como aquella villa de Macomer está a veinte millas de Oristán y a treinta de Sanluri, el conde de Quirra y la gente de armas catalana tuvieron su frontera en Oristán y Sanluri, aunque la gente de armas de la nación catalana se había diminuído en tan gran manera que entre todos los hombres de armas no llegaban a ciento y cincuenta de caballo, ni eran bastantes para resistir al poder del vizconde y de los rebeldes que estaban muy poderosos; y si los nuestros no eran socorridos de la gente de Cataluña fácilmente los hacían retraer hasta las puertas de Cáller. Peligro de Cerdeña. Estuvieron en el principio del mes de febrero deste año las cosas en aquella isla en el último peligro si la esperanza del socorro se les difería; porque el vizconde de Narbona, no curando de la tregua que había jurado, discurría por la tierra rescatando los pueblos de la corona real, y la nación sardesca tomaba gran osadía persuadiéndose que las cosas de Cataluña estaban en gran disensión y que no se podía enviar socorro ninguno. El vizconde de [de Narbona] ofrece reducirse. Procuró tomar el Alguer y no pudo. Y el vizconde se iba entreteniendo, esperando el suceso, aunque ofrecía que dejaría todo lo que tenía en aquella isla quedándole el juzgado de Arborea enteramente, y que sería bueno y fiel vasallo de la corona de Aragón. La gente que se pudo juntar en Cataluña para enviar a Cerdeña fueron cien hombres de armas y docientos y cincuenta de caballo y cien ballesteros; y antes que llegase el vizconde de Narbona emprendió de tomar a hurto el lugar de Alguer; y fue sobre él con trecientos hombres de caballo y ciento y cincuenta ballesteros, y llegaron a ponerle las escalas; y aunque subieron al muro hasta ochenta soldados fueron lanzados dél y muertos algunos. Valor del capitán Juan Bartolomé y con el socorro que Acart de Mur llegó a Cerdeña. Y en este trance se señaló el esfuerzo y valor de Juan Bartolomé capitán de una galera del principado, que con la gente que tenía defendió el lugar en tan gran peligro. Con la nueva de lo que el vizconde intentaba y deste acometimiento se apresuró por los diputados del principado de Cataluña de enviar a Cerdeña la gente de guerra que tenían a punto, y fue con ella por capitán un barón catalán que era Acart de Mur. Esfuerzo, gobierno y casamiento del conde de Quirra; y los que le asistieron. En toda esta guerra obró maravillosamente don Berenguer Carroz conde de Quirra que se llamaba capitán y defensor del cabo de Cáller y Gallura; y se opuso a la mayor fuerza que pudo juntar el vizconde de Narbona. Y asistiéronle con sus estados y gente el marqués de Oristán -que se llamaba conde de Gociano- y Nicoloso de Oria. Y procuraba el marqués que el conde casase con una hija suya por declarar más la afición que tenía a la nación catalana. Y el conde envió a

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Pedro Ravanera doncel del reino de Valencia y a Jacobo Veguer para que se le diese licencia que pudiese casar con la hija del marqués. Los genoveses fueron enemigos de los reyes de Aragón. Por este camino se fue defendiendo y sustentando aquella isla en la obediencia de la corona real de Aragón, teniendo tantos enemigos y rebeldes declarados dentro della y tan vecinas las armadas de los genoveses que siempre fueron grandes enemigos en todas las conquistas pasadas de los reyes de Aragón.

CAPÍTULO LXXVIII

Que los del parlamento de Tortosa procuraron de reducir a medios de concordia los príncipes que competían por la sucesión. Y de la prorrogación que hicieron de

su congregación para la villa de Momblanc. El temor que había, requería fortaleza para desterrarle. Era así que como en la competencia de la sucesión destos reinos concurrían tantos y sólo uno era el que había de ser preferido a todos los otros y declarado por legítimo sucesor, y a los demás les había de salir en vano su derecho y según los aparejos que se veían por todas partes y que los más hacían grandes amenazas y ayuntamientos de muchas gentes de armas, había muy gran temor que si no se oponían poderosamente para resistir a toda tiranía y fuerza, estos reinos estaban aparejados para venir en gran desolación. Felicísimo tiempo hasta el que faltó el rey don Martín. Consideraban allende desto que por los pecados del pueblo Dios los había privado de la sucesión real por línea derecha de padre a hijo o de hermano a hermano, así como en los tiempos pasados por la bondad de Dios habían sido regalados de manera que los que sucedían en el reino tenían dentro de su misma casa el ejemplo de sus predecesores; porque en su manera de gobierno mansa y amorosamente regían los pueblos que les eran por Dios encomendados como le tuvieron hasta el día de la muerte del rey don Martín. Prevención del parlamento de Tortosa en los pretensores a la sucesión de la corona real. Que por la nueva manera de sucesión que se esperaba se podía tener duda si el que por justicia fuese declarado ser su rey, príncipe y señor se inclinaría a tal manera de regimiento como el pasado; y pensando cómo se podría y debería en aquel caso proveer buenamente proponían algunos del parlamento del principado de Cataluña que convendría que ciertas personas notables de los parlamentos se juntasen luego en Caspe y tratasen con los procuradores de los que competían por la sucesión, y si pareciese con ellos mismos, para promover tales formas y medios con que se asegurasen que, siendo declarado a quien pertenecía la sucesión quedando aquél pacíficamente en el reino, los otros se contentasen; de tal manera que estos reinos quedasen en tranquilidad y reposo. Con esto pensaban que se podía tratar con los competidores que cualquiere dellos

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que fuese declarado por justicia deber suceder en estos reinos, tuviese por cosa constante que había de reinar y tener el cetro real con aquel dulce regimiento que los reyes pasados acostumbraron regir sus reinos. Para esto se proponía que se tratase entre los competidores de asentar toda concordia y paz, de tal manera que el día de la publicación de la justicia quedasen amigos y conformes; y el que fuese declarado legítimo sucesor confirmase sus privilegios, estatutos y costumbres, y nombrase sus oficiales; y pusiese su casa y la ordenase, y se hubiese en el gobierno destos reinos como se había acostumbrado por los reyes sus antecesores. La paz y el interés con dificultad se avienen en gente poderosa y apasionada. Pero todos entendían bien -aunque esto se proponía con buen celo- la dificultad que había en poner paz y conformidad entre los que contendían por el reino, señaladamente entre los más poderosos, y cuán raras veces se alcanzaba por términos de justicia siendo cosa tan ordinaria que aquel reino que prevalece con las armas, y que esto que se deliberaba nunca se había visto jamás. Seis embajadores que para asistir en Caspe nombró el parlamento de Tortosa. Acordaron a 18 del mes de abril de prorrogar y mudar su parlamento general de aquella ciudad de Tortosa para la villa de Momblanc; y a 22 le prorrogaron para 16 de mayo, pero esto no se efectuó. Y acordaron de no mudarse hasta que se hiciese la declaración. Nombraron para que fuesen en su nombre a Caspe a asistir a la publicación de la justicia seis embajadores; y éstos fueron los obispos de Urgel y Barcelona, don Juan Ramón Folch conde de Cardona, Ramón de Bages, micer Juan Dezplá y Pedro Grimau de Perpiñán. Otras seis personas que a fin de quietud se nombraron; y la prevención que había. Para tratar de acordar los medios cómo se hiciese buen apuntamiento y concordia entre los competidores entre tanto que se declaraba lo de la sucesión y para dar orden que no se procediese contra ninguno de los que hubiesen mostrado afición a las partes creyendo que tuviese justicia, nombraron otras seis personas que fueron don Ramón obispo de Girona, Narcís Astruç arcediano de Tarragona, don Gullén Ramón de Moncada, Berenguer Dolms, Francés Senseloni y micer Gonzalo Garridell. Pero esto estaba ya remitido por el parlamento de Alcañiz y por los embajadores del principado de Cataluña que ahí concurrieron a las nueve personas que habían de hacer la declaración de la justicia.

CAPÍTULO LXXIX Que los embajadores de los reyes de Francia y Sicilia y de la reina doña Violante

de Sicilia no quisieron comparecer en Caspe ante los nueve jueces por la recusación que pusieron a los cuatro. Y de la embajada que envió por esta causa

a Caspe la reina doña Violante de Aragón. El parlamento de Tortosa reprobó las sospechas que también se propusieron en Caspe, a donde no comparecieron los embajadores. Motivo y anulación dellas.

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Como los embajadores de los reyes de Francia y del rey y reina de Jerusalén y Sicilia y de Luis conde de Guisa su hijo habían recusado por sospechosos cuatro de los nueve que fueron nombrados para hacer la declaración de la justicia, y el parlamento de Tortosa tuvo por no legítimas las causas de las sospechas, ellos se fueron a Barcelona y no quisieron parecer en Caspe. Desde Barcelona enviaron a Bernaldo Gallach y a un Gerardo Zelon de Luca a Caspe; y éstos, en presencia de las nueve personas, a 7 del mes de mayo, propusieron ciertas protestaciones y las mismas sospechas contra los mismos que decían ser notorias y manifiestas y haberse por ellos declarado antes que fuesen nombrados. Entre otras cosas decían que de razón y justicia no convenía que para tal declaración como aquélla fuesen nombrados dos hermanos por la afición del deudo que se presumiría había de inducir y aun forzar a que el uno se redujese a la opinión del otro. Y esto se decía por Bonifacio Ferrer y fray Vicente Ferrer. Y ofrecieron de probar las causas de sus sospechas, y pedían que conociesen dellas los otros cinco que eran el arzobispo de Tarragona y fray Vicente Ferrer, Giner Rabaza, Guillén de Valseca y Bernaldo de Gualbes a los cuales no daban por sospechosos. Mas visto por ellos que los parlamentos de Tortosa y Alcañiz no habían tenido por probadas aquellas sospechas, dieron por de ningún efecto su revocación. Embajada de la reina doña Violante de Aragón a Caspe y ademán que su yerno hacía. Como aquellos embajadores de Francia no quisieron comparecer en Caspe ante los nueve jueces, la reina doña Violante de Aragón envió otros en su nombre, que fueron micer Juan de Alzamora ciudadano de Valencia, micer Bernaldo de Bosch y Bernaldo de Gallach, para mostrar claramente -según decía- que el infante don Luis su nieto era el verdadero sucesor del rey don Juan y debía ser preferido a todos los otros, aunque el rey Luis de Sicilia su yerno y la reina doña Violante su hija desde la Proenza hacían gran ademán que se habían de valer en su pretensión de la autoridad y fuerzas del rey de Francia y de las suyas. El mariscal de Francia entró en Narbona; la fama que había y lo que la reina de Aragón en las sospechas hizo. Y en este tiempo Godofre Busicaudo mariscal de Francia había entrado en Narbona con diversas compañías de gente de guerra, y era fama que venía al sueldo de la reina de Nápoles y que amenazaba de entrar por Rosellón; hizo la reina de Aragón la instancia que pudo para embarazar que las personas nombradas para hacer la declaración de la justicia no pudiesen proceder en aquella causa habiendo dado por sospechosos a cuatro de los nueve. No contenta con esto pasaron tan adelante las sospechas que se declaró la reina que ella entendía ser la principal causa dellas el papa Benedicto y estando juntos los nueve en la sala del castillo de Caspe un martes a 10 del mes de mayo parecieron en su presencia Juan de Alzamora y Bernaldo del Bosch y dijeron que habían de presentar ciertas alegaciones de algunos muy grandes doctores, y que por ellas entenderían manifiestamente que el derecho de la sucesión del reino pertenecía a la reina doña Violante de Nápoles o a Luis su hijo.

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Carta de la reina doña Violante a los nueve electores. Después les dio Bernaldo de Gallach -que era procurador de la reina de Aragón- una carta de la misma reina en que mostraba la poca confianza que tenía que se hiciese justicia a su hija o a su nieto, porque sin ningún rodeo de palabras decía que la fama pública que entonces había entre las gentes era que ellos en la averiguación y declaración de la justicia en la sucesión destos reinos que por verdadera y clara razón pertenecía a la reina doña Violante su hija o al infante don Luis su nieto (que eran hija y nieto de la esclarecida memoria del rey don Juan de Aragón su marido por ser derecha y verdadera posteridad de todos los reyes de Aragón) querían o entendían oponer las injurias y ofensas que algunos príncipes y señores de la casa de Francia habían hecho al santo Padre Benedicto XIII; por las cuales se movían y persuadían que la verdadera justicia no era de la reina su hija ni de su nieto, a gran culpa y cargo del rey de Jerusalén y Sicilia su yerno. Decíase por la parte de la reina que cierta cosa era que los nueve en el examen de aquella justicia no tenían poder alguno que tocase a los negocios de la iglesia; pero que bien era verdad que, considerado el número de los nueve o de algunos de los que habían de hacer el juicio y determinación de aquella causa, había tantos que eran familiares y domésticos del papa que todo el mundo conoscía que aquel juicio estaba del todo en sus manos juntamente con la confederación y amistad de uno de los competidores. Que con esto concertaban otras pláticas e inteligencias que manifestaban muy clara y descubiertamente desconfianza y desesperación de la justicia. La reina doña Violante desea favor del papa Benedicto [XIII]. Mas decía la reina de Aragón que ella, por gracia de nuestro Señor, había creído y creía firmemente hasta este día que el santo padre Benedicto era verdadero y universal pastor y vicario de la iglesia; y por este respeto quería que ellos fuesen ciertos que, hecha la declaración de la sucesión así como por justicia notoria a todo el mundo se debía hacer por la reina su hija o por el infante su nieto, que por sí o por contemplación de la reina su madre había de reinar, pondría al infante en manos del santo padre para que estuviese debajo de su regimiento y de la patria como diversas veces se había ofrecido por su parte. Que se maravillaba cómo el santo padre no abrazaba su oferta considerando que en su santa persona no debía tener lugar ningún género de venganza. También ofrecía de acabar que en este caso no se haría novedad alguna que dañase en el hecho de la iglesia ni en la persona del santo padre, antes se seguiría toda sujección y obediencia, y dello se daría seguridad. Afirmaba que se tenía cierta esperanza que por medio de aquel niño infante don Luis, que era verdadera y propria sangre del rey don Juan y derecha sucesión de todos los reyes de Aragón, se seguiría la unión y concordia de la santa iglesia católica; y suplicaba a nuestro Señor que El fuese juez entre ellos y aquél cuya era la verdadera justicia y les demandase cuenta de los males que por esta razón estaban aparejados de seguirse, de los cuales se dolía mucho si fuesen desheredados la reina su hija y el infante su nieto contra razón y justicia.

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Los abogados de la reina doña Violante informaron por su nieto. Después de oídas aquellas exhortaciones y ofertas informaron sus abogados que eran éstos que enviaba la reina de Aragón a las nueve personas de la justicia de la reina de Sicilia y del infante don Luis su hijo.

CAPÍTULO LXXX

Que por la incapacidad de uno de los nueve que habían de ser jueces en la declaración de la sucesión se nombró por los ocho otro en su lugar.

La defensa que había en Caspe. Estuvo la villa de Caspe en defensa de los capitanes que se nombraron por los parlamentos con la gente de armas que enviaron para su guarda. Y postreramente vino por el parlamento de Valencia por capitán Pedro Zapata el menor; y el castillo se tenía por tres caballeros que, como dicho es, se nombraron también por los mismos parlamentos. La gente que asistía en Caspe. Todas las cosas estaban tan en orden y a punto de guerra como si aquel lugar se hubiera de acometer por enemigos; y fuera de la gente de guarnición estaba todo él lleno de personas de letras y de ropa larga, concurriendo los abogados y procuradores de los príncipes que competían por la sucesión, que eran muchos, y sus embajadores en hábito pacífico y sin armas, cosa que nunca se vio jamás concurrir tan diferentes naciones de diversas profesiones y en aquella forma de ayuntamiento. Giner Rabaza fue depuesto del número de los nueve, y por qué. Es muy de notar. Comenzaron ya los abogados a presentarse ante los jueces y alegar de la justicia de sus príncipes. Y sucedió una novedad que sacó uno dellos de su congregación por causa bien extraña y que dio mucho que considerar y juzgar a las gentes: que siendo Giner Rabaza uno de los jueces nombrado por tan grave varón que se le pudo encomendar que asistiese a la determinación de un negocio tan general, fuese echado de aquella congregación por hombre loco y demente a pedimiento de su mismo yerno. Túvose por cosa muy cierta por el vulgo que juzga de los sucesos como le place, que estando en su juicio sano y libre temiendo conturbación de ánimo, lo que podía suceder, había querido excusarse por aquel camino de dar su voto y fingir haber salido de su verdadero juicio y seso; y si la grandeza y dificultad de la causa le turbó el sentido fue caso de no menor maravilla. Fue así: que a 22 del mes de abril pareció ante los ocho jueces un barón principal del reino de Valencia llamado Francés de Perellós y les pidió que diesen licencia a Giner Rabaza su suegro como a persona inútil e incapaz para hallarse a la determinación de aquella causa, y le permitiesen ir a su casa por estar enajenado de su entendimiento y verdadero juicio y sentido y de toda razón, o por gran vejez o por la fatiga y turbación del camino o por otro cualquier caso y accidente; certificándoles que no era bueno ni provechoso para las cosas que se le habían

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encomendado, y que por su honor él no daría otra razón, pero que ellos se podían informar si en aquello ponían alguna duda. Lo que resultó a Giner Rabaza de la información que se hizo. Y quién fue. De la información que se mandó recibir, que fue de muchos testigos, resultó conformarse todos que hablaba algunas cosas contrarias y con variedad, y otras como de niño sin razón y sentido o enajenado de sí; y otros testigos hubo que afirmaban que tenía buena cuenta en su casa y en el gasto della, y que se trataba concertadamente. Era caballero y el más principal en su profesión de los que había en aquel reino; y no se sabría determinar si es el mismo micer Giner Rabaza que se halla haber sido del consejo del rey don Pedro al tiempo que se rompió la guerra entre él y el rey don Pedro de Castilla, porque estaba en tan anciana edad que pasaba de ochenta años. Requería con mucha instancia el yerno; y por lo que debía a su fidelidad protestaba porque le diesen licencia para que se volviese a su casa. Y ora fuese el accidente tal que por su vejez le sacase de su juicio siendo uno de los prudentes y sabios en el derecho civil de aquel reino, o la enfermedad fuese fingida de demasiado seso y discrección, del examen que hicieron con él los ocho jueces para mayor satisfacción suya, se determinó por ellos a 5 del mes de mayo que no era suficiente y capaz para hallarse en hacer la declaración de la justicia de la sucesión del reino, antes le tenían por del todo impedido e inhábil para poner en ejecución lo que se le había cometido. Y que debía ser nombrado por ellos mismos otro en su lugar en vigor de la facultad que para ello tenían. En lugar de Giner Rabaza fue nombrado Pedro Beltrán, varón grave. Después desto, a 16 de mayo, todos los ocho en conformidad sin discrepar ninguno hicieron elección de Pedro Beltrán doctor en decretos de la ciudad de Valencia, teniendo grande satisfacción de su buena fama y de la pureza de su conciencia y mucha suficiencia para la determinación de aquel negocio. Famosa aprobación fue la de Pedro Beltrán. Lo que fue una de las mayores aprobaciones que pudo tener persona de letras de aquellos tiempos siendo escogido por tan excelentes varones entre tantos, aunque era muy cierto que los más famosos letrados de aquel reino eran abogados de alguna de las partes y no podían por esta razón ser jueces en aquella causa.

CAPÍTULO LXXXI Que los parlamentos proveyeron en la defensa del derecho del conde de Luna por

su menor edad. Treinta días dieron audiencia los nueve jueces. Estuvieron los jueces treinta días sin las fiestas antes de encerrarse en el castillo de Caspe dando audiencias públicas y secretas a los embajadores y abogados de los competidores y viendo y examinando sus informaciones, y consultando entre sí y deliberando lo que les

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sobraba del día con gran atención y cuidado, con mucha satisfacción de las partes. No tenía muchos valedores don Fadrique de Aragón. Ninguna causa estuvo más desfavorecida y desierta que la de don Fadrique de Aragón conde de Luna, hijo del rey don Martín de Sicilia, así porque era menor de edad como por no tener algún príncipe poderoso que le ayudase y valiese, ni hallarse apenas quien abogase por él ni le siguiese. Porque los más de los ricos hombres del reino eran sus contrarios por pretender parte en la sucesión del estado del conde don Lope de Luna su bisagüelo, o por ser amigos y deudos de los que pretendían suceder en él por el testamento del conde don Lope; en el cual, decían, no haber podido suceder don Fadrique no siendo legítimo y porque eran otros llamados a la sucesión, señaladamente doña Brianda de Luna hija del conde don Lope y madre de doña Brianda Cornel que lo pretendían por legítima sucesión. Abogados y procuradores que a don Fadrique [de Aragón] le señalaron los nueve; y los primeros fueron del reino de Aragón. Mas en esto los parlamentos y los nueve jueces proveyeron con gran solicitud y cuidado como de cada reino y del principado se le señalasen procuradores y letrados que asistiesen en Caspe a la defensa de su justicia. Estos fueron del reino de Aragón un caballero que se decía Gonzalo Forcén de Bornales, y por letrados Bernaldo de Urgel, Miguel Martínez de la Cueva de Calatayud y Antonio de Vistabella; y después fue nombrado Juan Gilbert que era un famoso letrado de Zaragoza; y por procurador Fernán Ximénez alcaide del castillo de Segorbe. De Valencia. Envióse del reino de Valencia un caballero que se decía Pedro Pardo de la Casta y por letrados Arnaldo de Conques, Juan Mercader y Guillén Strader; y por procurador Juan de Aguilar. De Cataluña. Nombráronse por el principado de Cataluña un barón que era don Pedro de Cervellón, y letrados Bonanat Pere, Pedro Basset y Francés Ametla; y por procurador Romeu Palau de la casa del mismo conde. También el obispo de Segorbe y Ramón de Torrellas valían a don Fadrique de Aragón. Pero de su parte siempre se daban a los jueces grandes quejas porque los letrados del reino de Valencia venían muy pesadamente a la defensa de su causa y no asistían a ella con la fuerza y vigor que se requería, porque no eran tan remunerados como los otros. Y en esto hizo el obispo de Segorbe oficio de muy buen perlado, a quien se había encomendado la guarda de la persona del conde, y no fue escaso en gastar de su hacienda por lo que convino a la defensa de su derecho. Y lo mismo hizo Ramón de Torrellas que fue camarero mayor del rey don Martín de Aragón, y después de la muerte del rey don Martín de Sicilia, el rey de Aragón le proveyó por procurador de su nieto. Punto de la justicia de don Fadrique de Aragón. Aunque entre sus abogados había muy famosos y excelentes letrados, y no eran pocos si fueran bien

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gratificados, toda la fuerza se hacía en representar cuán desierta y desamparada estaba su causa, afirmándose de su parte ser cierto que era suya de derecho la sucesión del reino de la corona de Aragón por ser nieto del rey de Aragón y hijo del rey de Sicilia su hijo primogénito, y que -según Dios y verdadera justicia- debía ser su universal sucesor en todos sus reinos. Cuanto más desamparada estaba su causa de favor, más piedad y compasión tenían las gentes dél, porque después de la muerte del rey su agüelo quedó pupilo y huérfano y fue perseguido en su persona y estado; y así, con ninguna cosa pensaba más fundar su derecho y justicia sus servidores y los que tenían cargo de su persona que representando esto ante los jueces y a todas gentes. Necesidades de don Fadrique de Aragón y de lo que sus procuradores se quejaban. Era cosa muy sabida que, muerto el rey, había salido de Cataluña con gran peligro; y declaráronsele grandes enemigos por el estado del conde don Lope, y fuéle forzado recogerse hasta encerrarse en el castillo de Segorbe a donde estuvo con harta necesidad, desamparado de todos y muy poco reconocido. Y ocupáronsele muchos lugares y castillos en los reinos de Aragón y Valencia, y apenas se hallaba quien quisiese abogar por él. Y habiéndose enviado a la congregación de Calatayud muy señaladas personas por embajadores en nombre de los que competían por la sucesión, de su parte no fue sino Juan de Aguilar que en vida del rey su agüelo era su procurador; y por esta causa se decía que fue perseguido por Arnaldo Guillén de Bellera gobernador del reino de Valencia y dábanse grandes quejas que no había quien defendiese su causa y justicia en los reinos y tierras del rey de Aragón su agüelo ni en el señorío del rey su padre. Y considerando todo esto se proveyó por los parlamentos como se ha referido. Nótese esto. Parecía gran crueldad desechar un hijo natural del hijo primogénito y nieto del rey de Aragón -que eran sus señores naturales- por admitir otro extranjero o transversal, y esto en un reino a donde el primer rey que tuvieron no había sido legítimo; y cuando las leyes y costumbres de la patria no le recibiesen, parecía cosa muy inhumana e injusta y contra toda razón que aquello le causase perjuicio en la sucesión del reino de Sicilia, estando para ello legitimado del sumo pontífice, mayormente que el infante don Hernando y el infante don Luis hijo de la reina doña Violante de Sicilia no eran de los descendientes o hijos nombrados y llamados en las sustituciones del rey don Jaime el I, porque descendían de hembras que eran excluídas de la sucesión de los reinos; y así lo debía ser la infanta doña Isabel condesa de Urgel. Razones en pro y contra don Fadrique de Aragón. Alegábase por su parte que siendo legitimado, había de tener aquel derecho que tuviera si del principio fuera legítimo. Mas a esto se le oponía que para ser natural había de mostrar que no era nacido de mujer que hubiese tenido participación con muchos, y que el rey de Sicilia su padre no tuvo en aquel tiempo otras mancebas; lo cual era muy dudoso, pues tenía contra sí por testigo a doña Leonor, su hermana de su misma edad, la cual hubo el rey su padre de otra mujer. Que en caso que fuese hijo natural, por

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dispusición del derecho común no podía suceder en el reino sino hijo legítimo, obstando la voluntad del rey don Jaime que expresamente quiso que en caso de mayorazgo sucediese en el reino hijo varón legítimo; porque si las hijas legítimas se excluían de la sucesión por el rey don Jaime, más razón había para que fuesen desechados los hijos naturales. Legitimación de hijo que nació de ayuntamiento prohibido no es válido en el reino de Valencia. Negábase la legitimación sino tan solamente para la sucesión de los bienes que heredó el rey de Sicilia su padre de la reina doña María condesa de Luna su madre; y que expresamente le excluía el rey don Martín su agüelo de la sucesión del reino cuando le hizo legítimo; y fuera muy gran duda si le pudiera legitimar para que le sucediera en el reino, señaladamente para que sucediese en el de Valencia, considerado que por ley establecida por pacto, en aquel reino la legitimación de hijo nacido de ayuntamiento prohibido era de ningún efecto; y así tampoco podía suceder en los reinos de Cerdeña y Córcega como fuese feudo de la iglesia, según la costumbre de Italia, en el cual el que era legitimado no podía suceder o se había de dividir el reino de Cerdeña del de Aragón, lo que no podía ser por la unión de los reinos de la Corona de Aragón. Por la sucesión del conde de Luna fue por el papa legitimado, y dispensado el rey Ramiro [II]. Mas no advertían los que eran desta opinión que el conde de Luna había sido legitimado por el papa Benedicto para poder suceder en el reino de Sicilia si por la sede apostólica le fuese concedido aquel reino como se ha referido; y que ya en los tiempos antiguos se había visto que el rey don Ramiro el II, siendo monje y perlado, casase teniendo cuenta con lo de la sucesión.

CAPÍTULO LXXXII Que el conde de Urgel y la infanta doña Isabel su mujer enviaron sus procuradores

y letrados a Caspe a informar a los jueces de su justicia en la sucesión destos reinos.

Poco poder tenía ya el conde de Urgel, mucho la justicia y ninguno la congregación de Mequinenza. No tenía el conde de Urgel en este tiempo ni poder de gente de armas ni autoridad para que rehusase de sujetarse a la declaración de la justicia, estando en Aragón y en el reino de Valencia tan poderosos los que seguían la voz de la justicia. Y así, aquella congregación de Mequinenza se fue desamparando por los ricos hombres de Aragón que asistieron a ella hasta en principio del mes de mayo, y el castellán de Amposta su presidente se fue al castillo de Miravete. El rey don Martín puso en duda el derecho del conde de Urgel en vida y en muerte. Estuvo el conde de Urgel tan confiado de su justicia que le parecía que con un consentimiento general de las gentes había de ser admitido a la sucesión; pero ya se iba desengañando desto viéndolo puesto en disputa y contienda de letrados y en la determinación de juicio formado. Y fue también entendiendo que,

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después que el rey don Martín en su vida y en el artículo de la muerte le puso duda en su derecho, no tuvo en este reino ni en el principado de Cataluña de donde era natural los amigos y valedores que era necesario para proseguir su derecho como él lo presumía, y que habían llegado las cosas a tal estado que era forzado pasar por la declaración que aquellas personas nombradas hiciesen mientras no prevaleciesen las armas. Para esto hallaba muy difícil el remedio no pudiendo favorecerse de príncipe ninguno de los vecinos, estando el rey de Francia tan obligado a tener por propria la causa del rey Luis de Sicilia; y para dar sueldo a las gentes que pensaba traer de Gascuña y Guiana había mucha falta de dinero. El conde de Urgel envió sus procuradores a Caspe; y quiénes fueron. Entre tanto, era consejo forzoso no rehusar el camino que se llevaba de la justicia, pues dentro de Cataluña no halló el favor que esperaba; y por esta causa estando en la ciudad de Balaguer a 4 del mes de mayo envió sus procuradores y letrados a Caspe que fueron fray Juan Ximeno de la orden de los menores obispo de Malta, fray Juan Nadal de la orden de los predicadores, que eran maestros en teología, don Antonio de Cardona hermano del conde de Cardona y un caballero que se llamaba Francés de Vilanova, y tres letrados que eran Sperandeo de Cardona -que fue de los más famosos doctores de aquel tiempo-, Arnaldo Albertín y Bernaldo Roch. Y presentáronse en Caspe ante los ocho; y propusieron su embajada a 16 del mismo que fue el mismo día que se nombró por ellos Pedro Beltrán en lugar de Giner Rabaza que estaba en Valencia. Y los letrados, por diversos días, alegaron e informaron del derecho y justicia del conde. Declaróse por legítima competidora la condesa de Urgel. Lo que alegaron en su favor y quién lo hizo. Como los nueve habían declarado por legítima competidora en la sucesión a la infanta doña Isabel condesa de Urgel, fue en su nombre a Caspe un caballero que se decía Guerao de Ardevol y un letrado en derecho civil llamado Pedro Ferrer; y éste alegó delante de los nueve por el derecho y justicia de la infanta. En la común opinión de las gentes y al parecer del vulgo ninguno de los competidores tenía más clara y fundada su justicia que el conde de Urgel por descender de línea legítima de varón de la casa real; y así se alegaba por su parte que, después de la muerte del rey don Martín, era el verdadero sucesor como más propinco pariente por derecha y legítima sucesion y que se había hecho examinar su derecho a muy excelentes y famosos letrados del reino y fuera dél en Francia y Italia, y hallaban que así por derecho divino como civil y canónico y por los testamentos de los reyes antiguos y por costumbre de la patria todos los pueblos habían tenido por notorio que, acaeciendo este caso, era la sucesión de la corona real de la casa de Urgel y no de otra persona. Alegan al rey don Pedro [IV] en favor del conde de Urgel. Afirmaban que esto se había mostrado bien por diversos y grandes autos, señaladamente cuando el rey don Pedro vivía y no tenía hijos varones, que de hecho se quiso esforzar que la

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infante doña Constanza su hija fuese recibida por primogénita y sucesora del reino, y sobre ello hizo grandes provisiones para que fuese jurada; y se puso todo el reino en armas, y lo hubo de revocar todo por la gran contradicción que se le hizo por el infante don Jaime su hermano, agüelo del conde de Urgel, y por todos estos reinos que tuvieron por muy constante que no podía suceder en el reino hembra. Razones en favor del conde de Urgel. Allende desto cuando el rey don Juan murió sin hijos varones -estando el rey don Martín su hermano que era entonces duque de Momblanc en Sicilia- todos los reinos y tierra de la corona real tuvieron por cosa muy averiguada y cierta que don Pedro conde de Urgel su padre, debía ser preferido a todos los de la casa real para que fuese lugarteniente y capitán general, así como más propinco y cercano de los de la casa real. Y entrando el conde de Fox en Cataluña y en Aragón por el derecho de la infante doña Juana su mujer -hija primogénita del rey don Juan- fue echado de la tierra y la infante excluída de la sucesión, teniéndose por cierto y notorio que no podía suceder mujer. Que el rey don Martín, en los cargos que dio al conde su sobrino, lo tuvo por sucesor. Su caso. Después el rey don Martín, viéndose sin hijos, con gran solemnidad hizo al conde de Urgel su sobrino su gobernador general, que era el mayor oficio que podía ser después del rey y solamente se acostumbraba dar a los hijos primogénitos o al que pertenecía la sucesión. Y se lo cometió con tan grande y tan bastante poder como se había encomendado a hijo primogénito de rey en lo que tocaba a la administración de la justicia. Y también le hizo su condestable, que era cargo que se había de dar a hijo de rey o a la persona más propinca de la casa real. Voluntad de los reyes de Aragón. Finalmente se decía que era manifiesta cosa que los reyes de Aragón quisieron que el reino siempre quedase en su linaje, en sus hijos legítimos, y de allí adelante en sus nietos y en todos los otros descendientes legítimos varones continuadamente, en la derecha línea uno en pos de otro, porque su memoria y dignidad quedase siempre en su linaje y el reino fuese bien regido por sus naturales de la real de Aragón, de la cual eran tan solamente los hijos varones y los que dellos descienden por línea de padre. Que la sucesión sólo llamaba varones de la casa de Aragón. Porque éstos siguen el apellido, las armas, la nombradía, honra y dignidad y el origen, afición y poderío paternal, y retienen la memoria y en parte la naturaleza de sus antecesores, padres y agüelos y de todos los otros ascendientes varones legítimos, porque siguen a sus padres en todas las cosas y a sus linajes de sus padres, y no a sus madres ni a su linaje dellas. El infante [don Fernando de Castilla] sucedió por línea materna. De suerte que a la sucesión del reino no eran llamados sino los del linaje y casa de Aragón, de quien por línea de madre sucedía el infante don Hernando.

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CAPÍTULO LXXXIII

Del derecho que se fundaba por parte del infante don Hernando de Castilla que tenía a la sucesión destos reinos.

Los que por el infante don Fernando [de Castilla] asistieron en Caspe y los que informaron en su favor. Asistieron a la defensa del derecho del infante don Hernando ante los nueve en la villa de Caspe Fernán Gutiérrez de Vega su embajador y repostero mayor, y por letrados Juan González de Acevedo y Martín Sánchez de Sevilla -que vinieron también por sus embajadores- y Domingo Mascón, Miguel de Naves y Juan de Sariñena sus abogados que eran destos reinos, fray Juan de Villaizan maestro en santa teología de la orden de los predicadores, Pero Sánchez del Castillo caballero y doctor en leyes y Gonzalo Rodríguez de Neyra doctor en derecho canónico arcidiano de Almazán, que vinieron por embajadores del rey de Castilla acompañando a los del infante. Estando los nueve juntos en el castillo de Caspe en presencia de los embajadores del rey de Castilla y del infante, a 6 del mes de mayo, informó de su derecho y justicia Pero Sánchez del Castillo, y después dél el mismo día el arcidiano de Almazán. Y por diversos días fueron continuando ellos y los abogados de los otros competidores sus alegaciones e informaciones. Prorrogación que hicieron los electores. A 26 de mayo tuvo Juan González de Acevedo un largo razonamiento ante los nueve, y comenzó a alegar de la justicia del infante. Y el sábado siguiente, que fue a 28 del mismo, prorrogaron los nueve el término de la declaración desde 29 de mayo hasta 29 de junio siguiente. Después alegó en favor del derecho del infante Domingo Mascó que era famoso letrado y caballero del reino de Valencia. Y continuáronse las alegaciones de todos los competidores hasta 24 de junio. En Castilla se había disputado esta causa; cómo y cuándo. Había sido muy discutida y examinada esta causa por los mayores letrados de los reinos de Castilla así en vida del rey don Martín de Aragón como después, cuando se mandó que se viese por ellos quién debía ser declarado por competidor y preferido en el derecho de la sucesión, el infante o el rey don Juan de Castilla su sobrino; pues el rey don Enrique su padre fue el mayor de los nietos del rey don Pedro de Aragón. Aunque fueron muchos los que en Castilla pusieron gran estudio en averiguar el derecho y justicia de todos los competidores -y sobre ello hubo una gran congregación en Sevilla-, sobre todos se señaló don Vicente Arias de Valbuena obispo de Placencia, con cuya autoridad y opinión se conformaron todos, que fue habido por un muy excelente y famoso letrado. Punto de la sucesión. Para mejor fundar su intención conveníales tomar el principio de más arriba; y por el más principal punto proponían que convenía entender si la reina doña Petronila hija del rey don Ramiro y mujer de don Ramón Berenguer conde de Barcelona, madre del rey don Alonso, pudo de derecho suceder en el reino de Aragón y dar en su vida el reino o dejalle en su testamento

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a su hijo. Dudábase también si el rey don Alonso su hijo, tuvo este reino por pertenecerle o por la donación que le hizo la reina su madre, como se ha referido, de aquella misma manera que por sucesión del padre hubo el condado de Barcelona, teníase por cierta determinación que la reina doña Petronila, de derecho común, no sucedía en el reino ni fue capaz de la sucesión dél, ni el rey don Alonso su hijo tuvo derecho por aquella donación de la madre, pero que le tenía de sí mismo como mayor y más propinco del linaje del rey don Ramiro su agüelo y del rey don Sancho su bisagüelo. Proponíase otra duda: si valía la institución del rey don Alonso, hijo de la reina doña Petronila, que por su testamento por falta de varones, substituía en el reino y en el condado de Barcelona y en el señorío de los otros estados a su hija; y tenían estos letrados por cosa muy llana que no valía porque el derecho contradecía a esta tal disposición. Lo que hacía contra la condesa de Foix. Por esta resolución tenían por muy cierto que la infante doña Juana condesa de Fox, hija primogénita del rey don Juan de Aragón, ni por razón de testamento ni sin él, podía suceder en el reino de Aragón ni en el condado de Barcelona ni en los otros señoríos que tenían jurisdicción y mando; ni por derecho común ni por razón de institución, porque contradecía al derecho. Contra la reina doña Violante de Sicilia. Por la misma consideración determinaban que la reina doña Violante, hija segunda del rey don Juan -que era mujer del rey Luis de Sicilia- no debía ser admitida a la sucesión del rey su padre, por ser hembra e incapaz de tales sucesiones; y por esta causa no se admitió la infante doña Juana a la sucesión del reino por la muerte del rey su padre, y así fue luego admitido y por ley de costumbre llamado el infante don Martín duque de Momblanc a la sucesión del reino como más propinco varón transversal y mayor y legítimo sucesor, que fue preferido a los otros varones transversales más desviados. Que a las mujeres no les competía esta sucesión. Así, decían que desde que tuvo derecho al reino vacó por muerte del rey don Juan y no por la muerte de la condesa de Fox ni por otro cualquier ajenamiento o dispusición entre vivos; y que por esta causa por ninguna vía competía la sucesión del reino a la reina doña Violante de derecho común, ni a otra ninguna mujer de la casa real de Aragón, ni por privilegio o estatuto o ley o costumbre. Que si algún estatuto había en el reino de Aragón por el cual se prohibiese que no fuesen admitidas las hembras, era -conforme a derecho- de loar y se había de extender en favor de la república. Que ni había ley ni privilegio en Aragón que favoreciese poder suceder hembra. Desta determinación se concluía que en el reino de Aragón, a donde no había ley expresa del reino admitida por él y aprobada y consentida por los príncipes, ni concedido privilegio de alguno de los reyes pasados, que pudiese suceder en el reino hembra, las hijas del rey don Juan -muriendo el rey su padre sin hijo varón legítimo- no pudieron suceder en el reino por su muerte ni antes de la muerte del

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rey don Martín ni después. Conclusión contra el conde de Urgel y el rey de Sicilia. Conclusiones en favor del infante don Fernando [de Castilla]. También se seguía que la infante doña Isabel hija del rey don Pedro de Aragón -que era mujer del conde de Urgel y hermana de padre de los reyes don Juan y don Martín- que pretendía suceder en el reino, no podía ni debía ser admitida a la sucesión aunque legítima y propinca y mayor; ni el conde de Urgel ni el rey Luis de Sicilia, por razón de sus mujeres, podían suceder. Y así aunque Luis de Anjous hijo del rey Luis, fuese nieto del rey don Juan y bisnieto del rey don Pedro, no debía ser admitido a la sucesión de su agüelo, porque muerto el rey don Juan y siendo excluídas la reina doña Violante y la condesa de Fox su hermana mayor como hembras y no reconocidas por el derecho, antes incapaces, fue admitido el rey don Martín en tiempo que el hijo del rey Luis no era concebido ni nacido, y así ni por la representación de la madre -que no la hubo- ni por sí -aunque legítimo- pudo tener derecho alguno a la sucesión, porque el infante don Hernando le precedía en grado, pues era en el segundo o primero, y Luis en el tercero o cuarto, el infante era mayor. Por esta razón se fundaba que ni a hijo del conde de Urgel y de la infante doña Isabel, aunque fuera concebido en vida del rey don Martín, no podía pertenecer la sucesión aunque fuese en igual grado con el infante, porque el infante era hijo de la hermana del rey don Martín de padre y madre y el hijo de la infante doña Isabel condesa de Urgel, era hijo de hermana de sola una parte y era mayor el infante. Razones que excluyen la pretensión del duque de Gandía y del conde de Prades. Afirmaban que ni el duque de Gandía el viejo ni don Juan conde de Prades su hermano ni sus descendientes, los cuales duque y conde eran tíos mayores en el quinto grado de los reyes don Juan y don Martín y primos del rey don Pedro hijos de dos hermanos por todas partes, aunque fuesen transversales y mayores de edad no podían ser admitidos a la sucesión, porque el infante era allegado en grado más propinco al rey don Martín; y habiendo sido ocupado el reino por el rey don Pedro como primogénito luego se deshizo y quedó en vacío la sucesión del mayorazgo de los otros hermanos y de sus sucesores, y quedaron desechados el infante don Pedro con sus hijos, el duque de Gandía y el conde de Prades, y también el infante don Jaime conde de Urgel con sus descendiestes; y el reino pasó al rey don Juan como primogénito del rey don Pedro y del rey don Juan en el rey don Martín su hermano como más propinco. Lo que se infiere en favor del infante don Fernando [de Castilla]. De donde inferían que del rey don Martín, de la misma manera, pasaba al propinco varón y mayor legítimo que era el infante don Hernando hijo de su hermana de todas partes; y así no se admitían los que una vez fueron rechazados ni sus descendientes como el duque de Gandía y el conde de Prades, mientras hubiese descendientes del rey don Pedro que los había excluído. Por este derecho y razón pretendían que el conde de Urgel -que era hijo del conde don Pedro que fue primo hermano de los reyes don Juan y don Martín por ser

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hijos de dos hermanos- era repelido por el duque de Gandía, y el duque lo era por el infante don Hernando, el cual adquiría los reinos por ser más propinco del rey don Martín, no embargante los testamentos de los reyes que fueron predecesores de los reyes don Juan y don Martín, aunque fuese por forma de estatuto, ley u otra ordenanza admitida y guardada por el pueblo; porque en su vida podían ordenar y señalar sucesión a los reyes sus descendientes pero no imponerles leyes ni necesidad, mayormente a los hijos, ni la podían poner a los parientes más propincos. El rey don Juan [II] de Castilla no puede anteponerse al infante su tío. También daban por muy constante que el rey don Juan de Castilla hijo del rey don Enrique, que fue hermano mayor del infante, no se anteponía al infante su tío, antes repelía al sobrino, porque entrambos eran parientes del rey don Martín, y el infante era mayor y más propinco en grado; y no le embargaba que el reino fuese del primogénito, porque el rey don Enrique -padre del rey don Juan de Castilla- no había sido rey de Aragón y no le fue devuelto el derecho de la primogenitura que se suele dar al más propinco y mayor; y así no le pudo pasar en su hijo, y por la muerte del rey don Martín volvía a su sobrino varón, hábil, valeroso y más propinco en grado y mayor, y hijo de hermana de todas partes. El rey don Alonso [II] no reinó con derecho de su madre sino suyo propio. Nótese esto. Que la reina doña Petronila no pudo disponer del reino en su vida ni en su muerte, puesto que el rey don Alonso su hijo que debía suceder en el reino, no podía ser privado dél y por su proprio derecho le tuvo y adquirió legítimamente como de su linaje y como reino de su agüelo; y lo que era suyo ni se le podía dar ni dejar en testamento. Porque proponían por cosa cierta y sabida que en la institución de la herencia del reino el primogénito no puede ser desheredado ni privado del reino, y no valió la sustitución que el rey don Alonso -hijo de la reina doña Petronila- hizo, en que llama las hijas, por prohibirlo la ley y ser hembra e incapaz de aquella substitución. El testamento del rey don Jaime I fue inválido. También afirmaban no ser valedero el testamento del rey don Jaime el I, de cuya dispusición se pensaron aprovechar el duque de Gandía y el conde Prades su hermano que deducían su derecho de aquella substitución; porque ordenaba de cosa ajena y sujeta a necesaria restitución que se había de hacer al infante don Pedro su hijo primogénito, al cual no podía privar de la sucesión; y también porque todos los que reinaron en Aragón hasta el rey don Martín fueron descendientes legítimos y primogénitos. Símiles y lo que de ellos se colige. Afirmaban que de la misma manera que el rey don Alonso padre del rey don Pedro, había excluído a sus hermanos, así el rey don Pedro excluyó al infante don Jaime conde de Urgel y a los infantes don Hernando y don Juan sus hermanos; y así, permanesciendo descendencia del linaje y parentela del rey don Pedro se excluían los hijos y nietos del infante don Pedro su tío y los del infante don Jaime su hermano, y que aquella descendencia permanecía en el infante don Hernando de Castilla de su linaje y parentela, que

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era su nieto. El rey don Martín se refirió al derecho, y cómo esto se entiende. Porque -se decía entre las gentes- que el rey don Martín al tiempo de su muerte señalaba por sucesor en el reino de la isla de Sicilia al conde don Fadrique su nieto, y que los otros reinos y estados los dejaba al que legítimamente debía suceder en ellos, se pretendía haberlo remitido a la dispusición del derecho común que era ser admitido el más propinco del linaje del padre del mismo rey don Martín más hábil y mayor, no haciendo diferencia si era transversal, y que éste era notorio ser el infante don Hernando. Fundamento de que don Fadrique de Aragón pretende a Sicilia y los que de las hermanas del rey don Fadrique el postrero descienden. Para la pretensión de don Fadrique de Aragón conde de Luna, que se decía suceder legítimamente en el reino de Sicilia, era de saber que el rey don Fadrique el postrero deste nombre tuvo entre otras, dos hermanas, la infante doña Leonor reina de Aragón y otra infante que casó con el duque de Baviera, y deste matrimonio nació Roberto rey de Romanos, primo del rey don Martín de Aragón, como dicho es; y dejó un hijo de aquel matrimonio que se llamó Luis y fue duque de Baviera. Y como el conde de Luna nació en Sicilia y le hubo el rey su padre en una doncella llamada Tharsia que se decía ser de noble linaje de aquel reino, los sicilianos -muerto el rey de Sicilia- enviaron sus embajadores al rey de Aragón su padre: y en nombre de todo el reino le suplicaron que les diese por rey a don Fadrique su nieto y entre tanto les nombrase alguno que gobernase aquel reino mientras era menor de edad. Nota. A esta embajada -que se recibió con mucha alegría- se afirmaba haber respondido el rey muy graciosamente, y que le placía de dar orden en lo que le suplicaban; y así procuró que el papa Inocencio le hiciese legítimo para suceder en aquel reino como lo hizo. El derecho útil del reino de Sicilia era del papa Benedicto [XIII] y quién en favor de la condesa de Urgel. Pero teníase por cosa más cierta que en virtud de lo que se ordenó por el papa Gregorio XI en la concordia que asentó entre el rey don Fadrique y la reina Juana de Nápoles (de la cual se ha hecho mención en estos anales) desde la muerte de la reina doña María hija del rey don Fadrique recaía la isla de Sicilia en la iglesia y en el sumo pontífice Benedicto XIII; y que en esta sazón tenía el papa el derecho útil en aquel reino. Mas si el rey don Martín de Aragón era verdadero rey de Sicilia al tiempo que murió por lo que ordenó el rey don Fadrique de Sicilia el II en su testamento, por ser el reino feudal y admitirse en él -por la dispusición del papa Gregorio- las hembras, tenían por cosa cierta que la infanta doña Isabel condesa de Urgel -pues era hermana del rey don Martín- había de ser preferida a todos en la sucesión de aquel reino, si no declarase el papa que fue la intención del papa Gregorio que sucediesen los parientes legítimos de la parentela del rey don Fadrique o de la reina doña María su hija. Punto favorable al infante don Fernando y contrario al conde de Luna. Porque en

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aquel caso, se decía, que pertenecería la sucesión al infante don Hernando; y según esto era de ningún efecto la legitimación del conde de Luna, aunque se fundase en el fingido matrimonio que se decía haberse contraído entre el rey de Sicilia y Tharsia madre del conde don Fadrique. Justificación del infante don Fernando. Por otra parte, los que fundaban el derecho de la sucesión del infante, decían que no por codicia que tuviese de haber más administración y regimiento del que Dios le dio se movía en aquella causa, sino por su derecho y razón; y que deliberando los jueces lo que debían por honra y provecho del reino, él sería contento dello y daría su ayuda y favor por la naturaleza que tenía en este reino; y que él les guardaría sus privilegios y costumbres y buenos usos y justicia tan cumplidamente y mucho más que otro rey que hubiesen tenido. La suerte del infante [don Fernando de Castilla] estuvo en aventura. A los principios, antes que sucediese la muerte del arzobispo de Zaragoza, no se tenía esperanza ninguna que el infante saliese con la pretensión desta sucesión; y entró en ella como en aventura y suerte de juicio cuyo suceso y fin es incierto y dudoso como la batalla, donde acontece que el vencido sale vencedor por justo y secreto juicio de Dios; que como decían los teólogos -de cuya profesión se hallaron muy señaladas personas en aquel lugar- muchas veces traspasa los derechos y reinos y señoríos de unos linajes y casas en otras por los pecados del pueblo, como traspasó el reino de Judea de la casa y linaje de David en la parentela y familia extraña de Efraín por el pecado de Salomón.

CAPÍTULO LXXXIV Que el parlamento de Cataluña envió al conde de Cardona al conde de Urgel para

que hecha la declaración quedase con los competidores en buena concordia. Las armas se rindieron a las leyes y la congregación de Mequinenza se deshizo. Vióse ya en este tiempo que las armas se iban rindiendo a las leyes y toda fuerza y tiranía dio lugar a la razón y justicia, en contienda que siempre prevalece por la guerra y nunca dio el reino al mejor sino al vencedor. Habían despedido -como dicho es- los ricos hombres y caballeros deste reino que se juntaron en Mequinenza su congregación, de la cual para en ninguna cosa se tuvo consideración; y su presidente fray Pedro Ruiz de Moros castellán de Amposta se había ya encerrado en el castillo de Miravete; y así aquel ayuntamiento se congregó y derramó muy vanamente. Don Ramón de Vilaragut se fue a Alcira. Después que el parlamento general del reino de Valencia se mudó del lugar de Vinalaroz a la ciudad de Valencia -que fue a 7 del mes de abril- y se fue continuando en más conformidad por todos los estados del reino, don Ramón de Vilaragut lugarteniente de gobernador y presidente en el parlamento, que con los de su bando siguió la parcialidad del

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gobernador, Arnaldo Guillén de Bellera con gran temeridad y porfía se fue a poner en Algecira con los que le quisieron seguir. Congregación que se formó en Alcira; cómo y por qué, y lo que resultó. Y formó allí congregación que se llamaba parlamento general de Valencia, diciendo que los de la otra congregación tenían tiranizada la ciudad de Valencia y no les daban en ella entrada. Desto se siguió que los del parlamento general que estaba congregado en Valencia mandaron echar fuera algunos barones y caballeros que tuvieron por sospechosos en su ayuntamiento, o ellos se salieron; y comenzó de nuevo a dividirse aquel reino y ponerse en armas. Los de Algecira enviaron al parlamento de Tortosa un caballero que se llamaba Juan Alvarez de Espejo y con él requerían que no tuviese por legítimo parlamento el de Valencia. Lo que sucedió sobre el lugar y castillo de Guardialada. Esto era a 9 del mes de mayo; y procuróse de reducir las partes a buena concordia. Y porque un caballero catalán llamado Juan Cortit se apoderó de un lugar y castillo de la orden de San Juan en la veguería de Cervera llamado La Guardialada y el prior de Cataluña y los comendadores de la orden del Hospital de San Juan hacían grandes ayuntamientos de gentes de caballo y de pie por cercar el castillo y Juan Cortit y sus valedores de otra parte juntaban mucha gente, como en este tiempo cualquier novedad fuese causa de grande alteración, el parlamento y los diputados del principado de Cataluña procuraron que se derramase aquella gente. El parlamento de Cataluña procura concordia entre los competidores. Entonces el parlamento general de Cataluña envió al conde de Urgel, al conde de Cardona y a Francés Sanceloni de Girona a persuadirle que se conformase con los otros competidores, de manera que -hecha la declaración de la sucesión- quedasen en buena concordia; y así se enviaron otros embajadores a los otros competidores según lo que se había deliberado. Lo que se creía de la confianza del conde de Urgel. Yo no sé cómo fue recibido el conde de Cardona en esta embajada, pero el conde de Urgel mostraba bien en la confianza que tenía en su derecho y justicia que si no salía con ella había de aventurar su persona y estado; y cuando él no fuera de ánimo tan altivo que pudiera sufrir dejar de reinar, la condesa doña Margarita su madre tenía tanto esfuerzo y coraje que le hiciera arriscar a todo trance. Y la infante doña Isabel mujer del conde no era de condición que llevase pacientemente que el conde su marido por justicia fuese echado del reino que se habían imaginado ser de razón tan suyo como lo fue del rey don Pedro padre del infante.

CAPÍTULO LXXXV

Lo que se propuso por el parlamento de Cataluña sobre la conservación de sus leyes y libertades; y lo que sobre ello se acordó por el parlamento del reino de

Aragón.

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Temor y por qué de la congregación de Tortosa. En esta dilación y sobreseimiento de la declaración de la justicia en lo de la sucesión destos reinos, comenzaron los de la congregación de Tortosa a temer que resultase della alguna mudanza en las cosas; porque nunca se había visto jamás restituirse ningún reino o república en su estado juntamente con la libertad; y era caso que ponían mucho temor las amenazas que unos hacían contra otros y que no se debía estar a la determinación de aquellas personas, siendo tantos dados por sospechosos; y temíanse acometimientos de gentes extrañas, no sólo por parte del conde de Urgel pero del rey Luis de Sicilia, porque se habían juntado diversas compañías de gente de armas por orden de Busicaudo en Narbona, que era capitán muy valeroso y mariscal del reino de Francia. Mas en lo que tocaba a los nueve y a su cargo se procedía con gran pureza y bondad en examinar y reconocer el derecho y justicia de las partes sin ninguna afición ni parcialidad; pero -acabado su oficio- en lo demás se temía que había de intervenir fuerza y poderío de gentes y ejércitos y mano poderosa, la cual en esta sazón ni tenían estos reinos, y la que había estaba en las armadas de Sicilia y Cerdeña. Grande pena se padecía con la gente de Castilla. La gente de armas de Castilla estaba tan poderosa y más que el día que entró en Aragón, aunque por diversas partes se hacían muchos insultos; y era cosa nueva y muy pesada tener a la vista y en casa gente de guerra extranjera y compañías de hombres de armas y soldados viejos que andaban en almogavería como si fuera en frontera del reino de Granada, y andar entre ellos algunos ricos hombres del reino, y los más estar encerrados y retraídos en sus castillos; y los pueblos por esto padecían mucha opresión y miseria. Eran los tiempos de manera que ninguna cosa se podía tener por cierta ni se acababa de entender lo que era lícito y honesto ni lo que a cada cual convenía, dejando aparte los que estaban tan declarados que ninguna cosa les era más expediente que el reino del infante don Hernando. Nadie atiende al común provecho, sino al suyo. Finalmente, pocos eran los que tenían cuenta de la causa pública, y cada cual atendía en tanta turbación de tiempos a la suya; y en las contiendas que había entre algunos ricos hombres no era poderosa la república para determinarlas ni componerlas; y aquello habíase de rematar por las armas, pues había tanta quiebra en la autoridad de la justicia que los que daban a entender que deseaban la paz y beneficio público defendían los insultos de los malhechores, y el consejo y remedio de tanto mal parecía estar puesto en la ventura. Juntas diversas. Hacíanse en muchas partes grandes ayuntamientos de gentes. Y los del parlamento de Tortosa con más temor del que habían mostrado desde que estuvieron las cosas en tanta turbación enviaron al parlamento de Aragón -que estaba congregado en Zaragoza- a Narcís Astruz arcidiano de Tarragona. Lo que Narcís Astruz pidió al parlamento de Aragón por el principado de Cataluña.

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Y estando la congregación junta en la iglesia metropolitana pidió con mucha instancia en nombre de todo el principado de Cataluña que algunas personas de autoridad se interpusiesen entre aquellos príncipes que competían por la sucesión antes de la declaración de la justicia, porque se podrían proponer tales medios y asientos que después no hiciesen daño en la tierra, mayormente que ya entre algunos dellos andaban algunos tratos y faltaban poco por concertarse, y que por esta causa no habían de sobreseer los nueve de proseguir adelante a la declaración. Prevención procurada por el principado de Cataluña. Propuso otra cosa en nombre de aquel principado como de nación muy prevenida y atenta a la conservación de sus constituciones y costumbres: que sería muy necesario que se tratase antes de la declaración, de la forma que se debía dar para salvar sus fueros, privilegios y libertades, mayormente que hasta entonces siempre habían tenido por príncipes o rey padre o rey hijo o hermanos que sucedían a sus hermanos, y ahora no estaban en aquel caso pues ninguno de los que pretendían suceder en el reino descendía por aquella línea; y esto con fin que para después de la publicación estuviese ya otorgada y concedida la orden y forma de lo que se les hubiese de jurar. Respuesta de los aragoneses al principado de Cataluña. Paresció esto a los aragoneses cosa nueva y encaminada para diferir la determinación de la justicia, y causó mucha sospecha de alguna novedad en el principado que se aficionaban demasiadamente al conde de Urgel; y así se respondió por la congregación de Aragón que vista la distancia de los lugares a donde se hallaban los competidores y que se requiría mucho tiempo para juntarse y concertarse en las vistas y que algunos de los competidores eran de poca edad, y cerca de la forma que se debía guardar por firmeza de aquella concordia se ofrecían muchas dificultades que sin largo discurso de tiempo no se podrían buenamente remediar, les parescía que el tiempo y las cosas que necesariamente se habían de ordenar en el artículo principal de la sucesión no consentían ni daban lugar a tal deliberación, ni a la elección de tales personas para que se esperase que resultaría efecto alguno de sustancia antes de la publicación del que debía reinar. La paz se remitía a los nueve. Que para aquel tiempo de la publicación no se podían hallar personas más hábiles y dispuestas ni a quién tan propriamente perteneciese ni que tan verdaderamente pudiesen reducir a cualesquiere de los competidores al buen amor y amistad del que sería publicado por rey como lo serían las nueve personas que lo habían de determinar, a cuya suplicación e instancia y persuasión el que fuese declarado y publicado por rey era de creer que justa y gratamente condescendería a lo que debía, considerada la sinceridad de vida de los nueve jueces y la cualidad de sus personas y los trabajos que padescían y habrían sostenido en aquella causa. La conservación de los fueros se remitía a los nueve. Lo mismo se respondió en lo que tocaba a salvar sus fueros y privilegios y costumbres y que aquello pertenescía a los mismos para en su tiempo, como se contenía en lo que fue

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ordenado en Alcañiz. Y con esta respuesta se despidió aquel embajador sin dar lugar a ninguna dilación. Para ir a Caspe a oír la publicación de los nueve se nombraron seis personas y quién fueron. Tras esto, a 8 del mes de junio, la congregación de Aragón en mucha conformidad dieron poder al gobernador y justicia de Aragón para nombrar seis personas, que estaba determinado que fuesen a Caspe para oír la publicación del que era su rey y señor. Y entonces habían también de nombrar los que le habían de ir a hacer reverencia después de la publicación. Para lo de Caspe fueron nombrados a 18 del mismo: fray Iñigo de Alfaro comendador de Ricla, don Pedro Ximénez Urrea señor del vizcondado de Rueda y de la tenencia de Alcalatén, don Juan de Luna hijo de don Juan Martínez de Luna, Juan de Bardají hijo de Berenguer de Bardají, Juan Sánchez de Sadernil de Teruel y Juan Doñelfa. Forma de nombrar los que habían de ir a reverenciar al nuevo rey: discordias en Tortosa, prorrogación de su parlamento y nominación que como los de Aragón hicieron, y a qué personas. A los mismos seis y a los tres nombrados por el reino de Aragón para hacer en Caspe la declaración se cometió que hiciesen elección de las personas que habían de ir a hacer reverencia y notificar la publicación al que fuese su rey y señor. Y en esta parte estaban los del parlamento de Tortosa muy discordes. Hicieron prorrogación a 22 de junio de su parlamento para que se mudase a la villa de Momblanc para 20 de julio, y enviaron a Tortosa sus seis embajadores -como estaba deliberado- para oír la publicación, que fueron: don Galcerán de Vilanova obispo de Urgel, don Francés Clemente obispo de Barcelona, don Juan Ramón Folc conde de Cardona, Ramón de Bages, Juan Dezplá y Pedro Grimau. Hicieron también su elección de los seis embajadores que habían de ir en nombre de su congregación a hacer reverencia al rey, que fueron éstos: don Ramón obispo de Girona, Narcís Astruz arcidiano de Tarragona, don Guillén Ramón de Moncada, Berenguer Dolms, Francés Sanfeloni y Gonzalo Garridel. Y fue cosa bien digna de considerar que -de la misma manera que si fuera en otra embajada ordinaria- advirtieron a los embajadores que no se detuviesen en la corte del rey más de diez días. ¡Tan puestos están en guardar sus estatutos!

CAPÍTULO LXXXVI Que la reina doña Violante de Aragón envió a requerir al vizconde de Illa y Canete y al gobernador de Rosellón que diesen entrada a la gente de armas que traía Busicaudo mariscal de Francia para entrar en Cataluña. Y el parlamento de Tortosa envió a requerir a la reina doña Violante de Sicilia que no entrase en el principado. TC> Gofredo Busicaudo vino con gente a Narbona: con qué intento y lo que publicaba. Era venido -como dicho es- a Narbona, Gofredo de Busicaudo mariscal de Francia, que era un muy valeroso capitán; y tenía mucha gente de armas junta como si viniera a rompimiento cierto de guerra y para entrar en Cataluña poderosamente. Publicaba que el rey de Francia le mandaba entrar en el reino de

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Aragón para defender y sostener la pura y verdadera justicia en la causa de la sucesión dél y escusar que por fuerza e impresión ni por otra manera ilícita y violenta se ocupase el señorío deste reino, ni se sujetase a tiranía. Y la reina de Jerusalén y Sicilia -hija del rey don Juan de Aragón de gloriosa memoria- y el infante don Luis su hijo mayor no fuesen injuriosamente o por engaño y fuerza echados del reino que les pertenescía por legítima sucesión. El rey de Francia favorece a la reina doña Violante de Aragón. Que para esto el rey de Francia su señor había ofrecido todo favor y socorro a la reina doña Violante de Aragón su prima, por medio de sus embajadores que estaban en Barcelona en esta sazón; y esta oferta se ponía tan adelante en las amenazas y en toda demostración, que la reina de Aragón con uno de los embajadores del rey de Francia envió a rogar y requerir al vizconde de Illa y Canete y a Ramón Zagarriga gobernador de Rosellón que recogiesen al mariscal de Francia con la gente de armas que venía en su compañía a esta empresa. Y decían que esta entrada no sería para hacer violencia ni ultraje en ninguna de las señorías del reino. Con esta demanda enviaba el mariscal a pedir el paso al vizconde y al gobernador de Rosellón, afirmando que él y sus gentes venían para defender y guardar y mantener la tierra en paz y no para ofender como se debía esperar de la grandeza y excelencia del señor que le enviaba. Petición de la reina doña Violante de Aragón: a quién. Lo que le responden y lo que resultó. Pedía que el vizconde y el gobernador de Rosellón -que hasta entonces habían sido buenos vecinos y amigos de la casa de Francia- diesen ejemplo a todos los otros de su buena amistad. Y a esta recuesta había respondido el gobernador de Rosellón que él lo comunicaría con el parlamento del principado y con los consejeros de Barcelona, y según le ordenasen así se haría. De donde resultó que los del parlamento enviaron a requerir a la reina de Jerusalén y Sicilia que no entrase en el principado; y la frontera de Rosellón se puso en defensa y repartieron gente de guerra en los castillos y fuerzas, y el vizconde de Perellós y Roda, capitán general de Rosellón, se puso en orden para resistir a cualquier acometimiento que Busicaudo emprendiese. Recuesta del embajador de Francia a los parlamentos de Aragón y Cataluña. Antes desto, había el conde de Vendosma requerido en su embajada de parte del rey de Francia a los parlamentos de Aragón y Cataluña que pues entraba en este reino gente de armas extranjera y hacía guerra en él, diesen orden que se guardase igualdad en la prosecución de la justicia y saliesen del reino aquellas gentes que tanta guerra y estrago hacían en él; y si no eran poderosos para remediarlo, el rey de Francia su señor los ayudaría. Intento del mariscal de Francia. Esta querella se tornó a proponer por el mariscal al vizconde de Illa y al gobernador de Narbona a 10 del mes de junio cuando se esperaba con la declaración de la justicia que se seguiría universal tranquilidad y

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reposo de los trabajos y peligros pasados, en tanto tiempo que tenía más autoridad la fuerza y poderío de las armas que la justicia; y afirmaba que su entrada sería con la gente que le convenía hasta haber declaración derecha de la sucesión y se reparase el inicuo y injusto nombramiento y elección que se había hecho de algunas personas que eran muy sospechosas al rey de Francia su señor y a la reina de Jerusalén su prima, por justas y verdaderas y notorias causas. Recuesta por el rey de Francia, reina de Jerusalén, duques de Guiana y Borgoña y por otros: en qué sazón y con qué intento. Requeríales de parte del rey de Francia y del rey y reina de Jerusalén y Sicilia y de los duques de Guiana y Borgoña y de otros señores de su sangre que le diesen paso a él y a sus gentes, y sabíase que esperaba muchas más compañías de gente de guerra con voz de entrar por Rosellón. Y era en tal sazón que Juan de Fox vizconde de Castelbó -que era ya conde de Fox- tenía en Tolosa muchas compañías de gente de armas que estaban con el señor de Sant Jorge. Y partieron de Tolosa para ir contra el conde de Armeñaque llevando el camino de Aux; y según la fama, eran más de mil y trecientos bacinetes. Y el conde de Fox había enviado a Guerau de Maller a desafiar al conde de Armeñaque, el cual salía al encuentro a sus enemigos animosamente; y el rey de Francia había salido de París contra el duque de Berri y él salió a rendírsele y se puso en su poder. Asiento entre los señores de la casa de Francia; y recelo que se tuvo. Y porque se trataba de gran confederación entre los duques de Borgoña y Orliens y sus parciales, se tuvo mucho temor que asentando las diferencias de aquellos señores de la casa de Francia se juntaría la gente de guerra para dar favor al rey de Sicilia, y que tomaría la empresa de entrar por Cataluña poderosamente.

CAPÍTULO LXXXVII De los votos y pareceres que dieron los nueve varones en Caspe sobre el derecho

de la sucesión de los reinos de la Corona de Aragón. Lo que Galcerán de Rosanes y Marco de Aviñón declararon en Tortosa. Aunque las cosas estaban puestas en la determinación de la justicia y los parlamentos habían cumplido con su oficio en reducirlas a tales términos y medios, siempre estaban vivas las quejas y contradicción que hicieron algunos caballeros a la elección de las nueve personas en la congregación de Tortosa, como está referido; y éstos siempre perseveraban en su opinión, y eran parciales y aficionados al conde de Urgel. Fue esta porfía tan declarada que un día antes que se hiciese la publicación de lo que se había determinado por los nueve en Caspe, dos caballeros catalanes que se decían Galcerán de Rosanes y Marco de Aviñón, en su congregación de Tortosa declararon en su nombre y de otros caballeros su contradicción y -como ellos dicen- su disintimiento, por no haberse hecho -según ellos afirmaban- la elección de las nueve personas tan legítimamente como se debía. Como era cosa

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nunca usada ni antes destos tiempos jamás oída ponerse a juicio de tan pocos el derecho de la sucesión de tantos reinos, era de doler del común estado dellos por reducirse a la determinación y albedrío de nueve personas una causa tan grande cual nunca se puso en contienda y disputa. Sucesores de Wifredo conde de Barcelona poseyeron el reino de Aragón más de quinientos años. Considerábase la gloria y renombre de los príncipes de aquella casa que por más de quinientos años había durado por línea de varones desde el primer Wifredo conde de Barcelona, cuyos sucesores -que entraron en la posesión del reino de Aragón- habían puesto sus vidas por tantos siglos en las guerras de una tan cruel y larga conquista para que en una hora nueve personas de diversas profesiones y de diferentes naciones diesen el reino -que se había conquistado por las armas con la sangre de tantos reyes y príncipes- al que bien visto les fuese. ¿Quién había de ser el que mereciese en tanta duda y contienda ser sucesor de la herencia y gloria de las victorias y triunfos de tantos reyes? Pues el que fuese declarado verdadero sucesor, ¿había de mover contra sí el odio y las armas de los príncipes de la misma casa que competían por la sucesión? Diversos deseos y pareceres. Representábase comúnmente a todas las gentes que por derecha y cierta sucesión y firme y constante voluntad de los reyes reinaban sus sucesores, y no por juicio y parecer de letrados, y todos temían no se hiciese tal declaración que pusiese en mayor confusión las cosas por la venganza y rigor del que sucediese o por las armas y poder de los que fuesen desechados. Unos tan solamente deseaban que se les diese pacífico rey y señor digno y merecedor de tantos reinos, y otros no pensaban sino en el acrecentamiento de sus estados; y éstos daban ocasión que ninguno de los competidores desconfiase con cualquier mudanza de su justicia, siendo todos merecedores del reino, y que tenían muy famosos letrados que los persuadían no faltarles derecho para fundar su justicia si se dejasen las armas y asegurasen la opresión y fuerza de ejércitos, porque ninguno se aventajaba tanto en su derecho como el infante don Hernando y este príncipe estaba con la gente de armas de Castilla muy apoderado contra los que le podían resistir y ser enemigos dentro en el reino, estando todo él dividido en parcialidad y bando. Confusa disensión, favor a don Antonio de Luna y peligro en que estaba. Mas por esto no cesaba el odio que entre sí tenían los grandes del reino, antes iba creciendo por la competencia; y eran muchos los que no querían dar lugar que don Antonio de Luna -que era tan poderoso y principal en el reino- se perdiese, cuya casa y estado -que era grande- le tenían por destruído si el infante don Hernando sucedía en el reino, que era llamado y requerido por don Pedro Ximénez de Urrea su enemigo, que había de perseguir todo el bando contrario y dar el reino al infante como don y beneficio suyo. Y los principales eran de aquel bando de don Antonio cuatro casas grandes, las dos en Cataluña que eran los Cardonas y Moncadas, y Alagones y Lunas señores de Villafeliz en Aragón. Esta

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división y bando de los ricos hombres fue gran causa de acrecentamiento a muchos que dejaron estados a sus sucesores que no los pudieron haber sino por esta mudanza que se siguió en el reino; y así algunos fueron echados de la tierra y de sus patrimonios. Conflicto y suspensión universal. En esta turbación estaban las cosas cuando los nueve se encerraron en el castillo de Caspe para determinar el mayor negocio que se cometió jamás a hombres de letras para que lo determinasen por vía de derecho y justicia; en la cual había de ser tan incierto y dudoso el suceso como si se hubiera de contender por las armas. Porque cierta cosa era que estaba la sucesión de los reinos puesta en juicio y albedrío de hombres que podían aficionarse o engañarse, y parecía cosa nueva y extraña que ya que diesen el derecho y justicia al que debían, recibiese un reino tan grande aquel cuyo era por su mano o le perdiese; pues los que mejor lo sentían y deseaban la paz y los que la temían entendían que se buscaría por los que fuesen echados del reino ocasión de guerra con muy justa causa. Y los unos y los otros andaban colgados de esperanza de socorro y fuerzas de fuera del reino. Peligro en extranjeros y naturales enemigos. Y así crecían los peligros y daños cada día; y no era mayor el de los enemigos de fuera que de los naturales del reino hasta que con la declaración del sucesor quedase favorecida la causa de la república, dándole rey y caudillo, con cuya autoridad, poder y consejo se sustentasen las cosas y él fundase y estableciese su reino con la paz y seguridad que convenía. El primer parecer fue el del maestro fray Vicente Ferrer y no sin misterio. Juntáronse pues los nueve varones a decidir y determinar la causa de que el rey don Martín y la misma república los había hecho jueces y nunca habían cesado hasta este punto de oír los abogados de los competidores. Fue a mi juicio de mucha consideración que habiendo de declarar sus votos y pareceres dio el primero el suyo el santo varón fray Vicente Ferrer, hallándose entre ellos personas constituídas en tanta dignidad como el arzobispo de Tarragona y el obispo de Huesca, que por ser famosos letrados en los derechos civil y canónico y siendo la causa llena de dificultades de instituciones y sustituciones de los testamentos de diversos príncipes y del derecho y costumbre de la patria (que tiene en este caso la misma fuerza que las leyes establecidas por el consentimiento general de los pueblos) podían fundar sus pareceres con más fundamento que un religioso que en su profesión era teólogo. Y pareció verdaderamente que lo ordenaba así nuestro Señor para más declarar que en aquel juicio intervenía más que razón y ley y costumbre de las gentes y no se fundaba solamente en letras y sabiduría humana. Y fue mucho de maravillar que aquel santo varón sólo fue el que dio razón de su parecer en qué se fundaba; y los que se conformaron con él no dieron otra ninguna sino que eran de su opinión. Voto y motivo del maestro fray Vicente Ferrer y de cinco que le siguieron. Dijo que -según lo que podía alcanzar en su entendimiento- los parlamentos y los súbditos

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y vasallos de la corona de Aragón debían prestar su fidelidad al ínclito y magnífico señor don Hernando infante de Castilla, nieto del rey don Pedro de Aragón padre del rey don Martín como a más propinco varón de legítimo matrimonio y allegado a entrambos en grado de consaguinidad del rey don Martín, y le debían tener por verdadero rey y señor por justicia según Dios y en su conciencia. El obispo de Huesca, Bonifacio Ferrer, Bernal de Gualbes, Berenguer de Bardají y Francés de Aranda, cada uno en su voto no dijo otra cosa sino conformarse con el parecer e intención del padre maestro Viente Ferrer, siendo los cuatro de los señalados y excelentes letrados que hubo en sus tiempos. El arzobispo de Tarragona dio su voto al que de el duque de Gandía o del conde de Urgel fuese más idóneo para gobernar; y con qué protesto. Fue el parecer del arzobispo de Tarragona que -según su entendimiento y lo que podía alcanzar- era que puesto que creía que consideradas muchas cosas el señor infante don Hernando era más útil para el regimiento deste reino que otro ninguno de los competidores, pero según justicia, Dios y buena conciencia creía que el duque de Gandía y el conde de Urgel como varones legítimos y descendientes por línea de varón de la prosapia de los reyes de Aragón eran mejores en derecho, y que al uno dellos pertenescía la sucesión de la corona del reino, pero por ser iguales en grado de parentela con el postrer rey creía que podía y debía ser preferido aquél que fuese más idóneo y útil a la república. Protestaba que por esto no entendía hacer perjuicio al derecho que don Fadrique de Aragón conde de Luna tenía al reino de Tinacria. Al conde de Urgel prefirió Guillén de Valseca; y Pedro Beltrán se retiró. Conformóse Guillén de Valseca con el parecer del arzobispo, declarando que en el caso que el arzobispo decía, que debía ser preferido aquél que más conviniese a la república en igualdad, tenía por más idóneo al conde de Urgel y que debía ser antepuesto al duque; y que así le parecía en la primera vista, porque desde que estuvo en Tortosa no pudo tan enteramente deliberarlo como la cualidad del negocio lo requería por estar impedido de grave enfermedad de la gota y de otros dolores. El postrero -que fue Pedro Beltrán- se excusó de dar parecer en cosa tan grande y de tanta dificultad diciendo que desde 18 de mayo que llegó a Caspe, aunque trabajó lo que se pudo humanamente, pero en tanta multitud de tratados y alegaciones y escrituras que se habían presentado por parte de los competidores, en tan breve espacio de tiempo no pudo deliberar en ello como se requería ni discernir la justicia con segura conciencia ni desenlazar las dificultades que se proponían. Tales instrumentos se hicieron de los votos; y a quién se dieron. Esto pasó entre ellos secretamente, firmando y sellando cada uno su parecer; y porque convenía que no se publicase entonces se hicieron tres instrumentos con el proemio y conclusión de mano de Bonifacio Ferrer, y se dio el uno al arzobispo y otro al

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obispo de Huesca y el tercero retuvo en su poder Bonifacio; y dióse a cada uno en nombre de su provincia, y fue un viernes día de san Juan Baptista. Declaración testificada por seis notarios de las tres provincias en favor del infante don Fernando [de Castilla]. Como la orden que se les dio era que lo que todos declarasen en concordia o los seis, con que hubiese entre ellos uno de cada provincia, se publicase en conformidad de todos, el día siguiente sábado 25 de junio se testificó un instrumento por seis notarios, dos de cada provincia, en presencia de los tres alcaides que tuvieron cargo de la defensa y guarda del castillo de Caspe que eran Domingo Lanaja, Guillén Zaera y Ramón Fivaller, por el cual se declaraba que los parlamentos y súbditos y vasallos de la corona de Aragón debían prestar su fidelidad al ilustrísimo y excelentísimo y poderosísimo príncipe y señor don Hernando infante de Castilla y a él habían de tener por verdadero rey y señor. Estuvo esto secreto hasta que la publicación se hiciese con la solemnidad que se requería ante los embajadores que fueron enviados por los reinos de Aragón y Valencia y por el principado de Cataluña para hallarse presentes al declararse la determinación de los nueve.

CAPÍTULO LXXXVIII De la publicación que se hizo en Caspe de la determinación de los nueve varones que declararon por legítimo rey y sucesor destos reinos al infante don Hernando

de Castilla. Suspensión de toda la cristiandad. Estaban no solamente estos reinos pero todas las provincias de la cristiandad esperando en qué pararía la determinación de una causa tan grande puesta en términos de justicia, por cuyo medio se había de dar el señorío de tan gran reino por cuya conquista habían puesto sus vidas tantos príncipes tan excelentes. Causaba gran maravilla que esto se determinase en paz por nueve personas que estaban encerradas dentro de un castillo, y atribuíase a la providencia divina que por algún beneficio muy universal prevaleciesen los medios de la justicia a donde suelen poder más las armas y las fuerzas humanas. Declaróse la sentencia por los nueve en favor del infante don Fernando [de Castilla] y con qué aparato. Después que tuvieron ordenada su declaración en nombre y conformidad de todos, deliberaron que la publicación se hiciese el martes siguiente que fue a 28 de julio, y ordenóse de manera por aquellos sabios varones que se hiciese con la solemnidad y aparato que se requería en el auto más soberano que se vio en grandes siglos. Hízose un cadahalso muy grande de madera bien alto, cerca de la iglesia, que está en lugar eminente junto al castillo a donde se sube por muchas gradas; y

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estaba adornado de paños de oro y seda, y había otros tablados muy ricamente aderezados a donde estuviesen los embajadores de los competidores y mucho número de caballeros. Aquel día, siendo de día claro, los tres capitanes que tuvieron cargo de la defensa y guarda de la villa con igual número de gente de armas, salieron con su gente armada hasta en número de trecientos hombres entre la gente de caballo y ballesteros; y estaban muy bien aderezados de sus jaquetones de tapete de velludo y brocado y de muy ricos paños. Y a la postre iba Martín Martínez de Marcilla con el estandarte real de Aragón. Tribunal de los nueve. Estuvieron a la hora de tercia los nueve en la sala del castillo y salieron con grande acompañamiento a la iglesia; y a las puertas della estaba adornado un altar maravillosamente; y cerca dél se puso un escaño en el más alto y mejor lugar y en él se sentaron los nueve, el arzobispo de Tarragona en medio: y a su mano derecha se sentó primero Bonifacio Ferrer y el segundo Guillén de Valseca y el tercero Francés de Aranda. Sentóse a la mano izquierda del arzobispo el primero Berenguer de Bardají y el segundo fray Vicente Ferrer y después Bernaldo de Gualbes y Pedro Beltrán; y no se sentó el obispo de Huesca porque había de celebrar la misa de pontifical. Asientos de los embajadores; y quiénes fueron. A la diestra y siniestra fuera de un cancel se pusieron unos escaños, a donde se sentaron los embajadores de los parlamentos; y en el de la diestra se sentaron los embajadores de los reinos de Aragón y Valencia, el primero aragonés y el segundo valenciano, y por esta orden todos los demás que eran éstos: fray Iñigo de Alfaro comendador de Ricla de la orden de San Juan, fray Ramón de Corbera maestre de Santa María de Montesa y de Sant Jorge, don Pedro Ximénez de Urrea, fray Pedro Pujol prior de Val de Cristo, don Juan de Luna, don Manuel Díez, Juan de Bardají, Pedro de Siscar, Juan Doñelfa, Juan Suau, Juan Sadornil y Pedro Gil. En el banco de la mano izquierda se sentaron los embajadores del principado de Cataluña que eran: don Galcerán de Vilanova obispo de Urgel, don Francés Clemente obispo de Barcelona, don Juan Ramón Folch conde de Cardona, Ramón de Lupiá de Bages, Juan Dezplá y Pedro Grimau. Asiento de los alcaides. Dentro del cancel, a la mano derecha, estaban sentados Domingo Lanaja y Guillén Zaera y a la izquierda Ramón Fivaller, que fueron los alcaides a quien se encomendó la guarda y defensa del castillo de Caspe. Asiento de los capitanes. Y fuera del cancel a la parte derecha del altar, a los pies de los embajadores de Aragón y Valencia se sentaron Martín Martínez de Marcilla y Pedro Zapata capitanes de la gente de armas de Aragón y Valencia que tuvieron cargo de la defensa del lugar. Y a la parte izquierda Azberto Zatrilla que fue capitán de la gente de armas de Cataluña. El obispo de Huesca dijo misa del Espíritu Santo, predicó el maestro fray Vicente Ferrer y declaró cuyo era el reino. Celebró la misa del Espíritu Santo el obispo de Huesca; y siendo acabada comenzó el sermón el santo varón y maestro fray

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Vicente Ferrer, y tomó por tema dél aquellas palabras del Apocalypsi que dicen "Alegrémonos y regocijémonos y demos gloria a Dios, porque vinieron las bodas del Cordero". Pareció a todos un divino razonamiento, así por la santidad de aquel varón apostólico como por la solemnidad del auto que se celebraba. Acabado el sermón leyó en voz alta la publicación del instrumento que se había ordenado; y cuando llegó al punto en que se declaraba el nombre del infante don Hernando, el mismo fray Vicente Ferrer y muchos de los presentes declarando su alegría, con altas voces dijeron por diversas veces reparando en cada una con gran silencio, "¡Viva, viva nuestro rey y señor don Fernando!" y hincados de rodillas con diversos himnos y cánticos daban gracias a nuestro Señor. El estandarte real se levantó por los alcaides y los nueve renunciaron. Luego tras esto, los alcaides del castillo levantaron un estandarte real delante del altar y sonaron diversos instrumentos. Aquel mismo día, a la tarde, renunciaron los nueve el señorío y jurisdicción de aquella villa en el obispo de Huesca en virtud de las letras apostólicas. Regocijo y sentimiento. No fue tan general el regocijo deste auto que no se hallasen en aquel lugar muchos que tuvieron dél gran pesar y sentimiento; y aunque el pueblo hacía sus alegrías y fiestas, quedaron algunos maravillados y como atónitos; y no solamente estaban confusos pero públicamente se comenzaron a quejar y murmurar que hubiese sido preferido en la sucesión príncipe extranjero teniéndolos naturales y de legítima sucesión. Sermón del maestro fray Vicente Ferrer en abono de la elección del rey don Fernando. Y este fue tan público sentimiento y tan repentino que fue necesario que otro día en la fiesta de San Pedro y San Pablo fray Vicente Ferrer en el mismo lugar hiciese un sermón en que refirió que a donde se trataba del derecho de la sucesión no había para qué se tratase de la cualidad de las personas. Porque el conde de Urgel de quien tenían algunos compasión y lástima estaba tan lejos de igualarse con el rey don Hernando que mediante juramento y en la consciencia de sus compañeros era juzgado y habido por inferior al derecho del duque de Gandía. Pero considerada la persona, era el rey don Hernando por su madre natural, y el conde lombardo, y el rey de padre rey de la misma nación que lo eran los reyes de Aragón y de tanta dignidad de su persona que parecía haber nacido para reinar. Que en el valor y ánimo, así entre los suyos como con los enemigos, era tan excelente que si se hubiese de seguir la costumbre de algunos pueblos cuyo gobierno se fundaba en mucha prudencia, no menos hubiera de ser eligido por rey que declararse por juicio de la sucesión, y que esta alabanza no se podía atribuir al conde, persuadiéndolos y animándolos para que con gran voluntad de ánimo y con mucha afición esperasen la venida de su rey y señor y le recibiesen como venido del Cielo. Persuasión del maestro Vicente Ferrer; y a quién. Y dijo en esta conformidad muchas razones para desviarlos de aquel pensamiento; pero no pudieron ser de

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tanta fuerza que desechasen la afición y opinión que tanto tiempo antes tenían imprimida en sus corazones.

CAPÍTULO LXXXIX De los embajadores que se nombraron para que en nombre deste reino fuesen a

hacer reverencia al rey por la declaración de su sucesión. En Cuenca supo el rey [don Fernando] su publicación. Tuvo el infante la nueva desta publicación en la ciudad de Cuenca; tan en breve, que se halla haber escrito al rey de Castilla su sobrino el día de San Pedro y San Pablo dándole aviso della, llamándose rey de Aragón, antes que los del parlamento que estaba congregado en Zaragoza tuviesen carta de los nueve de su declaración; porque estando el postrero de junio juntos en el capítulo de la iglesia mayor en su congregación, un caballero llamado Jaime Cerezuela les dio la carta en que se declaraba la publicación y le mandaron dar docientos florines de oro de albricias. Prudente prevención del parlamento de Tortosa. Los del parlamento de Tortosa lo primero que proveyeron con la nueva que les llevó otro caballero llamado Melchor de Gualbes fue que, como un día antes de la publicación aquellos dos caballeros catalanes Galcerán de Rosanes y Marco de Aviñón en su congregación hicieron contradicción y disensión en su nombre y de otros caballeros, afirmando que no se hizo la elección de las nueve personas tan legítimamente como se debía, el parlamento los requirió que revocasen aquella protestación como vana e impertinente y se conformasen con la declaración de tan señaladas personas como las nueve y con el parlamento general de aquel principado, recibiendo por su rey y señor al que de justicia lo era y lo sería. Lástima del conde de Urgel. Mostraron bien juntamente con esto que les dolía en gran manera el estado en que quedaba el conde de Urgel, considerada su cualidad y condición y su ánimo generoso y altivo, no sólo por haber caído de la esperanza de la sucesión en que tenía tan gran confianza, pero por el peligro en que se había de ver si no se supiese conformar con su suerte y poca ventura. Y a 4 del mes de julio deliberaron en su congregación que fuese de su parte el mismo Galcerán de Rosanes que era mucho de su casa a confortarle y a consolarle y lo más cierto para aconsejarle que no se perdiese. Los embajadores que fueron a su rey por el reino de Aragón. Nombráronse, por la orden que estaba dada por el parlamento de Aragón, los embajadores que en nombre del reino habían de ir a hacer reverencia al rey y fueron éstos: por el estado de la iglesia el obispo de Huesca, el comendador mayor de Alcañiz, el sacristán de la iglesia metropolitana de Zaragoza y el comendador de Ricla. Fueron de los ricos hombres: don Juan de Luna, don Pedro Ximénez de Urrea y don Juan Fernández de Ijar; y por el estado de los caballeros e infanzones se nombraron: Juan de Bardají, Gonzalo Forcén de Bornales, Jaime Ximénez Cerdán hijo del justicia de Aragón y Pelegrín de Sasa que era letrado en el derecho civil.

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Por las ciudades y universidades del reino fueron: Pedro de Bordalva por Zaragoza, Juan Díez de Aux por Daroca y Guiralt de Pamplona por Calatayud; y otros cuatro que eran Gonzalo López de La Puente, Martín Pérez de Moros, Pero Gil de Pamplona y Lope de la Ram. A lo que fueron el justicia de aragón y berenguer de bardají. pero allende desta tan solemne embajada, se deliberó en la congregación que fuese a suplicar al rey que apresurase su venida el justicia de aragón y berenguer de bardají, pero más principalmente para que le informasen del estado de las cosas del reino y de la forma del gobierno dél y de sus leyes y costumbres como las más graves personas y de más autoridad y que mejor lo entendían, por cuyo parecer y consejo el rey fuese asentando y proveyendo las cosas del reino cómo se redujesen a su debido estado y fuese favorecida la justicia en tiempo que tanta turbación causaron las armas y tantos males y daños habían padecido los pueblos y aún se padecían con grande queja y sentimiento de las ciudades: porque la gente de guerra de castilla estaba tan de asiento como se requería en un nuevo reino y nunca visto hasta que el rey entrase pacíficamente en la posesión dél y el conde de urgel le viniese a dar la obediencia como su vasallo. Detención del rey [don Fernando]. Detúvose el rey algunos días para dejar ordenadas las cosas de los reinos de Castilla en las provincias que estaban a su cargo, y nombró gobernadores para que en su lugar proveyesen en todas las cosas así de paz y justicia como en las de la guerra. Y teníase por felicidad grande destos reinos que los viniese a gobernar un príncipe tan excelente como a su propria casa y aquéllos quedasen en gobierno de la reina de Castilla por la menor edad de su hijo y de los gobernadores que nombrase el rey de Aragón que no podía ser peor gobierno siendo de mujer y de tantos. Los que nombró el rey [don Fernando] para el gobierno de Castilla. Los que nombró el rey para que rigiesen en su nombre fueron: don Juan obispo de Sigüenza, don Pablo obispo de Cartagena, don Enrique Manuel conde de Montalegre, Perafán de Ribera adelantado mayor de la Andalucía y Pero Sánchez del Castillo oidor de la audiencia del rey. Valor del rey [don Fernando]. Medios de la nueva sucesión. Venía el rey muy temeroso que algunos de los grandes después de su partida de Castilla no quisiesen mover algunas cosas que no cumpliesen al bien de aquellos reinos; y por esto dio orden que el obispo de Palencia quedase en el regimiento de la provincia de la reina; y así se atribuyó no sólo al grande valor del rey que en su absencia, habiendo tan diferente gobierno en aquellos reinos y tan divididos, no hubiese ninguna alteración y mudanza de las que solían ser en ellos muy ordinarias, pero a la nueva sucesión destos reinos, que dio tanta autoridad al rey que la reina doña Catalina, aunque quisiera, no podía dejar de procurar de conservarse en su confederación y tener por muy buena la concordia todo el tiempo que durase la menor edad del rey su hijo; y con esto ninguno de los

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grandes se había de atrever a intentar nuevas cosas.

CAPÍTULO XC

De las cosas que se enviaron a suplicar al rey por los de la congregación del principado de Cataluña antes que entrase a tomar la posesión destos reinos.

Peticiones de Cataluña al rey [don Fernando]. Llevaron los embajadores del parlamento de Tortosa que iban a hacer reverencia al rey, comisión (como son muy atentos y prevenidos en lo que toca a la conservación de sus estatutos y costumbres) de suplicarle entre otras cosas principalmente en lo que tocaba a la ordenanza y regimiento de la casa real, para que en todo se conformase con las reglas y costumbres con que se gobernaron por los reyes sus predecesores. De la justicia. También llevaban muy especial cargo de suplicar al rey que después que estuviese en el principado tuviese por bien de ordenar y tener su consejo de los naturales de la tierra antes que proveyese de oficio alguno de su casa; y en lo que tocaba a los oficios que tenían jurisdicción fuesen proveídos de personas notables y señaladas según ley de la tierra en que iba tanta parte del buen estado de aquel principado. Perdones que pedían. Pedían otra cosa muy digna de gente tan sabia y prudente en nombre de toda la patria, considerando que se pedía a un príncipe tan excelente y católico: que teniendo consideración que después de la muerte del rey don Martín los competidores en la sucesión destos reinos tuvieron diversas gentes que les eran aficionados y por consejo de muy grandes y famosos letrados se persuadiesen tener buen derecho y justicia en la sucesión, tuviese el rey por bien de olvidar todas las cosas pasadas en aquella competencia, y por esta ocasión no permitiese que se hiciese proceso alguno contra ellos. Que jure las leyes del principado. Con esto le advertían que, siguiendo la loable costumbre de los esclarecidos reyes sus predecesores, habría de jurar de guardarles las leyes y establecimientos generales del principado y sus libertades y privilegios; y le suplicaban que en su caso tuviese por bien de guardarlo y cumplirlo; y entre tanto no se procediese contra sus constituciones y leyes. Tan sospechosos y recatados estaban en que no se introdujese alguna novedad en un reino tan nuevo y no usado en ningún tiempo. El príncipe intercede por el conde de Urgel. Finalmente representaban los grandes gastos que el conde de Urgel había hecho en la prosecución de aquella causa de la sucesión con consejo de grandes doctores; y suplicaban que, acatando el deudo de sangre que tenía con él, le tuviese por recomendado. Y dieron de nuevo orden a sus embajadores que no se detuviesen con el rey más de los diez días que les habían señalado de plazo para su embajada y no se entremetiesen en otros negocios y en tratar solamente del conde de Urgel y no de otro ninguno de los competidores. Bien se entendía que a él sólo tenían más lástima en la declaración que se había hecho.

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CAPÍTULO XCI

Que el parlamento general del reino de Aragón se despidió y hubo diversidad entre los estados del principado de Cataluña, pretendiendo algunos que su congregación se continuase en la villa de Momblanc para donde se había

prorrogado. Despedimiento de las congregaciones. Lo que en esto hubo y los que en él asistieron. Luego que se publicó la declaración de la justicia en lo de la sucesión destos reinos en favor del infante don Hernando de Castilla, los del parlamento general de Aragón que estaba congregado en Zaragoza, entendieron bien que aquella su congregación se debía deshacer y despedir, pues volvían las cosas a su debido estado teniendo legítimo rey, sin cuya orden y permisión y llamamiento no debían congregarse los estados del reino. Deste mismo parecer fueron en Caspe el arzobispo de Tarragona, los obispos de Urgel y Barcelona, el conde de Cardona, Ramón de Bages, Juan Dezplá y Pedro Grimau que fueron enviados a Caspe por el parlamento de Tortosa conformándose en esta parte con los aragoneses; y de la misma opinión era el obispo de Girona. Considerando esto, los de los estados eclesiástico y real del principado declararon a 5 del mes de julio que como quiera que aquel parlamento estaba prorrogado para la villa de Momblanc para 20 de julio, pues ellos habían cumplido con la deuda y naturaleza que debían a su rey y señor natural no entendían proceder adelante en ningún negocio ni ir en forma de parlamento a Momblanc ni a otro lugar, y desde entonces contradecían cualquier auto que por el estado de los barones y caballeros se ordenase desde este día en adelante. Los caballeros que no querían se deshiciese el parlamento. Y cómo se deshizo. De los barones no se halló ninguno a este despidimiento sino dos caballeros que eran el uno procurador del conde de Prades y el otro de don Bernaldo de Cabrera: y éstos eran Pedro de Galliners y Berenguer Dolms. Y otros seis caballeros que eran Riambau de Corbera, Galcerán de Rosanes, Dalmao de Castelbisbal en su nombre y de don Roger Bernaldo de Pallás, Marco de Aviñón, Jaime de Tagamenent y Ponce de Malla. Y éstos hacían gran contradicción a este despidimiento del parlamento, perseverando en la prorrogación que se había hecho para Momblanc; pero no se dio lugar a su disentimiento y la congregación expiró y no se procedió en ella más adelante. Advertencia al conde de Urgel. Estos caballeros se declaraban ser aficionados y parciales del conde de Urgel; y así los del parlamento con muy buen celo hicieron grande instancia en la final conclusión dél de persuadir e inducir al conde de Urgel a que se reconociese y se sujetase a la razón y justicia, advirtiéndole con el mismo Galcerán de Rosanes (que perseveró hasta entonces en su devoción) que si

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seguía otro camino, aquel principado alzaría la mano de recomendar sus cosas al rey.

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LIBRO XII

CAPÍTULO I

De la entrada del rey don Hernando en la ciudad de Zaragoza en su nuevo reino y de las cortes que celebró a los aragoneses, a donde juró sus fueros y libertades y ellos a él por legítimo rey y

señor. General justificación. Triunfo de la justicia. Si se hubiera de hacer elección del que había de reinar en estos reinos -según la costumbre antigua del reino de los godos- a juicio de todas las naciones y gentes, ninguno de aquellos príncipes que compitieron por la sucesión se podía igualar en el valor y grandeza de ánimo y en todas las virtudes que son dignas de la persona real, con el que había sido declarado por legítimo sucesor, ni a la república convenía cosa más que fuese la justicia del que era más digno del reino, y con esto entrase pacíficamente en él contra la orden y costumbre de las gentes que dan la posesión al que es más poderoso y al vencedor. Excelencias del rey don Fernando [de Antequera]. Este tal verdaderamente se podía tener por legítimo sucesor de la república; y estaba en edad que se había ya escapado de los vicios de la mocedad en que corre el reino tanto peligro; y su vida era de manera que no tenía de qué excusarse ni arrepentirse, habiendo dejado ejemplo de la mayor virtud que se puede hallar ni desear en un príncipe, que es ser cristianísimo y de gran pureza de fe y religión, fundando y conservando los reinos de Castilla y León para su sobrino desde la cuna contra la voluntad de algunos grandes que le querían tener por rey. Valor y fama del rey don Fernando. Por su valor todas las cosas le habían sucedido prósperamente así en la paz como en la guerra, y su fama y nombre era muy ensalzado entre las gentes; y no se temía que la lisonja -cruel ponzoña de los verdaderos afectos del ánimo- le estragase ni corrompiese, ni su utilidad e interese proprio le desviase de la justicia. República dichosa. No se había de pasar mucho trabajo en persuadirle lo que cumpliese al bien universal, y parescía que se habían de conformar maravillosamente él y la república, pues ni ella pudo dar mejor sucesor ni el rey hacer más por ella que oficio de buen príncipe y tan valeroso. Y era cosa fácil acabar que como el conde de Urgel había de ser deseado de los malos, se hubiese el rey de manera en su nuevo reino que no pudiese ser aquel competidor codiciado con razón de los buenos. Esperanza en la prudencia del rey [don Fernando]. División de ánimos y remedio para unirlos. Y teníase mucha esperanza que con su prudencia consideraría que entraba a gobernar y tener imperio sobre naciones que ni del todo podían ni sabían ser sujetos ni libres. Regocijo de Aragón. Fue muy celebrada generalmente en Aragón la fiesta desta declaración, y en Valencia no tanto y mucho menos en Cataluña; y aunque las opiniones estaban tan divididas en sus ánimos como antes tenían ya rey que podía remunerar los servidores y castigar los que no lo eran con más autoridad y poder que otro ninguno no sólo de los competidores pero de todos sus antecesores, mayormente considerando que hubieran de llevar el yugo del señorío de un príncipe que se tenía por injuriado y ofendido en haberle puesto en contienda el derecho de la sucesión, y se había de temer que sería no solamente cruel y soberbio pero con alguna indignidad e ignominia teniendo más parte en él los que le habían seguido con compañías de delincuentes y malhechores. Temor que causaba la severidad del rey [don Fernando]. Por otra parte, aunque el nuevo rey parecía generalmente muy digno del señorío de todas las cosas siendo príncipe tan excelente, pero temíase ver en él un ánimo tan altivo y grande que no sufriría el reinar a la costumbre de los

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reyes pasados, acordándose de la forma del reino del rey don Enrique su hermano y de la manera que él gobernaba por la menor edad del rey su sobrino, porque en el regimiento de sus provincias regía no sólo con autoridad pero con mando e imperio soberano sobre los suyos. La libertad permanece y la tiranía se destierra. El rey [don Fernando] tenía cinco hijos infantes. Representábase que las más veces se había de acordar que entraba en el reino en discordia y como llamado y requerido de una parte y como vencedor y domador de sus adversarios y no con universal consentimiento de todos, y que por su causa habían sido estos reinos librados de muy graves daños y de la sujección y tiranía del conde de Urgel que se tenía por ofendido no sólo de particulares caballeros pero casi de todo el reino. Cuando las cosas se gobernasen con la prudencia y templanza debida y con utilidad del reino librando a todos generalmente de temor (de lo cual daba gran esperanza la humanidad y clemencia del príncipe) los más consideraban que había de ser el gobierno de gente extranjera y de nación de mucha confianza y ufanía, y que este reino era muy pobre para cinco hijos infantes que el rey tenía criados en aquella grandeza y riqueza de estados y en supremo señorío, a donde cada cual dellos tenía un infantado, y cuando la pobreza de las cosas de acá no satisficiese a su ambición era cierto nascer dello el desprecio general de todo y del odio y aborrecimiento de nuestras leyes y costumbres. Perdones que concedió el rey [don Fernando]. Aunque el rey perdonó con mucha facilidad y mansedumbre a don Juan Ruiz de Luna hijo de don Fernán López de Luna -que fue inculpado en la muerte del arzobispo de Zaragoza y en aquellos movimientos- y recibió benignamente a don Artal de Alagón y a sus hijos y a los ricos hombres de aquella casa y a todos los caballeros que dieron favor a don Antonio de Luna y eran de su bando que quisieron luego reducirse a su obediencia, no se atribuía a virtud de clemencia por no poder hacer otra cosa conforme a las leyes del reino, sino que se hizo por asentar las cosas de su estado y con el nombre de piadoso y clemente los pueblos se le aficionasen, y también porque en los excesos pasados no habían cometido crimen de lesa majestad no siendo aún declarado por rey y señor natural. Lo que el rey [don Fernando] previno en Cuenca para entrar en Aragón. Oficios que dio y mercedes que hizo. Antes que partiese de Cuenca había ordenado que viniesen de Castilla para entrar con su persona real ciertas compañías de gente de armas de los suyos; y fueron allá algunos de los grandes destos reinos, y comenzó a repartir muchos oficios en las personas que los tenían en vida del rey don Martín. Y proveyó el oficio de regente la gobernación general deste reino, que tenía Gil Ruiz de Lihori, en Blasco Fernández de Heredia su hijo y al padre dio el oficio de camarlengo mayor y a Mondéjar y Torija en Castilla; y para casar una hija le hizo merced de diez mil florines. Servicios de Berenguer de Bardají. Hizo merced a Berenguer de Bardají de cuarenta mil florines; y a otros hizo otras mercedes aunque la que se hizo a Berenguer de Bardají considerando que él y sus hijos y parientes se pusieron a todo peligro en los movimientos y guerras pasadas y gastaron mucha parte de sus patrimonios, no se atribuía a sobrada liberalidad. Venida de los reyes [Fernando y Leonor], y lo que los embajadores hicieron: es de notar. Mas puesto que el rey había deliberado entrar en estos reinos con mucha gente suya y de diversos grandes de Castilla, como salieron tantos señores y caballeros destos reinos a recibirle despidió mucha parte della y no trujo consigo sino los caballeros de su casa con muy limitadas compañías, porque estaban en este reino más de dos mil de caballo. Vino por sus jornadas con la reina doña Leonor su mujer y con los infantes sus hijos que, como dicho es, eran cinco varones y dos hijas infantes doña María y doña Leonor; y fueron recibidos con grande alegría y fiesta. Cuando llegaba a los confines del reino, los embajadores de los reinos de Aragón y Valencia entraron dentro de la raya del reino de Castilla a hacerle su reverencia debida y apeáronse para besarle la mano; y fue muy notado por todos que los embajadores del principado de Cataluña no hicieron aquella reverencia ni salieron de la raya del reino. Y el rey recibió con mucha alegría a don

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Francisco Clemente obispo de Barcelona, que era el principal de la embajada; y a los otros embajadores hizo mucho favor. Recibimiento en Calatayud; y en Zaragoza recibimiento y cortes. Y con este acompañamiento fue recibido en Calatayud; y después en Zaragoza con mayor triunfo y fiesta de lo que se acostumbraba en la nueva sucesión de los reyes por ser ésta más nueva y extraña que se hubiese visto jamás. Fue esta entrada en el principio del mes de agosto; y a 5 del mismo mes mandó convocar cortes generales deste reino para que en ellas fuese jurado como rey y señor natural y se le prestase la fidelidad y al infante don Alonso su hijo como a legítimo sucesor y primogénito y por rey para después de los días del rey su padre. Y señalóse el día que habían de estar en la misma ciudad juntos para este auto a 25 de agosto. Los prelados que a las cortes de Zaragoza concurrieron. Concurrieron a estas cortes todos los ricos hombres que habían servido y deservido, salvo don Antonio de Luna que por el caso por él cometido en la muerte del arzobispo y estar condenado perseveró en su pertinacia hasta ser rebelde. Los perlados fueron: don Domingo Ram obispo de Huesca, don Juan de Valtierra obispo de Tarazona, don Guillén Ramón Alamán de Cervellón comendador mayor de Alcañiz, don Pedro Fernández de Ijar comendador mayor de Montalbán. El duque de Gandía besó la mano al rey, y al conde de Luna le creó un procurador como tutor suyo: quién fue y la contradicción que hubo. De los ricos hombres habían de venir a las cortes dos de los competidores del reino que eran el duque de Gandía por el condado de Ribagorza y don Fadrique de Aragón por el condado de Luna, y el duque vino a ellas, y de competidor en la sucesión destos reinos se hizo vasallo del rey y le besó la mano. Y en nombre del conde de Luna se pidió que por su menor edad y no poder hacer el juramento ni constituir procurador que le hiciese por él, el rey como tutor y curador legítimo y más propinco pariente le señalase un actor; y el rey le dio un caballero del reino de Valencia llamado Pedro Pardo de La Casta. Esto se contradijo por Pelegrín de Jassa en nombre de doña Brianda de Luna hermana de la reina doña María, que pretendía suceder en los estados que fueron del conde don Lope de Luna su padre, por su testamento. Los ricos hombres que asistieron en las cortes de Zaragoza. Los ricos hombres que se hallaron el día señalado de las cortes en este nuevo reinado fueron: don Juan de Luna, don Pedro Galcerán de Castro, don Pedro Ximénez de Urrea, don Jaime de Luna, don Arnal de Eril, don Juan Ximénez de Urrea señor de Biota, don Artal de Alagón hijo de don Artal, hijo de don Fernán López de Luna, don Pedro Ladrón hijo de don Pedro Ladrón vizconde de Vilanova y señor de Manzanera, don Pedro Fernández de Vergua hijo de don Pedro Fernández de Vergua y de doña Juana de Urriés. Caballeros, mesnaderos e infanzones [asistentes a las cortes]. De los caballeros, mesnaderos e infanzones asistieron a estas cortes: Lope de Gurrea, Blasco Fernández de Heredia, Ramón de Mur baile general, Berenguer de Bardají y Juan de Bardají su hijo, Pero López de Gurrea, Antonio de Bardají, Gonzalo de Liñán, Pedro Pardo de La Casta, Juan de Azlor, Lope de Gurrea señor de Santa Engracia, Jaime Cerdán, Juan de Moncayo, Martín Martínez de Marcilla, Sancho Zapata, García Gil Tarín, Juan de Luján, Pelegrín de Jassa, Lope de Gurrea hijo de Lope de Gurrea, Beltrán Coscón, Garci López de La Puente, Sancho de Latrás, Juan Pérez Calvillo, Martín de Pomar, Sancho Pérez de Pomar, Juan de Urriés, Juan Fernández de Heredia señor de Sisamón, Lorenzo de Heredia, García de Sesé hijo de Pedro de Sesé, García de Peralta, Ferrer de Lanuza, Guillén de Palafolls y Guiralt Abarca. Razonamiento del rey [don Fernando] en las cortes. Asistió a estas cortes Juan Ximénez Cerdán como justicia de Aragón. Y un martes a 30 de agosto estando el rey en su solio real propuso su razonamiento que todo se empleó en alabar la fidelidad y gran lealtad que habían mostrado los aragoneses después que murió el rey don Martín su tío y dejó el reino en tanta turbación, y que

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ellos habían seguido con tantos afanes y peligros la justicia de su verdadero rey y señor que no sería necesario recibir juramento de fidelidad de quien con tanto valor la había defendido. Pero por guardar la costumbre de sus antecesores habían sido llamados para que hiciesen el juramento que era usado en la nueva sucesión de sus príncipes como buenos y leales vasallos. Respuesta del obispo de Huesca al rey [don Fernando] en nombre de los cuatro estados del reino. A esta demanda respondió el obispo de Huesca como el más antiguo perlado (por estar vaca la iglesia metropolitana de Zaragoza) en nombre de los cuatro estados del reino como es costumbre: que eran muy contentos de prestar al rey el juramento de fidelidad en la forma que se acostumbraba, pero que el rey jurase primero a los del reino de Aragón y a los del reino de Valencia que eran poblados a fuero de Aragón, los fueros, privilegios, libertades, usos y costumbres deste reino y a las ciudades de Teruel y Albarracín sus fueros y la unión e incorporación de los reinos. Juramento del rey [don Fernando]. Hizo el rey el juramento con la solemnidad que se acostumbra en la iglesia de San Salvador en poder del justicia de Aragón un sábado a 3 del mes de septiembre; y el mismo día se hizo el juramento de fidelidad por los cuatro estados del reino. Juró lo mismo que el rey su padre el infante don Alonso a 7 de septiembre; y aquel mismo día fue jurado por legítimo sucesor y por rey para después de los días del rey. La condesa doña Margarita madre del conde de Urgel envió su procurador a las cortes [de Zaragoza]. Vino a estas cortes Gispert de Belmunt procurador de la condesa doña Margarita, madre del conde de Urgel, como señora de las baronías de Antillón y de Entenza; y pidió ser admitido en su nombre a la solemnidad de los juramentos. [continúan las cortes de Zaragoza.] Nótese esto. Después, a 10 del mismo mes, se continuaron las cortes en el monasterio de predicadores esta ciudad, porque los otros autos y juramentos se celebraron en la iglesia mayor. Y estando los estados juntos, el rey les propuso que estaba aparejado de entender en lo que tocaba al estado del bien público del reino y de la justicia. Añadió después en su plática que, después que murió el rey don Enrique su hermano había proveído en el regimiento del reino de Castilla y lo había puesto en bueno y seguro estado y a los naturales dél, que sabían que no eran tan buenos de regir como ellos, y que mucho más le convenía trabajar en el regimiento y pacífico estado deste reino que era suyo. Los cuatro estados nombraron ocho diputados; para qué y quiénes fueron. De las primeras cosas que se proveyeron fue nombrar los cuatro estados del reino, en presencia del rey y del justicia de Aragón que era juez de la corte, ocho diputados del reino hasta las primeras cortes, que eran dos de cada estado; a los cuales daban poder para ver las cuentas del reino y para proveer lo que convenía a las generalidades que llamaban de las rentas y derechos del reino. Estos fueron: don Pedro Fernández de Ijar comendador de Montalbán y Juan de Sobirat sacristán de la iglesia metropolitana de Zaragoza, don Alonso de Aragón duque de Gandía y conde de Ribagorza, don Pedro Galcerán de Castro, Pero López de Gurrea, Pelegrín de Jassa, Juan de Artos ciudadano de Zaragoza y Antonio de Vistabella ciudadano de Daroca. Nominación en las cosas de justicia; servicio que se hizo al rey. Concordia que se firmó: cómo y para qué. Nombráronse personas para deliberar en lo que convenía proveer para la buena ejecución de la justicia; y fue acordado de servir al rey con cincuenta mil florines con nombre de empréstito y con otros cinco mil para sus gastos. Y despidiéronse con esto las cortes un sábado a 15 del mes de octubre. Hubo cierta concordia entre el rey y la corte general por el desempeñamiento del patrimonio real y sobre la ejecución de la justicia; y deliberóse de eligir ciertas personas para reconocer y hacer muy particular investigación del patrimonio real, como ya se habían eligido en tiempo del rey don Martín en las cortes que celebró postreramente en Zaragoza. Y el rey pretendía que se le remitiese la elección de aquellas personas pues se trataba de su patrimonio real: y remitiósele por la corte

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general; y también de las personas que habían de conocer sobre los procesos que se habían hecho por el gobernador Gil Ruiz de Lihori por causa de la muerte del arzobispo de Zaragoza. Personas [nombradas] para investigar el patrimonio real. Nombráronse por el rey para hacer la investigación del patrimonio real el sacristán de la iglesia mayor de Zaragoza, Berenguer de Bardají y Francés Sarzuela. Lo que se estableció y la dificultad que en guardarlo hubo. Y a éstos o a los dos dellos se cometió que investigasen todas las rentas y derechos que pertenescían a la corona real en todo el reino y las aplicasen al patrimonio real. Establecióse con voluntad de la corte que después de incorporadas aquellas rentas y derechos en la corona real no se pudiesen dar ni ajenar o empeñar ni obligar y por auto de corte quedasen incorporadas para su estado real. Pero no fue tanta la diligencia que en esto se puso ni tan firme la ley que no fuesen mayores las necesidades que cada día se iban ofreciendo no sólo para no redimir lo enajenado mas aún para disipar mayor parte del patrimonio.

CAPÍTULO II

Que el rey en principio de su reinado entendió lo primero en asentar y asegurar las cosas de Cerdeña; y se concertó tregua con genoveses por cinco años.

Buen suceso en las cosas de Cerdeña. Habiendo tomado el rey tan pacíficamente la posesión de todos los reinos y señoríos de la corona de Aragón en la ciudad que era habida por la cabeza dellos como aquél que entraba en ella por declaración de pura justicia, no había de qué tener cuidado de las cosas de España sino de las de Cerdeña y Sicilia que tanta gloria y honra fueron de los reyes de la casa de Aragón y tanto costaron de reducirse a su señorío. Y aunque el socorro de la gente de armas que envió el principado de Cataluña -cuyo general fue Acart de Mur- era tal y llegó tan a tiempo que se defendieron las fuerzas y lugares que se tenían contra los rebeldes por la corona real, mas la nueva de ser declarado por sucesor destos reinos un príncipe tan excelente y tan valeroso puso grande terror a los enemigos y fue causa que del todo desconfiase de su empresa el vizconde de Narbona y en suma puso fin a la guerra. Embajadores de Cerdeña al rey [don Fernando]. Habían venido de aquella isla por embajadores por la nueva de la sucesión del rey el arzobispo de Cáller y otros para informar al rey de la necesidad y peligro en que estaba aquel reino y de lo mucho que había servido en la defensa de aquella isla con la gente de armas que estaba en ella don Berenguer Carroz conde de Quirra, que era gobernador y capitán del cabo de Cáller y Gallura y era señor del juzgado de Ullastre y de la baronía de Sant Miguel. Lo que el rey [don Fernando] encargó al conde de Quirra y lo que se proveyó. Despidió el rey estos embajadores de Zaragoza a 14 del mes de septiembre; y dióse cargo al conde que continuase la guerra contra los rebeldes a la corona real; y proveyóse que dentro de breves días se enviasen más compañías de gentes de armas y ballesteros y de otra gente de pie con que bastantemente se pudiese defender la isla y hacer la guerra a los rebeldes. Y envió el rey por gobernador del Alguer a Gisbert Zatrilla que era un muy valeroso caballero. Leonardo Cubello fue importante para las cosas de Aragón. Fue también muy gran parte para sustentar las cosas en la obediencia de la corona real de Aragón Leonardo Cubello, a quien Pedro Torrellas, siendo lugarteniente general, por gran suma de dinero que prestó para la guerra dio y entregó el marquesado de Oristán y el condado de Gociano; y en nombre del rey don Martín había concedido la investidura de aquellos estados y se llamaba Leonardo de Arborea. Esto fue, muerto el rey de Sicilia, a 14 de marzo del año 1410, volviendo los sardos que se habían rebelado a tomar las armas. Y por este tiempo el rey confirmó al marqués aquellos estados y le dio la investidura dellos; y sus procuradores prestaron la fidelidad al rey en su nombre.

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Los genoveses se reducen a la confederación del rey [de Aragón]. En Córcega tenía la voz del rey, Juan Istria hermano de Vicentelo de Istria conde de Cinerca. Y los genoveses, visto que el infante don Hernando había sido llamado a la sucesión destos reinos y que se juntaba con la fuerza y pujanza dellos la grandeza y riqueza de los de Castilla teniendo el rey el gobierno della, y considerando que habían de ser una misma cosa, luego procuraron de reducirse a la confederación del rey y que los recibiese por amigos y aliados. Los embajadores de Génova asentaron tregua por cinco años con el rey [de Aragón]. Y por esto enviaron sus embajadores, que fueron Babtista Cigala y Pedro Persio, los cuales se detuvieron algún tiempo en la corte del rey; y se asentaron treguas con aquella señoría por cinco años, y con ellas se acabaron de reducir los que eran rebeldes a la corona real en la isla de Cerdeña.

CAPÍTULO III

De la prisión de don Bernaldo de Cabrera conde de Módica y de la embajada que el rey envió a Sicilia para asentar las cosas de aquella isla.

Perseverancia en la guerra de Sicilia; y por qué. La guerra entre los barones de la isla de Sicilia se fue siempre continuando, siguiendo los unos como a vicaria de aquel reino a la reina doña Blanca y los otros a don Bernaldo de Cabrera maestre justicier y conde de Módica; y no fueron parte los embajadores del principado de Cataluña de reducir las cosas a medios de concordia. Toda esta contienda y guerra era por la enemistad que Sancho Ruiz de Lihori almirante de Sicilia y los barones de su opinión tenían con el maestre justicier, y no porque él ni la reina tuviesen fin a la usurpación de aquel reino estando todo él tan dividido y puesto en armas, y teniendo a las puertas por enemigos al papa Juan y al rey Ladislao y habiéndolo de ser el que fuese declarado por rey y legítimo sucesor destos reinos. La división de Sicilia fue provechosa; el peligro que había y lo que el rey [de Aragón] proveyó. De suerte que por su camino la división y guerra que hubo entre aquellos barones aseguró aquel reino para el sucesor, lo que en conformidad y concordia de todos fuera muy difícil suceder en él príncipe contra su voluntad. Pero como aquello estaba en tanto peligro si la iglesia y el rey Ladislao se concertasen para sacar aquel reino del señorío de la casa real de Aragón, ante todas cosas procuró el rey de poner asiento en apaciguar aquella guerra y reducir las partes a que viniesen a su obediencia y dejasen las armas. Recuesta al conde de Módica. Habían sucedido las cosas de manera antes de la declaración de la sucesión, que el conde don Antonio de Moncada y el almirante con sus gentes con voz de la reina como lugarteniente general se juntaron contra el conde de Módica con todo su poder, y le requirieron que entregase a la reina los castillos y fuerzas y la obedeciese. Prisión del conde de Módica. Y saliendo en campo los unos contra los otros asentaron sus reales; y andando reconociendo el conde las estancias que tenía en Palermo, por trato -según Lorenzo de Vala afirma- de un vizcaíno, acudió de improviso cierta gente del almirante, y fue el conde de Módica salteado y preso y entregóse al almirante (siendo el mayor enemigo que tenía); y fue llevado a un castillo fortísimo que se dice La Mota cerca de Tauormina, a donde si es verdadero todo lo que este autor escribe en este particular, fue tratado muy indignamente y bien diferentemente de quien él era y de lo que había servido en la conquista de aquel reino a la casa real de Aragón. Embajador que el rey [de Aragón] envió a la reina de Sicilia y para qué. Viendo el rey los males e inconvenientes que desto se podían seguir deliberó enviar a Sicilia con solemne embajada a fray Romeu de Corbera maestre de Montesa y a mosén Pedro Alonso de Escalante, mosén Bonanat Pere y a Lorenzo Redón; y para que más brevemente se compusiesen todas aquellas diferencias y cesase la competencia de los barones proveyó por su lugarteniente general a la reina de Sicilia.

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Lo que los embajadores habían de publicar y notificar en Sicilia. Mandó a sus embajadores que apresurasen su viaje; y si hallasen las ciudades y castillos que solían obedecer al conde de Módica, que estaban en el estado que solían que no querían obedecer a la reina, hiciesen juntar en cada ciudad por donde pasasen su consejo y les presentasen los poderes y orden que llevaban. Esto era: que en aquellas congregaciones informasen a los pueblos y a sus gobernadores cómo por pura y cierta justicia se había declarado y publicado que él debía suceder en todos los reinos de la corona real de Aragón y por todos los vasallos se le había reconocido y prestado el deudo de fidelidad de tenelle por su verdadero rey y señor. Que después desta declaración él era venido a Aragón y entró en la ciudad de Zaragoza con la reina y con el infante don Alonso, su hijo primogénito, y con los otros infantes sus hijos, a donde fue recibido con gran honra y reverencia como pertenecía de vasallos a señor; y después de su entrada convocó cortes generales de Aragón y en ellas fue jurado por rey y señor, prestándole la fidelidad que debían, y juraron por rey y señor para después de sus días al infante don Alonso como a su hijo primogénito. También llevaban comisión que informasen que a muy solemnes letrados y a otras personas de ciencia se había cometido por el rey que con gran estudio viesen y examinasen lo que tocaba al derecho de la sucesión de aquel reino, y que su voto y parecer fue que pertenecía al rey; y por esta causa enviaba estos sus embajadores para que se recibiese en su nombre la fidelidad de los perlados, barones y pueblos de Sicilia con poder de jurar y confirmar sus privilegios y libertades y para que se diese orden de poner aquel reino en bueno y pacífico estado. El poder que el rey [de Aragón] envió a la reina de Sicilia y dio a sus embajadores. Este poder se envió a la reina con estos embajadores de Zaragoza el 1.º del mes de octubre para que la reina recibiese de los sicilianos el juramento de fidelidad; y llevaron poder de poner ellos alcaides en las fuerzas y castillos a donde fuesen recibidos. Y hecho esto habían de requerir a la reina que entregase al conde de Módica si le tenía, o a la persona que le tuviese. Llevaban orden que si en llegando a Trápana hallasen que toda la isla o la mayor parte della obedecía a la reina no curasen de ir por el reino, sino camino derecho se fuesen para la reina; y no le diesen el poder del vicariado que llevaban hasta que se ordenase el consejo en la manera que lo había ordenado el rey don Martín de Aragón en Barcelona, porque generalmente y sin ninguna contradicción y discordia fuese la reina obedecida: porque en caso que no la quisiesen obedecer llevaban poder estos embajadores para proveer lo mismo que se ordenaba a la reina y recibir los homenajes. Orden de nombrar los consejeros del reino de Sicilia. La orden que se daba para eligir las personas que habían de asistir al consejo del gobierno del reino era que fuese de personas indiferentes y temerosas de Dios, y que celasen el honor y aumento de la corona de Aragón y el bien de la república, hasta en número de diez y ocho personas; y los nueve dellos catalanes, entre los cuales fuesen los embajadores, y nueve sicilianos; y pareciendo ser muchos se redujesen a doce, seis catalanes (y entre ellos los embajadores) y seis sicilianos, con esta orden: que se ejecutase lo que los diez y ocho en concordia proveyesen o a lo menos los diez, entre los cuales concurriesen a lo menos cinco catalanes (y dellos los embajadores) y cinco sicilianos. Si el consejo fuese de los doce se proveyó que se ejecutase lo que en concordia determinasen o a lo menos los ocho, con que hubiese entre ellos cuatro catalanes (y destos hubiese dos de los embajadores) y cuatro sicilianos. Voluntad del rey [de Aragón] sobre el gobierno de Sicilia y lo que se hizo por los embajadores. Ordenado este consejo, se había de dar el poder a la reina, y que usase dél con consejo de los nombrados; y en suma, era la voluntad e intención del rey que todo se ordenase y dispusiese por los embajadores como por su misma persona o por los tres o dos dellos; y teniéndolo así acordado con gran deliberación convino a su servicio que quedasen Pero Alonso de Escalante y Bonanat Pere, y en su lugar fue un famoso doctor en decretos castellano llamado Martín de Torres; y después fue enviado otro letrado también castellano del consejo del rey que fue el licenciado Fernán Velázquez su canceller. Disgusto del rey de Aragón con el almirante de Sicilia; a dónde fue Fernán Gutiérrez de Vega.

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Mostró el rey descontentamiento del almirante Sancho Ruiz de Lihori, porque sabiéndose en aquella isla que había sido declarado por legítimo sucesor destos reinos permitió que se hiciese guerra y daño a las ciudades de Palermo, Marsala, Saleni y Mazara y otros lugares; y como aquello era de tan grande importancia acordó de enviar a Sicilia -siendo ya partidos los embajadores para que se juntase con ellos- en fin deste año a Fernán Gutiérrez de Vega, que era un caballero de cuya prudencia e industria el rey hizo mayor confianza en todas las cosas de gran importancia. Lo que los embajadores [del rey de Aragón] hicieron en Sicilia y excusa del almirante. Con la llegada destos embajadores todo se fue componiendo y allanando sin ninguna contradicción; y sólo el almirante no se podía inducir al que pusiese en libertad al conde de Módica; y no le quiso entregar a los embajadores excusándose con decir que él determinaba de venir con él para entregarlo al rey. Y el rey le tornó a mandar que cumpliese lo que se le ordenaba. Berenguer de Bardají, castellán de Jachi. Entonces proveyó el rey la castellanía y capitanía de Iachi, que era de mucha importancia por la vecindad de Catania, a un caballero aragonés que residía en Sicilia que se llamaba Berenguer de Bardají.

CAPÍTULO IV

Que el conde de Urgel se excusaba de venir a dar la obediencia al rey y el rey envió a él por reducirle benignamente.

El conde de Urgel rehusaba dar la obediencia al rey [don Fernando]. Habíase excusado el conde de Urgel de venir a dar la obediencia al rey después de la declaración de la justicia en la sucesión destos reinos diciendo que estaba enfermo; y los del parlamento del principado de Cataluña, antes que se deshiciese, desde Tortosa habían procurado de reducirle a la obediencia y gracia del rey, y le suplicaron que se hubiese con él como con persona que le era tan cercano en parentesco y de la casa real de Aragón, considerando que hasta entonces había seguido su derecho por el camino que lo usaron todos los príncipes del mundo y por el que el rey siguiera si se hallara en aquel estado dentro de Aragón o en Cataluña. Los embajadores que fueron al conde de Urgel; de quién y para qué. Acordóse de enviar al conde postreramente en nombre del parlamento sus embajadores, personas de grande autoridad y sus devotos y aficionados, que fueron don Galcerán de Vilanova obispo de Urgel y don Guillén Ramón de Moncada; y con diversas razones procuraron de persuadirle que hiciese el reconocimiento que debía al rey y le fuese a dar la obediencia como a su rey y señor natural; y ofrecieron que por parte del principado se suplicaría al rey que le hiciese toda gracia y merced. Y éstos le desengañaron otra vez que si no lo hacía, el principado alzaría la mano de procurar cosa que le conviniese, como ya había sido advertido en su nombre por Galcerán de Rosanes. Y el conde dijo que él enviaría su respuesta. Respuesta del conde de Urgel. Envió el conde con su respuesta a Ponce de Perellós y este caballero les dijo: que bien sabían que en vida del rey don Martín de Aragón era opinión de los más del reino que muriendo el rey sin hijos la sucesión destos reinos recaía y pertenecía a la casa de Urgel, y muchos letrados del reino afirmaban ser el derecho suyo de justicia. Que por esta causa él tuvo justa razón de lo proseguir; y en la empresa de seguir su razón y justicia había hecho grandes expensas y gastos y quedaba muy pobre y desheredado: mas si se hiciese con él de manera cómo su casa volviese al primer estado en que estuvo en vida del rey don Martín su tío y haciéndole alguna enmienda y satisfacción de lo que había gastado y acrecentándole su casa, él hacía lo que debía; y de otra manera le sería mejor dejar el reino o seguir otra vía. Lo que el rey [de Aragón] mandó decir al conde de Urgel y lo que replicó. Entonces deliberó el rey de enviar al conde con Ponce de Perellós a don Diego Gómez de Fuensalida abad de Valladolid y dio seguro al conde para él y los que con él viniesen que no se hubiesen hallado en la muerte del arzobispo; y ofrecía que le tendría por muy recomendado. Y el conde dijo que le placía de hacer aquello que le decían cuando fuese seguro que se le haría enmienda y satisfacción del estado, y

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que hecho esto él haría lo que debía, porque después no quería enojar al rey ni pedir más sino servirle.

CAPÍTULO V

De la salida del rey de Zaragoza para ir a hacer guerra al conde de Urgel. Resolución del rey [de Aragón] contra el conde de Urgel. Entendiendo el rey que el conde de Urgel se excusaba como hombre que se iba previniendo, y que tenía consigo muy malos consejeros que le inducían a que se perdiese, por no dar lugar a su desatino deliberó de ir a Lérida para hacer la guerra al conde en su estado y forzalle a que le hiciese la obediencia debida o se procediese al castigo de su rebelión. El duque de Gandía hizo homenaje al rey [de Aragón]; y lo que le otorgó. Antes de su salida, estando en el palacio real de la Aljafería, a 12 del mes de octubre, don Alonso duque de Gandía y conde de Ribagorza, hizo al rey el homenaje por el condado de Ribagorza reconociendo ser feudo, y el rey le otorgó la investidura dél, habiendo tan pocos días antes pretendido ser legítimo sucesor del reino. Salida del rey [de Aragón] contra el conde de Urgel, y con quién de Castilla. Cuando el rey salió de Zaragoza para pasar a Lérida y hacer la guerra al conde de Urgel hasta rendille o reducille a su obediencia, iba con dos mil hombres de armas de las compañías de Castilla que estaban en este reino; y iban con esta gente don Alonso Enríquez almirante mayor de Castilla tío del rey, Diego Fernández de Quiñones merino mayor de Asturias, Garci Fernández Sarmiento adelantado de Galicia, Juan Hurtado de Mendoza mayordomo mayor del rey de Castilla, Ruy González de Castañeda, Pero Núñez de Guzmán y Fernán Gutiérrez de Vega. Allende destos señores y capitanes iban don Lorenzo Suárez de Figueroa comendador mayor de Castilla y Alvaro de Avila mariscal del rey de Aragón, y otros caballeros de Castilla. Los que de Aragón salieron con el rey [don Fernando] contra el conde de Urgel y lo que se dispuso. Deste reino fueron don Juan de Luna, don Juan de Ijar, Juan Fernández de Heredia, Juan de Bardají y Lope de Gurrea y un señor principal del reino de Valencia que era don Bernaldo de Centellas. Apartáronse del camino que el rey llevaba mil lanzas y pasaron a hacer la guerra en los lugares del conde que están en aquella comarca a las riberas del río Segre y en la ribera de Sío. Con esta gente iban por capitanes el mariscal Alvaro de Avila camarero mayor del rey, Pero Núñez de Guzmán, Fernán Gutiérrez de Vega, Blasco Fernández de Heredia gobernador de Aragón y Juan Fernández de Heredia. Cuatro lugares le ganaron al conde de Urgel. El intento que tuvo y cómo su madre lo animaba. Y corrieron la comarca de Balaguer, que es tierra muy abundosa y fértil y buena de campear; y ganaron cuatro lugares del conde, el cual esperaba algunas compañías de gascones y ingleses con quien se había concertado, y íbase entreteniendo o por el todo o por sacar el mejor partido que pudiese, y lo más cierto estando determinado de morir en aquella demanda, como le animaba que lo hiciese la condesa su madre que tuvo más coraje en esto de lo que sus fuerzas podían sufrir, y cada hora persuadía y exhortaba a su hijo que lo aventurase todo por el reino, que era suyo de derecho y justicia, y no se sujetase a las condiciones que se le proponían, que era cosa muy baja y vil. Palabras de la condesa de Urgel a su hijo. Representábale a menudo que se acordase del ánimo grande y generoso del infante don Jaime su agüelo que con tanto esfuerzo y valor resistió a la tiranía del rey don Pedro su hermano, que le quiso privar de la sucesión que legítimamente le pertenecía; y por su derecho y justicia, que era notoria, todo el reino se puso en armas; y el rey no le pudo privar de la procuración general que le competía como a legítimo sucesor, sino con la vida. Nota. En lo cual estuvieron conformes los reinos y principado de Cataluña, sino algunos pocos que por invidia le fueron contrarios; como fue entre ellos el principal el infante don Pedro su tío, agüelo

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del duque de Gandía, y que ninguna cosa se tenía por más cierta en Cataluña que haberle hecho morir el rey su hermano con ponzoña. Que nunca al conde su padre le negaron ser heredero legítimo destos reinos si los reyes don Juan y don Martín sus primos no tuviesen hijos varones legítimos, y que agora por enemistad y bando le echaban del reino con opresión y fuerza dándole nombre de justicia. Osadía grande de la condesa madre del conde de Urgel. A esto se añadía que si la gente y dinero de Castilla hizo rey a su contrario estaba ya tan gastado que apenas se podía sustentar aquella gente con que entraba tan feroz y soberbio en Cataluña no habiendo lanza enhiesta contra él; cosa que causó grande odio a toda aquella nación, esperando que entrase como debía pacíficamente. Y así tenía más enemigos secretos en ella que él los había tenido declarados en Aragón y ya comenzaban a sentir el yugo y servidumbre del gobierno castellano, y hasta los que le habían venido a servir de Castilla estaban con grande queja y descontentamiento y no le podían más servir. Cuanto no tuviera un estado tan grande y tan extendido hasta las cumbres de los montes por donde tenía tan aparejada y fácil la entrada de las compañías de ingleses y gascones que le vernían a servir en esta guerra y no se pudiera defender mucho tiempo en sus castillos y fuerzas, había de desamparar la tierra que nunca reconoció sino señor natural, legítimo varón y sucesor aquellos esclarecidos príncipes que fueron los primeros condes de Barcelona, y dejarla en poder del enemigo advenedizo extranjero y no rendirse hasta poder morir en la demanda ya que no fuese como príncipe poderoso a lo menos como caballero, como era obligado por su derecho y justicia. Aventurarse por el bien público es fortaleza y no temeridad. Que si se viesen en él el valor y esfuerzo de ánimo y el consejo que se requería, los vecinos y los naturales le seguirían y todo le sucedería prósperamente, pues el ánimo dispuesto y aparejado al peligro -si se aventura por el bien público y no por particular codicia- gana renombre de fortaleza y no de temeridad. Con cuánta osadía y furor se mueven los hombres por adquirir grandeza y levantan sus corazones y pensamientos a emprender cosas espantosas y terribles? Y con una brava y terrible porfía se ponen a todo trance y peligro de la vida o por la honra o por el estado; y el que esto no hiciese por defensa de su derecho y justicia no merecía tener nombre de competidor en la sucesión del rey y le sería mejor un honesto destierro en Italia. Hijas y nietas de la condesa de Urgel y pretensión de don Antonio de Luna. Insistía en esto la condesa como una furia, y no podía sufrir con paciencia ninguna de las condiciones que se ofrecían a su hijo por el rey porque se redujese a su obediencia; y deseosa de mandar o de ver a su hijo defender su causa, se entremetía en los cuidados de la guerra, dejando los de mujer, teniendo tres hijas que pensó ver casadas con grandes señores, y otras tantas nietas hijas del conde que decía que no quería verlas servir a doña Urraca condesa de Alburquerque. Y llamábala así porque la reina, siendo niña, se llamó deste nombre y después la llamaron doña Leonor. Por otra parte como don Antonio de Luna se vio fuera de su estado que era grande y se comenzaba a repartir entre sus enemigos, ponía al conde de Urgel en la guerra de manera que o todos se perdiesen o sucediendo prósperamente las cosas acrecentasen sus casas; y él pretendía suceder en el estado que fue de don Pedro de Ejérica su abuelo, que fue un gran señor de la casa real y tuvo muchas villas y castillos que habían vuelto a la corona o se habían ajenado; y por esta causa se comenzó a llamar don Antonio de Luna y de Ejérica. Determinación de don Antonio de Luna y de Ejérica y la confianza que del rey de Francia tuvo. Y siguiendo el consejo más temerario comenzó en su nombre y del conde a dar sueldo a muchas compañías de gascones para hacer la guerra en el reino, y comenzarla por la montaña de sus castillos, señaladamente de Bolea y Loarre; y emprendió de hacer la guerra con gran desatino, entre tanto que el conde daba esperanza de reducirse a la obediencia del rey, confiando que el rey de Francia holgaría de cualquiere embarazo que se pusiese al rey en la sucesión, por lo que se

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había declarado en favor de la reina doña Violante de Sicilia y de su hijo. Juicio del vulgo. Juntáronse con don Antonio de Luna todos aquellos que teniendo sus cosas perdidas ninguna los podía sustentar sino la guerra dentro del reino; y confiaba del pueblo que siempre suele ser muy mal juez de lo que es justo y honesto, y sin consideración se mueve con ímpetu en cualquiere novedad; con cuya confianza se creía que el conde, rompida la guerra, tendría mucha parte, acordándose de las turbaciones y guerras que hubo en tiempo del rey don Pedro por la sucesión del infante don Jaime su agüelo cuando por la fama y juicio del vulgo se movían muchos a pensar que era lícito lo que aprobaban los más. Insultos de que don Antonio de Luna era causa. Estaban todas las ciudades suspensas y solícitas del miedo y sospecha, y turbadas las gentes con el atrevimiento de los malhechores que cometían diversos insultos, habiendo gente de guerra extranjera y otras cuadrillas de don Antonio de Luna que andaban desmandadas corriendo las comarcas de Jaca y Huesca con muchas compañías de gascones y salteadores. Y muchos de la montaña se daban a seguir aquel ejercicio, pues eran señores de todo lo que podían robar y no eran pocos los condenados a muerte por los insultos y robos pasados que hallaban buena guarida y entretenimiento en don Antonio de Luna. Cuyo era el lugar de Alfocea, el daño que dél se hacía y el remedio que Zaragoza proveyó. De Alfocea lugar tan vecino a las puertas de Zaragoza -que era de doña Sancha Ximénez de Abarca mujer de Fernán Ximénez de Galloz, que era muerto- se hacían algunos daños por la comarca; y los jurados de Zaragoza proveyeron de algunas compañías de ballesteros que asegurasen los caminos. El lugar de Fuentes era de Zaragoza. Y lo mismo se hizo en la comarca del lugar de Fuentes, que era de la ciudad de Zaragoza; y tenían en aquel lugar por alcaide por esta causa a García de Sayas.

