año 1.1 ntim 179 el campo de flibrattar

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Año 1.1 Ntim 179 El Campo de flibrattar DIARIO LIBLRAL IMDEPL1DIET1TE ORGANO DEFENSOR DE LOS INTERESES GENERALES D E L A REGIÓN Y DE LOS DE ESPAÑA EN AFRICA No se devuelven los originales que se nos remitan aunque no se publiquen. Algeciras 2 de Junio de 1916 REDACCIÓN-ADMINISTRACIÓ N Santa María, número 5 ñ la justicia prenden lltmo Sr. Fiscal de S. M. de la Audiencia territorial de Sevilla PRECIOS DE SUSCRIPCION 1'50 Pts. al mes D. Antonio R. Sánchez Osetti, Ge rente del diario EL CAMPO DE GIBRAL TAR , mayor de edad, con cédula per- sonal número 990, expedida en 3 de Julio del pasado año 1915, domiciliado en Algeciras, ante V. I., respetuosa- mente comparece y expone: Presento denuncia contra el Juez de primera instancia e instrucción de Algeciras, don Eusebio Manteóla, por haber, sido vejado y molestado en mi dignidad e injuriado como verá S.I. en los hechos que paso a exponer: Antes de entrar en materia, la rec titud de mi espíritu y la honradez de mi-pensamiento me obligan a decla- rar, LO me mueve contra dicho funcio nario, interés alguno que no sea el ho nesto y correcto de la propia dignidad y el prestigio de las autoridades judi- ciales. El señor Manteóla cambió su amis- tad con el que escribe durante losnri- meros años de su residencia en Alge- ciras: incidencias de la vida part.ifu lar trocaron las relaciones en espíritu de persecución y sin motivos algunos racionales y suficientes en ordenada, v sana crítica, el amigo se convirtió en consor, el censor trocóse en perse- guidor, y como para satisfacción de sus presentimientos, tenía autoridad judicial, abusando de ésta y después de vejaciones que no son del caBo, en uno de los primeros días de este mes corriente pretextando debía, declarar sobre hechos denunciados en el núiae ro correspondiente al día 6 del perió- dico EL CAMPO DE GIBRALTAR , me lia ante su autoridad, y requiriendo en nombre de la Ley, para que facili- tara y ampliase cuantos datos tuviera acerca de los hechos que denunciaba en la publicación, levantó acta de mis palabras y caracterizándola como de claración judicial, pieza y elemento de sumario, la autorizó con todos los formalismos necesarios, para que tu- viera éste carácter solemne y jurí- dico. Pocos dias después y con gran sor- presa del que suscribe, aquella decía ración que obedeciendo al mandato ju dicial había prestado, "fué enviada a la publicación de EL CAMPO D E G I - BRALTAR , al «Comercio» y a «La Re- vista», publicaciones de Algeciras, dis poniendo la inserción de cuanto había expresado, no en su conjunto ni espí- ritu , sino trasladando exactamente cuanto ante su autoridad dije y expre sé.hasta el grado de consignarse lite- ralmente algunos de los conceptos, in cluy'endo el de antecedentes penales del deponente, que por fortuna carece de ellos, y sin embargo, aparece la ex presión en el edicto bajo una forma tan equívoca, que el vulgo, bien pue- de entender que he sufrido 'condena, cuando sea dicho en honor de la justi- cia, ésta ha sobreseído siempre en los procesos que la malicia o la ignoran- cia ha vinculado mi nombre. Recibido el documento del Juzgado en la Re'acción de EL CAMPO DE GI BRALTAR y como no apareciera en sus columnas, al siguiente día fué llamado el Director del periódico y requerido, por que habiendo recibido en propia mano el edicto no lo había dado a la publicidad, conminándole para que en