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ARTE Y ARTISTAS EN LA SANTA CAPILLA Por RAFAEL ORTEGA SAGRISTA CRONISTA DE LA SANTA CAPILLA A Santa Capilla y Noble Cofradía de la Limpia Concepción de Nuestra Señora fue fundada en 1515 por el venerable Sr. D. Gu- tierre González Doncel, Tesorero y Protonotario en Curia Romana du- rante el pontificado de León X, papa que enriqueció con importantes gracias y privilegios esta Institución que al cabo de cuatro siglos y medio continúa rigiéndose por sus primitivos Estatutos cumple exac- tamente los fines que en ellos se determinan y, por una rarísima ex- cepción dentro de la Iglesia española, conserva sus bienes raíces pese a la desamortización implacable que acabó con todos los del país, pues como se sabe, instalada en el poder la masonería con don Juan Al- varez y Méndez, que por creerlo más eufónico cambió su apellido ma- terno por el de Mendizábal, con el que se le conoce en la historia, ningún gobierno salido de las logias —según dice Pierre de Luz— salvo el ministerio Combes en Francia, ha herido en menos tiempo tan duramente la Iglesia Católica. Por tal motivo no es de extrañar que conserve hoy la Santa Ca- pilla fincas que pertenecen a su patrimonio desde el siglo XVI, lo cual dice muy alto de la bondad de sus estatutos, de su cofradía que ha sabido defenderla en toda ocasión, y por cima de todo, de la pro- tección divina que jamás la abandonó. Sus fines benéficos de vestir pobres y casar doncellas; docentes, al mantener tres escuelas gratuitas, y piadosos de sostener el culto solemne en la iglesia de San Andrés, costeado todo por sus rentas,

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  • A R T E Y A R T I S T A S EN LA S A N T A C A P I L L A

    Por R A FA E L O RTEG A SA G R IST A

    CRONISTA DE LA SANTA CAPILLA

    A Santa Capilla y Noble Cofradía de la Limpia Concepción de Nuestra Señora fue fundada en 1515 por el venerable Sr. D. Gu

    tierre González Doncel, Tesorero y Protonotario en Curia Romana durante el pontificado de León X, papa que enriqueció con importantes gracias y privilegios esta Institución que al cabo de cuatro siglos y medio continúa rigiéndose por sus primitivos Estatutos cumple exactamente los fines que en ellos se determ inan y, por una rarís im a excepción dentro de la Iglesia española, conserva sus bienes raíces pese a la desamortización implacable que acabó con todos los del país, pues como se sabe, instalada en el poder la m asonería con don Ju an Al- varez y Méndez, que por creerlo más eufónico cambió su apellido m aterno por el de M endizábal, con el que se le conoce en la h istoria, n ingún gobierno salido de las logias — según dice P ie rre de Luz— salvo el ministerio Combes en Francia, ha herido en menos tiempo tan duramente la Iglesia Católica.

    P o r tal motivo no es de extrañar que conserve hoy la Santa Capilla fincas que pertenecen a su patrimonio desde el siglo XVI, lo cual dice m uy alto de la bondad de sus estatutos, de su cofradía que ha sabido defenderla en toda ocasión, y por cima de todo, de la protección divina que jam ás la abandonó.

    Sus fines benéficos de vestir pobres y casar doncellas; docentes, al mantener tres escuelas gratuitas, y piadosos de sostener el culto solemne en la iglesia de San Andrés, costeado todo por sus rentas,

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    ofrecen materia abundantísim a para disertar sobre ellos. Pero nos vamos a lim itar al tema artístico que nos hemos propuesto y que vamos a resumir para no cansar demasiado al lector.

    N ada de lo que ya se sabe de la Santa Capilla repetiremos aquí, salvo el breve cañamazo indispensable para d ib u ja r el tema. Todo lo que se dirá a continuación es nuevo, inédito, y desconocido hasta la presenté.

    Son los archivos de la Santa Capilla, vírgenes de toda investigación, los que van a hablar. Y hemos deseado hacerlo en la apertura de curso de esta Institución Cultural, porque todo cuanto se ha podido averiguar es debido en gran parte al Instituto de Estudios Gien- nenses que durante mi m andato como Gobernador de la Santa Capilla en 1961, costeó un excelente becario que clasificó el extenso archivo, que se hallaba disperso y sin ordenar, labor paciente y eficacísima que ha permitido hacer una investigación científica y de resultados tan positivos como se podrá apreciar.

    Para más claridad de la exposición, dividiremos por siglos este trabajo sobre el arte y los artistas que dejaron su huella en la Santa Capilla, uno de los monumentos más notables y desconocidos de Jaén, hasta de sus propios habitantes.

    EL SIGLO XVI

    Dice el Director del Instituto de Estudios Gienneses, don José Antonio de Bonilla y Mir en su interesante trabajo titulado «El Comendador de la Peña de Martos encarga unas joyas al platero de Jaén, Pedro de Mercado», que la prim era mitad del siglo XVI se caracterizó en Jaén , entre otros aspectos no menos interesantes, por un florecimiento del arte que podemos considerar extraordinario , dado el gran núm ero de artistas que traba jaron en esta ciudad y las obras espléndidas que ejecutaron. Contribuyó a ello, como en toda A ndalucía, el hecho de habe r terminado la Reconquista, que permitió dedicar las actividades a otra cosa que a la guerra y a nuestra nobleza invertir sus caudales en la realización de obras de arte que habían de enriquecer el territorio patrio, contribuyendo a form ar la sólida base de nuestra grandeza espiritual.

  • S a n ta C ap i l la .— F a c h a d a d e la calle del R os tro con el cas ti l lo en lo n ta n a n z a ,

  • ARTE Y ARTISTAS EN LA SANTA CAPILLA 25

    Vivo ejemplo de tal aserto tenemos en la Santa Capilla de San Andrés.

    Su fundador, que la erigió viviendo en la Roma espléndida del Renacimiento, quiso dotarla de una riqueza artística sin más rival en el Jaén de entonces que la que ostentaba la Catedral o Iglesia M ayor, como entonces se decía.

    Dispuso que sus caudales se invirtiesen en hacer algo digno de su fundación y se acudiera a los mejores artistas para decorar la Santa Capilla, que se edificó aneja a la parroquia de San Andrés, yendo desde entonces unidos los cargos de vicario de la Institución y prior de dicha parroquia .