CAPÍTULO VI

Que el conde de Urgel envió con sus procuradores a dar obediencia al rey. El rey [de Aragón] jura en Lérida como su abuelo y el temor que causó. Aunque el rey, el día que entró en Lérida, juró a todo el principado sus constituciones y libertades y costumbres de la misma manera que el rey don Pedro su agüelo las juró en el principio de su reinado en aquella misma ciudad, pero fue cosa que causó gran temor generalmente que hubiesen antes entrado tantas compañías y gente de guerra extranjera y que se comenzase a hacer tan arrebatadamente sin procederse por la vía ordinaria contra el conde. Fuerza de las leyes destos reinos. Demás desto tenían por muy nuevo y extraño y por gran disfavor que ya que se hubiese de forzar el conde por guerra a reducirse a la razón y justicia se sirviese el rey de compañías de gente de armas de Castilla, y no entendiese que para castigar al conde bastaban sus leyes y las fuerzas y poder del principado de Cataluña y las destos reinos, aunque pasasen los montes las compañías que se decían de gascones e ingleses. El conde de Urgel ofrece obedecer al rey [de Aragón]. Con qué intento y por qué medio. También el conde, por dar lugar a la furia con que entraban estas compañías de gente de armas de Castilla y por esperar las suyas, según después pareció, ofreció de dar la obediencia al rey por medio de sus procuradores; y envió con su poder para prestar la fidelidad, con maña y artificio, para entretener el tiempo esperando la gente que había de venir de Gascuña. Estos embajadores fueron Ponce de Perellós y Ramón de Perellós. Francés de Vilanova y Dalmao Zacirera. Y el conde decía que los envió con el fin de continuar lo que se había tratado por los mensajeros que se le enviaron de parte de la embajada del parlamento de Cataluña que asistían con el de Aragón en Alcañiz para dar conclusión en las demandas que él pedía al rey don

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Hernando. Los mensajeros del conde hicieron de veras lo que él prometió con artificio; y hay que notar. Pero ello fue de manera que estos mensajeros hicieron de parte del conde al rey, estando en la iglesia mayor de Lérida, el juramento de fidelidad el día de la fiesta de San Simón y Judas, celebrada la misa. Hecho este auto con la solemnidad que se requería, el rey envió al conde un su secretario llamado Diego de Vadillo para que en presencia de Ramón de Perellós y Francés de Vilanova sus embajadores (que vinieron al rey de su parte) ratificase y confirmase aquel juramento; y hallaron al conde en Sort. Y aunque le rogaron y requirieron que confirmase el auto que se hizo en la iglesia mayor de Lérida y de nuevo lo aprobase, no lo quiso hacer y les dijo que no le hablasen en ello. Lo que el conde [de Urgel] revocó y publicó. Antes se entendió después (por relación de un caballero aragonés que se llamaba Martín López de Lanuza y por otro nombre se decía Galacián de Tarba, que siguió hasta lo postrero al conde en la guerra y estuvo con él en Balaguer) que luego que envió sus mensajeros a hacer el homenaje al rey, revocó el poder que había dado, y publicó que se había de ir a Inglaterra para concertar matrimonio de su hija la mayor o de una de sus hermanas con el hijo del duque de Clarencia. Lo que Alvar García de Santamaría cuenta del conde de Urgel. Yo no tengo duda ninguna que estos caballeros, que fueron enviados por el conde de Urgel, traían comisión de alguna larga plática de tomar asiento con el rey de alguna dilación de tiempo antes que se prestase por ellos el juramento de fidelidad. Y así dice Alvar García de Santa María -que no sólo fue autor de aquel tiempo, pero intervino en gran parte destos negocios- que como el rey supo que venían a él estos embajadores, les envió a advertir con el obispo de Barcelona y con Francés de Aranda que no se pusiesen en otro trato alguno ni en otras demandas, sino que hiciesen luego la obediencia, porque de otra manera no podría excusar de proceder contra el conde como contra desobediente a su rey y señor; y que los embajadores, por no enojar al rey, acordaron de hacer el homenaje por el poder que traían, que es cosa muy digna de referirse.

CAPÍTULO VII

De la plática que se propuso de asegurar al conde de Urgel en el servicio del rey y que se despidieron las compañías de hombres de armas de Castilla.

El rey [de Aragón] honró a los embajadores del conde de Urgel y el casamiento que se trató. Mandó el rey hacer mucha honra a los embajadores del conde que le hicieron el homenaje de fidelidad en su nombre, y que los hospedase el abad don Diego Gómez de Fuensalida. Tratóse entre ellos que por mayor bien de los negocios y porque el conde se asegurase en la merced del rey, porque algunos le ponían sospecha que nunca el rey le haría merced, casase el rey alguno de los infantes sus hijos con la hija mayor del conde, que heredaba todo su estado, que era muy grande así en Cataluña como en el reino de Valencia, y podía ser mujer, en su cualidad, de cualquier gran príncipe y rey por descender de padre y madre de la casa real de Aragón legítimamente. Al rey [de Aragón] le aconsejan que case uno de sus hijos con la hija del conde de Urgel; y viene en ello. Al rey fue duro -según Alvar García de Santa María escribe- de oír esta demanda; pero afirma que tanto le estrechó el abad don Diego Gómez, suplicándole que lo viese con los de su consejo, que le plugo dello. Y comunicólo con los perlados y señores aragoneses y castellanos que asistían a las cosas de su consejo y estado; y todos fueron de acuerdo y le dijeron que la su merced no debía dudar de lo hacer, porque el conde recibiese merced de su mano y seguridad de su persona y no se diese lugar que hombre que tan gran deudo había con él y que era casado con su tía se perdiese, antes quedase en el reino en su gracia y merced; y el rey deliberó que era bien y propuso de lo hacer. Las compañías se parten a Castilla y el rey [de Aragón] a Tortosa a verse con el papa Benedicto

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[XIII]; y para qué. Y con este acuerdo se fueron de Lérida los embajadores del conde. En esta sazón considerando el rey que se le había dado la obediencia por los procuradores del conde y que se tenía esperanza de asegurarle en su servicio y acordaba de hacerle mucha merced, determinó de enviar los señores y caballeros que vinieron de Castilla y estaban con las compañías de gente de armas en su servicio, y partirse para Tortosa a las vistas que estaban concertadas con el papa Benedicto, y para le hacer la reverencia y obediencia debida, siendo el principal autor y ministro de la declaración que se había hecho de llamarle por legítimo sucesor, procurando los medios que convenían para que se hiciese justicia; y también por lo que tocaba a la sucesión del reino de Sicilia que quedaba a la dispusición de la sede apostólica después de la muerte del rey don Martín. Fue cosa muy cierta y sabida que los caballeros que se despidieron de Lérida fueron muy descontentos del rey que estaba (según Alvar García dice) muy menesteroso, por los grandes gastos que había hecho en la empresa de la sucesión destos reinos, porque no los contentó como quisieran, como aquellos que presumían haber sido causa que reinase en ellos pacíficamente.

CAPÍTULO VIII

De las vistas que hubo entre el Papa Benedicto y el rey en la ciudad de Tortosa y que allí se concedieron al rey las investiduras del reino de Trinacria y de las islas de Cerdeña y Córcega.

Los caballeros que acompañaron al rey [de Aragón] a Tortosa. Quedaron con el rey -para acompañarle a las vistas que tenía concertadas con el papa Benedicto en la ciudad de Tortosa- de los caballeros de Castilla Diego Fernández de Quiñones merino mayor de Asturias, el mariscal Alvaro de Avila, Pero Núñez de Guzmán hijo del maestre de Calatrava, Juan de Herrera, Juan Carrillo, Juan Delgadillo y Pedro de Quaderniga y Fernán Gutiérrez de Vega, el obispo de León, el abad de Valladolid y el doctor Juan González de Acevedo. Recibimiento y fiesta que se hizo a los reyes en Tortosa. Cuando llegó a dos leguas de Tortosa, todos los cardenales y perlados de aquella corte fueron a hacerle reverencia; y otro día partió para hacer su entrada y salieron los cardenales y perlados a recibirle, y la ciudad le recibió con gran aparato de fiesta. Y el papa asimismo le recogió con la solemnidad que se acostumbra. El mismo recibimiento se hizo a la reina y al infante don Pedro y a la infanta doña María sus hijos que entraron el día siguiente; y allí se detuvieron quince días. La investidura de Sicilia dio al rey [de Aragón] el papa [Benedicto XIII]. Lo más principal que resultó destas vistas fue conceder el papa al rey la investidura de Sicilia que, como dicho está, después de la muerte del rey don Martín de Sicilia había vuelto al dominio de la sede apostólica, y también de las islas de Cerdeña y Córcega. Referíase que considerando que los reinos de Nápoles y de la isla de Sicilia con las tierras y islas así desta parte como de la otra del Faro que pertenecían a los dichos reinos, libre y bastantemente había vuelto a él y a la iglesia, con autoridad apostólica, de consejo y consentimiento de los cardenales, había separado perpetuamente y eximido y del todo librado el reino de la isla de Sicilia con las islas adyacentes, que se acostumbró llamar reino de Trinacria, y a los reyes que por tiempo fuesen en la isla de Sicilia del reino de Nápoles, que se llamaba reino de Sicilia que estaba ya dividido y separado; y le eximía de toda sujeción de fidelidad, feudo o censo y de todo reconocimiento de servicio y jurisdicción y de otra cualquiere superioridad y derecho. Con esto para proveer al buen estado de aquel reino y pensando encargar el regimiento dél a algún príncipe católico y obediente suyo y de la iglesia, ninguno halló más digno y merecedor de aquel beneficio que al rey don Hernando, que deducía su origen y descendencia del loable linaje y casa de los reyes de Aragón, por cuya consideración había sucedido en estos reinos. Y le concedió que sus descendientes legítimos de todas partes le tuviesen en feudo. Ceremonia de la investidura. Y le invistió dél en presencia, con un anillo de oro. Obligóle que

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hiciese reconocimiento que el directo dominio de aquel reino pertenecía al papa y a la iglesia de Roma de derecho; y había de hacer el homenaje ligio; y declaraba que sucediesen en aquel reino todos sus descendientes -los que debían suceder en el reino de Aragón- y no de otra manera; y en el caso que sucediese hembra en el mismo, sucediese en el reino de Sicilia; y quedase al albedrío y voluntad del rey y de sus herederos y sucesores en aquel reino de dar título de rey de Sicilia al primogénito por su vida y que los dos fuesen reyes y tuviesen juntamente el gobierno. Una vez en el año habían de servir a la iglesia con cinco galeras el rey [de Aragón] y sus sucesores; y el cómo y con qué tributo. Habían de servir el rey y sus sucesores una vez en el año con cinco galeras armadas y bien en orden siendo requeridos siempre que la iglesia tuviese necesidad por alguna notable invasión de la ciudad de Roma o de su territorio o de la mayor parte de las tierras que la iglesia romana tenía en Italia por tiempo de tres meses, y si la iglesia se quisiese servir dellas por más tiempo se le habían de dejar a los mismos gajes que el rey las tenía. Señalóse por censo en cada un año (que se había de pagar en la fiesta de los apóstoles sant Pedro y sant Pablo a donde quiera que el sumo pontífice residiese o la curia romana) tributo de ocho mil florines de oro de Florencia. Homenaje y reconocimiento del rey al papa. Esto fue a 21 del mes de noviembre deste año, que fue el diez y nueve del pontificado de Benedicto. Y el mismo día se otorgó al rey la investidura del reino y de las islas de Cerdeña y Córcega. El homenaje hizo el rey en aquella ciudad de vasallaje ligio; y el reconocimiento del directo dominio que pertenecía al papa y a la iglesia romana le envió después de Barcelona.

CAPÍTULO IX

De las cortes que el rey tuvo del principado de Cataluña en la ciudad de Barcelona. Recibimiento en Tortosa y cortes en Barcelona. En Tortosa mandó el rey convocar cortes de aquel principado para la ciudad de Barcelona a 19 del mes de noviembre para 15 del mes de deciembre siguiente. Y partió de Tortosa a 22 del mes de noviembre; y en aquella ciudad se hizo la fiesta de su recibimiento con el aparato y solemnidad que acostumbran ser recibidos los reyes en su nueva sucesión. Por otras memorias parece que el 1.º del mes de deciembre se llamaron los perlados y barones que se habían de hallar en las cortes, y en ella los estados del principado habían de hacer el juramento de fidelidad y homenaje y los barones le habían de prestar por los feudos que tenían del rey; y para esta solemnidad señaló el día para 20 de deciembre. Los llamados para las cortes de Barcelona. Fueron llamados de los grandes barones don Juan conde de las montañas de Prades que era de muy anciana edad, don Jaime conde de Urgel y vizconde de Ager, don Hugo conde de Pallás, don Juan Ramón Folc conde de Cardona, Juan conde de Fox y vizconde de Castelbó, don Pedro de Fenollet vizconde de Illa y Canete, don Ramón vizconde de Roda y de Perellós, don Bernaldo de So vizconde de Ebol, el vizconde de Rocabertí, don Felipe Galcerán de Castro hijo de don Pedro Galcerán de Castro señor de las baronías de Castro, Peralta y Tramacet que estaba desposado con doña Madalena hija y heredera de don Hugo de Anglesola, que tenía el Castillo de Cervera, y por él Jorge de Caramayn su teniente. Y fue llamada toda la nobleza y caballería de aquel principado. Juramento del rey [de Aragón] en Lérida; y en Barcelona juró tres veces: cómo y por qué. Aunque el rey el día que entró en Lérida, como dicho es, hizo el juramento que había hecho el rey don Pedro su agüelo en aquella misma ciudad el primer año de su reinado, que era confirmar las constituciones y ordenanzas establecidas en cortes por los reyes pasados, y el día que entró en Barcelona tornó a hacer el mismo juramento en la iglesia mayor de aquella ciudad, antes que se le hiciese el juramento de fidelidad como a conde de Barcelona, porque aquella solemnidad se

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hiciese en públicas cortes hubo el rey de jurar tercera vez; y así en el nuevo reinado deste príncipe que entraba por nueva sucesión en el reino juró tres veces a los catalanes sus constituciones y costumbres y privilegios antes que ellos hiciesen el juramento de fidelidad. Tan recatados estaban en esta nueva sucesión que no se hiciese novedad en daño y perjuicio de la libertad, lo que antes no se usó tan estrechamente: antes se sabía que en el reinado del rey don Martín habían pasado diez años del reino cuando les hizo aquel juramento. Y el rey lo tuvo por bien diciendo que para mayor contentamiento de sus súbditos hacía aquel juramento otra vez. Lo que el rey [de Aragón] se reservó en el juramento de Barcelona y protestos que se hicieron. En la confirmación que hizo el rey de los feudos se reservó las donaciones y enajenamientos que se habían hecho en perjuicio de la corona real desde 20 de deciembre de 1365 por los reyes don Pedro, don Juan y don Martín hasta este día, que fue 23 de deciembre. Por esta reservación el conde de Cardona, en nombre de los otros barones, protestó que el estado de los nobles no consentía en aquella reservación sino en caso que por las constituciones y derechos de la patria fuesen obligados y hizo las otras protestaciones acostumbradas por la excención de aquel estado de los barones. Y Berenguer Dolms la hizo también en su nombre y por los caballeros y hombres de paraje; y por la ciudad de Barcelona se hizo lo mismo. El rey [de Aragón] fue jurado por conde de Barcelona; y hay que notar. Después deste juramento fue el rey jurado por conde de Barcelona y se le dio la fidelidad acostumbrada. Y reducían a la memoria los curiosos de la antigüedad haber entrado en la posesión de aquellos estados no sucediendo por línea de varón de los condes de Barcelona, lo que no se había visto desde el tiempo del primer Wifredo, y habiendo cuatro que sucedían dél legítimamente sin haber faltado varón, que eran el duque Gandía y don Enrique de Villena su sobrino (que fue maestre de Calatrava) y los condes de Prades y de Urgel. Pero en opinión de los que lo consideraban sabia y prudentemente, aquello era lo que más convino por la unión de los reinos y estados que se juntaron con el principado de Cataluña y por el sosiego y beneficio general de la tierra. Reconocimiento que el rey [de Aragón] hizo al papa y a la iglesia del dominio en las islas. El poder que dio a la reina doña Blanca y los consejeros que tuvo. En aquella ciudad hizo el rey a 20 del mes de marzo el reconocimiento del directo dominio que pertenecía al papa y a la Iglesia en las islas de Sicilia, Cerdeña y Córcega; y dio su poder de vicaría del reino de Sicilia a la reina doña Blanca, y para recibir los homenajes de fidelidad de los barones y ciudades de aquel reino. Y en absencia de la reina se dio comisión para que los recibiesen a fray Romeo de Corbera maestre de Montesa y a Pedro Alonso Dezlor y a Lorenzo Redón. Tuvo el rey en su consejo por quien se gobernaban los negocios que concurrían en la deliberación de lo que se había de ordenar en estas cortes a don Alonso obispo de León y a Gil Ruiz de Lihori su camarlengo y a Bernaldo de Gualbes su vicecanceller y a Berenguer de Bardají y a Juan Fernández de Heredia. Juramento del primogénito del rey [de Aragón] al principado [de Cataluña]. Estas cortes se celebraron por muchos días. Y el infante don Alonso duque de Girona hizo el juramento como primogénito a los del principado en el refitorio de los frailes predicadores de aquella ciudad, a 30 del mes de marzo del año del nacimiento de nuestro Señor de 1413.

CAPÍTULO X

De las demandas que se propusieron al rey de parte del conde de Urgel, las cuales se le otorgaron.

Embajadores del conde de Urgel al rey [de Aragón]. Estando el rey en estas cortes asistiendo a la provisión del estado de las cosas de Cataluña y de los reinos de Sicilia y Cerdeña, fueron en nombre del conde de Urgel a Barcelona aquellos dos caballeros que estuvieron en Lérida; y le hicieron el juramento de fidelidad Ramón de Perellós y Francés de Vilanova.

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Lo que dijeron al rey [de Aragón] los embajadores del conde de Urgel. Y propusieron que ya de parte del conde habían significado al rey la perdición de su casa y estado, y que placiendo a su merced de se lo desempeñar como lo había ofrecido y acrecentado en su estado, el conde se iría para el rey. Y a esto añadieron diciendo: "Señor. Parece que el conde está en gran recelo de vos; e si a Vuestra Alteza pluguiese que hubiese entre vos e él algún buen deudo de matrimonio sería quitado del temor, y vernía mejor a lo que pluguiese a la vuestra merced. Por ende señor, si a vuestra merced bien visto fuese de le dar al infante don Enrique vuestro fijo maestre de Santiago para que casase con su hija heredera del condado, sería vuestro servicio; pues señor sabedes cómo el conde e su mujer son la casa real de Aragón y su casa es la mayor que hay en el reino. Si vuestra merced lo ficiere el conde terná que habedes voluntad de le allegar a vos e de le facer merced. E debédeslo facer por el debdo que con vuestra merced han él e la infante su mujer." No eran aceptas al rey [de Aragón] las demandas del conde de Urgel que las tenía por fingidas. Pesaba al rey en gran manera -según Alvar García escribe- destas demandas que el conde le hacía. Y a lo que yo conjeturo era por tenerlas por fingidas, aunque se afirma ser por sentir por grave cosa que el conde se pusiese en trato con él, y sospechaba que lo hacía por los malos consejeros que cerca dél eran; porque el conde en esta sazón se gobernaba mucho por el consejo de la condesa su madre y de don Antonio de Luna y de Ramón Berenguer de Fluviá que era un caballero catalán su vasallo, hombre muy arriscado y atrevido a quien estaba mejor cualquier revuelta y turbación de cosas, y un mosén Tristán. Estos le decían ordinariamente que, pues él había derecho al reino, no lo debía así desamparar sin grande satisfacción por los gastos que había hecho en que había perdido su estado. Y con estos consejos el conde andaba vacilando sin saber acogerse al más seguro partido. Zaragoza avisa al rey [de Aragón] el intento que Menaut de Favars tenía contra el castillo de Erla. También el rey no se determinaba por las nuevas que cada día le venían de juntarse compañías de gente de guerra en Gascuña; y postreramente los jurados de Zaragoza le avisaban por carta de 24 de deciembre que Menaut de Favars capitán gascón que antes de la declaración de la sucesión anduvo siempre en compañía de don Antonio de Luna y de otros que le seguían, pocos días antes estuvo en Loarre y éste trataba de escalar y haber a su mano el castillo de Erla que era del conde de Luna y otras fuerzas de aquella comarca y era vuelto a Navarra; y se decía que había de entrar con sus compañías por tierra de Huesca por hacer todo el daño que pudiese en aquella comarca de los castillos y lugares de don Antonio de Luna. Y como en esta sazón Blasco Fernández de Heredia gobernador de Aragón no estaba en Zaragoza, la ciudad se puso en buena guarda y defensa. El rey [de Aragón] comunica el mensaje del conde [de Urgel] y lo que de él sentía. Con todos estos acometimientos, el rey mandó juntar los de su consejo; y comunicóles lo que los mensajeros del conde le habían propuesto de su parte. Y el rey les decía que el conde no demandaba derecho en lo que pedía, que por ponerse a demandar el reino de Aragón y haberse hallado que no tenía justicia no era razón que el hobiese de pagar las costas salvo en caso que le quisiese hacer merced. También decía que le era muy grave el casamiento del infante don Enrique su hijo, porque en esta sazón se le proponían otros mayores, así de hijas de reyes como de otros muy grandes señores por la grandeza de la casa del infante en su pequeña edad y por ser muy liberal y hermoso y de buenas condiciones. Mas con todo esto, el rey forzó su voluntad y púsole en la deliberación de los de su consejo, diciendo que, maguer lo había caro de oir, que quería estar a su consejo. Intento del consejo del rey [de Aragón]. Estuvieron siempre inclinados los del consejo a reducir al conde a la obediencia y gracia del rey, y aconsejáronle que por traer al conde a su servicio debía venir en aquel matrimonio, y no quisiese Dios que en su tiempo diese ocasión porque tal caballero como aquel se perdiese y hubiesen lugar sus malos consejeros. Condecendió el rey en esto con

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muy real corazón y con gran deseo de reducir en su gracia al conde; y mandó llamar a los embajadores delante de los de su consejo y respondióles así. Respuesta del rey [de Aragón] a los embajadores del conde de Urgel y mercedes que le ofrece. "Como quiera que yo non había razón de responder a las demandas de los tratos que el conde me envía demandar que no son razonables, pero porque vosotros y él entendades que he voluntad de le facer merced e por non dar lugar a sus malos consejeros, es mi merced de le dar de lo mío y de le otorgar sus pretensiones por el debdo que ha conmigo por ser casado con mi tía; e a mí place del casamiento del maestre mi fijo para casar con su fija y de se lo dar para que le haya por padre. Y por hacer mayor su estado quiérole hacer merced de la villa de Momblanc y que se llame duque della y conde de Urgel. Y por enmienda de algunos gastos le quiero dar cincuenta mil florines de oro y que haya de mí cada año él y la infante mi tía y la condesa su madre cada dos mil florines para su mantenimiento." Y con esta respuesta se partieron del rey los embajadores muy alegres.

CAPÍTULO XI

De la confederación que asentó don Antonio de Luna entre el conde de Urgel y Orthomás duque de Clarencia hijo del rey de Inglaterra, para que el conde fuese socorrido en la empresa de

proseguir su justicia por las armas. Don Antonio de Luna fue causa de la perdición del conde de Urgel y lo que en el castillo de Loarre hizo. Al mismo tiempo que el rey pensaba haber reducido en su gracia y obediencia al conde de Urgel con tanta benignidad, y cuando se le hacía tanta merced cuanta si tuviera seso supiera desear según el estado en que se hallaba, fue causa don Antonio de Luna con un furor y temeridad increíble que se perdiese. Todo el tiempo que duraron las congregaciones destos reinos estuvo don Antonio en el castillo de Loarre; y allí se fueron recogiendo muchas compañías de soldados y lacayos por ser el castillo muy fuerte y capaz de mucha gente y en muy buena comarca. La Peña y Biniés. Y cuando el rey vino a tomar la posesión destos reinos salió don Antonio de aquel castillo y fuese a poner en una fuerza fortísima, más adentro en la montaña, cerca de la ciudad de Jaca que llaman La Peña, que era de Fadrique de Urriés. De allí se fue a otro castillo que dicen Biniés y subió por el val de Echo con algunas compañías de gente de caballo y de pie y pasó a Gascuña. Dejó en muy buena defensa y bien fortalecido el castillo de Loarre; y publicóse que de aquella salida le habían entregado las fuerzas de Marcuello y de La Peña y que iba para volver con muchas compañías de gente de armas y hacer la guerra dentro del reino de Aragón. Alteración y sospecha causada por don Antonio de Luna. Esto se supo en Zaragoza a 10 del mes de marzo, y estaban las cosas en grande confusión y los ánimos de todos muy alterados con la sospecha de diversas novedades, no sabiendo si la casa de Francia sería enemiga. Juntamente con estos temores se entendía que el rey de Navarra trataba de dar todo favor a la empresa del conde de Urgel, y sus gentes se recogían en aquel reino; y era en sazón que con pensar el rey haber reducido el conde a su obediencia, se publicaba que acabadas las cortes iría al reino de Valencia y de allí pasaría a Castilla. Y siendo así quedaba este reino en gran peligro, porque aún no estaba del todo libre de los males y daños de la guerra pasada, por la breve residencia que el rey hizo en él. Los que con don Antonio de Luna fueron a Burdeos; y a qué. Fue con Antonio de Luna a Burdeus, García de Sesé tan su confederado y aliado que ningunas promesas ni esperanzas de acrecentamiento que se le propusieron en nombre del rey le pudieron apartar de aquella opinión, y otro caballero también deste reino llamado Juan de Liñán. Orthomás duque de Clarencia y Eduardo duque de York. Quién fueron y a qué habían pasado a

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Francia. Y iba con fin de tratar de muy estrecha confederación y alianza entre el conde de Urgel y Orthomás duque de Clarencia hijo segundo del rey Enrico el IV de Inglaterra, y con Eduardo duque de Ayork nieto del rey don Pedro de Castilla que fue hijo de Aymón conde de Cantabrigia y duque de Ayork y de la infante doña Isabel tercera hija del rey don Pedro; que habían pasado al reino de Francia con muy poderoso ejército en favor de los duques de Orliens y Berri contra Carlos delfín de Francia, y comenzaron de hacer la guerra cruelmente en Gascuña. Entraba también en esta liga el conde de Orset, pero antes de concertarse en ningún partido el duque de Clarencia se quiso informar del derecho que el conde tenía a la sucesión, y allí fue informado por un famoso letrado que la justicia era del conde. Lo que el duque de Clarencia y el conde de Urgel se ofrecieron el uno al otro. Con esta justificación se declaró el duque en confederarse con el conde de Urgel; y ofreció de valerle con mil bacinetes y tres mil archeros y venir por su persona si el rey de Inglaterra su padre lo tuviese por bien, que no vivió muchos días después; y si por algún impedimento no pudiese venir enviaría a su costa quinientos bacinetes y tres mil archeros hasta la fiesta de Sant Juan. Por este socorro se obligaba el conde de dar al duque de Clarencia el derecho y título del reino de Sicilia. [otros tratos.] Tratóse de casar al duque de Clarencia con hermana del conde de Urgel. Y allende desto trató don Antonio con Basilio de Génova y con Anglot y Gracián de Agramonte capitanes de gente de armas que estaban en Burdeus a los gajes del rey de Inglaterra, que entrasen con sus compañías en Aragón y hiciesen en él la guerra; y diéronseles algunas pagas. Pero por haber gran división entre esta gente acordaron de no entrar juntos y pasar los montes por diversas partes. En la concordia que se trató con el duque de Clarencia se concertó que el duque casase con una hermana del conde de Urgel; y quería que el conde tomase título de rey.

CAPÍTULO XII

Que algunas compañías de gente del conde de Urgel tomaron el castillo de Trasmoz y se comenzó a hacer la guerra en Aragón.

M[isión de García López de Sesé.] Sólo este recurso halló el conde de Urgel en una empresa tan grande y contra un príncipe tan poderoso, siendo él tan solo y don Antonio de Luna tan enemistado que procurando muchos días antes el conde de reducir las partes a concordia, estando aún muy dudosa la sucesión y temiendo sus adversarios que había de suceder en el reino y serían maltratados y perseguidos, queriendo asegurarlos envió entonces a Garci López de Sessé con orden de hacerles grandes promesas, ofreciéndoles toda seguridad; y aquello fue muy tarde y con pocas prendas, de suerte que en todo faltó al conde el consejo, al cual lo más ordinariamente suele seguir la buena suerte y ventura. Al conde de Urgel le faltó la ventura como el consejo. Fue esta empresa tan vana y sin autoridad y fuerzas ningunas que no tenía el conde en estos reinos ni en el principado de Cataluña por este tiempo una sola almena que no fuese suya o de los castillos de don Antonio de Luna y de los que siguieron al conde y le sirvieron en vida del rey don Martín los más casi todos se habían reducido a la obediencia del rey. Los que no dejaron al conde de Urgel. Y sólo don Antonio de Luna con muy pocos caballeros que se quisieron perder con él se pasaron con él a Francia. [procura don Antonio de Luna haber algún castillo importante en Aragón.] Por esto ninguna cosa procuraba más don Antonio de Luna que haber en este reino alguna fuerza o castillo importante que le diese alguna autoridad en Gascuña, a donde se había de pensar que tenía el conde de Urgel muy gran parte en este reino para solo el vulgo y gente común, que no habían de considerar cuán desautorizado y desfavorecido estaba el partido del conde: pues en Cataluña -a donde le amaban y preciaban por sucesor destos reinos- no tenía parte que le siguiese, y que mucho menos

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sería su poder y crédito en Aragón y en el reino de Valencia a donde estaba el rey tan recibido y poderoso que no lo estuvo más el rey don Martín de Aragón su tío. La gente del conde de Urgel tomó el castillo de Trasmoz. Lo que el justicia de Aragón y jurados de Zaragoza deliberaron y lo que allí aconteció. Con este fin, cierta gente de Aragón que estaba en el reino de Navarra de la que seguía al conde de Urgel, tomaron a hurto el castillo de Trasmoz que está en las faldas de Moncayo y era del conde de Luna. Y como Pedro Hernández de Felices -que tenía el gobierno del condado de Luna- tuvo nueva desto, dio aviso al justicia de Aragón y a los jurados de Zaragoza: y deliberaron que el gobernador fuese a poner cerco sobre el castillo. Luego que el castillo de Trasmoz estuvo en poder de gentes del conde de Urgel y alzaron banderas por él, todos los pueblos de aquella comarca se juntaron; y fueron a ponerse sobre él otro día hasta setecientos hombres, cuyo capitán fue un caballero principal del reino de Navarra heredado en este reino que se llamaba Juan de Moncayo; y cada día le iba juntando mucha gente. Embajada del rey [de Aragón] al de Navarra y su respuesta; y aviso que se tuvo. Desta novedad que causó más turbación en este reino de lo que ello era, se dio aviso al rey a 6 del mes de mayo. Y como se tuvo sospecha que el rey de Navarra daba favor a la empresa del conde de Urgel y que en ello se concertaba con el rey de Inglaterra, y entre las compañías que tomaron el castillo de Trasmoz se hallaron navarros, envió el rey de Barcelona a Berenguer Ezquerrer a Navarra para que se asegurase de los fines que tenía el rey de Navarra, siendo sus hijos sus primos hermanos. Excusóse el rey de Navarra deste hecho muy bastantemente; y despidiéndose dél aquel mensajero le mostró una carta de Burdeus en que le avisaban que don Antonio de Luna estaba en Aux con setecientos ingleses de caballo, y dejaba allí rehenes por el sueldo de aquella gente que se había de pagar en Fastinga a 4 del mes de mayo. Entonces se entendió que aquella gente había de entrar por el puerto de val de Ansó que se decía común de Navarra y Aragón; y ofreció el rey de Navarra que resistiría a su entrada con ayuda de los aragoneses, pues el paso era común. Prenden a Garci López de Cabañas por la muerte del arzobispo de Zaragoza y destierran en Navarra los desterrados de Aragón. En este tiempo fue preso en Navarra Garci López de Cabañas que se había hallado en la muerte del arzobispo de Zaragoza, y echáronse de aquel reino todos los aragoneses que estaban desterrados y se habían entrado en Navarra, lo que dio gran favor contra la empresa del conde de Urgel, asegurándose el rey que de aquel reino no le podía venir socorro ninguno. [apercibimiento de gentes en Aragón.] Pusiéronse en orden para resistir a cualquiera entrada de enemigos el gobernador de Aragón y Antonio de Bardají capitán de la ciudad de Jaca; y la ciudad de Huesca y las villas de Ejea, Tauste y Sos y la villa de Uncastillo apercibieron sus gentes para salir a defender la entrada de los ingleses. Mensajeros del conde de Urgel en Francia: lo que acordaron y sospecha que hubo. Sin el trato que el conde de Urgel traía en Guiana con el duque de Clarencia, tuvo en Francia sus mensajeros para que se diese sueldo a algunos capitanes y gentes de guerra; y señaladamente se concertó con dos capitanes y caballeros principales, que eran Juan de Mauleón y Aimerico de Comenge. Y acordóse que éstos entrasen con sus compañías por la parte de Andorra y del vizcondado de Castelbó; y esto fue causa de alguna sospecha que dejando el rey de Navarra de dar favor al conde de Urgel no estuviese concertado con el conde de Fox, que podía hacer mucha guerra en Cataluña si las cosas se pusiesen en mayor rompimiento.

CAPÍTULO XIII

Que la gente de don Antonio de Luna se apoderó del castillo de Montaragón y el duque de Clarencia desistió de dar favor a la empresa del conde de Urgel.

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El castillo de Montearagón fue escalado; y lo que allí sucedió. Sucedió tras la toma del castillo de Trasmoz que cierta compañía de soldados de don Antonio de Luna escalaron el castillo de Montaragón; y Martín de Pomar que estaba por capitán de la ciudad de Huesca luego se fue a poner sobre él. Y de los que estaban en el castillo de Loarre se entraron en el de Montaragón hasta cuarenta lacayos. Y el día siguiente pelearon los del castillo con los que lo tenían cercado, y fue herido Martín de Pomar de un pasador. Y los del castillo entraron en un barrio del lugar y lo quemaron; y pelearon de manera que hubieron los de Huesca de desamparar el cerco. Y los del castillo se apoderaron del lugar y se hicieron en él fuertes para defenderle. Y en aquel rebato, andando trabada la pelea, se entraron algunos de los cercados dentro en el castillo en favor de los que lo tenían en defensa; y esto fue causa que no se rindiese. Después entraron dentro en tanto número que volviendo a la pelea los del cerco, mal de su grado, se volvieron con daño a Huesca. El socorro que el rey [de Aragón] envió a Huesca; y para qué. Con la nueva de la entrada del castillo de Montaragón mandó el rey ir a Huesca ciertas compañías de gente de guerra, cuyo capitán era un caballero castellano que se decía Suero de Nava, principalmente para que se resistiese a la entrada de los gascones e ingleses. Detúvose de entrar aquella gente porque don Antonio de Luna no les pudo pagar el sueldo que había ofrecido de dar en Fastiga, lugar vecino a los límites del reino de Aragón. Y éstos eran quinientos de caballo y ciertas compañías de archeros. Los que a Burdeos llevaron veinte mil florines al conde de Urgel, lo que con ellos se hizo y lo que le persuadían. Y no había podido hasta este tiempo don Antonio de Luna haber el dinero para la provisión desta gente que se iba recogiendo en Guiana; y en esta sazón le llegó buena parte dél por la vía del conde de Urgel que de su estado tenía el paso libre para Francia por el val de Andorra. Y Juan de Liñán y Miguel de Mazas -que se halló en la muerte del arzobispo de Zaragoza- le llevaron deste reino veinte mil florines a Burdeus, y con aquel socorro comenzó a juntar la más gente que pudo de los ingleses; y de Gascuña pensaba recoger hasta setecientos combatientes. Daba muy grandes esperanzas al conde que siendo llegada esta gente a Aragón se declararían muchos caballeros, y antes que el rey se apercibiese, ellos se reforzarían de manera que no los pudiese echar del reino: y persuadía al conde que luego que entrase esta gente tomase título de rey. Y postreramente deliberaron entrar por el puerto de Torla y ser en Aragón por todo el mes de mayo. Por esta causa fue necesario ante todas cosas enviar socorro de gente la comarca de Huesca a toda furia; y las cosas se hallaban en este reino en tal estado que si el duque de Clarencia viniera con ejército a esta empresa, ni el rey ni sus cosas podían asegurarse sino con poder de gente de armas de Castilla; y desto se tenía mayor temor por la gente que venía de Guiana al sueldo del conde de Urgel. Muerte del rey de Inglaterra, sucesión de Enrique [V] y adversidad del conde de Urgel. Estando las cosas en este conflicto murió el rey de Inglaterra, y sucedióle en el reino a 9 del mes de abril deste año Enrique príncipe de Gales su hijo que fue el V deste nombre. Y fue la mayor adversidad que pudo venir al conde de Urgel, pues por su muerte el duque de Clarencia su hijo -que era capitán general de la gente de guerra que pasó a Francia en favor de Carlos duque de Orliéns y del duque de Berri contra el delfín de Francia y contra el duque de Borgoña y había pasado después a Gascuña- se fue con toda ella para pasarse a Inglaterra por la nueva sucesión del rey su hermano. Y fueron con él Menaut de Favars y García de Sesé, procurando que enviase la gente que estaba acordado. El duque de Clarencia desistió de favorecer al conde de Urgel. Pero el duque desistió de la empresa que pensó tomar en favor del conde, teniendo por cosa vana y muy desesperada de remedio, o por la nueva sucesión el rey su hermano en Inglaterra. Para la guarda de Gascuña quedaron en Burdeus y Aux y por aquellas comarcas algunas compañías de gente de armas y otros desterrados de Inglaterra; y de aquella gente ofreció don Antonio de Luna el sueldo a los quinientos de caballo y a las compañías de archeros.

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CAPÍTULO XIV Que el conde de Urgel puso en orden sus castillos y fortalezas y comenzó a mover la guerra por el

principado de Cataluña. Don Pedro Ximénez de Urrea entró con gente en Zaragoza; y por qué. Había entrado don Pedro Ximénez de Urrea en Zaragoza con algunas compañías de gente de caballo para asistir a la guarda de la ciudad, que estaba muy alterada y con temor que muchos secretamente tenían la parte del conde de Urgel y que estaban esperando ocasión para tomar las armas y emprender algún acometimiento terrible. Prevenciones que hizo el conde de Urgel y quién fue Riambao de Corbera. Por el mismo tiempo, que era a 20 de mayo, el conde se pasó de Castellón de Farfania a Balaguer con docientos de caballo; y envió un caballero de su casa que se decía Juan Meca por el condado a fortificar sus castillos y hacer recoger en ellos las municiones necesarias y los bastimentos. Estaba por el rey en Lérida Riambao de Corbera que era muy buen caballero y fue lugarteniente del gobernador de Cataluña, y había servido con gran valor a los reyes don Juan y don Martín en las guerras de Sicilia y Cerdeña y contra el conde Mateo de Fox en la entrada que hizo en Cataluña; y como Balaguer estaba tan cerca de aquella ciudad, a donde el conde juntaba todo su poder por ser la principal cosa de su estado y en mayor defensa -que tenía un alcázar de muy fuerte sitio- puso en gran defensa aquella ciudad. Balaguer se puso en orden; y Bernaldo de Coarasa se alojó en Albesa, de donde se hacían correrías. En principio del mes de junio un capitán gascón que se decía Bernaldo de Coharasa pasó con ciento de caballo y cien ballesteros a la defensa de Balaguer; y alojóse en Albesa de donde comenzaron a correr toda aquella comarca; y por estas correrías se puso en Cervera con gente de guarnición por mandado del rey Guillén Ramón de Montolíu. [el conde de Urgel se pone en punto de guerra.] Alteración de Zaragoza y prisiones que los jurados hicieron. En el mismo tiempo un hermano de Ramón Berenguer de Fluviá salió de Balaguer y pasó a Gascuña con alguna suma de dinero para pagar la gente, en cuya confianza el conde aventuró a sí y a todas sus cosas. Y aunque los castillos de Trasmoz y el de Montaragón habían alzado banderas por el conde, y el gobernador de Aragón tenía cercado el de Trasmoz y le ponía en mucho estrecho, no acababan de pasar aquellas compañías de gascones e ingleses. Y como el conde se ponía en orden y a punto de guerra, no sólo para defensa pero para ofender, no se podía pensar que fuese sino con gran esfuerzo y socorro de gente extranjera; en tanto que el pueblo de Zaragoza estaba muy alterado y los jurados prendieron diversas personas que habían osado publicar que no se había hecho como debía la declaración de la justicia en lo de la sucesión; y procedían contra ellos a justicia corporal por vía de sus estatutos y privilegios. [atrevimiento de los del conde de Urgel.] Y el atrevimiento iba tan declarado, que llamaban al conde rey de Aragón por sola la fama de los ingleses y gascones que se esperaban que habían de entrar por las montañas de Jaca, y por solos tres castillos que se tenían por don Antonio de Luna en nombre del conde: y alzaron por él banderas llamándole rey. Al conde de Urgel se le hace proceso de crimen de lesa majestad y se trata de ocupar su estado. Había propuesto el rey en las cortes que tenía en Barcelona la desobediencia del conde de Urgel y su pertinacia, y dado razón de la guerra que los suyos comenzaban a mover por Aragón apoderándose de sus castillos y rebelándose contra su persona real y contra la república. Y deliberaron que se hiciese proceso contra el conde de crimen de lesa majestad, conforme a las constituciones de Cataluña, y que se ocupasen mano armada los lugares y castillos de su estado. Para esto fue requerido el rey por su procurador fiscal; y fue enviado a hacer esta ejecución don Guerau Alamán de Cervellón gobernador de Cataluña con seiscientos de caballo: y no se quisieron dar, y todos estaban en buena defensa bien bastecidos. Y con esto se mandó juntar y apercibir el

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principado para hacer la guerra en el estado del conde. Lo que sucedió a don Francisco de Eril con la gente del conde de Urgel. Saliendo de Tárrega a hacer esta ejecución don Francisco de Eril como procurador fiscal, por el camino de Belpuch, y Jorge de Caramayn la vía de Lérida, llegando a Margalef lugar despoblado, estaban allí en celada docientos de caballo de las compañías del conde de Urgel; y los corredores de don Francisco los descubrieron y salieron de su celada; y don Francisco volvió a rienda suelta a Torregrossa a donde se recogió con los que pudo; pero en el alcance le mataron e hirieron la más de la gente que llevaba. Era capitán de aquella gente de caballo del conde Ramón Berenguer de Fluviá, y fue la destroza de aquella gente pasando don Francisco de Eril por el llano de Miralcamp, fuera del camino, al collado de Belfort. Como llegaron los del conde en amaneciendo a Torregrossa y por Pradel pasaron a Margalef a una legua de Lérida, volviéndose Jorge de Caramayn a Torregrossa fue también acometido con los suyos y los destrozaron.

CAPÍTULO XV

De la entrada de don Antonio de Luna en Aragón y de los otros capitanes con las compañías de gascones e ingleses.

Entra gente en Aragón por orden de don Antonio de Luna; y por dónde entra. Como había división entre las compañías de gente de guerra que don Antonio de Luna recogió en Gascuña para pasar con ellas al estado del conde de Urgel, Basilio -que era el más principal capitán- se fue por su parte con las compañías y don Antonio, y los capitanes Gracián y Anglot, con la otra parte de la gente, tomaron la vía de Loarre; y Basilio siguió la de Montaragón. Combaten a Larrés y Embún y entra don Antonio de Luna por Ansó y Echo. Mas a la entrada de la montaña combatieron y entraron por fuerza dos lugares, Larrés y Embún. Y estando en la montaña don Antonio dio orden a Basilio que se viniese derecho a Loarre; y con él a Pedro de Embún y a Pedro de Lanuza y al señor de Gordún con algunos otros caballeros que dejó con ellos, porque él se venía al castillo de Loarre. Entró don Antonio en el reino con trecientos y cincuenta hombres de armas y cuatrocientos flecheros a pie, y con los que se le juntaron en Aragón sería mil combatientes. Y entraron por los puertos de Ansó y Echo; y alojáronse por algunos lugares de La Canal que llaman de Jaca; e iban tentando de apoderarse de algunos castillos fuertes que había en aquella comarca. Y pasó Basilio a juntarse con don Antonio en el castillo de Loarre; y estaban todas aquellas compañías juntas en aquella comarca a 22 de junio. Zaragoza envía gente contra don Antonio [de Luna]; y hace justicia de algunos rebeldes. Por esta entrada salió alguna gente de armas de Zaragoza, y fuéronse acercando diversas compañías de caballo y de pie a la ciudad de Huesca; y dióse orden que pasasen de la otra parte del río Ebro quinientos bacinetes de la gente de Aragón. Y en esta sazón se hizo ejecución de justicia en Zaragoza contra los que fueron habidos por rebeldes y se atrevían a hablar en la declaración que se hizo de la sucesión del rey. Prevención en Castilla para las fronteras de Jaca y Huesca. Antes desto, estaban ya apercibidos en Castilla por mandado del rey para acudir a las fronteras de Jaca y Huesca, Diego Gómez de Sandoval adelantado mayor de Castilla, Pero Núñez de Guzmán, Alvar Rodríguez de Escobar, Pedro Alonso de Escalante, Gonzalo Rodríguez de Ledesma montero mayor del rey. Y envió a su mariscal Alvaro de Avila de Barcelona para que recogiese toda la gente que pudiese en Medina del Campo de los vasallos del rey de Aragón, de Medina, Cuéllar, Paredes y Arévalo y la que se pudiese juntar de tierra de Avila. Y pusiéronse en orden las compañías de gente de armas de Juan Hurtado de Mendoza y de Luis de la Cerda y otros caballeros de aquellos reinos para que se juntasen en Zaragoza.

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Temor en el reino y prevención del rey en Barcelona. Eran tales los temores y sospechas que causó este movimiento de guerra dentro en el reino y en la más fértil parte del principado de Cataluña que como partió de Barcelona el mariscal Alvaro de Avila y quedaron pocos castellanos en la corte, el rey mandó poner nueva guarda de su persona real; y se dieron armas y caballos a la gente que allí se halló de dos galeras que venían de Sicilia y habían de ir a desarmar a Sevilla; y pusiéronse en orden hasta ciento de caballo que tenían cargo de la guarda de la persona del rey de día y de noche. Manda el rey [de Aragón] traer gente de Castilla. Y mandó a Juan Delgadillo y a Pero Núñez de Guzmán su merino mayor de las behetrías de Castilla y a Juan Carrillo de Toledo su camarero y a Garci Fernández de Herrera que estaban en Barcelona, que enviasen a Castilla por sus compañías de gente de armas.

CAPÍTULO XVI De la salida que hizo el conde de Urgel para combatir la ciudad de Lérida no pudiendo apoderarse

della por trato. Notable paso por lugares del conde de Pallás y el que de Urgel tenía. El conde don Hugo Roger de Pallás no era tenido por muy aficionado ni amigo del conde de Urgel por la vecindad de sus estados; y de Sorz donde estaba, ponía en orden la defensa de su estado y del paso del vizcondado de Castelbó. Y era de manera que desde las cumbres de los montes Pireneos y desde el puerto de Andorra hasta Lérida las gentes del conde de Urgel pasaban por sus lugares y castillos, aunque podían recibir daño y ofensa del estado del conde de Pallás y del conde de Cardona. Pero el conde de Urgel tenía los pasos y entradas de las gargantas por donde corre el río Segre que son casi inaccesibles y muy pocos las podían defender. Prevención del conde de Pallás; y la que el de Urgel hacía. Y estando el conde de Pallás en Valencia, lugar de su estado, entendió que Ramonet de Laguerra y otros capitanes habían de entrar con gente de caballo por el puerto de Orla que está entre la val de Arán y el condado de Pallás, por ser el más corto camino para Balaguer. Y el conde mandó apercibir sus gentes y defenderles el paso y entrada de los montes. Intento del conde de Urgel. Comenzaba el conde de Urgel a hacer grandes aparejos de juntar artillería y las cosas necesarias para salir en campo y combatir algunas fuerzas; y tenía apercibida toda su gente de guerra y muy a punto para emprender algún hecho muy señalado. La fama era que este apercibimiento se hacía para combatir a Juneda o Arbeca y Calaf y comenzar la guerra por los lugares del conde de Cardona; pero aunque esto era lo público, todo el pensamiento del conde se convertía en apoderarse de la ciudad de Lérida o por fuerza de armas o por trato por la parte que tenía dentro; y traía sus hablas con algunos del pueblo que deseaban mudanza del estado en que se hallaban las cosas. Aviso de Riambao de Corbera. Tuvo Riambao de Corbera aviso de aquel trato; y recelando que otro día que se celebraba la fiesta del santísimo Sacramento, por estar el pueblo ocupado en solemnizarla, se podría emprender algo por el enemigo que estaba tan vecino, puso gran diligencia que aquella noche se velase y guardase la ciudad y en tener a punto su gente; pero no se emprendió ninguna cosa aquella noche. Escalan el monasterio de San Hilario en Balaguer. Y el mismo día de la fiesta, a la tarde, un mancebo hijo de micer Arnaldo Cuquo de Balaguer con algunos ballesteros emprendió de escalar el monasterio de San Hilario, que era de religiosos de la orden de los menores: aunque aquello se remedió luego acudiendo el veguer y Francés de San Clemente que era aquel año uno de los que tenían el gobierno de la ciudad que llaman paheres. Y Riambao de Corbera tuvo su gente en orden para resistir a cualquiera fuerza si el conde acudiese.

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La gente del conde de Urgel llega a Lérida; no osa acometer y el castigo que a Andrés Vilar se le dio. Sucedió después que un miércoles -vigilia de la fiesta de san Juan Babtista- salió la gente de armas de Balaguer a Menargues, a donde el conde tenía juntas muchas compañías de pie; y en aquel lugar estaba su artillería y tenían escalas y otras máchinas para el combate. Llegó aquella gente muy cerca de Lérida, hacia el monasterio del Carmen; pero Riambao de Corbera tuvo el castillo en tan buena defensa (en el cual estaba por alcaide Guillén de Masdovelles) y la ciudad tenía tan buena guarda, y la gente se puso también en orden para defenderla, que no osaron emprender de combatirla ni acometer lo que tenían tratado. Deste acometimiento se entendió que el conde tuvo su trato para que se le diese entrada en aquella ciudad; y en el mismo día mandó Riambao de Corbera hacer justicia de un Andrés Vilar delante de la casa de la Pahería, porque se tuvieron indicios que había tratado de dar una puerta de la ciudad a la gente del conde. Combate a Lérida el conde de Urgel; y lo que hizo don Antonio de Luna. El domingo siguiente, a 27 de junio, salió el conde con don Artal de Alagón y con Ramón Berenguer de Fluviá y Pedro Cortit con dos mil de caballo y de pie al alba; y dieron muy recio combate a la ciudad por cinco horas, y rompieron los molinos y talaron y quemaron la vega; y pasaron a quemar a Vilanova y Portella, dos lugares del monasterio de Alguayre. Desta salida del conde de Urgel tuvo aviso don Antonio de Luna en Loarre; y publicó que venía a Montaragón y le mandaba que se diese priesa en pasar la sierra, aunque el fin que don Antonio tenía era de acudir a lo de Jaca; y había enviado ciento de caballo y docientos de pie para robar y quemar los lugares de Ruy Pérez Abarca. Guerra que amenaza a la montaña de Jaca; por quién y lo que el [conde] de Urgel deliberó. Dio orden a Basilio y a los otros capitanes que estaban con él que eran Pedro de Embún y Pedro de La Nuza y el señor de Gordún que hiciesen la guerra en aquella montaña de Jaca, desde donde estaban, sobre Larrés contra sus enemigos y que estuviesen a punto para juntarse con él para cuando los llamase, porque no se excusaba la batalla y en un día se remataba la guerra. Si Larrés se rindiese al conde Urgel, deliberaba dejar el castillo a Pedro de La Nuza y que Martín de Arbea con alguna gente se fuese a juntar con él; y mandó requerir a los Basa y Serrablo que entrasen en la guerra y si lo rehusasen se pasase a hacer daño en aquellos lugares. La gente que se ayuntó con el conde de Urgel. Esto era a 29 de junio en sazón que Bernaldo de Coharasa y Aymeric de Comenge se habían juntado con el conde de Urgel con muy lucida gente de armas, que eran docientos bacinetes y docientos pilartes; y serían en número de seiscientos de caballo; y el conde tenía otros quinientos y dos mil soldados. La torre de Sasa era inexpugnable. Salió don Antonio de Luna de Loarre el postrero de junio con toda su gente al alba; y fue a Sasa, lugar de doña Elvira de Mendoza (que fue mujer de don Miguel de Gurrea que era en este tiempo difunto) que está una legua más adelante de Montaragón; y tomó el lugar y combatió una torre y no la pudo tomar; y volvióse a Montaragón. Quedaba aún en la montaña Basilio; y el 1.º de julio pasó delante del castillo de Javierre que era de Martín de Pomar el viejo y bajó a Loarre; y Pedro de Embún y Pedro de La Nuza y el señor de Gordún estaban sobre Larrés. Y en esta sazón estaba por capitán de gente de armas Suero de Nava en aquella frontera. Temor que causó la gente de Gascuña y prisión de Felipe de Urriés. Con ser la gente que pasó de Gascuña muy poca para tan grande empresa en la publicación se pensaba que venía muy formado ejército, y puso grande terror no sólo en la montaña pero por todo el reino. Y en este mismo tiempo -que era en principio del mes de julio- se divulgó en Zaragoza que don Antonio de Luna había prendido a Felipe de Urriés señor de la baronía de Ayerbe (que era un principal caballero en aquella montaña y poderoso) y que lo llevó al castillo de Loarre. Y que tenía en los castillos de Loarre y Montaragón hasta mil combatientes, y cada día esperaba más gente. Esperanza del conde de Urgel. Pareció que toda la mayor esperanza del conde de Urgel era que él por una parte con la gente francesa que entraba por el val de Andorra y con la suya, y don Antonio de Luna por lo de Huesca y Montaragón, se apoderarían de los lugares fuertes de las montañas; y en ellos sustentarían la guerra, teniendo franco el socorro que esperaban de la gente

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inglesa; y que con él bajarían a lo llano haciendo guerra en el reino y en el campo de Urgel, y que se les entregarían muchas plazas y castillos fuertes. Promesas particulares al conde de Urgel. Con esto era pública fama que algunos caballeros catalanes y aragoneses y del reino de Valencia le habían prometido de no ser contra él; y que si se apoderase del reino le seguirían y recibirían por su rey y señor, teniendo por cierto que el duque de Clarencia y la casa de Inglaterra entraban en esta empresa. También tenían confianza que como los caballeros castellanos que habían servido al rey fueron descontentos por no se les pagar el sueldo que se les debía y no les haber hecho merced como pensaron, y estaban muy quejosos por haberlos dejado el rey y puéstose en poder de aragoneses y catalanes, no vernían a su servicio; o si viniesen sería tan tarde que el conde de Urgel tendría levantada la tierra y mucha parte della a su mano y habría lugar de se apoderar entre tanto del reino; y así lo comenzó el conde a poner en obra. Los que se fueron a Balaguer. Desto se tuvo mayor sospecha, porque don Artal de Alagón hijo de don Artal de Alagón que era un señor tan principal en el reino y Martín López de La Nuza y otros caballeros se fueron a poner en Balaguer.

CAPÍTULO XVII

Que las compañías de ingleses y gascones que Basilio y los otros capitanes trujeron a Aragón fueron vencidas y destrozadas por los capitanes del rey.

Imprudencia del conde de Urgel. Entró el conde de Urgel muy desatinadamente en esta guerra por la instancia y porfía de don Antonio de Luna, que le aseguró que sería socorrido en ella por el duque de Clarencia y por toda la gente inglesa que estaba en Francia a sueldo del rey de Inglaterra. Y aquello se acabó de desbaratar, como dicho es, con la muerte del rey Enrique y pasarse el duque a Inglaterra. Y dejó esta empresa tan desfavorecida y desierta que no vino a ella sino la gente más desmandada que se había despidido, y allá se pudo recoger con la esperanza del sueldo. E1 conde de Urgel atiende a tomar a Lérida y a Huesca; y con qué intento. También tuvo el conde gran confianza que él con la gente que tenía y con la que esperaba de Francia, se apoderaría de Lérida; y don Antonio de Luna con la suya y con los gascones y ingleses entraría en Huesca; y con aquellas dos principales ciudades, la una en Aragón y la otra en Cataluña, ganaba mucha reputación y tenía asegurado el socorro de Francia, desde el puerto de Andorra y de la val de Arán hasta los confines de los reinos de Aragón y Navarra; y la guerra se iría continuando por la tierra llana a mucha ventaja suya. Socorro de Castilla. Y aunque esta empresa tuvo mal fundamento, era esto lo menos que se temía; y estuvieran las cosas en mucho peligro si al rey no le viniera el socorro de la gente de armas de Castilla con la celeridad y presteza que le vino. Porque todos aquellos grandes y caballeros que amaban en gran manera el servicio del rey de Aragón acudieron luego con la gente que pudieron juntar; y Alvar Rodríguez de Escobar con la gente de caballo que tenía en Guadalajara para la guarda de aquella ciudad -por residir en ella el consejo de los que tenían cargo del gobierno de las provincias del rey de Aragón, en la tutoría del rey de Castilla- vino luego a Zaragoza y allí se juntaron con él otros capitanes y caballeros. Los que fueron a Huesca. Estos, por orden de don Pedro Ximénez de Urrea y de don Diego Gómez de Fuensalida obispo de Zamora y de Juan de Bardají, se fueron a poner en la ciudad de Huesca; y llevaban por capitanes a Juan de Bardají y Juan Rodríguez de Escobar, al mismo tiempo que don Antonio de Luna entró en el reino con las compañías de gascones y ingleses; y eran ciento y cincuenta de caballo y hasta ciento y setenta de pie. Gente del adelantado mayor de Castilla, de Juan Hurtado de Mendoza y de otros caballeros. Por

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otra parte vino don Pedro Núñez de Guzmán con otras compañías de gente de caballo, que eran ciento y treinta lanzas, y también se fue a poner en Huesca. Juntaron el adelantado mayor de Castilla y Juan Hurtado de Mendoza quinientas y ochenta lanzas; y entre ellas venían las compañías de Luis de la Cerda y de Hernando Manuel hijo de don Enrique Manuel conde de Montalegre y de otros caballeros. Y Juan Hurtado de Mendoza y Pedro Alonso de Escalante traían a su cargo docientas lanzas; y todos se juntaron en Zaragoza y deliberaron de irse a juntar con las otras compañías a Huesca, porque don Antonio cargaba con toda su gente a la parte de Montaragón que está a media legua de Huesca. Los que por el rey [de Aragón] se ayuntaron en Huesca; y el aviso y resolución que tuvieron. Con estos capitanes y con don Pedro Ximénez de Urrea y Juan de Bardají y Alvar Rodríguez de Escobar y Suero de Nava que estaban en Huesca, se juntaron don Juan de Luna y don Jaime de Luna su hermano, Ramón de Mur baile general de Aragón, Juan Cerdán y don Guillén Ramón de Moncada; y tuvieron aviso que las compañías de ingleses y gascones que estaban con don Antonio en Loarre pasaban a juntarse con el conde de Urgel; y salieron a tomarles el paso. Y quedó Alvar Rodríguez de Escobar en Huesca. Don Antonio de Luna estaba en Loarre. Pasaron estos capitanes adelante a tomarles la delantera; y enviaron a Suero de Nava para que se entrase en Huesca porque no les pareció que quedaba con la gente que convenía para su defensa, estando entre los castillos de Loarre y Montaragón, y teniéndolos tan cerca don Antonio de Luna que quedaba con buen número de gente en Loarre. Pertusa lugar fuerte [en la] ribera de Alcanadre. Partiéronse en dos partes; y el adelantado con algunos caballeros y con las compañías que estaban a su cargo, se fue a Pertusa, lugar de muy buen asiento y en buena defensa, a la ribera de Alcanadre; y los otros capitanes se fueron a Sesa. Allí tuvieron aviso que Basilio, con las compañías que habían salido de Loarre, estaba en Huerto y que iba con docientos hombres de caballo entre hombres de armas y archeros y ballesteros, y pasaba a juntarse con la gente del conde de Urgel y fueron en su seguimiento. Destrozo junto Alcolea y prisión del capitán Basilio. Enviaron por corredores a don Jaime de Luna y a Juan Carrillo alcalde mayor de Toledo y a Ruy Sánchez de Torres, y dieron en los enemigos, y fueron bravamente acometidos. El rebato fue de manera que luego los desbarataron y vencieron, y fueron todos llevados a cuchillo o por ir fatigados del camino o por dejarse vencer sin pelear muy vilmente. Quedó su capitán Basilio prisionero con hasta cuarenta hombres de armas; y al capitán entregaron a un caballero que se decía Juan Carrillo de Ormaza. Fue este destrozo cerca de la villa de Alcolea y de Castelfollit a donde se iban a alojar los extranjeros a 10 del mes de julio. Y otro día salió de Zaragoza Gil Ruiz de Lihori con ciento de caballo y con él el mariscal Alvaro de Avila que llevaba hasta cuatrocientos; y fueron el camino derecho de Lérida. Grande pérdida es la del crédito. Con este suceso, que fue el mayor que se pudo esperar en esta guerra por el poco crédito que ganó aquella gente extranjera, quedando don Antonio de Luna en el castillo de Loarre, los capitanes de la gente de armas que se habían juntado en Huesca determinaron de pasar adelante a tierra de Barbastro, porque tuvieron aviso que la gente que quedaba en los castillos de Loarre y Montaragón habían de pasar por El Grado a juntarse con el conde de Urgel. Los ingleses se retiran. Y no era así: antes los ingleses que quedaron en Montaragón se pasaron al castillo de Loarre que era volver atrás a lo más seguro de la montaña y más apartado de Balaguer, a donde habían de acudir, si don Antonio de Luna no hacía mayor empresa en las comarcas de Jaca y Huesca. Las compañías se van de Loarre sin poderlas detener don Antonio de Luna. Quién las siguió y el discurso desto. Y pararon muy poco aquellas compañías en Loarre; y de allí pasaron los montes sin que don Antonio de Luna los pudiese detener. Y Martín de Pomar el mozo y Suero de Nava y Juan de Escobar con la gente que les dio Alvar Rodríguez de Escobar de las compañías que quedaron en Huesca fueron en su seguimiento; y porque supieron que iban por Jaca para pasarse

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a Navarra dieron aviso dello a Antonio de Bardají que estaba por capitán en Jaca; y juntóse con ellos con docientos lacayos. Pero los ingleses pasaron el puerto antes que los alcanzasen. Dos castillos contrarios se dieron. A la vuelta, Martín de Pomar y aquellos dos capitanes que salieron de Huesca, pasaron por dos castillos que eran de los contrarios; y hicieron ademán de quererlos combatir y diéronse a partido; y en el uno -que se llama Bailo- pusieron por alcaide para la defensa de aquella entrada de los montes a Martín de Liñán, y el otro dejaron abierto sin ninguna defensa.

CAPÍTULO XVIII

Que el conde de Urgel deliberó de hacerse fuerte en la ciudad de Balaguer. Deliberación del Conde de Urgel. Cuando el conde de Urgel tuvo aviso del destrozo de la gente inglesa que llevaba Basilio y que estaba preso, deliberó de tornarse al condado, que es tierra muy áspera y fragosa y en lo postrero de los montes Pireneos, señaladamente por recoger la gente que había de entrar de Francia por las partes de Andorra que no tenía menos peligro que la inglesa que entró por los puertos de Jaca, siendo enemigo el conde de Pallás; porque de aquel estado y del vizcondado de Castelbó (que era del conde de Fox y se había confederado con el rey) podían recibir mucho daño. El conde de Urgel se encerró en Balaguer. Pero siguió después el más peligroso consejo y el más vergonzoso; y fuése a encerrar con toda su gente en Balaguer. Con aquella determinación de ir al condado que fuera de más diestro y valeroso capitán advertía a don Antonio de Luna que si deseaba el buen suceso de toda su empresa estando en tanta necesidad y peligro se fuese para él con toda su gente y juntase la más que pudiese y con ellos las compañías de Gracián de Agramonte y Menaut de Favars y todos los demás a quien había dado sueldo, porque si no eran poderosos para correr el campo y defender y socorrer sus castillos y las plazas fuertes que se tenían por él, el peligro de perderlo todo sería grande e irreparable el daño. Don Antonio de Luna puso en riesgo al conde de Urgel y a su estado. Mas don Antonio, que puso en este trance las cosas para que el conde y su estado se perdiesen, como el conde se hizo fuerte en Balaguer, él nunca salió del castillo de Loarre a donde estaba seguro si no fuese formado ejército a cercarle; y no quiso juntarse con el conde conosciendo el peligro en que se pornía si se encerraba en Balaguer. Compañías de salteadores. Estaba en este tiempo la ciudad de Zaragoza sin ninguna guarnición de gente de guerra, porque la que tenía había acudido a la frontera que tenían nuestros capitanes en Huesca; y el tiempo era muy estéril y había extrema necesidad de bastimentos, así por la guerra pasada como por la falta de aguas. Y andaban tantas compañías de salteadores robando y destruyendo la tierra, señaladamente por la Retuerta de Pina que era de don Artal de Alagón, que aquélla bastaba a tener alterado el reino, juntamente con el recelo de entrar otras compañías de soldados de Gascuña. Y de la Retuerta de Pina se recogían a La Almolda y corrían todas aquellas comarcas por estar faltas de gente de caballo. Combate y entrega del castillo de Apiés. Don Pedro Ximénez de Urrea, Pero Núñez de Guzmán y Pedro Alonso de Escalante que después del destrozo de los ingleses, se volvieron a Huesca, supieron que los de Montaragón -que estaban con buena guarnición de gente por don Antonio de Luna a las puertas de Huesca- habían enviado algunas compañías de caballo al lugar de Apiés para robarlo. Y con este aviso enviaron a Martín de Pomar el mozo para que reconociese la gente que era; y estando apoderados del castillo de Apiés los combatieron y se dieron a partido, y entregaron el castillo a un caballero castellano que se decía Garci Gutiérrez de Grijalva. Barrunto de guerra entre franceses e ingleses. El conde, dudoso entre la desesperación de todas las cosas y de una vana confianza de ser ayudado y socorrido en su empresa del duque de

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Clarencia hermano del rey Enrico de Inglaterra, teniéndose la guerra por más cierta entre franceses e ingleses por la nueva sucesión del rey de Inglaterra -que fue muy valeroso príncipe y gran caballero- escogió el consejo más peligroso y de menos reputación; y encerróse, como dicho es, en la ciudad de Balaguer. Porque aunque era la principal cosa de su estado y en comarca que si tuviera gente de guerra que bastara para defenderla y correr el campo era maravilloso sitio y extrañamente fortalecido, y tal que pudiera proseguir la guerra en la yema de Cataluña y en muy gran comarca de Aragón, y muy aparejado para recoger el socorro de gente extranjera por su estado y por los castillos que se tenían por don Antonio de Luna, si la tuviera tan cierta de Navarra, Bearne, Fox y Gascuña como tenía llana la entrada de los montes, o estuviera tan poderoso que bastara a lo menos a poner las cosas con algún buen suceso en tal estado que se pudieran animar los príncipes en quien confiaba a declararse con él a favorecer su buena ventura a costa de los reinos de Sicilia y Cerdeña. Peligro inconsiderado del conde de Urgel y de su canal. Recelo prudente. Pero faltándole todo, quedaba en poder de su adversario, aventurando su persona y las de su madre, mujer y hijas, muy atrevida y locamente, aún que parecía que animaba con aquello a la gente que se había querido perder por él en mostrar que se ponía a seguir una fortuna con ellos, ponía mucho recelo y temor a la gente principal que le había seguido, y era ocasión que pensasen en reducirse a la obediencia del rey y salir de aquel peligro en que el conde ponía a sí y a ellos; porque éstos tenían por la última miseria de todas que el conde no se hubiese reservado algún recurso común y postrero para su remedio, de suerte que cuando se viese desconfiado de su esperanza se pudiese librar y poner en salvo, si no el estado, a lo menos la persona. Por faltas de fuerzas y consejo enflaquecieron las esperanzas del conde de Urgel. Con este temor, faltando al conde las fuerzas y poder, con el consejo fueron enflaquesciendo todas sus esperanzas y dando en vacío, pues no se sustentaban en la pujanza que se requería para competir con un príncipe tan poderoso y que estaba en la posesión de su reino. Y así, en lugar de asegurarse primero en su estado con el socorro, se encerró en aquella ciudad, teniéndole tan incierto y dudoso y tan lejos; fundando la osadía presente en el no cierto suceso por venir, no teniendo parte ninguna en el reino ni pueblo que le siguiese ni le pensase seguir sino como a vencedor; y no le quedaba dentro en el principado esperanza alguna que es lo que suele forzar a los hombres para acometer grandes hechos. Desatino es emprender cosa que no sea lícito morir por ella. Por todo esto se juzgó por empresa muy temeraria y de gran desatino, pues no tenía tal poder que por su derecho pudiera morir en la demanda como caballero. Notable lástima. Mayormente que habiéndole sucedido las cosas con tanta adversidad que le tenían por del todo vencido, ponía en el mismo peligro a la condesa su madre, que lo merecía bien como tan culpada en aquella rebelión. Pero era mancilla grande ver que la infante su mujer y tres hijas se pusiesen en tanta afrenta con tanta desesperación, aunque pareció después haberlas aventurado como el que pensaba salvarse en la inocencia dellas, y esto fue lo que le acabó de perder.

CAPÍTULO XIX

Que el rey mandó poner en su libertad a don Bernardo de Cabrera conde de Módica. El conde de Quirra y el marqués de Oristán aseguraron las cosas de Cerdeña y el asiento que tuvieron las de Sicilia. Estando dentro de Cataluña rebelado en la nueva sucesión del rey un príncipe que le ponía en cuidado con esperanza de socorro de naciones extranjeras, tenía ya el rey en este tiempo tan aseguradas las cosas de Sicilia y Cerdeña como las de Aragón; y esto sin armada ni fuerza ninguna de gente. Las de Cerdeña por el valor del conde de Quirra y con la asistencia y favor de Leonardo Cubello y de Arborea marqués de Oristán: y lo de Sicilia con reducir por medio de sus embajadores las partes de aquel reino que estaban en bando y guerra por la disensión que hubo entre la reina doña Blanca y don Bernaldo de Cabrera conde de Módica.

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Libertad del conde de Módica; y con qué condiciones. Por la instancia que hicieron los embajadores del rey con Sancho Ruiz de Lihori almirante de Sicilia les entregó al conde de Módica; y ellos le tuvieron en prisión hasta que el rey ordenase lo que se debía hacer de su persona, y al rey le convino que se hiciese así para asentar las cosas de aquel reino; y como el conde de Pallás y los más barones del principado de Cataluña insistían con el rey que el conde de Módica se pusiese en su libertad y al rey iba tanto de pacificar las disensiones que había en aquel reino, y se ponía a mucho peligro de volverse a encender la guerra si primero no se aseguraba lo de la sucesión, condescendió en que el conde se pusiese en libertad con estas condiciones: Primeramente don Bernaldo de Cruyllas procurador del conde de Módica, hizo homenaje y juramento en manos del rey -con pena de ciento y veinte mil florines- que siendo el conde de Módica libre de la prisión en que estaba en Sicilia por sus embajadores, dentro de ocho días se recogería en una galera o en otro bajel para venir derecho camino a los reinos y señoríos del rey. Y siendo arribado al reino de Valencia o al principado de Cataluña, dentro de quince días partiría para la corte del rey. Había demás desto de poner don Bernardo de Cruyllas en poder del rey o de don Roger Bernaldo de Pallás hijo del conde de Pallás o de Berenguer Dolms en nombre del rey el castillo y villa de Hostalric y el castillo de Monclús y los castillos de Argimón y Palafolls con sus fuerzas. Venida del conde de Módica a Cataluña y quietud de la reina doña Blanca. Y con esto se puso el conde en libertad y se vino a Cataluña. Y quedó la reina doña Blanca pacíficamente en el gobierno de aquel reino como vicaria y lugarteniente general del rey de Aragón su primo. Esto se asentó en Barcelona a 12 del mes de julio, durando aún las cortes que el rey celebraba a los catalanes.

CAPÍTULO XX

Que el rey fue por su persona a cercar al conde de Urgel y asentó su real sobre la ciudad de Balaguer.

El rey [de Aragón] sale de Barcelona contra el conde de Urgel. Acabadas las cortes que el rey celebró en Barcelona a los catalanes, salió de aquella ciudad para hacer por su persona la guerra al conde de Urgel que no se había puesto en defensa por menor prenda que por la legítima sucesión destos reinos. La gente que espera al rey [de Aragón]. Y salió de Barcelona en fin del mes de julio y vínose al monasterio de nuestra Señora de Monserrate, y de allí bajó a Igualada a donde le estaba esperando Gil Ruiz de Lihori y el adelantado mayor de Castilla con sus compañías de hombres de armas, que era muy escogida gente y muy lucida. Pone el rey [de Aragón] su real sobre Menargas; y se dio a partido. De aquel lugar salió el rey con todo su ejército junto, y vino a poner su real sobre Menargas, lugar del estado del conde de Urgel a una legua de Balaguer; y queriendo aquella noche pasar a ponerse sobre Balaguer húbose de detener por venir el río Segre crescido. Y queriendo otro día combatir el lugar de Menargas dióse a partido, y con él se aseguró el camino que va de Lérida a Balaguer. Los que corrieron el campo hasta Balaguer y la escaramuza que hubo. Salió el rey con su ejército de Menargas a 5 del mes de agosto, y fueron delante por corredores Juan Carrillo alcalde mayor de Toledo, Ruy Díaz de Mendoza, Ruy Díaz de Quadros, Juan Carrillo de Ormaza, Sancho de Leyva, Tel González de Aguilar, Aznar de Sant Felices y Pedro Marc. Y corrieron el campo hasta Balaguer, y tuvieron una escaramuza con los que estaban en su defensa que salieron al campo. Mandó asentar el rey su real en un llano a la mano derecha como va el camino de Menargas a Balaguer, de manera que estaba entre la vega y el camino de Menargas. Otro día se reconosció el sitio de la ciudad en torno della, y asentáronse las tiendas del rey y de los caballeros de su mesnada en un cerro alto que está a la mano izquierda de la ciudad, como se va a ella, y hízose un

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palenque a la redonda. Descripción de la ciudad de Balaguer a cuya vista puso el rey [de Aragón] su real. Está aquella ciudad tendida por lo largo a la ribera del río Segre; y por la una parte de la ribera tiene una vega que se extiende hasta Lérida; y estaba poblada de muy hermosas huertas y jardines y de muy grandes y espesas alamedas en campo a maravilla fértil y abundoso. Alcázar famoso. Al principio de la ciudad -a la parte del oriente- había un alcázar muy fuerte y de obra y artificio muy sumptuoso y excelente; y muy cerca dél en lo alto de un recuesto había un monasterio de dueñas. Cava notable. Y detrás del monasterio y del alcázar había una muy honda cava; y juntábase con el adarve del alcázar por el recuesto arriba y derribábase por él a cerrar la ciudad; y era muy torreado y en fin dél había una muy fuerte torre. Murallas de Balaguer. Y por debajo della se seguía otro muro que ceñía la ciudad hasta la puerta de Lérida; y de allí se tiende otro muro a la parte del río que llega hasta la puente, que tenía dos torres una a la entrada y otra a la salida. Y muy cerca, fuera de la puente, había un monasterio de religiosos de Santo Domingo, y junto dél una casa fuerte que era de la condesa. Y estaban ya desiertos los monasterios cuando llegó el ejército a asentar su real. Tiendas opuestas al mayor peligro. En el monasterio de las dueñas -que está en lugar muy alto a la parte del alcázar y llaman Delmata- asentaron sus tiendas don Bernaldo de Centellas, Gil Ruiz de Lihori, el mariscal Alvaro de Avila y Pedro Alonso de Escalante, que tenían hasta setecientos hombres de armas; y estaban opuestos a la mayor afrenta y ofensa que se podía recibir de la gente del alcázar, así por estar muy cerca como por poder acometer la gente de caballo que estaba dentro y correr el campo. Tiendas del adelantado mayor de Castilla. El adelantado mayor de Castilla, con seiscientas lanzas, puso sus tiendas cerca de la ciudad en un valle a la primera esquina. Y desta manera se cercó la ciudad por la parte de los recuestos que la sojuzgan. Y por la parte del río se pusieron diversas estancias para defender todas las entradas y salidas de la ciudad. Caballería y cabalgada que se hizo en Albesa. Entre tanto que se asentaba el real, Juan Delgadillo, Juan Carrillo y Pedro Núñez de Guzmán salieron con su caballería a reconoscer el lugar de Castellón de Farfania que era del conde de Urgel y estaba muy fortalescido y en buena defensa; y volvieron con una gran cabalgada de vacas y yeguas del lugar de Albesa. Y hiciéronse diversas correrías contra los castillos y lugares que había en aquella comarca del estado del conde de Urgel.

CAPÍTULO XXI

Del daño que recibió la gente de don Alonso duque de Gandía que fue al campo que el rey tenía sobre Balaguer.

El duque [Alonso] de Gandía acudió a servir al rey en el cerco de Balaguer. Don Alonso duque de Gandía, de competidor de la sucesión del reino -según opinión de grandes varones en igual grado y derecho que el conde de Urgel- vino a servir al rey en esta guerra muy acompañado de principales barones y caballeros del reino de Valencia. Y teniendo ya el rey cercada la ciudad de Balaguer y asentadas sus estancias llegó al real con trecientos de caballo de muy lucida gente, y a maravilla bien ordenada. Fue su llegada a 19 de agosto; y en la vigilia de San Bartolomé el rey le mandó que pasase de la otra parte del río se alojase cerca del monasterio de los frailes predicadores junto a la puente. Encuentro en Balaguer, dañoso al duque de Gandía; y los que a ayuntarse con él fueron. Pasando el duque con su caballería a poner sus estancias en aquel puesto fueron a acompañarle don Pedro

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Maza de Lizana con cien caballeros y don Bernaldo de Centellas con algunas compañías de gente de caballo. Y cuando estuvieron cerca del monasterio salieron de la ciudad y de las barreras que tenían junto a la puente, algunas compañías de caballo y de ballesteros y flecheros ingleses y gascones y de la tierra; y el rebato fue de manera que los de Balaguer les mataron mucha gente. Otro día siguiente, después desta pelea, fueron a juntarse con el duque en aquel puesto, que era muy peligroso por estar a la salida de la puente que la tenían los de Balaguer en gran defensa. Y había en las torres della mucha ballestería, don Guerau Alamán de Cervellón gobernador de Cataluña, don Berenguer Arnaldo de Cervellón y don Pedro de Cervellón, don Antonio de Cardona hermano del conde de Cardona y don Ramón de Bages que podían ser hasta seiscientos de caballo; y asentaron sus estancias junto del monasterio, a donde estuvieron todo el tiempo que duró el cerco. Esfuerzo de don Pedro Maza de Lizana. Y fueron muy combatidos de los de la ciudad por estar opuestos al mayor peligro y ofensa de los enemigos, porque aquellas estancias estaban más sojuzgadas de los de dentro. Y fue en aquel primer trance muy señalado el esfuerzo y valor de don Pedro Maza de Lizana.

CAPÍTULO XXII

De la dificultad que entendió el conde de Urgel que había para ser socorrido en su empresa. P[reparativos para el combate de Balaguer.] Pasaron muchos días antes que las máchinas y trabucos y todo el otro aparato de artillería estuviese en orden para el combate de una ciudad muy bien murada y de fuerte sitio, aunque las olmedas de la vega eran tan espesas y tenían árboles de tanta grandeza que había abundancia de madera para todo lo que se requería y para armar algunos castillos contra las torres del muro de que se rescibía mayor ofensa por la mucha ballestería que tenían. Máquinas notables y artificiosas. Hubo en este cerco máchinas de tan extraño artificio que lanzaban piedras de increíble peso, y ningún reparo y defensa hallaban los cercados. Y comenzóse a combatir la ciudad, más con fuerza e ímpetu de batería que con combates de escaramuzas y peleas. Defensa de Balaguer. Por el contrario, los de Balaguer, aunque tenían muchas lombardas y tiros y muy buena ballestería, ponían toda su defensa en dar rebatos ordinarios sobre las estancias, acometiendo por diversas partes, como gente desesperada y diestra; y esto era muy ordinario acometer los reales. Y en el reparo que hacían de los muros lo ordenaban de manera que por diversas partes podían mejor socorrerse y salir a su salvo cuando fuese menester. Esto fue en los primeros días con mucho ímpetu y furor, que no estaban tan fatigados y cansados del continuo afán de las armas; y aunque eran ofendidos por diversas partes y muy combatidos, ninguna cosa los tenía en tanta turbación y quebranto como la desconfianza de poder ser socorridos, aunque el socorro fuera de gascones y franceses, por el peligro de las entradas de los montes y estar escarmentados de la gente que se perdió con Basilio. Los del real ganaban ánimo y los cercados lo perdían. A los del real cada día se les acrescentaban nuevas fuerzas y sucedían unos en el trabajo de los otros con gran alivio; y los cercados como no eran tantos que pudiesen por muchos días defenderse de un ejército tan poderoso y no eran todos soldados y se continuaba la fatiga de la noche con la del día, iban perdiendo del ánimo y esfuerzo que mostraron en los primeros acometimientos; y desamparando sus estancias se iban acogiendo a lo más fuerte y seguro, porque el castigo no era tan riguroso como lo requieren las cosas de la guerra por el temer de los vecinos de aquella ciudad, de quien se tenía mayor desconfianza que de los extranjeros que habían aventurado las vidas tantas veces. Acuerdo del conde de Urgel. Reconosciendo el conde de Urgel el peligro en que estaba y que no le acudía la gente que pensaba tener cierta de Francia y Gascuña, por postrer remate acordó de enviar a Menaut de Favars -que era el principal capitán que le sirvió en esta guerra con gente de

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Gascuña- para que le trajese las compañías que se pudiesen haber y con cualquier ocasión salir del peligro en que se había puesto. Rebato en el cerco de Balaguer. Tenía la guarda del real con hasta cincuenta de caballo delante de la ciudad Luis de la Cerda, cerca del camino que va a Lérida; y reconosciendo los de dentro que era tan poca guarda, según lo que solía, salieron contra ellos por la puerta de Lérida; y Menaut de Favars salió por la otra puerta que llamaban de la Judería con ciento de caballo, y dieron tan de rebato contra la guarda hallándolos desapercibidos, y a Luis de la Cerda que no tenía puesta la pieza con su faldón -que en aquel tiempo llamaron platas porque eran blancas y acicaladas- que la guarda se hubo de retraer atrás. Y juntáronse los de Balaguer en el cerco de las guardas y tomaron algunas acémilas y mataron algunos. Salieron al rebato el adelantado mayor de Castilla y Juan Hurtado de Mendoza y otros caballeros hasta mil de caballo, y pelearon con los de Balaguer hasta meterlos a lanzadas en la ciudad y llegar con ellos a su cava; y en aquel trance fueron muertos algunos de ambas partes. Ida de Menaut de Favars. Y Menaut de Favars se puso en salvo con el dinero, que fue de poco provecho para el conde de Urgel porque no volvió a España ni con gente ni sin ella.

CAPÍTULO XXIII De la oferta que el rey Ladislao envió con sus embajadores al rey al real que tenía sobre Balaguer;

y de la concordia que se había tomado antes de la declaración de la sucesión con la reina doña Violante de Sicilia.

Ladislao desea confederarse con el rey [de Aragón]; y con qué intento. Sucedieron al rey las cosas tan prósperamente, que el rey Ladislao -perpetuo enemigo de los reyes de Sicilia de la casa de Aragón- ninguna cosa mostró desear tanto como su confederación y alianza, considerando que sería más poderoso adversario por estar a su disposición las fuerzas y armadas de los reinos de Castilla. Y así, cuando se había de temer que por una nueva sucesión de tanta turbación las cosas de Sicilia estarían a grande peligro si aquel príncipe con el pontífice -en cuya obediencia estaba- lo quisiesen acometer, requirió de nueva alianza y confederación al rey teniendo su campo sobre Balaguer. Vinieron a él sus embajadores teniendo sus cosas en mayor reputación que nunca, y no la nueva de la muerte deste príncipe como Lorenzo de Vala escribe, el cual no murió hasta el mes de agosto del año siguiente. Esfuerzo del rey Ladislao y embajada al rey [de Aragón]. Había quedado el rey Luis su contrario, después de la victoria pasada, con poca estimación no sabiendo proseguir sus buenos sucesos; y defendióse la entrada del reino con gran fuerza y poder y su gente se fue derramando; y el rey Ladislao restauró su ejército y defendió sus fronteras valerosamente. Para más divertir al rey Luis de aquella empresa del reino de Nápoles, creyendo que de la competencia de la sucesión destos reinos quedaba rota la guerra entre su enemigo y el rey don Hernando, envió sus embajadores a ofrecerse al rey por muy su amigo y aliado y para asentar entre ellos estrecha amistad y confederación. Y fueron Richarte Mariscón y Ramón de Torrellas. Era el principal fundamento desta embajada que procurasen los dos la unión de la iglesia católica; y para ello estuviesen conformes declarando el deseo que el rey Ladislao tenía que el rey le tuviese por hermano y aliado y por su medio estuviese confederado con el rey de Castilla su sobrino, porque de estar juntos se siguiría la unión de la iglesia; y ofrecía sus gentes si el rey las hubiese menester para esta guerra. Respuesta del rey [de Aragón] y el fin que tenía. A esta embajada respondió el rey muy amorosamente en la general; y cuanto a la confederación remitiólo para tratarlo con la reina doña Catalina; y aunque le venía bien al rey la amistad deste príncipe por las cosas de Sicilia, fuera

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desto no le convenía declararse contra el rey Luis, estando el rey con mucha conformidad en gran secreto con la reina doña Violante de Sicilia su prima y no temiendo de parte del rey Luis que se había de intentar novedad ninguna en razón de la sucesión. Pacto entre el rey [de Aragón] y la reina doña Violante de Sicilia. Porque antes que se hiciese la declaración de la justicia en Caspe, la reina doña Violante -con poder y licencia del rey Luis su marido- se concertó con el rey. Tomóse entre los dos en gran puridad este asiento: que aquel que fuese declarado rey de Aragón diese ciento y cincuenta mil florines a la otra parte para suplir a los gastos que se les ofrecían en aquella competencia; de lo cual hicieron sus obligaciones y quedaron en secreto en mucha conformidad, que es cosa que no se refiere por ninguno de los autores antiguos que trataron particularmente de la contradicción que hubo entre estos príncipes sobre la sucesión; y esto estuvo tan secreto que nunca se entendió en vida del rey, y después en tiempo del rey don Alonso su hijo se pidió por la reina doña Violante la suma deste dinero por razón desta concordia.

CAPÍTULO XXIV De la embajada que envió el rey de Francia al rey por el peligro que estuvieron él y el delfín su hijo

y otros grandes de aquel reino por el levantamiento del pueblo de París. Francia estaba divisa y tenía guerra con los ingleses. Mas cuando las amenazas de aquellos príncipes y de su capitán Godofré Busicaudo no se hubieran reducido a este medio de concordia y el rey Luis de Sicilia quisiera ser tan enemigo como el conde de Urgel en la demanda de su derecho, no estaban las cosas de Francia de manera que por aquel reino se pudiera recibir ofensa, estando en guerra con ingleses y en tanta división entre los duques de Borgoña y Orliens y entre otros grandes de la casa real por tener la gobernación del reino y de la persona del rey; porque con ser treinta y cuatro años de su reinado estaba fuera de su juicio. Y sucedieron grandes turbaciones y movimientos de guerras y disensiones civiles en que aquel reino padeció grandes conflictos y males. Embajada del [rey] de Francia al rey [de Aragón]. Vino al mismo real que tenía el rey sobre la ciudad de Balaguer una embajada del rey Carlos de Francia en que declaraba el peligro en que estuvo su persona y del delfín duque de Guiana su hijo y de otros grandes de su sangre que les eran fieles. El estado de las cosas de Francia muestra a la mudanza que están sujetos los demás. Por donde se pudo entender que ningún estado se puede tener por seguro; pues las cosas de aquel reino que era la principal fuerza y poder de la cristiandad, cuyos príncipes subieron a tan sublimado grado de gloria llegaban a padecer tanta calamidad y persecución dentro de la ciudad a donde se representa toda la majestad de su grandeza adquirida y sustentada con tantas victorias y triunfos de tantos emperadores y reyes sus antecesores. [levantamiento del vulgo en Francia.] Quién fue Isabel reina de Francia mujer de Carlos [V ]. Conjuración en París. Tratóse en este año en aquella ciudad de París de un hecho y negocio común de todos los reyes y príncipes y de todas las repúblicas y estados, y de las leyes que habían de ser regidas y gobernadas por ordenanza divina, de que se vio un ejemplo muy extraño. Era así: que por todo el mundo se había extendido la fama de las disensiones y movimientos que el vulgo bajo y mechánico de Francia había levantado en aquel reino por este tiempo que sucedió desta manera: Residiendo el rey Carlos en la ciudad de París con la reina Isabel (que era hija de Esteban duque de Baviera y nieta de la infante doña Isabel hija del rey don Fadrique de Sicilia que casó con Esteban el mayor duque de Baviera), y hallándose con el rey Luis duque de Guiana su hijo primogénito y el duque Juan de Berri su tío y otros de la sangre real y acompañado de los de su consejo, aunque no sin recelo y peligro del furor y movimiento del pueblo (según se entendía por

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diversos indicios por las conspiraciones que se hacían en diversos lugares y por los ayuntamientos y conventículos secretos y por las guardas que ponían en las puertas), un día, que fue a 28 del mes de abril pasado, una gran parte del pueblo de París con gran furia, tomaron las armas, habiéndose conjurado contra la persona real por gobernar al rey y a su casa, según la costumbre de grandes pueblos a donde la gente popular tiene invidia de los buenos y poderosos y favorecen a los atrevidos y condenan el gobierno antiguo y presente y codician toda novedad y movimiento, y con aborrecimiento de sus proprias cosas procuran de mudallo y revolvello todo y sin ningún cuidado se sustentan de toda turbación y motín. Motín en París contra la justicia y combate en el palacio del duque de Guiana. Es cosa temeraria y notable. Puestos en armas, pasaron por el palacio real que estaba continuo con la iglesia de San Pablo; y con estruendo terrible fueron al palacio del duque de Guiana y comenzaron de combatirle; y entráronle por fuerza, resistiéndoles el duque y los suyos la entrada y llegaron hasta su cámara. Allí prendieron al duque de Bar y al canceller del duque de Guiana y otros muy principales caballeros que eran de la cámara y del consejo del rey y del duque de Guiana su hijo, y los repartieron por diversas cárceles particulares. Fue esto con tanto sentimiento y pesar del duque de Guiana que llegó a mucho peligro de la vida. Atrevimiento en París contra su rey y prisión del duque de Baviera. Otro día, perseverando aquel furioso pueblo en su movimiento, con el mismo ímpetu y furor fueron al palacio del rey junto a San Pablo y forzándole que les diese audiencia (después de haberle propuesto lo que por bien tuvieron) a la postre le requirieron que les mandase entregar las personas que llevaban en un memorial que estaban con el rey, y entre ellos era uno Luis duque de Baviera hermano de la reina. Y contra la voluntad del rey le prendieron, y a otros caballeros de la cámara del rey y de su consejo y maestres que llaman de hostal y otras muchas personas de diversos estados y oficios. Desacato a la reina en París. De allí, entrando con aquel mismo furor en la cámara de la reina, llevaron presas muchas dueñas y damas; y entre ellas algunas que eran de la sangre real y otras parientas de la reina en su presencia y las pusieron en prisiones; de que se siguió tanta turbación y espanto a la reina que adoleció y estuvo en peligro de muerte. Caudillos de la conspiración que en París hubo; y crueldades que hicieron. Fueron los principales desta conspiración Elión de Jaclevile, Robinet de Mailly, Carlos de Lenes que eran de noble linaje, maestre Eustacio de Laistre y Baldo de las Bordas. La crueldad de que aquel pueblo usó con los prisioneros fue tal que excedió a toda inhumanidad, porque contra unos procedieron a exquisitos tormentos y a otros que eran de noble sangre y estado mataron en las cárceles con diversos géneros de muertes, publicando que ellos se habían muerto; cuyos cuerpos hicieron después llevar al lugar del suplicio con malvado título de justicia y los hicieron ahorcar; y a otros anegaron vivos. Por fuerza firman el rey [de Francia] y su primogénito algunas letras; y al canciller real deponen del oficio. Maldad famosa y con qué intento. Tras esto hicieron despachar letras y provisiones reales en que daban razón a todo de lo hecho y las hicieron firmar del rey y del primogénito y sellar con sus sellos en la cancellería real. Y al canceller, que era un caballero que se llamaba Reynaldo de Corbeya, muy fiel y valeroso, y que había servido mucho tiempo, le hicieron renunciar el oficio; y crearon otro de su mano que se decía Eustacio de Laistre. En aquellas letras afirmaron que todas estas cosas se habían hecho por mandado del rey y por su orden y del duque de Guiana su hijo, y por gran utilidad y beneficio de su reino. Y todo esto se iba encaminando con principal intento de destruir el estado eclesiástico y toda la nobleza del reino, la gente principal de los pueblos, y robar los mercaderes, y gobernar la tierra a su discreción y inducir a su opinión las gentes. El remedio que en el motín de París se puso; cosa notable. Iba ya en camino de ejecutarse buena parte desto y estaba a punto de perderse la honra y gloria de aquel reino y las cosas sagradas y públicas hubieran llegado a todo abatimiento y estrago: tan grande era el número de la gente popular y tan malvada y cruel su protervia y tan grande el furor de los conspirados y tan terrible el concurso, sino pusiera en ello nuestro Señor su mano; porque en aquella sazón movió los ánimos

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de los de la sangre real y de sus devotos y súbditos, y de la universidad de París y de los notables ciudadanos de aquella ciudad, que con exhortaciones secretas y con premios se juntaron y tomaron las armas para resistir el furor del pueblo y castigar aquella conspiración de la gente vil. Confederándose los principales de la sangre y casa real que estaban fuera de París con los grandes y barones del reino; y en un mismo tiempo la universidad y los principales de París mano armada en un escuadrón comenzaron a apellidar "paz, paz", y hicieron salir al duque de Guiana, al duque de Berri tío del rey por la ciudad a caballo, ofreciéndoles que morirían con ellos por alcanzar tan necesaria paz y dar la libertad del rey y de los de su sangre en conflicto y peligro tan grande. Las fuerzas de la justicia rindieron a los delincuentes las suyas. Entonces salieron aquellos príncipes con la gente fiel que los acompañaba con el estandarte real por la ciudad y anduvieron discurriendo por donde estaban los prisioneros en cárceles; y pusiéronlos en libertad, señaladamente a los duque de Bar y de Baviera. Hecho esto, apoderándose en nombre del rey de los castillos y fuerzas de la ciudad, discurrieron por los lugares y calles principales con gran poder de gente que los siguía; y con este esfuerzo todos los rebeldes cobraron tanto miedo que como gente muy vil y que los acusaban sus conciencias se salieron de la ciudad cada uno por donde podía y se ausentaron; y algunos fueron muertos. Los príncipes que con el rey de Francia se ayuntaron. Pasados algunos días, los príncipes de la sangre real fueron a juntarse con el rey que eran Luis de Anjous rey de Sicilia, primo del rey, el duque de Orliens su yerno y sobrino, el duque de Borbón y el conde de Alanzon sus primos, el conde de Virtudes su sobrino, Carlos de Albret condestable de Francia, los condes de Ango y de Richemonda y Tancarvila sus primos; y comenzó a prevalecer la justicia con nuevas fuerzas. Aviso del [rey] de Francia al rey [de Aragón]; y lo que le pide. De todo este suceso dio aviso el rey de Francia al rey estando en el cerco de Balaguer, deseando confederarse y aliarse de nuevo con la casa real de Aragón; y pidíale encarecidamente que se procediese contra los que viniesen a estos reinos como contra traidores y rebeldes de su rey y soberano señor natural. En este estado se hallaba aquel príncipe y el delfín su hijo en París a 18 del mes de septiembre deste año; de donde se fue encaminando muy gran enemistad entre los grandes del reino, de que se siguió muy cruel guerra entre franceses y ingleses.

CAPÍTULO XXV Que Eduardo duque de Ayork envió al rey su embajada estando sobre Balaguer, por confederarse

con él. Quién fueron los príncipes que se creyó habían de ser contrarios del rey [de Aragón] y procuraron su amistad. Fue tan grande la estimación con que entró el rey a tomar la posesión del reino por tan nueva y extraña sucesión que los príncipes que se pensaba le habían de ser declarados enemigos, estos fueron los primeros que procuraron confederarse con él en muy estrecha amistad como fueron Ladislao rey de Nápoles y Carlos rey de Francia y Eduardo duque de Ayork de quien más principalmente se pensó favorecer en su empresa el conde de Urgel. La casa de York era la más cercana al rey de Inglaterra y qué derecho pensaba tener a los reinos de Castilla el duque. Embajada del duque de York al rey [de Aragón]. Este príncipe fue hijo de Aymón, primero conde de Cantabrigia y después duque de Ayork, hermano del duque Juan de Alencastre. Y por este tiempo vino al real que el rey tenía sobre Balaguer un caballero inglés, su embajador, que se llamaba Juan de Monforte; y traía orden de mover plática de muy estrecha confederación y amistad entre el rey y aquella casa de Ayork que era la principal en el reino de Inglaterra y más cercana en la sucesión del rey Enrique V deste nombre, que sucedió al rey Enrique su padre, y fue alzado por rey con gran voluntad y de consentimiento de los grandes del reino, de quien fue muy amado por la esperanza que dio en su mocedad de su gran valor y de un ánimo muy generoso.

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[ocasión de la embajada del duque de York.] La ocasión desta embajada fue que el rey le había enviado a visitar y requerir de muy estrecha confederación y alianza, porque el conde de Urgel se pensó valer del socorro de gente de aquel reino y de Gascuña en su pretensión y empresa, faltándole de todos los otros príncipes. [propuestas del embajador del duque de York.] Juntamente con esto propuso aquel caballero al rey el derecho que el duque tenía a la sucesión de los reinos de Castilla, como si el rey fuera tan extranjero que en aquello no tuviera parte ni le corriera ningún interese: mostrándole cómo la infante doña Isabel duquesa de Ayork su madre -que era muerta- fue hija del rey don Pedro derecho y legítimo rey de Castilla y de León, de quien él era hijo varón y que de ninguna de las infantes sus hermanas doña Beatriz y doña Costanza no quedaba ninguno que fuese varón; y que asimismo, en virtud del testamento del rey don Pedro su agüelo, le pertenecía su reino y herencia como a hijo mayor de la infante doña Isabel y su legítimo heredero. Decía que, allende desto, le pertenecía la dote de su madre y la herencia que a él le tocaba como a varón, porque debía ser heredero en aquellos reinos, según ley y derecho escrito, pues ninguna de sus tías dejó hijo varón; y juntamente con esto eran suyos los señoríos de Vizcaya y Lara, los cuales el rey don Juan de Castilla y León duque de Alencastre su tío dio a Aymón duque de Ayork su padre, su hermano, que era entonces conde de Cantabrigia. Que para el derecho y razón que él tenía a estos estados era justo que le quisiesen valer y dar favor y socorro sus deudos y amigos, y ayudarle porque él no fuese despojado y desheredado de su derecho y herencia. Pero no embargante esto, por excusar la guerra y lo que della se suele seguir, y por el valor y gran renombre de la persona del rey, y por desviar toda contienda y disensión entre la reina doña Catalina su prima y el rey su hijo y él y sus herederos, holgaría si al rey de Aragón pluguiese que se hiciese casamiento de la infante doña Leonor hija menor del rey y de Enrique de Ayork su sobrino (hijo de Ricardo conde de Cantabrigia su hermano, que era su heredero del duque y del conde su padre) con que le hiciese satisfacción y enmienda de lo que pretendía en aquella sucesión y derechos; y entendiese el rey luego en ello sin dar lugar a ninguna dilación. Enviaba a pedir salvoconducto por mar y por tierra para sus gentes a pie y a caballo, armados y desarmados, así para su persona y para tantos señores y caballeros y escuderos y para tanta gente suya como al rey pareciese, y que durase por veinte meses; y pidía otro tal de la reina doña Catalina y del rey su hijo por un año, comenzando en la fiesta de pascua del año siguiente de 1414, con fin que si el rey de Aragón su tío del rey de Castilla armaba contra infieles, el duque pudiese venir por honra de caballería a la guerra y visitar la reina de Castilla y al rey su hijo y a los otros sus parientes. Parecíale al duque en lo que tocaba al derecho y título de la sucesión de los reinos de Castilla y León que así como se satisfizo al duque de Alencastre su tío y se le dio bastante enmienda por la razón y derecho que pretendía, por aquel camino era justo que se hiciese otro tanto con él, y no menos considerando que de su parte había muchos herederos varones y de la del duque de Alencastre y de la infante doña Costanza ninguno. Cuanto a lo del dote de la infante doña Isabel su madre, decía que en aquello no había en qué reparar sino entregarle la posesión y pagarle lo corrido desde la muerte del rey don Pedro su agüelo. Lo mismo pretendía en la propriedad y rentas corridas del señorío de Vizcaya y de Lara y que fuesen de sus herederos. Pidía en dote con la infante doña Leonor cien mil doblas de Castilla teniendo consideración que Enrique de Ayork su sobrino heredaba entonces más de sesenta mil francos de renta cada año sin lo que esperaba heredar, porque a lo más había uno o dos entre su sobrino y la herencia de ochenta mil francos. Quién era el conde de Cantabrigia que fue degollado; y muerte del duque de York en la batalla de Dangecourt. Esta plática se entretuvo por el rey algunos días hasta acabar la guerra del conde de

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Urgel; y no pasaron dos años que Ricardo conde de Cantabrigia hermano del duque de Ayork fue degollado por haber sido convencido que conspiró contra el rey de Inglaterra su primo; y poco después fue muerto al duque en aquella famosa batalla que hubo entre franceses y ingleses junto a Dangecourt y habiendo pasado el rey Enrique a Normandía, en la cual fue muerta gran parte de la nobleza de Francia. [descendencia de Ricardo conde de Cantabrigia.] Este Ricardo conde de Cantabrigia dejó otro hijo que se llamó Ricardo Plantagineta que fue padre del rey Eduardo el IV y del rey Ricardo el III; y deducían su descendencia de Felipa hija de Leonelo duque de Clarencia que fue hijo del rey Eduardo el III y mayor que Juan duque de Alencastre. Enrique VIII de Inglaterra enemigo de la iglesia. Desta casa y linaje de los Plantaginetas y de Aymón duque de Ayork y de la infante doña Isabel hija del rey don Pedro de Castilla, sucedió por parte de la reina Isabel su madre (que fue la hija mayor del rey Eduardo IV) el rey Enrique el VIII, que fue en nuestros tiempos rey de Inglaterra, porque de parte del padre los que los querían lisonjear deducían su descendencia de los reyes primeros de aquella isla. Y él fue tan declarado enemigo de la iglesia católica que no lo tuvo más cruel después del emperador Diocleciano.

CAPÍTULO XXVI De la guerra que se hizo en los lugares del conde de Urgel, teniéndole el rey cercado en Balaguer. Necesidades del cerco de Balaguer. Como el cerco de Balaguer y su combate fuese muy tardío y no diese menos cuidado y fatiga a los cercadores que a los cercados, teníase harto recelo que con cualquier socorro que viniese al conde de Urgel y aun con la esperanza dél se defenderían todo el invierno y se ofrecerían mayores dificultades y peligros de donde menos se temían dentro del reino y fuera dél. Había mucha dilación en la obra de los castillos y máquinas que se labraban para el combate y en la provisión de las vituallas que se habían de recoger para sustentar un tan gran ejército en tiempo tan largo y de tanta esterilidad y carestía, y cuanto era más poderoso y había en él grandes señores y mucha caballería tanto tenían mayor necesidad. Y estaban las comarcas tan gastadas y consumidas que no les quedaba libre sino ser señores del campo yermo y desnudo; y así padecían los daños de la guerra los amigos como los enemigos. Diversidad de pareceres y rancores en el cerco de Balaguer. Sobreviniendo el invierno era más peligrosa la guerra, teniendo los enemigos a las espaldas los montes y no lejos el socorro por la parte de Bearne que en otros tiempos fue muy sujeto al señorío de los ingleses; y todo esto movía para considerar sus proprios trabajos y peligros: y había diversos pareceres entre los grandes que asistían al consejo de las cosas de la guerra; y nascían invidias y rancores entre las naciones en un tan nuevo reino, condenando los unos a los que estaban en sus casas y los otros la poca gana de contribuir en las necesidades de la guerra, y los más la mala orden que se tenía en ella y en los consejos y que no eran pocos los que deseaban que el conde de Urgel reinase y se aventurase a todo lo que podía sucederle. Combate de Balaguer: cómo, por dónde y por qué. Por la parte Délmata que estaba a la frente del castillo y era por donde el combate tenía más fácil la ofensa, don Bernaldo de Centellas y Alvaro de Avila mariscales del ejército combatieron el adarve, y Pedro Alonso de Escalante por otro lado combatía una torre del mismo castillo, y por aquel puesto más alto se hacía gran batería con una máchina y dos lombardas y hacían mucho daño en el adarve y torre del castillo. Y con otra máchina mayor se batía por el cantón de la ciudad: y era de tal artificio y de tanta gran grandeza que lanzaba una piedra que pesaba treinta y cuatro arrobas. Y desta batería y de la máchina tenían cargo Juan Hurtado de Mendoza mayordomo mayor del rey de Castilla y don Juan de Luna. Y estaba la máchina cercada de un palenque para defender que no saliesen a quemarla, y no había por dónde entrasen a él. Había otro palenque a la parte del camino de Lérida en que tenían tres lombardas que tiraban a las torres y muro de ciudad por la parte más baja, y desta batería tenían cargo Diego Hernández de Vadillo secretario del rey y Pero Alvarez nieto; y hízose una cava honda entre el palenque y la ciudad.

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Notable y famosa pieza. Y entre estas lombardas había una muy grande de fuslera -que mandó el rey labrar en Lérida- que tiraba una piedra de cinco quintales y medio; y labróse en aquel lugar un castillo de madera bien alto a donde se pusieron algunas cuadrillas de ballesteros que hacían tanto daño que no se asomaba ninguno por las torres y almenas que no fuese herido. Máquina llamada Cabrita. A la parte de la puente, donde estaba el duque de Gandía, se armó una máchina en el monasterio de Santo Domingo, que llamaban Cabrita; y con ella y con una bombarda se batía la primera torre de la puente y la casa de la condesa que se defendía con mucha ballestería; y tenía muy buena cava y era casa fuerte. Grande artífice de las bastidas. Todo esto se ponía en orden con mucha tardanza y pesadumbre, y pasaban muchos días entre tanto que se arman las bastidas y una escala con que se había de llegar a dar el combate por todo el ejército. Y labrábalas un Juan Gutiérrez de Enao gran artífice de aquel menester que hizo las bastidas con que se tomó Antequera. Los caballeros que a combatir el estado del conde de Urgel fueron y lo que de él se ganó. Entre tanto que se ponían en orden las máchinas para dar el combate a Balaguer había enviado el rey a combatir los lugares y fortalezas del conde a don Pedro Ximénez de Urrea: y llevaba las compañías de don Pero Núñez de Guzmán, Juan Delgadillo, Garci Fernández de Herrera y Juan Carrillo de Toledo guarda mayor del rey; y fueron con ellas las del gobernador de Cataluña y de Juan de Villarasa. Y cada uno destos caballeros iba por su parte a hacer la guerra en el estado del conde. Ganáronse por combate muchas fuerzas y otras se rindieron a partido. Y en Aragón se dieron Alcolea, Almolda, Castelfollit, Albalate, Osso, Rafals, Puy de Cinca, Estanosa y otros lugares; en Cataluña se ganaron por combate y se dieron a partido Albesa, Ibars, Os, Las Avellanas, Agramonte, Linerola y Castellón de Farfania. Y otras fuerzas se defendieron y no se quisieron rendir hasta que se ganó Balaguer. Los lugares del vizcondado de Ager y los de la ribera de Segre arriba, que están ceñidos de bravas montañas como Pons, Uliana y Tiurana y otros, no se acometieron entonces, dejando aquello hasta ver el suceso de Balaguer en este cerco. El cerco de Balaguer se estrecha. En este medio, se fue el cerco estrechando cada día; de suerte que ninguno podía salir ni entrar en Balaguer que no diese en las manos de los enemigos; y los cercados no sólo se oponían a la defensa pero con gran furor hacían sus arremetidas y ponían en rebato el ejército. Y un lunes a 4 del mes de septiembre acometieron las estancias del duque de Gandía y prendieron veinte soldados que andaban desmandados por el campo; y todo el daño que se rescibió en el cerco resultaba de tener los enemigos en defensa la casa de la condesa fuera de la ciudad, y parescía mal consejo no haber primero combatido aquel fuerte estando entre sus estancias. Pereceres diferentes: por qué y de quién. Y sobre todo lo que se emprendía había mucha diferencia y contrariedad en los pareceres de los del consejo entre castellanos y catalanes, concurriendo a él tan señaladas personas como eran el duque de Gandía, los condes de Cardona y Quirra, Gil Ruiz de Lihori camarlengo del rey, don Guerau Alamán de Cervellón gobernador de Cataluña y Berenguer Arnaldo y don Pedro de Cervellón, don Pero Maza de Lizana, don Juan de Luna, don Juan Fernández de Ijar, don Bernaldo de Centellas, don Antonio de Cardona, Berenguer de Bardají, don Ramón de Bages, don Enrique de Villena ,Juan Hurtado de Mendoza, el adelantado Diego Gómez de Sandoval, el mariscal Alvaro de Avila, Pero Núñez de Guzmán, Pero Alonso de Escalante, Alvaro Ruiz de Escobar y Gonzalo Rodríguez de Ledesma. Y esto no era de maravillar en tanta diversidad de naciones para quien consideraba la que hubo en el cerco de Antequera. [propuesta del rey de Aragón en el consejo.] Publicándose que al conde de Urgel le venía socorro del rey de Inglaterra, cual se requería para la empresa de un reino y contra un príncipe tan poderoso como su contrario, que con justicia y armas le echaba de la sucesión dél, y teniendo el rey aviso que se juntaban en Gascuña algunas compañías de gente de armas para entrar en

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Aragón y Cataluña -que eran mil hombres de armas y mil ballesteros- propuso en el consejo si dejaría cercado al conde en Balaguer y saldría con parte de su ejército a resistir la entrada de aquella gente. Y los más de los señores aragoneses y catalanes eran de parecer que, pues el rey tenía sobre aquella ciudad tres mil de caballo, debía quedar con los mil y setecientos en el cerco, y los otros mil y trecientos con la gente que se allegaría de la tierra podían salir a defender la entrada de aquellas compañías; y se enviase por el reino por más gente para reforzar su real; y mandase venir más caballería de Castilla. [opinión de los castellanos.] Prudencia de don Ramón de Bages. Los señores castellanos que asistían en el consejo, decían que en ninguna manera debía dividir la gente que tenía sobre Balaguer, y que entre tanto enviase por más para reforzar su real; y que antes que llegasen a Balaguer a juntarse con el conde de Urgel se podría salir a darles la batalla. Y como sobre esto se representasen diversas razones de la una y de la otra parte don Ramón de Bages, que era un caballero catalán muy principal y que se había visto en grandes jornadas así en España como en las guerras de Sicilia y tenía mucha experiencia en las cosas de la guerra, dijo al rey: "Señor: yo me he acaescido en algunas faciendas de guerra con el rey don Enrique vuestro agüelo en Castilla, en especial en la cerca de Toledo; e ví que cuando le era dicho que venía gente por le facer descercar, enviaba trecientos o cuatrocientos de caballo jinetes que venían con los enemigos dando en ellos y haciendo rebato, por tal manera que no los dejaban derramar a ninguna parte, y maguer que caminaban todavía los traían encogidos y muy a paso, y de suerte que reconoscían la gente que era y avisaban al rey. E vos, señor, así me parece que lo debedes facer para tan poca gente como se dice que viene, y mandar recoger y encerrar las viandas porque no fallen qué comer por vuestra tierra. Y los que vos allá enviaredes, vengan escaramuzando con ellos, porque ellos son gente mal encabalgada y no osarán salir a pelear a caballo; y así los traerán a paso por manera que se pierdan, y entonces vos podrán enviar a decir qué gente son y con qué ordenanza vienen; y podrá ser que los fallen a mal recaudo y peleen con ellos y los desbaraten." El rey [de Aragón] tomó el consejo de don Ramón de Bages y lo que se deliberó. Al rey pareció consejo de caballero que sabía qué era el oficio de buen capitán; y todos se conformaron con su parescer. Y para esto se deliberó que aquella empresa se encargase al gobernador de Cataluña y a don Pero Núñez de Guzmán; y estuvo su gente apercibida para salir al encuentro a los enemigos.

CAPÍTULO XXVII

Que el conde de Urgel se ofreció de poner en la merced del rey si le perdonase. Perdón que el rey [de Aragón] publicó y en qué ocasión. Mandó el rey pregonar en el campo, que perdonaba a todos los que saliesen de Balaguer y se viniesen a su merced con que no se hubiesen hallado en la muerte del arzobispo de Zaragoza. Y era ya en sazón que se padescía dentro extrema necesidad y no se pagaba sueldo a la gente de guerra, ni tenía el conde de qué se lo dar habiendo consumido el tesoro que había dejado el conde su padre que era muy grande. Y el cerco se iba en gran manera estrechando de todas partes, porque en él aseguraba el rey la sucesión del reino habiendo aventurado el conde a sí y a los suyos a tan manifiesto peligro. Casas que se edifican en el cerco. El rey y los grandes que se hallaron con él, como en guerra en que iba tanto, mandaban edificar casas como para morada, entendiendo que no se había de levantar el cerco hasta que el conde se hubiese puesto en la obediencia del rey. El rigor que el conde de Urgel publica, e industria de Luis de la Cerda. Y porque a los de dentro daba el conde a entender que no se recibía ninguno por el rey a vida y que los que salían de Balaguer se llevaban a Lérida y se hacía muy rigurosa justicia dellos, un caballero muy principal del ejército que era castellano y se llamaba Luis de la Cerda tuvo forma con color de rescatar ciertos soldados de su compañía que dio aviso a los caballeros que estaban dentro que se les guardaría el

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seguro; y así se salían cada día del real. Don Artal de Alagón y otros se salieron de Balaguer. Y a 14 de septiembre se salió don Artal de Alagón hijo mayor de don Artal de Alagón, señor de Pina y Sástago que era el más principal caballero que el conde tenía consigo, y era sobrino de don Antonio de Luna; y salieron con él cuatro caballeros. Máquina mayor y peregrina. El rey [de Aragón] tuvo piedad de la condesa de Urgel su tía. Por estos días envió la ciudad de Zaragoza una compañía muy buena de gente de guerra al cerco de Balaguer en que iban trecientos soldados ballesteros y lanceros; y llevaron cargo desta gente Sancho de Urrea y Arnal Calvo, y la batería comenzó a gran furia: y como la máchina mayor que batía el castillo lanzaba tales piedras que pesaba cada una ocho quintales y hacía tanto estrago que a donde daba lo hundía hasta el primer suelo, y la infante doña Isabel mujer del conde envió a suplicar al rey que por su mesura mandase que no se batiese la parte del castillo a donde ella moraba con sus doncellas, porque estaba en días de parir, el rey, movido a piedad de su tía, y doliéndose del estado en que estaban sus cosas mandó a Juan Hurtado de Mendoza y a don Juan de Luna, que tenían cargo del combate del castillo, que no permitiesen tirar a donde residía la infante. Batería terrible. Combatióse la casa de la condesa con gran furia; y las piedras que tiraba aquella máchina que llamaban Cabrita eran tales que a donde hacían el golpe rompían las vigas tan gruesas como dos grandes pinos y hudían por lo alto el primero y segundo sobrado; y de tal suerte eran combatidos y atormentados que de allí adelante de aquel fuerte resultaba muy poca ofensa contra los del real que tenían la guarda contra la puente. Casi dio al rey [de Aragón] la pelota de una lombarda. Cegada la cava de la casa de la condesa, paresció que se combatiese primero la ciudad; y pasando el rey para atravesar a las estancias del duque de Gandía para que se diese orden en apresurar el combate, como iba vestido de un balandrán de escarlata y salió en un caballo blanco y le conoscieron, armaron los de Balaguer una lombarda en una esquina de la barrera de la ciudad, y pasó la pelota por encima de la cabeza del rey. Y de aquello rescibió tanto enojo que deliberó de entrar la ciudad a hilo de espada. Esto fue un martes a 26 de septiembre; y de allí adelante no cesaban de batir las lombardas y trabucos a grande furia de día y aun de noche, como decían, a piedra perdida; y aquel mismo día salieron de la ciudad a escaramuzar y hubo muy reñida y brava escaramuza. El conde [de Urgel]se quiere dar a merced del rey [de Aragón] y lo que respondió a esto. Sucedió que saliendo del real don Pedro Maza a hablar con Ramón Berenguer de Fluviá caballero muy principal que estaba heredado en el estado del conde de Urgel, por cuyo servicio lo había aventurado todo, dijo a don Pero Maza que si pudiese acabar con el rey que perdonase al conde saldría a su merced. Y comunicándolo don Pero Maza con los del consejo, el gobernador de Cataluña le dijo que ya se salían de Balaguer cada día muchos caballeros y se venían a la merced del rey, y que aquella plática no se movía sino por detenerlos; afirmando que el conde andaba en tratos con el rey, y que luego se le debía responder porque los de dentro perdiesen aquella confianza. Y el rey mandó responder a Ramón Berenguer de Fluviá que el conde se viniese para él demandándole merced y se pusiesen en su poder él y los suyos para que ordenase dellos lo que por bien tuviese, sin condición alguna, sin dejarle esperanza ni otra confianza en su clemencia. Y don Pero Maza les dio esta respuesta. Acometidas de los almogávares castellanos; y hazañas de Alvaro de Garavito. En este medio ciertos almogávares de Castilla que guardaban la parte del río contra Balaguer hacían entre la vega y la ciudad grandes acometidas y sacaban muy buenas presas de la gente que salía desmandada. Y un sábado a 30 del mes de septiembre hubo una muy trabada y brava escaramuza, en la cual se señaló de muy valiente en el primer hecho de armas un doncel de la cámara del rey, hijo de Juan Sánchez Garavito, señor de Villanueva de Arcayos en el reino de León que se decía Alvaro de Garavito que -según Alvar García de Santa María escribe- no tenía

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diez y siete años; y sacó de entre los enemigos y libró de la muerte otro caballero también mancebo y muy valiente que se había señalado en diversas peleas. Procuran quitar el agua a un molino de Balaguer. Hacían los del real mucha fuerza en divertir el agua debajo de la puente que no pasase a un molino que tenían los de Balaguer, porque padescían tanta necesidad de harina que sobre el moler había entre ellos muchas peleas; y por quitarles el agua hubo con los de la ciudad diversas escaramuzas. Desafío en hecho de armas. Sucedió entonces que viniendo a cierta habla algunos caballeros catalanes con los de Balaguer, dijeron los de dentro que si no estuviesen allí los caballeros castellanos ellos los harían apartar de las estancias y puestos en que estaban y saldrían a pelear con ellos; de donde nasció gran competencia y se desafiaron para probarse en hecho de armas, ofreciéndose los catalanes que pasarían a quitarles un palenque que tenían los de Balaguer cerca de una torre que estaba en lo postrero, encima de la judería arrimado a un recuesto, en lugar muy oportuno para defenderse. Empresa atrevida y arriscada. Tomaron esta empresa -que fue demasiadamente arriscada y atrevida- un sábado a 7 del mes de octubre estos caballeros: Jaime Cerdán, Guillén de Montañana, Luis de Villarasa, Juan de Sesé, Lorenzo de Heredia, Beltrán Coscón hijo de Beltrán Coscón, Miguel de Torrellas, Lope Ximénez de Heredia, Luis Vidal de Tagamanent, Juan de Urriés, Lope de Agüero, Hospital, Leonardo de Valseca y Luis Aguilón; y podían ser entre todos hasta cuarenta de caballo. Escaramuza brava donde fueron los de Balaguer vencidos. Los de Balaguer pusieron delante de la ciudad más de docientos hombres de armas entre ballesteros y lanceros, y hubo entre ellos una muy brava escaramuza, peleando los unos por deshacer el palenque y los contrarios por lo defender; y estuvo el rey mirando la pelea desde un cerro que estaba cerca de su casa fuerte. Y estando con el rey un caballero natural de Jaén que le decían Pero Martínez de Torres, cuando vio trabada la escaramuza, fuése a armar y puso encima de las armas una camisa y juntóse con aquellos caballeros. Acometieron a los de Balaguer con tanto denuedo y furia que los lanzaron por un barranco abajo cerca del muro y llegaron al palenque; y la pelea fue tan reñida por deshacer el palenque que fueron muchos heridos muertos de ambas partes; y porque se recogiesen sin recibir mayor daño, por haber de salir en derecho del adarve por un recuesto, mandó el rey a Alvar Rodríguez de Escobar -que tenía la guarda este día- y a don Jaime de Luna hermano de don Juan de Luna, que los fuesen a socorrer: y arremetiendo contra los de Balaguer con su caballería los sacaron del peligro en que estaban, habiendo cargado contra estos mucha gente. Heridos y muertos. Y al recogerlos salió herido don Jaime de Luna y fue muerto Juan de Pedrosa escudero de Jaime Cerdán y otros: y quedó herido el caballo de Alvar Rodríguez de Escobar. Y hizo en esta pelea muy buena prueba de caballería Pedro Martínez de Torres.

CAPÍTULO XXVIII

Que la casa fuerte de la condesa de Urgel se entró por la gente del duque de Gandía. El combate de la ciudad de Balaguer se deliberó. Deliberó el rey un miércoles a 11 de octubre que se diese el combate a la ciudad de Balaguer por seis partes, y después fuese combatida toda ella por todo el ejército juntamente; y era esto en sazón que con la lombarda mayor de Lérida se había hecho tanta batería que las pelotas pasaban el adarve de parte a parte, de tal suerte que en dos días derribó del adarve del muro dos lienzos de torre a torre hasta el suelo. Pero como la ciudad en aquel lugar estaba más alta que de la parte donde se batia, y tenía sus cavas, no se podía entrar por aquel lugar sin otros pertrechos.

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Muerte de Sancho de Leyva. Tirábase de la ciudad con lombardas más pequeñas, que eran como tiros de campo; y hacían harto daño en el real; y el viernes siguiente -que fueron 13 de octubre- fue muerto de un tiro de lombarda un caballero muy principal de la compañía del adelantado de Castilla que se llamaba Sancho de Leyva; de que el rey y todo el ejército hubieron grande pesar y se hizo gran sentimiento. Salvoconducto a los ingleses. Pero de la ciudad se iba saliendo mucha gente; y a 15 del mes de octubre se salieron treinta y seis ingleses con licencia del conde de Urgel y otros sin ella, entre los cuales fue un caballero aragonés que se decía Juan Ximénez de Embún; y el rey dio salvoconducto a los ingleses para que se pudiesen salir libremente de su reino. Los caballeros que llegaron de Navarra al rey [de Aragón] y cómo los recibió. A los nuestros crescían cada día las fuerzas y gente y bastimentos para que se tuviese la empresa del conde por perdida y sin ningún remedio ni socorro sino en sola la clemencia y merced del rey; y a 16 de octubre llegaron al real don Godofre hijo bastardo del rey de Navarra que era su mariscal y don Juan, primo del rey de Aragón hijo de don Alonso conde de Gijón, que venían de compañía. Y el rey los rescibió muy bien agradesciéndoles su ida. Cómo se ganó la casa en que la condesa de Urgel estaba; y salida de Martín López de La Nuza. Por este tiempo, estando el cerco en tanto estrecho, la gente del duque de Gandía que tenía sus estancias en el monasterio de santo Domingo, rescibía mucho daño de la gente que estaba en la defensa de la casa fuerte de la condesa, porque la tenían muy cerca y como se había acordado de no combatirla hasta que se diese el combate a la ciudad un caballero catalán que estaba en servicio del rey que se decía Luis Carbó movió cierta plática con uno de los de dentro ofreciendo que el rey le haría merced; y habiendo pasado algunos soldados de los que estaban en su defensa el río con una barca para traer la provisión necesaria de Balaguer, y acudiendo Luis Carbó con hasta cien hombres de armas de las compañías del duque de Gandía contra los que volvían en la barca hallando cerrada la entrada y tomado el paso, fuéronse el río abajo huyendo. Y entonces abrieron a los del duque las puertas del palacio y Luis Carbó se apoderó dél con su gente; y levantaron los pendones y banderas que el duque tenía en su real; y el rey encargó la guarda y defensa de la casa de la condesa a Luis Carbó. Esto fue a 20 de octubre; y este mismo día se salió de Balaguer Martín López de La Nuza y se puso en la obediencia del rey, reconosciéndole por su señor natural; y como fue de los más principales caballeros que habían seguido al conde, el rey le perdonó todo lo pasado con que no se hubiese hallado en la muerte del arzobispo de Zaragoza ni en la de Ramón Boyl gobernador del reino de Valencia que fue muerto en vida del rey don Martín, aunque no se restituyeron los lugares de su patrimonio. Prisión de Ferrer López de Lanuza en Zaragoza. Había sido preso en Zaragoza Ferrer López de La Nuza hermano de Martín López, porque era caballero que tenía mucha parte en la ciudad, recelándose dél por estar su hermano y su mujer y hija con el conde dentro de la ciudad de Balaguer; y este caballero era muy emparentado y confederado con los del linaje de Tarba, muy antiguos y poderosos en aquella ciudad, porque había seguido a los del parlamento de Mequinenza y se había apartado de los que seguían la opinión de la justicia; y esto había sido antes de la declaración que se hizo por los nueve jueces en Caspe. Y los diputados del reino lo dejaron libre, con pleito homenaje que iría a servir al rey en el cerco de Balaguer; y así lo hizo antes que Martín López su hermano se redujese a la obediencia del rey. Eran estos caballeros en el reino y en las montañas de Jaca de gran parcialidad, y Martín López de La Nuza sucedió en la herencia de los Tarbas por doña Urraca Fernández de Tarba su madre, que fue mujer de Lope de La Nuza y era hija de Ramón de Tarba y nieta de Galacián de Tarba justicia de Aragón. Ferrer de La Nuza y Galacián de Tarba justicias de Aragón, y Martín de La Nuza baile general. Nota. De Ferrer López de La Nuza fueron hijos Ferrer de La Nuza justicia de Aragón y Martín de La Nuza baile general de Aragón, entrambos muy valerosos caballeros; pero tan señalado como lo

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fue el justicia de Aragón en los reinos de España y en Italia y en otras provincias de la cristiandad en prudencia y consejo, que intervino en cosas muy grandes, poco los hubo en aquellos tiempos que tanto se aventajasen entre todos los españoles. Los que salieron de Balaguer. Salió Martín López de La Nuza de Balaguer con su mujer doña Elvira López de Sesé y con doña Violante de La Nuza y de Tarba su hija con licencia del conde, habiéndole el rey antes condenado; y el mismo día se salió también otro caballero que se llamaba Juan de Sesé y hasta otras cuarenta personas.

CAPÍTULO XXIX

Que la infante doña Isabel condesa de Urgel salió a ofrecer al rey que el conde su marido se pondría en su merced debajo de su clemencia.

Muerte de las esperanzas del conde de Urgel. Desde este tiempo acabó el conde de perder la esperanza de poder salir con una empresa, tan sin fuerzas ni consejo ninguno, ni defenderse más días, desamparándola los más principales caballeros que la habían seguido; y los ingleses que eran soldados que ponían la vida a la ventura de la batalla por sus gajes los cuales también habían faltado. Aunque el conde en todo el peligro pasado de tanta afrenta mostraba gran fuerzo de ánimo a los suyos y los animaba diciendo que queria morir con ellos y perder con el reino la vida no era así; antes se quisiera salir del peligro en que se puso tan temerariamente si pudiera; y los de Balaguer le suplicaban que no quisiese perder a sí y a ellos y tomase en sus cosas algún medio con el rey. Y desconfiando de poderse poner en salvo comenzó a tratar de rendirse con el mejor partido que pudiese. Trátase que el conde de Urgel y los de Balaguer se den a merced; y lo que el rey resolvió. Salieron de Balaguer un domingo a 22 de octubre a tratar de partido cuatro caballeros y cuatro del pueblo, y con ellos Ramón Berenguer de Fluviá. Y ayuntáronse con ellos Diego Hernández de Vadillo, Ruy Díaz de Cuadros, Tel González de Aguilar, Suero de Nava y Juan Carrillo de Ormaza. Pidieron los de Balaguer que el rey perdonase al conde y a los que estaban con él; y ofrecían que saldrían a su merced y le servirían muy bien. Y respondióseles que el rey en ninguna manera se pornía en trato con el conde; pero que el rey su señor era noble y católico príncipe, y si se pusiese en su poder y en sus manos habría piedad del conde; mas si una vez se comenzase a dar el combate por el menor de los suyos que muriese en él, ni perdonaría a él ni a ellos. Y el rey no quiso dar más lugar a esta plática y mandó poner en orden todo lo necesario para el combate. Terrible y notable pieza era la bastida. Lo primero para combatir la ciudad fue que moviese la bastida y la escala mayor que estaba en el Mata y salieron por lo llano. Y era la bastida máchina de tan extraña grandeza y de tanta pesadumbre que parecía igualar con una torre muy grande; y movíase con harta facilidad y ligereza; y ponía tanto terror y espanto como si no hubieran de hallar ninguna resistencia las compañías de ballesteros que iban en ella. La infanta doña Isabel condesa de Urgel pide misericordia al rey [de Aragón] para su marido; y lo que se le respondió y se previno. A este punto de lo del combate se iba ordenando y disponiendo, y todo el ejército se ponía en armas -que fue a 27 de octubre- salió la infante doña Isabel condesa de Urgel por la puerta del río con solas dos doncellas; y el duque de Gandía salió a hablar con ella: y pidió que el rey perdonase al conde su marido de manera que fuese seguro de muerte y prisión y de destierro del reino, ofreciendo que el conde su marido y ella se pondrían con su estado en la merced del rey para que hiciese dellos a su voluntad. Y el rey no quiso dar lugar que se le moviese ninguna manera de partido, sino que el conde por sí se viniese a poner en su poder, para que él ordenase de su persona y estado como bien visto le fuese. Cómo se aprieta el cerco de Balaguer. Cuando más se trataba de entregarse el conde en la merced del rey, con tanto mayor priesa se mandaba poner en todo estrecho el cerco; y mandóse cerrar de tapia alrededor toda la ciudad, y cercóse en espacio de seis días con tanta furia como el

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rey don Enrique su agüelo mandó cercar el castillo de Montiel, teniendo en él encerrado al rey don Pedro su hermano, con cuya muerte o prisión aseguraba su reino y no de otra manera ninguna. Porque el conde no se pudíese poner en salvo de noche, hacía el rey doblar las guardas, y ponían sus rondas y sobre rondas; y esto no se confiaba sino del adelantado Diego Gómez de Sandoval que andaba sobre todos. Aflicción de la condesa de Urgel y severidad del rey [de Aragón]. Salió la infante doña Isabel un lunes a 29 de octubre de la ciudad; y envió a decir al rey que iba para hablarle: y el rey le mandó decir a don Enrique de Villena su primo y al adelantado de Castilla que se volviese, porque no entendía escuchar ningún medio de partido; y la infante no dejó de continuar su camino. Y venía en hombros en una litera por estar preñada: y llegando a hacer reverencia al rey la recibió muy bien y le dio paz; y salieron con ella el obispo de Malta y el oficial ordinario de Balaguer que tenía las veces del obispo de Urgel. Lágrimas y razones lastimosas de la condesa de Urgel; y lo que con el rey [de Aragón] pasó. Sentóse el rey en su silla para oír a la infanta su tía, y púsose ante él de rodillas y los que con ella iban; y propuso una muy dolorosa plática, suplicándole con muchas lágrimas que asegurase la persona de su marido de muerte y de prisión, acordándose de su grandeza y de los reyes sus antecesores de quien decendía. Y el obispo también le suplicó que hiciese de manera que se mostrase la virtud de su clemencia y templase el rigor de la justicia. Pero considerando el rey que la severidad -que es beneficio y salud de la república- vence y sobrepuja la vana sombra de la clemencia, refiriendo largamente las cosas pasadas y la merced que había ofrecido de hacer al conde y su gran soberbia y rebeldía, respondió que no daría lugar a ninguna plática de tratado con él, salvo que sueltamente se viniese a poner en su poder y conociese su culpa; que entonces haría lo que buen rey debía obrar, usando con misericordia de la justicia, moviéndose antes a piedad que rigor. El conde de Urgel deliberó ponerse en manos del rey [de Aragón]. No pudiendo la infante mover la voluntad del rey mas de ofrecer que no se le daría pena de muerte, con esto se despidió del rey muy miserablemente. Y otro día a 30 de octubre volvió al rey y le dijo que don Jaime su marido estaba aparejado para venir a su merced, para que le asegurase a los que con él fuesen. Y el rey lo tuvo por bien.

CAPÍTULO XXX

Que el conde de Urgel se puso en la merced del rey, y fue llevado al castillo de Lérida; y el rey entró en la ciudad de Balaguer.

Rueda del mundo. Fue este un auto de gran ejemplo de la mudanza y poca firmeza de las cosas de los príncipes; que el conde que poco antes era competidor en la sucesión de tantos reinos y estados viniese con ellos a perder la libertad y se le hiciese merced de la vida como a rebelde y traidor a su rey y señor natural. Arrodíllase el conde de Urgel ante el rey [de Aragón] y las palabras que le dijo; lo que le respondió, a dónde lo llevaron y quién lo llevó. Era el postrero día del mes de octubre cuando el rey, estando en las vísperas de la fiesta de todos Santos, porque concurría todo el ejército a ver al conde que se venía a poner en la merced del rey y no se podía estar en la sala a donde había mandado poner su sitial, ordenó que le sacasen al campo, a vista de todo el real. Estando el rey en su silla real llegó el conde y hincó ante él las rodillas, y besóle la mano y dijo: "Señor: yo vos demando misericordia, y, pido vos por merced que vos membredes del linaje donde yo vengo." Y el rey le respondió: "Yo vos perdoné e hobe de vos misericordia cuanto vos otorgué cuanto me demansastes. E agora, por ruego de la infante mi tía, vos perdoné, que mereciades la muerte por los yerros que habíades fecho; e aseguro vuestros miembros, e que non seades desterrado de los mis reinos." Y mandó a Pero Núñez de Guzmán que lo llevase consigo y que fuesen con él hasta dejarlo en poder de Pero Núñez, el duque de Gandía, el adelantado de Castilla y el mariscal Alvaro de Avila.

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Luego que el conde fue llevado a poder de Pero Núñez de Guzmán salió de Balaguer la condesa, acompañada de doña Beatriz y doña Cecilia sus hijas; y suplicó al rey que hubiese misericordia y piedad de su hijo. El rey mandó óa Diego Hernández de Vadillo que las llevase a su posada. Lo que Alonso Ximénez dijo al rey [de Aragón]; es de notar. No dejó de ser cosa muy señalada lo que pasó aquel mismo día en la tarde con un caballero particular que decían Alonso Ximénez: que llegando ante el rey le dijo: "Señor: yo nunca hasta hoy vos ví nin vos conocí; e ha doce años que sirvo a don Jaime; e comí su pan e tomé aquí la su voz en esta cerca y sirviéralo hasta la muerte. E si bien serví a él, bien serviré a vos." Y besó al rey la mano. Y parecía a muchos que justificaba tanto la causa del conde como la suya que el rey usaba de gran rigor en el modo que pensaba tener con el conde, no considerando los que así lo entendían cuán peligroso le fuera al rey usar con él de ningún género de clemencia, quedando en su libertad. Llevan al conde de Urgel a Lérida. Acabado esto, mandó el rey a Pero Nuñez de Guzmán y a Per Alonso de Escalante que llevasen al conde a Lérida. Y partieron del real con su gente, que eran docientas y cincuenta lanzas; y pusiéronlo en el castillo. Y la reina -que estaba en aquella ciudad- se pasó a la casa del obispo y quedó desembarazado el castillo. Y pusieron al conde en una torre dél, con muy buena guarda. Después se hizo alarde de la gente que había en el real, y a 2 del mes de noviembre se hicieron dos alardes, el uno de la gente que estaba con duque de Gandía a la parte del río, porque no le podían pasar por ir crecido; y el rey hizo el de su real, en que había hasta dos mil de caballo sin la gente que había llevado al conde a Lérida; y eran muy pocos los lanceros y ballesteros. Gente de la reina de Castilla. Y porque en esta misma sazón la reina Castilla enviaba al rey cuatrocientas lanzas y venían don Alonso Alvarez comendador mayor de León y Lope Alvarez su hermano comendador Ricote y Gonzalo Mexia comendador de Segura y otros caballeros con otras compañías de gente de armas, envió a mandar que se volviesen. Y solamente llegó hasta Lérida Gonzalo de Aguilar, al cual mandó el rey quedar en su corte para que se hallase en su coronación. Entra el rey [de Aragón] con triunfo en Balaguer. Entró el rey en Balaguer con gran triunfo, como vencedor, un domingo a 5 de noviembre; y iban delante de los que habían de ser armados caballeros, que pensaron recibir aquella honra de caballería el día del combate. E iban delante dos pendones, el uno de las armas reales de Aragón con la devisa del rey de su orden de caballería de la Jarra y Lirios y un Grifo que él había instituído (y la recibió con gran solemnidad en la iglesia de Santa María de la Antigua de su villa de Medina del Campo el día de la fiesta de la Asunción de nuestra Señora del año de 1403) y el otro de las armas reales de Sicilia. Y en llegando a la puerta de la ciudad tomó una espada desnuda de la vaina y dio encima de los almetes a los que habían de ser caballeros. Dio el rey [de Aragón] la divisa de la Jarra a ochenta caballeros; y fuese a Lérida. Y celebrada la misa con gran solemnidad, dio su devisa del collar de las Jarras y Grifo a ochenta caballeros y escuderos, así de Castilla como destos reinos. Y fue a ver el castillo, y tornóse a comer al real. Otro día partió para Lérida llevando consigo toda su gente de armas; y entró con gran recibimiento y fiesta en aquella ciudad. Fortaleza del castillo de Loarre. En este tiempo, aún se tenía el cerco sobre el castillo de Loarre, que se puso en defensa por la gente de don Antonio de Luna; y teníalo en muy gran estrecho Felipe de Urriés señor de Ayerbe, que estaba sobre él con las compañías de gentes de aquellas montañas de Jaca. Y era de harta dificultad la expugnación dél, así por ser extrañamente fuerte como por tener muy franca la entrada de los gascones que pasaban de Bearne.