cumplimiento de la obediencia que todo ciudadano debe al mandato judi- cial, lo injertara inmediatamente, previniéndole que "sería considerado, como caso de desobediencia, la rebel- día, al cumplimiento de su orden. Dueño ei denunciante de la publi- cación y entendiendo que no tenia obli gacidn de cumplir un mandato que carece de toda base jurídica y cuya publicidad se imponía solo por el im- perio del capricho y la° sujestiones del amor propio, solicitado y avivado por requerimientos de malquerencias per- sonales, reiteré la orden para (me no se publicase, por entender v pongo el corazón en la justicia, al .afirmarlo así, que habla un agravio al derecho de pro piedad v una mortificación a mi hono- rabilidad, en la forma exigente, en la modalidad conminatoria y en las expre- siones, del ante dicho edicto, y como estos hechos han adquirido una gran resonancia en la Ciudad de Algeciras, y los comentarios que en todos los Centros sociales se hacen, llevan ru- mores de poca estima para la Autori- dad judicial por lo que se cree proce- dimiento desaforado, hijo de vehe- mencias que no deben nunca sofocar la ecuanimidad y rectitud propia de los Jueces, lo pongo como ofendido y agraviado, como molesto y mortifica- do por tales actos, en conocimiento de su autoridad, para que con la rectitud que inspira todos sus actos, se digne si lo creyere de justicia practicar y ordenar las informaciones convenien- tes para la comprobación de los he- chos de que dejo hecho mérito. SUPLICO a V. I. tenga por presen- tada y por rectificada a los efectos de Ley la precedente denuncia en los términos que con arreglo a justicia corresponda. Antonio R. Sánchez Osetti. Como esperábamos, en las altas es- feras de la judicatura española, allí «do se forja el rayo» apovan nuestra razón; y en el digno Ministerio Fiscal de la provincia, aceptan nuestras que- jas, nos escuchan y nos prometen ha- cer justicia. Así debe ser. LA GUERRA Y L A PAZ.-DOS MÉTODOS Y DOS IDEALES Habla Sir Edward Grey Hacia falta. Hacía mucha falta que alguien recordara ciertas cosas, muy claras para todo el mundo en Agosto de 1914. Hacia falta que alguien repi- tiera ciertos importantísimos lugares comunes que corríamos el peligro de olvidar. A medida que adelantaba el tiempo íbamos enmarañándonos, al estudiar la guerra, en la red de las cuestiones subsidiarias que de ella se derivan, de los nuevos problemas que cada día plantea, militares, políticos, jurídicos y económicos. Y al mismo tiempo íbamos descuidando la medita- ción sobre sus orígenes, su significa- ción, sus posibles consecuencias en la evolución política, de la humanidad civilizada, esos temas que fueron y con razón, durante los primeros tiem pos del conflicto, nuestras preocupa- ciones centrales. Hacía falta; muchísima falta, por lo tanto que alguien volviera a ha- cerse, para darles una contestación simple y verdadera, las siguientes preguntas: ¿Quién fué el causante de la gue- rra? ¿Que principios están en oposi- ción? ¿Que cabe esperar de la guerra según sea el vencedor? Eso acaba de hacer Sir Edward Grey, Ministro de Negocios Extranje- ros de la Gran BretBña. En una entre- vista celebrada con el corresponsal de las «Daily News», de Chicago, la primera que Sir Edward Grey conce- de en los diez años que lleva de minis- tro, encontramos de nuevo planteado el problema tal como se lo plantearon los hombres de corazón de todos los paises neutrales en la primera sema- na de Agosto de 1914. Alemania