    Para separar esta capilla del templo parroqu ia l de San Andrés, se encargó al maestro Bartolomé R ui , uno de los más notables rejeros españoles nacido en Salamanca. Según el académico don Manuel Gómez Moreno, la re ja de h ierro forjado, estofada y sobredorada en oro, que lioy se puede adm irar, constituye uno de los ejemplares más bellos en su género y mejor conservados.

    La re ja , de estilo renacentista incipiente, tiene detalles de tipo gótico, aún no olvidado a la sazón. Y calados que parecen verdaderos encajes. En el centro de la re ja , sobre la puerta , se halla figurado el misterio de la Inm aculada Concepción, tal como entonces se re presentaba, siguiendo los Evangelios apócrifos, o sea, el abrazo de San Joaqu ín y Santa Ana, unidos por un ángel, ante la puer ta áurea de Jerusalcn. En la parte alta está el árbol genealógico de la Santísima Virgen María.

    Del maestro Bartolomé existían entonces dos rejas en la catedral vieja, una en el coro y otra en la capilla m ayor, al parecer hoy en la Catedral de Baeza. T am bién trabajó para Ubeda y la Capilla Real de Granada.

    Siempre se ha sabido que la de San Andrés era obra suya pero ahora se puede fundam entar sin lugar a dudas con las referencias halladas en el prim er libro de cuentas inventariado que empieza en 1523.

    Además de la re ja , se pagaron en 1528 al maestro Bartolomé veinte ducados de oro por la hechura de una lám para y por los ciriales

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    de hierro. Asimismo hizo candelabros de forja para la Santa Capilla, todo lo que debió constituir un conjunto único en su género, del que sólo se ha conservado la riquísima reja.

    Tam bién hemos averiguado que el maestro Bartolomé entró en la Cofradía de la Lim pia Concepción, siendo uno de sus doscientos cofrades, por lo que pudiera estar sepultado en la bóveda que se hizo debajo de la Capilla para enterramiento de dichos cofrades, lo que sería factible comprobar en los libros correspondientes que de aquella época se conservan.

    La Santa Capilla, como la iglesia de San Andrés, se construyeron guardando el estilo ojival m u d é ja r , según se puede comprobar en la a rquería de ambas y en la cúpula de la Capilla, de tracería gótica con arandelas doradas en las juntas, sin que por ello falten detalles platerescos, aunque se han hecho tantas reform as posteriores que b r in da a la confusión de lo que es primitivo y de lo que se ha añadido.

    Un descubrimiento que estimamos francamente sensacional es el del retablo de la Santa Capilla, no el actual del que luego hablarem os, sino el primitivo que m andó hacer el venerable Fundador y se costeó con sus caudales.

    En una carta escrita desde Roma por don Gutierre González Doncel, decía: «Y porque yo hice p in tar en la Santa Capilla muchas imágenes que costaron mucho, las cuales se gastan y mancillan con el hum o de la cera que se quema, por tanto ordeno: que dentro de ella no arda más que la que se pone en los altares para decir Misa». Pero se desconocían más detalles de aquellas p inturas que habían costado tanto.

    No obstante ahora sabemos por el libro de cuentas referido, que empieza el año de 1523, que en la Santa Capilla se puso un retablo «que se tru jo de Toledo», y en un testamento de 1527, que encontró el señor de Bonilla y Mir, otorgado por Mari Ortiz, m ujer del maestro Gutierre , entallador, se desprende que el retablo que vino de Toledo, era obra nada menos que del famoso Ju a n de Borgoña, pin tor del Cardenal Cisneros, que traba jó en Toledo con Berruguete y cuya principal obra fue la decoración de la sala Capitular de la catedral prim ada y de la capilla mozárabe de la misma, donde se reproducen las empresas africanas del Gran Cardenal. Tam bién, en el convento

  • Reja del m a e s t r o B a r to lo m é (siglo XVI) q u e cierra la S a n ta Capil la .

  • ARTE Y ARTISTAS EN LA SANTA CAPILLA 2?

    de las Ursulinas de Salamanca se conservan catorce cuadros de Borgoña, nombre que indica su origen flamenco. Se supone que falleció hacia 1533 porque a part ir de esta fecha no se tienen más noticias de él.

    Podemos, pues, figurarnos lo que sería aquel retablo dorado, con tablas pintadas por Juan de Borgoña y cómo luciría espléndido a tra vés de la maravillosa re ja del maestro Bartolomé. ,

    Pero este retablo no era sólo de Juan de Borgoña, porque hemos encontrado datos de otro valioso colaborador que intervino en su factura. Sabido es que los retablos, después de tallados, ensamblados y puestos en el lugar que les correspondía, eran entonces dorados, pintados y estofados.

    Poco antes de 1523 debió llegar el retablo de Toledo con sus ta blas pintadas por Ju a n de Borgoña, pero sin te rm inar la talla de los tableros, porque en dicho año se levantaron y desclavaron seis piezas o tableros del mencionado retablo, «que faltaban por en ta llar por el p rim er en tallador que lo hizo», y se m andó al maestro Gutierre acabar su talla, ensamble y dorado con pan de oro.

    Este maestro Gutierre y Juan López de Velasco, entalladores ambos, son los que hicieron por encargo del obispo don Alonso Suá- rez de la Fuente del Sauce, la sillería del coro de la catedral vieja, que hoy se conserva en la actual talla, iniciada en 1519, según averiguó don Manuel Gómez Moreno en investigaciones que hizo en libros0 de fábrica de la Iglesia Mayor de Jaén , y según el cual en dichos libros aparece el referido entallador con el nombre de «maestro Gutierre alemán» y se firma claramente «Gutierre Gierero», considerándolo como artífice desconocido aunque supone que traba jó en el coro de la Catedral de Burgos, de cuya traza es copia la sillería del de Jaén. Ahora ya sabemos también que colaboró con Juan de Borgoña en el retablo de la Santa Capilla, por lo que sería importante ver si trabajó en T oledo. Además sabemos que en 1528 labró dos ciriales de m adera para la Santa Capilla y que su m ujer se llamaba Mari Ortiz.