CAPÍTULO XXXI

De las sentencias que dio el rey contra el conde de Urgel y contra la condesa doña Margarita su

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madre. Proceso contra el conde de Urgel. Llegado el rey a Lérida, los días que allí se detuvo, fue dar orden en la conclusión del proceso que se hizo contra el conde de Urgel como contra rebelde; y subió el rey al castillo a donde estaba preso, y no solamente le vio pero -lo que causó gran admiración a todos- por su persona le examinó para convencerle en su rebelión y concluir su proceso. Nota. Es cierto que al conde en aquella empresa y causa todo le faltó, sino fue el derecho en que él y los suyos pensaban fundar su justicia, no midiendo con ella sus fuerzas; porque con ser aborrecido de muchos y enemistado con algunos barones de Cataluña y con la casa de Urrea en Aragón -que era tanta parte en el reino- habiéndosele opuesto por competidor un príncipe tan poderoso y generalmente bien quisto de los suyos y de los extraños, ni tuvo consejo ni fuerzas ni valedores para defender la justicia que tenía por tan clara: y a la fin con aquella temeridad se hubo de perder tan desvalida y miserablemente; de manera que buenamente se puede decir que en aquella causa, sola ella fue justa para que se perdiese, y ninguna otra tuvo de su parte con qué ayudarse ni en seso ni en valor ni en ventura. Lo que le dañó la condesa de Urgel. Incitóle más para ello la condesa doña Margarita su madre que principalmente había de procurar de salvarle de aquel peligro, que como una furia le solicitaba con gran instancia y requería que propusiese en su pensamiento que le convenía reinar o no vivir, diciéndole en lenguaje catalán: "Fijo, o rey o nada." Fuerza de los reyes son las voluntades de los vasallos. Considerando que las verdaderas fuerzas para alcanzar el reino en aquella competencia y en tanta contradicción consistían en las voluntades y afición de los súbditos y que para conquistarle era muy pequeño el tesoro que le dejó el conde su padre aunque fue muy grande para un príncipe de su calidad. [principal cargo contra el conde de Urgel.] La mayor culpa que resultaba contra el conde después de ser vencido, era haber enviado a dar la obediencia a su competidor con el artificio que lo hizo, porque aquello sólo se pudo hacer rebelde, pues sin ella más se debía tener por justo enemigo que por vasallo. Y lo que de allí se siguió todo se fue imputando a notoria rebelión más que a guerra justa de príncipe enemigo. El rey [de Aragón] por su persona fulminó la causa del conde de Urgel. Eran 12 días del mes de noviembre cuando el rey en el castillo real de Lérida comenzó a proceder como juez soberano contra el conde y a inquirir dél las causas de su rebelión, mandándole traer ante su presencia como si no fueran notorias, pareciendo a algunos que se pudiera bien excusar de hacer aquel proceso por su persona real contra el conde siendo vencido por las armas y que se había rendido a su clemencia. Nunca se vio jamás en competencia de la sucesión de un reino que hubiese menor resistencia que la hubo de parte del conde de Urgel, ni que tuviese menos valedores y fuerzas en lo público ni en secreto: tanto pudo la buena orden y regimiento que en ello tuvieron los que tomaron la voz de la justicia en el reino de Aragón y en el principado de Cataluña, que fue lo que hizo más culpado al conde para que le tuviesen por rebelde; porque los parlamentos se hicieron árbitros y jueces de aquella causa y la conformidad y constancia con que perseveraron hasta la fin -por excusar mayores inconvenientes y males- fue muy raro ejemplo a todas las naciones extranjeras y que causó a todos grande admiración. Esto fue de tal suerte que solamente perseveraron con el conde de Urgel en su opinión hasta lo postrero don Antonio de Luna y Garci López de Sesé del reino de Aragón; y del principado de Cataluña, Ramón Berenguer de Fluviá, Andrés Barutell, Dalmao de Palau, Pedro Gravalosa y otros muy pocos de menor estima. Tan desierta y desfavorecida estuvo su causa. Los que asistieron a la causa contra el conde de Urgel. Asentóse el rey en su solio real en el castillo a 29 del mes de noviembre; y halláronse presentes los que fueron principales en el ordenar el proceso. Y asistieron a la causa como personas de su consejo don Pedro Zagarriga arzobispo

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de Tarragona -que tan pocos días antes tuvo al conde por más legítimo sucesor en el reino- don Francisco Clemente obispo de Barcelona, don Alonso obispo de León, don Juan Ramón Folc conde de Cardona, don Roger Bernaldo de Pallás, el vizconde de Illa, Berenguer de Estalric, Guerao Alamán de Cervellón gobernador de Cataluña, don Berenguer Arnal y don Pedro de Cervellón, Francés de Aranda donado de Portaceli, Olfo de Proxita, Berenguer Dolms, Pedro Senmenat, Berenguer de Bardají, micer Juan Dezplá tesorero del rey, Ferrer de Gualbes, Gralla y otros letrados. Sentencia contra el conde de Urgel. Estando el rey en su trono real y presentes los infantes don Alonso y don Pedro sus hijos, y con ellos, el duque de Gandía y don Enrique de Villena, el conde de Módica, don Bernaldo de Centellas, Gil Ruiz de Lihori, Juan Fernández de Heredia, don Juan de Luna, don Juan de Ijar. Berenguer de Bardají y Juan de Bardají y los doctores Juan Rodríguez de Salamanca y Juan González de Acevedo y otros muchos caballeros, sacaron al conde de la prisión en que estaba. Y en su presencia y de Francés de Eril -que hizo las partes de acusador- se leyó públicamente la sentencia por Pablo Nicolás, secretario del rey. La suma era: que constando por confesión del conde y por su proceso ser súbdito y por razón de la origen y domicilio vasallo y natural del rey y que le estaba obligado con vínculos de juramento y fidelidad, haberse confederado contra el rey para ocupar el reino, y que le levantasen por rey, y haber combatido sus gentes diversas fuerzas y castillos, y opuéstose contra el rey y contra sus pendones reales, haciendo guerra como notorio rebelde y enemigo, y que consentía que le llamasen rey de Aragón y al rey infante de Castilla, por estas causas, se declaraba haber cometido crimen de lesa majestad. Y puesto que mediante justicia le pudiera condenar a pena de muerte natural, pero considerando que descendía de la estirpe y casa real de Aragón y por la intercesión y ruegos de la infante doña Isabel su tía y de otras personas notables, conmutaba aquella pena en que fuese detenido en buena custodia y cárcel, porque desta manera se satisfaría a la justicia y se proveería a la quietud de sus reinos. Y fueron confiscados a la corona real sus estados y tierras y todos sus bienes. Sentencia contra la condesa doña Margarita. Pasados algunos días se dio también sentencia en aquella ciudad contra doña Margarita de Monferrat condesa de Urgel su madre, declarando haber cometido el mismo delito de lesa majestad. Y fueron confiscados sus bienes. Pareceres sobre la prisión del conde de Urgel; y lo que resolvió el rey [de Aragón]. Refiere Lorenzo de Vala, que fue opinión de algunos, que había ofrecido el rey a la infante doña Isabel su tía condesa de Urgel que ni tendría al conde su marido en cárcel perpetua ni se llevaría a otro reino extraño; aunque aquello fue más público que constante, y que lo más cierto era no haberse denegado que haberlo prometido, siendo cierto que refiere Alvar García de Santa María que el rey dijo al conde -como se ha referido- que no sería desterrado de sus reinos, lo que parece muy verisímil siendo aquel autor de la casa del mismo rey y ministro suyo. Y que después, por buen gobierno, entendió el rey que no le convenía que quedase en ellos para en cualquiere mudanza de tiempos, como después se entendió muy bien. Estuvo el rey muy dudoso a dónde mandaría poner al conde; y muchos le decían que lo tuviese en alguna de las fortalezas de sus reinos, y otros que lo enviase a Castilla. Y considerando el rey que el conde era muy mancebo y de muy buena gracia y de hermosa compostura y disposición y que los del reino de Aragón le iban a ver a menudo allí donde estaba preso y le mostraban gran afición, y que por estar entre los de su naturaleza que tan grande amor le mostraban podría tener más lugar de salirse de la prisión, ordenó que le llevasen a Castilla. [traslado del conde de Urgel a Urueña.] Dióse cargo a Pero Núñez de Guzmán y a Pedro Alonso de Escalante que lo trujesen a Zaragoza y desta ciudad lo llevasen a Castilla; y lo tuviese Pedro Alonso en prisiones en Urueña, y para mayor seguridad se le entregase el castillo. Salieron de Lérida con el conde un domingo a 10 de deciembre; y cuando llegó a Zaragoza pensó que había de quedar en esta ciudad, y viendo que lo pasaban adelante no quería seguirlos y dejábase caer con gran desesperación de una acémila en que le llevaban, de manera que hubiera de morir. A tan miserable estado había llegado la suerte deste príncipe.

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[las] cuatro hijas del conde de Urgel. Tuvo de la infante doña Isabel cuatro hijas: doña Isabel que casó con el infante don Pedro de Portugal y hubieron hijos a don Pedro condestable de Portugal (que con mayor temeridad que su agüelo emprendió ser rey de Aragón y murió en aquella demanda), y a la reina doña Isabel madre del rey don Juan el II de Portugal. Llamóse la segunda hija del conde de Urgel doña Leonor, que casó con Ramón Ursino conde de Nola, que fue un gran señor en aquel reino. Y la tercera fue doña Juana que casó con Gastón conde de Fox, y muerto el primer marido casó con don Juan Ramón Folc hijo del conde de Prades. Y la cuarta fue doña Catalina que murió doncella.

CAPÍTULO XXXII

Que el castillo de Loarre se rindió a don Pedro Ximénez de Urrea. Felicidad del rey [de Aragón]. Tuvo el rey en tan breves días las cosas de su estado en tanta reputación de autoridad y grandeza que pareció sobrepujar a la que alcanzaron los reyes de Aragón sus antecesores que habían sucedido en el reino sin ningún género de contradicción y competencia, prevaleciendo contra todos sus competidores, no solamente en el derecho de la sucesión pero en la fuerza de las armas; y deliberó de coronarse con la majestad y pompa que lo acostumbraron los reyes pasados. El rey [de Aragón] delibera su coronación; y llamamiento que hizo. Antes que diese la sentencia contra su adversario, a 24 del mes de noviembre, habiendo acordado de coronarse en Zaragoza con la solemnidad y cerimonía que era costumbre, mandó hacer llamamiento general de todos los perlados y barones y caballeros y de los procuradores de las ciudades y villas del reino de Aragón para que se hallasen a ella para 8 del mes de enero siguiente, que era el domingo primero después de la fiesta de Epifanía. El castillo de Loarre se tomó por el rey [de Aragón] y don Antonio de Luna se puso en salvo. Por este tiempo, como no quedaba ninguna fuerza que se tuviese por el conde de Urgel sino el castillo de Loarre que se tenía en gran defensa por don Antonio de Luna (y era de mucha importancia por estar tan vecino a los montes que dividen el reino de Aragón del señorío de Bearne) mandó el rey que fuese con buenas compañías de gente de armas a estrechar el cerco y echar dél a don Antonio de Luna, al mayor enemigo que tenía y más poderoso que era don Pedro Ximénez de Urrea. Y llevó las compañías de almogávares de Castilla que estaban en el reino y se hallaron en el cerco de Balaguer. Y fuése a juntar con las compañías que tenía Felipe de Urriés sobre aquel castillo; y los que estaban en defensa dél tuvieron su plática con un caballero de la casa de don Pedro Ximénez de Urrea que se decía Juan de Luxán y asegurándolos entregaron el castillo a don Pedro. Confiscóse el estado de don Antonio de Luna. Y así fue don Antonio de Luna echado de su estado y le perdió para siempre, aunque tuvo más cuenta de poner su persona en salvo que el conde de Urgel; y sus villas y lugares se enajenaron por las penas que se ejecutaron contra él en virtud de los establecimientos de la ciudad de Zaragoza y de la sentencia que se promulgó contra él por la muerte del arzobispo don García Fernández de Heredia.

CAPÍTULO XXXIII

De la venida de Guillelmo vizconde de Narbona a la ciudad de Lérida para reducirse a la obediencia del rey.

Cómo se sustentaron las cosas de Cerdeña. Las cosas de Cerdeña, después de la muerte de Pedro de Torrellas, se sustentaron -como se ha referido- en tanta turbación de tiempos por el socorro de capitanes y gente que se envió por los del parlamento del principado de Cataluña, teniendo por adversarios a los genoveses y siendo gran parte la nación sardesca que estaba

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rebelde. Guillén vizconde de Narbona: quién fue y lo que pretendía. Porque Guillén vizconde de Narbona (que fue hijo del vizconde Aymerico y de doña Beatriz de Arborea, hija de Mariano vizconde de Bas y juez de Arborea y hermana de doña Leonor mujer de Brancaleón de Oria conde de Monteleón) pretendió suceder en el juzgado de Arborea, que era tan gran estado que era poco menos que ser señor de toda la isla; y proseguía el derecho de su mujer por haber muerto doña Leonor de Arborea (que fue la mayor sin dejar hijos); y fue el vizconde el que perseveró en aquella guerra contra el rey don Martín con gran obstinación, y después de su muerte puso las cosas en muy gran peligro, faltando un caballero tan valeroso como lo era Pedro de Torrellas; y asistía al vizconde por su persona haciendo la guerra contra los gobernadores y capitanes que tenían cargo de la defensa del reino. Lo que Gutierre de Santa Clara hizo: es importante. Sucedió antes que se declarase lo de la sucesión destos reinos que un Gutierre de Santa Clara natural de Santander, que era capitán de una nave del rey de Castilla, habiendo surgido en Aguas Muertas, pasó a Sácer algunas compañías de hombres de armas del vizconde de Narbona, estando aquella ciudad en su obediencia; y volviendo a pasar más gente, supo que el infante don Hernando se había declarado ser el verdadero sucesor destos reinos y no quiso pasar la gente sino ofreciendo el vizconde que si el infante entraba en la posesión destos reinos estaría a derecho con él. Embajada del vizconde de Narbona al rey [de Aragón]. Vino aquel capitán a Zaragoza; y por medio del mariscal Alvaro de Avila envió el vizconde un caballero de su casa que llamaban el señor de Morellans, estando el rey en Barcelona; y en virtud de la creencia que traía dijo al rey que el vizconde tenía algunas villas y castillos en Cerdeña con derecho y justicia, y el rey don Martín y los otros reyes sus antecesores le habían movido guerra con gran sin razón, e agora el vizconde sabía que reinaba en su lugar y que era muy católico príncipe y franco y muy poderoso y que no usurparía a ninguno lo suyo contra derecho; y así, le suplicaba que no le quisiese desheredar, y cuando tuviese por bien de ver el derecho que tenía se lo mostraría. Respuesta del rey [de Aragón] a la embajada del conde de Narbona. Recibió muy bien el rey aquel caballero; y él ofreció que el vizconde venía por su persona a Cataluña, dándole seguro; y pidíalo para mil de caballo y que los suyos anduviesen con cotas y brazales y lanzas y espadas y dagas; y el rey le mandó responder que no era razón que viniese con tanta gente, pues le aseguraba a él y a los suyos, y tan seguro podría venir con cincuenta lanzas y tan a su honra como con mil. Entrada del vizconde de Narbona. Con este seguro vino el vizconde a Barcelona con sesenta de caballo, estando el rey en Lérida y traían sus cotas y brazales: y a una jornada de la corte dejaron las armas y quedaron con las ordinarias. Y antes que el rey partiese de Balaguer envió a Barcelona para que acompañase al vizconde a don Berenguer Carroz conde de Quirra (que sucedía de doña Benedeta de Arborea hija de Juan de Arborea, que fue puesto en prisiones por Mariano juez de Arborea su hermano, y murió en ellas, que casó con don Juan Carroz). Llegó el vizconde a Lérida a 20 de deciembre; y allí se le hizo muy buen recibimiento, y el rey le recogió muy amorosamente, habiendo sido tan gran enemigo y adversario por tan largo discurso de tiempo.

CAPÍTULO XXXIV

De la fiesta que se celebró en la coronación del rey y de la reina y que en ella se dio título de príncipe de Girona al infante don Alonso su hijo primogénito.

Cortes en Zaragoza. A la solemnidad de la fiesta de la coronación del rey se juntó (según la costumbre antigua de los reyes sus predecesores) la celebración de cortes generales, porque no se solían juntar los estados del reino sin que se fuese proveyendo en lo que convenía al beneficio universal. Y por esta causa, estando el rey en Lérida a 22 del mes de deciembre, había mandado congregar cortes en la ciudad de Zaragoza a los estados del reino para 15 del mes de enero. Y

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tuvo la fiesta de navidad y del año nuevo de 1414 en aquella ciudad de Lérida. El infante don Alonso visitó al papa [Benedicto XIII]; y en los maitines de navidad dijo el evangelio con la espada en la mano. Y envió al infante don Alonso su hijo primogénito, a visitar al papa Benedicto que estaba en Tortosa; y en la vigilia del santísimo nacimiento de nuestro Salvador dijo el infante a los maitines el evangelio con la espada desnuda en la mano, hallándose el papa presente con su colegio, según la costumbre de la curia romana, que tiene ordenado que aquella lección la cante algún príncipe muy señalado que se halle en la fiesta. Entra el rey [de Aragón] en Zaragoza; y quién le acompañó. Salió el rey de Lérida a 10 del mes de enero; y vínose a Pina, lugar de don Artal de Alagón; y allí corrió monte de puercos monteses. Estando en aquel lugar llegaron don Alonso Enríquez su tío almirante mayor, y don Diego López de Stúñiga justicia mayor de Castilla, y don Juan obispo de Segovia y otros caballeros que iban para acompañar al rey en su entrada en Zaragoza. Y vínose el rey a posar a su palacio real de la Aljaferia; y entró en él a los 15 de enero que era el día, que fue señalado para que se juntasen los estados del reino a cortes. Ordénase la coronación del rey [de Aragón]. Ordenóse la fiesta y aparato de la coronación con la mayor pompa y solemnidad que se vio jamás en estos reinos; y fue la postrera que ha habido hasta nuestros tiempos, porque los reyes sus sucesores no se coronaron con aquella majestad y triunfo que se ordenó en la coronación deste príncipe y como lo usaron sus antecesores. La corona de su padre la trajeron al rey [de Aragón]; y tuvo esto misterio. Y para ella, le envió la reina de Castilla la corona con que se coronó el rey don Juan su padre, que fue como un misterio y señal de la unión destos reinos con los de la corona de Castilla y León que se vio en tiempo del rey don Hernando su nieto que llamaron el católico, de que tan gran beneficio se siguió no sólo a las provincias de España pero a toda la cristiandad. Concurrieron a esta fiesta de todo España y de otros reinos extraños grandes señores y caballeros y innumerables gentes. Justas en Zaragoza mantenidas por orden de la ciudad; y por qué. Y la ciudad estuvo adornada como convenía para la representación de tan grande fiesta; y mandaron los jurados poner dos telas para justar, una en el mercado a la puerta que dicen de Toledo y otra delante de la Aljafería. Y porque la ciudad tenía de costumbre en las fiestas de las coronaciones poner sus mantenedores para que los caballeros se ejercitasen en aquellos autos de caballería, puso por principal mantenedor a don Juan Martínez de Luna señor de Illueca; y él escogió otros tres mantenedores. Y aquel regocijo duró muchos días en que se señalaron muy principales caballeros en las armas. Los caballeros que armó el rey [de Aragón]. Antes de salir el rey de la Aljafería a la iglesia mayor, un sábado a 10 de febrero, estando en su solio real, armó algunos caballeros que fueron García de Herrera, Pero Fenández de Sanfelices, Hernando Manuel, Juan Aymeric, Rodrigo de Ledesma y un caballero de Játiva que se decía mosén Pin. Fue el rey [de Aragón] a la iglesia mayor [de San Salvador] a velar sus armas el sábado antes de su coronación. Y aquella noche fue el rey a la iglesia mayor, a velar sus armas con gran majestad y pompa real acompañado de cinco infantes sus hijos y de todos los grandes y caballeros que se juntaron a la fiesta. Coronación del rey [de Aragón]; y con qué ceremonias. Oyó el rey misa el domingo a la alba del día, en la capilla de los Angeles; y de allí se pasó delante del altar mayor a su silla real, y ciñóse su espada. Y habiéndose dicho las oraciones que tiene ordenadas la iglesia para esta cerimonia por el obispo de Huesca que estaba revestido de pontifical, puso el rey la espada en el altar. Y calzáronle las espuelas el infante don Enrique maestre de Santiago su hijo y el duque de Gandía; y vestido de las vestiduras reales con que los reyes se acostumbran coronar lleváronlo los perlados en procesión. Y iba en medio del arzobispo de Tarragona y de los obispos de Barcelona y Segovia desde la capilla del arzobispo don Lope de Luna ante el obispo de Huesca que le había de ungir, que estaba en el altar mayor.

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Palabras notables del arzobispo de Tarragona y del obispo de Huesca. Y entonces el arzobispo de Tarragona dijo así: "Reverendo Padre: Este resplandeciente caballero al cual por sucesión legítima pertenece el reino por dignidad real, demanda a la santa madre Iglesia que le consagremos." Y el obispo dijo: "¿Sabedes vosotros pertenecer a él el reino por legítima sucesión?" Y respondieron: "Nos conocemos e creemos a él pertenecer la legítima sucesión del reino." Protestación del rey [de Aragón]. Y rezadas ciertas oraciones y hecha la protestación de guardar ley y justicia y paz de la iglesia de Dios al pueblo y las otras cosas que tiene ordenadas la iglesia, fue ungido por el obispo de Huesca. Recibe el rey [de Aragón] la corona, y el infante don Alonso título de príncipe. Comenzándose a celebrar la misa tomó el rey del altar una corona de extraña riqueza que él mandó labrar para su coronación y púsola sobre su cabeza; y tomó el cetro y pomo real. Y estando en su trono llegó el infante don Alonso y vistióle el rey un manto y púsole un chapeo en la cabeza y una vara de oro en la mano, y dióle la paz y título de príncipe de Girona por su primogénito, como antes se llamaba duque; porque ya en el reino de Castilla y León se había dado al sucesor en el reino el título de príncipe de Asturias a imitación del reino de Inglaterra, porque en él al heredero que sucedía en el reino llamaban príncipe de Gales, de donde vino este título. El infante don Juan duque de Peñafiel. Con la misma cerimonia hizo el rey duque de Peñafiel al infante don Juan su hijo segundo; y armó allí caballeros a Pero López y Beltrán de Avalos hijos de don Ruy López de Avalos condestable de Castilla, que se halló a la fiesta de la coronación, y a Diego de Quesada hijo de Pero Díaz de Quesada, Diego de Avila, Fernán Rodríguez de Arévalo, Rodrigo de Avellaneda, Miguel Belhome Siciliano, Alvar Gutiérrez de Vadillo y a Juan Mercer. Paseo famoso del rey [de Aragón]. Celebrada la misa, el rey se pasó a la capilla del arzobispo don Lope de Luna, y de allí salió de la iglesia; y púsose en un caballo blanco con las insignias y vestiduras reales; y de las camas del freno iban trabados dos cordones de sirgo blanco y a la mano derecha llevaban de diestro el infante don Enrique, el duque de Gandía, don Fadrique de Aragón conde de Luna y otros condes y vizcondes y los jurados de Zaragoza y Valencia y los embajadores de las otras ciudades. El otro cordón llevaban el infante don Pedro -que era el cuarto hijo del rey- don Enrique de Villena, los condes de Cardona, Módica y Quirra y los vizcondes de Villanova y de Illa y otros barones, y los embajadores de Barcelona y de otras ciudades. Doce ciudadanos de Zaragoza llevaban el palio del rey. Iba el rey debajo de un palio muy rico que llevaban doce ciudadanos de Zaragoza. Y con aquella pompa fue hasta la Aljafería con grandes juegos y entremeses que duraron de manera que cuando el rey llegó a su palacio eran las cuatro horas después de mediodía. Sarao en la Aljafería. Comieron con el rey aquel día y a la mano derecha los perlados y a la izquierda el príncipe y los infantes; y algún tanto más abajo todos aquellos grandes y señores salvo los que sirvieron al rey y a sus hijos. Misa mozárabe. Oyó el rey misa el día siguiente en la iglesia de San Martín -que está dentro del palacio real de la Aljafería-, la cual celebró el obispo de Segovia conforme a las cerimonias antiguas del tiempo de los reyes godos, de la manera que se oficiaba en la ciudad de Toledo en las iglesias de los mozárabes. Coronación de la reina [de Aragón]. El martes y el miércoles siguiente se celebró la fiesta de la coronación de la reina doña Leonor con las mismas insignias y cerimonias, salvo que la coronó el rey con la corona que le trujeron de Castilla. Torneo en el campo del Toro. Y por la honra de la fiesta de la coronación de la reina mandó hacer el rey un torneo de ciento por ciento a 16 de febrero en el campo que llamaban del Toro, para el

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cual mandó dar docientos arneses de torneo con sus viseras y sobrevistas de cendal y espadas guarnidas. Desposorios; y de quién. Y duraron las fiestas muchos días, porque en ellas se hicieron los desposorios y bodas de dos doncellas de la casa real: la una fue doña Leonor de Villena hermana de don Enrique de Villena que casó con don Antonio de Cardona hermano de don Juan Ramón Folc conde de Cardona, y la otra doña Leonor hija de don Alonso conde de Gijón, que -según dice Alvar García de Santa María- era hermana de Garci Fernández Manrique; aunque Pero Tomic escribe ser hermana de Pero Manrique; y si así fuese sería hija del almirante don Alonso Enriquez, la cual casó el rey con don Berenguer Carroz conde de Quirra. Casamiento del conde de Quirra solemnizado por los reyes [de Aragón]. Y dióle en dote mil y quinientos florines de renta en Cerdeña. Y el rey y la reina hicieron mucha honra al conde y a la condesa y acompañó el rey a la condesa hasta la posada del conde; y otro día comieron el rey y la reina con ellos por los honrar.

CAPÍTULO XXXV

De las cortes que el rey celebró en Zaragoza a lo aragoneses después de su coronación. Lo que en el principio de las cortes de Zaragoza propuso el rey [de Aragón]. Acabada la fiesta de la coronación del rey y de la reina -que fue la postrera que se vio en estos reinos- juntándose los estados del reino a las cortes que estaban llamadas a sus congregaciones que se hacían en el monasterio de los frailes predicadores, propuso en ellas el rey a 17 del mes de febrero la causa para que los había mandado juntar. Y aunque el principal fundamento de su plática se enderezaba a encarecer los trabajos y afanes que los aragoneses habían padecido en defensión del reino por resistir a la gente de armas que había entrado de Gascuña e Inglaterra, de los cuales dijo que se hubo gran victoria y en los cercos de Montearagón, Trasmoz, Loarre y Balaguer. Tratadores de las cortes. Y propuso que se nombrasen tratadores para ordenar algunas cosas que convenían proveerse para el buen estado del reino. Y se nombraron don Diego de Fuensalida obispo de Zamora, Francés de Aranda, Gil Ruiz de Lihori y Berenguer de Bardají. Y asistiendo a ellas Juan Ximénez Cerdán justicia de Aragón se establecieron algunos fueros. Pero la conclusión dellas no fue muy apacible a todos que esperaban de la clemencia del rey que se haría ley, en que se olvidasen y remitiesen todos los yerros y excesos pasados en la guerra que hubo en el reino prosiguiéndose la declaración de la sucesión por términos de justicia, y que tan solamente se procedería contra los principales que eran inculpados de notoria rebelión. El fiscal pide se proceda contra los rebeldes; el rey [de Aragón] lo concede y a quién se cometió. Porque a 12 del mes de junio Ramón Torrellas procurador fiscal pidió se procediese con voluntad de la corte contra los que habían hecho guerra en el reino después que el rey fue jurado. Y el rey lo cometió a micer Juan de Funes, Domingo Lanaja y a Pelegrín de Jasa, para que -siendo citados los delincuentes- se procediese contra ellos mediante justicia a instancia del procurador fiscal; y sin otra declaración que tocase a esta demanda se despidieron las cortes. Querellas de deudos de don Antonio de Luna al fin de las cortes. En ellas hubo muy gran querella que se propuso por los sobrinos y hija de don Antonio de Luna, que eran don Juan Ramón Folc conde de Cardona hijo de doña Beatriz de Luna que fue hermana de don Antonio, condesa de Cardona, y en nombre de don Guillén Ramón y de don Pedro de Moncada hijos de doña Elfa de Luna difunta y de doña Marquesa de Luna mujer de don Artal de Alagón, que también eran hermanas de don Antonio y de doña Elfa de Luna su hija. Por parte de todos que eran personas tan grandes, se propuso que la condesa doña Beatriz y doña Marquesa eran hermanas hijas de don Pedro de Luna y de doña Elfa de Ejérica; y don Guillén Ramón y don Pedro de Moncada eran hijos de don Ot de Moncada y de doña Elfa de Luna: y los agravios que se hacían a don Antonio de Luna su tío por el parentesco tocaban a su interese proprio, siendo padre, hermano y tío destas partes.

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Nótese esta querella que es notable. La principal querella era de Gil Ruiz de Lihori que regía el oficio de la gobernación general del reino y de los jurados de la ciudad de Zaragoza que después de la muerte de don García Fernández de Heredia arzobispo de Zaragoza que había sido muerto fuera de los términos desta ciudad hicieron ciertos establecimientos, y con autoridad dellos el gobernador -sin llamar a don Antonio de Luna- le había declarado ser traidor y le condenó a muerte y confiscó sus bienes; y de hecho mandó derribar las casas que tenía en Zaragoza contra justicia, fuero y costumbre del reino y contra toda razón. Porque pretendían que aquellos establecimientos no podían obligar a don Antonio de Luna de fuero, ni se podían ordenar por los insultos y delictos que se cometían fuera de Zaragoza y de sus términos, y por homicidio de fuero no había lugar la confiscación de bienes. También afirmaban que por el homicidio cometido en la persona del arzobispo no podía don Antonio ser dado por traidor, y que la sentencia de muerte y la confiscación de bienes que declaró el gobernador era desaforada y tal que no merecía ejecución ninguna, y así se debía revocar; y pedían que en este caso se procediese por fuero y costumbre del reino. Con estos presupuestos pretendían que los lugares de Almonazir, Morés, Purroy, Alcalá, Pola, Pradilla, la mitad de Plasencia y la morería de Sabiñán eran de mayorazgo por vínculos perpetuos y forales que pertenecían a su hija, hermanas y sobrinos por sucesión y no se pudieron confiscar; y oponíanse a la aprehensión dellos. Satisfacción a la demanda que se dio por razón de don Antonio de Luna. Para satisfacción desta demanda y querella se mandó ver la sentencia de Gil Ruiz de Lihori; y en ella no era don Antonio de Luna condenado ni declarado ni notado de crimen de traición como se pretendía; y considerando que de fuero una persona por otra no se admitía para pedir tales cosas, no se proveyó cosa alguna en lo que se intentaba por su hija, hermanas y sobrinos; y los lugares del estado de don Antonio -que era de los mayores del reino- se fueron vendiendo, así por las penas en que fue condenado por el juez eclesiástico como por contemplación de dotes y de otras deudas; y Almonacir se vendió a don Pedro Ximénez de Urrea. Demanda de doña Elvira López de Sesé. Merced que el rey [de Aragón] hizo a Alvaro de Garabito y a doña Violante de Sesé. Por el mismo derecho, en nombre de doña Elvira López de Sesé mujer de Martín López de La Nuza y Tarba y de doña Violante de La Nuza y de Tarba su hija, se puso demanda por tener el rey ocupados los bienes de Martín López. Y el rey después, estando en la villa de Momblanc celebrando cortes a los del principado de Cataluña, a 13 del mes de octubre deste mismo año, siendo ya muerto Martín López de La Nuza, considerando que no obstante la remisión que el rey le hizo después de haber salido de la ciudad de Balaguer, por haberse reservado el derecho que tenía a todos sus lugares y bienes, pertenecían a su corona real, pero por haberse concertado matrimonio con consentimiento del rey entre Alvaro de Garabito su camarero, natural del reino de Castilla y doña Violante hija de Martín López y de doña Elvira López de Sesé en contemplación dél le hizo donación de todos los bienes y lugares que fueron de Martín López y del derecho que le podía en ellos pertenecer.

CAPÍTULO XXXVI

De la embajada que enviaron los sicilianos al rey, suplicándole les diese uno de los infantes sus hijos por rey.

Estado de las cosas de Sicilia. No estaban las cosas de Sicilia de manera que pudiesen atender a nuevos movimientos, hallándose el rey Ladislao en continua guerra con el rey Luis duque de Anjous su competidor y teniendo por rebelde al conde de Nola, que era un gran señor de la casa Ursina. Y todo su pensamiento se convertía en tener príncipe que fuese rey de Sicilia y se contentase con aquel reino, pues en otros tiempos los que reinaron en aquella isla fueron tan grandes príncipes y tan poderosos reyes y tenían muy extendido campo en que emplear sus ejércitos y gentes de guerra y gran aparejo para ser señores de la mar por las costas de Africa, prosiguiendo aquella conquista contra los infieles.

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Intento y parecer de los sicilianos. Esto les parecía que buenamente se podría acabar con el rey, pues asegurase la sucesión de aquel reino para uno de los infantes sus hijos teniendo tantos, y que no era deshonesta demanda cuando el rey no tuviese por bien de dalles a don Fadrique de Aragón conde de Luna hijo del rey don Martín de Sicilia a quien ellos tenían generalmente muy grande afición y le amaban como a natural de aquel reino. Y deliberaron de enviar a Cataluña por solo esto una muy solemne embajada. Trata el rey [de Aragón] que venga la reina doña Blanca y no los embajadores de Sicilia. Siendo el rey avisado de su venida por letras de sus embajadores, estando en Lérida a 7 del mes de enero, había buscado ocasión cómo la reina doña Blanca se viniese; y porque ellos insistían en enviar sus embajadores para pedir con mucha instancia que se les diese rey, dio orden a los embajadores que fueron a aquel reino que tuviesen forma cómo tal embajada como aquella no viniese, y cuando no se pudiese excusar su venida procurasen que con ella se pidiese al rey por vicario o gobernador uno de los infantes sus hijos y no por rey; porque si tal cosa pidiesen recibiría mucho descontentamiento y nunca lo podrían alcanzar dél, y se diese orden que no viniesen en un tal inconveniente. Llega la embajada de Sicilia: y quién fueron los embajadores. Pero la embajada vino tan de propósito como si no vinieran a otra cosa. Y fueron los embajadores Ubertino de Marinis electo arzobispo de Palermo, y Filipo de Ferrera obispo de Pati, por la clerecía; y por los barones del reino don Juan de Moncada. Y en lo público se decía que la venida destos embajadores era por la división y discordia que había en aquel reino, siguiendo unas ciudades y pueblos la obediencia del papa Benedicto y otros al papa Juan y a Gregorio. Libertad del conde de Veintemilla, y lo que en esto hubo. Tuvo el rey forma cómo los sicilianos se tuviesen por bien contentos si les enviase al infante don Juan su hijo que los gobernase. Y porque en las turbaciones pasadas había sido preso el conde don Antonio de Veintemilla que era muy poderoso y gran parte en aquel reino y su prisión era causa que estuviesen los barones muy alterados y puestos en armas, determinó el rey en su consejo de estado que fuese suelto de la prisión en que estaba y que viniese a residir en su corte. Y las fuerzas y castillos de Girachi y La Rochela estuviesen a su mano hasta que determinase lo que se debía hacer. Y mandólo sacar el rey del castillo de Malta donde estaba preso, y sobre ello se dieron sus letras en favor de la condesa doña Elvira su mujer del conde y de don Antonio de Veintemilla su hijo.

CAPÍTULO XXXVII

De la embajada que envió el emperador Sigismundo al rey por la unión de la iglesia. Segismundo conquistó el reino de Hungría: cómo se intitulaba y cómo fue electo en el imperio. Sigismundo, hijo del emperador Carlos IV, fue príncipe muy valeroso y católico y en todo bien diferente del emperador Venceslao su hermano, que con gran ignominia fue privado como dicho es de la administración del imperio. Conquistó este príncipe por su gran valor el reino de Hungría y le redujo a su obediencia, habiendo sido casado con María única hija de Luis rey de Hungría, siendo muy mancebo; y llamábase rey de Hungría y de Croacia. Fue elegido por emperador después de la muerte de Iodoco marqués de Moravia que sucedió al emperador Roberto y murió en el año de 1411. Y esta elección de Sigismundo fue siendo vivo Venceslao rey de Bohemia su hermano; y de la sublimación deste príncipe al imperio se favoreció en gran manera el papa Juan; y verdaderamente su celo a la honra y gloria de Dios y en lo que tocaba a la unión de su santa iglesia católica, en tanta división y turbaciónó della, fue de tanto ejemplo que con la ayuda y gracia de nuestro Señor, fue autor del remedio de los males y persecuciones que padecía. Y después del emperador Carlos -que con tanta razón se llamó el Magno- no tuvo la iglesia tal defensor y caudillo en tiempo que tanto la perseguían nuevos errores y herejías y el imperio de los turcos se iba extendiendo por las provincias de Grecia y Macedonia.

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Conformidad del papa Juan [XXIII] y el emperador Segismundo. Deseando este príncipe sumamente la unión de la iglesia y que cesase tanta turbación y escándalo, hallando muy conforme con su intención el papa Juan que ofrecía seguir los medios que se señalasen más seguros para conseguirla y mudar el concilio pisano al lugar que al emperador pareciese más cómodo y seguro, comenzó a requerir y animar a todos los príncipes de la cristiandad para que se conformasen con él en procurar la expedición de un negocio tan santo. Embajada de Segismundo al rey [de Aragón]. Y celebrada la fiesta de la coronación del rey llegó a Zaragoza por el mes de abril un su embajador llamado Ottobono de Belhoms, que era muy principal en su consejo: y en presencia de los del consejo dio al rey la carta que traía, y explicó su embajada. En suma era declarar la afición que el emperador tenía al rey por haberse empleado en la guerra de los infieles del occidente como él lo había procurado por las partes de Hungría contra los turcos y que le estimaba como a tan señalado príncipe para que los dos trabajasen que la iglesia viniese a la santa unión y concordia que se requería. Y para esto le exhortaba y rogaba que se viesen en una de tres ciudades cual más quisiese; y señalaba a Marsella, Niza o Saona. porque ellos con algunos de los reyes cristianos promoviesen esto por el servicio de Dios. Y decía que enviaba sobre ello sus letras a Benedicto. Los reyes de España no están sujetos al imperio. Aunque este embajador fue bien recibido, pero no así como solían ser recogidos los de otros príncipes sus antecesores en el imperio; porque en las letras que traía, el emperador se tomaba la preeminencia que solían atribuirse con los reyes que eran súbditos al imperio. Y díjose al embajador que los reyes de España siempre fueron exentos, porque ellos y sus predecesores conquistaron sus reinos del poder de infieles, para que de allí adelante se advirtiese que los reyes -que no estaban sujetos a la jurisdicción del imperio- habían de ser rogados y tratados diferentemente. Embajadores de Francia al papa Benedicto [XIII]. En lo demás se respondió al embajador que el rey se vería con el papa y respondería a su demanda. Después desto, a 30 de mayo, llegaron a Zaragoza el señor de Chandor y cuatro maestros en teología, embajadores del rey de Francia, con más rigurosa recuesta, pidiendo que el papa Benedicto fuese al concilio que se había convocado en la ciudad de Constancia, o enviase sus procuradores, porque si no lo hiciese los reyes cristianos le perseguirían como a cismático y desobediente. Con estos embajadores había venido a Navarra un perlado que era electo patriarca de Constantinopla, que estaba en la obediencia del papa Gregorio; y pidió al rey salvoconducto para entrar en su reino, ofreciendo que comunicaría al rey algunas cosas del servicio de nuestro Señor que tocaba al beneficio de la unión de la iglesia; y pidía que también se le diese seguro de Benedicto. El rey [de Aragón] negó la audiencia a un embajador del papa Gregorio [XII]. Y el rey le mandó responder que su venida a sus reinos no era necesaria; que Dios sabía que en estos hechos de la unión él siempre había trabajado porque se consiguiese con quietud y paz universal de la Iglesia, y así lo entendía proseguir; y que habiéndose visto con el papa Benedicto los dos le responderían.

CAPÍTULO XXXVIII Que don Fadrique duque de Benavente, que vino a poder del rey de Aragón su sobrino, se entregó

al rey de Castilla, de cuya prisión se había salido. No se dio lugar que el conde de Trastámara reptase a Juan Álvarez Osorio. Este mismo día que entraron en Zaragoza los embajadores del rey de Francia entró en ella don Fadrique conde de Trastámara, hijo de don Pedro conde de Trastámara y nieto del maestre don Fadrique, hermano de los reyes don Pedro y don Enrique de Castilla. Y saliéronle a recibir los infantes y todos los grandes y señores que se hallaban en la corte. Y venía con cierta recuesta de reptar a un gran

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caballero de Galicia su vecino que se decía Juan Alvarez Osorio, y el rey no dio lugar al riepto. Don Fadrique duque de Benavente se salió de la prisión y se vino a Navarra. Era venido antes desto a Navarra don Fadrique duque de Benavente hijo del rey don Enrique el mayor, que se había salido del castillo de Mora donde estaba en prisión; y mató a Juan de Ponte que era el alcaide y tenía cargo de su persona y del castillo. Y había sido preso desde el tiempo que el rey don Enrique de Castilla su sobrino tomó el regimiento de sus reinos por haber sido causa de grandes turbaciones y guerra en ellos, en el tiempo de sus tutorías. Y algunos afirmaron que la principal causa de su prisión había sido porque le hallaron pendones reales y que se quería llamar rey de León; y según fue grande la instancia que la reina doña Catalina de Castilla y el infante don Hernando antes de ser declarado legítimo sucesor destos reinos hicieron para que el rey y la reina doña Leonor de Navarra -que era hermana del duque- le entregasen por haberse recogido a su reino y le enviasen a Castilla, bien daban a entender ser delito muy grave y que no se podía buenamente castigar, sino con perpetua prisión. El rey de Navarra puso en un castillo al duque de Benavente; y lo que resultó. Entonces mandó el rey de Navarra por grande porfía que sobre esto hubo, poner al duque en un castillo para que estuviese en él en buena guarda, y envió por sus embajadores a Castilla a Charles alférez de Navarra su primo y a Pedro Martínez de Peralta. Y como después sucedió venir el infante don Hernando a la posesión destos reinos en la confederación que asentó con el rey de Navarra, fue gran parte para que el rey y reina de Navarra disesen orden que el duque se entregase al rey de Castilla como antes estaba; y tomóse por medio que el duque fuese traído al castillo de Mallén de la orden de San Juan, y entregóse en poder de un caballero que se decía Juan de Moncayo. Era éste un muy principal caballero; y según en la estimación y cuenta que era tenido por el rey don Martín y después por el rey don Hernando -cuyo camarero fue- y la que dél hacía el rey don Carlos de Navarra y ser el primero que se halla deste nombre, se conjetura haberle alcanzado los de su casa poco antes por algún hecho muy señalado; y hay quien afirma que sucedió de unos caballeros muy ilustres del reino de Navarra que se decían de Asiain. Juan de Moncayo gobernador de Aragón y virrey de Sicilia. Quién fueron sus hermanas y con quién casaron. Era en esta sazón señor de Maleján y fue padre de Juan de Moncayo gobernador de Aragón, que fue visorrey de Sicilia y murió en aquel cargo. Y era de los señalados caballeros que hubo en su tiempo. Y Juan de Moncayo el mayor tuvo dos hermanas: a doña Aldonza de Moncayo que casó con don Pedro López de Gurrea señor de Torrellas y de Santa Cruz -y fue señora del lugar de Los Fayos-, y la otra hermana fue doña Inés de Moncayo que casó con don Enrique de La Carra mariscal del reino de Navarra y fue madre de don Enrique de La Carra señor de Bierlas en Aragón. El duque de Benavente fue entregado al rey de Castilla. A este caballero se dio la tenencia del castillo de Mallén y recibió al duque con condición de entregarlo a quien fuese mandado por sentencia dada por Diego Hernández de Córdoba mariscal de Castilla y de Blasco Fernández de Heredia gobernador de Aragón y de Arnaldo López señor de Lussa o por los dos dellos que fueron nombrados por los reyes de Castilla y Navarra sobre razón de la entrega de la persona del duque. Y los tres en concordia determinaron que se entregase al procurador del rey de Castilla. Y así fue entregado al doctor Juan Alonso oidor del rey de Castilla por Juan de Moncayo en el mismo castillo de Mallén, un sábado a 11 de agosto deste año, en presencia del mariscal y gobernador; y fue llevado a Castilla y no le valió haberse acogido a los reinos de príncipes de su sangre para que no muriese en prisiones, habiéndose dado su estado a don Juan Alonso Pimentel en su vida con título de conde de Benavente, siendo él duque de la casa real y teniendo tanta parte en aquellos reinos por haber casado doña Leonor su hija con el adelantado Pero Manrique que era gran señor en ellos; porque no le iba menos al rey de Aragón que el conde de Urgel estuviese en buena guarda en los reinos de Castilla que al rey de Castilla tener a su dispusición al duque de Benavente.

CAPÍTULO XXXIX

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De la concordia que tomó el rey con el vizconde de Narbona sobre el juzgado de Arborea en el reino de Cerdeña.

La merced que hizo el rey [de Aragón] al vizconde de Narbona. Había hecho merced el rey al vizconde de Narbona de mil florines en cada un año para sueldo de treinta lanzas, y consignáronsele en el reino de Sicilia; y dióse orden de concertarse con él como con sucesor del juzgado de Arborea. Los estados que el vizconde de Narbona vendió al rey [de Aragón]; en qué precio y con qué pactos. Fue el asiento de manera que se concertó que la ciudad de Sácer y su tierra, que se tenían por el vizconde y eran de la corona real, se restituyesen en breves días. Y el vizconde vendió al rey los condados y baronías y tierras que tenía en Cerdeña y lo que le podía pertenecer por legítima sucesión. Y el rey acordó de enviar a Cerdeña personas notables para tomar la posesión de todo. Y mandó sobreseer en la guerra que se hacía contra el estado del vizconde y contra Aimerico de Narbona su capitán general. Vendió el vizconde aquellos estados en ciento y cincuenta y tres mil florines de oro del cuño de Aragón; y había de dar el rey seguridad de la paga en Tolosa, Carcasona, y Narbona en caso que no se pudiese entregar al vizconde la posesión de las villas de Argiles, Figuera y Torrella de Mongriu y de otros lugares que el rey le daba en cuenta de ochenta mil florines, en parte de pago de los ciento y cincuenta y tres mil; pero no se cumpliendo la paga, había de dar rehenes. Y duró sin efectuarse todo el tiempo que el rey vivió, importando tanto sacar un señor extranjero y poderoso de la posesión de aquel estado. Deliberación del rey [de Aragón] en las cosas de Cerdeña. Y deliberó enviar a Cerdeña para que se le entregasen Sácer y las otras villas y castillos a Alvaro de Avila y Bernaldo Dolms.

CAPÍTULO XL De las ordenanzas que se establecieron por el rey en nuevo regimiento de la ciudad de Zaragoza.

En Zaragoza había doce jurados y se elegían por parroquias. Nótese esto. Estaba ordenado el gobierno de la ciudad de Zaragoza desde lo muy antiguo de manera que eran más parte en él los que tenían cuenta con acaudillar el pueblo y movello a cualquier alteración y revuelta; y era aquel regimiento muy sedicioso y popular por la orden que se tenía en la elección de los jurados que eran doce y se eligían por sus parroquias. Sucedió asistiendo el rey a estas cortes que muchos de los vecinos y moradores de la ciudad se fueron a quejar al rey de las muertes y fuerzas que se hacían, y que los matadores y delincuentes eran dados en fiado; y fue informado que se hacían muchas sinjusticias por razón de los bandos que prevalecían en la ciudad. Quisiera el rey que se procediera al castigo de los malhechores, mas los jurados y ricos hombres y caballeros no lo consentían diciendo que ellos tenían sus jueces como el gobernador y justicia de Aragón y su juez ordinario que llaman zalmedina, y que el rey, según sus privilegios, no podía conocer de aquellas causas. Consejo importante de Berenguer de Bardají. Deseando el rey poner remedio en el mal regimiento de la ciudad, con consejo y parecer de Berenguer de Bardají, se encaminó de manera que pudo más con la industria y prudencia de aquel solo varón en su nuevo reinado que todos los reyes pasados, siguiendo la orden que él le dio. Informó al rey que aquella queja de la poca justicia que había en esta ciudad era muy grande en la gente menuda del pueblo y que su parecer era que debía mandar llamar de cada parroquia los más honrados hombres y les declarase la causa, por qué no se podía administrar justicia; y que si ellos lo tuviesen por bien placería al rey de los tener en justicia, mostrándoles los agravios que recibían de los más poderosos y de sus gentes y de los oficiales de la ciudad; porque como estaban muy deseosos que se les guardase justicia consentirían en que el rey ordenase cómo esta ciudad fuese mejor gobernada y cesasen los males

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e insultos que se cometían muy a menudo. Esto se ordenó de manera por el consejo de aquel sabio varón que gran muchedumbre del pueblo se juntó para ir delante del rey: y ante todos les dijo el estorbo que había para poder ser castigados los malhechores y para que el pueblo fuese gobernado como debía, significándoles que dando poder para que sin embargo de sus privilegios se gobernase y administrase justicia, se podía dar orden de tenerlos debajo del amparo de sus ordenanzas y establecimientos y que cada uno fuese señor de lo suyo y seguro el menor del mayor. El rey [de Aragón] redujo los doce jurados de Zaragoza a cinco. Entonces le suplicaron todos a grandes voces que los mantuviese en justicia y lo pusieron en las manos del rey. Con este poder revocó luego los jurados y su jurisdicción y mandó a los jueces ordinarios que proveyesen conforme a derecho en todo lo que se ofreciese, de manera que las apelaciones fuesen al rey. Y en lugar de los doce jurados puso cinco, y dióles sus ordenanzas por las cuales se rigiese la ciudad, que duran hasta este tiempo; y se van reformando e instituyendo por los príncipes según la mudanza de los tiempos. Y fue ésta la más señalada cosa que el rey ordenó en su reinado y de que mayor beneficio resultó al bien público, excusándose grandes alteraciones y movimientos que tenían el pueblo en continua disensión y bando. Intento del rey [de Aragón]. Mas como quiera que al rey parecía que ninguna cosa convenía más que los de sus reinos estuviesen en paz y justicia, afirma Alvar García de Santa María que tanto más le agradaba por ayuntar en sí la jurisdicción de sus reinos en que no tenía parte, ca todo era lo más de las ciudades y villas así en Aragón y Valencia como en Cataluña. Y como ellos menguaban en la justicia había muy gran voluntad de traspasar en sí la jurisdicción; la cual dice este autor que ellos sabían bien defender. Entrada del príncipe en las casas de la puente de Zaragoza; y a qué. Para que se presentasen las ordenanzas y establecimientos que el rey había ordenado, con las cuales se había de regir y ordenar la ciudad y pueblo de Zaragoza, lo cometió el rey al príncipe su hijo estando en Cambrils a 10 del mes de diciembre deste año para que se publicasen. Fue el príncipe a las casas de la puente -a donde se congregaba el ayuntamiento de los jurados y consejo de la ciudad- a 22 del mes de diciembre, estando ayuntados en su cabildo y consejo que por mandamiento del príncipe se había congregado. En aquel ayuntamiento les propuso el príncipe que el rey su señor, por virtud de la sumisión que le habían hecho, por el poder dado a su alteza por el concejo de la ciudad y también por su poder y preeminencia real en lo que tocaba al buen regimiento y estado della, había proveído ciertas ordenanzas, y mandaba que las entregase a la ciudad para que se rigiesen por ellas. Que también le mandó que para el año venidero pusiesen oficiales de la ciudad. Los primeros cinco jurados de Zaragoza. Dieron los jurados y el consejo su consentimiento para que el príncipe por aquella vez nombrase y pusiese los oficiales por la orden que por el rey le era cometido. Y nombró para el oficio de zalmedina a Ramón de Torrellas mayor y por jurados a Ramón de Torrellas menor, Ramón de Casaldáguila, Juan Gallart, Thomás García y Fernán Pérez de Samper; y fueron los primeros cinco que asistieron al gobierno desta ciudad, porque antes deste tiempo se creaban los oficiales por elección de los procuradores de las parroquias. El nombrar los jurados de Zaragoza se cometió a treinta y seis personas. Nombró el príncipe siete consejeros, eligidos de toda la universidad conforme al tenor de las nuevas ordenanzas; y nombráronse otros veinte y cuatro consejeros eligidos por las parroquias. Y el año siguiente se cometió a treinta y seis personas eligidas de quince parroquias que nombraban los jurados y concejo y los otros oficiales del gobierno de la ciudad. Y esta orden se guardó algunos años, y anduvo variando volviendo algunas veces a la orden antigua.

CAPÍTULO XLI De las vistas que tuvieron en Morella el papa Benedicto y el rey de Aragón; y de la muerte del rey

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Ladislao. El rey [de Aragón] fue a Morella por verse con el papa Benedicto [XIII]. Duraron las cortes que el rey celebraba a los aragoneses en Zaragoza hasta 12 del mes de junio. Y el rey se partió a los 18 para verse con el papa Benedicto por lo que tocaba a la embajada de Sigismundo rey de romanos y del rey de Francia; y concertóse que las vistas fuesen en Morella lugar del reino de Valencia y no lejos de los confines de Aragón y Cataluña. Fuese el rey por el río Ebro en barcas hasta Escatrón; y de allí se pasó a la villa de Alcañiz y llegó a Morella el 1.º de julio y esperó allí al papa que partió del lugar de Sant Mateo a 16 de julio, y vino a dos leguas de Morella; y otro día llegó a una casería que estaba a media legua de Morella. El infante don Sancho fue a visitar al papa Benedicto [XIII] y quién le acompañó. Y antes que allí llegase, le envió el rey al infante don Sancho su hijo maestre de la orden de Alcántara; y fueron con él el almirante de Castilla y don Bernaldo de Cabrera conde de Osona y de Módica y el conde de Cardona y otros caballeros. Visitó el rey [de Aragón] al papa Benedicto [XIII]. Vuelto el infante, fue el rey a aquella casa a donde el papa había llegado, y en aquel lugar le hizo su reverencia y le besó el pie y la mano; y de allí se volvió la misma tarde a Morella. Entrada del papa Benedicto [XIII] en Morella. Entró el papa otro día en aquel lugar con gran procesión y con fiesta de muy solemne recibimiento; y antes que llegase a la puerta de la villa se puso debajo de un palio y llevaron las varas dél el rey y el infante don Sancho su hijo, don Fadrique conde de Trastámara, don Enrique de Villena, el almirante de Castilla y el conde de Cardona; y a la puerta tomaron el palio los del regimiento de la villa. Y el papa se aposentó en el monesterio de San Francisco, y venía acompañado de los cardenales de Aux, Montaragón, Sant Jorge, Sant Estacio y Sant Angelo. Orden de la estola blanca fundada por el rey [de Aragón]. Celebróse por el papa y por el rey la fiesta de la Asunción de nuestra Señora con mucha solemnidad, por cuya devoción el rey había instituido la orden de su devisa de la estola blanca y collar de los lirios de nuestra Señora, con un grypho colgado del collar. Muerte del rey Ladislao y sucesión de su hermana Juana. Estando en las vistas tratando de los medios de la unión de la universal iglesia llegó a Morella nueva de la muerte del rey Ladislao a 2 del mes de septiembre, que falleció en Nápoles a 6 del mes de agosto. Y fue llevado su cuerpo a Sant Juan de Carbonara de noche sin ninguna pompa, porque así lo quiso su hermana que se llamó Juana y le sucedió en el reino. Era la reina de mucha edad, porque -según algún autor escribe- tenía en este tiempo más de treinta años; y llamábase antes en vida del rey su hermano duquesa de Austria por haber sido casada, como dicho es, con Guillelmo duque de Austria. Habíase movido casamiento de la duquesa en vida del rey su hermano con uno de los infantes de Aragón, hijos del rey, aunque en la edad había gran desigualdad; y después los de su consejo le suplicaron con grande instancia que casase, y platicóse del matrimonio del duque de Ayork hermano del rey de Inglaterra y con otro hermano del rey de Chipre. Gobierno de la reina. Pero del modo que la reina comenzó a tener en el gobierno del reino y de su persona se tuvo desde el principio generalmente poco contentamiento, porque luego dio en engrandecer sus criados desordenadamente, y entre ellos a un mancebo que se llamaba Pandolfo Aloppo y le hizo su senescal; y éste estorbó lo del matrimonio cuanto pudo, aunque estaban en Nápoles embajadores de los príncipes que lo procuraban. Resuelve el rey [de Aragón] casar al infante don Juan con la reina Juana. Pareciéndole al rey que ninguna cosa convenía tanto al augmento de su estado y las cosas del reino de Sicilia como el

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matrimonio desta princesa con el infante don Juan su hijo, puso en ello todo su pensamiento por efectuarlo. Ida de Juan de Moncayo a Navarra; y para qué. Y porque en la confederación que asentó con el rey don Carlos de Navarra por medio de la reina de Navarra su tía, se concertó el matrimonio del infante don Juan con la infante doña Isabel hija del rey de Navarra, en esta sazón, estando el rey en Morella a 6 del mes de septiembre, envió al rey y reina de Navarra a Juan de Moncayo su mayordomo para que tuviesen por bien de prorrogar el término que estaba señalado del desposorio que se había ofrecido se celebraría por todo este mes de septiembre hasta por todo octubre siguiente, y fue con fin que se deshiciese, y el infante don Enrique maestre de Santiago hermano del infante don Juan casase con la infante de Navarra y el infante don Juan con la reina de Nápoles.

CAPÍTULO XLII

De los medios que se comenzaron a proponer por lo de la unión de la iglesia entre el papa Benedicto y el rey de Aragón por haberse convocado concilio a la ciudad de Constancia.

Trata de remedios para la unión de la iglesia; y con quién. Comenzó a tratar el rey de los medios que se proponían por lo de la unión de la iglesia con los de su consejo que se habían nombrado para este efecto, que eran don Juan de Tordesillas obispo de Segovia y los obispos de Zamora y Salamanca, el almirante de Castilla, fray Hernando de Illescas -que había sido confesor del rey don Juan de Castilla, padre del rey de Aragón- y fray Diego confesor del rey, de la orden de los predicadores, Berenguer de Bardají y Juan González de Acevedo. Lo que el rey [de Aragón] persuade al papa Benedicto [XIII]. Estrechaba el rey al papa cuanto podía honestamente, suplicándole que diese paz a la iglesia, pues entendía -mejor que ninguno de los nacidos- la necesidad que dello había; y requería a menudo que él buscase las vías y medios por donde más aína se tuviese un no dudoso sumo pontífice, diciéndole que pluguiese a Dios que el papa fuese ocasión de tanto bien que cesase tan gran turbación y escándalo en su iglesia. Porque el emperador Sigismundo certificaba que Juan y Gregorio, sus competidores, querían venir en el medio de la renunciación y en el concilio que se había convocado para la ciudad de Constancia se eligiese único y verdadero pontífice a quien toda lo cristiandad reconociese por vicario de Cristo. Lo que los cardenales aconsejaron a Benedicto [XIII] en el concilio que tuvo en Perpiñán. En esto se hacía mayor instancia por el rey, porque era notorio que en aquel concilio que Benedicto había celebrado en Perpiñán, había sido en él aconsejado por los perlados que eran de su obediencia que debía seguir el medio de la renunciación para dar paz universal a la iglesia, y así no parecía cosa honesta diferirlo tanto tiempo. Razones con que se excusaba el papa Benedicto [XIII] y parecer de los del consejo del rey [de Aragón]. Decía Benedicto al rey que le placía, y que él quería venir en el medio de la renunciación, pero que no hallaba de quién se fiase y fuesen jueces para que se hiciese canónica elección; y aunque los letrados que el rey tenía en su consejo daban formas y medios para que aquello se pudiese conseguir. Benedicto no se conformaba con ellos. Estuvieron cincuenta días en estas deliberaciones y consejos, diciendo Benedicto que ¿de quién se debía fiar que fuesen jueces?, pues los que seguían a sus contrarios eran cismáticos y el concilio que ellos habían ordenado que se celebrase en Constancia era tan lejos de los reinos de España dentro en las tierras del imperio, y en muchos días él no podría ir allá según su edad, ni hallarse al tiempo señalado para la fiesta de Todos Santos que era tan breve término. Parecía a los del consejo del rey que con esta forma de proceder nunca vernían los hechos a buena conclusión y fin, y que el papa bien se podría fiar del emperador y del rey de Aragón que eran tan católicos príncipes; y que juntándose en un lugar se platicaría de los medios más convenientes; y cuando el emperador claramente viese la intención de Benedicto y del rey, se

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pornía en razón y se ordenaría lo del lugar de las vistas y lo demás que tocaba al nombramiento de los jueces a toda satisfacción. Embajadores a Segismundo y a los que estaban en el concilio de Constanza. Tomóse por resolución que se enviasen sobre ello embajadores a Sigismundo y a los que estaban ya congregados en el concilio de Constancia. Y de la parte del rey de Aragón se nombraron don Diego Gómez de Fuensalida obispo de Zamora, don Juan Fernández señor de Ijar y Pedro de Falchs muy famoso letrado y abogado fiscal del reino de Valencia, para que se procurase de prorrogar el término del concilio, pues convenía que el papa Benedicto y el emperador y el rey de Aragón se viesen antes; y ofrecía el rey que llevaría consigo a Benedicto. Don Juan de Ijar fue retrato del rey don Jaime, de quien descendió, y varón eminente. Hízose elección de la persona de don Juan de Ijar para esta embajada, principalmente como de uno de los más señalados caballeros de su tiempo, no sólo por ser de los grandes barones del reino y de la casa real pero por el valor extremado de su persona, que en la figura y forma y estatura grande y robusta del cuerpo representaba aquella majestad del rey don Jaime el conquistador de quien él decendía por línea de varones. Con esta compostura verdaderamente real se conformó la excelencia y alteza de ánimo, y con el discurso de grandes negocios fue tenido por un muy sabio y prudente varón y de gran consejo y singular elocuencia, y tan enseñado en las ciencias y letras humanas que afirma dél Lorenzo de Vala que se igualó con los más excelentes de toda España y que no había conocido ninguno de los que principalmente profesaban aquellos estudios que tuviese más facundia que él; y así fue comúnmente conocido y estimado como aquél que a sus muy excelentes virtudes y partes juntó el don de grande sabiduría. Ida del rey [de Aragón] a Momblanc; y sobreseimiento del desposorio del infante don Juan con la infanta doña Isabel de Navarra. Con esta resolución se volvió Benedicto a Sant Mateo; y el rey se fue a Momblanc a donde tenía convocadas cortes del principado de Cataluña. Estando el rey en el lugar de La Granadella, teniendo su camino para la villa de Momblanc, hacía muy grande instancia por haber la prorrogación del desposorio del infante don Juan su hijo, que estaba concertado con la infante doña Isabel de Navarra (y era prima hermana del rey) con el fin, que dicho es, de casarle con la reina de Nápoles. Esto se trataba por medio de Juan de Moncayo mayordomo del rey y de Pedro Martínez de Peralta que era gran privado del rey y reina de Navarra, el cual se partió del rey de la villa de Alcañiz para solicitarlo. Esto era en La Granadella a 23 del mes de septiembre, y de allí pasó el rey su camino la vía de Momblanc. A juan de moncayo dio el rey [de aragón] los lugares de clamosa y puy de cinca. y en aquella villa hizo el rey merced a juan de moncayo (que después fue gran parte en procurar esta prorrogación y, por consiguiente, la disolución de aquel matrimonio) de los lugares y castillos de clamosa y puy de cinca. y iba el rey entreteniendo el tiempo del desposorio mañosamente, con mucho sentimiento y pesar del rey y reina de navarra su tía, hasta que se declaró el pasaje del infante don juan a sicilia y publicó el rey que sería por el mes de deciembre.

CAPÍTULO XLIII

De la prisión de la condesa de Urgel, madre del conde don Jaime, y de sus hijas. Información contra la condesa de Urgel. No se acabaron los trabajos de los señores de la casa de Urgel con la prisión del conde ni con su postrera miseria y perdición, y sucedían cosas para que no les quedase ninguna esperanza de volver a la antigua posesión de su estado los que la tuvieron tan grande en la sucesión del reino. Porque estando el rey en Morella, tuvo información que la condesa doña Margarita madre del conde de Urgel, no solamente trataba de poner en libertad al conde su hijo y traía sobre ello sus inteligencias y pláticas con Pedro Alonso de Escalante, lo que no parece que podía ser siendo aquel caballero tan favorecido del rey de Aragón antes de su sublimación y después, pero que procuraba que se diesen hierbas al rey; y sobre esto se hizo muy rigurosa pesquisa.

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Prisión de doña Margarita condesa de Urgel, de sus hijas y de otras personas, y cartas que se hallaron. Y porque el infante don Juan habla ido a Barcelona y iba en su acompañamiento el almirante de Castilla, mandóle el rey que se viniese a Lérida disimuladamente a donde estaba la condesa y la mandase luego prender y con ella a sus hijas; y así se hizo, y se entregaron a Diego Fernández de Vadillo de quien el rey hacía mucha confianza. Y prendieron otras quince personas que eran inculpadas como ministros de delito tan grave. Afirma Alvar García de Santa María autor muy cierto de aquellos tiempos, que se hallaron en una arquilla de la condesa cartas del duque de Clarencia y del rey de Portugal y de otros príncipes en que le prometían su favor y ayuda; y se escribió al rey de Portugal procurando que cuando el conde saliese de la prisión le recibiese en su reino, y que se averiguaba por la respuesta que le ofrecía socorro. O fuese esto verdad o las sospechas pudiesen tanto que se tuviese en el ánimo del rey por cierto, la condesa fue puesta en un castillo y sus hijas en un monasterio; y se hizo justicia de un caballero que se halló haber consentido en estos tratos con la condesa, haciéndose grande instancia por la corte de Cataluña para que se mandase ejecutar muy rigurosa justicia. Don Antonio de Luna tiene esperanza de volver a su estado; y por qué medio. Cuando esta casa llegaba a la mayor adversidad que por ella pudo venir, tenía don Antonio de Luna -que fue tanta parte de la perdición della- esperanza de volver a su estado, reduciéndose a la obediencia del rey. Y antes desto, por instancia de don Guillén Ramón de Moncada su sobrino, hijo de doña Elfa de Luna su hermana, y de don Ot de Moncada, el rey había dado seguro a don Antonio para que entrase en Cataluña con ciertas condiciones antes que se deliberase tener las cortes en Momblanc. Y estando don Antonio en el estado de don Guillén Ramón tan cerca del rey, pareció ser gran menosprecio y desacato de su persona real; y así se le mandó que luego le hiciese salir de su tierra y se mudase a otro lugar del mismo don Guillén Ramón, el más apartado que tuviese de donde el rey había de tener las cortes, o se pasase al estado del conde de Cardona con que no fuese a lugar cercado, según la forma del seguro que se le había dado. El rey [de Aragón1 deliberó de restituir el castillo y baronía de Castelví al conde de Fox; y con qué condiciones. En este tiempo deliberó el rey de mandar restituir a Juan conde de Fox el castillo y baronía de Castelví de Rosanes en el principado de Cataluña (que fue antiguamente de los barones de la casa de Moncada y de los condes de Fox que sucedieron della) y la villa de Martorell con todas sus rentas, si se declarase que pertenecía al conde de justicia, lo cual se había de determinar dentro de un breve término; y en caso que se declarase que no tenía justicia (por haberse confiscado aquel estado por la guerra que movió en Cataluña Mateo conde de Fox cuando pretendió que la infante doña Juana su mujer era legítima sucesora destos reinos) ofreció que por vía de remuneración y merced le mandaría hacer una condecente recompensa. Ramón Arnal señor de Coarasa. Y sobre esto había venido de parte del conde al rey un caballero su deudo llamado Ramón Arnal señor de Coarasa, y un letrado que se decía Beltrán de Casanova, sus embajadores. Y prorrogó el conde el término en su villa de Nay a 15 del mes de septiembre.

CAPÍTULO XLIV

De las cortes que tuvo el rey a los catalanes en la villa de Momblanc que se rompieron sin ser servido en ellas.

Causa de las cortes de Momblanc referidas con el rey [de Aragón] en ellas. Entró el rey en la villa de Momblanc a celebrar cortes a los del principado de Cataluña en principio del mes de octubre; y dentro de algunos días propuso la causa de haberlas llamado, diciendo que los hizo allí juntar por hacerles saber cómo quería ir a Castilla por la grande obligación que tenía de la administración de aquellos reinos y por los servicios que le habían hecho los naturales dellos; y que dejaría en su lugar al príncipe su hijo; y también por agradecerles su mucha lealtad y los señalados servicios que había recibido de aquel principado.

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Las necesidades que representó el rey en las cortes de Momblanc. Con esto les representó los excesivos trabajos y grandes peligros que los reyes sus antecesores pasaron en la conquista y defensa del reino de Cerdeña; y dioles cuenta particular cómo se había concertado con el vizconde de Narbona, y que se le hablan de dar luego ochenta mil florines; y que en asegurar aquel reino de los enemigos y rebeldes había hecho muy grandes gastos. Y considerando que el patrimonio real estaba empeñado y muy diminuído y que no podría sustentar su estado real ni los gastos que se ofrecían en los salarios de los que habían de gobernar el reino y administrar la justicia, les pidía que viesen sobre ello. Pero en aquellas cortes se propusieron tantas querellas y demandas particulares, y se fueron entreteniendo y difiriendo tanto tiempo las resoluciones de lo que el rey les pidía, que el rey estuvo muy confuso y descontento; y a la postre se hubo de partir dellas sin ser servido y se fue sin respuesta de lo que les pidía por los grandes negocios que traía entre las manos, señaladamente por el de la unión de la iglesia para lo cual estaba acordado que se viene en Valencia con Benedicto. Sentimiento que el rey tuvo y mostró en las cortes de Momblanc. Mostró antes del rompimiento destas cortes gran sentimiento del modo de proceder que en ellas se tuvo; y según afirma Pedro Tomich que pudo concurrir a ellas, habiendo demandado algunos capítulos que el rey no les quiso otorgar, tratando dellos dijo el rey algunas palabras en presencia de todos los estados que fueron (según aquel autor escribe) muy cargosas a estos reinos y al principado; las cuales dice que no quería recitar, aunque fue respondido al rey por Ramón Dezplá primer consejero de la ciudad de Barcelona así como pertenecía responder según las palabras que el rey había dicho, guardando todo el honor que se debía a su fidelidad; y que por estas palabras se rompieron las cortes y el rey se partió para la ciudad de Valencia. Rompimiento de las cortes en Momblanch y sentimiento de los catalanes. Una de las cosas de que más gravemente mostraban sentirse los catalanes era por poner el rey por principales tratadores de aquellas cortes personas que no eran naturales destos reinos sino de Castilla, y señaladamente lo daban a entender por Pedro de Velasco arcidiano del Alcor a quien el rey había hecho promotor de los negocios de la corte, y por Juan González de Acevedo de su consejo. Envía el rey [de Aragón] al infante don Juan a Sicilia; con qué intento y lo que se deliberó. Entre las otras cosas que tenía muy deliberadas y en que se hacían grandes aparejos de gente de guerra de tierra y mar era enviar al infante don Juan su hijo al reino de Sicilia, porque los ánimos de los sicilianos se sosegasen con tener uno de sus hijos por su lugarteniente y gobernador general, aunque más cierta era su ida para pasar al reino de Nápoles por el matrimonio que se trataba entre el infante y la reina Joana, por el cual habían venido embajadores de parte de la reina. Acordóse que el infante pasase por todo el mes de enero siguiente; y mandó el rey que se armasen en Sicilia dos galeras, las mejores que se hallaban en aquel reino, para que saliesen a recibir al infante al tiempo que se hiciese a la vela y le acompañasen; aunque después se acordó que fuese con poderosa armada. En Portugal se hace armada; y la sospecha que causó. Esto era porque de diversas partes fue el rey avisado que se ponía en orden una gran armada en las costas de Portugal y hubo gran recelo que se juntaba para hacer guerra en el reino de Sicilia, en el cual se sospechaba que tenía el rey de Portugal alguna muy estrecha confederación ; y entre las otras sospechas que había era de la reina doña Blanca, porque el rey de Portugal procuraba que casase con el infante don Pedro su hijo. El rey [de Aragón] trata que la reina doña Blanca salga de Sicilia. Proveyó el rey que sus embajadores tuviesen forma con ella para que se viniese; y si no fuesen parte para hacella salir de Sicilia disimulasen hasta que los infantes don Juan y don Enrique fuesen llegados a aquel reino, porque entonces había acordado de enviar a los dos; y ordenaba que estuviesen las cosas en

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aquel reino apercibidas, porque se entendía que la reina mandaba fortalecer sus lugares y castillos.

CAPÍTULO XLV De la conversión que hubo en estos reinos de los judíos por la predicación del santo varón maestro

Vicente Ferrer; y de la premática que se estableció por el papa Benedicto contra ellos. Rayos de la doctrina del maestro fray Vicente Ferrer y la luz que dieron. Había sido muy señalada en estos tiempos -como se ha referido en nuestros anales- la predicación del santo varón maestro Vicente Ferrer, que se extendió con sus santas obras por todas las provincias de la cristiandad; y con el favor divino por su ministerio se convirtieron a nuestra santa fe católica de su infidelidad innumerables gentes; y en lo que puso mayor estudio y vigilancia fue en convencer de su obstinación y pertinacia a los que estaban debajo de la ceguedad del judaísmo que moraban entre los fieles, y de su comunicación se contaminaban y pervertían diversas personas en sus costumbres y venían a vacilar en la fe, de que se siguían grandes inconvenientes. Congregación de los rabinos en Tortosa; y quiénes fueron los más principales. Como la obstinación desta nación era grande, procuróse de usar de todos los remedios posibles para convencellos y reducilles a la verdad evangélica; y por mandado del papa se congregaron en la ciudad de Tortosa y estuvieron juntos todos los mayores doctores y rabines que se hallaban en las aljamas del reino para que públicamente en su presencia y de toda su corte fuesen amonestados que reconociesen el error y ceguedad en que andaba aquella gente. Eran los rabinos mayores rabí Ferrer y el maestro Salomón Isac, rabí Astruch el Leví de Alcañiz, rabí Joseph Albo y rabí Matathías de Zaragoza, el maestro Todroz, Benastruc Desmaestre de Girona y rabí Moisés Abenabez. El papa Benedicto [XIII] remitió la instrucción de disputar con los rabinos a Jerónimo de Santa Fe. Y como quier que en la corte del papa se hallaban muchos y muy señalados maestros y doctores en la sagrada teología y de mucha ciencia y sabiduría en las letras divinas y de gran prudencia, pero quiso el papa que en las cuestiones y disputas que se propusiesen se cometiese la instrucción e información de aquella nación más especial y particularmente a Jerónimo de Santa Fe su médico, como muy enseñado y fundado en la lección del Testamento viejo y de sus glosas y en todos los tratados de los rabines y de su talmud; por cuyas autoridades y sentencias era la intención del papa que fuesen inducidos y convencidos para más descubrir su ciega y condenada doctrina y la obstinación de errores y vida y la temeridad y perverso entendimiento de su ley. Los que por el papa [Benedicto XIII] presidieron y asistieron a las congregaciones contra los rabinos. Fue la primera congregación a 7 del mes de febrero del año pasado; y en presencia del papa y de su colegio y de toda su corte comenzaron a proponerse las cuestiones y artículos que se habían de discutir y disputar. Y asistió el papa a otras congregaciones, y por su absencia cometió sus veces y lugar para que presidiesen a ellas al ministro general de la orden de los predicadores y al maestro del sacro palacio. Hallóse en esta congregación de letrados un Garci Alvarez de Alarcón, muy enseñado en las lenguas hebrea, chaldea y latina; y fue muy gran parte en convencer y reducir muchas de las más principales familias del reino Andrés Beltrán maestro en teología, limosnero del papa (que era muy docto en las letras hebreas y chaldeas y fue de aquella ley, que era natural de Valencia, y después por su gran religión y mucha doctrina le proveyó el papa de la iglesia de Barcelona) por cuya determinación y parecer se declaraban las dudas de lo que tocaba a las traslaciones de la biblia que los rabines torcían a su propósito. Los que de las sinagogas se convirtieron. En el estío del año pasado se convirtieron de las sinagogas de Zaragoza, Calatayud y Alcañiz más de docientos; y entre ellos se convirtió un judío de Zaragoza llamado Todroz Benbenist, que era muy noble en su ley, con otros siete de su familia, y después sucesivamente en los meses de febrero, marzo, abril, mayo y junio deste año, estando el papa con su corte en aquella ciudad de Tortosa, muchos de los más enseñados judíos de las

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ciudades de Calatayud, Daroca, Fraga y Barbastro se convirtieron y se bautizaron hasta en número de ciento y veinte familias, que eran en gran muchedumbre; y todas las aljamas de Alcañiz, Caspe y Maella se convirtieron a la fe en general, que fueron más de quinientas personas; y tras éstos se convirtieron la aljama de Lérida y los judíos de la villa de Tamarit y Alcolea; y fueron en número de tres mil los que entonces se convirtieron en la corte del Papa y fuera della, según paresció con puro corazón. Infinitos judíos convirtió el maestro fray Vicente Ferrer. Y esperábase que cada día se irían convirtiendo en gran número, así en el reino de Aragón como en todas las provincias de España señaladamente con la predicación del santo varón el maestre fray Vicente Ferrer. Las constituciones que mandó publicar el papa Benedicto [XIII]. Después, estando Benedicto en San Mateo a 12 del mes de noviembre deste año, mandó publicar ciertas constituciones contra los que permanecían en su dañada ley por quitarles cualquier velo que tuviesen sobre los ojos, considerando que Gregorio IX e Inocencio IV habían mandado quemar todos los libros del Talmud en los cuales se contenían grandes errores y herejías, y condenó aquella doctrina con sus autores; y reprobándola ordenó que ningún fiel ni infiel de cualquier estado o condición que fuese oyese o enseñase aquella doctrina pública o secretamente, reservando tan solamente aquellos códices que pareciesen convenir para más convencer la infidelidad de aquella gente; y que los diocesanos y los inquisidores contra la herética pravedad procediesen contra los que tuviesen aquellos libros que se reprobaban. Lo que contra los judíos se proveyó y prohibió. Prohibió también que de allí adelante no se concediese ningún privilegio por los príncipes a los que perseverasen en su dañada ley, porque en todo reconociesen por la obra que no les quedaba ningún favor; y no se diese lugar que para proceder contra los de su ley que ellos llamaban malfines, ni por otra cualquier ocasión pudiesen ejercitar jurisdicción, ni ser jueces entre ellos, ni tomar en sí ningún compromiso o juzgado. Con esto -en ejecución de los estatutos canónicos- determinó que se cerrasen todas las aljamas, de suerte que no tuviesen sino una entrada en ellas y aquélla fuese la peor; y se les prohibieron diversos oficios entre los fieles, y que no pudiesen tener ninguna compañía con ellos ni concurrir en convites o baños, reprobando toda comunicación y conversación suya; y se ordenó que fuesen muy señalados. Y, lo que les fue más duro y grave que todo, se les vedó todo trato y ejercicio de logro y usura; y dióse orden que en ciertos días del año se les predicase y amonestase que saliesen del error en que estaban y les declarasen el perpetuo captiverio en que vivían. Pertinacia de los judíos. Mas como gente tan pertinaz en su infidelidad y muy obstinada y de grande entremetimiento y artificio y que saben todas las entradas y sendas del dinero y del adquirillo por tan reprobados medios y acrecentallo, todo lo que se había establecido contra ellos tan santamente para tenerlos en la sujección y servidumbre a que estaban condenados perpetuamente. Las personas que se nombraron para proceder contra los judíos y la ley que adoran. Nombró el papa personas muy graves que procediesen contra ellos y ejecutasen las penas de la premática; y entre ellos fue Gonzalo García de Santa María hijo de don Pablo obispo de Cartagena que fue un muy famoso letrado y era arcidiano de Birviesca en la iglesia catedral de Burgos y auditor de las causas del palacio apostólico y después fue obispo de Placencia. Pasado este punto y muerto el rey, tuvieron sus formas cómo se excusasen las penas que se les habían impuesto para prohibir sus usuras y logros que es la ley que aquella nación más reverencia y adora y en la que más verdaderamente cree.

CAPÍTULO XLVI

Del desposorio del infante don Juan con Juana II reina de Nápoles; y del pasaje del infante a Sicilia.

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El papa Benedicto [XIII], los reyes [de Aragón] y el príncipe [de Gerona] entraron en Valencia. La ciudad de Valencia envió sus embajadores a suplicar al papa Benedicto que estaba en San Mateo, que tuviese por bien de ir a aquella ciudad, pues el rey también iba a honrarla. Y fueron enviados para procurarlo con esta embajada don Bernaldo de Centellas, Bernaldo de Monsoriu, Guillén Zaera y Juan Suau. Y entró el papa en aquella ciudad un viernes a 14 de deciembre. Y después entró el rey a 22 del mismo; y la reina y el príncipe entraron el mismo día con gran recibimiento y fiesta. Jura del rey [de Aragón] en Valencia. Y fue jurado el rey por los tres estados del reino. Nota esta prevención prudente del rey [de Aragón]. Había mandado el rey -estando en Alcañiz por el mes de septiembre pasado deste año- que sus embajadores, que estaban en Sicilia, muy secretamente enviasen a donde quiera que estuviese madama Joana hermana del rey Ladislao, alguna persona muy diestra y de gran confianza que tuviese alguna entrada y conocimiento con ella y entendiese qué mudanza había en el estado de aquel reino después de la muerte de Ladislao, y si obedecían por reina y señora a su hermana, y qué contradición le hacían sus adversarios que seguían la parte del rey Luis de Anjous, y qué afición le mostraban sus súbditos naturales y los barones del reino, y en poder de quién estaban las fuerzas dél y si las tenían personas aficionadas al rey Ladislao y a su hermana, y los matrimonios que le trataban, y qué derecho tenía al reino. Los matrimonios que a la reina Juana II de Nápoles se trataban y el estado de las cosas de su reino. Eran los matrimonios que se trataban a la reina los que se han referido: del duque de Ayork hermano del rey de Inglaterra y de otro hermano del rey de Chipre; y con éstos concurrió Jaques conde de La Marcha de la casa de Borbón que era príncipe merecedor de cualquiere reino por su sangre y valor. El estado de las cosas de aquel reino como también se ha señalado no podía ser peor, siendo gobernado por mujer que se había rendido al gobierno de un mancebo que tenía más lugar y privanza en el favor de la reina de lo que a su honor convenía. Barones rebelados y prisión del capitán Sforza. Y muchos barones del reino se le habían rebelado, entre los cuales eran principales Jacobo Caldora y los condes de Fundi y de Sanseverino y Julio Fabricio su hermano que se apoderó de Cápua. Y tenía la reina preso un capitán de los más estimados de aquel reino que se llamaba Sforza, conviniéndole reducirle a su servicio; y ninguna cosa había asentada que no fuese llena de turbación y confusión y sobre todo teniendo la reina por competidor en la sucesión del reino al rey Luis de la casa de Anjous. Mas el rey, como deseaba ver al infante don Juan su hijo en mayor estado, no paraba en las dificultades que se le proponían con aquel matrimonio o -lo que yo más creo- las pensaba revencer con su grandeza, o no las entendía. Y puso gran fuerza en concluir aquel matrimonio. Embajadores de la reina de Nápoles y lo que con el papa Benedicto [XIII] se procuró. Y sobre él vinieron embajadores de la reina, aunque el rey y reina de Navarra no acababan de dar lugar que el desposorio que estaba concertado del infante con la infante doña Isabel su hija se deshiciese. Y como eran tan deudos que la infante era su tía en el tercero grado, procuróse que el papa Benedicto le desatase. Y sobre ello fueron postreramente a Navarra el almirante de Castilla y Juan González de Acevedo para que se procurase que el rey y la reina de Navarra lo tuviesen por bien y que el matrimonio se hiciese con el infante don Enrique maestre de Santiago, ofreciendo el rey que se le daría muy gran heredamiento; y no quisieron consentir en ello, antes quedaron con mucho descontentamiento desta demanda. Los del consejo de la reina [Juana] de Nápoles tratan [de] casarla con el infante [don Juan] de Aragón. Estando retraída la reina Juana en su nueva sucesión en el castillo nuevo de Nápoles por la rebelión de algunos barones, los de su consejo -que tenían el celo que debían a su servicio- trataron luego de casar a la reina con el infante de Aragón, entendiendo que ningún matrimonio le

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convenía tanto, así por el deudo de la casa real de Aragón como por la comodidad del reino de Sicilia, de donde tenía tan cerca el socorro de sus armadas y gentes; y allende del emparentar en los reinos de Aragón y Castilla parecía que casaba la reina con muy cierto enemigo del que competía con ella por la sucesión de aquel reino, que era el duque de Anjous por haber sido echado de la sucesión destos reinos siendo tan principal competidor en ellos. Los embajadores que vinieron a tratar el matrimonio de la reina de Nápoles y cómo se efectuó en Valencia. Esto se deliberó tan en breve que los que fueron deste parecer ordenaron que viniesen luego embajadores de la reina al rey con poder de concertar el matrimonio; y fueron fray Antonio de Tassia ministro general de la orden de los frailes menores y micer Gofredo de Monteaguilo doctor en leyes. Y a estos embajadores se dio el poder por la reina a 8 del mes de octubre deste año de 1414 en el castillo nuevo de Nápoles. Y llegando a la ciudad de Valencia, a donde el rey era venido de Momblanc, luego se asentó la capitulación; y se concertó el matrimonio y se solemnizó con el poder de la reina por sus embajadores en su nombre y por el infante en el suyo en El Real de Valencia a 4 del mes de enero del año de nuestro Señor de 1415. [lo que se concertó.] Los títulos que la reina de Nápoles había de dar al infante su futuro esposo. Quedó acordado que el infante se embarcase por todo el mes de febrero, y se obligase el rey de dar todo favor y socorro en las turbaciones y guerras que se movían en aquel reino; y la reina había de procurar con todo su poder que el infante fuese coronado y recibiese la corona y las otras insignias de la dignidad real y se le acudiese con las rentas que competían a su estado como a la reina, y lo demás se convirtiese en la defensa del reino y en beneficio de la corona real. Y la reina había de dar al infante el título y dignidad de los reinos de Hungría, Jerusalén, Sicilia, Dalmacia, Croacia, Rama, Servia, Galacia, Lodomeria, Comania y Bulgaria que eran los títulos de su dictado. También se declaró que en caso que la reina falleciese primero sin quedar hijos de aquel matrimonio, quedase el reino al infante libremente, exceptando las ciudades y castillos y tierras que fueron de la reina Margarita, madre de la reina y de Juana duquesa de Durazo, que fue hermana de la reina Margarita (de quien está dicho en estos anales que casó con el infante don Luis de Navarra), para que dellas pudiese disponer la reina a su voluntad. La capitulación se juró en manos del arzobispo de Tarragona. Todo esto se juró aquel día con mucha solemnidad por las partes en manos de don Pedro de Zagarriga arzobispo de Tarragona. [despedida de las cortes de Momblanc]. Había pasado el rey a la ciudad de Valencia a celebrar cortes de aquel reino en el principio del mes de enero, y a 18 del mismo se despidieron las de Momblanc, sin tomarse en ellas ninguna resolución en lo que el rey había pidido, de que tuvo mucho desgrado. Los embajadores que envió el rey [de Aragón] a la reina Juana. Antes que el rey saliese de Momblanc deliberó de enviar una muy solemne embajada a la reina Juana y que partiese antes que el infante se hiciese a la vela. Y los embajadores fueron: don Domingo Ram obispo de Huesca, Olfo de Proxita y micer Francés Amella con los cuales se acordó que fuese uno de los embajadores de la reina Juana que vinieron para concertar lo del matrimonio. Partida del infante [don Juan]; y quién le acompañó. Púsose en orden una muy buena armada; y con ella se hizo el infante a la vela en el Grao de Valencia. Y fue con tan grande acompañamiento como se requería para pasar a celebrar el matrimonio que estaba tratado, mediante el cual el reino de Nápoles se ponía en la sujección del príncipe de la casa real de Aragón. Y mandóse juntar una muy poderosa armada para que con ella pudiesen pasar a Nápoles setecientas lanzas, las cuatrocientas destos reinos y las trecientas de Sicilia. Fueron con el infante don Alonso Enríquez almirante mayor de Castilla su tío y el adelantado Diego Gómez de Sandoval, Iñigo Stuñiga, Pedro Díaz de Sandoval y Juan Enríquez hijo del almirante. El rey de Portugal procura casar al infante don Pedro su hijo con doña Violante reina de Sicilia.

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Había procurado por el mismo tiempo el rey don Juan de Portugal que el infante don Pedro, su hijo segundo, casase con la reina doña Blanca de Sicilia que primero se había tratado que casase con el infante don Duarte hijo primogénito del rey de Portugal. Y sobre ello había sido enviado a Sicilia por el rey de Portugal Alvar González Camelo prior de Ocrato del hospital de san Juan en el reino de Portugal.

CAPÍTULO XLVII

De la embajada que envió el rey al concilio que estaba congregado en la ciudad de Constancia. Embajada del rey [de Aragón] al concilio de Constanza; y para qué. Había enviado el rey sus embajadores al concilio que estaba congregado en la ciudad de Constancia. Llevaban comisión de procurar que el papa Benedicto y el rey de romanos y el rey se viesen en algún lugar cómodo para aquellas vistas, para tratar en él de lo que convenía a la unión de la universal iglesia. Y si por ventura el rey de romanos se excusase de venir a las vistas y no admitiese el medio que se había ofrecido del juntarse y conferir entre sí de reducir las cosas a buena concordia, y quisiesen proceder adelante en su concilio, y en este caso se moviese por los embajadores la vía de la justicia. Medios con que la unión de la iglesia se procuraba. Esto era que por ministerio de buenas y santas personas y de ciencia y gran religión y bondad, en número igual y muy limitado que se nombrasen por las partes, y precediendo solemne juramento, se declarase un solo papa por justicia en la iglesia de Dios dentro de cierto tiempo. Afirmaba el rey que éste era el más verdadero y santo camino para conseguir aquel fin tan deseado, y que no se debía rehusar por ninguna de las partes. Cuando tampoco se quisiese admitir este camino, se proponía que si aquellas personas, dentro de aquel término no declarasen por justicia un solo sumo pontífice, en aquel caso los que contendían por el pontificado renunciasen su derecho y se prosiguiese en aquel caso el medio de la renunciación. A lo que el rey [de aragón] se ofrece, y con qué traza. mas no aceptando el rey de romanos ninguno destos caminos, si procedía en continuar su concilio y tan solamente moviese el camino de las renunciaciones, se aceptase antes de romper con condición que consultasen sobre ello al rey; y si moviesen otros medios, los admitiesen también con consulta suya. Y ofreciesen de parte del rey que en cuanto bastasen sus fuerzas procuraría que el papa Benedicto condecendiese a ello. Era el principal intento del rey que por ninguna vía sus embajadores diesen lugar que se rompiese entre él y la congregación de Constancia, y era esto tan secreto que Benedicto no tenía ninguna noticia que se pasase tan adelante por el rey sin orden y comisión suya; y guiábase de manera el negocio que se entendiese que estos medios ni ninguno dellos no se movían por los embajadores del rey sino que se le proponían por la otra parte. El rey [de Aragón] consiente que la congregación de Constanza se prorrogue y para qué. Para la buena determinación de un hecho tan grande daba su consentimiento el rey para que se prorrogase la congregación de Constancia por cierto tiempo, dentro del cual se pudiese poner en ejecución lo que ofreciesen, con que no procediesen a ningún auto hasta que el rey de romanos enviase al rey sus embajadores y llevasen su respuesta. Las vistas se estorbaron. Ordenábase el negocio por tal manera que el mismo rey de romanos propuso lo de las vistas, pero íbalo dilatando y proponía en ellos grandes dificultades. Y cuando el rey lo vino a entender procuró que se excusasen, teniéndolas por de ningún momento; pues el concilio no solamente se continuaba adelante pero estaba muy cerca de concluirse. Porque habiéndose declarado el rey de romanos a no admitir otro medio sino el de la renunciación, parecía al rey que si fuese a las vistas sería más para que se pusiese en ejecución lo que el rey de

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romanos quería que por el libre tratado de la unión. Trátase de que el medio de la unión se deje en poder de ciertas personas; cuántas han de ser y a dónde se han de juntar. Por este inconviniente propuso el rey que -deseando la breve ejecución de tanto bien y por excusar las dificultades y dilaciones que se representaban que habría en lo de las vistas sobre los lugares, tiempo y seguridades- ofreciesen sus embajadores que estaban aparejados de concertarse con el rey de romanos, que en nombre del rey y del concilio que se tuviese por su parte y por el del rey de romanos y por la congregación de Constancia se juntasen ciertas personas en algún lugar que deliberasen del medio de la unión más breve y cómodo, y de su ejecución. Y si viniese en ello el rey de romanos se aceptase por sus embajadores. Cuanto al número, declaraba el rey que fuesen cuatro o seis o diez o doce a quien esto se cometiese y que el lugar a donde se juntasen fuese en los confines de sus obediencias como en Narbona y Perpiñán o para más cerca en los castillos de Leocata y Salsas; y que de allí se podrían concertar de concurrir en un lugar a donde se pudiesen juntar todos. [llegada de los embajadores del rey de Aragón.] Con esta comisión partieron los embajadores, y estuvieron esperando el seguro del emperador en la ciudad de Losana; y como se tardaba acordaron de continuar su camino con grande peligro de sus personas, según después les envió a decir Ottobono de Belhoms. Y llegaron a cuatro leguas de Constancia a una buena villa que llaman Zaffusa con propósito de continuar su camino para donde estaba el emperador, y pasar por Constancia por tener en ella la fiesta de navidad y entender algo del estado de los negocios antes que al emperador llegasen. Pero como no se les permitió dar aposento sino en el monesterio de los frailes menores que ellos decían tener señalado a mosén Pedro de Luna, no le quisieron aceptar porque no pareciesen que tenían aquél por verdadero lugar del concilio y detuviéronse en Zaffusa. Entrada del emperador en Constanza y cómo fue recibido del papa Juan [XXIII]. Entró el emperador en Constancia con la reina su mujer la noche de navidad, a tres horas después de media noche; y fue por el río y lago en barcas, y estúvole esperando en la iglesia mayor el papa Juan con su colegio de cardenales, sin comenzar el oficio de maitines hasta que hubo llegado. Y al salir del río fue recibido por el clero y pueblo en procesión debajo de un palio, y la reina debajo de otro; y asistió con la reina a todo el oficio de los maitines y de las tres misas hasta medio día. En los maitines estuvo el emperador vestido como diácono y para qué. Estuvo asentado en una silla con su dosel y sitial al lado del papa y muy cerca dél algún tanto más bajo que la silla del papa a la parte derecha, porque el papa tenía su silla más cerca del altar; y tras la del emperador estaba en otro sitial la reina, pero muy más lejos. Y el emperador estuvo vestido en los maitines como diácono con dalmática de paño de brocado; y diósele la espada y el chapeo acostumbrado para decir la sexta lición, y no quiso dejar la corona aunque se allegaron dos cardenales que le informaron que era la costumbre de la curia romana decir aquella lición con el chapeo, pero que el papa podía dispensar en ello; y así se hizo. Los embajadores del papa Benedicto [XIII] y del rey [de Aragón] entran en Constanza y lo que en su entrada sucedió: es de notar. Pasáronse los embajadores dos leguas más adelante a un lugar que se llama Scen, y el emperador les señaló su palacio para su aposento; y él y la reina se pasaron a un monesterio de monjes negros que está al cabo de la puente de Constancia, pero el aposento no se les desembarazaba. Finalmente quedó aquel palacio señalado y el monesterio de los frailes menores. Y entraron estos embajadores de Benedicto y del rey de Aragón a 8 del mes de enero, y los de Benedicto se fueron al palacio del emperador que estaba muy ricamente aderezado; y los del rey al monesterio que estaba muy cerca, y no se hizo ninguna honra ni recibimiento a los embajadores del rey como lo había deliberado el emperador: y esto fue porque entraron con los embajadores de Benedicto. Y enviándose a excusar con esto el emperador, respondió el obispo de Zamora que el rey de Aragón a donde quiera era muy honrado, y no había menester más honra de la que Dios le había dado en el mundo, y que sus embajadores a donde

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quiera que estuviesen eran honrados por él. Dióse audiencia a los embajadores; de la manera que el papa Juan [XXIII] se hallaba en Constanza y las confederaciones que hacía. Fuéles señalado el jueves siguiente para ir al emperador; y llegaron a acompañarle los dos duques y muchos barones y muy notables gentes, y pasaron por la posada de los embajadores de Benedicto y fueron juntos. Después explicaron los embajadores de Benedicto su embajada en público sobre lo que tocaba a las vistas; y otro día domingo se dio audiencia públicamente a los embajadores del rey, y trataron en secreto lo que habían de proponer; y a esto se hallaron con el emperador seis que eran los principales en su consejo. Mostraba el papa Juan estar en Constancia como forzado y cada día hacía sus confederaciones y alianzas con la señoría de Florencia y con todos los príncipes que sabía que eran contrarios del rey de romanos; y entendiendo que Federico duque de Austria -que era uno de los mayores príncipes de Alemania- no estaba muy conforme con el emperador, procuró de confederarse con él antes que el emperador llegase a Constancia para que le diese favor para salir della; y no quiso. El arzobispo de Maguncia trata de confederar con el emperador al papa Juan [XXIII]. Pero el arzobispo de Maguncia, que era muy íntimo amigo del papa Juan, trataba de confederarle con el emperador. [acompañamiento del papa Juan XIII; estima a la persona del rey de Aragón.] Tenía consigo diez y ocho cardenales; y de otros perlados, abades y doctores y maestros en teología había en aquella congregación un gran número, y muchos embajadores de diversos reyes y príncipes; y no habían aún llegado los embajadores de Francia e Inglaterra. Teníase en aquellas partes gran estimación de la persona y estado del rey de Aragón, y era tenido por uno de los más poderosos príncipes de la cristiandad; y cargaban sobre su reputación principalmente que la unión, y paz de la iglesia estaba en esta sazón en sus manos y del emperador Sigismundo. Prisión de Juan Huss hereje perverso; y lo que con él se hizo en el concilio de Constanza. Estaba entonces preso en Constancia por hereje un Juan Hus, que había pervertido el reino de Bohemia con falsas opiniones y heréticas y con abominables errores; y había inducido a su error y herejía más de veinte mil personas, cuya secta no se encaminaba menos que a destruir nuestra santa fe católica. Había cometido el concilio para que tratase con él y le redujese a verdadero camino de su salvación un grande doctor y solemne maestro en teología, que era castellano de nación y se llamaba el maestro Diego; y quedó de sus pláticas y disputas confuso y convencido en su error y herejía. Los húngaros favorecían a Juan Huss y el emperador mandó quemar más de quinientos contaminados con sus errores. Hacían los húngaros que se hallaban a esta congregación muy grande instancia con el emperador porque le pusiesen en libertad, afirmando que era ido al concilio con salvoconducto suyo; pero el emperador, como católico príncipe, no dio lugar a ello; y había mandado quemar más de quinientas personas que estaban contaminadas de aquellos errores y herejías. Confederación que el rey [de Aragón] otorgó; y con qué excepciones. Juntamente con la deliberación de un negocio tan arduo y grande, Ottobono de Belhoms propuso en Constancia a los embajadores del rey que sería bien que se hiciese confederación y liga entre el rey de romanos y el rey y con el rey de Castilla su sobrino. Y el rey venía bien en ello con que la confederación no se extendiese a más, de que no se hiciese daño de los unos a los otros ni a sus súbditos, exceptándose por su parte el papa Benedicto y la iglesia romana y el rey de Castilla y los infantes sus hijos; y si por parte del rey de romanos se nombraba el rey de Francia no se admitiese; y toda otra alianza y confederación se rehusase cortésmente.

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CAPÍTULO XLVIII Que el papa Juan renunció al sumo pontificado, y se concertaron vistas entre Benedicto y el rey de

romanos y el rey de Aragón para en la ciudad de Niza. Los embajadores instan sobre las vistas con el rey de romanos; y lo que responde. Después de la entrada de los embajadores de Benedicto y del rey de Aragón en Constancia, hicieron muy grande instancia con el rey de romanos sobre lo de las vistas: y él se excusaba diciendo ¿cómo podía dejar una tan gran multitude de gentes que había convocado por su persuasión y se juntó en aquella ciudad? Que era de las señaladas congregaciones que se había visto en la cristiandad y que le sería forzado comunicarlo con las naciones. Famoso concilio fue el de Constanza. Propusiéronse entonces mayores dificultades, recelando el emperador que si él se partiese aquél concilio se derramaría, porque había ya en él embajadores de siete reyes y gran multitud de príncipes y señores y grandes perlados, y pareciera cosa muy grave que los dejase así por irse a ver con un rey. Porque de Benedicto no se hacía cuenta ninguna; y excusábase que cuando él envió a requerir al rey que se viesen pensó que aquello se pudiera hacer antes que se juntase el concilio; y aunque parecia al emperador que las vistas se concertasen por el gran celo que tenía a la unión y concordia universal de la iglesia y al pacífico estado della, contradecíanlo en gran manera los de la nación italiana que eran de la obediencia del papa Juan. Dudas cerca la presidencia del concilio. En esta duda se les ofreció otra muy grande sobre quién había de presidir en el concilio, el intruso Juan o el emperador solo, o con el intruso, o con otro; y si el concilio había de proceder por votos de los obispos o de las naciones, de tal manera que una nación tuviese un solo voto. El medio de la renunciación se aprobó. Por la instancia que se hizo por los embajadores del rey sobre lo de las vistas (en que hubo grande alteración entre las naciones que estaban juntas que eran la de Alemania, Francia e Inglaterra) se concluyó a 15 del mes de febrero en conformidad dellas que se siguiese la vía de la renunciación y se suplicase al papa Juan y aun le apremiasen para que ofreciese de seguir aquel camino; y luego se ofreció de seguirle. Guardan al papa Juan [XXIII] porque no se vaya. Juntáronse otro día en el palacio del papa el emperador y cardenales y las naciones, creyendo que se haría la renunciación, y conocieron que ponía mayores dilaciones y que procedía cautelosamente; y entendióse que aquella misma noche se quiso salir de Constancia como ya lo había intentado otras veces; pero tenían sobre él muy grandes guardas y estaban tomados todos los caminos. Tras esto sucedió que el domingo a 17 de febrero hizo llamar al emperador y a las personas que estaban diputadas por las naciones, y declaróles que su intención era muy cierta y verdadera de ofrecer pura y sencillamente la renunciación. Lo que resolvieron las universidades que asistieron al concilio, la notificacion que se hizo al papa Juan [XIII] y lo que respondió. En este medio los embajadores de Benedicto y del rey hacían todo su poder para que se tomase asiento en lo de las vistas, y el papa Juan de nuevo ponía mayores excusas en su renunciación; y acordaron de no resolverse en lo de las vistas hasta que la renunciación se concluyese. Y estando las cosas en esta deliberación finalmente resolvieron entre sí las naciones que debía ser forzado el papa Juan a la renunciación, y aprobáronla las Universidades de París, Orliens, Uxonia, Cantabrigia, Mompeller y Aviñón. Y un miércoles, 1.º día de marzo, el emperador y los diputados de las naciones fueron al intruso, y le notificaron lo que estaba deliberado; y dijo que era contento de ofrecer la vía de la renunciación en el concilio como se contenía en una cédula. Grave junta y auto notable por la renunciación del papa Juan [XXIII]. Juntóse todo el concilio el sábado siguiente en la iglesia mayor, en el lugar que tenían señalado para las sesiones dél; y allí se revistió el intruso y celebró misa del Espíritu Santo; y estuvieron revestidos todos los cardenales

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con capas pluviales y con sus mitras, y los patriarcas, arzobispos y obispos y los abades; y el emperador estuvo también revestido con dalmática y capa pluvial y con su corona y pomo y cetro, teniéndole delante desnuda la espada. Acabada la misa se cantó la letanía con diversas oraciones y preces, estando todos hincados de rodillas; y el papa comenzó a cantar la invocación que reza la iglesia de la venida del Espíritu Santo, y aquel himno se acabó a dos coros. Y el papa se levantó y leyó públicamente la forma que estaba ordenada de su renunciación. Forma de la renunciación. Conteníase en ella que por el sosiego de todo el pueblo cristiano profesaba, prometía, votaba y juraba a Dios y a la iglesia y a aquel santo concilio que libre y espontáneamente daría paz a la iglesia por el medio de su sencilla renunciación al pontificado, y la cumpliría con efecto, según la deliberación del concilio, cuando Pedro de Luna que se llamaba Benedicto XIII y Angelo Corario que se decía Gregorio XII, por sí o por sus procuradores renunciasen y cediesen el pontificado, o por otra cualquiere vía, que por su renunciación se pudiese alcanzar la unión de la iglesia para la extirpación de aquella cisma. El emperador besó el pie al papa Juan [XXIII] y en nombre de todo el concilio se le dieron gracias. Cuando llegó a recitar la cláusula que decía "prometo, voto y juro a Dios y a la Iglesia", hincó en el suelo las rodillas poniéndose las manos sobre los pechos; y acabando de leer la cédula llegó el emperador y besóle el pie; y en nombre de todo el concilio un patriarca pasó a darle las gracias de aquel auto, que fue de los señalados que ha habido en la iglesia. Las vistas se aplazaron para la ciudad de Niza. Juntóse el emperador el domingo a 3 de marzo con los diputados de las naciones en el refitorio de los frailes menores y con diversos perlados; y mandó allí llamar a los embajadores de Benedicto y del rey para dar su respuesta en lo que tocaba a las vistas; y dijo que de consejo y consentimiento de las naciones y de todo el concilio y con gran voluntad suya él aceptaba las vistas y le placía verse con el santo padre Benedicto y con el rey de Aragón. Y el lunes, en presencia de toda la congregación, se firmaron las vistas mediante juramento, ofreciendo el emperador que por todo el mes de junio siguiente él se hallaría en la ciudad de Niza. Prometieron también los embajadores y juraron que por el mismo término serían Benedicto y el rey en el castillo y puerto de Villafranca (que por otro nombre se llamaba Porolius) para verse con el emperador con ciertas condiciones y seguridades. Sobreseimiento del concilio de Constanza, las seguridades que el emperador y Benedicto [XIII] firmaron; y lo que por la revocación que el papa Juan [XXIII] hizo, sucedió. Quedó acordado que hasta que las vistas se cumpliesen se sobreseyese en todos los autos del concilio de Constancia y en cualquiere novedad que pudiese turbar aquel santo negocio de la unión de la iglesia; y en caso que el papa Juan muriese no procedería el concilio a elección de sumo pontifice. Firmáronse las seguridades entre el emperador y Benedicto en el mismo refitorio a 8 de marzo; y sucedió que habiendo el papa Juan otorgado la renunciación, según pareció, mal de su grado, luego revocó todo lo que había hecho; y por esta novedad se comenzó también a turbar lo de las vistas; y el emperador envió a los embajadores del rey a Ludovico conde palatino del Rin duque de Baviera (que era primo del rey de Aragón) hijo del emperador Roberto, y algunos perlados, pidiéndoles que se detuviesen dos días. Ida del papa Juan [XXIII] y lo que el rey [de Aragón] hizo y procuró. Tras esto se siguió que el papa Juan se salió de Constancia a 20 del mes de marzo de noche, con hábito disimulado; y se fue a Zaffusa y mandó llamar algunos cardenales y perlados y embajadores de algunos príncipes que se fuesen para él. Como el rey había enviado su armada y gran parte de sus gentes a Sicilia y él estaba en región tan apartada de sus reinos, procuró que se prorrogasen las vistas por uno o dos meses; y mandó armar cierto número de galeras, y deliberó ir acompañado de los mayores y más notables perlados y caballeros de sus reinos. Los embajadores del rey [de Aragón] se vienen a Génova. Esto era a 7 del mes de abril, estando

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el rey en Valencia; y sus embajadores con la resolución que se había tomado en Constancia, se vinieron a Génova. Y teniendo el rey noticia dello proveyó que el obispo de Zamora y Pedro de Falchs se volviesen al rey de romanos y don Juan de Ijar se viniese a su corte para que le hiciese relación del estado en que quedaban los negocios y deliberaciones de aquella congregación. Procúrase que el papa Gregorio [XII] se halle a las vistas y que se prorroguen. La vuelta de los otros embajadores fue con fin que procurasen con el rey de romanos que se hallase en las vistas el papa Gregorio; y si no se pudiese acabar con él estuviese a lo menos presente Carlos de Malatesta de Arimino o alguna otra persona con poder bastante de Gregorio y algunas personas que representasen su obediencia, y también para que aquellos embajadores hiciesen muy grande instancia porque se prorrogasen las vistas por el mes de julio. Embajadores del rey [de Aragón] a Navarra y a Inglaterra, y con qué fin. Fueron enviados por este tiempo al rey de Inglaterra por embajadores el maestre Felipe Malla doctor en teología y un caballero del reino de Valencia que se decía mosén Juan Fabra y micer Berenguer Claver; y aunque iban por la causa de la unión de la iglesia era con fin de asentar nueva confederación y alianza entre el rey y aquel príncipe por medio del matrimonio del rey de Inglaterra con la infante doña María, que era la hija mayor del rey. Y al rey de Navarra fue Juan González de Acevedo. El rey [de Aragón] procura concordia entre los condes de Armeñaque y de Fox. En el mismo tiempo envió el rey al conde de Armeñaque a Juan de Aguilar para que enviase sus embajadores que asistiesen a lo de la unión de la iglesia con los de los otros príncipes de la obediencia de Benedicto. Y porque estaba en gran rompimiento de guerra con el conde de Fox que era vasallo del rey, y este vasallaje era por el vizcondado de Castelbó y otros lugares que tenía en Cataluña, procuraba el rey de reducirlos a buena concordia.

CAPÍTULO XLIX

Del matrimonio que se celebró en la ciudad de Valencia entre don Alonso príncipe de Girona y la infante doña María hermana del rey don Juan de Castilla.

Casamiento de don Alonso príncipe de Gerona con doña María infante de Castilla. Habíase concertado matrimonio en vida del rey don Enrique de Castilla entre don Alonso su sobrino, hijo primogénito del infante don Hernando, y la infante doña María su hija; y porque el matrimonio se solemnizase como se había acordado, atendido que había ordenado el rey don Enrique al tiempo de su muerte que se efectuase, cuando la infante hubo cumplido siete años suplicó el rey don Juan al papa Benedicto que dispensase con ella y con don Alonso su primo para que, no obstante el deudo de parentesco que entre ellos había y otros cualesquier impedimentos, el matrimonio se efectuase. Las villas que se dieron en dote a la infanta doña María. Esto fue antes que se declarase el infante ser legítimo sucesor destos reinos; y entonces, otorgada la dispensación, se mandaron juntar los tres estados de aquellos reinos para haber consejo con ellos así sobre los desposorios y casamiento como sobre la asignación de la dote. Y ajuntados, aconsejaron al rey de Castilla que se hiciese el casamiento y que la dote fuese de las villas y lugares que fueron poseídos por título por don Alonso, marqués que solía ser de Villena; y en enmienda y satisfacción de algunas villas y lugares del marquesado que el rey don Enrique su padre había dado a otras personas, se le diesen las villas de Aranda y Portillo con sus términos y fortalezas para que la infante doña María las tuviese por título de ducado, y se llamase duquesa de Villena. La dote de la infanta [doña María] de Castilla se conmutó en doscientas mil doblas, y la renunciación que hizo. Pero después, estando el rey don Juan en Valladolid a 8 del mes de mayo deste año, considerando que convenía que las villas y lugares de aquel estado de Villena se cobrasen para la corona real y que en su lugar se señalase a la infante dote razonable, según la ordenanza del rey don Enrique, y traspasase en el rey de Castilla su hermano todo el derecho que le pertenecía en el ducado y en las villas y fortalezas dél, se acordó que la dote fuese de docientas mil doblas de oro castellanas. Renunció la infante como duquesa y señora del ducado de Villena; y

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el rey de Castilla con licencia y autoridad de la reina su madre y tutora y regidora de sus reinos y de Gómez Carrillo su curador, se obligó con todos sus bienes a pagar a la infante su hermana en dote y casamiento las docientas mil doblas castellanas o su estimación y valor, que era por cada cuatro doblas castellanas siete florines del cuño de Aragón, y más cuatro maravedís de la moneda blanca que se usaba en los reinos de Castilla, de dos blancas el maravedí, contando aquella moneda blanca a cincuenta y dos maravedís por cada florín. Valor de moneda y capitulación de la infante doña María [de Castilla]. Los florines se habían de dar y recibir por marco del peso de Colonia, y por cada un marco justo de aquel peso que se daba en pago, se recibía a razón de sesenta y siete florines y un cuarto. Habíanse de pagar las docientas mil doblas en la ciudad de Soria o en la de Cuenca o en la villa de Serón, a donde la infante escogiese dentro de dos años; y declaróse que muriendo la infante sin dejar hijos de aquel matrimonio, la dote volviese al rey de Castilla su hermano o a sus herederos y sucesores. Las bodas del príncipe de Gerona se celebraron en Valencia; el acompañamiento con que la infanta se vino de Castilla. Acordó el rey que las bodas del príncipe se celebrasen en la ciudad de Valencia. Y la reina de Castilla envió a la infante su hija acompañada de don Sancho de Rojas obispo de Palencia y de don Alvaro de Isorna obispo de Mondoñedo (que después lo fue de León) y de Juan Alvarez Osorio y Alonso Tenorio adelantado de Cazorla, con mucha caballería de aquellos reinos. Y el rey salió a recibirla a Requena, y allí se hicieron grandes fiestas; y el matrimonio se solemnizó en Valencia un miércoles a 12 del mes de junio deste año. [provisión del arzobispado de Toledo.] En aquella ciudad proveyó el papa -por ruego y contemplación del rey- del arzobispado de Toledo que había vacado por muerte de don Pedro de Luna su sobrino, al obispo de Palencia, hombre de gran linaje que fue muy notable perlado. Y era tío de Diego Gómez de Sandoval adelantado de Castilla que tuvo mucho favor en la privanza del rey.

CAPÍTULO L

Que el matrimonio que estaba concertado entre el infante don Juan y la reina de Nápoles se deshizo y el infante quedó lugarteniente general de Sicilia.

Prevención de los reyes de Aragón y Navarra para la venida de la reina de Sicilia. Cuando parecía que el rey estaba más puesto en celebrar las fiestas del matrimonio del rey don Alonso su hijo, tenía mucho cuidado del suceso del infante don Juan su hijo con la reina de Nápoles por estar aquella princesa debajo del gobierno de sus privados y las cosas de aquel reino en mucha turbación. Había acordado que la reina doña Blanca de Sicilia se viniese; y para este efecto envió el rey de Navarra a Sicilia a Pedro Martínez de Peralta para que acompañase a la reina su hija; y había mandado el rey que se le diesen las dos galeras que se habían armado, para que luego se viniese en ellas, porque, llegados a Cataluña, acompañasen al rey a las vistas que tenía concertado con el rey de romanos sobre la unión de la iglesia. La reina Juana de Nápoles casó con Jacobo conde de La Marcha; y por qué. Mas lo del matrimonio de la reina de Nápoles se encaminó de manera que la reina, prevaleciendo las armas de sus enemigos y habiéndosele rebelado la ciudad de La Aguila, y estando encendida la guerra en aquel reino, tomó por marido a Jacobo conde de La Marcha; y no quiso que se llamase rey sino príncipe de Taranto y duque de Calabria (que era el título de los primogénitos sucesores del reino) y tomó también título de vicario del reino. Fue preferido el matrimonio, del Conde de La Marcha al del infante don Juan por ser el conde en más robusta edad y dispuesto para las cosas de la guerra y por ser más aficionados los del reino a la nación francesa; y también porque a los genoveses -que tenían mucha mano en lo del gobierno

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de la casa de la reina- no les placía del casamiento del infante de Aragón, por la enemistad y guerra que tenían con la nación catalana por las cosas de Cerdeña y Córcega. Y por medio destos se deshizo el matrimonio del infante, estorbándolo los privados de la reina, diciendo que los castellanos eran demasiadamente ufanos y presuntuosos; y el conde de La Marcha fue antepuesto, el cual era mancebo muy hermoso y de gran cuerpo y vestíase muy ricamente. Revoluciones en Sicilia. Pero su entrada y la disensión y discordia fue juntamente, porque estando en Manferdonia, antes que se viese con la reina, algunos barones le persuadieron que tomase el título que se debía a su dignidad, porque la reina por inducimiento de Pandolfo Aloppo su privado y de Sforza (que había hecho condestable del reino) había ordenado contra la voluntad de los pueblos que no se llamase rey: y éstos que eran el conde de Troya y Julio César de Cápua y los de su parcialidad le persuadieron que se llamase y fuese rey como lo debía ser. Prisión de Sforza y libertad de la reina María, mujer que fue del rey Ladislao. De que se siguió el rompimiento entre el rey Jacobo y Sforza y la prisión del mismo Sforza, y poner la reina en libertad a la reina María de Baucio mujer que fue del rey Ladislao, y a Juan Antonio Ursino y de Baucio que fue príncipe de Taranto y a Gabriel Ursino que fue duque de Venosa, hijos de la reina María y de Ramón Ursino su primero marido, que fue príncipe de Taranto. Habiéndose hecho las bodas de la reina con el de La Marcha y llamándose rey y haciendo guerra a sus rebeldes, los más del reino se declararon contra él. Intento del conde camarlengo y cómo le salió. Como Pandolfo -que se llamaba el conde camarlengo- supo de la prisión de Sforza, intentó de sacar a la reina del Castilnovo y ponerla en una galera para pasarla a Sicilia; y no pudo porque los de la ciudad tuvieron sentimiento dello y le cercaron hasta que llegó el conde de La Marcha y fue puesto en prisión. La Baja Calabria se pone en armas. Por este tiempo la ciudad de Rijoles y toda la baja Calabria se ponían en armas, creyendo que el infante don Juan haría guerra contra aquella provincia estando las cosas de aquel reino en tanto rompimiento, y también porque algunos barones dél se ofrecieron de servir y seguir al infante y que le entregarían sus castillos. Y tenían en campo hasta dos mil de caballo a punto de guerra y el infante los iba entreteniendo con buenas respuestas, aunque el almirante de Castilla tuvo apercibidas hasta cuatrocientas lanzas para en caso que el rey diese orden que sus gentes pasasen a hacer la guerra a Calabria. El infante don Juan lugarteniente general de Sicilia. Mas el rey no quiso dar lugar a ninguna novedad y proveyó que el infante, como su lugarteniente general, atendiese a asentar las cosas de aquel reino. Y porque supo que don Antonio de Veintemilla conde de Golisano había fallecido y dejaba una hija doncella por su heredera universal que se llamaba doña Costanza, y que tenía gran estado en aquel reino y el almirante de Castilla procuraba el favor del rey para que casase con su hijo, y don Gilabert de Centellas lo procuraba para sí, como el rey en vida del conde había procurado que casase con don Hernando hijo del conde don Enrique Manuel que era su primo, mandó al infante que procurase con la condesa de Veintemilla su madre y con don Juan de Veintemilla conde de Girachi su tío que se efectuase el casamiento de don Hernando, y cuando no viniese en ello casase con el hijo del almirante o con don Gilabert de Centellas. Casamiento de don Gilabert de Centellas con doña Constanza de Veintemilla y los estados que se unieron. Y casó con don Gilabert que fue padre de don Antonio de Veintemilla y Centellas. el cual por matrimonio juntó al condado de Golisano el marquesado de Cotrón que era principal estado en Calabria. Tomó el rey [de Aragón] a su mano dos hijas del conde de Urgel y las otras dos la reina doña María después de muerta su madre. Pero en ninguna cosa puso el rey tanto cuidado después de lo que tocaba al estado de los infantes sus hijos, como en haber a su mano las hijas del conde de Urgel. Y porque se entendió que la infante doña Isabel su madre, había procurado que la duquesa de Berri que fue Juana condesa de Comenge (que casó con Juan duque de Berri hermano del rey

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Juan de Francia y era muy cercana parienta del conde de Urgel por parte de la condesa de Urgel doña Cecilia de Comenge su abuela) tuviese en su poder las dos hijas mayores que fueron doña Isabel y doña Leonor y que pensaba enviarlas a Francia muy presto, el rey envió a la infante su tía un caballero que se llamaba Ramón de Ampurias, encargando a la infante que por que aquello sería en gran mengua suya le enviase luego sus dos hijas, las mayores; pues por el deudo que tenía con ellas y por contemplación de la infante su madre había de mirar por ellas como a su honor se requería, de manera que su madre se tuviese por muy contenta. Mandó el rey que luego se le enviasen y que aquel caballero recibiese seguridad de la infante que no sacaría de sus reinos las otras dos hijas, que se llamaron doña Joana y doña Catalina; y así se hizo, que se llevaron las mayores luego a la reina de Aragón para que se criasen en su casa. Y las otras estuvieron con la infante su madre todo el tiempo que vivió, y después las tuvo consigo la reina doña María de Aragón.

CAPÍTULO LI

Que las vistas entre el rey de romanos y el rey de Aragón, que se había acordado que fuesen en Niza, se mudaron para que se tuviesen en Perpiñán.

El concilio de Constanza procedió contra el papa Juan [XXIII]. Procedióse por el concilio de Constancia contra el papa Juan por haberse salido de aquella ciudad ascondidamente y revocado su renunciación al pontificado, afirmando que fue por fuerza y violentamente. El duque Federico de Austria se redujo a la voluntad del rey de romanos; y el papa Juan [XXIII] fue depuesto del pontificado. También Federico duque de Austria, que le había recogido y le tenía en su estado, se redujo a la voluntad del rey de romanos y se puso en su obediencia; y a 14 del mes de mayo fue suspendido el papa Juan del pontificado y de la administración espiritual y temporal por el concilio; y habiéndose declarado que no se procediese a elección de pontífice en caso que vacase el pontificado sin expreso consentimiento del concilio, le depusieron del sumo pontificado a 29 del mismo mes. Y quedó establecido que Benedicto y Gregorio, que contendían entre sí prosiguiendo su derecho, no pudiesen ser otra vez eligidos a aquella dignidad. Las vistas se mudaron a Perpiñán. Deliberado esto, como estaba ordenado que el rey se viese con el rey de romanos en Niza, llegaron a Valencia a 29 de junio donde el rey estaba, Miguel Xach y Ottobono de Belholms embajadores del rey de romanos; y venían a dar priesa en lo de las vistas. Y allí se trató con estos embajadores sobre la mudanza del lugar de las vistas. Por una muy grave dolencia que sobrevino al rey -de que estuvo en grande peligro de la vida- y por no poderse poner en la mar sin gran peligro, se procuró con el emperador que viniese por mar a Narbona ofreciendo que Benedicto se iría a Peñíscola y todos juntos se podrían ver en Perpiñán; y quedó así acordado. Un procurador del papa Gregorio [XII] renunció el pontificado en Constanza y el rey de romanos delibera verse con el [rey] de Aragón. Vino el rey de romanos en esto, porque a 4 del mes de julio pasado deste año Carlo de Malatesta de Arimino, en nombre del papa Gregorio, en Constancia renunció el pontificado; y el rey de romanos teniendo tan adelante el tratado de la unión de la iglesia, como abogado della y protector del concilio, deliberó por dar conclusión a tan grande negocio venir a España a verse con el rey para que se diese asiento en la verdadera paz y unión de la universal iglesia, obedeciendo como católico príncipe lo que el concilio le ordenaba. Requieren a Benedicto [XIII] que renuncie. Admitió el concilio a su congregación todos los cardenales de la obediencia de Gregorio con la misma dignidad; y entonces se determinó que Benedicto fuese requerido por la autoridad del concilio a renunciar el pontificado. Y se nombraron embajadores para que viniesen a hacer el requerimiento el arzobispo de Turs y tres obispos, que fueron el Ripense, Adriense y de Gebena y un abad, y nueve doctores grandes y famosos letrados

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en los derechos civil y canónico y en la sagrada teología. El emperador fue bendecido de todo el concilio y se partió a las vistas. Despidióse el emperador del concilio a 5 del mes de julio, estando la congregación junta y habiéndose cantado la letanía con mucha solemnidad; y se partió para venir a las vistas. Y fue bendecido de todo el concilio como príncipe cristianísimo que por la unión de la iglesia se ponía a tanto trabajo y peligro. Enfermedad del rey [de Aragón]. Por el mismo tiempo ponía el rey en orden su partida; y a 13 del mes de julio se escribió a los perlados y cabildos de las iglesias que enviasen a Perpiñán personas notables que asistiesen en el acompañamiento del rey; pero la enfermedad del rey -que era muy grave- no daba lugar a su partida; y fue en tanto aumento que a 7 del mes de agosto le sobrevino un desmayo y le tuvieron por muerto. Y un caballero de su cámara que llamaban Manuel González (que era comendador de Zalamea y Monroy en Aragón) le cerró los ojos teniéndole por muerto; y por toda la ciudad hubo gran alteración afirmándose que era finado. Y atribuyóse a cierta bebida de una agua de beleño que le dijeron que era gran remedio para el dolor de la ijada y piedra y esto dicen que fue causa de vivir tan poco tiempo después como vivió. El rey [de Aragón] partió a las vistas. Salió en una litera de Valencia, y fuese al Grao, a donde estaban siete galeras a punto; y de allí se fue por tierra a Santa María del Puch, a donde se detuvo hasta cobrar más fuerzas; y a 21 de agosto se entró en su galera y fue hasta el Castellón de Burriana con mucha fatiga; y allí salió a tierra porque le hacía notable daño la mar. Tornóse a embarcar el día siguiente, y llegando a la costa de Cataluña a un lugar del conde de Módica se le hizo gran recibimiento y fiesta y se regocijó mucho; y continuó su viaje hasta Barcelona. Fueron en su acompañamiento el príncipe y el infante don Pedro sus hijos, don Enrique de Guzmán conde de Niebla y don Alonso su hermano, Pero Fernández de Herrera, el mariscal Alvaro de Avila y otros caballeros de Castilla. La armada que llegó a Perpiñán y el recibimiento que se previno. Salió la armada real de la playa de Barcelona con próspero viento, y llegó en muy breve tiempo a la villa de Colibre; y reparando el rey muy poco en aquel lugar partió para Perpiñán a donde llegó el postrero del mes de agosto. Y el príncipe se puso en orden para salir muy acompañado a recibir al rey de romanos.

CAPÍTULO LII

Que el rey don Juan de Portugal pasó con su armada a Berbería y ganó de los moros a Cepta. J[uan rey de Portugal apercibe su armada.] Había más de dos años que el rey don Juan de Portugal se apercibía de juntar una muy poderosa armada sin publicar para donde ni con qué empresa, comunicando su deliberación con uno de su consejo que era habido por hombre de gran seso y prudencia, que se decía Juan Alonso de Alanquer; y según se difirió la jornada, se entendió que tuvo muy diferente fin del que después pareció y que era en ofensa del rey de Aragón por la empresa de Sicilia o por dar favor al conde de Urgel por habérsele dado grandes esperanzas del acrecentamiento de los infantes sus hijos. Treguas y paz entre los reyes de Portugal, Castilla y Aragón. Tuvo orden de asentar primero sus treguas y paz con el rey de Castilla; y envió sobre ello un caballero muy principal de su reino que se decía Juan Gómez de Silva y dos de su consejo, que eran Martín de Sen y Bellaqua deán de Coimbra; y a esta paz vino con gran afición y voluntad la reina doña Catalina por la menor edad del rey su hijo y también porque era hermana de la reina doña Phelipa mujer del rey de Portugal. Y por su parte vino bien en ella el rey de Aragón, que entonces era infante, por la empresa que tenía entre las manos por la sucesión destos reinos, y la paz se asentó por ciento y un años. Cinco hijos del rey don Juan de Portugal y una hija, sin otro no legítimo. Tenía el rey de Portugal cinco hijos, que fueron los infantes don Duarte, don Pedro, don Enrique, don Juan y don Hernando, y una hija que fue la infante doña Isabel; y un hijo no legítimo que se llamó don Alonso y fue conde de Bracelos. Y era el rey de tanto valor que propuso dejar heredados a los menores en los reinos

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de Tremecén, Fez y Marruecos. Armada contra Ceuta. Después que se declaró que era la empresa para pasar a hacer la guerra en Africa a los infieles, los infantes don Duarte y don Pedro y don Enrique publicaron que era para armarse caballeros, porque no les parecía que aquello se podía hacer con honra suya sino hallándose en justa guerra contra los enemigos de nuestra santa fe católica. Y publicaron que era ésta la causa más principal de pasar el rey a combatir a Cepta, lugar muy conocido y famoso de la Mauritania, que está a la frente de Gibraltar de cuyo sitio y defensas tuvo el rey de Portugal muy particular relación de Alvar González Camelo prior de Ocrato y de Alonso Hurtado de Mendoza (que fueron enviados por él con dos galeras a Sicilia con la plática del casamiento de la reina doña Blanca y del infante don Pedro su hijo) que por temporal se detuvieron en Cepta algunos días. Sospecha que esta armada causó. El aparato de la armada era tan grande que no se podía creer que se emplease para contra una sola ciudad de Berbería; y teníase por más aparente ser con empresa de pasar contra el reino de Valencia. Invención contra el conde de Urgel, de que resultó la prisión de su madre. Y a esto dio el rey de Aragón más crédito por la confianza que hacía en un caballero del reino de Valencia, que le afirmó que el conde de Urgel había tenido su confederación con el rey de Portugal, ofreciéndole que si su armada llegase a las costas del reino de Valencia -según la parte tenía en él- con muy poca resistencia cobraría aquel reino, y si tomase aquella empresa de favorecer su justicia casaría sus dos hijas con dos hijos del rey de Portugal, y el que casase con la mayor sería rey de Aragón y el menor sucedería en el condado de Urgel que era estado de un gran príncipe. Y de aquellas sospechas resultó la prisión de la condesa madre del conde y toda aquella invención que se trataba de matar al rey con ponzoña. Armada famosa y los capitanes de ella. Fue la fama que los infantes habían de seguir la empresa desta jornada y no el rey su padre; y era la armada de las mayores que se vio en aquellos tiempos, porque era de treinta y tres naos y veinte y siete galeras de a tres remos por banco y de treinta y dos de a dos remos y de otros ciento y veinte navíos menores. Y los capitanes de galeras eran don Alonso conde Bracelos hijo del rey y don Hernando de ............ señor de Breganza, Gonzalo Velázquez Coutiño, Juan Gómez de Silva, Vasco Fernández de Tayde y Gómez Martínez de Lemos. Muerte de la reina de Portugal. Estando la armada para hacerse a la vela murió la reina de Portugal de peste, en el lugar de Cacavelos a 19 de junio; pero no dejó el rey su empresa, aunque se detuvo algunos días. Y salió de Santa Catalina en la fiesta de Santiago y llevó el rey consigo a los infantes don Duarte, don Pedro y don Enrique y al condestable don Nuño Alvarez Pereyra. La armada fue a surgir a Ceuta. Pasó toda la armada el estrecho de Gibraltar y fue a surgir a Cepta; y la una parte del ejército tomó el monte y la otra parte salió a la tierra y se puso en orden el combate y comenzóse a combatir a 21 del mes de agosto. Ceuta se entró por combate: y los que allí se señalaron. Y otro día a 22 se entró por combate. Señalóse entre todos el infante don Enrique de muy valiente caballero, así en el combate como en la entrada del alcázar; y el primero que subió en el muro fue Vasco Yáñes Corterreal, y el que entró peleando en la ciudad por la puerta Vasco Martínez de Alberguería; y la primera bandera real que entró dentro fue la del infanle don Enrique cuyo alférez era Vasco Fernández de Tayde. El rey de Portugal armó a sus hijos caballeros. Otro día siguiente se armaron caballeros los infantes por el rey su padre, y antes de embarcarse envió con uno de los capitanes de galeras a hacer saber al rey la victoria que Dios le había dado. La Mauritania fue sujeta a España en tiempo de los godos. Detúvose el rey de Portugal ordenando de dejar aquel lugar en buena defensa once días; y quedó por capitán don Pedro de [Meneses] conde de [Meneses] que fue un muy valiente caballero; y el rey se volvió con mucha honra al

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Algarbe. Fue este príncipe -entre las otras hazañas suyas- muy ensalzado entre los príncipes de su tiempo desta empresa por haber sido el primero de los reyes de España que con tan poderosa armada y ejército comenzó la conquista en aquella provincia de la Mauritania, que en lo antiguo fue sujeta al reino de los reyes godos que tuvieron en España la silla de su imperio.

CAPÍTULO LIII De la llegada de Benedicto y del rey de Aragón a Perpiñán y del rey de romanos a Narbona; y de lo

que sus embajadores y del concilio de Constancia propusieron por la unión de la iglesia; y de la entrada del rey de romanos en Perpiñán.

Llegada de Benedicto [XIII] a Perpiñán. Había llegado Benedicto a Perpiñán antes que el rey arribase con sus galeras a Colibre, y aposentóse en el castillo, el cual se tuvo por los suyos en muy buena defensa con mucha gente de guerra. Llegó el rey [de Aragón] a Perpiñán y el de romanos a Narbona. De Colibre se fue el rey a Perpiñán, muy fatigado de la mar y de su dolencia; y aposentóse en la casa de Bernardo de Villacoba. Y en el mismo tiempo llegó el rey de romanos a la ciudad de Narbona, de donde envió una muy solemne embajada: en la cual venían Nicolás de Grecia conde en el reino de Hungría y dos arzobispos alemanes y los embajadores que venían con el emperador en nombre del concilio. Pídenle a Benedicto [XIII] que renuncie; y lo que respondió. Por parte del concilio se propuso por sus embajadores a Benedicto con una larga amonestación, que pues los dos que contendían por el pontificado habían renunciado el derecho que pretendían tener, él -considerada su edad y sabiduría y el estado en que se hallaba la cristiandad- diese paz a la iglesia, y por su medio los fieles alcanzasen tan gran beneficio que en concordia se eligiese un verdadero y único pastor y vicario de Cristo. Respondió a esto Benedicto graciosamente, ofreciendo que si juntándose el emperador y el rey de Aragón en Perpiñán le mostrasen tales razones y tan precisas que por su renunciación se siguiese la unión de la iglesia él estaba aparejado de hacerla. Los embajadores visitaron al rey [de Aragón] y apenas le pudo hablar. Otro día, que fue a 13 de septiembre, los embajadores fueron a hacer reverencia al rey que estaba en la cama muy agravado de su dolencia y tan debilitado que apenas podía hablar. Fiestas al emperador en Perpiñán. Luego tras esto, sin detenerse un punto ni esperar que el rey pasase a Narbona, se vino el emperador a Perpiñán a donde entró a 19 de septiembre; y el recibimiento y fiestas que se le hicieron en estas vistas fueron tales y tantas cuantas se pudieron y supieron ordenar en aquellos tiempos y como se debían a un principe tan grande y que con tanto trabajo y fatiga se había puesto en tan largo camino por el bien universal de la iglesia católica y por la paz y sosiego de la cristiandad. Y concurrieron en estas vistas los embajadores de los reyes de Francia, Castilla y Navarra y de otros príncipes. El emperador vio al papa [Benedicio XIII] y al rey [de Aragón] en Perpiñán; y lo que sobre la renunciación se hizo. Habiendo visto el emperador al papa y héchole gran cortesía con mucha reverencia (aunque no la que se acostumbra hacer a los sumos pontífices porque no le tenía por tal), después vio al rey; y como entendió que Benedicto iba dilatando su respuesta y entreteniendo el tiempo y que no condecendía a la renunciación que se le pidía tornó a ver al rey y mostró gravemente sentirse porque el papa le había dicho que daría medio por donde más presto se consiguiese la paz y unión de la iglesia y no le declaraba. Mandó el rey [de Aragón] ver los instrumentos de las renunciaciones, y a quién. Y mandó el rey que viesen los instrumentos de las renunciaciones de Juan y Gregorio el arzobispo de Tarragona, don Pablo obispo de Burgos y don Alvaro de Isorna obispo de León, Berenguer de Bardají y Juan González de Acevedo; y cualquier dilación era para el rey de romanos gran tormento.

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[trabajos del emperador Segismundo.] Calidad del papa Benedicto [XIII]. Había sido este príncipe autor y ministro para que dos tan grandes competidores del sumo pontificado renunciasen su derecho y se descompusiesen y quedasen personas privadas y se hubiesen sujetado y rendido a las sanciones canónicas del concilio de Constancia; y con todo esto -que se pudo acabar en tanto beneficio general- habiendo venido con tanto trabajo y fatiga a las postreras regiones de la cristiandad, con esperanza que Benedicto no haría cosa nueva y que se conformaría con el deseo universal de las gentes, en dar paz y concordia a la iglesia (pues lo habían hecho sus competidores) y que cuanto para el mundo era de más calidad en su persona y linaje y de mayores partes y tenía tanta experiencia como tan antiguo cardenal en la iglesia, todo esto con su presencia y con la instancia del rey de Aragón le moverían a no rehusar de hacer aquel tan gran beneficio al mundo, pues sólo estaba en su mano, y sería con mayor gloria y alabanza suya; mayormente que debía considerar que estaba el mundo suspenso esperando su determinación y respuesta y los príncipes ya conformes y unidos en seguir el camino comenzado del concilio, y que aquella santa congregación no procedía adelante por su causa esperando su renunciación. Peligro en que la iglesia de Dios estaba puesta. Y la iglesia de Dios por los pecados de todos estaba en el mayor conflicto y peligro que si estuviera reducida a una muy angosta región y provincia y se viera combatida y cercada de enemigos. Porque las herejías por los pecados del pueblo y por la malicia y libertad y vicios enormes de los hombres cada día iban prevaleciendo, y los lobos y fieras destruían y perseguían el pueblo católico como si no tuviera cabeza y pastor. Constante deliberación del emperador contra Benedicto [XIII] y sus valedores. Considerando todo esto como tan católico príncipe, vistas las dilaciones y nuevas pláticas que Benedicto proponía a lo que parecía cautelosamente, determinó el emperador con una muy constante deliberación de volver a Constancia y seguir los remedios canónicos que están ordenados por la iglesia, o convocar y unir las fuerzas de los príncipes contra Benedicto y contra todos los que lo amparasen y favoreciesen; y no estaba sin mucho recelo que el rey le ayudaba por el beneficio de haber alcanzado, según publicaban las gentes, el reino por su industria y favor.

