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1 ARQUIDIÓCESIS DE GUAYAQUIL DIÓCESIS DE YAGUACHI DIÓCESIS DE BABAHOYO Propuesta de oración para comunidades parroquiales, familias, grupos laicales y todas las personas de buena voluntad. (Desde el lunes 27 de abril hasta el domingo 03 de mayo de 2020) La paz sea con ustedes" Queridos hermanos seguimos bajo la declaratoria por la emergencia sanitaria de no celebrar en un contexto comunitario la Eucaristía, fuente y culmen de la vida cristiana (cf. SC 10), pero nuestra fe en la resurrección de Jesús, como una verdadera opción personal, nos llevó a vivir este tiempo de un modo especial y nuevo: en esperanza, en fraternidad y en servicio en esta situación que estamos viviendo y como iglesia doméstica entramos en comunión con el Señor y su misterio de salvación. «La paz sea con vosotros» son las primeras palabras del Señor resucitado. ¿Saben lo que significa este saludo pascual de Cristo? ¿Lo que quería decir a los aturdidos y angustiados discípulos que, confusos por el terrible espectáculo del Calvario, buscaron cobijo tras las puertas cerradas del Cenáculo? ¿Lo que hoy puede decirnos a nosotros? Quizá pensemos que este deseo de paz del Señor no tenía nada de extraordinario. Al fin y al cabo «la paz sea con vosotros» era sencillamente el saludo que los hombres y mujeres del tiempo de Jesús se dirigían cuando se encontraban, como sucede hoy mismo con el saludo Shalom. No debemos olvidar que, para nosotros los cristianos, como entonces para los discípulos de Jesús, era un saludo que salía de la boca del Resucitado, del que, en la cruz, por la muerte entró en la vida. Es la Pascua de Resurrección, la verdadera Pascua, el día en que todo ha renacido. Así este viejo saludo hebreo ha recibido un nuevo ser en la Pascua de Cristo: lo que antes era un simple deseo, está ahora cumplido y cargado de santa realidad. Este Cristo resucitado es el portador de la paz. Por eso, en la tarde del día de Pascua, Cristo resucitado muestra a sus discípulos las manos taladradas y el costado abierto, y nos dice: «La paz sea con vosotros». Por eso, hoy, este saludo ya no es un simple deseo, sino un don. Don, en primer lugar, para un pequeño grupo de fieles que perseveraron a los pies de la cruz del Maestro. Don también para todos aquellos por quienes el Señor ofreció hasta la última gota de su sangre: por los patriarcas, los profetas y los hijos del pueblo de la antigua alianza; para la inmensa muchedumbre de hijos de la Iglesia, el Nuevo Pueblo; para todos los que están haciendo frete a esta pandemia, sacerdotes, religiosos y religiosas, doctores, enfermeros y enfermeras, policía nacional y de tránsito, farmacéuticos, dueños de tiendas, empresarios, voluntarios y personal de gobierno. Quiero también de manera especial traer a la memoria a todos los hermanos víctimas de esta pandemia y encomendarlo a la infinita misericordia de nuestro Señor y que gocen de su santa paz. Ya que el deseo de Jesús resucitado es que su misericordia sea refugio y amparo para todas las almas, acudamos siempre a Él en busca de su misericordia y consuelo para nuestro pueblo y el mundo entero. “La paz sea con ustedes”. Feliz Pascua a todos.

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ARQUIDIÓCESIS DE GUAYAQUIL

DIÓCESIS DE YAGUACHI

DIÓCESIS DE BABAHOYO

Propuesta de oración para comunidades parroquiales, familias, grupos laicales y

todas las personas de buena voluntad.

(Desde el lunes 27 de abril hasta el domingo 03 de mayo de 2020)

“La paz sea con ustedes"

Queridos hermanos seguimos bajo la declaratoria por la emergencia sanitaria de no

celebrar en un contexto comunitario la Eucaristía, fuente y culmen de la vida cristiana

(cf. SC 10), pero nuestra fe en la resurrección de Jesús, como una verdadera opción

personal, nos llevó a vivir este tiempo de un modo especial y nuevo: en esperanza, en

fraternidad y en servicio en esta situación que estamos viviendo y como iglesia doméstica

entramos en comunión con el Señor y su misterio de salvación.

«La paz sea con vosotros» son las primeras palabras del Señor resucitado. ¿Saben lo que

significa este saludo pascual de Cristo? ¿Lo que quería decir a los aturdidos y angustiados

discípulos que, confusos por el terrible espectáculo del Calvario, buscaron cobijo tras las

puertas cerradas del Cenáculo? ¿Lo que hoy puede decirnos a nosotros? Quizá pensemos

que este deseo de paz del Señor no tenía nada de extraordinario. Al fin y al cabo «la paz

sea con vosotros» era sencillamente el saludo que los hombres y mujeres del tiempo de

Jesús se dirigían cuando se encontraban, como sucede hoy mismo con el saludo Shalom.

No debemos olvidar que, para nosotros los cristianos, como entonces para los discípulos

de Jesús, era un saludo que salía de la boca del Resucitado, del que, en la cruz, por la

muerte entró en la vida. Es la Pascua de Resurrección, la verdadera Pascua, el día en que

todo ha renacido. Así este viejo saludo hebreo ha recibido un nuevo ser en la Pascua de

Cristo: lo que antes era un simple deseo, está ahora cumplido y cargado de santa realidad.

Este Cristo resucitado es el portador de la paz. Por eso, en la tarde del día de Pascua,

Cristo resucitado muestra a sus discípulos las manos taladradas y el costado abierto, y nos

dice: «La paz sea con vosotros». Por eso, hoy, este saludo ya no es un simple deseo, sino

un don. Don, en primer lugar, para un pequeño grupo de fieles que perseveraron a los pies

de la cruz del Maestro. Don también para todos aquellos por quienes el Señor ofreció

hasta la última gota de su sangre: por los patriarcas, los profetas y los hijos del pueblo de

la antigua alianza; para la inmensa muchedumbre de hijos de la Iglesia, el Nuevo Pueblo;

para todos los que están haciendo frete a esta pandemia, sacerdotes, religiosos y

religiosas, doctores, enfermeros y enfermeras, policía nacional y de tránsito,

farmacéuticos, dueños de tiendas, empresarios, voluntarios y personal de gobierno.