    Pero no terminó aquí el enriquecimiento artístico de la Santa Capilla a raíz de su fundación. E n 1530 se pagó a Mercado, platero de Córdob3, la lám para de plata que se le encargó por los m andatarios del venerable fundador; un rico portapaz y varios cálices que hizo

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    para el servicio del altar. Suponemos que este Mercado es Pedro de Mercado que dos años antes, en 1528, se encargó de hacer unas valiosas joyas para el comendador de la Peña de Martos y que ha estudiado, como ya referimos, el señor Bonilla y Mir.

    T am bién se hizo en esta época el llamado terno rico, ajustado en treinta mil maravedís con Diego del Arco, brocador,. y su sobrino, hecho en terciopelo o felpa colorada y «once onzas de oro hilado que tru jo Medina de G ranada para los cordones del terno rico», el cual parece ser que es el que se conserva y utiliza para el día de San A ndrés y que por la maravilla de sus bordados es digno de un museo.

    Asimismo, se encargaron casullas a Ju a n Tenorio, bordador de Granada, y el adm inistrador de la Santa Capilla, don Diego Sánchez de Bonilla, pagó seis ducados de oro por una pieza de gamelote b lanco de seda para hacer una capa pluvial.

    De este tiempo proceden numerosos libros corales de gran valor, bulas miniadas, un misal giennense y libros litúrgicos, biblias, decretales y otros, algunos de los cuales alcanzan antigüedad de incunables.

    í í $

    Term inada la construcción y el adorno de la Santa Capilla — llam ada Santa po r la tierra que autorizó León X que se tomara de las catacumbas de Santa María de Campo Santo, San Sebastián, San Gregorio y Santa Potenciana, y se esparciera por las bóvedas y enterramientos de dicha Capilla— le tocó el turno al templo de San Andrés, antigua y pobre parroquia que se consideró llegado el momento de arm onizar con las riquezas donadas por González Doncel a su fundación.

    A tal efecto, la parroquia de San Andrés, de su caudal, encargó un retablo para el presbiterio a Pedro de Machuca, p in to r, escultor y arquitecto, vecino de G ranada. Pedro Machuca había estudiado en Ita lia donde fue discípulo de Rafael de Urbino y se considera como el artista que trajo a España el más puro y fino estilo renacimiento. Carlos V le encomendó la construcción del palacio que levantó junto a la A lham bra , y para la Iglesia Mayor de Jaén hizo el retablo mag-

  • N u e s t r a S e ñ o ra de l P óp u lo , ta b la q u e se co n se rv a en la S a n ta Capil la .

  • ARTE Y ARTISTAS EN LA SANTA CAPILLA 29

    niñeo y elegantísimo que se conserva en la sala cap itu lar y es el mejo r , con m ucha diferencia sobre los demás, de cuantos hay en la Catedral.

    No se sabe cómo sería el retablo que hizo Machuca para el altar m ayor de San Andrés, pero forzosamente tuvo que adaptarse a la media circunferencia del ábside. La p rim era noticia que hemos h a llado del retablo aparece en el descargo de la cuenta rendida el 27 de abril de 1556 que figura en el libro de visitas de la Parroquia de San Andrés. En él hay una part ida de veinte ducados, o sea, 7.500 maravedís, que se pagaron a Pero Gómez, pintor, que los percibió «en nombre de Muchuca para cuenta del retablo e mostró m andamiento e carta de pago e dió fianza ante Miguel de Aguilar, notario», partida que hace sospechar que fue la p rim era que se abonó a cuenta del re tablo, el cual debió encargarse poco antes y estar comenzándose a hacer en Granada, ya que en las cuentas sucesivas n inguna de las cantidades que se pagaron por el retablo se entregaron directamente a M achuca, sino a otros artistas vecinos de Ja.'n por él comisionados. E n total hallamos ocho partidas que sum an 69.408 maravedís, o sea, ciento ochenta y cinco ducados y 123 maravedís, siendo el gasto del dorado aparte , como luego veremos.

    Otra part icularidad de aquel interesantísimo retablo es que fue, p robablem ente, una de las iiltimas obras de Pedro Machuca, quizá acabado por su h ijo y colaborador Luis Machuca, pues la segunda part ida que encontramos a cuenta del retablo se pagó en 25 de octubre de 1558 «a Juan de Reolid, entallador, vecino de Jaén , en nom bre de la m u je r e hijos de Pedro de Machuca», lo que indica que éste h ab ía fallecido ya y que el retablo estaba terminado de ta l la r e instalado en San Andrés, pues hab ían comenzado a dorarlo.

    La ú ltim a part ida «que se pagó a los herederos de Pedro Machuca, pintor, que se le restaban debiendo del retablo de la iglesia» fue de 28.770 maravedís, y está incluida en la cuenta de 4 de diciembre de 1573, o sea, que se tardó en l iqu idar con ellos unos diecisiete o veinte años, lo que revela el penoso esfuerzo que hizo la fábrica de San Andrés para costear joya tan preciosa.

    El retablo de Pedro de Machuca fue dorado en Jaén por Pero Gómez, p in to r, y su hermano Francisco, hijos de Lorenzo Gómez, difunto, abonándoseles por carta de pago en 23 de abril de 1560 la

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    cantidad de 3.720 maravedís pagados en doce fanegas de trigo, ai precio de la tasa. Pero como el total pagado al dorador suma once ducados y 15 maravedís, hace suponer o que fue escasa la parte del retablo que doraron los hermanos Gómez, o que los Muchuca les pagaron directamente lo que entrambos hubiesen convenido.

    Poco después de term inado el retablo fue necesario hacer ciertos reparos en el m ismo, encargando el trabajo a Roque de Figueredo, entallador, padre de Blas Figueredo, entallador y escultor que en 1586 hizo varias imágenes para el retablo de San José que se puso en la capilla de los Moyas de la parroquia de Santa María Magdalena, e intervino en el retablo de la magnífica paroquia de Huelm a.

    El presbiterio de San Andrés era bastante mayor que hoy y ocupaba el frente de las tres naves, hasta que en el siglo XVIII se redujo a la anchura de la central mediante dos tabiques y se hicieron los dos altares colaterales que están dedicados a la Virgen del Rosario y Nuestra Señora del Carmen. •)

    Para decorarlo en arm onía con el retablo de Machuca y completarlo , se encargaron varios adornos a distintos artistas giennenses del siglo XVI, quedando así a tono con los demás y verdaderamente espléndido.