CAPÍTULO LIV Del acuerdo que se tomó por los del consejo del rey en mandar venir de Sicilia al infante don Juan. Prudencia de los consejeros del rey [de Aragón]. En este estado en que las cosas llegaron a tan gran peligro de padecer la iglesa mayor tormenta, estando el rey en lo último de sus días y tal que no podía asistir con el rey de romanos para venir al último remedio de tantos males, se señaló en gran manera la prudencia de los perlados y barones que el rey tenía en su consejo, así en aconsejar lo que debían como en la fidelidad y religión que se requería en dar el consejo. La causa de todos pendía de una sola voluntad. Muy grandes tiempos habían pasado que no sucedió causa de mayor importancia ni en que tanto fuese generalmente a todos; y tratábase de buscar los medios que más convenían para la concordia de todos los príncipes y reinos de la cristiandad, porque no se aprovechasen de la causa de la religión para que se prefiriese lo de sus proprios estados y el respeto de lo temporal; y habían sucedido las cosas de manera que parecía que todo estaba en el albedrío y determinación del rey de Aragón, considerando que era tanta parte para que la obediencia de los reinos de Castilla se dispusiese a su voluntad; pues ninguna cosa se había de resolver por la reina en la menor edad del rey su hijo sin su parecer y consejo. Autoridad y fuerzas de la causa de Benedicto [XIII]. Y con esto se entendía que la causa de Benedicto tenía más autoridad y fuerzas; y había muchos que tenían por más acertado el consejo peligroso y fundado en maña y astucia con respecto particular que las deliberaciones que tenían fin al sosiego universal. Deliberóse que el infante don Juan se venga de Sicilia. Por este mismo tiempo, estando el rey muy agravado de su dolencia en Perpiñán, y con poca esperanza de la vida, y entendiendo los del

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consejo del rey que los sicilianos perseveraban en su porfía que el rey les diese uno de los infantes sus hijos por rey, y recelando que por su grave dolencia, hallando ellos alguna dispusición, no intentasen nuevas cosas y levantasen por fuerza al infante por rey (sobre lo cual había venido de Sicilia Hernán Velázquez de Cuéllar su canceller), se deliberó que por excusar tan grande inconveniente y lo que de allí se podía seguir se diese orden que el infante se viniese luego. Los sicilianos quieren por rey al infante don Juan. Estaba el infante tan lejos de pretender otra cosa de lo que le obligaba el amor del rey su padre y la esperanza de la merced que había de recibir del príncipe su hermano, que él había enviado a Cataluña aquel su canceller avisando al rey de lo que pasaba; y poníase en orden para su viaje. Porque los sicilianos persistían con gran recuesta en que aceptase el reino, aunque decían que lo entendían procurar con la buena gracia y benivolencia del rey, como desde el principio lo habían movido y procurado. La presencia del infante [don Juan] importaba en Sicilia. Mas considerando el estado en que se hallaban las cosas del reino de Nápoles y cómo se habían encaminado, y que los que señoreaban aquel reino siempre habían tenido puestos los ojos a la isla de Sicilia y a la riqueza y fertilidad de aquel reino y a la vecindad y comodidad de sus puertos y entradas, y que no se sabía qué resolución se tomaría en la causa de la unión de la iglesia, y por todas estas causas la presencia del infante o de otro príncipe de la casa real de Aragón era muy necesaria por los inconvenientes y novedades que se podrían seguir del rompimiento de la unión (y si se viniese el infante la mayor parte de los barones y caballeros sicilianos se vernían con él y aquel reino quedaría muy falto de gente), parecía al rey que en tal sazón la partida del infante sería muy peligrosa y podría redundar della muy grande daño. Y así lo remitió a la deliberación del infante y de los del su consejo. Instrucción al infante don Juan. En caso que viniese y tuviese nueva en el camino que él fuese fallecido, le mandaba que se fuese a desembarcar a Sevilla por las razones que Hernán Velázquez le explicaría, que aunque no se declaran bien se deja entender que era con fin que el infante redujese a su servicio y voluntad los grandes que estaban en la Andalucía y los que tenían a su cargo la gente de armas que estaban repartidas por ella, para tomar a su mano la parte del gobierno que pudiese en aquella provincia por la menor edad del rey; y que esto fuese con la voluntad y buena gracia de la reina. Porfía de los sicilianos. En Sicilia alzaron por rey al infante don Fadrique, a pesar del rey don Jaime su hermano. Pasó con todo esto tan adelante la porfía de los sicilianos que les pareció ser buena ocasión aquella de intentar lo que hicieron sus antecesores en los tiempos pasados con otro príncipe de la casa real de Aragón -que les salió hecho tan a su propósito- cuando alzaron por rey al infante don Fadrique, a pesar del rey don Jaime su hermano. Y hubieran salido con su intención si no lo previnieran con grande industria y prudencia el almirante de Castilla y el adelantado Diego Gómez de Sandoval, o el infante tuviera más ambición y hubiera tomado gusto en el reinar. La venida del infante don Juan se apresura. Y así, declarándose cada día más el inconveniente que había en su residencia en aquel reino con color de la enfermedad del rey dio el príncipe su hermano mayor priesa en su venida.

CAPÍTULO LV De la salida del rey de romanos de Perpiñán; y de los requirimientos que se hicieron a Benedicto y

de su ida a Peñíscola. El papa Benedicto [XIII] quiere ausentarse, y se le pone estorbo. Confiado Benedicto o en su razón y justicia o por ventura en la renunciación que habían hecho Juan y Gregorio, y que el sumo pontificado quedaba en su persona sin competidor, y que no sería forzado a la renunciación, o que la congregación de Constancia no le podía apremiar a renunciar el derecho que tenía, no venía tan llanamente como el emperador lo pensaba y quisiera al medio que se esperó de la renunciación. Y entendióse que buscando vías y modos exquisitos para no renunciar se quisiera absentar secretamente de aquellas vistas como lo había hecho Juan del concilio de Constancia.

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Con este temor, a 10 del mes de octubre, mandó el rey proveer que se avisase a los capitanes de galeras y a los puertos de sus costas que no se diese lugar que galera alguna o nave saliese dellos sin su licencia, ni navegase; antes la detuviesen hasta que diese la seguridad que se le pidiese. El emperador muestra sentimiento de la obstinación de Benedicto [XIII]; apresta su partida y lo que con el rey [de Aragón] pasó. Mandó el emperador, con gran sentimiento de la obstinación de Benedicto, apercibir sus gentes para irse un jueves a 30 de octubre; y el rey le envió al príncipe y a los infantes don Enrique y don Pedro sus hijos para que le pidiesen que tuviese por bien de verle antes de su partida; y el emperador lo hizo, y por su contemplación no se partió aquel día. Y el rey tuvo su consejo de lo que debía hacer en caso que Benedicto no viniese en lo que le pidían los príncipes de su obediencia. Advertencia del rey [de Aragón] a Benedicto [XIII]; lo que respondió. Venida del conde de Fox a Perpiñán y prevención al general de Cerdeña. Y envió al príncipe a Benedicto a pedirle con toda instancia que le pluguiese responder brevemente al emperador, porque más presto viniese la iglesia a la unión que se esperaba, que tan deseada era por todos; y le advirtiese que se había acordado por los de su consejo, con los embajadores de los príncipes de su obediencia, que debía enviar sus procuradores al concilio de Constancia; porque si él falleciese se pudiese proceder a elección de otro pontífice. Y el papa respondió que vería sobre ello. En esta sazón llegó Juan conde de Fox a Perpiñán, que era de la obediencia de Benedicto; y teniéndose gran recelo que Benedicto tenía deliberado de irse sin sabiduría del rey y al castillo de Cáller o a otra fuerza de aquella isla y hacerse allí fuerte, se dio aviso a Acart de Mur -que era lugarteniente general en Cerdeña- que no le acogiese ni a sus gentes. El rey [de Aragón] estaba tan enfermo que ya no podía firmar. Era esto a 3 del mes de noviembre, estando el rey tan agravado de su enfermedad que no podía firmar; y los despachos que eran de tanta importancia como esto, los firmaba el príncipe. El emperador visitó al conde de Fox y se fue sin atender a lo que el rey [de Aragón] le ofrecía. Y considerando el emperador que le traían en dilaciones de día en día, y agraviándose mucho que no le daban la respuesta que le habían prometido, mandó a 7 de noviembre que saliesen sus gentes de Perpiñán; y publicó su partida y encerróse en el monesterio donde posaba. Y porque el conde de Fox había ido a visitarle y se volvió por hallar cerradas las puertas del monesterio, salió el emperador con todos los suyos con sus armas y él armado de cota y brazales, y fue a ver al conde de Fox. Cuando supo el rey que el emperador se partía tan aceleradamente, envióle al infante don Enrique y al conde de Armeñaque y a Garci Fernández Manrique y algunos de su consejo que le suplicasen que se detuviese aquel día, ofreciendo que él habría respuesta de que fuese contento. Y no quiso responder; y entróse diciendo que quería comer. Y cuando el infante y aquellos caballeros se volvieron, salió a gran furia de la villa; y a media legua le alcanzaron algunos caballeros que le suplicaron de parte del rey que se detuviese en Salsas; y allí envió el rey al gobernador de Cataluña y a Diego de Vadillo su secretario, ofreciendo que si se detenía algunos días, haría renunciar a Benedicto o le quitaría la obediencia. El emperador se detuvo en Narbona al ruego del rey [de Aragón] la diligencia que con Benedicto [XIII] se hizo y qué personas la hicieron. Y concertaron con el emperador que esperase en Narbona. Estando las cosas en este trance y en tanto peligro de rompimiento, de que se temía mayor escándalo, mandó luego el rey al príncipe que se juntase con los que había acordado que interviniesen a tratar de los medios para inducir a Benedicto a la unión y concordia que se procuraba, para que en él se deliberase lo que se debía hacer. Juntáronse con el príncipe el infante don Enrique su hermano, el conde de Fox y un hijo del rey de Navarra -que era protonotario apostólico- y los embajadores del rey de Castilla y de las ciudades

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de Zaragoza, Barcelona, Valencia y Mallorca y el maestre de Montesa y grandes y muy famosos letrados que allí estaban de sus reinos. Tres requerimientos se determinó hiciesen a Benedicto [XIII]; quién hizo el primero y lo que contenían. En aquella congregación se determinó que se hiciesen tres requirimientos a Benedicto para que renunciase, y si no lo hiciese se le quitase la obediencia. Otro día sábado, que fue a 10 de noviembre, fueron a hacer el primer requirimiento a Benedicto el príncipe con poder del rey su padre, el infante don Enrique y los obispos de Burgos y León, Diego Hernández de Quiñones, Juan González de Acevedo y el doctor Pero Fernández de las Poblaciones como embajadores del rey de Castilla y con su poder y los condes de Fox y Armeñaque y el hijo del rey de Navarra; y ante Pedro Fernández arcidiano del Grado secretario del rey de Castilla, y de Pablo Nicolás secretario del rey de Aragón, presentaron a Benedicto cinco cédulas de un tenor, en nombre de los príncipes de su obediencia, en que le suplicaban y requerían -refiriendo todas las cosas pasadas- que diese unión a la iglesia por medio de su renunciación, pues los que contendían con él habían renunciado por el beneficio universal de toda la cristiandad, y porque se excusasen las guerras y males que podían suceder por su causa si no lo hiciese, pues era forzado que los reyes y príncipes de su obediencia pusiesen en ello remedio. Respuesta de Benedicto [XIII] al primer requerimiento. A esta recuesta les respondió Benedicto: que Dios sabía que siempre fue su intención de dar paz y unión a la iglesia, y que él propusiera y señalara medios al que se decía rey de romanos para que en breve se consiguiese la unión que se deseaba; pero pues ellos lo tomaban por testimonio le diesen traslado, y respondería de tal manera que los príncipes de su obediencia fuesen contentos. Embajadores del emperador al rey [de Aragón] y aviso del rey a Benedicto [XIII]. Esperó el emperador en Narbona por la esperanza -que se le dio en nombre del rey- que aquello se determinaría brevemente; y como cualquier dilación le daba grande fatiga y estaba muy aflijido, envió al rey a Luis duque de Bria, y algunos perlados y embajadores a 11 del mes de noviembre, solicitando y requiriendo se le diese la respuesta. Y el rey avisó al papa que por su causa se detenía el emperador en Narbona. Benedicto [XIII] se fue a Colibre con toda su corte, y de allí a Peñíscola. Entonces, viéndose Benedicto tan aquejado y requerido de los príncipes de su obediencia, un miércoles a 14 de noviembre, envió a decir al rey que se iba para Colibre y que no podía más hacer, y que el rey hiciese lo que le pluguiese. Y salió de Perpiñán con la gente de su guarda y fuese a Colibre con toda su corte, publicando que Perpiñán no le era lugar seguro, aunque tenía el castillo en buena defensa a su disposición y habiéndole dado el rey todas las seguridades que le había demandado. Segundo requerimiento a Benedicto [XIII]. Luego el rey y los embajadores de los príncipes de su obediencia enviaron a Colibre a suplicarle que volviese a Perpiñán, y se detuviese algunos días, porque los hechos de la unión viniesen a buena conclusión; y segunda vez le hicieron el requirimiento que estaba acordado, y el mismo se hizo a su colegio; y fueron también requeridos los cardenales que volviesen a Perpiñán. Pero Benedicto y sus cardenales determinaron de embarcarse en sus galeras y recogerse a Peñíscola. Diversidad de pareceres en favor y contra Benedicto [XIII]. Cuando el rey y aquellos señores de su obediencia entendieron su partida, tuvieron dello gran sentimiento y pesar; y luego se concertaron de nombrar personas que acordasen lo que se debía hacer y la resolución que convenía tomar antes que el emperador partiese de Narbona. Hubo grande diversidad y contradicción entre los que hacían la parte de Benedicto y la otra de los embajadores del concilio de Constanza. Estos decían que pues Benedicto podía reducir el estado de la iglesia católica a unidad por medio de su renunciación y lo rehusaba de hacer, siendo tantas veces amonestado y requerido, legítimamente podía ser habido y declarado por cismático y fautor de cisma, y pertinaz y escandalizador de la iglesia de Dios; y que en este caso los súbditos se podían y debían apartar dél por su autoridad. Razones contra los que favorecían a Benedicto [XIII]. Que no renunciando, detenía y usurpaba el

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sumo pontificado injustamente, y su justicia se reducía a injusticia; y así como si él entrara en el pontificado al principio injustamente le debía ser denegada la obediencia, de la misma manera en este caso se le debía quitar; y pues los súbditos, por vía de apartarse de su obediencia, le podían provocar a que viniese a la unión de la iglesia, dándole la obediencia, parecía que le daban favor y ayuda en la cisma; y si él fuese verdadero padre y pastor de la universal iglesia antes quería carecer della estando entera y unida que tenerla dividida y partida en tanta turbación y escándalo de los fieles, siguiendo el ejemplo de aquella buena mujer y verdadera madre, que antes quiso carecer de su hijo sano y entero que tenerlo partido. En estos casos afirmaban, que los reyes y príncipes de su obediencia le podían apremiar, apartándose della, pues por este camino él condescendería a venir en la unión. El rey [de Aragón] pide el voto del maestro fray Vicente Ferrer. Habiendo oído el rey a todos los que concurrieron a esta consulta, quiso oír el voto y parecer del venerable y santo varón el maestro Vicente Ferrer por la santidad de su religión y vida y por su doctrina, tan aprobada por toda la cristiandad; y envióle a informar con Juan González de Acevedo -que era uno de los embajadores del rey de Castilla- de todas las dificultades que se proponían de la una y de la otra parte. Y respondió a lo que el rey le consultaba desta suerte. Voto del maestro fray Vicente Ferrer, digno de la santidad y prudencia. Que si no viniese la respuesta de Benedicto a la tercera recuesta no se debía tardar un día de salir de su obediencia, considerando que las dilaciones eran causa de la destruición deste negocio, pues en los medios tiempos podían recrecer tales cosas que perpetuarían la cisma en la iglesia de Dios. Advertencia y motivos del maestro fray Vicente Ferrer, columna de la cristiandad. Porque si no se apartaban de la obediencia de Benedicto, el concilio congregado en Constancia se impidiría en respeto de las naciones desta obediencia; y los cardenales y perlados della no irían al concilio por el respeto y temor de Benedicto, ni prosiguirían aquel santo negocio; de que se siguiría que las naciones congregadas en Constancia harían otra elección. En lo que tocaba a la elección de verdadero y no dudoso sumo pontífice, era la opinión deste santo varón que se dejase libremente en el concilio general; y que bastaría que se hiciese juramento que la elección fuese canónica, según Dios y buena conciencia; porque si se pusiesen otras limitaciones, quedaría materia para adelante de disputar y poner duda en la elección, de que se podrían seguir mayores inconvenientes. Tercio requerimiento a Benedicto [XIII] y lo que respondió. Enviáronse a Narbona para la postrera resolución Diego Hernández de Quiñones con poder de los otros embajadores del rey de Castilla, y Diego Hernández de Vadillo con poder del rey, y los embajadores del rey de Navarra y del conde de Fox que llegaron a Narbona el 1.º de deciembre. Este mismo día se hizo a Benedicto y a los cardenales de su obediencia en Colibre requirimiento que no se fuese y volviese a Perpiñán; y respondió que no convenía a lo de la unión que se pretendía, que él renunciase. Nota. Y escribe Gonzalo García de Santa María -que ordenó en lengua latina la historia de los reyes de Aragón- que añadió a esto, que dijesen su rey estas palabras: "A mí que te hice, envias al desierto."

CAPÍTULO LVI

De la convocación que hizo Benedicto de los perlados de su obediencia para Peñíscola; y de lo que se asentó en Narbona con el emperador y con los embajadores del concilio de Constancia

para quitarle la obediencia. Acuerdo prudente del rey [de Aragón] y embajada a la reina de Castilla. Antes de pasar el rey a quitar la obediencia a Benedicto, deliberó de concertarse en estrecha confederación y liga con el

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rey de romanos; y para que entrase en ella el rey de Castilla su sobrino y sus reinos, acordó de enviar a la reina doña Catalina a su secretario Diego Hernández de Vadillo. Y esto era temiéndose de los procesos que Benedicto quería fulminar contra él, hasta proceder a privación de sus reinos; y como fue tanta parte para lo de la declaración de la sucesión por el medio de la justicia, y había recibido grandes beneficios dél y de los de su casa y linaje, tanto más se recelaba de tenerle por enemigo, aunque fuese privado de su dignidad por el concilio. Sitio de Peñíscola y derivación de su nombre. Reducido Benedicto a una tan pequeña fuerza como era Peñíscola, lugar puesto en un peñasco que le ciñe la mar (de donde tomó el nombre) que aunque tenía la salida libre para las costas de España de levante y poniente y de las islas, pero la entrada se le podía defender por la parte de la tierra por muy pocos y apenas había a donde se pudiesen recoger de dos galeras arriba. Confianza y seguridad del papa Benedicto [XIII]. De manera que toda su confianza -después de la seguridad que le daba su consciencia o la causa y razón de su justicia- era tener el clero destos reinos debajo de su obediencia; y mucha gente ilustre, sus deudos y otros a quien había hecho grandes beneficios que le habían de socorrer hasta que más no pudiesen. Mas los perlados -que tenían grande lugar en el consejo y privanza del rey- era cierto que le habían de ir desamparando, unos temiendo la ocupación de las temporalidades y la ira del rey, y otros las censuras que se comenzaban a fulminar por el concilio, a donde se iban juntando todas las naciones. Denuedo de Benedicto [XIII]. Contra todo esto se opuso este varón, con una dureza y denuedo tan terrible que causaba grande admiración a todas gentes. El papa Benedicto [XIII] hace llamamiento de prelados en Peñíscola; por qué y con qué fundamento. Y lo primero que hizo en arribando a Peñíscola fue mandar llamar a todos los perlados de su obediencia. Fundábase aquel llamamiento en que él había mandado convocar concilio general para la villa de Perpiñán a imitación de los santos padres, para que en él se procediese a buscar el remedio de tanta división como padecía la iglesia; y aunque había procurado con grande fatiga de llegar al fin de tantos males, no lo había podido alcanzar de la otra parte que le era desobediente y a la iglesia romana, antes en la congregación de Pisa habían salido con levantar otro nuevo cismático; y por esta causa había deliberado de no despedir el concilio, pero irlo continuando donde quiera que se hallase como lo había hecho por sus términos sucesivamente; porque si por ventura, por la gracia de nuestro señor, en lo de adelante se ofreciese tal disposición y la calidad de los negocios lo requiriese que hubiese de necesidad de estar convocado concilio general, estuviese el recurso y remedio dél en la mano. Razones con que el papa Benedicto [XIII] quiere justificar su causa. Que postreramente, porque en las vistas que se habían tenido entre él y el rey de Aragón y Sigismundo que se llamaba rey de romanos en Perpiñán, por el tratado de la unión de la iglesia, él había ofrecido al rey de Aragón y a los mensajeros de la congregación de Constancia medios y pláticas por las cuales, después de la renunciación que había de hacer, se podía brevemente conseguir la unión de la iglesia; y el rey de romanos y aquellos mensajeros no las quisieron aceptar, antes de parte del rey de romanos y del de Aragón y de otros príncipes de su obediencia había sido requerido con mucha porfía y instancia de tales medios que no se podían poner en obra sin gran ofensa de nuestro Señor; considerando esto había acordado de tomar sobre ello deliberación en el concilio, y por esta causa los mandaba juntar en aquel lugar. Esto fue a 9 del mes de deciembre. Concordia del rey de Aragón y de otros príncipes con el rey de romanos. Y a 13 del mismo mes, Diego Hernández de Vadillo embajador del rey de Aragón en Narbona, en presencia de los embajadores del concilio de Constancia, se concertó con el rey de romanos en el palacio del arzobispo de aquella ciudad en ciertos medios, para conseguir mediante ellos la paz y unión de la iglesia y por la restauración del pueblo cristiano. Y en esta concordia se conformaron el rey de romanos y los embajadores del concilio y el rey de Aragón y su embajador en su nombre y de los embajadores del rey de Castilla y del rey de Navarra y conde de Fox.

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El embajador [del rey de Aragón] ofrece que se apartará de la obediencia de Benedicto [XIII] si no hiciere la renunciación que Juan [XXIII] y Gregorio [XII]; y en presencia de quién lo juró. Obligación que hizo el conde de Fox. Pero el embajador del rey de Aragón hizo a parte otro apuntamiento; y afirmábase en él que era para más breve y buena expedición de aquel negocio. Esto era: que Diego Hernández de Vadillo, en nombre y con poder del rey, prometió al rey de romanos que si Benedicto a la tercera suplicación y requirimiento que se le hiciese por los embajadores del rey de romanos, no renunciase el pontificado de la manera que Juan y Gregorio lo habían hecho, según había sido requerido dos veces que lo hiciese se apartaría de su obediencia dentro de sesenta días; y así lo juró el embajador en presencia del rey de romanos en manos del arzobispo de Tours; y se obligó en forma de derecho, estando presentes los arzobispos de Narbona, Remense y Rigense y el obispo de Gebena, el duque de Bria, conde palatino de Hungría, Diego Hernández de Quiñones embajador del rey de Castilla, el maestro Felipe Malla maestro en teología y Bonanat Pere doctor en derecho canónico, embajadores del rey de Aragón; García de Falces secretario del rey de Navarra y su embajador, y el conde de Fox que hizo la misma obligación. Y juraron de tenerlo secreto hasta llegar la respuesta de Benedicto. Las cosas hechas en la congregación de Pisa que se trató se derogasen y la convocación que se ordenó. Quedó allí acordado en aquel asiento de Narbona que, ante todas cosas, lo ordenado y establecido en la congregación de Pisa que en alguna manera tocaba a Benedicto y a los reinos y príncipes y personas eclesiásticas de su obediencia, se revocase y diese por de ningún efecto; y declaróse que los que estaban en Constancia convocasen a los de la obediencia de Benedicto por sus proprios nombres para celebrar concilio general en Constancia, y de la misma suerte los de la obediencia de Benedicto convocasen a los que estaban en Constancia a la celebración de concilio general en la misma ciudad. Habíanse de presentar las letras de las convocaciones dentro de dos meses, desde este día 13 de deciembre; y habían de presentarse en Constancia dentro de otros tres después que se les presentasen las letras, para que todos juntamente procediesen contra Benedicto; y lo que la mayor parte del concilio determinase aquello se siguiese inviolablemente. A las cuatro naciones que en constanza residían y presidían se ayuntó la española. también se determinó que así como en esta sazón residían en constancia cuatro presidentes y cuatro naciones (que eran italia, francia, alemania e inglaterra) fuesen cinco naciones juntando la nación española; y que esta nación no tuviese más que las otras en el proceso que se hiciese contra benedicto. pero pretendióse por parte del rey que fuese él preferido en el número de las veces, teniendo consideración a los perlados e iglesias de sus reinos allende la mar que solían ser convocados a los concilios generales; y así se le ofreció y se hizo dello decreto en el concilio. Las provisiones de Benedicto [XIII] que se inhabilitaron y lo que se confirmó. Fue así mesmo acordado, que se determinase por el concilio que no valiesen las provisiones y promociones que hubiese hecho Benedicto desde el día de su salida de Perpiñán, porque en aquel día se declaró su mala fe en la huida; y que se confirmasen las investiduras y donaciones que antes de aquel día se había hecho en los reinos y tierras de su obediencia a los reyes de Castilla, Aragón y Navarra y a los condes de Fox y Armeñaque, y se aprobasen por el concilio. Era otro artículo que si los cardenales de la obediencia de Benedicto quisiesen ir a Constancia para intervenir en los autos del concilio, fuesen recogidos como verdaderos cardenales con todas las insignias de su dignidad; y si los cardenales que estaban ya en Constancia interviniesen en la elección del papa, ellos fuesen de la misma manera admitidos. Las rentas eclesiásticas que le adjudicaron al rey [de Aragón] y para qué. Allí se declaró otra cosa también importante: que el rey de Aragón podía y debía tomar las rentas de la cámara apostólica y de las iglesias catedrales vacantes para los gastos que se le ofrecían en la causa de la unión de la iglesia; y que a ello se daría autoridad por el concilio general; y que en un día se quitase a Benedicto la obediencia por todos los príncipes que estaban debajo della.

CAPÍTULO LVII

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De la embajada que vino a Perpiñán de parte de Enrique rey de Inglaterra.

Dos embajadores del rey de Inglaterra llegaron a Perpiñán. Por este mismo tiempo, a 15 del mes de deciembre deste año, llegaron a Perpiñán dos embajadores del rey de Inglaterra, que era Enrique el V deste nombre; y venían un maestro en teología y Juan Gut Tronton que había sido ayo del mismo rey de Inglaterra. Tratóse casamiento entre el rey Enrique V de Inglaterra y la infanta doña María. Y aunque estos embajadores venían en lo público por lo que tocaba a la unión de la iglesia, mas principalmente venían para tratar del matrimonio de aquel príncipe y de la infanta doña María que era la mayor de las hijas del rey. Y venía con gran afición el rey en que este casamiento se efectuase, porque deseaba confederarse en muy estrecha amistad y alianza con aquella casa, a lo cual le obligaba más la sucesión de sus reinos, que a la confederación de los príncipes de la casa de Francia; y también por ser el rey de Inglaterra de más edad que el rey de Castilla y príncipe de tanto valor, que fue de los más señalados reyes que hubo en aquel reino. Estando ya concertado lo del matrimonio con los embajadores, hablaron el rey y la reina con la infante su hija; y dijéronle que el rey de Inglaterra era muy poderoso príncipe y de gran valor y muy rico, y la enviaba a demandar en casamiento; y que ellos se inclinaban a que se hiciese, porque el rey de Castilla era de menor edad que la infante y el rey de Inglaterra era ya hombre, y ella se iba haciendo mujer y les parecía que era aquel buen casamiento, si le placía dello. La infanta doña María rehusa casar con el rey de Inglaterra. Como la infante no respondía y el rey le mandaba que le dijese su voluntad, dijo que se maravillaba que la quisiesen tan mal que la apartasen de sí para que nunca los viese; y si hubiese de ser apartada de sus padres por casar con el mejor hombre del mundo placiendo a ellos no lo querría. Procuró el rey cuanto honestamente pudo de persuadirla a su opinión, diciéndole que Inglaterra no era tan lejos y que no podía casar tan a su honra en ninguna parte como con aquel príncipe que era tan excelente y valeroso caballero. Y la infante respondió que forzado era de hacer lo que el rey mandaba, mas si su merced fuese, ella quería estar en su compañía. La infanta doña María se tenía ya por esposa del rey de Castilla; y deliberación del rey [de Aragón]. Y lo cierto era que la infante se tenía ya por esposa del rey de Castilla; y aunque era de menor edad, tenía por mejor esperar que fuese hombre, que casar con el rey de Inglaterra. Y dello recibió el rey mucha pena, porque tenía pensado de casar a la infante doña Leonor -que era la menor- con el rey de Castilla, por ser más conformes en la edad, y que de esta suerte quedaba confederado y aliado con el rey de Inglaterra, y para todo le venía mejor. Guerra entre Francia e Inglaterra. Por el mismo tiempo que se trataba lo deste matrimonio, estaba muy encendida la guerra entre franceses e ingleses. Y pasó el rey de Inglaterra con una muy poderosa armada a Normandía prosiguiendo su empresa contra el rey de Francia, habiendo ganado la villa de Anaflor y teniendo sus cosas en grande reputación.

CAPÍTULO LVIII Que el rey y otros príncipes de la obediencia de Benedicto se apartaron della y se fueron allegando

a la congregación de Constancia. La enfermedad del rey [de Aragón] es de muerte. Aunque estaba el rey en lo postrero de sus días y tan agravado de su dolencia que le habían desconfiado de la vida, en la causa de la unión se procedía por el príncipe de Girona su hijo y por los de su consejo sin ninguna tardanza ni dilación, estando aún el rey de romanos en Narbona; y aguardaban la final resolución y respuesta de Benedicto al tercero requirimiento para pasar adelante, porque el rey de romanos no se detuviese.

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Aviso al rey de Navarra. Entre tanto, se avisó de parte del rey al rey de Navarra su tío, que por la brevedad del tiempo, él mandaba apercibir a los perlados y personas señaladas de sus reinos que habían de ir a Constancia, para que él hiciese lo mesmo y los dos procediesen en un tiempo a quitar la obediencia a Benedicto en llegando su respuesta. Respuesta de Benedicto [XIII] al tercer requerimiento. Esta llegó al rey estando en Perpiñán a 21 de deciembre, que fue decir que con consulta de los perlados de su obediencia respondería a sus requirimientos. Llamamientos para Constanza. Y luego, en nombre del rey, se avisó a los príncipes de la obediencia de Benedicto, que pensaba hacer el auto del apartamiento de la obediencia otro día después de la fiesta de los Reyes, para que el mismo día lo hiciesen ellos. En la vigilia de la fiesta del santísimo nascimiento de nuestro Redentor, con provisiones firmadas del príncipe por la enfermedad del rey, se enviaron los llamamientos de los perlados para que fuesen y sus cabildos enviasen sus procuradores a Constancia, a donde se había de tratar de la extirpación de la cisma. Y iba en ellas el llamamiento de los cardenales y patriarcas y perlados que se habían allí congregado. Resolución de quitar a Benedicto [XIII] la obediencia, y lo que se previno. Acordóse que el día de la Epifanía del año siguiente, se hiciese en Perpiñán el auto de quitar a Benedicto la obediencia; y aquel mismo día de la vigilia de navidad se proveyó que Juan Escrivá lugarteniente de gobernador del reino de Valencia no diese lugar que se reparasen ni forneciesen los castillos y lugares del maestradgo de Montesa que están muy cerca del lugar de Peñíscola, ni entrase gente en ellos, y se pregonase en toda aquella comarca que llaman La Llana y Maestradgo, que ninguno so pena de la vida, llevase vituallas ni armas a la villa y castillo de Peñíscola ni a otro castillo, ni tomase sueldo sino de los oficiales del rey. Lo mismo se mandó a fray Romeo de Corberá maestre de Montesa que le tenían por muy devoto y aficionado de Benedicto y era muy valeroso caballero, y estaba en su maestradgo; y que no diese lugar que los caballeros y vasallos de su orden diesen favor a Benedicto, ni los castillos se pusiesen en defensa ni entrase en ellos gente. Y sobre esto envió el rey al maestre de Montesa un caballero de su orden que se decía Manuel de Villarasa comendador de Ares. El rey [de Aragón] envió a decir con Juan de Abella al gobernador de Narbona que procurase prender a don Antonio de Luna. Porque en el mismo tiempo estaba don Antonio de Luna en Narbona, y con él Garci López de Sesé, Pedro Ximénez de Embún, el señor de Gordún, Juan Dordas y otros que le habían seguido en la guerra pasada, tuvo el rey por gran desacato que tales hombres en aquella turbación de tiempos estuviesen a los confines de sus reinos; y por esta causa envió un caballero de su casa llamado Juan de Abella al gobernador de Narbona para que procurase de prender a don Antonio de Luna y se le remitiese, como era obligado por las alianzas que él y el rey de Francia tenían; y lo mismo se escribió al senescal de Carcasona, y remitió la provisión desto a Juan de Funes a quien entonces proveyó del cargo de su vicecanceller. Apartamiento de la obediencia de Benedicto [XIII] con aprobación del maestro fray Vicente Ferrer. Llegada la fiesta de la Epifanía del año de nuestro salvador Jesu Cristo de 1416 se publicó -con la solemnidad que para tal auto se requería- el apartarse el rey y sus reinos de la obediencia que habían dado a Benedicto, a los veinte y dos años de su pontificado. Y aunque el rey estaba impedido de tan grave dolencia -que estaba sin ninguna esperanza de la vida y no pudo asistir a la publicación- el auto fue con toda la ceremonia y aparato que convenía; de que resultó gran admiración a las gentes, precediendo sermón del santo varón el maestro Vicente Ferrer, cuya religión y santidad de vida era tan reverenciada en toda la cristiandad que la mayor aprobación y autoridad de aquella determinación fue intervenir su santa persona a la publicación della. Publicóse después en todas las ciudades y villas destos reinos en diversos días. Notable auto de sustracción de la obediencia de Benedicto [XIII]. Decíase en aquel auto, que

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llamaban substracción de obediencia, que el rey por el bien y unión de la iglesia, poniendo su salud en peligro, se había puesto en la mar para ir a Perpiñán a procurar la paz y bien universal de la iglesia; de que se siguió haberse confirmado su enfermedad tan gravemente que había llegado a lo postrero de sus días; y que el temor de la muerte no le pudo desviar de aquel propósito, teniendo por consumada felicidad si, perseverando en aquella tan santa obra, diera fin a su vida pues se alcanzase paz a la iglesia de Dios. Mayormente que no se debía poner duda de alcanzar aquel fin y tanto beneficio de parte de Benedicto, pues habían renunciado su derecho Angelo que se llamó Gregorio y Balthasar que llamaron Juan después de haber desamparado al Balthasar y dejándole como merecían sus culpas. Que después de aquello, parecía muy gran impiedad sospechar que se rehusase por Benedicto el dar paz a la iglesia, habiéndose obligado a ello con tantas promesas y juramentos y de procurar la unión de la iglesia por el medio de su renunciación, prefiriendo este camino a todos los otros como a todo el mundo era notorio que lo debía ser. Discurso de las dilaciones de Benedicto [XIII]. Con esta esperanza se decía, que después de haberse juntado en Perpiñán con el rey de romanos y con los embajadores de la congregación de Constancia y concurriendo con ellos los embajadores de Francia y Inglaterra y de otros príncipes, se dio lugar a diversas dilaciones que se ponían de parte de Benedicto, pensando que a la postre no había de faltar por su parte a tanto beneficio como se esperaba, y que ternía empacho de revocar lo que por su boca tantas veces había prometido; pues aunque no se hubiera obligado a ello por necesidad de su salvación, de derecho divino y humano lo estaba a renunciar sencillamente el pontificado por excusarse tantos escándalos en la iglesia de Dios y por tan evidente utilidad de la misma iglesia, cuando no se tuviera duda de su justicia. Humildad del papa Juan [XXIII]. ¿Quién pudiera creer que el que se llamaba Juan que estaba tan elevado con tanta potencia y confirmado con la obediencia de tantos príncipes se humillara tan fácilmente? y viviendo tan seglarmente como se decía, ya que estaba tan abatido ¿quién pensó que renunciara tan llanamente? Liberalidad de Gregorio [XII]. Y ¿quién pudiera esperar que Gregorio -que según decía el mismo Benedicto había procurado que no se siguiese el camino de la renunciación- había de dejar su derecho tan liberalmente en tanta alabanza y gloria de su nombre? Por otra parte ¿quién había de ser tan desatinado e incrédulo que ofreciéndose tantas razones y causas para alcanzar la unión de la iglesia, que de allí adelante Benedicto había de poner dilación de una hora en su renunciación? E impedir tan detestablemente la unión de la iglesia pudiéndola conseguir tan gloriosamente con sola una palabra? Resolución del rey [de Aragón]. Mas después que entendió el rey por algunas respuestas suyas y por diversos tratados que no se podía alcanzar sino perpetuo rompimiento del negocio, habido maduro consejo con los embajadores de los reyes y príncipes de su obediencia y con muchos perlados y barones que allí habían concurrido y con los mensajeros de las principales ciudades de sus reinos, se determinó de no dar lugar a más dilaciones; y con esta resolución se enviaron a Benedicto el príncipe su hijo y los embajadores de Castilla y Navarra y los condes de Armeñaque y Fox; y le suplicaron y requirieron que tuviese por bien de hacer la renunciación pura y libremente, como era obligado de derecho divino y humano. Miedo fingido de Benedicto [XIII]. Que sin dar a esto respuesta digna de quien él era, desamparando del todo aquel tan santo negocio por el cual estaba el mundo suspenso, con miedo fingido -porque no había ninguna causa de temor- se partió de la villa de Perpiñán arrebatadamente, residiendo su persona en el castillo con buena guarda. ¿Quién fuera tan temeroso que hallándose dentro de una fortaleza de un castillo fortísimo y con buena guarnición de gente de armas, muy acompañado de parientes, servidores y amigos y dentro de los límites de su misma nación tuviese tanto miedo no le persiguiendo ninguno? Mayormente que estaba asegurada su persona con salvaguarda y juramento del rey y de diversos barones destos reinos y del

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gobernador de Rosellón y de los cónsules de Perpiñán; y era cierto que estuvo en mano del rey de impedir su salida de Perpiñán; y aunque estaba ya desconfiado de su renunciación, mas por la afición grande que tenía a su persona y a su honra y estado no se pudo contener que no le enviase antes que entrase en la galera en Colibre sus mensajeros y de los otros reyes y príncipes para hacer la misma suplicación y requirimiento; y dando su respuesta muy infructuosa luego se hizo a la vela. Después entendiendo que dejando la mar se había recogido al castillo de Peñíscola dentro de su señorío, tercera vez le hizo su suplicación y requirimiento por su embajador y de los otros príncipes; y siempre estuvo firme en su pertinacia y dureza. Congregación de Constanza. Que entonces, considerando el rey que todas sus fatigas y trabajos quedaban en vacío sin conseguirse su deseado fin, visto que casi todo el pueblo cristiano se había congregado en Constancia con santo y puro propósito de obedecer al sumo pontífice que la universal iglesia determinase que se debía canónicamente eligir, y que no solo parecía cosa injusta mas de grande malicia y inhumanidad privar de allí adelante de su comunión a aquellos que con tanta afición perseveraban en procurar la unión de la iglesia, había deliberado que los embajadores de los reyes y príncipes de aquella obediencia y todos los perlados y personas eclesiásticas que suelen ser llamados a concilio general, fuesen dentro de cierto término a la ciudad de Constancia para que procurasen con los que allí estaban congregados, que se consiguiese a cabo de tanto tiempo la unión de la iglesia católica debajo de un cierto y no dudoso pastor y recibido por la universal iglesia, como estaba concertado en los capítulos que se habían concordado con el rey de romanos y con los embajadores de Constancia. Deseo de los griegos. Encarecíase juntamente con esto, que no había sido el rey con poca consideración persuadido para procurar la paz y unión de la iglesia, teniendo esperanza del beneficio que se les proponía de las partes de oriente: que los griegos, doliéndose de verse apartados de la comunión de los latinos, deseaban agregarse a un rebaño, si tuviese un pastor en quien no se pusiese duda ninguna. Respuesta del tercer requerimiento. El rey [de Aragón] manda que Benedicto [XIII] no sea obedecido. Por todas estas causas, entendiendo que no se podían conseguir estos beneficios entre tanto que los perlados y súbditos del rey estaban debajo de la obediencia de Benedicto y obedeciesen sus mandamientos, señaladamente habiendo respondido al tercero requirimiento que mandaría congregar todos los perlados de su obediencia para que fuesen a celebrar concilio por todo el mes de febrero y deliberar en él lo que había de responder a sus requirimientos, y que el obedecerle más era impedimento notorio al bien universal, de consejo de los perlados, barones y caballeros y de las personas notables que allí se habían congregado, proveía y ordenaba por sí y sus sucesores y por todos universalmente -dentro de los límites de sus reinos- que en ninguna manera se debía obedecer Benedicto; mandando generalmente a todos que no le obedeciesen como a pontífice, ni le asistiesen ni a sus oficiales ordinarios ni delegados, ni acudiesen a los colectores con los frutos y rentas que perteneciesen a la cámara apostólica, sino a los que el rey deputase, porque su intención era que se reservasen para el único sumo pontífice recibido por la universal iglesia, exceptando lo que se expendiese en la prosecución de la unión della. Proveyóse finalmente que todos los cardenales y obispos y las personas eclesiásticas residiesen en sus iglesias y ninguno siguiese la corte de Benedicto; y a los que hiciesen lo contrario se mandaban secrestar sus frutos y rentas.

CAPÍTULO LIX

De la venida del rey a Barcelona y de su salida de aquella ciudad con fin de ir a los reinos de Castilla.

El emperador tomó la divisa del rey [de Aragón], y el rey la del emperador. Acabado un negocio tan grande y en que tanto iba a toda la cristiandad tomó el emperador su camino de Narbona para

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la ciudad de León; y como había tomado la devisa de la jarra y grypho del rey como compañero y hermano en aquella orden de caballería, en señal de mayor confirmación de hermandad y alianza entre sí había dado también al rey su devisa que era un dragón; y por que quedó entre ellos ordenado que las pudiesen dar cada uno a treinta caballeros siendo muy importunado, el emperador por la devisa del rey envió desde León a pedir que pudiese dar la devisa del rey a más personas de lo que estaba entre ellos acordado. Pecho valeroso y rectitud católica del rey [de Aragón]. Encarece Lorenzo de Vala el beneficio que recibió la iglesia del rey de Aragón en esta parte que fue de manera que, excedió no solo a todos los otros príncipes pero aun al mismo Sigismundo; pues sacó el pontificado de sus reinos y echó de su casa el mayor amigo que tenía y a quien más debía, siendo como forzado a herirle el primero con la espada real de la justicia; y entregó casi a toda España a la determinación del concilio y a un sumo pontífice extranjero y no conocido. Y Sigismundo llevó todas las naciones de la cristiandad a una ciudad de su imperio. Volvióse el rey con esta gloria y alabanza a Barcelona por tierra, porque estaba tan debilitado de tan larga y terrible dolencia que no se tenía esperanza de su vida; y venía con gran deseo de pasar a Castilla. Según el mismo autor escribe -que tuvo muy particulares relaciones de personas de aquellos tiempos de las cosas deste príncipe- a la postre se allegó a su grave y mortal dolor que padecía en su enfermedad tanta ira e indignación que se le aceleró la muerte por la ofensa que sintió su ánimo de una muy ligera causa. Quiso el rey [de Aragón] pasar a Castilla; y para qué. Esta tuvo principio en la determinación que traía de pasar a Castilla, pensando con la mudanza y aire del cielo convalecer en el lugar a donde se había criado, y también por dejar ordenadas las cosas del gobierno del rey de Castilla su sobrino para en su absencia, y que asistiese a ellas el infante don Juan su hijo en su nombre en el regimiento de sus provincias, y señaladamente en tener en orden las fronteras de la Andalucía para continuar la guerra contra el rey de Granada. Pero ante todas cosas pensó acabar lo que se había comenzado y propuesto en las cortes de Momblanc, que fuese servido de aquel principado para desempeñar lo que estaba enajenado y vendido del patrimonio real. Imposiciones que el rey [de Aragón] quiso quitar en Barcelona; y quiénes eran los cinco consejeros. Y para esto quiso primero probar cómo le servirían los del regimiento de aquella ciudad que llaman consejeros: y para esto había deliberado que no se pagasen las imposiciones que se acostumbraban llevar, en las cuales contribuían los reyes y todos los de la casa real, porque si salía con ello en ninguna otra cosa pensaba que se ofrecería dificultad. Eran los cinco del regimiento aquel año Marco Turell, Juan Fiveller, Arnaldo Deztorrent, Galcerán Carbó y Juan Buzot, aunque Lorenzo de Vala escribe que Juan Fiveller era el primero de los consejeros; y por el ánimo y determinación grande de aquel consejero a quien el rey mandó llamar para que se pusiese remedio en una indignidad y sujección tan grande que el rey pagase impusición a sus vasallos, teniendo aventurada la vida él y otros muchos ciudadanos que pensaban pasar todo trance por su libertad, se resistió a la demanda del rey como si en aquello estuviera toda la conservación de la patria, no mirando en cuán peligroso punto estaba la vida del rey. Lo que pasó con el rey [de Aragón] Juan Fiveller consejero de Barcelona. Es cosa notable. Aquél, con demasiado coraje y ánimo, disponiendo de sus cosas como si fuera al lugar del suplicio, después de haber oído al rey le requiría que se acordase del juramento que había hecho de guardarles sus privilegios y constituciones y que no intentaría que se les quebrantasen; y que así se les había cumplido y guardado por sus antecesores, y que se maravillaban mucho por que no les quería imitar, antes condenando a sus mayores a mancillar su fe y verdad; y que no se dolían menos por lo que tocaba al honor del rey que por su propria causa: y así le suplicaba, por la fidelidad que le tenían, que mirase por su reputación y por el sosiego de sus súbditos, afirmando que aquel tributo no era del rey sino de la república y que con aquella condición le habían recibido por rey.

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Osadía de Juan Fiveller. Declaró con una osadía increíble la determinación en que estaban él y sus compañeros -a cuyo cargo se había encomendado el regimiento de aquella ciudad- de antes darle la vida que la libertad, añadiendo una cosa en forma de amenaza que no podía dejar de ofender sobremanera la majestad real: que si ellos muriesen sería por la libertad y por el honor y aumento de la patria y no sería su muerte sin venganza. Los que procuran aplacar el enojo que el rey [de Aragón] tiene contra Juan Fiveller. Consultando el rey lo que debía hacer y apartándose entre tanto Fiveller a otra estancia a donde no tenía cosa más presente que la muerte, suplicaban los del consejo al rey (señaladamente don Bernaldo de Cabrera, don Guerau Alamán de Cervellón y don Guillén Ramón de Moncada) que no se ejecutase cosa de hecho en la persona del consejero y mitigase su ira en el castigo de aquel desacato, y no se indignase con tanta turbación de ánimo y antes pusiese la dignidad de su persona real a su particular sentimiento; ni se diese lugar de incitar más el furor del pueblo que estaba alterado y puesto en armas, temiendo que se ejecutaría sentencia de muerte en la persona del consejero; pues lo que negaban entonces ellos de su voluntad lo otorgarían después. Decían que debía considerar lo que él podía buenamente entender que no estaba tan introducida y fundada la afición de aquella nación catalana en el amor de su persona real que pudiesen llevar aquella premia y agravio tan liberalmente. Causa de que los catalanes amaban poco al rey [de Aragón]. Y la causa de aquello era que los había tratado muy diferentemente de lo que solían los reyes pasados y no con tanta familiaridad; antes se había esquivado dellos por las ocupaciones y cuidados de tantos reinos como estaban a su cargo; y que no se debía tentar a lo que se aventurarían aquellos que habían osado decir al príncipe su hijo sobre el castigo de un delincuente, que no estaba aún seca la tinta de los instrumentos de la declaración de la sucesión del reino, y ya se procedía contra sus leyes y costumbres; y también andaba el pueblo tan alborotado que todos los oficios tenían cerradas sus puertas. Barcelona salió con su imposición. Con esto se aplacó el rey y mandó salir a Fiveller para que se fuese, diciendo que no había de dar lugar que se honrase dél; y fueron con él el gobernador y don Guillén Ramón de Moncada. Y afirma el mismo autor que estos caballeros de sus dineros pagaron lo que se debía a la ciudad de aquella impusición. Pero en las memorias del regimiento de la misma ciudad se halla que se pagó por medio de micer Bernaldo de Gualbes vicecanceller, que de su casa satisfizo a la ciudad de todo lo que le era debido por razón de aquellas imposiciones. Partida del rey [de Aragón] y arrepentimiento de Barcelona. Otro día, sin publicar el rey su partida sino a muy pocos de los más íntimos de su casa, se salió de la ciudad en una litera con mucho pesar y sentimiento de todos que estaban en gran manera arrepentidos que su porfía y desacato hubiese ofendido tanto al rey; y enviáronle a suplicar que no se partiese de aquel principado con tanto disfavor de la ciudad de Barcelona, que mostrase tenerse por deservido della pues podrían emendar con más formado servicio si en alguna cosa hablan ofendido o faltado a lo que debían. Disfavor que hizo el rey [de Aragón] a Barcelona. Y el rey continuó su camino hasta Igualada. Pedro Tomich escribe que cuando los consejeros se fueron a despedir del rey les volvió el rostro y no les quiso dar la mano.

CAPÍTULO LX

De la muerte del rey y de lo que dejó ordenado en la sucesión de sus reinos. Muerte del infante don Sancho maestre de Calatrava. Por estos mismos días, en el mes de marzo falleció en Medina del Campo el infante don Sancho maestre de Calatrava, que era el menor de los hijos del rey; y habiendo el rey reparado en Igualada que está a seis leguas de Barcelona, allí se le estrechó el accidente de su dolencia hasta la muerte.

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Muerte del rey [don Fernando de Aragón]. Y recibidos los sacramentos de la iglesia como muy católico príncipe, falleció un jueves a 2 del mes de abril, de edad de treinta y siete años. Y la causa más cierta que se afirmó entonces de su ida a Castilla era por dar orden con la reina doña Catalina que se quitase la obediencia a Benedicto, habiendo entendido que le había privado del reino y cada día le descomulgaba como a cismático. Excelencias del rey [Fernando de Aragón]. Fue príncipe de los más excelentes de aquellos tiempos; y siempre trataba de grandes hechos y empresas, aunque no tenía tantas fuerzas y poder para proseguirlas; y aunque los estados que tenía en Castilla con el derecho de su tutela le valían cada un año más de ciento y ochenta mil florines (que era una gran suma para la falta de dinero que había en aquellos tiempos) siempre andaba muy alcanzado y estaba empeñado. Calumnias inventadas contra el rey [don Fernando de Aragón]. Con ser príncipe cristianísimo y gran caballero y muy ejercitado en las cosas del gobierno de la guerra y paz, eran por diversas gentes calumniadas y condenadas sus obras. Y lo primero encarecían que se aprovechó de las rentas del rey de Castilla su sobrino, así para proseguir el derecho de la sucesión que pretendió destos reinos como en las dádivas y mercedes que hacía; y dábanle culpa del casamiento que quiso hacer del infante don Juan su hijo con la reina de Nápoles, desbaratando y deshaciendo el matrimonio de la hija del rey de Navarra con quien estaba desposado, siendo la reina de Nápoles de cuarenta años y el infante de diez y ocho y hablándose tan mal en la persona y vida de la reina. Afirmaban que lo hacía por desordenada codicia de hacer reinar a sus hijos, y culpábanle en gran manera de haberse apartado de la obediencia de Benedicto; y decían que fue con codicia de echar las manos en las rentas y tesoros de la cámara apostólica y haber las vacantes de sus reinos, siendo muy ajeno de la verdad. Novecientos florines dio al rey [don Fernando de Aragón] la reina de Castilla. Porque en lo que le calumniaban de aprovecharse de las rentas de los reinos de Castilla no hubo dello -según se tuvo por cierto- cosa alguna, sino lo que le dio la reina, que fueron cuarenta y cinco cuentos de aquella moneda, que montaron novecientos mil florines, para seguir su derecho en la sucesión destos reinos; y esta remuneración habíala muy bien merecido por lo que trabajó en la guerra de los moros, de quien se ganaron muchas villas y fortalezas, y hizo que el rey de Granada fuese tributario a la corona de Castilla y por el beneficio que resultó a aquellos reinos de su gobierno. Lealtad del rey [don Fernando de Aragón] en el gobierno de Castilla. Mayormente considerada la lealtad deste príncipe en la pequeña edad del rey su sobrino, en cuyo tiempo y tutoría tuvo aquellos reinos en paz y sosiego y justicia, que fue de las más señaladas cosas que se vieron en ellos. Con el intento que quiso el rey [don Fernando de Aragón] casar su hijo con la reina de Nápoles. En lo del casamiento del infante don Juan su hijo se entendió que no se le debía imputar culpa ninguna; antes era empresa de tan excelente príncipe como él fue, pues su principal intento era reducir las cosas de Italia a la unión de la iglesia por medio de aquel matrimonio. Y notar a un rey de ambicioso en acrecentar sus reinos por tan justos medios es no entender cuán peligroso estado es el del rey que no atiende sino a sola su conservación, mayormente que era harta justificación del matrimonio de Navarra que el infante don Enrique casase con aquella infante, siendo maestre de Santiago y esperando ser muy heredado en Castilla. El rey [don Fernando de Aragón] fue muy católico y celador de la justicia. Excusaban muchos al rey en haberse apartado de la obediencia de Benedicto, porque supo por muy cierto que cuando el emperador se salió de Perpiñán iba con intención de juntar todos los príncipes cristianos para volver contra estos reinos y forzar a Benedicto hasta que renunciase. Y entre sus grandes virtudes fue muy católico y muy celador de la justicia; y si hizo mercedes a muchos, fue dando a los que el rey su sobrino había de gratificar como a sus vasallos por tenerlos obligados a su servicio para la guerra de los moros. Y púdose bien conocer mucho el valor deste príncipe por las grandes disensiones y movimientos de guerra que se siguieron en aquellos reinos después de su muerte

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por el regimiento dellos, de que estuvieron tan libres todo el tiempo que los tuvo a su cargo. Testamento del rey [don Fernando de Aragón]. Había ordenado su testamento en Perpiñán, a 10 de octubre del año pasado, ante Pablo Nicolás su secretario; y el mismo día aprobaron y confirmaron lo que en él se disponía la reina y el príncipe su hijo. El rey se mandó sepultar en Poblet, y el modo: es notable. Y mandóse sepultar en la iglesia de Santa María del monesterio de Poblete a donde estaban sepultados muchos de los reyes sus predecesores, y que le pusiesen en el coro cerca del facistol, sin túmulo ninguno elevado, con las vestiduras e insignias reales semejantes de aquéllas con que se había coronado, y que sobre su sepultura se pusiese un yelmo con cimera -que en aquel tiempo llamaban timbre vulgarmente- y un escudo, que entonces decían tarja. Testamentarios del rey [don Fernando de Aragón]. Nombró por sus testamentarios a la reina doña Leonor su mujer y a don Sancho de Rojas arzobispo de Toledo, fray Diego su confesor, Diego Hernández de Vadillo su secretario y a Bernaldo de Gualbes maestre racional del principado de Cataluña, que eran de su consejo. Dejó para cumplir sus descargos su corona rica y la capilla, y todas sus joyas y vajillas de oro y plata, y las villas de Mayorga, Paredes y Alba de Tormes y diez mil doblas de oro de juro de heredad y diez mil florines de oro de las behetrías que tenía en Castilla, y toda su recámara y los bienes y dineros que le podían pertenecer en Castilla; y declaró que las deudas de los reyes de Aragón sus predecesores, se pagasen de los bienes y rentas que habían señalado para sus descargos. Voluntad del rey [don Fernando de Aragón] sobre los matrimonios de sus hijos. También declaró que su voluntad era que, si el matrimonio del infante don Juan su hijo con la reina de Nápoles no se concertase, consumase el infante su matrimonio con la infante doña Isabel, hija del rey de Navarra y de la reina doña Leonor su tía, que en este tiempo había fallecido, si el rey de Navarra y la infante lo tuviesen por bien; y si aquel matrimonio no se pudiese cumplir, casase el infante don Enrique con la infante doña Isabel. Restitución; y en qué caso. Y si no se concertase ninguno de aquellos matrimonios se restituyesen sesenta mil florines, que había recibido del rey de Navarra por razón del dote de su hija; y para la paga dellos señaló especialmente su villa de Paredes de Nava. Disposición de los estados que el rey [don Fernando de Aragón] y la reina tenían en Castilla. De los estados que el rey y la reina su mujer tenían en Castilla ordenaron desta manera: al infante don Juan se dio el señorío de Lara con sus derechos, y la villa de Medina del Campo y sus aldeas, el ducado de Peñafiel y el condado de Mayorga, y las villas de Cuéllar, Castrojériz, Olmedo, Villalón, y en Rioja Haro, Bilhorado, Briones y Cerezo; y en Cataluña la villa de Momblanc con título de duque. Dióse al infante don Enrique el condado de Alburquerque y la villa de Ledesma y Salvatierra, Miranda, Montemayor, Granada y Galisteo que llamaban las Cinco Villas. Dejaba al infante don Sancho sus villas de Montalbán de la Puebla y a Mondéjar; y pensóle dejar el maestrazgo de Alcántara con el de Calatrava que ya tenía. Y al infante don Pedro las villas de Terraza, Villagrasa y Tárraga en Cataluña y a Elche y Crevillén en el reino de Valencia. Y a las infantes doña María y doña Leonor sus hijas, cada cincuenta mil libras barcelonesas para sus dotes. Institución del testamento del rey [don Fernando de Aragón]. En la institución del heredero fue de gran consideración: que fundando el derecho de su sucesión declaró que faltando de los infantes don Alonso, don Juan, don Enrique y don Pedro, hijos varones nacidos de legítimo matrimonio, les substituía los hijos, nietos y bisnietos legítimos varones de legítimo y carnal matrimonio nacidos de la infante doña María su hija, uno en pos de otro, según el orden de su nacimiento; y si la infante doña María y sus hijos y nietos muriesen sin hijos legítimos varones, les sustituyan los hijos, nietos y bisnietos de la infante doña Leonor; y no daba lugar que en el reino sucediesen las hijas.

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Lo que dejó el rey [don Fernando de Aragón] a Berenguer de Bardají. Dejó ordenado en su testamento que se pagasen a Berenguer de Bardají cuarenta y cinco mil florines que le debía, y consignábansele en los cuarenta y cinco cuentos del pedido y monedas que el rey de Castilla su sobrino y las ciudades y villas de aquellos reinos le habían otorgado para la prosecución de su derecho y justicia en lo de la sucesión; y si no se pagasen dentro de dos años, mandaba que se le entregase la villa de Castellón de Farfaña con el castillo, para que fuese suya hasta que se le pagase aquella suma, que se entendió ser gratificación de los servicios que él y los de su linaje le hicieron en su nuevo reinado y en remuneración de lo que él y sus parientes habían gastado en la empresa de la causa de la justicia. El rey don Alonso [V] dio a Berenguer de Bardají, señor de Antillón, la villa de Pertusa y sus aldeas. Y después el rey don Alonso en el año siguiente, estando en La Almunia de doña Godina a 23 de marzo, siendo Berenguer de Bardají señor de la baronía de Antillón y de otros lugares le dio la villa de Pertusa y sus aldeas, en enmienda de treinta y nueve mil florines desta deuda; aunque se pretendía que el derecho de aquella villa pertenecía a la ciudad de Zaragoza como barrio que llamaban de la ciudad; y por los jurados y consejo y concejo della se ordenó que no se hiciese contradicción por la ciudad a Berenguer de Bardají.

CAPÍTULO LXI

Que en los reinos de Castilla se defirió de quitar la obediencia a Benedicto como se había acordado.

El príncipe de Gerona tomó título de rey [de Aragón] y lo que mandó notificar a los cardenales de Benedicto [XIII] en Peñíscola. Hallóse el príncipe de Girona a la muerte del rey su padre; y luego tomó el título de rey como era costumbre; y antes de ir a Poblete a entender en las honras y exequias del rey, a 6 del mes de abril, envió a notificar a los cardenales y perlados que estaban en la obediencia de Benedicto, la convocación del concilio de Constancia, para que fuesen allá los que era costumbre ser llamados y congregarse a concilio universal. Esto se notificó a los cardenales que estaban en aquella sazón en Peñíscola, que eran solamente don Carlos de Urriés cardenal de San Jorge al Velo Aureo, don Alonso Carrillo cardenal de San Estacio, y don Pedro cardenal de Sant Angelo, que eran los que representaban el colegio de aquella obediencia de Benedicto. A tanta diminución se había reducido. Cuando en estos reinos de la corona de Aragón se hizo la declaración de apartarse de la obediencia de Benedicto, quedó acordado que aquello mismo se hiciese en los reinos y estados de los príncipes que le obedecían; y para los reinos de Castilla y León se mandó despachar por la reina doña Catalina y por el rey de Aragón, como tutores del rey de Castilla, la misma declaración, que fue deste tenor. La declaración que por la reina [doña Catalina] de Castilla y por el rey [don Alonso V] de Aragón se despachó contra Benedicto [XIII]. "Don Juan, por la gracia de Dios, rey de Castilla, de León, de Toledo, de Galicia, de Sevilla, de Córdoba, de Murcia, de Jaén, del Algarbe, de Algecira, e señor de Vizcaya e de Molina. A todos los arzobispos e duques, condes, obispos, maestres de las órdenes e abades e a todos los concejos e alcaldes e alguaciles e regidores, caballeros e escuderos de todas las ciudades e villas e lugares de los mis regnos e señoríos, e a todas e cualesquier personas así eclesiásticas como seglares de los dichos mis regnos e señoríos de cualquier estado o condición que sean, salud e gracia." "Manifiesta cosa es que los reyes donde yo vengo, entre los otros reyes e príncipes cristianos, hobieron siempre singular afición a la iglesia de Dios e a estirpar e tirar de aquella toda herejía, cisma e división. Lo cual no solamente parece por las estorias antiguas más aun se es asaz demostrado en la presente edad; en la cual, después que por instigación del diablo, muerto el papa Gregorio XI, la iglesia de Dios cayó en tan gran cisma e división que en espacio de cuarenta años

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poco menos non ha podido ser restituída en su primer estado, es cierto que los reyes don Juan mi agüelo e don Enrique mi padre de gloriosa memoria, non cesaron de facer todo su poder por procurar la unión de la madre santa iglesia, faciendo cerca dello muchas e grandes expensas e enviando diversas embajadas." "E por ende yo, queriendo seguir el camino de mis predecesores, luego que sope que el rey de Aragón mi muy caro e muy amado tío, mi tutor e regidor de mis regnos se había de ver con el rey de romanos en uno con el papa Benedicto, por proseguir la dicha unión, por renunciación pura e simple del dicho papa Benedicto -según que por él era muchas e diversas veces ofrecida- e a la cual el dicho papa Benedicto era tenido e obligado según Dios e buena conciencia, mandé ordenar mi embajada; y fice mis embajadores al infante don Enrique maestre de Santiago mi primo, e a don Pablo obispo de Burgos mi canceller mayor e del mi consejo, e a don Alvaro obispo de León mi oidor de la mi audiencia, e a Diego López de Astuñiga mi justicia mayor, e a don Diego de Fuensalida obispo de Zamora mi oidor de la mi audiencia, e a Diego Fernández de Quiñones mi merino mayor de las Asturias, e al doctor Juan González de Acevedo oidor de la mi audiencia e del mi consejo, e al prior provincial de la orden de los predicadores mi confesor, e al doctor Pero Fernández de Poblaciones, para que en uno con el dicho rey de Aragón mi tío e con el dicho rey de romanos e con los embajadores de los reyes de Francia e de Inglaterra e de Navarra e de los otros príncipes e con los mensajeros de la congregación de Constancia tratasen e procurasen la unión de la santa madre iglesia por todas aquellas vías e maneras que les fuese visto que la dicha unión se podía haber e alcanzar." "E después que los dichos mis embajadores fueron en la villa de Perpiñán en uno con el dicho rey de Aragón mi tío e con los embajadores del rey de Navarra e los condes de Armeñaque e de Fox, habidos muchos e luengos consejos e diversos tratados con el dicho papa Benedicto, por le reducir e traer a que quisiese dar paz en la iglesia de Dios (pues estaba en su poder de lo facer muy ligeramente, queriendo renunciar el derecho que se se pretendía haber en el papado, según que los otros contendientes -los cuales en su obediencia se llamaban Gregorio XII, Juan XXIII- habían fecho e renunciado) después que vieron claramente que el dicho papa Benedicto traía luengas e dilaciones e procuraba cuanto en él era la división del pueblo cristiano e trataba por romper todo tratado e concordia de paz, ofreciendo vías e maneras cautelosas porque la unión de la iglesia de Dios fuese empachada e el pueblo cristiano quedase en perpetua división e cisma perdurable, acordaron que el dicho papa Benedicto debía ser requerido, así por los dichos mis embajadores en mi nombre como por parte de los reyes de Aragón e Navarra e por los condes de Armeñaque e de Fox, que pura e simplemente ficiese la dicha renunciación, a la cual era obligado por derecho así divinal como humanal; la cual renunciación muchas veces había prometido e jurado de facer." "E fecha la dicha requisición por los dichos mis embajadores e por parte de los dichos reyes e condes como dicho es, el dicho papa Benedicto así como aquél que non había nin ha voluntad de facer la dicha renunciación por él jurada e prometida, non quiso condecender a la dicha suplicación e requisición que tan razonablemente le era fecha, antes la recusó. E diciendo que non estaba seguro en la villa de Perpiñán -aunque notoriamente parecía non ser así- partióse luego de la dicha villa e fuese a la villa de Colibre para entrar en la mar. E estando el dicho papa Benedicto, en la dicha villa de Colibre, ante que en la mar entrase, le fue fecha otra segunda suplícación e requisición semejante a la primera, así por mis embajadores como por parte de los reyes sobredichos, a la cual eso mismo el dicho papa Benedicto non quiso condescender, ante dende a pocos días se entró en la mar." "E luego que vino a noticia de los mis embajadores que el dicho papa Benedicto era aportado a la villa de Peñíscola ordenaron que le fuese fecha otra tercera requisición semejante a las otras dos primeras, por lo cual el dicho rey de Aragón mi tío (fecho primeramente cierto tratado de concordia con el rey de romanos e con los embajadores de Francia e de Inglaterra e mensajeros de la congregación de Constancia) envióme a informar cumplidamente de todas las cosas que cerca del dicho negocio eran pasados. E eso mesmo ficieron los dichos mis embajadores."

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"E maguer que yo, consideradas todas las cosas e circunstancias que en el dicho negocio eran pasadas asaz claramente viese que el dicho papa Benedicto perturbaba cuanto en él era la unión de la santa madre iglesia e non cesaba nin cesa de empachar aquella por cuantas vías e maneras él puede, pero la reina doña Catalina mi señora mi madre -otrosí mi tutora e regidora de mis regnos- a mayor abondamiento ordenó de enviar sus mensajeros al dicho papa Benedicto a le suplicar e requerir secretamente que quisiese condecender a facer la dicha renunciación a la cual de derecho era tenido e obligado e la había ofrecido, prometido e jurado diversas veces. E para esto envió al dicho papa Benedicto al prior que ahora es de San Benito de Valladolid, home de gran religión e buena ánima e al doctor Diego Rodríguez oidor de la mi audiencia e del mi consejo: los cuales suplicaron e requirieron al dicho papa Benedicto por parte de la dicha señora reina mi madre, con la mayor instancia que pudieron, que quisiese membrarse de la salud de su ánima e dar lugar en que la iglesia de Dios hobiese uno verdadero e non dudoso pastor, so el cual los fieles cristianos fuesen regidos e gobernados, pues por su renunciación se esperaba razonablemente haber e conseguir la unión de la santa madre iglesia tan luengamente deseada. A la cual suplicación el dicho papa Benedicto non dio respuesta alguna que pueda traer fruto de paz nin de concordia, antes todavía se trabaja más de procurar discordia e división, non solamente en la iglesia, mas aun entre los príncipes seglares, a fin de perturbar e empachar la dicha unión". "Por ende yo, veyendo que obedecer al dicho papa Benedicto es ocasión e causa de durar el cisma e perturbación de la unión, e por otras muchas razones, queriéndome conformar con todos los otros reyes e príncipes cristianos los cuales el día de hoy non obedecen nin entienden obedecer alguno de los contendientes al papado fasta tanto que en la iglesia de Dios haya uno verdadero e non dudoso vicario de nuestro salvador Jesu Cristo, ordeno e declaro que por mí nin por mis sucesores nin por algunos perlados, duques, condes e caballeros e escuderos e otras cualesquier personas, así eclesiásticas como seglares de la mi corte e de todas las dichas ciudades e villas e lugares de los dichos mis regnos e señoríos, de cualquier dignidad o estado o condición que sean o que en cualquier manera a mí sean sometidos, de aquí adelante non debe ser obedecido al dicho papa Benedicto así como a papa." "Porque vos mando a todos e a cada uno de vos que de aquí adelante vos o alguno de vos non presuma obedecer nin obedezca en ninguna manera al dicho Benedicto así como a papa, nin bulas suyas, nin otras cualesquier letras o de sus oficiales ordinarios o delegados, colectores o subcolectores presentar dentro de los dichos nuestros regnos e señoríos, nin a los dichos colectores nin subcolectores o a otras cualesquier personas responder con los frutos e rentas que pertenezcan o pertenecer puedan a la cámara apostólica, salvo a aquellas persona o personas que yo deputare para coger las dichas rentas e frutos, como sea mi intención de las facer reservar para el papa venidero, único indubitado, salvo aquello que fuere necesario de se despender en la prosecución de la unión de la madre santa iglesia." "Otrosí ordeno e mando que ninguno que haya beneficio o beneficios en los dichos mis regnos e señoríos, aunque sea cardenal, arzobispo o obispo o haya otra cualquier dignidad, non sea osado nin se entremeta de seguir el dicho papa Benedicto en su corte ni de morar en ella en cualquier manera. E si alguno o algunos el contrario ficiere que le sean embargadas las rentas e frutos de sus beneficios por la persona o personas por mí deputadas para recabdar e coger los frutos e rentas a la cámara apostólica pertenecientes, fasta que sobre ello sea en otra manera por mí ordenado." "Otrosí defiendo firmemente a todos mis naturales, así personas eclesiásticas como seglares aunque sean cardenales, arzobispos, duques o condes o obispos o caballeros o hayan otra cualquier preeminencia o dignidad, que contra el tenor desta mi ordenación non fagan nin vengan, nin consientan facer nin venir en ninguna manera, ca si lo contrario ficiesen -lo que non creo- de tal manera serían castigados que a otros fuese ejemplo." "E otrosí mando a todos los alcaldes e alguaciles de la mi corte e a todos los alcaldes e alguaciles e adelantados e otros cualesquier oficiales e justicias de todas las dichas ciudades y villas y lugares de los dichos mis regnos e señoríos e a sus lugartenientes e a cualquier o a cualesquier dellos, que guardando la dicha ordenación -según que a cada uno dellos perteneciere e por mí le

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es aquí mandado- que aquel o aquellos que supieren que viene o se entremete de ir o venir contra ella, prendan o fagan prender e poner en buena guarda. E lo no suelten nin dén fiado fasta que conmigo hayan consultado, e fagan sobre ello lo que yo les enviaré a mandar. E los unos nin los otros non fagades nin fagan ende al por alguna manera, so pena de la mi merced e de los cuerpos e de cuanto habedes, e de privación de los oficios e tierras e mercedes que de mi tenedes." "E de como esta mi carta vos fuer mostrada e los unos e los otros la cumplieredes e cumplieren, mando so la dicha pena a cualquier escribano público que para esto fuere llamado, que dé ende al que la mostrare o su traslado signado de escribano público, testimonio signado con su signo porque yo sepa en como cumplides e cumplen mi mandado." "E desto mandé dar esta mi carta, firmada del nombre de la dicha señora reina mi madre mi tutora susodicha, e regidora de mis reinos e sellada del sello secreto del dicho rey de Aragón mi tío e tutor sobredicho; el cual el dicho rey de Aragón mi tío mandó poner en esta carta en lugar de su nombre, según por él fue ordenado que se pusiese el dicho sello por non ser bien dispuesto en su salud para poder firmar su nombre, e otrosí sellada con mi sello de plomo pendiente en filos de seda blanca e colorada e verde. Dada en la villa de Valladolid a 15 días del mes de enero, año del nascimiento del nuestro señor Jesu Cristo de mil e cuatrocientos e diez e seis años." Con la muerte del rey don Fernando [de Aragón] se dilató el publicar en los reinos de Castilla la declaración contra Benedicto [XIII]; y quiénes asístieron a esto. Pero siendo negocio tan deliberado y acordado en conformidad de todos los príncipes que eran desta obediencia, muerto el rey, no se publicó tan presto en los reinos de Castilla y León por la contradicción que hubo entre los del consejo del rey, señaladamente por don Sancho de Rojas arzobispo de Toledo y por don Alonso de Ejea arzobispo de Sevilla y otros perlados, que eran hechura de Benedicto, nunca se habiendo creído que en Castilla se pusiese en esto duda pues a todo habían intervenido sus embajadores. Y estando en Madrid los que asistían al consejo por parte del rey de Aragón, que eran los obispos de Cuenca y Lugo, Juan Enríquez hijo del almirante don Alonso Enríquez, el condestable don Ruy López de Avalos, Perafán de Ribera adelantado de la Andalucía y don Gutierre de Toledo arcidiano de Guadalajara, no se osaron determinar sin los que eran del consejo de la gobernación de la reina que estaban en su provincia, porque todos lo proveyesen en conformidad. Y entre tanto acordaron de consultarlo con el rey de Aragón; y sobrevino su muerte. En los reinos de Castilla no se tuvo por acertada la declaración que contra Benedicto [XIII] se hizo. Así quedaron estos reinos fuera de la obediencia de Benedicto que más se pensó habían de permanecer en ella; y en los reinos de Castilla y León por muchos días no se hizo mudanza ninguna. Y en aquellos reinos fue a donde más se condenó la declaración que hizo el rey de Aragón, afirmando que se movió a ella por amenazas que se le habían hecho de parte del emperador y del rey de Francia que le moverían guerra si no se apartase de la obediencia de Benedicto; y que viéndose con tan grave dolencia y tan desconfiado de la vida, fue inducido a declarar lo que no debía. Fundábanse estos pareciéndoles que, renunciando Benedicto como se le pedía, sin ninguna seguridad sobre la elección del verdadero sumo pontífice que se había de hacer canónicamente y en concordia, se daba ocasión a mayores errores y a cisma irreparable en la iglesia de Dios. Proceso que Benedicto [XIII] hizo contra el rey don Fernando [de Aragón]. Con este fundamento Benedicto en vida del rey, procedió a declararle por cismático; y hizo su proceso. Y según afirma Alvar García de Santa María le privó del reino, y envió a diversas ciudades la sentencia de privación, que es de grande consideración visto lo que había trabajado porque fuese preferido en la sucesión destos reinos a todos sus competidores. Indiferentes en la causa de Benedicto [XIII]. Esta dilación fue causa que muchos estuviesen dudosos y vacilando, que ni bien se osaban declarar por la obediencia de Benedicto, ni tampoco seguían las determinaciones del concilio de Constancia.

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CAPÍTULO LXII De la orden que dio el rey en el principio de su reinado para que el infante don Juan su hermano se

viniese de Sicilia. Exequias del rey [de Aragón don Fernando] en el monasterio de Poblet. Habiéndose llevado el cuerpo del rey al monesterio de Poblete por el rey su hijo a 22 del mes de abril, mandó hacer el llamamiento de los perlados y barones y caballeros de sus reinos y que las ciudades enviasen sus mensajeros para hallarse al celebrar las exequias, que determinó que se hiciesen con la majestad y pompa que se requería. Trátase que el infante don Juan salga de Sicilia; y por qué. Fuera desto, en lo primero que puso mayor cuidado en su nueva sucesión fue en sacar de Sicilia al infante don Juan su hermano, porque los sicilianos se aficionaban demasiadamente por príncipe que residiese en aquel reino y aun, si posible fuese, reinase; y como no se efectuó lo del matrimonio con la reina Juana representábanse nuevos inconvinientes si el infante residiese en aquel reino; mayormente que se entendió de cierto que en esta mudanza de nueva sucesión los sicilianos pasaron tan adelante en querer detener la persona del infante y alzarle por rey, que lo hubieran intentado si no por la maña y artificio que tuvieron para estorbarlo el almirante de Castilla y el adelantado Diego Gómez de Sandoval que lo resistieron. Simile y a lo que don Antonio de Cardona fue a Sicilia. Y las cosas estaban en tales términos que a los más parecía que no sería pequeña ventura que el príncipe de Girona quedase con los reinos de Aragón y Valencia y con el principado de Cataluña, y el infante don Juan fuese rey de Sicilia, como sucedió en la muerte del gran rey don Pedro de Aragón entre los dos hermanos reyes don Jaime y don Fadrique. Por esto acordó el rey de enviar a Sicilia a don Antonio de Cardona, que era venido de allá con orden del infante; y aunque la publicación de su ida fue de llevar poder al infante para recibir los homenajes de fidelidad en su nuevo reinado de los perlados y barones y universidades de aquel reino, era la principal causa para persuadir al infante que se viniese y dejase poder de visorreyes a don Domingo Ram, que había sido promovido a la iglesia de Lérida de la de Huesca, que estaba en Sicilia y al mismo don Antonio de Cardona. Prudencia de Diego Gómez de Sandoval, adelantado mayor de Castilla; y la merced que el rey [de Aragón le hizo]. Estaba con el infante por principal en su consejo el adelantado de Castilla Diego Gómez de Sandoval, que era su mayordomo mayor y gran privado y de quien él hacía muy gran confianza; y húbose en esto con tanta prudencia que el rey se tuvo por muy servido dél. Y después de venido el infante, estando el rey el año siguiente en Valencia, le hizo merced de la ciudad de Agosta en el reino de Sicilia. Incorporación del reino de Sicilia con la corona de Aragón: cuándo se hizo. Iba don Antonio de Cardona con la nueva de la muerte del rey; y llevaba orden de persuadir e inducir al infante para que él se viniese de su voluntad, sin que entendiese que el rey su hermano lo deseaba; y había ya el rey su padre en su testamento -con la venida de Hernán Velázquez su canceller- proveído a lo de la venida del infante, visto en cuánta división dejaría a sus hijos si no se quitase al infante don Juan la esperanza de la sucesión de aquel reino; y así dispuso que quedase al primogénito por que entonces no estaba hecha la incorporación y unión de aquel reino con los otros reinos de la corona de Aragón, que se hizo después por el mismo infante don Juan cuando sucedió en el reino al rey don Alonso su hermano. [embajada de don Alonso de Cardona.] Envió el rey al infante con don Antonio de Cardona esta cláusula del testamento, afirmando que no se había ordenado aquello por las sospechas que había el canceller Hernán Velázquez publicado, sino porque así convenía a la unión y conservación de los reinos de la corona de Aragón.

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Alivio que el rey [de Aragón] pensaba tener en el duelo de la muerte de su padre. Encargábale sumamente que por estas consideraciones mismas; apresurase luego su venida; porque con ella y con celebrar las bodas del infante, que se trataba que casase con la reina doña Blanca de Sicilia que sucedía en el reino de Navarra (porque la infante doña Isabel con quien se había tratado que el infante casase ya se había casado con el conde de Armeñaque) pensaba el rey tener alivio del duelo de la muerte del rey su padre y mucha consolación. Decía demás desto que convenía que fuese presta su venida para que se pusiese orden como convenía en las cosas de los estados que él y los infantes sus hermanos tenían en los reinos de Castilla y en lo que tocaba a dar favor a sus servidores, señaladamente por la muerte que había sucedido del infante su hermano maestre de Alcántara por las diferencias que resultaban por ella por razón del maestrazgo. Orden que llevó don Antonio de Cardona a Sicilia. Estaban de manera las cosas en Sicilia y los ánimos de los sicilianos tan declarados a quererse regir por el infante y tenerle por rey, que no se dejó de temer que resultaría alguna grande alteración con la llegada de don Antonio de Cardona; pero en tal caso, porque no se alterasen los pueblos, no quería el rey que su hermano hiciese mudanza, y le remitía que en la quedada o partida siguiese lo que entendiese que más convernía, mostrando tener en él la misma confianza que en sí mismo; y para en este caso enviaba al infante bastantes poderes de lugarteniente general. Los castillos que se volvieron al conde de Módica; y embajadores al concilio de Constanza. Porque de la prisión de don Bernaldo de Cabrera conde de Módica y de su libertad resultó que tenía el infante a su mano los castillos de Monterosso, Claramonte y Gratana porque estaban obligados en grandes sumas, mandó el rey que se volviesen al conde. Y entonces se dio orden que Ubertino de Marinis arzobispo de Palermo y Rigo Rosso conde de Sclaffana fuesen por sus embajadores en nombre de aquel reino al concilio de Constancia, a los cuales había ya nombrado por razón de la concordia que se había asentado con el rey de romanos y con los embajadores de aquella congregación. El infante don Juan se ajustó a la voluntad del príncipe su hermano y salió de Sicilia. Estuvo el infante don Juan tan libre de toda sospecha de emprender nuevas cosas contra la voluntad del rey su padre y del príncipe su hermano, ni consentir en el deseo y imaginación de los sicilianos, que con la llegada de don Antonio de Cardona obedeció con gran humildad los mandamientos del rey su hermano como si fueran del rey su padre; y mandó poner en orden su partida para hacerse a la vela con algunos navíos sin aguardar armada de galeras.

CAPÍTULO LXIII

De la respuesta que dieron los cardenales que estaban con Benedicto en Peñíscola y de la embajada que envió el rey al concilio de Constancia; y lo que se le pidió por los perlados del

principado de Cataluña. Intento de los cardenales de Benedicto [XIII]. Había el rey, como dicho es, en los primeros días de su reinado, mandado notificar a los cardenales y perlados de la obediencia de Benedicto la convocación del concilio de Constancia, requiriéndolos y amonestando que fuesen allá. Y los cardenales que se recogieron con Benedicto en Peñíscola, dieron su respuesta tan fundada a su parecer en derecho y tan resoluta en querer perseverar en aquella obediencia como si se comenzara entonces a contender de nuevo por el pontificado. Respuesta de los cardenales y perlados de la obediencia de Benedicto [XIII]. Como el rey por sus letras los había exhortado y requerido que obedeciesen el llamamiento de los que estaban congregados en Constancia (los cuales como en sede vacante los amonestaban que se juntasen con ellos dentro del término de tres meses para desraigar la cisma y procurar la unión de la iglesia

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y la reformación así en la cabeza como en los miembros), y para dar orden con efecto cómo fuese descompuesto y abatido Pedro de Luna, y por otras causas muy generales que concernían a las determinaciones de concilio universal, ellos concluían en su respuesta: que ni podían ni debían dejar al pastor universal ni desamparar la iglesia que se había reducido por los pecados del pueblo a un tan angosto lugar. Y amonestaban y requerían al rey que dejase a los pastores y personas eclesiásticas de sus reinos tener recurso a su cabeza del cual estaban llamados para celebrar el concilio. Esta respuesta daban en Peñíscola a 3 del mes de mayo deste año. Venida del rey [de Aragón] a Barcelona. Y el rey, habiéndose celebrado las exequias del rey su padre con mucha solemnidad en el monesterio de Poblete, visto que también en los reinos de Castilla no faltaban muchos que deseaban dar todo favor a la causa de Benedicto y a sus justificaciones y excusas, vínose a Barcelona por cumplir con el juramento que era obligado en su nuevo reino a los de aquel principado de guardarles sus constituciones y privilegios; y también por dar orden que con toda brevedad partiesen sus embajadores para el concilio de Constancia. Los embajadores que con poder del rey [de Aragón] fueron para asistir en el concilio de Constanza, y la instrucción que llevaron. Esto era con esperanza que las cosas del estado eclesiástico se reducirían muy brevemente a toda unión y verdadera concordia para tener universal pastor de la iglesia y verdadero vicario de Cristo en la tierra que gobernase su iglesia y la rigiese. Y considerando el asiento que se había tomado en Narbona y que aquello había sido jurado por el rey su padre y por él siendo príncipe en Perpiñán, y conforme esta concordia se había de hacer convocación de concilio general por los perlados y personas eclesiásticas que estaban ya congregados en la ciudad de Constancia, y por el mismo concilio se había de llamar los príncipes, cardenales y perlados de la obediencia de Benedicto para que compareciesen en aquella ciudad, nombró el rey sus embajadores; y dióles poder para que en su nombre asistiesen al concilio. Estos fueron don Juan Ramón Folch conde de Cardona y almirante de Aragón, fray Antonio Cajal general de la orden de la Merced, Ramón Xammar, Sperandeo Cardona, el maestro Felipe Malla singular teólogo y el más señalado predicador de aquellos tiempos después del santo varón fray Vicente Ferrer, Gonzalo García de Santa María hijo de don Pablo obispo de Burgos (que era un famoso letrado y después fue obispo de Placencia) y Miguel Naves. Fueron con orden que, juntándose en aquella congregación los perlados de la obediencia de Benedicto, se hiciese un cuerpo de todos los súbditos del rey, para que con su asistencia se formase concilio universal y se procediese a la extirpación de la cisma, y a procurar la unión de la iglesia y la privación de Benedicto y elección del sumo pontífice. Dióseles este poder a 10 del mes de julio en Barcelona, y luego salieron de aquella ciudad. Junta eclesiástica en Barcelona y cuatro cosas que en ella propusieron al rey [de Aragón] en favor de Benedicto [XIII]. Y habíanse juntado en el mismo tiempo en ella el cardenal de Tolosa, el arzobispo de Tarragona, y los obispos de Vic, Elna, Barcelona, Urgel y Girona y el electo de Tortosa; y con ellos fray Romeo de Corbera maestre de Montesa, y los abades de San Cugat, Ripoll, Monserrat, Santes Creus, Bañolas, Stagno, Solsona y de San Pedro de Roda, Y procedieron a 15 de julio a llamar todos los perlados absentes para que se juntasen a deliberar si se debían enviar embajadores a Constancia. Propusieron entonces el cardenal y estos perlados al rey cuatro cosas. Y la primera era que tuviese por bien de oír a Benedicto y a su parte y que le restituyese la obediencia; y se comunicasen a su congregación que allí estaba junta en Barcelona las causas sobre que enviaba a Constancia sus embajadores; y lo postrero que no se quitasen los bastimentos al papa. Respuesta del rey [de Aragón]. A estas demandas se respondió por el rey que por ninguna consideración ni respeto humano él no pensaba restituir la obediencia a Benedicto, y que sus embajadores no podían dejar de ir a Constancia; y que allí se habían de declarar todas las dudas que tuviesen los perlados de sus reinos, y que ningún concierto que se le propusiese de parte del papa se había de escuchar sino en Constancia; y que en contemplación de piedad se podría permitir que se diese al papa algún refresco hasta que otra cosa se mandase de Constancia;

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concluyendo su respuesta que quien de otra manera le aconsejase sería habido por falso consejero y contrario del rey. Desengaño de los aficionados a Benedicto [XIII]. Con esto se fueron desengañando poco a poco los aficionados a Benedicto, considerando que ya las cosas llegaban a estado que no tenía remedio sino con reducirse a la congregación de Constancia; de lo cual -según su determinación y dureza y por la confianza que se había persuadido en su justicia- se tenía muy poca esperanza. Juró el rey [de Aragón] en Barcelona, habiendo llamado parlamento. Parece en memorias antiguas que hizo el rey el juramento que se acostumbra en el principio del reinado en el principado de Cataluña, en Barcelona, el postrero del mes de agosto deste año, y que a 29 del mismo había convocado parlamento para la misma ciudad de Barcelona para 15 del mes de septiembre siguiente, antes que hubiese hecho el juramento que se acostumbra de guardar las constituciones y privilegios y usos de aquel principado.

CAPÍTULO LXIV

De la venida del infante don Juan al reino de Valencia y de la concordia que el rey tomó con la reina doña Violante, madre del rey Luis el III de Nápoles.

Dejando el infante don Juan a don Domingo Ram obispo de Lérida y a don Antonio de Cardona el gobierno de Sicilia, llegó a la playa de Murviedro. No daba el rey tanta priesa en la venida del infante don Juan su hermano de Sicilia como la apresuró el mismo, porque a 18 del mes de agosto mandó hacer a la vela a don Ramón de Perellós con tres galeras en que se viniese el infante; y él, llegado don Antonio de Cardona a Sicilia, con solas tres naves se hizo a la vela del puerto de Agosta a 21 del mismo, dejando las cosas de aquel reino en muy pacífico estado, y por visorreyes al obispo de Lérida y a don Antonio de Cardona; los cuales después de su partida se vinieron a Catania, y de allí avisaron al rey de la partida del infante. Arribó, con salvamento de su persona y de los suyos, a la playa de Morviedro un viernes a 18 de septiembre; y no pudo desembarcar luego por ser el tiempo muy fuerte y la mar andar alta, hasta el lunes siguiente a 21 del mismo; y despachó un caballero de su casa llamado Juan Carrillo al rey su hermano y a la reina su madre que estaban en Barcelona, haciéndoles saber su llegada, y esperó allí en Morviedro su respuesta. Maravillado el rey de tan acelerada venida escribióle, rogándole que se detuviese en el camino hasta que le avisase a dónde había de ir. Muerte del rey Luis de Sicilia y los hijos que dejó de la reina doña Violante, hija del rey don Juan de Aragón. Había muerto este mismo año por el mes de abril el rey Luis de Sicilia y Jerusalén, el II deste nombre, en Angiers; y dejó de la reina doña Violante su mujer, hija del rey don Juan de Aragón, tres hijos que fueron Luis el III deste nombre de los reyes de aquella casa de Anjous, y Reyner y Carlos que fue conde de Maina; y dos hijas, la una María que fue reina de Francia y casó con el rey, Carlos el VII y la otra Violante que fue primera mujer de Francisco duque de Bretaña. La ciudad de La Aguila se rebela y la de Nápoles se apoderó de la reina Juana. Esto fue en sazón que hallándose las cosas de estos príncipes muy desfavorecidas y del todo caídas, las de aquel reino de Nápoles se pusieron en mucha turbación por haber tomado el rey Jacobo a su mano el gobierno contra la voluntad de los que gobernaban a la reina Juana su mujer; de donde se siguió que uno de la casa de Sanseverino había rebelado la ciudad de La Aguila por el rey Luis y los de la ciudad de Nápoles se apoderaron de la reina y del castillo de Capuana, y pusieron a la reina en aquel castillo; y llevaron a saco la ropa de los franceses y prendieron al camarlengo, y anduvieron discurriendo por la ciudad diciendo: "¡Viva madama y muera el rey y los franceses!"; y el rey fue forzado de encerrarse en el castillo Nuevo y le cercaron en él. Los franceses fueron echados de Nápoles por el rey Jacobo, y Sforza puesto en libertad. Desta rebelión resultó que el rey Jacobo puso en libertad a Sforza, y mandó salir del reino los franceses y que no quedasen en su servicio sino cuarenta; y ofreció que no se llamaría rey sino vicario general

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del reino y príncipe de Taranto. [planes de Violante de Sicilia.] Con esta turbación de las cosas del reino la reina doña Violante madre del rey Luis, procuró de confederarse con el rey de Aragón con intento que su hijo con el favor del rey que era su primo segundo y del duque de Borgoña su tío que tenía a su mano el regimiento del reino de Francia saliese a la empresa de aquel reino y pudiese valerse de las armadas y gentes de Sicilia; lo que parecía muy justo habiendo tanto deudo entre estos príncipes. Aunque las cosas se encaminaron de manera que no embargante este parentesco y la amistad y confederación que se asentó entre el rey y la reina por esta concordia, vinieron después a ser grandes y perpetuos enemigos por el derecho y sucesión del mismo reino. Los que trataron concordia entre el rey [de Aragón] y la reina doña Violante madre de Luis III rey de Nápoles; y lo que contiene. Tratóse desta concordia en nombre de la reina doña Violante por Ramón de Caldes y fray Pedro Beltrán sus mensajeros y concertaron las diferencias que podía haber entre el rey y la reina su tía que por razón del testamento de la reina doña Leonor su agüela -mujer del rey don Pedro de Aragón- pretendía suceder en todas las tierras y castillos y rentas que fueron adquiridos por la reina su agüela y los tuvo por suyos proprios que pretendía pertenecerle como a hija del rey don Juan, que fue hijo primogénito de la reina doña Leonor. A otra parte pedía los ciento y cincuenta mil florines en que se había concertado con el rey don Hernando antes que fuese declarado por legítimo sucesor destos reinos, que se habían de dar -según lo que entre sí acordaron- al que no saliese con su pretensión de la sucesión, por los gastos que hubiese hecho en la prosecución de aquella causa. Venía la reina en renunciar todo el derecho que a ella y a sus hijos podía pertenecer por esta razón, por docientos mil escudos: y después se redujo aquella suma a docientos mil francos, que antes se le habían ofrecido en nombre del rey don Hernando por el conde de Armeñaque. Esto se trató en Barcelona en la fiesta de San Francisco deste año, delante del rey, estando presente la reina su madre y los de su consejo. Liga entre el rey [de Aragón] y el rey Luis y el delfín de Francia. Entonces se movió plática de muy estrecha liga entre el rey y el rey Luis su primo y el delfín de Francia. Y pidíase socorro al rey de gente hasta haber conquistado el reino de Nápoles y tener pacífica posesión dél, y que pudiesen sacarse de Sicilia gente de armas y vituallas para esta empresa y de los otros reinos y estados del rey; y que sirviesen sus galeras y naves al rey Luis, todo a su sueldo, que es cosa bien de considerar para lo que después pasó entre estos príncipes por la empresa y conquista de aquel reino. Batalla famosa de Dangecourt por quien vino la ciudad de París a poder del rey de Inglaterra. Mas en Francia por este mismo tiempo sucedieron las cosas de suerte que tuvo el rey Luis tan poco favor de aquel reino como del rey de Aragón; porque a 25 del mes de octubre tan pocos días después, que fue día de la fiesta que de muy antiguo se celebraba en el reino de Inglaterra de los santos Crispino y Crispiniano, fue aquella famosa batalla entre ingleses y franceses junto a Dangecourt, en la cual no sólo fueron los franceses vencidos pero vino la ciudad de París y gran parte de aquel reino al poder y mando del rey Enrique de Inglaterra, por cuyo ánimo y grande valor se venció la batalla, recogiéndose ya con su ejército a Calés, teniéndole por vencido y que no podía escapar ninguno de los suyos por haberle tomado los pasos y puentes los duques de Orliens y Borbón con un ejército muy poderoso. Muerte de Eduardo duque de York y quién fue el rey Enrique de Inglaterra. Murieron en la batalla, según se afirma por cierto, diez mil franceses y casi otros tantos fueron llevados a cuchillo entrándose su real; y de parte del rey de Inglaterra fue muerto en esta batalla Eduardo duque de Ayork que era nieto del rey don Pedro de Castilla e hijo de la infante doña Isabel su hija y de Aymón conde de Cantabrigia. Fue este rey Enrique nieto de Juan duque de Alencastre que se llamó rey de Castilla y León por la infante doña Constanza su segunda mujer, hermana mayor de la infante doña Isabel.

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Lo que se dijo de don Antonio de Luna y de Garci López de Sesé y lo que reveló al rey [de Aragón] Ramón de Fangar. Estaba el rey en Sant Boy de Lobregat a 27 del mes de octubre deste año; y por este tiempo andaba una fama muy extendida que don Antonio de Luna y Garci López de Sesé y los caballeros destos reinos que los seguían, traían con diversas gentes sus confederaciones y pláticas para que se hurtasen diversas fuerzas y castillos en el reino de Aragón, y un Pere Ramón de Fangar señor de Vanerca en gran puridad reveló al rey que algunos aragoneses tenían allegada una gran suma de florines -que llegaban a un millón- para dar sueldo a gente extranjera y hacer guerra en el reino; y ofrecía de declarar al rey quiénes eran. Antonio de Bardají capitán de Jaca y de sus montañas. Mas aunque cualquiere sospecha destas en un reino muy confirmado pudieran ser causa de alguna rigurosa provisión y pesquisa, en el rey -que fue de un ánimo grande y muy generoso- hicieron muy poca impresión y contentóse con enviar a mosén Antonio de Bardají -que era capitán de la ciudad y montañas de Jaca- para que procurase de entender si aquello tenía algún fundamento; y ofrecióse buena parte de aquellos florines al que esto revelaba si fuese cierto, y por otra parte se dio cargo a Juan de Luján que trabajase de haber a sus manos alguno de los delincuentes.

CAPÍTULO LXV Del rompimiento que hubo entre el rey y Guillén vizconde de Narbona; y de la guerra que hicieron

los genoveses en Córcega contra los del bando de Cinercha que estaban en la sujección del rey de Aragón.

Rompimiento del vizconde de Narbona con el rey [de Aragón]. Habiéndose reducido Guillén vizconde de Narbona en vida del rey don Hernando a querer ser su servidor y aliado y vender el estado que tenía en Cerdeña, pretendiendo el vizconde que no se había cumplido con él por culpa del rey, volvieron a estar en guerra formada: aunque a 14 del mes de enero deste año de 1416 mandó el rey a don Berenguer Carroz conde de Quirra -que era capitán general de la gente de guerra- y a sus oficiales reales que firmasen treguas por quince meses con el vizconde y con sus valedores. Combate del castillo de Cinercha por un hermano del duque de Génova. Sucedió después, en el año siguiente de 1417, que algunos genoveses cuyo capitán fue un hermano del duque de Génova -y entre ellos muchos gentiles hombres- juntaron ciertas compañías de gente de guerra; y pasaron a Córcega con una nave gruesa y con la galera de la guarda y con una galeota; y habiendo recogido la mayor parte de la gente de la isla fueron a combatir el castillo de Cinercha, en el cual estaba el conde Vicentelo de Istria, que era el que sustentaba la parte de la isla que estaba en la obediencia del rey de Aragón. Combatieron el castillo con tres lombardas tan bravamente que ya habían derribado la mayor parte del muro; y el conde, como ya estaba con recelo de aquella gente, luego que fue cercado, envió a Juan de Istría su hermano para que le llevase socorro; y con una galeota que tuvo a punto anduvo discurriendo por las costas de Cerdeña hasta que encontró con dos galeras de Ramón de Torrellas y con otra de Bernaldo Martín; pero no pudiendo el conde resistir a la gran furia del combate de los enemigos, antes que llegase el socorro de su hermano, hubo de desamparar el castillo, y recogióse a otro lugar más seguro. Los genoveses fueron desbaratados por Juan de Istria y el conde de Quirra se fortificó. En este medio llegó Juan de Istría con las tres galeras y con su galeota al castillo, y entró dentro; y con su ayuda y de los corsos que volvieron con él se opuso a la defensa contra los genoveses, de suerte que los rompió; y desampararon el campo y murieron muchos de los gentiles hombres, y dejaron las lombardas y muchas armas. De allí adelante el conde se fue mucho más fortificando en sus castillos. Novedad en Cerdeña. Sucedió también por el mismo tiempo en Cerdeña que, habiendo dejado el marqués de Oristán la posesión de las comarcas que llaman Encontradas de parte de Guilcier y parte de Barigado por mandado del rey don Hernando a Valor de Ligia y a Bernaldo Valor su hijo,

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no pudo Valor de Ligia reducir sus vasallos de Barigado a su obediencia ni le quisieron prestar el juramento y homenaje de fidelidad como lo habían hecho los de La Encontrada de parte de Guilcier, afirmando que nunca le obedecerían ni saldrían de la jurisdicción y patrimonio real. Muertes crueles de Valor de Ligia y de su hijo. Después malvadamente dándole esperanza que le recibirían por señor, le hicieron venir a una villa que está cerca de aquellas comarcas, que se llama Zuuri, junto de Barigado; y sabiendo que estaba allí con su hijo, con algunas gentes de las Barbarias que eran sujetas al vizconde de Narbona, mano armada fueron a Zuuri para hablar con Valor de Ligia. Y las vistas fueron de manera que luego mataron al padre y al hijo y algunos escuderos suyos muy cruelmente. Esto fue un domingo a 19 de julio deste año y con esta ocasión volvieron a tomar las armas los de la parte del vizconde de Narbona. Trátase concordia entre el rey [de Aragón] y el vizconde de Narbona; y con qué medios. Por esta novedad, estando el rey en Valencia a 6 del mes de octubre, cometió a Luis de Pontos gobernador de Cáller y a Bartolomé Miralles, que entretuviesen la plática de la concordia que se había tomado con el vizconde y asentado a los mojones de Francia, pues el vizconde había recibido diez mil florines en parte del precio que estaba tratado que había de recibir por su estado y no había dado las rehenes que estaba obligado. Movió el vizconde al mismo Luis de Pontos que se debía contentar el rey con que él se hiciese su vasallo y que él tendría el estado que poseía en aquel reino en feudo por él, y le renunciaría todos los derechos y acciones que le pertenecían sobre las otras tierras que no poseía, con tal condición: que si el rey o sus sucesores diesen al vizconde o a sus herederos ciento y cincuenta mil florines en una paga que por tenor del primer asiento se le había de dar, el vizconde o sus sucesores entregarían toda la tierra que poseían en aquel reino. Venía el rey en esto por apaciguar las cosas de aquella isla con una muy determinada resolución de emplearse en la empresa de Córcega, que estaba tiranizada por los genoveses; y pidía al vizconde de Narbona que ni él ni sus sucesores no trujesen el nombre y armas de Arborea ni se llamase juzgado de Arborea, y restituyese los diez mil florines que había recibido; y si no los quisiese restituir se descontasen de la suma de los ciento y cincuenta y tres mil. Suerte disfrazada del rey [de Aragón]. Estas ocasiones -que eran de tan poca importancia- se le disponían al rey para que dellas resultase la mayor empresa que se pudo ofrecer en tanta gloria de su nombre y de la casa real de Aragón.

CAPÍTULO LXVI

De la sentencia que se dio por el concilio de Constancia contra Benedicto; y de la elección del papa Martín.

Perseverancia de[l emperador] Segismundo en procurar la unión de la iglesia. Deshecha la división de los dos pontífices que en sus obediencias se llamaron Gregorio XII y Juan XXIII, por la grande instancia y asistencia de aquel cristianísimo príncipe Sigismundo rey de romanos, con el deseo de reducir todas las partes a un cuerpo de la iglesia, habiendo ocupado Benedicto el pontificado por más de veinte y dos años y considerando que las otras partes comprehendían mayores reinos y provincias que no estaban en la obediencia de Benedicto, y que no se tenía esperanza que se redujesen a ella, y que aquello no estaba en el poder de los hombres, sino en la muerte de Benedicto o en su renunciación o que fuese echado del pontificado, se procuró por tanto tiempo que se siguiese el camino de su renunciación. Sentencia contra Benedicto [XIII]. Mas habiéndolo rehusado tantas veces con tanta pertinacia y cesando aquel medio tan deseado de su renunciación, convino por la unión de la iglesia seguir el camino de sacarle del pontificado que ocupaba con tanta ofensa y escándalo de la cristiandad. Habiéndose formado en conformidad de las naciones un concilio general y hecho sumario proceso contra Benedicto como cismático y reputándole por contumaz se dio contra él por todo el sínodo su

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definitiva sentencia, y fue declarado por cismático y hereje y indigno de todo título y grado y dignidad pontifical; y como a tal le desecharon y reprobaron. Y esta sentencia se dio un lunes a 27 de julio. Diferencias entre los embajadores de los reyes de Aragón, Inglaterra y Castilla; y quiénes fueron. Cuando los embajadores del rey llegaron a Constancia, hallaron que el concilio estaba dividido en dos partes que eran las naciones de Italia y Francia de la una y con ellos los cardenales, y la otra la nación de Germania y Inglaterra. Y después que el emperador entró en Constancia hubo harta división entre él y los cardenales. Tratándose de un negocio tan grande se movieron otros de menor importancia como fue la diferencia que hubo entre los embajadores del rey de Aragón y los del rey de Inglaterra sobre el asiento de los reyes y sobre cuál nación había de ir primero; pero después que llegaron los embajadores del rey de Castilla, la competencia fue más formada entre ellos y los nuestros. Fueron los embajadores del rey de Castilla don Diego de Añaya obispo de Cuenca, don Fernán Pérez de Ayala, don Juan obispo de Badajoz, Martín Fernández de Córdoba alcaide de los donceles, fray Hernando de Illescas de la orden de los menores (que fue confesor del rey don Juan de Castilla su agüelo del rey), Fernán Martínez de Avalos doctor en decretos y deán de la iglesia de Segovia y oidor de la audiencia del rey, Diego Fernández de Valladolid doctor en decretos y deán de Palencia y fray Luis de Valladolid de la orden de los predicadores, y Juan Fernández de Peñaflor doctor en decretos. Los medios que el rey de romanos procuraba para la unión de la iglesia. Esto fue por esta causa: que los italianos y franceses con los cardenales hicieron unión entre sí con los embajadores del rey de Castilla; y como los de Aragón no se declaraban a seguir su opinión, antes estaban indiferentes, los embajadores de Castilla dijeron que no se podían unir ni incorporar en el concilio si no se declarase primero la forma que se había de tener en la elección del pontífice. El rey de romanos, como aquél que tanto había trabajado por la extirpación de la cisma y por la unión de la iglesia, se hacía mucha parte en este negocio; y pretendía excluir a los cardenales, y esforzaba que se siguiese en la elección la orden que daban algunos decretos que se habían establecido por el mismo concilio al tiempo de la renunciación de Gregorio; porque en ellos se determinaba que la elección se hiciese por el concilio. Esta determinación no se admitía por los cardenales, pretendiendo que el colegio no dio su consentimiento a los decretos. Recuesta que se hizo a los cardenales; y lo que de allí resultó. Y entonces el rey de romanos con la nación germánica y de Inglaterra y la universidad de París y los embajadores de Borgoña y de los reyes y príncipes de la nación germánica requirieron a los cardenales que por dar lugar que los embajadores del rey de Castilla se incorporasen en el concilio no repugnasen a los decretos que se habían ordenado sobre la forma de la elección, pues con su voluntad se habían publicado en cierta sesión. De allí resultó que el colegio por deferir la autoridad y honor del concilio y que la elección del pontífice se hiciese con el mayor consentimiento y conformidad que ser pudiese y no quedase en el entendimiento de las gentes para en lo de adelante escrúpulo alguno y se consiguiese perfectamente la unión, y los perlados y notables varones y doctores que eran embajadores del rey de Castilla en nombre de su príncipe se uniesen en el concilio, considerando que de derecho a ellos tocaba el poder de eligir el sumo pontífice, certificaron a los embajadores del rey de Castilla y ofrecieron a todo el concilio que eran contentos que por aquella vez fuesen admitidos a la elección juntamente con su colegio algunos perlados o otros señalados varones de cada nación personas eclesiásticas, con que no excediesen del número de los cardenales, y que fuesen nombradas aquellas personas por cada una de su nación. El medio en que los cardenales vinieron para la elección del pontífice y lo que requirieron a los

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embajadores de Aragón. Vinieron en esto los cardenales con que no se tuviese por eligido sino en quien concurriesen las dos partes de su colegio que se hallasen en el cónclave y otras dos partes de los que fuesen nombrados por las naciones para electores, y que todos guardasen las constituciones apostólicas que estaban establecidas sobre la elección del sumo pontífice. Entonces requirieron a los embajadores del rey de Aragón que hacían nación de España, que lo aceptasen, por tener de su parte la embajada de Castilla que era de la misma nación. Y los nuestros iban dilatando, excusándose con decir que cuando todas las naciones se conformasen en un camino o en otro, concurrirían con ellas. El conde de Cardona se apartó de la opinión del rey de romanos; y lo que de esto resultó. Sucedió en estas dilaciones y dificultades por consejo de Gonzalo García de Santa María -uno de los embajadores del rey de Aragón- que el conde de Cardona se apartó de la opinión del rey de romanos y se juntó con el colegio de los cardenales; y tratóse que los embajadores del rey de Aragón aceptasen aquella forma de elección con que se admitiesen a ella los cardenales de la obediencia de Benedicto. Después los embajadores del rey de Castilla no quisieron que se procediese adelante contra Benedicto hasta que se revocase un decreto que trataba sobre lo de los votos de las naciones, en el cual decían que se hizo mucho perjuicio al rey de Castilla. La sentencia contra Benedicto [XIII] se publicó y se revocó el decreto que en favor del rey [de Aragón] se hizo en Narbona. En estas alteraciones hubo grande discordia entre el rey de romanos y el colegio. Y en este medio se publicó la sentencia contra Benedicto y el día siguiente se revocó el decreto que se había ordenado en favor del rey de Aragón por lo tratado en Narbona: y esto era que los embajadores del rey de Aragón, mientras durase el concilio, tuviesen en la nación de España voto de tanta fuerza y vigor de cuanta eran los votos de todos los perlados y personas eclesiásticas de los reinos y tierras que poseía el rey de Aragón, de ésta y de la otra parte de la mar, que se solían convocar a concilio general. Los embajadores que contra este decreto se opusieron; y lo que el concilio determinó. Pero como contra este decreto se opusieron los embajadores del rey de Portugal y después los del rey de Castilla, visto que aquello podía ser impedimento grande en lo principal, determinó el concilio que los embajadores del rey de Aragón no pudiesen usar de las voces y votos de los perlados que solían ser convocados fuera de España, ni aquéllos pudiesen concurrir en la nación de España; y que cada uno de los embajadores de los reyes de Castilla, Aragón, Portugal y Navarra tuviesen y representasen en la nación de España las voces de todos los perlados y absentes que solían ser convocados al concilio tan solamente por los reinos y señoríos que tenían dentro de España. Desto se tuvieron los nuestros por muy agraviados. Contienda sobre quién presidiría en la nación de España y lo que sobre esto hizo el rey de romanos. Y después hubo muy mayor contienda sobre el que debía presidir en la nación de España; y por esta competencia se salieron de Constancia los embajadores del rey de Castilla y de Navarra. Y estuvieron las cosas en tanto rompimiento que se creyó que se disolviera el concilio; pero por medio del rey de romanos y del colegio de cardenales y de las otras naciones se trató de conformar a los embajadores de los reyes de Castilla y Aragón sobre la presidencia, y volvieron los de Castilla a Constancia; y entonces se deliberó que lo que principalmente se trataba de la reformación se remitiese para después de la elección del sumo pontífice. Competencia de las naciones de Alemania, Francia, Inglaterra contra la de Italia y averiguación de esto. Movióse otra mayor competencia de las naciones de Alemania, Francia y Inglaterra contra la de Italia; y a la postre plugo a nuestro Señor -de cuya causa se trataba- que todos se conformasen para dar santa expedición a la elección del pontífice y siendo ya incorporada la nación de España en el concilio aunque con grande sentimiento de los embajadores del rey de Aragón (y pretendían que no se pudo revocar el decreto que una vez se había ordenado sobre las voces de los perlados y iglesia de los reinos de la corona de Aragón allende la mar) se procedió a nombrar los electores. Nominación de los electores. Conformáronse todas las naciones a 4 del mes de noviembre de

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eligir seis personas por cada una; y en la de España se siguió tal orden que todos los de la nación eligieron una persona en nombre y voz de cada uno de los reyes de España. Por el de Aragón fue eligido el maestro Felipe Malla muy famoso doctor en sagrada teología; y por el rey de Castilla don Diego de Anaya obispo de Cuenca que era uno de sus embajadores; y por el rey de Portugal el doctor Blasco Hernández; y por el rey de Navarra el obispo de Ax. Y porque habían de ser seis de cada nación el nombramiento de los otros dos se remitió a los votos de la misma nación: y mediante juramento cada uno dio su voto al más digno; y fueron nombrados el obispo de Badajoz y Gonzalo García de Santa María que era castellano de nación, como dicho es, y muy famoso letrado y uno de los embajadores del rey de Aragón. Guardas del cónclave. Acabado un negocio de tanta dificultad y contención como era nombrar los electores, el lunes siguiente que fue a 8 de noviembre, se celebró una muy notable sesión, a la cual se halló presente el rey de romanos; y allí se publicó el decreto de los electores y las guardas del cónclave: y las principales fueron el rey de romanos, el maestre de Rodas, el marqués de Brandamburg y el conde de Cardona y diversos duques y condes y grandes señores, y una persona eclesiástica por cada nación. Aquel mismo día se recluyeron todos; y con los postreros entraron el rey de romanos y el marqués de Brandamburg y algunos perlados y personas señaladas por cada nación para asistir al juramento solemne que habían de hacer los electores de eligir sin acepción de persona ni de nación. Acto de los maravillosos que se han celebrado en la iglesia de Dios, y lo que en él aconteció al obispo de Ginebra. El día siguiente se hizo una muy solemne procesión; y fueron a la casa del cónclave y diéronle sus bendiciones cantando diversas oraciones y himnos. Y pasó una cosa muy señalada en este auto que fue uno de los más maravillosos que se ha celebrado en la iglesia: que todas las naciones y todo el pueblo que allí concurría, cuando entraron los electores en el cónclave, en conformidad concurrían a dar su voto al obispo de Geneva, que era del condado de Saboya y de tanta aprobación de vida que en opinión de todos era preferido como más digno. Elección por vía de escrutinio; y lo que en ella pasó. Aquel día celebró la misa el cardenal de San Marco y el cardenal de Ostia que llamaban de Vives, hizo el sermón como el más antiguo cardenal, exhortándolos que procediesen a la elección con la puridad de conciencia que el Espíritu Santo les ministraría; y determinóse en universal concordia de todos que se procediese a la elección por vía de escrutinio público, y que cada uno diese por cédula escrita de su mano su voto y manifestase su intención; y la cédula de cada cual se leyese públicamente. Discurriendo otro día en su escrutinio determinaron que el cardenal de Saluces -que era el primer diácono- leyese las cédulas; y concurrían los votos de los cardenales y de las naciones en diversas personas, pero los más se conformaban en seis que eran los cardenales de Saluces, Ostia, Colona y Venecia y de los obispos de Geneva y de Uncestre; y el que más votos tuvo no pasó aquel día de veinte y dos. En quién concurrían los votos para el pontificado. El jueves siguiente en la fiesta de San Martín, celebrada la misa por el cardenal de Aquileya, procediendo al escrutinio, concurrieron los votos en diversas personas; pero los más concurrían en cuatro que eran el obispo de Geneva y el cardenal de Ostia y los cardenales Colona y Saluces; y el de Saluces tenía doce votos de cardenales y el de Colona ocho; y una de las naciones concurría en el de Geneva y en los cardenales de Ostia y Saluces. Elección del papa Martín [V]. Pero casi súbitamente se conformaron en nombrar al de Colona, que era el que menos parte parecía tener en el pontificado; y por votos de todos de palabra, se conformaron en su elección. Y pareció bien obra del Espíritu Santo concurrir tantos de tan diversas naciones y tan diferentes en su elección, mayormente que en una misma nación había gentes muy diversas y contrarias como en la nación de Francia los de Borgoña y Armeñaque, en la de Alemania, Polonia y Prusa y en la de Italia los del intruso Juan y los de Gregorio; y finalmente en la nación española castellanos y portugueses. El rey de romanos besó el pie al papa [Martín V]. No se sabe que hubiese mayor conformidad en

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elección de otro pontífice de aquellos tiempos; y en prestando su consentimiento, el rey de romanos entró a besarle el pie y la mano. Siendo revestido de pontifical salió en procesión del cónclave y fue a la iglesia; y por ser el día de su elección en aquella fiesta tomó el nombre de Martín: y llamábase Odo de la Colona, persona de gran linaje pero muy manso y humilde por lo cual le ensalzó Dios en aquella dignidad. Plática famosa que hizo el maestro Felipe Malla al papa [Martín V]. Fue loada aquel día por todas las naciones la plática que hizo al papa el maestro Felipe Malla con una divina elocuencia, fundándola en la autoridad de San Juan que dice en el Apocalipsi "al que venciere haré columna en el templo de Dios", y en la de la mujer vestida de sol que tenía la luna debajo los pies y en la cabeza corona de doce estrellas; declarando con maravilloso artificio entenderse por la iglesia que estaba vestida del sol de la justicia y por la luna el abatimiento del cismático y por las doce estrellas doce reyes que concurrieron a la obediencia del concilio: los cuatro de España y otros tantos en Alemania, y los de Francia y Inglaterra, y en Italia dos que eran Nápoles y Chipre, porque el de Escocia no quiso enviar sus embajadores. El rey [de Aragón] envió a Constanza a Matías Dezpug; y para qué. Había enviado el rey de Aragón pocos días antes a Constancia un caballero de su casa de mucho valor y prudencia que se llamaba Mathía Dezpug, porque entendió que había entre sus embajadores alguna diferencia, señaladamente entre el general de la Merced que se declaró demasiadamente contra las naciones de Italia y Francia y contra el colegio de los cardenales, el cual falleció pocos días antes que se revocase el decreto. Y también fue este caballero para que sus embajadores y él hiciesen en el concilio instancia que se otorgasen al rey algunas cosas que pretendía alcanzar de la sede apostólica. El papa [Martín V] remitió al rey [de Aragón] los feudos de Sicilia por cinco años. Y no se pudo haber del papa sino la remisión del censo de los feudos de Sicilia y Cerdeña por cinco años, que eran diez y ocho mil florines en cada un año; pero el rey estimaba esto en poco, y pretendía remisión perpetua del censo y cierta parte de las décimas de sus reinos y algunos lugares de la orden de San Juan, y señaladamente los castillos de Monzón y Peñíscola y la provisión del maestrazgo de Montesa.

CAPÍTULO LXVII

Que el rey hizo notificar a don Pedro de Luna la elección del papa Martín. El rey [de Aragón] tuvo nueva de la elección del papa Martín [V] y la denunció a don Pedro de Luna; y lo que con ella hizo. Fue enviado al rey con la nueva de la elección del papa Martín estando en la ciudad de Valencia, Bernaldo de Bordils. Y como fue en común concordia de todos los electores, envió luego una persona notable y de mucha confianza a Peñíscola para denunciarla de su parte a don Pedro de Luna. Después de diversas exhortaciones y amonestaciones que aquél le hizo y a los cardenales y perlados que estaban con él y a otras personas con quien se aconsejaba, pidió que se diese licencia y mandase el rey a algunos perlados hasta en número de cinco o seis, fuesen a él con quien quería aconsejarse, ofreciendo que con su consejo él haría lo que sería servicio de Dios y bien de la unión, de lo cual el rey y todos deberían ser contentos. Los perlados con quien el rey [de Aragón] envió a ver lo que pedía Benedicto [XIII]. Con esta esperanza, entendiendo el rey el beneficio que resultaría de su renunciación o que los de su obediencia le dejasen con sana y buena intención, según decía, dio lugar que los arzobispos de Tarragona y Zaragoza y los obispos de Tortosa y Tarazona fuesen a Benicarló -que está a una legua de Peñíscola- para que desde aquel lugar entendiesen su intención y, si necesario fuese, todos o algunos dellos entrasen en Peñíscola.

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El rey [de Aragón] quiere ir a Sicilia y lo que envió a decir a la reina su madre. Por el mismo tiempo, con la nueva elección del pontífice y recelando que por su ida a Roma y porque se publicaba que la reina de Nápoles era muerta, no resultasen en la isla de Sicilia algunas novedades, determinó el rey de ir allá por su persona. Y por esta causa de Valencia, a 14 de noviembre, envió a la reina su madre a Juan de Hoz para que procurase que viniese a verse con él a la comarca de Calatayud. Pero esto cesó porque ni el papa pudo salir de Constancia tan presto ni era verdad lo que se publicaba de la muerte de la reina. Disgusto del rey [de Aragón] con sus embajadores de Constanza. Quedando el rey en Valencia a la fiesta del nascimiento de nuestro Señor del año de 1418, envió a mandar a todos sus embajadores que estaban en Constancia que se viniesen. De los cuales mostró tenerse por muy deservido, afirmando que hecha la elección del sumo pontífice sin atender a procurar lo que convenía a la honra de su estado real, procuraron sus proprios intereses; y mandóles escribir que no quería que pareciesen en su presencia ni entrasen en las tierras de su señorío. Y desto vinieron a juzgar las gentes que el rey recibió poco contentamiento de la elección del nuevo pontífice o por tenerle por sospechoso para en las cosas de Sicilia o por otros fines; y que por estos respetos con artificio entretuvo al de Luna todo el tiempo que vivió sin dar lugar que se procediese contra él. Lo que el rey [de Aragón] hizo con los cardenales y perlados que asistían a don Pedro de Luna. Mandó también a los perlados que habían ido a Benicarló que se volviesen por haberse detenido muchos días sin efecto ninguno, visto que su estada en aquel lugar podía ser muy dañosa. Esto era en fin del mes de deciembre. Y procuró el rey que los cardenales que estaban con don Pedro de Luna con algunos obispos saliesen a Castellón; y juntóse con ellos el cardenal de Montaragón; y eran cuatro cardenales. Y dióles su seguro y mandóles hacer mucha honra y cortesía, porque eran personas de grande autoridad y linaje. Y de aquellas pláticas no se siguieron tan buenos fines como se esperaban para la unión de la iglesia. Los que en la elección del papa Martín [V] pusieron duda. Desto resultó que los que perseveraban en su pertinacia en la obediencia del de Luna comenzaron a poner duda si la elección del papa Martín había sido canónica, afirmando que aquel no fue concilio; y condenaban el modo que se tuvo en la convocación; y que habiendo en la cristiandad más de ochocientos perlados entre patriarcas, arzobispos y obispos no habían concurrido en Constancia las dos partes, ni la metad ni aun la tercera parte. Razones consideradas en favor de don Pedro de Luna. Con esto se decía que, consideradas las respuestas y ofertas de don Pedro de Luna, el cual nunca había rehusado la vía de la cesión, antes muchas veces la había ofrecido y solamente cuanto a la ejecución della se había desviado de concurrir en Constancia como en lugar que no le tenía por seguro y había nombrado diversos lugares, por esta consideración y por tal razón como ésta no debía ser habido por cismático ni menos juzgado por hereje consideradas sus protestaciones y ofertas; y por consiguiente que su deposición era de ningún efecto. Duda nacida de la dureza de Benedicto [XIII]. Otras muchas cosas se alegaban que no son para este lugar; y como el rey estaba en gran manera descontento del poco fruto que había resultado a su corona real habiendo el rey su padre puesto su vida por la unión de la iglesia y que le daba mucha pena que se osase afirmar que en la congregación de las naciones que concurrieron al concilio de Constancia y en la deposición de Benedicto y elección del papa no hubo tan segura libertad como se requiría, en tanto grado que el sumo pontífice nuevamente eligido no estaba aún en ella, daba gran ocasión de dudar ver la dureza de Benedicto, porque verdaderamente era varón de suma prudencia y doctrina y de gran noticia y experiencia de las cosas de la sede apostólica; y como tenía muchos devotos y aficionados en diversas provincias, había mayor recelo no se moviesen nuevas causas de males y daños en la iglesia. Por esto eran muchos de parecer que el papa se debía salir de Constancia y venirse a Italia o a Aviñón para que entendiese el mundo que estaba en su libertad.

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Jorge de Ornos fue a Constanza por el rey [de Aragón] y para qué. Envió el rey a Constancia un procurador gran curial que se llamaba Jorge de Ornos, para que hiciese instancia con el papa que revocase las gracias que hizo a los suyos; y así se hizo consistorialmente; y con esto no cesaba de procurar su remuneración, y el papa quería que el rey prendiese a don Pedro de Luna. El rey [de Aragón] entretiene al papa [Martín V] que le manda prender a don Pedro de Luna. Y como no se ofreciese al rey mayor premio que el castillo y villa de Peñíscola y el despojo de don Pedro de Luna, en cierta forma el rey iba entreteniendo el negocio, diciendo que él guardaría el castillo de Peñíscola y sería el carcelero. Y ésta fue la causa de no apremiar a don Pedro de Luna y tenerle encerrado en aquel castillo todo el tiempo que vivió, aunque vinieron sobre ello a estos reinos algunos legados de la sede apostólica para procurar que se lo entregasen.

CAPÍTULO LXVIII

De la alteración que se movió por algunos barones del principado de Cataluña por la ordenanza que hizo el rey de su casa.

Los que en Molins de Rey juntaron parlamento; y sobre qué. Estando el rey en la ciudad de Valencia comenzó a ordenar los oficios de su casa por la orden que lo hicieron los reyes sus predecesores. Desta nueva ordenanza algunos barones y caballeros y ciertas ciudades y villas del principado de Cataluña no se tuvieron por contentos. Y por esta razón todos se juntaron para tener parlamento en la villa de Molín de Rey, y halláronse los primeros el conde de Pallás y su hijo, don Bernaldo de Cabrera conde de Módica, el vizconde de Illa, Berenguer Dolms, Juan March y otros caballeros. Y después se juntaron en gran número y los consejeros y síndicos de Barcelona, y acordaron de ir todos juntos a Valencia a donde el rey estaba. Los embajadores que de Molins de Rey enviaron al rey [de Aragón] y no los admitió. Después deliberaron de enviar sus mensajeros, y que fuesen los condes de Pallás y Módica, el vizconde de Illa, don Ramón de Moncada, Galcerán de Santapau, Bernaldo de Forciá, Pedro de Senmenat, Ramón de Rexach, Guerau de Palau y mosén Ribera; y por la ciudad de Barcelona fueron Ramón Dezplá, Juan Fiveller, Juan Ros y Bonanat Pere jurista y muy señalado varón. Y partieron para su embajada algunos de los barones con los síndicos de Barcelona el miércoles santo a 23 de marzo, aunque el rey no les daba lugar que fuesen con esta demanda. Las ciudades que enviaron embajada al rey [de Aragón] sobre el gobierno de su casa. Fue esta plática muy enojosa al rey en su nueva sucesión que se trató muchos días, y se tuvo no sólo por nueva pero por muy atrevida; porque se concertaron sin estos barones las ciudades de Zaragoza y Valencia con los de Barcelona para que juntos enviasen sus mensajeros a suplicar al rey que echase de su casa todos los castellanos que tenía en su servicio y ordenase lo de los oficios y gobierno della con voluntad y consejo de sus reinos. Lo que Luis de Julve certificó a las ciudades de parte del rey [de Aragón]. Teniendo el rey noticia desto y que los barones del principado de Cataluña y la ciudad de Barcelona le enviaban sus mensajeros para hacer instancia sobre esto con los de Zaragoza y Valencia, envióles el rey para estorbarlo a Luis de Julve. Este les certificó de parte del rey que en aquella sazón él no tenía en su casa sitio tres o cuatro castellanos, que eran oficiales suyos, a los cuales por no tener otro refugio había sustentado por ser de tiempo muy antiguo criados y servidores del rey su padre; porque echarlos a todos por la forma que ellos lo pidían sería cosa escandalosa y para que se diese desgrado a todo el reino de Castilla, a donde el rey tenía tanta parentela y servidores. Cuanto a lo que pretendían que ordenase su casa, decía de parte del rey, que él lo pensaba hacer sin falta ninguna con muy buen consejo, pero no cierto a su albedrío y ordenanza dellos, de lo cual se podrían seguir diversas disensiones y parcialidades y grandes rancores; y por esto les encargaba que aquello se desviase por los mejores medios que ser pudiese. Lo que el rey [de Aragón] envió a decir a los embajadores; y con quién. Después les envió el rey a

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Ramón Jatmar y Juan de Ribas Altas, que habían sido enviados por esta misma razón por los de Molín de Rey; y con estos les envió a decir que teniendo él nueva de la embajada de la ciudad de Barcelona y que con ella iban mensajeros de los barones y caballeros del principado, y que no era aquella embajada ni en servicio suyo ni en honor de la ciudad y principado, no forneció su palacio de grillos y cadenas ni de otros semejantes aparejos, que sin ninguna apariencia de verdad se habían publicado así como sus mismos mensajeros lo habían visto más junto. Y tuvo en aquella ciudad de Valencia grandes y notables consejos de perlados y barones y ciudadanos y de los más señalados letrados para deliberar con ellos cómo se había de proceder en aquel negocio. Los embajadores de las ciudades porfían y el rey [de Aragón] mandó llamar a los de Barcelona: quiénes eran y lo que con ellos pasó. Mas porfiando los embajadores en su demanda llegaron a Valencia, y pidieron audiencia para explicar su embajada; y el rey les mandó decir que él se la señalaría; y pasados tres días sin quererlos oír mandó llamar a Ramón Dezplá y a Juan Fiveller, que eran los principales mensajeros de Barcelona y personas de tanta parte en aquel gobierno que eran los que iban a la mano a los oficiales reales tomando la voz del bien público y de lo que parecía más convenir a la gente popular. Estando en presencia del rey les dijo que se había divulgado que ellos querían decir algunas cosas en público que eran cargosas al rey y muy injuriosas contra algunos de su consejo, que él reputaba ser contra su misma persona, y que no se debían decir de vasallos a señor; y queriéndolos excusar de aquel peligro en que se ponían, les advertía que se guardasen de cometer tan gran yerro, porque no podría pasar sin castigo. Díjoles el rey que si ellos le querían hablar en semejante materia, lo tratasen con él tan solamente como era costumbre y se debía hacer; y les prometía que recibiría información de lo que le propusiesen, y si pareciese ser verdaderas las cosas que inculpaban a los de su consejo, por muy allegados que le fuesen, lo remediaría y mandaría castigar de manera que fuese para otros ejemplo. No quiere el rey [de Aragón] oír los embajadores de las ciudades sino a solas; ellos lo rehusan y lo que preguntó. Esto pasó entonces; y otro día el rey los mandó llamar, y les pidió la creencia que llevaban, y dijo que les señalaría hora; pero respondieron que cuando explicasen su embajada darían la creencia. Y entonces les dijo el rey que les señalaba otro día por la mañana para que explicasen su mensajería, pero certificóles que por ninguna vía los oiría con los mensajeros que se llamaban de los barones y caballeros de Cataluña, y que bien sabían que ellos no podían juntarse con otras ciudades sin su expresa licencia ni comunicar sobre ningún género de negocios y mucho menos con los de otro estado, y que aquello no les era lícito ni él lo permitiría. También dijo que antes de señalar hora a los que se decían mensajeros de los barones y caballeros de Cataluña quería saber quién los enviaba y con qué poder iban y en cuyo nombre, para deliberar sobre todo. Porfía de los embajadores de Barcelona y respuesta del rey [de Aragón]. A esto respondieron los de Barcelona que ellos venían juntos de compañía y suplicaban les oyese estando juntos y en gran plaza, y que la ciudad de Barcelona había acostumbrado hacer sus negocios con gran deliberación y consejo; y que sin falta de aquello que llevaban a cargo, ellos darían buena razón a Dios y a él, añadiendo que consultarían con su ciudad y según les ordenasen así lo encaminarían. Respondióles el rey que por algunos negocios muy arduos le convenía partir luego para Aragón, y que mientras allí estuviese o donde quiera que los hallase los oiría a ellos benignamente. Van al rey [de Aragón] todos los mensajeros; y lo que Ramón Dezplá le dijo. Aunque el rey había dado esta respuesta, después estando en la galería del Real fueron todos juntos, estando los más de su consejo presentes y mucha gente. Ramón Dezplá dijo al rey que ellos habían consultado con su ciudad y tenían mandamiento de no referir la embajada sino juntamente con los mensajeros de los barones; y que pues el rey no deliberaba oirlos de aquella manera iban a pedirle licencia para partirse, porque ellos habían venido en un corazón y voluntad y de aquella misma suerte se volverían, y por ninguna cosa se dividirían; y así se despidieron. El rey [de Aragón] ofrece cortes a Cataluña. Publicaron que la principal causa de su embajada era para suplicar al rey que fuese a tenerles cortes; y así lo enviaron a decir al rey con el maestre de

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Montesa y que se les señalase lugar y tiempo; y con el mismo maestre les envió el rey a decir que él iría a tenerlas antes de la fiesta de navidad, y si pudiese en septiembre que no aguardaría al deciembre; y según ocurriesen los negocios, así les señalaría el lugar, y si concurriesen cosas que tocasen a las islas sería en Barcelona o Tortosa y si de las fronteras de Francia en Perpiñán o Girona, y si de Aragón en Cervera. Y con ninguna destas respuestas mostraron contentamiento. Prisión de algunos mensajeros de los barones de Cataluña. Despedidos los mensajeros de Barcelona mandó el rey llamar a los de los barones; y al tiempo del despedirse le dieron una carta de creencia de los barones y caballeros que estaban juntos en Molín de Rey; y Arnaldo Roger de Pallás hijo del conde de Pallás dijo al rey que los más de sus compañeros se habían quedado atrás por el miedo que les habían puesto del rey, y que sin los mensajeros de Barcelona no explicarían su embajada; y porque se decía que pretendían decir delante del veguer de Barcelona aquellas cosas injuriosas contra los del consejo del rey, con color que por constitución y costumbre del principado lo podían hacer, proveyó el rey que el veguer los prendiese como a personas que notoriamente injuriaban y ofendían la majestad real. Desta manera, con la autoridad que convenía, puso el rey remedio en un tan declarado movimiento, que se había publicado que el conde de Módica había de ir con los otros mensajeros, y que juntamente muchos caballeros que estaban en bando con Ramón de Torrellas enemigo del conde, que estaba en la misma sazón destas novedades en la corte. Lo que Bernardino Corio escribe sobre esta rebelión. Y Bernardino Corio -autor de las cosas del estado de Milán- osa afirmar que los catalanes habían deliberado por determinación de los tres estados de quitar al rey la obediencia si no echase los castellanos de su servicio; y hace mención de Ramón Dezplá como del principal mensajero que notificó aquella determinación al rey; y que el rey vino en ello, porque le ofrecieron de servir con una armada para cualquier empresa, y que fue la que se hizo para la jornada de Córcega: tanto estruendo causó esta novedad en Italia. Firma contra Alvaro de Garavito; y por qué. Privación del justicia de Valencia. Pero yo no hallo que se removiese ningún caballero castellano de su oficio, sino fue pretenderse con inhibición y firma del justicia de Aragón que el rey debía remover a Alvaro de Garavito, que había sido proveído del oficio de baile general del reino de Aragón no lo pudiendo ser. Y a instancia de los mensajeros de Barcelona y por trato y negociación de algunos caballeros del reino de Valencia del bando de los Centellas, privó el rey del oficio de justicia criminal de la ciudad de Valencia a Luis Vidal y lo cometió a Nicolás Joffre.

CAPÍTULO LXIX De la legacía de Alamán Pisano cardenal de San Eusebio, que vino a estos reinos; y de lo que se

ofreció por el rey a don Pedro de Luna por reducirle a la unión de la iglesia. Legacía de Alamán Ademaro Pisano y lo que el papa [Martín V] concedió al rey [de Aragón]. Después de la elección del papa Martín, se proveyó luego de enviar a España un legado apostólico que tratase con los príncipes della que don Pedro de Luna fuese forzado y apremiado como notorio cismático a la obediencia del verdadero pastor universal. Fue nombrado para esta legacía Alamán Ademaro Pisano cardenal de San Eusebio; y vino muy recomendado por el rey de romanos para que fuese recibido en estos reinos como lo requería la calidad del negocio a que era enviado; y puso mucha diligencia en su viaje. A todo lo que el papa condecendió en las gracias que el rey pretendía haber de la liberalidad de la sede apostólica fue absolverle y remitirle todas las pensiones que se debían a la cámara apostólica del censo de los reinos de Trinacria y Cerdeña y Córcega que se tenían en feudo por la iglesia que no se había pagado en los tiempos pasados; y esto era en remuneración de las señaladas obras que la iglesia había recibido del rey su padre por la unión y paz universal. Ceremonia del rey de romanos en el concilio. Fue esto hallándose aún el papa en Constancia, a

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15 del mes de marzo; y a 20 del mes de abril se tuvo la postrera sesión del concilio, y en ella se disolvió; y hallóse el rey de romanos a aquel auto con su hábito imperial. Lo que sobre la residencia del papa se procuraba. Y estuvo el papa todo este tiempo detenido en aquella ciudad, porque el rey de romanos deseaba que residiese allí por más tiempo o se pasase a Milán, sintiendo por muy grave que se viniese a Geneva según había publicado, mayor mente si de allí se fuese a Aviñón como se procuraba por los príncipes de la casa real de Francia. Y era de suerte la residencia del papa en Constancia que él y todo el colegio se tenían por detenidos en honesta prisión. Y el rey de romanos se había partido ocho días antes de la fiesta de pentecoste, pero volvió luego. El papa [Martín V] entró en Berna; el cardenal Pisano en Barcelona, y pasó a verse con el rey [de Aragón] a Zaragoza. Finalmente salió el papa de Constancia el lunes de pentecoste, y acompañóle el rey de romanos a pie a la mano derecha y el duque de Austria a la izquierda; y salióse a Zaffusa a tres millas de Constancia; y a 23 de mayo llegó a Berna donde fue recibido con muy grande fiesta. Llegó el cardenal Pisano a Barcelona por el mes de abril y vino legado de la sede apostólica en los reinos de Aragón, Valencia y Navarra. Y de Barcelona tomó su camino para la corte del rey y entró en Zaragoza a 7 del mes de mayo, a donde se le hizo gran recibimiento; y en público sermón se divulgó todo el proceso del concilio de Constancia. Lo que el rey [de Aragón] envió a decir a don Pedro de Luna y con quién. Del tratado que tuvo con el rey sobre su legacía resultó que el rey envió a Leonardo de la Caballería hijo de Hernando de la Caballería (que fue tesorero del rey don Hernando, y había estado en Constancia) a Peñíscola a don Pedro de Luna, para que de su parte le informase de la venida del legado apostólico a sus reinos; porque éste sabía la intención del papa, señaladamente en lo que tocaba al honor y estado de don Pedro de Luna, pues él quisiese hacer de su parte lo que era servicio de Dios y bien de la iglesia y del padre santo. Envióle el rey a decir que por los grandes beneficios que el rey su padre y los infantes sus hermanos habían recibido por su mano y por el grande amor que tenía a su persona, y por excusar los inconvinientes y daños que estaban en la mano de seguirse, le amonestaba, rogaba y requería tan caramente como podía, que él hiciese todo aquello que fuese servicio de Dios y bien de su universal iglesia. Certificábale el rey -por medio deste su embajador- que por estos respetos le procuraría del santo padre todo favor y honra y notable estado, y toda seguridad de su persona y de los suyos, y por su parte le aseguraba de todo aquello. Ofertas que el rey [de Aragón] hacía a don Pedro de Luna con acuerdo del legado y con intervención de Berenguer de Bardají. Estaba con don Pedro de Luna en Peñíscola en esta sazón don Rodrigo de Luna su sobrino, que era caballero de la orden de San Juan y de mucho valor, con quien principalmente procuraba el rey que le persuadiese a querer reducirse a la unión de la iglesia, porque era más parte con él que otro ninguno en tan anciana edad, advirtiéndole y representándole en cuanto peligro estaba porque no se podía más tolerar tanta dilación. Descendiendo a lo particular, ofrecía el rey que le daría seguridad que se le permitiría residir donde quisiese y que sería admitido al gremio de la iglesia y le dejarían todos los libros y bienes de la sede apostólica para durante su vida, y todos los otros a su libre disposición. Prometíanle cincuenta mil florines del cuño de Aragón cada año para sustenciación de su estado: y el rey le aseguraba de tenerle en sus reinos en el lugar que quisiese; y también se ofrecía de conservar en sus beneficios a los que residían entonces con él en Peñíscola. Todo esto se le ofrecía por el rey con acuerdo y parecer del legado y con intervención de Berenguer de Bardají. Diligencia que se hizo por medio de don Diego de Añaya; y quién fue. Y juntamente con esto pareció que don Diego de Añaya (que de la iglesia de Cuenca había sido en este tiempo promovido a la de Sevilla por el papa Martín y era amigo del legado, y había sido gran servidor de

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don Pedro de Luna y se halló en el concilio de Constancia y a la elección del papa) que era muy señalado varón, fuese a Peñíscola para hacer con él estos mismos oficios. A don pedro de luna se le dio veneno y el legado juntó congregación en lérida. fue cosa muy pública y divulgada por los que eran devotos de don pedro de luna que estando el legado en zaragoza, procuró se diese veneno con que muriese; y aunque se le dio, vivió algunos años y el legado falleció antes. Juntó el legado congregación de los perlados destos reinos en la ciudad de Lérida; y todo el tiempo que duró su congregación estuvo el rey en la villa de Fraga, a donde se detuvo los meses de octubre y noviembre y casi todo el de deciembre; y allí se dio orden que la clerecía destos reinos sirviese al rey con sesenta mil florines. Don Dalmao de Mur y Gonzalo García de Santa María: quiénes fueron. Eran embajadores del rey en este tiempo en la curia romana don Dalmao de Mur obispo de Girona, persona de gran linaje en el principado de Cataluña, y que tenía mucho deudo con los grandes dél; y Gonzalo García de Santa María. Y insistía siempre el rey por haber de la sede apostólica los castillos de Monzón y Peñíscola. Y como murió en fin deste año don Pedro de Zagarriga arzobispo de Tarragona, suplicó el rey al papa que proveyese de la iglesia de Tarragona al obispo de Sigüenza, y de la iglesia de Sigüenza a Gonzalo García. Pero el arzobispado se proveyó en el obispo de Girona, que fue un gran perlado.

