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“MAL DE ESCUELA”
Por Verónica Pulla Méndez. Maestra de Ed.
Infantil
Casi siempre se suele analizar el sistema educativo
desde la visión del profesional, pero gracias a este libro,
encontramos una nueva manera de analizar la educación;
desde los ojos del que es educado. Este punto de vista me
resulta más importante e interesante que el de un profesional
porque nadie mejor que el propio educando puede describir los
intereses de los niños, sus inquietudes, sus opiniones acerca de los
estilos de educación, etc. Por ello nosotros hoy como maestros,
debemos ponernos en el lugar de los alumnos y echar la vista atrás y
recordar cómo nos sentíamos cuando un profesor nos trataba de una
determinada manera u otra. Y así lograremos empatizar con ellos.
Daniel, el autor de este libro, comienza describiendo a un
niño que durante los años que estuvo en la escuela era
considerado un “zoquete”, tanto como para los profesores,
como para su familia. Precisamente ese “zoquete” del que el
libro nos habla, además de ser el propio autor del libro, es
hoy en día un excelente profesor, del cual podemos extraer
unos excelentes consejos y palabras.
De libro se pueden extraer frases, a mi parecer, muy
duras en referencia a este niño, y que me invitan a las
posteriores reflexiones, como por ejemplo: “Eres tonto de
capirote”, “Todo el mundo comprende más deprisa que yo”,
“Que no cunda el pánico dentro de 26 años dominará el
alfabeto”, “Soy nulo”, “Nunca lo conseguiré”, “Ni siquiera
vale la pena intentarlo” o “Ya os lo había dicho, la escuela no
es para mí...”.
Todas estas frases vertidas sobre el protagonista de la
lectura, y otros muchas experiencias relatadas en el libro,
como la visión que este tenía de los adultos; “Sentía a los
demás, a los profesores, a los adultos, mucho más fuertes que
yo, y de una fuerza mucho más aplastante que la de los puños”,
o por otro lado el odio y necesidad de afecto, que sentía y que
le llevaban a comprar el afecto de los adultos y profesores
con regalos, me llevan a una única y clara conclusión: la
desmotivación por parte del niño, la falta de cariño que este
tiene y la falta de fe que tenían su familia o los maestros de
aquella época en él (aunque afirma que encontró 3 profesores
que le “salvaron”).
Por todo ello, pienso que, hoy en día muchos de los niños
y adolescentes que empiezan o terminan la escuela, al igual
que nuestro autor, esconden un potencial que maravillaría al
mundo. También sacan malas notas y pueden seguir
sacándolas si nadie interviene, ¿pero cómo hacemos para
que eso no ocurra? En primer lugar debemos saber que la
tarea de los maestros y maestras es potenciar el
repertorio de posibilidades de cada alumno/a para sacar el
máximo de las personas, pero, ¿cómo? Para ello debe de
haber una mezcla de personas, estimulación, motivación,
confianza, cariño y amor. Ya que lo que un niño decide hacer
depende del concepto que tenga de si mismo, de los demás
y de los medios que considera viables para encontrar su
propio sitio.
Todos los niños y adolescentes necesitan estar
convencidos de que valen, y que aquellas personas más
importantes para ellos, así lo hacen también. Por tanto
nosotros, los maestros, no debemos abandonar nunca a
nuestros niños, debemos estar pendientes constantemente
de ellos para guiarles por el camino correcto.
Por otro lado, me llama mucho la atención que el libro
hace referencia a un fenómeno implícito en la enseñanza, el
“Efecto Pigmalión” o la profecía que se auto-cumple. Este
fenómeno se refiere al proceso por el cual las creencias y
expectativas de una persona afectan de tal manera a su
conducta que ésta provoca en los demás una respuesta que
confirma esas expectativas. Es peligroso según mi punto de
vista ya que cuando las expectativas de los demás son negativas, el
efecto es totalmente destructivo, porque lo que se
consigue es que uno se adapte de tal forma al rol que le han
encasquetado (poco inteligente, inútil, mal alumno, etc.)
que acaba cerrándose él mismo las puertas para conseguir
metas mejores. Una vez más jugamos un papel muy
importante en nuestros alumnos, ya que la imagen que
tengamos de ellos repercutirá tanto en su aprendizaje
como en los resultados de los alumnos, por lo tanto
debemos confiar en ellos.
En sucesivos capítulos del libro podemos analizar cómo
es Daniel como maestro, este es un profesor que adquiere
un compromiso moral con el alumnado. Este narra
numerosas experiencias, parecidas a la suya, con sus
alumnos (en las que actuó claramente de forma opuesta a lo
que hicieron con él), como por ejemplo investigando el por
qué de una niña decía que: “no había hecho nada en su vida”,
o motivando a algunos alumnos a realizar dictados en los
cuales afirmaban que siempre sacaban ceros ( lo hace
improvisando un dictado tratando el problema de los ceros,
y al termino de este, pregunta cuáles son los verbos, sus
conjugaciones y toda una serie de conexiones para integrar
lo que habían estudiado…y al final del todo esto consigue
que lo sepan hacer).
Por ello puedo deducir que su concepto de enseñanza es
constructivista y autosugestionario (el mejor de todos los modelos
existentes, según mi punto de vista). Además se combina con otros
numerosos sistemas de aprendizaje de otro carácter; como por
ejemplo juegos de palabras, bromas, competiciones entre
alumnos para recitar textos, actividades de reflexión,
conversaciones en el aula para introspeccionar y preguntarse a uno
mismo sobre aquello que nunca se ha cuestionado, etc.
Por último me gustaría señalar que este también nos
enseña a ver que un alumno o un mal alumno no “va solo a la
escuela” si no que va acompañado siempre de un numerosas
inquietudes, miedos, deseos insatisfechos,… y estas hay q
saber descifrarlas. ¿Cómo? por ejemplo con una simple
mirada o una frase de adulto confiado.
Por ello critico la insistencia actual de nuestro sistema educativo
de enseñar lo mismo y de la misma manera a todos los alumnos y eso
no debería ser así, como maestros debemos atender a las
individualidades de cada uno de nuestros alumnos.