Quiero también de manera especial traer a la memoria a todos los hermanos víctimas de

esta pandemia y encomendarlo a la infinita misericordia de nuestro Señor y que gocen de

su santa paz.

Ya que el deseo de Jesús resucitado es que su misericordia sea refugio y amparo para

todas las almas, acudamos siempre a Él en busca de su misericordia y consuelo para

nuestro pueblo y el mundo entero.

“La paz sea con ustedes”.

Feliz Pascua a todos.

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OREMOS JUNTOS EN ESTOS TIEMPOS DE ENFERMEDAD

APREMIADOS POR LA TRIBULACIÓN,

ACUDIMOS A TI, SAN JOSÉ, Y LLENOS DE CONFIANZA

INVOCAMOS TU PATROCINIO Y EL DE TU SANTÍSIMA ESPOSA,

SANTA MARÍA.

G. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

T. Amen

G. Dios Padre, que es bendito por los siglos, nos conceda vivir en comunión los unos con

los otros, con la fuerza del Espíritu, en Cristo Jesús nuestro hermano.

T. Bendito por los siglos el Señor

ORACIÓN DEL PAPA A LA VIRGEN DEL DIVINO AMOR. (Todos los días)

Oh María, Tú resplandeces siempre en nuestro

camino como signo de salvación y esperanza.

Nosotros nos encomendamos a Ti,

salud de los enfermos,

que bajo la Cruz estuviste asociada

al dolor de Jesús manteniendo firme tu fe.

Tú, Salvación del pueblo de Dios,

sabes lo que necesitamos

y estamos seguros de que proveerás

para que, como en Caná de Galilea,

pueda volver la alegría y la fiesta

después de este momento de prueba.

Ayúdanos, Madre del Divino Amor,

a conformarnos a la voluntad del Padre

y a hacer lo que nos dirá Jesús,

que ha tomado sobre sí nuestros sufrimientos.

Y ha cargado nuestros dolores para llevarnos,

a través de la Cruz, al gozo de la Resurrección.

Amén.

Bajo tu protección, buscamos refugio,

Santa Madre de Dios.

No desprecies las súplicas

de los que estamos en la prueba y

líbranos de todo peligro,

¡oh Virgen gloriosa y bendita!

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LUNES 27 DE ABRIL DE 2020

Segundo Misterio Gozoso:

LA VISITACIÓN DE MARÍA A SU PRIMA SANTA ISABEL.

Lectura del Evangelio de san Lucas 1, 39–43.

MARÍA, MUJER QUE CONOCE LA DANZA

Quería hablar de la relación de María con la muerte. Pero, ¿Qué tiene que ver la muerte

con la danza? Lo explico inmediatamente.

En una de las últimas páginas de un libro que he leído había una frase que me escandalizo:

“María, nunca podrá danzar”.

No me escandalizó tanto la noticia acerca de su inmaculada concepción o su virginal

maternidad, como la insinuación que María no supiera bailar. Me pareció un ultraje a su

humanidad.

Detrás de esta frase se esconde la afirmación que María no tuvo un cuerpo como las otras

mujeres, y que su feminidad no era desencarnada para hacerle imposible la gestualidad

de la danza.

No les parece una blasfemia la sola sospecha que María fuera una criatura sin pasiones,

pobre de impulsos, priva de calor humano, rematada solo de ayunos y abstinencias,

incapaz de aquellos sentimientos interiores que saben explotar en la gracia del canto y en

la dilatación corpórea del ritmo.

Que María fuera experta de danza, nos lo dice una palabra en particular presente en su

vocabulario: “exultar”. Esta palabra llega desde el latín: “ex–saltar” que significa

exactamente saltar por acá y allá.

Así que cuando ella exclama: “mi espíritu exulta en Dios mi salvador” no solo nos

manifiesta su extraordinaria competencia musical, sino que nos hace sospechar que el

Magníficat, tiene que haberlo cantado danzando.

Por qué insisto en esta particular actitud artística de María, la respuesta es sencilla: no es

posible sostener y aceptar la muerte si no se sabe sostener la danza. Decir que María no

puede danzar, significa pensarla extraña a lo que muerte y danza tienen en común: el afán

del respiro, la pretensión de la agonía, la contracción dolorosa del cuerpo.

Sería vaciar de valor salvífico el sufrimiento de María y reducir el misterio de la Dolorosa,

no obstante, las siete espadas penetradas en el corazón, a un espectáculo solo aparente.

Parece alejar a María del acontecimiento del viernes santo.

Santa María, mujer que bien conoces la danza, pero también mujer que bien conoces el

sufrir, ayúdanos a entender que el dolor no es la última realidad del hombre; no te pedimos

el don de no padecer, ni la exoneración de las cargas de la amargura, solo te pedimos que,

en el momento de la prueba, nos preserves del llanto de los desesperados.

Santa María, mujer que bien conoces la danza, te pedimos estés cerca de nosotros en la

hora de nuestra muerte porque sabemos muy bien que tú la experimentaste en serio.

Tu que viviste más la muerte absurda, violenta de tu hijo antes de irte al cielo. Te

suplicamos, renueva también en nosotros la ternura que usaste con Jesús, cuando “desde

el mediodía hasta las tres de la tarde se obscureció sobre toda la tierra”, en aquellas horas

tenebrosas interrumpidas solo por los gritos del condenado, tal vez danzaste alrededor de

la Cruz con tus lamentos de madre, implorando el regreso del sol.

Repite esta danza alrededor de las cruces de tus hijos, ya que, si tú estás la luz no tardará

en aparecer y también el patíbulo más trágico florecerá como un árbol en primavera.

Santa María, mujer que bien conoces la danza, haznos entender que la fiesta es la última

vocación del hombre; aumenta nuestras reservas de valentía, redobla nuestras reservas de

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amor, alimenta nuestras lámparas de la esperanza. Haz que en las frecuentes faltas de

felicidad que alimentas nuestras jornadas, nunca terminemos de esperar con fe aquel que

llegara a “cambiar el lamento en danza y la tristeza en habito de gozo”.