    El banco o pedestal sobre el que se asentaba dicho retablo, así como los pilares que existían a sus lados, fueron encomendados a Antonio Sánchez, pintor, que los decoró en 1565 por lo que percibió diez ducados.

    Sobre la plataform a del presbiterio se pusieron unas barandas de talla con dos atriles o evangelisteros en forma de águilas con las alas desplegadas, que costaron 17 ducados de oro. Las hizo Salvador de Cuéllar, entallador y «escultor de excelente ingenio, m uy prim a y acertada mano para las cosas de su oficio, hom bre de buena vida y ejemplo, m uy devoto de la Virgen Santísima», autor del famoso Santo Cristo que se veneró con m ucha devoción en el Convento de la Real y Militar Orden de la Merced, y del que hacen relación Pedro Ordóñez de Ceballos y Bartolomé Ximénez Patón en su «Historia de la antigua y continuada nobleza de la Ciudad de Jaén».

    Dichas barandas y evangelisteros en forma de águilas fueron p in tadas y doradas por los pintores Pero Gómez y Antonio Sánchez, que

  • C asu l la de l « te rn o rico», o b ra d e D iego del A rco (s ig lo XVI).

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    cobraron 42 ducados en reales y 6.370 maravedís, respectivamente. (Un ducado valía entonces 375 maravedís, monedas imaginarias am bas).

    Dicho Antonio Sánchez doró y pintó el gran candelabro para el cirio pascual que importó 17.000 maravedís, y además pintó en 1578 por diez ducados un lienzo de San M artín para la capilla que se le hizo jun to al a ltar mayor, cuadro distinto al parecer del que hoy se venera, pues en éste las vestiduras del Santo son a la moda el siglo XVII y no anteriores. ,

    Otro entallador llamado Luis de Aguilar hizo por veinte ducados el cofre para el sagrario del altar mayor que costó 8.500 maravedís el dorarlo, donde se encerraba el Santísimo Sacramento el Jueves Santo.

    Por ú ltim o, en 1609, se sustituyó el sagrario por otro que hizo el entallado Sebastián de Solís, reconocido entonces por el m ejor oficial que había en la diócesis, autor del fino retablo renacentista que hay en el presbiterio de la paroquia de San Bartolomé y que trabajó tam bién en los templos de la Magdalena y San Ildefonso, como tenemos publicado. Se le pagaron 1.500 reales por dicho sagrario, el cual se conserva aún en la iglesia de San Andrés.

    De comienzos del siglo XVI procede la magnífica tabla de la Virgen del Pópu lo , que se puede adm irar dentro de la Santa Capilla , a tribuida por unos a Durero y por otros a F ra Filipo Lippi, pero que nosotros nos atreveríamos a pensar antes en Juan de Borgoña o P e dro Machuca, más en el primero, los cuales, como se ha indicado, trabajaron para esta Institución. Este cuadro, según reciente y autorizada opinión, se refiere a María Madre de la Iglesia y es una de las escasas y más notables representaciones de tan actual título reconocido a la Virgen por S. S. Pablo VI en el Concilio Ecuménico.

    * * *

    En resumen, al iniciarse el siglo XVII, el templo de San Andrés y la Santa Capilla, constituían un relicario de arte sólo comparable con la Catedral. Artistas como el maestro Bartolomé, Juan de Borgoña, maestro Gutierre, Pedro de Mercado, Pedro y Luis M achuca, Peí o Gómez, Salvador de Cuéllar, Sebastián de Solís y tantos otros

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    citados, h ab ían dejado muestras de su ingenio en esta iglesia, gracias a la generosa fundación de don Gutierre González Doncel, que al cabo de un siglo de vigencia, era ya famosa p or sus riquezas, tanto espirituales como materiales, cum pliendo todos sus fines y percibendo rentas cuantiosas de su rico patrimonio.

    E L SIGLO XVII

    Durante el siglo XVII son escasas las novedades de tipo artístico que hay que notar en la Santa Capilla. Todo estaba hecho y bastaba labor de conservación. Por eso confesamos que ante la escasez de tiempo para p repara r este traba jo , no hemos profundizado en la in vestigación de los documentos de aquella centuria, que más adelante queremos estudiar, pues en ella hay que buscar si existen antecedentes sobre diversos cuadros de gran mérito que pertenecen, desde luego, a este período, sobre todo el de la P iedad, atribuido a Van Dyck que es o una réplica o una copia de un lienzo de este p in tor que vivió de 1599 a 1641, así como el cuadro de otra P iedad, más pequeño, pero de indudab le interés y que se conservan en el coro y en la nave del Evangelio, respectivamente.

    En este siglo se ponen de moda las imágenes de vestir, y se co loca una de candelero, de la Limpia Concepción de María, en el retablo de la Santa Capilla, que carecía de cam arín. En el Cabildo de 20 de Junio de 1627 se acordó que «porque la imagen de Nuestra Señora en la Santa Capilla no está con la decencia que se debe, descubierta todos los días, se dispuso que un escultor disponga un tabernáculo embebido en el retablo principal, como m ejor parezca y se le pongan dos o tres velos que se descorran en las fiestas principales». La devoción a esta imagen creció con rapidez y le regalaron corona, media luna y cetro de plata , alhajas y unos doce vestidos con sus mantos de distintos colores. No cabe duda que esta devoción contribuyó al disparatado acuerdo de sustituir el retablo de Ju an de Bor- goña y el maestro Gutierre, por otro que centrase u n camarín para albergar a la Virgen.

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    E L SIGLO XVIII

    Si el siglo XVI fue el siglo del engrandecimiento artístico de la Santa Capilla, y el X \ 'I I de estabilización, el siglo XVIII resultó el más funesto de todos para el tesoro de arte de la Institución.

    Y no se crea, que fue debido a guerras, siniestros, robos o revoluciones. Nada de eso. Fue algo peor: fue debido a la ignorancia, al descuido y al mal gusto de la época.

    Los disparates irrremediables efectuados no se hicieron por mala fe ni afán de lucro, sino con la buena intención de m ejorar lo existente y mediante cuantiosos gastos.