ha trabajado lo indecible para modificar en el mundo entero la impresión de aquellos primeros mo- mentos. Ha afirmado con procacidad que esta guerra había sido provocada por sus enemigos; ha negado, después de haberlo reconocido, la violación de la neutralidad de Bélgica; ha puesto el grito en el cielo acusando a la Gran Bretaña de querer hacer morir de hambre a la población civil de los Im- perios Centrales, ha hablado de dai la libertad a poloneses y flamencos, co- mo si los ejércitos germánicos estu- vieran en efecto luchando por el prin- cipio de las nacionalidades. Con todo ello Alemania no espera- ba, claro está, convertir la totalidad de la opinión neutral al credo germa- nófilo. Aspiraba a otra cosa: a crear en la masa indecisa de los neutrales la convicción de que la guerra es una loca aventura, cuya responsabilidad recae por partes iguales sobre todos los que en ella toman,parte. A Alema- nia le interesaba, y se comprende, que el mundo neutral llegara a la con- clusión de que «todos son unos.» Quien lea sin prejuicio las declara- ciones de Sir Edward Grey y recuer- de la serie de hechos c incidei tes que constituyeron el prólogo de la. guerra tendrá que llegar por necesidad a una conclusión distinta y reconocer que «aún hay clases».. No son todos unos. Los que ata- caron la neutralidad de Bélgica y los que la defendieron; los que rechaza- ron el proyecto de una conferencia para solucionar fa /orablemente el conflicto austroruso y los que propu- sieron esta conferencia como un me- dio para evitar la guerra; los que de- sean resolver pir la fuerza los pleitos entre las n-aci'ones y los que aspiran a solventar las diferencias interna- cionales por el derecho: los que creen en la guerra como agente de civiliza- ción y progreso y los que la conside- ran como un mal y un mal evitable, no pon todos unos. Así lo ha puesto muy claro Sir Edward Grey en su entrevista con el periodista norteamericano. L o sus- tancial de las manifestaciones del Ministro de Negocios Extranjeros de la Gran Bretaña puede resumirse en forma de contestación a tres pregun- tas : ¿Quién fué el causante de la guerra? ¿Qué principios er tan en opo sición? ¿Qué cabe esperai de la gue- rra, según sea el vencedor? El causante directo de la guerra fué Alemania. De nada vaL 1 inten- tar la leyenda de una conspiración europea contra el creciente desarrollo del Imperio germánico; de nada vale decir que las naciones de la Triple Entente pretendían ahogar al pueblo alemán en un círculo de hierro. Eso es literatura y nada más que litera- tura. Hace veinte años las relaciones de Inglaterra con los imperios Centra- les eran excelentes; en cambio vivía en un estado de constante fricción con con Francia y Rusia que muchas ve-, ees las llevó a dos dedos de la guerra. Inglaterra, en vista de ello, procuró llegar a un arreglo con Francia y, más tarde, con Ruaia, sin ninguna in- tención de hostilidad hacia Alemania, antes al contrario con el propósito de preparar el camino para establecer una paz permanente. ¿Pruebas? In glaterra aseguró categóricamente a Alemania en repetidas ocasiones que nunca tomaría parte en una guerra de agresión contra ella. Pero Alema- nia no se declaró satisfecha. Quería más. Quería que Inglaterra se com- prometiera a observar una neutrali- dad incondicional. «Verdad es—dice Sir Edward Grey- 1 -, que Alemania hablaba siempre de una posible gue- rra que le fuera impuesta por sus enemigos. Pero lo malo es que nun-