CAPÍTULO LXX

Del matrimonio de la infante doña María, hermana del rey de Aragón, con el rey don Juan de Castilla.

La reina doña Leonor dio a su hijo el infante don Enrique el condado de Alburquerque y otros estados; y con qué condiciones. Estaba por este tiempo la reina doña Leonor madre del rey de Aragón, en Medina del Campo que era del infante don Juan su hijo; y a 6 del mes de mayo deste año hizo donación al infante don Enrique su hijo maestre de Santiago del condado de Alburquerque y de las villas de Medellín, Azagala, La Cobdessera y Alcoveta con Las Garrovillas, Alconchel, Ledesma, Salvatierra, Miranda, Montemayor, Granada y Galisteo que era patrimonio suyo de la reina; pero habíase así ordenado en el testamento del rey de Aragón con la voluntad de la reina. Fue con expresa condición, que el infante mezclase en sus armas las de la reina su madre, que fueron las del conde don Sancho su padre, hermano del rey don Enrique el mayor, de quien la reina había heredado aquel condado y villas. Reservóse la reina por su vida todos los frutos y rentas de aquel estado; y el infante lo aceptó y se obligó de procurar que el rey de Castilla consignaría sobre las alcabalas de aquellas villas todo lo que se debiese a la reina su madre y a las infantes doña María y doña Leonor sus hermanas, y al infante don Pedro su hermano. Muerte de doña Catalina, reina de Castilla; y quién fue don Sancho de Rojas. Falleció la reina doña Catalina, madre del rey de Castilla en Valladolid el 1.º de junio siguiente; y por su muerte se concertó el desposorio y matrimonio del rey de Castilla con la infante doña María hermana del rey de Aragón, que estaba con la reina su madre, siendo gran parte para que se efectuase don Sancho de Rojas arzobispo de Toledo que fue hechura del rey don Hernando de Aragón; y muerta la reina doña Catalina, con el favor de la reina de Aragón y de los infantes de Aragón sus hijos, tenía a su mano todo el gobierno de aquellos reinos. Desposorio de don Juan [II], rey de Castilla, con doña María infante de Aragón. Por su orden se estorbó que el rey de Castilla no casase con la infante doña Leonor, hija del rey de Portugal, que lo procuró cuanto pudo. Hízose el desposorio en Medina del Campo, un miércoles a 20 del mes de octubre deste año; y halláronse a él la reina de Aragón y los infantes don Juan, don Enrique y don Pedro sus hijos y muchos de los grandes del reino, hallándose el rey de Aragón en la villa de Fraga.

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También se afirma por Pero Carrillo de Albornoz en el sumario que compuso de la historia del rey don Juan el II, que entonces fue acordado que se hiciese casamiento de la infante doña Catalina hermana del rey de Castilla con uno de los infantes de Aragón. Combate del lugar de Argel. Parece en memorias destos tiempos que por el mes de agosto deste año pasó don Pedro de Moncada con armada de galeras a las costas de Africa, y fueron en ella muchos caballeros del reino de Valencia; y sacando su gente a tierra fueron a combatir el lugar de Argel, porque de los cossarios que dél salían se recibía mucho daño en todas las costas destos reinos y del reino de Murcia. Y los moros pelearon tan bravamente que los nuestros se hubieron de recoger a sus galeras con mucho daño de los suyos.

CAPÍTULO LXXI

De la sentencia que se dio contra don Antonio de Luna. Confianza del conde de Urgel; los que le valían y con qué medios. Estuvo la causa de don Antonio de Luna y la ejecución de la sentencia que contra él se dio suspendida mucho tiempo; y él con licencia del rey, residió muchos días en Cataluña por la consideración de los parientes que tenía, que eran grandes señores, así en Aragón como en Cataluña. Demás de la contemplación que se tuvo con estos señores, el rey iba entreteniendo la determinación de su causa, porque el conde de Urgel, después de la muerte del rey don Hernando, tuvo gran confianza en la clemencia del rey su hijo en su nueva sucesión, y procuraban los grandes príncipes de Italia y Alemania por amor del marqués de Monferrat, por el mucho deudo que tenía con el conde. Y por su instancia el papa Martín intercedió que el rey usase de la clemencia que hubiese lugar, considerando el deudo que aquel príncipe tenía en la casa real de Aragón. Y esto procuró con el papa, Ramón Berenguer de Fluvía que estaba por el conde en su corte y le fue a esperar a Berna a donde el papa se vino como dicho es, de Constancia. Guiaje a don Antonio de Luna. Por eso se iba también disimulando con don Antonio de Luna; y estando el rey en Balaguer a 6 del mes de enero del año siguiente de 1419 aseguró a don Antonio de Luna para que pudiese estar y residir en las tierras y estados de don Juan Ramón Folch conde de Cardona y de don Guillén Ramón de Moncada, sus sobrinos, por la voluntad del rey, y más veinte días. Casi grave. Y esto se tuvo en más, estando el rey tan vecino de las tierras de aquellos señores y habiendo en el reino de Aragón gran disensión entre muchos caballeros que andaban en bando y puestos en armas: porque el mes de deciembre pasado, estando el rey en Fraga, sucedió que un caballero principal que se llamaba Juan de Pomar sacó del castillo de Mozota a Angelina Coscón hija de Beltrán Coscón que era defunto, estando con Angelina Dezval su madre. Y había sido casada Angelina Coscón con Ramón de Mur baile general de Aragón. Fue Juan de Pomar a cometer este insulto con mucho número de gente de caballo y de pie, y entró de noche en el castillo violentamente y llevó aquella dueña consigo; y aunque el rey daba todo favor para que Blasco Fernández de Heredia gobernador de Aragón procediese contra los delincuentes, no se podía tan fácilmente ejecutar la justicia. Sentencia contra don Antonio de Luna. Finalmente se publicó la sentencia contra don Antonio de Luna, que se dio por ciertos jueces que fueron nombrados por el rey don Hernando y por la corte general de Aragón; y por ella fue declarado por traidor y le condenaron a muerte, habiéndose ya ocupado sus villas por razón de las penas en que había sido condenado por el juez eclesiástico por la muerte del arzobispo don García Fernández de Heredia. Mujeres de don Antonio de Luna y pretensión de su hija. Tuvo en este reino, como dicho es, un gran estado y fue casado dos veces: la primera con doña Aldonza de Luna hija de don Juan

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Martínez de Luna señor de Illueca; y después casó con doña Leonor de Cervellón y dejó sólo una hija que se llamó doña Elfa de Luna que mucho tiempo después pretendió que el rey don Hernando no la pudo privar de la sucesión del estado que fue de don Pedro de Luna y de doña Elfa de Ejérica sus agüelos. Y quedó desamparada y desfavorecida de todos sus parientes, teniéndolos de tanta calidad en Aragón y en el principado de Cataluña. Muerte de don Antonio de Luna. Y algunos afirman que don Antonio de Luna murió en Mequinenza, lugar de don Guillén Ramón de Moncada su sobrino.

CAPÍTULO LXXII

Del matrimonio que se celebró entre el infante don Juan y la reina doña Blanca de Sicilia hija del rey de Navarra.

Casamiento del infante don Juan con doña Blanca reina de Sicilia; y embajada a Navarra y a Castilla. Estaba concertado el matrimonio del infante don Juan duque de Momblanc y Peñafiel y señor de la ciudad de Balaguer con la reina doña Blanca hija del rey de Navarra, que fue mujer del rey don Martín de Sicilia; porque la infante doña Isabel, hija del mismo rey de Navarra, que había sido desposada con el infante se casó, como dicho es, con el conde de Armeñaque. Y el infante estuvo más aficionado a la reina, así por ser mayor como porque fue muy valerosa princesa. Teniendo esto en términos de concluirse y hallándose el rey de Aragón en San Cugat del Vallés a 16 del mes de julio, envió al rey de Navarra y a la reina su hija a Juan Fernández de Heredia, que era de su consejo y su camarero, a declarar el contentamiento que había recibido que aquel matrimonio se efectuase. De allí pasó a Castilla, a la reina su madre y a los infante sus hermanos, para que se diese conclusión en todo, sobre lo cual habían enviado la reina doña Leonor y el infante don Juan al rey a mosén Hernando de Vega y a Alonso Hernández de la Fuente; y estando en todo conformes fue a Navarra Diego Gómez de Sandoval adelantado mayor de Castilla, gran privado del infante don Juan y su mayordomo mayor. El adelantado de Castilla hizo el desposorio con poder del infante [don Juan]. Y llevó poder para desposar a la reina en nombre del infante: y salió de Segovia a 23 de mayo. Fueron con el adelantado don Diego obispo de Calahorra, el doctor Hernán González de Avila canceller mayor del infante don Enrique y oidor de la audiencia del rey de Castilla, el doctor Hernán Velázquez de Cuéllar alcalde mayor del infante don Juan y también oidor de la audiencia del rey de Castilla. Cortes en Olite para beneficio de la reina de Sicilia. Tenía el infante en Castilla tan gran estado como se ha referido, y esperábale heredar muy grande de la reina su madre. Y para mayor confirmación de lo que estaba acordado mandó el rey don Carlos de Navarra llamar a los estados de aquel reino a cortes en la villa de Olite. Y lo que primero se asentó fue concertar una muy estrecha confederación y amistad entre el rey de Navarra y el infante; y con muy solemne juramento declaró el rey de Navarra que no tenía firmado matrimonio suyo ninguno después de la muerte de la reina doña Leonor su mujer, ni le firmaría, constante el matrimonio de la reina su hija, que era legítima heredera y sucesora de aquel reino y del infante su marido, o teniendo hijos que les sucediesen; y que no había legitimado ni legitimaría ninguno de sus hijos, porque tenía muchos que no eran legítimos, para que pudiesen heredar el reino de Navarra ni el ducado de Nemurs que tenía en Francia. Nota. Exceptaba cierta renta que se había señalado en dote a la infante doña Beatriz su hija, que era muerta, y había sido casada con Jaques de Borbón conde de La Marcha, que era en este tiempo rey de Nápoles, y tuvieron una hija que se llamó Leonor de Borbón; y dos mil libras tornesas que mandaba dar de renta a don Godofre de Navarra su hijo conde de Cortes. Dote de la reina [Juana] de Sicilía. Sumó lo que se dio en dote al infante más de trecientos y sesenta mil florines de Aragón; y en esta suma entraban el dote de la misma reina doña Blanca

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que se pagó al rey don Martín de Aragón cuando casó con el rey de Sicilia su hijo, y el dote de la infante doña Isabel hija del mismo rey de Navarra, que casó con el conde de Armeñaque y le había recibido el rey don Hernando, que eran sesenta mil florines; y por ellos obligó al rey de Navarra, las villas y lugares de Haro y Briones, Cerezo y Bilhorado cuando se concertó el matrimonio del infante don Juan y de la infante doña Isabel, que después se deshizo. También entraba en esta suma el dote que se dio a la infante doña María hermana del rey de Navarra, que era muerta, y se había de cobrar de don Alonso duque de Gandía su marido, porque de aquel matrimonio no quedaron hijos. Acuerdo en favor de los hijos de este matrimonio; y lo que el papa dispensó. Quedó acordado que el hijo o hija mayor que naciese deste matrimonio y heredase el reino de Navarra, sucediese en todas las tierras y estados que perteneciesen al infante don Juan en los reinos de Castilla y Aragón. Para este matrimonio precedió dispensación apostólica por ser la reina doña Blanca prima hermana del rey don Hernando padre del infante; y se había concedido por el papa Martín en la ciudad de Mantua a 30 del mes de deciembre pasado. Celebróse el desposorio en la villa de Olite. Celebróse el desposorio por palabras de presente por el adelantado de Castilla; y fue todo esto jurado y firmado en la villa de Olite por el rey y por la reina su hija y por el adelantado, a 5 del mes de noviembre deste año; y por los tres estados del reino que estaban ayuntados a cortes. Suspensión de la premática que Benedicto [XIII] promulgó contra los judíos. En este año, estando el cardenal Pisano legado apostólico en Barcelona, el postrero de febrero, a instancia del rey, suspendió la premática que Benedicto había promulgado contra los judíos de que en estos anales se hace mención, fundándose en que era muy perjudicial no sólo contra aquella gente pero contra los cristianos mismos. Y de allí se fue el legado para el papa que estaba con su corte en Florencia. El papa [Martín V] estaba en Florencia y suceso de cuatro cardenales de don Pedro de Luna. Y los cuatro cardenales que estaban con don Pedro de Luna en Peñíscola y los otros perlados que le seguían, le dejaron; y los cardenales se fueron a Florencia; y los tres pasando a Roma con el papa vivieron poco tiempo; y don Alonso Carrillo cardenal de San Estacio fue enviado de Florencia por legado a Bolonia. Elección de don Alonso de Argüello arzobispo de Zaragoza. En este tiempo fue removido por el papa Martín de la iglesia de Zaragoza don Francisco Clemente, que había sido eligido por el cabildo; y fue proveído della don Alonso de Argüello, de la orden de San Francisco, que era natural de los reinos de Castilla. Y don Francisco Clemente volvió a su iglesia de Barcelona a donde fue primero perlado, y se le dio título de patriarca de Jerusalén. Y reservó el papa la provisión de la iglesia metropolitana de Zaragoza a la sede apostólica en vacando por muerte de su pastor. Publicóse antes de la partida del legado, por él y por el rey, que irían a cercar a don Pedro de Luna en Peñíscola; pero aquello se fue entreteniendo con otras novedades todo el tiempo que el de Luna vivió.

CAPÍTULO LXXIII

Del fallecimiento del santo varón fray Vicente Ferrer. Muerte, entierro y canonización de san Vicente Ferrer lumbrera de la iglesia. Valencia patria de san Vicente Ferrer. En este año de 1419, según escribe Martín de Alpartil autor del mismo tiempo y que conversó y comunicó familiarmente al santo varón y siervo de Dios fray Vicente Ferrer, falleció este glorioso santo en la ciudad de Nantes en Bretaña, un miércoles a 5 del mes de abril, que por el papa Calixto III fue puesto en el número de los santos confesores; y fue sepultado su cuerpo en la iglesia catedral de aquella ciudad. Fue este santo varón un lucero resplandeciente en los reinos y provincias del occidente y en toda

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la iglesia católica, que era estimado y tenido por un varón apostólico, cuya doctrina y santidad de vida reverenció no solamente la ciudad de Valencia, su propria patria, pero todas las provincias de España, Saboya, Normandía, Bretaña, el Delfinado y Piamonte y las riberas de Génova y el estado de Borbón, y otras regiones de Francia, a donde fue muy celebrada su predicación y se manifestaron por la gracia de nuestro Señor sus maravillosas obras con grande admiración y devoción de las gentes. Más de veinte mil judíos y moros convirtió san Vicente Ferrer. Fue cosa muy cierta y confirmada por aquellos siglos que por su predicación y santidad de vida se convirtieron a nuestra santa fe católica más de veinte mil judíos y moros; y así manifestó nuestro Señor su gloria con muchos milagros que obró por la intercesión deste santo varón, el cual falleció de setenta y cinco años. Muerte de Bonifacio Ferrer, hermano de San Vicente; y cosas particulares de su vida. Había fallecido en el año de 1417 Bonifacio Ferrer su hermano, en el mes de abril, en el monasterio de Val de Cristo de la cartuja, en el reino de Valencia, que fue prior general de aquella orden, varón de singular religión y doctrina y muy celebrado en todas las naciones. Había sido elegido prior general de la cartuja a 22 de junio de 1402; y por lo que tocaba a la unión de la iglesia por mandado de Benedicto vino a España el año de 1408, y eligió su habitación en el monesterio de Val de Cristo; y habiéndose apartado de su obediencia y prelacía las otras provincias, celebraba capítulo general todo el tiempo que vivió en aquel monesterio donde residía a los conventos que le obedecían; y concurrían a su obediencia los priores de su orden de las provincias de España y el prior del monesterio de Piedra Castro de la provincia de Borgoña.

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LIBRO XIII

CAPÍTULO I

De la armada que mandó juntar el rey para pasar por su persona a la isla de Cerdeña. Apresta el rey [de Aragón] armada para pasar a Cerdeña. Cuando estos reinos habían de estar en toda fiesta y regocijo por las bodas de la reina de Castilla y del desposorio del infante don Juan, en que el rey de Aragón su hermano había de emplear la nobleza y caballería de sus reinos, siendo en el principio de su reinado, estuvo el rey ocupado con todo su pensamiento en mandar poner en orden su armada de mar y juntar la gente de guerra para pasar con ella a Cerdeña; porque las cosas de aquel reino nunca se acababan de apaciguar y siempre había en él rebeldes o naturales o extranjeros. Los de la casa de Cinercha son valedores del rey [de Aragón] en la isla de Córcega. También tenía el rey muy deliberado en su ánimo que se diese todo favor y socorro a los barones de la casa de Cinercha que eran condes de Istria, que de tiempo muy antiguo fueron aliados y confederados de la casa real de Aragón y se tenían por sus vasallos, y sustentaban su derecho con su parcialidad en la isla de Córcega, que eran muy guerreados y perseguidos de genoveses con las armadas y gente de aquella señoría. Edad, ánimo y pensamientos belicosos del rey [de Aragón]. Con tal determinación como ésta dejó el rey de hallarse siendo tan vecino a las fiestas de las bodas de la reina de Castilla y del infante don Juan sus hermanos estando en edad tan floreciente que apenas había cumplido veinte y tres años; y como a los grandes príncipes por orden del Cielo y disposición divina se les junta cierta buena suerte para salir con grandes empresas, juntóse con el ánimo excelente deste príncipe y con su gran valor su buena ventura, que parecía que le llevaba tras sí tan de su corazón y voluntad, con esperanza de empresas no tan grandes a que él tenía razón y tanta obligación de acudir que no igualaban a sus pensamientos para que de allí pasase a todo lo que se podía emprender, y fuese el más esclarecido príncipe y más victorioso que otro ninguno de sus tiempos. En las cosas de Sicilia y Cerdeña descubrió el rey [de Aragón] su ánimo y en las de Castilla su prudencia. En ninguna cosa se pudo entender tanto la grandeza de ánimo deste príncipe como en haber puesto todo su pensamiento en asegurar sus reinos de Sicilia y Cerdeña, que tan opuestos estaban a la ofensa de otros príncipes y potentados y a las cosas de Italia, conociendo cuán aparejadas eran para que dellas se siguiesen grandes empresas y no curar de las cosas de Castilla y dejar de entremeterse en el gobierno dellas, de que no podían excusarse grandes movimientos y disensiones como después pareció. Así fue que sobre todas sus virtudes, que todas fueron muy excelentes, se señaló su magnificencia en las cosas públicas y en el menosprecio de todo lo que no se conformaba con la majestad de su reino. Rayo contra genoveses era el rey [de Aragón]. Mostró bien el ánimo que tenía de poner su persona en grandes hechos y que todo su pensamiento era sustentar la gloria que sus antecesores ganaron, señaladamente en las cosas de la mar y contra genoveses que eran tan declarados enemigos y perseguían la parte del conde Vicentelo de Istria que con grande valor sustentaban los lugares que con su parcialidad se defendían en Córcega en la obediencia del rey. Quién fueron Juan de Corbera, don Artal de Luna y don Simón de Moncada. Convenía juntamente con esto poner en muy pacífico estado las cosas de Sicilia y Cerdeña, aunque mucho más en las de Cerdeña; porque parte della estaba en poder de los rebeldes. Era en esta sazón lugarteniente y capitán general de aquel reino por muerte de Acart de Mur que murió en él, un caballero catalán que se llamaba Juan de Corbera que se gobernó muy valerosamente, conservando la gente de

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armas de Sicilia que había pasado a hacer la guerra contra los que perseveraban en su rebelión; y fueron por capitanes de aquellas compañías don Artal de Luna conde de Calatabelota y don Simón de Moncada. El marqués de Oristán persona importante, y lo que fue Leonardo de la Caballería. Fue muy gran parte para sustentar en la obediencia del rey las cosas de Cerdeña, y lo había sido en las turbaciones pasadas, Leonardo Cubello y de Arborea marqués de Oristán y conde de Gociano, que no solamente sirvió con gran lealtad con su persona y estado que era grande en aquel reino, pero con grandes sumas de dinero; para lo cual fue enviado a Cerdeña Leonardo de la Caballería. Visorreyes. Con éste que fue ministro del rey en cosas de mucha confianza dio el rey aviso al marqués que pensaba pasar por su persona muy brevemente a la empresa de Córcega; y de lo mismo se advirtió a don Antonio de Cardona y al canceller Hernán Velázquez de Cuéllar que fue enviado por este tiempo a Sicilia y a Martín de Torres que fueron visorreyes. El rey [de Aragón] ordenó su armada; la vuelta que dio con ella y a quiénes hizo capitanes. Y en este año tuvo el rey en orden su armada de galeras; y anduvo discurriendo con ella por las costas de Cataluña, y pasó a Mallorca y volvió al grao de Oropesa a 27 de agosto del mismo año de 1419. Y la publicación de la jornada era que la armada que se ponía en orden y cada día iba creciendo, era para visitar el rey sus reinos de Sicilia y Cerdeña. Nombró por capitanes de sus galeras, de la real a Nicolás de Valdaura ciudadano de Valencia, muy diestro y valeroso capitán en las cosas de la mar, y al maestre de Montesa, don Pedro de Centellas, don Francés de Belvis, Juan Pardo de La Casta, Nicolás Joffre, Juan de Bardají hijo de Berenguer de Bardají y Juan de Eslava. Muerte del vizconde de Narbona; y quién le sucedió. Había muerto por este tiempo Guillén vizconde de Narbona, que fue hijo de Aymerico vizconde de Narbona y de doña Leonor de Arborea; y aunque se había concertado con el rey de renunciar su derecho en el juzgado de Arborea, y había recibido cierta suma de dinero en que se habían conformado que se le diese por el estado, había vuelto a su antigua contienda y a tener en armas los que se habían rebelado. El asiento que con el vizconde de Narbona había se confirmó. Sucedió en el estado de Narbona y en el derecho del juzgado de Arborea Guillén de Tineriis hijo de Guillén de Tineriis y de una señora de la casa del vizconde que sucedía en el estado; con quien fue muy fácil cosa concertarse el rey que pasase por el asiento que se había tomado con el vizconde Guillelmo su antecesor, dándole cien mil florines. Apresuró el rey lo de su pasaje, de manera que estando en Tortosa en fin del mes de febrero del año de 1420, declaró que se haría a la vela en fin del mes de marzo siguiente.

CAPÍTULO II

De la división que los grandes de Castilla pusieron entre los infantes de Aragón don Juan y don Enrique.

La reina [de Aragón] queda lugarteniente general. Dejaba el rey estos reinos en toda la paz y unión que pudieron alcanzar en todo el tiempo de los reyes pasados, y por su lugarteniente general en ellos a la reina doña María su mujer, con sus consejos formados de perlados y caballeros sus naturales y de personas muy graves en letras; y fue gobierno en gran manera sosegado y pacífico, empleando el rey en las cosas de la guerra y en los cargos della muchos señores y gente principal y sacando del reino muchos que solían poner disensión y revuelta en él, y eran baderizos y allegadores de los criminosos y delincuentes. Lo que resultó de quererse apoderar el arzobispo de Toledo de las cosas del gobierno de Castilla. Habían gozado los reinos de Castilla en vida del rey don Enrique en muchos años de su reinado de mucha paz y justicia y en ella se conservaron después de su muerte por el buen gobierno de la reina doña Catalina en la menor edad de su hijo y del infante don Hernando antes que tomase la posesión destos reinos; y después por la grande conformidad que hubo entre ellos en su

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regimiento. Muerto el rey de Aragón y la reina doña Catalina, don Sancho de Rojas arzobispo de Toledo, con el favor de la reina de Aragón y de los infantes sus hijos, se comenzó a apoderar de todos los hechos del reino, de suerte que todo se ordenaba y disponía por su mano; y de allí se siguió que el almirante y don Ruy López de Avalos condestable de Castilla y Juan Hurtado de Mendoza (que era mayordomo mayor del rey y estaba muy cerca de su persona), Pero Manrique adelantado del reino de León y don Gutierre Gómez de Toledo arcidiano de Guadalajara (a quien el rey de Aragón había dado gran lugar en las cosas del estado y del gobierno de las provincias que estaban a su cargo) tuvieron tales formas y medios con el infante don Enrique por medio de Garci Fernández Manrique su mayordomo mayor, que persuadieron al rey que de allí adelante no diese tanto mando y autoridad al arzobispo que se alzase con todo, y no fuese más parte que un voto con los otros grandes que estaban en su consejo. Liga del infante don Enrique. Tuvo el infante don Enrique juradas sus ligas con estos cinco señores que eran tanta parte en aquellos reinos; y para esto anduvo entre ellos Juan Fernández de Heredia; y por ser muy privado aquel caballero del rey de Aragón se favorecían más aquellos grandes, entendiendo que el rey de Aragón su hermano holgaba que la parte del infante don Enrique quedase con todo el regimiento de aquellos reinos, y el infante don Juan acudiese a lo del gobierno del reino de Navarra. Bando y parcialidad entre los infantes don Enrique y don Juan y lo que en esto hubo. Como quiera que todos mostraban estar llanos al servicio del rey de Castilla y al honor unos de otros, pero en lo cierto el arzobispo y Diego Gómez de Sandoval adelantado de Castilla su sobrino y don Fadrique conde de Trastámara se favorecieron del infante don Juan; y así recomenzó a declarar bando y parcialidad no sólo entre aquellos grandes por esta causa, pero entre los mismos infantes, hasta que en la villa de Madrid en el mes de marzo del año pasado, el rey de Castilla tuvo cortes: y siendo de edad de catorce años recibió en sí de concordia de los tres estados el regimiento de sus reinos. Entonces declaró el rey de Castilla, por inducimiento de aquellos grandes que se allegaron al infante don Enrique, que por ser en edad tan tierna y teniendo voluntad de regir bien sus reinos, le placía gobernar con consejo del arzobispo de Toledo y del almirante y condestable y del adelantado Pero Manrique; y fue acordado entre ellos de señalar uno que librase con el rey todos los negocios. Y como el arzobispo era canceller mayor de la poridad, pretendió que a él tocaba el libramiento, y no lo admitieron los tres; y tuvieron manera que el rey declarase que su voluntad era que tomase cargo del libramiento don Gutierre Gómez de Toledo. Discordia entre los infantes: por qué y quién la fomentó. Así sacaron al arzobispo del lugar que se había usurpado; y como era -según dél escribe Hernán Pérez de Guzmán- muy sensible y por esta razón más vindicativo que a perlado convenía, a fin de regir y mandar y de se vengar usaba de algunas cautelas y artes; y comenzó a tratar entre los infantes que fuesen discordes y no contentos de regir el rey de Castilla su reino por aquella manera: y así quedó entre los hermanos emulación y formada discordia. Rompimientos en Segovia estando allí el rey de Castilla; y las opiniones que sobre la causa de esto hubo. Porque estando el rey de Castilla en Segovia tuvo forma el arzobispo que los infantes se juntasen y con ellos el conde don Fadrique, el arzobispo de Santiago, el adelantado de Castilla y Garci Fernández Manrique, y hubo entre ellos gran rompimiento, teniendo los infantes y los que los seguían la iglesia de Santa María, y los otros con el rey el alcázar. Volvieron después los infantes a estar partidos en parcialidad de aquellos grandes; y ésta fue la verdadera causa de su discordia y no lo que un autor de aquellos tiempos escribe, que fue por la competencia de pretender cada uno de casar con la infante doña Catalina hermana del rey de Castilla; pues es así que antes que el infante don Juan partiese de Sicilia se procuró por su parte de casar con la reina doña Blanca, y aquel matrimonio le estaba mejor habiendo de suceder en el reino de Navarra.

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Casamiento del infante don Juan con la reina doña Blanca; y los que en él se hallaron. Después de todo esto, se confirmó el matrimonio del infante y de la reina doña Blanca en Guadalajara a 18 del mes de febrero deste año; y estando el infante en las casas de Hernando de Torres donde posaba, se hallaron a la solemnidad de firmar por su persona el matrimonio el arzobispo de Toledo, el conde don Fadrique, Juan Hurtado de Mendoza, Diego Pérez Sarmiento adelantado de Galicia, Diego Gómez de Sandoval adelantado mayor de Castilla, Alonso Tenorio adelantado de Cazorla, Diego Hurtado de Mendoza y los doctores Juan González de Acevedo, Fernán González de Avila, Fortún Velázquez y el canceller Pero Rodríguez. Estando así juntos, parecieron ante el infante don Sancho de Oteyza deán de Tudela y Pierres de Peralta del consejo del rey de Navarra, y Juan de Ezpeleta su camarero, que eran sus embajadores; y propusieron al infante que como por medio de Diego Gómez de Sandoval hubiese recibido por esposa por palabras de presente a la reina doña Blanca por su persona, firmase el matrimonio en virtud del poder que traía para ello Pierres de Peralta como procurador de la reina. Y así se hizo. Principio de la privanza de don Alvaro de Luna; y quién fue. En este tiempo, cuando los infantes de Aragón y aquellos grandes que los seguían andaban tan alborozados por tener parte en el gobierno y privanza del rey, un caballero mancebo que se había criado en la casa real, fue tan preferido a todos en la gracia y amor del rey que él solo era de quien el rey deseaba ser aconsejado y servido, y que los servicios que había de recibir se pusiesen a su nombre y cuenta, y fuese la confianza de todos sus pensamientos, y tan su querido y privado que no tuviese competidor y todo se ordenase y dispusiese a su albedrío. Este fue Alvaro de Luna, de muy ilustre y esclarecido linaje de parte de su padre, porque fue hijo de don Alvaro de Luna que fue señor de Jubera y Cornago en Castilla y copero mayor del rey don Enrique el III; y éste fue hijo de don Juan Martínez de Luna señor de Illueca y Gotor, hermano de don Pedro de Luna cardenal de Aragón que se llamó Benedicto, y de su segunda mujer que fue doña Teresa de Albornoz, que fue hija de micer Gómez de Albornoz senador de Roma y de doña Constanza de Villena, hija de don Sancho Manuel. Y así tenía este Alvaro de Luna por parientes grandes caballeros en Aragón y Castilla.

CAPÍTULO III

Que Juan Ximénez Cerdán justicia de Aragón, renunció su oficio; por que el rey quiso que fuese proveído en aquel cargo Berenguer de Bardají.

El magistrado del justicia de Aragón es refugio y amparo de las leyes. Estando el rey en Tortosa dando orden en su embarcación, entre las otras cosas que procuraba para dejar bien ordenadas las del gobierno y justicia en el reino de Aragón, era poner de su mano persona muy acepta y de gran confianza en el oficio y magistrado del justicia de Aragón, por ser de tanta superioridad y preeminencia y de tan absoluto poder y jurisdicción que es habido por el único amparo y refugio para la conservación de las leyes y de la libertad. Y en esto se aconsejó con diversas personas de las que en aquella sazón se hallaban en su corte; y señaladamente fueron don Alonso de Argüello arzobispo de Zaragoza, don Roger Bernaldo conde de Pallás, don Pedro Ximénez de Urrea, don Juan Fernández señor de Ijar, don Juan Martínez de Luna señor de Illueca y Pelegrín de Jassa, al cual proveyó entonces del oficio de racional del reino de Aragón. Era justicia de Aragón Juan Ximénez Cerdán muy notable varón y que lo había sido mucho tiempo, y por quien habían pasado muy arduos y grandes negocios en el reinado del rey don Juan y del rey don Martín su hermano; y después fue tan principal ministro para que el conde de Urgel no prevaleciese por la vía de hecho y de las armas y en la declaración de la justicia de la sucesión del infante don Hernando. El rey [de Aragón] desea mudar justicia de Aragón. Nótese el uso que había. Pero el rey tuvo

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mucho deseo de sacarle de aquel cargo y él tenía grandes prendas en el reino y estaba muy emparentado, por haber casado sus hijas con muy principales caballeros. Era muy usado en aquel tiempo el que era justicia de Aragón renunciar el oficio en poder del rey estando en cortes y fuera dellas y hallándose dentro del reino o fuera dél; y así se había guardado por Domingo Cerdán cuando fue proveído de aquel cargo Juan Ximénez Cerdán su hijo. No es válida la renunciación del justicia [de Aragón] si no se hace libremente. Y también estaba admitido que para hacer la renunciación se podía obligar el justicia de Aragón con juramento y homenaje, y era obligado de cumplirlo, lo que después fue prohibido que no se pudiese hacer sino libremente. Valor de Berenguer de Bardají. Conforme a esta costumbre, después de la muerte del rey don Hernando, el justicia de Aragón de su voluntad libremente se obligó por cierto contrato de renunciar el oficio en manos del rey siempre que fuese requerido; y con esto, deseando el rey proveer una notable persona para aquel cargo y de la mayor confianza que se podía hallar en este reino, acordó dejar proveído en él a Berenguer de Bardají que era muy señalado y excelente varón y el más famoso que hubo en España en sus tiempos, y el más principal en sus consejos de los de su profesión y de quien el rey más confiaba. Pide el rey [de Aragón] al justicia de Aragón que renuncie su oficio, y rehusa de hacerlo. Por esto el rey, antes de su embarcación, mandó requerir al justicia de Aragón que renunciase el oficio en su poder y cumpliese lo que había prometido y jurado de hacer la renunciación dentro de cierto tiempo. Rehusaba el justicia de Aragón de renunciar su oficio, y el rey se determinó que se procediese contra él hasta mandarle declarar por público perjuro y que había faltado a su fe y quebrantado la promesa que hizo a su rey y señor, pretendiendo que en aquel caso se debía tener por renunciado el oficio como si realmente lo renunciara. Pasó este negocio tan adelante que el rey con públicos pregones le mandó declarar y publicar por persona privada y que no tenía ninguna jurisdicción, y que no obedeciesen sus letras y provisiones ni de sus lugartenientes, ni fuesen ejecutados sus mandamientos. Los lugartenientes ejercen el oficio del justicia de Aragón. Pero como por ley y fuero del reino siempre que vacase el oficio de justicia de Aragón eran obligados a regir y administrar el mismo cargo los que fuesen lugartenientes, proveyó el rey que los que entonces lo eran usasen del oficio como si hubiera vacado; y mandó que fuesen obedecidos como lo debían ser de fuero, uso y costumbre del reino, hasta que él proveyese aquel cargo. Esto mandó ejecutar el rey estando en Tortosa a 28 de marzo deste año; y proveyó que Alvaro de Garabito baile general de Aragón lo hiciese publicar con pregones en Zaragoza y por todas las ciudades y villas del reino. El justicia de Aragón obtuvo firma en su favor y no obedecerla causó escándalo y alteración general. Tuvo el justicia de Aragón el mismo recurso a su tribunal que tienen todos los que piensan recibir fuerza y agravio del rey; y Juan Pérez de Cáseda, que era su lugarteniente, le otorgó sus letras de inhibición -que llaman firma de derecho- para que fuese oído y amparado en su posesión; y estas letras se presentaron a los jurados de Zaragoza. Pero no obstante este recurso, la reina como lugarteniente general mandó declarar con pregones públicos la revocación en fin del mes de julio; y así se notificó en todos los tribunales y a los jurados por Simón de Lidón procurador fiscal. Desto, como de un caso nuevo y extraño, hubo grande alteración y escándalo generalmente por todo el reino, como si se vieran despojados del amparo y defensa que sus mayores fueron introduciendo y fundando con diversas leyes y fueros por único remedio y recurso contra toda fuerza y violencia, así de los reyes y más poderosos como de los oficiales reales y que era el fundamento sobre que estribaba el beneficio público y universal de todo el reino y su libertad. Los que hacían por Juan Ximénez Cerdán justicia de Aragón. Mas aunque en esto al principio todos estaban muy conformes en no dar lugar a la renunciación sin que se entendiesen primero las causas de la obligación que hubo para renunciar que se hizo al rey, y don Juan de Luna señor de Villafeliz y Felipe de Urriés -que eran yernos del justicia de Aragón- y Juan de Sesé y sus hijos hacían todo su poder porque el reino tomase aquella causa por tan universal como se debía tener,

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a la postre hubo de renunciar, como él mismo escribe, en manos de la reina por la absencia del rey. El justicia de Aragón renunció; y fue proveído Berenguer de Bardají. Nota. Y fue proveído en su lugar Berenguer de Bardají. Tuvo el rey particular sentimiento contra él para proceder con tanto rigor, porque habiendo él proveído del oficio de baile general a Alvaro de Garabito porque de fuero todos los oficiales del reino que tienen jurisdicción han de ser naturales dél y no de otra nación, los cuatro estados del reino firmaron de derecho en el tribunal del justicia de Aragón pidiendo que fuese inhibido del oficio y que las comunidades de las aldeas de Calatayud y Daroca no le tuviesen por baile general; y el justicia de Aragón le inhibió para que no usase del oficio. Fiesta que se hizo a la reina [de Aragón] en Zaragoza. Quedó la reina, como dicho es, por lugarteniente general del rey en estos reinos, y vínose a Zaragoza, a donde fue recibida con palio y gran fiesta un jueves a 23 de mayo, aunque era la segunda entrada, porque cuando entró la primera vez no se recibió con fiesta ni palio por el fallecimiento de la reina doña Catalina su madre.

CAPÍTULO IV

Del pasaje del rey a Cerdeña; y que los lugares que estaban rebeldes se redujeron a su obediencia.

Con la armada que el rey [de Aragón] salió de Los Alfaques y llegó a Mallorca; y los que le siguieron. Teniendo el rey su armada a punto, que era de veinte y cuatro galeras y seis galeotas, se hizo a la vela de Los Alfaques a 7 del mes de mayo deste año; y arribó a Mallorca a 9 del mismo en aquella parte de la isla que llaman Las Fuentes de San Pedro; y allí se juntaron con la armada real cuatro galeras de la señoría de Venecia. Después fueron en su seguimiento muchas naves y otros navíos en que fue gran caballería y buena parte de los barones destos reinos. Peligro en que la galera real se vio. Y navegando la vía de Cerdeña la galera de Juan de Eslava que iba a todas velas, con la escuridad de la noche embistió la galera real por la popa tan furiosamente que la mayor parte de la chusma fue a la mar y estuvo en grande peligro de ir a fondo la galera. [desembarco en Alguer.] Tomó tierra toda la armada en el Alguer, a donde estaba el conde don Artal de Luna con sus compañías de gente de armas haciendo la guerra a los rebeldes y a los lugares que estaban alzados con diversas entradas y correrías; y teníalos ya tan acosados que no se atrevían a salir en campo y se defendían en sus castillos y fuerzas. Terranova, Longosardo y Sácer están por el rey; y después toda la isla de Cerdeña lo estuvo. Mas con la llegada del rey fue con seis galeras a Terranova y luego se dio; y se entró por combate Longosardo y la ciudad de Sácer que es tan principal cosa en aquella isla y tanto tiempo había durado en su rebelión envió sus mensajeros para reducirse, y se puso en la fidelidad y obediencia del rey. Esto fue a 11 del mes de agosto; y de allí adelante toda la isla quedó pacíficamente debajo del señorío del rey; y para que del todo estuviese libre del señorío y sujeción de extranjeros el rey tomó a su mano el estado que fue del vizconde de Narbona. Dando el rey [de Aragón] cien mil florines se apoderó del estado que fue del vizconde de Narbona, cuya sucesión se acabó. Para acabarse de asentar esto, estando el rey en el Alguer a 17 del mes de agosto, Pedro Ramón de Monte Bruna en nombre de Guillén de Tineriis, padre y legítimo administrador de Guillén vizconde de Narbona su hijo y heredero universal de Guillén vizconde de Narbona, recibió los cien mil florines que estaba acordado por la renunciación que hizo del derecho que le pertenecía en el estado y juzgado de Arborea, y en las otras tierras y bienes que fueron de los jueces de Arborea, cuyo sucesor pretendió ser Guillén vizconde de Narbona como hijo de Beatriz de Arborea hija de Mariano juez de Arborea, que fue mujer de Aimerico vizconde de Narbona su padre.

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Los sucesores de Leonardo Cubello, fieles al rey [de Aragón]. Así se acabó la sucesión de los vizcondes de Narbona y quedó en la mayor parte de las tierras del juzgado de Arborea Leonardo Cubello marqués de Oristán y conde de Gociano y sus sucesores, que tenían deudo con la casa de Arborea y fueron grandes señores en aquel reino y muy leales a la corona real de Aragón.

CAPÍTULO V De la embajada que la reina Juana envió al rey, ofreciendo de adoptarle por hijo; y del socorro que

le envió contra el rey Luis que la tenía cercada. El capitán Braccio se hizo señor de Roma. Para entender la turbación en que estaban en este tiempo las cosas de Italia por lo que toca a nuestro propósito, y la miseria a que se habían reducido, bastará decir en suma que cuando se procuraba la unión de la iglesia con tanto consentimiento de todas las naciones, un solo capitán aventurero llamado Braccio de Montone con las compañías de gente de armas que le seguían, sin el favor de príncipe ninguno, se dispuso a hacerse señor de Roma, y fácilmente salió con ello con el favor del pueblo; y llamándose señor de Roma se contentaban los romanos que se llamase su defensor y protector. Deliberación de la reina Juana [de Nápoles]; cómo; y Sforza libertó a Roma de la opresión de Braccio. Quedando el castillo de Santángelo y la ciudad de Ostia en la obediencia de la reina Juana y considerando el peligro en que quedaría el reino, deliberó de dar todo favor al sumo pontífice que fuese eligido en Constancia, del cual esperaba que sería coronada; y salió a la empresa Sforza su capitán general, al cual hizo gran condestable del reino. Y Sforza valerosamente libró aquella ciudad de la opresión de Braccio. Toda aquella desventura resultaba por no reducirse aquella princesa al gobierno de su marido sino de sus privados; porque cuando comenzó el rey Jacobo como príncipe valeroso a entender en el gobierno del reino y deliberó de tener a su dispusición todas las fuerzas y puso en ellas franceses, hizo grandes ejecuciones de justicia, por lo cual indignó a la reina y conspiró en su perdición. Casamiento de Tristán de Claramonte con Catalina Ursina. Entonces, teniendo en poco a la reina, casó a Tristán de Claramonte (que era un caballero francés de gran linaje que él hizo conde de Convertino) con Catalina Ursina hija de Ramondelo conde de Nola -que fue el primer príncipe de Taranto de la casa Ursina- y de la reina María con quien casó el rey Ladislao. Libertad de la reina María que casó con el rey Ladislao. Y por este parentesco fue puesta en libertad la reina María y sus hijos Juan Antonio Ursino y de Baucio, que fue príncipe de Taranto, y Gabriel Ursino, que fue duque de Venosa; y fue restituído a la reina María Taranto y todo su estado, y se fueron a Pulla con el conde Tristán de Claramonte. Prisión del rey Jacobo [de Nápoles]. Viéndose la reina Juana fuera de la libertad que solía tener, y que el rey su marido le había quitado todos los servidores antiguos y privado de todo mando y señorío (y la hacía servir de criados franceses y le tenía puesta una guarda que era un Juan Belenguer que jamás dejaba de acompañarla), tuvo tales medios y tratos que saliendo el rey del castillo Nuevo y pasando al del Ovo, se apoderó la reina del Nuevo y fue preso el rey. Libertad del conde de Matera de la casa de Sanseverino. Puesto el pueblo en armas la reina se fue al castillo de Capuana y se iba apoderando del reino; y fueron echados los franceses. Y entonces fue puesto en libertad Sforza, y libraron al conde de Matera que era de la casa de Sanseverino que había diez años que estaba preso. Y hizo la reina gran senescal a Juan Caraciolo por quien gobernó de allí adelante todas sus cosas. Ida del rey Jacobo [de Nápoles], que se hizo religioso de San Francisco y acabó santamente. Teniendo la reina a su mano el gobierno del reino, puso al rey su marido en libertad y estuvo con la reina en el castillo de Capuana más de un mes; pero no se asegurando de su vida por la liviandad

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de la reina y por su deshonestidad, de miedo se fue a Taranto y nunca más la vio. Y se vino a Francia, a donde después de su muerte entró en religión en la orden de san Francisco y acabó sus días como un santo varón. Qué de males produce la deshonestidad. Estando Sforza en Florencia con descontentamiento grande que tuvo de la privanza del gran senescal, comenzó a tratar con el rey Luis que estaba en Génova; y hizo con él grande instancia que pasase a su empresa del reino, no con fin -según afirmaba- de echar dél a la reina, sino procurando que con aquel miedo la reina adoptase por hijo al rey Luis y se acabase por aquella vía una perpetua guerra y fuese echado del lugar y privanza que tenía el gran senescal por cuyo amor olvidada la reina de quién era ninguna cosa dejó de cometer con deshonestidad y vicio que pudiese hacer o sufrir torpemente, midiendo la grandeza de su estado con la licencia de su disolución, juzgando por cosa lícita todo aquello que le agradaba. Oferta del rey Luis a Sforza, a lo que la reina Juana [de Nápoles] envió a Florencia; y a quién. Ofreció entonces el rey Luis a Sforza que se hallaría en el reino por todo el mes de junio; y pasó a Florencia, enviado por la reina, un caballero de su casa de quien hacía gran confianza que se llamaba Antonio Carraffa que vulgarmente llamaban Malicia; y llevaba orden, temiendo lo que trataba Sforza, que el papa desviase de aquella empresa al rey Luis; y cuando no se pudiese acabar con él, acudiese al rey de Aragón, cuya llegada a Cerdeña y la fama de su valor era muy ensalzada por toda Italia. García Aznar de Añón: quién fue y lo que hizo. Hallábase acaso en Florencia un cortesano romano natural del reino de Aragón que se llamaba García Aznar de Añón -que fue después deán de Tarazona y obispo de Lérida- y dio gran esperanza al Caraffa que de príncipe ninguno del mundo no podía ser la reina socorrida ni favorecida tan oportunamente como del rey su señor; y así, hallando al papa muy tibio y indignado contra la reina, acordó de pasar a Cerdeña. Alza Sforza en Tierra de Labor las banderas del rey Luis; lo que pasó y la guerra que se comienza. Teniendo el rey Luis deliberada su empresa, entró Sforza con sus gentes en Tierra de Labor y comenzó de alzar las banderas del rey Luis y llamarse su gran condestable; y después arribó al reino el rey Luis por el mes de agosto con nueve galeras y cinco naves gruesas, al mismo tiempo que el rey estaba en el Alguer; y junto con Sforza asentó su real en la Torre del Griego; y la guerra se comenzó terriblemente. Nota. Desta manera, tratando el rey de poner en pacífico estado las cosas de Cerdeña y pasar a la empresa de Córcega, se le abría el camino para una de las mayores empresas que se pudo ofrecer a su valor y grandeza. Porque con la entrada del rey Luis en Tierra de Labor y tener cercada a la reina, todo el reino se comenzó a dividir en partes: unos siguiendo la parte anjoyna y otros la de Durazo que era la de la reina; y se llamó así por el rey Carlos de Durazo y de la Paz, su padre. Estrecho de la ciudad de Nápoles. Teniendo los anjoynos en mucho estrecho la ciudad de Nápoles, considerando el gran senescal que como el rey Luis seguía su empresa contra la reina, así Sforza emprendía aquella guerra por su perdición, entendiendo cuán a la mano estaba el socorro en la armada del rey de Aragón y que no tenía otro remedio ninguno, y que las cosas estaban en aquel reino en tanto peligro que requerían socorro de príncipe poderoso y de gente de guerra extranjera, como la fama del gran valor del rey se fue extendiendo por aquellas partes y que en la flor de su juventud tomaba la empresa de Córcega contra sus enemigos los genoveses, de quien el rey Luis se valía para sus armadas, fue muy fácil cosa que la reina le enviase a pedir que se doliese de ver una princesa perseguida por tantas partes de los suyos y de su enemigo, que estaba en tanta aflicción, que tenía en gran aventura de perder el reino y la vida, pidiéndole como a príncipe de tan grande ánimo que la socorriese, con oferta de poner en sus manos su reino para que le defendiese como haría los suyos proprios, pues ninguna diferencia se había de hacer del de Nápoles que del que el rey tenía en Sicilia.

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Antonio Carraffa pasó con García Aznar a verse con el rey en Cerdeña; y para qué. Para esto fue buen ministro aquel Antonio Carraffa que los catalanes llamaban Malis Carraffa; y con mucha disimulación se despidió del papa y se embarcó en Pomblín, publicando que se volvía a Nápoles. Y con el embajador García Aznar pasó a Cerdeña y halló al rey en el Alguer antes que la ciudad de Sácer se pusiese en su obediencia. Socorro a la ciudad de Nápoles. En este medio Sforza y los del bando contrario de la reina ponían en gran estrecho el cerco de Nápoles, porque estaban con mucho temor que el rey de Aragón había de pasar en socorro de la reina; y habían llegado con algunas compañías de gente de armas para ponerse dentro de Nápoles Luis Colona y Francisco Ursino y Cristóbal Gaetano que salieron al encuentro a las correrías que hacía Sforza en Tierra de Labor. Respuesta del rey [de Aragón] al embajador de la reina Juana [de Nápoles]. Cuando llegó Carraffa al rey y hizo el oficio que se requería para representar el peligro en que la reina estaba y todo su reino, y persuadir que con ánimo valeroso tomase la empresa de amparar a la reina de sus enemigos, que era obra de príncipe tan excelente como él era, el rey con su ánimo muy generoso no se movía tanto por la esperanza que se ponía delante que sucedería en aquel reino como hijo y único defensor de la reina ni por el derecho que se le ofrecía de ponerle luego en la posesión del ducado de Calabria, como a legítimo sucesor, cuanto considerando la variedad de las cosas humanas. Y dijo al embajador que estuviese de buen ánimo, dándole esperanza que enviaría socorro a la reina en tanta necesidad; y púsolo en deliberación de los de su consejo. Prudentes pareceres de los que aconsejaban al rey [de Aragón]. Había bien que considerar para que el rey no se pusiese ligeramente en una empresa como ésta; y lo primero se tenía cuenta con la vida y liviandad de la reina, que echaba de sí a su marido, príncipe tan valeroso y bastante para sustentar el reino y defenderle de su enemigo, y buscaba príncipe extranjero que le defendiese como hijo adoptivo; y también era muy sabida la inconstancia y continuas mudanzas de los barones del reino y muy conocida la poca afición que el pontífice tenía a la casa real de Aragón y la mucha que mostraba a la de Anjous y a su derecho. Los más del consejo del rey eran de parecer que no debía el rey ponerse en aquella empresa, ni obligar a ella sus reinos: los unos considerando las partes de los potentados de Italia, y otros el parentesco que el rey tenía con el rey Luis, siendo bisnietos del rey don Pedro de Aragón; y los más se movían por la poca firmeza y constancia de los barones, pues era cosa muy ordinaria y cierta mudarse ligeramente según los buenos o malos sucesos. Embajada del rey Luis al rey [de Aragón]. Estando el rey incierto y dudoso, no tanto de lo que él debía emprender como de lo que se había de resolver por los de su consejo, el rey Luis le envió un su embajador; y aunque la causa principal de su ida fue para pedir que el rey le valiese con parte de su armada para la empresa que había tomado de pasar al reino, como aquel embajador entendió lo que procuraba Carraffa y entendiendo del rey que no le negaría el socorro que se le pedía, mudó la recuesta de su embajada y dijo al rey que se maravillaba su príncipe que con falsas informaciones de algunos barones se moviese contra su causa y derecho, nunca le habiendo molestado en el suyo en la sucesión de su reino pudiéndolo hacer; y pidía muy caramente que no se engañase el rey por las vanas promesas de los barones como fue burlado el rey Luis su agüelo; y que él y su padre por la misma liviandad habían sido echados del reino. Que por esta causa determinaba de poner a todo trance su persona y estado, y amonestó al rey que desistiese de comenzar aquella guerra que tanta turbación había de causar en toda la cristiandad y se contentase con el señorío de tantos reinos; porque si el rey le diese el socorro de algunas galeras o no le fuese contrario, tenía por cierto que alcanzaría su derecho y justicia sin ninguna notable resistencia. Y esto era muy cierto porque el papa de afición era en gran manera inclinado a favorecer la casa y causa de Anjous. Respuesta del rey [de Aragón] al embajador del rey Luis. Respondió el rey a esta embajada, que él había ido para defender sus reinos de Sicilia y Cerdeña, que por una parte eran ofendidos por sus enemigos y por otra por ordinarios cossarios; y que hallándose en aquel reino viéndose la reina

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de Nápoles guerreada y perseguida de los que la habían desamparado le enviaba a pedir socorro por el deudo que con ella tenía; mas que también tenía consideración al que había entre él y su primo que él estimaba en lo que era razón, y muy fácilmente se inclinaría a dar el socorro que se le pidía de su parte si su primo dejase de dar favor a los genoveses y no estuviese confederado con aquella señoría, pues tenía con ella guerra y era tan enemiga de su corona real. Motivo que tuvo el rey [de Aragón] para socorrer a la reina de Nápoles; lo que dijo a su embajador y la confederación que se hizo. Pero el rey Luis entendía ser más útil para su empresa la amistad y confederación de los genoveses; y esto movió más al rey para declararse de socorrer a la reina y tomar aquella causa por propria. Y así se respondió al embajador de la reina que el rey saldría por su persona a la defensa de su reino contra sus enemigos, y no daría lugar que habiéndole poseído su padre y agüelos fuese echada dél por la maldad de los suyos. Asentóse la confederación entre el rey y la reina por medio de aquel embajador, ofreciendo que la reina adoptaría al rey por su hijo y se le entregarían los castillos y la posesión del ducado de Calabria. Y estando en el Alguer a 8 del mes de agosto, dio su poder a sus embajadores para que aquella concordia se confirmase por la reina; y éstos fueron tres: don Ramón de Perellós gobernador de los condados de Rosellón y Cerdania, y el doctor Martín de Torres que era visorrey de Sicilia con don Antonio de Cardona y con Hernán Velázquez, y Juan de Ansalón juez de la gran corte de Sicilia. El rey [de Aragón] envía armada y llegó al puerto de Nápoles. Pusiéronse en orden doce galeras y tres galeotas, cuyos capitanes eran el mismo don Ramón de Perellós y don Juan de Moncada y don Bernaldo de Centellas; y juntándose con otras tres galeras de la reina pasaron a Sicilia, y tomando algunas naves cargadas de vituallas y municiones navegaron la vía del reino, y entraron en el puerto de Nápoles a 6 del mes de septiembre. El castillo Nuevo [de Nápoles] se entregó al rey [de Aragón]. Y dentro de cinco días mandó la reina entregar a don Ramón de Perellós el castillo Nuevo y se puso en él guarnición de soldados de la nación catalana para que le tuviesen en nombre del rey.

CAPÍTULO VI

Que la reina Juana adoptó por su hijo al rey de Aragón y se le dieron los homenajes como a legítimo sucesor.

El rey Luis y Sforza levantaron el campo que tenían sobre la ciudad de Nápoles. Llegada la armada del rey a Nápoles, como era más poderosa que la del rey Luis, luego él y Sforza levantaron su campo. Y Baptista de Campo Fregoso, capitán de la armada con que pasó el rey Luis al reino, se fue a Sorrento; y de allí navegó la via de Génova. Prisión del duque de Atri y de otros. Los de Aversa, entendiendo la ida del rey Luis, le llamaron; y Joanot de Pertusa que tenía cargo del lugar o -según Bartolomé Faccio escribe- Francisco Gattula, lo entregó al rey Luis por grandes promesas que le hizo; y de Joanot Pertusa se afirma que era catalán y tuvo después a su cargo el castillo de Aversa, y otros le llaman Joanot de Pertus. Ello sucedió de manera que una noche se entró en Aversa la guarnición que tenía Sforza en Castelamar de Stabía y prendieron allí al duque de Atri y dos hermanos del duque de Celano. La entrada de aquella gente en Aversa fue a 16 de septiembre, el mismo día que con grande solemnidad la reina declaró por su hijo al rey y por su heredero y sucesor en todo su reino. La reina de Nápoles declara por su hijo y heredero al rey [de Aragón]; y con qué fundamento. Las causas de tomarle por hijo y heredero se fundaban en toda razón natural y derecho de las gentes, declarando que se hacía teniendo consideración al beneficio del reino y al bien y paz de sus súbditos, visto que por no tener sucesión y habérsele rebelado algunos de sus naturales -juntándose con su enemigo y poniendo cerco contra la ciudad de Nápoles- habían de ser

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guerreados y sojuzgados de sus enemigos. Que comunicándolo la reina con los grandes de su reino y con los de su consejo, no hallaron más seguro remedio para que su enemigo no se apoderase del reino que tomar al rey don Alonso por hijo y heredero, visto que los reyes de Aragón sus antecesores siempre florecieron en la justicia con gran clemencia y fueron cristianísimos y muy gloriosos príncipes; y así, de común acuerdo de los suyos, deliberó tomarle por hijo, mirando el merecimiento y grande valor de su persona real, debajo de cuyo reino y señorío los pueblos y naciones que le eran sujetas se gloriaban de la paz y justicia en que vivían. Lo que pasó entre la reina Juana y los embajadores del rey [de Aragón] confirmando la adopción hecha. Preguntaron los embajadores a la reina si ¿era así que quería que el rey don Alonso fuese su hijo justo y legítimo? y respondió la reina en voz alta que así lo quería, y preguntó a los embajadores si ellos en nombre del rey permitían que así se hiciese y respondiendo que sí entonces la reina, declarando que por aquella arrogación y adopción ninguna parte de los bienes del rey se transfiriese en ella, antes quedasen en su estado perpetuamente para sus sucesores, aprobó la adopción; y declaró que tuviese fuerza de ley supliendo todo defecto de hecho y derecho, señaladamente aquél que ordenaban las leyes romanas, que no se pudiese adoptar ningún absente y que los bienes del adoptado se suelen transferir en el que hace la adopción. La reina de Nápoles manda que como hijo suyo se obedezca el rey [de Aragón] y los que a esto se hallaron. Mandaba a todos los príncipes y barones y a todos los estados del reino, que de allí adelante le diesen la obediencia como a su carísimo hijo primogénito y como a heredero en aquel reino y a sus herederos y sucesores; y hizo solemne juramento de lo guardar y cumplir así por la evidente utilidad de la república; y que inviolablemente se guardase. Este auto se celebró en el castillo Nuevo de Nápoles, hallándose presentes sir Juan Caraciolo conde de Avellino y gran senescal del reino y Algrasio Ursino canceller, Christóbal Gaetano mariscal y Francisco Ursino capitán de armas, Francisco de Ricardis secretario de la reina y el mismo Antonio Carraffa y Mateo Puderico. Y testificaron el instrumento Domingo de Azirón y Juan de Vitellino secretarios de la reina. A don ramón de perellós, visorrey de nápoles, se le entregó el castillo del ovo. el mismo día anduvo don ramón de perellós (a quien el rey hizo su lugarteniente general en el ducado de calabria y en los castillos que se habían de tener a su obediencia por la ciudad de nápoles), con gran triunfo con cuatro banderas con las armas del papa y con las insignias reales de la reina y del rey a cuarteles; y se le entregó el castillo del ovo; y dentro de cinco días hizo dar la reina los homenajes de las congregaciones del regimiento de aquella ciudad, que está en poder de los gentiles hombres que ellos llaman sejos y del pueblo de Nápoles, en presencia del visorrey don Ramón de Perellós. Jura del rey [de Aragón] después de los días de la reina de Nápoles. Y juraron que en vida de la reina, la tendrían por su verdadera reina y señora, para que poseyese todo el reino, excepto el ducado de Calabria que había ya renunciado; y después de su muerte obedecerían al rey de Aragón su hijo por verdadero rey y legítimo sucesor.

CAPÍTULO VII

De los derechos anjoyno y de la casa de Durazo, en la cual fue subrogado el rey de Aragón. Guerra del reino de Sicilia con la casa real de Aragón; y por qué. Desde el tiempo que se dio al rey Carlos el I el reino de Sicilia por la iglesia, y muerto el rey Manfredo, tuvo gran guerra con la casa real de Aragón por el derecho que se había adquirido por el rey don Pedro en la sucesión dél, en nombre de la reina doña Constanza su mujer, hija del rey Manfredo; porque puesto que el emperador Federico el II fue privado del reino como enemigo de la iglesia y su hijo Manfredo no entró en la posesión pacífica, ni legítimamente fue el rey don Pedro de Aragón favorecido y llamado a la sucesión del reino por el papa Nicolao III.

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Los sicilianos y el papa Nicolás III llamaron al rey don Pedro [III de Aragón] a la sucesión de Sicilia. Y después, con ser también llamado por los sicilianos y defender la posesión de la isla de Sicilia por las armas, quedaron los herederos del rey Carlos el I en el señorío de los estados de Pulla y Calabria y en el principado de Cápua que vulgarmente llamamos el reino de Nápoles. Y el señorío de la isla de Sicilia se defendió por los príncipes de la casa real de Aragón como de su conquista, hasta que hubieron la gracia y consentimiento de la sede apostólica en tiempo del papa Gregorio XI, como se ha referido en su lugar en estos anales. División de los acontecimientos del rey, Carlos I. Mas porque en este tiempo el rey don Alonso, siendo llamado y requerido, hubo nuevo derecho en la sucesión del un reino y del otro, y estaban ya no solamente discordes y divididos entre sí los sucesores del rey Carlos el I pero más enemigos que lo estuvieron al principio por las cosas de Sicilia los nuestros y los franceses, los unos por el derecho de la sucesión de los reyes de Hungría y otros por los príncipes de las casas de Anjous y de Durazo, y desta contienda se ha de tornar a hacer mención algunas veces en el discurso destos anales, conviene en este lugar reducir lo que pasó en diversos tiempos para que se tenga cierta y entera noticia de los derechos y causas que tuvieron nuestros príncipes en la sucesión hasta este tiempo que se vino a fundar el derecho de la sucesión del reino de Nápoles por la mejor y más sana parte, que fue la casa de Durazo, que se confirmó por la sede apostólica estando ya unida y debajo del universal pastor de la iglesia. Principio de esta división. Comenzó desde la muerte del rey Carlos el II a nacer división entre su hijo y nieto, porque siendo el mayor Carlo Martelo rey de Hungría, no sucedió su hijo -que también se llamó Carlo- en los estados de Capua, Pulla y Calabria, sino Roberto su tío; porque el rey Carlos el II quiso que en su vida el papa Bonifacio declarase a quién pertenecía la sucesión, si era de Roberto su hijo o de Carlos rey de Hungría su nieto; y el papa, que no tenía mucha gana que el reino de Hungria se juntase con aquel reino, declaró que debía suceder Roberto y que había de ser preferido el tío al sobrino. Por muerte del rey Roberto, sucedió la reina Juana I; y casó con Andrés hijo segundo del rey de Hungría. De manera que muerto Carlos II ya quedaba disensión y competencia entre aquellos príncipes, sucediendo de una casa y tan cercanos en parentesco; y ésta se convirtió en enemistad y se fue más encendiendo después que muerto el rey Roberto sucedió en el reino su nieta, que fue la reina Juana, primera deste nombre, hija de Carlos su hijo que el rey Roberto hubo de la reina doña Violante su mujer, hija del rey don Pedro de Aragón, quedando no solamente fuera de la posesión del reino el rey de Hungría su sobrino hijo de su hermano mayor, pero los otros sus hermanos, que fueron el príncipe de Taranto y el duque de Durazo. María, hermana de la reina Juana I, casó con Carlos duque de Durazo. Para soldar en alguna manera aquel agravio, en vida del mismo rey Roberto y del rey Carlos de Hungría su sobrino, se concertó que Andrés hijo segundo del rey de Hungría casase con aquella primera nieta del rey Roberto que sucedió en el reino al rey su agüelo. Y entonces se determinó que Luis, hijo primogénito del rey Carlos de Hungría, casase con María hermana de la reina Juana, porque no dejasen de suceder en el reino de Nápoles los herederos del rey de Hungría. Pero no sucedió así en esta parte: porque aquella princesa, hermana de la reina Juana, casó con Carlos duque de Durazo, que sucedió en aquel estado a Juan duque de Achaia y de Durazo su padre, que fue hermano del rey Roberto. El rey Luis de Hungría mandó degollar a Carlos duque de Durazo; y por qué. Teniendo el rey Luis de Hungría grande sentimiento deste matrimonio y después de la muerte del rey Andrés su hermano, que fue malamente muerto en Aversa con mucha infamia de la reina su mujer, fue con poderoso ejército contra el rey Luis, con quien se había casado la reina Juana (que era príncipe de Taranto sobrino del rey Roberto) y prendió a Roberto príncipe de Taranto y a Filipo su hermano -que eran hermanos del rey Luis- y a Carlos duque de Durazo y a Luis y Roberto sus hermanos; y mandó degollar a Carlos duque de Durazo en el mismo lugar a donde fue muerto el rey Andrés su hermano; y no porque fuese culpado en su muerte -como escribe Ptolomeo de Luca- sino por

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haberse casado con María hermana de la reina Juana, que él esperaba que sería su mujer y que por aquel matrimonio se juntasen aquellos reinos debajo de una sucesión. Sosiego que puso el papa Clemente VI. Hallándose el rey de Hungría muy poderoso en el reino, la reina Juana y el rey Luis su marido se salieron de Aversa y vinieron a la Proenza, por escaparse de aquella furia; y quedó el rey de Hungría apoderado del reino; y dejándole debajo del gobierno de sus generales se volvió a Hungría. Y no se detuvieron mucho la reina Juana y el rey su marido de volver a Nápoles, y brevemente se redujo aquel reino a su obediencia. Y el rey de Hungría volvió a su empresa de perseguirlos y echarlos del reino. Hubo entre aquellos príncipes grande y muy cruel guerra, hasta que por medio del papa Clemente VI se concertaron y todo el reino se restituyó a la reina Juana pacíficamente, y fueron ella y el rey Luis su marido declarados por legítimos reyes y sucesores; y se pusieron en libertad aquellos príncipes de las casas de Taranto y Durazo que se llevaron presos a Hungría. Casamiento de Carlos hijo de Luis de Durazo. Entonces Carlos de Durazo, hijo de Luis de Durazo, casó con Margarita su prima, hija de Carlos duque de Durazo que fue degollado, y de María hermana de la reina Juana. Lo que por la cisma sucedió a la reina Juana I; cómo fue presa, y su cesión de la casa de Durazo. Después sucedió en la cisma que se siguió en la iglesia, que la reina Juana se salió de la obediencia del papa Urbano y fue removida del reino; y sucedió en el derecho legítimo dél -por concesión apostólica- Carlos de Durazo que llamaron de la Paz, que fue hijo de Luis de Durazo; y muy en breve se apoderó del reino, y tuvo cercada a la reina Juana mucho tiempo en el castillo Nuevo de Nápoles, y allí la prendió. Y éste fue el derecho de la casa de Durazo, que se pretendió ser habido del verdadero sumo pontífice y no cismático; en el cual sucedieron el rey Ladislao y la reina Juana II su hermana, que fueron hijos del rey Carlos de la Paz y de la reina Margarita. La reina Juana I se prohijó a Luis, segundo hijo de Juan [II] rey de Francia. Antes de la prisión de la reina, viéndose cercada y en el extremo peligro, no hallando otro remedio ni refugio ninguno, tomó por su hijo a Luis duque de Anjous, hijo segundo del rey Juan de Francia; y declaróle por legítimo sucesor y heredero del reino y de los condados de la Proenza, Folcalquer y del Piamonte para después de sus días; y confirmóse aquella adopción por Clemente VII que fue creado sumo pontífice después de ser eligido Urbano en la división y cisma que hubo entre los cardenales. Esta adopción fue a 29 del mes de junio del año de 1380, estando la reina cercada en el castillo del Ovo. Donación del ducado de Calabria. Y el mismo día hizo donación al duque de Anjous como a su legítimo heredero del ducado de Calabria; pero por todo esto nunca el duque se movió en un año entero a pasar en socorro de la reina, o por las novedades que sucedieron en Francia por la muerte del rey Carlos su hermano, o hasta verse primero en la posesión del ducado de Calabria. Y aunque en el año de 1381 la reina le ofreció que le pondría en la posesión del reino y le haría coronar por rey para que se gobernase aquel reino por los dos, en llegando a Nápoles ninguna mudanza hizo, hasta que se le concedió la investidura del reino en Aviñón a 30 del mes de mayo de 1382 y fue coronado por el papa Clemente. Coronación del rey Luis por el papa Clemente [VII] en Aviñón. Fue tan tardío el socorro de aquel príncipe estando la reina en el último peligro que entre tanto que él procuraba la investidura y entendía en su coronación la desventurada reina y Othon duque de Branzvich y príncipe de Taranto su marido (con quien ella casó después de la muerte del rey don Jaime de Mallorca) fueron presos por el rey Carlos de Durázo y de la Paz su enemigo, y se apoderó de aquel reino. Muerte de la reina Juana I. Y la reina fue muerta en la prisión sin ver ningún socorro de su hijo; por donde por todos fue visto y juzgado por muy indigno de tanto beneficio como se le había hecho con la donación de aquel reino y del condado de la Proenza y de los otros estados; y no permitió nuestro Señor que jamás ni él ni su hijo ni los nietos se viesen en la pacífica posesión dél; y fueron

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echados con perpetua guerra. El duque de Anjou entra con ejército en el reino de Nápoles, y las divisiones que hubo. Muerta ya la reina Juana en prisión, entró en el mismo año en el reino el duque de Anjous con gran ejército, llevando en su compañía al conde de Geneva hermano del papa Clemente y al conde de Saboya y a Juan de Lucenburg, Henrico de Bretaña y a Ramón de Baucio; y siguiéronle en el principio de la empresa todos los de la casa y linaje de Sanseverino; y la guerra fue muy cruel entre aquellos príncipes, dividiéndose el reino y llamándose unos de Durazo y otros anjoynos; y duró hasta este tiempo entre los tres Luises de Anjous que se llamaron reyes, y el rey Carlos de Durazo y de la Paz y el rey Ladislao y la reina Juana II, sus hijos. Los príncipes de Anjou tuvieron derecho por la primera Juana, y el rey [de Aragón] por la segunda. De manera que como los príncipes de la casa de Anjous tuvieron derecho a la sucesión de aquel reino por la adopción de la reina Juana I, nieta del rey Roberto, que se confirmó por pontífice cismático en esta sazón, tomó el rey de Aragón la empresa también por adopción de la reina Juana II con muy diferente reconocimiento de gratitud de parte del rey, como parecerá por el discurso destos anales, que después se confirmó por el papa Martín, verdadero vicario y pastor de la universal iglesia y por los sumos pontífices sus sucesores.

CAPÍTULO VIII

Que el rey dejó la empresa de Córcega y pasó a Sicilia para seguir la del reino. El lugar de Calvi se rindió al rey [de Aragón]. Pasó el rey con su armada a la isla de Córcega para dar favor a los de la parte de Cinercha que estaban en la obediencia de la casa real de Aragón con algunos castillos y fuerzas; y asentó su real sobre Calvi, lugar muy principal en aquella isla; y siendo combatido por mar y por tierra se rindió al rey. Púsose en él buena guarnición de gente y por capitán un caballero aragonés llamado Juan de Liñán. Sitio y cerco de la ciudad de Bonifacio. Y el rey por tierra y por mar mandó poner cerco sobre Bonifacio a 21 del mes de octubre, y cercóse por todas partes la ciudad que está asentada en una punta en un muy fuerte asiento, sobre cuya fuerza habían concurrido diversas veces las armadas reales de Aragón y las de la señoría de Génova, en la cual consiste toda la defensa e importancia de aquella isla. Tenía el rey esperanza de reducir a los cercados a su obediencia, más por largo cerco que por combate; porque la fuerza se tenía por inexpugnable por la fortaleza y sitio fortísimo de toda la ciudad y de sus baluartes. Y asentó su real de manera que por tierra y por mar fueron muy combatidos los que estaban en su defensa y puestos en grande estrecho, aunque tenían buena gente de guarnición y estaban muy apercibidos después que el rey llegó con su armada a Cerdeña. Muerte de Juan de Bardají. Fue muerto en un combate Juan de Bardají caballero de la orden de San Juan; y señalóse aquel día en la pelea Jimén Pérez de Corella, cuya valentía y esfuerzo y gran valor fue muy conocido y estimado en aquellos tiempos. También en aquel trance se señaló don Bernaldo de Centellas en el combate de una torre que estaba sobre el puerto y de otra que estaba junto de la ciudad. Fuerte ganado y por quién. Y don Fadrique de Aragón conde de Luna y don Artal de Luna su tío conde de Calatabelota y don Juan de Moncada con sus compañías ganaron un fuerte de donde se sojuzgaba la ciudad, y el cerco se puso en tanto aprieto que los de Bonifacio trataron con el rey de ponerse en su obediencia si no fuesen socorridos dentro de veinte y tres días que se acababan el 1.º de enero; y dieron al rey sus rehenes. Socorro de Génova y el suceso que su armada tuvo. Con la nueva desta tregua enviaron a Génova una galera para que los socorriesen, y poniéndose en orden el socorro, a gran furia tomaron la entrada del puerto ocho galeras de genoveses y con próspero viento acometieron la

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armada real y trabóse entre ellos muy brava batalla; y contra la condición de la tregua los de Bonifacio desde el castillo hicieron mucho daño en el real; y la pelea duró por mar y por tierra desde que el sol salió hasta la tarde con gran furor y porfía de todas partes; y los genoveses socorrieron a los cercados y volvieron a Génova muy victoriosos, habiendo salido con su empresa. Y fue el socorro -según Bernaldino Corio escribe- el mismo día que estaba acordado de rendirse. Muerte de Odo de Lusiñano, hermano del rey de Chipre. Levantó el rey su campo en lo más áspero del invierno, y desde aquel puerto se hizo a la vela y navegó la vía de Sicilia y tomó tierra en Palermo. Y murió entonces en aquella ciudad Odo de Lusiñano hermano del rey de Chipre, hijo de Jaques de Lusiñano rey de Chipre; y otros caballeros que iban enfermos del trabajo del cerco de Bonifacio. Y con la navegación en tan recio tiempo murió mucha gente. Suceso de la isla de Córcega. Con este tan buen suceso que hubieron los genoveses en el socorro de Bonifacio, se puso aquella ciudad y las otras fuerzas que se tenían por la señoría en tanta defensa que estando el rey puesto en la empresa del reino, se desistió de todo punto de proseguir adelante en la de aquella isla, que con el mismo derecho que Cerdeña pertenecía a los reyes de Aragón; con tanto olvido o menosprecio de reducirla a su obediencia que la vimos en nuestros días asegurarse en el señorío de aquella república debajo de la protección y amparo de don Felipe rey de España nuestro señor, el II deste nombre.

CAPÍTULO IX De los movimientos y principio de guerra que se siguieron en los reinos de Castilla por los grandes

que pusieron división y discordia entre los infantes de Aragón. Turbaciones en Castilla. Estando el rey en Sicilia en el principio del año de 1421 poniendo en buen estado las cosas de aquel reino y procurando de enviar muy bastante socorro a la reina Juana contra el duque de Anjous, y teniendo las cosas destos reinos en muy pacífico gobierno, porque se había empleado la mayor parte de la nobleza y caballería dellos en cargos de guerra, así de la armada de la mar como del ejército de tierra, sucedieron en los reinos de Castilla grandes turbaciones y movimientos que fueron principio de una perpetua y terrible guerra entre reyes muy propincos en sangre, vecinos y muy poderosos y de otras miserias y males. Porque destos principios se siguió mucha turbación y rompimiento entre los reyes de Aragón y Castilla no será ajeno deste propósito que se entiendan las causas que hubo para tanta disensión entre príncipes que eran de una misma sangre y que estaban entre sí tan confederados y unidos con tanto parentesco. Disensión en Castilla por muerte de la reina doña Catalina. Muerta la reina doña Catalina, como el rey de Castilla su hijo quedó en tan tierna edad, comenzó de haber a los principios una disimulada disensión y diferencia entre los grandes de aquellos reinos sobre quien tendría la mano en el gobierno y se apoderaría de la persona del rey, que estaba en tan peligrosa edad que entendían que alguno le había de regir y gobernar sobre todos. Concertáronse luego entre sí, pero en lo secreto había entre ellos grande disensión; y como crecía mucho la invidia y codicia de todos, venido el infante don Juan de Sicilia, para favorecerse cada una de las partes de los grandes de aquel reino pusieron por principales en su ambición unos al infante don Juan y otros al infante don Enrique, haciendo bando de aquellos príncipes que habían de ser una misma cosa y siendo ellos de tal edad que necesariamente habían de ser gobernados por otros. Los que en Castilla hicieron su protector al infante don Juan y los que a don Enrique. Tomaron al infante don Juan por protector de sus fines y pensamientos don Sancho de Rojas arzobispo de Toledo y el adelantado Diego Gómez de Sandoval su sobrino y don Fadrique conde de Trastámara que se conformaron en ser de un acuerdo; y el almirante de Castilla y el condestable don Ruy López de Avalos y el adelantado Pero Manrique (que era gran señor y buen ministro y bien dispuesto para poner disensión y revuelta donde quiera y de muy maligna intención) y Garci

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Fernández Manrique tomaron por su caudillo al infante don Enrique. Privados y consejeros de los infantes [don Juan y don Enrique]. Y cada uno de los infantes tenía un gran privado y consejero por quien disponían todas sus cosas: el infante don Juan al adelantado de Castilla y el infante su hermano a Garci Fernández Manrique. Y así se ordenaban las cosas no como convenía al bien del reino sino como les venía mejor para sus respetos y fines de engrandecer sus casas y estados. Ocasión de la discordia entre los infantes [don Juan y don Enrique]. Nótese. Según la enemistad entre aquellos grandes, se fue cada día más declarando y descubriendo; y considerada la enemistad que procuraron entre los infantes, tuvieron buen aparejo para cebarlos y entretenerlos por razón de cuál dellos había de ser preferido en el amor y privanza del rey su primo; y de aquí resultó perseverar el infante don Juan mucho tiempo en el odio y enemistad de su hermano y pretender el infante don Enrique sacar de aquella discordia lo que él más deseaba, que era el matrimonio de la infante doña Catalina hermana del rey de Castilla. Don Gutierre Gómez de Toledo canceller mayor de la puridad en Castilla. Quedaba el arzobispo de Toledo con gran sentimiento de haberle sacado el gobierno de la mano en que él estaba tan sin competidor, y que se ordenase de manera que diesen a entender a las gentes que aquella era la voluntad del rey, y que no entendiese en el libramiento de los negocios como canceller mayor de la puridad, sino don Gutierre Gómez de Toledo, porque la voluntad del rey era que don Gutierre se los consultase. El rey de Castilla [Juan II] señaló ocho consejeros para regir su reino. Para que aquello no pasase adelante, tuvo forma el arzobispo que se juntasen con los infantes el arzobispo de Santiago, el adelantado Pero Manrique y Garci Fernández Manrique: y como puso por mayordomo mayor Juan Hurtado de Mendoza que seguía la parte del almirante, con orden de los infantes, tuvo forma con el rey que se salió del alcázar de Segovia y se fue a su palacio: y allí declaró que era su voluntad de regir sus reinos con consejo de ocho personas que anduviesen en su corte de cuatro en cuatro meses. Casamiento de Ruy Díaz de Mendoza con doña Isabel de Rojas. De allí se siguió en tan gran mudanza de consejeros de atreverse más los grandes a prevalecer en sus fines y autorizar sus bandos: y saliendo el rey de Segovia se fue a Valladolid, y allí procuró el arzobispo de confederarse con Juan Hurtado y que casase Ruy Díaz de Mendoza su hijo con doña Isabel de Rojas su sobrina, que había sido casada con Luis de la Cerda. Y con esta amistad procuraba el arzobispo de quedarse en el regimiento del reino pasados los cuatro meses, esforzando la parte del infante don Juan y abajando y removiendo la del infante su hermano, y procurando que fuesen desfavorecidos el condestable y el adelantado Pero Manrique. El infante don Juan fue a Navarra a su matrimonio. Habiendo ido el infante don Juan a Navarra a su matrimonio y después de despedido del rey de Castilla en Simancas, el rey se fue a Tordesillas y el infante don Enrique con él. Los que en Tordesillas se apoderaron del rey [Juan II] de Castilla, y quien a esto se opuso. Y porque sabían que el infante don Juan pararía poco en las fiestas de su matrimonio por volverse para el rey de Castilla, un domingo del año de 1420 a 14 de julio, estando el rey en su cama antes que se levantase, el infante don Enrique y el condestable y el adelantado Pero Manrique, don Juan de Tordesillas obispo de Segovia y Garci Fernández Manrique, se apoderaron de la persona del rey, diciéndole que iban a sacarle de la opresión en que estaba; y fue entonces preso Juan Hurtado de Mendoza y Mendoza, su sobrino, señor de Almazán. [llevan al rey Juan II.] La infante doña Catalina se entró en un monasterio. Cometido un caso tan terrible, llegaron don Diego de Añaya arzobispo de Sevilla y don Rodrigo Alonso Pimentel conde de Benavente (que había sucedido en aquel estado a don Juan Alonso Pimentel su padre) que eran

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en aquella sazón de la parte del infante don Enrique; y de allí llevaron al rey con seiscientos hombres de armas camino de Avila; y porque el rey supo en el camino que la infante doña Catalina su hermana se había entrado en el monesterio de Santa Clara de Tordesillas, envió al adelantado Pero Manrique para que tuviese forma que saliese del monesterio; lo cual se hizo por orden del infante que llevaba ya encaminado de casarse con la infante. Matrimonio del rey [Juan II] de Castilla en Avila, del infante don Enrique con la infante doña Catalina y lo que Alvaro de Luna procuró. Celebró el rey de Castilla en estas turbaciones su matrimonio en Avila y partió a Escalona; y allí se concertó el matrimonio del infante don Enrique con la infante doña Catalina; y se desposaron. En todas estas alteraciones y movimientos no fue Alvaro de Luna buen medianero con el lugar y privanza que tenía con el rey para poner concordia entre los infantes; antes secretamente procuró de desavenir al rey de entrambos. Y siguióse que estando el rey en Talavera que no le dejaban salir sino a caza y con compañías de gente de armas, se trató en gran secreto por orden y maña de Alvaro de Luna que el rey se fuese a una fortaleza, de donde pudiese poner su persona en libertad y saliese de la sujeción en que estaba en poder del infante don Enrique y de los grandes que le seguían; y ya el rey tenía grande odio al infante y mucho aborrecimiento por el caso que se había acometido contra su persona real. El rey [Juan II] de Castilla se puso en el castillo de Montalbán; y es cosa notable lo que en esto hubo. Fueron en aquel consejo con Alvaro de Luna, don Fadrique conde de Trastámara que después fue duque de Arjona y era de la parcialidad del infante don Juan, y el conde de Benavente. Y salióse el rey con ellos; y fuese al castillo de Montalbán, y púsose cerco al castillo por las gentes que seguían al infante don Enrique. De aquí se siguió que el infante don Juan con la gente de armas que pudo juntar de Castilla, vino a socorrer al rey; y todos los grandes de la una y de la otra parcialidad se pusieron en armas con voz de poner al rey en su libertad; y hubo entre los infantes tan cierta y declarada enemistad como si cada uno dellos pensara tener a su mano la persona del rey y el gobierno de sus reinos. Privanza de Alvaro de Luna. Pero de allí adelante no hubo diferencia entre los infantes sobre quien gobernaría, sino guerra formada por defenderse en sus estados, teniendo ya tan gran lugar Alvaro de Luna en la privanza del rey que le tomó por ministro y compañero en el principal gobierno del reino; y conociéndole por tan bastante como esto para su servicio, quiso que fuese en dignidad y autoridad adelantado y engrandecido sobre todos, viéndole muy capaz de todo lo que le podía confiar; porque en la fortaleza y vigor de ánimo era muy suficiente, y en sus acciones tan apercibido y previsto que en la estimación de sus virtudes y partes se conformaba bien con el juicio del príncipe la opinión de las gentes. La reina doña Blanca de Navarra parió en Peñafiel un hijo, y se llamó Carlos. Estando el infante don Juan en este año en su villa de Peñafiel parió la reina doña Blanca su mujer -que posaba en el monesterio de los frailes predicadores- un hijo, un jueves a 29 de mayo a hora de nona; y llamóse Carlos como su agüelo por gran instancia de los navarros, porque el infante don Juan su padre -según escribe Alvar García de Santa María- quisiera que se llamara Hernando como el rey de Aragón su padre; pero por los secretos juicios de Dios aquel nombre con la herencia y sucesión de tantos reinos estaban reservados para otro hermano menor y de otro matrimonio.

CAPÍTULO X

Del socorro de gente de armas que el rey proveyó se enviase para las cosas del reino. El rey [de Aragón] se pasó de Palermo a Mecina; y por dónde. En principio deste año de 1421 se pasó el rey de la ciudad de Palermo a Mecina por el camino de la montaña; y en el mismo tiempo iba creciendo la guerra que hacía el duque de Anjous y su capitán general Sforza en el reino; y pareciéndole a la reina que el socorro que el rey le había enviado no satisfacía a su necesidad ni era bastante que fuese poderoso para echar de la tierra a su enemigo, enviaba cada día a

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manifestar al rey el peligro en que estaba. La reina [Juana] de Nápoles está en estrecho; lo que pide al rey [de Aragón] y lo que le persuade. Condiciones del reino de Nápoles y de su reina. Porque el duque de Anjous iba reforzando su ejército y ganando más en los ánimos y voluntades de muchos barones como príncipe que estaba con su ejército en el campo haciendo guerra a sus enemigos. Juntóse a esto que procuraban los que eran aficionados a la parte anjoyna secretamente de persuadir a la reina que el rey de Aragón en su ánimo estaba con gran recelo y muy sospechoso si pasaría por su persona a la empresa del reino porque los más de su consejo eran de parecer que no se debía poner a tanto peligro y que considerase que si pasaba a poner las manos en la guerra iría a un reino de gente muy guerrera y no menos mudable, que habían echado a perder tantos reyes con sus ordinarias mudanzas; y que a la postre se ponía en manos de una mujer que lo más liviano que se podía decir della era que no tenía ninguna firmeza y constancia en lo que ordenaba y prometía, y había puesto en prisión a su marido siendo excelente príncipe y muy valeroso, y lo había echado del reino como en perpetuo destierro, siendo tan bastante y dispuesto para llevar todo el peso de la guerra y salir a la defensa del reino contra todos los príncipes del mundo; y esto había sido con grande injuria y ofensa de la nación francesa; y que la reina era de perversa naturaleza. La reina Juana de Nápoles previene al duque de Anjou para su defensa. Con el temor desto, comenzó la reina a pensar de poner nuevo remedio en sus cosas y mirar muy atentamente en caso que el rey de Aragón le faltase si podría concertarse con el duque de Anjous, y esto estuvo tan adelante, que envió a mandar a un caballero del reino que estaba en servicio del duque que se decía Bernaldo Arcamón que le fuese a hablar; y con orden del duque entró en Nápoles. Y estando allí secretamente, comenzó a moverse la plática de la concordia, pareciendo a la reina que los ministros del rey la llevaban en palabras, y así traía sus pláticas con las dos partes. Socorro y embajada del rey a la reina Juana. Visorrey en Calabria es lo mismo que duque. Tratando la reina de concertarse con su enemigo, llegaron a Iscla cuatro galeras que el rey enviaba en socorro de las cosas de Nápoles entre tanto que su armada real se ponía en orden; y mandó certificar a la reina que brevemente pornía en orden su partida en llegando a Mecina Antonucio del Aguila que era visorrey de Calabria y los condes de Girachi, Terranova y Sinopoli para dejar en buena defensa las cosas de aquella provincia; porque estos barones y otros le pidían que les enviase visorrey de nuestra nación como duque de Calabria; y así nombró para este cargo a don Juan Fernández de Ijar que era de la casa real de Aragón y tan valeroso y gran caballero que ninguno se podía escoger de mayor confianza ni que más conviniese. Con esta nueva la reina sosegó su ánimo y cesó del propósito que tenía de concertarse con el duque de Anjous. Don Juan de Ijar pasó por visorrey de Calabria en lugar de Antonucio del Aguila; y lo que allí en servicio del rey [de Aragón] hizo. Pasó don Juan de Ijar a Calabria con algunas compañías de gente de caballo, y juntándose con los barones que estaban en la obediencia del rey comenzó a hacer la guerra contra los enemigos y entró por combate a Melito; y redujo a la obediencia del rey a Nicastro; y entrando por el Val de Crate sojuzgó aquella provincia que estaba en poder de rebeldes, y tuvo muy buenos sucesos contra el marqués de Cotrón y contra los barones de la parte anjoyna que prevalecían en aquella tierra. Recelo del embajador que fue a Nápoles. El embajador que fue en las galeras que envió el rey a Iscla tuvo alguna noticia de las pláticas que traía la reina con el duque, y no quiso pasar a Nápoles hasta que los capitanes que el rey tenía en los castillos Nuevo y del Ovo le avisaron que la concordia que se había tratado no era cierta; porque asegurándose la reina que el rey iría por su persona en su socorro, echó al de Arcamón y envió con dos galeras sus embajadores a pidir al rey que apresurase su ida. Embajada y embajadores de la reina Juana al rey [de Aragón] y la deliberación que se tomó. Estos fueron Francisco Ursino, Juan Buxoto y Arrichelo Puderico, que persuadieron al rey que no dudase en tomar aquella empresa y pusiese luego en orden su partida. Pero el rey, que estaba bien

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informado de la facilidad de la reina y de su maligna condición, pareciéndole que tomando a su cargo de ponerla en libertad no se había él de poner al mismo peligro en que ella estaba si entrase en la ciudad de Nápoles, deliberó de traer por capitán de su ejército con parecer de la reina a Braccio de Montone de Perosa, que era muy excelente capitán y fue muy estimado de la nación italiana y muy temido de los del reino para que saliese en campo contra el duque y se comenzase la guerra con la autoridad que se requería; porque Braccio y Sforza, allende que eran muy enemigos, tenían entre sí particular competencia como los dos más señalados capitanes de sus tiempos. La jornada que el capitán Braccio de Montone hizo por orden del rey [de Aragón] y de la reina Juana de Nápoles y cómo se señaló en ella. Era a los 7 de junio deste año cuando Braccio fue a tomar cargo del ejército a sueldo de la reina y del rey: y tenía tres mil caballos. Y entró en el reino con tanta celeridad y tan repentinamente que no se le pudo defender la entrada ni resistir por Sforza, aunque se puso en ello y le salió al encuentro; y entrando en Tierra de Labor tomó a Marigliano, y de allí se entró a Nápoles. Habiéndose detenido Braccio diez días en aquella ciudad fue sobre Castellamar de Stabia por orden de la reina, y entróse de noche por combate; y puso el lugar a saco quedando el castillo por los enemigos. Túvose este por el primer buen suceso desta guerra, porque el lugar está a vista de Nápoles y en comarca muy abundosa y fértil; y confiados los vecinos en la fortaleza del sitio no temían las entradas y correrías de los enemigos, y en las guerras pasadas se vieron siempre libres de los insultos y acometimientos que padecían sus vecinos; y con aquella confianza se tenían por muy seguros, mayormente estando Sforza con su ejército no lejos de la raíz de la montaña. Por orden del papa va Tartalia de Labello a socorrer al duque de Anjou y la astucia y desgracia que Braccio tuvo. Entendiendo el papa la ida de Braccio, que tenía ocupados muchos castillos y fuerzas de la iglesia y le había declarado por enemigo y rebelde, envió en ayuda del duque de Anjous un muy famoso capitán llamado Tartalia de Labello con mil caballos; y estando Sforza y este capitán juntos cerca de Aversa movieron su campo la vía de Castellamar contra Braccio; pero él como capitán muy astuto y previsto, por no encerrarse en aquel lugar a donde podía ser muy ofendido de la gente de aquella montaña, con gran presteza se volvió de manera que en Scaffata al paso del río Sarno se ahogaron algunos de los suyos por no esperar al pasar del vado. Fin de Tartalia. Y entonces estuvo en tanto peligro que por común proverbio se decía en el reino que el Tartalia no había jugado fielmente a buen juego, por no haber hecho el daño que pudo en la gente de Braccio. Y así poco después le costó a Tartalia aquella infamia la vida.

CAPÍTULO XI Que el rey pasó de Sicilia con su armada a Nápoles para hacer la guerra a Luis duque de Anjous.

Deliberación del rey [de Aragón] en favor de la reina Juana. Deliberó el rey de poner su persona en la empresa del reino y socorrer a la reina contra todas las dificultades que se le proponían de parte de los amigos y enemigos, hallándose en tan buen puesto y teniendo tan buen aparejo para proveer mejor a todo lo que conviniese residiendo en la isla de Sicilia como si se hallase presente. Mas estando tan cerca, le parecía obligarle a pasar al reino y que no cumplía con enviar sus armadas según la condición de la reina; y que dejar de poner su persona en la guerra sería con gran afrenta suya, acudiendo su adversario a hacerla tan valerosamente. El rey [de Aragón] desafía al duque de Anjou por medio de Juan Fernández de Heredia; y con qué palabras. Teniendo su armada en orden pareció que convenía a su dignidad real no entrar a hacer la guerra sin desafiar primero al duque de Anjous por guardar la ley de buen príncipe, y que fuese requerido que desistiese de hacer guerra a la reina y le declarasen por su enemigo si no lo hiciese. Para esto escogió uno de los más principales caballeros de su consejo y de grande autoridad que

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fue Juan Fernández de Heredia, y denunció al duque que el rey era forzado de dar todo favor y socorro a la reina su madre contra todos los príncipes del mundo que diesen ayuda a sus rebeldes y la quisiesen echar del reino, pues había sucedido en él legítimamente por la muerte del rey Ladislao su hermano. Derecho del rey [de Aragón] al reino de Nápoles. Este caballero afirmó al duque que el rey su señor venía muy forzado a tomar aquella empresa contra él, siendo su primo y aliado; pero no podía sin gran afrenta suya desamparar a la reina, que se había puesto en tan extremo peligro debajo de su protección y fe; y esto era lo que más le movía como caballero a no dar lugar cuanto en él fuese de ver de tan cerca una reina perseguida y guerreada por tantas partes tan cruel e inhumanamente, aunque pudiera tomar aquella causa en su propio nombre por el derecho antiguo que él y sus antecesores tuvieron a la sucesión de aquel reino como herederos legítimos del rey don Pedro de Aragón y de la reina doña Constanza su mujer. Respuesta y sentimiento del duque de Anjou. Fue Juan Fernández de Heredia, antes de hacer este cumplimiento a Nápoles para declarar a la reina la breve partida del rey; y notificando al duque de Anjous su recuesta, aquel príncipe se sintió della agriamente, afirmando que muy más injusta y malamente el rey le quería a él despojar de aquel reino que legítimamente se había concedido por la iglesia al rey Luis su agüelo y que todo el mundo entendía que no le movía tanto el deseo de dar favor a la reina como su ambición y codicia de entremeterse a poner la mano en lo ajeno y extender su señorío, y que por sola esta causa quería moverse a confundir todos los derechos y leyes divinas y humanas. El rey [de Aragón] sale del puerto de Mecina, y con qué armada. Teniendo el rey en orden su armada, que era de diez y seis galeras y ocho naves y otros navíos menores, salió del puerto de Mecina a 25 de junio, habiéndole llegado la nueva que Braccio estaba en campo haciendo la guerra en su nombre; y pasó el rey con su armada a Iscla, a donde la reina le envió a visitar con el gran senescal para que le diese gracias de la ida y llevase orden que fuese a desembarcar al castillo del Ovo, que se tenía en la obediencia del rey, para que estuviese en él hasta que se ponía en orden el recibimiento. Llega el rey [de Aragón] a Nápoles; la fiesta que se le hizo y el acompañamiento que llevó. Pasó el rey con su armada a 7 de julio a la tarde; y por su llegada se hizo muy gran fiesta por toda la ciudad de Nápoles. Iba el rey -según lo encarece Bartolomé Facio- tan acompañado de grandes señores destos reinos y de Castilla y Sicilia, que allende de las compañías de su ejército y de la armada de mar, llevaba entre señores y caballeros muy principales de su corte hasta mil y quinientos. Mas aunque la reina por el peligro presente, recibió grande contentamiento de ver tanta gente ilustre y tan principal, no era muy a gusto del gran senescal ver tanta mudanza en las cosas del reino con las armas y gobierno de nación extranjera, teniendo entonces en su mano el absoluto poder de todo. Vistas del rey [de Aragón] y de la reina Juana en el castillo Nuevo. Otro día por la mañana se puso el rey en su galera real; y con toda su corte fue con las galeras a desembarcar a la puente de la Magdalena: y allí fue recibido con gran solemnidad y fiesta; y entró por la puerta de Cápua y anduvo por toda la ciudad discurriendo por los Sejos con gran majestad; y atravesó al castillo Nuevo a hacer reverencia a la reina, recogió al rey con grandes muestras de amor. Inconstancia de la reina Juana [de Nápoles]. Pero era grande admiración de la variedad y mudanzas de aquella princesa y del estado de su reino considerar que en cinco años había procurado de casar con el infante don Juan y se celebró su desposorio, y después con aborrecimiento de la nación catalana le dejó y tomó por marido al de La Marcha; y habiendo perseguido y desterrado al marido y toda la nación francesa, agora se había puesto en las manos y poder del rey de Aragón, en que a todos los del consejo del rey ponía mucho cuidado y sospecha tanta liviandad y diversidad de costumbres.

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El capitán Braccio se opone al campo de Sforza; y lo que entre ambos previenen. Celebradas las fiestas de tan nuevo y extraño recibimiento de un príncipe extranjero, puso el rey todo su pensamiento en proveer a las cosas de la guerra; y sabiendo que Sforza había salido de Aversa para correr el campo y bastecer aquella ciudad -que era la principal fuerza que tenía contra la ciudad de Nápoles- salió Braccio contra ellos, creyendo que pudieran recibir algún daño si se usase de la celeridad que se requería; pero recelando esto Sforza y siendo avisado por sus corredores, recogió su gente y puso en orden sus batallas; y Braccio entonces dio la vuelta la vía de Aversa para tomarles el paso y fue hiriendo en la retaguarda de los enemigos; pero con buena ordenanza se entraron en Aversa y Braccio volvió con su ejército a Nápoles.

CAPÍTULO XII

De la batalla de mar que venció Romeo de Corbera maestre de Montesa a los genoveses. Intento del papa [Martín V]. Comenzándose la guerra en el reino por dos príncipes que estaban en la flor de su edad y con los más excelentes capitanes de sus tiempos, y por la posesión de las más ricas provincias de Italia que era un reino opulentísimo, aunque el papa ninguna cosa deseaba menos que ver la sucesión de aquel reino no sólo en príncipe de la casa real de Aragón, pero -lo que le era más grave- en el rey, por responder a lo que le obligaba su dignidad y el supremo dominio que la iglesia tenía sobre aquel reino, con gran demostración de desear la paz entre estos príncipes envió por el mes de septiembre dos legados apostólicos. Los legados con quien el papa envió a procurar asiento entre el rey [de Aragón] y el duque de Anjou y cómo los potentados se dividieron en Italia. Al de Santangel, que era español, y fue creado por Benedicto, al rey; y al de Flisco al duque de Anjous; con plática de medios de paz o de algún sobreseimiento de guerra. Y volviéronse sin ninguna buena resolución. Seguían a estos príncipes todos sus confederados y amigos, y dividiéronse los potentados de Italia en parcialidades de anjoynos y aragoneses, porque desde aquel tiempo cesó el nombre de la casa de Durazo y entró en su lugar el de Aragón. Mas con el suceso del socorro que dieron los genoveses a Bonifacio, al mismo tiempo que estaba para rendirse al rey, ganaron tanta reputación que los de Calvi que estaban en la obediencia del rey se rebelaron y echaron la guarnición de catalanes y aragoneses que estaban en su defensa; y los genoveses, que andaban desterrados de la señoría, tuvieron recurso al rey y ofrecieron de servirle por valerse de su favor y tenerle por protector; y fueron bien recogidos y favorecidos del rey y de Philippo María Vizconde duque de Milán. Confederación que Nicolás Camulio asentó con el rey y por quién. Porque deseando el duque y aquella parte, confederarse con el rey, enviaron a Nápoles sus embajadores. Y Nicolás Camulio, en nombre de los nobles de Génova que estaban fuera, asentó con el rey su confederación; y el rey mandó poner en orden ocho galeras muy bien armadas, y puso por general dellas a Romeo de Corbera maestre de Montesa que fue excelente capitán y muy señalado caballero, si lo hubo, en aquellos tiempos. A romeo de corbera envía el rey [de aragón] con armada. con esta armada pasó el maestre a sicilia, y fornecióla en palermo de todo lo necesario con grande presteza; y de allí se hizo a la vela y procuró de tomar tierra en la costa de pisa; y juntándosele dos galeras de genoveses confederados estuvo en orden para buscar la armada de los enemigos, y darles la batalla. El duque de Génova apercibe armada contra el rey [de Aragón]. De esta nueva estuvo muy alterada la ciudad de Génova; y con gran celeridad el duque Tomás de Campo Fregoso mandó apercibir su armada y nombró por capitán della a Baptista de Campo Fregoso su hermano, que era capitán bien experimentado y diestro; y pasó con el duque de Anjous al reino; y salió del puerto de Génova con tanta determinación que fue en busca de nuestras galeras: y estando tan cerca los unos de los otros la batalla se comenzó bravamente; y no durando mucho espacio de disparar la ballestería vinieron las galeras de los enemigos que eran ocho a aferrar con las nuestras.

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Batalla en la Foz de Pisana y prisión del general de la armada genovesa. Al principio de la batalla, siendo rodeadas de los enemigos dos galeras de catalanes que acometieron primero, pareció que las tenían rendidas, pero fueron luego los nuestros socorridos; y mezclóse entre todos una muy recia batalla, aunque no estuvo mucho tiempo dudosa la victoria; y fueron ganadas por los nuestros cinco galeras y quedó preso su general; y dos galeras que había armado en Mónago Juan Grimaldo y otra que se armó en Génova por Luis Carmadino desampararon a los suyos y se fueron a recoger al puerto de Génova. El estado de Génova es entregado al duque de Milán. Fue esta batalla -según escribe Martín de Alpartil autor del mismo tiempo- en la Foz Pisana; y con el suceso desta victoria, que fue por el mes de octubre y de las señaladas de aquellos tiempos, por lo que della se siguió hubo tanta mudanza en los ánimos de los que tenían el gobierno de la señoría de Génova que Tomás de Campo Fregoso se determinó de entregar la ciudad y el estado al duque de Milán con las mismas condiciones que Antonioto Adorno la puso en la obediencia de Carlo rey de Francia; y el 2 de noviembre deste año entró en Génova la gente del duque para tomar a su mano los castillos y fuerzas de todo el estado.

CAPÍTULO XIII Del cerco que puso el rey sobre La Cerra; y de la tregua que el papa declaró entre el rey y el duque

de Anjous. Cerco de La Cerra. Pareció a Braccio -por cuyo consejo se gobernaban todas las cosas de la guerra- que el rey debía comenzarla contra su enemigo por el cerco de La Cerra, aunque estaba muy adelante el invierno, por la vecindad del lugar que dista a ocho millas de Nápoles y era fuerza de muy grande importancia para sacar de aquel puesto al duque de Anjous que daba mucha molestia a la ciudad de Nápoles estando a las puertas los enemigos. El duque de Anjou manda a Sforza ir en socorro de La Cerra. Habiéndose juntado el ejército fue el rey a poner su campo sobre aquel lugar y asentar el real; y aunque el terreno es muy húmedo, cercóse por todas partes. Era el invierno muy lluvioso, y con gran dificultad se salía a correr el campo; y no se podía bastecer el ejército por estar todos los puertos y montes nevados. Y no estaba lejos Sforza con su campo, porque el duque le había dado cargo que socorriese aquel lugar. Y él se recogió a Aversa no se confiando de otra fuerza ninguna; y era el mejor puesto para proseguir la guerra estando tan cerca de Nápoles. La Cerra se defiende y el rey [de Aragón] le pone en aprieto. Parecía que era cosa vana pensar de entrar La Cerra por combate sino por largo cerco; y estando los de dentro desconfiados del socorro, porque el capitán que tenía el castillo era muy diestro y valiente llamado Santo-Parente, y con esta confianza de tener el socorro tan a la mano los del lugar se pusieron a la defensa muy animosamente, aunque se cercó de manera que no les podía entrar por ninguna parte sin gran peligro, teniendo el rey cercado el lugar con cava muy ancha y con su valladar; y levantáronse a cierto trecho algunas torres para tener a los cercados más apremiados y encogidos. Y en esto se puso tanto cuidado como si el rey tuviera cercado al duque y reducido a sola aquella fuerza. Pero ellos se defendían muy animosamente confiados, porque estando el duque tan cerca en Aversa no los dejaría de socorrer, importándole tanto sustentar aquella fuerza. Sforza quiso ir en socorro de La Cerra, y le convino retirarse. Y así fue que viéndolos en extremo peligro mandó juntar todas las compañías de soldados que tenía repartidos en aquellas provincias, reservando la guarnición que era necesaria para la defensa de Aversa. Y salió Sforza con este ejército de noche y movió con su ordenanza como si tuviera el enemigo a su vista; y reparó a tres millas de La Cerra. Sabiendo el rey su ida mandó que le saliesen al encuentro don Juan de Veintemilla con parte de la

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caballería y con algunas compañías de soldados: salió con fin de ponerse a la puente que llamaban del Casal para defender el paso del río; pero cuando llegó habían pasado las dos partes del ejército de los enemigos y tomaron la puente; y comenzó don Juan a escaramuzar con ellos; y el rey le envió las mejores compañías de soldados que tenía en el ejército que fueron de España, y algunas de gente de armas, y con ellas envió por capitán a Nicolás Picinino que era muy valiente soldado y fue después de los señalados capitanes que hubo en Italia; y quedó el rey en su real con la parte del ejército que hacía rostro a los cercados y defendía sus reparos y estancias. Esfuerzo de don Juan de Veintemilla en la puente del canal. Braccio con otra parte del ejército acudió a la puente para lanzar della al enemigo; mas don Juan de Veintemilla se hubo tan valerosamente con los suyos que antes que llegase Picinino habían los enemigos desamparado la puente; y vueltas las espaldas Sforza y los suyos tomaron el camino de Aversa. Acometimiento y retirada en La Cerra; y lo que al rey [de Aragón] le sucedió con el cardenal de Santangelo. Fue don Juan en su seguimiento; y acometió la retaguarda por irlos deteniendo, a donde puso Sforza al recogerse la gente más escogida; y fuese con buena ordenanza continuando su camino. Salió en este medio Santo-Parente, que estaba en el castillo de La Cerra, a acometer el real con muy grande ímpetu; y sin hacer en él daño alguno se volvió a recoger dentro del muro. Y entendiendo los cercados que Sforza se volvió de aquella suerte comenzaron a desconfiar del socorro, porque ya no solamente los nuestros pero ellos sentían la aspereza del invierno. Y el rey puso mayor cuidado en estrechar el cerco y combatir el lugar con toda la fuerza posible. Entonces llegó a nuestro campo el cardenal de Santangelo, que fue enviado legado por el papa para poner alguna tregua entre estos príncipes; y pidió al rey en nombre del papa muy caramente que cesase de combatir a los cercados entretanto que se trataba de algunos medios de paz o tregua. Enojo del rey [de Aragón] con el cardenal; y lo que resultó desto. Excusábase el rey de otorgarlo, entendiendo que de aquel lugar por la vecindad y fortaleza del sitio se hacía muy cruel guerra en toda aquella provincia y se destruía toda la Tierra de Labor; y el cardenal prometió que entregaría al rey aquella plaza; y cesando por su causa de combatirla y descuidados los nuestros en aquella confianza, el duque les envió gente de socorro y con él los cercados cobraron más ánimo para defenderse. Indignándose el rey de aquel trato mandó darles un muy recio combate, en el cual se recibió de ambas partes mucho daño y fue en él herido don Guillén de Moncada y murió de una herida don Blasco conde de Passanito. Pero la porfía del legado fue de manera con la oferta que hizo al rey que se le entregaría el lugar que del todo cesó de más combatirle, con condición que no le pudiese entrar ningún socorro de gente ni de vituallas entre tanto que venía la respuesta del papa. La Cerra se entregó al legado. Con esta orden sacó el duque la gente de guarnición que tenía en La Cerra y mandó entregar el lugar al legado, y volvióse entonces el rey a Nápoles, y Braccio se vino a Cápua y repartió por guarniciones las compañías de gente de armas y de los soldados. La Cerra se entregó al rey [de Aragón] y el cardenal murió y cortaron a Tartalia la cabeza. Y el cardenal entregó al rey La Cerra con gran alegría y fiesta de la reina. Y murió el cardenal desastradamente dentro de breves días, según Martín de Alpartil escribe, que afirma que cayó de un cenador y rompiéndose la cerviz expiró luego. En este tiempo, creciendo más las sospechas que el duque y Sforza tenían del Tartalia, le mandaron cortar la cabeza en la plaza de Aversa; y túvose creído que fue con permisión del papa, porque el Braccio le tenía grande afición y había recibido del rey algunos caballos. Tregua que se asentó. Tratábase de reducir estos príncipes a medios de concordia, y por esta causa se dio plazo de una larga tregua, y el duque se vino a Roma a donde se detuvo mucho

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tiempo; y con esto iba perdiendo su empresa cada día más amigos y la reputación.

CAPÍTULO XIV

Que el infante don Enrique, hermano del rey de Aragón, se fue apoderando de los castillos y fuerzas del marquesado de Villena; y el rey de Castilla le mandó poner en prisión.

Estados y señoríos del duque de Anjou. Estaba comenzada una guerra en aquel reino entre dos príncipes muy valerosos y que estaban en la flor de su edad y eran igualmente poderosos; porque puesto que el rey de Aragón era señor de un gran reino y muy extendido y el duque de Anjous no tenía sino los condados de la Proenza, Folcalquer y del Piamonte con el ducado de Anjous, pero tenía más parte en los potentados de Italia por los confederados antiguos de aquella casa de Anjous, que por tanto tiempo habían seguido aquella empresa; y con esto le era muy favorable el pontífice; y también en los barones del reino tenía muy gran parte; y había muchos que le habían de seguir por sólo estorbar que el rey de Aragón no juntase aquel reino con el de Sicilia, porque no le querían tan poderoso ni que fundase su imperio en Italia con tanta grandeza por las mudanzas perpetuas de los barones del reino y por lo que convenía a los que gobernaban a la reina, que la querían tener absolutamente a su disposición y mando. Intento de los que en el reino de Nápoles se mostraban favorables a la casa de Aragón. Los que mostraban en aquel reino ser aficionados y servidores de la casa real de Aragón eran pocos que no se moviesen por consideración del aborrecimiento del estado presente y por ser declarados deservidores del duque de Anjous o enemigos de Sforza y del gran senescal; y siendo aquéllos o echados o abatidos, tan enemigos quedaban de la casa de Aragón como de la de Anjous. Fueron también estos príncipes iguales en que los ejércitos del uno y del otro se gobernaron por generales de la nación italiana y no por los de su nación; y esto había de ser a gran cargo y costa del mismo reino, porque no se contentaban aquellos capitanes con cualquier premio si no fuesen remunerados en las principales ciudades del reino, y todos tenían estados dentro y fuera dél. El rey [de Aragón] hubo de salir a la defensa de los infantes de Aragón. Estando la guerra en sus principios y juntando estos príncipes todas sus fuerzas y tan fuera de pensar que podían conformarse en ningún género de concordia, comenzaron tales movimientos en los reinos de Castilla, que fueron causa de nuevas disensiones y guerras entre príncipes que tenían entre sí tanto deudo, que se habían de juntar contra cualquier enemigo extranjero; y esto fue gozando estos reinos de Aragón de una perpetua tranquilidad y bonanza: de donde se siguió que se divirtieron las fuerzas que se habían de emplear en tan justa guerra como la que se había emprendido por el rey de Aragón por salir a la defensa de los estados que los infantes de Aragón tenían en los reinos de Castilla. El infante don Enrique quiere tomar posesión del estado de Villena y se lo impiden por orden del rey [Juan II] de Castilla. De las turbaciones y movimientos pasados que se siguieron en Castilla por un tan grave acometimiento e insulto que cometieron el infante don Enrique y los grandes que le seguían estando el rey de Castilla en Tordesillas, se siguió otra novedad: que el infante envió a tomar la posesión del estado de Villena -que él y la infante su mujer llamaron ducado- por la donación que el rey de Castilla hizo a su hermana por contemplación de su dote; y los de Villena y de las otras villas de aquel estado rehusaron de darla, pretendiendo que estaba acordado en cortes que aquella tierra, que se dijo antes de don Juan quedase en la corona real y por esta causa se había dado recompensa della en dinero a la reina doña María de Aragón hermana mayor del rey de Castilla; y decían que sobre ello querían consultar con el rey, porque cuando hizo aquella donación a la infanta doña Catalina su hermana no estaba en su libertad. A los que mandó el rey de castilla hiciesen guerra al infante don enrique; y la que le hicieron. resultó que el rey mandó que no se diese la posesión y al infante y a su mujer que no la tomasen; y fuéronse apoderando en los castillos fuertes de aquel estado; y el rey de castilla mandó a los perlados y grandes que seguían al infante, que se partiesen para sus casas, y a alonso yáñes

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fajardo adelantado del reino de murcia y a diego hurtado de mendoza su montero mayor que estaba en cuenca, que hiciesen guerra contra el infante. y así la hizo el adelantado a los de villena, hellín y albacete y a otros lugares de aquella comarca; y diego hurtado fue a combatir el castillo de garci muñoz a donde estaba la infante doña catalina. Estaba en Albacete don Gonzalo Mexía comendador de Segura y otros comendadores y caballeros de la casa del infante defendiendo los lugares y fuerzas que se tenían por él, y hacían la guerra a los de Alarcón y Chinchilla y contra otros castillos y fuerzas que no se tenían por el infante; pero los más lugares de aquel estado se dieron al rey antes que los dejase el infante. Nueva que tuvo el rey [Juan II] de Castilla, y lo que se previno. Entonces se publicó que el infante quería ir al llamamiento del rey acompañado de la más gente de armas que pudiese y partir de Ocaña y continuar su camino para pasar los montes. Y el rey con esta nueva, mandó juntar las compañías de gente de armas que estaban ya por esta causa apercebidos; y envió al infante don Juan -que estaba en Peñafiel- que se fuese para él con todos los caballeros y gente de armas de su casa, y al infante don Enrique con grandes penas que no se moviese de Ocaña para ir a su corte con gente de armas ni sin ella ni a otra parte alguna, porque deliberaba tratar en cortes sobre las cosas pasadas lo que se debía hacer. El infante don Enrique asienta su real en Guadarrama y lo que pasó con el rey de Castilla. Pero el infante don Enrique pasó con su gente adelante y fue a asentar su real en Guadarrama; y de allí envió al rey a don Rodrigo de Velasco obispo de Palencia y a don Jaime de Luna comendador de Uclés y dos letrados a declarar la sin razón y agravio que recibía la infante su mujer en sacarla de la posesión del estado que se le había dado en dote. Asiento causado por la reina de Aragón madre del infante. A esto se respondió que no era cosa honesta ni de buen ejemplo que ningún vasallo fuese a su señor a le representar sus agravios y pedir justicia asonado con gente de guerra; y mandóle que luego derramase su gente. Pero pasó el infante el puerto con harta alteración y fuese al Espinar. Y la reina de Aragón su madre, vista tan arriscada determinación, fue al rey que estaba en Arévalo a suplicarle que diese orden cómo el infante no recibiese agravio, y a su hijo hizo cesar de aquella porfía, aunque fue en tiempo que no podía sustentar el ejército que tenía en aquella comarca. Y era en esta sazón entrado el invierno; y así se volvió al reino de Toledo con los grandes que se habían juntado con él, con fin de procurar seguro de sus personas y estados; y también el rey mandó despedir las compañías de gente de armas que tenía en Arévalo. Ida del infante don Pedro de Aragón a Nápoles. En principio del año siguiente de 1422, el infante don Pedro de Aragón se fue para el rey su hermano a Nápoles, con licencia del rey de Castilla y con su buena gracia. Y habiendo sido llamado el infante don Enrique por el rey y rehusando de ir a Madrid, donde estaba teniendo cortes, excusándose de ir por sus enemigos que estaban cerca del rey, después de diversas demandas y respuestas cumplió lo que el rey le mandaba. Prisión del infante don Enrique y de Garci Fernández Manrique. Salíéronle a recibir por orden del rey los procuradores de las ciudades y villas que estaban en cortes y otros caballeros que no eran de su consejo; y no salió ninguno de los grandes. Fue el infante a hacer reverencia al rey al alcázar, y tornóse a la posada que le había mandado dar, que era de Ruy González Calvijo. Y otro día domingo por la mañana, a 14 de junio, después que el rey hubo oído misa, envió por el infante y por Garci Fernández Manrique, y estúvolos esperando en su gran sala con todos los grandes y de su consejo que allí se hallaban, Y cuando llegó el infante mandóle asentar y díjole así: "Infante: Por algunas cosas que cumplen a mi servicio y pro de mis reinos yo vos mando que seades detenido". Y habiendo hecho el infante sus salvas en su descargo, el rey mandó luego a Garci Alvarez de Toledo señor de Oropesa que lo pusiese en una torre del alcázar y a Pedro Puerto Carrero que llevase a Garci Fernández Manrique a otra. Y de allí a pocos días fue llevado el infante por García Suárez de Toledo al castillo de Mora y entrególe a Fernán Pérez de Illescas maestresala del rey.

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Al conde de Urgel mudan de castillo. Y el conde de Urgel, que estaba en aquel castillo, se mudó al alcázar de Madrid. [qué hizo el infante don Juan de Aragón.] Un día antes que el infante llegase a la corte, el infante don Juan su hermano se salió a una aldea cerca de Madrid; y llevó consigo al arzobispo de Toledo y al adelantado su sobrino, sabiendo lo que estaba acordado el infante por ser su hermano y el arzobispo y su sobrino por ser hechura del rey de Aragón; y otro día se volvieron a Madrid como si importara menos ser en el consejo que hallarse en el lugar. Los que asistieron a la prisión del infante don Enrique; e ida de la infanta doña Catalina a Segura. Los que estuvieron con el rey al tiempo de la prisión del infante fueron: don Fadrique conde de Trastámara, el almirante de Castilla, don Luis de Guzmán maestre de Calatrava, don Juan de Sotomayor maestre de Alcántara y Alvaro de Luna cuya privanza acerca del rey excedía a la grandeza de todos. Sabiendo la infante doña Catalina que estaban en Ocaña que el infante era así detenido se fue luego para Segura; y el condestable de Castilla no hizo pequeña hazaña en escaparse porque le tenían tomados los pasos; y estaba, días había, como cercado en Arjona y doliente; y se fue a Segura a donde la infante se había recogido. El rey de Castilla envía por su hermana; y lo que le respondió. Desde entonces procuró el rey de Castilla con grandes halagos y promesas y aun con amenazas de persuadir a su hermana que se fuese para él, declarándole que para el remedio de la prisión de su marido y por lo que a la honra y estado della cumplía, era muy conviniente que no estuviese en aquel lugar ni ir a otra parte sin su mandado; y ella respondió que en tanto que el infante estaba preso, no saldría de aquel lugar salvo para otra parte donde más en su libertad estuviese. Y el rey mandó que algunas compañías de gente de armas guardasen la salida del castillo y los pasos y puertos de los reinos de Aragón y Valencia; y con esto se apercibieron los lugares del reino de Murcia. Ardid del condestable de Castilla y cómo llevó al reino de Valencia a la infante doña Catalina. Pero el condestable tuvo manera, aunque acudió mucha gente en seguimiento de la infante, que por muy desviados caminos y yermos llevó a la infante al reino de Valencia; y aportaron a un lugar de la val de Elda que llaman La Muela que era de don Pedro Maza de Lizana; y de allí don Pero Maza con mucha gente de caballo acompañó a la infante hasta Cullera. La infante [Catalina] llegó a Denia. Y de allí se fue al castillo de Denia. El adelantado Pero Manrique que estaba en un lugar suyo cerca de Logroño se vino a Tarazona cuando supo la prisión del infante.

CAPÍTULO XV

Que el papa confirmó la adopción que la reina hizo del rey de Aragón; y del estado en que se hallaban las provincias de aquel reino.

Envidiosos del rey [de Aragón] en Italia. Sucediendo las cosas al rey en el reino tan prósperamente que se esperaba que muy en breve se reduciría todo a su obediencia, se siguió tan gran novedad en Castilla que poco faltó que no fuese causa que del todo se desistiese de aquella empresa. Y comenzaron en Italia a tener invidia de su grandeza y de la gloria que esperaba adquirir los más príncipes y potentados que antes no le eran enemigos. Fue destos el más principal Philippo María duque de Milán, que después de haber juntado a su señorío el estado de Génova siendo señor de tan gran parte de Italia, le pareció que se diminuía mucho de su estimación con la majestad y grandeza del rey habiendo salido del reino su enemigo; y parecía ya que había el rey de ser preminente sobre todos los príncipes y potentados de Italia si se confederase con el papa.

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No le pareció mal al papa la opinión del duque de Milán. Conformábase bien el papa en esta opinión con el duque de Milán; y allende que era más aficionado a la parte anjoyna, se le representaba que si el duque saliese con su empresa, le había de ser más rendido y sujeto y con menos presunción y soberbia; y así, había buen aparejo de irse disponiendo y procurando nuevas cosas, pero no aún tan descubiertamente. Las ciudades que se restituyeron a la reina Juana [de Nápoles]. Habían recibido los dos legados apostólicos del duque de Anjous cuando se fue a Roma, la ciudad de Aversa y Castelamar; y entre tanto que el papa entretenía con buenas esperanzas al duque, se entregaron a la reina. Esto fue a 10 del mes de marzo deste año de 1422. Pestilencia en Nápoles; el rey [de Aragón] se fue a Castelamar, su armada sobre Sorrento, y lo que algunos escriben sobre esto. Y por el mes de abril comenzó a encenderse en Nápoles muy gran pestilencia; y la reina y el rey y todos los barones que seguían la corte se fueron a Castelamar, y desde allí mandó el rey ir su armada sobre Sorrento y Massa que se tenían en la obediencia del duque con toda aquella montaña. Combatióse primero Vico, y de allí se fue a poner el campo sobre Sorrento que está en sitio muy fuerte; y los de Massa -que están muy vecinos- enviaron sus mensajeros para que los recibiesen en la obediencia del rey; y lo mismo hicieron los de Malfa que está en aquella sierra. Pasó parte de la armada del rey a la isla de Proxita que está muy allegada al cabo de Sorrento, y entróse la ciudad de Proxita por combate; y luego se dieron a partido los de Sorrento. El rey [de Aragón] y la reina Juana se fueron a Gaeta. Hay autor que afirma que queriendo el rey que estos lugares se le rindiesen a él y no a la reina, comenzó a descubrirse entre ellos mayor sospecha; de que nació la discordia que se declaró ser de gran odio y enemistad: porque habiendo estado algunos meses en Castelamar, dejando el rey al conde don Artal de Luna con parte de su armada en la guarda y defensa de aquella costa, se fueron el rey y la reina juntos a Gaeta. Y el ánimo de la reina estaba lleno de odio y temor, que son los consejeros en las cosas dudosas; y aquel rancor se iba encendiendo por extraño artifício del gran senescal, que estaba muy lejos de procurar la gracia del rey, aunque al parecer fuese de otra manera; y el rey también iba disimulando su sentimiento, conociendo el peligro que había en asegurarse de la condición de la reina. El rey [de Aragón] redujo la provincia de Labor. Mas con el suceso de haber reducido a su obediencia la provincia de Tierra de Labor y haber salido el duque della por la pujanza de su ejército, los más principales barones procuraban la gracia del rey; señaladamente los que más pensaban que la reina se ofendía dello; y así muy brevemente los que habían seguido la parte anjoyna, desconfiados del duque, procuraron de volver a la obediencia de la reina y del rey. El rey [de Aragón] pide al papa le confirme el derecho de la sucesión del reino de Nápoles; y lo confirma. Envió el rey al papa sus embajadores, para que con los de la reina y en su nombre le suplicasen que confirmase el derecho de la sucesión de aquel reino; y el papa lo concedió graciosamente, y se expidió sobre ello su bula apostólica. Francisco de Ariño, secretario del rey [de Aragón], varón eminente. Y en esto que importaba tanto a la grandeza de la corona real de Aragón fue el mayor ministro que tuvo el rey Francisco de Ariño su secretario, que era de quien hacía más confianza en todas las cosas más importantes de su estado; pero la bula desta confirmación quedó en manos del cardenal de Santangelo y no vino a poder del rey porque en breves días murió desastradamente como se ha referido. Sforza se vio con el rey [de Aragón] y, con la reina Juana [de Nápoles] en Gaeta. Sucedió en el mismo tiempo una cosa que pareció a todo el mundo la más favorable que podía ser para mejor fundar el rey su sucesión en aquel reino, de que se le siguió tanto daño que estuvo bien cerca de ser su perdición y esto fue: que Sforza que se había recogido a Benevento que se tenía por él después de haberse entregado Aversa a la reina, fue solo -con una gran confianza de sí mismo- a

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verse con Braccio, su antiguo competidor y tan enemigo, a quien la reina en su lugar había hecho gran condestable del reino; y junto a Marzanello se vieron a pie y se confederaron en una gran amistad; y con seguro de Braccio vino Sforza a Gaeta a visitar al rey y a la reina, y estuvo en su corte diez y ocho días con gran fausto y fiesta, convidando a los señores aragoneses y catalanes y a toda suerte de gente de la una y de la otra corte. Mas del rey -según se entendía- no era tan bien visto como pensaban las gentes, y por esto con mayor cuidado y con más públicas apariencias la reina y el gran senescal, comenzaron como en competencia a hacerle mucha fiesta; y secretamente le daban gran esperanza ofreciéndole que presto sería remunerado y satisfecho de tantos daños como había recibido. Amistad peligrosa es la reconciliada. Por estos días, andando el rey a caza hacia Terracina y con él Sforza, cayó el caballo en que iba el rey y Sforza con mucha destreza le fue a levantar; y aunque el rey le mostró muy gracioso semblante, bien sospechaban algunos que el que le sacaba de aquel peligro procuraría ponerle en otros mayores. El duque de Sessa y otros barones se redujeron al servicio de la reina Juana. Pocos días después se partió Sforza con buena licencia del rey y de la reina, ofreciéndose que siempre estaba muy aparejado para servirlos y hacer obra por donde los que quedaban aficionados a la parte anjoyna y por reducirse viniesen a su obediencia y les fuesen fieles; y salido de allí redujo al servicio de la reina a Juan Antonio de Marzano duque de Sessa y otros barones en Tierra de Labor; pero no pudo jamás reducirse Attino Caraciolo gran canceller, que tenía a Matalón; y estaba desesperado por el favor y lugar que tenía el gran senescal en la privanza de la reina; ni menos pudo traer a la obediencia del rey al conde de Caserta. Los que en el servicio de la reina [de Nápoles] estaban dudosos. Era un gran número de barones que, parte eran del todo deservidores y enemigos de la reina y aliados con el duque de Anjous y sus vasallos y criados, y parte estaban en tregua o muy dudosos y por declararse; y de la misma manera se entretenían algunos pueblos. Entre éstos eran el conde de Rucino y Antonelo de Fiscaula en Calabria y el conde de Arena, la ciudad de Cossencia y Los Casales, el conde Francisco Sforza que tenía a Rijoles y era visorey por el duque de Anjous de aquella provincia de Calabria que era hijo de Sforza. En Tierra de Bari eran de esta opinión Roger de Rotegliano que tenía a Bari y el conde de Conversano, aunque pocos días después desto se le rebelaron los vasallos y dieron a Conversano a Juan Antonio de Bausio Ursino príncipe de Taranto; y en Tierra de Otranto Luis de San Severino que era señor de Nardo y conde de Convertino. Los que en el valle de Benevento no obedecían al rey [de Aragón]. Teníanse en el valle de Benevento fuera de la obediencia del rey el conde de Sant Angelo y el Prete que llamaban Belenguer, que era demasiadamente guerrero, y el protonotario Zurlo y el conde de Montorio; y en Abruzo el conde de Albito y el conde de Pópulo, Juan Zurlo y el conde de Archi y el hijo del conde Corrado y los de Sant Valentín; también estaba fuera de la obediencia de la reina la isla de Capri. Intento del gran senescal. Toda esta división y parcialidad daba más osadía al gran senescal para pensar que sería parte de mudar las cosas del estado del reino y reducir al rey de Aragón a la sujección y miseria en que se vio el rey Jacobo de La Marcha, que fue forzado a dejar a la reina su mujer y el reino y venirse a Francia. Y tuvo su secreta inteligencia con Sforza para que animase a todos éstos que eran tan enemigos y rebeldes -y señaladamente a Ottino Caraciolo- con fin de no debilitar tanto la parte anjoyna, que cuando la reina tuviese necesidad de juntarse con ella la hallase sin fuerzas e inhábil para resistir al rey de Aragón.

CAPÍTULO XVI

De la división que hubo entre el rey y la reina de Nápoles y de la guerra que se rompió por su causa.

Inconstancia de la reina de Nápoles. No pudo sufrir la reina -según estaba acostumbrada a reinar

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absolutamente- que el rey a quien ella había llamado y tomado por hijo, tuviese tanta parte y mano en el reino, que se gobernasen las cosas por su consejo, siendo forzoso y necesario que fuese así estando los enemigos con las armas tan poderosas en el reino y habiendo de sustentarse en él con continua guerra hasta echarlos del todo y quedar en el reino sin competidor. Sentimiento de la reina de Nápoles, indigna privanza y libertad indecente. Sentía sobre todo siendo inducida por el gran senescal -que ella quiso siempre que en su amor y privanza fuese no sólo preferido al hijo pero a su legítimo marido- que se redujesen a su obediencia por el valor y medio del rey su hijo los que estaban fuera della; y como aquélla que no pudo sufrir que reinase no gobernase su marido, siendo tan digno del reino, tampoco se podía sujetar a gobernar en compañía del hijo, sino por medio de su gran privado. Aborrecía ya con su acostumbrada liviandad y licencia al rey, y a todos los suyos, y a los de nuestra nación, ora fuesen aragoneses o catalanes o de otro reino como fuesen españoles; y comenzó a confederarse contra el rey con sus proprios enemigos y de la casa de Durazo, y a los que no lo eran aún declarados procuraba de traer a su opinión. Al papa y al duque de Milán quiere enemistar con el rey [de Aragón] la reina de Nápoles. Y lo primero que procuró fue inducir al papa y al duque de Milán, publicando que el rey de Aragón la tenía en poco y que ya no era estimada por reina ni madre del que tan gran beneficio había recibido della con tanta honra, y que era tratada como sierva. Siguióse siendo el principal promovedor e instigador el gran senescal un terrible desamor y aborrecimiento entre ellos, y no se osaba fiar el uno del otro ni podían buenamente sufrir ni la reina ni los suyos que el rey se entremetiese en las cosas del gobierno, habiendo a los principios gobernado los dos con grande conformidad como se requería, así las cosas del estado como de la guerra. Los malos consejeros son peste de las repúblicas. Pero aquella concordia duró muy pocos días por la malicia de los malos consejeros y por el odio y envidia que tenían a nuestra nación; y tras la desconfianza nacieron grandes sospechas y temores, y de allí muy formada y declarada enemistad. Tuvo -a lo que se juzgaba- esta tan gran disensión su principio de haberse puesto en la obediencia del rey los lugares que se le rindieron en la montaña de Sorrento, de que tuvo mucho descontentamiento el gran senescal; y mostraba sentirse muy gravemente que el rey pusiese la mano en lo que tocaba al estado que era de la reina y que no se debía entrometer sino en lo de Calabria, y aun aquello limitadamente y con el respeto que se debía a la reina, salva siempre su suprema fidelidad y autoridad. Recelo de la reina de Nápoles; y lo que hizo. Comenzó con esta ocasión de ir cada día más indignado a la reina que tenía por su condición muy buen aparejo, sembrando entre ellos causas del mayor aborrecimiento y enemistad que pudo ser. Venido el mes de septiembre -que la pestilencia había cesado en Nápoles- partió el rey de Gaeta y se fue a Aversa por tierra por ver a Capua, con fin de irse a Nápoles; y creciendo más cada día las sospechas, habiéndose persuadido a la reina que el rey la quería traer a Cataluña, lo que era fácil cosa de creer de un príncipe tan valeroso que había de desear el remedio de tanto rompimiento y la salvación de aquel reino, y que el fin que el rey tenía era de apoderarse de todas aquellas provincias. Pasó la reina de Gaeta a Prochyta como que iba a recrearse, disimulando su miedo; y deteniéndose allí algunos días fuese a Puzol para entrarse en Nápoles. De Aversa se fue el rey a Nápoles a su palacio real que era el castillo Nuevo, y dejó ordenado que la reina fuese por mar; y supo ella que a los capitanes de las galeras se dio orden que la llevasen al mismo castillo donde el rey estaba; y con aquel temor se fue por tierra sin que se entendiese al castillo de Capuana que ella tenía en Nápoles a su guarda porque el Nuevo y el del Ovo se entregaron al rey y habían de estar a su disposición. Los ánimos encontrados del rey [de Aragón] y de la reina Juana se descubren. De allí adelante, por muchos días, de tal suerte se fueron descubriendo el odio y rencor que tenían el rey y la reina y sus privados, que el gran senescal no quiso ir al rey al castillo sin su seguro, temiendo que sería

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detenido en él; y el rey para que pudiese ir seguramente le dio su salvaguarda escrita de su mano con un sello de oro. Y por esto no dejaba el rey de ir a menudo a visitar a la reina, aunque ella estaba en su castillo con la mayor guarda que podía. Fiestas que el rey [de Aragón] hacía en Nápoles; y con qué fin. Para mayor disimulación de su disensión y discordia mandaba el rey hacer muy ordinarias fiestas con grandes justas y torneos y con otras representaciones y entremeses para que se regocijase el pueblo; y el rey quería que las fiestas fuesen a Las Correas y la reina en Carbonara. Fue la determinación de los privados de la reina de echar por cualquier camino del reino al rey; y él tenía bien conocido lo poco que se podía fiar de la reina, considerando su condición y liviandad; porque apenas lo había librado de la sujección de sus enemigos y de un tan miserable cautiverio y de la misma muerte y ya trataba cómo perderle y destruirle. Los que con la reina Juana estaban conjurados contra el rey [de Aragón]. Eran los principales en esta conjuración de los familiares de la reina el gran senescal, Gualterio Viola Caristia y un Sanuto, que se habían confederado con Sforza y conspirado contra la persona del rey para prenderle o matarle como lo intentaron contra el rey Jacobo de La Marcha. Y habían acordado -según afirma un autor siciliano llamado Tomás de Chaula de Claramonte- que aquello se ejecutase cuando el rey fuese a visitar a la reina. Francisco de Ariño dio al rey [de Aragón] un aviso importante. Era por el mes de abril del año 1423 cuando el rey tenía ordenada una justa real con gran aparato de invención y fiesta; y sucedió que en el mismo tiempo Francisco de Ariño escribió de Roma al rey, que sabía de cierta conjuración que se hizo para que le prendiesen; y para que mejor se pudiese ejecutar estaba acordado que la reina le enviase a rogar que la fuese a ver: ¡tan grande era la confianza de los conjurados y tan fiera su crueldad! El rey [de Aragón] manda detener al senescal con fin de prender a la reina de Nápoles. Con esta demanda -según se tuvo por cierto- vino al rey el gran senescal a su alcázar real, a 25 del mes de mayo, asegurado como salía del salvoconducto del rey; y entonces le mandó detener: y en el mismo instante se puso el rey a caballo para ir al castillo de Capuana, según afirman con determinación de apoderarse del castillo y prender a la reina; lo que parece que debía ser dejando al gran senescal preso como quedaba. Mas por apresuradamente que lo pensó hacer un Gaspar Polsana de Florencia criado de la reina por un suyo envió para avisarla secretamente que se guardase, porque el rey había mandado prender al gran senescal en su palacio, y se decía que iba por ella. Esto se hizo tan aceleradamente que tuvo la reina lugar de apercibirse; y llegando el rey al castillo de Capuana se echó la compuerta de la torre habiendo llegado al medio de la puente; y súbitamente salieron a la defensa los soldados que estaban dentro de guarnición; y con ballestas y piedras tiraron a los que iban entrando por la puente y comenzaron a defender con su ballestería la entrada. Peligro del que libró al rey [de Aragón] en Nápoles Juan de Bardají. Púsose el rey delante con su espada desnuda, pensando ganarles la puente; y siendo herido el caballo en que iba estuvo en grande peligro, si no le socorriera Juan de Bardají hijo de Berenguer de Bardají justicia de Aragón, que se halló con él a su lado y le dio su celada; y Juan de Bardají y don Guillén Ramón de Moncada salieron muy mal heridos. Muerte de Alvaro de Garavito, baile general de Aragón. Y fue allí muerto Alvaro de Garavito, que había sido baile general de Aragón y fue un muy valiente caballero. Recogiendo el rey como pudo los suyos volvióse al mercado; y como toda la ciudad se puso en armas mandó dar un pregón que so pena de la vida no se moviese ninguno. Y así estuvo la reina encerrada por dos días; y con diversos mensajeros envió a Sforza que estaba en Benevento -que era el principal en esta conspiración- que fuese a librarla de la opresión en que se hallaba.

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Prevención del rey [de Aragón] en Tierra de Labor. El rey, por otra parte, mandó dar aviso por todos los lugares de Tierra de Labor y del principado de Salerno que estaban en su obediencia para que se recogiesen algunas compañías de soldados de sus guarniciones; y éstos y los que tenía en su guarda y con los caballeros de su corte, mandó que se pusiesen en Casanova, porque Sforza no pudiese entrar en el castillo de Capuana; y mandó hacer en torno dél diversas minas y cavas. Los que en aquel rebato asistieron al rey [de Aragón]. Halláronse en este rebato con la gente del rey, muy pocos de los barones del reino; y los que fueron más principales eran: Francisco Ursino y un hermano suyo y Colá de Campobasso y un Cice Antonio; aunque cuando salió el rey por la ciudad aquel día de tan terrible rompimiento todo el pueblo de Nápoles ofrecía de seguirle contra los rebeldes y tomar las armas; pero aquello era muy peligroso y incierto. Rompimiento contra el rey [de Aragón] en Nápoles. Y luego hubo diversos movimientos y consejos, y declaración muy pública de los del bando anjoyno, teniendo por rompida no sólo la confederación que había entre el rey y la reina pero la adopción, y por muy constante que la reina había de valerse de su enemigo y de su parte para echar al rey del reino, mayormente teniendo tan a la mano a Sforza que esperaba por aquel camino engrandecer su estado y de los suyos, y que sería cruel enemigo de la nación catalana y de la casa de Aragón, y que aquella ciudad sería robo y despojo del vencedor. Temor al rey [de Aragón] en Nápoles. Y por otra parte les ponía miedo el poder del rey y la vecindad de Sicilia y Cerdeña y la comodidad de sus armadas para poder proseguir la guerra cuando no tuviese ninguna parte en el reino. Trátase de concordia. Con este temor, los que recelaban la perdición de aquella ciudad se pusieron a tratar de alguna concordia entre el rey y la reina; y el rey venía bien en ella por las nuevas que tenía de los movimientos y alteraciones de Castilla; y esperaba cada hora la armada que se juntaba por orden del principado de Cataluña con publicación que el rey había de venir en ella para poner asiento en las cosas de Castilla. Intento de la reina Juana. Mas la reina estaba ya muy lejos de desear ningún género de concordia, antes le pareció aquella buena ocasión para salir de la sujección en que estaba por volver a reinar y vivir tan absolutamente como antes, aunque iba disimulando hasta que le llegase el socorro que esperaba de Sforza. Y el rey también ponía en orden su gente para que no saliese la reina de aquel castillo o se apoderase de la ciudad, siendo Sforza llamado y requerido por los anjoynos.