Gracias.

Oremos por toda la familia humana, en especial por nuestras familias ecuatorianas.

Por nuestros abuelos y todos los ancianos del mundo, los padres y madres de familia, los

jóvenes y por todos los niños.

Padre Nuestro…

10 Ave María…

Gloria…

Dios te salve, Reina y Madre…

MARTES 28 DE ABRIL DE 2020

Segundo Misterio Doloroso:

LA FLAGELACIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO

Lectura del Santo Evangelio de Juan 18, 33, 19;1.

MARÍA, MUJER DEL SABATO SANTO

En las fiestas está presente Él, en las vigilias, al centro, está presente ella. De hecho, en

el Sábato Santo, la protagonista absoluta, aunque si silenciosa, es María.

Luego de la sepultura de Jesús, en custodiar la fe sobre la tierra, permaneció solo ella. El

viento del Gólgota apagó todas las lámparas, pero dejó aprendida solo su lámpara, sólo

la suya.

María paraliza todo el tiempo del sábado y permanece como el único punto de luz para

todos nosotros. Aquel día ella va errando por los caminos de la tierra, con la lámpara entre

las manos.

Santa María, mujer del sábado, estuario dulcísimo en el cual, al menos por un día se

recogió toda la Fe de la Iglesia, tú eres el último punto de contacto con el cielo que

preservó la tierra del trágico black–out de la gracia. Condúcenos con tu mano hacia la

luz, cuya pascua es la fuente suprema.

Establece en nuestro espíritu la dulzura y despierta en nuestros corazones una intensa

nostalgia de renovación, que se traduzca en una actitud de confianza y compromiso de

caminar en la historia.

Santa María, mujer del sábado santo, ayúdanos a entender que toda la vida, suspendida

entre el dolor del viernes y la espera del domingo de resurrección, se parece tanto a aquel

día: el día de la esperanza, el día en que se lavan los linos empapados de lágrimas y sangre

y se hacen secar al sol de primavera para que se hagan manteles de altares.

Repítenos que no hay cruz que no tenga su término, no hay amargura humana que no

tenga su sonrisa, no hay pecado que no encuentre su redención y no hay sepulcro cuya

piedra no sea provisoria.

Santa María, mujer del sábado santo, cuéntanos como, al crepúsculo de aquel día, te

preparaste al encuentro con tu Hijo. ¿Qué túnica pusiste sobre tus hombros, qué sandalias

pusiste a tus pies para correr más rápida a su encuentro? ¿Cómo te anudaste tu larga

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melena de nazarena? ¿Qué palabras de amor repetías secretamente, para decírselas todas

de una cuando to tuviste de frente?

Madre dulcísima, prepáranos también a nosotros al encuentro con Él. Aumenta la

impaciencia de su dominical regreso y adórnanos de los trajes nupciales.

Gracias.

Oremos por los responsables de la salud, médicos, enfermeros y enfermeras y personas

cercanas que están al cuidado de los demás, que se sienten agobiado por el cansancio y

enfrenta con generosidad, que en estos momentos difíciles vean en sus hermanos al

mismo Cristo sufriente.

Padre Nuestro…

10 Ave María…

Gloria…

Dios te salve, Reina y Madre…

MIÉRCOLES 29 DE ABRIL DE 2020

Segundo Misterio Glorioso:

LA ASCENSIÓN

Lectura del Santo Evangelio de Lucas. 24, 50-51; Marcos. 16, 20.

MARÍA: MUJER DEL TERCER DÍA

Muchos se preguntan sorprendidos por qué el Evangelio, mientras nos habla de Jesús

aparecido en el día de Pascua a muchas personas, como la Magdalena, las otras mujeres

o los discípulos, no nos dice de ninguna aparición a la Madre por parte del Cristo

resucitado.

Yo tendría una respuesta, no había necesidad. No había necesidad de hecho que Jesús se

apareciera a María, porque ella -la única- estaba presente en la resurrección.

Los teólogos nos dicen que este acontecimiento fue sustraído a los ojos de todos, se

desarrolló en misterio y en su situación histórica, no tuvo algún testigo.

Yo pienso que una excepción sí se dio; María, la única seguramente, estaba presente en

este acontecimiento particular de la historia. También estuvo presente al momento de la

Encarnación del Verbo. Como fue presente en su salida de su vientre virginal de carne y

se hizo la mujer de la primera mirada hacia Dios hecho hombre. Así debería haber estado

presente -la única- en su salida del vientre virginal de piedra, el sepulcro en el cual nadie

fue puesto y se hizo la mujer de la primera mirada del hombre hecho Dios.

Los demás fueron testigos del resucitado, ella de la resurrección.

De hecho, si la relación de María con Jesús fue así de estrecha que compartió toda la

experiencia redentora, es impensable que la resurrección, momento culmen de la

salvación la vio disociada del Hijo. Sería la única ausencia y sería una ausencia

injustificada.

Nos confirma que el acontecimiento de la madre está relacionado con la Pascua del Hijo,

el evangelio donde presenta dos páginas en las cuales la frase “tercer día”, numero

cronológico que designa la resurrección, es relacionada al protagonismo de María que a

su presencia.

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La primera página es de San Lucas cuenta la perdida de Jesús a los doce años en el Templo

y su hallazgo al “tercer día”. Los estudiosos concuerdan en interpretar este

acontecimiento como una profecía velada de cuánto habría de suceder posteriormente a

los discípulos, en el tiempo en el cual Jesús cumplió su paso de este mundo al Padre,

siempre a Jerusalén, en una pascua de unos años después. O sea, se trataría de una

parábola alusiva a la desaparición de Jesús tras de la piedra del sepulcro y de su gloriosa

reaparición después de tres días.

La segunda página es de San Juan y se refiere a las bodas de Caná, durante la cual la

intervención de María, anticipando la “hora” de Jesús introduce sobre la mesa de los

hombres el vino de la nueva alianza pascual y hace explotar antes de tiempo la gloria de

la resurrección. También en este episodio está presente la frase “tercer día”.