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A ñ o 1.1 Ntim 179

El Campo de flibrattar DIARIO LIBLRAL IMDEPL1DIET1TE

O R G A N O D E F E N S O R D E LOS I N T E R E S E S G E N E R A L E S D E L A REGIÓN Y D E LOS D E E S P A Ñ A E N A F R I C A

No se devuelven los or iginales que se nos r emi tan aunque no se publiquen.

Algeciras 2 de Junio de 1916 R E D A C C I Ó N - A D M I N I S T R A C I Ó N

Santa María, número 5

ñ la justicia prenden lltmo Sr. Fiscal de S. M. de la Audiencia territorial de Sevilla

PRECIOS D E SUSCRIPCION 1'50 Pts. al mes

D . Antonio R. S á n c h e z Osetti, Ge rente del diario E L C A M P O D E G I B R A L

T A R , mayor de edad, con c é d u l a per­sonal n ú m e r o 990, expedida en 3 de Ju l io del pasado a ñ o 1915, domici l iado en Algec i ras , ante V . I., respetuosa­mente comparece y expone: Presento denuncia contra el Juez de pr imera instancia e ins t rucc ión de Algec i r a s , don Eusebio Man teó l a , por haber, sido vejado y molestado en m i dignidad e injuriado como v e r á S.I. en los hechos que paso a exponer:

Antes de entrar en materia, l a rec titud de mi e sp í r i t u y l a honradez de mi-pensamiento me obligan a decla­rar , L O me mueve contra dicho funcio nario, i n t e r é s alguno que no sea el ho nesto y correcto de la propia dignidad y el prestigio de las autoridades judi­ciales.

E l señor Man teó l a c a m b i ó su amis­tad con el que escribe durante l o s n r i -meros años de su residencia en A lge ­ciras: incidencias de l a vida part.ifu lar trocaron las relaciones en espí r i tu de pe r secuc ión y sin motivos algunos racionales y suficientes en ordenada, v sana c r í t i c a , el amigo se conv i r t ió en consor, e l censor t rocóse en perse­guidor, y como para sa t is facción de sus presentimientos, t en í a autoridad judic ia l , abusando de és ta y de spués de vejaciones que no son del caBo, en uno de los primeros d ías de este mes corriente pretextando debía, declarar sobre hechos denunciados en el n ú i a e ro correspondiente a l día 6 del per ió­dico E L C A M P O D E G I B R A L T A R , me l i a mó ante su autoridad, y requiriendo en nombre de la L e y , para que fac i l i ­tara y ampliase cuantos datos tuviera acerca de los hechos que denunciaba en l a pub l i cac ión , l e v a n t ó acta de mis palabras y c a r a c t e r i z á n d o l a como de c l a r ac ión judic ia l , p ieza y elemento de sumario, l a au to r izó con todos los formalismos necesarios, para que tu­v ie ra éste c a r á c t e r solemne y j u r í ­dico.

Pocos dias d e s p u é s y con gran sor­presa del que suscribe, aquel la d e c í a r ac ión que obedeciendo a l mandato ju d ic ia l h a b í a prestado, "fué enviada a la pub l icac ión de E L C A M P O D E G I ­

B R A L T A R , a l «Comercio» y a «La Re­vis ta» , publicaciones de Algec i ras , dis poniendo la inserc ión de cuanto h a b í a expresado, no en su conjunto n i espí­r i tu , sino trasladando exactamente cuanto ante su autoridad dije y expre s é . h a s t a el grado de consignarse lite­ralmente algunos de los conceptos, i n cluy'endo el de antecedentes penales del deponente, que por fortuna carece de ellos, y sin embargo, aparece la ex p r e s i ó n en el edicto bajo una forma

tan equ ívoca , que el vulgo, bien pue­de entender que he sufrido 'condena, cuando sea dicho en honor de la justi­cia , é s t a ha sobrese ído siempre en los procesos que la ma l i c i a o l a ignoran­cia ha vinculado mi nombre.

Recibido el documento del Juzgado en l a R e ' a c c i ó n de E L C A M P O D E G I

B R A L T A R y como no apareciera en sus columnas, a l siguiente d ía fué l lamado el Director del per iódico y requerido, por que habiendo recibido en propia mano el edicto no lo h a b í a dado a l a publ ic idad, c o n m i n á n d o l e para que en cumplimiento de l a obediencia que todo ciudadano debe a l mandato judi­c i a l , lo in je r ta ra inmediatamente, p r e v i n i é n d o l e que "sería considerado, como caso de desobediencia, l a rebel­día, al cumpl imiento de su orden.