CAPÍTULO XVII

De la batalla que hubo entre los anjoynos y aragoneses y que Sforza con el suceso de la victoria quedó apoderado de la ciudad y pueblo de Nápoles.

Sforza toma la vía de Nápoles. Teniendo Sforza entre las manos la ocasión que deseaba para su grandeza, por estar su gente de guerra repartida y pasarla con daño de los pueblos por no les pagar el sueldo, visto cuán repentinamente se había encendido mortal disensión entre la reina y el rey, de la cual no podía excusarse muy cruda guerra, con nombre de poner a la reina en su libertad juntando toda la gente que pudo apresuró su camino la vía de Nápoles con determinación de sacar aquella ciudad de la sujección del rey. Lo que dicen algunos escritores. Llegó con su campo a un lugar que llaman Santa María de Ogliulo a 30 de mayo; y allí supo que el rey había mandado salir fuera de la ciudad toda su gente, que eran hasta tres mil de caballo y de pie; y Sforza -según escriben- no tenía más de seiscientos de caballo y mal en orden, y trecientos soldados; y por acudir a la defensa de la reina en tan buena ocasión, y con esperanza de tener todo el reino a su mando, si salía con su empresa y también con

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gran confianza que de la ciudad se le había de juntar mucha gente viendo a la reina cercada y en tan gran peligro, y que podría servirse della con gran facilidad, porque sabían las entradas y salidas de las calles y los nuestros a respeto dellos eran muy pocos y muy conocidos, aventuróse de pasar a emprender algún hecho de armas y ordenó sus escuadrones como mejor pudo. Determinación de Sforza. Pidiéndole los suyos -según la costumbre de la guerra- qué apellido tomarían dijo: "Herid a los bien vestidos y bien a caballo", porque los suyos estaban en caballos muy flacos y ellos mal vestidos. Y así acometieron a los nuestros, que los salieron a esperar en el camino sus batallas ordenadas, siendo el general don Bernaldo de Centellas. Batalla entre los anjoinos y aragoneses. A los primeros encuentros perdió Sforza muchos de los suyos, y los demás ya revolvían a ponerse en salvo y recogerse por las partes que ellos sabían muy bien; y por diversos atajos se tornaban a juntar con sus escuadrones; y los nuestros cuando menos pensaban se hallaban rodeados y encerrados en tan angostos lugares que no podían pelear ni valerse de la caballería. Hay autor catalán antiguo que afirma que salieron del castillo de Capuana trecientos hombres de armas con cuatro mil de pie del pueblo, y hirieron en los nuestros por las espaldas, y entonces se desbarataron; y con este socorro Sforza arremetió contra Cice Antonio que llevaba el estandarte real y se le quitó de las manos, y fue allí preso. Infelice suceso y esfuerzo de don Juan de Moncada y de Jimén Pérez de Corella. Y viendo esto los suyos, cobrando nuevo esfuerzo, pelearon animosamente; y los nuestros ni podían pelear ni tampoco recogerse; y muy pocos resistían el ímpetu de los enemigos, entre los cuales pelearon muy valerosamente don Juan de Moncada y Jimén Pérez de Corella señalado caballero que hizo oficio de gran soldado como lo pudiera hacer el más valiente capitán que se hallara en su lugar; y poniéndose por los enemigos a caballo hizo aquel día hazaña de gran caballero. Fueron los nuestros rotos y vencidos, con pérdida de más de docientos hombres de armas; y perdieron ochocientos caballos, y quedaron prisioneros la mayor parte de los señores aragoneses y catalanes que se hallaron en esta pelea; y viéronse otros que vilmente fueron encerrados en el alcázar. Los principales de los que fueron presos. Los principales que fueron presos eran don Bernaldo de Centellas, don Ramón de Perellós, don Fadrique Enríquez hijo del almirante de Castilla, don Juan y don Ramón de Moncada, Jimén Pérez de Corella, Juan de Bardají y el conde Juan de Veintemilla. Sforza fue sobre Aversa. En esta jornada los de Sforza se rehicieron y proveyeron de nuevas armas, y hubieron muchos caballos; y Sforza se apoderó de la ciudad, quedando los nuestros encerrados en los castillos Nuevo y del Ovo. Desde aquel día fue parte Sforza que la reina proveyese que pudiesen entrar en Nápoles todos los desterrados que seguían la parte anjoyna. Y el mismo día fue sobre Aversa con su ejército, publicando que Juanot Pertusa -catalán que tenía por el rey el castillo de Aversa- le envió a ofrecer que le daría el castillo. Y dejó en Nápoles a Foschino de Cotignola y a Francisco Mormilo con algunas compañías de soldados a los reparos contra el castillo Nuevo, a donde estaba el rey cercado de los enemigos y del pueblo todo de aquella ciudad.

CAPÍTULO XVIII Del combate que el rey mandó dar a la ciudad de Nápoles; y que Sforza llevó a la reina a Aversa.

Peligro en que estaba el rey [de Aragón]. A este estado llegaron las cosas en tan breve espacio de tiempo, que el rey estaba cercado en el castillo y en gran peligro por la falta de bastimentos, habiendo tan pocos días antes gozado de tan gran victoria que se vio casi pacífico rey y señor de aquel reino, sin parecer que se le podía poner ningún embarazo si fuera la reina la que debía para que no reinase en la majestad y grandeza que convenía. Socorros que le vinieron al rey [de Aragón]. Variando desta manera la suerte, se tuvo por gran

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ventura que llegó al puerto de Nápoles una nave de don Gilabert de Centellas conde de Golisano, cargada de munición y bastimentos; y que también pasó de Sicilia con mucha caballería don Bernaldo de Cabrera. Y en aquella adversidad fueron mensajeros de otro mayor socorro. La armada de Cataluña llegó al puerto de Nápoles y lo que con su venida se publicó. Esto fue que el principado de Cataluña puso en orden una muy buena armada para traer al rey que visitase estos reinos. Y fue capitán general della don Juan Ramón Folch conde de Cardona. Salió esta armada de la playa de Barcelona a 11 del mes de mayo; y -según parece en autor antiguo de las cosas del reino y natural dél- fue de veinte y dos galeras y ocho naves gruesas. Y arribó al puerto de Nápoles a 10 del mes de junio. Y con este autor conforma Juan Francés Boscán en la relación de algunas cosas notables de su tiempo, que escribe, que era esta armada de treinta fustas entre todos los navíos y que el conde de Cardona fue por capitán della por el general de Cataluña. Bartholomé Facio -que ordenó la historia deste príncipe- escribe el número más limitadamente, afirmando que eran diez galeras y seis naves; y que habiendo arribado a Gaeta tuvo allí nueva el conde de Cardona de la necesidad en que estaban las cosas del rey. Decíase públicamente en Nápoles que esta armada iba para venirse el rey en ella y traer consigo a la reina a Cataluña, pensando que le saliera el trato de prenderla, porque no le parecía ser verdadero rey ni señor si no tenía a la reina de su mano como era razón que lo entendiese así, y si así era -como yo lo creo verdaderamente-, estuvo en muy poco el poderse poner por obra con tanto beneficio de aquel reino, que buenamente se excusaran las guerras y males que por él pasaron por tanto tiempo en cuanto fue causa dellos sola la liviandad de una mujer, y así no es de maravillar si llegando la armada a tal punto se tuviese esta fama por cierta, según lo que pasó después que salió de la playa de Barcelona. Manda el rey [de Aragón] combatir la ciudad de Nápoles. Teniendo el rey junta su gente y bien en orden, con el gran sentimiento y pesar que tuvo de la mala fe de los que le habían puesto en aquella empresa que así le habían desamparado tan presto y le quisieron perseguir corno al de La Marcha y casi le pusieron en las manos de sus enemigos, deliberó de castigar aquel pueblo y hacer todo el daño que pudiese en los anjoynos. Y ordenó con los capitanes de las naves y galeras que se combatiese la ciudad. Batalla en la ciudad de Nápoles. Habían tomado los enemigos con las compañías de gente de caballo de la ciudad la plaza que está delante del castillo real que llaman Las Correas para defender la salida de la gente de la armada a tierra y para combatir della el castillo. Y acudía de la ciudad por diversas partes toda la gente que era necesaria para tener defendido aquel puesto; y por él se comenzó a trabar la batalla tan reciamente por los nuestros que presto le desampararon los anjoynos, pensando defenderse mejor por los muros y torres y por lo más eminente de la ciudad y que fácilmente resistirían el ímpetu de los nuestros. Pero siguiéronlos de manera que juntamente con ellos los llevaron por la puerta que llamaban de Petrucho haciendo mucho daño en ellos; y peleando en aquel lugar bravamente fueron del todo lanzados para dentro y vencidos. De la primera calle se apoderaron los catalanes. Y entrándose la primera calle, se apoderaron della los catalanes; y otras compañías entraron por la puerta Real, y ganaron las calles y plazas más altas a donde se comenzó a trabar una muy recia pelea. El rey [de Aragón] acomete por la marina y por tierra los condes de Cardona y de Pallás y por otra parte el infante don Pedro. Dióse el asalto por tres partes, que fue: por el muelle y por la parte de la atarazana y por San Martín, acometiendo el rey con su armada por la marina, y por tierra los condes de Cardona y de Pallás; y porque sobrevino la noche cesó de combatirse por todas partes teniendo el infante don Pedro cargo de combatir por otro cuartel con parte del ejército. Los que con la reina Juana estaban con miedo; y el acometimiento que el rey [de Aragón] hizo con su estandarte. Valor de Sforza. Enviaron los napolitanos a llamar a Sforza para que los socorriese y sacase la reina de aquel peligro; y no vino aquella tarde por ir poderosamente; y llegó otro día por la mañana y halló perdida la plaza del puerto hasta Santa Clara y puesto todo aquello a saco; y

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todos los grandes que habían ido a visitar a la reina llenos de miedo. Y entre ellos se hallaron el conde de Nola, el duque de Sessa, el protonotario Zurlo, el canceller y el conde de Sant Angelo. Salió el rey otro día al amanecer con sus haces en ordenanza; y combatióse la ciudad por mar y por tierra; y acometió el rey con su estandarte real las calles de la marina; y comenzóse a batir toda la ciudad con artillería de mar y de los castillos Nuevo y del Ovo; y por la parte de septentrión y poniente entró la ciudad gran parte del ejército de mar; y mezclóse una muy recia batalla con la gente que se había puesto la noche pasada en la defensa de aquellas calles, resistiendo Sforza con gran valor con todo el cuerpo de su gente y con un vigor de ánimo terrible; y aquel día -según se afirma- le mataron cuatro caballos peleando siempre y peleó a pie por gran espacio. Pónese fuego y los enemigos se retiran. Púsose fuego por diversas partes de la ciudad; y no pudiendo resistir el ímpetu y furor de la gente del rey, se fueron los enemigos recogiendo y poniendo en salvo; y hallándose Sforza por otra parte resistiendo que no pasase el estandarte real adelante y peleando con los nuestros, entendiendo que ardía parte de la ciudad que está a la marina, desconfiando de poder revencer el peligro en que estaba, se salió dél y se retrajo con su gente a Campo Viejo. Sforza llevó a la reina [de Nápoles] del castillo de Capuana a Aversa; y de allí a Nola. Fue otro día por la reina y sacóla del castillo de Capuana y llevóla a Aversa y después a Nola. Y volvió con una celeridad increíble a Campo Viejo por socorrer el castillo de Capuana, a donde había dejado al capitán Gracián con cien soldados y a Santo Parente, que fue el que defendió el castillo de La Cerra. El castillo de Capuana se rindió al rey [de Aragón]. Sforza ahorcó al capitán que él tenía a su cargo y el rey [de Aragón] quedó señor de la ciudad de Nápoles y de sus castillos. Pero el de Capuana se rindió al rey a partido, con tanto pesar y sentimiento de Sforza que por su propria mano ahorcó al Gracián, porque no hizo su deber en la defensa como Santo Parente quisiera. Con esta victoria quedó el rey señor de aquella ciudad y de los castillos; y en este conflicto mostró bien la grandeza de su corazón y el valor que le puso en tan alto grado de gloria que excedió no sólo a los príncipes de aquellos tiempos en la magnanimidad y excelencia de ánimo, pero a los de muchos siglos; porque así como con justa ira se puso a tomar la venganza de aquel pueblo tan desconocido y rebelde que puso en tanto peligro su vida y se conjuró contra su persona y estado, así con una increíble clemencia mandó que cesasen del saco; y mostró grande pesar y sentimiento del fuego que se puso a mucha parte de la ciudad; y con gran benignidad recibió de nuevo los homenajes y fidelidad del pueblo y de las congregaciones de los nobles. Naturaleza de la reina Juana [de Nápoles]. Salióle a Sforza el trato que traía con Joanot de Pertusa como lo pensaba; y entrególe el castillo de Aversa y llevó allá a la reina. Y entonces acabó Sforza con ella que enviase por el duque de Anjous que estaba en Roma; aunque la reina estuvo en ello muy dura, porque en ninguna cosa descubrió tanto su perversa naturaleza como en nunca venir bien en tener consigo príncipe que por alguna razón le hubiese de tener respeto y salir del mando y gobierno de sus privados. Y dio entonces a Sforza todos los principales prisioneros de quien pudiera haber un gran rescate, y diéralos a todos de mejor gana por solo el gran senescal sin cuyo parecer y mando no sabía vivir. El rey [de Aragón] dio libertad al senescal. Y el rey le mandó poner en libertad por don Bernaldo de Centellas y don Ramón de Perellós.

CAPÍTULO XIX Que la reina revocó la adopción que hizo del rey de Aragón y tomó por hijo al duque de Anjous su

proprio enemigo. Con el fundamento que la reina Juana revoca la adopción que hizo al rey [de Aragón]. Lo primero

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en que la reina entendió cuando se vio fuera de tanto peligro y en poder de Sforza fue -con el consejo y favor del papa- declarar por públicos instrumentos lo que tantos días antes mostraba por las obras de no tener al rey por hijo, y el deseo que tenía de privarle de la sucesión de aquel reino y salir para siempre de su sujección y si pudiera de otro cualquier príncipe, por entregarse a su modo a sus privados con la libertad que solía. El fundamento desta revocación de lo que antes había ordenado con público consejo y consentimiento del reino fue: que por las leyes sagradas y por la censura de los derechos estaba proveído que no solamente el hijo adoptivo no legítimo, pero el legítimo y natural, era privado de cualquier donación de herencia y feudo y beneficio y de cualquier concesión; y por el derecho por el mismo caso debía ser habido por privado por exceso de ingratitud y vicio de notoria infidelidad y rebelión y por otra cualquier crueldad. Testimonio de la reina Juana [de Nápoles]. Con esta consideración decía la reina que por ciertas causas que habían movido su ánimo en cuanto en ella fue, tomó por su hijo y sucesor de aquel reino al rey de Aragón y le dio en feudo el ducado de Calabria; y entonces le constituyó por su visorey gobernador y vicario general de todo su reino de Sicilia por la vida del rey, con facultad de proveer y hacer todo aquello que ella podía, reservándose el supremo dominio. Pero postreramente, considerando el gran vicio de su notoria ingratitud y rebelión y la crueldad bárbara que había cometido contra su persona real, y la conspiración que concibió contra su estado injustamente, olvidándose de tan grandes beneficios como de su mano había recibido y que eran de calidad aquellas culpas que no había podido inducir su ánimo a dar crédito a ellas, aunque diversas veces se le habían referido, considerando la pureza y sinceridad de su ánimo que tenía a la persona del rey, convino poner a tales obras el remedio necesario. Sentimiento de la reina reina Juana [de Nápoles]. Porque habiendo detenido en el castillo Nuevo al gran senescal que había ido a él seguramente con su salvoconducto escrito de su propria mano y sellado con su sello de oro, en aquel mismo punto, encendido con la codicia de señorear y de usurpalle del todo el reino, con gente de armas fue para apoderarse de su castillo de Capuana y con fin de prender su persona y disponer della al albedrío de su desenfrenada voluntad, queriendo entrar en el castillo y mandando herir el castellano con diversos tiros fue prohibido por él y por los suyos varonilmente en la entrada. Quién era Sforza. Que después deste acometimiento tuvo encerrada a la reina y cercada en aquel castillo con diversas cavas y baluartes y con gran ejército de gente de caballo y de pie; y fue por su compadre Sforza de Attendulis conde de Cotiñola y gonfalonier de la santa iglesia romana cuyo socorro ella envió a pedir librada de aquel peligro con una brava batalla, habiendo vencido el ejército del rey. Afirmaba que habiendo arribado la armada del rey a Nápoles y siendo por ella la ciudad disipada con llamas y hierro cruelísimamente, si no hubiera salido del castillo de Capuana con el poder y socorro del mismo Sforza y de su ejército y no fuera acompañada hasta lugar seguro, fácilmente así el castillo como su persona hubieran venido a las manos del rey ingratísimo y cruelísimo, y dispusiera de su persona como pluguiera a su desordenada voluntad. La reina [de Nápoles] revoca lo que otorgó en favor del rey [de Aragón]. Por todas estas obras de tan notoria ingratitud y crueldad que con tan justa causa movían su ánimo, deliberando de no venir con el rey en ningún tiempo a reconciliación y concordia, porque no quedase por hijo arrogado y por sucesor de aquel reino y señor del ducado de Calabria y vicario del reino, con deliberación de su consejo y por su entero poder, revocaba la adopción que se hizo del rey sin dispensación y autoridad del sumo pontífice y la sucesión del reino y la donación del ducado de Calabria y el oficio de visorrey y gobernador y vicario general; y le privaba de todo como a ingrato notorio, infiel, rebelde y cruel y daba por de ningún efecto todo lo que se había ordenado y proveído por el rey desde 25 de mayo pasado que fue el día que prendió al gran senescal. Y así se notificó a todos los perlados y príncipes y barones y a los estados del reino, mandando con pena de traición y de infidelidad que saliesen de su obediencia y le tuviesen a él y a los suyos por enemigos públicos. El duque de Anjou se concertó con la reina Juana aunque el rey [de Aragón] procuró estorbarlo.

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Este instrumento se ordenó en la ciudad de Nola a 21 del mes de junio, antes que el castillo de Capuana se rindiese al rey; y entendiendo el rey que la reina había enviado a llamar al duque de Anjous, envió al duque un su privado con esperanza que se concertaría con él. Y sospechando el duque que se hacía por entretenerle y engañarle porque la reina no se fiase en él, se concertó con la reina; y luego fue a Aversa, y allí le recibió con gran solemnidad y fiesta. Y el obispo de Tropea, que estaba con la reina, tuvo una larga plática en alabanza del duque, tomando por fundamento de su sermón aquellas palabras de la sagrada escritura: "Verdaderamente éste era hijo de Dios". Adopción del duque de Anjou por la reina Juana [de Nápoles] y el suceso que tuvo. Y allí le adoptó por hijo; y fue puesto en la posesión del ducado de Calabria; y por su camino pasó increíbles trabajos por el modo que siempre tuvo la reina en su gobierno, teniéndole apartado de sí y muy desamparado y desfavorecido. Tan varia y mudable fue con todos, mujer enemiga de su marido y madre cruel contra su hijo; al que había tomado por hijo declara por enemigo y al que era tan declarado enemigo toma por hijo, de que se siguieron en aquel reino perpetuas guerras y males.

CAPÍTULO XX

Del combate y entrada que la armada y ejército del rey hizo en la ciudad de Iscla. Por la información que Miguel Cossa hizo al rey [de Aragón] se resolvió ir sobre la ciudad de Iscla, sojuzgadora de la de Nápoles. Por este tiempo Miguel Cossa, que era muy gran parte en la isla de Iscla y el principal de aquel bando (porque la isla estaba dividida en dos parcialidades de los Cossas y Manoccias) y tenía particular enemistad con el gran senescal, informó al rey que si pasaba con su armada a Iscla se le rindiría la ciudad, que es a maravilla fuerte e inexpugnable; y deliberó de pasar a combatirla por ser tan importante para las cosas del reino y tan vecina que ninguna fuerza de la tierra firme tiene más sojuzgada la ciudad de Nápoles y toda aquella marina. Intento del rey [de Aragón]. Esto fue con esperanza que si la armada real fuese de improviso y aceleradamente, se podrían hallar los de dentro tan descuidados que no pudiesen resistir y se les podía ganar de noche la puente que junta la ciudad con la isla; y no pudiendo ser socorrida de la gente de la isla ni por la mar se podía ganar la ciudad por combate o forzadamente se daría por hambre. Combate de la ciudad de Iscla. Con este acuerdo se enviaron de noche algunas galeras que tomaron la puente; y luego pasaron ocho naves con mucha artillería y munición y con buenas compañías de soldados; y tras esto el rey pasó con toda la armada de galeras para dar el combate a la ciudad. Habiéndoles tomado el alto del monte, por una parte dióseles el combate muy recio y terrible por la parte de la mar y de la puente; y el rey puso en él su persona a tanto peligro que discurriendo con un esquife, animando a los suyos, siguiéndole algunos se trabucó y fue al hondo estando armado, de suerte que si no le socorrieran tuvo en el postrer peligro su vida. Iscla se tomó y el castillo se dio a partido. Entróse la ciudad por combate y el castillo se dio a partido; y dejó en él el rey muy escogida gente de guarnición y en la defensa de la ciudad. Con este suceso que fue de grande reputación, sabiendo el rey que el duque de Anjous era ido a Aversa y que la reina le pensaba hacer la guerra con su proprio enemigo envió luego por Braccio de Montone, que tenía su campo sobre la ciudad del Aguila; y pidióle que le fuese a servir en esta guerra por general, en compañía del infante don Pedro su hermano, porque le era forzado venir a España por procurar que se pusiese algún buen asiento en las turbaciones que se habían movido en el reino de Castilla; mas Braccio por no dejar El Aguila como él decía en poder de los enemigos del rey siendo propria empresa suya, esperando de haberla cada hora, se excusaba -al parecer con muy justa causa- de venir al cargo que el rey le encomendaba. Los cuatro capitanes que envió Braccio al rey [de Aragón]. Y envióle cuatro muy famosos capitanes de su escuela, que eran Jacobo Caldora, Enrico Malatacca y Bernaldino Ubaldino que decían de La Carda y Orso Ursino. Estos capitanes llegaron al rey con sus compañías el 1º de

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octubre; y pareciéndole al rey que con aquella gente y con la que dejaba en su armada y en la defensa de la ciudad de Nápoles y de los castillos quedaba bastante su parte para poder resistir a cualquier ofensa hasta que volviese la armada que había de llevar, deliberó de partirse. Consideración de los duques de Anjou y de Milán. Habían procurado los que tenían el gobierno de la señoría de Génova que el duque de Milán se confederase con el duque de Anjous y dejase la amistad del rey, pues era tan natural el odio que aquella nación tenía con la catalana y tan antigua la pendencia, y forzosa la causa della por las cosas de Córcega y Cerdeña; y por su parte el duque de Anjous hacía grandes ofrecimientos de valerlos en todo su menester por la vecindad de sus estados, señaladamente de la Proenza, de que resultaba alguna utilidad a los genoveses, pero de poca consideración si se tuviera respeto al comercio que aquella nación tenía en los reinos de Castilla y en la Andalucía, de donde sacaban gran tesoro. El duque de Anjou ofrece casar con una hermana del de Milán. Juntamente con esto ofrecía el duque de Anjous que casaría con una hermana del duque de Milán. Y venía el duque de Milán en esta confederación con gran afición, usurpándose una gloria muy vana de ser el que libraba a Italia de la sujección de las naciones extranjeras, pues el rey de Aragón se atribuía el nombre de opresor; y mandó poner en orden la armada de genoveses para que saliese al socorro de las cosas del duque de Anjous.

CAPÍTULO XXI Que el duque de Anjous y Sforza llegaron a poner su campo a las puertas de Nápoles, estando el

rey para hacerse a la vela; y se volvieron a Aversa. El rey [de Aragón] quiere partirse y el duque de Anjou le sale al encuentro. En el punto que el rey estaba ya para hacerse a la vela con su armada para venir a sus reinos, salieron el duque de Anjous y Sforza con su campo de Aversa, y viniendo en su ordenanza camino de Nápoles llegaron a La Madalena. Escaramuza a la boca del río de Nápoles. Mandó entonces el rey salir su gente por tierra al encuentro de los enemigos; y él se fue con la armada a poner a la boca del río de Nápoles; y trabóse con la gente que salió de la ciudad una muy recia escaramuza. En la cual hay autor -natural del reino, de aquel tiempo, que no se nombra- que afirma que los nuestros fueron rompidos y lanzados dentro de la ciudad por fuerza de armas, y que Sforza pasó a poner su pendón del diamante -que era su devisa- hasta el Burgo Nuevo, y que éste fue caso que dio mucho descontentamiento y cuidado al rey viendo los suyos lanzados de mucho menor número de gente. Tomás de Chaula de Claramonte -también autor a quien por su antigüedad se debe dar crédito- escribe haber llegado la reina con el ejército de Sforza a la marina de Nápoles, y que hubo delante de los muros diversas escaramuzas; y siendo ya tarde se volvieron a Aversa. Y el rey se hizo a la vela otro día y se entró en Gaeta. Y desto ninguna mención hace Bartolomé Faccio que escribió tan copiosamente las cosas del rey en toda la empresa y conquista del reino. El infante don Pedro de Aragón, lugarteniente general en el reino de Nápoles. Esto fue a 15 del mes de octubre, y dejó el rey por lugarteniente general de todo el reino al infante don Pedro, y la guarda y defensa de la ciudad debajo del gobierno de Jacobo Caldora y de los otros capitanes italianos y de nuestra nación, con mil y docientos caballos y mil soldados, muy escogida gente; y dio gran esperanza de su vuelta porque las cosas no podían quedar en peor estado siendo tan pocos los de nuestra nación y tantos los italianos a quien el rey dejaba en la guarda y defensa de la ciudad de Nápoles, porque dellos no se tenía ninguna seguridad y era mucho menor la confianza; y los unos estaban con sospecha de los otros, lo que cesara con la venida de Braccio como el rey lo había ordenado; pero él con codicia de haber El Aguila lo puso todo en aventura de perderse.

CAPÍTULO XXII

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Que el rey en el viaje que hacía para el principado de Cataluña, entró por combate la ciudad de

Marsella y la puso a saco. Don Antonio de Luna hijo del conde de Calatabelota, gobernador de Gaeta. Salió el rey con su armada del puerto de Gaeta mediado el mes de octubre; y era de diez y ocho galeras y doce naves; y dejó por gobernador en Gaeta a don Antonio de Luna, hijo de don Artal conde de Calatabelota. Y levantóse luego tal tempestad que apenas pudieron las galeras tomar la isla de Ponza que esta muy cerca de Gaeta; y perdióse una galera con la tormenta, y el rey se volvió al puerto de Gaeta. Famosa y señalada fuerza es la de Marsella. Habiendo cesado aquella tempestad, tornó a juntar el rey en la isla de Ponza su armada; y allí dio orden que las naves que no le pudiesen seguir se juntasen a las Pomegas de Marsella, porque venía ya con determinación de combatir aquella ciudad que era la más principal cosa y más cara que tenía su adversario el duque de Anjous; y de las señaladas fuerzas y puertos que hay, no sólo en la costa de Francia, pero en todas las de nuestro mar. Con esta deliberación dio orden al conde de Cardona -que venía por capitán general de las naos- que le esperase en aquellas islas que están frontero de Marsella, a donde el rey le aguardaría, si arribase primero, teniendo secreta su determinación de querer combatir aquella ciudad. Tomó el rey tierra en Pisa, a donde se le hizo por florentines mucha fiesta; y haciéndose de allí a la vela, el tiempo fue muy contrario y tempestuoso, y la armada se esparció; y navegaron las naves en alta mar y las galeras tomaron el puerto de Niza; y de allí arribó el rey con buen tiempo a las Pomegas. El rey [de Aragón] se determina de combatir a Marsella. Y aunque no halló las naves -y aquello era bastante causa para que desistiese de la empresa de Marsella- con gran ánimo se determinó de acometella por combate, comunicándolo con los de su consejo y con los capitanes de las galeras. Y con la llegada del conde de Cardona todos fueron de un acuerdo que la ciudad se combatiese. Pasó otro día por la mañana a la isla que está a la vista de Marsella, y allí se dio a los capitanes la orden que habían de tener en el combate. Confianza de los de Marsella. Parecía muy difícil cosa aquella empresa, porque la ciudad no sólo de su sitio y asiento es extrañamente fuerte, pero tenía tales baluartes y torres que la defendían de cualquier armada por grande que fuese; y la entrada del puerto es tan angosta y estrecha que se cierra con una cadena: y por esta causa, aunque los de Marsella tenían aviso de nuestra armada, confiados en la fortaleza y naturaleza del sitio no curaron de proveerse de gente para su defensa, demás de la ordinaria y de la que había en la ciudad, que era mucha y muy buena y muy diestra y ejercitada para resistir a cualquier invasión de las armadas de los enemigos. Estaba a la entrada del puerto una sola nave; y reconociendo la armada real amarraron la gabia y mastel con una torre a donde se acostó la nave, y no pudiendo desaferrarla cuatro galeras que la combatían mandó el rey que se combatiese la torre por la parte de la tierra que era de donde salía la cadena que cerraba la entrada del puerto; y el rey fue a hallarse al combate della con cuatro compañías que salieron a tierra de aquellas galeras; y no se pudiendo entrar la torre por su fortaleza y por estar en buena defensa pegóse fuego a la puerta; y habiéndose emprendido, los que la defendían se dieron a partido con tal condición: que no se entregase la torre sino habiendo entrado el lugar, y echaron las armas que tenían en su defensa. El rey [de Aragón] ganó el puerto de Marsella. Las naves que había en el puerto de Marsella se ganaron. Acometió el primero con su galera de entrar en el puerto y pasar a romper la cadena Juan de Corbera; y por la parte de tierra entraron a tomar un navío que estaba dentro en el puerto sin remos, y apoderándose dél los nuestros y armándole de remos ganaron otros dos; y pusiéronse en ellos cuarenta soldados todos muy escogidos, y con ellos entró una nave; y con estos navíos ganaron todas las naves que estaban dentro del puerto.

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Cobraron con esto los nuestros tanto esfuerzo que aunque no se rompiera la cadena se pudiera entrar la ciudad por aquella parte; pero todo el golpe de la gente acudía a romper la cadena y también los enemigos salieron por defenderla. En este punto era ya escurecido el día; y el conde de Cardona fue de parecer que se difiriese el combate para otro día, diciendo que no se debía confiar hecho de aquella cualidad que se ejecutase con la escuridad de la noche, ni se pelease por las calles no sabiendo las entradas y salidas de la ciudad, y que era muy peligroso acometer el combate de tal lugar como aquel a tal hora, y que sería con mayor daño de los nuestros por las hachas y lumbres que llevarían que los descubrirían para que los enemigos no hiciesen tiro en vano. Prudente parecer de Juan de Corbera; y le siguió el rey [de Aragón]. Mas Juan de Corbera era de parecer que no se debía dar lugar al enemigo que cobrase ánimo entre tanto que la noche los tenía en mayor confusión y espanto, ni se debía reprimir el hervor y gallardía de los soldados que no temían la muerte con el deseo de poner a saco la ciudad, porque si les entraba gente en socorro de aquella montaña -que era muy robusta y valiente- no sería posible otro día entrarse el lugar por las armas. Y siguiendo el rey este consejo con gran ímpetu acometieron las galeras, rompida la cadena, por el puerto adelante, para echar su gente en el muelle, no curando de combatir una torre que quedaba atrás. Los de Marsella desmayan y se retiran. Acudieron los de Marsella con gran número de gente a la defensa del muelle y a resistir y defender la entrada; y echando por otra parte cuatro galeras su gente a tierra pelearon por lo más alto; y de aquel combate perdieron los de la ciudad el ánimo como si fuera entrada por todas partes y comenzaron a recogerse y ponerse en salvo y desamparar sus estancias. Fuéronlos siguiendo y combatiendo por toda la ciudad; y porque les lanzaban muchas piedras de las torres y casas púsose fuego en las más cercanas; y quemándose una calle muy en breve por ser todos los más edificios en sus fronteras de madera se pegó en muchas partes de la ciudad, y toda ella comenzó arder en llamas porque el viento llevaba el fuego de una a otra parte. Notable y real magnanimidad que usó el rey [de Aragón] con las mujeres en Marsella y el agradecimiento que ellas mostraron. Siendo entrada la ciudad y puesta a saco, mandó el rey que se pusiesen en guarda de las mujeres -que se habían recogido a los templos- señores muy principales, que no diesen lugar que se les hiciese algún denuesto por la gente de guerra; y enviaban al rey el oro y joyas con que se habían acogido a las iglesias, por la honra que les hacía en guardar su honestidad; y el rey mandó que se lo volviesen y pusiesen sus personas en libertad, y dióles licencia que se fuesen para los suyos con lo que tenían y las pusiesen en salvo. Saqueando a Marsella se halló el cuerpo de San Luis obispo de Tolosa; y se lo llevó el rey [de Aragón]. Había mandado el rey en la furia de llevar a saco aquella ciudad que se procurase de haber el cuerpo de San Luis obispo de Tolosa, que se reverenciaba con gran devoción por todos los de aquel reino que concurrían a Marsella donde estaba con gran veneración; y fue descubierta la arca a donde estaban sus huesos con la cabeza, porque lo descubrieron dos soldados que, entrando en una casa de un ciudadano a donde se recogieron aquellas santas reliquias, robaron una casulla y un cálíz con que solía celebrar la misa; y el rey mandó poner el cuerpo santo con gran reverencia en su galera como la más preciosa joya que le pudo caber de su parte del despojo de aquella ciudad por la santidad de aquel glorioso santo y por suceder de la reina doña Blanca su hermana, que fue reina de Aragón. Fue esta jornada -según escribe Juan Francés Boscán- un sábado a 19 del mes de noviembre, a hora de completas; y señaláronse en la entrada de la ciudad y en su combate muchos caballeros y capitanes. Esfuerzo de Jimén Pérez de Corella y de Juan de Torrellas. Pero sobre todos fue muy conocida y loada la gran valentía de Jimén Pérez de Corella y de otro caballero que se decía Juan de Torrellas, que era capitán de algunas galeras; y fueron los principales que pelearon con los enemigos al romper de la cadena.

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[parte el rey de Marsella y llega a Valencia.] Porque no tuvo el rey fin de mudar la guerra por la Proenza contra su enemigo, habiéndola de proseguir en el reino, no dejó gente ninguna de guarnición en Marsella; aunque muchos fueron de parecer que no se debía desamparar siendo tan importante plaza para las cosas de la mar y para cualquiera empresa que se hubiera de seguir por la Proenza. Y luego se hizo a la vela: y como era en lo más áspero del invierno, sobrevino una tan terrible tempestad que estuvo la armada en peligro de perderse; y con gran tormenta arribó a Palamós el 1.º de deciembre, y fue forzado de detenerse en aquel puerto algunos días. De allí navegó la vía de poniente, y arribó a la playa de Barcelona a 9 del mismo y no se detuvo por pasar al reino de Valencia y hallarse más cerca de Castilla; y fue a desembarcar al Grao de Valencia. En la iglesia catedral de Valencia está la cadena ganada en el puerto de Marsella. En aquella ciudad, en señal desta entrada y combate de Marsella, se puso en la iglesia catedral della en la capilla mayor, la cadena que se rompió a la entrada del puerto; y después en el año de 1425 estando en aquel reino el cardenal don Pedro de Fox legado apostólico por lo de la extirpación de la cisma, el rey le envió a micer Jaime Pelegrín -de su consejo- para pedirle que, atendida la devoción que tenía a San Luis obispo de Tolosa de la orden de los menores, cuya cabeza y huesos se habían hallado por sus gentes en la entrada de Marsella en la casa de un vecino de aquella ciudad a la cual se había puesto fuego y no sin gran peligro se habían librado dél aquellas santas reliquias, se diese licencia que se pusiesen en alguna iglesia principal de sus reinos, a donde estuviesen con la devoción y veneración que se requería. El cuerpo de San Luis obispo de Tolosa, puso el rey [de Aragón] en la iglesia mayor de Valencia. Y con su orden y licencia se pusieron en la iglesia mayor de Valencia, a donde aquel glorioso santo se reverencia como uno de los santos protectores y patronos de aquella ciudad. El rey Carlos VIII de Francia pide el cuerpo de San Luis. Después el rey Carlos de Francia el VIII -que fue bisnieto del rey Luis duque de Anjous el II- cuando fue muy requerido por el rey don Hernando el Católico que restituyese los condados de Rosellón y Cerdania como lo había ordenado el rey Luis su padre al tiempo de su muerte, procuró con grande instancia que se restituyese el cuerpo santo, diciendo que lo mismo se había requerido y propuesto por el rey su padre cuando se comenzó a tratar de la restitución de aquellos condados, por la devoción que tenía a aquel glorioso santo y a su convento de la ciudad de Marsella. Y en esto se puso gran fuerza por el rey Carlos, afirmando que lo deseaba por la misma devoción, y porque San Luis era de su casa y fue hermano de uno de los reyes sus progenitores y de donde él descendía, y que había fundado aquel convento a donde había eligido su sepultura; y que era cosa muy justa y puesta en razón que fuese remitido al convento en el cual en su vida había ordenado que reposase perpetuamente. Pidió al rey con grande encarecimiento que en cumplimiento de lo que había prometido al rey su padre y por la amistad y alianza que se procuraba que hubiese entre ellos, quisiese dar orden que se entregase y restituyese el cuerpo santo y hiciese por él en una causa tan pía y justa lo que el rey querría que se cumpliese con él en el mismo caso. Religión grande de los reyes de Aragón y de Francia. Y así fue muy señalada en esta parte la religión destos príncipes en venir el uno en dejar aquellos estados por cobrar una tan santa prenda y reliquia, y el otro en no la querer dar aunque por ello aventurase que no se le restituyesen.

CAPÍTULO XXIII

De la muerte de don Pedro de Luna, que en su obediencia se llamó Benedicto XIII; y que dos cardenales cismáticos perseverando en su error procedieron a elección del que llamaron Clemente

VIII. Dos cardenales que Benedicto [XIII] creó siendo ya electo el papa Martín [V]. Todos los cardenales que habían sido creados por los predecesores de Benedicto XIII, así llamado en su obediencia, y por él mismo, habían ya fallecido en el año pasado de 1422; y solamente eran vivos el cardenal Vivariense y don Alonso Carrillo cardenal de San Eustacio, que se redujeron a la

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verdadera obediencia del papa Martín. Entonces don Pedro de Luna hizo creación de dos cardenales; el uno era monje cartujo español que no se nombra por Baptista Platina cremonés, autor diligente, en la historia de los sumos pontífices ni por otro autor ninguno; y el otro era Julián de Loba del reino de Aragón, que fue camarero del cardenal don Hernán Pérez Calvillo obispo de Tarazona en cuyo tiempo se halló en la defensa del palacio de Aviñón cuando Busicaudo tuvo cercado en él a Benedicto. Muerte de don Pedro de Luna que se llamó Benedicto [XIII]. Estos, en aquella pertinacia, representaban su colegio cuando estando encerrados en el castillo de Peñíscola murió en él don Pedro de Luna a 23 de mayo deste año de 1423, que fue en la fiesta del Espíritu Santo de la quincuagésima, a los veinte y nueve años de su elección al sumo pontificado; y había ya entrado en el año cuarenta y seis desde que comenzó aquella tan perniciosa disensión en la iglesia por la muerte del papa Gregorio XI que murió en el año de 1378; y fue depositado su cuerpo en la capilla del mismo castillo. Ocho años estuvo Benedicto [XIII] encerrado en Peñíscola. Fue cosa de grande admiración la porfía y obstinación suya, siendo ya de edad de casi noventa años, habiendo pasado por él tantas aflicciones y trabajos, y habiéndose visto tan acosado y perseguido y en tan gran peligro de la vida así cuando estuvo cercado tanto tiempo en el palacio de Aviñón como en su salida de aquella ciudad; y finalmente en el encerramiento de aquel lugar y castillo de Peñíscola, a donde estuvo casi ocho años que se pudo tener por una miserable cárcel y prisión. Opinión en que murió Benedicto [XIII]. Toda esta tormenta padeció con una extraña resolución y presupuesto que después de la muerte del papa Gregorio XI que fue verdadero vicario de Cristo y pastor universal de su iglesia y de Urbano y Clemente, habiendo vacado por uno dellos la sede apostólica, él había sido eligido de los ciertos y verdaderos y no dudosos cardenales que estaban en la posesión de eligir el sumo pontífice; y que en las primeras elecciones que se hicieron por los verdaderos cardenales de los dos que concurrieron en un tiempo, Urbano había sido dudoso papa, porque se le opuso que fue intruso por la violencia del pueblo romano; y también con razón Clemente fue tenido por dudoso, pues viviendo el que primero había sido eligido le creaban en su lugar. Afirmaba que en su creación no tuvo lugar la duda de la opresión y violencia como en Urbano, ni que fuese eligido en lugar de otro siendo vivo, como Clemente, pues así Urbano como Clemente que fueron eligidos por cardenales ciertos y no dudosos al tiempo de la elección de Benedicto habían ya fallecido. Temeridad de los dos cardenales de Benedicto [XIII]. No considerando aquellos que estaban en Peñíscola a cuanta miseria y escándalo se había reducido su apartamiento de la universal iglesia, y que el papa Martín era canónicamente recibido como sucesor de San Pedro con tan general consentimiento de los príncipes de la cristiandad, procedieron con increíble temeridad y furor a elección de sucesor en la obediencia de Benedicto; y fue por ellos eligido Gil Sánchez Muñoz natural de la ciudad de Teruel y canónigo de Barcelona que todo el tiempo que perseveraron en su error y pertinacia se llamó Clemente VIII. Hallo en autor de aquel tiempo que esta elección fue a 8 del mes de junio deste año; y según Platina escribe creó luego cardenales para formar su colegio, no sin gran nota e infamia del rey de Aragón que lo permitía. Los estados que don Carlos [III] rey de Navarra, dio a su nieto. También sucedió en este año otra cosa digna de referirse en estos anales: que el rey don Carlos de Navarra en Tudela, a 20 de enero, dio al infante don Carlos su nieto la villa y castillo de Viana y las villas y castillos de Laguardia, Buranda, Aguilar, Ujotranilla, La Población de San Pedro y Cabredo y todos los lugares que tenía en el valle de Campezo con los castillos de Maraymón, Toro y Buranzo; y esto se dio con título de principado de Viana para él y los otros primogénitos sucesores de aquel reino. Con este estado le dio las villas de Corella y Peralta el mismo día; aunque el día que entró en Olite -que le llevaron de Castilla por su nueva entrada- le había dado aquella villa de Corella y a Cintruenigo; y en la misma villa de Olite había sido jurado por primogénito y sucesor de aquel reino a 11 del mes

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de junio del año pasado de 1422. Primer príncipe de Viana. Fue este príncipe el primero que tuvo este título de príncipe de Viana en aquel reino; y aunque vino después a ser sucesor legítimo destos reinos nunca usó del título de príncipe de Girona ni fue jurado por primogénito sucesor en ellos; y toda la vida se quedó con el título de príncipe de Viana o Navarra; y fue tan desastrada su suerte que apenas se vio pacífico señor de aquel principado de Viana.

CAPÍTULO XXIV De la embajada que el rey de Castilla envió a Nápoles para que la infanta doña Catalina se fuese

para él, y el condestable y Pero Manrique se le remitiesen. Prevención del rey de Castilla [Juan II]. El rey de Castilla nombra gobernador en el maestrazgo del infante don Enrique, y aún quiso que se eligiese maestre. Entendiendo el rey de Castilla y el infante don Juan el sentimiento que el rey de Aragón había de tener de la prisión del infante don Enrique su hermano, a quien tenía muy gran amor, y de haberse procedido tan adelante que el rey de Castilla mandó que se eligiese por gobernador y administrador del maestrazgo de Santiago don Gonzalo Mejía comendador de Segura, y que estuvo muy cerca de mandar eligir maestre a los trece que tienen poder de iligirlo como si vacara, deliberaron de enviar a dar razón al rey, con sus embajadores de todo lo pasado. Los embajadores que el rey de Castilla envió a Nápoles; lo que pidieron y dijeron al rey [de Aragón]: la respuesta que les dio y el sentimiento que tuvo. Estos fueron: fray Luis de la orden de los predicadores confesor del rey de Castilla y un caballero de Toro que decían Garci Alfonso de Ulloa. Y informaron al rey el año pasado que el rey su señor no se moviera a mandar proceder en un caso como aquél contra su hermana y su proprio primo, si no hubiera caído en tantos y en tan grandes yerros, y se mostrara muy dispuesto para dar en otros mayores. Y declararon que se habían tomado cartas del condestable don Ruy López de Avalos que era el principal inducidor de aquellos movimientos, en que traía inteligencia con el rey de Granada. Pidieron tras esto al rey que diese tal orden cómo la infante doña Catalina no estuviese en estos reinos y se fuese al mandamiento del rey su hermano, pues bien veía el rey de Aragón que no estaba bien al rey de Castilla que su hermana estuviese fuera de sus reinos y que el condestable y Pero Manrique fueron principales en aquellos movimientos; y el rey de Castilla entendía oirlos personalmente en su defensa y hacer justicia; y pidieron que el rey se los mandase remitir, pues así lo debía hacer según el deudo y amistad que había entre ellos. Detuviéronse estos embajadores en Nápoles algunos días; y al despedirse se les dio respuesta mostrando el rey sentimiento de la prisión del infante su hermano, excusándole algún tanto de culpa y mostrando que holgaría que el rey su hermano buenamente castigase al infante con quien tenía tanto deudo; y que en breve entendía enviar sus embajadores sobre aquellos hechos. Consejeros en la prisión del infante don Enrique y lo que suplicaron al rey de Castilla [don Juan II]. Cuando se procedió a la prisión del infante don Enrique, fue con el parecer de grandes señores que fueron el infante don Juan y el arzobispo de Toledo (aunque estos dos no firmaron el parecer como los demás), el almirante de Castilla, Pedro de Stuñiga justicia mayor del rey, Diego Gómez de Sandoval adelantado de Castilla, don Rodrigo Alonso Pimentel conde de Benavente, don Alvaro de Luna señor de San Esteban de Gormaz. Y hallóse con ellos en este consejo Hernán Alonso de Robles contador mayor de Castilla. Estos caballeros suplicaron al rey de Castilla que pues ellos se ponían a todo peligro de enemistad con el rey de Aragón por la prisión del infante, le pluguiese hacerles merced de lo que se confiscase para su cámara de los bienes y tierras del infante y del condestable y de Pero Manrique, en galardón de sus servicios y de los peligros en que se ponían; y si los hubiese de perdonar en algún tiempo y volviesen al reino no fuese sino con su parecer y consejo.

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Don Alvaro de Luna era señor de las obras y pensamientos del rey de Castilla [Juan II]. Y el rey no tuvo por bien, aunque de ninguno dellos se fiaba como de don Alvaro de Luna, que era ya absoluto señor de sus obras y pensamientos. [valencia asegura a la infanta Catalina y al condestable.] La infante doña Catalina y el condestable, después de haber estado algunos días en La Muela y en Denia -que era de don Alonso de Aragón duque de Gandía- se fueron a la ciudad de Valencia, con seguro que hubieron de la ciudad para que no pudiesen ser presos ni embargados; y la reina doña María -que era lugarteniente general por la absencia del rey- no quiso dar el seguro sin saber la voluntad del rey, por no hacer enojo al rey de Castilla su hermano, pero creyóse que se dio por la ciudad habiéndolo primero consultado con el rey, porque pasaron muchos días. Enojo del rey de Castilla [Juan II] con la ciudad de Tarazona; lo que envió a pedir al rey y la respuesta que le dio. Por el mismo tiempo los de Tarazona dieron su seguro al adelantado Pero Manrique, y él se hizo vecino de aquella ciudad. Y desto mostró el rey de Castilla más enojo que cuando salieron de sus reinos, pareciéndole que sobre acuerdo y deliberación eran recibidos en estos reinos por mandado del rey, habiéndole enviado antes sus embajadores. Por esta causa se envió al rey antes de su partida del reino Mendoza señor de Almazán y Garci López de Trujillo oidor de la audiencia del rey de Castilla: y pidieron que no consintiese el rey que la infante estuviese en sus reinos y mandase prender al condestable y al adelantado y a los otros caballeros que eran venidos a sus reinos, y los entregasen a sus oficiales porque él hiciese dellos lo que con derecho debía. A esto respondió el rey que él acordaría más sobre aquellos hechos y escribiría sobre ello a los grandes de sus reinos y enviaría sus embajadores al rey de Castilla con su respuesta. El rey [de Aragón] envía a Castilla por la infante doña Leonor su hermana. De aquí resultó que en este año de 1423 fueron enviados a Castilla don Juan de Valtierra obispo de Tarazona y un caballero castellano natural de Salamanca que vivía con el rey de Aragón antes que reinase, y se llamaba Gonzalo de Monroy, a la reina de Aragón que estaba en Medina de Campo; y con ellos envió el rey a pidir que se le enviase la infante doña Leonor su hermana, porque estuviese con la reina su mujer hasta que viniese el rey a sus reinos. Excusóse la reina su madre de hacer esto por el desgrado que entendió que recibiría dello el rey de Castilla de quien la reina recibía mucha merced. Respuesta a la embajada del rey de Castilla [Juan II]. Pasados algunos días después desto, fueron enviados a Valladolid por orden del rey antes de su llegada a estos reinos don Dalmao de Mur arzobispo de Tarragona, Pedro Pardo de La Casta y micer Pedro Basset baile general de Cataluña; y el arzobispo en respuesta de las embajadas del rey de Castilla dijo: que habiendo consultado el rey sobre lo que se le pidía de parte del rey su hermano con los de su consejo y por cartas con los grandes de sus reinos y con personas que tenían mucha noticia de las leyes y costumbres deste reino, hallaban que buena y honestamente el rey no podía hacer contradicción al buen acogimiento que en su reino se había hecho a la infante doña Catalina su hermana, ni menos dar lugar que saliese dél contra su voluntad; antes lo debía aprobar por bien hecho y tenerlo en servicio a los de su reino, considerando el deudo tan cercano que tenía con ambos reyes. Fuerza de los guiajes en Aragón. Cuanto a remitir las personas de los caballeros -según las leyes y derechos y costumbres de su reino- él era tenido de guardar los guiajes que los de su reino o cualquiere ciudad o villa dél otorgasen a cualquiere persona del mundo; y que cuando el rey viniese -que sería en breve- vería más en ello y haría lo que con razón se debía. Pero si al rey de Castilla pluguiese otras maneras se podían tener en aquellos hechos que sería más su servicio del rey de Castilla; y ofrecieron los embajadores si a él pluguiese que hablarían sobre ello. Mas los

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días que allí estuvieron no se trató sino en el punto si debía hacer la remisión que se pedía de los caballeros; y con esto se volvieron los embajadores. Sentencia contra el condestable cuyo oficio se dio a don Alvaro de Luna. Dio pocos días después el rey de Castilla su sentencia contra el condestable; y por ella se le confiscaron todos sus bienes; y tras esto hizo merced de sus villas y castillos y de los oficios que tenía y de las tenencias. Y el oficio de condestable se dio a don Álvaro de Luna, que declaró bien el rey el amor que le tenía. Y hízole conde de San Esteban, y a don Fadrique conde de Trastámara dio a Arjona que era del condestable, con título de duque. Nótese esto. No se pudo negar que del exceso cometido en Tordesillas no tuviese más culpa el condestable a quien el rey don Enrique padre del rey de Castilla de un pobre caballero puso en tan gran estado; y también le obligaba más el oficio y cargo que tenía de condestable; pero entendióse bien que por no tener grandes parientes en aquel reino ni tanta parte como el adelantado Pero Manrique y Garci Fernández Manrique, que eran deudos de todos los más grandes señores dél, se ejecutó contra el condestable el rigor del derecho. El condestable fue el primer grande y el postrero de su casa. Y fue en aquellos reinos el primer grande y postrero de su casa; y no le pudiendo valer el rey de Aragón como quisiera, pudieron en aquellos movimientos los grandes de Castilla salvar después las personas y estados de los otros y que se pusiese mayor confusión y turbación en aquellos reinos. A este estado habían llegado las cosas antes que el rey hubiese arribado con su armada a la costa de Cataluña; y aunque las del reino quedaban en gran peligro por no dejar la armada que convenía para la defensa de Gaeta y de los castillos de Nápoles, por no desistir de lo que tocaba a la deliberación del infante su hermano trujo consigo los capitanes y gente de guerra que se había de emplear en lo de allá.

CAPÍTULO XXV De la instancia que se hizo por el rey de Castilla para que el rey le mandase remitir los caballeros

que se vinieron de sus reinos para los de Aragón. Prudencia del rey [de Aragón]. No cesó el rey desde que llegó a sus reinos de requerir y solicitar los privados del rey de Castilla sobre lo que tocaba a la deliberación del infante don Enrique su hermano, teniendo por mejor procurar el remedio por aquel camino que venir en rompimiento, siendo el rey de Castilla de la edad que era y pudiendo tanto con él sus privados. Fernán Alonso de Robles contador mayor de Castilla. Y sobre todos tuvo muy secreta inteligencia con Fernán Alonso de Robles contador mayor de Castilla, que era uno de los que mucho podían y era gran parte en el consejo del rey de Castilla y en la privanza del condestable don Alvaro de Luna. Medios que el rey [de Aragón] puso para la libertad del infante don Enrique su hermano. Porque como el rey amaba en gran manera aquel hermano y entendía que lo de su deliberación tocaba tanto a su honra y estado, y las lágrimas de la infante doña Catalina su mujer nunca cesaban, suplicándole por la libertad de su marido, procuraba que Fernán Alonso de Robles perseverase en el buen propósito y voluntad que había señalado; y tuviese tales formas y maneras así con el rey de Castilla su primo como con los de su consejo para que, mediante su industria o ingenio, se alcanzase lo que tanto se deseaba como lo había comenzado. Para esto no faltaban grandes ofrecimientos y promesas; y lo mismo procuraba el rey por medio de Diego Gómez de Sandoval adelantado mayor de Castilla que era el mayor privado que el infante don Juan su hermano tenía. Embajada del [rey] de Castilla al rey [de Aragón]. Con esto, fue el rey aguardando lo que se determinaría y no declarando amenazas de rompimiento. Y eran ya 17 del mes de marzo del año

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de 1424 y ningún fruto salía de la negociación secreta que se trataba, antes muy contrarios efectos: porque luego que el rey de Castilla supo que el rey se venía acercando a Valencia le envió a visitar con un caballero de su casa que se decía Alonso de Stúñiga; y llegó al rey dos días antes que entrase en aquella ciudad. Y pasados algunos días envió sus embajadores con la misma recuesta que antes, que fueron don Sancho natural del reino de Valencia obispo de Salamanca y Mendoza señor de Almazán. Estos embajadores explicaron su embajada en el real de Valencia a 3 del mes de abril; y era en suma esto: que bien sabía el rey lo que aquellos caballeros que se absentaron de los reinos y señoríos de Castilla para éstos de Aragón hicieron y cometieron contra el rey de Castilla su señor y cómo por otras veces con sus cartas y embajadores se lo había enviado todo a recontar, rogándole que los mandase remitir a sus reinos donde delinquieron, pues debían ser remitidos a ellos. Decían que el rey le había enviado por su respuesta a certificar que desde que viniese a sus reinos él entendería cerca deste negocio y complacería al rey de Castilla. Por ende que le rogaba lo más afectuosamente que podía que considerando tan grandes osadías como aquellos cometieron contra su persona y cuánto cumplía a su servicio y al bien común y a la paz y sosiego de sus reinos, que lo tal no pasase sodisimulación y el gran saneamiento que con razón él habría deste hecho, y lo que el rey su señor haría y mandaría hacer en sus reinos por el rey en semejante caso, le pluguiese mandar remitir aquellos caballeros a sus reinos porque allí fuesen oídos y juzgados según querían los derechos. Piden al rey [de Aragón] que entregue al condestable y a Pedro Manrique o los mande salir de sus reinos. Después que hicieron sobre esto grande instancia con el rey y hubieron alegado ciertas razones porque aquella remisión se debía hacer, viendo que el rey no daba lugar a ello ni venía a condecender a lo que el rey de Castilla le pidía, dijeron al rey que a lo menos él no debía tener ni consentir aquellos caballeros en sus reinos y señoríos, y que los debía mandar salir dellos, considerando los grandes deudos que entre el rey su señor y él eran y la buena paz y amorío que siempre fue y debía ser y se continuaba entre sus reinos y señoríos, y la enormidad y atrocidad de las cosas cometidas por aquellos caballeros contra la persona, estado y honra del rey su señor. Remate de la embajada. Que a lo menos hasta tanto como esto, no entendía el rey su señor que le sería denegado por ningún príncipe y rey que con él tuviese algún conocimiento, y mucho menos lo debía de negar el rey; porque entendía el rey su señor que uno de los príncipes del mundo que más señaladamente se debía sentir de lo que a él atañía en este caso era el rey, mayormente acatando cómo su padre hobo el reino por causa y razón del rey su señor y con su favor, así de gentes como de dinero, según era notorio.

CAPÍTULO XXVI De la empresa que tomó el rey de restituir al infante don Enrique y a los grandes y caballeros de su

opinión en sus estados. Persuaden al rey [de Aragón] que favorezca al infante don Enrique y a sus valedores. Fue muy requerido y animado el rey por los grandes y caballeros que se hallaron con el infante don Enrique en la entrada del palacio de Tordesillas cuando se apoderaron de la persona del rey de Castilla contra su voluntad, que tomase su causa y querella por propria; diciendo que vistas las cosas que algunas personas que estaban cerca del rey de Castilla habían cometido con la mano del rey su primo procurando con él que se pusiese en cosas que no pertenecían a rey y hiciese obras de tirano, se doliese el rey de Aragón del mal que padecía su persona. Que siguiendo con el rey su primo las pisadas que el rey su padre siguió mostrándole tanto amor y lealtad, se declarase que había venido a estos reinos con intención de se poner en estos hechos porque los malos que en aquellas cosas se ponían y las habían procurado fuesen arredrados de su casa y corte con pena, y los hechos de la casa y reino de Castilla se proveyesen como cumplía al servicio del rey su primo y al bien y sosiego de sus reinos, y el infante su hermano fuese suelto; el cual había sido puesto en fierros en el castillo de Mora donde estaba y él, y la infante su mujer y los caballeros y perlados

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que padecían por aquella causa, fuesen restituídos. Lo que el adelantado Pedro Manrique ofreció al rey [de Aragón] y el rey al adelantado. Para solicitar esta empresa, aunque la tenía el rey muy en su voluntad, el que hacía la causa de todos aquellos a quien tanto iba en ello y más afectadamente instaba sobre ello continuamente era el adelantado Pero Manrique; y ofreció de ser junto y concorde con los demás en el servicio del rey de Aragón y aseguró dello al rey por escritura firmada de su mano y sellada con su sello. También el rey con solemne juramento prometió que procuraría a todo su leal y verdadero poder y por todas las vías y maneras que ser pudiesen cómo se remediasen y reparasen los hechos de Castilla a servicio del rey su primo, y los de su casa y corte y el infante y su mujer y el adelantado Pero Manrique y el condestable y todos los caballeros que padecían por aquella causa y los que se juntasen con él fuesen restituidos en sus estados y oficios y los perlados en sus dignidades, y que en ello pondría su persona, poder y reinos; y no se apartaría dello hasta que fuese acabado con obra lo antes que ser pudiese. Prometía allende desto al adelantado que le procuraría con el rey su primo y por otra vía todo bien y merced y toda la honra que pudiese, y se le defendería a todo su leal poder de cualesquiere personas que contra él fuesen, poniendo en su defensa y ayuda su persona real y gentes, porque no recibiese mal ni daño; y que cualquiere tratado que en contrario le fuese movido se lo descubriría, declarándoles cuáles eran las tales cosas y tratos y quién los movía; y sin su sabiduría y consentimiento no aceptaría ningún trato ni liga. Intención y muerte de don Alonso duque de Gandía. Murió por este tiempo don Alonso duque de Gandía nieto del infante don Pedro de Aragón; y dejó un hijo bastardo que se llamó don Jaime de Aragón; y porque fuese heredado en algún estado hizo donación en confianza de la baronía de Arenós y de otros lugares a un caballero de su casa que se decía Bernaldo de Vilarig que se entendió que era deudo de la madre de su hijo. Y esto fue en Gandía el postrero de agosto de 1422, de que se siguieron después grandes turbaciones, pretendiéndose que aquel estado volvía a la corona real. Acuerdo del rey [de Aragón] sobre el ducado de Gandía y condados de Ribagorza y Denia; y embajada del infante don Juan y su respuesta, que es notable. Por no dejar el duque de Gandía hijos legítimos, el rey había determinado de hacer merced al infante don Juan su hermano del ducado de Gandía y de los condados de Ribagorza y Denia; y por las turbaciones que se habían seguido en Castilla y por la disensión que nació entre él y el infante don Enrique lo difería hasta concertarlos. Y sobre ello vino al rey Juan Carrillo, caballerizo mayor del infante don Juan; y el rey le respondió con él de manera que le daba bien a entender el peligro en que se ponían con la discordia; y la carta es para considerarse, que era deste tenor: "Muy caro e muy amado hermano. Por Juan Carrillo he habido una letra de creencia vuestra. E a lo que decís del ducado de Gandía él vos dirá la causa porque de presente no se ejecuta lo que demandáis. Solamente vos digo que me sois hermano, e que se me acuerda que nos criamos gran tiempo en uno. E no es cosa que me quite que non vos ame. E que quiere que sea del tiempo, mi hermano sois e seréis. Y solamente vos ruego que leáis las corónicas del rey don Pedro de Castilla. E Dios sabe que habría gran placer que nos pudiésemos fablar más que no escribir, ca tal niega por escritura que otorgaría por palabra. Mas veo que el viento que a mí ayuda a vos estorba; e a las otras cosas que él de vuestra parte me dijo, él vos dirá la respuesta. Escrita de mi mano en Valencia a 8 de abril año de 1424." Interpretación de la carta del rey [de Aragón] para su hermano. Es a mi parecer digno de consideración lo que el rey aconseja al infante su hermano: que lea las corónicas del rey don Pedro de Castilla para que entienda en ellas el fin que hicieron los infantes de Aragón don Hernando marqués de Tortosa y señor de Albarracín y don Juan su hermano, que de la misma suerte eran hermanos del rey don Pedro de Aragón, aunque no de padre y madre, y primos del rey de Castilla; y las madres fueron de un mismo nombre. Y parecía gran razón representalle las

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memorias de aquellos tiempos porque por no conformarse los infantes de Aragón en tiempo del rey don Pedro de Castilla se perdieron y murieron mala muerte, y la reina doña Leonor su madre; y aunque a éstos no les siguió tanta adversidad y desventura, pero por su camino pasaron grandes adversidades y continuas guerras con su primo el rey de Castilla; y en su vida se vieron despojados de sus estados y patrimonios; y con ellos la reina doña Leonor su madre que se vio en prisión y padeció grandes trabajos y aflicciones. Carta del rey [de Aragón] al de [rey] Castilla. Con esta deliberación escribió el rey al rey de Castilla a 10 del mes de abril, que había entendido lo que sus embajadores le habían referido de su parte sobre el hecho de remitirle los caballeros y perlados que habían salido de sus reinos que acá estaban, y después sobre el echarlos. Que a estas cosas le respondía: que aunque su voluntad fuese de complacerle en todas cosas ante todos los otros príncipes del mundo, pero entre otras muchas razones no daban a esto lugar los seguros y guiajes primeramente dados por sus oficiales y después por la reina su mujer que era su lugarteniente, y postreramente otorgados por él a la infante doña Catalina su hermana del rey de Castilla y a los caballeros, y no era honesto ni posible dar lugar que se hiciese ninguna de aquellas cosas según más largamente se habían mostrado a sus embajadores las razones que a esto movían, de las cuales ellos le podrían informar. Y con esta respuesta se despidieron los embajadores.

CAPÍTULO XXVII

De la guerra que hubo en el reino entre el duque de Anjous y el infante don Pedro; y cómo los anjoynos se apoderaron de las ciudades de Gaeta y Nápoles y del castillo de Capuana.

Guerra entre el duque de Anjou y el infante don Pedro. Estando el rey por este tiempo tan puesto en la empresa de las cosas de Castilla, en las del reino hubo gran mudanza por la guerra que el duque de Anjous hizo contra el infante don Pedro, que quedó lugarteniente general de las ciudades de Nápoles y Gaeta y de los pueblos que se tenían por el rey en Tierra de Labor y en el ducado de Calabria. Aunque el rey había traído la mayor parte del ejército que tenía en aquellas partes y toda su armada, y estaba divertido en tan nueva contienda con príncipe tan deudo y poderoso y tan vecino que se esperaba que había de parar en formada guerra, la reina Juana y el duque de Anjous no eran poderosos para ofender a la parte que el rey tenía en aquel reino sin socorro y fuerzas de gente extranjera. Confederación para echar de Italia al rey [de Aragón] y armada del duque de Milán contra él. Para esto, ningún recurso tuvieron mayor que el favor del papa y -por su intercesión y medio- del duque de Milán y de la señoría de Génova; y así, se confederaron en muy estrecha liga para echar al rey de Aragón de Italia porque para siempre desistiese de aquella empresa. Así sucedió que por el mismo tiempo que el rey pasó de la Proenza a Cataluña con su armada, prosiguiendo su viaje, Guido Torrelló capitán de la armada que el duque de Milán mandó juntar en Génova, fue con doce naves gruesas y siete galeras y dos naves menores armadas de muy escogida gente y navegó la vía del reino para hacer la guerra contra las ciudades y castillos que se tenían por el rey. Prevención del infante don Pedro en defensa de Gaeta. Cuando el infante don Pedro tuvo aviso que pasaba esta armada al reino, hizo muy grande instancia que Braccio pasase de la provincia de Abruzo a la defensa de Gaeta que era lo primero y más importante que se había de acometer por el enemigo, porque por la defensa de aquella ciudad se había de sustentar todo lo restante, y Braccio nunca quiso alzar la mano de la empresa que tenía de reducir a su señorío la ciudad de La Aguila sobre la cual tenía su campo tanto tiempo había, porque con ser señor de aquella ciudad pensaba que estaría a su dispusición dar o quitar el reino a cualquiere destos príncipes como mejor le estuviese. Socorro de La Aguila. Sucedió entonces que movió Sforza con sus capitanes y gente para ir a socorrer El Aguila con grande instancia del sumo pontífice y salió de Aversa; y juntándosele la otra

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gente sforcesca que estaba en Calabria debajo de la capitanía del conde Francisco su hijo, salió la vía de Abruzo. En el río de Pescara murió Sforza ahogado. Y queriendo pasar el río de Pescara, porque un hombre de armas que iba delante se anegaba, dio de las espuelas al caballo por socorrerle y ahogáronse los dos. Muerte del conde de Santangelo. Después deste caso -que fue a 4 del mes de enero deste año de 1424- el conde de Santangelo -que era de los Zurlos y estaba por capitán en Ortona- trataba de concertarse con el infante y con Braccio; y llegó a saberlo la mujer de Francisco de Ortona que era de la casa Zurla y parienta del conde; y ordenaron cómo el conde fuese muerto en su cama; y así Braccio se iba deteniendo de acudir a la defensa de Gaeta hasta acabar primero su empresa. La armada de Génova fue sobre Gaeta, a quien defendía don Antonio de Luna, y no el que mató al arzobispo de Zaragoza. Entre tanto pasó la armada de Génova a ponerse sobre Gaeta, en cuya defensa estaba don Antonio de Luna, no el que mató al arzobispo de Zaragoza como piensa Gonzalo García de Santa María y otro autor que le sigue a la letra (que no hay para qué nombrarle en estos anales) que con muy indiscreta indignación le llama sacrílego, y afirma que se perdió la ciudad por su culpa, sino un barón muy principal de Sicilia que fue hijo del conde don Artal de Luna y sucesor de la casa de Peralta, que fue tan ilustre y poderosa en aquel reino y de la sangre real de Aragón. Estaba este caballero en la defensa de Gaeta cuando llegó la armada genovesa; pero no pudo resistir a los enemigos con la parte que era fiel al rey, porque los del bando anjoyno que estaban dentro de la ciudad eran muchos más y muy poderosos; y púsose el cerco por mar y por tierra, y acudieron muchas compañías de gente de caballo que envió la reina en socorro a Guido Torelló con un capitán llamado Cristóbal Gaetano. Poniéndose don Antonio de Luna a la defensa no tenía menos peligro de los de dentro, porque pasados tres días comenzaron a declararse que no podrían ser socorridos no teniendo el infante armada y estando la del rey en España embarazada en otra guerra: y concertáronse de rendir la ciudad con que saliese la gente de guarnición que estaba en ella en salvo; y así se fueron a Nápoles. Pérdida de Gaeta. Fuerza importante es la de Gaeta. Fue la pérdida de Gaeta de grande reputación y provecho al duque de Anjous, porque allende de ser la principal fuerza y entrada del reino por la comodidad del puerto y del sitio, hubieron la reina y el duque mucho dinero por haber residido en ella muchos años la corte en tiempo de la reina Margarita madre del rey Ladislao, y por esta causa estaba muy rica. Las fuerzas que se rindieron. Pasó la armada de los enemigos de Gaeta a la isla de Prochyta; y luego se les rindió la ciudad y Castelamar de Stabia, a donde fue degollado un caballero valenciano llamado Juan Catalán que la tenía en defensa; y estando aquella armada en Castelamar, los de Vico, Sorrento y Massa fueron a rendirse y entregarse al duque de Anjous. Cerco sobre Nápoles. Con tan prósperos sucesos como éstos, los capitanes de la reina (que eran Micheloto de Attendulis, el conde Francisco Sforza, el duque de Sessa y Luis de San Severino) se juntaron en uno, estando repartidos por el Principado y Tierra de Labor y en lo de Calabria; y fueron a poner cerco sobre Nápoles; y Guido Torelló con su armada aseguró lo de la mar y echó la gente a tierra, y hubo diversas escaramuzas entre los anjoynos y aragoneses; pero los de la ciudad peleaban de manera que las más de las veces venían a hablar con los enemigos. El infante don Pedro quiso poner fuego a la ciudad de Nápoles y lo que en esto hubo es notable. Desto se alteró e indignó tanto el infante que estaba en el castillo real que (según afirma un autor de aquel tiempo y de aquella nación) quiso mandar poner fuego a la ciudad; y ya venían en ello todos los de su consejo con una cruel desesperación, diciendo que era mejor el lugar abrasado que perdido. Y sólo Colá Suttil y Jacobo Caldora fueron de contrario parecer.

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Que el rey [de Aragón] encomendó la ciudad de Nápoles para defenderla y no para abrasarla. Decía Caldora que ni él ni ninguno de su linaje habían edificado jamás una tan hermosa ciudad, y así no quería hallarse al deshacerla; antes suplicaba al infante que si tenía ánimo para dar lugar que se hiciese una tan gran crueldad, se lo avisase algunos días antes, porque no quería ver de sus ojos un tan abominable acometimiento; y el Colá añadía que por ventura de tal hecho como aquel desplacería en el corazón al rey que mostraba por su real ánimo y clemencia mucho arrepentimiento y pesar por lo que se había ejecutado en Marsella, siendo el principal asiento del estado de su enemigo y su propria casa, y les había encomendado aquella ciudad con orden que la defendiesen y guardasen y no para que la abrasasen. Con estas y otras razones, afirma aquel autor, que desviaron al infante de un tan bárbaro y desesperado propósito, mayormente que se tenía esperanza que el rey tornaría muy presto o enviaría tal armada que pudiese ser superior a la de sus enemigos. A jacobo caldora quiso prender el infante don pedro; quien le avisó y lo que sobre esto escribe bernardino corio. continuándose más entre los de la ciudad y los que la tenían cercada las pláticas que las escaramuzas, sabiendo el infante que jacobo caldora no andaba firme en el servicio del rey y que se iba mudando con el tiempo, viendo al duque de anjous muy favorecido del papa y del duque de milán, deliberó de mandarlo prender con toda su gente, teniendo en tanto peligro la ciudad de los enemigos de dentro como de los de fuera; y afirman que caldora fue avisado desto por don juan de moncada y pensó en lo que le convenía. y lo cierto es -según escribe bernardino corio- que siempre puso delante el dinero a lo que era justo y honesto; y envió a guido torello para que tratase de concertarle con el duque. y fue acordado que la reina le mandase pagar todo el sueldo que se debía a su gente; y que los napolitanos y sus haciendas fuesen libres, dejando a discreción de los soldados las de los aragoneses. La ciudad de Nápoles fue entrada por los enemigos. Y siendo abiertas las puertas de la ciudad, entró en ella el ejército de los enemigos. Esto fue a 12 del mes de abril deste año; y fueron presos la mayor parte de los aragoneses y catalanes que se desmandaron de la gente de la armada y de los napolitanos mismos; y entre los otros don Juan de Moncada que pagó por su rescate seis mil florines. Cerco en el castillo de Capuana. Acabado esto, luego se puso cerco al castillo de Capuana; y porque el año pasado por la batería que se le dio cuando lo tuvo cercado el rey estaba en no buena defensa, se dio a partido salvando las vidas; y entre los que estaban en él fue un Vincencio Buxuto con su hijo, que no solo cobró su hacienda pero quedó muy rico y en la gracia del duque de Anjous. Solamente los castillos Nuevo y del Ovo quedaron por el rey [de Aragón]. Intentaron después de combatir el castillo Nuevo, a donde estaba el infante con todos los aragoneses y fieles al rey que se pudieron escapar de los que pensaban que eran amigos y de los enemigos; y trabada una gran pelea y escaramuza con los de la ciudad Guido Torello se volvió a Génova porque las naves y galeras de su armada no llevaban más sueldo del que fue necesario para este tiempo. Y los castillos Nuevo y del Ovo quedaron tan solamente en poder de los nuestros.

CAPÍTULO XXVIII

De los medios en que venía el rey por la deliberación del infante don Enrique su hermano. El aviso que tuvo el rey [de Aragón] de lo que respondió el [rey] de Castilla. Antes que el rey llegase a España, fue avisado por letras de sus embajadores de las respuestas que el rey de Castilla había dado sobre la deliberación de la persona del infante don Enrique su hermano y sobre las otras cosas referidas al rey de Castilla; y según las buenas ofertas que se contenían en la carta que el rey de Castilla le escribió con aquellos embajadores del rey, estuvo con esperanza y aun muy confiado que el infante sería presto libre de la prisión en que tanto tiempo había sido detenido.

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El rey [de Aragón] pide al [rey] de Castilla que dé libertad al infante don Enrique su hermano. Pero como después vio pasar tantos días y que aquello no se efectuaba, y que los embajadores que le envió a Valencia el rey de Castilla no le hicieron mención ninguna del infante ni de su deliberación, estuvo muy maravillado y con gran sentimiento y queja: y así deliberó enviar sus embajadores otra vez, con fin que rogasen de su parte al rey su primo que, ora fuese acabado el proceso o no acabado, en cualquier punto que estuviese, por el honor de ambos con quien el infante tenía tanto deudo, y por conservar la amistad que había entre ellos y sus casas, le quisiese mandar deliberar de la prisión, porque consideradas las grandes casas donde el infante descendía no dejaba de ser su prisión sin algún muy pesado blasmo en el mundo, así del un rey como del otro. Palabras prudentes del rey [de Aragón]. Decía el rey, que si aquella prisión se había hecho por corrección, asaz había sido grave y que punzaba; y si era por punición, la larga detención suya en aquella prisión podía ser estimada y atribuída a gran pena; y cuando el rey de Castilla no quisiese condecender a sus ruegos tan afectuosos, entendía que lo debía hacer por respeto de su proprio honor que le había asegurado tan liberal y francamente y con palabras y firmezas de gran fuerza, y no debía permitir ni querer que tal cosa se pudiese decir dél en el mundo ni fundarse queja que contra la seguridad y contra su fe prometida con tanta solemnidad, tal persona como era el infante y tan cercana a él, se hallase engañado. La joya más preciosa que tienen los reyes es su palabra. Porque semejante seguro y promesa de fe no solamente al infante mas al mayor infiel del mundo debía ser bien guardada, pues no había virtud que más resplandeciese en cualquier rey y príncipe católico que era guardar su fe y promesa. Justificaciones del rey [de Aragón] en la causa del infante don Enrique su hermano. Porque aunque se pretendiese por el rey de Castilla que tales eran las cosas de que era inculpado el infante que no se comprehendían en aquel seguro, y que desto él mismo había de conocer y no otro ninguno, decía el rey que su intención ésta era y así lo quería: que él fuese juez y no otro, pues era causa de su vasallo y súbdito y así era la razón; pero pidía sobre esto dos cosas. La primera que luego lo determinase y la otra que tuviese sobre estos negocios en su consejo personas que no fuesen apasionadas ni aficionadas ni hubiesen cabido en la prisión del infante; porque no siendo tales y teniendo buen juicio y buena conciencia no podrían sino bien aconsejarle y el rey se contentaría de lo que con consejo de tales personas se deliberase. Finalmente decía que pidía al rey su primo le concediese lo que no negaría al más extraño príncipe del mundo que le pidiese tal cosa: y era que mandase librar al infante con aquellas seguridades y penas que le pluguiese, porque el rey daría todas las que fuesen lícitas y razonables; y pareciendo que no era caso de darle en fiado, pretendía que el rey de Castilla remitiese esto a justicia, lo que no podía ni debía buenamente rehusar: y no solamente este punto, pero todas las otras culpas de que acusaba al infante, era contento el rey que se remitiesen a justicia, pues en la determinación della interviniesen personas tales como se decía que no fuesen sospechosas ni aficionadas en aquellos hechos. Embajadores del rey [de Aragón] al [rey] de Castilla. Pero recelando que el rey de Castilla pondría dilación en determinarlo, excusándose que remitiría la respuesta a sus embajadores que estaban con el rey, acordó que fuese otra vez a Castilla el arzobispo de Tarragona, y envió juntamente con él a Berenguer de Bardají justicia de Aragón, porque si no se pudiese acabar lo que el rey tenía por tan razonable y justo hiciesen principalmente instancia en que diese lugar de venir a vistas con el rey, con que fuesen brevemente y no se curasen de grandes solemnidades ni de las cerimonias que se acostumbran guardar en vistas de reyes, porque los negocios que tenía entre las manos no se sufrían que se dilatasen las vistas. Resolución del rey [de Aragón]. Teniendo el rey hecha la resolución desta embajada, acordó que era más expediente que ante todas cosas se tratase lo de las vistas.

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CAPÍTULO XXIX De las vistas que se pidieron al rey de Castilla por el arzobispo de Tarragona y justicia de Aragón,

embajadores del rey. Llegan los embajadores del rey [de Aragón] a Castilla y lo que don Alvaro de Luna les envió a decir. Habiendo deliberado el rey enviar sus embajadores al rey de Castilla, ordenó que fuesen don Dalmao de Mur arzobispo de Tarragona y Berenguer de Bardají justicia de Aragón. Y partieron de Valencia a 17 de mayo deste año. Entrando en el reino de Castilla por Almansa siguieron su camino para Villarreal, a donde el rey de Castilla estaba; y llegaron a 24 del mismo mes al lugar de San Clemente; y porque se hallaban a una jornada de donde el rey estaba, enviaron dos escuderos a hacer saber su ida. Y el condestable don Alvaro de Luna les envió a decir que la intención del rey era que no se moviesen de aquel lugar por entonces, porque por la pestilencia que había en Villarreal el rey entendía partirse luego y que entonces el rey les mandaría avisar porque se fuesen camino derecho para él y no anduviesen vagando por las aldeas. Otro día vino a los embajadores un judío que decían Abraham Benvenist con una carta de creencia del condestable; y les dijo lo mismo que los escuderos, sin otra ninguna cosa en particular; y así determinaron de reparar en aquel lugar hasta que entendiesen otra cosa. El rey de Castilla señala audiencia a los embajadores [de Aragón] en Ocaña. Después fue a ellos un caballero que se decía Egas Vanegas por mandado del rey de Castilla; y dijo a los embajadores que el rey había partido de Villarreal y era ido al alcázar de Consuegra con intención de darles allí audiencia; pero porque aquel lugar era pequeño había acordado de pasar a Ocaña y esperarlos allí y oírlos, rogándoles que hiciesen su camino para allá. Los embajadores del rey [de Aragón] entran en Ocaña y el recibimiento que se les hizo. Esto fue un miércoles, postrero día de mayo; y detuviéronse en el mismo lugar el jueves siguiente por ser la fiesta de la Ascensión; y el viernes se partieron para la villa de Ocaña, juntamente con aquel caballero que nunca se partió dellos hasta que los puso con el rey, haciéndoles toda buena compañía. Y entraron en Ocaña a 8 de junio. Salieron a recibirlos el almirante de Castilla, el condestable don Alvaro de Luna, Diego Gómez de Sandoval adelantado de Castilla, Garci Alvarez señor de Oropesa y otros caballeros; y fueron al palacio del rey y hiciéronle su acostumbrada reverencia. Y cuando llegaron a vista del rey se levantó de la silla en que estaba y los recibió muy alegremente. Y referidas las saludes acostumbradas así de parte del rey como de la reina de Aragón su hermana, y dada su carta de creencia, pidieron hora para declarar su embajada: y el rey les dijo que él les mandaría avisar de la hora en que les podía oír; y señalóseles el día siguiente. Da audiencia el rey de Castilla a los embajadores del rey [de Aragón]; y en presencia de quién la dio. Fueron aquel día a palacio; y hallaron al rey en su solio real acompañado de algunos de su consejo: y halláronse presentes el infante don Juan de Aragón (que estaba sentado en un escabel a la mano izquierda del trono real), el almirante y el condestable y Diego Gómez de Sandoval adelantado de Castilla, Garci Alvarez señor de Oropesa, Pedro de Sandoval y los doctores Periañes y Diego Rodríguez y el relator secretario del rey. Suma de la embajada del rey [de Aragón]. Asentados los embajadores delante del rey, el arzobispo -en su lengua catalana- propuso su embajada que en suma era esto: que como el rey de Aragón tuviese en gran voluntad de verse y hablar con el rey de Castilla y proponerle algunas cosas que eran servicio y exaltación de la fe cristiana y de la santa madre iglesia y redundaban en honor y pro de ambos reyes, y allende desto se esperaba reposo y pacificación del estado de cada uno dellos y de sus reinos y tierras, y eran tales cosas que buenamente no se podían declarar por embajadores, y fuesen de tan gran importancia que de la dilación se podrían seguir algunos inconvinientes, allende de no conseguirse los beneficios que se esperaban, por esto el rey de Aragón le exhortaba y rogaba afectuosamente que se quisiese disponer para que brevemente ellos dos juntos se viesen para platicar y comunicar aquellas cosas tan saludables y necesarias. Que

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para que Dios mediante se pudiese dar el deseado fin y conclusión en todo y que no solamente por el beneficio que de allí se esperaba pero por el grande amor que el rey tenía al rey de Castilla por el cercano parentesco de sangre que entre ellos había, recibiría de las vistas gran consolación y placer. La dilación, aunque alguna vez aprovecha, muchas daña. También afirmaba que, atendida la naturaleza y calidad de los negocios que se habían de platicar en las vistas, era muy necesario que se hiciesen brevemente; y considerado que la dilación estorbaría el beneficio que se deseaba y el rey por muy urgentes razones y causas había de volver necesariamente con brevedad a Nápoles (y por esta causa ponía en orden las cosas necesarias para su vuelta), por esto requería y rogaba encarecidamente al rey de Castilla su primo que en todo caso le pluguiese que las vistas se tuviesen en cualquier lugar que señalase; y que vendría en ello por excusar algunas dificultades que por ventura podrían causar dilación a las vistas, así por la conveniencia del lugar como por otras cerimonias; porque considerado el gran deudo y el beneficio que de aquellas vistas se esperaba que resultaría y la gran afición y amor que el rey tenía al rey de Castilla y a su casa y estado, no entendía curar de las solemnidades acostumbradas en semejantes casos con otros reyes. Respuesta que dio el rey de Castilla a los embajadores [de Aragón]. A esta plática respondió el rey así: "Yo he oído vuestra proposición: veré sobre ello y después os haré respuesta". Lo que los doctores Periañes y Diego Rodríguez dijeron a los embajadores del rey [de Aragón] de parte del [rey] de Castilla; y lo que replicaron. Después, a 10 de junio, fueron a la posada de los embajadores los doctores Periañes y Diego Rodríguez; y dijeron de parte del rey de Castilla que el rey les enviaba a decir que si tenían otra cosa que decirle allende de lo que habían propuesto lo dijesen, porque el rey de consejo de sus médicos, por los grandes calores que hacía en aquella tierra de Ocaña que no se acordaban que hubiesen sido mayores, entendía pasar los puertos de Segovia; y antes de su partida deseaba despidirlos. A esto dijeron que hasta que se les respondiese a lo propuesto no entendían decir otra cosa, y que según fuese la respuesta, o por ventura callarían o replicarían. Demostración del infante don Juan y barrunto del almirante de Castilla. En este medio hablaron los embajadores con el infante don Juan y más largamente con el condestable; y de su plática del condestable no se pudo entender sino que amaba el servicio del rey de Aragón salvando lo que debía al rey su señor, y que las cosas que tocaban a la deliberación del infante don Enrique estaban principalmente en el rey y en otros así como en él, y que él siempre haría todo aquello que se debía al servicio del rey su señor y también al del rey; y no se quiso más declarar. El infante hizo demostración de querer el servicio y amistad del rey su hermano y del rey de Castilla, y por palabras de cumplimiento se ofreció de trabajar en lo de las vistas. Mas el almirante dio algún sentimiento que las vistas serían denegadas o se dilatarían hasta que el rey de Castilla hubiese comunicado con algunos que habían intervenido en estos negocios y con los procuradores de algunas ciudades. Mostraba en su plática que amaba al rey también, salvando el servicio de su príncipe, y quiso hablar con los embajadores -según él dijo- más claramente. Toda su plática se fundaba en encarecer las culpas del infante don Enrique y de los que le aconsejaron; y decía que el rey en los razonamientos hechos en Nápoles y después de ser venido a sus reinos, mostraba querer hacer librar al infante por vía de rigor y amenazas y que algunos le engañaban, diciéndole que en Castilla él tendría gran parte; y que si así lo entendía el rey de Aragón, llevaba muy errada su cuenta, porque como quiera que entre ellos hubiese algunas diferencias y sus ordinarias aficiones e invidias, pero en esto todos eran y serían unos en el servicio del rey su señor; y que si se siguiesen algunos otros medios los hechos vendrían a alguna buena conclusión; y no quiso declararse más. Bueno fuera seguir el consejo del almirante [de Castilla]. Pero según lo que después sucedió, el

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almirante estaba en lo cierto; y si el rey siguiera su consejo las cosas no se pusieran en términos de tan gran rompimiento ni se siguieran las guerras que de allí resultaron con confianza de la parte que el rey pensaba tener en Castilla. Porque puesto que lo desta empresa de la deliberación de la persona del infante su hermano y de la restitución de su estado le sucedió con asaz honra y reputación y tuvo mucha parte en diversos grandes y señores de Castilla, esto fue por estar de por medio lo que tocaba al estado del adelantado Pero Manrique, que era gran señor y muy emparentado en aquellos reinos y de los otros caballeros que habían seguido al infante que eran tan gran parte en ellos; pero después, en el segundo rompimiento, cuando no se atravesaba sino el interese del rey de Navarra y de los infantes sus hermanos, confiado el rey de Aragón que le sucedería como en esta empresa, se puso más adelante de lo que convenía a sus reinos y se vio burlado por este peligro que el almirante le descubría, de que se le siguió grande estorbo para su principal empresa de Nápoles. Lo que al almirante [de Castilla] responden los embajadores [de Aragón]. A esta declaración del almirante respondieron los embajadores haciendo sus justificaciones por la mejor manera que ellos supieron, en tal forma que creían haber satisfecho bien a unos y a otros. Los embajadores del rey [de Aragón] comieron con el [rey] de Castilla. Hacíaseles mucha fiesta por todos en general, pero particularmente así el infante como todos aquellos grandes se recataban de comunicar con ellos. Comieron con el rey a 13 del mes de junio y habló con ellos diversas materias; y preguntaba algunas cosas de la persona del rey y de sus hechos con buen semblante, mostrando tenerle buena afición, de lo cual quedaron los embajadores muy contentos. Y por razón de las fiestas de la cincuesma se dilataron de juntar los consejos del rey de Castilla aunque el rey se fatigaba mucho de la residencia de aquel lugar por los grandes calores que hacía y queríase ir a Segovia.

CAPÍTULO XXX

De las respuestas que se dieron a los embajadores del rey poniendo dilación en las vistas. Lo que pasó con los embajadores del rey [de Aragón] Fernán Alonso de Robles. Fue a visitar a los embajadores Fernán Alonso de Robles a 14 de junio por la mañana; y estuvieron juntos cinco horas; y todo lo demás del tiempo se gastó recitando las culpas que él entendía haber cometido el infante don Enrique y las de los que se hallaron de su parte; y las cosas que el rey de Aragón le había enviado a decir con el deán de León y las quejas que tenían del rey, así de lo que amenazaba estando en Nápoles como después de su venida, señaladamente en no haber querido complacer al rey de Castilla en lo que le había pidido por su embajador, concluyendo siempre que le desplacía de toda manera de división, así por respeto del rey su señor como por el del rey de quien él se tenía por gran servidor. Los doctores Periañes y Diego Rodríguez respondieron a los embajadores [del rey de Aragón] y lo que fue la respuesta. Dióse después la respuesta a los embajadores un viernes a 16 de junio. Y para darla se juntaron en el campo fuera de la villa de Ocaña los embajadores de una parte y los doctores Periañes y Diego Rodríguez de la otra. Y allí dijo el doctor Periañes que el rey de Castilla en su consejo habla deliberado la respuesta a lo que se le había propuesto por los embajadores y les habían mandado a ellos que se la llevasen y fue deste tenor: que considerada la arduidad que los embajadores habían significado en su proposición de los negocios de que se había de hablar en las vistas que se demandaban, el rey de Castilla había acordado de haber consejo con algunos grandes de su reino sobre las cosas que los embajadores habían propuesto que al presente no estaban en su corte, y también con procuradores de algunas ciudades; y que habido consejo y deliberación enviaría su respuesta por embajadores al rey de Aragón. Réplica de los embajadores del rey [de Aragón] al [rey] de Castilla. Otro día pidieron al rey les diese audiencia; y dióseles el mismo día sábado por la mañana delante de los del consejo, porque el rey pensaba apresurar su partida. Lo que allí se dijo fue que como el rey su señor necesariamente hubiese de volver brevemente a Nápoles y desease las vistas antes de su partida

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por respeto de los beneficios que habían recontado, pues al rey de Castilla no parecía sin haber primero consejo enviar embajada y para esto no había bastante tiempo, teniendo consideración a la apresurada partida del rey y que el rey su señor entendía que las cosas porque las vistas se demandaban no se debían tratar por embajadores; por tanto por prevenir que tan grandes beneficios no se perdiesen por causa de la dilación como de aquellas vistas se esperaban, el rey había comunicado aquellas cosas a la reina su mujer y había deliberado que en tal caso ella fuese a verse con el rey su hermano para que antes de su partida a Nápoles el rey pudiese tener entera relación de lo que se acordaba; y que la reina muy brevemente sería donde quiera que el rey de Castilla estuviese; y le rogaba que tuviese por agradable su ida, que ella mucho había deseado y lo dejó de hacer en absencia del rey por el cargo del gobierno de sus reinos. Respondió el rey de Castilla lo mismo y con los mismos doctores. A esta nueva demanda respondió el rey que él deliberaría sobre ello, y les respondería. De allí a dos días, los mismos doctores Periañes y Diego Rodríguez, fueron a la posada de los embajadores con la respuesta, que fue la misma que ya había dado a lo que se propuso primero: que el rey de Castilla sobre la ida de la reina su hermana había de haber consejo con algunos grandes de su reino que estaban absentes de su corte; y habido aquél enviaría a decir al rey de Aragón su intención por sus embajadores. Junta de los embajadores en la posada del infante don Juan: con quién y lo que allí se trató. Esto fue un lunes a 19 de junio. Y otro día martes, se juntaron en la posada del infante don Juan, el almirante y el condestable, el adelantado Diego Gómez de Sandoval, Iñigo de Stuñiga, Pedro de Sandoval y Fernán Alonso de Robles y los embajadores del rey con ellos; y trataron sobre la segunda respuesta que se les había dado a su postrera demanda; y allí les declararon que no la tenían por tal cual fuera razón y convenía al honor del rey y reina sus señores, ni aun del mismo rey de Castilla, afirmando ser cosa muy grave que si la reina de Aragón quería ir a visitar al rey de Castilla su hermano se les respondiese que el rey de Castilla quería tener sobre ello consejo y deliberarlo. Después de diversas razones que se alegaron por ambas partes, el infante dijo en presencia de todos de parte del rey de Castilla que su intención era de holgar de la ida de la reina, pero quería haber consejo con algunos de los grandes de su reino que no estaban en su corte, y que aquello se haría muy en breve y enviaría sus embajadores al rey de Aragón. Otra confabulación. Aquel mismo día a la tarde, salieron el infante y los embajadores al campo y con ellos el almirante y condestable y adelantado de Castilla e Iñigo de Stuñiga; y trataron sobre la misma materia sin tomar ninguna resolución. Y el miércoles siguiente se tornaron a juntar en la posada del infante con los mismos, y tornáronles a dar la misma respuesta, declarándose que no se les daría otra. Comisión de los embajadores del rey [de Aragón]. Con esperanza que lo de las vistas se concertaría como cosa que era tan justamente propuesta, los embajadores no curaron de tratar en lo de la deliberación de la persona del infante, y así se les había ordenado, pero llevaban en gran secreto comisión y poder para asentar muy estrecha confederación con don Fadrique duque de Arjona, para que se juntase con el almirante y conde de Benavente y con don Lope de Mendoza arzobispo de Santiago; y ofrecíales el rey que los favorecería para que por su consejo gobernase el rey de Castilla las cosas de su estado y fuesen echados el condestable don Alvaro de Luna y el adelantado Pero Manrique y Fernán Alonso de Robles, o quedase su partido muy caído; y sucediendo esto como el rey lo deseaba, les prometía grandes mercedes por los gastos que se les ofreciesen; y si se perdiesen por esta demanda, el rey les daría en Aragón otros estados como los que perdiesen en calidad y renta. Dióse respuesta por escrito a los embajadores del rey [de Aragón], con la cual se despidieron. Dióse a los embajadores por escrito la postrera respuesta de la esperanza de las vistas con la reina de Aragón un jueves a 22 de junio, que fue en la fiesta del santísimo Sacramento; y el domingo siguiente salieron de Ocaña y tomaron el camino de Aragón por Daroca, porque el rey se

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había ido a Barcelona, a donde hallaron a la reina; y el rey se pasó a Girona. Prevención de la reina [de Aragón]. Había enviado la reina a Castilla en la misma sazón que fueron de parte del rey estos embajadores, a Ramón de Caldes para que entendiese todos los medios que se pudiesen descubrir para excusar todo rompimiento entre el rey su marido y el rey de Castilla su hermano, aunque llevaba otra comisión particular de cobrar lo que se restaba debiendo de su dote, y otro negocio de que la reina tuvo mucho descontentamiento. Casamiento de don Enrique de Guzmán conde de Niebla con doña Beatriz hija del rey don Enrique el mayor; y hay que notar. Esto era: que habiéndose concertado matrimonio entre don Enrique de Guzmán conde de Niebla hijo de don Juan Alonso de Guzmán primer conde de Niebla y de doña Beatriz hija del rey don Enrique el mayor, a gran instancia suya, y doña Violante de Aragón hermana de don Fadrique conde de Luna que eran hijos del rey don Martín de Sicilia, aunque no tenía ningún dote, el desposorio se celebró en presencia de la reina de Aragón, y después se solemnizó en haz de la iglesia. Pero el conde, no guardando lo que debía por su honestidad, comenzó a maltratar a la condesa y dejó de hacer vida con ella; y desto la reina de Aragón tuvo gran pesar, y envió a rogar a su hermano que proveyese en ello de manera, que no se hiciese tan gran injuria y afrenta a la condesa, porque el rey y ella lo tenían por de mal ejemplo, y que por deuda de justicia y de honestidad era tenido el rey a mandarlo remediar, y la condesa fuese tratada como mujer legítima del conde o, a lo menos, hasta que se determinase si lo era, la tuviese como se requería a su condición y estado y no fuese detenida en estrecho ni maltratada tan inhumanamente, y el conde echase de su casa una barragana con quien estaba amancebado. El conde de Niebla repudió a la condesa su mujer. Pero lo que de aquí sucedió fue que el conde repudió a la condesa, de lo cual se recrecieron gran enemistad y contienda entre él y el conde de Luna, y el conde de Luna por esta causa comenzó a tener grandes tratos e inteligencias en Castilla.

CAPÍTULO XXXI

Que el rey no quiso dar lugar a las vistas de la reina con el rey de Castilla su hermano, y de la recuesta de desafío que hubo entre don Pedro Maza de Lizana y Mendoza señor de Almazán.

Embajadores del rey de Castilla al rey [de Aragón]. Detúvose el rey de Castilla muchos días en avisar al rey que tenía por bien lo de las vistas con la reina de Aragón su hermana, aunque los embajadores del rey fueron despedidos con la esperanza dellas y que en cierta manera se había otorgado. Después fueron enviados embajadores del rey de Castilla, que eran don Diego de Mayorga obispo de Cartagena religioso de la orden de san Francisco y el doctor Diego Rodríguez, que era muy principal en el consejo del rey de Castilla. Sabiendo el rey de su ida, les envió a decir que le esperasen en Zaragoza; y pasando después adelante, se les mandó que se detuviesen otras dos veces a donde les llegaba aquella orden; y llegaron a Barcelona por el mes de noviembre. Embajada del rey de Castilla. Estos embajadores dijeron al rey que como quiera que las vistas de la reina su hermana y del rey de Castilla su señor le serían muy agradables, pero teniendo consideración a lo que cumplía a su honra y estado y de la reina su hermana quería el rey de Castilla saber primero qué cosas eran aquéllas sobre que había de ir la reina, porque se tuviese manera que hubiese graciosa respuesta; y que si todavía la intención del rey era de no comunicar aquellas cosas, que él era contento que la reina su hermana se viese con él. Respuesta del rey [de Aragón] a los embajadores del [rey] de Castilla. Tenía ya el rey determinado de no proseguir aquel negocio por medio de ruegos y cortesías, antes poner su persona por la deliberación del infante don Enrique su hermano y por la restitución de los estados de los caballeros que le habían seguido; y respondió así a los embajadores: que considerado que desde

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el tiempo que aquellas vistas se ofrecieron hasta que vinieron estos embajadores con esta demanda había pasado mucho tiempo y en él muchas de las cosas por las cuales se habían ofrecido las vistas, tomaron otra dispusición, y también, porque estos embajadores habían dicho que el rey de Castilla quería saber primero las causas porque la reina debía ir, por estas razones deliberaba el rey de mandar llamar algunas personas notables de sus reinos por haber su consejo de lo que se debía hacer. Junta el rey [de Aragón] su consejo por aquello, y lo que sucedió. Sucedió después desta respuesta que, teniendo el rey ya junto su consejo, visto que en Castilla allende de aquella tan gran dilación que se puso en las vistas, se siguieron algunas novedades y movimientos (como era apercibimiento de aquella gente de armas y reparos y fortificaciones de los castillos de las fronteras) que daban causa a mucha duda y turbación en los negocios, envió el rey a decir al rey de Castilla algunas cosas para más saneamiento de los hechos con el alcalde Juan Martínez de Burgos que vivía con el adelantado Pero Manrique; y de Barcelona se vino a Zaragoza sin despedir los embajadores del rey de Castilla. Desafío notable entre don Pedro Maza de Lizana y Mendoza señor de Almazán. También acaeció en el mismo tiempo otra cosa, por donde se fue encaminando a indignar más los ánimos destos príncipes: que fue por ocasión de haber pasado en Valencia entre don Pero Maza de Lizana y Mendoza señor de Almazán (que fue por embajador del rey de Castilla) palabras de recuesta, por las cuales se había concertado entre ellos de combatirse por las armas. Por haber ofrecido don Pero Maza de nombrar en cierto tiempo juez competente que le tuviese la plaza segura nombró al rey de Aragón y el rey lo aceptó; y Mendoza por algunas razones no lo consintió y nombró por juez al conde don Pedro, que era por el rey de Portugal gobernador de Cepta, y aceptó aquel juzgado ofreciendo tener a estos caballeros la plaza segura; y envióles su seguro; pero don Pero Maza no quiso venir en esto y declaró que él entendía parecer delante del rey de Aragón el día que se le había señalado para hacer llamar y oír a Mendoza. Lo que sobre este desafío envió a decir al rey [de Aragón] el [rey] de Castilla y cómo lo tomó por propio. Envió entonces el rey de Castilla a decir al rey que se maravillaba que quisiese aceptar tal juicio como aquél, en contrario de las razones que se alegaban por Mendoza; y también advertía que él le había mandado que no pareciese delante del rey en seguimiento de tal recuesta, y así le rogaba que se excusase de aceptar tal juzgado. Obligación y excusa del rey [de Aragón]. Tomaba el rey de Castilla lo de esta recuesta por propria querella, considerando que tuvo principio en haberse movido estos caballeros a su desafío por haberse señalado tanto don Pero Maza en poner a la infante doña Catalina en salvo desde Castilla cuando se salió de aquel reino y llevarla a sus tierras. Y aunque el rey de Aragón tenía la misma obligación, pero excusábase que estando él en Valencia y entendiendo que Mendoza quería hacer su recuesta porque le tenía por su especial servidor, le rogó que, considerando el gran deudo que había entre la casa de Castilla y la suya y también porque había allí venido como embajador del rey su primo, no curase en aquel caso de hacer aquella recuesta; pero no pudieron tanto los ruegos del rey que Mendoza no la llevase adelante. Símile con otra recuesta; y la deliberación que hubo. Después, vistos los carteles que se enviaron el uno al otro, siguiendo el rey el ejemplo de sus predecesores (señaladamente del rey don Martín su tío que en semejante caso de recuesta hecha por el senescal de Henahut y por otros caballeros a don Pedro de Moncada y a otros por buenos y debidos respetos aceptó el juzgado y con muy buen fin les tuvo la plaza segura no embargante que don Pedro de Moncada y los caballeros de su parte eran súbditos suyos y sus vasallos), con esta consideración deliberó el rey por más bien de las partes y por el proprio respeto del rey de Castilla y suyo aceptar aquel juzgado, ofreciéndose de tenelles la plaza segura. Y aunque Mendoza se declaró que tenía al rey por sospechoso, después le aceptó por juez; y ofreció que sería ante él al día señalado y mandóles prorrogar el plazo y que aquella recuesta se suspendiese. Pleito entre don Alonso de Aragón duque de Gandía y doña Juana de Prades: quién fueron y lo

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que resultó. En este año hubo gran diferencia y contienda por la sucesión del condado de Prades y de la baronía de Entenza que fue estado de don Juan conde de Prades, hijo del infante don Pedro de Aragón. Y la disensión y pleito era entre don Alonso de Aragón duque de Gandía y conde de Ribagorza -que fue legítimo sucesor varón y nieto del infante don Pedro- y doña Juana de Prades hija y heredera de don Pedro de Prades que fue el hijo mayor de don Juan conde de Prades y estaba casada con don Juan Ramón Folch de Cardona vizconde de Vilamur. También salió a la causa don Bernaldo de Cabrera conde de Módica maestre justicier de Sicilia como tutor y curador fiduciario de don Bernaldo Juan de Cabrera su hijo y de doña Violante de Prades su mujer, que fue hija de don Jaime de Prades y nieta de don Juan conde de Prades. Muerte y sucesión del duque de Gandía. Pero como falleció poco tiempo después de aquella diferencia don Alonso duque de Gandía sin dejar hijos legítimos, quedó pacífico sucesor en aquel estado don Juan Ramón de Cardona vizconde de Vilamur por razón de doña Juana de Prades su mujer, como hija de don Pedro de Prades.

CAPÍTULO XXXII Que el rey procuró que se pusiese en más segura guarda el conde de Urgel en el castillo de Castro

Toraffe y se trató de dejar los reyes sus diferencias a la determinación del rey de Navarra. Apercibimientos de guerra en Zaragoza y con qué fin. Tuvo el rey con la reina la fiesta de Navidad del año de 1425 en la ciudad de Zaragoza y sin ninguna disimulación se hacían grandes apercibimientos de guerra que se entendía que era más con fin de tomar la empresa de poner al infante don Enrique en libertad que para proseguir la del reino de Nápoles. Prisiones a donde mudaron al conde de Urgel y a cuyo cargo estuvo. Y como de todas partes había sospechas de algún gran rompimiento y mudanza, no era pequeño embarazo estar la persona del conde de Urgel en Castilla y mudarle tan a menudo como se había visto, llevándole de Urueña al castillo de Mora y de Mora al alcázar de Madrid como se ha referido; y de allí se volvió al castillo de Urueña. Había encomendado el rey don Hernando la persona del conde, como dicho es, a un caballero castellano de su casa que era Per Alonso de Escalante para que le tuviese en el castillo de Urueña; y esto fue con grandes juramentos y homenajes de tenerle a muy buena guarda y que se entregaría al rey siempre que le pidiese o a la persona que el rey señalase con el castillo y fortaleza en que fuese detenido y no a otro ninguno; y para esto se puso el castillo de Urueña en poder y defensa de aquel caballero. Mudanza en la prisión del conde de Urgel por muerte del rey don Fernando; y lo que el rey [de Aragón] pidió al [rey] de Castilla, y a quíen envió para procurarlo. Muerto el rey don Hernando, hizo Per Alonso de Escalante el mismo juramento al rey don Alonso su hijo; y después de la muerte deste caballero acordó el rey que un escudero de quien hacía gran confianza que se llamaba Gonzalo Gómez de La Cámara tuviese en guarda la persona del conde; y porque mejor lo pudiese guardar, envió a suplicar a la reina su madre que le mandase entregar el castillo de Urueña para que el conde se llevase a él; y acaso estaba en esta sazón aquel castillo en tercería en poder del rey de Castilla, lo que puso en mayor recelo al rey. Al castillo de Castrotorafe se llevaron al conde de Urgel; y a quién se encomendó. Por esta causa, desde Zaragoza, envió a rogar al rey de Castilla que hiciese dar la tenencia de aquel castillo de Urueña a Gonzalo García de Castañeda; y porque Leonor Núñez Cabeza de Vaca mujer de Per Alonso de Escalante y Hernando y Pedro y Juan de Escalante sus hijos ponían dilación en entregar al conde, procuró que el rey de Castilla mandase que se entregase a Gonzalo García; y ordenóse de manera que el castillo de Urueña se quedó en poder del rey de Castilla como estaba, y el conde de Urgel se llevó al castillo de Castro Torafe que era de la orden de Santiago, y se puso debajo de la guarda de la misma Leonor Núñez y de sus hijos. Quejas de los reyes de Aragón y Castilla que el rey don Carlos [III] de Navarra procuró asentarlas

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por medio de Pierres de Peralta. Aunque no se declaraba por este tiempo por palabras el enojo y sentimiento que tenía cada uno de los reyes en esta contienda de la deliberación del infante don Enrique, y todas las pláticas de los embajadores de la una parte a la otra eran muy comedidas y blandas, en las voluntades no estaban así sino con mucho desgrado. Porque el rey estaba muy sentido y agraviado cuanto más podía ser, del modo que se tuvo en la prisión del infante su hermano; y el rey de Castilla tenía mayor queja de la publicación y acometimiento que él hacía amenazando que entraría en sus reinos con gente de armas a verse con él sin orden suya. Por esta causa llegando las cosas a gran rompimiento, don Carlos rey de Navarra que tenía mucho deudo con entrambos reyes y tanta vecindad, se puso a tratar de medios de concordia; y les envió un caballero que tenía mucha autoridad en su consejo que se decía Pierres de Peralta y era su mayordomo mayor; y puso el negocio en términos de tenerse esperanza de la concordia. Y estando este caballero en Castilla, acordó el rey de enviar sus embajadores que fueron Francés Sarzuela y Juan Olzina su secretario, y aquel Juan Martínez de Burgos que el adelantado Pero Maurique procuró que el rey enviase en su nombre con autoridad de embajador porque tuviese lugar de llevar adelante las pláticas que traía con los grandes de Castilla; pues las cosas estaban en términos de comprometer los reyes todas aquellas diferencias en poder de ciertos grandes, y así estaba deliberado. Resolución que se hizo. Y después se concertaron de remitirlas a la determinación del rey de Navarra.

CAPÍTULO XXXIII

De la inteligencia que el rey traía con muchos de los grandes de Castilla para que se juntasen y tomasen la voz por el buen regimiento de aquellos reinos.

Respuesta que del [rey] de Castilla dieron al rey [de Aragón] por escrito en Zaragoza; sobre qué y quién se la dio. Estando el rey en Zaragoza, el obispo de Cartagena y el doctor Diego Rodríguez le dieron por escrito en fin del mes de marzo de parte del rey de Castilla la respuesta de algunas cosas que el rey le envió a decir, primero con aquel Juan Martínez de Burgos antes que partiesen sus embajadores. No dejaba el rey de intentar lo que podría acabar en reducir a su opinión si pudiera al condestable don Alvaro de Luna, entendiendo que él solo era el que podía con el rey de Castilla cuanto se bastaba alcanzar con favor y absoluta privanza; y aunque hubo entre ellos después de la venida del rey muy secretas demandas y respuestas por medio de Pedro de Luzón tesorero del rey de Castilla y de Juan de Ayora de quien el rey confió aquella negociación, como el condestable no tenía otros fines sino lo que convenía al acrecentamiento de su estado, y todo lo que podía desear de la gracia y favor del rey su señor estaba en su mano, solamente atendía a procurar de apartar del rey de Castilla cualquier que procurase tener más autoridad que él, mayormente con tan honesta excusa como la que publicaba de procurar el servicio de su príncipe. El rey [de Aragón] tomó ocasión de compromiso para enviar los embajadores a Castilla. Fueron los embajadores que el rey había enviado, como dicho es, a Castilla con ocasión de ver firmar al rey el compromiso que se había acordado de cometer en la determinación y juicio del rey de Navarra, en cuyo poder se resolvieron los reyes dejar la declaración de todas sus diferencias, habiendo hecho el rey de Navarra muy gran instancia sobre ello por medio de Pierres de Peralta y de García de Falces su secretario. La respuesta que el rey [de Aragón] dilata. Estos embajadores y aquel Juan Martínez de Burgos comenzaron a traer sus pláticas muy secretamente con diversos grandes de aquel reino y con muchos caballeros; y entre tanto iba el rey dilatando la respuesta de lo que le habían propuesto postreramente el obispo de Cartagena y el doctor Diego Rodríguez, excusándose que por ser los negocios tan arduos y de tan gran importancia no había deliberado sobre ellos tan enteramente; y los embajadores hacían grande instancia porque los mandase el rey despachar; y entonces envió a decir al rey de Castilla que entendía lo más brevemente que ser pudiese deliberar sobre todo en beneficio de los negocios, y envialle a decir su resolución y respuesta.

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Procura el rey [de Aragón] que la ciudad de Sevilla siga su opinión y con qué medios. Toda esta dilación era con fin de ver lo que se acabaría con los grandes con quien el rey se entendía; y como cada día se declaraba más el rompimiento, hacíase gran instancia por los embajadores que el rey tenía en Castilla que Diego de Ribera adelantado mayor de la Andalucía se viniese a Toledo; y habiendo allí reducido a la opinión del rey de Aragón los caballeros de aquella ciudad que eran sus amigos y deudos, se fuese a Sevilla y comunicase aquel trato que se traía con don Pero Ponce de León señor de Marchena; y si deliberasen que era mejor que se estuviesen en Sevilla, procurasen que aquella ciudad siguiese la opinión del rey de Aragón que era tomar la voz por el buen regimiento del reino y fundar el consejo de los perlados y grandes de su mano; y si entendiesen que era mejor que ellos se viniesen para el rey, lo ordenasen; y para esto se enviaban cartas en blanco para don Pero Ponce y para otros caballeros. Trátase de traer al servicio del rey [de Aragón] los caballeros de la casa de Stúñiga y otros; de qué modo y para qué. Allende desto, como por el mes de agosto pasado se trató en Barcelona por el rey con el mariscal Sancho de Stúñiga de traer a su servicio a Pedro de Stúñiga su hermano y los otros sus hermanos hijos de Diego López de Stúñiga, aquella plática se continuó; y procuraba agora el rey que Pedro de Stúñiga y el obispo su hermano y Fernán Alvarez de Toledo, pues estaban en una comarca, se juntasen con la gente que tuviesen; y el rey les ofrecía que brevemente les enviaría parte de la suya; y el obispo había de juntar consigo a Men Rodríguez y a Pero López de Avalos para que tomasen aquella voz por el buen regimiento del reino y escribiesen sobre esta querella al rey y al mismo rey de Castilla. Por otra parte, se daba orden que Juan Rodríguez de Castañeda juntase gente en su comarca de la manera que los embajadores que el rey tenía en Castilla lo habían concertado, y que después de junta, dejando en buena defensa a Fuentidueña, se fuese a juntar con Pedro Hernández de Velasco; y si en la concordia que se trataba entre Pedro Hernández de Velasco y Pedro de Stúñiga había más que hacer, trabajasen los embajadores porque estuviesen muy conformes en las voluntades. Los medios con que el rey [de Aragón] procura tener de su parte la ciudad de Toledo y los comendadores de Santiago. También procuraba el rey por medio destos que tenía en Castilla, que Iñigo López de Mendoza se concertase con Pero López de Ayala y con Diego de Avalos y con los otros caballeros de Toledo, y procurasen de apoderarse de la ciudad para que siguiese la opinión del rey de Aragón y dejasen en ella la gente que entendiesen que convenía, y la otra se viniese por Ocaña hasta la frontera y recogiesen consigo los comendadores de la orden de Santiago, y de allí se juntasen con Iñigo López de Mendoza, porque todos se viniesen en uno, de manera que en sabiendo que el rey llamaba sus gentes no se detuviesen de ser luego en la frontera. El rey [de Aragón] llama los maestres de Calatrava y Alcántara. Dábase cargo al adelantado Diego de Ribera para que entendiese si los maestres de Calatrava y Alcántara serían de la opinión del rey y, si lo fuesen, se tuviese forma que se viniesen luego para él. Ardid del rey [de Aragón]. Las cosas se ordenaban ya de manera que se deliberaba si sería bien que el adelantado Pero Manrique entrase con gente de Aragón hasta Briviesca para que allí se juntase con su gente y con la de Garci Fernández Manrique v saliese a recibir al rey; porque si fuese el adelantado se juntaría con él mejor así la una gente como la otra, y cobrarían más ánimo los de su parcialidad. Y era con ardid que si el adelantado hubiese de ir fuese tan secreto que ninguno no supiese de su ida hasta el día que partiese de Tarazona. Dábase especial cargo de todo esto a aquel Juan Martínez de Burgos, que era buen ministro de los tratos y empresas de su amo el adelantado Pero Manrique, y de saber si Diego Fernández de Quiñones y otros caballeros principales con quien traía inteligencia por medio de don Gutierre Gómez de Toledo obispo de Palencia serían ciertos en la opinión del rey de Aragón. Sospecha que tuvo el consejo del rey de Castilla. Pero los del consejo del rey de Castilla tuvieron por tan sospechoso a este Juan Martínez que no se dio lugar que entrase en la corte que estaba en Valladolid, ni por su respeto a los otros embajadores, ni se permitió que pasasen de Dueñas. Estaban los embajadores en Dueñas a 21 de mayo; y de allí se pasaron a Simancas y el rey les

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envió a mandar que se volviesen a Medina del Campo a donde estaba la reina su madre y que no se partiesen de allí hasta que lo enviase a mandar.

CAPÍTULO XXXIV

Que el rey mandó juntar sus gentes para entrar en Castilla y fue requerido el infante don Juan su hermano que viniese a sus cortes.

El rey [de Aragón] procura tener a la infanta doña Leonor su hermana. La venida de los embajadores del rey a Medina del Campo era con fin de trabajar de haber a su poder o de algún grande de los de la opinión del rey de Aragón a la infante doña Leonor su hermana, que estaba con la reina su madre, sin que lo pudiese entender el infante don Juan. Para esto se detuvieron los embajadores en Cigales; y aquello no se pudo poner en ejecución como el rey lo ordenaba, porque quería que la reina se viniese con su hija con solas dos dueñas ascondidamente, y no pareció aventurar sus personas a tanto peligro. El rey [de Aragón] apresta su gente para entrar en Castilla y con qué fin y conciertos. Estaban ya las cosas en tanto rompimiento que el rey había mandado que toda su gente de armas estuviese junta para 21 de junio, con determinación que por todo aquel mes estaría dentro en Castilla; y pensaba tener en esta sazón ciertos a su servicio con los demás a don Fadrique duque de Arjona y a don Lope de Mendoza arzobispo de Santiago, porque le escribieron con uno del rey que se decía Bernaldo Codo, certificándole que les placía de ser con él; y el duque se ofrecía que era contento de dejar todo lo que tenía del condestable don Ruy López de Avalos, pero quería haber a La Coruña y parte de los bienes que perderían los adversarios. El arzobispo, demandaba dignidades y el uno y el otro querían que el rey les diese luego seguridad de rehenes y que ellos enviarían después las suyas. Acuerdo entre el rey [de Aragón] y el arzobispo de Santiago por medio de Pedro de Stúñiga. Respondióles el rey que era muy contento de su compañía y que le enviasen una persona con sus carteles o poder bastante, y que él firmaría todo cuanto fuese razonable; y mandó avisar desto a Pedro de Stúñiga porque entendiese este trato y que el rey no se aseguraba del duque ni de su plática; pero del arzobispo no dudaba, y remitíalo el rey todo a Pedro de Stúñiga y a Pedro Fernández de Velasco. Dábaseles orden que de 20 de junio adelante moviesen con sus gentes, y viniesen a la frontera para que se juntasen allí con él, declarando que si el rey de Castilla estuviese en Palencia su entrada sería por la vía de Burgos, y que Pedro de Stúñiga tuviese apercibidos todos sus amigos y valedores de Burgos, Avila y Zamora y de las otras ciudades que seguían su opinión. El rey de Castilla ni los grandes no firmaron el compromiso. Como se denegó a los embajadores del rey la entrada en Valladolid -a donde el rey de Castilla estaba- y mostrasen haber hecho su deber porque la forma del compromiso se efectuase dentro del tiempo declarado, el rey de Castilla y los grandes que lo habían de firmar no lo firmaron, con color que dentro del tiempo limitado no se había efectuado y el poder que los embajadores tenían había ya expirado; y con esto los embajadores se volvieron. Ocasión de rompimiento en lo que se movió por el rey de Navarra. Antes desto, García de Falces secretario del rey de Navarra -que estaba en Cigales con los embajadores del rey de Aragón- tuvo forma cómo sin peligro suyo mostró al infante don Juan delante de un escribano público una carta abierta del rey, en que le decía que por haber de deliberar sobre algunas cosas muy árduas que tocaban al bien público de sus reinos le mandaba por la fidelidad que le debía que dentro de ciertos días se viniese para él donde quiera que estuviese para hallarse con él a sus cortes, certificándole que si no lo hiciese declararía haber incurrido en las penas de aquellos que no obedecen a su rey ni van a su llamamiento; y fue esto la causa principal -según escribe Alvar García de Santa María- porque se rompieron los tratos que se movieron por medio del rey de Navarra.

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CAPÍTULO XXXV

De las causas que declaró el rey a los grandes y ciudades de los reinos de Castilla y León de su

entrada en Castilla. La guerra se tuvo por rompida. A quién escribió el rey [de Aragón] a Castilla. Antes de enviar el rey su respuesta a lo que postreramente se le propuso por el obispo de Cartagena y doctor Diego Rodríguez embajadores del rey de Castilla, como se rompió la plática de los medios de concordia que se movieron por el rey de Navarra, y no se dio lugar que sus embajadores entrasen en Valladolid y se volvieron sin explicar su embajada y se tuvo por rompida la guerra, mandó el rey escribir a los grandes perlados y a las ciudades de aquellos reinos y a los oidores del consejo del rey de Castilla y a otros caballeros las causas que le movieron de procurar las vistas con el rey de Castilla su primo y después su entrada. Porque por ella se declara el fundamento de la principal queja que el rey tenía, que era del condestable don Alvaro de Luna por quien el rey de Castilla y sus reinos se gobernaban, y aquello era lo que tenía puesto aquel reino en gran disensión por las opiniones y fines de los grandes dél, no es inconveniente que se refieran tan cumplidamente como allí se escribe, pues los autores de aquellos tiempos las dejaron de referir; y eran las cartas deste tenor: Tenor de lo que el rey [de Aragón] escribió a Castilla. "Don Alonso etcétera. Al noble, amado e devoto don Fadrique duque de Arjona y conde de Trastámara nuestro caro tío. Notorio es a vos y a esos reinos de Castilla las buenas e notables maneras que el señor rey don Hernando nuestro padre, de buena memoria, tovo con la señora reina doña Catalina, de loable recordación, en el tiempo que el rey don Enrique nuestro tío -de gloriosa memoria- finó, quedando el rey don Juan su hijo, hoy reinante, nuestro muy caro e muy amado primo, de edad de dos años, entendiendo todavía en conservar los dichos reinos en paz y justicia y en acrecentar y honrar la corona y señorío del dicho rey nuestro primo y en no dar lugar a discordias e novedades hasta el tiempo que a Dios plugo llevarlo desta vida." Alvaro de Luna se crió con el rey [Juan II] de Castilla. "Después de su muerte y de la señora reina, por razón que Alvaro de Luna se había criado con el rey nuestro primo e con maneras exquisitas había procurado gran familiaridad del dicho rey, entendió con todo estudio y ambición desordenada en que él principalmente pudiese gobernar al rey e al reino, e recibiese en su compañía los que le fuesen agradables e los otros repeliese. Pero porque a su malvado e dañado propósito la potencia, nobleza e bondad de los infantes don Juan e don Enrique -nuestros caros hermanos- era gran impedimento, mayormente porque las personas e humil sujeción dellos eran muy agradables en los ojos del dicho rey nuestro primo, y no sin razón como con mucha humildad y fervor de amor lo servían, procuró y hizo procurar por maneras extrañas entre los dichos infantes división e discordia." Cargo que el rey [de Aragón] hace a Alvaro de Luna. "E señaladamente procuró de los apartar del amor del dicho rey nuestro primo, porque él más libre e tiránicamente se pudiese ocupar el regimiento y gobernación de la persona del dicho rey y de sus reinos, no dejando estar cerca de la persona del rey salvo aquellos que él quería; de lo cual se siguieron en esos reinos los escándalos notorios que habedes sabido." Prisión y testimonio contra el infante don Enrique. "Señaladamente procuró y hizo procurar odio del dicho rey nuestro primo contra el infante don Enrique, hasta que lo apartó de su corte; e así apartado trató que viniese a la presencia del rey, guiado e asegurado por el dicho rey nuestro primo y con su licencia, y por todos los de su consejo que a la sazón eran en su corte. Confiándose el infante en su inocencia y en el seguro y en los grandes deudos que ha con el dicho rey, vino a la su corte a la villa de Madrid, a donde de consejo y tratado del dicho Alvaro de Luna y más verdaderamente por engaño dél, fue inducido el rey nuestro primo de le quebrantar el seguro e mandar prender al infante, procurando que le fuese impuesta infamia falsamente que tenía trato

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con el rey de Granada en deservicio del rey nuestro primo; lo cual era abominable de creer de tan limpia sangre según después ha parecido claramente ser falso, en tal manera que el dicho infante por consejo y malvados tratos suyos fue preso y lo estaba en tal cruel prisión como sabedes, no habiendo el dicho Alvaro de Luna temor a Dios nin guardando lo que cumplía al servicio del rey nuestro primo e bien público de sus reinos e mucho menos membrándose de las notables maneras que el rey nuestro padre tuvo en aumentar e engrandecer la corona del rey nuestro primo." La privanza no sufre compañía. "E por tal manera ejercitó su tiranía, que los grandes notables barones e ricos hombres e fijosdalgo e otras gentes notables de esos reinos se apartaban e apartaron de continuar en la corte del rey nuestro primo, non pudiendo sofrir ser sojuzgados de tal tirano; y aun los que eran presentes vivían con gran terror dél mayormente como en caso que a la corte quisiesen ir o estar en ella, non les era nin es dada libertad de fablar, conservar e servir al rey nuestro primo cada uno según pertenece a su grado, antes entendiendo por maneras exquisitas en desechar y apartar a los grandes notables e fijosdalgo e otras gentes discretas y sabias de la casa e corte e crianza del rey nuestro primo, non dejando continuar en ella salvo aquellos que fuesen a él placientes." Ausencia de la infanta doña Catalina; por qué y cómo le robaron sus joyas. "Puso acerca de la persona e servicio del rey personas las de más baja mano e condición, que con toda vigilancia le favoreciesen en su tiranía; y allende desto tovo tal plática que a la infante doña Catalina nuestra prima, atemorizada por él, le convino foir de aquellos reinos, y entrando en los nuestros le fueron robadas por gentes suyas sus joyas e cosas, non habiendo respeto el dicho Alvaro de Luna ser ella hija legítima e natural del dicho rey nuestro tío e hermana del dicho rey nuestro primo; lo cual es e debe ser abominable de oír a todos los naturales e súbditos del dicho rey y aun a todas las otras naciones." Opresión de la reina doña Leonor y de la infanta su hija. "E asi mismo con su terror e malvados tratos fueron desterrados e desheredados diversos notables caballeros e otras personas del dicho reino, lo cual es cosa desviada de toda razón. Allende destas cosas tovo manera e trato que fuesen e sean oprimidas la reina doña Leonor nuestra muy cara e muy amada madre señora, e la infante, doña Leonor nuestra muy cara hermana, según que lo son de fecho, non dándoles libertad de venir a nos nin de facer de sí lo que es razón e lo que a su real estado pertenesce, antes defendiéndoselo e tratándolos en esto e en todas otras cosas como personas de pequeña condición; e non contento de aquesto nin de inquietar a nos con sus malvados tratos estando en las partes de Italia, más aun al dicho infante don Juan nin a los otros grandes del reino non da lugar de haber entrada al dicho rey, nin librar sus fechos con él, salvo por sus manos, usurpando e apropriando a sí el regimiento e gobernamiento, así de la persona del dicho rey como de sus reinos, así en el ejercicio de la jurisdicción como en las gracias e dádivas e mercedes e otras cosas que a la persona del dicho rey e non a otro pertenescen, e non dándole lugar que rija sus reinos e conozca sus súbditos, mayormente siendo el dicho rey -según verdaderamente somos informados- dispuesto para todo bien, e esperamos en Dios que de cada día florecerá en virtudes, con que el dicho Alvaro de Luna e los que su malvada ambición siguieren sean dél arredrados, e buenas personas sean acerca dél." En los ministros de los reyes consiste la quietud de sus reinos o el no tenerla. "Fuera desto, el dicho Alvaro de Luna, llevando su malvada intención adelante, ha procurado e procura quebrantar e quebranta las libertades e franquezas de las notables ciudades e villas de aquese reino, exigiendo e apropriándose a sí nuevas imposiciones y exactiones, agravando las dichas ciudades e villas e non dando lugar que sea proveído nin oído a justicia; e allende desto ha procurado con exquisitas e dolosas maneras de apropriarse a sí e a quien él quiere villas e lugares e rentas e otros derechos del patrimonio del rey nuestro primo, en tan gran número como habedes visto e sabido. Por las cuales cosas e otras más graves que se han fecho e de cada día se facen e se esperan fer, si prestamente non se remediase, seguir serían mayores escándalos e daños irreparables del dicho rey e de sus reinos, que traen e podían traer gran daño de su estado e de la república de aquesos reinos e gran abatimiento de los nobles e fijosdalgo e otra gente notable del consejo."

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Celo del rey [de Aragón]. "Lo cual todo e cada cosa dello por nos, estando en Italia oído e sabido, aunque las dichas cosas sean ásperas e tan graves que deban mover nuestro corazón, empero señaladamente celando el buen suceso de la corona del dicho rey nuestro primo e de sus reinos e tierras, e considerando que entre las otras personas del mundo a nos pertenesce por muchas razones con todo estudio entender en acrecentar la gloria e honor del rey nuestro primo, como de su casa hayamos traído origen e naturaleza e con quien tantos deudos de consanguinidad e afinidad habemos, e asimismo en reparo e remedio de las cosas susodichas, nos todas cosas pospuestas, acordamos de venir a estos nuestros reinos de Aragón a fin que entendemos procurar de ir a esos reinos de Castilla por nos ver con el dicho rey nuestro primo e declararle estos fechos e otros grandemente concernientes al servicio de nuestro señor Dios e bien del dicho rey e nuestro, con esperanza que habíamos que él bien informado dellos lo repararía según que a su servicio cumplía e a bien e sosiego de todos sus reinos." Deliberación del rey [de Aragón]. Embajadores que el rey envió a Castilla. "Sobre lo cual, como quiera que estando nos en Italia le habíamos enviado nuestros embajadores, pero aun después que arribamos a estos nuestros reinos le enviamos rogar que le pluguiese dar manera que nos viésemos. E por facer cuanto a nos era posible, porque estos fechos prestamente se reparasen, le enviamos por nuestros embajadores al reverendo padre en Cristo e amados consejeros nuestros el arzobispo de Tarragona e don Berenguer de Bardají, para que ellos de nuestra parte procurasen por todas buenas maneras vistas entre el dicho rey e nos, porque más prestamente fuesen vistos e reparados aquellos fechos, e deliberásemos, en otros muy arduos concernientes servicio de Dios e del dicho rey nuestro primo como dicho es; porque creíamos que non había otra mejor nin más presta vía; e cuando non hobiese presta manera, que enviaríamos brevemente la reina nuestra muy cara mujer con intención que ella fuese a verse con el rey nuestro primo e le explicase de nuestra parte nuestra intención sobre las dichas cosas, e brevemente retornase a nos antes que partiesemos de nuestros reinos de do habíamos deliberado partir en el principio del otoño pasado por algunas cosas concernientes a nuestro servicio e honor." Dilación del rey de Castilla y por qué. "E la ida de la reina fue aceptada; e que sobre ello el rey nuestro primo nos enviaría sus embajadores. E su venida fue tan dilatada por trato e ingenio del dicho Alvaro de Luna que la ida de la reina non podría ser así fructuosa como habría sido si non se hobiese dilatado; e nos por algunas buenas razones habíamos ya deliberado antes de la venida de la dicha embajada sobreseer en la partida de nuestros reinos; e por esto e por otras justas causas hobo de cesar la ida de la reina." Temor de los ministros del rey de Castilla. "Por lo cual nos, veyendo e considerando estas cosas e entendiendo que el rey nuestro primo estando en estos términos non daría nin podría dar en aquestos fechos reparo, mayormente por ser la orden de su casa e de su persona de tal manera guardada que aun los que mucho celan su servicio non se atreven ni han lugar de se lo declarar e decir, nin él de oirlo en gran daño suyo e poco honor de su estado y súbditos así por aquestas razones, e veyendo que otro medio non había, acordamos de ir personalmente a los dichos reinos con intención de nos ver con el rey nuestro primo e de mandar instar e consejarle como a rey cuyo honor tanto como el nuestro amamos como le reputemos ser nuestro proprio, que provea en estos fechos apartando de sí al dicho Alvaro de Luna que en aquesto ha sido principal autor, y aun otros si con consejo de los que aman su servicio le fuere bien visto, por manera que su real persona sea en pura libertad como pertenesce a todo rey e príncipe e pueda proveer con consejo de los que aman su bien en lo sobredicho. E nos entendemos ir acompañado de algunas gentes de armas a fin que el sobredicho e los que le siguieren con poder e maneras desordenadas non hayan facultad de más mal obrar nin de embargar lo que cumple a servicio del rey nuestro primo como fasta aquí, e los que celan el servicio suyo hayan libertad de le declarar su intención, las cuales gentes entendemos llevar así ordenadas que non fagan mal ni daño en las tierras e señoría del dicho rey nuestro primo; antes irán todos por lo que cumple a su servicio e bien de sus reinos e tierras, e galardonar a los que bien e lealmente le han servido, e proveer e remediar de justicia a los que son agraviados en que se siguirá mucho sosiego de sus reinos e gran beneficio de la cosa pública dellos."

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Conclusión de la carta del rey [de Aragón]. "Lo cual vos notificamos porque sepades nuestra intención, e porque confiamos de vos que en esto consejaredes al dicho rey nuestro primo aquello que más cumpla a su servicio; e allende de la fidelidad a que vos sodes tenido por vuestra naturaleza e acostumbrada lealtad nos vos rogamos e exhortamos con nuestro señor Dios que, vista la presente, vos vengades a nos para que con nos vayades a consejar e aun por vos suplicar al dicho rey nuestro primo que quiera proveer en estos fechos apartando de sí al dicho Alvaro, que es e ha seido principal causa de los escándalos pasados, en manera que sin embargo dél e de los que le siguieren se reparen aquestos fechos según a su servicio cumpla. E asimesmo se dé orden para adelante cómo sus súbditos, reinos e tierras sean mantenidos en justicia e del dicho rey nuestro primo libremente los pueda regir. Cerca de lo cual vos notificamos que nos nos entendemos guiar en todas las cosas a honor e bien del dicho rey nuestro primo e beneficio de sus reinos a vuestro consejo e de aquellos que lo aman; e así vos los aseguramos con la presente letra. Lo cual vos faciendo faredes como bueno e natural del dicho rey nuestro primo e será cosa porque todos tiempos nos habredes más obligado para vos facer gracias e mercedes, e para vos las procurar del dicho rey nuestro primo en su caso e lugar. Dada en Zaragoza so nuestro sello secreto, a 4 días de junio de la natividad de nuestro Señor de 1425." El aviso que con Marco Juan envió el rey [de Aragón] al [rey] de Castilla. Escritas estas cartas a diversos grandes y ciudades de aquellos reinos, envió el rey al rey de Castilla un caballero del reino de Valencia que se decía Marco Juan; y con él le dio aviso que había notificado a los grandes de aquellos reinos y a las ciudades su ida para que los grandes personalmente y los procuradores de las ciudades se hallasen en su corte, y estuviesen presentes cuando le declarase las cosas que concernían a su honor y servicio y al provecho y beneficio de sus reinos; y sobre todo le pudiesen aconsejar lo que pertenecía a su lealtad e que iba con gente de armas; porque era certificado que alguno o algunos de su corte que le habían deservido grandemente y le deservían y habían hecho muchos daños a la cosa pública, dudando que de sus maldades se hubiese de hacer alguna mención en aquellas vistas, procuraban por vía de escándalo y en otras maneras ilícitas poner turbación en ellas; y que esto no les debía ser consentido por el rey ni por el rey de Aragón.

CAPÍTULO XXXVI De los requirimientos y protestos que se hicieron en nombre del rey de Castilla y de los estados de

aquel reino para que no procediese el rey en aquella empresa por vía de rompimiento. El rey [de Aragón] llama a los grandes de Castilla que han de seguirle. Tenía ya el rey en este tiempo nueva cierta que algunas compañías de gente de guerra que se hicieron en Gascuña, habían pasado los montes y estaban en Aragón, y que otras que se juntaron en Rosellón llegaron a Barcelona; y la gente de Cataluña, Valencia y Aragón sería presto con él, de suerte que pensaba ser en Castilla por todo este mes de junio. Por medio de sus embajadores antes que saliesen de Castilla había exhortado a los grandes de aquellos reinos que le pensaban seguir en esta empresa, que pusiesen toda diligencia en su venida a la frontera; y que luego partiese Pedro de Stúñiga y se viniese a juntar con Pero Hernández de Velasco y con ellos la gente del adelantado Pero Manrique, de manera que todos estuviesen en Arnedo, encargándoles que pues la intención dellos era buena y leal y sabían la suya se mostrasen como caballeros y notables personas, porque él no les faltaría con la persona y con lo que tenía. Todos los que siguieron la parte del infante don Enrique tuvieron éste por buen medio para su libertad y para la restitución de sus personas y estados; y deseaban y solicitaban la entrada del rey en Castilla. Y entonces estando el rey en Palencia a 17 de junio acordaron los de su consejo que se hiciese un requirimiento y protesto en nombre del rey al rey de Aragón para que desistiese de lo que emprendía en tanta injuria y ofensa del rey de Castilla y de sus reinos.

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Embajada del [rey] de Castilla al rey [de Aragón] y con quién. Con esta embajada vinieron Mendoza señor de Almazán -que era principal en el su consejo del rey de Castilla- y Juan González maestre escuela de la iglesia de Sigüenza; y por más autorizar este requirimiento, en el poder que se dio a estos embajadores se decía que el rey se lo daba con acuerdo y consentimiento del infante don Juan su primo y de los duques y condes y ricos hombres y de los arzobispos y perlados y maestres de las órdenes y caballeros y de los procuradores de las ciudades que allí estaban ajuntados y de los tres estados de aquellos reinos. El rey [de Aragón] da audiencia en la Aljafería a los embajadores de Castilla; y en presencia de quién. Dio el rey audiencia a estos embajadores a 28 de junio dentro de la cámara del estudio del palacio de la Aljafería, en presencia del arzobispo de Tarragona y de Berenguer de Bardají justicia de Aragón; y presentaron su requirimiento por escrito en que se contenía particular relación de las cosas sucedidas. Requería de parte del rey de Castilla le pluguiese considerar todas las cosas pasadas y no quisiese proceder en los negocios por vía de rompimiento (pues no había legítima razón porque lo debiese hacer), ni quisiese entrar en los sus reinos pues al rey su señor non placía dello y tampoco a los de sus reinos, antes le desplacería e desplacía e lo habrían a muy molesto e injurioso e lo non consintirían nin podrían tolerar en alguna manera; e donde lo contrario hiciese al rey su señor e a los sus reinos sería necesario de le resistir e defender a sí e a sus reinos e a sus súbditos e naturales, según que a tan gran príncipe rey e señor e muy poderoso pertenecía de lo hacer; e si dello recreciesen guerras e escándalos e otros daños e males e inconvinientes, que Dios e el mundo viese que no era culpa del dicho rey, e fuese encargado al rey que era causa dello. Protesto del rey de Castilla que hacen sus embajadores al rey [de Aragón]. Protestaban que a salvo quedase al dicho rey su señor de cobrar del rey e de sus reinos e señoríos todas las costas e daños e intereses que por esta causa e razón se le siguirían. Procuradores que de Castilla llegaron al rey [de Aragón] y lo que le requirieron en Santa Fe. Salió el rey otro día (que fue a 29 de junio) de Zaragoza y fuese al monesterio de Santa Fe de la orden de san Bernardo, que está a dos leguas a la ribera de la Güerba. Y el mismo día llegaron cuatro procuradores de las ciudades de Sevilla, Burgos, Salamanca y Cuenca, que eran Juan Fernández de Mendoza, Alvar García de Santa María, Alfonso Arias de Corbella y Sancho de Jaraba; y en nombre de las ciudades de Castilla y León y de sus procuradores hicieron otro tal requirimiento y protesto al rey; concluyendo que no entendían consentir en la entrada del rey en Castilla, porque el rey dijese que se hacía por servicio de Dios y de ambos reyes; pues aunque esta fuese la intención era en tanto perjuicio y ofensa de aquellos reinos, y mucho mayor sería debajo de aquel título que con rompimiento de guerra, pues no podían ser tan árduos aquellos negocios sobre que decía que quería entrar que no debiesen ser pospuestos por los daños que se podían seguir a sus reinos. Los que se hallaron con el rey [de Aragón] al requerimiento que le hicieron las cuatro ciudades de Castilla. Hízose este auto en aquel monesterio en presencia de Blasco Fernández de Lihori gobernador de Aragón y de Juan de Funes vicecanceller. Y el mismo día dio el rey poder a Guillén de Montañanes su mariscal y a Jofre de Ortigues regente la cancillería (que eran de su consejo) para responder al protesto que se le hizo por Mendoza señor de Almazán y por el maestre escuela de Sigüenza. Respuesta del rey [de Aragón] con acuerdo de su consejo. Juntáronse el postrero de junio en el claustro de la iglesia mayor de San Salvador de Zaragoza; y allí se les dio la respuesta. Y en ella se decía que era cosa muy excusada tratar en esta sazón sobre las causas que hubo a la injusta prisión del infante don Enrique, porque aquello se reservaba para proponerlo y alegarlo en su tiempo y lugar; ni tampoco era necesario hacer mención de las embajadas que habían procedido del un rey al otro, entre las cuales se habían dejado de referir algunas, señaladamente la que envió el rey a proponer con el arzobispo de Tarragona y mosén Pedro Pardo de La Casta y micer Pedro Basset baile general de Cataluña.