María, entonces, es aquella que tiene que ver con el “tercer día”, a tal punto que no solo

es la hija primogénita de la Pascua, sino es también la madre.

Santa María, mujer del tercer día, despiértenos del sueño de la roca y tráenos en el corazón

de la noche este anuncio pascual.

No esperes la luminosidad de la mañana, ni que las mujeres lleguen con los perfumes,

llega antes con la luz del resucitado en tus ojos y con los perfumes de tu testimonio

directo. Y cuando las otras mujeres lleguen al jardín, nos encuentren ya despiertos y sepan

que tú las has precedido, la única espectadora del duelo entre la vida y la muerte.

Nosotros no desconfiamos en las palabras de estas mujeres, pero el peso de la muerte es

tan grande que su testimonio no es suficiente. Ellas vieron, sí, el triunfo del Vencedor,

pero no experimentaron la derrota del adversario. Solo tú, oh María, puedes asegurarnos

que la muerte fue aniquilada de verdad, porque tú la viste destruida en la tierra.

Santa María, Mujer del tercer día, ofrécenos la certeza que la muerte no tendrá nunca

nada sobre nosotros, que las injusticias de los pueblos tienen los días contados, que los

sufrimientos de los pobres han llegado a los últimos momentos, que el hambre, el racismo,

la droga son fracasos; que el aburrimiento, la soledad, la enfermedad terminarán y que

finalmente las lágrimas de todas las víctimas de la violencia y del dolor serán enjugadas

pronto.

Santa María, mujer del tercer día, sácanos de nuestro rostro el sudario de la desesperación

y doblega por siempre en un rincón las vendas de nuestro pecado.

En contra de la falta de trabajo, de casa y de pan, consuélanos con el vino nuevo del gozo

y con los ázimos de la solidaridad.

Ofrécenos un poco de paz. No permitas que pongamos el bocado traidor en el plato de las

hierbas amargas; libéranos del bezo de la cobardía y presérvanos del egoísmo y regálanos

la esperanza.

Gracias.

Oremos para todos los hermanos y hermanas enfermos, especialmente en estos

momentos por los que están infectados por el coronavirus, por sus familiares y por todos

los que sufren en el alma y en el cuerpo, también por los que están privados de su libertad.

Padre Nuestro…

10 Ave María…

Gloria…

Dios te salve, Reina y Madre…

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JUEVES 30 DE ABRIL DE 2020

Cuarto Misterio Luminoso:

LA TRANSFIGURACIÓN

Lectura del Santo Evangelio de Mateo 17, 1-3, 5.

MARÍA, MUJER DE LA CONVIVENCIA

Deseo presentar una singular definición que un escritor de la edad media, Ildefonso de

Toledo, nos da de la Virgen Santa: “Totius Trinitatis nobile triclinium”, que significa:

“noble mesa de comida para todas tres las personas divinas”.

A través de esta imagen esplendida, la Virgen viene relacionada a la Trinidad y es descrita

como la mesa elegante alrededor de la cual el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo expresan

su convivialidad.

Por asociación de imágenes, la fantasía corre al célebre icono de Rublev, al centro de la

escena una mesa que reúne las tres personas en solidaridad de vida y en comunión de

obras. Nos hace pensar que María es de verdad aquella noble mesa.

Aquí me detengo un poco y podría ser un terreno lleno de insidias doctrinales para los

expertos más profundos. Nos basta haber entendido que la Virgen ejerce un rol

fundamental al interior del misterio trinitario. Pero, si es difícil especular en relación al

rol de María al interior de la comunidad divina que vive en lo alto de los cielos, debería

ser más fácil descubrir su función al interior de cada comunidad humana que vive sobre

esta tierra.

Nosotros lo sabemos, desde la familia a la parroquia, desde un instituto religioso a la

Diócesis, desde un grupo comprometido al Seminario… Cada comunidad que quiere vivir

siguiendo el evangelio lleva consigo algo sacramental, es por naturaleza suya signo e

instrumento de la comunión Trinitaria. Tiene que reproducir la lógica, mirar la

convivialidad, expresar el misterio. Podríamos definir las comunidades eclesiales como

agencias periféricas, reducción en escala de aquella experiencia misteriosa que el Padre,

el Hijo y el Espíritu Santo hacen en el cielo.

En el cielo, más personas iguales y distintas viven la común unión fraterna hasta formar

un solo Dios. Sobre la tierra, más personas iguales e distintas tienen que vivir la

comunión, así hasta formar un solo hombre, el hombre nuevo, Jesucristo.

Cada agregación eclesiástica, entonces, tiene el deber de presentarse como un icono de la

Trinidad, lugar de verdaderas relaciones, en las cuales se pueden reconocer los rostros de

las personas, se promueve la igualdad y se impida la homologación en un anonimato de

masa.

Ahora, si María es la noble mesa alrededor de la cual se sientan las tres personas divinas,

así ¿Es difícil intuir que ella juega un rol de primer plan también al interior de aquellas

comunidades terrenales que son aquellas agencias periféricas del misterio trinitario? Y

¿Es tan descabellado pensar que sin este noble trio de personas divinas constituido por la

Virgen María, alrededor del cual estamos llamados a sentarnos, cada intento de comunión

será destinado a naufragar?

Santa María, mujer de la convivencia, talvez solo en paraíso descubriremos hasta el fondo

cuán importante eres para el crecimiento de nuestra humana comunión.

Es verdad que en la Iglesia se construye alrededor de la Eucaristía, pero me gusta pensar

que tú eres aquella mesa alrededor de la cual la familia parroquial es convocada por la

Palabra de Dios y sobre la cual se comparte el pan del cielo. Como en el icono de Rublev,

haznos experimentar la fuerza agregante de tu presencia de madre.

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Santa María, mujer de la convivencia, alimenta en nuestras Iglesias el palpitar por la

comunión, ayúdalas a superar las divisiones internas, interviene cuando en su interior

haya el demonio de la discordia, apaga los fuegos de las divisiones, recompone las

contiendas reciprocas, disminuye sus rivalidades, convéncelas que los bienes de la

comunión maduran en plenitud solo en la casa Trinitaria y cada vez que rompen la

solidaridad van en contra de los intereses de la misma comunidad humana y Trinitaria.