D u e ñ o ei denunciante de la publ i ­cación y entendiendo que no tenia obli gacidn de cumpl i r un mandato que carece de toda base j u r í d i c a y cuya publ ic idad se i m p o n í a solo por el im­perio del capr icho y la° sujestiones del amor propio, solicitado y av ivado por requerimientos de malquerencias per­sonales, r e i t e r é l a orden para (me no se publicase, por entender v pongo el corazón en l a justicia, al .afirmarlo así , que habla un agravio al derecho de pro piedad v una mort i f icación a m i hono­rabi l idad , en l a forma exigente, en la modalidad conminatoria y en las expre­siones, del ante dicho edicto, y como estos hechos han adquirido una gran resonancia en la Ciudad de Algec i ras , y los comentarios que en todos los Centros sociales se hacen, l l evan ru­mores de poca estima para la Au to r i ­dad judicial por lo que se cree proce­dimiento desaforado, hijo de vehe­mencias que no deben nunca sofocar l a ecuanimidad y rect i tud prop ia de los Jueces, lo pongo como ofendido y agraviado, como molesto y mortifica­do por tales actos, en conocimiento de su autoridad, para que con la recti tud que inspi ra todos sus actos, se digne si lo creyere de just icia pract icar y ordenar las informaciones convenien­tes para la c o m p r o b a c i ó n de los he­chos de que dejo hecho m é r i t o .

S U P L I C O a V . I. tenga por presen­tada y por rectificada a los efectos de L e y l a precedente denuncia en los t é r m i n o s que con arreglo a justicia corresponda.

Antonio R. Sánchez Osetti. Como e s p e r á b a m o s , en las altas es­

feras de l a judicatura e s p a ñ o l a , a l l í «do se forja el rayo» apovan nuestra r a z ó n ; y en el digno Minister io F i s c a l de la provinc ia , aceptan nuestras que­jas, nos escuchan y nos prometen ha­cer just icia.

Así debe ser.

L A G U E R R A Y L A P A Z . - D O S MÉTODOS Y D O S I D E A L E S

Habla Sir Edward Grey H a c i a falta. H a c í a mucha falta que

alguien recordara ciertas cosas, muy claras para todo el mundo en Agosto de 1914. H a c i a falta que a lguien repi­t iera ciertos i m p o r t a n t í s i m o s lugares comunes que c o r r í a m o s el peligro de o lv idar . A medida que adelantaba el tiempo íbamos e n m a r a ñ á n d o n o s , a l estudiar la guerra , en la red de las cuestiones subsidiarias que de e l la se der ivan , de los nuevos problemas que cada día plantea, mili tares, po l í t icos , ju r íd icos y económicos . Y a l mismo tiempo íbamos descuidando la medita­ción sobre sus o r ígenes , su significa­c ión , sus posibles consecuencias en l a evolución política, de la humanidad c i v i l i z a d a , esos temas que fueron y con r a z ó n , durante los primeros t iem pos del conflicto, nuestras preocupa­ciones centrales.

H a c í a falta; m u c h í s i m a falta, por lo tanto que alguien v o l v i e r a a ha­cerse, para darles una con t e s t ac ión simple y verdadera, las siguientes preguntas:

¿Quién fué el causante de la gue­rra? ¿Que principios e s t á n en oposi­ción? ¿Que cabe esperar de l a guer ra según sea el vencedor?

Eso acaba de hacer Sir E d w a r d Grey , Ministro de Negocios Extranje­ros de la G r a n BretBña. E n una entre­v is ta celebrada con el corresponsal de las «Dai ly News» , de Chicago, l a p r imera que S i r E d w a r d Grey conce­de en los diez años que l l e v a de minis­tro, encontramos de nuevo planteado el problema tal como se lo plantearon los hombres de co razón de todos los paises neutrales en la p r imera sema­na de Agosto de 1914.

A l e m a n i a ha trabajado lo indecible para modificar en el mundo entero la i m p r e s i ó n de aquellos primeros mo­mentos. H a afirmado con procacidad que esta guer ra h a b í a sido provocada por sus enemigos; ha negado, d e s p u é s de haberlo reconocido, l a violación de la neutral idad de Bé lg ica ; ha puesto el gr i to en el cielo acusando a l a G r a n B r e t a ñ a de querer hacer morir de hambre a la población c i v i l de los Im­perios Centrales, ha hablado de dai l a l ibertad a poloneses y flamencos, co­mo si los e jé rc i tos g e r m á n i c o s estu­v ie ran en efecto luchando por el pr in­cipio de las nacionalidades.