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Dos años había que estaba en prisión el infante don Enrique. Que aquellos embajadores principalmente fueron por rogar al rey de Castilla que por el honor de entrambos y por mejor mostrar su amistad librase al infante de tan larga prisión en que había sido afligido y atormentado; a lo cual no condecendió, antes respondió que mandaría hacer pesquisa y proceso contra el infante y que de aquella hora hasta esta sazón habían pasado dos años y el infante estaba como solía en dura prisión y vejado en su persona. Cuanto al compromiso que se había de firmar en poder del rey de Navarra, era notorio que no se dio lugar a los embajadores que se habían de hallar al firmarle que entrasen en la corte del rey de Castilla; y los grandes que habían de firmar con el alcaide del castillo de Mora que tenía preso al infante, no lo firmaron dentro del tiempo que estaba tratado que el compromiso se sentenciase. Que no debía ser consentido por los estados del reino ni por los que verdaderamente amaban el servicio del rey de Castilla que se estorbase tanto bien por los que procuraban que no se diese lugar a las vistas, siendo personas que tenían tan dañados y perversos fines; pues la intención del rey de Aragón estaba firme de amar y honrar al rey de Castilla y de guardar su honra y provecho cuanto lo haría por su proprio estado; y que Dios, queriendo así, lo pornía por obra; y confiaba del rey de Castilla su primo que lo mismo haría por su honra y estado. Protesto al consejo del rey [de Aragón] por los de Castilla. No se contentaron aquellos procuradores de las ciudades del reino de Castilla de haber hecho su protesto al rey; y también lo hicieron a los de su consejo, estando en la cámara de los paramentos de la Aljafería un domingo 1.º del mes de julio. Cartas que en la cámara de los paramentos de la Aljafería presentaron al rey [de Aragón]. Y a 4 del mismo se presentaron al rey por Juan de Luján maestresala del rey de Castilla estando en el monesterio de Santa Fe dos cartas: una de perlados y la otra de algunos grandes de Castilla, en que requerían al rey que cesase de hacer su entrada en Castilla porque entendían de seguir a su rey y señor natural en su resistencia y defensa. Los perlados eran los arzobispos de Toledo y Santiago y los obispos de Cuenca, Cartagena, Salamanca, Zamora y León. Y los grandes y ricos hombres eran el duque de Arjona, el condestable y almirante de Castilla, el adelantado Diego Gómez de Sandoval e don Rodrigo Alonso Pimentel conde de Benavente, Garci Alvarez de Toledo señor de Oropesa, Iñigo de Stúñiga, Pedro García de Herrera, Nuño Freyre y los doctores Periañes y Diego Rodríguez. Respuesta que en Alagón dio el rey [de Aragón] a los requerimientos de Castilla. Poníase en orden la gente de guerra; y para continuar el rey su camino, del monesterio de Santa Fe se pasó a la villa de Alagón; y allí a 5 del mes de junio, respondió al requerimiento y protesto de los procuradores de las ciudades y villas de Castilla y León. Y declaraba que la gente de armas no se juntaba por cosa que fuese en desplacer del rey de Castilla ni de sus reinos, sino por las causas y razones que había escrito al rey su primo y a los grandes de Castilla. Y de aquel lugar respondió a las cartas de los perlados y grandes de Castilla declarando que siguiría su camino para Castilla. Requerimientos en Borja por los mismos procuradores de Castilla. De Alagón se pasó el rey a Borja; y en aquel lugar tornaron los procuradores de las ciudades y villas de aquellos reinos a 15 de julio a requerir que desistiese de hacer su entrada en Castilla, pues se le resistiría poderosamente; y que el rey de Castilla entendía venir a Aragón y hacer como convenía a su honra; y su intención era que ni por vía de vistas ni por otra razón alguna no entrase en sus reinos. Y de allí fue el rey prosiguiendo su camino.

CAPÍTULO XXXVII De la venida del infante don Juan al rey de Aragón su hermano. De la muerte del rey don Carlos de

Navarra.

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El rey [de Aragón] ajuntó su gente para entrar en Castilla. En el mismo tiempo, estaba ya junta la gente de armas que el rey acordó llevar para su entrada en Castilla; y era capitán de algunas compañías de gente de caballo de Gascuña Coarasa, que entró en Aragón en favor del conde de Urgel cuando estuvo cercado en Balaguer. Y fuéronse alojando en Alagón y Borja y por la comarca de Tarazona. A lo que el rey [de aragón] envió a bernaldo gallac a castilla; es cosa notable. afirma alvar garcía de santa maría (que intervino en estos hechos como procurador de la ciudad de burgos y fue todo de la casa del condestable don alvaro de luna, gran historiador de sus proezas y hazañas), que algunos días antes fue a la corte del rey de castilla un secretario del rey de aragón que llamaban bernaldo gallac con color de tratar de algunos negocios que tocaban a la cobranza de la renta que tenía la reina de castilla de su mantenimiento y que principalmente fue de parte del rey al condestable don alvaro de luna con ofrecimiento que le haría el rey merced de las villas de borja y magallón si tuviese forma que el rey de castilla mandase poner en libertad al infante su hermano, y que llevaba los privilegios para entregárselos. Razones de don Alvaro de Luna. A esta oferta escribe este autor que respondió el condestable que él no entendía tomar cosa alguna de otro príncipe salvo del rey su señor, aunque en lo que pudiese serviría al rey de Aragón guardando el servicio del rey. Al infante don Juan requieren se vea con el rey su hermano. Dióse orden por medio de Alvar García (que era secretario del rey de Castilla y contador mayor del infante don Juan y de su consejo) los días que se detuvo con los otros procuradores en hacer sus requerimientos, que el infante don Juan se viniese a ver con el rey, con esperanza que entre ellos se allanarían todas las dificultades, de manera que viniesen a medios de concordia; y como quiera que el rey de Castilla tenía gran duda en la venida del infante (aunque se hizo por su consejo la prisión del infante don Enrique) porque el condestable no se aseguraba bien en ello y estaba con mucho recelo, pero todavía quiso el rey de Castilla más que la concordia fuese por su medio. El rey de Castilla dio licencia al infante don Juan para venir a verse con el rey [de Aragón] su hermano. Y así, con consejo de los grandes que se hallaron con él, se dio al infante licencia para que viniese a verse con el rey su hermano. Pocos días antes que esto se deliberase, fueron a Palencia (donde el rey de Castilla estaba) el duque de Arjona y el arzobispo de Santiago con buenas compañías de gente de armas y de pie, y otros muchos señores con las suyas; y allí se determinó que el rey de Castilla se viniese a Burgos acercándose a la frontera. Y de Palenzuela se partió el infante don Juan y vino a Tudela de Navarra, a donde llegó a 14 de agosto. Y ya el rey de Aragón estaba con su real a media legua de Tarazona. Y a 17 de aquel mes se fue el infante para el rey, y el rey le salió a recibir más de media legua de su real con toda la gente de armas que en él tenía con sus batallas ordenadas. El infante don Juan se vio con el rey [de Aragón] cerca de Tudela. Fueron delante a recibirle todos los caballeros de la corte; y hiciéronse gran fiesta, aunque se habían visto secretamente dos noches antes entre Tudela y el real; y puesto que el rey determinó de hacer su camino para entrar en el reino de Castilla, iba más de vagar que los grandes de la opinión del infante don Enrique quisieran; porque el infante don Juan le iba estreteniendo, esperando el poder del rey de Castilla para concertar todas sus diferencias, representándole que si pasaba adelante era perderse todo. Siguióse un medio que de dos caminos que se podían tomar se llevase el que era un poco más largo y fue a asentar el rey su real a Miraglo y por el camino se trató de la concordia. Muerte súbita del rey don Carlos [III] de Navarra; y le sucedió don Juan infante de Aragón. En este tiempo falleció el rey don Carlos de Navarra en Olit, un sábado víspera de la fiesta del nacimiento de nuestra Señora, estando el rey de Aragón con su real a siete leguas; y murió súbitamente. Pasados cuatro días, venido el pendón real de Navarra y las sobrevistas reales, el rey anduvo con el infante su hermano por el real a caballo y todos a pie; y el alférez del infante -que era Nuño Vaca- llevaba su pendón a caballo. Y fue llamado rey con esta solemnidad dentro del mismo reino

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de Navarra; aunque según los fueros y costumbre de aquel reino no se había de llamar rey hasta que fuese alzado por rey en la iglesia mayor de Pamplona, con la cerimonia que solían.

CAPÍTULO XXXVIII

De lo que se declaró por el rey de Aragón y por el rey don Juan de Navarra su hermano sobre la deliberación del infante don Enrique; y que fue entregado al rey.

El [rey] de Castilla rehusa que el rey de Navarra trate de la deliberación del infante don Enrique su hermano sin poder de los que le aconsejaron su prisión; y quiénes fueron. No vino el rey de Castilla en dar poder al infante don Juan para que tratase con el rey de Aragón su hermano sobre la deliberación del infante don Enrique sin el parecer y consentimiento de los grandes y caballeros que fueron en el acuerdo de la prisión del infante; y quiso que diesen su poder al mismo infante don Juan para tratar del asiento de todas las diferencias que resultaron de la prisión. Los que dieron este poder fueron: don Fadrique duque de Arjona, don Alvaro de Luna condestable de Castilla y conde de Sant Esteban, don Alonso Enríquez almirante mayor de Castilla, Diego Gómez de Sandoval adelantado de Castilla, don Rodrigo Alonso Pimentel conde de Benavente, Pedro de Stúñiga justicia mayor del rey de Castilla, Fernán Alonso de Robles contador mayor. Poder que se dio al rey de Navarra; y lo que con él hacía. Y era el poder del rey y destos grandes y caballeros para que pudiese tratar y concordar con el rey de Aragón sobre la deliberación del infante don Enrique su hermano, y sobre la restitución de sus dignidades y bienes como a él bien visto fuese. Después de grandes deliberaciones y consejos que tuvieron cada uno por sí, el rey y el rey de Navarra con los que tenían cerca de sí para aconsejarse, se juntaron en los campos cerca de la Torre de Araciel del reino de Navarra, un lunes, 3 día del mes de septiembre, estando en su presencia don Dalmao arzobispo de Tarragona, Pierres de Peralta mayordomo mayor del rey de Navarra, Fernando Díaz de Toledo arcidiano de Niebla y de Algecira del consejo del rey de Aragón y el doctor Fortún Velázquez del consejo del rey de Castilla; y allí declararon su determinación y sentencia. Sentencia en la causa del infante don Enrique. Ante todas cosas fue acordado que el infante don Enrique fuese francamente puesto en libertad, de manera que pudiese andar por el reino de Castilla y estar en él o venir a Aragón; y había de salir de la prisión dentro de cinco días desde el día que algún caballero se presentase ante él con cartas del rey de Aragón. Mandábasele restituir el maestrazgo de Santiago y todas las villas y lugares, condados y tierras que por sucesión de padre y madre poseía al tiempo de la prisión hasta 10 días del mes de octubre deste año; y habíansele de entregar todas las rentas corridas que estaban en secresto. Señalóse la gente que el rey había de enviar para que le acompañasen hasta entrar en Aragón, que fuesen docientas cabalgaduras. Restitución al adelantado Pedro Manrique; la seguridad que el rey [de Aragón] ofreció, y a quién. Determinóse que al adelantado Pero Manrique se le restituyesen todos los castillos, villas y lugares, rentas y oficios y mercedes que poseía al tiempo de la prisión del infante, dentro de quince días y que le pagasen todo lo corrido de sus rentas. Ofresció el rey de Aragón de dar seguridad bastante a los de su consejo del rey de Castilla y a otras personas que se nombraron, de manera que por la prisión del infante y por las cosas pasadas no fuesen maltratados en sus personas y bienes; pero si por culpa dellos se movía escándalo contra los que siguieron en estas alteraciones al rey de Aragón, no obligaba el juramento y seguro. Los que fueron nombrados en esta parte fueron: el duque don Fadrique, el almirante y condestable de Castilla, don Luis de Guzmán maestre de Calatrava, don Juan de Sotomayor maestre de Alcántara, don Diego de Fuensalida obispo de Avila, Diego Gómez de Sandoval adelantado de Castilla, Juan Hurtado de Mendoza mayordomo mayor del rey de Castilla, Pedro de Stúñiga justicia mayor del rey de Castilla, Mendoza guarda mayor del rey, Garci Alvarez de Toledo señor de Oropesa, el mariscal Iñigo de Stúñiga, Pedro Puerto Carrero y los doctores Periáñes y Diego

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Rodríguez y Fortún Velázquez oidores de la audiencia del rey de Castilla y de su consejo, y el doctor Diago González oidor de la audiencia del rey de Castilla y su contador mayor de las cuentas, y Sancho Fernández Deldón contador del rey. Los que han de asegurar lo tratado. Habían de jurar de no dar favor ni ayuda al infante don Enrique en cosa que fuese contra esto las ciudades destos reinos, y don Francisco Clemente patriarca de Jerusalén administrador de la iglesia de Barcelona, don Dalmao arzobispo de Tarragona y don Alonso de Argüello arzobispo de Zaragoza y todos los perlados; el maestre de Montesa y los comendadores de Alcañiz y Montalbán, el lugarteniente de castellán de Amposta y el prior de Cataluña, don Fadrique de Aragón conde de Luna, Arnaldo Roger conde de Pallás y condestable de Aragón, el conde de Cardona, don Ramón vizconde de Vilanova, don Pedro Ladrón vizconde de Manzanera y los vizcondes de Roda, Vilamur, Rocabertí y Ebol, don Jimeno de Urrea, don Guillén Ramón de Moncada, don Berenguer Arnaldo de Cervellón, don Bernaldo de Pinós, don Felipe de Castro, don Ramón de Cardona, don Artal de Alagón, don Juan de Luna, don Berenguer de Bardají, Juan Fernández de Heredia, Juan de Luna, don Aymerich de Centellas, don Berenguer de Vilaragut, Juan de Proxita. Galbán de Villena mariscal, Pedro Pardo de La Casta, Juan de Valterra, Bernaldo de Vilarix, Jimén Pérez de Corella, Pedro de Montagudo y Blasco Fernández de Heredia que regía el cargo de la gobernación general del reino de Aragón. Juramentos que había de hacer el infante don Enrique. Había de jurar el infante que toda su vida guardaría el servicio, honra y provecho y la seguridad de la persona del rey de Castilla y siempre le sería obediente, cumpliendo sus mandamientos así como vasallo y súbdito debe cumplir los mandamientos de su rey y señor natural; y no haría ni permitiría que se tratase mal ni daño o deshonor contra la persona del rey de Castilla; también quedó acordado que luego como el infante fuese entregado por el rey de Navarra al rey de Aragón, había de jurar y hacer pleito homenaje que guardaría en toda la honra y estado y preeminencia del rey de Navarra y le guardaría su primogenitura: y nunca sería contra él ni contra su casa, antes siempre procuraría por lo acrecentar a su leal poder. Lo que el rey de Navarra había de Jurar y lo que prometió. Y lo mismo había de jurar el rey de Navarra al infante su hermano. Prometió el rey de Navarra y hizo pleito homenaje que procuraría y tendría manera porque el rey de Castilla tratase bien y favoreciese a todos los perlados, caballeros y personas que siguieron en aquellos reinos la opinión del rey de Aragón hasta este día, y que no procedería contra ellos ni les serían quitadas las mercedes y tenencias y heredamientos por esta causa; y si alguno les quisiese hacer mal o daño, por su persona los ayudaría y defendería, y trabajaría que el rey de Castilla hiciese otra tal seguridad. Homenaje que los reyes de Aragón y Navarra se hicieron el uno al otro. Había de nombrar el rey de Aragón y declarar los que siguieron su opinión dentro de ciertos días de la una y de la otra parte de los puertos; y hiciéronse los reyes de Aragón y Navarra el homenaje de manos y de boca el uno al otro. [el rey de Aragón sigue su camino hacia Castilla.] Acabado esto el mismo día estando el rey con su campo junto a la villa de Corella envió al rey de Castilla a don Pero Maza de Lizana para que se hallase a la deliberación del infante y continuó de allí su camino para Logroño por el reino de Navarra. Y fue con don Pedro Maza para hallarse presente con él al auto de poner al infante en libertad Sancho de Stúñiga que era mariscal del infante. El campo del rey [de Aragón] estaba a la raya de Castilla. Estuvo el rey en Miraglo con su real a 6 del mes de septiembre; y entre tanto que no se sabía si el rey de Castilla aprobaría la acordado, movía su real por el reino de Navarra las riberas de Ebro arriba, hasta que llegó a poner su real a media legua de Briones en el término de Navarra, entre Sant Vicente que es de Navarra y Briones que es de Castilla. Y de allí ya no había para donde mover adelante, sino o entrar en Castilla o volver las espaldas a ella; y llevaba cuando entró en Navarra mil y ochocientos de caballo. El rey de Navarra envía por el infante don Enrique. Había ordenado el rey de Navarra que ciertos

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caballeros de su casa fuesen con quinientos hombres de armas por el infante para acompañarle; y era capitán de aquellas compañías Pero García de Herrera mariscal del rey de Castilla; y sacáronle del castillo de Mora, a donde estuvo en guarda de Gómez García de Hoyos. Y sabiendo el rey de Aragón que se había entregado a don Pero Maza (de lo cual tuvo aviso en día y medio por las ahumadas que se hacían) se volvió con el rey de Navarra camino de Tarazona; y el rey de Navarra se fue a Agreda para recibir al infante. El [rey] de Navarra entregó al infante don Enrique al rey [de Aragón]; en presencia de quién y lo que resultó. Estando en El Campillo (que es en Aragón, cerca de los mojones del reino de Castilla camino de Agreda), un jueves a 18 de octubre, los reyes de Aragón y Navarra, el rey de Navarra entregó al infante al rey de Aragón, y el rey le libró del juramento y pleito homenaje. Y halláronse a este auto Godofre conde de Cortes hijo del rey don Carlos de Navarra, Carlos de Beamonte alférez de Navarra, el adelantado Diego Gómez de Sandoval, los mariscales Pero García de Herrera y Sancho de Stúñiga, el arzobispo de Tarragona y don Alonso de Argüello arzobispo de Zaragoza, don Fadrique conde de Luna; Arnaldo Roger conde de Pallás y condestable de Aragón, don Pedro Ladrón vizconde de Manzanera, don Pero Maza de Lizana, Galbán de Villena mariscal, Guillén de Vich camarero del rey, Galcerán de Requeséns ujer, Juan de Olzina secretario y Martín Cabrero. Juramentos del infante don Enrique en Tarazona. Juramento de no valer al infante contra lo pactado; y quién lo hizo. Otro día, estando los reyes e infante en Tarazona, el infante hizo los juramentos y homenajes en manos del rey de Navarra de cumplir las cosas a que se había de obligar; y también el rey de Navarra, en nombre del rey de Castilla, de lo que se había de guardar de su parte. Y un día antes de la entrega de la persona del infante y los días siguientes hicieron juramento y homenajes los perlados y barones y caballeros y procuradores de las ciudades de no dar consejo ni favor al infante para que fuese contra las cosas prometidas; y entre ellos Rodrigo de Luna comendador de Monzón, fray Alvaro de Luna comendador de Zaragoza y Cantaviella, fray Fortuño de Heredia comendador de Miravete y como lugarteniente del castellán de Amposta. Dentro la ciudad de Tarazona en el palacio del rey, juraron don Fadrique conde de Luna y don Ramón Vizconde de Vilanova y Miguel del Espital síndico de Zaragoza por mandado del rey, a 22 de octubre. Sentimiento del rey de Castilla. Del modo que se tuvo en esta entrega mostraron el rey de Castilla y los de su consejo mucho sentimiento del rey de Navarra, porque el rey de Aragón no había derramado y despedido sus gentes; antes se detuvo en Tarazona hasta 15 del mes de noviembre y de allí se fue a la ciudad de Valencia, y el rey de Navarra para el rey de Castilla que estaba en Roa. Posesión del conde de Ribagorza. En la ciudad de Valencia a 29 del mismo mes, por la muerte de don Alonso duque de Gandía y conde de Ribagorza, el rey, que había hecho donación al infante don Juan su hermano del condado de Ribagorza de la manera que le tuvo el infante don Pedro de Aragón en feudo del rey don Jaime su padre, le mandó poner en la posesión dél.

CAPÍTULO XXXIX Del socorro que el rey dio a los Fregosos contra Filippo María duque de Milán, y de la guerra que el

infante don Pedro hizo contra los lugares de la ribera de Génova que se tenían por el duque. E[l dux de Génova solicita ayuda al rey de Aragón.] Como el duque de Milán Filippo María se fue apoderando del estado de Génova y se sacó del gobierno de Tomás de Campo Fregoso que era duque y de toda su parcialidad, acudieron a procurar el amparo y favor del rey para que los favoreciese con su armada contra el duque y contra el bando que le siguía; y ofrecieron que con los de su parte seguirían el servicio del rey en la guerra contra el duque de Anjous, que era confederado del duque de Milán de que el rey tenía tanta necesidad estando ocupado en la empresa de Castilla.

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Nueva de que el rey [de Aragón] tuvo contento. Tenían éstos del bando Fregoso mucha parte en los príncipes y potentados de Italia y en los pueblos de aquel estado y de sus riberas; y así fue para el rey nueva que le dio mucho contentamiento, y por el daño que había recibido del duque de Milán teniéndole por amigo, que le sacó de su poder las ciudades de Nápoles y Gaeta con la armada genovesa, esperando reducir brevemente todo el reino a su obediencia. Socorro que llegó al infante don Pedro que estaba en el castillo Nuevo de Nápoles. Sucedió así: que estando el infante don Pedro en tanto estrecho que no podía sustentarse en el castillo Nuevo por falta de bastimentos, llegaron algunas naves de Sicilia que envió Nicolás Special, con que pudo proveerle de más gente. Y tras esto arribó don Fadrique de Aragón conde de Luna con la armada real bien en orden, que era de veinte y cinco galeras. Proveyóla el rey de tal capitán general nombrando un señor de la casa real y hijo del rey don Martín de Sicilia; aunque Bartolomé Faccio escribe que fue el conde don Artal de Luna hijo de don Antonio de Luna conde de Calatabelola; y fue con orden de socorrer al infante don Pedro y proveer de gente los castillos. Prevención de la reina Juana. Cuando llegó esta armada, temiendo la reina Juana que se combatiría la ciudad, mandó juntar todas sus gentes en su defensa; y acudieron el príncipe de Taranto, el conde de Caserta, el conde de Nola, la gente del conde de Sarno, Marino Boffa y el duque de Sessa y los parientes del gran senescal, que acudieron con sus compañías de gente de armas; y era visorrey de Nápoles por la reina el conde de Bucino, y capitán de guerra Baucio de Sena. Lo que se hizo en llegando con su armada al puerto de Nápoles el conde de Luna. Llegó el conde de Luna con su armada al puerto de Nápoles y bombardeó la ciudad; y intentaron de combatir el muelle pequeño; pero no pasó a otra empresa porque el infante determinó de acudir a dar favor a los Fregosos por mudar el estado de Génova. Y dejó en el castillo Nuevo en su lugar con cargo de visorrey un caballero principal de Cataluña que se decía Dalmao Zacirera. Vino el infante don Pedro con su armada a Puerto Pisano, a donde le estaba esperando el duque Tomás de Campo Fregoso y Abrahán y Spineta sus hermanos con dos galeras de florentines; y comenzóse a hacer la guerra a los genoveses del bando contrario, que estaban en la obediencia del duque de Milán. Entrega de Sigestre, sitio importante. Entregóseles luego con el favor de la armada real Sigestre, que dista a treinta millas de Génova, a donde era más poderosa la parte de los Fregosos, que es lugar por su sitio de mucha importancia. Tenían de su parte el duque Tomás de Campo Fregoso y sus hermanos a Juan y Luis de Flisco y la mayor parte de aquel bando que era gente muy noble y tenían muchos pueblos en su obediencia. El lugar de Rapal se entró por combate. Entróse por combate por la armada del infante el lugar de Rapal; y de allí se fue haciendo la guerra por él por la una y por la otra ribera. Con la nueva deste suceso, envió el infante al rey con una galera a Bernaldo de Corbera; y por este caballero entendió que su armada estaba en la ribera de Génova y se habían embarcado en sus galeras el duque de Génova viejo y Abrahán y Spineta sus hermanos; y que los otros hermanos eran idos por tierra con gente de caballo y de pie; y a 19 de abril deste año habían ya tomado seis castillos de la ribera de Levante, algunos que de su voluntad se habían dado por la afición y parcialidad de los Fregosos y los otros por fuerza de armas. Y estaban las cosas en tanto estrecho que cuando llegó este caballero a Zaragoza se creía que toda la ribera de Levante sería sojuzgada, y esperaban que brevemente se reduciría la ciudad y todo lo restante. Hace resolución el duque de Milán de confederarse con el rey [de Aragón]. Temiendo el duque de Milán que si la armada del rey se detuviese en aquella empresa y el rey viéndose desembarazado de las cosas de Castilla se entremetiese en las de aquel estado, dando favor a los Fregosos y que podían hacer tanta mudanza que fuese echado de aquel señorío, deliberó con gran consejo confederarse con el rey; y por medio de sus embajadores le envió a ofrecer que le entregaría a Bonifacio y Calvi entendiendo que el rey no vendría en confederarse con él sino con esta condición. Y en esto anduvieron algún tiempo, porque los de la parte del duque de Milán que

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estaban apoderados del gobierno de la señoría de Génova no venían en esto, ni el rey aceptaba la concordia sino entregándosele todas las fuerzas y castillos que los genoveses tenían en Córcega. El rey [de Aragón] envía a concertar liga con el duque de Milán; y con qué intento. Con esta resolución, estando el rey en Tarazona a 10 del mes de noviembre deste año, envió por sus embajadores a Bernaldo de Corbera y a Andrés de Biure para concertar liga y confederación con Filipo María Angelo duque de Milán, conde de Pavía y Anglería y señor de Génova. Fueron enviados estos embajadores con intento que si se podría dar orden que la armada que el rey tenía en las costas de Génova se sostuviese por largo tiempo, aceptasen el partido que ofrecían florentines de pagar el sueldo de catorce galeras que el rey tenía en su armada. Lo que el rey [de Aragón] pedía al duque de Milán. Y cuando aquello no se pusiese en efecto, entonces se tomase asiento con el duque de Milán con condición que quedase el rey con la isla de Córcega; y entregando el duque luego a Porto Veneris y poniendo en poder de sus embajadores a toda seguridad La Especie y todos los castillos y fortalezas de aquellos dos puertos y alguna suma de dinero en recompensa de los gastos que el rey había hecho. Cuando esto no se pudiese alcanzar, a lo menos se ordenase de manera que la armada del rey se pudiese sostener cómodamente; y no dejasen de tomar el uno o el otro partido, declarándose que no quería que su armada tomase ninguna empresa por el duque de Milán contra florentines ni contra otros, si no estuviesen ciertos que florentines hubiesen hecho liga con venecianos para echarle de Italia. Y porque el duque de Milán quería que en caso que Génova se le rebelase pudiese hacer gente a su sueldo en las tierras y señoríos del rey, era dello contento con que aquella gente solamente sirviese contra los mismos genoveses. Muerte y entierro de Braccio, capitán famoso. En este mismo año, perseverando Braccio en su empreso del Aguila, la reina de Nápoles y el duque de Anjous nombraron por capitán general de su ejército a Jacobo Caldora, y juntándose con el conde Francisco Sforza y con Micheloto de Attendulis y Luis de Sanseverino y con el ejército de la iglesia y viniendo a dar la batalla, fue vencido y muerto Braccio y quedó todo su ejército destrozado. Esta batalla se dio a 25 de mayo deste año de 1425; y fue muy sangrienta, y perdióse por demasiada confianza de Braccio que era el más estimado capitán de sus tiempos, pero hombre cruel, impío y sin fe. Y cobraron mayor ánimo todos los barones de la parte anjoyna. Hubo Luis Colona el cuerpo de Braccio y enviólo al papa a Roma y fue llevado a enterrar al campo delante de la iglesia de San Lorenzo; y sobre la sepultura se puso una columna por memoria.

CAPÍTULO XL

Que el rey procuró de concertar al rey de Navarra y al infante don Enrique y haber la persona del conde de Urgel, el cual se llevó al castillo de Játiva.

Privanza de don Alvaro de Luna. Aunque la persona del infante don Enrique se puso en libertad, no tenían mucha satisfacción los grandes de Castilla que siguieron su opinión del estado en que quedaba el regimiento del reino, teniéndole todo a su mano por su gran privanza don Alvaro de Luna; y nunca cesaba el adelantado Pero Manrique de mover nuevos tratos y buscar ocasión de cualquier mudanza. Matrimonio de don Luis Maza y Cornel con doña Constanza de Avalos; y quién fueron. Estando el rey en Valencia a 21 del mes de enero del año de nuestro Redemptor de 1426 se concertó matrimonio entre doña Costanza de Avalos hija de don Ruy López de Avalos conde de Ribadeo y condestable de Castilla y de doña Costanza de Tovar, y don Luis Maza y Cornel hijo de don Pero Maza de Lizana y de doña Brianda Cornel, que fue hija de don Luis Cornel y de doña Brianda de Luna hermana de la reina doña María de Aragón; porque el rey tuvo muy gran cuidado del remedio de los hijos del condestable, y así puso en grandes estados en el reino a don Iñigo de Guevara y a don Iñigo de Avalos sus hijos.

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A lo que francisco de ariño secretario del rey [de aragón] fue a castilla. en principio del mes de febrero envió al rey de castilla a francisco de ariño su secretario; y lo público desta embajada era que iba para dar al rey de castilla las gracias de la buena voluntad que había mostrado en complacerle en la deliberación que había mandado hacer de la persona del infante don enrique; y decía el rey que en esto había visto y conocido por obra que por contemplación de gran deudo de sangre y parentesco que entre sí tenían y el que había entre sus casas y por la afición que el rey de Castilla le tenía, había holgado de dar lugar a sus ruegos; y por esta causa, movido por tanta gratitud, tenía deliberado propósito de complacerle en todas las cosas que se ofreciesen. Diósele comisión que dijese al rey de Castilla como en secreto que había entendido que la reina su madre tenía gran deseo de venirle a ver con la infante doña Leonor su hija; y enviaba a rogar al rey de Castilla que tuviese por bien de mandar darles aquel contentamiento que pudiesen venir. Con esto se hacía gran cumplimiento con el rey de Castilla en comunicarle el rey por medio de ministro de quien hacía mayor confianza el estado en que tenía sus cosas, así en lo que tocaba a la reformación de la iglesia como en poner asiento en las cosas de Génova y de los otros potentados de Italia. La confederación que el rey [de Aragón] desea con el [rey] de Castilla. Señalaba el rey que holgaría que el rey de Castilla estuviese de un propósito con él en las cosas que tocaban a los genoveses, prohibiéndoles todo comercio en su reino; pero fuera desto que era general, había otras cosas más secretas que no se habían de comunicar sino con el rey de Navarra y con el infante don Enrique y con los más íntimos servidores que tenía el rey en la corte del rey de Castilla, como era procurar la concordia entre el rey don Juan de Navarra y el infante don Enrique, y lo más importante que todo -según lo que el rey traía en su fantasía- de emprender de poner la mano en lo del gobierno de Castilla: haber la persona de don Jaime conde de Urgel. El rey [de Aragón] procura tener a su mano la persona del conde de Urgel. Porque de la misma manera que el rey su padre no se aseguró de tenerle en ninguna fortaleza destos reinos, menos se tenía por seguro en esta sazón que estuviese en los de Castilla; y según las pláticas que se movían por los grandes de Castilla y las novedades que por ellas se esperaban, era más seguro a lo del estado tener el rey un tal prisionero en su reino; y así se entendió que ésta fue la principal causa de enviar el rey a Francisco de Ariño a Castilla. Tenían Leonor Núñez Cabeza de Vaca mujer de Peralonso de Escalante y sus hijos -como está referido- al conde de Urgel en el castillo de Castro Toraffe debajo de pleito homenaje que habían hecho al rey de Aragón; y aquella dueña había ofrecido al rey por medio de Gonzalo García de Castañeda que entregaría el castillo con el conde a quien el rey ordenase. Envió el rey [de Aragón] a Berenguer Mercader a Castrotorafe, y para qué. Por otra parte, envió el rey muy secretamente a Castilla un caballero del reino de Valencia que era su camarero que se decía Berenguer Mercader; y llevó orden de ir derecho camino a Castro Toraffe sin divertirse a otra parte ni ir a la corte del rey de Castilla, y sin que se viese con la reina hermana del rey ni con el rey de Navarra, antes apartándose; y haciendo su camino lo más secretamente que pudo, dio aviso de su ida a Francisco de Ariño que era ido por esta causa a Zamora para hablar con Leonor Núñez, y proveyó del dinero que fue necesario Vidal de La Caballería de lo que allá había recibido del dote de la reina de Aragón. La negociación fue de manera que el rey dio comisión a Berenguer Mercader para que le librasen y entregasen el castillo de Castro Toraffe y todas sus fuerzas, y le dejasen desembargado con las personas que quisiese; y tomó a su mano la persona del conde, aunque no se le entregó el castillo. A verse con el rey [de aragón] vinieron a valencia la reina su madre y la infanta doña leonor su hermana. no pudo ser esto tan secreto que no lo supiese el rey de castilla; y por la forma que se había tenido en apoderarse de la persona del conde sin orden ni mandamiento suyo mostró algún sentimiento, y mandó detener la persona del conde. también por el mismo tiempo -que era en el mes de abril deste año- estando el rey en valencia, la reina de aragón su madre fue de medina del

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campo a verse con el rey su hijo; y llevó consigo a la infante doña leonor su hija, de cuyo matrimonio se trataba por el rey su hermano, especialmente de dos: uno del duque filippo de borgoña que llamaron el bueno y fue hijo de juan duque de borgoña, y el otro matrimonio era del infante don duarte hijo primogénito del rey de portugal; y porque el rey de castilla no recibía mucho contentamiento de la venida de la reina de aragón ni aun el rey de navarra su hijo, no se detuvo muchos días en valencia y volvióse a medina. El conde de Urgel fue llevado al castillo de Játiva y allí murió. Cuando entendió el rey que se mandaba detener el conde de Urgel, estando en Teruel por el mes de mayo, hizo gran cumplimiento con el rey de Castilla avisándole que había enviado aquel caballero para que le trujese a Teruel a don Jaime, y tenía mucho sentimiento que no hubiese informado al rey de Castilla de la comisión que llevaba. Pero rogábale muy caramente que por su contemplación, así como él haría por su honra en su caso, olvidando aquel enojo mandase alzar cualquier embargo si alguno se había hecho de la persona de don Jaime, de suerte que sin impedimento alguno Berenguer Mercader le llevase a Teruel. Y el rey de Castilla lo mandó proveer así; y llevaron al conde de la ciudad de Teruel al castillo de Játiva que fue señalado siempre para la prisión de tan grandes hombres, a donde feneció sus días. Venida de Juan Ramírez de Guzmán a Tarazona. Descubriéndose también por el mismo tiempo algo de lo que se trataba por el adelantado Pero Manrique y que se hacían diversas confederaciones y ligas por los que habían seguido al infante don Enrique, había enviado el rey de Castilla, antes que el infante se pusiese en libertad, a Navarra a Fernán Alonso de Robles y al doctor Periañes; y declararon al rey de Navarra que la voluntad del rey de Castilla era que el infante estuviese en estos reinos de Aragón algunos días y no fuese a Castilla sin licencia del rey, porque cuando él y el rey de Navarra se viesen darían orden en todo; pero estas prevenciones y sospechas aprovecharon poco, y las pláticas de aliarse unos con otros pasaban adelante. Y vino a Tarazona Juan Ramírez de Guzmán comendador de Otos con orden de los maestres de Calatrava y Alcántara, que estaban con mucho recelo del rey de Castilla por haber seguido la parte del infante don Enrique y procurando que fuese puesto en su libertad y trataban que fuesen amparados y favorecidos del infante y del rey de Aragón, señaladamente contra el condestable don Alvaro de Luna y contra los de su parcialidad, de quien el rey de Castilla hacía toda su confianza. El rey de Navarra fue a verse en Roa con el de Castilla. Entonces se fue a ver el rey de Navarra con Hernán Alonso de Robles y con el doctor Periañes en Cascante; y allí se deliberó que el rey de Navarra y el adelantado Pero Manrique se fuesen para el rey de Castilla para dar asiento en las cosas que tocaban al infante don Enrique y a la infante su mujer. Y así partió el rey de Navarra para Roa donde estaba el rey de Castilla por el mes de deciembre pasado.

CAPÍTULO XLI

De la confederación que se asentó entre el rey de Aragón y Filippo María duque de Milán, y que por ella se entregaron al rey los castillos de Porto Veneris y Lerici.

A lo que fue pedro castillo por mandado del rey de sicilia. estando el rey en valencia en principio del mes de febrero deste año, envió a sicilia al infante don pedro su hermano, un caballero de su casa llamado pedro castillo para que entendiese que holgaba de lo que el infante había asentado con florentines, que era darles catorce galeras a su sueldo por dos meses y medio y que hubiese enviado otras cuatro galeras para proveer de municiones y gente los castillos e islas de nápoles que se tenían en la obediencia del rey; y también se dio orden que otras galeras, cuyos capitanes eran busquetes y pujades, viniesen a cataluña brevemente para que se armasen y pusiesen a punto y volviesen a servir al infante. No quería el rey [de Aragón] que se entremetiese el conde de Luna en las cosas de Sicilia. Estaba el rey por la absencia del infante (que se hallaba en esta sazón con su armada en Sicilia y era lugarteniente general de aquel reino) con mucho cuidado de Dalmao Zacirera -que dejó por su

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visorrey en Nápoles- y de los alcaides y capitanes de los castillos e islas y de los lugares que estaban en aquel reino en su obediencia. Y exhortaba al infante que perseverase en aquel cargo, porque había entendido que estaba descontento de residir en Sicilia con las galeras, de las cuales le hizo su general cuando se vino de Nápoles, y sacó de aquel cargo a don Fadrique de Aragón conde de Luna, porque no se entremetiese en las cosas de Sicilia a que tenía gran afición. Concordia entre el rey [de Aragón] y el duque de Milán. Llegaron a Pisa en principio deste año Bernaldo de Corbera y Andrés de Biure que llevaban comisión que si no se podían concertar con florentines conforme a la orden que se les había dado, se concertasen con el duque de Milán, de tal suerte que en cualquier caso asentasen con él tregua o paz por cierto tiempo, y que en este medio no pudiese el duque dar socorro ni ayuda a la reina de Nápoles ni al duque de Anjous ni a sus enemigos señaladamente a los del reino. Dio el duque de Milán su comisión para que tratase de la concordia con los embajadores del rey a uno de su consejo llamado Antonio de Olzate; y para esto salió de Sicilia el infante don Pedro con su armada y surgió con ella en Puerto Pisano; y allí se juntaron con él en la galera de Bernaldo de Vilamarín a 2 de marzo don Juan Fernández señor de Ijar y los embajadores del rey y del duque; y se concertaron en asentar buena paz y concordia entre el rey y el duque y sus estados y valedores. Determinóse que el duque pudiese hacer armada y levantar gente de guerra en los señoríos del rey a sueldo suyo contra cualesquier rebeldes lombardos o genoveses que en esta sazón perturbaban su estado y le hacían guerra; señaladamente le había de dar el rey favor para que pudiese conservar debajo de su dominio el estado del común de Génova y no dar lugar que se acogiesen en estos reinos los que se le rebelaban, y mandar que se echasen dellos los que de allí adelante se viniesen a estas partes o fuesen a la isla de Sicilia; y de la misma manera podía el rey armar y hacer gente en el estado y tierras del duque. Los lugares y castillos que el duque de Milán mandó entregar al rey [de Aragón]; y para qué efecto. Obligóse con esto el duque que dentro de cierto término haría entregar al rey los castillos y ciudades de Bonifacio y Calvi y otros cualesquier lugares y fuerzas que se tuviesen por él o por la señoría de Génova en el reino de Córcega; y que procuraría que los genoveses diesen su consentimiento a esta entrega y restitución, y renunciarían cualquier derecho que pretendiesen tener sobre aquellas ciudades y castillos; y la misma renunciación había de hacer el duque por sí y sus sucesores como señor de Génova. Para en seguridad desto se concertó que luego mandase entregar el duque a los capitanes del rey los lugares y castillos de Porto Veneris y Lerici que están en la ribera de Génova, para que estuviesen en su poder en rehenes hasta que esto se hubiese cumplido, y se tuviesen por alcaides y gente del rey, la cual se pagase a sueldo del duque. Declaróse que si dentro de dos meses después que se hubiesen entregado los castillos de Porto Veneris y Lerici a los alcaides que el rey nombrase, no se le restituyesen Bonifacio y Calvi, fuese el duque obligado a pagar sueldo de seis galeras al rey con que estuviesen en la ribera de Génova, porque pudiesen asistir a la guarda y defensa de aquellos castillos y al socorro dellos; y en caso que los quisiesen invadir tocase a cargo del duque de enviar poderoso ejército en su defensa. A las personas que los castillos de lerici y porto veneris se encomendaron. púsose en esto tan buena ejecución que a 7 del mismo mes de marzo los vecinos de porto veneris y lerici hicieron el sacramento de fidelidad al rey, y bernaldo de corbera y andrés de biure encomendaron el castillo de lerici a luis de spilles doncel del principado de cataluña. y porque en porto veneris había dos castillos, el uno alto y otro en la parte más baja, en el alto se puso por alcaide un caballero también catalán llamado juan de castelbisbal y el de la parte baja, que era la roca, se entregó a un caballero castellano llamado juan de la cerda. dejando aquellos castillos y lugares en buena defensa, el infante pasó con su armada a sicilia y dejó proveídos los castillos de nápoles de la gente que era necesaria para su defensa. Pasó el infante don Pedro a las costas de Africa y lo que en la isla de Querques hizo. Desembarazándose el infante don Pedro de las cosas de Génova y quedando con buenas

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guarniciones de soldados los lugares y castillos de Porto Veneris y Lerici, pasó con su armada a la costa de Africa para entrar en la isla de los Querquens y fornecer de remeros sus galeras y discurrir por las costas de Africa en seguimiento de los cosarios que hacían mucho daño en las de Italia y Sicilia. Fue con el infante don Fadrique de Aragón conde de Luna, que había sido general de la armada; y cuando se vino de Nápoles quedó por general della el infante; y echando la gente en la isla combatióse el lugar y entróse por fuerza de armas, y púsose a saco y fueron cativos todos los moros que se pudieron haber, y forneció el infante sus galeras de remeros de la gente de aquella isla que es para mucho trabajo; y volvióse a invernar a Sicilia, con orden de hacer la guerra en las costas del reino en la primavera.

CAPÍTULO XLII

De las alianzas que se concertaron entre el rey de Navarra y el infante don Enrique y algunos grandes de Castilla.

El adelantado Pedro Manrique fue importante ministro para la paz de estos reinos. Habiendo ya vuelto a Castilla el adelantado Pero Manrique como está referido, fue buen ministro no sólo para concertar al rey de Navarra con el infante don Enrique, siendo hermanos, pero a las partes que estaban antes entre sí muy discordes, siguiendo las unas al rey don Juan y otras al infante su hermano y aun a algunos que no estaban tan declarados. Poder que el infante don Enrique dio al adelantado y la confederación que con su industria hizo. Estando ya entre sí conformes el rey de Navarra y el infante, considerando los males que se habían seguido de su disensión en sus proprios fines, el infante desde la casa de Aranjuez dio poder a Pero Manrique adelantado mayor de León, para que pudiese tratar y asentar toda manera de concordia y trato con cualesquier grandes que se quisiesen juntar con él para gobernar los reinos, persona y casa del rey don Juan de Castilla su primo, y no para menos que esto ni con otras pretensiones y causas o con otras justificaciones. Esto fue a 8 del mes de octubre deste año; y el adelantado se dio tan buena maña que, a 4 del mes de noviembre, tuvo asentada una muy estrecha confederación y alianza en nombre del infante con el rey don Juan de Navarra y en su nombre proprio, y con Pero Fernández de Velasco camarero mayor del rey de Castilla que estaba en Villadiego; y dio su poder para esta confederación a Garci Sánchez de Alvarado. Hízose esta confederación en las casas de la iglesia de Orcilla situada en el término de la villa de Medina del Campo. Fundamento de la paz. Y fundábanla con estas condiciones y causas: que considerando y acatando que cualesquier reinos y señoríos viven en sosiego y buena paz cuando los reyes y grandes señores tienen tales personas cabo sí que teman a Dios y amen la honra y servicio de aquellos por quien la tal carga les es encomendada, agora acatando que el muy victorioso príncipe y señor el rey don Alonso de Aragón y ellos los infantes don Juan y don Enrique y el ínclito infante don Pedro de Aragón eran personas que después de la persona del rey de Castilla tenían más obligación de procurar lo que cumplía a su servicio y por común de sus reinos que otro alguno, e acatando la carga que Pero Manrique y Pedro de Velasco tenían del servicio del rey de Castilla, deseando cumplir por obra la santa intención que el rey de Aragón y el infante don Pedro y ellos habían al servicio del rey de Castilla y al buen regimiento de su casa y bien avenir de la república de sus reinos y señoríos, todos conformes se ofrecían y prometían que curarían y procurarían a todo su leal poder, por cuantas vías e maneras pudiesen, sin ningún engaño, que así fuese hecho y puesto en ejecución, por manera que en el regimiento del reino y en el consejo y casa del rey de Castilla no estuviesen ni fuesen empleadas otras personas sino las que por el rey de Castilla -con consejo y voluntad expresa del rey de Aragón y del rey de Navarra y de los infantes sus hermanos y de aquellos dos grandes- fuesen puestos. Que a los que así pusiesen de su mano, se diese lugar, favor y autoridad en el regimiento y consejo y en el libramiento de los negocios; y donde todos ellos no se pudiesen concordar, se cometiese a la mayor parte de los nombrados que se habían de conformar en una misma opinión y voluntad. Y por mayor firmeza lo juraron sin esperanza de absolución y relajación. Confederábanse

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de ser amigos de amigos y enemigos de enemigos, no exceptando persona alguna, salvo al rey de Aragón y al infante don Pedro que habían de entrar en aquella liga con las mesmas condiciones. Los jueces que en la confederación que hizo el adelantado se nombraron; y para qué diferencias. En sus diferencias tomaban por juez al rey de Aragón con pena de cincuenta mil doblas. Declararon que porque en sus casas del rey de Navarra y del infante vivían y les eran allegados grandes y caballeros, si alguna diferencia hubiese entre ellos se determinase por el rey de Navarra y por el infante, y favoreciesen a la parte que fuese obediente. Por razón de ciertos juramentos que en los tiempos pasados se hicieron entre el rey de Navarra y el duque de Arjona conde de Trastámara, se concertó que si quisiese entrar en esta confederación le acogiesen. A lo que el adelantado se obligó; y en presencia de quién. obligóse el adelantado de traer confirmación del infante dentro de treinta días; y hicieron pleito homenaje en manos de ruy díaz de mendoza; y halláronse a esta confederación pero carrillo de toledo, el doctor fortún Velázquez del consejo del rey de Castilla, Pero Alonso de Trujillo del consejo del infante don Enrique y Antonio de Nogueras secretario del rey de Navarra. Notable caso. Era el principal autor e inducidor de todos estos tratos e inteligencias el adelantado Pero Manrique, el cual en esta sazón perseguía de odio tan capital al condestable don Alvaro de Luna que osó decir y afirmar al rey de Navarra que el condestable trataba con doña Mencía Tellez que requiriese de su parte a la reina doña María de Castilla su hermana de deshonesto amor y que le tuviese por amigo, y que él mataría al rey de Castilla porque ambos quedasen regidores del reino entre tanto que el príncipe don Enrique su hijo fuese en menor edad. Terribles cargos contra el condestable don Alvaro de Luna. Decía esto el adelantado, indignando al rey de Navarra porque fuese en la muerte del condestable; y no lo dijo tan en puridad que no lo afirmase en presencia del almirante de Castilla y de los condes de Castro y Benavente y de Fernán Alonso de Robles, que eran entonces en una voluntad muy conformes con el rey de Navarra. También le afirmaba que el condestable y Fernán Alonso de Robles por orden del rey de Castilla trataban con el rey de Portugal que si él fuese una cosa con ellos y les ayudasen contra el rey de Aragón y sus hermanos, el rey de Castilla dejaría a la reina doña María su mujer y se casaría con la infante doña Isabel su hija (que después casó con Filippo duque de Borgoña) y le daría docientos mil florines y haría perpetua paz con él. A lo que por orden del rey [de aragón] fue juan de olzina a castilla; y lo que hizo. llevándose adelante estas pláticas por muchos días con diversos grandes, y habiendo el rey de aragón enviado al rey de castilla a juan de olzina su secretario para tratar de los negocios del infante don enrique y de la infante doña catalina su mujer, estando juan de olzina en toro, el adelantado pero manrique y él asentaron una muy estrecha confederación con don luis de guzmán maestre de calatrava y con don juan de sotomayor maestre de alcántara, que enviaron a toro por esta causa dos caballeros con sus poderes bastantes: el maestre de calatrava a alonso de guzmán y el de alcántara a gonzalo alvarez de villa sayas comendador de santibáñez. Lo que el adelantado mayor de León firmó; y las vistas que se concertaron. Fue esto a 10 de febrero del año de 1427; y el adelantado con poder del infante firmó el asiento desta confederación y alianza entre los reyes de Aragón y Navarra y los infantes don Enrique y don Pedro y los maestres, declarando que della se habían de seguir grandes e innumerables bienes, pues por el deudo que los reyes e infantes tenían con el rey de Castilla habían de procurar su honra y servicio. Para este fin prometían todos ellos que procurarían poner concordia perpetua entre los reyes y que los reyes de Castilla, Aragón y Navarra y los infantes se viesen, considerando que de aquellas vistas se podían seguir muchos y muy señalados provechos y beneficios y darse perpetua concordia entre ellos. Las fuerzas de la unión son inexpugnables. Juraron en aquella confederación que se tenían por obligados de recibir en ella a don Fadrique duque de Arjona conde de Trastámara y otros grandes,

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que eran don Diego Gómez de Sandoval conde de Castro adelantado mayor de Castilla y Pero Manrique adelantado mayor de León y Pedro de Velasco camarero mayor del rey de Castilla si quisiesen entrar en ella. Y era esta liga con grandes vínculos y juramentos y homenajes de valerse y ayudarse, aunque ante todas cosas salvaban que guardarían la persona del rey de Castilla y su corona y del príncipe don Enrique su hijo primogénito, y que lo hacían por el deseo que tenían de su servicio, considerando que cuanto más juntos y unidos estuviesen de las voluntades y de una conformidad, tanto más y mejor podrían tratar y procurar los hechos y cosas que tocaban y cumplían al servicio del rey de Castilla y al bien público de sus reinos. Pleitos homenajes por la confederación, que fue principio de grandes males. Hicieron el pleito homenaje el rey de Navarra en su nombre y Pero Manrique en el del infante don Enrique; y aquellos caballeros como procuradores de los maestres en manos de Pero Carrillo de Toledo copero mayor del rey de Castilla. Y halláronse a ella Juan Carrillo caballerizo mayor del rey de Navarra y Ruy Díaz de Mendoza su guarda mayor y Juan de Olzina secretario del rey de Aragón. Y desta confederación, movida y procurada y asentada por el adelantado Pero Manrique, se siguieron todos los males y guerras que sucedieron en aquellos reinos. Lo que el rey de Navarra y el duque de Arjona su tío, con juramento, se ofrecieron. Después desto, estando el rey de Navarra en Valladolid por el mes de agosto deste año, dio su fe y palabra y prometió por un cartel al duque de Arjona su tío y juró solemnemente, que guardada la persona del rey de Castilla y del príncipe su hijo y la corona real, le ayudaría y favorecería y defendería cuanto pudiese, como lo haría por uno de los infantes sus hermanos. Hizo el duque otro tal juramento al rey de Navarra que -guardada la persona del rey de Castilla su sobrino y del príncipe- seguiría la voluntad del rey de Navarra y todas las cosas que dijese cumplir al servicio del rey de Castilla y al bien público de sus reinos. Y dio otro tal cartel firmado de su nombre y sellado con su sello al rey de Navarra.

CAPÍTULO XLIII

De las ofertas que el duque de Milán hacía al rey por que se confederase con Sigismundo rey de romanos y fuese a proseguir su empresa del reino.

El duque de Milán procura que el rey [de Aragón] se confedere con Segismundo rey de romanos. Era el rey en el mismo tiempo muy requerido y solicitado por el duque de Milán por medio de Andrés de Biure su embajador que estaba en Lombardía, que se confederasen en cierta liga con Sigismundo rey de romanos para que hiciesen guerra con la señoría de Venecia. Estaba Génova a punto de perderse. Daban los venecianos mucha molestia al duque; y habíanle ganado a Bressa y tenía en punto de perder a Génova, y hacía muy grande instancia que el rey fuese a la empresa del reino, entendiendo que si se apoderase dél pondrían a los venecianos en necesidad o en razón para que se reconociesen y no se desmandasen a tomar de lo ajeno. Pretendía que en caso que el rey de romanos fuese por su persona a Italia, pasase también el rey con poderosa armada; y se juntasen a hacer la guerra: y de las ciudades y tierras marítimas que estaban ocupadas por aquella señoría se diese su parte al rey, exceptando las de Dalmacia y Croacia que se habían de aplicar e incorporar en el reino de Hungría que era del rey de romanos. Esto era con principal presupuesto que sobre lo que tocaba al reino de Hungría (que era uno de los títulos que se atribuía la reina de Nápoles sucesora de los príncipes de la casa de Durazo) se había de tomar asiento y concordia entre los reyes de romanos y Aragón por medio y determinación del duque de Milán. Trátase de que el papa Martín [V] junte concilio. También se trataba que por beneficio de la unión de la cristiandad y de la santa madre iglesia fuese compelido por todos los medios posibles por ambos reyes la santidad del papa Martín de ir al concilio como lo había prometido, pues eran pasados diez años, dentro del cual término se había de congregar. Mas el rey de Aragón pretendía que por esta liga fuese obligado el rey de romanos a favorecerle y ayudarle para la conquista del

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reino de Nápoles. Por otra parte, como el duque de Milán no estaba tan apoderado en el estado de Génova que no estuviese a manifiesto peligro de perder lo que tenía en aquella ciudad y señoría si intentara de entregar las ciudades de Bonifacio y Calvi al rey -como lo había prometido- por cobrar los castillos de Porto Veneris y Lerici que estaban por el rey, ofrecía de acabar que los genoveses reconociesen tener del rey en feudo aquellas ciudades de Córcega, y que darían cierta cantidad de dinero. Mas el rey no se aseguraba de concertarse con él no teniendo el duque a su dispusición la armada de genoveses ni el señorío de aquel estado, antes estaba en peligro de perderse.

CAPÍTULO XLIV De la ida del infante don Enrique con los grandes de su opinión a Valladolid; y de la orden que se

tuvo para que el condestable don Alvaro de Luna saliese de la corte del rey de Castilla. Causa de confederarse con el rey de Navarra el infante don Enrique. Como el rey de Castilla había deliberado que el infante don Enrique por algún tiempo no quedase en aquellos reinos, y así se había propuesto al rey de Aragón, fue esto la principal causa de entender el infante en confederarse con el rey de Navarra y con los grandes que pudo inducir a su opinión, no sólo para quedarse en aquellos reinos como antes, pero para mudar el gobierno dellos y tenerle a su dispusición y sarar dél al condestable. Después que el rey de Navarra y el infante don Enrique se confederaron entre sí y se aliaron con ellos Pero Fernández de Velasco y los maestres de Calatrava y Alcántara y el duque de Arjona y otros grandes por la industria e instancia del adelantado Pero Manrique (que los puso en aquella baraja y contienda y a su tiempo se salió della), el infante salió de Ocaña para ir a la corte del rey de Castilla, aunque le envió a mandar con diversos mensajeros que se detuviese. El infante don Enrique entró con el rey de Navarra en Valladolid. Continuó el infante su camino; y detúvose en Tudela de Duero hasta que el rey de Navarra le hubo licencia que pudiese entrar en Valladolid, a donde estaba la corte, aunque el rey de Castilla estaba en Simancas. E iban con el infante los maestres de Calatrava y Alcántara; y aposentáronse en el monesterio de San Pablo con el rey de Navarra. No da el rey de Castilla lugar que le vean el infante ni los maestres; y lo que se trató contra don Alvaro de Luna. Pásose mucha división entre los grandes, no dando el rey de Castilla lugar que le viesen el infante y los maestres. Y pocos días después fueron a Valladolid Pedro Fernández de Velasco, Iñigo López de Mendoza señor de Buitrago y don Gutierre Alvarez de Toledo obispo de Palencia, que se juntaron en una opinión con el rey de Navarra y con el infante; y después llegaron a declararse en aquel ayuntamiento Pero Manrique y Hernán Alvarez de Toledo señor de Val de Corneja, para tratar con ellos en aquel monesterio: y la suma de sus consejos paraba en que condestable don Alvaro de Luna fuese apartado del rey y todos los que habían entrado en la cámara por su mano, condenando que hubiese un privado de quien el rey fiase todas sus cosas y pasasen por su dispusición y consejo; y como dice Alvar García de Santa María cada uno dellos lo quería ser y en esto era gran ministro Hernán Alonso de Robles en obra y consejo. Homenajes: de quién, a quién y por qué. En el mismo tiempo Payo de Ribera hermano de Diego Gómez de Ribera adelantado mayor de la frontera, hizo pleito homenaje en manos de Ruy Díaz de Mendoza guarda mayor del rey de Navarra que el adelantado sería bueno y leal servidor y amigo del rey de Navarra y del infante don Enrique, y guardaría su servicio y seguiría su vía en todas las cosas que ordenasen, y en aquello que entendiesen que cumplía al servicio del rey de Castilla y bien de sus reinos, guardando toda vía y salvando la persona y corona del rey y del príncipe don Enrique su hijo primogénito, entendiendo el adelantado que el rey de Navarra y el infante tenían más cargo de las cosas que cumplían al servicio del rey, y las guardarían mejor por el gran deudo que con él tenían.

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Hicieron el rey de Navarra y el infante también homenaje en poder del mismo Ruy Ríaz, que serían buenos señores y amigos del adelantado y guardarían su honra y estado, y que en su casa y corte se guardase el lugar y preeminencia que a su persona y estado pertenecía, salvando las personas y estados del rey de Aragón y del infante don Pedro sus hermanos. En siendo uno privado, tiene enemigos. Desta manera iban ganando y prendando los más señores y caballeros de aquel reino que podían, todo en daño y destruición del condestable, que cuanto mayor privado era tenía mayores y más poderosos enemigos. Notable compromiso sobre la libertad del rey de Castilla; entre quién y los jueces que nombraron. Estaban con el rey de Castilla en Simancas don Juan de Contreras arzobispo de Toledo, el condestable y el almirante de Castilla, don Rodrigo Alfonso Pimentel conde de Benavente, Garci Alvarez de Toledo señor de Oropesa y Hernán Alonso de Robles; y llegando las cosas a gran rompimiento y disensión entre estos grandes, y ayuntamientos de mucha gente de armas, se deliberó que se nombrasen cuatro personas que declarasen la orden que se tendría en aquellas diferencias, y el rey quedase libre para regir sus reinos. Fue cosa de grande admiración y nunca oída jamás que por auto muy solemne y público el rey de Navarra y el infante don Enrique su hermano, el conde de Castro, don Juan de Sotomayor maestre de Alcántara, Pedro de Velasco camarero mayor del rey de Castilla, Iñigo López de Mendoza señor de Hita y de Buitrago, comprometieron con don Alvaro de Luna condestable de Castilla y conde de Sant Esteban sobre la libertad del rey de Castilla; y tomaron por jueces de la una parte a don Alonso Enríquez tío del rey y su almirante mayor de Castilla y a Fernán Alonso de Robles contador mayor del rey y de su consejo; y de la otra parte a don Luis de Guzmán maestre de Calatrava y a Pero Manrique adelantado mayor del reino de León, para que lo determinasen todos cuatro si fuesen de un acuerdo; y si fuesen discordes valiese la sentencia de la mayor parte, y en igualdad de votos se tornase por tercero fray Juan de Acevedo prior de Sant Benito. Habían de dar su sentencia dentro de seis días, y el lugar a donde se habían de juntar estos jueces era el lugar de la Puente de Duero; y dábaseles seguro y a los que con ellos fuesen; y en caso de discordia se acordó que se juntasen en el monesterio de Sant Benito de Valladolid. Juramentos y seguridades de guardar lo que por los árbitros se juzgare; y por quién se otorgaron. Y el rey había de jurar y prometer por su fe real de guardar lo que fuese determinado, y mandarlo llevar a ejecución. El rey de Navarra y el infante y aquellos señores juraron de guardarlo en el monesterio de Sant Pablo, a 25 del mes de agosto, con pena de cien mil doblas de oro, la metad para los jueces y la otra para la parte que obedeciese. Y asi otorgaron el compromiso en forma si el condestable otorgase otro tal en presencia de Fernán Alvarez de Toledo señor de Val de Corneja y de Ruy Díaz de Mendoza guarda mayor del rey de Navarra y de Lope de Rojas y de Rodrigo de Avellaneda. Otorgó el condestable otro día, martes a 26 de agosto en Simancas, lo mismo; y el condestable, almirante, don Rodrigo Alonso Pimentel conde de Benavente, Ruy Díaz de Mendoza mayordomo mayor del rey de Castilla, don Fadrique Enríquez hijo del almirante, Hernán Alonso de Robles, Garci Alvarez de Toledo señor de Oropesa y Mendoza señor de Almazán y los doctores Periañes y Diego Rodríguez, todos del consejo del rey de Castilla, juraron de estar por lo que se determinase por los jueces. El rey de Castilla jura lo mismo; y también el de Navarra lo juró con el infante y otros. El mismo día y en la misma villa juró el rey de Castilla; y prometió por su fe real de guardar y cumplir lo que fuese juzgado y de hacerlo llevar a ejecución, confiando dellos que eran tales que guardarían lo que cumplía a su servicio. Y también hicieron aquel juramento el mismo día en Sant Pablo, el rey de Navarra y el infante, conde de Castro, don Gutierre obispo de Palencia y el maestre de Calatrava Pedro de Velasco, Iñigo López de Mendoza, Diego Pérez Sarmiento repostero mayor, Pero Carrillo de Toledo copero mayor, Pero López de Ayala aposentador mayor del rey de Castilla; y en el monesterio de la Trinidad de Valladolid juraron Pedro de Stúñiga justicia mayor del rey y el mariscal Iñigo de Stúñiga su hermano.

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Los jueces juran que guardarán secreto y serán rectos en lo que juzgaren. Después, en el lugar de la Puente de Duero a 27 del mismo mes, el almirante y Fernán Alonso de Robles hicieron juramento de guardar secreto; y los otros dos jueces lo habían hecho un día antes en Sant Pablo. Y todos cuatro juraron que determinarían aquello por la mejor manera que entendiesen que cumplía al servicio de Dios y del rey y a honra de su persona y provecho y bien de su reino. De la Puente de Duero se vinieron los cuatro jueces aquel mismo día miércoles a 27 de agosto, al monesterio de Sant Benito; y el rey de Navarra y el infante y los de su parcialidad tuvieron por bien su venida y todo lo que se ordenó por ellos en el lugar de la Puente de Duero. Y lo mismo declaró el condestable don Alvaro de Luna. Los procuradores de las cortes se admiran de este compromiso y el rey [de Castilla] les manda que lo juren. Después, en la villa de Valladolid, en la iglesia de Santa María, los procuradores de las cortes de algunas ciudades del reino (que eran Burgos, Toledo, León, Sevilla, Córdoba, Murcia, Zamora, Salamanca, Segovia, Avila, Cuenca y Jaén) notificaron al rey que ellos no entendían por qué causa se comprometía sobre la libertad de su persona real y que ellos le habían suplicado les mandase declarar lo que era su merced y voluntad; y el rey les mandó que hiciesen el juramento como los de su consejo, porque así convenía a la paz y sosiego de sus reinos. Y así juraron de estar, como el rey, a lo que determinasen. Sentencia del compromiso. Habiendo precedido esto, los cuatro jueces en conformidad dieron su sentencia que fue deste tenor: "Por bien de los negocios a nosotros cometidos y encomendados, declaramos y ordenamos que por cuanto el señor infante don Enrique e los maestres y caballeros y perlados que son venidos e llegados a la corte del rey nuestro señor y están ayuntados aquí en Valladolid en uno con el señor rey de Navarra, los cuales no han visto al dicho señor rey nin le han fecho aquella reverencia que deben como sus vasallos y naturales por algunas razones y causas, por quitar toda causa y ocasión de rotura e por dar a entender a todos los de sus reinos e aun fuera dellos la buena e sincera voluntad que él ha e tiene, así al dicho señor rey de Navarra e infantes sus primos, como a todos los otros sus vasallos e naturales, que su merced debe partir de Simancas donde agora su señoría está, e debe dejar ende al condestable don Alvaro de Luna; e que su merced se debe venir a Cigales e que allí vea a los sobredichos rey de Navarra e infante don Enrique e maestres e a los otros caballeros e perlados que no lo han visto; e que vayan llanamente e sin armas salvo espadas e dagas los que las quisieren llevar; e que por todos sean fasta en número de cincuenta cabalgaduras de mulas e seis pajes con seis caballos y non más. E que el dicho rey nuestro señor lleve consigo hasta cient homes de armas, porque siempre esté poderoso y en su libertad; e que estos cient homes de armas que su merced los encargue para que los tengan el almirante y el conde de Benavente, amos a dos o cualquier dellos cual a su merced pluguiere; e que el dicho almirante e conde o cualquiere dellos que tuviere la dicha gente, fagan jura e pleito homenaje de tener seguros e en toda seguridad a todos los sobredichos. E, que el dicho señor rey de Navarra e infantes e todos los otros que con ellos fueren, visto al dicho señor rey e fecha reverencia, que partan del dicho lugar de Cigales e se tornen a Valladolid. E esta provisión declaramos que se faga así, e suplicamos al dicho señor rey que la cumpla e mande cumplir luego con efecto. E reservamos en nos todos los otros autos, provisiones e mandamientos que necesarios sean fasta la fin de los dichos negocios." El rey [de Castilla] cumplió la sentencia y le visitó el de Navarra. Luego lo cumplió el rey así; y para el tiempo que se ordenó se fue con los de su consejo que estaban con él a Cigales, y el condestable quedó en Simancas. Y en el mismo tiempo llegó el rey de Navarra a hacer reverencia al rey de Castilla y salióle a recibir; y de allí despidió y volvió a Valladolid. Nota. Y cuando el infante don Enrique llegó, saliólo también a recibir, y llevólo consigo hasta el castillo de Cigales a la barrera a donde estaba el sitial donde lo había de recibir; y hecha colación estuvo el infante con el rey un poco las rodillas hincadas. Y luego se despidió y fuese a Valladolid y el rey de Castilla se quedó en Cigales.

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A don alvaro de luna mandan salir de la corte; y el pesar que el rey de castilla tuvo de esto. tras estas vistas que fueron de poco cumplimiento y menos regocijo para el rey de castilla, los cuatro jueces hicieron otra declaración; y por ella ordenaron que el condestable y sus familiares saliesen de la corte y estuviese el condestable fuera della año y medio. y estando el rey de castilla para ponerse en la cama, llegó el rey de navarra a cigales; y pidióle por merced que ejecutase la sentencia, porque así cumplía a su servicio, que todos eran prestos a su mandado. como era la peor nueva que se pudo llevar al rey de castilla, agravióse mucho de la ida del rey de navarra a tal hora, porque iban con él el conde de castro, pedro de velasco, iñigo lópez de mendoza, el obispo de palencia, fernán alvarez de toledo su sobrino, diego pérez sarmiento, diego lópez de ayala y hasta ochocientos hombres; y el rey le respondió que vería en ello. Esto fue un viernes a 5 de septiembre deste año; y otro día se partió el condestable de Simancas para Sant Esteban, y el rey de Castilla se fue a Valladolid y posó en Sant Benito. Y aquel día fue el consejo todo uno de la una y de la otra parte. Prisión de Hernán Alonso de Robles. No pasaron muchos días que saliéndose el rey de Castilla a Tudela de Duego, fue preso Hernán Alonso de Robles que se decía haber sido ministro en cuya confianza el rey de Castilla y el condestable pusieron aquel hecho en juicio; y lleváronlo al alcázar de Segovia. Esto fue a 22 de aquel mes de septiembre, y una de las maravillas que se vieron en aquellos tiempos, porque el poder y privanza que éste tuvo mucho tiempo en las cosas grandes del reino fue muy acatada y temida de todas gentes. Prisión de Abrahín famoso judío. También se prendió en Tudela Abrahín Benvenist judío muy caudaloso que había dos años que le pusieron por tratador en todos los negocios que se ofrecieron entre los reyes de Aragón y Castilla y en los del infante don Enrique; y púsose en poder de Pero Carrillo. Vistas con la infanta doña Catalina. Dende a pocos días dio el rey de Castilla licencia a la infante doña Catalina su hermana para que fuese a su corte; y para esto se fue el rey a Segovia y salió a recibirla a La Losa dos leguas de aquella ciudad; y allí se le señaló su dote y se le dieron docientos y cincuenta mil florines de oro y seis mil vasallos. La tempestad que amenazó al condestable cayó sobre el rey de Navarra y los infantes de Aragón sus hermanos. Pero esta tan gran tempestad que tan a deshora dio sobre el condestable, presto revolvió sobre el rey de Navarra y sobre los infantes de Aragón sus hermanos, de manera que ellos perdieron sus estados, y estos reinos padecieron los daños de una continua guerra y muy cruel: tan grande fue la sagacidad y consejo y valor de aquel caballero en esta adversidad y tan gran parte tuvo en la privanza de su príncipe que llevó tras sí toda la fuerza y poderío de aquellos reinos. El rey [de Aragón] convoca cortes en Teruel. Jura del príncipe de Navarra. En este año, estando el rey en la ciudad de Valencia el 1.º del mes de agosto, mandó convocar cortes del reino de Aragón para la ciudad de Teruel para 9 del mes de septiembre; y a 9 del mismo, en presencia de la reina doña Blanca de Navarra y del príncipe de Viana su hijo, estando los tres estados de aquel reino congregados a cortes generales, los tutores del príncipe confirmaron el juramento que se hizo en su nombre de guardar los fueros. Y los estados de nuevo juraron al príncipe por rey para después de los días de la reina doña Blanca su madre. La pretensión de los vizcondes de Narbona al juzgado de Arborea se acabó. También en este año de 1427, estando el rey en Valencia a 3 del mes de noviembre, se tomó de nuevo asiento entre el rey y Guillén de Tineriis, señor de la Val y de Mardona, como padre y legítimo administrador de la persona y bienes de Guillén vizconde de Narbona su hijo, que era heredero universal de Guillén vizconde de Narbona y Arborea, por medio de un caballero francés que envió Guillén de Tineriis llamado Ramón de Monte Bruno; y se acordaron en que se pagasen cien mil florines que se restaban debiendo del precio en que fue vendido al rey don Hernando el estado que el vizconde tenía en el reino de Cerdeña. Y así se acabó del todo aquella contienda y la pretensión que los

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vizcondes de Narbona tuvieron al juzgado de Arborea.

CAPÍTULO XLV

De las cortes que el rey celebró a los aragoneses en la ciudad de Teruel; y del matrimonio de la infante doña Leonor su hermana, con el infante don Duarte de Portugal; y de la alianza que se

asentó con el rey don Juan de Portugal y con los infantes sus hijos. Proposición del rey [de Aragón] en las cortes de Teruel, que se continuaron habiéndose ido a Valencia. Había mandado prorrogar el rey las cortes que se convocaron para la ciudad de Teruel de los 9 del mes de septiembre para 19 del mes de noviembre. Y vínose a La Puebla de Valverde, y de allí a Teruel: y al día señalado estuvo en la iglesia de Sant Martín a donde se juntaron los estados del reino. Y estando en su solio real, asistiendo Berenguer de Bardají justicia de Aragón juez de las cortes, propuso el deseo que había tenido desde que comenzó a reinar de celebrar cortes a los estados deste reino para entender en la administración de la justicia que era muy empachada. De la iglesia de San Martín se mudaron las cortes a la iglesia de Santa María de Mediavilla de aquella ciudad, y se continuaron en absencia del rey, que fue a la ciudad de Valencia a donde también había de celebrar cortes de aquel reino. Juez condenado a muerte en la ciudad de Teruel. Y sucedió un caso que puso mucho terror a los de aquella ciudad de Teruel: que el rey mandó ejecutar la pena de muerte en el juez que era de Teruel aquel año y se llamaba Francisco de Villanueva; y fue ahogado en las casas de su ayuntamiento que llamaban La Sala, y mandóse echar su cuerpo en la plaza; y fue puesto en su lugar por lo que faltaba del año otro juez que se llamaba Martín de Orihuela. Y publicaban los del pueblo que aquél había sido muerto por defender la libertad de la ciudad. Muerte e inocencia de don Ruy López de Avalos. Estando el rey en Teruel a 6 del mes de enero del año de 1428, murió don Ruy López de Avalos condestable que fue de Castilla en aquella ciudad, tratándose de tomar algún asiento en sus cosas y de otros caballeros que por su causa estaban desterrados de Castilla, en lo cual se hacía grande instancia por el rey y por el infante don Enrique, habiéndose probado su inocencia en lo que le inculpaban de tener tratos con el rey de Granada en deservicio del rey de Castilla. Don Alvaro de Luna volvió a la corte de Castilla. Sucedió por el mismo tiempo que, como entendieron algunos de aquellos reinos que el rey de Navarra y el infante don Enrique tenían en el gobierno del reino tanta parte y tan gran lugar con el rey, que a ellos les había de caber poca ganancia, y considerando que no podían desviar de la voluntad del rey al condestable para que no volviese a mucha mayor privanza, comenzaron a tratar secretamente que volviese a la corte, procurando cada uno como más podía de ganar las gracias del rey. No pudo ser aquello tan secreto que no lo entendiese el rey de Navarra y el infante, y acordaron que pues aquello no se podía excusar se entendiese que el condestable volvía por su recuesta y porque ellos querían dar aquel contentamiento al rey. Con este acuerdo fue el condestable a la corte y entró en Turuégano a 6 de febrero, con tanto fausto y pompa como si hubiera alcanzado una gran victoria de sus enemigos, como a la verdad lo fue. Y saliéronle a recibir el rey de Navarra y el infante y todos aquéllos que tan pocos días antes habían procurado su perdición y destierro. Cortes en Valencia. Convocó el rey cortes generales del reino de Valencia para 20 de febrero que se habían de celebrar en la ciudad de Valencia en el monesterio de los predicadores. Y para esto se fue a 26 de enero al lugar de Las Barracas. Matrimonio de la infante doña Leonor hermana del rey [de Aragón] con el primogénito de Portugal. De allí se vino a Ojos Negros, aldea de la ciudad de Daroca; y en aquel lugar a 16 de febrero, se

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concertó el matrimonio de la infante doña Leonor su hermana con don Duarte hijo primogénito del rey don Juan de Portugal, y para esto vino a este reino don Pedro arzobispo de Lisbona embajador y procurador del rey de Portugal que era muy notable perlado, nieto del rey don Enrique el mayor, hijo de don Alonso conde de Gijón. Llevó esta princesa en dote docientos mil florines, los cien mil que le dio la reina su madre, y los otros cien mil había de pagar el rey de Aragón su hermano en diez años. Y diéronsele en arras treinta mil florines de oro de Aragón, y señalósele por cámara la metad de las rentas y tierras que tenía la reina doña Filippa madre del infante, y en sucediendo en el reino, que tuviese enteramente aquel estado. Acordóse que se celebrase el desposorio por palabras de presente por el arzobispo como procurador del infante dentro de diez días después que el rey y la infante se llevase por tierra a aquel reino. Confederación del rey e infantes de Portugal con los de Aragón y Navarra. Entre esto del matrimonio se concertó que el rey de Portugal y los infantes don Duarte, don Pedro, don Enrique, don Juan y don Hernando sus hijos, por mostrar perpetuo amor a los reyes de Aragón y Navarra y a los infantes don Enrique y don Pedro sus hermanos, no darían consejo ni favor ni asistirían a ninguna persona constituída en dignidad contra ellos, aunque les fuesen muy cercanos en parentesco; y a lo mismo se obligaron los reyes de Aragón y Navarra y los infantes sus hermanos al rey de Portugal y a sus hijos. Fue en efecto esta concordia una muy estrecha confederación y alianza contra el rey de Castilla o contra los que llevaban el cargo del gobierno de su persona y estado. Los que llevaron de Valencia a Portugal la infanta doña Leonor. Salió la infante doña Leonor de Valencia muy acompañada de los perlados y caballeros que se hallaron con el rey; y fueron en su acompañamiento el arzobispo de Lisbona y el obispo de Segovia, y por camarera mayor doña Costanza de Tovar condesa de Ribadeo mujer del condestable don Ruy López de Avalos; y como el rey de Navarra y el infante don Enrique estaban en la corte del rey de Castilla, se enviaron a los confines del reino de Aragón por donde había de llevar su camino derecho para Valladolid don Alvaro de Isorna obispo de Cuenca, Iñigo López de Mendoza, y Mendoza señor de Almazán, que la acompañaron. Fiestas en Valladolid a la infanta doña Leonor. Detúvose en Valladolid muchos días, a donde se hicieron grandes fiestas; y de allí fue al reino de Portugal, y la acompañaron don Lope de Mendoza arzobispo de Santiago, y el obispo de Cuenca. Esto fue en razón que se concertó otro matrimonio con aquella casa de Portugal porque el infante don Pedro hijo del rey de Portugal que venía de verse con Sigismundo rey de romanos entró en Valencia a 24 del mes de julio deste año, y le fue hecha gran fiesta por el rey, y hízoseles sala por el rey y por la ciudad; y concertóse matrimonio suyo con doña Isabel de Aragón que era la hija mayor del conde de Urgel. Desposorio de doña Isabel de Aragón con el infante don Pedro de Portugal; y los hijos que tuvieron. Y a 20 del mes de septiembre fueron enviados mensajeros por el infante a Alcolea, a donde estaba doña Isabel; y se celebró el desposorio y fue llevada a Portugal con grande acompañamiento. Quedaron de la infante doña Isabel deste matrimonio del infante don Pedro duque de Coimbra su marido, doña Isabel que fue reina de Portugal y casó con el rey don Alonso; y doña Felippa que no casó y estuvo recogida en el monesterio de Olivelas; y don Pedro condestable de Portugal; y don Jaime arzobispo de Lisbona cardenal de Sant Estacio que murió en Florencia; y don Juan que casó con la reina de Chipre y fue rey de Chipre; y doña Beatriz que casó con Adolfo de Rabastán hijo de Adolfo duque de Cleves y de María hija de Juan duque de Borgoña, y hubieron a Felipe de Rabastán. Incursión de almogávares granadinos en el reino de Valencia. Teniendo el rey cortes a los de Valencia y estando de regocijo y fiesta, algunas compañías de almogávares del reino de Granada hicieron entrada por aquel reino, y corrieron hasta muy cerca de Játiva; y salieron algunas compañías de caballo contra ellos y les fue tomada grande parte de la presa que llevaban; y nuestras galeras discurrieron por las costas de los moros y hicieron en ellas algún daño. Pero fue mucho mayor el que se hizo con la entrada de tierras de los almogávares.

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Diez y seis personas que en las cortes de Teruel se nombraron, y para qué. En las cortes que se celebraban en la ciudad de Teruel nombraron los estados del reino diez y seis personas, cuatro de cada estado, para tratar de la expedición de los negocios. Y éstos fueron: el arzobispo de Zaragoza y los obispos de Huesca y Tarazona y don Guillén Ramón Alamán de Cervellón comendador mayor de Alcañiz por el estado de la iglesia; y por el estado de los ricos hombres don Juan Martínez de Luna, don Juan Fernández de Ijar, don Guillén Ramón de Moncada señor de la baronía de Mequinenza y de Ballobar y de Fayo, y Pedro Gilbert procurador del conde de Luna. Nombráronse por el estado de los caballeros e infanzones Juan Fernández de Heredia que regía la gobernación general y se llamaba Blasco Fernández y era señor de los lugares de María y Botorrita, Juan de Bardají, Pelegrín de Jasa y Juan de Gilbert; y por el estado de las ciudades y villas reales Miguel del Espital y Gil de Buisán por Zaragoza, y por las otras Francisco Sánchez de Ravanera y Gil Domínguez. Alonso de Borja: quién fue. Nombráronse por parte del rey, Alonso de Borja muy excelente y famoso letrado en derecho civil y canónico que después fue obispo de Valencia y cardenal y sumo pontífice; el justicia de Aragón, Jaime Pelegrín vicecanceller, Francisco de Ariño secretario del rey, Francés Sarzuela tesorero real, Pedro Ram protonotario y Ramón Dezpapiol, que eran del consejo del rey. [diputados de las generalidades del reino.] También se nombraron, como era costumbre, en estas cortes ocho diputados del reino, a cuyo cargo estaba el arrendamiento y beneficio de las rentas de las generalidades que llaman del reino, dos de cada estado: y por la iglesia fueron el arzobispo de Zaragoza y don Pedro Fernández de Ijar comendador de Montalbán; y por los ricos hombres don Juan de Ijar y don Juan de Luna señor de Villafeliz; y por los caballeros e infanzones Juan de Bardají y Juan Gilbert; y por las ciudades y villas reales Miguel del Espital y Gil Domínguez. Y hízose declaración del poder de su administración: y tenían facultad de nombrar otros en lugar de los que muriesen o hiciesen larga absencia. Y eligieron ciertas personas para su consejo. Y duraba el poder y oficio destos diputados hasta las primeras cortes. Jueces contra el justicia de Aragón. Y dos agravios notables que se pidieron. Con esto se nombraron jueces que hacían pesquisa del oficio del justicia de Aragón que llaman inquisidores. Tratóse en estas cortes de los agravios que se pretendían haber hecho a dos personas muy principales que eran de gran calidad; y el uno era que don Juan Ximénez de Urrea el mayor en su nombre y de doña Marquesa Ximénez de Aybar su mujer, la cual tenía la posesión del castillo de Biota y del lugar del Bayo se querelló en las cortes que fueron echados de la posesión dellos por el lugarteniente del justicia de Aragón y por el sobrejuntero, según ellos decían, sin ser oídos; y el otro era que el gobernador de Aragón sacó de Zaragoza a doña Aldonza de Gurrea hija de don Miguel de Gurrea y de doña Elvira de Mendoza contra la voluntad de Martín Enríquez de La Carra señor del lugar de Bierlas que había casado con aquella señora; y aquello fue con orden y voluntad del rey y la llevó a Barcelona. Cosas notables de la casa de Gurrea. Fue así que don Miguel de Gurrea hermano de don Lope de Gurrea señor de la villa y honor de Gurrea y de don Pero López de Gurrea señor de la baronía de Torrellas y de Santa Cruz y Los Fayos, fue muy heredado en estos reinos, aunque fue el hijo segundo de don Lope de Gurrea camarero del rey don Pedro, que fue muy principal barón. Y tuvo don Miguel en herencia los castillos y lugares de Sangarrén, Sasa, Ibieca, Olvito, Coscollano, Artasona, Robles, Senés, Collarada, Agüero, Campiedes, Becha, Calstilnou, Foces, Alfocea y Liessa; y casó este caballero con una muy principal señora en Castilla que fue doña Elvira de Mendoza hija de don Pero González de Mendoza mayordomo mayor del rey de Castilla. Y después de la muerte de su padre, que fue muerto en la batalla de Aljubarrota, doña Aldonza de Ayala madre de doña Elvira y don Diego Hurtado mayordomo mayor del rey de Castilla, y Iñigo López de Mendoza sus hermanos y don Pedro López de Ayala su tío y Diego López de Stúñiga su primo, concertaron su matrimonio con don Miguel de Gurrea; y concluyóse en la villa de Guadalajara a 22 de febrero de 1389.

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Matrimonio de doña Elvira de Mendoza con don Miguel de Gurrea: quién le sucedió y las baronías que tuvieron. Diósele muy competente dote para quien ella era, porque trujo en matrimonio los lugares de Castilnuevo, Guisema, El Povo y La Serna y el portazgo de Molina con las salinas de Terzaga y más seis mil y quinientos florines. Deste matrimonio quedó una sola hija que se llamó doña Aldonza de Gurrea; y después de la muerte de su padre, como sucedió en la baronía de Antillón (que eran los lugares de Antillón, Ponzano, Las Cellas y el lugar de Abiego y en el lugar de Sangarrén que era de aquella baronía y en los lugares de Becha, Foces, Liessa, Arbaniés, Bespén, Robles, Senés y Agüero), don Lope de Gurrea y don Pero López sus tíos se apoderaron de doña Aldonza y la casaron en el año de 1409 con don Martín de La Carra hijo de don Martín de La Carra mariscal del reino de Navarra y de doña Inés de Moncayo hermana de Juan de Moncayo señor de Maleján, contra la voluntad de doña Elvira de Mendoza su madre. Con don Martín de La Carra casó doña Aldonza de Gurrea; y lo que en esto hubo. Y diéronle a don Martín sus padres en el reino de Aragón el lugar de Bierlas. Pero fue con tan estrecha obligación que hizo don Martín sacramento y homenaje de tener su domicilio y continua habitación en los lugares de doña Aldonza, y que no la sacaría de su tierra para continua morada de otra parte, so pena de diez mil florines que traía por razón de su matrimonio y del derecho que le pudiese pertenecer en el estado de doña Aldonza. Obligación a la casa de Gurrea. Allende desto, se obligó de tal manera de confederarse con los tíos de doña Aldonza, que hizo pleito homenaje de ser amigo de todo el linaje y nombre de Gurrea y de todos sus amigos y valedores, y enemigo de todos sus enemigos; y valerlos con todo su poder so pena de traición, y que por ello se pudiese proceder contra él como contra traidor manifiesto. [se lleva a Barcelona a doña Aldonza de Gurrea.] Pasados tantos años del matrimonio, o por faltar don Martín en esta confederación o por tener fin de sacar del reino a su mujer y llevarla a Navarra, o por estar entre sí muy desavenidas y discordes sus voluntades, por excusar mayores movimientos se deliberó que el gobernador de Aragón la llevase a Barcelona y en sacarla del reino hasta que se entendiese si era con su voluntad, se tuvo por gran perjuicio de la libertad pública dél. Servicio que se hizo al rey [de Aragón] en las cortes. Sirvieron los estados del reino al rey en estas cortes con ciento y veinte mil florines; y feneciéronse a 23 de marzo.

CAPÍTULO XLVI Que el duque de Anjous se fue a Calabria y se apoderó de aquella provincia; y de la concordia que

se tomó con los que tenían el gobierno de la señoría de Génova. Absoluta [voluntad] del gran senescal privado de la reina de Nápoles. En las cosas del reino de Nápoles iba el gran senescal apoderándose cada día más de todo el gobierno, de manera que el duque de Anjous no era más parte en él de la que se le daba por el gran senescal. Y comenzó a padecer los disfavores e indignidad que sufrió el rey cuando la reina le tuvo por hijo. Era el intento del gran senescal tener siempre al duque absente, y que residiese en Calabria, que era lo más lejos del reino, diciendo que allí tenía jurisdicción y mando y estaba en frontera de los enemigos que siempre daban molestia por Sicilia, y de los lugares que estaban en la baja Calabria en la obediencia del rey de Aragón. Así quedaba el gran senescal en paz y en guerra, gobernando absolutamente como le placía: porque sucedió así que fueron este año de 1428 la reina y el duque desde Aversa a Nápoles y el duque con color de hacer guerra a los castillos Nuevo y del Ovo que se tenían con buena guarnición, quería quedarse en Nápoles; mas el gran senescal en ninguna manera lo quiso, y procuró cuando menos pensaba que la reina le mandase luego ir a Calabria. Valor del duque de Anjou y cómo se fue apoderando de toda Calabria. Era aquel príncipe muy amado y estimado de los napolitanos; y Juanón Caraciolo -que era muy deudo del gran senescal-

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fue con él; y el duque con mucho valor se fue apoderando de toda Calabria y la fue sojuzgando a su señorío; y todos los barones de aquella provincia le dieron la obediencia excepto el marqués de Cotrón que no quiso ir jamás al duque, excusándose que estaba enfermo; pero en las otras cosas le obedecía como los demás. Con Antonio Caldora casó una hija el gran senescal; y lo que de aquí resultó. Quedábale gran embarazo al gran senescal en Jacobo Caldora, que tenía las armas y la gente de guerra a su dispusición; y tuvo forma de asegurarse dél con parentesco: y dio una hija por mujer a Antonio Caldora que era hijo de Jacobo y fue duque de Bari y así le pareció que podía gobernar todo a su modo tan libremente como bien le estuviese; pero no plugo de aquel parentesco a Juan Antonio de Baucio Ursino príncipe de Taranto, porque aunque era muy gran señor y el más poderoso del reino, se comenzó a recelar de la amistad y deudo destos dos que estaban entre sí tan aliados, que fue causa que el príncipe y otros barones deseasen llevar al rey de Aragón y le requiriesen que pasase por su persona a la empresa del reino, los unos por el aborrecimiento que tenían al gran senescal y los otros por el odio antiguo de la casa de Anjous. Con Gabriel de Ursino casó otra hija del gran senescal. Hacía el gran senescal una cosa de poca prudencia y no bien considerada, de que se siguió su perdición: que holgaba y hacía mucho caso de tener en sospecha un señor tan grande como era el príncipe de Taranto, aunque poco después dio otra hija a Gabriel Ursino hermano del príncipe; y con esto pasaron algunos días sin sospecha el uno del otro. Concordia con los del gobierno de Génova. Por este tiempo no dejaba el rey de tentar si podría concertarse con los genoveses que iban saliendo de la sujeción en que los tenía el duque de Milán cuando le traían muy acosado con terrible guerra los venecianos; y procuraba de tomar con ellos alguna concordia o asentar alguna larga tregua. Fueron por esta causa a Génova Bernaldo de Corbera y Andrés de Biure que eran los mismos que habían tratado la confederación con el duque de Milán; y fue con ellos por mandado del rey micer Valentín Claver, de su consejo. Nombró la señoría cuatro personas para que con ellos se tomase el asiento de la concordia; y, éstos fueron: Bernabé Godaneo, Clemente Scarciafico, Tomás Iúdice y Gaspar Lercaro. Y éstos dieron asiento en la concordia sin que en ella se hiciese mención del duque de Milán, recelándose que el duque (que traía pláticas con diversos príncipes y era de poca firmeza en sus consejos y amigo de guerra y novedades) los pusiese en algún nuevo trabajo. No escriben los autores de aquellos tiempos las condiciones desta paz, y tratan della generalmente; y parece más haber sido alguna larga tregua. Y hállase haberse firmado a 5 del mes de mayo deste año.

CAPÍTULO XLVII

De la confederación que se asentó entre los reyes de Aragón y Navarra y Castilla y de la publicación que hubo que los reyes de Aragón y Navarra se ponían en orden para entrar en

Castilla. El mandar no sufre compañía. En este tiempo se deliberó en el consejo del rey de Castilla que el rey de Navarra se fuese a su reino, porque de su residencia en la corte no recibían mucha satisfacción los grandes que seguían otros fines. Y también es muy proprio de los reyes que no huelgan de tratar con otros príncipes ni con personas a quien se les haya de tener algún respeto. Por otra parte, el rey de Navarra tenía tanta naturaleza en aquel reino y tanto lugar en las cosas del gobierno dél que, como dice Alvar García de Santa María, él estimaba en mucho más el patrimonio que heredó en Castilla que el reino de Navarra, y aun con lo que en Aragón tenía y en Cataluña; y así sentía por muy grave cosa y por áspero tratamiento que le mandasen venir a su reino, teniéndolo por un ignominioso destierro y en que recibía mucha afrenta. El rey de Navarra no gustaba de ir a su reino; y por qué. Sentíase esto mucho más entendiendo

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que era inducido el rey de Castilla a proveer en esto por respeto y fines particulares del condestable, que tenía fin de gobernar las cosas por su mano sin ningún competidor. Parecíale que no debía ser él habido en Castilla por rey extranjero, como los otros príncipes, así por la naturaleza y estado que tenía en Castilla como por los servicios que había hecho al rey en las turbaciones pasadas, enemistándose con el rey de Aragón su señor y con los infantes sus hermanos. Estrecha confederación entre los reyes de Aragón, Navarra y Castilla; e intento de don Alvaro de Luna. Pero como en cosa forzosa, él puso en orden su partida; y antes se asentó una muy estrecha confederación y alianza entre los reyes de Aragón y Navarra y el de Castilla, y una paz perpetua, la cual firmó el rey de Navarra en su nombre y como procurador del rey de Aragón. Y fue enviado por esta causa por el rey de Aragón a Castilla uno de los principales de su consejo llamado García Aznárez de Añón. Hacía el condestable don Alvaro de Luna gran fundamento en esta nueva concordia, porque con ella le parecía que quedaba en su autoridad y ninguno se le podía entremeter para que no gobernase la persona del rey de Castilla y el reino a su voluntad. Y así dio orden que el rey de Castilla enviase alguno de su consejo al rey de Aragón para que en su presencia firmase aquella concordia. Y vino, estando el rey en Sinarcas, uno del consejo del rey de Castilla, llamado Diego González de Toledo que por otro nombre decían el doctor Franco. Este pidió al rey que confirmase aquella concordia que había firmado en su nombre el rey de Navarra; y el rey, porque andaba a monte, lo remitió para Zaragoza a donde estaban los de su consejo. El rey [de Aragón] fue a Borja a donde llegó el infante don Pedro su hermano. De Zaragoza se fue el rey a Borja; y allí fue el infante don Pedro su hermano, que era venido de Nápoles; y pasó a Castilla a ver a la reina su madre. La sospecha que nació de ir los reyes a Tudela. Sucedió que estando el rey en Borja, vinieron a él el conde de Castro y Juan Carrillo de Toledo secretamente, que eran de la casa del rey de Navarra y sus muy íntimos consejeros; y de allí se fueron a Tudela el rey de Aragón y la reina, y estuvieron algunos días juntos; y como no se confirmaba por el rey de Aragón la concordia, luego se publicó que los reyes de Aragón y Navarra tenían deliberado de entrar en Castilla, y las cosas se disponían de manera que aquello parecía que estaba muy en la mano. Con esta sospecha aquel doctor Franco desde Sinarcas y después de Zaragoza, dio aviso de lo que sospechaba y entendía al rey de Castilla y que se hacían grandes provisiones de guerra, así con nombre de ir en socorro del rey de Francia como para lo de Nápoles, y que con aquella determinación se había partido el infante don Enrique; aunque se había publicado que estaba muy desavenido del rey de Navarra, y por encubrir más esta empresa había ofrecido el rey de Aragón que daría al condestable de Castilla las villas de Borja y Magallón que fueron de la reina doña Violante, dando veinte mil florines porque estaban empeñadas.

CAPÍTULO XLVIII Que don Fadrique de Aragón conde de Luna trató de dar favor a la pretensión del rey de Castilla; y

de la prisión y muerte de don Alonso de Argüello arzobispo de Zaragoza. El doctor Franco insta que el rey [de Aragón] firme la concordia; y se dilata lo que pide. En el principio del año de 1429, estando el rey en Zaragoza, aquel doctor Franco hacía siempre su oficio con grande instancia en procurar que el rey firmase la concordia que se había asentado por el rey de Navarra en su nombre con el rey de Castilla. Respondiósele por el rey que entendía ir a Barcelona, y que iría con él, y allá le mandaría despachar; y así se fue entreteniendo el embajador aunque se agraviaba que no se le daba respuesta; hasta que fueron sucediendo algunas novedades en este reino que descubrieron más que el rey llevaba muy determinado fin de llegar al rompimiento.

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Inteligencias del rey de Castilla con el conde de Luna y del condestable con don Alonso de Argüello arzobispo de Zaragoza. Como el rey de Aragón y sus hermanos tenían tan ordinaria inteligencia con los grandes de Castilla, el rey de Castilla, por orden de su condestable, la comenzó a tener con don Fadrique de Aragón conde de Luna, que se declaraba como muy desfavorecido y agraviado del rey; y también se descubrieron diversas pláticas y mensajerías que el condestable enviaba a don Alonso de Argüello arzobispo de Zaragoza, que era de la orden de los menores, natural de Castilla, y con algunos que tenían parte en el gobierno de la ciudad de Zaragoza, que se había obligado a la conservación de la paz que se firmó en la ciudad de Tarazona con tantos homenajes y juramentos de los perlados y ricos hombres y de las ciudades destos reinos por la deliberación del infante don Enrique. El rey [de Aragón] mandó prender a don Alonso de Argüello arzobispo de Zaragoza: por qué y cómo murió en la prisión. Teniendo el rey aviso de lo que se trataba y que el arzobispo de Zaragoza por su dignidad y con color de religión y descargo de las conciencias andaba persuadiendo e induciendo el pueblo y diversos caballeros para que forzasen al rey a que guardase la paz que estaba asentada con tantos sacramentos y no se diese lugar a ningún rompimiento de guerra contra el rey de Castilla, viendo los peligros que se podían seguir de levantar los pueblos, mandó prender al arzobispo. Fue preso en Zaragoza a 4 del mes de febrero; y hay memorias en que se escribe que murió a 7 del mismo; y como no se denunció su muerte al cabildo de su iglesia hasta 27 de noviembre deste año -tantos días después- quedó muy confirmada fama entre las gentes que fue muerto en la prisión en el monesterio del Carmen de Zaragoza. Y otros escriben que fue ahogado en el río. La culpa que se le impuso fue que tenía secretos tratos e inteligencias con el rey de Castilla y con su condestable y que les afirmó por cosa muy cierta que la ida del rey de Aragón a Castilla era para castigar a don Alvaro de Luna y para apoderar del gobierno de aquel reino a sus hermanos. Prisión de Pedro Cerdán jurado de Zaragoza y de otros. El mismo día que fue preso el arzobispo, se prendieron en Zaragoza Pedro Cerdán -que era jurado en este año- y Pelegrín de Jassa famoso abogado, y Miguel de Espital que era de los más principales ciudadanos que asistían al gobierno de la ciudad; y fue el que en Tarazona hizo el juramento como procurador de la ciudad de Zaragoza que no daría consejo, favor ni ayuda para que el infante don Enrique fuese contra lo que se había prometido y asentado por el rey de Aragón sobre lo de su deliberación. A antonio marcén le cortaron la cabeza y la mano, y qué fue causa de esto. fueron también presos nicolás benedit ciudadano de zaragoza y antonio marcén; y a éste le cortaron la cabeza y la mano derecha; y fueron presos otros muchos. el fundamento que se entendió que hubo para todas estas prisiones fue que el rey de castilla hacía instancia que los perlados y grandes y los caballeros y procuradores de ciudades y villas destos reinos, que juraron de conservar la paz que se concertó entre los reyes, y no dar favor ni lugar que se pasase contra lo asentado, eran obligados a ser de su parte y apremiar al rey que lo guardase. y el conde de luna y el arzobispo fueron los que más se declararon en justificar la querella y causa del rey de castilla; y no faltó gente del pueblo que los siguiese para poner alteración en la ciudad de zaragoza; y el arzobispo pareció ser más culpado y convencido en dar autoridad y favor a este movimiento. [continúa el doctor Franco en Aragón.] Estaba en el mismo tiempo en Zaragoza, procurando la confirmación de la concordia, el doctor Franco; y fue con el rey a Lérida a donde tuvo la pascua de Resurrección; y de allí se fue a Barcelona. Lo que Zaragoza suplicó al rey [de Aragón] y su respuesta. Los jurados y su consejo se juntaron en las casas de la Puente un viernes, a 4 del mes de febrero, para que se deliberase lo que se debía hacer en nombre de la ciudad por los presos, no se entendiendo la causa de su prisión. Entonces acordaron que se suplicase al rey, con la mayor humildad que pudiesen, que por su clemencia mandase tener por recomendada la justicia del arzobispo y de aquellos ciudadanos. Y para ello fueron enviados al rey Juan Gallart y Pedro Sánchez Capalbo que eran jurados, y Ramón de Castellón, Pedro Ruiz de Bordalba y Juan de las Cellas. Respondióles el rey muy benignamente

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que los habría por encomendados en su justicia; y pasaron muchos días que se hacían diversos juicios; y estaba el pueblo muy temeroso viendo los aparejos de guerra que se hacían por todas partes. Libertad del jurado y ciudadanos de Zaragoza y sosiego de ella. Y dentro de breves días fueron dados por libres Pedro Cerdán y Pelegrín de Jassa y Miguel del Espital; y antes de la salida del rey desta ciudad quedó el pueblo muy sosegado y con mucha satisfacción de ser el arzobispo muy culpado en delito gravísimo de lesa majestad. Don Francisco Clemente arzobispo de Zaragoza. Por la muerte del arzobispo proveyó el papa de pastor a la iglesia metropolitana de Zaragoza a don Francisco Clemente obispo de Barcelona, patriarca de Jerusalén, que había sido eligido antes de la provisión de don Alonso de Argüello como dicho es; y falleció don Francisco Clemente antes de tomar la posesión en lo espiritual y temporal del arzobispado por esta segunda provisión.

CAPÍTULO XLIX

Del socorro que se pidió al rey por el rey de Francia; y de las condiciones con que se le ofrecía. Muerte del duque Juan de Borgoña y embajada del [rey] de Francia al rey [de Aragón]. Estaban por este tiempo las cosas del estado del rey Carlos de Francia en tanto peligro y tan en punto de acabarse y perderse por la guerra continua que los ingleses hacían en aquel reino; y Filippo duque de Borgoña por la muerte del duque Juan su padre que fue muerto en presencia suya, siendo delfín, que estuvo determinado de venirse al reino de Aragón o a Cataluña. Vino por el mes de abril deste año a Barcelona donde el rey estaba un su camarero y embajador llamado Matía de Rexach, y hizo grande instancia en pidir el socorro de gente que ya otras veces se había pidido; y por él ofrecía diversos partidos. Como el rey estaba tan puesto en las cosas de Castilla y se conocía tan obligado a la empresa del reino de Nápoles, no podía salir a esta demanda sino con grandes seguridades y prendas; y así envió con aquel caballero a Juan de Olzina su secretario, excusándose que por haberse hallado embarazado en otras cosas muy árduas no pudo entender en lo que se le pidía por parte del rey de Francia, mayormente que lo que hasta aquí se le ofrecía no era conviniente cosa a su estado. Con las condiciones que el rey [de Aragón] ofreció socorro al [rey] de Francia y lo que le pide. Mas agora, considerada la necesidad en que el rey de Francia decía que estaba, vernía en dar el socorro que le demandaba y hacerle en persona; y pidía por razón desta empresa que se le diesen para él y sus sucesores perpetuamente libres y sin reconocimiento alguno las dos senescalías de Carcasona y Belcaire con la baronía de Mompeller y todos los castillos, ciudades, villas y lugares y vasallos y con el entero y soberano señorío, apartándolos del reino de Francia y uniéndolos y encorporándolos en la corona de Aragón. Con esto se pidía que se declarase la orden que se había de tener en la paga y entretenimiento de la gente de armas de caballo y de pie que el rey había de llevar consigo; y cumpliéndose esto con obra ofrecía el rey que para el tiempo que fuese acordado iría por su persona a valer y socorrer y ayudar al rey de Francia contra sus enemigos hasta echarlos de sus tierras y señorío y tornar y restituir a su corona los castillos y ciudades que le habían ocupado. Suceso milagroso en las cosas de Francia. Instaba en esto con el rey por parte del rey de Francia un gran señor de su reino que le servía en la guerra llamado Jorge de La Tramulla. Pero las cosas se ordenaron de manera que reservó Dios al rey para su propia empresa, de que se siguió tanta gloria y aumento; y al rey de Francia por este mismo tiempo milagrosamente se le restauraron las cosas de suerte que por la valentía y capitanía de una doncella volvió a sustentar la guerra y la prosiguió con tanta constancia que vino a cobrar toda la Normandía y Guiana y fueron echados del todo de Francia los ingleses.

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CAPÍTULO L

Que el rey no quiso confirmar la concordia que se asentó por el rey de Navarra con el rey de

Castilla. Requieren al rey [de Aragón] que firme la concordia con el [rey] de Castilla. Pasados dos meses que el rey estuvo en Barcelona, el doctor Franco en nombre del rey de Castilla quiso hacer su requerimiento delante del rey y de los de su consejo, para que firmase el asiento de la confederación y concordia tratada y firmada por el rey de Navarra en su nombre. El rey [de Aragón] no quiso firmar la concordia con el [rey] de Castilla y lo que envió a decir al condestable. Dio el rey lugar que aquello se hiciese en presencia del arzobispo de Tarragona y de Francisco de Ariño y de Francés Sarzuela; y respondió que no firmaría aquel asiento porque en Castilla le habían quebrado la concordia en algunas cosas. Y con esta respuesta se despidió el embajador de Barcelona. Envió con él a decir al rey al condestable don Alvaro de Luna que si deseaba el sosiego de aquellos hechos, echase de la corte al adelantado Pero Manrique porque él fue el que había puesto división entre el rey de Navarra y el infante don Enrique sus hermanos y por su causa sucedieron todos los otros daños que se habían seguido en Castilla. La queja que el rey [de Aragón] tenía del adelantado mayor de León. Esta era la queja del rey en lo público contra el adelantado Pero Manrique, pero bien se entendía que la cierta y verdadera era por haberse declarado que por su medio y artificio se procuró que volviese el condestable de Castilla a la corte, y el rey de Navarra y el infante don Enrique se sacasen del consejo y mando que tenían en todo, y se diese orden cómo el rey de Navarra no volviese a Castilla, que fue consejo del condestable y del adelantado Pero Manrique y se conspiraron en esto con los grandes de su opinión. Con este embajador tuvo el rey de Castilla aviso cierto que los reyes de Aragón y Navarra juntaban todo su poder no en favor del rey Carlos de Francia como se publicaba sino para entrar en Castilla. El rey [de Aragón] se vio en Chelva con el infante don Enrique su hermano. Por el mismo tiempo se envió por el rey a llamar al infante don Enrique; y con licencia del rey de Castilla se fue a ver con él al lugar de Chelva en el reino de Valencia, y detúvose pocos días y volvióse para el reino de Castilla. Y en estos reinos se iban juntando muchas compañías de gente de armas, con publicación que se habían de enviar en ayuda del rey de Francia por la guerra que tenía con los ingleses.

CAPÍTULO LI

Que el rey de Castilla envió a requerir a los reyes de Aragón y Navarra que no entrasen en sus reinos.

Respuesta del rey de Castilla a los de Aragón y Navarra. En fin del mes de abril deste año, estando el rey de Castilla en Valladolid, envió a los reyes de Aragón y Navarra sus embajadores, que fueron don Alonso Tenorio adelantado de Cazorla y el doctor Hernán González de Avila; y con ellos vinieron Nuño Hernández Cabeza de Vaca procurador de Zamora y el doctor Garci Gómez procurador de Segovia; y con éstos, envió a requerir que no entrasen en sus reinos. Y envió dos mil hombres de armas a las fronteras, y por capitanes al condestable don Alvaro de Luna y a don Fadrique Enríquez almirante mayor y el adelantado Pero Manrique y a Pero Fernández de Velasco. Respuesta de los reyes de Aragón y Navarra al de Castilla. Vinieron primero estos embajadores al rey de Navarra que estaba en Tudela; y respondió que su ida era por servicio del rey de Castilla y por el bien de sus reinos. Y de allí pasaron a Cariñena donde estaba el rey de Aragón y respondió

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lo mismo; y con esto se volvieron. Coronación de los reyes de Navarra en Pamplona. De Tudela se fue el rey de Navarra a Pamplona; y a 15 del mes da mayo -que fue el domingo de la fiesta del Espíritu Santo- se coronaron en la iglesia mayor de aquella ciudad el rey y la reina doña Blanca su mujer por don Martín de Peralta obispo de Pamplona, con la solemnidad que acostumbraron los reyes sus antecesores, haciendo primeramente el juramento de fidelidad al rey por el derecho que le pertenecía por causa de la reina doña Blanca su mujer y reina natural, y con la cerimonia que se acostumbraron levantar los reyes godos de España y antes algunos de los emperadores del imperio romano, que se alzaban poniéndolos sobre un escudo de la manera que se escribe que algunas naciones de los germanos (según su costumbre) levantaban sus príncipes poniéndolos sobre un escudo y levantándolos en los hombros. Ceremonia de la coronación. Fueron el rey y la reina alzados en sendos escudos por los perlados y barones y por los del regimiento de la ciudad de Pamplona. Los que a la coronación de los reyes de Navarra asistieron. Halláronse a esta coronación Carlos de Beamonte alférez de Navarra, don Felippe de Navarra mariscal de aquel reino, don Luis de Beamonte hijo de Carlos de Beamonte, don Diego de Stúñiga mariscal del príncipe de Viana y Juan de Stúñiga su hermano, Arnal señor de Lussia, Pierres de Peralta señor de Marcilla, Gracián de Agramonte, Juan de Echariz vizconde de Baigorri, Beltrán de Ezpeleta vizconde de Val d'Erro, Oger de Mauleon señor de Rada y Juan de Asiaín señor de La Carra, y otros muchos caballeros.

CAPÍTULO LII

De las causas que el rey de Aragón envió a declarar al rey de Castilla de su ida a aquel reino; y que no fueron oídos sus embajadores.

Los embajadores que los reyes de Aragón y Navarra enviaron al [rey] de Castilla, y la comisión que llevaron. Teniendo los reyes de Aragón y Navarra toda su gente de armas junta para entrar en Castilla por la frontera de Hariza, enviaron sus embajadores al rey de Castilla. Y éstos fueron don Juan de Luna señor de Illueca y Gotor, Pierres de Peralta, Francés Sarzuela y García Aznar de Añón para que notificasen al rey de Castilla su ida y la causa y razón della. La comisión que llevaban estos embajadores era referir al rey de Castilla que viniendo a noticia del rey de Aragón que algunas personas de las más allegadas al rey de Castilla perseguían con odio capital al rey de Navarra y a los infantes sus hermanos y se conspiraban para hacerles, según se decía, todo el daño que pudiesen, considerando el rey que desto se podían seguir grandes inconvinientes y males, mayormente si sus hermanos fuesen -según les convenía- ir poderosamente a la corte del rey de Castilla, y que por muchos respetos su intervención en esto podría ser de mucho fruto al bien y pacífico estado del reino de Castilla, deliberó entrar en ella, por ser muy necesario que él y el rey su primo se viesen y también por tratar por todo su poder algunas cosas muy concernientes al servicio de nuestro Señor y a la exaltación de su fe y al honor del rey de Castilla, que no se podían buenamente tratar por medio de sus embajadores. Lo que decía el rey [de Aragón] y lo que para ir a Castilla deliberó. Decía el rey que entonces deliberó llevar consigo al rey de Navarra y al infante don Enrique para que diesen según convenía (pues el rey de Navarra era heredado y tenía estado en aquel reino) cuenta de sí sobre algunas cosas que en la corte del rey de Castilla se movían contra ellos y cesase toda manera de discordia, y ellos hiciesen lo que eran obligados al servicio y honra del rey de Castilla. Que por estas causas deliberó tan voluntariamente de irse a Castilla do quier que se hallase el rey su primo, considerando que el rey don Juan de Castilla de buena memoria era su agüelo por parte de su padre como lo era del rey de Castilla por el suyo, y por los otros deudos que había entre ellos no quería mirar en pundonores, mas solamente atender al beneficio que de las vistas se esperaba seguir.

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Entre las otras cosas llevaban cargo de decir al rey de Castilla que sería más servicio de nuestro Señor que todos juntos entendiesen en proseguir la guerra contra los infieles, que no dar lugar a otras novedades que se podían seguir a inducimiento de malas personas que se movían más por sus respetos e intereses proprios que no por el servicio del rey de Castilla ni por el beneficio de sus reinos. También decía que deliberó llevar consigo alguna gente de armas no en gran número, para refrenar la osadía y atrevimiento de los que intentasen de procurar y mover algunos escándalos contra el rey de Navarra y contra el infante don Enrique entre tanto que estuviesen en la corte del rey de Castilla. Lo que el rey de Castilla envió a decir a los embajadores del rey [de Aragón]: no les dio audiencia. Cuando los embajadores llegaron cerca de donde estaba el rey de Castilla se les envió a decir que fuesen a la villa de Aillón, que allí los oiría. Y llegando al real que tenía sobre Peñafiel, vinieron a ellos Iñigo López de Mendoza y Pero Carrillo de Toledo y el relator Hernando Díaz de Toledo, y les dijeron en nombre del rey de Castilla que él había sabido que el rey de Aragón había ya entrado en Castilla, y pues así era se viniesen, porque no los quería oír. Y con esta resolución se volvieron para el rey pues se les denegaba la audiencia.

CAPÍTULO LIII

De la entrada de los reyes de Aragón y Navarra en Castilla y que el cardenal de Fox legado apostólico y después la reina doña María de Aragón excusaron la batalla.

Con el ejército que el rey [de Aragón] entró por Ariza en Castilla y la vía que siguieron. Después que los embajadores que el rey envió al rey de Castilla se volvieron sin declarar su embajada, teniendo el rey su ejército en orden, que era de hasta de dos mil de caballo, entró en Castilla por Hariza un miércoles a 23 de junio; e iba con él el rey de Navarra. Pasaron por la torre que decían de Martín González de Val de Cubo, y estaba ya el condestable de Castilla en Almazán. Y continuaron los reyes su camino por el condado de Medina Celi y asentaron su real cerca de Jadraque, y de allí pasaron a poner su campo a legua y media de Cogolludo; y en la misma sazón asentó el condestable su real a donde los reyes le habían tenido cerca de Jadraque; y tenía hasta mil y setecientos hombres de armas y cuatrocientos de pie entre ballesteros y lanceros que llevaba Pedro Fernández de Velasco. Lo que Alvar García de Santa Alaría escribe sobre esto. Alvar García de Santa María escribe que los reyes tenían dos mil y quinientos hombres de armas muy bien armados y muchos con caballos armados y otros encubertados con cubiertas sicilianas, y hasta mil de pie bien armados a la guisa de Aragón. [disposiciones del rey de Castilla.] Cuando asentaron los reyes su campo cerca de Cogolludo el infante don Enrique que estaba en Ocaña, se vino para ellos con hasta cien lanzas y ciento y veinte de la jineta; y en el mismo tiempo el infante don Pedro y don Diego Gómez de Sandoval conde de Castro se hicieron fuertes en el castillo de Peñafiel; y deteniéndose el rey de Castilla por procurar de reducirlos a su servicio, sabiendo de la entrada de los reyes, envió a Pedro de Stúñiga con mil hombres de armas para que se juntase con el condestable, y él tomó su camino para acercarse a la comarca donde estaban. El condestable puso su real a legua y media del de los reyes, que deliberaron dar la batalla. Pasó entonces el condestable a poner su real de la otra parte de Cogolludo, a legua y media de donde estaban los reyes; y estando ya tan cerca deliberaron los reyes de Aragón y Navarra de dar la batalla; y salieron del real donde estaban un jueves por la mañana 1.º de julio y -sus batallas ordenadas- llegaron cerca del real del condestable; y él los esperó pie a tierra en su fuerte, que estaba gran parte dél en un recuesto a donde se hizo un palenque de carros con determinación de esperar de ser acometido antes que salir de su fuerte; y así ninguno de los suyos se puso a caballo.

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El cardenal Pedro de Fox procura poner paz con los reyes; trátase de ella y no tuvo efecto. Estando en punto que los reyes querían combatir a los enemigos en su real, llegó el cardenal don Pedro de Fox, que era hermano de Juan conde de Fox y fue varón de gran santidad y religión de la orden de los menores que vino a España legado de la sede apostólica enviado por el papa Martín para acabar de extirpar la cisma que duraba aún en la iglesia, siendo ya muerto don Pedro de Luna. Suplicó a los reyes con gran instancia que por reverencia del sumo pontífice y de la santa sede apostólica no se diese batalla; y dióse orden que el infante don Enrique y el adelantado Pero Manrique saliesen a hablar para tratar de algún medio. Y como no se pudieron concertar los reyes movieron sus batallas ordenadas; y llegó primero la del rey de Navarra, y comenzóse a combatir el real. Pero el cardenal procuró que cesasen por aquella noche de pelear; y en ella llegaron al real del condestable Diego Hernández de Córdoba hijo de Martín Hernández de Córdoba alcaide de los donceles y Rodrigo de Perea adelantado de Cazorla con cada ciento de caballo a la jineta. La reina de Aragón puso su tienda entre los dos campos y por su industria cesó la guerra. Estuvo el otro día por la mañana el condestable muy en orden, esperando de ser acometido en su fuerte; y los reyes se pusieron con sus batallas en el mismo puesto a donde primero estuvieron. Y en este punto llegó la reina de Aragón y mandó armar una tienda en medio de los dos campos. Y aunque el rey de Navarra quisiera pelear y que no se despartieran por concierto aquellos cuatro grandes que estaban en el ejército del rey de Castilla (que eran el almirante don Fadrique, el condestable, el adelantado Pero Manrique y Pero Hernández de Velasco) hicieron pleito homenaje de procurar algunas cosas que la reina les pidió que tocaban particularmente al rey de Navarra y al infante don Enrique y al asegurar los estados que tenían en Castilla. Y con esto los reyes levantaron su real y se vinieron para Aragón. En todas aquellas comarcas que atravesaron, así a la entrada como a la salida, no se hizo daño ninguno por nuestras gentes; y aunque volvían desta suerte, el condestable envió hasta quinientos de caballo, parte dellos jinetes que los venían siguiendo: y llegando a Sigüenza se despidieron de los reyes los infantes don Enrique y don Pedro: y el infante don Enrique se volvió a Uclés. El [rey] de Castilla con su ejército sale en busca de los reyes de Aragón y Navarra: y pregonó guerra contra ellos. Había juntado el rey de Castilla un muy poderoso ejército: y tomó el camino de Buitrago para salir a los reyes al encuentro donde quiera que estuviesen; y sabiendo que se volvían para Aragón, mandó pregonar la guerra contra ellos y sus reinos; y fueron ocupando todas las villas y fortalezas del maestrazgo de Santiago y revolvió su camino para Sant Esteban de Gormaz. Y allí llegó a su real Iñigo López de Mendoza señor de Hita y Buitrago, que había sido llamado diversas veces y se tenía dél mucha sospecha porque llevaba dineros del rey de Navarra y era grande amigo del conde de Castro; y no fue él solo el que dejó de acudir a los reyes de los grandes de aquellos reinos, por cuya instancia y con gran confianza suya el rey tomó esta empresa. El juicio del almirante don Alfonso Enríquez salió verdadero. Y conoció entonces cuán verdadero y cierto fue el juicio que había hecho el almirante don Alonso Enríquez -como se ha referido- cuando el rey y el infante don Enrique ponían toda su esperanza en el adelantado Pero Manrique y en Garci Fernández Manrique y en los otros grandes que seguían su parcialidad contra el condestable don Alvaro de Luna. Recado del [rey] de Castilla a los reyes de Aragón y Navarra; y su respuesta. Estando los reyes de Aragón y Navarra con su real cerca de Hariza, llegó un rey de armas del rey de Castilla; y pidió en su nombre que por lo que debían a gentileza de caballería le esperasen, porque muy en breve sería con ellos; y respondiendo con justificación así de la entrada como de la salida que habían hecho, certificaron que por su poder desviarían todo rompimiento y no vernían a él sino forzados, pues no los llevaba sino lo que cumplía al mismo rey de Castilla a quien amaban. [mediación de la reina de Aragón.] Prisión del duque de Arjona. Antes desto, cuando llegó el rey de Castilla a asentar su real en un lugar que llamaban Piqueras, la reina de Aragón su hermana y

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el cardenal de Fox, fueron a suplicarle pasase por lo que estaba asentado; y no quiso venir en ello ni detenerse; y pasó a poner su campo a Benamazán que está una legua de Almazán. Y llegando a él a su tienda, que la tenía en la ribera de Duero don Fadrique duque de Arjona que venía a servirle en esta guerra con muy lucida gente de caballo y de pie, le mandó el rey prender por ser uno de los grandes de quien se tenía sospecha que procuraron esta ida de los reyes a Castilla y que mudaran el gobierno que el rey tenía en su casa y consejo. Y ciertamente era uno de los más principales en quien los reyes tenían confianza que deseaban esto y sacar del todo al condestable de su lugar y privanza y para ello seguir al rey de Navarra, como lo había prometido. El rey de Castilla puso su real sobre Medinaceli y despidió a la reina doña Leonor. Llegó al mismo real del rey de Castilla el infante don Pedro, y allí se despidió del rey y se volvió a Medina del Campo. Y pasó el rey de Castilla a poner su real cerca de Medina Celi y de allí despidió a la reina doña Leonor que venía procurando que no se llegase a dar la batalla entre el rey de Castilla y los reyes sus hijos. Esto fue el día de Santiago, y después vino el rey de Castilla con su ejército al lugar de Arcos que está en la frontera cerca de los límites de Aragón y Castilla; y de allí envió sus embajadores a los reyes de Aragón y Navarra que estaban en Calatayud.

CAPÍTULO LIV

De la entrada del rey de Castilla en el reino de Aragón y de su salida. Embajada del [rey] de Castilla al rey [de Aragón]. Pocos días después de haberse publicado y pregonado la guerra en Castilla contra estos reinos y teniendo el rey de Castilla su real en el lugar de Arcos, vinieron al rey que estaba en Calatayud don Gutierre de Toledo obispo de Palencia y Mendoza señor de Almazán, embajadores del rey de Castilla. Dijeron al rey de su parte que, entremetiéndose en lo que el rey de Castilla ordenaba contra sus súbditos y naturales aunque fuesen los infantes de Aragón sus hermanos, era usar de cosa no permitida ni digna de príncipe, procurando de dar favor a los vasallos contra su señor natural. Mas si el rey, cesando y desistiendo destas ayudas y favores que daba y quería dar a sus súbditos y naturales contra el rey su señor y dando firmeza por donde el rey de Castilla fuese cierto que en estos hechos de allí adelante no daría favor ni ayuda por ninguna razón a sus súbditos y naturales aunque fuesen sus hermanos, en tal caso placería al rey de Castilla que las guerras cesasen y los males y daños que dellas se siguían. La paz o guerra pendía del condestable. Que si a esto el rey no quisiese dar lugar se conocería la culpa de todo. No traía más voluntad el rey de Castilla de proseguir la guerra adelante de lo que le convenía a su condestable, que era en cuanto quedasen fuera del gobierno de las cosas de aquellos reinos el rey de Navarra y los infantes sus hermanos; y hasta esto harto se había ya obrado por todas partes, y así andaban en justificaciones y requirimientos. Y el rey, oídos los embajadores, nombró algunos de su consejo para que tratasen con ellos conforme a su intención. Fueron los embajadores al rey de Aragón para advertirle que no se juntarían con aquellos de su consejo que había nombrado, ni tenían mandamiento ni comisión para haber de ponerse en trato ninguno por algunos respetos y causas que ellos entendían. Respuesta del rey [de Aragón] a la embajada del [rey] de Castilla. Entonces el rey, habida deliberación con los de su consejo, les mandó responder en esta forma: que pasaba en verdad que a instancia de la reina doña Leonor su madre dio lugar que la reina su mujer juntamente con el cardenal de Fox legado apostólico se pusiese en estos hechos, pero no tuvieron comisión ni orden suya ni permitió que dijesen ni ofreciesen cosa alguna de su parte. Decía el rey en su respuesta que si algo habían hecho o ofrecido, ellos darían razón de sí mismos, y que algunas otras cosas se habían recitado por aquellos embajadores a los cuales no cumplía responder en aquel lugar; pero en cuanto se contenía que el rey de Castilla era libre en sus reinos y que no reconocía superior sino a solo Dios, bien sabía el rey que los reyes cristianos de España no reconocían superior por causa de sus reinos y no se decía ni podía decir con verdad que él se

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hubiese entremetido ni hubiese usado de cosa a él no pertenesciente en perjuicio del rey de Castilla. Por otra parte, a lo que se decía que cesando el rey de las ayudas y favores que daba o quería dar a súbditos y naturales del rey de Castilla contra el mismo rey de Castilla y dando firmeza porque fuese cierto que no se entremetería en estos hechos cesase la guerra que se hacía contra estos reinos, respondía el rey que él no había hecho ni entendía hacer cosa que fuese en perjuicio del rey de Castilla en favor de ninguno, mas él no podía ni debía faltar a sus hermanos ni a otros a quien fuese tenido defender y ayudar y favorecer lícitamente en las cosas que lo debía y podía hacer según derecho divino y humano y deuda y razón y ley de la patria, que también sobre esto estaba aparejado de tratar o dar tratadores y entrar en buena plática sin dilación. [despídense los embajadores de Castilla.] A esta respuesta dijeron el obispo de Palencia y Mendoza que no traían poder de tratar sobre ello, ni podían más detenerse; y despidiéndose del rey se partieron. El rey de Castilla resuelve entrar su campo en Aragón. Movió luego el rey de Castilla con su ejército apresuradamente con fin de hacer entrada en Aragón y que se hiciesen algunas correrías en nuestra frontera. Y estando en Huerta pasó su condestable con mil y quinientos hombres de armas y jinetes talando y quemando todo lo que alcanzaba. Los de Monreal se dieron a partido. Y los de Monreal se dieron a partido con el castillo; y puso el condestable en él un caballero que se llamaba Gonzalo de Avila, y hízose mucho daño en aquella comarca. Daños en la vega de Cetina; y lo que en el lugar y castillo sucedió. Y destruyeron la vega de Cetina; y aunque se entró el lugar por combate (que era de un caballero de los de Calatayud de los de Liñán que se decía Gonzalo de Liñán) tenía una casa por el edificio fuerte y era de piedra y bien torreada y por el asiento della llana; y defendióse de suerte que no se pudo entrar por combate. Ejército del rey de Castilla que se volvió a Medinaceli. Entró el rey de Castilla con su ejército camino de Hariza con mil lanzas y con dos mil jinetes y más de cuarenta mil de pie; y asentó su real sobre Hariza cuyo señor era Antonio de Palafox; y esto fue un jueves a 4 del mes de agosto. Y había en el castillo, que era el más fuerte y más importante de todas nuestras fronteras, hasta docientos hombres de armas; y los del lugar le desampararon y se subieron al castillo. De allí se levantó el real del rey de Castilla y se volvió a Medina Celi. Guerras que el conde de Benavente y los infantes hacían. Y en el mismo tiempo, el conde de Benavente hacía la guerra contra el infante don Enrique en los lugares del maestrazgo de Santiago; y los infantes don Enrique y don Pedro la hacían en la comarca de Trujillo; y había dejado el infante don Enrique en el castillo de Segura a la infante doña Catalina su mujer con alguna gente de armas, y en su compañía a don Martín Galloz obispo de Coria. Lo que proveyó Zaragoza contra unos salteadores. En el mismo tiempo, una gran cuadrilla de malhechores y gente desmandada de Castilla entraron por las fronteras de Daroca y pasaron robando y corriendo la tierra hasta que se fueron a recoger al castillo de Valmadriz que era de Zaragoza; y los jurados enviaron gente a combatirlos el postrero del mes de julio y fue por capitán dellos Nicolás Zurita.

CAPÍTULO LV

De la justificación que el rey de Castilla hizo con los de los reinos de Aragón y Valencia y principado de Cataluña que estaban congregados a cortes.

Cortes de los tres reinos en Valderrobres, en San Mateo y en Tortosa. Justificaciones del rey de Castilla y lo que el conde de Luna procuraba. Estando el rey en Zaragoza mandó convocar cortes

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para los estados deste reino a 19 de septiembre, para la villa de Valderrobres para 22 del mes de octubre siguiente. En esta sazón teniendo el rey juntos los estados de sus reinos en cortes generales y habiéndose congregado los aragoneses en Valderrobres y los del reino de Valencia en Sant Mateo y el principado de Cataluña en la ciudad de Tortosa, procuraba el rey de Castilla de hacer grandes justificaciones de su parte para que se entendiese que el rey de Aragón proseguía una muy injusta querella, creyendo que sería causa que los destos reinos no darían lugar a ponerse en guerra con un príncipe tan poderoso y tan vecino, porque no tocaba al estado del reino, y que ellos se entremeterían a tratar en sus cortes si la guerra era justa o no lo era, mayormente habiéndose obligado los perlados y barones y ciudades destos reinos a guardar la paz que se asentó en Tarazona por la deliberación del infante don Enrique. Para que el rey de Castilla siguiese este camino fue gran inducidor y ministro el conde de Luna, que procuraba cuanto le era posible toda novedad para que se continuase la disensión y guerra entre estos príncipes y que en cortes se tratase que el rey no fuese servido para hacer guerra tan injustamente en ofensa y quebrantamiento de su fe y verdad. Romeo de Corbera capitán general del reino de Valencia, y otros capitanes. En este medio proveyó el rey por capitán general del reino de Valencia en esta guerra y de la misma ciudad, a Romeo de Corbera maestre de Montesa; porque por lo del maestrazgo de Santiago y por la Mancha de Montearagón cargaba mucha gente contra nuestras fronteras y se hacía grande guerra siendo capitán general de aquella gente Hernand Alvarez señor de Val de Corneja y en el reino de Murcia el adelantado Alonso Yáñez Fajardo. En la frontera de Navarra desde Haro hasta Alfaro, dejó el rey de Castilla por capitán a Pedro de Velasco su camarero mayor; y mandó que estuviese en Agreda contra las fronteras de Tarazona Iñigo López de Mendoza señor de Hita. Fuése el rey de Castilla a Peñafiel porque el castillo se tenía por el rey de Navarra; y luego se le entregó y el condestable fue a poner cerco sobre Trujillo. Señalóse la gente de Zaragoza en el combate del lugar de Deza y fue por capitán Ciprés de Paternoy. Y en este tiempo el rey de Aragón pasó a combatir el lugar de Deza; y entróse por la gente de Zaragoza que se señaló mucho en el combate, siendo capitán de la gente de caballo y de pie que fue a servir al rey en esta guerra por Zaragoza, Ciprés de Paternoy. Y fueron los primeros que entraron con el pendón de la ciudad. Y también se entró por combate el castillo, y fue quemado el lugar y puesto a saco. [otras plazas tomadas en esta entrada aragonesa.] De aquella entrada se tomaron los castillos de Vosmediano, Ciria, Borobia, Serón y Cigüela. Y puso el rey en Cigüela por capitán y alcaide a Garci Ximénez hijo de Garci Ximénez de Aragüés que la defendió con mucho valor y estuvo en harto peligro con la companía que puso dentro; y la sustentó en aquella guerra, sin tener provisión del rey ni otro socorro; y hízose mucho daño en aquella comarca y sacóse gran presa. Embajadores que el rey [de Aragón] envió a Castilla con medios de paz. Después de haberse partido del rey de Aragón el obispo de Valencia y Mendoza señor de Almazán, el rey envió por sus embajadores a Castilla a don Juan de Luna, Guillén de Vich y un doctor que decían Ramón Dezpapiol que era de su consejo. Y fueron con salvoconducto y los acompañó Pero Carrillo de Huete. Y hallaron al rey de Castilla en Miraflores; y allí declararon su embajada, que era ofrecer en nombre de los reyes de Aragón y Navarra, que por descargarse con Dios y con el mundo y por mayor justificación de sus hechos y también considerando los grandes deudos de parentesco que tenían con el rey de Castilla y había entre sus casas, deliberaron enviar estos embajadores para que de su parte ofreciesen que estaban aparejados de entender y tratar con el rey de Castilla sobre aquellas cosas que el obispo de Palencia y Mendoza señor de Almazán habían propuesto, y dar todo lugar a cualquier medio igual, razonable y honesto por el cual se pudiese seguir entre ellos buena paz y concordia y todo sosiego y bien de sus reinos. Respuesta del rey de Castilla. A esta oferta respondió el rey de Castilla que enviaría sus embajadores, que declararían su intención en estas cosas. Pero él, siguiendo cautelosamente lo

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que aconsejaba el conde de Luna al condestable de Castilla, no envió a declarar al rey ninguna cosa y escribió a los que estaban ayuntados a cortes una carta que envió con un rey de armas, justificando con ellos su causa por la consideración que se ha dicho, que era deste tenor: Carta del rey de Castilla a los procuradores de las cortes [de la Corona de Aragón]. "Nos el rey de Castilla e de León, etc. A los procuradores de las ciudades y villas de los reinos de Aragón e de Valencia e del principado de Cataluña. Bien sabedes en cómo por otras nuestras cartas enviamos notificar a algunas desas dichas ciudades las cosas acaescidas e pasadas entre nos e los reyes de Aragón e de Navarra e infante don Enrique su hermano; certificándovos que por la grande naturaleza que nos habemos en esos reinos como todos sabedes (por ser bisnieto eso mismo según que el dicho rey de Aragón del rey don Pedro de Aragón nuestro bisagüelo, de alta recordación), nuestra intención siempre fue e sería de vos guardar e bien tratar e de no facer ni permitir que fuese fecho mal ni daño por las nuestras gentes, salvo si vosotros olvidado lo susodicho (lo cual non debríades olvidar) diésedes favor e ayuda a los dichos reyes o a cualquier dellos contra nos o contra nuestros reinos segund que más largamente en las dichas nuestras cartas se contiene. Sobre lo cual nos hobimos enviado nuestros embajadores al dicho rey de Aragón, requiriéndole que se non quisiese entremeter en los fechos de entre nos e nuestros súbditos e naturales, aunque con él hobiesen deudo, segund que nos no nos entremetíamos en los suyos, e que en tal caso a nos placía de nos poner en tanta razón porque las guerras e males e daños cesasen, lo cual fue por él a la sazón expresamente denegado." "E fueron nos agora enviados por él e por el dicho rey de Navarra ciertos embajadores, a los cuales nos respondimos que por tomar a Dios de nuestra parte, nos entendíamos poner en toda razón e de enviar allá nuestros embajadores, los cuales explicarán e notificarán nuestro propósito e intención en estos fechos, el cual era e se mostraría ser tal que vosotros e toda otra persona sujeta a razón se debiese e deba con ello razonablemente contentar." "Lo cual todo nos, considerando lo susodicho, vos enviamos notificar porque lo sepades; e sobre esto nos enviamos allá a Castilla nuestro rey de armas con esta nuestra carta e para que traya salvoconducto para los embajadores que nos allá entendemos enviar." "Dada en la nuestra muy noble ciudad de Burgos cabeza de Castilla, a 9 días de noviembre año del nascimiento de nuestro señor Jesu Cristo de 1429. Yo el Rey. Yo el doctor Fernando Díaz de Toledo oídor refrendario del rey e su secretario la fice escrebir por su mandado." Respuestas al rey de Castilla. Aunque esta carta solamente se enderezaba al estado de las ciudades y villas destos reinos, como se presentó en las cortes de Valderrobres y se entendió con cuán dañada intención se escribía pidiendo a ellos el salvoconducto que se había de pidir al rey y otorgarse por su mandado, y que por ella quería el rey de Castilla dar a entender que se le tenía por estos reinos tanta obligación como al rey por ser bisnieto como él del rey don Pedro y que por aquellas palabras quería dar a entender que debiera ser preferido en la sucesión destos reinos pues sucedía del nieto mayor del rey don Pedro, respondieron en nombre de los perlados, condes y ricos hombres y caballeros y de los procuradores de las ciudades y villas con algún sentimiento y aspereza con decir, que por gracia de nuestro Señor, el rey con ayuda de sus súbditos alcanzaría su deseo como en otros tiempos y en otras empresas tan arduas y mayores se había seguido. Mas los del principado de Cataluña respondieron con mucha más blandura y con muy largas justificaciones, según su costumbre, exhortando al rey a la concordia, la cual afirmaban que era siempre mejor que cualquier esperada victoria, pues el vencer consiste no en fuerzas ni en saber humano, sino en sola la dispusición divina. Que como aquéllos que se contentaban de toda esta esperanza de paz y de dispusición de sosiego, se holgaban de lo que el rey de Castilla les notificaba, que deliberaba enviar sus embajadores al rey; y esto no porque el ejercicio de las armas en defensa de su príncipe y de la justicia y verdad fuese no acostumbrado y grave a aquel principado que con ayuda de nuestro Señor había alcanzado gloriosos fines en todas sus empresas, pero porque la guerra entre reyes tan allegados en parentesco les sería más desplaciente que con otro príncipe por grande y poderoso que fuese, aunque el rey de Castilla no

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era de los menores, antes de los mayores y uno de quien se hacía gran estima, porque estando en paz con el rey su señor no podrían dejar de servirle. Treinta y dos personas que se nombraron en Valderrobres y para qué. El rey de Navarra [designado como] conde de Ribagorza. Estando el rey en Valderrobres, a donde se habían convocado cortes a los estados deste reino, a 12 del mes de noviembre, propuso lo que tocaba a la guerra que tenía con el rey de Castilla que se había movido contra sus reinos. Y el rey y la corte nombraron treinta y dos personas, ocho de cada estado, para deliberar con el rey o con las personas que nombrase lo que convendría proveerse; y dióseles poder para proveer en todas las cosas necesarias a la guerra. Y entre ellos era uno el justicia de Aragón; y del estado de la iglesia fueron los comendadores de Montalbán y Alcañiz, el abad de Sant Juan de la Peña, Martín de Vera procurador de la dignidad y arzobispado de Zaragoza, los procuradores de los obispos de Huesca y Tarazona y del abad de Montaragón y el prior y procurador del capítulo de Santa María del Pilar de Zaragoza. Por el estado de los ricos hombres fueron: don Juan Martínez de Luna señor de Illueca, don Juan Fernández de Ijar, don Juan de Luna señor de Villafeliz, don Jimeno de Urrea, don Guillén Ramón de Moncada, Ramón de Torrellas, procurador del rey de Navarra como conde de Ribagorza, Pedro Gilbert procurador del conde de Luna y el de don Lope Ximénez de Urrea. Nombráronse por el estado de los caballeros e infanzones: Juan Fernández de Heredia, Juan Ximénez Cerdán y de Gurrea, Sancho Pérez de Pomar, Juan de Moncayo, Pelegrín de Jassa, Alonso de Mur y Alonso de Luna. Y por la ciudad de Zaragoza sus procuradores, que eran Ramón de Castellón, Miguel del Espital y Juan Guallart y otros procuradores de ciudades y villas del reino. Cuarenta y dos mil seiscientas y ochenta y tres casas se halló había en Aragón. Ordenóse por el rey y la corte de imponer cierto derecho para pagar el sueldo de la gente de armas por fuegos, a razón de doce sueldos jaqueses por fuego; y averiguaron por una manifestación que se hizo de todos los fuegos del reino en las cortes que celebró el rey don Martín en el año de 1404 en Maella, que se manifestaron cuarenta y dos mil y seiscientas y ochenta y tres casas. Y porque se pretendía que había muchas ciudades y villas y lugares muy diminuídos por las guerras, ordenaron que se redujesen a cuarenta mil casas por manifestación de los fuegos del reino, y las otras se compartiesen y distribuyese a las que se habían diminuído de cada estado. Mas porque aquello no bastaba para pagar el sueldo de la gente de armas, visto que la necesidad de la defensa del reino era tan grande, impusieron generalmente sisas en todo él por tiempo de tres años desde el 1.º de enero adelante, y dieron facultad a las personas eclesiásticas y a los caballeros e infanzones y a todas las ciudades y villas y lugares del reino que las pudiesen coger y llevar. Y dióse sueldo a mil hombres de caballo por cuatro meses. No puede haber cortes en lugar que no tenga cuatrocientos vecinos. Proveyóse en estas cortes que de allí adelante no se pudiesen convocar los estados del reino a cortes sino en lugar a donde hubiese cuatrocientos vecinos o más. [final de las cortes de Valderrobres.] Y el rey acudía a las cortes que se celebraban en Tortosa y Sant Mateo. Y las treinta y dos personas nombradas quedaron en la villa de Valderrobres proveyendo en las cosas de la guerra. Y las cortes se fenecieron a 3 del mes de deciembre. Y enviáronse por embajadores a las cortes del principado de Cataluña y del reino de Valencia don Juan Martínez de Luna y Juan Fernández de Heredia. Consentimiento que se dio al rey en las cortes de Valderrobres. Teniendo el rey cortes a los aragoneses en la villa de Valderrobres en la iglesia de Santa María, en presencia de don Berenguer de Bardají justicia de Aragón, el rey y la corte por contemplación del rey de Navarra y conde de Ribagorza, le dieron su consentimiento que pudiese vender y empeñar cualesquier castillos y villas y jurisdicción del condado, no embargante cualquier vínculo y condición con que le poseía, porque no se hallaba otra forma de haber dinero para los gastos de la guerra sino vendiendo del patrimonio real.