Santa María, mujer de la convivialidad, mira a nuestras familias en dificultad, muchas

naufragaron, otras muchas viven una crisis profunda de comunicación y se van a la deriva.

Haznos entender que siempre se puede empezar nuevamente y enciende en ellas las

esperanzas perdidas.

Te rogamos por todos los pueblos de la tierra, lacerados por el odio y divididos por los

intereses, enciende en ellos la nostalgia de la única mesa, así que destruidas la avidez y

apagados los rumores de guerra, coman juntos como hermanos el pan de la justicia.

Aunque si distintos y diversos por lengua, raza y cultura, sentados alrededor tuyo,

regresaran a vivir en paz. Y tus ojos de madre, apreciando aquí en la tierra aquella

convivialidad de las diferencias que caracteriza en el cielo la comunión Trinitaria,

brillarán finalmente de gozo.

Gracias.

Oremos por los gobernantes, por aquellos que están llamados a tomar decisiones

importantes para el bien de todos, en especial por los investigadores y científicos que el

Señor ilumine sus mentes.

Padre Nuestro…

10 Ave María…

Gloria…

Dios te salve, Reina y Madre…

VIERNES 1 DE MAYO DE 2020

Tercer Misterio Doloroso:

LA CORONACIÓN DE ESPINAS

Lectura del Santo Evangelio de Mateo 27, 29-30

MARÍA, MUJER DEL PISO SUPERIOR

Icono, con este término se indican las imágenes sagradas pintadas sobre madera, que los

orientales veneran con particular devoción. Envueltas de luz, aprisionan una chispa del

misterio divino. Justamente alguien las definió ventanas del tiempo abiertas hacia lo

eterno. También este término se usa para indicar aquellas escenas bíblicas que encierran

un importante mensaje de salvación.

El primer capítulo de los Hechos de los Apóstoles nos presenta una de extraordinario

esplendor, cuando dice que los apóstoles, después de la Ascensión, en espera del Espíritu

Santo salieron al piso superior, donde vivían y con ellos estaba también María, la madre

de Jesús.

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Es la última escena bíblica en la cual aparece María, luego ella desaparece, exactamente

desde lo alto de este piso superior, casi a indicarnos los niveles espirituales en los cuales

tiene que desarrollarse la existencia de cada cristiano.

En verdad fue alto el precio en el que María desarrolló toda su vida. No menospreció para

nada el domicilio de la gente pobre, las vecinas de casa nunca se dieron cuenta del

misterio escondido en aquella vida aparentemente así de sencilla y normal, iba con sus

amigas campesinas al mercado. María, de hecho, aunque si consiente de su sobrehumano

destino, nunca quiso vivir en ambientes “altos”, nunca se construyó pedestales de gloria.

Pero hay dos puntos estratégicos en la vida de María que nos confirman de cómo ella

fuese inquilina habitual de aquel piso superior que el Espíritu Santo la había llamada a

habitar y son la altura del Magníficat y el altar del Gólgota.

Desde aquella altura ella dirige su mirada hasta los extremos confines del tiempo, y

captando la inmensa misericordia de Dios de generación en generación, nos ofrece la más

orgánica lectura que se conozca de la historia de la salvación.

Desde aquel altar ella posa su mirada hasta los confines del espacio y abrazando al mundo

nos ofrece la más segura garantía y así todos los rincones mirados por sus ojos maternales

serán alcanzados también por el Espíritu, manado por el costado de Cristo.

Santa María, mujer del piso superior, esplendido ícono de la Iglesia, tú, tu personal

pentecostés lo viviste en el anuncio del ángel cuando el Espíritu Santo bajó sobre ti y te

envolvió la sombra del Altísimo.

Si tú te paraste en el Cenáculo fue solo para implorar a favor de aquellos que te rodeaban

el mismo don que un día en Nazaret había enriquecido tu alma. Así tiene que hacer la

Iglesia, la cual, ya llena del Espíritu, tiene la tarea de implorar hasta el final de los siglos

la irrupción de Dios sobre todas las realidades del mundo.

Ayúdala, por lo tanto, a evitar la tristeza de encerrarse en lo cotidiano, hazle ver la historia

a la luz del Reino, porque solo si logrará poner su mirada desde los lugares más altos de

una torre, donde los panoramas se amplían y podría hacerse cómplice con el Espíritu a

renovar la faz de la tierra.

Santa María, mujer del piso superior, ayuda los pastores de la Iglesia a que sean inquilinos

de aquellas regiones altas del Espíritu desde donde se hace más fácil el perdón de las

humanas debilidades, más indulgente el juicio en relación a los caprichos del corazón y

más seguras las esperanzas de la resurrección.

Levántalos desde el plan bajo de las reglas del Derecho Canónico y haz que puede captar

el ansia y el deseo de la liberación. Ayúdanos a no ser duros guardianes de las rubricas,

las cuales siempre son tristes cuando no se divisa la tinta roja del amor con la cual fueron

escritas.

Ayúdanos a enternecer nuestra mente para que sepamos superar la frialdad de un derecho

sin caridad, de un razonamiento sin fantasía, de un proyecto sin pasión, de un rito sin

novedad, de un logos sin sophia. Invítanos a subir a lo alto contigo porque solo desde

unas alturas la mirada puede ampliarse hasta los confines de la tierra y poder medir la

amplitud de las aguas sobre la cual el Espíritu hoy sigue librándose.

Santa María, mujer del piso superior, haznos contemplar de tus mismos ventanales los

misterios gozosos, luminosos, dolorosos y gloriosos de la vida, el gozo, la victoria, la

salud, la enfermedad, el dolor y la muerte.

Asomándonos a tu ventana nos cogerá más fácilmente el viento fresco del Espíritu con el

gozo de sus siete dones y aceleraremos juntos un nuevo pentecostés sobre el mundo.

Gracias.

Oremos por el Papa Francisco, los Obispos, presbíteros, diáconos, por toda la Iglesia, por

cada bautizado y por cada hombre y mujer de buena voluntad.