Con todo ello A l e m a n i a no espera­ba, claro es tá , convert ir la totalidad de l a opinión neutra l a l credo germa-nófilo. A s p i r a b a a otra cosa: a crear en la masa indecisa de los neutrales la conv icc ión de que la guerra es una loca aventura , c u y a responsabilidad recae por partes iguales sobre todos

los que en e l la toman,parte. A Alema­n i a le interesaba, y se comprende, que el mundo neutral l legara a l a con­clusión de que «todos son unos.»

Quien lea sin prejuicio las declara­ciones de S i r E d w a r d G r e y y recuer­de la serie de hechos c incidei tes que consti tuyeron el p ró logo de la. gue r ra t e n d r á que l legar por necesidad a una conc lus ión distinta y reconocer que «aún hay clases»..

No son todos unos. Los que ata­caron la neutral idad de B é l g i c a y los que la defendieron; los que rechaza­ron e l proyecto de una conferencia para solucionar fa /orablemente e l conflicto austroruso y los que propu­sieron esta conferencia como un me­dio pa ra evi tar l a guerra; los que de­sean resolver p i r l a fuerza los pleitos entre las n-aci'ones y los que aspiran a solventar las diferencias interna­cionales por el derecho: los que creen en l a guerra como agente de c i v i l i z a ­ción y progreso y los que l a conside­ran como un m a l y un ma l evitable, no pon todos unos.

Así lo ha puesto muy claro Sir E d w a r d G r e y en su entrevista con el periodista norteamericano. L o sus­tancial de las manifestaciones de l Minis t ro de Negocios Extranjeros de l a Gran B r e t a ñ a puede resumirse en forma de con tes tac ión a tres pregun­tas : ¿Quién fué el causante de l a guerra? ¿Qué pr incipios er tan en opo sición? ¿Qué cabe esperai de la gue­rra , s e g ú n sea el vencedor?

E l causante directo de la guerra fué A l e m a n i a . De nada vaL 1 inten­tar l a leyenda de una c o n s p i r a c i ó n europea contra el creciente desarrollo del Imperio g e r m á n i c o ; de nada vale decir que las naciones de la T r i p l e Entente p r e t e n d í a n ahogar a l pueblo a l e m á n en un c í r cu lo de hierro. Eso es l i tera tura y nada m á s que l i tera­tura. Hace veinte a ñ o s las relaciones de Ingla te r ra con los imperios Centra­les eran excelentes; en cambio v i v í a en un estado de constante fricción con con F r a n c i a y Rus ia que muchas ve-, ees las l levó a dos dedos de la guerra . Ingla ter ra , en vis ta de ello, p r o c u r ó l legar a un arreglo con F r a n c i a y , m á s tarde, con Ruaia, sin n inguna i n ­tenc ión de hostil idad hac ia A l e m a n i a , antes a l contrario con el p ropós i to de preparar el camino para establecer una paz permanente. ¿ P r u e b a s ? In g la te r ra a s e g u r ó c a t e g ó r i c a m e n t e a A l e m a n i a en repetidas ocasiones que nunca t o m a r í a parte en una guerra de agres ión contra e l la . Pero A l e m a ­nia no se d e c l a r ó satisfecha. Q u e r í a m á s . Q u e r í a que Ingla terra se com­prometiera a observar una neutrali­dad incondicional . « V e r d a d es—dice Si r E d w a r d Grey- 1 - , que A l e m a n i a hablaba siempre de una posible gue­r r a que le fuera impuesta por sus enemigos. Pero lo malo es que nun-

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Page 3: Año 1.1 Ntim 179 El Campo de flibrattar

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