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CAPÍTULO LVI De la batalla que vencieron Juan López de Gurrea gobernador de Aragón y Ruy Díaz de Mendoza

el calvo, en el campo de Araviana. Batalla en el campo de Araviana; y fue la segunda que allí vencieron los aragoneses. Haciéndose la guerra por este tiempo por las fronteras de los reinos de Aragón y Valencia y Navarra sucedio que estando Iñigo López de Mendoza por capitán general de la frontera de Agreda, entraron en Castilla del reino de Aragón cuatrocientos de caballo y otros tantos de a pie muy bien en orden, a la guisa que se armaban en Aragón. Y eran sus capitanes Juan López de Gurrea gobernador de Aragón y Ruy Díaz de Mendoza el calvo que era de la casa del rey de Navarra. Y sabiendo Iñigo López de su entrada salióles al encuentro con ciento y cincuenta hombres de armas y cincuenta jinetes y con algunas compañías de gente de pie. Y llegando los unos a vista de los otros en el campo de Araviana a las raíces de Moncayo, Iñigo López se puso en su avanguarda y fue el primero que acometió con gran ímpetu la batalla, y peleándose muy valerosamente por Iñigo López y por los de su avanguarda, los que le seguían o se desordenaron o no hicieron tan bien su deber; y fueron rotos y vencidos. Siguieron los nuestros el alcance; y Iñigo López de Mendoza se recogió a un monte a donde estuvo con algunos de los suyos sobreviniendo la noche. Fue mucho de considerar haberse vencido en el mismo lugar por los aragoneses otra batalla en la guerra que hubo entre los reyes de Castilla y Aragón setenta años antes y que en ambas se hallaron de la parte de Aragón caballeros y capitanes aragoneses y castellanos. Y en la primera fueron presos Iñigo López de Horozco y Hurtado Díaz de Mendoza. Valor de Juan López de Gurrea. Fue esta batalla pocos días después de la fiesta de Sant Martín deste año; y toda la gloria del vencimiento se atribuyó por el rey de Aragón a Juan López de Gurrea. Cerco del castillo de Montánchez. Por el mismo tiempo los infantes don Enrique y don Pedro hacían la guerra de las fortalezas de Trujillo y Alburquerque en todas aquellas comarcas, y sacaron grandes presas y cabalgadas; y el condestable con grande ejército fue a poner cerco sobre Trujillo y hubo el alcázar por gran ardid y destreza suya de uno a quien el infante don Enrique le había encomendado. De allí pasó a poner cerco sobre Montanches castillo fuerte y muy importante en toda aquella comarca; y dejando una bastida contra él, fuese a poner delante del castillo de Alburquerque a donde se habían recogido los infantes. Y iban con el condestable el conde de Benavente, don Diego de Ribera adelantado de la Andalucía, don Alonso Tenorio adelantado de Cazorla y el comendador mayor de Calatrava y Pero Niño. Desafío que hizo el condestable a los infantes y su respuesta. Púsose el condestable con su ejército en orden; y pidía a los infantes a la batalla, porque le dijeron que a cualquier que fuese la darían sino a la persona del rey; y envió a desafiar a los infantes. Ellos respondieron que no tenían igual número de gente para pelear; y como en valentía y gran esfuerzo de ánimo se igualaron con todos los caballeros de sus tiempos, ofrecieron que los dos por sus personas combatirían con el condestable y con el conde de Benavente; y el condestable aceptó la batalla y declaró que se combatiría con el infante don Enrique que era el mayor y más fuerte de cuerpo y más declarado enemigo suyo. Combate aplazado entre los infantes y el condestable y conde de Benavente; con qué armas y condiciones. Llegó la recuesta deste desafío a punto que se trató de asegurar el campo; y ofrecía el condestable con gran ufanía que combatiría dentro del castillo de Alburquerque, y que las puertas dél se tuviesen por sus gentes de armas teniendo cada una de las partes su puerta; y si allí hubiese de ser el combatirse devisó las armas que fuesen cotas y celadas sin babera y quijotes sin canilleras, y espadas de armas y puñales. Pero en las condiciones anduvieron varios y muy contrarios, teniendo los infantes por más grave cosa ponerse en aquella recuesta sin la voluntad y consentimiento del rey que en aventurar sus personas. El rey de Castilla por dar favor a la guerra

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que se había movido por aquella frontera de Portugal partió para Extremadura por el mes de deciembre, y fuese a la villa de Cáceres y entregósele el castillo de Montánches. Concilio de Tarragona a donde se redujo Gil Sánchez Muñoz. En el mismo tiempo que el rey tenía cortes del principado de Cataluña en Tortosa, celebraba concilio de la provincia de Tarragona el cardenal de Fox en aquella ciudad como legado apostólico. Y por su medio y por la persuasión de Alonso de Borja -que era muy famoso letrado-, Gil Sánchez Muñoz que con gran escándalo de las gentes conservaba en Peñíscola la Sombra de la cisma como sucesor de don Pedro de Luna (que en su obediencia se llamó Benedicto), no sin gran cargo y mucha nota del rey de Aragón y se llamaba Clemente VIII, se redujo a la unión de la iglesia católica. Alonso de Borja, obispo de Valencia. Y fue en esto tan señalado el servicio que hizo a la iglesia Alonso de Borja que, habiéndose dado al intruso el obispado de Mallorca, él fue proveído de la iglesia de Valencia; y confirióla el legado en virtud de poder que tenía del papa Martín, en el mismo castillo de Peñíscola a 19 del mes de agosto deste año de 1429; y vacaba por muerte de don Hugo de Bages que fue un muy notable varón y gran perlado. Fin de dos cardenales de Benedicto [XIII]. Los cardenales de aquel colegio renunciaron libremente; y los dos que fueron creados por Benedicto -que eran un monge de la orden de cartuja y Juliano Loba- nunca quisieron reducirse, y según Platina escribe, fueron puestos por el legado en prisión perseverando en su pertinacia.

CAPÍTULO LVII

De la salida de don Fadrique conde de Luna de la corte del rey; y del principio de su rebelión. Lo que el rey don Fernando hizo con don Fadrique conde de Luna. Don Fadrique de Aragón conde de Luna, hijo del rey don Martín de Sicilia, al tiempo que el rey don Hernando fue declarado por justo sucesor en el reino y señoríos de Aragón, era de edad de nueve años; y aunque el rey don Martín de Aragón su agüelo le dejó heredado en un muy gran estado que fue del conde don Lope de Luna en los reinos de Aragón y Valencia, por el mal regimiento que hubo siendo en tan tierna edad en su persona y casa tomó el rey don Hernando a su cargo (por respeto de cuyo hijo era) la tutela y curaduría; y asentóle su casa conforme a su estado y procuró que se desempeñasen algunas villas dél; y mandó criar y tratar al conde de la misma manera que a uno de los infantes sus hijos, como se crió el conde don Lope su bisagüelo con los infantes don Pedro y don Jaime en tiempo del rey don Jaime el II. Armas de don Fadrique de Aragón conde de Luna. Mandóle devisar las armas no con ignominia (como Lorenzo de Vala escribe) que se hizo atravesando banda en el escudo en señal de bastardía, sino dejándole las armas reales de Sicilia con diferencia del cuartel bajo de la punta del escudo, y en lugar de los bastones se pusieron las armas que fueron del conde don Lope en cuyo estado había sucedido, que era el mayor que quedaba en estos reinos. Después que sucedió en el reino el rey don Alonso le tuvo por principal en su consejo y casa, con demostración de mucho amor entre todos los otros grandes barones y con tan ordinaria familiaridad y confianza como uno de los infantes sus hermanos adelantándole en honra y estado entre todos después de los infantes. Cómo se adelantó el conde de Luna en la isla de los Querquens y lo que el rey [de Aragón] previno. Queriendo el rey dar lugar a mayor acrecentamiento suyo y porque se proveyese mejor lo que tocaba al desempeño de todo su estado y para la sustentación de su casa, le encargó la capitanía general de su armada, proveyendo que fuesen ordinariamente en ella veinte y cinco galeras muy bien armadas; y pasó con ella a Nápoles y fue juntamente con él el infante don Pedro; y haciendo jornada a Africa ganaron -como se ha referido- la isla de los Querquens, a donde el conde sobre todos los otros tuvo manera de adelantarse en gran honra y provecho de su casa, aunque luego entendió el rey que no convenía a su estado que el conde tuviese aquel cargo por la

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naturaleza que tenía en Sicilia y aun por el derecho que se había imaginado que tenía en la sucesión de aquel reino como hijo natural del rey don Martín, que había ofrecido de casarse con su madre, y por la sobrada afición que le mostraban los sicilianos, cuando el rey vino a Cataluña le trajo consigo, y encomendó el cargo de capitán general de sus galeras al infante don Pedro y de lugarteniente de Sicilia. Casamiento de doña Violante de Aragón. No fue éste el menor descontentamiento y desgrado que el conde tuvo del rey para hacer lo que hizo, aunque el rey en todas las otras cosas le honraba y favorecía como lo requería el deudo; y por su contemplación procuró que doña Violante de Aragón su hermana casase con un gran señor en Castilla que fue don Enrique de Guzmán conde de Niebla que se mostraba muy aficionado servidor del rey, aunque dentro de muy breve tiempo la repudió. Inteligencias del rey de Castilla con el conde de Luna. Entonces el conde de Luna (según el rey fue informado), con color de querer proseguir su querella contra el conde de Niebla dentro del reino de Castilla, por vía de venganza por poner en ejecución lo que tenía deliberado en su ánimo contra el rey, comenzó a enviar algunas personas de su casa a Castilla con ocasión del divorcio que se trataba de su hermana; y por tener entrada en alguna familiaridad con el rey de Castilla secreta y disimuladamente comenzó a escribirle, y tener secretas inteligencias con algunos de su casa y consejo que entonces no mostraban buena intención al servicio del rey de Aragón y de los infantes sus hermanos, antes en cuanto podían y en ellos era, disponían las cosas para toda discordia porque mejor se pudiesen apoderar -así como lo hicieron- del regimiento de la persona, casa y reino del rey de Castilla sin competencia de los infantes de Aragón. El rey [de Aragón] procura tener en su corte al conde de Luna y por qué. Comenzándose a descubrir el rey algo de lo que pasaba, queriendo mostrar en todo al conde amor como de hermano más que de señor a vasallo o -lo que yo creo- por más advertirle, dijo al conde que porque pudiese mejor desempeñar su casa y estado y apartarse de algunas disoluciones y vicios a que se comenzaba a rendir, le rogaba que anduviese ordinariamente en su corte; y ofrecióle que le daría cada año tal socorro con que pudiese mantener su casa y estado bastantemente, allende de otras mercedes que cada día se le hacían. Matrimonio del conde de Luna. Pero no se curando dello y teniendo en su fantasía muy concebido que era injustamente despojado del reino de Sicilia, menospreciando el estado que tenía que era grande, lo iba cada día disipando con deseo de nuevas cosas, teniendo puesto su pensamiento en lo que era tan dificultoso e incierto en cualquier mudanza, y desviándose siempre más de la corte y del rey con diversas ocasiones, sin sabiduría del rey trató secretamente de matrimonio suyo, el cual tuvo muchos días encubierto al rey; y después lo quiso rehusar si no fuera por el arzobispo de Tarragona tío de la condesa y por los otros parientes que eran todos personas de estado y de muy nobles y notables linajes como los Mures que eran muy principales barones en Cataluña y muy deudos de los condes de Pallás, y los Cervellones y Robabertines, que intentaron de requerir por las armas al conde que guardase lo que había prometido y jurado con cartel escrito de su propria mano. Pero pasado algún tiempo, reconociendo en esto el conde la falta que hacía a su fe y palabra, deliberó solemnizar el matrimonio y publicarlo. Excesos de don Fadrique de Aragón conde de Luna. Pero tras un yerro en una persona de su edad y que se remontaba a emprender nuevas cosas tan desatinadamente y que desenfrenadamente se regía por su opinión, se siguieron otros mayores excesos y culpas; y como estuviese en compañía de la condesa su mujer una su hermana llamada doña Valentina de Mur, declinó en amor deshonesto y reprobado a cometer incesto con su cuñada, y comenzó a hacer muy malos tratamientos a la condesa; y según se entendió deliberó de matarla, comunicando y usando con su cuñada como con propria mujer. Al mismo tiempo que el rey de Aragón determinó de entrar en Castilla con propósito de ponerse por tercero entre el rey de Castilla y los infantes don Juan y don Enrique sus hermanos, tuvo otro

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segundo y tercero aviso que el conde tenía muy secreta inteligencia con el condestable don Alvaro de Luna y con otros del consejo del rey de Castilla, y que antes y después de la guerra, el rey de Castilla recibía muy a menudo cartas y avisos suyos; y debajo de entrevenir en los medios de concordia y en las promesas que se hicieron al rey en esta entrada por el condestable, almirante y por Pero Manrique y Pedro de Velasco y por Mendoza señor de Almazán y por algunos grandes se entendió que el conde trató con algunos dellos y se descubrió con el condestable de la intención que tenía de rebelarse contra el rey. El rey [de Aragón] procura reducir al conde de Luna. Como estuviese ya el rey en mucha sospecha del conde y el conde también estuviese con recelo dello, salióse ascondidamente de Tortosa a donde el rey estaba y no se asegurando de ninguna cosa que de parte del rey se le dijese, a la postre, a su suplicación le envió un seguro desde Tortosa a 14 de deciembre deste año, con color del delito del incesto porque no viviese con recelo de ningún caso que hubiese cometido o tratado, para que dejase de venir a su corte y verse con el rey y salir libremente y que durase por tiempo de veinte días. Demás desto, mostrando el rey que lo hacía por reducirle a buen camino, le dio socoro de dineros y de todo lo que había menester para sustentación de su estado, aunque desplacía a los parientes de la condesa su mujer, que continuamente hacían instancia que se procediese contra el conde por su mala y disoluta vida y por el mal tratamiento que hacía a la condesa. Embajada del conde de Luna al rey [de Aragón] con mosén Bellera. Estaba por este tiempo el conde en Chodes, a donde tenía un castillo bien fuerte; y excusándose de venir a la corte del rey y procurándolo el rey por medio de don Juan Fernández señor de Ijar, el conde le envió un caballero muy principal de Cataluña que andaba en su compañía que se decía mosén Bellera; y con él le envió a decir que no se maravillase si no venía al rey después que se le envió el seguro, y que lo dejaba de hacer porque después que le había pidido informaron al rey de tales cosas que le convenía tener seguro para su persona y estado, señaladamente por varias palabras que le dijo Hugo de Mur: que el rey le quería mandar prender. Ofertas del rey [de Aragón] al conde de Luna. Esto escribía el conde de aquel castillo a 18 del mes de deciembre deste año; y entendiéndolo el rey, envióle a don Juan de Luna señor de Villafeliz por el gran deudo que tenía con el conde para asegurarle de la sana y buena intención que el rey tenía a sus cosas, ofreciéndole que si quisiese irse a verse con él sería contento de asegurarle tan bastantemente como lo pidiese, porque creía que cuando supiese su voluntad dejaría cualquier duda y recelo que hubiese concebido por información de algunas malas personas. Junta en el castillo de Tortosa para fulminar proceso contra el conde de Luna. Lo que por medio de don Juan de Ijar procuró el rey [de Aragón] en beneficio del conde de Luna. Por otra parte, por justificarse más el rey, le envió un caballero de su casa que se decía Galcerán de Requeséns con muy blandas amonestaciones para reducirle a su servicio; pero entendiendo que perseveraba en su propósito, en la vigilia de la fiesta de Navidad del año de 1430 mandando juntar en el castillo de Tortosa los principales de su consejo (y fueron don Dalmao de Mur arzobispo de Tarragona, don Juan Fernández de Heredia, Berenguer de Bardají justicia de Aragón, don Bernaldo de Centellas, don Juan Martínez de Luna señor de Illueca, el baile general de Cataluña y Ramón Dezpapiol el vicecanceller, Jaime Pelegrín regente de la cancellería y el protonotario de Aragón) para tratar del proceso que se debía hacer contra el conde, el día siguiente, que fue en la fiesta del nacimiento de nuestro Señor, siendo avisado el rey de la pertinacia del conde por cartas de don Juan de Ijar, considerando que era cosa nueva y no usada por vasallo de la corona de Aragón, mostrando dolerle mucho que en el conde cayese tal yerro y tan feo, deseando retraerle de aquel propósito, escribió a don Juan de Ijar que holgaría de las vistas que se habían tratado entre el conde y don Juan con fin que si posible fuese le diese a entender que iba del todo desviado de la honra y fama deste mundo; y si se quisiese reducir y volver al más seguro camino se le ofreciese cualquier seguro que demandase. El conde de Luna apercibe algunas de sus fuerzas. Pero ya en este tiempo como los parientes de

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la condesa hacían gran instancia que se procediese contra el conde, comenzó de poner en defensa y bastecer algunos castillos y fortalezas de vituallas y armas, que estaban cerca de las fronteras de Castilla, y continuó más estrechamente las pláticas y tratos que había movido al rey de Castilla y a los de su consejo; y dióse a entender al rey que había ofrecido de vender luego el castillo de Vozmediano que se había ganado por el rey con otros castillos de la frontera del reino de Castilla, y de tener también por el rey de Castilla en el reino de Aragón todo el condado de Luna y la ciudad de Segorbe con los castillos y villas y fuerzas que tenía en el reino de Valencia, y todo lo que tenía en el reino de Aragón que era gran estado y de mucha importancia; y que acogería en ellos la gente de Castilla que entrase a hacer guerra en el reino. Y estaba tan determinado en su rebelión que ofrecía que con ellos la haría por su persona. Prevención que el rey [de Aragón] hizo en los estados del conde de Luna. Con todos estos avisos, el rey mandó dar orden a Francisco Sarzuela su tesorero que estaba en el reino de Valencia (porque la intención del conde de Luna estaba ya del todo descubierta) que se diese orden que los castillos y fortalezas que el conde tenía en aquel reino se tuviesen por él. Con la ocasión que Francisco Sarzuela se apoderó del estado del conde de Luna. Como se publicó entonces en Tortosa que algunos del conde habían alanceado y muerto un ciudadano principal de Zaragoza que se decía Pelegrín de Jassa y a Aznar de Jassa su hermano y fue inculpado en esta muerte Galacián de Tarba y de Sessé hijo de Pedro de Sessé y de Martina Pérez de Tarba (que casó con Aznar de Jassa y era madre de Galacián de Tarba) con esta nueva Francisco Sarzuela se apoderó de todo el estado del conde con las fortalezas. Muertes de Aznar y Pelegrín de Jassa; por quién y lo que resultó de ellas. Esta muerte fue la víspera de navidad a las tres horas después de medio día; y matáronle en el camino de Sant Mateo cerca de Las Alcoleas, a una legua de Zaragoza, que iba a tener la fiesta de navidad en aquel lugar a donde iban él y Aznar de Jassa su hermano y los suyos desarmados; y salieron a ellos tres hombres armados a caballo con sus lanzas y los acometieron y comenzaron a herir a Aznar de Jassa, y hiriéronle de algunas heridas y fue socorrido por la gente que iba con ellos; y después acometieron a Pelegrín de Jassa y le dieron diversas heridas y una estocada de la cual murió luego. Y también murió Aznar de Jassa. Y se averiguó que el matador fue su entenado Galacián de Tarba, el cual luego se pasó a Castilla. Y el rey hizo merced de los lugares de Salas que fueron de su madre, a don Jimeno de Urrea como bienes de Galacián de Tarba, teniéndole por rebelde. Causa de una sospecha que del conde de Luna se tuvo. En el mismo tiempo fueron por orden del conde a Castilla Hernando de Veintemilla hijo de Juan de Veintemilla conde de Girachi: y era el mayor recelo que se tenía dél, aunque no se publicaba tanto la inteligencia que tenía con diversas personas en Sicilia y que procuraba de embarazar el servicio que el rey esperaba de las cortes, fundándose en que el rey movía la guerra muy injustamente contra el seguro que habían dado los estados de sus reinos. Dio causa a esta sospecha porque desde que se partieron de Sigüenza los infantes don Enrique y don Pedro cuando el rey volvió a Aragón toda la gente se le fue despidiendo, que no le quedaron mil y quinientos de caballo cuando había deliberado de dar la batalla al rey de Castilla; y entonces viendo la determinación del rey todos le protestaron que no la diese y no halló quien le quisiese seguir tan declaradamente que no pudo ejecutar su propósito hasta que el rey de Castilla fue partido. Deliberación del rey [de Aragón]. Viendo entonces el rey que la gente se le comenzaba a derramar deliberó de tener ciertos a su sueldo mil y cuatrocientos de caballo y dos mil peones; y con esto entró la segunda vez, cuando se ganaron algunos castillos de la frontera. El rey [de Aragón] se quedaba sin gente de guerra. Y habiendo deliberado de pasar adelante a Soria y entrar por Castilla todos se le fueron despidiendo, de manera que no pudo alargarse más; y cuando tornó a su reino no se halló con setecientos de caballo y con quinientos peones, y éstos

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luego se fueron que no quedó sino con sola la caballería; y cuando tornó a Navarra apenas halló quien le quisiese seguir. Por esta causa hubo de dejar la empresa de Alfaro que estuvo en punto de haberse, y se volvió a su reino. El principado de Cataluña reprueba la entrada que el rey [de Aragón] hizo en Castilla. Fuele después forzado ir a las cortes, porque sin ellas no podía haber dinero para ejecutar ninguna cosa de las que tenía deliberado, ni él lo tenía de su tesoro; y así pasó en esto harto trabajo discurriendo de unas cortes a otras; y aunque dellas se concluyeron las dos, los del principado de Cataluña no solamente no le quisieron socorrer pero intentaron de poner mala voz en su entrada en Castilla, publicando que así el rey como los infantes sus hermanos voluntaria y injustamente habían buscado esta guerra.

CAPÍTULO LVIII Que el rey de Castilla procedió contra el rey de Navarra y contra el infante don Enrique a privación de los estados que tenían en aquel reino; y de las condiciones que el conde de Luna pidió al rey

para reducirse a su obediencia. La gente que se publicó venía sobre Zaragoza. En este tiempo mil hombres de armas que estaban en Alfaro se vinieron a la villa de Agreda, a donde residían en frontera Pedro de Velasco y don Pedro de Guzmán y otros muchos caballeros; y tenían con la gente de armas tres mil de pie, y publicaban que venían sobre Tarazona. Prisión en Zaragoza de Jaime Calvo; y por qué. En esta turbación de cosas y en tan gran rompimiento llegó un vecino de Pozuelo a Ciprés de Paternoy -que era jurado- con una carta de creencia del conde de Luna y de García de Sesé y dijo que le rogaban que diese entrada al conde por una puerta de la ciudad y que demandase lo que quisiese porque lo cumplirían dentro de cuatro días; y cuanto a hacerle merced de vasallos y de oficios daría seguridad por escrito y con homenaje del rey de Castilla y de su condestable y del conde y de García de Sesé; y en su creencia dijo algunas palabras feas contra el derecho de la sucesión del rey don Hernando y del rey su hijo, y prendióse este hombre en la iglesia mayor desta ciudad y era clérigo y llamábase Jaime Calvo. El rey de Castilla cercó el castillo de Alburquerque; es cosa notable. Llegó el rey de Castilla con un muy poderoso ejército a poner cerco contra el castillo de Alburquerque, a donde se recogieron los infantes don Enrique y don Pedro; y acercóse con su pendón real a las puertas de Alburquerque y recibiéronle sin ningún respeto como a enemigo. Esto fue a 2 del mes de enero deste año, y de allí se vino a Medina del Campo y se puso en deliberación si declararía por traidores a los infantes; y con acuerdo de los de su consejo se encomendó la administración del maestrazgo de Santiago al condestable de Castilla, y hizo merced de las villas y lugares que el rey de Navarra y el infante tenían en sus reinos a algunos de los grandes y reservó a Medina del Campo para su corona real y las rentas della para la reina de Aragón su madre. Los estados del rey de Navarra y de su hermano se reparten en Castilla. Después de haber tratado Galcerán de Requeséns con el conde de Luna para asegurarle en el servicio del rey si fuera posible, no teniendo fin de reducirse según después pareció, sino esperando ocasión para declarar su rebelión pidió algunas cosas por vía de concordia; y con aquella resolución volvió al rey Galcerán de Requeséns y envió el conde con él un caballero del reino de Valencia de quien hacía muy gran confianza que se decía Mateo Pujades. Condiciones que pedía el conde de Luna al rey [de Aragón]. Estos caballeros traían cédula escrita de mano del conde, y por ella pidía seguridad para sí y para los suyos que la quisiesen por la mayor firmeza que pudiese ser, declarando que su intención era que no pudiese ser forzado a ir delante del rey sino de su voluntad. Quería que el rey diese orden que los parientes y amigos de la condesa su mujer del principado de Cataluña (sin que se declarase que lo pidía él) le asegurasen; y con esto también pidía que el rey le diese la isla de Ibiza, y si no la pudiese enajenar se le

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encomendase o se le diese Peñíscola; y para esto ofrecía de dar seguridades de castillos o de lo que el rey ordenase. Pidía también que ninguno se entremetiese en el hecho de doña Valentina de Mur su cuñada, considerando que tenía marido y no debía ser por aquel camino infamada; y el matrimonio era que el conde había procurado que casase con don Hernando de Veintemilla hijo mayor del conde de Girachi teniendo en su poder los hijos del conde de Girachi; aunque se entendió después que fue aquello fabricado por el conde de Luna con poderes falsos que se presentaron en nombre de don Hernando de Veintemilla. En lo que tocaba a las tenencias de los castillos del conde de donde se recelaba que podía resultar algún daño en deservicio del rey, decía que sería contento que los alcaides que entonces los tenían hiciesen la seguridad que el rey quisiese, guardando el rey lo que fuese prometido; y no se lo cumpliendo, los alcaides guardasen la fidelidad al conde y fuesen obligados de entregar al rey los castillos cuando quiera que la corte de Cataluña declarase que él faltaba contra su fe; y de otra manera quedasen obligados por el homenaje al conde y faltando el rey quedasen libres. Lo que el rey [de Aragón] otorgaba al conde de Luna. Vino el rey en otorgar todo esto tan cumplidamente como el conde lo pidía, excepto que en lo que tocaba a la isla de Ibiza en su lugar se le diese el castillo y villa de Colibre por todo el mes de enero deste año para habitación suya continua o por el tiempo que quisiese; y que se le hiciesen los homenajes de guardarle fidelidad de la misma suerte que al rey. Cargos que hacía el rey [de Aragón] a García de Sesé. Era el rey contento que los castillos que el conde tenía en Aragón y Valencia quedasen en poder de los mismos alcaides que los tenían entonces con que no fuese García de Sesé si alguno tenía, porque a este caballero se daba gran cargo y mucha culpa de haber sido el principal consejero e inducidor para que el conde tan desatinadamente se perdiese desesperadamente. Pero quería el rey que estos alcaides con voluntad del conde, le hiciesen juramento y homenaje de tenerlos por él y por el conde juntamente así como los tenían por el conde. Alcaides de castillos de Aragón. Tenía Juan de Sesé el castillo de Huesca y otro caballero que se llamaba Bartolomé Roldán el de Chodes y Rodrigo de Mur el de Luna, y Jaime de Medina el de Arándiga, y Manuel de Sesé el de Almonacil de la Cuba, Gonzalo de Sesé el de Segura, Antón de Mur el de Erla, Mateo Pujades el de Sora, don Pedro de Alagón el de El Castellar, Juan Fernández de Felices el de Trasmoz y Diego Alcalá el de Vozmediano. [alcaides de castillos] de Valencia. En el reino de Valencia tenía Luis Pardo el castillo de Segorbe y Francés de Sant Feliu el de Seta, Jaime Carrión el de Travadell, Pedro Calderón el de Benaguacir, Juan de Sant Feliu el de Almonacil que era el que tenía rendido todo aquel valle. [motivos del rey de Aragón.] Venía el rey en esto por no dar lugar que el conde se perdiese, y también considerando cuánto más tenían que perder sus hermanos en Castilla y que habían de correr una misma suerte. Y con esta determinación envió el rey a Tortosa -donde se tenían las cortes del principado de Cataluña- a Galcerán de Requeséns y a Mateo Pujades a 30 del mes de deciembre principio del año de 1430; y más particularmente lo remitió a la creencia de Mateo Pujades de quien el conde hacía mayor confianza. Precio del castillo de Vozmediano. Y ofreció al conde con este caballero que le pagaría por el castillo y lugar de Vozmediano por todo el mes de enero diez mil florines. Pero como el rey se fue asegurando de las fuerzas y castillos del conde y su rebelión se fuese más publicando cada día, ningún medio aprovechó para reducirle y desviarle de su perdición. Con la reina de Nápoles se confederó el conde de Luna. No podía pensar el rey que se moviese el conde tan livianamente como ello fue, sino con orden y gran favor del rey de Castilla que por consejo del condestable tuvo secreta confederación con la reina de Nápoles por el medio del gran

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senescal. Y túvose mucha sospecha que hubiese algún movimiento por esta causa en Sicilia; y como en esta sazón fue el rey avisado que don Hernando y don Juan de Veintemilla hijos del conde de Girachi eran idos al conde de Luna y se decía que fueron detenidos por él y los llevaba engañados para seguir su mal propósito, habiendo ofrecido de darlos en rehenes al rey de Castilla y que era uno de los que se entendían con el rey de Castilla y con el conde para en todas cosas de Sicilia, don Hernando de Veintemilla, y ofrecía que por su medio y del conde su padre se reduciría aquel reino a recibir al conde por su rey, proveyó el rey que fuese a Sicilia Pedro de Ferreras y con él se dio aviso de lo que acá pasaba a los visorreyes para que en caso que allá aportasen o el conde de Luna o los hijos del conde de Girachi. Orden en los castillos de Sicilia. Dióse orden que todos los castillos y fuerzas que estuviesen en Sicilia en poder de caballeros y alcaides del reino de Castilla o de otros sospechosos se pusiesen en guarda y tenencia de personas de confianza, declarándose que esto no se entendía en los castillos que tenía el maestre justicier de aquel reino y otro caballero castellano llamado Gutierre de Nava. Y proveyóse entonces que el marqués de Oristán enviase a Sicilia a Salvador Cubello su hermano con docientos de caballo.

CAPÍTULO LIX

De la embajada que el rey don Juan de Portugal envió al rey para procurar algún sobreseimiento de la guerra que se comenzó con el rey de Castilla.

Embajada de Portugal al rey [de Aragón]. Asistiendo el rey a las cortes que tenía a los catalanes en la ciudad de Tortosa que estaban no sólo embarazadas, pero sin esperanza de tomarse en ellas ninguna buena resolución en lo que tocaba al servicio que el rey pretendía se le hiciese para una guerra con un príncipe tan poderoso que se comenzaba a mover por todas partes, llegó a la corte un caballero embajador del rey don Juan de Portugal llamado Nuño Martínez de Silveira. Este embajador propuso que como el rey su señor tuviese en voluntad y propósito de ponerse entre el rey y sus hermanos y el rey de Castilla por razón de la guerra, tuviese por bien el rey de dar lugar a algún sobreseimiento della, porque entre tanto él se pudiese disponer para entender en ello por su persona o por la vía y plática que pareciese al rey cerca destos hechos. Lo que con parecer del [rey] de Navarra respondió el rey [de Aragón] al de Portugal. Después de haber el rey consultado y deliberado sobre ello con los de su consejo, avisó al rey de Navarra que a él y a los de su consejo parecía que se debía dar lugar a que cesase la guerra por todo el mes de marzo; y encargóle que le escribiese lo que le parecía. Esto fue el segundo día del mes de enero; y dentro de tres días se dio al embajador la respuesta; y fue que al rey y al rey de Navarra su hermano placía de dar y otorgar tregua al rey de Castilla y a sus tierras y vasallos, otorgándola el rey de Castilla a ellos y a sus reinos y dando bastante seguridad de no permitir que se hiciese alguna novedad en lo que tocaba a las personas y bienes de la reina su madre ni de los infantes sus hermanos ni de los que estaban con ellos ni a sus tierras y vasallos, y que durase la tregua hasta por todo el mes de marzo deste año. Del modo que no quiere el rey [de Aragón] que sus hermanos firmen treguas y por qué. Y no quiso el rey dar lugar que se firmase la tregua por los infantes como principales, porque no se declarasen por enemigos del rey de Castilla; pues en lo que tocaba a sus honras y estados el rey había de tener con ellos la cuenta que consigo mismo. Pensaba el rey de apercebirlos siempre y animarlos para que se gobernasen con tan buen esfuerzo como hasta entonces lo habían hecho, porque él por su parte se disponía de manera que esperaba salir en aquella empresa con gran honra y en beneficio general de todos ellos, lo que fue muy diferente de como él lo imaginaba. Fuese más confirmando cada día de la confederación entre el rey y sus hermanos con el infante don Duarte y con los infantes de Portugal; pero aquello dio muy poco socorro a las cosas del rey, aunque era tan cierta la enemistad de aquellos príncipes con la casa de Castilla que no podía ser mayor, y el odio y aborrecimiento de las naciones sin ningún medio y muy terrible.

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El rey [de Aragón] estorba la batalla entre sus hermanos y el condestable. Teniendo el rey aviso de la batalla que estaba aplazada entre los infantes sus hermanos y el condestable de Castilla y el conde de Benavente, no quiso dar lugar que se pusiese en ejecución, teniéndolo por cosa vana, antes les envió a mandar que en todas maneras la desviasen porque por ningún camino no podrían salir bien de aquella recuesta siendo quien ellos eran, pues ninguna honra ni reputación les sería aventurar sus personas tan ligeramente estando en aquella provincia tan encendida la guerra. Mayormente que en lo que tocaba al rey de Portugal y a los infantes sus hijos, según los avisos que el rey tenía y lo que se pudo entender de las pláticas de su embajador, se descubría bien que no se declararían de parte del rey de Aragón hasta que le viesen con gran poder. Prevención prudente del rey [de Aragón]. Y por esta causa se hacían grandes aparatos de guerra para entrar por estas fronteras; y entre tanto por justificar más el rey su causa vino en la tregua que pidió con grande instancia el embajador del rey de Portugal.

CAPÍTULO LX

De la rebelión de don Fadrique de Aragón conde de Luna, y de su ida al reino de Castilla. El conde de Luna escogió la peor solución; la sospecha que dio y lo que el rey [de Aragón] mandó y previno. Viendo el conde de Luna que el rey ningún partido rehusaba en lo que se le pidía de su parte y que vernía en todo lo que fuese justo y honesto, como él estaba ya determinado en su propósito de rebelarse y pasarse al rey de Castilla a quien se había del todo ofrecido y que le convenía descubrirse a una o a otra parte, escogió lo peor y más peligroso para su honra y estado. Y determinó de entregar al rey de Castilla el castillo de Vozmediano. Túvose grande temor que haría lo mismo del castillo de Luna y del lugar y que los pondría en poder de gente del rey de Castilla. Y el rey mandó requerir a Rodrigo de Mur, que tenía a su cargo el castillo de Luna, so pena de la fidelidad y naturaleza, que los tuviese en su nombre y no recogiese en ellos al conde sino a los que él mandase. Y así se proveyó en todos los otros castillos y fuerzas de los reinos de Aragón y Valencia. Junta que hizo el rey en Tortosa. Para más asegurarse dellos mandó el rey en Tortosa a 14 del mes de enero juntar algunos perlados y caballeros y otros de su consejo que fueron estos: el arzobispo de Tarragona, los obispos de Lérida, Girona y Tortosa, los condes de Módica y Cardona, el prior de Sant Juan de Cataluña, don Guillén Ramón de Moncada, los vizcondes de Illa y de Perellós, don Juan Fernández de Ijar, don Gilbert de Centellas, don Berenguer de Bardají justicia de Aragón, don Bernaldo de Centellas, Juan Fernández de Heredia, Hugo de Mur, Jaime March, Jaime Tagamanent, Juan de Funes vicecanceller, Ramón de Perellós, Juan Aimeric, micer Jaime Pelegrín baile general de Cataluña, micer Ramón Dezpapiol, Beltrán de Villafranca y los síndicos de Barcelona y Nicolás Gralla y Lorenzo Cedón. Lo que se ordenó en esta congregación fue que se alzase a los alcaides el homenaje que habían hecho al conde de Luna y se les mandase que tuviesen los castillos por la corte. Aviso que Zaragoza dio al rey [de Aragón]. Púsose en esto muy gran recaudo y diligencia, porque después de haber vuelto al conde Mateo Pujades se dio aviso al rey, de Zaragoza por los jurados, del trato que había movido Jaime Calvo del lugar de Pozuelo a Ciprés de Paternoy, en que se descubrió que el conde le rogaba que le diese entrada por una puerta de la ciudad. [ayudas castellanas al conde de Luna.] Cualquier rumor destos ponía mucho temor y espanto teniendo la guerra tan vecina, aunque no tuviese fundamento, mayormente que supo el rey en esta sazón que el conde había recibido de Castilla quince mil doblas y que Mendoza señor de Almazán se venía a juntar con él y otros capitanes. Y el condestable les mandó después que no viniesen, afirmando que él quería tornar aquello a su cargo. Requerimiento que se hizo a don Pedro de Alagón. Entonces fue requeridor don Pedro de Alagón

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que tenía por el conde de Luna el castillo de El Castellar, que atendido que el conde intentaba de hacer algunos tratos y ligas con sus enemigos y darles entrada en el reino para hacer guerra en él y entregarles sus castillos y fortalezas, y se había ordenado por lo que convenía a la defensa del reino que fuesen embargados y se tomasen a manos del rey, y se tuviesen por la corte, que no acogiese en aquel castillo a ninguno; y a don Pedro y a todos los alcaides se alzaron los homenajes. Los alcaides del conde [de Luna] obedecieron al rey [de Aragón], sino al de Trasmoz. Esto fue a 20 del mes de enero estando el rey en Tortosa; y por este camino el rey procuraba asegurarse de todos los castillos y fuerzas del conde, porque ninguno de los alcaides que los tenían lo rehusó, sino los que estaban en el castillo de Trasmoz cuyo alcaide era Juan Fernández de Felices. Del castillo de Malón se apoderó el conde de Luna y dejando allí presa a su mujer pasó a Castilla. Antes que esto se acabase de asegurar tuvo el conde trato de apoderarse del castillo de Alagón a hurto, que era muy importante fuerza en las fronteras de Castilla y Navarra dentro de los límites de Aragón y muy dispuesto para recoger por él gente de Castilla y pasarla al condado de Luna; y comenzó de hacer guerra abierta al rey por aquellas fronteras de aquel castillo y de los castillos de Vozmediano y Trasmoz. Perfección y santa vida de doña Valentina de Mur. Estando ya por la obra tan declarada su rebelión, dejando a la condesa su mujer presa en el castillo de Malón y con buena guarda se pasó a Castilla; y llevó consigo a doña Valentina de Mur su cuñada que fue mujer de singular hermosura y casó después con don Carlos de Guevara señor de Escalante. Y habiendo muerto su marido desastradamente de una caída de un caballo, después de ser casada un año con él, se puso en religión en el monesterio de Santa Clara de Tordesillas a donde fue mucho tiempo abadesa y hizo muy santa vida. Los castillos de Almonacir de la Cuba y otros que eran del conde [de Luna] tomó el rey [de Aragón] a su hermano. Con esta nueva, dejando el rey los negocios de las cortes de Cataluña en algún apuntamiento, vínose a Aragón apresuradamente para apoderarse de los castillos y fuerzas del conde; y no venía con cincuenta de mula porque no halló forma de haber un hombre de armas sino docientos rocines. Estando el rey en Letux vino a él Manuel de Sesé que tenía por el conde el castillo de Almonacir de la Cuba y entrególo a 5 del mes de febrero; y el rey le absolvió del homenaje que había hecho al conde, y encomendóle que tuviese a su cargo la guarda dél. De allí se pasó el rey a la villa de Huesa y Juan de Sesé, que tenía el castillo, hizo lo mismo y también quedó en él por alcaide; y lo mismo hizo Gonzalo de Sesé por el castillo de Segura; y dentro de quince días los tuvo todos a su mano así los de Aragón como la ciudad de Segorbe y los castillos del reino de Valencia con el castillo de Malón que se había entrado por el conde. Libertad de la condesa de Luna. Y libró a la condesa de la prisión en que estaba y fue puesta en su libertad. Y el arzobispo de Tarragona su tío la envió a Cataluña al lugar de Constantín que está cerca de Tarragona. Sólo el castillo de Trasmoz quedó en Aragón en poder del conde y el de Vozmediano que fue también del conde don Lope de Luna. Y fue a Medina del Campo donde estaba el rey de Castilla y allí se le hizo grande recibimiento y fue aposentado en palacio; y le señaló el rey para su estado vasallos y rentas; y a García de Sesé y a los que iban con el conde se les hizo mucha merced. La reina doña Leonor fue puesta en el monasterio de Santa Clara de Tordesillas. Mandó entregar la reina doña Leonor madre del rey de Aragón todos los castillos que tenía al condestable don Alvaro de Luna; y ella fue puesta en el monesterio de Santa Clara de Tordesillas. Nótese esto que es digno de ponderación: dos Fadriques muertos por los reyes sus hermanos. Fue cosa de considerar que en un mismo tiempo y por una misma causa dos tan grandes señores como fueron don Fadrique conde de Luna y don Fadrique duque de Arjona, ambos de la casa real y de un mismo nombre, se rebelasen y padeciesen en sus personas y estados tanta adversidad, confederándose el uno siendo de la casa real de Castilla con el rey de Aragón y el que era de la

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sangre real de Aragón con el de Castilla y que los dos muriesen en prisiones; y que a otros tres de su mismo nombre y también de la casa real siguiese tan desastrada y peor suerte en los tiempos pasados, que fueron don Fadrique duque de Benavente que murió en prisiones y los dos don Fadriques hermanos de los reyes don Alonso el X y don Pedro de Castilla que fueron muertos por sus hermanos de mala muerte.. Cuatro señores tuvo la villa de Arjona, todos desdichados. Entre las otras mercedes que se hicieron al conde de Luna se le dio la villa de Arjona, y acaesció también a ser tal suerte y ventura de los señores que la tuvieron que cuatro se perdieron uno en pos de otro y acabaron miserablemente, que fueron el condestable don Ruy López de Avalos, el duque de Arjona y el conde de Luna y el postrero y el más señalado de todos en su próspera y adversa fortuna, el condestable don Alvaro de Luna que fue la causa de la perdición de los tres.

CAPÍTULO LXI

De la recuesta que se envió por el rey de Castilla al rey; y que los embajadores que vinieron con ella enviaron a notificar a las cortes de Cataluña lo que se contenía en su embajada.

Por lo que envió el rey [de Aragón] a Galcerán de Requesens a las cortes de Tortosa. En el principio del mes de marzo deste año, estando el rey en Cariñena, tuvo aviso de Tortosa que por algunos que traían a su mano la negociación de las cortes con color de tratar del bien público, proponían y procuraban que en concordia de los estados de la corte se demandasen al rey algunas cosas que tocaban a la persona y estado del conde de Luna, y otras que necesariamente se les habían de negar o venir a rompimiento de la corte o a otra gran disensión y diferencia o a mucha dilación. Por esta causa envió a Tortosa un caballero de aquel principado de quien hacía mucha confianza, que era Galcerán de Requesens, para que informasen de su voluntad e intención al arzobispo de Tarragona y a Francés de Aranda y a Francés Sarzuela su tesorero, que el rey había nombrado para que en su nombre asistiesen con los de su consejo a las deliberaciones y tratados de las cortes; y el rey los advertía que había entendido que los estados de aquel principado entre las cosas que habían de pidir por el beneficio de la tierra mezclaban algunas que eran muy perjudiciales al señorío y preeminencia real. En lo que procuraba el rey [de Aragón] que las cortes interpusiesen silencio. Deseaba el rey que por sabios y honestos medios encaminasen con los que deseaban su servicio y el beneficio universal que por vía de concordia de los estados no se le pidiesen tales cosas como aquéllas, porque poco servicio le procuraba el que movía cosas tan fuera de razón para que se pidiesen en conformidad de la corte, que era ponerle en contienda y conflicto con toda ella. Esto entendía el rey que sería así si pidían cosas que redundaban en diminución del poder y señorío que tenía en aquel principado, el cual estaba demasiadamente apremiado y reducido a ciertos límites, y puesto que en el tiempo pasado en las cortes que se celebraban se intentaba por algunos que por vía de conformidad de cortes se pidiesen semejantes cosas, pero en ningún tiempo se pudo aquello alcanzar, porque muchos perlados, barones y caballeros y aun ciudadanos lo contradecían, considerando que manifiestamente era diminuir la señoría y destruir por aquel camino el principado, decía el rey que se maravillaba que aquellos que debían tener buena intención a su servicio y al bien del principado diesen ahora lugar que se hiciesen tan injustas demandas en concordia de corte. Deliberación de la corte en Tortosa. Había deliberado la corte, entre otras cosas, de enviar en nombre del principado sus embajadores al rey de Castilla como lo pudieran hacer después de la muerte del rey don Martín cuando se puso en justicia lo que tocaba a la sucesión del reino; y teniendo el rey respeto a muchas otras cosas que no las podían saber sus súbditos y a lo que postreramente se envió a notificar por el rey de Castilla pareció que esta embajada del principado sería de ninguna consideración y que no se debía dar lugar a semejante plática; y encargaba el rey

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a los de su consejo que se revocase tan impertinente deliberación como aquella. Embajadores del [rey] de Castilla al rey [de Aragón]. No pasaron muchos días después desto que fueron enviados por el rey de Castilla al rey sus embajadores, que fueron don Sancho de Rojas -hijo del mariscal Diego Hernández de Córdoba señor de Baena- que era obispo de Astorga y don Pero López de Ayala y el doctor Fernán González de Avila. Y estando el rey en la villa de Ijar que venía para tomar a su mano los castillos y fuerzas que se tenían por el conde de Luna llegaron a este lugar y allí explicaron su embajada. Embajada del rey de Castilla. Encarecían cuanto les fue posible que el rey no quiso firmar ni jurar las confederaciones y amistades que se habían jurado y firmado entre el rey de Castilla y el rey de Navarra en su nombre proprio y como procurador suyo, no embargante que el rey de Castilla se lo envió a rogar con el doctor Diego González de Toledo que llamaban el doctor Franco. Y con esto decían que muchos días había que el rey intentó su entrada en los reinos de Castilla, tratando con muchos de los naturales de aquellos reinos y prometiéndoles muchas mercedes de lo del rey de Castilla, así de villas y lugares como de oficios por inducirlos y traerlos a su opinión. Sentimiento del rey de Castilla y lo que por su parte fue requerido al rey [de Aragón]. También refirieron la oferta que por el obispo de Palencia y por Mendoza señor de Almazán embajadores del rey de Castilla se hizo al rey, sintiéndose que fue denegada por el rey expresamente y que por esto no curaban de platicar más sobre ello, pues aquello porque habían sido enviados les fue rechazado. Requirieron por parte del rey de Castilla con Dios, que se quisiese poner el rey en razón en lo que tocaba al favor y ayuda que daba y quería dar a los súbditos y naturales del rey de Castilla contra su rey y señor natural, aunque fuesen sus hermanos, pues el rey de Castilla aunque era natural del reino de Aragón por ser nieto del rey don Pedro, no se entremetía en los hechos entre el rey y sus súbditos, aunque tuviesen deudo con ello. Y esto se decía por el conde de Luna, contra el cual se comenzaba a proceder por su rebelión. Los embajadores de Castilla enviaron un rey de armas a las cortes de Tortosa a donde la reina de Aragón asistía. Después que el rey oyó los embajadores, continuó su camino por lo que había venido a Aragón, por importar tanto a su estado asegurarse de los castillos y fuerzas del conde de Luna; y no se contentando los embajadores con haber referido su embajada al rey, enviaron con un rey de armas a los que estaban congregados en cortes en Tortosa las instrucciones que traían de su embajada. Y el rey mandó que fuesen libremente, y lo que se hubiese de responder lo comunicase la reina que tenía las cortes con los de su consejo y con los de las cortes, y se diese orden que algunas personas de cada estado se juntasen en su consejo. Vistas en Cariñena de los embajadores del rey de Castilla con el [rey] de Navarra. Fue en esta sazón el rey de Navarra a Ijar; y en Cariñena los embajadores le dijeron lo que se les había cometido, porque traían comisión de responder a lo que el rey de Navarra envió a decir al rey de Castilla estando en sus palacios de Miraflores con Pierres de Peralta y con el prior de Roncesvalles y con un letrado que se decía Juan de Liédana. Lo primero era referir el amor y gran respeto que el rey de Castilla había tenido al rey de Navarra y al infante don Enrique y las mercedes que a ellos y a sus mujeres y criados se habían hecho; y tras esto luego señalaron aunque con palabras generales que fue causa el rey de Navarra que cesase la guerra que se había comenzado contra el rey de Granada y lo que tocaba al haberse partido de la corte del rey de Castilla el conde de Castro para entregar el castillo de Peñafiel al infante don Pedro. Finalmente requirieron al rey de Navarra que quisiese reconocer aquello que debía y lo que juró y sobre que hizo pleito homenaje muchas veces, porque haciéndolo así y dando dello seguridad mandaría el rey de Castilla cesar la guerra contra él y contra su reino. La respuesta y satisfacción que dio el rey de Navarra a los embajadores del [rey] de Castilla. Satisfizo luego el rey de Navarra a todas estas cosas; pero dijo que, para más cumplimiento y satisfacción, enviaría sus embajadores lo más presto que pudiese y se entendería no ser suya la culpa ni a su cargo la guerra que el rey de Castilla tan sin deliberarlo había movido, ni los males y daños que se habían seguido en reinos tan comarcanos ni los que se esperaban seguir no sin gran

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cargo de los que estaban cerca del rey de Castilla que habían dado principio y ocasión con muy errado consejo a la publicación de la guerra. Declaróse más echando toda la culpa al adelantado Pero Manrique, señaladamente en lo que se deliberó de la persona del condestable en peligro de su persona, y que aquel adelantado le dijo tantas cosas y tan deshonestas en su disfavor, por lo cual hubo de ser en lo que se ordenó contra él en lo de su salida de la corte; y que a grado del adelantado por más que destierro pasara la persona del condestable, pero porque vio que no era verdad lo que el adelantado le dijera ni dicho con buena intención luego procuró la vuelta del condestable al rey su primo cuanto en él fuera. Esto decía el rey de Navarra por lo que se ha dicho que el adelantado había referido que el condestable intentaba por medio de doña Mencía Tellez. Respuesta del rey [de Aragón] a los embajadores del [rey] de Castilla. Por el rey de Aragón se respondió a los embajadores del rey de Castilla que muy en breve enviaría los suyos, pero antes procuraba por todos los medios posibles que se tomase asiento por los de las cortes del principado de Cataluña cómo él fuese servido para proseguir la guerra.

CAPÍTULO LXII De la instancia que se hizo por el embajador del rey de Portugal que se alargase la tregua y que el

rey deliberaba fenecerla por batalla. Las fuerzas del conde de Luna que el rey [de Aragón] tomó a su mano. Después que el rey tomó a su mano los castillos y fortalezas del conde de Luna, que fueron muchas y de grande importancia -aunque no tantas como Lorenzo de Vala lo encarece, que afirma que eran trecientas- el embajador de Portugal, que no dejaba al rey un momento, hacía muy grande instancia que se asentase una larga tregua, porque el rey de Portugal se pusiese por medianero en las diferencias destos príncipes. Lo que el rey [de Aragón] con acuerdo del [rey] de Navarra respondió en Cariñena al embajador del [rey] de Portugal. Y porque del tiempo que se había señalado era pasada buena parte, procuraba que el rey tuviese por bien prorrogarle. Comunicándose esto con el rey de Navarra, estando el rey en Cariñena a 19 de febrero deste año, se respondió en nombre de los dos que les placía que la tregua se extendiese hasta 15 del mes de mayo con que entrasen en ella los oficiales y servidores de cada uno de los reyes e infantes, si durando este término se quisiesen incluir en ella y con condición que el rey de Castilla la firmase dentro de veinte y cuatro días. Impedimento de la tregua fue una cédula del rey de Castilla. Perseverando el embajador en que la tregua se asentase, sucedió que se puso de por medio otro impedimento y fue, que a 8 del mes de marzo mostró el embajador al rey una cédula que había recibido por parte del rey de Castilla en que se declaraba que placía al rey de Castilla de otorgar las treguas y seguridades por un año, con tal orden: que entrase en ellas el conde de Luna y le fuese restituido lo que le era tomado y embargado después que era partido de Aragón, pues él no hizo porque lo debiese perder. Ca por el partir por miedo de su persona y no habiendo fecho otro deservicio nin mal en el reino de Aragón no estaba en razón que le fuese tomada cosa ninguna de lo suyo. Demás desto se declaraba en aquella cédula que en estas treguas no entrasen los oficiales de los reyes e infantes que eran súbditos naturales y vasallos del rey de Castilla y estaban en su obediencia. El rey de Castilla reparte los estados que allí tienen el [rey] de Navarra y sus hermanos. Pero entretanto que el embajador del rey de Portugal trataba de alargar la tregua, se hizo por el rey de Castilla repartimiento de las villas y lugares y castillos que el rey de Navarra y los infantes sus hermanos tenían en Castílla. Entendiendo esto el rey y visto lo que allá se obraba en el patrimonio de sus hermanos y lo que acá se pidía en el del conde de Luna siendo notoriamente rebelde suyo, entendiendo que estaba muy lejos la esperanza del sobreseimiento de guerra procuraba que se tomase alguna buena resolución en las cortes que tenía a los catalanes en Tortosa, porque la

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dilación era tan dañosa que quitaba mucha parte de la reputación. A ramón de perellós envió el rey [de aragón] a tortosa y a qué. insistían con los estados el arzobispo de tarragona y francés de aranda y francés sarzuela, que eran los principales en el consejo por quien encaminaba estos negocios y los de mayor importancia. y sobre ello envió de cariñena a tortosa a ramón de perellós. con este caballero, que era de los muy principales en el consejo del rey, daba aviso a los estados de la corte que llegando a la villa de ijar halló allí a los embajadores del rey de castilla; y que después de haberlos oído continuó su camino por haber a sus manos los castillos del conde de luna, y que sólo el de trasmoz no se le había rendido, en cuya defensa estaban un caballero del reino de valencia que era jaime escribá y otro de castilla que se decía juan de céspedes. No pudo combatirse el castillo de Trasmoz ni cercarse. Y que por los grandes fríos que hacía en aquella sierra no se pudo cercar ni combatir. El conde de Luna perdía ya de su opinión. Que acabado aquello respondió a los embajadores que muy en breve entendía enviar los suyos y daba cuenta de todo lo que había sucedido hasta la repartición de los estados del rey de Navarra y de los infantes sus hermanos, y que era informado que don Fadrique que fue conde de Luna, queriendo llevar adelante su propósito y por animar e inducir al rey de Castilla y a los de su consejo, divulgó algunas cosas en infamia de los súbditos y naturales de la corona de Aragón queriendo mostrar alguna semejanza y apariencia dellas por la confianza que tuvo que sus castillos y fortalezas se defenderían por los suyos y se rebelarían, pero cuando supieron que estaban en la obediencia del rey concibieron de su persona no tan buena opinión en lo que a su caso convenía y comenzaron a dudar en darle crédito a todo lo que les había ofrecido, pero no tanto como su liviandad lo merecía, porque no cesaron de juntar a toda furia hasta dos mil de caballo; y ponían mucha diligencia en que entrasen por estas fronteras debajo de la capitanía del condestable y que viniese en su compañía don Fadrique. Apercibimiento del reino de Aragón y el sueldo que se repartió. Por resistir a esta gente repartió el rey algunas compañías de hombres de armas por las fronteras en buen número, porque las de los enemigos después del acometimiento del conde se habían puesto en mayor defensa. También se dio orden que el sueldo de mil y quinientos de caballo que pagaba el reino de Aragón se repartiese, y que se apercibiese toda la gente del reino para que estuviese a punto para el principio de mayo para hacer la muestra y salir de allí adelante en campo. El rey [de Aragón] delibera pasar a Valencia para prevenir las cosas de la guerra. Proveído esto, deliberó el rey pasar a Valencia para tener también a punto la gente de aquel reino y mil de caballo que se le otorgaban por servicio en cortes y para proveer aquellas fronteras y dar orden en la ofensa de los enemigos, señaladamente porque en todo el tiempo desta guerra no había visitado aquel reino que casi todo él está en frontera. Con todo lo que el rey se disponía para poner en orden las cosas de la guerra como entendía que por el gran poder de su adversario no podía sustentar la guerra sino con mucho detrimento de sus reinos, deliberó de arriscar el hecho por trance de batalla, mayormente habiéndole sucedido tan mal la esperanza que tuvo en las novedades de Castilla y en los grandes de aquel reino. El rey [de Aragón] pide en las cortes de Tortosa que le ayuden para esta jornada. Y con este fin encargaba a los de las cortes que tomasen alguna buena determinación y le viniesen a servir en esta jornada, imitando a sus predecesores que nunca acostumbraban faltar a sus príncipes en tales afrentas con firme esperanza de participar en la victoria. Nótese esta novedad. Vióse el rey en esta sazón en tanto estrecho por falta de gente y dinero y estaba tan puesto en proseguir la guerra en esta empresa, que dio comisión a Ramón de Perellós que si no se pudiese acabar con los catalanes que le sirviesen y siguiesen en esta guerra en una tal ocasión como ésta, moviese partido a los tres estados del principado de Cataluña de ofrecerles algunas exenciones y libertades por vía de empeño, cosa que no he leído jamás que se hiciese por

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los reyes sus predecesores en mayores peligros.

CAPÍTULO LXIII De la oferta que hicieron los reyes de Aragón y Navarra de dejar las diferencias que tenían con el

rey de Castilla en la determinación del rey de Portugal. Los reyes de Aragón y Navarra dejan en poder del [rey] de Portugal las diferencias que tienen con el rey de Castilla. Teniendo el rey aviso que había dificultad en el reino de Valencia de recoger el dinero con que le servían para pagar los mil de a caballo para esta guerra fue necesario partir de Cariñena para allá. En todo este tiempo nunca cesó Nuño Martínez de Silveira de procurar que el rey y sus hermanos dejasen todas sus diferencias a la determinación del rey de Portugal. Tuvo sobre esto el rey su consejo con muy notables y señaladas personas y en él se deliberó el 1.º de abril de dar al embajador esta respuesta: que a los reyes de Aragón y Navarra placía que el rey don Juan de Portugal fuese informado de las cosas que se propusieron por los embajadores del rey de Castilla y de sus respuestas y de las que sus embajadores habían propuesto al rey de Castilla, no embargante que entendían enviar brevemente a Castilla sus embajadores para proponer algunas cosas y responder a lo que el obispo de Astorga, Pero López de Ayala y el doctor Fernán González de Avila habían referido. Por todo lo dicho se declaraba que el rey ni el rey de Navarra no tenían cargo alguno de la guerra que había entre ellos; pero por dar la cuenta y razón que debían de sí a las gentes, confiando de la bondad y proeza del rey de Portugal, se ofrecían de poner toda aquella diferencia a su juicio y determinación, con las firmezas y seguridades que en semejantes autos se suelen hacer. Condiciones del compromiso y confederación del rey con el [rey] de Granada. Socorro a la infanta doña Catalina. También ofrecían que los infantes sus hermanos harían lo mismo. Esto era con condición que la firma del compromiso se hiciese por todo el mes de mayo deste año y se diese la sentencia dentro de un año. Y con esta respuesta se despidió aquel caballero. No dejaba el rey de tener firmada su confederación y amistad con Mahomad Abenazar rey de Granada que se llamaba el Izquierdo. El cual por este tiempo envió gran socorro de vituallas y armas a la infante doña Catalina que estaba en mucho estrecho en el castillo de Segura y se le hacía continua guerra por la gente del rey de Castilla.

CAPÍTULO LXIV De la concordia que el rey asentó con el papa Martín; y de las embajadas que se enviaron al rey de

Inglaterra y a los duques de Borgoña y Milán. El rey [de Aragón] se redujo en la gracia del papa Martín [V] y lo que entre los dos se asentó. Con la venida del cardenal de Fox legado apostólico a estos reinos, el rey se redujo en la gracia y benivolencia del papa Martín y se asentó entre ellos nueva concordia, y por ella el papa había de publicar una bula de la revocación de los procesos que se habían comenzado contra el rey; y esto se había de hacer en público consistorio y el papa lo había de notificar por sus letras a los reyes y príncipes de la cristiandad. Esto se procuraba por este tiempo en la corte romana por medio de fray Antonio de Fano confesor del rey, y fue también enviado sobre ello Nicolás Aymerich preboste de Ibiza. Don Gonzalo de Ijar varón eminente. Y como en este tiempo era muerto don Alonso de Argüello arzobispo de Zaragoza de la manera que se ha referido y don Francisco Clemente obispo de Barcelona patriarca de Jerusalén, que fue proveído en su lugar desta iglesia por el papa Martín, había fallecido antes que tomase la posesión, procuraba el rey que fuese presentado a esta iglesia don Gonzalo de Ijar, que era persona de gran linaje y muy aprobado y estimado en el reino de

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Aragón, considerando que convenía que una iglesia tan principal se gobernase por persona de gran cualidad y de valor para defender y regir muchas villas y castillos así en tiempo de guerra como en la paz. Por el papa Eugenio [IV] fue pasado de Tarragona don Dalmao de Mur a ser arzobispo de Zaragoza. Pero fue proveído en el año siguiente en el mes de abril por el papa Eugenio don Dalmao de Mur arzobispo de Tarragona, muy señalado perlado y de gran linaje y muy cercano pariente de los condes de Pallás y de otros principales barones de Cataluña. Y don Gonzalo de Ijar se presentó para la iglesia de Tarragona. Fundamento de la confederación que se trató entre los reyes de Aragón y Navarra y el de Inglaterra. Por el mismo tiempo Enrico rey de Inglaterra iba adquiriendo y conquistando en el reino de Francia diversas ciudades y castillos, y aquel reino llegó a padecer tanta calamidad y miseria por esta guerra que estuvo muy cerca de sujetarse todo y pasar aquel príncipe el trono principal de su reino a la ciudad de París. Y por el mes de abril, estando el rey en Valencia, le envió por sus embajadores a Jaime Pelegrín su vicecanceller y un caballero que era su mayordomo llamado Luis de Falces; y fueron para tratar de estrecha confederación suya y del rey de Navarra con el rey de Inglaterra. Era esto con mucho fundamento: porque el rey Enrique el V deste nombre padre del rey de Inglaterra, estando el rey en Nápoles, había procurado por medio del mismo Luis de Falces de asentar nueva confederación y liga por la gran alianza y amistad que tenían entre sí los reyes de Francia y Castilla, y el rey había mostrado gran deseo de confederarse con la casa de Inglaterra; y llevaban principal cargo de estorbar que no se concluyese ninguna confederación y alianza entre aquel príncipe y el rey de Castilla por medio de los embajadores que el rey de Castilla tenía en esta sazón con el rey de Inglaterra y de un caballero de la provincia de Guipúzcoa que era vasallo del rey de Inglaterra y estaba heredado en aquel reino que se decía mosén Juan de Amezqueta. El rey [de Aragón] procura confederarse con el duque de Borgoña. Casamiento de Filipo duque de Borgoña con doña Isabel hija del rey de Portugal. Procuraba también el rey confederarse con Filippo duque de Borgoña, así por el valor grande de aquel príncipe como por el nuevo deudo y parentesco que había tomado con el rey de Portugal, casando con la infante doña Isabel su hija, cuyas bodas se celebraron en Brujas a 10 del mes de enero pasado con la mayor grandeza de triunfo y fiesta que se usó jamás por los príncipes de aquella casa. Institución de la orden del Toisón de oro. Y el mismo día instituyó la orden de la caballería del thusón de oro y nombró veinte y cuatro caballeros della. [tratos de Luis de Falces.] Y fue Luis de Falces por esta causa a la corte del duque, el cual en este tiempo estaba muy confederado con el rey de Inglaterra. Trato del rey de Castilla con genoveses. Juntamente con esto dio el rey comisión a Francés Axalo que tenía a su cargo los castillos de Porto Veneris y Lerici, que fuese al duque de Milán para darle particular cuenta del estado en que tenía la guerra con el rey de Castilla. Y esto se hacía principalmente porque el rey tuvo aviso que el rey de Castilla y los de su consejo trataban con genoveses que se hiciese una gran armada de naos y galeras para emplearla contra los estados del rey; y había prometido el rey de Castilla con juramento que si los genoveses querían hacer la armada contra el rey, él con todo su poder los ayudaría y favorecería para que el común de Génova volviese en su antigua libertad y se quitase el estado al duque de Milán y se rebelasen contra sus gobernadores y capitanes y los llevasen a cuchillo. Lo que el rey [de Aragón] envió a decir al duque de Milán. Esto se entendía que se firmó con homenaje por el rey de Castilla con grandes seguridades, y se habían dado por él muchas sumas de dineros a algunos genoveses; y requería el rey de Aragón al duque por la estrecha amistad y confederación que entre ellos había que no diese lugar que se hiciese armada de naos ni galeras

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en Génova, pues estando sus rebeldes poderosos por la mar con el socorro y favor del rey de Castilla muy fácilmente se haría mudanza en lo de aquel estado.

CAPÍTULO LXV

De la venida del rey al reino de Aragón con propósito de entrar con su ejército en Castilla. Guerra que los infantes hacían por sus fronteras de Alburquerque y la que el rey [de Aragón] publicaba. En este tiempo hacían los infantes don Enrique y don Pedro por sus fronteras del condado de Alburquerque mucha guerra en toda aquella comarca, y poníanse en ella con tanto ánimo y esfuerzo que obligaban al rey que por su parte hiciese todo el daño que pudiese para divertir las fuerzas del enemigo. Publicaba el rey por esta causa que, dejada toda esperanza y partido de tregua, saldría del reino de Valencia para venirse a Aragón por estar el rey de Castilla en la comarca de Burgos; y que iría derecho camino do quier que el rey de Castilla estuviese. Y salió al Puch a donde estaba a 25 del mes de abril. Embajada del rey [de Aragón] al de Granada. Antes de salir de Valencia envió en una galera a Juan Martorel al rey Izquierdo y un moro que se llamaba Ali Chupio, para que no cesase de socorrer a la infante doña Catalina que estaba en el castillo de Segura; y pensaba hallar en Aragón juntas sus gentes y muy a punto para hacer su entrada en Castilla. Y una de las cosas en que hacía muy gran fuerza era que los infantes sus hermanos procurasen de atraer a su opinión en cuanto pudiese a don Juan de Sotomayor maestre de Alcántara y que se declarase en seguir a los infantes cuando fuesen certificados de su entrada en Castilla. El rey [de Aragón] encomienda las cortes de Cataluña a la reina y a los de su consejo; y se parte para Aragón. Dejó el rey pagado el sueldo a la gente de armas que tenía en el reino de Valencia; y del Puch se vino a San Mateo por entender si se hallaba forma para acabar las cortes de Cataluña que tanto tiempo había pasado que se continuaban en Tortosa; pero visto que los negocios estaban en tanta confusión y conflicto que no se descubría camino para poder tomar resolución cual convenía a su servicio, deliberó dejar todo el cargo dellas a la reina y a los de su consejo y tomó su camino para Aragón y vínose a Cariñena. El infante don Enrique pide al rey [de Aragón] socorro para la infanta doña Catalina. Hacía el infante don Enrique grande instancia para que el rey socorriese a la infante doña Catalina que estaba en muy gran estrecho en Segura; y el rey no le pudo enviar socorro porque toda la gente de Castilla cargaba la vía de Burgos, y si él hubiera de acudir a lo de aquella frontera que estaba tan apartada, hubiérase de diferir lo de su entrada en Castilla; y quiso proveer a lo principal, pues de allí suelen salir los remedios a todas las otras partes; y era muy notorio el peligro de repartir en tal ocasión la gente de guerra en muchas partes, pues en tan breves días se esperaba ver el fin postrimero desta guerra. Los infantes piden socorro al rey [de Aragón]; y la fuerza que en esto hubo. Estaban los infantes en Alburquerque a 15 del mes de abril y tenían las cosas en mucho peligro por la dilación que el rey ponía en su entrada; y dieron aviso al rey que si por todo el mes de mayo no entraba en Castilla poderosamente les sería forzado desamparar aquellos castillos y toda su frontera, y ser vernían para él. Pero el rey pensaba haber hecho mucho porque le fue forzado combatir con los enemigos y con los suyos, lo que le era más fuerte guerra que la de fuera; y, según decía, el mayor afán que pasaba era en satisfacer a sus naturales e incitarlos y ponerlos en esta guerra porque se excusaban con decir que no confiaban de los de Castilla viendo la burla que hicieron al rey en la otra entrada, en la cual ni de los criados ni de los servidores que los reyes de Aragón y Navarra y los infantes tenían en aquellos reinos ninguno se quiso mover; y a esto no podía el rey buenamente responder con satisfacción.

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La tregua desanima a los infantes. También desanimó mucho a los infantes la tregua que el rey había ofrecido por medio del embajador del rey de Portugal; y el rey afirmaba que se ofreció de su parte más por justificarse y cumplir con el decir de las gentes, que tenían por cierto -y así lo publicaban- que no quería el rey ni sus hermanos paz; y aun con todos estos cumplimientos no había quien los sacase de aquella opinión. Los reyes de Aragón y Navarra resuelven la entrada de Castilla. Eran ya 14 días de mayo cuando llegado el rey a Cariñena halló que la gente con que el reino de Aragón le servía para esta guerra se iba juntando, y eran mil y quinientos de caballo. Y pensaba tener el rey con la gente de armas del reino de Navarra tres mil; y con esta confianza determinaron los reyes de Aragón y Navarra de hacer su entrada con firme propósito -según se afirmaba- de no tornar sin fin de los negocios. Estaban determinados de proseguir adelante su empresa, entendiendo que su destruición sería hacer guerra guerreada y que les era sola esperanza de remedio poner este negocio a trance de batalla y que esto fuese muy presto; y así no cesaba el rey de animar a los infantes para que por tan poco tiempo no perdiesen tanta fama y gloria como por su buen esfuerzo se había ganado hasta este día, sustentando la guerra por sus fronteras; y exhortábalos que considerasen que a los príncipes y a tan grandes hombres como ellos eran, mejor les venía la muerte que vivir desheredados y pobres, y que el partido que se les movía no lo tomasen, pues podían pensar que ya estaban a la fin. Embajada del conde de Fox al rey [de Aragón]. Estando las cosas en este punto vinieron a Cariñena donde el rey estaba, el obispo de Tarba y Gallart de Tibós senescal de Bearne, embajadores de Juan conde de Fox, con recuesta de nueva confederación y alianza con el rey y con el rey de Navarra su hermano; y aunque el rey había publicado que se partiría de Cariñena a 17 de mayo para tomar el camino de Tarazona y Tudela y de allí a Sant Vicente y Briones la vía de Burgos, pero detúvose por despachar estos embajadores; y despidiéronse a 30 de mayo porque el rey les dijo que enviaría su embajador al conde. Embajada del rey [de Aragón] al conde de Fox. Fue con esta embajada a Bearne un caballero del reino de Valencia llamado Luis Aguilón camarero del rey; y fue para procurar que el conde viniese a servirle en esta guerra. Ofertas del rey [de Aragón] al conde de Fox. Y ofrecióle sueldo para toda la gente de armas que trujese para cuatro meses; y que en cuenta dél le daría villas y castillos del conde de Luna, los que más quisiese; o se le daría la baronía de Ponts en Cataluña que le venía cerca de su vizcondado de Castelbó, y se le descontaría la quinta parte por los gastos que haría en esta jornada. Allende del sueldo, le mandó ofrecer el rey por su capitanía diez mil florines. Entrega del castillo de Vera. En el mismo tiempo mandó el rey a Sancho Gallepuz que tenía el castillo de Vera que está cerca del de Trasmoz, que le entregase a Matheo Pujades por lo que importaba tenerle en buena defensa.

CAPÍTULO LXVI

De la embajada que los reyes de Aragón y Navarra enviaron al rey de Castilla; de los apercibimientos de guerra que se hacían por todas partes.

El rey de Castilla publica entrará por su persona en Aragón y se previno. Poníase en orden a toda furia el rey de Castilla con la misma voz de entrar en los reinos de sus enemigos poderosamente o salir a resistir su entrada; y estando en Burgos publicaba que había de entrar por su persona en Aragón; y había enviado delante para que estuviese en la frontera contra el rey de Navarra a Pedro de Stúñiga conde de Ledesma en lugar de Pedro de Velasco. Guerra en las costas de Valencia con la armada de Castilla. Y púsose en orden su flota de galeras y naos y carracas para que con ella el almirante don Fadrique Enríquez hiciese la guerra en las

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costas del reino de Valencia y de Cataluña y en las islas. Y fueron por capitanes de las fronteras del reino de Valencia don Luis de Guzmán maestre de Calatrava y don Diego de Ribera adelantado de la Andalucía en lugar de Hernand Alvarez de Toledo señor de Val de Corneja. Y el condestable de Castilla movió contra las fronteras de Aragón para comenzar a hacer la guerra; y el rey de Castilla se vino al Burgo de Osma. Embajada del rey [de Aragón] al [rey] de Castilla y los que la llevaron. Visto por el rey que aun en este tiempo no tenía el número de gente de armas que era necesario para la empresa que había tomado de entrar en Castilla oponiéndosele con todas sus fuerzas un príncipe tan poderoso, no se declarando ninguno de los grandes de aquel reino por su opinión como se pensaba, y no teniendo aviso que el trato de la tregua que se movió por el rey de Portugal pasase adelante, deliberó enviar a Castilla sus embajadores con ocasión de satisfacer a lo que se había referido de parte del rey de Castilla por su postrera embajada. Esto fue estando el rey en Cariñena a 22 del mes de mayo; y los embajadores fueron don Domingo Ram obispo de Lérida, Ramón de Perellós mariscal del rey y gobernador de los condados de Rosellón y Cerdania y Guillén de Vich camarero mayor del rey, todos de su consejo en las cosas de estado de mayor confianza. Entre otras cosas fueron con oferta de venir en tregua por un año o más con que la reina doña Leonor que estaba detenida en el monesterio de Santa Clara de Tordesillas fuese puesta en su libertad y se restituyesen al rey de Navarra y a los infantes todo lo que tenían en aquellos reinos y si el rey de Castilla no quisiese dar lugar a la restitución de los castillos y fortalezas, a lo menos se restituyesen las villas y lugares con sus rentas y otros bienes o el valor y enmienda dellos. Intento y daño del rey de Aragón en su empresa de castilla. A esto condescendía el rey porque la gente deste reino no venía bien animada para hacer su entrada en Castilla no se pudiendo persuadir que grandes ni gente de los reinos de Castilla se osasen declarar de su parte; y este decía el rey que era el mayor daño que descubría en esta empresa, porque conocía manifiestamente que sus vasallos le sirvieran en aquella entrada y hubiera dellos todo socorro si vieran que algunos se habían declarado en Castilla de su parte. El rey [de Aragón] procura tregua con el [rey] de Castilla. Por esta causa no cesaba el rey de requerir y solicitar a los infantes sus hermanos que en todas guisas hiciesen que el maestre de Alcántara y otros que lo habían ofrecido quisiesen seguir esta opinión y declararse; y para esto se les ofreciese cuanto él pudiese en el mundo hacer; y prometía en su buena fe que así lo cumpliría aunque fuese gran parte de su reino. Parecíale al rey que le estaba bien venir a ofrecer tregua tan larga, porque entre tanto con lo que los infantes recibirían de sus rentas y bienes se daría forma a la sustentación de sus estados y se podría procurar mayor y más firme parcialidad en Castilla. De más de la gente que se iba juntando procuraba de haber dos mil de caballo entre el conde de Fox y el preboste de París, y el presidente de Francia con algunos archeros, que era socorro tan dudoso e incierto estando las cosas de aquel reino en tanta turbación; y aunque el rey mostraba mucho ánimo para llevar adelante su empresa pero no con tanta ejecución como los infantes quisieran; y no se podían persuadir que la tregua que se había ofrecido por medio del embajador del rey de Portugal se hizo por justificarse el rey con sus vasallos que le daban gran cargo que él quería la guerra y que conviniese sosegar sus ánimos por la traición del conde de Luna y por descargarse de la culpa que le daban de su rebelión. El rey [de Aragón] anima a los infantes. Con estas esperanzas requería a los infantes que no desamparasen aquellos castillos, representándoles el deshonor y daño que les sería, pues por una vía o por otra sus cosas tendrían remedio; y lo mismo se procuraba con la infante doña Catalina porque se conservase el castillo de Segura y los otros castillos, procurándole todo socorro del rey de Granada. El rey [de Aragón] se fue a Tarazona; y a qué. Salieron los embajadores de Cariñena el postrero

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de mayo con salvoconducto que les había enviado el rey de Castilla de la villa de Astudillo a 10 de abril; y tomaron su camino para la villa de Tauste para entrar por allí en Navarra. Y fueron a Tudela para ver al rey de Navarra. Y en el mismo tiempo se fue el rey de Cariñena a Tarazona con fin de juntar allí su gente, publicando siempre que quería pasar la vía de Burgos o donde quiera que estuviese el rey de Castilla. Pero por mucho que procuró ponerlo en ejecución no pudo juntar toda su gente de caballo y de pie, porque los de Aragón y Valencia le suplicaban con grande instancia que pues pagaban la gente de armas se diese orden que estuviese repartida por guarniciones en sus fronteras para defensa del reino y no lo aventurase a trance de batalla; y como entendían que el rey los llamó para entrar en Castilla salían a esto muy forzados. La gente de caballo y de pie que el rey [de Aragón] podía juntar. Por esto, entre tanto que se juntaba la gente de guerra y se iba acercando a la frontera, el rey por satisfacer a muchas opiniones de gentes y al cargo que le daban que él quería la guerra y rehusaba la paz, y para mayor justificación suya, antes que se pusiese la mano en algún hecho de armas, dio lugar a enviar sus embajadores -como dicho es- con la oferta de la tregua, y no se hallaba con aquel poder de gente que pensó juntar para poder ejecutar lo que tenía deliberado tan presto como conviniera. Porque entre los suyos y los del reino de Valencia no podía juntar muchos más de tres mil de caballo y hasta cinco mil de pie; y con todo esto si los parciales que pensó tener en Castilla o algunos dellos se declararan estuvo determinado de hacer su entrada. Pero vio que aquellos de quien hacía cuenta por mucho que se habían acercado con sus gentes hacia aquella frontera no se habían declarado por su parte; y de la misma suerte se había detenido el conde de Castro de quien se tenía mayor confianza; y por esto venía en dar lugar a la tregua y con esperanza que entre tanto se acabarían las cortes de Cataluña y haría otros partidos mejores, y se podría juntar un gran poder para llegar al fin de su empresa. Vistas del rey de Navarra con los embajadores del rey [de Aragón] en Tudela y los que allí acudieron por la reina doña Blanca que estaba en Sangüesa. Fuése el rey de Navarra a ver con los embajadores del rey que estaban en Tudela a 5 del mes de junio; y allí vinieron de Sangüesa -donde estaba la reina doña Blanca- don Pedro de Baraiz arzobispo de Tiro religioso de la orden de los menores y confesor de la reina, Pierres de Peralta mayordomo mayor del rey de Navarra y Ramiro de Goñi deán de Tudela, que iban por embajadores del rey de Navarra; y juntos salieron de Tudela un sábado a 10 de junio. Correrías que se hacían. Fuéles acompañando fray Gilabert de Monsoriú clavero de Montesa, con una compañía de gente de armas hasta la aldea de Cascante, porque el conde de Luna y otros capitanes que estaban en Agreda y su gente de caballo hacían muy ordinarias correrías de un reino a otro; y de aquel lugar los fue acompañando Berenguer de Fontcoberta comendador del Masdeu de la orden del Espital con otra compañía de gente de armas hasta Tarazona, y Ramón de Perellós y Guillén de Vich entraron dentro de Tarazona para comunicar al rey algunas cosas de su embajada; y el obispo de Lérida y los otros embajadores se fueron al lugar de Torrellas. Recibimiento a los embajadores del rey [de Aragón] por la gente del conde de Luna. Otro día enviaron a Cataluña rey de armas a la villa de Agreda, para notificar al capitán que allí estaba su ida; y salieron a recibirlos por mandado del conde de Luna dos caballeros portugueses que se decían Juan de Merlo y Juan de Silva, y continuaron su camino sin entrar en Agreda, aunque aquellos caballeros les dijeron que esperasen por si el conde de Luna los quisiese salir a recibir; y no le quisieron aguardar y fueron aquella noche a una aldea que se dice Canales.

CAPÍTULO LXVII

De las cosas que propusieron los embajadores del rey de Aragón al rey de Castilla, y de los tratadores que se nombraron por él para que se juntasen con ellos.

Los embajadores del rey [de Aragón] se presentaron al [rey] de Castilla; y en presencia de quién. De Canales se fueron los embajadores a la ciudad de Soria, a donde estaban el condestable don

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Alvaro de Luna y el adelantado Pero Manrique. Y saliéronlos a recibir y acompañarlos hasta la salida de la ciudad; y de allí se fueron a una aldea que se dice Villaciervos a donde se detuvieron aquel día. De allí se fueron otro día a una villa de Pero López de Padilla que se dice Calatañazor, de donde enviaron al rey de Castilla que estaba en El Burgo de Osma a Cataluña, rey de armas; y otro día miércoles que fue a 14 de junio, llegaron al Burgo de Osma y fueron su camino derecho a palacio; y presentáronse ante el rey que los estaba esperando en su trono real, y besáronle la mano con el acatamiento y reverencia que era costumbre. Estaban presentes don Juan de Contreras arzobispo de Toledo, el condestable de Castilla, don Rodrigo Alonso Pimentel conde de Benavente, Garci Alvarez de Toledo señor de Oropesa, el doctor Pero López de Miranda capellán mayor y los doctores Periañes y Diego Rodríguez y el doctor Fernando Díaz de Toledo. El obispo de Lérida refirió la embajada. Estando el obispo de Lérida en su asiento, refirió su embajada discurriendo por todas las demandas y respuestas que hubo en las embajadas pasadas, y lo que por grande instancia de Nuño Martínez de Silveira embajador del rey de Portugal habían ofrecido los reyes de Aragón y Navarra que no se quiso aceptar por el rey de Castilla. Satisfacción en favor del rey [de Aragón]. Después vino a satisfacer a lo que se propuso por el obispo de Astorga que el rey no quiso firmar ni jurar ciertas confederaciones que se habían tratado entre el rey de Castilla y el rey de Navarra. Y dijo el obispo de Lérida que el rey en aquel tiempo fue informado de las maneras que se tenían por los que estaban cerca del rey de Castilla contra el rey de Navarra y contra sus hermanos y contra algunos de sus oficiales y servidores; y que el rey de Castilla daba a ello lugar. Y aunque por esta razón hubo causa de no firmar aquellas ligas, pero no dio la respuesta que refirió el doctor Diego González de Toledo, antes le respondió el rey que haría lo que debía. Satisfacción a otro cargo. Cuanto a lo que se declaró en aquella embajada del obispo de Astorga que el rey muchos días había que intentaba de entrar en Castilla tratando con muchos de aquel reino y induciéndolos con promesas de grandes mercedes de la que era del rey de Castilla para traerlos a su opinión, se respondió por el obispo que el rey viniendo de Nápoles supo que el rey de Castilla con falsas relaciones de algunas malvadas personas -según se había declarado por su sentencia y se averiguó por otras vías- mandó prender al infante don Enrique; y deseando librarle de la prisión en que estaba quiso declarar su voluntad cerca desto a algunos naturales del reino de Castilla. Que si algo les prometió o no, esto sabía muy bien el adelantado Pero Manrique a cuya suplicación, consejo y grande porfía si tal cosa pasaba se había hecho y dél se podría mejor informar el rey de Castilla. Justificación del rey [de Aragón]. Pero que no era verdad que entonces ni después hubiese tratado con algunos de los naturales del rey de Castilla en daño ni deshonor suyo. Que el rey se quería poner en toda razón, pero habíale sido forzado entrar en guerra porque el rey de Castilla voluntariamente la publicó y la puso en ejecución; pero por dar de sí mayor justificación a las gentes, teniendo consideración que el rey de Castilla en el trato que se movió por el rey de Portugal ofreció otorgar tregua y seguridad con que entrase en ella don Fadrique conde de Luna y le fuese restituído su estado y todo lo que se le había ocupado después que se salió de Aragón, serían contentos el rey y el rey de Navarra de venir en la tregua por el tiempo que se concertase y en la restitución de lo de don Fadrique, poniéndose luego la reina de Aragón en libertad y restituyéndose en el primer estado de los mantenimientos y mercedes y beneficios que tenía del rey antes de su prisión y antes de la salida del rey de Navarra de la corte del rey de Castilla y volviéndosele los bienes que el rey de Castilla le había mandado ocupar. Lo que se pide por la reina doña Leonor y por el rey de Navarra y los infantes. Restitución que se le pide al rey de Castilla. Con esto había también de mandar restituir al rey de Navarra y a los infantes sus hermanos y a la infante doña Catalina y a la reina de Navarra y al príncipe don Carlos su hijo todo lo que tenían y les fue embargado en Castilla después que el rey de Navarra salió della, y dando seguridad bastante que no se haría mal ni daño a los que eran sus oficiales y

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servidores aunque fuesen naturales de Castilla. Respuesta que dio el arzobispo de Tiro por el rey de Navarra a lo que se le cargaba. Después, el arzobispo de Tiro, remitiéndose en todo a lo que había dicho el obispo de Lérida, satisfizo en nombre del rey de Navarra particularmente a las cosas que se le propusieron en Cariñena por el obispo de Astorga; en cuya respuesta, porque hubo algunas que se refieren bien diferentemente por Alvar García de Santa María -aunque tuvo muy particular noticia de todo- pondré yo también en este lugar la suma della por ser en hecho muy digno de memoria: Que todo el mundo sabía que el rey don Hernando de buena memoria, y todos sus hijos descendían de la casa real de Castilla, y della habían recibido muchas gracias y beneficios y mercedes; y que aquello era cosa muy razonable y justa, teniendo respeto al deudo tan cercano como había entre ellos y el rey de Castilla. Pero que tampoco eran dignos de olvido los grandes y señalados servicios que el rey don Hernando hizo al rey de Castilla en el tiempo que le hubo de servir, y con cuanto amor y fidelidad y afición amó a su sobrino en su tierna edad y en el ensalzamiento de su corona y el sosiego y bien público de sus reinos. Esto es cosa notable, aunque ya referido. Especialmente cuando nuestro Señor ordenó de la muerte del rey don Enrique su padre siendo entonces el rey su hijo niño. Porque estando ayuntados en la ciudad de Toledo los perlados, ricos hombres y caballeros y los procuradores de las ciudades y villas, uno de los mayores caballeros del reino que ende estaba, enderezando sus palabras al rey don Hernando, que era entonces infante, le preguntó ¿por quién alzarían la voz de rey en Castilla?, queriendo dar a entender que era en su mano y facultad ordenar a su voluntad. Al cual caballero sin otra interpusición de tiempo, usando como fiel y católico príncipe, mostrando por la obra el amor y afición que tenía a su sobrino y la singular lealtad que en él era, respondió que "¿por quién otro se había de alzar la voz en Castilla, salvo por el rey don Juan hijo primogénito del rey don Enrique?". Al cual luego tomó en los brazos y le besó la mano. Otrosí era cosa muy sabida y notoria con cuántos trabajos y fatigas se esforzó en el regimiento pacífico de aquellos reinos en su niñez, procurando el ensalzamiento de su corona contra los moros y en otras muy diversas maneras. Que después de la muerte del rey don Hernando quedó el rey de Navarra sucesor de la casa y heredamiento que el rey su padre tenía en aquellos reinos con muy justos títulos de legítima sucesión; y vuelto de Sicilia, entendiendo que se aparejaban grandes novedades e inconvinientes en aquel reino por causa e inducimiento de los que después fueron ocasión de traer los hechos al rompimiento a que llegaron, porque había poco tiempo que había finado la reina doña Catalina y por causa de su muerte se movieron por otros caminos diversas disensiones y contiendas de unos con otros, por ponerse entre ellos, cesaron por su medio y trabajo con mucho cuidado de apaciguar todas las turbaciones que después se siguieron, amando sobre todas las cosas el servicio del rey de Castilla en el tiempo que le hubo de servir no sin grandes peligros y continuos trabajos de su persona y estado. Encarecía que esto fue en tanto grado que por querer complacer a la voluntad del rey de Castilla hubo de venir en punto de se perder con la reina su madre y con el rey de Aragón, a quien de honestidad y razón había de acatar y tener en lugar de padre y con los otros sus hermanos. Que eran bien merecidas las mercedes que el rey de Castilla hizo al [rey] de Navarra. Por esta causa afirmaba que muchos de los grandes de aquel reino recibieron dél grande descontentamiento, según se había visto por experiencia; y así se podía bien decir que las mercedes que los embajadores del rey de Castilla relataron que él y la reina su mujer y sus hijos habían recibido de la casa de Castilla se podían bien igualar con sus merecimientos y con los gastos hechos en gran daño de su casa, sin retribución alguna, señaladamente considerando los beneficios que otros habían recibido. Descargo del rey de Navarra dado por su embajador al rey de Castilla. Cuanto al cargo que se daba al rey de Navarra por haber cesado la guerra contra el rey de Granada, se decía que el rey de Navarra, sobre todas las cosas del mundo deseó que el rey de Castilla se ocupase en ella y él

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le asistiera por su persona y con su reino; pero afirmaba que vino a su noticia mucho antes que con color de esta guerra había enviado cartas de apercibimiento y al rey de Navarra no le envió ninguna, habiendo para ello tanta causa por el heredamiento y casa que tenía en su reino y por el deudo tan cercano que entre ellos había; y dello se envió a quejar con Fernán Pérez de Illescas que vino a él a la villa de Tafalla y lo envió a decir al condestable y al conde de Castro, maravillándose dello y ofreciendo su persona y reino si se hubiera de entender en aquella guerra. Fama que fue verdadera. Mas hubo fama que adelante se mostró verdadera que el rey de Castilla echaba pedido y monedas por todo su reino a título de la guerra de los moros; pero que no se hacía por otro fin salvo por ofender poderosamente al rey de Navarra cuando deliberase volver a Castilla, a donde tenía justas razones de volver siempre que le pluguiese como antes y después que fue rey lo acostumbraba. Sobre la partida del conde de Castro de la corte del rey de Castilla respondió el arzobispo lo mismo que el rey de Navarra había dicho al adelantado de Cazorla Alonso Tenorio y al doctor Fernán González de Avila y después al doctor Gómez García de Tapia y a Nuño Fernández Cabeza de Vaca y lo que el mismo rey había enviado a decir con el licenciado Diego García de Villalpando su alcalde mayor y con García de Falces su secretario. Acabó su plática el arzobispo de Tiro; y de qué manera. Acabó su plática el arzobispo, diciendo que el rey de Navarra siempre guardó al rey de Castilla lo que debía; y perseveraría en ello de allí adelante con que el rey de Castilla le mandase restituir su hacienda y volviendo a debido estado lo que contra él se había hecho; y si de otra manera fuese, todo el mundo entendería que era la culpa del rey de Castilla y de los que le aconsejaban. Respuesta del rey de Castilla a los embajadores [de Aragón]. Respondió el rey de Castilla a los embajadores que, visto que las cosas que habían referido eran largas y en ellas había mucho que platicar, y que también era tarde, no les respondía por entonces; pero en su caso y lugar y como cumpliese a su servicio él les respondería. Palabras del condestable al rey [de Castilla]. En el mismo instante el condestable, enderezando sus palabras al rey, dijo así: "Muy alto señor. Por cuanto estos señores embajadores en vuestra presencia han dicho que algunos que están cerca de V. S. perseguían al señor rey de Navarra de odio capital, e como vos por vuestra merced señor me habedes fecho de no nada hombre e esto cerca de V. S., digo señor que Dios sabe e V. S. que nunca fice nin dije cosa alguna contra el dicho señor rey, nin le perseguí de odio ninguno; antes catando lo que debo catar a V. S. serviría a los dichos señores reyes de bienes e persona tanto cuanto hombre que viva e de todo mi poder. E, sabe Dios, e bien parecería por escrituras que aquí están" (y tenía unos papeles en la mano) "que yo he trabajado e he habido la voluntad siempre en ayuntar e allegarlos a vos". Y el rey dijo: "Por cierto, así es la verdad". Palabras del conde de Benavente al rey [de Castilla]. Acabando el condestable de descargarse desta suerte, el conde de Benavente dijo así: "Muy alto señor. Por cuanto estos señores embajadores han dicho en su proposición que algunos que están cerca de V. S. habían perseguido de odio capital al señor rey de Navarra y a sus hermanos, digo señor que no creo yo que ninguno lo ficiese, e que el señor rey de Navarra debía catar las honras, gracias y mercedes que había recibido de Vuestra Merced. E otrosí el señor rey de Aragón debía catar cómo el señor rey don Fernando su padre con el derecho vuestro e vuestros dineros e vuestras gentes había ganado el reino de Aragón. E no creo yo que el adelantado Pero Manrique nin otro ninguno que fuese cerca de V. S. e de vuestro consejo ficiese nin dijese sino lo que cumpliese a vuestro servicio". Razones de Ramón de Perellós, valeroso y prudente. Cuando el conde de Benavente acabó de decir esta razón, se levantó luego Ramón de Perellós y dijo: "Muy excelente señor. A las cosas que el condestable y el conde de Benavente han dicho no es necesario responder sino a la parte que ha añadido el conde de Benavente: que el rey don Hernando de buena memoria con vuestro

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derecho y vuestros dineros y vuestra gente había habido y ganado el reino de Aragón. En esto digo señor que, hablando con la reverencia que os pertenece, no es verdad; antes digo que el rey don Hernando por buen derecho y buena justicia que había al dicho reino, le hubo y alcanzó según que por las nueve personas por todos los reinos y tierras de la corona de Aragón en concordia eligidas y deputadas fue por justicia pronunciado y declarado. Y el conde da demasiadamente gran cargo a todos los súbditos de aquellos reinos. E si él o algún otro quienquier que sea quiere decir que no sea así, yo le responderé y estoy presto y aparejado de satisfacer por batalla y según que en semejante caso pertenece". Réplica del rey [de Castilla] y de los que con él estaban. A esta recuesta dijo el rey y el mismo conde de Benavente y el arzobispo de Toledo y condestable y los demás que allí estaban, que el conde no había dicho que con el derecho del rey de Castilla hubiese el rey don Hernando el reino de Aragón, mas que por su buena justicia lo había habido y por el favor y ayuda del rey de Castilla. Ca bien sabían que si derecho no hubiera habido no lo hubieran dado; pero que muchas veces el derecho ha menester favor e ayuda. Vuelve a responder Ramón de Perellós; y los embajadores [de Aragón] se salen de El Burgo [de Osma]. A esto respondió Ramón de Perellós que sin favor y ayuda de ninguno lo hubiera habido, pues la justicia era suya. Con haber referido esto, los embajadores se salieron él mismo día de El Burgo a una aldea que se dice Valdenebro. Los que por orden del rey de Castilla se juntaron con los embajadores. Y el rey de Castilla nombró el viernes siguiente para tratar con ellos sobre el efecto de su embajada a don Lope de Mendoza arzobispo de Santiago y a don Gutierre Alvarez de Toledo, obispo de Palencia que en esta sazón llegó al Burgo, y al conde de Benavente y a los doctores Periañes y Diego Rodríguez. Y fueron los embajadores aquel día al Burgo a juntarse con ellos en una capilla del capítulo de la iglesia; y en aquel lugar se juntaban los más días, y los embajadores se volvían cada día a Valdenebro. Y sobreviniendo el mariscal Diego Hernández de Córdoba, se juntó con los que fueron nombrados por el rey de Castilla.

CAPÍTULO LXVIII De la vana y desatinada recuesta que don Fadrique de Aragón, que fue conde de Luna, hizo al rey. Poca prudencia de don Fadrique de Aragón. Así como pareció a todos amigos y enemigos auto de muy valeroso caballero lo que hizo Ramón de Perellós en responder al conde de Benavente de la manera que lo hizo, así se tuvo por cosa vana y de gran desatino la recuesta que don Fadrique de Aragón hizo al rey. Porque antes desto, estando don Fadrique en Agreda por capitán general de aquella frontera, a 8 del mes de junio, para declarar más su rebelión envió no solamente a desafiar a don Juan de Veintemilla conde de Girachi (a quien el rey había hecho visorrey y almirante del reino de Sicilia) pero al mismo rey. Rematado atrevimiento de don Fadrique de Aragón. Agreda, fuerza principal de Castilla. Puesto que su rebelión pasó tan adelante que él se fue quitando la esperanza de su remedio no estaban las cosas sin alguna confianza que concertándose los reyes fuese restituido en su estado si los infantes don Enrique y don Pedro cobrasen los suyos. Pero como él en su rebelión había llegado a lo postrero de su atrevimiento, visto que se tenía entera noticia de sus inteligencias y tratos que había movido no solamente en Castilla pero en Sicilia, como el que llegó a lo profundo de su condenación, no se contentando de haberse puesto en la villa de Agreda (que era la más principal fuerza que el rey de Castilla tenía en aquella frontera y más opuesta a lo de Aragón) y hacer de allí guerra como frontero la más cruel que podía, teniendo él tanta naturaleza en la casa real de Aragón, olvidándose de sí mismo, fue más descubriendo sus cosas porque no se pusiese duda ninguna que el rey no se hubiese movido en su causa muy justamente y que no fuesen más hondas las raíces de su rebelión de lo que se pensaba, y él mismo diese el mayor testimonio de sus culpas; y hubo esta ocasión.

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Suceso del conde de Girachi con don Fadrique de Aragón: es cosa notable. El conde de Girachi, visto que don Fadrique con malvado trato había llevado a don Hernando y a don Juan de Veintemilla sus hijos a Castilla y los detuvo allá con fuerza y procuró de casar a don Hernando que era el mayor con doña Valentina su cuñada, estando tan infamada de haber cometido no sólo adulterio pero incesto con él, le envió a decir con un rey de armas que aquel matrimonio se había hecho por su orden falsamente y con poderes falsos y se mataría con él sobre ello, y que había llevado con engaño sus hijos a Castilla. A esta recuesta que se hizo en Agreda a 2 de junio respondió don Fadrique que si en aquello hubo falsedad había sido del procurador del conde de Veintemilla y que don Hernando y don Juan sus hijos estaban allí detenidos por él y siempre que ellos quisiesen se podían ir de su franca libertad, pero en tanto que en su compañía estuviesen tendrían la mejor parte de heredad que pudiese. Cargos que el conde de Girachi hace a don Fadrique de Luna. Allende desto, el conde de Veintemilla le envió a decir que no contento el conde de Luna de todo esto, había dicho en la corte del rey de Castilla (en la cual estaba con gran vergüenza y afrenta suya) y en otras partes, que él con otros barones y caballeros del reino de Sicilia eran inobedientes y rebeldes al rey su señor y se conformaban con su dañada rebelión. Respuesta de don Fadrique de Aragón. Respondió a esto don Fadrique que el de Girachi había sido mal informado, porque él nunca dijo ni pensó del conde de Girachi ni de los otros barones de aquel reino que hiciesen cosa que no debiesen; y a lo que decía que él había hecho traición y cometido rebelión, por cuanto era malamente informado y por otras razones que entonces no convenía declarar, no quería responder a ello; pero que enderezando sus razones al que se decía rey de Aragón, quería notificar la manera de su ida, la cual excusaría por batalla y mostraría por escritura. Que por aquella su respuesta le certificaba que si tal era el que se decía rey de Aragón y no osaba satisfacer en una de tres maneras, él haría que conociesen todas las gentes lo que ignoraban todos los estados del reino. Interpretación de las palabras de don Fadrique. Esto era: que la declaración que se hizo por las nueve personas que fueron eligidas para que declarasen sobre la sucesión del reino, fue con condición de admitir por rey al infante don Hernando, reservando el derecho a cualquier que perteneciese; por lo cual estos reinos y el principado fueron privados de su antigua lealtad poniéndolos en infame sumisión y cautiverio. Que después se siguió cuando el infante don Enrique salió de prisión, que el que se decía rey de Aragón juró de no hacer guerra al rey de Castilla su señor; y en cumplimiento de mayor seguridad los reinos y principado y todos los que allí se hallaron (entre los cuales fue él el principal) hicieron juramento de no ayudarle, ni él los podía apremiar, antes en tal caso los absolvía del sacramento y homenaje de fidelidad si en algo le eran tenidos. Qué como él a gran cargo suyo maliciosamente y con desordenada codicia hubiese procurado guerra contra el rey de Castilla su señor y engañosamente los hubiese burlado, él y los otros quedaban libres de la fidelidad, lo cual se probaría por escrituras auténticas; y fuera ya probado y mostrado si los embajadores del principado de Cataluña hubieran ido al rey de Castilla su señor como se había deliberado. Por esto decía que él, viendo que ninguno de los que en esto intervinieron se había sentido por su honor, él por lo que a su cargo e interese atañía y por otras causas que tocaban en daño de su persona, se había movido de la manera que todos sabían. Riepto temerario de don Fadrique de Aragón. Porque el conde de Veintemilla conociese que quería poner su determinación por obra decía: que si el que se llamaba rey de Aragón quisiese afirmar que era rey legítimo y verdadero y que lo del juramento no pasó así, y que no había quebrantado su fe, mentía y mentiría tantas veces cuantas lo dijese y pensase; y sobre ello estaba presto combatir su cuerpo con el suyo a toda su recuesta. Mas si no quisiese por ventura poner su cuerpo contra el suyo y escogiese combatir tantos por tantos, estaba presto de cumplirlo en el número que él ordenase, teniendo juez competente; el cual él tomaba a su cargo de buscarlo; y si en esta manera no le pluguiese y acordase combatir su poder contra el suyo, señalándole día y plaza él se hallaría sin duda en ella por probar y mostrar la gran tiranía de que usaba en los reinos

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y principado, a los cuales, si él fuese derecho, y legítimo rey, no trataría de la manera que los trataba así en libertades como en otras cosas feas que acostumbraba hacer. Si de esto no le placía y deliberase poner en ello tercera persona, a cualquier que fuese le haría responder con otro su igual; pues él bien sabía que a Dios gracias él era en sangre y persona para decir y responder a él y a otro mayor. Pero no obstante esto, deseando mostrar al mundo su buena verdad, si por su persona no pudiese o no determinase responder, él le ofrecía de recibir en aquel caso a uno de sus hermanos. La prudencia del rey [de Aragón] fue a medida del desatino de don Fadrique de que no hizo caso. Hizo el rey deste acometimiento de don Fadrique el caso que se debía de una cosa tan vana y que no tenía ningún fundamento de verdad ni justicia, en lo que principalmente oponía de la declaración de la sucesión, antes en aquello descubría que sin ningun consejo se gobernaba en sus cosas. [reducción del castillo de Trasmoz.] Por el mismo tiempo se trataba de reducir el rey a su servicio a Jaime Escribá y Juan de Céspedes que estaban en el castillo de Trasmoz, y le tenían por don Fadrique; y ofrecieron de entregarle y dióles el rey seguro para que pudiesen venir a Grisén. Resolución del rey [de Aragón] contra el [rey] de Castilla. Sabiendo que el rey de Castilla llegó al Burgo de Osma, proveyó el rey que Jimén Pérez de Corella gobernador del reino de Valencia, se viniese para él con toda la gente que había quedado en aquel reino; y lo mismo ordenó que hiciesen el conde de Prades y don Pero Maza de Lizana, con publicación de querer salir al encuentro al rey de Castilla y darle la batalla. Pero fue necesario que quedase alguna parte de la gente del reino de Valencia en aquellas fronteras, señaladamente porque los castellanos tenían cercado el castillo del Capdet.

CAPÍTULO LXIX

De la tregua que se asentó entre los reyes por tiempo de cinco años y las condiciones della. Grande amor del rey [de Aragón] a sus hermanos. Ocasiones que el rey [de Aragón] tuvo de rompimiento con el [rey] de Castilla y de retirarse. Como el rey acordó de entrar en esta guerra con sobrada voluntad por el amor que tenía a sus hermanos y por la parte que se pensó que tuvieran en los grandes de Castilla; y después se juntó la causa de la reina su madre que era tan piadosa y honesta querella de procurar su libertad; y se ofrecieron de todas partes tantas ocasiones del rompimiento así por la prisión del duque de Arjona en Castilla como por la ocupación que se hizo en estos reinos de los castillos y estados del conde de Luna; y vio el engaño de no acudirle los grandes que esperaba que primero le llamaban y requerían para que ordenase en lo del gobierno de la casa y persona del rey de Castilla por la forma que ellos quisieran; y que los destos reinos entraban en la guerra tan pesadamente como se ha referido, señaladamente los del principado de Cataluña, de donde no pudo sacar ningún socorro de gente por vía de cortes y con la que tenía no era poderoso para hacer su entrada en Castilla como la pensaba hacer ni aun para resistir a tan gran poder como se iba juntando de aquellos reinos; y también porque fue entendiendo cuán dañosa le era esta guerra para la empresa del reino y de las cosas de Italia a donde tenía puesto todo su pensamiento, antes que enviase sus embajadores a Castilla les dio comisión para venir a los partidos más justificados que él podía ofrecer con honra suya. Tregua que el rey [de Aragón] otorgaba y con qué condiciones. Porque no viniendo el rey de Castilla en el que propusieron los embajadores en el Burgo de Osma era contento el rey de otorgar por sí y por el rey de Navarra tregua por el tiempo que se concertase, y que entrase en ella don Fadrique de Aragón con que sus castillos y fortalezas por el tiempo que durase la tregua quedasen en poder del rey como lo estaban, con que la reina de Aragón su madre fuese puesta en su libertad y en el estado que tenía antes de su prisión. Lo que por los reyes de Navarra y los demás infantes se pedía. De la misma manera pidía que quedasen en lo suyo el rey y reina de Navarra y el príncipe don Carlos su hijo y los infantes sus

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hermanos y la infante doña Catalina, quedando sus castillos y fortalezas en poder de los que las tenían por el rey de Castilla y asegurando sus personas y de sus oficiales y servidores. Cuando esto no se aceptase, era contento con la estimación y recompensa de lo que podían rentar las villas y lugares y castillos que tenían en Castilla, y de todo lo otro que poseían. Pero visto por los embajadores que por parte del rey de Castilla no se aceptaban las ofertas de tregua con estos medios, propusieron que dejando el medio de restitución y recompensa de las rentas de los lugares y castillos y de las gracias y mantenimientos que el rey y reina de Navarra y el príncipe su hijo y los infantes tenían, se diese la recompensa en dinero cada año mientras duraba la tregua como se acordase, dando seguridad de guardar las otras cosas con que luego fuese la reina puesta en libertad y se le restituyese todo su estado y lo que tenía antes de su prisión. Deliberación para concluir la tregua. Para platicar y deliberar sobre esto con los embajadores fueron los nombrados por el rey de Castilla a Calatañazor, a donde habían de venir de Soria por esta causa, el condestable y el adelantado Pero Manrique. Esto fue a 22 de junio; y volviendo de su consulta se tornaron a juntar en la iglesia del Burgo de Osma; y un miércoles a 28 de junio dieron los tratadores una cédula en que se contenía que se había movido y platicado de asentar la tregua por cinco años y que se nombrasen ciertas personas de cada parte con bastante poder para determinar todas las diferencias que había entre estos príncipes por donde se pudiese alcanzar entre ellos la paz. Cortes en Daroca. [Nueva comisión para concertar treguas]. Viniendo el rey de Castilla en esto, Ramón de Perellós y Pierres de Peralta y Guillén de Vich vinieron a consultar sobre ello con el rey. Y antes que llegasen mandó llamar a cortes a los aragoneses para Daroca, por hallarse cerca de la frontera y estar aquella tierra muy abundante y sana; y convocáronse para el 1.º de agosto. Pero como llegaron a Tarazona Ramón de Perellós y Guillén de Vich el 1.º de julio y Pierres de Peralta a Tudela donde estaba en aquella sazón el rey de Navarra, dieron los reyes nueva comisión para concertar la tregua y las condiciones della. Con esta resolución volvieron Ramón de Perellós y Guillén de Vich al rey de Castilla Sitio a donde estuvo la ciudad de Numancia. Y fueron a una aldea que se dice Renieblas a donde los estaban esperando el obispo de Lérida y el arzobispo de Tiro y el deán de Tudela. Porque el rey de Castilla, haciendo las jornadas que decían de hueste, vino a poner su real a la aldea y puente de Garray que está sobre el río Duero, a donde en los tiempos antiguos fue tan famosa la ciudad de Numancia y hoy ninguna señal parece ni aun de sus ruinas, que está a una legua de Soria. Apuntamientos sobre la conclusión de la tregua. Fueron Ramón de Perellós y Guillén de Vich al real del rey de Castilla un sábado a 8 del mes de julio; y salieron con los tratadores al campo, y hallóse con ellos el condestable de Castilla. Y otro día estuvieron en la aldea de Garray en la posada del arzobispo de Santiago hasta la media noche; y el relator Hernando Díaz de Toledo por su comisión ordenó ciertos apuntamientos que en suma era: que la tregua fuese por cinco años y entrasen en ella todos los súbditos y naturales de los reyes. Pactos de la tregua. Deliberóse con esta condición: que dentro de treinta días después que se firmase, se nombrasen seis u ocho personas de cada parte, con bastante poder para determinar todas estas diferencias en la raya dentro de seis meses, y pudiesen prorrogarlo por otros seis; y no se concertando pudiesen todos en uno eligir tercero; y declaróse que entrase en esta tregua el conde de Armeñaque -que era vasallo del rey de Castilla- y se diese seguridad al conde de Luna y a todos los servidores de los reyes con que los que estaban en Aragón y Navarra no entrasen en Castilla y los que allá estaban no entrasen en Aragón y en Navarra; y ciertas personas y las ciudades guardasen lo mismo so pena de dos millones de oro, y se diesen conservadores. Habíase de llevar poder bastante para asegurar de parte del rey de Aragón que los infantes don Enrique y don Pedro saldrían de Alburquerque y de los reinos de Castilla desde el día que fuese firmada la tregua hasta sesenta días, y no volverían a ellos todo el tiempo que durase la tregua o

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hasta que fuesen determinadas las diferencias por los jueces. Consulta el rey [de Aragón] acerca los apuntamientos sobre la tregua. Con este apuntamiento partieron de Renieblas Ramón de Perellós y Guillén de Vich un lunes a 10 de julio; y caminando todo el día y la noche vinieron a Tarazona y de allí a Borja; y otro día al amanecer llegaron al real que él rey había asentado junto del río Jalón en Calatorao. Y todo aquel día estuvieron consultando con el rey sobre estos apuntamientos, y declaró que entrase de su parte en la tregua Juan conde de Fox como entraba en la del rey de Castilla el conde de Armeñaque; y vino en que sus embajadores asegurasen de su parte que los infantes saldrían de los reinos y tierras del rey de Castilla y que se pudiese prorrogar el tiempo de la tregua. El rey de Castilla pasó su campo cerca de Soria. De allí se volvieron a Renieblas por Borobia, y mudó el rey de Castilla su real de la aldea de Garray un jueves a 13 del mes de julio más por necesidad que con otro fin, y pasó a ponerse entre Soria y una aldea que se dice Almajano. Y fueron allá los embajadores y comunicaron la respuesta con el condestable y con los tratadores; y otro día se juntaron sobre lo mismo en una tienda del condestable. La tregua juraron por cinco años todos los tratadores y embajadores de los reyes y príncipes que la otorgaron. Finalmente, un domingo a 16 de julio en aquel real de Almajano se juró todo lo deliberado por el condestable y por el arzobispo de Santiago en nombre del rey de Castilla y por los embajadores de los reyes de Aragón y Navarra y de la reina doña Blanca. Comenzaba a correr la tregua de los cinco años desde el día del apóstol Santiago; y el mismo día se había de publicar en los lugares donde estuviesen los reyes y la reina de Navarra, y después dentro de ocho días en las fronteras de Castilla, Aragón y Navarra; y en las de Castilla y Valencia dentro de quince días y en las costas de la mar dentro de sesenta. Lo que aseguraba el rey de Castilla. Aseguraba el rey de Castilla a los infantes y a sus servidores, aunque fuesen castellanos, con que no entrasen en Castilla dentro de los cinco años de la tregua; y quedaban fuera del seguro los que tuviesen cargo de guardar y bastecer los castillos y fortalezas que tenían en Castilla; y la misma seguridad se daba a los que estaban con los reyes de Aragón y Navarra. Lo que los reyes de Aragón y Navarra aseguraban. Por su parte, los reyes de Aragón y Navarra aseguraban al conde de Luna y a los que estaban con él, exceptando los que tenían cargo de los castillos que el rey de Castilla y el conde de Luna tenían en Aragón y Navarra si los jueces no determinasen otra cosa. Por este medio se aseguraba don Godofre conde de Cortes hijo del rey don Carlos de Navarra y los suyos, que se habían rebelado contra el rey de Navarra. Declaróse que los jueces que se habían de nombrar por los reyes fuesen catorce y los reyes nombrasen dos lugares de las fronteras a donde se juntasen dentro de cuarenta días; y si los infantes rehusasen de entrar en esta tregua no fuesen recogidos ni favorecidos por los reyes. No podía intentarse novedad en la tregua sin acuerdo de catorce jueces que se nombraron; y de qué manera. Quedó asentado que no se pudiese romper la tregua ni mover guerra sin conocimiento de los catorce jueces; y ellos habían de determinar todas las otras diferencias; y para mayor conservación de la tregua se acordó de nombrar en las fronteras ciertos conservadores que tuviesen poder para hacer justicia contra los que la quebrantasen, y que en lugar dellos y de los jueces que falleciesen se nombrasen otros por justo impedimento. A dónde habían de estar los catorce jueces. nombróse por el condestable y arzobispo de santiago la villa de agreda, y por los embajadores la ciudad de tarazona, a donde los jueces se habían de juntar; y los mismos condestable y arzobispo nombraron las ciudades, perlados y caballeros que habían de hacer el juramento y pleito homenaje de guardar la tregua. Los que habían de asegurar la tregua. Y los caballeros que nombraron destos reinos fueron éstos: el maestre de Montesa, el castellán de Amposta, el prior de Cataluña, los condes de Pallás y de Cardona, los vizcondes de Roda, Ebol y Vilamur, don Guillén Ramón de Moncada, don Berenguer

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Arnaldo de Cervellón, don Bernaldo de Pinós, don Phelippe de Castro, don Ramón de Cardona, don Artal de Alagón, don Jimeno de Urrea, don Juan de Luna, don Berenguer de Bardají justicia de Aragón, Juan Fernández de Heredia, don Juan de Luna, don Pero Maza, don Aimerich de Centellas, don Berenguer de Vilaragut, don Juan de Prochyta, Galván de Villena, Pedro Pardo, Juan de Vilarich, Jimén Pérez de Corella, Blasco Fernández de Heredia, don Bernaldo de Centellas, Juan de Bardají, don Pedro de Moncada, Ramón de Perellós, Juan López de Gurrea y Lope de Gurrea, Felippe de Urriés, Juan Cerdán y Guillén de Vich. Del reino de Navarra fueron nombrados el prior de Sant Juan don Juan de Beamonte hijo de Carlos de Beamonte alférez de Navarra, Luis señor de Lussa, Gracián de Agramonte, Juan de Echaoz vizconde de Baigorri, Juan de Asiain, León de Garro, Tristán de Lussa, Oger de Mauleón y Martín de Peralta.

CAPÍTULO LXX Que el rey, confirmada la tregua, se fue al reino de Valencia; y envió a don Juan señor de Ijar con

sus galeras para que el infante don Enrique se viniese en ellas de Portugal. El rey [de Aragón] pasó su campo junto a Borja. En este medio, teniendo el rey aviso que algunas compañías de gente de caballo y de pie habían de hacer entrada en el reino y correr los lugares de la ribera de Borja, pasó a poner su real en Albeta cerca de la villa de Borja; y en aquel lugar a 24 de julio dio su seguro a García de Sesé para que pudiese venir ante él con que viniese con él don Juan Martínez de Luna señor de Illueca que era capitán de la ciudad de Calatayud y de sus aldeas y era camarlengo del rey y su alférez mayor; pero aquello no aprovechó para reducir aquel caballero a la obediencia del rey y siguió siempre al conde de Luna. El rey de Navarra juró la tregua en [Los] Arcos. Juró el rey de Navarra en la villa de Los Arcos y confirmó la tregua; y hizo el pleito homenaje en manos de Pierres de Peralta en presencia de Pero Ruiz de Gaona guarda del rey de Castilla y del licenciado Alvar Sánchez su oidor. Esto fue a 23 de julio; y el día de Santiago en el real de Almajano, los embajadores de los reyes de Aragón y Navarra nombraron las ciudades y los perlados y caballeros de aquellos reinos que habían de jurar la tregua. Juró el rey de Castilla la tregua; en presencia de quién. Y el mismo día juró el rey de Castilla lo asentado por las condiciones della; y la aprobó y hizo el pleito homenaje en manos de su condestable; y los más de los caballeros que se nombraron para jurar la tregua que se hallaron presentes que eran éstos: el condestable y los arzobispos de Toledo y Santiago, don Gutierre de Toledo obispo de Palencia, don Luis de La Cerda conde de Medina Celim, don Rodrigo Alonso Pimentel conde de Benavente, don Garci Fernández Manrique conde de Castañeda, don Pedro de Velasco conde de Haro, el adelantado Pero Manrique, Iñigo López de Mendoza señor de Hita y Buitrago, el mariscal Pero García de Herrera, don Alonso de Guzmán hermano del conde de Niebla, Per Alvarez Osorio, Fernand Alvarez de Toledo señor de Val de Corneja, Garci Alvarez señor de Oropesa, el mariscal Diego Hernández de Córdoba, Pero López de Padilla, Juan Ramírez de Arellano, Juan de Perea, Juan de Silva, Juan de Merlo, Alvaro el mariscal y los doctores Periañes y Diego Rodríguez; y pregonóse la tregua el mismo día en el real del rey de Castilla. El rey [de Aragón] juró la tregua; en cuyas manos y en presencia de quién. Estaba el rey de Aragón en su real de Albeta; y allí firmó aquel mismo día la tregua y las condiciones della, y hizo el pleito homenaje en manos de Ramón de Perellós en presencia del adelantado Alonso Tenorio y del doctor Alonso Fernández de Ledesma embajadores del rey de Castilla. Excusas del rey [de Aragón] con los infantes. Sabiendo el rey que los infantes sus hermanos habían de sentir en gran manera que se hubiesen reducido todos los ademanes de guerra a estos términos, y que no pusiese todas sus fuerzas en su entrada en aquel reino, envió luego allá a Ramón de Perellós como principal ministro en todos los consejos: y señaladamente se excusaba con los infantes, que le habían desengañado que no se podrían más defender en Alburquerque ni la infante doña Catalina en Segura; y que les era forzado desamparar aquellos castillos. La excusa

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era de no haber podido poner remedio en aquello, porque sus vasallos y los del rey de Navarra no se habían movido ni mostrado en esta guerra con aquel vigor que él pensaba, señaladamente los del principado de Cataluña y que de Portugal no se podía hacer, ninguna cuenta; y afirmaba que por esta causa vino en lo de la tregua. Llama el rey [de Aragón] a los infantes. Encargaba a sus hermanos que cesasen de ofender al enemigo y de hacer ninguna correría ni entrada ni otro auto de guerra, y se viniesen a estos reinos; y porque pudiesen venir más cómodamente por mar, acordó de ir al reino de Valencia y enviarles las galeras con don Juan Fernández señor de Ijar y por la misma causa envió a la infante doña Catalina que estaba en Segura a Berenguer Mercader su camarero. El castillo de Siete Aguas cobró por combate Berenguer Mercader; y el rey [de Aragón] se fue a Valencia. Habían hecho entrada por este tiempo en Castilla por las fronteras del reino de Valencia don Ramón Boil y don Antonio de Vilaragut; y sacaron muy grande presa. Y a 7 del mes de agosto Berenguer Mercader con algunas compañías de gente de caballo y de pie de aquel reino cobró por combate el castillo de Siete Aguas que estaba en poder de gente del rey de Castilla; y otro día comenzó en aquellas fronteras la tregua. Los siete jueces para la tregua nombrados por el rey [de Aragón]. Después de haber el rey mandado derramar sus gentes y deshecho el campo que tenía en Albeta, tomó su camino para el reino de Valencia, y estando en Cariñena a 20 del mes de agosto, nombró los siete jueces por su parte, que fueron: don Domingo Ram obispo de Lérida (que había sido publicado en esta sazón cardenal y tuvo título de Sant Cosme y Sant Damián), don Alonso de Borja obispo de Valencia, don Berenguer de Bardají justicia de Aragón, Ramón de Perellós, Pierres de Peralta, el doctor Ruy García de Villalpando y Pascual de Oteiza arcidiano de Barbariego y alcalde mayor de la corte del rey de Navarra. Cada cuatro personas de confianza que tenían graduados los reyes de Aragón y Navarra. Pero fue mucho a mi ver de considerar en este hecho la confianza que en un negocio de tan grande importancia hacían los reyes de Aragón y Navarra de algunos de su consejo entre personas tan grandes y principales de sus reinos; porque en caso que toda la resolución de sus diferencias en que iba tanto en honra y estado se hubiera de confiar de uno solo, tenía el rey escogido de su parte a don Berenguer de Bardají justicia de Aragón, y si de dos nombraba con él al obispo de Lérida y si de tres añadía a Ramón de Perellós y si de cuatro con estos escogía a Guillén de Vich. De la misma suerte hacía el de Navarra confianza de otros cuatro por los mismos grados, que eran: Pierres de Peralta, Ruy García de Villalpando, el arzobispo de Tyro y Ramiro de Goñi deán de Tudela. Los siete jueces que nombró el rey de Castilla. Por el rey de Castilla fueron nombrados por jueces el arzobispo de Toledo, Mendoza señor de Almazán, los doctores Fernán González de Avila y Pero Gonzáles del Castillo, el doctor Juan Fernández de Toro, don Pedro Bocanegra deán de la iglesia de Cuenca y fray Martín de Vargas de la orden de Sant Bernardo. Lo que la armada del rey de Castilla hizo en Alicante sin saber la tregua; y lo que sucedió. Entró el rey en Valencia a 26 de agosto con algunas compañías de gente de armas y con toda su corte. Y otro día la armada del rey de Castilla -en la cual iba el almirante don Fadrique- no teniendo aún aviso de las treguas, llegó a ponerse delante de Alicante para combatir el lugar; y don Pero Maza gobernador de Orihuela acudió a ponerse en Alicante con algunas compañías de caballo y de la gobernación, y peleó con la gente que salió a tierra; y fueron rompidos los de la armada, y al recogerse perdieron alguna gente. Batalla en Ibiza y el aviso que el rey [de Aragón] tuvo en Valencia. Pasó aquella armada a Ibiza; y según refiere Alvar García de Santa María, echando la gente en tierra, se tuvo una muy recia batalla; y de ambas partes se recibió mucho daño, siendo capitán de la isla Luis Pardo hijo de Pedro Pardo; y el almirante fue herido de una saeta en el hombro.

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El secretario Bartolomé Sellent fue enviado por el rey [de Aragón] a los infantes; y con qué orden. En Valencia entendió el rey que los infantes sus hermanos estaban más puestos en la guerra que nunca, y se habían concertado con don Juan de Sotomayor maestre de Alcántara, y que el rey de Portugal y el infante don Duarte ofrecían de entrar en nueva confederación y alianza con el rey y sus hermanos. Y por esta causa, después de haber enviado a Ramón de Perellós a los infantes, les envió a su secretario Bartolomé Sellent que se halló con los embajadores al concierto de la tregua. Este llevaba orden para que se saliesen los infantes de Castilla y se detuviesen algún tiempo en Portugal. Y dióse orden que saliendo la infante doña Catalina de Segura quedase en el castillo García de Heredia, y que este caballero encomendase el suyo de Socobo a persona de confianza. Pero visto que de la estada de los infantes en Portugal, si los dos estuviesen juntos, se podían seguir algunos inconvinientes, dio orden que don Juan de Ijar fuese con cinco galeras y dos naves a la costa de Portugal para traer al infante don Enrique, y que el infante don Pedro quedase en aquella frontera para sostener en alguna esperanza a los que se declarasen por su parte, y para que mejor se sustentase el castillo de Alburquerque y las otras fuerzas, porque el rey de Castilla tuviese más causa de tener sospecha del rey de Portugal. Para en caso de rompimiento se acordaba que el infante don Enrique hiciese guerra por las fronteras de Segura y del reino de Valencia y el rey de Navarra por su reino. Causa de la ida de don Juan de Ijar a Portugal. La principal causa de la ida de don Juan de Ijar a Portugal era para procurar estrecha confederación y liga con el rey de Portugal y con los infantes sus hijos, porque dentro de pocos días se acababan las treguas entre Castilla y Portugal; y en el mismo tiempo no cesaban los infantes de Aragón de procurar de aliarse con muchos de los grandes y caballeros de Castilla; y desta vez persuadieron a su opinión a don Juan de Sotomayor maestre de Alcántara y a don Enrique de Guzmán conde de Niebla. Tratóse matrimonio al infante don Pedro con la hermana del duque de Arjona. Y pocos días después fue a Portugal un Juan Sánchez que había sido secretario del duque de Arjona, con plática de matrimonio entre el infante don Pedro y una hermana del duque, con oferta de ciertos castillos y lugares. Y el infante iba entreteniendo este negocio con buenas palabras, de suerte que de la misma manera se trataba de la guerra como antes que se firmase una tan larga tregua; y esto no porque hubiese forma ni socorro para ejecutarla sino por entretener en esperanza de nuevas cosas a los que las deseaban en Castilla y eran enemigos del condestable y le deseaban sacar de la privanza que tenía, pero no se osaban declarar. Salió don Juan de Ijar de la playa de Valencia a 15 del mes de octubre. Fragancia admirable en el túmulo de don Pedro de Luna que se llamó Benedicto [XIII]. En este año, estando el rey en Cariñena, después de la renunciación que hizo el intruso que se llamó Clemente VIII, habiéndose dado la villa y castillo de Peñíscola por el papa Martín al rey y estando ya en la posesión dél, refiere Martín de Alpartil que el día de la fiesta de los ramos de las palmas -que fue a 9 del mes de abril- y el jueves santo siguiente, salió tan maravillosa fragancia del túmulo a donde estaba el cuerpo de don Pedro de Luna que en la cisma se llamó Benedicto, que se extendió no solamente por el castillo a donde estaba el túmulo, pero en la iglesia y por todo el lugar; y se dio por el alcaide del castillo aviso dello al rey que estaba en aquella sazón en Cariñena. Translación del cuerpo de Benedicto [XIII] al castillo de Illueca. Entonces don Juan de Luna sobrino de Benedicto, suplicó al rey que mandase al alcaide del castillo que le entregase el cuerpo; y así se hizo y le llevó a su castillo de Illueca; y le pusieron en una cámara dél a donde había nascido, pues por haber muerto en su pertinacia no se le podía dar eclesiástica sepultura; y allí le tenían con mucha luminaria. Confederación del rey [de Aragón] con el soldán de Babilonia en el castillo de Rodas; por quién y en presencia de quién se hizo. Cuando el lugar y castillo de Peñíscola se dio al rey, era fray

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Antonio de Fluviá maestre del Espital de la santa casa de Sant Juan de Jerusalén; y en su tiempo fue muy estimada y favorecida la nación catalana en las partes de Levante y con su favor y medio se asentó gran confederación y amistad entre el rey de Aragón y Bruzbax rey de Jaraf y soldán de Babilonia. Y por razón della se aseguró el comercio y navegación a los catalanes para las costas y regiones de Egipto, Alejandría y Cairo y se fue aumentando su consulado de Alejandría. Esto se confirmó en el castillo de Rodas a 9 del mes de junio deste año por Raphael Ferrer y Luis Sirvent ciudadanos de Barcelona y embajadores del rey, y por los embajadores del soldán, en presencia del maestre y de Ramón Roger de Eril draper y de fray Luis de Mur senescal del maestre de Rodas y de fray García de Torres bailío de Conterch y de fray Juan de Vilafranca castellano de Rodas y de otros caballeros de la orden del Espital.

CAPÍTULO LXXI Que don Fadrique de Aragón, que fue conde de Luna, con pública cerimonia se hizo vasallo del rey

de Castilla, declarando el fin que le movió para su rebelión. Don Fadrique de Aragón se hizo vasallo del rey de Castilla y los motivos que para serlo tuvo. En fin del mes de enero del año de 1431, estando el rey de Castilla en Palencia, don Fadrique de Aragón -que fue conde de Luna- que del todo se había declarado no sólo rebelde pero enemigo del rey, se hizo vasallo del rey de Castilla reconociéndole por su rey y señor -según decía- por la defensa y amparo que halló en su reino y en su casa real en tiempo de su menester y por las grandes mercedes y honras y beneficios que recibía cada día. Lo que juró don Fadrique de Aragón en manos del rey de Castilla. Esto se hizo con grande solemnidad, otorgándose por vasallo y home ligio del rey de Castilla y de su corona real. Y juró e hizo pleito homenaje según la costumbre y fuero de España en manos del rey, con público voto a la santa casa de Jerusalén so pena de ir a pie y descalzo a ella, si no lo cumpliese así, que le sería de allí adelante en toda su vida obediente y leal vasallo y le serviría con su persona y con todo lo que pudiese haber bien, fiel y lealmente así como a su rey y señor natural como home e vasallo ligio suyo, y guardaría su servicio sobre todas las cosas del mundo, y que habría por su servicio lo que el rey dijese y declarase por su palabra o por cierto mensajero. Ofrecía de poner su persona y todo lo que tuviese, siempre que cumpliese, así contra los reyes de Aragón y Navarra y contra los infantes sus hermanos y contra cada uno dellos, como contra otras cualesquier personas y ni él ni otri por él trataría con ellos ni con la reina de Navarra e infante doña Catalina, ni con el conde de Castro, ni con otros sus aliados y parciales; ni movería ni recibiría ningún trato con deservidores del rey de Castilla; y haría todas las otras cosas que bueno, fiel y leal vasallo ligio y obediente súbdito y natural debía y era tenido de hacer y cumplir por su rey y señor natural y por su corona real, so pena de perjuro e infame e fementido e quebrantador de pleito homenaje y traidor conocido, lo cual le pudiese ser acusado y reptado en todo tiempo y lugar y ante cualquier señor de cualquier dignidad o condición. Costumbre antigua de revesar las armas. Declaraba que le pudiesen ser revesadas por ello sus armas, según la costumbre de aquellos tiempos, pública y notoriamente por todas partes; y fuese tenido de se combatir y entrar en campo sobre ello por su persona sin dar ni serle recibido otro excusador alguno, con cualquier hijodalgo de cualquier estado mayor o menor que no le pudiese desechar por algún caso, y fuese tenido de se ir a combatir con él a la plaza y delante quien aquel se señalase y con las armas de ventaja que el tal quisiese tomar. Lo que se reservó en el juramento don Fadrique de Aragón en respecto del reino de Sicilia. Que si por ventura él hallase partido durando el tiempo de los cinco años de tregua que el rey de Castilla tenía con el rey de Aragón, con el cual pudiese ir al reino de Sicilia, este juramento que agora hacía no le embarazase para no poderlo hacer, con tanto que no fuese en favor del rey de Aragón ni por su mano, ante todavía se entendiese ser contra él y quedase en su fuerza y vigor.

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Testigos del juramento de don Fadrique de Aragón. Esto se juró y otorgó por don Fadrique en presencia del condestable de Castilla y del conde de Benavente y de don Gutierre de Toledo obispo de Palencia y del doctor Diego Rodríguez oidor y referendario del rey de Castilla; y halláronse dos caballeros presentes que le siguieron en su desatino que eran García de Sesé y Romeu Palau. Intento de don Fadrique de Aragón. Es de mucha consideración -allende de la forma que en esto se guardó- ver declarado el fin que llevaba don Fadrique en estos movimientos, que era de poder hallar algún socorro para pasar a Sicilia, pensando que hallaría en ella parte para seguir aquella empresa como hijo natural del rey don Martín; lo cual después fue causa de su perdición y húbose en todo tan livianamente que fue de paso en paso ordenando por donde no sólo fuese habido por traidor al rey de Aragón que era su rey y señor natural, pero también al rey de Castilla que no lo era. Pretensión de doña Violante de Aragón. Doña Violante de Aragón su hermana, muchos años después de ser repudiada por don Enrique de Guzmán conde de Niebla, casó con don Martín de Guzmán hijo de Alvar Pérez de Guzmán alguacil mayor de Sevilla; y pretendió suceder en la villa de Cuéllar por cierta donación que el conde don Fadrique su hermano le hizo della; y quedaron hijos y sucesores de aquel matrimonio. Lo que el rey [de Aragón] procuraba renunciase el conde de Urgel; y por qué. Estando el rey en Barcelona por el mes de junio deste año de 1431, procuraba que el conde de Urgel -que estaba en prisión en el castillo de Játiva- renunciase el derecho que le pertenecía en el condado y en las otras tierras que fueron de la duquesa de Berri y al conde le pertenecían como a nieto de doña Cecilia condesa de Urgel su agüela mujer del infante don Jaime conde de Urgel, la cual -como está referido en estos anales- pretendió suceder en el condado de Comenge y en el vizcondado de Tours por muerte del conde Juan de Comenge su hermano hijo del conde Bernaldo, por haber fallecido el conde Juan sin dejar hijos. Y aquellos estados se habían adjudicado por el parlamento de París a un hijo de Pedro Ramón de Comenge. Aquello había parecido entonces que se hizo por demasiado favor que tuvo el hijo de Pedro de Comenge del rey de Francia, porque por sustitución hecha por Bernaldo conde de Comenge padre de la condesa de Urgel se tomó la posesión de aquellos estados en nombre de la condesa por legítima sucesión. Casamientos que se trataban a dos hijas del conde de Urgel con el rey de Chipre y su primogénito. Pidía el rey al conde de Urgel esta renunciación, con ocasión que se trataba en este tiempo de casar dos hijas del conde, la una con el rey de Chipre y la otra con su hijo primogénito del mismo rey de Chipre; pero cuanto yo conjeturo, debía ser más con fin de tener ciertos en su servicio a los conde de Fox y Armeñaque con el derecho de la sucesión de aquellos estados. A una hija del conde de armeñaque se trataba casamiento con hijo del [conde] de fox. como en el mismo tiempo estaba en francia luis de aguilón para concertar el matrimonio de una hija del conde de armeñaque con hijo del conde de fox, porque estos señores estuviesen en paz y se confederasen de servir y valer al rey de navarra y el conde de armeñaque desistiese de servir al rey de castilla con esperanza de haber aquel derecho del condado de comenge y de las otras tierras, se hacía mucha instancia por el embajador del rey que el conde y condesa de armeñaque viniesen bien en este matrimonio. y sobre lo mismo envió el rey otro caballero al conde de fox que era bernaldo albert. Amenaza del rey de Castilla y prevención del [rey] de Aragón. Esto era con mucho recelo de rompimiento de guerra con el rey de Castilla, porque amenazaba que si el rey pasase al reino de Nápoles rompería la tregua con intención de entrar por Aragón y por el reino de Valencia con poderoso ejército, y hacía grande instancia que Rodrigo de Villandrando -que era muy famoso capitán y había ganado mucha reputación en las guerras de Francia y era natural de Castilla y le seguían diversas compañías de gente de armas- entrase con ellas y con la más gente que pudiese haber por la parte de Rosellón; y que otras compañías del conde de Armeñaque entrasen por estas partes. Y sobre ello había hecho el rey de Castilla grande promesa de heredar en su reino a

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Rodrigo de Villandrando. Había también ofrecido Rodrigo de Villandrando al rey de Aragón, por medio de un hermano suyo que se llamaba Pedro de Corral, de servirle con que no fuese contra la persona del rey de Castilla, y que contra todos los que servían al rey de Castilla emprendería cualquier cosa. Casamiento del conde de Fox y su hijo con una hija del rey de Navarra y otra del conde de Urgel. Y llevó cargo Bernaldo Albert de entender dél a lo que se dispornía, y también comisión de ofrecer una hija del rey de Navarra para que casase con el conde de Fox que estaba viudo por asegurar las fronteras de Bearne y Fox. Pero el conde de Fox casó con doña Juana hija del conde de Urgel y su hijo Gastón de Fox con la infante doña Leonor hija del rey de Navarra. Muerte de la reina doña Violante de Aragón. A 3 de julio deste año murió en la ciudad de Barcelona la reina doña Violante de Aragón mujer del rey don Juan el I, agüela de Luis duque de Anjous que competía en este tiempo con el rey de Aragón por la sucesión del reino. Y el mismo día arribaron a la playa de Barcelona el preboste de París y el presidente, que venían de Marsella para asentar la tregua que el rey había otorgado a los de aquella ciudad.