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Padre Nuestro…

10 Ave María…

Gloria…

Dios te salve, Reina y Madre…

SÁBADO 2 DE MAYO DE 2020

Tercer Misterio Gozoso:

EL NACIMIENTO DE JESÚS

Lectura del Santo Evangelio de Lucas 2, 6-11.

MARÍA, MUJER BELLÍSIMA

Verdad que el evangelio no nos dice nada acerca del rostro de María, tampoco nada acerca

del rostro de Jesús y, tal vez, mejor es así.

María, de hecho, debería ser bellísima. Y no hablo solo de su alma, la cual, sin ninguna

sombra de pecado, era límpida hasta que Dios se reflejaba adentro.

Hablo también de su cuerpo de mujer, aunque la teología cuando llega a este punto parece

omitir el tema acerca de la belleza física de ella.

Este aspecto de la belleza de María, la teología la deja celebrar a los poetas: “Virgen bella,

que de sol te vistes, coronada de estrellas, …” o la confía a las canciones de los humildes:

“mira tu pueblo oh bella Señora...” o a los apasionados estribillos de la gente: “desde la

aurora tu surges más bella… no hay estrella más bella que tú” o al rápido saludo de una

antífona: “Vale, o valde decora” (¡hola bellísima!), o a las alusiones litúrgicas del “Tota

pulchra”: Toda bella eres , oh María, eres esplendida en el alma y en el cuerpo.

Pero la teología no va más allá, no dice nada acerca de la belleza humana de María, talvez

por pudor, talvez preocupada de no reducir su encanto a dimensiones naturistas.

Pero no debería ser difícil encontrar en el Evangelio algo que nos revele acerca de la

belleza corpórea de María. Hay una palabra griega muy importante, cargada de sentido

misterioso que no ha sido explicada por entero hasta el día de hoy.

Esta palabra resuena en el saludo del ángel: “Kecharitoméne”; es traducida con la

expresión “llena de gracia” y podría encontrar su equivalente en “graciosísima”, con

alusiones evidentes también al encantador esplendor de su rostro humano. Creo que sí, y

sin forzarla, así como sin ninguna obligación San Pablo VI, en un célebre discurso de

1975, tuvo el valor de hablar por primera vez de María como “la mujer vestida de sol, en

la cual los rayos purísimos de la belleza humana se encuentran con los sobrehumano, pero

accesibles de la belleza sobrenatural”.

Santa María, mujer bellísima, contigo queremos agradecer al Señor por el misterio de la

belleza. Él la sembró por acá y por allá sobre la tierra y la hace resplandecer sobre las cimas llenas de nieve de las montañas, en el total silencio de los bosques, en la fuerza del

mar, en el perfume de la hierba, en la paz del atardecer. Es un don que nos llena de

felicidad porque, si por un solo instante, nos concede una mirada hacia el Eterno.

Santa María, mujer bellísima, reconcílianos con la belleza porque dura poco en nuestras

manos. Ayúdanos a superar las ambigüedades de la carne, libéranos de nuestro espíritu

bruto y danos un corazón puro como el tuyo.

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Santa María, mujer bellísima, haznos entender que al mundo no lo salvará de la catástrofe

ni el derecho, ni la sabiduría de los doctos, ni mucho menos la diplomacia, será la belleza

que lo salvará.

Vivimos temporadas intensas, pero en esta situación obscura hay todavía una luz y esta

luz es la luz de la belleza.

Por eso, Santa Virgen María, queremos sentir el hechizo de tu humano esplendor siempre

benéfico. La contemplación de tu santidad sobrehumana nos ayuda a preservarnos del

pantano. Saber que tú eres bellísima en el cuerpo y en el alma, es para todos nosotros

motivo de increíble esperanza. Y nos hace entender que cada belleza de la tierra es solo

un desabrido existir destinado a florecer en la sierra del cielo.

Gracias.

Oremos por las almas de aquellos hermanos y hermanas fallecidos, que nuestra Madre

santísima la Virgen María interceda por ellos ante Jesús su Hijo, y alcance la paz, el

consuelo y el don de la esperanza a sus familiares.

Padre Nuestro…

10 Ave María…

Gloria…

Dios te salve, Reina y Madre…

DOMINGO 3 DE MAYO DE 2020

Tercer Misterio Glorioso:

LA VENIDA DEL ESPÍRITU SANTO EN PENTECOSTÉS

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles 1,14;2, 1-4.

MARÍA, MUJER ELEGANTE

El Evangelio no dice nada, pero las referencias bíblicas que aluden a la elegancia de María

son tantas. Sería suficiente pensar en aquel pasaje del Cantar de los Cantares en el cual la

liturgia entrevé la figura de la Virgen María que lucha a favor nuestro contra las fuerzas

del mal: ¿Quién es esta que surge como la aurora, bella como la luna, fulgida como el

sol?

El texto latín dice: “Electa ut sol”: “Electa” significa “elegante”, entonces: “elegante

como el sol”.

También las hay en el Apocalipsis que retoma los elementos cósmicos como el sol, la

luna y las estrellas: “en el cielo apareció un signo grandioso: una mujer vestida de sol,

con la luna bajo sus pies y sobre la cabeza una corona de doce estrellas”.

La Virgen, entonces, es la anticipación maravillosa de la Iglesia que baja desde el cielo,

lista como una esposa adornada para su esposo.

Es todo un himno a la elegancia de la María. Una elegancia que se debe leer claramente

en términos de delicadeza interior, no seguramente en relación al contacto en las

boutiques de Nazareth o en los talleres de alta moda de Jerusalén.

Yo no sé si en la intimidad de la casa, Jesús se divertía en llamar a su madre con los

nombres de las plantas o flores más perfumadas, como un día habría hecho la Iglesia: rosa

de Jericó, cedro del Líbano, palma de Cadés, …

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Hay que suponer que su hijo Jesús pensaba exactamente a ella, flor de belleza, cuando un

día dijo a la muchedumbre: “observen como crecen los lirios del campo… yo les aseguro

que ni tampoco Salomón, con toda su gloria y riqueza, vestía como uno de ellos!”.