    Pero como he dicho, la ignorancia y el m al gusto fueron los culpables. Veamos en qué consistieron aquellos desastres que se iniciaron cuando agonizaba el reinado de Carlos I I el Hechizado y con él se acababa la dinastía de la Casa de Austria, llegando España a la más triste decadencia y anquilosamiento.

    El año de 1698, siendo gobernador de la Santa Capilla don Luis de Gámiz Torres y Portugal, y con motivo de unas goteras en la bóveda de la Santa Capilla, fue preciso re tirar el retablo que hicieran Ju an de Borgoña y el maestro Gutierre, que por el tiem po transcurrido se hallaba estropeado por abandono y por el hum o de la cera, pese a las recomendaciones del Fundador por evitarlo.

    Se probó a restaurarlo y se gastaron ocho reales en el retoque de uno de los cuadros del retablo. Pero el resultado no debió convencer a los señores del gobierno, y en el cabildo de 31 de diciembre de 1698, el gobernador expuso que el retablo «por su antigüedad se dificultaba volverlo a poner por estar muy m altratado y de fábrica muy antigua y ser de poco valor, como era notorio, lo que era origen de censuras e indevoción del pueblo que tanto frecuentaba este santuario por las indulgencias tan grandes que le estaban concedidas, p ro poniendo a los señores del gobierno que para poner la Capilla con toda la decencia que requerí^ el culto, que se hiciera nuevo retablo y un camarín para Nuestra Señora, costeado con el residuo de las rentas de la Institución, que eran suficientes. Pero que atendiendo al estatuto undécimo del tratado tercero en que el fundador ordenaba que no se hiciesen grandes gastos en plata, órganos, rejas ni retablos,

  • 34 BOLETIN DEL INSTITUTO DE ESTUDIOS GIENNENSES

    aunque parecieren ser m uy honrosos, m edida que indirectamente protegía lo que él hab ía mandado hacer, incluido el retablo, estimaba el señor Gámiz que se pidiera parecer a la escuela del Convento de San Francisco de Jaén y religiosos condecorados de él, a fin de que em itieran informe sobre la interpretación de los Estatutos en este punto.

    E l 8 de enero de 1699, en el cabildo de la Santa Capilla, se dio lectura al informe de los franciscanos redactado en términos y con argumentos tan pastueños, que revela ignorancia artística e intención de complacer los deseos del señor Gobernador.

    En prim er lugar consideraban que el retablo estaba m uy m altratado, deslucido e indecente, de tal suerte que po r su vejez y antigüedad tenían en él sus nidos inm undas y asquerosas sabandijas las que consumían las ropas y vestidos de Nuetrg Señora y royendo el re tablo causaban cada día en el a ltar y tabernáculo, indecentes desaseos e inm undicias, sin bastar para el remedio el mucho cuidado de los sirvientes señalados para la limpieza de dicha Capilla, por estar el retablo pasado y su m adera carcomida, perdidos sus colores, el oro de sus imágenes, y sin poder servir, según el parecer de los alarifes.

    Después de exponer estos hechos, probablemente exagerados, y sin más comprobación que el relato del Gobernador, los frailes, vistos los Estatutos de la Santa Capilla, estimaban que pod ían los cofrades, sin repugnancia de conciencia, acometer la obra del nuevo retablo y cam arín , no haciendo gastos excesivos ni extraordinarios, aparte de que su intención era acorde eon la del Fundador que tanto atendió en vida al mayor adorno, decencia y culto de la Santa Capilla.

    Tranquilas ya las conciencias de los señores del gobierno, acordaron que se hiciera nuevo retablo, tomando parte de la casa lindera para construir el camarín donde había de ponerse la imagen de la Virgen.

    La talla del nuevo retablo se ajustó en setecientos ducados con Andrés Bautista Carrillo, maestro de escultor, que a la sazón era uno de los mejores entalladores que había en la ciudad y estuvo encargado, jun to con el p in tor Ambrosio de Valois, para decorar la capilla que se construyó en el Convento de los Descalzos a la imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno con los dos mil pesos que legó el capitán

  • R etab lo d e la S an ta C ap il la e j e c u ta d o p o r A n d r é s B autis ta Carril lc y A m b r o s io d e V a lo is (siglo XVIII).

  • ARTE Y ARTISTAS EN LA SANTA CAPILLA 35

    «Poca Sangre», don Lucas Martínez de Frías , por el testamento que otorgó en la ciudad de los Reyes del Perú , después llam ada Lima.

    El retablo que hizo Andrés Bautista para la Santa Capilla, que es el actual, lo trazó en estilo barroco, encuadrado por dos grandes columnas salomónicas enredadas en pámpanos de vid y racimos de oro. Semeja mucho al que tiene en San Ildefonso la Virgen de la Capilla, que si no es del mismo autor, quiere decir que sirvió de modelo a Andrés Bautista para el de La Inm aculada Concepción. Carece pues de originalidad, aunque resulta proporcionado, atractivo y bonito.

    E l dorado se encargó al p in tor Ambrosio de Valois, que t rab a jaba al parecer con Bautista Carrillo, ya que los gremios im pedían a los escultores p in tar y dorar sus obras, que forzosamente hab ían de hacerlo pintores, lo que se observaba con exactitud.

    Ambrosio de Valois, nacido en Madrid de padres franceses, pasó siendo niño a residir en Granada, donde se hizo pintor, instalándose definitivamente en Jaén , donde se casó y pintó numerosos lienzos y doró y estofó muchos retablos y esculturas.

    Además de dorar el de la Santa Capilla, pintó el bello cuadro de la Inmaculada que hay en su parte alta y otro m uy fino de una Santa no identificada, que está enfrente de la re ja y cuya firma se ha descubierto hace m uy poco por el señor Cerezo Moreno cuando restauraba el cuadro de Animas, tam bién a tribuido a Valois.

    Costó dorar el retablo y frontaleras del a ltar , 5.530 reales, y se term inó en 1701, aunque la imagen se había colocado ya en el nuevo cam arín el 8 de diciembre de 1699, con cuyo motivo se gastaron más de 240 reales en los sermones, cohetes y agasajos p ara las solemnes fiestas que con tal motivo se celebraron.