Como también hay que suponer que Jesús pensaba exactamente en ella cuando dijo: “la

lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo es claro, todo tu cuerpo estará en la luz”. Jesús

vio en aquel momento que relampaguearon los ojos de su madre. Aquellos ojos en los

cuales no solo brillaba la transparencia del alma, sino que ofrecían espesor de santidad a

la elegancia de su cuerpo.

Santa María, mujer elegante, de hecho, que vestías así bien, te rogamos nos regales

algunos de tus vestidos. Ábrenos tu ropero, acostúmbranos a tus gustos. Bien lo sabe que

nos referimos a aquellos vestidos interiores que adornan tu existencia terrenal: la gratitud,

la sencillez, la medida en las palabras, la transparencia, la ternura, el estupor.

Te aseguramos que son vestidos que no han pasado de moda y aunque sean más grandes

que nuestras medidas, haremos de todo para adaptarlos a nuestras tallas.

Desvélanos el secreto de tu línea y haznos descubrir en el esplendor de la naturaleza y del

arte los signos de la elegancia de Dios.

Santa María, como estamos alejados de tu elegancia espiritual, otórganos un plus de

gracia que vaya compensando nuestros desenfrenos y ayúdanos a entender que hasta

cuando no veamos en aquel que está a nuestro lado un rostro de descubrir, de contemplar,

de acariciar, que las más sofisticadas actitudes refinadas siempre serán formales y los más

costosos vestidos nunca lograran esconder o mosquear nuestra alma de mendigos.

Santa María, mujer elegante, tu que cogiste con tanta atención el paso de Dios en tu vida,

ayúdanos también a nosotros a captar su travesía en la nuestra.

También Él es muy elegante y difícilmente irrumpe en nuestra historia con la potencia

del fuego o del huracán o del terremoto, sino que, como sobre el monte Horeb, se hace

sentir en un viento casi silencioso. Necesitamos antenas delicadas para descubrir su

presencia. Es necesario una oreja sensible para percibir sus pasos cuando en la tarde,

como lo hacía con Adam, sigue bajando en nuestro jardín.

Ayúdanos a intuir toda la delicadeza de Dios en aquella expresión bíblica con la cual Él,

el Señor, expresa casi el pudor de perturbarnos: “yo estoy a la puerta y toco. Si uno

escucha mi voz y me abre la puerta, yo entraré con él, cenaré con él y él conmigo”.

Ayúdanos a estar listos a contestarle, con su misma fineza y estilo, a su discreto tocar.

Así podríamos abrirle inmediatamente la puerta, hacerle fiesta y conducirlo a la mesa con

nosotros.

Gracias.

Oremos por los trabajadores de la salud del mundo entero, que estos días, arriesgando su

vida, entregan su vida y conocimientos en favor de la sociedad entera.

Padre Nuestro…

10 Ave María…

Gloria…

Dios te salve, Reina y Madre…

ORACIÓN A SAN JOSÉ. (Todos los días)

Oración del Papa Francisco a san José.

Protege, Santo Custodio, a nuestro país.

Ilumina a los responsables del bien común

para que sepan, como tú, preocuparse

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por las personas confiadas

a los que tienen responsabilidad.

Dona la inteligencia de la ciencia

a cuantos buscan medios adecuados

para la salud y el bien físico de los hermanos.

Sostiene a quien se entrega por los necesitados:

los voluntarios, los enfermeros, los médicos,

que están en la primera línea del cuidado a los enfermos,

también a costa de su propia seguridad.

Bendice, San José, a la Iglesia:

a partir de sus ministros,

hazla signo e instrumento de tu luz y de tu bondad.

Acompaña, San José, a las familias:

con tu silencio orante, construyes la armonía

entre padres e hijos, de modo particular

entre los más pequeños.

Preserva a los ancianos de la soledad:

haz que ninguno quede a merced

de la desesperación del abandono y del desánimo.

Consuela a los más frágiles, fortalece a quien duda,

intercede por los pobres.

Con la Virgen María, suplica al Señor

para que libere al mundo

de toda pandemia. Amén.

YO ME QUEDO EN CASA, SEÑOR. (Todos los días)

¡Yo me quedo en casa, Señor! Y caigo en la cuenta de que, también esto, me lo enseñaste

Tú viviendo, obediente al Padre, durante treinta años en la casa de Nazaret,

esperando la gran misión.

¡Yo me quedo en casa, Señor! Y en la carpintería de José, tu custodio y el mío, aprendo

a trabajar, a obedecer, para lijar las asperezas de mi vida y preparar una obra de arte

para Ti.

¡Yo me quedo en casa, Señor! Y sé que no estoy solo porque María, como cada madre,

está ahí detrás haciendo las tareas de casa y preparando la comida para nosotros, la

familia de Dios.

¡Yo me quedo en casa, Señor! Y responsablemente lo hago por mi bien, por la salud de

nuestra ciudad, de mis seres queridos y por el bien de mi hermano, el que Tú has

puesto a mi lado pidiéndome que vele por él en el jardín de la vida.

¡Yo me quedo en casa, Señor! Y, en el silencio de Nazaret, trato de orar, de leer, de

estudiar, de meditar, y ser útil con pequeños trabajos para hacer más bella y

acogedora nuestra casa.

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¡Yo me quedo en casa, Señor! Y por la mañana te doy gracias por el nuevo día que me

concedes, tratando de no estropearlo, de acogerlo con asombro como un regalo y

una sorpresa de Pascua.

¡Yo me quedo en casa, Señor! Y, a mediodía, recibiré de nuevo el saludo del Ángel, me

haré siervo por amor, en comunión contigo, que te hiciste carne para habitar en

medio de nosotros; y, cansado por el viaje, te encontraré sediento junto al pozo de

Jacob, y ávido de amor sobre la Cruz.

¡Yo me quedo en casa, Señor! Y si al atardecer me atenaza un poco de melancolía, te

invocaré como los discípulos de Emaús: «Quédate con nosotros, porque atardece y

el día va de caída».

¡Yo me quedo en casa, Señor! Y en la noche, en comunión orante con tantos enfermos y

personas solas, esperaré la aurora para volver a cantar tu misericordia y decir a

todos que, en las tempestades, Tú eres mi refugio.

¡Yo me quedo en casa, Señor! Y no me siento solo y abandonado, porque Tú dijiste: «Yo

estoy con ustedes todos los días». Sí, y sobre todo en estos días de desamparo,

Señor, en los que, si mi presencia no se hace necesaria, alcanzaré a todos con las

únicas alas de la plegaria. Amén.

VENI CREATOR SPIRITUS. (Todos los días)

Ven, Espíritu Santo creador

ven a visitar nuestro corazón

y llena con tu gracia viva y celestial

nuestras almas,

que tu creaste por amor.

Tú, a quien llaman el gran Consolador,

don del Dios altísimo y Señor,

eres vertiente viva, fuego, que es amor,

de los dones del Padre, el dispensador.

Tú, Dios que plenamente se nos das

Dedo de la mano paternal,

eres tú la promesa que el Padre nos dio;

Tu palabra enriquece hoy nuestro cantar.

Los sentidos tendrás que iluminar,

nuestro corazón inflamarás

y nuestro cuerpo frente a toda tentación

con tu fuerza constante ven a reafirmar.

Aparta de nosotros la opresión

tu paz danos pronto, sin tardar;

Y, siendo tu nuestra guía, nuestro conductor,

Evitemos así cualquier error o mal.

Danos a nuestro Padre conocer

a Jesús, el Hijo comprender,

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y a ti, Dios que procedes de tu mutuo amor

te creemos con sólida y ardiente Fe.

Amen.

LECTURA Y MEDITACIÓN PERSONAL.

Lunes 27 de abril de 2020

EVANGELIO DEL DÍA.

Según san Mateo Juan 6, 22-29

SALMO RESPONSORIAL.

Del salmo 118

R. Dichoso el que camina en la ley del Señor.

LECTURA Y MEDITACIÓN PERSONAL.

Martes 28 de abril de 2020

EVANGELIO DEL DÍA.

Según san Juan 6, 30-35

SALMO RESPONSORIAL.

Del salmo 30

R. A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.

LECTURA Y MEDITACIÓN PERSONAL.

Miércoles 29 de abril de 2020

EVANGELIO DEL DÍA.

Según san Mateo 11, 25-30

SALMO RESPONSORIAL.

Del salmo 102

R. Bendice, alma mía, al Señor.

LECTURA Y MEDITACIÓN PERSONAL.

Jueves 30 de abril de 2020

EVANGELIO DEL DÍA.

Según san Juan 6, 44-51

SALMO RESPONSORIAL.

Del salmo 65

R. Aclamad al Señor, tierra entera.

LECTURA Y MEDITACIÓN PERSONAL.

Viernes 1 de mayo de 2020

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EVANGELIO DEL DÍA.

Según san Juan 6, 52-59

SALMO RESPONSORIAL.

Del salmo 116

R. Id al mundo entero y proclamad el Evangelio.

LECTURA Y MEDITACIÓN PERSONAL.

Sábado 2 de mayo de 2020

EVANGELIO DEL DÍA.

Según san Juan 6, 60-69

SALMO RESPONSORIAL.

Del salmo 115

R. ¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?

LECTURA Y MEDITACIÓN PERSONAL.

Domingo 3 de mayo de 2020

EVANGELIO DEL DÍA.

Según san Juan 10, 1-10

SALMO RESPONSORIAL.

Del salmo 22

R. El Señor es mi pastor, nada me falta.

COMUNION ESPIRITUAL. (Todos los días)

Creo, Jesús mío, que estás real y verdaderamente

en el cielo y en el Santísimo Sacramento del altar.

Te amo sobre todas las cosas

y deseo vivamente recibirte dentro de mi alma,

pero no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente,

Ven al menos espiritualmente a mi corazón.

Y como si ya te hubiese recibido,

te abrazo y me uno del todo a Ti.

Señor no permitas que jamás

me aparte de Ti. Amen.

(San Alfonso María de Ligorio)

SÚPLICA A LA SIEMPRE VIRGEN MARÍA, SALUD DE LOS ENFERMOS

Virgen Madre de Cristo y de la Iglesia,

generaciones de creyentes se dirigen con confianza a ti

con el título de Salud de los Enfermos.

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Míranos a nosotros, tus hijos,

en estos momentos de preocupación y de sufrimiento

a causa de la enfermedad que siembra temor y aprensión

en nuestras casas, en los lugares de trabajo y de distención.

Tu que haz conocido la incertidumbre del presente y del futuro

y con tu hijo has recorrido las vías del exilio,

recuérdanos que Él es nuestro camino, verdad y vida

y solo Él, que con su muerte venció nuestra muerte,

puede librarnos de todo mal.

Madre dolorosa a lado de la cruz del Hijo,

también tú conociste el sufrimiento:

aplaca nuestro sufrir

con tu mirada materna y con tu protección.

Bendice a los enfermos,

a quienes viven estos días en el miedo,

a las personas que a ellos se dedican

con amor y valentía,

a las familias, a los niños y jóvenes,

a la Iglesia y toda la humanidad.

Enséñanos ¡Oh Madre!

a hacer cada día lo que tu Hijo

dice a su iglesia.

Recuérdanos hoy y siempre,

en la prueba y en el gozo,

que Jesús se cargó de nuestros sufrimientos

y llevó sobre sus hombros nuestros dolores,

y con su sacrificio encendió en el mundo

la esperanza de una vida que no muere.

Santa Marianita de Jesús. Ruega por nosotros.

Santo Hermano Miguel. Ruega por nosotros.

Santa Narcisa de Jesús. Ruega por nosotros.

Beata Mercedes Molina. Ruega por nosotros.

Beato Emilio Moscoso. Ruega por nosotros.

San José, custodio de las familias. Ruega por nosotros.

Santa María, Salud de los enfermos. Ruega por nosotros.

Madre nuestra y de todos los hombres. Ruega por nosotros.

BENDICIÓN.

Que Dios todopoderoso en este tiempo pascual

aleje de nosotros toda adversidad

y nos conceda la abundancia de sus bendiciones.

En el nombre del Padre, Hijo y Espíritu Santo. ✠ Amén.