    Para dorar y p in ta r el camarín se tra je ron de Madrid 98 libras de oro y los colores necesarios. El decorado se hizo por mano de A ndrés Bautista y de Ambrosio de Valois. Se confeccionaron nuevos vestidos a la imagen de Nuestra Señora y se hizo toda la decoración del arco toral donde va empotrada la reja del maestro Bartolomé.

    Se platearon los atriles, pies de ciriales y candeleras de la Santa Capilla y el platero Antonio de Guzmán hizo una custodia sobre-dorada para la misma, trabajando en otros objetos el platero de Córdoba Gerónimo Sánchez de Payba.

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    Además, para el día de la colocación de la imagen en su camarín, se compusieron las dos capillas colaterales del templo de San Andrés y se hicieron por Ju an de Morales, maestro de carpintero, tres m arcos para los cuadros de San M artín , San Francisco de Asís y Santo Cristo de la Columna, que bien puede ser el original, réplica o copia de otro igual que se conserva en el museo de la Catedral de Jaén y que está firmado por Alonso de Baena.

    Por lo que respecta al retablo viejo que se qu itó , no debía ser « tan notorio su poco valor», cuando se perm utó en 1699, mediante escritura de trueque por un censo que impuso sobre sus bienes don Ju an de Acuña, que fue quien se lo llevó, sin que tengamos más noticias de la suerte que corrió.

    En cuanto a la imagen de Nuestra Señora de la Concepción, 110 perduró largo tiempo en el cam arín que se le hizo ya que en 1733, el Gobernador de la Santa Capilla, don Eugenio de M iranda, conde de Sevilla la Nueva, considerando que por ser imagen de candelero, lo que estaba prohibido por diferentes decretos, ofreció para sustitu irla una Purís im a de talla m uy decente que tenía de su propiedad, la cual, aceptada por los señores del gobierno, se colocó aquel año para la fiesta de la Concepción.

    Pero bien porque no gustase, fuera prestada o el tamaño inadecuado, siendo gobernador don Fernando de Aranda en 1735, encargó ta lla r una nueva imagen de Nuestra Señora de la Concepción a don Felipe de Mesa, escultor, al cual pagó la Santa Capilla 430 reales p or este trabajo y hacer cinco niños nuevos para el trono. Y al maestro de pintor de esta c iudad, don Francisco de Pancorbo, se le dieron 575 reales por el estofado y dorado de la imagen, cartelas y encarnación de los cinco niños.

    Entendem os que los cinco niños a que se refiere la anotación en el libro de cuentas de diciembre de 1736, son los cinco ángeles que figuran en la peana de la Virgen.

    Po r cierto que en el cabildo de 6 de agosto de 1736, se acordó que la nueva imagen de la Inm aculada se colocase en el camarín el12 de septiem bre, fiesta del Dulcenombre de M aría, y que se celebrase en tal fecha una función solemne con sermón y para ella se convidase a toda la Cofradía.

  • R etab lo del p re sb i te r io d e San A n d r é s ta l lad o p o r A lo n s o C o lm e n e r o con e sc u l tu ra s d e J o s e p h d e M e d in a y Luis d e la Barrera (siglo XVIII).

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    La nueva imagen requirió aderezar y añadir la corona que tenía la anterior, de lo que se deduce que era más pequeña, quizá la que hoy se conserva m uy repintada en la Sacristía. Por dicho trabajo se pagaron doscientos reales a Alonso Antonio de Martos, fiel contraste de oro y plata de la ciudad.

    De los artistas que labraron la imagen de Nuestra Señora, que es la actual que se venera, es bien conocido el p in to r don Francisco de Pancorbo, del cual se conservan diversas p inturas en la Catedral, como el cuadro ovalado de la Virgen de los Dolores en su capilla del lado de la epístola. E n cuanto al escultor don Felipe de Mesa, es la p rimera vez que encontramos su nom bre en las investigaciones que de largo tiempo venimos haciendo sobre artistas que h an traba jado en Jaén . Lo que nos hace suponer que no estaba asentado en la ciudad. Las dificultades para ha lla r b ibliografía y el escaso tiempo de que hemos dispuesto para preparar esta conferencia, nos han impedido verificar las indagaciones deseadas.

    La imagen pertenece a la escuela barroca andaluza, es de gran m érito y está realizada con p rim or y detalle. T an sólo, y a nuestro gusto, le falta u n poco de esbeltez. La encarnación, dorado y policromía son excelentes, y se conservan en perfectas condiciones.

    * * *

    Pasemos ahora al segundo desacierto del siglo XVIII que fue la pérdida insustituible del retablo que había hecho Pedro Machuca para el presbiterio de San Andrés.

    Este retablo no era sólo de p in tu ra , como el de la Santa Capilla, sino que tam bién poseía imágenes. Al igual que el otro, había ido envejeciendo sin que nadie se ocupase de su conservación. E n 1703 se pagaron 45 reales al escultor Andrés Bautista Carrillo para aderezar los santos del sagrario de dicho retablo del altar mayor, aunque por la suma invertida se ve que la reparación fue m uy ligera.

    Pero la idea de la sustitución del retablo no se empezó a fraguar hasta 1744 en que sin previo acuerdo que se refleje en las actas de gobierno, se compraron en 260 reales «dos cargas y media de m adera para empezar a hacer el retablo de la capilla m ayor de la iglesia de San Andrés», según consta en el libro de cuentas.

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    Quizá la falta de recursos demoró la cosa hasta que en el cabildo celebrado el 24 de noviembre de 1784, el Gobernador don Josph de Ulloa y Llanas, canónigo de la Catedral, hizo presente a los señores del Gobierno de la Santa Capilla «como ya les constaba se había p ro puesto el hacer u n retablo nuevo para el a ltar mayor de la iglesia del Señor San Andrés a causa de que el que tenía se hallaba muy viejo y cayéndose todo a pedazos, de lo que podía resultar que estando diciendo misa en dicho altar se cayese algún pedazo del dicho retablo y sucediesen algunas desgracias. Cuyo retablo nuevo de toda costa y gasto estaba ajustado con Alonso Colmenero, vecino de esta c iudad en seis mil y seiscientos reales de vellón, con arreglo a la p lanta que dio, y por el susodicho se pedía que se le socorriese con algún dinero para comprar m adera y t rab a ja r en él a fin de finalizarlo con la m ayor brevedad». Entendido lo cual se mandó lib rar dos mil reales a cuenta de los 6.600, obligándose el dicho Alonso Colmenero a dar acabado en el todo el retablo «con arreglo a dicha traza y no en otra».

    Este Alonso Colmenero, que en los libros de cuentas y en los re cibos aparece con el nom bre de Lucas Colmenero, se le llam aba unas veces maestro de carpintero y otras maestro de tallista. Sospechamos que tal vez era sólo eso: un buen tallista nada más, y que la traza del re tablo presentada podía ser de alguno de sus colaboradores. Estos colaboradores fueron dos, ya conocidos, y artistas de buen nom bre en el Jaén de entonces, que habían realizado obras de importancia para distintos templos y cofradías de la ciudad.

    El escultor que talló los santos y cuatro ángeles que forman parte del retablo fue Joseph de Medina, maestro de escultura, hom bre muy piadoso y excelente artista que en 1741 había hecho la imagen de la Dolorosa que pertenece hoy a la Real Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno, y en 1753 los ángeles dorados de la bóveda del presbiterio de San Ildefonso, entre otras obras suyas que hemos identificado.

    Las imágenes que hizo para el retablo de San Andrés fueron, aparte de los cuatro ángeles de la parte alta, las de San Pedro y San Pablo y la del Santo T itu lar de la parroquia que estimamos como la más deficiente, tal vez porque el desnudo no era su fuerte .

    E l dorado y p in tura del retablo, así como la encarnación y estofado de ángeles e imágenes, fue labor encomendada a Luis de la Barrera, maestro p in tor, por lo que se le pagaron 2.800 reales, oro aparte.

  • Im ag en d e la I n m a c u la d a C o n c e p c ió n , ta l la d a p o r el e s c u l to r d o n Fe lipe d e M e sa en 1735.

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    Luis de la B arrera venía trabajando en la Santa Capilla desde 1710 en que a lqu ilaba los papelones o decoraciones p in tadas sobre papel para adornar el m onum ento del Jueves Santo. T am bién en 1726 pin tó el escudo de arm as del venerable don G utierre González Doncel, que se conserva en la Sala C apitular de la Santa Capilla y que se llevó al lado del estandarte de la Cofradía de la L im pia Concepción cuando salió en com unidad duran te cuatro días seguidos a ganar las indulgen cias que concedió B enedicto X III con motivo del Año Santo de 1726.

    Este artista fue tam bién el que se ajustó en 1711 con el p resb ítero don Ju an Luis de O rbaneja y Quesada para hacer en el Convento de San Francisco de Jaén el retab lo del Santísim o Cristo de la E x p iración, tallado y dorado, con esculturas y p in tu ras, conservándose hoy solamente la m uy devota y sensacional im agen del Santísim o Cristo en la parroqu ia de San B arto lom é. Pero como Luis de la B arrera aparece siem pre como m aestro de p in to r hay fundam ento p ara sospechar que en cuanto al Cristo de la E xpiración su labor fue sólo la de encarnar la im agen y que la ta lla se deba a la gubia de u n m aestro escu lto r que, desde luego, tuvo que ser de prim er rango en tre los a rtistas españoles del X V III.

    T erm inado, como se h a dicho, el retablo de San A ndrés en 1754, no hemos hallado hasta ahora rastro de lo que fuese del que hizo Ped ro M achuca y que se retiró por viejo . Entonces no existían en Jaén an ticuarios y lo más com ún al desechar un retab lo , según hem os com probado en diversas ocasiones, era que se vendía a iglesias de los pueblos. Así pasó con el retab lo retirado del presbiterio de San Bartolom é a finales del XVI, que se vendió a la p arro q u ia de Sorihuela del Gua- dalim ar, y con los antiguos de San Ildefonso, que se enejenaron al m onasterio de m onjes basilios de Cam bil. H asta que de puro viejos, apolillados y corroídos, se consum ían para desgracia del arte y de la h istoria .

    E l re tab lo que hizo Lucas Colmenero, y del que nos ocupamos, está dentro de la línea de ese barroco decadente que hizo escuela bajo el nom bre de C h u rrigu era . De planos absurdos y recargados, encuadra el cam arín donde está crucificado en su aspa San A ndrés. Las armas del fundador de la Santa Capilla figuran en la pa rte a lta . Lo original del re tab lo es que no todo se halla dorado, como era com ún entonces, sino que el fondo de los tab leros está p in tado de verde oliva y partes

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    en color alm agra, por lo que las m olduras doradas en pan de oro re saltan adm irablem ente y ofrecen un conjunto severo y agradable a la vez. Lo m ejor del retablo, a nuestro ju ic io , son las im ágenes de San P edro y San P ab lo , preciosam ente ta lladas y policrom adas, que no desmerecen en nada de las que por aquel tiempo hicieron Duque Cornejo y Francisco Calvo p ara los retablos de San Ildefonso y la Catedral de Jaén .

    # * *

    No obstante la pérd ida de los dos anteriores retab los, el esplendor y culto de la Santa Capilla no dism inuyó, sino que llegó a alcanzar un lu jo sólido y un esplendor que le dio fama en la diócesis. Más de ocho m il reales se gastaron en 283 varas de damasco carm ín y otras tantas en ta fe tán carm esí para revestir de colgaduras todos los m uros de la Santa C&pilla y su nave hasta la puerta de N uestra Señora de la G uía, im agen m uy venerada entonces e inexplicablem ente desaparec ida. T am bién se vestían con iguales colgaduras las colum nas de la iglesia y el coro en las solemnidades de Semana Santa, octava del Corpus, San Andrés e Inm aculada Concepción. Todo ello m uy borbónico y versallesco. E ra la m oda.

    Los plateros don Luis y don Andrés de Guzm án no paraban de lab ra r p la ta para el servicio del a ltar, lám paras de las capillas y otros objetos, tan ta , que fue preciso construir para encerrarla un arm ario em potrado o escaparate em butido en m adera de naran jo con dos colum nas de jaspe negro y las arm as del fundador por coronación, que existe en la sacristía.

    E n noviem bre se ponían esteras de p leita en toda la iglesia y alfom bras al pie de los altares. E l gasto de cera y aceite para las lám paras, era fabuloso y los ternos completos con paños de púlpitos, frontales de a lta r, hum erales y collares para los acólitos y capellanes de espera, se ten ían de los m ás ricos, existiendo varios para cada color litúrgico , incluyendo los azules p a ra las fiestas de la Inm aculada.

    E n tra r en la Santa Capilla era resp irar u n am biente de riqueza, de sólida econom ía y de p u lcritud en el aseo.

    La antigua cofradía de Anim as de la P arroqu ia de San A ndrés, se reorganizó en 1704 y m andó p in tar un gran cuadro de composición

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    m uy original y agradable, sin escenas terroríficas, que recientem ente se ha restaurado con el m ayor acierto . Hizo obra en su capilla y le puso rico marco de recio sabor español. En la m ism a capilla está la pila bautism al, en el in terio r de cuya cubierta se conservan p in tu ras de m érito alusivas al bautism o de Jesucristo, quizá debidas a Carazo.

    E n 1731 se puso el Santo Cristo del Rem edio, p in tu ra m uy correcta sobre una cruz de m adera — que estaba colocado encim a de la puerta de la sacristía— , en un cam arín que se le hizo en la capilla de Anim as, decorado con m agníficas puertas de nogal talladas, hoy en el presb iterio , cornucopias y lám inas interesantes, y un retab lo dorado del peor gusto churrigueresco. Don Francisco López del Portillo donó al Cristo del Rem edio una lám para de plata de ochenta onzas de peso.

    Dentro de la Santa C apilla se colocó un retab lo dorado m uy fino con preciosa im agen de San José, que nos ha faltado tiem po para investigar sobre los artistas que lo h icieron. T am bién por este tiem po trab a jó en San A ndrés el p in tor Alonso de A rjona, que jun to con Luis de la B arre ra y Francisco de Pancorbo reconocieron el Santo Rostro a instancias del Cabildo de la C atedral para em itir inform e sobre su estructu ra , hecho que distinguió a los tres pintores como personas del m ayor entendim iento en la m ateria y consideración social.

    E L SIGLO XIX

    Este siglo, tan torm entoso para la iglesia española, fue benévolo respecto a la Santa C apilla, que salió a flote del gran naufragio p ro movido por la desam ortización, gracias sobre todo a un gran adm inistrador y gobernador de la Institución , que tuvo el suficiente talento y gallard ía p ara p in ta r blanco lo que era negro y b u rla r de este modo las leyes destructoras que h u b ie ran acabado con los bienes de la Instituc ión , y con ella y su tem plo por consiguiente. Su nom bre h a m erecido el privilegio exclusivo de figurar en una placa colocada en la Sala C apitular.

    Y en la resaca de aquel desastre, algunas cosas de m érito llegaron a las m árgenes tran qu ilas y acogedoras de la Santa Capilla.

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    Del convento suprim ido de la Coronada vino la im agen de vestir de N uestra Señora del Carm en, m uy bella y ejecutada con los m ejores esm altes. T am bién procede del m ismo un retablo con p in tu ras m uy curiosas de San Sebastián y San R oque, en el que se venera la im agen de Santo Domingo de Guzm án que pertenecía a la iglesia de Santa C atalina, de la O rden de P red icadores, así como varios bancos tallados en nogal, y la Virgen del Rosario, que trasladó su cofradía a San A ndrés llevando faroles, andas, cornucopias y espejos con m arcos dorados.

    P robablem en te , del convento extinguido de la Santísim a T rin idad debe ser el curioso cuadro que representa este m isterio en composición atrevida y original en la que figura Jesucristo pisando uva sobre una fuente de donde es recogida su sangre en u n cáliz, y el Padre E terno m anejando el tim ón que atraviesa la cruz que carga su H ijo , herm oso cuadro en el que se aprecian varios trin itarios y zagaleso postulantes con el escapulario de la O rden.

    Por lo dem ás, nada de im portancia se ha perdido del patrim onio artístico de la Santa C apilla , excepto la plata que voló toda duran te la guerra civil in iciada en 1936. Triste período del que salió bastante bien parada la Institución al librarse su iglesia de la devastación general de tem plos.

    Convertida en alm acén de objetos artísticos expoliados de otras iglesias, y debido ta l vez a lo apartada y escondida que se ha lla , pasó desapercibida y fue la única de Jaén que lib ró sus magníficas cam panas de la destrucción.

    * * *

    Y n ada más.La Santa C apilla , consciente del tesoro artístico de que es depo

    sitaría , hace cuanto puede con sus propios medios para conservarlo en las m ejores condiciones, aunque por tener que destinar sus rentas a los fines benéficos, docentes y de culto que prescriben sus E statutos, no puede d istrae r apenas algunas pesetas para lim piar, restaurar y m antener en todo su esplendor y belleza los retablos, im ágenes y lienzos de reconocido m érito y valor.

  • ARTE Y ARTISTAS EN LA SANTA CAPILLA 43

    A partada y escondida en el antiguo Ja é n ; aislada por u n in tr in cado laberin to de callejuelas m uy típicas, indudablem ente, pero que m ás sem ejan despeñaderos por sus em piedros pésim os, anteriores a este siglo, perm anece olvidada, desconocida hasta de la m ayoría de los habitantes de Jaén .

    No hay , pues, cuidado de que en estas condiciones el tu rism o, tan de m oda hoy , incluya este m onum ento de p rim er orden en sus ru tas. La Santa Capilla es como u n cofre cerrado, inéd ito , que guarda las joyas espirituales y artísticas legadas p o r su venerable Fundador y posteriores bienhechores, como si estuviese reservado a una m inoría selecta de fieles y devotos adm iradores.

    Q uizá sea preferib le así antes de su frir indiscretas visitas que vengan a p e rtu rb a r el quieto silencio de sus naves, de sus patios y salones, o la sonrisa siem pre alegre y rum urosa de los cientos de niños que juegan y aprenden todos los días a la som bra venerable de su cam panario o bajo las frondas del ja rd ín que les sirve de esparcim iento.

    C aridad silenciosa. Culto solem ne. Escuelas para los niños de Jaén . Tesoro de arte. He aquí lo que es la Santa Capilla desde hace cuatro siglos y m edio. Y todo ello cum pliéndose bajo el lem a del F u n d ador, p rofético , escueto, de una sola p a lab ra : S IE M PR E .